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ETNOGRAFÍA Y SOCIOLINGÜÍSTICA
Adriana Patino-Santos
1. EL CAMPO DE LA (SOCIO)LINGÜÍSTICA ETNOGRÁFICA
La (Socio)lingüística Etnográfica (SE) o sociolingüística con perspectiva etnográfica es un
término utilizado en sentido amplio para designar una manera particular de estudiar la
relación entre el lenguaje, la cultura y la sociedad. Fundamentalmente, se ocupa del estudio
de la interacción social, sobretodo en entornos institucionales (escuela, mundo laboral,
iglesia, familia, entre otros), e intenta vincularla con las condiciones comunicativas, sociales,
históricas, políticas y económicas dentro de las cuales estas interacciones ocurren. El tipo de
preguntas que nos hacemos los etnógrafos sociolingüistas, así como la interpretación y las
narrativas que producimos con nuestros resultados, tienen que ver con reconstruir, describir, e
interpretar la manera en la que grupos de hablantes negocian categorizaciones sociales
(género, clase social, etc.) en situaciones concretas, así como la acción social que realizan a
través de ese intercambio. La acción social de una interacción encuentra eco en otras
interacciones a través del tiempo y del espacio conformando, en últimas, lo que se denominan
las estructuras sociales (Gumperz 1982).
Dado que la acción social dentro del mundo institucional está restringida por normas y
políticas cuyo fin es el de perpetuar la propia institución, se busca dar cuenta del conjunto de
prácticas que la conforman, la gestión de las normas que se hace y lo que estas legitiman, es
decir, el orden social que reproducen: quién las impone, cómo se negocian, en qué espacios,
con qué propósitos, con cuáles recursos (materiales o simbólicos) y las consecuencias que su
aplicación conlleva para cada uno de los grupos de actores sociales que intervienen en ellas.
La lengua cumple un papel determinante, al ser a través de ella que algunos de estos
complejos procesos se llevan a cabo. Por lo tanto, y contrario a la actitud positivista del siglo
XX en la lingüística, se presta atención a los usos lingüísticos, entendiendo el lenguaje como
una práctica social cuyos usos están regidos por una serie de condiciones sociales,
económicas, políticas e ideológicas (Fairclough 1992). En este sentido, un estudio
(socio)lingüístico etnográfico permite analizar cuestiones de organización social incluyendo
las de desigualdad y distribución de poder, puesto que examina de manera cualitativa e
inductiva las maneras en las que producimos, resistimos o incluso transformamos ciertas
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desigualdades en las interacciones de la vida diaria (cfr. perspectiva de abajo hacia arriba
“bottom-up”).
Más recientemente, algunos contextos asociados con el orden global (movilidad,
hibridez, fluidez, nuevas formas de comunicación), han llevado a ciertos autores a considerar
el papel de la lengua dentro de nuevas relaciones sociales en las que ciertas formas laborales
se han ido estableciendo o consolidando. De esta manera, se identifica una nueva clase
trabajadora hábil lingüísticamente que ha entrado a participar de la llamada “nueva
economía” como empleados en centros de llamadas (“call centers”), gestores o responsables
de comunidades virtuales/digitales (“community managers”), guías turísticos multilingües,
entre otros. La lengua, principalmente el inglés, se ha convertido en un bien de consumo que
se oferta y se demanda, como valor añadido de acceso social y laboral (Heller 2003b).
2. LA SE COMO TEORÍA Y COMO MÉTODO
Actualmente conviven múltiples disciplinas que comparten esta preocupación de vincular lo
que sucede en las interacciones diarias con procesos sociales más amplios. Todas ellas
encuentran en la etnografía de la comunicación de Hymes (1964/1974) y la sociolingüística
interaccional de Gumperz (1982) un origen común. Comparten además el reto de estudiar la
ya de por sí compleja relación lenguaje-sociedad dentro del marco de la globalización, por lo
que cada una enfatiza en temas y problemáticas determinadas (multilingüismo, nuevas formas
de comunicación, mercados lingüísticos, economía lingüística, identidades lingüísticas y
(trans)nacionales, entre otros). Así, identificamos la sociolingüística de la globalización
(Blommaert 2010), la sociolingüística de la nueva economía (Duchêne 2009; Heller 2003b) o
la lingüística etnográfica (Creese 2008; Maybin y Tusting 2011; Rampton et al. 2004), entre
otras. Todas ellas demuestran particularidades que se basan en tradiciones propias de los
contextos en los cuales han surgido. Pese a su heterogeneidad, utilizaré el término
sociolingüística etnográfica para referirme a algunos de los aspectos epistemológicos
centrales que comparten dichas disciplinas.
