28
INVESTIGADORES INVITADOS II

Algunas observaciones sobre las cerámicas ‘de época visigoda’ (ss. V-IX d.C.) de la región de Madrid

Embed Size (px)

Citation preview

INVESTIGADORES INVITADOS

I I

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICASALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICASALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICASALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICASALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS«DE ÉPOCA VISIGODA» (ss. V-IX d. C.) DE LA REGIÓN DE MADRID«DE ÉPOCA VISIGODA» (ss. V-IX d. C.) DE LA REGIÓN DE MADRID«DE ÉPOCA VISIGODA» (ss. V-IX d. C.) DE LA REGIÓN DE MADRID«DE ÉPOCA VISIGODA» (ss. V-IX d. C.) DE LA REGIÓN DE MADRID«DE ÉPOCA VISIGODA» (ss. V-IX d. C.) DE LA REGIÓN DE MADRID

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

ÁREA, SOC. COOP. MADRID

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

370

371

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

A pesar de los grandes avances que se han producido en el conocimiento y sistema-tización de las cerámicas involucradas en el comercio mediterráneo a larga distancia delperiodo que nos ocupa, las regiones del interior peninsular se caracterizan precisamentepor el carácter más que esporádico de la aparición de este tipo de material en el registroarqueológico. A falta de otros posibles elementos externos de datación, resultaba absoluta-mente necesario buscar soluciones a la indefinición cronológica en que se movían los nu-merosos yacimientos de época visigoda descubiertos recientemente en estos territorios.

Al cabo de ocho años de discontinuas investigaciones sobre las cerámicas comu-nes de época visigoda de diversos yacimientos madrileños (VIGIL-ESCALERA, 1999b,2000, 2003a), hoy podemos sentirnos relativamente satisfechos al ver cómo los prin-cipales interrogantes del inicio, volcados sobre los aspectos más estrictamente crono-lógicos, pueden estar abriendo camino a cuestiones de mucho mayor interés y trascen-dencia. La resolución siquiera parcial del nudo gordiano de la cronología aparece en laactualidad, pues, como un prerrequisito para seguir avanzando en la generación deconocimiento histórico sobre la época (FRANCOVICH, HODGES, 2003).

En esta oportunidad trataremos de ampliar el marco cronológico contempladoen el último de los trabajos publicados sobre la cuestión (VIGIL-ESCALERA, 2003a)para buscar su engarce directo con el final del periodo romano. Para esto expondre-mos los avances que se han producido recientemente sobre el conocimiento de lascerámicas del siglo V d. C. y trataremos de encuadrar esos resultados en la más globalexposición de los materiales de todo el periodo. Los últimos yacimientos de la regiónde Madrid sobre los que hemos tenido ocasión de intervenir (Congosto, en Rivas-Vaciamadrid, El Soto/Encadenado en Barajas y El Pelícano, en Arroyomolinos) yalgunas nuevas series de dataciones absolutas nos brindan esta posibilidad que inten-taremos aprovechar en la medida de lo posible.

Problemas de dataciónProblemas de dataciónProblemas de dataciónProblemas de dataciónProblemas de datación

Los escasos frutos de los estudios acometidos sobre este repertorio de materialeshan sido el resultado, probablemente no del todo inocente, de tres clases de males:teórico-conceptuales, metodológicos e historiográficos. Aunque en algún caso cabría

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

372

achacar a simples prejuicios este retraso, lo más justo sería encuadrarlo en una etapaque casi podríamos considerar precientífica de la disciplina, secuestrada entre la faltade renovación de los departamentos de arqueología clásica y el colosal retraso del«medievalismo» hispano (BARCELÓ et al., 1988: 10).

Por su flanco metodológico (KIRCHNER, 1988: 88) el problema de la cerámicavisigoda quedó estancado y en tierra de nadie entre la obsesión anticuarista por lascerámicas finas o de lujo y la estrictamente taxonomista o tipologista tantas vecesensimismada en debates meramente nominalistas. A ello se unieron la falta de secuen-cias estratigráficas fiables y el injustificado olvido del significado e importancia de lavaloración de la residualidad. El despliegue erudito de paralelos o analogías estilísticasen el «análisis» de ciertos materiales llegó a constituir, como simple ejercicio académi-co de autismo disciplinar, el aparente objetivo central de los informes de buen númerode intervenciones arqueológicas: la argumentación circular como ejercicio de estiloretórico. En los casos en los que se publicaron los lotes completos de cerámica dedeterminados yacimientos, éstos habían sido previamente objeto de una criba o selec-ción en función de no siempre explícitos argumentos de corte subjetivo. Por lo querespecta al capítulo historiográfico, la magia de los años redondos proporcionados porlas fuentes documentales y una especie de sumisión incondicional frente al absolutopoder de la palabra escrita y respecto a los modelos interpretativos generados porhistoriadores sobre una base estrictamente documental contribuyeron a hacer de de-terminadas fechas una suerte de pivotes de compartimentación cultural que en nadahan beneficiado a un análisis formal riguroso e independiente de la evidencia propor-cionada por el registro arqueológico.

En los primeros momentos, nuestra intención primordial y casi objetivo únicofue saber si era posible la superación del marasmo cronológico. Con yacimientos fe-chados invariablemente a partir de materiales que siempre se databan entre los siglos Vy VII d. C. a partir de argumentaciones muchas veces circulares, otras autoexplicativas,resultaba utópico tratar de formular contextos interpretativos que potenciaran el valorhistórico de los nuevos descubrimientos (AZCÁRATE, QUIRÓS, 2001: 30). Las mismassecuencias de ocupación entrevistas en estos nuevos yacimientos y sus procesos detransformación interna quedaban atrapados en una vía muerta. Sin fechas que nosayuden a concebir procesos, a situar los acontecimientos en un cierto orden y someter-los a lo que ciertos antropólogos definen como el «riesgo de las categorías en acción»(SAHLINS, 1997: 136) deviene imposible reconocer y valorar las eventuales transfor-maciones en el plano diacrónico y perfilar siquiera una línea argumental coherentepara el discurso histórico.

