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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES MAESTRÍA EN CIENCIAS SOCIALES Arreglos conyugales de la mujer profesionista y socialización familiar Un caso de profesoras universitarias Tesis profesional que para obtener el grado de Maestría en Ciencias Sociales presenta Roxana Loubet Orozco Director de tesis M.C. René Jiménez Ayala Mazatlán, Sin., Octubre de 1998

Arreglos conyugales de la mujer profesionista y socialización familiar

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA

ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES

MAESTRÍA EN CIENCIAS SOCIALES

Arreglos conyugales de la mujer profesionista y

socialización familiar

Un caso de profesoras universitarias

Tesis profesional que para obtener el grado de Maestría

en Ciencias Sociales

presenta

Roxana Loubet Orozco

Director de tesis

M.C. René Jiménez Ayala

Mazatlán, Sin., Octubre de 1998

2

INDICE

Introducción

Capítulo I

Socialización familiar: internalización del orden social

Capítulo II

Arreglos conyugales: régimen y edad de matrimonio

Capítulo III

Arreglos conyugales: roles femeninos

Capítulo IV

Distribución de responsabilidad del trabajo

doméstico y patrones familiares

Capítulo V

Socialización familiar y arreglos conyugales de la

mujer profesionista

Conclusiones

Fuentes documentales

Apéndices

3

Introducción

La investigación de la que se deriva esta tesis parte de la inquietud de esclarecer

el tipo de arreglos conyugales que construyen las mujeres profesionistas, en particular

aquellos relacionados con la distribución de la responsabilidad del trabajo doméstico

entre los dos cónyuges, con el fin de descubrir las condiciones reales en las cuales están

inscritas dentro del matrimonio.

El hecho de que mujeres casadas de los sectores medios participen activamente

en el campo profesional, y hombres y mujeres colaboren en la realización de las labores

domésticas, proyecta una imagen de equidad en las relaciones conyugales de estos

sectores de población. Sin embargo, tal situación encubre relaciones de subordinación

aún vigentes.

Si bien las mujeres con estudios superiores e ingresos independientes, producto

de su participación en el sector productivo, tienen la posibilidad de construir arreglos

conyugales diferentes a los de otros grupos de mujeres -contemporáneas o de

generaciones anteriores- y eso representa un cambio en su condición femenina en la

relación de pareja, es una realidad para muchas de ellas el tener que asumir la mayor

carga de responsabilidad del trabajo doméstico, incluyendo la atención y el cuidado de

los hijos. Es decir, además del rol de ama de casa, asignado culturalmente como propio

de su género, comparten el rol de proveedor del sustento económico.

El marco hipotético que rige esta investigación define a la familia de orientación

o de origen y a su acción socializadora, como uno de los factores que incide

significativamente en los arreglos conyugales que construyen las mujeres

profesionistas, entendiendo como socialización familiar el proceso primario durante el

cual los nuevos individuos internalizan imágenes, ideas, valores y conceptos que los

prepara para integrarse a un orden social.

Si bien el desarrollo industrial y urbano en la sociedad contemporánea la ha

convertido en una estructura compleja donde la familia aparece como una agencia más

de socialización, junto con las instituciones educativas y los medios de comunicación

masiva principalmente, el subdesarrollo y las características sociohistóricas de la región

del noroccidente de México alude el nivel de importancia de la familia en ese proceso.

En una sociedad como la de Mazatlán y la de México en general, donde se revela

la presencia de un orden tradicional, es la familia de orientación, aquélla de la que se

proviene, quien mantiene un alcance substancial en el desarrollo de las relaciones

conyugales. En este contexto, la familia compite de manera efectiva con la escuela y el

centro de trabajo, máxime cuando se trata de la construcción de una nueva familia y

relaciones de género enmarcadas en un lazo conyugal

La familia se entrelaza con un contexto sociocultural, orientando las

posibilidades y condiciones de interacción de los individuos dentro y fuera de la

estructura familiar. La formación escolar, la participación económica y la negociación

cotidiana con el cónyuge se articulan con la socialización familiar al construir arreglos

4

conyugales, siendo esta última un elemento significativo que delinea la posibilidad de

que se establezcan arreglos conyugales desiguales o más equitativos.

Para identificar los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas se eligió la

vía metodológica del estudio de caso. Este tipo de estudios, si bien presentan una

realidad a nivel micro, son útiles para ahondar en las especificidades de las relaciones

sociales. Su validez no se sustenta en la generalización de los datos, sino en la

búsqueda de elementos significativos que permitan explicar una determinada

articulación entre las dimensiones de un conjunto social.

La investigación se basó en el estudio de aquellas mujeres con experiencia

conyugal miembros del personal docente femenino de la Universidad de Occidente,

campus Mazatlán, por lo que la población seleccionada estuvo constituida por 21

mujeres casadas (bajo régimen legal o en unión libre), separadas o divorciadas y viudas.

Como estrategia analítica se identificó el tipo de arreglos conyugales según la

distribución del trabajo doméstico entre los cónyuges, esto es, arreglos conyugales

desiguales y equitativos. Asimismo, se construyeron cuatro tipos de patrones familiares

derivados de las características de las familias de orientación de las mujeres

profesionistas estudiadas. Lo anterior sirvió para establecer un marco de comparación

entre arreglos conyugales y familia de orientación y observar la posible influencia de la

socialización familiar en la construcción de dichos arreglos.

La información necesaria acerca de los arreglos conyugales y de la familia de

estas mujeres se recopiló a través de un cuestionario, aplicado, en su mayoría, en forma

personal. Esto fue enriquecedor, pues al motivar la conversación a medida que se daba

respuesta a las preguntas estructuradas, surgían comentarios complementarios a la

información solicitada.

En general, el grupo de mujeres mantuvo una abierta disponibilidad para

responder a los cuestionamientos, aunque algunas mostraron, inicialmente, ciertas

reticencias cuando se les planteaba el contenido de la encuesta.

La lógica de exposición que se ofrece a continuación tiene la finalidad de

introducir al lector, con el primer capítulo, en el marco de los cambios de la estructura

familiar en las sociedades contemporáneas, ubicándola en un contexto de

industrialización para enfatizar su importancia en este tipo de organización social y sirva

como parámetro de medida para mostrar su capacidad de influencia, fortalecida en un

orden social de tipo tradicional. Asimismo, se explican en este capítulo la orientación

teórica y los conceptos centrales que guían la investigación.

En el segundo y tercer capítulo se precisan las características de los arreglos

conyugales construidos por las mujeres profesionistas del estudio, circunscritas en el

panorama estatal y local, en relación con su perfil sociodemográfico y en la actuación

de sus roles familiares.

El cuarto capítulo compara los distintos patrones familiares en los cuales se

ubican las familias estudiadas con los arreglos de distribución del trabajo doméstico

establecidos por las mujeres profesionistas. En el quinto, por último, se analizan los

elementos que se articulan en la relación familia de orientación y arreglos conyugales.

5

Capítulo I

Socialización familiar: internalización del orden social

1. La familia en el proceso de desarrollo industrial

En las sociedades contemporáneas coexisten diversos tipos de organización

familiar de acuerdo a los grupos sociales y a las características propias de cada una. No

obstante, es posible afirmar que, en el caso de las sociedades occidentales, incluida

América Latina y México, predomina la llamada familia conyugal nuclear1, compuesta

por una pareja de cónyuges -hombre y mujer- y sus hijos (cuando los hay).

Sociólogos y antropólogos han cuestionado en numerosas ocasiones el mito de la

familia nuclear como un invento de la sociedad industrial y del capitalismo, producto de

la contracción de la familia consanguínea, o extensa, considerada dominante en las

sociedades no industrializadas. Más bien, argumentan, la familia conyugal nuclear se

convirtió en el modelo más conveniente para el nuevo orden social y económico que se

venía gestando. En Estados Unidos se ha comprobado que la familia nuclear era ya el

tipo predominante en las regiones de la costa atlántica antes de que se industrializaran

(Lautman, 1976:251). Dichos estudios descubrieron que la familia consanguínea

dominaba sólo en las clases gobernantes, pues representaba la manera idónea para

conservar el patrimonio familiar y reproducir el linaje; no así en las familias de las

clases medias y más empobrecidas. Para las clases bajas era más conveniente la familia

nuclear, ya que no podían integrar en una misma residencia a los nuevos miembros ni

tenían la posibilidad de absorber sus necesidades (Lautman, 1976:252 y 253).

Salles y Tuirán (1997) califican como un mito la idea propagada de que la

llamada familia extensa (imagen tradicional: cónyuges, hijos, abuelos, tíos, la nana, la

criada, el mozo, la ahijada, el sobrino, el yerno, la cuñada, etc., en una sola “finca”)

corresponda a los contextos preindustriales en todos los sectores sociales mexicanos.

Según señalan, se ha encontrado la existencia de diversos arreglos entre los que

dominaron los de tipo nuclear “aunque al parecer las estructuras familiares más

complejas y de mayor tamaño promedio correspondían a los grupos privilegiados de la

sociedad” (Salles y Tuirán, 1997:67).

1 No se deja de reconocer la existencia de una diversidad de familias. En México la familia extensa tiene

una presencia constante. Se ha encontrado que su crecimiento o decremento tienen relación con tiempos

de crisis económica, cuando ésta se agudiza, las familias crecen (Leñero, 1996); asimismo se ha notado el

crecimiento de los hogares uniparentales. Según información del “Programa Nacional de la Mujer 1995-

2000” (1996), en 1992 la familia nuclear significaba el 68 por ciento, la extensa el 24 por ciento y las

uniparentales el 7 por ciento. También hay que aclarar que algunos tipos de hogares son más significativos

en unas regiones que en otras. Por ejemplo, mientras que el estado de Sinaloa los hogares nucleares

representaban en 1992 el 55 por ciento, en Aguascalientes correspondía al 60; Sonora presentaba en ese

mismo año un porcentaje mayor a la media nacional en hogares uniparentales, con el 9 por ciento.

6

Así, si bien la familia consanguínea imperó dentro de las clases dominantes de

las sociedades occidentales preindustriales, tanto en los países hoy desarrollados como

en América Latina y en México, no se constituyó como modelo general y único para las

familias del resto de la población. El auge de la familia conyugal nuclear y la decadencia

de la de tipo consanguíneo -en el marco de los sectores en los cuales funcionaba-, tiene

relación directa con el aumento de posibilidades de movilidad espacial y social que

causó la revolución tecnológica (Linton, 1978:21).

Los procesos de industrialización y urbanización de las sociedades alteran las

funciones y la estructura de la organización familiar. En este sentido, la revolución

industrial y tecnológica, la intervención del Estado a través de la política social, el

ascendente acceso al sistema educativo por parte de la población y el desarrollo de los

medios de comunicación masiva, interfiere en la función considerada como la más

importante de la familia en cualquier tipo de sociedad: la socialización de las

generaciones más jóvenes.

El aumento en la importancia de las relaciones de tipo secundario, impersonales

y orientadas a la eficiencia, restringen al mínimo las relaciones de tipo primario,

interpersonales y afectivas, provocando con ello la contracción de la esfera de

parentesco en los diversos sectores sociales y la identificación de la familia conyugal

como el prototipo de la sociedad industrial. Por otra parte, en el transcurso del desarrollo

de las sociedades urbanas, la creciente separación entre la esfera familiar y la esfera de

producción, aleja a la familia de su función productiva a medida que la va constriñendo

a la socialización y al desarrollo de los afectos.

Esto hizo indispensable en un primer momento, la permanente presencia de la

mujer en el hogar como garante de la reproducción de la especie, la interiorización de

normas y valores y la estabilidad emocional de sus miembros, al mismo tiempo que el

hombre se insertaba masivamente al proceso de producción desincorporado de su

unidad doméstica. Aparece así, el arquetipo de la familia moderna: la pareja de

cónyuges, hombre y mujer, en una unidad independiente, aislada de una red de

parentesco más amplia, y en una relación funcional diferenciada: la mujer cónyuge ama

de casa, y el hombre cónyuge proveedor del ingreso económico.

Sin embargo, el creciente desarrollo de la industria impuso la necesidad de la

utilización de mano de obra femenina, lo que significó la inserción de la mujer de los

sectores medios en el mercado laboral y dejó abierta al mismo tiempo, la posibilidad de

buscar las condiciones más óptimas para combinar el trabajo doméstico con el

extradoméstico. Después de la segunda guerra mundial, la aparición de los llamados

Estados de bienestar en el marco internacional y el ejercicio de la política social,

promovió un nuevo estándar de bienestar con el desarrollo de una industria dirigida a las

necesidades de la vida doméstica cotidiana junto con el incremento de las posibilidades

de consumo de la población.

Así, en un doble juego, el acceso y la multiplicación de los servicios y espacios

que facilitaron la vida doméstica permitieron la liberación cotidiana de trabajo

doméstico femenino; pero, por otro lado, eso mismo secundó la aceptación de la mujer

como proveedora complementaria, pues se precisó ampliar el ingreso para adquirir los

7

productos acordes al nuevo parámetro de bienestar y encaminados a sustituir el trabajo

doméstico tradicional (Lefaucheur, 1993:91).

En México, las clases medias se beneficiaron con las políticas de desarrollo de

justicia social e industrialización impulsadas por los gobiernos de la Revolución

(Fuentes, 1992:348) hasta los años setenta, lo que promovió los niveles educativos de la

población femenina de estos sectores y la formación de un estilo de vida más cercano a

esos “tiempos modernos” con su inserción en el mercado laboral, aunque de manera

incipiente y limitada a ciertas edades y estados civiles. Más tarde, con la agudización de

la crisis en los ochenta, aumentaron las tasas de participación femenina en la población

económicamente activa, ante la necesidad de mayores ingresos; a partir de aquí se

registra también un desplazamiento en los rangos de edad y una mayor presencia de

mujeres casadas y con hijos en la categoría sociodemográfica como población

económicamente activa2.

De esta forma, con el avance de la organización industrial, los cambios en la

organización interna de la familia y la expansión de una compleja red social, la familia

se ve inhabilitada para transmitir los nuevos y cambiantes conocimientos y conductas.

En torno a esto, Daniel Bell describe el contexto estadounidense después de los años 20:

Una sociedad en rápido cambio inevitablemente engendra confusión con respecto a los

modos apropiados de conducta, los gustos y la vestimenta. Una persona socialmente

móvil no dispone de ninguna guía para adquirir nuevo conocimiento sobre cómo vivir

„mejor‟ que antes, y así el cine, la televisión y la propaganda se convierten en sus

guías. A este respecto, la propaganda comienza a desempeñar un papel más sutil en la

transformación de los hábitos que estimulando meramente los deseos. (...) Aunque al

principio los cambios afectaron principalmente a las maneras, los vestidos, los gustos y

los hábitos de alimentación, tarde o temprano comenzaron a influir en asuntos más

importantes: la estructura de la autoridad en la familia, el rol de los niños y los adultos

jóvenes como consumidores independientes en la sociedad, las normas éticas y los

diferentes significados del logro en la sociedad (Bell, 1989:75 y 76).

Ahora bien, aunque la injerencia de otras instituciones -como la escuela y el

Estado, además de la expansión y el acceso a los diversos medios de comunicación- en

el proceso de socialización de los individuos desde edades tempranas han minado la

participación de la familia en este aspecto, no la ha desplazado del todo. Aún en las

sociedades más industrializadas y desarrolladas la importancia de la familia en la

socialización es evidente, debido a que está permeada de elementos afectivos

inexistentes o débiles en otras instituciones, como se explica más adelante en este

mismo capítulo.

En este sentido, los arreglos adoptados en el transcurso de una vida conyugal3,

tiene que ver con una conjugación de variables articuladas en la construcción de la

relación de pareja. La fuerza del influjo de unas o de otras dependerá de los contextos

2 En el capítulo tercero se desarrolla con mayor precisión las condiciones de este hecho.

3 El término arreglos se entiende aquí como la constitución de las distintas relaciones internas y formas de

organizar la vida doméstica en función de las necesidades e intereses de sus integrantes, en este caso, de

los cónyuges, enmarcados en un entorno sociocultural.

8

históricos, políticos, económicos y culturales en los cuales se enmarquen dentro de un

campo de posibilidades y de relaciones múltiples.

En el contexto actual de los arreglos conyugales de responsabilidad doméstica de

la mujer profesional mexicana, entran en juego su formación escolarizada –con todo lo

que implica: la racionalización de los hechos y el acceso a nuevas realidades y

relaciones sociales-, así como el aprendizaje en la interacción cotidiana con el medio

sociocultural y con el cónyuge; pero además, la familia de orientación4 tiene también

una importante injerencia mediante la socialización ejercida durante la infancia de la

mujer, principalmente.

Esto último no significa que hoy las mujeres reproducen fielmente los esquemas

de relación conyugal de sus padres, en el marco de una perspectiva de determinación

lineal del sistema social; pero, aunque confluyan elementos de cambio a la hora de

actuar en una red de múltiples relaciones sociales, no se puede perder de vista el hecho

de que la familia representa en la vida de los mexicanos y en especial de los sinaloenses,

una institución presente en todo momento. La mexicana es una sociedad que, en general,

le otorga un valor positivo a la familia5, por ello, y tomando como referencia los

resultados arrojados por la Encuesta Mundial de Valores de 1991, Salles y Tuirán

argumentan que

... no debe extrañar que lo más decisivo para los mexicanos sea la familia (85 por ciento

consideró que la familia es muy importante en su vida) en contraste con la política (12

por ciento), mientras que el trabajo (67 por ciento), la religión (34 por ciento), la

recreación (28 por ciento) y los amigos (25 por ciento) se ubican entre los dos polos

señalados (Salles y Tuirán, 1997:62).

La importancia atribuida a la familia muestra entonces, que la vida hogareña y

familiar de los mexicanos “evoca en cada uno de nosotros un conjunto infinito de

imágenes que nos hablan cotidianamente a través de los sentidos” (Salles y Tuirán,

1997:62).

Hasta aquí, se entiende la influencia de la socialización familiar dependiente de

la interrelación de la familia y de sus miembros con el resto de la sociedad, además de

las características de la estructura social misma.

4 Siguiendo a Parsons la familia de orientación es aquélla de la cual descienden directamente los

individuos. Con una estructura de tipo “cebolla”, dice Parsons, “la familia conyugal se caracteriza por la

inhabitual simetría de sus relaciones con todas las unidades conyugales con las que está vinculada por un

miembro común”. En este sentido, distingue la familia de orientación y la familia de procreación, en

diferentes niveles o “capas”. En los ascendientes, los abuelos representan la familia de orientación de los

padres del ego, quienes forman la familia de procreación de los hermanos del ego y enseguida se forman,

según el mismo Parsons, las familias de procreación de sus hijos (Parsons, 1978:35 y 36).

5 En la Encuesta Nacional de Actitudes y Valores de 1994 se encontró una asociación del vocablo

familia con significados como unión, hijos, amor, hogar, bienestar, comprensión, casa, cariño,

educación, felicidad y apoyo (Salles y Tuirán, 1997:61).

9

2. El proceso de socialización en la familia

El proceso de socialización se puede definir, como la transmisión de hábitos y

patrones de conducta, instituidos de manera colectiva, que los individuos internalizan y

permiten su integración en el grupo. A través de este proceso el conocimiento social

acumulado se distribuye e impone entre los miembros de una colectividad: el individuo

aprehende e internaliza una construcción cultural6.

Ahora bien, ¿cómo se da este proceso? Los seres humanos nacen con una

disposición a la socialidad, así, a medida que interactúan con un entorno social que le

precede, se forja su yo social. Desde el nacimiento el individuo experimenta sensaciones

con el mundo exterior a través del lenguaje corporal, primero, y después también del

habla, que lo van formando culturalmente. Estas percepciones si bien no se dan en el

plano de la consciencia “pueden luego ser reactivadas, mediante asociaciones, en la

estructura de otras vivencias” (Saltalamacchia:s/f:104). Así, a través del proceso de

socialización se transmite un orden social el cual se presenta al individuo como una

realidad objetivada y legítima, internalizada7 como estructura subjetiva.

Según Berger y Luckmann, a partir de las relaciones cotidianas se construyen, a

través del lenguaje, tipificaciones anónimas. El lenguaje, como sistema de signos,

permite objetivizar la expresividad humana, ya que cualquiera puede repetir la

experiencia del ser concreto a través de los signos y separarse del aquí y ahora: el

lenguaje, -exponen- “es capaz de transformarse en depósito objetivo de vastas

acumulaciones de significado y experiencia, que puede preservar a través del tiempo y

transmitir a las generaciones futuras” (Berger y Luckmann, 1995:56).

Este conocimiento le permite al individuo establecer diferenciaciones y le

proporciona esquemas de tipificación sobre personas, hechos y rutinas, para actuar ante

determinadas circunstancias. El lenguaje es pues, el instrumento más idóneo que

objetiva las experiencias humanas y permite su transmisión de generación en

generación a los miembros de una misma comunidad lingüística (Berger y Luckmann,

1995:92).

Por otro lado, siguiendo a Durkheim, mientras más diferenciadas sean las

estructuras sociales mayor será la división del trabajo y la diversidad de instituciones y

relaciones con las cuales el individuo estará en continua interacción, sometido al influjo

de sus sistemas normativos8; es así como se registra el proceso de socialización dividido

en primaria y secundaria.

6Esta definición parte de la postura teórica de Talcott Parsons, complementada con las aportaciones de

Philippe Mayer (Cit. en Andrée Michel, 1991:74 y 75), y de Peter Berger y Thomas Luckmann (1995: 60-

63).

7De acuerdo con Berger, la internalización es la “reabsorción en la conciencia del mundo objetivado de

manera tal que las estructuras de este mundo llegan a determinar las estructuras subjetivas de la

conciencia misma” (Berger, 1971: 28); esta realidad objetiva forma la conciencia individual. 8 Ver Durkheim (1982), sobre todo los capítulos V y VI del libro primero.

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Para Berger y Luckmann, la socialización primaria es la más importante pues

“crea en la conciencia del niño una abstracción progresiva que va de los „roles‟ y

actitudes de otros específicos, a los „roles‟ y actitudes en general” (Berger y Luckmann,

1995:168), es decir, la construcción del ser social que permite la socialización

secundaria, aquella posterior que induce al individuo en órdenes específicos y

diferenciados que conforman la totalidad social. La adaptación y asimilación de pautas

de conducta transmitidas durante la socialización secundaria implica un conocimiento

social previo; es decir, una socialización primaria.

La socialización ejercida en el seno de la familia9 corresponde a la de tipo

primario, ya que aquí se perciben imágenes y sensaciones del mundo cultural que

preparan al nuevo individuo para integrarse al orden social. En términos de Parsons esta

función de la familia “tiene por objetivo, en primer lugar, transmitir al niño las ideas, los

valores y los conceptos fundamentales de la sociedad” (Michel, 1991:65). En otras

palabras, según Schrecker, la familia tiene como función

... la integración del recién nacido en la cultura durante sus años de formación, es decir,

en su acondicionamiento a las normas y a las pautas vigentes en la respectiva civilización;

las formas específicas de la familia dependen de las pautas concretas a que han de

acondicionarse los recién nacidos; en consecuencia, la familia opera, en todo tiempo y

lugar, como el mejor instrumento de transmisión de las tradiciones y las convenciones a

imprimir en los hijos (Schrecker, 1978:280).

Dicha importancia de la familia fue observada por aquellos que pretendieron

transformar sus sociedades, un ejemplo de esto lo fueron los sistemas fascistas o

totalitarios. Mussolini prohibió a los tiroleses del sur la enseñanza de la lengua materna

(el alemán) a sus hijos e impuso la del italiano a fin de que fueran más aptos a la

ideología nacional; los bolcheviques y los nazis en un principio objetaron la familia

tradicional por el tipo de normas que se transmitían, pero no por su función

socializadora (Schrecker, 1978:293-296). Por otra parte, estudios en sociología política

demuestran que el pertenecer a una familia católica practicante, por ejemplo, incide en

las posteriores conductas económicas, culturales y asociativas, así como en las opiniones

y actitudes políticas (Lagroye, 1994:386).

La socialización en la familia es difícilmente sustituida, aunque se comparta con

otras agencias, como instituciones de guardería infantil, escolares, medios de

comunicación, entre otros, por la mayor carga afectiva que envuelve a las relaciones

intrafamiliares. Para el niño, el mundo que se le presenta en la familia es el único

mundo, no es reemplazable, el niño asume lo que le rodea como la realidad. Es por ello

que la socialización primaria cobra mayor firmeza en la internalización de la cultura

que la secundaria. Inspirado en Parsons, Ira Reiss argumenta que esta carga emocional le

otorga primacía a la internalización aquí producida, pues en las otras instituciones no se

sustituye a los padres en la medida que no se da la compenetración afectiva,

desinteresada, de constancia y perseverancia en el trato, como en el que se da en la

9Aquí se entenderá como familia una “organización de diversos individuos basada en un origen común y

destinada a conservar y transmitir determinados rasgos, posiciones, aptitudes y pautas de vida físicas,

mentales y morales” (Schrecker, 1978:278).

11

familia: “No es posible que celadoras, enfermeras, pedagogas o maestras establezcan

una relación significativamente emocional y diferenciada con cada uno de los niños

internos” (Pastor Ramos, 1988:83).

También para Andrée Michel los roles parentales tienen una fuerte carga

socializadora y emocional “porque la identificación del joven con sus padres constituye

la primera y tal vez la más decisiva de las identificaciones de la personalidad virgen del

niño” (Michel, 1991:85). Como sustento de lo anterior, Michel cita diversos estudios

efectuados a fines de los años 60 en sociedades altamente industrializadas en los cuales

se demuestra que la familia incide de manera importante en el comportamiento de los

jóvenes. Uno de esos estudios indica que las dos terceras partes de jóvenes

estadounidenses en esos años, tenían las mismas normas sexuales que sus padres.

Michel menciona además una encuesta realizada por Dovan y Adelson y aplicada a una

muestra nacional de adolescentes, también estadounidenses, en donde se registró que a

menudo se hacía referencia a los padres como representación del adulto ideal; por otro

lado, agrega Michel, Epperson encontró que más de un 80% de los adolescentes

manifestaron tener un mayor sentimiento de desdicha por la desaprobación de sus

padres que por la de un profesor o de un mejor amigo (Michel, 1991:85).

En el caso del lenguaje, Schrecker coincide con Berger y Luckmann, en que las

pautas adquiridas durante la infancia son difíciles de sustituir, alterar o mejorar, aun

cuando se conozcan y se utilicen sus reglas. Es decir, en la escuela se pueden aprender

determinadas estructuras lingüísticas y hacer uso de ellas de manera consciente, pero el

acento y la entonación asimilados en el ámbito familiar tienden a ser refractarios a ese

procedimiento, en la medida que la lengua materna se ha forjado en el inconsciente a

través de mecanismo como “la asociación automática de las satisfacciones

experimentadas al pronunciar determinados sonidos y la imitación -para reiterar este

efecto- de los fonemas utilizados por los adultos” (Schrecker, 1978:283). Las palabras

nuevas se pueden aprender y olvidar fácilmente, pero no aquellas aprendidas de manera

inconsciente en la infancia.

Además, en la socialización secundaria los agentes participan como funcionarios

institucionales que cumplen un rol y pueden ser intercambiables. Aunque haya

elementos afectivos, éstos tienden a ser más débiles, por lo que pueden descartarse más

fácilmente que los de la socialización primaria. Se necesita un fuerte impacto en la

internalización subjetiva para romper con la aprehendida primariamente y, por el

contrario, estos últimos no tienen que ser muy fuertes para destruir realidades

aprehendidas más tarde.

En este sentido, Berger y Luckmann enfatizan que las internalizaciones de la

socialización secundaria son vulnerables frente al reto de las decisiones de la realidad,

porque se encuentran menos arraigadas en la conciencia y más susceptibles de

desplazamiento (Berger y Luckmann, 1995:186). Por ejemplo, en Francia se encontró

que la eficacia de la enseñanza respecto a la autoridad política en la escuela estaba

relacionada con las actitudes de la familia del educando ante dicha autoridad; en la

medida que la postura de la escuela no concordaba con la de la familia, el resultado era

relativamente ineficaz porque no estaba reforzada en el grupo primario (Dowse y

Hughes, 1975:237). Por otro lado, Moddleton y Putney hallaron que los que difieren de

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sus padres en el terreno político tenían mayor probabilidad de estar emocionalmente

más distantes de sus padres, lo que, según Andrée Michel,

... equivale a decir que no puede haber socialización efectiva de los niños y de los

jóvenes en el terreno de los valores sin tener en cuenta la influencia considerable

ejercida por los padres, gracias al proceso de identificación emocional que se produce

en la familia entre los primeros y los segundos (Michel, 1991:86).

3. Socialización en la familia y cambio en la práctica social del adulto

La eficacia de la socialización dependerá de la congruencia entre las diversas

agencias de socialización que la afecten. Si la socialización secundaria concuerda con la

recibida en la familia, las prácticas aprendidas serán reforzadas, mientras que si la

socialización secundaria es incongruente con la de la familia, en la medida que esta

última altere la primera, podrán generarse cambios en la conducta del individuo.

Según Berger y Luckmann una socialización exitosa significa la relación

simétrica entre la realidad objetiva y la internalización subjetiva, pero dado que, la

socialización se efectúa en órdenes sociales específicos, su contenido y eficiencia tienen

relación con consecuencias socioestructurales. De esta manera, señalan, en una sociedad

de orden institucional total, la socialización deficiente puede deberse a accidentes

biográficos o biológicos -cuestiones internas de los individuos-, pero en una sociedad

plural, con una alta división del trabajo, ésta puede ser producto de la presencia de

... otros significantes diferentes que mediatizan realidades objetivas diferentes para el

individuo. Dicho de otra manera la socialización deficiente puede ser resultado de la

heterogeneidad de los elencos socializadores (Berger, 1971:209).

De acuerdo a Luhman (1990), a mayor diferenciación de la sociedad, existen una

multiplicidad de elementos o componentes en interacción, lo que implica mayores

posibilidades de selección de relaciones y mayor apertura de los sistemas. En este

sentido, si la totalidad social en la que se inscriben los actores es compleja, la influencia

de un grupo o una institución se conjuga o articula con otras más que pueden diferir

entre sí.

Con lo anterior se pretende enfatizar la posibilidad de que la socialización en la

familia no determine directamente la conducta de los individuos, sino que pueden

intervenir otros factores que influyan en la construcción de identidad y en la práctica

social. Si bien, coincidiendo con Parsons, el sistema social orienta la conducta de sus

actores, y de sus actrices10

, el individuo no es un sujeto pasivo, pues, a medida que

interactúa con otros individuos y con otros contextos, se resignifica, dado que, el

10

El concepto sociológico de actor implica una lógica discriminante del lenguaje, pues le imprime una

connotación de género a la acción social, en donde lo femenino queda oculto, manifestándose una

posición de dominación masculina en este terreno. Por ello, el término actriz utilizado por Mónica

Arceo, en su tesis de licenciatura resulta estimulante (Arceo, 1997).

13

proceso de socialización continúa durante toda su vida. Es decir, las experiencias en la

interacción cotidiana también provocan un aprendizaje, motivando cambios en los

individuos y procesos de autodeterminación o autonomía. Esto es, una resocialización.

Así, es posible que el conocimiento adquirido en la socialización familiar sea

reflexionado en el transcurso de la experiencia individual, de la interacción con otros

individuos y medios socializadores, y se dé una alteración en la práctica de la mujer

cuando establece relaciones conyugales y forma una familia. Desde esta perspectiva, se

está de acuerdo con George Herbert Mead al decir que los individuos también actúan a

partir de selecciones o de la autorreflexión de las posibilidades de respuesta

contextualizada en una acción social (Cit. por Jeffrey, 1995:171, ver Joas, 1991). En

este sentido, las mujeres actúan según el marco de relaciones sociales interiorizadas

como el otro generalizado, el otro social, pero también en función de su relación

inmediata.

Vista la sociedad como un sistema complejo constituido por una red de múltiples

determinaciones, la socialización familiar no es la única que orienta las prácticas y las

actitudes de las mujeres, y en ese mismo sentido, no siempre reproducen lo vivido

durante su infancia en el ámbito familiar. Por ejemplo, Inkeles (1992) señala que en

condiciones de inestabilidad sociocultural y cambio radical, los padres pueden utilizar

su capacidad de adaptación y resocializarse a través de la permanente interacción con el

medio sociocultural, para criar a sus hijos de un modo diferente y prepararlos para la

nueva situación social:

Hay razón para suponer, por lo tanto, que la influencia del cambio social en gran escala

que tenga lugar en cualquier momento puede reflejarse en el carácter de la generación

siguiente, a causa de la mediación de los padres que viven durante el cambio y lo

experimentan (Inkeles, 1992:310).

Inkeles se basa en una encuesta aplicada en la URSS, en donde se entrevistaron a

330 antiguos ciudadanos soviéticos para explorar tanto acerca de sus familias de

orientación como de procreación. En dicha encuesta se enfatizó sobre todo en valores

relacionados con el desarrollo del carácter y las metas ocupacionales. Inkeles encontró

que los padres ajustaron sus prácticas de crianza a medida que vivieron el cambio

debido a sus experiencias como adultos. Por ejemplo, dice, se redujo la importancia de

valores tradicionales religiosos pero creció la adjudicada a lo político. Según se obtuvo

de las declaraciones de los entrevistados

... una persona atenta a su situación y a su ambiente difícilmente podría, en consecuencia,

dejar de darse cuenta de que si quería preparar adecuadamente a su hijo para vivir en las

circunstancias soviéticas, debía prepararlo para el conocimiento concerniente a las

realidades políticas del sistema, aún cuando esa preparación no hubiera sido importante

en su propia infancia. (...) Comparada con el modo en que sus padres los criaron, no es

fácil suponer que no hicieron más que „recapitular‟ el tipo anterior de crianza infantil.

Por el contrario habiendo experimentado un cambio social muy marcado, adaptaron sus

prácticas de crianza infantil para preparar mejor a sus niños para la vida que esperaban

que éstos habrían de llevar (Inkeles,1992:313 y 314).

14

Por otro lado, pero enlazado con el ejemplo anterior, en un estudio efectuado por

René Königen en Alemania del Oeste (publicado en 1956) se reveló que las mujeres sin

padre tenían calificaciones profesionales por encima de la media, hecho derivado

posiblemente, se concluye, del impulso ejercido por la madre que ejerce el rol

instrumental debido al conocimiento de las penurias experimentadas por poseer una baja

calificación profesional (Michel, 1991:78).

Así entonces, la mujer como actor, al insertarse en un mundo profesional, con la

adquisición de nuevos conocimientos sociales y el ejercicio de otros roles ya no basados

en sus características de género, puede resocializarse y reconstruir sus prácticas

cotidianas e infundir en sí misma o en sus hijas, un valor de seres individuales capaces

de asumir funciones vedadas en un principio por pertenecer al género femenino. Sin

embargo, esto no significa que el rol y la identidad de género, interiorizados en la esfera

familiar desaparezca o sea desplazado, sino que puede coexistir con ese nuevo saber que

la constituye. Es más, según Ana María Fernández, es en la familia y en el matrimonio

en donde la mujer encuentra mayor dificultad para desarrollar su autonomía, pues

... para una mujer suele ser más fácil obtener reconocimiento, respeto, prestigio como

persona en el área del mundo público donde despliega sus actividades que frente a su

marido, su padre o su hijo varón. Podrán quererla mucho pero les será muy difícil

reconocerla como par; también para ella misma será difícil sostener esta paridad frente a

ellos (Fernández, 1993:131).