Asimismo, al ser heredera de la etnografía de la comunicación, la SE, encuentra
intereses comunes con disciplinas pertenecientes a la antropología americana, como la
lingüística antropológica (Duranti 1997; Goodwin 1990, Woolard 1989) y el estudio de la
socialización lingüística (Ochs y Schieffelin 1984). Estas disciplinas recurren a fundamentos
teóricos y metodologías que combinan el pensamiento y las herramientas analíticas
propuestas por estudiosos como Goffman, Gumperz, los conversacionalistas Sacks, Jefferson
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y Schegloff, así como las ideas de Bakhtin, Bourdieu, Foucault y Giddens. De manera general
y sin ser exhaustivos, en el mundo hispano, encontramos inquietudes similares en los trabajos
de Calsamiglia y Tusón (1980), Pujolar (2001), Unamuno (2003), Codó (2008), Martín Rojo
(2010), Prego (2011), Pérez-Milans (2007; 2013), Sabaté (2012), Domínguez-Seco (2007),
entre otros. (Para un estado de la cuestión más completo en los países hispanohablantes,
véase Codó, Patino-Santos y Unamuno, 2012). A continuación presentamos los aspectos
centrales de la SE.
2.1. La interacción social y la mirada crítica
La SE, al igual que la sociolingüística interaccional (Gumperz, 1982), entiende que, somos
los hablantes en nuestras interacciones diarias, quienes, a través de la negociación de nuestros
usos lingüísticos, producimos la cultura y los fenómenos sociales de los que participamos. Al
interactuar con otros, realizamos varios procesos de distinto orden al mismo tiempo: por un
lado, nos categorizamos a nosotros mismos y categorizamos a nuestros interlocutores
posicionándonos y posicionando a los demás, de una manera determinada. Al mismo tiempo,
hacemos interpretaciones mutuas sobre la comprensión de la situación, las normas y los
propósitos del intercambio. En la interacción social también reproducimos o materializamos
las relaciones y estructuras institucionales y sociales de las que participamos, aunque también
las podemos ir ajustando e incluso llegar a transformarlas a lo largo del tiempo. Asistimos a
los distintos intercambios de la vida cotidiana con nuestros bagajes particulares, con nuestra
comprensión de cómo comportarnos en cada situación social e institucional y con unas
ideologías que responden a orientaciones concretas, en tanto somos actuantes, representantes
o miembros de una clase social, una institución, una comunidad, una nación.
A la luz de esto, y siguiendo una orientación crítica social (Bourdieu 1998), la SE se
propone explicar las maneras en las que, en nuestras interacciones de la vida cotidiana,
reproducimos e incluso podemos llegar a transformar las estructuras sociales, incluidas las
instituciones y sus políticas, así como las formas de organización superiores como la
comunidad o el estado-nación. La mirada crítica busca con ello revelar las condiciones
políticas, sociales, económicas pero también interaccionales, bajo las cuales se diseñan las
políticas institucionales (educativas, laborales, sociales) así como las formas en las que estas
políticas y las prácticas contribuyen al mantenimiento de la distribución del poder entre
grupos con diferentes recursos sociales, económicos y lingüísticos.
