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Huellas del Amadís en Francia (las fiestas celebradas en Châtellerault, en 1541, con motivo de la boda de Jeanne d´Albret y Guillaume de la Marck)

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AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS

ESTUDIOS EN HOMENAJE A JUAN MANUEL CACHO BLECUA

Editores José Manuel Lucía Megías

Mª Carmen Marín Pina

con la colaboración de Ana Carmen Bueno

ALCALÁ DE HENARES, 2008

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción

prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Diseño del dibujo de la cubierta: Camilo Umaña

Ediciones del Centro de Estudios Cervantinos C/ San Juan, s/n. 28807 Alcalá de Henares (Madrid)

Tel.: 91 883 13 50. Fax: 91 883 12 16 http://www.centroestudioscervantinos.es

Impresión: Ulzama digital. Navarra (España)

© De los textos, los autores

© De la edición, Centro de Estudios Cervantinos I.S.B.N.: 978-84-96408-57-9 / Depósito legal: NA-2802/2008

Impreso en España/Printed in Spain

ÍNDICE

ALVAR, Carlos: Pórtico ............................................................................................. 11 AGUILAR PERDOMO, María del Rosario: Artificio, maravilla y técnica. Hacia una

tipología de los autómatas en los libros de caballerías..................................... 15 BELTRÁN, Rafael: «Conjúrote, fantasma»: almas en pena y conjuros paródicos

entre Tirant lo Blanc y Don Quijote................................................................... 43 BOGNOLO, Anna: Amadís desencantado, Amadís prisionero,

Amadís misionero. Il secondo libro delle prodezze di Splandiano ................... 63 BUENO SERRANO, Ana Carmen: Carmela, la de las Sergas ..................................... 91 CAMPOS GARCÍA ROJAS, Axayacatl: «Galtenor cuenta…, pero Lirgandeo dize»:

El motivo ecdótico en los libros de caballerías hispánicos ............................ 117 CONTRERAS MARTÍN, Antonio: El reinado de Galaz en Sarraz en

la Demanda del Santo Grial castellana............................................................ 133 CUESTA TORRE, María Luzdivina: «Si avéis leído o leyerdes el libro de don Tristán y de Lançarote, donde se faze mención destos Brunes»: Bravor, Galeote y el Caballero Anciano del Tristán castellano en el Amadís de Montalvo ........................................................................................ 147 DEMATTÈ, Claudia: Del libro a las tablas: la comedia Las aventuras de Grecia como ejemplo de reescritura burlesca de la materia caballeresca ..... 175 DUCE GARCÍA, Jesús: Magia y maravillas en los libros de caballerías hispánicos .. 191 EISENBERG, Daniel: El estudio de los libros de caballerías hace cuarenta años ... 201 ESTEBAN ERLÉS, Patricia: Cartas de caballeros. Usos epistolares en el

Floriseo de Fernando Bernal ........................................................................... 205 FERRARIO DE ORDUNA, Lilia E.: ¿Un libro de caballerías hispanoamericano

a principios del siglo XXI? ................................................................................ 229 GERNERT, Folke: Un autor de un libro de caballerías en Italia. Reflexiones sobre

el arte militar en el Baldo ................................................................................ 251

8 ÍNDICE

GÓMEZ-MONTERO, Javier: Apuntes festivos sobre la veneris copula y el realismo de la ficción caballeresca del Amadís al Quijote ......................... 269

GÓMEZ REDONDO, Fernando: El paradigma de la mancebía en el Amadís de Gaula .............................................................................................. 283

GONZÁLEZ, Javier Roberto: Mundos reales, posibles e imposibles en torno a los discursos proféticos del Amadís de Gaula..................................... 317

GONZÁLEZ GONZALO, Antonio Joaquín: La exaltación de la Santa Cruz. Dos tapices el Museo de La Seo de Zaragoza. Lectura desde el

espíritu caballeresco ........................................................................................ 349 HARO CORTÉS, Marta: El Claribalte en la trayectoria literaria e

ideológica de Fernández de Oviedo................................................................. 385 LASTRA PAZ, Silvia Cristina: De Amadís al Quijote: la reconversión espacial del código justiciero ........................................................................................ 405 LUCÍA MEGÍAS, José Manuel: Las xilografías caballerescas de la Crónica del Santo rey don Fernando Tercero (Sevilla, Jacobo Cromberger, 1516) ..... 413 LUNA MARISCAL, Karla Xiomara: Aproximación al estudio de las historias caballerescas breves a partir de los motivos folclóricos .................. 457 MARÍN PINA, Mª Carmen: De Rodamonte a las rodomontadas:

la conversión de un héroe carolingio en género bufo ..................................... 471 MARTÍN ROMERO, José Julio: La «verdad disimulada» y el «juramento ambiguo» en la literatura caballeresca........................................ 503 MÉRIDA JIMÉNEZ, Rafael M.: Monasterios y ermitas en el Amadís de Gaula:

Encrucijadas narrativas e ideológicas de Garci Rodríguez de Montalvo....... 525 MOLL, Jaime: Los problemas de las últimas ediciones del Lepolemo:

un análisis bibliográfico .................................................................................. 539 MONTANER FRUTOS, Alberto: Del Amadís primitivo al de Montalvo:

cuestiones de emblemática ............................................................................... 541 NERI, Stefano: Cuadro de la difusión europea del ciclo del Amadís de Gaula

(siglos XVI-XVII)................................................................................................. 565 PANTOJA RIVERO, Juan Carlos: El patrón del Amadís de Gaula en un

poema caballeresco manuscrito de mediados del XVI: el Pironiso de Martín Caro del Rincón ................................................................................... 593

RAMOS, Rafael: Amadís de Gaula y la tradición apocalíptica medieval: la torre y la espada .......................................................................................... 611

RÍO NOGUERAS, Alberto del: De la exposición de un infante a la querella hispanofrancesa por el reino de Nápoles: el homenaje de Fernando Basurto a Carlos V en el Don Florindo........................................... 627

AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 9

RODRÍGUEZ-VELASCO, Jesús: Esfuerço. La caballería, de estado a oficio (1524-1615) ...................................................................................................... 661 ROMERO TABARES, Isabel: El ideal caballeresco en la épica fantástica:

su rastro en la Tierra Media ............................................................................ 691 RUBIO PACHO, Carlos: En torno a la editio princeps del Palmerín de Inglaterra ... 711 SALES DASÍ, Emilio José: La heroica trayectoria literaria del caballero

Amadís de Gaula .............................................................................................. 731 SARMATI, Elisabetta: Maritornes, el caballero Metabólico y Fraudador

de los Ardides: una nota al Quijote I, 43 (y a Pedro de Urdemalas II, 554*) . 755 TORO PASCUA, Isabel: Amadís de Gaula y la tradición apocalíptica medieval::

la figura del Endriago ...................................................................................... 769 TRUJILLO, José Ramón: Magia y maravillas en la materia artúrica hispánica.

Sueños, milagros y bestias en la Demanda del santo Grial ............................. 789 VARGAS DÍAZ-TOLEDO, Aurelio: Huellas del Amadís en Francia

(las fiestas celebradas en Châtellerault, en 1541, con motivo de la boda de Jeanne d’Albret y Guillaume de la Marck) ................................................. 819

HUELLAS DEL AMADÍS EN FRANCIA (LAS FIESTAS CELEBRADAS EN

CHÂTELLERAULT, EN 1541, CON MOTIVO DE LA BODA DE JEANNE D´ALBRET Y

GUILLAUME DE LA MARCK)

AURELIO VARGAS DÍAZ-TOLEDO Universidad Complutense de Madrid/CEC

Durante el siglo XVI, los medios aristocráticos de la Europa renacentista utiliza-

ban cualquier tipo de celebración festiva para poner de manifiesto no sólo su rique-za sino también su poder frente a las distintas clases sociales. Enlaces matrimonia-les, triunfos militares, coronaciones imperiales, torneos caballerescos y un sinfín de divertimentos de carácter lúdico conformaban el marco idóneo para sacar a relucir las múltiples cualidades personales de quienes participaban en ellos.

En este sentido, no son pocos los ejemplos que testimonian la preferencia de los monarcas hacia unas ceremonias siempre rebosantes de un gran boato y magnifi-cencia. Recuérdese, por ejemplo, la primera entrada de Carlos V en Valladolid en 1517 (Cátedra 2000: 94), el torneo celebrado en 1527, también en la ciudad caste-llana, con motivo del nacimiento del futuro Felipe II (Ruiz García y Valverde Oga-llar 2003), la boda de este último con Ana de Austria en Segovia en el año de 1570 (Borrego 2003), o las extraordinarias fiestas llevadas a cabo en 1549 en Binche, en los Países Bajos, para recibir al primogénito de Carlos V (Roubaud 1975: 335). En todas ellas figuraba un denominador común: la representación y exaltación de la majestad del rey así como de sus servidores, unos súbditos cuya proximidad o leja-nía con respecto al soberano suponía una mayor o menor influencia dentro de pala-cio (Bouza 2000: 159).

Por lo general, cuando se planeaban estas celebraciones cortesanas se recurría, como fuente de inspiración, a las que solían aparecer en tantos y tantos libros de caballerías, un género que, no lo olvidemos, gozó de una amplia acogida por parte

820 HUELLAS DEL AMADÍS EN FRANCIA

del público desde principios del siglo XVI hasta bien entrada la siguiente centuria, y cuya acción novelesca intercalaba cada vez con más frecuencia, entre aventura y aventura, ceremonias de gran regocijo para los nobles. Y viceversa: a menudo la literatura caballeresca reflejaba en sus páginas imágenes de espectáculos que se podrían haber festejado en lugares tan reales como Madrid, Toledo o Barcelona.1 Existía, pues, una imitación recíproca entre realidad y ficción.

Éste es el caso del que nos vamos a ocupar a continuación. Se trata de las fiestas que se celebraron en la ciudad francesa de Châtellerault, el 17 de junio de 1541, con motivo de la boda de Jeanne d´Albret, princesa de Navarra, y Guillaume de la Marck, duque de Clèves. Y para reconstruir cómo fueron contamos con un testigo de excepción: Francisco de Moraes, el autor del Palmeirim de Inglaterra.

Un dato biográfico bien conocido de aquellos que se acercaron a la figura de es-te último es su estancia en tierras galas en, al menos, dos ocasiones. La primera abarcó desde finales de noviembre de 1540 hasta principios de 1544. En ella Mo-raes fue en calidad de secretario del embajador Francisco de Noronha, hijo del conde de Linhares, cuya misión consistía en suavizar las relaciones entre el estado francés y el portugués, tensas desde hacía años a raíz de dos circunstancias: por un lado, la política matrimonial de João III, quien negociaba sin ningún reparo el enla-ce entre su hija Dña. María y el futuro Felipe II, hijo del emperador Carlos V, el mayor enemigo del monarca galo; por el otro, la hostilidad de los corsarios france-ses sobre las naos y mercaderes portugueses, un acoso que estaba originando cuan-tiosas pérdidas económicas en las relaciones comerciales entre el país luso y sus colonias en Brasil y las Indias Orientales.

En cuanto a su segunda visita a Francia, que transcurrió de 1547 a julio del año siguiente, el escritor portugués volvió de nuevo a acompañar a Francisco de No-ronha con el fin, esta vez, de firmar un convenio entre ambas naciones sobre las presas marítimas. Al mismo tiempo, se disponían a dar su más sentido pésame al rey Henri II por la muerte de su padre, acaecida el 31 de marzo de 1547, con moti-vo de la cual se organizaron unas espléndidas exequias dos meses más tarde, del 21 al 23 de mayo, y en las que también se hallaron presentes.

