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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA
ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES
MAESTRÍA EN CIENCIAS SOCIALES
Arreglos conyugales de la mujer profesionista y
socialización familiar
Un caso de profesoras universitarias
Tesis profesional que para obtener el grado de Maestría
en Ciencias Sociales
presenta
Roxana Loubet Orozco
Director de tesis
M.C. René Jiménez Ayala
Mazatlán, Sin., Octubre de 1998
2
INDICE
Introducción
Capítulo I
Socialización familiar: internalización del orden social
Capítulo II
Arreglos conyugales: régimen y edad de matrimonio
Capítulo III
Arreglos conyugales: roles femeninos
Capítulo IV
Distribución de responsabilidad del trabajo
doméstico y patrones familiares
Capítulo V
Socialización familiar y arreglos conyugales de la
mujer profesionista
Conclusiones
Fuentes documentales
Apéndices
3
Introducción
La investigación de la que se deriva esta tesis parte de la inquietud de esclarecer
el tipo de arreglos conyugales que construyen las mujeres profesionistas, en particular
aquellos relacionados con la distribución de la responsabilidad del trabajo doméstico
entre los dos cónyuges, con el fin de descubrir las condiciones reales en las cuales están
inscritas dentro del matrimonio.
El hecho de que mujeres casadas de los sectores medios participen activamente
en el campo profesional, y hombres y mujeres colaboren en la realización de las labores
domésticas, proyecta una imagen de equidad en las relaciones conyugales de estos
sectores de población. Sin embargo, tal situación encubre relaciones de subordinación
aún vigentes.
Si bien las mujeres con estudios superiores e ingresos independientes, producto
de su participación en el sector productivo, tienen la posibilidad de construir arreglos
conyugales diferentes a los de otros grupos de mujeres -contemporáneas o de
generaciones anteriores- y eso representa un cambio en su condición femenina en la
relación de pareja, es una realidad para muchas de ellas el tener que asumir la mayor
carga de responsabilidad del trabajo doméstico, incluyendo la atención y el cuidado de
los hijos. Es decir, además del rol de ama de casa, asignado culturalmente como propio
de su género, comparten el rol de proveedor del sustento económico.
El marco hipotético que rige esta investigación define a la familia de orientación
o de origen y a su acción socializadora, como uno de los factores que incide
significativamente en los arreglos conyugales que construyen las mujeres
profesionistas, entendiendo como socialización familiar el proceso primario durante el
cual los nuevos individuos internalizan imágenes, ideas, valores y conceptos que los
prepara para integrarse a un orden social.
Si bien el desarrollo industrial y urbano en la sociedad contemporánea la ha
convertido en una estructura compleja donde la familia aparece como una agencia más
de socialización, junto con las instituciones educativas y los medios de comunicación
masiva principalmente, el subdesarrollo y las características sociohistóricas de la región
del noroccidente de México alude el nivel de importancia de la familia en ese proceso.
En una sociedad como la de Mazatlán y la de México en general, donde se revela
la presencia de un orden tradicional, es la familia de orientación, aquélla de la que se
proviene, quien mantiene un alcance substancial en el desarrollo de las relaciones
conyugales. En este contexto, la familia compite de manera efectiva con la escuela y el
centro de trabajo, máxime cuando se trata de la construcción de una nueva familia y
relaciones de género enmarcadas en un lazo conyugal
La familia se entrelaza con un contexto sociocultural, orientando las
posibilidades y condiciones de interacción de los individuos dentro y fuera de la
estructura familiar. La formación escolar, la participación económica y la negociación
cotidiana con el cónyuge se articulan con la socialización familiar al construir arreglos
4
conyugales, siendo esta última un elemento significativo que delinea la posibilidad de
que se establezcan arreglos conyugales desiguales o más equitativos.
Para identificar los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas se eligió la
vía metodológica del estudio de caso. Este tipo de estudios, si bien presentan una
realidad a nivel micro, son útiles para ahondar en las especificidades de las relaciones
sociales. Su validez no se sustenta en la generalización de los datos, sino en la
búsqueda de elementos significativos que permitan explicar una determinada
articulación entre las dimensiones de un conjunto social.
La investigación se basó en el estudio de aquellas mujeres con experiencia
conyugal miembros del personal docente femenino de la Universidad de Occidente,
campus Mazatlán, por lo que la población seleccionada estuvo constituida por 21
mujeres casadas (bajo régimen legal o en unión libre), separadas o divorciadas y viudas.
Como estrategia analítica se identificó el tipo de arreglos conyugales según la
distribución del trabajo doméstico entre los cónyuges, esto es, arreglos conyugales
desiguales y equitativos. Asimismo, se construyeron cuatro tipos de patrones familiares
derivados de las características de las familias de orientación de las mujeres
profesionistas estudiadas. Lo anterior sirvió para establecer un marco de comparación
entre arreglos conyugales y familia de orientación y observar la posible influencia de la
socialización familiar en la construcción de dichos arreglos.
La información necesaria acerca de los arreglos conyugales y de la familia de
estas mujeres se recopiló a través de un cuestionario, aplicado, en su mayoría, en forma
personal. Esto fue enriquecedor, pues al motivar la conversación a medida que se daba
respuesta a las preguntas estructuradas, surgían comentarios complementarios a la
información solicitada.
En general, el grupo de mujeres mantuvo una abierta disponibilidad para
responder a los cuestionamientos, aunque algunas mostraron, inicialmente, ciertas
reticencias cuando se les planteaba el contenido de la encuesta.
La lógica de exposición que se ofrece a continuación tiene la finalidad de
introducir al lector, con el primer capítulo, en el marco de los cambios de la estructura
familiar en las sociedades contemporáneas, ubicándola en un contexto de
industrialización para enfatizar su importancia en este tipo de organización social y sirva
como parámetro de medida para mostrar su capacidad de influencia, fortalecida en un
orden social de tipo tradicional. Asimismo, se explican en este capítulo la orientación
teórica y los conceptos centrales que guían la investigación.
En el segundo y tercer capítulo se precisan las características de los arreglos
conyugales construidos por las mujeres profesionistas del estudio, circunscritas en el
panorama estatal y local, en relación con su perfil sociodemográfico y en la actuación
de sus roles familiares.
El cuarto capítulo compara los distintos patrones familiares en los cuales se
ubican las familias estudiadas con los arreglos de distribución del trabajo doméstico
establecidos por las mujeres profesionistas. En el quinto, por último, se analizan los
elementos que se articulan en la relación familia de orientación y arreglos conyugales.
5
Capítulo I
Socialización familiar: internalización del orden social
1. La familia en el proceso de desarrollo industrial
En las sociedades contemporáneas coexisten diversos tipos de organización
familiar de acuerdo a los grupos sociales y a las características propias de cada una. No
obstante, es posible afirmar que, en el caso de las sociedades occidentales, incluida
América Latina y México, predomina la llamada familia conyugal nuclear1, compuesta
por una pareja de cónyuges -hombre y mujer- y sus hijos (cuando los hay).
Sociólogos y antropólogos han cuestionado en numerosas ocasiones el mito de la
familia nuclear como un invento de la sociedad industrial y del capitalismo, producto de
la contracción de la familia consanguínea, o extensa, considerada dominante en las
sociedades no industrializadas. Más bien, argumentan, la familia conyugal nuclear se
convirtió en el modelo más conveniente para el nuevo orden social y económico que se
venía gestando. En Estados Unidos se ha comprobado que la familia nuclear era ya el
tipo predominante en las regiones de la costa atlántica antes de que se industrializaran
(Lautman, 1976:251). Dichos estudios descubrieron que la familia consanguínea
dominaba sólo en las clases gobernantes, pues representaba la manera idónea para
conservar el patrimonio familiar y reproducir el linaje; no así en las familias de las
clases medias y más empobrecidas. Para las clases bajas era más conveniente la familia
nuclear, ya que no podían integrar en una misma residencia a los nuevos miembros ni
tenían la posibilidad de absorber sus necesidades (Lautman, 1976:252 y 253).
Salles y Tuirán (1997) califican como un mito la idea propagada de que la
llamada familia extensa (imagen tradicional: cónyuges, hijos, abuelos, tíos, la nana, la
criada, el mozo, la ahijada, el sobrino, el yerno, la cuñada, etc., en una sola “finca”)
corresponda a los contextos preindustriales en todos los sectores sociales mexicanos.
Según señalan, se ha encontrado la existencia de diversos arreglos entre los que
dominaron los de tipo nuclear “aunque al parecer las estructuras familiares más
complejas y de mayor tamaño promedio correspondían a los grupos privilegiados de la
sociedad” (Salles y Tuirán, 1997:67).
1 No se deja de reconocer la existencia de una diversidad de familias. En México la familia extensa tiene
una presencia constante. Se ha encontrado que su crecimiento o decremento tienen relación con tiempos
de crisis económica, cuando ésta se agudiza, las familias crecen (Leñero, 1996); asimismo se ha notado el
crecimiento de los hogares uniparentales. Según información del “Programa Nacional de la Mujer 1995-
2000” (1996), en 1992 la familia nuclear significaba el 68 por ciento, la extensa el 24 por ciento y las
uniparentales el 7 por ciento. También hay que aclarar que algunos tipos de hogares son más significativos
en unas regiones que en otras. Por ejemplo, mientras que el estado de Sinaloa los hogares nucleares
representaban en 1992 el 55 por ciento, en Aguascalientes correspondía al 60; Sonora presentaba en ese
mismo año un porcentaje mayor a la media nacional en hogares uniparentales, con el 9 por ciento.
6
Así, si bien la familia consanguínea imperó dentro de las clases dominantes de
las sociedades occidentales preindustriales, tanto en los países hoy desarrollados como
en América Latina y en México, no se constituyó como modelo general y único para las
familias del resto de la población. El auge de la familia conyugal nuclear y la decadencia
de la de tipo consanguíneo -en el marco de los sectores en los cuales funcionaba-, tiene
relación directa con el aumento de posibilidades de movilidad espacial y social que
causó la revolución tecnológica (Linton, 1978:21).
Los procesos de industrialización y urbanización de las sociedades alteran las
funciones y la estructura de la organización familiar. En este sentido, la revolución
industrial y tecnológica, la intervención del Estado a través de la política social, el
ascendente acceso al sistema educativo por parte de la población y el desarrollo de los
medios de comunicación masiva, interfiere en la función considerada como la más
importante de la familia en cualquier tipo de sociedad: la socialización de las
generaciones más jóvenes.
El aumento en la importancia de las relaciones de tipo secundario, impersonales
y orientadas a la eficiencia, restringen al mínimo las relaciones de tipo primario,
interpersonales y afectivas, provocando con ello la contracción de la esfera de
parentesco en los diversos sectores sociales y la identificación de la familia conyugal
como el prototipo de la sociedad industrial. Por otra parte, en el transcurso del desarrollo
de las sociedades urbanas, la creciente separación entre la esfera familiar y la esfera de
producción, aleja a la familia de su función productiva a medida que la va constriñendo
a la socialización y al desarrollo de los afectos.
Esto hizo indispensable en un primer momento, la permanente presencia de la
mujer en el hogar como garante de la reproducción de la especie, la interiorización de
normas y valores y la estabilidad emocional de sus miembros, al mismo tiempo que el
hombre se insertaba masivamente al proceso de producción desincorporado de su
unidad doméstica. Aparece así, el arquetipo de la familia moderna: la pareja de
cónyuges, hombre y mujer, en una unidad independiente, aislada de una red de
parentesco más amplia, y en una relación funcional diferenciada: la mujer cónyuge ama
de casa, y el hombre cónyuge proveedor del ingreso económico.
Sin embargo, el creciente desarrollo de la industria impuso la necesidad de la
utilización de mano de obra femenina, lo que significó la inserción de la mujer de los
sectores medios en el mercado laboral y dejó abierta al mismo tiempo, la posibilidad de
buscar las condiciones más óptimas para combinar el trabajo doméstico con el
extradoméstico. Después de la segunda guerra mundial, la aparición de los llamados
Estados de bienestar en el marco internacional y el ejercicio de la política social,
promovió un nuevo estándar de bienestar con el desarrollo de una industria dirigida a las
necesidades de la vida doméstica cotidiana junto con el incremento de las posibilidades
de consumo de la población.
Así, en un doble juego, el acceso y la multiplicación de los servicios y espacios
que facilitaron la vida doméstica permitieron la liberación cotidiana de trabajo
doméstico femenino; pero, por otro lado, eso mismo secundó la aceptación de la mujer
como proveedora complementaria, pues se precisó ampliar el ingreso para adquirir los
7
productos acordes al nuevo parámetro de bienestar y encaminados a sustituir el trabajo
doméstico tradicional (Lefaucheur, 1993:91).
En México, las clases medias se beneficiaron con las políticas de desarrollo de
justicia social e industrialización impulsadas por los gobiernos de la Revolución
(Fuentes, 1992:348) hasta los años setenta, lo que promovió los niveles educativos de la
población femenina de estos sectores y la formación de un estilo de vida más cercano a
esos “tiempos modernos” con su inserción en el mercado laboral, aunque de manera
incipiente y limitada a ciertas edades y estados civiles. Más tarde, con la agudización de
la crisis en los ochenta, aumentaron las tasas de participación femenina en la población
económicamente activa, ante la necesidad de mayores ingresos; a partir de aquí se
registra también un desplazamiento en los rangos de edad y una mayor presencia de
mujeres casadas y con hijos en la categoría sociodemográfica como población
económicamente activa2.
De esta forma, con el avance de la organización industrial, los cambios en la
organización interna de la familia y la expansión de una compleja red social, la familia
se ve inhabilitada para transmitir los nuevos y cambiantes conocimientos y conductas.
En torno a esto, Daniel Bell describe el contexto estadounidense después de los años 20:
Una sociedad en rápido cambio inevitablemente engendra confusión con respecto a los
modos apropiados de conducta, los gustos y la vestimenta. Una persona socialmente
móvil no dispone de ninguna guía para adquirir nuevo conocimiento sobre cómo vivir
„mejor‟ que antes, y así el cine, la televisión y la propaganda se convierten en sus
guías. A este respecto, la propaganda comienza a desempeñar un papel más sutil en la
transformación de los hábitos que estimulando meramente los deseos. (...) Aunque al
principio los cambios afectaron principalmente a las maneras, los vestidos, los gustos y
los hábitos de alimentación, tarde o temprano comenzaron a influir en asuntos más
importantes: la estructura de la autoridad en la familia, el rol de los niños y los adultos
jóvenes como consumidores independientes en la sociedad, las normas éticas y los
diferentes significados del logro en la sociedad (Bell, 1989:75 y 76).
Ahora bien, aunque la injerencia de otras instituciones -como la escuela y el
Estado, además de la expansión y el acceso a los diversos medios de comunicación- en
el proceso de socialización de los individuos desde edades tempranas han minado la
participación de la familia en este aspecto, no la ha desplazado del todo. Aún en las
sociedades más industrializadas y desarrolladas la importancia de la familia en la
socialización es evidente, debido a que está permeada de elementos afectivos
inexistentes o débiles en otras instituciones, como se explica más adelante en este
mismo capítulo.
En este sentido, los arreglos adoptados en el transcurso de una vida conyugal3,
tiene que ver con una conjugación de variables articuladas en la construcción de la
relación de pareja. La fuerza del influjo de unas o de otras dependerá de los contextos
2 En el capítulo tercero se desarrolla con mayor precisión las condiciones de este hecho.
3 El término arreglos se entiende aquí como la constitución de las distintas relaciones internas y formas de
organizar la vida doméstica en función de las necesidades e intereses de sus integrantes, en este caso, de
los cónyuges, enmarcados en un entorno sociocultural.
8
históricos, políticos, económicos y culturales en los cuales se enmarquen dentro de un
campo de posibilidades y de relaciones múltiples.
En el contexto actual de los arreglos conyugales de responsabilidad doméstica de
la mujer profesional mexicana, entran en juego su formación escolarizada –con todo lo
que implica: la racionalización de los hechos y el acceso a nuevas realidades y
relaciones sociales-, así como el aprendizaje en la interacción cotidiana con el medio
sociocultural y con el cónyuge; pero además, la familia de orientación4 tiene también
una importante injerencia mediante la socialización ejercida durante la infancia de la
mujer, principalmente.
Esto último no significa que hoy las mujeres reproducen fielmente los esquemas
de relación conyugal de sus padres, en el marco de una perspectiva de determinación
lineal del sistema social; pero, aunque confluyan elementos de cambio a la hora de
actuar en una red de múltiples relaciones sociales, no se puede perder de vista el hecho
de que la familia representa en la vida de los mexicanos y en especial de los sinaloenses,
una institución presente en todo momento. La mexicana es una sociedad que, en general,
le otorga un valor positivo a la familia5, por ello, y tomando como referencia los
resultados arrojados por la Encuesta Mundial de Valores de 1991, Salles y Tuirán
argumentan que
... no debe extrañar que lo más decisivo para los mexicanos sea la familia (85 por ciento
consideró que la familia es muy importante en su vida) en contraste con la política (12
por ciento), mientras que el trabajo (67 por ciento), la religión (34 por ciento), la
recreación (28 por ciento) y los amigos (25 por ciento) se ubican entre los dos polos
señalados (Salles y Tuirán, 1997:62).
La importancia atribuida a la familia muestra entonces, que la vida hogareña y
familiar de los mexicanos “evoca en cada uno de nosotros un conjunto infinito de
imágenes que nos hablan cotidianamente a través de los sentidos” (Salles y Tuirán,
1997:62).
Hasta aquí, se entiende la influencia de la socialización familiar dependiente de
la interrelación de la familia y de sus miembros con el resto de la sociedad, además de
las características de la estructura social misma.
4 Siguiendo a Parsons la familia de orientación es aquélla de la cual descienden directamente los
individuos. Con una estructura de tipo “cebolla”, dice Parsons, “la familia conyugal se caracteriza por la
inhabitual simetría de sus relaciones con todas las unidades conyugales con las que está vinculada por un
miembro común”. En este sentido, distingue la familia de orientación y la familia de procreación, en
diferentes niveles o “capas”. En los ascendientes, los abuelos representan la familia de orientación de los
padres del ego, quienes forman la familia de procreación de los hermanos del ego y enseguida se forman,
según el mismo Parsons, las familias de procreación de sus hijos (Parsons, 1978:35 y 36).
5 En la Encuesta Nacional de Actitudes y Valores de 1994 se encontró una asociación del vocablo
familia con significados como unión, hijos, amor, hogar, bienestar, comprensión, casa, cariño,
educación, felicidad y apoyo (Salles y Tuirán, 1997:61).
9
2. El proceso de socialización en la familia
El proceso de socialización se puede definir, como la transmisión de hábitos y
patrones de conducta, instituidos de manera colectiva, que los individuos internalizan y
permiten su integración en el grupo. A través de este proceso el conocimiento social
acumulado se distribuye e impone entre los miembros de una colectividad: el individuo
aprehende e internaliza una construcción cultural6.
Ahora bien, ¿cómo se da este proceso? Los seres humanos nacen con una
disposición a la socialidad, así, a medida que interactúan con un entorno social que le
precede, se forja su yo social. Desde el nacimiento el individuo experimenta sensaciones
con el mundo exterior a través del lenguaje corporal, primero, y después también del
habla, que lo van formando culturalmente. Estas percepciones si bien no se dan en el
plano de la consciencia “pueden luego ser reactivadas, mediante asociaciones, en la
estructura de otras vivencias” (Saltalamacchia:s/f:104). Así, a través del proceso de
socialización se transmite un orden social el cual se presenta al individuo como una
realidad objetivada y legítima, internalizada7 como estructura subjetiva.
Según Berger y Luckmann, a partir de las relaciones cotidianas se construyen, a
través del lenguaje, tipificaciones anónimas. El lenguaje, como sistema de signos,
permite objetivizar la expresividad humana, ya que cualquiera puede repetir la
experiencia del ser concreto a través de los signos y separarse del aquí y ahora: el
lenguaje, -exponen- “es capaz de transformarse en depósito objetivo de vastas
acumulaciones de significado y experiencia, que puede preservar a través del tiempo y
transmitir a las generaciones futuras” (Berger y Luckmann, 1995:56).
Este conocimiento le permite al individuo establecer diferenciaciones y le
proporciona esquemas de tipificación sobre personas, hechos y rutinas, para actuar ante
determinadas circunstancias. El lenguaje es pues, el instrumento más idóneo que
objetiva las experiencias humanas y permite su transmisión de generación en
generación a los miembros de una misma comunidad lingüística (Berger y Luckmann,
1995:92).
Por otro lado, siguiendo a Durkheim, mientras más diferenciadas sean las
estructuras sociales mayor será la división del trabajo y la diversidad de instituciones y
relaciones con las cuales el individuo estará en continua interacción, sometido al influjo
de sus sistemas normativos8; es así como se registra el proceso de socialización dividido
en primaria y secundaria.
6Esta definición parte de la postura teórica de Talcott Parsons, complementada con las aportaciones de
Philippe Mayer (Cit. en Andrée Michel, 1991:74 y 75), y de Peter Berger y Thomas Luckmann (1995: 60-
63).
7De acuerdo con Berger, la internalización es la “reabsorción en la conciencia del mundo objetivado de
manera tal que las estructuras de este mundo llegan a determinar las estructuras subjetivas de la
conciencia misma” (Berger, 1971: 28); esta realidad objetiva forma la conciencia individual. 8 Ver Durkheim (1982), sobre todo los capítulos V y VI del libro primero.
10
Para Berger y Luckmann, la socialización primaria es la más importante pues
“crea en la conciencia del niño una abstracción progresiva que va de los „roles‟ y
actitudes de otros específicos, a los „roles‟ y actitudes en general” (Berger y Luckmann,
1995:168), es decir, la construcción del ser social que permite la socialización
secundaria, aquella posterior que induce al individuo en órdenes específicos y
diferenciados que conforman la totalidad social. La adaptación y asimilación de pautas
de conducta transmitidas durante la socialización secundaria implica un conocimiento
social previo; es decir, una socialización primaria.
La socialización ejercida en el seno de la familia9 corresponde a la de tipo
primario, ya que aquí se perciben imágenes y sensaciones del mundo cultural que
preparan al nuevo individuo para integrarse al orden social. En términos de Parsons esta
función de la familia “tiene por objetivo, en primer lugar, transmitir al niño las ideas, los
valores y los conceptos fundamentales de la sociedad” (Michel, 1991:65). En otras
palabras, según Schrecker, la familia tiene como función
... la integración del recién nacido en la cultura durante sus años de formación, es decir,
en su acondicionamiento a las normas y a las pautas vigentes en la respectiva civilización;
las formas específicas de la familia dependen de las pautas concretas a que han de
acondicionarse los recién nacidos; en consecuencia, la familia opera, en todo tiempo y
lugar, como el mejor instrumento de transmisión de las tradiciones y las convenciones a
imprimir en los hijos (Schrecker, 1978:280).
Dicha importancia de la familia fue observada por aquellos que pretendieron
transformar sus sociedades, un ejemplo de esto lo fueron los sistemas fascistas o
totalitarios. Mussolini prohibió a los tiroleses del sur la enseñanza de la lengua materna
(el alemán) a sus hijos e impuso la del italiano a fin de que fueran más aptos a la
ideología nacional; los bolcheviques y los nazis en un principio objetaron la familia
tradicional por el tipo de normas que se transmitían, pero no por su función
socializadora (Schrecker, 1978:293-296). Por otra parte, estudios en sociología política
demuestran que el pertenecer a una familia católica practicante, por ejemplo, incide en
las posteriores conductas económicas, culturales y asociativas, así como en las opiniones
y actitudes políticas (Lagroye, 1994:386).
La socialización en la familia es difícilmente sustituida, aunque se comparta con
otras agencias, como instituciones de guardería infantil, escolares, medios de
comunicación, entre otros, por la mayor carga afectiva que envuelve a las relaciones
intrafamiliares. Para el niño, el mundo que se le presenta en la familia es el único
mundo, no es reemplazable, el niño asume lo que le rodea como la realidad. Es por ello
que la socialización primaria cobra mayor firmeza en la internalización de la cultura
que la secundaria. Inspirado en Parsons, Ira Reiss argumenta que esta carga emocional le
otorga primacía a la internalización aquí producida, pues en las otras instituciones no se
sustituye a los padres en la medida que no se da la compenetración afectiva,
desinteresada, de constancia y perseverancia en el trato, como en el que se da en la
9Aquí se entenderá como familia una “organización de diversos individuos basada en un origen común y
destinada a conservar y transmitir determinados rasgos, posiciones, aptitudes y pautas de vida físicas,
mentales y morales” (Schrecker, 1978:278).
11
familia: “No es posible que celadoras, enfermeras, pedagogas o maestras establezcan
una relación significativamente emocional y diferenciada con cada uno de los niños
internos” (Pastor Ramos, 1988:83).
También para Andrée Michel los roles parentales tienen una fuerte carga
socializadora y emocional “porque la identificación del joven con sus padres constituye
la primera y tal vez la más decisiva de las identificaciones de la personalidad virgen del
niño” (Michel, 1991:85). Como sustento de lo anterior, Michel cita diversos estudios
efectuados a fines de los años 60 en sociedades altamente industrializadas en los cuales
se demuestra que la familia incide de manera importante en el comportamiento de los
jóvenes. Uno de esos estudios indica que las dos terceras partes de jóvenes
estadounidenses en esos años, tenían las mismas normas sexuales que sus padres.
Michel menciona además una encuesta realizada por Dovan y Adelson y aplicada a una
muestra nacional de adolescentes, también estadounidenses, en donde se registró que a
menudo se hacía referencia a los padres como representación del adulto ideal; por otro
lado, agrega Michel, Epperson encontró que más de un 80% de los adolescentes
manifestaron tener un mayor sentimiento de desdicha por la desaprobación de sus
padres que por la de un profesor o de un mejor amigo (Michel, 1991:85).
En el caso del lenguaje, Schrecker coincide con Berger y Luckmann, en que las
pautas adquiridas durante la infancia son difíciles de sustituir, alterar o mejorar, aun
cuando se conozcan y se utilicen sus reglas. Es decir, en la escuela se pueden aprender
determinadas estructuras lingüísticas y hacer uso de ellas de manera consciente, pero el
acento y la entonación asimilados en el ámbito familiar tienden a ser refractarios a ese
procedimiento, en la medida que la lengua materna se ha forjado en el inconsciente a
través de mecanismo como “la asociación automática de las satisfacciones
experimentadas al pronunciar determinados sonidos y la imitación -para reiterar este
efecto- de los fonemas utilizados por los adultos” (Schrecker, 1978:283). Las palabras
nuevas se pueden aprender y olvidar fácilmente, pero no aquellas aprendidas de manera
inconsciente en la infancia.
Además, en la socialización secundaria los agentes participan como funcionarios
institucionales que cumplen un rol y pueden ser intercambiables. Aunque haya
elementos afectivos, éstos tienden a ser más débiles, por lo que pueden descartarse más
fácilmente que los de la socialización primaria. Se necesita un fuerte impacto en la
internalización subjetiva para romper con la aprehendida primariamente y, por el
contrario, estos últimos no tienen que ser muy fuertes para destruir realidades
aprehendidas más tarde.
En este sentido, Berger y Luckmann enfatizan que las internalizaciones de la
socialización secundaria son vulnerables frente al reto de las decisiones de la realidad,
porque se encuentran menos arraigadas en la conciencia y más susceptibles de
desplazamiento (Berger y Luckmann, 1995:186). Por ejemplo, en Francia se encontró
que la eficacia de la enseñanza respecto a la autoridad política en la escuela estaba
relacionada con las actitudes de la familia del educando ante dicha autoridad; en la
medida que la postura de la escuela no concordaba con la de la familia, el resultado era
relativamente ineficaz porque no estaba reforzada en el grupo primario (Dowse y
Hughes, 1975:237). Por otro lado, Moddleton y Putney hallaron que los que difieren de
12
sus padres en el terreno político tenían mayor probabilidad de estar emocionalmente
más distantes de sus padres, lo que, según Andrée Michel,
... equivale a decir que no puede haber socialización efectiva de los niños y de los
jóvenes en el terreno de los valores sin tener en cuenta la influencia considerable
ejercida por los padres, gracias al proceso de identificación emocional que se produce
en la familia entre los primeros y los segundos (Michel, 1991:86).
3. Socialización en la familia y cambio en la práctica social del adulto
La eficacia de la socialización dependerá de la congruencia entre las diversas
agencias de socialización que la afecten. Si la socialización secundaria concuerda con la
recibida en la familia, las prácticas aprendidas serán reforzadas, mientras que si la
socialización secundaria es incongruente con la de la familia, en la medida que esta
última altere la primera, podrán generarse cambios en la conducta del individuo.
Según Berger y Luckmann una socialización exitosa significa la relación
simétrica entre la realidad objetiva y la internalización subjetiva, pero dado que, la
socialización se efectúa en órdenes sociales específicos, su contenido y eficiencia tienen
relación con consecuencias socioestructurales. De esta manera, señalan, en una sociedad
de orden institucional total, la socialización deficiente puede deberse a accidentes
biográficos o biológicos -cuestiones internas de los individuos-, pero en una sociedad
plural, con una alta división del trabajo, ésta puede ser producto de la presencia de
... otros significantes diferentes que mediatizan realidades objetivas diferentes para el
individuo. Dicho de otra manera la socialización deficiente puede ser resultado de la
heterogeneidad de los elencos socializadores (Berger, 1971:209).
De acuerdo a Luhman (1990), a mayor diferenciación de la sociedad, existen una
multiplicidad de elementos o componentes en interacción, lo que implica mayores
posibilidades de selección de relaciones y mayor apertura de los sistemas. En este
sentido, si la totalidad social en la que se inscriben los actores es compleja, la influencia
de un grupo o una institución se conjuga o articula con otras más que pueden diferir
entre sí.
Con lo anterior se pretende enfatizar la posibilidad de que la socialización en la
familia no determine directamente la conducta de los individuos, sino que pueden
intervenir otros factores que influyan en la construcción de identidad y en la práctica
social. Si bien, coincidiendo con Parsons, el sistema social orienta la conducta de sus
actores, y de sus actrices10
, el individuo no es un sujeto pasivo, pues, a medida que
interactúa con otros individuos y con otros contextos, se resignifica, dado que, el
10
El concepto sociológico de actor implica una lógica discriminante del lenguaje, pues le imprime una
connotación de género a la acción social, en donde lo femenino queda oculto, manifestándose una
posición de dominación masculina en este terreno. Por ello, el término actriz utilizado por Mónica
Arceo, en su tesis de licenciatura resulta estimulante (Arceo, 1997).
13
proceso de socialización continúa durante toda su vida. Es decir, las experiencias en la
interacción cotidiana también provocan un aprendizaje, motivando cambios en los
individuos y procesos de autodeterminación o autonomía. Esto es, una resocialización.
Así, es posible que el conocimiento adquirido en la socialización familiar sea
reflexionado en el transcurso de la experiencia individual, de la interacción con otros
individuos y medios socializadores, y se dé una alteración en la práctica de la mujer
cuando establece relaciones conyugales y forma una familia. Desde esta perspectiva, se
está de acuerdo con George Herbert Mead al decir que los individuos también actúan a
partir de selecciones o de la autorreflexión de las posibilidades de respuesta
contextualizada en una acción social (Cit. por Jeffrey, 1995:171, ver Joas, 1991). En
este sentido, las mujeres actúan según el marco de relaciones sociales interiorizadas
como el otro generalizado, el otro social, pero también en función de su relación
inmediata.
Vista la sociedad como un sistema complejo constituido por una red de múltiples
determinaciones, la socialización familiar no es la única que orienta las prácticas y las
actitudes de las mujeres, y en ese mismo sentido, no siempre reproducen lo vivido
durante su infancia en el ámbito familiar. Por ejemplo, Inkeles (1992) señala que en
condiciones de inestabilidad sociocultural y cambio radical, los padres pueden utilizar
su capacidad de adaptación y resocializarse a través de la permanente interacción con el
medio sociocultural, para criar a sus hijos de un modo diferente y prepararlos para la
nueva situación social:
Hay razón para suponer, por lo tanto, que la influencia del cambio social en gran escala
que tenga lugar en cualquier momento puede reflejarse en el carácter de la generación
siguiente, a causa de la mediación de los padres que viven durante el cambio y lo
experimentan (Inkeles, 1992:310).
Inkeles se basa en una encuesta aplicada en la URSS, en donde se entrevistaron a
330 antiguos ciudadanos soviéticos para explorar tanto acerca de sus familias de
orientación como de procreación. En dicha encuesta se enfatizó sobre todo en valores
relacionados con el desarrollo del carácter y las metas ocupacionales. Inkeles encontró
que los padres ajustaron sus prácticas de crianza a medida que vivieron el cambio
debido a sus experiencias como adultos. Por ejemplo, dice, se redujo la importancia de
valores tradicionales religiosos pero creció la adjudicada a lo político. Según se obtuvo
de las declaraciones de los entrevistados
... una persona atenta a su situación y a su ambiente difícilmente podría, en consecuencia,
dejar de darse cuenta de que si quería preparar adecuadamente a su hijo para vivir en las
circunstancias soviéticas, debía prepararlo para el conocimiento concerniente a las
realidades políticas del sistema, aún cuando esa preparación no hubiera sido importante
en su propia infancia. (...) Comparada con el modo en que sus padres los criaron, no es
fácil suponer que no hicieron más que „recapitular‟ el tipo anterior de crianza infantil.
Por el contrario habiendo experimentado un cambio social muy marcado, adaptaron sus
prácticas de crianza infantil para preparar mejor a sus niños para la vida que esperaban
que éstos habrían de llevar (Inkeles,1992:313 y 314).
14
Por otro lado, pero enlazado con el ejemplo anterior, en un estudio efectuado por
René Königen en Alemania del Oeste (publicado en 1956) se reveló que las mujeres sin
padre tenían calificaciones profesionales por encima de la media, hecho derivado
posiblemente, se concluye, del impulso ejercido por la madre que ejerce el rol
instrumental debido al conocimiento de las penurias experimentadas por poseer una baja
calificación profesional (Michel, 1991:78).
Así entonces, la mujer como actor, al insertarse en un mundo profesional, con la
adquisición de nuevos conocimientos sociales y el ejercicio de otros roles ya no basados
en sus características de género, puede resocializarse y reconstruir sus prácticas
cotidianas e infundir en sí misma o en sus hijas, un valor de seres individuales capaces
de asumir funciones vedadas en un principio por pertenecer al género femenino. Sin
embargo, esto no significa que el rol y la identidad de género, interiorizados en la esfera
familiar desaparezca o sea desplazado, sino que puede coexistir con ese nuevo saber que
la constituye. Es más, según Ana María Fernández, es en la familia y en el matrimonio
en donde la mujer encuentra mayor dificultad para desarrollar su autonomía, pues
... para una mujer suele ser más fácil obtener reconocimiento, respeto, prestigio como
persona en el área del mundo público donde despliega sus actividades que frente a su
marido, su padre o su hijo varón. Podrán quererla mucho pero les será muy difícil
reconocerla como par; también para ella misma será difícil sostener esta paridad frente a
ellos (Fernández, 1993:131).
