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Journal of Latin American Geography, 15 (1), 2016 © Conference of Latin Americanist Geographers
Incentivos Forestales del Estado y la Administración
Comunal: Una Ecología Política de Pagos y Compensación
por Servicios Ambientales en el Altiplano de Guatemala
Nicolena vonHedemann
Universidad de Arizona
Tracey Osborne
Universidad de Arizona
Resumen
Muchos programas de pagos por servicios ambientales (PSA) en América Latina persiguen motivar
la protección del medio ambiente por medio de la valuación de los servicios que generan para la
sociedad, y a través de ello proporcionar fondos para el desarrollo local. Este artículo se enfoca en
los programas de incentivos forestales de Guatemala los cuales han experimentado una rápida
expansión. Nuestro análisis pretende mostrar la complejidad de una modalidad de PSA que
compensa a los participantes por buenas prácticas de gestión forestal. Desde el enfoque de la
ecología política, investigamos el impacto de estos incentivos con respecto a los beneficios para los
participantes locales y el acceso a los recursos en dos municipios del altiplano. Los participantes en
el área rural a través del buen manejo de los bosques, han aprovechado la oportunidad de recibir
pagos por esfuerzos de conservación preexistentes, motivando también a organizaciones
comunitarias a inscribirse a estos programas. La inscripción en los programas no obstaculiza la
continuidad en los beneficios que resultan de sus tierras, pero la participación en el PSA también
implica la apertura de los bosques manejados tradicionalmente por indígenas al control estatal
tecnócrata. Los programas pueden incrementar los ingresos económicos de los hogares rurales en
pobreza por un tiempo limitado pero con frecuencia estos programas privilegian a los hombres jefes
de familia que poseen tierras suficientes para la inscripción. Nuestro argumento es que para estos
participantes estos incentivos forestales no mercantilizados pueden tener la flexibilidad para
satisfacer las necesidades de los pequeños poseedores de tierra, un resultado que no se encuentran
en los programas de PSA basados en el mercado y enfocados en la producción de servicios
ecosistémicos específicos. Esta investigación puede ofrecer indicios importantes para el programa de
REDD+ (la iniciativa de las Naciones Unidas para Reducir las Emisiones de la Deforestación y la
Degradación de bosques), ya que destaca los beneficios sociales y ecológicos de la administración
comunitaria e indígena de bosques y la importancia de priorizar la distribución amplia de los fondos
REDD+ a los poseedores que mantienen actividades forestales sostenibles.
Palabras claves: pagos por servicios ambientales; ecología política; Guatemala; REDD+; organizaciones indígenas;
gobernanza ambiental
2 Journal of Latin American Geography
Introducción
Los pagos por servicios ambientales (PSA) son formas de gobernanza ambiental que están
creciendo rápidamente con el objeto de aumentar la protección del medio ambiente por medio de la
valoración financiera de los ecosistemas y de los servicios que ofrecen a través de pagos a los que
poseen o administran terrenos. Los PSA muchas veces se consideran parte de una tendencia
neoliberal de los últimos 30 años, en que la conservación global ha pasado de ser una administración
del estado a constituir los mercados económicos como estrategia dominante de la gobernanza
medioambiental (Corbera, Kosoy y Martínez Tuna 2007; Pattanayak, Wunder y Ferraro 2010;
Dempsey y Robertson 2012). Los defensores de PSA argumentan que poner un valor económico a
los ecosistemas y sus servicios incentiva la conservación a través de la internalización de los costos
de la degradación ambiental (Costanza y otros 1997; Daily y otros 2000). Aunque se basa en una
lógica del mercado, la mayoría de los programas de PSA en todo el mundo representa una forma de
gobernanza de neoliberalismo ambiental híbrido, interactuando con “las formaciones culturales
preexistentes, las burocracias, los mercados laborales, las naturalezas biofísicas, y más” (McCarthy,
2005: 1009; Larner 2003; McAfee y Shapiro, 2010; Dempsey y Robertson, 2012). La mercantilización
de la naturaleza siempre ha confiado en el papel de un estado que opera en múltiples escalas para
regular el mercado (Polanyi 2001). En Guatemala los programas de incentivos forestales son
administrados por el Instituto Nacional de Bosques (INAB), una institución descentralizada
financiada por el estado con una mesa directiva de actores públicos y privados. Así, los programas de
PSA en Guatemala son similares a muchos en todo el mundo donde los estados fomentan la gestión
de los ecosistemas y sus servicios a través de pagos, en lugar de intercambios de PSA basados en el
mercado (Fletcher y Breitling 2012; McElwee 2012; Matulis 2013; Shapiro-Garza 2013a; Shapiro-
Garza 2013b; Lansing 2014).
Mientras muchos tipos de programas de PSA proliferan en todo el mundo, su impacto en los
medios de subsistencia y en los ecosistemas sigue siendo ambiguo. Este estudio se centra en el
ejemplo de dos programas de incentivos forestales guatemaltecos, que ofrecen la oportunidad de
investigar la gobernanza ambiental neoliberal híbrida, en la práctica. Utilizando estos programas
como un caso de estudio de compensaciones por servicios ambientales (McAfee y Shapiro 2010),
investigamos los efectos de los incentivos forestales en participantes guatemaltecos del área rural en
cuanto a los beneficios locales y el acceso a la tierra y a los recursos. Un programa de investigación
que precede a la compensación por servicios del ecosistema toma en consideración la gestión
forestal local y el uso preexistente de las tierras comunitarias. Sostenemos que en el Departamento
de Totonicapán, estos incentivos forestales que no están vinculados al mercado de ventas de
servicios de los ecosistemas, pueden reforzar exitosas prácticas forestales existentes, un resultado
que no muchas veces se encuentra dentro de los programas de PSA cuantitativos y basados en el
mercado. El carácter voluntario de la participación y los pagos directos por reforestación y
protección forestal permite que estos programas tengan algún beneficio financiero para las
comunidades forestales, aunque no eliminan las amenazas de la pobreza o la deforestación. Este
estudio contribuye a los debates sobre el diseño de los programas de PSA porque se investiga los
incentivos de Guatemala, los cuales son poco estudiados aunque son de una generación anterior y se
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 3
los compara con otras formas de PSA. La investigación proporciona información sobre los impactos
de REDD+, la iniciativa de las Naciones Unidas para la reducción de emisiones de la deforestación y
la degradación de los bosques de los países en desarrollo, que incluye proyectos piloto en
Guatemala.