Fue, por tanto, en su primer viaje a Francia cuando Francisco de Moraes tuvo la oportunidad de presenciar, entre otros, algunos de los episodios más destacados en el devenir de la política interna del país galo. Por medio de cartas, desde allí infor-maba puntual y periódicamente al conde de Linhares de cuanto sucedía en torno a Francisco I. Con respecto a esa correspondencia, tenemos conocimiento hoy día de, al menos, tres misivas suyas:2 una desaparecida y escrita al poco de su llegada, hacia finales de 1540, en la que describía, al parecer, la manera en que había sido

1 A este respecto resulta interesante el artículo de Marín Pina (1996). 2 Recientemente, la profesora Margarida Santos Alpalhão ha descubierto una nueva carta de Fran-

cisco de Moraes dirigida a Fernão de Álvares y escrita en París el día 3 de marzo de 1542 (Alpalhão 2007). Le agradecemos su gentileza por habernos proporcionado su artículo con la noticia del hallazgo.

AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 821

acogido su hijo Francisco por parte del rey francés; otra redactada probablemente el 20 de junio de 1541, que se ha transmitido en una copia tardía del siglo XVII o XVIII dentro de una miscelánea manuscrita, conservada en la Biblioteca Geral da Univer-sidade de Coimbra bajo la signatura 566; y una tercera con fecha de 10 de diciem-bre del mismo año que la anterior. De las tres epístolas es la segunda, dada a cono-cer en nuestras últimas investigaciones,3 la que nos interesa ahora porque en ella relataba a su destinatario, entre otros, los temas de mayor actualidad. En primer lugar, revelaba la caída en desgracia de Philippe Chabot de Brion como consecuen-cia de su alto grado de corrupción durante su mandato como Almirante de Francia. Con el fin de complacer a su valedor en Lisboa, que se había quejado en su anterior carta de que hubiese sido tan parco en noticias, Moraes añadía la traducción de tres documentos oficiales relacionados con este asunto: primero, el último artículo de la sentencia contra el Almirante, segundo, el perdón del soberano, y, en último lugar, el agradecimiento del Almirante hacia la misericordia del rey.

A continuación pasaba a referir los preparativos de la boda entre Jeanne d´Albret y Guillaume de la Marck, que sólo se haría efectiva el día 14 de junio tras superar varios inconvenientes, sobre todo por parte de la prometida. No hay que olvidar que en el momento de los hechos, la joven heredera navarra sólo contaba con doce años. Era hija de Marguerite d´Angoulême, hermana del rey francés, y de Henri d´Albret, ambos reyes de Navarra, un reino nada despreciable estratégica-mente hablando, ya que abarcaba tanto la zona del sur de Francia como la del norte de la Península Ibérica, y suponía una cabeza de puente ante una hipotética inva-sión. Su padre trató de evitar por todos los medios un enlace que no le iba a aportar tantos beneficios económicos como los que esperaba recibir de la unión con el futuro Felipe II de España, en cuyo caso se le iba a conceder, además, el reconoci-miento internacional de su ansiado país, perdido en 1512 ante las tropas de Fernan-do el Católico. Por ello, Jeanne d´Albret se convirtió simple y llanamente en una pieza de ajedrez más de las muchas que conformaban el tablero de la política inter-nacional.

Por su lado, Guillaume de la Marck, que ya era duque de Clèves y de Juliers por parte de padre y madre, respectivamente, se hizo también con las riendas del duca-do de Gueldre después de que su tío Charles d´Egmont abdicase en su favor al conocerse el pacto con el rey de Francia, firmado el 13 de octubre de 1534, por el que debía cederle sus posesiones en el caso de que muriese sin descendencia. Una vez en su nuevo cargo, Francisco I comenzó a buscar su apoyo porque era católico y podía suavizar, en cierta medida, la política francesa en Alemania, a la que se le acusaba de favorecer a los herejes protestantes. Tras muchas negociaciones, final-mente el monarca galo logró sus objetivos y, para garantizar su incipiente amistad, hizo que se firmase un contrato de matrimonio, el 16 de julio de 1540, entre el germano y la princesa navarra, asociación que tuvo su continuidad el 17 de enero

3 Sobre el descubrimiento de esta misiva, véase nuestro trabajo Vargas Díaz-Toledo (2007a).

822 HUELLAS DEL AMADÍS EN FRANCIA

del año siguiente cuando los dos protagonistas rubricaron un tratado de mutua alianza defensiva, al cual se adhirieron después el elector de Sajonia, el landgrave de Hesse y el rey de Dinamarca.

Para Carlos V esta coalición sólo tenía una interpretación posible: la ruptura del Tratado de Niza,4 refrendado en 1538 bajo los auspicios del papa Pablo III al finali-zar la tercera guerra franco-española. Debido a ello, se apresuró a investir a su hijo Felipe como duque de Milán el 11 de octubre de 1540, un territorio por el que nun-ca había dejado de suspirar su homólogo francés y principal causante de más de un enfrentamiento bélico entre los dos gobernantes.

