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Par e III. t Economía y sociedad: cambios y permanencias.

Capítulo 5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

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Economía y sociedad:

cambios y permanencias.

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

Capítulo 5. Los comunales en la transición a una economía capitalista.

“El árbol ha pagado con su vida todas las miserias de los pobres, que siempre fueron muchas, y todas las imbecilidades

de los ricos, que nunca fueron pocas”

Julio Senador GÓMEZ, 1933.

En la segunda parte de esta tesis han sido descritas y analizadas las transformaciones ocurridas en los comunales leoneses en la etapa contemporánea. Al igual que sucedió en otras partes de España y de Europa, el período transcurrido entre el inicio del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX está definido por importantes transformaciones políticas, sociales y económicas. Estos cambios se inscribían en otros procesos más amplios como eran la desaparición del Antiguo Régimen y la progresiva consolidación de las relaciones de producción capitalistas en los espacios rurales, lo cual tuvo importantes consecuencias, algunas ya vistas, sobre la economía, la sociedad, la cultura y el medio ambiente. Este proceso de adaptación al marco capitalista se produjo en distintas vertientes –jurídica, técnico-productiva, organizativa, etc.–, caracterizándose por contradicciones y discontinuidades, lo cual se reflejó en la diversidad de resultados regionales. Incluso dentro de cada provincia surgieron realidades multiformes, puesto que todas las transformaciones ocurridas son inseparables entre sí, se influenciaron mutuamente, y cada comarca tenía una situación de partida diversa. No fueron procesos de cambio lineales, como tampoco lo fue la respuesta del campesinado a la intervención del Estado, puesto que las estrategias de los vecinos obligaron a este último a modificar sus actuaciones y adaptarse a cada entorno. Como señalaba SANZ FERNÁNDEZ no hubo “una única y exclusiva vía para readaptar las estructuras agrarias tradicionales a las exigencias derivadas de un desarrollo económico moderno y de tipo capitalista que era el entonces inevitablemente planteado por la historia”1.

La intención de este último capítulo es analizar cómo se modificó el sistema agrario, partiendo de la funcionalidad económica y social de los comunales y montes en una economía agraria de base orgánica como lo era entonces la agricultura leonesa; es decir, se trata de ver si el sistema agrosilvopastoral que funcionaba en la segunda mitad del siglo XIX basado en el uso de los comunales se mantuvo en sus rasgos fundamentales o fue sustancialmente alterado. Como se comprobará en los apartados

1 SANZ FERNÁNDEZ (1983), p. 27.

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que siguen, al tiempo que se afianzaba un “nuevo” modelo agrario del que intentaré mostrar las peculiaridades y matices, pervivían “viejas” formas de organización colectiva. Es decir, se trata de tener en cuenta esta dicotomía: mientras que se evidencian modificaciones en las bases económicas de la organización agraria se constata el mantenimiento de rasgos estructurales de esa organización económica. Por decirlo de manera simple, y no del todo exacta, hubo “cambios” en los aspectos más visibles del sistema agrario (la organización económica), pero aspectos menos tangibles como la lógica productiva, o la estructura del sistema se mantuvo al pervivir los comunales y la mentalidad colectivista.

En segundo lugar, este análisis se pretende llevar a cabo desde una doble perspectiva: por un lado, habría que considerar la incidencia de estas transformaciones, más que en el conjunto del territorio, en el sistema agrario, y por otro, cómo se fueron modificando los comunales –propiamente dichos– y la “mentalidad” colectivista. Con esa intención, he dividido este capítulo en dos partes; la primera de ellas tratará de las modificaciones habidas en el sistema agrario y en el aprovechamiento integrado [agrícola, ganadero y forestal] de los comunales. Un segundo apartado estará centrado en los conflictos surgidos de la defensa del comunal y de la cultura colectivista; en cierta manera era el conflicto entre la ideología individualista y liberal que –impulsada por el Estado y sostenida por algunos sectores sociales–, pretendía transformar usos y espacios colectivos, y la mentalidad colectivista, defendida por los vecinos, que apoyados en la tradición, el derecho consuetudinario y la memoria histórica, abogaban por el mantenimiento de estos espacios y usos colectivos tradicionales.

Antes de entrar en nuevas consideraciones, recomendaría al lector que no se haga demasiadas ilusiones. En los capítulos precedentes ya se han ido mostrando buena parte de los cambios habidos en los comunales, derivados de la intervención del Estado y de la presión desde abajo de las propias comunidades rurales. Ahora bien, eso no proporciona evidencias suficientes para determinar cómo se modificó la sostenibilidad del sistema agrario, y mucho menos, para fijar cómo se fue modificando o desapareciendo el ordenamiento comunitario que regulaba los aprovechamientos en el comunal. Del mismo modo, hay cifras globales de evolución de cultivos y ganados, pero no hay datos fiables de cómo evolucionaron éstos, ni los datos están desagregados por comarcas, lo cual es un importante inconveniente, y más sabiendo que los procesos fueron diferenciados a nivel comarcal. Retomando la analogía planteada en las páginas introductorias he de decir que el mosaico [la investigación histórica] que pretendía crear no es algo categórico, concluso, cerrado, o definitivo, ya que hay espacios vacíos en los que faltan teselas [evidencias] para colocar o éstas son incompletas, y por tanto he de moverme a nivel de suposiciones o hipótesis. Aun así, y no sin cierto grado de temeridad, en las líneas que siguen plantearé cuáles fueron las principales transformaciones en el sistema agrario en la provincia de León en el período abarcado por esta tesis.

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5.1. LOS CAMBIOS EN EL SISTEMA AGRARIO: USOS DEL SUELO, GANADERÍA Y

APROVECHAMIENTOS FORESTALES.

Con el trasfondo común de la integración en el mercado, los cambios más perceptibles ocurridos en el sistema agrario y en los comunales –variados a nivel comarcal– giraron en torno a tres procesos, relacionados respectivamente con cada uno de los ejes en los que se sostenía el sistema: aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales. A grandes rasgos, en relación a los usos agrícolas, las modificaciones más importantes fueron la extensión de la superficie cultivada, a través de la roturación de pastizales y montes, y la intensificación en el uso del suelo; transformaciones que fueron más acentuadas en la parte meridional de la provincia, donde predominaba la orientación agrícola y había habido una mayor privatización de “comunales” –incluyendo en ellos las tierras de la Iglesia explotadas de forma colectiva–. La ganadería, el segundo de los pilares del sistema, también sufrió modificaciones, reflejadas en la aparición de nuevas orientaciones productivas; éstas fueron mucho más evidentes en comarcas donde ya a mediados del siglo XIX el sector pecuario era predominante, y donde se mantuvo –ya por el poco alcance de la desamortización, ya por las compras colectivas– una amplia superficie de comunales y montes públicos. Por último, también el aprovechamiento forestal se vio alterado debido, entre otras razones, a la intervención de la Administración en los montes, a la progresiva consolidación de una economía de mercado, y a la paulatina desaparición del ordenamiento consuetudinario que regulaba los aprovechamientos tradicionales. Como hemos visto en los capítulos precedentes, se avanzó hacia la mercantilización de los comunales y de los esquilmos forestales obtenidos en ellos; por tanto, se habrá de valorar hasta qué punto estos cambios afectaron a la sostenibilidad del sistema agrario en su conjunto.

Los cambios en el uso del suelo y el aumento de la superficie cultivada.

Haciendo un repaso de lo ocurrido en el período abarcado por esta tesis, se constata que, en León, ya desde finales del siglo XVIII, el modelo de agricultura heredado de épocas anteriores se estaba transformando al aumentar la presión sobre la tierra especialmente en las zonas más meridionales de la provincia, pareciendo haber sido generalizados los aumentos en la superficie cultivada2. Como vimos en el segundo capítulo, favorecidas sobre todo por el crecimiento demográfico y las coyunturas agrícolas, a principios del siglo XIX se produjeron numerosas roturaciones de pastizales y montes; de igual modo, avatares como la guerra contra el invasor francés y la convulsa situación política ayudaron a que, al tiempo que se producía un cambio en el modelo de uso de las tierras, se afianzasen los derechos de los cultivadores sobre los espacios de propiedad colectiva. A lo largo y ancho de la provincia se roturaron espacios dedicados

2 Véase, por ejemplo, el estudio de TASCÓN FERNÁNDEZ (1988).

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a la producción extensiva, y se produjeron enajenaciones y repartos de comunales sometidos a aprovechamientos colectivos.

Llegados a mediados del siglo XIX, roturaciones y enajenaciones se fueron acentuando, impulsadas por factores como una legislación que ponía en manos de particulares tierras pertenecientes o disfrutadas por colectivos vecinales –como las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz–, la progresiva integración de la provincia en los mercados agrarios nacionales, o la favorable coyuntura para la producción agrícola –éste era el caso de la parte Sur de la provincia con los cereales, y el Bierzo con el viñedo–, a todo lo cual se habría de añadir el crecimiento demográfico. Por tanto, y aunque no se dispone de estadísticas medianamente fiables de la evolución de las superficies entre 1856 y 1900, debido a los factores aludidos, se entrevé un aumento de la superficie agrícola en este período y la gradual modificación de las bases del sistema agrario3. A pesar de las presiones y estímulos para roturar, parece que estos cambios de uso de la tierra fueron operados predominantemente en fincas que habían sido privatizadas, con lo cual los comunales y montes mantenían su funcionalidad ganadera; una de las razones de ello parece ser la vigencia del ordenamiento comunitario que imponía el equilibrio entre usos ganaderos y agrícolas, impidiendo que no se redujese la superficie de pastos.

De todos modos, no fueron las roturaciones las únicas transformaciones habidas, ya que en la segunda mitad del siglo XIX se produjeron otra serie de cambios en la economía, con lo cual, en muchas comarcas de la provincia, paulatinamente se iban modificando, y en algunos casos quebrando, los precarios equilibrios en los que se asentaba la agricultura tradicional. Ya vimos, como por un lado, en este período, algunas actividades tradicionales estaban en crisis o a punto de desaparecer –como las manufacturas del lino o la arriería–, la ganadería estaba depreciada y los viñedos casi habían desaparecido por efecto de la filoxera. Esto último tuvo un importante impacto, ya que en zonas como El Bierzo, la comarca de Valdevimbre –Vegas y Riberas– o en los Oteros –Tierra de Campos– la crisis del viñedo obligó a muchos campesinos a emigrar hacia centros urbanos e industriales, ya en España ya en ultramar, o a emplearse como obreros del campo. De todos modos, y con motivo de la crisis finisecular, de la cual se ignora casi todo de lo ocurrido en León, en las décadas finales del siglo XIX y XX el fenómeno migratorio fue generalizado en toda la provincia, si bien en algunas comarcas éste había comenzado en la segunda mitad de siglo XIX. Por otro lado, el campesinado que, anteriormente y a través de fórmulas como los foros, había disfrutado de un acceso más o menos seguro a la tierra, veía como se complicaba el disfrute de ésta; es decir, los compradores de bienes desamortizados, especialmente sobre aquellos que seguían

3 Por ejemplo en la Contestación del Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de León se dice “(…) la precipitación y poco cuidado con que se hizo la desamortización, cambiando la manera de ser de una gran parte de la propiedad, produjo los trastornos y complicaciones inherentes á una reforma adoptada con tan escasas precauciones” [CRISIS AGRÍCOLA Y PECUARIA (1887), p. 575]; también POSADILLA (1868), p. 8 señala que “la desamortización civil y eclesiástica produjeron una completa transformación” en la agricultura leonesa.

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siendo aprovechados colectivamente empezaban a imponer arrendamientos más crecidos y en dinero, como ocurrió por ejemplo en el caso que vimos de Villaverde de Sandoval.

Cuadro 5.1. Distribución del uso del suelo en la provincia de León, 1933 (en miles de Has.)

Año 1933

1. Cereal secano (año y vez) 344,7 1.1. Sup. Sembrada 199,2 1.2. Barbecho 145,4

2. Legumbres 6,2 3. Viñedo 35,6 4. Plantas industriales 0,0 5. Frutales 4,9 6. Raíces, tubérculos, bulbos 9,2 A. Total secano 400,6

7. Cereal 13,5 8. Raíces, tubérculos 10,0 9. Plantas industriales 0,1 10.Leguminosas 6,0 11. Huerta 0,4 12. Viñedo 0,0 13. Prados 3,1 B. Total Regadío 33,1

I. SUPERFICIE AGRÍCOLA 433,7

14. Monte alto y bajo 15. Prados naturales II. MONTES, PASTOS Y PRADERAS 741,3

III. IMPRODUCTIVO 351,2

TOTAL PROVINCIA 1.526,3

Fuente: COCIL (1936).

El caso es que, situados ya en el siglo XX, como vimos en el capítulo anterior, las roturaciones en los montes fueron un fenómeno generalizado en los últimos años del primer tercio del siglo XX, especialmente en las comarcas de transición de la montaña al llano; en las riberas quedaba poco por roturar, y en la montaña las producciones estaban centradas en los ganados. A pesar el incremento de lo cultivado [Cuadro 5.1], la superficie agrícola únicamente ocupaba el 36,9% del espacio productivo en 1933, lo cual evidencia que predominaban los aprovechamientos extensivos4; además, un porcentaje importante de lo cultivado, difícil de determinar, se realizaba mediante el cultivo de año y vez, con lo cual la superficie labrada conservaba la utilidad ganadera de épocas pasadas. Todo ello viene a mostrar que las bases del sistema, vistas en el primer capítulo, no se habían alterado demasiado. Habría que subrayar incluso, que en los aspectos básicos se mantenía la racionalidad del sistema agrario de épocas anteriores. Es más, en aquellos lugares donde se mantuvieron los comunales, seguían

4 Estas cifras, de alguna manera, contradicen la tendencia de lo ocurrido en otras partes de España donde aumentó considerablemente la superficie cultivada; según el GEHR (1983), p. 208, entre 1836 y 1936 la superficie cultivada se incrementó en 4 millones de hectáreas, lo cual se correspondía con la merma que sufrieron montes, dehesas y pastos.

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vigentes servidumbres de pasto en los espacios de uso privativo o la división en hojas del terrazgo5, con el fin de que usos agrícolas y ganaderos se complementasen; por otra parte, los condicionantes estructurales (como el clima o la geografía) continuaban siendo inevitables, viéndose los campesinos obligados a diversificar prácticas y a repartir el espacio de acuerdo a su potencialidad productiva. Es decir, en esta época, la Figura 1.2 –vista en el primer capítulo, en la página 123– que reflejaba esquemáticamente la distribución del espacio en un término concejil, continuaría teniendo validez.

Antes de continuar con el análisis detallado de la distribución de los usos del suelo y de los cultivos y aprovechamientos en los años previos a la Guerra Civil [Cuadro 5.1], he de hacer varias precisiones; una de ellas es que, frente a la posibilidad de estudiar la evolución de éste, he optado por mostrar cómo se distribuían los cultivos a finales del período estudiado, ya que las fuentes disponibles no permitían otra cosa; por otra parte se ha de advertir que las cifras globales utilizadas pueden ocultar transformaciones locales6; y por último, se ha tener presente que los datos mostrados ni son del todo fiables ni discriminan entre superficies de propiedad privada o comunal, lo cual en un estudio centrado en los comunales no deja de ser un inconveniente importante.

En todo caso, yendo al análisis concreto, se observa que en lo cultivado predominaba el secano (el 92% de la labranza), y dentro de él, los cultivos de cereal que alternaban tierras de siembra con barbechos7. Al tiempo que el centeno, muy importante durante el siglo XIX, iba disminuyendo en extensión, se constata un aumento de la superficie de cebada, y sobre todo del trigo que casi dobló la superficie cultivada en secano al pasar de 54.377 hectáreas cultivadas en 1900 a 95.500 en 1935 [Cuadro 5.2]. Parece que el centeno, por su adaptación a las duras condiciones ecológicas del territorio leonés, era casi insustituible en las áreas que ocupaba, por lo que no hubo grandes variaciones. En todo caso, se constata una ligera disminución de lo cultivado, tal vez porque éste se cultivaba en el monte en tierras que a la vuelta de unos años eran abandonadas y por otra parte, porque fue sustituido por el trigo. Precisamente, el destacado aumento de la superficie cultivada de trigo se habría debido a las nuevas roturaciones y a la introducción de innovaciones, como los abonos fosfatados que habrían permitido sembrar de trigo las tierras centenales8. Del resto de cereales de secano se podría destacar el aumento de la cebada, la avena y el maíz, los cuales iban

5 En BEHAR (1986) se encuentran buenos ejemplos de estas “pervivencias” en la Ribera del Porma. 6 Imaginemos que a lo largo del siglo XIX se produjese un aumento de la superficie agrícola en la parte meridional de la provincia a costa de los prados, y en la parte septentrional aumentase la superficie de pradera a costa de los cultivos. Las estadísticas únicamente mostrarían a nivel provincial una superficie de prados y de tierras de cultivo invariable a lo largo del tiempo, cuando está claro que habrían sucedido dos procesos de cambio muy intensos, y destacables. 7 Por ejemplo, la Reseña Estadística de 1914 señalaba que “La tercera parte de las tierras dedicadas al cultivo cereal se laborea cada tres años y se siembra dos seguidos. El suelo se trabaja con las labores del barbecho el primer año; el segundo lleva un cereal y el tercero otro cereal, una leguminosa ó una raíz, según su clase” [MINISTERIO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA Y BELLAS ARTES (1914), p. 185]. 8 Así se afirma en JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1921), p. 18.

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destinados a la alimentación del ganado y que estarían relacionados con los cambios habidos en la cabaña ganadera, que veremos unos párrafos más adelante. Respecto a los rendimientos de los cereales de secano, y centrados en el trigo, se comprueba que éstos podían oscilar bastante, entre los 5,6 y los 14,5 quintales métricos por hectárea, situándose por lo general por encima de la media de española; así, en el período 1898-1935, en León una hectárea de secano sembrada de trigo produjo por término medio 10,24 quintales métricos frente a los 9,51 que producía en España9. Al margen de la potencialidad productiva de las tierras leonesas, estos mayores rendimientos del trigo cultivado en secano podrían estar relacionados con las rotaciones y la complementariedad entre cultivos y ganados, ya que además otro elemento llamativo, es que los rendimientos en las tierras de secano, que raramente eran abonadas, se mantuvieron constantes.

Cuadro 5.2. Superficie, producción y rendimientos de distintos cultivos de secano en distintas

fechas del primer tercio del siglo XX (León)

1900 1918 1935 Secano A B C A B C A B. C

Trigo 54.377 475.155 8,74 55.245 330.449 5,98 95.000 836.000 8,80Cebada 8.250 100.312 12,16 12.048 65.732 5,46 15.000 281.928 18,80Avena 3.126 22.164 7,09 3.265 13.827 4,23 8.500 68.000 8,00Centeno 73.173 411.346 5,62 59.740 482.050 8,07 68.500 616.500 9,00Maíz 87 466 5,36 280 2.800 10,00Garbanzos 3.256 25.584 7,86 3.461 15.668 4,53 3.300 21.450 6,50Patatas (a) 6.897 344.750 49,99 460 43.545 94,66 18.700 1.047.200 56,00Viñedo (b) 14.721 260.023 17,66 7.845 144.744 18,45 33.800 304.320 9,00A) Superficie en hectáreas; B) Producción en quintales métricos; C) Quintales métricos / Hectárea. (a) Los datos de la superficie sembrada de patatas en 1900 son de 1902, y los de 1918 de 1922; (b) Las producciones en el «Viñedo» están expresadas en Hl. Fuente: GEHR (1991), pp. 672-685.

Dentro de los cultivos de secano, llama la atención la importante variación experimentada por el viñedo. A pesar de que la filoxera había destruido la casi totalidad de los viñedos existentes, lo cual condujo a la miseria a comarcas enteras, y de que la replantación era una tarea lenta que exigía capitales de los cuales no siempre disponían los campesinos10, las vides ocupaban más de 35.000 hectáreas en 1936. No sólo se recuperó la superficie cultivada en el siglo anterior, sino que la expansión del viñedo fue muy relevante. Desconozco los factores que impulsaron este cultivo, aunque se intuye que esta expansión fue facilitada por el consumo doméstico y la forma cómo se repartía el espacio productivo; es decir, el viñedo no competía por el espacio con otros aprovechamientos agrícolas ya que podía ser cultivado en las laderas de los terrenos de monte, donde las pendientes no hacían recomendable el cultivo de cereales. Dentro de

9 Cálculos realizados sobre las cifras de superficies y producciones proporcionadas por el GEHR (1991), pp. 671-677 y 1.182-1.187. 10 AIRYDA, Junta Central de Colonización y Repoblación Interior. Legajo 16b, “Información sobre el antiguo Reino de León, 1915”, f. 6v.

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la superficie de secano, destaca el aumento del cultivo de la patata, que en 1935 ocupaba 18.700 hectáreas11. El incremento de la demanda –ya que desde principios del siglo XX, los excedentes de la producción leonesa salían con destino los mercados de Bilbao, Orense, Gijón y Vigo12–, junto con la alta productividad en terrenos recién roturados parecen haber sido factores que impulsaron este cultivo; así por ejemplo, aunque los rendimientos anuales en secano de la patata estaban en torno a los 100 quintales métricos por hectárea en el período 1928-1935, en el primer año de siembra en terrenos roturados podía alcanzar de 350 a 400 quintales13.

