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en C. García (coord..): Los nombres del Madrid multicultural, Madrid, Parthenon,
2007, págs.. 209- 235
LA EVOLUCIÓN DE LA ANTROPONIMIA
HISPANOAMERICANA
CONSUELO GARCÍA GALLARÍN
Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura
Introducción
El padrón es la fuente que nos ha permitido avanzar en el conocimiento de la
antroponimia hispanoamericana, identificando los nombres más frecuentes, los
generacionales o los característicos de una región o de una etnia; hemos descu-
bierto las huellas onomásticas que dejan los cultos a los santos y los misterios o
milagros atribuidos a la Virgen, pero los nombres nos dan también el grado de
secularización de un país por los referentes en los que se inspiran los designa-
dores, y en general las influencias culturales más directas. En la fuente madrileña
hemos encontrado nombres de ida y vuelta, es decir, nombres exclusivos de una
localidad española que identifican a personas procedentes de países que en el
pasado acogieron a emigrantes de esa localidad, por ejemplo a pontevedreses
llamados Peregrina o Peregrino, cuyos descendientes argentinos se han instalado
en Madrid (→ C. GARCÍA, Tradición e innovación). La diversidad de elementos es
un rasgo destacado del repertorio con el que hemos trabajado; además de los
nombres panhispánicos, abundan los anglicismos, los nombres indígenas y los
de otras lenguas europeas. Se aprecia cierta predilección por los que identifican
a famosos de actualidad o a personajes históricos, reales o de ficción. Este grupo
de nuevos madrileños está imponiendo la aplicación antroponímica de apelati-
vos y de topónimos, la oficialización de hipocorísticos, y ha ampliado el reper-
torio de nombres tradicionales con un número elevadísimo de nombres dobles o
múltiples.
Las cifras confirman la variedad y originalidad que los extranjeros están apor-
tando a la antroponimia española. Hemos comprobado anteriormente que el
75% de los nombres portados por 304.565 niños madrileños asciende a 328 an-
tropónimos diferentes, un repertorio muy reducido si lo comparamos con el que
proviene de los 34.803 niños nacidos fuera de España y portadores de 21.558
nombres diferentes, de los cuales 4.157 corresponden a un 50%. Sin duda el
fenómeno de la inmigración está abriendo nuevos horizontes en este campo1.
Un análisis de las normativas que rigen la elección del nombre propio en His-
panoamérica revelará la disparidad de criterios con los que estas se han elabo-
rado. En Argentina, la ley del nombre ha impuesto restricciones si éste es múlti-
ple, extranjeroe indígena o de sustrato; rechaza igualmente que los apellidos
ocupen el lugar de los nombres de pila. Hoy los sociólogos que trabajan en este
campo insisten en la conveniencia de promulgar una ley similar en otros países;
recomiendan que se eviten nombres extravagantes o alusivos a los aspectos más
íntimos del entorno del designado, especialmente a las ideas políticas. Los resi-
dentes madrileños que han nacido en Bolivia, Colombia, Ecuador, Guatemala,
Perú, Venezuela y México son los testimonios directos de la libérrima disposición
de gran parte de la América latina a la hora de elegir un nombre2, pero descono-
cemos hasta qué punto el contacto con la sociedad española está modificando
sus costumbres y provocando el rechazo de los nombres distintivos de su
comunidad de origen (Whasington, Franklin...). Empezamos a reconocer atisbos
de españolización en los nombres de los más pequeños, pues están apareciendo
elementos hasta ahora inexistentes en América, principalmente los nombres
vascos más populares (Ainhoa+, +Ainhoa, Aitor+, +Aitor). Casi siempre forman
nombres dobles o múltiples.
Nos centraremos en los rasgos diferenciales de la antroponimia de América
respecto a la española, pero no podemos olvidar la existencia de un gran reper-
torio de nombres panhispánicos, hagiónimos, advocaciones marianas e incluso
nombres dobles, como Juan Carlos, José Luis, Miguel Ángel, Carlos Alberto y Luis
Alberto, que siguen agrupando a numerosos homónimos hispanoamericanos en
una equilibrada distribución por países; igualmente los nombres femeninos más
1
La población de inmigrantes ha pasado de 542.314 personas en 1996 a 3.884.573 en 2005 (son datos del INE39
),
dicho grupo se ha multiplicado por 7 en una década . Esta situación ha provocado el incremento de matrimonios
mixtos, de 2,73% en 1996 a 10,76 en 2005, y lógicamente el de hijos con uno de los progenitores extranjero (el 4,54
de los nacidos en 1996 sube al 17,6% en 2005, y en seis comunidades se supera el 20% ). Los nacimientos de madre
y padre extranjeros alcanzaron en 2005 el 6,14%. A pesar del aumento de matrimonios mixtos, la integración no
está siendo fácil, un indicio lo tenemos en la preferencia por lugares de ocio a los que acuden asiduamente compa-
triotas. Es en el medio laboral donde se producen más avances en cuanto a la compenetración; ayudan los nexos
culturales entre España y la América latina, que es la procedencia de un amplio grupo de trabajadores de la cons-
trucción y del campo, también del servicio doméstico y de los sectores de la alimentación o de la hostelería, etc.
Soledad Alcaide ha descrito la situación en la que trabajan los empleados de la torre Sacyr, de 25 nacionalidades;
una convivencia amable, aunque los trabajadores prefieren buscar a sus compatriotas en el almuerzo o en ratos de
descanso. 2
La Cátedra de inmigración, dirigida por don Miguel Osorio García de Oteyza, se ha ocupado de cuestiones rela-
tivas a la interculturalidad. Uno de los principales objetivos de su labor es la integración de los inmigrantes me-
diante el conocimiento y el respeto de las costumbres ajenas, la respuesta recíproca de los madrileños no puede ser
otra que la admiración de la riqueza cultural que estas personas aportan a la capital, para ellas Madrid es un espa-
cio de aprendizaje, de subsistencia y de superación personal. Los investigadores han buscado posibles cambios en
la manera de expresar sus creencias religiosas, o en la tendencia a la españolización de un amplio grupo, que sin
duda está repercutiendo en la elección de los nombres.
repetidos son Ana María, M. Elena, M. Carmen, M. Isabel, M. Eugenia.
Para valorar las peculiaridades de la antroponimia de América respecto a la
española será necesario indagar sobre los siguientes aspectos:
a) Número de inmigrantes y número de nombres diferentes que los identifi-
can.
b) Procedencia de los nombres y distribución geográfica.
• Nombres españoles en América.
• Advocaciones marianas de Hispanoamérica.
• Nombres amerindios.
• Extranjerismos
c) Procedimientos de innovación antroponímica:
• Variación formal (incluidos los hipocorísticos).
• Composición, analogía, duplicación y multiplicación.
• Antroponimización de un apelativo.
d) Referentes iniciales:
• Personajes reales o de ficción, históricos o contemporáneos.
• Topónimos de uso antroponímico.
• El simbolismo de los nombres parlantes o transparentes.
Describiremos las preferencias de los grupos hispanos, los resultados se com-
pletarán con encuestas que quedan para otra ocasión. Ahora pretendemos in-
vestigar cuáles son las principales influencias que explican los resultados estadís-
ticos de los nombres hispanoamericanos atestiguados en Madrid, teniendo en
cuenta la distribución geográfica. Unas son más evidentes que otras, pero en los
nombres que las representan se pueden vislumbrar procesos de aclimatación de
elementos multiculturales: la variada antroponimia de América es hoy el resul-
tado de la suma de nombres amerindios, españoles y anglosajones, y en menor
proporción de otras lenguas.
1. Nombres españoles en América. Observaciones sobre la historia
de la antroponimia hispanoamericana.
Quienes han investigado la secular relación entre la América latina y España
suelen referirse a ella de forma eufemística como ―encuentro de culturas‖, una
expresión que encubre la realidad de la política española en América. Domín-
guez Ortiz ha expuesto claramente los desequilibrados efectos de esta relación: ―Se esquiva la disimetría resultante del choque entre un cuerpo grande, pero inerte, y otro
mucho más pequeño, pero muy denso y animado de una energía cinética tremenda. El resulta-
do es que América se ha occidentalizado en profundidad, mientras que Europa se ha america-
nizado sólo en aspectos concretos no esenciales. La administración española quiso trasplantar
al otro lado del Océano una sociedad hispana que fuera imagen y prolongación, mejorada si
fuera posible, de la peninsular‖ (―España y sus Indias‖, en España, tres milenios de historia,
Madrid, Marcial Pons, 2000, 190).
Fueron dos los objetivos fundamentales desde el comienzo de la conquista de
América: incorporar a los indígenas a la autoridad real española y convertirlos a
la religión cristiana. Para cumplir el primer objetivo era indispensable castellani-
zarlos, asimilarlos lingüísticamente; pero tuvieron que aprender y practicar las
lenguas autóctonas. El estamento eclesiástico no perdió el protagonismo social,
consiguió que se abandonasen los antiguos ritos y planificó con éxito la adap-
tación, aprovechando el interés que suscitaban entre los indígenas los aspectos
festivos de la religiosidad popular. Carlos V dispuso en 1535 que fueran los mi-
sioneros, y no los encomenderos, los encargados de cristianizar y castellanizar; la
evangelización conllevaba el cambio del nombre indígena por un hagiónimo.
Más tarde llegaron los nuevos nombres femeninos, tomados de las advocaciones
marianas. ―Una india llamada Malinche, que después se llamó Marina, capturada en Tabasco‖ (c1527-
1561, Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias). ―Una india llamada Catalina‖ (a. 1589,
Juan de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias). ―Prendí una india llamada Marina‖ (a.
