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LA OBRA DE ARTE.
HEIDEGGER, GADAMER, VATTIMO.
Figura 1. Johannes Vermeer, Vista de Delft, Óleo sobre lienzo, 1660-61. Mauritshuis, La Haya (Holanda).
Fco. Javier Benítez Rubio
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
2
Fco. Javier Benítez Rubio
Índice:
Página
Gianni Vattimo: Ontología Estética.
La diferencia ontológica. 4
La posibilidad de una filosofía –y una estética- auténticamente ontológicas. 5
El ser del arte en nuestra época. 6
La fundación ontológica del arte. 9
La destitución de la fruición estética. 11
Hans-Georg Gadamer: La obra de arte. El puente entre el arte clásico
y el arte moderno.
La muerte del arte. 13
La explicación genealógica de la obra de arte. 14
Un puente en el abismo. 16
El elemento lúdico del arte. 17
La experiencia de lo simbólico. 18
Fiesta. 21
Martin Heidegger: El artista, la obra de arte y el arte.
Origen. 24
La Cosa. 25
El Mundo y la Tierra. 28
Creación y Contemplación. Poesía. 30
Conclusiones. 33
Bibliografía. 37
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
ONTOLOGÍA ESTÉTICA
Figura 2. Gustav Klimt, El beso, Óleo sobre lienzo, 1907-08. Österreichische Galerie Belvedere, Viena (Austria).
Gianni Vattimo
“La obra de arte instituye y funda un mundo”
Gianni Vattimo
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Es necesaria, eso defiende Vattimo, una ontología estética. Y claro, comenzamos
preguntándonos, precisamente, sobre qué es la ontología estética. Afirmar que el arte
tiene alcance ontológico significa que el arte posee la capacidad de poner de manifiesto
el ser. Esto es la ontología estética, básicamente, la reflexión sobre el arte vinculada al
problema del ser. Para que una estética sea ontológica, ésta ha de tener una serie de
características que serán expuestas a continuación1.
La diferencia ontológica.
Para tratar el tema del arte, hemos de asumir la ‘diferencia ontológica’ de Heidegger2
(p. 26)3. Esta diferencia es la relación que une-separa el ser y los entes
4. El ser tiene una
característica distintiva: que “se da y se oculta al mismo tiempo en el aparecer de los
entes” (p. 26). Esta es la teoría de la epoché de Heidegger: el ser se sustrae y aparecen
los entes. ¿Qué es destacable de esta teoría? En primer lugar, el acento que se pone en la
diferencia: el ser no son los entes. Fue la metafísica occidental la que transformó la
pregunta por el ser en la pregunta por los entes, olvidando que el ser es irreductible a los
entes. En segundo lugar, al retraerse el ser, los entes se despliegan en el tiempo y en el
espacio. Vattimo lo expresa así: “Hay auténticamente historia, es decir, posibilidad,
futuro, etc., sólo porque el ser se retrae” (p.28). Y esto, ¿qué relación tiene con el arte?
El arte, si seguimos la pauta del análisis previo, es una determinada región del ente.
Conocemos cómo las obras de arte se desplegaron en su particular historia. Se trata de
averiguar si es posible, cómo es el ser que se ha sustraído para que se despliegue el arte.
La ontología estética, entonces, se pregunta por el ser de la obra de arte.
El pensamiento fundamentador –que comienza con Aristóteles- es aquel que entiende
que saber de algo tiene que ver con encontrar las causas. Ese encontrar las causas es lo
1 Hay que dejar constancia que el trabajo ‘Poesía y Ontología’ es un trabajo de un Vattimo joven, escrito
en los años 60. Y que todavía no ha desarrollado el que será santo y seña de su filosofía, ‘il pensiero
debole’. Cuando este debolismo se desarrolle plenamente a partir de los 80, algunas de las ideas aquí
desarrolladas se verán replanteadas, como puede verse en el capítulo final de este texto ‘Estética y Hermenéutica (pp. 189 y ss.), y sobre todo en ‘La Sociedad Transparente’, de 1990. 2 Las piezas que Vattimo necesita para reconstruir esta ontología estética las obtiene de Martin Heidegger.
El italiano toma los elementos que necesita, y en algunas ocasiones, se aprovecha de ellos sin hacer caso
al sentido primero que les había dado Heidegger. Antonio Cabrera, en la Introducción del texto, afirma (p.
14) que Heidegger no tenía ningún interés en una estética ontológica. Vattimo afirma, asimismo, en
varios momentos del texto, que radicaliza los conceptos más de lo que el mismo Heidegger hizo. 3 La bibliografía aparece al final. Cada bloque del trabajo pertenece a un autor distinto. Aunque para
evitar posibles confusiones, explicar que la página que se pone como fuente pertenece a la obra del autor
correspondiente 4 ¿Qué son los entes? Las personas y las cosas que pueblan el mundo.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
que se convirtió, por el influjo de la metafísica, en la fundamentación. Este
pensamiento, que no tiene en cuenta la diferencia ontológica, es la base de la filosofía
occidental y, claro está, de todas las estéticas surgidas en Occidente. La auténtica
exigencia de la metafísica es buscar el Grund, para luego cerrar todas las posibilidades
al apropiarse del fundamento. La metafísica tradicional afirma que el ser se manifiesta o
se da en los entes: si queremos conocer el ser, será a través de los entes. Para Heidegger
–este es uno de sus postulados más importantes- no se puede conocer el ser a partir de
los entes. La diferencia ontológica y el carácter epocal del ser impiden esa relación.
Figura 3. Wassily Kandinsky, Línea Transversa. Óleo sobre tela, 1923. Museo Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen, Düsseldorf
(Alemania).
La posibilidad de una filosofía –y una estética- auténticamente
ontológicas.
La ontología que pretende Vattimo, siguiendo la senda de Heidegger es la que no piensa
el ser como fundamento de los entes; el ser no es la estructura de soporte del ente. No
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
investigamos una estructura permanente y rígida, sino los modos de acontecer o
mostrarse de los entes en el horizonte del ser. El ser es acontecimiento, no fundamento.
¿Cuál es la esencia de los entes?, se pregunta la metafísica. La ontología, a diferencia de
la metafísica, no toma la esencia como aquella estructura universal y necesaria del ente,
su causa suprema. La toma como la condición de posibilidad de los entes: ¿qué tiene
que ver este, o ese o aquel, ente con el ser?
Y, ¿cómo llevamos estas ideas al tema del arte y la estética? ¿Cómo sería una ontología
del arte? Una estética en perspectiva ontológica no quiere describir la experiencia
estética. No podría pretender alcanzar la esencia pura del fenómeno, esa que late oculta
en el interior; y que saldría al quitar el peso de lo cultural, de lo social, y otros
contextos. La ontología del arte se preguntaría por el ser del arte en nuestra época. El
fenómeno, la obra de arte, se da o aparece en una concreción histórica, cargados con los
significados que le otorga o atribuye esa tradición. Una ontología del arte consistirá,
dice Vattimo (p. 44), en mostrar “las grietas a través de los cuales el acontecimiento del
ser se deja ver” como acontecimiento del ser.
El ser del arte en nuestra época.
I
Nunca como ahora, la “enunciación programática ha prevalecido tanto sobre la
producción de las obras” (p. 48). Las corrientes artísticas5 quieren ser programáticas.
Quieren que se les reconozca como programas, como discursos, como tomas de
posición y valoración (filosófica, ideológica, política, etc.).
