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LA OBRA RESTAURADA 11 El monasterio de las Desc alzas Reales: arte y espiritualidad en el Madrid de los Austrias Ana García Sa nz 39 La escalera del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid Miguel Morán Turina 55 Reportaje fotográfico de la obra restaurada LA RESTAURACIÓN DE LA OBRA 81 La restauración de las pinturas de la escalera del monaste rio de las Descalzas Reales de Madrid Ángel Balao Gonzá lez

El monasterio de las Descalzas Reales: arte y espiritualidad en el Madrid de los Austrias

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LA OBRA RESTAURADA

11

El monasterio de las Descalzas Reales: arte y espiritualidad en el Madrid de los Austrias

Ana García Sanz

39 La escalera del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid

Mi guel Morán Turina

55 Reportaje fotográfico de la obra restaurada

LA RESTAURACIÓN DE LA OBRA

81

La restauración de las pinturas de la escalera del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid

Ángel Balao González

El monasterio de las Descalzas Reales: arte y espiritualidad en el Madrid de los Austrias

Ana Garda Sanz

Conservadora del monasterio de las Descalzas Reales Patrimonio Nacional

Los ORíGENES: JUANA DE AUSTRIA y su PROYECTO

FUNDACIONAL

EI15 de agosto de 1559, festividad de la Asunción de Nues~

tra Señora, tuvo lugar la solemne entrada de la primera comu­

nidad de reJigiosas en el monasterio de Nuestra Señora de la Con­

solación de Madrid, muy pronto conocido popularmente como

las Descalzas Reales. En el momento de escribir estas Hoeas se

cumple el 450 aniversario del inicio de la vida conventual de este

monasterio que, desde aquel momento, se convirtió en uno de

los núcleos más importantes del ámbito religioso, social y en casos

político, e incluso festivo, de la villa de Madrid.

El monasterio de las Descalzas Reales surgió como un patro­

nato regio que gozó dcsdesus inicios de la protección de la Coro­

na. I L .. \ iniciativa de su fundación se debe a Juana de Austria (1535-

1573), hija menor del emperador Carlos V y de la emperatriz.

Isabel de Portugal. Los estudios biográficos de quien fuera infan­

ta de Castilla y princesa de Portugal, muestran a una mujer de

gran personalidad y con una profunda espiritualidad, condición

ésta, que fomentó su deseo de fundar un monasterio2 (fig. 1).

S:inchez Hcrn:lndez, M.O L., PalrOIl{//O Rfgio y~rdC/les rrligiolluflll/milllu, Madrid, 1997.

Juana nació en Madrid cl24 de junio de 1535; su alumbra­

miento tuvo lugar en un palado situado en el arrabal de San Mar­

tín, propiedad de Alonso Gutiérrez, Tesorero y Contador del

emperador. Este edificio, que sirvió de residencia temporal a la

emperatriz Isabel en los últimos meses de embarazo y después

del nacimiento de Juana, se convirtió afias más tarde en el monas­

terio de las Descalzas Reales.

En 1552 1a infanta Juana contrajo matrimonio con el joven

principe Juan, heredero al trono de Portugal, con quien tendda

un único hijo, Sebastián, nacido en 1554 pocos días después

de la muerte de su progenitor. Viuda, y reclamada por su padre

para ser regente de los reinos hispanos, Juana viajó a Valladolid

dejando atrás a su hijo, de apenas cuatro meses, al que no vol­

veda a ver nunca más. Sus obligaciones como infanta de Espa­

na no fueron compatibles con su condición de madre del here­

dero de la casa real portuguesa que, evidentemente, debia educarse

y formarse en la corte de Lisboa.

Durante su corta estancia en el reino portugués, y más con­

cretamente desde su regreso a Espafia, Juana fue fraguando la

idea de fundar un monasterio. A pesar de sus responsabilidades

FCfll~lldez de Rclall~, L., DDliajuatll' de AmIda (J535-J573). Madrid, 1955; Villacorta B.~ño$·G~rda . A., ¡""jemita.jl/aJ/lI de Aumü •. Madrid. 2005.

II

rig. l. ¡",mn d~ Austrin. Alonso S:\nchc~ Coello, (. 1%5.

como regente de los reinos hispanos, papel que desempeñó des­

de 1554 a 1559, Juana invirtió gran parte de sus energías en

proyectar su fundación. En este proceso tuvO un papel espe­

cial Francisco de Borja, IV duque de Gandia y miembro de la

Compañia de Jesús desde 1551, quien por entonces era con­

fesor de la princesa. Aunque las inquietudes espirituales de su

pupila estaban enfocadas a la creación de una rama femenina

de jesuitas, instituto en el que de forma excepcional ella mis­

ma habla ingresado, esta idea no prosperó y se cons ideró más

adecuada la elección de una comunidad de religiosas de una de

la órdenes ya existentes.3 En Portugal, Juana ya había consi­

derado la posibilidad de fundar un monasterio de clarisas; la

elección de esta orden fue respa ldada sin reserva alguna por

12

Mudnc1. de la ücalcra, J., .Mujeres jcsuhicas y mujeres jesuitas. , A Compn"hin dr ¡mí, "a I'm(11$ulnlbiri(a "OS s«s. XVI t XVII: Espirill/n/idade r mIli/m. Actas, Oporto, Univcnidadc do POrto. 2004, pp . .%9-383. Drrillo J., Rt!ación hillórim de In mrl PUf/da,ió" dr {lIS DtJ(I1lz¡rs dr Sn"ra Clnm dt la Villn dr Madrid. Madrid, lG16, tomo VII, robo 17v-18.

Francisco de Borja, ya que a ella pertenecían varias muj eres

de su propia familia.

Otra circunstancia tenida en cuenta a la hora de optar por

una comunidad de clarisas, fue el hecho de que fracasase una fun­

dación promovida por la duquesa de Frias en la localidad rioja­

na de Casa de la Reina. En 1554, un grupo de seis religiosas

partieron del monasterio de San ta Clara de Gandia para habi­

tar la nueva fundación, que no llegó a prosperar debido a la muer­

te de la duquesa. Francisco de Borja aprovechó su cercanía a la

princesa Juana. y su relación familiar con algunas de aquellas reli­

giosas valencianas, para fundir el deseo de la infanta con la nece­

sidad de un convento donde alojar a las monjas (fig. 2).

De esta manera, los orígenes del monasterio de las Descalzas

Reales quedaron inevitablemente unidos a la historia del de San­

ta Clara de Gandía, primer convento espafiol que secundó la refor­

ma propuesta por Santa Colena Beulatt de Corbie a finales del

siglo XV. Esta nueva rama franciscana, que adoptó el nombre de

coletina, se propagó a partir del monasterio valenciano del cual

surgieron siete fundaciones. Éstas hablan sido ya anunciadas

por una señal m ilagrosa, cuando en el convento de Gandia se vie­

ron salir siete estrellas del manto de la Virgen de Gracia, una esrre­

lla por cada uno de los siete futuros conventos, siendo el último

el que ahora nos ocupa de las Descalz.as Reales de Madrid.4

La consecuencia de estos acontecimientos fue la existencia

de una com unidad, ya constituida en 1554, cuya definitiva resi­

dencia estaba aún por detcrminar. JuaQa de Austria dispuso, en

1557, el traslado de las religiosas a Valladolid, donde ella resi­

día. Con la idea de encontrar una residencia adecuada para ellas,

Juana mantuvo diversas negociaciones con los propictarios del

antiguo palacio madrileño de Alonso Gutiérre7., que concluye­

ron en su adquisición y posteri..or remodelación para acond icio­

narlo como monasterio, labor que fue encomendada al arqu i­

tecto Antonio .Sillero.5 •

En 15591as religiosas viajaron a Madrid desde Valladolid,

pero aún tuvieron que esperar algunos meses para habitar el nue­

vo monasterio, quedando alojadas tempor<ilmence en la llama­

da casa del Obispo, situada en la plaza de la Paja. El 15 de agos­

to de ese mismo año, finalizadas sólo una parte de las obras, la

comunidad de clarisas se trasladó en solem ne procesión al monas­

terio de Nuestra Sefi ora de la· Consolació n. A pesar de la llega-

Uaguno E. Y edn Bmmldcl, J. A., Noticias dt los arljllit«l~s y lI'1]tliurlrim etI

la España dtldr su mlallraci6". 1829, l. 11, p. 81; Sancho J. L., Ln A'I]lIitmllm

i r fos hal" Sirios. 1995. pp. 145-155:

da de la comunidad, continuaron los trabajos en el conjunto

durante algunos años más, enfocados principalmente a la cons~

trucción de la iglesia. El templo se levantó bajo la dirección del

arquitecto real Juan Bautista de Toledo y fue consagrado el 8

de diciembre de 1564; al mismo tiempo se construyeron otras

dependencias monacales, prolongándose los trabajos hasta 1570,

según indican las crónicas.6

Juana concibió el edificio conventual como parte de un exten~

so conjunto multifuncional donde se encontraba una residencia

real, una iglesia que acogerla su panteón, las viviendas del perso~

nal al servicio del monasterio, como la ClSa de Capellanes o el bea~

terio, y un gran hospital, así como otras edificaciones y espacios

destinados al mancenimiemo del complejo, entre los que se encon~

traban una vaquería, una tahona y las huertas?

Anexos a la iglesia, junto al presbiterio, Juana ubicó sus apo~

sentos de modo que pudiera asistir desde ellos a los oficios divi~

nos. En ese mismo lugar dispuso que se levantara su capilla fune~

raria, preocupándose de manera muy especial de cómo había

de hacerse todo lo relativo a ella. Su temprana muerte, el 9 de

septiembre de l573, no le permitió ver terminada por comple~

to su capilla sepulcral, personalmente concebida como un cspa~

cio íntimo, ajeno a las miradas de los fieles. El detalle con el

que Juana exp resó sus deseos respecto a este extremo hizo posi~

ble que, tras su fallecimiento, sus testamentarios se encargaran

de finalizar su construcción respetando fielmente su voluntad así

como del traslado definitivo de sus reStOS en l5788 (fig. 3).

El papel de Juana como fundadora se circunscribió princi~

palmente a la concepción del complejo, a los espacios que de~

bían componerlo ya la forma en que había de gestionarse. Una

vez habitado el monasterio por las religiosas no hay noticias de

que la princesa in terfiriera en la vida de la comunidad. Juana se

ocupó principalmente de disponer sus aposentos, de la cons~

trucción de su sepulcro así como de la de otros edificios anejos

al monasterio. De forma muy especial se centró en todos los asutl~

tOS relacionados con la fundación, en 1572, de un hospital bajo

la advocación de N uestra Señora de la Misericordia, cuya eons~

trucción no se in ició hasta poco después de 1574 y su apertura

no tuvo lugar hasta 1601.9

AGp, Patronalos, leg. 71'10/ 1. Cronirtf J MSloril/ I/mll/dt1'il dr II/s C(lJilS m~mortl­

bits) pl/flicll/l/rtS itl Santo Coul/mlo i t /1/ MI/dr: d~ Dios dr Itt ComO/l/cid" dt MI/drid J d~ J/Ifillldnd6u J pril/cipio, 159'1. La ' casa de las beatas. o _beate rio. era la residencia de dala trd mujeres cnc;lr­gadas de dar lervicio a las rel igiosas con la ayuda de lrel o cualro m07..as de servi­cio. l:\ presencia de estas empleadas se expliC:l al no dlar permitido que hubiera 1110njas legas o . rrailas. en la comunidad ni lampoco sirvientas dentro de la clau­mm. Carrillo, J .. op. Úf .. 1616, fol. 32v.