Asimismo, respecto a la tendencia de cambio, Schrecker señala que los cambios
en las pautas normativas de la familia depende de si el sistema familiar es cerrado o
abierto a un nuevo ambiente. Una familia o grupo de familias en un medio diferente que
se percibe como hostil y presiona para transformar su cultura, puede tender a cerrarse y
defender su sistema de normas en la transmisión a las nuevas generaciones; pero en el
caso en que se integren y asimilen la nueva cultura, tenderá a la debilitación de las
tradiciones nativas y serán remplazadas por las nuevas (Schrecker, 1978:293 y 294).
4. Importancia de la familia en el orden social tradicional
Ya se ha dicho que la influencia de la socialización en la familia y el grado de
injerencia de otras agencias e interacciones individuales de los actores, en los arreglos
conyugales, es sensible a la estructura social y al tipo de relaciones sociales dominantes.
En sociedades subdesarrolladas11
como la mexicana y específicamente la
mazatleca, se conjugan las acciones de tipo tradicional, prescriptivas, con acciones de
tipo moderno, electivas12
(Germani, 1979); la pobreza y el atraso conviven con la
11
De acuerdo a la definición de Ugo Pipitone, el subdesarrollo es “un híbrido histórico y una situación de
convivencia precaria entre modernidad y arcaísmo, entre industrialización y dependencia tecnológica,
entre expansión del mercado y dualismo estructural, entre urbanización acelerada y abandono productivo
de amplias áreas de territorio, entre clases medias modernas y subempleo crónico” (Pipitone, 1995:44).
12
Según Germani una de las características del tipo de sociedad tradicional no industrial es la acción
prescriptiva, es decir, en ellas el individuo actúa en función de un patrón normativo relativamente fijo;
15
riqueza y el acceso a complejos procesos de organización y comunicación. Si bien
nuestras sociedades no son completamente cerradas y tradicionales, no son tampoco
totalmente abiertas ni su complejidad alcanza niveles elevados, principalmente si se
trata de poblaciones como Mazatlán. Aquí convergen rasgos de una estructura rural,
preindustrial, cuya característica reside en la preeminencia de las relaciones sociales
comunitarias, personales, y rasgos de una estructura urbana e industrial con relaciones
de tipo societario, individualizadas e impersonales13
.
En los primeros apartados de este capítulo se ha tratado el proceso de
socialización familiar sobre todo en la sociedad industrial y urbana sin especificar sus
particularidades de acuerdo a su sistema de historicidad, con el fin de bosquejar las
características generales dominantes en una sociedad de este tipo como parámetro de
comparación. Si en las sociedades altamente industrializadas la socialización familiar
incide en la acción de los individuos en los distintos ámbitos sociales, en una sociedad
donde predomina un orden tradicional, la presencia de la vida familiar se fortalece.
En este sentido, las diferencias económicas, políticas y culturales que enmarcan
al sistema familiar en las sociedades tradicionales hace dirigir la mirada a la importancia
de su función socializadora.
Mazatlán se distingue como localidad con una real y dominante presencia de las
relaciones interpersonales, al igual que en muchas ciudades de provincia de nuestro país.
Sin embargo, no sólo su condición de provincia le concede la importancia de las
relaciones comunitarias, sino también sus propias características. Tradiciones como las fiestas de carnaval, el acceso a actividades recreativas y económicas
vinculadas con la playa y el mar –como el turismo y la pesca-, además del hecho de que Mazatlán sea una
ciudad que haya nacido y subsistido por su permanente relación con el exterior a través de las relaciones
comerciales –lícitas e ilícitas- con el extranjero y la región del noroeste, desde principios del siglo pasado
(Vega Ayala, 1991), hacen de esta localidad un entorno propicio para la convivencia entre los distintos
grupos sociales sin atender a marcadas diferencias de clase y más aún, enlazarse en muchas de las esferas
del espacio cotidiano, más que en otras ciudades del estado.
Lo anterior no quiere decir que las familias mazatlecas presenten las mismas
características en todos los niveles sociales, sino que existen una serie de
manifestaciones compartidas, probablemente más que en otros lugares, a pesar de la
división que sufre la ciudad en por lo menos tres grandes partes: el centro y zonas
mientras que, en las sociedades de tipo industrial las acciones que predominan son electivas, ya que el
actor elige opciones ante una diversidad. La acción electiva no deja de ser prescriptiva, dado que se
desarrolla también en un marco normativo, la diferencia es que aquí se determina una forma de elección ,
ya no un comportamiento. “Un ejemplo muy claro podemos extraerlo de la acción económica. En una
economía tradicional para la producción de determinado objeto se fija un cierto procedimiento técnico y
no de otro, un procedimiento tradicional; en una economía industrial se prescribe la elección de un
procedimiento; pero no ya la elección de cualquier procedimiento, sino la del procedimiento más
eficiente, el que logre la óptima adecuación de medios a fines. Es decir, que en la sociedad industrial la
acción económica es electiva, hay que elegir, pero se prescribe cómo realizar la elección misma, y a este
proceso se fija el principio de la racionalidad instrumental” (Germani, 1979: 94 y 95).
13
Según Tonnies, la Gesellschaft (traducida como sociedad) se caracteriza “por un alto grado de
individualismo, impersonalidad, contractualismo, y procedente de la volición o del puro interés más que
de los complejos estados afectivos, hábitos y tradiciones subyacentes en la Gemeinschaft (comunidad)”
(Tönnies, 1987:105).
16
residenciales populares y medias, que significan su mayor contorno, la llamada zona
“dorada” o turística -incluida la marina-, y las crecientes zonas marginadas.
En este marco, surge la siguiente interrogante: ¿cuál es la influencia de la familia
de orientación en la construcción de arreglos conyugales de las mujeres profesionistas?
Si bien la formación profesional, la participación en el mercado laboral y la interacción
con el cónyuge, inciden en la construcción de dichos arreglos, la socialización familiar
actúa como una variable “interviniente”. Es decir, en su articulación con otras variables
orienta la posibilidad de determinados comportamientos, ya sea de reproducción del
orden social familiar o de edificación de nuevas conductas y relaciones sociales.
Para responder la pregunta anterior es necesario, primero, distinguir las
características de los arreglos conyugales de mujeres circunscritas en el panorama
sinaloense y particularmente de Mazatlán, cuestión que se aborda en los siguientes dos
capítulos.
17
Capítulo II
Arreglos conyugales: régimen y edad de matrimonio
1. Perfil y contexto local de la mujer profesionista con experiencia conyugal
Las mujeres con estudios profesionales pertenecen a un grupo reducido de
la población. En 1996 se registró en Sinaloa que un 12 por ciento de la población
de dieciocho años y más contaba con algún grado de instrucción superior, el 14
por ciento de los hombres y el 9 por ciento de las mujeres14
.
Las profesionistas también representan un grupo social distinto al conjunto
de mujeres, pues cuentan con mayores recursos materiales y culturales a la hora
de establecer una relación conyugal. Sus experiencias ganadas en el trabajo
extradoméstico y su paso por instituciones de educación superior, que implica por
lo menos de quince a dieciséis años de relación con instancias escolares, significa
una amplia socialización fuera del hogar. Con ello, no sólo han adquirido un
bagaje de conocimientos científicos y tecnológicos, sino que también han sido
formadas dentro de las ideologías que acompañan a cada una de las profesiones15
,
y por las prácticas y relaciones formales e informales que se generan al interior de
los centros de educación superior e instituciones laborales en las que se
desenvuelve.
Como profesoras universitarias, también pertenecen a una minoría. Cifras del
INEGI indican que en 1990 en Sinaloa el personal docente en el nivel de licenciatura no
rebasaba el 0.4 por ciento de la población ocupada. En el terreno nacional, tomando en
cuenta la categoría de “trabajadores de la enseñanza” con instrucción superior, a
mediados de 1995 representaban apenas el dos por ciento del total de la población
ocupada, siendo el 2.6 en las áreas más urbanizadas.
Para algunos, en la enseñanza superior la profesión académica no existe como
tal, debido a la carencia de unicidad en las disciplinas y a que, cada profesión le confiere
una identidad propia y particular a cada sujeto. Desde este punto de vista, Donald Light
arguye que el académico es un mito, pues su imagen se ha construido sin considerar las
diferencias no sólo disciplinarias sino también de género (cit. por Bercher, 1992:57).
14
Cabe mencionar aquí que algunos estudios realizados en instituciones educativas de Mazatlán
(Santamaría, 1997; Corrales, 1998) indican la tendencia de que una mayor proporción de mujeres culmina
sus estudios con mejores promedios que los hombres. En algunas escuelas, como la de Ciencias Sociales
de la Universidad Autónoma de Sinaloa, del total de mujeres y hombres que ingresaron desde su
fundación, en 1975, se graduaron el 58 y 16 por ciento, respectivamente (Santamaría, 1997:250).
15
Ver Martínez Benítez (1985), Bercher (1992).
18
Sin pretender desarrollar aquí este último punto, es posible decir que el ejercicio
de la práctica académica conlleva también a la construcción de una identidad global
propia, además de genérica, sin que por ello se reduzcan o desaparezcan las otras. En
este sentido, “si se delimita a la profesión académica como un todo, pueden distinguirse
elementos comunes que funcionan como sistema de referencia para sus integrantes” (Gil
Antón, 1994:180).
La profesión académica en el grupo de las 21 mujeres de este estudio es la
cualidad que las unifica. Sin embargo, dada la tendencia de la Universidad de
Occidente, todas pertenecen, además, a disciplinas afines16
, enmarcadas dentro de las
Ciencias Sociales (24 por ciento), Administrativas (33 por ciento) y de la Salud -
Psicología17
- (43 por ciento).
Todas ellas cuentan con título de licenciatura como mínimo, dado que es un
requisito exigido por la institución en la contratación del cuerpo de profesores; una
tercera parte efectuaba, en el momento de la investigación, estudios de maestría en
alguna institución con sede local, por supuesto, al mismo tiempo que ejercía su
actividad laboral como docente (cuadro 1). De estas últimas, el 71 por ciento ya había
terminado su relación conyugal18
.
Cuadro 1.
Nivel de estudios profesionales alcanzado
Personal docente femenino de la Universidad de
Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997
(Porcentajes)
Nivel de estudios
profesionales
Profesoras
Licenciatura 57
Realizando estudios de Maestría 33
Maestría (grado y pasantía) 5
Doctorado19
5
Fuente directa
16
Se refiere a estudios profesionales básicos (licenciatura).
17
Una de ellas es un caso peculiar pues cuenta con estudios en diferentes disciplinas; en la Universidad es
contratada principalmente por su profesión de Psicóloga, pero además de ello, tiene normal superior como
primeros estudios, además de la carrera de contabilidad y matemáticas.
18
Aquí se incluye a una de las mujeres en condición de viudez, dado que interesa destacar el hecho de no
tener en ese momento un compromiso marital.
19
Realizados en la Universidad de París, La Sorbone.
19
Otra característica que une a poco más de la mitad, el 52 por ciento, es el hecho
de ser egresadas de esta misma Universidad (el 45 por ciento de ellas del campus
Mazatlán); por otro lado, un tercio estudió en universidades públicas y autónomas, el
9.5 del total en la de Sinaloa (UAS) y el 24 por ciento en las de otros estados de la
República20
. Un 14 por ciento, por último, estudió en una Universidad privada de la
localidad. Es decir que, el 76 por ciento de estas mujeres estudiaron en alguna
institución de educación superior del estado de Sinaloa.
Cuadro 2.
Instituciones de Educación Superior de egreso
Personal docente femenino de la Universidad de Occidente,
campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997
(Porcentajes)
Institución de Educación Superior
Profesoras
Universidad de Occidente
52
Universidad Autónoma de Sinaloa
9
Centro Universitario de Mazatlán (institución
privada)
14
Universidades públicas de otros estados del país 24
Fuente directa
Universidad de Occidente
La Universidad de Occidente es una institución pública del gobierno del estado
de Sinaloa que tiene como antecedente más remoto el Centro de Estudios Superiores de
Occidente, instituido como asociación civil en la ciudad de Culiacán el año de 1974
(López Alvarez, s/f:8), cambiando su nombre por el actual en 1979. Su creación fue
impulsada por exrectores y funcionarios de la Universidad Autónoma de Sinaloa -
fundada en 1873 y obtenido su autonomía por segunda ocasión en 1965.
El surgimiento de la Universidad de Occidente es un reflejo de la inconformidad
sentida por algunos grupos de la sociedad sinaloense21
debido a los conflictos y
20
Autónoma de Nuevo León (dos), Autónoma de Nayarit (una), Autónoma de Guerrero (una), Autónoma
de México (una). 21
Según Manuel López Alvarez, para los universitarios de la Autónoma de Sinaloa a fines de los 70, la
Universidad de Occidente respondía a intereses de clase, en una alianza entre fracciones de la burocracia
política y de la oligarquía terrateniente de Sinaloa con el objetivo de debilitar a la UAS (López Alvarez,
s/f:15).
20
transformaciones que se vivían en las universidades públicas del país, y específicamente
en la Universidad Autónoma de Sinaloa, a mediados de los años 6022
. Las palabras de
uno de los fundadores y primer rector de la Universidad de Occidente, Julio Ibarra
Urrea23
, expresan fielmente ese sentimiento al decir que, quienes impulsaron el
movimiento estudiantil del 68:
Deliberadamente olvidaron que una universidad debe ser el conjunto de educandos
que buscan capacidad de los que saben y ya han demostrado que dominan los
conocimientos básicos, acumulados en el incremento del acervo cultural, hasta
nuestro momento histórico este común denominador, enseñar y aprender ha sido y
seguirá siendo el substrato y la esencia misma de toda universidad (Nace una nueva
Universidad, 1983:101 y 102).
Definida como democrática, popular y plurifilosófica, remarca su diferencia con
el modelo de universidad democrática, crítica y popular seguido por la UAS, en donde
dominaban las orientaciones teórico filosóficas de izquierda y a partir de las cuales se
pugnaba por un cuestionamiento permanente de las relaciones sociales de explotación
capitalista. En ese sentido, la de Occidente aclara en su filosofía que
pretende rescatar y salvaguardar el acervo cultural estatal y regional, luchar para que
los valores universales se conozcan, transmitan, incrementen y difundan para servir a
una sociedad actuante, en pleno progreso de desarrollo (Nace una nueva Universidad,
1983:27).
Desde su nacimiento hasta finales de la década de los 80, el discurso de la
Universidad de Occidente enfatizó su distancia de la Autónoma de Sinaloa. Concentró
sus esfuerzos en la construcción de una organización eficiente y bien controlada por sus
autoridades directas y por el gobierno estatal24
, en el marco nacional de las políticas de
modernización educativa consolidadas en el sexenio presidencial de Miguel de la
Madrid, bajo los supuestos teóricos y filosóficos liberales.
Ante la devaluada imagen que tenía la Autónoma de Sinaloa, la Universidad de
Occidente se presentó como una alternativa de educación pública superior para las capas
medias, e inclusive más altas; sobre todo para sus mujeres25
. Para un sector de ellas, la
22
De acuerdo con Liberato Terán, líder estudiantil en esos años, 1966 marca el punto de partida del
movimiento estudiantil sinaloense (Terán, 1979:79).
23
Julio Ibarra Urrea renuncia como rector de la UAS en 1966 bajo la presión del movimiento estudiantil.
Terán afirma que “gobiernistas y esquiroles y lumpen intentan el 13 de septiembre en la madrugada tomar
la universidad a balazos así como con armas de otro tipo, pero son rechazados por la guardia valerosa que
defendía el edificio central. La lucha se intensifica y para el 2 de octubre la raza festeja la victoria al
conocerse la renuncia obligada del rector” (Terán, 1979:80). 24
Hasta la fecha los rectores de la U de O son elegidos por una Junta Directiva en la que el Gobernador
del estado de Sinaloa en turno funge como Presidente.
25
En Mazatlán, por ejemplo, la matrícula femenina es más alta que la masculina. De 1990 a 1997, de la
población estudiantil inscrita por generación el 62 por ciento eran mujeres y el 38 por ciento, hombres.
Por otro lado, en estudios realizados por la autora se encontró que alrededor del 70 por ciento de los
21
UAS no representaba una opción “respetable” y en sus familias difícilmente se les
otorgaba apoyo moral y económico para salir, no sólo del estado, sino de la ciudad, con
el fin de cursar estudios profesionales, -más aún si no se contaba con familiares que
recibieran en su hogar a la interesada. Por otro lado, las carreras que ya como
Universidad de Occidente se ofertaron desde su inicio encajaron dentro de aquellas
concebidas como “femeninas”, por tener mayor proporción de mujeres, como las
relacionadas con la administración y la psicología.
Con la Rectoría en la ciudad de Los Mochis, de 1980 a 1991 se crearon los
campus universitarios (antes llamados Unidades) distribuidos en diferentes ciudades de
Sinaloa. Septiembre de 1984 marca el comienzo del primer ciclo escolar en Mazatlán
con las carreras de Administración Turística, Psicología Educativa, Psicología del
Trabajo y Administración Agropecuaria; esta última sólo dio vida a una generación –de
doce alumnos- por no tener demanda entre la población, hecho que nos habla de la
flexibilidad de su organización.
Las diferentes licenciaturas que ofrece esta Universidad se articulan por
departamentos académicos, creados, transformados o eliminados, a partir de las
necesidades propias de cada campus. Un mismo profesor puede estar inscrito en uno o
más departamentos -economía y sociología, psicología, administración, turismo,
sistemas computacionales y matemáticas-, según sea el área de la asignatura impartida.
En el trimestre septiembre-diciembre de 1997, la proporción entre hombres y
mujeres del personal docente era de 59 y 41 por ciento, respectivamente. Psicología es el
único departamento académico con mayoría femenina, lo que corresponde al hecho de
que es una profesión con mayor número de mujeres; en contraste, en matemáticas su
presencia es mínima (el 12 por ciento), es decir, una sola mujer ante ocho profesores
hombres26
. En los otros departamentos, las mujeres representan el 38 por ciento en
promedio, observándose una menor desproporción en Turismo (cuadro 3).
estudiantes proviene de los sectores medios. En 1996 se llevó a cabo en un estudio exploratorio tomando
una muestra estratificada de 58 estudiantes de todas las carreras y grados, a quienes se les aplicó una
encuesta con el apoyo de alumnos de Psicología Educativa de la generación 92. En 1991 se elaboró el
estudio titulado Diferenciación cultural de los alumnos de la U de O; la muestra la conformaron 353
estudiantes, 317 del tronco común y 36 del cuarto año de la carrera de Administración Turística de la
generación 88; estudiantes de entre 17 y 23 años de edad. También un sondeo efectuado en 1994 por
alumnos de segundo año de Administración (generación 93) en la clase de Metodología, llegó a resultados
semejantes.
26
Cabe aclarar que, para el trimestre siguiente de nuestra investigación, esta profesora asume la jefatura
del departamento de matemáticas.
22
Cuadro 3.
Distribución total del personal docente por departamento académico y sexo
Universidad de Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997
(Porcentajes)
Economía
y
Sociología
Psicología
Administra
-
ción
Turismo
Sistemas
computac.
Matemáti-
cas
Hombres 61 29 67 56 63 89
Mujeres 39 71 33 44 37 12
Fuente: Delegación Académica, Universidad de Occidente, campus Mazatlán
La Universidad de Occidente es, pues, una institución de reciente creación que
tiende a erigirse a favor de un orden político oficial y se ha caracterizado por impulsar el
principio de la eficiencia, reflejado en su mayor apego a las reglas de corte
administrativo.
Un estudio realizado en el campus Mazatlán de esta Universidad27
considera
que, en general, el cuerpo de profesores es básicamente un “trasmisor-reproductor-
burocratizado del conocimiento”, pues se le ubica principalmente entre las categorías de
“funcional reproductor” y “burocrático ritualista”. Dichas categorías, se explica aquí,
definen a un docente con esquemas de enseñanza rígidos y autoritarios; se percibe a sí
mismo como el centro de la actividad en el aula y se constituye como propietario del
conocimiento.
A partir del análisis etnográfico se observó en dicho estudio que el profesor
reproduce conocimientos en forma descriptiva, por lo que, se señala, la enseñanza
tiende a ser mecánica y acrítica, marginando aquélla que enfrente al alumno “de manera
racional y científica, creativa e independiente en la comprensión de la realidad que
constituye su objeto de formación profesional”.
Por lo anterior, podemos ubicar el contexto en el que se desenvuelve la
mujer profesionista de nuestro estudio, orientado a la continuidad de normas con
márgenes estrechos para la reflexión y actitudes críticas.
2. El matrimonio en la sociedad occidental
El matrimonio instituye una relación social entre padres potenciales como una
forma de control que regula las condiciones de reproducción y sexualidad de los
individuos –sobre todo de sus mujeres- la cual, además de asegurar el vínculo de la 27
Ocampo B., Luis. Avances de la investigación realizada entre 1994 y 1995 para tesis de maestría en
Investigación Educativa de la Universidad Pedagógica Nacional, Mazatlán, Sin., material
mecanografiado.
23
paternidad, garantiza la socialización eficiente de las nuevas generaciones (Pastor
Ramos, 1988:148-159).
El inicio de las actuales relaciones matrimoniales en las sociedades urbanas
occidentales está idealmente fundado primero, en la correspondencia amorosa por parte
de los cónyuges; característica ésta de la modernidad. En la antigüedad y hasta la edad
media, dice Engels, la idea de amor y conyugalidad no estaba necesariamente asociada:
En toda la antigüedad son los padres quienes conciertan las bodas en lugar de los
interesados; y estos se conforman tranquilamente. El poco amor conyugal que la
antigüedad conoce no es una inclinación subjetiva, sino más bien un deber objetivo; no
es la base sino el complemento del matrimonio. El amor, en el sentido moderno de la
palabra, no se presenta en la antigüedad sino fuera de la sociedad oficial (Cit. por
Cerroni, 1976:116).
El nuevo eros que nace con la época del romanticismo y se alimenta con los
valores judeocristianos, se diferencia del antiguo por la carga de espiritualidad
conferida al deseo sexual (Cerroni, 1976) o en otros términos, por la idealización del
amor físico (Esperanza Martín Serrano, 1995). Este eros romántico fomentó a la par la
libre elección del cónyuge y le concedió a la satisfacción afectiva una desconocida
injerencia en la estabilidad emocional y social de sus integrantes (Pastor Ramos,
1988:155).
En el marco de la modernidad, la familia sustenta sus bases institucionales más
en el matrimonio por amor y menos en los intereses de la preservación del linaje, la
riqueza, o en función del parentesco.
Los arreglos conyugales, es decir, las relaciones internas y la organización de la
vida doméstica entre los cónyuges, se construyen de acuerdo a las condiciones
socioculturales que les toca vivir a sus participantes, articuladas a sus experiencias
resultantes de la interacción, tanto entre sí mismos como con el medio social. En este
sentido, pudiera pensarse en la existencia de innumerables arreglos conyugales, tal vez
imposibles de precisar; sin embargo, a medida que se sitúan dentro de una determinada
historicidad, comparten patrones culturales y experiencias similares, los arreglos
generados presentan características más o menos comunes posibles de atender.
La organización y las relaciones internas de los matrimonios28
mazatlecos
constituyen diversos arreglos que al mismo tiempo van modelando la vida del conjunto
familiar en interrelación con el tejido social. En el contexto sinaloense el desarrollo de
la vida urbana moderna ha motivado, de manera inminente, cambios acordes a las
nuevas formas y ritmos de vida pero ligados a la historia y a la cultura regional, por lo
que, en el panorama actual de la transformación de la familia mexicana, la sinaloense, y
la mazatleca en particular, presentan una identidad29
propia.
28
Además de las sancionados por alguna ley (civil o religiosa) comprende también los arreglos
conyugales establecidos bajo acuerdos consensuales o parejas en unión libre. La mayoría de los análisis
teóricos y empíricos distinguen entre matrimonio y unión libre por referirse, el primero, a la relación
conyugal formalizada. Sin embargo, en esta investigación se parte de que, en los sectores medios urbanos
se establecen las mismas responsabilidades básicas que aquéllos unidos por ley, sólo que de manera
convencional.
24
A la fecha la importancia del matrimonio, en el estado y en la localidad, no deja
de ser significativa30
, pues según los censos del 90, más del 50 por ciento de la
población de 12 años y más está casada, el 52 en Sinaloa y el 53 por ciento en Mazatlán.
Aunque la tasa estatal de divorcios registrados de 1930 a la década actual ha tenido un
comportamiento ascendente (con una leve caída en 1960 y en 1992; ver Apéndice I,
Divorcio, cuadro 1), y por otro lado, el porcentaje de la población divorciada en
Mazatlán sobrepase la cantidad estatal –0.8 contra 0.6 (ver Apéndice I, Divorcio, cuadro
2)-, la población que se mantiene en esa situación civil, es aún baja, inclusive en
comparación con la proporción nacional que es del tres por ciento (Melgar, 1997c).
Es de notarse, sin embargo, que en el ámbito nacional la tasa de divorcios y
separaciones en las mujeres profesionistas es más alta, tres veces mayor que la media de
las mexicanas.
La educación hace la diferencia, sostiene la demógrafa María de la Paz López, pues
mientras “más preparadas se sienten las mujeres para no seguir aguantando „golpes y
cuernos‟ con mayor determinación asumen la jefatura del hogar y la disolución legal
de sus vínculos”. De las que reportan que el cónyuge no reside en casa, casi la mitad
son madres de entre 30 y 49 años (Melgar, 1997c).
Una explicación de tipo demográfica que da Tuirán en el incremento de
separaciones y divorcios es que
„La esperanza de vida ha crecido y con ella la de vivir en unión. En la primera mitad
del siglo era de 18 años, hoy supera los 40. Antes las parejas tenían que aguantarse
menos. La interacción implica desgaste de los vínculos‟ (cit. en Melgar, 1997b).
El divorcio sucedía con menor frecuencia pero las parejas se disolvían debido a
otros factores como la muerte. Hoy que la esperanza de vida es más alta, el rompimiento
de la relación ocurre sobre todo por la aparición de fricciones entre los cónyuges.
También, agrega Tuirán, el incremento en la tasa de divorcios tiene relación con el
aumento de las mujeres como jefes de hogar, con el incremento en la incorporación al
mercado de trabajo y la crisis (cit. en Melgar, 1997b).
El grupo de mujeres en que se basa este estudio de caso, el cual significaba el 56
por ciento de la planta docente de la Universidad de Occidente, campus Mazatlán, en el
momento de la investigación31
, el 38 por ciento estaba separada o divorciada y tres de
ellas con más de un matrimonio en su haber. El 52 por ciento se mantenía en su primer
matrimonio, y el 9 por ciento estaba en condiciones de viudez (cuadro 4).
29
Gilberto Giménez define como identidad social la “percepción colectiva de un „nosotros‟ relativamente
homogéneo (in group) por oposición a „los otros‟ (out group) en función del reconocimiento de
caracteres, marcas y rasgos compartidos (que funcionan también como signos o emblemas), así como de
una memoria colectiva común” (Giménez, 1987:41). Por otro lado Estela Serret nos dice que las
identidades sociales como construcciones en el imaginario colectivo están insertas en estructuras
simbólicas que son “espacios de producción de prácticas distintas” (Serret, 1994:51). 30
La tasa de matrimonios registrados oficialmente en Sinaloa no sigue una tendencia regular. De 1930 a
1970 casi se triplica, de 4.5 pasó a 12.1, pero de ahí en adelante hasta 1992,se observan leves decrementos
y aumentos, sin rebasar la cifra de 1970. Ver Apéndice I, Matrimonio, gráfica 1. 31
Se excluye una profesora de origen estadounidense.
25
Cuadro 4.
Estado civil
Personal docente femenino de la Universidad
de Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre–Diciembre, 1997
(Porcentajes)
Estado civil
Profesoras
Casadas* 52
Viudas 9
Separadas y divorciadas 38
Fuente directa
* Se incluye a mujeres bajo acuerdo de unión
libre
Al comparar el número de mujeres divorciadas y separadas de este caso con el
mismo dato pero a nivel del total de la población de 12 años y más del municipio de
Mazatlán en 1990, se observa una marcada diferencia, pues en el municipio
representaba apenas un 2.6 por ciento.
Por otro lado, la práctica del divorcio no significa la crisis del matrimonio como
institución, sino la ruptura de una unión. Algunos estudios en Francia, Estados Unidos y
España (Michel, 1991; Lautman, 1976; Delgado, 1993), han encontrado que el
incremento en las tasas de divorcio va de la mano con un aumento en el número de
casamientos. Se considera que el divorcio, en este sentido, contribuye a una
reorganización del sistema familiar y a la búsqueda de nuevos arreglos conyugales, tras
recoger el beneficio de la experiencia de la primera unión32
(Michel, 1991:137).
En México este fenómeno es más factible en las clases medias que en las más
pobres y altas, pues según Cristina Botinelli, las mujeres clasemedieras tienen mayor
capacidad de rehacer su vida, de modificar la percepción de la familia fallida, a pesar de
las culpas que se originan. Mientras que, en los sectores socioeconómicos altos en
donde las necesidades materiales están resueltas, las emociones producidas son
semejantes a las de los sectores pobres, ya que en ambos casos son marcadas por el
fracaso y con escasas posibilidades de rehacer vínculos de pareja (cit. en Melgar,
1997a):
32
Tanto Michel (1991) como Delgado (1993) denominan el hecho como matrimonio a prueba, la
concepción de la primera relación como preparación de la siguiente. Según Michel, en Estados Unidos es
tan elevado el número de casos que se le ha calificado como un sistema de poligamia en serie (Michel,
1991:137).
26
Es muy común que regresen al hogar de origen y en él se conviertan en una hermana
más de sus propios hijos, al ceder la autoridad a sus padres, quienes las aceptan bajo
la condición de que se les controle como cuando solteras (cit. en Melgar, 1997a).
En correspondencia a lo que parece ser una tendencia general en occidente, en
Sinaloa hay más mujeres divorciadas, separadas y viudas, que hombres en la misma
situación (ver Apéndice I, Matrimonio, cuadro 2). Analistas mexicanos, como Gustavo
Emmerich (1994), suponen varias causas:
1) Los hombres se casan más que las mujeres
2) El fenómeno de migración que afecta más a los hombres
3) La tendencia masculina de considerarse solteros cuando han perdido el vínculo
matrimonial, sea por la razón que fuera, o la de algunas madres solteras que se
declaran separadas o divorciadas para evitar la reprobación social
4) La vieja costumbre de la “casa chica” donde por lo menos dos mujeres están unidas
a un mismo hombre
5) La tasa de mortalidad masculina es más alta, aunque la situación de viudez haya
disminuido en el transcurso de los años
Al respecto, el estudio con las universitarias en Mazatlán arrojó que, sólo el 14
por ciento de las mujeres había tenido más de una relación conyugal, mientras que en
los cónyuges esto mismo se observó en el 43 por ciento del total.
Así pues, aún cuando la presencia del divorcio es ascendente, no necesariamente
denota un peligro para el matrimonio. Más todavía, encuestas realizadas indican que
tanto los mexicanos (“Instantáneas”, 1992) como los sinaloenses, no están totalmente a
favor de esta práctica; para los sinaloenses específicamente, el divorcio es un último
recurso, además de considerarlo como reflejo del fracaso de su unión (Sur de Sinaloa...,
199433
; Sandoval Soto, 199734
). Por último, en las ciudades del centro y norte del
estado manifiestan estar satisfechos con la pareja y más aún con la familia (Sandoval
Soto, 1997).
3. Régimen matrimonial
A diferencia de lo que sucede en conjunto en el estado, los mazatlecos tienen una
notoria preferencia por establecer acuerdos matrimoniales cívico-religiosos, legalizando
y santificando su unión al mismo tiempo. Desde 1960 este tipo de acuerdos en Mazatlán
registra una proporción mayor, lo que deja a los de tipo consensual o unión libre en
segundo lugar en ese año. En términos estatales, no es sino hasta la siguiente década
cuando los acuerdos cívico-religiosos alcanzan dicho nivel apenas por un punto
33
Estudio realizado por el ITESM en el sur de Sinaloa comprendiendo los municipios de Concordia,
Cosalá, Elota, Escuinapa, Mazatlán, Rosario y San Ignacio.
34
Sandoval Soto coordinó una encuesta que, aunque presenta ciertas deficiencias de objetividad en las
preguntas, es importante dado que proporciona un reflejo de la opinión de los entrevistados, un total de
756 padres de familia mayores de 18 años de edad, abordados en colonias y fraccionamientos de las
ciudades de Los Mochis, Guasave, Guamuchil y Culiacán.
27
porcentual más arriba que las uniones libres, tal como se puede observar en el siguiente
cuadro.
Cuadro 5.
Distribución de la población casada según acuerdo matrimonial
Estatal y municipal
1930-1990
Año
Sinaloa Mazatlán
Civil Religios
o
Cívico-
religioso
Unión
libre
Civil Religios
o
Cívico-
religioso
Unión
libre
1930 20.2 14.4 18.1 47.3 18.4 8.3 25.2 48.1
1940 22.6 7.7 19.2 50.4 19.9 5.7 25.3 49.1
1950 26.6 5.0 24.5 44.0 21.1 5.5 33.1 40.2
1960 30.5 4.8 30.0 34.8 22.2 4.6 44.5 28.7
1970 29.4 3.3 34.1 33.2 24.1 4.7 42.6 28.5
1980 36.9 1.3 37.8 24.0 28.7 1.8 46.4 23.1
1990 37.1 1.6 38.6 22.6 28.7 2.2 46.9 22.2
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/ X y XI Censo de Población y
Vivienda, 1980 y 1990
La selección y establecimiento de acuerdos matrimoniales tiene relación con el
grupo específico de pertenencia y la escolaridad. Por ejemplo, las uniones legales se dan
más en las regiones del sureste y occidente de México y menos en la zona del Golfo y el
noroeste, en donde está inscrito Sinaloa; asimismo, la unión libre es mayor en los grupos
más pobres y marginados, como jornaleros agrícolas y trabajadores no asalariados o en
ocupaciones inestables, y menor, en profesionales, técnicos y personal directivo (Tuirán,
1994:46).
Sin embargo, y aún cuando para 1990, tanto en Sinaloa como en Mazatlán, las
uniones no sancionadas por ninguna de las dos leyes representan la tercera opción
(cuadro 5), en las profesoras universitarias se ubica en segundo lugar, pues más de una
cuarta parte de ellas, es decir, el 29 por ciento, eligieron ese acuerdo al momento de
unirse por primera vez (cuadro 6, página siguiente). De acuerdo con Tuirán (1994),
mientras que para la mujer con bajo nivel educativo y carente de preparación para el
trabajo la unión libre puede ser la única opción, para la mujer con estudios
profesionales, “es una expresión de su autonomía personal” (Tuirán, 1994:46).
Por otra parte, se puede observar en el siguiente cuadro que entre los acuerdos
maritales de los padres de las académicas –quienes sólo el 26 por ciento cuenta con
estudios mayores al nivel medio básico- la unión libre es casi inexistente y más
significativa la proporción de matrimonios cívico-religiosos, aun en comparación con la
28
razón estatal. En este sentido, la unión libre en las profesoras es seis veces mayor que la
proporción de sus padres.