Dentro de la superficie agrícola, un porcentaje mínimo lo ocupaba el regadío, indicando las estadísticas que éste habría aumentado desde las 25.500 hectáreas de mediados del siglo XIX hasta las 54.028 en 193514. De acuerdo con los datos disponibles, en el primer tercio del siglo XX, los métodos de regadío utilizados continuaban siendo los mismos que en siglos anteriores, constatándose sin embargo importantes variaciones en los cultivos realizados en las tierras regadas. Así, el lino, a pesar de los intentos ‘anecdóticos’ por recuperarlo15, fue definitivamente sustituido por cultivos como la patata o la remolacha, la cual en muy pocos años alcanzó gran importancia en comarcas como la Ribera del Órbigo16. En relación a la remolacha, es posible que la superficie cultivada en 1935 estuviese muy por encima de lo que muestran las estadísticas; un indicio de ello sería la instalación de varias industrias azucareras en la provincia como la Sociedad Azucarera Leonesa instalada en Veguellina de Órbigo en 1900, la Azucarera Vasco-Leonesa de Boñar que comenzó a funcionar en 1900 cerrando los pocos años de su apertura, o las fábricas de La Bañeza y León (Santa Elvira S.A.) instaladas en 1931 y en 1934 respectivamente. Como en el resto de España, la expansión

11 GEHR (1991) p. 682. 12 JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1913), pp. 505-506. 13 Así lo afirman CONTRERAS Y BARTHE (1902), pp. 63-64; respecto a las cifras referidas al período 1928-1935, éstas han sido calculadas de los datos de superficies y producciones proporcionadas por el GEHR (1991), pp. 682-685 y 1.192-1.195. 14 COCIL (1936), p. 19; de esa superficie 47.652 hectáreas (88% del total) eran regadas por gravedad, y 5.424 con norias (10%). 15 “El cultivo del lino, que en la provincia de León es la base de la vida de sus labradores, pues se llegó a sembrar hasta cerca de veinte mil hectáreas de esta planta textil particularmente en las riberas del Órbigo, fue desapareciendo hasta el punto que únicamente en algunos pueblos los agricultores reservaban un rincón de sus tierras, por respecto a la costumbre de sus antepasados para procurarse un poco de fibra, estopa, aceite y torta para su consumo. (…) El algodón fue dominando el mercado y haciéndose dueño de las hilaturas, debido principalmente a los usos catalanes (…) apareció el cultivo de la remolacha azucarera, donde de antemano contaban con precio remunerador y el precio crecido de la alubia, y el lino sucumbió sin la menor preocupación” [s/a (1930): “La industria linera” en Ibérica. El progreso de las ciencias y sus aplicaciones, nº 820, pp.181-182]. Este mismo artículo señala que en ese momento se estaba intentando recuperar su producción en la ribera el Órbigo, puesto que el empresario riojano Pedro Duró había establecido una factoría linera en Veguellina de Órbigo, denomina “Sociedad Linera del Órbigo” que no tuvo demasiado éxito, pero que esperaba producir anualmente 2.000 toneladas. 16 Dicen CONTRERAS Y BARTHE (1902), p. 65: “El valor adquirido últimamente por el ganado debido á los altos cambios, ha influido para que en la parte montañosa se transformen las pequeñas extensiones que antes se dedicaban al cultivo, en praderas naturales, si bien en la parte llana sucede á la inversa, convirtiéndose las praderas en terrenos roturados para la remolacha”.

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del cultivo de la remolacha tuvo que ver con la pérdida de Cuba y la búsqueda de sustitutos al azúcar de caña. Así, en 1910, en la provincia de León, la remolacha ocupaba 700 hectáreas, con una producción de 210.000 Qm.; en 1923, la superficie había pasado a 1.080 hectáreas y la producción a 343.000 Qm.17; y al final del período, la remolacha destinada a la producción de azúcar sobrepasaba las 5.000 hectáreas cultivadas. También se aprecia un incremento de los cultivos de huerta, lo cual sería indicativo de cambios en la organización agraria; es decir, aunque éstos solían ir destinados al consumo doméstico, en algunas zonas se estaba produciendo una especialización en la producción hortícola con destino a los centros urbanos; así por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XX, los pimientos y otras producciones bercianas eran llevadas a vender en todos los mercados de la provincia18.

Lo visto en los párrafos anteriores hace suponer que, al igual que en otras partes de España, se evolucionó hacia formas más intensivas de cultivo, aunque ello ha de ser relativizado. Esta intensificación en el uso del suelo habría venido más que por la puesta en cultivo de nuevas tierras por la incorporación de innovaciones técnicas o biológicas. A pesar del descenso de los activos agrarios, en León se constata un aumento importante de las producciones, lo cual indicaría un uso de la tierra y trabajo por unidad de producto más intenso19. En una agricultura basada en la mano de obra familiar, esta intensificación del uso del suelo se habría combinado con roturaciones y nuevos cultivos, como la patata, y la incorporación en pequeña medida de innovaciones técnicas o biológicas, como nuevas simientes y abonos químicos.

Como es sabido, las innovaciones biológicas son difíciles de detectar, aunque de todos modos, en lo que se refiere a la difusión de los abonos químicos, los datos disponibles indican que en las primeras décadas del siglo XX se utilizaba mayoritariamente el estiércol como fertilizante. Como señala el informe realizado en 1919 por la Junta Consultiva Agronómica, las fincas que recibían una mayor cantidad de estiércol eran los prados naturales a los cuales se destinaban 100 Qm. de abono por hectárea frente a los 60 Qm. empleados en las fincas de siembra anual, o los 80 empleados en cultivos de huerta20. Parece que, desde el final de la Gran Guerra europea, aumentó el empleo de los abonos químicos utilizados, aunque las estadísticas disponibles no permiten precisar cuánto, y es que, al igual que otras transformaciones habidas en la agricultura leonesa no eran muy perceptibles21.

17 MARRÓN GAITE (1989), p. 291. 18 JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1914a), pp. 108-109. 19 GALLEGO MARTÍNEZ (1993), pp. 268-269. 20 Así parece deducirse del el informe de la JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1919), p. 179. 21 “Todos los cultivos, lo mismo en secano que en huerta, se practican igual que hacían hace cien años sus abuelos, y salvo algún empleo que otro de abonos minerales y sustancias que lo parecen, en nada han variado desde entonces las prácticas agrícolas” [AIRYDA, Junta Central de Colonización y Repoblación Interior. Legajo 16b, “Información sobre el antiguo Reino de León, 1915”].

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Concluyendo este epígrafe, y de acuerdo a lo visto en los párrafos anteriores, se observa que durante el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, se produjeron modificaciones en los usos del suelo. Como hemos visto, aunque se percibe la intensificación del uso del suelo, habría que subrayar una vez más que, a pesar de ello, predominaban los aprovechamientos extensivos, los cuales, por lo general, se desarrollaban en los espacios comunales. Por esa razón, y por otras que detallaré a continuación se antoja que los comunales eran fundamentales en la organización agraria. No sólo una parte de la producción se obtenía en ellos, permitiendo su existencia incrementar la superficie agrícola y aumentar las producciones, sino que gracias a los comunales se sostenían los rendimientos agrícolas. Es decir, al igual que en agriculturas vecinas como la gallega, el monte era una fuente básica para la obtención de fertilizantes. En el caso de León, aunque también existía el redileo, el aprovechamiento de helechos y hojas como fertilizante, o la recogida de deyecciones animales en los puertos, no era tan importante lo obtenido directamente en el monte como el abono producido por los animales de la explotación, los cuales básicamente se sostenían en los comunales. Así, en los años previos a la Guerra Civil, en la mayor parte de las comarcas de la provincia, dentro de muchas explotaciones se mantenía un pequeño rebaño de ovejas, con el fin, entre otros, de producir estiércol22.

Aunque la pervivencia de los comunales y del colectivismo, reflejado por ejemplo en el funcionamiento de las veceras –pastoreo colectivo por turnos–, o de las formas tradicionales de cultivo o fertilización de las tierras pueda ser vista como un signo de atraso, nada más lejos de la realidad. En primer lugar, todo ello no fue impedimento para la incorporación de innovaciones, como nuevos cultivos y mejoras técnicas, como parece haber ocurrido en la Ribera del Órbigo –en la comarca de Vegas y Riberas– que era una de las agriculturas más dinámicas de la provincia. En segundo lugar, el mantenimiento de los comunales y de la organización colectiva permitía, con una inversión mínima en trabajo y manutención, disponer de animales para la producción de estiércol, lo cual a su vez influía en los rendimientos de los cultivos. Como ya vimos, este estiércol iba destinado a los prados y a las tierras de regadío de siembra anual, en las cuales rotaban trigo y patatas. Teniendo en cuenta que el año que se sembraban de cereal, las fincas no se abonaban23, los rendimientos del trigo y las patatas eran significativos, comparados con la media española. Así, por ejemplo en León, el rendimiento medio de una hectárea de regadío sembrada de trigo podía llegar a los 19-20 quintales métricos, si bien los rendimientos medios en el período 1898-1935 fueron

22 Señala el informe de la JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1921), p. 181, que en la parte llana de la provincia, los pequeños rebaños de ganadería estante eran dedicados al redileo de mayo a octubre. Éstos, cercados con redes que se iban mudando de sitio, permanecían en las fincas durante varias noches, para así fertilizarlas. 23 JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1921), p. 180.

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

de 13,65 Qm./Ha, lo cual queda por debajo de la media española (17,37 a.m./Ha)24. Entre otras razones, estas diferencias son tan notorias, ya que en León los rendimientos oscilaban más que en España en conjunto, lo cual contribuía, aunque mínimamente, a unas cifras medias mucho más altas; además, como ya dije, en León el año que la tierra llevaba trigo se entendía que ésta descansaba y no se abonaba. Precisamente, el hecho que se abonase el año que iba de patatas hacía que, en este caso, los rendimientos fuesen notables respecto a la media nacional. Así por ejemplo, en el período 1928-1935, en León los rendimientos medios de una hectárea de regadío sembrada de patatas, fueron de 199,25 Qm. frente a 136,71 Qm./Ha. en el conjunto de España.

En resumidas cuentas, el mantenimiento de los comunales habría contribuido a sostener los rendimientos agrícolas tanto en las fincas de uso privativo como en los cultivos de secano, realizados en el comunal, gracias a la combinación entre usos ganaderos y agrícolas, y a las nuevas roturaciones. Por otro lado, el mantenimiento de los comunales también habría condicionado las pautas de cambio técnico. Por lo general, la difusión de innovaciones en una agricultura orgánica –como la leonesa– tendía a reforzar las lógicas productivas locales sin violentarlas25. En este sentido, el mantenimiento de los comunales y de la tradición comunal habría facilitado la innovación colectiva, como las cooperativas mantequeras montañesas. ‘Innovaciones’ técnicas como el cooperativismo –sobre el cual volveré–, además de verse favorecido por el marco natural, venía avalado por la tradición de trabajo comunal, convergía con los intereses campesinos, puesto que servía de instrumento de mejora de la productividad, facilitaba la especialización y ampliaba la integración mercantil de la producción agraria, que el desarrollo del capitalismo exigía a la pequeña explotación26. Por otra parte, con la aparición de innovaciones poco costosas como el arado «brabant» o de vertedera es razonable pensar que la amplia superficie de comunales estimuló las roturaciones de nuevas tierras frente a la intensificación del uso de las ya cultivadas a través de la utilización de abonos químicos. Se habría optado pues por un modelo de innovación endógeno “controlado” y surgido de la propia explotación –y en ocasiones reproducible–, como la mejora de las razas ganaderas, o el uso de rotaciones, frente a “innovaciones” que había que adquirir fuera de la explotación, como los abonos químicos.

Concluyendo, ni los usos del suelo se vieron alterados de forma sustancial, ni los cambios habidos afectaron al funcionamiento del sistema en su conjunto. Más

24 Cálculos realizados utilizando las cifras del GEHR (1991), pp. 682-685 y 1.192-1.195. COCIL (1936), p. 23. 25 Sobre el cambio técnico, véanse las publicaciones de FERNÁNDEZ PRIETO (1992) Y (2001), o GALLEGO MARTÍNEZ (1986) y (1993), entre otros; como indica FERNÁNDEZ PRIETO (1998), p. 257, se rompió con formas de innovación que se movían en el marco de la agricultura orgánica y a la que le costaba integrar elementos ajenos a los sistemas agrarios, con la aparición de un nuevo paradigma relacionado con las aplicaciones prácticas de la ciencia, o el nuevo papel del Estado y el mercado como difusores del cambio técnico. 26 FERNÁNDEZ PRIETO (1998), p. 257.

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bien parece que la lógica productiva que establecía la repartición del espacio entre usos agrícolas, ganaderos y forestales, se mantuvo. Precisamente, se constata que este sistema agrario continuaba cimentado, por un lado y sobre todo, en la integración entre usos ganaderos y agrícolas; por otro, en la existencia de los espacios comunales; y por último [se intuye que], en el mantenimiento de un ordenamiento comunitario que impedía que los cambios que se estaban promoviendo desestabilizasen un sistema que durante siglos había funcionado facilitando la reproducción económica de la comunidad campesina.

Los cambios en el sector pecuario

Como vimos en el primer capítulo, otra de las bases en las que se basaba el sistema agrosilvopastoral era la ganadería, por lo que junto con los usos del suelo, la evolución de ésta proporciona otra de las claves explicativas de las transformaciones agrarias ocurridas en el período estudiado. Sin entrar a valorar detalladamente la bondad y fiabilidad de las fuentes utilizadas para elaborar el Cuadro 5.3, de éste habría que destacar varios aspectos. En primer lugar, es posible que las cifras de 1865 estén un poco infladas, ya que, entre otras razones, en función del número de ganados se podría solicitar la excepción de terrenos de la venta; teniendo ello en cuenta, y tomando las cifras de 1865 con cierta precaución, se observa que se produjo un descenso del número global del número de cabezas en la provincia, especialmente del ganado lanar.

Cuadro 5.3. Evolución de la ganadería leonesa, 1865-1935 (nº de cabezas).

Año 1865 (A) 1887 (B) 1906 (C) 1914 (D) 1935 (E) Caballar 20.109 7.786 11.450 10.020 23.723 Mular 7.990 2.738 6.122 8.245 15.237 Asnal 28.870 18.436 17.828 21.292 30.202 Vacuno 179.333 108.103 94.463 146.625 194.918 Lanar 1.128.105 732.336 418.360 439.290 601.295 Cabrío 212.062 149.922 59.508 65.450 149.256 Cerda 98.114 45.232 29.472 35.320 94.964 Fuente: A) JUNTA GENERAL DE ESTADÍSTICA (1868); B) CRISIS AGRÍCOLA Y PECUARIA (1887-1889); C) AHN, Fondo Mesta, Legajo 1.233; D) AGA, Agricultura, Legajo 443, “Avance estadístico de los ganados existentes en el año actual en la provincia de León”; E) COCIL (1936).

Examinando la evolución de las dos principales cabañas, vacuna y ovina, se observan varias etapas. Una de ellas, caracterizada por el descenso de los efectivos ganaderos, se habría iniciado en los primeros años del siglo XIX y llegaría a los años 80 de esa misma centuria; las causas este declive, según los coetáneos, estaban en la mala coyuntura de precios, el aumento de las roturaciones –y la consiguiente reducción de la superficie de pastos–, y la intervención forestal en los montes27. A pesar de que el

27 En la CRISIS AGRÍCOLA Y PECUARIA (1887-1889), hay varias contestaciones que alertan del descenso de los ganados culpando a la desamortización civil y eclesiástica y a las roturaciones [p. 361], a la depreciación de carnes y lanas [p. 586]; igualmente la RSEAPL, en un informe del veterinario DÍEZ GARROTE se culpaba directamente a la legislación de montes como una de las causas principales del descenso de la ganadería en la provincia [publicado en El Porvenir de León (1879) nos. 1.677 y ss]; igualmente POSADILLA (1880), p. 33 indica que “las leyes sobre acotamientos, desvinculadoras, y de desamortización civil y eclesiástica” dejaron

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

GEHR cuestiona la existencia de una crisis ganadera en España en este período28, en León son muchas las evidencias del descenso de los ganados, especialmente en las zonas bajas de la provincia [véase Cuadro 5.4]; una de ellas sería lo ocurrido en Valderas, donde de 6.517 cabezas de ganado lanar en 1865 se pasó a 3.375 en 1934, sin embargo el mular pasó de 321 cabezas en 1865 a 46029. A partir de los años 80 del siglo XIX paulatinamente fueron incrementándose los efectivos ganaderos, haciéndose notoria la recuperación a partir de los años 20 del siglo XX, constatándose de todos modos el descenso de los lanares. Las razones de este descenso parecen haber sido las mismas que las expuestas unas líneas más atrás, especialmente la reducción de los espacios destinados al pasto.

Cuadro 5.4. Comparación de las distintas clases de ganado en 1865 y 1914, León (nº de cabezas).

Mular Vacuno Ovino Partido Judicial 1865 1914 1865 1914 1865 1914

Astorga 1.307 630 19.945 12.470 116.636 38.100 La Bañeza 862 910 17.784 15.000 103.533 42.000 León 652 530 24.504 14.720 107.635 31.800 Murias de Paredes 485 540 25.220 20.180 132.231 70.500 Ponferrada 787 645 18.337 14.710 92.915 39.650 Riaño 187 440 21.812 18.400 155.214 78.740 Sahagún 1.081 1.405 13.739 9.145 176.980 34.100 Valencia de Don Juan 1.435 1.670 10.051 6.780 109.782 36.500 La Vecilla 786 480 18.245 18.675 109.118 36.200 Villafranca del Bierzo 498 1.355 12.218 16.545 37.633 31.700

TOTAL 8.080 8.245 181.855 146.625 1.141.697 439.290 Fuente: 1865: JUNTA GENERAL DE ESTADÍSTICA (1868); 1914: AGA, Agricultura, Legajo 443, “Avance estadístico de los ganados existentes en el año actual en la provincia de León”.

Otro de los rasgos de la evolución ganadera, es que, como se observa en el Cuadro 5.4, la recuperación de la ganadería no se produjo con la misma intensidad en todas las comarcas de la provincia. Ante la ausencia de datos ganaderos por partidos judiciales referidos al final del período, he optado por confrontar las cifras de 1865 y 1914, observándose importantes diferencias comarcales e intuyéndose de esta comparación ciertas tendencias que se supone que se acentuaron conforme avanzaba el siglo. Mientras que, en 1865, los partidos judiciales meridionales, más llanos y con menor superficie de comunales, como Valencia de Don Juan o Sahagún que en 1865 contaban con una importante cabaña de ovino, en 1914 acusan un notable descenso de los lanares, incrementándose el ganado de labor como el mular, indicativo todo ello del

un estrecho campo a la ganadería; ya en el primer tercio del siglo XX, la Junta de Colonización y Repoblación Interior culpaba a las roturaciones del descenso de los ganados [AIRYDA, Junta Central de Colonización y Repoblación Interior. Legajo 16b, “Información sobre el antiguo Reino de León, 1915”] 28 El GEHR (1991), p. 81 cuestiona que haya habido una crisis ganadera derivada de la reforma agraria liberal y las desamortizaciones, ya que el descenso en los ganados que recogen las estadísticas vendría explicado por la “deficiente” estadística de 1891; véase también BERNÁRDEZ SOBREIRA (1998), p. 372. 29 AMValderas, Legajo 90. “Recuento de ganado de 1934”, y Legajo 107. “Recuento de ganado de 24/09/1865”.

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aumento de las tierras de cultivo, la reducción de los pastizales y de una mayor disponibilidad de cereales-pienso30. Téngase en cuenta que el mular, al ser estéril, no tenía otra producción que el trabajo; en cierta manera eran «máquinas» –el primer tractor, según el calificativo del GEHR– por lo general adquiridas fuera de la explotación. La disminución del ovino, junto al incremento del mular, en los partidos de La Bañeza, Valencia de Don Juan, Sahagún o Villafranca del Bierzo, sería indicativa, en primer término, de la intensificación del uso de suelo y de la extensión de los cultivos; además en estos partidos fue donde las desamortizaciones tuvieron un mayor impacto, especialmente la eclesiástica, como vimos en el segundo capítulo. No se oculta por tanto que, con estos cambios, en las comarcas más meridionales de la provincia se estaba modificando el modelo agrario visto en el primer capítulo, en el que agricultura y ganadería se complementaban.

La tendencia casi contraria se observa en los partidos judiciales montañeses, como Riaño, La Vecilla o Murias de Paredes, donde el descenso de los lanares no fue tan acusado. Además en este último, Murias de Paredes, aumentó el vacuno, aunque las cifras globales del Cuadro 5.3 (se pasó de 146.625 cabezas en 1914 a 194.918 en 1935) conducen a pensar que este incremento fue generalizado en las comarcas montañosas. En segundo lugar [véase Cuadro 5.5], en los partidos montañeses (Murias, Riaño y La Vecilla) se constata la disminución del número de bueyes y el incremento de las vacas de cría; este descenso del ganado de labor sugiere una serie de cambios en las orientaciones productivas. Así por un lado, se intuye una disminución de la superficie cultivable en la montaña, con lo cual la existencia de un ganado fuerte de tiro no sería tan necesario; como veremos, se habría optado por un ganado de aptitud mixta: leche, carne y trabajo. En segundo lugar, como señalé en el primer capítulo, una parte de los bueyes producidos en León iban destinados a las zonas agrarias de la meseta leonesa y castellana; como expresan algunos datos que ya he comentado, es posible que en estas comarcas el mular estuviese sustituyendo a los bueyes como animal de trabajo. En tercer lugar, el predominio del ganado de cría o engorde frente al ganado de trabajo sería indicativo de una serie de cambios en el ordenamiento comunitario; recordemos que las estrictas ordenanzas montañesas limitaban el número de ganados a introducir en los comunales, y más si éste no era destinado a trabajo; cosa nada extraña ni nueva, ya que ya que el ordenamiento comunitario siempre se fue adaptando a las nuevas coyunturas.

La dispar evolución de la cabaña ganadera y las diferencias entre comarcas llanas y montañosas sugiere que los cambios en la cabaña ganadera estuvieron relacionados con la disponibilidad de comunales, y con los aprovechamientos

30 Así lo sugiere el GEHR (1979), p. 113, para el conjunto de España. “La disminución que se observa en el ganado lanar se debe a la roturación de las dehesas, sobre todo en los partidos judiciales de Valencia de Don Juan, Sahagún y La Bañeza, que al desaparecer los pastos trae como consigo la penuria de alimentos para el que nos ocupa. La introducción de algunas prácticas culturales, que llevan consigo el hacer que los rastrojos y barbechos tengan menos hierbas, han contribuido también a la sensible disminución que se siente en los lanares” [JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1920), p. 352].

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

predominantes en ellos; así por ejemplo, aunque éstos mantuvieron la utilidad ganadera, el ganado cabrío pasó de 213.832 cabezas en 1865 a 65.450 en 1914, lo cual significaba un descenso del 326,7%, explicándose por las restricciones impuestas por los técnicos forestales al cabrío31. En la montaña, a la existencia de amplios espacios comunales dedicados al aprovechamiento pascícola, el aumento de los ganados también estuvo relacionado con otros factores como las iniciativas de cambio técnico, ya que la preocupación de amplios sectores sociales e instituciones por el descenso de los ganados, ocurrido en la segunda mitad del XIX, impulsó varias iniciativas para mejorar la cabaña ganadera32, sobre las que volveré más adelante. Y en tercer lugar, los cambios en la ganadería tuvieron que ver con las orientaciones productivas de cada comarca; como se aprecia en el Cuadro 5.5, el predominio de los bueyes en los partidos meridionales podría ser indicativo de la necesidad de un tipo de ganado fuerte, destinado al trabajo agrícola.

