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Amelia Vértiz: la hoguera oceánica; nueve notas sobre una Corona de daturas

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Amelia Vértiz: la hoguera oceánica; nueve notas sobre una Corona de daturas

A Daniela Bojórquez; ella sabe.

Diccionario de escritores mexicanos siglo Vértiz (1954-1989), prematuramente muerta; el lector pasa de la entrada “Verti, Sebastián (1966-2002)” a “Vevia Romero, Fernando Carlos (1936)”.1 -blicar alguien para ser un escritor? Por mi parte estoy convencido de que Corona de daturas (1988) es uno de los poemas perdurables de su generación y, en esa medida, de la poesía mexicana del siglo . Cierto que ese breve libro-poema no contó con mayor difusión; al parecer a la primera edición no le acompañó ninguna más sino has-ta 2004.2 Pero ésos son los embrollos de la circulación de la literatura

1 Diccionario de escritores mexicanos siglo . Desde las generaciones del Ateneo y novelistas de la Revolución hasta nuestros días, t. IX (U-Z), México, - , 2007, p. 230. A pesar de que una serie de poetas, re-señistas y articulistas la mencionan, es posible que el Diccionario sólo reporte una referencia a Vértiz: “Josué Ramírez”, t. VII, p. 35.

2 Corona de daturas, México, Centro Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (Cuadernos de la Orquesta, 8), 1988. Mi anto-logía crítica Una temporada de poesía; nueve poetas mexicanos recientes (1966-2000), México, Conaculta (Sello Bermejo), 2004, reproduce íntegramente la Corona, pp. 165-178. En lo sucesivo remito a mi edición. En dicho libro, además de una serie de comentarios a lo largo del estudio prologal, las páginas 58 a 67 se

idénticas a las de ahora.

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y no de la calidad de las obras. Por otro lado, se cree que poca o ninguna poesía habrá escrito Vértiz después de ese tour de force.

El presente artículo no quiere conducirse sobre una base falsa: la ilusión de que la mayoría de los interesados en la poesía mexica-na hayan leído o al menos puedan tener acceso sencillo a un ejemplar de ese poema. La realidad palmaria estará más cerca de lo opuesto. Sea consecuente proponer aquí una suerte de presentación crítica del poema que Vértiz legó, en la víspera de su muerte voluntaria el 13 de septiembre de 1989. Citaré ampliamente pasajes del poema; no piense el lector que la serie de notas que desarrollo sugiere que el poema tenga tal secuencia mecánica ni que los versos inmediata-mente siguientes ilustrarán particularmente la observación recién hecha; entiéndase mejor que entrecorto estrofas del poema con unas cuantas propuestas para la comprensión y admiración de la Corona.

Una instalación marina. La primera estrofa del poema está en ter-cera persona y la siguiente en segunda. Un mundo es proferido y comparece. El yo es el deseo de su mirada en verso. Tendremos una contemplación a partir de un yo que es sujeto y voz lírica. La poeta engendra el espacio, ciertamente; expresa su concepción del mun-

-vo: el fenómeno teatral lo necesita, pero lo aleja a un segundo plano cuando los actores transitan; esta Corona es una instalación, en tér-minos plásticos: ella es la obra; el espacio del poema se va poblan-do consigo mismo (y no con el yo lírico) en un acto sucesivo de carácter no ornamental pero tampoco narrativo: una germinación escénica. Una vez más, en la lírica occidental, la historia del mar como imperio revelado y el atónito ojo humano que contempla y canta. ¿Qué dice el mar cuando lo digo?

La sal en las raíces de la palmera,el grano de arena en las valvas de la ostra,son los caminos que escogen las imágenes para

encarnar en aparicionesque tienen el peso y la consistencia de lo real.

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Quiero iluminar lo oculto:los cirros, sus batallas contra las espadas de sombra,la polilla, sus ramificaciones en la madera que parece

intacta,el cuarzo, su transparencia bajo un manto de caolín.

