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Nayaril.
Páginas 58 rtrrilm !I .i ,!I :
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Nayaril.
Los -JESUITAS TRATABAN DE INVENTAR UN MODELO DE EVANGELIZACiÓN ADAPTADO A CA-
DA CIRCUNSTANCIA. ¿CUÁLES ERAN LOS ALCANCES Y LIMITACIONES DE ESE IMPULSO?
UNA MIRADA PENETRANTE AL CASO NAYARITA NOS PERMITE PERCIBIR LA COMPLEJIDAD
DE LA EMPRESA CUANDO ERA REALIZADA EN EL MARCO DE UN PROYECTO IMPERIAL Y
BAJO LA PROTECCiÓN DE UNA CORONA. POR OTRA PARTE , ¿CÓMO GARANTIZAR EL RES-
PETO A LAS CREENCIAS EXTRAÑAS MIENTRAS CONTINUABA EN VIGOR LA TENDENCIA A
PERCIBIRLAS COMO EXPRESIONES IDOLÁTRICAS? LA FÓRMULA DE LA MISiÓN CHINA , BA-
SADA EN EL RECONOCIMIENTO DE LA GRANDEZA AJENA, PODíA DIFíCILMENTE FUNCIO-
NAR ANTE ESAS SOCIEDADES EXIGUAS Y VULNERABLES; SIN EMBARGO , ESTA REDUC-
CIÓN SEPTENTRIONAL CAUTIVÓ LA INTELIGENCIA Y EL CORAZÓN DE UNOS HOMBRES DE
ALTA CULTURA QUE DEJARON AHí UNA PRESENCIA TODAVíA VIVA.
E LlI"''':''I'''' 1·: 1. 11 <; .'"
El siglo XVIII , aunque breve, fue un siglo glo-
rioso para la Compañía de Jesús en México.
Misiones relativamente antiguas y otras nue
vas floreci eron en California (1697), Coahui
la, Sonora, la Tarahumara y Nayarit (17 22),
justo cua ndo ll egaban a su clímax las misio
nes del hemisferio sur, pero cuando la Com
pañía perdí a en Rom a la larga batall a de los
ritos chin os y mal abares.
'H' En el siglo XVIII, los j esuitas llevaron a cabo
en el Gran Nayar otro "rudo ensayo" para lo
grar la tra nsic ión de la idolatría al catolicis
mo. No ca be dud a que se pueden encontrar
elementos utópi cos en esa tentativa religiosa,
a la vez, socia l, económica, demográfica y
tecnológ ica : en efecto, las misiones todas
empeza ron con una revolución en el hábitat,
una redi stribución y concentración de la po
blación en sitios escogidos, tanto para desa
rra igar a los nayaritas de sus implantaciones
anteriores (o sea borrar su geografía religio
sa), como para crear un nuevo tipo de hom
bre, ciertamente cristi ano, más agricultor,
más sedentario, más pueblerino, es decir,
agrupado en unidades demográficas mayo
res y en familias monógamas; todo ello con
fines educativos y de policía (en el sentido
mayúsculo de la palabra).
IH' No parece haber sido la intención de los
jesuitas hacer de este hombre nuevo un
hombre hispánico. Tal estrategia era, por lo
menos, revolucionaria, aunque los recién
dominados nayaritas ya hubiesen incorpo
rado muchas novedades tecnológicas y cul-
.j ;
turales a lo largo de los dos siglos de contac
to con el mundo novohispano circunvecino.
'H, No todos los jesuitas actuaron de la mis
ma manera a lo largo de los años compren
didos entre 172 2 y 1767; en esas diferencias
intervinieron las personalidades de cada uno,
pero también el tiempo: impaciencia y pa
ciencia, esperanza y desaliento, pesimismo y
coraje. En general, no dejaron de perseguir su
meta de transformar a los nayaritas en bue
nos cristianos; todo lo demás eran medios
para conseguir lo deseado.