Fig.2. San FmndsC(l dt Borjl/. Anónimo espafiol, s. XVII.

Desde 1559, afio de su fundación, hasta finales del siglo XVII

se produce el momento de mayor esplendor del conjunto. Duran~

te este tiempo fueron muchas las vicisitudes y complicaciones

derivadas de la gestión y mantenimiento de este extenso com~

piejo que, a lo largo de los siglos XVlI1 y XIX, vio mermadas sus

posesiones y reducidos sus lím ites hasta quedaren pie lo que hoy

se contempla: el monasterio, la iglesia y parte de las dependen~

das del personal. Sin embargo, de aquel esplendor quedan nume~

rosas noticias y los nombres de algunas calles cercanas, como la

de la Misericordia o la de la Tahona de las Descalzas, que man~

tienen aún viva la memoria de aquel extenso proyecto (fig. 4).

Acerca de la capilla, véase Ortega Vid,,1 j .. ' Lo. C:lpilla scpulcral de dofiaJu'nl en I.s Descalzas Reales. UM joya en l. penumbra>, Rtnlts Sirios, núm. 138, 1998, pp. "¡O-S4; GMda Sanz A., .Nuevos datolsobre los artífices de la capilla fllllera ­ria de Juana de AWllri.o, Rtl//u Sitial, mlm. 155, 2003, pp. 16-25. AMOR, Dj. l /l. Libro dr (/crrmlos dt /(/ jllll/(/ dt TtSlilllltllMrios d~ dolinjlllllln de AllJtril/. d(Sd~ d J4 dncpticmbr( d~ J5731JilSIiI ti J4 de 1111/rZ() dr J593.

13

Pig. 3. Sepulcro de Juana de Austria. Pompeo Lconi, 1573- 1576.

UN PATRONATO REAL: MUJERI!S ILUSTRES

y MECENAZGO CONVENTUAL

De acuerdo a lo establecido en las constituciones, la comu­

nidad no podia estar formada por más de33 religiosas, en memo­

ria de la edad a la que Cristo se enfrentó a su pasión, muerte y

resurrección. Todas ellas deblan pertenecer al linaje real o proce­

der de familias nobles, caso éste en el que era preciso demostrar

su limpieza de sangre. La consecuencia de esta premisa, estable­

cida por la propia fundadora, fue la formación de una comuni­

dad compuesta por mujeres de las fami lias más importantes de

la sociedad del momento; de este modo, linajes corno los Borja,

los Rojas, los Pacheco o los Portocarrero estuvieron represemados

,o . Nos deseamos que aquellas fuesen nobles e hijas-dalgo, y por lo menos queremos y es nuestra voluntad que scan limpias de sangre •. AGr, Leg. 714916. Relll ji",­daci611 dt /11 cnpillll y lIIol/asurio dt las "ligioslIs jralldsCl/r/fu duclI!zns dt la priml­m rtglll di Sallflt Clam, qUt tl/III ~iIIa dt Mlldrid dOl6 y jimd~ In Slrtll{¡silllllllno-

14

Pig.4. Candes d~ las calles de la Misericordia y de la '¡"hona de las DC5Cal~5.

en la clausura de las Descalzas Reales. lo Esta circunstancia gene­

ró unas estrechas relaciones entre la Corte y el monasterio, poten­

ciadas aún más por la existencia de un Cuarto Real anejo al mis­

mo cuyas dependencias fueron coqcebidas como res idencia, ya

fuera temporal o continuada, de la;. mujeres y de los pequeños

infantes de la fami l.ia real q".lc as! 10 descaran. AlU estuvieron

alojadas las infantas Isabel Clara "Eugenia y Catal ina Micaela, en

1568, tras la muerte de su madre Isabel de Valois y más tarde,

en 1580, regresaron acompañando a sus hermanos Diego y Feli­

pe tras la muerte de Ana de Austria. Isabel Clara Eugenia retor­

nó de nuevo, en 1598, para pasar allí los meses previos al enlace

matrimonial con su primo el archiduque Alberto (fig. 5). Pero sin

duda, la más ilustre moradora de 'este cuarto fue la emperatriz

m dofin JIIIII/a dt AII/lria, illfantll de Cnl/illa J prillrt/a de Porl/lgltl, por los afior dr 1572, (1)11 las d.dllm(ionrs qllt a tlllt/llZo (11' G/lIII¡tl dt Mtrr«do It 15 dt IKwbrt de 1602, (1 Still/T Rry dOIl P/¡dip. llI, (l)mD jMfl'6l1 y prq/tc/or que tm, rOllflrn/lldllJ por In Snlllidlld de Cfemmu VJlI, t1I 24 dt ma/"U d. 160J, p. J J.

María de Austria, quien habitó en él desde 1582 hasta su muer­

te en 1603, año en el que fue utilizado como «palacio de retiro»

por la reina Margarita de Austria y su hija, la infanta Ana Mau­

ricia. 1l Igualmente sirvió de lugar de retiro temporal a las reinas

Isabel de Valois y Ana de Austria, cuñadas ambas de Juana, con

quien les unía, además del parentesco, una gran amistad.

Estas buenas relaciones entre las mujeres de la fumilia real pro­

piciaron la creación de un espacio donde se desarroHó una socie­

dad femenina caracterizada pardos ambientes bien diferenciados.

Por un lado, el generado dentro de la clausura en el cual, protegi­

do de los vaivenes de la sociedad, prevalecía la formación espiri­

tual de las religiosas, de la que formaba parte el estudio de la lite­

ratura, la música y el arte. 12 Por otro lado, surgió un ambiente

cortesano al amparo de la residencia real contigua al monasterio,

donde se conformó una corte femenina desarrollada especialmente

en torno a la figura de la emperatriz María de Austria (fig. 6).

En las dependencias del C uarto Real se combinaba el retiro

del espíritu con otras actividades propias del ambiente cortesano.

La danza y el teatro tuvieron su cabida en esta residencia; un noto­

rio ejemplo de ello es la representación en sus salones de la égloga

«Dafne», atribuida a Juan Sánchez Coello, hijo del pintor de cáma­

ra de Felipe IJ. Esta obra fue representada en el C uarto Real a las

dos de la tarde del Domingo de Carnaval, en la última década del

siglo XVI, y a su puesta en escena asistieron como invitados la infim­

ca Isabel Clara Eugenia y el joven príncipe Felipel3.

La convivencia de un espacio palaciego junto a otro con­

ventual explica la existencia del Salón de Reyes, llna estancia bisa­

gra donde ambas formas de vida se daban la mano, y tenían lugar

festejos, audiencias y recepciones (fig. 7). A pesar de las reformas

arquitectónicas realizadas para transformar el edificio en monas­

terio, en esta espaciosa sala fueron respetados el friso de yeserfa

y los paneles de azulejos del antiguo palacio de Alonso Gudé­

rrez, elementos que contribu(an a crear un ambiente áulico acre­

centado, aún más, por la exposición en sus muros de la extensa

galería de retratos de personajes de la Casa de Austria (fig. 8).

La existencia de esta gran sala, que operaba a modo de Salón de

Embajadores o de Audiencias, y la condición del monasterio

" C"bre ra de Córdoba, L., Rrlaciolln lit fas ro/m IIImlidas t ilia (om de Eipnlfa d(J· dt 1599 halla 1614, Madrid, 1857, p. 197 .• EnlrClanlO quc dum la ausencia dc S. M. quroar~ la reina con la ¡nmllla cn el monaslerio de las Dc.lcal7.:1s frnllciKlls dc Madrid., Relación dd 29 dc noviembre de 1603.

" Acerca dec.lle lcnm véase LópC7, Vidriero, M.O Lo, . Por la imprellla hacia Dios>, DI IibrtJ/, librtrlal, imprtll/tuy{tctorn, Universidad deSalamanca, 2002, pp. 193·218.

,) A esle respcclo ron de gmn ¡meró los eSlUdios de Fcrrcr Val s, T, . La represcma· ción y la inlerpretación en el siglo XV I. , en Huerta Calvo,). dir. , Hisloria del /tall'O npaliol, l. 1, Madrid, 2003, pp. 239-267, Y Folsa llla Vda, E., .~ ~gl o¡;a

Fig.5. Isabel Clam 8lgwia. Fmm Pourbus . eI joven., c. 1599.

como patronato real fueron las circunstancias que generaron la

formación de una de las más completas galerías de retratos de

la familia real, comparable con las existentes en el Alcázar o en

el palacio de El Pardo y que, aunque parcialmente mermada en la

actualidad, constituye uno de los mejores ejemplos de la retra­

tística de corte y conventual. l4 En ocasiones, este salón sirvió

Dafnc. Algunas precisiones sollre su represenlación, fecha de composición, y posi­blc, aunque no demostrnda, aUlo r/a . , Propaltlia, Archivo de Invc.l ligacioncs de Litcr;uura Espaficla y lcorb Lilcrnria, n{nn. 2, 2008. Los dalOs más concretos al respecto los aport:l Sldn, L. K., . The musiciam or ,he Spanish roya l chape! and court cllIcnainmcllu" 1590-1648, TIJt Royal Challtl in /be lime of/be Hllbs_ burgs. MuJicand courtartmonyin tIIrly modl'" Europe, editado por Carrcra s, J. J. y Carda Carda, B., 2005, pp. 173·194.

,. CareJa Sanz, A. y Ru iz, L., .Linaje regio y monacal. la gaicrfa de retratos de 1a5 Dc.lc~b.as Rcalc~., El Linaje dd Emptmdor, 2001, pp. 135-158.

15

Fig. 6. Empemlri1; Maria de AWlria. Juan Pamoj" de la enlZ, c. 1600.

incluso de comedor, descrito por los asistentes al banquete como

«u na sala grande [ . .. ] de buena arqu itecwra, hermosa vista,

con ventanas rasgadas y rejas que caen a la huerta, adornada con

pinturas de primor admirable que tralan o enviaban las perso­

nas reales» 15.

,) Palma, }. de, Vida,üfa SmnIJima ¡nfomaSDrMargariladebt Cruz. Madrid, 1636, p. S6.

