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Los tapices del triunfo de la Eucaristía. Función y ubicación en el Monasterio de las Descalzas Reales

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LOS TAPICES DEL TRIUNFO ~

DE LA EUCARISTIA FUNCIÓN y UBICACIÓN EN EL MONASTERIO DE LAS DESCALZAS REALES An,1 GarcíJ $::I11Z

El presente ensayo estudia la posible colocación de cada uno

de los paños de la serie de tapices del Triunfo de la Eucaristía

en el monasterio madrileño de las Descalzas Reales, institución

para donde fueron tejidos ex profeso. Desde su fundación por

la princesa Juana de Austria 0535-1573), este monasterio y su

entorno fueron escenario de numerosas celebraciones en las

que tanto el interior de la iglesia como su fachada solían ser decorados con tapices. La descripción de esas ceremonias,

oficiadas en el siglo XVII, junto con el análisis de los planos y alzados de la iglesia, nos han permitido establecer una nueva

hipótesis sobre la disposición de los tapices y plantear alter­

nativas respecto a algunas de las teorías mantenidas hasta el

momento. En esta tarea ha sido imprescindible tener en cuen­

ta tanto las medidas y las perspectivas de cada paño, como las de los distintos espacios de la iglesia, atendiendo a sus suce­

sivos cambios a lo largo de su historia. Las conclusiones son

en buena medida fruto de la revisión de reflexiones apuntadas

por esta misma autora en un breve estudio anteriorl .

Los llamados .tapices de Rubens" muy apreciados desde

su llegada a las Descalzas, no se estudiaron hasta la segunda

mitad del siglo XIX, cuando el pintor y escritor Valentín Carde­

rera 0796-1880) publicó en 1868 un trabajo de divulgación en

FlG.17 Manufactura deJan][ Racs, H~ns YClVocrt

y Jacques Fobt!rt, La carda de! maná [lig. 26], detallc

forma de una serie de artículos que aportan interesantes datos

acerca de la ubicación de los tapices. Carderera pretendía -sa­

car del olvido, o más bien recordar al público- la existencia de

estas joyas de la tapiceda -que hasta principios de este siglo

[el XIX] eran en Madrid objeto de admiración [ ... l, puesto que

se exponían en una plaza pública.2• Posteriormente, Max

Rooses, en SLI estudio general sobre la obra de Rubens, centró

principalmente su atención en las pinturas preparatorias para

los tapices, pero aportó alguna noticia sobre ,su posible distri­

bución en el monasterio'.

En 1942, Elías Tormo publicó tres artículos que constitu­yen el primer estudio en profundidad de la serie, en los que

incluyó por primera vez imágenes de los paños y planteó al­

gunas propuestas acerca de su disposición4. Entre 1954 y 1968,

Victor H. Elbern redactó varias obras que versaban sobre la

serie del Triunfo de la Eucaristía conselvada en la catedral de

Colonia, análoga a la de Madrid y tejida posteriormente. En la primera de ellas esbozó algunas consideraciones acerca de

la distribución de los paños de las Descalzass. A estos trabajos

hay que sumar el artículo de Paulina y Juan ~osé Junquera

publicado en 1969, en el que se revisaron las propuestas an­teriores y se aportaron interesantes reflexiones6.

29

,

Los dos volúmenes del Corpus Rubenianum Ludwig Bur­

chard dedicados por Nora De Poorter a la serie eucarística,

publicados en 1978, supusieron el primer catálogo razonado

de dicho conjunto. en el que se analizaban además las obras

preparatorias y se incluía un apéndice documental, así como

abundantes fotografías7• Paralelamente, el profesor Cbarles Scribner se concentró en el estudio de la serie, exponiendo sus

conclusiones en su tesis de graduación, presentada en 1973, más tarde en una ponencia publicada en 1975 y, fina lmente, en su tesis doctoral defendida en la universidad de Princeton

en 19768 • La obra de Scribner es hasta el momento el estudio más riguroso acerca del programa iconográfico del conjunto y la posible disposición de los tapices en las Descalzas. Por su

parte, Wolfgang Brassat publicó en 1988 un artículo con inte­resantes e innovadoras consideraciones acerca de la ordena­

ción de los paños en el monasterio'. Aunque algunos de estos a~ltores establecieron la existen­

cia de dos grupos de tapices dentro de la serie, destinados a

dos ámbitos diferentes del monasterio: el claustro público, también llamado de Capellanes, y el altar mayor de la iglesia,

la mayoría la concibió como un conjunto unitario. De esta opinión son Nora De Poorter, quien la consideró _una única

composición ¡nonumental construida en torno al espectador-lo,

y Wolfgang Brassat, para quien se trataba de <una decoración íntegramente destinada al interior de la iglesia_U.

EL ENCARGO Y LA MANUFACTURA

Antes de abordar el programa decorativo original de la serie

que Rubens tendría en mente al diseñar cada escena, es pre­ciso referirse a nuevos datos obtenidos a partir de recientes

investigaciones. El encargo se ha fechado tradicionalmente en 1625, por considerarlo un exvoto ofrecido por la ardliduque­

sa Isabel Clara Eugenia 0566-1633), hija de Felipe JI (152"].-1598)

y regente de los Paises Bajos, en agradecimiento por la victo­ria de las tropas españolas en Breda en junio de ese mismo

año. Las últimas investigaciones, sin embargo, lo adelantan incluso basta 1622. En este sentido, llama la atención ~ma me­

moria fechada en 1620 que se conserva en el archivo del

monasterio de las Descalzas Reales, en la que se enumera una gran cantidad de sedas de variados colores enviadas, a petición

de Isabel Clara Eugenia, desde Madrid a la rolle de Bruselasu. El hecho de que el documento se custodie en el monasterio,

junto a las tonalidades descritas, hace pensar que el envío soli­citado por la infanta pudiera estar relacionado con la confección

de esta tapicería, posibilidad que cuestionaría la fecha aceptada

hasta el momento para el encargo. En relación con la manufactura del conjunto, un eSlUdio

más detallado de los tapices nos permite aportar nuevas datos.

Los veinte paños de la serie fueron realizados en dos de los

mejores talleres bruselenses del momento: los de Jan JI Raes

Ch. 1570·h. 1643) Y Jacob II Geubels C1599·h. 1633). De l. observación de las marcas y los monogramas de los tejedores se extrae que doce paños salieron del taller de Jan Haes: en

nueve de ellos contó con la colaboración de los menos afama­dos Jacques Fobert y Hans Vervoel't¡ con este último trabajó en uno de los paños, mientras que confeccionó de forma in­

dividuallos dos restantes. Por su parte, Jacob II Geubels rea­lizó en su taller un total de ocho tapices, todos ellos en solita­

rio. Este reparto hace suponer que se simultaneó el trabajo en ambos talleres, desde donde los tapices, una vez terminados,

fueron enviados a Madrid. El examen de las firmas y marcas revela que Raes y Geu­

beIs nunca trabajaron juntos. En relación con esta afi rmación es

preciso señalar que la presencia de las firmas de ambos tejedo­res en El encuentro de Abraham y Melquisedec (cat. 31 es resul­

tado de una restauración. En este paño se ve la firma de Jan

Raes junto a la marca de Bruselas-Brabante en el orillo inferior,

marca que se repite en el orillo superior, pero junto a la firma de Geubels. La aparición de este tipo de inscripciones en esa zona y el hecho de que esté duplicada en un mismo paño la

marca ,de la ciudad es algo inusual. Un análisis de este tapiz llevado a cabo tras su reciente restauración ha permitido ver

con claridad que la marca de la ciudad y la firma del tapicero de la parte superior son fragmentos de otra pieza que fueron recortados e integrados posterionnente en ésta. Parece razona­

ble pensar 9ue ambas inscripciones proceden de La victoria de

·.la Verdad sobre la Herejía [cato 5], el único paño de la serie que

carece de ellas. l.os orillas laterales e inferior de este último tapiz fueron restaurados debido a su gran deterioro, por lo que cabe suponer que se recortarían sus marcas con el fin de con­

servarlas y, en algún momento, se insertarían en El encuentro de Abraham y Melquisedec. Se puede afirmar, por lo tanto, que

el autor de La victoria de la verdad fue Jacob Geubels1' .

Igualmente, el estLldio detallado de la serie revela que Ru­bens meditó y afrontó su diseño con un inusual cuidadol~ y siguiendo un esquema previamente establecido que explicaría las diferentes características de cada uno de los paños. Esto hace

pensar que abordó el proyecto con unas claras directrices res­pecto a su destino y fin principal, y que se atendría sin duda a las sugerencias e indicaciones de la archiduquesa Isabel y de la

infanta Margarita 0567-1633), monja en las Descalzas, hija de la

emperatriz María 0528-1603) y, por tanto, prima de Isabel.

En primer lugar sorprende la elección de un marco arqui­

tectónico similar para delimitar las escenas en quince de los

veinte paños, recurso ya urilizado en el siglo anterior pero del que Rubens se valió aquí con mayor efectismo1~. El boceto de

Chicago o Gru/X> de fa adoración de fa Eucaristfa, como debe ser llamado para mayor precisión [fig. 18]16 ha permitido afinnar

que Rubens decidió disponer en dos niveles los quince paños en los que las escenas quedan flanqueadas por columnas, des­

tinando al inferior los que presentan columnas toscanas y al

superior los enmarcados por columnas salomónicas. El resto

responde a un concepto distinto, al presentar marcos y medidas

dife rentes. Esta variedad en el diseño y en las dimensiones,

poco usual en otras series, viene dada sin duda por el distinto

lugar que ocupana cada tapiz según un plan establecido. Si se

miran atentamente esos quince tapices, así como otros dos que

presentan un marco similar con pilastras y capiteles (Angeles

I'IG. 18 l'edro Pablo Rubcns,

Gn/po do fa adom cldll

de fa Hllc(lrlslfa, h. 1622·25.

