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Marra 1 Ricardo Marra Dr.Ignacio Olazagasti Antropología. Mayo, 2015. Comentarios sobre Manifestaciones de Duelo Colectivo en los Músicos Puertorriqueños Existen varios cementerios importantes en el municipio de San Juan que podrían caracterizarse por su valor arquitectónico y documental para el estudio de nuestra memoria nacional. El tema de la muerte, ha servido como un campo unificador en el que distintos especialistas pertenecientes a distintas disciplinas lo han tocado de una forma distinta. Historiadores, antropólogos, arqueólogos han investigado los elementos y los mecanismos que los grupos sociales realizan ante la muerte relacionada a figuras representativas para nuestra memoria cultural. Desde una perspectiva histórica, relacionada a la antropología cultural, este ensayo monográfico pretende demostrar como los puertorriqueños han expresado y manifestado su identidad nacional, en las manifestaciones de duelo ante la muerte de figuras representativas de nuestra música popular. Para propósitos del ensayo, he seleccionado a dos figuras representativas de nuestra música popular, me refiero al compositor y músico popular aguadillense Rafael Hernández y al último de los grandes pleneros, Rafael Cortijo. Ambos recibieron ceremonias fúnebres multitudinarias, con la peculiaridad de reunir grupos diversos y representativos de la sociedad puertorriqueña. Además de analizar las dos manifestaciones de duelo como expresiones culturales de un pueblo ante la partida de dos figuras importantes de la música como lo fueron Cortijo y Rafael Hernández, este ensayo pretenderá hacer una aproximación a la iconografía funeraria, en lo que respecta al análisis de las tumbas de algunos músicos representativos de la cultura puertorriqueña.

Duelo Nacional

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Ricardo MarraDr.Ignacio OlazagastiAntropología.Mayo, 2015.

Comentarios sobre Manifestaciones de Duelo Colectivo en los Músicos Puertorriqueños

Existen varios cementerios importantes en el municipio de San Juan que podrían caracterizarse por su valor arquitectónico y documental para el estudio de nuestra memoria nacional.

El tema de la muerte, ha servido como un campo unificador en el que distintos especialistas pertenecientes a distintas disciplinas lo han tocado de una forma distinta.

Historiadores, antropólogos, arqueólogos han investigado los elementos y los mecanismos que los grupos sociales realizan ante la muerte relacionada a figuras representativas para nuestra memoria cultural.

Desde una perspectiva histórica, relacionada a la antropología cultural, este ensayo monográfico pretende demostrar como los puertorriqueños han expresado y manifestado su identidad nacional, en las manifestaciones de duelo ante la muerte de figuras representativas de nuestra música popular.

Para propósitos del ensayo, he seleccionado a dos figuras representativas de nuestra música popular, me refiero al compositor y músico popular aguadillense Rafael Hernández y al último de los grandes pleneros, Rafael Cortijo.

Ambos recibieron ceremonias fúnebres multitudinarias, con la peculiaridad de reunir grupos diversos y representativos de la sociedad puertorriqueña.

Además de analizar las dos manifestaciones de duelo como expresiones culturales de un pueblo ante la partida de dos figuras importantes de la música como lo fueron Cortijo y Rafael Hernández, este ensayo pretenderá hacer una aproximación a la iconografía funeraria, en lo que respecta al análisis de las tumbas de algunos músicos representativos de la cultura puertorriqueña.

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El tema para este ensayo fue inspirado en las primeras conferencias realizadas por el profesor Ignacio Olazagasti en su curso titulado “Antropología de la Muerte”.

El curso presenta el tema de la muerte desde una visión multidisciplinaria en donde se utilizan las bases teóricas y metodológicas tanto de la Historia, la Antropología y la Literatura.

Tanto la documentación y fuentes de información para este ensayo se recogen en la lectura de periódicos y obras literarias que documentaron las manifestaciones de duelo que los puertorriqueños realizaron para ambos músicos. En el caso del entierro y velatorio del compositor Rafael Hernández, en diciembre del 1965, se analizaron las noticias de los eventos y homenajes fúnebres publicadas en el periódico, “El Imparcial”.

En el caso del entierro de Rafael Cortijo, se realizó un análisis sobre la crónica escrita en 1983 sobre su velatorio y entierro titulada, El entierro de Cortijo, del escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá.

Como requisito del curso, la visita y el estudio de campo a un cementerio, fue cónsono con el tema de este ensayo.