'6 AMDR, Planero 2, Caj6n 9, 4/4. Lictllcia olorgada po'. Camito Mdximo, Nuncio de SIl MII/idlld ti> Esplllia pam 'lile el rry 1 (os crilldos de SIl tllSa p,mia" (/I/mre" fA cfAmura dd mom/Sltrio de /as Deltalu/ &111" co" mOfiw dr la prrPllmcid", celt­bmcidn dr áiutnMfmiuidaáts rdigioln!. Ailo /655. AMOR, Caja 35f2. Lictllda olorgada por Fr&,ico Yo,romeo, NUlldo dr Sil Sall­lidad tII &pnila pllm que los Rr}ts, SIl eomitiulI pllrdall mtmr a 111 daumm áel lIIo/l/waio tI! las Dt/CI/!ztu por la PU(r/1I que da al rdicario. Afio /668.

'1 AMOR, Caja 21/1. Libro dr exp(orncionts de libmad dt las rrligiosas qllt proftsa­rOIl m tlmOl/aflerio de 1M DtsM!ztu Rtnle/ áe Madrid desde 1577 a 1935.

" AMOR, Caja 23/2. Libro de 101 illgrt/os ár la! limoS/ltl! del 110110 1 lOJ gallos que!t ha" tftml/ldo eOIl cargo a fAs misil/M dumn/( 101 afio/ 168211683.

,! AMOR, C1ja 8ft7. Carra de la abadesa de las DesmlZl/s Reale/, sor Marra Pall/a­ItOlla de mil Amollio dt PadUII, 1I1IIIquisidor Gmeml, lIoliftcdlldolr qllr tsM tlllIIO

16

Las paredes del Salón de Reyes, con sus majestuosos retra­

toS, fueron el marco de n umerosas visitas de miembros de la

familia real quienes, para acceder a la claus ura, necesitaban

disponer de la correspondiente licencia papal, documento que

era tramitado a través del nu ncio de Su Santidad en España. 16

En varios documentos, relativos a las exploraciones de las rdi- .

giosasl 7 y a la entrega de limosnas por parte de la Casa Real,18

se describe cómo se accedía antaño a este magno salón. Segú n

las noticias, hasta el siglo XVUI existieron dos puertas en el

Relicario, una que comunicaba con las dependencias laterales

de la iglesia, y otra, aún existente en la actualidad, abierta hacia

el Salón de Reyes. 19 El acceso de [os monarcas, príncipes, infan­

tes y demás ilustres visitantes a este salón se hada a través de la

zona que ocupaban los aposentos de Juana de Austria y más tar­

de los de su hermana María. La emperatri7. gozó de licencia para

entrar por esa puerta al monasterio,20 y acceder al Relicario don­

de gustaba encontrarse con su hija Margarita para orar juntas

ante las reliquias de algunos santos a los que tenían especial devo­

ción y después retirarse, \, la una a su quano, y la otra a su eel­

da».21 Igualmenre, la emperatriz frecuentaba el Salón d; Reyes,

donde se reunía habitualmente tanto con su h ij a sor Margarita

como con otras religiosas que acudían a hacerla compañía. Sin

embargo, la entrada de los reyes a este salón a través de la clau­

sura era algo excepcional, así ocurrió en 1680, d urante la visi­

ta de la reina Maria Luisa de Orleáns con motivo de su llegada

a España, aconrecim icnto singular que quedó reflejado en las

crónicas de la comunidad22.

La vinculación de las Descalzas Reales con la monarquía pro­

pició la existencia en el inrerior de la clausura de patrones toma­

dos del ámbito cortesano y palaciego. Juana de Austda realizó,

desde su condición de infanta y princesa, una importante labor

de mecenazgo y contribuyó de 'forma significativa al inicio de

la formación d~ la colec¡;ión artística del monasterio, cediendo

parte de sus biencs.23 A imitaCión de ella, otras mujeres de la Casa

rlllutvo cOllft/lQ/lllrio abimo e// rl lado i//feriorárl altar mayor 1 q/II sr ha "'tlido tII dalU/ira tf {fall/ado _Cuarlo de la Emprratriz_. Afio /783.

M AMOR, Caj. IGfJ 5. Crdllicn e his/ori,/ del mOI/(/Jferio de 1'1 Madrr de DiOJ de la COIISolllci6n, V/ligO DmalZl/I Rrnltl, ¡I/lIdado por dofill JI/al/a dr A'/Jtria, pr;/lUla de Porll/galAño .1599.

11 Pa lma, J. de, op. di., 1636, p. 282 (ed. l'alafox). 11 AMOR, D ja 16/11. Frngmm/o dtl ,(/alO de VIIrios SI/resos vividos'" ti mMilJ/e­

rio áe las Dcscnkns Rrnles dctde 1677 bas/a 1684, d(f/aeal/do la muerte de SOr Margarita de f.1 Crut ,A,lIIr¡'l.

1) AMOR, C.1ja LlIS. bWtlllarios de todas las rtliqlliM, imdgmts, omamelllOS, obje-10/ rtligiolOJ que 100Itilall/ell/arios de dolía'¡l/lIl/a de Austria mlrtgaroll al mOllas/e­rio de 1m DtlCa!ztu Rtaks por ordm de la pril/ctsn áe Porlllgal, mji",dadora. Años 1574-1597. .

• -' . - '

. ,

Fig.7. Solón de Rcye.s.

17

rig. B. Salón de ReYe¡1. Del~ lI cl de 101 nulejos. Manufaclura IOledana, $. XVI.

de Austria y de las f1lmili as de la Nobleza protagonizaron ini­

ciativas que supusieron tanto la llegada de valiosas obras de

arte, como la ejecución de programas decorativos enfocados al

ornato de los espacios conventuales. El resuleado de esta pro­

mociÓn ardstica se sumÓ, tanto a los bienes traldos al convento

como parte de la dote de las rel igiosas. como a aquellos regala­

dos por sus fami lias. hechos que explican la formación de la exten­

sa y valiosa colección de obras de arte (6g. 9).

Una de las religiosas más ilustres y que mayor calado tuVO

en la comunidad, especialmente por su talla espiritual, fue la

archiduquesa Margarita de Austria (1567-1633). que profesó en

1584 adoptando como nombre de rel igión el de sor Margarita

de la Cruz. L'\ hija menor del emperador Maximiliano Il y de

la emperatriz Maria de Austria, realizó un largo viaje desde Vie-

14 P~lrna, J. de, op. cil. l' AMDR. C1ja 30/2. [)o(uffltmacidn rt!AliJIII//( prtI«J{/dt btatifiraddn di lA in¡m,.

fA Iflr M//rtarifA di 1" C"" .. follttitla J rn/trn/dA m lA d""lura dt IAllli~alUJ

18

na hasta Madrid acompafiando a su madre en su decisión de reti·

rarse de los asu n tos de estado. A pesar de ser requerida por su

do Felipe Il como su quinta esposa, Margarita decidió abrazar

la vida religiosa, profesando e,n el monasterio fu ndado por su

daJuana. Su vida ejemplar quedó reflejada en una detallada bio­

grafla en la qu.e se resah~n sus numerosas virtudes y la santidad

de su persona;ü la admiración que sus contemporáneos sintie­

ron hacia su calidad humana y esp iritual motivó que se in iciara

incluso su proceso de canonización.25 Su fama traspasó los muros

de la clausura de las Descalzas y fue objeto de numerosos comen­

tarios de las gentes de Madrid; a csta admiración popular res­

ponde el soneto que Francisco de Quevedo escribió a su muer­

te, definiéndola como li la frente más preciosa que imperiales

coronas han cercado,,16 (fig. 10).

Ntalil, inüi//dfl ,~r lA NfflunMad J lA abadt$ll da rilath mO",IIIt1i~, $(Ir ¡",mil dtl Esplrilu SllnlfI. AIi", 1689.

u _Glorioso Tdmulo a la $erenfsima Inf':lnu Sor Marg:¡riu de '\u$!ria. , Obn/I di Don Fmntoo di QutWdo VilltgAJ, 1974.

rig. 9. Puerta del Relicario desde el Salón de Reyes.

La estancia ligada más fntim amente a su perso na es la Ha·

mada «casita de la infanta», pequeña habitaci6n que refleja la

sobriedad con que Margarita de Austria pasó sus d(as en el mona~~

terio. Como describe su bi6grafo, el padre Palma, se trataba de

un pequeflo y pobre aposento debajo de una escalera, donde guar·

daba una escultura de sa n Francisco dentro de una capillita de

ébano realizada co n la madera de un árbol que había plantado

el propio santo.27 Sin embargo, a pesar de su total aceptaci6n

de las normas de la vida de clausura, Margarita no desatendi6 1as

obligaciones derivadas de su rango, pues acostumbraba dar

aud iencia a través de la ventana del Relicario a embajadores y

otras personas disti nguidas que deseaban sal udada y presen tar~

le sus respetos. Asim ismo, siempre mantuvo una estrecha rela·

ci6 n con todos sus familiares, destacando especialmente la s in~

11 Palma, J. de, op. cit., pp. 269 Y 474.

Fig. 10. lnfolllil Margtlrilll de "1 Cnl~ Amonio rued, 1603.

cera y profunda amistad que mantuvo con la reina Margarita

de Austria, quien encolltr6 en ella una perfecta consejera.

Sor Marga rita de la Cruz fue la responsable de la llegada al

monasterio de Catalina de Este (I614~ 1628), hija de los prín~

cipes de M6dena, nieta de la infanta Catalina Micacla y por lo

tanto bisnieta de Felipe n.o Catalina lIeg6 a las Descab, ... ts Reales

en l622 con tan 5610 ocho afios, fa lleciendo seis afios más tar~

de sin haber llegado a realizar los VOtoS perpetuos. A pesar de la

brevedad de su vida, fue considerada una de las religiosas más

estimadas por la comunidad, yen su memoria se realizaro n varios

reu atos, siendo el más interesante de ellos aquel en el que apa­

rece difunta, tendida en su ataúd y con la cabeza cubierta con

el velo blanco de novicia.28

l. Nlímero de invel1tario 0061399 1.

19

Dentro del grupo de monjas ilustres ocupa un lugar espe·

cial sor Ana Dorotea de la Concepci6n (1612·1694), quien naci6

siendo marquesa de Austria, al ser h ija natural del emperador

Rodolfo 11 y de Catalina de Estrada, por lo [anta sobrina de la

infan ta Margarita. Fue enviada a la corte española en 1624 para

ingresar en el monasterio de las Descalzas, profesando con dic·

ciséis afias, en 1628, en una solemne ceremonia celebrada en

la iglesia del monasterio. L1. figura de sor Ana Dorotea es un cia·

ro ejemplo de mecenazgo conventual, funci6n en la cual se puso

de manifiesto su refinado gusto artfstico, cond ición que había

heredado de su padre, gran coleccionista y declarado protector

de las artes.