Asimismo, respecto a la tendencia de cambio, Schrecker señala que los cambios

en las pautas normativas de la familia depende de si el sistema familiar es cerrado o

abierto a un nuevo ambiente. Una familia o grupo de familias en un medio diferente que

se percibe como hostil y presiona para transformar su cultura, puede tender a cerrarse y

defender su sistema de normas en la transmisión a las nuevas generaciones; pero en el

caso en que se integren y asimilen la nueva cultura, tenderá a la debilitación de las

tradiciones nativas y serán remplazadas por las nuevas (Schrecker, 1978:293 y 294).

4. Importancia de la familia en el orden social tradicional

Ya se ha dicho que la influencia de la socialización en la familia y el grado de

injerencia de otras agencias e interacciones individuales de los actores, en los arreglos

conyugales, es sensible a la estructura social y al tipo de relaciones sociales dominantes.

En sociedades subdesarrolladas11

como la mexicana y específicamente la

mazatleca, se conjugan las acciones de tipo tradicional, prescriptivas, con acciones de

tipo moderno, electivas12

(Germani, 1979); la pobreza y el atraso conviven con la

11

De acuerdo a la definición de Ugo Pipitone, el subdesarrollo es “un híbrido histórico y una situación de

convivencia precaria entre modernidad y arcaísmo, entre industrialización y dependencia tecnológica,

entre expansión del mercado y dualismo estructural, entre urbanización acelerada y abandono productivo

de amplias áreas de territorio, entre clases medias modernas y subempleo crónico” (Pipitone, 1995:44).

12

Según Germani una de las características del tipo de sociedad tradicional no industrial es la acción

prescriptiva, es decir, en ellas el individuo actúa en función de un patrón normativo relativamente fijo;

15

riqueza y el acceso a complejos procesos de organización y comunicación. Si bien

nuestras sociedades no son completamente cerradas y tradicionales, no son tampoco

totalmente abiertas ni su complejidad alcanza niveles elevados, principalmente si se

trata de poblaciones como Mazatlán. Aquí convergen rasgos de una estructura rural,

preindustrial, cuya característica reside en la preeminencia de las relaciones sociales

comunitarias, personales, y rasgos de una estructura urbana e industrial con relaciones

de tipo societario, individualizadas e impersonales13

.

En los primeros apartados de este capítulo se ha tratado el proceso de

socialización familiar sobre todo en la sociedad industrial y urbana sin especificar sus

particularidades de acuerdo a su sistema de historicidad, con el fin de bosquejar las

características generales dominantes en una sociedad de este tipo como parámetro de

comparación. Si en las sociedades altamente industrializadas la socialización familiar

incide en la acción de los individuos en los distintos ámbitos sociales, en una sociedad

donde predomina un orden tradicional, la presencia de la vida familiar se fortalece.

En este sentido, las diferencias económicas, políticas y culturales que enmarcan

al sistema familiar en las sociedades tradicionales hace dirigir la mirada a la importancia

de su función socializadora.

Mazatlán se distingue como localidad con una real y dominante presencia de las

relaciones interpersonales, al igual que en muchas ciudades de provincia de nuestro país.

Sin embargo, no sólo su condición de provincia le concede la importancia de las

relaciones comunitarias, sino también sus propias características. Tradiciones como las fiestas de carnaval, el acceso a actividades recreativas y económicas

vinculadas con la playa y el mar –como el turismo y la pesca-, además del hecho de que Mazatlán sea una

ciudad que haya nacido y subsistido por su permanente relación con el exterior a través de las relaciones

comerciales –lícitas e ilícitas- con el extranjero y la región del noroeste, desde principios del siglo pasado

(Vega Ayala, 1991), hacen de esta localidad un entorno propicio para la convivencia entre los distintos

grupos sociales sin atender a marcadas diferencias de clase y más aún, enlazarse en muchas de las esferas

del espacio cotidiano, más que en otras ciudades del estado.

Lo anterior no quiere decir que las familias mazatlecas presenten las mismas

características en todos los niveles sociales, sino que existen una serie de

manifestaciones compartidas, probablemente más que en otros lugares, a pesar de la

división que sufre la ciudad en por lo menos tres grandes partes: el centro y zonas

mientras que, en las sociedades de tipo industrial las acciones que predominan son electivas, ya que el

actor elige opciones ante una diversidad. La acción electiva no deja de ser prescriptiva, dado que se

desarrolla también en un marco normativo, la diferencia es que aquí se determina una forma de elección ,

ya no un comportamiento. “Un ejemplo muy claro podemos extraerlo de la acción económica. En una

economía tradicional para la producción de determinado objeto se fija un cierto procedimiento técnico y

no de otro, un procedimiento tradicional; en una economía industrial se prescribe la elección de un

procedimiento; pero no ya la elección de cualquier procedimiento, sino la del procedimiento más

eficiente, el que logre la óptima adecuación de medios a fines. Es decir, que en la sociedad industrial la

acción económica es electiva, hay que elegir, pero se prescribe cómo realizar la elección misma, y a este

proceso se fija el principio de la racionalidad instrumental” (Germani, 1979: 94 y 95).

13

Según Tonnies, la Gesellschaft (traducida como sociedad) se caracteriza “por un alto grado de

individualismo, impersonalidad, contractualismo, y procedente de la volición o del puro interés más que

de los complejos estados afectivos, hábitos y tradiciones subyacentes en la Gemeinschaft (comunidad)”

(Tönnies, 1987:105).

16

residenciales populares y medias, que significan su mayor contorno, la llamada zona

“dorada” o turística -incluida la marina-, y las crecientes zonas marginadas.

En este marco, surge la siguiente interrogante: ¿cuál es la influencia de la familia

de orientación en la construcción de arreglos conyugales de las mujeres profesionistas?

Si bien la formación profesional, la participación en el mercado laboral y la interacción

con el cónyuge, inciden en la construcción de dichos arreglos, la socialización familiar

actúa como una variable “interviniente”. Es decir, en su articulación con otras variables

orienta la posibilidad de determinados comportamientos, ya sea de reproducción del

orden social familiar o de edificación de nuevas conductas y relaciones sociales.

Para responder la pregunta anterior es necesario, primero, distinguir las

características de los arreglos conyugales de mujeres circunscritas en el panorama

sinaloense y particularmente de Mazatlán, cuestión que se aborda en los siguientes dos

capítulos.

17

Capítulo II

Arreglos conyugales: régimen y edad de matrimonio

1. Perfil y contexto local de la mujer profesionista con experiencia conyugal

Las mujeres con estudios profesionales pertenecen a un grupo reducido de

la población. En 1996 se registró en Sinaloa que un 12 por ciento de la población

de dieciocho años y más contaba con algún grado de instrucción superior, el 14

por ciento de los hombres y el 9 por ciento de las mujeres14

.

Las profesionistas también representan un grupo social distinto al conjunto

de mujeres, pues cuentan con mayores recursos materiales y culturales a la hora

de establecer una relación conyugal. Sus experiencias ganadas en el trabajo

extradoméstico y su paso por instituciones de educación superior, que implica por

lo menos de quince a dieciséis años de relación con instancias escolares, significa

una amplia socialización fuera del hogar. Con ello, no sólo han adquirido un

bagaje de conocimientos científicos y tecnológicos, sino que también han sido

formadas dentro de las ideologías que acompañan a cada una de las profesiones15

,

y por las prácticas y relaciones formales e informales que se generan al interior de

los centros de educación superior e instituciones laborales en las que se

desenvuelve.

Como profesoras universitarias, también pertenecen a una minoría. Cifras del

INEGI indican que en 1990 en Sinaloa el personal docente en el nivel de licenciatura no

rebasaba el 0.4 por ciento de la población ocupada. En el terreno nacional, tomando en

cuenta la categoría de “trabajadores de la enseñanza” con instrucción superior, a

mediados de 1995 representaban apenas el dos por ciento del total de la población

ocupada, siendo el 2.6 en las áreas más urbanizadas.

Para algunos, en la enseñanza superior la profesión académica no existe como

tal, debido a la carencia de unicidad en las disciplinas y a que, cada profesión le confiere

una identidad propia y particular a cada sujeto. Desde este punto de vista, Donald Light

arguye que el académico es un mito, pues su imagen se ha construido sin considerar las

diferencias no sólo disciplinarias sino también de género (cit. por Bercher, 1992:57).

14

Cabe mencionar aquí que algunos estudios realizados en instituciones educativas de Mazatlán

(Santamaría, 1997; Corrales, 1998) indican la tendencia de que una mayor proporción de mujeres culmina

sus estudios con mejores promedios que los hombres. En algunas escuelas, como la de Ciencias Sociales

de la Universidad Autónoma de Sinaloa, del total de mujeres y hombres que ingresaron desde su

fundación, en 1975, se graduaron el 58 y 16 por ciento, respectivamente (Santamaría, 1997:250).

15

Ver Martínez Benítez (1985), Bercher (1992).

18

Sin pretender desarrollar aquí este último punto, es posible decir que el ejercicio

de la práctica académica conlleva también a la construcción de una identidad global

propia, además de genérica, sin que por ello se reduzcan o desaparezcan las otras. En

este sentido, “si se delimita a la profesión académica como un todo, pueden distinguirse

elementos comunes que funcionan como sistema de referencia para sus integrantes” (Gil

Antón, 1994:180).

La profesión académica en el grupo de las 21 mujeres de este estudio es la

cualidad que las unifica. Sin embargo, dada la tendencia de la Universidad de

Occidente, todas pertenecen, además, a disciplinas afines16

, enmarcadas dentro de las

Ciencias Sociales (24 por ciento), Administrativas (33 por ciento) y de la Salud -

Psicología17

- (43 por ciento).

Todas ellas cuentan con título de licenciatura como mínimo, dado que es un

requisito exigido por la institución en la contratación del cuerpo de profesores; una

tercera parte efectuaba, en el momento de la investigación, estudios de maestría en

alguna institución con sede local, por supuesto, al mismo tiempo que ejercía su

actividad laboral como docente (cuadro 1). De estas últimas, el 71 por ciento ya había

terminado su relación conyugal18

.

Cuadro 1.

Nivel de estudios profesionales alcanzado

Personal docente femenino de la Universidad de

Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997

(Porcentajes)

Nivel de estudios

profesionales

Profesoras

Licenciatura 57

Realizando estudios de Maestría 33

Maestría (grado y pasantía) 5

Doctorado19

5

Fuente directa

16

Se refiere a estudios profesionales básicos (licenciatura).

17

Una de ellas es un caso peculiar pues cuenta con estudios en diferentes disciplinas; en la Universidad es

contratada principalmente por su profesión de Psicóloga, pero además de ello, tiene normal superior como

primeros estudios, además de la carrera de contabilidad y matemáticas.

18

Aquí se incluye a una de las mujeres en condición de viudez, dado que interesa destacar el hecho de no

tener en ese momento un compromiso marital.

19

Realizados en la Universidad de París, La Sorbone.

19

Otra característica que une a poco más de la mitad, el 52 por ciento, es el hecho

de ser egresadas de esta misma Universidad (el 45 por ciento de ellas del campus

Mazatlán); por otro lado, un tercio estudió en universidades públicas y autónomas, el

9.5 del total en la de Sinaloa (UAS) y el 24 por ciento en las de otros estados de la

República20

. Un 14 por ciento, por último, estudió en una Universidad privada de la

localidad. Es decir que, el 76 por ciento de estas mujeres estudiaron en alguna

institución de educación superior del estado de Sinaloa.

Cuadro 2.

Instituciones de Educación Superior de egreso

Personal docente femenino de la Universidad de Occidente,

campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997

(Porcentajes)

Institución de Educación Superior

Profesoras

Universidad de Occidente

52

Universidad Autónoma de Sinaloa

9

Centro Universitario de Mazatlán (institución

privada)

14

Universidades públicas de otros estados del país 24

Fuente directa

Universidad de Occidente

La Universidad de Occidente es una institución pública del gobierno del estado

de Sinaloa que tiene como antecedente más remoto el Centro de Estudios Superiores de

Occidente, instituido como asociación civil en la ciudad de Culiacán el año de 1974

(López Alvarez, s/f:8), cambiando su nombre por el actual en 1979. Su creación fue

impulsada por exrectores y funcionarios de la Universidad Autónoma de Sinaloa -

fundada en 1873 y obtenido su autonomía por segunda ocasión en 1965.

El surgimiento de la Universidad de Occidente es un reflejo de la inconformidad

sentida por algunos grupos de la sociedad sinaloense21

debido a los conflictos y

20

Autónoma de Nuevo León (dos), Autónoma de Nayarit (una), Autónoma de Guerrero (una), Autónoma

de México (una). 21

Según Manuel López Alvarez, para los universitarios de la Autónoma de Sinaloa a fines de los 70, la

Universidad de Occidente respondía a intereses de clase, en una alianza entre fracciones de la burocracia

política y de la oligarquía terrateniente de Sinaloa con el objetivo de debilitar a la UAS (López Alvarez,

s/f:15).

20

transformaciones que se vivían en las universidades públicas del país, y específicamente

en la Universidad Autónoma de Sinaloa, a mediados de los años 6022

. Las palabras de

uno de los fundadores y primer rector de la Universidad de Occidente, Julio Ibarra

Urrea23

, expresan fielmente ese sentimiento al decir que, quienes impulsaron el

movimiento estudiantil del 68:

Deliberadamente olvidaron que una universidad debe ser el conjunto de educandos

que buscan capacidad de los que saben y ya han demostrado que dominan los

conocimientos básicos, acumulados en el incremento del acervo cultural, hasta

nuestro momento histórico este común denominador, enseñar y aprender ha sido y

seguirá siendo el substrato y la esencia misma de toda universidad (Nace una nueva

Universidad, 1983:101 y 102).

Definida como democrática, popular y plurifilosófica, remarca su diferencia con

el modelo de universidad democrática, crítica y popular seguido por la UAS, en donde

dominaban las orientaciones teórico filosóficas de izquierda y a partir de las cuales se

pugnaba por un cuestionamiento permanente de las relaciones sociales de explotación

capitalista. En ese sentido, la de Occidente aclara en su filosofía que

pretende rescatar y salvaguardar el acervo cultural estatal y regional, luchar para que

los valores universales se conozcan, transmitan, incrementen y difundan para servir a

una sociedad actuante, en pleno progreso de desarrollo (Nace una nueva Universidad,

1983:27).

Desde su nacimiento hasta finales de la década de los 80, el discurso de la

Universidad de Occidente enfatizó su distancia de la Autónoma de Sinaloa. Concentró

sus esfuerzos en la construcción de una organización eficiente y bien controlada por sus

autoridades directas y por el gobierno estatal24

, en el marco nacional de las políticas de

modernización educativa consolidadas en el sexenio presidencial de Miguel de la

Madrid, bajo los supuestos teóricos y filosóficos liberales.

Ante la devaluada imagen que tenía la Autónoma de Sinaloa, la Universidad de

Occidente se presentó como una alternativa de educación pública superior para las capas

medias, e inclusive más altas; sobre todo para sus mujeres25

. Para un sector de ellas, la

22

De acuerdo con Liberato Terán, líder estudiantil en esos años, 1966 marca el punto de partida del

movimiento estudiantil sinaloense (Terán, 1979:79).

23

Julio Ibarra Urrea renuncia como rector de la UAS en 1966 bajo la presión del movimiento estudiantil.

Terán afirma que “gobiernistas y esquiroles y lumpen intentan el 13 de septiembre en la madrugada tomar

la universidad a balazos así como con armas de otro tipo, pero son rechazados por la guardia valerosa que

defendía el edificio central. La lucha se intensifica y para el 2 de octubre la raza festeja la victoria al

conocerse la renuncia obligada del rector” (Terán, 1979:80). 24

Hasta la fecha los rectores de la U de O son elegidos por una Junta Directiva en la que el Gobernador

del estado de Sinaloa en turno funge como Presidente.

25

En Mazatlán, por ejemplo, la matrícula femenina es más alta que la masculina. De 1990 a 1997, de la

población estudiantil inscrita por generación el 62 por ciento eran mujeres y el 38 por ciento, hombres.

Por otro lado, en estudios realizados por la autora se encontró que alrededor del 70 por ciento de los

21

UAS no representaba una opción “respetable” y en sus familias difícilmente se les

otorgaba apoyo moral y económico para salir, no sólo del estado, sino de la ciudad, con

el fin de cursar estudios profesionales, -más aún si no se contaba con familiares que

recibieran en su hogar a la interesada. Por otro lado, las carreras que ya como

Universidad de Occidente se ofertaron desde su inicio encajaron dentro de aquellas

concebidas como “femeninas”, por tener mayor proporción de mujeres, como las

relacionadas con la administración y la psicología.

Con la Rectoría en la ciudad de Los Mochis, de 1980 a 1991 se crearon los

campus universitarios (antes llamados Unidades) distribuidos en diferentes ciudades de

Sinaloa. Septiembre de 1984 marca el comienzo del primer ciclo escolar en Mazatlán

con las carreras de Administración Turística, Psicología Educativa, Psicología del

Trabajo y Administración Agropecuaria; esta última sólo dio vida a una generación –de

doce alumnos- por no tener demanda entre la población, hecho que nos habla de la

flexibilidad de su organización.

Las diferentes licenciaturas que ofrece esta Universidad se articulan por

departamentos académicos, creados, transformados o eliminados, a partir de las

necesidades propias de cada campus. Un mismo profesor puede estar inscrito en uno o

más departamentos -economía y sociología, psicología, administración, turismo,

sistemas computacionales y matemáticas-, según sea el área de la asignatura impartida.

En el trimestre septiembre-diciembre de 1997, la proporción entre hombres y

mujeres del personal docente era de 59 y 41 por ciento, respectivamente. Psicología es el

único departamento académico con mayoría femenina, lo que corresponde al hecho de

que es una profesión con mayor número de mujeres; en contraste, en matemáticas su

presencia es mínima (el 12 por ciento), es decir, una sola mujer ante ocho profesores

hombres26

. En los otros departamentos, las mujeres representan el 38 por ciento en

promedio, observándose una menor desproporción en Turismo (cuadro 3).

estudiantes proviene de los sectores medios. En 1996 se llevó a cabo en un estudio exploratorio tomando

una muestra estratificada de 58 estudiantes de todas las carreras y grados, a quienes se les aplicó una

encuesta con el apoyo de alumnos de Psicología Educativa de la generación 92. En 1991 se elaboró el

estudio titulado Diferenciación cultural de los alumnos de la U de O; la muestra la conformaron 353

estudiantes, 317 del tronco común y 36 del cuarto año de la carrera de Administración Turística de la

generación 88; estudiantes de entre 17 y 23 años de edad. También un sondeo efectuado en 1994 por

alumnos de segundo año de Administración (generación 93) en la clase de Metodología, llegó a resultados

semejantes.

26

Cabe aclarar que, para el trimestre siguiente de nuestra investigación, esta profesora asume la jefatura

del departamento de matemáticas.

22

Cuadro 3.

Distribución total del personal docente por departamento académico y sexo

Universidad de Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997

(Porcentajes)

Economía

y

Sociología

Psicología

Administra

-

ción

Turismo

Sistemas

computac.

Matemáti-

cas

Hombres 61 29 67 56 63 89

Mujeres 39 71 33 44 37 12

Fuente: Delegación Académica, Universidad de Occidente, campus Mazatlán

La Universidad de Occidente es, pues, una institución de reciente creación que

tiende a erigirse a favor de un orden político oficial y se ha caracterizado por impulsar el

principio de la eficiencia, reflejado en su mayor apego a las reglas de corte

administrativo.

Un estudio realizado en el campus Mazatlán de esta Universidad27

considera

que, en general, el cuerpo de profesores es básicamente un “trasmisor-reproductor-

burocratizado del conocimiento”, pues se le ubica principalmente entre las categorías de

“funcional reproductor” y “burocrático ritualista”. Dichas categorías, se explica aquí,

definen a un docente con esquemas de enseñanza rígidos y autoritarios; se percibe a sí

mismo como el centro de la actividad en el aula y se constituye como propietario del

conocimiento.

A partir del análisis etnográfico se observó en dicho estudio que el profesor

reproduce conocimientos en forma descriptiva, por lo que, se señala, la enseñanza

tiende a ser mecánica y acrítica, marginando aquélla que enfrente al alumno “de manera

racional y científica, creativa e independiente en la comprensión de la realidad que

constituye su objeto de formación profesional”.

Por lo anterior, podemos ubicar el contexto en el que se desenvuelve la

mujer profesionista de nuestro estudio, orientado a la continuidad de normas con

márgenes estrechos para la reflexión y actitudes críticas.

2. El matrimonio en la sociedad occidental

El matrimonio instituye una relación social entre padres potenciales como una

forma de control que regula las condiciones de reproducción y sexualidad de los

individuos –sobre todo de sus mujeres- la cual, además de asegurar el vínculo de la 27

Ocampo B., Luis. Avances de la investigación realizada entre 1994 y 1995 para tesis de maestría en

Investigación Educativa de la Universidad Pedagógica Nacional, Mazatlán, Sin., material

mecanografiado.

23

paternidad, garantiza la socialización eficiente de las nuevas generaciones (Pastor

Ramos, 1988:148-159).

El inicio de las actuales relaciones matrimoniales en las sociedades urbanas

occidentales está idealmente fundado primero, en la correspondencia amorosa por parte

de los cónyuges; característica ésta de la modernidad. En la antigüedad y hasta la edad

media, dice Engels, la idea de amor y conyugalidad no estaba necesariamente asociada:

En toda la antigüedad son los padres quienes conciertan las bodas en lugar de los

interesados; y estos se conforman tranquilamente. El poco amor conyugal que la

antigüedad conoce no es una inclinación subjetiva, sino más bien un deber objetivo; no

es la base sino el complemento del matrimonio. El amor, en el sentido moderno de la

palabra, no se presenta en la antigüedad sino fuera de la sociedad oficial (Cit. por

Cerroni, 1976:116).

El nuevo eros que nace con la época del romanticismo y se alimenta con los

valores judeocristianos, se diferencia del antiguo por la carga de espiritualidad

conferida al deseo sexual (Cerroni, 1976) o en otros términos, por la idealización del

amor físico (Esperanza Martín Serrano, 1995). Este eros romántico fomentó a la par la

libre elección del cónyuge y le concedió a la satisfacción afectiva una desconocida

injerencia en la estabilidad emocional y social de sus integrantes (Pastor Ramos,

1988:155).

En el marco de la modernidad, la familia sustenta sus bases institucionales más

en el matrimonio por amor y menos en los intereses de la preservación del linaje, la

riqueza, o en función del parentesco.

Los arreglos conyugales, es decir, las relaciones internas y la organización de la

vida doméstica entre los cónyuges, se construyen de acuerdo a las condiciones

socioculturales que les toca vivir a sus participantes, articuladas a sus experiencias

resultantes de la interacción, tanto entre sí mismos como con el medio social. En este

sentido, pudiera pensarse en la existencia de innumerables arreglos conyugales, tal vez

imposibles de precisar; sin embargo, a medida que se sitúan dentro de una determinada

historicidad, comparten patrones culturales y experiencias similares, los arreglos

generados presentan características más o menos comunes posibles de atender.

La organización y las relaciones internas de los matrimonios28

mazatlecos

constituyen diversos arreglos que al mismo tiempo van modelando la vida del conjunto

familiar en interrelación con el tejido social. En el contexto sinaloense el desarrollo de

la vida urbana moderna ha motivado, de manera inminente, cambios acordes a las

nuevas formas y ritmos de vida pero ligados a la historia y a la cultura regional, por lo

que, en el panorama actual de la transformación de la familia mexicana, la sinaloense, y

la mazatleca en particular, presentan una identidad29

propia.

28

Además de las sancionados por alguna ley (civil o religiosa) comprende también los arreglos

conyugales establecidos bajo acuerdos consensuales o parejas en unión libre. La mayoría de los análisis

teóricos y empíricos distinguen entre matrimonio y unión libre por referirse, el primero, a la relación

conyugal formalizada. Sin embargo, en esta investigación se parte de que, en los sectores medios urbanos

se establecen las mismas responsabilidades básicas que aquéllos unidos por ley, sólo que de manera

convencional.

24

A la fecha la importancia del matrimonio, en el estado y en la localidad, no deja

de ser significativa30

, pues según los censos del 90, más del 50 por ciento de la

población de 12 años y más está casada, el 52 en Sinaloa y el 53 por ciento en Mazatlán.

Aunque la tasa estatal de divorcios registrados de 1930 a la década actual ha tenido un

comportamiento ascendente (con una leve caída en 1960 y en 1992; ver Apéndice I,

Divorcio, cuadro 1), y por otro lado, el porcentaje de la población divorciada en

Mazatlán sobrepase la cantidad estatal –0.8 contra 0.6 (ver Apéndice I, Divorcio, cuadro

2)-, la población que se mantiene en esa situación civil, es aún baja, inclusive en

comparación con la proporción nacional que es del tres por ciento (Melgar, 1997c).

Es de notarse, sin embargo, que en el ámbito nacional la tasa de divorcios y

separaciones en las mujeres profesionistas es más alta, tres veces mayor que la media de

las mexicanas.

La educación hace la diferencia, sostiene la demógrafa María de la Paz López, pues

mientras “más preparadas se sienten las mujeres para no seguir aguantando „golpes y

cuernos‟ con mayor determinación asumen la jefatura del hogar y la disolución legal

de sus vínculos”. De las que reportan que el cónyuge no reside en casa, casi la mitad

son madres de entre 30 y 49 años (Melgar, 1997c).

Una explicación de tipo demográfica que da Tuirán en el incremento de

separaciones y divorcios es que

„La esperanza de vida ha crecido y con ella la de vivir en unión. En la primera mitad

del siglo era de 18 años, hoy supera los 40. Antes las parejas tenían que aguantarse

menos. La interacción implica desgaste de los vínculos‟ (cit. en Melgar, 1997b).

El divorcio sucedía con menor frecuencia pero las parejas se disolvían debido a

otros factores como la muerte. Hoy que la esperanza de vida es más alta, el rompimiento

de la relación ocurre sobre todo por la aparición de fricciones entre los cónyuges.

También, agrega Tuirán, el incremento en la tasa de divorcios tiene relación con el

aumento de las mujeres como jefes de hogar, con el incremento en la incorporación al

mercado de trabajo y la crisis (cit. en Melgar, 1997b).

El grupo de mujeres en que se basa este estudio de caso, el cual significaba el 56

por ciento de la planta docente de la Universidad de Occidente, campus Mazatlán, en el

momento de la investigación31

, el 38 por ciento estaba separada o divorciada y tres de

ellas con más de un matrimonio en su haber. El 52 por ciento se mantenía en su primer

matrimonio, y el 9 por ciento estaba en condiciones de viudez (cuadro 4).

29

Gilberto Giménez define como identidad social la “percepción colectiva de un „nosotros‟ relativamente

homogéneo (in group) por oposición a „los otros‟ (out group) en función del reconocimiento de

caracteres, marcas y rasgos compartidos (que funcionan también como signos o emblemas), así como de

una memoria colectiva común” (Giménez, 1987:41). Por otro lado Estela Serret nos dice que las

identidades sociales como construcciones en el imaginario colectivo están insertas en estructuras

simbólicas que son “espacios de producción de prácticas distintas” (Serret, 1994:51). 30

La tasa de matrimonios registrados oficialmente en Sinaloa no sigue una tendencia regular. De 1930 a

1970 casi se triplica, de 4.5 pasó a 12.1, pero de ahí en adelante hasta 1992,se observan leves decrementos

y aumentos, sin rebasar la cifra de 1970. Ver Apéndice I, Matrimonio, gráfica 1. 31

Se excluye una profesora de origen estadounidense.

25

Cuadro 4.

Estado civil

Personal docente femenino de la Universidad

de Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre–Diciembre, 1997

(Porcentajes)

Estado civil

Profesoras

Casadas* 52

Viudas 9

Separadas y divorciadas 38

Fuente directa

* Se incluye a mujeres bajo acuerdo de unión

libre

Al comparar el número de mujeres divorciadas y separadas de este caso con el

mismo dato pero a nivel del total de la población de 12 años y más del municipio de

Mazatlán en 1990, se observa una marcada diferencia, pues en el municipio

representaba apenas un 2.6 por ciento.

Por otro lado, la práctica del divorcio no significa la crisis del matrimonio como

institución, sino la ruptura de una unión. Algunos estudios en Francia, Estados Unidos y

España (Michel, 1991; Lautman, 1976; Delgado, 1993), han encontrado que el

incremento en las tasas de divorcio va de la mano con un aumento en el número de

casamientos. Se considera que el divorcio, en este sentido, contribuye a una

reorganización del sistema familiar y a la búsqueda de nuevos arreglos conyugales, tras

recoger el beneficio de la experiencia de la primera unión32

(Michel, 1991:137).

En México este fenómeno es más factible en las clases medias que en las más

pobres y altas, pues según Cristina Botinelli, las mujeres clasemedieras tienen mayor

capacidad de rehacer su vida, de modificar la percepción de la familia fallida, a pesar de

las culpas que se originan. Mientras que, en los sectores socioeconómicos altos en

donde las necesidades materiales están resueltas, las emociones producidas son

semejantes a las de los sectores pobres, ya que en ambos casos son marcadas por el

fracaso y con escasas posibilidades de rehacer vínculos de pareja (cit. en Melgar,

1997a):

32

Tanto Michel (1991) como Delgado (1993) denominan el hecho como matrimonio a prueba, la

concepción de la primera relación como preparación de la siguiente. Según Michel, en Estados Unidos es

tan elevado el número de casos que se le ha calificado como un sistema de poligamia en serie (Michel,

1991:137).

26

Es muy común que regresen al hogar de origen y en él se conviertan en una hermana

más de sus propios hijos, al ceder la autoridad a sus padres, quienes las aceptan bajo

la condición de que se les controle como cuando solteras (cit. en Melgar, 1997a).

En correspondencia a lo que parece ser una tendencia general en occidente, en

Sinaloa hay más mujeres divorciadas, separadas y viudas, que hombres en la misma

situación (ver Apéndice I, Matrimonio, cuadro 2). Analistas mexicanos, como Gustavo

Emmerich (1994), suponen varias causas:

1) Los hombres se casan más que las mujeres

2) El fenómeno de migración que afecta más a los hombres

3) La tendencia masculina de considerarse solteros cuando han perdido el vínculo

matrimonial, sea por la razón que fuera, o la de algunas madres solteras que se

declaran separadas o divorciadas para evitar la reprobación social

4) La vieja costumbre de la “casa chica” donde por lo menos dos mujeres están unidas

a un mismo hombre

5) La tasa de mortalidad masculina es más alta, aunque la situación de viudez haya

disminuido en el transcurso de los años

Al respecto, el estudio con las universitarias en Mazatlán arrojó que, sólo el 14

por ciento de las mujeres había tenido más de una relación conyugal, mientras que en

los cónyuges esto mismo se observó en el 43 por ciento del total.

Así pues, aún cuando la presencia del divorcio es ascendente, no necesariamente

denota un peligro para el matrimonio. Más todavía, encuestas realizadas indican que

tanto los mexicanos (“Instantáneas”, 1992) como los sinaloenses, no están totalmente a

favor de esta práctica; para los sinaloenses específicamente, el divorcio es un último

recurso, además de considerarlo como reflejo del fracaso de su unión (Sur de Sinaloa...,

199433

; Sandoval Soto, 199734

). Por último, en las ciudades del centro y norte del

estado manifiestan estar satisfechos con la pareja y más aún con la familia (Sandoval

Soto, 1997).

3. Régimen matrimonial

A diferencia de lo que sucede en conjunto en el estado, los mazatlecos tienen una

notoria preferencia por establecer acuerdos matrimoniales cívico-religiosos, legalizando

y santificando su unión al mismo tiempo. Desde 1960 este tipo de acuerdos en Mazatlán

registra una proporción mayor, lo que deja a los de tipo consensual o unión libre en

segundo lugar en ese año. En términos estatales, no es sino hasta la siguiente década

cuando los acuerdos cívico-religiosos alcanzan dicho nivel apenas por un punto

33

Estudio realizado por el ITESM en el sur de Sinaloa comprendiendo los municipios de Concordia,

Cosalá, Elota, Escuinapa, Mazatlán, Rosario y San Ignacio.

34

Sandoval Soto coordinó una encuesta que, aunque presenta ciertas deficiencias de objetividad en las

preguntas, es importante dado que proporciona un reflejo de la opinión de los entrevistados, un total de

756 padres de familia mayores de 18 años de edad, abordados en colonias y fraccionamientos de las

ciudades de Los Mochis, Guasave, Guamuchil y Culiacán.

27

porcentual más arriba que las uniones libres, tal como se puede observar en el siguiente

cuadro.

Cuadro 5.

Distribución de la población casada según acuerdo matrimonial

Estatal y municipal

1930-1990

Año

Sinaloa Mazatlán

Civil Religios

o

Cívico-

religioso

Unión

libre

Civil Religios

o

Cívico-

religioso

Unión

libre

1930 20.2 14.4 18.1 47.3 18.4 8.3 25.2 48.1

1940 22.6 7.7 19.2 50.4 19.9 5.7 25.3 49.1

1950 26.6 5.0 24.5 44.0 21.1 5.5 33.1 40.2

1960 30.5 4.8 30.0 34.8 22.2 4.6 44.5 28.7

1970 29.4 3.3 34.1 33.2 24.1 4.7 42.6 28.5

1980 36.9 1.3 37.8 24.0 28.7 1.8 46.4 23.1

1990 37.1 1.6 38.6 22.6 28.7 2.2 46.9 22.2

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/ X y XI Censo de Población y

Vivienda, 1980 y 1990

La selección y establecimiento de acuerdos matrimoniales tiene relación con el

grupo específico de pertenencia y la escolaridad. Por ejemplo, las uniones legales se dan

más en las regiones del sureste y occidente de México y menos en la zona del Golfo y el

noroeste, en donde está inscrito Sinaloa; asimismo, la unión libre es mayor en los grupos

más pobres y marginados, como jornaleros agrícolas y trabajadores no asalariados o en

ocupaciones inestables, y menor, en profesionales, técnicos y personal directivo (Tuirán,

1994:46).

Sin embargo, y aún cuando para 1990, tanto en Sinaloa como en Mazatlán, las

uniones no sancionadas por ninguna de las dos leyes representan la tercera opción

(cuadro 5), en las profesoras universitarias se ubica en segundo lugar, pues más de una

cuarta parte de ellas, es decir, el 29 por ciento, eligieron ese acuerdo al momento de

unirse por primera vez (cuadro 6, página siguiente). De acuerdo con Tuirán (1994),

mientras que para la mujer con bajo nivel educativo y carente de preparación para el

trabajo la unión libre puede ser la única opción, para la mujer con estudios

profesionales, “es una expresión de su autonomía personal” (Tuirán, 1994:46).