373

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

Un nuevo enfoque en el análisis cerámicoUn nuevo enfoque en el análisis cerámicoUn nuevo enfoque en el análisis cerámicoUn nuevo enfoque en el análisis cerámicoUn nuevo enfoque en el análisis cerámico

El material cerámico proporcionado por los yacimientos de época visigodarecientemente excavados en la región de Madrid, durante tanto tiempo esquivo alos sucesivos intentos de secuenciación, ha comenzado a facilitar asideros crono-lógicos cada vez más fiables (Fig. 1). Esto ha sido posible mediante un completocambio de rumbo en la manera de afrontar su estudio. Para empezar, las nuevasaproximaciones al análisis de la cerámica de esta época deben asumir que el sujetoprincipal de estudio son las producciones denominadas comunes. Se trata delmaterial más abundante, y en un porcentaje altísimo de casos exclusivo, en losyacimientos de este periodo.

Las principales variables observables a simple vista en esta clase de repertoriosson las características tecnológicas y físicas de los fragmentos, que deben catalogarsepor unidades o contextos estratigráficos sin que medie una selección previa de losmismos. Los datos mínimos imprescindibles (mínimo común denominador) para laconfección de un inventario de cerámica de época visigoda deben ser número y pesode los fragmentos de acuerdo a dos variables principales: la tecnológica (tipo de factu-ra: torno rápido —TR— o a mano con ayuda de torno bajo o torneta —TL—) y lafísica (tipo de pasta: depurada o no depurada, con el menor número posible de mati-ces). La identificación de la tecnología de las producciones no es siempre sencilla, perola práctica reiterada demuestra que es posible llegar a tasas finales de fragmentos inde-terminados inferiores al diez por ciento. La valoración de otros aspectos, como eltratamiento de las superficies o el tipo de cocción (oxidante-ahumada), puede ser útil,pero se encuentra sometida al variable estado de conservación de las piezas, que mu-chas veces conduce a separar en lotes diferentes lo que son fragmentos de un mismorecipiente. Como sucede con los motivos decorativos, sería preferible situar esa clasede parámetros en un nivel jerárquico inferior a la hora de determinar criteriosdiferenciadores sustanciales.

La consideración de ciertos materiales como residuales dentro de contextosde determinadas épocas es y debe ser un hecho contrastable, no sujeto a opinión.La proliferación de excavaciones estratigráficas fiables y de estudios homologablesde conjuntos de yacimientos distintos ayudarán a precisar en qué casos algunosmateriales dudosos pueden tener ciclos largos de utilización dentro de coyunturasexcepcionales. La excavación de yacimientos en ámbito rural, a veces con ciclosbreves de ocupación, proporciona valiosísimos elementos para juzgar en su justamedida la residualidad.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

374

La documentación más recienteLa documentación más recienteLa documentación más recienteLa documentación más recienteLa documentación más reciente

De acuerdo a las premisas señaladas, en los últimos años se han inventariadolotes muy importantes de cerámicas procedentes de los siguientes yacimientos de laregión de Madrid (Fig. 2): La Indiana (Pinto), Gózquez (San Martín de la Vega),Encadenado, El Rasillo y La Huelga (Barajas, Madrid), Fuente de la Mora (Leganés),El Pelícano (Arroyomolinos) y Congosto (Rivas-Vaciamadrid). Todos ellos han sidoexcavados con una rigurosa metodología estratigráfica y documentados extensivamente,con superficies que van de los 3.250 metros cuadrados de El Rasillo a las más de cincohectáreas de El Pelícano. Aunque ninguno de ellos ha sido objeto aún de una publica-ción monográfica, diversos trabajos recogen aspectos específicos de varios de ellos (VIGIL-ESCALERA, 2003a, 2003b, 2005a).

Para hacernos una idea del volumen del material sometido a estudio, el númerototal de fragmentos analizados procedentes de los yacimientos citados supera las 80.000piezas, con un peso global de algo más de 2.000 kilogramos.

YacimientoYacimientoYacimientoYacimientoYacimiento ExtensiónExtensiónExtensiónExtensiónExtensión N.º Frag.N.º Frag.N.º Frag.N.º Frag.N.º Frag. Peso Frag.Peso Frag.Peso Frag.Peso Frag.Peso Frag. CronologíaCronologíaCronologíaCronologíaCronologíaexc.exc.exc.exc.exc.

El Rasillo 3250 3320 91,375 Siglo IV-primer tercio s. VLa Indiana 6600 13481 212,5 Inicios VI-mediados VIII (500-750)Gózquez 23900 14383 413 Segundo tercio VI-mediados VIIIFuente de la Mora 32000 1508 43,7 Segunda mitad s. VIII-inicios IXEl Pelícano 54150 34345 830,3 Inicios VI-mediados VIII (500-750)Congosto 13180 10808 342,3 Segunda mitad s. V (450-500)La Huelga 5200 653 14,05 Fines V-inicios VI y 1.ª mitad s. IX (490-520 y 800-850)Encadenado 4000 1759 52,97 Siglos VI-VII (500-700)

142280 80257 2000,195

Según los análisis llevados a cabo, la seriación cronológica de los principalescontextos de estos yacimientos sería la siguiente (Fig. 1):

— El Rasillo (Barajas, Madrid). Excavado un corredor longitudinal sobre laparte rústica de una villa con fases de ocupación alto y bajoimperial. Dentro de estaúltima, los trabajos arqueológicos han permitido obtener una rica secuencia de ocu-pación estratificada que se extendería desde el primer cuarto del siglo IV hasta elabandono definitivo de la hacienda durante el primer cuarto/tercio del siglo V d. C.Bajo el nivel de suelo de una de las habitaciones de la parte rústica se documentó lapresencia de una fosa que contenía una ocultación de vajilla y enseres domésticos yproductivos (POZUELO y VIGIL-ESCALERA, e.p.). Este yacimiento ha proporcionadoalgunas claves estratigráficas para determinar con fiabilidad la evolución de las dis-

375

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

tintas producciones de TSHT que llegaron al centro de la península, tanto desde elsur, las meridionales de ORFILA (1993), como desde los talleres del valle del Ebro yde la cuenca del Duero.