El siglo XIX -con la revolución industrial, la modificación de las estructuras político-
sociales y la sociedad de masas- impacta de manera tremenda sobre los artistas. A
cambio de adquirir un público mucho más amplio, perdieron, de golpe y porrazo, la
posición clara y precisa que habían tenido durante siglos. Al artista tradicional –y al arte
‘de ocasión’ y por encargo- le sucede el artista bohemio, que también terminará pasando
de moda.
Conforme avanza el siglo XX, el artista vuelve a integrarse en el mundo y la sociedad.
Aunque esta vez ‘el mundo y la sociedad' tienen forma de industria cultural. El punto
final de esto, es que el artista termina convirtiéndose en funcionario de la industria
5 Vattimo utiliza el concepto ‘las poéticas del s. XX’.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
cultural. Todos ellos, incluso el más vanguardista, rompedor e iconoclasta. Todos han
de pasar, de un modo u otro, por las instituciones de la comunicación de masas
(editoriales literarias, radio, cine, televisión, galerías). El arte también es un producto de
consumo. Se mueven ingentes cantidades de dinero. El mercado del arte tiene que
lanzar continuamente nuevos productos. Finalmente, termina supeditado a la ley de la
oferta y la demanda. Y como otras tantas instancias, los lenguajes estéticos se banalizan,
se trivializan hasta el ridículo y el esperpento, con el consiguiente descrédito6.
El artista del siglo XX se encuentra con serios problema. Los medios de expresión de su
obra, por ejemplo. No es pequeña la sensación de que todo está dicho ya. El artista deja
de plantearse la función del arte y su posición dentro del mundo. Le preocupa si puede
haber arte como creación original y genuina. Para Vattimo, la crisis y destrucción del
lenguaje artístico actual no es un problema técnico sino ontológico.
La conclusión que saca el italiano de la situación actual del arte es que los programas
prevalecen sobre las obras. El arte, ahora, es un manifiesto explícito, una estructura
programática, un discurso. Al artista ya no le interesa la apreciación técnica y formal de
su obra, o la contemplación gozosa de la misma por parte del espectador. ¿Cómo se
puede disfrutar de una obra dadá o un producto pop-art? No son pocas las obras que no
son meras obras sino elementos de un discurso. Al ser convertida en manifiesto la obra
de arte se torna problemática. El artista no quiere que gocemos con el arte, quiere que lo
comprendamos, que se nos haga inteligible el discurso que lo soporta.
II
El arte es un comportamiento constitutivo de la conciencia humana. Nuestra conciencia
tiene un modo de situarse en la realidad -frente a las cosas, frente al mundo- que no es
ni práctico (ética) ni cognoscitivo (ciencia): es estético (arte). Aristóteles fue el que
primero dejo constancia de esto. También fue el primero en confirmar que el arte nos
procura placer, gozo y deleite: fruición. Su concepción del arte, para terminar, es
mimética: el arte imita a la naturaleza. Y así transcurrió un tramo bastante grande de la
historia de la Humanidad. El problema del arte en Kant queda solventado con el
concepto de genio. La obra de arte es obra del genio, ya que no puede ser traducida o
formulada en conceptos intelectuales. Para las estéticas positivistas y marxistas del XIX,
el arte usa las energías excedentes y no necesarias de la vida cotidiana. El arte es un
6 Esta obra está escrita por Vattimo en la década de los 60. Impensable en aquel momento lo que sería el
boom de internet, el community management y las redes sociales.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
producto innecesario y gratuito; no tiene significancia ontológica alguna. A lo sumo,
llega a ser considerado una mercancía que puede ser usada como manipulación –o
educación- de la sociedad.
La estética europea, en la última parte del s. XIX y comienzos del XX, aparece
dominada por la idea de arte como juego. Decimos que algo es un juego, cuando no
merece ser tomado en serio. La estética deja de ser algo trascendente e importante. El
arte no es algo esencial en lo que respecta al ser. Abandonado todo significado
ontológico, el arte entra en la órbita de las cosas secundarias de la vida; esas actividades
humanas desinteresadas y prescindibles. Vattimo llama a este movimiento la Escuela de
la Einfülung7, de claro influjo neokantiano. Nietzsche, y Heidegger, sin embargo, en ese
mismo tiempo abren nuevas vías para la “recuperación del alcance ontológico del arte”
(p. 63). Las poéticas contemporáneas, de la segunda parte del s. XX, sí reivindican el
carácter ontológico del arte. Del juego, la gratuidad y la inesencialidad a la búsqueda del
alcance ontológico de la obra de arte. Los menesteres artísticos no son una actividad
desinteresada y superflua: hay que volver a tomarse en serio el arte. El arte es
imprescindible.
Un primer intento: el arte es una forma de conocimiento de la realidad más adecuada
que la reflexión intelectual y discursiva. El arte es un lenguaje nuevo que se sitúa frente
a los lenguajes tradicionales. El arte se rebela contra la razón, contra la lógica. La obra
de arte se convierte en un instrumento epistemológico de la realidad. No se contempla el
mundo, ni la realidad, de manera pura ni desinteresada. Para que el arte salga de la
tutela de la reflexión, también de la inesencialidad de la empatía y el juego, tiene que
reivindicarse como superior al conocimiento racional. Para esta poéticas –digamos que
‘irracionales’8- el conocimiento intuitivo, simbólico, se impone al discursivo. La
‘lógica’ del arte se va separando de la lógica del discurso, a pasos agigantados. Algunas
poéticas llegan incluso a proponer al arte no como el modo de acceder a la realidad, sino
que es lo que funda la propia realidad. Estas vanguardias se encuentran –y enfrentan-
por primera vez con un problema: el arte como polémica, escándalo y aberración.
7 Empatía. 8 Las corrientes ‘irracionalistas’ de las que habla Vattimo serían: cubismo, futurismo, surrealismo,
simbolismo, dadaísmo, pop-art y expresionismo.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Para Vattimo (p. 72), de entre estos movimientos vanguardistas, hay uno más maduro
que se acerca a la recuperación ontológica del arte: el expresionismo9. Aduce tres
razones para ello. La primera es que la “renovación del arte es considerada como un
aspecto de la renovación más amplia de la sociedad” (p. 73). Segundo, la sustitución
del sentimentalismo y la emocionalidad por la cosmicidad. El arte como constructor de
mundos. Y por último, el carácter profético del arte. Afirma Vattimo, invocando a
Kandinsky (p. 82), que “el valor de una obra de arte consiste en su capacidad de
profetizar un mundo”. Lo real es lo que ha sucedido. La realidad es retrospectiva:
calificamos algo como real cuando ha pasado ya. Pero este movimiento añade la
realidad prospectiva: lo real es el futuro, aquello que no está dado en el ahora presente.
Entonces, la obra no es punto de partida, es punto de llegada. El arte es llamado a fundar
el ambiente en el que el hombre vive, a fundar el mundo de la experiencia humana.
Figura 4. Paul Klee, Muerte y fuego, 1940. Zentrum Paul Klee, Berna (Suiza).
9 Kandinsky, Klee, La Bauhaus, por ejemplo.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
La fundación ontológica del arte.
Después de este repaso histórico recuperamos el asunto por donde lo dejamos.
Explicitar los elementos que, a decir de Vattimo, ha de tener la ontología estética10
.
La obra de arte es un “hecho enigmático en su existencia misma” (p. 91). No existe, ni
ha existido un canon de belleza absoluto, y unánime, para valorar la obra de arte. Este
carácter enigmático de la obra de arte es la novedad, que también puede llamarse
originariedad. La novedad es “la fuerza con que la obra suspende nuestras relaciones
habituales con el mundo” (p. 96). Encontrarse con una obra de arte es encontrarse con
una perspectiva distinta pero que entra en diálogo con la nuestra. Esta originariedad,
lleva a Vattimo a enunciar una tesis radical: la auténtica obra de arte es aquella que abre
–funda- un mundo nuevo.