Óleo sobre 1"01". 31,8 lo: 31,8 cm

Chlcngo. Thc Arl Insl ilulC, Mr. nnd Mrs. Mnrlin Rycrson

Collcctlon, inv. 37.1012

por:ando la custodia, fig. 28, y El rey David tocando el arpa,

fig . 32), se p~lede apreciar que los elementos arquitectónicos

que aparecen en ellos están representados con diferentes pers­

pectivas y deducir que presumiblemente se representaron así

en función de Sll futura ubicación. En 1982, Scribner ya reparó

en ello, y sugirió que la mayoría de estos tapices habían sido

pensados para ser vistos desde ángulos dislintos y ser distribui­

dos en dos niveles, y apuntó que sólo dos de e llos habían sido

ideados para su contemplación fronta]!'.

Rubens concibió un punto de vista ideal para tooa la serie,

situado precisamente entre los dos niveles de los tapices . Éste,

inusualmente elevado, hace pensar que tuvo muy en cuenta

la visión de los tapices que tendrían las monjas desde el coro

alto, situado a los pies de la iglesia. Asimismo, la altura de ese

punto de vista ideal coincidiría aproximadamente con la del

lugar donde se enconlmba el sagrario o el manifestador con la custodia en el presbiterio. Todo ello lleva a descartar la hi­

pótesis defendida por Tormo de que los tapices se diseñaron

LOS T,O, rl CES OH TkllJNfO O( LA (llCARISTIA, flJN C10N y UB ICACION 31

en origen para decom r el claustro de la iglesia's, en cuyo caso

esra sofisticación compositiva carecería de sentido. En suma , teniendo en cuenta estas observaciones se puede

afhmar que Rubens d iseñó los paños pensando en una ubica­ción concreta, y de ahí [a complejidad de perspectivas y puntos de ruga, y la diversidad de tamaños y marcos que presentan.

A! carecer de datos documentales, dibujos o noticias precisas al respecto, resulta difícil determinar dónde se colgaba cada

uno de ellos, asunto que hay que afrontar, como hemos men­cionado, considerando tanto el interior de la iglesia en el si­

glo XVll como la precisión con la que Rubens podría conocer dicho espacio. En cualquier caso, el d iseño en sí debió de re­Slllt31' complicado, ya que los veinte paños tenían que ajustarse a un recinto concreto, muy alejado de la corle de Bmselas '?

uso y FUNCION EN EL MONASTERIO

La serie estaba principalmente destinada a decorar la iglesia de las Desca lzas Reales en dos ocasiones al año: el día de Viernes Santo y durante la celebración de la Octava del Cor­pus. Ambas festividades estaban centradas en la exaltación del

sacramento de la Eucaristía, de gran relevancia en el monas­terio desde su fundación, ya que éste cuenta con una dispen­sa papal para exhibir la Sagrada Forma en Viernes Sama, cuan­

do el resto de las iglesias lo tienen vetado. En este sentido destaca la procesión pública qtle se celebra ese día , en la que

la imagen de un Cristo yacente atribuido a Gaspal' Becerra

(1520-1568) discurre por el claustro de Capellanes, con la Sa­grada Forma dispuesta en el sagrario de su pecho, singular celebración que responde a ese privilegio papal20•

A pesar de este fin principal, los relatos de algunas fiestas celebradas en el Madrid barroco demuesrran que esta tapicería se utilizó también duranle otras ceremonias, incluso antes de que hubiera llegado completa al monasterio. Así sucedió

en 1632, cuando la plazuela de las Descalzas fue enga lanada

con algunos de sus tapices con motivo de una procesión ce­lebrada en desagravio por los ultrajes cometidos a una imagen

de Cristo21 . En aquella ocasión se colgaron en la fachada del monasterio, costumbre de la que existen abundantes noticias a lo largo de los siglos XVII y XVJllu. Una de ellas, datada en 1680, se refiere a la decoración del exterior del edificio con la

.meJor colgadura. con motivo de la visita de la reina Marra Luisa de Orleans (1662-1689)23. También se tienen noticias de la colocación de los paños de la Bucarist(a en el interior del

templo al margen de las citadas festiv idades, como ocurrió en

32

l' IG. 19 I!I presbiterio de la igleSia de l~s Dc::c~ll t.as cubicl10 con colgaduras

y con el aliar adornndo para la celebraclón de 1.1 VIrgen del Mll:Jgro. FOlogmn:l

de hacia 1910. Madrk!, Archivo del Mon.1sterio de las Desc¡¡!zns HcaJes

1638 para celebrar el paso por el monast~rio de un cuadro con la imagen de sanro Domingo en SorianoM:

Incluso, a tenor de la docUmentación, la iglesia estu vo vesti­

da con diversOs tapices dU,mnte largos periodos de tiempo que al parecer coincidían oon el invierno. Así se deduce de lo expues­

to en un manuscrito del siglo XVIII donde, al hablar del p roceder que se había de seguir en cada ceremonia, se indica: .Lo que se hace luego que hay aviso de que viene su majeswd, si es invier­

no no hay que colgar porque está la tapiceria puesta, si es verano se pone la del Corpus> y, en otra OC'J.si6n, se pllOtualiza que .por estar puesta la t.1picería, no se mudó la colgadura.2~.

Así pues la funci6n de los tapices del Trlurifo de la Buca­

ristra se inscribe en la cu[tura ceremonial del siglo XVIl, carac­terizada por complejas escenograffas en las que era frecuente

el uso de maquinarias y artilugios para construir decorados

AN " CARe tA S"NZ

incluso en el interior de las iglesias. Su fabricación se hacía bajo la dirección de artistas de la corte, como Sebastián de

Herrera Barnuevo o fray Juan Rizi, o bien por los trazadores de las obras reales, como ocuITió en 1644 para la celebración en las Descalzas de las honras fúnebres por la muerte de la reina de Polonia, Cecilia Renata de Habsburgo (1611-1644)'6.

En el siglo XVII la nave presentaba una planta práctica­mente cuadrada y diáfana en donde, dependiendo de las ce­

remonias, se disponían sitiales, tribunas, altares y todos los elementos necesarios de acuerdo al protocolo de la corte. La

participación del rey y su familia hacía necesaria una tribuna destinada para ellos17

, junto a la que se distribuían bancos para los asistentes conforme a su rango. Igualmente, se levantaban otras tribunas en las capillas laterales y en la nave de la iglesia, ocupadas por músicos y capellanes, costumbre que pervivió durante el siglo xvm1S

• En muchas de las celebraciones, y en especial en las del Viernes Santo y de la Octava del Corpus, se advierte un uso _circula!> del interior de la iglesia durante

las liturgias en las que los oficiantes marchaban en procesión por todo el espacio del templo, práctica a la que se ajustaban

a la perfección las escenas diseñadas por Rubens, que trans­

mitían y reforzaban esa idea de movimiento. Habitualmente las paredes del templo se cubrían por com­

pleto con colgaduras, cuya colocación y posterior retirada ge­neraban importantes gastos. Son numerosas las referencias a su

uso, po!' ejemplo durante la profesión de la infanta Margarita en 158529 o, de fonna especial, en los funerales reales, cuando se poblaba de lutos la iglesia30. Una detallada descripción del fu­neral de la mencionada infanta , celebrado en 1633, evoca el

aspecto del edificio, -adornado el santo templo del real monas­terio de las Descalzas con sus propias colgaduras, el crucero, y la capilla con telas ricas, negras y moradas, y el cuerpo de la

iglesia con terciopelo y damasco negro, alfombradas rica y de­centemente las grada~l . De igual manera se procedió en 1637

para las honras por el emperador Fernando II de Austria 0578-

1637), cuando se decoró la iglesia con colgaduras de damasco carmesí y terciopelo verde, y el altar mayor con escudos con las

armas impel'iales32• OlfO tanto se hizo durante las ya menciona­das honras de la reina de Polonia, ocasión en la que .colgose el presbiterio del altar mayor de tela de oro y negro con piernas de terciopelo negro de labores en campo naranjado, que la hizo vistosa y triste, y lo restante de la iglesia de terciopelo negro de

dos órdenes de alto.n. La propia fundadora, la princesa Juana de Austria, dejó estipulado que se decoraran con paños tanto la iglesia como el claustro para las procesiones que discurrían por esos ámbitos34• Estas descripciones, y la existencia de un

I.OS TllrlC fS OH T RI\JNFO D( LA HJCARIST fA: FUNCiÓN y UB ICACIÚN

inventario de colgaduras35, evidencian la presencia en el monas­

terio de una gran variedad de estas piezas destinadas a cubrir por completo las paredes de la iglesia . El uso de estas colgadu­

ras está documentado incluso en el siglo xx, como atestigua una fotogídfía del presbiterio de hacia 1910 (fig. 191.