Ana Dorotea promovió importantes empresas artísticas en el monasterio, entre las que se encuentra el encargo, en 1653, de la

capilla de Guadalupe, situada en el ala Este del claustro alto.29 Para

su realizaci6n e1igi6 a Sebasti~n Herrera Barnucvo, arquitecto, pin·

ror y escultor madrilefio especializado en la proyecci6n de arqui·

tecturas eUmeros que lIeg6 a ser pintor de cámara de Carlos Il en

1667. Catorce afi os antes de conseguir este nombramiento, Bar.

nuevo realizó esta capilla consiguiendo crear, en un reducido espa·

cio, un conjunto de gran riqueza y esplendor. Todo en ella fue cui­

dadosamente d isefiado y ejecutado; una sucesión de espejos cubre

todas las paredes y forma un dosel que acoge la imagen de la Vir·

gen. Sobre los espejos de mayor tamaño fueron ejecutadas una serie

de pinturas a¡óleo con escenas de las mujeres fuertes de la Biblia,

temática que responde a cierra intenci6n doctrinal, muy apro­

piada en una clausura femenina. El programa iconográfico se cen­

tra en la figura d e la Virgen como modelo de virtudes y valores que

deben ser emulados pero, al mismo tiempo, también en las heroí­

nas del Antiguo Testamento, representadas en escenas de gran dra­

matismo, quienes aparecen como OtrOS modelos de comporra·

miento femenino igualmente imitables.

Esta capilla es un buen ejemplo de la estrecha relaci6n entre

manifestaci6n :artística y li teratura pues la fuente de inspiraci6n

del programa iconográfico se encuentra en la obra de Martín

Carrillo, Elogios de mujem insignes del Viejo ustamemo, conser·

vada en la biblioteca del propio monasterio y que fue dedicada

por el autor a la infanta so r Margarita de la Cruz30 (figs. 11 ,

12,13 Y 14).

~ Wethey. H. E. Y Sunderland Wc(ney, A ... Hcm:r~ Burnuevo y su capi lla en Ins Descol~s Reales. , R~illrl Sitiol. núm. 13, 1967, pp. 12·2l.

JI I3MDR. 053 1. C1rrillo, M., EI~iMdr"",jcm imig¡mdd Vitj~ 1hflfl/l(n{O, Hue¡· ca, 1627.

J1 Pora los aspeews relocionodos dirt((UmCIlIC con I~ deco".dón dc la cscalcra véa· $e el (CX (o dc Morin'!inina cn e¡(a mIsma publicación.

20

Otra de las empresas artísricas en las que se implicó sor Ana

Dorocea fue la mlauTIlcitJn de la decoraci6n mural de la escale·

ra principal,31 (al y como reza una inscripción conservada en la

parte cent ral de la pared sur.32 El uso del verbo restaurar para

ind icar los trabajos realizados por encargo de la marquesa de Aus­

tria hace pens.1r que estuvieron centrados en la reparación de algo

ya existente y que la empresa promovida implicada, únicamen·

te, la renovación y limpieza de unas pinturas realizadas ante·

riormente. Por orro lado, no existen datos que permitan afir.

mar que la presencia de esta inscripción responda al deseo personal

de Ana Dorotea de perpetuarse como promotora de esta obra, ni

tampoco que pudiera tratarse de una iniciativa posterior. Sin

embargo, la figura de Ana Dorotea ha estado siempre presente

en la decoraci6n de la escalera, aunque de manera muy discre·

tao La reciente restauración de las pinturas ha permitido ver deta·

Ilcs de las mismas que hasta ahora permaneclan ocultos bajo capas

de barniz y suciedad. Un detallado análisis del ros trO de la san­

ta Dorotea, que preside, enmarcada en un medall6n, la parte

superior de la pared Norte de la caja de la escaler~, revela unas

facciones muy similares a las de la archiduquesa. Una atenta com­

parnci6n con el retrato que de ella realizara Rubens en 1628, COI\·

servado en el Salón de Reyes del monasterio, pone de manifies·

ro esta similitud" (figs. 15 y 16). Al hablar de: las religiosas ilustres que habitarOll en el mo nas·

terio es obligado citar la figura de Margarita de Austria (1650 •

1686). La presencia de la segunda religiosa que con este nom­

bre profesó en las Descalzas Reales responde a un hecho que se

produda con frecuencia, ya desde la Edad Media, como era la

opci6n· por la vida en clausura a la hora de escoger el futuro de

las hijas naturales de los mon arcas o gobernantes, como ya se

apunt6 al hablar de Ana .Do~otea. Margarita fue hija na;!lral de Juan José de Austria, fruto de

sus amor~ en N~poles con Rosa Azwlino, sobrina y ah ijada

del ilustre pintor José Ribera. En 1656, con apenas seis afias, Ile·

g6 al monasterio, aunque su profesi6n no se produjo has(a 1666.

Su presencia en las Descalzas Reales propici6 la realizaci6n de

la capilla del Milagro, encargada por su padre en 1678 asumiendo

en parte los deseos de su abuelo Felipe rv.3-4 En estas fechas del

siglo XVII; la mayoría de las estancias del monasterio ya tenían

,\l RESTAURO ESTA ESCALERA I SDRANA DOROTEA / MARQUESA DE AUSTRIA / HIJA DEL EMPERADOR / RODOLFO 11/ RELIGIOSA DE ESTE CONVENTO I AJil'O DE 1684·

)J Numero de i"ventario 00612199. Óleo ,obre lienzo. )4 El mejor estudio de cm. capilla ese! publia do porGonclb.A$Cnjo, E., 01...1 upi.

lla del MiI~gtO :le lu Descalu.s Reales de Madrid., ~"J,,,mJo" ,ü Al/tIria, 1m Arltt (J629·J619), Madrid, 2005, pp. 574- 605 y 641·645.

Fig. 11. Capilla de la Virgen de Guadalupc. Sebastan Herrera Barnuevo, 1653.

21

Fig. 12. &q/l~/. Sebastián Herre ra Barnucvo, 1653.

Fig. 13. Cartela que corona la C'llp illa de Guadalupe.

22

LOGIOS E., MVGE.RB S

INSIGNES DEL vm JO l TESTAMENTO.

~L.d k )e1Z0Ya I1!fonta1J:.IMa!"qar1ta I deAuRn'a,..Hon;'a en el uento ~a! de las.

de jJ{adrt'd Por el D~'

Martl1n Carrillo .Ll.[)uau¡

de MontraragC>ll

Fig. 11\. EI~g"'~s dr lIIujem illsignrs dd V;rjD TN(f/m(1!IO. Martln Carrillo, 1627.

fig. 15. Sillita Doro/tll. PiJllUl'lI mU1'll1 de la clo;alel'll. Detalle.

una función y uso asignados, por lo que el espacio disponible era

muy reducido. El único lugar posible para su ubicación se encon­

traba en la parte posterior de la Casita de Nazaret, una zona de

dimensiones reducidas pero en donde, gracias a la habilidad de los

artistas, fue factible levantar una pequeña capilla con todos los ele­

mentos propios de un templo (fig. 17).

Esta capilla surgió con el propósito de ofrecer un espacio

representativo a la Virgen del Milagro, una de las imágenes más

emblemáticas y veneradas por la comunidad. Esta pintura de la

Virgen con el Niño, obra de Paolo de San Leocadio, fue traída

por la primera abadesa de las Descalzas, sor Juana de la Cruz,

quien la recibió de su hermana, Leonor de Borja, ambas hijas

de [os duques de Gandía.3s A su llegada al monasterio fue colo-

)) Hebas, J. de las, Bnw 'Iis/orill dt /11 prodigioSl/ illlllgm dr Numm Stfiorll dtt Mi/II­gro qUt se vtl/trll tII tI religiosfsilllo (Ol/WIIIO dr!nl StfiorllsIÑlrnful Rrlllts dr mil

COrlt. Madrid. 1712; Gar<:/a Sa n ~. A., edición n.:v i.t da r actuali~ada, Madrid, 2002.

f ig. 16. Sor AI/II DoITJ/~a. Pedro Pablo Rubcns, 1628. Dct~ lIe.

cada en la Casita de Nazaret, ubicación que abandonaba tem­

poralmente para ser trasladada a la iglesia y así corresponder al

fervor que el pueblo de Madrid, y sus gobernantes, sentían hacia

ella. Debido a la popularidad que alcanzó su veneración, tanto

fuera como dentro del convento, se hizo necesaria la construc­

ción de una capilla propia en donde ocupase un lugar princi­

pal. Con este fin se conStruyó la capilla del Milagro, uno de los

espacios más bellos del monasterio y una de las joyas del arte

barroco madrilefio.36

La última religiosa de este grupo de mujeres ilustres fue sor

Mariana de la CrU'l. y Austria (1641-1715), hija natural del car­

denal infante don Fernando, hermano menor del rey Felipe IV.

Mariana nació en Bruselas el 26 de julio de 1641> tres meses antes

.16 J..:¡ im~gcn cr:o. llevada ~ la iglt5i~ el 2 de ¡ulio, en dondc perm~ncda hma el 12 de mismo mes. Esta cO$lumbre rue inSl3u",da por la reina Muriana de Aunria en virtud de la proteCci6n que la Virgen dispensó a 10$ navfos ~p3fiolc$ que lle­gaban de b s Indias, freme a 101 ataqucs de los inglcsa.

23

de que su padre falleciera. Esta circunstancia hizo necesario

buscar un ambiente apropiado para su educación y crecimien~

too Felipe IV determinó que se criara juma a alguna de sus das,

ya fuera con Ana Mauricia de Austria, en la corte francesa, o bien

con Maria Ana en la corte de Viena. Sin embargo, las disputas

surgidas emre las dos hermanas por ocuparse de la educación

de su sobrina, llevó al rey a tomar la decisión de enviar a la niña

a España para que fuera educada en el monasterio de las Des~

calzas Reales bajo la [mela de sor Ana Dorocea, prima segunda

de Felipe IV. Mariana llegó al monasterio a los cinco afias, pero

no se contemplaba por entonces su ingreso como religiosa, estan­

do enfocada su formación a un futuro matrimonio con un miem­

bro de alguna casa real. Sin embargo, Margarita manifestó des­

de muy temprana edad su voluntad de ser religiosa, profesando

a los dieciocho afias, el 25 de mayo de 1659,31 Al igual que sus

antecesoras, su vida de clausura no hizo que renunciara a su con~

d ición de miembro de la fami lia real, ejemplo de ello es la eme~

cha relación que mantuvo con su prima la infanta M.a Teresa, tal

y como se manifiesta en la abundante correspondencia que hubo

entre ellas.38 Mariana falleció el 3 de septiembre de 1715 dejan~

do en [a comunidad una profunda huella espiritual.