1629, Hernando Ruiz de Alarcón, en CORDE).
La Iglesia dirigió con firmeza la labor de apostolado, puso cortapisas al ac-
ceso de indios y mestizos al sacerdocio, en cambio, éstos tuvieron la considera-
ción de limpios de sangre y quedaron fuera de la jurisdicción inquisitorial. La
equiparación con los cristianos viejos de la península trajo cambios onomásticos,
motivados por la imposición de nombres de pila y la subsiguiente anulación o
invalidación de los nombres autóctonos; el bautismo y el aprendizaje lingüístico
eran la principal demostración de integración de los conquistados.
La lengua española en el Nuevo Mundo3
fue extendiéndose durante los
siglos XVI y XVII. Ronsenblat ha calculado que en épocas iniciales de la
castellanización de América la proporción de personas letradas ascendía al 41%
de la población inmigrante; según dicho filólogo, los colonizadores eran jóvenes
nobles ansiosos de aventuras, hidalgos segundones carentes de fortuna,
funcionarios reales, frailes y clérigos4; españoles que tuvieron su destino en
lugares como la ciudad de México, prodigio de asimilación cultural5. Este análisis
3 Según Lope Blanch, el trasplante de la lengua a América no se produjo en el mismo año del Descubrimiento
(1492). Los primeros establecimientos de pobladores españoles ―castellanohablantes‖ de América pertenecen al si-
glo XVI: la primera flota pobladora de las Antillas fue la que Nicolás de Ovando llevó a la Española en 1502, a la cual
siguieron otras muchas durante toda aquella centuria. El filólogo mencionado sostiene que aquella lengua trans-
plantada al Nuevo Mundo no era una modalidad vulgar o rústica —y arcaizante— del castellano metropolitano.
Véase J.M. Lope Blanch, ―La lenta propagación de la lengua española por América‖, en M. Aleza Izquierdo (ed.),
Estudios de Historia de la Lengua Española en América y España, Valencia, Universitat de València, 1999, 89-102. 4
A. Rosenblat, ―Bases del español de América: Nivel social y cultural de los conquistadores y pobladores‖, Actas de
la I Reunión Latinoamericana de Lingüística y Filología, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1973, 293-371, y Los con-
quistadores y su lengua, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1977. 5
Fue conquistada en 1521, en 1535 comienza a ser corte de virreyes, se hace cabeza de arzobispado en 1547; en
1530 empieza a tener imprenta, e inaugura su universidad en 1553. Véase Ramón Méndez Pidal, ―Sevilla frente a
Madrid. Algunas precisiones sobre el español de América‖, en Estructuralismo e historia. Miscelánea Homenaje a
André Martinet, Universidad de La Laguna, Tenerife, 1962, vol.III, 158.
quedaría incompleto si no se tuviera en cuenta al sector más desfavorecido, a los
que emigraron para evitar la muerte social en España. Hay suficientes
testimonios en la literatura de los Siglos de Oro, especialmente en los personajes
picarescos.
Hemos de destacar la importancia de la lengua náhuatl6, verdadera lingua
franca en contactos con pueblos sometidos a los aztecas. Los textos que propor-
ciona Lope Blanch indican que el uso del náhuatl fue promovido por los con-
quistadores y por los frailes, lo confirman Alonso Ponce, Comisario General de
los franciscanos, y acontecimientos acaecidos en Oaxaca, donde los misioneros
propusieron al rey de España, en 1570, que por el alto número de lenguas de
aquella región, se enseñara a hablar náhuatl a todos los indios de la zona con el
fin de que mejorase la comunicación entre ellos. La política en pro de la
castellanización se aplicó con la prudencia que Felipe II había recomendado al
Consejo de Indias para que no se apremiara a los indios a abandonar su lengua
natural7.
Desde 1540 hasta la segunda mitad del siglo XVII, la onomástica mexicana se
mantuvo sin cambios significativos; los datos indican que españoles y criollos
eran sobrios y tradicionales en la elección del nombre personal; Peter Boyd-
Bowman no encuentra nombres inventados, y son escasos los nombres dobles.
En cada año estudiado por dicho historiador, los diez antropónimos más popula-
res representan entre el 60% y el 75% de la cifra total y son el reflejo de las pre-
ferencias de los españoles de la época, pues difieren poco los resultados estadís-
ticos de las fuentes mexicana y española. Los libros de bautismo de la Parroquia
de San Sebastián de Madrid registran una gran mayoría de niños llamados: Juan,
Francisco, Pedro, Manuel, Joseph, Diego, Antonio, Luis, Alonso, Domingo, Miguel,
Sebastián. Las niñas recibieron los nombres de María, Catalina, Francisca, Ysabel,
Ana y Ana+, Juana, Josefa, Antonia, Luisa y Ángela, entre otros menos frecuentes.
Se repiten estos nombres en los documentos mejicanos, incluso en los grupos
de mestizos, mulatos, indios y negros.
Los registros de bautismo del Sagrario Metropolitano de la Catedral de Mé-
xico indican que en 1600 los nombres masculinos Juan, Diego, Francisco, Alonso,
Luis, Pedro, Nicolás, Andrés, Antoni, Gaspar, Lorenzo eran los más frecuentes. Los
cambios cuantitativos producen pocos desplazamientos en 1620: Juan, Nicolás,
Joseph, Francisco, Diego, Pedro, Antonio, Alonso, Manuel, Sebastián. Los nombres
preferidos para las mujeres nacidas antes de 1660 son los siguientes: María,
Juana, Isabel, Ana, Catalina y Beatriz.
La onomástica inspirada en los misterios de la vida de la Virgen triunfa en la
España del siglo XVII y posteriormente pasa a América. No es casual que las pri-
6
Véase Shirley Brice Heath, La política del lenguaje en México. De la Colonia a la Nación, México, Instituto Nacional
Indigenista, 1970. 7
Silvio Zavala, Poder y lenguaje desde el siglo XVI, México, El Colegio de México, 1996.
meras advocaciones marianas se hayan localizado en Sevilla y en Madrid, dos
importantes focos artísticos8. Sevilla es el centro más brillante del arte del Siglo
de Oro, tanto por la variedad de registros (arquitectura, pintura, orfebrería y
artes decorativas) como por la calidad de las obras. El éxito de dicha producción
contribuyó a que se difundiesen los nombres que la identificaban, nombres
piadosos que también sirvieron para la denominación personal, principalmente
la femenina, reflejo de la fama alcanzada por las Anunciaciones, Inmaculadas,
Vírgenes con el niño, entre otras representaciones; pero Sevilla también fue un
enclave de la población emigrante al Nuevo Mundo, probablemente una zona
exportadora de las novedades antroponímicas que estaban apareciendo en la
metrópoli. A principios del siglo XVII se introducen María de la Paz, María de las
Nieves y María de la O, el repertorio fue creciendo con otros nombres alusivos a
los misterios de la vida de María, festejados desde los primeros siglos de la
Iglesia (Purificación), o a los lugares donde se encuentran las efigies (Guadalupe),
o a la protección implorada (Consuelo). Estas advocaciones llegan pronto a
México; las más antiguas son Asunción, Carmen9, Concepción, Encarnación,
Guadalupe, Natividad, Rosario y María de la O. A principios del siglo XVIII se po-
pularizaron Asunción, Candelaria, Dolores (frecuente), Loreto, Nieves y Carmen;
en 1740 Luz, en 1760 Ángeles y Rosario, en 1780 Pilar y Soledad, en 1820 Refugio
(datos de Boyd Bowman, cit., 20). Las leyendas avivaron tanto el fervor religioso
que fueron un factor determinante del aumento de homónimos.
La fuente con la que hemos trabajado muestra un repertorio en el que con-
vergen tradiciones españolas y americanas, también percibimos la presencia de
nombres de ida y de vuelta10
:
Ainhoa (6) y Ainoa (1), Almudena (6: 4 casos de Méx.), Amparo (231 casos: 152
de Col.), +Amparo, Amparo+ (67), Fuensanta (1), Leticia Fuencisla (1), M Angustias
(1), Antigua, Araceli (40), Aracely (42: 13 Col., 17 Bol.), +Araceli y Araceli+ (123),
Aurora (106: 22 Bol., 11 Col., 10 Ecu.), M. Auxiliadora (85: 60 de Ecu.), Begoña (14),
Belén (28), Bienvenida (24), Blanca (154), Blanca+ y +Blanca (460 que forman
más de 180 nombres diferentes), M. Carmen (816 casos, muy difundidos), Car-
men (553), Carmen+ y +Carmen, +del Carmen, (448), Carmita (179), M. Cinta (1),
M. Concepción (88), Concepción (73), +Concepción y Concepción+ (55), Consuelo
8 Menéndez Pidal observa que en España la onomástica marial debe su auge al movimiento teológico, iniciado en
1615 por las carmelitas de Sevilla, en pro del dogma de la Inmaculada Concepción; dicho autor proporciona los pri-
meros datos conocidos hasta ahora. En Madrid encuentra los primeros ejemplos de María del Carmen en 1667, del
Rosario (1673), de los Dolores (1676), del Pilar (1677), véanse Boyd – Bowman, cit., 19 y R. Menéndez Pidal, Historia
de la Lengua Española, Madrid, Marcial Pons, 2005, 1319-1321. 9
María del Carmen y Guadalupe se encuentran entre los nombres femeninos registrados por C. Company y Ch.
Melis, Léxico histórico del español de México. Régimen, clases funcionales, usos sintácticos, frecuencias y variación
gráfica, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, LXII. 10
Los nombres que siguen son exclusivos de varias provincias españolas: Antigua (C. Real), Fuensanta (Jaén, Murcia,
Villa (Jaén), Cinta (Tarragona), Coro (Guipúzcoa), Covadonga (Asturias), Peregrina (Pontevedra), Olvido (León), Son-
soles (Ávila), Valvanera (Logroño), etc.