El diseño de los programas de PSA
El diseño de los programas de PSA desempeña un papel importante en la concretización de
resultados sociales y ambientales. Los programas de PSA van desde el mecanismo del desarrollo
limpio basado en el cumplimiento (CDM en inglés) y los bonos de carbono voluntarios, hasta los
programas de desarrollo e incentivos por conservación dirigidos por el estado (Tabla 1). Estos
programas cubren una gama de servicios ambientales como la captura de carbono, el suministro de
agua, la protección de la biodiversidad y las actividades de conservación general de los bosques. La
cuantificación de los servicios ambientales es difícil, y servicios como la filtración de agua y
biodiversidad muchas veces son compensados por pagos de actividades de proxy que se asume que
se estructuran a partir de estos servicios, tales como la conservación de los bosques (Robertson
2000, 2006; Shapiro-Garza 2013b; Ponette-González y otros 2014a). Otros programas, tales como la
captura de carbono para los mercados de cumplimiento, están cuidadosamente medidos y
monitoreados para asegurar que el servicio sea provisto y que aseguren las reducciones de carbono
para el comercio de créditos de servicio de ecosistemas en el mercado de carbono (Bumpus y
Liverman 2011a; Lovell y MacKenzie 2011). La amplia definición de programas de PSA de Wunder
(2015) incorpora estos diseños radicalmente diferentes, argumentando que los pagos deben ser
condicionados en todos los programas. En este artículo nos centramos en los programas de PSA
basados en bosques y sostenemos que el diseño del programa de PSA que corresponde a un régimen
de pago, es clave para sus resultados sociales.
McAfee y Shapiro (2010) identifican varias posturas ideológicas con respecto a los PSA: (1)
una perspectiva de “eficiencia de conservación” sostiene que los programas basados en el mercado
sin objetivos de desarrollo social pueden ofrecer el uso más eficiente de los recursos para la
conservación; (2) una perspectiva de “pro-mercado, pro-pobres” sugiere que los mercados de PSA
pueden generar tanto beneficios sociales como ambientales; y (3) un paradigma de “compensación
por servicios ambientales” aboga porque los administradores rurales deben ser recompensados por
las prácticas de buena conservación independientemente de una demanda en el mercado de servicios
de los ecosistemas (Tabla 1). Los programas pueden cambiar a lo ancho de este espectro de
requisitos de condicionalidad y de objetivos, con ajustes de la estructura del programa por parte de
los administradores para adecuarse a la lucha política actual y a los cambios en el enfoque ideológico
de los organismos de ejecución. Por ejemplo, Shapiro-Garza (2013) sostiene que los inicios de los
programas de los PSA en México se basaban en discursos del neoliberalismo impulsado por el
Banco Mundial que veía los PSA como un plan de conservación eficiente. Más tarde, los
movimientos sociales agrarios utilizaron los programas de PSA como un sitio de compromiso
político, transformando el programa para reconocer el valor de la administración sostenible de los
productores campesinos (Shapiro-2013a; Shapiro-Garza 2013b). Los programas de Guatemala, en su
transición de incentivar la reforestación a gran escala para propósitos económicos dirigidos a la
4 Journal of Latin American Geography
Tabla 1. Tipos comunes de programas de pagos por servicios ambientales
Ejemplo Servicio(s) Ambiental(es)
Entidad Administradora
Mecanismo Financiero
Modelo de Diseño
Créditos de reducción de emisiones o certificados del Mecanismo de Desarrollo Limpio por forestación o reforestación (CDM)
Captura de carbono
Secretaría de la Convención del Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC)
Mercado de carbono de cumplimiento internacional
Pro-mercado, pro-pobres
Mercado voluntario; reducciones de emisiones verificadas
Captura de carbono
Acuerdos entre el comprador voluntario de créditos y los productores a través de los proveedores de crédito (empresas privadas u ONGs). Generalmente certificado por un tercer actor.
Mercado voluntario de carbono
Pro-mercado, pro-pobres; eficiencia de conservación
Programas de PINPEP y PINFOR en Guatemala
Conservación de bosques en general (protección o reforestación)
Instituto Nacional de Bosques (INAB) de Guatemala
Subsidio estatal (PINPEP fue financiado por donaciones de Holanda desde 2006-2011)
Compensación por servicios ambientales
Programa de México, Pro-Árbol
Suministro de agua o conservación de la biodiversidad a través de pagos para la conservación de los bosques
Comisión Nacional Forestal de México (CONAFOR)
Subsidio estatal (previamente complementado con dos préstamos del Banco Mundial)
Compensación por servicios ambientales
Programa de Socio Bosque de Ecuador
Conservación de bosques en general (bosques nativos)
Ministerio del Ambiente de Ecuador
Subsidio estatal Pro-mercado, pro-pobres
Proyectos piloto de REDD+
Captura y almacenamiento de carbono
UNFCCC coordinado con gobiernos nacionales
Fondos de preparación para la REDD+ de fondo de carbono forestal del Banco Mundial o Forest Carbon Partnership Facility. Futuros fondos se derivarán del mercado o de un fondo.
Modelos híbridos
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 5
silvicultura hacia la pequeña escala en zonas empobrecidas con un enfoque más amplio sobre los
servicios ambientales y los beneficios sociales, refleja asimismo una fluida compensación por
servicios ambientales en la práctica. La coexistencia de dos programas de incentivos diferentes en
Guatemala refleja las luchas políticas, enfoca ideologías divergentes de acercamiento a los bosques, y
relaciones desiguales de poder en el sector forestal.
Cuestionando los beneficios de la conservación y del desarrollo de PSA
Un enfoque de la ecología política proporciona una lente única para cuestionar los PSA. Con
una larga historia de exploración, conservación, control de la tierra y de los conflictos (Hecht 1985;
Peluso 1994), la ecología política proporciona herramientas críticas para entender las contradicciones
entre las narrativas ambientales del PSA, las luchas por los recursos y el papel de la naturaleza
biofísica (Robbins 2011; Corson, MacDonald y Neimark 2013). Utilizando este enfoque de la
ecología política en las distribuciones desiguales de poder, investigamos las modalidades en que los
programas de PSA de Guatemala representan tanto una oportunidad como una carga, y para quién.
Los estudios anteriores en programas forestales de PSA han demostrado que la capacidad
para lograr dobles objetivos de conservación y desarrollo, es ambigua y está plagada de
contradicciones (Pattanayak, Wunder y Ferraro 2010; Ferraro 2011). Por ejemplo, mientras que los
pagos de PSA pueden ser valiosos en la generación de ingresos adicionales para las familias rurales y
empleo para aquellos contratados para realizar actividades necesarias (Osborne 2013), los programas
de PSA no siempre pueden traer beneficios económicos para los participantes en sí, por ejemplo, el
costo inicial no se recupera debido a la alta mortalidad de arbolitos, los gastos de oportunidad
perdida son grandes, o los caprichos del mercado de servicios de los ecosistemas llevan a un monto
variable de pago (Bailis 2006; Tacconi, Mahanty y Suich 2013). Los participantes de los programas
de PSA pueden quedar restringidos en su capacidad de utilizar sus tierras para otros fines que no
pueden ser compensadas adecuadamente por los pagos del programa o pueden reducir la capacidad
de adaptación a necesidades de subsistencia (Osborne 2011; Lansing 2015). Mientras que los pagos
pueden ser una oportunidad para aumentar la inmediatez de beneficios de la reforestación, los pagos
por sí solos muchas veces han sido ineficaces en el tratamiento de todos los causantes de la
deforestación (Sabelli 2011; McElwee 2012). Además, los PSA tienden a producir sesgos de género
al beneficiar en gran medida a los varones que poseen más tierra, recibiendo los pagos de PSA y
teniendo más poder de decisión, al mismo tiempo que se les proveen más habilidades técnicas y
capacitaciones (Bailis 2006; Corbera, Kosoy y Martínez Tuna 2007; Lansing 2015). Los programas de
PSA también pueden producir sesgos raciales en contextos donde la raza está fuertemente ligada al
tamaño de la tenencia de tierras (Aguilar-Støen 2015a). Los programas de PSA que intentan traer
beneficios de desarrollo muchas veces han sido criticados por no llegar a los potenciales
beneficiarios más pobres (Lansing, 2014, 2015). En un meta-análisis de 23 casos de estudio de PSA,
Adhikari y Agrawal (2013) concluyeron que los escenarios sociales como la equidad, las tasas de
participación y los beneficios de subsistencia eran rara vez altos y también se mostraban muy
variables.