Otro elemento esencial en las ceremonias era la música. Tanto Felipe 1I como Pelipe 1lI 0578-1621) gestionaron la cons­

tnlcción de un órgano en Flandes. Su caja y adornos se ejecu­

taron conforme a una traza previa y fue instalado en una tribu­na de la iglesia , sobre la capilla de San Juan Bautista situada en el lado oeste de la nave, -en el rincón de la pared por la parte de fuera.36. Dicho órgano estuvo en funcionamiento hasta su

sustitución en 179037 y, como veremos más adelante, su presen­cia condicionó la disposición de los paños en este muro.

D ISPOS ICION EN LOS CEREMONIALES

La iglesia, orientada excepcionalmente al norte, fue construida por orden de Juana de Austria entre 1560 y 1564, según trazas

del arquitecto real Juan Bautista de Toledo 0515-1567), En­tre 1614 y 1617 se llevó a cabo una refOima, proyectada por el arquitecto Juan Gómez de Mora 0586-1648), que afectaba es­pecialmente al sotocoro y modificó el coro de las monjas. Pos­

teriormente, en 1756, Diego de villanucva 0713-1774) remode­ló el interior del templo y dispuso un gran 6cu!o sobre el 001'038,

transfOimación a la que se sumaron otras, como la introducción de tribunas, nuevos púlpitos y la retirada de varios escalones en

el acceso al presbiterio. Por último, el incendio de 1862 destru­yó completamente el retablo diseñado por Gaspar Becerra y afectó a otras zonas de la iglesia, lo que hizo necesaria una total restauración de la misma. La alteración sustancial del re­

cinto tras las sucesivas intervenciones supuso el fin definitivo

de la colocación de los tapices en el interior de la iglesia. El presbiterio presenta actualmente una estructura dife­

rente a la que tenía en el siglo XVII. Unos planos anónimos de la iglesia, anteriores a 1626, que pertenecieron a la colección de Cassiano da] POZZO'9, muestran que el acceso al mismo se hacía a través de nueve escalones -Que Juan López de Hoyos había mencionado en 1569 como _onze gradas de pie­dra berroqueña.-w-, frente a los cinco actuales. Esta circuns­

lancia suponía una disposición original del altar a mayor altu­ra, en un plano similar al que tienen todavía hoy las dos estancias situadas a ambos lados del presbiterio, la capilla

funeraria de doña Juana y el comulgatorio, y una menor su­

perficie en planta de la capilla mayor respecto a la actual.

33

FIGS. 10·23

Propuesta de ubicación de

la; tapices del 7i"ll/lljo de la

I::/lcar/slfa en el interior de la

igles i:1 de 135 Descalzas Reales

l O Lado del EvangeliO (Oc~c): de i7.Quicrda a derecha y de arrloo aooJo,

El 1'0)' David local/do el arpa, La victoria do la Verdad sobro la f!el'(Jj fa, HI p/O[efa Elfas

yel (Jllgel, EllrlulljO del Amor DI"/IIO y EllrluI/jo de la Pe caldl/ca

La documelll<ldón relacionada con las festividades de la Oc­

tava del Corpus y del Viernes Sanlo refleja que, en ambas QC:.lsio­

nes, el presbiterio era objeto de una cuidada y elaborada deco­

raci6n~ ' . El padre Juan Carrillo, confesor de la infanta Margarita,

relata en 1616 que pnra la Octava del Corpus se disponían altares

adicionales y se embellecían con colgaduras las paredes de la

iglesia. El altar mayor, -ele allo a bajoo, se adornaba -con rosas y

flores hechas de mano, de sedas y maticcs> y se extendían ricas

alfombras en las gradas de los altares, aderez.'Klos con candeleros

de gran tamaño, cmces, Imágenes de santos y jalTones de plata

con flores, pebetes y perfumes41• 1...'1 cuidada descripción del pa­

dre Carrillo refl eja una decoración abigarrada que inundaba la

iglesia de luces y olores, una decoración sobre la cual el propio

Carrillo expresó que .hay tanto que decir, que lodo lo sobredicho

no llega con mucho, ni se puede bastantemente referir, si no es

remitiéndolo a la visUl de ello. Y con ser tanto, c<lda afio va cre­ciendo así como la devoción del Santísimo SacramenlQo~l .

Respecto al uso de tapices en esa festividad, Carrillo relara

también que el día de la Octava ese cuelga todo el claustro, con

una tapicería riquísima, en que está la guerra de Ttínez, la cual aunq\le está en poder de su majestad es de In fundadora de esla

34

21 Presbiterio (Norte), I::J Irlutljo de l(llgles/(l

casa y la dejó al rey don Pelipe seg\mdo, con condición que se

haya de colgar este día, el claustro con ella.41 . Cabe concluir, por

tanto, q\le el regalo de los tapices de Rubens por parte de la in­

fanta Isabel Clara Eugenia no hizo caer en el o lvido el deseo de

doña Juana, ya que, durante al menos tocio el siglo XVII y palte

del XV1ll, ambas series convivieron y contribuyeron al ornato del

monasle rioo. Es lógico sup~:)Jle r que durante el tiempo en que

ambas series cócxistieron, loS tapices de Rubcns se colgaron en

la iglesia y los dé la serie de La conquista de 7Ullez en el claustro , o, en otras O?lsiones, en la fach¡ldn exterior del monasterio.

En el siglo XIX, la ornamentación del presbiterio para la

Octava del Corpus continuó siendo compleja y compuesta por

numerosos elementos. En una carta posterior a 1808, la abade­

sa sor María Bárbara de San Luis enumera una serie de objetos,

sustraídos por los franceses, que solían emplearse para esa fes­

tividad, entre los que se enoonlrab;¡n dos arañas, graderías de pIara con frontales, pirámides y una colgadura encarnada~6.

No menos elaborada resu ltaba la decoración del presbi­

terio pa ra la festividad de l Viernes SanLO. Es posible tener

una idea de su apariencia a través de un dibujo conservado en b. Galleri:t degli Uffizi, atribuido a Francis::o Rizi y dalado

ANA " ... R. e l ... S ... NZ

22 Lado de la Epístola (Este): de izquierda a derecha y de arriba abajo,

1.tI cafda del mana, 1m cUa/ro Iltxl1Igells/as, lA vlc/orla de la Eucaristía sobre

la ldola/rfa, Los difensores de la Iiucarls/fa y Los saCrifiCiOS de lu Ley Mosuica

hacia 166047, que Alfonso R. Gutiérrez de CebalJos consideró un boceto para una escenografía destinada ·a cubrir el retablo

mayor de las Descalzas en dicha festividad48• Ciertamente, al­

gunos elementos del diseño son muy similares a obras con­

servadas en este monasterio, como la imagen del Cristo yacen­

te de Gaspar Becerra, que en la actualidad aún se dispone en

el altar mayor durante los oficios del Viernes Santo. Todos estos dalaS reflejan la existencia en ambas celebra­

ciones de una compleja decoración destinada al presbiterio que

condicionaría la disposición de los tapices en ese ámbito. El

hecho de que el altar mayor estuviera completamente decorado,

según reflejan las descripciones de la época, junto a la mayor elevación del suelo del presbiterio respecto al actual, determi­

naría que sólo se pudiesen poner colgaduras en la parte alta de

la pared del altar, de forma que éste quedase totalmente visible.

A tenor de 10 expuesto parece lógico suponer que en ese

lugar se colocara uno de los tapices destinados al nivel superior

y el de mayor tamaño de la serie, El triunfo de la Iglesia [fig. 25 Y cat. 71, cuya composición, compleja, brillante y barroca, resume

además el programa iconográfko de todo el conjunto. Por otro

lado, las dimensiones del tapiz, de casi cinco metros de alto por

lOS TA I'I C¡S I) ~L TRIUNfO D[ LA [UCARIHfA, fUNC IÚN y UBICACIÚN

~3 Pared del coro (Sur): de izquierda a dercch:t

y de arriba abajo, Angeles mus/cos, Al/geles porttmdo

la cuslodla, Al/geles músicos, las jerarqufas ecleslásllcas

el/ adoración y las jerarqufas seculam en adoración

siete y medio de ancho, se ajustan al espacio disponible en la pared del presbiterio, por encima del altar [véase fig. 21].

Rubens concibió este tapiz como la pieza principal del en­

cargo y lo diferenció del resto ya en los primeros bocecog49. Tan­

to el marco arquitectónico como la perspectiva de la escena están

pensados para una visión frontal y de abajo atTiba, lo que avala

que estaba destinado a ubicarse sobre el airar mayor. Así mismo, la presencia de columnas salomónicas confirma su pertenencia

al grupo de tapices concebidos para el nivel superior, aunque

en este caso, por la falta de espacio libre, sin ir acompañado

por otro paño en el inferior.

En la mayoría de los tapices, incluso en el dispuesto sobre el altar mayor, se muestran escenas que representan un movimiento

que discurre de izquierda a derecha. Este sentido continuo y

procesional de la selie se ajustaba a la licurgia de las ceremonias

eucarísticas, en las que los oficiantes marcllaban por el interior

del templo utilizando diferentes altares. Esta circunstancia explica

el diseño ideado por Rubens para el paño cenlral, en total con­sonancia con el resto, marcando premeditadamente un movimien­

la que guiaría al fiel hacia la capilla de San Sebastián, por cuya

puel1a accedían las procesiones al claustro de Capellanes.