Cuadro 6.
Tipo de régimen matrimonial del personal docente
femenino y de sus padres
Universidad de Occidente, campus Mazatlán,
Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997
(Porcentajes)
Régimen
Matrimonial
Profesoras Padres
Civil 24 24
Religioso 0 5
Cívico-religioso 48 62
Unión libre 29 5
Fuente directa
La supremacía de las uniones de tipo cívico-religioso en Mazatlán tiene que ver
con el mayor porcentaje de población que pertenece a alguna religión, en comparación
con la medida estatal y la de otros municipios, como Culiacán y Ahome, los cuales,
junto con Mazatlán, son los más importantes del estado. Mientras que en Mazatlán el 90
por ciento de la población de cinco años y más se registra dentro de la religión católica,
en Culiacán esta misma representa el 87 por ciento y en el municipio de Ahome, el 89
por ciento (ver Apéndice I, Religión, cuadro 1). Por otro lado, en los sectores medios
mazatlecos este tipo de población aumenta a un 96 por ciento.
No obstante, no se puede decir que los mazatlecos sean fervientes practicantes de
su religión, pues, como sinaloenses, está menos extendida que en otras partes del país;
cifras del censo de 1990 indican que los católicos sinaloenses representaban el 2.7 por
ciento del total de la población católica de cinco años y más en el país. En comparación
con otras entidades norteñas está sólo arriba de Baja California y Chihuahua y, ocupa el
primer lugar en número de personas que no pertenecen a religión alguna, con el 8.1 por
ciento (ver Apéndice I, Religión, cuadro 3).
La historia que une a los sinaloenses incidió en la construcción de una
percepción de la realidad a través de imágenes más directas de las cosas y de los hechos.
Según estudiosos de la sociedad local y estatal (Santamaría, 1997; Nakayama, 1991), el
aislamiento en que vivió la región del noroccidente de México durante la colonia hasta
la época postindependiente, provocó un ámbito favorable para que en Sinaloa se
desarrollara una identidad social menos cargada de prejuicios religiosos que en el resto
del país.
La religión, dice el historiador sinaloense Antonio Nakayama, tanto en Sinaloa
como en el estado de Sonora,
29
...es una mezcla de cristianismo y paganismo originada por la ignorancia que
prevalece en materia religiosa, la cual tuvo su génesis con la expulsión de los
misioneros jesuitas, que sin precipitaciones, pero de manera firme, estaban modelando
la conciencia colectiva en todos los órdenes. A partir del derrumbe de la obra
misional de la Compañía de Jesús, la Iglesia en el noroeste quedó en manos de
clérigos y frailes en su mayor parte ignorantes, y en número tan reducido que no
podían llevar a cabo su obra espiritual, y estos dos escollos han prevalecido hasta
nuestros días dando como resultado que en el aspecto religioso la región sea todavía
territorio de misión (Nakayama, 1991:32).
Para Arturo Santamaría (1997), en la región, la religión y la cultura cristianas se
asimilaron accidentadamente y sin la misma devoción que se logró en otras partes de la
nación mexicana, y agrega:
La religión y culturas cristianas forjadas alrededor de los once ríos tenían la laxitud de
las costumbres y hábitos indómitos de los indígenas y negros y la llaneza, incluso
blasfemia, de los españoles dejados a la vera del Señor por largas temporadas. El
amplio mestizaje que caracteriza a la Sinaloa contemporánea se reveló también en el
carácter dominante y en la psicología colectiva de la población. La cultura católica
colonial rígidamente jerárquica y patriarcal encontró en Sinaloa un abono menos fértil
para sus prácticas (Santamaría, 1997:62 y 63).
El estudio realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Estudios
Superiores de Monterrey, registra que en el sur de Sinaloa, el 42.4 por ciento de la
población asiste a los servicios religiosos sólo en fechas especiales (Sur de Sinaloa...,
1994). Nakayama escribe a principios de los setenta, que los habitantes del noroccidente
mexicano
...no se consideran obligados a cumplir con las disposiciones de la Iglesia, y así, vemos
que se llegan al templo cuando les nace, pues suponen que Dios les quedará más
agradecido al verlos obrar así, porque el deseo de reverenciarlo ha sido espontáneo
(Nakayama, 1991:31).
En este tenor, lo anterior lleva a pensar que es más la observancia del rito social
por convivencia y exigencia familiar, que debido a un firme sentimiento religioso. Se
cumple con las ceremonias católicas más arraigadas, como las bodas, los bautizos, las
misas de “quinceaños” o de graduación, etc., para los cuales nunca falta la gran fiesta en
donde “se tire la casa por la ventana”; como bien recoge Nakayama:
El bautismo y la confirmación de los infantes están supeditados al estado pecuniario de
los padrinos, pues el festejo tiene que ser en grande, según sea la categoría social y
económica de la familia, así que puede observarse que si el padrino no se encuentra en
condiciones de poder pagar una buena pachanga, la ceremonia va posponiéndose
indefinidamente. En los poblados donde se efectúan fiestas profanas para honrar al
santo patrón, todo se reduce a una borrachera colectiva, y en Sinaloa la tambora atruena
durante los días que duran los festejos (Nakayama, 1991:31).
30
Por último, de acuerdo con Arturo Lizárraga, las mujeres son las que más
participan en los eventos religiosos, tal vez –opina- porque es cuando pueden dirigir y
dar órdenes, además de gritar, bailar, cantar y emborracharse. Para él, los hombres son
poco religiosos “y se ríen de las formalidades, de las costumbres, de los ritos. Y las
tradiciones religiosas no son la excepción” (Lizárraga, 1997:74).
4. Edad en la primera unión matrimonial
Debido a la influencia de procesos económicos, sociales y culturales, la edad
media al unirse por primera vez “se ha venido retrasando paulatinamente con el paso del
tiempo” (Tuirán, 1994:46).
Con los datos obtenidos de las profesoras universitarias en Mazatlán, las cuales
pertenecen en su mayoría a los sectores medios, se aprecia que en estos casos, la tónica
de casamiento se da entre los 20 y los 24 años, en general. Pero los padres de las parejas
actuales, es decir, aquellos que se casaron en los años 40 a 60, se unían entre los 18 y 20
años, las mujeres, y entre 20 y 22 los hombres. En 1970 la edad promedio en el país
englobando a todos los sectores, era de 21 años, mientras que en 1990 es de 22.2 años
(Tuirán, 1994:46).
La edad de matrimonio presenta una correlación positiva con la escolaridad
alcanzada y el medio socioeconómico. La media de la edad de matrimonio de las
mujeres profesionales del estudio de caso es de 23 años -edad que coincide con la media
nacional en 1992-, mientras que en las madres de estas mujeres el promedio es de 19.5
años de edad al casarse.
En el caso de ambos padres de las mujeres universitarias, dicha edad es mayor a
medida que las generaciones son más recientes, con mayor escolaridad y pertenecientes
a niveles socioeconómicos medios y altos35
. En el panorama nacional sucede algo
parecido:
... la edad a la primera unión es más temprana entre las mujeres menos educadas y las
que residen en las zonas rurales del país. Los distintos grupos sociales también
exhiben dinámicas diferentes. En un extremo están las mujeres pertenecientes a los
sectores de campesinos, jornaleros agrícolas y trabajadores no asalariados en
ocupaciones inestables, quienes exhiben un patrón de nupcialidad temprana (entre 20
y 21 años). En el otro extremo se encuentran los grupos de profesionales, técnicos y
personal directivo, cuyas mujeres registran una edad promedio más elevada a la
primera unión (23 años) (Tuirán, 1994:46).
En países desarrollados como Estados Unidos el nivel educativo es también una
variable que afecta la edad de la primera unión, “cuanto más bajo es el estatuto social
(escolar), más precoz es el matrimonio” (Michel, 1991:132).
35
En el caso de los padres la correlación (siguiendo el coeficiente r de Pearson) entre edad de matrimonio
y escolaridad es más alta que la de las madres, 0.41 contra 0.35, pero respecto al medio socioeconómico
es mucho menor en ellos, 0.26 contra 0.41 en las madres.
31
La edad al casarse ha aumentado más en las mujeres que en los hombres. Esto es
por su inclusión en los más altos niveles de escolaridad y mayor participación en el
mercado laboral. Como ya se anotó, entre los grupos de mujeres profesionistas esta
variable tiende a presentarse en rangos de mayor edad. Además, casi el 43 por ciento de
este grupo se unió cuando tenía entre 25 y 27 años. En el caso de los cónyuges, la
mayoría con nivel profesional, más del 40 por ciento se casó entre los 20 y 24 años36
, al
igual que los padres de las profesoras.
Al comparar las siguientes dos gráficas se nota claramente el cambio
intergeneracional en la edad de matrimonio en el género femenino, pues la tendencia es
totalmente opuesta; mientras que, en el caso de los hombres, si bien hay cierto
desplazamiento, la tendencia entre las generaciones es muy similar (considerando que
para algunos cónyuges el arreglo conyugal aquí estudiado, significa su segunda unión).
Gráfica 1.
Edad de matrimonio por género
Profesoras y madres del personal docente femenino
de la Universidad de Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997
Profesoras Rango de
edad
Madres
15-17
18-19
20-22
23-24
25-27
28-29
30-32
33-34
35-37
38-39
40-42
Fuente directa
36
Se considera sólo la relación con las mujeres del estudio, pues, como ya se dijo, para poco menos de la
mitad éste no era su primer arreglo conyugal. La edad de matrimonio de la mayor parte de este grupo de
cónyuges -con por lo menos una unión anterior- se concentra después de los 30 años.
32
Gráfica 2.
Edad de matrimonio por género
Cónyuges y padres del personal docente femenino de
la Universidad de Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997
Cónyuges Rango de edad
Padres
15-17
18-19
20-22
23-24
25-27
28-29
30-32
33-34
35-37
38-39
40-42
Fuente directa
Según Michel (1991), la edad de matrimonio se movió a rangos mayores al
iniciar el proceso de industrialización en los países hoy altamente desarrollados, sin
embargo, contrario a lo que comúnmente se cree, conforme las sociedades avanzaron en
dicho proceso y mejoraron las condiciones de vida, la edad disminuyó.
Retomando a Goode, Michel (1991) señala que, tanto en Japón como en la India,
la edad entra en constante ascenso hasta 1940 y 1950, respectivamente, épocas que
corresponden a sus períodos de industrialización. La predicción de Goode para Japón,
en los sesenta, fue que la tendencia contraria se daría en el transcurso de las siguientes
dos décadas (Michel, 1994:134).
En efecto, obteniendo la media de siete países europeos37
que nos presenta
Margarita Delgado (1993), de 1960 a 1975 se advierte una caída en la edad de las
mujeres, de 24.1 a 23.3. Por ejemplo en España, de 26.1 pasa a 23.9 años; o en Francia,
en donde en 1960 se registra una media de 23.5 y para 1975 bajó un año, a 22.5.
Empero, de ahí en adelante, hasta el 90, aumenta de nuevo la edad, a 25.4 el promedio
del total; en España a 25.3 y en Francia a 25.7 (Delgado, 1993:129).
Según la investigadora española, Margarita Delgado, los patrones de nupcialidad
son muy sensibles a la coyuntura económica afectando la intensidad de los casamientos,
lo que explica los cambios ascendentes y descendentes de la edad de matrimonio. Es
37
España, Dinamarca, Francia, Italia, RFA, Portugal y el Reino Unido.
33
decir, según ella, el aumento de la edad en España a partir de los cuarenta coincide con
la crisis vivida por la Guerra Civil en ese país y en los cincuenta con el proceso de
industrialización –en este sentido comparte la idea con Michel y Goode.
Entre 1956 y 1975 el índice anual de nupcialidad sobrepasó la unidad en varias
ocasiones, pues estaban llegando a la edad de casarse las generaciones nacidas entre
1931 y 1951, que son las que iban a experimentar la nupcialidad más intensa de este
siglo (...) El índice de nupcialidad anual acusa desde 1975 una importante reducción
motivada por dos efectos coincidentes: la disminución de la intensidad y el retraso del
calendario. Este retraso que se aprecia en la década de los ochenta, coincide con el
momento en que en España se hicieron más agudos los efectos negativos de la crisis
económica de los setenta (Delgado, 1993:129 y 130).
Tal como se refiere al principio de este apartado, la tendencia en la edad
promedio al iniciar una relación conyugal tanto en los mexicanos como en los
sinaloenses, se ha dado de manera progresiva. Esto supone, y según lo experimentado en
los países desarrollados, que aumenta conforme se alcanzan mayores niveles de
urbanización.
No obstante, el proceso de desarrollo económico y social en nuestra sociedad no
ha sido regular ni ha generado entre la población las condiciones sociales de vida
suficientes dentro de los estándares mínimos de vida. Han asolado a la población
tiempos de agudización de una crisis que para los analistas de la economía nacional,
tiene sus inicios en los años setenta.
Así, el comportamiento ascendente de la edad de matrimonio ha sido lento, y en
aquellas regiones más marginadas del país y del estado –que no son pocas- es posible
encontrar todavía parejas en vistas de unirse a edades tempranas.
Por ello, tal vez el retraso pausado de la edad de matrimonio continúe, lo cual no
necesariamente es un indicador de altos niveles de bienestar o producto de una nueva
actitud de igualdad entre los sexos. Probablemente, en ello incida la conjugación de
diversos factores, como la mayor incursión de las mujeres al mercado laboral y su
representatividad en la educación superior; la dificultad de que las nuevas parejas se
establezcan autónomamente sin problemas económicos para formar una familia, o,
como dice Tuirán (1994) los reacomodos en la estructura por edad y sexo de la
población debido al proceso de transición demográfica que ha tenido lugar en México.
Por el contrario, las uniones a edades tempranas en condiciones de desarrollo
social, pueden ser también resultado de la autonomía de los jóvenes; el punto débil en
los sectores medios del subdesarrollo reside en la carencia de independencia,
principalmente en las mujeres, y la fecundidad temprana.
34
Capítulo III
Arreglos conyugales: roles femeninos
1. Roles e identidades de género
En el primer capítulo, ya se ha dicho que el proceso de socialización en la
familia impone un sistema de valores, normas y conocimientos acumulados por
generaciones precedentes. Este sistema es aprehendido como una realidad única a
través del enlace entre reforzadores afectivos, satisfacción de necesidades e
imitación, orientando al individuo en su interacción con otros medios y grupos
sociales. Su importancia reside pues, en el carácter afectivo y legítimo en el que
se desenvuelve, ante la aguda sensibilidad infantil.
Desde el nacimiento los sujetos son clasificados según su sexo; si es hombre o es
mujer38
. Su posición en la familia se va dibujando a través de la visión de los demás, de
los otros, a partir de lo cual se crea una identidad de género39
. Identidad que, como
construcción subjetiva internalizada en el marco de una multiplicidad de relaciones
objetivas entretejidas en determinadas formas de organización y de práctica social, se
hace visible sólo en parte, el resto, dice Marcela Lagarde, “sucede de manera
inconsciente” (Lagarde, 1997:46).
En este sentido, integrada en un orden sociocultural, la familia inculca roles
primarios que tienen que ver con la construcción de dicha identidad, producto de una
condición histórica y cultural asociada a la diferencia sexual40
. Numerosas
investigaciones antropológicas han demostrado la existencia de una multiplicidad de
formas de mirar lo femenino y lo masculino en los diversos grupos y culturas humanas.
Marta Lamas (1996) considera como pioneros de este tipo de estudios a Margaret Mead
(Sexo y temperamento en las sociedades primitivas, 1935), G. Murdock (“Comparative
data on the division of labor by sex”, 1937) y a Linton, (El estudio del hombre, 1942).
38
Lo primero que se acierta a preguntar en nuestras culturas es: ¿y qué fue: niña o niño?
39
Las teorías psicoanalíticas han contribuido a una mejor comprensión de la construcción de identidad
como proceso cultural con la introducción de la idea del inconsciente y la descentración del sujeto de
Freud. Desde esta perspectiva la identidad de los individuos se constituye a raíz de la percepción del Otro,
de la diferencia del Yo o del Nosotros respecto al resto, a los demás. Sin embargo, no son las diferencias
biológicas en sí mismas, las que dividen la percepción de lo real en masculino y femenino, sino las
carencias y deseos como manifestaciones del inconsciente. La carencia o asistencia en el Yo de lo que en
el Otro está presente o ausente (ver Serret, Alfie y García Castro, 1991).
40
La identidad de género y la identidad sexual según Marta Lamas (1996) se dan en momentos diferentes.
La de género se construye desde el nacimiento en las relaciones de sociabilidad de los individuos, en su
relación con un mundo social exterior que le da una categoría. La identidad sexual es posterior a la de
género; se constituye al percatar las diferencias de los caracteres biológicos sexuales entre los sexos.
35
Los roles jugados dentro de la familia, -esposa, esposo, madre, padre, hijas,
hijos, hermanas, hermanos- parten de la diferenciación cultural de los sexos, por lo que,
el niño y la niña interiorizan funciones asumidas como si fueran inherentes a su sexo.
Gail Rubin enfatiza este hecho al plantear precisamente que el macho y la hembra
constituyen su ser a través del proceso de socialización como hombre o como mujer (cit.
en Serret, Alfie y García Castro, 1991:430).
Ahora bien, la socialización de los individuos diferenciados genéricamente
imprime una valoración desigual a su identidad que tiene que ver con el estatus. En
general, en las diversas sociedades se ha asociado el rol femenino a la naturaleza, al
hecho de que las mujeres sean las que paren a los hijos, mientras que el rol masculino se
ha vinculado a la cultura, visto como el ser que ha logrado desarrollar su creatividad
para adaptarse al medio hostil y controlar a la naturaleza. En este sentido, los roles
femenino y masculino adquieren un estatus de acuerdo al valor que en cada cultura se le
otorga al ser mujer y al ser hombre dentro de las estructuras de prestigio (Parsons, 1978,
Ortner y Whitehead, 1996).
Octavio Paz escribe en El laberinto de la soledad, a fines de los cincuenta que,
como en muchos otros, para el pueblo mexicano la mujer es
... un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines que le asignan la ley, la
sociedad o la moral. Fines, hay que decirlo, sobre los que nunca se le ha pedido su
consentimiento y en cuya realización participa sólo pasivamente, en tanto que
„depositaria‟ de ciertos valores. Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer trasmite
o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la naturaleza o la
sociedad. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y
antiguos del universo: la tierra, madre y virgen; activa, es siempre función, medio,
canal. La feminidad nunca es un fin en sí mismo, como lo es la hombría (Paz, 1980:31 y
32).
En México, la imagen dominante de la mujer todavía tiene estrecha relación con
la maternidad. Esto se vincula con los preceptos de la ideología católica, derivados de la
tradición judeo-cristiana. Según la interpretación de Alfie, Rueda y Serret (1994), en el
discurso cristiano se exalta la castidad al mismo tiempo que la reproducción de la
especie. Por ello, enfatizan, el ser femenino está ceñido a una contradicción: la relación
entre las figuras de Eva y María. Eva representa la maldad y María la virtud.
El sincretismo de la cultura mexicana traslada en la Malinche y en la virgen de
Guadalupe las figuras de Eva y María. La primera, como amante de Cortés, es la madre
violada, y la segunda, la Guadalupe, la madre virgen de los desamparados, de los
huérfanos (Paz, 1980:77).
A las mujeres se les identifica con el ser de Eva-Malinche; son herederas de su
pecado: la caída de la humanidad y la traición. Sólo la maternidad y la consagración a
dios podrán acercarlas al ideal, a la virgen María-Guadalupe; pero nunca podrán
igualarla, puesto que María-Guadalupe es casta, ella representa el símbolo femenino
supremo: la madre virgen.
Dentro de la perspectiva católica entonces, el pecado que la mujer hereda es
salvado con la maternidad y, el matrimonio, es “la mediación más idónea para que la
36
mujer alcance su destino”, en una estructura monogámica, jerárquica e indisoluble (Hita,
1997:87). Así, para las autoridades de la iglesia católica mexicana,
... la mujer tiene como papel específico cuidar del hogar, debe ser la guardiana de la
vida, es decir, su papel fundamental se encuentra en la maternidad, ya que tal es lo
que le da personalidad, lo cual implica que ella se realiza a través de este don
(Monseñor Ramón Godínez Flores, Secretario General de la Conferencia del
Episcopado Mexicano en 1992; cit. por Alfie, Rueda y Serret, 1994:149).
En esta idea, la mujer mexicana tiene un sino que cumplir: ser esposa, ser
madre, ser para otros. Adquiere valor cuando sirve al hombre. Su lugar está en el hogar,
en el cuidado de sus hijos, en la atención a su marido, quien, por otra parte, en el mundo
de los valores religiosos, está más cercano a dios.
Si bien, como se dijo en el capítulo anterior, los sinaloenses no se caracterizan
por una ferviente religiosidad y sin dejar de lado su peculiar práctica y sentimiento
religioso, no es inmune tampoco a la influencia de la moral católica. El hecho de que
casi el 90 por ciento de la población en Sinaloa se considere dentro de esa religión
implica que de alguna manera la mujer sinaloense está relacionada con esos valores.
Aunado a ello, la imagen de la mujer-madre, se ha reforzado durante años en los miles
de capítulos de telenovelas y en las viejas películas mexicanas de los años 40 y 50,
principalmente, que aún hoy se transmiten por la televisión de alcance nacional y
local41
.
Lo anterior no significa tampoco que la mujer sinaloense actúe en forma sumisa
sus roles de esposa o madre. En la personalidad de la mujer sinaloense se pueden
encontrar rasgos de menor sometimiento que aquellas cultivadas en el centro y sur del
país. Para Arturo Santamaría la mujer sinaloense tiene un comportamiento de “mayor
libertad costumbrista” y escribe:
La mirada de las mujeres sinaloenses que no se oculta y más bien busca el encuentro es
la muestra más fina, y al mismo tiempo más profunda, de su resistencia a obedecer [lo]
que le ha impuesto la cultura dominante en manos del hombre (Santamaría, 1997:64).
Por otro lado, las influencias externas al sistema familiar, como los cambios
económicos y las crisis, la distinta percepción de la imagen y estereotipos femeninos, la
revolución tecnológica y las ideas democráticas, han fomentado en hombres y mujeres
de los sectores medios urbanos la actuación de nuevos roles. La dualidad inscrita en el
modelo parsoniano de la familia clase media, ama de casa-proveedor, queda
cuestionada a medida que crece la participación de la mujer en el mercado de trabajo y
adquiere ella también el rol de proveedora o jefa de familia.
En resumen, el género de los actores constituye un orientador en la asignación
de roles asumidos después, dentro de los arreglos conyugales. Si bien la cultura
sinaloense y la mazatleca en particular, permiten comportamientos más relajados en sus
41
Recordemos aquella telenovela, por ejemplo, de “Mamá Campanita” con Silvia Derbez, o “Los ricos
también lloran” con Verónica Castro, incluso en su nueva versión protagonizada por Thalía. En cuanto a
las películas, véase las actuadas por Marga López o Libertad Lamarque, prototipos de la mujer-esposa-
madre sufrida y santa.
37
actores, ello no obsta para que la percepción de género se construya en función de los
atributos sexuales. No como los únicos pero sí como los primordiales.
2. Condición del empleo femenino
En México, la disminución del poder adquisitivo, especialmente, ha generado la
necesidad de incrementar el número de perceptores de ingreso y por lo tanto, la
participación femenina en el mercado laboral. Salles y Tuirán señalan:
Las remuneraciones reales decrecientes y bajas de los jefes de hogar obligaron a los
hogares a utilizar de manera más eficiente los recursos humanos disponibles,
observándose una tendencia ascendente en el número promedio de perceptores de
ingreso y en los índices de utilización de la fuerza de trabajo. Dichos aumentos se
produjeron primordialmente a través de la inserción de mujeres, jóvenes y menores en
ocupaciones y condiciones de trabajo inestables (Salles y Tuirán, 1995:7).
En 1970 una de cada cinco mujeres en el país (de doce años o más) era
económicamente activa, en 1993 aumenta a una por cada tres (“Programa
Nacional de Población”, 1995:36). En la región sinaloense, el período de auge
agrícola en los años 60 y después, la crisis y la terciarización que comienza a
reflejarse desde 1975 hasta los años 80 (Brito, 1994; Ibarra, 1993), incidieron en
un aumento gradual de la participación de la mujer como sujeto económicamente
activo hasta 1980, alcanzando en ese año casi el 24 por ciento (cuadro 1).
Cuadro 1.
Población femenina por condición de actividad
Estatal y municipal, 1950-1990
Año
Activa Inactiva
Sinaloa Mazatlán Sinaloa Mazatlán
1950 10.3 16.4 89.7 83.6
1960 13.6 16.2 86.4 83.8
1970 16.4 21.0 83.6 79.0
1980 23.7 27.3 76.3 72.7
1990 20.8 24.6 78.6 74.7
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/
Cuaderno Estadístico Municipal. Mazatlán. 1993
Sin embargo, diez años después, se detecta una disminución de 2.3 puntos
porcentuales en la proporción de mujeres inscritas como población económicamente
activa (cuadro 1); asimismo, en comparación con la población masculina, la femenina
también disminuye para 1990 (cuadro 2, página siguiente).
38
En cualquier caso Mazatlán destaca con una tasa mayor que la media estatal; en
1990 con 24.6 por ciento del total de mujeres (cuadro 1) y con 26.7 en comparación con
los hombres (cuadro 2, página siguiente), situándolo abajo del municipio de Culiacán
(25.1 y 27.8 por ciento respectivamente) con apenas un punto de diferencia (ver
Apéndice I, Empleo y Salario, cuadros 5 y 6).
Cuadro 2.
Población económicamente activa e inactiva por sexo
Estatal y municipal, 1950-1990
Año
Sinaloa Mazatlán
Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres
1950 48.1 89.1 10.9 48.4 82.0 18.0
1960 42.0 84.1 15.9 42.6 80.9 19.1
1970 45.1 82.5 17.5 46.3 76.7 23.3
1980 48.4 75.7 24.3 50.5 72.5 27.5
1990 44.2 76.3 23.7 46.9 73.3 26.7
Fuentes: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/ Sinaloa. Síntesis
Monográfica, 1984/ Anuario Estadístico del estado de Sinaloa, 1993/
Cuaderno Estadístico Municipal. Mazatlán, 1993
Así, en el noventa, las mujeres inscritas en la PEA de Mazatlán representan el
24.6 por ciento mientras que la proporción estatal es del 20.8 por ciento (cuadro 1,
página anterior)42
.
Culiacán y Ahome, presentan mayores características similares entre sí en
la condición de empleo femenino, lo que tiene que ver con el desarrollo de la
actividad agrícola, mucho menor en el sur del estado. Mazatlán tiene mayor
población en el sector servicios y menor en el primario –63.2 y 12.2 por ciento,
respectivamente-, aunque en los tres municipios y en la media estatal, en el sector
terciario se concentre la mayoría de la población en general (ver Apéndice I,
Empleo y Salario, cuadro 9).
Asimismo, tanto en Sinaloa como en el resto del país, es en los servicios donde
se absorbe la mayor participación femenina, además de ser el más propicio para el
autoempleo femenino conectado a estrategias familiares43
de vida.
42
Según la Encuesta Nacional de Empleo (1997) en Sinaloa, para 1996 la población activa femenina
representaba ya el 33 por ciento. No se tiene el dato específico sobre Mazatlán, pero si se da la misma
tendencia que en años anteriores, podemos considerar que su PEA femenino es mayor al 33 por ciento.
Este crecimiento puede tener relación con la agudización de la crisis a fines de 1994.
43
El concepto de estrategias familiares define las acciones realizadas por sus integrantes con el fin
aprovechar las oportunidades y desafíos que se presentan en el medio social al cual se inscriben. “... los
resultados de las estrategias familiares no siempre coinciden con las metas explícitas que se plantean, sino
39
Cuadro 3.
Población masculina y femenina ocupada
Sinaloa, 1990
Sector
Población
Masc
ulina
Femenina
Primario 41.5 21.5
Secundario 18.8 11.9
Terciario 36.6 61.0
No especificado 3.1 5.6
Total 100.0 100.0
Fuente: Sinaloa. Perfil Sociodemográfico, 1990
El 61 por ciento de las mujeres ocupadas y el 36.6 por ciento de los hombres
ocupados, se concentran en el sector terciario (cuadro 3); lo que significa, desde otra
óptica, que en esta rama de actividad un 34 por ciento son mujeres y un 66 por ciento
son hombres (ver Apéndice I, Empleo y Salario, cuadro 10).
Proporcionalmente, en comparación con la población masculina, las mujeres se
concentran en ocupaciones calificadas como “femeninas”, precisamente porque es a
ellas a quienes se selecciona con mayor frecuencia para realizar dichas tareas. Por
ejemplo, son más como trabajadoras domésticas (97 por ciento), trabajadoras de la
educación (59 por ciento) y oficinistas (57 por ciento), y su participación proporcional
en el comercio y servicios públicos es también significativa (cuadro 4, columna 2).
que hay muchas consecuencias no buscadas, fruto tanto de la correlación de fuerzas internas como de la
presencia de procesos que escapan al control de las familias” (Reygadas, 1994:77).
40
Cuadro 4.
Población ocupada por tipo de ocupación y sexo,
Sinaloa, 1990
Ocupación Principal
T
o
t
a
l
1 Total de población
según sexo
2 Proporción de la
población por sexo
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Profesionales 2.5 2.5 2.5 76.6 23.4
Técnicos 3.0 2.1 5.9 52.7 47.3
Trabajadores de la educación 3.6 2.0 9.1 41.1 58.9
Trabajadores del arte 0.9 1.0 0.4 90.0 10.0
Funcionarios y directivos 1.9 2.1 1.5 82.1 17.9
Trabajadores agropecuarios 35.2 38.7 23.8 84.0 16.0
Supervisores e inspectores 0.8 1.0 0.3 92.1 7.9
Artesanos y obreros 12.5 15.0 4.5 91.5 8.5
Operadores de maquinaria fija 1.1 1.2 0.7 84.2 15.8
Ayudantes y similares 3.5 4.0 2.0 86.7 13.3
Operadores de transporte 5.7 7.4 0.2 99.0 1.0
Oficinistas 7.8 4.4 18.7 42.9 57.1
Comerciantes y dependientes 8.4 7.1 12.4 64.9 35.1
Trabajadores ambulantes 1.6 1.7 1.4 80.1 19.9
Trabajadores en serv.
públicos
5.0 4.4 7.1 66.6 33.4
Trabajadores domésticos 1.6 0.1 6.6 3.0 97.0
Protección y vigilancia 2.2 2.9 0.2 97.5 2.5
No especificado 2.6 2.5 2.8 74.2 25.8
Total 100 100 100
Fuente: Sinaloa. Perfil Sociodemográfico, 1990
Por otro lado, hay que destacar la aproximada igualdad o menor desigualdad
entre hombres y mujeres ocupados como técnicos, y el que sea la misma proporción de
ocupados como profesionales tanto en la distribución de la población ocupada
masculina como en la femenina, -52.7 y 47.3 por ciento (cuadro 4, columna 2).
Es por demás significativo, el hecho de que la población ocupada de mujeres sea
mayor a la de hombres en actividades correspondientes al rubro de profesionales y
trabajadores de la educación. Esto es, que de las mujeres ocupadas, el 17.5 por ciento
ejerce estas actividades mientras que la población masculina es apenas el 6.6 por ciento
(cuadro 4, columna 1). Este hecho no es exclusivo de Sinaloa, por lo menos en el
41
municipio de Chihuahua ocurre algo semejante: el 20.4 por ciento de las mujeres contra
el 10.3 de los hombres se ocupa en dichas actividades (Reygadas, 1994:75).
En Sinaloa, como en otros estados de la república44
, es mayor la proporción de
población femenina económicamente activa con estudios superiores, que la de la
población masculina, esto es un 15 por ciento de las mujeres y un 13 por ciento de los
hombres ocupados en el mercado de trabajo cuentan con algún grado de educación
superior (cuadro 5).
Cuadro 5.
Nivel de instrucción de la población económicamente activa
por sexo
Sinaloa, abril-junio de 1996
Nivel de Instrucción
Total Hombres Mujeres
Sin instrucción 7.2 8.0 5.3
Primaria incompleta 21.4 23.5 16.5
Primaria completa 19.7 20.3 18.2
Secundaria 26.3 22.5 35.0
Medio superior 11.9 12.7 10.0
Superior 13.6 13.0 15.0
Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, Sinaloa 1996.
Asimismo, al contabilizar hombres y mujeres con escolaridad de secundaria en
adelante, se observa que el 60 por ciento de las mujeres y el 48 por ciento de los
hombres se concentran en esos tres últimos niveles de instrucción.
Es posible decir entonces, que de las mujeres que trabajan fuera del hogar en el
estado, proporcionalmente presentan más nivel educativo que el de la población
masculina; es decir, las mujeres necesitan contar con más educación formal que los
hombres para insertarse en el mercado laboral. Al respecto la CEPAL informa que en
toda América latina a las mujeres se les presentan mayores problemas para acceder a las
oportunidades de empleo, a ellas, se señala, „se les exigen más años de educación que a
los hombres para lograr el acceso a las mismas ocupaciones, a la misma edad‟ (CEPAL-
UNESCO, cit. por Sandoval Flores, 1995:6)45
.
44
Según la Encuesta Nacional de Empleo (1997), en términos nacionales la población femenina activa
con estudios superiores es del 12.6 por ciento y en la población masculina se da en un 11.8 por ciento.
En estados como Baja California, Sonora, Coahuila, Morelos, Puebla y Querétaro se da esta misma
tendencia, pero en estados como Jalisco, Aguascalientes y el Distrito Federal, ocurre a la inversa. 45
Brito (1994) detectó que en las empresas maquiladoras de Sinaloa y en particular en las atuneras
establecidas en Mazatlán, utilizan de manera predominante fuerza de trabajo femenina, pues, argumenta,
los requerimientos educativos son elementales y se utilizan técnicas de producción ligadas al taylorismo y
al fordismo (Brito, 1994:218). Habría que investigar si, más que el nivel educativo de las mujeres, que,
42
La mayoría de la población femenina en el estado es contratada como
obrera o empleada, además de que el aumento de su participación en la actividad
económica tiene relación con el trabajo no asalariado y el autoempleo pues, para
el segundo trimestre de 1996, el 33 por ciento se ubicaba dentro de estas
categorías. Esto se vincula al hecho de que las mujeres reciban en promedio
menores ingresos que los hombres, como se aprecia en el cuadro siguiente.
Cuadro 6.
Población masculina y femenina ocupada según ingreso mensual Sinaloa,
abril-junio de 1996
Grupos de ingreso
Población
Masculina Femenina
No recibe ingresos 8.2 11.7
Menos de un salario mínimo 6.7 21.4
De uno a dos salarios mínimos 35.8 36.1
Más de 2 y hasta 3 salarios mínimos 20.6 10.2
Más de 3 y hasta 5 salarios mínimos 16.6 11.7
Más de 5 salarios mínimos y hasta 10 s.m. 8.3 7.0
Más de 10 salarios mínimos 3.4 1.9
No especificado 0.27 0.0
Total 100 100
Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, Sinaloa 1996.