(156), M. Consuelo (134), Coral (3), Coral+ y +Coral (14), M. Coro (1), +Corona (1),
Covadonga (4), Cristal, Cristal+ (18), Delicia (18), +Delicia y Delicia+ (13), Delicias
(1), Dolores (277), +Dolores y Dolores+ (160), Esperanza (235 casos: 78 de Col., 37
Ecu.), Esperanza+ y +Esperanza (219), Estrella, +Estrella y Estrella (83), Hiedra (1),
Fátima, Fátima+ y +Fátima (273), Flor de Lis (1), Gracia (8), +Gracia (18), Ilumi-
nada (14), Juncal (1), Lorena (194: Col., Ecu., Bol.), Lorena+ y +Lorena (300),
Lourdes (280: 166 Ecu.), M. Lourdes (51), +Lourdes o de Lourdes, Lourdes+ (312),
Loyola (3), Luz María (362: 189 Ecu.), Luz Adriana (228: 224 Col.), Luz Ángela (48:
42 Col.), Luz Piedad (44: 38 Col.), Luz Elena (171: 144 Col.), M. Luz (155: 48 Bol.),
Luz Divina (8), Macarena (32), Macarena+ (13), +Mairena (1), M. Mar (31), Mar (4),
Maravilla (1), Merced (13), +de la Merced (3), Meritxell (1), M. Milagro (11),
+Milagro, +del Milagro (11), Milagros (139), Milagros+ y +Milagros (187), Mila-
grosa (17), Misericordia (1), Montserrat y Monserrat (38), Natividad (96), Nati-
vidad+ y +Natividad (49), Nazaret (7), Nieves (31), M. Nieves (32), Nieves+ y
+Nieves (53), Nuria, Nuria+ (24), Oliva (16), +Oliva (21), Olivar (9), Olvido (1),
Palmira (11), +Palmira (22), Paloma (32), Patrocinio (8), Peregrina (22), Perla (13),
Perla+ (58), Piedad (83), M. Piedad (85), +Piedad (70), M. Pilar (346), Pilar 113),
+del Pilar (312), Pinar (2), Pino (4), Puy (1), Refugio (3), Regla (22), Reyes (29),
Remedios (12), M. Rosario (327), Rosario (238), Rosario+ y +Rosario (403), Sabina,
+Sabina (71), Sagrario, Sagrario+ (11), Santos y Santos+ (294), Socorro, +del
Socorro (47), Sol (61), Marisol (316), +Marisol (98), Soledad (184), +Soledad y
+Soledad (162), Sonsoles (2), M. Valvanera (1), Valle, +Valle (161), Vega (1), M.
Victoria (242), Victoria (226), +Victoria (58), M. Villa (1), Virtudes (8).
Otras tendencias de la antroponimia moderna se manifiestan en el gusto por
los nombres hebreos (Rubén, Sara), paganos (Platón, Aníbal), o germánicos (Al-
fredo, Raúl), también en los nombres compuestos, dobles y múltiples, en las nu-
merosas amalgamas y en las formaciones analógicas. Habrá que investigar cuá-
les son los antropónimos que triunfaron antes en América, como parece ser el
caso de los topónimos empleados en la denominación personal, o el de ciertos
nombres transparentes o parlantes. En principio, nadie duda de que el puente de
transmisión no se ha cortado desde el siglo pasado: la gran estampida europea
hacia los Estados Unidos no atrajo a los españoles, que preferían los países de
habla hispana, con importantes repercusiones a uno y otro lado del océano11
.
Partiendo de dicha iniciativa, hemos de preguntarnos hasta qué punto ha in-
fluido la antroponimia americana en las nuevas corrientes que destacan actual-
mente en Madrid.
11
Medio millón de españoles desembarcaron en Buenos Aires, en menores proporciones Brasil, México y Cuba tam-
bién recibieron contingentes importantes. Los motivos, las circunstancias y los lugares de origen constituyen una
amplia casuística; el jornalero andaluz, extremeño o manchego no podía permitirse el lujo de una travesía costosa;
los gallegos y asturianos continuaban una tradición secular, hallaban allá apoyos familiares, algunos regresaron a
disfrutar aquí de la fortuna adquirida (D. Ortiz, 299).
2. Advocaciones marianas de la América Latina.
Los que fueron lugares de destino obligado para muchos españoles se han
convertido en puntos de salida de cientos de miles de hispanoamericanos. Ma-
drid es una de las principales ciudades de acogida, donde ellos han depositado
sus creencias y sus tradiciones, declaradas a través de los nombres:
Altagracia procede de una advocación dominicana: Nuestra Señora de Alta-
gracia se venera en el primer santuario que existió en América, en la villa de
Higüey, en la antigua ‗Isla Española‘. Nuestra Señora de los Ángeles es la patrona
de Costa Rica. La Virgen de Coromoto es la patrona de Venezuela, nombre alusi-
vo a una quebrada en la confluencia de los ríos Tucupido y Guanare. Santa María
de la Antigua fue la primera advocación llegada al Istmo de Panamá, hoy es su
patrona; en Cuba se venera a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y en Chile
se rinde culto a Nuestra Señora del Carmen, en Maipú. La fiesta de la Virgen de la
Candelaria en Puno (Perú) se ha convertido en un centro de peregrinaje de
campesinos quechuas y aymaras, allí mismo se hace la ofrenda a la pachamama
o madre tierra. El elevado número de ecuatorianas llamadas Cisne demuestra el
fervor que suscita esta efigie en Ecuador, cerca del pueblo de Loja, también las
de Nuestra Señora de la Presentación del Quinche y la denominada Reina del
Santísimo Rosario de Agua Santa. La Virgen de Chiquinquirá (Venezuela) es cono-
cida por ―la Chinita de Maracaibo‖. En Puerto Rico es muy venerada Nuestra
Señora de la Divina Providencia y en Colombia son varias las imágenes conocidas
como Nuestra Señora de las Gracias, también es muy popular Nuestra Señora de
las Lajas, como en Ecuador. En tierras argentinas se construyó la Basílica de
Nuestra Señora de Luján, esta Virgen es la patrona de Buenos Aires. En Madrid
hemos encontrado varios testimonios de la devoción hacia Nuestra Señora de la
Concepción de Suyapa, patrona de la República de Honduras.
Si observamos la distribución geográfica de los datos onomásticos, podre-
mos comprender hasta qué punto la antroponimia nos acerca a las culturas más
remotas y a las tradiciones locales:
Agua Santa (3, Ecu., R.Dom.), Altagracia (160 casos, 156 son de la R.Dom.), M.
Altagracia (115 casos, 110 de la R.Dom.), Altagracia+ y +Altagracia (365), Ángeles
(277 casos, 32 Arg., 89 Ecu.), M. Antigua, +Antigua (3, R.Dom.), Aparecida (+2),
Candelaria (22, Arg., Bol., Cub., Ecu., Hon., Per., R.Dom.), Candelaria+ y +Can-
delaria (22), Caridad (44 casos: 24 en Cub.), de la Caridad (4, Cub.), +Caridad y
Caridad+ (125, Col., Cub., R.Dom.), M. del Cisne, +del Cisne (304, Ecu.), M. de
Gracias (1, Col.), M.Coromoto, +Coromoto (92, Ven.), Chiquinquirá, M. Chiquinqui-
rá, +Chiquinquirá, Chiquinquirá+, Chiquinquirita (7, Ven.), Guadalupe (125: Méx.,
Ecu., Bol.), M. Guadalupe (114: Méx., Bol.), +Guadalupe y Guadalupe+ (121), M. de
las Lajas (1, Col.), M. Luján, +Luján, Luján+ (40, Arg.), Luz Stella (185, todos de
Col.), Providencia (4, Bol.), Divina Providencia (R.Dom.), M. Paz (55: Arg., Bol., Chi.,
Col., Méx., Par., Per., Uru.), +Suyapa (10 casos de personas nacidas en Hon.).
3. Nombres amerindios atestiguados en la documentación madrileña.
Disponemos de datos estadísticos que permiten hacer un seguimiento de la
implantación de la lengua española en el Nuevo Mundo12
. Lope Blanch precisa
que el 98% de la población de la Nueva España era indígena en 1570, posterior-
mente ésta desciende al 74, 6%, quedando un 25% de españoles, criollos, mes-
tizos, pardos, etc.
El México contemporáneo representa la diversidad de situaciones que apare-
cen en los demás países de América y que tienen una explicación histórica:
a) Territorios de firme y abundante sustrato amerindio y zonas de escasa po-
blación prehispánica.
b) Lenguas indoamericanas vivas y vigorosas y lenguas extinguidas.
c) Regiones de pronta e intensa castellanización frente a algunas comunida-
des indígenas que se han mantenido al margen del resto del país.
En los censos de 1970 y de 1990, Shirley B. Heath reconoce los siguientes
grupos:
1970 1990
hablantes de español 92,1% 90,8%
hablantes bilingües 5,7% 6,3%
hablantes monolingües de algún idioma amerindio 2,2% 1,2%
Lipski ha destacado las varias zonas bilingües de Hispanoamérica: (1) Yucatán
(México) —contacto con lenguas mayas— ; (2) la sierra andina, desde el sur de
Colombia hasta Bolivia —contacto con el quechua y el aymara—; (3) el Paraguay
y zonas vecinas —contacto con el guaraní.