6 Journal of Latin American Geography
De igual manera, los beneficios ecológicos se entremezclan. Algunos sostienen que los PSA
pueden mejorar la salud de los bosques y proporcionarles a los usuarios rurales comida, madera,
combustible, medicinas, forraje, fertilizante, cortavientos, control de la erosión y mejor fertilidad del
suelo (Smith y Scherr 2002). Otros estudios indican que realmente sembrar bosques en terrenos no
forestales reduce las corrientes que contribuyen a las cuencas hidrográficas en zonas tropicales de
alta elevación (Ponette-González y otros 2014b). Sin embargo, los proyectos de PSA no
necesariamente pueden ser adicionales y en algunos casos pueden no proporcionar importantes
beneficios de servicios ecosistémicos en comparación con el uso tradicional de tierra (Ponette-
González y Fry 2014; Osborne 2015). La determinación de la adicionalidad, o la prueba de que los
pagos hayan llevado a cobertura forestal adicional de protección que, de otra manera, no ocurrirían
sin los PSA, sigue siendo crucial para los programas de PSA basados en el mercado que garantizan
una producción de servicios ambientales.
Estas contradicciones en los PSA son ilustrativas de los temas más amplios de la economía
política y de las desiguales relaciones de poder. En este sentido, algunos consideran la proliferación
de programas de captura de carbono como “colonialismo del carbono,” sosteniendo que estos
programas utilizan los problemas del cambio climático como base discursiva de un nuevo tipo de
imperialismo (Bachram 2004; Lohmann 2005, 2010, 2012; Bumpus y Liverman 2011). Cuando los
paisajes del mundo pueden ser cotizados por usuarios extranjeros para sus servicios ambientales,
esto pone a los pobres en desventaja ya que no pueden competir con los ricos (McAfee 1999). Otros
argumentan que la asignación de un valor financiero a los ecosistemas puede opacar otros valores
sociales y culturales acerca de la naturaleza (Polanyi 2001; Beymer-Farris y Bassett de 2012; Corbera
2012; Osborne 2015). Además, el enfoque de los PSA como una solución técnica puede impedir el
cambio efectivo porque las estructuras económicas y políticas tradicionales se quedan intactas
(McAfee y Shapiro 2010; Boyd y Goodman 2011). Mientras que estas evaluaciones se han centrado
principalmente en los mercados, el caso de Guatemala ha planteado interesantes resultados que
resaltan beneficios particulares y complejidades encontradas en el diseño de programas de incentivos
de no-mercado.
Los programas de incentivos forestales de Guatemala: PINFOR y PINPEP
Los bosques de Guatemala, particularmente en el altiplano occidental donde este estudio se
lleva a cabo (Figura 1), son importantes recursos económicos y culturales que han sido expropiados,
privatizados y nacionalizados (Wittman y Geisler, 2005). Los programas de incentivos son
supervisados por el Instituto Nacional de Bosques de Guatemala (INAB). La Junta Directiva del
INAB incluye a representantes de ministerios del gobierno nacional, gobiernos del municipio,
instituciones de educación forestal, industria forestal y las ONGs ambientales (Birner y Wittmer
2006; Aguilar-Støen 2015b; INAB 2015). Una ley forestal de 1996 creó el INAB y estableció que el
INAB supervisaría y controlaría todos los bosques conjuntamente con los gobiernos del municipio,
incluyendo la emisión de licencias para el consumo familiar de leña recogida en cualquier tipo de
tenencia de la tierra. Muchos guatemaltecos no han obtenido las licencias debido a la falta de
información sobre la necesidad de dichos permisos y porque desconocen sobre el proceso de
obtención, incapacidad de pagar, otros inconvenientes, conflictos con las normas comunales locales
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 7
de gestión de tierras, y temor de que instituciones del estado recojan su información personal.
Aunque muchas veces hay fronteras en disputa, muchos municipios tienen título de grandes áreas de
bosques y las comunidades también conservan bosques para uso comunitario. Así, grandes áreas de
paisajes boscosos están bajo el control de las instituciones de gobierno descentralizadas pero
formales como el INAB y los municipios, los cuales a veces pueden tener conflictos con
instituciones indígenas informales de largo plazo con escasos recursos económicos para mantener las
tierras comunales (Elías, Larson y Mendoza 2009).
El INAB como ente descentralizado y autónomo, administra fondos públicos para los dos
programas nacionales de PSA que son el enfoque de este estudio: PINFOR (Programa de Incentivos
Forestales) y PINPEP (Programa de Incentivos Forestales para Poseedores de Pequeñas
Extensiones de Tierra de Vocación Forestal o Agroforestal). El primer programa de incentivos
promovía la industria forestal y asistía a los grandes terratenientes, mientras que el segundo se creó
con el objetivo de apoyar a los pequeños poseedores. Los dos programas ofrecen pagos anuales
durante 5-10 años (actualmente no renovables) a cambio del manejo de los bosques naturales de
producción o protección, regeneración natural, plantaciones forestales o sistemas agroforestales,
dependiendo el programa y su modalidad (Decreto Número 101-96, Ley Forestal; Resolución Núm.
JD 01.35.2010, Reglamento de PINFOR 2010; Decreto Número 51-2010: PINPEP; Resolución
Núm. JD 01.14.2011: Reglamento del PINPEP). La inscripción requiere planes de manejo
elaborados por un técnico registrado en el INAB en la mayoría de los casos, así como la verificación
del INAB en revisiones anuales. Muchas veces este proceso se facilita a través de una oficina forestal
del municipio u ONG que pueden recibir un porcentaje del pago de incentivo anual a cambio del
apoyo en la inscripción o un pago por adelantado a un técnico de formación universitaria que
elabora el plan de trabajo. Estos programas no valoran explícitamente ni miden un servicio de
ecosistema solicitado, sino que provee un “subsidio” para incentivar la salud de los bosques. Así,
estos programas caen dentro del paradigma de compensación por servicios ambientales (Grieg-
Gran, Porras y Wunder, 2005; McAfee y Shapiro, 2010). Los pagos se otorgan con la realización de
las actividades que se consideran necesarias para favorecer la salud de los bosques (crear cortafuegos,
lograr la densidad mínima de árboles, mantener una baja mortalidad de reforestación, eliminar
especies indeseables, etc.) y no hay ningún comercio de créditos de PSA en ningún mercado. El
programa está subvencionado de manera centralizada y actualmente no tiene ningún nexo
internacional de financiamiento, aunque los primeros 5 años de PINPEP (2006-2011) fueron
parcialmente financiados por la agencia de cooperación y desarrollo de las países bajas (Aguilar-
Støen 2015b).