La belleza de la obra no llega –principalmente- por la originalidad, sino por ser un todo
dominado por una ley. Cuando captamos la ley que gobierna la obra de arte es cuando
verdaderamente nos apropiamos de ella. ¿Y cuál es esa ley que gobierna toda obra de
arte? Conseguir ser aquello que pretendía ser. Así, el criterio de belleza está en la obra
misma no en reglas externas. La ley que gobierna la obra surge de un proceso espiritual
del artista. Entonces, la personalidad de éste resulta ser el auténtico contenido de la obra
de arte.
Figura 5. Oskar Schlemmer, Bauhaus Logo, 1922 Bauhaus-Archiv (Berlin).
10 La novedad y la legalidad son elementos que Vattimo toma prestado de la teoría de la formatividad de
su maestro Luigi Pareyson (‘Estética’, 1954), que encajan armoniosamente con elementos que tomará de
‘El origen de la obra de arte’ de Martin Heidegger (Holzwege, 1935-36), la originariedad y la fundación.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
La destitución de la fruición estética.
La fruición de la obra de arte culmina en un acto de contemplación. Esta satisfacción
afecta a la parte emocional del ser humano. Vattimo está empeñado en clausurar la
fruición porque la fruición es la clausura del arte. El encuentro con la obra de arte ha de
ser una experiencia que comprometa todos los niveles de la humanidad del hombre. No
sólo la emotiva, también la teorética, y sobre todo, la moral.
Si la obra de arte abre y funda en torno a sí el mundo, reorganizando las cosas,
revisando las relaciones, volviendo a proponer los significados, la obra de arte no
producirá gozo o deleite; producirá un choque o una crisis11
. En el encuentro con la obra
de arte auténtica, “el mundo tal y como estaba acostumbrado a verlo se me hace
extraño, es puesto en crisis en su totalidad, pues la obra es la propuesta de su nueva
sistematización general, una nueva época de la historia” (p. 167).
11 Stoss.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
LA OBRA DE ARTE: EL PUENTE
ENTRE EL ARTE CLÁSICO Y EL
ARTE MODERNO.
Figura 6. Andy Warhol, Marilyn Diptych (lado izquierdo), Acrílico sobre lienzo, 1962. Tate Modern (Londres)
Hans-Georg Gadamer
“Es tarea de la filosofía encontrar lo común también en la
diferencia”
H.G. Gadamer
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Cada vez que algo novedoso se opone a las formas tradicionales, se plantea la cuestión
de la verdad de eso que ha irrumpido como nuevo. En el arte, esta situación también
ocurre: el arte moderno reivindica un vínculo con la verdad. Más bien, se le exige al arte
moderno que nos muestre su legitimidad; esa que ya tenía el arte clásico. Pero, el arte
que ahora conocemos como “clásico” tuvo en su día que enfrentarse con esto. La
pregunta por la justificación del arte no es nueva, aunque ahora se plantee como ¿cuál es
la situación del arte en nuestro siglo?
Para reflexionar sobre esta cuestión hay que comenzar con la continuidad del tiempo.
¿Qué es la cotidianidad –el presente- sino un tránsito continuo por la simultaneidad del
pasado y el futuro? No existen departamentos temporales estancos. Nuestro pasado
irrepetible y nuestro futuro abierto están fundidos en un horizonte. Existe, eso defiende
Gadamer, una continuidad que conecta el pasado y el futuro. Por la conciencia histórica
que poseemos podemos percatarnos de esta continuidad simultánea. Esta conciencia
reflexiva nos permite sintonizar históricamente. Esta reflexión podemos aplicarla al
ámbito específico del arte.
La muerte del arte.
¿Puede establecerse una definición de arte que englobe el arte del pasado y el arte
actual? En el arte clásico, la obra de arte eran configuraciones localizadas en los
distintos ámbitos de la vida, especialmente el religioso y el político. Eran, generalmente,
ornamentaciones del culto o del poder. Pero hay un momento en el que el arte se
convierte en ‘arte’ y sólo arte. Un momento en el que la obra de arte comienza a existir
por sí misma: el ‘arte’ es nada más que arte. Parece que un abismo infranqueable se abre
entre el pasado y el presente. Es Hegel, y su idea del “carácter de pasado del arte” (p.
33 y ss.), el que promueve esta idea de la ruptura entre el pasado y el presente. La
espontaneidad del arte clásico ha desaparecido; ahora, el nuevo arte necesitará siempre
de una justificación. Apoyando la idea de la muerte del arte de Hegel hemos de revisar
el cambio profundo que ha sufrido la figura del artista en el arte moderno.
El artista del s. XIX comienza a sentirse desarraigado en su sociedad, avocada a la
industrialización y el comercio. El artista se siente y expresa como un mesías redentor
que trae una buena nueva a la sociedad. El precio de esta proclama supone su
marginación social. En el siglo XX, el arte llega hasta el límite de lo comprensible, en
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
14
Fco. Javier Benítez Rubio
no pocas ocasiones se convierte en un lenguaje mudo encargado de lo indecible. En
franca oposición a las leyes tradicionales, lo importante es vulnerar el principio formal
de cualquier creación artística. De modo que comprender el arte actual supone ya “una
tarea para el pensamiento” (p. 41). En el artista moderno hay “un agente social nuevo”
(p. 42) que trata de romper con la ceremonia del placer de la cultura burguesa. Y que
trata de hacer del arte una nueva forma de comunicación. La creación artística desciende
–se difunde y extiende- al mundo práctico, al entorno diario.
A pesar de esto, Gadamer pretende demostrar que existe un puente entre la tradición
clásica y el arte moderno. Existe una unidad en la ruptura de lo clásico y lo moderno.
No existe un arte que pertenezca completamente al pasado, ni un arte puramente
moderno.
La explicación genealógica de la obra de arte.
El gran arte del pasado parece que nos muestra una fluidez y coherencia entre el fondo y
las formas que no muestra el arte moderno, que se caracteriza por la ruptura de las
formas. Parece existir una brecha, una falla, entre la tradición de las artes plásticas y los
ideales de creación modernos. Gadamer nos dice que aquí hay una explicación
genealógica que merece ser contada.
El sentido ilustre, magnífico y eminente que damos a la palabra ‘arte’ es relativamente
reciente, menos de doscientos años (p. 46). Hasta el s. XVII, el arte eran las ‘bellas
artes’ pero también las artes mecánicas, las asociadas a la técnica y a las artesanías.
Desde la Antigüedad clásica (Platón y Aristóteles) el arte caía dentro del saber
productivo, un saber común a los artesanos y los artistas, distinto al saber práctico y
político. El arte estaba ligado a la idea de uso y utilidad: toda obra que esté terminada
queda liberada de su autor y depende de aquel que la usará. Y, por consiguiente, “la
obra de arte remite a una esfera de uso común, y con ello a una comunidad de
comprensión, a una comunicación inteligible” (p. 47).
Existía, eso sí, una diferencia en esa unificación de las artes plásticas –nuestro ‘arte’- y
del arte técnico y mecánico: que aquel imita la naturaleza. La naturaleza se nos aparece
como incompleta o inacabada, con lo que “cede al espíritu humano un vacío de
configuraciones para que lo rellene” (p. 48).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
El concepto de lo bello también nos viene de antiguo, lo kalón. La belleza, para los
griegos, está en el cosmos. La auténtica manifestación de lo bello está en el orden y la
regularidad del cielo, en las constantes y fiables alternancias terrestres. En el
firmamento no se ve el contraste caótico y anárquico de la experiencia terrenal. Lo bello
no se contrapone a lo real, es más una garantía de que la verdad, a pesar de las
imperfecciones cotidianas, no es inalcanzable. El arte tenía una función ontológica,
explica Gadamer haciendo bueno lo dicho por Platón: “cerrar el abismo abierto entre lo
ideal y lo real” (p. 52). Los antiguos entendían que lo bello era algo comunitario. Lo
bello gozaba de un reconocimiento total, de la aprobación general. Nadie pedía razones
que explicaran porqué todos veían lo bello como bello; estaba autodeterminado.