En el caso de Sinaloa, las mujeres que reciben hasta dos salarios mínimos
representan casi un 19 por ciento más que la correspondiente a la población masculina,
es decir, hasta ese decil de ingreso se concentra el 69 por ciento de las mujeres y el 50.7
por ciento de los hombres.
Dentro de este renglón, en Mazatlán, según datos de 1990, el 55 por ciento de la
población recibía más de dos salarios mínimos. Este hecho coloca al municipio por
encima de la medida estatal y nacional, rebasando también las de Culiacán y Ahome,
pues en las anteriores se agrupa en dicho nivel de ingreso, entre un 37 y un 48 por ciento
de la población ocupada. Dicho lo anterior, se obtiene que Mazatlán se ubica, por el
contrario, en la última posición entre los que reciben hasta dos salarios (cuadro 7, página
siguiente).
como se dijo ya, tiende a ser mayor que el de la población masculina activa, y los bajos salarios, se debe,
en mayor medida, a los procesos de producción. Tal como Brito lo señala, el taylorismo y el fordismo
implican procesos rígidos “que no toma en consideración la participación creativa de la mano de obra”
(Brito, 1994:219), en este sentido, las mujeres se adaptan más a este tipo de organización en comparación
con los hombres debido, probablemente, a una mayor disposición internalizada para ejecutar actividades
rutinarias y seguir reglas impuestas sin una participación crítica.
43
Cuadro 7.
Población ocupada por grupos de ingreso, 1990
Población Ocupada
N
a
c
i
o
n
a
l
Estatal Mazatlá
n
Culiacán Ahome
Total 97.3 98.0 97.7 98.2 98.2
Grupos de ingreso
No recibe ingresos 7.2 4.5 2 2.4 1.9
Menos de un salario mínimo 19.3 10.7 9.3 10.5 9.6
De uno hasta 2 salarios mínimos 36.7 40.4 33.3 39.0 40.3
Más de 2 y menos de 3 salarios
mín.
15.1 18.5 23.2 19.1 19.0
De 3 a 5 salarios mínimos 9.8 12.0 15.8 13.6 13.8
Más de 5 salarios mínimos 7.6 8.5 11.3 10.4 10.9
No especificado 4.3 5.3 5.1 5.0 4.5
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995/ Cuadernos
Estadísticos Municipales, 1993.
Es importante destacar también el hecho de que en Mazatlán la proporción de
población que recibe más de cinco salarios es mayor. Ante esto, Guillermo Ibarra señala
que de 1970 a 1990 la clase media (aquella considerada dentro del rango de ingreso de
tres a diez salarios mínimos) en Mazatlán fue mayor a la del estado, misma que superó
el 20 por ciento siendo en el municipio de 24 por ciento. Sin embargo, agrega Ibarra,
Mazatlán se está deslizando a la baja en los promedios de ingreso, debido a su ya
conocida decadencia, que ha sido motivo de múltiples estudios.
En el estrato de más de 10sm, aunque en los tres municipios es muy bajo el porcentaje,
llama la atención que Mazatlán no tenga mayor porcentaje de ricos que Culiacán y
Ahome; desde 1970 era ligeramente menor y no pudo revertirse esa situación en 1990
(Ibarra, 1997: 61).
Por último, respecto a los ingresos, Sinaloa se localiza dentro de los estados con
menor porcentaje de profesionistas con altos ingresos:
Los profesionistas que ganaron entre 5 y 10 salarios mínimos fueron 22.7% del total, a
nivel nacional, en Sinaloa 19.8%. Ahora entre los que ganaron más de 10 salarios
mínimos, a nivel nacional fueron 13.1% y en Sinaloa 9.3% (Ibarra, 1997:21).
44
Pasando a otro indicador, la tasa de desocupación femenina en el estado, según los
datos oficiales, disminuye drásticamente en el período 70 a 90, dado que de 9.8 en 1970
se reduce a dos por ciento, además de que se iguala a la tasa de desempleo masculino
(ver Apéndice I, Empleo y Salario, cuadro 11).
Sin embargo, las oportunidades de empleo no son las mismas, pues la mujer se
ve limitada por la necesidad de que la jornada de trabajo sea compatible con la crianza y
cuidado de los hijos. Por ello, en estudios realizados (Ribeiro, 1994) se señala que no es
casual el hecho de que predominen mujeres solteras o sin hijos y sea considerable la
proporción de mujeres con trabajo parcial.
En 1990, dos terceras partes de la población femenina ocupada a nivel nacional
trabajaba 33 horas o más por semana, y más de la tercera parte lo hacía por tiempo
parcial (Ribeiro, 1994:152). Para el segundo trimestre de 1996, en Sinaloa, el 55 por
ciento trabajaba entre 35 y más horas por semana y el 25 por ciento lo hacía en jornadas
de hasta 24 horas a la semana. Este hecho también tiene relación con el que las mujeres
obtengan menores salarios.
En la dimensión del estudio de caso, efectuado en esta investigación con
profesoras universitarias en Mazatlán, se encontró que buena parte de su tiempo
la dedicaban a la actividad laboral, pues el 60 por ciento indicó que trabajaba más
de 30 horas a la semana en el último año de matrimonio. Por otro lado, el ingreso
obtenido de su actividad laboral en más de la mitad, es menor al del cónyuge,
mientras que casi en una cuarta parte, su ingreso constituye una mayor cantidad.
En Sinaloa, la participación femenina en la actividad económica vista por
grupos de edad, ha sufrido un movimiento irregular entre los 12 y 24 años de edad
entre 1960 y 1990. Mientras que su porcentaje aumenta en 1970, se reduce diez
años después para volver a aumentar en 1990 (cuadro 8).
45
Cuadro 8.
Distribución de la población económicamente activa
femenina por grupos de edad
Sinaloa, 1960 - 1990
Edad
1960 1970 1980 1990
12-14 1.8 5.0 4.5 5.8
15-19 15.0 26.4 19.1 20.2
20-24 13.9 21.0 21.1 20.8
25-29 9.1 10.8 13.7 15.7
30-34 7.5 7.3 10.0 12.3
35-39 8.1 7.2 8.3 9.2
40-44 7.3 5.6 6.3 6.0
45-49 7.0 4.5 4.7 4.0
50-54 7.2 3.7 3.7 2.5
55 y más 22.7 8.5 8.6 3.5
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas. Sinaloa, 1984/
Cuaderno Estadístico Municipal. Mazatlán, 1993
En 1970 poco más de la mitad de las mujeres activas tenía hasta 24 años
de edad; dos décadas después, la proporción de este rango disminuye al mismo
tiempo que crece la cantidad de mujeres entre 25 y 39 años. También es notoria la
tendencia contraria en la población femenina de 45 años y más al observarse ya en
1970 una drástica caída respecto a 1960, de 36.9 por ciento a 16.7 por ciento,
llegando a representar sólo el 10 por ciento en 1990 (cuadro 8).
En Mazatlán, a diferencia de lo que sucede en el ámbito estatal, de 1980 a 1990
las mujeres de 12 a 24 años de edad disminuyen su participación en la PEA. Por otro
lado, de los 25 a los 49 años de edad, se observa un crecimiento entre dichos años, por
lo que, otra vez, Mazatlán difiere de la tónica estatal, pues es hasta el rango de los 50
años cuando se registra el descenso de una década a otra (cuadro 9).
46
Cuadro 9.
Población femenina activa por
grupos de edad
Mazatlán, 1980-1990
Edad
1980 1990
12-14 2.5 1.1
15-19 18.6 13.8
20-24 22.7 22.5
25-29 14.7 17.6
30-34 10.8 14.4
35-39 8.6 10.8
40-44 6.4 7.7
45-49 4.5 4.8
50-54 3.8 3.1
55 y más 7.4 4.3
Fuente: Cuadernos Estadísticos
Municipales. 1993
Al respecto se puede pensar que, en Sinaloa en general, las mujeres de edad
mediana están sustituyendo a las más jóvenes así como a las mayores de 49 años, lo que
puede tener relación con una mayor preparación y capacitación para el trabajo.
Asimismo, que las mujeres ya no abandonan en la misma proporción su actividad
económica al casarse, tal como ocurría en décadas anteriores.
Lo que aquí se ha dicho, concerniente al empleo femenino, evoca la percepción
de un cambio en el rol de la mujer: Ha aumentado su presencia en el mercado de trabajo,
compite con una mayor preparación educativa y se amplían los rangos de edad hasta
aquellos en los que según las tendencias, acontece el matrimonio y se adquieren las
responsabilidades de la maternidad.
Sin embargo, las condiciones en que se desarrolla el trabajo femenino no
responde por igual a las que existen para el trabajador masculino: Las mujeres necesitan
mayor escolaridad, reciben salarios más bajos y se concentran en un sector productivo,
el de servicios, donde prolifera el empleo inestable.
3. Proveedoras y amas de casa
El trabajo extradoméstico de la mujer no elimina ni sustituye su rol de ama de
casa: obtiene uno más. En un arreglo conyugal en donde la pareja cuenta cada uno con
un empleo, además de aportar parte del ingreso económico, en general, ella es la
responsable del trabajo doméstico.
47
La adquisición de rol de proveedora por parte de la mujer puede traer como
consecuencia o la intensificación de la institucionalización de la “doble jornada de
trabajo” o la posibilidad de nuevas relaciones entre los géneros (Salles y Tuirán,
1996:52).
Las investigaciones realizadas con mujeres de los sectores medios con actividad
laboral extradoméstica46
demuestran que si bien se da una redistribución de las
responsabilidades en el hogar, tanto para el trabajo doméstico como para el cuidado y
atención de los hijos, la mujer cónyuge y madre es quien asume la mayor carga de
trabajo y responsabilidad.
Asimismo, Salles y Tuirán señalan que el rol de la mujer como proveedora no se
ha reflejado en cambios equivalentes tanto en la familia como en la sociedad:
... la participación económica de las mujeres no ha estado acompañada de
modificaciones profundas en la división intrafamiliar del trabajo, de forma que
permitan garantizar una responsabilidad compartida de hombres y mujeres en la
realización del trabajo doméstico y la crianza de los hijos (Salles y Tuirán, 1994:155).
El empleo femenino no es determinante aún en los cambios de vida intrafamiliar,
pues, a decir de Gissi, es visto como un peligro para el orden de dominación existente:
...el hombre se opone al trabajo de la mujer porque „dejar que su mujer trabaje es
como reconocer públicamente que no es un hombre‟ y porque „la única manera de
asegurarse de la fidelidad de una mujer consiste en mantenerla económicamente
dependiente‟. El trabajo de la mujer sustrae a ésta de la autoridad del marido (la hace
independiente) al mismo tiempo que le arrebata a éste la prueba más importante de su
masculinidad (Cit. por Ribeiro, 1994:155).
La redistribución de la responsabilidad del trabajo doméstico47
en los sectores
medios, entonces, no depende sólo de que la mujer tenga un empleo sino también del
significado que se le atribuya. Es más factible que para las mujeres con trabajos no
manuales y mayor escolaridad el significado de su actividad extradoméstica se ligue con
su desarrollo y autonomía personal, lo que la lleve a redefinir una carga impuesta basada
en las funciones sexuales (García y Oliveira, 1994). Pero aún así, en la mayoría de los
casos, aunque los maridos permiten la actividad económica de la mujer, además de
participar en las tareas domésticas y en el cuidado de los hijos, su contribución todavía
es considerada como “ayuda” y no como una responsabilidad propia.
Un estudio realizado en el estado de Chihuahua encontró que al asumir la madre
un nuevo rol de proveedora, duplicaba su esfuerzo para cumplir con sus tareas diarias en
el hogar y, aunque, se daba una colaboración mayor o menor del resto de los miembros,
46
Ver Ribeiro (1994); Blanco Sánchez, en Oliveira (1991); Reygadas (1994); García y Oliveira (1994). 47
Por responsabilidad del trabajo doméstico entendemos el compromiso asumido por parte de los
cónyuges en la realización cotidiana de éste. De acuerdo con Sánchez Gómez (1991) el trabajo
doméstico puede ser definido como “trabajo que transforma mercancías y produce servicios como
valores de uso directamente consumibles, (...) ... mediante el cual se realiza una parte fundamental
del mantenimiento, reposición y reproducción de los integrantes de la unidad doméstica donde
aquél se realiza (Sánchez Gómez, 1991:67).
48
incluido el cónyuge, la madre era quien mantenía la responsabilidad principal del trabajo
doméstico, así como la culpa si algo no salía bien (Reygadas, 1994:111).
Según Sánchez Gómez (1991) estudios realizados en este campo,
muestran que las labores efectuadas por los cónyuges están más relacionadas con
el ámbito externo, “menos rutinarias y monótonas” y en la mayoría de los casos la
ayuda es opcional y poco significativa en comparación con la carga de trabajo
(Sánchez Gómez, 1991:74n).
En los sectores medios y populares urbanos cuando las mujeres trabajan,
en general se encuentra una participación del cónyuge aunque sea de manera
esporádica, “esto ocurre en cerca de 49% de los casos en los sectores medios y en
35% en los sectores populares” (García y Oliveira, 1994:208). En la
investigación realizada por García y Oliveira (1994), -en las ciudades de Tijuana,
México y Mérida- se encontró que los cónyuges también realizaban en ocasiones
algunas tareas “típicamente femeninas”, como lavar, planchar, cocinar, barrer,
sacudir, llevar a los hijos a la escuela, además de bañarlos y cuidarlos. Estas
labores se realizaban en especial los fines de semana.
Estudios citados por García y Oliveira (1994) como el de Teresita De
Barbieri, muestran que a mediados de los setenta, para las mujeres de los sectores
medios y obreros, los hombres tenían la obligación de mantener a la familia y
ellas la responsabilidad doméstica; los de Benería y Roldán, y Ruvalcaba y Salles
indican que en los ochenta mujeres de sectores populares todavía tienen esa
misma concepción, por ejemplo, en Matamoros, Tamaulipas, Ruvalcaba y Salles
observaron que en 91 hogares con mujeres amas de casa y empleadas, un 61 de
las trabajadoras y un 67 de las amas de casa consideraban que el trabajo del hogar
lo debían hacer ellas mismas (García y Oliveira, 1994:208 y 208n).
En los sectores medios los conflictos se terminan cuando hay empleada
doméstica, el hombre se aleja más de estas tareas y la mujer se hace cargo de la
supervisión aunque no realiza actividades físicas (García y Oliveira, 1994:208).
Por otro lado, se ha encontrado también, que, tanto en sectores populares como
medios, los patrones de trabajo entre las hijas y los hijos son más equitativos:
“estos resultados son importantes como indicios de posibles transformaciones
intergeneracionales que pudieran asumir contornos más precisos en los años por
venir” (García y Oliveira, 1994:209).
En Mazatlán, específicamente en los hogares de las mujeres universitarias
estudiadas, la distribución del trabajo doméstico48
es todavía desigual en el 62 por
48
Para su estudio, el trabajo doméstico se divide en tres esferas siguiendo la propuesta de Blanco Sánchez
(1991): 1. Producción. Esta esfera se subdivide a su vez en transformación de mercancías y creación de
servicios. La transformación de mercancías se refiere a la preparación de alimentos para los miembros del
hogar (cocinar), y la creación de servicios, a la limpieza general del interior y exterior de la unidad
doméstica, así como lavado y arreglo de ropa, compostura de pequeños desperfectos de la casa y
mantenimiento y limpieza del vehículo. 2. Compra de bienes y servicios. Aquí se considera por un lado, la
compra de víveres y enseres domésticos, y por otro, la actividad de acudir a los centros de recepción para
efectuar el pago de los servicios consumidos en el hogar. 3. Cuidado y atención de los hijos. Dentro de
esta esfera se incluye lo referente a compromisos escolares como el transporte, las tareas, juntas de padres
49
ciento de los casos, sin embargo, el otro 38 por ciento manifiesta la existencia de
equidad a la hora de efectuar estas tareas. En este sentido, la función de las mujeres que
trabajan fuera del hogar presenta algunos cambios pero aún se le confiere una mayor
responsabilidad en lo doméstico.
En este mismo estudio de caso, tal como se observa en el siguiente cuadro, se
encontró que la participación masculina en la esfera doméstica de la producción por
parte de los cónyuges, se restringe a actividades como la limpieza del exterior, arreglo
de desperfectos de la casa y lo relacionado con el vehículo (cuando lo hay). En las
labores que menos intervienen son en la limpieza del interior, en el lavado y arreglo de
la ropa, y en cocinar para los miembros del hogar; su colaboración es ocasional. Se
involucran más cuando de los hijos se trata, sobre todo en los compromisos escolares -
transporte, tareas, juntas, etc.- y en menor medida lo que tiene que ver con la atención y
aseo.
de familia, etc., y en el rubro de atención actividades como bañarlos, vestirlos, darles de comer o
acostarlos.
50
Cuadro 10.
Distribución de responsabilidad del trabajo doméstico según participación y frecuencia,
en los hogares del personal docente femenino de la Universidad de Occidente, campus
Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997
(Porcentajes)
Actividad doméstica
Siem
pre
Casi siempre Ocasionalmente
Ella Él Los
dos
Ella Él Los
dos
Ella Él Los
dos
Limpieza del interior 43 0 14 14 0 9 0 19 5
Limpieza del exterior 24 9 14 0 14 5 0 0 5
Lavado y arreglo de
ropa
48 0 19 14 5 0 5 5 5
Cocinar para los
miembros
38 0 19 14 0 5 9 9 14
Arreglo de
desperfectos
0 48 14 0 9 0 5 0 5
Mantenimiento de
vehículo49
0 44 0 0 17 0 6 17 0
Compra de víveres y
enseres
14 9 48 5 5 9 0 0 14
Efectuar pago de
servicios
14 48 19 0 5 0 9 0 14
Compromisos
escolares de hijos
22 11 22 6 6 0 6 17 6
Atención de los hijos 44 6 22 6 11 6 11 17 0
Fuente directa
Por otro lado, observamos que las actividades correspondientes a la esfera de
compra de bienes y servicios, cuyas actividades se ejecutan en el ámbito extradoméstico
son su responsabilidad máxima, pues casi el 48 por ciento acude a pagar los servicios y
el 57 por ciento contribuye en las compras de víveres y enseres (cuadro 9).
Aquí se nota que las mujeres realizan más el trabajo del interior del hogar, lo
relacionado a la limpieza y a la alimentación de los miembros de la familia. De las
tareas que se realizan en forma compartida, la compra de víveres y enseres domésticos
resulta significativa, pues el 47 por ciento lo hace siempre de esta manera.
En mínima proporción se hace uso de empleados para labores de la esfera de la
producción doméstica, como la limpieza del interior, del exterior, el lavado de ropa y/o
49
Se consideró esta actividad, dado que en el marco de la división del trabajo sexual, corresponde a las
actividades consideradas como “masculinas” tanto por hombres como por mujeres.
51
la preparación de alimentos. Un 29 por ciento contaba con empleados para realizar las
tareas siempre y casi siempre y sólo el 9 por ciento, de manera ocasional.
Aunque en la encuesta no se precisó acerca de la conformación de redes de
apoyo en la redistribución del trabajo doméstico, se obtuvo que, en general, se recurre a
este tipo de ayuda en tareas de limpieza (el 9 por ciento indicó una frecuencia de
siempre y casi siempre, y el 5 por ciento sólo ocasionalmente) y en la alimentación de
los miembros del hogar (el 14 por ciento)50
.
En la mitad de los hogares paternos y maternos del grupo de mujeres
docentes sujetos de esta investigación, la distribución de las tareas domésticas en
la esfera de la producción era desigual, con carga absoluta para las mujeres. En el
resto se contó con la participación masculina, principalmente de los hermanos
varones y en menor medida del padre. Al igual que los cónyuges de las
profesionistas, se observa mayor participación del padre en la atención y cuidado
de los hijos, aumentando cinco puntos porcentuales en la distribución equitativa
en comparación con las actividades domésticas (cuadro 11).
50
Debido al recorte del problema de investigación no se aborda a fondo en este estudio la conformación
de redes de apoyo a la hora de redistribuir las labores domésticas, creadas alrededor de las mujeres que
trabajan. En otras investigaciones que se detienen en este asunto, como las de Blanco Sánchez (1991) o
Arceo (1997), encuentran que en muchos casos esas redes de apoyo están formadas principalmente por
parientes cercanos, como la madre, la hermana, o los hijos (sobre todo mujeres), además de instituciones
públicas; siendo mínima la participación del cónyuge masculino. En este sentido, para Blanco Sánchez la
distribución del trabajo doméstico no significa una repartición equitativa entre los sexos, sino la
contribución de más mujeres y escribe: “...a pesar de que la mujer experimente ciertos cambios en el
desempeño de sus roles como el no ser ama de casa exclusivamente sino una asalariada cuyo aporte
económico a la unidad doméstica en la mayoría de los casos es realmente fundamental, tales cambios no
se reflejan de manera sustancial en una distribución diferencial por sexo de las tareas domésticas. Es
decir, no sólo „la doble jornada de trabajo‟ se mantiene para la mujer asalariada sino que, por lo menos en
los dos grupos analizados, cuando hay ciertas variaciones en los patrones de trabajo doméstico son
siempre otras mujeres adultas las que, a manera de ayuda, están involucradas” (Blanco Sánchez,
1991:149).
52
Cuadro 11.
Distribución del trabajo doméstico en los hogares habitados
durante la infancia y adolescencia por el personal docente
femenino de la Universidad de Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre de 1997
(Porcentajes)
Distribución de actividades
Producción
doméstica
Atención y
cuidado de
hijos
Sólo participación de las mujeres 52
47
Mayor participación de las
mujeres
33 33
Participación equitativa entre
hombres y mujeres
14
19
Fuente directa
La diferencia de edad entre los padres de las profesoras universitarias, mantiene
una correlación significativa con la participación masculina tanto en la distribución del
trabajo doméstico como en la atención y cuidado de los hijos. A una mayor edad del
hombre respecto a la mujer tiende a ser mayor la desigualdad en la distribución de la
responsabilidad en el ámbito doméstico; es decir, la mayor carga de trabajo se asienta
sobre todo en la mujer.
Se advierte también que en los hogares paternos con mayor escolaridad,
principalmente en el caso de la madre, el padre del grupo de mujeres de este estudio,
contribuye más en la atención de los hijos. Igualmente, es notoria la misma situación en
aquellos casos donde la madre tenía una actividad económica de autoempleo o
involucraba acciones de dirección, como empresaria o profesora.
En conclusión, aunque ciertamente el modelo de Parsons de ama de casa y
proveedor no funciona en todos los hogares del sector medio, no podemos decir que
predomine el rol de la mujer sinaloense como proveedora; y, aunque se vislumbren
ciertos rasgos de resignificación, no se elimina el nivel de importancia que tiene todavía
el rol de ama de casa-esposa-madre. Esto tiende a ser también una realidad para la
situación de otros estados, como en el caso de Nuevo León:
La diada proveedor-ama de casa es actualmente una realidad para la mayoría de las
parejas y, aún en los casos en los que la mujer tiene un empleo extrahogareño, ella
generalmente debe asumir sola la responsabilidad de la gestión doméstica (Ribeiro,
1994:164).
En la medida que la mujer expande su campo de acción y se introduce en la
esfera económica, se debate en dos posiciones: la mujer en su lucha como individuo
53
libre y en condiciones de igualdad con el hombre, o la mujer como madre y esposa con
sentido de sacrificio personal en pro del bienestar de su familia. Muchas de ellas se
angustian porque no están con sus hijos durante la mayor parte del día (Juárez, 1997). Al
respecto Reygadas señala que en Chihuahua:
Aunque las mujeres piensan que están mejor trabajando que sin trabajar, existen dudas
con respecto al cuidado de los hijos pequeños, casi todas creen que es mejor atenderlos
personalmente: „Lo que me hizo dejar la maquiladora fueron mis hijos, porque a los
hijos les hace uno falta‟.
Son comunes los sentimientos de culpa ya que se piensa que al entrar a trabajar se
descuidan a los hijos y que esa es la causa de que éstos sean conflictivos (Reygadas,
1994:123 y 124).
Según una encuesta aplicada a padres de familia en noviembre del 97 en las
cuatro principales ciudades del centro y norte de Sinaloa, sólo en las familias del 16 por
ciento de los entrevistados la madre contribuía al ingreso familiar (Sandoval Soto,
1997). Estos datos se refuerzan dado el aún alto porcentaje de mujeres inactivas que
aparecen en el rubro de “quehaceres del hogar”; la Encuesta Nacional de la Dinámica
Demográfica (1996) registró casi el 76 por ciento en 1992, y la Encuesta Nacional de
Empleo (1997) un 71 por ciento en el segundo trimestre de 1996.
Sondeos realizados en 1991 y en 1996 entre alumnos de la Universidad de
Occidente en Mazatlán51
, arrojaron que el 70 por ciento de las madres se dedicaban sólo
al hogar. Sumado a esto, el 81 por ciento de las progenitoras de las profesoras
universitarias sólo se dedicaba al hogar.
Considerando el total de la población femenina de doce años y más en Sinaloa,
se observa que para 1996 el 48 por ciento se dedicaba al hogar mientras que apenas un
15 por ciento era estudiante. En Mazatlán, tomando una muestra residencial de sectores
medios según datos del censo de 1990, se obtuvo que el porcentaje de las mujeres de
doce años y más dedicadas a los quehaceres del hogar representaba aproximadamente el
50 por ciento de la población en edad activa.
Lo anterior tiene relación con la opinión del 64 por ciento de más de 700
entrevistados en el centro y norte urbano de Sinaloa, quienes opinan que la mujer
desatiende a la familia cuando trabaja fuera del hogar. El 24 por ciento de los mismos
entrevistados acepta poco que la mujer trabaje, un 48 por ciento lo acepta pero no
totalmente y un 25 por ciento señaló estar muy de acuerdo. Además, el 68 por ciento
respondió que la mujer no debe trabajar sólo en aras de su desarrollo personal, sino para
ayudar a los gastos del hogar (Sandoval Soto, 1997).
Si bien la inserción de la mujer en la esfera productiva, se debe más a los
problemas económicos generados por la crisis, que a un cambio de actitudes y de
intereses personales, las tendencias resultantes entre el nivel de instrucción y
condición de actividad son significativas.
51
Se refiere a los estudios realizados por la autora de esta tesis en el campus Mazatlán de la Universidad
de Occidente, mismos que se explican en la nota número 12 del capítulo II.
54
En el cuadro siguiente se aprecia que a mayor nivel de instrucción es menor la
proporción de mujeres que sólo se dedica a las tareas domésticas de su hogar. Por el
contrario, ésta aumenta en la población ocupada.
De aquí se puede inferir que la escolaridad influye en la actuación de roles por
parte de las mujeres, pero también que, hace más factible su integración al mercado de
trabajo.
Cuadro 12.
Población femenina en edad activa según nivel de
instrucción y condición de actividad
Sinaloa, abril-junio de 1996
Nivel de
instrucción
Amas de
casa
Ocupadas
Sin instrucción 63.3 21.0
Primaria incompleta 61.6 24.8
Primaria completa 58.7 28.9
Secundaria 37.2 34.4
Medio superior y superior 27.3 47.5
Fuente: Encuesta Nacional de Empleo, Sinaloa 1996
4. Ser madre
Según el Programa Nacional de la Mujer (1995-2000), las mujeres esposas y
madres invierten mayor parte de su tiempo en la responsabilidad doméstica en los
primeros años de vida de los hijos. La mujer mexicana, se agrega aquí, pasa alrededor de
trece años de su vida con la responsabilidad del cuidado de al menos un hijo menor de
cinco años, es decir, un 38 por ciento de su vida reproductiva -entre los 15 y 45 años de
edad (“Programa Nacional de la Mujer 1995-2000”, 1996:24).
En el estudio de caso de esta investigación se detectó que la mayoría de las
universitarias entrevistadas ya trabajaba antes de casarse, y casi la mitad interrumpió
aluna vez su actividad laboral principalmente para atender a sus hijos.
Aunque el rol de la madre es considerado importante por la mujer sinaloense y
mazatleca, éstas no tienen muchos hijos en promedio. La mitad de las mujeres
profesionistas entrevistadas para este estudio opinó que los hijos sí son importantes en el
matrimonio pero la mayoría tiene entre uno y dos.
55
Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (1996), la tasa global
de fecundidad52
en el estado, en el período de 1987 a 1991 correspondió a 3.2 hijos por
mujer, una tasa menor que la media nacional, de 3.5. Obteniendo el número de hijos por
mujer en Mazatlán, se obtiene que es el más bajo de todo el estado, de 2.4, y en los
sectores medios de dos hijos por mujer53
. En el caso de las mujeres universitarias
estudiadas, si obtenemos una media, el número de hijos corresponde a la municipal, de
2.4, dado que el 37 por ciento tiene de tres a cinco hijos.
El 44 por ciento de las universitarias estudiadas tuvo a su primer hijo entre los 23
y los 27 años. Un 39 por ciento tuvo su primer hijo entre los 20 y 24 años y un 33 por
ciento después de los 25 (cuadro 13, página siguiente).
Cuadro 13.
Edad de inicio de maternidad del personal
docente femenino de la Universidad de
Occidente, campus Mazatlán
Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997
(Porcentajes)
Rango
de
edad
Total
17-19 11
20-22 11
23-24 28
25-27 17
28-29 6
30-32 6
33-34 6
Fuente directa
Si comparamos este grupo con sus madres, observamos también, como en lo tocante
a la edad de matrimonio, un cambio notable. La edad promedio de maternidad en las
académicas es de 24.6 años y en las madres, de 21.6.
52
Promedio de hijos que una mujer tendría durante su vida reproductiva, entre los 15 y 49 años, si
estuviera sujeta a las tasas de fecundidad observada.
53
Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (1996), Sinaloa ocupaba en 1992 el primer
lugar en uso de anticonceptivos modernos. El 95.8 por ciento de las mujeres de 15 a 49 años en el
estado, hicieron uso alguna vez de algún método moderno para prevenir la concepción, frente al 87.4 por
ciento en el ámbito nacional.
56
La gráfica de la siguiente página demuestra a simple vista el desplazamiento
hacia el rango de edad más tardío en las hijas, entre 23 y 24, mientras que, en las
madres, todavía una tercera parte tuvo a su primer hijo antes de los veinte años.
Gráfica 1.
Edad de maternidad del personal docente femenino de la
Universidad de Occidente, campus Mazatlán, en
comparación con la de las madres
Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997
Personal docente
femenino
Rango
de
edad
Madres*
15-17
18-19
20-22
23-24
25-27
28-29
30-32
33-34
Fuente directa
NOTA: En el caso de las mujeres docentes que no han tenido
hijos, se incluyeron tomando en cuenta la media de distancia
entre la unión y la maternidad del resto de la muestra -2.2
años-, ubicando a dos en el rango de 28 a 29; una se integró en
el rango de 30 a 32 años, pero tiene 6 años de matrimonio y 29
años de edad.
* Se incluye a las madres del personal docente sin experiencia
conyugal alguna (solteras)
Otro cambio se manifiesta en la distancia entre la fecha de matrimonio y el
inicio de la maternidad. En casi el 40 por ciento de las mujeres profesionistas
universitarias, su primer hijo nació durante el primer año de matrimonio, frente al
71 por ciento de las madres; opuesto al primer grupo, el 39 por ciento esperó por
lo menos tres años (cuadro 14, página siguiente).
Así, la distancia media entre el matrimonio y la maternidad en las madres
de las profesionistas es de 1.4 años y en las hijas, 2.2 años.
57
Cuadro 14.
Distancia entre fecha de matrimonio y
maternidad del personal docente femenino
de la Universidad de Occidente, campus
Mazatlán, y sus madres
Trimestre Septiembre-Diciembre, 1997
(Porcentajes)
Tiempo de
espera
Hijas Madres
Primer año 39 71
Dos años 17 9
Tres años 28 5
Cuatro años y
más
11 9
Fuente directa
En resumen, fuera del ámbito familiar la mujer puede encontrar espacios en
donde su condición de género sea, si no eliminada, sí minimizada formalmente. Es
decir, la posibilidad del reconocimiento de capacidades laborales desligadas de su
función biológica como reproductora de la especie, capacidades de raciocinio y
hedonismo.
No obstante, en las relaciones conyugales, se le asignan roles indisolublemente
relacionados con su naturaleza, además de los nuevos que se han generado con los
procesos de cambio, como el de proveedora, aunque este no es asimilado todavía, en
general, como una responsabilidad personal social, sino una opción en función de las
posibilidades y necesidades de la familia.
58
Capítulo IV
Distribución de responsabil idad del trabajo doméstico y
patrones familiares
1. Arreglos de distribución del trabajo doméstico
Cuando la mujer trabaja fuera de su hogar, es común que otros miembros
tomen parte en la ejecución del trabajo doméstico, sin embargo, no representa ni
la mitad de la carga de trabajo. Es decir, si bien la inserción al mercado laboral
por parte de las mujeres, aún profesionistas, introduce la probabilidad de una
redistribución del trabajo doméstico, ésta no se da en la misma proporción en
todos los casos ni con relación al tiempo y esfuerzo que la mujer dedica a su
actividad laboral (Sánchez Gómez, 1991:74).
En este sentido, la responsabilidad en la distribución del trabajo doméstico
no depende solamente de quien aporta ingresos al hogar, sino también del medio
socioeconómico y cultural y de la orientación socializadora de la familia de
origen.
Enseguida se agrupan en dos grandes categorías los arreglos conyugales
que construyen las mujeres profesionistas, en cuanto a la distribución del trabajo
doméstico: arreglos desiguales, con mayor carga de trabajo para la mujer y,
arreglos equitativos, donde se comparten las tareas con el cónyuge54
.
Dichas categorías se sustentan en la distribución de actividades ligadas al
trabajo doméstico correspondientes a las esferas de producción y compra de
bienes y servicios. No se toma en cuenta la esfera de atención y cuidado de hijos,
dado que no corresponde necesariamente con las otras dos55
.
1.1 Arreglos desiguales
Un arreglo desigual en la distribución de la responsabilidad del trabajo
doméstico se identifica pues, en este caso, cuando la mujer esposa carga con un
54
Para analizar la distribución de actividades en este capítulo se consideran sólo aquellas efectuadas con
regularidad por parte del hombre y de la mujer, es decir, las que se realizan con la frecuencia de
“siempre” y “casi siempre”.
55
En el capítulo III se define el criterio de división en las actividades domésticas en tres esferas:
Producción (como la preparación de alimentos, limpieza general y mantenimiento de bienes domésticos),
compra de bienes y servicios (acudir por ejemplo a los centros de consumo de víveres y enseres o pago de
los servicios), y como tercera esfera, cuidado y atención de los hijos (bañarlos, vestirlos, atender
compromisos escolares, transporte, etc.).
59
mayor peso en dicha responsabilidad mientras que la participación del cónyuge
masculino se expresa como “ayuda”.
De veintiún arreglos conyugales estudiados, catorce pertenecen a esta
categoría, lo que significa el 67 por ciento del total.