UNA VIDA DE ORACIÓN: LOS ESPACIOS

DE DEvocrÓN

Como f1mdación real, la principal misión de las religiosas era

la oración, enfocada a obtener la protección para los monarcas y

su familia, así como la intercesión divina en los asuntos de esta~

do. La vida de la comunidad se desarrollaba al ritmo de la li tur­

gia de las horas y de las diferentes celebraciones litúrgicas, un buen

número de ellas relacionadas con actos propios de la monarquía,

como eran [as honras fúnebres o las misas de acción de gracias. Sin

embargo, gran parte de la vida cotidiana de la comunidad giraba

en torno a devociones propias de la clausura. En el interior del

monasterio las diferentes prkeicas devocionales determinaron la

31 Los dalOS hiogr.ifiCQ$ pl'Ol:o:den de Espinosa de 10& Monteros. l~. Omcj¡jn /'¡¡n(!J'iOl ni fas HO/InIS rk '" smntsima HfI~m 50r Marinn tÚ A,¡Jlrin , tÚ'" Ctm; Madrid, 1715.

j¡ AMDR, Caja 7/1. Cartasdt la "inadt Frallcia. Mt"fa Ttrtfn, as" prima (la it¡fm­ltJ s~r Marimm d( In C~ ,A'lSfria), rr"'liWlS n (os ///(l/rillloll/'os de su ';ermallo ti rt) (D. Cnrfol 11) , d( SIl J,ijo (Luis. el dtlfln d( Pral/da), , o/rOl /lJUl//~S fomitjaTrl. Aflos 1662-1683.

39 Toajas Roger, M.o A. , .Capileles del primer Renacimiemo en 13.$ Des,alus Rea­lel de Madrid: Estudio del patio del Tesorero. , Imala de Historia dtl Aru, núm. 13.2003, pp. 97-130.

24

transformación del edificio y la creación de recintos especificas.

Como ya se ha apuntado, las Descazas Reales no es un monaste­

rio de nueva planta. de forma que las capillas y las dependencias

conventuales surgieron en función de otras anteriores. Este hecho

se pone de manifiesro al recorrer el interior del edificio y recono­

cer en muchos espacios la pretérita función de las estancias y'las

sucesivas reformas motivadas por su uso conventual.

Un claro ejemplo de ello se encuentra en el claustro bajo.

cuyo aspecto actual, decorado con altares y pinturas de temáti­

ca religiosa, es el resultado de la adecuación del patio central

del palacio a su nueva filOción como monasterio. En este ambien­

te eran pocas las actuaciones posibles, siendo la más radical el

cerramiento de sus arquerías, transformación que se llevó a cabo

por petición de las religiosas. Esta obra, que se afrontó en 1773

y fue dirigida por el arquitecto Francisco Sabatini, ocultó la

elegante arquería renacentista con columnas de mármol blanco

de Carrara que enmarcaban el patio, dando así a las galerías un

aspecto más claustral. Las restauraciones realizadas ~en 1998 y

1999 sacaron a la lu7. parte de la primitiva arquería, quedando

a la vista el trío de columnas en dos de sus ángulos así como todos

los capiteles, cuya decoración es completamente diferente en cada

uno de ellos39 (figs. 18 y 19).

El patio, aJlOra claustro, era el paso obligado para acceder a la

escalera principal del palacio, cuya majestuosidad, nada propia

de un convenro. difícilmente podla,.ser ocultada. La modifica­

ción de la cubierta mediante un techo ligeramente abovedado, que

oculta la primitiva techumbre de madera a base de casetones, y la

decoración de toda la caja de la escalera con pinturas murales de

temática religiosa, fueron los recursos empleados para dotar a

este espacio de un aspecto fl1ás ;corde con la vida conventual. 40

Entre los .ambient~ que responden a devociones más especiales

del monasterio, deStaca la capilla del CristO Yacente, primera

de las ubicadas en la panda Oeste del claustro alto tras ascender

por la escalera principal. Su construcción responde a una sin­

gular costumbre que se remonta a los orígenes del monasterio y

..., E.lle dalO era conocido por la documentación fotognHica aporlada en la Mtmo' ria dt( pro}tlto de ~bm$ de TrI/lllm/cidl/ en tI monn$/rrio dt "'s /#I(alzas fUnfn por t ( arquilttto Marfil/el: Clmmil/¡u (AGp, Caja 1484/31, afio 1939). Con mOlivo de la restauración de las pimur:15 de la escalera, el Depmamemo de ArqUileclU­ra de Patrimonio Nacional rea lizó varia! eatas en el forjado del piso superior que permitieron ver la antigua techum.bre.

Fig. 17. Oapilla de la Virgen de! Milagro. Fr.Uldscu Ricci, Clal,ldio Coc:llo y Dionisio MAnllLano, t. 1678.

25

Fig. 18. CI~u'l ro bajo. AI~ Oene.

que, según la tradición, fue traída por las primeras religiosas

procedentes de Gandía.

La devoción al Cristo Yacente es propia de los conventos de

clarisas, tal y como 10 reflejan los numerosos ejemplos cons<:r­

vados en d iferentes monasterios y los actos litúrgicos surgidos en

torno a ella. La imagen del CriSto muerto, depositado en el sepul­

cro, es el puntO central de esta capilla. En la Factura de esta talla,

atribuida a Caspar Becerra, destaca el sagrario de su pecho don­

de una vez al afio, la tarde de Viernes Santo, se coloca el Santí­

simo Sacramento para ser mostrado, primero en el templo duran­

te la celebración de los Oficios y posteriormente en una solem ne

procesión por el claustro de la iglesia~l (fig. 20).

La recienee restauración de la capilla ha recuperado su aspec­

to original, mostrándola tal y como fue concebida en el siglo XVIi

los trabajos realizados han sacado a la luz el primitivo aIrar de

la capilla, que, a modo de piedra sepulcral, sirve de lecho a la dra-

" lormo Monro. E., !::n las Dtrrnlur Rr.rln. 1917, pp. 50-51.

26

márica imagen del CriSto muerto, y en cuyo frente se ha recu­

perado una inscripción que se encontraba parcialmente perdi­

da en la que se Ice:

QYI IACVISTI .MORTUUS IN PETRA, Rf.X INNOXlVS JlACME

. I.N TE QUI .• ESCERE SEM PER QVE lAUDES REDDERE, AMEN

(PORQUE'VAOSTE MUERTO EN lA ROCA, REY INOCENTE,

HAZNOS DESCANSAR EN 11, Y SIEMPRE TE ALABAREMOS, AMEN)

Esta frase, tomada del Oficio de la Pasión (Hora~ dt Pass;o­

nt Domim), compuesto por san Buenaventura entre 1242 y

1247, por encargo de san Luis, rey de Francia, es uno de los him­

nos incluidos en el rezo de Completas. A finales del siglo xv,

el Oficio de la Pasión fue musicado por Josquin des Pres

(c. 1440- 152 1), formando parte de una Pasióll dividida en seis

motetes editada en ~503 por Petrucci, compositor que trabajó

al servicio del emperador Carlos Vy de su tía Margarita de Aus­

tria. Esta obra alcanzó un gran éxito y fue ampliamente inter-

Fig. 19. Claustro bajo. Detalle colulllnas y capiteles, 5. XVI.

pretada en las principales cortes europeas, y pudo formar par­

te muy probablemente del repertorio de la capilla de música

de las Descalzas Reales.

Esta singular celebración era una de las más importantes

del afio y se realizaba con gran solemnidad. Su existencia se debe

tanto a [a influencia ya apuntada de la tradición franciscana, como

a la de una celebración instaurada por Francisco de Borja en Gan­

dla. En efecto, antes de trasladarse a Roma, en 1550, para ingre­

sar en la Compafi.fa de Jesús, Francisco dejó instituida en Gan­

dla la celebración de un drama litúrgico en torno al entierro y

resurrección de Cristo. Duranre dos jornadas, el Viernes Santo

yel Domingo de Resurrección, se escenifkaba la muerte de Cris­

to mediante una procesión que finalizaba en el monasterio de

Santa Clara de Gandfa, donde las clarisas gozaban del privilegio,

concedido por el papa Alejandro VI, de tener el Sandsimo expues­

to en el monumento desde el Jueves Santo hasta el Domingo

de Pascua. Francisco de Borja dispuso la escen ificación en la igle­

sia de este convento de la Visitado Sepulchri, con textos y músi­

ca escriros por él mismo. 42 Es posible que en esta tradición se

encuentre el origen de la procesión realizada en las Descalzas Rea­

les cada Viernes Santo, siendo de este modo el convento madri-

l' Vives Ramiro,]. M.o, . La pcrvivencia de la Vili/lllio $tp/lMm· de Gandía., Amlil­rio mmiclIl; huisrn dr Mmirologfll, CS1C, núm. 59, 2004, pp. 23-84. Ella rela­ción ya fue apuntad. en 1902 por Mari~lIo l.Iai~auU w su ankulo .Obras musi­ca les de san Francisco de Borja conservadas en la coleginl de Gandiao, RllwlI J Ft. ocmbre 1902, recogido ~n nOla biblio¡:nUlca por Cervino, M., LII üe/llm, 1.1 11, 1902.

lerio copartÍcipe del privilegio papal otorgado al monasterio de

Gandla.

Sin embargo, los orfgenes de esta procesión eucarística tam­

bién podrran situarse en Italia, donde hasta mediados dd siglo XVI

tenían lugar en las ciudades de Venecia y Padua este tipo de

celebraciones, costumbre que también se difundió en Portugal,

en concreto en la Diócesis de Braga, y que aparece citada por pri­

mera vez en el Missale Bracarense de 1558 . .013

Al amparo de esta procesión surgieron importantes mani­

festaciones artísticas . En la puesta en escena del traslado de Cris­

to al Santo Sepulcro contribuían de forma especial los esplén­

didos tapices flamencos de la serie de EL Triunfo de La Eucarútla.

Los veinte pafios que conforman este conjumo fueron realizados

en Bruselas y su principal función era la ornamentación de las

paredes de la iglesia y del claustro durante los oficios del Vier­

nes Santo y en la celebración de la Octava del Corpus, ceremo­

nias de marcado carácter eucarístico. Isabel Clara Eugenia, en los

periodos que pasó durante su infancia y juventud en el Cuarto

Rea[ del monasterio, tuvo ocasión de conocer personalmente

estas celebraciones para las que se empleaban tapices de gran valor

y calidad pero poco apropiados para las celebraciones Iitllrgicas.44

;) Monti,J., .Sunseron Good I'riday. , T/~ wukofSnlulI/ioll; His/oryll/¡dTmdiliom ofHol¡ W .... k, 1993, pp. 267-294.

.. Carrillo, op. dI., 161 6, fol. 37v.: Llrglldo ti d¡,¡ OClII"", J( (/Ir/gil 10110 ti dm/Slro, rOl1 11/111 ((¡pictrfll riqllflimll, tII q/lt mil /11 gturm d{ T,illt:r., la qrmlmmqllr (1M en podrr dr 111 Mlljmlld, (f d. 111 jimdl1dom dmll CIIJII, J 111 dnro 111 R~ don f7{li/,{ S~",,­do, rOIl «mdiri611 qlu f'IIJII d. rolgllr m. dfll d (11I1/I1ro 1;011 dll1.

27

Fig. 20. Capilla dd Cri,1O Yacente. EscuhuFol de Ga5par Becerra, s. XVI.