Figura 7. Paul Cezánne, Les Joueurs de cartes, 1889-1892. Museo de Orsay (París).
Es en el racionalismo moderno, el siglo XVIII, donde surge el sentido eminente del arte
separado de la práctica productiva. Primero con A. Baumgarten y su “cognitio
sensitiva” (p. 54) y luego –y especialmente- con I. Kant. Al ilustrado prusiano le
preocupaba encontrar algo vinculante en la experiencia de lo bello más allá de la
reacción subjetiva del individuo. En todos nosotros, los sujetos, tenía que haber algo
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
16
Fco. Javier Benítez Rubio
común más allá de nuestras particularidades subjetivas. Kant pretende responder a la
siguiente pregunta: “¿Qué verdad encontramos en lo bello que se hace comunicable?”
(p. 57). Para Kant, existe algo subjetivo pero que todos compartimos: la experiencia de
lo bello. Su validez no es meramente subjetiva, tiene una vinculación universal aunque
no por los conceptos o el discurso. La belleza auténtica, lo bello, para Kant, se
encuentra antes en la belleza natural o libre que en la obra de arte. La belleza natural es
belleza libre de significados (p. 59) no reducible a conceptos. Esta belleza es autónoma
de fines prácticos, por un lado y de conceptos teóricos, por otro. Lo que describe la
belleza es el goce de lo bello, el deleite, la fruición, la satisfacción desinteresada que
provoca. Esta es la experiencia de lo bello, algo subjetivo y vinculante a la vez.
Un puente en el abismo.
La muerte del arte de Hegel es el anuncio del fin del arte clásico. El arte se ha
extinguido en el mundo moderno. Hegel y su muerte del arte suponen un antagonismo
absoluto entre lo clásico y lo moderno. Gadamer discrepa de Hegel: se ha extinguido el
arte clásico y tradicional. Ya no habrá más de ese arte; pero no significa que no haya
más arte, que no pueda existir otro arte.
El arte que agoniza hasta morir es el arte clásico. El que muere es el arte donde materia
y sentido encuentran equilibrio. El arte romántico rompió ese equilibrio a favor del
sentido. Es este arte el que rompe la fluidez espontánea entre lo objetivo y lo subjetivo.
Ahora, la supremacía de lo subjetivo, de lo ultra-artístico, encalla en la figura de un
artista que es plenamente consciente de su obra. El precio de ese desequilibrio es que el
arte se queda sin verdad, huérfano de toda legislación y en libertad absoluta, indómito,
salvaje.
Gadamer toma algunas ideas de Platón y Aristóteles, primero, y luego de Kant, para
demostrar que el arte moderno no supone una auténtica muerte del arte. Es Platón el que
nos dice que la belleza tiene función ontológica, la de unir la herida entre lo ideal y lo
real. La belleza implica verdad. Es –la belleza- el orden verdadero del mundo. Y añade,
siguiendo con Kant, que no podemos preguntarnos por qué nos gusta lo bello. Lo bello
se autodetermina y autorrepresenta. Es autosuficiente, no necesita de razones, no está
atado a la lógica, está libre de conceptos. No podemos dar razones de lo bello, tampoco
alegar proposiciones lógicas de la belleza. La belleza libre kantiana está libre de
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
17
Fco. Javier Benítez Rubio
conceptos. Al proponer el placer desinteresado y la finalidad sin fin, Kant está
anticipando el arte moderno.
El elemento lúdico del arte.
“El juego es una función elemental de la vida humana” (p. 66)
¿Qué significa o implica el juego, según Gadamer, y cómo se relaciona con el arte?
1º- El juego, básicamente, es un movimiento repetitivo y constante de vaivén, pero sin
meta precisa.
2º- El juego, en el ámbito general de la vida, es un automovimiento que no tiende a un
final. Es movimiento per se.
3º- El juego, en el ámbito humano, incluye dar una finalidad a los movimientos.
4º- El juego, en el ámbito personal, ordena y disciplina la humanidad del hombre. La
repetición constante entrena al hombre, lo acostumbra y regula.
5º- El juego es hacer que un hacer que no tiene ni fines ni reglas los tenga. El juego, en
el ámbito humano, es la propia racionalidad.
6º- El juego elimina las distancias entre el que juega y el que mira el juego. El jugador
se convierte en espectador, y el espectador en copartícipe del juego. El espectador no es
un mero espectador del juego, es parte de él, participa del mismo.
Para Gadamer (p. 70) el concepto del juego es muy significativo para explicar el arte
moderno. Si el juego elimina la distancia entre jugador y espectador, el arte elimina la
distancia entre la obra y el espectador (audiencias y público). Transforma la distancia,
de espectador a copartícipe.
¿Significa esto que la obra deja de existir, al convertirse en un juego que convierte al
espectador en copartícipe? Gadamer argumenta contra lo que entienden que la obra de
arte ha dejado de existir, usando el criterio del juego. Todo juego plantea una
reglamentación. Esto es, todo juego se juega atendiendo se a unas reglas. Del mismo
modo, la obra de arte tiene una reglamentación interna que no desaparece aunque se
pierda la distancia entre obra de arte y espectador. En tiempos de la tradición clásica,
esta reglamentación estaba dada por la armonía de las formas y por la perdurabilidad. El
arte moderno no tiene esta reglamentación, pero sí tiene otras reglas. La primera:
reconocimiento y comprensión. La obra exige una respuesta, exige al espectador un
esfuerzo de comprensión. En toda obra de arte hay algo que entender, hay una
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
hermenéutica que desarrollar. La segunda: la variación y la diferencia. La obra de arte
deja al que la recibe una especie de hueco que tiene que rellenar y re-construir. Un
cuadro, por ejemplo, se lee o se descifra, del mismo modo que se lee un texto.
Enfrentarse a una obra supone un trabajo de reflexión. Hay algo más en lo que se ve, se
oye, se siente. En definitiva, la experiencia del arte cambia al ser humano.
Figura 8. Tiziano, Carlos V a caballo en Mühlberg, óleo sobre lienzo, 1548. Museo del Prado (Madrid)
La experiencia de lo simbólico.
Gadamer comienza sus argumentos explicando lo que significaba el símbolo en la
antigüedad clásica, con la tessera hospitalis y Aristófanes. El símbolo originario de
Grecia era una especie de tablilla rota –la tésera- que facilitaba el recuerdo a las
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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personas que recibían cada una de las partes, estableciendo un vínculo entre ambos12
. Y,
por su parte, el comediógrafo ateniense nos cuenta que el ser humano es un fragmento
que busca el trozo partido que le falta y complementa, el symbolon toy antrópon (p. 84).
El símbolo, dice Gadamer, “se representa como un fragmento de Ser que promete
complementar en un todo íntegro al que se corresponda con él; o, también, quiere decir
que existe el otro fragmento, siempre buscado, que complementará en un todo nuestro
propio fragmento vital” (p. 85).
Figura 9. Tessera Hospitalis. Tésera de Turulio, Bronce, Siglo I a.C., (Aparecido en Cedrillas, Teruel). Museo Arqueológico
Nacional (Madrid)
¿Por qué la reflexión sobre el símbolo para comprender el arte?