Cuadro 5.5. Comparación de la evolución de las vacas y los bueyes en los distintos partidos

judiciales leoneses en 1865 y 1917 (nº de cabezas).

Bueyes Vacas Partido Judicial 1865 1917 1865 1917

Astorga 7.341 4.649 9.445 6.200 La Bañeza 7.630 10.809 7.348 3.200 León 7.273 3.910 12.911 8.600 Murias de Paredes 5.197 60 15.485 16.000 Ponferrada 7.195 635 8.624 11.200 Riaño 4.697 400 13.867 14.400 Sahagún 4.817 4.391 6.928 3.800 Valencia de D. Juan 5.335 4.481 3.486 1.800 La Vecilla 3.188 287 12.755 14.600 Villafranca del Bierzo 4.634 662 6.101 12.600

Provincia de León 57.307 30.284 96.950 92.400 Fuente: JUNTA GENERAL DE ESTADÍSTICA (1868), JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1920)

Al margen de la evolución del sector pecuario, y del constatado descenso de los efectivos ganaderos, se comprueba que, a la altura de 1935, era un sector muy dinámico con buena parte del producto ganadero orientado a los mercados urbanos y a la obtención de ingresos monetarios. Éste, en cierta manera, sería un rasgo novedoso, ya que a mediados del siglo XIX, la cabaña ganadera estaba subordinada a la agricultura, mientras que, en 1936, la ganadería tenía un carácter más complementario a las producciones agrícolas. Ello se observa especialmente en el vacuno; así, a finales del primer tercio del siglo XX, el vacuno seguía siendo ganado de trabajo o de aptitud

31 “Las restricciones que han puesto en muchos pueblos de la provincia al ganado cabrío, en algunos de ellos se prohíbe tenerlo dentro del término, han hecho que disminuya grandemente” [JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1920), p. 352]. 32 Al respecto son interesantes las publicaciones de DÍEZ GARROTE (1881) y (1906).

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mixta; así, en 1929, el 60% eran vacas, y de ellas el 51,28% ganado de trabajo, el 44,49% de leche y trabajo, y únicamente un 0,5% era exclusivamente lechero33.

Aunque en los párrafos que siguen me centraré en las producciones de trabajo, leche y carne, cabe recordar, que de los ganados eran obtenidos otros muchos productos igualmente valiosos como el estiércol, la lana o las pieles. De cualquier modo, paso al análisis de los tipos de ganado de acuerdo a su orientación productiva. En lo que se refiere a las reses de labor, destacaba el vacuno y el mular, los cuales tenían las mismas aptitudes que en épocas anteriores; es decir, bastaría releer lo dicho en el primer capítulo para hacerse una idea de ello. Incluso, en los años previos a la Guerra Civil se mantenía el modelo de comercialización ganadera de siglos anteriores; es decir, en mercados comarcales, o ferias provinciales y regionales, se producía la mayor parte de los intercambios34. También los “tratantes” de ganados llevaban a vender a Tierra de Campos, o las campiñas del Duero los bueyes y vacas producidos en La Montaña, o llevando a La Mancha y Andalucía, las mulas recriadas en La Cabrera35. Dentro del ganado de labor habría que destacar la importancia del ganado asnal, el cual aumentó en número durante el período estudiado. Además de los burros utilizados como medio doméstico de locomoción y transporte, en León destacaban los garañones de la raza leonesa-zamorana, utilizados como sementales para la producción de mulas; así en 1935 había varias paradas de sementales en la provincia con esos fines, y se celebraban ferias de ganado asnal como la de Valencia de Don Juan, en el mes de febrero36.

Sin embargo, lo novedoso y destacable de este período es el desarrollo de nuevas orientaciones productivas ganaderas como la producción de carne y la leche. Respecto a la producción cárnica, habría que recordar que una vez que los ganados no servían para el trabajo eran engordados y destinados al consumo; precisamente, en la provincia de León existe una importante tradición en cuanto a la fabricación de embutidos y salazones con la carne de vacuno, como la cecina. Sin embargo, entre 1878 y 1935 [véase Cuadro 5.6] se aprecia cómo aumentó notablemente el número de reses sacrificadas, sobre todo el vacuno joven, multiplicándose por 5 el número de animales conducidos al matadero37. No sólo aumentó el consumo de carne dentro de la

33 MINISTERIO DE ECONOMÍA (1930), p. 254. 34 Así por ejemplo en la ciudad de León además de los mercados semanales, se celebraban 3 ferias importantes: San Juan (24 de Junio) dedicada al mular, caballar y asnal, la de San Froilán (30 de noviembre) centrada en el vacuno y la de Todos los Santos donde predominaba el mular y el ganado de cerda; en cada una de estas ferias podían llegar a concurrir más de 7.000 cabezas de ganado. También eran importantes las ferias de Cacabelos, Ponferrada, Valderas o Mansilla de las Mulas centrada en el cabrío y el ovino [ASOCIACIÓN GENERAL DE GANADEROS (1908), p. 61]. 35 JUNTA CONSULTIVA AGRONÓMICA (1920), p. 352; COCIL (1936), p. 30. 36 COCIL (1936), p. 27. 37 Téngase también en cuenta que, hacia 1936, también existían mataderos en localidades como Ponferrada, Astorga, La Bañeza, Sahagún o Villablino, donde también había un volumen importante de sacrificios; así, por ejemplo en Astorga, en 1932-23, se sacrificaron 875 vacas, 53 toros y 2.378 terneras; en Villablino 450 vacas, 1.400 terneras y 3.000 carneros; o La Bañeza, 392 vacas y 1.762 terneras [COCIL (1936)].

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

provincia, sino que también la demanda de los centros urbanos e industriales y la mejora del acceso a estos mercados a través del ferrocarril, propició que un porcentaje de los ganados, como los bueyes, fuesen destinados al consumo en lugares como Madrid o Barcelona38. Si se pudiese trabajar con peso en vivo, esta tendencia se apreciaría más claramente, ya que no sólo llegaban al matadero un mayor número de reses, sino que –es de suponer– que con el paso del tiempo aumentó el peso en vivo de éstas39.

Cuadro 5.6. Animales sacrificados en el matadero de León, 1878-1935 (nº de cabezas).

Clases 1878 1910 1935 Vacas 1.157 1.902 3.023 Novillos y terneros 2.577 6.457 11.155 Lanares 5.991 7.676 18.756 Cerda 1.923 2.272

Total reses 11.603 19.868 37.141 Fuente: AMAPA, Agricultura (s. XIX). Legajo 9.173. “Estado demostrativo de las diferentes reses degolladas en el Matadero público de León…”; COCIL (1936). Asociación General de Ganaderos

Por otra parte, la movilidad ganadera de esta provincia, que se remontaba a mediados del XVIII, favoreció la aparición de industrias artesanales de transformación de los productos obtenidos del ganado, como fábricas de embutidos. Aparte de “la cecina de ternera y vaca, y, sobre todo, de castrón, para el consumo particular de cada casa de la montaña, en que constituye el principal alimento”, según el Avance sobre la riqueza pecuaria de 1891, en municipios de la montaña como Pola de Gordón, Vegacervera o Cármenes, una industria notable de los montañeses era el “tráfico de carnes”. Éstos compraban ganado cabrío en el Bierzo, Galicia y Portugal con el que elaboraban la “cecina de chivo” que, junto con carneros y otras reses, era llevada a vender a los centros obreros, llegando incluso a desplazarse a Zaragoza y Cataluña; de igual modo, en Villamanín, destacaban los «curaderos» de jamón, donde se elaboraban embutidos y salazones con cerdos comprados en provincias limítrofes40.

Ya señalé que la demanda de ciudades como Barcelona o Madrid, y la mejora de las comunicaciones, impulsaron las producciones cárnicas en la provincia, a lo

38 Según la Estadística Pecuaria de la Asociación de Ganaderos en 1908, la mayoría del ganado vacuno de la provincia iba destinado al mercado de Madrid, aunque por las malas condiciones del trayecto, la reses mermaban de un 10 a un 15% por cabeza, ya que el trayecto duraba varios días, quedando el ganado detenido en un sinnúmero de estaciones [ASOCIACIÓN GENERAL DE GANADEROS (1908), p. 61]. 39 No soy partidario de utilizar pesos en vivo por varias razones, pero sobre todo porque el peso medio de los ganados se supone que fue aumentando con el paso del tiempo; en este sentido baste comprobar las diferencias entre la conversión de Flores de Lemus de 1917 (utilizada por el GEHR (1991), p. 83), y los pesos medios en vivo que aparecen en MINISTERIO DE ECONOMÍA NACIONAL (1930) o en COCIL (1936), p. 33. 40 Así lo recogió en su memoria el diputado cántabro BECERRO DE BENGOA (1884) pp. 111-121 el cual escribió que “en este pueblo se recogen, en efecto, miles de jamones que se compran en Asturias, Galicia y el Bierzo, donde el cerdo pulula por todas partes, y se salan y curan de un modo tan ingenioso y completo, que en las principales fondas de Madrid y de otras capitales son preferidos á los demás jamones de España. La mayor parte de las casas de Villamanín tienen grandes bodegas ó depósitos de cuyo techo penden en múltiples filas los jamones ya curados. Bodega hay, y á pocos pasos de la estación por cierto en la que aparecen suspendidos del techo 2.000 jamones”.

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cual se añade un incremento notable de los precios [Gráfico 5.1]. Aunque los precios del gráfico son nominales41, el precio del kilo de carne de buey leonés siguió un camino ascendente desde 1913 en adelante, paralelo a la ternera gallega o la de Santander, superando incluso en precio unitario por kilogramo a éstas en algunos períodos. Todo ello viene a poner de manifiesto que, por un lado y como había venido sucediendo, los campesinos leoneses respondían a los estímulos del mercado; y por otro, se aprecia que, cada vez en mayor medida, las producciones se iban orientando hacia las demandas que provenían de sectores ajenos a la agricultura. Se comprueba, pues, que a finales del primer tercio del siglo XX, una parte de los ganados era dedicada exclusivamente a la producción cárnica; tendencia que se vio truncada por la Guerra Civil.

Gráfico 5.1. Evolución del precio de la carne en los mercados de Madrid y Barcelona, 1913-1934.

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1925

1926

1927

1928

1929

1930

1931

1932

1933

1934

Ptas

/Kg

Buey León-Mad Ternera Gallega-Mad Bueyes León-BCN T. Gallega BCN

Fuente: Elaboración propia en base a La Industria Pecuaria, varios años.

Respecto a las producciones lácteas, aunque a nivel global, éstas nunca llegaron a alcanzar la importancia de las regiones vecinas, en León la fabricación de quesos y manteca de vaca fue notable; en 1934, el 2% del la leche de vaca y el 6% de la manteca producida en España provenía de León [Cuadro 5.7], donde, como explicaré unos párrafos más adelante, existían numerosas cooperativas lácteas y mantequeras. La mayor parte de esas producciones procedía de la montaña, en donde, ya desde finales del siglo XIX, la manteca de Laciana y los quesos del partido de Riaño, de Caín y Valdeón, muy parecidos en textura y sabor al queso asturiano de Cabrales, gozaban de

41 Deflactando el valor del kilogramo de vacuno a precios corrientes por el índice anual de coste de vida ofrecido en BALLESTEROS (1997), se constata el incremento de los precios del vacuno, especialmente antes de 1923; así de acuerdo a este índice, donde 1913=100, el valor medio del kilogramo de vacuno habría sido: 1913 a 1917=98,39; 1918 a 1922=113,48; 1923 a 1928=99,95 y 1929 a 1934=93,20.

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

cierta fama; también en las partes bajas de la provincia se elaboraba queso de oveja. Un aspecto llamativo de las producciones lácteas es la importante cantidad de leche obtenida de las cabras; a pesar de que este ganado fue duramente ‘castigado’ por los técnicos forestales, su número aumentó al final del período, lo cual pudo estar relacionado con su aptitud lechera, y que se intuye que algunos ganaderos tenían las cabras para producir leche con destino a la venta.

Cuadro 5.7. Estadística de la producción lechera de queso y manteca en León y España, 1934

Vacas (litros) Ovejas (litros) Cabras (litros) Queso (Kgs.) Manteca (Kgs.)León 16.017.861 113.995 1.671.752 320.264 301.207 España 803.005.355 73.697.283 204.241.254 23.499.183 4.863.858 Fuente: AGA, Agricultura, Legajo 505. “Estadística de la producción lechera de queso y manteca en España, 1934”.

Un aspecto a destacar de las producciones ganaderas es que las transformaciones en el sector pecuario se insertan en un proceso de cambio agrario más amplio. De la misma manera que, a principios del XIX, se importaron ‘innovaciones’ de ámbitos vecinos, como la patata o el maíz, o que la quiebra de los lienzos gallegos hundió la producción de lino en León, en el primer tercio del siglo XX, el mercado de carnes gallegas en Madrid o el desarrollo de la industria láctea influyeron en la especialización ganadera leonesa; es decir, lo ocurrido en León no estuvo desconectado del contexto. Además, en León –al igual que en las vecinas Asturias, Galicia y Cantabria–, la vocación ganadera se vio favorecida por el entorno ecológico y el marco institucional comunitario42. Especialmente en las zonas de montaña, el mantenimiento de amplias superficies comunales significó, en primer lugar y sobre todo, el acceso gratuito a unos pastos de calidad. Si bien la especialización en la cría y exportación de ganados venía de antiguo, los cambios en la coyuntura económica y el mantenimiento de los comunales fueron fundamentales en la especialización lechera y mantequera. En León, el punto de inflexión en esta especialización se produjo con el surgimiento de cooperativas en la montaña, ya que se disponía de varios elementos muy importantes: 1) unas razas ganaderas montañesas de orientación lechera; 2) la labor de instituciones que fomentaron el cooperativismo y la mejora de los procedimientos técnicos; 3) el mercado que demandaba cada vez más productos lácteos; y 4) los comunales.

Aunque los dos primeros aspectos podrían considerarse una tanto marginales con respecto a los objetivos de la tesis, es necesario dedicarles unas líneas para contextualizar mejor este proceso de cambio ganadero. Como vimos, esta especialización vacuna ya había comenzado en León a mediados del siglo XIX; mientras que en la parte meridional de la provincia, predominaba el ganado de labor, con reses grandes y corpulentas, en la montaña se había ido seleccionando un tipo de ganado más

42 DOMÍNGUEZ MARTÍN (1996), pp. 28-40 y (1997b), p. 59.

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menudo con una orientación cárnica y lechera43; así por ejemplo en la comarca de Laciana, los ganaderos habían logrado un tipo de ganado capaz de producir una cantidad importante de leche, entre 12 y 16 litros diarios, de una riqueza grasa extraordinaria44. A ello se añadía la existencia en esta comarca de una importante tradición de elaboración de manteca de vaca; durante los veranos, y gracias a la abundancia de pastos, la crecida producción láctea del ganado era transformada en manteca o queso, de acuerdo a un procedimiento tradicional de fabricación “inmejorable”45.

En cuanto al cambio técnico, ya desde mediados del siglo XIX se habían puesto en marcha distintos proyectos encaminados a mejorar el sector pecuario y las producciones ganaderas, si bien el hito fundamental fue la creación de las cooperativas mantequeras impulsadas por las Escuelas Sierra-Pambley de Villablino, basadas en la tradición de trabajo comunal, que dotaron de “infraestructura técnica” a las iniciativas populares. Una de las primeras iniciativas fue la creación de la Granja-Escuela de León, impulsada por el Estado y la Diputación Provincial con el fin de introducir novedades que se adecuasen al tipo de agricultura del país46. Aunque sus resultados parecen haber sido modestos, desde allí se trabajó en el incremento de la productividad de las explotaciones agrícolas a través de la incorporación de capital técnico (maquinaria, fertilizantes, rotaciones, etc.) y la mejora del sector ganadero (mediante cruces genéticos, higiene pecuaria, y alimentación basada en forrajes y piensos), completándose todo este trabajo de experimentación con la difusión (campos de demostración en distintas

43 PRIETO Y PRIETO (1900), pp. 343-344, señala: “En la provincia de León se registran tipos de ganado de labor fuertes, resistentes, de hueso y membrudos, así como reses fáciles de engordar, de no mucho hueso y hasta precoces para el cebo. Las vacas que pastan en los valles de la provincia son notables por su domesticidad, la anchura del tercio posterior, la pequeñez de la cabeza á veces, y lo pesado y caído de las ubres antes de ordeñarlas, siendo suaves al tacto, elásticas, y dando desarrollo notable. Estas reses producen, bien atendidas, hasta 12 y aún 16 litros diarios de leche cremosa y excelente; se dan ejemplares que elaboran 18 litros (…) Las vacas en dichas alturas son también pequeñas, muy vivas y nerviosas, producen hasta 8 y 12 litros de leche diarios, aun con la escasa manutención con que suelen contar, y algunas hasta pocas semanas antes de parir. El ganado leonés se cría muy sano, cubre bien los huesos, sin ser muy voraz, y promete mucho si se sabe explotar bien (…) Las reses leonesas se ceban fácilmente y producen carne sabrosa y tierna; los novillos y novillas, así como las vacas castradas, cobran anchuras y llegan á pesar á veces de 300 á 350 kilogramos (próximamente 24 ó 28 arrobas) y también más, cuando tienen a su disposición buenos pastos”. 44 A lo largo del período estudiado se constata un aumento de la producción láctea por res y año; así en la CRISIS AGRÍCOLA Y PECUARIA (1887-1889), p. 547, se consigna de 2 a 4 litros durante medio año; en el cambio de siglo ya que hay vacas que daban una media que superaba los 7 litros diarios de leche durante 7 meses [DIRECCIÓN GENERAL DE AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO (1892)]; y en 1926, muchas reses llegaban a los 14 litros diarios, con porcentajes de riqueza grasa que podían llegar al 9,50% [JUNTA PROVINCIAL DE GANADEROS DE LEÓN (1926), p. 4]. 45 ALVARADO Y ALBÓ (1921). 46 Esta Granja-Escuela, puesta en marcha por la Diputación Provincial en 1859, en terrenos próximos a la ciudad, nunca tuvo éxito, tal y como se deduce de los informes conservados en el AMAPA; también a mediados del XIX, Hidalgo Tablada intentó establecer una Granja-Escuela en San Esteban de Nogales [AMAPA. Agricultura (s. XIX). Legajo 136/11. “Expediente sobre la creación de una Granja-modelo en León” y Legajo 160. “Contestación sobre el estado de la enseñanza agrícola, dada por la Junta de Agricultura, Industria y Comercio de la prov. de León”, 1862].

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comarcas y apoyo a los concursos de ganados) y la capacitación técnica47. Del igual modo, ya a finales del período, la Junta de Fomento Pecuario mediante la Estación Pecuaria Regional de León (EPRL) impulsó el desarrollo de la cabaña ganadera a través de la selección y mejora de las razas autóctonas, la introducción de las razas pardo-alpina y la frisona, y de un mayor control zootécnico48; aunque difíciles de medir y documentar los avances en cuanto a la promoción del cambio técnico, se constata que, a la altura de 1934, había distribuidas por la provincia 17 paradas bovinas con ejemplares de raza suiza y holandesa49.

Sin embargo, el embrión de la industria láctea y mantequera de la provincia, se sitúa en los años finales del siglo XIX, en la zona de Laciana, en las Escuelas Sierra-Pambley. Allí, desde 1888 venía funcionado una mantequería y en 1896, promovida por los hermanos Juan y Ventura ALVARADO Y ALBÓ –profesores de la Escuela– empezó a funcionar una asociación cooperativa. Iniciativa que saldó con un fracaso, debido a que los ganaderos no se comprometían a entregar leche durante los inviernos50, y a la competencia de la lechería de Villager, puesta en marcha por un antiguo alumno de las Escuelas, Marcelino Arias, más tarde empresario pionero de la industria láctea leonesa51. A pesar de ese fracaso inicial, en 1915, debido al aumento de la demanda, de las producciones y de los precios, fue establecida de nuevo la Cooperativa mantequera, convirtiéndose la iniciativa en un éxito; en 1933 en la provincia de León se contabilizaban más de 23 fábricas de manteca y queso, con 53 obreros y 4.600.000 litros

47 Sobre la Granja Escuela de León, véase ZAERA (1926). Puesta en marcha por la Diputación provincial en 1926, en ella se llevaba a cabo experimentación práctica de cultivos, la mejora de la raza vacuna leonesa a través de la selección y cruzamiento con las razas Schwyz y holandesa, y la divulgación de técnicas y conocimientos [ZAERA (1926)]. Véase FERNÁNDEZ PRIETO (1993) el cual muestra que, a pesar de las dificultades, la actuación del Estado a finales del siglo XIX y principios del siglo XX fue activa en la promoción del cambio técnico a través de las Granjas-Escuela. 48 La EPRL realizó campañas contra el aborto contagioso, cursillos sobre zootecnia e industrias lácteas centrando las actuaciones en dos aspectos: la producción de manteca y la producción de carne [AGA, Agricultura. Legajo 574, “Memoria resumen sobre la orientación y funcionamiento de la Estación Pecuaria Regional de León”]; véase COCIL (1936), pp. 31-32. 49 AGA, Agricultura, Legajo 571, “Paradas bovinas, 1934”; ello vendría a mostrar que, sin minusvalorar la valiosísima tarea de veterinarios como B. RODRÍGUEZ, o M. CORDERO DEL CAMPILLO, no se puede olvidar de manera alguna la labor hecha antes de la Guerra Civil, por gente como Juan y Ventura ALVARADO, PRIMO POYATOS o GORDÓN ORDÁS, cuyo trabajo en muchos casos ha sido bastante ignorado. 50 AFSP, Legajo 5. “Memoria del año 1896-97”. Todos los avatares de la puesta en marcha de la Cooperativa y del funcionamiento de la escuela se pueden documentar en el Archivo que la Fundación «Sierra Pambley» posee en León, donde están depositadas las memorias anuales; véase también CANTÓN MAYO (1995), pp. 263-267. 51 “El hecho de la lechería de Villager nos llena de orgullo y es de tanta importancia para el país (…). Hace un año comenzó La Laceana trabajando 90 litros diarios y hoy trabaja 800 y pronto trabajará 1.500 ó 2.000. A los pocos meses de fundarse hubo que traer una mantequera mayor y hoy tiene instalada una nueva centrífuga o desnatadora que desnata 400 litros por hora. Toda la manteca que trabaja dicha fábrica la vende fresca a buen precio (…). El público está entusiasmado y llevan hoy leche á la fábrica gentes de Orallo, Caboalles de Abajo, Llamas y los Rabanales, todo el pueblo de Villager, de San Miguel y de Villablino, y además en caballerías ó carros va la de Sosas y Rioscuro recogida por lecheros pagados por la fábrica” [AFSP, Legajo 7. “Memoria del curso de 1899 a 1900”].