Por otra parte, se puede observar en el siguiente cuadro que entre los acuerdos

maritales de los padres de las académicas –quienes sólo el 26 por ciento cuenta con

estudios mayores al nivel medio básico- la unión libre es casi inexistente y más

significativa la proporción de matrimonios cívico-religiosos, aun en comparación con la

28

razón estatal. En este sentido, la unión libre en las profesoras es seis veces mayor que la

proporción de sus padres.

Cuadro 6.

Tipo de régimen matrimonial del personal docente

femenino y de sus padres

Universidad de Occidente, campus Mazatlán,

Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997

(Porcentajes)

Régimen

Matrimonial

Profesoras Padres

Civil 24 24

Religioso 0 5

Cívico-religioso 48 62

Unión libre 29 5

Fuente directa

La supremacía de las uniones de tipo cívico-religioso en Mazatlán tiene que ver

con el mayor porcentaje de población que pertenece a alguna religión, en comparación

con la medida estatal y la de otros municipios, como Culiacán y Ahome, los cuales,

junto con Mazatlán, son los más importantes del estado. Mientras que en Mazatlán el 90

por ciento de la población de cinco años y más se registra dentro de la religión católica,

en Culiacán esta misma representa el 87 por ciento y en el municipio de Ahome, el 89

por ciento (ver Apéndice I, Religión, cuadro 1). Por otro lado, en los sectores medios

mazatlecos este tipo de población aumenta a un 96 por ciento.

No obstante, no se puede decir que los mazatlecos sean fervientes practicantes de

su religión, pues, como sinaloenses, está menos extendida que en otras partes del país;

cifras del censo de 1990 indican que los católicos sinaloenses representaban el 2.7 por

ciento del total de la población católica de cinco años y más en el país. En comparación

con otras entidades norteñas está sólo arriba de Baja California y Chihuahua y, ocupa el

primer lugar en número de personas que no pertenecen a religión alguna, con el 8.1 por

ciento (ver Apéndice I, Religión, cuadro 3).

La historia que une a los sinaloenses incidió en la construcción de una

percepción de la realidad a través de imágenes más directas de las cosas y de los hechos.

Según estudiosos de la sociedad local y estatal (Santamaría, 1997; Nakayama, 1991), el

aislamiento en que vivió la región del noroccidente de México durante la colonia hasta

la época postindependiente, provocó un ámbito favorable para que en Sinaloa se

desarrollara una identidad social menos cargada de prejuicios religiosos que en el resto

del país.

La religión, dice el historiador sinaloense Antonio Nakayama, tanto en Sinaloa

como en el estado de Sonora,

29

...es una mezcla de cristianismo y paganismo originada por la ignorancia que

prevalece en materia religiosa, la cual tuvo su génesis con la expulsión de los

misioneros jesuitas, que sin precipitaciones, pero de manera firme, estaban modelando

la conciencia colectiva en todos los órdenes. A partir del derrumbe de la obra

misional de la Compañía de Jesús, la Iglesia en el noroeste quedó en manos de

clérigos y frailes en su mayor parte ignorantes, y en número tan reducido que no

podían llevar a cabo su obra espiritual, y estos dos escollos han prevalecido hasta

nuestros días dando como resultado que en el aspecto religioso la región sea todavía

territorio de misión (Nakayama, 1991:32).

Para Arturo Santamaría (1997), en la región, la religión y la cultura cristianas se

asimilaron accidentadamente y sin la misma devoción que se logró en otras partes de la

nación mexicana, y agrega:

La religión y culturas cristianas forjadas alrededor de los once ríos tenían la laxitud de

las costumbres y hábitos indómitos de los indígenas y negros y la llaneza, incluso

blasfemia, de los españoles dejados a la vera del Señor por largas temporadas. El

amplio mestizaje que caracteriza a la Sinaloa contemporánea se reveló también en el

carácter dominante y en la psicología colectiva de la población. La cultura católica

colonial rígidamente jerárquica y patriarcal encontró en Sinaloa un abono menos fértil

para sus prácticas (Santamaría, 1997:62 y 63).

El estudio realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Estudios

Superiores de Monterrey, registra que en el sur de Sinaloa, el 42.4 por ciento de la

población asiste a los servicios religiosos sólo en fechas especiales (Sur de Sinaloa...,

1994). Nakayama escribe a principios de los setenta, que los habitantes del noroccidente

mexicano

...no se consideran obligados a cumplir con las disposiciones de la Iglesia, y así, vemos

que se llegan al templo cuando les nace, pues suponen que Dios les quedará más

agradecido al verlos obrar así, porque el deseo de reverenciarlo ha sido espontáneo

(Nakayama, 1991:31).

En este tenor, lo anterior lleva a pensar que es más la observancia del rito social

por convivencia y exigencia familiar, que debido a un firme sentimiento religioso. Se

cumple con las ceremonias católicas más arraigadas, como las bodas, los bautizos, las

misas de “quinceaños” o de graduación, etc., para los cuales nunca falta la gran fiesta en

donde “se tire la casa por la ventana”; como bien recoge Nakayama:

El bautismo y la confirmación de los infantes están supeditados al estado pecuniario de

los padrinos, pues el festejo tiene que ser en grande, según sea la categoría social y

económica de la familia, así que puede observarse que si el padrino no se encuentra en

condiciones de poder pagar una buena pachanga, la ceremonia va posponiéndose

indefinidamente. En los poblados donde se efectúan fiestas profanas para honrar al

santo patrón, todo se reduce a una borrachera colectiva, y en Sinaloa la tambora atruena

durante los días que duran los festejos (Nakayama, 1991:31).

30

Por último, de acuerdo con Arturo Lizárraga, las mujeres son las que más

participan en los eventos religiosos, tal vez –opina- porque es cuando pueden dirigir y

dar órdenes, además de gritar, bailar, cantar y emborracharse. Para él, los hombres son

poco religiosos “y se ríen de las formalidades, de las costumbres, de los ritos. Y las

tradiciones religiosas no son la excepción” (Lizárraga, 1997:74).

4. Edad en la primera unión matrimonial

Debido a la influencia de procesos económicos, sociales y culturales, la edad

media al unirse por primera vez “se ha venido retrasando paulatinamente con el paso del

tiempo” (Tuirán, 1994:46).

Con los datos obtenidos de las profesoras universitarias en Mazatlán, las cuales

pertenecen en su mayoría a los sectores medios, se aprecia que en estos casos, la tónica

de casamiento se da entre los 20 y los 24 años, en general. Pero los padres de las parejas

actuales, es decir, aquellos que se casaron en los años 40 a 60, se unían entre los 18 y 20

años, las mujeres, y entre 20 y 22 los hombres. En 1970 la edad promedio en el país

englobando a todos los sectores, era de 21 años, mientras que en 1990 es de 22.2 años

(Tuirán, 1994:46).

La edad de matrimonio presenta una correlación positiva con la escolaridad

alcanzada y el medio socioeconómico. La media de la edad de matrimonio de las

mujeres profesionales del estudio de caso es de 23 años -edad que coincide con la media

nacional en 1992-, mientras que en las madres de estas mujeres el promedio es de 19.5

años de edad al casarse.

En el caso de ambos padres de las mujeres universitarias, dicha edad es mayor a

medida que las generaciones son más recientes, con mayor escolaridad y pertenecientes

a niveles socioeconómicos medios y altos35

. En el panorama nacional sucede algo

parecido:

... la edad a la primera unión es más temprana entre las mujeres menos educadas y las

que residen en las zonas rurales del país. Los distintos grupos sociales también

exhiben dinámicas diferentes. En un extremo están las mujeres pertenecientes a los

sectores de campesinos, jornaleros agrícolas y trabajadores no asalariados en

ocupaciones inestables, quienes exhiben un patrón de nupcialidad temprana (entre 20

y 21 años). En el otro extremo se encuentran los grupos de profesionales, técnicos y

personal directivo, cuyas mujeres registran una edad promedio más elevada a la

primera unión (23 años) (Tuirán, 1994:46).

En países desarrollados como Estados Unidos el nivel educativo es también una

variable que afecta la edad de la primera unión, “cuanto más bajo es el estatuto social

(escolar), más precoz es el matrimonio” (Michel, 1991:132).

35

En el caso de los padres la correlación (siguiendo el coeficiente r de Pearson) entre edad de matrimonio

y escolaridad es más alta que la de las madres, 0.41 contra 0.35, pero respecto al medio socioeconómico

es mucho menor en ellos, 0.26 contra 0.41 en las madres.

31

La edad al casarse ha aumentado más en las mujeres que en los hombres. Esto es

por su inclusión en los más altos niveles de escolaridad y mayor participación en el

mercado laboral. Como ya se anotó, entre los grupos de mujeres profesionistas esta

variable tiende a presentarse en rangos de mayor edad. Además, casi el 43 por ciento de

este grupo se unió cuando tenía entre 25 y 27 años. En el caso de los cónyuges, la

mayoría con nivel profesional, más del 40 por ciento se casó entre los 20 y 24 años36

, al

igual que los padres de las profesoras.

Al comparar las siguientes dos gráficas se nota claramente el cambio

intergeneracional en la edad de matrimonio en el género femenino, pues la tendencia es

totalmente opuesta; mientras que, en el caso de los hombres, si bien hay cierto

desplazamiento, la tendencia entre las generaciones es muy similar (considerando que

para algunos cónyuges el arreglo conyugal aquí estudiado, significa su segunda unión).

Gráfica 1.

Edad de matrimonio por género

Profesoras y madres del personal docente femenino

de la Universidad de Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997

Profesoras Rango de

edad

Madres

15-17

18-19

20-22

23-24

25-27

28-29

30-32

33-34

35-37

38-39

40-42

Fuente directa

36

Se considera sólo la relación con las mujeres del estudio, pues, como ya se dijo, para poco menos de la

mitad éste no era su primer arreglo conyugal. La edad de matrimonio de la mayor parte de este grupo de

cónyuges -con por lo menos una unión anterior- se concentra después de los 30 años.

32

Gráfica 2.

Edad de matrimonio por género

Cónyuges y padres del personal docente femenino de

la Universidad de Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997

Cónyuges Rango de edad

Padres

15-17

18-19

20-22

23-24

25-27

28-29

30-32

33-34

35-37

38-39

40-42

Fuente directa

Según Michel (1991), la edad de matrimonio se movió a rangos mayores al

iniciar el proceso de industrialización en los países hoy altamente desarrollados, sin

embargo, contrario a lo que comúnmente se cree, conforme las sociedades avanzaron en

dicho proceso y mejoraron las condiciones de vida, la edad disminuyó.

Retomando a Goode, Michel (1991) señala que, tanto en Japón como en la India,

la edad entra en constante ascenso hasta 1940 y 1950, respectivamente, épocas que

corresponden a sus períodos de industrialización. La predicción de Goode para Japón,

en los sesenta, fue que la tendencia contraria se daría en el transcurso de las siguientes

dos décadas (Michel, 1994:134).

En efecto, obteniendo la media de siete países europeos37

que nos presenta

Margarita Delgado (1993), de 1960 a 1975 se advierte una caída en la edad de las

mujeres, de 24.1 a 23.3. Por ejemplo en España, de 26.1 pasa a 23.9 años; o en Francia,

en donde en 1960 se registra una media de 23.5 y para 1975 bajó un año, a 22.5.

Empero, de ahí en adelante, hasta el 90, aumenta de nuevo la edad, a 25.4 el promedio

del total; en España a 25.3 y en Francia a 25.7 (Delgado, 1993:129).

Según la investigadora española, Margarita Delgado, los patrones de nupcialidad

son muy sensibles a la coyuntura económica afectando la intensidad de los casamientos,

lo que explica los cambios ascendentes y descendentes de la edad de matrimonio. Es

37

España, Dinamarca, Francia, Italia, RFA, Portugal y el Reino Unido.

33

decir, según ella, el aumento de la edad en España a partir de los cuarenta coincide con

la crisis vivida por la Guerra Civil en ese país y en los cincuenta con el proceso de

industrialización –en este sentido comparte la idea con Michel y Goode.

Entre 1956 y 1975 el índice anual de nupcialidad sobrepasó la unidad en varias

ocasiones, pues estaban llegando a la edad de casarse las generaciones nacidas entre

1931 y 1951, que son las que iban a experimentar la nupcialidad más intensa de este

siglo (...) El índice de nupcialidad anual acusa desde 1975 una importante reducción

motivada por dos efectos coincidentes: la disminución de la intensidad y el retraso del

calendario. Este retraso que se aprecia en la década de los ochenta, coincide con el

momento en que en España se hicieron más agudos los efectos negativos de la crisis

económica de los setenta (Delgado, 1993:129 y 130).

Tal como se refiere al principio de este apartado, la tendencia en la edad

promedio al iniciar una relación conyugal tanto en los mexicanos como en los

sinaloenses, se ha dado de manera progresiva. Esto supone, y según lo experimentado en

los países desarrollados, que aumenta conforme se alcanzan mayores niveles de

urbanización.

No obstante, el proceso de desarrollo económico y social en nuestra sociedad no

ha sido regular ni ha generado entre la población las condiciones sociales de vida

suficientes dentro de los estándares mínimos de vida. Han asolado a la población

tiempos de agudización de una crisis que para los analistas de la economía nacional,

tiene sus inicios en los años setenta.

Así, el comportamiento ascendente de la edad de matrimonio ha sido lento, y en

aquellas regiones más marginadas del país y del estado –que no son pocas- es posible

encontrar todavía parejas en vistas de unirse a edades tempranas.

Por ello, tal vez el retraso pausado de la edad de matrimonio continúe, lo cual no

necesariamente es un indicador de altos niveles de bienestar o producto de una nueva

actitud de igualdad entre los sexos. Probablemente, en ello incida la conjugación de

diversos factores, como la mayor incursión de las mujeres al mercado laboral y su

representatividad en la educación superior; la dificultad de que las nuevas parejas se

establezcan autónomamente sin problemas económicos para formar una familia, o,

como dice Tuirán (1994) los reacomodos en la estructura por edad y sexo de la

población debido al proceso de transición demográfica que ha tenido lugar en México.

Por el contrario, las uniones a edades tempranas en condiciones de desarrollo

social, pueden ser también resultado de la autonomía de los jóvenes; el punto débil en

los sectores medios del subdesarrollo reside en la carencia de independencia,

principalmente en las mujeres, y la fecundidad temprana.

34

Capítulo III

Arreglos conyugales: roles femeninos

1. Roles e identidades de género

En el primer capítulo, ya se ha dicho que el proceso de socialización en la

familia impone un sistema de valores, normas y conocimientos acumulados por

generaciones precedentes. Este sistema es aprehendido como una realidad única a

través del enlace entre reforzadores afectivos, satisfacción de necesidades e

imitación, orientando al individuo en su interacción con otros medios y grupos

sociales. Su importancia reside pues, en el carácter afectivo y legítimo en el que

se desenvuelve, ante la aguda sensibilidad infantil.

Desde el nacimiento los sujetos son clasificados según su sexo; si es hombre o es

mujer38

. Su posición en la familia se va dibujando a través de la visión de los demás, de

los otros, a partir de lo cual se crea una identidad de género39

. Identidad que, como

construcción subjetiva internalizada en el marco de una multiplicidad de relaciones

objetivas entretejidas en determinadas formas de organización y de práctica social, se

hace visible sólo en parte, el resto, dice Marcela Lagarde, “sucede de manera

inconsciente” (Lagarde, 1997:46).

En este sentido, integrada en un orden sociocultural, la familia inculca roles

primarios que tienen que ver con la construcción de dicha identidad, producto de una

condición histórica y cultural asociada a la diferencia sexual40

. Numerosas

investigaciones antropológicas han demostrado la existencia de una multiplicidad de

formas de mirar lo femenino y lo masculino en los diversos grupos y culturas humanas.

Marta Lamas (1996) considera como pioneros de este tipo de estudios a Margaret Mead

(Sexo y temperamento en las sociedades primitivas, 1935), G. Murdock (“Comparative

data on the division of labor by sex”, 1937) y a Linton, (El estudio del hombre, 1942).

38

Lo primero que se acierta a preguntar en nuestras culturas es: ¿y qué fue: niña o niño?

39

Las teorías psicoanalíticas han contribuido a una mejor comprensión de la construcción de identidad

como proceso cultural con la introducción de la idea del inconsciente y la descentración del sujeto de

Freud. Desde esta perspectiva la identidad de los individuos se constituye a raíz de la percepción del Otro,

de la diferencia del Yo o del Nosotros respecto al resto, a los demás. Sin embargo, no son las diferencias

biológicas en sí mismas, las que dividen la percepción de lo real en masculino y femenino, sino las

carencias y deseos como manifestaciones del inconsciente. La carencia o asistencia en el Yo de lo que en

el Otro está presente o ausente (ver Serret, Alfie y García Castro, 1991).

40

La identidad de género y la identidad sexual según Marta Lamas (1996) se dan en momentos diferentes.

La de género se construye desde el nacimiento en las relaciones de sociabilidad de los individuos, en su

relación con un mundo social exterior que le da una categoría. La identidad sexual es posterior a la de

género; se constituye al percatar las diferencias de los caracteres biológicos sexuales entre los sexos.

35

Los roles jugados dentro de la familia, -esposa, esposo, madre, padre, hijas,

hijos, hermanas, hermanos- parten de la diferenciación cultural de los sexos, por lo que,

el niño y la niña interiorizan funciones asumidas como si fueran inherentes a su sexo.

Gail Rubin enfatiza este hecho al plantear precisamente que el macho y la hembra

constituyen su ser a través del proceso de socialización como hombre o como mujer (cit.

en Serret, Alfie y García Castro, 1991:430).

Ahora bien, la socialización de los individuos diferenciados genéricamente

imprime una valoración desigual a su identidad que tiene que ver con el estatus. En

general, en las diversas sociedades se ha asociado el rol femenino a la naturaleza, al

hecho de que las mujeres sean las que paren a los hijos, mientras que el rol masculino se

ha vinculado a la cultura, visto como el ser que ha logrado desarrollar su creatividad

para adaptarse al medio hostil y controlar a la naturaleza. En este sentido, los roles

femenino y masculino adquieren un estatus de acuerdo al valor que en cada cultura se le

otorga al ser mujer y al ser hombre dentro de las estructuras de prestigio (Parsons, 1978,

Ortner y Whitehead, 1996).

Octavio Paz escribe en El laberinto de la soledad, a fines de los cincuenta que,

como en muchos otros, para el pueblo mexicano la mujer es

... un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines que le asignan la ley, la

sociedad o la moral. Fines, hay que decirlo, sobre los que nunca se le ha pedido su

consentimiento y en cuya realización participa sólo pasivamente, en tanto que

„depositaria‟ de ciertos valores. Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer trasmite

o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la naturaleza o la

sociedad. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y

antiguos del universo: la tierra, madre y virgen; activa, es siempre función, medio,

canal. La feminidad nunca es un fin en sí mismo, como lo es la hombría (Paz, 1980:31 y

32).

En México, la imagen dominante de la mujer todavía tiene estrecha relación con

la maternidad. Esto se vincula con los preceptos de la ideología católica, derivados de la

tradición judeo-cristiana. Según la interpretación de Alfie, Rueda y Serret (1994), en el

discurso cristiano se exalta la castidad al mismo tiempo que la reproducción de la

especie. Por ello, enfatizan, el ser femenino está ceñido a una contradicción: la relación

entre las figuras de Eva y María. Eva representa la maldad y María la virtud.

El sincretismo de la cultura mexicana traslada en la Malinche y en la virgen de

Guadalupe las figuras de Eva y María. La primera, como amante de Cortés, es la madre

violada, y la segunda, la Guadalupe, la madre virgen de los desamparados, de los

huérfanos (Paz, 1980:77).

A las mujeres se les identifica con el ser de Eva-Malinche; son herederas de su

pecado: la caída de la humanidad y la traición. Sólo la maternidad y la consagración a

dios podrán acercarlas al ideal, a la virgen María-Guadalupe; pero nunca podrán

igualarla, puesto que María-Guadalupe es casta, ella representa el símbolo femenino

supremo: la madre virgen.

Dentro de la perspectiva católica entonces, el pecado que la mujer hereda es

salvado con la maternidad y, el matrimonio, es “la mediación más idónea para que la

36

mujer alcance su destino”, en una estructura monogámica, jerárquica e indisoluble (Hita,

1997:87). Así, para las autoridades de la iglesia católica mexicana,

... la mujer tiene como papel específico cuidar del hogar, debe ser la guardiana de la

vida, es decir, su papel fundamental se encuentra en la maternidad, ya que tal es lo

que le da personalidad, lo cual implica que ella se realiza a través de este don

(Monseñor Ramón Godínez Flores, Secretario General de la Conferencia del

Episcopado Mexicano en 1992; cit. por Alfie, Rueda y Serret, 1994:149).

En esta idea, la mujer mexicana tiene un sino que cumplir: ser esposa, ser

madre, ser para otros. Adquiere valor cuando sirve al hombre. Su lugar está en el hogar,

en el cuidado de sus hijos, en la atención a su marido, quien, por otra parte, en el mundo

de los valores religiosos, está más cercano a dios.

Si bien, como se dijo en el capítulo anterior, los sinaloenses no se caracterizan

por una ferviente religiosidad y sin dejar de lado su peculiar práctica y sentimiento

religioso, no es inmune tampoco a la influencia de la moral católica. El hecho de que

casi el 90 por ciento de la población en Sinaloa se considere dentro de esa religión

implica que de alguna manera la mujer sinaloense está relacionada con esos valores.

Aunado a ello, la imagen de la mujer-madre, se ha reforzado durante años en los miles

de capítulos de telenovelas y en las viejas películas mexicanas de los años 40 y 50,

principalmente, que aún hoy se transmiten por la televisión de alcance nacional y

local41

.

Lo anterior no significa tampoco que la mujer sinaloense actúe en forma sumisa

sus roles de esposa o madre. En la personalidad de la mujer sinaloense se pueden

encontrar rasgos de menor sometimiento que aquellas cultivadas en el centro y sur del

país. Para Arturo Santamaría la mujer sinaloense tiene un comportamiento de “mayor

libertad costumbrista” y escribe:

La mirada de las mujeres sinaloenses que no se oculta y más bien busca el encuentro es

la muestra más fina, y al mismo tiempo más profunda, de su resistencia a obedecer [lo]

que le ha impuesto la cultura dominante en manos del hombre (Santamaría, 1997:64).

Por otro lado, las influencias externas al sistema familiar, como los cambios

económicos y las crisis, la distinta percepción de la imagen y estereotipos femeninos, la

revolución tecnológica y las ideas democráticas, han fomentado en hombres y mujeres

de los sectores medios urbanos la actuación de nuevos roles. La dualidad inscrita en el

modelo parsoniano de la familia clase media, ama de casa-proveedor, queda

cuestionada a medida que crece la participación de la mujer en el mercado de trabajo y

adquiere ella también el rol de proveedora o jefa de familia.

En resumen, el género de los actores constituye un orientador en la asignación

de roles asumidos después, dentro de los arreglos conyugales. Si bien la cultura

sinaloense y la mazatleca en particular, permiten comportamientos más relajados en sus

41

Recordemos aquella telenovela, por ejemplo, de “Mamá Campanita” con Silvia Derbez, o “Los ricos

también lloran” con Verónica Castro, incluso en su nueva versión protagonizada por Thalía. En cuanto a

las películas, véase las actuadas por Marga López o Libertad Lamarque, prototipos de la mujer-esposa-

madre sufrida y santa.

37

actores, ello no obsta para que la percepción de género se construya en función de los

atributos sexuales. No como los únicos pero sí como los primordiales.

2. Condición del empleo femenino

En México, la disminución del poder adquisitivo, especialmente, ha generado la

necesidad de incrementar el número de perceptores de ingreso y por lo tanto, la

participación femenina en el mercado laboral. Salles y Tuirán señalan:

Las remuneraciones reales decrecientes y bajas de los jefes de hogar obligaron a los

hogares a utilizar de manera más eficiente los recursos humanos disponibles,

observándose una tendencia ascendente en el número promedio de perceptores de

ingreso y en los índices de utilización de la fuerza de trabajo. Dichos aumentos se

produjeron primordialmente a través de la inserción de mujeres, jóvenes y menores en

ocupaciones y condiciones de trabajo inestables (Salles y Tuirán, 1995:7).

En 1970 una de cada cinco mujeres en el país (de doce años o más) era

económicamente activa, en 1993 aumenta a una por cada tres (“Programa

Nacional de Población”, 1995:36). En la región sinaloense, el período de auge

agrícola en los años 60 y después, la crisis y la terciarización que comienza a

reflejarse desde 1975 hasta los años 80 (Brito, 1994; Ibarra, 1993), incidieron en

un aumento gradual de la participación de la mujer como sujeto económicamente

activo hasta 1980, alcanzando en ese año casi el 24 por ciento (cuadro 1).

Cuadro 1.

Población femenina por condición de actividad

Estatal y municipal, 1950-1990

Año

Activa Inactiva

Sinaloa Mazatlán Sinaloa Mazatlán

1950 10.3 16.4 89.7 83.6

1960 13.6 16.2 86.4 83.8

1970 16.4 21.0 83.6 79.0

1980 23.7 27.3 76.3 72.7

1990 20.8 24.6 78.6 74.7

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/

Cuaderno Estadístico Municipal. Mazatlán. 1993

Sin embargo, diez años después, se detecta una disminución de 2.3 puntos

porcentuales en la proporción de mujeres inscritas como población económicamente

activa (cuadro 1); asimismo, en comparación con la población masculina, la femenina

también disminuye para 1990 (cuadro 2, página siguiente).

38

En cualquier caso Mazatlán destaca con una tasa mayor que la media estatal; en

1990 con 24.6 por ciento del total de mujeres (cuadro 1) y con 26.7 en comparación con

los hombres (cuadro 2, página siguiente), situándolo abajo del municipio de Culiacán

(25.1 y 27.8 por ciento respectivamente) con apenas un punto de diferencia (ver

Apéndice I, Empleo y Salario, cuadros 5 y 6).

Cuadro 2.

Población económicamente activa e inactiva por sexo

Estatal y municipal, 1950-1990

Año

Sinaloa Mazatlán

Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres

1950 48.1 89.1 10.9 48.4 82.0 18.0

1960 42.0 84.1 15.9 42.6 80.9 19.1

1970 45.1 82.5 17.5 46.3 76.7 23.3

1980 48.4 75.7 24.3 50.5 72.5 27.5

1990 44.2 76.3 23.7 46.9 73.3 26.7

Fuentes: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/ Sinaloa. Síntesis

Monográfica, 1984/ Anuario Estadístico del estado de Sinaloa, 1993/

Cuaderno Estadístico Municipal. Mazatlán, 1993

Así, en el noventa, las mujeres inscritas en la PEA de Mazatlán representan el

24.6 por ciento mientras que la proporción estatal es del 20.8 por ciento (cuadro 1,

página anterior)42

.

Culiacán y Ahome, presentan mayores características similares entre sí en

la condición de empleo femenino, lo que tiene que ver con el desarrollo de la

actividad agrícola, mucho menor en el sur del estado. Mazatlán tiene mayor

población en el sector servicios y menor en el primario –63.2 y 12.2 por ciento,

respectivamente-, aunque en los tres municipios y en la media estatal, en el sector

terciario se concentre la mayoría de la población en general (ver Apéndice I,

Empleo y Salario, cuadro 9).

Asimismo, tanto en Sinaloa como en el resto del país, es en los servicios donde

se absorbe la mayor participación femenina, además de ser el más propicio para el

autoempleo femenino conectado a estrategias familiares43

de vida.

42

Según la Encuesta Nacional de Empleo (1997) en Sinaloa, para 1996 la población activa femenina

representaba ya el 33 por ciento. No se tiene el dato específico sobre Mazatlán, pero si se da la misma

tendencia que en años anteriores, podemos considerar que su PEA femenino es mayor al 33 por ciento.

Este crecimiento puede tener relación con la agudización de la crisis a fines de 1994.

43

El concepto de estrategias familiares define las acciones realizadas por sus integrantes con el fin

aprovechar las oportunidades y desafíos que se presentan en el medio social al cual se inscriben. “... los

resultados de las estrategias familiares no siempre coinciden con las metas explícitas que se plantean, sino

39

Cuadro 3.

Población masculina y femenina ocupada

Sinaloa, 1990

Sector

Población

Masc

ulina

Femenina

Primario 41.5 21.5

Secundario 18.8 11.9

Terciario 36.6 61.0

No especificado 3.1 5.6

Total 100.0 100.0

Fuente: Sinaloa. Perfil Sociodemográfico, 1990

El 61 por ciento de las mujeres ocupadas y el 36.6 por ciento de los hombres

ocupados, se concentran en el sector terciario (cuadro 3); lo que significa, desde otra

óptica, que en esta rama de actividad un 34 por ciento son mujeres y un 66 por ciento

son hombres (ver Apéndice I, Empleo y Salario, cuadro 10).

Proporcionalmente, en comparación con la población masculina, las mujeres se

concentran en ocupaciones calificadas como “femeninas”, precisamente porque es a

ellas a quienes se selecciona con mayor frecuencia para realizar dichas tareas. Por

ejemplo, son más como trabajadoras domésticas (97 por ciento), trabajadoras de la

educación (59 por ciento) y oficinistas (57 por ciento), y su participación proporcional

en el comercio y servicios públicos es también significativa (cuadro 4, columna 2).

que hay muchas consecuencias no buscadas, fruto tanto de la correlación de fuerzas internas como de la

presencia de procesos que escapan al control de las familias” (Reygadas, 1994:77).

40

Cuadro 4.

Población ocupada por tipo de ocupación y sexo,

Sinaloa, 1990

Ocupación Principal

T

o

t

a

l

1 Total de población

según sexo

2 Proporción de la

población por sexo

Hombres Mujeres Hombres Mujeres

Profesionales 2.5 2.5 2.5 76.6 23.4

Técnicos 3.0 2.1 5.9 52.7 47.3

Trabajadores de la educación 3.6 2.0 9.1 41.1 58.9

Trabajadores del arte 0.9 1.0 0.4 90.0 10.0

Funcionarios y directivos 1.9 2.1 1.5 82.1 17.9

Trabajadores agropecuarios 35.2 38.7 23.8 84.0 16.0

Supervisores e inspectores 0.8 1.0 0.3 92.1 7.9

Artesanos y obreros 12.5 15.0 4.5 91.5 8.5

Operadores de maquinaria fija 1.1 1.2 0.7 84.2 15.8

Ayudantes y similares 3.5 4.0 2.0 86.7 13.3

Operadores de transporte 5.7 7.4 0.2 99.0 1.0

Oficinistas 7.8 4.4 18.7 42.9 57.1

Comerciantes y dependientes 8.4 7.1 12.4 64.9 35.1

Trabajadores ambulantes 1.6 1.7 1.4 80.1 19.9

Trabajadores en serv.

públicos

5.0 4.4 7.1 66.6 33.4

Trabajadores domésticos 1.6 0.1 6.6 3.0 97.0

Protección y vigilancia 2.2 2.9 0.2 97.5 2.5

No especificado 2.6 2.5 2.8 74.2 25.8

Total 100 100 100

Fuente: Sinaloa. Perfil Sociodemográfico, 1990

Por otro lado, hay que destacar la aproximada igualdad o menor desigualdad

entre hombres y mujeres ocupados como técnicos, y el que sea la misma proporción de

ocupados como profesionales tanto en la distribución de la población ocupada

masculina como en la femenina, -52.7 y 47.3 por ciento (cuadro 4, columna 2).

Es por demás significativo, el hecho de que la población ocupada de mujeres sea

mayor a la de hombres en actividades correspondientes al rubro de profesionales y

trabajadores de la educación. Esto es, que de las mujeres ocupadas, el 17.5 por ciento

ejerce estas actividades mientras que la población masculina es apenas el 6.6 por ciento

(cuadro 4, columna 1). Este hecho no es exclusivo de Sinaloa, por lo menos en el

41

municipio de Chihuahua ocurre algo semejante: el 20.4 por ciento de las mujeres contra

el 10.3 de los hombres se ocupa en dichas actividades (Reygadas, 1994:75).

En Sinaloa, como en otros estados de la república44

, es mayor la proporción de

población femenina económicamente activa con estudios superiores, que la de la

población masculina, esto es un 15 por ciento de las mujeres y un 13 por ciento de los

hombres ocupados en el mercado de trabajo cuentan con algún grado de educación

superior (cuadro 5).

Cuadro 5.

Nivel de instrucción de la población económicamente activa

por sexo

Sinaloa, abril-junio de 1996

Nivel de Instrucción

Total Hombres Mujeres

Sin instrucción 7.2 8.0 5.3

Primaria incompleta 21.4 23.5 16.5

Primaria completa 19.7 20.3 18.2

Secundaria 26.3 22.5 35.0

Medio superior 11.9 12.7 10.0

Superior 13.6 13.0 15.0

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, Sinaloa 1996.

Asimismo, al contabilizar hombres y mujeres con escolaridad de secundaria en

adelante, se observa que el 60 por ciento de las mujeres y el 48 por ciento de los

hombres se concentran en esos tres últimos niveles de instrucción.

Es posible decir entonces, que de las mujeres que trabajan fuera del hogar en el

estado, proporcionalmente presentan más nivel educativo que el de la población

masculina; es decir, las mujeres necesitan contar con más educación formal que los

hombres para insertarse en el mercado laboral. Al respecto la CEPAL informa que en

toda América latina a las mujeres se les presentan mayores problemas para acceder a las

oportunidades de empleo, a ellas, se señala, „se les exigen más años de educación que a

los hombres para lograr el acceso a las mismas ocupaciones, a la misma edad‟ (CEPAL-

UNESCO, cit. por Sandoval Flores, 1995:6)45

.

44

Según la Encuesta Nacional de Empleo (1997), en términos nacionales la población femenina activa

con estudios superiores es del 12.6 por ciento y en la población masculina se da en un 11.8 por ciento.

En estados como Baja California, Sonora, Coahuila, Morelos, Puebla y Querétaro se da esta misma

tendencia, pero en estados como Jalisco, Aguascalientes y el Distrito Federal, ocurre a la inversa. 45

Brito (1994) detectó que en las empresas maquiladoras de Sinaloa y en particular en las atuneras

establecidas en Mazatlán, utilizan de manera predominante fuerza de trabajo femenina, pues, argumenta,

los requerimientos educativos son elementales y se utilizan técnicas de producción ligadas al taylorismo y

al fordismo (Brito, 1994:218). Habría que investigar si, más que el nivel educativo de las mujeres, que,

42

La mayoría de la población femenina en el estado es contratada como

obrera o empleada, además de que el aumento de su participación en la actividad

económica tiene relación con el trabajo no asalariado y el autoempleo pues, para

el segundo trimestre de 1996, el 33 por ciento se ubicaba dentro de estas

categorías. Esto se vincula al hecho de que las mujeres reciban en promedio

menores ingresos que los hombres, como se aprecia en el cuadro siguiente.