1º. Lo bello del arte, en la obra de arte -como en el símbolo -, remite a algo que no está
puesto ahí de modo inmediato. Hay algo en la obra de arte, en su belleza, que siéndole
inherente, no resulta evidente ni inmediato. Como si la obra de arte llevara un mensaje
oculto en su interior que hubiese que descifrar.
12 “¿Qué quiere decir símbolo? Es, en principio, una palabra técnica de la lengua griega y significa
«tablilla de recuerdo». El anfitrión le regalaba a su huésped la llamada tessera hospitalis; rompía una
tablilla en dos, conservando una mitad para sí y regalándole la otra al huésped para que, si al cabo de
treinta o cincuenta años vuelve a la casa un descendiente de ese huésped, puedan reconocerse
mutuamente juntando los dos pedazos. Una especie de pasaporte en la época antigua; tal es el sentido
técnico originario de símbolo. Algo con lo cual se reconoce a un antiguo conocido” pp. 83-84.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
2º. La experiencia de lo bello, en la obra de arte -como en el símbolo -, evoca y promete
un orden íntegro. No sabemos dónde se encuentra, solo que es posible. La obra de arte
aporta una de las partes de la tésera, la otra parte la aporta el espectador. Y la promesa
de que terminen integrándose, encontrándose.
¿Qué puede ser eso a lo que remite y está oculto, qué puede ser ese orden que no se
encuentra? Gadamer nos está diciendo que es el sentido. Y que nos vemos enfrentados
al concepto idealista de sentido y al concepto ontológico de sentido. El idealismo ha
tratado de traducir el mensaje oculto de la obra de arte, revelarlo, descifrarlo usando
conceptos y lógica. Gadamer defiende la postura ontológica: la obra de arte no es un
mero portador de sentido. Hay algo único e insustituible en la obra de arte que no puede
ser traducido a lógica y conceptos. W. Benjamin llama a esta cosa enigmática el “aura”
de la obra de arte (p. 88). Y por esto nos indignamos –como si fuera un sacrilegio-
cuando el arte se profana o se destruye. La conclusión a la que llega Gadamer es que el
arte contemporáneo impide, explícitamente, la comprensión en torno a conceptos: “lo
simbólico del arte, descansa sobre un insoluble juego de contrarios, de mostración y
ocultación” (p. 87).
En el arte no se produce una mera revelación de sentido. Algo queda siempre abrigado,
afianzado y protegido ‘dentro’ de la obra de arte. Algo que no se consume nunca. Para
el idealismo se trata sólo de vaciar la obra de arte, extraerle el sentido y dejar la obra
completamente exangüe. Con Heidegger –y su alétheia- sabemos que existe un doble
movimiento de descubrir-revelar, por un lado y de ocultar-encubrir por el otro. Junto al
desocultar el sentido encontramos el ocultamiento de éste (p. 89).
Lo simbólico hace presente al significado, lo representa, no lo reproduce. En el arte se
conserva esta representación. Explica Gadamer que “en la obra de arte no sólo se
remite a algo, sino que en ella está propiamente aquello a lo que se remite. Con otras
palabras: la obra de arte significa un crecimiento en el ser” (p. 91). Los productos
técnicos, la artesanía son herramientas, útiles, artículos que se pueden producir, repetir y
sustituir: son reproducciones. Por el contrario, “la obra de arte es irremplazable” (p.
93), es un acontecimiento único. En la Antigüedad ya resolvieron este asunto hablando
de la imitatio (mímesis), pero no tomada en su acepción primera de copia o imitación
sino de “llevar algo a su representación” (p. 92).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
En nuestro encuentro con el arte experimentamos la totalidad del mundo y junto a esto
percibimos claramente la posición ontológica que ocupamos: la pequeñez, la finitud
frente a la trascendencia. El arte, y su misterio, nos voltea y nos impacta, nos pone
frente a frente con la existencia, con el Ser.
Fiesta
Desde tiempos inmemoriales, la división social y la actividad laboral nos isla, separa y
divide. Sin embargo, la fiesta ha sido siempre una celebración comunitaria.
“Si hay algo asociado siempre a la experiencia de la fiesta, es que se rechaza
todo el aislamiento de unos hacia otros. La fiesta es comunidad, es la presentación de
la comunidad misma en su forma más completa. La fiesta es siempre fiesta para todos”
(p. 99).
Figura 10. David Teniers, Fiesta campestre, Óleo sobre lienzo, 1647. Museo del Prado (Madrid).
Congregarse y reunirse en una celebración festiva es un arte en el que los antiguos nos
sacan ventaja, desde luego. Importa destacar, en primer lugar, que las festividades no
sólo juntan las personas. Hay una intencionalidad compartida. La gente que se congrega
para celebrar algo lo hace de modo consciente y voluntario, no por mero azar, sin saber
por qué. La fiesta es siempre una “actividad intencional” (p. 101).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Y en segundo lugar, la fiesta nos sitúa en el tiempo pleno. Explica Gadamer que
experimentamos dos modalidades de tiempo. El tiempo normal está vacío y tenemos
que llenarlo con las actividades laborales y de la vida diaria. Es el tiempo que
dividimos, el tiempo que creemos tener y que nos lleva por la calle de la amargura
cuando se nos escapa. Frente a éste, el tiempo festivo, lleno y compacto, que no se mide
ni se calcula con el reloj, está lleno de vivencias y significados. En la fiesta, el tiempo
no se detiene, lo que para es el cálculo que hacemos del tiempo.
¿Qué es lo que hay de festivo en el arte? Como la fiesta, el arte tiene su tiempo propio.
“La obra de arte no está determinada por la duración calculable de su extensión
en el tiempo, sino por su propia estructura temporal” (pp. 106-107).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
EL ARTISTA, LA OBRA DE ARTE
Y EL ARTE
Figura 11. Vincent van Gogh, Un par de zapatos, Óleo sobre lienzo, 1886. Van Gogh Museum (Ámsterdam)
Martin Heidegger
“Ser obra significa establecer un mundo”.
Martin Heidegger.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Origen.
La pregunta por el origen del arte comienza por la pregunta por el origen mismo. ¿Qué
queremos decir cuando decimos que algo es el origen de algo? Heidegger propone 3
opciones. La primera es que sea el lugar de procedencia de algo. La segunda es que sea
la causa de que algo sea tal como es. La tercera, la que más le interesa a nuestro autor,
es que sea la fuente de la esencia de ese algo. La pregunta ¿cuál es el origen de la obra
de arte?, se transforma en: ¿cuál podría ser la fuente de la esencia de la obra de arte?
Heidegger responde que el artista. Y, ¿cuál es el origen del artista? La obra de arte. El
artista es el origen de la obra, y la obra es el origen del artista. Pero, ninguno de los dos,
por sí solo, puede ser el sostén del otro. Son lo que son, y se relacionan entre sí, gracias
a un tercer y primordial elemento: el arte. Se plantea entonces una duda circular del
estilo el huevo y la gallina: ¿es el arte el origen de la obra de arte y el artista, o son el
artista y la obra de arte los que dan origen al arte?
“Cualquiera que sea la solución, la pregunta sobre el origen de la obra de arte
se convierte en la pregunta sobre la esencia del arte” (pp. 35-36).
Para entender la esencia –el origen- del arte, tenemos que ir a buscar en aquel lugar
donde el arte es imperativo
“Lo que sea el arte debe poderse inferir de la obra. Lo que sea la obra sólo
podemos saberlo por la esencia del arte” (p. 36).