35

Junto al paño principal se encontrarían los del Profeta Elfas

y el ángel y La caida del maná [figs. 24 y 261, enmarcados por

columnas salomónicas y pensados por tanto también para el nivel

superior. Sus dimensiones, perspectivas, puntos de fuga y temas

demuestran que fueron ideados para formar pareja. Iconográfica­

mente, la presencia de estas dos prefiguraciones eucarísticas en

un lugar próximo al altar mayor estaría plenamente justificada. Las

dimensiones de estos dos paños, en torno a 500 centímetros de

alto por 410 de ancho, se ajustan a la perfecci6n a las paredes

laterales del presbiterio, donde flanquearían e l paño central y

formarían con él un conjunto, a modo de puertas de un gran

tríptico. En este caso, dos altares laterales situados a ambos lados

del mayor ocuparían el nivel inferior de estas paredes, por lo que

de nuevo sería innecesario colgar paños similares en ese espacio.

Las perspectivas de estos tres tapices y sus líneas del horizonte

qued;uían a la misma altura que la del sagrario o expositor de la

cllstexlia, hecho qlle reforzaría el sentido del programa decorativo.

Hasta el momento, la mayoría de los estudios han respa lda­

do la hipótesis, planteada por Tonno en 1942, de que el presbi­

terio estaba decorado con el llamado .velo o cortina de altaro, un

grupo de cinco tapices que aparece en el ya mencionado boceto

del Grupo de la adoración de la Eucan".st{a de Chicago (fig. 18],

en los que se representa, en este caso obviando el recurso al tapa

fingido, a las jerarquías seculares y eclesiásticas en el nivel infe­

rior, junto a un coro de ángeles músicos en el nivel superior.

Completa esta composición un tapiz, de menores dimensiones,

en el que dos ángeles portan l1l1a Cllstodia [figs. 27-31].

Tormo consideró que este conjllnlO de paños estaba desti­

nado a cubrir el retablo del altar mayor de la iglesia durante las

celebraciones de Semana Santa~. Su razonamienlo se apoyaba

en la tradición de disponer velos o tapices cllaresmales, mlly

difundida en Alemania, Austria, SllÍza y Francia durante los si­

glos XIV Y xvSJ , y aún vigente en España en el siglo XVUSl . Sin

embargo, eSlOS velos eJ"""Jn pinturas al óleo realizadas sobre enor­

mes piezas de sarga, en las que princip,¡lmente se representaban

escenas de la P¡¡si6n, con colores mlly suaves o en grisalla.

Muchos de esos velos de altar evocaban la estructura de un re~

tablo o empleaban elementos arquitect6nicos para su composi­

ción, tal y como sucede en la composición formada por los

cinco tapices del boceto de Ch icago. No obstante, apa lle de las

dificll ltades técnicas para su colocación sobre el retablo mayor

y otras cuestiones de índole iconográfica, existen d¡¡tos objetivos

que hacen pensar que este grupo fue ideado realmente para

disponerse a los pies de la nave, en torno a la reja del coro

[véase fig. 23], hipótesis ya apuntada entre otros por Bmssat,

autor de los argumentos más detallados sobre esta posibilid¡¡dSJ•

36

PIGS. l~·26

Tapices del presbiterio

2·j Manuf:K:!Ur:t de Jacob 11 Geubels, El proJeltl E/{as'y (JI dngal,

h. 1625-33. !.:lna y seda, 500 x 410 cm. Patrimonio Nacional,

Madrid, Monasterio de las Descalzas Reales, inv. n.o OO6t0320

El primer dato para. defender esta teoría lo aporta el propio

bocelO de Chica,Zo, para algunos autores concebido por Ru­

bens como un frescoS4 , en cuya parte centra l se re5=0noce clara­

mente una reja, detrás de la cual no se represent¡¡ un espacio

completamente neutro, sino que se intllye lln coltinaje suspendido

de un elemento circu lar a moclo de dosel y bajo él, a la dere­

cha, lo que parece u,!a figura. humana. Aunque algunos inves­

tigadores .repararon en· la presencia de la reja en el boceto, si­

guieron defendiendo que el destino de esos paños era el altar

mayor. Sin embargo, al repasar la documentación del monas­

terio s~ comprueba que la única reja existente en la iglesia era

la del coro, sicuada desde siempre en la parte superior de la

pared sU!" por expreso deseo de la primera cOl1ll11lidadss. A esa

reja se refiere detalladamente López de Hoyos en 1569, cuando

la describe como .bien hlerte_, indicando incluso sus dimensio­

nes y su aspecto con púas a la manera de puntas de diamanteS6,

apariencia que coincide con la de la reja actual.

Otro dato qlle hace pensar que este grupo fue concebido

para ocupar la pared sur de la iglesia es que la colocaci6n de los

tapices según el boceto alcanzaría una anchul"'d de casi diez me~

lroS, superando con creces los siete disponibles en la pared del

IINII GIII\CIII 5¡\Nl

25 Manufactura de Jan [] Raes, el triunfo de la Iglesia, h. 1625-33

Lana y seda, 490 )( 750 cm. Patrimonio Nacional, Madrid, Monasterio

de las Descal~as Reales, inl', n.· 00610325

altar mayor. Sin embargo, esas dimensiones se ajustan casi per­fedamente a la pared sur del templo. De Poorler reparó en esta

falta de adecuación en las medidas, pero mantuvo la idea de

Tormo respecto a la instalación de estos tapices en el presbite­

riOS7. Curiosamente, De POOiter llegó a contemplar la posibilidad

de SLI colocación en la pared sur de la iglesia, pero la descartó

aduciendo una supuesta dificultad para colgarlos ahí. Subeslima­ba así el dominio que tenían los operarios y artist."1S de! siglo XVII

a la hora de montar l¡¡s complej¡¡s estn,Jcturas e ingenios mecáni­

cos necesarios para las decoraciones efímeras tan propias de las fiestas en el Madrid del ~ igl0 xvuS8. Fueron muchos los t¡¡lIeres

dedicados a esta tarea, en donde artesanos especializados eran

dirigidos por anistas como el propio Gómez de Mom, que paiti­

cipó en el disei'lo y ejecución de la escenografía de la fiesta del

Corpus de 1644 en Madrid , La documentación fotográfica del mon¡¡sterio refleja que este tipo de complejos montajes petvivie­

ron hasta bien entrado el siglo xx [véase ng. 191. Sin embargo, la Colo::ación de este conj\tnto de tapices en

la pared sur que se propone aquí t¡¡mbién plantea ciertos pro­

blemas cu¡¡ndo se confronta con la pintada por Rubens en el

boceto de Chicago. Por un lado, en el boceto no se reflejan las

LOS TArIC¡S DH T RIUNfO D[ l A [UCARIHIA: rU NC ION y UB i CAC IÚN

26 Manufact\ll"-a de Jan JI Rnes, Hans Velyocrt y Jacqlles Fobert,

La carda del lIIana, h. 1625-33. Lann y seda, 500)( 410 cm

Patrimonio Nacional, Madrid, Monasterio de las Descalzas Reales,

inv. 11." 00610321

dimensiones reales de los tapices ni las del paramento sur de la

iglesia, con la reja en su p¡¡lte centml. De ser así, la disposición

de los cinco paños cubriría por completo el espacio de diez metros disponible entre la cornisa y el suelo del lemplo, y de­

jaría en e l centro de la parle inferior un vano para acceder a la

nave desde el sotocoro, extremo que no se confirma en el bo­

ceto. Por otro lado, la actual situación de la reja del coro no

permitiría la alineación de los tres panas supeliores como mues­tra dicha pinnll"a, por lo cual hay que volver sobre ciertas cues­

tiones ya apuntadas por otros autores. En primer lugar, la pre­

cisión con la que Rubens podía conocer el espacio para el que diseñó los tapices y, en segundo, la repercusión de las sucesivas

reformas arquitectónicas en ese luga r de la iglesia. La mencio­

nada relación de López de Hoyos describe la situación de la reja -enfrente del altar mayor>. Aunque no h¡¡y datos ¡¡l respecto,

alguna de I¡¡s reformas de la iglesia pLido Sllponer una elevación

del suelo del coro, lo que explicaría que en la documentación

de finales del siglo XVII se indique que el acceso al mismo se

hacía a tmvés de una escalem de siete peldai'los para salvar el desnivel respecto al antecoro'9. El aspecto actual del coro reve­

la que la reja se encuenlm muy baja, prácticamente apoyada en

37

38 ANA GARel ... SANl

el suelo. Este dato concreto hace pensar que Rubens pudo

trabajar en el diseño de este grupo de tapices con referencias espaciales no actualizadas. la distribución planteada por él sería más factible si consideró que el presbiterio y el coro se encon­traban a la misma altura, tal y como decía López de Hoyos.

Un segundo inconveniente, expuesto por De Poorter, ra­dica en que la colocación de esos paños sobre la pared del coro dificultaría la visión de los asistentes situados en el so­tocoro. Sin embargo, puede argumentarse que originariamen­te éste era un espacio angosto, dividido en nueve tramos de­limitados por pilares, cuyo único fin era permitir el acceso al cuerpo de la iglesia y aislarlo del ambiente de la plazuela.

Ambas zonas, nave y sotocoro, estaban perfectamente diferen­ciadas en cuanto a dimensiones, aspecto y funcionalidad, per­maneciendo el sotOCOi'O excluido del escenario de las ceremo­nias. La reforma de Gómez de Mora supuso su unión al cuerpo central de la iglesia , pero las ceremonias continuaron teniendo como escenario principal la nave y el presbiterio.