En 1625, desde su condici6n de gobernadora de los Paises Bajos,

realiz6 el encargo de la elaboración de los tapices a los mejores

talleres de Bruselas; su cercanía y amistad con Pedro Pablo Rubens

explica que recayera en él la misión de pimar las escenas que apa­

recerían en cada pafio. El resultado fue una de las más especta­

culares series de tapices en la que todos los recursos del Barroco

se invirtieron a favor de la doctrina contrarreformista45 (fig. 21).

La consideración teatral de esca celebración se vela reforla­

da por un acompafiamiento musical especifico. El discurrir del

Cristo en procesión era acompafiado con el canto Heu, heu Domi­ne, Salvator noster, lamento que aparece vinculado ya desde el

siglo XV a las mencionadas procesiones del Viernes Santo, igual­

mente teofóricas, celebradas en Italia y Portugal, en las que se

empleaba idéntico acompafiamiento musica!.46

En la plan ta superior del claustro, los salones palaciegos fue­

ron cediendo su espacio para la sucesiva construcción de capi-

·11 El cstudio más completo sobre csta serie ~5 el rc~ li z.1do por Scribner, Ch., T/;t 1;;lIlIIp/; oflhe E¡¡ehariS/, IIIpU/rirs drsignrd h, R"h",¡, 1982. RespcCIO a la llega_ da y uso de los tapices, Garda San>;, A., . Nueval aproximaciones a la seric ~El Triunfo de la Eucariufa" •• t1 ArIr m la Omr dr Iflt ArchidulJuu Albnto e Is"h.I Clam Eugmill (1598-1633). Un reino ilJ1agimldo. Madrid, 1999, pp. 108-117.

" Onin, G., .Tcsli e musiche dei Compianti mariani fino al XV st("olo nell'ltaliu de! Nordo, en Flote! d'Arcai!, F. (Cooro.), 11 I(l/Iro ddle ¡f{/lIIe: grllppi lignci di

28

lIas. En este proceso de transformación del edificio desapare­

cieron la mayoría de los elementos decorativos originales, excep­

ro algunos interesantes vesdgios que revelan parte del aspecto

de las antiguas salas corresanas. En la capilla de San José, conti­

gua a la del Cristo Yacente, se conserva la techumbre de uno de

aquellos primitivos salones, cuyo hallazgo aportó numerosos

datos acerca de la datación de la construcción del edificio.47 Su

restauración puso al descubierto un interesante trabajo de car­

pintería del siglo XVI, en cuyo arrocabe se conservaban restos

de una decoración más antigua. Este hecho demostraba la exis­

tencia de una edificación amerior que fue reformada y amplia­

da por Alonso Gutiérrez. Los datos aportados por este hallazgo

han sido reforzados por los resultados de la reciente restaura­

ción de las techumbres delloctICorio grande y las sa las anejas

situadas en la planta baja, justo debajo de la capilla de San José.~8

En dos de las cuatro salas restauradas se descubrió un friso con

inscripciones similar al que años antes se había visto en el arro­

cabe de la capilla y que permite poner en conexión ambos hallaz­

gos. La conservación completa de estas techumbres aporra valio­

sa información acerca del aspecto primitivo de esta~zona del

edificio. Por arra lado, la presencia de escudos heráldicos corres­

pondientes a la fami lia Sotomayor, ha permitido ajustar la data­

ción y aportar datos relacionados con los primeros moradores y

propietarios de la casa. Todas las techumbres restauradas se con­

sideran originales de edificio que, en 1520, compró y reformó

Alonso Guciérrez para establecer su residencia (fig. 22).

Entre los espacios de devoción del monasterio ocupa un lugar

especial la capilla de la Dormición, similar a la del Cristo Yacen­

te en su concepción escenográfica. Si la imagen del Cristo es el

puntO central de la represenración del Santo Sepulcro, es en tor­

no a la figura de Maria dormida donde se recrean los últimos

momentos desu vida previos a hiAsunción. Esra capiHa, no inclui­

da habitualménte en la ~isi9 pública, recoge entre sus muros una

escenografía teatral que representa el tránsito de la Virgen, tendi­

da en un lecho y rodeada por todos los apóstoles. Esta devoción

está presente en numerosos conventos de clarisas, entre ellos el

de Santa Clara de Zamora o el de Santa Clara de Gandía, de don­

de tomaron la c~stumbre las monjas de las Descalzas Reales (fig. 23).

Depolizidllc C A'IIIUllci(/~iont 1m XII r XlII sreolo : arli dil colllJCgno :.1IfOrllO ai gmppi ligná dtl/a Deposi~iollc: 2005, pp. ¡02·103 .

• 7 Toajas Roger, M. o A., -Arquitectura del monanerio de las Descalzas Reales. La capilla de San J05é>, Anales de Historia dd Ar/(, nl\m. 8, 1998, pp. !27- !47.

~ . RodrfguC"¿..Ar~na, E., . Remnraci6n de cuatro alfanjes mudéjares en el monalte­rjo de las Descalzas Reales., RtII(ts Sitios, núm. 172. 2007, pp. 64. 7.3.

Fig. 21. Salón de Tapice$.

En el siglo XVI ya existen noticias de la presencia de una ima­

gen de la Virgen de la Dormición en el monasterio, sin embar­

go, tanto la factura de la imagen como de la decoración mural

corresponden al siglo XVII. Durante codo el afio, la imagen de la

Virgen descansa en su vitrina luciendo alguno de los vestidos

"de ordinario», la mayoría de d Ios confeccionados con tejidos

del siglo XV!l1. Sin embargo, con motivo de la fiesta de la Asun­

ción, celebrada el 15 de agosto, la imagen abandona la horna­

cina para formar parte de una instalación plenamente barroca

que permanece durante codos los días de la Novena y la Octava

de la Asunción."9 Durante quince días la Virgen reposa en una

lujosa cama de madera dorada, vestida con su traje de gala; oca­

sión en la que muestra sus mejores joyas y aparece rodeada por

'" De forma puntual este mOlllaj~ ha$ido compartido ~ Iguno$ allO$ oon lOI viliwlltes del mon:L$terio, al decidi r la comunidad abrir la capilla durante 101 dr:L$de la Nove· n~ y la OCtav3.

Fig. 22. Capilla de San José. Ocwlle de la techumbre.

29

Fig. 23. C,p ill ~ de I~ Dormici6n. Inualnci6n con motivo de l. fie$ ta de la Nunci6n.

ángeles y candeleros, costumbre que ha sido manten ida por las

religiosas hasta la actualidad.

La capilla del Santo Ángel Protector es otro lugar especial

para la comunidad y pone de manifiesto una singular devoci6n

desarrollada en el monasterio. Como es común en los conventos,

la comunidad se pone bajo la protección de un sama al que eli­

gen como patr6n; las religiosas franciscanas de las Descalzas Rea­

les tomaron como protector al arcángel Jehudiel, al que la comu­

nidad llama el Sama Ángel. Eua elecci6n eslá vinculada a la gran

devoción por los arcángeles que tuvo un amplio desarrollo en los

siglos XVI y XVII, hecho que se percibe claramente en las Desc .. d­

zas Reales, donde las representaciones de los arcángeles están pre­

sentes en algunos de los espacios más relevantes del monasterio,

como la escalera, el antecoro o la portería reglar (fig. 24).

,., Cubo qlX quedó o:$tabl.:\:ido definitivamente en el Concilio de ~tr.ln de 1746. ) 1 ~n una visi6n genen l de uta devoci6n y ' u iconognfb ~r M"c. E... El s,u

frlirJlIUl a, f4 Gmtmrrrfonwr. Ediciones Encuentro, 2001, y nrn~nda 16pc1o].,

30

La Iglesia Católica respaldó y potenci6 el culto a los arcán­

geles como principales intermed iarios entre D ios y los hom­

bres, permitiendo el culto público a aquellos tres mencionados

en las Sagradas Escritu ras y Cl~yOS nombres y misi6n son bien

conocidos: san Miguel , el p.rfncipe del ejército celestial que se

alza victorioso frente a los á~lgeles rebeldes, sa n Rafael, el sana­

dor, que prqtegió a Tobías en su viaje y curó la ceguera de su

padre, y san Gab riel, el mensajero por excc!encia como prOta­

gonista del anuncio a Maria de su divina maternidad. 50 Res­

pc<:to a los cuatro arcángeles restantes, la Iglesia indicaba que úni­

camente podían ser objeto de vC!neraci6n privada, y dado que

la clausura del monasterio de las Descalzas contaba, sin duda

alguna, con las condiciones de privacidad adc<:uadas para su desa­

rrollo, la comun idad pudo elegir con libertad a uno de los arcán­

geles citados en los textos apócrifos.51

Prwttmns i""''K''djim Ir f4 pinwtll blfm>CIf Iruiflnnlf atl sil/~ XVII, Uni~riidad

de 5rnlla, 2002, cap. VI, pp. 189-218.

En 1570, por intercesión de Juana de Austria, el Papa Pío V

concedió al monasterio el privilegio de rezar el oficio divino y

celebrar misa dedicada al Santo Ángel el día de su festividad, el

23 de agosto, es decir, el día siguiente a la Octava de la fiesta de

la Asunción, estableciendo que la iglesia debía permanecer cerra­

da, «no tallidas las campanas y en voz baja».52

El arcángel Jeh udicl es representado en el lienzo que presi­

de la capilla con sus atributos habituales: en una de sus manos

la corona y en la ocra un azote o disciplina de tres cuerdas. La

elección de Jehudiel, considerado el ángel remunerador, mani­

fiesta la idea de la recompensa, materializada en la corona, obte­

nida gracias al sacrificio, simbolizado por la disciplina. El arcán­

gel Jehudiel es además, tal y como aparece en la literatura religiosa

yen las oraciones dedicadas a él, quien enseña a alabar al Señor,

principal misión de aquellos consagrados a la vida conventual

y, por lo tanto, el perfecto protector para una comun idad dedi­

cada a la oración y al culm divino. 53

Un espacio realmente singular, ya mencionado al hablar del

~ Salón de Reyes, es el Relicario (fig. 25). Su ubicación, justo detrás

del altar mayor del templo, ocupa el lugar de las habimciones del

antiguo palacio donde nació Juana de Austria. Este recinto fue

siempre objeto de admiración por [a gran can tidad de reliquias

al ll reunidas y por la forma en que eran mostradas. T.1nto su deco­

ración primitiva, con el techo cubierto de espejos,54 como la rea­

lizada en época de Felipe IV, que le confirió su aspecto actual,

prccend(an resaltar la riqueza y la singularidad de las reliquias y

los objetos expuestos. 55 Una vez finalizada la iglesia, Juana orde­

nó que se construyera una sala en donde disponer las reliquias

que ella misma tenía en su orato rio a las que se sumaron, entre

otras, las enviadas desde Alemania por su hermana la empera­

triz María. El envío de reliquias fue una costumbre habitual entre

los miembros de la familia Habsburgo; al igual que María, algu­

nos de sus hijos enviaron reliquias para que fueran custodiadas

en las Descalzas Reales. Ernesto de Austria remitió varias a su

j¡ AMDR, Caja 84142. Bl'r!vt ri. Su San/Mari tI Papa Plo V, a p./id6n ri. doñajlla_ /la ri. A/lSlria, dalldo Ikmcina laabad.SlI J co/lltll/Mari d. lal D./enIMI Reales pam TrMrd ~firi" rid Samp A/lgrl Cm/odio ri.1 monm/.ri" y olr misa ti 23 ri.,/gOI­lo, dfa de SIl ¡mil/idad, 1570.