Al cuantificar la realización sistemática de las actividades relacionadas
con el trabajo doméstico, sumando las tres esferas aquí consideradas –producción
doméstica, compra de bienes y servicios, y cuidado y atención de hijos- se
obtiene que el 45 por ciento de las tareas las realizan los hombres y el 53 por
ciento, las mujeres. Visto así, la desigualdad atribuida no parece tal, si se
considera, además, que en la mayoría de los casos es el hombre quien aporta el
principal ingreso económico. Este es, de hecho, el argumento más esgrimido.
Sin embargo, el tiempo y el esfuerzo necesarios para ejecutar las
diferentes labores, no son los mismos. El trabajo en las esferas domésticas de
producción y de atención y cuidado de los hijos, exige la labor diaria y repetitiva.
Por ello, es menester precisar el peso en cada una de las esferas y las actividades
que realizan hombres y mujeres.
Cuadro 1.
Arreglos desiguales
Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres
(Porcentajes)
Actividades
Ho
mbr
es
Muj
eres
Esfera de producción doméstica 36 51
1. Preparación de alimentos 14 71
2. Limpieza del interior 7 86
3. Lavado y arreglo de ropa 7 79
4. Limpieza del exterior 43 64
5. Compostura de desperfectos 79 7
6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 64 0
Esfera de compra de bienes y servicios 64 50
1. Compra de víveres y enseres domésticos 71 71
2. Pago de servicios 57 29
Esfera de cuidado y atención de hijos 36 64
1. Compromisos escolares de los hijos 36 50
2. Atención de los hijos 36 79
Fuente directa
En la esfera de la producción se amplía la desigualdad, pues el 36 por
ciento de las tareas las realiza el hombre mientras que el 51 por ciento corren a
cargo de la mujer. Como se aclaró antes, las tareas que aquí se consuman son la
60
limpieza del interior y del exterior de la unidad doméstica, el lavado y arreglo de
ropa, la compostura de desperfectos y el mantenimiento y limpieza del vehículo,
además de la preparación diaria de los alimentos.
Por el contrario, en la esfera de compra de bienes y servicios la
participación masculina aumenta. De manera global, ellos se encargan
sistemáticamente del 64 por ciento de las actividades que competen a esta esfera y
las mujeres del 50 por ciento. Esto es porque los cónyuges masculinos son
quienes acuden en mayor proporción a los centros de recepción del pago de los
servicios, el 57 por ciento de los hombres contra un 29 por ciento de las mujeres.
Aunque por otro lado, tanto el 71 por ciento de las mujeres como de los hombres,
realizan la compra de víveres y enseres domésticos.
La balanza se inclina de nuevo hacia las mujeres en el terreno de los hijos.
Mientras que las mujeres se responsabilizan del 64 por ciento de las tareas
cotidianas de esta esfera, sus cónyuges participan en un 36 por ciento de éstas. Al
desglosar por actividad, se nota que la participación masculina se mantiene en la
misma proporción, 36 por ciento respecto a compromisos escolares y otro tanto
en atención de los hijos. No así en el caso de las mujeres, quienes son más
proclives a efectuar las actividades vinculadas a la atención –el 79 por ciento de
las mujeres señalaron realizar dichas acciones-, quedando en segundo lugar lo
referente a compromisos escolares, pues sólo el 50 por ciento de ellas
manifestaron hacerse cargo de ese tipo de actividades.
Así pues, al revisar la distribución en función de las tareas es notable una
mayor disparidad.
En resumen, las mujeres se encargan principalmente de las labores de
limpieza del interior, de la ropa, la preparación de alimentos y también de la
limpieza del exterior; en lo que menos participan es en la compostura de
desperfectos y lo relacionado con el vehículo.
Los cónyuges, por el contrario participan más en estas dos últimas y
menos en las cuatro primeras. Por otro lado, ellos se involucran más cuando de
los hijos se trata en comparación con las labores de limpieza, pero aún muy por
debajo de la responsabilidad asumida por las mujeres. Sin embargo, destaca su
presencia en la esfera de compra de bienes y servicios, sobre todo a la hora de
efectuar los pagos.
No sólo el tamaño de la carga de trabajo implica pues, desigualdad,
también lo es la distribución de actividades según el sexo. En suma, en los
arreglos que establecen las mujeres profesionistas, con relación a la distribución
de las tareas domésticas, se divide sobre todo en función de lo que se califica
como actividades masculinas y femeninas.
Por último, en estos casos los arreglos de distribución se dan de dos
maneras: la delimitación de tareas casi exclusivas y la realización compartida.
El primero figura en la mayoría de los arreglos: la mujer se encarga de una
tareas y el cónyuge de otras, mismas que coinciden con los roles asignados
culturalmente a partir de sus atributos sexuales. Ocasionalmente los hombres
colaboran en la limpieza del interior, mientras que ellas, en algunos casos,
61
también ocasionalmente arreglan desperfectos de la casa y se encargan de la
limpieza y mantenimiento del automóvil.
El segundo tipo de arreglo se da menos. La actividad que destaca es la de
compra de víveres y enseres y en segundo término los compromisos escolares de
los hijos.
1.2 Arreglos equitativos
Se consideran arreglos equitativos aquellos en los que la responsabilidad del
trabajo doméstico se distribuye por igual entre los dos cónyuges, en donde las tareas
cotidianas del hogar son responsabilidad de ambos.
En este grupo -en el cual se ubican siete arreglos conyugales de las mujeres
estudiadas, es decir, el 33 por ciento- la responsabilidad doméstica se distribuye de
manera equitativa, incluso, si se suman y se obtiene una media de las tres esferas, resulta
una carga mayor de trabajo doméstico para el hombre, con el 63 por ciento de las tareas,
y para la mujer el 54 por ciento.
Al contrario de lo que sucede en el grupo anterior, pareciera que aquí la
desigualdad doméstica es a la inversa, mayor carga para el cónyuge masculino. No
obstante, las actividades de cada una de las esferas no se pueden medir bajo la sola
lógica de las sumas y las restas, sino, además, considerando las características de cada
una de ellas. Así pues, al especificar se advierte una compensación que, en general,
equilibra la situación (cuadro 2, página siguiente).
62
Cuadro 2.
Arreglos equitativos
Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres
(Porcentajes)
Actividades
Ho
mbr
es
Muj
eres
Esfera de producción doméstica 52 48
1. Preparación de alimentos 43 57
2. Limpieza del interior 57 71
3. Lavado y arreglo de ropa 57 71
4. Limpieza del exterior 57 14
5. Compostura de desperfectos 71 29
6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 29 0
Esfera de compra de bienes y servicios 88 64
1. Compra de víveres y enseres domésticos 71 86
2. Pago de servicios 100 43
Esfera de cuidado y atención de hijos 50 50
1. Compromisos escolares de los hijos 50 50
2. Atención de los hijos 60 60
Fuente directa
Las diferencias brotan en la producción doméstica y en la compra de bienes y
servicios. En las actividades concernientes a la limpieza del interior del hogar, el arreglo
de la ropa y la preparación de alimentos, hay mayor proporción de mujeres, pero esta
diferencia es mínima comparada con el grupo anterior. Por otro lado, es notable que,
cuando de los hijos se trata, la equidad es total.
Aquí también se dan las dos formas de organizar la distribución del trabajo
doméstico.
Por un lado, la compra de alimentos y enseres, así como la limpieza del interior,
se efectúan, en general, entre los dos cónyuges, en el 71 por ciento y en el 57 de los
casos, respectivamente. También se comparte por igual la preparación de alimentos y el
lavado y arreglo de la ropa aunque en menor medida. Esto significa que en el 43 por
ciento de las parejas se cocina y se lava la ropa a la par.
Por otro lado, hay tareas que son repartidas según la condición sexual. Las
mujeres se dedican más a la limpieza del interior de la casa y de la ropa; mientras que
los hombres tienen mayor disposición a efectuar labores como el mantenimiento y
limpieza del vehículo, la limpieza del exterior y la compostura de desperfectos.
63
2. Patrón de la familia de orientación
Como estrategia de análisis se han construido cuatro patrones familiares con el
fin de definir las diferencias básicas entre las familias de orientación de las mujeres
profesionistas universitarias y ubicar el tipo de arreglos conyugales de distribución del
trabajo doméstico que se desprende de cada uno de los patrones familiares.
Dichos patrones familiares se rigen a partir de las siguientes variables: la
participación masculina en el trabajo doméstico (padres y hermanos) y, específicamente
del padre en el cuidado y atención de los hijos, la escolaridad de la madre y la
distribución de la autoridad en forma de toma de decisiones (actividades de la madre
fuera del hogar, asuntos escolares de los hijos y concesión de permisos a los hijos).
Patrón familiar tipo uno
Aquí se ubica a las familias en donde no existió participación masculina de los
miembros de la familia en la esfera de la producción doméstica; el padre tuvo escasa
participación en el cuidado y atención de sus hijos, asumiendo mayor autoridad sobre la
madre y los hijos al controlar sus actividades y libertad de movimiento. Cabe dentro de
este tipo, la ausencia total del padre en las decisiones y en la relación con sus hijos, “el
padre ausente”; la madre que carga con todas las responsabilidades en el hogar y en el
cuidado de los hijos. En este tipo las madres tienen escolaridad hasta primaria.
Patrón familiar tipo dos
Participación masculina, principalmente de hermanos, en el trabajo doméstico y
escolaridad de la madre hasta nivel medio básico. Escasa o nula participación del padre
en la atención y cuidado de sus hijos. Ausencia del padre o autoridad diferida entre los
padres: en general, la madre decide sus actividades fuera del hogar y los asuntos
escolares de los hijos, sola o en consenso con el padre; mientras que es el padre quien
otorga los permisos a sus hijos.
Patrón familiar tipo tres
Participación masculina, sobre todo de los hermanos, en el trabajo doméstico.
Mínima o equitativa participación del padre en el cuidado y atención de sus hijos, con
autoridad diferida entre los dos cónyuges, la madre decide por sí misma, o en consenso
con el padre, las actividades propias; en los asuntos escolares de los hijos y en la
concesión de permisos participan en conjunto los dos padres; madres de escolaridad
hasta primaria.
Patrón familiar tipo cuatro
Participación masculina en el trabajo doméstico y participación mínima o
equitativa del padre en el cuidado y atención de sus hijos. Autoridad diferida entre los
cónyuges, en donde la madre decide sus propias actividades, sola o de manera
consensada con el cónyuge. Tanto los asuntos escolares como los permisos a los hijos se
deciden entre los dos padres. Aquí encontramos madres con escolaridad postprimaria.
64
El tipo de patrón familiar al que pertenece el grupo de veintiún mujeres
profesionistas estudiadas en relación al tipo de arreglos conyugales de
distribución de trabajo doméstico se presenta de la siguiente manera:
Cuadro 3
Distribución de familias de orientación según patrón familiar
(Valores absolutos)
Patrón familiar
Famil
ias
Arreglos conyugales
Desigu
ales
Equita
tivos
Patrón familiar tipo uno 8 6 2
Patrón familiar tipo dos 7 7 0
Patrón familiar tipo tres 2 1 1
Patrón familiar tipo cuatro 4 0 4
Total 21 14 7
Fuente directa
A continuación se describen las familias a las que pertenecen las mujeres
que formaron parte de la muestra según el tipo de arreglo conyugal de
distribución del trabajo doméstico y patrón familiar.
2.1 Patrones familiares de los arreglos desiguales
Conforman este grupo mujeres que se criaron en familias cercanas a los
tres primeros patrones propuestos. Seis de las familias se pueden ubicar dentro del
patrón número uno, siete más en el número dos y, una, en el tres.
Patrón familiar del tipo uno
Las seis familias que coinciden con el patrón tipo uno se ubican dentro de
los sectores medios, además de que, tanto la madre como el padre alcanzaron
hasta el nivel de primaria. En cuatro de estos casos los padres tenían la misma
escolaridad, y en las dos familias restantes era desigual. De las dos últimas, en
una pareja el padre contaba con la primaria terminada en tanto que la madre no la
había concluido; en la otra pareja, el caso era casi a la inversa, ya que era la madre
quien tenía mayor escolaridad, cinco años de primaria frente a los dos años
cursados por el padre.
Durante las etapas de infancia y adolescencia las madres de este grupo de
mujeres tuvieron como ocupación única la atención del hogar y de sus miembros,
en tanto que los padres presentan ocupaciones diversas: chofer, agente de ventas,
agricultor, ferrocarrilero, empleado público y mecánico.
Las generaciones de las madres varían entre las nacidas en 1922 (dos),
1935-36 (dos) y las nacidas entre 1944 y 1954. Los padres son de generaciones un
poco más antiguas, con una media de 5 a 6 años de diferencia respecto a la madre.
65
Es decir, el padre que hoy tendría mayor edad nació en 1912 mientras que, el
menor, en el año del 43.
a) Distribución de actividades domésticas
En ninguno de los hogares hubo participación masculina en el trabajo doméstico;
ni de padres ni de hermanos. Sólo en dos casos el padre participó en calidad de ayuda a
la madre en el cuidado y atención de los hijos, pero en ellos, como en los demás, ellos
controlaban las actividades de la madre y eran quienes concedían los permisos a los
hijos.
En el hogar de las seis mujeres profesionistas con arreglos desiguales que
tienen como antecedente el patrón familiar tipo uno, es donde se nota un mayor
trabajo de las mujeres, en comparación con las que provienen de los otros tipos de
familias, como se verá más adelante. Aquí, por ejemplo, se da el caso de una
pareja en donde el marido sólo participa en las tareas concernientes a las esferas
de producción y compra de bienes y servicios en forma muy esporádica y “cuando
está de buenas”, a petición de la esposa.
Visto por esferas, estas mujeres rebasan en carga de trabajo la media del
total en la categoría de arreglos desiguales y también presentan porcentajes
mayores a los cónyuges en todas las esferas; ellas también se encargan del pago
de los servicios, actividad predominantemente masculina en el resto (cuadro 4,
página siguiente).
Cuadro 4.
Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo uno
Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres
(Porcentajes)
Actividades
Ho
mbr
es
Muj
eres
Esfera de producción doméstica 44 72
1. Preparación de alimentos 17 83
2. Limpieza del interior 17 100
3. Lavado y arreglo de ropa 17 100
4. Limpieza del exterior 67 67
5. Compostura de desperfectos 83 17
6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 67 17
Esfera de compra de bienes y servicios 50 75
1. Compra de víveres y enseres domésticos 67 100
2. Pago de servicios 33 50
Esfera de cuidado y atención de hijos 25 58
1. Compromisos escolares de los hijos 33 50
2. Atención de los hijos 17 670
Fuente directa
66
En promedio, las mujeres participan en un 68 por ciento en el total de las
actividades del hogar, mientras que, los hombres lo hacen en casi un 40 por
ciento. Cabe aclarar que no cuentan con empleados domésticos y es mínima la
participación de parientes: la madre que de vez en cuando ayuda en la
preparación de alimentos o la hermana, en la limpieza y en las compras.
b) Toma de decisiones e interacción
Las decisiones domésticas, esto es, la decisión acerca de la comida diaria y
de la contratación de servicios domésticos son asumidas por las mujeres
profesionistas que pertenecen a este subgrupo. La mitad de ellas decide por sí sola
si trabaja y dos más lo acuerdan con el cónyuge. En un sólo caso es el cónyuge
quien tiene mayor participación en los asuntos domésticos y en el trabajo de ella:
él es trece años mayor, ya había tenido una relación conyugal, no terminó su
carrera profesional (cursó hasta segundo año de medicina) y es, por cierto, el
único extranjero, ecuatoriano.
En este último caso, en el hogar familiar de origen, el padre decidía sobre
la contratación de servicios domésticos y la comida diaria, además de otorgar él
los permisos a los hijos. Sin embargo, la madre llevaba el control de los ingresos,
los asuntos escolares y la compra de bienes suntuarios. Asimismo, el padre era
diez años mayor que la madre, nacidos en 1943 él, y en 1953 ella.
En el resto de las familias, en las actividades de la esposa también
participaba el padre, en dos casos, de manera consensada, y en los otros dos de
manera unilateral por parte del padre. Eran ellos, además, quienes otorgaban los
permisos a los hijos. Se presenta, sin embargo, un caso en donde no se convivió
con los padres después de los tres años de edad, ante el deceso de la madre y
trabajo del padre. Por esta razón la profesora en cuestión vivió con sus hermanas,
quienes trabajaban y ayudaban a sostener el hogar y, por lo tanto tomaban todas
las decisiones.
Aquellas mujeres con mayor autonomía para decidir sobre su trabajo,
coinciden con los dos únicos hogares familiares en donde por lo menos hubo una
mínima participación del padre, pero no así en el tercer caso. No obstante, en éste
último, la madre tenía mayor escolaridad, más años de primaria cursados.
Por otro lado, la relación con el cónyuge de la mujer profesionista, es
menos conflictiva en las interacciones cotidianas56
en comparación con los otros
subgrupos. En cuatro casos no se da ninguna manifestación de disgusto por parte
del cónyuge como resultado de su trabajo, tres de los cuales, el marido participa
en la decisión.
56
Como parámetro de medida solicitamos a las mujeres de este estudio respondieran la reacción del
cónyuge a determinada situación a partir de cuatro grados: Muy conflictivo (1). Agresión física y/o verbal;
Conflictivo (2). Discusión, reclamos, actitudes de venganza del cónyuge; Poco conflictivo (3).
Manifestación de preocupación o enfado momentáneo; Nada conflictivo (4). Ninguna manifestación
inmediata o posterior que perjudique la armonía.
67
En los otros dos se presentan algunas discusiones y reclamos, hasta
agresión; los cónyuges vivieron su infancia y adolescencia en zonas rurales de
Sinaloa. En uno, donde el marido estudió hasta primaria, el conflicto llega a la
agresión, al tener que salir de la ciudad por causas del trabajo; en el otro, donde
el cónyuge tiene estudios profesionales terminados, con empleo de dirección y
testigo de Jehová, la situación de no atender el hogar a causa de las actividades
laborales se marcó como “poco conflictiva”:
Él no quería que yo trabajara, la condición que me puso fue que no le descuidara la casa;
(...) cuando yo no cumplía bien, (él) se molestaba, pero nunca hubo mucho problema.
Otro aspecto donde se registra mayor fricción, se da cuando ellas llegan
muy noche a su casa y el marido ya está ahí. En cinco se produce una
manifestación de disgusto, en tres de ellas, se llega a la discusión y al reclamo.
Sólo una, la marca como situación “nada conflictiva”, quien, además, es la que
presenta mayor cantidad de situaciones marcadas con esa misma calificación. Ella
vivió en el único hogar de este subgrupo, en donde las mujeres tomaban todas las
decisiones. Asimismo, el cónyuge, es el único del subgrupo y de los graduados
en nivel superior, que es académico universitario, no profesa religión alguna,
proviene de sectores altos y se crió en Mazatlán durante la infancia y
adolescencia.
c) La pareja
Régimen matrimonial
Las características de las parejas tienden a ser heterogéneas. Tres de ellas,
están unidas bajo régimen cívico-religioso, al igual que sus padres. Se presenta un
caso de matrimonio sancionado sólo por el Estado a diferencia de los padres que
se casaron por las dos leyes. Los dos casos restantes, se trata de parejas en unión
libre; en una, los padres de ella se casaron sólo por la iglesia y, en la otra, sólo por
el civil.
Edad de matrimonio
Se casaron en diferentes edades, una a los 19 años, y el resto entre 2257
y
26, la de matrimonio más tardío. Las madres de ellas se casaron antes de los 20
años; sólo una se unió después de esa edad, a los 25, coincidiendo con la de la
hija, al igual que la edad del padre y del cónyuge en el momento en que se da el
matrimonio, 26 años.
Diferencia de edad
Tanto entre las parejas de las mujeres universitarias estudiadas, como en
los padres, la diferencia de edad es diversa, desde trece y diez hasta un año, sin
que se presenten más que dos casos en donde se asemejen. En el caso en que el
57
Se considera sólo la edad de matrimonio respecto de la relación de pareja que se analiza, pues para un
caso de este subgrupo, ésta es su segunda unión. Se casó, por primera vez, a la edad de 17 años. Cinco
años después, a los 22, vuelve a unirse.
68
cónyuge es mayor en trece años, el padre era diez años mayor que la madre; en el
otro, la diferencia entre los padres y entre ella y su cónyuge es por un año, además
de coincidir en las edades de casamiento, como se dijo en el párrafo anterior.
En las universitarias sólo dos casos aparecen con una diferencia de edad
de diez años o más. En el resto la media al respecto es de 2.2 años.
Por último, en este subgrupo se da un caso en donde la mujer profesionista
es mayor que su cónyuge, quien es dos años menor.
Maternidad
De las que tienen hijos (cinco de seis mujeres), todas esperaron por lo
menos dos años para el nacimiento del primero, por lo que la edad de inicio de la
maternidad es a partir de los 20 años58
. Las madres también tuvieron a su primer
hijo a partir de esa edad, sólo una presenta una edad temprana, a los 16, es
también la que se casa a menor edad, a los 15 años.
d) Actitudes
La mayoría de las mujeres universitarias de este subgrupo, las cinco que
son madres y nacidas entre 1967 y 1953, manifiestan una aceptación de la
desigualdad y la subordinación a los intereses de la familia, de sus hijos y su
esposo.
Desde la perspectiva de la desigualdad de los sexos, las primeras seis
proposiciones de la tabla siguiente (cuadro 5), guardan una ideología de
subordinación femenina ante el dominio masculino.
58
Quien se unió en dos ocasiones, tuvo a su primer –y único- hijo en la primera relación, a los 20 años,
habiéndose casado a los 17. Por lo que, cuando se vuelve a unir, ya tiene un hijo; hija, para ser precisos.
69
Cuadro 5.
Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo uno
Tabla de actitudes*
(Valores absolutos)
Proposición
1 2 3 4 5
1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las necesidades de
su familia
5 1
2. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su
esposa
2 3 1
3. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer
1 2 2 1
4. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les da la
vida
1 1 4
5. Para que una mujer se realice necesita tener hijos
1 1 1 3
6. Si el cónyuge masculino debiera mudarse a otra ciudad
debido a su trabajo, la esposa debe seguirlo aunque ella
renuncie al suyo
1 3 2
7. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge
1 2 1 1 1
8. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo hace
una mujer
1 5
9. Tener hijos no es importante en el matrimonio
1 1 2 2
Fuente directa Siguiendo la escala de Lickert, los números de las respuestas corresponden a lo siguiente: 1.
Totalmente de acuerdo; 2. De acuerdo; 3. No tengo opinión; 4. En desacuerdo y; 5. Totalmente en
desacuerdo
Las opiniones favorables de las mujeres en las proposiciones uno, dos y
seis, reflejan una aceptación de dependencia hacia el cónyuge, dada, en ese
sentido, la responsabilidad principal en el hombre como jefe de familia. De las
que se manifiestan en desacuerdo en seguir al cónyuge si se muda de ciudad, una
tiene un ingreso mayor al de él y su situación conyugal está en un momento de
ruptura, según ella misma lo manifiesta.
La única que no concuerda con las tres afirmaciones es la más joven del
grupo, nacida en 1971.
Por otro lado, si bien la mitad de ellas no considera la maternidad como la
única posibilidad de realización personal, sí la consideran importante para el
70
matrimonio, además de que, en su opinión, el hombre tiene tanta capacidad como
la mujer para cuidar a los hijos. Quien no opina, es la única que no tiene hijos.
En lo que presentan una mayor división de opinión es, por un lado, en si el
trabajo doméstico es una función de la mujer; la mitad está de acuerdo en ello.
Son mujeres nacidas entre 1962 y 1967 (las treintañeras), sus madres no
terminaron la primaria y el padre tenía mayor autoridad y control sobre los
integrantes del hogar.
Por otro lado, respecto a compartir el salario con el marido; dos no están
de acuerdo y una no tiene opinión. La que no opina es la más joven, y las que
están en desacuerdo, nacieron entre 1953 y 1957, es decir, las que, en el momento
de la entrevista, estaban viviendo su cuarta década. Además, una de ellas es quien
vivió con sus hermanas y no con su padre; en el otro caso, la madre, aunque no
terminó la primaria, alcanzó mayor escolaridad que el padre.
Patrón familiar del tipo dos
Este tipo de familias se distingue principalmente por una mayor
participación de la madre en las decisiones, así como una distribución del trabajo
doméstico con presencia masculina. Siete de las familias de las mujeres
profesionistas con arreglos desiguales, caben en este tipo.
De las siete familias, cinco pertenecen a los sectores medios, en donde todos los
padres tenían mayor escolaridad que la madre, desde algunos años de primaria (primaria
sin terminar contra primaria del padre) a tres niveles de por medio (primaria de la madre
contra especialidad del padre –médico especializado). Los otros dos casos, uno
perteneciente a sectores pobres y el otro a sectores ricos. En el primero, el padre tiene
como escolaridad alcanzada una carrera técnica subprofesional, comercio, y la madre
primaria terminada; en el segundo, la madre tiene mayor escolaridad, secundaria
terminada frente a tercero de primaria del padre.
Durante la infancia de las mujeres que salieron de estas familias, todas las
madres fueron amas de casa, se dedicaron por completo al hogar; sin embargo, en la
etapa de la adolescencia una de ellas, la del hogar de nivel económico bajo, ingresó al
mercado de trabajo en el sector servicios, como recamarista, y se convirtió en jefe de
familia, hecho motivado por la separación con el cónyuge. De los siete padres, los de
mayor escolaridad tenían ocupaciones de médico y gerente; de los dos de nivel medio
básico, uno fue marino y alcanzó grado de teniente y, el otro, trabajaba como capitán de
barco; por último, los de menor escolaridad, se ocupaban como contratista, mecánico y
transportista.
Las madres de generaciones más antiguas nacieron entre 1925 y 1928, tres del
total; el resto entre 1942 y 1947. Tres de los padres nacieron entre 1918 y 1924, dos en
1930 y 1931 y, dos de generaciones más recientes, nacidos en 1942 y 1945.
a) Distribución de actividades domésticas
De los siete hogares de las familias de orientación de las universitarias, en casi
todos, menos uno, la distribución del trabajo doméstico se dio con la participación
71
masculina, sobre todo de hermanos; en uno inclusive, se repartían equitativamente las
labores.
Esto varía cuando se observa la participación del padre en el cuidado y atención
de los hijos. Sólo en tres de ellos colabora con la madre, pero en los demás es la madre
quien se hace cargo por completo de los hijos, sin considerar ayudas externas.
En promedio, en los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas del
subgrupo patrón familiar tipo dos, ambos cónyuges participan en un 46 por ciento con
las labores domésticas.
Cuadro 6.
Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo dos
Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres
(Porcentajes)
Actividades
Ho
mbr
es
Muj
eres
Esfera de producción doméstica 24 45
1. Preparación de alimentos 14 71
2. Limpieza del interior 0 71
3. Lavado y arreglo de ropa 0 57
4. Limpieza del exterior 14 57
5. Compostura de desperfectos 57 14
6. Mantenimiento y limpieza del vehículo 57 0
Esfera de compra de bienes y servicios 79 28
1. Compra de víveres y enseres domésticos 71 82
2. Pago de servicios 43 14
Esfera de cuidado y atención de hijos 36 64
1. Compromisos escolares de los hijos 29 43
2. Atención de los hijos 43 86
Fuente directa
Ahora bien, como arreglos desiguales, la mujer tiene mayor participación en las
esferas de la producción y en el cuidado y atención a los hijos. Sin embargo, se observa
que para estas mujeres la carga de trabajo doméstico que realizan es menor en
comparación con la del subgrupo anterior.
Por otro lado, destaca el hecho de que ninguno de los cónyuges colabora
ni en la limpieza del interior del hogar ni en el lavado y arreglo de ropa. Esto tiene
relación con la existencia de otras personas involucradas en esas tareas. Algunas
tienen hijos en posibilidad de colaborar, por lo menos, ocasionalmente. Otras
tienen empleados contratados con una frecuente periodicidad y hacen mayor uso
de la colaboración de parientes.
72
b) Toma de decisiones e interacción
Las decisiones domésticas, en general las toman las mujeres, pero en la mitad
también participan los hombres, y en uno de ellos, el cónyuge participa más. Asimismo,
todas tienen autonomía para decidir acerca de su trabajo, sólo una de ellas, decidía en
consenso con el cónyuge. En el hogar de la familia de orientación de esta última, el
padre, si bien ayudaba en el cuidado y atención de los hijos, debido a su trabajo como
capitán de barco, tenía ausencias, por lo que la madre tomaba todas las decisiones.
En todos los casos de las familias del patrón tipo dos la madre participaba en la
concesión de permisos a los hijos, ya sea ella sola o en conjunto con el padre. Por otro
lado, cinco de las madres tenían mayor libertad de movimiento al decidir por sí mismas
sus actividades fuera del hogar, mientras que en dos de los casos, la decisión se
acordaba con el marido.
Es relevante que casi en todas estas familias, menos en una, la madre fuera la
que tuviera mayor decisión en los asuntos escolares de los hijos, aún cuando los padres
son quienes, en general, cuentan con mayor escolaridad. En el único caso donde se da
de manera compartida esta decisión, el padre es médico especializado.
Respecto a este último caso, en la etapa de la adolescencia la madre adquiere
mayor peso en las decisiones en la medida que el padre empieza a ausentarse debido a la
práctica relaciones extramaritales. Este hecho puso en jaque la relación hasta llegar al
divorcio, pero mucho tiempo después, cuando los hijos crecieron.
Algunos arreglos conyugales de las mujeres profesionistas presentaron
interacciones conflictivas. Cuatro de las siete parejas, discutían dado que, por su trabajo,
la mujer dedicaba menos tiempo al cuidado del hogar. En estos casos, los cónyuges,
pertenecientes a las generaciones nacidas entre 1943 y 1956, ya habían tenido una
relación conyugal con anterioridad.
En dos de los casos anteriores se viven además situaciones conflictivas debido a
la libertad de movimiento de la mujer. Ellas pertenecen a las generaciones nacidas en
1952 y 1953. Uno de los cónyuges tenía la misma edad y el otro era siete años mayor, es
decir, nacido en el 46. Los dos hombres vivieron en algún momento en el Distrito
Federal, uno en la infancia y el otro en la adolescencia. Una de las parejas, ya está
separada, su matrimonio duró seis años y habitaron en el Distrito Federal y en Mazatlán;
la otra, todavía mantiene la relación, pero señala estar en un proceso de ruptura después
de 26 años de matrimonio.
En este último caso, ella tiene mayor escolaridad que el cónyuge. En el momento
de la investigación, cursaba estudios de maestría y, señaló que, en el último año su
salario ha rebasado al del marido.
Se siente desplazado. Se ha convertido en mi enemigo. Me agrede verbalmente y a mis
hijos también.
b) La pareja
Régimen matrimonial
73
De los siete arreglos conyugales de las mujeres profesionistas sólo uno se
estableció bajo el régimen matrimonial cívico-religioso. De los seis casos
restantes, tres lo hicieron por acuerdo civil y tres bajo el régimen de unión libre.
Es significativo el hecho de que cuatro de los arreglos conyugales según el
régimen matrimonial de las siete mujeres con familias del patrón tipo dos,
coincidan con el acuerdo matrimonial de sus padres: un caso por unión libre, dos
sancionados por el Estado y uno cívico-religioso.
Edad de matrimonio
Dos de las mujeres profesoras de este subgrupo se casaron antes de los 20
años (a los 17 y a los 18) y una más a los 21. El resto se unió entre los 26 y 32
años59
.
La mayoría de las madres del patrón familiar tipo dos se unió en
matrimonio antes de los 20 años. Sólo dos de las siete se casaron ya cumplidos
los 20 años (una a los 20 y la otra a los 24), y son ellas las madres de aquellas
mujeres profesionistas que tuvieron más de una relación conyugal.
Diferencia de edad
La media en la diferencia de edad entre las siete parejas conformadas por
las profesionistas estudiadas y su cónyuge es de 5.4 años con una desviación
estándar de 8.6, por lo que, la diferencia de edad es muy dispersa. Por ejemplo, en
un caso el hombre es mayor en 20 años, pero en otro la mujer es mayor con ocho
años. Si se excluyen estos datos extremos, la media queda en 5.2 con una
desviación estándar de 3.6.
Se observa aquí un elemento significativo. En la pareja donde la mujer es
mayor, también en el caso de sus padres, la madre es mayor, aunque la diferencia
de edad no es la misma.
Maternidad
Todas las mujeres con familias que pertenecen a este subgrupo tienen
hijos. Presentan en común el tiempo entre el matrimonio y el nacimiento del
primer hijo. En cinco de los casos el nacimiento se da en el primer año de
matrimonio. En otro de los casos, ella ya había tenido un hijo en la primera
relación, por lo tanto inicia su segundo matrimonio con un hijo. Por otro lado,
también para otra de ellas, significaba su segunda unión, y el parto se dio cuando
tenía 33 años de edad. Sólo una de estas mujeres, parió el primer hijo tres años
después de su unión.
Al respecto se registra una similitud con las madres; en cuanto al período
que transcurre entre el matrimonio y el inicio de la maternidad, en cuatro de los
siete casos, madres e hijas, no dejaron pasar más de un año; y, en dos de las otras
tres que esperaron de dos a ocho años, contando desde su primera unión, coincide
con madres que tuvieron al primer hijo a partir de los dos años de matrimonio.
d) Actitudes
59
Dos de ellas en su segunda unión. La edad en el primer matrimonio fue de 23 y 25 años cada una.
74
Respecto a las actitudes es clara una diferencia con aquellas mujeres
profesionistas con familias que pertenecen al patrón tipo uno. En aquél las opiniones se
orientan hacia una aceptación de la desigualdad, mientras que en éste se inclinan hacia
una mayor equidad entre el hombre y la mujer.
Cuadro 7.
Arreglos desiguales. Patrón familiar tipo dos
Tabla de actitudes*
(valores absolutos)
Proposición
1 2 3 4 5
1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las
necesidades de su familia
1 1 4 1
3. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su
esposa
5 2
3. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer
2 5
4. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les
da la vida
1 5 1
5. Para que una mujer se realice necesita tener hijos
1 2 3 1
6. Si el cónyuge masculino debiera mudarse a otra ciudad
debido a su trabajo, la esposa debe seguirlo aunque ella
renuncie al suyo
3 3 1
7. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge
3 2 2
8. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo
hace una mujer
3 3 1
9. Tener hijos no es importante en el matrimonio
3 1 3
Fuente directa
Siguiendo la escala de Lickert, los números de las respuestas corresponden a lo siguiente: 1.
Totalmente de acuerdo; 2. De acuerdo; 3. No tengo opinión; 4. En desacuerdo y; 5. Totalmente en
desacuerdo
Las mujeres de este subgrupo cuestionan la división de roles en ama de casa y
proveedor, dado que todas estuvieron en desacuerdo en que el hombre tiene obligación
de mantener a la esposa. Asimismo, ninguna piensa que el trabajo doméstico sea una
75
función natural de la mujer y la mayoría no está de acuerdo en que su trabajo deba
subordinarse a las necesidades de la familia.