— Congosto (Rivas-Vaciamadrid). Asentamiento rural excavado en 2004 bajola dirección de Asunción Martín y Javier Rincón, presenta una densa ocupación de lasegunda mitad del siglo V que se prolonga de forma mucho más débil y discontinuahasta tal vez la primera mitad del siglo VII d. C. Para la primera fase de ocupacióncontamos con una serie de dataciones radiocarbónicas, dos de ellas obtenidas sobre losrestos óseos de una inhumación doble practicada en el interior de un silo. La másantigua aparece bajo forma de reducción a los pies de la postrera, estimándose quedebe transcurrir un lapso real bastante breve entre ambas, dadas las características deldepósito. Los resultados son los siguientes:

CO-2573-2: 1620±21 BP, calibrada a 2 sigma (95.4 % probabilidad) entre390-540 AD;CO-2573-1: 1574±21 BP, calibrada a 2 sigma (95.4 % probabilidad) entre420-540 AD.

Una muestra de restos óseos (fauna) perteneciente a uno de los contextos tar-díos ofrece por su parte la siguiente datación:

CO-1221: 1416±16 BP, calibrada a 2 sigma (95.4 % probabilidad) entre 605-660 AD.

Los análisis han sido realizados por el laboratorio Circe, de Nápoles, mediante AMS.

— La Huelga (Barajas, Madrid). Asentamiento y necrópolis rural con tres fasesde ocupación principales: una primera compuesta por un par de cabañas de suelorehundido, media docena de silos y dos pozos, datada según los rasgos de su repertoriocerámico entre finales del siglo V e inicios del VI d. C.; una segunda que consiste enuna sepultura de rito cristiano estratigráficamente posterior a la amortización de unade las cabañas; y una tercera ligeramente alejada del núcleo anterior que incluye ochosepulturas de inhumación de rito islámico morfológicamente bastante antiguas (VIGIL-ESCALERA, 2002).

— La Indiana (Pinto). Asentamiento rural muy extenso, con ocupaciones casiininterrumpidas desde el Bronce Final hasta la Edad Media (RODRÍGUEZ, 1999; VIGIL-ESCALERA, 1999, 2005a). Para la época que nos atañe, la secuencia más significativaarranca de finales del siglo V o inicios del VI y llegaría a mediados del VIII d. C.,aunque determinadas estructuras aisladas proporcionan materiales datables ya entrelos siglos X-XI d. C.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

376

— Gózquez (San Martín de la Vega). Asentamiento rural y su relativo cemen-terio, con secuencia de ocupación fechada con bastante precisión entre finales delprimer cuarto del siglo VI y mediados del VIII d. C. (VIGIL-ESCALERA, 2000, 2003b).Tal vez su rasgo más destacable sea la llamativa estabilidad de su patrón residencialdentro de una rígida ordenación espacial, con las parcelas de cultivo insertas en latrama urbanística original dando como resultado una aldea en racimo en la que distin-tas unidades domésticas evolucionan con escasas diferencias entre ellas a lo largo dealgo más de dos siglos (VIGIL-ESCALERA, 2005a: Fig. 8).

— Fuente de la Mora (Leganés). En este complejo yacimiento se consiguiódocumentar la existencia de un par de pequeños enclaves altomedievales separadospor unos 500 metros en los extremos de un área muy extensa de excavación señaladapor un poblado prehistórico con varios recintos (fosos) concéntricos. Los dos núcleosde ocupación altomedieval tienen un carácter unifamiliar y escaso desarrollo temporal(tal vez sean sucesivos, de ciclo generacional, pivotando alrededor de un espacio deaprovechamiento agrario definido). Los materiales cerámicos, en los que predominanlas producciones tradicionales de época tardovisigoda, han sido situados en la segundamitad del siglo VIII o la primera del IX d. C. En uno de los lotes aparecen esporádicascerámicas emirales antiguas cuyos nexos con algunos materiales cordobeses coetáneosson notorios (VIGIL-ESCALERA, 2003a).

— El Pelícano (Arroyomolinos). Extenso asentamiento rural a lo largo de laorilla norte del arroyo de Los Combos, con desarrollo entre el último cuarto del sigloV y mediados del VIII d. C. (VIGIL-ESCALERA, 2003b, 2005a). El patrón residencialofrece en este caso algunos rasgos peculiares. La aldea surge en las inmediaciones deuna antigua explotación tardorromana como un asentamiento agregado con alta den-sidad de estructuras residenciales casi yuxtapuestas. A partir de mediados del siglo VI

d. C. este núcleo original se abandona, llegando a instalarse sepulturas de inhumaciónsobre el mismo, y las distintas unidades domésticas se distribuyen a lo largo de la orilladel arroyo llegando a presentar diferencias significativas en su respectivo desarrollo alo largo del resto de la ocupación.

— El Encadenado (Barajas, Madrid). Asentamiento rural a orillas del río Jarama,excavado en 2002-2003, presenta una ocupación caracterizada por la alta densidad deestructuras dentro de un área de uso residencial bien delimitada y una secuencia com-prendida entre los siglos VI y VII d. C. Una reciente intervención (en el año 2005)sobre otro sector del mismo yacimiento (denominado El Soto) ha proporcionado nuevoscontextos tardorromanos y altomedievales, destacando la localización de una necró-

377

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

polis con cerca de 40 inhumaciones de rito cristiano e islámico, perteneciente segúntodos los indicios a varias generaciones sucesivas de una única comunidad doméstica.