Otra duda nos la plantea la pintura o tapiz que ocupa la parte inferior del boceto de Chicago, en la que se ven una guir­nalda y, en las esquinas inferiores, los panes y el cáliz, símbolos de la Eucaristía. Su ubicación revela nuevas discrepancias res­pecto al espacio real de la iglesia. Si colgásemos realmente los

tapices corno en el boceto, éstos, como hemos dicho, llegarían hasta el suelo, y sólo quedaría bajo esa pieza un angosto espa­cio que no permitiría el paso desde el sotocoro a la nave.

I'IGS.27-31 Tapices de la pared del coro: de izquierda a derecha

y de arriba abajo:

27 Manufactura de Jacob 11 GClIbcls, Al/geles IIItíslcos, h. 1625-33

1~1na y seda, 495 x 320 cm. Patrimonio Nacional, Madrid, Monasterio

de las Dcscnlzas Reales, inv. n.o 00614224

28 Manufactura de Jacob 11 Ceubel~, Állgefes porlando fa CIIslod/a,

h. 1625-33. L1na y ~eda, 350 x 311 cm. Patrimonio NaCional, Madrid,

Monasterio de la~ Descalzas Reales, inv. n.o 00614222

29 Manufactura deJanllltaes, Hans Vervocn y Jacqucs Foben,

Ange/es musfcos, h. 1625-33. ¡M1n~ y seda, <l94 x 312 cm. Pmrimonio

Nacional, Madrid, Monasterio de las Desc:t lzas Reales, inv. n.o 00614218

JO Manufacturo de Jacob II Gel.lbel s, ÚIS je/Ul"qufas ec/es/tlslfcas en

adoración, h. 1625-33. Lana y seda, :500 x 330 cm. PaTrimonio Nacional,

Madrid, MonaSteriO de las Descnlzas Reales, inv. n.o 00614216

J I Mamlfactum de J<m 1I 11aes, Han~ Vcrvocrt y )acqucs Fobcrt, ltIsjeralrju(as

sl.'cmaresell adomclólI, h. 1625-33. Ulna y seda, 500 x 330 cm. 1':ltrimonio

Nacional, Madrid, Monasterio de Ins Dcscalz,lS Reales, Inv. n.o 00611217

l OS "Al'l c r s D,L TRIUNro DE LA UJ CAltl STIA, rUN CION y IJKICACION

Más allá de estas discrepancias entre el espacio real y el

representado por Rubens, debemos pensar que el pintor rea­lizó este boceto con la idea de disponer estos cinco tapices en torno a la reja del coro de las monjas si n prestar demasiada atención a las dimensiones reales, que sin duda iría conocien­do en las siguientes fases del diseño. A tenor de lo expuesto, dicho boceto debe ser considerado una idea inicial dentro del proceso creativo, enfocado principalmente a mostrar la com­binación de los cinco paños en un mismo paramento.

Una vez asignados los ocho paños destinados al presbite­rio y a la pared del C01'O, procede establecer cómo se decora­ban las paredes laterales del templo. Al agrupar los tapices

restantes de acuerdo a sus perspectivas se advierte la imposi­bilidad de crear dos grupos parejos, lo que nos hace pensar que ambas paredes, a pesar de tener las mismas dimensiones, no mostraban un aspecto idéntico, quizás por la mencionada presencia del órgano en el lateral oeste de la iglesia, que con­dicionaría sin duda la decoración.

Las perspectivas y la di rección de las escenas restantes confirman que cuatro paños componen un conjunto bien co­hesionado. La conexión entre dos de ellos, Los cuatro Evan­

gelistas y Los defensores de la Eucaristfal':lJ, ha sido aceptada en

todos los estudios. Junto a eHos , conformarían la decoración

de la pared este los tapices La victoria de la Ettcm'istfa sobre

la ldolatrfa, en el nivel superior, y Los sacrificios de la Ley

Mosatccf'I, en el inferior, escenas que ya fueron ' agrupadas por Scribner [véase fig. 22]. Estas cuatro composiciones presentan una misma dirección y una continu idad escénica que se ob­serva en detalles concretos, como la coincidenci<t de los extre­mos de los tapices fingidos en los paños inferiores [figs. 36-391.

Por su parte, la decoración de la pared oeste plantea otras dificultades. La documentación refleja que en esa zona se en­contraba el confesionario de las monjas, el acceso al púlpito y la mencionada tribuna del órgano, elementos que diferen­

ciarían sustancialmente esta pared de su paralela. Atendiendo ' a estos condicionantes, as! como a las características y dimen­siones de los paños disponibles, es posible unir de forma coherente El triunfo de la Fe cat6iica(¡2 y El triunfo del Amor

Divind', en el nivel inferior, y ubica r la La victoria de la Ver­dad sobre la HereJfa en el superiofi. El espacio vado resultan­te estaría ocupado por la tribuna del órgano, de cuyo aspecto no tenemos noticias precisas [Hg. 201.

En esta combinación, y teniendo en cuenta la existencia de esa tribuna, pod ría tener cabida el paño del Rey David to­cando el ar¡xf5. Con una anchura muy similar a la del Triunfo

del Amor Divino y una altUíJ cercana a los tres metros y medio,

39

FIGS.3l-;H Tapices del lado del Evangelio (Oe$te)

.U Manufactura de Jacob II Geubels, El rey Dallfd

/ocal/do 01 arpa, h. 1625-33. Lana y seda, 330 x 485 cm

Patrimonio Nacional. Madrid. Monasterio de las Descalu s

Reales, In .... n! 00614223

j~ ManufaCtura dejan 1[ Raes, Hans Vcrvocn y Jacques

l'oben, EI/rlUlifo del AmorDlllltlo, h. 1625-33. Lana y seda,

1197 x 495 cm. PatrImonio NacIonal, MadrId, Monasterio

de las Desca lz~s Reales. Inv. n.o 00610323

;U Manufactura de Jacob 11 Geubeis, Ú1 lile/orla

da /a Verdad sobro/a ¡.fero/fa, h. 1625-33. Lana y seda,

>170 x 652 cm. Palrimonlo Nacional, Madrid, Monasterio

de las Descalzas Healcs, !n .... n.o 00614221

j~ ManufaCtura de Jacob 11 Geubcls, l!.1 trlunJo de la Fe

ca/Óllca, h. 1625-33. 1~1na y seda , 490 x 660 cm. PatrimonIo

Nacional, Madrid, Monasterio de las Descalzas Ileales,

In .... n.O 00614219

40

FlGS.36·)9 Tapices del lado de la Epístola (Este)

36 Manufacturn de Jan H Ilats, Hans Vervoert y J~ cCJ u es )lober!, :n Manufactlll'a de Jan Il Raes, Hans Vervocrt y Jucques Foben ,

Los CIIatro /;"/)(lllgefistas, h. 1625-33. L.1na y seda, 500 x 490 cm 1.(/ v(cto/'Ia de {ti Eucarfst{a sobre (a Idolatrfa, h, 1625-33

Pat rimonio Nacional, M:ldrld, Monasltrlo de las Dcscnlz:ls !leales, I.:ma y seda, 500 x 660 cm. Patrimonio Nacional, Madrid,

inv, n.o 006 10322 Monasterio de las Descalzas [leales, Inv, n,O 00610319

3M Mantlfactlll'a de jan 11 Haes, Hnns Vervocrt y Jacqucs Fobert, 39 Manufuctu m deJnn ][ Ibes, Hans Vervocrt y JaCCJues Fobcrt,

Los d<r!(!IIsores do {a EucarlSlfa, h. 1625·33. l.ana y stdn, los sacr!ficlosde la I.ey Mosa/ca, h. 1(í25·33. l.ann y seda,

SOO x 485 cm. Patrimonio Nacional, Madrid, Monasterio de 490 x 670 cm. l'mrimonio Nacional, Madrid, Monasterio de

hts Descalzas Ilc:tlcs, Inv. n.O 00618366 las Dcscab:as !leales, inv. n.O 00614220

tOS TAP tCES DH TJl.IUN~O ()( LA W C¡\tunI A: fUN CION y U81 CAC ION 41

1'[G. 40 Manufacturo de jan II Raes, Hnns Vervoert y Jacques Fobert,

El ellcuenlro do Abraham y Mefqllfsedec, h. Hí25-33. Lana y seda,

500 x 587 cm. Patrimonio Nnclonal, Madrid, Monasterio de las Desc:lIzas

Heales, Inv. n.O 00610324

actuaría como telón de fondo de la tribuna, deslino que justi­

fica ría su iconografí,l. Por otro lado, su perspectiva se corres­

ponde con la de los demás tapices de este gmpo [figs. 32-35J. Una propuesta amerior, basada únicamente en la disposi­

ción de los elementos arquitectónicos, que combinaba este

paño con el de los Angeles portando la custodia y lo empla­

zaba, por tanlo, en la pared sur, se muestra ahora inadecuada

al comprobar que las dimensiones de esta pared no ofrecen

el espacio suficiente para la colocación sugerida66•

La actual propuesta, considerada como el plan maestro

para disponer los tapices en la iglesia, no am.llaba la posibili­

dad de configurar diversas decoraciones con ellos, como de­

muestra la documentación. Este hecho pudo incluso ser tenido

en cuenta por Rubens al diseñar la serie y puede explicar la

existenc ia de un dibujo de autor anónimo, aparecido en el

mercado del arte, considerado copia de un original del pintor,

en el que se muestran C~latro de los paños dispuestos Iineal­

menté7• Este dibujo debe de corresponder a los primeros ma­

memos del proceso creativo, ya que en él la escena del En­

cuentro de Abraham y Melquisede¿..a, pai"\o q~le como veremos

a continuación está rodeado de numerosas incógnitas, aparece

enmarcada aún con columnas salomónicas (fig. 40 y cal. 31. Este tapiz es, como decimos, el que más incertidumbres

presenta, tanto respecto a su diseño como al Jugar que ocuparía

42

dentro del proyecto decorativo general. Es evidente que a lo

largo de su proceso creativo surgieron cieltas dudas acerca de la

ubicación que tendría dentro de la iglesia, y de ahí las sucesivas

y radicales modificaciones que experimentó, provocadas segura­

mente por las nuevas indicaciones q\,.le iría recibiendo Rubens.