De las dos mujeres universitarias que piensan que el trabajo femenino debe
subordinarse a la familia, una tiende más a la dependencia con el cónyuge y la otra, más
a la maternidad. En el primero, aunque no está de acuerdo en que el cónyuge tenga
como obligación su manutención, si aceptaría mudarse y renunciar a su trabajo si él
debe ir a otra ciudad a trabajar. En el segundo caso, ella no está de acuerdo en mudarse,
pero opina que los hijos son necesarios para la realización personal de la mujer, y que
las madres cuidan mejor a sus hijos.
Respecto a compartir el salario propio con el cónyuge sólo dos responden no
estar de acuerdo. Además de lo anterior también coinciden en el año de nacimiento,
1959, y en que sus madres tenían mayor peso en las decisiones hogareñas.
Cabe aclarar que en este subgrupo la mayoría de las mujeres, cinco de ellas, ya
rompieron con su relación conyugal; asimismo, una de las que están casadas, se
encuentra en un punto de ruptura. Es indudable que dicha situación influye en la
diferencia que existe entre las actitudes manifestadas por ellas y las de las mujeres que
pertenecen a familias del patrón tipo uno.
Patrón familiar del tipo tres
Del grupo conformado por catorce mujeres con arreglos desiguales respecto al
trabajo doméstico, sólo un caso del patrón familiar del tipo tres se puede incluir aquí.
El hogar de esta familia se inserta en los sectores medios; los dos padres tenían
en común la escolaridad -primaria terminada-, y el año de nacimiento, 1932. Por otra
parte, durante la infancia y adolescencia de la profesora del estudio, el padre se ocupaba
como empleado postal y, la madre, como ama de casa. Cabe agregar que la profesora en
cuestión pertenece a la generación del 55.
a) Distribución de actividades domésticas
Esta familia se caracteriza en que el trabajo doméstico se repartía por igual entre
los hermanos varones y las mujeres, mientras que el padre colaboraba en el cuidado y
atención de los hijos.
En el hogar conyugal que esta mujer universitaria construyó, era ella quien
realizaba la limpieza del interior y se encargaba del lavado y arreglo de ropa, mientras
que él se hacía cargo de la compostura de desperfectos y del mantenimiento del
vehículo. Además, entre los dos hacían las compras y cuidaban y atendían a los hijos.
De manera ocasional, los dos cocinaban y efectuaban el pago de los servicios.
Respecto al cónyuge, se obtuvo que era menor un año y su infancia la vivió en
una población de la zona rural del sur de Sinaloa. No tuvo una relación conyugal
anterior y vivía con sus padres al momento de casarse.
b) Toma de decisiones e interacción
En la familia de origen de esta mujer profesionista, las decisiones se tomaban
entre los dos padres: los asuntos escolares, los permisos a los hijos y, también, las
actividades de la madre fuera del hogar.
76
Ahora bien, otra particularidad de esta familia es que, aún cuando la
madre tenía poder de decisión, esto se daba cuando el esposo y padre no estaba en
casa, “cuando salía de viaje”. La presencia del padre en el hogar significaba que
en ese momento toda la autoridad recaía en él. La madre salía sólo lo necesario –
compra de víveres, juntas escolares, por ejemplo- y con el permiso del marido
cuando estaba, pues sabía bien que se disgustaba si ocurría lo contrario.
Nunca salía con amigas ni participaba en cosas que no tuvieran relación con la familia.
Los padres tenían relaciones conflictivas, según la tabla de situaciones
propuestas, sobre todo cuando no se atendía al esposo y la madre manifestaba no estar
de acuerdo con el cónyuge. Ante esta situación, comenta:
Mi mamá, alguna vez lo dijo, aprendió que no debía contradecir a mi papá, aunque no
estuviera de acuerdo, para evitarse problemas.
En el arreglo conyugal de la mujer que proviene de esta familia, tanto ella como
el cónyuge, participaban por igual en las decisiones. Las situaciones más conflictivas
eran generadas por llegar tarde por la noche cuando el marido ya estaba en casa –
conflicto que llegaba a la agresión-, cuando la buscaba en el trabajo y ella no estaba y
también, cuando ella no estaba de acuerdo con él. El trabajo no era un motivo
considerable que produjera tensión. En cuanto a invitar amigos al hogar sin consultarlo
con el cónyuge, nunca lo hizo
nunca se dio el caso, nunca invité a nadie a mi casa.
c) La pareja
La unión conyugal de la mujer de este subgrupo se dio por el civil y la de los padres
de ella bajo las dos leyes. Mientras que sus padres se casaron los dos antes de los veinte
años, a los 19, ella tenía 26 años y el cónyuge 25 cuando se unieron en matrimonio. En
el mismo año de matrimonio tuvo su primer hijo, un poco más temprano que la madre.
d) Actitudes
Según sus opiniones presenta cierta tendencia de aceptación de
dependencia. Opina que la mujer debe subordinar su trabajo a las necesidades de
la familia, así también, le otorga la principal responsabilidad al cónyuge de ser el
proveedor, aunque está dispuesta a compartir su salario con él. Por otro lado, cree
que tanto el hombre como la mujer, son capaces de cuidar a sus hijos, además, no
esta de acuerdo en que una mujer necesite tener hijos para realizarse plenamente,
pero opina que los hijos son importantes en el matrimonio.
77
2.2 Patrones familiares de los arreglos equitativos
De las siete familias de las mujeres de este grupo donde la distribución del
trabajo doméstico es equitativa entre los cónyuges, más de la mitad, cuatro, se pueden
incluir en el patrón familiar del tipo cuatro, sin embargo, una de las familias se parece
más al tipo tres, y dos al tipo uno.
Patrón familiar del tipo uno
De las dos familias que aquí se enmarcan, las madres alcanzaron el nivel básico
como escolaridad, mientras que, en el caso de los padres el nivel educativo difiere en
gran medida, pues uno no terminó la primaria –cursó hasta segundo año-, y el otro
concluyó estudios profesionales.
a) Distribución de actividades
En los dos hogares de las familias de origen, el trabajo doméstico y el
cuidado y atención de los hijos corrió a cargo sólo de las mujeres. En los de las
mujeres profesionistas la distribución expresada como equitativa incluye la
contratación de empleados permanentes y, son ellas las que mantienen la relación
directa con dichos empleados.
Los empleados hacen la limpieza del interior y del exterior. Sólo en un
caso, también se hacen cargo de la atención de los hijos, los cuales son tres y
tienen entre 11 y 18 años de edad. Los cónyuges realizan las actividades
predominantes en el género masculino -como se ha visto también en los
subgrupos de arreglos desiguales-, esto es, la compostura de desperfectos, el
mantenimiento del vehículo y el pago de los servicios.
En el resto de las actividades, la distribución varía. En un caso los dos
cocinan y se encargan del lavado y arreglo de la ropa. Por otro lado, es ella quien
hace las compras y él atiende los compromisos escolares de los hijos. En el otro
caso, ella cocina y se encarga de la ropa, pero entre los dos realizan las compras y
se encargan de los asuntos de la guardería del hijo, menor a cuatro de años de
edad.
Los cónyuges de estas mujeres presentan un perfil parecido. Sus
ocupaciones se relacionan con la academia, uno, profesor y el otro, director de
institución educativa; nacieron el mismo año, en 1948; además de contar estudios
de licenciatura, provenir de familias de los sectores medios y católicos, vivieron
su infancia (uno, parte de ella) en otras ciudades de la república. Sin embargo, se
distinguen en que uno de ellos tuvo una relación conyugal anterior.
Las mujeres de estos dos casos son de profesiones y generaciones
distintas, nacidas en 1952 y 1961. Las dos vivieron fuera de Mazatlán durante los
primeros 23 y 24 años, una en otro estado (del norte de la República) y la otra en
otra ciudad de Sinaloa. La que es mayor realiza sus estudios en Mazatlán desde
preparatoria estando ya casada, mientras que en el otro caso, ella estudió en su
ciudad natal y se casó siete años después de haber egresado.
78
b) Toma de decisiones e interacción
En uno de los dos casos el padre, el mismo con estudios profesionales, no
tuvo convivencia conyugal con la madre, aunque sí hubo una relación suficiente
como para tener varios hijos. Él era once años mayor, pues nació en 1922 y la
madre en 1933. Este hogar se compartía con una pareja amiga de la madre que no
tenía hijos, pero tanto a la profesora universitaria como a sus hermanos, todos
varones, los consideraban como tales. Aquí se sufrieron carencias económicas; la
madre no tenía un trabajo remunerado fuera del hogar, realizaba en su casa
diferentes actividades como artesana, por ejemplo, la fabricación de piñatas.
Después, fueron los hermanos y la mujer profesionistas de este caso quienes
aportaban el sustento familiar.
Así, las decisiones domésticas y en torno a los hijos, fueron tomadas por la
madre. En el arreglo conyugal de esta mujer profesionista, las decisiones se
tomaban entre los dos, a excepción del trabajo de ella –tomado como decisión
personal- y la contratación de empleados domésticos, donde el cónyuge tomaba
mayor parte, pues
como tenía muchos conocidos, él se encargaba de conseguir quien nos ayudara.
El otro caso es una familia del sector medio, en donde el padre primero
fue empleado y después comerciante, mientras que la madre estaba dedicada a los
quehaceres del hogar. La madre llevaba las riendas del hogar, decidía los asuntos
domésticos, los asuntos escolares de los hijos, así como sus propias actividades;
sin embargo, en cuanto al otorgamiento de permisos y la administración del
ingreso, el padre tenía mayor autoridad. No existía diferencia de edad entre los
padres, los dos nacieron en 1921.
En el arreglo conyugal de la mujer que pertenece a esta familia, es ella
quien toma la mayoría de las decisiones relacionadas con el hogar, a excepción,
por ejemplo, de cuestiones como contratos bancarios.
En general, ninguna de las dos mujeres con arreglos equitativos y familias
inscritas en el patrón tipo uno señala tener relaciones conflictivas con la pareja
debido a las situaciones propuestas. Sólo una de ellas marca como “conflictiva” la
manifestación de desacuerdo con el cónyuge; en el otro caso no hubo problema
porque en general, ella siempre estaba de acuerdo y, cuando no era así, no se
discutía, pues igual él no cambiaba de parecer.
c) La pareja
Régimen matrimonial
En un caso, tanto los padres como la hija eligieron el régimen cívico-
religioso, mientras que, en el otro, donde no hubo unión de los padres, la hija
vivió en unión libre.
Edad de matrimonio
79
La que vivió en unión libre, se casó a los 27 años y era menor que el
cónyuge por trece años. En el caso de la madre, aunque no hubo unión conyugal,
su relación con el padre comenzó cuando tenía 20 años y él era once años mayor
que ella. La otra, se casó a los 23 siendo menor que él, cinco años. De esta última
no se tiene conocimiento acerca de la edad de matrimonio de los padres, y al
parecer tenían la misma edad.
Maternidad
Una tuvo su primer hijo a los 24, durante el primer año de matrimonio, y
la otra a los treinta al tercer año de la unión. La madre de la primera tuvo su
primer hijo a los 33 años, y la de la segunda, a los 24, cuatro años después de
haber iniciado la relación con el padre.
d) Actitudes
Difieren en algunas opiniones. Una se inclina más a la subordinación de
su maternidad y, en función de ello prefiere dejar la responsabilidad al cónyuge de
proveer el ingreso, aunque no esté de acuerdo en que sea una obligación sólo de
él. En este sentido, piensa que la mujer debe subordinar su trabajo por las
necesidades de la familia y que los hijos son necesarios tanto para la realización
plena de la mujer como para el matrimonio.
Por el contrario, la otra mujer universitaria, se inclina más por la
obligación del cónyuge como proveedor principal, pero no concuerda con la idea
de subordinar su trabajo por la familia, ni que el tener hijos, sea necesario para la
realización de la mujer ni en el matrimonio. Asimismo, opina que la madre cuida
mejor a sus hijos por ser quien les dio la vida.
Por lo demás, concuerdan en mudarse si el marido se cambia de ciudad, en
compartir su salario con él, y en que los hombres son capaces de cuidar a sus
hijos tan bien como lo hace una mujer.
Patrón familiar del tipo tres
Como en el grupo de arreglos desiguales, sólo un caso se ubica en este
tipo de familia. El mismo, presenta una marcada diferencia en el paso de la
infancia a la adolescencia de la universitaria.
Durante la infancia el hogar de sus padres pertenecía a los sectores pobres
y el padre tenía la ocupación de mesero, después, ya en la etapa de la
adolescencia, el padre ascendió laboralmente y con ello el nivel de la familia,
pasando a considerarse como parte de los sectores medios. La madre siempre fue
ama de casa.
La escolaridad alcanzada en los dos padres es baja; el padre terminó la
primaria, no así la madre; la madre nació en 1934 y el padre en 1933.
a) Distribución de actividades
En la distribución del trabajo doméstico de esta familia, se involucraba al
género masculino, aunque a las mujeres les correspondía realizar más tareas.
80
Respecto al cuidado y atención de los hijos el padre participó activamente, en
forma equitativa.
En su hogar conyugal, esta mujer universitaria comparte casi todas las
actividades con su pareja: la limpieza del interior, del exterior, el lavado y arreglo
de ropa, compra de víveres y enseres, y el pago de los servicios. Ocasionalmente
los dos cocinan y arreglan los desperfectos de la casa, pues de ello casi siempre se
encargan parientes. No tienen hijos.
b) Toma de decisiones e interacción
Con relación a esto, se observa una diferencia en la toma de decisiones en
el hogar de sus padres, pues cuando el nivel económico era bajo, la madre
participaba más en las decisiones. Solía tener independencia a la hora de decidir
sus actividades fuera del hogar, y participar en lo relacionado a la compra de
bienes suntuarios y los permisos a los hijos. El ascenso económico de la familia
coincide con una disminución en la participación de la madre: el padre participa
más en decidir sobre las actividades de ella, y adquiere mayor autoridad en la
compra de bienes suntuarios y en conceder permisos a los hijos. También incide
en la decisión sobre la comida diaria. Los asuntos escolares y la administración
del ingreso se comparte entre los dos cónyuges en las dos etapas.
Las relaciones de los padres se percibieron como “poco conflictivas”, sólo
la inconformidad del padre por la comida y la manifestación de desacuerdo por
parte de la esposa, generaba una situación conflictiva, sobre todo en la infancia.
Por otro lado, nunca sucedió que la madre realizara actividades ajenas al interés
de la familia y, durante la infancia de la hija, siempre estuvo en casa en el
momento que el marido llegaba.
En el matrimonio de la mujer profesionista de este caso, todo se decide en
conjunto, incluyendo, si ella trabaja fuera del hogar. Sus relaciones con la pareja
no son conflictivas, sólo un poco cuando se le hace tarde para llegar a su casa por
la noche y él ya está ahí, cuando la busca en su trabajo y ella no está, y, cuando
no están de acuerdo. Por asuntos relacionados con su trabajo y la atención del
hogar no se genera ningún grado de conflicto.
c) La pareja
Régimen matrimonial
Su unión la rige el estado y la iglesia, mientras que sus padres, iniciaron
la relación conyugal como unión libre y después se casaron por el civil.
Edad de matrimonio
Se casó a los 23 años y es menor que el cónyuge por cuatro años. Sus
padres sólo se llevaban un año de edad, siendo mayor el padre, y se casaron
cuando tenían 20 y 21 años.
Maternidad
Como se mencionó, no tiene hijos, aún cuando tiene seis años de matrimonio.
De las tres mujeres que no tienen hijos, es la única en esta situación, pues las
otras dos, no cumplían todavía un año de casadas. Por otro lado, de las 21, sólo
81
otra tardó más de seis años en procrear, contando desde su primera unión
conyugal.
d) Actitudes
Ella pertenece a la generación de fines de los años sesenta, nace en 1968
para ser precisos, época de cambios y de impulsos democráticos. El cónyuge es
profesionista especializado (médico), quien vivió su infancia en otra ciudad de
Sinaloa y su adolescencia en el Distrito Federal. Antes de casarse vivía con
parientes, ella residía con sus padres y siempre ha vivido en Mazatlán. Para los
dos, es su primera relación conyugal.
Del total de mujeres, es la que más se acerca a una posición de
independencia y total autonomía. Señala estar “totalmente en desacuerdo” en las
primeras seis afirmaciones propuestas. Para ella es muy importante su trabajo, por
lo que no concuerda en subordinarlo a las necesidades de la familia, o por el
trabajo del cónyuge. No cree en las funciones asignadas en función del sexo, ni en
la necesidad de tener hijos para realizarse como mujer, sin embargo, no está de
acuerdo en que tener hijos no sea importante en el matrimonio.
Patrón familiar del tipo cuatro
De familias que se inscriben en el patrón tipo cuatro procede la mayoría
de las mujeres profesionistas con arreglos conyugales equitativos, cuatro de siete.
En primer lugar, en todas, el padre participó en el cuidado y atención de
los hijos, tres de los cuatro lo hicieron a la par que la madre. Igualmente, en tres
de los cuatro, se dio la participación masculina familiar en el trabajo doméstico.
En el que resta, la madre sólo coordinaba las labores, pues tenía empleados. Este
último pertenecía a un nivel socioeconómico alto y residían en el estado de
México, próximos al Distrito Federal.
A excepción de uno de los padres, todos los demás -madres y padres-
tenían escolaridad posterior a primaria. Si los mencionamos por pares, primero la
escolaridad de la madre y luego la del padre, queda de la siguiente manera:
secundaria-secundaria, carrera técnica (enfermería)-preparatoria y carrera técnica
(contador privado), normal-primaria, y profesional-profesional (ambos, estudios
de medicina).
Durante la infancia de estas mujeres universitarias, tres de las madres
tuvieron actividades remuneradas extradomésticas, una como profesora de nivel
básico, otra como médico y la última como empresaria. Ya en la etapa de la
adolescencia, la madre empresaria se dedicó más a las tareas del hogar. Cabe
enfatizar que, de la totalidad de las madres de las veintiún familias, sólo cuatro
tuvieron un empleo extradoméstico, y aquí se concentran tres de ellas. Entre los
padres las ocupaciones fueron: agricultor, médico, empleado y después
comerciante y, un empleado público (esposo de la madre que no trabajó).
a) Distribución de las actividades
82
En el hogar conyugal de este subgrupo de mujeres universitarias, se
observa mayor equidad en la distribución del trabajo doméstico. Ninguna contaba
con empleados fijos, aunque tres de ellas obtenían ayuda de los padres.
Descontando la esfera de cuidado y atención de los hijos (dado que una no
los tenía y en dos casos más, no estaban en edad de asistir a la escuela), las
mujeres realizaban en un 60 por ciento las actividades, y los hombres en un 69
por ciento.
Por esferas y tipo de actividad (cuadro 8, página siguiente), se nota una
mayor proporción de mujeres en la esfera de producción doméstica, exceptuando
la limpieza del exterior. Aquí, es donde más se utilizaban empleados. La misma
cantidad de hombres y mujeres hacen las compras, pero sólo la mitad de ellas
acuden a pagar los servicios.
Cuadro 8.
Arreglos equitativos. Patrón familiar tipo cuatro
Distribución del trabajo doméstico entre hombres y mujeres
(Porcentajes)
Actividades
Ho
mbr
es
Muj
eres
Esfera de producción doméstica 50 58
a) Preparación de alimentos 50 100
b) Limpieza del interior 75 100
c) Lavado y arreglo de ropa 50 75
d) Limpieza del exterior 50 25
e) Compostura de desperfectos 75 50
f) Mantenimiento y limpieza del vehículo* 0 0
Esfera de compra de bienes y servicios 87 62
Compra de víveres y enseres domésticos 75 75
Pago de servicios 100 50
Esfera de cuidado y atención de hijos
50 83
Compromisos escolares de los hijos 0 100
Atención de los hijos 100 67
Fuente directa
En este caso sólo dos tenían vehículo, y señalan que siempre se llevaba a servicio
especializado o se contrataban empleados
Se considera sólo a tres parejas con hijos. Como en un sólo caso los hijos
asistían a la escuela y el hombre no participaba sistemáticamente en esos asuntos, la
contribución global se reduce al 50 por ciento
83
Por otro lado, ya se ha dicho que sólo tres parejas tienen hijos. Aquél
donde los hijos asistían a la escuela, dos niñas en este caso, era ella quien se hacía
cargo de esos compromisos, mientras que él participaba más en su atención, dado
que, por su trabajo –sin horario fijo-, estaba más tiempo en el hogar. Las otras dos
parejas atendían por igual a sus hijos.
b) Toma de decisiones
En las familias de orientación de dos de las mujeres universitarias de este
subgrupo, los padres de generaciones más recientes (nacidos unos en 1946 y, los
otros, en 1949 la madre y en 1947 el padre), decidían casi todo en conjunto,
incluidas las actividades de la madre. Sólo lo referente a la comida, en un caso, y
de los servicios domésticos, en otro, se encargaba la madre.
En los otros dos casos, padres de generaciones más antiguas (una pareja
nacida en 1930 la madre y en 1925 el padre, y la otra, la madre en 1917 y el padre
en 1914), las madres tomaban las decisiones correspondientes a los asuntos
domésticos y escolares de los hijos, así como sus actividades fuera del hogar. En
cuanto a los permisos de los hijos, la madre empresaria los concedía junto con el
padre, mientras que el cónyuge de la madre profesora, era quien tenía mayor
autoridad en esto.
En los hogares de las hijas, en dos casos se decidía en conjunto, también acerca
del trabajo de ella. En otro caso ella disponía sobre cuestiones como la comida diaria, la
escuela de las hijas y su trabajo, y él, la contratación de empleados y contratos. En el
último caso, los dos decidían los asuntos domésticos, pero el cónyuge era quien tenía
mayor peso en la resolución de si ella trabajaba o no. De hecho, mientras duró la
relación (enviudó después de seis años de matrimonio) nunca trabajó, pues él no lo
permitió, aunque ella tenía estudios como normalista y, la madre si ejercía su oficio
como maestra de nivel básico.
Sólo en un caso se presentaron situaciones conflictivas, tanto en las relaciones de
pareja de los padres como en la de la hija. En la relación de los padres, se suscitaron en
general, en todas las situaciones propuestas. El hecho de que la madre trabajara
provocaba discusiones y reclamos por parte del marido. Durante la infancia de la hija, la
madre dedicó buena parte de su tiempo a negocios propios, aunque estaban ubicados
dentro de las inmediaciones del hogar, y el padre exigía que se le atendiera debidamente,
de lo contrario se disgustaba. Por otro parte, ya en la adolescencia, los problemas
llegaron con las relaciones extramaritales del padre. Dicha situación minó la salud de
ambos, además de afectar negativamente el nivel de ingresos, por lo cual tuvieron que
mudarse de ciudad.
La profesora que pertenece a la última familia mencionada, la única separada de
este subgrupo60
, se enfrentaba a una situación conflictiva con relación a su libertad de
movimiento. Cuando el cónyuge la buscaba en su trabajo y no estaba, cuando llegaba
tarde o cuando invitaba amigos sin consultarlo con él. En el último año de matrimonio
fue cuando el conflicto se tornó más grave; ella comenzó a trabajar más horas, lo que
60
Otra de ellas es viuda.
84
redundó en un mayor salario en comparación con el del esposo, el cual se había visto
disminuido por la crisis económica61
. En estos problemas intervenía, además, el alcohol.
Al principio los problemas se acentuaban cuando estaba tomado, se portaba agresivo,
impredecible; pero, después, aún cuando no estuviera alcoholizado, también me agredía.
(...) Me daba mucho miedo.
c) La pareja
Régimen matrimonial
Todas estaban unidas con acuerdos cívico-religiosos, al igual que sus padres.
Edad de matrimonio
Tres de las madres se casaron entre los 20 y 23 años, pero una de ellas lo hizo a
los 30, misma que es presenta mayor diferencia de edad con la pareja, cinco años,
mientras el resto es de cero a tres años. Las hijas se casaron entre los 22 y los 25 años.
La diferencia de edad con los cónyuges no rebasa los tres años, además, en dos casos,
ellas son mayores que ellos, en uno y tres años.
Maternidad
Una de ellas no tiene hijos, dos más iniciaron su maternidad a los 24 años,
después de dos años de matrimonio. La que resta, tuvo a su primer hijo dos años antes
de la relación conyugal, a los 21 años.
Las madres tuvieron a su primer hijo, aproximadamente al primer año de
matrimonio, y después de los 20 años.
d) Actitudes
Tres de las mujeres de este subgrupo, tienden a actitudes ambivalentes, entre la
independencia y autonomía, pero otorgando mayor responsabilidad al cónyuge como
proveedor del sustento. Asimismo, piensan que una mujer no necesita tener hijos para
realizarse pero sí es importante para el matrimonio.
Una de ellas, la que está separada, tiene mayor inclinación a la dependencia.
Responsabiliza totalmente al cónyuge como principal proveedor. Sin embargo, también
reconoce las aptitudes masculinas en el cuidado de los hijos.
No por el hecho de ser la madre la mujer está más preparada para cuidar de sus hijos. En
mi caso, yo era bien “guey” para cuidar a las niñas. Él tenía más instinto.
61
Se dedicaba a la venta de bienes raíces. Con la crisis bajaron las ventas de las casas.
85
Cuadro 9.
Arreglos equitativos. Patrón familiar tipo cuatro
Tabla de actitudes*
(Valores absolutos)
Proposición
1 2 3 4 5
1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las
necesidades de su familia
3 1
3. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su
esposa
1 1 1 1
3. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer
1 1 2
4. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les
da la vida
1 1 2
5. Para que una mujer se realice necesita tener hijos
1 1 1 1
6. Si el cónyuge masculino debiera mudarse a otra ciudad
debido a su trabajo, la esposa debe seguirlo aunque ella
renuncie al suyo
1 2 1
7. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge
1 2 1
8. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo
hace una mujer
2 2
9. Tener hijos no es importante en el matrimonio
1 1 2
Fuente directa
Siguiendo la escala de Lickert, los números de las respuestas corresponden a lo siguiente: 1.
Totalmente de acuerdo; 2. De acuerdo; 3. No tengo opinión; 4. En desacuerdo y; 5. Totalmente en
desacuerdo
3. Arreglos desiguales y equitativos
Aunque tanto en la categoría de arreglos desiguales como equitativos
aparecen familias que pertenecen al patrón tipo uno, en el segundo caso son
equitativos en función de la ayuda de otras personas, ya sean parientes o
empleados, sin dejar de lado las características propias de los cónyuges.
Por otro lado, en los arreglos desiguales ninguna de las familias de
orientación cabe dentro del patrón familiar cuatro. Dicho patrón encierra
86
variables que, conjugadas, pueden orientar conductas que tiendan a equilibrar las
relaciones de género: La escolaridad de la madre posterior al nivel de primaria;
la autonomía de esta misma respecto a sus actividades; y la participación activa
del padre en el cuidado y atención de los hijos con las mismas responsabilidades
de la madre.
Los arreglos conyugales en cuanto a la distribución del trabajo doméstico
de las mujeres profesionistas estudiadas en esta investigación, tienen relación
pues, con las características de sus familias de orientación y, en ese sentido, con
la socialización familiar, cuestión que se aborda en el siguiente capítulo.
87
Capítulo V
Socialización familiar y arreglos conyugales de la mujer profesionista
1. De similitudes y diferencias
Integrados en un entorno y en condiciones específicas, actores y actrices,
continúan la construcción de sus identidades sobre la base de aquellas que se iniciaron
en la socialización primaria.
Si bien se rompe con cierta normatividad familiar, y hay comportamientos
distintos en los arreglos conyugales de la mujer profesionista, dada su inserción en otras
instituciones y la relación misma con el cónyuge, se tiende a construir arreglos
familiares propios de acuerdo a una realidad subjetivada en el proceso de socialización
familiar, a partir de las relaciones entretejidas entre los miembros: “hay contenidos
irrenunciables para toda la vida, mientras otros contenidos son maleables y efímeros”
(Lagarde, 1997:67).
En los arreglos de conyugalidad establecidos por las mujeres universitarias, se
presentan ciertos comportamientos que se desprenden del patrón familiar, pero hay
también otros opuestos o, en vías de transformación. Algunos de ellos se visualizan a
simple vista y se manifiestan en una relación directa, favorecidos por el contexto social.
En este panorama, mientras unos se orientan en el mismo sentido, otros caminan por el
lado contrario.
1.1 ¿En qué se parecen?
Se observó, por ejemplo, que el 100 por ciento de las mujeres universitarias
hijas de madres que tuvieron a su primer hijo después del primer año de matrimonio,
también iniciaron su maternidad en ese tiempo: ninguna de ellas tuvo a su primer hijo en
el primer año de matrimonio. Por el contrario, el 46 por ciento de las mujeres
profesionistas que tuvieron al primogénito durante el primer año de la unión, son hijas
de madres con esta misma conducta. Es decir que, el inicio de la maternidad en el 57 por
ciento del total de mujeres profesionistas con experiencia conyugal, presenta pautas
similares a la de sus madres.
Por otro lado en cuanto a la toma de decisiones, se nota también un alto
parecido, sobre todo respecto a la autonomía (62 por ciento), y en asuntos domésticos
(71 por ciento).
El 67 por ciento de las mujeres que decidían por sí mismas mantener su trabajo
extradoméstico, indicaron que sus madres también decidían ellas sus actividades fuera
del hogar; y en donde el cónyuge participaba en la decisión, en el 71 por ciento de los
casos se dio en los mismos términos en madres e hijas.
Respecto a lo doméstico, se observa claramente que es la mujer, en las dos
generaciones, quien tiene mayor peso en dichas decisiones. Evidencia del espacio de
88
poder en el cual las mujeres “dominan”62
. El aspecto que destaca es la alimentación
diaria, es decir, lo que se come diariamente en el hogar: en once de doce casos (92 por
ciento) tanto madres como hijas decidían esta cuestión. Sin embargo, en cinco casos de
nueve (55 por ciento) donde no sólo ellas asumen esta decisión, coincide con quienes se
hacían cargo en la familia de origen: donde el cónyuge masculino toma la decisión, uno
de dos casos (50 por ciento); los dos deciden, dos de cuatro (50 por ciento); y donde
otros deciden –comen en casa de parientes, generalmente la mamá o la suegra- dos de
tres casos (67 por ciento).
Ni qué decir del acuerdo matrimonial, pues como ya anotó antes, el régimen que
predomina en Mazatlán es el cívico-religioso, y así se observa también en este grupo; de
las casadas por esta vía (46 por ciento), nueve de diez (90 por ciento) reproducen la
opción de sus padres. Sólo en tres casos de los que se rigen bajo otro tipo de unión, ésta
es igual a la que eligieron los padres: dos de tipo civil y uno de unión libre.
Ahora bien, se observa que de las seis mujeres que optaron por la unión libre, en
cinco casos (83 por ciento) los padres no estaban casados por el régimen cívico-
religioso; éstos se distribuyen en: uno, sólo por vía religiosa, dos por la del estado, uno
por unión libre y, uno más, donde no hubo unión conyugal.
1.2 Cambios notorios
Además del rol como perceptora de ingreso y haber alcanzado un nivel de
escolaridad mayor al de sus padres, en general, lo que menos reproducen estas mujeres
profesionistas, es la edad de matrimonio y del inicio de la maternidad, sólo en cinco (24
por ciento) y tres (16 por ciento63
) casos, respectivamente, madres e hijas se casaron e
iniciaron la maternidad dentro del mismo rango64
.
Otro aspecto es la diferencia de edad entre los cónyuges. En nueve parejas (43
por ciento) del total de mujeres profesionistas, la diferencia de edad era mayor en dos o
más años (hasta 17 años) a la que había entre sus padres. Por el otro lado, también hay
cuatro de cinco casos de mujeres profesionistas mayores a sus cónyuges siendo que
entre sus padres, la madre era menor o, de la misma edad, en un caso. En el quinto caso,
la madre también era mayor que el padre (aunque con menos años).
En la toma de decisiones se registra también una diferencia, misma que se
relaciona con la mayor participación de los cónyuges masculinos en el cuidado y
atención de los hijos.
62
A decir de Marcela Lagarde (1997), dominan un espacio dominado. Las decisiones que la mujer toma
en torno a los asuntos domésticos, en general lo hace en función del bienestar de los demás; decide a
partir de las preferencias y necesidades del marido e hijos, por lo que las decisiones son indirectamente
tomadas principalmente por el cónyuge: se prepara la comida que y como le gusta o la ropa limpia y lista
para cuando él quiera y necesite usarla. Expresiones como las siguientes son muy comunes: “tengo que
terminar el „quehacer‟ antes de que él llegue”, “si él no fuera a comer, yo comería cualquier cosa”, o “yo
compro este detergente porque deja muy blancos los calcetines de mis hijos”. 63
Tomando en cuenta sólo las que son madres, 18 en total.
64
Ver rangos propuestos en los capítulos II y III, gráficas 1.
89
En el 76 por ciento del total de las familias de las mujeres universitarias
las decisiones sobre los asuntos escolares eran tomadas por uno u otro padre: en
el 88 por ciento de estos últimos la decisión corría a cargo de la madre y en el 12
por ciento, a cargo del padre. Por otro lado, en el 71 por ciento de los arreglos
conyugales formados por las profesoras universitarias, lo relacionado con la
escuela de los hijos es considerado por ambos cónyuges.
Ahora bien, son 11 las mujeres (52 por ciento del total) que toman una
decisión respecto a los asuntos escolares de los hijos de manera distinta a la de
sus padres. En nueve de los casos la madre era la encargada, pero sus hijas
asumen junto con su cónyuge esa responsabilidad; donde era el padre quien
decidía, los dos casos restantes, resultan dos situaciones: en uno se toma la
decisión junto con el cónyuge y en el otro es la mujer quien lo asume.
Se observa también, por otra parte, que las cinco profesoras que provienen
de las únicas familias de orientación en donde tanto el padre como la madre se
hicieron responsables de los asuntos escolares de sus hijos, actúan de la misma
forma en su caso. Y en los otros cinco casos en donde la madre decidía los
asuntos escolares de los hijos, la mujer universitaria también es quien se
responsabiliza de ello.
Por último, es notorio que en ciertos aspectos, lo que se espera de la pareja
ha cambiado. El rol de la mujer como ama de casa al combinarse con el de
proveedora, influye en las expectativas del cónyuge. Mientras que en las familias
de orientación una situación que provocaba conflictos entre los padres se
relacionaba con la atención al cónyuge masculino, en los hogares de las mujeres
profesionistas disminuye como elemento de tensión.
Es significativo por ejemplo, el hecho de que en ocho de los casos (38 por
ciento) se marca la respuesta de “nunca sucedió”, es decir, los padres nunca se
vieron desatendidos en su hogar; mientras que, dada la actividad laboral de las
profesionistas existen momentos en los cuales, según ellas mismas opinan, no
pueden cumplir con sus responsabilidades familiares, específicamente la atención
al cónyuge, pero ello, en la mayoría de los casos (81 por ciento) no origina
situaciones conflictivas.