Con la excepción de Paraguay, la mayor parte de hablantes de lenguas indí-
genas pertenecen a las respectivas comunidades étnicas, muchos emplean el
castellano con dificultad y con interferencias de la lengua nativa. No olvidemos
que la cuestión lingüística seguía pendiente cuando las colonias españolas al-
canzaron la independencia, ni siquiera medidas tan radicales como las que pro-
pusieron Justo Sierra y José Vasconcelos a favor del castellano dieron los resul-
tados que esperaban.
Blas Arroyo, siguiendo a Howard Giles y sus colaboradores, presenta un
modelo teórico que permite explicar el grado de vitalidad etnolingüística. En la
conservación o la sustitución de las lenguas minoritarias influyen los siguientes
parámetros: el estatus, el potencial demográfico y el apoyo intitucional: el esta-
12
El término monolingüe, ya sea de español, ya de idioma amerindio, no precisa explicación; sin embargo, el térmi-
no bilingüe sí requiere que hagamos unas observaciones, pues hay que precisar el grado de bilingüismo (v. Lope
Blanch, cit., 91 y Blas Arroyo, cit., 350-353).
tus del español, del inglés o de las lenguas indígenas va asociado al destino de
las comunidades de habla: ―el estatus de una lengua no se reduce a una única
categoría, sino que incluye varias: económica, social, histórica y lingüística‖ (Blas
Arroyo, 2005, 448). El desplazamiento lingüístico hacia la lengua o las lenguas
mayoritarias parece ser la orientación habitual, es lo que se infiere del análisis
etimológico de los datos onomásticos, por el que hemos descubierto la baja
representatividad de los nombres indígenas.
Si aplicamos la teoría de los líderes lingüísticos, tal y como la ha desarrollado
Pedro Martín Butragueño13
, hemos de decir que estos nombres amerindios no
identifican a la mayoría de los líderes públicos, es decir, a aquellas personas ―con
puestos relevantes en las estructuras intermedias de la sociedad‖ y posibles refe-
rentes iniciales de los electores; tampoco son nombres de personas reconocidas
por el carácter rector de sus actividades en las instituciones públicas y por apa-
recer frecuentemente en los medios de comunicación, pues hasta ahora han sido
condenadas al ostracismo, no obstante, los nuevos liderazgos están asumiendo
la dignificación y el merecido reconocimiento de estas culturas14
.
Habrá que averiguar si la pervivencia de los nombres amerindios, minoritarios
en Madrid, la han asegurado sólo los hablantes bilingües o si los están transmi-
tiendo personas que sólo hablan español. Poco sabemos del valor que este sec-
tor de hispanos otorga a los nombres de sustrato, si su elección responde a mo-
tivos familiares o ideológicos, es decir, si es una forma de expresar el respeto y la
admiración hacia estas culturas ancestrales. Sólo encuestas detalladas nos permi-
tirán descubrir si la elección responde realmente a un profundo sentimiento
identitario. En países como Guatemala las lenguas indígenas emergieron en el
periodo nacionalista como demostración de la identidad americana, no deja de
sorprender que esto ocurriera cuando el español se reconoció como única len-
gua oficial (Blas Arroyo, cit., 378).
En Madrid, el repertorio de nombres amerindios no es demasiado extenso,
identifica a un reducido grupo de personas, desde jóvenes hasta ancianos. Los
indigenismos forman nombres dobles y se sitúan en las dos posiciones posibles.
Casi todos se combinan con antropónimos importados de distintos dominios
lingüísticos: Xóchitl Yazmin, Xóchitl Angélica, etc. Hemos atribuido a la influencia
indigenista el uso de la grafía TZ, que los misioneros-filólogos de las lenguas
amerindias emplearon para la articulación dentoalveolar africada sorda15
. Este
peculiar tratamiento de nombres tradicionales se ha extendido por gran parte de
la América latina: Maritza (31 Bol., 1 Chi., 57 Col., 44 Ecu., 53 R.Dom., 5 Ven., 1
13
Pedro Martín Butragueño, ―Líderes lingüísticos en la ciudad de México‖, en P. Martín Butragueño (ed.), Líderes lin-
güísticos, México, El Colegio de México, 2006. 14
J. Alcina Franch, Mitos y literatura quechua, Madrid, Alianza Editorial, 1989; J. Calvo Pérez, De acá para allá: len-
guas y culturas amerindias. 1. Introducción a la lengua y cultura quechuas, Valencia, Universitat de València, 1995. 15
Pedro Henríquez Ureña explica que el náhuatl tenía, además de su š, tres sibilantes africadas, una de ellas la re-
presentaba el P. Alonso de Molina en su Arte de 1571 con TZ (v. Rosenblat, 1967, 123 y 128).
Cub.), la misma grafía se encuentra en Belitza, Claritza, Guilletza, Julitza, Itzaira,
Karitza, Koritza, Yelitza y Jelitza, Nitza, pero también en Betzibel, Betzi, Mitzy,
Yetzenia. Si en unos casos podría interpretarse como ceceo en otros responde a
un sentimiento de identificación cultural. Según A. Rosenblat: ―Es posible que esa sibilante indígena, junto con la prolongación de la TZ, haya influido
sobre el carácter de la S mejicana. Aun sin esa influencia específica, el carácter tenso y prolon-
gado de esa S parece coherente con el reforzamiento general del consonantismo de la meseta.
Por lo menos parece de origen indígena la tensión con que se articula‖ (A. Rosenblat, Contac-
tos interlingüísticos en el mundo hispánico, 1967128).
Acatl. Del náhuatl16
, ‗carrizo‘. Doc. < 5 casos.
Amaru. Del quechua. ‗Dios de la sabiduría‘, ‗serpiente mítica‘. Doc. +Amaru,
Amaru+: 8 casos procedentes de Bolivia y Venezuela.
Anacanoa. Del taíno, ‗flor de oro‘. Nombre de una princesa de la isla de Santo
Domingo. Doc. < 5 casos.
Arawina. Del quechua. Nombre literario de mujer. Doc. < 5 casos.
Atahualpa. Del quechua atau, ‘dicha‘, ‗felicidad‘, y huallpa ‗ave‘: ‗ave de la
fortuna‘. El nombre del último emperador inca se usa en Perú. Doc. +Atahualpa:
11 nombres dobles, procedentes de Ecuador y Colombia.
Atzin. Del náhuatl. ‘Agua transparente‗.
Citlalli (Citlali). Del náhuatl, ‗estrella‘. Doc. Citlalli+: < 5 casos de México.
Cuauhtémoc. Del náhuatl cuauh(tli)témoc ‗aguila que baja‘. Nombre del últi-
mo emperador azteca. Doc. Cuauhtémoc, Cuauhtémoc+: < 5 casos de México.
Cuauhtli. Del náhuatl, ‗águila‘. Doc. Cuauhtli, +Cuautli: < 5 casos de México.
Donají. De Sadunaxí ‗será amada‘. Nombre de la legendaria princesa zapoteca,
usado como nombre de pila. Doc. M. Donají (< 5).
Eréndira. Tarasco, Iréndira ‗la que sonríe, risueña‘. Nombre de la legendaria
princesa purépecha, ‗la que sonríe‘. Doc. Eréndira+, < 5 casos de México.
Huascar. Según el Inca Garcilaso, del quechua huasca ‗soga‘ y, por extensión,
‗cadena‘. Doc. Huascar, Huascar+, +Huascar: 14 casos de Bolivia y México.
Huitzilihuitl. Del náhuatl, ‗pluma de colibrí‘. Doc. +Huitzilihuitl: < 5 casos.
Iracema. Del tupí, ‗salida de la miel‘ o ‗salida de las abejas‘. Nombre de la pro-
tagonista de la novela de ambiente indio titulada Iracema, de José de Alençar (v.
G. Tibón, DiccNP). Doc. Iracema, Iracema+ (< 5 casos).
Miztli. Del náhuatl, ‗pantera negra‘. Doc. +Miztli, de México. Doc. (< 5 casos).
Nezahualcoyotl. Del náhuatl, ‗coyote que ayuna‘. Doc. < 5 casos.
Quinametzin. Del náhuatl, ‗gigante‘. Doc. +Quinametzin < 5casos.
Tlacaelel. Del náhuatl, significa ‗el que levanta el ánimo‘. Doc. < 5 casos.
Waskar. Del quechua. Nombre de un inca popularizado por la literatura. Doc.
< 5 casos.
16
Simeón Rémi, Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, Siglo XXI Editores, 2002, 16ª ed.
Xanat. Totonaco ‗vainilla, flor‘. Usado como nombre de pila femenino en la
región vainillera de Papantla. Doc. +Xanat, México.
Xóchitl. Del náhuatl, significa ‗flor‘. Doc. M. Xóchitl, +Xóchitl: 5 casos de Mé-
xico y Cuba.
Todos identifican a adultos, en el grupo infantil la tendencia indigenista se
reduce a varios casos de Xóchitl+ y de +Cuauhtli, siempre en nombres dobles y
con un número inferior a 5.
4. La creatividad hispanoamericana. Formaciones analógicas y etimo-
logías populares.
Uno de los aspectos más peculiares de la antroponimia hispanoamericana es
el de las creaciones internas, reveladoras de la libertad con que se eligen los
nombres en América. El repertorio que analizaremos a continuación es represen-
tativo de lo que nos atreveríamos a denominar ―antroponimia analógica‖, es de-
cir, renovada y ampliada por asociación de unos nombres con otros. En este tipo
de creaciones se suceden las amalgamas y también los compuestos formados
por elementos fácilmente identificables:
Taimary, Yrailda, Yudisleidis, Yulianela, Zulaika, Zuramis, en Cuba. Analidia,
Amalayka, Anakarina, Arelis, Dilcia, Olimar, Olinda, Yenibel, Yolimar, Yodelis en
Venezuela.. Claribel, Maricela, Yurmandia, Yuridia, en Ecuador. Adilia, Hildamar,
Eulinda, Domitilia, Dulcilania, Dulcilia, Allicenia, Eolquidia, Aliroska, Fileugenia,
Ilkalina, Alfrelina, Andelencia, en Guatemala, Uruguay, Puerto Rico.