El tiempo, los tiempos. Al ser un mundo enunciado, el tiempo de base es un presente continuo: el presente volitivo-gestativo de la voz poética. Recordemos que es el mismo presente prolongado como surtidor de imágenes el que estructura la “Oda marítima” de

mientras en el luso el mar se abre a la aventura humana en paque-botes, veleros y vapores mercantes, en cambio “todo es mar” en la mexicana, pues el ser humano descubre que puede disolver su in-tensa, fatigada pequeñez en la naturaleza primordial de las grandes aguas y de los pequeños habitantes marítimos y costeños. En ambos casos hay una suerte de crescendo-diminuendo pero que no relata un acontecimiento lineal (una tormenta o marejada, digamos), sino que se alimenta de los diferentes fenómenos que el poeta convoca.

la línea continua que un ave deja al pasar sobre el mar,esa línea sostenida, inquebrantable,

en una herida centelleante,la algarabía del agua dispersa sobre las piedras,la tersura de las piedras,las lajas pulidas por las vetas marítimas,la resonancia del mar en la noche:luces que dinamitan la oscuridad, cintas despedazadas

en un estallido atronador,ese estallido inquietando el reposo de los habitantes de

los puertos,ese estruendo lejano convertido en imágenes dentro de

su sueño.

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Heráclito aporta uno de los dos epígrafes (el segundo corresponde a Aimé Césaire): fuego-marea eterno y primordial. Tres formas no idénticas y sin embargo concurrentes para señalar lo que este poema abraza: totalidad, armonía, fusión y confusión. El tao —que el poe-ma no menciona— lo nombra bajo la pareja yin-yang. Yin: femenino, oscuro, pasivo, receptivo; yang: masculino, luminoso, activo, dador. El poema de Vértiz permite recordar (ignoro si conscientemente por parte de la autora) que tanto Heráclito como la sabiduría oriental no se rebajan a “opinar” sobre el incesante devenir universal, menos

una visión más alta, el tao lo nombra T’ai Chi“término supremo”: todo es parte del Todo, celebrémoslo. Consi-dero que sólo los grandes artistas pueden emitir y fundar su obra desde este más allá

Me admira el momento en que el viento se convierte en vela, en que el mar se convierte en barco,

como si una inconcebible perfección se hiciera presente en estas cosas,

y entonces me pregunto cuál es la armonía que duerme bajo todo aparente desorden,

porque me resisto a negar la utilidad de los barcos y las velas,

me resisto a negar la belleza que encarna en los cuerpos que me rodean.

Métrica. No vale la pena asediar en términos tradicionales el ritmo de la Corona; constatamos una destreza basada en la alternancia irregular de troqueo y dactílico, ¿y entonces qué? Atrevamos la pre-gunta: ¿Cómo se funda el ritmo en un poema moderno extenso en versos libres? La Corona crece desde una base de verso largo, libre y blanco que con frecuencia desemboca en el versículo —aunque

dicho contribuye misteriosamente en la sensación de eufonía y felix forma; probablemente, cuando un poema dice obviedades nos

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sonará, castigo merecido, sordo y cacofónico. En la Corona hay vir-tudes por ausencia de desaciertos: muy pocas cacofonías, rimas in-voluntarias, cláusulas estranguladas y demás fealdades que rechi-nen. Lo mismo con la secuencia y trama sintáctica: la red de frases

probablemente no expresaría el secreto, pero que sostiene y de hecho es parte del canto del poema (sería posible asegurar que con propo-

-mentables...). De la misma manera, discreta e inasible habilidad asiste la correlación, cadencia y rango de extensión de un verso al otro; de cada estrofa entre sus vecinas. El secreto está, nuevamente, en la alianza de cada uno de los aspectos, niveles y recursos para lograr que la materia lingüística del poema como un todo efectivo