Aún así, Francisco I lo tenía decidido y no estaba dispuesto a dejar pasar una oportunidad como ésta, máxime cuando sabía que con ello perjudicaba al empera-dor. Así que los preparativos del enlace siguieron su curso. El 20 de abril de 1541 se presentó en París el duque de Clèves disfrazado para no ser reconocido y acom-pañado de otros tres camaradas alemanes: Jean de Ryfferscheidt, François de Man-derscheidt y Wyrich de Oberstein. Más tarde, el 5 de mayo, se les unió el duque de Nevers y juntos se encaminaron a la ciudad de Amboise, donde fueron recibidos por el rey y sus dos hijos: el Delfín Henri, y Charles, duque de Orléans. En esta localidad se organizó una fiesta en su honor, mediante la cual varios caballeros debían impedir el acceso a una torre de madera a otros asaltantes. Días después, el 20 del mismo mes, todos ellos hicieron su entrada en el castillo de Châtellerault dispuestos a festejar el enlace matrimonial. En el intervalo de tiempo que transcu-rrió desde su llegada a esta fortaleza hasta el día de la boda, aparte de juegos casi diarios, como el de la sortija del día 9 de junio, surgieron una serie de imprevistos. El más destacado fue la negativa de la novia a cumplir los deseos de su tío, llegan-do a escribir incluso una carta de protesta el día del enlace en donde se declaraba en contra del mismo, algo que le serviría después para que el papa lo anulara sin nin-gún problema. A ello contribuyó, además, el hecho de que el matrimonio no fuera consumado, como así lo verificaron los distintos testigos que, por orden expresa del monarca, presenciaron a los recién casados la misma noche nupcial. Superado este contratiempo y convencida la princesa de lo contrario, finalmente la boda tuvo lugar el martes 14 de junio, siendo la misa celebrada por el obispo de Sisteron y presidida por el cardenal François de Tournon.

Tras este breve apunte de carácter histórico, algunos de cuyos detalles formaban parte del contenido de la carta en cuestión, Moraes pasaba a describir de una mane-ra más amplia las fiestas que se organizaron los días posteriores a este evento, es-pecialmente las del día 17 de junio,5 objeto del presente estudio. Éstas consistieron

4 Por error, en nuestro anterior trabajo Vargas Díaz-Toledo (2007a) escribimos “Nicea” donde debe-

ría leerse “Niza”. 5 En la carta de Moraes existen algunas incongruencias en cuanto a la situación de los hechos, inco-

herencias que nos llevaron a cometer algunos errores en nuestro anterior trabajo (Vargas Díaz-Toledo 2007a). Por un lado, aparece como fecha de redacción el día 27 de junio, mientras que los festejos a los

AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 823

en la defensa de cuatro pasos de armas ubicados estratégicamente a las afueras de la villa, en mitad de una floresta. Los mantenedores, que no fueron otros que el Delfín, el duque de Orléans, el duque de Nevers y el conde de Aumale, mandaron colocar en cada uno de ellos un padrón de la altura de un hombre pintado con sus respectivos colores, y a sus pies un escudo. Por su parte, varios escuderos se encar-gaban no sólo de avisar a los defensores de la llegada de los aventureros sino tam-bién de sacar las cabalgaduras bien paramentadas y dispuestas para la lucha, «tudo tão natural que parecia ser verdade as mesmas desta sorte que alguns escreverão» (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 281).6 Al mismo tiempo, para que se llevasen a efecto los encuentros armados, los organizadores cercaron el valle de follaje y construye-ron pequeños balcones en los laterales con el fin de que las damas los pudiesen contemplar sin peligro alguno.

En el primer paso, denominado el «Vale dos Descontentes Amadores», se insta-ló el Delfín de Francia, quien eligió el blanco y el negro como colores para su pa-drón porque fueron los mismos que adquirió su querida Diane de Poitiers una vez que enviudó de Louis de Brézé, gran senescal de Normandía, colores que, por cier-to, no abandonaría durante el resto de su vida –según Moraes, aquéllos fueron ver-des y blancos–. En su escudo tenía escritas unas letras en francés que decían así: «os amores entre o fogo». Alrededor del padrón aparecían tallados algunos versos de Clément Marot, uno de los principales poetas del renacimiento francés, protegi-do tanto de Francisco I como de su hermana Margarita de Navarra, la autora del Heptamerón. Entre ellos destacaban los siguientes:

Icy est le perron D´amour loyalle et bonne Ou maint coup d´esperon, Et de glaive se donne. Un chevalier royal Y a dressé sa tente: Et sert de cueur loyal Une dame excellente, Dont le nom gracieux N´est ja besoing d´escrire: Il es escript aux cieux,

que alude finalizaron todos el 19 del mismo mes. Por ello, y porque confiesa relatar tales celebraciones un día antes del acto de escritura, sólo es posible creer que éste se realizó el día 20. Como refuerzo a esta hipótesis contamos, hacia el final de esta misiva, con la alusión a la marcha del rey Francisco I, el cual abandonó la corte justo el día 19 para fortalecer las zonas fronterizas del sur de Francia. Por otro lado, la cronología interna del documento en cuestión también presenta algún error. Por ejemplo, se afirma que el 20 y el 26 de junio fueron lunes y viernes, respectivamente.

6 Citamos siempre a partir de nuestra edición Vargas Díaz-Toledo (2007a).

824 HUELLAS DEL AMADÍS EN FRANCIA

Et de nuict se peult lire. Cest endroict de forest Nul chevalier ne passe, Sans confesser qu´elle est Des dames l´oultrepasse. S´il en doubte, ou debat, Point ne fault qu´il presume S´en aller sans combat: C´est au lieu la coustume (Marot 1724: 346-347).7

Aunque según la versión de Ruble, uno de los investigadores que más ha tratado

el tema de la boda de Jeanne d´Albret y Guillaume de la Marck, y de quien hemos tomado parte de sus informaciones para completar las noticias de Francisco de Moraes, en la piedra se grabó el poema siguiente:8

Vous chevaliers errans qui desirez honneur, Voyez le mien perron ou maintiens loyauté De tous parfaictz amans, et soustiens le bonheur De celle qui conserve en vertu sa beauté: Par quoy je veuxl blasmer de grand´desloyauté Celluy qui ne vouldra donner ceste asseurance Qu´au demourant du monde on peult trouver bonté Qu´on deust autant priser que sa moindre science (Marot 1724: 349-350).

Muy cerca de este lugar, vigilado por numerosos arqueros, se encontraba un

campo largo y ancho para realizar las justas, y en mitad del mismo había una fuente de donde manaba un manantial de vino que un grupo de gente distribuía a los asis-tentes.