El INAB lanzó PINFOR en 1997, dirigido a áreas con un mínimo de dos hectáreas o más.
El objetivo del programa era aumentar las existencias de bosques disponibles para el desarrollo
económico de Guatemala, la industria forestal e incentivar en forma sostenible la protección de los
bosques naturales para servicios ambientales (Boscolo, Dijk y Savenije 2010; Resolución Núm. JD.
01.35.2010, Reglamento de PINFOR 2010). La gran mayoría de los pagos de PINFOR va a los
grandes terratenientes, pero entre los participantes también hay usuarios de bosques comunales,
municipios y propietarios de proyectos en grupo (Elías, Larson y Mendoza 2009). Además, la
legislación prioriza la reforestación sobre otras modalidades, como que el 80% de los fondos estaban
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destinados a la reforestación y al mantenimiento de bosques voluntarios, dejando el 20% para la
preservación de bosques naturales (Decreto Número 101-96, Ley Forestal). En el Registro General
de la Propiedad se requiere de los adecuados documentos de propiedad, con los cuales muchos
guatemaltecos no cuentan. Los pequeños propietarios que carecen de las 2 hectáreas necesarias para
ingresar [45% de los propietarios (Aguilar-Støen 2015b)] sólo pueden ingresar al programa si
combinan pequeñas parcelas en uno solo bajo un único documento de registro oficial (muchas veces
propiedad de un municipio). Según el INAB, entre 1998 y 2012 PINFOR desembolsó más de US$
184 millones para la reforestación y para los proyectos de manejo de bosque natural (Tabla 2),
estimulando “la revaloración de los bosques en términos económicos y ecológicos, incluyendo
bosques comunales” (Elías, Larson y Mendoza 2009, 30). Sin embargo, a PINFOR no se le ha
asignado suficientes fondos por parte del Congreso para cubrir todos los pagos, por eso los pagos de
varios proyectos fueron anulados o retrasados en 2014 y 2015, lo cual, sostienen algunos, afecta más
a los participantes comunales o proyectos de preservación y no tanto a los proyectos de plantación
debido a un enfoque fundamental del PINFOR en el apoyo a la industria de la madera (Rosa 2014;
Bolaños 2015). Está programado que PINFOR finalice en 2016 y el Congreso aprobó una
modificación que reemplaza PINFOR (llamado PROBOSQUE) en octubre 2015, aunque el
reglamento específico de la ley en la práctica aún no se había finalizado en el momento de su
redacción (Reyes Gómez 2015; Decreto Número 2-2015, PROBOSQUE).
Tabla 2. Inscripción nacional de PINPEP y PINFOR del INABa
Programa Área Total del Terreno
Inscrito (hectáreas) Pago Totalb Número Total de
Beneficiarios
PINFOR (1998-2012)
328,577.32 Q1,446,552,607.98 US$181,885,379.03
760,355
PINPEP (2007-2014)
46,585.71 Q273,048,629.14 US$34,332,352.06
139,734
a) Basado en información publicada que obra en el sitio web del INAB (INAB 2015) b) A lo largo de este artículo se aplica una tasa de conversión de Q7.9531 = 1 USD del 24 de diciembre de
2012.
En respuesta a la inaccesibilidad de los fondos de PINFOR para sus esfuerzos de
conservación forestal de pequeña escala y de base en la comunidad, muchas organizaciones sociales
protestaron contra los requisitos de inscripción y estimularon la creación de PINPEP en 2006 (Elías,
Larson y Mendoza 2009; Ordoñez 2011; Aguilar-Støen 2015b). Sin documentos de propiedad en el
Registro Nacional de Propiedad, los participantes del PINPEP pueden ingresar sus pequeñas
parcelas (mínimo 0.1 hectáreas), mediante la obtención de una certificación de propiedad de la tierra
extendida por el gobierno local del municipio (Decreto Número 51-2010: PINPEP; Resolución
Núm. JD.01.14.2011: Reglamento del PINPEP). Mientras que aún se intenta aumentar el bosque
guatemalteco para el uso comercial, PINPEP también fue creada para proteger los ecosistemas y
para promover el desarrollo rural, cambiando el enfoque de los incentivos (Decreto Número 51-
2010: PINPEP; Resolución Núm. JD. 01.35.2010, Reglamento de PINFOR 2010; Resolución Núm.
JD.01.14.2011: Reglamento del PINPEP). La ley de PINPEP era una legislación histórica ya que su
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 9
creación se debe a la insistencia de las organizaciones forestales comunitarias, porque reconoce los
derechos de propiedad fuera del Registro Nacional y por su enfoque en los beneficios sociales
(Aguilar-Støen 2015b). Sin embargo, es importante observar que las parcelas del PINPEP (que
comenzaron una década más tarde que las del PINFOR; ver Tabla 2) son sólo el 14% de la
cobertura total del PINFOR, y los pagos totales son el 18% de los pagos del PINFOR, que indica el
desequilibrio en los impactos de los programas. El recién aprobado programa PROBOSQUE ha
modificado el PINFOR al permitir una participación más amplia, reduciendo los requisitos del
tamaño de tierra a 0.5 hectáreas y aumentando los tipos de tenencia de la tierra que pueden ser
admitidos, aunque algunas organizaciones forestales de base todavía son críticos de la interpretación
que hace el INAB de lo que califica como documentación apropiada de la propiedad. La ley añade la
posibilidad de futuras compensaciones por servicios ambientales con fondos provenientes de fuera
del gobierno, tales como REDD+ u otras iniciativas vinculadas a la mitigación o la adaptación al
cambio climático.
Con los programas del PINFOR y PINPEP como caso de estudio de una compensación por
servicios ambientales, demostramos que en el Departamento de Totonicapán, estos incentivos
forestales pueden reforzar las prácticas forestales ya existentes y que son relativamente exitosas. Esto
ilustra que aunque la adicionalidad del programa de incentivo puede ser baja, el diseño de este
programa ha generado algunos beneficios socioeconómicos con mínimas restricciones en el acceso a
los bosques. Estimulado por la demanda del pequeño poseedor, este programa de compensación no
comercial es un movimiento hacia el reconocimiento de la administración rural de bosques que
valora monetariamente el trabajo de los pequeños terratenientes o de productores forestales
comunales. La capacidad para lograr este reconocimiento, sin embargo, es limitada por falta de
fondos asignados a los programas y una continuada priorización de los proyectos más grandes.
