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CAMINERÍA ROMANA EN LA PROVINCIA DE TOLEDO El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra, Toledo)

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CAMINERÍA ROMANA EN LA PROVINCIA DE TOLEDO

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra, Toledo)

CAMINERÍA ROMANA EN LA PROVINCIA DE TOLEDO

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra, Toledo)

María Hernández Martínez & Jorge Morín de Pablos (Coords.)

Mercedes Sánchez García-Arista

Fernando Sánchez HidalgoMarta Escolà Martínez

José Yravedra Sainz de los Terreros

MArq Audema Serie Época Romana/Antigüedad Tardía 1

Este volumen de Memorias Arqueológicas AUDEMA ha sido publicado por:

Con la colaboración de :

MArq SRO1

© de la edición: Área Científica y de Divulgación.

Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos CulturalesAUDITORES DE ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE, S.A.

© de los textos: los autores

© de las fotografías y de los dibujos: Departamento de Arqueología, Paleontología y Recursos Culturales

AUDITORES DE ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE, S.A.

ISBN: 978-84-611-4124-1

Depósito Legal: M-33565-2008

Dirección de la Serie: Jorge Morín de Pablos

Diseño y Maquetación: Rui Roberto de Almeida

Diseño Gráfico de la Portada: Esperanza de Coig-O’Donnell

Imprime: LAVEL IND. GRAFICA, S. A.

Impreso en España - Printed in Spain

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluido fotocopias, grabación o por cualquier sistema de

almacenamiento de información sin el previo permiso escrito de los autores

A Gonzalo Arias Bonet

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FICHA TÉCNICA

TIPO DE OBRAAutovía de los Viñedos.

Tramo: Toledo-Consuegra

LOCALIZACIÓN TT.MM. de Toledo, Burguillos de Toledo, Nambroca, Almonacid de Toledo,

Mascaraque, Mora, Manzaneque, Turleque y Consuegra.

EMPRESA PROMOTORA Dirección General de Carreteras y Transportes de la Consejería de Obras Públicas de la Junta de

Comunidades de Castilla-La Mancha

CONSTRUCTORA ADJUDICATARIA

CONSULTORÍA ARQUEOLÓGICA

Avda. Alfonso XIII, 72 - 28016 MADRIDTfno: 91 510 25 55 Fax: 91 415 09 08

INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICAExcavación arqueológica manual extensiva

DIRECCIÓN ARQUEOLÓGICA Jorge Morín de Pablos

EQUIPO DE INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICAMercedes Sánchez García-Arista,

Marta Escolà Martínez, Mario López Recio,

Fernando Sánchez Hidalgo, Luis González Carrasco

Enrique Navarro Hernández.

ESTUDIOS GEOLÓGICOS Y GEOMORFOLÓGICOSDaniel Regidor Ipiña

Serafín Escalante García

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ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN..................................................................................................................................11

II. CONTEXTO GEOLÓGICO Y GEOGRÁFICO...............................................................................19

II.1.- Estudio geológico................................................................................................................................19II.1.1.- Caracterización geomorfológica..................................................................................................19

II.2.- Estudio geográfico................................................................................................................................21

II.3.- Evolución histórica del Medio Natural...............................................................................................23II.3.1.- Morfología del paisaje.................................................................................................................24II.3.2.- La vegetación en el paisaje..........................................................................................................25II.3.3.- La fauna manchega......................................................................................................................29

III. CONTEXTO HISTÓRICO................................................................................................................33

III.1.- Contextualización macroespacial: evolución de la ocupación humana del territorio.......................33III.2.- Contextualización microespacial: ocupación prerromana y romano-republicana.............................38

III.2.1.- Estudio Histórico-Arqueológico .................................................................................................38III.2.2.-Estudio Toponímico.......................................................................................................................41III.2.3.- Estudio de Caminería Romana....................................................................................................45

IV. ACTUACIONES PREVIAS................................................................................................................51

IV.1.- Prospección.........................................................................................................................................51IV.2.- Sondeos mecánicos.............................................................................................................................56

V. LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA..............................................................................................57

V.1.- Desarrollo estratigráfico: ámbitos de actuación...................................................................................57V.2.- El proceso de excavación.....................................................................................................................58V.3.- Secuencia y ámbitos identificados.......................................................................................................61V.4.- Conclusiones del registro estratigráfico..............................................................................................72

VI. ESTUDIO DE MATERIALES...........................................................................................................75

VI.1.- Cerámica............................................................................................................................................75VI.2.- Metal..................................................................................................................................................79

VII. ESTUDIO ARQUEOZOOLÓGICO.................................................................................................91

VIII. CONCLUSIONES..........................................................................................................................................97

Introducción

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I. INTRODUCCIÓN

El yacimiento de Pozos de Finisterre fue detectado durante la intervención arqueológica llevada a cabo en el año 2004, asociada a la fase de ejecución del tramo Toledo-Consuegra de la obra de la Autovía de los Viñedos. La afección que este enclave iba a sufrir como consecuencia de la realización de un paso elevado sobre el río Algodor desencadenó una posterior excavación en extensión.

En el P.K. 34+000 – 34+100 de la traza de la mencionada Autovía se había detectado la existencia de restos durante el seguimiento arqueológico derivado del programa de vigi-lancia asociado a la obra. En la primera fase de la intervención se realizaron una serie de zanjas que dieron como resultado una primera aproximación a los restos arqueológicos y a la evaluación del impacto que los mismos habían sufrido a causa de la construcción de las distin-tas carreteras y que además sirvieron de base para acotar la zona a excavar.

La metodología de la intervención se diseñó de forma que pudiera constatarse el estado de conservación de los restos y las características de los mismos y, por otro lado, el significado que, a priori, se le había atribuido al enclave dentro del marco del poblamiento del entorno territorial más próximo.

La superficie inicialmente acotada comen-zó a excavarse en el extremo Este, a ambos lados de la zanja oriental, en cuyos perfiles se habían documentado restos arqueológicos de escasa entidad. Posteriormente, se realizaron sucesivas ampliaciones al Este y al Norte. Los restos arquitectónicos ponían de manifiesto el arrasamiento casi total que habían sufrido, del que sólo se habían salvado algunos tramos de zócalo, con dirección Este-Oeste, y una peque-ña estructura levantada desde el suelo con adobes, que aún conservaba en su interior dos vasijas enteras.

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

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Figura 1.- Topografía del proyecto constructivo y área de intervención

Introducción

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Figura 2.- Plano topográfico de detalle del área de la intervención arqueológica

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

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Figura 3.- Localización del yacimiento Pozos de Finisterre en el topográfico 1:25000

Figura 4.- Cauce del río en 2004

Introducción

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Figura 5.- Vista aérea. Vuelo en globo aerostático

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

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También se documentaron otros elementos arquitectónicos: parte de un hogar, algunos indicios de pavimentos de lajas de pizarra, un pedestal cuadrado de granito cimentado y, ade-más, los restos de un camino empedrado que finalizaba en una pila de obra y en un pequeño monolito de granito, probablemente correspon-dientes ambos a la zona de acceso al puente que permitía el paso del río, lo que nos proporciona la clave interpretativa del emplazamiento.

En el sector más alejado del río se concen-traban evidencias edilicias que sugerían la pre-sencia de una zona de hábitat: algunos tramos de base de un muro de mampostería careada, un hogar, un pequeño almacén, etc. En cambio, las otras unidades constructivas situadas en la zona más cercana al cauce y que, como ya se ha señalado, podían estar en relación con el paso del río, podrían relacionarse con el papel que pudo jugar el asentamiento en uno de los pasos de Consuegra a Toledo, en un espacio de tiempo que, de acuerdo con los materiales cerámicos recuperados, podría adscribirse a la etapa republicana y altoimperial romana, aunque también se recogió algún fragmento de época tardo-romana, concretamente TSHT

y cerámicas de filiación medieval islámica. Estos hallazgos constatan una pervivencia del tránsito humano a lo largo de este recorrido en dichos períodos. De hecho este recorrido ha sido un paso obligado incluso en la actualidad y tras la construcción del Embalse de Finisterre que alteró enormemente la configuración de la cuenca hidrográfica del Algodor.

La arquitectura construida en la zona de hábitat, presentaba características construc-tivas que debieron ser bastante homogéneas, aunque esta apreciación resulte acaso arries-gada, teniendo en cuenta que proviene de la documentación, casi exclusiva en este sector, de zócalos de piedra marcando de forma entre-cortada una de las direcciones (Este-Oeste) de las líneas de la trama urbana, la misma direc-ción que tiene el camino empedrado próximo al río. El alzado de estos zócalos debió de ser de tapial o de adobe; así lo indicarían algunas unidades estratigráficas que deben de corres-ponder a los derrumbes de estos alzados. De las techumbres hablarían los abundantes fragmentos de tejas documentados, aunque su gran dispersión y fragmentación impide cual-quier otra valoración.

Figura 6.- Zona de actuación arqueológica. En primer plano el cauce del río Algodor

Introducción

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La fragmentación de los restos no permitió la delimitación perimetral de los diferentes ámbitos de habitación, por lo que no es posible definir en absoluto su funcionalidad. Tampoco conocemos con exactitud el número de espa-cios y la posible relación existente entre ellos, puesto que sólo tenemos líneas transversales a los zócalos mencionados en el caso del ámbito número 1 y en el del número 7.

El ámbito número 1 es un pequeño espacio con paredes de adobe, que tal vez sirviese de almacén o despensa, como parece desprender-se de sus pequeñas dimensiones y las vasijas recuperadas en el interior.

El ámbito 7 está situado en la cota más eleva-da del enclave y su perímetro está definido en dos flancos por una doble alineación jalonando un espacio que pudo albergar una canalización o desagüe.

Otra de las estructuras descubiertas en el entorno del ámbito 1 fue el hogar del ámbito 5, construido mediante la superposición, en una leve fosa, de niveles diferenciados de arcilla rojiza y mosaico de fragmentos cerámicos amortizados, entre los que también se encuentra algún fragmento

de pizarra, un elemento que, como ya hemos mencionado, también debió de utilizarse para pavimentar determinados espacios; quedaban también restos de lo que fueron los límites del hogar que debió de ser un zocalillo de adobe, que ponía límite a un depósito de ceniza.

Por otra parte, es obvio que la urbanización del enclave necesariamente se vió determinada o matizada por las características topográficas del mismo, adaptándose al espacio llano, crea-do por el río, y que se dispone entre las eleva-ciones montañosas que jalonan el paso, siendo además muy probable que este espacio se viese alterado con la realización del Embalse de Finisterre.

Finalmente hay que señalar que el yacimien-to fue cubierto y sobre él se realizó el talud de acceso al puente previsto de la Autovía de los Viñedos.

En definitiva, se ha documentado un espacio compartimentado cuyas particularidades han sufrido enormemente con el paso del tiempo y no se han conservado hasta nuestros días, pudiendose hablar de ámbitos diferenciados de acuerdo a una arquitectura con zócalos de pie-

Figura 7.- Aspecto del empedrado

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

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dra local y alzados de adobe que es común en prácticamente toda la Península Ibérica desde al menos el siglo V a.C.

La particularidad de las cubiertas a base de tejas (ímbrices) es un elemento ya de tiempos romanos, desde mediados del siglo II a.C. La falta de estructuras conservadas no debe sin embargo engañarnos, pues quedan algunos ele-mentos como el pedestal cuadrado de granito o el monolito de la misma piedra que hacía las veces de jamba de una puerta, que ponen de manifiesto una cierta capacidad de medios constructivos.

A pesar de todo es difícil pronunciarse sobre la entidad del hábitat excavado, siendo la opción más cautelosa la de identificarlo de alguna manera con una especie de casa de posta, man-sio, apeadero o lugar relacionado con la existen-cia del camino y el paso del río.

Contexto geológico y geográfico

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II.1. Estudio geológico

El marco geológico del Tramo 1 de la auto-vía de los Viñedos, que discurre entre Toledo y Consuegra, se sitúa dentro de la Zona Centro Ibérica, en las estribaciones orientales de los Montes de Toledo. El paisaje está dominado por pequeñas sierras formadas por cuarcitas ordovícicas, lo que les confiere un carácter alineado según la dirección de las cuarcitas. En conjunto las cuarcitas forman pliegues de dirección E-W y SW-NE.

II.1.1. Caracterización geomorfológica

Zócalo o basamiento

El basamento está formado por gneis, que se extiende por toda la zona septentrional del tramo, apareciendo núcleos de anfibolitas y de mármoles dentro de los gneises. Además afloran en la zona también los granitos. Estos materiales serían los más antiguos de la zona según Fuster (1970).

II. CONTEXTO GEOLÓGICO Y GEOGRÁFICO

Cámbrico

La serie más representativa presenta en la base alternancia de calizas, mármoles y cuar-citas, en la zona intermedia pizarras silíceas masivas verde oscuro y hacia el techo pizarras silíceas pardas con intercalaciones de areniscas y cuarcitas (ortocuarcitas).

Ordovícico

El Ordovícico inferior se halla representado por tres series que de base a techo están cons-tituidas por una sucesión de pizarras, areniscas y cuarcitas, sobre las que se dispone la Cuarcita Armoricana. Estas cuarcitas se encuentran muy fracturadas por familias de fallas de dirección N-S y E-W.

La Cuarcita Armoricana es el nivel guía más destacable, formando una sucesión de cresto-nes que destacan en el paisaje, y, como se ha anotado anteriormente, condicionan la morfo-logía del paisaje.

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Terciario

Los materiales terciarios presentes en la zona están comprendidos entre el Mioceno medio y el Mioceno superior. Son depósitos en general formados por arenas arcillosas con niveles conglomeráticos parcialmente cementados, en la zona sur aparecen niveles margo-arcillo-sos rojizos a grises. En conjunto representan pequeñas cuencas entre las cuerdas cuarcíticas, formando ambientes de tipo lacustre somero.

Plio - Cuaternario

Son depósitos tipo piedemonte o raña que constituyen plataformas al pie de los relieves montañosos. Están formados por gravas más o menos angulosas de cuarcitas englobadas en una matriz de arcilla rojizo - anaranjada.

Como es frecuente en este tipo de depósitos cuanto mayor es la distancia del área fuente los cantos presentan facies más redondeadas.

Cuaternario

Se pueden distinguir varios tipos de depó-sitos cuaternarios, diferenciados fundamental-mente en base a su génesis:

- Depósitos aluviales: formados por arenas y arcillas con niveles de gravas.

- Depósitos coluviales: formados por cantos angulosos de cuarcita principalmente, englobados en una matriz arcillosa marrón-rojiza. En algunos casos es frecuente la ausencia de matriz arcillosa por lavado de este horizonte.

- Depósitos de fondo de valle: son depósitos de origen mixto aluvio-coluvial, que rellenan zonas deprimidas por las que pueden circular cursos de agua de carácter efímero. Están constituidos por arcillas y arenas arcillosas, en muchos casos con plasticidad elevada y con niveles freáticos someros.

- Depósitos endorreicos: formados por limos y arcillas. Son zonas deprimidas muy locales que frecuentemente se inundan o encharcan en período de lluvias.

Figura 8.- Vista de las cuarcitas armoricanas en la sierra de los Yébenes. Se observa una falla con direc-ción N-S.

Figura 9.- Aspecto de los depósitos de pie de monte compuesto principalmente por gravas y arcillas en las cercanías del río Algodor.

Figura 10.- Detalle de los depósitos tipo raña, tomada al norte de la localidad de Almonacid de Toledo. Estos depósitos se apoyan de forma discordante sobre el Paleozoico.

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Contexto geológico y geográfico

II.2. Estudio geográfico

El área de estudio comprende dos comarcas naturales de la provincia de Toledo conoci-das como La Sisla (Burguillos de Toledo, Nambroca, Almonacid de Toledo, Mascaraque, Mora y Manzaneque) y La Mancha (Turleque y Consuegra), además del sector meridional del Término Municipal de Toledo.

En concreto, vamos a delimitar aún más el territorio a la hora de estudiar los restos viarios encontrados en nuestro yacimiento y pertene-cientes actualmente al término municipal de Consuegra. Veremos más adelante algunos datos históricos de cúales pudieron ser los límites aproximados del antiguo municipio de Consabura y el papel jugado en ellos por el enclave de Finisterre.

Se trata de una zona de particular interés al estar diseñada por pequeñas sierras y por un río, el Algodor, que en este tramo reduce su cauce, fluyendo transversalmente al recorrido viario que vamos a tratar a continuación.

La zona de actuación, en la margen izquierda del río Algodor, se caracteriza por la estrechez del cauce del río al discurrir entre las estribacio-nes de dos pequeñas serrezuelas: Sierra Larga y Sierra de Manzaneque al Oeste y Sierra de la Rabera al este, cabecera del actual pantano de Finisterre. Este lugar es zona de paso obligado para quien proceda del Sureste, atravesando Consuegra, hacia Mora y Toledo.

El río ha sido el indiscutible protagonista de la interpretación de las estructuras más repre-sentativas del yacimiento. El río se conforma en su paso por este punto en un estrechamiento de su lecho, curvándose bruscamente en el extremo final de la cadena orográfica junto a la cual discurre desde su nacimiento, más arriba del punto topográfico ocupado por el yacimiento.

No es casual que uno de los pasos del río Algodor en la región se encuentre precisamente en este punto donde una pequeña infraestructu-ra podía facilitar el cruce del río, mientras que a pocos metros de aquí, en el lugar donde hoy se encuentra la presa de Finisterre y donde el río se abre a la llanura, su curso se ensancharía considerablemente.

Tengamos en cuenta que el Algodor es un río que actualmente tiene un escaso caudal. Sin embargo su cauce, en ciertos tramos muy ancho, indica que tiene un régimen torrencial de alimentación pluvial.

En los años 60 se realizaron algunos estu-dios en torno al río Algodor, con motivo de la necesidad del abastecimiento de agua potable a ciertas localidades de la zona. La falta de calidad de las aguas que aprovisionan los pue-blos de la Mancomunidad del Algodor hacía necesaria la puesta en marcha de un proyecto basado en el mejor aprovechamiento del río.

El análisis del agua disponible en muchas de estas poblaciones, fundamentalmente las situadas al este del actual embalse de Finisterre (próximo a Villacañas), tiene una dureza muy superior al límite establecido para el consumo humano. Este hecho hace pensar que la elec-ción de los pobladores prerromanos de una ubicación en llanura, junto al río Algodor, a pesar de las crecidas estacionales a las que pudieron verse sometidos, debió reportarles grandes ventajas en comparación con el resto del territorio hacia el este.

Durante la posterior ocupación romana la infraestructura hídrica para el abastecimiento de toda la zona está centralizada en la presa de Consabro. De ahí que, si bien continuaron habi-tando este territorio junto al río, lo hicieran de manera reducida y con objeto sólo del control del paso del río. En este momento se produce un acercamiento administrativo y de ocupación hacia el nuevo centro neurálgico del territorio, Consabro, y hacia la zona de ubicación de la posible mansio romana en mayor proximidad al actual topónimo “Venta Vieja”.

Gracias al tajo excavado por el propio río en sus grandes crecidas, a su paso por esta región en el extremo occidental de la Mesa de Ocaña (desde Finisterre hasta su desembocadura en el Tajo), éste no llegó a crear un lago en torno a la población de Villanueva de Bogas. Tengamos en cuenta que, precisamente por las crecidas del río y observando las características orográficas del entorno del yacimiento, es muy probable que en ciertos períodos del año, este punto estra-tégico junto al río (hoy a unos 200 m del curso del río) se viera inundado. Veremos en el análisis estratigráfico del yacimiento que

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Figura 11.- Mapa de relieve con la ubicación de Pozos de Finisterre en referencia a la ciudad de Toledo y al río Algodor que pasa junto al yacimiento.

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Contexto geológico y geográfico

el nivel definitivo de abandono del mismo se produce ya en época antigua y podríamos pensar que la ubicación del topónimo “Venta Vieja” a cierta distancia del antiguo yaci-miento coincida con un nuevo punto pobla-cional alejado del peligro que supone vivir junto a la rivera del río. Ante la ausencia de tra-bajos arqueológicos realizados en la “Venta” esta afirmación no es de momento más que una conjetura.

II.3. Evolución histórica del Medio Natural

A escala general toda la traza de la infraes-tructura se encuentra en la comarca natural de La Mancha, si bien los cigarrales y lomas del inicio son más representativos de la vecina comarca de la Sagra, por donde los materiales terciarios dominantes en la margen opuesta del río Tajo se pierden bajo el asomo del zócalo cristalino que se extiende por todo el centro y oeste al sur de Toledo capital, ya en la margen izquierda del valle.

Desde los cigarrales y barrancos del sureste del término municipal de Toledo, que se aso-man a la fosa del Tajo antes de que el corredor fluvial se deslice sinuosamente alrededor del Torno de Toledo, parte la traza de la Autovía en dirección sur - sureste.

Atraviesa la llanura manchega, inicialmente remontando las vertientes que desde el sur caen a la fosa del Tajo, ganando lentamente altura. A su paso por la localidad de Nambroca alcanza aproximadamente la cota de 670 m, y aún sigue ascendiendo un poco más, hasta unos 710 m de altitud, para entonces ya discurrir de manera continuada por la planicie manchega, hasta alcanzar el final de la vía.

La vasta extensión de marcado perfil hori-zontal aparece desde su inicio salpicada de relieves más complicados, normalmente en un plano distal al observador.

Al ascender los cigarrales del inicio de la traza por el contacto silíceo - carbonatado que suponen los gneises del oeste, y los materiales terciarios del este, buena parte de la platafor-ma cristalina está cubierta por formaciones detríticas asociadas a procesos de erosión y

transporte de materiales preexistentes. En estas situaciones por un lado son apreciables muchas incisiones en el territorio consecuencia directa de la acción erosiva; y por otro lado, la red de escorrentía natural a favor de fracturas que escapa hacia el Tajo modela los gneises de la plataforma de Toledo.

En este dominio de cigarrales y suaves relie-ves de la rampa descendente de La Mancha hacia el valle se sitúa el yacimiento bajomedie-val de Granados.

Más al sur, al alcanzar la localidad de Nambroca son apreciables algunas elevacio-nes serranas sobresalientes en el paisaje, en la panorámica hacia el sur. La primera de estas manifestaciones es la Sierra de Nambroca, con una cota de 950 m aproximadamente; es el primer indicio escarpado de las cuarcitas armo-ricanas tan propias del relieve de esta porción oriental de los Montes de Toledo, la serranía de los Yébenes, y que de forma continuada destacan sobre el perfil llano de la comarca manchega toledana.

Ocasionalmente aparece algún curso dre-nante de la campiña de cierta entidad. Por lo general todos los regueros son estrechos, segu-ro estacionales, y destacan muy poco del con-junto paisajístico de la llanura manchega, entre otros motivos por la inexistencia de vegetación natural a ellos asociados, y la perfilada sección de todos ellos debida a la acción humana que artificializa sus márgenes para facilitar la eva-cuación del agua de los campos regados, de vides, olivos, almendros.

Uno de estos cursos más notorios se cruza antes de dejar la localidad de Almonacid de Toledo. Como todos drena hacia el norte, hacia el valle del Tajo; es el arroyo de Guazalete que en esta zona y hacia el norte se complica, favoreciendo la existencia de barranqueras, taludes terrosos, cárcavas, asomos rocosos, que se intercalan en los cigarrales cubiertos de retamas, y que aún mantienen el testimonio de las otrora extendidas encinas.

Se suceden los núcleos rurales hacia el sur; pasado Almonacid la llanura discurre hacia Mascaraque, y luego a Mora, siempre dejándo-los al norte - noreste de la traza. La llanura se mantiene continua, monótona con la sucesión

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

de cultivos herbáceos, viñedos y olivares. Pero el horizonte se interrumpe de forma per-manente, a veces asociado a resaltes rocosos cuarcíticos en torno a los que crecieron estas localidades toledanas, y en otros casos reti-rados de la franja viaria. Así se observan las elevaciones de la Sierra de la Oliva, la Sierra del Aljibe, La Carbonera. Al sur de Mora se cruza la depresión del río Algodor, que es el curso más notable de toda la traza viaria. En ningún caso resulta ser un accidente relevante en el terreno debido a su escasa incisión y la pobre representación florística que mantiene, únicamente hoy decorada por plantaciones de ribera con frondosas, aburridas en lo que hace referencia a su diversidad.