Al frente del segundo valle se situó el duque de Orléans, que pasó a llamarse el «Vale dos Contentes Amadores» debido al primer verso de otro poema de Marot que estaba escrito en su padrón:9

Voicy le val des constans amoureux, Ou tient le parc l´amant chevaleureux,

7 Este epigrama presentaba el siguiente encabezado: «Pour le perron de Monseigneur le Daulphin,

au tournoy des chevaliers errans, pres Chastelerault, en Poictou» (Marot 1724: 346). 8 Según la edición de la obra del autor francés, de 1549, esta inscripción figuraba en el padrón del

duque de Nevers, una circunstancia que se repite en Marot (1724: 349-350). 9 Téngase en cuenta que el primer verso hace referencia a la “constancia” de los amantes y no a un

estado de ánimo, como es la alegría. Podría interpretarse bien como una mala traducción de Moraes bien como un error del copista que realizó la transcripción de su carta.

AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 825

Qui n´ayma onc, n´ayme, et n´aymera qu´une. D´icy passer n´aura licence aucune Nul chevalier, tant soit preux et vaillant, Si ferme amour est en lui defaillant. S´il est loyal, et veult que tel se treuve, Il luy convient lever pour son espreuve Ce marbre noir: et si pour luy trop poise, Chercher ailleurs son adventure voyse (Marot 1724: 347-348).

Sobre el color azul de esta columna pétrea aparecían diseminadas grandes «S»

plateadas y dos inscripciones latinas: Nunc et semper, por un lado, y Procul hinc amoris qui foedera rupit, por el otro. Mientras tanto, en su escudo se había dibuja-do un oso y unas letras a sus pies que decían «mais fero é o amor». De acuerdo con Guiffrey, el editor de la Chronique du roy Françoys premier, y en alusión al conte-nido del citado poema, detrás de este padrón había un mármol negro del que salían varios arcos hechos de hojas, y a la entrada de éstos una fuente marmórea, que también echaba vino –en esta ocasión tinto–, con un Cupido encima sosteniendo un arco y una flecha. Además de un terreno amplio muy semejante al del paso del Delfín, a los lados se encontraban galerías, pabellones, tiendas y algunas cámaras construidas con ramas de árboles donde los caballeros podían refrescarse de sus combates.

En cuanto al tercer paso de armas, fue el duque de Nevers el elegido para su de-fensa. Construido de una manera muy parecida a los dos anteriores, en el padrón se ordenó escribir las letras ovidianas omnia vincit amor. Siguiendo con ciertas reti-cencias el criterio de Moraes, pues confesaba relatar algunas cosas de memoria, es encima de este padrón donde se colocó un amor lanzando saetas. En opinión de Ruble, el mantenedor no presentó ningún tipo de divisa.

Por último, el conde de Laval y el duque de Rohan, según el autor del Palmei-rim, o el conde de Aumale, en palabras de Ruble y Guiffrey, defendieron el cuarto paso, a cuya entrada colgaron varios escudos en el tronco de un árbol en señal de desafío a cualquier caballero andante que acertase a pasar por allí (Anglo 1975: 293). Continuando con la versión de los dos estudiosos franceses, la divisa del señor de Aumale consistió en unas letras en latín que decían Nunc et semper vivat, así como en varias «L» y «F» sembradas a lo largo del padrón, el cual, a su vez, contenía de nuevo varios versos de Marot:

C´est pour la souvenance d´une Que je porte ceste devise, Disant que nulle est soubz la lune Ou tant de valeur soit comprise: A bon droict telle je la prise, Et de tous doibt estre estimee, Qu´il n´en est point, tant soit exquise

826 HUELLAS DEL AMADÍS EN FRANCIA

Qui soit si digne d´estre aymee. Si quelqu´un d´audace importune Le contraire me veult debatre, Fault qu´il essaye la fortune Avecques moy de se combatre (Marot 1724: 350).

Para Francisco de Moraes, el escudo del conde de Laval poseía el siguiente em-

blema: «onde te levão os teus fados», mientras que el del duque de Rohan alberga-ba, «em campo negro, huã pluma e hum «L», e despois hu[m] «V» [e] outro «L»» (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 282), lema que le otorgó la reina Leonor sin que ella misma entendiese el porqué.10

Una vez que los cuatro mantenedores se situaron en defensa de sus respectivos pasos de armas, el rey de Francia se encaminó hacia cada uno de ellos en busca de aventuras y acompañado de ocho caballeros vestidos de la misma manera que él, es decir, de verde y blanco. Entre ellos figuraban el rey de Navarra y el duque de Guise, «todos de idade de serem mais cavaleiros repouzados que andantes» (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 282). Francisco I, que se caracterizaba por ser «amigo de mos-trar aparato y famfarriçe» (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 282), se hizo rodear de nueve doncellas ataviadas a la italiana, al parecer de Moraes todas feas, y entre las que se encontraban la Delfina Catalina, Margarita de Valois y Mme. de L´Estrange.

Antes de llegar al primer padrón, la comitiva se tropezó con un ermitaño de verdad que tenía la función de curar a los heridos y que instó al rey a no exponer su persona a peligros tan manifiestos como los que había por la floresta. Aún así, este último, en un alarde de orgullo, contestó que su condición de caballero le exigía no sólo franquear cualquier paso sino también deshacer las malas costumbres de su reino. En palabras de Ruble, fueron dos los ermitaños que salieron a su encuentro, y ambos llevaban consigo «ung asne sur lequel estoyt ung singe qui faisoit bonne mine» (Ruble 1877: 123), un hecho que se interpretó como una «flatterie à l´adresse des tendances luthériennes du duc de Clèves» (Ruble 1877: 123).