En el repertorio de nombres hemos descubierto extensas constelaciones ono-
másticas; así, las terminaciones -ilda e -ilde de nombres germánicos se encuen-
tran en Benilda, Benilde, Bertilda y Bertilde, Brunilda, Casilda, Clotilde, Hilda, Ma-
tilde (hild); Hermenegilda, Leovigilda (gilds), y también en el hipocorístico Nilda,
frecuentísimo en Hispanoamérica. Estos nombres son la base de otras creaciones
antroponímicas: Abegailda (Bol.), Amtilde (2 Arg.), Anatilde (5., Arg., Col., Par.),
Awilda (5., P.Ric., R.Dom.), Bertilda (Chi.), M. Bertilda (Col.), Crimilda + Crimilda (4.,
Ecu., R.Dom.), Ecilda+ (2, Col.), Emilda (2, Cub., Par.), Eresmilda (3, Par., Per.), Esilda
(15, Col., Bol.), Escilda+ ( 2, Col.), Exilda (1, Bol.), Isilda, Leonilde (7, Col., R.Dom.),
Oilda+ (Arg.), Romilda (Par.), Ronilda + (Chi.), Rumilda (4, Par.), Rucilda (Bol.),
Ruzmilda (Bol.), Silda (Zunilda) (67, Arg., Ecu, Par., R.Dom.) y Sunilda (7, Cub., Par.,
R.Dom.). Otros casos: Arilda, Bremilda, Crisilda, Diosilda, Hermilda, Nerilda,
+Riquilda, Senilde, Temilda, Yecilda, Yrailda, Zemilda... El procedimiento es clara-
mente productivo en algunos países, principalmente en Paraguay y en la Repú-
blica Dominicana.
El elemento lind ‗escudo‘ aparece en los tradicionales Berlinda o Belinda,
Hermelinda, Rosalinda, son el modelo de otras creaciones internas, desconocidas
en España pero abundantes en América, hasta el punto de que bien podríamos
hablar de la germanización de nombres tradicionales por influencia analógica17
.
Probablemente los creadores han vinculado este elemento de origen germánico
a la palabra linda ‘bella‗ (lt. legitima): Amelinda, Aurolinda, Carmelinda, Clorinda,
Ernelinda, Enerolinda, Esmelinda, Evelinda, Gumerlinda, Herbolinda, Herolinda,
Mailinda, Mermelinda, Olinda, Udelinda.
La aceptación generalizada de Bella en todos los países se aprecia en otras
formas con las que constituye originales compuestos: Anabella, Erbella, Maribella,
Mirabella, Bellalitz, o nombres dobles: Ana Bella, Bella Sol. Gusta mucho el italia-
nismo Isabella, aunque es probable que su éxito se haya producido por etimolo-
gía popular, también es frecuente el NP Marbella, (mar+bella), en este caso no
descartamos que el influjo del topónimo andaluz haya favorecido el aumento de
personas homónimas.
La voz andina también se encuentra camuflada en los nombres siguientes:
Acaciandina, Armandina, Blandina, Emilandina, Erlandina, Fernandina, Hernan-
dina, Milandina, Melandina, Normandina, Olandina, Orlandina.
Los creadores de antropónimos integran elementos extraídos de diferentes
culturas, desde la anglosajona (v. la productividad de lady, transcrito en leydi o
leidi) hasta las amerindias (v. las formas analógicas en -aira):
Leidy ( 33 Col., 1 Ecu.), Leidi (1 Bol., 1 Ecu., 2 R.Dom.), también Leidys, de don-
de Zuleidys+, Oleidys, Lisleidys, pero también Aleidy, Arisleydi, Bleidy, +Darisleidy,
Dileydi, Leydimar, Mileydis, Mileydi, Norileidy, Wendileydi, Wileidy, Yaleidy, +Ya-
mileydi, Yoleidy, etc.
Sobre la base del nombre indígena Yajaira, frecuente en Venezuela, han sur-
gido formas analógicas como Dajaira, Denaira, Omaira, Saira, Tomaira, Yadaira,
Yakaira, Yomaira, entre otros.
Moraima y Yuraima son de origen guarao, la terminación nominal se repite en
Anolaima, Iraima, Yiraima, Yoraima, Zoraima, Uraima.
También está presente la cultura eslava en formaciones inusitadas en España,
que siguen el modelo de los nombres Aniuska, Katiuska, Nadiuska, Veruska, entre
otros, de donde, Danuska, Lenuska, Mariuska.
5. Nombres compuestos y nombres dobles o múltiples
Hemos visto que la influencia analógica de otros nombres o la fusión de ele-
mentos antroponímicos han producido llamativas formaciones: Anatilde (5), Ana-
lía (46), Anatalía (4), Anaida (3), Cecibel, Cecibel+ (11), Crucelina (2), Dianelis o
Dianelys (8), Rubiela (4). Pero no es éste el procedimiento preferido para la deno-
17
La evolución del concepto de analogía se debe a la influencia de las teorías psicológicas de la asociación, según
las cuales las expresiones lingüísticas, como las ideas, se organizan en grupos, a ello contribuyen los parecidos for-
males. A estos mecanismos responde la germanización que ya se ha comentado. La capacidad y creatividad lingüís-
ticas se basan en la capacidad de generalización que tienen los electores del nombre.
minación personal sino el de los nombres dobles. Los resultados estadísticos
confirman el gusto de la población hispana por esta modalidad antroponímica,
más sonora y evocadora de personajes históricos.
Total de hispanoamericanos: 448.637
Nombres distintos: 156.283,
Nombres simples: 13.532, portados por 109.327 personas
Nombres dobles o múltiples 142.751, portados por 339.310 personas.
Entre el 50% de estas personas se distribuyen 5309 nombres, el otro 50% es
portador de 150.974 nombres.
En España, la antroponimia laica incorpora nombres literarios, históricos o de
distintos dominios lingüísticos, y desplaza en los años 80 a los compuestos de
las décadas anteriores, casi siempre constituidos por nombres muy multívocos,
como Juan, José, Antonio, etc. Nombres como Iker, Breogán o Pelayo no suelen
formar compuestos, a diferencia de lo que ocurre en América, donde se combi-
nan: nombres de origen español, de sustrato y de otras culturas, principalmente
la anglosajona, italiana, francesa, portuguesa y eslava. Los padres españoles re-
curren a los nombres dobles cuando desean homenajear a un ser querido (pa-
dres, abuelos u otros parientes), generalmente el nombre familiar va en segundo
lugar. Los de creación hispanoamericana, excesivamente largos, no dejan de sor-
prendernos por la distancia etimológica de algunos componentes: angl. + angl.,
angl. + esp., esp. + angl., indíg. + esp., esp. + esp., esp. + indíg., nombre poético
o transparente + esp., topónimo + ital...., numerosas posibilidades, incluso la de
emplear un apellido como primer nombre o nombre personal.
Katty Lorena, Lorena del Carmen, Karen Loyola, Katherine Estefanía, Rosa
Peregrina, Gloria Piedad, Franklin Iván, William de Jesús, etc.
Los resultados estadísticos revelan que en América no sólo gustan los
nombres sonoros sino los de personajes históricos. Este puede ser el motivo por
el cual Juan Carlos es el nombre más frecuente de los hispanos residentes en
Madrid:
JUAN CARLOS
2651t
135 ARG 299 BOL 43 CHI 559 COL 3 COS
71 CUB 990 ECU 4 EL 2 GUA 12 GUI
4 HON 35 MEJ 3 NIC 7 PAN 21 PAR
234 PER 5 PUE 91 REP 25 URU 108 VEN
Las advocaciones marianas no suelen asociarse a otros nombres en España,
sin embargo, son elementos de composición en la América latina: Rosa Dolores,
Julia Dolores, Dolores Magdalena, Dolores Leticia, Isabel Dolores, etc.
A diferencia de la antroponimia española, la hispanoamericana extrema el
procedimiento creativo introduciendo nombres múltiples: Karina Marisol, Car-
men Marisol, Gina Marisol, Irene Marisol, Lorena Marisol, Erika Flor Ángela, Ana
Paula Patricia, Ana Mª del Rocío, Ana Mª del Pilar, Ana Mª del Carmen, Ana Mª
Mercedes, Ana Mª Patricia, Ana Mª Guadalupe....
Proliferan otras fórmulas que en España se han abreviado, la más arraigada es
la que integra la determinación con DE (Flor de María, Felipe de Jesús). El número
de antropónimos complejos es elevado (4821), principalmente en Ecuador, se-
guido de Colombia, Perú y República Dominicana:
Teresa de Jesús (206: 136 de Ecu.), Mariana de Jesús (296: 288 de Ecu.), Manuel
de Jesús (121: 71 de Ecu., 35 R.Dom.), Manuela de Jesús (13: 11 de Ecu.), Henry de
Jesús (9: 8 Col.), Felipe de Jesús (8: 3 Ecu.), Héctor de Jesús (6: 5 Col.), Guillermo de
Jesús (6: 3 Col.), Adriana de Jesús (5: 4 Ecu.), Adela de Jesús (5: 2 Col., 3 Ecu.), M.