Con la ventaja derivada de contar con un repertorio de yacimientos relativa-mente próximos (todos ellos se encuadran en un ámbito espacial que no supera los520 km2) y dentro de un ámbito geográfico e histórico relativamente homogéneo(Fig. 2), la ordenación diacrónica apoyada en el solapamiento temporal de las secuen-cias de ocupación de los yacimientos referidos nos ha permitido proponer una recons-trucción de la evolución del repertorio ceramológico para unas fechas (siglos V-IX

d. C.) que hasta ahora se habían mostrado intratables de acuerdo a los procedimientoshabituales de estudio.

Cuestiones metodológicasCuestiones metodológicasCuestiones metodológicasCuestiones metodológicasCuestiones metodológicas

Dejando al margen la fundamental reivindicación de las cerámicas comunescomo el objeto central de estudio, las cuestiones metodológicas se han revelado a lapostre la clave para avanzar en su estudio, de modo que haremos un repaso preliminara las modificaciones introducidas en el tipo de análisis desarrollado:

— Rigor estratigráfico. En primer lugar y como paso previo, la excavación es-tratigráfica de los yacimientos ha permitido obtener unos lotes de materiales suscepti-bles de periodización de acuerdo a su posición dentro de una secuencia interna;

— Inventarios globales. No se ha procedido a una selección previa del lote decerámicas, inventariando singularmente fragmento a fragmento dentro de su unidadestratigráfica y elemento estructural (peso y número) de acuerdo a sus característicastécnicas y físicas macroscópicas (tipo de factura y componentes principales);

— Reconocimiento de la residualidad. El estudio de los materiales cerámicosha tenido presente la eventual residualidad de fragmentos en yacimientos con secuen-cias de ocupación prolongadas;

— Apoyos fiables, aunque sean escasos. El análisis se ha apoyado, cuando ha sidoposible, en criterios de datación absolutos (fechas radiocarbónicas), otorgando a las esca-sas cerámicas de importación la importancia relativa de acuerdo a la composición delconjunto completo y a las más modernas y fiables dataciones de contextos coetáneos,seleccionando y discriminando escrupulosamente los paralelos útiles del resto;

— Desciframiento de tendencias. Soslayando provisionalmente el análisis decriterios morfológicos, la atención se ha fijado en el desciframiento de las tendenciasde evolución tecnológica y física de las producciones comunes y sus específicas asocia-ciones dentro de contextos o yacimientos secuenciables.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

378

Resultados de la investigaciónResultados de la investigaciónResultados de la investigaciónResultados de la investigaciónResultados de la investigación

El principal resultado de los trabajos desarrollados es la identificación de unalínea de larga duración por lo que se refiere al aspecto tecnológico de las produccionescerámicas (reflejo de transformaciones estructurales más amplias que aquí no aborda-remos específicamente) que viene acompañada de todo un repertorio de variables cam-biantes (algunas intrínsecas —morfológicas, funcionales— otras derivadas de la evo-lución y éxito de sucesivas especializaciones o, por el contrario, tendencias a la simpli-ficación). A partir de esta variada gama de observaciones estaríamos en condiciones derelatar los cambios que llevan desde la cerámica tardorromana de inicios del siglo Vhasta la introducción de las primeras piezas de adscripción inequívocamente islámica,bien entrada la segunda mitad del siglo VIII d. C.

La caracterización de la factura de los fragmentos ha tenido en cuenta esencial-mente la absoluta discontinuidad entre lo que es una pieza levantada (modelada) pormedio de la rotación veloz del torno del universo multiforme y complejo de las produc-ciones a mano, habitualmente apoyadas en dispositivos más o menos complejos o rudi-mentarios de rotación para el acabado de las piezas (GUTIÉRREZ LLORET, 1996: 44-48).

Los contextos inmediatamente anteriores al abandono (y a la ocultación) de ElRasillo (finales del siglo IV e inicios del V d. C.) se caracterizarían por la presencia deTSHT decorada del tipo denominado «segundo estilo trazado a compás», dominadopor los grandes círculos secantes y característico de los alfares riojanos (PAZ, 1991).Éste sería el punto de partida de la secuencia, momento que se caracterizaría por uncambio trascendental de tendencia.

La curva tecnológica que presentamos (Fig. 10) arrancaría a mediados del sigloV d. C., con las primeras fases de ocupación de los yacimientos post-imperiales másantiguos conocidos (Congosto, en Rivas-Vaciamadrid). Toda la cerámica consumidadurante la fase más antigua de la ocupación es material con factura a torno, herederadirecta de las producciones comunes tardorromanas. Su variabilidad formal y física esalta, lo que podría corresponder a un grupo relativamente amplio de centros produc-tores o a la vigencia de una red consolidada y variada de distribución de productos sincambios drásticos respecto al periodo tardorromano. Sin embargo y como mutaciónradical, en los contextos de esta fase ya no aparecen las producciones de TSHT tanabundantes en los contextos de abandono de las villae romanas de la región (meridio-nales buriladas y estampadas del norte), aunque sí lo hacen variedades como las DSPprovenzales (Fig. 10) y sus imitaciones, así como variantes de las cerámicas finas tar-dorromanas en pastas no depuradas y algunos fragmentos de ánforas, siempre esporá-

379

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

dicas en este territorio (Fig. 6). Algunas de las formas de cerámica común que desapa-recen en estos contextos respecto a los precedentes son la olla de borde molduradocaracterística de la facies tardorromana de la región de Madrid, sustituida por ollas deperfil con labio sencillo o con cama para la tapadera, y el platillo de paredes verticales(Figs. 3-4). Comienzan a popularizarse los cuencos carenados de diversos formatos enpastas depuradas o semidepuradas, variantes de la forma Rigoir 18 y su homólogahispánica 37 tardía (Fig. 5). Los porcentajes de cerámicas depuradas o semidepuradas(para el servicio de mesa) caen sin embargo de forma significativa en su representaciónrespecto a los contextos tardorromanos clásicos (esta tendencia se verá sensiblementeincrementada con posterioridad).