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de leche procesada52. Si bien antes de 1896 funcionaban varias mantequerías artesanales53, fue a partir de la iniciativa de la Escuela y de los hermanos ALVARADO cuando se produjo un verdadero salto cuantitativo y cualitativo.

Uno de los rasgos destacables de las Escuelas Sierra-Pambley es que, ligadas a Institución Libre de Enseñanza, tenían un carácter popular. Desde la escuela de Lechería, los ALVARADO, a la vez que impulsaron la creación de cooperativas e iniciativas como los Concursos de Ganado para mejorar la cabaña, publicaron numerosos artículos y libros sobre cómo mejorar la elaboración de productos lácteos54; entre las ideas novedosas impulsadas por ellos se podría destacar la constitución, en 1907, de una Cooperativa de Seguros contra la mortalidad del ganado, la cual, al comienzo del segundo año de funcionamiento, tenía 312 asociados que aseguraban 2.550 reses vacunas por valor de 464.518,40 pesetas55; también, en 1917, V. ALVARADO planteaba a los patronos una ampliación de la Escuela Sierra-Pambley creando, en una finca cercana a la capital de provincia –el “Monte de San Isidro”–, un nuevo centro donde hubiese un laboratorio de investigación láctea (química y bacteriología), y se pudiese mejorar el ganado por medio de la selección56.

No se oculta que hubo otros factores que contribuyeron al éxito de las cooperativas. En primer lugar, parece clara la relación entre la difusión del movimiento cooperativo y la crisis agraria finisecular, que obligó a las economías familiares a reorientarse, encontrando en el cooperativismo la tabla de salvación57. Por otro lado, se constata un importante aumento de la demanda de productos lácteos y de los precios, especialmente entre 1916 y 1925, siendo particularmente alta la cotización que alcanzó la manteca de vaca58; tampoco es casualidad que estas cooperativas comenzasen en zonas mineras, donde crecía la población urbana, lo cual suele llevar asociados cambios en los

52 AHML, Secretaría (Inspección Industrial). Legajo 1.245. “Estadística industrial, 1933”. 53 En 1891, la manteca procedente de Villablino y San Miguel se exportaba generalmente para los puertos de Galicia, y la de Vegamián, Lillo y Riaño para Asturias, y desde el puerto de Gijón para América [DIRECCIÓN GENERAL DE AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO (1892)]. 54 Esta escuela de Lechería se convertiría en modelo para muchas otras; “en el pueblo de Villablino, existe una escuela de Lechería que es un verdadero modelo entre las de su clase y única en España” [ARAGÓ (1909), p. 381]. Los lucenses Juan y Ventura ALVARADO Y ALBÓ realizaron cursos en distintas partes de España sobre higiene de la leche, mejora de los procedimientos de fabricación de productos lácteos, divulgación de maquinaria y técnicas; también fomentaron las cooperativas, o los concursos de ganado; igualmente, escribieron varios libros y decenas de artículos en La Industria Pecuaria, entre 1909 y 1926. Su modelo de “cambio técnico” estaba basado en lo autóctono de cada región, en la selección de las razas nacionales y la mejora de los procedimientos tradicionales; el fallecimiento de Juan en 1914, y de Ventura en 1926, truncaría también la labor que la Escuela Sierra-Pambley de Villablino venía desarrollando. 55 AFSP, Legajo 16. “Memoria del año 1908-1909”. 56 Un aspecto destacado de este nuevo proyecto, que habla del carácter de los hermanos Alvarado, es que planteaba que el Centro del “Monte de San Isidro” estableciese becas para que pudiesen estudiar alumnos pobres [APSP, Legajo 19. “Grandes líneas de un proyecto de ampliación de la Escuela Sierra Pambley, que propone al Patronato de la Fundación, Ventura Alvarado y Albó”]. 57 MARTÍNEZ LÓPEZ (1991b), p. 377. 58 MARTÍNEZ LÓPEZ (1991a), pp. 20-22

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patrones de consumo, en este caso reflejado en el incremento del consumo de productos lácteos.

Cuadro 5.6. Mantequerías en la montaña leonesa, 1926-28.

Nombre / Razón social Localidad Litros leche Marcelino Rubio / La Lacianega Villager de Laciana (Villablino) 1.000.000 Marcelino Rubio Murias de Paredes 32.000 Cooperativa Babiana Cabrillanes 30.000 Cooperativa Babiana San Emiliano 150.000 Cooperativa de Quintanilla Cabrillanes 25.000 A. Pérez / Cooperativa La Cueta La Cueta (Cabrillanes) 7.000 Baldomero Castro La Cueta (Cabrillanes) 5.000 Rosendo Alfonso Anllares (Páramo del Sil) 10.000 Luís Miguel Manzano Burón 5.000 V. Gutiérrez / La Boñaresa Boñar 400.000 Vda. de Tomás Díez Canseco Cármenes 180.000 Marcelino Hidalgo Láncara de Luna 90.000 Pedro Álvarez Geras (Pola de Gordón) 135.000 Eugenio Melcón Abelgas de Luna s/d M. Gª Lorenzana / Mantequerías Leonesas San Emiliano 180.000 M. Gª Lorenzana / Mantequerías Leonesas Huergas de Babia 1.800.000 M. Gª Lorenzana / Mantequerías Leonesas León 2.000.000 Manuel Rodríguez Gª Lillo 90.000 Cándido Bayón Rodiezmo 60.000 Teófilo Álvarez Pobladura de la T. (Rodiezmo) s/d Tomás Rodríguez Tonín (Rodiezmo) 35.000 Lorenzo Población* Vegamián (Boñar) 30.000 Adolfo Rodríguez Lario (Burón) 150.000 Adolfo Rodríguez Riaño 150.000 Pedro Álvarez Geras (Pola de Gordón) 36.000 TOTAL 4.600.000 * Se trata de un fabricante de nata. En el total no se incluyen los dos millones de litros trabajados por Mantequerías Leonesas por estar incluidos en otros apartados. Fuente: AHML, Secretaría (Inspección Industrial). Legajos 1.234 a 1245. “Estadística Industrial, 1924-1933”.

En tercer lugar, hubo cambios técnicos asociados que facilitaron innovaciones como la desnatadora; así por ejemplo, a partir de los años 20 del siglo pasado a través de iniciativas comunales se fue difundiendo la red eléctrica59, con lo cual podía funcionar maquinaria eléctrica como desnatadoras o refrigeradoras. Por último, un aspecto menos tangible, pero influyente y decisivo en el “éxito” de las cooperativas, sería la tradición de trabajo comunal; como señalaba ALVARADO, la base de las cooperativas estaba en el justo reparto de utilidades, lo cual enlazaba con el sentido que presidía el ordenamiento consuetudinario60.

59 A mediados de los años veinte del siglo pasado en muchos pueblos montañeses los vecinos se habían dotado de instalaciones eléctricas como se comprueba en AHML, Secretaria (Inspección Industrial). Legajos 1.134 y 1.124 “Contestaciones dadas por los Alcaldes sobre Estadística Industrial”]. 60 ALVARADO (1923), p. 13: “Sean éstas, muchas o pocas, si el ganadero advierte que el reparto de los beneficios es equitativo, estará satisfecho y tratará por todos los medios posibles de aumentarlos, mejorando su ganado para que produzca mejor, introduciendo mejoras en la instalación, con el fin de abaratar la producción y mejorar el producto, etc., etc., puesto que sabe que tanto como aumente el beneficio total de la Sociedad, tanto, relativamente a sus aportaciones, percibirá él de aquel

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Como cierre de este epígrafe habría que insistir en que los cambios en el sector pecuario se produjeron gracias al mantenimiento de los comunales. Es decir, la existencia de amplios espacios de propiedad colectiva y la pervivencia del derecho comunal no bloquearon las iniciativas de cambio técnico y la especialización ganadera. Más bien se observa que el sostenimiento de los ganados, y especialmente de aquellos destinados a la producción cárnica, se hacía con los abundantes pastos que los montes y puertos de montaña producían, sin tener que hacer una inversión en piensos o forrajes. En segundo lugar, se intuye que, al igual que en épocas anteriores, el ordenamiento consuetudinario se demostró lo suficientemente flexible como para permitir cambios y que los vecinos sacasen partido a la buena coyuntura económica para la producción ganadera. Igualmente, la tradición colectivista no fue una rémora en la adopción de innovaciones que se adaptaban al contexto, y además en este caso beneficiaban al conjunto de vecinos; al contrario, su existencia facilitó la incorporación de algunas de ellas.

Las transformaciones en el sector forestal.

En el primer capítulo señalaba, entre otras cosas, que el monte era la urdimbre del tejido productivo, siendo la madera una de las muchas, e indispensables, producciones forestales, como también lo eran las leñas, el ramón, la caza, la pesca, y otros muchos esquilmos obtenidos en el monte. A pesar de que alguno de estos productos entraría dentro de lo que denominábamos “ganancias invisibles”, una parte de estas producciones iban destinadas al mercado. Si en los anteriores epígrafes hemos visto qué sucedió con la agricultura y la ganadería, restaría analizar qué ocurrió con las producciones forestales en el período 1850-1936. Ya en los capítulos precedentes vimos cómo los técnicos forestales intentaron, y no pudieron, imponer un uso segregado del monte y tuvieron que respetar el uso tradicional del monte, con lo cual éste mantuvo su orientación pascícola. Con respecto a los esquilmos forestales, la idea es ver en primer lugar, cómo la intervención del Estado en la gestión y la mercantilización de las producciones forestales afectaron al funcionamiento del sistema agrario, en su sostenibilidad y cómo afectaron a la reproducción económica.

A riesgo de aburrir al lector, un primer asunto a tratar es la mercantilización del monte derivada de la intervención de la Administración del Estado, porque a todo lo dicho ya, poco más se habría de añadir. De lo visto se constata que a pesar de que técnicos y políticas forestales intentaron controlar las producciones de los montes públicos mediante los planes de aprovechamiento e insertarlas en el mercado mediante las subastas, a finales del período estudiado predominaban los aprovechamientos tradicionales. Como siempre ocurre, una cosa fue lo pretendido y otra lo realmente

aumento. Por el contrario si nota que el reparto de los beneficios, aunque sean crecidos, se hace indebidamente, la satisfacción se trocará en disgusto, que se exteriorizará con protestas privadas, después públicas, dejando al fin de llevar la leche; vendrá más tarde la pérdida de confianza en la institución, y terminará probablemente, por desaparecer (…)”.

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

conseguido. En León se comprueba que, en el primer tercio del siglo XX la producción monetaria calculada a los montes públicos era mínima en comparación a otras provincias de Castilla y León, las subastas no funcionaban del todo, y la mayoría de los productos “supervisados” por la Administración eran adjudicados por tasación. Por otro lado, una buena parte de los aprovechamientos –como la extracción de maderas– se hacían al margen de la Administración a pesar de las prohibiciones y la represión.

Pese a que la Administración de montes del Estado intentó favorecer un monte productor de madera, lo visto parece mostrar que quedó lejos de ese objetivo, derivándose varias consecuencias de ello. Quizás la más importante fue que, durante el período abarcado en esta tesis, a los montes leoneses durante todo el período se les calculó una baja producción, lo cual es cuestionable. Más bien, se haría cierta la hipótesis del GEHR de que los bajos rendimientos de los montes «públicos» de la España húmeda se justificarían porque, en estas áreas, la Administración forestal del Estado, bien por renuncia o bien por incapacidad, habría optado por ceder el control del monte a los poderes locales e indirectamente a los grupos sociales que controlaban éstos61. Sin embargo, el que la Administración no lograse un monte público productor de madera, no implica que éste no fuese sometido a una mayor presión, y que los productos obtenidos en él no se mercantilizasen. Los aprovechamientos tradicionales nunca fueron incompatibles con un mercado que demandaba ganados que se sostenían en los montes, cereales obtenidos gracias a las roturaciones en los comunales, maderas para extraer carbón de las minas, o leñas para los centros urbanos. De la misma manera que la Administración no pudo, o no quiso, limitar el pastoreo o las roturaciones, tampoco pudo acabar con la extracción “fraudulenta” de productos forestales del monte; la supervivencia en unos casos y el mercado en otros, fueron más fuertes que la Administración y sus medidas represoras. Como hemos visto, lo ofertado a través de los PAFs, únicamente cubría una mínima parte de las necesidades reales de madera, por lo que buena parte de la demanda era cubierta con lo extraído a través de los denominados “usos fraudulentos”.

Otras cuestiones a destacar de la intervención forestal, es que, visto que en la provincia de León no podían acabar con las prácticas tradicionales se limitaron a gravarlas; es decir, su labor no llegó mucho más allá del cobro del 10% de mejoras que los pueblos habían de ingresar para proceder a realizar los aprovechamientos. Al final del período estudiado, el pobre balance de realizaciones contrasta con la abundancia de normas, reglamentaciones y formulación de objetivos que se quedaron en el papel62;

61 GEHR (1994), p. 117. 62 Escribía LÓPEZ MORÁN (1900), p. 294, “en esa obsesión se funda el nombramiento de esos ingenieros á quienes place muy poco salir de la capital á recorrer las empinadas cuestas donde los montes están sitos y las otras donde los bosques deben crearse (…); el de esos ayudantes, que sirven admirablemente para llenar un hueco y cobrar un sueldo, y el de esos capataces, que si hacen una visita durante el año, no tanto tiene por fin lo que más importa, sino el que va siendo fundamental en muchos de los empleados de nuestra administración general”. También el inspector Inchaurrandieta, como cuenta en sus informes de la visita al DFL relata que “la indisciplina está arraigada en aquel Distrito”, y

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mismamente los estadillos de los planes de aprovechamiento forestal más bien parecen tener como finalidad satisfacer los requerimientos burocráticos del Ministerio que el cálculo estadístico de lo aprovechado en los montes. Por otro lado, su ceguera y su pretensión a ultranza en el cumplimiento de unos planes y proyectos desconectados de la realidad los condujo a fracasos estrepitosos, como ocurrió con las ordenaciones de montes en la provincia de León. Esto último vendría a mostrar que no siempre se llevaron a cabo actuaciones favorables a la buena conservación de los montes; como señalaba el ingeniero en 1940, esos montes no debieron nunca “ordenarse ó de haberlo hecho, con un mejor sentido forestal y más experiencia de la que demostraron los autores de estos proyectos”63.

Como ya he señalado, los vecinos rechazaron la intervención estatal y su modelo de explotación del monte ya que en ello les iba la propia supervivencia; ello sin embargo, como ya dije, no fue óbice para que, por razones diversas, éste fuese sometido a una mayor presión. El monte era una especie de banco con el que ‘financiar’ los aumentos poblacionales, las obras y servicios públicos –e incluso las compras de bienes nacionalizados–64. Por esa razón se opusieron a las subastas y a que en los PAFs fuesen incluidos más productos de los que ellos necesitasen65; y por ese mismo motivo, denunciaron los abusos de la Administración en sus montes66. Sin embargo, en el primer tercio del siglo XX, ya por necesidad o por cualquier otra razón, se constata que

que el funcionamiento de éste era un auténtico desastre [AHPL, Fondo ICONA, Legajo 7 (provisional) “Expediente sobre acto de insubordinación del Ingeniero Ordenador Sr. Prieto y del Ayudante, 1901”]. 63 AHPL, Fondo ICONA. Legajo 97, “Memoria de ejecución correspondiente al año 1940”. También en 1940, cuando las ordenaciones ya habían sido suspendidas, un informe de la Inspección reconocía “fracaso de la ordenación de los robledales en esta provincia”, el cual se debía a los ganaderos, y a “los errores cometidos en el cálculo de existencias y posibilidad consiguiente á la imprevisión de los Ingenieros que han hecho los Proyectos y Revisiones” [AHPL, Fondo ICONA. Legajo 97 (provisional), “Cuerpo de Ingenieros de Montes, 2ª Inspección Forestal”]. 64 “En 5 del presente hice reconocimiento de la Dehesa (…) procediendo a la abriguación de los agresores, resultó ser determinada por acuerdo concejil y aprovación del Alcalde Constitucional de Paradaseca y beneficiadas las leñas á varios vecinos de Cacabelos, cuyo importe dice haverlo aplicado para comprar la casa de la Cofradía del Smo.” [«Libro del Guarda Mayor de de Villafranca», nº 107, 04/1856]. 65 Un ejemplo de ello es la instancia de 1890 del pueblo de Lario en la que pedía al Gobernador Civil que en lo sucesivo se consignase en los PAFs de sus montes, únicamente los productos pedidos por el pueblo, petición apoyada por el Gobernador aunque rechazada por el Ingeniero y la Junta Consultiva de Montes (JCM). Argumentaban éstos que “la determinación de la cantidad, calidad y clase de los productos y las épocas de los aprovechamientos deben fijarse exclusivamente por los ingenieros; que si el pueblo de Lario, cuyo derecho al uso gratuito de los productos de sus predios es muy discutible, no necesita utilizar los disfrutes consignados en el plan, sáquense a subasta éstos, ingresando el 90% del precio del remate en los fondos del común” [AMAPA, Montes (León). Legajo 380/6. “Expedientes de solicitud de corta de maderas y aprovechamientos de leñas y pastos en varios montes de la provincia. 1875-1890”]; argumentaba además la JCM que en esa misma situación se encontraban otros muchos pueblos, y si se aceptaba la petición, ello supondría un mal precedente. 66 Un ejemplo de ello sería la denuncia de un vecino de Riaño contra el personal de guardería y contra los encargados de la dirección de los aprovechamientos de los montes de esa comarca; después de la investigación del Ingeniero Jefe, fueron suspendidos los aprovechamientos en los montes ordenados del 1er Grupo de Riaño [AHPL, Fondo ICONA. Libro 85, fol. 303, nº 26, 2/07/1929. “Denuncia por abusos en los montes ordenados del 1er Grupo de Riaño”].

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una parte de los vecinos hacía un uso más intensivo e incluso ‘depredador’ de los recursos comunales. Prácticas que eran toleradas .

No obstante, como vimos, en ocasiones, a pesar del evidente rechazo hacia los técnicos forestales, los pueblos no dudaron en usar la prerrogativa de denunciar ante la Administración a todos aquellos que dañaban el monte, como los campesinos de pueblos vecinos o empresas madereras. A simple vista podría resultar un tanto paradójico que en algunos casos los vecinos tolerasen los “usos fraudulentos” y en otros no, teniendo ello que ver con la sostenibilidad del sistema y con las reglas de utilización de los recursos comunales. En primer lugar, hay que recordar que el derecho a beneficiarse de los bienes colectivos era otorgado por la condición de «vecino», quedando excluidos de los aprovechamientos quienes no tenían tal condición; por tanto, es lógico que se denunciase a quienes no teniendo ese derecho reconocido hacían uso de los recursos. En segundo lugar, y por lo general, los usos domésticos eran tolerados, ya que las ordenanzas siempre recogieron la gratuidad de las leñas, o de las maderas para aquellos que las necesitasen; es de suponer por tanto, que, en el ordenamiento tradicional, escrito o no, se mantenía el derecho de los vecinos a obtener en el monte las leñas y las maderas necesarias para usos domésticos. Sin embargo resulta más difícil de entender la tolerancia por parte de la mayoría de vecinos de actividades como la extracción de maderas para las minas por parte de algunos miembros de la vecindad, teniendo en cuenta que ello de alguna manera perjudicaba a la colectividad.

Sin embargo, el que los vecinos no denunciasen a sus propios convecinos no quiere decir que aprobasen estas prácticas “depredadoras”. Habría varias explicaciones para justificar este comportamiento pasivo. Una de ellas podría ser que, en ocasiones, estas actividades eran realizadas furtivamente y sin ningún tipo de consentimiento, ni tácito ni explicito, por parte de la comunidad. Ahora bien, seguramente había otras maneras de reprobar la conducta de quienes las llevaban a cabo, que no fuesen la delación o la denuncia ante los guardas forestales o la Guardia Civil, ya que ello podía tener como consecuencia para el vecino denunciado un castigo desproporcionado, lo cual de alguna manera iba contra de la economía moral y de la idea de solidaridad vecinal presente en el ordenamiento comunitario. En otras ocasiones, los autores de estas acciones “delictivas” eran vecinos sin recursos, y como en las sociedades tradicionales siempre fue más importante la conservación de las personas que la del monte –y además existía una cierta idea de solidaridad–, se toleraba que los más pobres sustrajesen del monte recursos que eran imprescindibles para su subsistencia. Téngase en cuenta además que los técnicos forestales en su “pretendido” afán de proteger los montes, cayeron en extremos ridículos como considerar perjudicial para el monte recoger hojas, que los campesinos utilizaban para producir abonos, o el denunciar a mujeres por la recogida de bellotas o gamones destinados a la alimentación

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de los cerdos67. Por último habría que señalar que se tendía a denunciar a quienes perjudicaban los intereses de los demás, por ejemplo a quien introducía ganados menudos en los cotos boyales, ya que ello perjudicaba el sostenimiento de los ganados propios; sin embargo, teniendo en cuenta que los montes se iban reponiendo, el perjuicio no era tan claro. Tampoco es descartable que, en otras ocasiones, fuesen los poderosos los que abusaban del monte y de los recursos comunales, amparándose en las redes caciquiles y en el ejercicio del poder; no obstante, como ya vimos, el caciquismo en ocasiones se articuló en torno a la defensa del comunal.