Mientras que los beneficios del programa pueden ser adquiridos a través de sus diseños flexibles
basados en prácticas forestales condicionales en vez de la medición del servicio provisto, aún sigue
habiendo cuestiones sobre desigualdad de género y en cuanto a obstáculos burocráticos para la plena
participación de las comunidades forestales.
Contexto agrario del altiplano occidental
Este estudio se lleva a cabo en el Departamento de Totonicapán ubicado en el altiplano
occidental (Figuras 1 y 2), donde existe una larga historia de silvicultura comunitaria y una continua
dependencia de los recursos forestales alpinos que hacen que estos incentivos sean populares pero
también polémicos. El altiplano occidental es el lugar más densamente poblado del país luego de la
ciudad de Guatemala, y noventa y cinco por ciento de las fincas se consideran de sub-subsistencia
(Veblen 1977; Veblen 1978; Wittman y Geisler, 2005). Hay pocas parcelas grandes (latifundios) en la
región, a diferencia de otros departamentos de Guatemala, como resultado del despojo de tierras en
las tierras bajas y debido a la concentración de la población en las tierras altas (Handy 1994; Grandin
2000; Katz 2000). Esta condición representa una oportunidad para investigar el impacto de los
incentivos hacia los participantes rurales que mantienen parcelas pequeñas, que dependen de los
recursos forestales, que buscan fuentes diversificadas de ingresos y que mantienen tradiciones de
conservación de los bosques. Al mismo tiempo, esta región contrasta grandemente con áreas
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caracterizadas por la existencia de parcelas grandes y bosques de elevaciones menores en las tierras
bajas del norte y del Pacífico de Guatemala. Los espacios forestales siguen siendo una fuente de
identidad para muchos grupos indígenas que viven en las tierras altas, dándole “significado a la
identidad colectiva y fortaleciendo el sentido de comunidad frente a un Estado históricamente
excluyente y centralizado” (Elías y otros, 2009:9).
Figura 1. Mapa de cobertura forestal en Guatemala y área de estudio. Cobertura forestal de Guatemala en
2012 con los municipios del área de estudio de Santa María Chiquimula (norte) y Totonicapán (sur) en el
Departamento de Totonicapán en el altiplano occidental, resaltado. Datos de las regiones administrativas
proporcionados por la Secretaria de Planificación y Programación de Guatemala. Datos de cobertura boscosa
proporcionados por el Grupo Interinstitucional de Monitoreo de Boques y Uso de la Tierra (GIMBOT 2014).
Las poblaciones indígenas del altiplano occidental tienen una tumultuosa relación histórica y
contemporánea con el estado de Guatemala. Los intentos de reforma agraria hechos por el estado a
mediados del siglo XX terminaron abruptamente con un golpe de estado apoyado por la CIA en
1954, iniciando una época de aumento de la violencia de estado y actos de genocidio (Grandin 2000;
Oglesby y Ross 2009). Terminando con los acuerdos de paz de 1996, el legado de los 36 años de
guerra civil deja como resultado poblaciones desplazadas, desconfianza hacia el estado, interrupción
de los medios de subsistencia, continuada falta de justicia por crímenes de guerra y destrucción de la
organización social (Grandin 2000). La impunidad es todavía endémica, como se ve en la matanza en
2012 de seis ciudadanos de Totonicapán por parte de los militares durante las protestas pacíficas
contra las elevadas tarifas de electricidad (Clouser 2009; Falla 2012). Las intervenciones estatales de
desarrollo continúan priorizando un modelo agroexportador que aumenta la desigualdad social, el
conflicto y el deterioro ambiental (Elías y Nakata 2010). Para muchos participantes rurales de los
programas, el INAB es la principal interacción con una institución del estado aparte de las
instituciones que se basan en la coerción violenta, creando así oportunidades para que los
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 11
guatemaltecos rurales interactúen con la burocracia en otras maneras (Ferguson y Gupta, 2002;
Larson, 2008).
Figura 2. Foto del paisaje del área de estudio de la primera autora.
Hoy en día, la mayoría de hogares rurales del altiplano occidental participan en la agricultura
de subsistencia dedicada a la producción de maíz y frijol y dependen de los bosques para obtener
leña (Veblen 1978; Goldín, 2009). Además, las economías de las tierras altas se basan en la pequeña
producción industrial, la pequeña producción agrícola mercantil, la producción de productos
agrícolas no tradicionales para la exportación y la producción industrial de ropa para la exportación
(Goldín 2009). La migración a Estados Unidos y estacionalmente a zonas costeras, reduce pero no
elimina la pobreza (Wittman y Johnson 2008; Goldín, 2009). Las actuales amenazas a los bosques
son mayor cosecha de productos forestales, brotes de gorgojo (Dendroctonus adunctus) y aumento de la
inversión en minería e hidroeléctricas (Conz 2008; Elías, Larson y Mendoza 2009).
Metodología de la investigación
Este estudio se llevó a cabo en los Municipios de San Miguel Totonicapán y Santa María
Chiquimula ubicados en el Departamento de Totonicapán. Santa María Chiquimula cuenta con una
población de más de 48 mil habitantes y Totonicapán, la cabecera del departamento, tiene una
población de más de 134 mil habitantes (INE 2011). Los dos municipios fueron elegidos con base
en el alto nivel de actividad que se registra en sus oficinas forestales municipales. Son adyacentes
entre sí pero presentan patrones diferentes de tenencia de la tierra e inscripción de los incentivos.
San Miguel Totonicapán (conocido más adelante simplemente como Totonicapán) tiene un gran
bosque administrado por el municipio, varias parcialidades [bosque comunal conectado a un clan
patrilineal (Elías y Wittman 2005)] y, en consecuencia, tiene más proyectos a gran escala en PINFOR
12 Journal of Latin American Geography
y PINPEP y muy pocos proyectos particulares de PINPEP (sólo 13 en 2012). Santa María
Chiquimula tiene muy pocos proyectos PINFOR pero una de las tasas más altas de matrícula en
PINPEP del departamento (con 102 proyectos en 2012 cuando se llevaron a cabo entrevistas con
los participantes). Los resultados de este estudio se basan principalmente en entrevistas sostenidas
con los participantes del PINPEP, ya sea en pequeñas parcelas de tierras privadas o en grandes
bosques comunales.