Asociados al fondo de valle del río Algodor se extienden campos arcillosos con niveles freáti-cos someros que permiten el mantenimiento de praderas juncales y otros tipos de vegetación freatófila; excepcionalmente aún se aprecian también pequeñas extensiones deprimidas, de carácter endorréico, que se encharcan con faci-lidad en el período de lluvias, facilitadas por la acumulación de limos y arcillas.

En el aún hoy cruce del río Algodor se ubica el yacimiento romano republicano de Pozos de Finisterre.

Al alcanzar el final de la Autovía no se llega al final del continuo paisaje plano recortado por sierras más o menos alejadas en el que se desa-rrolla todo el ámbito sujeto a interpretación. La campiña domina la panorámica más cercana, más próxima al observador, y se mantienen en un plano distante los majestuosos portes de las crestas serranas, cuyo último ejemplo ligado a la vía se encuentra al oeste de la localidad de Consuegra, la alineación norte - sur de Sierra Bermeja (Catena 1).

II.3.1. Morfología del paisaje

Existe un evidente contraste entre las cuatro grandes unidades que caracterizan el ámbi-to de estudio: la vega del Tajo, la campiña manchega, el zócalo cristalino, y las sierras cuarcíticas.

El aspecto morfológico de cada una de ellas es el resultado de los efectos de un modelado basado en la excavación de la cuenca sedimen-taria del Tajo, por un lado, y el desgaste de las antiguas sierras cámbricas y ordovícicas, por otro.

El modelado de la vega es el resultado de procesos de erosión y deposición de materiales

Figura 12.- Panorámica del fondo de valle del río Algodor.

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Contexto geológico y geográfico

arrastrados por el cauce fluvial. La campiña adquiere formas de relieve resultado de pro-cesos erosivos sobre sedimentos más o menos blandos. El zócalo, al igual que ocurre en las serretas, el modelado se encuentra con el con-dicionante que supone la dureza de las rocas y la existencia de un relieve fósil.

La vega se corresponde con un relieve flu-vial de curso medio, meandriforme, de muy poca pendiente y bien diferenciados en el cauce fluvial el lecho menor o actual, el lecho mayor o de avenida, y un conjunto de niveles de terrazas cuaternarias bien caracterizado y de fuerte impronta en la organización del relieve fluvial.

La campiña de aspecto llano, ligeramente alomado, con pendientes medias y suaves, acoge la acumulación de materiales blandos, carbonatados, a duros, silíceos, que posibilitan modelados diversos, como los forjados por el poder erosivo de pequeños cauces, incluso tendentes a la creación de cárcavas y barrancos sobre las arcillas.

El zócalo presenta un drenaje a modo de ver-tientes complejas, con vallejos transversales y pendientes medias. Hacia fuera del valle, y por la campiña, se manifiesta a modo de superficie alomada con planicies o llanuras que ganan continuadamente cota hacia el sur. Se trata de una rampa degradada por la erosión y la incisión de la red de escorrentía, una rampa muy antigua que acoge también depósitos de sedimentos tipo raña.

Por último, las serretas cuarcíticas forman un modelado en el horizonte de la penillanura manchega característico de las comarcas que se extienden por la base de los Montes de Toledo, formando una sucesión a veces, otras un salpi-cado en la llanura, de crestones sobresalientes, condicionando notablemente la morfología del paisaje general.

II.3.2. La vegetación en el paisaje

La región natural de La Mancha, en este ámbito de la franja viaria de la Autovía de los Viñedos, representa una zona de tránsito entre diversos territorios biogeográficos. Esto impli-ca variaciones en la composición florística de

las comunidades vegetales, al igual que dife-rencias en el uso y aprovechamiento del territo-rio. Condicionantes éstos del aspecto desigual que presenta en la actualidad el paisaje vegetal primitivo.

Todo el territorio se incluye dentro de la región Mediterránea. La vegetación de su territorio responde a los parámetros climáticos característicos de muchas zonas del ámbito peninsular, lo que supone básicamente la pre-sencia (potencial o climácica) de un tipo de vegetación de hoja dura, esclerófila, en la que el árbol dominante es la encina.

Dentro de la región Mediterránea, la zona de estudio se enmarca en su práctica totalidad en una provincia, la Castellano-Maestrazgo-Manchega, representada por un sector, el Manchego; ocupa principalmente los fondos de las depresiones incluidas en la traza, la llanura cubierta de materiales terciarios carbonatados, los cigarrales del norte. Sin embargo, los ámbi-tos occidentales a la traza, con afloramientos de gneises y granitos, además de las sierras cuarcíticas que se asoman en el relieve llano y sus piedemontes, manifiestan notoriamente características de otra provincia diferente, la Luso-Extremadurense, representada por uno de sus sectores, el Toledano-Tagano.

La zona de estudio no presenta gran variabili-dad climatológica; se incluye dentro del piso me-somediterráneo, con inviernos fríos a continenta-les, y un ombroclima claramente seco (entre 350 y 600 mm./precipitación al año, según zonas).

La vegetación original del territorio era muy distinta a la que hoy se aprecia al recorrer la traza. La zona de estudio presentaría una distri-bución de la vegetación climatófila originaria muy condicionada por el sustrato de las distin-

Figura 13.- Valores del piso bioclimático mesomediterráneo

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

tas localizaciones, tan diferente en unas partes y otras del territorio ocupado por la traza.

La práctica totalidad del territorio estaría ocupada por encinares mesomediterráneos (con la lógica excepción de los enclaves excepcio-nales que suponen las vegas, las riberas, etc.). Estas formaciones se corresponderían con un bosque maduro de encinas, excepcionalmente acompañado de otras quercíneas, como el que-jigo en los enclaves más protegidos (vertientes norte de sierras cuarcíticas, por ejemplo). El sotobosque arbustivo, aunque diverso, no sería muy denso.

La etapa madura se desarrollaba sobre sustra-tos diversos, tanto silíceos como carbonatados, originando diferentes series y/o faciaciones del encinar.

Los matorrales acompañantes y seriales de estos carrascales serían maquias formadas generalmente por fanerófitos perennifolios, arbustos que tenderían a desaparecer al incre-mentarse el rigor invernal (de oeste a este, y de la periferia al centro, en la zona de actuación).

Cuando las condiciones de suelo fueran favo-rables, con horizontes orgánicos sin erosionar, las formaciones de altas gramíneas vivaces podían ocupar grandes extensiones en todo el territorio. En cualquier caso, estas altas y den-sas formaciones graminoides han sido siempre susceptibles de ser utilizadas para el aprove-chamiento pascícola (ganadería extensiva), así como para diferentes industrias artesanales (obtención de fibras,...). Se trata en general de unidades vegetales muy importantes para las zonas en las que se asientan, puesto que son elementos que conservan y generan nuevos suelos, tanto las formaciones características de los terrenos ricos en bases, ocupados por espar-tales, Stipa tenacissima, como las propias de los suelos silíceos, con berceo, Stipa gigantea.

En los sucesivos procesos de degradación sufridos por la vegetación queda reflejada la tendencia que tienen ambas series dominantes de carrrascales hacia la aparición de retamares, especie que es activa fijadora en el suelo del nitró-geno atmosférico, y que favorece la existencia de suelos bien conservados. De aquí la acción humana llevada a cabo, favoreciendo la apa-rición de estos retamares, de buena crianza ganadera.

II.3.2.1. Los carrascales manchegos

El carrascal manchego se desarrollaba en terrenos ricos en carbonato cálcico, u otros silíceos carbonatados, gneises principalmente. El encinar maduro lleva un cortejo arbustivo esclerófilo no muy denso, con coscoja, espino negro, aladierno,... Tras la desaparición total o parcial de las encinas, el matorral aumenta en biomasa, constituyendo densas formaciones impenetrables. La degradación posterior dege-nera en retamares y atochares.

La vocación de estos territorios ha sido tradi-cionalmente agrícola (cereal, olivar, viñedo,...), y antaño ganadera extensiva.

II.3.2.2. Los carrascales luso-extremadurenses

El encinar con piruétanos es la muestra climácica de los ámbitos silíceos de la franja viaria y su entorno. En las etapas preforesta-les, o seriales, en las orlas de este encinar son comunes elementos arbustivos como la coscoja que constituyen las altifruticetas (monte alto) propias de la serie. Una destrucción continuada de los suelos, provoca, además de una pérdida irreparable de la fertilidad, la extensión de matorrales en los que las jaras tienen magnífica representación, aunque en algunos suelos algo menos degradados aparecen los retamares.

II.3.2.3. La vegetación de ribera

El medio ribereño constituye una singulari-dad ambiental y paisajística dentro del marco biogeográico general del territorio en el que se asienta. Dicha singularidad es consecuencia de las modificaciones sufridas por algunos pará-metros ambientales determinantes para la vida vegetal. En efecto, la existencia de un cauce provoca una serie de cambios importantes en las condiciones ecológicas de los terrenos adyacentes.

Evidentemente, la más destacable es la mayor disponibilidad hídrica respecto de las áreas no ribereñas, como consecuencia de la mayor proximidad a la superficie del nivel freático. La humedad ambiental también se incrementa: hay más agua disponible y la evapotranspira-

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Contexto geológico y geográfico

Figura 14.- Comparativa de catenarias de la evolución en la vegetación del territorio

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

ción es mayor. También se modifica el régi-men térmico, y las temperaturas máximas se atenúan por efecto de la evapotranspiración. Por todo esto, las condiciones del medio ripa-rio facilitan la presencia de un tipo de vegeta-ción que se desarrolla de manera lineal, y que presenta características y composición muy diferente a las zonas aledañas no ribereñas. Este hecho es especialmente significativo en toda la región mediterránea, que se caracteriza por la presencia de períodos largos de sequía, y en la que muchos taxones vegetales.

La vegetación potencial de las riberas y vegas de los ríos y arroyos del ámbito mediterráneo estaría constituida por densos bosques de gale-ría, perfectamente estructurados en estratos de vegetación, en las franjas de terreno aledañas al cauce en las que la influencia de la humedad freática se dejara notar. Las especies domi-nantes en estos medios estarían dispuestas a lo largo de estas franjas en bandas de vegetación más o menos homogéneas, según los distintos requerimientos hídricos de las especies. Por tanto, a mayor requerimiento de agua por parte de una especie, más próxima su banda de cre-cimiento al cauce fluvial.

Así, en los cursos con suelos aluviales, cua-ternarios, y con ámbitos aledaños terciarios, en los que dominan las arcillas y las gravas, a menudo carbonatadas, de manea idealizada, y con conocimiento de lo dicho con anterioridad, se puede sintetizar la zonación de la siguiente manera:

En las zonas de circulación lenta del agua, remansos en recodos de las orillas, aparece-ría un tipo de vegetación helofítica, grandes hierbas enraizadas bajo el agua pero con las “cañas” y “juncos” emergidas. También apa-recerían en enclaves de la llanura con mal drenaje, o con cierta incidencia hídrica del subsuelo, formando praderas juncales. A con-tinuación se instalaría un bana de vegetación fundamentalmente arbustiva, en los taludes de las orillas, formada por arbustos y algunos árboles resistentes a la inundación del terreno, así como capaz de soportar las condiciones de inestabilidad física reinantes.

Las especies dominantes pertenecerían todas al grupo de los sauces, aunque también con cabida de tarajes. La siguiente banda de vege-

tación estaría constituida por árboles de dife-rentes especies, que se verían menos afectadas por las crecidas del río, pero que aún tienen altas exigencias hídricas, por lo que se asientan en lugares donde el nivel freático es elevado. Más cercanos a las aguas estarían los sauces arbóreos y algunos tarajes arbóreos, y algo más retirados crecerían chopos y álamos, tam-bién fresnos. Finalmente aparecería la banda de árboles que, aún con cierta exigencia de humedad procedente del nivel freático, son capaces de encontrarse más retirados del eje de influencia que es el cauce: es el dominio de la olmeda.

Tras esta última banda de vegetación ripa-ria, la vegetación climatófila se asentaría en zonas en las que ya no existe una apreciable influencia de la humedad freática procedente del cauce.

II.3.2.4. La vegetación actual

La vegetación de buena parte del área de estudio se encuentra en la actualidad muy transformada, y son las diversas explotaciones agrícolas las que ocupan el territorio, antaño cubierto básicamente por encinas.

Las extensiones de viñedo y olivar se suce-den, estas últimas encaramándose además a las laderas de las sierras, en las que se refugian las pocas muestras del encinar y matorral esclerófilo, en estos caso silíceo. Las muestras de encinar manchego son relictas, exiguas en extensión, a lo sumo adehesadas.

En los linderos y ribazos existentes entre las grandes explotaciones cerealísticas, vitícolas y oleícolas se refugian otras pocas muestras de vegetación natural manchega, en cualquier caso a modo de vegetación arbustiva y residual.

Las riberas han sufrido un deterioro absoluto, y ha dado paso a la proliferación de comunida-des más o menos nitrófilas. Muchas praderas juncales han desaparecido, así como las hierbas que en ellas crecían. También han desapareci-do arbustos y lianas, pasando a ser dominado el espacio por las zarzas y diversos megaforbios. El estrato arbóreo suele estar ocupado por especies implantadas por el hombre.

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Contexto geológico y geográfico

II.3.3. La fauna manchega

La compleja trama que alimenta el funcio-namiento del ecosistema mediterráneo está fundamentada en dos pilares esenciales: por un lado, la abundancia de presas animales, como pequeños mamíferos, variados reptiles y, como pieza básica, el conejo, los eslabones que mantienen la unión de la mayoría de las redes tróficas.

Por otro lado, la gran riqueza de frutos oto-ñales-invernales otorga un recurso esencial para la supervivencia de muchas especies, y no sólo de aquellas de espectro trófico herbívoro o frugívoro, sino de otras que cambian su dieta o la complementan con la gran riqueza de estos hongos, bayas, tubérculos,...

Estas características del medio mediterráneo permiten acoger a numerosas especies anima-les que crían en su seno; y además, en el caso de las aves, a un ingente número de individuos que, procedentes del Paleártico occidental, se detienen en estas latitudes, bien para reposar durante sus largas rutas de migración en busca de los cuarteles de invernada, bien para esta-blecerse y pasar el invierno.

No es difícil interpretar una fauna histórica en el ámbito de estudio, marcadamente medite-rránea, y considerarla como rica entonces, tanto cualitativa como cuantitativamente, y en el caso de las aves, de gran variación estacional. Buena parte de esta riqueza zoológica hay que achacarla a la diversidad de biotopos que acogería el área sometida a estudio, medios diversos que con la actividad del hombre realizada en el territorio desde tiempos pretéritos se han empobrecido en la actualidad.

II.3.3.1.Caracterización de biotopos

La traza en estudio incluye aún hoy y cierta-mente una considerable diversidad de hábitats, en los que tienen cabida numerosas especies de animales. El agua, magníficamente repre-sentada por el río Tajo al norte de la actuación viaria, se recrea en su tramo medio formando amplios meandros de aguas remansadas, a la vez que se introduce entre bloques pétreos en

los encajamientos y barrancos de la capital manchega.

Al sur de la fosa del Tajo se abre la campiña manchega; la generalidad de los biotopos que aquí se encuentran están francamente manipu-lados por la gestión humana.

Frente a ésta, las estribaciones serranas cuar-cíticas que salpican la llanura preservan aún hoy una fauna mediterránea de gran valor e interés. La orografía y la naturaleza de los sue-los, así como un modelo de gestión diferente, la han preservado, y mantiene un aceptable estado natural de conservación.

Básicamente, la diversidad de biotopos pre-sentes actualmente en el ámbito de estudio es la siguiente; en cualquier caso conviene recordar la pérdida de diversidad acaecida a lo largo de los siglos, ya en la época de los romanos o pos-teriormente en la Edad Media, y notablemente sufrida en la segunda mitad del siglo XX:

- El medio acuático: aguas de ríos, arroyos, regatos estacionales, charcas temporales, gra-veras inundadas,...

- Las riberas, que incluyen los bosques galería, los cinturones de vegetación palustre, las franjas de helófitos que siguen los cursos menores de la zona,...

- La campiña agrícola. Medio muy diverso que comprende tanto cultivos de regadío de las zonas de valle, como otros de secano, almen-drales, olivares, cereales y plantas forrajeras, etc.

- Parches de matorral y pastizal, de carac-terísticas florísticas muy diversas, retamares, atochares, espinares, etc., que se reparten por los cerros y cigarrales de los alrededores. Más o menos abiertos, incluyen diversos pastizales, en algunos casos aptos para la explotación ganadera.

- Masas arbóreas naturales, como los encinares de las elevaciones serranas.- Asomos rocosos, culminando las crestas y serretas que jalonan la Autovía.

- El medio urbano rural, con numerosas posi-bilidades para algunas especies, que encuen-tran refugio y alimento abundante.

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

II.3.3.2. Fauna

El medio acuático y las riberas están repre-sentados en el área de estudio por las aguas de ríos, arroyos, regatos estacionales, charcas temporales, graveras inundadas, etc.; como riberas quedan enmarcadas todas las orillas y márgenes que flanquean a las aguas corrientes, así como las manchas de vegetación palustre que aparecen en las charcas, y las bandas de plantas freatófilas que siguen a los regatos temporales.

La vegetación riparia constituye en muchas ocasiones un medio excepcional para la fauna. Su disposición lineal, en la que una estrecha franja se extiende a lo largo de muchos kiló-metros, permite el uso de este medio como un corredor natural por el que se desplaza la fauna, tanto terrestre como aérea. La densidad y cobertura que pueden alcanzar algunas masas vegetales de las orillas otorgan refugio a muchas especies. En muchos casos, son los lugares pre-dilectos, en los que se establecen los vivares de mamíferos o anidan las aves. Además de todo esto, las riberas y los cinturones de vegetación palustre constituyen en algunas ocasiones las únicas masas de vegetación natural en las que pueden sobrevivir determinadas especies, con requerimientos ecológicos más exigentes. En este sentido, constituyen auténticas “islas” ecológicas, en las que se refugian muchos organismos de interés general.

Algunas aves de las riberas son los ruiseñores común y bastardo, el mirlo común, el chochín, el escribano soteño, el mosquitero común, la lavandera blanca, el papamoscas cerrojillo, el abejaruco, el autillo, el alcotán,... En los herbazales de las orillas, y entre la vegetación freatofítica, viven diversas especies de reptiles y anfibios.

La campiña agrícola constituye una parte importante del conjunto de los biotopos que pueden encontrarse en la zona de estudio. En esta unidad se contemplan todas aquellas for-maciones vegetales implantadas por el hom-bre, con fines productivos esencialmente, con excepción de las masas forestales de repobla-ción, que se tratan más adelante. Por tanto, que-dan aquí recogidos los cultivos herbáceos y tie-

rras de labor, tanto de secano como de regadío, los olivares, los almendrales, los viñedos,...

Estos medios antrópicos, aunque muy dife-rentes en su aspecto, tienen en común la tradi-cional gestión que el hombre hace de ellos, hoy en día intensificada y llevada hasta extremos poco respetuosos con el medio. Entrando en consideraciones zoológicas, su composición está básicamente constituida por especies de requerimientos generalistas, que suelen pre-sentar capacidad para amoldarse a los cambios introducidos por el hombre, o que se han visto beneficiadas por la actividad que en ellos acontece.

Sin embargo, entre las extensas manchas uni-formes de cultivos herbáceos, principalmente cereales, y las explotaciones de leñosas, tipo olivar, viñedo,..., existen diferencias en cuanto a la oferta de recursos ofrecidos para la fauna: alimento, refugio y guarida, etc. En cualquiera de los casos, las aves son el grupo faunístico más numeroso. Entre los habitantes más típi-cos de los espacios abiertos están diversos aláudidos: la cogujada común, la calandria, la cogujada montesina, la totovía, la alondra común; además de la perdiz roja, la codorniz, la collalba gris, la collalba rubia, el jilguero, el verdecillo, el verderón, el pardillo común, el triguero, el alcaudón real, el alcaudón común, el cernícalo común, el aguilucho cenizo, el aguilucho pálido, el mochuelo común, y los más enrarecidos sisón, alcaraván, avutarda, antaño mucho más numerosos, etc. Además, muchas rapaces que habitan en los corta-dos serranos se aproximan hasta la campiña para campear, encontrando aquí su alimento. Finalmente, diferentes especies de mamíferos se desarrollan en óptimas condiciones en los variados espacios ocupados por la campiña toledana: el erizo común, la musaraña común, la liebre, el conejo.

Las forestas, antaño muy extendidas y hoy sólo ligadas a las elevaciones serranas, serían magníficos enclaves en los que tendrían cabida buena parte de la fauna mediterránea más típi-ca y diversa. En la actualidad, el encinar autóc-tono ha menguado muchísimo en superficie, prácticamente todo aquel desarrollado sobre los materiales detríticos terciarios manchegos, y la mayoría de los encinares silíceos.

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Contexto geológico y geográfico

Las masas existentes aún mantienen aves tales como el milano negro, el rato-nero común, el águila calzada, el cára-bo, el águila culebrera, el milano real, el azor, el búho chico, el búho real, el pito real, el pico picapinos, el carbonero común, el herrerillo común, el arrendajo, el escribano montesino, el zorzal común, la paloma tor-caz, el zarcero común, la abubilla, la golon-drina dáurica y la tórtola común. Además la cobertura vegetal da protección a algunos mamíferos más retraídos que integran la fauna toledana: el tejón, la garduña, el gato montés, el lirón careto, la gineta, la comadreja, el turón.

El yacimiento de Pozos de Finisterre se localiza en el fondo de valle del río Algodor, una superficie deprimida de marcado carácter estacional rellenada con materiales aluviales y coluviales, principalmente arcillas y arenas arcillosas, con numerosos emplazamientos de niveles freáticos someros.

La depresión aparece delimitada por la pre-sencia de elevaciones serranas, crestones cuar-cíticos que reflejan la actividad hercínica, y que son el punto de partida para la génesis de los depósitos pliocenos de los piedemontes y faldas.

Ya antes de la presencia romana en la zona, la actividad agroganadera sobre el paisaje man-chego, y en particular sobre el emplazamiento de Pozos de Finisterre debió ser notable. Las labores de despeje de la masa forestal para la ganancia de pastizales ganaderos y la obten-ción de tierras agrícolas, mediante la aplica-ción de rozas sobre todo, crearían espacios abiertos que, aunque no continuos, si facilita-ran la extensión de los medios esteparios en el seno de las masas forestales, diversificando el paisaje prerromano de una forma, aunque no intensa, si notoria.

Estas labores de domesticación del territorio se intensificaron sin duda alguna con la llegada del mundo romano. El paisaje de entonces en el entorno del yacimiento se interpreta como una depresión poco notoria en el seno de una planicie coronada por alineaciones de serretas cuarcíticas densamente pobladas de vegetación esclerófila en sus laderas y piedemontes, algu-

nos ya adehesados en las proximidades de los asentamientos.

Las masas de encinar de la llanura sufrirían una presión mayor, produciéndose la aparición de hectáreas de campos abiertos salpicando las forestas, así como teselas de vegetación en las que aparecerían los matorrales propios de la degradación del encinar, retamares, tomilla-res y espartales. La ribera del río aparecería cubierta de una masa forestal alineada, de porte no elevado y densa cubrición superficial, y la extensión de las praderas juncales y los encla-ves encharcados sería probablemente mayor. Nuevos cultivos son generalizados en el inte-rior peninsular con el asentamiento romano, como son la vid y el olivo.

La fauna del momento sería sin lugar a dudas muy abundante y diversa, y probablemente estarían presentes todas las especies caracterís-ticas del monte y la campiña mediterráneos; la diversidad de ambientes y la escasa presencia humana en el conjunto del territorio posibilita-rían el mantenimiento de poblaciones faunísti-cas muy notables. Sobre todos estos colectivos de animales, sobre todo aves, peces y mamífe-ros, existiría una notable presión humana (Catena 2).

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Contexto histórico

III.1. Contextualización macroespacial: evolución de la ocupación humana del territorio

Desde épocas remotas este espacio ha sido utilizado como zona de paso y vía de comu-nicación entre las cuencas del Tajo y del Guadiana, materializado en la calzada de época romana (Vía 30 del Itinerario de Antonino) y en el Medievo y época moderna en el Camino Real de Toledo a Sevilla. La zona, pese a que se caracteriza por la ausencia de grandes nú-cleos en épocas históricas, salvo los más repre-sentativos situados en sus extremos (Toledo y Consuegra), comprende un territorio con un rico patrimonio arqueológico que apenas se ha visto afectado por el Tramo 1 del Proyecto de la Autovía de los Viñedos, gracias a las medi-das de protección sobre el mismo. A continua-ción se recoge una síntesis del poblamiento humano de dicha zona, desde sus inicios hasta tiempos modernos.