Más adelante, dieron con dos carros a cual más espectacular: uno gobernado por un par de doncellas con una indumentaria a la española, y el otro de carácter triun-fal, en donde varias doncellas clamaban venganza por los agravios recibidos por obra de los guardadores del valle del Delfín. Cuando ya se disponían a vengarlas, de repente les cortaron el camino dos caballeros, Mr. de Châtillon y el conde de Rozey. Una vez derrotados ambos a manos del soberano, éste y su séquito se pre-sentaron por fin ante el primer padrón, donde un enano les informó puntualmente de las reglas guardadas en él. A continuación, salió el mantenedor, seguido por otros ocho caballeros, «soberbamente vestido e armado –o que me dizem que se

10 Según Clément Marot, hubo otros dos padrones con versos suyos defendidos por Antoine de Bourbon, duque de Vendôme, y su hermano Jean de Bourbon, duque de Enghien (Marot 1724: 348-349). Ni Ruble ni Guiffrey ni menos Moraes hacen referencia a ellos.

AMADÍS DE GAULA: QUINIENTOS AÑOS DESPUÉS 827

nunqua vio em França» (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 283), momento en el que comenzaron las justas entre los partidarios del monarca y los de su hijo. Como se puede imaginar, en éste como en los otros valles, tras diversos combates realizados a pie y a caballo, salió siempre victorioso el rey de Francia.

Aparte de la defensa de estos pasos, había a lo largo de la floresta decenas de tiendas y cabañas de paja, de cuyo interior salían un sinfín de caballeros andantes para enfrentarse a cuantos aventureros se cruzaban en su camino, «tanto ao natural das vaidades que contão os livros e estórias que parecião o próprio» (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 284). Todos tenían a las puertas los caballos ensillados y las armas listas para el combate, mientras que sus escudos colgaban de los árboles cercanos. Incluso había doncellas errantes que se paseaban por los campos con total desen-voltura.11

Como hemos afirmado con anterioridad, no resulta difícil hallar paralelismos entre estas aventuras protagonizadas por los cortesanos franceses y las que se leían en los libros de caballerías. Y es en estos juegos de imitación de la ficción sobre la vida real donde el Amadís de Gaula, de Garci Rodríguez de Montalvo, desempeñó un papel de gran relevancia. Impreso en 1508 en las prensas zaragozanas de Jorge Coci,12 esta obra obtuvo un éxito arrollador a lo largo del siglo XVI, tanto fue así que se llegó a traducir a otras lenguas europeas, entre ellas, claro está, la francesa.

El autor de esta última versión, e introductor de los amadises en tierras galas, fue el picardo Nicolas Herberay des Essarts, sobre quien existen todavía numerosas lagunas en torno a su vida. Se cree que, hacia finales de febrero de 1525, participó en la guerra de Pavía y fue hecho prisionero junto a Francisco I en la ciudad de Madrid. Durante un cautiverio de cerca de un año, es probable que cayera en sus manos el best-seller del momento (Guillerm 1988: 21-31), un texto cuya lectura dejaría una honda impronta en la mentalidad caballeresca de ambos personajes, especialmente en lo que al soberano francés se refiere.13 No olvidemos que, conver-tido en el verdadero impulsor de las nuevas ideas renacentistas provenientes de

11 Según Ruble, durante los torneos ocurrió una terrible desgracia. Al parecer, una astilla de una lan-

za fue a parar al ojo de Gaspard de Saulx-Tavannes, lugarteniente de la compañía del duque de Orléans, quien tuvo el coraje de arrancársela con sus propias manos, un acto heroico que mereció los elogios de la corte (Ruble 1877: 124).

12 Es de sobras conocida la existencia de noticias fehacientes de una primera edición impresa en época incunable, en torno al 1496.

13 En este sentido, no hay pruebas documentales de que Francisco I leyera el texto amadisiano du-rante su cautiverio. Incluso se ha puesto en entredicho que fuera él mismo el inductor de la versión francesa de Herberay des Essarts. Sobre este asunto, véase el trabajo de Bideaux (2006: 56-65). Por su parte, Cloulas cree que fueron los hijos del monarca galo, presos en Madrid de 1526 a 1530 para que su padre cumpliese lo estipulado con Carlos V en el Tratado de Madrid, quienes más se vieron influidos por el descubrimiento de la novela de Montalvo: «ils ont passé des jours entiers plongés dans la lecture du roman le plus célèbre de l´époque: Amadis» (Cloulas 1989: 62), sobre todo, porque «certains situa-tions présentaient une grande similitude avec la leur» (Cloulas 1989: 62).

828 HUELLAS DEL AMADÍS EN FRANCIA

Italia, el rey se sintió atraído desde muy niño hacia el mundo de la caballería. Así lo demuestra un apartado archiconocido de su biografía, como es el reto a que le so-metió Carlos V, en 1528, para que pusieran fin a sus discrepancias por medio de un combate a ultranza, cuerpo a cuerpo, a imitación no sólo de los que se efectuaron en la vida real de la Europa del siglo XV, sino también de los que figuraban en los libros de caballerías. Si no llegó a materializarse, después de que el emperador hubiese fijado incluso el lugar y el día para ello, fue debido al menosprecio del francés, que prefirió no responder al cartel de desafío y olvidar su enfrentamiento armado con su rival.14

Como consecuencia de estos dos hechos, es decir, su espíritu caballeresco y el hipotético encuentro en la cárcel con el escritor picardo, años más tarde, recordan-do sus lecturas de juventud, Francisco I indujo a Herberay des Essarts a traducir el Amadís en lengua francesa. Al menos así se desprende de la dedicatoria que este último dirigió a Henri II y que situó al frente de su Don Florès de Grèce el primero de mayo de 1551: «Sire, j´avoys par le commandement du feu Roy vostre pere (que Dieu absolve) entreprins de mettre en lumiere toute la cronique du roy Amadis, et estoys sur la fin du huitiesme livre quand la morte donna but à ses jours» (Bideaux 2006: 58). En cuanto a su labor como traductor, se basó, exclusivamente, en las ocho primeras partes de las veinticuatro que se realizaron de la saga amadisiana en el ámbito francófono –aparte de los Trésors des Amadis, que no son más que una antología de los episodios más representativos de la genial obra–. Cada una de las ocho entregas fue saliendo a la luz de forma casi anual de 1540 a 1548, siendo los dos primeros libros los únicos en publicarse antes de junio de 1541, mes en el que tuvieron lugar los festejos con motivo de la boda de la princesa de Navarra y el duque de Clèves. Esto significa, por tanto, que, en el momento de los hechos, el Amadís ya era conocido en los ambientes cortesanos –al margen de que el monarca y el intérprete ya hubiesen tenido contacto previamente con este libro durante su cautiverio–, y pudo servir, como así fue, de modelo para los torneos desarrollados en Châtellerault.