2. Articulación de variables en la influencia familiar
Ya se ha dicho que la sola inserción al campo laboral, o la adquisición del
rol de proveedora de la mujer de sectores medios con alta escolaridad, no
modifica automáticamente las relaciones internas de la familia; no redistribuye
equitativamente los patrones de distribución del trabajo doméstico en proporción
al trabajo productivo de la mujer. Investigaciones en el contexto nacional indican
que
...las percepciones de las jefas (de hogar) sobre el matrimonio, la maternidad y la
actividad económica deja claro que ellas no siempre cuestionan la división del trabajo
existente en la sociedad y en la familia, y tampoco ven como un problema las relaciones
de pareja en las cuales el varón tiene la autoridad, más bien aceptan valores y normas
90
sociales sobre el papel del padre y las obligaciones de la madre que refuerzan la
subordinación femenina (García y De Oliveira, 1994:170).
En los arreglos de distribución doméstica la influencia de la familia se presenta
a partir de la articulación de determinadas variables. Éstas se conjugan además, con las
distintas relaciones sociales y aprendizajes cotidianos de las mujeres universitarias, pues
como ya se explicó, los individuos no son entes pasivos, sino que, interactuantes en un
tejido social adquieren diversas experiencias que pueden ser identificadas como
elementos de resignificación.
La influencia de la familia no implica, de ninguna manera, una copia fiel, una
imitación exacta del orden familiar precedente, sino la interiorización de elementos que
orientan ciertas posibilidades de acción, que inciden en la selección de significados y en
la conformación de conductas. Se observa, por ejemplo, una diferencia palpable entre
académicas con familias del tipo uno y aquellas pertenecientes a familias del tipo
cuatro.
No es pues, una continuidad lineal sino una edificación a veces dolorosa, con los
quiebres y rupturas que significan las resistencias. En la interrelación con los dos
padres, la identificación no es sólo en función del sexo, sino de la racionalización que el
niño va armando de los dos seres en una construcción de identidad que no es rígida,
sino que se acomoda y/o se constituye en el ritmo de la interacción con los dos sexos65
.
Las costumbres familiares, el lenguaje, el juego, son medios por los cuales la
niña y el niño adquieren el conocimiento de su rol y estatus.
La niña (que es la niña de papá) representa a la madre, es una “mujercita” como
su mamá; se le darán muñecas para que cuide y regañe como hace “una mamá”. El niño
(el niño de mamá) representa al padre, al que trabaja más, al que “trae más dinero a la
casa para comprar cosas”, al que protege a todos porque es fuerte; para él son los
carritos y los “superhéroes”; se le humilla si juega con muñecas, las de “su hermanita”.
Al respecto, Pérez Adán escribe que
a través de los juegos y actividades lúdicas se transmiten también ciertas apreciaciones
valorativas consagradas y epitomizadas en la diferenciación entre muñecas y pistolas,
así como en recomendaciones para los diferentes juegos y deportes (Pérez Adán,
1997:86).
La niña al ser identificada con la madre, se le orienta en un rol femenino
designado culturalmente. El que las madres de las profesionistas universitarias, se
dedicaran en su mayoría a los “quehaceres de hogar”, aunado a las prácticas en el hogar
según la división sexual del trabajo, entre hermanas y hermanos, habla de la intensa
socialización del rol de madre y esposa y de la incorporación de significados al
impregnarse, la mujer, de un ser femenino que, en este proceso, hace suyo, lo
65
Por ejemplo, en México, Leñero (1992) ha encontrado que los jóvenes varones se identifican más con
sus padres que las mujeres jóvenes, diferencia que se hace más evidente conforme se acercan a la etapa
adulta. Por otra parte, también se percibe que en los hombres jóvenes hay una mayor identificación con la
madre que con el padre, esto es, 56 por ciento contra 39 por ciento, y sólo un 5 por ciento de rechazo a los
dos. Esto se manifiesta en el deseo de los jóvenes urbanos a fines de los ochenta, de que su futura esposa
fuera parecida a la madre (Leñero, 1992:205).
91
representa y lo expresa (Berger, 1971:28), en la medida que aparece como la posibilidad
más viable y legítima.
Estudios en diversos países, como Estados Unidos, Francia, Rusia, Suecia y
Polonia, muestran que los niños se acostumbran al hecho de que sus madres sostengan
la mayor carga de trabajo doméstico, participen o no en el mercado laboral,
interiorizando el hecho como normal (Michel, 1991:81). Por otro lado, el trabajo
doméstico no es valorizado por los niños como un trabajo en la medida que no se
escinde del rol maternal. La madre que limpia la casa, que los atiende y los cuida, lo
hace por amor, porque “lo tiene que hacer”:
... los niños consideran que una actividad no es trabajo cuando se hace por cariño,
cuando es un deber o „es normal‟, cuando se hace por diversión o bien cuando no es
difícil y cualquiera puede hacerlo (Corona Caraveo, 1991:88).
A diferencia del saber profesional, saber racional que necesita de instituciones
educativas, el saber doméstico es un saber empírico y como tal se le confiere un valor
inferior, pues no se necesita de institución racional alguna para ser transmitido, se
aprende en la vida hogareña.
En el mundo familiar, las mujeres sostienen sus rutinas desde ese saber hacer de la
conciencia práctica, y transmiten a sus hijas esos saberes domésticos en el hacer juntas,
más que en la enseñanza explicitada (Fernández, 1993:148).
2.1 Arreglos desiguales y equitativos provenientes del mismo patrón familiar
El supuesto de que los patrones familiares descritos en el capítulo anterior,
orientan la construcción de los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas, parece
oponerse al hecho de que, tanto en la categoría de desiguales como en la de equitativos,
algunos casos se insertan en los mismos patrones. En este sentido, los patrones
familiares uno y tres aparecen en los distintos arreglos.
Sin embargo, dicha contradicción no es tal si se observan detenidamente las
particularidades en que se asientan por un lado, los arreglos conyugales y, por el otro,
las de las mismas familias de origen, pues si bien, coinciden en los aspectos centrales
que los incluyen en cierto tipo, es claro que poseen elementos específicos.
Arreglos conyugales del patrón familiar tipo uno
En el marco de los arreglos equitativos se localizan dos casos del patrón familiar
tipo uno. Ambos se distinguen de los desiguales en una mayor participación del cónyuge
en la responsabilidad del trabajo doméstico, pero presentan una característica que
motiva un cuestionamiento de la percepción de equidad: la utilización de empleados
domésticos permanentes.
Ciertamente estas mujeres no ejecutan la mayor parte del trabajo doméstico pero
no porque los hombres compartan las labores por igual, sino por la ayuda recibida con la
contratación de empleados. Una de ellas expresa:
92
Cuando me preguntan qué es mejor, comprar una lavadora o contratar “muchacha”, yo digo
que mejor la “muchacha” porque eso te saca más “de apuros”.
Además, como se dijo en su momento, son ellas quienes asumen el trato directo
con los empleados para indicarles las actividades a realizar.
Por lo demás, se asemejan a las mujeres que provienen de ese mismo tipo de
familias. Por ejemplo, aunque los cónyuges contribuyen más que los del otro grupo,
predominan las actividades consideradas como “masculinas”.
Ahora bien, tampoco se debe dejar de lado que, en un caso, el marido cocina y se
hace cargo también del lavado y arreglo de ropa y, en el otro, ocasionalmente efectúa
tareas de limpieza por iniciativa propia:
Cuando salía por varios días él aprovechaba y limpiaba la estufa o el horno.
Estas diferencias pueden tener su origen en las características de los cónyuges. A
diferencia de los del grupo de categoría desigual, estos hombres, además de ser
profesionistas y académicos, residieron en zonas urbanas de otros estados del país
durante su infancia y adolescencia. De los cónyuges del otro grupo, de arreglos
desiguales, cuatro son profesionistas, incluido un académico, pero dos de ellos, cercanos
en edad con aquellos de arreglos equitativos, habitaron en zona rural de Sinaloa.
Además uno de estos últimos actualmente está casado con otra mujer, es decir, mantiene
dos relaciones conyugales al mismo tiempo.
Aquí destaca aquel que, siendo profesionista y el más joven del grupo -nacido en
1969-, al principio de la relación conyugal colaboraba equitativamente en las tareas
domésticas. Sin embargo, sus estudios de maestría le impedían en el momento de la
entrevista, continuar en ese ritmo de participación. Cabe enfatizar que, en este caso, ella
interrumpió su trabajo por enfermedad de su hija, por lo cual tuvo que renunciar a un
puesto de dirección y volver, si bien conservando su tiempo completo, ya no en ese
mismo nivel.
El resto de los cónyuges de mujeres con arreglos desiguales del patrón familiar
tipo uno, no tiene estudios superiores terminados, uno inclusive apenas cuenta con
primaria como escolaridad y habitó también en la zona rural del estado.
Así, cuando las mujeres provienen de familias con el perfil del tipo uno y ello se
refuerza con las características del cónyuge la probabilidad de arreglos conyugales
desiguales es más factible. Aunque, es necesario remarcar, otra vez, la incidencia de los
empleados domésticos en la concepción de equidad66
.
66
Para profundizar en estos casos, cabría preguntar en futuras investigaciones ¿qué ocurre cuando por
alguna razón el o la empleada no asiste a realizar el trabajo doméstico durante varios días? ¿cómo se
asume la responsabilidad a igual trabajo extradoméstico?
93
Arreglos conyugales del patrón familiar tipo tres
Aquí la diferencia entre los arreglos es evidente. La distinción proviene de las
mismas familias, además de las características del matrimonio, la generación de cada
mujer y el lugar de residencia del cónyuge durante la infancia y adolescencia.
Las dos familias se insertan en el patrón de tipo tres en función de la
participación masculina en el trabajo doméstico, la del padre en la atención y cuidado de
los hijos y la autoridad diferida entre los dos padres. Las dos contienen dichos aspectos
pero no de igual manera.
En el caso del arreglo desigual las decisiones las tomaba la madre en ausencia
del padre; en su presencia él era quien decidía. El padre de la mujer profesionista con
arreglo equitativo si bien tomaba mayores decisiones en la etapa de la adolescencia de
ésta, en la infancia, era la madre quien participaba más y con mayor autonomía, sin
perderla ante la presencia del padre. Es relevante el hecho de que este cambio se da
junto con el ascenso económico de la familia al obtener el padre un mejor empleo.
Por otro lado, un factor que separa a los matrimonios de estas mujeres, es que
aquella con arreglo equitativo no tiene hijos. En el otro caso, ella tiene dos hijos –el
primero nace durante el primer año de matrimonio-, empero, según señala, la
distribución de responsabilidad del trabajo doméstico fue la misma desde el principio de
la relación. Además, ellas también son distintas. Una, la de arreglo equitativo, nació en
1968, es decir, contaba con 29 años de edad cuando se le encuestó; la otra, tenía 42 años
pues nació en 1955, trece años antes.
Por último, el cónyuge de la primera habitó zonas urbanas durante su infancia y
adolescencia, mientras que el de la segunda, lo hizo en zonas rurales de Sinaloa.
2.2 Variables claves de la socialización familiar en los arreglos conyugales
La influencia de la socialización familiar en los arreglos de responsabilidad
doméstica que establecen las mujeres profesionistas, tiene su eje en la articulación de
dos variables principales: la escolaridad de la madre y la participación del padre en el
cuidado y atención de sus hijos, que a su vez, se entrelazan con la diferencia de edad
entre los cónyuges y la autoridad que se imprime en la toma de decisiones en el hogar.
Como se ha visto, en la distribución del trabajo doméstico, participan más los
cónyuges en comparación con los padres de las mujeres profesionistas.
En este sentido, se ha notado un desplazamiento en la presencia masculina en
este tipo de labores: de aquellas familias en donde las mujeres hacían solas el trabajo,
hoy, se incluye la mano del cónyuge masculino. Los casos más significativos se
vinculan con madres que tenían un trabajo extradoméstico, escolaridad media básica en
adelante, y con padres que participaron de manera equitativa en el cuidado y atención
de los hijos.
La correlación positiva que se observa con la escolaridad de la madre (0.4467
),
lleva a suponer que ésta incide en dicha participación, pues a mayor escolaridad de la
mujer (madre de la profesionista, en este caso), es mayor la atención y cuidado del padre
respecto a sus hijos, por ejemplo.
67
Coeficiente de correlación r de Pearson.
94
Ahora bien, tal relación se distingue de un concierto en el que también
intervienen factores como la diferencia de edad entre los padres (0.32), pues al parecer a
mayor diferencia aumenta el dominio del hombre sobre la mujer.
Es también sugerente el hecho de que en los pocos casos en que la madre tiene
una actividad económica extradoméstica, relacionada con acciones de dirección como
profesora y empresaria, o con un oficio ejercido de manera independiente, la
participación del padre tiende a ser mayor, hasta equitativa.
La influencia que ejercen dichas variables en la práctica adulta de la hija
profesionista con un matrimonio en construcción, impacta, según el coeficiente de
correlación, sobre todo a la hora de la distribución de las tareas domésticas en la esfera
de la producción (0.52), combinada con la escolaridad de la madre (0.58) en mayor nivel
y la diferencia de edad (0.49).
Otra variable que influye, pero en forma indirecta, es la diferencia de escolaridad
entre los padres. Según la teoría de los recursos, se sabe que el peso en las decisiones
familiares tiene relación con aquellos recursos socioculturales y económicos que tiene y
aporta cada integrante de la pareja. Según esta postura, en la negociación matrimonial
... la ventaja en el plano de la decisión pertenecía a quien aportaba más recursos en sus
relaciones conyugales: la educación, la calificación profesional y un salario elevado
eran ventajas considerables en las relaciones entre cónyuges (Michel, 1991:159).
En trece de los catorce casos en donde la madre tenía mayor o igual escolaridad
que el padre, también se daba una mayor participación en la toma de decisiones, pero la
tendencia contraria sólo se da en dos de los ocho casos en donde el padre era quien tenía
más años de educación escolar.
La correlación con la participación del cónyuge de la profesionista en la atención
y cuidado de hijos, presenta un grado medio aunque con tendencia baja y negativa (-
0.44). A mayor escolaridad de la madre respecto al padre, la participación del cónyuge
masculino de la mujer universitaria es mayor.
La escolaridad de la madre aunada a la participación del padre tiene relación con
la autonomía y libertad de movimiento de la mujer profesionista. Así, a mayor
escolaridad de la madre con la participación del padre en el cuidado y atención de los
hijos, la mujer profesionista presenta mayor peso en la decisión de trabajar y asumir los
compromisos que implica. Sin embargo, los probables conflictos generados por esta
situación se deben más a las características del cónyuge68
y a la generación de cada uno.
Por ejemplo, en los casos en que se producía un grado de conflicto por el hecho
de que la mujer trabajara, y por lo mismo tuviera que salir de la ciudad por más de un
día, o por invitar amigos sin consultarlo y no seguir las instrucciones de él, tiene una
correlación entre 0.30 y 0.62, indicando que, a mayor edad del cónyuge mayor es la
probabilidad de que se origine una situación conflictiva.
68
En la investigación que hace García y Oliveira (1994) encontraron que en los sectores medios los
cónyuges presionan a las mujeres para que sus trabajos sean menos demandantes, pero cuando el empleo
femenino es “parte de un proyecto de ascenso familiar o de garantía de mejores niveles de vida, las
mujeres declaran que cuentan con el apoyo de sus maridos, o que resuelven con negociaciones y
convencimientos las eventuales objeciones en este particular” (García y Oliveira, 1994:147).
95
En el grupo de distribución desigual con familias de orientación
correspondientes al patrón del tipo uno, los conflictos son menores que en los otros
subgrupos. Además de que en tres de cuatro casos donde no hay ningún conflicto, el
marido participa en la decisión, las actitudes de estas mujeres, en general, tienden a la
aceptación de las condiciones de desigualdad y dependencia.
Según Edgar y Glezer (1994) las personas convencionales tienden a establecer
relaciones menos conflictivas en la familia, en la medida que aceptan las condiciones
desiguales.
Visto de esta manera, el hecho de que no exista un conflicto explícito con
respecto a las labores del hogar y las mujeres sigan sosteniendo una doble carga de
trabajo, a pesar de las dificultades de su compaginación
...refleja la legitimación sexista del status quo, pero hace pensar también que
automáticamente se entiende que las labores del hogar corresponden a la mujer, como
expresión a la vez de amor y de subordinación (Edgar y Glezer, 1994:147).
Así, por un lado, se perciben cambios en los patrones de distribución y por otro,
persistencias que, al no ser tan visibles, generan una apariencia de igualdad y
disminución de la discriminación femenina. En los sectores medios y de profesionales,
la discriminación está más disfrazada que en otros sectores, la situación de las mujeres
está más encubierta.
Las parejas residen en ámbitos más aislados uno del otro, en espacios más
íntimos, lo que les permite desarrollarse con cierto grado de privacidad, de ocultarse a
los ojos de los demás; mientras que en los sectores populares, o más empobrecidos, los
asuntos domésticos trascienden el espacio hogareño. Por otro lado, en los sectores
medios progresistas, con expectativas de alcanzar un estilo de vida acorde a la
modernidad, la mujer profesional de éxito debe ser autosuficiente y autónoma y, el
hombre, más sujeto a las normas racionales.
Para Ana María Fernández (1993), en el caso argentino, tanto en las clases altas
como en las más pobres, la subordinación e inferioridad de la mujer es vista de manera
más “natural”, como parte de su naturaleza. Para la mujer de clase de alta, al igual que
para aquella de los sectores populares, es normal el decir directamente: „Mi marido no
me deja‟:
En cambio una mujer o un hombre de sectores medios suele disfrazar con
argumentaciones más sutiles la cuestión de los permisos. No es que sea más autónoma,
simplemente el medio en el que vive exige narrativas más encubridoras para su situación
de tutelada (Fernández, 1993:116).
Por otra parte, es significativo el hecho de que en las parejas con arreglos
equitativos en la distribución del trabajo doméstico, los cónyuges realicen actividades
que han sido estereotipadas como “femeninas”, (barrer, trapear, lavar la ropa –no sólo la
de ellos mismos, sino también la de la esposa y la de sus hijos-, cocinar, bañar a los
niños, darles de comer, llevarlos a la escuela, lavar los trastes), cuando la participación
de las mujeres es escasa o incluso nula –en el caso del mantenimiento y limpieza del
vehículo- en aquellas consideradas, por el contrario, como “propias de hombres”.
96
Es decir, que si bien estas actrices tienen nuevas prácticas, se resignifican a partir
de los mismos patrones de identidad de género que subsiste en un contexto de
subordinación femenina. Por ejemplo, a decir de Fernández (1993), en su estudio sobre
un grupo de psicólogas argentinas, las expectativas de profesionalización y la
ampliación en grados de autonomía, se ha dado en “coexistencia con una expectativa de
conyugalidad tradicional” (Fernández, 1993:217).
Es así pues, que la identidad profesional, influye en la construcción de arreglos
conyugales de distribución del trabajo dentro del hogar, menos desiguales, siempre y
cuando en el marco de la socialización familiar se hayan internalizado elementos que le
permitan, a la mujer, adoptar desde el inicio de la relación, pautas más equitativas.
Si bien se observa que ciertas características del cónyuge influyen en la
construcción de los arreglos conyugales, como la zona de residencia en la infancia y
adolescencia, cuando la mujer percibe de antemano que es ella quien tiene mayor
responsabilidad en el trabajo doméstico tiende a establecer desde el principio de su
relación conyugal arreglos desiguales.
El hecho de que en nuestros días y en nuestra sociedad, la relación conyugal
tenga como principio esencial un vínculo emocional, basado principalmente en el
sentimiento del amor romántico, expresa afectos desbordados, en la que, la posición de
la mujer respecto a la del cónyuge, atiende o exterioriza las internalizaciones
subjetivadas en el terreno familiar.
En este sentido, quien llega al matrimonio lo hace con una implícita aceptación
del “debe ser” de la mujer que se ha bosquejado en la socialización familiar, boceto al
cual se le ha ido agregando un poco de pintura, algunos trazos, cambiado algunas
formas, pero la figura básica, el modelo, persiste.
La mujer profesionista, sí rompe con algunas reglas, con algunas formas, a la par
que se resiste a otras, y hace una reconstrucción de su vida como persona y como mujer,
de ahí el alto porcentaje de separaciones y divorcios. Sin embargo, en esa
reconstrucción, tiende a invertir la jerarquía desde la misma posición del dominio
patriarcal, descalificando y desvalorizando al hombre cuando éste no cumple con el rol
que culturalmente también se le ha impuesto: el de proveedor y “macho” dominante.
Se voltean los términos, se “voltea la tortilla”, pero no existe una reflexión y un
desmenuzamiento consciente y crítico en la construcción de las relaciones conyugales.
No deconstruye69
el orden de dominación en el que se inscribe.
69
Para Jacques Derrida la estrategia deconstructiva transgrede las reglas de un orden existente. Mina y
acentúa sus fisuras. Para ello es necesario invertir la jerarquía de las oposiciones, ubicar como dominante
lo dominado y, como dominado lo dominante, pero además, para evitar reconstruir bajo los mismos
supuestos que se destruyeron y quedar atrapados en una regresión, es necesario desdoblar y transformar su
lógica y organización (ver De Peretti, 1989). Por otro lado, Marcela Lagarde define la deconstrucción
como “un proceso de transformación en el cual a partir de la propia configuración de un hecho o un
paradigma, y por sus propias contradicciones se desmontan contenidos y se resignifican, se recolocan y se
recomponen en otro orden. En la metodología deconstructiva no es posible el cambio como agregación;
por el contrario, la creación exige deconstrucción” (Lagarde, 1996:85n).
97
Los estudios profesionales y las actividades laborales no conllevan ni son
consecuencia directa de una percepción de igualdad entre los géneros, entre hombres y
mujeres.
Hasta cuando la mujer se revaloriza al comprobar su capacidad de
independencia, de autonomía, y como pilar en el sustento de sus hijos, tiene mayor
posibilidad de deconstruir las relaciones de pareja y de la responsabilidad de cada
miembro en el ámbito doméstico.
En esta deconstrucción es necesario partir de que la pareja, son dos seres
individuales, distintos, cambiantes, autónomos, que se unen, por un objetivo
determinado, no importa cual, -para amarse, para tener relaciones sexuales, para tener
hijos, para unir herencias, para adquirir una casa, para evitar la soledad- pero siguen
persistiendo como entidades diferentes. La identificación posible entre estos seres no
implica un crecimiento conjunto ni una percepción idéntica, pues no dejan de ser dos
personalidades individuales.
Deconstruir también implica revalorizar el trabajo doméstico. Más que un
trabajo denigrante es una actividad imprescindible que forma parte de la vida diaria. La
limpieza proporciona salud, la cocina, alimento, la atención y el cuidado de los hijos,
individuos más sanos emocional y físicamente.
Revalorizar el trabajo en el hogar es también darle otro valor a las relaciones de
género, donde hombres y mujeres compartan la responsabilidad en términos equitativos
como parte integral de su desarrollo personal. Otorgando el derecho al hombre de
ejercer su conyugalidad y paternidad en todos los ámbitos sin menoscabo de su ser
hombre; al mismo tiempo que la mujer no tenga que renunciar a esa conyugalidad y a su
maternidad, o fragmentarse en cientos de pedazos poniendo en juego su salud física y
mental, en vías de participar competitivamente en el medio profesional.
Así entonces, sin dejar de lado el contexto sociocultural actual de subordinación
de lo femenino ante lo masculino en el que se insertan las relaciones de género, además
de las relaciones desiguales entre los distintos grupos sociales, se puede decir, que la
escolaridad y la actividad laboral como factores que impulsan una democratización en
los arreglos conyugales, tienen mayor factibilidad cuando en la socialización familiar se
internalizan elementos orientados en ese mismo sentido.
En este grupo de mujeres se observa que los cambios en los arreglos conyugales
en la distribución del trabajo doméstico no sólo influyen su formación educativa o su
actividad laboral ni tan sólo la relación con el cónyuge, sino que también la familia
actúa en la generación de esos cambios.
Es decir, cuando la socialización en la familia, es congruente con el contenido
de las experiencias en los distintos ámbitos en que la mujer profesionista se
desenvuelve, ya sea orientada en términos de subordinación ante el padre y el marido o
por el contrario de igualdad, los arreglos conyugales que la mujer construye se
encaminan en ese mismo sentido. Sin embargo, cuando no es así, se observa que son las
conductas internalizadas en la familia las que prevalecen por encima de las
características del cónyuge y la profesión.
98
Conclusiones generales
La investigación acerca de los arreglos conyugales de las mujeres profesionistas
arroja las siguientes conclusiones generales:
1. Influencia de la socialización primaria y secundaria en la construcción de
arreglos conyugales.
La influencia de los procesos de socialización en la construcción de arreglos
conyugales tienen relación con el entorno sociohistórico en el que se circunscribe la
mujer, con sus experiencias y formación individual.
En la sociedad contemporánea, a medida que las mujeres se exponen a una
socialización secundaria, actúan en una diversidad de contextos con sistemas de normas
y valores distintos al de su familia de orientación. Ello conlleva la posibilidad de
cambios en la identidad y comportamiento construidos durante el proceso de
socialización familiar. A lo anterior se suman las experiencias individuales de las
mujeres profesionistas en su interacción social cotidiana, las cuales les proporcionan un
aprendizaje que les permite reflexionar y seleccionar determinadas acciones ante cierta
situación.
En este sentido, independientemente de las características de la familia de
orientación, las mujeres profesionistas presentan una tendencia similar en variables
como régimen y edad de matrimonio, así como edad de maternidad y selección de la
pareja; por lo que se puede concluir que estas variables son más sensibles a la
socialización secundaria. Así, en el grupo de mujeres estudiadas, se observa que:
a) Aún cuando predominan los matrimonios cívico religiosos al igual que la
tendencia estatal, destaca una significativa proporción de uniones libres, sobre
todo en comparación con los padres e inclusive frente a las cifras estatales. Una
explicación a este hecho, según Tuirán (1994), gira en el sentido de que en estos
sectores las uniones libres se dan más por una decisión personal como signo de
autonomía ante las normas morales vigentes y/o como acuerdo previo al
matrimonio legal, que obligadas por circunstancias económicas o propias de la
marginación social.
b) Iniciaron uniones matrimoniales y maternidad a una edad mayor. Mientras que
la tendencia femenina global indica que la media en la edad de matrimonio es de
20 años, estas mujeres profesionistas se casaron cuando tenían en promedio
alrededor de 23 años, dato que coincide con la media nacional en mujeres con
educación superior. Asimismo, el inicio de la maternidad fluctuó entre los 24 y
25 años.
c) Por último, la mayoría de ellas consumaron la relación conyugal con hombres
que habían cursado estudios superiores, aún cuando los padres de dichas mujeres
99
no presentaran tal característica. Es decir, la identidad social afectada por las
expectativas profesionales funge como orientadora en la selección de una pareja
más adecuada en los términos del prestigio y el estatus social.
En primer término se puede concluir pues, que la influencia de la familia en la
construcción de los arreglos conyugales de una mujer profesionista, no implica una
reproducción o copia fiel del orden transmitido, debido al proceso de socialización
secundaria y a su experiencia inmediata que actúan cono interferencias.
Pero, por otro lado, si bien al vivir la mujer un proceso de socialización
secundaria e interactuar con otros individuos, puede resocializarse y construir prácticas
cotidianas distintas a las de su familia de orientación, ello no significa necesariamente
que el rol o la identidad de género interiorizado en la esfera familiar desaparezca o sea
desplazado, sino que puede coexistir con los nuevos saberes.
Esto es, siguiendo a Berger y Luckman (1995), porque la socialización primaria
cobra mayor firmeza en la internalización de la cultura frente a la secundaria, en tanto
expresión de un entorno de relaciones de carácter emotivo y donde el individuo, en sus
primeros años, percibe la realidad a su alrededor como el único mundo posible y
existente. Es aquí, dicen Berger y Luckmann (1995), donde se crea en la conciencia, en
una abstracción progresiva, los roles y actitudes del entorno social próximo.
Aunado a lo anterior, existe el hecho de que la socialización familiar afecta la
construcción de arreglos conyugales de la mujer profesionista al intervenir como
percepciones o internalizaciones identificadas con el mismo espacio, es decir, con el
espacio doméstico; pues tal como lo dice Saltalamaquia (s/f), dichas percepciones si
bien no se dan en el plano de la conciencia si pueden ser activadas a través de
asociaciones en la estructura de otras vivencias.
2. Socialización familiar en un entorno social tradicional
Ahora bien, además de que, como ya se explicó, la socialización primaria puede
tener mayor efecto sobre el individuo, es menester agregar que en un contexto social
como el de Sinaloa y en particular Mazatlán, la familia incide con mayor fuerza en las
conductas sociales dado lo dominante de las relaciones comunitarias y el incipiente
desarrollo industrial y urbano.
Dicho contexto social en el que se circunscriben los arreglos conyugales
de las mujeres profesionistas en Sinaloa y en Mazatlán, si bien expresa algunos
rasgos que impulsan comportamientos acordes a la idea de equidad entre los
géneros, es también cierto que persisten elementos que refuerzan una
diferenciación social a partir de las funciones ligadas a la condición sexual.
Se observa, por ejemplo, que aún cuando las mujeres tienen cada vez mayor
presencia en las instituciones educativas y se insertan al mercado laboral con mayor
nivel de instrucción que la población masculina, en el empleo de las mujeres –hablando
en términos generales- predominan actividades consideradas como “típicamente
femeninas”. Otro ejemplo: el ingreso obtenido por las mujeres es todavía menor al que
obtienen los hombres, principalmente debido a que muchas de ellas no cumplen
100
jornadas completas para poder cumplir con sus tareas en el hogar y atender a los hijos, y
de que el tipo de empleo dominante se caracteriza por sus bajos salarios. Esto incide en
reafirmar la concepción de que el trabajo de la mujer es menos importante en
comparación con el trabajo masculino.
En el orden tradicional de la región sinaloense que perfila la vida cotidiana de
sus habitantes la familia ocupa un lugar predominante en la construcción de las nuevas
familias y en las relaciones de género enmarcadas en un lazo conyugal.
Al respecto se concluye que la influencia ejercida por la familia de orientación
en la construcción de arreglos conyugales de las mujeres profesionistas se orienta en dos
sentidos:
a) Reproducción de un orden inspirado en la desigualdad de género identificado
con el contexto social en el que se circunscriben, donde la mujer asume como
roles principales aquellos asignados en función de su naturaleza.
b) Construcción de arreglos más equitativos dadas las propias características de la
familia de la mujer profesionista, en donde ya se perciben diferencias respecto al
resto de la población: madres con escolaridad más allá de la primaria y
participación de los dos padres en la toma de decisiones y en el cuidado y
atención de los hijos.
3. Incidencia de las características de los padres
De manera específica, la incidencia de la socialización primaria vivida en los
hogares familiares de las mujeres profesionistas tiene relación con la articulación de dos
variables principales: la escolaridad de la madre y la participación del padre en el
cuidado y atención de sus hijos.
Estas variables junto con la distribución del trabajo doméstico entre hombres y
mujeres en el hogar paterno-materno, y de la toma de decisiones entre los padres, se
enlazan para ubicar el perfil de distintos patrones familiares, mismos que tienen relación
con las categorías de los arreglos de distribución del trabajo doméstico en el hogar
conyugal de la mujer profesionista. En el estudio realizado se observa que:
a) La mayoría de los arreglos desiguales se ubicaron en los patrones familiares en
donde fue nula o escasa la participación masculina en el trabajo doméstico, al
igual que la participación del padre en la atención y cuidado de los hijos; donde
la madre, de escolaridad hasta primaria, asume las decisiones domésticas,
mientras el padre otorga los permisos a los hijos.
b) Los arreglos equitativos se ubican sobre todo en los patrones familiares donde
existió la participación masculina, principalmente de hermanos, en el trabajo
doméstico, además de la activa participación del padre en el cuidado y atención
a los hijos. En estos mismos tipos de familia, las decisiones fueron tomadas, en
general, por los dos padres y la escolaridad de la madre rebasa el nivel de
primaria.
101
En resumen, por un lado, la socialización familiar puede fortalecer pautas de
conducta ya existentes y el tipo de acciones prescriptivas, pero, por otro lado también
tiende a introducir en sus nuevas generaciones elementos que incentiven el rompimiento
de viejas normas e impulsen un cambio en las relaciones sociales, de manera específica
en los arreglos conyugales que establecen las mujeres profesionistas.
Los cambios manifestados en los arreglos conyugales respecto a la distribución
del trabajo doméstico están correlacionados a los patrones familiares, y no sólo a partir
del nuevo rol adquirido o, de la interacción con el cónyuge.
La identidad profesional influye en la construcción de arreglos conyugales de
distribución del trabajo dentro del hogar, menos desiguales, siempre y cuando en el
marco de la socialización familiar se hayan internalizado elementos que le permitan, a la
mujer, adoptar en su relación, pautas más equitativas.
Por último, sin dejar de lado el contexto sociocultural actual de subordinación de
lo femenino ante lo masculino en el que se insertan las relaciones de género, además de
las relaciones desiguales entre los distintos grupos sociales, se puede decir que la
escolaridad y la actividad laboral como factores que impulsan una democratización en
los arreglos conyugales, tienen mayor factibilidad cuando en la socialización familiar se
internalizan elementos orientados en el mismo sentido.
102
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Sinaloa. Perfil Sociodemográfico, 1990, (1993), INEGI.
110
Apéndice I
Cuadros estadísticos y gráficas complementarias
Matrimonio
Gráfica 1
Tasa de Matrimonios, Sinaloa, 1930-1992
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995
Cuadro 1.
Distribución de la población casada y unida
Mazatlán, 1930-1990
Año Civil Religioso Cívi
co-
relig
ioso
Unión libre
1930 18.4 8.3 25.2 48.1
1940 19.9 5.7 25.3 49.1
1950 21.1 5.5 33.1 40.2
1960 22.2 4.6 44.5 28.7
1970 24.1 4.7 42.6 28.5
1980 28.7 1.8 46.4 23.1
1990 28.7 2.2 46.9 22.2
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa. 1984/ X Censo de Población y Vivienda,
1980/ Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán, 1993
(Por 1000 de la población de 12 años y más)
0.0
2.0
4.0
6.0
8.0
10.0
12.0
14.0
1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 1992
Matrimonios
111
Cuadro 2.
Distribución de la población de 12 años y más por edad y estado civil
Sinaloa, 1992
Estado civil Total 12-24 25-49 50 y más
Solteros 40.3 83.6 12.5 4.1
Hombres 44.8 89.4 15.1 4.4
Mujeres 35.9 77.6 10.1 3.8
Casados y unidos 51.9 15.0 81.4 69.6
Hombres 52.2 10.3 83 83.7
Mujeres 51.6 19.7 80.1 55.8
Separados, divorc. y viudos 7.8 1.4 6.1 26.3
Hombres 3.0 0.3 1.9 11.9
Mujeres 12.5 2.7 9.8 40.4
Fuente: Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, 1992
Cuadro 3.
Distribución de la población femenina en edad fértil por estado civil
Sinaloa, 1992
Estado civil Muje
res
Casadas y unidas 59.3
Solteras 33.5
Separadas, divorc. y viudas 7.2
Fuente: Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, 1992
Divorcio
Cuadro 1.