El primer boceto para el El encuentro de Abraham y Me/qui­

sedee, conservado en Cambridge [fig. 12]69, demuestra que en un

principio este paño estaba pensado para ocupar un lugar en el

nivel superior, con unas dimensiones similares a las de! Triunfo

de/Amor Dtvino, que quedaría en el inferior, y las mismas carac­

terísticas que ofrece el modello del Museo del Prado [fig. 13 y

cal. 2J. Sin embargo, el posterior cambio del marco arquitectóni­

co que se observa en el mode/lo de la National Ga!lery de

Washington indica una revisión de su futllra colocación, estable­

cida entonces en el nivel inferior, lo que supuso además la am­

pliación de sus dimensiones70 [l1g. 141.

Al agmpar los paños destinados a las paredes laterales de la

iglesia este paño se queda al margen de las posibles combinacio­

nes, ya que no existe un espacio en el nivel inferior que se le

pueda asignar teniendo en cuenta su similar perspectiva a la de

los de la pared oeste. Por otrO lado, tampoco SllS dimensiones se

corresponden con las de ninguna otra. colgadura del nivel supelior

que ofrezca su misma perspectiva. Además, en él el recurso del

tapiz fingido resulta más evidente, al ocultar por completo una de

las columnas de su marco arquitectónico. Esta circunstancia con­

fiere mayor efectismo a este anificio escenográfico e invita al es­

pectador a imaginar qlle el pequeño ~ngel que sostiene el tapiz

en su ex.tremo derecho lo hace por alguna razón. De nuevo, la

observación de la composición y algu nos de sus deta lles nos

ofrecen una interesante jnformación. Indudablemente, Rubens

tuvo la intención de representar de forma más evidente que en el

resto de los paños la acción de colgar o de~colgar llevada a cabo

por los ángeles. Los pliegues f6nnados por el falso tapiz recogido

por los pum coincidirían en altura con la puerta de San Sebastián,

a través de la Cual accedían ~as procesiones eucarísticas al claustro.

Estas caractelÍsticas de la composición penniten plantear uml mle­

va hipóLesis: que fuera ideado para colgarse en la cnljía oeste del

claustro de Capellanes, en el exterior de la iglesia, conectando así

de forma muy efectista el espacio interior del templo con el del

claustro, que mantendrfa en ciel1as solemnidades su decoración

con los tapices de La conquista de Wnez y demás colgaduras de

acuerdo a la tradición instaurada por la fundadora desde media­

dos del siglo XVI. Por otra parte, este paño pudo sustituir al del

Triunfo de la Bperanza, del que sólo se hizo el plimer bocet071 ,

en el cual se observa el mismo recurso de! tapiz fingido que

oculra dos columnas y cuya perspectiva se adaptaría asimismo al

propósito expuesto. En este punto se puede aventurar una teoria

razonable: R~lbens diseñaría los primeros bocelOS para decorar

por completo el intenor de la iglesia, conectando ese espacio con

el claustro mediante el L1piz del Triunfo de fa Esperanza. Duran·

te la realiz.1ción de los modeffi, el artista recibiría nuevos datos acerca de la iglesia y se daría cuenta de que la combinación pn:r puesta para la pared oeste debía ser m<Ximcada. Seguramente las

indicaciones de la infanta Margarita y de la propia Isabel Clara

Eugenia determinaron el descarte de este paño y su sustilución por el del Encuentro de Abraham y Mefquisedec, hipótesis plan·

LCada por Scribner7l. Estos cambios implicarían a su vez la reali·

zación del tlpiZ del Rey DavId tocando el arpa para completar la

decoración de la pared oeste, ajustándose a la tribuna dclórgano. Finalmente, los (¡llimos tres tapices que completan la serie,

y cuya penenencia a la misma ha sido cuestionada por varios

especialistas, responden a un concepto completamente distin· to [figs. 41-431. Su apariencia es más similar a la de una pimu·

ra enmarcada por la clásica moldura dorada de ovas y dardos,

lo que lleva a pensar que actuaban como tales en lugares muy concretos de la iglesia, o lal vez de l claustro, y que su diseño

y tamaño respondían a dicha func ión.

Nuevamente, las medidas de cada uno de ellos aportan información relevame. L.1S dimensiones de los dos paños me·

nares, en los que se representan La Caridad y La Sabidur{a,

permitirían su colocaci6n tlobre lo!;' desaparecidos relídlOS de Juana de Austria y de su hermana la emperatriz María, obras

de J~lan Pantoja de la Cruz, que colgaban en las paredes latera· les del presbiterio y que se perdieron en el incendio de 1862H .

Tal vez esLOS tapices cubrieron esos cuadros en determi· nadas ocasiones, pero también pudieron estar destinados a

tapar, duranle algunas ce lebraciones, los pequei\os retablos

laterales de 1,1 nave, dado que presentan unas medidas muy aproximadas <L las de éstos. Ambas prop:lestas, sin embargo,

sólo son aceptables si asumimos la versatilidad de esos tapices

y que fuera n diseñados por Rubens como un complemento al proyecto decorativo cenlfaI7~ .

Por su parte, e l tapiz de La sucesi6n de los papaS75 fue

igua lmente concebido como una obra pictórica. Dejando al margen su complejidad iconográlica, se observa que no forma

pareja con ningún Olro paño, mientras que su tamaño es slmi·

lal' al de las puertas laterales de la iglesia, por lo que podría estar destinado a decorar ese espacio en ciertas ocasiones76.

Al igual quc sucedc con los dos tapices anteriores, algunos

¡¡litares han considerado este paño como un elemento añadido posterlormente y lUlO retrasado incluso su factura y llegada al monasterio. Jan~AlberL Coris y J~llius Held proponen l¡\ fech¡¡

LOS TAr l c n DEL TRIUN FO DE LA WCARI 5TI.\: fUNCION y UMCACION

l'tO. ·11 Man\lfacturo de Jan 11 Raes,

Alagorfa de fa Caridad, h. 1625-33

L1na y seda, 260 x 200 cm

Patrimonio Nacional, Madrid,

MOllasterlo de las Descalzas Reales,

¡nv. n.· 00610327

I'[G. 42 Manufactura de Jacob 11

Gcubcls, Af(J[Jorfa do la Sabldurfa

Divina, h. 1625-33. Lana y St.-d~.

260 x 200 cm. Patrimonio Nacional,

Madrid, Monaste rio de las Descalzas

Reales, jnv. n.o 00610328

de 1630, mientras que Ludwig Burchard la retl"dSa hasla 1635. Tor~ me incluso consider6 que estos tres paños no fueron diseñados por Rubeos¡ sin embargo, De Poorter creyó que fonnaban parte

de la serie y qt.:e además eran esenciales para su comprenslón77•

Queda finalmente por determinar hasta qué fecha 106 ta~

pices de la Eucarlslfa fueron dispuestos en la iglesia de acuer~

do con el programa original diseñado por Ihlbens. En los es~

cdtas del siglo XIX abundan las noLicias acerca de las ceremonias

de la Octava de l Corpus y del Viernes Santo y el uso de estos tapices para decorar únicamente las paredes del clallstro du~

mnte las respectivas procesiones. En esas fuenles se advierte

que estas ceremonias fueron perdiendo paulatinamente esplen·

ciar y e l liSO habitual de los tapices en el claustro supuso el olvido gradual de su anterior finalidad y la manera en que se

disponían en el interior de la iglesia. En un impreso de 1850 se

indicaba que -todo el recinto de las Descalzas se ha deco:ado

por espacio de casi 200 años con las preciosísimas y cé lcb~s

tapicerías de los Triunfos.78, sin precisar la disposición de 1:. misma. Incluso, en 1856 se explica cómo -en tiempos prósperos para la comunidad, se terminaba la octava con u",t procesión

que recorría teda el ámbilO de la plazuela que hayal frente de

la iglesia, poniéndose laIdo como en la procesión del Corpus, y además altares bien adornados para reposar la Cllslodia.79.

Una mayor sencil lez en las celebnlciones debió de suponer inevitablemente un uso memmenLe ornamenm l de los tapices

en detrimento del discurso ideológico original.

43

Esa variación en el uso de los tapices puede ser la razón

por la que Carderera puntualizó ·que ahora suelen colocarse en el claustro exterior del monasterio., al referirse en 1868 a la procesión de los altares de la Octava del Corpus. Carderera

aporta un dato aún más preciso al indicar que hasta mediados del primer tercio del siglo XIX decoraban la plaza .del expre­sado monasterio, suspendidos en sus paredes y en parte de las del Monte de Piedad., a lo que añade, además, que servían

de fondo a altares portátiles improvisados con pinturas, reli· carios, jarrones de flores y otras .devotas preseas.so.