Durante el Pleistoceno Medio comienzan a asentarse en esta zona los primeros grupos de homínidos, atestiguándose evidencias de su presencia en las terrazas cuaternarias del río Tajo por el hallazgo de piezas líticas achelen-ses como bifaces, triedros y núcleos anteriores a 128.000 años. En este sentido, destacan los yacimientos de Paleolítico Inferior de El Espinar (Almonacid de Toledo), Cañete Grande y Cañete Chico (Toledo) situados en niveles de terraza media del Tajo (+20-30 metros), al igual que el yacimiento achelense de Pinedo (Toledo) (Santonja, 1981). En este último se documentó un amplio conjunto lítico elaborado fundamentalmente en cuarcita, destacando el macroutillaje (bifaces y triedros), además de cantos trabajados, núcleos y lascas (Querol y Santonja, 1979). Asociados a esta indus-tria se recogieron restos faunísticos (cervus elaphus, elephas antiquus, bos primigenius, oryctolagus cuniculus y lepus cf. europaeus) (Soto, 1979). A su vez, en las inmediaciones

III. CONTEXTO HISTÓRICO

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

de Toledo se han localizado restos faunísticos e industria lítica achelense en las terrazas de Buenavista, Valdelobos, Valdecubas, Campo de Tiro, Observatorio y El Pocito (Alférez, 1977; De la Torre y Domínguez-Rodrigo, 2001). Por otro lado, contamos con otros hallazgos aislados paleolíticos como los de El Ajunjeral y Cantohincado (Ajofrín), o La Raya (Mazarambroz) correspondientes a esta-ciones al aire libre donde se conservan escasos conjuntos líticos realizados en cuarcita local procedente del material de aporte fluvial de las terrazas pleistocenas (Santonja, 1981; De la Torre y Domínguez-Rodrigo, 2001).

En el área meridional de la zona de estudio se han detectado hallazgos aislados sobre colu-viones de sierras cuarcíticas y piedemonte con pendiente hacia el río Algodor, similares a otras evidencias de poblamiento paleolítico del valle del río Amarguillo, que aprovechan las gravas y clastos transportados por dicho río, proceden-tes del desmantelamiento de los afloramientos de las sierras cuarcíticas del entorno, como en los cercanos términos de Villafranca de los Caballeros, Madridejos (Paleolítico Inferior) o situados en las laderas de cerros, como en Camuñas (Paleolítico Medio) (De la Torre y Domínguez-Rodrigo, 2001; López Recio et alii, 2001).

La existencia de diferentes yacimientos cal-colíticos y de la Edad del Bronce refleja la importancia de la ocupación humana durante estos períodos en este sector de la provincia de Toledo (Carrobles et alii, 1994; Álvaro, 1987; Rojas, 1988; Muñoz y García, 2000). Un ejemplo de asentamiento calcolítico es el del cerro de El Guijo en el cercano término de Mazarambroz, cuya ubicación se ha rela-cionado con la explotación de minerales del cobre (Montero et alii, 1990). Las cerámicas existentes presentan formas lisas (cuencos, vasos globulares, platos, etc.), materiales tanto pre-campaniformes (con decoración incisa, acanalada, incisiones en zig-zag, incisiones horizontales paralelas, oblicuas, cerámicas pin-tadas y a la “almagra”), como campaniformes (fundamentalmente con decoración incisa e impresa), pesas de barro y fusayolas, así como industria lítica (núcleos y restos de talla, puntas de flecha, perforadores y elementos de hoz ela-borados en sílex) y material pulimentado (un

ídolo-violín, fragmentos de brazal de arquero y algunas hachas y azuelas) (Vallespí et alii, 1987; Rojas, 1988; Rojas y Rodríguez, 1990). A su vez, existen otros hallazgos de este período como el conjunto lítico en sílex hallado en La Zarzuela en dicho término municipal (Vallespí et alii, 1987) o el ídolo-violín encontrado en el cerro de La Encantada (Layos) (Barrio y Olmos, 1990). Concretamente el Cerro del castillo de Mora, el Castillo de Consuegra y El Guijo, mencionado anteriormente, presentan un mismo modelo de asentamiento calcolítico caracterizado por su ubicación en un cerro elevado, con fuerte pendiente y difícil acceso, alejado de cursos fluviales y relacionado con actividades de pastoreo, agricultura, caza, reco-lección y un creciente interés por el mineral de cobre (Rojas, 1988; Carrobles et alii, 1994).

En este momento (III milenio a. C.) existen manifestaciones de megalitismo en el entorno, como los menhires de La Tochá en Arisgotas (Orgaz), contemporáneos a las pinturas rupes-tres esquemáticas localizadas en La Zorrera (Mora) y La Chorrera (Los Yébenes). Dichos menhires consisten en dos ortostatos labrados en granito con motivos decorativos (acanaladu-ras y cazoletas), dispuestos en posición vertical sobre el terreno abrupto del cerro granítico de La Tochá (Rojas, 1987). Por su parte, las estaciones de arte esquemático mencionadas, situadas en las estribaciones orientales de los Montes de Toledo, se caracterizan por una profusión de barras y puntos acompañados de antropomorfos, además de un motivo ser-pentiforme y una escena simbólica compuesta por antropomorfos esquematizados y un este-liforme triangular en el caso de La Zorrera (Caballero Klink, 1980; Piñón et alii, 1984; Balbín y Bueno, 1994).

En cuanto al área que el presente estudio ocupa, durante la Edad del Bronce se produce una ocupación intensa de las estribaciones nororientales de los Montes de Toledo, docu-mentándose diferentes poblados, enclavados a una altura que oscila entre los 850 metros y los 1.000 metros de altitud, sobre los crestones cuarcíticos a modo de plataformas ligeramente amesetadas o alomadas, desde las cuales se dominan visualmente los valles fluviales del Algodor y el Amarguillo (Ruiz Taboada, 1998). De este modo, se documentan los yacimientos

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Contexto histórico

del cerro del Estanquero, La Bóveda, castillo de Mora y el Aljibe de la Cabra en Mora, Los Majuelos en Manzaneque Cuartos Largos, Sierrezuelas, cerro de la Loba, Candelaria Sur, El Aljibe (Fig.5 y Fig.6), Mataperros, El Alcor y cerro del Castillo, enclaves situados en Consuegra, así como el cerro Conde en Madridejos o La Chorrera, Montón de Trigo, Frontón Oeste, Frontón Este, Las Pedreras, Cabezuela, Pizarro en Camuñas, cerro de Angora en Los Yébenes (López Fernández, 1990), o La Olivilla y Calderón en Orgaz (Ruiz Taboada, 1998). A su vez, en el término muni-cipal de Nambroca se advierte la existencia de algunos yacimientos de la Edad del Bronce, tales como Las Nieves II, Los Picosos, Nazules II, La Cocinilla II, Oliva, Orría I, Valdihuelo y Fuentevieja1.

Por tanto, el patrón de asentamiento en altura de las estribaciones nororientales de los Montes de Toledo durante la Edad del Bronce se caracteriza por la localización y distribución específica de los poblados, la accesibilidad, el control estratégico del territorio, la explotación de los recursos de la zona y la adaptación a la topografía del terreno. Dicha ocupación del territorio se debe principalmente al aprovecha-miento de fuentes y cursos de agua, así como a la explotación de recursos minerales del cobre. Este modelo de ocupación se complementa en el curso alto del río Algodor con el patrón de asentamiento en llano, atestiguado en el término de Consuegra y Los Yébenes, además de aprovechar las pequeñas elevaciones natu-rales del terreno, junto a cursos de agua, con zonas propensas para el cultivo (Ruiz Taboada, 1998).

Del Bronce Final, entre los escasos yaci-mientos documentados en la zona de estudio, destacan los hallazgos del cerro del castillo de Mora y el Peñón Toledano (Carrobles et alii, 1994), mientras que pertenecientes a la prime-ra Edad del Hierro son reseñables la fase más reciente del yacimiento toledano del Cerro del Bú (Fernández del Cerro, 2001) (Fig.13) y las más antiguas de la necrópolis de Palomar de Pintado (Ruiz Taboada et alii, 2004).

1 Datos procedentes del Inventario de Carta Arqueológica de la Junta de Comunidades de Castilla-la Mancha.

La ocupación del territorio analizado en la Segunda Edad del Hierro se ha adscrito tradi-cionalmente al área carpetana de los textos clá-sicos (Valiente y Balmaseda, 1983; González Conde, 1987). La ciudad más importante es Toledo (Fernández del Cerro y Barrio, e.p.), descrita por los autores latinos como ciudad pequeña, parva urbs, pero bien defendida, sed loco munito (Livio, XXXV ,22). Consuegra también fue un importante núcleo amurallado ubicado en el Cerro Calderico (Giles Pacheco, 1971). Los yacimientos amurallados situados en cerros y espolones de fácil defensa son comunes en la región desde mediados del siglo IV a.C. A los ya citados Toledo y Consuegra se pueden añadir los cerros de El Castro en Villamuelas y Cerro del Gato en Villanueva de Bogas, ambos en la cuenca del río Algodor.

El mundo funerario en este área se conoce bien gracias a la excavación de algunas necró-polis de incineración como la del Cerro del Gato (Villanueva de Bogas) (Llopis, 1950) o la de Palomar de Pintado (Villafranca de los Caballeros) relacionada con un poblado cer-cano. En esta última existen diferentes fases de ocupación, desde el s. VI a.C. al s. III a.C. Durante la Fase I (s. X-IX a.C.) y la Fase II (s. V. a.C.) se construyen tumbas de hoyo simple y quemaderos, mientras que en las Fases III (s. IV a. C.) y IV (s. III a.C.) destaca el empleo de tumbas de influencia ibérica con túmulo de planta cuadrangular e hileras de adobes al exterior, siendo el espacio interior funerario de planta circular o rectangular con enfoscado yesífero, situado a una cota inferior al túmu-lo, donde se encuentra la urna cineraria y los ajuares funerarios. En este yacimiento también se han documentado, los ustrina o estructuras de combustión de los cadáveres propios del ritual de incineración, de planta rectangular y ligeramente excavadas en el terreno (Carrobles y Ruiz Zapatero, 1990; Pereira et alii, 2001; Pereira et alii, 2001)2.

La ciudad de Toledo en época tardo-romana (s. IV d.C.) vuelve a conocer un período de renacimiento, debido a la pérdida de poder administrativo de otros núcleos poblacionales como Consaburum, convirtiéndose en un gran

2 Para el período romano inmediatamente posterior véase capítulo siguiente.

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

centro administrativo que controlaba un amplio territorio y asentando las bases para conver-tirse en capital del reino visigodo de Toledo. Aparecieron nuevas construcciones vinculadas con el cristianismo, como templos y complejos episcopales, siendo sede episcopal en época visigoda (García Moreno, 1990; Aranda et alii, 1997). Muchas de las piezas arquitectónicas y escultóricas se fechan en el s. VII, reflejo del esplendor de Toledo como centro administra-tivo y político (Jiménez Morán, 2001). Por su parte, el sector sureste de la provincia de Toledo conoce durante la Antigüedad Tardía y en época visigoda una continuidad pobla-cional, dentro del contexto del reino visigodo de Toledo. Al oeste de la zona de actuación destaca la presencia de la iglesia de San Pedro de la Mata (Caballero Zoreda, 1980) (Fig.11 y Fig.12) y Arisgotas, localidad perteneciente a Orgaz, que cuenta con gran cantidad de relie-ves decorativos visigodos, destacando la iglesia y posible centro monástico de Los Hitos. Otros hallazgos son los restos aislados de decoracio-nes arquitectónicas de Consuegra o la necrópo-lis de la Loma del Carpintero en Los Yébenes (Criado Anaya y Villa González, 1988).

La ocupación musulmana de la comarca de La Mancha se produce en un territorio que se encuentra poco poblado ya en los momentos finales de la monarquía visigoda. No obstan-te, los núcleos fortificados de época islámica se encontraban en las torres de Azuqueca (Consuegra), Tirez y Alcázar de San Juan (Molero, 1994). Especial papel tuvo la fortale-za de Consuegra, en la que se han identificado restos islámicos pertenecientes al recinto cen-tral primitivo así como a un posible albacar (Fernández del Cerro y De Juan, e. p.)

Después de la ocupación cristiana de esta zona, en torno al 1085, y especialmente de los enclaves de Mora y Consuegra, por Alfonso VI se produce la repoblación de estas tierras con un contingente poblacional formado prin-cipalmente por mozárabes toledanos. En esta empresa, a partir de los reinados de Alfonso VII y Alfonso VIII, cobran un importante papel las Órdenes Militares, especialmente la de San Juan (en Consuegra y Manzaneque), la de Santiago (en Turleque y Mora) y la de Calatrava (en Nambroca) (Herrera Casado, 1989; Jiménez de Gregorio, 2000).

Por su parte, el territorio situado en el alfoz toledano va a estar muy relacionado con la capital. Ya desde finales del siglo XII y princi-pios del XIII aparecen citadas varias alquerías y otros lugares poblados situados en la comar-ca de La Sisla, entre Toledo y Burguillos. Éstos son Daralfornana, Daralbelio, Daralcotán, Chenán Daud, Anduca y Borch Abenyunus (González Palencia, 1930). Del mismo modo, existe un despoblado al noreste de la población de Almonacid de Toledo denominado Romayla, en una encrucijada de caminos cercana al arro-yo Guazalete (Jiménez de Gregorio, 1962).

Durante los siglos XIII y XIV van a desta-car tres fortalezas situadas en torno al área de estudio, los castillos de Almonacid, Consuegra y Mora.

El Cerro del Calderico situado junto a la población de Consuegra, es un punto domi-nante desde el cual se controla el camino de Toledo a Córdoba, vía heredera de la antigua calzada romana (Vía 30 del Itinerario de Antonino) que unía Toletum con Alhambra (Roldán Hervás, 1973; Fernández Ochoa et alii, 1990; Palomero Plaza, 2001). Es en este punto elevado donde en época islámica se erige el castillo de Consuegra, originalmente una pequeña fortaleza o hisn que, tras la conquista de Toledo por parte del monarca Alfonso VI (1085), pasa a manos cristianas. Tras la Batalla de Uclés, el castillo cayó de nuevo en poder de tropas almorávides y, finalmente, Alfonso VII al reconquistar Calatrava y su comarca, retoma este fortín en torno al año 1147.

El castillo será custodiado por la Orden Militar de San Juan, una vez donado a ésta por parte de Alfonso VIII en 1162, convirtién-dose en cabeza del Gran Priorato. Esta Orden se encargará de la defensa de la comarca de los ataques almohades y desde Consuegra se organizará la repoblación de las tierras de este sector de La Mancha (Fernández Layos, 1984). Son varias las fuentes escritas en las que se describen los restos del castillo de Consuegra, aunque entre ellas destaca la que realiza Domingo Aguirre en 1769 acompañada de algunos grabados (Aguirre, 1973):

-1769: “Descríbese la capital va de Consuegra: Esta situada a las faldas de una sierra en su cumbre un castillo de fábrica moruna y los

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Contexto histórico

vestigios del que hicieron los Romanos. [...] está situado en las cumbres de unas Sierras contiguas a la Villa, es fábrica y construcción moruna mui en estado con las recomposiciones que se an echo. Tiene cuatro torreones, gran-des, uno de ellos más capaz donde está la Sala que llaman Capitular, por haber juntado en ella la Orden Capítulo y seis cubetes falfabra-gas, diferentes retiradas y defensas de mucha consideración para la guerra de aquel tiempo, todo él de buenas habitaciones, calabozos, una cisterna muy grande que no se ha conocido jamás sin agua ni corrompida y otra pequeña en la que suele hechar a perder y muchas vezes se seca. [...]”.

Sobre la primera puerta del cubo grande están las armas del Serenísimo D. Juan de Austria y de los Toledos, sobre la segunda hay una cruz de las que usa la religión en las Banderas y sobevestas que modernamente la han pintado de color rojo de madera que el que teniendo noticia de la verdadera forma de la cruz que usaron los Caballeros del Templo mirase ésta, la podrá graduar por suya sin escrúpulo alguno [...]”(Aguirre, D., 1973: El Gran Priorato de San Juan de Jerusalén en Consuegra en 1769. IPIET).

-1868: “Hay un castillo que domina el pue-blo, desmantelado, y por la parte del Sur ruino-so, distante de la población unos 400 metros, su fundamento es de romanos, en lo antiguo perteneció al Gran Prior de la Orden de San Juan y ahora es de D. Manuel Balderas, no estando destinado a ningún uso. Existen tam-bién algunos trozos de las murallas antiguas que defendieron esta población en la domina-ción romana” (Archivo Museo de Santa Cruz. Interrogatorio de Monumentos, Respuesta 12).

Los restos constructivos conservados datan en su mayoría del siglo XIII, cuando el Castillo fue la base de operaciones de la Orden de San Juan de Jerusalén. Su planta es irregular y Fernández Layos (1984) distingue en ella tres recintos. El exterior está compuesto por una muralla rematada por merlones, hoy restaura-dos, pero que ya aparecen reflejados en un gra-bado de Domingo Aguirre; un segundo recinto compuesto por la barbacana, el espolón, la torre Sur o albarrana y el paso de ronda; y un tercer recinto compuesto por el núcleo central de la fortificación. Este último cuenta con una planta rectangular de aproximadamente 43 x 27 metros y a él se accede a través de uno de los tres torreones semicirculares adosados.

Figura 15.- Castillo medieval de Consuegra en proceso de restauración

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

El “Camino de Consuegra a Toledo” apa-rece documentado ya en 1237 (Concordia entre las Órdenes de Santiago y San Juan) y en el Mapa de Villuga de 1546 se constata su paso por “Filibusterre”. Si bien el conocido Camino Real de Toledo a Sevilla no pasa por este punto, debemos mencionar que su recorri-do corre paralelo y muy próximo al segmento viario que une Toledo con Pozos de Finisterre. Probablemente se trata de un trazado super-puesto al consolidado en época romana (Vía 30 del Itinerario de Antonino) y utilizado en época hispanomusulmana, siendo una vía de comuni-cación controlada desde los diferentes castillos existentes en la zona de estudio anteriormente descritos (Ruiz Carmona, 2002).

Por otro lado, como elementos etnográficos de entidad, además de las muestras de arquitec-tura popular en las inmediaciones del trazado proyectado, destaca el conjunto de molinos de viento del Cerro Calderico (Consuegra), cuya construcción se remonta en torno a 1836 (Lara, 2000). Este conjunto, declarado Bien de Interés Cultural (B.I.C.), fue restaurado en la segunda mitad del siglo XX. Además, existen otros molinos de viento en la zona como el Eulogio Matas situado al suroeste del Término

Municipal de Mora, así como el Molino de los Moraledas, situado al noroeste de Turleque (Jiménez Ballesta, 2001).

III.2. Contextualización microespacial: ocu-pación prerromana y romano-republicana

III.2.1. Estudio histórico-arqueológico

La conquista de la Carpetania por los roma-nos se produce en apenas 30 años, en la primera mitad del siglo II a.C. Más tarde, con motivo de las guerras numantinas (135 a.C.) se ubicaron aquí los cuarteles de invierno de los ejércitos de Roma (Apiano, Ibéricas, 83). Los enclaves de Toledo y Consuegra (Toletum y Consabura) se convertirán en grandes urbes romanas, situa-das al pie de los cerros con ocupación indígena, existiendo en ambas restos constructivos de edificios públicos y de espectáculos (teatro, anfiteatro y circo). Destacada presencia de obras hidráulicas de gran magnitud, como el puente-acueducto que traía agua desde el Embalse de Guajaraz a Toledo, el acueducto y canal para el abastecimiento de agua a la ciudad de Consuegra desde la presa de la Alcantarilla,

Figura 16.- Detalle de la zona en estudio. Reportorio de todos los caminos de España 1546 (P. J. Villuga).

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Contexto histórico

o la cloaca dentro del casco histórico de Toledo de retirada de aguas residuales (Blázquez, 1990; Aranda et alii, 1997; Sánchez-Palencia et alii, 1990). Fernández-Layos de Mier (1983) sostiene que el asentamiento del Hierro II sobre el Cerro del Calderico, perteneciente al territo-rio municipal de Consuegra, no tiene continui-dad en época romana y a su vez el municipio de Consaburum (Consabura) se constituye ex novo en época imperial reciente (el primitivo asentamiento es conquistado por Roma en el siglo II a. C.). Sánchez-Sánchez (2001) ha demostrado la importancia estratégica de la ciudad de Consuegra al menos desde época romana y ha elaborado un mapa de distribución viaria de los tres recorridos antiguos que unían el municipio de Consaburum (Consabura) con Segobriga.

En el caso del yacimiento de Pozos de Finisterre constatamos una clara continuidad entre ambos períodos3. A la valoración inicial del enclave, se suma la consulta de la Carta Arqueológica de Castilla-La Mancha, con la que comprobamos la existencia de otros puntos próximos a la zona de actuación, significativos porque inciden en la presencia romana en el territorio.

La urbs de Toletum toma entidad verdadera-mente urbana como municipium a comienzos del siglo II a. C. (Mangas y Alvar, 1990). Al menos desde época altoimperial, la ciu-dad queda comunicada con los municipios de Consabura (Consuegra) y Laminium (¿Alambra?) a través de la Vía 30 del Itinerario de Antonino4 (Roldán Hervás, 1975; Fernández Ochoa et alii, 1990; Palomero Plaza, 2001).

Plinio el Viejo cita entre las ciudades esti-pendiarias del conventus Carthaginensis la de los consaburenses (Hist. Nat. III, 25). Sin embargo, la ciudad no alcanzará la condición de municipio hasta la época de los Flavios (fin siglo I d.C.) como expresa la mención al duumviro del municipio de Consabura: L.

3 v. Morín de Pablos (2005).4 Frontino (IV, 5, 19) menciona una Consabrae: Hispani Consabrae obsessi eadem omnia passi sunt nec oppidum Hirtuleio tradiderunt, con motivo de las operaciones mi-litares realizadas durante las guerras sertorianas en el año 79 a.C. No todos los autores la identifican con la Con-suegra toledana, situándola por el contrario al Norte del Sistema Central (González-Conde, 1992).

Domitius M. fil. Serg. Dentonianus (CIL II, 4211).

En este contexto de ocupación hispanorro-mana del territorio se hallarían las numerosas explotaciones agropecuarias o villae existen-tes en las vegas del río Amarguillo, como las Casillas de San Andrés (Consuegra)5. En todo este territorio al sur de Toledo destaca la presencia del municipium de época Flavia de Consaburum (Consuegra), de carácter eminentemente rural (Mangas y Alvar, 1990; Fernández-Layos de Mier, 1990), y cuyo abas-tecimiento de agua se realizaba desde la presa situada en el río Amarguillo a cinco kilómetros de la localidad y que cuenta con 4,80 metros de altura en una pantalla plana reforzada por quince contrafuertes de 1,30 metros de espesor realizados en mampostería (Blázquez, 1990). Por otro lado, la presencia romana en el área de estudio se atestigua por la presencia de restos arquitectónicos y muebles, como un ara con inscripciones latinas encontrada en Nambroca (Alföldy, 1987) o los yacimientos de Pista de Tenis, Vertedero, Camino de las Cruces, Jabonero y Dehesa de Mochares I, hallados en dicha localidad6.

La importancia del recorrido viario que estu-diaremos a continuación tiene su constata-ción en la principal población ubicada en proximidad al punto del hallazgo del tramo viario, Consuegra. Consaburum / Consaburadispuso de una presa cuya longitud (800 m) la sitúa a la cabeza de todo el mundo romano. La presa se ubicaba a 4 km al SO de la población, en dirección a Urda. De igual modo al O de la población se conservan restos de un acueduc-to7.