Teresa de Jesús (5: 1 Col., 3 Ecu.), Teresa y Teresita del Niño Jesús (7, Col., Ecu., Par.),
Rocío del Pilar (134: 85 de Ecu., 40 de Per.), Ana del Carmen (25: 14 de Ecu.), M.
del Cisne (25: 25 Ecu.), Cecilia del Pilar (17: 14 Ecu), Maribel del Rocío (13: 12 Ecu.),
Irene del Carmen (10: 6 Ecu), Nancy del Pilar (10: 8 Ecu), y también Niño Jesús.
Flor de María (1 Bol., 10 Col., 4 Ecu., 1 Gua., 2 Nic., 68 Per., 1 R.Dom.), también
Milagros de María, Concepción de María, etc.
6. Cambios vocálicos y consonánticos de la antroponimia hispano-
americana.
La ortografía de los nombres propios representa determinados rasgos foné-
ticos, surgidos en el seno del español hablado en América. No entraremos en
cuestiones de orden teórico ni haremos una valoración del rigor con el que se ha
defendido el origen (poligenético o andalucista) de los fenómenos que comen-
taremos a continuación, aunque sí recordaremos que un numeroso contingente
de emigrados llevó a Indias una lengua diatópicamente fragmentada por el
seseo y el ceceo de andaluces y canarios (Frago, 1996, 32).
La generalización de rasgos populares fue bien acogida por los espíritus más
románticos, e interpretada como demostración de emancipación lingüística.
Aquellos se mostrarían tolerantes con los que escribían Selia o Dionicio, formas
que se salen de lo estipulado por la autoridad idiomática (J. Sánchez Méndez,
2002, 432).
a) Rasgos dialectales en el vocalismo:
• Es característico el tratamiento antihiático de nombres como Orquidia (Or-
quídea): < 5 casos de México y de la República Dominicana18
; Elionor (Eleonora,
Leonor), Tiodolinda (Teodolinda): < cinco casos.
La diptongación de vocales en hiato es un vulgarismo propio de las hablas
rurales o subestándares urbanas. Se trata de un fenómeno americano que ha ido
18 A este fenómeno se refiere Mª José Rincón González, ―La antroponimia femenina dominicana (1945-1995), en
Actas del VCIHLE, Madrid, Gredos, 2002, II, 1589-1601.
debilitándose por razón normalizadora, aunque sabemos que pervive en Ecuador,
México Venezuela y en las regiones bonaerense y tucumana. De esta tendencia
derivan palatalizaciones como la que se ha producido en Yuvigildo (Leovigildo).
Es distintiva del español de Ecuador y Colombia la articulación en hiato de
nombres con diptongo, el cambio puede interpretarse como un fenómeno de
ultracorrección, que ha dado lugar a alternancias del tipo Gioconda/Geoconda. La
variante Geoconda está atestiguada en 93 portadoras, casi todas de Ecuador, país
del que también procede la mayoría de las Giocondas registradas en el padrón
(84). Dicha alternancia se prolonga en la serie de nombres dobles y múltiples:
Marisol Geoconda, Maribel Geoconda, Wendy Geoconda, Geoconda Elizabeth (8 ca-
sos, Ecu.), frente a Gioconda Elizabeth (5 casos, Ecu.), también Gioconda Alexan-
dra, Gioconda Elena, Gioconda del Rocío, etc. Proceden de Bolivia las variantes
Geovana y Aorora (Aurora).
En los nombres hispanoamericanos hemos encontrado testimonios de otros
fenómenos que modifican el vocalismo:
• Metátesis: Daila (Dalia), atestiguada en el padrón.
• Asimilación: Willington (21, Col., Ecu.), en minoría respecto a Wellington (76
casos de Col., Ecu., y R.Dom.).
• Aféresis: Yanira (1 Col., 1 Chi., 5 R.Dom., 1 Ven.), Yanira+ y +Yanira (44 casos),
frente a Deyanira (18 Col., 1 Cub., 1 Per., 10 R.Dom., 5 Ven.), Deyanira+ y +Deya-
nira (48 casos).
b) Consonantismo:
Les debemos a renombrados americanistas testimonios muy tempranos del
seseo entre indios, criollos y españoles. En documentos del XVI pertenecientes a
distintas regiones, podemos encontrar representado este fenómeno. El seseo o
çeçeo se generalizó desde los primeros tiempos de la conquista como única rea-
lización socialmente admitida. Hoy se manifiesta en la escritura de antropónimos
procedentes de casi todos los países de la América latina: Araseli (Bol. <5), Cesilia
(5 casos de Ecu., Bol., R.Dom.), Elieser (4: Col., Cub., R.Dom.), Exequiel (Bol. <5),
Fransisca (Bol. <5), Inosencia (3: Bol., Par., R.Dom.); Senovia o Senobia, Senobia+
(23), pero Zenobia, Zenovia, Zenobia+ (21, Bol., Col., Per., R.Dom.), Cenobia o
Cenovia (9); Soraida (Zoraida), Soraida+, +Soraida (51), frente a Zoraida, Zo-
raida+, +Zoraida (150 personas de Bol., Col., Ecu., R.Dom., Ven.), Sulema (Ecu.).
Los historiadores sostienen que el ceceo debió de ser mucho más amplio en
la época colonial que en la actualidad y que el retroceso en las regiones ameri-
canas se habría debido a la pérdida de prestigio entre la población, partidaria de
la dicción seseante. En la actualidad quedan pequeños núcleos ceceantes en
zonas rurales, y en el subestándar urbano de ciertos países, entre ellos Puerto
Rico, Santo Domingo, Colombia, Venezuela, Argentina y Chile.
En zonas donde casi no existe el ceceo, los cambios a favor del fonema inter-
dental son indicativos de la vigencia y vitalidad del seseo, causa de ultracorrec-
ciones como las siguientes: Adalgiza (Col.), Ancelmo (3: Bol., Ecu.), Baltazar (8:
Arg., Col., Ecu., El-S., Per.), Basiliza (3: Par., Per., R.Dom.), Conzuelo (Bol.), Cacilda
(Bol.), Dionicio (15: Bol., Ecu., Par., R.Dom., Uru.), Edizon (2: Ecu.), Ermocinda y
Hermocinda (2: Bol.), Eucebia y Eucebio (Bol.), Eufracia (16: Per., R.Dom.), Feliza ,
+Feliza (12: Bol., Par., R.Dom.), Gumercinda (11: Bol., Ecu., Par., Per.), Hortencia (28:
Arg., Bol., Col., Cub., Ecu., Par., Per., Ven.), Lizardo (11: Col., Ecu., Per.), Suzana (Col.),
Teodocia, Tereza, Zandra (5: Bol., Col., Ecu.).
• La pérdida de la -d- intervocálica queda patente en la ultracorrección Delida
+ (2: Ecu.), por Delia.
• La neutralización y confusión de R/L implosivas se da con especial fuerza en
el Caribe y Antillas, otras regiones costeras, casi toda Venezuela, costas de Co-
lombia y centro de Chile. En el área paraguaya se debe a la influencia del guaraní,
según los especialistas (v. Sánchez Méndez, cit., 2002, 259). Los cambios mencio-
nados han dado lugar a dos fenómenos denominados lambdacismo19
: Eliezel
(R.Dom., <5), Alcadio (R.Dom., <5), Minelva (<5, Ven., R.Dom.) y rotacismo: Bér-
gica (3); a éstos se suman la solución geminada, característica de Cuba, y la voca-
lización del español dominicano, que podría ser el origen de variantes como
Camen (4 casos, Ecu., Per.) y Bernado (2, P.Ric.), aunque no descartamos que sean
erratas de la fuente. Más complicada se presenta la interpretación del nombre
Gerardina, variante de Geraldina, quizás por influencia de Gerardo.
7. El tratamiento fónico y ortográfico de los extranjerismos antropo-
nímicos. Rasgos morfológicos.
La legislación argentina prohíbe la elección de extranjerismos, es decir, de
nombres no castellanizados, salvo si son de fácil pronunciación y no existieran
formas equivalentes en la lengua nacional. Los que solicitan la nacionalización
argentina pueden dirigirse a la autoridad para la adaptación gráfica y fonética de
los apellidos de difícil pronunciación. En otros países de la América del Sur no se
han promulgado leyes tan estrictas sobre el uso de los nombres personales, una
consecuencia de esta falta de control es la irregularidad ortográfica de los nom-
bres extranjeros, debida a la coexistencia de formas adaptadas y no adaptadas a
la lengua receptora, aunque derivadas del mismo étimo. Hemos de destacar la
proporcionalidad de los resultados estadísticos, entre ciertos nombres acomoda-
dos al español y los correspondientes extranjerismos, que son más frecuentes en
América que en España. Aquí es la población inmigrante la que contribuye a que
se consolide dicha tendencia, que hasta ahora se ha manifestado débilmente
entre los españoles.
19 Mercedes Sedano y Paola Bentivoglio, ―Venezuela‖, en M. Alvar, Manual de dialectología hispánica. El español de
América, Barcelona, Ariel Lingüística, 1996, 116-133.
7.1. La influencia de la cultura francesa.
En Hispanoamérica, el influjo de la cultura francesa es especialmente intenso
en el siglo XIX, más concretamente en regiones en las cuales la tradición hispá-
nica era lo suficientemente débil como para ser cuestionada. En Argentina, y
dentro del movimiento intelectual de fuerte reacción antiespañola, la intención
del sector más preparado era enriquecer la lengua a través de la incorporación
de galicismos. En otros países el galicismo penetró más lentamente, aunque la
misma actitud francófila distingue a sus intelectuales. Como en España, se incor-
poraron nuevos términos y llegaron galicismos antroponímicos que no han deja-
do de transmitirse:
Alain, Antoinette, Antuaneth y Antuanete, Brigitte, Chantal, +Dieudonne, Didier,
Jacqueline y Yaqueline, Jeraldine, Michelle, +Philippe, Solange.