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En consecuencia, la SE centra su atención en los patrones comunicativos de la
interacción y la manera en la que los interactuantes negocian su participación (toma de turno,
selección lingüística, alternancia de lenguas (code switching), elección del registro, etc.)
como lente para observar cómo diferentes procesos sociales de los órdenes, social y global, se
construyen y se legitiman en la vida diaria. Tales como desigualdad social, comercialización
de las lenguas y las identidades, etc. La SE aborda su análisis combinando métodos que
proceden de la lingüística (principalmente la sociolingüística interaccional, el análisis de la
conversación y el análisis del discurso), la antropología cultural, especialmente de la
etnografía, y la sociología (el interaccionismo simbólico, la teoría de la estructuración).
Epistemológicamente, se erige así como teoría interpretivista, una postura científica que
entiende que el conocimiento se construye socialmente (Saville-Troike 1982; Heller 2008) y
en consecuencia, se debe estudiar (describir e interpretar) a partir de los propios hechos
sociales en los que este ocurre, teniendo en cuenta las propias interpretaciones que hacen los
actores sociales de sus propias acciones y prácticas lingüísticas.
2.2 La mirada etnográfica
Ocuparse de la interacción social de manera situada, significa estudiarla más allá de la mera
observación de la estructura o de los patrones interaccionales que siguen los hablantes (cfr.
una crítica detallada de la mirada etnometodológica a la interacción en Heller 2003a: 252-
253) y más bien interpretar los procesos culturales complejos dentro de los que esos patrones
interaccionales suceden, así como entender las explicaciones que los propios actores ofrecen
hacen sobre sus usos lingüísticos. Ello obliga a documentar al máximo las circunstancias bajo
las cuales los hablantes, incluido el propio investigador, interactúan y dan cuenta de su
propias prácticas comunicativas y de sus propias creencias hacia los usos lingüísticos. Por
ello, la mirada etnográfica se hace fundamental al momento de recoger los datos pero
también de analizarlos: observación, entrevistas, grabación-filmación de las interacciones y
las actividades, los textos, signos, imágenes u objetos que intervienen en las interacciones,
forman parte de los métodos que se necesitan para arrojar luz sobre lo que sucede en las
interacciones que registramos.
Tal como lo entienden los estudios de tipo cualitativo (e.g. Clifford 1986; Taylor y
Bogdan 1986), el investigador es uno de los agentes del conocimiento que produce. Su
trabajo deja de ser neutral al convertirse en miembro del grupo de participantes de la
comunidad y al definir el terreno (site) que estudia, y más bien se entiende como una práctica
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social cuyos resultados tendrán consecuencias también sociales. Las preguntas de
investigación guiarán los métodos de recogida de datos y de análisis que llevarán a triangular
los distintos tipos de datos recogidos. La mirada etnográfica obliga así a una continua
reflexividad en la que el sociolingüista etnógrafo valida su trabajo al justificar las decisiones
que ha ido tomando en las diferentes etapas de su investigación (elección de su objeto de
estudio, la definición del campo de estudio, de los principios de análisis que guiarán su
investigación, de los métodos de recogida de datos que seguirá, de los propios datos y su
manera de representarlos, así como de la manera en la que socializa sus resultados). Su
participación en el campo (relaciones con los demás participantes, las actividades que realiza
en el campo), sus elecciones epistemológicas y analíticas, deben hacerse explícitas. Los
resultados se presentan a manera de narrativas personales en las que los investigadores
utilizan de manera recurrente metáforas como “el viaje de investigación”, “el cuadro
completo”, “la trayectoria”, “el rompecabezas”, las cuales permiten interpretar las situaciones
sociolingüísticas que han identificado y los procedimientos y métodos utilizados para encajar
su historia y así poder contrastarla con los resultados encontrados (o las historias narradas)
por otros autores, en situaciones similares. Cada pieza del rompecabezas corresponde a una
voz representada o a un evento u objeto descrito, de manera que al juntar varias de estas
piezas, se reconstruye la figura completa del terreno-comunidad estudiada. Al ir juntando las
piezas, los autores hacen explícitas sus apuestas, sus decisiones metodológicas, y sus retos
durante el trabajo de campo y el análisis de los datos (ver monográfico editado por Giampapa
y Lamoureux 2011 y el manual de Blommaert y Jie 2010, para diseñar un estudio
etnográfico).
3. PRINCIPALES APLICACIONES
Los trabajos que combinan métodos lingüísticos y etnográficos han tenido aplicaciones en
distintos campos. Sin embargo, es la educación, los nuevos estudios de literacidad, el habla
juvenil y el mundo laboral, en donde encontramos mayor eco:
La SE en el mundo educativo: hacia la mirada crítica
A partir de los años 80, los investigadores interesados en el bilingüismo en la escuela
comenzaron a atender preocupaciones diferentes a las que habían prevalecido desde los años
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60, hasta ese momento, centradas en el desarrollo de las diferentes habilidades lingüísticas de
los aprendices de una segunda lengua, a través de cuestionarios o estadísticas (cfr. Martin-
Jones 2007: 167-68). Nuevos intereses de investigación llevaron a preguntarse, más bien, por
las experiencias de alumnos que vivían situaciones de fracaso escolar (Erickson 1986), las
opiniones de alumnado de origen inmigrante en nuevos sistemas escolares, la organización
interaccional y el discurso ritualizado del aula, la conexión entre las rutinas de la clase y el
orden institucional de la escuela, los procesos de categorización social que se hacían en las
escuelas y las consecuencias para los alumnos de grupos minoritarios.
Metodológicamente algunos estudiosos, siguiendo una tradición etnometodológica,
grabaron y estudiaron detalladamente la interacción entre docente y alumnos dentro del aula
(Mehan 1979; Cazden 1988). El estudio de las secuencias interaccionales, la toma de turno y
las rutinas dentro del aula permitieron mostrar que ser parte de un aula bilingüe implica saber
un orden interaccional concreto y conocer las rutinas de uso para sus diferentes repertorios
lingüísticos. Asimismo, otro grupo de investigadores con preocupaciones etnográficas (cfr.
los trabajos de Philips (1983), Heath (1982) y Erickson y Mohatt (1982), entre otros)
registraron la interacción en el aula para observar los procesos de producción del orden
institucional (conocimientos previos, expectativas, marcos de participación, entre otros.)
La influencia de los estudios etnográficos de Gumperz traería, durante los años 90, el
interés por incluir una perspectiva crítica al trabajo etnográfico en aulas. Tal postura crítica
implica vincular las prácticas locales discursivas (sean monolingües o multilingües), el habla
diaria y las rutinas del aula con esferas más amplias como la escuela, como institución, e
intentar conectarlas con el orden socio-histórica dentro del que tales prácticas suceden. De
acuerdo con Martin-Jones (2006), esta preocupación surgió de dos grupos de investigadores,
aquellos que trabajaban con alumnado de origen minoritario (Blackledge 2001; Creese 2005;
Heller 1996/2006; Jaffe 1999), y quienes estudiaban alumnado en contextos post-coloniales
(Hornenberg 1988; Lin 1996). Dos volúmenes editados por Martin Jones y Heller (en 1996 y
2001, respectivamente), reúnen estas preocupaciones y proponen un enfoque “de abajo hacia
arriba” (bottom-up) desde el cual dar cuenta, en las prácticas cotidianas, de las condiciones
contextuales históricas y sociales dentro de las que estas prácticas se definen.
Teóricamente, estas autoras observan dos aspectos en los que la escuela opera como
institución vinculada al estado: de un lado como el lugar en el que el estado se legitima, a
través de las lenguas que enseña y a través de las cuales se enseña, así como de las
habilidades que se consideran académicas (e.g. la prevalencia de habilidades de lectura y
escritura sobre las habilidades orales) y por otro lado, la escuela como lugar de la
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reproducción social y cultural que selecciona socialmente. Los alumnos son categorizados y
posicionados de una u otra manera según se les sean atribuidas características de “buen/mal
estudiante”, o “buen/mal hablante” de una determinada variedad de lengua. Aunque algunas
de sus ideas se inspiran en la obra de Bourdieu sobre la reproducción (Bourdieu y Passeron
1977) y sobre “el mercado lingüístico” y “la lengua legítima” (Bourdieu 1991), las autoras
muestran cómo la idea de la dominación inconsciente que plantea Bourdieu se podría
cuestionar al estudiar la interacción de actores sociales en interacciones concretas. Las
actividades que docentes y alumnos realizan en su día a día no son generalizables sino que
responden a situaciones concretas. En ellas hay margen para la negociación y transformación
de la institución en la que participan.
Preocupaciones similares se encuentran en estudios como el de Goldstein sobre
alumnado de origen Chino en Toronto (2003); el de Pérez-Milans (2013) sobre programas de
enseñanza bilingüe en China; Unamuno (2003) y Nussbaum y Unamuno (2006) sobre
alumnado de origen extranjero en las aulas de acogida lingüística en Cataluña, así como el
trabajo longitudinal sobre aulas multilingües en la Comunidad de Madrid de Martín-Rojo
(2003, con L. Mijares; 2007; 2010) y alumnado de origen latinoamericano en el sistema
educativo español (Patiño-Santos 2011).
El habla juvenil: entre la resistencia y la camaradería
El habla juvenil se ha venido estudiando desde los años 90, bajo la mirada de la
sociolingüística etnográfica, vinculada mayoritariamente a las prácticas de la escuela. Los
trabajos de corte sociolingüístico y etnográfico de Rampton (1995, 2006) sobre el
entrecruzamiento lingüístico (“language crossing”) por parte de grupos de jóvenes
multilingües en los que se hablaba inglés estilizado asiático (“Stylized Asian English”),
creole y punjabi, le permitieron mostrar el valor interaccional y simbólico que estas formas
de doble voz (“double voicing”) (Bakthin 1981) tienen para sus usuarios, así como vincular
aspectos del comportamiento interaccional con los cambios sociales en marcha. Así, estas
formas de entrecruzamiento (“crossing”) y de estilización permiten a los jóvenes crear
vínculos de solidaridad y diversión entre el grupo de iguales, indexando, por un lado, sus
formas de participar (o no) en la institución y evocando, por otro lado, las transformaciones
de las instituciones, en este caso, educativas, en donde estos jóvenes participan.
Trabajos similares sobre el habla juvenil, sus manifestaciones y su interpretación
dentro de los contextos social, histórico e ideológico en los que emergen han inspirado
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estudios como los de Jaspers (2005) con jóvenes de origen marroquí en institutos en Bélgica,
y Jørgensen (2005) con alumnado de origen turco en aulas de Dinamarca, entre otros. En
Cataluña, el trabajo de Pujolar (2001), aunque no vinculado a la escuela, muestra también
como jóvenes de clase trabajadora, hablantes de catalán y español, miembros de dos
“peñas”/“círculos de amigos”, utilizan distintas prácticas heteroglósicas durante sus
actividades de tiempo libre con su grupo de iguales en actividades de tiempo libre (escuchar
música juntos, consumir droga, juegos, conversaciones informales, entre otros). El estudio
interaccional, etnográfico y discursivo de los usos lingüísticos de estos jóvenes mostró cómo
sus elecciones lingüísticas les permitía construir su mirada sobre el mundo, sobre sí mismos y
sobre los miembros de otros círculos. Su discusión se centró en mostrar cómo la adopción de
ciertos discursos, formas de habla y registros, tanto del catalán como del español, son
centrales para la auto-identificación del género.
Nuevos estudios de literacidad (NEL): la lectura y la escritura como práctica social
Este campo, mayormente desarrollado en en Reino Unido, bajo la estela de la etnografía
lingüística (véase Creese 2008; Rampton 2006 y Maybin y Tusting 2011), entiende que leer y
escribir (literacidad) son prácticas sociales (Barton y Hamilton 1998; Gee 1996), es decir,
actividades situadas socioculturalmente—influidas por el contexto dentro del cual ocurren—
e imbuidas de las ideologías dominantes sobre lo que significa leer, escribir, ser (buen/mal)
lector, entre otras.
Complementando la mirada psicológica (cognitiva) que tradicionalmente ha
dominado el estudio y la enseñanza de la literacidad, los NEL recurren a la metodología
etnográfica (observación, entrevistas y los denominados “artefactos letrados” (textos
producidos) para documentar la complejidad de las prácticas letradas (las actividades que la
gente hace con los textos), tanto aquellas denominadas dominantes (las académicas), como
las vernáculas (los usos letrados, no regulados por la institución escolar, tales como escribir
una carta o leer fanficción en la red) en diferentes contextos. Sus resultados se orientan a
reflexionar sobre el significado que estas prácticas representan para las personas dentro de las
actividades que realizan (“eventos letrados”), así como su papel en la construcción de la
identidad, pero también en el acceso (o exclusión) social y en el ejercicio del poder.
De acuerdo con varios autores, (Maybin y Tustin 2011; Pahl and Rowsell 2005/2012;
Zavala et al., 2004) los NEL tienen origen en los trabajos de autores como Scribner y Cole
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(1981), Heath (1983) y Street (1984). Así, el estudio en la población Vai en Liberia de
Scribner y Cole permitió comprender que diferentes literacidades se asocian a diferentes
dominios de la vida. Heath documentó las continuidades y discontinuidades entre las
prácticas de literacidad en la escuela y en la casa, señalando algunos patrones de desigualdad
educativa, en el contexto educativo. Street desafió el concepto de literacidad como una mera
habilidad cognitiva, al aplicar métodos antropológicos a su estudio de prácticas de literacidad
en un pueblo iraní. Al igual que los estudios de Gee (1999), sus resultados mostraron que la
literacidad es algo construido socialmente y que responde a factores ideológicos que dan
forma, y legitiman las prácticas cotidianas de un grupo determinado. Los NEL se han
extendido al estudio de minorías lingüísticas (Martin-Jones y Jones 2000), comparativamente
(Gregory y Williams 2000) y en comunidades urbanas (Barton et al. 2007).
En el mundo hispánico se han llevado a cabo trabajos de este tipo, principalmente, en
Perú, México y España (para el estado de la cuestión en cada uno de los contextos, revisar
Zavala, Niño-Murcia, M y Ames, P. 2004 y Cassany 2006). Así por ejemplo, el estudio
etnográfico longitudinal llevado a cabo por Aliagas (2009) sobre la identidad lectora de un
grupo de cuatro amigos adolescentes que resisten las prácticas lectoras de la escuela en un
instituto en Barcelona muestra cómo esa resistencia se fue construyendo biográfica,
académica y socialmente, a través de la acumulación de experiencias letradas dentro y fuera
del contexto académico. Por su parte, el estudio etnográfico de Poveda (2012), en un instituto
multicultural de secundaria de Madrid, vinculó los artefactos letrados usados por dos grupos
de jóvenes en el paisaje semiótico del centro escolar, textos políticos por parte de los anarkas
(alumnado de origen español, local, auto-identificado como “grupo de izquierda”) y los
graffiti, por parte de los reggaetoneros (alumnado de origen latinoamericano), con los
posicionamientos sociales otorgados a cada grupo. Las prácticas en las que los primeros
participaban, llevaron a identificarlos como “académicos”, mientras que los segundos,
posicionados como marginales dentro del escenario escolar, preferían invertir en la parte
social, estableciendo vínculos con el grupo de amigos.
Lugares de trabajo: del malentendido interaccional al mundo global
Los trabajos pioneros de Gumperz (1979) y de Roberts, et al. (1992) se centraron en observar
si las diferencias culturales entre compañeros de trabajo o entre empleados y clientes, de
diversos orígenes, podían ser causa de malentendidos dentro de las interacciones laborales
(entrevistas de trabajo, encuentros de servicio, relación doctor-paciente, etc.). Más
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recientemente, la preocupación por el papel de la lengua en la nueva economía (Heller
2003b), no sólo como objeto susceptible de ser mercantilizado, sino además por su papel en
la economía de servicios, ha favorecido el trabajo etnográfico en lugares propios de la post-
industrialización como los centros de llamadas (“call centers”) o el sector del turismo.
En España, concretamente en Barcelona, los trabajos de Codó, Sabaté y Garrido han
permitido explorar distintos contextos laborales e institucionales en los que operan ideologías
y acciones bajo las cuales se gestiona la reciente inmigración en España. Los tres trabajos
sacan a la luz, a través del estudio etnográfico de diferentes prácticas comunicativas, las
maneras en las que el estado-nación regula y controla lo que considera como la immigración
legal o ilegal. Codó (2008) se centra en el estudio de las interacciones cara a cara entre
funcionarios de una entidad gubernamental encargada de informar a los inmigrantes sobre los
trámites y documentos necesarios para solicitar permisos de residencia, y los usuarios,
personas de origen inmigrante en situación de irregularidad que desean su situación laboral
en Cataluña. Su trabajo muestra como diferentes órdenes (social, moral, lingüístico,
interaccional e institucional) se interrelacionan para dar forma y legitimar maneras desiguales
de categorizar y jerarquizar a los migrantes dentro de la actividad de dar información, hecho
que crea relaciones de conflicto y legitima formas de exceso de poder por parte de los
funcionarios.
Asimismo Sabaté (2012), utilizando una etnografía de red estudia las prácticas
lingüísticas de algunos de los usuarios de un locutorio ubicado en la periferia de Barcelona.
Tanto los propietarios como los usuarios son inmigrantes de diferentes orígenes (Marruecos,
Senegal, Polonia, Colombia), siendo la comunidad pakistaní la dominante. Algunos de sus
resultados muestran que el locutorio, definido como comercio étnico cuyo negocio es vender
comunicación (sea a través del teléfono o el internet), se convierte en una institución de la
migración, regida por los propios migrantes, la cual regula, a través de sus diversas prácticas
el acceso a ciertos recursos y, en parte, la movilidad social de sus miembros. Sus reflexiones
sobre el estudio etnográfico de las redes contribuyen a la discusión metodológica de cómo
observar y estudiar la comunicación y las relaciones interculturales fluctuantes del mundo
global.
Finalmente, Garrido (2013) estudia una ONG que ofrece un programa de acogida
residencial dirigido a inmigrantes no empadronados, mayoritariamente procedentes del Norte
de África y del África subsahariana, quienes viven en la Comunidad Autónoma de Cataluña
de manera ilegal y por tanto sin acceso a las ayudas del estado español, ni de la propia
Comunidad. El objetivo de la investigadora es el de observar los procesos de inclusión y
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exclusión en esta ONG a través de la gestión del multilingüismo. El multilingüismo,
entendido como práctica social, ayuda a constituir procesos sociales y relaciones de poder en
la medida en que su práctica conlleva ideologías concretas que se manifiestan en los
discursos y categorizaciones sobre la lengua y sobre los hablantes (Heller 2007). Sin
adentrarnos en las complejidades de este estudio, algunos de sus resultados muestran cómo,
en las prácticas de la ONG, se reproducen las ideologías oficiales sobre la situación
sociolingüística en Cataluña: el catalán y español se categorizan como las lenguas locales
para participar en las actividades (actividades formativas, información jurídica), mientras que
el inglés y el francés como lenguas francas en situaciones puntuales. Las lenguas africanas
habladas por la mayoría de clientes son silenciadas. Los usos lingüísticos se convierten así en
recursos de acceso social, o de cierre social para quienes no dominan las lenguas de la
institución.
Otras aplicaciones
Los estudios que combinan las preocupaciones teóricas de la sociolingüística con métodos
etnográficos se han ido extendiendo a diversos campos. Así por ejemplo, encontramos
trabajos en etnografía digital (Androutsopoulos 2006; Kelly-Holmes 2010), medios (Kelly-
Holmes and Tomasso 2011), política lingüística, entre otros. (Para un estado de la cuestión
sobre los estudios sobre globalización y multilingüismo, ver Coupland 2010).
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Language and Education, New York: Springer.
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Language, Identity and Education, 10(3). Routledge.
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