Entre la información histórica y arqueológica que se reunió antes de realizar la excavación del yacimiento, incluida en el del Inventario Arqueológico de Castilla-La Mancha, se men-cionan algunos enclaves bastante próximos a Pozos de Finisterre, siendo significativo el

5 Dato procedente del Inventario de Carta Arqueológica de la Junta de Comunidades de Castilla-la Mancha.6 idem. 7 Para más detalles acerca de la documentación antigua relativa al municipio consaburense v. Carraco Serrano (1995).

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

caso del yacimiento de La Peñuela, al que se asigna una cronología altoimperial y musulma-na. Ambos yacimientos ponen fecha y relevan-cia en época romana a este paso situado en la zona oriental de los Montes de Toledo.

Acerca de la presencia romana en este territo-rio son también testigos restos arquitectónicos y muebles, como un ara con inscripciones lati-nas encontrada en Nambroca (Alföldy, 1987) o los yacimientos de Pista de Tenis, Vertedero, Camino de las Cruces, Jabonero y Dehesa de Mochares I, localizados en dicha localidad (Carta Arqueológica de Castilla-La Mancha).

El territorio de Camuñas, al SE de Consuegra, no entra dentro del recorrido de la A 30; sin embargo queremos señalarlo como punto de hallazgo que puede explicar el panorama de comunicaciones viarias de época romana en el territorio de La Sisla. Estuvo poblado desde los más remotos tiempos, si tenemos en cuenta su situación sobre un promontorio rocoso (674 m.), con alturas próximas como San Cristobal y la Cabeza Gorda. Como ya hemos mencionado anteriormente se conservan muchos topónimos relativos a la ganadería; por el actual casco urbano pasa la Cañada del Soriano (camino de

trashumancia de las tierras frías de Soria a las cálidas de Extremadura) y a la mitad de distan-cia entre Camuñas y Madridejos, puede verse el antiguo y pasajero Camino Real, que va del centro de la Meseta Inferior a Cádiz.

Camuñas, al igual que Consuegra, formó parte de la Carpetania, ya en su límite con la Celtiberia. Con el dominio romano será integrada en la Hispania Citerior, dentro del convento jurídico de Cartagena, al igual que Laminium, Consabura y Toletum8.

8 Evidentemente debemos tener en cuenta que en época romana la Carpetania no responde a una realidad admi-nistrativa sino a un realidad geográfica que se constituye como reducto de la organización territorial y étnica pre-rromana. Polo López (1995/1996) hace referencia a la historiografía relativa a los límites de la Carpetania. Con-sidera que los límites de esta región pudieron variar en época romana con la subdivisión de las provincias Cite-rior y Ulterior en conventus, de tal forma que Consabura y Toletum pertenecieran al Carthaginensis y Complutum al Caesaraugustani. Plinio (NH, III, 6) sitúa el nacimien-to del río Anas en el ager Laminitanus, perteneciente a la Hispania Citerior. También especifica este autor que los laminitanos son estipendiarios del conventus cartha-ginensis (NH, III, 25). Laminio conseguirá el status mu-nicipal con los Flavios.

Figura 17.- Presa romana de Consuegra.

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Contexto histórico

Del mismo modo, en Puerto Lápice, dentro de la línea directriz de la vía 30, se documenta un tipo indeterminado de ocupación romana. Elementos constructivos y cerámica sigillata, entre otros, demuestran el paso del recorrido de la vía 30 al sur de esta localidad y en dirección al pequeño puente situado en la salida de la misma hacia el Camino Viejo a Consuegra9.

Otros tramos de empedrado conservados de esta calzada romana se hallan al sur de Consuegra, por tanto alejados de la zona de actuación, y también en el término de Camuñas, a cuatro kilómetros de Puerto Lápice, desta-cando por otro lado el Puente de Villarta de San Juan, por el cual se cruzaba el río Cigüela (Fernández Ochoa et alii, 1990).

Antes de llegar a Toledo, al NE de la localidad de Checa, a 20 km de la capital, se encuentra el Pozo de San Cristóbal y la antigua Venta de Diezma, que aparece en el repertorio de caminos del s. XVI de Villuga, en el Camino de Córdoba, que también se llama de Sevilla, o Camino de Andalucía.

Este camino es la expresión medieval de la pérdida de importancia del antiguo camino de Consuegra, que desde tiempos de los musulmanes se desplaza al Oeste pasando por Orgaz y Puerto de los Yébenes (Arenas, 2004). En este sentido, conocemos otro paso del río Algodor que pudo igualmente corresponder a un recorrido de época romana y que se sitúa precisamente en Villanueva, en el otro extremo del actual embalse de Finisterre. En este caso el paso del río no responde tanto a una elección del enclave técnicamente propicia para el paso como a la necesidad de hacer pasar por aquí un recorrido que uniría las poblaciones de Toletum y Segobriga10. A decir de algunos autores, este recorrido se uniría al de la vía 30 (IT) Laminium-Toletum hacia el noroeste, precisamente a la altura de otro puente, el de Villaminaya11. Debemos señalar, en apoyo a la existencia en la Antigüedad de este recorrido a través del puente de Villanueva, que son muchos los topónimos próximos a la actual

9 Benítez de Lugo Enrich (2002) y Muñoz López-Astille-ros (2001).10 v. al respecto las consideraciones de Cezón y Arias (ME, 63, p. 28 ss).11 Id.

carretera de Tembleque a Mora relativos al mundo ganadero y que en muchos casos reproducen la continuidad de una realidad más antigua, la de un paso trashumante: el Monte del “Buey”, “Casa Vaquero”, “Majada”, “Casa de los Bueyes” y, en proximidad a Mora, la Virgen “de la Antigua”.

III.2.2. Estudio toponímico

El análisis del término “Pozos” es sencillo y de fácil interpretación; se identifica toponí-micamente con “tierras junto al río donde éste tiene mayor profundidad o se forman pozos”12. También aparece como sinónimo de “cavida-des del terreno o huecos donde se acumula el agua”13. Ya en época romana encontramos este topónimo asociado a la caminería; concreta-mente, en Hispania, se localiza una statio lla-mada Ad Putea cuya reminiscencia se reconoce aún hoy en el topónimo Pozo Amargo14.

12 R. Calvo Pérez/ J. José Calvo Pérez, 1996, “Toponimia de Quintana del Pidio”, en Cuadernos del Salegar, revista de investigación histórica y cultura tradicional, Año II, nº 4 (Web).13 “Toponimia del Valle Medio del Ésera (Huesca), estu-dio lingüístico, cavidades del terreno” en www.tdx.cesca.es/Tesis_UdL.14 Blázquez (1921, 9).

Figura 18.- Distribución de pueblos prerromanos en torno a Toledo (a partir de Solana Sáinz 2001).

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

El topónimo Finisterre, aparece localizado en los mapas modernos en la margen derecha del Algodor, concretamente en el inicio del pantano del mismo nombre. Aparece en los repertorios de caminos medievales y modernos como Filibusterre o Finibusterre y deriva del latín finibus terrae, que significa literalmente en los confines de la tierra o del mundo15. Otro significado diferente pero que también respon-de al punto geográfico de ubicación de Pozos de Finisterre se encuentra en el vocabulario de Germanías. En este caso corresponde a la acep-ción de horca, tanto en el sentido de instrumen-to de tortura como en el geográfico de horcajo, o valle encajado entre dos montes.

Precisamente en los montes de la margen dere-cha, al Este, se localiza el Cerro de la Virgen, que hace referencia a la Virgen de Finisterre o Nuestra Señora de Finisterre, patrona de Los Yébenes, a la que se daba culto en el siglo XIII en el castillo de las Guadalerzas. En aquellos tiempos, esta zona de los Montes de Toledo fue la frontera entre cristianos y musulmanes y más tarde el propio pueblo de Los Yébenes lo era entre la Orden de San Juan de Jerusalén y la

15 El topónimo Filimusterra aparece recogido en el reper-torio de Villuga (1546) bajo el símbolo de “pueblo pe-queño”.

ciudad de Toledo; por ello es factible que este término romano se pudiera aplicar en principio al límite entre los territorios de dos ciudades (Consuegra y Toledo). Tradicionalmente los terrenos asignados a Consuegra iban desde los Montes de Toledo y actual divisoria de las provincias de Toledo y Ciudad Real hasta estas sierras al Norte de Manzaneque y Mora. Parece por tanto posible asimilar el topónimo “finis terrae” al antiguo confín o divisoria de los territorios de las urbes romanas de Toledo y Consuegra16.

La sacralización cristiana del lugar es un ele-mento más a favor de esta interpretación, pues la sacralización de lugares y topónimos roma-nos por los cristianos es un fenómeno extre-madamente común en la geografía española, así también se localiza este nombre en Nuestra Señora de Finibus Terra, en Cabezarados, Ciudad Real y la ermita de Finibus Terra, en Almendral, Badajoz, de origen visigodo. La propia existencia de una imagen o Virgen de

16 En apoyo de esto: García Moreno supone que el término Yébenes deriva de la villa Deibensis, donde San Ildefonso fundo un monasterio, quizá para marcar los límites del obispado de Toledo en este punto. L. A. García Moreno, “San Ildefonso y sus relaciones con el poder político”, en Hispania Gothorum. San Ildefonso y el reino visigodo de Toledo (2007, 244)

Figura 19.- Ubicación del yacimiento y de los topónimos en torno a éste (topográfico nacional 1: 25 000).

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Contexto histórico

Finibus Terrae podría indicar la existencia de una imagen romana.

Sin olvidarnos del sentido de finisterra como horcajo o paso encajado, que haría referencia al punto geográfico correspondiente al cruce del río Algodor, vamos a proponer una inter-pretación toponímica más amplia que toma en consideración tanto ésta como otras acepciones del término.

El topónimo latino Fines (Ad Fines) ha sido utilizado frecuentemente en época romana para indicar la situación de una statio en un punto fronterizo entre territorios administrativos de ciudades importantes o de regiones geográficas pertenecientes a pueblos diferentes (carpetanos, celtíberos…etc). Aparece generalmente sólo en los itinerarios. En la provincia de Hispania aparece en las vías 2 y 21 del Itinerario de Antonino (It. 398, 5 y 427, 1). Sin embargo, en ninguno de los casos consultados el término Fines aparece asociado a Terrae.

En relación a esta cuestión vamos a conti-nuación a analizar un pasaje de Plinio el Viejo (NH, III, 3, 25) que en el siglo I d. C. afir-ma: “...caputque Celtiberiae Segobrigenses, Carpetaniae Toletani Tago flumini inpositi”.

Muy recientemente se ha debatido la inter-pretación del texto en lo referente al significa-do de la palabra “caput”17. No vamos a entrar aquí en ardua polémica sino que vamos a tratar de aclarar la idea general expresada por el autor en este pasaje, destacando dos aspectos:

- Toletum es una ciudad de cierta importancia dentro de la Carpetania pero probablemente no su capital18. En realidad se cuenta dentro del reducido grupo de oppida importantes de la Carpetania, al igual que Consaburum (Consabura) que obtiene la municipalidad en un momento temprano19.

17 “Caput y Fines en Plinio el Viejo”, Celtiberia (revista electrónica). Ya anteriormente se propuso una interpreta-ción de la palabra “caput” en este pasaje de Plinio como sinónimo de ciudad principal [v. T. E. Page et alii (ed.), 1961, Pliny. Natural History, translation by H. Rackham, The Loeb Classical Library, III, 3, 25).18 v. Pellón (2001, 132).19 Para ver la evolución histórica de Toledo en época ro-mana y fundamentalmente en la Tardo- Antigüedad véase Carrobles Santos (1999, 193 s.). Tito Livio (XXXVII, 7, 6) hace referencia a la importancia de algunas pequeñas urbes ya en época republicana en la Meseta, tales como

- Para expresar la extremidad de una región Plinio utiliza habitualmente la palabra finis, -is, que es la que usa en el caso de Clunia y la que debería haber utilizado si realmente qui-siera hablar del extremo de los territorios de Celtiberia y Carpetania. De ahí que podamos considerar que en este caso quiera remarcar la importancia del accidente geográfico (el río) no como límite entre regiones sino como nexo de unión entre dos centros nucleares de dos de los territorios mencionados. Es verdad que la men-ción que hace Plinio a Segobriga como punto nuclear de la Celtiberia20 y a continuación de Toledo junto al río Tajo, induce a pensar que el río tiene un papel decisivo en la definición de ambos territorios; sin embargo no se especifica que éste fuera el límite entre ambos21.

A partir de otra reciente publicación que ha vuelto a poner en primer plano la cuestión de las diferentes etnias celtíberas22 y de la expan-sión de estos pueblos a lo largo de la península en diferentes momentos de su historia y con-vivencia con Roma, nos hemos planteado si la línea geográfica oriental y posiblemente admi-nistrativa entre los territorios de dos poblacio-nes vecinas, pertenecientes o no a una misma etnia (carpetana o celtíbera), estuviese de algún modo representada por la cadena orográfica de los Montes de Toledo y en su lado más oriental, en el extremo de ésta, por Finisterre.

Por otro lado, la vía de comunicación que desde Toledo, pasando por Finisterre, llegaba hasta Laminio pudo haber sido también un límite geográfico entre los pueblos prerroma-nos que tenían su frontera con la Carpetania por la parte de Finisterre, como los oretanos y los olcades23 (Fig. 15).

Toletum, Consabura y Complutum. También Plutarco (Sertorio, XVII) y Pseudo Frontino (IV, 15, 19). No de-bemos sin embargo olvidar que las narraciones de Livio y Polibio sobre la Segunda Guerra Púnica incluyen refe-rencias a las etnias prerromanas que evidentemente ya no se organizan como tales sino como civitates (v. González-Conde, 1989, 300).20 A este respecto véase Capalvo (1996) y Rodríguez Mo-rales (2005, Celtiberia web).21 No obstante, autores como González-Conde (op. cit., 303) abogan por la idea de que el Tajo fuese una frontera natural entre ambos pueblos.22 Gómez Fraile (2000, 132-144).23 En relación al pueblo olcade debemos mencionar que

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

El propio Plinio ubica geográficamente algu-nas de estas etnias, realizando una descripción en sentido inverso, comenzando en la costa y dirigiéndose hacia el interior. Entre ellos menciona sucesivamente a los oretanos y a los carpetanos del Tajo:

Primi in ora Bastuli, post eos quo dicentur ordine intus recedentes Mentesani, Oretani et ad Tagum Carpetani, iuxta eos Vaccaei, Vettones et Celtiberi Arevaci 24.

No queremos tampoco adentrarnos en cues-tiones de tipo etnológico, las cuales han sido ya largamente debatidas25. Quisieramos úni-camente hacer hincapié en este argumento en cuanto a la posibilidad de explicar el topónimo Finisterre desde el punto de vista de los límites territoriales.

No debemos olvidar que esta vía, como reco-rrido caminero, tiene un origen anterior, plena-mente indígena, pues tanto Consuegra como Toledo son poblaciones anteriores a la llegada de los romanos (Barrio y Fernández, e.p.; Giles Pacheco, 1971). Así parece confirmar-se también en las distintas técnicas edilicias documentadas y en las cerámicas recuperadas en el enclave de Pozos de Finisterre, muchas de ellas posiblemente adscritas a la tradición carpetana.

Se admite generalmente que la frontera entre los carpetanos y los celtíberos, al noreste, y los oretanos, al sureste, se sitúa en el curso del río Guadiana26. Precisamente el río Cigüela conflu-ye en el Guadiana al atravesar la vía en cues-tión que va desde Laminio hasta Toledo(Fig 15). Esta idea, comúnmente aceptada, se basa en los pasajes de los escritores romanos que, en algunos casos, ni siquiera conocían el territorio en cuestión.

tras la guerra contra Cartago los olcades desaparecen to-talmente de las fuentes y el territorio pasa a ser denomina-do también Celtiberia.24 Plinio (HN, III, 3, 19). La presente distinción entre los Celtiberi Arevaci y otros celtíberos, así como la distinción entre Oretani Germani y otros oretanos (HN, III, 25), de-muestra que, al menos en el siglo I d. C., dentro de una misma etnia se diferencian varias comunidades.25 Para una visión actualizada de las diferentes etnias y su distribución en la península ibérica en el momento de la llegada del mundo romano v. la reciente publicación de Pellón (2001, 168 ss.).26 La base de esta creencia es Estrabón (III, 1, 6).

Debemos sin embargo tener en cuenta que los escritores romanos conocían mal la península y que, como sostiene González-Conde Puente27, sus definiciones de las diferentes etnias y sus límites geográficos no deben ser considerados de total fiabilidad.

Desde el punto de vista topográfico resulta difícil creer que los Montes de Toledo no cons-tituyeran una frontera estable y poderosa entre pueblos limítrofes al igual que lo pudiera haber hecho el río Anas. No tenemos constatación de cual fue la frontera natural y administrativa entre los pueblos prerromanos de esta parte del territorio toledano, sin embargo es posible argüir que Finisterre fuese un límite admi-nistrativo entre municipios limítrofes bajo la administración de Roma. Apoyando esta idea, se conserva este topónimo precisamente en el extremo oriental de la cadena montañosa de los Montes de Toledo y en un enclave estratégico en la vía Laminio-Toledo.

No es desdeñable la idea, como veremos más adelante, de que aquí se instalase un núcleo de población dependiente del vecino municipio de Consaburum (Consabura), con función de control de la frontera occidental de su territo-rio; de hecho éste es un paso obligado por el territorio incluso en la actualidad. Debemos además tener en cuenta que tras la construcción del Embalse de Finisterre se altera enorme-mente la configuración de la cuenca hidrográ-fica del Algodor. Presumiblemente el curso fluvial antiguo debió de ser considerablemente mayor y éste, junto con las estribaciones de Finisterre, configuraría una frontera natural entre poblaciones distintas. De hecho en época moderna, el límite territorial N del municipio de Consuegra lo constituye precisamente el curso del río Algodor a su paso por Finisterre. No es casual por otro lado que el límite NE coincida con el recorrido de la actual carretera Consuegra-Toledo y por ende con el recorrido antiguo que discurría aproximadamente en la misma dirección. Ya en el siglo XVIII el límite N de Consuegra se configura tal y como lo conocemos hoy: “el territorio que ocupa el término de esta villa según su juicio y regula-ción prudente es el de tres leguas y media de levante a poniente, y cuatro leguas y media de

27 González-Conde Puente (1989, 299).

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Contexto histórico

norte a sur, …, el cual término linda y confron-ta a el norte con el de la villa de Mora, la de Manzanaque y Turleque”28.

Tenemos en el territorio otro topónimo que ha podido conservarse como reminiscencia de la mansio ubicada en el entorno de Pozos de Finisterre; el topónimo “Venta Vieja” (Fig. 19). También aparece un topónimo similar en torno al mismo punto en el mapa provincial de Toledo (1: 200 000); se trata de la “Cañada de la Venta” (en este caso el término “cañada” tiene que ver con torrenteras fluviales y no con vías pecuarias).

Corroborando la identificación de este punto topográfico con una “venta”, o lo que es lo mismo, un posible punto de descanso caminero, López Pascual29, en base al Repertorio de todos los Caminos de España de Villuga, sitúa la “Venta el Vellaco” en Aldea Vieja y “La Venta” bajo las aguas del actual pantano de Finisterre.En el Repertorio de Villuga, “V. de Vellaco” aparece señalada con el símbolo correspon-diente a una venta o posada.

Si bien no tenemos una identificación segura de la población correspondiente a este punto de la vía señalado por Villuga entre Villafranca de los Caballeros y Toledo, sí podemos decir que la descripción de la misma nos hace ubicarla con toda probabilidad en torno al topónimo “Venta Vieja”. El itinerario de Villuga no corresponde exactamente al itinerario romano marcado en la Tabula; no pasa por Consaburum, discurre dejando a la izquierda el río Amarguillo y Consuegra en dirección a la Cañada de la Venta y al cruce del río Algodor, junto al actual Pantano de Finisterre. El topónimo se conserva en un punto ubicado a unos 3,5 km del yaci-miento y del cruce del río Algodor.

III.2.3. Estudio de caminería romana. Documentación viaria

Tanto el Itinerario de Antonino como la Tabula Peutingeriana aportan una información

28 Id., (1751) «Interrogatorio y Respuestas generales a él dado por los… » Catastro del Marqués de la Ensenada, Archivo Histórico Provincial de Toledo (H-201, Consue-gra).29 Mª. A. López Pascual (2004), Comentarios al Reperto-rio de todos los Caminos de España (Web).

de considerable valor con respecto a la inter-pretación de este recorrido30. En el Itninerario no aparece mencionada ninguna estación intermedia entre Consaburum y Toletum. Sin embargo, las consabidas diferencias de detalle entre ambos itineraria se dan en multiplicidad de casos. Estas diferencias tienen que ver tanto con la ausencia/presencia de ciertas localida-des o mansiones que pudieron actuar como stationes a lo largo del recorrido como con la nomenclatura utilizada en cada caso. Así, la ruta descrita por el Itinerario de Antonino, Item a Liminio Toletum (It. Ant., 446, 4-7) no reconoce ninguna statio intermedia entre las ciudades de Toledo y Consuegra, denominando

30 Recordemos que la más reciente interpretación de la compilación del Itinerario de Antonino ha sido datada a finales del siglo III d. C. [véase Arias (1988, 17 ss.; 2002, Anexos de El Miliario Extravagante, 4); apoyando esta misma datación (Levi, 1967, 29)]. En cuanto a la Tabula Peutingeriana v. Levi (1967, 26-30).

Figura 20.- Tramo viario in situ en torno al Cerro del Bú, Toledo (Porres Martín Cleto 1990).

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

a las principales stationes del recorrido en el sector que nos ocupa: Toletum, Consaburum y Murum. Por su parte, la Tabula recoge dos inflexiones del recorrido entre Toledo y Consuegra, correspondientes a dos posibles stationes y nombra a las principales locali-dades de manera levemente distinta: Toleton, Consabron y Moroin.

En relación al cambio de nomenclatura entre un documento y otro puede ser explicado por el hecho de que la Tabula Peutingeriana utiliza como base un itinerarium posterior al Itinerario de Antonino31. Debido a la fecha en que se constituye el Itinerario del “Ravennate” (plau-sible base de la posterior Tabula Peutingeriana) no sólo se documentan diferencias de redac-ción sino también cambios topográficos sus-tanciales. Sabemos que Toledo se constituye como capital del territorio fundamentalmente en época visigoda, de ahí que aparezca repre-sentada en la Tabula con las dos torres carac-terísticas de los centros poblacionales de cierta importancia (si bien en la península éste es el símbolo de mayor importancia ya que no hay simbología de grado mayor para ninguna ciu-dad peninsular).

La representación del río Tagus en su paso a una cierta distancia de Toleton, induce a pensar que la época en que se elabora la primitiva cartografía corresponde a un momento en que la ciudad se extiende ya más allá de la colina ocupada por la población prerromana, en direc-ción a la vega del río en la llanura. Ya en época romana, Toledo se extiende por la llanura aluvionar del Tajo, a través de sus numerosas villas rurales. Este fenómeno de expansión desde la ciudad situada en altura tiene lugar a partir del siglo III d. C. Este hecho tiene una continuidad lógica en el siglo V d. C. aunque la ciudad se cristianice y cambie sustancialmente el significado de muchos de sus edificios prin-cipales (pero eso será en la ciudad situada en altura y no en el ámbito rural de las villas que permanece prácticamente inalterado)32.

31 Señalemos grosso modo que la Tabula Peutingeriana debió tener su base en el itinerario compilado por el lla-mado “Cosmógrafo de Rávena” en torno al 670 d. C. Esta obra utilizó a su vez otros itinerarios de época romana que de igual modo debieron ser utilizados por el Itinerario de Antonino. V. más detalles en Levi (1967, nota 30).32 v. Carrobles Santos (op. cit.).

Sabemos que el segmento correspondiente a Hispania falta del mapa original de la Tabula y actualmente conocemos dicho segmento gracias a una reconstrucción hecha por Conrad Miller. Miller utiliza los antiguos itinerarios severianos para su reconstrucción, pero además conoce perfectamente el Anónimo de Rávena y muchos de los aspectos topográficos y territo-riales que estamos tratando en estas líneas tie-nen una relación directa con la interpretación que hace del Itinerario del “Ravennate”.