La primera autora recogió los datos entre junio y agosto de 2012, 2013 y 2014 a través de
entrevistas y observación como participante en eventos de reforestación, en viveros comunitarios, en
la construcción de un proyecto de ecoturismo y en talleres organizados por ONGs y agencias
gubernamentales. Las entrevistas se hicieron con 7 juntas directivas que dirigen el manejo forestal,
32 participantes en proyectos PINPEP comunales o individuales de 7 aldeas (en 2012) y 29
“intermediarios” que trabajaban para las oficinas forestales municipales, el INAB u ONGs. Las
entrevistas con los participantes abordaron temas como motivos de participación, trabajo forestal
anterior, requisitos del programa, beneficios y costos y cambios en el acceso a la tierra. Las
entrevistas con intermediarios se centraron en estos temas además de explorar las tendencias de
participación, los orígenes de los programas y los problemas del bosque más allá de los incentivos. A
las juntas directivas se les pidió que describieran su organización alrededor del manejo de los
bosques comunales. A veces, el contacto con los participantes se basó en las oficinas forestales
municipales que habían inscrito a los participantes en programas de incentivos (tal vez polarizando la
muestra), pero las muestras de “bola de nieve” más adelante permitieron tener participantes fuera de
la municipalidad. Sólo 4 de los 32 participantes de los incentivos entrevistados eran mujeres (ver
“acceso a los beneficios del programa”). Todos los participantes directos en los incentivos eran
indígenas Maya K’iche', siendo la mayoría hablantes de K'iche' como su idioma principal; los
intermediarios eran unos indígenas y otros mestizos. Aunque no muy exhaustivamente, los
entrevistados son representativos de los patrones de inscripción en programas de incentivos en estos
dos lugares debido a las contrastantes historias de tierras: proyectos comunales de Totonicapán con
sólo un puñado de participantes individuales, y muchos proyectos individuales concentrados en
algunas comunidades que con frecuencia también tenían proyectos comunales en Santa María
Chiquimula.
Incentivos forestales en Totonicapán
Paisajes boscosos en Totonicapán
Totonicapán es hogar de puras coníferas, coníferas de hoja ancha mixta, bosques de pino y
encino, maleza y pastizales (Conz 2008). Aunque no son los bosques más biodiversos del país, estos
paisajes de tierras altas siguen siendo económicamente y ecológicamente fundamentales para los
medios locales de subsistencia, el abastecimiento nacional de agua y los esfuerzos de captura de
carbono. Más del 90 por ciento de los hogares del departamento utilizan leña como principal fuente
de combustible (Conz 2008). Más de la mitad de las treinta y ocho cuencas del país tienen su origen
en el altiplano (Elías, Larson y Mendoza 2009; Gustavo y Suarez 2011), incluyendo cinco que
empiezan en el Municipio de Totonicapán.
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 13
El Departamento de Totonicapán se caracteriza por su mayoría de población indígena Maya
K'iche' y por su fuerte tradición en el manejo de bosques comunales, protegiendo los bosques de alta
elevación. Noventa y cinco por ciento de los residentes del Departamento de Totonicapán son Maya
K'iche' (Wittman y Geisler 2005), mientras que Guatemala en su conjunto es 65% indígena (Elías y
Wittman, 2005). Totonicapán es uno de los cuatro departamentos que experimentaron una pérdida
neta casi cero (0.04 por ciento) de bosque en el período 2006-2010 (Regalado, Villagrán, Pérez,
Castellanos, Martínez e Incer 2012). La fuerte cultura de tenencia de la tierra comunal ha contribuido
a la conservación, ya que las tierras comunales se conservan mejor que los bosques privados,
estatales, o municipales (Wittman y Geisler, 2005; Elías, Larson y Mendoza 2009). El área de
Totonicapán consiste en 44 por ciento de tierras comunales, que es mucho más alto que el promedio
de cobertura de bosque comunal (14 por ciento) a nivel nacional (Elías García, Cigarroa y Reyna
2008). Las tierras forestales comunales existen en muchas formas, incluyendo bosque del municipio
dirigido por el gobierno local, bosques comunales manejados por las aldeas o el bosque de la
parcialidad conectado a un clan patrilineal (Elías y Wittman, 2005; Wittman y Geisler 2005; Conz,
2008). Para muchos residentes, los bosques y las tierras comunales son una fuente de identidad,
poder político e independencia (Elías, Larson y Mendoza 2009).
El éxito y la sostenibilidad del manejo comunal de la tierra se asocia con las reglas locales y
las normas que dictan el uso de la tierra (Ostrom 2000; Agrawal, 2001). Estos bosques muchas veces
se basan en una tradición de voluntariado cívico para proporcionar guardabosques, liderazgo en las
juntas directivas y viveristas (Conz 2008; Elías, Larson y Mendoza 2009). Muchas comunidades
tienen sanciones que prohíben el uso comercial y que monitorean el uso privado de bosques
comunales (Elías Gramajo y Pinto Díaz, 1997; Elías, Larson y Mendoza 2009).
Este éxito de conservación del bosque se ha mantenido a pesar de que Totonicapán
experimenta altas tasas de pobreza (63 por ciento de la población del departamento se considera
pobre) (Wittman y Geisler, 2005). La densidad de población rural es alta, lo que conduce a la
propiedad de parcelas de tamaño insuficiente para la subsistencia (Elías y Wittman, 2005; Wittman y
Geisler, 2005). Entre los entrevistados, el tamaño promedio de la milpa y otros campos de hortalizas
era de 0.31 hectáreas (N = 24) y la propiedad privada de tierras boscosas no inscritas en un incentivo
era de 1.44 hectáreas (N = 24).
Participación en los programas de incentivos forestales
Similar a las tendencias nacionales, el Departamento de Totonicapán tiene participación de
rápido crecimiento en PINPEP mientras que la inscripción en PINFOR se está rezagando porque el
programa termina en 2016. Este crecimiento de PINPEP es particularmente rápido en Santa María
Chiquimula, donde la oficina forestal municipal, los ONGs y los vecinos participantes fomentan de
manera activa la inscripción.
A pesar de este crecimiento, algunos propietarios siguen renuentes a inscribirse en los
programas. Un sentimiento común expresado por los participantes y los administradores era que
muchos vecinos o comunidades enteras habían optado por no inscribirse en el programa debido a
los temores de expropiación de tierras por parte del estado. Las personas indígenas de Totonicapán
14 Journal of Latin American Geography
históricamente utilizaban tierras de piedemonte según la temporada, pero les fueron incautadas por
cafetaleros respaldados por el estado a finales del siglo XIX, y la gran mayoría de pequeños
propietarios de Totonicapán hoy día carecen de título en el Registro de la Propiedad. Un participante
de PINPEP comentó: “cuando [una ONG] nos dio la información, nosotros les dijimos a las
personas de la comunidad de quien es [el proyecto], pero ellos no la quieren porque tienen miedo.
Es que [creen] si les dan sólo la escritura, de repente les roban el terreno, nos quitan el terreno.
Mejor no, dicen ellos. …Yo entré para que la gente se diera cuenta de que eso no es cierto, que no
van a robar el terreno.” No es de sorprenderse que muchos tengan miedo de un programa que
requiere la presentación de su escritura, recibiendo pagos, con inspecciones anuales por parte de una
institución de gobierno en un contexto caracterizado por la ausencia casi total del estado además de
la policía y del ejército (Elías y Wittman, 2005). Otros individuos y grupos rechazan activamente la
intervención del estado en el manejo forestal, no por el miedo sino por un deseo de mantener la
independencia de su gobernanza forestal. Sin embargo, la cartera de inscripción sigue creciendo a
medida que los participantes les demuestran a los vecinos que realmente reciben los incentivos, y los
potenciales participantes se acercan cada vez más a los intermediarios para que los ayuden a ingresar.