'H' Hombres de acción, hombres de campo,
capaces de aguantar situaciones extremas ,
formados para adaptar las enseñanzas teo
lógicas a las realidades concretas -¿será es
to un elemento de su famoso "laxismo"?-,
no tardaron en toparse con las mismas au
toridades que les habían entregado la "re
ducción y pacificación", que no conquista,
del Gran Nayar: siete misioneros, 25 solda
dos y 5 000 (¿o más?) indios. Losjesuitas del
Siglo de las Luces, al perseguir la conver
sión de los indios, no quisieron entregar una
mano de obra dócil a los mineros y a los
colonos, tampoco permitirles a esos "vecinos"
el acceso al Gran Nayar, a sus tierras, pastos,
bosques y posibles minas. Poco a poco, el
Estado les retiró su apoyo y se identificó, a
través de sus funcionarios , con los intereses
de mineros y colonos. Vemos a los coman
dantes adquirir ranchos y minas, y moles
tarse porque los misioneros no les dejaban
sacar cuadrillas de trabajadores. Eso explica
las críticas muy severas y hasta violentas,
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para no decir subversivas, que los jesuitas
expresan en su correspondenci a interna:
'"' "Los capitanes de ella [vuelvo a decir] olvi
dados o haciéndose olvidadizos del fin pri
mari o a que el Rey nuestro seño r, les tiene
puesta la espada en la mano, en vez de em
plea rl a en servicio de las dos Majestades, de
rribando ídolos al lado de los padres Misione
ros, se han dado tal maña, que han hecho de
la espada, ga rabato, conque a título de Capi
tanes, y aga rran a los soldados la mayo r
parte de los sueldos y aga rran a los indios lo
que pueden ; aga rran a los españo les lo que
se les antoja, y porque a nosotros no tienen
que aga rrarnos, nos agarran de la sota na y la
desga rran. Porque nos miran como fiscales
de sus acciones y como a los únicos de quie
nes se debe recelar; por eso no dejan piedra
por mover en contra de nosotros: incitan a
los indios para que formen qu~as supuestas
contra sus Padres Misioneros ; los Capitanes
mismos fingen otras que les salen a la cara,
[como en esta carta habrá re fl~ ado VR] y
mientras dura esta música desconcertada, es
tá boyante la idolatría : bailan los indios en
las barrancas sus mitotes gentílicos, a los que
as iste muchas veces el diablo visiblemente,
como los mismos idólatras han declarado".
'"' Quizá valga la pena mencionar como fac
tor de la inconformidad, además de la auto-
nomía tradicional , el reclutamiento cosmo
polita (el P. Jacomo Doye, el P. Bartolomé
Wolf yen otras partes los Pfefferko rn, Link,
Nentw ig, Neumann y tantos germanos, che
cos, húnga ros).
'"' El Gran Naya r se enco ntraba en la fron te
ra de las altas culturas prehispánicas, agríco
las y urbanas. Era como un baluarte de rús
tico "desorden". Sus tribus, algo nómadas y
bastante bélicas, siguieron amenazando las
campiñas vec inas hasta 1722 cuando los je
suitas enfrentaron el reto mayo r, ya conocido
en otras partes, de transformar a esos hom
bres bárbaros pero perfectibles. Los obstácu
los eran muchos: además de la geografía, del
clima y de las pl agas, la dificultad de lenguas
múltiples y la capacidad proteica de res isten
cia de pueblos tan desconfiados como va
lientes,
'"' Los j esu itas se lanzaron a la obra giga n
tesca de enseñarles a vivir en una sociedad
agrícola, de pueblos, con una casa para cada
familia: lo que implicaba destnlir los clanes
y dividirlos en familias mononucleares y mo
nogámicas y agnlpar a esas familias en pue
blos. Esa labor era una parte esencial de su
proyecto religioso.
IH' Hoy toco una parte, para nosotros más
espectacular: la extirpación de las idolatría s,
porque nos es cultural mente, psicológicamen
te alejada, di fíci l de entender, poco "raciona\"'
para la "rac ionalidad" de nuestras menta li
dades, Pero insisto, la otra parte fue también
revolucionaria y, posiblemente, en su tiempo,
más espectacular, más asombrosa, para los
nayaritas .
EL )[ÉTODO
En su época, Miguel Caldera, el famoso "Ca
pitán mestizo", puso fin a la guerra chichime
ca con una política de conciliación que com
binaba amnistía, sobornos y evangelización,
lo que Powellllamó con tino un "cristianis
mo de granos". Parece que en aquel enton-
ces los jesuitas criticaron su manera blanda
de convertir a los chichimecas; por lo menos
eso se puede leer en Alegre, Francisco de
Florencia y Andrés Pérez de Rivas.
IH' Más de un sig lo después, los indios fron
terizos recordaban al "Cap itán mestizo" y los
jesuitas, sin perder sus afanes apostólicos,
había n ap rendido a lgo de su método.