El hecho de que el río no pase junto al símbolo de la ciudad, las dos torres, podría responder a un convencionalismo. Sabemos que hay ciertas convenciones que se repiten constantemente en las representaciones carto-gráficas de época antigua, como por ejemplo el que todos los ríos del occidente peninsular discurran de este a oeste, incluso los que tienen dirección norte-sur. Sin embargo la explica-ción tiene probablemente que ver con el hecho de que el recorrido viario pasase bordean-do por el exterior toda la extensión de la ciudad en la vega del río, en dirección hacia el oeste.

Debemos destacar también la presencia en la Tabula de una statio muy próxima a la ciudad, justo al atravesar el río Tajo, proce-diendo de Finisterre. Este dato es ilustrati-vo del hecho de que la vía no atraviesa la ciudad sino que tiene parada en una mansio en proximidad a ésta. Una vez bordeada la ciudad en dirección al oeste, este recorri-do intersecta otro procedente de Complutum, yendo ambos en un mismo recorrido hacia Emerita Augusta. Precisamente se conserva un tramo de calzada romana justo antes de atra-vesar el río Tajo (procediendo de Finisterre) por el puente de Alcántara (puente considerado romano)33, en proximidad al Cerro del Bú, en-clave donde se han documentado, al igual que en el Peñón Toledano, hallazgos de la segunda Edad del Hierro34 (Fig. 20).

33 Porres Martín Cleto (1990). Posiblemente fueran dos (v. Rodríguez Almeida, 2001, 25-31).34 v. Morín De Pablos (2005, 28-29). El Cerro del Bu, un yacimiento de la Edad del Bronce en posición dominan-te sobre el “torno” de Toledo, donde se documentaron cerámicas campaniformes en un contexto donde predo-minaban formas del Bronce Pleno, además de industria lítica de láminas, dientes de hoz y material pulimentado (Álvaro y Pereira, 1990).

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Contexto histórico

Figura 21.- Detalle de la vía Toleton-Lamini. Tabula Peutingeriana

Figura 22.- Vista aérea del yacimiento con huellas visibles de posibles restos viarios aún no excavados

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Otra cuestión a destacar es la distancia entre Consabron y Toleton. En la sección de la Tabula dedicada a Hispania no se recogen las distancias entre las distintas stationes. Se representa la inflexión destinada a dos sta-tiones intermedias entre las dos ciudades sin dotarlas de denominación propia; una ya la hemos comentado, se encuentra en cercanía a la ciudad de Toledo. La otra debemos ubi-carla en un punto impreciso entre el Tajo y Consuegra.

Sabemos gracias al Itinerario de Antonino que la distancia entre las estaciones de Toletum y Consabro es de XLIIII m. p. En la Tabula aparecen dos estaciones a distancia irregular.

No carece de relevancia el hecho de que nuestro recorrido aparezca recogido en este Itinerarium Pictum. Entre todas las vías exis-tentes en época romana en este territorio se ha representado éste y no otro de los recorridos que unen Toledo con los territorios situadas al este, hacia el Mediterráneo. Sabemos que la Tabula constituye una cartografía preciada que contiene una selección de vías de comunica-ción de todo el imperio romano.

Por otro lado, en el Itinerario,desde Consuegra a Toledo se indican 43 millas, recorrido que habría de hacerse en dos jornadas, por lo que debió existir al menos una mansio (venta o casa de postas) que permitiera pernoctar en el camino entre ambas ciudades. El paso del Algodor por Pozos de Finisterre se encuentra a 20 km de Consuegra, casi a 1/3 de la distancia entre esta ciudad y Toledo.

Si comparamos las distancias marcadas en la Tabula con las del Itinerario, comprobamos que la longitud de la línea entre las distintas stationes es en muchos casos inversamen-te proporcional a la distancia expresada en millas en el Itinerario. Por ejemplo, entre Laminium y Murum la distancia es de 27 millas mientras que entre Murum y Consabro es de 2435; sin embargo en la Tabula se diseña una línea tres veces más larga entre Consabro y Murum que entre ésta y Laminium.

35 Recientemente Murum ha sido identificada con Villarta de S. Juan (Rodríguez Morales, 2000, 21).

Item a Liminio Toletum m.p. XCV, sic: Murum m.p. XXVII Consabro m.p. XXIIII Toletum m.p. XLIIII

De este modo, la gran distancia reflejada en la Tabula entre Consabron y la siguiente statio, en principio mayor que la que separa Consuegra de Finisterre, no es un criterio váli-do para desechar la idea de la ubicación de una statio en Finisterre.

Otro aspecto sobresaliente es que en la Tabula, Lamini corresponde a una statio de la vía pro-cedente de Corduba y no de la de Toleton. De hecho el punto de unión entre ambas vías se produce poco antes de la inflexión de la esta-ción correspondiente a Laminio, marcada más adelante. Es posible que la A30 confluyese con la vía procedente de Córdoba en la propia ciudad de Laminio pero que hubiera además una estación al otro lado de la ciudad, fuera del municipio. En este sentido, la revisión de Rodríguez Morales (2000) acerca de la ubica-ción de la ciudad romana de Laminio, es sufi-cientemente explícita. Al igual que éste y otros autores, consideramos que todas las alusiones viarias a Laminio (en todas sus formas: Lamini, Laminium y Liminium) se refieren a un mismo municipio36; sin embargo, no podemos com-partir su propuesta de ubicación de Laminio en torno a Daimiel. En la descripción de la A 31 (IT) se menciona la distancia de 7 millas que separa Laminio del caput fluminis Anae. Los Ojos del Guadiana, cuya «incomprensible» naturaleza ha inspirado tanta literatura, eran el lugar topográfico de nacimiento del Guadiana, cuyo nombre proviene de los vocablos árabe y prerromano que significan «río».

En realidad en torno a los Ojos del Guadiana nacía un segundo Guadiana, pues el primero se origina aguas arriba en las Lagunas de Ruidera. Dichos afloramientos, situados entre los tér-minos de Villarrubia de los Ojos, Daimiel y Las Labores y que recibían nombres particu-larizados como Ojo del Pico, del Rincón, del Sordico, de Mari-López, de las Estacas, Ciego, Canal, Cercano, Estanque de la Señora, etc.,

36 Se oponen a esta idea autores tales como G. Arias (1990).

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Contexto histórico

han dejado actualmente, de aportar agua al cauce debido al drástico descenso del nivel freático del acuífero provocado por la extrac-ción incontrolada de aguas subterráneas para el regadío. Desconocemos el punto exacto que los romanos tomaron como referencia del nacimiento del río Anas pero sea cual fuere debía encontrarse al suroeste de Puerto Lápice y Villarta de San Juan y al norte de Daimiel.

El Itinerario no deja de plantear problemas a la hora de ubicar las stationes del recorrido entre Consaburum y Laminium. No podemos aceptar que Laminio se sitúe en Daimiel (ten-gamos en cuenta que siguiendo el IT Laminium debía encontrarse a 51 millas de distancia de Consabro) como tampoco podemos situar con seguridad Murum en Villarta de S. Juan, en base igualmente al cálculo de millas del IT. No obstante, en este último caso nos acerca-mos más a la distancia marcada (24 millas) y teniendo en cuenta un cierto margen de error (antiguo o moderno) podríamos ubicarla en proximidad a esta localidad.

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Actuaciones previas

IV.1. Prospección

La prospección efectuada fue intensiva a lo largo de las zonas afectadas por las infraes-tructuras proyectadas. Este trabajo contó con la participación de cuatro arqueólogos titulados, y un arqueólogo director, así como un geólogo y un geomorfólogo y se ha caracterizado por una cobertura total del espacio en el área afectada por el proyecto, 100 metros a cada lado del eje de la traza37. Con el apoyo de la cartografía de la zona se ha recorrido el terreno sistemática-mente, observando detenidamente la superficie de los terrenos y todas las secciones ocasiona-les expuestas en la zona de prospección (zan-jas, desmontes de carreteras y caminos, frentes de barrancos, etc.).

37 Las zonas prospectadas estaban despejadas de vegeta-ción y llanas en su mayoría, donde el campo visual se amplia notablemente, por lo que la distancia entre pros-pectores osciló entre los 15-20 ms.

Por último, se realizó una encuesta oral a los vecinos, propietarios y ganaderos de la zona prospectada, buenos conocedores del territo-rio.

En cuanto a la visibilidad arqueológica superficial, que es el principal condicionante de la representatividad de los resultados en los trabajos de prospección arqueológica, hacemos constar que el estado del terreno en el momento de efectuarse los trabajos permitía una visibili-dad media-alta en la mayoría de los tramos.

Así, puede concluirse que, aunque los resul-tados obtenidos se consideran representativos de la potencialidad arqueológica de la zona (no se han documentado yacimientos arqueológi-cos en superficie), existía la posibilidad de que durante la fase de los movimientos de tierra se localicen restos arqueológicos ahora ocultos.

El inventario realizado de los recursos cul-turales y zonas de cautela identificados dentro

IV. ACTUACIONES PREVIAS

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

de la banda de afección objeto de estudio se relacionaron en cuatro apartados: Inventario de yacimientos arqueológicos, bienes muebles de interés histórico-artístico, elementos de interés etnográfico y zonas de cautela.

En el caso de los yacimientos arqueológi-cos:

-No se localizaron yacimientos arqueológi-cos afectados por las obras de la infraestructura proyectada.

Para los bienes culturales de interés históri-co-artístico:

-No existían bienes inmuebles de interés histórico-artístico afectados por las obras de la infraestructura lineal proyectada.

En cuanto a los elementos de interés etno-gráfico:

-No existían tampoco elementos de interés etnográfico afectados por las obras de la infra-estructura lineal proyectada.

Y por lo que respecta a las zonas de cautela se marcaron como tales:

Los yacimientos arqueológicos inventariados y los elementos de interés etnológico en las inmediaciones de la traza.

Las incidencias del proyecto sobre los recur-sos culturales y zonas de interés que se encon-traron en la banda de estudio, se clasificaron en directa, indirecta o nula, en función de la distancia mínima que había entre un recurso determinado y el límite de las actuaciones previstas:

• Incidencia directa: Todos los recursos que se encuentren dentro de la banda de actuación corren riesgo de ser gravemente dañados o destruidos, parcial o totalmente.

• Incidencia indirecta: Los recursos que están situados a una distancia superior a 10 ms. e inferior a 50 ms. de los límites de las actua-ciones pueden sufrir alteraciones durante la ejecución de las obras.

•Incidencia nula: Inicialmente no se contem-pla que los recursos que se encuentran a una distancia superior a 50 m del límites de las actuaciones puedan verse afectados. Sin embar-go, deben tenerse en cuenta por prevención.

La identificación de las incidencias se rela-ciona en la tabla adjunta. La información se recoge de la siguiente manera:

• Tipo de recurso: Yacimiento arqueológico, elemento de interés etnográfico, B.I.C., o zona de cautela.

Figura 23.- Trabajos de prospección arqueológica en trazado. Coluviones al sur del Algodor

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• Código: Se corresponde con los códigos de identificación que figuran en cada apartado del inventario de recursos culturales.

• PP.KK.: Indica la altura del trazado a la que se encuentra el recurso.

• Distancia: Distancia mínima en metros que hay entre el recurso y el límite de la actuación proyectada.

• Actuación: Propuestas de actuaciones plan-teadas (sondeos, excavación o vigilancia).

La conclusión derivada de los trabajos de prospección fue la no existencia de yacimien-tos arqueológicos afectados pro la traza. En este sentido, señalar además que la visibilidad del suelo era muy buena, las características del poblamiento en la zona y la propia estructu-ra del subsuelo no indicaban la presencia de estructuras ocultas (afloramientos de muros, zonas con distinta coloración en el terreno, crecimiento diferencial de la vegetación y, por último, existencia de micro relieves), por lo que no se consideró necesaria la adopción de medi-das correctoras que modificasen el proyecto.

En cuanto a estas medidas preventivas y compensatorias habrá que tener en cuenta los aspectos que a continuación se describen.

La fase de construcción de cualquier tipo de infraestructura que conlleve la modificación de la topografía actual puede suponer un impac-to directo, inmediato, negativo e irreversible sobre eventuales recursos culturales cada vez que el movimiento de tierras suponga la des-trucción o alteración de bienes integrantes del patrimonio histórico.

La principal afección del proyecto sobre el Patrimonio Cultural de la región deriva de la posibilidad de que durante la fase de cons-trucción, las obras incidan sobre algún recurso cultural no detectado o de los que puedan encontrarse en la zona, con ocasión de:

- Desbroces, excavaciones, desmontes y terraplenes.

- Extracción de áridos en préstamos y la ins-talación de vertederos.

- Reposiciones de caminos y vías pecuarias.

- Desmontes para el paso de maquinaria e instalaciones auxiliares de las obras.

La anulación o minimización de los impactos identificados requiere la ampliación de una serie de medidas que responden básicamente a tres conceptos: prevención, compensación y corrección.

Figura 24.- Prospección arqueológica de los préstamos proyectados

Actuaciones previas

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

a) La prevención supone:

• El seguimiento y vigilancia de los movi-mientos de tierra.

• La realización de sondeos arqueológicos de comprobación, cuyo objetivo fundamental es la caracterización y valoración del espacio afectado.

• La señalización temporal de los recursos culturales y la exclusión de cualquier movi-miento de obra dentro del perímetro señalado.

b) La compensación supone que una vez asumida la alteración o destrucción de un yacimiento arqueológico por el desarrollo de cualquier obra, se procede a equilibrar la situación mediante la investigación, a partir de excavaciones arqueológicas en extensión del sitio afectado. Es decir, se compensa la pérdida con el exhaustivo conocimiento de la entidad afectada.

c) La corrección supone la anulación del impacto mediante soluciones técnicas de inge-niería. Como resultado del estudio efectuado, no se ha considerado necesaria la adopción de ninguna medida correctora.

A continuación se detallan las estrategias de intervención más adecuadas a ejecutar:

1. Medidas preventivas a ejecutar en fase de obra, con anterioridad al inicio de los movi-mientos de tierra.

Se estima conveniente que estas medidas comiencen a ejecutarse con una antelación suficiente, un mes, al inicio de los movimien-tos de tierras, para disponer de un margen de tiempo que permita, en su caso, corregir, ampliar, o completar las medidas adoptadas:

- Prospección arqueológica de superficie: se llevará a cabo un reconocimiento arqueológico del terreno en todas las zonas que se designen para acopio de tierras, extracción, y vertedero de materiales, cuando éstas se encuentren fuera de la banda estudiada.

- Sondeos valorativos o de comprobación: al no localizarse zonas de afección directa no se realizarán sondeos de comprobación.

2. Medidas preventivas a ejecutar en fase de obras y paralelamente a las mismas:

- Seguimiento arqueológico: los movimien-tos de tierra asociados al desbroce, preparación del terreno, desmontes, préstamos, etc., debe-rán supervisarse por un equipo de especialistas con experiencia en este tema. El objetivo fun-damental es la identificación de yacimientos arqueológicos no visibles en superficie y por lo tanto no detectados durante la prospección arqueológica superficial. En este sentido, es de particular conveniencia prestar especial atención a las obras de desbroce y limpieza del terreno.

Figura 25.- Tabla de Incidencias

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En el caso de que durante las remociones del terreno se identifique algún yacimiento se pro-cederá a su excavación arqueológica mediante procedimiento de urgencia.

Igualmente, se realizará un seguimiento arqueológico en todas las zonas designadas para acopio, extracción y vertedero de tierras y materiales, y para los parques de maquinaria, se encuentren o no dentro de la banda estudiada.

- Señalización: Se jalonarán con cinta de obra los bienes culturales localizados en la banda de estudio, quedando excluido el interior del perí-metro de cualquier movimiento de tierras.

3. Medidas Compensatorias a ejecutar en fase de obra, con anterioridad al inicio de los movimientos de tierra:

Se estima conveniente que estas medidas comiencen a ejecutarse con una antelación suficiente (1 mes) al inicio del movimiento de tierras, para disponer de un margen de tiempo que permita, en su caso, corregir, ampliar, o completar las medidas adoptadas.

1- Sondeos/Excavaciones arqueológicas en extensión: No se contempla la realización de sondeos/excavaciones en extensión.

En esta primera fase de trabajos de pros-pección arqueológica intensiva, se observó la presencia de restos arqueológicos muebles (cerámicos e industria lítica) en dos zonas diferenciadas.

En una de las zonas los restos aparecían bastante dispersos, lo que podría indicar bien la presencia de yacimiento arqueológico, bien que se trate de un arrastre de material proce-dente de otras zonas, debido fundamentalmente a las labores agrícolas que se han desarrollado en la zona hasta la actualidad. En la segunda zona a destacar, se observa en superficie una alta densidad de concentración de restos mue-bles, por lo que pensamos en un principio que estaríamos ante un posible yacimiento.

Ante estos resultados resolvimos concentrar un mayor número de sondeos en estas dos zonas para comprobar la posible existencia de un yacimiento arqueológico y su extensión.

Figura 26.- Señalización y delimitación del área sujeta a estudio arqueológico

Actuaciones previas

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

IV.2. Sondeos mecánicos

Durante el seguimiento arqueológico, en el punto en el que se encuentra el puente de la carretera CM-400 sobre el Algodor, se accedió a un estribo de otro puente más antiguo, que data de 1940 y está protegido por Resolución de Cultura. Se observaron diversos deterioros en la citada estructura, causados por el empleo de maquinaria para la colocación de las pilas del nuevo viaducto de la Autopista y para evitar el avance de dichas destrucciones, D. Fernando Sánchez Hidalgo, arqueólogo encar-gado del seguimiento arqueológico, propuso la creación de un “encofrado”, que tapara parcial o totalmente el estribo, tal como había solicita-do verbalmente D. José Ramón Ortiz.

Por otra parte, en ese mismo lugar, el P.K. 34+100, se habían observado diversos frag-mentos cerámicos al desbrozar la superficie. El hallazgo se reflejó en un informe previo espe-cífico, en el cual se adscribían estos materiales a diversos periodos, entre la Segunda Edad del Hierro y la romanización.

La inspeccción de la zona arqueológica localizada por parte del arquéologo D. Jose Ramón Ortíz, de la Dirección General de bienes y Actividades Culturales de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, tuvo como consecuencia la propuesta, por parte de dicho técnico, de una serie de medidas a tomar, entre las que destacamos:

- Desbroce general del área, controlado por el arqueólogo que suscribe, en las zonas que faltaban por rebajar.

- Comprobar con una inspección visual superficial, la extensión del emplazamiento, dentro de la banda de expropiación del presen-te proyecto constructivo.

- Documentar la dispersión de materiales arqueológicos en el entorno de la obra, para ser incluidos los datos en la Carta Arqueológica.

- Realizar una serie de calicatas mecánicas, en el lugar acotado, para comprobar las esra-tigrafías y facilitar el proceso de excavación arqueológica. El área implicada sería la que se extiende desde el P.K. 34+100, al oeste, hasta la Obra de drenaje del P.K. 34+250.

A raíz de las prescripciones de Cultura, se realizó, en gabinete, una propuesta específica de Intervención, Excavación Arqueológica en extensión, para el yacimiento denominado Pozos de Finisterre, en una reunión mantenida, en las oficinas de Dragados en Almonacid, con el Ingeniero de Producción y los encargados de tierras; en ella se expusieron las necesidades derivadas de los nuevos hallazgos arqueológi-cos en el entorno del Algodor y la consecuente excavación, determinándose preparar el baliza-miento de una zona de inicio cuya delimitación se facilitaría mediante la realización de una serie de calicatas y zanjas mecánicas.

En abril de 2004 se llevó a cabo esta fase en su totalidad. El emplazamiento de los sondeos persiguió obviamente acotar con mayor cer-teza la extensión del yacimiento y valorar la potencia y las características de los restos que integraban el mismo desde los datos reflejados en los perfiles de los mismos.

De la valoración de los perfiles de los son-deos se desprendía:

- La confirmación de la necesidad de efectuar la tercera fase de la intervención (Excavación en extensión).

- El emplazamiento y la extensión de un área inicial. Balizamiento.

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La excavación arqueológica

V.1. Desarrollo estratigráfico: Ámbitos de actuación

Se balizó en ese P.K. una zona dentro de la traza de la Autovía intentando acotar el lugar de mayor concentración de restos superficiales: fragmentos de cerámica pintada (bandas, cír-culos, etc.) y romana de referencia inequívoca (terra sigillata) además de tejas curvas. Las características de estos materiales cerámicos indicaban una cronología para el enclave que incluía el periodo denominado Hierro II y la etapa romana.

Por otra parte, destacaban también en super-ficie, entre los cantos pequeños y angulosos del nivel natural de coluvión, otras piedras –cuar-citas- de un tamaño mayor cuya morfología -prismas de secciones rectangulares con aristas de entre veinte y treinta centímetros- hacía pensar que podía tratarse de elementos inte-

grantes de las paredes –mampuestos- de edifi-cios destruidos del yacimiento. Además, la pre-sencia de algún fragmento de molino de mano de granito, así como de un elevado número de fragmentos de huesos de animales diversos, apuntaban la posibilidad de que estuviésemos ante un asentamiento estable, cuyo emplaza-miento cercano al cauce del Algodor dentro del territorio accidentado de la Serrezuela de Manzaneque, por una parte, lo definía como “asentamiento en llano en relación con el paso del río y de la cadena montañosa” y por otra, presagiaba también su destrucción.

Con la limpieza mecánica y manual del espacio delimitado para excavar, salieron a la luz algunos elementos y niveles arqueológicos que confirmaban la existencia en el lugar de un yacimiento arqueológico efectivamente muy arrasado.

V. LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

A los factores que suelen mencionarse como causantes de la destrucción de yacimientos arqueológicos, como la remoción continuada de tierra en superficies extensas efectuada por la maquinaria empleada en el mantenimien-to de los terrenos de cultivo, o los impactos puntuales más recientes relacionados con la ejecución de obras de carácter civil, de mayor o menor envergadura – canalizaciones, carre-teras, etc.- había que sumar, en este caso, otros derivados de la construcción del Embalse de Finisterre en el río Algodor; entre ellos cabía pensar en: desplazamientos del cauce princi-pal y aparición de ramificaciones del mismo, así como en la posibilidad de que hubiesen tenido lugar alteraciones en el nivel de agua que hubiesen anegado terrenos anteriormente a salvo de estas eventualidades.

V.2. El proceso de excavación

Establecidos por parte del equipo técnico los límites del área en la que se iniciarían los trabajos correspondientes a esta fase del pro-ceso de intervención, la excavación del yaci-miento de Pozos de Finisterre comenzó con un desbroce mecánico, seguido de la limpie-za, excavación y documentación gráfica (planta a escala 1:20; fichas de Unidades Estratigráficas, Estructuras & Ámbitos) y fotográfica de cada una de las Unidades (digi-tal y color).

Los materiales arqueológicos (cerámica, huesos y material lítico) fueron separados para su estudio en bolsas asignadas a su correspon-diente contexto. Los niveles arqueológicos se insertaron en una secuencia estratigráfica (Matrix de Harris), se describieron, dibujaron y fotografiaron.

En busca de una documentación lo más completa posible del yacimiento arqueológico o la parte de éste que iba a ser cubierta por las obras de esta autovía nos marcamos una serie de objetivos; en primer lugar, constatar la potencia real del registro que de acuerdo con los perfiles visibles parecía a priori escasa y en segundo lugar, documentar las estructuras existentes. Los resultados arrojaron un saldo muy positivo, aunque algunos de los testi-monios de la existencia de edificios, como ya

hemos dicho, aparecían claramente en posición derivada. Con los primeros movimientos de tierra realizados a ambos lados de la zanja oriental se excavaron de forma manual los distintos niveles detectados en los perfiles para valorarlos desde el punto de vista cronológico, cultural y funcional, dejándose en planta los restos estructurales que estaban dentro del área de actuación.

Pretendíamos, además, valorar la existencia o no de niveles prerromanos y romanos en secuencia correlativa de acuerdo con lo que sugerían los materiales arqueológicos recu-perados y una lectura coherente del registro siempre que este último fuese posible. En últi-ma instancia, el objetivo fundamental era pro-poner un significado para este enclave a nivel de territorio, en un marco histórico amplio que indicado por materiales en su conjunto.

Los trabajos arqueológicos se llevaron a cabo con la ayuda de una máquina excavadora mixta con la que se procedió a la apertura de un área rectangular (sector oriental) a lo largo de la traza, que integraba únicamente el espacio comprendi-do entre las zanjas más orientales efectuadas du-rante la peritación. Sucesivas ampliaciones, hacia el Noreste, el Oeste y el Suroeste, efec-tuadas a medida que fueron detectándose nue-vos restos, abrieron un espacio poligonal de más de tres mil metros cuadrados, ocupando la traza con el fin de precisar la extensión del yacimiento en el interior de la misma.