A finales del siglo V e inicios del VI d. C. se produce otro cambio significativo,entrando en escena las primeras producciones de cerámica común modeladas conayuda de la torneta o torno lento. Esta clase se encuentra representada en ínfimosprocentajes (por debajo del 5 %) en algunos contextos del final de la primera ocupa-ción del yacimiento de Congosto (los más tardíos de la serie), y con tasas globales delsiete por ciento en los contextos de la primera fase de La Huelga. Se trata en concretode una forma de olla de perfil simple, labio ligeramente engrosado al exterior, paredesgruesas y arista en la unión del galbo con la base (VIGIL-ESCALERA, 2003a: Fig. 2).Cuestión ligada a cambios en los patrones de consumo o preparación de los alimentos,al colapso del abastecimiento de determinados centros productores de cerámica defuego o incluso a la incorporación de nuevas pautas productivas, la aparición de lasprimeras cerámicas a mano con gruesos y abundantes desgrasantes micáceos y cuarcíticossurte la demanda de un número muy importante de centros rurales en toda la Meseta,observándose una gran homogeneidad en estos productos allí donde se han reconoci-do (desde la provincia de Soria —Tiermes— a la región de Madrid).

En el curso de una generación, las cerámicas a torno lento del tipo TL1, ca-racterizadas por sus paredes gruesas, llegan a constituir la mitad de la vajilla en losrepertorios cerámicos de las fases más antiguas de poblados como Gózquez (ca. 530).Al cabo de aproximadamente otros treinta años, la producción anteriormente des-crita más otras de características nuevas, definidas para los yacimientos de Madridcomo TL2 (VIGIL-ESCALERA, 2003a: Fig. 3-4), constituyen alrededor del 80 % deltotal de la cerámica consumida, haciendo su aparición variedades locales o regiona-les de paredes más sutiles, aunque igualmente modeladas a mano. Los centros pro-ductores de cerámica a torno pasan con el tiempo a proveer en exclusiva sólo deter-minadas formas (cuencos carenados, jarritos y botellas de diversos formatos, algu-nos de ellos con pastas depuradas y acabados bruñidos o espatulados). Los cuencos

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

380

carenados de este periodo pasan a realizarse mayoritariamente en pastas comunes,escaseando los ejemplares de pasta depurada.

Hace escasas fechas se han identificado en Madrid los primeros hornos cerámicosde cronología visigoda en un yacimiento situado a orillas del arroyo Culebro (LaRecomba, información amablemente proporcionada por E. Penedo). Son estructurasde doble cámara, con la parrilla sostenida sobre pequeños pivotes de arcilla, y todoparece indicar que se dedican a la producción de las variedades a torno lento de pare-des relativamente delgadas, a partir de finales del siglo VI o inicios del VII d. C. Apartir de mediados del siglo VII d. C., estas variedades cerámicas de ámbito regionalllegan a conformar más del 85 % del repertorio global.

La producción cerámica denominada TL1 viene a conformar, en realidad, unacategoría genérica que reúne a todo un grupo de variedades iniciales conocidas de lacerámica a torno lento en la región madrileña de acuerdo a ciertos rasgos comunes queya hemos descrito. De acuerdo a los datos disponibles hasta el momento, sus caracte-rísticas morfológicas son muy estables, aunque a nivel de caracterización de la arcilla seobservan algunas variantes con desgrasantes no tan gruesos o con partículas micáceasmás finas. Identificada en Gózquez bajo su caracterización prototípica (pasta gruesacon abundantes desgrasantes cuarcíticos y láminas de mica plateada de tamaño gran-de) aparece en porcentajes bajos en La Indiana (a ocho kilometros de distancia) ymedios en los yacimientos de Barajas (a 28 km) y está prácticamente ausente en ElPelícano (situado también a 28 kilómetros), donde bajo una morfología idéntica, pre-dominan pastas con desgrasantes algo más finos.

La aparición de esta primera producción de cerámica a torno lento y sus varie-dades locales se produce en algún momento del primer cuarto del siglo VI o muy afinales del V d. C. Antes de mediados del siglo VI (durante la fase más antigua deocupación de Gózquez) ya constituye el 50 % del ajuar doméstico medio, coincidien-do con la rápida pauperización de los porcentajes de la vajilla con factura a torno.

La aparición de esta clase de cerámicas coincide de manera significativa con lafundación de buena parte de los asentamientos rurales de ciclo largo conocidos en laregión (Gózquez, Pelícano, La Indiana). Desconocemos hasta qué punto podría con-siderarse una producción local o regional, una vez reconocida su presencia en yaci-mientos de la meseta norte, aunque lo cierto es que parece derivar (a partir de ciertascaracterísticas destacables) de un tipo de ollas a torno rápido de pastas muy groserascon abundante mica plateada grande que aparecen en muy bajos porcentajes en variosyacimientos del territorio madrileño y de algunos yacimientos del valle del Duero. Por

381

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

los datos que conocemos, este tipo de ollas de borde vuelto simple y bases gruesas (Fig.7) aparecen en la meseta norte desde Cacabelos (León) a Segovia, y su distribuciónparece propia del último tercio del siglo V e inicios del VI d. C.

La pérdida de representación porcentual de la cerámica definida como TL1 apartir de mediados del siglo VI corre en paralelo a la aparición de otras produccionesde cerámica a torno lento aparentemente mucho más estandarizadas y homogéneas deacuerdo a las observaciones procedentes de todos los yacimientos estudiados. Estamoshablando de la clase o familia cerámica definida como TL2, caracterizada por unaspastas de granulometría fina, arenosa, con partículas de mica dorada, paredes delga-das, fondos convexos manipulados tras el modelado y paredes bastante adelgazadas,normalmente alisadas. Las formas más antiguas detectadas de esta producción sonollas y jarros de perfil en S y labios redondeados simples. Sus cocciones oxidantes sonpredominantes, dando tonos ocres o castaños relativamente regulares. A finales delsiglo VI la sustitución es completa, habiendo desaparecido de los contextos conocidoslas cerámicas del tipo TL1. Con el paso del tiempo, la vajilla de esta familia incorpo-rará nuevas variedades formales, tal vez buscando colmar el hueco dejado por las de ladesaparecida cerámica a torno: aparecen sobre todo formas abiertas (barreños y cazue-las), contenedores y tinajas de distintos formatos además de jarros grandes, jarritoscon pitorro y ollas.