Hasta aquí, únicamente he venido haciendo referencia a cómo se vio modificada la funcionalidad económica y social de los comunales y montes. También se ha de tener presente que los comunales (como los bosques, los montes, los pastizales o las aguas) tenían una funcionalidad ecológica, y puesto que estoy analizando cómo se modificó la explotación del monte, habría que plantear si los cambios afectaron a la sostenibilidad del sistema agrario desde el punto de vista ambiental68. Aunque se hace difícil contestar a esta pregunta, parece que el sistema en su conjunto era sostenible, y ni las aguas, ni los bosques, ni la naturaleza en general sufrió cambios que pusiesen en entredicho la reproducción de las sociedades agrarias que dependían de ella. No obstante, hay evidencias que sugieren que hubo modificaciones que de alguna manera afectaron a la sostenibilidad del sistema agrario y –que si no la modificaron sustancialmente–, al menos introdujeron desequilibrios que se fueron agudizando.

Desde un punto de vista teórico, uno de los elementos que habría inducido modificaciones el sistema agrario sería la promoción por parte del Estado de un nuevo modelo de propiedad y de relaciones económicas, de lo cual se intuye que surgió una óptica más depredadora con el medio ambiente. En León se constata que, en el primer tercio del siglo XX, el monte conservó sus funciones tradicionales, agrícolas, ganaderas y forestales; por otra parte, los datos disponibles no permiten conocer si el aumento de la superficie agrícola habido en el primer tercio del siglo XX significó una disminución de

67 Ejemplos de ello son la denuncia contra una mujer de Tabuyo y cuatro vecinos más por ocupación de 5 sacos de gamones [AHPL, Fondo ICONA (Denuncias), Libro 66, fol. 231v, 16/06/1911]; por la recolección de bellota contra un mujer de Cistierna [Libro 60, fol. 36]; o de genciana en Boca de Huérgano [Libro 64, fol. 15v, 12/07/1909], o por siega de yerba en Posada de Valdeón [Libro 64, fol. 257, 17/09/1909]. En el PAF de 1876-77 señalaba el ingeniero que una práctica perniciosa para los montes “consiste, en recolectar a últimos de otoño todas las hojas que se han desprendido de los árboles para utilizarlas primero, en camas para el ganado y más adelante como abono” [AMAPA, PAFs (León). Legajo 14/2. “Memoria justificativa del plan de aprovechamiento forestal de 1876 a 1877”]. 68 Téngase en cuenta que los sistemas agrarios pueden ser estudiados como ecosistemas naturales que han sido modificados y gestionados por el hombre para obtener productos que le son útiles y bienes con un valor de uso histórica y culturalmente dado [GRIGG (1982), pp. 80 y ss.]. En este sentido son interesantes los enfoques de la denominada «historia ecológica», centrados en aspectos como la relación entre lógicas económicas y naturaleza, la sostenibilidad de las prácticas productivas, o la gestión histórica del medio natural; al respecto pueden verse las publicaciones de teóricos como PFISTER, SIEFERLE, o GONZÁLEZ DE MOLINA, citadas en la bibliografía; o SABIO ALCUTÉN, IRIARTE GOÑI u ORTEGA SANTOS, que siguen este enfoque en sus trabajos. Véanse también MCNEILL (2003) o GLACKEN (1996), quienes abordan los cambios medioambientales desde una perspectiva más amplia,..

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la superficie forestal, por ejemplo. No cabe duda que con las roturaciones en los montes desaparecieron espacios de pasto, modificándose con ello el uso múltiple del territorio y los equilibrios logrados entre agricultura y ganadería. Así por ejemplo, en la segunda mitad del XIX, la disminución de los pastos habría provocado una merma de los efectivos ganaderos, disminuyendo la cantidad de abono, y por consiguiente la fertilidad del suelo69. Aunque esta teoría parece muy interesante, harían falta estudios locales que muestren cómo esos cambios pudieron tener implicaciones mucho más profundas e inducir variaciones en el funcionamiento global del sistema agrario. De lo que no cabe duda, es que las quemas continuadas para producir pastos tuvieron como consecuencia la destrucción del suelo y la desaparición del arbolado, que en algunos casos fue irrecuperable. En otros casos, la roturación de estos terrenos se demostró inapropiada, produciéndose fenómenos de erosión, o incluso la disminución progresiva de los rendimientos al no ser adecuados los suelos puestos en cultivo, pudiendo todo ello repercutir en las condiciones de vida de quienes dependían de esos cultivos70. No obstante, también hubo otras actividades no agrarias que contribuyeron a deforestar o deteriorar la cubierta vegetal como la minería del carbón71. En relación al deterioro de la cubierta arbolada, las escasas evidencias disponibles muestran que ni los vecinos se implicaron en la promoción de actividades forestales ni la Administración de montes llevó a cabo una labor exitosa, con lo cual la renovación del arbolado de los montes se habría dejado en manos de la naturaleza. No obstante, si se considera que una explotación sostenible del bosque sería aquella en la cual se sigue un turno riguroso de reposición de las masas forestales, habría que valorar por un lado si la reposición natural era suficiente o por el contrario hubo un proceso de deforestación y se pusieron en marcha mecanismos “correctores”; en el caso del segundo de los supuestos, convendría analizar por ejemplo el alcance de las políticas repobladoras introducidas por la Administración forestal. En este sentido, no dispongo de datos sobre la evolución de la superficie arbolada que permitan valorar hasta qué punto la explotación del monte arbolado era sostenible o no.

Por último, y en relación al medio ambiente, uno de los cambios más importantes fue la brecha que se abrió entre los vecinos y el monte, derivado en buena media de la intervención forestal. El haber sido despojados de la capacidad para

69 Véase MAGAZ (1981), quien afirma que el descenso de los ganados, disminuyó la disponibilidad de estiércol, con lo cual mermaron los rendimientos agrícolas. 70 “Aunque la repoblación vitícola puede aliviar la crisis en algunos pueblos, en la mayoría de nada sirve para esto, porque su ruina se debe á que siendo tierras abruptas de suelo muy pobre, sus moradores han arrasado las matas y el arbolado, para roturar o abonar el suelo con hornigueros y para dar vida momentánea a un corto trozo, han aniquilado otro mucho mayor. Esto repetido años y años ha traído las fatales consecuencias y el empobrecimiento de la región” [AIRYDA, Junta Central de Colonización y Repoblación Interior. Legajo 16b, “Información sobre el antiguo Reino de León, 1915”, p. 8]. 71 A finales de 1931, las minas en León ocupaban unas 71.231 hectáreas [SEN RODRÍGUEZ (1987)], y de acuerdo a lo documentado en otros lugares, la minería tenía un importante impacto sobre los bosques; por ejemplo señala BUCKLEY (1998a) p. 169, que en los Apalaches (en George’s Creek Valley), a la altura de 1910, el 90% de la superficie de “bosque virgen” del condado había sido talado para hacer frente a la demanda de maderas para las minas y el ferrocarril.

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“gestionar” sus recursos, parece haber restado interés a los pueblos en la conservación del monte. Si el interés en preservarlo radicaba en la utilidad que éste les proporcionaba, la intervención forestal y la desconfianza de los forestales hacia los vecinos, potenció el rechazo y el desinterés de éstos hacia el monte72. Las evidencias muestran que por una parte, la Administración no entendió el interés de los vecinos en la conservación de sus recursos73. Por otra, había una evidente falta de entendimiento entre los técnicos forestales y los vecinos, que se traducía en un desprecio mutuo; los primeros hacia la cultura popular y hacia la visión que los vecinos tenían del monte74; y los segundos hacia toda normativa forestal. Es decir, la prohibición de los aprovechamientos tradicionales, y la imputación a los ganaderos de todos los males en el monte, aunque parece más bien una coartada para enmascarar la ausencia de resultados de los técnicos forestales, contribuyó a que el campesinado considerase a los forestales como enemigos odiosos, y que el monte comenzase a ser visto como algo que no le pertenecía a ellos sino al Estado. Precisamente, si en la introducción de esta tesis señalaba que el acceso a la utilización de los recursos estaba claramente regulada, y contrariamente a lo que sostienen los defensores de la «tragedia de los comunales» no había libre acceso, parece que, a finales del período estudiado, esto se estaba modificando. Es decir, con el proceso de “publificación” de los montes de los pueblos y la ausencia de vigilancia por parte de la Administración, teóricamente se habría avanzado hacia un “libre acceso” al quedar los montes en manos de «free-riders» que podían extraer maderas de los montes sin demasiadas obstáculos75.

72 “[L]os pueblos y pensando en la poca consideración que se tiene para los derechos adquiridos desde tiempo inmemorial, agraviados por las desconfianzas con que se juzga su conducta, inermes para la guarda y defensa de los frutos de su labor, y poco afectos al desempeño del antipático papel del denunciante, pierden todo sano y provechoso estímulo y abandonan la producción forestal a la dirección exclusiva de las fuerzas naturales, excluyen de sus ordenanzas los medios creados por su interés y mantenidos por la costumbre; las autoridades locales cuídanse de no tomar resoluciones positivas, temerosas de responsabilidades más o menos ilusorias, y el desconcierto y la anarquía vanse enseñoreando por todas partes”. [LÓPEZ MORÁN (1900), p. 295]. 73 Por lo general consideraban que las denuncias de infracciones forestales realizadas por los pueblos eran producto de delaciones y de rencillas entre vecinos y no en defensa de los montes, como se observa en sus escritos: “Muchas de las infracciones denunciadas lo son por vecinos de los pueblos que se delatan unos á otros y no por la Guardia Civil, ni los capataces de cultivo” [AMAPA, PAFs (León). Legajo 32/6. “Memoria sobre la ejecución del plan de aprovechamientos correspondiente al año forestal de 1878 a 1879”]. 74 El leonés LÓPEZ MORÁN (1900), p. 294, lo explicaba magistralmente: “Es una funestísima obsesión la que preocupa á esos espíritus centralizadores y les lleva á imaginar que sólo los que ejercen las funciones del gobierno central y los organismos superiores del mismo –superiores en el orden jerárquico–- son los que están en la posesión integra del funcionamiento intelectual y en aptitud indiscutible para dirigir la vida toda de la nación. Esta idea errónea es tal que les ha llevado a suponer, sin razón ninguna valedera, que los pueblos son como niños inexpertos que, en cuanto se les sueltan los andadores, marchan, por propia inclinación e incapaces de reflexionar acerca de sus conveniencias, a cometer toda clase de travesuras en perjuicio de los propios intereses, y se entregan incautos a una especie de bacanal, de la que hasta sus montes y sus bosques salen muy mal parados”. 75 Como los mismos ingenieros reconocían en las memorias de ejecución de los planes de aprovechamientos de los años forestales que van de 1880-81 a 1889-90, habían de dejar “sin dirección y abandonados á la buena fe de rematantes y usuarios, importantes aprovechamientos que no ha sido posible inspeccionar” [véase AMAPA, PAFs (León), Legajos 41/4, 45/9, 69/1, y 74/2].

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No obstante, quiero concluir estos apartados señalando que mi hipótesis es que, a finales del período estudiado, por lo general las colectividades vecinales seguían interesadas en la conservación del monte, y de la naturaleza, aunque esta conservación respondiese a una lógica diversa76. No cabe duda que, al igual que los forestales, fomentaron su conservación en ocasiones, y favorecieron su destrucción en otras, pero no parece cierto el tópico que acusa a los campesinos de no tener ningún interés en la conservación del arbolado. Como veremos detalladamente al final de este capítulo, los vecinos vigilaron que nadie sobreexplotase sus recursos. Es más, en el primer tercio del siglo XX, aún se mantenía buena parte del ordenamiento comunitario que se ocupaba de la vigilancia de los recursos, como el nombramiento de guardas de montes77, en el cual había una componente ‘ecológica’78. Las denuncias de los vecinos contra empleados de la Administración forestal, o contra todos aquellos que dañasen los montes79, o contra las empresas mineras que realizaban vertidos contaminantes a los ríos80, contradicen el argumento de que los pueblos no estaban interesados en la conservación de la naturaleza. Es más, añadiría que, el respeto a los árboles y la naturaleza en general, estaban incorporados en la cultura campesina81. Ello no es óbice para reconocer que, también hubo sectores sociales a los que, espoleados por los estímulos que el mercado ofrecía, no les importó lo más mínimo la conservación del medio ambiente y buscaron maximizar su ingreso, ya fuese a costa del resto de los vecinos o de los montes; de igual manera, para los sectores sociales más empobrecidos, las roturaciones arbitrarias y la extracción de forma ilegal de productos del monte fueron las únicas salidas para subsistir.

76 Ya vimos como, desde las ordenanzas concejiles, se fomentó la plantación de árboles, o la realización de plantíos, algunos de los cuales fueron vendidos con la desamortización, como se reconocía en los PAFs, donde se señalaba que estas fincas procedían de “plantaciones hechas á facendera ó prestación personal, están bien custodiadas y aún generalmente cerradas con sebes” [AMAPA. PAFs (León). Legajo 23/7. “Memoria justificativa del Plan provisional de aprovechamientos para el año forestal de 1878 a 1879”]. 77 En 1929, año en que finalizan las Actas Concejiles de Lario, se recoge la contratación de un guarda para dar cuenta de los dañadores de los montes, siendo responsable él de los daños ocurridos de no encontrar dañador [ACLario, Legajo 3/11. “Actas de Concejo”]. 78 Por ejemplo las ordenanzas de Maraña de 1927, prohibían ensuciar las fuentes, tratar con crueldad a los animales, perseguir a los pájaros insectiveros y destruir sus nidos, o maltratar a los perros [AMMaraña, Legajo 32, “Ordenanzas municipales del Ayuntamiento de Maraña”]. 79 Aparte de las denuncias ya vistas, otro ejemplo sería lo hecho por un vecino que Burón, que utilizando un nombre falso, hizo llegar una denuncia a la Dirección General de Montes en 1918, en la cual “informaba” de grandes cortas de maderas para las minas de Sabero, Morgovejo y Cistierna; investigado el hecho por el Distrito, efectivamente son constatadas dichas cortas, las cuales no habían sido denunciadas por el Sobreguarda. [AHPL, Fondo ICONA. Libro 63, fol. 12, 21/05/1918]. 80 Ejemplos de ello sería la denuncia interpuesta por la alcaldía de Cistierna contra «Hulleras de Sabero» por vertido de carbones al río Esla [AHPL, Fondo ICONA (Denuncias), Libro 86, fol. 143, nº 6, 7/08/1929]; o la denuncia de un vecino de Pedrún de Torío contra la «Sociedad Hullera de Matallana» por ensuciamiento de aguas, que obviamente dañaba la pesca [Libro 88, fol. 116, nº 116, 21/03/1932]. 81 Un reflejo de ello son las variadas tradiciones, algunas de origen prerromano y posteriormente cristianizadas, que reflejan el “culto” a los árboles o la naturaleza en general, como la festividad de San Juan, coincidente con el solsticio de verano y relacionada con el culto a la tierra, las aguas, etc.; otra era la fiesta de “los mayos”, relacionada con la fecundidad y fertilidad [Véase LÓPEZ MORÁN (1900), p. 307].

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A modo de recapitulación, y en relación a todas las transformaciones a las que he venido aludiendo, me gustaría destacar una serie de cuestiones, ya que un aspecto distintivo de León con respecto a otras provincias fue el mantenimiento de una amplia superficie de comunales y la pervivencia de formas de organización colectiva. Una primera cuestión a enfatizar es que si bien el Estado liberal abrió vías e impulsó la mercantilización de la tierra –y de los factores de producción en general–, sin embargo la consecución de este objetivo no dependió exclusivamente de la acción estatal. Una de las razones de ello, es que, en León, la mayor parte de la tierra quedó fuera del mercado, ya exceptuada de la venta ya porque los vecinos lo impidieron. Como vimos, las propias sociedades rurales rechazaron el modelo estatal que se les quiso imponer de ventas de tierras en un mercado libre, donde elementos ajenos a la comunidad podían arrebatarles los medios de producción. En ese interés por asegurarse los medios de producción y su reproducción, los propios vecinos, al realizar compras colectivas, retiraron de los circuitos comerciales una parte de las tierras. Sin embargo, desde comienzos del siglo XIX, los concejos habían vendido propiedades colectivas para afrontar gastos, habían llevado a cabo repartos o habían legitimado la posesión de terrenos comunales; también los vecinos buscaron agrandar la superficie cultivada a costa del comunal –ya promoviendo el uso agrícola en él o apropiándose de espacios de propiedad colectiva –, entre otras razones para hacer frente a los estímulos del mercado.

Con todo ello, más que la capacidad del Estado de imponer “por decreto” las relaciones de producción capitalistas, lo que se demuestra es la capacidad de los campesinos de adaptarse a las exigencias del mercado; un ejemplo de ello sería la especialización ganadera. Por tanto, los campesinos no estarían rechazando tanto la idea de mercado sino el modelo capitalista impulsado por el Estado liberal, según el cual las formas de organización colectiva eran marginadas, siendo el interés individual y el enriquecimiento personal los valores predominantes. Con ello, las relaciones sociales quedaban subordinadas al dinero, y por ejemplo la solidaridad vecinal –entendida como las normas que obligaban por igual a ricos y pobres a acudir en “socorro” del vecino infortunado– pasaba a ser sustituida por la caridad voluntaria. En esta nueva lógica de mercado era “lícito” privar a la comunidad de tierras y derechos porque la legislación amparaba esas “usurpaciones” y “despojos”, con lo cual para la mayoría de los vecinos peligraba su reproducción económica y social. En resumidas cuentas, el tipo de capitalismo que el Estado promovía “legitimaba” la explotación de los más pobres e ignoraba la “economía moral” que había estado presente en la organización económica de las comunidades campesinas. En este sentido, el mantenimiento del régimen comunal y de los comunales se demostraba fundamental, puesto que permitía a los campesinos mantenerse al margen de este modelo de “mercado” y de estas relaciones de producción “capitalistas”. Por ello, también, amplios sectores del campesinado lo rechazaron, o resistieron defendiendo los comunales de la venta o comprándolos colectivamente –llegando a comprometer en la empresa todo el patrimonio personal– imponiendo en

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ellos fórmulas comunalizadoras, y mantuviesen vigente el ordenamiento comunitario. Por tanto se deduce que, el mantenimiento de los comunales fue un elemento importante en la consolidación de ciertos modelos agrarios, y decisivo en acelerar o ralentizar la penetración y el desarrollo del capitalismo, evitando por otro lado que se acentuasen las diferencias sociales en el interior de la comunidad campesina.

También habría que analizar hasta qué punto la pervivencia del régimen comunal favoreció o entorpeció el crecimiento agrario. Sin embargo, no dispongo de datos para ofrecer conclusiones concluyentes, con lo cual este aspecto he de dejarlo en suspenso ya que las evidencias aquí vistas no permiten afirmar que la pervivencia del régimen comunal favoreciese el crecimiento agrario, si bien tampoco se puede afirmar lo contrario; es decir que lo bloquease. De lo visto, se deduce que la existencia de una amplia propiedad colectiva no impidió que se diesen los mismos procesos que en agriculturas vecinas, o en el resto de España, es decir que la agricultura se insertase en una economía capitalista. Tal vez lo distintivo de León fue el modo cómo esta integración se produjo, ya que las modificaciones introducidas permitían el mantenimiento del modo de vida campesino.

Sin embargo, como ya he dicho, la plasmación de los cambios en el sistema agrario fue desigual en las distintas comarcas de la provincia, derivado de las variadas orientaciones productivas y de los modelos de organización espacial, económica y social. Así, llegados al primer tercio del siglo XX, mientras que en La Montaña aparecieron nuevas orientaciones productivas que elevaron los niveles de vida del campesinado, hubo otras comarcas como La Cepeda –en los Montes de León– o La Cabrera –Montañas Galaico Leonesas–, con una importante superficie de comunales, donde no se pudo romper con la precariedad y se evolucionó hacia producciones autárquicas, aumentado mucho la pobreza y la miseria de los habitantes de esas comarcas82. Tal vez en esas áreas los equilibrios logrados en siglos anteriores estaban al límite; es decir, ya no había más tierras para roturar, los montes ya no podían sostener más ganados, y los aprovechamientos forestales únicamente contribuían a la subsistencia. Ello no quiere decir que fuesen los comunales el origen de esta situación, sino que más bien se percibe que la existencia de amplias superficies de comunales amortiguaba el malestar e impedía que se agudizasen algunos procesos, como la emigración hacia los centros urbanos o industriales, o hacia América83. Mi hipótesis es que la existencia de comunales actuó

82 El deterioro de las condiciones de vida en estas comarcas [La Cabrera y La Cepeda] era evidente a finales del primer tercio del siglo XX. En 1932, el gobierno de la II República mediante un decreto mandó constituir una Comisión para visitar la comarca y determinar “las medidas que hayan de adoptarse para remediar la aflictiva situación de aquellos pueblos, determinando la proporción en que hayan de colaborar a ellas los organismos provinciales y locales” [DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE LEÓN (1932)]. Unos años más adelante, mediante el Decreto de 6 de febrero de 1934 mandaba extender la actividad del Patronato de las Hurdes sobre la región denominada “Hurdes Leonesas”, comprendida por los municipios de Truchas, Encinedo, Castrillo de Cabrera, Peranzanes, Balboa, Barjas y Oencia [ARANZADI (1934), pp. 118-204]. 83 Señala BEHAR (1986), pp. 237-238, en su estudio sobre Santa María del Monte, que en el primer tercio del siglo XX, los campesinos [como pequeños propietarios] evitaban convertirse en jornaleros [asalariados sin

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como mecanismo, no de expulsión, sino de fijación de población en las áreas rurales; por tanto, la emigración habría sido mayor en aquellas áreas donde era menor la superficie de comunales. No obstante, la anterior afirmación es difícil de probar, por lo que habrá que esperar nuevos estudios. De todos modos, no conviene olvidar que los campesinos, aunque mantuviesen la posesión de la tierra, fueron “despojados” de derechos y titularidades que poseían sobre ella, las cuales iban desde derechos de disfrute del monte –como podía ser la obtención de leñas y maderas gratuitas, el derecho a una parcela para el cultivo, y a los pastos para los ganados–, derechos sobre las fincas particulares –espigueo, rebusca, derrota, de mieses, etcétera– o mismamente el derecho a ser socorrido en la adversidad. Por tanto, la pérdida estos ‘derechos’ habría supuesto un aumento de la vulnerabilidad de los más pobres, dejándolos más expuestos al mercado y a las fluctuaciones de los precios; y así por ejemplo, el encarecimiento de los alimentos producido durante la Gran Guerra europea, si bien impulsó las producciones ganaderas, pudo empeorar la calidad de vida de los asalariados y campesinos sin recursos.