El trabajo efectuado por la máquina se com-plementó con la correspondiente limpieza uti-lizando medios manuales, los que proporcio-naron nueve operarios y algunos arqueólogos para poder delimitar con precisión el perímetro y extensión de los tramos de zócalo que con-formaban las distintas estructuras y/o ámbitos, así como de los niveles, asociados o no a éstos. En algún caso pudo determinarse la existen-cia de esa relación, aunque, en general, sólo se apreció la destrucción en profundidad que había sufrido el yacimiento como consecuen-cia, por una parte, de actividades humanas más o menos recientes, como la del arado, cuya huella pudo detectarse en algunas de las cuadrículas junto con las zanjas para la aco-metida de diversas canalizaciones y, por otra parte, de la más que probable desarticulación

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Figura 27.- Planimetría general de la excavación (Pozos de Finisterre, 2004)

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Figura 29.- Derrumbe de adobes

Figura 28.- Inicio de los trabajos de excavación a partir de la zanja oriental

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de unas estructuras emplazadas tan cerca del río, tanto por las eventuales oscilaciones naturales en el cauce como por las añadidas artificialmente con la realización más recientemente del Pantano de Finisterre. En el mismo sentido habría que mencionar también como responsables de la destrucción a la plasticidad y movilidad de los materiales geológicos sobre los que se encuen-tra el asentamiento.

Cada una de las estructuras o elemento de las mismas fue delimitada, limpiándola en profundidad, con el fin de precisar tanto como fuera posible su morfología así como el regis-tro estratigráfico asociado. Para documentar se siguió como sistema el método estratigráfico, numerándose cada estructura y depósito y recogiéndose esta información y otras relativas en fichas.

Por otra parte, para realizar una represen-tación gráfica suficientemente precisa de la planta del yacimiento y para complementar los trabajos de topografía necesarios, se estableció una parrilla en el interior del área a partir de la cual se dibujó la planta del yacimiento.

Se llevó a cabo también un trabajo fotográ-fico en el que además de realizarse fotografía aérea se hicieron tomas generales del yaci-miento y específicas de cada estructura y nivel -su nivel de detección- y final en papel –color y blanco y negro- y digital.

La superficie inicialmente acotada comenzó a excavarse, como ya hemos dicho, en su extre-mo Este, a ambos lados de la zanja oriental, en cuyos perfiles se habían documentado en la fase de sondeos una serie de niveles con-formando una secuencia conjunta de escasa potencia; luego se realizaron ampliaciones, al Oeste y al Norte, como también se ha mencio-nado ya.

Los restos de construcciones que fueron des-cubriéndose ponían de manifiesto la existencia de estructuras pertenecientes a un asentamiento casi totalmente arrasado con la excepción de algunos tramos de zócalo de muro de mam-postería, que conservaban una o dos hiladas de alzado marcando líneas casi exclusivamente en dirección Este-Oeste.

Sólo un pequeño espacio adosado a uno de estos tramos se levantaba desde el suelo con

adobe de colores y aún conservaba en su inte-rior dos vasijas enteras lo que desde el princi-pio nos hizo valorar la posibilidad de que se tratara de una tumba.

Además de estos elementos arquitectónicos, se documentaron restos de lo que parecía un hogar o enterramiento, leves referencias a pavi-mentos de lajas de pizarra, un pedestal cimen-tado, tal vez soporte de miliario o estatuaria y, finalmente, restos de un empedrado que se extendía también en dirección Este-Oeste. Se pensó que éste último podía corresponder a un camino con dirección al río, existiendo ade-más la posibilidad de que otros restos que este “camino” englobaba en un punto más próximo al cauce (una pila de obra y dos prismas yuxta-puestos de granito y cuarcita) hubiesen forma-do parte tal vez de la entrada a un puente.

En cuanto al procedimiento seguido en la intervención, el nivel de revuelto de materiales arqueológicos se recogió en las unidades 2, zona Este y central, y 34, zonas Oeste y Norte, existiendo en estas unidades algunas acumula-ciones de piedras que tal vez fuesen resultado de destrucciones recientes de zócalos u otras estructuras -unidades 4 y 5- similares a los que se han encontrado en posición original, una vez realizada la limpieza de la planta de la fase de destrucción más reciente del asentamiento.

V.3. Secuencias y Ámbitos identificados

V.3.1. Ámbito 1

Se identifica con una estructura que conser-vaba, entre otros elementos, parte de la deli-mitación perimetral de un pequeño espacio: paredes de adobe y piedra.

La UE 17, situada al Norte de la estructura, podría ser un tramo de zócalo de mampostería careada cuya posición con respecto al cercano UE 11 marcaría una línea con dirección Este-Oeste aproximadamente, la misma que la seña-lada por otros tramos documentados en el resto del área abierta. Sólo en ese sentido puede relacionarse con esta unidad, puesto que en el espacio que mediaba entre ambos elementos únicamente se excavaron pequeños depósitos procedentes de la destrucción de la estructura de adobe en la que parece estar integrada esta

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

unidad 17, quizás como base de un elemento de apoyo de la misma. Su fábrica de mam-puestos líticos angulosos presentaba al menos dos superficies careadas entre las que se había depositado material lítico de tamaño diverso y barro. El alzado apenas conservaba una hila-da y al flanco Sur se unían la pared Oeste de adobe -UE 26- y un bloque exterior de planta hemicilíndrica también de greda, en este caso amarilla -las UU.EE. 56 y 57.

Las otras paredes de este pequeño espacio, sus lados Este y Sur, las unidades 23 y 24, eran también de adobe, amarillo en el primer caso y naranja en el segundo.

En el interior se identificaron varias unida-des. El suelo -UE 53- de tierra endurecida, pro-bablemente apisonada, estaba formado aparen-temente por tierra arcillosa con cal. Sobre él se encontraron posibles referencias al uso de este espacio en la presencia de dos vasijas a torno, de tamaño medio, una de cocción reductora, de cocina y otra oxidante, sin decoración; se recuperaron casi completas –UE 20 y UE 21-. Todos los elementos que se han descrito hasta aquí hacen pensar que se trataba de una tumba de túmulo aunque el nivel interpretado como de abandono –UE 50- y destrucción permite alguna consideración que dejarían la puerta abierta a otra lectura del registro distinta a la que hasta aquí hemos hecho.

Matricialmente idénticos, el nivel de relle-no del interior de la estructura –UE 50- y el del interior de las vasijas, no aportaron nada decisivo –tampoco el material mueble- a la interpretación funcional de la estructura. Se trataba de un nivel de tierra arcillosa con bajo porcentaje de arenas y material arqueológico –algún fragmento cerámico. Apoyando en el suelo se encontraban, además de las vasijas mencionadas, diversos fragmentos de adobes -UUEE 51 y 52- interpretados como residuos de la destrucción de las paredes de la estruc-tura, ilustrando una fase –destrucción- previa a la del depósito del nivel de tierra UE 50 –abandono. Sin cenizas, ni dentro ni fuera de urna, nada en este interior impediría pensar en otra función para esta pequeña edificación, por ejemplo la de almacén o despensa, que en todo caso había sufrido otra fase de destrucción, más recientemente, durante la cual desapare-

cieron el sector nororiental del perímetro y el suelo de la estructura, dando lugar en esta zona a otros depósitos –UUEE 73 y 28- cuya matriz incluía restos de los elementos destruidos entre los que probablemente se encontraba una parte de la UE 50. Sin embargo, los elementos arquitectónicos que se encontraban adosados al exterior del recinto en su lado Oeste –UUEE 56 y 57- no encajarían en esta lectura (almacén despensa), pero sí podrían haber servido, sin embargo, para señalar “monumentalizándolo” el enterramiento o el lugar, puesto que también es posible que se trate de un espacio que des-empeñase alguna otra función en el cemente-rio, o en el asentamiento romano.

Dentro del sector oriental del área excavada, en el entorno más próximo de la estructura 1, otras unidades podrían indicar que ésta fue una dependencia de otro edificio de mayores dimensiones dentro del cual aparecería relacio-nada con otros elementos arquitectónicos cuya interpretación funcional tendría entonces que ser complementaria. Así el “hogar” del ámbi-to/estructura 5 estaría incluido en el mismo edificio a través de la interpretación de las uni-dades 11, 9 y 10. La primera de ellas un tramo de zócalo de piedras de apenas una hilada de

Figura 30.- Entorno oriental más próximo al Ámbito 1. UE 11

63

alzado también con aparejo de mampostería careada y alineado con el zócalo -UE 17- del ámbito/estructura 1.

La UE 9 es un nivel de ceniza y greda rojiza que no se excavó, fue sólo documentado en planta después de su detección en el perfil Oeste de la zanja oriental sobre la UE 3 de for-mación geológica -arcilla de color chocolate; no había, por tanto, evidencias de su relación con la fase de destrucción de las “arquitectu-ras” más próximas, aunque por cota relativa –menor que la del cercano zócalo UE 11- podría también constituir otro elemento más en apoyo de la hipótesis de la fase de explanación que parece haber sufrido el enclave con la lle-gada romana (hipótesis de la existencia de dos periodos: prerromano de necrópolis y romano de asentamiento en relación con el paso del río Algodor).

La UE 10 es posiblemente un depósito de enlucido de revestimiento mural, con reducida extensión, redondeado en planta, mostraría un elevado grado de arrasamiento del derrumbe de las paredes del/los ámbito/s 1 y/ó 5.

En resumen: si desecháramos la lectura de sus elementos como correspondientes a los restos de un enterramiento, quizás podríamos interpretar el pequeño espacio de la estructura 1 como almacén o despensa, acaso relacionado con un edificio de mayores dimensiones en el que también podría estar incluido el hogar –ámbito 5- y el tramo de zócalo 11; sin embargo, son numerosas las dudas existentes al respecto, sobre todo por su tamaño, sus paredes de adobe desde el suelo y la presencia de las unidades de greda que se le adosan al exterior formando un bloque hemicilíndrico.

Parecen ser referencias a un enterramiento con túmulo de adobe, incluso con la certeza de que no había cenizas en el interior de las vasijas 20 y 21 -excavadas en el laboratorio, pudimos extraer únicamente una matriz arcillo-sa similar en contenidos de materia orgánica y arenosa a la unidad 50 que colmataba bajo UE 2 el interior de este espacio 1.

En la hipótesis del enterramiento habría que suponer bien el robo de la única evidencia segura para otorgar definitivamente a este ámbito la función de tumba, la urna de las

cenizas, o bien la existencia de la misma bajo el suelo –UE 53.

Al Sur y Oeste de este ámbito 1, la uni-dad 73, así como al Norte la 28, presentaban características similares a las documentadas en otras zonas del asentamiento; es el caso de las unidades 6 y 33, un horizonte bastante desman-telado de cantos angulosos de similar tamaño, permiten contemplar la posibilidad, adecuada a la lógica, de que existiese un pavimento de cantos que permitiera la circulación de per-sonas y animales en exteriores; lo cual podría estar también en contra de la interpretación de almacén propuesta para el ámbito 1.

También en el sector oriental del área abier-ta, a cierta distancia de la estructura 1, otra estructura que no aportó información en cuanto a su relación con los ámbitos propuestos en el sector oriental, es la fosa de paredes y base plana, cuya forma se deduce de la observación del perfil Oeste de la zanja oriental y la planta de la estructura en el área abierta en torno a la zanja (Fotos 73-75). Tiene el aspecto de una arqueta aplanada –simple fosa- (UE 19) y su conteniendo (UE 22), aparentemente de matriz arcillosa cenicienta, con pequeños fragmentos de adobe de colores claros y algún fragmento de hueso. No se excavó.

V.3.2. Ámbito 2

Otras unidades situadas al Norte del espacio 1 podrían definir la existencia de nivel horizontal de cantos de río de tamaño mediano y pequeño, tal vez parte de un pavimento, unidad 12, desde luego muy desmantelado. Destacaban en su perímetro, en la zona Sur, algunos mampuestos de cuarcita que se individualizaron como uni-dad 13, pensando que quizás correspondiesen a un tramo de zócalo base de muro. No parece que se trate de parte de una estructura tubular puesto que bajo la unidad 12 se individualiza-ron otras, 47, 48 y 49, siendo la primera de ellas el nivel matricial que contiene la segunda y la tercera -fragmentos de objetos metálicos. Es posible que estos niveles -ámbito 2- sean parte de un espacio pavimentado, interior o exterior. En el nivel 47 se recuperaron además un pequeño fragmento de lucerna y algún liso de forma indeterminada de T.S.H.

La excavación arqueológica

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

V.3.3. Ámbito 5

Al Este de la estructura/ámbito 1 y de las unidades 9, 10 y 11, se documentaron los restos de otra estructura, la 5, cuya morfología podría definir un hogar o un enterramiento. Ya al rea-lizarse la zanja oriental, en la fase de sondeos, se detectaron algunas de las unidades que la integraban y su excavación posterior permitió registrar un conjunto mayor de estratos que referían tanto la construcción de la estructura como el uso de la misma.

En la parte más antigua del registro se consi-deró la existencia de una superficie o elemento interfacial, UE 86: fosa o leve rehundimiento, sobre el que se disponían diferentes depósitos y elementos conformando una estructura. En contacto con la superficie 86 se encontraba la unidad 88: un nivel de greda naranja que a su vez soportaba dos tramos de mosaico cerámico UUEE 83 y 87 y restos de un zócalo de adobe del que sólo quedaba en su lugar la unidad 85.

Efectivamente, al desmontar la estructura pudimos apreciar sobre la greda naranja, UE 88, dos tramos de mosaico de fragmentos

cerámicos, a torno, oxidantes, lisos y pintados, UUEE 83 y 87, el segundo de ellos a una cota algo más baja -1 a 2 cm.- que el primero.

Como hemos dicho, dentro de la secuencia se consideró como elemento estructural también la UE 85; situada al Sur del conjunto. Este zócalo de greda/adobe tenía el interés de que se podía interpretar como resto de la delimitación perimetral de un espacio junto con las unidades UUEE 8 y 89, que ponían en evidencia por su parte la destrucción del zócalo. Por otro lado, la UE 76, una mancha de quemado del mosai-co cerámico UE 83 y del zócalo 85, ponía de manifiesto la existencia de una interfase entre la construcción de esta estructura 5 y la fase de uso de la misma representada por las cenizas que estaban ocupando del espacio delimitado.

Diferencias de color en las cenizas permitie-ron considerar la existencia de tres depósitos distintos: la UE 7, ceniza gris, la UE 81, nivel de ceniza gris clara que apoyaba en las unida-des 88, 76 y 83 y finalmente la UE 82, también restos de combustión, en este caso ceniza oscu-ra, situada al Este del zócalo 85, supuestamente excediendo el perímetro que esta unidad seña-

Figura 31.- Proceso de excavación del Ámbito 2

65

laba. El conjunto de depósitos de ceniza, en principio, podría sugerir una función de hogar para la estructura; sin embargo, cabe también la posibilidad de que las cenizas se hayan traído incandescentes a la misma, dando lugar en ese momento a la unidad 76, en cuyo caso estaríamos ante un proceso que formaría parte de un ritual de enterramiento.

Niveles de fragmentos cerámicos formando mosaico se han documentado frecuentemente como elemento constructivo en hogares de otros yacimientos y podrían estar cumpliendo una doble función: ofrecer una superficie sóli-da de apoyo, por una parte, y aportar regula-ción térmica por otra.

En algunos detalles de la deposición de la UE 88 cabría también esta doble lectura en clave de hogar y clave de enterramiento. En concre-to el hecho de que se encontrase excediendo los límites de la UE 86, permite plantear, por una parte, la existencia de una zona del hogar marginal, ligeramente retirada de la de com-bustión, cuya utilidad fundamental consistiese entre otras posibilidades en la creación de un espacio en torno al hogar que conservase en

cierta medida la sequedad o el calor quizás necesarios para ciertas vasijas o alimentos cocinados o no.

Por otra parte, cabe sin embargo, como en el caso de la estructura 1, leer el registro en clave de enterramiento integrando esta circunstancia; esta unidad, también estructural, serviría sim-plemente de elemento sustentante o de prepa-ración de una simple tumba en la que mediante un zócalo de adobe se crease el espacio necesa-rio para la contención de las cenizas. Es posible que sobre estos depósitos se levantase alguna señalización del lugar y si bien esto no pudo documentarse claramente, si se constató la pre-sencia de las UUEE 4 y 5, dos acumulaciones de mampuestos individualizados dentro de la UE 2 sobre la estructura 5.

Las características de otros depósitos daban cuenta, como ya se ha señalado, de la des-trucción de la estructura; es el caso de UE 8: arcilla/greda roja y algún fragmento cerámico calcinado (parte de UE 85)- y de UE 89: greda amarillenta muy quemada, localizada en el perímetro del “hogar”, que procedería también de la destrucción del zócalo 85.

Figura 32.- Aspecto parcial del Ámbito 5

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

V.3.4. Ámbito 6

También en torno a la zanja oriental, al Sur de las estructuras que hemos descrito ante-riormente, un número reducido de unidades formaban una secuencia de fases e interfases que permitían suponer la existencia de una estructura/ámbito, la 6.

La unidad estratigráfica 14, situada al Este de la zanja mencionada en cuyos perfiles no aparecía, era un nivel horizontal de matriz arcillosa con elevado porcentaje de pequeños carbones, ceniza y bajo porcentaje de arenas; su horizontalidad y escasa potencia, 1 a 2 cm., así como su relativa extensión y la irregulari-dad de sus límites sugería la posibilidad de que existiese una interfase de explanación –UE 90. La presencia de pequeños fragmentos –de 8 a 15 cm.- de lajas de pizarra en posición horizon-tal, UE 15, sobre este nivel 14 y de la placa de greda UE 18 hace que consideremos estos ele-mentos como restos de una posible estructura –la 6- correspondiendo la greda posiblemente al derrumbe de la pared de espacio o ámbito que no se excavó y cuya función se desco-

noce. Parecida secuencia se documentó como veremos en la estructura y ámbito 3: nivel explanado –fase e interfase- y lajas de pizarra de posible pavimento –fase.

Como en los casos de las estructuras des-critas con anterioridad ninguna unidad en su entorno permitió establecer su relación con los espacios cercanos documentados.

V.3.5. Ámbitos 3 y 7

En el sector Oeste del área abierta se loca-lizaron dos bloques de unidades, algunas de las cuales definían estructuras/ámbitos, la 3 en el primer bloque y la 7 en el segundo, que se excavaron y delimitaron perimetralmente sólo en parte.

En el primer bloque se repite la secuencia documentada en la estructura 6: bajo algunos elementos estructurales que definen una fase –posiblemente romana- se detectó un nivel con restos explanados –fase e interfase; la matriz del nivel en el caso de esta estructura 3 incluye materiales de construcción blandos: fragmen-

Figura 33.- Detalle del Ámbito 5

67

tos pequeños y medianos de adobe/greda. Se planteaba así, aquí como en 6, la posibilidad de la existencia de dos fases; una primera en la que se encuentran depósitos de pequeños carbones y cenizas y en la que los materiales constructivos empleados son adobes o greda, como de la estructura 1 y los de la 5 y otra fase más reciente –posiblemente romana- en la que las construcciones se levantan sobre zócalos de piedra y algunos espacios se pavimentan con pizarra. La explanación del nivel inferior de greda indicaría una interfase de acondiciona-miento del enclave.

Las dos estructuras que definen el ámbito 4 –pedestal y restos de un posible camino empe-drado, UE 75- son las que sugieren una cro-nología romana para esta segunda fase, como veremos más adelante.

Efectivamente, un tramo de zócalo de mam-postería careada –UE 31- y restos posiblemente de otro –alineación 32- junto con la UE 63 que quizás indique la existencia de un pavimento de lajas de pizarra, definían una fase constructiva y parte de un espacio cuya destrucción queda

patente en los niveles de derrumbe UUEE 61, 62 y 66. Bajo estos restos se encontraba un nivel, aparentemente explanado (UE 67), que se excavó parcialmente en la zona Sureste de la estructura 3 y que estaba integrado por otra clase de materiales de construcción: adobe/greda disgregado en fragmentos pequeños y medianos.

Con una disposición y cota similar, los depó-sitos de greda-adobe 68 y 69, situados al Este y Sur del conjunto, podrían corresponder tam-bién al nivel explanado 67 así como la UE 70, un depósito de adobe quemado situado en el extremo Oeste de los restos de la estructura 3.

A excepción de la posibilidad de que la ali-neación 32 marque como parece la dirección de un tramo de zócalo, no se documentaron, salvo el elemento 31, otros tramos que defi-niesen el perímetro de la estructura 3. Así dispuestos los restos estructurales formarían un espacio triangular, en el que podrían quedar restos del pavimento de lajas de pizarra, en dos tramos, UE 63. En dos puntos del interior de este espacio 3, la presencia de otros elementos

Figura 34.- Ámbito 6. Unidad 18: placa de greda con huellas de arado

La excavación arqueológica

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Figura 35.- Ámbito 3

Figura 36.- Ámbito 7

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vendría a contextualizar el derrumbe y la ruina de la estructura. En uno de los puntos se han diferenciado tres niveles de derrumbe (del más superficial al más profundo): piedras de morfología y tamaño similar a los mampuestos que carean los zócalos, UE 61, que indicarían el derrumbe de éstos; teja y fragmentos cerámi-cos, UE 62, que ilustrarían la caída del techo y el abandono del espacio. En cualquier caso no es seguro que en el proceso de formación de la secuencia no hayan intervenido otros factores.

En el otro punto, la UE 66 es otra de las acu-mulaciones de materiales que atestiguarían la ruina del espacio 3. Apoyaría también en 67 y en este caso no pueden diferenciarse niveles de deposición. La unidad queda definida por una matriz arcillo arenosa en la que se observa un nivel medio de materia orgánica, piedras cuar-citas, fragmentos de tejas y de cerámica.

Al Sur del zócalo 31, sí queda clara la pre-sencia de un nivel explanado (fase e interfase) UE 67, sobre el que se encontraban los escasos testimonios de pavimento, UE 63. Al Este, Sur y Oeste las UUEE 68, 69 y 70 parecen una continuación del mismo nivel explanado.

Cabe señalar que, de los restos de la estruc-tura 3, sólo fueron excavados los derrumbes y del estrato sobre el que se construye, UE 67, un pequeño sector en el extremo Sureste, UE 68. Por otra parte, nada en el interior de la estructura ayuda a valorar la función que pudo tener, ni siquiera considerando otros grupos de unidades cercanos (41/42/60/74). Por sus reducidas dimensiones, es admisible la idea de que podría tratar-se de un espacio dependiente del cercano edificio 7, segundo bloque de unidades del sector Oeste, aun-que la escasa definición del perímetro en éste último recinto reducida a sólo una parte de los zócalos de piedra de los lados Norte y Oeste, no permite asegurarlo.

El segundo bloque de unidades, corresponde al edificio 7. Así, los elementos 91 y 94, 95 y 96 y 97 y 102 forman parejas de tramos de zócalos que definen parte del sector norocci-dental de un edificio que no se excavó.

La disposición paralela de esas parejas de tramos de zócalos también de mampostería careada con dirección E-O, crean espacios

complementarios, interfases UUEE 98, 99 y 104; son unos espacios que siguen el perímetro del edificio y estarían seguramente destinados a albergar una canalización.

Desde el registro documentado en los secto-res Este y Oeste del área abierta y hasta aquí descrito, hay que señalar como posibilidad la existencia de dos períodos en la ocupación de este enclave; durante el primero de ellos, un momento sin determinar del Hierro II, el lugar se habría utilizado tal vez como necrópolis y durante el segundo, ya en época de romaniza-ción y romana, como asentamiento en relación con el paso del río. En el sector Norte, en rea-lidad ampliación del sector Oeste en dirección Norte, se excavaron los restos de dos estructu-ras que se han integrado en un mismo ámbito, el 4 y que podrían definir una zona exterior y coetánea a este asentamiento del segundo periodo y vienen a confirmar su relación con el paso del río y el sentido del enclave dentro del territorio.