Se seleccionaron dos cementerios de San Juan, en donde yacen los restos de algunos de los músicos más prominentes de nuestra música popular y afrocaribeña.

Tanto el cementerio capitalino María Magdalena de Pazzi, en donde se encuentra la tumba de Rafael Hernández, como el cementerio San José en Villa Palmeras, en donde localizamos la tumba de Rafael Cortijo serán parte crucial para este ensayo, ya que en estos dos camposantos se encuentran otras importantes personalidades relacionadas a nuestra música y memoria cultural.

El entierro de Rafael Hernández. Manifestación de un Duelo Nacional.

Si leemos detenidamente las noticias relacionadas a los tributos fúnebres que el gobierno del Estado Libre Asociado de Puerto Rico realizó ante el fallecimiento del compositor puertorriqueño Rafael Hernández, en diciembre del

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1965, encontramos que corresponden a un rito funerario, en el que el discurso de la puertorriqueñidad se manifestaba en los distintos grupos pertenecientes al ámbito político, económico y cultural del país.

Los homenajes recibidos por el músico y compositor aguadillense, efectuados desde el 12 hasta el 16 de diciembre de 1965, desembocaron en una manifestación de duelo nacional.

Rafael Hernández nació en Aguadilla, el 24 de octubre de 1891. Su trayectoria artística fue marcada tanto por la situación colonial de Puerto Rico como por los problemas sociales de su época. La letra de muchas de sus canciones recoge la realidad del puertorriqueño ante la crisis económica y cultural durante el periodo histórico de los primeros 30 años de la americanización.

Su carrera artística se dividió entre la migración a Nueva York y su fama en México en donde despegó su carrera artística como compositor y se dio a conocer por Latinoamérica.

La letra de algunas de sus canciones, como el “Lamento Borincano”, refleja la realidad de un pueblo en el cual el campesinado y otros sectores laborales de Puerto Rico sufrían los estragos de la pobreza y la explotación del capitalismo agrario estadounidense en la isla.

La muerte y el entierro de Rafael Hernández (en 1965) representó, para distintos sectores de políticos, un momento para evocar la identidad nacional puertorriqueña.

Según Manuel Muñoz, en la noticia del 15 de diciembre de 1965 del “El Imparcial”, el mismo Muñoz Marín, en sesión fúnebre en el senado ante el cadáver expreso:

“Sacó un himno de dolor y de desesperanza” de los campesinos, pero que el mismo llevaba toda la fuerza, todo el vigor escondido que el alma puertorriqueña ha sabido aplicar a la redención de Puerto Rico” (p.3). .

Si analizamos las expresiones de Muñoz Marín (en plena sesión fúnebre del senado en 1965) nos damos cuenta como el rito de paso ante la muerte del ilustre compositor, pasó a un nivel público en el que se marca la labor artística del músico y compositor a un nivel nacional.

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El discurso político en la muerte de Rafael Hernández no dejó de estar vinculado al de mantener la imagen de un campesinado puertorriqueño como emblema de lo nacional.

No tan solo se exaltó la imagen o el simbolismo del campesinado en los ritos fúnebres del compositor aguadillense, sino que algunos grupos sociales como los residentes de la comunidad Caparra Terrace sugirieron que para el desfile del entierro se llevaran una carreta de bueyes frente al ataúd para escenificar una estampa de los campos de la isla.

Los ritos fúnebres a Rafael Hernández se caracterizaron como una manifestación tanto política como cultural. En otras palabras, desde bajar la bandera puertorriqueña a media asta en el capitolio por orden del gobernador Roberto Sánchez Vilella hasta suspender toda sesión académica de la Universidad de Puerto Rico por el entonces rector Jaime Benítez.

Los homenajes se llevaron a cabo tanto en el senado como en el ayuntamiento de San Juan, en donde miles de personas cantaron la emblemática canción de “El lamento borincano”.

Los discursos políticos y académicos resaltaron la afirmación de mantener las composiciones de Rafael Hernández como parte del cancionero nacional de Puerto Rico.

La celebración y los rituales religiosos de parte del Arzobispo Aponte Martínez marcaron el momento hacia el cementerio de San Juan, en donde el ataúd envuelto por la bandera puertorriqueña fue cargado al hombro por hombres que se interpusieron a la comitiva oficial.

La apoteósica manifestación de duelo colectivo tras la muerte de Rafael Hernández pasó a la Historia como un ejemplo de solidaridad social, en la cual los puertorriqueños se unen ante la pérdida de sus músicos.

El entierro de Cortijo, según la crónica de Edgardo Rodríguez Juliá.