La evolución interna de esta familia de cerámicas resulta casi inapreciable a lolargo del siglo VII, mostrando ligeras variaciones morfológicas, tal vez menores, du-rante la última fase de ocupación de los yacimientos de ciclo largo estudiados, en laprimera mitad del siglo VIII: algunas asas rebasan la altura del borde de la pieza yaparecen esporádicos perfiles de labios ligeramente moldurados o en forma de T enjarros y cazuelas. La evolución durante casi dos siglos (550-750) de esta clase de cerá-mica se ha leído sólo con dificultad a partir de la vajilla a torno que la acompaña enabsoluta minoría porcentual. Los cuencos carenados y los esporádicos jarros casidesaparecen a partir de mediados del siglo VII dejando como único exponente de lacerámica a torno a las producciones de jarritos y botellas de pastas depuradas, bienconocidas por su frecuente aparición en contextos funerarios tardovisigodos.

A partir de mediados del siglo VIII d. C., de acuerdo a los datos aportados poryacimientos como Fuente de la Mora o en menor medida La Huelga, a los repertorioscerámicos típicamente tardovisigodos comienzan a sumarse esporádicas piezas de vaji-lla propias de un ámbito cultural islámico. Los candiles de piquera corta, algunas ollasa torno rápido y los jarritos y jarritas de galbo estriado y pasta depurada parecen des-

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

382

tinados a sustituir de forma definitiva a las botellas y jarritos lisos que caracterizarondurante cierto tiempo los ajuares de las sepulturas (y los contextos residenciales coetá-neos) de época visigoda tardía. Estos cambios que se producen en los repertorioscerámicos corren parejos a un profundo cambio en los patrones de ocupación delespacio rural. Las extendidas aldeas de época visigoda de la campiña se abandonanprácticamente al mismo tiempo (mediados del siglo VIII) a favor de una más queposible concentración de esas comunidades en arrabales urbanos o semiurbanos (encualquier caso a favor de un modelo de poblamiento concentrado) que en la región deMadrid no han sido aún identificados arqueológicamente de forma precisa. La conse-cuencia de todo ello es un aparente despoblamiento del territorio rural, sólo salpicadoesporádicamente por escasos asentamientos dispersos de carácter difuso, normalmen-te de tipo unifamiliar y con ciclos muy cortos de ocupación. Su indicador arqueológi-co de mayor visibilidad suele ser un pequeño cementerio de menos de media docenade tumbas. Incluso este tipo de yacimientos parece destinado a desaparecer al cabo depoco tiempo, aunque en las vegas del río Jarama o del arroyo Culebro algunas de estascomunidades podrían comenzar a dar señales de integración mediante rápidos proce-sos de islamización.

ConclusionesConclusionesConclusionesConclusionesConclusiones

El ámbito rural de Madrid constituye seguramente, y por motivos de diversaíndole, un caso que reviste cierta singularidad. El desarrollo urbano y de toda clasede infraestructuras en torno a la capital ha producido una intensa destrucción de lospaisajes rurales tradicionales, y de esta circunstancia se ha derivado una notablelabor arqueológica, no siempre acompañada de los resultados deseados, pero que hapermitido compilar una documentación muy significativa especialmente acerca dela red de asentamientos rurales de época visigoda, su cultura material y las pautas desu evolución. Los modelos de poblamiento que comienzan a adivinarse no varíansensiblemente de lo que comienza a conocerse para algunas comarcas de la cuencadel Duero (ARIÑO et al., 2002). Una densa red de aldeas surge entre finales del sigloV e inicios del VI d. C. en el territorio septentrional de Toledo. Algunos yacimien-tos, como el de Congosto, parecen representar una etapa previa o de tanteo, intentode colonización agraria parcialmente fallida, aunque con todos los rasgos de lo quevendrá a continuación. Su estructura interna, con escasa presencia de elementosjerárquicos o de rango, responde a criterios que poco o nada tienen que ver con elantiguo sistema vilicario. A lo largo de dos siglos y medio, estos asentamientos de-muestran la notable estabilidad del sistema, superando todas las crisis citadas por las

383

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

fuentes. Pero éste se quiebra entonces, hacia mediados del VIII d. C. para dar pasoa una nueva articulación del territorio. Todo lo que conocemos a partir de esemomento son asentamientos de carácter extremadamente disperso. ¿Es entoncescuando el registro arqueológico hace visible el impacto de la conquista o se tratadel colofón de un proceso de cambio estructural arrastrado desde antes y precipi-tado en ese preciso momento? En el plano histórico, justo cuando deberían co-menzar a notarse los cambios mayores aparejados por la conquista islámica y laislamización se produce en este mismo territorio una situación política que deter-mina su inclusión en un ámbito de práctica frontera. A mitad de camino entre losfeudales y los emires de Córdoba, el territorio toledano gozó seguramente en eseperiodo transicional de cierta excepcionalidad política y social (MANZANO, 1990).Retrotrayéndonos en el tiempo, los cambios que se manifiestan en los patrones depoblamiento rural entre la última etapa bajoimperial y el siglo VI son susceptiblesde una lectura histórica que aportaría a través de la documentación arqueológicaargumentos (y matices) para el debate en torno a la intensidad de la fractura entreel mundo romano y el visigodo.