V.3.6. Ámbito 4

En el denominado ámbito 4, se encontraban una serie de unidades formando un conjunto “exterior a la zona de habitat” que podría interpretarse como zona de uso público y que estaba esencialmente integrada por los restos de un camino –estructura 75- y un soporte cimentado, tal vez de un hito que señalase este punto de cruce en el río Algodor. Presentaba éste último elemento arquitectónico una fosa de cimentación de un pilar de granito con la superficie horizontal superior horadada en el centro, lo cual permitía, en principio, como decimos, interpretarlo como soporte bien de miliario o de estatuaria aunque las caracterís-ticas del resto de las unidades del conjunto apuntan en la dirección de la primera de las consideraciones.

Mediante la realización del sondeo 54 se excavaron algunas unidades que formaban parte del conjunto tal como pudo documentar-se. Un pilar (67X56X72 cm.) de granito hora-dado, UE 65, que se interpretó como soporte de miliario o estatuaria y que se encontraba depo-sitado en una fosa, UE 93, que se había relle-nado, UE 64, con piedras cuarcitas de mediano

La excavación arqueológica

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

tamaño que cumplían la misión de sujetar el pilar granítico y entre las que pudo recuperar-se un fragmento de T.S.H., un fragmento de vidrio y uno de hierro correspondiente a una herramienta probablemente de cantería.

Este pilar cimentado, se encontraba a mitad de distancia entre la zona que pudo ocupar el asentamiento y los restos interpretados como camino y posible entrada a un “puente” para el paso del río. Para estas últimas unidades integradas en la estructura 75, que se disponían marcando la misma dirección que los tramos de zócalo descritos anteriormente, E-O, el pro-cedimiento seguido permitió la consideración de las siguientes individualizaciones:

En la ampliación hacia el norte del área abierta, al este de la zanja occidental y bajo la unidad 34, se limpió la UE 30, un nivel de tierra y piedras angulosas, de tamaño mediano y mayor, entre 10 y 30 cm., que se extendía sobre otra capa de piedras menores, alargándo-se ambas en dirección Este-Oeste; su disposi-ción, en todo caso, ponía en evidencia que casi todas se encontraban movidas respecto a la que podría haber sido su posición original quizás calzos de un camino. Se procedió a la retirada de este nivel removido, en G 2 y H 2, dejando al descubierto una interfase de destrucción, la

unidad 40, contemplándose la posibilidad de que fuesen los restos de un camino calzado con dirección al río.

El nivel de piedras de menor tamaño, UE 39, englobaba las unidades 38, 71 y 72 que se interpretaron como elementos sustentantes quizás relacionados con la entrada a un puente que habría permitido cruzar el río.

La limpieza del perfil de la zanja occidental mostró además de la presencia de un pilar de obra con traba de argamasa rojiza, UE 71, otros dos monolíticos adyacentes: uno prismático de granito y el otro, UE 72, de cuarcita colocado en su lado Este, de menores dimensiones. El nivel subyacente de piedras de menor tama-ño, UE 39, englobaba a estos tres elemen-tos arquitectónicos, formando un talud. Sus características, emplazamiento, disposición e interrelación podrían indicar que se trata de la entrada aun puente.

Hemos considerado el conjunto de elementos que integran el camino y el puente como una unidad estructural, la 75.

Ciertamente debe considerarse que en este sector Norte del área, la entidad de los restos excavados no permite mayor elaboración en la propuesta de interpretación de los mismos,

Figura 37.- Ámbito 4. UE 65. Soporte cimentado de granito

71

La actuación arqueológica

pero ciertamente tampoco admite muchas dudas y aporta, para el segundo período, la clave del emplazamiento de este asentamiento en el territorio: el paso del río Algodor. La confirmación de su existencia es, desde luego, un dato de interés para la reconstrucción viaria romana en la zona oriental de Los Montes de Toledo, sobre todo si se considera que el punto está en “la recta” que une Consabura con Toletum.

Es poco lo que podemos decir respecto a otros aspectos, como las características urbanas del asentamiento, cuyo conocimiento sería de igual o incluso mayor interés, sobre todo si se acepta que pudo cumplir el papel de lugar-parada en relación con el paso del río, a media distancia entre Consaburum y Toletum, ofreciendo la posibilidad de dividir en dos el último tramo de la ruta 30 del Itinerario de Antonino.

El conjunto de los elementos arquitectónicos documentados no aporta apenas nada al uso y a la disposición de los espacios en el interior de la zona urbana, excepto que parece haber unos ejes Este-Oeste marcados por los muros, zócalos de piedra que se levantaban directa-mente sobre el suelo, cuyo recrecimiento se realizaba con greda, en adobe tal como se ha documentado en la unidad 42 y en la pieza Figura 38.- Ámbito 4: camino empedrado –UE 75.

Figura 39.- Ámbito 4: elementos sustentantes integrados en el camino empedrado.

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

individualizada en el nivel 92 del interior del edificio 7, o bien, en tapial, como parece indi-car la unidad 18. Queda por otra parte la duda de si los restos integrados en la explanación sobre la que se asienta el yacimiento romano corresponden, como parece, a una ocupación anterior del enclave, y si es así, cuáles fueron las características de la misma.

V.4.-Conclusiones del registro estratigráfico

El estudio de los resultados obtenidos en la ex-cavación apoyan nuestra teoría acerca del paso de la vía romana Laminium-Toletum por esta zona.

Los materiales, fundamentalmente fragmen-tos de cerámica pintada (bandas, círculos, etc.) y romana de referencia inequívoca (terra sigi-llata), además de tejas curvas, indican clara-mente una pervivencia en el uso de este tramo del recorrido viario al menos desde el período del Hierro II y durante la época romana. Del mismo modo, las estructuras apuntan hacia dos fases de ocupación del enclave. Los ámbitos 1, 3 y 5 (entre otros) incluyen materiales de construcción blandos (adobe/greda), corres-pondientes a una primera fase prerromana y materiales más persistentes, tales como zócalos de piedra y espacios pavimentados con pizarra, correspondientes a una fase más reciente, pro-bablemente romana.

Los pocos restos de las estructuras que exis-tieron en el pasado en este punto corroboran también la interpretación del empedrado como vía de comunicación38.

Por un lado, la estructura correspondiente al Ámbito 1 podría interpretarse como una tumba de túmulo39. Por otro lado, el Ámbito 4, que es el que mejor define al conjunto de la excava-ción, fundamentalmente en la interpretación de ésta como enclave estratégico del paso de una vía de comunicación principal. Este ámbito queda definido por dos estructuras, un pedestal

38 Debemos apuntar sin embargo que, en la mayor parte de los casos y ante la falta sustancial de datos arqueológicos, la interpretación funcional de las estructuras no ha podido realizarse.39 V. detalles acerca de la problemática interpretativa de este ámbito en la memoria de la campaña de excavación.

y el camino empedrado; ambas sugieren una cronología romana.

La UE 65 del ámbito 4 corresponde a un pilar de granito con la superficie horizontal superior horadada en el centro (signo de la técnica del levantamiento de sillares en la edilicia roma-na).

En el relleno junto al sillar (UE 64) se halla-ron un fragmento de T.S.H., uno de vidrio y uno de hierro (correspondiente a una herra-mienta probablemente de cantería), todos ellos signos evidentes de la cronología romana de este nivel estragráfico.

Este pilar cimentado, se encuentra a mitad de distancia entre la zona que pudo ocupar el asentamiento y los restos interpretados como camino.

La UE 30, un nivel de tierra y piedras angu-losas, de tamaño mediano y grande, entre 10 y 30 cm, se extendía sobre otra capa de piedras menores, alargándose ambas en dirección Este-Oeste; su disposición, en todo caso, ponía en evidencia que casi todas se encontraban des-plazadas respecto a la que podría haber sido su posición original, quizás como calzos de un camino. Se procedió a la retirada de este nivel removido, en G 2 y H 2, dejando al descubier-to una interfase de destrucción, la unidad 40, contemplándose la posibilidad de que fuesen los restos de un camino calzado con dirección al río.

El nivel de piedras de menor tamaño, UE 39, englobaba las unidades 38, 71 y 72 que se interpretaron como elementos sustentantes, quizás relacionados con la entrada a un puente que habría permitido cruzar el río. La limpieza del perfil de la zanja occidental mostró además de la presencia de un pilar de obra con traba de argamasa rojiza, UE 71, otros dos pilares monolíticos adyacentes: uno prismático de gra-nito y el otro de cuarcita, UE 72, colocado en el lado Este de menores dimensiones. El nivel subyacente de piedras de menor tamaño, UE 39, englobaba a estos tres elementos arquitec-tónicos, formando un talud.

El segundo bloque de unidades, corresponde al edificio 7. Así los elementos 91 y 94, 95 y 96 y 97 y 102 forman parejas de tramos de zócalos.

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La actuación arqueológica

El nivel superficial de formación y trans-formación continua Algodor puede ser una explicación lógica de por qué los niveles de piedra cuarcítica de menor tamaño aparecen entremezclados en los ámbitos 4 y 7 con los grandes zócalos de cimentación de la estruc-tura viaria.

Los materiales asociados a este nivel corres-ponden a fragmentos cerámicos realizados a torno, cocción oxidante, ocasionalmente pin-tadas (bandas y semicírculos concéntricos) asociados a formas de tradición indígena, ade-más de algún fragmento de teja y de cerámica romana (T. S.). De hecho, entre los sesenta fragmentos de sigillata encon trados en la excavación, casi cincuenta proceden de las uni-dades superficiales y por lo tanto faltan contex-tos claros para la mayor parte de los fragmentos recogidos. Sin embargo, también en torno a los elementos arquitectónicos han aparecido cerá-micas, como es el caso de la sigillata hallada en la cimentación del pilar/soporte del ámbito 4.Para analizar los elementos estructurales halla-dos en este yacimiento es preciso hacer ciertas aclaraciones en relación a la técnica viaria romana. Para ello vamos a utilizar una fuente bibliográfica reciente que ha planteado por pri-mera vez en la larga historiografía viaria roma-na las grandes diferencias y peculiaridades en cuanto a la técnica constructiva de cada una de las vías romanas, fundamentalmente hispanas; se trata de la última publicación de Moreno Gallo (2004), donde vamos a encontrar sufi-cientes ejemplos para establecer una hipótesis reconstructiva de la estructura viaria de Pozos de Finisterre.

Si bien el esquema clásico de la infraestruc-tura de la vía romana pasa por contar con un nivel de pavimentación de grandes losas con una cara plana, el hecho es que en gran parte de las vías documentadas por Moreno Gallo, el pavimentum dista mucho del concepto clásico del mismo.

Es verdad que en proximidad a Roma y a algunas otras grandes ciudades del imperio, las vías extramuros contaron con una capa de rodadura con una base de grandes losas basálticas (mineral muy abundante en la zona); sin embargo en Hispania ésta se daba sólo en los recorridos intramuros, mientras que en las

vías externas se constituía en la mayoría de los casos por el jabre o la zahorra disponible en la zona. En general se trata de canto rodado cubierto y compactado con esta capa de tierra de granulometría muy fina. También reciente-mente Santiago Palomero (2002) recuerda con acierto que la capa de tierra con elementos de piedra de pequeño tamaño resulta imprescindi-ble en la capa superficial de las vías al exterior de las poblaciones, ya que se constituyen como una capa flexible y permeable que ayuda a la filtración del agua y por lo tanto al manteni-miento del nivel de pavimentum intacto40. Sin embargo a esta apreciación me gustaría añadir otra que parece contradecirla. Se trata de un pasaje de Amiano Marcelino donde afirma que “la tierra está encostrada por el frío, como pulida y, por tanto, resbaladiza, de manera que provoca numerosas caídas”41. Por lo tanto, independientemente de si existía o no una capa de tierra apisonada, mezclada con zahorra, en el nivel superficial de las vías romanas, el hecho es que fuera de la época seca, propicia para realizar largos viajes, los peligros proce-dentes tanto de las inclemencias del tiempo como de los desbordamientos de los ríos, eran inherentes a las vías.

En Pozos de Finisterre carecemos de cual-quier indicio arqueológico que apunte hacia la conservación, en algún punto del recorrido,

40 Santiago Palomero (2002).41 Amiano Marcelino, Rerum gestarum, XV, 10, 5.

Figura 40.- Reconstrucción de la descripción de Vitrubio de las distintas capas que componen una

calzada romana (Hamey, ed. 1990).

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

del nivel de rodadura de la vía. A pesar de que la presencia de cantos aluvionares queda ampliamente representada, su forma angulosa de mediano tamaño no puede ser considerada parte constitutiva del nivel de pavimento.

Por lo tanto, nuestra interpretación se orien-ta hacia la identificación de los restos como parte de los niveles de preparado de la vía. En efecto, se documentaron un soporte o pedestal cimentado -tal vez de miliario o estatuaria- y también restos de un empedrado que se exten-día en dirección al río, en cuyas proximidades englobaba vestigios de una pila de obra y dos prismas yuxtapuestos de granito y cuarcita que pudieron formar parte de la obra de entrada a un puente o vado, de dimensiones reducidas, no sólo por su cercanía y posición respecto al cauce, sino también porque estaban apoyados en la superficie de formación natural más sóli-da, probablemente la que define el lecho mayor del perfil transversal que, en buena lógica, es la que ha de buscarse como más segura -estable- para cualquier cimiento o apoyo que se levante próximo a cauce o lecho meandriforme.

Por otro lado, tampoco descartamos la idea de que los restos de pilares formen parte del nivel de cimentación de la propia vía sin indi-car, al menos en lo conservado, la existencia de una estructura de mayor envergadura.

Sabemos que en ciertos terrenos es posible encontrar una única capa de preparado para disponer superficialmente el afirmado de la vía, pero en terrenos de mala calidad, es más probable encontrar potentes niveles de rudus y de statumen. Teniendo en cuenta la proxi-midad del río y las crecidas estacionales del mismo, es lógico pensar que se haya desarro-llado una estructura reforzada justamente en el punto de encuentro de la vía con el curso fluvial. De este modo, los pilares encontrados pudieron formar parte del statumen de la vía.

En el recorrido de la vía 30 (IT) encontramos cuatro puentes, dos en Consuegra42, uno en Puerto Lápice43 y otro en Villarta de San Juan44. Su antigüedad ha sido ampliamente discutida pero indudablemente representan un docu-mento a tener en cuenta a la hora de marcar el recorrido de la que pudo ser la vía romana Laminium-Toletum.

A través de la atenta observación de la carta provincial de Toledo (1: 200 000), comprende-mos por qué el paso de la vía Laminio-Toledo se produce precisamente por el enclave de Pozos de Finisterre. Son varios los aspectos topográficos a tener en cuenta:

- se trata de la línea más recta entre Consaburum (Consabura) y Toletum.

- es el punto de paso más fácil sobre el río Algodor y por lo tanto un punto estratégico en el control del paso del mismo; tengamos en cuenta que Finisterre pudo ser una frontera geográfica entre dos comunidades vecinas.

42 v. De la Vega Jimeno (1996).43 Benítez de Lugo Enrich (2002).44 Al respecto, C. Fernández Ochoa et alii (1990, 169), mencionan el excepcional interés del llamado “Puente de los 72 ojos”, constatando evidencias de su construcción en época antigua, al menos en lo referido al arranque de las pilas y al sistema de dovelaje de algunos arcos. Por contra, G. Arias (1988: 17) ha expresado sus dudas acerca de la romanidad de este puente (v. Benítez de Lugo Enri-ch, 2001 y 2002).

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Estudio de materiales

El conjunto de materiales muebles que pro-cede del asentamiento está integrado por abun-dantes fragmentos cerámicos, algunos metá-licos y numerosos huesos de animales; de todos ellos se ha hecho descripción y estudio. Además se recogieron algunas muestras de material edilicio y algunos ecofactos que se enviaron al laboratorio para su estudio.

VI.1. Cerámica

Entre los materiales cerámicos procedentes del yacimiento de Pozos de Finisterre con-tamos con fragmentos de cerámica común en proporción mayoritaria. Estos fragmentos corresponden a recipientes de mediano tamaño sin decorar y cerámicas de cocina fabricadas a mano. Entre estas últimas se documentan los repertorios que comienzan a ser bien conocidos de otros yacimientos de la región: Plaza de Moros, Cerro de la Gavia, etc. Se

trata de ollas de bases planas y bordes vueltos con bocas abiertas, usualmente de mediano tamaño, pastas sin alisar y acabado reductor o negro. Junto a ellas también existen algunos fragmentos de ollas con cuellos moldurados y superficie alisada, de color negro brillante, realizadas a torno.

La producción mayoritaria está constituida por las cerámicas a torno de pastas rojizas y pintadas con motivos geométricos, típicas de la Segunda Edad del Hierro en el Centro de la Península. En Pozos de Finisterre se han documentado prácticamente todo el repertorio de este período que está constituido por tinajas y tinajillas con los característicos bordes de “pico de ánade”. Estos recipientes derivan en origen de las ánforas fenicias adaptando las bases y los bordes a recipientes destinados ahora para contener áridos (cereales, harina, legumbres) en lugares fijos de la casa. Para ello se ensancha la base que presenta el caracterís-

VI. ESTUDIO DE MATERIALES

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Figura 41.- 1-3. Ollas de cocina a mano; 4. Caliciforme a torno; 5. Cuenco a torno con labio abierto

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tico rehundido en el centro a modo de ombligo u omphalos y los bordes se abren y se moldu-ran para recibir los bordes de los cuencos o tapaderas que encajan en ellos perfectamente logrando así un cierre casi hermético.

Estas tinajillas poseen en Pozos de Finisterre casi todas las variedades de decoraciones pinta-das de la Segunda Edad del Hierro. Los bordes suelen llevar en la moldura superior una banda de color rojo, rojo vinoso o negro, dejando libre el extremo del mismo. Bajo él, los cuellos se suelen marcar con otra banda en los mismo tonos que sirve de borde a los frisos que se desarrollan en el cuerpo del recipiente, forma-dos por bandas entre las que se disponen series círculos concéntricos, de semicírculos, cuartos de círculos o secciones de círculos formando motivos de aspas. Estos frisos de círculos alter-nan con melenas o líneas verticales. Para dar mayor juego a las decoraciones, las líneas en rojo o negro se alternan con bandas más anchas de tonos más claros como el rojo claro o naran-ja. En ocasiones todas las series decorativas de las cerámicas se disponen sobre un fondo engobado de color naranja, marrón claro o los típicos “jaspeados” o engobes de tonos más oscuros: rojo, marrón, naranja oscuro, aplica-dos con brochas bastas que dejan traslucir las cerdas en las pinceladas, aunque su represen-tación no es muy abundante en Pozos de Finisterre.

Las posibilidades de combinación de estas series decorativas son múltiples siendo los esquemas más complejos o barrocos los que alternan las anchas bandas naranjas del cuello, enmarcadas por sendas líneas en rojo vinoso, con las series o de círculos concéntricos, semi-círculos, semicírculos alternando con melenas o series de cuartos de círculo, cubriendo las 2/3 partes superiores de las piezas 3 o 4 frisos de motivos diferentes. En algunos de los ejem-plares de Pozos de Finisterre se encuentran otros motivos como los rombos, las ondas o las líneas verticales paralelas.

La barroquización de los motivos decorati-vos, así como los últimos elementos citados, o formas como las jarras de borde trilobulado, son típicos de momentos avanzados de la Edad del Hierro, y de hecho, se encuentran paralelos directos con cerámicas más sureñas, especial-

mente de la provincia de Ciudad Real, (Urbina y Urquijo, e.p.), de ambientes ya tardíos dentro de la Edad del Hierro, correspondientes a los siglos II y I a.C.

Pero la abundancia de estas cerámicas con decoraciones geométricas junto a la ausencia de las producciones pintadas romanas, nos remiten a un horizonte plenamente indígena anterior a la conquista romana. En aquellos lugares en los que se documenta esta fase avanzada de la Segunda Edad del Hierro que en el fondo no es más que la expresión cultural en las tierras del interior de lo que se denominó Baja Época de la Cultura Ibérica, en la que florecen estilos barrocos como los de Elche-Archena y Llíria-Oliva, con loas estadios intermedios localiza-dos en Albacete (Broncano y Blánquez, 1985), suele existir una ocupación anterior (como por ejemplo en los Ojos del Guadiana, Urbina y Urquijo, e.p.). En ese caso, el asentamiento de Pozos de Finisterre nacería en Plena Edad del Hierro, adquiriendo mayor importancia a medida que la presencia romana se intensifica y los procesos de concentración de la pobla-ción hacen que adquieran más importancia las ciudades de Consuegra y Toledo, y los lugares que se encuentran entre ambas.

Además de las tinajillas mencionadas se encuentran en Pozos de Finisterre los carac-terísticos caliciformes, decorados con líneas negras sobre engobes naranjas o simplemen-te con engobes rojos. También existe buena representación de platos y cuencos. Platos con líneas rojas, platos con decoración interior a base de bandas naranja líneas rojas y ⁄ de cír-culos, y cuencos lisos y con líneas, con bordes rectos y labios salientes y pies con anillo.

Estudio de materiales

Figura 42.- Extracción de material cerámico

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Figura 43.- Fragmentos de cerámicas a torno con decoraciones geométricas de la Segunda Edad del Hierro

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Estudio de materiales

Figura 44.- Fragmentos de cerámicas a torno con decoraciones geométricas de la Segunda Edad del Hierro

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Figura 45.- Fragmentos de cerámicas a torno con decoraciones geométricas de la Segunda Edad del Hierro

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Estudio de materiales

Figura 46.- Bordes “pico de ánade” pertenecientes a tinajas y tinajillas

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Figura 47.- Fragmentos de cerámicas a torno con decoraciones geométricas de la Segunda Edad del Hierro

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Estudio de materiales

Figura 48.- 1-2. Platos; 3. Tinajas, ánforas e imitaciones

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

Entre los cuencos existe una alta proporción de producciones grises, todas ellas con pies anillados y bordes rectos o engrosados al inte-rior. Estas producciones son también comunes en los yacimientos de la zona desde el siglo IV a.C., sin embargo, llama un poco la atención que los restos de las cerámicas denominadas de barniz rojo púnico (Cuadrada, 1991) sean tan escasos, apenas un par de fragmentos de cuen-cos de pastas roja y varios otros de una tinajilla de barniz rojo decorada con alternancia de bandas y líneas sobre una superficie de pasta blanca. Este tipo de pastas se ha documentado también en Plaza de Moros, Villatobas, Toledo (Urbina et alii 2004).

Como características también constatadas en otros yacimientos, hay que mencionar algunos fragmentos de vasijas quemados o mejor dicho pasados de horno, lo que evidencia quizás la cercanía de un alfar, o en todo caso la comer-cialización de los productos defectuosos que hasta hace poco se vendían en los alfares tradi-

cionales de nuestro país como producciones de “segunda” o “tercera” a precios más baratos. También es frecuente la existencia de lañas indicando la reparación de los recipientes.

Por lo que respecta a las producciones itá-licas se localizaron algunos fragmentos de barnices negros campanienses, especialmente el tipo B. Estas cerámicas aportan una cronolo-gía entre el cambio del siglo II al I a.C. Varios

Figura 49.- Cuencos grises con pies anillados

Figura 50.- Fragmento cerámico de barniz rojo

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Estudio de materiales

bordes de ánforas e imitaciones de ánforas del tipo Dressel 1, corresponderían también a este período romano republicano.

Ya de época Imperial, ss. I-II d.C. son las típicas sigillata, de las que se encontró algún fragmento de marmorata y sudgálica y, en número mayor, las producciones hispánicas con decoraciones a molde a base de círculos y marcos de espiguilla, y las brillantes. También hay algún fragmento de terra sigillata hispáni-ca tardía del s IV d.C.

VI.1.1. Estado de conservación e inventario tipológico del material cerámico

La mala conservación de los restos arquitec-tónicos exhumados incide en la elaboración de una secuencia correcta de cronológicas preci-sas para los tipos cerámicos documentados en el yacimiento; a este dato debemos añadir el hecho de que algunos de los fragmentos pudie-ron haber perviv*ido largamente en el tiempo. Éste sería el caso de algunas formas que se adaptaron bien a la función que suponemos tuvieron y el de la cerámica de ciertos motivos

decorativos pintados. Esta carencia informati-va que acompaña al registro exhumado, en el que también están ausentes casi por completo indicadores claros de contextos, tampoco per-mite confirmar la adjudicación funcional que se suele presuponer a cada tipo. Es evidente en todo caso que se ha recuperado un conjunto cerámico de filiación indígena con decoracio-nes pintadas que suelen considerarse típicas de momentos plenos y tardíos.