Considerado como el último de los grandes pleneros. Rafael Cortijo muere el 3 de octubre de 1982. Su muerte representó una perdida para la cultura musical puertorriqueña, específicamente para el género musical de la plena.

Aunque en este trabajo no se pretende hacer un análisis comparativo con el

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entierro anteriormente expuesto de Rafael Hernández. Ambos entierros se cruzan en el aspecto cultural y sociológico en el que los puertorriqueños se manifestaron en un duelo colectivo por sus músicos.

A diferencia del entierro de Rafael Hernández, en donde la prensa del país y los círculos políticos y culturales dejaron para la memoria cultural del país, una documentación para preservar la memoria del músico aguadillano, el entierro de Rafael Cortijo quedo plasmado en una obra literaria conocida como El entierro de Cortijo. Este texto es catalogado como una de las crónicas mortuorias más estudiadas en la literatura puertorriqueña. Fue escrito en 1983, por el escritor puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá.

Para poder entender la importancia de la obra y relacionarla al tema de este ensayo monográfico, tenemos que dejar claro la intención del escritor y el propósito de este en dicha obra.

Edgardo Rodríguez Juliá es perteneciente a un grupo de escritores puertorriqueños pertenecientes a los setentistas. Estos escribieron sobretodo el replanteamiento del tema de la identidad nacional puertorriqueña.

A diferencia de los escritores puertorriqueños pertenecientes a la generación del treinta, en la que la identidad nacional se miraba en relación al campesinado puertorriqueño y la resistencia cultural de este ante la americanización de la isla.

Los escritores de la generación del setenta miraron otros componentes ante los cambios ocurridos en Puerto Rico tras el desarrollo del Estado Libre Asociado y sus consecuencias tanto político y social, principalmente de las zonas urbanas del país.

Utilizando la crónica como técnica literaria, Edgardo Rodríguez Juliá, utiliza una visión muy personal de los hechos para describir el velatorio y el entierro de Rafael Cortijo.

El hecho de que la música agrupa distintas clases sociales del país, Rodríguez Juliá se convierte en el cronista-narrador de El entierro de Cortijo, y decide hacer una representación de sí mismo, para describir la sociedad civil puertorriqueña vista desde un entierro.

Lo importante de la obra El entierro de Cortijo es observar como el cronista-

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narrador de la obra utiliza sus propias observaciones durante el entierro, convirtiendo la obra en un mosaico de cruces históricos, dirigidos a tratar de describir la identidad nacional puertorriqueña.

Lo interesante de la obra literaria es como a través de una crónica mortuoria, el autor logra realizar desde el punto de vista de cronista-narrador, describir los distintos componentes de la sociedad puertorriqueña.

El énfasis en describir a las comunidades marginadas en donde se cultiva la música afrocaribeña, y su sentimiento ante la pérdida de Rafael Cortijo como eje central de su crónica, este nos revela las raíces afrocaribeñas del puertorriqueño en el caribe.

En contraste con los homenajes fúnebres realizados durante el velatorio de Rafael Hernández, el cronista-narrador del entierro de Cortijo retrata en su crónica, una visión distinta en los ritos fúnebres que un pueblo caribeño realiza ante la pérdida de un músico representativo de la música afrocaribeña.

Rafael Cortijo representó el último de los grandes pleneros que tuvo Puerto Rico.

Su velatorio fue en el residencial público Luis Llorens Torres, y aunque no fue una manifestación de duelo tan homenajeada como los que recibió Rafael Hernández, se pudo comprobar la solidaridad de los puertorriqueños ante sus artistas que de una u otra forma impactan y despiertan el sentimiento nacional de un pueblo.

Los Cementerios María Magdalena de Pazzi y San José de Villa Palmeras: Campo Santos representativos de nuestra música Popular.

Prácticamente los cementerios siempre han existido. Es necesario prestarle atención a estos, ya que en ellos se recoge la última huella de nuestra existencia.

La selección y determinación del lugar al que se le destina a la tumba en el cementerio, nos brinda una información histórica imprescindible para nuestra memoria cultural.

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La selección del cementerio capitalino María Magdalena de Pazzi nos muestra un sinnúmero de tumbas pertenecientes a la memoria cultural de grandes músicos y compositores puertorriqueños.

Mediante el análisis de la estatuaria, algunas tumbas de músicos se clasificarían como tumbas monumento.

En estas tumbas monumento, el análisis y la descripción iconográfica se busca conocer el contenido natural de la obra.