La aparición de las primeras cerámicas a torno lento a finales del siglo V o ini-cios del VI puede ser achacable a distintos motivos. Afortunadamente no coincide conlas invasiones de inicios del siglo V d. C. Los interrogantes últimos de este fenómenono deben ocultarnos el hecho de que esto supone alguna clase de mutación por lo querespecta a las pautas productivas, de distribución y consumo de un bien de primeranecesidad (no simplemente de un tipo de hebilla o ajuar metálico). En las páginasanteriores hemos tratado de insertar en el discurso sobre la evolución y transformacio-nes de la producción cerámica los cambios que paralelamente se producen en la es-tructura del poblamiento, viendo que la interpretación debe asumir la complejidaddel registro arqueológico más allá de los lineales esquemas propuestos desde lahistoriografía de corte documental. Resulta destacable el desfase cronológico señaladoen el yacimiento de Congosto entre el final de las producciones finas del tipo TSHT yel de las cerámicas comunes tardorromanas, indicando la necesidad de acometer elanálisis de estos fenómenos como procesos de transformación complejos. Sospecha-mos que la residualidad de ciertos materiales cerámicos bien reconocibles (de produc-ciones estandarizadas finas) ha sido insuficientemente valorada en contextos comple-jos de ámbito urbano, con ricas secuencias pluriestratificadas. Las excavaciones deyacimientos en ámbito rural, gracias a las peculiaridades propias de sus contextos y lasde asentamientos con ciclos cortos y bien definidos de ocupación, debe seguir apor-tando evidencias al respecto.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

384

Uno de los aspectos más destacables de la caracterización diacrónica del reper-torio ceramológico madrileño de los siglos V al IX radica en la posibilidad de confron-tar estos datos de referencia y las tendencias observadas aquí con las de otros territo-rios. Aunque hemos visto que la supuesta diversificación productiva regional/local noes tan acusada como podría suponerse desde una perspectiva teórica, el desarrollo deestudios en comarcas vecinas abre múltiples posibilidades de investigación. Sería posi-ble llegar a delimitar regiones cerámicas, zonas de contacto y ámbitos de comercializa-ción supralocal de productos que reflejarían mejor que cualquier documento la reali-dad de las redes de intercambio en acto durante el regnum visigodo. Tal y comocerteramente se apuntaba hace unos años, «se trata [...] de establecer puntos de refe-rencia claros sobre los cuales poder construir proyectos comparativos más ambiciosos»(KIRCHNER, 1988: 110).

La caracterización detallada de las últimas fases de los repertorios cerámicostardovisigodos consentirá además definir el modo en que aparecen los primeros rasgosde una nueva cultura material de filiación islámica, los ritmos de adquisición de loscambios y si todas las comunidades rurales de comarcas diversas se comportan de unamanera similar o divergente a este respecto. El debate entre historiadores acerca de lavelocidad del proceso de islamización de la sociedad puede encontrar argumentos depeso a través de las pruebas aportadas por las transformaciones en el plano material,confirmando al mismo tiempo los diversos ámbitos en que los artefactos hablan de lasestructuras sociales que los manipulan.

BIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍABIBLIOGRAFÍA

ARIÑO GIL E., RIERA I MORA S., RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ J. (2002): «De Roma almedioevo. Estructuras de hábitat y evolución del paisaje vegetal en el territoriode Salamanca», Zephyrus, LV, pp. 283-309.

AZCÁRATE A., QUIRÓS J. A. (2001): «Arquitectura doméstica altomedieval en la pe-nínsula Ibérica«, Archeologia Medievale, XXVIII, pp. 25-60.

BARCELÓ M., KIRCHNER H, NAVARRO C. (1988): Arqueología medieval. En las afue-ras del «medievalismo». Barcelona.

CABALLERO ZOREDA L. (1989): «Cerámicas de época visigoda y postvisigoda de lasprovincias de Cáceres, Madrid y Segovia», Boletín de Arqueología Medieval, 3,pp. 75-108.

FRANCOVICH R., HODGES R. (2003): Villa to village. Londres.

385

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

GURT, J. M.; BUXEDA J.; CAU M. A. (eds.) (2005): LRCW I. Late Roman Coarse Wares,cooking wares and amphorae in the Mediterranean. BAR, IS 1340. Oxford.

GUTIÉRREZ LLORET, S. (1997): La Cora de Tudmir. De la antigüedad tardía al mun-do islámico. Poblamiento y cultura material. Madrid-Alicante.

KIRCHNER, H. (1988): «Las técnicas y los conjuntos documentales. I. La cerámica», enM. BARCELO et al., Arqueología Medieval. En las afueras del medievalismo.Barcelona, pp. 88-133.

—— (1999): «Indígenas y extranjeros. Cerámica y etnicidad en la formación de al-Andalus», Arqueología Espacial 21, Revista del S.A.E.T., Teruel, pp. 153-207.

LARRÉN, H. et alii (2003): «Ensayo de sistematización de la cerámica tardoantigua enla cuenca del Duero», en L. CABALLERO, P. MATEOS, M. RETUERCE (eds.), Ce-rámicas tardorromanas y altomedievales en la Península Ibérica. Ruptura y con-tinuidad (II Simposio de Arqueología. Mérida, 2001), Anejos de Archivo Espa-ñol de Arqueología, XXVIII. Madrid, CSIC, pp. 273-306

MACÍAS, J. M. (2003): «Cerámicas tardorromanas de Tarragona: economía de merca-do versus autarquía», en CABALLERO L., MATEOS P., RETUERCE M. (eds.), Ce-rámicas tardorromanas y altomedievales en la Península Ibérica. Ruptura y con-tinuidad (II Simposio de Arqueología. Mérida, 2001), Anejos de Archivo Espa-ñol de Arqueología, XXVIII. Madrid, CSIC, pp. 21-40.

MANZANO, E. (1990): «Madrid, en la frontera omeya de Toledo», Madrid del siglo IXal XI. Madrid, pp. 115-129.

ORFILA, M. (1993): «Terra sigillata hispánica tardía meridional», Archivo Español deArqueología, 66 (nums. 167-168), pp. 125-148.

PAZ PERALTA, J. A. (1991): Cerámica de mesa romana de los siglos III al VI d. C. en laprovincia de Zaragoza. Zaragoza.