Tasa de divorcios registrados
Sinaloa, 1930-1992 (Por cada 1000 habitantes de la población de 12 años y más)
Año Divorcios
1930 0.1
1940 0.2
1950 0.5
1960 0.4
1970 0.5
1980 0.8
1990 1.2
1992 1.1
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995
112
Gráfica 1.
Divorcios registrados por año, Sinaloa, 1973-1993
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995
Cuadro 2.
Porcentaje de la población divorciada
Estatal y municipal, 1950-1990
(Población de 12 años y más)
Año Sinaloa Mazatlán
1950 0.4 0.5
1960 0.4 0.4
1970 0.5 0.5
1980 0.4 0.5
1990 0.6 0.8
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa. 1984/ X Censo de Población y
Vivienda, 1980/ Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán, 1993
0
200
400
600
800
1000
1200
1400
1600
1800
2000
1980
1981
1982
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
Divorcios
113
Religión
Cuadro 1.
Población de cinco años y más por religión y municipio
Sinaloa, 1990
Municip
io
Católica Protestante Otra Ninguna
Mazatlán 89.7 3.1 2.2 4.4
Culiacán 87.3 2.3 2 7.7
Ahome 88.8 3 1.7 5.9
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995
Cuadro 2.
Población urbana católica
Mazatlán, 1990
Población urbana Católica
Total municipal 90.3
Ciudad 90.4
Fuente: XI Censo de población y vivienda, 1990
Cuadro 3.
Población de cinco años y más por religión, 1990
Entidad federativa Católica Prot
esta
nte
Judaica Otra Ninguna
Nacional 89.7 18.7 0.1 1.4 3.2
Sinaloa 87.2 2.4 0.03 1.6 8.1
Sonora 90.3 3.7 0.0 1.7 3.7
Chihuahua 87.1 5.6 0.0 2.7 3.9
Baja California Sur 92.4 2.6 0.1 1.7 2.6
Baja California 86.1 5.3 0.1 3.2 4.5
Coahuila 88.4 6.2 0.0 1.8 3.1
Durango 92.0 3.3 0.0 1.6 2.6
Nayarit 93.3 2.0 0.0 1.5 2.3
Nuevo León 89.7 5.9 0.0 1.8 2.2
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995
114
Empleo y Salario
Cuadro 1.
Distribución de la población económicamente activa por edad y sexo
Sinaloa, 1960-1990
Edad
1960 1970 1980 1990
Mujeres Hombres Mujeres Hombres M
u
je
r
es
Hombres Mujeres Hombres
12-14 10.3 89.7 27.0 73.0 32.5 67.5 38.2 61.8
15-19 15.9 84.1 29.4 70.6 32.1 67.9 31.8 68.2
20-24 14.7 85.3 22.7 77.3 30.6 69.4 30.3 69.7
25-29 12.4 87.6 14.7 85.3 24.7 75.3 26.4 73.6
30-34 12.2 87.8 12.4 87.6 22.1 77.9 23.8 76.2
35-39 13.0 87.0 12.8 87.2 20.2 79.8 21.0 79.0
40-44 15.0 85.0 12.7 87.3 19.2 80.8 17.9 82.1
45-49 16.5 83.5 12.0 88.0 18.4 81.6 14.6 85.4
50-54 19.3 80.7 12.6 87.4 18.1 81.9 12.1 87.9
55 y más 24.1 75.9 12.3 87.7 17.8 82.2 9.3 90.7
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa 1984/ Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos,
1995/ Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán 1993
Cuadro 2.
Distribución de la población económicamente activa por edad y
sexo
Mazatlán, 1980-1990
Edad
1980 1990
Mujeres Ho
mb
res
Mujeres Hombres
12-14 31.7 68.3 25.4 74.6
15-19 35.9 64.1 30.8 69.2
20-24 35.1 64.9 33.8 66.2
25-29 27.6 72.4 29.7 70.3
30-34 25.4 74.6 27.8 72.2
35-39 23.6 76.4 25.0 75.0
40-44 22.0 78.0 24.4 75.6
45-49 19.7 80.3 19.3 80.7
50-54 20.6 79.4 17.5 82.5
55 y más 20.2 79.8 14.1 85.9
Fuente: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1995/
Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán 1993
115
Cuadro 3.
Población femenina de 12 años y más que es activa por grupo de
edad
Sinaloa 1960-1990
Edad 1960 1970 1980 1990
12-14 2.3 6.3 8.1 10.3
15-19 13.7 24.2 24.5 23.2
20-24 15.8 24.4 34.6 31.2
25-29 13.3 16.1 29.6 29.3
30-34 13.8 14.3 27.1 26.4
35-39 15.4 14.8 25.4 23.6
40-44 18.2 14.9 24.5 20.1
45-49 21.2 14.5 23.3 16.1
50-54 24.9 14.4 22.2 12.2
55 y más 31.2 11.6 17.9 6.3
Fuente: Manual de Estadísticas Básicas, Sinaloa 1984/ Cuaderno
Estadístico Municipal, Mazatlán, 1993
Cuadro 4.
Población femenina de 12 años y más que es
activa por grupos de edad
Mazatlán, 1980-1990
Edad 1980 1990
12-14 6.0 2.7
15-19 28.8 20.6
20-24 41.9 38.1
25-29 34.6 35.9
30-34 31.9 33.5
35-39 29.2 31.0
40-44 28.2 28.7
45-49 24.5 22.7
50-54 25.0 18.2
55 y más 17.0 8.7
Fuente: Cuaderno Estadístico Municipal, Mazatlán,
1993
116
Cuadro 5.
Población activa e inactiva por sexo y municipio
Sinaloa, 1980-1990
Municipio
Población Económicamente
Activa
Población Económicamente
Inactiva
Total Hombres Mujer
es
Total Hombres Mujeres
Sinaloa
1980 48.5 75.7 24.3 51.5 26.5 73.5
1990 44.1 76.3 23.7 53.4 27.8 72.2
Culiacán
1980 49.2 72.8 27.2 50.8 27.7 72.3
1990 46.2 72.2 27.8 51.0 28.1 71.9
Ahome
1980 45.9 76.3 23.7 54.1 27.5 72.5
1990 43.5 75.7 24.3 54.2 28.0 72.0
Mazatlán
1980 50.5 72.5 27.5 49.5 25.2 74.8
1990 46.9 73.3 26.7 50.3 26.6 73.4
Fuente: Cuadernos Estadísticos Municipales de Sinaloa, 1993
Cuadro 6 .
Población femenina act iva por municipio
Sinaloa, 1980-1990
Municipio 1980 1990
Sinaloa 23.8 20.8
Ahome 21.7 20.8
Culiacán 26.7 25.1
Mazatlán 27.3 24.6
Fuente: Sinaloa . Perf i l Sociodemográf ico , 1990 /
Cuadernos Estad ís t icos Municipales de
S inaloa, 1993
Cuadro 7 .
Población ocupada por rama de act ividad y sexo
Sinaloa, 1940-1980
Rama de actividad
1940 1960 1980
Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres
Primaria 0 .7 99.3 11.4 88.6 13.1 86.9
Industr ia de Extracción 0.6 99.4 11.7 88.3 6 .5 93.5
Industr ia de la
Transformación
12.9 87.1 10.4 89.6 15.8 84.2
Comercio 18.4 81.6 27.6 72.4 33.4 66.6
Transporte 1 .4 98.6 4 .1 95.9 11.3 88.7
Servicios 46.2 53.8 43.6 56.4 42.3 57.7
Fuente: Manual de Estad ís t icas Básicas , S ina loa , 1984/ S ina loa . S ín tes is Monográf ic a ,
1984
117
Cuadro 8 .
Población femenina y masculina por rama de act ividad
Sinaloa, 1940-1980
Rama de act ividad
1940 1960 1980
M
uj
er
es
Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres
Primaria 8 .3 76.2 46.6 68.2 24.4 45.7
Industr ia de Extracción 0.2 2 .7 0 .4 0 .5 0 .1 0 .4
Industr ia de la
Transformación
16.9 7 .7 7 .6 12.3 13.5 20.3
Comercio 21.9 6 .5 15.4 7 .7 20.6 11.6
Transporte 0 .6 2 .8 0 .9 4 .2 3 .3 7 .3
Servicios 52.1 4 .1 29.1 7 .1 38.1 14.7
Total 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
Fuente: Manual de Estad ís t icas Básicas , S ina loa , 1984/ S ina loa . S ín tes is Monográf ica ,
1984
Cuadro 9 .
Población act iva por sector de act ividad y
municipio
Sinaloa, 1990
Municipio Pri
mari
o
Secundario Terciario
Estatal 36.7 17.2 42.4
Mazatlán 12.2 21.1 63.2
Culiacán 24.4 19.8 51.8
Ahome 29.6 18.8 48.6
Fuente: XI Censo de población y v iv ienda , 1990
Cuadro 10 .
Población ocupada por sector de act ividad y
sexo
Sinaloa, 1990
Sector Tota
l
Hombres Mujeres
Primario 36.7 86.1 13.9
Secundario 17.2 83.5 16.5
Terciar io 42.4 65.9 34.1
No especificado 3.7 64.3 35.7
Fuente: Sinaloa . Perf i l Sociodemográf ico , 1990
118
Cuadro 11 .
Tasa de ocupación y desocupación por sex o
Sinaloa, 1970 -1990
Población Ocupada Población desocupada
1970 1980 1990 1970 1980 1990
Total 94.7 95.8 98 5.3 4 .2 2
Hombres 95.7 95.8 98 4.3 4 .2 2
Mujeres 90.2 96 98 9.8 4 2
Fuente: Sinaloa . Perf i l Sociodemográf ico , 1990
119
Apéndice II
Aspectos Metodológicos
Delimitación del problema
1. Objetivo. Identificar la influencia de la familia de orientación en la construcción de
arreglos conyugales de distribución de responsabilidad del trabajo doméstico de las
mujeres profesionistas.
2. Se eligió a un grupo de mujeres con estudios superiores y que tuvieran una actividad
laboral en la medida que esas variables otorgan a la mujer mayores recursos para
construir relaciones de género más equitativas que aquellas con menor escolaridad y
sin empleo extradoméstico. El estudio de un grupo de mujeres profesionistas aparece
como un parámetro para distinguir las tendencias que se dan en otros grupos de
mujeres.
Criterios de selección de la población sujeto de estudio
1. Dado que el objeto de estudio se centró en el problema de los arreglos conyugales
construidos por la mujer profesionista, se delimitó como característica de la
población a estudiar el que tuvieran experiencia conyugal. Es decir, se consideraron
mujeres casadas (bajo cualquier ley o en unión libre), separadas y/o divorciadas y
viudas.
2. Para la selección de la población se tomó en cuenta la factibilidad de realizar la
investigación de campo con los recursos materiales y en función del tiempo que se
tenía.
3. A partir de lo anterior, se optó por elegir a las profesoras del campus Mazatlán de la
Universidad de Occidente, dado que la misma estructura académica de la
universidad, organizada en departamentos académicos y no por escuelas, permitía
localizarlas en un espacio geográfico reducido.
4. En el momento de la aplicación de los cuestionarios, noviembre de 1997, el personal
docente femenino estaba constituido por un total de 40 mujeres, de las cuales 22
contaban con experiencia conyugal. Este estudio recoge información de 21
profesoras del campus Mazatlán de la Universidad de Occidente con experiencia
conyugal.
Recopilación de la información
1. Se revisaron documentos oficiales de información estadística acerca de las
características sociodemográficas de la mujer, en el estado y en la localidad, con el
fin de esbozar el panorama general en que se circunscribía la población estudiada.
2. Se aplicó la técnica de cuestionario a la población seleccionada para recolectar
información de primera mano, acerca de sus arreglos conyugales y su familia de
120
orientación, debido a las posibilidades de sistematización acorde a las condiciones y
limitaciones del proceso de esta investigación.
3. En su mayoría, los cuestionarios fueron aplicados personalmente. Lo que motivó la
posibilidad de ampliar la información vía la conversación informal, conforme se
contestaba la encuesta. Se registraron, aquellos comentarios que las encuestadas
hicieron al margen del instrumento elaborado, lo que permitió ubicar situaciones y
experiencias más específicas.
Descripción del método analítico
1. En primer lugar se dividieron en dos categorías los arreglos de distribución
doméstica establecidos en los hogares conyugales de la mujer profesionista sujeto
de estudio: arreglos desiguales, en donde la mujer cargaba con mayor parte del
trabajo doméstico, y arreglos equitativos, donde las tareas se repartían en
condiciones de relativa igualdad entre los cónyuges.
2. Para distinguir los arreglos en las dos categorías mencionadas se siguió la
clasificación del trabajo doméstico en tres esferas, retomando la propuesta de Blanco
Sánchez (1991):
a) Esfera de producción doméstica. Se refiere a las actividades relacionadas con la
transformación de mercancías y creación de servicios. Como actividad
representativa de la primera ubicamos la preparación de alimentos y de la
segunda la limpieza general del interior y exterior de la unidad doméstica, el
lavado y arreglo de ropa, compostura de pequeños desperfectos de la casa y,
mantenimiento y limpieza del vehículo.
b) Esfera de compra de bienes y servicios. Aquí se considera tanto la compara de
víveres y enseres domésticos como la actividad de acudir a los centros de
recepción de pago de servicios consumidos en el hogar.
c) Esfera de cuidado y atención de los hijos. Se refiere a los compromisos
escolares como el transporte, las tareas, juntas de padres de familia, etc., y en el
rubro de atención, actividades como bañarlos, vestirlos, darles de comer o
acostarlos.
3. Para analizar la influencia de la familia en los arreglos conyugales de distribución de
responsabilidad del trabajo doméstico, se construyeron cuatro tipos de patrones
familiares para ubicar a las mujeres profesionistas estudiadas en función de la
categoría de sus arreglos conyugales.
4. Los patrones familiares se construyeron a partir de las siguientes variables como
ejes: La participación masculina en el trabajo doméstico, la participación del padre
en la atención y cuidado de los hijos, la escolaridad de la madre y la distribución de
autoridad en forma de toma de decisiones.
5. Como técnica inicial de apoyo para visualizar las continuidades y diferencias entre
las mujeres profesionistas y las madres de éstas, se dispuso del diagrama de tallo y
hoja en su modalidad de “back to back”, útil para comparar dos lotes similares.
121
6. Igualmente, como técnica de apoyo para identificar si existía alguna correlación
entre las variables estudiadas, se utilizó el coeficiente de correlación de Pearson,
empleando la siguiente fórmula:
r = N XY – (X)
(Y)____
[N 2 – (X)
2] [NY
2 – (Y)
2]
122
Apéndice 3
INSTRUMENTO DE CUESTIONARIO
Cuestionario dirigido a mujeres profesionistas residentes en Mazatlán con el objetivo de elaborar un
perfil de sus arreglos conyugales. INSTRUCCIONES. Para contestar este cuestionario por favor marque con una X la opción que
corresponda a su respuesta en las líneas situadas a la izquierda de cada una; o, escriba la información
que se solicite. No marque los corchetes de la derecha. I. Estudios profesionales
1. Nombre de la Licenciatura:_________________________________ Se cursó de 19____ a 19____
2. Institución educativa donde cursó la licenciatura:________________________________________
3. Último nivel de estudios de posgrado, si los tiene:________________________________________
II. Relaciones conyugales
1. ¿Mantiene usted actualmente una relación conyugal (relación con pareja masculina corresidente sin
importar el tipo de acuerdo matrimonial: unión libre, civil, etc.)?
___1. Si ___2. No
Si contestó negativamente a la anterior, por favor pase a la sección III, en la página ii
2. ¿Bajo qué acuerdo matrimonial se establece su relación conyugal?
___1. Civil ___2. Religioso ___3. Civil y religioso ___4. Unión libre
3. ¿Qué edad tenían usted y su cónyuge cuando se unieron en matrimonio?
1. Usted tenía: _______ años 2. Su cónyuge tenía: _______ años
4. Tiempo que ha durado su matrimonio: _____________________
5. ¿Ha tenido usted otros matrimonios?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 6
5.1 ¿Qué edad tenía usted la primera vez que se unió en matrimonio?___________________
6. ¿Tiene usted hijos?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta a la pregunta anterior fue negativa, pase a la Nº 7
6.1 Si tiene hijos, ¿cuántos tiene? ___________________
6.2 ¿Sus hijos residen con usted?
___1. Si, todos ___2. Sólo (indique cantidad)___ ___3. No
6.3 Los hijos que residen con usted ¿qué edades tienen? Marque las opciones necesarias
___1. De 0 a 4 años ___3. De 8.1 a 14 años ___5. Más de 18
___2. De 4.1 a 8 años ___4. De 14.1 a 18 años
6.4 ¿A qué edad tuvo usted su primer hijo? ________________
6.5 Si tiene más de uno ¿a qué edad tuvo el último?________________
7. ¿Le gustaría tener hijos o más hijos –si ya tiene?
___1. Si ___2. No
8. ¿Está usted actualmente embarazada?
___1. Si ___2. No
9. Además de su cónyuge, y de sus hijos -si los tiene y viven con usted- ¿habita otra u otras personas en su
hogar?
___1. Si ___2. No Si contestó negativamente pase a la pregunta N° 10
9.1 Si habita alguien más en su hogar, por favor especifique el tipo de relación y edad de cada una de esas
personas (por ejemplo: madre de usted, 62 años; hijo de su cónyuge, 7 años; etc.).
Tipo de relación: Edad:
123
_________________________________________________ _________________
_________________________________________________ _________________
10. ¿Realizaba un trabajo remunerado antes de su relación conyugal?
___1. Si ___2. No
11. Aproximadamente ¿cuántas horas dedica semanalmente a su trabajo remunerado en
condiciones regulares?
___1. Hasta 10 ___3. De 21 a 30 ___5. Más de 40
___2. De 11 a 20 ___4. De 31 a 40
12. ¿Ha interrumpido su actividad laboral remunerada alguna vez durante su matrimonio?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 13
12.1 Si contestó afirmativamente la anterior ¿a qué se debe que haya interrumpido su actividad
laboral remunerada?
__________________________________________________________________________
13. En comparación con el ingreso total que gana su cónyuge, el de usted es:
___1. Mayor ___3. Menor
___2. Igual ___4. No es fijo, puede ser mayor, igual o menor
14. ¿En qué se distribuye el ingreso que usted obtiene con su trabajo remunerado? Marque las opciones
necesarias
___1. Necesidades personales de usted ___4. Necesidades de su cónyuge
___2. Necesidades de sus hijos ___5. Necesidades de otros parientes
___3. Necesidades del hogar ___6. Otro: __________________________
15. Considera que el ingreso que usted percibe es:
___1. Indispensable ___2. Complementario ___3. Prescindible
16. Considera usted que la responsabilidad doméstica en su hogar (limpiar, cuidar, educar y atender a los
hijos, cocinar, efectuar pagos de servicios, aportación económica, etc. ) se distribuye de manera:
___1. Desigual, con mayor carga para usted ___3. Equitativa entre usted y
___2. Desigual, con mayor carga para el cónyuge su cónyuge
17. La forma en que se distribuye la responsabilidad doméstica en su hogar, según su respuesta
anterior (desigual o equitativa), ha sido:
___1. La misma desde el principio de la relación conyugal
___2. Modificada en el transcurso de la relación conyugal
17.1 Si la responsabilidad conyugal se ha modificado, mencione por favor cómo era antes y qué
motivó el cambio:
_________________________________________________________________________
18. Considera usted que en este momento su matrimonio se encuentra en una situación de:
___1. Acoplamiento o ___2. Estabilidad ___3. Ruptura
reacoplamiento
Enseguida ignore la sección III y pase a la sección IV, en la página iv III. Relaciones conyugales pasadas
1. ¿Vivió usted alguna relación conyugal (relación con pareja masculina corresidente, sin importar el
tipo de acuerdo matrimonial: unión libre, civil, etc.)?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta fue negativa pase a la sección VI, en la página v
Si su respuesta fue afirmativa, le agradeceremos su esfuerzo por recordar las características de su antigua
relación conyugal 2. ¿Ha tenido más de una relación conyugal?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 3
124
2.1 Si afirmó lo anterior ¿qué edad tenían usted y su pareja la primera vez que se unió en
matrimonio?
1. Usted tenía: _______ años 2. Su cónyuge tenía: _______ años
Si ha tenido más de una, por favor conteste lo siguiente según las características de su última
relación conyugal
3. ¿Bajo qué acuerdo matrimonial se estableció su relación conyugal?
___1. Civil ___2. Religioso ___3. Civil y religioso ___4. Unión libre
4. ¿Qué edad tenían usted y su cónyuge cuando se unieron en matrimonio?
1. Usted tenía: _______ años 2. Su cónyuge tenía: _______ años
5. Tiempo que duró su matrimonio: _____________________
6. Población o poblaciones en las que residió durante su matrimonio: ________________________
________________________________________________________________________
7. ¿Tiene usted hijos?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta a la pregunta anterior fue negativa, pase a la Nº 7
7.1 Si tiene hijos, ¿cuántos tiene? ___________________
7.2 ¿A qué edad tuvo usted su primer hijo? ________________
7.3 Si tiene más de uno ¿a qué edad tuvo el último?________________
7.4 ¿Sus hijos residían con usted en el último año de su relación conyugal?
___1. Si, todos ___2. Sólo (indique cantidad)___ ___3. No
7.5 Los hijos que residían con usted ¿qué edades tenían en el último año de su relación
conyugal? Marque las opciones necesarias
___1. De 0 a 4 años ___3. De 8.1 a 14 años ___5. Más de 18
___2. De 4.1 a 8 años ___4. De 14.1 a 18 años
8. Además de su cónyuge, y de sus hijos -si los tuvo y vivían con usted- ¿habitaba otra u otras personas en
su hogar en el último año de su relación conyugal?
___1. Si ___2. No
Si contestó negativamente pase a la pregunta N° 9
8.1 Si habitaba alguien más en su hogar, por favor especifique el tipo de relación y la edad que tenían
cada una de esas personas (por ejemplo: madre de usted, 62 años; hijo de su cónyuge, 7 años; etc.) en el
último año de su relación conyugal.
Tipo de relación: Edad:
_________________________________________________ _____________________
_________________________________________________ _____________________
9. ¿Realizaba un trabajo remunerado antes de su relación conyugal?
___1. Si ___2. No
10. ¿Tuvo usted un trabajo remunerado durante su relación conyugal?
___1. Si ___2. No Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 11
10.1 Aproximadamente ¿cuántas horas dedicaba semanalmente a su trabajo remunerado
en condiciones regulares en la última ocasión que usted trabajó durante su relación
conyugal?
___1. Hasta 10 ___3. De 21 a 30 ___5. Más de 40
___2. De 11 a 20 ___4. De 31 a 40
10.2 ¿Interrumpió su actividad laboral remunerada alguna vez durante su matrimonio?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 11
125
10.2.1 Si contesto afirmativamente la anter io r ¿a qué se debe que haya
interrumpido su act ividad laboral remunerada?
__________________________________________________________________
10.3 En comparación con el ingreso total que ganaba su cónyuge, el de usted era:
___1. Mayor ___3. Menor
___2. Igual ___4. No es fijo, puede ser mayor, igual o menor
10.4 ¿En qué distribuía usted el ingreso de su trabajo remunerado durante su relación conyugal?
Marque las opciones necesarias
___1. Necesidades personales de usted ___4. Necesidades de su cónyuge
___2. Necesidades de sus hijos ___5. Necesidades de otros parientes
___3. Necesidades del hogar ___6. Otro: ________________________
10.5 Considera que el ingreso que usted percibía en el momento de su relación conyugal era:
___1. Indispensable ___2. Complementario ___3. Prescindible
11. Considera usted que la responsabilidad doméstica en su hogar (limpiar, cuidar, educar y atender a los
hijos, cocinar, efectuar pagos de servicios, aportación económica, etc. ) durante su relación conyugal se
distribuía de manera:
___1. Desigual, con mayor carga para usted ___3. Equitativa entre usted y
___2. Desigual, con mayor carga para el cónyuge su cónyuge
12. La forma en que se distribuyó la responsabilidad doméstica en su hogar, según su respuesta
anterior (desigual o equitativa), fue:
___1. La misma desde el principio de la relación conyugal
___2. Modificada en el transcurso de la relación conyugal
12.1 Si la responsabilidad conyugal se modificó en el transcurso de la relación, mencione por
favor cómo era antes y qué motivó el cambio:
_________________________________________________________________________
13. En su opinión ¿cuáles fueron las causas que propiciaron la ruptura de su relación conyugal?
_________________________________________________________________________________
14. ¿Hace cuánto tiempo terminó su relación conyugal en términos de corresidencia? _____________
15. ¿Le gustaría construir de nuevo una relación conyugal?
___1. Si ___2. No
16. ¿Considera usted que su situación personal mejoraría con una nueva relación conyugal?
___1. Si ___2. No
En las siguientes secciones –cónyuge y asuntos domésticos -, por favor continúe
respondiendo de acuerdo a las caract er íst icas de su pasada relación conyugal durante
el úl t imo año.
IV. Cónyuge
Proporcione a continuación los datos del cónyuge
1. Edad
2. Nacionalidad
3. Escolaridad alcanzada
4. Ocupación
5. Religión
6. Nivel socioeconómico de su familia
7. Población que habitó en la infancia
8. Población habitada en la adolescencia 9. Su cónyuge, antes de vivir con usted, habitaba:
___1. Con sus padres ___3. Con amigos ___5. Otro:___________
126
___2. Con parientes ___4. Solo
10. ¿Tuvo su cónyuge alguna relación conyugal (bajo cualquier acuerdo: civil, unión libre, etc.) antes de
unirse en matrimonio con usted?
___1. Si ___2. No
V. Asuntos domésticos
Indique a continuación con una X la distribución de tareas domésticas en su relación conyugal:
1. Limpieza general del interior del hogar (barrer, trapear, lavar los baños, los trastes, etc.)
Usted Cónyuge Los dos Hijas Hijos Parientes Empleados
Siempre Casi siempre Ocasionalmente
2. Limpieza de exteriores (patio, jardín, banqueta, etc.) Siempre Casi siempre Ocasionalmente
3. Lavado y arreglo de ropa Siempre Casi siempre Ocasionalmente
4. Cocinar para los miembros del hogar Siempre Casi siempre Ocasionalmente
5. Arreglo de pequeños desperfectos de la casa Siempre Casi siempre Ocasionalmente
6. Mantenimiento y limpieza de vehículo (si lo hay) Siempre Casi siempre Ocasionalmente
7. Compras de víveres y enseres domésticos
Usted Cónyuge Los dos Hijas Hijos Parientes Empleados
Siempre Casi siempre Ocasionalmente
8. Efectuar pago de servicios ( acudir a los centros de recepción del pago de los servicios) Siempre Casi siempre Ocasionalmente
9. Compromisos escolares de hijos (transporte, tareas, juntas de padres de familia, etc.) Siempre Casi siempre Ocasionalmente
10. Cuidado y atención de hijos (bañarlos, vestirlos, darles de comer, acostarlos, etc.) Siempre Casi siempre Ocasionalmente
A continuación indique marcando con una X quién tiene mayor peso en la decisión de lo siguiente
En su relación conyugal quién decide: 1 Usted 2 Cónyuge 3 Los dos 4 Otros
11. Lo que se come diariamente 12. El tener hijos 13. La escuela de los hijos (si los tiene) 14. Si usted trabaja fuera del hogar 15. La organización de las vacaciones
127
16. La contratación de los empleados domésticos 17. Con qué institución bancaria establecer contratos
18. La compra y selección de automóvil
Marque con una X la posible situación generada en su relación conyugal al ocurrir los sucesos que se
indican. Bajo la tabla encontrará una descripción de cada nivel de situación.
Suceso Muy
conflictiva
Conflictiv
a
Poco
conflictiva
Nada
conflictiva
Delegar al cónyuge una actividad doméstica de la que usted se encarga normalmente
La comida no es acorde al gusto del cónyuge
A usted se le hace tarde, llega muy noche a su casa, y su cónyuge ya está ahí
No ejecutar las instrucciones del cónyuge
Manifestación de desacuerdo de usted con su cónyuge
Dedicar usted tiempo a su trabajo restándole al tiempo de cuidado del hogar
El cónyuge la busca en su trabajo y usted no está, sin causa justificada según él
Usted ha invitado amigos a su casa sin consultar con su cónyuge
Usted tiene que salir de la ciudad por más de un día obligada por su trabajo
Muy conflictiva: Agresión física y/o verbal Conflictiva: Discusión, reclamos, generación de actitudes de
venganza Poco conflictiva: Manifestación de preocupación o enfado momentáneo Nada conflictiva: Ninguna
manifestación inmediata o posterior que perjudique la armonía
128
VI. Historia familiar
1. ¿En dónde nació usted y en qué fecha?
_________________________________________________________________________________ población estado día/mes/año
2. ¿Hasta qué edad habitó en la población donde nació? ____________________________________
3. ¿Hace cuánto tiempo reside en Mazatlán? _____________________________________________
4. A continuación indique, marcando con una X, en dónde realizó usted sus estudios:
Nivel 1 Mazatlán 2 Otra ciudad
de Sinaloa
3 Otro estado
del país
4 Otro país
1. Primaria
2. Secundaria
3. Preparatoria
4. Licenciatura
5. Especialidad
6. Maestría
7. Doctorado
8. Postdoctorado
5. ¿Ha habitado usted en algún momento con sus padres, ya sea con los dos (madre y padre) o con uno de
ellos (madre o padre)?
___1. Si ___2. No
Si su respuesta fue negativa pase a la pregunta N° 6
5.1 Si afirmó lo anterior, marque todos los momentos de su vida que ha habitado con sus padres.
Indíquelo por separado aunque sus padres residieran juntos.
Habitó con su Madre: Habitó con su Padre:
___1. Durante la infancia ___1. Durante la infancia
___2. Durante la adolescencia ___2. Durante la adolescencia
___3. De la adolescencia hasta su ___3. De la adolescencia hasta su
primer relación conyugal primer relación conyugal
___4. Durante su relación conyugal ___4. Durante su relación conyugal
___5. Actualmente ___5. Actualmente
129
6. En caso de que en algún momento anterior a su primera relación conyugal, no haya vivido con uno o
los dos padres, ¿cuál fue el principal motivo?:
___1. Separación o divorcio ___6. Cuestiones de su trabajo
___2. Cuestiones económicas ___7. Conflictos con sus padres
___3. Trabajo de sus padres ___8. Sus padres nunca vivieron juntos ___4.
Deceso de uno o de los dos padres ___9. Búsqueda de independencia
___5. Por sus estudios ___10. Otro:___________________________
7. Según su opinión, a qué nivel socioeconómico pertenecía el hogar que usted habitó durante:
Infancia: ___1. Alto ___2. Medio ___3. Bajo ___4. Marginado
Adolescencia: ___1. Alto ___2. Medio ___3. Bajo ___4. Marginado
Favor de proporcionar los siguientes datos acerca de sus padres o tutores:
Madre Padre
8. Año de nacimiento
9. Nacionalidad
10. Escolaridad alcanzada
11. Ocupación (padres) cuando usted era niña
12. Ocupación (padres) en adolescencia
13. Religión
14. Acuerdo matrimonial (civil, libre, etc.)
15. Edad al inicio de unión conyugal (padres)
16. Edad al tener el primer hijo
17. Edad al nacer usted
18. ¿Cómo se distribuía el trabajo doméstico entre los miembros que conformaban el hogar que usted habitó
durante su infancia y adolescencia?
___1. Las mujeres cargaban con todo el trabajo
___2. Las mujeres tenían mayor carga de trabajo que los hombres
___3. Equitativamente entre mujeres y hombres
19. ¿Cómo se distribuía el cuidado y atención a los hijos?
___1. Las mujeres cargaban con todo el trabajo
___2. Las mujeres tenían mayor carga de trabajo que los hombres
___3. Equitativamente entre mujeres y hombres
20. ¿Quién se encargaba de proveer el ingreso económico para el sustento del hogar que usted habitó
durante su infancia y adolescencia? Marque las opciones necesarias
Infancia: ___1. Padre o tutor ___2. Madre o tutora ___3. Otro:________
Adolescencia: ___1. Padre o tutor ___2. Madre o tutora ___3. Otro:________
A continuación indique marcando con una X
En el hogar que habitó durante su infancia y adolescencia
, quién tenía mayor peso en la decisión acerca de:
1. Madre
o tutora
2 Padre
o tutor
3 Los
dos
4 Otros
Inf Ad Inf Ad Inf Ad Inf Ad
21. Lo que se comía diariamente
22. Contratación de servicio doméstico (si hubo)
23. Asuntos escolares de los hijos
24. Permisos a los hijos
25. Administración del ingreso económico
26. Las actividades de la esposa fuera del hogar
27. Las actividades del esposo fuera del hogar
28. Compra de bienes suntuarios
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Marque con una X, la situación generada en el hogar que usted habitó durante su infancia y
adolescencia, debido a sucesos como los que aquí se presentan :
Suceso
Muy
conflictiva
Conflictiva Poco
conflictiva
Nada
conflictiva
Nunca
sucedió
Inf Ad Inf Ad Inf Ad Inf Ad Inf Ad
No se atendía al esposo
Al esposo no le gustaba la comida
La esposa salía del hogar sin previo aviso y/o por mucho tiempo
No se seguían las instrucciones del esposo
La esposa estaba en visible desacuerdo con el esposo
La esposa realizaba actividades ajenas al interés familiar
Cuando el esposo llegaba a casa y su esposa no estaba
Muy conflictiva: Agresión física y/o verbal Conflictiva: Discusión, reclamos, generación de actitudes de
venganza Poco conflictiva: Manifestación de preocupación o enfado momentáneo Nada conflictiva: Ninguna
manifestación inmediata o posterior que perjudique la armonía
VII. Opinión
A continuación se presenta una lista de afirmaciones que emiten un juicio, marque con una X la
respuesta que corresponda a su opinión: 1. El trabajo de la mujer debe subordinarse a las necesidades de su familia
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
2. El cónyuge masculino tiene la obligación de mantener a su esposa
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
3. Si fuera posible dejaría mi trabajo remunerado
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
4. El trabajo doméstico es una función natural de la mujer
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
5. La mujer cuida mejor a sus hijos por ser ella quien les da la vida
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
6. Para que una mujer se realice necesita tener hijos
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
7. Si el cónyuge masculino debe mudarse a otra ciudad por cuestiones de trabajo, la esposa debe seguirlo
aunque ella tenga que renunciar a su trabajo
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
8. La fidelidad sexual es la base del éxito matrimonial
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
9. Las relaciones sexuales extramaritales se justifican en el hombre
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
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___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
10. Las relaciones sexuales extramaritales se justifican en la mujer
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
11. El salario de la mujer debe compartirse con el cónyuge
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
12. El hombre puede cuidar a sus hijos tan bien como lo hace una mujer
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
13. Tener hijos no es importante en el matrimonio
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo
14. Las relaciones extramaritales pueden beneficiar una relación conyugal
___1. Totalmente de acuerdo ___3. No tengo opinión ___5. Totalmente en
___2. De acuerdo ___4. En desacuerdo desacuerdo