Cuadro 6.

Población masculina y femenina ocupada según ingreso mensual Sinaloa,

abril-junio de 1996

Grupos de ingreso

Población

Masculina Femenina

No recibe ingresos 8.2 11.7

Menos de un salario mínimo 6.7 21.4

De uno a dos salarios mínimos 35.8 36.1

Más de 2 y hasta 3 salarios mínimos 20.6 10.2

Más de 3 y hasta 5 salarios mínimos 16.6 11.7

Más de 5 salarios mínimos y hasta 10 s.m. 8.3 7.0

Más de 10 salarios mínimos 3.4 1.9

No especificado 0.27 0.0

Total 100 100

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, Sinaloa 1996.

En el caso de Sinaloa, las mujeres que reciben hasta dos salarios mínimos

representan casi un 19 por ciento más que la correspondiente a la población masculina,

es decir, hasta ese decil de ingreso se concentra el 69 por ciento de las mujeres y el 50.7

por ciento de los hombres.

Dentro de este renglón, en Mazatlán, según datos de 1990, el 55 por ciento de la

población recibía más de dos salarios mínimos. Este hecho coloca al municipio por

encima de la medida estatal y nacional, rebasando también las de Culiacán y Ahome,

pues en las anteriores se agrupa en dicho nivel de ingreso, entre un 37 y un 48 por ciento

de la población ocupada. Dicho lo anterior, se obtiene que Mazatlán se ubica, por el

contrario, en la última posición entre los que reciben hasta dos salarios (cuadro 7, página

siguiente).

como se dijo ya, tiende a ser mayor que el de la población masculina activa, y los bajos salarios, se debe,

en mayor medida, a los procesos de producción. Tal como Brito lo señala, el taylorismo y el fordismo

implican procesos rígidos “que no toma en consideración la participación creativa de la mano de obra”

(Brito, 1994:219), en este sentido, las mujeres se adaptan más a este tipo de organización en comparación

con los hombres debido, probablemente, a una mayor disposición internalizada para ejecutar actividades

rutinarias y seguir reglas impuestas sin una participación crítica.

43

Cuadro 7.

Población ocupada por grupos de ingreso, 1990

Población Ocupada

N

a

c

i

o

n

a

l

Estatal Mazatlá

n

Culiacán Ahome

Total 97.3 98.0 97.7 98.2 98.2

Grupos de ingreso

No recibe ingresos 7.2 4.5 2 2.4 1.9

Menos de un salario mínimo 19.3 10.7 9.3 10.5 9.6

De uno hasta 2 salarios mínimos 36.7 40.4 33.3 39.0 40.3

Más de 2 y menos de 3 salarios

mín.

15.1 18.5 23.2 19.1 19.0

De 3 a 5 salarios mínimos 9.8 12.0 15.8 13.6 13.8

Más de 5 salarios mínimos 7.6 8.5 11.3 10.4 10.9

No especificado 4.3 5.3 5.1 5.0 4.5

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995/ Cuadernos

Estadísticos Municipales, 1993.

Es importante destacar también el hecho de que en Mazatlán la proporción de

población que recibe más de cinco salarios es mayor. Ante esto, Guillermo Ibarra señala

que de 1970 a 1990 la clase media (aquella considerada dentro del rango de ingreso de

tres a diez salarios mínimos) en Mazatlán fue mayor a la del estado, misma que superó

el 20 por ciento siendo en el municipio de 24 por ciento. Sin embargo, agrega Ibarra,

Mazatlán se está deslizando a la baja en los promedios de ingreso, debido a su ya

conocida decadencia, que ha sido motivo de múltiples estudios.

En el estrato de más de 10sm, aunque en los tres municipios es muy bajo el porcentaje,

llama la atención que Mazatlán no tenga mayor porcentaje de ricos que Culiacán y

Ahome; desde 1970 era ligeramente menor y no pudo revertirse esa situación en 1990

(Ibarra, 1997: 61).

Por último, respecto a los ingresos, Sinaloa se localiza dentro de los estados con

menor porcentaje de profesionistas con altos ingresos:

Los profesionistas que ganaron entre 5 y 10 salarios mínimos fueron 22.7% del total, a

nivel nacional, en Sinaloa 19.8%. Ahora entre los que ganaron más de 10 salarios

mínimos, a nivel nacional fueron 13.1% y en Sinaloa 9.3% (Ibarra, 1997:21).

44

Pasando a otro indicador, la tasa de desocupación femenina en el estado, según los

datos oficiales, disminuye drásticamente en el período 70 a 90, dado que de 9.8 en 1970

se reduce a dos por ciento, además de que se iguala a la tasa de desempleo masculino

(ver Apéndice I, Empleo y Salario, cuadro 11).

Sin embargo, las oportunidades de empleo no son las mismas, pues la mujer se

ve limitada por la necesidad de que la jornada de trabajo sea compatible con la crianza y

cuidado de los hijos. Por ello, en estudios realizados (Ribeiro, 1994) se señala que no es

casual el hecho de que predominen mujeres solteras o sin hijos y sea considerable la

proporción de mujeres con trabajo parcial.

En 1990, dos terceras partes de la población femenina ocupada a nivel nacional

trabajaba 33 horas o más por semana, y más de la tercera parte lo hacía por tiempo

parcial (Ribeiro, 1994:152). Para el segundo trimestre de 1996, en Sinaloa, el 55 por

ciento trabajaba entre 35 y más horas por semana y el 25 por ciento lo hacía en jornadas

de hasta 24 horas a la semana. Este hecho también tiene relación con el que las mujeres

obtengan menores salarios.

En la dimensión del estudio de caso, efectuado en esta investigación con

profesoras universitarias en Mazatlán, se encontró que buena parte de su tiempo

la dedicaban a la actividad laboral, pues el 60 por ciento indicó que trabajaba más

de 30 horas a la semana en el último año de matrimonio. Por otro lado, el ingreso

obtenido de su actividad laboral en más de la mitad, es menor al del cónyuge,

mientras que casi en una cuarta parte, su ingreso constituye una mayor cantidad.

En Sinaloa, la participación femenina en la actividad económica vista por

grupos de edad, ha sufrido un movimiento irregular entre los 12 y 24 años de edad

entre 1960 y 1990. Mientras que su porcentaje aumenta en 1970, se reduce diez

años después para volver a aumentar en 1990 (cuadro 8).

45

Cuadro 8.

Distribución de la población económicamente activa

femenina por grupos de edad

Sinaloa, 1960 - 1990

Edad

1960 1970 1980 1990

12-14 1.8 5.0 4.5 5.8

15-19 15.0 26.4 19.1 20.2

20-24 13.9 21.0 21.1 20.8

25-29 9.1 10.8 13.7 15.7

30-34 7.5 7.3 10.0 12.3

35-39 8.1 7.2 8.3 9.2

40-44 7.3 5.6 6.3 6.0

45-49 7.0 4.5 4.7 4.0

50-54 7.2 3.7 3.7 2.5

55 y más 22.7 8.5 8.6 3.5

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/

Cuaderno Estadístico Municipal. Mazatlán, 1993

En 1970 poco más de la mitad de las mujeres activas tenía hasta 24 años

de edad; dos décadas después, la proporción de este rango disminuye al mismo

tiempo que crece la cantidad de mujeres entre 25 y 39 años. También es notoria la

tendencia contraria en la población femenina de 45 años y más al observarse ya en

1970 una drástica caída respecto a 1960, de 36.9 por ciento a 16.7 por ciento,

llegando a representar sólo el 10 por ciento en 1990 (cuadro 8).

En Mazatlán, a diferencia de lo que sucede en el ámbito estatal, de 1980 a 1990

las mujeres de 12 a 24 años de edad disminuyen su participación en la PEA. Por otro

lado, de los 25 a los 49 años de edad, se observa un crecimiento entre dichos años, por

lo que, otra vez, Mazatlán difiere de la tónica estatal, pues es hasta el rango de los 50

años cuando se registra el descenso de una década a otra (cuadro 9).

46

Cuadro 9.

Población femenina activa por

grupos de edad

Mazatlán, 1980-1990

Edad

1980 1990

12-14 2.5 1.1

15-19 18.6 13.8

20-24 22.7 22.5

25-29 14.7 17.6

30-34 10.8 14.4

35-39 8.6 10.8

40-44 6.4 7.7

45-49 4.5 4.8

50-54 3.8 3.1

55 y más 7.4 4.3

Fuente: Cuadernos Estadísticos

Municipales. 1993

Al respecto se puede pensar que, en Sinaloa en general, las mujeres de edad

mediana están sustituyendo a las más jóvenes así como a las mayores de 49 años, lo que

puede tener relación con una mayor preparación y capacitación para el trabajo.

Asimismo, que las mujeres ya no abandonan en la misma proporción su actividad

económica al casarse, tal como ocurría en décadas anteriores.

Lo que aquí se ha dicho, concerniente al empleo femenino, evoca la percepción

de un cambio en el rol de la mujer: Ha aumentado su presencia en el mercado de trabajo,

compite con una mayor preparación educativa y se amplían los rangos de edad hasta

aquellos en los que según las tendencias, acontece el matrimonio y se adquieren las

responsabilidades de la maternidad.

Sin embargo, las condiciones en que se desarrolla el trabajo femenino no

responde por igual a las que existen para el trabajador masculino: Las mujeres necesitan

mayor escolaridad, reciben salarios más bajos y se concentran en un sector productivo,

el de servicios, donde prolifera el empleo inestable.

3. Proveedoras y amas de casa

El trabajo extradoméstico de la mujer no elimina ni sustituye su rol de ama de

casa: obtiene uno más. En un arreglo conyugal en donde la pareja cuenta cada uno con

un empleo, además de aportar parte del ingreso económico, en general, ella es la

responsable del trabajo doméstico.

47

La adquisición de rol de proveedora por parte de la mujer puede traer como

consecuencia o la intensificación de la institucionalización de la “doble jornada de

trabajo” o la posibilidad de nuevas relaciones entre los géneros (Salles y Tuirán,

1996:52).

Las investigaciones realizadas con mujeres de los sectores medios con actividad

laboral extradoméstica46

demuestran que si bien se da una redistribución de las

responsabilidades en el hogar, tanto para el trabajo doméstico como para el cuidado y

atención de los hijos, la mujer cónyuge y madre es quien asume la mayor carga de

trabajo y responsabilidad.

Asimismo, Salles y Tuirán señalan que el rol de la mujer como proveedora no se

ha reflejado en cambios equivalentes tanto en la familia como en la sociedad:

... la participación económica de las mujeres no ha estado acompañada de

modificaciones profundas en la división intrafamiliar del trabajo, de forma que

permitan garantizar una responsabilidad compartida de hombres y mujeres en la

realización del trabajo doméstico y la crianza de los hijos (Salles y Tuirán, 1994:155).

El empleo femenino no es determinante aún en los cambios de vida intrafamiliar,

pues, a decir de Gissi, es visto como un peligro para el orden de dominación existente:

...el hombre se opone al trabajo de la mujer porque „dejar que su mujer trabaje es

como reconocer públicamente que no es un hombre‟ y porque „la única manera de

asegurarse de la fidelidad de una mujer consiste en mantenerla económicamente

dependiente‟. El trabajo de la mujer sustrae a ésta de la autoridad del marido (la hace

independiente) al mismo tiempo que le arrebata a éste la prueba más importante de su

masculinidad (Cit. por Ribeiro, 1994:155).

La redistribución de la responsabilidad del trabajo doméstico47

en los sectores

medios, entonces, no depende sólo de que la mujer tenga un empleo sino también del

significado que se le atribuya. Es más factible que para las mujeres con trabajos no

manuales y mayor escolaridad el significado de su actividad extradoméstica se ligue con

su desarrollo y autonomía personal, lo que la lleve a redefinir una carga impuesta basada

en las funciones sexuales (García y Oliveira, 1994). Pero aún así, en la mayoría de los

casos, aunque los maridos permiten la actividad económica de la mujer, además de

participar en las tareas domésticas y en el cuidado de los hijos, su contribución todavía

es considerada como “ayuda” y no como una responsabilidad propia.

Un estudio realizado en el estado de Chihuahua encontró que al asumir la madre

un nuevo rol de proveedora, duplicaba su esfuerzo para cumplir con sus tareas diarias en

el hogar y, aunque, se daba una colaboración mayor o menor del resto de los miembros,

46

Ver Ribeiro (1994); Blanco Sánchez, en Oliveira (1991); Reygadas (1994); García y Oliveira (1994). 47

Por responsabilidad del trabajo doméstico entendemos el compromiso asumido por parte de los

cónyuges en la realización cotidiana de éste. De acuerdo con Sánchez Gómez (1991) el trabajo

doméstico puede ser definido como “trabajo que transforma mercancías y produce servicios como

valores de uso directamente consumibles, (...) ... mediante el cual se realiza una parte fundamental

del mantenimiento, reposición y reproducción de los integrantes de la unidad doméstica donde

aquél se realiza (Sánchez Gómez, 1991:67).

48

incluido el cónyuge, la madre era quien mantenía la responsabilidad principal del trabajo

doméstico, así como la culpa si algo no salía bien (Reygadas, 1994:111).

Según Sánchez Gómez (1991) estudios realizados en este campo,

muestran que las labores efectuadas por los cónyuges están más relacionadas con

el ámbito externo, “menos rutinarias y monótonas” y en la mayoría de los casos la

ayuda es opcional y poco significativa en comparación con la carga de trabajo

(Sánchez Gómez, 1991:74n).

En los sectores medios y populares urbanos cuando las mujeres trabajan,

en general se encuentra una participación del cónyuge aunque sea de manera

esporádica, “esto ocurre en cerca de 49% de los casos en los sectores medios y en

35% en los sectores populares” (García y Oliveira, 1994:208). En la

investigación realizada por García y Oliveira (1994), -en las ciudades de Tijuana,

México y Mérida- se encontró que los cónyuges también realizaban en ocasiones

algunas tareas “típicamente femeninas”, como lavar, planchar, cocinar, barrer,

sacudir, llevar a los hijos a la escuela, además de bañarlos y cuidarlos. Estas

labores se realizaban en especial los fines de semana.

Estudios citados por García y Oliveira (1994) como el de Teresita De

Barbieri, muestran que a mediados de los setenta, para las mujeres de los sectores

medios y obreros, los hombres tenían la obligación de mantener a la familia y

ellas la responsabilidad doméstica; los de Benería y Roldán, y Ruvalcaba y Salles

indican que en los ochenta mujeres de sectores populares todavía tienen esa

misma concepción, por ejemplo, en Matamoros, Tamaulipas, Ruvalcaba y Salles

observaron que en 91 hogares con mujeres amas de casa y empleadas, un 61 de

las trabajadoras y un 67 de las amas de casa consideraban que el trabajo del hogar

lo debían hacer ellas mismas (García y Oliveira, 1994:208 y 208n).

En los sectores medios los conflictos se terminan cuando hay empleada

doméstica, el hombre se aleja más de estas tareas y la mujer se hace cargo de la

supervisión aunque no realiza actividades físicas (García y Oliveira, 1994:208).

Por otro lado, se ha encontrado también, que, tanto en sectores populares como

medios, los patrones de trabajo entre las hijas y los hijos son más equitativos:

“estos resultados son importantes como indicios de posibles transformaciones

intergeneracionales que pudieran asumir contornos más precisos en los años por

venir” (García y Oliveira, 1994:209).

En Mazatlán, específicamente en los hogares de las mujeres universitarias

estudiadas, la distribución del trabajo doméstico48

es todavía desigual en el 62 por

48

Para su estudio, el trabajo doméstico se divide en tres esferas siguiendo la propuesta de Blanco Sánchez

(1991): 1. Producción. Esta esfera se subdivide a su vez en transformación de mercancías y creación de

servicios. La transformación de mercancías se refiere a la preparación de alimentos para los miembros del

hogar (cocinar), y la creación de servicios, a la limpieza general del interior y exterior de la unidad

doméstica, así como lavado y arreglo de ropa, compostura de pequeños desperfectos de la casa y

mantenimiento y limpieza del vehículo. 2. Compra de bienes y servicios. Aquí se considera por un lado, la

compra de víveres y enseres domésticos, y por otro, la actividad de acudir a los centros de recepción para

efectuar el pago de los servicios consumidos en el hogar. 3. Cuidado y atención de los hijos. Dentro de

esta esfera se incluye lo referente a compromisos escolares como el transporte, las tareas, juntas de padres

49

ciento de los casos, sin embargo, el otro 38 por ciento manifiesta la existencia de

equidad a la hora de efectuar estas tareas. En este sentido, la función de las mujeres que

trabajan fuera del hogar presenta algunos cambios pero aún se le confiere una mayor

responsabilidad en lo doméstico.

En este mismo estudio de caso, tal como se observa en el siguiente cuadro, se

encontró que la participación masculina en la esfera doméstica de la producción por

parte de los cónyuges, se restringe a actividades como la limpieza del exterior, arreglo

de desperfectos de la casa y lo relacionado con el vehículo (cuando lo hay). En las

labores que menos intervienen son en la limpieza del interior, en el lavado y arreglo de

la ropa, y en cocinar para los miembros del hogar; su colaboración es ocasional. Se

involucran más cuando de los hijos se trata, sobre todo en los compromisos escolares -

transporte, tareas, juntas, etc.- y en menor medida lo que tiene que ver con la atención y

aseo.

de familia, etc., y en el rubro de atención actividades como bañarlos, vestirlos, darles de comer o

acostarlos.

50

Cuadro 10.

Distribución de responsabilidad del trabajo doméstico según participación y frecuencia,

en los hogares del personal docente femenino de la Universidad de Occidente, campus

Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997

(Porcentajes)

Actividad doméstica

Siem

pre

Casi siempre Ocasionalmente

Ella Él Los

dos

Ella Él Los

dos

Ella Él Los

dos

Limpieza del interior 43 0 14 14 0 9 0 19 5

Limpieza del exterior 24 9 14 0 14 5 0 0 5

Lavado y arreglo de

ropa

48 0 19 14 5 0 5 5 5

Cocinar para los

miembros

38 0 19 14 0 5 9 9 14

Arreglo de

desperfectos

0 48 14 0 9 0 5 0 5

Mantenimiento de

vehículo49

0 44 0 0 17 0 6 17 0

Compra de víveres y

enseres

14 9 48 5 5 9 0 0 14

Efectuar pago de

servicios

14 48 19 0 5 0 9 0 14

Compromisos

escolares de hijos

22 11 22 6 6 0 6 17 6

Atención de los hijos 44 6 22 6 11 6 11 17 0

Fuente directa

Por otro lado, observamos que las actividades correspondientes a la esfera de

compra de bienes y servicios, cuyas actividades se ejecutan en el ámbito extradoméstico

son su responsabilidad máxima, pues casi el 48 por ciento acude a pagar los servicios y

el 57 por ciento contribuye en las compras de víveres y enseres (cuadro 9).

Aquí se nota que las mujeres realizan más el trabajo del interior del hogar, lo

relacionado a la limpieza y a la alimentación de los miembros de la familia. De las

tareas que se realizan en forma compartida, la compra de víveres y enseres domésticos

resulta significativa, pues el 47 por ciento lo hace siempre de esta manera.

En mínima proporción se hace uso de empleados para labores de la esfera de la

producción doméstica, como la limpieza del interior, del exterior, el lavado de ropa y/o

49

Se consideró esta actividad, dado que en el marco de la división del trabajo sexual, corresponde a las

actividades consideradas como “masculinas” tanto por hombres como por mujeres.

51

la preparación de alimentos. Un 29 por ciento contaba con empleados para realizar las

tareas siempre y casi siempre y sólo el 9 por ciento, de manera ocasional.

Aunque en la encuesta no se precisó acerca de la conformación de redes de

apoyo en la redistribución del trabajo doméstico, se obtuvo que, en general, se recurre a

este tipo de ayuda en tareas de limpieza (el 9 por ciento indicó una frecuencia de

siempre y casi siempre, y el 5 por ciento sólo ocasionalmente) y en la alimentación de

los miembros del hogar (el 14 por ciento)50

.

En la mitad de los hogares paternos y maternos del grupo de mujeres

docentes sujetos de esta investigación, la distribución de las tareas domésticas en

la esfera de la producción era desigual, con carga absoluta para las mujeres. En el

resto se contó con la participación masculina, principalmente de los hermanos

varones y en menor medida del padre. Al igual que los cónyuges de las

profesionistas, se observa mayor participación del padre en la atención y cuidado

de los hijos, aumentando cinco puntos porcentuales en la distribución equitativa

en comparación con las actividades domésticas (cuadro 11).

50

Debido al recorte del problema de investigación no se aborda a fondo en este estudio la conformación

de redes de apoyo a la hora de redistribuir las labores domésticas, creadas alrededor de las mujeres que

trabajan. En otras investigaciones que se detienen en este asunto, como las de Blanco Sánchez (1991) o

Arceo (1997), encuentran que en muchos casos esas redes de apoyo están formadas principalmente por

parientes cercanos, como la madre, la hermana, o los hijos (sobre todo mujeres), además de instituciones

públicas; siendo mínima la participación del cónyuge masculino. En este sentido, para Blanco Sánchez la

distribución del trabajo doméstico no significa una repartición equitativa entre los sexos, sino la

contribución de más mujeres y escribe: “...a pesar de que la mujer experimente ciertos cambios en el

desempeño de sus roles como el no ser ama de casa exclusivamente sino una asalariada cuyo aporte

económico a la unidad doméstica en la mayoría de los casos es realmente fundamental, tales cambios no

se reflejan de manera sustancial en una distribución diferencial por sexo de las tareas domésticas. Es

decir, no sólo „la doble jornada de trabajo‟ se mantiene para la mujer asalariada sino que, por lo menos en

los dos grupos analizados, cuando hay ciertas variaciones en los patrones de trabajo doméstico son

siempre otras mujeres adultas las que, a manera de ayuda, están involucradas” (Blanco Sánchez,

1991:149).

52

Cuadro 11.

Distribución del trabajo doméstico en los hogares habitados

durante la infancia y adolescencia por el personal docente

femenino de la Universidad de Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997

(Porcentajes)

Distribución de actividades

Producción

doméstica

Atención y

cuidado de

hijos

Sólo participación de las mujeres 52

47

Mayor participación de las

mujeres

33 33

Participación equitativa entre

hombres y mujeres

14

19

Fuente directa

La diferencia de edad entre los padres de las profesoras universitarias, mantiene

una correlación significativa con la participación masculina tanto en la distribución del

trabajo doméstico como en la atención y cuidado de los hijos. A una mayor edad del

hombre respecto a la mujer tiende a ser mayor la desigualdad en la distribución de la

responsabilidad en el ámbito doméstico; es decir, la mayor carga de trabajo se asienta

sobre todo en la mujer.

Se advierte también que en los hogares paternos con mayor escolaridad,

principalmente en el caso de la madre, el padre del grupo de mujeres de este estudio,

contribuye más en la atención de los hijos. Igualmente, es notoria la misma situación en

aquellos casos donde la madre tenía una actividad económica de autoempleo o

involucraba acciones de dirección, como empresaria o profesora.

En conclusión, aunque ciertamente el modelo de Parsons de ama de casa y

proveedor no funciona en todos los hogares del sector medio, no podemos decir que

predomine el rol de la mujer sinaloense como proveedora; y, aunque se vislumbren

ciertos rasgos de resignificación, no se elimina el nivel de importancia que tiene todavía

el rol de ama de casa-esposa-madre. Esto tiende a ser también una realidad para la

situación de otros estados, como en el caso de Nuevo León:

La diada proveedor-ama de casa es actualmente una realidad para la mayoría de las

parejas y, aún en los casos en los que la mujer tiene un empleo extrahogareño, ella

generalmente debe asumir sola la responsabilidad de la gestión doméstica (Ribeiro,

1994:164).

En la medida que la mujer expande su campo de acción y se introduce en la

esfera económica, se debate en dos posiciones: la mujer en su lucha como individuo

53

libre y en condiciones de igualdad con el hombre, o la mujer como madre y esposa con

sentido de sacrificio personal en pro del bienestar de su familia. Muchas de ellas se

angustian porque no están con sus hijos durante la mayor parte del día (Juárez, 1997). Al

respecto Reygadas señala que en Chihuahua:

Aunque las mujeres piensan que están mejor trabajando que sin trabajar, existen dudas

con respecto al cuidado de los hijos pequeños, casi todas creen que es mejor atenderlos

personalmente: „Lo que me hizo dejar la maquiladora fueron mis hijos, porque a los

hijos les hace uno falta‟.

Son comunes los sentimientos de culpa ya que se piensa que al entrar a trabajar se

descuidan a los hijos y que esa es la causa de que éstos sean conflictivos (Reygadas,

1994:123 y 124).

Según una encuesta aplicada a padres de familia en noviembre del 97 en las

cuatro principales ciudades del centro y norte de Sinaloa, sólo en las familias del 16 por

ciento de los entrevistados la madre contribuía al ingreso familiar (Sandoval Soto,

1997). Estos datos se refuerzan dado el aún alto porcentaje de mujeres inactivas que

aparecen en el rubro de “quehaceres del hogar”; la Encuesta Nacional de la Dinámica

Demográfica (1996) registró casi el 76 por ciento en 1992, y la Encuesta Nacional de

Empleo (1997) un 71 por ciento en el segundo trimestre de 1996.

Sondeos realizados en 1991 y en 1996 entre alumnos de la Universidad de

Occidente en Mazatlán51

, arrojaron que el 70 por ciento de las madres se dedicaban sólo

al hogar. Sumado a esto, el 81 por ciento de las progenitoras de las profesoras

universitarias sólo se dedicaba al hogar.

Considerando el total de la población femenina de doce años y más en Sinaloa,

se observa que para 1996 el 48 por ciento se dedicaba al hogar mientras que apenas un

15 por ciento era estudiante. En Mazatlán, tomando una muestra residencial de sectores

medios según datos del censo de 1990, se obtuvo que el porcentaje de las mujeres de

doce años y más dedicadas a los quehaceres del hogar representaba aproximadamente el

50 por ciento de la población en edad activa.

Lo anterior tiene relación con la opinión del 64 por ciento de más de 700

entrevistados en el centro y norte urbano de Sinaloa, quienes opinan que la mujer

desatiende a la familia cuando trabaja fuera del hogar. El 24 por ciento de los mismos

entrevistados acepta poco que la mujer trabaje, un 48 por ciento lo acepta pero no

totalmente y un 25 por ciento señaló estar muy de acuerdo. Además, el 68 por ciento

respondió que la mujer no debe trabajar sólo en aras de su desarrollo personal, sino para

ayudar a los gastos del hogar (Sandoval Soto, 1997).

Si bien la inserción de la mujer en la esfera productiva, se debe más a los

problemas económicos generados por la crisis, que a un cambio de actitudes y de

intereses personales, las tendencias resultantes entre el nivel de instrucción y

condición de actividad son significativas.

51

Se refiere a los estudios realizados por la autora de esta tesis en el campus Mazatlán de la Universidad

de Occidente, mismos que se explican en la nota número 12 del capítulo II.

54

En el cuadro siguiente se aprecia que a mayor nivel de instrucción es menor la

proporción de mujeres que sólo se dedica a las tareas domésticas de su hogar. Por el

contrario, ésta aumenta en la población ocupada.

De aquí se puede inferir que la escolaridad influye en la actuación de roles por

parte de las mujeres, pero también que, hace más factible su integración al mercado de

trabajo.

Cuadro 12.

Población femenina en edad activa según nivel de

instrucción y condición de actividad

Sinaloa, abril-junio de 1996

Nivel de

instrucción

Amas de

casa

Ocupadas

Sin instrucción 63.3 21.0

Primaria incompleta 61.6 24.8

Primaria completa 58.7 28.9

Secundaria 37.2 34.4

Medio superior y superior 27.3 47.5

Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, Sinaloa 1996

4. Ser madre

Según el Programa Nacional de la Mujer (1995-2000), las mujeres esposas y

madres invierten mayor parte de su tiempo en la responsabilidad doméstica en los

primeros años de vida de los hijos. La mujer mexicana, se agrega aquí, pasa alrededor de

trece años de su vida con la responsabilidad del cuidado de al menos un hijo menor de

cinco años, es decir, un 38 por ciento de su vida reproductiva -entre los 15 y 45 años de

edad (“Programa Nacional de la Mujer 1995-2000”, 1996:24).

En el estudio de caso de esta investigación se detectó que la mayoría de las

universitarias entrevistadas ya trabajaba antes de casarse, y casi la mitad interrumpió

aluna vez su actividad laboral principalmente para atender a sus hijos.

Aunque el rol de la madre es considerado importante por la mujer sinaloense y

mazatleca, éstas no tienen muchos hijos en promedio. La mitad de las mujeres

profesionistas entrevistadas para este estudio opinó que los hijos sí son importantes en el

matrimonio pero la mayoría tiene entre uno y dos.

55

Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (1996), la tasa global

de fecundidad52

en el estado, en el período de 1987 a 1991 correspondió a 3.2 hijos por

mujer, una tasa menor que la media nacional, de 3.5. Obteniendo el número de hijos por

mujer en Mazatlán, se obtiene que es el más bajo de todo el estado, de 2.4, y en los

sectores medios de dos hijos por mujer53

. En el caso de las mujeres universitarias

estudiadas, si obtenemos una media, el número de hijos corresponde a la municipal, de

2.4, dado que el 37 por ciento tiene de tres a cinco hijos.

El 44 por ciento de las universitarias estudiadas tuvo a su primer hijo entre los 23

y los 27 años. Un 39 por ciento tuvo su primer hijo entre los 20 y 24 años y un 33 por

ciento después de los 25 (cuadro 13, página siguiente).

Cuadro 13.

Edad de inicio de maternidad del personal

docente femenino de la Universidad de

Occidente, campus Mazatlán

Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997

(Porcentajes)

Rango

de

edad

Total

17-19 11

20-22 11

23-24 28

25-27 17

28-29 6

30-32 6

33-34 6

Fuente directa

Si comparamos este grupo con sus madres, observamos también, como en lo tocante

a la edad de matrimonio, un cambio notable. La edad promedio de maternidad en las

académicas es de 24.6 años y en las madres, de 21.6.

52

Promedio de hijos que una mujer tendría durante su vida reproductiva, entre los 15 y 49 años, si

estuviera sujeta a las tasas de fecundidad observada.

53

Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (1996), Sinaloa ocupaba en 1992 el primer

lugar en uso de anticonceptivos modernos. El 95.8 por ciento de las mujeres de 15 a 49 años en el

estado, hicieron uso alguna vez de algún método moderno para prevenir la concepción, frente al 87.4 por

ciento en el ámbito nacional.

56

La gráfica de la siguiente página demuestra a simple vista el desplazamiento

hacia el rango de edad más tardío en las hijas, entre 23 y 24, mientras que, en las

madres, todavía una tercera parte tuvo a su primer hijo antes de los veinte años.

Gráfica 1.

Edad de maternidad del personal docente femenino de la

Universidad de Occidente, campus Mazatlán, en

comparación con la de las madres

Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997

Personal docente

femenino

Rango

de

edad

Madres*

15-17

18-19

20-22

23-24

25-27

28-29

30-32

33-34

Fuente directa

NOTA: En el caso de las mujeres docentes que no han tenido

hijos, se incluyeron tomando en cuenta la media de distancia

entre la unión y la maternidad del resto de la muestra -2.2

años-, ubicando a dos en el rango de 28 a 29; una se integró en

el rango de 30 a 32 años, pero tiene 6 años de matrimonio y 29

años de edad.

* Se incluye a las madres del personal docente sin experiencia

conyugal alguna (solteras)

Otro cambio se manifiesta en la distancia entre la fecha de matrimonio y el

inicio de la maternidad. En casi el 40 por ciento de las mujeres profesionistas

universitarias, su primer hijo nació durante el primer año de matrimonio, frente al

71 por ciento de las madres; opuesto al primer grupo, el 39 por ciento esperó por

lo menos tres años (cuadro 14, página siguiente).

Así, la distancia media entre el matrimonio y la maternidad en las madres

de las profesionistas es de 1.4 años y en las hijas, 2.2 años.

57

Cuadro 14.

Distancia entre fecha de matrimonio y

maternidad del personal docente femenino

de la Universidad de Occidente, campus

Mazatlán, y sus madres

Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997

(Porcentajes)

Tiempo de

espera

Hijas Madres

Primer año 39 71

Dos años 17 9

Tres años 28 5

Cuatro años y

más

11 9

Fuente directa

En resumen, fuera del ámbito familiar la mujer puede encontrar espacios en

donde su condición de género sea, si no eliminada, sí minimizada formalmente. Es

decir, la posibilidad del reconocimiento de capacidades laborales desligadas de su

función biológica como reproductora de la especie, capacidades de raciocinio y

hedonismo.

No obstante, en las relaciones conyugales, se le asignan roles indisolublemente

relacionados con su naturaleza, además de los nuevos que se han generado con los

procesos de cambio, como el de proveedora, aunque este no es asimilado todavía, en

general, como una responsabilidad personal social, sino una opción en función de las

posibilidades y necesidades de la familia.

58

Capítulo IV

Distribución de responsabil idad del trabajo doméstico y

patrones familiares

1. Arreglos de distribución del trabajo doméstico

Cuando la mujer trabaja fuera de su hogar, es común que otros miembros

tomen parte en la ejecución del trabajo doméstico, sin embargo, no representa ni

la mitad de la carga de trabajo. Es decir, si bien la inserción al mercado laboral

por parte de las mujeres, aún profesionistas, introduce la probabilidad de una

redistribución del trabajo doméstico, ésta no se da en la misma proporción en

todos los casos ni con relación al tiempo y esfuerzo que la mujer dedica a su

actividad laboral (Sánchez Gómez, 1991:74).

En este sentido, la responsabilidad en la distribución del trabajo doméstico

no depende solamente de quien aporta ingresos al hogar, sino también del medio

socioeconómico y cultural y de la orientación socializadora de la familia de

origen.

Enseguida se agrupan en dos grandes categorías los arreglos conyugales

que construyen las mujeres profesionistas, en cuanto a la distribución del trabajo

doméstico: arreglos desiguales, con mayor carga de trabajo para la mujer y,

arreglos equitativos, donde se comparten las tareas con el cónyuge54

.

Dichas categorías se sustentan en la distribución de actividades ligadas al

trabajo doméstico correspondientes a las esferas de producción y compra de

bienes y servicios. No se toma en cuenta la esfera de atención y cuidado de hijos,

dado que no corresponde necesariamente con las otras dos55

.

1.1 Arreglos desiguales

Un arreglo desigual en la distribución de la responsabilidad del trabajo

doméstico se identifica pues, en este caso, cuando la mujer esposa carga con un

54

Para analizar la distribución de actividades en este capítulo se consideran sólo aquellas efectuadas con

regularidad por parte del hombre y de la mujer, es decir, las que se realizan con la frecuencia de

“siempre” y “casi siempre”.