IH< En la red ucción -que no conquista- del
Naya r, después de la man ifestación de fueíLa
inicial ( 1722) se utilizaron métodos no violen
tos, pero siempre teniendo a la mano algunos
so ldados, por lo menos. Mota Padilla (1 724)
escribió que en el Nayar, "alb ergue de la
gentilidad [era] difícil la red ucc ión por la
predicación, porque no eran só lo los indios
ge ntil es sino apóstatas, y por eso más obsti
nados". Concl uyó que "só lo lo conquistado
co n mano fuerte se conserva", y "que con
mano fu erte se le haga a la ge ntilidad rebel
de dobl a r la cerviz y oír dicha predicación".
IH' Thomas de Solchaga, S.J. había señalado,
en 1716, el obstáculo que sign ificaron los
apóstatas, qu ienes "para conservar la libertad
de concienci a, los inducen a qu e no se con
viertan':
IH' Después de la breve ca mpaña militar de
1722, la destrucción de los objetos, su cristia
nización o su sustitución apareció como una
primera etapa, pronta y fácil. Resultó des
pués qu e se trataba de una empresa nunca
te rminada, de un asunto recurrente a l cual se
le podía dar más o menos importancia según
las ci rcu nsta nci as, según los temperamentos
a la rmistas u optimistas de los padres.
IH< Simbólicamente, la toma de la Mesa del
Nayar fue acompañada de la destrucción por
fuego del "adoratorio del Sol y a lgunos ido
Iill os más", así co mo de "un cuero mancha
do de sa ngre en que sacrificaban a los ni
ños matando una criatura cada mes para
darle de comer al so l". Empezó en seguida
. 1 n i/uf:
.1/i . .;¡, jlf d" .h ',,; '; . .; .1I"rí".
¡ ·¡¡.l .... fl .... .
.I IIII'ri'·II" I l/di"".
8'I,i l¡" ~·'¡II¡" 1 1
111 . .;11111111/11.
la congregación de la población y la funda
ción de pueblos y se bauti zó a la gente.
IH' El P. Antonio Arias, S.J., después de que
mar "todos sus encantos y jacales", mandó
a México el esqueleto del Gran Nayar, "el
indio grande por quien se dirigían por arte
diabólico", y la piedra del Sol, "a quien te
nían por su dios".
IH' En México, el provisor de naturales del
arzobispo de México intentó un proceso al
"ídolo del Gran Nayar" (1722-1723 ), a l térmi
no del cual el esqueleto resultó condenado
y quemado el primero de enero ide 1723! [ ... ]
IH, Al principio reinó el optimismo. Según el
P. Arias "los muchachos son docilísimos,
iasí fueran los viejos! " El leva ntamiento de
enero de 1724 fue atribuido por los jesuitas a
la codicia de los soldados, protestaron con
tra la represión, apelaron a la clemencia del
virrey y le presentaron las "justas quejas de
los indios" de once pueblos, "casi todos bau
tizados".
IH' Oficialmente siguió la eufo ria: en 1729,
cuando el arzobispo de Guadalajara, Gómez
de Cervantes, visitó las misiones, la crónica
jesuítica le hace exclamar: "Dios sabe el con
suelo que ha tenido mi corazón, viendo a
li t
estos indios más adelantados en la fe, aún no
teni endo 7 años de su conversión, que mu
chos pueblos cristianos con cas i 200 años de
reducidos". Pero si la "nación nayarítica es
dócil y ca riñosa", si man ifi esta "veneración
y amor a los misioneros"; los apóstatas son
malos, se queja el P. Cristóbal Lauria. De
nuncia también muy duramente la calami
dad de los so ldados y apunta que "los na
turales pasan la mayor parte del año en las
barrancas, en borracheras, en idolatrías y
otras maldades" (17 27).
IH' En 1729 y en 1730 los misioneros organi
zaron varias expediciones para descubrir y
quemar "adoratorios falsos", "más de 60 gen
tílicos ado rato rios", poco a poco señalados
"por medio de los indios más fieles". En mar
zo de 1730 el P. José de Ortega, buen cono
cedor del idioma cara, denunciaba "los pro
gresos de la idolatría'~ En noviembre se
felicitó de haber quemado con sus colegas
"los pajizos adoratorios que el demonio con
sus emb ustes tenía como hipoteca de la rui
na total de los nayaritas". El P. J. X. García
señaló entonces que los indios fronterizos
(es decir los no pertenecientes a las misiones)
de San Diego le "tienen odio porque nunca
les he consentido sus maldades" y que "tie
nen adoratorio".