Para desenredar el lío que tiene hecho la madeja, Heidegger tiene que tirar del hilo de la
obra de arte, preguntándose por sus caracteres principales. En primer lugar, todas las
obras tienen un carácter de cosa (p. 37). Y luego, como por encima de lo cósico, hay
otra cosa, lo artístico, lo confeccionado. Por eso, la obra de arte siendo una cosa revela
otra cosa. Alegoría –allo agoseýei-, según Heidegger. Por eso, la obra de arte siendo una
cosa se junta con otra cosa, con algo distinto a la cosa. Símbolo –symbállein-, según
Heidegger.
“Alegoría y símbolo son el marco de representaciones dentro del cual se mueve
hace largo tiempo la caracterización de la obra de arte. Pero este único en la obra que
descubre lo otro, este uno que se junta a lo otro, es lo cósico en la obra de arte” (p. 38).
Como sobre lo cósico se construye eso otro tan peculiar, Heidegger se pondrá ahora a
reflexionar sobre la cosa.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Figura 12. Vincent van Gogh, Un par de zapatos, Óleo sobre lienzo, 1887. The Cone Collection en Baltimore Museum of Art
(EEUU)
La Cosa.
Se centra Heidegger en la cosidad de la cosa, esto es, en pensar en la cosa en tanto que
cosa. Hace una primera distinción: ‘la cosa en sí’, las ‘últimas cosas’ y la ‘mera cosa’.
En la cosa en sí no aparece ella misma, tal y como explicó Kant. Dios o la totalidad del
mundo son ejemplos de esta cosa. Las últimas cosas nombran aquello que no es nada,
como la muerte o el juicio final. Estas dos acepciones de cosa no sirven para los
menesteres estéticos en los que se ha metido Heidegger. La tercera cosa sí le sirve, la
cosa pura y simple, las cosas propiamente dichas.
Y prosigue con una segunda distinción que puede hacerse de la cosidad de las cosas.
Son tres, las interpretaciones que se han dado de la cosa corriente en el transcurso de la
historia del pensamiento occidental. En primer lugar, la cosa como portadora de
accidentes, esto es, características y propiedades. La segunda, la cosa como lo que se da
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
en los sentidos. Heidegger concluye que estas dos interpretaciones no sirven para el
estudio de la obra de arte.
“La primera interpretación de la cosa la aparta del cuerpo y la aleja con
exceso, la segunda nos ataca con ella demasiado al cuerpo. En ambas interpretaciones
se desvanece la cosa. Por eso bien vale la pena evitar la exageración de ambas
interpretaciones” (p. 45).
Nos queda la tercera opción: la cosa como materia conformada. Lo que la cosa tiene de
permanente y consistente es la materia, que viene siempre con una forma. Pero, nos sale
Heidegger con una nueva distinción. La cosa como lo material en una determinada
forma pero sin articular, en bruto. Y la cosa como lo material en una determinada forma
pero articulada y regulada de antemano. La forma procura un ordenamiento a la materia,
le da una textura según la utilidad que se dé a ésta. Es el uso lo que funda la forma que
se dará. Y es el uso lo que elije la materia que se conformará13
. La cosa como materia
con una forma articulada por el uso se llama útil. Los útiles son las cosas que
fabricamos para el uso, las cosas de nuestra proximidad que consumimos. El útil no
tiene la espontaneidad que tiene la materia en bruto. Tiene el carácter de servicio y de lo
confeccionado.
Ahora bien, ninguna de estas interpretaciones de la cosidad de la cosa hacen justicia a la
cosa14
. La obra de arte tiene un cierto parentesco con el útil, al ser creados por la mano
del hombre; pero también con la cosa en bruto, por su presencia espontánea (p. 48). Los
conceptos de cosa que han dominado la historia del pensamiento occidental no sirven
para captar lo que de cosa tiene la obra de arte. La pregunta sigue en pie: ¿Dónde está la
cosidad de la cosa? Seguir la investigación por este camino la hará infructuosa. Hay que
cambiar de camino.
“El camino para determinar la realidad cósica de la obra no va de la cosa hacia
la obra, sino al contrario de la obra a la cosa” (p. 60).
13 Imaginemos un martillo. Todos sabemos el uso que damos al martillo, golpear, machacar, clavar,
romper, etc., Ese uso determina el material con el cual se confecciona: metal duro y recio. No serviría una
materia blanda o flexible, por ejemplo. Y ese uso también confecciona la forma con la cual se
confecciona: una parte maciza y contundente para golpear y otra parte asible para poder agarrarlo. 14
Heidegger y su hermenéutica en estado puro. Comenzar con los prejuicios, para luego desmontarlos y
poder comenzar con la fase constructiva.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Figura 13. Vincent van Gogh, Un par de zapatos, Óleo sobre tela, 1888. Museo Metropolitano de Arte (Nueva York)
Obra de arte es aquella que hace visible el ser del ente. En cualquiera de los entes que
podamos pensar, un par de zapatos por ejemplo, su ser está oculto, cubierto con un velo.
Y mirando el cuadro de Van Gogh se nos hace patente y visible lo que el ente –la cosa
conformada, el útil- en verdad es15
. Viendo el cuadro, los zapatos de labriego, vemos
una vida y un mundo con una autenticidad de la que no seríamos capaces de ver con
cualquiera de nuestros zapatos. El ente estaba en un estado de ocultación y por la obra
de arte llega a un estado de no ocultación o alétheia (p. 56)
15 Miramos el cuadro del pintor holandés y vemos, solamente, un par de zapatos de campesino. Nada más. “Y, sin embargo...
En la oscura boca del gastado interior bosteza la fatiga de los pasos laboriosos. En la ruda pesantez
del zapato está representada la tenacidad de la lenta marcha a través de los lagos y monótonos surcos de
la tierra labrada, sobre la que sopla ,un ronco viento. En el cuero está todo lo que tiene de húmedo y
graso el suelo. Bajo las suelas se desliza la soledad del camino que va a través de la tarde que cae. En el
zapato vibra la tácita llamada de la tierra, su reposado ofrendar el trigo que madura y su enigmático
rehusarse en el yermo campo en baldío del invierno. Por este útil cruza el mudo temer por la seguridad
del pan, la callada alegría de volver a salir de la miseria, el palpitar ante la llegada del hijo y el temblar
ante la inminencia de la muerte en torno. Propiedad de la tierra es este útil y lo resguarda el mundo de la
labriega. De esta resguardada propiedad emerge el útil mismo en su reposar en sí” (pp. 53-54).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
“La obra de arte abre a su modo el ser del ente. Esta apertura, es decir, el
desentrañar la verdad del ente, acontece en la obra. En la obra de arte se ha puesto en
operación la verdad del ente. El arte es el ponerse en operación la verdad” (p. 60).
El Mundo y la Tierra.
La obra de arte es despojada de su mundo, y es convertida en objeto de explotación
artística, de manera inevitable e irrevocable. La obra de arte no reposa en su espacio
existencial, ha sido trasladada a las colecciones, a los museos, o se ha convertido en
monumento histórico o yacimiento arqueológico16
. El pasado no vuelve, se conserva.
Por esto, la pregunta por a quién pertenece la obra de arte no es pertinente17
. La
pregunta que sí es pertinente, a decir de Heidegger, es “¿adónde pertenece una obra?”
(p. 62). Pertenece al mundo que establece y a la hechura de la tierra. Veamos.