Otros no tienen confianza en los líderes de la comunidad para gestionar un incentivo grupal
en el sentido de que los beneficios se distribuyan justamente. Un empleado de la oficina forestal
municipal comentó que una comunidad no podría llegar a un acuerdo para inscribir sus tierras
comunales en PINPEP porque “hay mucha gente que…piensa que los alcaldes se van a quedar con
el dinero, entonces, que casi nadie los quiere.” Los incentivos proveen la oportunidad de que
algunos trabajen en actividades forestales para recibir una compensación monetaria por su trabajo,
pero no todos los que hacen trabajos en terrenos comunales han logrado ingresar (muchas veces
debido a problemas de escrituras) o en ser elegidos para ingresar al programa de incentivos. Esto
crea tensión entre quienes completan el mismo tipo de trabajo pero reciben beneficios financieros
diferenciados. Asimismo, Elías y otros (2009) sostienen que el manejo formal de los recursos
naturales ha cambiado la distribución del derecho consuetudinario y las relaciones para con el estado
de Guatemala.
Adicionalidad de la protección forestal
Las entrevistas hechas en Totonicapán confirman que el uso continuo de los bosques para la
obtención de leña, la producción de madera, la retención del suelo y otras necesidades, ha
fomentado una ética de reforestación y conservación, mucho antes de la llegada de los incentivos.
Las tierras comunales durante mucho tiempo han sido administradas a través de las juntas directivas,
los guardabosques y los viveristas, y este conocimiento de conservación se aplica al manejo forestal
privado. El ochenta y ocho por ciento de los hogares entrevistados dijeron que habían participados
en actividades de reforestación en su propia tierra antes de la llegada de los incentivos, algunos desde
hace décadas. La historia de una práctica forestal ancestral se deja ver en el hecho de que en 2012, el
85 por ciento del total de proyectos de PINPEP en los dos municipios de estudio fueron pagos por
la protección de bosques ya existentes, en lugar de proyectos agroforestales o de reforestación. Los
incentivos parecen complementar las prácticas ya existentes más que trastornarlas, e introducen
algunos nuevos métodos de manejo o protecciones adicionales. Sin embargo, todavía hay
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 15
deforestación reciente y grave en parcelas de estos municipios, particularmente en Santa María
Chiquimula. La gente o la comunidad más consciente de los bosques pueden ser los que se inscriben
en los incentivos. Mientras que esto los recompensa por sus prácticas de conservación de largo
plazo, la adicionalidad en el programa de incentivos puede permanecer baja a menos que los
programas sean capaces de atraer a otros productores rurales y cambiar sus hábitos de deforestación,
una preocupación vista también entre otros programas de PSA (Pattanayak, Wunder y Ferraro 2010;
Ferraro 2011; Ponette-González y Fry 2014).
Beneficios del programa y temas de interés
La razón más comúnmente citada para inscribirse en los incentivos era la intención de
mejorar la salud de los bosques, que muchos encuentran difícil de apoyar adecuadamente sin los
incentivos. Inscribirse en el programa obligó a los entrevistados a aprender nuevas prácticas de
gestión, comprometiéndolos a trabajar en el sector forestal o proveyéndoles recursos para el logro de
los resultados esperados (similar a los hallazgos de Elías, Larson y Mendoza 2009). Por ejemplo, un
participante de Totonicapán afirmaba que “nosotros hacemos trabajo porque este es nuestro
terreno, pero no es constante. … Ya con un incentivo, es un compromiso que tenemos.” Varios
observaron que había aumentado la capacidad de proteger sus bosques contra incendios forestales:
“no sabíamos cómo protegerlos, cómo manejar. Hemos escuchado [hablar de ella], pero no lo
practiqué. PINPEP vino y nos dio la idea de cómo hacerlo.” Mientras que la mayoría no se opuso a
las directrices de trabajo para acceder a los incentivos, varios directores de programa expresaron
preocupación de que la lista de especies para reforestación era muy limitada para la región del
altiplano y en su lugar se centró en la comercialización de los bosques, particularmente dentro de
PINFOR. Además, los proyectos aprobados y revisados anualmente por técnicos forestales del
INAB, conservan la autoridad para rechazar proyectos o requieren cambios antes de efectuar el
pago. Otros aprovecharon la oportunidad para recibir pagos por trabajos en los que ya estaban
comprometidos. Uno de los participantes de un proyecto comunal de PINPEP comentó que, “al
inicio, los compañeros se dieron cuenta que nosotros siempre reforestamos en la montaña, entonces,
sin ningún beneficio. … Han escuchado que hay un incentivo que incentiva a las personas en el
trabajo, entonces, se inició a participar en PINPEP.” Estos participantes no encontraron trabajos
forestales, que son difíciles de lograr, pero sí evidenciaron aprecio por los beneficios y el
reconocimiento hacia su administración del bosque.
La segunda razón más comúnmente citada como motivo para ingresar en los programas de
incentivos fue el de recibir los pagos, que tiene el potencial de aumentar significativamente los
ingresos de los hogares rurales, dependiendo del tamaño del proyecto (Tabla 3). Los gastos básicos
anuales estimados, necesarios para apoyar a las familias de los participantes es un promedio de
Q15,000 (US$1,886.06). En comparación, el incentivo forestal promedio anual entre los
entrevistados fue de $1,429.53 para un proyecto privado con un tamaño promedio de 4.19 hectáreas,
aunque eso varía mucho. Los costos de insumos de los incentivos como árboles para proyectos de
reforestación y el pago de jornales no se evaluaron en este estudio. De hecho, varios de los
participantes habían cambiado su trabajo dejando otras actividades como viajar a otros
departamentos para trabajar y entonces centrarse en las actividades de los incentivos.