7.2. La influencia de la cultura italiana.
Los italianos constituyen el mayor grupo de inmigrantes europeos estableci-
dos en la América latina. La destacada presencia de éstos en Argentina y Uru-
guay dio lugar a cambios demográficos de gran intensidad. Sánchez Méndez
afirma que en estas regiones la proporción de italianos iba del 21 al 50 por cien,
según las épocas.
La huella italiana la han dejado numerosos residentes argentinos, quizás los
descendientes de los que propusieron, a comienzos del siglo XX, que el italiano
fuese el idioma cooficial de su país por el amplio contingente inmigratorio. La
propuesta no prosperó porque el control político estaba en manos de la mayoría
castellanohablante. En la antroponimia se constata la vitalidad del italianismo y el
polimorfismo que ha producido:
Aldo, Antonella, Anyelo y Anyello o Anyelo, Carina y Karina, Dante, Fabrizio,
Fiorela, Francesca y Francheska, Georgio, Giannina, Giovanna , Giuseppe, Yobana,
Geovana y Giovana, Giovanni, Yovanny, Isabella, Ian Carlos, Jeancarlo, Jiuliano,
Jhouliana, Jhovanny, Loredana, Marcelo, Ornella, Pahola, Renata, Silvana, Tiziana.
La huella de lenguas germánicas la hemos encontrado en nombres como
Bismarck, Erica y Erika, Eric, Gunther, Guisella y Gisela.
7.3. La influencia de los países anglófonos.
La presencia del inglés estadounidense en los países centroamericanos data
del siglo XIX, pero hasta el XX no se produce un contacto más duradero y estre-
cho entre grupos de empleados de grandes empresas estadounidenses (United
Fruit, Standard Fruit y otras) y obreros locales. Otro tipo de contactos son los que
se entablan por pertenencia a una asociación o comunidad.
Podemos distinguir dos situaciones diferentes: la de las regiones bilingües,
como el Suroeste de los Estados Unidos o Puerto Rico, y la del resto de Hispano-
américa, donde el inglés influye como lengua de prestigio internacional.
En el litoral centroamericano, la población de habla criolla emplea variedades
lingüísticas derivadas del inglés: el inglés criollo compite con el inglés estándar,
el español20
y el quiché-maya (Lipski, 2004, 1130). La compenetración entre estas
lenguas está asegurada; por ejemplo, en Puerto Rico, el inglés es la lengua coofi-
cial, sin embargo, sólo una parte reducida de la población es bilingüe, el resto
emplea numerosos anglicismos pero sigue hablando el español antillano (Mª
Vaquero, 1996, 51-67).
Llama la atención que los hispanoamericanos portadores de nombres ingle-
ses sean personas de mediana edad, es decir, menores de 50 años, lo que indica
que la tendencia triunfó a mediados del siglo pasado. El número de anglicismos
antroponímicos es irrelevante entre los mayores de 50 años, no sólo porque son
pocos los inmigrantes de edad avanzada sino porque la influencia norteame-
ricana y las modas derivadas tuvieron más fuerza después de su nacimiento.
En la antroponimia hispanoamericana se aprecia cómo resisten los distintos
pueblos los embates del inglés; en la fuente consultada figuran nombres espa-
ñoles que compiten con los correspondientes nombres extranjeros (1), nombres
que mantienen con regularidad la forma extranjerizante (2), hay constelaciones
de nombres (3), nombres que son tratados como anglicismos (4), hipocorísticos
oficializados (5) y numerosos anglicismos castellanizados (6). Gran parte de ellos
se integran en antropónimos dobles o múltiples.
1)
Alejandro (656), Alexander (615)
Antonio (2721), Anthony (182).
Bladimiro (11), Vladimir (164), Wladimir (124)
Cristian (315), Christian (299)
Enrique y Henrique (1281) / Henry (509)
Evelyn, castellanizado en Evelina. ( )
Magdalena (344), Madelaine (21), Madeline (15)
Marta (259), Martha (669)
Osvaldo (160), Oswaldo (392)
Paula (278), Paola (658)
2)
Alan, Alison y Allison, Anderson, Caroll y Karol, Dalton, Darold, Darwin,
Donovan, Dustin, Edgar, Edison, Elizabeth, Erikson y Erickson, Glenda,
Karen (trans. por el inglés), Kevin, Lincoln, Hamilton, Harrison, Melissa y
Melisa, Milton, Nelson, Robert, Roger, Ronald, Samantha, Walter, Wa-
shington.
20 La presencia de obreros de Jamaica en Cuba y la República Dominicana destaca desde mediados del siglo XIX,
pero el número de angloantillanos ha seguido subiendo durante el siglo XX.
3)
Bryan y Brayan; Daiana, Dhaiana y Dayana; Hamlet y Hamblet; Harold
y Jarold, Jackelin, Yakelin y Yaquelín; Jefferson y Yefferson, Jennifer,
Jeremy, Yeremy, John, Jonathan, Michael y Maykool, Mayckol (castellani-
zado en Maikel), Tyrone, Tyron y Tairon; Wellington, Willingtong y
Wullinton, William, Williams y Wuillan, William, Wiliam, Wilian,
Willian; Wilson y Wuilson.
4) Geanneth, Janeeneth, Jannet, en Bolivia; Jhouliana, Jhovanny, Pahola.
Wendoly y Gwendolyne (ing. Gwendolin, Gwendolen).
5)
Andy, Betty, Billy, Cindy y Sindy, Danny, Dolly, Fanny, Freddy y Fredy,
Harry, Jackie, Jenny, Jimmy, Lilian, Lillian y Liliana, Liz, Nancy, Nelly,
Wendy, también otros hipocorísticos como Sandro y Sandra.
Es interesante el caso de Hilda (293) y su variante Gilda (62), nombre de una
santa inglesa (s.VII), éste se confunde con la forma hipocorística de los numero-
sos nombres femeninos en los que entra el elemento hild ‗combate‘; Gilda tam-
bién podría ser hipocorístico de otros nombres, por ejemplo, Hermenegilda.
6) Bairon y Byron, Deybi, Deibys y David, Leonel (en fr. e ingl. Lionel), Leydi y Mileidi, pero Milady.
Nombres de origen semítico:
Omar, Zaida, Zaíra, Zoraida, Zulema, Tarek.
Analizando la distribución geográfica hemos descubierto las vías por las se
han difundido los nombres extranjeros; por ejemplo, si los argentinos son porta-
dores de numerosos nombres italianos, los cubanos tienen entre sus preferencias
los nombres eslavos.
Aniuska, Boris y Borys, Ibanoska, Igor, Katiuska y Catiuska, Lenin, Nadia,
Olga, Raiza y Raisa; Estalin, Estarlin, Stalyn y Stalin, Tatiana, Yurima, Vannia
y Vania, Verushka, Vladimir, Waleska y Valeska.
María Victoria Navas trata de la presencia de la antroponimia portuguesa en
la segunda parte de este libro. Tengamos presente que las regiones que limitan
con Brasil importan bastantes préstamos del portugués y que en una amplia
franja del norte de Uruguay se emplean variedades intermedias entre portugués
y español (portuñol). En la antroponimia hemos de destacar la importación de
algunos nombres, entre ellos los femeninos Marcia y Celeste.
7.4. Rasgos morfológicos.
Algunos residentes hispanoamericanos no han prescindido del diminutivo en
la fuente con la que hemos trabajo: abundan las Amparitos de Ecuador, y apare-
cen registradas varias Albitas (18). Nombres que en España se resisten a la deri-
vación apreciativa aparecen en el padrón como diminutivos: Corpita, Colasita,
Ingrita, Rayito en Puerto Rico. Son frecuentes los derivados en -ino, que anuncian
la influencia italiana: Andresina, Colombina, Pablina, Micaelina y Michelino,
Neverino, Ubaldino.
Hemos encontrado femeninos que en España han desaparecido: Lupa, Pabla,
Bartola, Jacoba, Lázara, Melchora, Maura, Nicacia (Perú y Ecuador), y el masculino
Bárbaro (Cuba).
8. Los referentes iniciales.
Los nombres impuestos coinciden con los de los líderes onomásticos, es decir,
personajes cuyo nombre ha perdurado a través de los tiempos, seguramente por
ocupar un lugar privilegiado en campos tan dispares como la política, las artes o
la religión, y además por ofrecer una imagen atractiva. Nos ha llamado la aten-
ción la escasa representatividad de los nombres índígenas, son pocos los que
buscan en estas culturas un nombre que les ayude a construir la identidad a la
que hacíamos referencia.
Sin encuestas es imposible precisar cuáles son los nombres preferidos por los
distintos sectores sociales y la verdadera motivación de la elección, pero sí pode-
mos adelantar algunos factores que propician la vulgarización de los nombres.
En este caso la condición de inmigrantes sitúa más asiduamente a los portadores
en un nivel medio o bajo de la escala social, por lo tanto, en el país receptor las
peculiaridades antroponímicas del grupo se asocian con ciertos prototipos del
mundo laboral, pertenecientes a sectores de la construcción, el campo, el comer-
cio o el servicio doméstico, donde ejercen sus actividades. Paradójicamente los
nombres de emperadores, de literatos, de políticos son los nombres que distin-
guen a las clases populares.
La variedad antroponímica proviene también del gusto por los nombres poé-
ticos, principalmente los que evocan el simbolismo de elementos de la natura-
leza o de fenómenos naturales. Dicha variedad se debe también al triunfo de
modas o tendencias que promueven la máxima libertad para combinar elemen-
tos de distintos orígenes. Hemos comprobado que compiten fuertemente con el
español los nombres de la cultura anglosajona.