IH' Unos días después, al volver de una cre
mación, la tropa fue víctima de una embos
cada; todos los so ldados resultaron heridos,
pero los asaltantes, tecoalmes de San Pedro
lzcatán, sufrieron 15 bajas. Ortega comentó
el 12 de diciembre de 1730: "Saltó aquella chis
pa que yo temía [ ... ] porque el demonio ex
perimenta cada día más ultrajes en la des
trucción de sus pajizos adoratorios". A paso
acelerado destruyeron "ídolos" en Santa Te
resa, Dolores, El Rosario, San Pedro ... o sea
en todas partes.
IH' Cuando Ortega menciona al diablo no
parece hacerlo de manera retórica, parece
convencido. Claro, para é l y sus colegas, los
ídolos tienen una existencia puramente ma
terial y pueden destruirse; pero teme la efi
cacia simbólica que t ienen para los indios.
Por eso se toman la molestia de buscarlos pa
ra destruirlos, por eso la "extirpación es indis
pensab le", por eso persiguen con tanta obs-
tinación a los "sefiores idolos", esq ueletos,
en sus cuevas. A su manera to man en cuenta
la realidad del "otro" y en serio la "verdad del
gentil ". [ ... ]
I ' II\I' IX~ I II\ l·>
En sus misiones naya ritas, los j esuitas vo l
vieron a enco ntrarse con la ex istenc ia de un
"prójimo" radicalmente diferente, más dife
rente de ellos que el judío, el musulmán, el
chino incluso. No se trataba de expulsa rlo co
mo, en otras épocas, se hizo con los judíos
o los moros, tampoco 10 podían proclamar
"anatema " como hizo Israel con Canaán; te
nían que convertir a su fe cristiana al indio,
sujeto libre y protegido por la ley. Al igua l
que dos siglos antes, "la conquista espiri
tual" se realizó y encontró sus límites. Con
una diferencia: dos siglos habían pasado y
en el noroeste de México los jesuitas hab ían
aprend ido mucho de culturas que no tenían
nada que ver con las civilizaciones del Al
tiplano. Sus "adoratorios pajizos" distaban
mucho del Templo Mayor. ¿Cómo "civiliza r"
y cristianizar a la vez a esos "bárbaros"? Una
vez más, ¿có mo conciliar el pasado prehis
pánico con el catoli cismo? [ ... ]
IH' En el Nayar los jesuitas "triun faro n" so
bre una tierra hostil , considerada inconqui s
table, y de hecho inco nquistada durante
dos siglos. Por lo mismo, se sintiero n favo
recidos por el cielo y no desmayaron en una
labor de Sísifo. El optimismo de los prime
ros años no aca bó en desilusión. Siguieron
l '·) ,-
en su vo lun tad de co nvertir a los naturales;
fueron serv idores de los inte reses del rey de
España; mientras, no se les ex igió dar prio
ridad a la exp lotación de los recursos natu
rales y de l trabajo de los indios. Se nega ron
a castell an iza rl os y a permitir la entrada de
los no indios a las misiones. Paradój icamen
te, a 23 años de la ex pulsión de los jesu itas,
el joven oficia l Calleja propondria como so
lución, precisamente, la castellanización y la
mezcl a biológica, con la instalación de fa
milias espa ñolas en cada misión.
IH' La inquebrantable confianza de los mi
sioneros descansaba posiblemente en su co
nocimiento de la gente, de su idiom a, del
país, y en 10 que ll ama remos una verdade
ra vocación. Pocos hombres (seis o siete a la
vez) pasaro n cas i toda su vida en el noroes
te y entre di ez y 30 años en el Nayar: F. X.
González, Bartholomé Wolf, Francisco de
Isasi, Joseph García, Jacomo Doyce (en 1714
en la Tarahumara, y de 1729 hasta su muerte
en 1749. en el Nayar), Joach in de Pozo, Jo
seph Rincó n, José Ortega, realiza ron lo que
hoy en día se ll ama un a "enorme inversión
perso nal". Todos aquellos hab laba n mex ica
no y cara (por no mencionar las lenguas de
las Pimerías, de la Tarahumara, etcétera).