La carencia de un programa iconográfico coherente para

disponer los lapices en el claustro quedó incluso reflejada en un pequeño folleto publicado en 18818t . esto mismo se advier­te en el inventario de 1925, cuando se enumeran los tapices que se colocan en el claustro los días de Viernes Santo, para la procesión del Santo Entierro y en la Octava del Santísimo Corpus para la procesión de los altares~. En ambos casos se

trataba de la serie incompleta y los paños se exponían sin someterse a ninguna consideración u orden lógico.

I'IG.13 Manufactura de Jan II Raes y Hans Vcrvoel1, Alcgo,.ra

de la Eternidad ode la Sucesión de los papas, h. 1625-33

Con este intento de reconstrucción de la ubicación origi­nal de los paños de la serie de Rubens en la iglesia de las Descalzas hemos pretendido desvelar la concepción unitaria

que el artista dio a este conjunto según un programa estable­cido. Es evidente que en este encargo gozó de una gran liber­tad, con la que afrontó tanto el diseño de cada escena como la presentación integral de la serie, logrando crear un conjun­

la artístico difícilmente superq,ble. Lan~ y seda, 500 x 244 cm. Patrimonio Nacion~l , Madrid,

Monasterio de 'las Descalzas Reales, inv. n.~ 00610326

1 Véase Garda Sanz 1999; este estudio, a su vez, fut: puesto al día pam una ponencia t:n ell?ubcns ~m­poslum, celebrado en el Ringling Muscum de Sara­sota en marzo de 2012, de la que este ensayo es una versión ampliad:l y tCvisada.

2 Carderera 1868, p. 218. 3 Rooscs 1886-92, vol. 1, p. 72. 4 Tormo 1912; artículos reunidos en 1915 en un un i-

ca volumen, por el que citaremos en adelante. S Elbcrn 1954. 6 Junquera y Junquera 1969. 7 De Poorter 1978. 8 Scribner 1975 y 1982. 9 Brassat 1988. Posteriormente publicÓ su tesis doc­

toral, en la que afroma aspectos de esra misma se­rie, Brass.at 1992.

10 De Poorter 1978, vol. 1, p. 63. 11 Bressat 1988, p. 45. 12 Madrid, Archivo del Monasterio de las Descalzas

Reales (en adelante AMOR), 54/9, Memoria de las sedasj/oJas de mallza,. [ ... ] para enviarlas a Bruse­las a la Seren{slma Infanta Nues/m Sellora, 1620.

13 Un futuro estudio de toda la documentación gráfica y documental relmiva a las restaurociones realiza­das permitirá concretar en qué fecha se produjo

esta intervención. Las primeras fotos publicadas por EJías Tormo pemlilen ver que en 1942 las mar­cas y la firma ya habían sido traspasadas de un ta­piz a otro. Posiblemente esta modificación corres­ponda a las fr~uentes labores de rcSlaUl":lcfón y retupido realizadas entre 1880 y 1890.

11 Freedberg 1995, p . 59. 15 Sandmer 20to, pp. 200 Y 297. tG Óleo sobre tabla, 31,S x 31,5 cm, n.O inv:37.toI2. 17 Scribner 1982, pp. 113-23. 16 Tesis defendida por Tonno, para quien la serie es

froto de un doble encargo en e l que el primero y principal de once tapices eMaoo destinado al claus­tro; véase Tormo 1945, pp. 22 Y 78.

t9 Depaw 1993, p. 195 20 1..'1 devoción al Cristo yacente es propia de los con­

ventos de clmis.as. La procesión celebrada en las Dcsca17~ Rcalc.~ surgió a partir de un drama religio­so instaurado por san Fr',Incisco de BOlia en Gandía. Al respecto véase Garda Sanz 2010, pp. 24-28.

21 Durante la procesión, la plazuela se decoró oon la ta­piceña de La conquista de Túnez y con.1a que tiene el Real ConventO de las Descalzas de los Triunfos del &1mísimo Sacramento, dádiva de la señorn rnfanm de Flandes>; en Peña 1632, fol. 11 v. Esw noticia se debe a

44 " N" GARe(" S"NZ

Javier 1'0rtUs C1'ortuS 1998). 1..1 serie de La collquls/a de 1llllcz vinculada n las Descalzas Rea les se fecha en 1558 y fuc, al parecer, una copia encargada por Maña de Hungrfu de IaprlllCeps real izada por Willcm

,de Pannemaker entre 1548 y 1554 paro Carlos V. Di­éha copia fue hered~da por Felipe JI y emregada a su ltemlana para su uso en el monasterio. Rcspetto a la propiedad de esta serie, sobre la que existen diferen­¡es teorías, véase González Garda 2007, pp. 43-45.

22 Véase, por ejemplo, el manuscrito anónimo Libro de va,.las cltrlosldades, panepertenoclenft>s a es/a real casa y parle locall/es afuera de ella, lodo de sa8radas ceremonias L .. l/odo desde 18 de j/ll/o de 1756 eH adelallle, Biblioteca del Monasterio de las Descalzas Reales (en adelante BMDR) F-28, fol. 69. En él se menciona la labor de colgar toda la facha­da por la que se pagaron 151 reales al colgador, gasto que incluía los refuerzos, Ifas y clavazón, y Otros 11 reales a cuatro mozos por todo el ¡rebajo.

n Véasc Vatios sucesos vividos en el monaSleJ"iú de las Descalzas Reales desdrJ 1677 hasla 1681, AMOR, 16/1, fol. 2v.

24 Colocación de la milagrosa ¡/IIa8en del glo,.loso pa­Irlarca samo Domingo de Soriano. Procesión y oc­lavarlo solemne qllfl se celebro en Sil capllfa,

Madrid , Francisco Martínez, 1638. re(;ogido en Simón Díaz 1964, vol. 1, pp. 237-47.

25 Libro de varias ClIriosidades ...• op. cit. nom 22. fols. 22 y 53.

26 Wase la descripción de las ceremonias en .Ho!lfi\S que se celebraron en la vUla de Madrid ( ... 1 por su 111.1-

jestad de la señora reina de Polonia y Suecia ( ... 1 en los diez y siete y diez y ocho de junio de este ano de 1644,. en Sa lvá y Sainz de I3<lrunda 18S2. pp. S62-óS.

~7 .Hallaron hecha la Tribuna que e n e l Templo desta Rea l Casa cae al Almr Mayor. en donde en las fies­tas públiC<ls oyen y as isten los l1eyes a los Oficios Divinos,. Juan de Palma 1636. fol. 54.

28 SObre esta costumbre. véase en AMOR, 7/33, la carta de 1722 del cape ll án mayor. Gregorio de Mercado y Morales, a la abadesa de las DesC<llzal. sor Isabel de Jcs('s. en la que le recue rda el daño que causmla en la ig!o:sia el disponer las tribunas de madera en las fiestas de Ánimas y Navidad. En ella se mencionan tribu nas de madera para estas celebraciones. dispuestas en las cap illas latera les donde .maltratan los altares. el dorado de las rejas y descomponen el solado-.

29 BMDR. 1'-8. Libro de la sacrlsl(a dd momJSlerio de las DC!scalzas Reales 1575-1614, fol. 53v, donde se ancta el g.~sto de .un real de clavos para colgar la iglesia cuando profesó la inf.mta monja., seguramente L1 in· fanta Margarita. El manuscrito menciona a los opera­rios que ayudaron a colgar la iglesia en dicho L'VCnlO y lo que cobraron. tarea que les ocup6 «\0.0; medio:; dL1So. El documento recoge abundantes noticias sobre la costumbre de colgar la iglesia a fin~les del siglo XVI.

30 Jua n !.6p<:z de Hoyos, Hys/orla y re/Ciclón wrdade­tri de la enfel1nedad,fel/cfsslmo tránsito, ysump­/llosas e:wqulasfi¡twbres de la serrm(sslma reylla da Espalla dalla Isabel de Valcrys, tmeslm sallara, Madrid, Pierres Cos in. 1569. rcedición en Simón Ofaz 1964, vol. 1, 1'1'. 20-54.

31 l':llma 1636. fol. 276. 32 Ochoo 18)0-70. vol. 2, p. 338. 33 Salvá y Sainz de Baranda 1852. p. 563. 34 Véase Roolfimdacl611 de la capilla y monasterio de

reflglosasfmnctscas descalzas de la primera res/a

de S#lZIa Clara, 'lile ellla vII/a de Madrid d0/6 y fllluió la sarenrsslma señora doflajuana da Aus­Irla, Infama da CasUlla y princesa de Portuga/, por los mios da 1572 con las decfaracfonas que a ella blzo cm Gumlel de Mercado a 15 de oc/ubre de 1602 el sallor rey don Phelfpc 111 como patrón y prO­¡,'Clor 'l/le era, confirmadas por /a santldad de Clemellle VIII cm 24 de marzo da 1601. M~drjd.

Impre nla c1e Francisco Xavier Garcla . 1769. p. 56. 35 AMOR, 3919. Ralacl6n da las colgaduras que llene a

Sil cargo el guardarropa del MO/Iflsterlo de las fu­calzas Rea/es del dlllero que se el!ll"l!ga a la capilla ya S/I personal los dlm que se celebra en/lerro y cuenta de la cera ...• s.f. (17351.