Colocar una obra es más que el mero colgar un cuadro, o situar una estatua, por
ejemplo. Es más que el establecer una obra en un sitio; es erigirla, es consagrarla y
glorificarla. Es apreciar en ella dignidad y esplendor, es una luz que hace patente un
mundo. Por eso afirma Heidegger: “la obra descollando sobre sí misma abre un mundo
y lo mantiene en imperiosa permanencia” (p. 65). Llamamos mundo al conjunto de
cosas existentes, las cosas que ya están dadas. Pero en el mundo existen más cosas de
las que percibimos-aprehendemos. Hay cosas inobjetivables con las que hay que contar:
como el nacimiento y la muerte, como las decisiones esenciales de la historia, como los
impulsos sumergidos, como la red de relaciones patentes y ocultas. No solo pertenecen,
y dan forma al mundo, las cosas dadas. Hay que tener en cuenta las posibilidades de
cosas y relaciones que pueden darse aunque todavía no estén dadas. Por eso dice
Heidegger: “la obra mantiene abierto lo abierto de un mundo” (p. 66).
La materia prima y el útil prestan un servicio. Al hacerlo pueden parecer que
desaparecen o se agotan. Parece que se retraen, pero lo que hacen realmente es
sobresalir. El mármol parece desaparecer cuando aparece la escultura, y no es así.
16 “Las obras deben hacerse accesibles al goce artístico público e individual. Lugares oficiales toman a
su cargo el cuidado y la conservación de las obras. Los conocedores y los árbitros del arte se ocupan de
ellas. El comercio artístico se preocupa por el mercado. La investigación de la historia del arte convierte
las obras en objeto de una ciencia” (p. 61). 17
“El artista queda ante la obra como algo indiferente, casi como un conducto a la producción, que se
destruye a sí mismo, una vez creada la obra” (p. 61).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Hacen patente un empuje infatigable que Heidegger llama la hechura de la tierra. La
tierra, como antes fuera el mundo, es más de lo que vemos. La tierra es más que un
planeta, más que un depósito de materia. Es el albergue, la morada del ser18
. La tierra es
impenetrable. Y oculta en ella innumerables verdades. Podemos quebrarla y hurgar en
su interior para despojarla de sus metales preciosos. Podemos pesarla y medirla con
toda clase de ingenios técnicos. Pero permanecerá cerrada mientras queramos
dominarla. Porque la tierra es, en esencia, lo oculto. Es a través de la obra de arte como
accedemos a la tierra. Es el arte lo que saca de lo oculto de la tierra a la verdad de la
tierra, sin agotarla, sin consumirla, sin gastarla ni destruirla.
Figura 14. Vincent van Gogh, Un par de zapatos, Óleo sobre tela, 1886, Van Gogh Museum (Ámsterdam)
La obra establece un mundo –que quiere salir y hacerse patente- y hace la tierra –que
quiere retraerse y ocultarse. Pero este establecimiento y esta hechura se hacen en disputa
y en lucha. Aunque advierte Heidegger (pp. 70-71) que por lucha no pensemos
18 Pueden verse aquí, con claridad meridiana, el perfil ecologista de Martin Heidegger.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
30
Fco. Javier Benítez Rubio
únicamente en discordia y riña, en choque y destrucción. La pugna entre el mundo y la
tierra no es violencia, es la autoafirmación y la originalidad del ser propio del mundo
frente a la tierra y viceversa. La interacción entre mundo y tierra es la misma lucha de la
ocultación y desocultación de la verdad.
“En el cuadro de Van Gogh acontece la verdad. Esto no significa que en él se
haya pintado correctamente algo que existe, sino que al manifestarse el ser útil de los
zapatos, alcanza el ente en totalidad, el mundo y la tierra en su juego recíproco, logra
la desocultación” (p. 78).
Creación y Contemplación. Poesía.
La obra es algo elaborado, ha sido creada por el artista. Pero como quedó claro
anteriormente, el artista no es lo que importa en la obra de arte. Lo que importa es la
creación. Crear algo y confeccionar algo son formas de producción. Pero no son lo
mismo, en nuestro tiempo no tomamos en la misma consideración a la artesanía y al
arte. No valoramos del mismo modo la conducta del alfarero que la del escultor, ni la
del carpintero que la del pintor. Ambos son productores de cosas, ambos requieren la
acción manual, y ambas necesitan el esfuerzo de adquirir un dominio de la técnica. Y
sin embargo, repito, no se valoran por igual. Los griegos pensaban distinto en esto.
Designaban a artistas y artesanos con la misma palabra tekhnítes. Y la palabra tékhne no
tenía el sentido actual de lo técnico, sino que nombra un tipo de saber concreto. Un
saber experiencial que produce entes sacándolos de la ocultación. No es un mero hacer
con las manos, sino un saber relacionado con la alétheia (la verdad). Artista y artesano
hacen presentes al ente, uno a la obra y otra al útil.
¿Cuál es el ser de la obra –su esencia, fuente y origen- que determina su creación? La
verdad acontece -se hace patente, se hace presencia- en la lucha. Esto significa que no
llega de las estrellas, ni del más allá, ni de un lugar remoto. La verdad “acontece
históricamente en múltiples formas” (p. 84). Heidegger elige el término instalación. La
verdad se instala entre nosotros, en la historia, en los pueblos, de muchas maneras; una
de ellas es por la obra de arte. La obra de arte coloca un ente en lo manifiesto, tal y
como dicen los griegos; lo saca del encubrimiento y lo hace patente. Ese colocar es,
realmente, una producción: la obra produce un ente que antes no era. Este producir es,
La obra de arte
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realmente, una creación: la obra de arte crea un ente singular. Pero este colocar, este
producir, este crear deja secuelas en el ente, desgarrándolo, marcándolo, dejándole
cicatrices. Esa desgarradura en la obra de arte es su forma. Y por forma entenderemos la
posición y la composición en la que la obra está expuesta y propuesta (pp. 86-87).
La desgarradura se asienta en la tierra, esto es, emplea la materia sin agotarla ni gastarla.
Operar sobre la materia es lo que hace el artesano y el artista, uno confeccionado útiles
y el otro creando una obra, ambas son producciones. Para el útil, lo que importa estaba
en el servicio, en el estar bien preparado para el uso. Lo particular de la obra de arte es
“que la obra esté creada dentro de lo creado” (p. 87). Lo importante de la obra de arte,
dice Heidegger, no es ni la reconocible factura del artista, ni su ejecución competente, ni
tampoco la consideración pública. Lo que importa es la desocultación o el
alumbramiento, esto es, la verdad que acontece.
Heidegger llama a este alumbramiento el empuje de la obra de arte. El empuje es eso de
insólito y extraordinario que tiene la obra, lo que nos saca de nuestras casillas, lo que
nos expulsa de las referencias habituales del mundo. Por eso dice Heidegger que solo
por la contemplación de la obra de arte es posible el empuje (p. 89). Por tanto, para que
una obra sea una obra de arte tiene que ser creada –necesita del artista y de una forma-
pero también necesita de la contemplación de la verdad que acontece en ella. Si no hay
contempladores que contemplen la obra de arte –su empuje- no hay obra de arte.
Figura 15. Vincent van Gogh, Un par de zuecos de cuero, Óleo sobre tela, 1888, Van Gogh Museum (Ámsterdam)
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
¿Qué es el arte? El arte es Poesía19
. En la existencia habitual y disponible no acontece
la verdad. Lo habitual no ofrece la posibilidad de darse el ser. El alumbramiento, la
iluminación, el estallido, el empuje que se da en la desgarradura –en la forma de la obra-
es a lo que Heidegger llama ahora Poesía. Para Heidegger, de entre todas las artes –la
Poesía- es la literatura la que tiene un puesto de privilegio (p. 96).