Vértiz ha obtenido un compás afortunado y muy suyo para ha-cer que sus versos a un tiempo caminen y sean parte de un estar contemplativo-convocante. Ante este lector que escucha, Vértiz tiene su propio beat, golpe del compás; la clave está en el pulso como base de la cadencia, de la extensión, tensión, sostenimiento, disten-sión... un logro mayor debido al don rítmico de esta poeta. Su pul-so, como sutil sostén de un ritmo lento, fuerte, grave, que aun en sus accelerandi y forti no pasa en realidad a tiempos de arrebato sino que mantiene un control, manifestando sin cesar una deliberación; nunca se pierde el solio de la contemplación, pues todo se corres-

-dad orgánica del poema. Interwoven puede ser el mejor vocablo para decir que una obra de arte se es a sí misma y consigo.

El agua me envuelve en una inquietud de navegaciones

una agitación de buques cabeceando como potros,de hilos metálicos que se deslizan entre los dedos, más

escurridizos que un pez.Me sumerge en el recuerdo de todo lo que se desborda

y vuelve a su misma esencia, sin haberse perdido:

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veo todo lo que desciende hasta la tierra donde la muerte acecha

y la fuerza asombrosa con que la hierba es elevada por la marea del verano.

su amplitud, su libertad que asaltan las bardas de este hospital y son el aguamar contra los diques.

¿Puede llegar la locura a ser un bien apetecible,un mar negro donde alguna vez se reflejan los astros en

repentinas iluminaciones?¡Ah, lo que brilla un segundo en el agua que se agita:las formas perdidas en la confusión que la corriente

arrastra!

Sintaxis trópica. El poema avanza por una sintaxis de imágenes. La Corona -tico y menos yuxtapuesto de imágenes que regalara al lector su visión del pueblo marino; hay un discurso, una historia de imágenes para enunciar peces, mariscos, oleajes, cielos, vientos y nubes de diferente envergadura y temple. La riqueza plástica es provista por un inusual talento metafórico, y hay un sentido en todo ello. Se conforma, pues, un verdadero lenguaje de poeta. El discurso y de-curso del poema acontecen, de cabo a rabo, y hemos de advertirlo: en los grandes poetas, no sólo estamos ante imágenes memorables, sino ante una sintaxis de imágenes. Cae de manera natural que los dos signos de puntuación estratégicos de nuestro poema sean la coma y los dos puntos: la secuencia enumerativa de una visión.

insistencia sobre la voluntad,el fulgor de las armaduras y la pátina en la carne

tumefacta,los pies descalzos de los que atravesaron así reinos

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enteros, las causas perdidas,cada empeño cuyo anuncio haya sido pregonado en las

plazas provocando el escándaloo cuchicheado en los pasadizos donde los ojos de las

ratas parpadearon como las centellas del lodo;cada empeño riesgoso, y por eso frágil, y bello por eso:las caravanas de expedicionarios, su tenacidad que

desbarrancó las piedras,el guiño azul de las cuentas de vidrio,el oro y la plata en el ánimo de los conquistadores

como el temblor de las hojas de los álamos.

Lo pequeño y lo grande. Hemos empezado con unos cuantos granos de sal y arena, terminaremos con otra mirada centrada en lo peque-ño, “las hojas verdes todavía goteando”. En medio, la vastedad oceánica, la mirada tendida a la línea del horizonte, y más allá, al sinfín azul ritmado por el vuelo de nubes, de garzas y gaviotas y pelícanos, la abierta incertidumbre de lo que sigue más allá de la vista del poema, ahí donde el mar acaba y el deseo prosigue. Tor-mentas y vientos poderosos son parte del poema desplegado en las alas de sus amplios versos. La alianza complementaria de lo peque-

cerrado, libre y cautivo, poderoso y frágil. Y el poema rebasa las -

tivo, etcétera. Ésta es la poesía en donde se desea el encuentro: “Quiero conocer la euforia del polen en el aire...” pues “En el cenit las cosas y sus sombras se empalman”.