3IÍ AMDR. 119. ModlfieaelontlS dd Rey(FeHpe [J I. patrono del Monasterlo da las Descalzas Rooles, a la escrilllla defimdaclólI qua dlslJl!1lsd su bermmw doflajuU!1II de Aus/I1a; véase t~mbién Realfllt1dtlcl6n e/u la C{lfJl­lIa y monaslet1o da It1/glosas frat1clscas ...• p. 22.

37 Orgallos 1999, pp. 232-36. 38 Sobre los cambIos en l~ ~rqultectura de l monaSlC­

rlo. v/?ase Saneho 1995, pp. 144-55. 39 Conservados e n Windsor CaSl le. fueron estuc1iados

e n Marias y lJustmnante 1991: véase además Snn· eho 1995. pp. 148-49.

~o Ju~n Lópcl. de Hoyos, Hysloria y rclaclóu verdade­ra ...• citamos por Simón Diaz 1964, vo1.l, p. 30.

4t 1..1 [¡esta de la Octava se celebraba en los mon~ste­

rios reales con gran solemnidad, vist iendo las igle­sias con tap ices y colgaduras. Asi ocurría en el cer­cano monasterio de la Encamación. donde se col­gaban. ta nto en la iglesia como en el pórtico. tapi­ces de la serie de los Autos Sacramrmlafes y de la Historia de sansón. Véase la menció n a estos lapi­

ces en Capm.1ny 18)8. voL 11, pp. 4~ -45.

42 Véase Carri ll o 1616, fols. 36 y ss. MenCio na. ade­más, el uso de centenares de ve las y bujías y de agua de o lores para las p il as de agua bendita. Al material adquirido para elaborar las nores de la Octav;l del Corpus se reftere un documento de 1779: AMDI(. 79/16 bIs.

~3 Carrillo 1616, fols. 38-38v. 44 Carrillo 1616. fol. 37v. 45 Herrero Carretero (2008, p. 5~) ufimla que la serie

de La cOllqu/sla de Túnez fuc Ulilizada en las Des­calzas Reales hasta el reinado de Carlos 1Il. Son muchos los datos documentales que renejan su uso habitua l en el monasterio durante el siglo XVIII: AMOR, 7/ 18. Corrc!spondancla da Sllees/IIUS aba­desas da las Descalzas Roo/es rcfalfva a los Itlj}la'S y colgaduras qlla adoman /asfacbadas de! monas/e­rio duranle la Oclava del COtpIlS, lafesllvle/ae/ de Nueslra sefJora del Milagro y la Aclamación del/ry [Felipe vJ, años 1701. 1706. 17]8, ]722 y 1724.

~G AMOR, 18/4. Invemarlo de bienes presenlado por la abadesa de las Desctllzas lieales, sor Maria Bárbara de Sal! Luis, al capellán mayor, con los objelosy al­haJas per/enecla/lles al citado Monas/erlo. 1816.

47 Publicado en Pé rez Sánehez 1972. p. 102, n.o 114.

Francisco Rizl. Altar fingido para /111 Ct1SI0 mller/O. dp. c1e 1660. Pluma. aguadas de tinta sepia. gris. nul y rosada. trazas de láp iz negro. 470 x 485 mm. n.O 10558 S.

~8 Rodriguez G. de Ceba llos 1992, pp. 142-43.1nfor­mación recogida y a nal i 7.ad~ en Ruiz Gómez 1998.

~9 esta diferenciación del tam~ño se observa ya en el bocelO del Fitzwilliam Museum de Cambridge (óleo sobre tabla. 16.5 x 24,4 cm. inv. 228), cuyas medi­das. en relación con las de los otros. renejan que ya Rubens consideraba esta escena como la principal.

SO .Unn Idea para inmens:1 cortina. para litlÍrgicamente cubrir en la Semana Santa todo el retablo del al iar mayo"', Tormo 1945. p. 22.

5t l.os lbmados velos de Pasión. o ta p ices del ham­bre. surgieron e n la Edac1 Media e n CC ntrocuropa. Ent re los cjemplos conservados destaC<l el lapi1. cuaresmal gótico de 1:1 catedral de Gurk. cn Carin­tia. Austria. d~tado en 1458. Para una visión gene-1"".11 sobre este tema. vt:ase Villens 2000.

52 En este sentIdo son de gran illle~s las COrtinas de Cheste (Va le ncIa) que. aunque realizadas en 18SO. hacen referencia a este mismo concepto decomlivo.

53 Brassat 1988. 54 Huoola 1990. pp. 118-19. 55 Regla de Nues/ra M(I(freSallw Clara yCOm/lluclolles

cole/lllas. M~drid, Luis Sánchez. 1620. pp. >6-57 y 61. Según e.>;la regla, la iglesia no podra tener más de !reS altares: el mayor. en el presbiterio. y otros dos a am­bos lados de In nnvc, en scnd~s c:opillns. de tal modo que las monjas pudieran verlos desde el coro. Aun­qlle las collSl;tucione5 csmbledan como I)f(.'ceptiva la existencia de un coro bajo. y en ~l una ventanita par¡L oomuJwo r las monjas. las m~,d res fllnd; ,(!oms prcflrie-

l OS TM ICl S OH TR IUN ro DE I.A EU C¡\ IU srIA: fUN CION y UB ICAC iÓN 4S

ron un coro alto para tener nmyor aislamiento. Por

ello, solicitaron la corrcs¡;ondieme dispema al padre general y lo pusieron en conocimiento de la princesa dona Juana. Así pues, desde un principio. el coro se colocó a los pies del templo en un piso superior.

56 Ju~n !.6pcz c1e Hoyos. Hystoria y reltleió/I ¡¡cmlada­m .... cilamos por Simón Díaz 1964. vol. 1, p. 30.

57 Véase Herrero Carretero, 2010, p. 279. donde se fC­

produce el alzado del presbiterio publk;l.do por De Poorter e n 1978 con los cinco paños del Grupo de la adoración dispuestos srore el rewblo. oIA~erv"ndose perfectamente la falm de a(kcuación a este c$pacio.

58 De Poorter 1978, vol. 1, p. 105. 59 AMDR, 27/1. Documentación retal/va al proceso

da Ix!al!ficacióll de la Infama sorMargarita da la Cruz ...• 1689. roo. 455-56: en el reconocimiento de los espacios en los que vivió la infanta se indica que .por una escalera de siete peklmlos subieron al coro>.

60 Ambos de unas dimensiones de 500 X ~90 cm y 500 x 485 cm respectivamente.

61 Ambos de 500 x 660 cm y 490 ){ 670 cm respectiva-

mentc. 62 Dimensiones: 490 x 660 cm 63 Dimensiones: 497 x 495 cm. 64 Dimensiones: 470 x 652 cm 65 DimensIones: 330 x 485 cm. 66 Carda Sanz 1999, pp. 116-17 67 Anónimo scg('n un original de Rubens, ClIa/ro es­

cmws da la smie El Triunfo de la 11l1eal"lstra, subas­tado en Londres e n 1981. reproducido e n De Poor­

ter 1997. pp. 78-105. 11. 25. 68 Dimensiones: 500 x 587 cm. 69 Cambric1ge. 111e Fitzwill iam Museum, ó leo sobre ta­

bla, 15,6 x 15.6 cm, lnv. 231. 70 Washington, National Ga[]ery of Art. óleo sobre ta­

bla, 96,8 x 113,4 cm, im. 1958/1.1. 71 Conservado en la colección Richard L. Feige ll de

Nueva York. ó leo sobre tabla. 16.2 x 20,3 cm; Sut­ton y Wieseman 200-1. pp. 176·77.

72 Scribner 1982, pp. 121-23. I 73 Los tap ice8 miden 260 x 2()() cm. l.os cu adro.~ de

Pnntoja de la Cruz serian de menor tamaño. simila­res a los rea li zados en 1%3 por J>edro Pardo rara ocupar su lugar. Los tapices cubrlrian el cuadro y el enmarcado de l:t pared.

74 Sutlon y Wiesem~n 2004. pp. 166·67. Sutton con­duye que estos tres tapices no tiene n una cone­xión con la iconogmfla origina l de la serie y d~dns sus reducidas dlme nsior.es sólo pueden enle nderse como .relleno. dentro del cid o original.

75 Dimensiones: 500 x 244 em. 76 en e l siglo XVII existja un vano a modo de puerla e n

la pared eSle. espacio aaualrncnte ocupado por la pintura SUlljuall Balllfsla. obra de Caspar Bccerrn.

77 Según lo recogido en SyltOn y Wieseman 2004.

pp. 174-75. 78 Monlau 18SO. p. 160. 79 Fern:lndez Villabrille 1856. p. 232. 80 Carde rera 1868. pp. 218·19. 81 Dc!scrlpcl611 1881. Curiosamente se d ice que el

paño de La carda dal mima se colocaba sobre 1:1 puerta principal del da~stro, por la que s,1 1ían las

procesiones. luego la colocaeló n de un lapi1. n modo de tel6n. que sería rct!r:ldo p~lm dcfur p;oso. cm considerado algo normal.

82 Inventario (le los bienes del Monaste rio de l ~ s

Descalz:'s Reales, 1925, p. 129. Archivo del Depar­WmenlO de Conscrv:' clÓll. J>Mrlmo nlo Naciona l.