55

En el capítulo III se define el criterio de división en las actividades domésticas en tres esferas:

Producción (como la preparación de alimentos, limpieza general y mantenimiento de bienes domésticos),

compra de bienes y servicios (acudir por ejemplo a los centros de consumo de víveres y enseres o pago de

los servicios), y como tercera esfera, cuidado y atención de los hijos (bañarlos, vestirlos, atender

compromisos escolares, transporte, etc.).

59

mayor peso en dicha responsabilidad mientras que la participación del cónyuge

masculino se expresa como “ayuda”.

De veintiún arreglos conyugales estudiados, catorce pertenecen a esta

categoría, lo que significa el 67 por ciento del total.

Al cuantificar la realización sistemática de las actividades relacionadas

con el trabajo doméstico, sumando las tres esferas aquí consideradas –producción

doméstica, compra de bienes y servicios, y cuidado y atención de hijos- se

obtiene que el 45 por ciento de las tareas las realizan los hombres y el 53 por

ciento, las mujeres. Visto así, la desigualdad atribuida no parece tal, si se

considera, además, que en la mayoría de los casos es el hombre quien aporta el

principal ingreso económico. Este es, de hecho, el argumento más esgrimido.

Sin embargo, el tiempo y el esfuerzo necesarios para ejecutar las

diferentes labores, no son los mismos. El trabajo en las esferas domésticas de

producción y de atención y cuidado de los hijos, exige la labor diaria y repetitiva.

Por ello, es menester precisar el peso en cada una de las esferas y las actividades

que realizan hombres y mujeres.

Cuadro 1.

Arreglos desiguales

Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres

(Porcentajes)

Actividades

Ho

mbr

es

Muj

eres

Esfera de producción doméstica 36 51

1. Preparación de alimentos 14 71

2. Limpieza del interior 7 86

3. Lavado y arreglo de ropa 7 79

4. Limpieza del exterior 43 64

5. Compostura de desperfectos 79 7

6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 64 0

Esfera de compra de bienes y servicios 64 50

1. Compra de víveres y enseres domésticos 71 71

2. Pago de servicios 57 29

Esfera de cuidado y atención de hijos 36 64

1. Compromisos escolares de los hijos 36 50

2. Atención de los hijos 36 79

Fuente directa

En la esfera de la producción se amplía la desigualdad, pues el 36 por

ciento de las tareas las realiza el hombre mientras que el 51 por ciento corren a

cargo de la mujer. Como se aclaró antes, las tareas que aquí se consuman son la

60

limpieza del interior y del exterior de la unidad doméstica, el lavado y arreglo de

ropa, la compostura de desperfectos y el mantenimiento y limpieza del vehículo,

además de la preparación diaria de los alimentos.

Por el contrario, en la esfera de compra de bienes y servicios la

participación masculina aumenta. De manera global, ellos se encargan

sistemáticamente del 64 por ciento de las actividades que competen a esta esfera y

las mujeres del 50 por ciento. Esto es porque los cónyuges masculinos son

quienes acuden en mayor proporción a los centros de recepción del pago de los

servicios, el 57 por ciento de los hombres contra un 29 por ciento de las mujeres.

Aunque por otro lado, tanto el 71 por ciento de las mujeres como de los hombres,

realizan la compra de víveres y enseres domésticos.

La balanza se inclina de nuevo hacia las mujeres en el terreno de los hijos.

Mientras que las mujeres se responsabilizan del 64 por ciento de las tareas

cotidianas de esta esfera, sus cónyuges participan en un 36 por ciento de éstas. Al

desglosar por actividad, se nota que la participación masculina se mantiene en la

misma proporción, 36 por ciento respecto a compromisos escolares y otro tanto

en atención de los hijos. No así en el caso de las mujeres, quienes son más

proclives a efectuar las actividades vinculadas a la atención –el 79 por ciento de

las mujeres señalaron realizar dichas acciones-, quedando en segundo lugar lo

referente a compromisos escolares, pues sólo el 50 por ciento de ellas

manifestaron hacerse cargo de ese tipo de actividades.

Así pues, al revisar la distribución en función de las tareas es notable una

mayor disparidad.

En resumen, las mujeres se encargan principalmente de las labores de

limpieza del interior, de la ropa, la preparación de alimentos y también de la

limpieza del exterior; en lo que menos participan es en la compostura de

desperfectos y lo relacionado con el vehículo.

Los cónyuges, por el contrario participan más en estas dos últimas y

menos en las cuatro primeras. Por otro lado, ellos se involucran más cuando de

los hijos se trata en comparación con las labores de limpieza, pero aún muy por

debajo de la responsabilidad asumida por las mujeres. Sin embargo, destaca su

presencia en la esfera de compra de bienes y servicios, sobre todo a la hora de

efectuar los pagos.

No sólo el tamaño de la carga de trabajo implica pues, desigualdad,

también lo es la distribución de actividades según el sexo. En suma, en los

arreglos que establecen las mujeres profesionistas, con relación a la distribución

de las tareas domésticas, se divide sobre todo en función de lo que se califica

como actividades masculinas y femeninas.

Por último, en estos casos los arreglos de distribución se dan de dos

maneras: la delimitación de tareas casi exclusivas y la realización compartida.

El primero figura en la mayoría de los arreglos: la mujer se encarga de una

tareas y el cónyuge de otras, mismas que coinciden con los roles asignados

culturalmente a partir de sus atributos sexuales. Ocasionalmente los hombres

colaboran en la limpieza del interior, mientras que ellas, en algunos casos,

61

también ocasionalmente arreglan desperfectos de la casa y se encargan de la

limpieza y mantenimiento del automóvil.

El segundo tipo de arreglo se da menos. La actividad que destaca es la de

compra de víveres y enseres y en segundo término los compromisos escolares de

los hijos.

1.2 Arreglos equitativos

Se consideran arreglos equitativos aquellos en los que la responsabilidad del

trabajo doméstico se distribuye por igual entre los dos cónyuges, en donde las tareas

cotidianas del hogar son responsabilidad de ambos.

En este grupo -en el cual se ubican siete arreglos conyugales de las mujeres

estudiadas, es decir, el 33 por ciento- la responsabilidad doméstica se distribuye de

manera equitativa, incluso, si se suman y se obtiene una media de las tres esferas, resulta

una carga mayor de trabajo doméstico para el hombre, con el 63 por ciento de las tareas,

y para la mujer el 54 por ciento.

Al contrario de lo que sucede en el grupo anterior, pareciera que aquí la

desigualdad doméstica es a la inversa, mayor carga para el cónyuge masculino. No

obstante, las actividades de cada una de las esferas no se pueden medir bajo la sola

lógica de las sumas y las restas, sino, además, considerando las características de cada

una de ellas. Así pues, al especificar se advierte una compensación que, en general,

equilibra la situación (cuadro 2, página siguiente).

62

Cuadro 2.

Arreglos equitativos

Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres

(Porcentajes)

Actividades

Ho

mbr

es

Muj

eres

Esfera de producción doméstica 52 48

1. Preparación de alimentos 43 57

2. Limpieza del interior 57 71

3. Lavado y arreglo de ropa 57 71

4. Limpieza del exterior 57 14

5. Compostura de desperfectos 71 29

6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 29 0

Esfera de compra de bienes y servicios 88 64

1. Compra de víveres y enseres domésticos 71 86

2. Pago de servicios 100 43

Esfera de cuidado y atención de hijos 50 50

1. Compromisos escolares de los hijos 50 50

2. Atención de los hijos 60 60

Fuente directa

Las diferencias brotan en la producción doméstica y en la compra de bienes y

servicios. En las actividades concernientes a la limpieza del interior del hogar, el arreglo

de la ropa y la preparación de alimentos, hay mayor proporción de mujeres, pero esta

diferencia es mínima comparada con el grupo anterior. Por otro lado, es notable que,

cuando de los hijos se trata, la equidad es total.

Aquí también se dan las dos formas de organizar la distribución del trabajo

doméstico.

Por un lado, la compra de alimentos y enseres, así como la limpieza del interior,

se efectúan, en general, entre los dos cónyuges, en el 71 por ciento y en el 57 de los

casos, respectivamente. También se comparte por igual la preparación de alimentos y el

lavado y arreglo de la ropa aunque en menor medida. Esto significa que en el 43 por

ciento de las parejas se cocina y se lava la ropa a la par.

Por otro lado, hay tareas que son repartidas según la condición sexual. Las

mujeres se dedican más a la limpieza del interior de la casa y de la ropa; mientras que

los hombres tienen mayor disposición a efectuar labores como el mantenimiento y

limpieza del vehículo, la limpieza del exterior y la compostura de desperfectos.

63

2. Patrón de la familia de orientación

Como estrategia de análisis se han construido cuatro patrones familiares con el

fin de definir las diferencias básicas entre las familias de orientación de las mujeres

profesionistas universitarias y ubicar el tipo de arreglos conyugales de distribución del

trabajo doméstico que se desprende de cada uno de los patrones familiares.

Dichos patrones familiares se rigen a partir de las siguientes variables: la

participación masculina en el trabajo doméstico (padres y hermanos) y, específicamente

del padre en el cuidado y atención de los hijos, la escolaridad de la madre y la

distribución de la autoridad en forma de toma de decisiones (actividades de la madre

fuera del hogar, asuntos escolares de los hijos y concesión de permisos a los hijos).

Patrón familiar tipo uno

Aquí se ubica a las familias en donde no existió participación masculina de los

miembros de la familia en la esfera de la producción doméstica; el padre tuvo escasa

participación en el cuidado y atención de sus hijos, asumiendo mayor autoridad sobre la

madre y los hijos al controlar sus actividades y libertad de movimiento. Cabe dentro de

este tipo, la ausencia total del padre en las decisiones y en la relación con sus hijos, “el

padre ausente”; la madre que carga con todas las responsabilidades en el hogar y en el

cuidado de los hijos. En este tipo las madres tienen escolaridad hasta primaria.

Patrón familiar tipo dos

Participación masculina, principalmente de hermanos, en el trabajo doméstico y

escolaridad de la madre hasta nivel medio básico. Escasa o nula participación del padre

en la atención y cuidado de sus hijos. Ausencia del padre o autoridad diferida entre los

padres: en general, la madre decide sus actividades fuera del hogar y los asuntos

escolares de los hijos, sola o en consenso con el padre; mientras que es el padre quien

otorga los permisos a sus hijos.

Patrón familiar tipo tres

Participación masculina, sobre todo de los hermanos, en el trabajo doméstico.

Mínima o equitativa participación del padre en el cuidado y atención de sus hijos, con

autoridad diferida entre los dos cónyuges, la madre decide por sí misma, o en consenso

con el padre, las actividades propias; en los asuntos escolares de los hijos y en la

concesión de permisos participan en conjunto los dos padres; madres de escolaridad

hasta primaria.

Patrón familiar tipo cuatro

Participación masculina en el trabajo doméstico y participación mínima o

equitativa del padre en el cuidado y atención de sus hijos. Autoridad diferida entre los

cónyuges, en donde la madre decide sus propias actividades, sola o de manera

consensada con el cónyuge. Tanto los asuntos escolares como los permisos a los hijos se

deciden entre los dos padres. Aquí encontramos madres con escolaridad postprimaria.

64

El tipo de patrón familiar al que pertenece el grupo de veintiún mujeres

profesionistas estudiadas en relación al tipo de arreglos conyugales de

distribución de trabajo doméstico se presenta de la siguiente manera:

Cuadro 3

Distribución de familias de orientación según patrón familiar

(Valores absolutos)

Patrón familiar

Famil

ias

Arreglos conyugales

Desigu

ales

Equita

tivos

Patrón familiar tipo uno 8 6 2

Patrón familiar tipo dos 7 7 0

Patrón familiar tipo tres 2 1 1

Patrón familiar tipo cuatro 4 0 4

Total 21 14 7

Fuente directa

A continuación se describen las familias a las que pertenecen las mujeres

que formaron parte de la muestra según el tipo de arreglo conyugal de

distribución del trabajo doméstico y patrón familiar.

2.1 Patrones familiares de los arreglos desiguales

Conforman este grupo mujeres que se criaron en familias cercanas a los

tres primeros patrones propuestos. Seis de las familias se pueden ubicar dentro del

patrón número uno, siete más en el número dos y, una, en el tres.

Patrón familiar del tipo uno

Las seis familias que coinciden con el patrón tipo uno se ubican dentro de

los sectores medios, además de que, tanto la madre como el padre alcanzaron

hasta el nivel de primaria. En cuatro de estos casos los padres tenían la misma

escolaridad, y en las dos familias restantes era desigual. De las dos últimas, en

una pareja el padre contaba con la primaria terminada en tanto que la madre no la

había concluido; en la otra pareja, el caso era casi a la inversa, ya que era la madre

quien tenía mayor escolaridad, cinco años de primaria frente a los dos años

cursados por el padre.

Durante las etapas de infancia y adolescencia las madres de este grupo de

mujeres tuvieron como ocupación única la atención del hogar y de sus miembros,

en tanto que los padres presentan ocupaciones diversas: chofer, agente de ventas,

agricultor, ferrocarrilero, empleado público y mecánico.

Las generaciones de las madres varían entre las nacidas en 1922 (dos),

1935-36 (dos) y las nacidas entre 1944 y 1954. Los padres son de generaciones un

poco más antiguas, con una media de 5 a 6 años de diferencia respecto a la madre.

65

Es decir, el padre que hoy tendría mayor edad nació en 1912 mientras que, el

menor, en el año del 43.

a) Distribución de actividades domésticas

En ninguno de los hogares hubo participación masculina en el trabajo doméstico;

ni de padres ni de hermanos. Sólo en dos casos el padre participó en calidad de ayuda a

la madre en el cuidado y atención de los hijos, pero en ellos, como en los demás, ellos

controlaban las actividades de la madre y eran quienes concedían los permisos a los

hijos.

En el hogar de las seis mujeres profesionistas con arreglos desiguales que

tienen como antecedente el patrón familiar tipo uno, es donde se nota un mayor

trabajo de las mujeres, en comparación con las que provienen de los otros tipos de

familias, como se verá más adelante. Aquí, por ejemplo, se da el caso de una

pareja en donde el marido sólo participa en las tareas concernientes a las esferas

de producción y compra de bienes y servicios en forma muy esporádica y “cuando

está de buenas”, a petición de la esposa.

Visto por esferas, estas mujeres rebasan en carga de trabajo la media del

total en la categoría de arreglos desiguales y también presentan porcentajes

mayores a los cónyuges en todas las esferas; ellas también se encargan del pago

de los servicios, actividad predominantemente masculina en el resto (cuadro 4,

página siguiente).

Cuadro 4.

Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo uno

Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres

(Porcentajes)

Actividades

Ho

mbr

es

Muj

eres

Esfera de producción doméstica 44 72

1. Preparación de alimentos 17 83

2. Limpieza del interior 17 100

3. Lavado y arreglo de ropa 17 100

4. Limpieza del exterior 67 67

5. Compostura de desperfectos 83 17

6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 67 17

Esfera de compra de bienes y servicios 50 75

1. Compra de víveres y enseres domésticos 67 100

2. Pago de servicios 33 50

Esfera de cuidado y atención de hijos 25 58

1. Compromisos escolares de los hijos 33 50

2. Atención de los hijos 17 670

Fuente directa

66

En promedio, las mujeres participan en un 68 por ciento en el total de las

actividades del hogar, mientras que, los hombres lo hacen en casi un 40 por

ciento. Cabe aclarar que no cuentan con empleados domésticos y es mínima la

participación de parientes: la madre que de vez en cuando ayuda en la

preparación de alimentos o la hermana, en la limpieza y en las compras.

b) Toma de decisiones e interacción

Las decisiones domésticas, esto es, la decisión acerca de la comida diaria y

de la contratación de servicios domésticos son asumidas por las mujeres

profesionistas que pertenecen a este subgrupo. La mitad de ellas decide por sí sola

si trabaja y dos más lo acuerdan con el cónyuge. En un sólo caso es el cónyuge

quien tiene mayor participación en los asuntos domésticos y en el trabajo de ella:

él es trece años mayor, ya había tenido una relación conyugal, no terminó su

carrera profesional (cursó hasta segundo año de medicina) y es, por cierto, el

único extranjero, ecuatoriano.

En este último caso, en el hogar familiar de origen, el padre decidía sobre

la contratación de servicios domésticos y la comida diaria, además de otorgar él

los permisos a los hijos. Sin embargo, la madre llevaba el control de los ingresos,

los asuntos escolares y la compra de bienes suntuarios. Asimismo, el padre era

diez años mayor que la madre, nacidos en 1943 él, y en 1953 ella.

En el resto de las familias, en las actividades de la esposa también

participaba el padre, en dos casos, de manera consensada, y en los otros dos de

manera unilateral por parte del padre. Eran ellos, además, quienes otorgaban los

permisos a los hijos. Se presenta, sin embargo, un caso en donde no se convivió

con los padres después de los tres años de edad, ante el deceso de la madre y

trabajo del padre. Por esta razón la profesora en cuestión vivió con sus hermanas,

quienes trabajaban y ayudaban a sostener el hogar y, por lo tanto tomaban todas

las decisiones.

Aquellas mujeres con mayor autonomía para decidir sobre su trabajo,

coinciden con los dos únicos hogares familiares en donde por lo menos hubo una

mínima participación del padre, pero no así en el tercer caso. No obstante, en éste

último, la madre tenía mayor escolaridad, más años de primaria cursados.

Por otro lado, la relación con el cónyuge de la mujer profesionista, es

menos conflictiva en las interacciones cotidianas56

en comparación con los otros

subgrupos. En cuatro casos no se da ninguna manifestación de disgusto por parte

del cónyuge como resultado de su trabajo, tres de los cuales, el marido participa

en la decisión.

56

Como parámetro de medida solicitamos a las mujeres de este estudio respondieran la reacción del

cónyuge a determinada situación a partir de cuatro grados: Muy conflictivo (1). Agresión física y/o verbal;

Conflictivo (2). Discusión, reclamos, actitudes de venganza del cónyuge; Poco conflictivo (3).

Manifestación de preocupación o enfado momentáneo; Nada conflictivo (4). Ninguna manifestación

inmediata o posterior que perjudique la armonía.

67

En los otros dos se presentan algunas discusiones y reclamos, hasta

agresión; los cónyuges vivieron su infancia y adolescencia en zonas rurales de

Sinaloa. En uno, donde el marido estudió hasta primaria, el conflicto llega a la

agresión, al tener que salir de la ciudad por causas del trabajo; en el otro, donde

el cónyuge tiene estudios profesionales terminados, con empleo de dirección y

testigo de Jehová, la situación de no atender el hogar a causa de las actividades

laborales se marcó como “poco conflictiva”:

Él no quería que yo trabajara, la condición que me puso fue que no le descuidara la casa;

(...) cuando yo no cumplía bien, (él) se molestaba, pero nunca hubo mucho problema.

Otro aspecto donde se registra mayor fricción, se da cuando ellas llegan

muy noche a su casa y el marido ya está ahí. En cinco se produce una

manifestación de disgusto, en tres de ellas, se llega a la discusión y al reclamo.

Sólo una, la marca como situación “nada conflictiva”, quien, además, es la que

presenta mayor cantidad de situaciones marcadas con esa misma calificación. Ella

vivió en el único hogar de este subgrupo, en donde las mujeres tomaban todas las

decisiones. Asimismo, el cónyuge, es el único del subgrupo y de los graduados

en nivel superior, que es académico universitario, no profesa religión alguna,

proviene de sectores altos y se crió en Mazatlán durante la infancia y

adolescencia.

c) La pareja

Régimen matrimonial

Las características de las parejas tienden a ser heterogéneas. Tres de ellas,

están unidas bajo régimen cívico-religioso, al igual que sus padres. Se presenta un

caso de matrimonio sancionado sólo por el Estado a diferencia de los padres que

se casaron por las dos leyes. Los dos casos restantes, se trata de parejas en unión

libre; en una, los padres de ella se casaron sólo por la iglesia y, en la otra, sólo por

el civil.

Edad de matrimonio

Se casaron en diferentes edades, una a los 19 años, y el resto entre 2257

y

26, la de matrimonio más tardío. Las madres de ellas se casaron antes de los 20

años; sólo una se unió después de esa edad, a los 25, coincidiendo con la de la

hija, al igual que la edad del padre y del cónyuge en el momento en que se da el

matrimonio, 26 años.

Diferencia de edad

Tanto entre las parejas de las mujeres universitarias estudiadas, como en

los padres, la diferencia de edad es diversa, desde trece y diez hasta un año, sin

que se presenten más que dos casos en donde se asemejen. En el caso en que el

57

Se considera sólo la edad de matrimonio respecto de la relación de pareja que se analiza, pues para un

caso de este subgrupo, ésta es su segunda unión. Se casó, por primera vez, a la edad de 17 años. Cinco

años después, a los 22, vuelve a unirse.

68

cónyuge es mayor en trece años, el padre era diez años mayor que la madre; en el

otro, la diferencia entre los padres y entre ella y su cónyuge es por un año, además

de coincidir en las edades de casamiento, como se dijo en el párrafo anterior.

En las universitarias sólo dos casos aparecen con una diferencia de edad

de diez años o más. En el resto la media al respecto es de 2.2 años.

Por último, en este subgrupo se da un caso en donde la mujer profesionista

es mayor que su cónyuge, quien es dos años menor.

Maternidad

De las que tienen hijos (cinco de seis mujeres), todas esperaron por lo

menos dos años para el nacimiento del primero, por lo que la edad de inicio de la

maternidad es a partir de los 20 años58

. Las madres también tuvieron a su primer

hijo a partir de esa edad, sólo una presenta una edad temprana, a los 16, es

también la que se casa a menor edad, a los 15 años.

d) Actitudes

La mayoría de las mujeres universitarias de este subgrupo, las cinco que

son madres y nacidas entre 1967 y 1953, manifiestan una aceptación de la

desigualdad y la subordinación a los intereses de la familia, de sus hijos y su

esposo.

Desde la perspectiva de la desigualdad de los sexos, las primeras seis

proposiciones de la tabla siguiente (cuadro 5), guardan una ideología de

subordinación femenina ante el dominio masculino.

58

Quien se unió en dos ocasiones, tuvo a su primer –y único- hijo en la primera relación, a los 20 años,

habiéndose casado a los 17. Por lo que, cuando se vuelve a unir, ya tiene un hijo; hija, para ser precisos.

69

Cuadro 5.

Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo uno

Tabla de actitudes*

(Valores absolutos)

Proposición

1 2 3 4 5

1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las necesidades de

su familia

5 1

2. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su

esposa

2 3 1

3. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer

1 2 2 1

4. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les da la

vida

1 1 4

5. Para que una mujer se realice necesita tener hijos

1 1 1 3

6. Si el cónyuge masculino debiera mudarse a otra ciudad

debido a su trabajo, la esposa debe seguirlo aunque ella

renuncie al suyo

1 3 2

7. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge

1 2 1 1 1

8. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo hace

una mujer

1 5

9. Tener hijos no es importante en el matrimonio

1 1 2 2

Fuente directa Siguiendo la escala de Lickert, los números de las respuestas corresponden a lo siguiente: 1.

Totalmente de acuerdo; 2. De acuerdo; 3. No tengo opinión; 4. En desacuerdo y; 5. Totalmente en

desacuerdo

Las opiniones favorables de las mujeres en las proposiciones uno, dos y

seis, reflejan una aceptación de dependencia hacia el cónyuge, dada, en ese

sentido, la responsabilidad principal en el hombre como jefe de familia. De las

que se manifiestan en desacuerdo en seguir al cónyuge si se muda de ciudad, una

tiene un ingreso mayor al de él y su situación conyugal está en un momento de

ruptura, según ella misma lo manifiesta.

La única que no concuerda con las tres afirmaciones es la más joven del

grupo, nacida en 1971.

Por otro lado, si bien la mitad de ellas no considera la maternidad como la

única posibilidad de realización personal, sí la consideran importante para el

70

matrimonio, además de que, en su opinión, el hombre tiene tanta capacidad como

la mujer para cuidar a los hijos. Quien no opina, es la única que no tiene hijos.

En lo que presentan una mayor división de opinión es, por un lado, en si el

trabajo doméstico es una función de la mujer; la mitad está de acuerdo en ello.

Son mujeres nacidas entre 1962 y 1967 (las treintañeras), sus madres no

terminaron la primaria y el padre tenía mayor autoridad y control sobre los

integrantes del hogar.

Por otro lado, respecto a compartir el salario con el marido; dos no están

de acuerdo y una no tiene opinión. La que no opina es la más joven, y las que

están en desacuerdo, nacieron entre 1953 y 1957, es decir, las que, en el momento

de la entrevista, estaban viviendo su cuarta década. Además, una de ellas es quien

vivió con sus hermanas y no con su padre; en el otro caso, la madre, aunque no

terminó la primaria, alcanzó mayor escolaridad que el padre.

Patrón familiar del tipo dos

Este tipo de familias se distingue principalmente por una mayor

participación de la madre en las decisiones, así como una distribución del trabajo

doméstico con presencia masculina. Siete de las familias de las mujeres

profesionistas con arreglos desiguales, caben en este tipo.

De las siete familias, cinco pertenecen a los sectores medios, en donde todos los

padres tenían mayor escolaridad que la madre, desde algunos años de primaria (primaria

sin terminar contra primaria del padre) a tres niveles de por medio (primaria de la madre

contra especialidad del padre –médico especializado). Los otros dos casos, uno

perteneciente a sectores pobres y el otro a sectores ricos. En el primero, el padre tiene

como escolaridad alcanzada una carrera técnica subprofesional, comercio, y la madre

primaria terminada; en el segundo, la madre tiene mayor escolaridad, secundaria

terminada frente a tercero de primaria del padre.

Durante la infancia de las mujeres que salieron de estas familias, todas las

madres fueron amas de casa, se dedicaron por completo al hogar; sin embargo, en la

etapa de la adolescencia una de ellas, la del hogar de nivel económico bajo, ingresó al

mercado de trabajo en el sector servicios, como recamarista, y se convirtió en jefe de

familia, hecho motivado por la separación con el cónyuge. De los siete padres, los de

mayor escolaridad tenían ocupaciones de médico y gerente; de los dos de nivel medio

básico, uno fue marino y alcanzó grado de teniente y, el otro, trabajaba como capitán de

barco; por último, los de menor escolaridad, se ocupaban como contratista, mecánico y

transportista.

Las madres de generaciones más antiguas nacieron entre 1925 y 1928, tres del

total; el resto entre 1942 y 1947. Tres de los padres nacieron entre 1918 y 1924, dos en

1930 y 1931 y, dos de generaciones más recientes, nacidos en 1942 y 1945.

a) Distribución de actividades domésticas

De los siete hogares de las familias de orientación de las universitarias, en casi

todos, menos uno, la distribución del trabajo doméstico se dio con la participación

71

masculina, sobre todo de hermanos; en uno inclusive, se repartían equitativamente las

labores.

Esto varía cuando se observa la participación del padre en el cuidado y atención

de los hijos. Sólo en tres de ellos colabora con la madre, pero en los demás es la madre

quien se hace cargo por completo de los hijos, sin considerar ayudas externas.

En promedio, en los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas del

subgrupo patrón familiar tipo dos, ambos cónyuges participan en un 46 por ciento con

las labores domésticas.

Cuadro 6.

Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo dos

Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres

(Porcentajes)

Actividades

Ho

mbr

es

Muj

eres

Esfera de producción doméstica 24 45

1. Preparación de alimentos 14 71

2. Limpieza del interior 0 71

3. Lavado y arreglo de ropa 0 57

4. Limpieza del exterior 14 57

5. Compostura de desperfectos 57 14

6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 57 0

Esfera de compra de bienes y servicios 79 28

1. Compra de víveres y enseres domésticos 71 82

2. Pago de servicios 43 14

Esfera de cuidado y atención de hijos 36 64

1. Compromisos escolares de los hijos 29 43

2. Atención de los hijos 43 86

Fuente directa

Ahora bien, como arreglos desiguales, la mujer tiene mayor participación en las

esferas de la producción y en el cuidado y atención a los hijos. Sin embargo, se observa

que para estas mujeres la carga de trabajo doméstico que realizan es menor en

comparación con la del subgrupo anterior.

Por otro lado, destaca el hecho de que ninguno de los cónyuges colabora

ni en la limpieza del interior del hogar ni en el lavado y arreglo de ropa. Esto tiene

relación con la existencia de otras personas involucradas en esas tareas. Algunas

tienen hijos en posibilidad de colaborar, por lo menos, ocasionalmente. Otras

tienen empleados contratados con una frecuente periodicidad y hacen mayor uso

de la colaboración de parientes.

72

b) Toma de decisiones e interacción

Las decisiones domésticas, en general las toman las mujeres, pero en la mitad

también participan los hombres, y en uno de ellos, el cónyuge participa más. Asimismo,

todas tienen autonomía para decidir acerca de su trabajo, sólo una de ellas, decidía en

consenso con el cónyuge. En el hogar de la familia de orientación de esta última, el

padre, si bien ayudaba en el cuidado y atención de los hijos, debido a su trabajo como

capitán de barco, tenía ausencias, por lo que la madre tomaba todas las decisiones.

En todos los casos de las familias del patrón tipo dos la madre participaba en la

concesión de permisos a los hijos, ya sea ella sola o en conjunto con el padre. Por otro

lado, cinco de las madres tenían mayor libertad de movimiento al decidir por sí mismas

sus actividades fuera del hogar, mientras que en dos de los casos, la decisión se

acordaba con el marido.

Es relevante que casi en todas estas familias, menos en una, la madre fuera la

que tuviera mayor decisión en los asuntos escolares de los hijos, aún cuando los padres

son quienes, en general, cuentan con mayor escolaridad. En el único caso donde se da

de manera compartida esta decisión, el padre es médico especializado.

Respecto a este último caso, en la etapa de la adolescencia la madre adquiere

mayor peso en las decisiones en la medida que el padre empieza a ausentarse debido a la

práctica relaciones extramaritales. Este hecho puso en jaque la relación hasta llegar al

divorcio, pero mucho tiempo después, cuando los hijos crecieron.

Algunos arreglos conyugales de las mujeres profesionistas presentaron

interacciones conflictivas. Cuatro de las siete parejas, discutían dado que, por su trabajo,

la mujer dedicaba menos tiempo al cuidado del hogar. En estos casos, los cónyuges,

pertenecientes a las generaciones nacidas entre 1943 y 1956, ya habían tenido una

relación conyugal con anterioridad.

En dos de los casos anteriores se viven además situaciones conflictivas debido a

la libertad de movimiento de la mujer. Ellas pertenecen a las generaciones nacidas en

1952 y 1953. Uno de los cónyuges tenía la misma edad y el otro era siete años mayor, es

decir, nacido en el 46. Los dos hombres vivieron en algún momento en el Distrito

Federal, uno en la infancia y el otro en la adolescencia. Una de las parejas, ya está

separada, su matrimonio duró seis años y habitaron en el Distrito Federal y en Mazatlán;

la otra, todavía mantiene la relación, pero señala estar en un proceso de ruptura después

de 26 años de matrimonio.

En este último caso, ella tiene mayor escolaridad que el cónyuge. En el momento

de la investigación, cursaba estudios de maestría y, señaló que, en el último año su

salario ha rebasado al del marido.

Se siente desplazado. Se ha convertido en mi enemigo. Me agrede verbalmente y a mis

hijos también.

b) La pareja

Régimen matrimonial

73

De los siete arreglos conyugales de las mujeres profesionistas sólo uno se

estableció bajo el régimen matrimonial cívico-religioso. De los seis casos

restantes, tres lo hicieron por acuerdo civil y tres bajo el régimen de unión libre.

Es significativo el hecho de que cuatro de los arreglos conyugales según el

régimen matrimonial de las siete mujeres con familias del patrón tipo dos,

coincidan con el acuerdo matrimonial de sus padres: un caso por unión libre, dos

sancionados por el Estado y uno cívico-religioso.

Edad de matrimonio

Dos de las mujeres profesoras de este subgrupo se casaron antes de los 20

años (a los 17 y a los 18) y una más a los 21. El resto se unió entre los 26 y 32

años59

.

La mayoría de las madres del patrón familiar tipo dos se unió en

matrimonio antes de los 20 años. Sólo dos de las siete se casaron ya cumplidos

los 20 años (una a los 20 y la otra a los 24), y son ellas las madres de aquellas

mujeres profesionistas que tuvieron más de una relación conyugal.

Diferencia de edad

La media en la diferencia de edad entre las siete parejas conformadas por

las profesionistas estudiadas y su cónyuge es de 5.4 años con una desviación

estándar de 8.6, por lo que, la diferencia de edad es muy dispersa. Por ejemplo, en

un caso el hombre es mayor en 20 años, pero en otro la mujer es mayor con ocho

años. Si se excluyen estos datos extremos, la media queda en 5.2 con una

desviación estándar de 3.6.

Se observa aquí un elemento significativo. En la pareja donde la mujer es

mayor, también en el caso de sus padres, la madre es mayor, aunque la diferencia

de edad no es la misma.

Maternidad

Todas las mujeres con familias que pertenecen a este subgrupo tienen

hijos. Presentan en común el tiempo entre el matrimonio y el nacimiento del

primer hijo. En cinco de los casos el nacimiento se da en el primer año de

matrimonio. En otro de los casos, ella ya había tenido un hijo en la primera

relación, por lo tanto inicia su segundo matrimonio con un hijo. Por otro lado,

también para otra de ellas, significaba su segunda unión, y el parto se dio cuando

tenía 33 años de edad. Sólo una de estas mujeres, parió el primer hijo tres años

después de su unión.

Al respecto se registra una similitud con las madres; en cuanto al período

que transcurre entre el matrimonio y el inicio de la maternidad, en cuatro de los

siete casos, madres e hijas, no dejaron pasar más de un año; y, en dos de las otras

tres que esperaron de dos a ocho años, contando desde su primera unión, coincide

con madres que tuvieron al primer hijo a partir de los dos años de matrimonio.

d) Actitudes

59

Dos de ellas en su segunda unión. La edad en el primer matrimonio fue de 23 y 25 años cada una.

74

Respecto a las actitudes es clara una diferencia con aquellas mujeres

profesionistas con familias que pertenecen al patrón tipo uno. En aquél las opiniones se

orientan hacia una aceptación de la desigualdad, mientras que en éste se inclinan hacia

una mayor equidad entre el hombre y la mujer.

Cuadro 7.

Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo dos

Tabla de actitudes*

(valores absolutos)

Proposición

1 2 3 4 5

1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las

necesidades de su familia

1 1 4 1

3. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su

esposa

5 2

3. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer

2 5

4. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les

da la vida

1 5 1

5. Para que una mujer se realice necesita tener hijos

1 2 3 1

6. Si el cónyuge masculino debiera mudarse a otra ciudad

debido a su trabajo, la esposa debe seguirlo aunque ella

renuncie al suyo

3 3 1

7. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge

3 2 2

8. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo

hace una mujer

3 3 1

9. Tener hijos no es importante en el matrimonio

3 1 3

Fuente directa

Siguiendo la escala de Lickert, los números de las respuestas corresponden a lo siguiente: 1.