La tumba del compositor Rafael Hernández entra en la clasificación de una tumba monumento. Su valor estético le confiere un peso mayor al de otras tumbas más simples dentro del cementerio María Magdalena de Pazzi.

Según la tesis doctoral de Doris Lugo Ramírez titulada, Aproximación a la Iconografía Funeraria en Puerto Rico: Análisis de Tumbas y Pinturas Puertorriqueñas Representativas De Finales del Siglo 19 al inicio del 21

La doctora Lugo nos presenta una selección de cementerios de Puerto Rico, en el que ilustra una variedad de estatuaria funeraria para luego examinar y

reflexionar sobre la iconografía funeraria, principalmente de tumbas monumentales de finales del siglo 19 y principios del 20.

En el tercer capítulo de su tesis Análisis iconográfico de la estatuaria funeraria, encontramos su descripción de tumbas de intención memorial en el cementerio capitalino.

Estas tumbas de intención memorial rememoran escultóricamente la figura del finado.

La tumba de Rafael Hernández y Pedro Flores, ambos sepultados en el cementerio de San Juan, son tumbas de monumento por su aportación a la música nacional puertorriqueña.

Si analizamos la tumba de Rafael Hernández, observamos un busto y una bandera puertorriqueña en la que está inscrita un pentagrama musical con las letras de su canción

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titulada “Preciosa”.

No todas las tumbas de músicos que han dejado huellas en la memoria cultural puertorriqueña se clasificarían como tumbas monumentos. El cementerio de San Juan alberga otras tumbas más simples, en el que se combinan elementos profanos que determinan la profesión del músico y su trayectoria. Como por ejemplo la recién tumba del saxofonista Eddie Orlando Pérez saxofonista del famoso grupo Cortijo y su combo.

Hay músicos y artistas que sus tumbas se caracterizan por la vida contemplativa y elementos cristianos y marianos. Entre estas mencionamos la tumba de Tony Croato y la de la guarachera Myrta Silva.

El cementerio de San Juan es un camposanto histórico en el que se permea una gran belleza, su diseño arquitectónico heredado del impacto de la ilustración del siglo 19 crea un espacio hermoso para la contemplación.

En contraste con el Cementerio de Santa María de Pazzi, el cementerio San José de Villa Palmeras tiene la peculiaridad de albergar tumbas de las figuras más importantes de la cultura afrocaribeña.

Las tumbas del cementerio santurcino evocan los apellidos de aquellos fundadores del antiguo Partido San Mateo de Cangrejos.

El historiador Fernando Picó en su libro, Santurce y las Voces de su genteCangrejos fue un poblado formado por esclavos fugitivos del Caribe, a quienes en el siglo 17, se les reconoció su libertad a cambio de jurar fidelidad al rey de España y convertirse al catolicismo.

San Mateo de Cangrejos fue un partido en 1774. Perdió su existencia municipal en 1862 al anexarse a San Juan.

El antiguo barrio seboruco (Villa Palmeras) es representativo de nuestra cultura

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afro caribeña.

No es de extrañarnos que algunos músicos ya fallecidos, representativos del género musical conocido la bomba y la plena, se encuentren enterrados en el histórico cementerio San José de Villa Palmeras.

Si nos adentramos al cementerio de Villa Palmeras y observamos a partir de su espacio interior, un sinnúmero de tumbas escritas con los apellidos que rememoran el antiguo seboruco como Cortijo, Verdejo y Escalera.

La tumba de Rafael Cortijo se encuentra representada con la imagen de su instrumento musical que lo caracterizo, me refiero a una conga. Una tumba simple con una cruz cristiana en la parte superior y un gran diseño de su instrumento musical en el centro.Además de Rafael Cortijo, otros músicos representativos de la música afrocaribeña y enterrados en el cementerio San José son Tommy Olivencia, Ismael Rivera, Modesto Cepeda y Pellín Rodríguez.

Aunque un poco deteriorado por falta de mantenimiento, considero el cementerio Villa Palmeras como un camposanto representativo de nuestra cultura caribeña, por la cantidad de

músicos del género de la “salsa” que sus tumbas yacen entre miles de otras tumbas pertenecientes a nuestros antiguos artesanos y obreros trabajadores.

La tradición estalla en el barrio, en los días a principio de mayo, cuando en un momento de recordación, las tumbas de Rafael Cortijo e Ismael Rivera son rodeadas de pleneros entonando la música que los caracterizó como artistas pertenecientes a nuestra cultura afrocaribeña

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