Al igual que ya hiciera Montalvo con los manuscritos del Amadís medieval, que los adaptó a la corriente ideológica de la corte de los Reyes Católicos, Herberay también realizó las pertinentes modificaciones para que dicha obra fuera acogida por parte de su nuevo público como algo original, adecuando el texto al espíritu de la nobleza y de la aristocracia francesas. Con vistas a lograr este objetivo se lleva-ron a cabo un conjunto de cambios que afectaron tanto a sus características externas como a su configuración interna: en cuanto a las primeras, la página se dispuso a línea tirada, los caracteres góticos fueron sustituidos por los romanos y las ilustra-ciones a página completa se transformaron en unas más pequeñas situadas al inicio de cada capítulo y alusivas al contenido del mismo; en relación a la segunda, el Amadís pasó a convertirse en un auténtico manual de «cortesanía» (Place 1954),

14 A este respecto resulta interesante el artículo, en prensa, de Cacho Blecua y Marín Pina.

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una guía de y para cortesanos (Luteran 1993: 162), un libro en donde los lectores eran capaces de aprender el arte de las buenas maneras así como un trato más ga-lante y refinado dentro de las esferas sociales más elevadas. Si a estas novedades le añadimos la representación de un mundo caballeresco idealizado, el uso de un len-guaje florido, la musicalidad de la prosa, el desfile de carros triunfales o la celebra-ción de suntuosos espectáculos, obtenemos un cóctel muy sugerente adonde los cortesanos podían acudir en busca de nuevas ideas para sus diversiones lúdicas.

En relación a este último aspecto, nos atreveríamos a seleccionar dos episodios paradigmáticos de la obra de Montalvo que podrían haber sido utilizados a la hora de elaborar las fiestas de Châtellerault. Por un lado, el capítulo 18 del libro primero, en el que, para conseguir la mano de Grovenesa, Angriote de Estraváus defiende el Valle de los Pinos, junto a su hermano, «contre tous les chevaliers errans qui par là passeront» (Bideaux 2006: 382),15 haciéndoles «accorder à force d´armes, compa-roir en la court du Roy Lisuart, et confesser qu´elle estoit plus belle que celle qu´ilz aymoient» (Bideaux 2006: 382).16 Con el fin de cumplir sus amenazas, ambos mantenedores colocan alrededor de los pinos una serie de lanzas así como un par de caballos ensillados y listos para la acción, puesto que el juramento hecho por parte de Angriote exigía la salvaguarda de este paso de armas durante, al menos, un año entero. Sólo la crucial intervención de Amadís de Gaula, que se niega a otorgar «si grand mensonge ne diray je de ma vie sans force ou extreme contraincte» (Bideaux 2006: 382),17 consigue acabar con una costumbre que ya se extendía a lo largo de tres largos meses.

Por otro lado, contamos con los primeros capítulos del libro segundo, que na-rran la célebre aventura del Arco de los Leales Amadores y la Cámara Defendida, cuya ubicación se sitúa en la Ínsola Firme debido a las artes mágicas del sabio Apolidón: al parecer, este último, al ser nombrado emperador de Grecia junto a su mujer Grimanesa, decidió marcharse a tomar posesión de su nuevo cargo no sin antes dejar a lo largo de la isla múltiples encantamientos «en sorte que de la en auant, nul n´en fust seigneur, s´il n´estoit autant bon cheualier & loyal en amour, comme il estoit» (Amadis de Gaule 1541: f. 2v).18 De este modo,

feit faire à l´entrée d´ung verger (planté de maintes sortes d´arbres) vne voulte, au dessus de laquelle, il meit vne statue d´homme de Brouze, tenant vne trompe, comme s´il en eust voulu sonner, & sur la porte de son palais, assist les ymages de

15 «de todos los cavalleros andantes que por él passassen» (Cacho Blecua 1987: 421). La versión

castellana del Amadís proviene siempre de esta edición. 16 «prometer por fuerça d´armas que, pareciendo en la corte del rey Lisuarte, otorgarían ser más

fermosa la amiga de Angriote que las suyas dellos» (Cacho Blecua 1987: 421). 17 «tan gran mentira nunca otorgaré si por fuerça no me lo hazen dezir o la vida no me quitan» (Ca-

cho Blecua 1987: 422). 18 «aquel lugar señoreado no fuese sino por persona que, assí en fortaleza de armas como en lealtad

de amores y de sobrada fermosura, a ellos entrambos paresciesse» (Cacho Blecua 1987: 660).