Totalmente de acuerdo; 2. De acuerdo; 3. No tengo opinión; 4. En desacuerdo y; 5. Totalmente en

desacuerdo

Las mujeres de este subgrupo cuestionan la división de roles en ama de casa y

proveedor, dado que todas estuvieron en desacuerdo en que el hombre tiene obligación

de mantener a la esposa. Asimismo, ninguna piensa que el trabajo doméstico sea una

75

función natural de la mujer y la mayoría no está de acuerdo en que su trabajo deba

subordinarse a las necesidades de la familia.

De las dos mujeres universitarias que piensan que el trabajo femenino debe

subordinarse a la familia, una tiende más a la dependencia con el cónyuge y la otra, más

a la maternidad. En el primero, aunque no está de acuerdo en que el cónyuge tenga

como obligación su manutención, si aceptaría mudarse y renunciar a su trabajo si él

debe ir a otra ciudad a trabajar. En el segundo caso, ella no está de acuerdo en mudarse,

pero opina que los hijos son necesarios para la realización personal de la mujer, y que

las madres cuidan mejor a sus hijos.

Respecto a compartir el salario propio con el cónyuge sólo dos responden no

estar de acuerdo. Además de lo anterior también coinciden en el año de nacimiento,

1959, y en que sus madres tenían mayor peso en las decisiones hogareñas.

Cabe aclarar que en este subgrupo la mayoría de las mujeres, cinco de ellas, ya

rompieron con su relación conyugal; asimismo, una de las que están casadas, se

encuentra en un punto de ruptura. Es indudable que dicha situación influye en la

diferencia que existe entre las actitudes manifestadas por ellas y las de las mujeres que

pertenecen a familias del patrón tipo uno.

Patrón familiar del tipo tres

Del grupo conformado por catorce mujeres con arreglos desiguales respecto al

trabajo doméstico, sólo un caso del patrón familiar del tipo tres se puede incluir aquí.

El hogar de esta familia se inserta en los sectores medios; los dos padres tenían

en común la escolaridad -primaria terminada-, y el año de nacimiento, 1932. Por otra

parte, durante la infancia y adolescencia de la profesora del estudio, el padre se ocupaba

como empleado postal y, la madre, como ama de casa. Cabe agregar que la profesora en

cuestión pertenece a la generación del 55.

a) Distribución de actividades domésticas

Esta familia se caracteriza en que el trabajo doméstico se repartía por igual entre

los hermanos varones y las mujeres, mientras que el padre colaboraba en el cuidado y

atención de los hijos.

En el hogar conyugal que esta mujer universitaria construyó, era ella quien

realizaba la limpieza del interior y se encargaba del lavado y arreglo de ropa, mientras

que él se hacía cargo de la compostura de desperfectos y del mantenimiento del

vehículo. Además, entre los dos hacían las compras y cuidaban y atendían a los hijos.

De manera ocasional, los dos cocinaban y efectuaban el pago de los servicios.

Respecto al cónyuge, se obtuvo que era menor un año y su infancia la vivió en

una población de la zona rural del sur de Sinaloa. No tuvo una relación conyugal

anterior y vivía con sus padres al momento de casarse.

b) Toma de decisiones e interacción

En la familia de origen de esta mujer profesionista, las decisiones se tomaban

entre los dos padres: los asuntos escolares, los permisos a los hijos y, también, las

actividades de la madre fuera del hogar.

76

Ahora bien, otra particularidad de esta familia es que, aún cuando la

madre tenía poder de decisión, esto se daba cuando el esposo y padre no estaba en

casa, “cuando salía de viaje”. La presencia del padre en el hogar significaba que

en ese momento toda la autoridad recaía en él. La madre salía sólo lo necesario –

compra de víveres, juntas escolares, por ejemplo- y con el permiso del marido

cuando estaba, pues sabía bien que se disgustaba si ocurría lo contrario.

Nunca salía con amigas ni participaba en cosas que no tuvieran relación con la familia.

Los padres tenían relaciones conflictivas, según la tabla de situaciones

propuestas, sobre todo cuando no se atendía al esposo y la madre manifestaba no estar

de acuerdo con el cónyuge. Ante esta situación, comenta:

Mi mamá, alguna vez lo dijo, aprendió que no debía contradecir a mi papá, aunque no

estuviera de acuerdo, para evitarse problemas.

En el arreglo conyugal de la mujer que proviene de esta familia, tanto ella como

el cónyuge, participaban por igual en las decisiones. Las situaciones más conflictivas

eran generadas por llegar tarde por la noche cuando el marido ya estaba en casa –

conflicto que llegaba a la agresión-, cuando la buscaba en el trabajo y ella no estaba y

también, cuando ella no estaba de acuerdo con él. El trabajo no era un motivo

considerable que produjera tensión. En cuanto a invitar amigos al hogar sin consultarlo

con el cónyuge, nunca lo hizo

nunca se dio el caso, nunca invité a nadie a mi casa.

c) La pareja

La unión conyugal de la mujer de este subgrupo se dio por el civil y la de los padres

de ella bajo las dos leyes. Mientras que sus padres se casaron los dos antes de los veinte

años, a los 19, ella tenía 26 años y el cónyuge 25 cuando se unieron en matrimonio. En

el mismo año de matrimonio tuvo su primer hijo, un poco más temprano que la madre.

d) Actitudes

Según sus opiniones presenta cierta tendencia de aceptación de

dependencia. Opina que la mujer debe subordinar su trabajo a las necesidades de

la familia, así también, le otorga la principal responsabilidad al cónyuge de ser el

proveedor, aunque está dispuesta a compartir su salario con él. Por otro lado, cree

que tanto el hombre como la mujer, son capaces de cuidar a sus hijos, además, no

esta de acuerdo en que una mujer necesite tener hijos para realizarse plenamente,

pero opina que los hijos son importantes en el matrimonio.

77

2.2 Patrones familiares de los arreglos equitativos

De las siete familias de las mujeres de este grupo donde la distribución del

trabajo doméstico es equitativa entre los cónyuges, más de la mitad, cuatro, se pueden

incluir en el patrón familiar del tipo cuatro, sin embargo, una de las familias se parece

más al tipo tres, y dos al tipo uno.

Patrón familiar del tipo uno

De las dos familias que aquí se enmarcan, las madres alcanzaron el nivel básico

como escolaridad, mientras que, en el caso de los padres el nivel educativo difiere en

gran medida, pues uno no terminó la primaria –cursó hasta segundo año-, y el otro

concluyó estudios profesionales.

a) Distribución de actividades

En los dos hogares de las familias de origen, el trabajo doméstico y el

cuidado y atención de los hijos corrió a cargo sólo de las mujeres. En los de las

mujeres profesionistas la distribución expresada como equitativa incluye la

contratación de empleados permanentes y, son ellas las que mantienen la relación

directa con dichos empleados.

Los empleados hacen la limpieza del interior y del exterior. Sólo en un

caso, también se hacen cargo de la atención de los hijos, los cuales son tres y

tienen entre 11 y 18 años de edad. Los cónyuges realizan las actividades

predominantes en el género masculino -como se ha visto también en los

subgrupos de arreglos desiguales-, esto es, la compostura de desperfectos, el

mantenimiento del vehículo y el pago de los servicios.

En el resto de las actividades, la distribución varía. En un caso los dos

cocinan y se encargan del lavado y arreglo de la ropa. Por otro lado, es ella quien

hace las compras y él atiende los compromisos escolares de los hijos. En el otro

caso, ella cocina y se encarga de la ropa, pero entre los dos realizan las compras y

se encargan de los asuntos de la guardería del hijo, menor a cuatro de años de

edad.

Los cónyuges de estas mujeres presentan un perfil parecido. Sus

ocupaciones se relacionan con la academia, uno, profesor y el otro, director de

institución educativa; nacieron el mismo año, en 1948; además de contar estudios

de licenciatura, provenir de familias de los sectores medios y católicos, vivieron

su infancia (uno, parte de ella) en otras ciudades de la república. Sin embargo, se

distinguen en que uno de ellos tuvo una relación conyugal anterior.

Las mujeres de estos dos casos son de profesiones y generaciones

distintas, nacidas en 1952 y 1961. Las dos vivieron fuera de Mazatlán durante los

primeros 23 y 24 años, una en otro estado (del norte de la República) y la otra en

otra ciudad de Sinaloa. La que es mayor realiza sus estudios en Mazatlán desde

preparatoria estando ya casada, mientras que en el otro caso, ella estudió en su

ciudad natal y se casó siete años después de haber egresado.

78

b) Toma de decisiones e interacción

En uno de los dos casos el padre, el mismo con estudios profesionales, no

tuvo convivencia conyugal con la madre, aunque sí hubo una relación suficiente

como para tener varios hijos. Él era once años mayor, pues nació en 1922 y la

madre en 1933. Este hogar se compartía con una pareja amiga de la madre que no

tenía hijos, pero tanto a la profesora universitaria como a sus hermanos, todos

varones, los consideraban como tales. Aquí se sufrieron carencias económicas; la

madre no tenía un trabajo remunerado fuera del hogar, realizaba en su casa

diferentes actividades como artesana, por ejemplo, la fabricación de piñatas.

Después, fueron los hermanos y la mujer profesionistas de este caso quienes

aportaban el sustento familiar.

Así, las decisiones domésticas y en torno a los hijos, fueron tomadas por la

madre. En el arreglo conyugal de esta mujer profesionista, las decisiones se

tomaban entre los dos, a excepción del trabajo de ella –tomado como decisión

personal- y la contratación de empleados domésticos, donde el cónyuge tomaba

mayor parte, pues

como tenía muchos conocidos, él se encargaba de conseguir quien nos ayudara.

El otro caso es una familia del sector medio, en donde el padre primero

fue empleado y después comerciante, mientras que la madre estaba dedicada a los

quehaceres del hogar. La madre llevaba las riendas del hogar, decidía los asuntos

domésticos, los asuntos escolares de los hijos, así como sus propias actividades;

sin embargo, en cuanto al otorgamiento de permisos y la administración del

ingreso, el padre tenía mayor autoridad. No existía diferencia de edad entre los

padres, los dos nacieron en 1921.

En el arreglo conyugal de la mujer que pertenece a esta familia, es ella

quien toma la mayoría de las decisiones relacionadas con el hogar, a excepción,

por ejemplo, de cuestiones como contratos bancarios.

En general, ninguna de las dos mujeres con arreglos equitativos y familias

inscritas en el patrón tipo uno señala tener relaciones conflictivas con la pareja

debido a las situaciones propuestas. Sólo una de ellas marca como “conflictiva” la

manifestación de desacuerdo con el cónyuge; en el otro caso no hubo problema

porque en general, ella siempre estaba de acuerdo y, cuando no era así, no se

discutía, pues igual él no cambiaba de parecer.

c) La pareja

Régimen matrimonial

En un caso, tanto los padres como la hija eligieron el régimen cívico-

religioso, mientras que, en el otro, donde no hubo unión de los padres, la hija

vivió en unión libre.

Edad de matrimonio

79

La que vivió en unión libre, se casó a los 27 años y era menor que el

cónyuge por trece años. En el caso de la madre, aunque no hubo unión conyugal,

su relación con el padre comenzó cuando tenía 20 años y él era once años mayor

que ella. La otra, se casó a los 23 siendo menor que él, cinco años. De esta última

no se tiene conocimiento acerca de la edad de matrimonio de los padres, y al

parecer tenían la misma edad.

Maternidad

Una tuvo su primer hijo a los 24, durante el primer año de matrimonio, y

la otra a los treinta al tercer año de la unión. La madre de la primera tuvo su

primer hijo a los 33 años, y la de la segunda, a los 24, cuatro años después de

haber iniciado la relación con el padre.

d) Actitudes

Difieren en algunas opiniones. Una se inclina más a la subordinación de

su maternidad y, en función de ello prefiere dejar la responsabilidad al cónyuge de

proveer el ingreso, aunque no esté de acuerdo en que sea una obligación sólo de

él. En este sentido, piensa que la mujer debe subordinar su trabajo por las

necesidades de la familia y que los hijos son necesarios tanto para la realización

plena de la mujer como para el matrimonio.

Por el contrario, la otra mujer universitaria, se inclina más por la

obligación del cónyuge como proveedor principal, pero no concuerda con la idea

de subordinar su trabajo por la familia, ni que el tener hijos, sea necesario para la

realización de la mujer ni en el matrimonio. Asimismo, opina que la madre cuida

mejor a sus hijos por ser quien les dio la vida.

Por lo demás, concuerdan en mudarse si el marido se cambia de ciudad, en

compartir su salario con él, y en que los hombres son capaces de cuidar a sus

hijos tan bien como lo hace una mujer.

Patrón familiar del tipo tres

Como en el grupo de arreglos desiguales, sólo un caso se ubica en este

tipo de familia. El mismo, presenta una marcada diferencia en el paso de la

infancia a la adolescencia de la universitaria.

Durante la infancia el hogar de sus padres pertenecía a los sectores pobres

y el padre tenía la ocupación de mesero, después, ya en la etapa de la

adolescencia, el padre ascendió laboralmente y con ello el nivel de la familia,

pasando a considerarse como parte de los sectores medios. La madre siempre fue

ama de casa.

La escolaridad alcanzada en los dos padres es baja; el padre terminó la

primaria, no así la madre; la madre nació en 1934 y el padre en 1933.

a) Distribución de actividades

En la distribución del trabajo doméstico de esta familia, se involucraba al

género masculino, aunque a las mujeres les correspondía realizar más tareas.

80

Respecto al cuidado y atención de los hijos el padre participó activamente, en

forma equitativa.

En su hogar conyugal, esta mujer universitaria comparte casi todas las

actividades con su pareja: la limpieza del interior, del exterior, el lavado y arreglo

de ropa, compra de víveres y enseres, y el pago de los servicios. Ocasionalmente

los dos cocinan y arreglan los desperfectos de la casa, pues de ello casi siempre se

encargan parientes. No tienen hijos.

b) Toma de decisiones e interacción

Con relación a esto, se observa una diferencia en la toma de decisiones en

el hogar de sus padres, pues cuando el nivel económico era bajo, la madre

participaba más en las decisiones. Solía tener independencia a la hora de decidir

sus actividades fuera del hogar, y participar en lo relacionado a la compra de

bienes suntuarios y los permisos a los hijos. El ascenso económico de la familia

coincide con una disminución en la participación de la madre: el padre participa

más en decidir sobre las actividades de ella, y adquiere mayor autoridad en la

compra de bienes suntuarios y en conceder permisos a los hijos. También incide

en la decisión sobre la comida diaria. Los asuntos escolares y la administración

del ingreso se comparte entre los dos cónyuges en las dos etapas.

Las relaciones de los padres se percibieron como “poco conflictivas”, sólo

la inconformidad del padre por la comida y la manifestación de desacuerdo por

parte de la esposa, generaba una situación conflictiva, sobre todo en la infancia.

Por otro lado, nunca sucedió que la madre realizara actividades ajenas al interés

de la familia y, durante la infancia de la hija, siempre estuvo en casa en el

momento que el marido llegaba.

En el matrimonio de la mujer profesionista de este caso, todo se decide en

conjunto, incluyendo, si ella trabaja fuera del hogar. Sus relaciones con la pareja

no son conflictivas, sólo un poco cuando se le hace tarde para llegar a su casa por

la noche y él ya está ahí, cuando la busca en su trabajo y ella no está, y, cuando

no están de acuerdo. Por asuntos relacionados con su trabajo y la atención del

hogar no se genera ningún grado de conflicto.

c) La pareja

Régimen matrimonial

Su unión la rige el estado y la iglesia, mientras que sus padres, iniciaron

la relación conyugal como unión libre y después se casaron por el civil.

Edad de matrimonio

Se casó a los 23 años y es menor que el cónyuge por cuatro años. Sus

padres sólo se llevaban un año de edad, siendo mayor el padre, y se casaron

cuando tenían 20 y 21 años.

Maternidad

Como se mencionó, no tiene hijos, aún cuando tiene seis años de matrimonio.

De las tres mujeres que no tienen hijos, es la única en esta situación, pues las

otras dos, no cumplían todavía un año de casadas. Por otro lado, de las 21, sólo

81

otra tardó más de seis años en procrear, contando desde su primera unión

conyugal.

d) Actitudes

Ella pertenece a la generación de fines de los años sesenta, nace en 1968

para ser precisos, época de cambios y de impulsos democráticos. El cónyuge es

profesionista especializado (médico), quien vivió su infancia en otra ciudad de

Sinaloa y su adolescencia en el Distrito Federal. Antes de casarse vivía con

parientes, ella residía con sus padres y siempre ha vivido en Mazatlán. Para los

dos, es su primera relación conyugal.

Del total de mujeres, es la que más se acerca a una posición de

independencia y total autonomía. Señala estar “totalmente en desacuerdo” en las

primeras seis afirmaciones propuestas. Para ella es muy importante su trabajo, por

lo que no concuerda en subordinarlo a las necesidades de la familia, o por el

trabajo del cónyuge. No cree en las funciones asignadas en función del sexo, ni en

la necesidad de tener hijos para realizarse como mujer, sin embargo, no está de

acuerdo en que tener hijos no sea importante en el matrimonio.

Patrón familiar del tipo cuatro

De familias que se inscriben en el patrón tipo cuatro procede la mayoría

de las mujeres profesionistas con arreglos conyugales equitativos, cuatro de siete.

En primer lugar, en todas, el padre participó en el cuidado y atención de

los hijos, tres de los cuatro lo hicieron a la par que la madre. Igualmente, en tres

de los cuatro, se dio la participación masculina familiar en el trabajo doméstico.

En el que resta, la madre sólo coordinaba las labores, pues tenía empleados. Este

último pertenecía a un nivel socioeconómico alto y residían en el estado de

México, próximos al Distrito Federal.

A excepción de uno de los padres, todos los demás -madres y padres-

tenían escolaridad posterior a primaria. Si los mencionamos por pares, primero la

escolaridad de la madre y luego la del padre, queda de la siguiente manera:

secundaria-secundaria, carrera técnica (enfermería)-preparatoria y carrera técnica

(contador privado), normal-primaria, y profesional-profesional (ambos, estudios

de medicina).

Durante la infancia de estas mujeres universitarias, tres de las madres

tuvieron actividades remuneradas extradomésticas, una como profesora de nivel

básico, otra como médico y la última como empresaria. Ya en la etapa de la

adolescencia, la madre empresaria se dedicó más a las tareas del hogar. Cabe

enfatizar que, de la totalidad de las madres de las veintiún familias, sólo cuatro

tuvieron un empleo extradoméstico, y aquí se concentran tres de ellas. Entre los

padres las ocupaciones fueron: agricultor, médico, empleado y después

comerciante y, un empleado público (esposo de la madre que no trabajó).

a) Distribución de las actividades

82

En el hogar conyugal de este subgrupo de mujeres universitarias, se

observa mayor equidad en la distribución del trabajo doméstico. Ninguna contaba

con empleados fijos, aunque tres de ellas obtenían ayuda de los padres.

Descontando la esfera de cuidado y atención de los hijos (dado que una no

los tenía y en dos casos más, no estaban en edad de asistir a la escuela), las

mujeres realizaban en un 60 por ciento las actividades, y los hombres en un 69

por ciento.

Por esferas y tipo de actividad (cuadro 8, página siguiente), se nota una

mayor proporción de mujeres en la esfera de producción doméstica, exceptuando

la limpieza del exterior. Aquí, es donde más se utilizaban empleados. La misma

cantidad de hombres y mujeres hacen las compras, pero sólo la mitad de ellas

acuden a pagar los servicios.

Cuadro 8.

Arreglos equitativos. Patrón familiar tipo cuatro

Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres

(Porcentajes)

Actividades

Ho

mbr

es

Muj

eres

Esfera de producción doméstica 50 58

a) Preparación de alimentos 50 100

b) Limpieza del interior 75 100

c) Lavado y arreglo de ropa 50 75

d) Limpieza del exterior 50 25

e) Compostura de desperfectos 75 50

f) Mantenimiento y limpieza del vehículo* 0 0

Esfera de compra de bienes y servicios 87 62

Compra de víveres y enseres domésticos 75 75

Pago de servicios 100 50

Esfera de cuidado y atención de hijos

50 83

Compromisos escolares de los hijos 0 100

Atención de los hijos 100 67

Fuente directa

En este caso sólo dos tenían vehículo, y señalan que siempre se llevaba a servicio

especializado o se contrataban empleados

Se considera sólo a tres parejas con hijos. Como en un sólo caso los hijos

asistían a la escuela y el hombre no participaba sistemáticamente en esos asuntos, la

contribución global se reduce al 50 por ciento

83

Por otro lado, ya se ha dicho que sólo tres parejas tienen hijos. Aquél

donde los hijos asistían a la escuela, dos niñas en este caso, era ella quien se hacía

cargo de esos compromisos, mientras que él participaba más en su atención, dado

que, por su trabajo –sin horario fijo-, estaba más tiempo en el hogar. Las otras dos

parejas atendían por igual a sus hijos.

b) Toma de decisiones

En las familias de orientación de dos de las mujeres universitarias de este

subgrupo, los padres de generaciones más recientes (nacidos unos en 1946 y, los

otros, en 1949 la madre y en 1947 el padre), decidían casi todo en conjunto,

incluidas las actividades de la madre. Sólo lo referente a la comida, en un caso, y

de los servicios domésticos, en otro, se encargaba la madre.

En los otros dos casos, padres de generaciones más antiguas (una pareja

nacida en 1930 la madre y en 1925 el padre, y la otra, la madre en 1917 y el padre

en 1914), las madres tomaban las decisiones correspondientes a los asuntos

domésticos y escolares de los hijos, así como sus actividades fuera del hogar. En

cuanto a los permisos de los hijos, la madre empresaria los concedía junto con el

padre, mientras que el cónyuge de la madre profesora, era quien tenía mayor

autoridad en esto.

En los hogares de las hijas, en dos casos se decidía en conjunto, también acerca

del trabajo de ella. En otro caso ella disponía sobre cuestiones como la comida diaria, la

escuela de las hijas y su trabajo, y él, la contratación de empleados y contratos. En el

último caso, los dos decidían los asuntos domésticos, pero el cónyuge era quien tenía

mayor peso en la resolución de si ella trabajaba o no. De hecho, mientras duró la

relación (enviudó después de seis años de matrimonio) nunca trabajó, pues él no lo

permitió, aunque ella tenía estudios como normalista y, la madre si ejercía su oficio

como maestra de nivel básico.

Sólo en un caso se presentaron situaciones conflictivas, tanto en las relaciones de

pareja de los padres como en la de la hija. En la relación de los padres, se suscitaron en

general, en todas las situaciones propuestas. El hecho de que la madre trabajara

provocaba discusiones y reclamos por parte del marido. Durante la infancia de la hija, la

madre dedicó buena parte de su tiempo a negocios propios, aunque estaban ubicados

dentro de las inmediaciones del hogar, y el padre exigía que se le atendiera debidamente,

de lo contrario se disgustaba. Por otro parte, ya en la adolescencia, los problemas

llegaron con las relaciones extramaritales del padre. Dicha situación minó la salud de

ambos, además de afectar negativamente el nivel de ingresos, por lo cual tuvieron que

mudarse de ciudad.

La profesora que pertenece a la última familia mencionada, la única separada de

este subgrupo60

, se enfrentaba a una situación conflictiva con relación a su libertad de

movimiento. Cuando el cónyuge la buscaba en su trabajo y no estaba, cuando llegaba

tarde o cuando invitaba amigos sin consultarlo con él. En el último año de matrimonio

fue cuando el conflicto se tornó más grave; ella comenzó a trabajar más horas, lo que

60

Otra de ellas es viuda.

84

redundó en un mayor salario en comparación con el del esposo, el cual se había visto

disminuido por la crisis económica61

. En estos problemas intervenía, además, el alcohol.

Al principio los problemas se acentuaban cuando estaba tomado, se portaba agresivo,

impredecible; pero, después, aún cuando no estuviera alcoholizado, también me agredía.

(...) Me daba mucho miedo.

c) La pareja

Régimen matrimonial

Todas estaban unidas con acuerdos cívico-religiosos, al igual que sus padres.

Edad de matrimonio

Tres de las madres se casaron entre los 20 y 23 años, pero una de ellas lo hizo a

los 30, misma que es presenta mayor diferencia de edad con la pareja, cinco años,

mientras el resto es de cero a tres años. Las hijas se casaron entre los 22 y los 25 años.

La diferencia de edad con los cónyuges no rebasa los tres años, además, en dos casos,

ellas son mayores que ellos, en uno y tres años.

Maternidad

Una de ellas no tiene hijos, dos más iniciaron su maternidad a los 24 años,

después de dos años de matrimonio. La que resta, tuvo a su primer hijo dos años antes

de la relación conyugal, a los 21 años.

Las madres tuvieron a su primer hijo, aproximadamente al primer año de

matrimonio, y después de los 20 años.

d) Actitudes

Tres de las mujeres de este subgrupo, tienden a actitudes ambivalentes, entre la

independencia y autonomía, pero otorgando mayor responsabilidad al cónyuge como

proveedor del sustento. Asimismo, piensan que una mujer no necesita tener hijos para

realizarse pero sí es importante para el matrimonio.

Una de ellas, la que está separada, tiene mayor inclinación a la dependencia.

Responsabiliza totalmente al cónyuge como principal proveedor. Sin embargo, también

reconoce las aptitudes masculinas en el cuidado de los hijos.

No por el hecho de ser la madre la mujer está más preparada para cuidar de sus hijos. En

mi caso, yo era bien “guey” para cuidar a las niñas. Él tenía más instinto.

61

Se dedicaba a la venta de bienes raíces. Con la crisis bajaron las ventas de las casas.

85

Cuadro 9.

Arreglos equitativos. Patrón familiar tipo cuatro

Tabla de actitudes*

(Valores absolutos)

Proposición

1 2 3 4 5

1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las

necesidades de su familia

3 1

3. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su

esposa

1 1 1 1

3. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer

1 1 2

4. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les

da la vida

1 1 2

5. Para que una mujer se realice necesita tener hijos

1 1 1 1

6. Si el cónyuge masculino debiera mudarse a otra ciudad

debido a su trabajo, la esposa debe seguirlo aunque ella

renuncie al suyo

1 2 1

7. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge

1 2 1

8. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo

hace una mujer

2 2

9. Tener hijos no es importante en el matrimonio

1 1 2

Fuente directa

Siguiendo la escala de Lickert, los números de las respuestas corresponden a lo siguiente: 1.

Totalmente de acuerdo; 2. De acuerdo; 3. No tengo opinión; 4. En desacuerdo y; 5. Totalmente en

desacuerdo

3. Arreglos desiguales y equitativos

Aunque tanto en la categoría de arreglos desiguales como equitativos

aparecen familias que pertenecen al patrón tipo uno, en el segundo caso son

equitativos en función de la ayuda de otras personas, ya sean parientes o

empleados, sin dejar de lado las características propias de los cónyuges.

Por otro lado, en los arreglos desiguales ninguna de las familias de

orientación cabe dentro del patrón familiar cuatro. Dicho patrón encierra

86

variables que, conjugadas, pueden orientar conductas que tiendan a equilibrar las

relaciones de género: La escolaridad de la madre posterior al nivel de primaria;

la autonomía de esta misma respecto a sus actividades; y la participación activa

del padre en el cuidado y atención de los hijos con las mismas responsabilidades

de la madre.

Los arreglos conyugales en cuanto a la distribución del trabajo doméstico

de las mujeres profesionistas estudiadas en esta investigación, tienen relación

pues, con las características de sus familias de orientación y, en ese sentido, con

la socialización familiar, cuestión que se aborda en el siguiente capítulo.

87

Capítulo V

Socialización familiar y arreglos conyugales de la mujer profesionista

1. De similitudes y diferencias

Integrados en un entorno y en condiciones específicas, actores y actrices,

continúan la construcción de sus identidades sobre la base de aquellas que se iniciaron

en la socialización primaria.

Si bien se rompe con cierta normatividad familiar, y hay comportamientos

distintos en los arreglos conyugales de la mujer profesionista, dada su inserción en otras

instituciones y la relación misma con el cónyuge, se tiende a construir arreglos

familiares propios de acuerdo a una realidad subjetivada en el proceso de socialización

familiar, a partir de las relaciones entretejidas entre los miembros: “hay contenidos

irrenunciables para toda la vida, mientras otros contenidos son maleables y efímeros”

(Lagarde, 1997:67).

En los arreglos de conyugalidad establecidos por las mujeres universitarias, se

presentan ciertos comportamientos que se desprenden del patrón familiar, pero hay

también otros opuestos o, en vías de transformación. Algunos de ellos se visualizan a

simple vista y se manifiestan en una relación directa, favorecidos por el contexto social.

En este panorama, mientras unos se orientan en el mismo sentido, otros caminan por el

lado contrario.

1.1 ¿En qué se parecen?

Se observó, por ejemplo, que el 100 por ciento de las mujeres universitarias

hijas de madres que tuvieron a su primer hijo después del primer año de matrimonio,

también iniciaron su maternidad en ese tiempo: ninguna de ellas tuvo a su primer hijo en

el primer año de matrimonio. Por el contrario, el 46 por ciento de las mujeres

profesionistas que tuvieron al primogénito durante el primer año de la unión, son hijas

de madres con esta misma conducta. Es decir que, el inicio de la maternidad en el 57 por

ciento del total de mujeres profesionistas con experiencia conyugal, presenta pautas

similares a la de sus madres.

Por otro lado en cuanto a la toma de decisiones, se nota también un alto

parecido, sobre todo respecto a la autonomía (62 por ciento), y en asuntos domésticos

(71 por ciento).

El 67 por ciento de las mujeres que decidían por sí mismas mantener su trabajo

extradoméstico, indicaron que sus madres también decidían ellas sus actividades fuera

del hogar; y en donde el cónyuge participaba en la decisión, en el 71 por ciento de los

casos se dio en los mismos términos en madres e hijas.

Respecto a lo doméstico, se observa claramente que es la mujer, en las dos

generaciones, quien tiene mayor peso en dichas decisiones. Evidencia del espacio de

88

poder en el cual las mujeres “dominan”62

. El aspecto que destaca es la alimentación

diaria, es decir, lo que se come diariamente en el hogar: en once de doce casos (92 por

ciento) tanto madres como hijas decidían esta cuestión. Sin embargo, en cinco casos de

nueve (55 por ciento) donde no sólo ellas asumen esta decisión, coincide con quienes se

hacían cargo en la familia de origen: donde el cónyuge masculino toma la decisión, uno

de dos casos (50 por ciento); los dos deciden, dos de cuatro (50 por ciento); y donde

otros deciden –comen en casa de parientes, generalmente la mamá o la suegra- dos de

tres casos (67 por ciento).

Ni qué decir del acuerdo matrimonial, pues como ya anotó antes, el régimen que

predomina en Mazatlán es el cívico-religioso, y así se observa también en este grupo; de

las casadas por esta vía (46 por ciento), nueve de diez (90 por ciento) reproducen la

opción de sus padres. Sólo en tres casos de los que se rigen bajo otro tipo de unión, ésta

es igual a la que eligieron los padres: dos de tipo civil y uno de unión libre.

Ahora bien, se observa que de las seis mujeres que optaron por la unión libre, en

cinco casos (83 por ciento) los padres no estaban casados por el régimen cívico-

religioso; éstos se distribuyen en: uno, sólo por vía religiosa, dos por la del estado, uno

por unión libre y, uno más, donde no hubo unión conyugal.

1.2 Cambios notorios

Además del rol como perceptora de ingreso y haber alcanzado un nivel de

escolaridad mayor al de sus padres, en general, lo que menos reproducen estas mujeres

profesionistas, es la edad de matrimonio y del inicio de la maternidad, sólo en cinco (24

por ciento) y tres (16 por ciento63

) casos, respectivamente, madres e hijas se casaron e

iniciaron la maternidad dentro del mismo rango64

.

Otro aspecto es la diferencia de edad entre los cónyuges. En nueve parejas (43

por ciento) del total de mujeres profesionistas, la diferencia de edad era mayor en dos o

más años (hasta 17 años) a la que había entre sus padres. Por el otro lado, también hay

cuatro de cinco casos de mujeres profesionistas mayores a sus cónyuges siendo que

entre sus padres, la madre era menor o, de la misma edad, en un caso. En el quinto caso,

la madre también era mayor que el padre (aunque con menos años).

En la toma de decisiones se registra también una diferencia, misma que se

relaciona con la mayor participación de los cónyuges masculinos en el cuidado y

atención de los hijos.

62

A decir de Marcela Lagarde (1997), dominan un espacio dominado. Las decisiones que la mujer toma

en torno a los asuntos domésticos, en general lo hace en función del bienestar de los demás; decide a

partir de las preferencias y necesidades del marido e hijos, por lo que las decisiones son indirectamente

tomadas principalmente por el cónyuge: se prepara la comida que y como le gusta o la ropa limpia y lista

para cuando él quiera y necesite usarla. Expresiones como las siguientes son muy comunes: “tengo que

terminar el „quehacer‟ antes de que él llegue”, “si él no fuera a comer, yo comería cualquier cosa”, o “yo

compro este detergente porque deja muy blancos los calcetines de mis hijos”. 63

Tomando en cuenta sólo las que son madres, 18 en total.

64

Ver rangos propuestos en los capítulos II y III, gráficas 1.

89

En el 76 por ciento del total de las familias de las mujeres universitarias

las decisiones sobre los asuntos escolares eran tomadas por uno u otro padre: en

el 88 por ciento de estos últimos la decisión corría a cargo de la madre y en el 12

por ciento, a cargo del padre. Por otro lado, en el 71 por ciento de los arreglos

conyugales formados por las profesoras universitarias, lo relacionado con la

escuela de los hijos es considerado por ambos cónyuges.

Ahora bien, son 11 las mujeres (52 por ciento del total) que toman una

decisión respecto a los asuntos escolares de los hijos de manera distinta a la de

sus padres. En nueve de los casos la madre era la encargada, pero sus hijas

asumen junto con su cónyuge esa responsabilidad; donde era el padre quien

decidía, los dos casos restantes, resultan dos situaciones: en uno se toma la

decisión junto con el cónyuge y en el otro es la mujer quien lo asume.

Se observa también, por otra parte, que las cinco profesoras que provienen

de las únicas familias de orientación en donde tanto el padre como la madre se

hicieron responsables de los asuntos escolares de sus hijos, actúan de la misma

forma en su caso. Y en los otros cinco casos en donde la madre decidía los

asuntos escolares de los hijos, la mujer universitaria también es quien se

responsabiliza de ello.

Por último, es notorio que en ciertos aspectos, lo que se espera de la pareja

ha cambiado. El rol de la mujer como ama de casa al combinarse con el de

proveedora, influye en las expectativas del cónyuge. Mientras que en las familias

de orientación una situación que provocaba conflictos entre los padres se

relacionaba con la atención al cónyuge masculino, en los hogares de las mujeres

profesionistas disminuye como elemento de tensión.