IH' Una excepción es el P. José de Abarca
(1 750), quien duró poco en Guaynamota . Se
quejaba de "las fieras y [d e] los indi os bru
tos a ellas semej antes". Pidieron su relevo y
comentaron que "no tiene genio para in
dios, no ha podido aprender ni un vocab lo".
Jh ... iólI dt: ¡I..,!mila
Sayari!.
ti/mio:
.rI tt ónimo.
baulizando. s. / f.
Óleo ,o{¡re le/a.
PrrwNü111f'ia:mi.r.;üJlI de
IH' Ortega, nacido en Tlaxcala en 1700 y que
"creyendo que había de tener la gloria de
morir entre mis indios, hijos de mis dulces
trabajos", moriria en un puerto español tras
la expulsión, llegó al Nayar casi al principio.
En 1729 había publicado ya un vocabu lario
ca ra. Se quedó más de 20 años y firmaba "su
indio Ortega". En sus cartas abundan las ex
presiones como : "Indios hay yeso basta pa
ra vivir alegre': En 1745, cuando un visitador
quiso desplazarlo de su querido Jesús María,
se defendió en los términos de la acusación
presentada por el visitador según la cual "los
padres pegan al corazón a sus indi os":
IH' "Pues yo digo de mí -escribe Ortega
que me handen quitando porque esponiéndo
me con indios los meto dentro de mi cora
zón. Acuérdome que el venerable P. Zapa
que murió en San Grega rio , suplicándo le a
la virgen que hablaba con el padre y que
por esto le tienen especial veneración los
padres de San Gregario, que le manifestara
su gusto y lo que quería de él, le respondió
la santa, que te aind ies".
IH' ¿Qué j uicio podemos emitir sobre la ob ra
de aquellos hombres? ¿Su empresa fue no
ble o ilegítima? ¿Utópica o realista? ¿Mala o
buena? ¿Tiene caso hacer esas preguntas?
¿Se va le? Nuestros misioneros en frentaron
las grandes preguntas que plantearían más
adelante las cienc ias socia les, preguntas que
nos seguimos planteando y que son las de
la antropo logía, en el sentido más amp lio,
que va de la teo logía a la política, que in
cluye la inserción del hombre en el cosmos,
las relaciones entre individuo y colectividad,
el orden social, la cultura, etcétera. Perse
guían la salvación de las almas y abrazaron
todo eso.
IH' Podemos denuncia r la dimensión destruc
tora de su empresa (y también denunciar la
misma dimensión en los internados indige
nistas del siglo xx ). Yo no uso los términos
"etnocidio cultural" pero se entiende lo que
condenan. Ahora bien, esos "energúmenos
demoledores" si bien destruyeron mucho,
también salvaron mucho. Sus informes, sus
descripciones, nos dej an una aportación do
cumental inmensa. Se apasionaro n por el ad
versario, lo estud iaro n y en buena parte lo
entendieron mejor que nosotros. Hicieron
labor de a rqueólogos, etnólogos y lingüistas
y sus escri tos pueden aportar mucho a esas
disciplinas.
IH' Me gustaría comparar la posición de la
Compañía frente a esos indios y su posición
frente a los ind ios de la India y a los ch i
nos. Claro , los jesuitas admiraban las altas
civilizaciones china e india, por eso se hicie
ron chinos con los chinos y respetaron sus
costumbres, pa ra mayor indignac ión de mu
chos cristianos europeos (171 5, 1742); mientras
que en el Naya r no podían admirar nada,
sino al indio como criatura de Di os. Se lan
zaron al "rudo ensayo " y algu nos qui sieron
a ese "prójimo" hasta "a indiarse". Tomado de
la introducción de Jean Meyer a Visita de las misiones
del Naya rit 1768- 1769 de José Antonio Buga ri n, CEM
(A-IN!, 1993. 1 H S
JEAN MEYER es doctor en histo ria por la Uni versidad de
París. Fundó el Insti tuto de Estudios Mexicanos en
Francia; ha sido director del Centro Francés de Estudios
Mexica nos y Centroa mericanos, y desde 1993 es investi
gador del ClDE. Es auto r de La cristiada (1 973- 1 975), His
toria de la Revolu ción mexicana. 1924-1929 (1 978), Na
yarir (1983) , El Gran Naya r. Colección de documentos
para la historia de Nayarit flI (1989) e Historia de los
cristianos en A mérica Latina ( 1989) , entre otros títu los.
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