¡Dame los versos que acuñas en un segundo para dar un indicio de tu poder inmenso,

una marca de tu fuerza sobre mi alma sujeta a la tierra por un delgado hilo,

palma en el huracán que estrella los maderos de las barcas contra los tejados arenosos!

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Locura y serenidad. Gracias a muy pocas referencias explícitas sabemos que la matriz y mirador de todo ello es un hospital psi-quiátrico frente al mar.3 Pero el poema es lo opuesto de la autocon-miseración. Es de hecho un acto de impresionante madurez en una persona probablemente afectada de sus facultades mentales y emo-cionales. El poema no habla de cuánto sufre la pobre autora; es lo contrario: una de las más bellas contemplaciones marinas mexica-nas. Y cuenta la historia de una aceptación que, al volverse testimo-nio de la ley del cambio constante del cosmos, conduce a la libera-ción. ¿Suicidio? Mejor será decir: versos como cicuta que curan de la vida gracias al trayecto cruzado por la poeta (desequilibrio, crisis, intoxicaciones, daturas, desintoxicaciones médicas, abstinencia, ex-piación); imaginemos lo que el poema, una vez escrito, habrá ope-rado sobre la persona de Amelia Vértiz. No puedo dejar de admirar una imagen ya citada, cuánta humildad, luminosa grandeza para ver esto que muchos dejaremos de percibir bajo su máscara de ab-yección: “los ojos de las ratas parpadearon como las centellas del

-ción mortal. A la serenidad por y a pesar de la locura.

-tidor, nos tocan como misterio humano: locura y serenidad, encie-rro y liberación.4

A los lectores nos queda su herencia. Uno de los poemas ma-rinos más logrados de las letras mexicanas, basado en la capacidad poética y retórica de contemplar con imágenes verbales la convi-vencia de los contrarios (pequeño y grande, frágil y poderoso, cau-tivo y libre, cerrado y abierto). Vértiz no ha citado en balde el con-tinuumdel sabio tao.

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glosa, escuché, en un documental de TVE, a un reconocido artesano de Cuen-ca decir: “soy cautivo de mi propia libertad”.

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Cuando mi lenguaje es anuenciala vastedad toma mi voz para decirseuna sombra despliega sus alas en el momento de la

enunciaciónconvocada por las lámparas de la fe y la voluntad.Entonces lo que mirose torna inevitable y cíclico como la estación de lluvias,tiene el olor metálico de la sangre y el cieno,la certeza y el misterio de una raíz que brota de los

posos de la noche.

En el desierto que figura el mar,en los celajes inmóviles del mármol,en la concavidad de mis párpadosun soplo ha impreso las resoluciones de la forma y su

esencia inmutable.

Canto el agradecimiento de una tierra rociada por el hisopo de las lluvias tempranas,

en esta mañana armoniosa como el sonido de un arpay me maravillo de la danza de las apariencias,por la que la luna, que cruzó ya la noche,hunde sus velas al amaneceren la sangre de la aurora triunfante.

Una corona de daturas. Retengo algunas notas de los manuales botánicos.5

Datura stramo-nium (vulgo estramonio); en Centroamérica (y supongo que el Cari-be) abunda la D. tatula D. sanguinea). Particularmente en México, la D. quercifolia, muy rica en alcaloides. Planta narcótica, por supuesto; antiespasmódica, capaz

5 A Modern Herbalbotanical (consulta: 5 de marzo de 2010).

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de producir delirio; propia de climas cálidos, sus semillas son alta-mente venenosas.

(desde el sur de los Estados Unidos hasta la zona quechua) habrán acudido a diferentes variedades como un agente de revelaciones y visiones. Es afín a la belladona pero más potente gracias a sus com-ponentes activos (hiosciamina, asociada con atropina e hioscina). Ignoro si Vértiz tuvo noticia de que siendo las semillas muy resis-tentes, a menudo la tierra usada como balasto en la cubierta de las embarcaciones acarreaba semillas de datura, lo que habrá propaga-do espontáneamente por todo el mundo la planta. ¿Habrá sabido la poeta que el nombre se remonta al sánscrito “D’hustúra”? ¿Que el oráculo de Delfos es sospechoso de haberla frecuentado?