8.1. Los nombres de personajes famosos, históricos o contemporáneos,
reales o de ficción.
A diferencia de lo que ha ocurrido en España, los compuestos más frecuentes
coinciden con nombres del pasado remoto. Es sorprendente el gusto que mani-
fiestan por los nombres de los emperadores romanos, por literatos y por heroi-
cos estrategas de todas las épocas; a menudo el elector no se limita a seleccio-
nar uno de los antropónimos del referente inicial sino que ha impuesto al niño
todos sus nombres, incluso los apellidos: Yon Kenedi, se manifiesta de esta forma
la admiración por el personaje.
• Emperadores: Julio César, Marco Antonio, César Augusto, Pompeyo, Carlo
Magno (sic), Cleopatra.
• Estrategas: Atahualpa, Bolívar, Clinton, Colón y Cristóbal Colón, Hernán,
Nelson, Jorge Washington y también Washington, Winston Churchil (Churchill),
Bolívar, Hillary, Kruchov (Kruschef), Lautaro, Lenin, Mao y Mao, Hitler, Stalin,
también Estalin, Estarlin, Stalyn.
A veces el elector decide emplear el apellido del referente inicial como primer
nombre del que lo recibe, por el que identifica al personaje universal; así, Hitler
es el nombre de 19 personas de la América latina y Trosky (Trotsky) el de otras
cinco de la misma procedencia.
• Literatos, Pintores y otros artistas: Dalí, Elvis, Gardel y Carlos Gardel,
Grace Kelly, Greta, Gustavo Adolfo, Homero, Rubén Darío, Víctor Hugo...
• Personajes de la literatura y de otras artes: Aída, Amarilis, Brenda21
,
Briseida, Criseida, Brandon, Deyanira, Flérida, Geoconda (Gioconda), Griselda,
Hamlet, Haydée o Haidée, Héctor, Lía, Marcela, Pamela, Robinson, Thalía, Ulices
(Ulises).
Es difícil precisar en qué casos la elección es el resultado de indagaciones lite-
rarias o simplemente la imitación de un nombre frecuente en países anglosa-
jones (Brenda).
• Deportistas: Diego Armando.
8.2. La antroponimización de apelativos evocadores de cualidades per-
sonales.
Existe una poética de los nombres femeninos, desarrollada por asociación de
elementos considerados bellos con las personas que los representan: Azucena,
Luna, Lucero, Luz, Mar, Nieve, Luz, etc., son nombres cargados de sentido poético,
la mayoría metáforas literarias que han llegado a la vida cotidiana, por ejemplo,
la belleza de la mujer se identifica con las flores (1), o con las piedras preciosas
(2), y unos pocos animales representan las belleza o la libertad (3). Ya se ha
apuntado el contraste entre la abundancia de fitónimos y la escasez de zoó-
nimos, hemos de añadir los abstractos empleados para bautizar a mujeres, mu-
chos de ellos también provienen de advocaciones, aunque se han disociado de la
referencia mariana. Estos nombres poéticos ocupan tanto la primera como la
segunda posición en los nombres dobles.
21 El nombre de esta isla se difundió en los países anglosajones por la heroína de la novela El Pirata de Walter Scott
(1821).
(1)
FITÓNIMOS: Acaciandina, Alhelí, Amapola y +Amapola, Camelia y Came-
lia+, Clavel, Flor (es frecuente Flor de María), Jazmín, Lila, Linda Flor,
Gardenia, Hiedra, Hiedra+, Orquídea...
(2) PIEDRAS PRECIOSAS: Ámbar, Esmeralda y Esmeraldas, Jade, Perla, Rubí, To-
pacio.
(3) ZOÓNIMOS: Alondra, Gacela (5< casos), Crisálida (5<casos).
No faltan en el repertorio los adjetivos recategorizados en nombres propios,
son frecuentes: Amable, Amada, Bella y Morena, Morena+, +Morena, también he-
mos encontrado varios casos de Limpia, M. Limpia y Limpia+ (12 casos), quizás
aféresis de Olimpia (73 casos), y de Pacífica. El nombre Azul es femenino (14
casos).
• Otros nombres evocadores de valores e ideales: Alba, Alma, Arena, Aura,
Cielo, +Cielo, Cristal, Corán, Girnalda (Guirnalda), +Idilio (nombre masculino),
Ninfa, Selva.
• Nombres de tipos personales o sociales: Emperatriz, Virgen, Geisha, Prin-
cesa, Reina, Santa.
La especificación del elemento poético pone de manifiesto el peculiar trata-
miento que la población hispanoamericana le da a los nombres, son nombres
especificados (1) o doblemente imitados (2) :
(1) Ensueño del Carmen, Luz Marina ( 435: 340 Col.), Luz del Alba (10: 2 Cub., 1
Ecu., 6 R.Dom., 1 Ven.), Pinar del Río (< 5 casos), Sol Maia (< 5 casos) .
(2) Emperatriz Eugenia (< 5 casos), Yon Kenedy (John Kennedy) (< 5 casos),
Grace Kelly (< 5 casos).
8.3. Topónimos.
Por las edades de los homónimos, deducimos que la aplicación de un topó-
nimo como nombre personal no es una moda reciente, al menos ha perdurado
durante el siglo XX. Creemos que está tendencia está vinculada a movimientos
migratorios y que los nombres aluden a lugares con los que el designado o sus
familiares mantienen vínculos sentimentales. Esta es la razón por la hay más
ancianos que jóvenes llamados América, Italia, Venecia, Francia, Palermo, Bélgica,
etc., aunque el número no supera al de adultos.
América: 56 (adultos), 20 (ancianos); Alemania: 9 (adultos); Argelia: 5 (adultos);
Argentina: 1 (joven), 14 (adultos), 15 (ancianos); Austria: 4 (adultos), 1 (anciano);
Bolivia (forma nombres dobles); Colombia: 1 (joven), 4 (adultos), 1 (anciano);
Francia: 22 (adultos), 6 (ancianos); Grecia: 5 (adultos), 3 (ancianos); Holanda: 3
(adultos), 1 (anciano); Hungría: 6 (adultos); Irlanda: 5 (adultos), 1 (anciano); Italia:
2 (adultos), 1 (anciano); Kenia: 5 (jóvenes), 34 (adultos), 1 (anciano); Sáhara: 1
(joven), 2 (adultos), 1 (anciano); Siria: 2 (adultos), 1 (anciano); Venecia: 1 (joven), 1
(adulto), 4 (ancianos). etc. Son datos de nombres simples, pero el número de
casos se eleva considerablemente en los nombres dobles; aparecen tanto en
posición inicial como al final de esta modalidad: Bolivia+, +Bolivia (48 nombres
diferentes de adultos y ancianos); +Cuba (<5), +Ecuador, Ecuador+ (28 nombres
diferentes), Islandia+ (<5), +Palermo (7 nombres diferentes), Uruguay+ (<5),
Rusia+ (<5).
9. Conclusiones.
9.1. La diversificación del español de América se manifiesta igualmente en la
antroponimia: los nombres de origen español forman el grupo más numeroso,
seguido del constituido por anglicismos. Los nombres indígenas ocupan un lugar
secundario en la fuente con la que hemos trabajado, a pesar de la compenetra-
ción bilingüe del español y las lenguas autóctonas; ello es debido a que no evo-
can los ambientes de prestigio que el elector anhela conquistar para el recién
nacido, desde luego no son los nombres del grupo dominante.
9.2. Desde la perspectiva histórica, hemos ido descubriendo cómo se refleja
en la antroponimia la fuerza de los poderosos en situaciones de contactos bilin-
gües: la de los conquistadores que, auxiliados por la Iglesia, emprendieron la
cristianización y españolización de la población indígena; entonces los nombres
autóctonos fueron sustituidos por los nombres españoles más frecuentes. Pos-
teriormente ha sido el dominio norteamericano el que ha originado cambios im-
portantes en esta parcela de los antropónimos de la América latina. El poder
económico controla los medios de comunicación, que imponen a la sociedad
estereotipos que se definen por los nombres, entre otros aspectos.
Otros préstamos y extranjerismos obedecen al influjo de inmigrantes de pro-
cedencia europea, es el caso de los numerosos italianismos del Río de la Plata. La
transmisión se produce también por relaciones de proximidad con otros países,
por ejemplo, desde Brasil se han extendido nombres portugueses a territorios
hispanohablantes.
Asimismo los cambios antroponímicos son indicativos de la presión que ejer-
cen los regímenes políticos sobre la cultura de un pueblo, organizando campa-
ñas de derribo o de ascenso de determinados referentes iniciales. Todas estas
fuerzas han desplazado o reducido notablemente el repertorio de los nombres
indígenas. En Madrid, los más numerosos son los de origen náhuatl.
9.3. En la antroponimia hispanoamericana se percibe fácilmente la experiencia
escrita u oral de los electores del nombre y de sus portadores. Son los analfabe-
tos los que se basan en la experiencia de la oralidad cuando intervienen en el
proceso de transmisión, de ahí la irregularidad ortográfica de los nombres, las
alteraciones fónicas y las etimologías populares.
9.4. No podemos reconocer una nueva corriente proindigenista en la antro-
ponimia hispanoamericana por la escasez de datos de que disponemos. Nos
consta el esfuerzo que un sector de intelectuales está realizando para que los
nombres autóctonos ocupen un lugar principal, como forma de expresar la iden-
tidad de las distintas etnias o la admiración hacia ellas. Los nombres indígenas
son parte de un mosaico constituido por elementos diversos, al elemento
autóctono se suman los que han ido depositando o imponiendo los foráneos
que se creyeron superiores.
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