Es significativo por ejemplo, el hecho de que en ocho de los casos (38 por

ciento) se marca la respuesta de “nunca sucedió”, es decir, los padres nunca se

vieron desatendidos en su hogar; mientras que, dada la actividad laboral de las

profesionistas existen momentos en los cuales, según ellas mismas opinan, no

pueden cumplir con sus responsabilidades familiares, específicamente la atención

al cónyuge, pero ello, en la mayoría de los casos (81 por ciento) no origina

situaciones conflictivas.

2. Articulación de variables en la influencia familiar

Ya se ha dicho que la sola inserción al campo laboral, o la adquisición del

rol de proveedora de la mujer de sectores medios con alta escolaridad, no

modifica automáticamente las relaciones internas de la familia; no redistribuye

equitativamente los patrones de distribución del trabajo doméstico en proporción

al trabajo productivo de la mujer. Investigaciones en el contexto nacional indican

que

...las percepciones de las jefas (de hogar) sobre el matrimonio, la maternidad y la

actividad económica deja claro que ellas no siempre cuestionan la división del trabajo

existente en la sociedad y en la familia, y tampoco ven como un problema las relaciones

de pareja en las cuales el varón tiene la autoridad, más bien aceptan valores y normas

90

sociales sobre el papel del padre y las obligaciones de la madre que refuerzan la

subordinación femenina (García y De Oliveira, 1994:170).

En los arreglos de distribución doméstica la influencia de la familia se presenta

a partir de la articulación de determinadas variables. Éstas se conjugan además, con las

distintas relaciones sociales y aprendizajes cotidianos de las mujeres universitarias, pues

como ya se explicó, los individuos no son entes pasivos, sino que, interactuantes en un

tejido social adquieren diversas experiencias que pueden ser identificadas como

elementos de resignificación.

La influencia de la familia no implica, de ninguna manera, una copia fiel, una

imitación exacta del orden familiar precedente, sino la interiorización de elementos que

orientan ciertas posibilidades de acción, que inciden en la selección de significados y en

la conformación de conductas. Se observa, por ejemplo, una diferencia palpable entre

académicas con familias del tipo uno y aquellas pertenecientes a familias del tipo

cuatro.

No es pues, una continuidad lineal sino una edificación a veces dolorosa, con los

quiebres y rupturas que significan las resistencias. En la interrelación con los dos

padres, la identificación no es sólo en función del sexo, sino de la racionalización que el

niño va armando de los dos seres en una construcción de identidad que no es rígida,

sino que se acomoda y/o se constituye en el ritmo de la interacción con los dos sexos65

.

Las costumbres familiares, el lenguaje, el juego, son medios por los cuales la

niña y el niño adquieren el conocimiento de su rol y estatus.

La niña (que es la niña de papá) representa a la madre, es una “mujercita” como

su mamá; se le darán muñecas para que cuide y regañe como hace “una mamá”. El niño

(el niño de mamá) representa al padre, al que trabaja más, al que “trae más dinero a la

casa para comprar cosas”, al que protege a todos porque es fuerte; para él son los

carritos y los “superhéroes”; se le humilla si juega con muñecas, las de “su hermanita”.

Al respecto, Pérez Adán escribe que

a través de los juegos y actividades lúdicas se transmiten también ciertas apreciaciones

valorativas consagradas y epitomizadas en la diferenciación entre muñecas y pistolas,

así como en recomendaciones para los diferentes juegos y deportes (Pérez Adán,

1997:86).

La niña al ser identificada con la madre, se le orienta en un rol femenino

designado culturalmente. El que las madres de las profesionistas universitarias, se

dedicaran en su mayoría a los “quehaceres de hogar”, aunado a las prácticas en el hogar

según la división sexual del trabajo, entre hermanas y hermanos, habla de la intensa

socialización del rol de madre y esposa y de la incorporación de significados al

impregnarse, la mujer, de un ser femenino que, en este proceso, hace suyo, lo

65

Por ejemplo, en México, Leñero (1992) ha encontrado que los jóvenes varones se identifican más con

sus padres que las mujeres jóvenes, diferencia que se hace más evidente conforme se acercan a la etapa

adulta. Por otra parte, también se percibe que en los hombres jóvenes hay una mayor identificación con la

madre que con el padre, esto es, 56 por ciento contra 39 por ciento, y sólo un 5 por ciento de rechazo a los

dos. Esto se manifiesta en el deseo de los jóvenes urbanos a fines de los ochenta, de que su futura esposa

fuera parecida a la madre (Leñero, 1992:205).

91

representa y lo expresa (Berger, 1971:28), en la medida que aparece como la posibilidad

más viable y legítima.

Estudios en diversos países, como Estados Unidos, Francia, Rusia, Suecia y

Polonia, muestran que los niños se acostumbran al hecho de que sus madres sostengan

la mayor carga de trabajo doméstico, participen o no en el mercado laboral,

interiorizando el hecho como normal (Michel, 1991:81). Por otro lado, el trabajo

doméstico no es valorizado por los niños como un trabajo en la medida que no se

escinde del rol maternal. La madre que limpia la casa, que los atiende y los cuida, lo

hace por amor, porque “lo tiene que hacer”:

... los niños consideran que una actividad no es trabajo cuando se hace por cariño,

cuando es un deber o „es normal‟, cuando se hace por diversión o bien cuando no es

difícil y cualquiera puede hacerlo (Corona Caraveo, 1991:88).

A diferencia del saber profesional, saber racional que necesita de instituciones

educativas, el saber doméstico es un saber empírico y como tal se le confiere un valor

inferior, pues no se necesita de institución racional alguna para ser transmitido, se

aprende en la vida hogareña.

En el mundo familiar, las mujeres sostienen sus rutinas desde ese saber hacer de la

conciencia práctica, y transmiten a sus hijas esos saberes domésticos en el hacer juntas,

más que en la enseñanza explicitada (Fernández, 1993:148).

2.1 Arreglos desiguales y equitativos provenientes del mismo patrón familiar

El supuesto de que los patrones familiares descritos en el capítulo anterior,

orientan la construcción de los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas, parece

oponerse al hecho de que, tanto en la categoría de desiguales como en la de equitativos,

algunos casos se insertan en los mismos patrones. En este sentido, los patrones

familiares uno y tres aparecen en los distintos arreglos.

Sin embargo, dicha contradicción no es tal si se observan detenidamente las

particularidades en que se asientan por un lado, los arreglos conyugales y, por el otro,

las de las mismas familias de origen, pues si bien, coinciden en los aspectos centrales

que los incluyen en cierto tipo, es claro que poseen elementos específicos.

Arreglos conyugales del patrón familiar tipo uno

En el marco de los arreglos equitativos se localizan dos casos del patrón familiar

tipo uno. Ambos se distinguen de los desiguales en una mayor participación del cónyuge

en la responsabilidad del trabajo doméstico, pero presentan una característica que

motiva un cuestionamiento de la percepción de equidad: la utilización de empleados

domésticos permanentes.

Ciertamente estas mujeres no ejecutan la mayor parte del trabajo doméstico pero

no porque los hombres compartan las labores por igual, sino por la ayuda recibida con la

contratación de empleados. Una de ellas expresa:

92

Cuando me preguntan qué es mejor, comprar una lavadora o contratar “muchacha”, yo digo

que mejor la “muchacha” porque eso te saca más “de apuros”.

Además, como se dijo en su momento, son ellas quienes asumen el trato directo

con los empleados para indicarles las actividades a realizar.

Por lo demás, se asemejan a las mujeres que provienen de ese mismo tipo de

familias. Por ejemplo, aunque los cónyuges contribuyen más que los del otro grupo,

predominan las actividades consideradas como “masculinas”.

Ahora bien, tampoco se debe dejar de lado que, en un caso, el marido cocina y se

hace cargo también del lavado y arreglo de ropa y, en el otro, ocasionalmente efectúa

tareas de limpieza por iniciativa propia:

Cuando salía por varios días él aprovechaba y limpiaba la estufa o el horno.

Estas diferencias pueden tener su origen en las características de los cónyuges. A

diferencia de los del grupo de categoría desigual, estos hombres, además de ser

profesionistas y académicos, residieron en zonas urbanas de otros estados del país

durante su infancia y adolescencia. De los cónyuges del otro grupo, de arreglos

desiguales, cuatro son profesionistas, incluido un académico, pero dos de ellos, cercanos

en edad con aquellos de arreglos equitativos, habitaron en zona rural de Sinaloa.

Además uno de estos últimos actualmente está casado con otra mujer, es decir, mantiene

dos relaciones conyugales al mismo tiempo.

Aquí destaca aquel que, siendo profesionista y el más joven del grupo -nacido en

1969-, al principio de la relación conyugal colaboraba equitativamente en las tareas

domésticas. Sin embargo, sus estudios de maestría le impedían en el momento de la

entrevista, continuar en ese ritmo de participación. Cabe enfatizar que, en este caso, ella

interrumpió su trabajo por enfermedad de su hija, por lo cual tuvo que renunciar a un

puesto de dirección y volver, si bien conservando su tiempo completo, ya no en ese

mismo nivel.

El resto de los cónyuges de mujeres con arreglos desiguales del patrón familiar

tipo uno, no tiene estudios superiores terminados, uno inclusive apenas cuenta con

primaria como escolaridad y habitó también en la zona rural del estado.

Así, cuando las mujeres provienen de familias con el perfil del tipo uno y ello se

refuerza con las características del cónyuge la probabilidad de arreglos conyugales

desiguales es más factible. Aunque, es necesario remarcar, otra vez, la incidencia de los

empleados domésticos en la concepción de equidad66

.

66

Para profundizar en estos casos, cabría preguntar en futuras investigaciones ¿qué ocurre cuando por

alguna razón el o la empleada no asiste a realizar el trabajo doméstico durante varios días? ¿cómo se

asume la responsabilidad a igual trabajo extradoméstico?

93

Arreglos conyugales del patrón familiar tipo tres

Aquí la diferencia entre los arreglos es evidente. La distinción proviene de las

mismas familias, además de las características del matrimonio, la generación de cada

mujer y el lugar de residencia del cónyuge durante la infancia y adolescencia.

Las dos familias se insertan en el patrón de tipo tres en función de la

participación masculina en el trabajo doméstico, la del padre en la atención y cuidado de

los hijos y la autoridad diferida entre los dos padres. Las dos contienen dichos aspectos

pero no de igual manera.

En el caso del arreglo desigual las decisiones las tomaba la madre en ausencia

del padre; en su presencia él era quien decidía. El padre de la mujer profesionista con

arreglo equitativo si bien tomaba mayores decisiones en la etapa de la adolescencia de

ésta, en la infancia, era la madre quien participaba más y con mayor autonomía, sin

perderla ante la presencia del padre. Es relevante el hecho de que este cambio se da

junto con el ascenso económico de la familia al obtener el padre un mejor empleo.

Por otro lado, un factor que separa a los matrimonios de estas mujeres, es que

aquella con arreglo equitativo no tiene hijos. En el otro caso, ella tiene dos hijos –el

primero nace durante el primer año de matrimonio-, empero, según señala, la

distribución de responsabilidad del trabajo doméstico fue la misma desde el principio de

la relación. Además, ellas también son distintas. Una, la de arreglo equitativo, nació en

1968, es decir, contaba con 29 años de edad cuando se le encuestó; la otra, tenía 42 años

pues nació en 1955, trece años antes.

Por último, el cónyuge de la primera habitó zonas urbanas durante su infancia y

adolescencia, mientras que el de la segunda, lo hizo en zonas rurales de Sinaloa.

2.2 Variables claves de la socialización familiar en los arreglos conyugales

La influencia de la socialización familiar en los arreglos de responsabilidad

doméstica que establecen las mujeres profesionistas, tiene su eje en la articulación de

dos variables principales: la escolaridad de la madre y la participación del padre en el

cuidado y atención de sus hijos, que a su vez, se entrelazan con la diferencia de edad

entre los cónyuges y la autoridad que se imprime en la toma de decisiones en el hogar.

Como se ha visto, en la distribución del trabajo doméstico, participan más los

cónyuges en comparación con los padres de las mujeres profesionistas.

En este sentido, se ha notado un desplazamiento en la presencia masculina en

este tipo de labores: de aquellas familias en donde las mujeres hacían solas el trabajo,

hoy, se incluye la mano del cónyuge masculino. Los casos más significativos se

vinculan con madres que tenían un trabajo extradoméstico, escolaridad media básica en

adelante, y con padres que participaron de manera equitativa en el cuidado y atención

de los hijos.

La correlación positiva que se observa con la escolaridad de la madre (0.4467

),

lleva a suponer que ésta incide en dicha participación, pues a mayor escolaridad de la

mujer (madre de la profesionista, en este caso), es mayor la atención y cuidado del padre

respecto a sus hijos, por ejemplo.

67

Coeficiente de correlación r de Pearson.

94

Ahora bien, tal relación se distingue de un concierto en el que también

intervienen factores como la diferencia de edad entre los padres (0.32), pues al parecer a

mayor diferencia aumenta el dominio del hombre sobre la mujer.

Es también sugerente el hecho de que en los pocos casos en que la madre tiene

una actividad económica extradoméstica, relacionada con acciones de dirección como

profesora y empresaria, o con un oficio ejercido de manera independiente, la

participación del padre tiende a ser mayor, hasta equitativa.

La influencia que ejercen dichas variables en la práctica adulta de la hija

profesionista con un matrimonio en construcción, impacta, según el coeficiente de

correlación, sobre todo a la hora de la distribución de las tareas domésticas en la esfera

de la producción (0.52), combinada con la escolaridad de la madre (0.58) en mayor nivel

y la diferencia de edad (0.49).

Otra variable que influye, pero en forma indirecta, es la diferencia de escolaridad

entre los padres. Según la teoría de los recursos, se sabe que el peso en las decisiones

familiares tiene relación con aquellos recursos socioculturales y económicos que tiene y

aporta cada integrante de la pareja. Según esta postura, en la negociación matrimonial

... la ventaja en el plano de la decisión pertenecía a quien aportaba más recursos en sus

relaciones conyugales: la educación, la calificación profesional y un salario elevado

eran ventajas considerables en las relaciones entre cónyuges (Michel, 1991:159).

En trece de los catorce casos en donde la madre tenía mayor o igual escolaridad

que el padre, también se daba una mayor participación en la toma de decisiones, pero la

tendencia contraria sólo se da en dos de los ocho casos en donde el padre era quien tenía

más años de educación escolar.

La correlación con la participación del cónyuge de la profesionista en la atención

y cuidado de hijos, presenta un grado medio aunque con tendencia baja y negativa (-

0.44). A mayor escolaridad de la madre respecto al padre, la participación del cónyuge

masculino de la mujer universitaria es mayor.

La escolaridad de la madre aunada a la participación del padre tiene relación con

la autonomía y libertad de movimiento de la mujer profesionista. Así, a mayor

escolaridad de la madre con la participación del padre en el cuidado y atención de los

hijos, la mujer profesionista presenta mayor peso en la decisión de trabajar y asumir los

compromisos que implica. Sin embargo, los probables conflictos generados por esta

situación se deben más a las características del cónyuge68

y a la generación de cada uno.

Por ejemplo, en los casos en que se producía un grado de conflicto por el hecho

de que la mujer trabajara, y por lo mismo tuviera que salir de la ciudad por más de un

día, o por invitar amigos sin consultarlo y no seguir las instrucciones de él, tiene una

correlación entre 0.30 y 0.62, indicando que, a mayor edad del cónyuge mayor es la

probabilidad de que se origine una situación conflictiva.

68

En la investigación que hace García y Oliveira (1994) encontraron que en los sectores medios los

cónyuges presionan a las mujeres para que sus trabajos sean menos demandantes, pero cuando el empleo

femenino es “parte de un proyecto de ascenso familiar o de garantía de mejores niveles de vida, las

mujeres declaran que cuentan con el apoyo de sus maridos, o que resuelven con negociaciones y

convencimientos las eventuales objeciones en este particular” (García y Oliveira, 1994:147).

95

En el grupo de distribución desigual con familias de orientación

correspondientes al patrón del tipo uno, los conflictos son menores que en los otros

subgrupos. Además de que en tres de cuatro casos donde no hay ningún conflicto, el

marido participa en la decisión, las actitudes de estas mujeres, en general, tienden a la

aceptación de las condiciones de desigualdad y dependencia.

Según Edgar y Glezer (1994) las personas convencionales tienden a establecer

relaciones menos conflictivas en la familia, en la medida que aceptan las condiciones

desiguales.

Visto de esta manera, el hecho de que no exista un conflicto explícito con

respecto a las labores del hogar y las mujeres sigan sosteniendo una doble carga de

trabajo, a pesar de las dificultades de su compaginación

...refleja la legitimación sexista del status quo, pero hace pensar también que

automáticamente se entiende que las labores del hogar corresponden a la mujer, como

expresión a la vez de amor y de subordinación (Edgar y Glezer, 1994:147).

Así, por un lado, se perciben cambios en los patrones de distribución y por otro,

persistencias que, al no ser tan visibles, generan una apariencia de igualdad y

disminución de la discriminación femenina. En los sectores medios y de profesionales,

la discriminación está más disfrazada que en otros sectores, la situación de las mujeres

está más encubierta.

Las parejas residen en ámbitos más aislados uno del otro, en espacios más

íntimos, lo que les permite desarrollarse con cierto grado de privacidad, de ocultarse a

los ojos de los demás; mientras que en los sectores populares, o más empobrecidos, los

asuntos domésticos trascienden el espacio hogareño. Por otro lado, en los sectores

medios progresistas, con expectativas de alcanzar un estilo de vida acorde a la

modernidad, la mujer profesional de éxito debe ser autosuficiente y autónoma y, el

hombre, más sujeto a las normas racionales.

Para Ana María Fernández (1993), en el caso argentino, tanto en las clases altas

como en las más pobres, la subordinación e inferioridad de la mujer es vista de manera

más “natural”, como parte de su naturaleza. Para la mujer de clase de alta, al igual que

para aquella de los sectores populares, es normal el decir directamente: „Mi marido no

me deja‟:

En cambio una mujer o un hombre de sectores medios suele disfrazar con

argumentaciones más sutiles la cuestión de los permisos. No es que sea más autónoma,

simplemente el medio en el que vive exige narrativas más encubridoras para su situación

de tutelada (Fernández, 1993:116).

Por otra parte, es significativo el hecho de que en las parejas con arreglos

equitativos en la distribución del trabajo doméstico, los cónyuges realicen actividades

que han sido estereotipadas como “femeninas”, (barrer, trapear, lavar la ropa –no sólo la

de ellos mismos, sino también la de la esposa y la de sus hijos-, cocinar, bañar a los

niños, darles de comer, llevarlos a la escuela, lavar los trastes), cuando la participación

de las mujeres es escasa o incluso nula –en el caso del mantenimiento y limpieza del

vehículo- en aquellas consideradas, por el contrario, como “propias de hombres”.

96

Es decir, que si bien estas actrices tienen nuevas prácticas, se resignifican a partir

de los mismos patrones de identidad de género que subsiste en un contexto de

subordinación femenina. Por ejemplo, a decir de Fernández (1993), en su estudio sobre

un grupo de psicólogas argentinas, las expectativas de profesionalización y la

ampliación en grados de autonomía, se ha dado en “coexistencia con una expectativa de

conyugalidad tradicional” (Fernández, 1993:217).

Es así pues, que la identidad profesional, influye en la construcción de arreglos

conyugales de distribución del trabajo dentro del hogar, menos desiguales, siempre y

cuando en el marco de la socialización familiar se hayan internalizado elementos que le

permitan, a la mujer, adoptar desde el inicio de la relación, pautas más equitativas.

Si bien se observa que ciertas características del cónyuge influyen en la

construcción de los arreglos conyugales, como la zona de residencia en la infancia y

adolescencia, cuando la mujer percibe de antemano que es ella quien tiene mayor

responsabilidad en el trabajo doméstico tiende a establecer desde el principio de su

relación conyugal arreglos desiguales.

El hecho de que en nuestros días y en nuestra sociedad, la relación conyugal

tenga como principio esencial un vínculo emocional, basado principalmente en el

sentimiento del amor romántico, expresa afectos desbordados, en la que, la posición de

la mujer respecto a la del cónyuge, atiende o exterioriza las internalizaciones

subjetivadas en el terreno familiar.

En este sentido, quien llega al matrimonio lo hace con una implícita aceptación

del “debe ser” de la mujer que se ha bosquejado en la socialización familiar, boceto al

cual se le ha ido agregando un poco de pintura, algunos trazos, cambiado algunas

formas, pero la figura básica, el modelo, persiste.

La mujer profesionista, sí rompe con algunas reglas, con algunas formas, a la par

que se resiste a otras, y hace una reconstrucción de su vida como persona y como mujer,

de ahí el alto porcentaje de separaciones y divorcios. Sin embargo, en esa

reconstrucción, tiende a invertir la jerarquía desde la misma posición del dominio

patriarcal, descalificando y desvalorizando al hombre cuando éste no cumple con el rol

que culturalmente también se le ha impuesto: el de proveedor y “macho” dominante.

Se voltean los términos, se “voltea la tortilla”, pero no existe una reflexión y un

desmenuzamiento consciente y crítico en la construcción de las relaciones conyugales.

No deconstruye69

el orden de dominación en el que se inscribe.

69

Para Jacques Derrida la estrategia deconstructiva transgrede las reglas de un orden existente. Mina y

acentúa sus fisuras. Para ello es necesario invertir la jerarquía de las oposiciones, ubicar como dominante

lo dominado y, como dominado lo dominante, pero además, para evitar reconstruir bajo los mismos

supuestos que se destruyeron y quedar atrapados en una regresión, es necesario desdoblar y transformar su

lógica y organización (ver De Peretti, 1989). Por otro lado, Marcela Lagarde define la deconstrucción

como “un proceso de transformación en el cual a partir de la propia configuración de un hecho o un

paradigma, y por sus propias contradicciones se desmontan contenidos y se resignifican, se recolocan y se

recomponen en otro orden. En la metodología deconstructiva no es posible el cambio como agregación;

por el contrario, la creación exige deconstrucción” (Lagarde, 1996:85n).

97

Los estudios profesionales y las actividades laborales no conllevan ni son

consecuencia directa de una percepción de igualdad entre los géneros, entre hombres y

mujeres.

Hasta cuando la mujer se revaloriza al comprobar su capacidad de

independencia, de autonomía, y como pilar en el sustento de sus hijos, tiene mayor

posibilidad de deconstruir las relaciones de pareja y de la responsabilidad de cada

miembro en el ámbito doméstico.

En esta deconstrucción es necesario partir de que la pareja, son dos seres

individuales, distintos, cambiantes, autónomos, que se unen, por un objetivo

determinado, no importa cual, -para amarse, para tener relaciones sexuales, para tener

hijos, para unir herencias, para adquirir una casa, para evitar la soledad- pero siguen

persistiendo como entidades diferentes. La identificación posible entre estos seres no

implica un crecimiento conjunto ni una percepción idéntica, pues no dejan de ser dos

personalidades individuales.

Deconstruir también implica revalorizar el trabajo doméstico. Más que un

trabajo denigrante es una actividad imprescindible que forma parte de la vida diaria. La

limpieza proporciona salud, la cocina, alimento, la atención y el cuidado de los hijos,

individuos más sanos emocional y físicamente.

Revalorizar el trabajo en el hogar es también darle otro valor a las relaciones de

género, donde hombres y mujeres compartan la responsabilidad en términos equitativos

como parte integral de su desarrollo personal. Otorgando el derecho al hombre de

ejercer su conyugalidad y paternidad en todos los ámbitos sin menoscabo de su ser

hombre; al mismo tiempo que la mujer no tenga que renunciar a esa conyugalidad y a su

maternidad, o fragmentarse en cientos de pedazos poniendo en juego su salud física y

mental, en vías de participar competitivamente en el medio profesional.

Así entonces, sin dejar de lado el contexto sociocultural actual de subordinación

de lo femenino ante lo masculino en el que se insertan las relaciones de género, además

de las relaciones desiguales entre los distintos grupos sociales, se puede decir, que la

escolaridad y la actividad laboral como factores que impulsan una democratización en

los arreglos conyugales, tienen mayor factibilidad cuando en la socialización familiar se

internalizan elementos orientados en ese mismo sentido.

En este grupo de mujeres se observa que los cambios en los arreglos conyugales

en la distribución del trabajo doméstico no sólo influyen su formación educativa o su

actividad laboral ni tan sólo la relación con el cónyuge, sino que también la familia

actúa en la generación de esos cambios.

Es decir, cuando la socialización en la familia, es congruente con el contenido

de las experiencias en los distintos ámbitos en que la mujer profesionista se

desenvuelve, ya sea orientada en términos de subordinación ante el padre y el marido o

por el contrario de igualdad, los arreglos conyugales que la mujer construye se

encaminan en ese mismo sentido. Sin embargo, cuando no es así, se observa que son las

conductas internalizadas en la familia las que prevalecen por encima de las

características del cónyuge y la profesión.

98

Conclusiones generales

La investigación acerca de los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas

arroja las siguientes conclusiones generales:

1. Influencia de la socialización primaria y secundaria en la construcción de

arreglos conyugales.

La influencia de los procesos de socialización en la construcción de arreglos

conyugales tienen relación con el entorno sociohistórico en el que se circunscribe la

mujer, con sus experiencias y formación individual.

En la sociedad contemporánea, a medida que las mujeres se exponen a una

socialización secundaria, actúan en una diversidad de contextos con sistemas de normas

y valores distintos al de su familia de orientación. Ello conlleva la posibilidad de

cambios en la identidad y comportamiento construidos durante el proceso de

socialización familiar. A lo anterior se suman las experiencias individuales de las

mujeres profesionistas en su interacción social cotidiana, las cuales les proporcionan un

aprendizaje que les permite reflexionar y seleccionar determinadas acciones ante cierta

situación.

En este sentido, independientemente de las características de la familia de

orientación, las mujeres profesionistas presentan una tendencia similar en variables

como régimen y edad de matrimonio, así como edad de maternidad y selección de la

pareja; por lo que se puede concluir que estas variables son más sensibles a la

socialización secundaria. Así, en el grupo de mujeres estudiadas, se observa que:

a) Aún cuando predominan los matrimonios cívico religiosos al igual que la

tendencia estatal, destaca una significativa proporción de uniones libres, sobre

todo en comparación con los padres e inclusive frente a las cifras estatales. Una

explicación a este hecho, según Tuirán (1994), gira en el sentido de que en estos

sectores las uniones libres se dan más por una decisión personal como signo de

autonomía ante las normas morales vigentes y/o como acuerdo previo al

matrimonio legal, que obligadas por circunstancias económicas o propias de la

marginación social.

b) Iniciaron uniones matrimoniales y maternidad a una edad mayor. Mientras que

la tendencia femenina global indica que la media en la edad de matrimonio es de

20 años, estas mujeres profesionistas se casaron cuando tenían en promedio

alrededor de 23 años, dato que coincide con la media nacional en mujeres con

educación superior. Asimismo, el inicio de la maternidad fluctuó entre los 24 y

25 años.

c) Por último, la mayoría de ellas consumaron la relación conyugal con hombres

que habían cursado estudios superiores, aún cuando los padres de dichas mujeres

99

no presentaran tal característica. Es decir, la identidad social afectada por las

expectativas profesionales funge como orientadora en la selección de una pareja

más adecuada en los términos del prestigio y el estatus social.

En primer término se puede concluir pues, que la influencia de la familia en la

construcción de los arreglos conyugales de una mujer profesionista, no implica una

reproducción o copia fiel del orden transmitido, debido al proceso de socialización

secundaria y a su experiencia inmediata que actúan cono interferencias.

Pero, por otro lado, si bien al vivir la mujer un proceso de socialización

secundaria e interactuar con otros individuos, puede resocializarse y construir prácticas

cotidianas distintas a las de su familia de orientación, ello no significa necesariamente

que el rol o la identidad de género interiorizado en la esfera familiar desaparezca o sea

desplazado, sino que puede coexistir con los nuevos saberes.

Esto es, siguiendo a Berger y Luckman (1995), porque la socialización primaria

cobra mayor firmeza en la internalización de la cultura frente a la secundaria, en tanto

expresión de un entorno de relaciones de carácter emotivo y donde el individuo, en sus

primeros años, percibe la realidad a su alrededor como el único mundo posible y

existente. Es aquí, dicen Berger y Luckmann (1995), donde se crea en la conciencia, en

una abstracción progresiva, los roles y actitudes del entorno social próximo.

Aunado a lo anterior, existe el hecho de que la socialización familiar afecta la

construcción de arreglos conyugales de la mujer profesionista al intervenir como

percepciones o internalizaciones identificadas con el mismo espacio, es decir, con el

espacio doméstico; pues tal como lo dice Saltalamaquia (s/f), dichas percepciones si

bien no se dan en el plano de la conciencia si pueden ser activadas a través de

asociaciones en la estructura de otras vivencias.

2. Socialización familiar en un entorno social tradicional

Ahora bien, además de que, como ya se explicó, la socialización primaria puede

tener mayor efecto sobre el individuo, es menester agregar que en un contexto social

como el de Sinaloa y en particular Mazatlán, la familia incide con mayor fuerza en las

conductas sociales dado lo dominante de las relaciones comunitarias y el incipiente

desarrollo industrial y urbano.

Dicho contexto social en el que se circunscriben los arreglos conyugales

de las mujeres profesionistas en Sinaloa y en Mazatlán, si bien expresa algunos

rasgos que impulsan comportamientos acordes a la idea de equidad entre los

géneros, es también cierto que persisten elementos que refuerzan una

diferenciación social a partir de las funciones ligadas a la condición sexual.

Se observa, por ejemplo, que aún cuando las mujeres tienen cada vez mayor

presencia en las instituciones educativas y se insertan al mercado laboral con mayor

nivel de instrucción que la población masculina, en el empleo de las mujeres –hablando

en términos generales- predominan actividades consideradas como “típicamente

femeninas”. Otro ejemplo: el ingreso obtenido por las mujeres es todavía menor al que

obtienen los hombres, principalmente debido a que muchas de ellas no cumplen

100

jornadas completas para poder cumplir con sus tareas en el hogar y atender a los hijos, y

de que el tipo de empleo dominante se caracteriza por sus bajos salarios. Esto incide en

reafirmar la concepción de que el trabajo de la mujer es menos importante en

comparación con el trabajo masculino.

En el orden tradicional de la región sinaloense que perfila la vida cotidiana de

sus habitantes la familia ocupa un lugar predominante en la construcción de las nuevas

familias y en las relaciones de género enmarcadas en un lazo conyugal.

Al respecto se concluye que la influencia ejercida por la familia de orientación

en la construcción de arreglos conyugales de las mujeres profesionistas se orienta en dos

sentidos:

a) Reproducción de un orden inspirado en la desigualdad de género identificado

con el contexto social en el que se circunscriben, donde la mujer asume como

roles principales aquellos asignados en función de su naturaleza.

b) Construcción de arreglos más equitativos dadas las propias características de la

familia de la mujer profesionista, en donde ya se perciben diferencias respecto al

resto de la población: madres con escolaridad más allá de la primaria y

participación de los dos padres en la toma de decisiones y en el cuidado y

atención de los hijos.

3. Incidencia de las características de los padres

De manera específica, la incidencia de la socialización primaria vivida en los

hogares familiares de las mujeres profesionistas tiene relación con la articulación de dos

variables principales: la escolaridad de la madre y la participación del padre en el

cuidado y atención de sus hijos.

Estas variables junto con la distribución del trabajo doméstico entre hombres y

mujeres en el hogar paterno-materno, y de la toma de decisiones entre los padres, se

enlazan para ubicar el perfil de distintos patrones familiares, mismos que tienen relación

con las categorías de los arreglos de distribución del trabajo doméstico en el hogar

conyugal de la mujer profesionista. En el estudio realizado se observa que:

a) La mayoría de los arreglos desiguales se ubicaron en los patrones familiares en

donde fue nula o escasa la participación masculina en el trabajo doméstico, al

igual que la participación del padre en la atención y cuidado de los hijos; donde

la madre, de escolaridad hasta primaria, asume las decisiones domésticas,

mientras el padre otorga los permisos a los hijos.

b) Los arreglos equitativos se ubican sobre todo en los patrones familiares donde

existió la participación masculina, principalmente de hermanos, en el trabajo

doméstico, además de la activa participación del padre en el cuidado y atención

a los hijos. En estos mismos tipos de familia, las decisiones fueron tomadas, en

general, por los dos padres y la escolaridad de la madre rebasa el nivel de

primaria.

101

En resumen, por un lado, la socialización familiar puede fortalecer pautas de

conducta ya existentes y el tipo de acciones prescriptivas, pero, por otro lado también

tiende a introducir en sus nuevas generaciones elementos que incentiven el rompimiento

de viejas normas e impulsen un cambio en las relaciones sociales, de manera específica

en los arreglos conyugales que establecen las mujeres profesionistas.

Los cambios manifestados en los arreglos conyugales respecto a la distribución

del trabajo doméstico están correlacionados a los patrones familiares, y no sólo a partir

del nuevo rol adquirido o, de la interacción con el cónyuge.

La identidad profesional influye en la construcción de arreglos conyugales de

distribución del trabajo dentro del hogar, menos desiguales, siempre y cuando en el

marco de la socialización familiar se hayan internalizado elementos que le permitan, a la

mujer, adoptar en su relación, pautas más equitativas.

Por último, sin dejar de lado el contexto sociocultural actual de subordinación de

lo femenino ante lo masculino en el que se insertan las relaciones de género, además de

las relaciones desiguales entre los distintos grupos sociales, se puede decir que la

escolaridad y la actividad laboral como factores que impulsan una democratización en

los arreglos conyugales, tienen mayor factibilidad cuando en la socialización familiar se

internalizan elementos orientados en el mismo sentido.

102

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Sinaloa. Perfil Sociodemográfico, 1990, (1993), INEGI.

110

Apéndice I

Cuadros estadísticos y gráficas complementarias

Matrimonio

Gráfica 1

Tasa de Matrimonios, Sinaloa, 1930-1992

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995

Cuadro 1.

Distribución de la población casada y unida

Mazatlán, 1930-1990

Año Civil Religioso Cívi

co-

relig

ioso

Unión libre

1930 18.4 8.3 25.2 48.1

1940 19.9 5.7 25.3 49.1

1950 21.1 5.5 33.1 40.2

1960 22.2 4.6 44.5 28.7

1970 24.1 4.7 42.6 28.5

1980 28.7 1.8 46.4 23.1

1990 28.7 2.2 46.9 22.2

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa. 1984/ X Censo de Población y Vivienda,

1980/ Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán, 1993

(Por 1000 de la población de 12 años y más)

0.0

2.0

4.0

6.0

8.0

10.0

12.0

14.0

1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 1992

Matrimonios

111

Cuadro 2.

Distribución de la población de 12 años y más por edad y estado civil

Sinaloa, 1992

Estado civil Total 12-24 25-49 50 y más

Solteros 40.3 83.6 12.5 4.1

Hombres 44.8 89.4 15.1 4.4

Mujeres 35.9 77.6 10.1 3.8

Casados y unidos 51.9 15.0 81.4 69.6

Hombres 52.2 10.3 83 83.7

Mujeres 51.6 19.7 80.1 55.8

Separados, divorc. y viudos 7.8 1.4 6.1 26.3

Hombres 3.0 0.3 1.9 11.9

Mujeres 12.5 2.7 9.8 40.4

Fuente: Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, 1992

Cuadro 3.