Además de frenar la emigración, se intuye que el mantenimiento de una amplia superficie de comunales tuvo otros efectos positivos, como facilitar el acceso a la tierra, y por tanto mejorar el ingreso, de los sectores más pobres del campesinado. También los más ricos se vieron beneficiados por los repartos, ya que no sólo participaban en ellos, sino que una vez legalizada la propiedad en las tierras comunales repartidas, disponían de la capacidad de comprar a los más pobres las tierras repartidas. Así pues, mediante repartos periódicos de tierras comunales y posteriores legitimaciones, habría aumentado el número de propietarios, y la extensión de las propiedades, con lo cual las condiciones económicas de algunos sectores del campesinado mejoraron. También hubo quienes vieron mejorado el ingreso, por ejemplo gracias a la emigración estacional o a la venta de productos ganaderos, con lo cual pudieron acceder a la compra de tierras provenientes de los repartos comunales. Es más, el hecho migratorio se sostenía en la condición de propietarios de los emigrantes; es decir, quienes emigraban eran pequeños propietarios, los cuales al poseer tierras podían financiar el coste de los pasajes a América, esperando retornar con algunos caudales con los que consolidar la propiedad y comprar nuevas tierras84. Curiosamente, los campesinos leoneses preferían emigrar a América que trabajar en la minas de carbón85, lo cual es otro indicativo de que la emigración, al igual que en épocas anteriores, era entendida como algo temporal cuyo fin era obtener unos ingresos que

tierras] y tener que emigrar a la ciudad gracias a las nuevas roturaciones, a los repartos de tierras comunales y a la obtención de diversos recursos del comunal. 84 Una visión de conjunto de este fenómeno puede verse en SÁNCHEZ ALONSO (1995) o ROBLEDO (1988); para la provincia de León, véase FRANCIA CABALLERO (1988) o LEÓN CORREA (1986). 85 Así se deduce de la lectura de las memorias de las escuelas Sierra-Pambley; hubo una serie de años en los cuales dicha institución tuvo dificultades para conseguir alumnado de la zona de Laciana, puesto que los jóvenes, a pesar de ser la comarca una cuenca minera, preferían la emigración a América, se vieron obligados a admitir alumnos de la comarca de Babia.

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ayudasen a seguir trabajando la tierra. Y es que, como ya dije en el primer capítulo, uno de los rasgos de estas economías campesinas del norte de España era el apego de los campesinos a la tierra, siendo su venta el último recurso al que solía acceder en caso de hallarse endeudado. Parece por tanto que, en el primer tercio del siglo XX, en León, como en general ocurrió en el Norte de España86, se estaría asistiendo a un proceso de consolidación de la pequeña propiedad, el cual fue facilitado por la existencia de los comunales.

Una segunda cuestión a considerar es si los comunales amortiguaron la dependencia del mercado, o impidieron la mercantilización de la agricultura. Es decir, como ya vimos en capítulos anteriores, con la revolución agraria liberal se intentó poner las tierras comunales en el mercado como una mercancía más, y que éste asignase los recursos y los insumos destinados a la reproducción campesina, siendo una de sus consecuencias la mayor dependencia de los campesinos del mercado. En León, las evidencias indican que la pervivencia del comunal ni impidió integración de la agricultura en el mercado, ni frenó el empobrecimiento de algunos sectores del campesinado e, incluso, la proletarización de aquellos más pobres. Como ya he repetido, mercado y régimen comunal no eran opuestos, ni incompatibles. Aunque los comunales fueron una especie de seguro frente al mercado, hubo otros muchos mecanismos que obligaban al campesinado a acudir forzosamente a él; el ingreso no venía determinado únicamente por el patrimonio sino también por el contexto institucional y cultural87. De lo visto en León se deduce que los procesos de diferenciación social no dependían tanto de la existencia o no de comunales y del uso que de ellos se hacía, sino de las formas de organización social y de cómo se extraía el excedente por parte de los mejor acomodados; a pesar de la existencia de una amplia superficie de comunales, el pago de rentas, la usura, o la comercialización forzada de bienes y servicios, podían llevar a la proletarización de aquellos sectores más pobres del campesinado.

Del mismo modo, como señalé en el primer capítulo, había varios elementos que podían introducir modificaciones en el sistema agrario. Uno de ellos era el crecimiento demográfico, y en el período estudiado se comprueba que la población aumentó de forma importante, lo cual creó importantes tensiones y desequilibrios en la utilización de los recursos, y por extensión en el funcionamiento del sistema agrario. De acuerdo con el Gráfico 1.7, la población en la provincia de León, pasó de 348.273 habitantes en 1870 a 441.882 en 1930. Sin embargo, este crecimiento no fue algo generalizado, puesto que, revisando las cifras, se observa que hubo municipios que en este período perdieron población, como ocurrió en Maragatería, la Cabrera, el Bierzo o la Cepeda88; es decir, en zonas rurales de la provincia las cotas más altas de población se

86 DOMÍNGUEZ MARTÍN (1997b), pp. 66-69. 87 GALLEGO MARTÍNEZ (1991), p. 37. 88 Ejemplos de estas pérdidas de población serían lo ocurrido en la comarca de Montes de León, en localidades como Santa Colomba de Somoza que en 1877 tenía 1.202 habitantes más que en 1930, con lo cual habría perdido el 36,2% de su población; o Santiago Millas que en 1930 tenía el 45,7% de la

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habrían conseguido a mediados del siglo XIX89. En este contexto, y a falta de nuevos estudios, se entrevé que, como ya he repetido, la existencia de una amplia superficie de comunales habría amortiguado la presión demográfica por varias razones; por un lado, permitía incrementar la superficie cultivada, y por otro, además de sostener una extensa cabaña ganadera que era fundamental en los procesos productivos, en ellos se basaron nuevas actividades y una incipiente especialización económica en producciones destinadas preferentemente al mercado, como las producciones lácteas. Sin embargo, el ordenamiento comunitario, al imponer limitaciones en el uso de los recursos y en la distribución del espacio productivo, habría impulsado salidas como la emigración; así por ejemplo, entre 1875 y 1920, habrían salido más de 120.000 leoneses con destino a otras partes del país o de América, especialmente Cuba y Argentina90.

Lo visto en los párrafos precedentes muestra que los cambios habidos en el sistema agrario, en la sociedad y en la economía estuvieron mediatizados por presencia del comunal. Finalizando ya, me gustaría subrayar que los cambios en la economía fueron a su vez causa y efecto de modificaciones en la «cultura» y en la mentalidad, aunque éstos sean difíciles de probar. Es decir, la erosión del ordenamiento consuetudinario, o el afianzamiento del individualismo tuvieron que ver con las transformaciones ocurridas en la agricultura leonesa, y con las alteraciones producidas en la ‘racionalidad’ de las prácticas productivas. Como es sabido, el Estado liberal apoyó estas tendencias de cambio agrario al derogar servidumbres y usos que “atentaban” contra la idea de propiedad individual, y crear nuevas instituciones. Eran reformas asociadas a la idea de «modernidad», razón que, sumada a otras –alguna de ellas de índole “práctica”, como el enriquecimiento personal–, hizo que fuesen apoyadas por algunos sectores de la comunidad. Cada vez más, bajo las iniciativas individuales iban desapareciendo las obligaciones colectivas, como aquellas que afectaban a las fincas de uso privativo, o a la organización en hojas del terrazgo, todo lo cual influía en la organización agraria. El individualismo, poco a poco, iba ganando terreno frente al régimen comunal y la organización colectiva agraria.

población de 1877; en El Bierzo, Trabadelo perdía 501 habitantes entre 1877 y 1930 (es decir, el 22% de su población), Candín (el 15%), Molinaseca (el 16%), u Oencia que perdía 657 habitantes (el 29%); también en las zonas bajas de la provincia Laguna Dalga veía disminuida la población de 1877 en un 22%, Llamas de la Ribera en un 34% [con 1.094 habitantes menos], o Zotes un 15%; en La Cabrera [Montañas Galaico-leonesas], perdían población municipios como Benuza, Encinedo o Truchas, el cual en 1930 tenía 770 habitantes menos que en 1860. También hubo municipios montañeses cuya población descendió. 89 Escribe ALBA (1863), p. 44: “La montaña se halla poblada en demasía y solamente saliendo de ella muchos de sus habitantes á buscar medios de subsistencia á otros países y pasándolo muy mal muchos de los que quedan en ella, podrán vivir muchas familias”. 90 CARANTOÑA (Coord,) (1999), p. 33.

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5. Los comunales en la transición a una economía capitalista

5.2. EL MANTENIMIENTO DE LA “VIEJA” CULTURA COLECTIVISTA LA DEFENSA DEL

COMUNAL. :

Llegados al primer tercio del siglo XX, como señalaba en los párrafos iniciales de este capítulo, al tiempo que se aprecian modificaciones en la organización económica tradicional, se percibe –como algo más intangible–, la permanencia de la antigua mentalidad colectivista. Es decir, no sólo se conservaban amplios espacios de propiedad comunal, en torno a los cuales se articulaba la organización económica, sino que detrás de esa permanencia se detecta la existencia de una cultura, de una «economía moral», de una antigua ética, o de una mentalidad que guiaba y legitimaba las acciones de los vecinos en defensa de los comunales y la organización colectiva. Y es que, como se indicó en alguna otra parte de la tesis, los comunales tenían un sentido identitario para el campesinado, y su defensa iba más allá de su importancia en la reproducción económica. La existencia del comunal mantuvo el sentido comunitario, y –como ocurrió en otras regiones– los vecinos rechazaron los intentos de despojo, impidiendo la venta de espacios comunales o comprándolos de nuevo, decidiendo igualmente el aprovechamiento a que habían de estar sometidos. En la defensa de los “derechos” y los espacios colectivos se estaba afirmando un modo de vida y la pertenencia a una sociedad y a una cultura; justamente, el concepto que establecía la pertenencia a la comunidad, esto es la vecindad, estaba ligada no sólo a criterios económicos sino también a cuestiones morales, y culturales, entendida la cultura en un sentido amplio. Tal vez la defensa acérrima del comunal unió a los miembros de las comunidades rurales frente a las “amenazas” exteriores, y tal vez los vecinos encontraron en los derechos tradicionales y en la mentalidad colectivista el principal baluarte de su lucha.

Pasando al análisis detallado de la protesta habida en defensa de las propiedades colectivas se observan dos cuestiones claves; por un lado la intervención del Estado y todas las leyes y políticas puestas en marcha en relación a las propiedades comunales; y por otro, los intereses, a veces enfrentados, de los miembros que componían las comunidades rurales. Es por ello por lo que dentro de los conflictos y protestas habidas en torno a los comunales, se podría distinguir un doble modelo: uno de ellos fue el que enfrentó al campesinado con la Administración; y otro, el habido dentro de la comunidad. El primero pone de manifiesto que detrás de la defensa del comunal había una noción legitimadora, una «economía moral» que entroncaba con las raíces de esas sociedades. De ahí que los campesinos ‘protestasen’ contra las enajenaciones y la intervención estatal en los montes. Una parte de la protesta, como se ha visto en capítulos anteriores, fue encauzada dentro de la legalidad, si bien tuvo diversas formas y tipologías. En los párrafos que siguen serán analizados más detenidamente aspectos como el tipo de protesta habido, qué finalidad tenía ésta, qué sectores sociales participaban en ella, qué medios emplearon, o los motivos que la justificaban. De todos modos, además de entender la protesta como una estrategia socioeconómica, se ha de comprender la legitimidad que la sostenía, ya que ello puede

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ayudar a entender por qué en León se mantuvieron los comunales y las formas de organización colectiva. Tampoco se ha de olvidar que no todo fue resistencia y rechazo a la intervención del Estado, sino que los vecinos también se adaptaron a la situación, e incluso hubo sectores que apoyaron los cambios; precisamente, la diversidad de resultados habidos a nivel local, regional o nacional vendría explicada por la multiplicidad de estrategias utilizadas.

Tampoco hubo unanimidad entre los miembros de las comunidades vecinales a la hora de decidir las estrategias a utilizar en defensa del comunal y de los usos tradicionales, ya que no para todos los sectores sociales los espacios colectivos tenían la misma utilidad. Aunque a mediados del siglo XIX, parece haber habido un consenso ‘interesado’ en defensa del comunal y de los usos que en él se venían haciendo, llegados al final del período estudiado, las cosas habían cambiado sustancialmente. En primer lugar, el contexto se había visto radicalmente modificado con la progresiva consolidación de las relaciones de producción capitalitas; y por otro lado, no todos los miembros de la comunidad tenían las mismas capacidades económicas, ni las mismas preferencias en el uso que se debía hacer de los comunales. A pesar de que en León dentro de las comunidades vecinales no parecía haber grandes diferencias sociales, tampoco se trataba de sociedades igualitarias donde las decisiones se tomaban de forma democrática. El concejo de vecinos, donde cada miembro podía expresar su opinión, seguía funcionando, pero en la práctica las decisiones podían estar condicionadas por otros aspectos como las redes clientelares o el poder de algunos miembros de la vecindad; por otro lado, la pervivencia del ordenamiento comunitario tampoco impedía la ausencia de conflictos, si bien legitimaba las aspiraciones de una mayoría de vecinos. Por ello, como se vio en el capitulo anterior y veremos en los párrafos que siguen, surgieron conflictos y enfrentamientos dentro de las comunidades vecinales por el control de los recursos comunales.

Tal vez lo más destacado de los procesos privatizadores fue el mantenimiento de los comunales en manos de los vecinos. Ello, aunque comportaba un aspecto de cohesión y control social frente a las interferencias externas, también servía para reforzar muchos vínculos de clientelismo o paternalismo que, a menudo, tenían contrapartidas menos materiales pero muy útiles en un contexto aislado y relativamente igualitario, porque además el sistema caciquil ‘enraizó’ en las prácticas de resistencia91. Por otra parte, aunque todos los sectores parecían estar de acuerdo en el mantenimiento de los comunales, el consenso no era tan evidente a la hora de decidir el aprovechamiento al que se habían de someter, puesto que para los sectores empobrecidos cada vez eran más necesarios nuevos repartos y roturaciones que paliasen esa carencia de tierras92. Aquellas roturaciones y repartos ocasionales autorizados por

91 GIL SALVADOR (2000), p. 100; SABIO ALCUTÉN (2002), p. 140. 92 Un ejemplo podría ser lo ocurrido en Villafalé, donde los espacios de pasto que habían sido exceptuados por aprovechamiento común en 1855, en 1924 se pretendía roturarlos a pesar de la oposición

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los concejos, aunque igualitarios en origen, a la vuelta de unos años beneficiaban a los vecinos más ricos, que podían comprarlas a sus convecinos, como, por ejemplo, ocurrió en Almanza. Allí, en 1936, los vecinos más pobres y jornaleros solicitaron roturar una parte del monte ya que las 40 hectáreas de terreno repartidas en 1929, habían acabado en manos de los ricos del pueblo93. Es decir, al igual que en otros procesos como la legitimación de roturaciones arbitrarias, cuando se trataba de ‘repartos’, aunque originariamente la idea de que todos los vecinos se beneficiasen por igual, a la vuelta de unos años eran los ricos los que sacaban un mayor provecho, de ahí que todos los sectores sociales estuviesen a favor de estas medidas. A pesar de ello, en León, las roturaciones y repartos habidos a finales del período estudiado en esta tesis estuvieron caracterizados por una serie de conflictos entre distintos sectores de las comunidades vecinales, entre ganaderos y agricultores, entre pequeños y medianos propietarios, etc.

En primer lugar, las individualizaciones de tierras, las “usurpaciones” y las roturaciones fueron origen de conflictos al estar relacionados con aspectos como la repartición del espacio productivo. Por un lado, era difícil mantener el equilibrio, siendo complicado distribuir los usos y gestionar un recurso como el monte sin que se viese alterado todo el sistema agrario, y por otro, el incremento de unos usos podía conllevar la limitación de otros. Por ejemplo, con las roturaciones los ganaderos veían limitados los espacios necesarios para sus ganados94; en el caso de los montes mancomunados, esto era especialmente problemático puesto que al roturarse un monte limitaba los derechos de pasto de los pueblos vecinos95. Es decir, otro tipo de conflicto se reflejó en las denuncias entre agricultores y ganaderos, o entre partidarios y detractores de las roturaciones96. Estos enfrentamientos, como hemos visto, se hicieron más importantes

de los ganaderos [AHN, FC Hacienda, Legajo 5.860 (Signt. 82)]; otra muestra de estos conflictos es lo relatado por BEHAR (1986), pp. 260-261 sobre el uso del monte en Santa María del Monte, cuyos vecinos después de rescatar un foro a través de G. de Azcárate, a finales de la centuria se dividieron sobre el uso que se había de dar al monte; por un lado los ganaderos que consideraban los montes necesarios para sus ganados; y, por otro, aquellos vecinos más pobres, necesitados de tierras para cultivar y madera para vender. 93 Como reconocen en la solicitud: “en un principio, y como era lógico se trató de que las indicadas parcelas para el cultivo agrario fueran repartidas entre los vecinos más pobres del pueblo, pero a fin de cuentas las tierras vinieron a caer, en buena proporción, en manos de personas acomodadas, muchas de las cuales las dan en renta o en aparcería a otros” [AGA, Agricultura, Legajo 12.821. “Expediente de solicitud de roturaciones en los montes nº 584 y 593”]. 94 Este fue el caso del vecino de Ferreras, Felipe Serrano, propietario de un rebaño de lanares, que denunció al vecindario del mismo pueblo por las roturaciones que habían llevado a cabo [AHPL, Fondo ICONA (Denuncias), Libro 7, fol. 49, 28/12/1920]. 95 Así lo reconoce en una denuncia/escrito el presidente y los vocales de la Junta Vecinal de Santa María del Monte de Cea, los cuales denuncian las roturaciones que, aunque autorizadas por el IRA, se estaban produciendo en un monte mancomunado entre varios pueblos [AIRYDA. Reforma Agraria (Montes). Legajo 3. “Expedientes varios”]. 96 En 1925 en Castrotierra, al serles denegada la solicitud afirman “(…) que el retraso de haber tardado en resolver creen obedece a manejos de personas influyentes de este pueblo de la política anterior; que son los mayores contribuyentes que no se hallan necesitados y tienen ganados y fincas propias para vivir cómodamente y no tienen falta de tierra para labrar” [AHN, FC Hacienda, Legajo 5.860 (Signt. 82]; otro ejemplo distinto es la protesta ante el IRA de varios vecinos de Sahelices del Río contra el acuerdo de la Junta Administrativa de parcelar un

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durante el primer tercio del siglo XX, puesto que las roturaciones en el comunal fueron utilizadas de forma ‘partidista’ y como una medida destinada a paliar el malestar de los sectores sociales más pobres e impedir que éstos se radicalizasen políticamente97. No obstante, era evidente que no todos los sectores sociales estaban de acuerdo con estas medidas. Ejemplo de ello fue lo ocurrido en Trobajo del Cerecedo (Armunia); allí, en 1925, la Junta Vecinal (JV) solicitó autorización para roturar “El Coto”, la cual fue denegada por el Ingeniero quien había recibido un escrito de la Alcaldía de Armunia en el cual se indicaba que las roturaciones se habían hecho un “arma política”; un grupo de vecinos, apoyándose en la Alcaldía, defendían que el “El Coto” constituía el único sostén de la ganadería del pueblo, señalando que el Secretario de la JV, y maestro del pueblo, coaccionaba a la gente yendo por las casas, teniendo algunos vecinos miedo de que tomase represalias con sus hijos98.

También hubo “conflictos” entre los “concejos de vecinos” y los poderosos que estaban instalados en los Ayuntamientos, en asuntos como la enajenación de los bienes comunales, el uso que se les había de dar y la gestión de éstos. Al ser ‘designados’ los Ayuntamientos como mediadores entre los pueblos y el Estado, la Corporación municipal pasaba a ser una pieza básica, tanto administrativa como políticamente, en el engranaje caciquil. A diferencia de las Juntas vecinales, que por lo general defendían las decisiones tomadas por los “concejos de vecinos”, las corporaciones municipales estaban en manos de los caciques y de los mayores contribuyentes. Por una parte, una mayoría de municipios leoneses están compuestos por varios pueblos, siendo difícil compatibilizar los intereses de todos los pueblos del municipio y más teniendo en cuenta que en ocasiones los intereses de pueblos vecinos podían ser contrapuestos; por otra parte el Ayuntamiento se sitúa físicamente en uno de los pueblos del municipio, con lo que el pueblo donde éste radicaba se podía beneficiar en mayor medida de la acción municipal. Y por último, si bien se supone que las Juntas vecinales y las Corporaciones Municipales coincidían en buena parte de las decisiones tomadas respecto a los comunales, no faltaron conflictos entre los propios vecinos, en los cuales se utilizó al gobierno municipal para beneficiar a quienes controlaban éste ; esto es, los mayores contribuyentes. Aunque es lógico suponer que las Juntas vecinales y los

soto en 1932, argumentando que es “un atentado lo solicitado pues es la muerte de las ganaderías especialmente la lanar” [AIRYDA. Reforma Agraria (Montes). Legajo 3]. 97 En el expediente sobre roturaciones en Bercianos del Real Camino hay un escrito de 6 ganaderos que dice: “Que la solicitudes que antes de la de este año y la del presente han sido y son políticas pues en toda clase de elecciones anda siempre por alto la roturación del Monte de Valdematas, para conseguir el sufragio de los electores que quieren la roturación. Y para las firmas del que se está tramitando han empleado además medios violentos por un señor concejal que reunió al vecindario a la casa de la Villa y a los vecinos que no firmaban la Instancia se los amedrentaba con dejarlos arrestado y que se les pondría una multa si no firmaban de Instancia ó renunciaban a la suerte que pudiera corresponderles (…)” [AGA, Agricultura, Legajo 12.653]. 98 Decía el escrito de la Alcaldía “Que como ocurre casi siempre en estos casos, sólo están conformes en la roturación aquellos que no tienen, ó teniéndola no constituye para ellos medio de vida, riqueza pecuaria; pero no lo están quienes viviendo de la agricultura necesitan para el mejor desarrollo de sus actividades y el recrío de la ganadería”, y porque con la roturación se matará la riqueza pecuaria. [AGA, Agricultura, Legajo 12.653].