PÉREZ ALVARADO, S. (2003): Las cerámicas omeyas de Marroquíes Bajos (Jaén): unindicador arqueológico del proceso de islamización. Jaén.

POZUELO LORENZO, D.; VIGIL-ESCALERA, A. (e.p.): «La ocultación de un ajuar do-méstico a inicios del siglo V d. C. en El Rasillo (Barajas, Madrid). Algunasposibilidades de análisis e investigación», Bolskan.

REMOLÁ VALLVERDÚ, J. A. (2000): «Las ánforas tardo-antiguas en Tarraco (HispaniaTarraconensis)», Instrumenta, 7, Barcelona.

RODRÍGUEZ CIFUENTES, M. (1999): «El yacimiento tardorromano de La Indiana (Pinto,Madrid)», en GARCÍA MORENO, L. y RASCÓN, S. (eds.), Actas del I EncuentroComplutum y las ciudades hispanas en la Antigüedad Tardía (Alcalá de Henares,1996), Acta Antiqua Complutensia, 1. Alcalá de Henares, pp. 301.304.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

386

SAHLINS, M. (1997) (3.ª ed.): Islas de historia. (La muerte del capitán Cook. Metáfo-ra, antropología e historia). Barcelona (Ed. orig. Chicago, 1985).

VIGIL-ESCALERA GUIRADO, A. (1999a): «La Indiana (Pinto, Madrid). Estructuras dehabitación, almacenamiento, hidráulicas y sepulcrales de los siglos VI-IX en laMarca Media», XXIV CNA (Cartagena, 1997), vol. 5. Murcia, pp. 205-211.

—— (1999b): «Evolución de los morfotipos de cerámica común de un asentamientorural visigodo de la Meseta (Gózquez de Arriba, San Martín de la Vega, Ma-drid)», Revista Arqueohispania, 0 (http://www.arqueohispania.com/journal/num0/not1.htm)

—— (2000): «Cabañas de época visigoda: evidencias arqueológicas del Sur de Ma-drid. Tipología, elementos de datación y discusión». Archivo Español de Ar-queología, 73, pp. 245-274.

—— (2002): «Noticia preliminar acerca del hallazgo de una necrópolis altomedievalde rito islámico en la Comunidad de Madrid. El yacimiento de La Huelga(Barajas, Madrid)», Actas del XXVII CNA (Huesca 2003), t. IV, Bolskan, 21,pp. 57-61.

—— (2003a): «Cerámicas tardorromanas y altomedievales de Madrid», en CABALLE-RO, L.; MATEOS, P.; RETUERCE, M. (eds.) Cerámicas tardorromanas yaltomedievales en la Península Ibérica. Ruptura y continuidad (II Simposio deArqueología. Mérida, 2001), Anejos de Archivo Español de Arqueología, XXVIII.Madrid, CSIC, pp. 371-387.

—— (2003b): «Los poblados de época visigoda del Sur de Madrid: algunos aspectoseconómicos y sociales», en I Congreso del Instituto de Estudios Históricos delSur de Madrid «Jiménez de Gregorio» (Pinto, 23-26 de octubre de 2003), pp.51-68.

—— (2005a): «Nuevas perspectivas sobre la arqueología madrileña de época visigoda».Actas de las Primeras Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidadde Madrid (Ateneo de Madrid, 25-26 nov. 2004), Madrid, pp. 169-181.

—— (2005b): «Primeros pasos hacia el análisis de la organización interna de los asenta-mientos rurales de época visigoda», en J. MORÍN (ed.), La investigación de épocavisigoda en la Comunidad de Madrid, Zona Arqueológica, pp. 20-1 a 20-9.

387

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

Figura 1. Seriación cronológica de los yacimientos analizados(actualizada respecto a VIGIL-ESCALERA, 2005a: 179).

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

388

Figura 2. Localización de los yacimientos citados en el texto(sobre el plano de GÓMEZ MENDOZA, 1999: 49).

389

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

Figura 3. Tipos de ollas característicos de la última fase de ocupaciónde las villas tardorromanas de la región de Madrid (finales del siglo IV e inicios del V d. C.)

Figura 4. Platos de cerámica común habituales en los contextos tardorromanos de las villaey que desaparecen en los contextos posteriores a mediados del siglo V d. C.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

390

Figura 5. Variables morfológicas observadas en los cuencos carenados del siglo V e inicios delVI d. C. Los fragmentos de la esquina superior izquierda son producciones finas (TSHT)procedentes de contextos tardorromanos (El Rasillo), el resto son variedades en cerámicacomún depurada a torno de la segunda mitad del siglo V e inicios del VI d. C. de los yacimien-tos de Congosto y La Huelga. Se incluyen producciones DSP del Sur de la Galia (arriba, dere-cha) e imitaciones de DSP y de TSHT meridional sobre arcilla no depurada (CO.6605/5)

391

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

Figura 6. Ánfora tardía de tipo B1, similar al documentado en Tarragona, tipo AUD/1B-36(REMOLÁ, 2000: Fig. 89 y nota 390), datado —con dudas— a finales del siglo V d. C.

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

392

Figura 7. Ollas a torno procedentes de diversos contextos de la segunda mitad del siglo Vd. C. (Rivas-Vaciamadrid). En la esquina inferior derecha se ilustra un ejemplar de olla a

torno de pasta gruesa micácea

393

ALFONSO VIGIL-ESCALERA GUIRADO

Figura 8. Cerámica común a torno con decoración estampillada(Congosto, segunda mitad siglo V d. C.)

Figura 9. El gráfico representa la evolución del porcentaje de cerámica levantada a torno(TR) y de la cerámica modelada a mano o con torno lento (TL) en los yacimientos madri-leños a lo largo del periodo estudiado. Obsérvese que al final del arco cronológico se inicia

un cambio de tendencia

ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LAS CERÁMICAS DE «ÉPOCA VISIGODA»...

394

Figura 10. Un ejemplo de la evolución posterior de las series en función de la tecnología,según PÉREZ ALVARADO (2003: 39).