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luy & de Grimanese, si bien taillées, qu´elles paroissoient vifues, vis à vis desquel-les il planta vne haulte pierre de iaspe, & à demy traict d´arc pres (tirant au iardin) vng perron de fer de la haulteur de cinq couldées (Amadis de Gaule 1541: f. 2v).19

En el caso de que alguien intentase penetrar y no fuese el elegido para superar la prueba, la imagen con la trompa la haría sonar de un modo tan espantoso que, por medio de humo y fuego, le expulsaría de ese lugar. Por el contrario, cuando se adentrasen los escogidos, la misma estatua tocaría una tan dulce y apacible música que indicaría el fin de la aventura. Al mismo tiempo, a la puerta de la cámara Apo-lidón mandó colocar dos padrones: uno de piedra, ubicado a cinco pasos de la en-trada, con las siguientes letras amenazantes, «nul ne s´aduenture passer ceste pierre, pour entrer en la chambre, s´il ne passe en cheualerie Apolidon» (Amadis de Gaule 1541: f. 3r);20 y otro de cobre, algo más alejado, con otras letras de la misma índole que las anteriores: «selon la bõté du cheualier qui essayera l´aduenture, il passera le perron, les vngs plus oultre, les aultres moins» (Amadis de Gaule 1541: f. 3r).21

Cien años después de su instauración, será Amadís quien experimente su perso-na en los encantamientos de esta prueba. Así, a su llegada a la isla, se encontró un enorme palacio con las puertas abiertas de par en par y un elevado número de escu-dos puestos en tres hileras: en la parte inferior, reclinados sobre unos poyos, hasta un total de cien; encima de ellos, otros diez; y, por último, en otro poyo instalado sobre los anteriores, otros dos, uno más alto que el otro. Una vez ante el edificio, fue informado de que,

selon la bonté & cheualerie de ceulx qui ont voulu entrer en la chambre deffendue, leurs escuz sont honorez: & ceulx que vous voyez pres de terre, furent aux cheua-liers qui n´ont approché le perron de cuyure. Mais les dix plus hault, y sont pa-rueunz, & plus ont faict encores ceulx à qui furent ces deux que vous voyez sepa-rez, & au dessus des aultres: car ilz ont passé le perrõ, sans toutesfoy saopprocher celuy de marbre, cõme a faict l´aultre, duquel l´escu est esleué encores plus hault, que de ces deux tant estimez» (Amadis de Gaule 1541: f. 5r).22

19 «hizo un arco a la entrada de una huerta, en que árboles de todas naturas havía; y otrosí havía en

ella cuatro cámaras ricas de straña lavor; y era cercada de tal forma, que ninguno a ella podía entrar sino por debaxo del arco; encima dél puso una imagen de hombre, de cobre, y tenía una trompa en la boca como que quería tañer; y dentro en el un palacio de aquellos, puso dos figuras a semejança suya y de su amiga, tales que bivas pareçían, las caras propiamente como las suyas y su estatura, y cabe ellas una piedra jaspe muy clara; y fizo poner un padrón de fier[r]o de cinco codos en alto, a un medio trecho de ballesta del arco, en un campo grande que ende era» (Cacho Blecua 1987: 660-661).

20 «De aquí no passará sino el cavallero que de bondad de armas a Apolidón passare» (Cacho Ble-cua 1987: 662).

21 «D´aquí passarán los cavalleros en que gran bondad de armas oviere; cada uno según su valor assí passará adelante» (Cacho Blecua 1987: 662).

22 «assí era la bondad de cada uno cuyos los scudos eran que en la cámara defendida quisieron en-trar, y los que no llegaron al padrón de cobre estavan los scudos en tierra, y los diez que llegaron al padrón estavan más altos, y de aquellos dos el más baxo passó por el padrón de cobre, mas no pudo

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Temiendo fracasar en su empeño, «trop fut esmerueillé Amadis, voyant les es-

cuz de tant de bons cheualiers, qui tous auoient failly à ce qu´ilz vouloient entre-prendre: Et doubta grandement de faire aussi peu que eulx» (Amadis de Gaule 1541: f. 5v);23 al final, y a pesar de los temores iniciales, el héroe acabará con los encantamientos y la Ínsola Firme pasará a su legítima propiedad.

Como se puede apreciar a través de tan sólo estos dos episodios del Amadís de Gaula, no les resultaría difícil a Francisco I y a su hijo el Delfín hallar inspiración para crear las justas caballerescas de Châtellerault: los pasos de armas, los padro-nes, las letras amenazantes escritas a su alrededor, los mantenedores, los aventure-ros, los arcos de triunfo, los escudos colgados en los árboles a modo de desafío, las damas contemplando el espectáculo, las doncellas enamoradas, las batallas, los torneos, las encrucijadas de caminos, los lugares encantados, la presencia de ermi-taños consejeros –como Andalod en la Peña Pobre, en el capítulo XLVIII del libro II–, el afán aventurero de los protagonistas, el heroísmo de Amadís, su valentía y coraje a la hora de afrontar las más extrañas empresas, su vertiente sensual y galan-teadora, todo ello aparece reflejado, de un modo u otro, en la representación real de las fiestas conmemoradas el 17 de junio de 1541 en uno de los centros de poder más distinguidos de la Europa renacentista.24

Por último, sólo cabe resaltar la importancia de la carta de Francisco de Moraes en cuanto que nos desvela la relación de unos espectáculos que han pasado de-sapercibidos para la mayoría de los estudiosos, entretenimientos que, por otro lado, no sólo ponen de manifiesto la enorme influencia que ejerció el Amadís entre los medios aristocráticos de la corte de Francisco I, conocedora de sus aventuras desde la aparición, en julio de 1540, de la traducción de la obra por parte de Herberay des Essarts, sino que además se han de considerar como una de las primeras huellas de su recepción en suelo francés.

llegar al otro, y el que estava más alçado llegó al padrón de mármol y no passó más adelante.» (Cacho Blecua 1987: 667).

23 «pues que tales cavalleros no la acavaron» (Cacho Blecua 1987: 668). 24 Lo que resulta más sorprendente de esta transposición de elementos narrativos sobre la vida corte-

sana es el hecho de que, transcurrido un tiempo, el propio Francisco de Moraes, que en su primer viaje a Francia ya tenía entre manos la confección del Palmeirim de Inglaterra, aprovechó parte de la inventiva desplegada en Châtellerault como material para su obra caballeresca. Sobre este aspecto véase nuestro artículo (Vargas Díaz-Toledo 2007a: 275), en donde se resalta, entre otras, la aventura de Floriano por España acompañado de hasta nueve doncellas. En un trabajo posterior trataremos con más detenimiento la influencia de estos torneos sobre algunos episodios de la obra de Moraes.

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