Distribución de la población femenina en edad fértil por estado civil

Sinaloa, 1992

Estado civil Muje

res

Casadas y unidas 59.3

Solteras 33.5

Separadas, divorc. y viudas 7.2

Fuente: Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, 1992

Divorcio

Cuadro 1.

Tasa de divorcios registrados

Sinaloa, 1930-1992 (Por cada 1000 habitantes de la población de 12 años y más)

Año Divorcios

1930 0.1

1940 0.2

1950 0.5

1960 0.4

1970 0.5

1980 0.8

1990 1.2

1992 1.1

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995

112

Gráfica 1.

Divorcios registrados por año, Sinaloa, 1973-1993

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995

Cuadro 2.

Porcentaje de la población divorciada

Estatal y municipal, 1950-1990

(Población de 12 años y más)

Año Sinaloa Mazatlán

1950 0.4 0.5

1960 0.4 0.4

1970 0.5 0.5

1980 0.4 0.5

1990 0.6 0.8

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa. 1984/ X Censo de Población y

Vivienda, 1980/ Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán, 1993

0

200

400

600

800

1000

1200

1400

1600

1800

2000

1980

1981

1982

1983

1984

1985

1986

1987

1988

1989

1990

1991

1992

1993

Divorcios

113

Religión

Cuadro 1.

Población de cinco años y más por religión y municipio

Sinaloa, 1990

Municip

io

Católica Protestante Otra Ninguna

Mazatlán 89.7 3.1 2.2 4.4

Culiacán 87.3 2.3 2 7.7

Ahome 88.8 3 1.7 5.9

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995

Cuadro 2.

Población urbana católica

Mazatlán, 1990

Población urbana Católica

Total municipal 90.3

Ciudad 90.4

Fuente: XI Censo de población y vivienda, 1990

Cuadro 3.

Población de cinco años y más por religión, 1990

Entidad federativa Católica Prot

esta

nte

Judaica Otra Ninguna

Nacional 89.7 18.7 0.1 1.4 3.2

Sinaloa 87.2 2.4 0.03 1.6 8.1

Sonora 90.3 3.7 0.0 1.7 3.7

Chihuahua 87.1 5.6 0.0 2.7 3.9

Baja California Sur 92.4 2.6 0.1 1.7 2.6

Baja California 86.1 5.3 0.1 3.2 4.5

Coahuila 88.4 6.2 0.0 1.8 3.1

Durango 92.0 3.3 0.0 1.6 2.6

Nayarit 93.3 2.0 0.0 1.5 2.3

Nuevo León 89.7 5.9 0.0 1.8 2.2

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995

114

Empleo y Salario

Cuadro 1.

Distribución de la población económicamente activa por edad y sexo

Sinaloa, 1960-1990

Edad

1960 1970 1980 1990

Mujeres Hombres Mujeres Hombres M

u

je

r

es

Hombres Mujeres Hombres

12-14 10.3 89.7 27.0 73.0 32.5 67.5 38.2 61.8

15-19 15.9 84.1 29.4 70.6 32.1 67.9 31.8 68.2

20-24 14.7 85.3 22.7 77.3 30.6 69.4 30.3 69.7

25-29 12.4 87.6 14.7 85.3 24.7 75.3 26.4 73.6

30-34 12.2 87.8 12.4 87.6 22.1 77.9 23.8 76.2

35-39 13.0 87.0 12.8 87.2 20.2 79.8 21.0 79.0

40-44 15.0 85.0 12.7 87.3 19.2 80.8 17.9 82.1

45-49 16.5 83.5 12.0 88.0 18.4 81.6 14.6 85.4

50-54 19.3 80.7 12.6 87.4 18.1 81.9 12.1 87.9

55 y más 24.1 75.9 12.3 87.7 17.8 82.2 9.3 90.7

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa 1984/ Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos,

1995/ Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán 1993

Cuadro 2.

Distribución de la población económicamente activa por edad y

sexo

Mazatlán, 1980-1990

Edad

1980 1990

Mujeres Ho

mb

res

Mujeres Hombres

12-14 31.7 68.3 25.4 74.6

15-19 35.9 64.1 30.8 69.2

20-24 35.1 64.9 33.8 66.2

25-29 27.6 72.4 29.7 70.3

30-34 25.4 74.6 27.8 72.2

35-39 23.6 76.4 25.0 75.0

40-44 22.0 78.0 24.4 75.6

45-49 19.7 80.3 19.3 80.7

50-54 20.6 79.4 17.5 82.5

55 y más 20.2 79.8 14.1 85.9

Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995/

Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán 1993

115

Cuadro 3.

Población femenina de 12 años y más que es activa por grupo de

edad

Sinaloa 1960-1990

Edad 1960 1970 1980 1990

12-14 2.3 6.3 8.1 10.3

15-19 13.7 24.2 24.5 23.2

20-24 15.8 24.4 34.6 31.2

25-29 13.3 16.1 29.6 29.3

30-34 13.8 14.3 27.1 26.4

35-39 15.4 14.8 25.4 23.6

40-44 18.2 14.9 24.5 20.1

45-49 21.2 14.5 23.3 16.1

50-54 24.9 14.4 22.2 12.2

55 y más 31.2 11.6 17.9 6.3

Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa 1984/ Cuaderno

Estadístico Municipal, Mazatlán, 1993

Cuadro 4.

Población femenina de 12 años y más que es

activa por grupos de edad

Mazatlán, 1980-1990

Edad 1980 1990

12-14 6.0 2.7

15-19 28.8 20.6

20-24 41.9 38.1

25-29 34.6 35.9

30-34 31.9 33.5

35-39 29.2 31.0

40-44 28.2 28.7

45-49 24.5 22.7

50-54 25.0 18.2

55 y más 17.0 8.7

Fuente: Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán,

1993

116

Cuadro 5.

Población activa e inactiva por sexo y municipio

Sinaloa, 1980-1990

Municipio

Población Económicamente

Activa

Población Económicamente

Inactiva

Total Hombres Mujer

es

Total Hombres Mujeres

Sinaloa

1980 48.5 75.7 24.3 51.5 26.5 73.5

1990 44.1 76.3 23.7 53.4 27.8 72.2

Culiacán

1980 49.2 72.8 27.2 50.8 27.7 72.3

1990 46.2 72.2 27.8 51.0 28.1 71.9

Ahome

1980 45.9 76.3 23.7 54.1 27.5 72.5

1990 43.5 75.7 24.3 54.2 28.0 72.0

Mazatlán

1980 50.5 72.5 27.5 49.5 25.2 74.8

1990 46.9 73.3 26.7 50.3 26.6 73.4

Fuente: Cuadernos Estadísticos Municipales de Sinaloa, 1993

Cuadro 6 .

Población femenina act iva por municipio

Sinaloa, 1980-1990

Municipio 1980 1990

Sinaloa 23.8 20.8

Ahome 21.7 20.8

Culiacán 26.7 25.1

Mazatlán 27.3 24.6

Fuente: Sinaloa . Perf i l Sociodemográf ico , 1990 /

Cuadernos Estad ís t icos Municipales de

S inaloa, 1993

Cuadro 7 .

Población ocupada por rama de act ividad y sexo

Sinaloa, 1940-1980

Rama de actividad

1940 1960 1980

Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres

Primaria 0 .7 99.3 11.4 88.6 13.1 86.9

Industr ia de Extracción 0.6 99.4 11.7 88.3 6 .5 93.5

Industr ia de la

Transformación

12.9 87.1 10.4 89.6 15.8 84.2

Comercio 18.4 81.6 27.6 72.4 33.4 66.6

Transporte 1 .4 98.6 4 .1 95.9 11.3 88.7

Servicios 46.2 53.8 43.6 56.4 42.3 57.7

Fuente: Manual de Estad ís t icas Básicas , S ina loa , 1984/ S ina loa . S ín tes is Monográf ic a ,

1984

117

Cuadro 8 .

Población femenina y masculina por rama de act ividad

Sinaloa, 1940-1980

Rama de act ividad

1940 1960 1980

M

uj

er

es

Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres

Primaria 8 .3 76.2 46.6 68.2 24.4 45.7

Industr ia de Extracción 0.2 2 .7 0 .4 0 .5 0 .1 0 .4

Industr ia de la

Transformación

16.9 7 .7 7 .6 12.3 13.5 20.3

Comercio 21.9 6 .5 15.4 7 .7 20.6 11.6

Transporte 0 .6 2 .8 0 .9 4 .2 3 .3 7 .3

Servicios 52.1 4 .1 29.1 7 .1 38.1 14.7

Total 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Fuente: Manual de Estad ís t icas Básicas , S ina loa , 1984/ S ina loa . S ín tes is Monográf ica ,

1984

Cuadro 9 .

Población act iva por sector de act ividad y

municipio

Sinaloa, 1990

Municipio Pri

mari

o

Secundario Terciario

Estatal 36.7 17.2 42.4

Mazatlán 12.2 21.1 63.2

Culiacán 24.4 19.8 51.8

Ahome 29.6 18.8 48.6

Fuente: XI Censo de población y v iv ienda , 1990

Cuadro 10 .

Población ocupada por sector de act ividad y

sexo

Sinaloa, 1990

Sector Tota

l

Hombres Mujeres

Primario 36.7 86.1 13.9

Secundario 17.2 83.5 16.5

Terciar io 42.4 65.9 34.1

No especificado 3.7 64.3 35.7

Fuente: Sinaloa . Perf i l Sociodemográf ico , 1990

118

Cuadro 11 .

Tasa de ocupación y desocupación por sex o

Sinaloa, 1970 -1990

Población Ocupada Población desocupada

1970 1980 1990 1970 1980 1990

Total 94.7 95.8 98 5.3 4 .2 2

Hombres 95.7 95.8 98 4.3 4 .2 2

Mujeres 90.2 96 98 9.8 4 2

Fuente: Sinaloa . Perf i l Sociodemográf ico , 1990

119

Apéndice II

Aspectos Metodológicos

Delimitación del problema

1. Objetivo. Identificar la influencia de la familia de orientación en la construcción de

arreglos conyugales de distribución de responsabilidad del trabajo doméstico de las

mujeres profesionistas.

2. Se eligió a un grupo de mujeres con estudios superiores y que tuvieran una actividad

laboral en la medida que esas variables otorgan a la mujer mayores recursos para

construir relaciones de género más equitativas que aquellas con menor escolaridad y

sin empleo extradoméstico. El estudio de un grupo de mujeres profesionistas aparece

como un parámetro para distinguir las tendencias que se dan en otros grupos de

mujeres.

Criterios de selección de la población sujeto de estudio

1. Dado que el objeto de estudio se centró en el problema de los arreglos conyugales

construidos por la mujer profesionista, se delimitó como característica de la

población a estudiar el que tuvieran experiencia conyugal. Es decir, se consideraron

mujeres casadas (bajo cualquier ley o en unión libre), separadas y/o divorciadas y

viudas.

2. Para la selección de la población se tomó en cuenta la factibilidad de realizar la

investigación de campo con los recursos materiales y en función del tiempo que se

tenía.

3. A partir de lo anterior, se optó por elegir a las profesoras del campus Mazatlán de la

Universidad de Occidente, dado que la misma estructura académica de la

universidad, organizada en departamentos académicos y no por escuelas, permitía

localizarlas en un espacio geográfico reducido.

4. En el momento de la aplicación de los cuestionarios, noviembre de 1997, el personal

docente femenino estaba constituido por un total de 40 mujeres, de las cuales 22

contaban con experiencia conyugal. Este estudio recoge información de 21

profesoras del campus Mazatlán de la Universidad de Occidente con experiencia

conyugal.

Recopilación de la información

1. Se revisaron documentos oficiales de información estadística acerca de las

características sociodemográficas de la mujer, en el estado y en la localidad, con el

fin de esbozar el panorama general en que se circunscribía la población estudiada.

2. Se aplicó la técnica de cuestionario a la población seleccionada para recolectar

información de primera mano, acerca de sus arreglos conyugales y su familia de

120

orientación, debido a las posibilidades de sistematización acorde a las condiciones y

limitaciones del proceso de esta investigación.

3. En su mayoría, los cuestionarios fueron aplicados personalmente. Lo que motivó la

posibilidad de ampliar la información vía la conversación informal, conforme se

contestaba la encuesta. Se registraron, aquellos comentarios que las encuestadas

hicieron al margen del instrumento elaborado, lo que permitió ubicar situaciones y

experiencias más específicas.

Descripción del método analítico

1. En primer lugar se dividieron en dos categorías los arreglos de distribución

doméstica establecidos en los hogares conyugales de la mujer profesionista sujeto

de estudio: arreglos desiguales, en donde la mujer cargaba con mayor parte del

trabajo doméstico, y arreglos equitativos, donde las tareas se repartían en

condiciones de relativa igualdad entre los cónyuges.

2. Para distinguir los arreglos en las dos categorías mencionadas se siguió la

clasificación del trabajo doméstico en tres esferas, retomando la propuesta de Blanco

Sánchez (1991):

a) Esfera de producción doméstica. Se refiere a las actividades relacionadas con la

transformación de mercancías y creación de servicios. Como actividad

representativa de la primera ubicamos la preparación de alimentos y de la

segunda la limpieza general del interior y exterior de la unidad doméstica, el

lavado y arreglo de ropa, compostura de pequeños desperfectos de la casa y,

mantenimiento y limpieza del vehículo.

b) Esfera de compra de bienes y servicios. Aquí se considera tanto la compara de

víveres y enseres domésticos como la actividad de acudir a los centros de

recepción de pago de servicios consumidos en el hogar.

c) Esfera de cuidado y atención de los hijos. Se refiere a los compromisos

escolares como el transporte, las tareas, juntas de padres de familia, etc., y en el

rubro de atención, actividades como bañarlos, vestirlos, darles de comer o

acostarlos.

3. Para analizar la influencia de la familia en los arreglos conyugales de distribución de

responsabilidad del trabajo doméstico, se construyeron cuatro tipos de patrones

familiares para ubicar a las mujeres profesionistas estudiadas en función de la

categoría de sus arreglos conyugales.

4. Los patrones familiares se construyeron a partir de las siguientes variables como

ejes: La participación masculina en el trabajo doméstico, la participación del padre

en la atención y cuidado de los hijos, la escolaridad de la madre y la distribución de

autoridad en forma de toma de decisiones.

5. Como técnica inicial de apoyo para visualizar las continuidades y diferencias entre

las mujeres profesionistas y las madres de éstas, se dispuso del diagrama de tallo y

hoja en su modalidad de “back to back”, útil para comparar dos lotes similares.

121

6. Igualmente, como técnica de apoyo para identificar si existía alguna correlación

entre las variables estudiadas, se utilizó el coeficiente de correlación de Pearson,

empleando la siguiente fórmula:

r = N XY – (X)

(Y)____

[N 2 – (X)

2] [NY

2 – (Y)

2]

122

Apéndice 3

INSTRUMENTO DE CUESTIONARIO

Cuestionario dirigido a mujeres profesionistas residentes en Mazatlán con el objetivo de elaborar un

perfil de sus arreglos conyugales. INSTRUCCIONES. Para contestar este cuestionario por favor marque con una X la opción que

corresponda a su respuesta en las líneas situadas a la izquierda de cada una; o, escriba la información

que se solicite. No marque los corchetes de la derecha. I. Estudios profesionales

1. Nombre de la Licenciatura:_________________________________ Se cursó de 19____ a 19____

2. Institución educativa donde cursó la licenciatura:________________________________________

3. Último nivel de estudios de posgrado, si los tiene:________________________________________

II. Relaciones conyugales

1. ¿Mantiene usted actualmente una relación conyugal (relación con pareja masculina corresidente sin

importar el tipo de acuerdo matrimonial: unión libre, civil, etc.)?

___1. Si ___2. No

Si contestó negativamente a la anterior, por favor pase a la sección III, en la página ii

2. ¿Bajo qué acuerdo matrimonial se establece su relación conyugal?

___1. Civil ___2. Religioso ___3. Civil y religioso ___4. Unión libre

3. ¿Qué edad tenían usted y su cónyuge cuando se unieron en matrimonio?

1. Usted tenía: _______ años 2. Su cónyuge tenía: _______ años

4. Tiempo que ha durado su matrimonio: _____________________

5. ¿Ha tenido usted otros matrimonios?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 6

5.1 ¿Qué edad tenía usted la primera vez que se unió en matrimonio?___________________

6. ¿Tiene usted hijos?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta a la pregunta anterior fue negativa, pase a la Nº 7

6.1 Si tiene hijos, ¿cuántos tiene? ___________________

6.2 ¿Sus hijos residen con usted?

___1. Si, todos ___2. Sólo (indique cantidad)___ ___3. No

6.3 Los hijos que residen con usted ¿qué edades tienen? Marque las opciones necesarias

___1. De 0 a 4 años ___3. De 8.1 a 14 años ___5. Más de 18

___2. De 4.1 a 8 años ___4. De 14.1 a 18 años

6.4 ¿A qué edad tuvo usted su primer hijo? ________________

6.5 Si tiene más de uno ¿a qué edad tuvo el último?________________

7. ¿Le gustaría tener hijos o más hijos –si ya tiene?

___1. Si ___2. No

8. ¿Está usted actualmente embarazada?

___1. Si ___2. No

9. Además de su cónyuge, y de sus hijos -si los tiene y viven con usted- ¿habita otra u otras personas en su

hogar?

___1. Si ___2. No Si contestó negativamente pase a la pregunta N° 10

9.1 Si habita alguien más en su hogar, por favor especifique el tipo de relación y edad de cada una de esas

personas (por ejemplo: madre de usted, 62 años; hijo de su cónyuge, 7 años; etc.).

Tipo de relación: Edad:

123

_________________________________________________ _________________

_________________________________________________ _________________

10. ¿Realizaba un trabajo remunerado antes de su relación conyugal?

___1. Si ___2. No

11. Aproximadamente ¿cuántas horas dedica semanalmente a su trabajo remunerado en

condiciones regulares?

___1. Hasta 10 ___3. De 21 a 30 ___5. Más de 40

___2. De 11 a 20 ___4. De 31 a 40

12. ¿Ha interrumpido su actividad laboral remunerada alguna vez durante su matrimonio?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 13

12.1 Si contestó afirmativamente la anterior ¿a qué se debe que haya interrumpido su actividad

laboral remunerada?

__________________________________________________________________________

13. En comparación con el ingreso total que gana su cónyuge, el de usted es:

___1. Mayor ___3. Menor

___2. Igual ___4. No es fijo, puede ser mayor, igual o menor

14. ¿En qué se distribuye el ingreso que usted obtiene con su trabajo remunerado? Marque las opciones

necesarias

___1. Necesidades personales de usted ___4. Necesidades de su cónyuge

___2. Necesidades de sus hijos ___5. Necesidades de otros parientes

___3. Necesidades del hogar ___6. Otro: __________________________

15. Considera que el ingreso que usted percibe es:

___1. Indispensable ___2. Complementario ___3. Prescindible

16. Considera usted que la responsabilidad doméstica en su hogar (limpiar, cuidar, educar y atender a los

hijos, cocinar, efectuar pagos de servicios, aportación económica, etc. ) se distribuye de manera:

___1. Desigual, con mayor carga para usted ___3. Equitativa entre usted y

___2. Desigual, con mayor carga para el cónyuge su cónyuge

17. La forma en que se distribuye la responsabilidad doméstica en su hogar, según su respuesta

anterior (desigual o equitativa), ha sido:

___1. La misma desde el principio de la relación conyugal

___2. Modificada en el transcurso de la relación conyugal

17.1 Si la responsabilidad conyugal se ha modificado, mencione por favor cómo era antes y qué

motivó el cambio:

_________________________________________________________________________

18. Considera usted que en este momento su matrimonio se encuentra en una situación de:

___1. Acoplamiento o ___2. Estabilidad ___3. Ruptura

reacoplamiento

Enseguida ignore la sección III y pase a la sección IV, en la página iv III. Relaciones conyugales pasadas

1. ¿Vivió usted alguna relación conyugal (relación con pareja masculina corresidente, sin importar el

tipo de acuerdo matrimonial: unión libre, civil, etc.)?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta fue negativa pase a la sección VI, en la página v

Si su respuesta fue afirmativa, le agradeceremos su esfuerzo por recordar las características de su antigua

relación conyugal 2. ¿Ha tenido más de una relación conyugal?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 3

124

2.1 Si afirmó lo anterior ¿qué edad tenían usted y su pareja la primera vez que se unió en

matrimonio?

1. Usted tenía: _______ años 2. Su cónyuge tenía: _______ años

Si ha tenido más de una, por favor conteste lo siguiente según las características de su última

relación conyugal

3. ¿Bajo qué acuerdo matrimonial se estableció su relación conyugal?

___1. Civil ___2. Religioso ___3. Civil y religioso ___4. Unión libre

4. ¿Qué edad tenían usted y su cónyuge cuando se unieron en matrimonio?

1. Usted tenía: _______ años 2. Su cónyuge tenía: _______ años

5. Tiempo que duró su matrimonio: _____________________

6. Población o poblaciones en las que residió durante su matrimonio: ________________________

________________________________________________________________________

7. ¿Tiene usted hijos?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta a la pregunta anterior fue negativa, pase a la Nº 7

7.1 Si tiene hijos, ¿cuántos tiene? ___________________

7.2 ¿A qué edad tuvo usted su primer hijo? ________________

7.3 Si tiene más de uno ¿a qué edad tuvo el último?________________

7.4 ¿Sus hijos residían con usted en el último año de su relación conyugal?

___1. Si, todos ___2. Sólo (indique cantidad)___ ___3. No

7.5 Los hijos que residían con usted ¿qué edades tenían en el último año de su relación

conyugal? Marque las opciones necesarias

___1. De 0 a 4 años ___3. De 8.1 a 14 años ___5. Más de 18

___2. De 4.1 a 8 años ___4. De 14.1 a 18 años

8. Además de su cónyuge, y de sus hijos -si los tuvo y vivían con usted- ¿habitaba otra u otras personas en

su hogar en el último año de su relación conyugal?

___1. Si ___2. No

Si contestó negativamente pase a la pregunta N° 9

8.1 Si habitaba alguien más en su hogar, por favor especifique el tipo de relación y la edad que tenían

cada una de esas personas (por ejemplo: madre de usted, 62 años; hijo de su cónyuge, 7 años; etc.) en el

último año de su relación conyugal.

Tipo de relación: Edad:

_________________________________________________ _____________________

_________________________________________________ _____________________

9. ¿Realizaba un trabajo remunerado antes de su relación conyugal?

___1. Si ___2. No

10. ¿Tuvo usted un trabajo remunerado durante su relación conyugal?

___1. Si ___2. No Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 11

10.1 Aproximadamente ¿cuántas horas dedicaba semanalmente a su trabajo remunerado

en condiciones regulares en la última ocasión que usted trabajó durante su relación

conyugal?

___1. Hasta 10 ___3. De 21 a 30 ___5. Más de 40

___2. De 11 a 20 ___4. De 31 a 40

10.2 ¿Interrumpió su actividad laboral remunerada alguna vez durante su matrimonio?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 11

125

10.2.1 Si contesto afirmativamente la anter io r ¿a qué se debe que haya

interrumpido su act ividad laboral remunerada?

__________________________________________________________________

10.3 En comparación con el ingreso total que ganaba su cónyuge, el de usted era:

___1. Mayor ___3. Menor

___2. Igual ___4. No es fijo, puede ser mayor, igual o menor

10.4 ¿En qué distribuía usted el ingreso de su trabajo remunerado durante su relación conyugal?

Marque las opciones necesarias

___1. Necesidades personales de usted ___4. Necesidades de su cónyuge

___2. Necesidades de sus hijos ___5. Necesidades de otros parientes

___3. Necesidades del hogar ___6. Otro: ________________________

10.5 Considera que el ingreso que usted percibía en el momento de su relación conyugal era:

___1. Indispensable ___2. Complementario ___3. Prescindible

11. Considera usted que la responsabilidad doméstica en su hogar (limpiar, cuidar, educar y atender a los

hijos, cocinar, efectuar pagos de servicios, aportación económica, etc. ) durante su relación conyugal se

distribuía de manera:

___1. Desigual, con mayor carga para usted ___3. Equitativa entre usted y

___2. Desigual, con mayor carga para el cónyuge su cónyuge

12. La forma en que se distribuyó la responsabilidad doméstica en su hogar, según su respuesta

anterior (desigual o equitativa), fue:

___1. La misma desde el principio de la relación conyugal

___2. Modificada en el transcurso de la relación conyugal

12.1 Si la responsabilidad conyugal se modificó en el transcurso de la relación, mencione por

favor cómo era antes y qué motivó el cambio:

_________________________________________________________________________

13. En su opinión ¿cuáles fueron las causas que propiciaron la ruptura de su relación conyugal?

_________________________________________________________________________________

14. ¿Hace cuánto tiempo terminó su relación conyugal en términos de corresidencia? _____________

15. ¿Le gustaría construir de nuevo una relación conyugal?

___1. Si ___2. No

16. ¿Considera usted que su situación personal mejoraría con una nueva relación conyugal?

___1. Si ___2. No

En las siguientes secciones –cónyuge y asuntos domésticos -, por favor continúe

respondiendo de acuerdo a las caract er íst icas de su pasada relación conyugal durante

el úl t imo año.

IV. Cónyuge

Proporcione a continuación los datos del cónyuge

1. Edad

2. Nacionalidad

3. Escolaridad alcanzada

4. Ocupación

5. Religión

6. Nivel socioeconómico de su familia

7. Población que habitó en la infancia

8. Población habitada en la adolescencia 9. Su cónyuge, antes de vivir con usted, habitaba:

___1. Con sus padres ___3. Con amigos ___5. Otro:___________

126

___2. Con parientes ___4. Solo

10. ¿Tuvo su cónyuge alguna relación conyugal (bajo cualquier acuerdo: civil, unión libre, etc.) antes de

unirse en matrimonio con usted?

___1. Si ___2. No

V. Asuntos domésticos

Indique a continuación con una X la distribución de tareas domésticas en su relación conyugal:

1. Limpieza general del interior del hogar (barrer, trapear, lavar los baños, los trastes, etc.)

Usted Cónyuge Los dos Hijas Hijos Parientes Empleados

Siempre Casi siempre Ocasionalmente

2. Limpieza de exteriores (patio, jardín, banqueta, etc.) Siempre Casi siempre Ocasionalmente

3. Lavado y arreglo de ropa Siempre Casi siempre Ocasionalmente

4. Cocinar para los miembros del hogar Siempre Casi siempre Ocasionalmente

5. Arreglo de pequeños desperfectos de la casa Siempre Casi siempre Ocasionalmente

6. Mantenimiento y limpieza de vehículo (si lo hay) Siempre Casi siempre Ocasionalmente

7. Compras de víveres y enseres domésticos

Usted Cónyuge Los dos Hijas Hijos Parientes Empleados

Siempre Casi siempre Ocasionalmente

8. Efectuar pago de servicios ( acudir a los centros de recepción del pago de los servicios) Siempre Casi siempre Ocasionalmente

9. Compromisos escolares de hijos (transporte, tareas, juntas de padres de familia, etc.) Siempre Casi siempre Ocasionalmente

10. Cuidado y atención de hijos (bañarlos, vestirlos, darles de comer, acostarlos, etc.) Siempre Casi siempre Ocasionalmente

A continuación indique marcando con una X quién tiene mayor peso en la decisión de lo siguiente

En su relación conyugal quién decide: 1 Usted 2 Cónyuge 3 Los dos 4 Otros

11. Lo que se come diariamente 12. El tener hijos 13. La escuela de los hijos (si los tiene) 14. Si usted trabaja fuera del hogar 15. La organización de las vacaciones

127

16. La contratación de los empleados domésticos 17. Con qué institución bancaria establecer contratos

18. La compra y selección de automóvil

Marque con una X la posible situación generada en su relación conyugal al ocurrir los sucesos que se

indican. Bajo la tabla encontrará una descripción de cada nivel de situación.

Suceso Muy

conflictiva

Conflictiv

a

Poco

conflictiva

Nada

conflictiva

Delegar al cónyuge una actividad doméstica de la que usted se encarga normalmente

La comida no es acorde al gusto del cónyuge

A usted se le hace tarde, llega muy noche a su casa, y su cónyuge ya está ahí

No ejecutar las instrucciones del cónyuge

Manifestación de desacuerdo de usted con su cónyuge

Dedicar usted tiempo a su trabajo restándole al tiempo de cuidado del hogar

El cónyuge la busca en su trabajo y usted no está, sin causa justificada según él

Usted ha invitado amigos a su casa sin consultar con su cónyuge

Usted tiene que salir de la ciudad por más de un día obligada por su trabajo

Muy conflictiva: Agresión física y/o verbal Conflictiva: Discusión, reclamos, generación de actitudes de

venganza Poco conflictiva: Manifestación de preocupación o enfado momentáneo Nada conflictiva: Ninguna

manifestación inmediata o posterior que perjudique la armonía

128

VI. Historia familiar

1. ¿En dónde nació usted y en qué fecha?

_________________________________________________________________________________ población estado día/mes/año

2. ¿Hasta qué edad habitó en la población donde nació? ____________________________________

3. ¿Hace cuánto tiempo reside en Mazatlán? _____________________________________________

4. A continuación indique, marcando con una X, en dónde realizó usted sus estudios:

Nivel 1 Mazatlán 2 Otra ciudad

de Sinaloa

3 Otro estado

del país

4 Otro país

1. Primaria

2. Secundaria

3. Preparatoria

4. Licenciatura

5. Especialidad

6. Maestría

7. Doctorado

8. Postdoctorado

5. ¿Ha habitado usted en algún momento con sus padres, ya sea con los dos (madre y padre) o con uno de

ellos (madre o padre)?

___1. Si ___2. No

Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 6

5.1 Si afirmó lo anterior, marque todos los momentos de su vida que ha habitado con sus padres.

Indíquelo por separado aunque sus padres residieran juntos.

Habitó con su Madre: Habitó con su Padre:

___1. Durante la infancia ___1. Durante la infancia

___2. Durante la adolescencia ___2. Durante la adolescencia

___3. De la adolescencia hasta su ___3. De la adolescencia hasta su

primer relación conyugal primer relación conyugal

___4. Durante su relación conyugal ___4. Durante su relación conyugal

___5. Actualmente ___5. Actualmente

129

6. En caso de que en algún momento anterior a su primera relación conyugal, no haya vivido con uno o

los dos padres, ¿cuál fue el principal motivo?:

___1. Separación o divorcio ___6. Cuestiones de su trabajo

___2. Cuestiones económicas ___7. Conflictos con sus padres

___3. Trabajo de sus padres ___8. Sus padres nunca vivieron juntos ___4.

Deceso de uno o de los dos padres ___9. Búsqueda de independencia

___5. Por sus estudios ___10. Otro:___________________________

7. Según su opinión, a qué nivel socioeconómico pertenecía el hogar que usted habitó durante:

Infancia: ___1. Alto ___2. Medio ___3. Bajo ___4. Marginado

Adolescencia: ___1. Alto ___2. Medio ___3. Bajo ___4. Marginado

Favor de proporcionar los siguientes datos acerca de sus padres o tutores:

Madre Padre

8. Año de nacimiento

9. Nacionalidad

10. Escolaridad alcanzada

11. Ocupación (padres) cuando usted era niña

12. Ocupación (padres) en adolescencia

13. Religión

14. Acuerdo matrimonial (civil, libre, etc.)

15. Edad al inicio de unión conyugal (padres)

16. Edad al tener el primer hijo

17. Edad al nacer usted

18. ¿Cómo se distribuía el trabajo doméstico entre los miembros que conformaban el hogar que usted habitó

durante su infancia y adolescencia?

___1. Las mujeres cargaban con todo el trabajo

___2. Las mujeres tenían mayor carga de trabajo que los hombres

___3. Equitativamente entre mujeres y hombres

19. ¿Cómo se distribuía el cuidado y atención a los hijos?

___1. Las mujeres cargaban con todo el trabajo

___2. Las mujeres tenían mayor carga de trabajo que los hombres

___3. Equitativamente entre mujeres y hombres

20. ¿Quién se encargaba de proveer el ingreso económico para el sustento del hogar que usted habitó

durante su infancia y adolescencia? Marque las opciones necesarias

Infancia: ___1. Padre o tutor ___2. Madre o tutora ___3. Otro:________

Adolescencia: ___1. Padre o tutor ___2. Madre o tutora ___3. Otro:________

A continuación indique marcando con una X

En el hogar que habitó durante su infancia y adolescencia

, quién tenía mayor peso en la decisión acerca de:

1. Madre

o tutora

2 Padre

o tutor

3 Los

dos

4 Otros

Inf Ad Inf Ad Inf Ad Inf Ad

21. Lo que se comía diariamente

22. Contratación de servicio doméstico (si hubo)

23. Asuntos escolares de los hijos

24. Permisos a los hijos

25. Administración del ingreso económico

26. Las actividades de la esposa fuera del hogar

27. Las actividades del esposo fuera del hogar

28. Compra de bienes suntuarios

130

Marque con una X, la situación generada en el hogar que usted habitó durante su infancia y

adolescencia, debido a sucesos como los que aquí se presentan :

Suceso

Muy

conflictiva

Conflictiva Poco

conflictiva

Nada

conflictiva

Nunca

sucedió

Inf Ad Inf Ad Inf Ad Inf Ad Inf Ad

No se atendía al esposo

Al esposo no le gustaba la comida

La esposa salía del hogar sin previo aviso y/o por mucho tiempo

No se seguían las instrucciones del esposo

La esposa estaba en visible desacuerdo con el esposo

La esposa realizaba actividades ajenas al interés familiar

Cuando el esposo llegaba a casa y su esposa no estaba

Muy conflictiva: Agresión física y/o verbal Conflictiva: Discusión, reclamos, generación de actitudes de

venganza Poco conflictiva: Manifestación de preocupación o enfado momentáneo Nada conflictiva: Ninguna

manifestación inmediata o posterior que perjudique la armonía

VII. Opinión

A continuación se presenta una lista de afirmaciones que emiten un juicio, marque con una X la

respuesta que corresponda a su opinión: 1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las necesidades de su familia

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

2. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su esposa

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

3. Si fuera posible dejaría mi trabajo remunerado

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

4. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

5. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les da la vida

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

6. Para que una mujer se realice necesita tener hijos

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

7. Si el cónyuge masculino debe mudarse a otra ciudad por cuestiones de trabajo, la esposa debe seguirlo

aunque ella tenga que renunciar a su trabajo

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

8. La fidelidad sexual es la base del éxito matrimonial

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

9. Las relaciones sexuales extramaritales se justifican en el hombre

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

131

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

10. Las relaciones sexuales extramaritales se justifican en la mujer

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

11. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

12. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo hace una mujer

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

13. Tener hijos no es importante en el matrimonio

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo

14. Las relaciones extramaritales pueden beneficiar una relación conyugal

___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en

___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo