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INSTTITUTO BELGA GUATEMALTECO DOCUMENTO 1: LA FORMACIÓN DE LOS EVANGELIOS Jesús es la palabra definitiva de Dios. Jesús es la gran noticia de Dios a la humanidad. Como cristianos debemos examinar su vida, seguir sus pasos por los caminos de Palestina, para escuchar sus palabras y estar presentes en sus actuaciones, con el fin de llegar a través de sus palabras y sus obras, a descubrir el secreto de su persona, ‘pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, por el cual podamos ser salvados’, (Hch 4, 12). No tenemos mejor camino que partir del hecho fundamental de su vida, tal como nos lo entregan, los cuatro evangelios. Realizaremos un estudio con fe y con cariño de la figura de Jesús a través de los datos que nos han proporcionado unos testigos privilegiados, que le siguieron de cerca y recogieron el sentir y la fe de las primeras comunidades cristianas. A Jesús lo situaremos en su ambiente, en su contexto. Esto nos exige detenernos al comienzo, para ver como se formaron los evangelios y cuál era la situación histórica y el ambiente en que se desenvolvió. El Nuevo Testamento es la fe literaria de la Buena Nueva de Cristo y agrupa los cuatro Evangelios, las cartas de los apóstoles a las primeras comunidades cristianas y el Apocalipsis. Los textos principales son los cuatro Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan que narran y cuentan el mensaje de la Buena Nueva de Jesús de Nazaret. A. EL EVANGELIO Y LOS EVANGELIOS Evangelio es una palabra griega que significa “buena noticia” con diversos matices según los autores. Al principio de la era cristiana esa fue la significación que se dio a “evangelio” o “buen mensaje” (Rom 1, 1). Los que anunciaban la buena noticia eran llamados “evangelistas”. Los Hechos de los apóstoles nos hablan de Felipe el evangelista (Hch 21, 8) San Marcos utiliza la palabra evangelio en dos sentidos: primero para designar actividad pública y la predicación de Jesús (“principio del Evangelio de Jesucristo, Mc 1, 1) y segundo para designar el mensaje de Jesús, el contenido de lo que él predicaba (“…predicó el evangelio de Dios diciendo: ‘Se ha cumplido el tiempo y se acerca el Reino de Dios”, Mc 1, 15). Estos dos significados son los que encontramos también en los otros evangelistas. Sólo a partir del siglo II se llamarán evangelios a los cuatro libros, sobre la obra y predicación de Jesús, y evangelistas a los autores de estos libros. Cuando Jesús comienza a predicar en Galilea lo hace anunciando que “el Reino de Dios está cerca”, (Mc 1, 15). El Reino de Dios es lo que predicó Jesús durante toda su vida con obras y con palabras, matizando la idea que tenían los judíos sobre el Reino de Dios, y dándole una idea exacta. Sin embargo, la mayoría no le entendió mucho. Pero cuando los discípulos de Jesús tuvieron la experiencia de la resurrección y de Pentecostés comenzaron a predicar en Jerusalén esta Buena Nueva, (Hch 2, 36; 1Cor 2, 2) ‘Dios ha hecho Señor y Cristo a ese Jesús a quienes ustedes han crucificado’ (Hch 2, 36); Y Pablo se niega a predicar otra cosa que no fuera Cristo: ‘… me propuse no saber otra cosa sino a Cristo, y éste crucificado’ (1 Cor 2, 2) Y pregunta que surge entonces es ésta: ¿No sustituyeron los apóstoles el mensaje del Reino de Dios por el mensaje de que Jesús crucificado es el Cristo, el Señor? ¿O acaso son lo mismo en el fondo estas dos cosas? Sustancialmente son lo mismo. Los apóstoles se dieron cuenta después de la Resurrección, que Jesús era realmente el Mesías prometido para inaugurar el Reino de Dios, porque él era el propio Hijo de Dios. La predicación de los apóstoles no era otra cosa que la confesión de que habían descubierto que con Jesús, el Cristo y Señor, había llegado ya el Reino de Dios.

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INSTTITUTO BELGA GUATEMALTECO

DOCUMENTO 1: LA FORMACIÓN DE LOS EVANGELIOSJesús es la palabra definitiva de Dios. Jesús es la gran noticia de Dios a la humanidad. Como cristianos debemos examinar su vida, seguir sus pasos por los caminos de Palestina, para escuchar sus palabras y estar presentes en sus actuaciones, con el fin de llegar a través de sus palabras y sus obras, a descubrir el secreto de su persona, ‘pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo, por el cual podamos ser salvados’, (Hch 4, 12). No tenemos mejor camino que partir del hecho fundamental de su vida, tal como nos lo entregan, los cuatro evangelios.

Realizaremos un estudio con fe y con cariño de la figura de Jesús a través de los datos que nos han proporcionado unos testigos privilegiados, que le siguieron de cerca y recogieron el sentir y la fe de las primeras comunidades cristianas. A Jesús lo situaremos en su ambiente, en su contexto. Esto nos exige detenernos al comienzo, para ver como se formaron los evangelios y cuál era la situación histórica y el ambiente en que se desenvolvió.

El Nuevo Testamento es la fe literaria de la Buena Nueva de Cristo y agrupa los cuatro Evangelios, las cartas de los apóstoles a las primeras comunidades cristianas y el Apocalipsis. Los textos principales son los cuatro Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan que narran y cuentan el mensaje de la Buena Nueva de Jesús de Nazaret.

A. EL EVANGELIO Y LOS EVANGELIOS

Evangelio es una palabra griega que significa “buena noticia” con diversos matices según los autores. Al principio de la era cristiana esa fue la significación que se dio a “evangelio” o “buen mensaje” (Rom 1, 1). Los que anunciaban la buena noticia eran llamados “evangelistas”. Los Hechos de los apóstoles nos hablan de Felipe el evangelista (Hch 21, 8)

San Marcos utiliza la palabra evangelio en dos sentidos: primero para designar actividad pública y la predicación de Jesús (“principio del Evangelio de Jesucristo, Mc 1, 1) y segundo para designar el mensaje de Jesús, el contenido de lo que él predicaba (“…predicó el evangelio de Dios diciendo: ‘Se ha cumplido el tiempo y se acerca el Reino de Dios”, Mc 1, 15). Estos dos significados son los que encontramos también en los otros evangelistas. Sólo a partir del siglo II se llamarán evangelios a los cuatro libros, sobre la obra y predicación de Jesús, y evangelistas a los autores de estos libros.

Cuando Jesús comienza a predicar en Galilea lo hace anunciando que “el Reino de Dios está cerca”, (Mc 1, 15). El Reino de Dios es lo que predicó Jesús durante toda su vida con obras y con palabras, matizando la idea que tenían los judíos sobre el Reino de Dios, y dándole una idea exacta. Sin embargo, la mayoría no le entendió mucho. Pero cuando los discípulos de Jesús tuvieron la experiencia de la resurrección y de Pentecostés comenzaron a predicar en Jerusalén esta Buena Nueva, (Hch 2, 36; 1Cor 2, 2)

‘Dios ha hecho Señor y Cristo a ese Jesús a quienes ustedes han crucificado’ (Hch 2, 36); Y Pablo se niega a predicar otra cosa que no fuera Cristo: ‘… me propuse no saber otra cosa sino a Cristo, y éste crucificado’ (1 Cor 2, 2)

Y pregunta que surge entonces es ésta: ¿No sustituyeron los apóstoles el mensaje del Reino de Dios por el mensaje de que Jesús crucificado es el Cristo, el Señor? ¿O acaso son lo mismo en el fondo estas dos cosas?Sustancialmente son lo mismo. Los apóstoles se dieron cuenta después de la Resurrección, que Jesús era realmente el Mesías prometido para inaugurar el Reino de Dios, porque él era el propio Hijo de Dios. La predicación de los apóstoles no era otra cosa que la confesión de que habían descubierto que con Jesús, el Cristo y Señor, había llegado ya el Reino de Dios.

A partir del siglo II, entre los cristianos la palabra Evangelio pasa a designar también uno de los cuatro pequeños libros que cuentan las palabras y acciones de Jesús.

B. CÓMO SE FORMARON LOS EVANGELIOS

El descubrimiento que hacen los apóstoles con la resurrección de Jesús, de que él era el Cristo, el Hijo de Dios, les hizo ver que ya había comenzado el nuevo mundo de Dios, su reinado. Confesar la resurrección de Jesús para la primitiva Iglesia equivale a anunciar la llegada de los “últimos tiempos” y la puesta en marcha de la realización del Reino de Dios. Las principales ideas de este grito de fe (kerigma: Grito) las encontramos en el discurso de Pedro en el libro de los Hechos de los apóstoles: “Sepan todos que Dios ha hecho Señor Cristo a este Jesús a quien ustedes han crucificado, (Hech 2, 36; 5, 30-31)

En este primer momento no se trataba de escribir los evangelios. El testimonio directo de los discípulos bastaba para unir a aquellos nuevos conversos con las palabras y la vida de Jesús. La iglesia comenzó a anunciar y vivir el evangelio de Jesús.

LA IGLESIA HACE LOS EVANGELIOS.

Poco a poco los cristianos se van dando cuenta que el reino definitivo de Dios, con la segunda venida de Cristo, no había que esperarla en un futuro inmediato. El éxito de la predicación apostólica hace que crezca rápidamente el número de discípulos y comunidades, con lo que hay que organizar la catequesis y formar a los evangelistas. Se siente la necesidad de fijar los aspectos más importantes del mensaje de Jesús para evitar malas interpretaciones. Y empezaron a escribirse algunos apuntes, unas guías con lo fundamental de la predicación de los apóstoles. Estas guías se vuelven colección (parábolas, discursos, sentencias…), y poco después colecciones de hechos más reveladores (muerte y resurrección de Jesús, los milagros, etc.)

Entre los recuerdos de Jesús seleccionaron lo que tenía un interés mayor, para ayudar a presentar el mensaje según las necesidades concretas de las comunidades a que iba dirigido. La iglesia es la que escribe los evangelios para hacer frente a las necesidades y exigencias de la misma iglesia:

a. Proclamar su fe en Jesús, el Señor: exponerla antes de convencer a los oyentes y defenderla de los ataques de que ya era objeto.

b. Enseñar a los catecúmenos: una catequesis sistematizada en base a la vida y predicación.c. Celebrar en la liturgia esa misma fe. Muchos pasajes de los evangelios tienen su origen en el culto y en

la celebración de los sacramentos.

Como último paso, la Iglesia vio la necesidad de recopilar y ordenar de algún modo el material que se había ido produciendo en las diversas comunidades. Surgen así los cuatro evangelios que fueron reconocidos oficialmente por la iglesia como recopilación fiel de la fe auténtica de la iglesia.Podríamos presentar los diversos elementos que han intervenido en la elaboración de los evangelios de este modo:

2º. Predicación apostólica (Lc 1, 2)

1º. Vida y Mensaje del Jesús Histórico EVANGELIO

3º. Fe, Liturgia y recuerdos religiosos de la comunidad

primitiva

4º. Autor inspirado

C. ETAPAS DE LA FORMACIÓN DE LOS EVANGELIOS.

La formación de los evangelios se fue realizando poco a poco en diversas etapas. No fue obra de una sola persona sino un proceso en el que interviene toda la iglesia, la comunidad.

Primera etapa, (4 a.C – 30 d.C). Vida Histórica de Jesús de Nazaret. Por los años 28-30 Jesús predica en público el Evangelio de la llegada del reino de Dios y lo inicia con sus hechos y palabras. Reúne un grupo de discípulos a quienes delega su misión. Jesús no escribió nada.

Segunda etapa, (30 d.C – 60 d.C). La resurrección de Jesús y pentecostés hacen descubrir a los discípulos el misterio de Jesús y salen entusiasmados a anunciar este evangelio. Esta predicación comienza con el anuncia del hecho fundamental: la pasión, muerte y resurrección de Jesús; posteriormente se complementa con las palabras, hechos y dichos de Jesús; posteriormente mostraron cómo Jesús desde el principio era Hijo de Dios.

Tercera etapa, (40 d.C – 70 d.C). La predicación oral daba pie a distintas formulaciones sobre las palabras y hechos de Jesús. Se necesitaban guías escritas para enseñar a los nuevos miembros de la comunidad, se comenzó a poner por escrito los que constituía lo fundamental de la predicación de los apóstoles. Se recopilan fragmentos de la vida de Jesús más relacionados con la comunidad. Eran frases sueltas, o parábolas o algún discurso o milagro. Empiezan a circular y a difundirse entre las comunidades. Luego se establecen colecciones para la catequesis, predicación o culto.

Cuarta etapa, (70 d.C – 100 d.C). Estas colecciones se sirvieron los evangelistas para redactar definitivamente los evangelios. Los evangelistas recogieron, seleccionaron y ordenaron de alguna forma todo este material (Lc 1, 3). Agruparon pues, los discursos, las parábolas, los milagros y los diversos acontecimientos de la vida de Jesús según los temas que trataban y según la finalidad de cada una de las comunidades destinatarias.

(Véase gráficamente este proceso, en el esquema de la página siguiente)

PARA QUE SE ESCRIBIERON LOS EVANGELIOS

Los evangelistas no se interesaron en contarnos la vida de Jesús ni en contarnos una biografía, sino en presentar el mensaje de la Buena Nueva y transmitirnos su fe en Jesús (Lc 1, 3-4; Jn 20, 30-31; 1Jn 1, 1-4). Los evangelistas desde su fe experimentada y vivida junto a Jesús deciden escribir los evangelios. Los evangelios tratan de responder a la pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?... tu eres el Cristo” (Mt 16, 15-17)

Hay que tener en cuenta que los apóstoles, a partir de su experiencia pascual confesaron que Jesús es el Cristo. Desde esta fe recodaron después lo que ellos mismos habían visto y oído desde el bautismo en el Jordán, pero iluminados ya con una nueva luz. Desde esta fe fueron escritos los evangelios. Por tanto, los evangelios no son propiamente libros “históricos” ni ‘biografías’ en el sentido que hoy damos a esas palabras, pues, los evangelios no pretenden narrar todos los hechos que sucedieron y tal como sucedieron, sino más bien responder a la pregunta que Jesús hace a sus discípulos: “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?... Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29)

Recordando las palabras de Jesús los evangelistas nos dice, cada cual a su manera, cómo, por qué y en qué sentido, los discípulos creyeron que Jesús era el Cristo, el Señor y el Hijo de Dios. Si tuviéramos que reducir a su mínima expresión el contenido de los evangelios lo podríamos decir en dos palabras: “Jesús-

Cristo” o “Jesucristo”, esto es: Jesús es el Cristo. Este es el credo fundamental de los apóstoles y de la iglesia primitiva.

JESÚS

PREDICACIÓN APOSTÓLICA

TRADICIÓN ORALEn las comunidades judeocristianas y pagano-cristianas

Configuración preliteraria de la tradición

Aunque los evangelios sean libros de fe y para la fe, no por eso carecen de valor como documentos históricos. En primer lugar nos hablan y atestiguan la fe de los apóstoles y de la Iglesia primitiva, lo cual constituye un hecho histórico de una repercusión de la historia. Por otra parte, y aún concediendo que no

Marcos(Año 65)

Las palabras del Señor.(Texto del arameo)

Mateo(Año 70)

Fuente no identificadaFuente “Q”

(Traducción griega)

Lucas(Año 75?)

VIDA MENSAJE

Las obras del Señor

podemos reconstruir paso a paso la biografía de Jesús, nadie puede negar razonablemente la existencia histórica de Jesús y los hechos fundamentales de su vida que narran los evangelistas.

CUANTOS EVANGELIOS SE ESCRIBIERON

Los evangelios son cuatro. Y en efecto, sólo son estos, los considerados ‘canónicos’, como inspirados por el Espíritu Santo, por todos los cristianos desde el siglo III son los que llevan el nombre de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

En los siglos II y III circularon otros evangelios bajo el nombre de otros apóstoles: Evangelio de Santiago, Evangelio de los Hebreos, el de Pedro, el de Tomás, el de Felipe, etc. Pero no fueron aceptados por la fe de la iglesia como auténticos y verídicos, y son llamados “apócrifos”. Fueron escritos para satisfacer imaginativamente curiosidades sobre la infancia de Jesús (el de Santiago), o para defender ciertas doctrinas erróneas como el docetismo (el de Pedro) o el gnosticismo (los de Tomás y de Felipe)

Nuestra atención será sobre los cuatro evangelios canónicos. Son cuatro testimonios porque transmiten los cuatro el mismo mensajes con un lenguaje propio y particular; y sus originalidades. Incluso sus divergencias nos invitan ir más allá de la letra de los textos para encontrar el espíritu de la Buena Noticia. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas son llamados sinópticos (de ‘sin-opsis’: mirada de conjunto), pues, coinciden en buena parte en su contenido y orden básico, lo cual permite compararlos simultáneamente.

El plan común de los tres sinópticos:

EVANGELIOS

ETAPAS MARCOS MATEO LUCAS

Comienzo en Judea 1, 1-3 3, 1-4, 11 3, 1-3, 13 Misión en Galilea 1, 49- 9, 50 4, 12-8, 35 4, 14 – 9, 50 Subida a Jerusalén 10, 1-56 19, 1- 20, 34 9, 51 – 18, 43 Pasión y Resurrección 11-16 21- 28 19-24

La razón de las semejanzas está en haber usado las mismas fuentes (fragmentos o resúmenes) y unos se han influido en otros al redactarse. Incluso no se puede negar que el autor del cuarto evangelio, el de Juan, conociera los sinópticos. Como dato curioso veamos los versículos que tienen en común los sinópticos:

VERSÍCULOS DE LOS SINÓPTICOS

MARCOS MATEO LUCAS

Comunes a los tres Comunes a Mateo y Marcos Comunes a Marcos y Lucas Comunes Mateo y Lucas Propios de cada uno

330178--

230330

330178100--53

330--

100230500

CUALES SON LOS ESTILOS LITERARIOS DE LOS EVANGELIOS.

Los evangelios tienen veinte siglos de existencia. Su mensaje sigue siendo actual. Pero esta actualidad no debe hacernos olvidar que la manera cómo se transmitió el mensaje del Evangelio no es la misma manera que nosotros tenemos actualmente para expresarnos. Las personas del siglo I se expresaron en otros

idiomas, pensaban distinto, vivían en culturas y circunstancias muy diferentes a las nuestras. Por eso cuando no tenemos en cuenta la forma de expresarse que tenían aquellas gentes, entonces la voz de los autores de la Biblia es más débil y menos clara. Y por lo mismo, la voz de Dios hablando a través de ellos es también más débil.

HIMNOSAlgunas partes del Nuevo Testamento están escritas en forma de himnos y oraciones desarrolladas en los cultos que celebraban las comunidades. Algunos de estos himnos son: el cántico de Zacarías (Lc 1, 68-69), el cántico de María (Lc 1, 46-55)

Para la interpretación de los cantos en los Evangelios, es bueno recordar que los cantos son como poemas; es decir, que expresan un contenido no tanto con palabras que se deben tomas al pie de la letra, sino con figuras y símbolos que dan más belleza al tema del canto.

ORACIONESAlgunas partes del Nuevo Testamento se expresan en oraciones desarrolladas en la comunidad. Como ejemplo tenemos: el Padre Nuestro (Mt 6, 9-13), y la oración de la última cena (Jn 17, 1-26). Estas oraciones son fórmulas breves que sinterizan un mensaje más amplio.

ACTIVIDAD

INSTITUTO BELGAHOJA DE TRABAJO 1: EL EVANGELIO: UNA BUENA NOTICIA

INDICACIONES: Realice las siguientes actividades en su cuaderno.

1. ¿Cuál fue la principal preocupación que tuvieron los evangelistas al escribir los evangelios? Dedúzcalo de los textos siguientes: Mt 7, 15-23; 11, 5; 13, 41; 24, 11-12;Mc 1, 15; Lc 1, 1-4; 4, 18-21; Jn 20, 30-31. Lea y escriba ideas principales de los textos bíblico y luego sus conclusiones.

2. ¿Por qué piensas que la predicación de Jesús fue para muchachos judíos una buena noticia?

¿Por qué para otros no lo fue? (Lc 22, 1-2)¿Es para usted Jesús una buena noticia? ¿Por qué?

3. Elabore un cuadro comparativo a tres columnas de un mismo hecho narrado por los evangelios sinópticos para observar y

comparar los detalles que a menudo nos pasan desapercibidos por ejemplo: Mt 26, 26-29 Mc 14, 22-25 Lc 22, 19-20Mt 13, 31-32 Mc 4, 30-32 Lc 13, 18-192Tim 3, 15-16

4. ¿Por qué dice san Pablo que Las Escrituras pueden ser una Buena noticia? (Lc 4, 14-29)¿Para quién es, sobre todo, una “Buena noticia” Jesús?, ¿Por qué no fue una “buena noticia” para los de Nazaret?

5. Busque en los periódicos y recorte dos “buenas noticias”. Responda por escrito debajo del recorte a estas preguntas: ¿Por qué cree que es una buena noticia?, ¿Qué es para usted una buena noticia?

6. ¿Jesús es realmente “Buena Noticia” para nosotros? ¿Por qué?, ¿Anunciamos con nuestra vida que es una “buena noticia”? ¿Qué nos hace falta? ¿Qué debemos hacer?

Formación de los evangelios

Realice 5 de las siguientes proposiciones en una hoja aparte. Desarrolle ampliamente sus ideas en cada respuesta. Las preguntas 5 y 6 son obligatorias.

1. ¿Cuál es significado y los sentidos de la palabra evangelio?

2. ¿No sustituyeron los apóstoles el mensaje del Reino de Dios por el mensaje de que Jesús

crucificado es el Cristo, el Señor? ¿O acaso son lo mismo en el fondo estas dos cosas?

3. ¿Cómo se formaron los evangelios?4. Explique: “La iglesia hace los evangelios” 5. Ilustre o grafique las elementos o fases que

intervienen en la formación de los evangelios. 6. Mencione las etapas e ideas

respectivamente, (de cada etapa) en la formación de los evangelios

7. Explique para qué se escriben los evangelios.8. Ilustre o grafique cómo se dio la formación

de los evangelios.

9. Explique algunas características o elementos de los evangelios sinópticos.

10. ¿Cómo se explica lo de los estilos literarios, su forma de transmitir el mensaje de Jesús?

DOCUMENTO 2: LOS TRES ESTADIOS DE LA FORMACIÓN DE LOS EVANGELIOS

(Raymond Brown)

1. EL MINISTERIO PÚBLICO O LA ACTIVIDAD DE JESÚS DE NAZARET (Primer tercio del siglo I d.c.)

Jesús hizo cosas notables, proclamó oralmente su mensaje y se relacionó con otros (p. Ejemplo con Juan el Bautista y otras figuras religiosas judías)

a) Jesús escogió compañeros que viajaron con él, vieron y oyeron lo que él hizo y dijo.

Sus recuerdos de tales dicho y hechos proporcionan el “material sobre Jesús” en bruto. Estos recuerdos eran ya selectivos, puesto que se concentraban en lo pertinente a la proclamación de Dios por parte de Jesús, y no en las muchas trivialidades de la existencia ordinaria (o elementos del “Jesús de hecho”)

A nivel práctico es importante para los lectores modernos tener siempre presente que esos recuerdos se referían a lo que dijo e hizo un judío que vivió en Galilea y Jerusalén en la década de los años 20’s del siglo I.

b) La manera de hablar de Jesús, los problemas a los que se enfrentó, su vocabulario y sus perspectivas eran los propios de aquellos tiempos y lugares.

Muchos errores al entender a Jesús y muchas aplicaciones falsas de su pensamiento proceden del hecho que los lectores de los evangelios sacan a Jesús de su espacio y tiempo y se imaginan que estaba tratando con cuestiones a las que nunca se enfrentó.

[Los cristianos, ya sean liberales o conservadores, cometen este error. Se preguntan si Jesús hubiera servido como soldado en la guerra moderno (Por ejemplo la de Vietnam), o cuántos sacramentos tenía en la mente. La respuesta exacta a esas cuestiones es que un judío galileo no pudo haber conocido la existencia de Vietnam, o de una guerra mecanizada, y, que ni siquiera había una palabra para “sacramento” en esa época. Lo que Jesús hizo y dijo tiene implicaciones para problemas posteriores, pero en la fe cristiana es el Espíritu Santo quien clarifica esas implicaciones por un proceso de traslado desde el tiempo de Jesús a nuestro tiempo. Cuando los documentos confesionales eclesiásticos hablan de las acciones de Jesucristo, no están refiriéndose simplemente al Jesús de la vida pública, sino a Jesús dibujado por la predicación apostólica y la tradición posterior]

c) Puede darse una forma erudita de representar mal a Jesús imponiendo sobre él categorías que realmente no encajan con su persona.

Por ejemplo la de “campesino” [=criticado por J.P. Meier, Un Judío marginal. I, 278-282: Jesús vivió en una sociedad agraria, pero su oficio era el de carpintero (Mc 6, 3). Utilizando un paralelo moderno Meier sostiene que ese oficio tenía un estatus parecido al de un trabajador de clase media baja, en el mundo occidental moderno] o la de luchador o “guerrillero para la libertad.

2. LA PREDICACIÓN (Apostólica) SOBRE JESÚS(2do. Tercio del siglo I después de Cristo)

a. Los que habían visto y seguido a Jesús vieron confirmada su actitud de seguimiento por las apariciones tras la resurrección (1 Cor 15, 5-7)

Llegaron así a tener una fe plena en el Jesús resucitado como persona a través del cual Dios había manifestado su amor salvífico final a Israel. Y luego al mundo entero, una fe concretizada en títulos que expresaban su creencia (Mesías/Cristo, Señor, Salvador, Hijo de Dios, etc.)

b. La fe post-pascual iluminó los recuerdos de lo que habían visto y oído antes de la resurrección, por lo que proclamaron las obras y palabras de Jesús con mayor plenitud de significado. (Los lectores modernos, acostumbrados a los medios de comunicación que pretenden una información “fáctica”, sin implicaciones personales, necesitan caer en la cuenta de la atmósfera tan diferente de la predicación cristiana primitiva)

c. Hablamos de esos misioneros como “apostólicos” porque se vieron a sí mismos como “enviados” (del verbo griego “apostéllein”) por el Jesús resucitado, y porque se vieron su predicación se describe a menudo como proclamación kerigmática (del sustantivo kerigma), cuyo fin era atraer a otros a la fe.

Finalmente el círculo de los predicadores misioneros se agrandó más allá de los compañeros de Jesús, y la experiencia de fe de los recién llegados, como Pablo, enriqueció lo ya recibido y proclamado.

d. Otro factor que ejerció su influencia en este estadio de desarrollo fue la necesaria adaptación de la predicación a unos oyentes nuevos.

Jesús fue un judío galileo del primer tercio del siglo I que hablaba arameo, pero a mediados de esa centuria su evangelio estaba siendo predicado a judíos habitantes de grandes ciudades y a paganos en griego, una lengua que él no hablaba normalmente, si es que la usó alguna vez.

Este cambio de lengua implicaba una traducción en el más amplio sentido de la palabra, es decir, una remodelación del vocabulario y esquemas del lenguaje que hiciera inteligible el mensaje a los nuevos oyentes.

Esta nueva fraseología (que ha dejado trazas visibles en los evangelios escritos) afectó a temas incidentales. Por ejemplo:

En Lucas 5, 19 se menciona un tipo de teja familiar a los lectores griegos en contraste con el tipo de techado palestino, través del cual abrieron un agujero, del que habla MC 2, 4; Pero la diferente fraseología tuvo en algunos casos repercusiones teológicas: por ejemplo, la elección del griego “sóma” (=cuerpo) para uno de los componentes de la eucaristía en los sinópticos y en 1Cor 11, 24 (como diverso de la traducción más literal, “sáks”(=carne), en Juan 6, 51 e Ignacio, Romanos 7,3)

Esta evolución en la tradición sobre Jesús iba promocionando el crecimiento de la teología cristiana.

A menudo utilizamos el término “predicación” como un comodín para este segundo estado del desarrollo de los evangelios, aunque otros elementos formativos contribuyeron al producto final evangélico. Por ejemplo, la LITURGIA y el culto se convirtieron en parte de la vida cristiana, tal como vemos en las fórmulas bautismales y eucaristía de los evangelios.

La remodelación del material por la catequesis puede detectarse en Mt. Las controversias intra-comunitarias proporcionan cierta colaboración, por ejemplo: las luchas contra los dirigentes judíos de las sinagogas (en Mt y Jn), o internamente contra algunos que exclamaban “Señor, Señor”, en Mt 7, 21 (¿Contra entusiasta espiritualista?)

3. LOS EVANGELIO ESCRITOS (aproximadamente, último tercio el siglo I)

Aunque hacia medicados del período anterior, cuando el material sobre Jesús era ya objeto de predicación, debieron de aparecer algunas colecciones escritas (hoy perdidas), y aunque la predicación basada en la transmisión y desarrollo oral del material sobre Jesús continuo hasta bien entrado el siglo II [hacia al 115 Papías, obispo de Hierápolis, andaba buscando a los que había convivido con la antigua generación apostólica o con sus inmediatos seguidores, informándose sobre la tradición oral independiente de los evangelios que él conocía (HE III 39, 3-4), la época entre 65 y 100, fue el momento en el que se compusieron los 4 evangelios canónicos.

Respecto a los evangelistas, o autores/redactores de los evangelios, según tradiciones que proceden del siglo II reflejadas en los títulos antepuestos a los evangelios en esa centuria o incluso antes, dos de ellos fueron atribuidos a ‘apóstoles’ (Mateo y Juan), y dos a varones ‘apostólicos’ (es decir, compañeros de los apóstoles: Marco [de Pedro] y, Lucas [de Pablo])

Muchos estudiosos modernos, sin embargo, no creen que los evangelistas fueran –en sentido estricto– testigos oculares del ministerio de Jesús.

Esto representa seguramente un cambio de punto de vista [al menos sobre Mt y Jn, Lc 1, 2-3 afirma claramente que el autor no es un testigo ocular, aunque se basa en ellos], pero la negación del valor de la tradición quizás no sea tan absoluta como parece, pues que quizá las tradiciones primitivas sobre la autoría no se referían siempre al evangelista que compuso el evangelio final. Las atribuciones antiguas pudieron referirse al personaje responsable de la tradición conservada o encapsulada en un evangelio en particular (es decir, a la autoridad tras el evangelio), o al que compuso una de las fuentes principales del evangelio.

a) Caer en la cuenta de que los evangelistas no fueron testigos oculares del ministerio de Jesús es importante para comprender las diferencias entre los evangelios.

Desde el punto de vista de otras épocas, cuando se pensaba que los evangelistas habían visto por sí mismos lo que relataban, era muy difícil explicar las diferencias, entre sus evangelios.

¿Cómo pudo un testigo ocular (Juan) dar noticia de la purificación del templo como ocurrida al comienzo del ministerio de Jesús y el testigo ocular Mateo (Cap. 21) registra ese mismo episodio durante el final de tal ministerio?

Para reconciliarlos los intérpretes debían defender que la purificación del templo ocurrió dos veces y que cada uno de los evangelistas escogió mencionar sólo una de ellas [se podrían presentar otros muchos ejemplos de improbables conciliaciones. Puesto que Mt tiene un sermón de la montaña y Lucas otro similar, pero en la llanura (Mt 5, 1; Lc 6, 17), hubo de haber un llano al lado de la montaña. Puesto que Mt indica que el Padre nuestro fue enseñado en este sermón, y, Lucas lo coloca más tarde, de camino hacia Jerusalén (Mt 6, 9-13; Lc 11, 2-4), los discípulos debieron olvidarlo, por lo que Jesús hubo de repetirlo.

Mc 10, 46 sitúa la curación del ciego después de que Jesús abandonara Jericó, mientras que Lc 18, 35; 19, 1 la ubica inmediatamente antes de la entrada. Quizás Jesús había dejado el emplazamiento de la Jericó vetero-testamentaria y había entrado en la Jericó del Nuevo Testamento (¡)]

Sin embargo, si ninguno de los evangelistas fue un testigo ocular y cada uno de ellos había recibido un relato de la purificación del templo a través de una fuente distinta, ninguno de los dos (o uno de ellos) pudo haber sabido cuándo ocurrió realmente durante la vida de Jesús. Más que depender de los recuerdos personales sobre lo ocurrido, cada evangelista dispuso el material que había recibido con el fin de pintar a un Jesús que respondiera a las necesidades espirituales de la comunidad destinataria de su evangelio.

Así pues, los evangelios han sido ordenados en un orden lógico-teológico, no necesariamente cronológico.

Los evangelistas se muestran así como autores que remodelan, desarrollan o pulen el material trasmitido sobre Jesús y como teólogos orientando ese material hacia un fin determinado. Los corolarios (conclusiones)que se deducen de las reflexiones anteriores sobre la formación de los evangelios podrían ser los siguientes:

a. Los evangelios no son “anales” al pie de la letra de la vida pública de Jesús.

En su formación intervinieron décadas de desarrollo y adaptación de la tradición sobre aquél. ¿En qué grado? Esta cuestión ha de dilucidarse gracias al arduo trabajo de la investigación, que a menudo produce juicios que van desde la posibilidad a la probabilidad, pero raramente la certeza.

b. La tesis que no presenta a los evangelios como historia literal es interpretada a veces como afirmación de que éstos no son relatos verdaderos sobre Jesús.

La verdad, sin embargo, debe evaluarse de acuerdo con el fin pretendido. Puede estimarse que los evangelios no son verdaderos si su finalidad fuera ser un registro exacto o una biografía estricta.

Pero si su propósito era conducir a los lectores/oyentes hacia la fe en Jesús que les abre el reino o el reinado de Dios, las adaptaciones no literales realizadas por esos escritos (añadiendo

la dimensión de fe o ajustándose a unos nuevos lectores) lo fueron precisamente para facilitar este fin, lo que hace a los evangelios “verdaderos”.

c. Para muchos tal perspectiva de la verdad de los evangelios no es satisfactoria, puesto que si ha habido evolución y adaptaciones, ¿cómo sabemos que los evangelios ofrecen una versión fiel del mensaje de Jesús?

Los investigadores no pueden ser aquí guías fieles, puesto que están en desacuerdo sobre el monto de la adaptación, considerándola muy grande o muy pequeña. Ésta es una cuestión teológica y necesita una cuestión teológica. Los que creen en la inspiración mantendrán que el espíritu Santo guió este proceso y garantiza que el producto final evangélico refleja la verdad para la cual Dios envió a Jesús.

d. Se ha empleado mucho tiempo en la historia de la exégesis armonizando las diferencias entre los evangelios, no sólo en cuestiones menores, sino a gran escala, por ejemplo intentando componer una única narración secuencial a partir del relato de este último de las apariciones del Jesús resucitado en Jerusalén y del relato de Mateo de una aparición en una montaña de Galilea.

Además de preguntarnos si es esto posible, debemos cuestionar si tal armonización no supone una distorsión. En una perspectiva de fe, la divina providencia proporcionó cuatro evangelios diferentes, no una versión armonizada.

La armonización en vez de enriquecer puede empobrecer.

e. En la última mitad del siglo XX el respeto por la individualidad de cada evangelio ha tenido su efecto en la liturgia y el ritual.

Muchas iglesias han seguido la pauta de la reforma litúrgica de la Iglesia católica al introducir un leccionario de tres años, en el cual las lecturas dominicales del evangelio están tomadas el primer año de Mateo; el segundo, de Marcos; el tercero, de Lucas.

En la iglesia católica este sistema ha reemplazado al leccionario anual, en el cual y sin ninguna razón teológica discernible las lecturas eran tomadas una semana de Mateo, otra de Lucas, etc. Un factor importante para emprenderse cambio ha sido caer en la cuenta de que las perícopas evangélicas deben leerse secuencialmente dentro del mismo evangelio, si se desea hacer justicia a la orientación teológica dada a esos pasajes por cada evangelista individual.

Por ejemplo, una parábola que aparece en los tres evangelios sinópticos puede tener diferentes significados dependiendo del contexto en el que cada evangelista la ha colocado…

DOCUMENTO 3: LA IGLESIA SE PREGUNTA SOBRE EL MISTERIO DE LA BIBLIA

En las ilustraciones de los libros medievales, lo mismo que en las pinturas del Renacimiento, es una imagen frecuente. Se ve a uno de los cuatro evangelistas que está escribiendo su Evangelio, con una pluma en su mano y un pequeño facistol (atril) delante de sí, sobre el que descansan los folios de pergamino.

El evangelista se halla totalmente absorto en su trabajo, y, no obstante, tiene la cabeza inclinada hacia un lado como si estuviera a la escucha: junto a su oreja aletea una paloma símbolo del Espíritu Santo –que le susurra las palabras que ha de escribir.

Probablemente el pintor pretendía únicamente expresar el dogma cristiano de que la Biblia está inspirada por Dios y que Dios es su autor principal, por lo que el Espíritu Santo se apresura a hacer que aquello sea verdaderamente Palabra de Dios expresada por el autor sagrado.

Con todo no se puede negar que la imagen hace pensar que los escritores sagrados son diligentes “secretarios” de Dios, pero nada más que “secretarios”: una especie de máquina de escribir humana, bajo los dedos de Dios.

¿ES ESTE EL MODO COMO DEBE PRESENTARSE LA INSPIRACIÓN DIVINA?

La fe cristiana no exige el “sacrificio intellectus”, sino que compromete a la inteligencia humana (= es la fides quaerens intellectus) para que reflexione sobre el dato de la Revelación y dé razón de él.

El creyente no se contenta con el qué que ha sido revelado o el qué, que es lo que hay que creer; sino que busca también el cómo ha sido revelado y presentado a la acogida de la fe; y esto porque la misma revelación bíblica del qué que hay que creer está siempre expresada en unas categorías humanas que dejan entrever algo del modo como ha tenido lugar el misterio.

En cualquier caso la Iglesia, desde la época apostólica, no ha dejado nunca de preguntarse sobre el misterio de la inspiración bíblica, dando una y otra vez respuestas que han ido acompañando a su incesante reflexión bajo la dirección del Espíritu Santo, que sólo cesará cuando la fe deje su puesto a la visión.

Este es el momento de la investigación de los Padres, de los doctores y de los teólogos, pero también es el momento de las decisiones del Magisterio de la Iglesia que dirige la investigación, la solicita y la valora teniendo siempre ante sus ojos el dato revelado que ella tiene el cometido de “custodiar”.

Desde los mismos autores del NT a los Padres de la Iglesia y hasta el Concilio Vaticano II y las reflexiones de la teología contemporánea: dos capítulos abiertos de teología sobre la inspiración bíblica.

1. EL JUDAÍSMO Y LOS AUTORES DEL NT

Los autores más recientes del NT afirman expressis verbis la inspiración de la Sagrada Escritura; pero ¿dicen algo, también sobre la naturaleza de la inspiración?La pregunta surge desde el momento que el mundo helenístico –y el uso lingüístico del theopneustós en 2 Tim 3, 16 es el helenístico–, tenía una concepción de la inspiración, y el mundo una doctrina propia sobre la inspiración.

A. LA INSPIRACIÓN MÁNTICA DEL MUNDO GREGO-HELENÍSTICO.

EL PNEUMA, (=espíritu) de la mántica indicaba la fuerza del soplo divino que, invistiendo al sacerdote o a la sacerdotisa, lo transportaba a un estado de raptus extático por el cual el adivino salía de sí, perdía su libertad, impulsado y arrastrado como un loco y precisamente por ello capaz de proclamar en nombre de un dios el oráculo adivinatorio: piénsese en los oráculos de la Pitonisa de Delfos.

El uso lingüístico de theo-pneustós no introduce el sentido helenístico de la inspiración mántica en el NT, que incluso se manifiesta escrupuloso, por evitar toda la gama de sinónimos religiosos de “pneuma”, usados de ordinario en el vocabulario griego para expresar los fenómenos excepcionales de naturaleza éxtatico-entusiástica, como: éntheos (invadido, inspirado por un dios), enthusiasmós (inspiración divina, entusiasmo), epipnoús (inspirado), apípnoia (inspiración, insuflaión), empnéusis (inspiración, insuflación), etc.

La inspiración m+antica jamás es atribuida a los profetas del AT y del NT, ni mucho menos a los escritores sagrados, hombres siempre en plena posesión de sus facultades, hombres históricamente condicionados, testigos de la palabra a favor de los creyentes o de la comunidad de diversas formas, comprometidos e inmersos en problemas diversos.

Un Pablo, a quien ciertamente no le faltaba el Espíritu, podía escribir, a propósito de las viudas que son libres de volverse a casar: “mas si permanecen así (es decir viudas) a mi entender es mejor; pues, en verdad también yo creo tener el Espíritu de Dios” (1 Cor. 7, 40)

2. INSPIRACIÓN EN EL JUDAÍSMO

Algo semejante a la inspiración mántica encontrarnos también en el escritor hebreo helenístico Filón, como lo demuestra la evolución que en él experimento la leyenda sobre los orígenes de la versión griega de los LXX.

La carta de Aristea (ca. 130 a.C) se afirma sencillamente que los 72 traductores, “pusieron manos a la obra poniéndose de acuerdo entre sí sobre cada uno de los puntos de la versión, mediante una confrontación (Tais antiboláis: es decir, confrontando las traducciones provisionales elaboradas por cada uno). Del texto que resultaba de su consenso, Demetrio hacía redactar una copia en forma bella y conveniente”.

Filón, por su parte escribe: “Habiéndose, pues, establecido en aquel lugar, sin ninguna otra presencia que la de los elementos naturales: tierra, agua, aire, cielo, sobre cuyo origen se aprestaban a tratar los sumos sacerdotes (hierophántes) –ya que la Torah comienza con la creación del mundo– ellos profetizaron como si Dios hubiese tomado posesión de su espíritu (kathaper enthousióntes proephetéuon), no cada uno con palabras diferentes, sino todos con las mismas palabras y los mismos giros gramaticales, como si cada uno se encontrara bajo el dictado de un invisible inspirador”

Otro escritor hebreo helenístico, Flavio Josefo, no parece estar de acuerdo con este concepto de la inspiración; se limita a hablar simplemente del hecho de la inspiración:

“Por una consecuencias natural, podría decirse que es necesaria –ya que entre nosotros no a todos les está permitido escribir historia (y en nuestros escritos no existen divergencias) sino sólo profetas contaron con claridad los hechos lejanos y antiguos por haber sido poseídos mediante la inspiración divina (katá ten epípnoian ten apó theoú mathónton) y aquellos contemporáneos por ser testigos de ellos; por una consecuencia natural no existe entre nosotros una infinidad de libros discordantes y contradictorios, sino 22 solamente que abarcan la historia de todos los tiempos y que son justamente considerados como divinos”

En el fondo Flavio Josefo no hace más que afirmar el origen divino de los libros sagrados como escritos bajo el influjo de la inspiración, de acuerdo con la fe del judaísmo, de la cual la misma Carta de Aristea nos da testimonio cuando, al hablar de la Torah, afirmaba que de ella no se hace mención en ningún historiador o poeta “a causa del carácter augusto de esta Ley por el hecho de provenir de Dios”

También en el judaísmo palestino nos encontramos con una concepción de la inspiración de tipo milagroso, al menos en lo que respecta a la Torah, que goza de una preeminencia absoluta respecto a los demás escritos sagrados:

“Mientras que en lo que respecta a los demás profetas podemos hablar también de inspiración, en el caso de Moisés debemos pensar que él se vació totalmente de sí mismo, para convertirse en un vehículo material de la presencia divina. Las palabras de los profetas y de los Hagiógrafos son palabras inspiradas, llenas de santidad, mientras que las Palabras de Moisés son palabras de Yahvé mismo: “Aquel que dice que la Torah no ha venido del cielo, no tiene parte en el mundo futuro” (Talm. Bab. Sanh, 99ª); “Así mismo si alguno reconoce el origen celeste de la Torah, pero exceptúa una sola sola de sus palabras, que el Santo único ¡Bendito sea Él! No habría pronunciado a través de Moisés, eso no hala sino según su opinión personal” /Talm. Bb. Sanh, 99ª)

Esta preeminencia absoluta de la Torah y el singular tipo de inspiración que le atribuye el judaísmo (inspiración= prácticamente, dictado por Dios), aparecen aún más claramente en una especulación ampliamente difundida, que tiende a considerar la Torah como preexistente en Dios, antes de que se constituyera en Revelación del Sinaí.

El mismo Libro de los jubileos (siglo II a. C) habla de tablas celestes sobre las cuales se encuentra esculpida no sólo la ley (4, 5.32), sino también la historia (23, 32; 32, 28).

Y en el 4 Libro de Esdras (siglo I d.C), después que la Torah fue quemada, Esdras ruega al Señor: “Si he hallado gracia cerca de Ti, manda al Espíritu Santo sobre mi y yo escribiré todo aquello que Tú has hecho en el mundo desde el principio, todo aquello que estaba escrito en tu ley (4 Esd 14, 22; Cf. 14, 24-25.37-47)

Existen, por lo tanto, dos modelos de inspiración en la teología del judaísmo.

1ro . se entiende la INSPIRACIÓN como un “suceso de revelación sobrenatural que transforma a los autores bíblicos en instrumentos a la escucha de Dios, en instrumentos de un dictado de Dios”, mediante “el Espíritu que toma posesión de los testigos inspirados eliminando la inteligencia de los mismos y haciéndolos capaces de la comunicación de una revelación divina”

2do. Entiende la inspiración simplemente “como un proceso de elección y singular autorización del testigo humano para la redacción de la revelación de Dios” (P. Stuhlmacher)

Del primer modelo no hay rastro ni en los escritores del AT, ni en los del NT: la teoría de la inspiración mántica sólo posteriormente prosperó.

El modelo de inspiración de la Biblia es cuando más el segundo, ordinariamente un modelo que no separa la acción del Espíritu de la historia humana de los testigos bíblicos y de su libre y consciente actividad literaria.

C. TESTIMONIOS BÍBLICOS

En cuanto al AT aduzcamos el ejemplo de los profetas, los cuales “no son los únicos inspirados, pero en ellos aparece con mayor fuerza y claridad la acción del Espíritu: son los príncipes analogati”Analizando la obra literaria y el estilo peculiar “del clásico Isaías, del romántico Jeremías, del barroco Ezequiel” ciertamente no podemos concluir que el profeta escriba bajo dictado o que repita de memoria o a la letra el mensaje captado mediante revelación.

“Aplicando un riguroso análisis estilístico, apreciamos el trabajo artesano del profeta: cómo busca una onomatopeya, cómo acumula asonancias, cómo dispone un quiasmo de seis miembros, cómo cambia expresivamente una fórmula rítmica, cómo construye calculadamente un oráculo, cómo desarrolla una imagen tópica… En resumen, al profeta le podemos tocar y enjugar el sudor de su frente, con el que ha sacado el poema o el oráculo de la cantera del lenguaje… y es que no es un dictado.

Si queremos conciliar estos dos hechos: el trabajo grabado en la obra, la fórmula “Palabra de Dios”, tenemos que buscar en otra dirección. La acción del Espíritu no puede ser un dictar, ni puede ser mecánica; habría que situarla en una región vital de la actividad del lenguaje, y –concretamente– del lenguaje literario… lo divino y lo humano están presentes: lo divino eleva lo humano, no lo suprime. La vocación eleva la personalidad del profeta, no la destruye; polariza su sensibilidad literaria, no pone en trance su actividad literaria” (L. Alonso Shöckel)

Las páginas biográficas de los profetas constituyen un punto de observación privilegiado para captar la psicología del profeta inspirado.

JEREMÍAS, pudo gritar:

“Tu me sedujiste, Señor; yo me dejé seducir. Tu me has dominado, porque eres el más fuerte. Cuando hablo debo gritar: ¡Violencia! ¡Opresión!Así la palabra del Señor se convierte para míEn motivo de oprobio y escarnio todos los días. Me dije: ¡No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre!”Pero mi corazón era como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos. Me he esforzado por contenerlo pero no puedo” (Jr. 20, 7-9)

Jeremías se siente atrapado, aprisionado entre su libertad y la fuerza de la Palabra de Dios; si continúa hablando, aunque la predicación le provoque sospechas, burlas y odio, es porque dicha palabra se le impone desde dentro: como un cráter que no puede sino vomitar fuego.

Lúcidamente se siente tentado de abandonar la misión de profeta y con igual lucidez decidido a permanecer fiel a su vocación. El suyo es sólo un dramático “caso de conciencia”, lo mismo que el de Ezequiel, quien tiene el deber del “centinela” que le obliga a gritar: ¡”Peligro”! Si grita, no será responsable de la vida de todos aquellos que no hagan caso de su alarma; si no grita, responsable (Ez 33, 1-9)

En cuanto al NT, los apóstoles reciben –lo mismo que los profetas– la misión de proclamar la palabra de Dios, que se ha revelado definitivamente en la persona de Jesucristo: en su ser, obrar y decir.

Mas ¿CÓMO SE DESARROLLA LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA SOBRE JESÚS?

Se desenvuelve mediante un “recordar”, un “comprender” un “testimoniar”, todas ellas facultades plenamente humanas. Y el Espíritu de Cristo, prometido por Él a los apóstoles (Cf. Jn 14, 25-26; 15, 26-27; 16, 13-14), tiene la misión de hacerles “recordar”, “testimoniar”, es decir, “reactivar en profundidad la memoria y la inteligencia.

¿Y CÓMO LLEGAN A PONERSE POR ESCRITO LOS EVANGELIOS?

“Además de la memoria y la inteligencia, interviene todo el trabajo literario de componer y redactar. Todo cuanto pertenece a una actividad literaria, lo asume el Espíritu Santo para transmitirnos vivas las palabras de Cristo… Lucas habla expresamente de su fatiga y diligencia (Lc 1, 1-4), ya que los carismas de Dios no se evitan el trabajo humano, sino que lo estimulan y dirigen. Quien haya estudiado un poco a fondo los procedimientos redaccionales de los evangelistas, apreciará el pulcro y meticuloso trabajo de estos escritores. Los evangelistas compusieron libros con el sudor de su frente y bajo el soplo del Espíritu” (L. Alonso Schökel)

El mismo apocalipsis de Juan, que se presenta como “revelación de Jesucristo, que Dios se la ha otorgado para que la muestre a sus siervos”, como un testimonio de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo” (Ap 1, 1-2) como la “escritura en un libro de las visiones tenidas por Juan poseído por el Espíritu” (Ap 1-10-11; 4, 1-2) no constituye una excepción al carácter de historicidad y de testimonio humano de los escritores del NT.

“El profeta Juan no cuenta simplemente las visiones que le han sobrevenido, sino que formula su mensaje en una reelaboración muy pensada, que tiene presente la tradición apocalíptica precedente y la profesión de fe en Cristo que lo sostiene” (L. Alonso Schökel)

LA VOZ DE LOS PADRES DE LA IGLESIA. Los antiguos padres de la Iglesia no se limitaron a exponer su fe en el origen divino de la Biblia, por haber sido “inspirada por Dios”, en continuidad con los escritores del NT

ES UNA NOTA AL PIE DE PÁGINA… Por EJEMPLO: los hagiógrafos “son movidos divinamente” y “hablan en virtud del Espíritu de Dios”; los diversos escritores sagrados concuerdan entre sí “porque son todos impelidos por el Espíritu de Dios” (Teófilo Antioqueno); las Sagradas Escrituras “son perfectas por haber sido dichas por el verbo de Dios y por su espíritu” (San Ireneo); los libros sagrados han sido escritos “bajo la inspiración del Espíritu Santo, por voluntad del Padre, por medio de Jesucristo”, (Orígenes); “los profetas han hablado inspirados por el Espíritu Divino, y por eso las Escrituras, por haber sido escritas por el Espíritu contienen en sí su ingente tesoro” (San Juan Crisostomo); “Toda la escritura es llamada theopneustós porque Dios inspira lo que ha dicho el Espíritu” (San Ambrosio) (Citados por C.M. Martini – P. Bonatti)

Ellos introdujeron también, o profundizaron, algunas categorías que tienen como finalidad el aclarar de alguna manera la relación entre Palabra de Dios y palabra humana en la Biblia, entre Dios que inspira al escritor humano y el escritor que es movido por el Espíritu Santo a fin de redactar los escritos sagrados.

a) El escritor sagrado es “instrumento” de Dios.

En general los padres de la Iglesia toman el concepto de instrumentalidad ya conocido en el NT, en el que se habla del profeta como “boca de Dios” (Lc 1, 70; Hech 1, 16), como el hombre que “es movido por el Espíritu Santo” (2 Pe 1, 20)

Pero el concepto viene también expresado con el “instrumento de Dios o del Espíritu Santo” a veces equiparándolo a instrumento musical. Los profetas son “instrumentos del Verbo”, que los usa como “un plectro”El Espíritu hace uno de los profetas “como el flautista sopla en la flauta”El Espíritu Santo es como “un plectro divino” que se sirve de los profetas como un “instrumento de cítara o de lira”; “los profetas son instrumentos de la voz divina”.

Estas imágenes, que aparecen insistentemente en la oratoria de los padres por la premura que sentían por destacar el origen sobrenatural de los libros sagrados, hay que entenderlas en un sentido muy analógico y mejor aún simbólico, y no como descripciones técnicas que podrían favorecer la conclusión de que el escritor sagrado es un mero instrumento inerte en las manos de Dios, en una especie de monofisismo escriturístico.

Los padres admiten una participación activa de las capacidades espirituales e intelectuales del profeta, sublimadas mas no anuladas por el carisma del Espíritu.

Así, cuando se enfrenta con el Montanismo la concepción extática de la inspiración, que asimilaba los mensajes de la revelación bíblica a los médium extáticos de los oráculos paganos,

como una Pitonisa o una Sibila, y usaba la comparación de la lira o el plectro con el fin de dejar claro que el escritor sagrado actuaba inconsciente y mecánicamente

Se evitó a propósito el término “éxtasis”, e incluso se negó que los profetas hubieran hablado en “éxtasis”: “No es verdad –como se imagina Montano con sus tontas mujeres– que los profetas hubieran hablado en éxtasis de manera que no sabían lo que decían (San Jerónimo)La Encíclica Divino Afflante spiritu usa el término instrumento, pero precisa su sentido con dos adjetivos: “El autor sagrado, en el acto de componer el libro, es instrumento vivo y racional del Espíritu Santo”

El término “instrumento” no entrará en las definiciones del Concilio. Permanecerá, sin embargo, el concepto bíblico de instrumentalidad, que permite considerar la acción del hombre como acción verdadera y real, hasta el punto de dejar su importancia en el libro sagrado, aunque siempre permaneciendo bajo la dependencia de la acción divina del Espíritu Santo.

b) DIOS ES “AUTOR DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

En occidente, comenzando por san Ambrosio y San Agustín, suele usarse el término “autor” para expresar la relación de Dios con la Sagrada Escritura divinamente inspirada.

Esta formulación vino provocada por la polémica suscitada por las herejías dualísticas (gnósticos, Marción, Maniqueos), que oponían el AT y el NT como si se tratara de dos economías opuestas de la revelación que llevaban a dos principios diversos y opuestos: al contrario de lo que sucede con el NT, el AT no sería obra de Dios sino de satán.

Los padres respondieron que Dios, y solamente Dios, es el autor de ambas economías de la revelación y de la salvación, las cuales son interdependientes: directamente se habla de las “economías”, implícitamente de los respectivos “complejos literarios”.

San Agustín escribe: “como el único y verdadero Dios es el creador de los bienes temporales y de los bienes eternos, así el mismo es el autor de los dos testamentos, ya que el Nuevo está figurado en el Antiguo, y el Antiguo está aclarado en el Nuevo”.

Y según los “Statuta Ecclessiae antiquae”, (final del siglo V) al que va a ser consagrado Obispo, se exige una profesión de fe bíblica en estos términos: Si sostiene que el único Dios es idéntico autor del AT y NT, es decir, de la ley, de los profetas y de los Apóstoles.

La expresión Dios autor del AT y NT, es decir, autor no sólo de la economía antigua y nueva de la salvación sino también de los libros que la expresan, forma parte de la definición de fe sobre la Biblia: ella se encuentra expresamente en los concilios Florentino, Tridentino, Vaticano I y Vaticano II.

Pero “del hecho de la definición no se sigue el carácter conceptual o simbólico de una fórmula… ¿Qué sentido preciso tiene la palabra “autor” en las definiciones dogmáticas?

En nuestra cultura moderna, autor tiene un sentido dominante literario o artístico, que se hace unívoco cuando nos movemos en el terreno de la literatura… ¿Es unívoco e indiscutible decir que Dios es autor de la Sagrada Escritura…?

Ya dijimos que la moción de Dios inspirando no es puramente moral, sino física. Co todo, preguntamos: esta moción física, ¿Sitúa a Dios en la zona del escritor o en la zona de la causa?¿Es verdadero autor literario del libro sagrado o es genéricamente causa de él?Estas distinciones nos dan enfrentadas dos líneas de opinión. Porque se trata por ahora de una cuestión disputables” (L. Alonso Shökel)

La historia de la formulación del texto en cuestión en el Vaticano I pone de manifiesto que el Concilio no ha querido introducir en la definición el concepto de autor literario; y K. Rahner propone una hipótesis propia sobre la inspiración partiendo del presupuesto legítimo de que el Vaticano I no definió un concepto unívoco de autor, como autor literario, cuando en su acepción literaria, nos movemos en el terreno de las analogías que está incluido dentro de un límite. El Espíritu Santo es un autor especial, que escribe por medio de otros, que son a su vez verdaderos autores” (L. Alonso Schökel)

c) LA ESCRITURA “DICTADO” DIVINO. LA ESCRITURA ES “LA CARTA DE DIOS”

Dentro de la tradición latina nos encontramos con otra fórmula, que se presta a equívocos si no se la comprende debidamente.

La escritura “dictado” de Dios. San Jerónimo, hablando de la carta a los Romanos escribe: “es tan embrollada y obscura que para entenderla se requiere la ayuda del Espíritu Santo quien tales cosas ha dictado por medio del apóstol”

Y san Agustín afirma que “los miembros del Verbo hecho carne han escrito lo que han conocido por el dictado de la cabeza”; pero en una frase anterior y dentro del mismo contexto, emplea una fórmula correspondiente: “Aquello que (la cabeza) les ha mostrado y dicho”

Esto significa que la activida atribuida a Dios, al Espíritu Santo o al Verbo no puede entenderse en el sentido de un dictado verbal: el dictare latino tenía en la antigüedad un sentido mucho más amplio que nuestro dictar: “significaba también “componer”, “enseñar”, “prescribir” (8) y por ello el Concilio de Trento pudo aplicarlo a las “tradiciones orales” de los apóstoles, como portadores que eran también de la Revelación.

Nota (8): El verbo dictare, en lengua latina, tiene muchos usos, que oscilan desde el “dictado”, entendido estrictamente, hasta el “mandamiento” y la simple “sugerencia”: Cf. Forcellini, Totius latinitatis Lexicon, voz “Dictare”, Vol. II, p. 702 ss. Análogos significados se encuentran en el latí de los autores cristianos: Cf. A. Blaise, Dictionnaire francaise des auteurs chrétiens, voz “dictatio”.

Pero a partir del Concilio de Trento, se fue abriendo camino la concepción de un dictado puro y total, que convertía al hagiógrafo en un simple amanuense: por ejemplo, en el católico Bañez con su teoría de la inspiración verbal –y en los protestantes llamados ortodoxos– que llama a los hagiógrafos “amanuenses y notarios” del Espíritu Santo.

Se caía así en un monofisismo bíblico inaceptable y de consecuencias delétereas: el racionalismo protestante del siglo XIX, que se moverá hacia otro extremo y que elimina el juego de Dios y del Espíritu Santo en la Biblia, de alguna manera no es más que la consecuencia lógica de lo anterior, como certeramente afirma K. Barth.

No será casual que la expresión “dictado” no aparezca ya en las definiciones conciliares a partir del Vaticano I.

Asimismo la expresión patrística de la sagrada Escritura= Carta de Dios a los hombres no es más pastoral y homilética que técnica. San Agustín escribía: “de aquella ciudad de la cual nosotros somos peregrinos, nos han llegado cartas: son las Escrituras”; y también: “La escritura de Dios debería permanecer como un documento autoritativo de Dios, que todos los que caminan por el mundo pudieran leer y tener por ciertas sus promesas”.La imagen de la “carta” quiere dramatizar literariamente la fe del diálogo con los hombres, que Dios mantiene a través de la Palabra escrita: “Dios habla a los creyentes todos los días por medio del testimonio de la Sagrada Escritura”; “Cada uno considere que a través de la lengua del profeta escuchamos a Dios que habla con nosotros” (San Jerónimo)

La Dei Verbum recupera este dato de la tradición, cuando afirma que “en los libros sagrados el Padre que está en los cielos sale con amorosa benevolencia al encuentro de sus hijos y habla con ellos” (DV 21)

d. EL AUTOR Y SUS PERSONAJES

Se trata de otra analogía, de los “nuevos padres” más que patrística.

L. Alonso Schökel la saca del mundo de la creación literario, aunque la introduce con una cita de San Justino: “Cuando escuchan las palabras de los profetas como pronunciadas por la boca de un personaje, no piensen que las pronuncian los inspirados, sino la Palabra de Dios que los empujaba… Es lo mismo que pueden constatar en sus escritores: uno solo es el que escribe todo, pero introduce en el diálogo varios personajes”.

Un gran escritor (de novela, comedia o drama) es capaz de crear personajes auténticos, los cuales dicen sus palabras sinceramente como brotando de su interior: cuanto ellos dicen en la novela o en el drama son realmente palabras suyas.

Cuanto más verdaderos son los personajes que crea un autor, tanto más crecen en la mente del autor y llegan como a imponérsele: “Nadie como Pirandello ha descrito este crecimiento de los personajes en la mente del autor: no es ya el autor el que busca a sus personajes, sino que son los “seis personajes” quienes buscan su autor para que les haga vivir, actuar, hablar…”

Y con todo las palabras de los personajes son palabras del escritor: “El novelista habla en su novela no sólo cuando escribe autobiográficamente, no sólo cuando narra hechos, sino también cuando hablan sus personajes… Shakespeare, Cervantes y Dostoievski pueden reclamar como suyas cada una de las palabras pronunciadas por sus grandes personajes; incluso las pronunciadas dialécticamente por sus antagonistas: Don Quijote y Sancho, Otelo y Yago, Ivan y Smerdiakov…” (L. Alonso Schökel)

Esta “capacidad del artista para convivir con sus personajes, encarnarse en ellos”, esta capacidad suya de “crear personajes” y de “hablar a través de sus personajes” constituye para Alonso Schökel una analogía con el hecho de que Dios crea personajes auténticos que son los escritores sagrados, habla a través de sus palabras, convive con ellos, vive en ellos.

La biblia es ese grandioso drama literario cuyo autor es Dios, en el que la Pablara de Dios se encarna en las palabras humanas de los personajes libres y verdaderos, es decir, los diversos escritores de los libros, creados por su autor Dios.

Es verdad que se trata de una analogía lo mismo que las anteriores, y por lo tanto hay que tomarla con sus limitaciones: “El personaje literario no es una persona viva y real…; y es muy distinto el mover dentro de la fantasía los personajes, que se limitan al campo del lenguaje, y el moverse de un hombre responsable dentro de su actividad como escritor” (L. Alonso Schökel)

Pero dado que sólo podemos expresarnos en términos de analogía siempre que hablamos del “Misterio” de la Escritura divina, también esta analogía es apropiada cuando en medio de una catequesis sobre la inspiración bíblica nos dirigimos a personas que poseen al menos algún gusto literario: entonces tendría una acogida muy singular.

Por otra parte hay que tener en cuenta que los personajes-autores de la Biblia son personajes de la vida y de la historia, en los cuales se reconoce el hombre de siempre.

Se trata de palabras que sientes como “tuyas” después de haberlas leído o escuchado, palabras que querrías haberlas pronunciado tú mismo: hasta el punto te parecen verdaderas; en todo caso palabras que puedes repetir y reformular como tuyas.

Los lectores creyentes, todos sin excepción, no se sienten extraños al juego de Dios Autor y de sus personajes en la obra literaria de la Biblia.

3. SANTO TOMÁS Y EL CARISMA DE LA PROFECÍA,

Si desde la época patrística damos un salto hasta santo Tomás, no es por despreciar la teología medieval. Es un hecho que los teólogos medievales hasta finales del siglo XII, en continuidad con la tradición de los Padres, por una parte reafirman la divinidad de la Escritura debido a la inspiración y por otra reconocen la contribución humana del escritor sagrado aunque si profundizar críticamente sobre la relación que liga a Dios con el hombre por razón de la inspiración.

El afán de los medievales se centra sobre todo en la ordenación y en la distinción, con la ayuda de la doctrina sobre “los cuatro sentidos de la Escritura”, de las variadas riquezas contenidas en los libros sagrados, tanto en sí mismos como en su referencia a Cristo.

Únicamente con el nacimiento de la “Escolástica” el curso de Dios con el escritor sagrado en la composición de los libros inspirados es sometido a análisis crítico: los escolásticos vuelven a echar mano de la imagen del instrumento, pero la elaboran conceptualmente de acuerdo con el sistema aristotélico de la causa-eficiente, que puede ser principal e instrumental.

a. AUTOR PRINCIPAL Y AUTOR INSTRUMENTAL.

Según santo Tomás “el autor principal de la Sagrada Escritura es el Espíritu Santo; el hombre es su autor instrumental”

La frase citada se encuentra ocasionalmente en relación con una “quaestio” acerca del múltiple significado (sentido) de la Escritura, en la cual santo Tomás no afronta directamente el carisma de la inspiración, ni elabora una teología sobre este tema.

Cómo entiende Santo Tomás la interacción entre el autor principal y el autor instrumental en relación con los libros sagrados, puede deducirse de su teoría filosófica de la causalidad instrumental, que puede resumirse en los siguientes términos:

CAUSA PRINCIPAL, es aquella que actúa por virtud propia; la causa instrumental actúa únicamente en virtud de la moción recibida de la causa principal;

En el instrumento se distingue una doble acción: - La propia conforme a la naturaleza del instrumento, y- La instrumental, que es la acción del instrumento, pero elevada por el agente principal

y aplicada a las capacidades propias de la causa principal; El RESUULTADO de la cooperación entre agente principal y agente instrumental debe

atribuirse a los dos, aunque de un modo diverso, el propio de cada uno de los dos agentes; Las DOS CAUSAS ACTÚAN simultáneamente en la producción del mismo efecto, pero

es posible distinguir en él los rasgos correspondientes a cada una de las causas. La CAPACIDAD DEL AGENTE PRINCIPAL tiene un carácter permanente, mientras

que la del agente instrumental tienen un carácter pasajero, cesa cuando el agente principal deja de usar el instrumento.

Aplíquese todo esto –por poner un ejemplo– a la pluma que tiene el escritor en la mano: el instrumento de la pluma es elevado por el movimiento de la mano del hombre a escribir una serie de signos con significado espiritual.

No resulta difícil aplicar la teoría de la causalidad instrumental a Dios y al autor humano con relación a la Biblia inspirada, teniendo evidentemente en cuenta, en el caso de la inspiración bíblica y por lo tanto del escritor humano instrumento de Dios, que Dios actúa en él y sobre él de un modo plenamente conforme a la naturaleza de hombre libre y responsable: el escritor no es un instrumento inerte, sino vivo, inteligente y libre.

b. EL CARISMA DE LA PROFECÍA Y SU DINÁMICA.

La aportación más específica de Santo Tomás a la inspiración bíblica ha sido localizada por los teólogos tomistas en el tratado que s Santo Tomás reserva a la profecía.

El carisma de la “profecía” implica para Santo Tomás dos aspectos o momentos:

1. La “acceptio sine repraesentatio rerum”, es decir, la selección del material que ha de constituir el contenido de la profecía

2. El “iudicium de acceptis”, es decir, el juicio definitivo sobre el contenido de la profecía.

Cuando el Espíritu santo actúa sobre los dos aspectos tenemos la profecía propiamente dicha: - El espíritu revela, por ejemplo, a través de una visión, la realidad que el profeta no

podría conocer por sí mismo, e- Ilumina al profeta con el fin de que él juzgue sobre la realidad revelada de forma

sobrenatural.

Se da también verdadera profecía cuando el Espíritu interviene solamente en el juicio sobre los datos y sobre los conocimientos que el profeta ha adquirido por la experiencia y por su reflexión personal; en tal caso el carisma divino les concede precisamente la capacidad de “juzgar de acuerdo con la verdad divina” los datos de la experiencia y de la historia humana y las consecuencias religiosas y morales que de ellos se derivan. Algunos teólogos tomistas han interpretado de una manera un tanto rígida la distinción que establece Santo Tomás entre los dos casos de profecía, hasta hacerla coincidir con la distinción entre revelación (el caso en que el carisma produce a un tiempo contenido y juicio) e inspiración, en la que sólo se da la iluminación sobrenatural acerca del juicio.

El P. Benoit reacciona contra lo que él llama una extorsión del texto de Santo Tomás, para el cual –de hecho– “revelación” e “inspiración” se hallan estrechamente unidas dentro del carisma de la profecía como dos momentos o aspectos del mismo y además intercambiables: “prophetia est (divina) inspiratio” y “prophetia est divina revelatio”

“No es que estos dos términos sean perfectamente equivalentes. Cada uno de ellos connota un aspecto particular del carisma y Santo Tomás se servirá de uno o del otro según pretenda destacar un determinado aspecto. De ahí que cuando hable de las representaciones sobrenaturales usará preferentemente el término de “revelatio” ya que ese es el canal normal de la “perceptio divinorum”; por el contrario, cunado pretende cargar el acento sobre la causalidad eficiente de la moción divina, entonces aparecerán en su pluma los términos “inspirare”, “inspiratio”, tratando de destacar el carácter transitorio de dicha moción…

Toda revelación, es decir, una “inspiración”. Y a la inversa, toda revelación sobrenatural del espíritu, proyectando sobre el juicio una luz divina, acaba en una cierta percepción de la verdad revelada, en una cierta “revelación” más o menos intensa y amplia en proporción a la fuerza de esta luz o al menos en una iluminación de las mismas representaciones que forman el objeto de la conciencia” (P. Benoit) Hay que admitir que la íntima conexión existente entre “revelación” e “inspiración” iluminada por santo Tomás, se corresponde perfectamente con la doctrina bíblica que no limita la “inspiración” a los libros sagrados, sino que la extiende –aunque de una forma analógica– a todo proceso de la Revelación en sucesos y palabras.

También resulta positivo el hecho de que Santo Tomás no haya no haya tratado el problema de la inspiración “escriturística” por sí mismo, sino dentro de un contexto más amplio cual es el de la profecía-revelación.

Con todo ya hemos dicho que Santo Tomás se mueve todavía dentro de una problemática de verdad nocional de tipo griego, con todos los límites que está comporta, por lo cual “no sólo la revelación consiste en una percepción de la inteligencia elevada a la gracia, sino que la misma inspiración, la cual eleva la inteligencia, se concibe también esencialmente como iluminación de orden especulativo” (P. Benoit)

Por otra parte, en la problemática de Santo Tomás, “la acción de los autores inspirados se consideraba solamente dentro del cuadro general de la profecía, es decir, en función del conocimiento carismático de las verdades divinas que caracteriza a los depositarios de la

revelación. Pero el problema de la inspiración escriturística toca menos este aspecto de las cosas, cuanto la comunicación de la revelación por parte de aquellos que tienen la misión de fijarla por escrito, sea cual sea el origen del conocimiento que tiene” (P. Grélot)

4. LOS CONCILIOS FLORENTINO Y TRIDENTINO

El concilio Florentino (sesión IX, 4 de febrero de 1442) no repite solamente la fórmula tradicional de Dios “autor del AT y del NT”, sino que introduce –por primera vez en los documentos del Magisterio– la categoría de inspiración como razón y fundamento del carácter divino de los libros sagrados:“La santa Iglesia Romana confiesa que un solo, idéntico Dios es el autor de Antiguo y Nuevo testamento, es decir, de la ley, de los profetas y del Evangelio, ya que los santos de uno y otro Testamento han hablado bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo (eodem Spiritu Sancto inspirante). Ella acepta y venera estos libros, que indican bajo estos títulos…”

El concilio tridentino no tuvo que enfrentarse con errores relativos al origen divino de los libros sagrados y de su autoridad, ya que incluso los dirigentes de la Reforma protestante adoptaron la tesis de la inspiración literal o verbal de la sagrada Escritura.

Basta citar a Lutero: “Ut omne verbum vocale, per quemcumque dicatur, velut domino ipso dicente suscipiamus, credamus et humileter subiiciamus nostrum sensum. Sic enim justificabimur et non aliter”; yCalvino: “Este es el principio que distingue nuestra religión de todas las otras: es decir, nosotros sabemos que Dios nos ha hablado y estamos ciertamente seguros de que los Profetas no han hablado por propia iniciativa sino como órganos e instrumentos del Espíritu Santo, que ellos han anunciado solamente aquello que han recibido de arriba. Quien quiera por lo tanto aprovecharse de la Sagrada Escritura tenga bien seguro en sí mismo ante todo este hecho: que la ley y los profetas no son en absoluto una doctrina confiada al apetito o voluntad de los hombres, sino una doctrina dictada por el Espíritu Santo”;“Las Escrituras… no pueden tener plena certeza entre los fieles por ningún otro título que no sea éste: cuando los fieles tengan como dato cierto y definitivo que las Escrituras han venido del cielo y que en ellas los cristianos oyen a Dios hablar con su propia boca”

Por lo tanto, el Concilio Tridentino se limitó a recalcar –siguiendo al Florentino– el hecho de la inspiración bíblica; sin embargo, contra el principio: “Sola Scriptura” de los reformadores, el Concilio estaba interesado en definir la acción del Espíritu Santo, no sólo en los libros sagrados, sino también “en la tradición no escrita de Cristo y de los apóstoles”, a los cuales aplicó la fórmula “dictare” que sobre todo aquí no podía tener el valor de un “dictado verbal” (las tradiciones orales, como tales, no tienen una formulación verbal definitiva), pero en última instancia era sinónimo de “inspirare”

“El Sacrosanto, ecuménico y general concilio Tridentino, legítimo reunido en el Espíritu Santo… tiene siempre presente que, eliminados los errores, se conserve en la Iglesia la misma pureza del Evangelio, aquel Evangelio que, prometido en un tiempo por medio de los profetas en las escrituras santas, el Señor Nuestro Jesucristo, Hijo de Dios, promulgó sus apóstoles, como fuente de toda verdad salvadora y de la disciplina de costumbres… Y porque el sínodo sabe que esta verdad y disciplina está contenida en los libros sagrados y en las tradiciones no escritas –que,

recogidas por los apóstoles de la boca del mismo Cristo y de los mismos apóstoles, bajo la inspiración del espíritu Santo… (Sesión IV, 8 de abril de 1546)

El término “dictare”, que el Tridentino usaba solamente para las tradiciones orales, fue recogido y aplicado a los libros sagrados por la Providentissimus Deus de León XIII, y por la Spiritu Paraclitus de Benedicto XV con referencia a la doctrina de san Jerónimo. Tampoco aquí la expresión “dictare” se entiende en el sentido que le damos nosotros, ni hay que forzarla para hacer de ella un instrumento para explicar la naturaleza de la inspiración bíblica. Dicha expresión mantiene el mismo fin que tenía en los Padres, el de acentuar la primacía de la acción de Dios y del Espíritu Santo en el origen del libro sagrado.

Aún con todo, como fácilmente puede inducir a error, la expresión no aparece en el concilio Vaticano I ni en el Concilio Vaticano II; y asimismo se evitó dicha expresión en la Divino Afflante Spíritu de Pío XII

5. DEL CONCILIO DE TRENTO AL CONCILIO VATICANO I6. HACIA EL CONCILIO VATICANO II

7. EL CONCILIO VATICANO II

Me parece que puede resultar interesante una confrontación entre el texto del Esquema preparatorio, base de la discusión conciliar, y el texto definitivo de la Dei Verbum, en lo referente a la inspiración de los libros sagrados.

Esquema preparatorio “De fontibus Revelationis”. Definición y naturaleza propia de la Inspiración.

“Para componer esta divina Escritura, Dios mismo excitó y movió a algunos escritores sagrados o hagiógrafos de manera que ellos concibieron rectamente con su mente y consignaron fielmente por escrito todas aquellas cosas y sólo aquellas que Él (Dios) –como autor primario de la Escritura– quería (Cf. Providentissimus Deus)

Así pues, la divina inspiración, de acuerdo con la constante doctrina de la Iglesia, es un carisma especial ordenado a escribir mediante el cual Dios, actuando en el hagiógrafo y a través de él, habla a los hombres mediante lo escrito y por eso Él (Dios) es llamado, y lo es en verdad, Autor principal de todo el texto sagrado.

El hagiógrafo, por su parte, al componer el libro, es órganon o instrumento del Espíritu Santo, pero instrumento vivo y dotado de razón, cuya índole, por tanto,, junto con sus características personales pueden constatarse en el libro sagrado (Cf. “Divino Afflante Spiritu”)Por eso la iglesia –con todo derecho– desaprueba toda tentativa de desnaturalizar la naturaleza de la inspiración, sobre todo la tentativa de reducir esta forma conjunta de escribir de Dios y del hombre, a un impulso meramente natural o a un simple movimiento del ánimo” (De Fontibus Revelationis, 8)

“Dei Verbum”, El hecho de la Inspiración.

“las verdades divinamente reveladas que en los libros de la sagrada Escritura están contenidas y expresadas fueron escritas bajo la inspiración del Espíritu santo. La Santa madre Iglesia, por la fe apostólica, reconoce que todos los libros tanto del Antiguo como del Nuevo tesamento, con todas sus partes son sagrado y canónicos, en cuanto que escritos por inspiración del Espíritu Santo (Cf. Jn 20, 31; 2 Tim 3, 16; 2 Pe 1, 19-21; 3, 15-16), tienen a Dios por autor y como tales han sido confiados a la Iglesia.

En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus capacidades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todas y sólo aquellas cosas que Él quería” (DV 11)…

El concilio Vaticano II no llama a los hagiógrafos “instrumentos” sino “verdaderos autores”, como si quisiera decir que la cualidad de “autor literario” corresponde –per se– únicamente al escritor humano. La inspiración divina no elimina, ni sustituye la plena, libre y consciente actividad del autor humano, ya que no se reduce a un “dictado” por parte de Dios y de ninguna manera es equiparable a una inspiración de tipo mántico.

CONCLUSIONESDios es autor de la Biblia y de la inspiración. Pero el concilio Vaticano II ha preferido prescindir de formulaciones más precisas, no queriedo oficializarlas y codificarlas en una constitución Dogmática.

Con esto deja un amplio campo de libertad a ulteriores investigaciones teológicas, pero al mismo tiempo ha fijado ciertos límites entre los cuales deberá moverse la reflexión teológica del futuro. En lo que concierne a las diversas imágenes que la Biblia, la literatura de los Padres o la teología han ofrecido para formular y aclarar el misterio de la Inspiración bíblica, éstas se han de entender cómo instrumentos de conocer, como ilustraciones positivas y válidas, aunque limitadas, del hecho trascendente… como una teología “simbólica” que precede históricamente a la teología conceptual y la acompaña en todas sus etapas fecundas…

La teología no puede prescindir de símbolos e imágenes y (el lenguaje humano) ha de prestar sus imágenes para subir por analogía, al misterio del lenguaje divino en lenguaje humano” (L. Alonso Schökel)

Dejando aparte la mayor o menor inadecuación de cada una de las analogías, nos ofrecen un cierto conocimiento positivo sobre la Inspiración. Todas ellas, en medio de sus limitaciones, afirman el misterio de la Inspiración” (L. Alonso Schökel)

Lea los textos que se señalan a continuación e indique el significado que se da en ellos a la palabra “evangelio”

Mt 4, 23Mc 1,1 Lc 4, 43 Mt 26, 13 Mc 1, 15 Lc 8, 1 ¿Cuál fue la principal preocupación que tuvieron los evangelistas al escribir los evangelios? Dedúcelo los textos siguientes Mt 7, 15-23; 11, 5; 13, 41; 24, 11-12; Mc 1, 15; Lc 1, 1-4; 4, 18-21; Jn 20, 30-31 Busca en los periódicos y recorta alguna “buena noticia”. Responde por escrito debajo del recorte a estas

preguntas: ¿Por qué crees que es una buena noticia? ¿Qué es para ti una buena noticia? ¿Por qué piensas que la predicación de Jesús fue para muchachos judíos una buena noticia? ¿Por qué para otros no lo fue? (Lc 22, 1-2) ¿Es para ti Jesús una buena noticia? ¿Por qué? 4. Compone una primera página de un periódico con fotos y textos imaginarios que pudiera salir en una

edición “extra” y que fuera una gran noticia en el país. 5. elabora un cuadro comparativo a tres columnas de un mismo hecho narrado por los evangelios sinópticos

para observar y comparar los detalles que a menudo nos pasan desapercibidos por ejemplo: Mt 26, 26-29 Mc 14, 22-25 Lc 22, 19-20 Mt 13, 31-32 Mc 4, 30-32 Lc 13, 18-19 2Tim 3, 15-16 ¿Por qué dice san Pablo que Las Escrituras pueden ser una Buena noticia? Lc 4, 14-29 ¿Para quién es, sobre todo, una “Buena noticia” Jesús? ¿Por qué no fue una “buena noticia” para los de Nazareth? ¿Jesús es realmente “Buena Noticia” para nosotros? ¿Por qué? Como alternativa se puede leer esta obra Jn 4, 8-19 y 39-42. Jesús y la samaritana, con preguntas similares a

las anteriores. Mt 16, 13-18 ¿Quién es Cristo para mí? ¿Para nosotros? ¿Anunciamos con nuestra vida que es una “buena noticia”? ¿Qué nos hace falta? ¿Qué debemos hacer?