IJ [ ••• [ J tIIt esjehllditl, '111. ~ilit lobre 1m tIITrlfal, de lal di"inm alnba/lMs y tft¡ gra­das n Dio//i/l pal'flrdln y I/och., porqlle /lO ha) cosa mIÚ rir.lc. que Ctlmplir COn '11n lIblignciól/ ... , Serrano, A., LOI Sim Prlndpts de IlIr AI/g.les mlMol del Rty d.1 delo, Bru$elas, 1707, p p. 316 Y 387.

~ Carrillo, IIp. di., 1616, rol. 4Bv. Atablldll plI.S '" obm de Inlg/.sin orrimó 1/1 A!tr­M, la pitM ,M Sttgmrio {/ R.lirorio, dlmd. habla de tolomr!as IlInllll rtlif//linl 'l/l. IC/lfa y 1m 'lile tspemba d. Roma J de la EmpUflIrit su humana, para qUt fJutdamr dmlro d, la e/lItlIIlM d,I,/lo',mltritl ... ... Mnndo 'l/u s' /T"IIZIISl J Inhmse rI SIIgmrill Iml) curio/alllmlt, d ftcho dtl St cubrió dtlSptjtll pOrqlU COI/IaI ltlClJ JIIrlim mm)'

FiS. 24. Cap ill a del Santo Ángel. Pintura de Gaspa r Ik~rra, $. XVI.

hermana la infanta sor Margarita de la Cruz,56 y asf lo hicieron

también los emperadores Rodolfo JI y su hermano y sucesor Ma­

tías, quien regaló un fragmento del Lignum Crucis a su hermana

Margaritaen 1614.57 Esta costumbre no file cxclusivade los gober­

nantes, pues otras personalidades, especial mente del ámbito ecle­

siás tico o de la nobleza, destin aron reliquias al monasterio en

ocasiones como regalo personal para alguna de las religiosas. Es

par.d.,. mdllr. Lm pard'l y armarios tlt ti llldn mlly bitn tompl/tllm) sob" "lIIdua bi." lab"d'l y dtlmda ($Idn tl/tajntlos ml/cho/ viri/tl (r;Sln/intll, ptlr 101

(¡¡altsl. wlllm sr.gradm , .. Iiqllim. jj La decoración promovida por Felipe [V pudo ser el resuhado de [os SUCes ivos

incendios que se produjeron en el Relicario. Ibfdem, 1616, fok 51 v-52. )6 AMDR, C~j6n 6/3 . AI/ /lmita de /11 rtliquia dd brnu de san Lortl/u, de 1//111

parU d. la (abtur de sama Reginll, dt la/l Herlntl. , sall Vltror, ""1 MI/ximia/l/} J mil Sixto, y d. I/lla parte del d.rio (omd" d. mnjlla" d l.imOJl/ert), ~//}rgada por Emls/o, archidu'Jllt de Al4Jlria, pamm herll/ana doña Margnrila {d. /n CrtI~ J Allllria}.

j' NlImero de invenfario 00612673. A esta reliquia hace rererenda una placa oon una inscripción allad ida al reli cario conlll\mcro de invcmario 006 12674.

31

Fig.25. Relicario.

32

Fig.26, Sepulcro de la emlx:r.uri?; MarIa de Aumia. Juan Bautista Cr=n~i , s. XVI!.

el caso de la m anga del hábito de santa Teresa de Jesús recibida

por la infanta Margarüa~8 o el fragmcmo de la cabeza de santa

Doratea entregada a sor Ana Dorotea. 59

Era frecuente que las reliquias llegaran cuscodiadas en arcas,

vasos o retablos de gran riqueza, circunstancia que hi:t.o que, aso­

ciada a los santos restos, se fo rma ra una interesante colección

de objecos artfsticos. La forma de conservar, exponer y venerar

las reliquias, a modo de «Wu nderkammer» rel igiosa, propició

la acumulación y la conservación de objecos cuyo origen nada

tenia que ver con el ámbito religioso, pero fueron reurilizados

como dignos recipientes de los restos de los santos.

Es el caso de la llamada arquera de san Víctor, magnifico joye­

ro de orfebrería realizado por Wenccslao Jam nir/.er, que fue entre­

gado por la reina Ana de Austria al mo nasrerio en 1566, para

contener los restos del cuerpo de san Víctor, alférC"L de la legión

rebana, a quien el la misma se habla encomendado en su viaje

desde Alemania.60

La espectacularidad del Relicario podía ser comemplada por los

fieles en cuatro mamemos del año, la festividad de santa Úrsula y

» Garda Sant, A., .Tra:z:u dd Carmdo en d mon:LIterio de I:LI D.=1us Rcalc5 de Madrid •. Mame Ctm1&>, RcviJtn dUsJ/lllim rarmrliln//1lS, vol. 116, 1, 2008, pp. 109-126.

l' AMOR, 86/64. Donad6n de la reli quia d. &anta Dorotc, a sor Ana Oorot •• de Aumia.1G60-166 1.

60 AMOR, Caj6n 612 . Aut~nl iCll de l. rdiquiadeJ ~ lIerpo desan Vlctor M~rtir, com­poncntc de la !eliiÓ" de l o~ Tcbco~ (mida a Espafia por la rcilla dolla Ana de

las once mil vlrgenes, el día de san Mauricio, el de los santos Ino­

centes y el de san Valerio. En estas jornadas se abrla la pequeña ven­

tana del Rel icario y a través del angosto vano, que habitualmente

servía de comulgatorio a las monjas, el público ten ía ocasión de

ver algunos de los muchos tesoros que encerraba el monasterio.

UNA VIDA EN COMUNIDAD: LOS ESPACIOS

DE CONVIVEKCIA

La vida conventual fue requiriendo espacios que respondieran

a las actividades básicas de la com unidad, como eran la oración, la

comida, el gobierno y el descanso, tamo el diario como el eterno.

El coro es la sala principal en donde aún hoy se reúne la comu­

nidad para desempeñar su principal tarea, la oraciÓn. En las Des­

calzas Reales se construyó un coro alto, situado a los pies del tem­

plo, con el que se comun ica a través de una gran reja que permite

a las religiosas participar en los oficios d ivinos sin ser vistas. Las obras de construcción de la iglesia, y por extensi6n del coro, se ini­

ciaron en 1560, pero no estuvieron fi nalizadas hasta 1564.

En el coro se dispuso una sillería con 33 sitiales, uno para cada

una de las religiosas que podían vivir en el monasterio. Aunque

todavía mantiene parte de su primitivo aspL'Cto, el coro sufrió impor­

tantes rcmodelaciones. Para ello, la emperatriz Maria dejó a su muer­

te 4.000 ducados, cantidad bastante elevada que hace pensar en el

proyecto de una obra compleja y que implicaba la remodelación

integral del coro.61 Tal vez se trate de la obra realizada en 1612

por el arquitecto Juan Gómez de Mora destinada a elevar el sola­

do del coro, a resultas de la cual desapareció el sotocora original

dividido en nueve compartimentos cubiertos por bóvedas.

La siguiente transformación del coro coincide con el trasla­

do del cuerpo de la emperatriz María por orden de Felipe III

en 1615, que supuso la modificación de la pared Sur del mis­

mo, donde se reHlizó un hueco para alojar el féretro. Posterior­

mente, hacia 16 J 7. Felipe IV encargó al artista romano juan Bau­

tista Crescenzi, rccién llcgado a España, la realización del sepulcro

en el testero del coro, construido en mármol y bronce (fig. 26).

Allmia), eXJ>cdidn por Mdchor Bi lia, Nuncio Apostó li co , y Amonio, An.obispo de Praga. Y rcl~ción de milagros ~tribllido~ a san Vlctor, 1570.

~ , Citado por Cabr~ra de Córdob.1. L, Rdnc!o,w d~ /nr Cflsnl IIIm/idnl rII /a Cam dtEtpnfín. dnd. }$99/mslII 1614, p. 170.

33

Pig.27. Refectorio.

El Refectorio, co ntiguo a la escalera principal pero ajeno a

los ojos del visitante, es el escenario donde, a diario, tienen lugar

las comidas d e las religiosas. Todo en este espacio responde a

un orden establecido, desde la entrada en la sala, que se hada

en procesi6n después de haberse realizado las oraciones corres­

pondientes. h asta la colocación de cada una de [as religiosas en

las mesas así como los trabajos que cada una de ellas debla rea­

lizar. 61 Las comidas discurrfan en silencio. mientras se escucha­

ba la lectura correspondiente de cada d fa. A pesar de las obras

I'(!alizadas para mejorar la vida cotidiana de las rcligiosas, el l'(!fec­

torio de las Descalzas Reales mantiene su escncia. Sigue el esque­

ma clásico de sala amplia y rectangular, con bancos y mesas dis­

tribuidos por todo el perímetro y paralelos a las paredes de la

misma. En su deco ración destaca el gran lienzo de fi nales del

siglo XVI que preside la sala y donde se representa La Última

u S~nch<l Hemtnda. op. eh .. 1997, p. 248: AMOR, Caja 16115. Crdnir" thil· lO';" dtl monftsftrio dt In Mlldrt dt DilM dt lA QuuolnáJn, "ulzt. ~Illul Rtll­ln,fond"Jo por dolillJllllnll dl Amtr;". p,ÍllttS4 dl l'IIrlllgnl Afio 1599, ap. 1, pp.6y7.

34

Cena, escena presente en todos los refectorios monacales, y que

debió ser uno de los primeros encargos de la comun idad para

decot:U" el monasterio63 (fig. 27).

La Sala Capitular es e! lugar en donde se materializa el gobier­

no de la comunidad y en 'donde tenlan lugar los acontecimien­

tos más ~ rascendel) [es de la vida de las religiosas; en ella se desa­

rrol laban ¡as rcuniones-enfocadas a laelecci6n de cargos, revisión

de const itucio nes y todas [as cues tiones relacio nadas con el

gobierno del convento. En este espacio se celebraba uno de los

cinco momentos de la ceremonia de la profesi6n de las religio­

sas. En la de sor Margarita de la C ruz., en 1584, se describfa el

Capítulo .como un salón grande, "extremadamente» adorna­

do. ~ las paredes de preciosas colgadu ras y de ricas alfom bras el

suelo»6~ (fig. 28).

fJ Tormo ManIó. op. ,,·t .. 1!>17, pp. 75-81: Gómez, L , . Marcamonio R.:aimondi y /.Jl Oltimn Qnn de lu DeK1l luu Rule, de M~drid., Lmural dt /listo,ill dtl Arlt. Ephiallt, 1994, pp. 2013-2017.