Despierto y en un gesto insensato trato de asir la minuciosa vastedad:

hablo de la grandeza del rebalaje marino y sus peldaños, por donde bajan los ángeles,

nombro las legiones que dejan atrás los puertos entre el corcoveo del viento,

el laberinto de los caracoles y su sonido eterno.

[...]

Digo la buenaventura de las ramas volcadas a un firmamento hondo como un abismo,

imagino las lluvias que azotan los cafetales,la vida en los campos de algodón,la bendición solar, su beatitud, su calma iluminante,el calor sobre las palmas: una cauda de polillas,el rocío esparcido sobre el pasto: los restos de un

galope de vidrio,los reinos de la esperanza, los cañaverales al límite de

las salinas,la epifanía de lo verde y lo dorado,

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el movimiento en la hierba, la danza de las hojas en la brisa,

las arboledas lustrosas que se ven en los adoquines de un parque cuando ya no llueve,

el aguacero de gaviotas entre mástiles,el horizonte marino, su placidez dispersa en tibias

ensenadas.

Heráclito, yin-yang. Acontece. Liberación. El poema lo dice y el yo lírico lo experimentará por el estallido de los ventanales (desde don-de se observa) y por el abatimiento por salumbre de la construcción. La mujer que escribió esto se suicidó meses, no creo que un año,

Corona. Podemos creer que no fue un delirio por intoxicación de psicotrópicos o una crisis de abstinencia ni una destrucción de sí misma. Liberación, conjunción, permanencia y movimiento incesante del todo, en tanto materia y

-

fenómeno o experiencia se margina fuera de la cadena (o corona o guirnalda), pues cada instante del cosmos visible y profundo, cada mínimo episodio, es luz-sombra, movimiento y estancia, destrucción-renovación. Volver a saberlo, gracias a este poema, nada deja de ser parte de un corazón titánico, de una hoguera oceánica; la creación, el cosmos es un gerundio que permanece pues se coordina inmensa-mente consigo mismo; todo participa del Todo; estamos inmersos en una coronación que sin cesar se consuma, una corona, un giroscopio sideral. El poema existe; Amelia Vértiz ha concluido su tránsito; Heráclito y el tao han vuelto a manifestarse... ¡con cuánta belleza!

Miro lo que brilla en el mar que la tormenta abandona:todo lo que sale del agua y se vuelve espuma, toda la

espuma que al disolversese hunde más lenta que un reguero de sal,el descanso que sigue al destrozo del tifón en las velas,

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el estanque en el que empiezan a aparecer los gorriones como en un cielo al alba,

un estero inmóvil, una paz de alas de palomas que se aquietan en los tejados;

la calma de los puertos, las fachadas con su línea negra que dibujó el ciclón,

los cristales rotos y los pabellones del hospital invadidos de salumbre,

los lechos revueltos donde los cuerpos dejaron su huella,

el sosiego,los travesaños de los puentes arrebatados por la

crecida,las hojas amarillas, rasgadas al pie de las higueras,las hojas verdes todavía goteando.

(Fin del poema. Un poema como óbolo a Caronte.)

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Aurora M. Ocampo (dir.), Diccionario de escritores mexicanos siglo . Desde las generaciones del Ateneo y novelistas de la Revolución hasta nuestros días, t. IX (U-Z), y t. VII, México, - , 2007.

Grieve, Maud, A Modern Herbalcom botanical botanical mgmh tthorna12-l.jpg (consulta: 5 de marzo de 2010).

Paredes, Alberto, Una temporada de poesía; nueve poetas mexicanos recien-tes (1966-2000), México, Conaculta (Sello Bermejo), 2004.

Vértiz, Amelia, Corona de daturas, México, Centro Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (Cuadernos de la Orquesta, 8), 1988.

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