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Ayuntamientos defendían a sus “representados”, las pocas evidencias disponibles muestran que las Juntas vecinales se mostraron más proclives a velar por los intereses de los vecinos, mientras que los Ayuntamientos apoyaron a las oligarquías que los componían99. Aunque entre los vecinos pudiese haber intereses encontrados, las Juntas Vecinales expresaban mejor el sentido de comunidad, de colectividad frente a los intereses partidistas de las Corporaciones municipales.

Además de las disputas habidas en torno al uso que se había de dar a los comunales, en ocasiones también hubo enfrentamientos sobre la cesión hereditaria de la propiedad de tierras que, en origen, habían sido comunales. Ejemplo de ello es lo ocurrido en Santa María del Monte al inicio de los años 30 del siglo XX; allí, de acuerdo a lo relatado por BEHAR, con motivo de un reparto de suertes se produjo un conflicto entre el vecindario. Mientras que quienes accedían a la vecindad deseaban un reparto de suertes de por vida, para que a la muerte de alguno de los poseedores revierta el uso de las tierras sobre ellos, los vecinos ya consolidados deseaban un reparto a perpetuidad, entendiendo que las tierras podían pasar a sus descendientes. En este caso, el concejo, controlado por los ricos, decidió un reparto a perpetuidad; sin embargo, a mediados de los años 60 del siglo XX, con motivo de los trabajos del catastro, los vecinos que acompañaban al funcionario informaron que se trataba de tierras comunales cedidas por el concejo de por vida, con lo cual volvieron a revertir al concejo100.

Por último, aunque difícil de detectar, ya que faltan ejemplos como el mostrado en el párrafo anterior, habría habido un tipo de conflicto surgido de la pugna entre la «vieja» mentalidad colectivista que caminaba a la desaparición y la «nueva» cultura individualista que se afirmaba con fuerza. Así, tal vez los intentos de afirmar la propiedad en tierras que eran comunales estuviesen originados por un aumento del individualismo. No obstante, ello supone entrar en el complicado terreno de la interpretación sin evidencias que amparen ésta.

Como decía al inicio de este apartado, hubo otro tipo de conflicto, el que enfrentó a los vecinos con la Administración forestal, que se reflejó en los delitos forestales. Precisamente, como vimos en el capítulo anterior, aunque éstos únicamente eran considerados desde el punto de vista de la contravención de la normativa legal y la comisión de un acto que estaba penado por la ley. Sin embargo, desde otra óptica, la delincuencia forestal expresaba el rechazo a la intervención estatal, y la afirmación de usos y derechos que los pueblos venían ejerciendo según la costumbre. Es decir, en ocasiones, aquello que la Administración forestal consideró “delitos” fueron también formas de protesta contra el “despojo” de titularidades que los vecinos y pueblos tenían en los montes. No obstante, a pesar de que este tipo de protesta está relacionada con estrategias económicas, es difícil encontrarle acomodo en los estudios de historia

99 Véase, en el capítulo anterior [p. 412], el conflicto de Val de San Lorenzo habido entre los vecinos en torno a la enajenación de comunales. 100 BEHAR (1986), pp. 238-241.

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económica. Autores como THOMPSON, NEESON o SCOTT –especialmente este último en su investigación sobre la “resistencia cotidiana” de los campesinos–, han mostrado la constante lucha de los pobres contra quienes querían extraerles trabajo, comida, o recursos, siendo la delincuencia forestal y la resistencia frente a las “imposiciones del exterior” algunas de estas armas utilizadas por los pobres ó débiles101.

En España, diversos estudios han venido a mostrar que los campesinos resistieron y lucharon “cotidianamente” para defender los recursos comunales de la privatización y de la gestión por elementos ajenos a la comunidad102. Precisamente el carácter “persistente” del delito forestal, y el número tan considerable de infracciones repetidas a lo largo de la geografía española hablaría de su carácter de protesta social. Uno de los rasgos de esta protesta era la salvaguarda de aspectos de la lógica reproductiva de la agricultura como la integración de los usos ganaderos y agrícolas, o el aprovechamiento integrado y múltiple del espacio, lo cual la dotaba de un carácter dinámico103. El monte era la urdimbre del tejido productivo y básico en la reproducción económica, al sostener la cabaña ganadera y los rendimientos agrícolas, y del que, además, los vecinos podían obtener una gran diversidad de productos.

Por otra parte, la protesta contra la privatización de los bienes de los pueblos y las restricciones impuestas en la utilización del monte, habrían contribuido a acelerar o retrasar la penetración capitalismo en el campo y al mantenimiento o la ruptura de los equilibrios de épocas pasadas. Se estaba defendiendo un particular modo de uso agrario de los comunales frente al intento de subordinación a elementos ajenos de la comunidad104. La continuidad a lo largo del tiempo, el protagonismo campesino, el carácter local de la protesta, las formas variadas que ésta adoptó –con métodos legales o «ilegales» y acciones individuales o colectivas– fueron otras características que definían la protesta campesina, como se tendrá ocasión de ver.

Una de las formas de protesta más comunes en la provincia de León fue la llevada a cabo contra la enajenación de las propiedades comunales. A diferencia de otras zonas de España, no fue una protesta violenta, ni por lo general se llegó a medidas

101 Muestra SCOTT (1985) que la resistencia no sólo era un arma sino que además era un pensamiento y un símbolo. Afirman GONZÁLEZ DE MOLINA y ORTEGA SANTOS (2000), p. 96 que, con estudios como el de SCOTT, se ha logrado rehabilitar esos comportamientos, elevándolos a la categoría de protesta e inscribiéndolos dentro de la lógica del comportamiento campesino. También THOMPSON (2000a), pp. 84-87, y su visión del carácter simbólico de las protestas de los pobres. 102 Desde el punto de vista del análisis teórico, uno de los más interesantes es GONZÁLEZ DE MOLINA y ORTEGA SANTOS (2000); en los estudios de SABIO ALCUTÉN (1997) y (2002a), BALBOA LÓPEZ (1990), COBO ROMERO, CRUZ ARTACHO y GONZÁLEZ DE MOLINA (1992), MORENO FERNÁNDEZ (1994) y (1996b), se muestra que las roturaciones, los incendios provocados, los robos de madera fueron recursos de la población rural para mostrar su descontento y también poner de manifiesto a verse despojados de derechos que estimaban inalienables. 103 Véanse los interesante planteamientos de GONZÁLEZ DE MOLINA (2000), p. 24, quien relaciona la protesta con los intereses reproductivos del grupo, con lo cual el conflicto surge y se explicaría por motivaciones que cambian en cada momento histórico. 104 GONZÁLEZ DE MOLINA y ORTEGA SANTOS (2000), p. 102.

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excepcionales; tal vez porque aquí lo más destacable fue el mantenimiento de los comunales en manos de sus propietarios: los pueblos. De todos modos, como ya vimos, y señala certeramente BEHAR, en su interesantísimo estudio sobre un pueblo de la ribera del Porma, la gente de los pueblos no fue víctima pasiva de las reformas desamortizadoras; los vecinos percibieron el intento de establecer una nueva definición de la propiedad, y comprendieron que el Estado amenazaba ‘sus’ propiedades comunales y lucharon contra ello como habían venido haciendo en épocas pasadas105. Esa misma lógica, fue lo que hizo que allí donde se privatizó el patrimonio comunal se mantuviese la memoria colectiva de la existencia de tales bienes, como se deduce de lo ocurrido en el período republicano, donde muchos pueblos buscaron la restitución de bienes que les habían sido arrebatados con las desamortizaciones decimonónicas.

Si en un principio los esfuerzos habían estado dirigidos a conservar la propiedad comunal de la tierra, más tarde a través de las compras colectivas se articuló toda una respuesta de autodefensa al proyecto de liquidación de los patrimonios colectivos; una vez asegurada la tenencia de las tierras colectivas, los pueblos presentaron una tenaz resistencia a que éstas fuesen gestionadas por elementos ajenos a la comunidad. Es decir, buena parte de la protesta estuvo dirigida contra la enajenación de los usos comunales producida a raíz de la intervención de la Administración del Estado en los montes. En los expedientes de denuncias hay numerosas pruebas de la oposición de los pueblos a la enajenación de aprovechamientos, como por ejemplo la denuncia de un vecino de Villasecino contra el presidente de la Junta Vecinal y uno de los vocales, ya que sin permiso del vecindario y demás miembros de la Junta y sin la autorización de la Jefatura de montes habían enajenado el aprovechamiento de pastos a ganados trashumantes, lo cual perjudicaba a los ganados del pueblo106. Por otra parte se rechazó que se incluyesen en los PAFs aprovechamientos que entraban en las denominadas «ganancias invisibles», como podía ser la caza; aunque ya han sido vistos algunos ejemplos, una muestra más sería la instancia enviada al DFL en 1927 por los vecinos de Villagatón y Brañuelas protestando contra el arriendo de la caza107.

Relacionado con lo anterior, los vecinos también rechazaron la limitación de aprovechamientos por parte de la Administración forestal; entendían que los montes pertenecían a los pueblos y, como dueños que eran, habían de tener la libertad de decidir el tipo de aprovechamiento a realizar. Aunque genéricamente se rechazó la intervención administrativa en los montes y los PAFs, hubo protestas contra la reducción de los usos vecinales y gratuitos, el pago del 10%, los acotamientos, las repoblaciones y otras medidas que limitaban los aprovechamientos tradicionales como el pastoreo; por lo general esta protesta fue la más numerosa y como tal se podría considerar la

105 BEHAR (1986), p. 262. 106 AHPL, Fondo ICONA (Denuncias). Libro 88, fol. 550, nº 558, 23/08/1933. 107 AHPL, Fondo ICONA (Denuncias). Libro 84, fol. 15, nº 10. “Protesta contra el arriendo de la caza del monte nº 65”.

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“delincuencia” forestal ya vista. Otra forma de protesta fue ignorar los dictados de los empleados de la Administración Forestal; como vimos, el que los Alcaldes no tramitasen las denuncias que les presentaban los empleados de montes, “deslegitimaba” la acción de la Administración y comprometía la intervención forestal108. Precisamente, para defender los aprovechamientos tradicionales se utilizaron tanto estrategias legales como ilegales, como por ejemplo la violencia, reconocible en forma de amenazas o agresiones; con frecuencia, los expedientes de denuncias recogen agresiones e insultos a los empleados de la Administración forestal, apareciendo representada toda la geografía de la provincia, si bien La Montaña y El Bierzo fueron las comarcas más conflictivas109.

Cuadro 5.9. Muestra de la tipología de solicitudes presentadas al Distrito Forestal de León (1902-

3 y 1904-05).

Petición Solicitantes Quejas contra empleados forestales La Mata, Riaño (2), Rozuelo, Carracedo de Compludo, Palacios del Sil,

Palacios de Compludo Deslinde de montes Anllares, Albares de la Ribera, Almanza (2), Ambasaguas, Argovejo,

Barrillos y Gallegos de Curueño, Benamarías, Cebanico(2) y La Riba, Fonfría, Lugán, Manzaneda, Marrubio, Nogarejas, Pardesivil, Peranzanes, Prioro, Santa Olaja de la Acción (2), Salentinos, Torneros de Jamuz

Rectificación del Catálogo de montes Acebedo, Arganza, Barniedo, Canseco, Lago de Carucedo, Felechas y Vozmediano, Vegaquemada, Vega de Almanza, Viadangos.

Corrección de errores en el PAF Carande, Oceja y Sotillo, Peredilla, Piedrasecha y Viñayo, Quintanilla de Rueda, San Martín de la Tercia, Tejedo del Sil, Villaviciosa de Perros.

Rebaja en los aprovechamientos Acebedo, Beberino, Besande, Albares, Candanedo, Cela, Horcadas, Quintela, Renedo de Valdetuejar, Rodiezmo (2), Salamón, Soto y Amío.

Cese de aprovechamientos Los Bayos, Llanos de Alba, Rioscuro, Vegamián. Quejas contra empresas Nogarejas, Cimanes del Tejar. Peticiones de devolución de productos Rioscuro, Siero. Indemnización Barniedo. Quejas contra poderes locales Carbajal de Rueda Reconocimiento/cese de mancomunidad de aprovechamientos

Abadengo de Torío, Adrados (2), Castroquilame, Corniero, Cuevas, Escaro, Fabero, Felechas, Ferreras de Vegamián, Folloso, Iruela, Lodares, Matarrosa, Piedralba, Piedrasecha, Pobladura de la Sierra, Pontedo, Ruiforco, San Pedro Mallo, Sobrepeña, Tolibia de Abajo (2), Torneros de Jamuz (2), Torrebarrio, Truchas y La Cuesta (2), Villar de las Traviesas (2), Valdelaloba, Valmartino, Vega de Liébana, Villameca y Donillas, Villafrea, Villayandre, Viñayo.

Fuente: Elaboración propia a partir de AHPL, Fondo ICONA (Denuncias). Libros varios.

En el Cuadro 5.9 aparecen ejemplos de cómo también se utilizaron los canales legales para protestar contra la propia Administración de montes, y eso que en el

108 Además de los ejemplos ya vistos, uno más sería la queja del peón-guarda de la comarca contra el alcalde de Villagatón por negarse a dar acuse de recibo de varias denuncias cursadas, siendo multado por el Gobernador con 25 pesetas en septiembre de 1931 [AHPL, Fondo ICONA (Denuncias), Libro 87, fol. 735, nº 45 2/07/1931]. 109 En el AHPL, Fondo ICONA, en los libros de registro de expedientes de denuncias aparecen insultos y amenazas a empleados forestales, por ejemplo en Ocero (Vega de Espinareda) [Libro 69, fol. 216, 18/06/1914], en Santa Olaja de la Acción [Libro 70, fol. 218v, 19/11/1914], La Vecilla [Libro 87 fol. 295, n 34, 31/07/1931], o Tabuyo [Libro 86, fol. 743, nº 18, 10/02/ 1930]; también en Riaño [Libro 58, fol. 299, nº 26] y en Tabuyo [Libro 82, fol. 200, 3/11/1925] son denunciadas agresiones a guardas forestales.

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cuadro únicamente se muestran las “solicitudes” de dos años forestales, aunque no cabe duda de que los vecinos utilizaron otras instancias como el Gobierno Civil, los Tribunales de Justicia, la Diputación Provincial, o la Dirección General de Montes, para “protestar” contra las intromisiones del Estado y sus funcionarios forestales110. Dentro de las actuaciones forestales, repoblaciones y ordenaciones fueron el tipo de intervención más protestada, ya que limitaban severamente los aprovechamientos tradicionales. De ahí que los pueblos dirigiesen solicitudes e instancias contra la Administración oponiéndose a estas medidas; un ejemplo de ello sería la instancia de los vecinos de Morgovejo solicitando que no se sometiese a ordenación el monte nº 550 del catálogo de montes exceptuados, puesto que con ello se privaba a los vecinos de las maderas que hasta ese momento la Administración le venía concediendo111. Ello es un solo un ejemplo, puesto que en los fondos documentales consultados para la elaboración de esta tesis, como los Libros-registro de Expedientes de Denuncia del ICONA conservados en el AHPL, abundan las solicitudes de los pueblos con un carácter reivindicatorio; en algunos casos, como Cuevas del Sil los vecinos denunciaron al mismísimo Ingeniero del DFL por el excesivo celo y el acotamiento de los montes al pasto112.

Si hay algún tipo de montes donde hubo una conflictividad mayor, éstos fueron aquellos que habían sido comprados por los pueblos, ya fuesen procedentes de la desamortización civil o eclesiástica. A pesar de haber sido comprados de forma colectiva a particulares o al Estado, la mayor parte de ellos pasaron a ser gestionados por la Administración Forestal, la cual no reconoció los derechos de los compradores. Así ocurrió en Villar de Acero con el monte nº 891, proveniente de una compra de un foro de la Colegiata de Villafranca. Allí, el vecindario fue denunciado en numerosas ocasiones por empleados de la Guardería Forestal por cortas de maderas en dicho monte113; no obstante, a pesar de las denuncias, y de la intervención de la Guardia Civil, los vecinos siguieron talando, y defendiendo sus derechos. En otros casos, pueblos que habían comprado los montes a los particulares, acudieron repetidamente ante la Administración

110 Un ejemplo de ello podría ser ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal. Caja MUP 594-612. “Instancia de los vecinos de Valdavida ante el Gobernador Civil de la provincia se excluyan del Catálogo el monte nº 612 y que se le exima del pago del 10% destinado a aprovechamientos y mejoras”; este era un monte que provenía de la redención de un foro en 1854. 111 AMAPA, PAFs (León). Legajo 190/3, “Instancia de los vecinos de Morgovejo…”. 112 AGA, Mº de Agricultura, Legajo 12.773. “Instancia de los vecinos de Cuevas del Sil”; también en otros documentos y fuentes aparecen denuncias, alguna de ellas bastante “curiosas” como la denuncia en 1927 de la Junta vecinal de Otero contra el Estado por aprovechamiento de pastos [AHPL, Hacienda. Legajo 12.166]. 113 En 1914, el guarda denunció una corta de 1.765 robles con más de 1.000 metros cúbicos de madera en traviesas de vía ancha [véase página 365 del anterior capítulo]; ese mismo año los vecinos solicitaron fuese excluido del Catálogo de Montes públicos [ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal. Caja León (1) “Expediente promovido por varios vecinos del pueblo de Villar de Acero, en solicitud de que se excluya del Catálogo de los montes señalados con los nos 860 y 871”].

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para que éstos fuesen excluidos del Catálogo de U.P, y que quedasen exentos del pago del 10%114.

Por último, relacionado con la limitación de los aprovechamientos tradicionales, en los últimos años del primer tercio del siglo XX, como consecuencia de la demanda de tierras de cultivo por una parte del campesinado, dio lugar a un nuevo tipo de protesta. Aquellos sectores más pobres pedían que se roturase de nuevo en el comunal o hubiese repartos de tierras concejiles, lo cual generalmente fue rechazado por la Administración de montes y por sectores de la propia vecindad; ese sería el caso de Valderas, donde sucesivamente, entre 1925 y 1936, los jornaleros demandaron nuevas roturaciones y repartos en la «Dehesa de Trasconejo».

En León, de acuerdo con lo visto en los párrafos precedentes y al igual que sucedió en otras áreas de montaña, la pervivencia de los usos comunales y el escaso impacto de las medidas desamortizadoras se podrían interpretar como la resistencia a modificar aquellos resortes en los que se basaba la reproducción social, puesto que los comunales no sólo habían sido la base del sistema en el siglo XIX, eran la principal defensa frente a la miseria y la emigración en el primer tercio del siglo XX. Las acciones del campesinado, no eran una respuesta mecánica a la privatización de los espacios comunales, o el rechazo a los cambios en su funcionalidad, sino que al defender el comunal se estaba defendiendo un modo de vida. Por ello, detrás de la protesta subyace una mentalidad y una cultura colectivista, lo cual se reflejaba en dos aspectos, por un lado, en una férrea resistencia a los dictados que provenían del exterior y a la pérdida de competencias políticas, y por otro, una pugna por el mantenimiento de la memoria histórica y de la economía moral.

No obstante, algunas de las estrategias podrían ser entendidas como una forma de adaptarse al nuevo marco de relaciones mercantiles; las roturaciones arbitrarias, las individualizaciones de montes, la pugna por nuevos repartos y roturaciones en los comunales, serían alguna de ellas115. Frente a los ataques a la propiedad colectiva y la limitación de los usos tradicionales, el afianzamiento de los derechos de los cultivadores podría ser entendido como una forma de protesta; es decir, ante el temor de perder los medios de producción debido a la mentada intervención del Estado, se habría impuesto una estrategia de consolidación de la propiedad sobre los medios de producción, en este caso las tierras comunales.

114 Éste sería, por ejemplo, el caso de Canseco que había comprado el puerto “Murias” a un particular, [ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3). MUP nº 638. “Exención del pago de 20% de propios y exclusión del Catálogo del Puerto denominado “Murias” solicitado por la Junta Vecinal de Canseco”]. 115 Señalan GONZÁLEZ DE MOLINA y ORTEGA SANTOS [(2000), p. 111] que la frecuencia “con que se repitieron estos comportamientos y el respaldo social con que contaron hace que esta actitud pueda considerarse como una manifestación de protesta”.

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De igual modo que los pueblos lucharon contra la enajenación de los bienes comunales, también defendieron al comunal de las “usurpaciones” frente a los concejos vecinos, las empresas, los particulares o el Estado. Un ejemplo que ilustra esto sería lo ocurrido en la zona de Nogarejas donde los pueblos litigaron hasta conseguir el reconocimiento de la propiedad de los pinares. Allí, una parte del monte pertenecía a los pueblos, y otra a los Duques de Uceda, aunque en esta última había una división de dominios: el vuelo era propiedad de la casa ducal –maderas, resinas, púas y piñas–, y el suelo pertenecía a los pueblos. Desde la Edad moderna y durante todo el siglo XIX ya había habido bastantes disputas por la posesión del pinar entre los pueblos y la casa nobiliaria, con la puesta en marcha de la explotación resinera, el conflicto se agudizó, originándose varios litigios. Uno de ellos giraba sobre la división de dominios, resuelto en 1907, mediante una R.O. que reconocía al Duque de Uceda la posesión del vuelo de los montes nos 74, 75 y 76, mientras que los pueblos quedaban en posesión del suelo. En 1918, la Duquesa de Peñaranda de Bracamonte vendió el vuelo de los montes a La Unión Resinera Española (LURE), iniciándose un nuevo conflicto por la propiedad del monte. Ejerciendo el derecho de retracto, las Juntas vecinales de Castrocontrigo, Nogarejas y Pinilla, ese mismo año, acudieron al Juzgado de La Bañeza que les reconoció dicho derecho, aunque la disputa llegaría hasta 1922, cuando el Tribunal Supremo reconoció el condominio del pueblo y la duquesa en 3 montes –nos 74, 75 y 76 del Catálogo–, pudiendo ejercer en ellos el pueblo el derecho de retracto, y como propiedad plena de la duquesa de Uceda otros 2 montes, que serían comprados por los pueblos ya en pleno siglo XX116.