~ Palma. tlp. ,il .. 1636. pp. 276·280.

A pesar de ser uno de los espacios más representativos del

monasterio, se muestra sobrio en su concepción y su mobiliario

consisrfa en unos sencillos bancos y un sitial para la abadesa.

Todas sus paredes fueron decoradas en la segu nda müad del

siglo XVII con pinturas murales de carácter decorativo, muy

cercanas en factura y estilo a las de la escalera principal, que enmar­

can una serie anterior de catorce lienJ'..Os en los que se relata la

vida de san Francisco. Sobre la puerta de entrada destaca la pin­

tura mural de La Religiosa crucificada, curiosa iconografía que

sigue el grabado de Marcos Oro7.CO impreso en 1656, y frente a

ella, un austero altar que preside la sala, ocupado actualmente

por el grupo escultórico de san Francisco y de santa Clara.

El espacio destinado al descanso consistía en una gran sala en

forma de T en la que se sucedían, separadas por ligeros muros, las

celdas de cada una de las 33 religiosas. Este dormitorio comunal

ocupaba el actual Salón de Tapices, en donde aún se puede obser­

var, en las losetas de barro cocido del suelo, el tamafio de las cel­

das y algunas de las hornacinas donde las monjas depositaban sus

" pertenencias de uso diario, tal y como se describe en una de las

crónicas del monasterio, indicando que «no tienen las religiosas arca

ni arquilla ni cosa debajo de llave, sino hecho un hueco en la pared,

donde tiene Clda una la ropa que le dan para su usO».65

La única decoración de esta gran sala consistía en una pin­

tura mural en donde aparece el arcángclJehudiel fl anqueado por

san Jerónimo y san Buenaventura, ante la cual condura una pro­

cesión dedicada al arcángel el último día de su Octava.

La construcción de unas nuevas celdas para las religiosas en

otra zo na del monasterio, cuya inauguración tuvo lugar el 26

de marJ'..O de 1967, permitió disponer de una amplia sala que,

tras importantes obras de restauración y acondicionamiento, fue

incluida en la visita publica como Salón de Tapices, inaugurán­

dose el 13 de julio de 1970.66

El último espacio comunitario que forma parte de la vida de

las hermanas es el cementerio. Desde los primeros momentos

de vida del monasterio existió la voluntad de que todas las reli­

giosas reposaran en un lugar común. Por ello, la primera abade­

sa de las Descalzas Reales. sor Juana de la Cruz, tuvO entre sus pri­

meros propósitos adecuar un espacio en el monasterio que sirviera

61 BMDR, F- 167. Cronica dtl CQllwnto dt 1m Dtsrokm Rt'/ÚI, 1599, p. 7. 6i Marqué! de lazaya, .Ampliación del MUSe<) de 1.l.'I Dc:scaIZ.l.'l Reales. , RMIti Sitios,

núm. 22, 1969. pp. 12-17; Andrada R ... Descalzas Reales. Restauraciones y nuevas obl1l5" Rtnltl Sitios. n(,m. 22. 1969. pp. 65-67; A.O.C., oAmpli .l.'llUtaundones en la daLLlur:I de 1.l.'I Dese:llz;u Reales>, RM{(J Sit;ol, núm. 23, 1970, pp. 73-76.

Fig.28. Sala CapiUlIH. Del.lles de la de<;Qradón murol, $. XVII.

35

Fig. 29. Bóveda. Ccrnemerio de la comunidad.

Pig.30. llIfillllll Mlngarila mlltrlfl. Anónimo espafiol, ,. 1633.

36

de sepultura pam todas las hermanas y que acogiera los cuerpos de

las dos religiosas que, falteddas ames de 1559, 110 pudieron com­

partir con el resto el inicio de la nueva fundación. El lugar elegi­

do fue la panda Este del slau~tro bajo, en donde se dispusieron

los enterramiemos juSto «debnte del altar y retablo del Sama Naci­

miento», ~pacio qu.e sirvió como cementerio hasta 1830, cuan­

do se construyó la bóveda en el ala Norte del daustr067 (fig. 29).

El tránsito de la vida terrenal a la vida eterna es uno de los

acontecimientos más importantes para la comunidad.68 Tras el

fallecimiento de una religiosa se ponía en marcha un complejo

protocolo que se iniciaba con la preparación del cuerpo para

ser velado por todas las hermanas. La forma en que se realizaba

este proceso ha llegado nasta nosotros a través de la documen­

tación escrita y pictórica; el retrato funerario de la infanta sor

67 AGi>, leg. 7149/1, rol. 4v. ro. SobrCC8tc asunto, . Vida rdigio.sa 11: Clausura y ración. Sacrnmemosy Otras devo­

ciones. , cap. VHI, vcrSándu:z Hcrn:indez, fJp. cÍI., 1997, pp. 299-337.

pig. 31. Cand il6n.

Margarita de la CfU"/P' ilustra cómo se disponía el cadáver y

cuáles eran los elementos que le acompafiaban.70 Así, se obser­

va a la infanta vestida con el hábito franciscano, cefiida su fren­

te con una corona de flores corno símbolo de su pureza y ten­

d ida en el féretro, rodeada de flores en alusión directa a su

santidad. Entre sus manos una palma, habitualmente la emplea­

da el Domingo de Ramos, como símbolo del sacrificio, as! como

el crucifijo de marfil que tenfa siempre en su ce1da71 (fig. 30) .

Habitualmente, el velatorio por la monja difunta tenía lugar

en la sala denominada Cand ilón, colocándose el ataúd sobre

un altar decorado de azulejos (fig. 31). Sin embargo, cuando

hubo que velar el cuerpo de la infanta Margarita, el cuerpo se

dispuso en el Capitulo para dotarlo de mayor solemnidad, por

esta misma razó n se decidió enterrarla en un lugar preeminente

en el coro, debajo del sepulcro de su madre la emperatriz Maria.

&l Número de invmtario 006 1 1987. ~ ACQ11Iodll~n d del/o/c CII.rpo m d ftrt!l~ d«rnfrmml( rompllmO, sobrt IIn 01"11110

11ItdiIlIlO, tIIfrtlllt de 111 vtlllllllll dtl Rt/icnrio, IIdorlldroslo rolljlOrtl 11l1uelld vtllC­mM. fllbrzn ro~lInroll roll/mll gllimll/dllllrlificioSl/melllt lejMII, PI/.S¡¿rol/flllllll /NII­

. mil, explielllldc t/m ,11n In pUrtU d. In virgm J rolllmflores SIIS virtudu J U"/lIgrll_ do Crislo dt mll/jil tI/ IlIs I1IIII/OS, .. . Palma, op. cit., 1636, p. 275.

UN MONASTERIO DE CLAUSURA ABIERTO AL PÓBLICO

La ubicación actual del convento, en pleno centro de Madrid,

inmerso en una de las más bulliciosas áreas comerciales y de ocio

de la capital, lo hace aún más sorprendente al visitante. A ello

co ntribuye la sobriedad renacentista de su aspecto exte ri or,

que no anticipa el esplendor de su interior formado por una

sucesión de espacios en los que predomina la estética barroca.

Durante siglos, el monasterio fue un espacio cerrado, destina­

do a la vida en clausura de las monjas clarisas, y su colección

artística se mantuvo oculta si n contar apenas con noticias acer­

ca de ella. A principios del siglo xx. se realizaron las primeras

visitas a la clausura y se publicaron los primeros estudios sobre

el monasterio.72

7 ' [ ••• ] J /tIIimdo tI S.n/IO Crislo tIIllI mll"O$, IIrri",,1mlolo 111 pedlO, ro" d,¡{m J /ier-110/ /eluimitlllo/ de tlmor J C01/ /11//111 tIIvidin J dolol" de 1M rtligiosM, dio II/lIlmllll Oio/II IlIs tillro de 14 flirt/e del mllrlt/ 11 5 d(}rmio dr 1633. lbldcm, p. 274.

7> El Klmhado ¡lc aqud l35 visirasqued6 =gi¡lo en las publicaciones dclormo Mon­z6, op. ch., Madrid, 1917; EI/III/ Dt/mkas Rtalts l!, ¡¡·timll J 1m mmtos mIlis Dt$Cllka, RMlt/, 194~; En ItU Outl/lt;I// RMln de Mlldrid ¡l!, Lo/ 7;'pim. Ltr Apa­lrosis EIICl/rlilirlldt Rubtlls, 1 9~5; EI/lnl DeSCl/&tu /?rllln/V. !is",dios/¡j¡t¡jrirol, irD-1/ogrdfiro/ J IIrllslie"s, M.,drid , 1 9~7.

37

En 1960, Patrimonio Nacional, contando con el apoyo de

la comun idad religiosa, real iz6 todos los trámites necesarios para

poder abri r a la visita pública las estancias más relevantes del edi.

ficio. En estos cincuenta afios de vida del monasterio como musco,

Patrimonio Nacional ha gestionado numerosos proyectos de

mejora, tanto del edificio como de los bienes culturales allí con·

servados. La colecci6n ardstica ha sido objeto de constantes estu·

dios enfocados asu co nservaci6n, a su divulgación y a una mejor

exposición; igualmente se ha trabajado con los fondos biblia·

gráfi cos ydocumentales e incluso con los bienes culturales intan·

gibles, recopilando las tradiciones orales y documentando tos

hábitos co tidianos de la comunidad.

Como reconocimiento a la labor ejercida en la conservación,

restauración y difusi6n dd monasterio, el Consejo de Europa deci.

di6 concederle en 1987 el galard6n de Musco del Afio. Igualmente,

en base a su riqUC7.3 hist6rica y ardsriea, el monasterio de las Des· calzas Reales fue declarado Bien de Interés Cultural, con catego­

rra de monumento, por Real Decreto de 18 de febrero de 1994.

38

Resultarfa imposible querer trasmi tir en un caprtulo todos

los aspectos históricos y artÍsticos de este monumento. Estas

lineas recogen a rasgos generales la importancia de los aconte­

cimientos que durante 450 años se han desarrollado en el inte·

rior de este recinto y el valor del patrimonio artístico que ate·

SOta. Un ao:rcamiento a determinados espacios deí monasterio

nos permite conocer los principales aspectos de la vida espiri·

mal de la com unidad, com prender de qué manera se emplea­

ron los recursos decorativos en la clausura, la importancia del

mecenazgo y la forma en que se materializtS la vinculación a la

fa milia real de este patronato.

Abreviaturas:

AMDR Archivo del Monasterio de las Descalzas Reales

AGP Archivo General de Palacio

BMOR Biblioteca del Monasterio de las Descalzas Reales