La esencia del arte es la Poesía. Y la esencia de la Poesía es instaurar la verdad. Y la
esencia de la instauración es la contemplación. Ambas, instauración y contemplación
son históricas, insertas en su época, pertenecientes a un pueblo.
19 Con mayúsculas. Heidegger quiere dejar claro el sentido amplio que da al término, que recoge la
totalidad de las artes. Incluye la arquitectura, la escultura, la pintura, la música y la literatura (y dentro de
ésta la poesía, con minúsculas).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
CONCLUSIONES
Heidegger asume la tarea de analizar la obra de arte directamente, como un problema
filosófico; ontológico, para ser más concretos. Piensa que la característica peculiar del
ente-obra de arte está todavía por desvelar. La tradición filosófica imperante no ha dado
una respuesta satisfactoria al asunto, y el maestro de Messkirch asume el papel de situar
a la obra de arte donde le corresponde. Gadamer y Vattimo también siguen esta senda,
la de analizar ontológicamente al arte y su obra.
Figura 16. Teódoto, Tholos de Atenea Pronoia, siglo IV a.C. Delfos (Grecia).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
1. Heidegger está contrariado con el arte moderno. Lo está porque el gozo del arte y la
creación artística caen la categoría de vivencia. Esta caída en lo subjetivo y meramente
emocional supone la muerte del arte, tal y como apuntaba Hegel a comienzos del s.
XIX. Que el arte moderno haya perdido el enlace con la verdad es lo que molesta a
Heidegger.
“La verdad es la desocultación del ente en cuanto tal. La verdad es la verdad
del ser. La belleza no ocurre al lado de esta verdad. Cuando la verdad se pone en la
obra se manifiesta. El manifestarse es, como este ser de la verdad en la obra y como
obra, la belleza. Así pertenece lo bello a la verdad que acontece por sí. No es sólo
relativo al gusto y únicamente su objeto. La belleza descansa sin embargo en la forma,
pero sólo porque la forma se alumbró un día desde el ser como la entidad del ente”
(2009:104)20
.
Vattimo asume parte de esta tesis que enlaza al arte y a la verdad. Aunque como hemos
visto salva del naufragio a ciertas corrientes artísticas modernas. La obra de arte tiene
fuerza fundante e instituyente. Es origen y no meta. Es apertura y no clausura. La obra
es un “evento instituyente” (1993:99) cuya belleza se medirá por la capacidad que tenga
de fundar una historia, un mundo, un conjunto de significados. Con esto, además, habría
que desechar la fruición (lo que Heidegger llama vivencia). Ésta, el placer
contemplativo, la quietud y el reposo, la satisfacción plena y cumplida cierran y acaban
con la obra de arte. ¿Nos estimula, nos empuja, nos determina la obra de arte a que
revisemos nuestro modo de ser en el mundo? Esta pregunta finiquita la fruición. Esta es
la pregunta que hay que hacerse al contemplar la obra de arte. Ahora, serán estéticas,
artísticas, todas aquellas experiencias, o acontecimientos, que pongan en cuestión
nuestro mundo en su totalidad. El arte tiene alcance ontológico. La revolución va más
allá de las bellas distracciones ornamentales. No hay que hacer las cosas más bonitas y
agradables; se trata de “refundar el orden de las cosas y la posición del hombre entre
ellas” (1993:119).
La postura de Gadamer es mucho menos radical, más conciliadora. Argumenta contra la
muerte del arte de Hegel, para empezar. Y luego afirma que puede encontrarse un
puente entre el arte clásico y el moderno. No existe una frontera rígida entre el antes y el
20
Como ahora en las conclusiones los tres autores confluyen, se añade el año de publicación al número de
página para una mejor identificación de la fuente.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
después, ni en la historia ni en el arte. En el arte contemporáneo –también en el
concepto de belleza moderna - pervive algo de lo viejo. Gadamer defiende la unidad del
arte. El arte clásico no poseía conciencia de sí, no era consciente de que era arte. El arte
se convierte en ‘arte’ en el arte moderno al comenzar a tener conciencia de sí. Ahora, el
arte no quiere ser nada más que arte. La unión en la separación, el puente en el abismo,
entre lo clásico y lo moderno está en la autonomía de lo estético que encontramos tanto
en la inconsciencia del artista clásico como en la autoconciencia del moderno.
2. El arte es un enigma, dice Heidegger. Y cualquier intento que hagamos para
resolverlo dista mucho de resolverlo. Algo similar parece estar proponiendo Vattimo
con la fuerza fundante: ¿no estaremos poniendo al arte en el ámbito de la mitología,
como una acción creadora tan titánica que sólo está al alcance de los dioses?
La ontología estética que diseña Vattimo –a partir de elementos de Heidegger y
Pareyson- es de una exigencia tal que más que poner en valor a la obra de arte, la
termina poniendo en un brete. ¿Son todas las obras de arte capaces de abrir una nueva
época, de cambiar el mundo, de transformar al hombre?
Gadamer intenta resolver este entuerto en el que queda la obra de arte en Heidegger y
Vattimo, echando mano del juego, del símbolo y de la fiesta. Lo inefable está ahí, pero
hay que seguir tratando de comprenderlo.
El juego es innato a la humanidad. Usa Gadamer la cuestión del juego para argumentar
a favor del arte. El arte –como el juego- es algo que está siempre abierto, no
consolidado. La obra de arte es dinámica, en construcción y reconstrucción continua. La
obra de arte es un espacio de juego que tiene que ser rellenado por el espectador,
convertido ahora en copartícipe. Y al rellenar ese hueco, el ser humano se transforma.
“Después de visitar un museo, no se sale de él con el mismo sentimiento vital
con el que se entró: si se ha tenido realmente la experiencia del arte, el mundo se habrá
vuelto más leve y luminoso” (1991:73).
¿Qué se expresa en la experiencia de lo bello, en la experiencia del arte? No es,
simplemente, una transmisión de sentido, sin más, como quieren las estéticas idealistas.
El arte se resiste a la comprensión pura por medio de conceptos. Hay que enfrentarse al
impacto de lo inefable, que siempre llega de improviso. Lo simbólico no nos remite ni
nos lleva hasta el significado, para luego vaciarlo. El símbolo representa el significado.
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Del mismo modo, el arte es representatio, “una ganancia en ser que el ente
experimenta al representarse” (1991:95).
Finalmente, el arte es tiempo de celebración que nos saca del tiempo lineal y cotidiano,
acercándonos a la eternidad.
“En la experiencia del arte, se trata de que aprendamos a demorarnos de un
modo específico en la obra de arte. Un demorarse que se caracteriza porque no se
torna aburrido. Cuanto más nos sumerjamos en ella, demorándonos, tanto más
elocuente, rica y múltiple se nos manifestará. La esencia de la experiencia temporal del
arte consiste en aprender a demorarse. Y tal vez sea ésta la correspondencia adecuada
a nuestra finitud para lo que se llama eternidad” (1991:110-111).
La obra de arte
Heidegger, Gadamer, Vattimo
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Fco. Javier Benítez Rubio
Bibliografía:
- Heidegger, M., El origen de la obra de arte. Arte y Poesía, FCE-Breviarios, 1ª
edición 14º reimpresión 2009, México, pp. 33-104 [Traducción y prólogo de Samuel
Ramos]
- Gadamer, Hans-Georg, La actualidad de lo bello. El arte como juego, símbolo y
fiesta, Paidós/ICE-UAB, 1991, Barcelona [Traducción A. Gómez Ramos]
- Vattimo, G., Poesía y Ontología, Universitat de Valencia, 1993, Valencia [Traducción
de Antonio Cabrera].
Fco. Javier Benítez Rubio
2015-2016