Una vez que los pueblos consiguieron la “propiedad plena” de una parte de los montes, surgieron problemas con el Distrito Forestal de León; éste, si bien había respetado la posesión privada de la Duquesa, una vez que los pueblos los compraron, no respetó dicha propiedad, oponiéndose a que los pueblos subastasen la adjudicación de las mieras117 A partir de ahí surgiría un enconado enfrentamiento entre los vecinos y la Administración, con distintas controversias que acabó resolviendo el Tribunal Supremo. En 1930, éste reconocía que el vuelo de los montes quedaba sujeto a la intervención del Estado para “su conservación y mejoras”, pero teniendo en cuenta que los pueblos habían pagado 1.300.000 pesetas, gracias a un empréstito que les había hecho el Monte

116 Sentencia publicada en la Gaceta de Madrid de 22 de Diciembre de 1922. Estos montes terminarán siendo comprados por los pueblos a Carlos Zapatero en 1952, heredero de Gregorio Zapatero, quien lo había comprado a la Duquesa, solicitando los pueblos su inclusión en el Catálogo de Montes de UP en 1979 [ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (2)]. 117 Así, en 1925, los pueblos sacaron a subasta en la Gaceta de Madrid (31/12/1925) la adjudicación de la miera que pudiera obtenerse por término de 5 años, entendiendo que habían adquirido los mismos derechos que pertenecían a la casa de Uceda. Sin embargo, el Distrito se opuso a ello, ya que entendía que debía ejercer la acción tutelar sobre los montes de los pueblos, no sólo sobre los ya catalogados sino también en los que en lo sucesivo fuesen objeto de esta declaración. Según la Administración forestal la subasta era un “pingüe negocio”, ya que con el aprovechamiento resinoso del quinquenio se amortizaría la deuda que los pueblos habían contraído para la adquisición de los montes [ADGCN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3)].

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de Piedad –garantizado con las fincas de los vecinos y “sin que el Estado ni entidad alguna les prestase el menor auxilio”, como reconocía la sentencia–, fallaba que los montes eran propiedad de los vecinos118. Conocido el fallo del Tribunal Supremo, la Junta Vecinal de Nogarejas autorizó un disfrute de maderas, enfrentándose los vecinos violentamente a los guardas que habían ido a exigir el 10% de aprovechamientos. De nuevo, el Distrito Forestal de León envió una queja al Consejo Forestal, el cual contestó que debía procederse a la devolución de las cantidades que los pueblos habían depositado por el 10% de aprovechamientos forestales, puesto que dichos montes tenían el carácter de pertenencia particular y no había lugar a exigir el 10% como tramite previo para expedir las licencias119. Recomendaba asimismo al ingeniero ejercer sus funciones con mayor tacto, y como la situación era bastante tensa, el Consejo Forestal estimaba que el Inspector debía mediar entrevistándose con todos los interesados –Distrito Forestal, Gobierno Civil y los pueblos– y haciendo a estos últimos cuantas concesiones fuese posible sin menoscabo de la acción tutelar que correspondía al Estado120.

Pero los conflictos no acabarían ahí, ese mismo año, Tabuyo comenzó las labores sin esperar autorización alguna, lo cual creó una situación de enfrentamiento con el Distrito Forestal121. La animosidad y el clima de violencia era tal que la Jefatura del Distrito, como medida de prudencia, ordenó a “los guardas del Estado que abandonen aquellos montes” poniendo en conocimiento del Gobierno civil y Ministerio de Fomento “la absoluta imposibilidad en que la Jefatura se encuentra de actuar en los tres referidos montes declinando

118 Sentencia 28/04/1930 (R.O. de 3 de Junio de 1930). Anteriormente en sentencia de abril de 1930 el TS declaraba que “el vuelo de los montes números 74-75 y 76, (…) pertenece in totum por exclusivo dominio y propiedad privada a los pueblos de Castrocontrigo, Nogarejas y Pinilla, sin intervención alguna del Estado en el orden económico ni deducción, en su consecuencia, por parte de éste de cantidad alguna en dicha propiedad, por no regir respecto al vuelo de dichos pinares como bienes patrimoniales, que son, las normas aplicables a los llamados de propios, y debemos, así bien, debemos absolver y absolvemos a la Administración general del Estado (…) en cuanto a la misma se contrae a la inclusión del vuelo en el Catálogo al solo efecto de inspección y vigilancia tutelar (…)”. 119 Opinaba el Consejo Forestal que estas circunstancias se habrían de mantener hasta que fuese cancelada la hipoteca que pesaban sobre los bienes particulares de los vecinos de dichos pueblos en garantía del préstamo hecho; sin embargo, recordaba que el vuelo de dichos montes estaba sujeto a intervención del servicio forestal del Estado, con lo cual debían estimarse como abusivos los aprovechamientos que no estuviesen autorizados [ADGCN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3), “Escrito del Consejo Forestal de 3 de Noviembre de 1930”]. 120 “El servicio forestal del estado lejos de constituir un centro superior al que le están subordinados los pueblos en lo que al aprovechamiento de los montes se refiere, está él a devoción de los pueblos siendo su misión la de conservar y mejorar los montes contribuyendo esta conservación y mejora en forma compatible con las necesidades que éstos pueden satisfacer a las entidades propietarias que deben tenerse muy en cuenta para dar estado legal a los aprovechamientos que sean indispensables a la vida económica rural siendo preferible el que este servicio se adelante a proveer estas necesidades, para que los pueblos vean en él un poderoso auxiliar y no un temido y odiado tirano” [ADGCN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3), “Escrito del Consejo Forestal de 3 de Noviembre de 1930”]. 121 Indica el Ingeniero “la petición presentada obedece solamente a la actitud de rebeldía en que la Junta de Tabuyo se ha colocado, y al deseo de eludir una pública licitación en que los pinos pudieran alcanzar un precio muy superior al de tasación, lo cual mermaría las ganancias de la Junta” [AGA, Agricultura, Legajo 12.761, “Escrito del Ingeniero Jefe del Distrito Forestal de León al Director General de Montes”].

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por ello toda responsabilidad”122. Parece pues, que era peligroso trabajar de guarda forestal en la zona, puesto que –quizás fue fortuito–, en 1922, un incendio había destruido la casa del guarda, y durante esos años se constatan varias agresiones contra los empleados de la Administración de montes en Tabuyo [véase nota al pie nº 109]

También detrás de todos estos conflictos estaban los intereses del industrial resinero Gregorio Zapatero, y de la Administración forestal. El primero se oponía a que los pueblos hiciesen los aprovechamientos directos del monte sin que saliesen a subasta123, tal vez porque él quería adjudicárselos; además, este industrial había comprado el monte «El Villar», sobre el cual los pueblos reclamaban la posesión, ya que entendían que les había sido arrebatado por la casa señorial de los Duques de Uceda; de hecho, fue reconocida como una usurpación durante la II República y devuelta a los pueblos. Por otro lado, y en lo referido a la Administración Forestal, la situación creada, y el que el Tribunal Supremo hubiese fallado a favor de los vecinos, hacía a los pueblos dueños y “gestores” de los montes, lo cual era algo difícil de admitir124, ya que además para la Administración, los montes de esta comarca eran de los “mejores” de la provincia, especialmente desde el punto de vista del ingreso monetario.

Del caso de Nogarejas habría que resaltar varias características como su continuidad en el tiempo, el protagonismo de los vecinos y de sus representantes, el carácter local de ésta, y las formas variadas que ésta adoptó –con métodos legales o «ilegales» y acciones individuales o colectivas–, características fácilmente reconocibles también en otras partes. Un rasgo más era el amplio respaldo de la comunidad legitimando y defendiendo la protesta; por tanto, detrás de la defensa del comunal había una «economía moral», una legitimidad popular, puesto que los vecinos entendían estar defendiendo derechos o costumbres tradicionales. Se intuye que en Nogarejas, como en otros muchos lugares, la legitimidad de esos comportamientos provenía de la existencia de un orden moral que consideraba que el derecho a la subsistencia de todos los miembros de la comunidad estaba por encima de las leyes del Estado; como señala BEHAR, la lucha contra la intervención del Estado tuvo que ver con la naturaleza de la comunidad en León, la cual a finales del XIX, estaba imbuida de un residuo de una

122 ADGCN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3), “Escrito del Consejo Forestal de 3 de Noviembre de 1930”. 123 AGA, Agricultura, Legajo 12.761. “Escrito del pueblo de Tabuyo al Director General de Montes”. 124 Reconocía la Dirección General de Montes que este era un “asunto en el que el Distrito ha intervenido insistentemente, en defensa de los intereses que le están encomendados, logrando para estos montes una situación de hecho y de derecho que no le satisface, y que sería conveniente revisar para ver si hay posibilidad de una nueva situación legal que amparase de un modo más efectivo la riqueza que los citados montes representan y que hoy son administrados directamente por los pueblos, con grave peligro para la conservación de aquellos” [AGA, Agricultura, Legajo 12.761. “Escrito de la D.G. de M.P. y C. al Ingeniero Jefe del Distrito Forestal de León”]

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antigua ética, aquella del asentamiento medieval, donde las opciones eran “trabajar juntos o morir separadamente”125.

Otra de las formas de defensa de la integridad del comunal fue a través del rechazo a la derogación de servidumbres, de mancomunidades de uso o propiedad, o a los intentos de dividir los montes entre los pueblos propietarios. Hoy, son numerosos los montes poseídos o utilizados mancomunadamente por varias entidades menores. Cuando la Administración forestal intentó dividir algún monte, los pueblos se opusieron, como ocurrió por ejemplo en Ciñera y La Vid, donde desde tiempo inmemorial estos dos núcleos de población formaban una única entidad local. El aumento de la población de Ciñera, gracias a la construcción del ferrocarril del Norte y la explotación minera de la Hullera Vasco-Leonesa, hizo que fuese reconocida como entidad local menor independiente de La Vid, fijando el Ayuntamiento de Pola de Gordón –sin competencias para ello–, el radio de acción territorial y la delimitación del término, lo cual implicaba la partición del monte nº 691 del Catálogo de UP.

A ello se opusieron tajantemente los vecinos de La Vid, basándose en la incompetencia de la Administración forestal y del municipio para decidir en estas cuestiones, en la funcionalidad de éste como unidad económica y en las diferencias que se creaban con dicho reparto126. Aún así, el ingeniero dividió el monte en dos partes iguales, una de 415 hectáreas y la otra de 425, adjudicando cada una de ellas a uno de los pueblos, si embargo tal división no llegó a ejecutarse, ya que los vecinos de La Vid utilizaron diversos medios para impedirlo; incluso la operación de levantamiento de planos “hubo de suspenderse algunas veces a causa de la actitud algo violenta de los vecinos de La Vid”127. Habría que subrayar que las solicitudes pidiendo reconocimiento de mancomunidades fueron muy frecuentes [véase Cuadro 5.9], y en ocasiones se utilizó de forma interesada a la Administración forestal para tratar de dirimir contenciosos sobre posesiones de montes que se remontaban a siglos atrás128.

125 BEHAR (1986), p. 263; es más, la defensa de los derechos inmemoriales y la defensa del comunal eran estrategias que reforzaban la cohesión social, y es otra cara del colectivismo [MORENO FERNÁNDEZ (1996b), p. 401]. 126 Argumentaban los vecinos que el monte dividido no era aprovechable por ninguno de los pueblos, ya que, con la partición, los pastaderos de verano pasarían a La Vid, y los de invierno y primavera a Ciñera; por otro lado, una división en trozos iguales del monte suponía adjudicar a 7 ganaderos de Ciñera la misma superficie de terrenos comunales que a 50 ganaderos de La Vid; en tercer lugar el hecho de que las canteras, explotaciones mineras, y el ferrocarril, se hallasen enclavadas en el término que le correspondería a Ciñera, haría que La Vid quedase privada del ingreso de recursos y arbitrios. En cuanto a los argumentos legales, el pueblo de La Vid alegaba que se trataba de un condominio de bienes, y que la Administración forestal y el Ayuntamiento eran incompetentes en cuanto a jurisdicción para dividir los bienes comunes de ambas entidades [ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3), “Expediente promovido por la oposición de la Junta Vecinal de La Vid a la división del monte nº 691”]. 127 ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3), “Expediente promovido por la oposición de la Junta Vecinal de La Vid a la división del monte nº 691”. 128 Un ejemplo es el contencioso de Polvoredo con Lario, por los aprovechamientos de pastos que los vecinos del primero, disfrutaban en el monte del segundo de ellos [ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (1), “Expediente de solicitud de modificación en el Catálogo por instancia del pueblo de

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Relacionado con la defensa del comunal, en las comarcas mineras también hubo conflictos con las empresas que extraían el mineral, ya que éstas en ocasiones, sin permiso de los pueblos, sacaban de él las maderas necesarias para las minas. Muestra de ello, sería lo ocurrido en Oseja de Sajambre; allí en 1930, el Ayuntamiento de dicho nombre, en representación de los pueblos de Oseja, Pío, Vierdes y Soto de Sajambre, denunció a la Sociedad Antracitas de Velilla por cortas en los montes, negándose a que la empresa se instalase en el municipio, alegando que los montes eran suyos. Debido a esta negativa de los pueblos, y pese a las protestas de Oseja por las ocupaciones e infracciones de esta empresa, los terrenos fueron expropiados y la empresa acabó instalándose. Entonces, en 1932, en una política de “hechos forzados”, el Ayuntamiento destruyó las instalaciones de esta empresa, creándose un problema de orden público que acabó en el Tribunal Supremo129.

Un aspecto a remarcar de estas protestas es que detrás de ellas había una legitimidad popular. En una mayoría de los casos, eran los concejos y las Juntas vecinales, como representantes de la colectividad, los que realizaban las acciones de protesta. Y es que, a pesar de que la autoridad reconocida por la ley eran los Alcaldes municipales, a finales del período estudiado, los vecinos seguían reuniéndose en concejo para decidir sobre todos aquellos asuntos que atañían a la organización económica, como por ejemplo las estrategias a desarrollar para seguir utilizando los comunales de acuerdo a las necesidades del momento130. Los pueblos resistieron la pérdida de poder frente a los Ayuntamientos, siguieron redactando ordenanzas, llevando a cabo los aprovechamientos de acuerdo a las costumbres tradicionales, y nombrando los guardas para que ejerciesen las tareas de vigilancia en los montes. Puesto que las ordenanzas no eran reconocidas, los vecinos se habían de adaptar a la nueva realidad; así entre ellos se obligaban a firmar acuerdos privados que tenían validez131, o se promulgaban ordenanzas acordes con el Estatuto Municipal; un ejemplo de esto último serían las “Ordenanzas para la exacción de aprovechamientos comunales” de Maraña (municipio

Polvoredo para se le reconozca mancomunidad de disfrutes, con el de Lario, en el monte nº 449, denominado «Predoya y agregados», 1924”]; otro ejemplo es la reclamación de Vegas de Monasterio solicitando se le reconozca el derecho a pasturar los ganados en el monte de Cubillas [ADGMN, Servicio de Bienes y Patrimonio Forestal, Caja León (3), “Expediente con motivo de instancia de la Junta Vecinal de Vega de Monasterio solicitando se modifique la pertenencia del monte nº 604 del Catálogo”]. 129 AHPL, Fondo ICONA, Legajo 22 (provisional). 130 Así lo reconoce FLÓREZ DE QUIÑONES (1924), pp. 142-3. “ellos continúan rigiéndose por sus antiguas y veneradas costumbres, acudiendo, en defecto de la disposición reglamentaria, a redactar contratos privados, que allí tienen, generalmente, tanta eficacia como una escritura pública de constitución de una sociedad (…) siguen tomando ellos mismos los acuerdos que consideran necesarios, y ejecutándolos su Alcalde pedáneo, ayudado por los vecinos, conscientes de la importancia enorme que entraña para ellos el régimen de la comunidad, de la asociación natural y estrechísima que constituyen, indestructible por más esfuerzos que haya efectuado el poder central, tanto del Estado como del que ven ellos más cerca”. 131 Señala BEHAR (1986) p. 282, en Santa María del Monte (León) las acciones ‘ilegales’, llevadas a cabo por todos los vecinos a veces se recogen en documentos escritos, en una especie de contratos que ligan a todos los vecinos, quedando el documento como prueba y exigencia de la solidaridad de unos vecinos hacia otros.

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compuesto por una sola localidad) del año de 1932132, o las ordenanzas ganaderas donde se trataban los mismos asuntos que en siglos anteriores133. Otro excelente ejemplo de ello sería el acuerdo entre vecinos y ganaderos de Lario recogido en las Actas de concejo de 1873, en el cual la mayoría de vecinos de Lario convenían una serie de bases sobre la organización ganadera –como la selección de sementales y la organización del pastoreo– siendo expulsado de las veceras todo aquel vecino que infringiese alguna de las disposiciones; para darle fuerza legal, este documento lo presentaron ante notario134. De nuevo en 1914, los ganaderos, esto es la práctica totalidad de los vecinos, entendiendo que las antiguas ordenanzas no se adaptaban a las necesidades presentes y “reconociendo la imperiosa necesidad de reglamentar” la vida económica y promover la riqueza pecuaria aprobaron las «Ordenanzas por las que habrá de regirse la Sociedad de Ganaderos de Lario»; uno de los aspectos más llamativos es que éstas otorgaban a la Junta Administrativa de dicho pueblo “las facultades y los más amplios poderes para gobernar” en todos aquellos asuntos relacionados con la organización ganadera135. Había cambiado la forma de realizar los acuerdos, pero en la esencia se mantenía el “régimen comunal”, y el interés de la colectividad se imponía al de los individuos que la componían.

Un último aspecto a destacar de la protesta es el mantenimiento de la memoria histórica. Aunque ésta se hizo más evidente en períodos como la II República136, existía una conciencia del comunal relacionada con la cultura. A pesar de que el dinero había comenzado a ser de primaria importancia en la economía y la política, los comunales y las tradiciones comunales seguían siendo de una gran importancia para la mayor parte del campesinado leonés, no sólo para su supervivencia

132 Estas Ordenanzas, entre otros aspectos, regulaban cómo se habían de hacer los aprovechamientos comunales, siendo de destacar la obligación de dar relación jurada de los ganados existentes, permitiéndose únicamente la entrada en los pastos de aquellos que inviernen en el pueblo (no se permitiría por tanto introducir ganados de engorde en los pastos colectivos) o que únicamente los vecinos con casa abierta tenían derecho a realizar los aprovechamientos comunales [AMMaraña, Legajo 32/54 y Legajo 32/50 “Ordenanza para la exacción de aprovechamientos comunales”]. También son interesantes las ordenanzas municipales de 1927 ya que se integran aspectos concejiles en la vida municipal; así por ejemplo, el aprovechamiento “entre panes” quedaba sujeto a las fechas que se señalen en concejo abierto; o que el “[e]l Ayuntamiento de acuerdo con los vecinos en concejo abierto nombrarán los guardas del Campo del común y de particulares” [art. 31] [AMMaraña Legajo 32, “Ordenanzas Municipales, 1927”]. 133 En marzo de 1937, “reunido el concejo en la Consistorial de la misma al efecto de tratar la confección de una nueva ordenanza ya que la vigente hecha en el año mil ochocientos cincuenta y siete no es propia para el año actual a cuyo efecto se nombró una comisión compuesta”; estas Ordenanzas se componían de 62 artículos en los cuales se nombraba una Junta de Ganaderos, y se regulaba la constitución de vecerías, el modo de apacentar los ganados, los pastores que han de guardar las vecerías, o la elección de sementales, entre otros aspectos [AMMaraña, Legajo 32/49. “Ordenanza de Ganaderos de Maraña”]. 134 ACLario, Legajo 3/11 (Actas de Concejo), “Acuerdo entre vecinos y ganaderos de Lario, 1873”. 135 ACLario, Legajo 4/27. “Ordenanzas ganaderas de Lario, 1914”; véase también el Legajo 4/26. 136 Como señala ROBLEDO (1997), p. 22, la conciencia consuetudinaria del «común» se hizo más explícita.

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sino también en su cultura137. Por eso, los ataques al comunal encontraron una feroz resistencia, lo cual obligó al Estado a buscar ideologías con las que justificar los “despojos” y medios con los que atacar la propiedad comunal; sin embargo, en ocasiones cuanto más se agudizaba el embate más se afirmaba la “costumbre inmemorial”138. Lo ocurrido en Nogarejas y en muchos otros pueblos, prueba “el tesón de unos hombres que luchan denodadamente por defender sus derechos”, para lo cual llegaron incluso a comprometer sus patrimonios individuales, al concertar empréstitos, si bien al final quedó la satisfacción de haber salido victoriosos en esa lucha colectiva, como reconocían los propios vecinos139. A pesar de los retos y amenazas que planteaba la nueva economía de mercado y el Estado liberal, el régimen comunal, no sólo pervivió sino que, demostró ser lo suficientemente flexible para dar respuesta a los nuevos desafíos que estaban surgiendo.

137 Véanse los planteamientos de THOMPSON (2000), quien rechazó vigorosamente la noción de que la conciencia fuese independiente de la economía, poniendo el diálogo entre el ser social (existencia social) y la conciencia social como un elemento central en los procesos históricos. 138 Un ejemplo de la resistencia basada en la costumbre inmemorial se observa en la actitud de los vecinos de Mirantes quienes en 1914, en el pleito sostenido por la posesión de unos montes, y a pesar de tener varias sentencias en contra del Juez de la Vecilla y de Pola de Gordón afirmaban que “a título de vecinos del pueblo de Mirantes, cuya cualidad se les reconoce en la denuncia, han introducido y piensan seguir introduciendo sus ganados lanares a pastar en los terrenos titulados Meleros, Santa Cruz y la Senra, en la misma forma y por igual razón que ellos y sus antecesores lo han venido verificando desde tiempo inmemorial hasta el día de hoy” [AHPL, Fondo Archivo Municipal de Barrios de Luna, Leg. 11.496. Sign. 8. “Pleito entre Mirantes y varios pueblos del concejo de Gordón sobre aprovechamiento de puertos que habían sido propiedad del conde de Luna, 1908-1915”]. 139 “Logrado al fin el sueño de varias generaciones, comienza la explotación de los Pinares en forma colectiva con arreglo al espíritu tradicional de nuestra comarca. El débito es grande, la empresa en que se han aventurado los pueblos es desproporcionada a sus escasos recursos, pero una voluntad férrea anima a todos y el éxito es el premio a nuestros afanes. La explotación de los Pinares de esta zona es un ejemplo, tenemos a gala decirlo de colectivismo productor del que pueden derivarse provechosas enseñanzas” [AIRYDA, Reforma Agraria (Comunales y señoríos). Legajo 69. “Instancia de los vecinos de Nogarejas”].

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