Otros materiales cerámicos son claramente romanos, sigillata, e indican fechas más preci-sasen algunos casos - fragmento de cerámica marmorata. Aunque faltan contextos claros para la mayor parte de los fragmentos recogi-dos, algunos de ellos, de TSH, provienen de elementos arquitectónicos o niveles integrados en alguno de los ámbitos propuestos -caso del procedente de la cimentación del pilar/soporte del ámbito 4- o bien se recuperaron de niveles formados con anterioridad a estos elemen-tos arquitectónicos, interfases o simplemente subyacentes a los mismos, estén o no en su posición originaria –caso de los recuperados en la UE 47 del ámbito 2 o los de la limpieza del derrumbe 44.

Con la intención de valorar su estado de con-servación señalamos como características del conjunto una notable fragmentación de las pie-zas que suelen presentar, además, superficies visiblemente deterioradas, resultado segura-mente de procesos prolongados de rodamiento. Ambos hechos dificultan, cuando no impiden, la apreciación de aspectos interesantes para la catalogación como son la forma y el acabado -presencia o ausencia de decoración- especial-mente en el caso de la cerámica pintada, una de las más abundantes en el yacimiento.

El trabajo de catalogación realizado incluyó más de mil quinientos fragmentos selectos de los cuales algo más de cuatrocientos se encon-traban decorados –pintados. Se han incorpora-do de éstos a una ficha-tipo una serie de rasgos, obtenidos de visu, relativos a las tecnologías de fabricación y las morfologías, para obtener valoraciones numéricas interpretables conside-rándolos indicadores de diversas adaptaciones funcionales. Para facilitar la tarea y siguiendo el procedimiento habitual se han establecido, con anterioridad, grupos generales: cerámica

Figura 51.- Fragmento de sigillata marmorata

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Figura 52.- Fragmentos de borde, galbos decorados y fondos de terra sigillata

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Figura 53.- Fragmentos decorados de terra sigillata hispánica

Estudio de materiales

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

común, lisa y decorada -de cocina, de mesa, de almacén y transporte y de otros usos- T.S., etc.. Después se ha trabajado, como hemos dicho con el conjunto de fragmentos selectos pintados. Desde este grupo pueden hacerse las siguientes valoraciones (coincidentes con las realizadas en otros estudios similares) en cuan-to a la morfología.

Cerámica lisa

Son numerosos los fragmentos cerámicos del conjunto de Pozos que no presentan deco-ración; unos pocos responden a las caracterís-ticas de las vasijas llamadas de cocina de las cuales se recuperó un ejemplar casi entero en la estructura 1; los otros pueden considerarse “finos” y ya hemos mencionado antes el pro-blema de hacer valoraciones respecto a la pre-sencia o ausencia de pintura porque el conjunto se encuentra muy fragmentado y rodado.

Cerámica pintada

Además de los aspectos relativos a la mor-fología que se han mencionado más arriba, pueden considerarse otros.

El fragmento más representado corresponde lógicamente a piezas de vajilla fina, paredes medias, cocido en ambiente oxidante y con superficies de color naranja, cuidadas y mayo-ritariamente decoradas con pintura. En cuanto a morfología las piezas de referencia -que con-servan el borde: tinajillas, vasijas con perfil en “ese”, así como caliciformes, cuencos, fuentes y otras formas- tienen distintos tipos de labio, tratándose, en general, de exvasados y moldu-rados en pico de pato o perfil similar.

Las cuantificaciones de algunos aspectos como el cromatismo y el/los motivos pictóricos más representados en este conjunto, añaden errores adicionales a los propios de la aplica-ción estadística porque se trata de fragmentos, en ocasiones muy pequeños. Están presentes la mayoría de los colores y las combinaciones de estos que se han documentado en otros yaci-mientos con conjuntos cerámicos de similares. El motivo más frecuente son las bandas y des-pués las líneas, estando también representados,

en menor número de fragmentos, otros temas como los segmentos y cuartos de círculo así como los semicírculos; además se han docu-mentado las ondas, trazos curvos y gotas. A nivel cromático, el castaño-rojo es el color más frecuente y el menos el blanco.

Cerámica gris

Asociada en general a la vajilla considerada fina o de mesa, esta especie cerámica se ha documentado tanto en ambientes de habitat como de necrópolis funcionando en este caso tanto de tapadera como de urna. En Pozos no son muy numerosos los fragmentos recupera-dos; corresponden como es habitual a formas abiertas, platos o cuencos que sólo en el caso de un fragmento de base conserva pintados de color naranja dos círculos concéntricos en su interior.

Terra sigillata

También en este caso estamos ante fragmentos encontrados generalmente fuera de contexto, casi cincuenta de los fragmentos proceden de las unidades superficiales, rondando el número total de piezas sesenta. Los más numerosos son los fragmentos de galbo aparentemente correspondientes a formas lisas. Las pastas se encuentran mayoritariamente elaboradas con barros de color rosa o sepia y anaranjadas, pre-sentan gran compacidad y dureza las primeras y tacto talcoso las segundas. Los barnices en el primer caso están bien adheridos, en ocasiones tienen un aspecto muy vitrificado y en algún caso se encuentra cuarteado. Se trata en general de Terra Sigillata Hispánica, algún ejemplar de brillante y uno de marmorata; son formas abier-tas, en general boles, con referencias concretas, cuando las hay, a la Drag. 37 lisa o decorada, en ocasiones tardía.

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VI. 2. Metal

Se recuperaron algunos fragmentos de bron-ce y de hierro con los que, en general, no se han podido identificar los objetos a los que pertenecen; una excepción es el caso de la fíbula anular hispánica que se encontraba entre el conjunto de materiales correspondientes a la UE 37 y el fragmento de herramienta de hierro de cantería recogida en la cimentación UE 64 del soporte de granito –UE 65.

Figura 54.- Fragmentos de fíbulas y otros artefactos en bronce

Estudio de materiales

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Estudio arqueozoológico

El conjunto óseo de Pozos de Finisterre está representado por una muestra total de 1.368 restos bien conservados que han permitido la observación de diferentes alteraciones y dietas. Entre los animales representados el grupo más abundante es el de los ovicápridos con un 24 % de los restos, seguido de la vaca con un 11 % y después los suídos con un 4 %. Además aparecen otras especies domésticas como el perro, el caballo y la gallina. Las especies silvestres están representadas por las liebres y conejos, el gato montés, la perdiz y el ciervo, que es el cuarto taxón en importancia de todo el yacimiento. Dentro de los ovicápridos están representados de una manera similar tanto las ovejas como las cabras. Entre los suídos ha sido posible diferenciar entre jabalí y cerdo.

Entre las edades representadas solo el gallo aparece como un individuo juvenil junto a los ovicápridos que también presentan cierta varie-dad de edades, aunque predominan los adultos.

Si se analiza el nº mínimo de individuos glo-balmente, se ve como la preponderancia de los ovicápridos se mantiene y que porcentualmen-te aumenta respecto al nº de restos.

A pesar de la buena conservación del registro óseo, en el conjunto osteológico es evidente un cierto sesgo anatómico en los patrones de alteración ósea. Si nos fijamos en los patrones de fragmentación vemos que el 19 % de los restos (264 restos) es menor de 3 cm, mientras que el 51 % (700 restos) es mayor de 5 cm, lo que indica que la fragmentación no ha sido muy intensa o que la recogida de los restos no ha sido todo lo exhaustiva que debiera. Otros motivos del sesgo osteológico los tenemos en la acción de los carnívoros que aunque no es muy intensa sí es sintomática. En cuanto a otras alteraciones, la ausencia de weathering indica que la sedimentación fue rápida, y la ausencia de abrasiones, pulidos y huesos roda-dos sugiere, además, que tampoco ha tenido

VII. ESTUDIO ARQUEOZOOLÓGICO

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

una gran incidencia las alteraciones de tipo hídrico. Entre las demás alteraciones que han podido observarse son las producidas por las vermiculaciones.

Por último hay que referirse a la acción antró-pica, la cual se refiere a las marcas de corte pro-ducidas en las labores de carnicería y las alte-raciones térmicas. En cuanto a las alteraciones de tipo térmico, el número de restos quemados es pequeño y el grado de incidencia también es reducido lo que parece sugerir que estos anima-les debían ser descarnados antes de cocinarse, siendo la acción térmica consecuencia de otros procesos. En cuanto a las labores de carnicería solo presentan marcas de corte la vaca, los ovi-cápridos y los cérvidos, pero aunque carecen de marcas de carnicería es probable que otros animales como el caballo, los lagomorfos o las aves también fueran consumidos.

Entre los animales que presentan marcas de carnicería se han documentado marcas de descarnación sobre los elementos apendicu-lares y los axiales, también se han documen-tado marcas de desarticulación sobre algunos

elementos como en los astrágalos de Bos taurus o sobre algunos fragmentos metadia-fisiarios. En Bos se puede observar como la mayor parte de las marcas se producen sobre elementos apendiculares mediales, axiales y craneales. La mayor parte de estas marcas se ciñen a marcas producidas por utensilios metálicos y a tajos para fracturar el hueso.

En el caso los animales de talla grande la mayor parte de las marcas se producen sobre elementos apendiculares y en el caso del ciervo se repite la misma tendencia descrita en Bos. En los ovicápridos presentan marcas de des-carnación todos los elementos apendiculares y algún axial y como en el caso de la vaca pare-cen haberse producido con herramientas metá-licas. Entre los restos de animales pequeños y los suídos las marcas que aparecen se ciñen a elementos axiales y apendiculares y en el caso de los suidos hay un astrágalo con trazas de desarticulación.

En conclusión el conjunto osteológico de Pozos de Finisterre está caracterizado por la fauna doméstica, entre la que los ovicápridos

Figura 55.- Distribución esquelética de los restos identificados

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Estudio arqueozoológico

Figura 56.- Gráficos del Número de Restos y del Número de Indivíduos por espécies

Figura 57.- Mandíbula de caballo

Figura 58.- Hueso con marcas de corte

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El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

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y el ganado bovino son los animales mayori-tarios. Junto a éstos aparecen otras especies como los suídos, el caballo y el perro, pero en una proporción mucho menor. A partir del análisis tafonómico de los restos y los patrones de edades hemos visto que tanto los suídos como los ovicápridos y la vaca fueron aprove-chados cárnicamente, a diferencia del caballo que no presenta trazas indicativas de este procesamiento. Por otro lado la edad adulta de las vacas indica que su aprovechamiento tuvo lugar una vez que ya no tenía utilidad para otros usos. De la misma forma la presencia de adultos seniles entre los ovicápridos indica un aprovechamiento similar, aunque al aparecer infantiles y juveniles entre éstos, también nos encontraríamos ante una producción con fines cárnicos, ya que estas edades denotan su sacri-ficio cuando aún no son productoras de leche o lana. En el caso de los suidos su patrón de muerte en una edad joven indica una utiliza-ción alimenticia.

Junto a las especies domésticas la presencia de ciervo, conejo y algunas aves señala que también se cazaron estos animales como com-plemento cárnico de la dieta. En cuanto a la estacionalidad los escasos datos presentados permiten afirmar que los animales fueron sacri-ficados durante todo el año, pero con especial incidencia entre el otoño y el invierno, al menos en los ovicápridos, pues el ciervo presenta un patrón más estival.

Estudio arqueozoológico

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Conclusiones

Los restos constructivos descubiertos en el yacimiento de Pozos de Finisterre correspon-den a dos momentos distintos de ocupación del enclave y probablemente también a dos formas de ocupación del mismo, o lo que es lo mismo, a dos maneras de “entender” el lugar.

Al margen de la valoración que se haga de la presencia entre el total de los restos muebles e inmuebles de algunos fragmentos cerámicos realizados a mano, claramente protohistóricos, estaríamos ante la posibilidad de que existie-se aquí una necrópolis de las denominadas carpetanas, de la cual podrían quedar aún dos “tipos” de tumbas, dos pequeñas edificaciones levantadas desde el suelo con greda o adobes de colores. Por otra parte cabe suponer que una vez arruinada o en desuso esta necrópolis, el lugar fuese acondicionado como “parada” en el camino (o uno de los caminos) romano -o romanizado-, de Consaburum a Toletum, que-dando de este último momento muy escasos testimonios arquitectónicos.

La elección de los pobladores prerromanos de una ubicación en llanura, junto al río Algodor, a pesar de las crecidas estacionales a las que pudieron verse sometidos45, debió reportar-les grandes ventajas en comparación con el resto del territorio hacia el Este. Sin embargo, durante la posterior ocupación romana, la infraestructura hídrica para el abastecimiento de toda la zona se centraliza en la presa de Consabro; todo el sistema hídrico de la región consaburense depende en época romana del río que atraviesa la población, el río Amarguillo. De ahí que, si bien continuaron habitando este territorio junto al río, lo hicieran de manera reducida y con objeto sólo del control del paso del río.

45 Tengamos en cuenta que, precisamente por las crecidas del río y observando las características orográficas del entorno del yacimiento, es muy probable que en ciertos períodos del año, este punto estratégico junto al río (hoy a unos 200 m del curso del río) se viera inundado.

VIII. CONCLUSIONES

98

El yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra-Toledo)

En este momento se produce un acercamiento administrativo y de ocupación hacia el nuevo centro neurálgico del territorio, Consabro46. Posiblemente se produzca también un cambio en el trazado del recorrido Consuegra-Toledo o el acondicionamiento de una nueva bifurca-ción que pasaría en mayor proximidad al actual topónimo “Venta Vieja”47.

Hemos visto ya en el análisis estratigráfi-co del yacimiento que el nivel definitivo de abandono del mismo se produce ya en época antigua y podríamos pensar que la ubicación del topónimo “Venta Vieja”, a cierta distancia del antiguo yacimiento, coincida con un nuevo punto poblacional alejado del peligro que supone vivir junto a la ribera del río. Ante la ausencia de trabajos arqueológicos realizados en la “Venta”, esta afirmación no es de momen-to más que una conjetura.

Se conservan tan sólo algunos tramos de zócalo de muro de mampostería careada con una o dos hiladas de alzado, pudiendo trazarse entre ellos líneas con dirección aproxima-damente Este-Oeste. Sobre estos zócalos de piedra debieron de alzarse paredes de adobe, material del que se documentó una acumu-lación de fragmentos (alguno entero) en el entorno del edificio 7, probablemente resul-tado del derrumbe de un tramo de pared. Por otra parte, se observan múltiples fragmentos menores en los niveles superficiales. A estos elementos estructurales que podían apreciarse con mayor claridad, hay que añadir otros cuya representación es menos evidente, como las leves referencias a pavimentos de lajas de piza-rra o los fragmentos de las tejas que probable-mente fueron utilizadas para cubrir algunas de las estructuras. Éstas serían las características constructivas de los edificios levantados en la zona más elevada y retirada del cauce del río, sectores Este y Oeste del área abierta. Sin embargo, en el sector Norte, la interpretación que hemos dado a otras dos estructuras puede

46 Para el conocimiento exhaustivo del desarrollo insti-tucional y social de Consabura véase González-Conde (1987, 89-136).47 Gracias al tajo excavado por el propio río en sus grandes crecidas a su paso por esta región en el extremo occidental de la Mesa de Ocaña (desde Finisterre hasta su desembo-cadura en el Tajo), éste no llegó a crear un lago en torno a la población de Villanueva de Bogas.

aportar “la clave” para indicar las característi-cas del asentamiento durante el período roma-no. Se trata de un soporte o pedestal cimen-tado y de los restos de un empedrado que se extiende en dirección Este-Oeste hacia el río. En sus proximidades otros vestigios (una pila de obra y dos prismas yuxtapuestos de granito y cuarcita) permiten contemplar la idea de que correspondan al arranque de un puente, no sólo por su cercanía y posición respecto al cauce, sino también porque estaban apoyados en la superficie de formación natural más sólida, probablemente la que define el lecho mayor del perfil transversal que, en buena lógica, es la que ha de buscarse como más estable para cualquier cimiento o apoyo que se levante próximo a cauce o lecho meandriforme.

El aspecto más relevante es la posible ubica-ción de una statio en el enclave del yacimiento de Pozos de Finisterre. La importancia de esta vía que une Laminio con Toledo radica en con-tar con dos focos de distribución importantes en los dos extremos del recorrido:

- A través de Laminio, como compito viario entre diferentes vías procedentes tanto de la Bética (Córdoba) como de las principales ciu-dades marítimas del Mediterráneo, a través de la vía Augusta 48.

- A través de Toledo, como compito viario de las vías del interior, fundamentalmente la vía Mérida-Zaragoza.

Desconocemos la fecha de construcción de la primera calzada sobre el recorrido Laminio-Toledo; sin embargo, sabemos que las fuen-tes ya mencionan en época de conquista el recorrido de Hispalis, Corduba, a través de Laminium, hasta la costa y en época augus-tea el Item ab Emerita Caesaraugusta. Por lo tanto, podemos presumir que el recorrido Laminium-Toletum ha sido utilizado amplia-mente en época romana desde los inicios de la conquista. Es posible además afirmar que ciertos tramos de la vía Laminium-Toletum y de la Consabura-Complutum debieron consti-tuir en sí mismas el límite administrativo entre conventus vecinos.

48 En relación a la Vía Augusta y a la documentación anti-gua que conocemos en relación a su cronología v. Solana Sáinz (2001, 81 ss.).

99

Se ha constatado y explicado ampliamente en estas páginas cuáles son los indicios arqueoló-gicos y documentales que nos llevan a poder diseñar un recorrido aproximado para el item a Liminio Toletum. Si bien no hay datos que apo-yen la dirección real del tramo recientemente hallado en Pozos de Finisterre49, es posible afir-mar que tampoco tenemos indicios contrarios a poder admitir una dirección para este recorrido ya marcada por hitos arqueológicos en otros puntos de la vía. En base a los restos del rudus de la vía, diseminados por el yacimiento, y a los signos de su prolongación hacia el Sureste, evidenciados en la fotografía aérea, podemos marcar la dirección del recorrido Este-Oeste con cierta desviación Noroeste-Sureste.

La concentración del empedrado queda limi-tada a un sector de dimensiones reducidas, situado en el extremo noroeste de la excava-ción; sin embargo existe un horizonte bastante amplio y desmantelado de cantos angulosos de similar tamaño en diferentes puntos del área de intervención que, en todos los casos, está aso-ciado a restos de grandes zócalos in situ o lige-ramente desplazados por el laboreo agrario.

Todos los sillares o grandes piedras que constituyen algún tipo de estructura se dispo-nen transversalmente a la dirección Noroeste-Sureste del empedrado. El hecho de que los restos de estos grandes zócalos en el ámbito 7 aparezcan asociados a piedras de menor tamaño y en algunos casos se sitúen dentro del propio recorrido de la vía, nos lleva a la consi-deración de que formen también parte del nivel de cimentación de materiales más gruesos y que algunos de ellos, los más regulares, consti-tuyesen los bordes de la estructura viaria, hoy aparecidos fuera de su sitio originario. Estas grandes piedras situadas en el nivel inferior de la vía ejercen una función de drenaje para la infraestructura de capas superiores que se apo-yan sobre ésta.

En cuanto al ámbito 4, parte nuclear del tra-bajo interpretativo de la vía, debemos señalar varios aspectos.

49 Sólo se documenta el hallazgo de otro tramo viario a la altura de Consuegra, plausible de constituir parte del mismo recorrido; se trata de un hallazgo publicado por Blázquez y Sánchez Albornoz en 1919 (cit. González-Conde, 1987,43).

Por un lado, la consideración de que la estructura viaria precisa de una infraestructura particular en este punto topográfico relacio-nado con el cruce del río resulta indiscutible. Pensar en la existencia de un puente o inclu-so de un vado no es en absoluto arriesgado teniendo en cuenta el enclave del yacimiento, sin embargo no podemos definir los restos estructurales encontrados como elementos de una infraestructura de este tipo. La existencia en el ámbito 4 de unos zócalos o pilares a modo de sillares en algún caso y de mampos-tería de grandes piedras en otros, nos lleva a determinar éstos como parte integrante de una estructura de refuerzo en la cimentación viaria, probablemente motivada por la proximidad del cauce del río.

Sabemos que el análisis desarrollado en estas líneas no es más que un primer acercamiento al estudio de la edilicia viaria romana en la Península, tan necesarios aún en un marco de investigación que hasta ahora se ha preocupado casi exclusivamente de identificar los itine-rarios antiguos y de utilizar para ello fuentes con una cierta lejanía de la Antigüedad. Desde la Arqueología somos conscientes de que la posibilidad de encontrar un tramo viario junto a un asentamiento está siempre presente y que por lo tanto nuestro método de trabajo debe tener siempre en cuenta que para conseguir conocer con precisión la técnica viaria de nuestras calzadas romanas debemos preser-var, comenzando por desarrollar una prácti-ca arqueológica no intrusiva sino científica y formativa.

Conclusiones

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MEMORIAS ARQUEOLÓGICAS AUDEMA

SERIE PREHISTORIA

1/ El Paleolítico Inferior y Medio en la Comarca de la Mancha Toledana y su contextualización en la Meseta Sur.

2/ Investigaciones recientes sobre el Pleistoceno del valle inferior del Manzanares: las excava-ciones de los yacimientos del 12 Octubre y Villaverde-Bº Butarque (Madrid).

3/ Prospecciones geoarqueológicas en la Península Ibérica: los yacimientos paleolíticos al aire libre de la comarca de La Alcarria (Guadalajara) y de los valles de la Femosa (Lleida), Genil (Sevilla), Guadalimar (Jaén) y Jarama (Madrid.)

4/ El yacimiento calcolítico del Barranco del Herrero (S. Martín de la Vega, Madrid): un hábi-tat de la Prehistoria Reciente en el valle del Jarama.

5/ Nuevos datos para el conocimiento de la Edad del Bronce en la Comunidad de Madrid: los yacimientos de Caserío de Perales 2 y La Peineta.

6/ El yacimiento de Merinas y Velilla (Mocejón, Toledo): un modelo de estudio para la Edad de Bronce en la Provincia de Toledo. Estudios complementarios: los yacimientos de Val de la Viña (Alovera, Guadalajara) y Baños del Emperador (Ciudad Real).

SERIE PROTOHISTORIA

1/ La Primera Edad del Hierro en el Sur de Madrid: el yacimiento de Las Camas.

2/ La Segunda Edad del Hierro en la Comunidad de Madrid: el yacimiento del Cerro de La Gavia.

SERIE ÉPOCA ROMANA/ ANTIGÜEDAD TARDIA

1/ Caminería romana en la provincia de Toledo: el yacimiento de Pozos de Finisterre (Consuegra, Toledo).

2/ Una explotación agropecuaria alto imperial en la Vega del Henares: el yacimiento de Val de la Viña (Alovera, Guadalajara).

3/ La Gravera de l´Eugeni: una cabaña romano-republicana en el valle de La Femosa (Artesa de Lleida).

4/ La almazara altoimperial del Cerro Martos (Herrera, Sevilla).

5/ Excavaciones arqueológicas en Azután (Toledo). Un modelo de evolución del poblamiento entre los períodos visigodo y emiral.

SERIE ÉPOCA MEDIEVAL

1/ La alquería bajomedieval de Granados (Toledo): un centro productor vinícola del Alfoz toledano.

2/ Excavación arqueológica en la Marca Media de Al-Andalus: la fortaleza de Walmus (El Viso de S. Juan, Toledo).

3/ Camarma del Caño (Madrid): excavaciones arqueológicas en un despoblado de época medieval.

SERIE ÉPOCA MODERNA/CONTEMPORÁNEA

1/ Excavaciones arqueológicas en la Real Fábrica de Paños de S. Fernando de Henares, Madrid (siglos XVIII-XIX).

2/ El Real Canal del Manzanares: obras hidráulicas en el Madrid de la Ilustración.

3/ La arqueología del ayer: el Matadero Municipal de Madrid.

4/ Arqueología de la Guerra Civil Española en la Comunidad de Madrid: excavación de un fortín republicano en la 2ª línea de defensa de Madrid.

5/ La calzada moderna del Camino Real entre Zalla y Balmaseda (Vizcaya): una importante ruta comercial desde la Antigüedad.