16 Journal of Latin American Geography
Tabla 3. Inscripción de tierras y compensación entre los entrevistados (2012)
Tenencia de la Tierra
Tamaño Promedio de
Terrenos Inscritos
(hectáreas)
Área de Terreno Inscrito
(hectáreas)
Pago Anual Promedioa
Gama de Pagos Anualesa
Comunal Por comunidad
12.14 7 – 15.54
Por comunidad Q19,707.54 US$2,477.97
Q15,905 – Q22,224.60 US$1,999.85 – $2,794.46
Individual Por individuo
4.19 0.08 – 12.14
Por individuo Q11,369.23 US$1,429.53
Q239.46 – Q26,861.85 US$30.11–$3,377.53
a) En este artículo se aplica una tasa de conversión de Q7.9531 = 1 USD del 24 de diciembre de 2012
Los incentivos proporcionan empleo local, apoyo para los hogares y el financiamiento para
proyectos de las comunidades. Los usos comúnmente citados que se les da a los incentivos por parte
de los beneficiarios, van desde la reinversión de los costos del proyecto, hasta la compra de comida y
ropa para sus familias. Otros habían utilizado sus incentivos para comprar un carro, un molino de
nixtamal, para pagar la educación de sus hijos o para pagar cuentas médicas. La contratación de
mano de obra para trabajar en los proyectos permite que los beneficios financieros se difundan. Con
los incentivos comunales, varias aldeas reparten la cantidad entre todos los hogares o miembros de la
comunidad como pago por el trabajo que hicieron para la obtención de los incentivos, dándole una
pequeña cantidad a cada hogar. Otros conservan el dinero en un fondo común para proyectos
comunitarios tales como la reparación de carreteras o para el mantenimiento de edificios para las
reuniones de la comunidad. Una comunidad de Totonicapán dirigió varias formas de apoyo hacia un
proyecto ecoturístico que pretende reducir la dependencia hacia los recursos forestales. Utilizaron su
primer incentivo de PINPEP para comprar e instalar cables en la expansión de su proyecto
ecoturístico, para distribuir en algún momento ganancias a cada miembro registrado de su
comunidad. Además, la oficina forestal municipal de Totonicapán utiliza los fondos de su gran
bosque municipal para contratar a más técnicos, guardabosques y viveristas, aunque estas oficinas se
reducirán significativamente cuando estos pagos terminen.
El deseo común más reportado acerca de los proyectos de incentivos por parte de los
participantes, indica que la mayoría de actuales participantes de Totonicapán creen que los beneficios
valen la pena con comparación con las obligaciones que implican. Casi la mitad de los entrevistados
(48%) había inscrito varias parcelas de tierra en PINPEP, iniciado en diferentes momentos, y aún
querían ingresar otras parcelas. El 80% de los encuestados no hicieron críticas cuando se les
preguntó sobre sus quejas. Otros expresaron descontentos con la falta de apoyo técnico para
cumplir con el proyecto, de que los inspectores no llevan a cabo las citas, y expresan preocupaciones
de que los cambios en el Congreso no pudieran financiar el programa en el futuro, así como sobre la
imposibilidad de sacar provecho de los árboles, la complejidad del proceso de certificación y la
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 17
insuficiencia de los fondos para compensar el trabajo ya terminado. Curiosamente, quienes
expresaron estas insatisfacciones eran unos que no habían cumplido con las cuotas de reforestación
o habían ingresado muy recientemente al programa o que aún no habían recibido sus respectivos
fondos.
En resumen, más y más de los terratenientes rurales han ingresado a los incentivos para
apoyar actividades forestales preexistentes y para aprovechar sus beneficios financieros. Elías y otros
(2009) han sostenido que los incentivos del INAB proporcionan fondos para invertir en actividades
forestales decisivas, pero las comunidades pueden llegar a ser dependientes donde anteriormente los
incentivos muchas veces existían con una fuerte ética de voluntariado alrededor de los bosques.
Similares beneficios financieros de PSA se han visto en áreas rurales donde hay pocas opciones de
ingresos de otras fuentes (Osborne 2013; Bailis, 2006). En Totonicapán, hay cambios en el acceso a
la tierra y a los recursos, pero son mínimos porque en mayor número están inscribiendo parcelas
forestales para la protección, y muchos de los participantes ven cambios al ser compensados por
medio de los pagos. Sin embargo, los bosques más vulnerables pueden estar abiertos a sacarles
provecho si tan sólo los más interesados en la conservación forestal con oportunidades de bajo
costo se unieran al programa. Esto refleja las preocupaciones de muchos académicos en el sentido
de que los programas de PSA no incentivan protección forestal adicional, ya que no hay ninguna
evidencia de que la conservación no ocurra en ausencia de los pagos (Ferraro 2011; Pattanayak,
Wunder y Ferraro 2010; Ponette-González y Fry 2014). Sin embargo, el caso guatemalteco
demuestra la importancia de los pagos regulares para reforzar los ingresos de las comunidades
agrarias marginadas, sobre todo porque los pagos se reciben anualmente en lugar de un pago inicial
(Tacconi, Mahanty y Suich 2013). Por el contrario, el análisis de Wittman y Caron (2009) del primer
programa compensado por captura forestal de carbono en el altiplano occidental de Guatemala,
concluyó que los participantes (que no recibieron los pagos directos) desconfían de las oficinas
forestales municipales financiadas por los pagos de carbono, y no quisieron reforestar porque estos
árboles plantados deben ser aprobados por las oficinas forestales para su cosecha. Los incentivos del
estado, por el contrario, ofrecen inscripción opcional entre individuos, y los pagos directos no son
sólo por reforestación sino también por la protección de los bosques. Todos los participantes deben
entrar en contacto con su oficina forestal municipal para inscribirse y la desconfianza existente
probablemente representa la razón de renuencia de los vecinos en participar en los programas.
Acceso a los Beneficios de los Programas
Los cambios reportados en el acceso a los beneficios de la tierra eran mínimos, en parte
debido a la práctica preexistente de gestión forestal. La gran mayoría de proyectos de incentivo en
los dos municipios ayudó a proteger los bosques existentes, y la reforestación por incentivos no
ocurrió en tierras agrícolas de los entrevistados. Sin incentivos, la mayoría de estas parcelas tenían
probabilidad de permanecer como tierras boscosas, y los incentivos afectan la calidad y la
consistencia de la gestión forestal más que dar una cobertura forestal absoluta.
Mientras que la cantidad de protección del bosque añadida por los programas puede ser
limitada, los bajos costos de oportunidad pueden aumentar los beneficios a los participantes y
18 Journal of Latin American Geography
mejorar los objetivos de desarrollo rural de PINPEP. Sólo tres entrevistados expresaron dificultad
en la obtención de leña después de inscribirse en los incentivos. La mayoría de los participantes
encontró acceso a la leña en bosques comunales, en otras parcelas de bosque particular que no se
inscribieron en el incentivo o al sacar troncos muertos y caídos, árboles delgados o ramas, todo ello
dentro de parcelas de PINPEP. La mayoría de los participantes dijo que continuaría manejando sus
bosques de manera similar aun después de los incentivos, pero muchos también dijeron que
aprovecharían el bosque para hacer leña y para sacar madera en estas parcelas. La necesidad de
pedirle permiso al INAB antes de botar un árbol en las parcelas de PINPEP ha afectado a algunos
de los participantes: muchos sentían que era un simple trámite, pero otros encontraron muchas
trabas. Por ejemplo, un participante comentó que “el reglamento llegó del proyecto es que no
cortemos árboles, no se los botar. … Eso es muy difícil....por la [necesidad de] madera.” La leña, por
el contrario, se puede obtener a través de podas de ramas de árboles y así es menos probable que sea
limitada por los incentivos. En resumen, la mayoría de los participantes reconoció que las normas
del programa de incentivos habían afectado su uso de la tierra, pero que no era necesariamente un
gran problema para ellos.
Como con cualquier programa de desarrollo, los incentivos forestales no han logrado una
distribución uniforme y conllevan el riesgo de agravar las desigualdades sociales. En los Municipios
de Totonicapán y Santa María Chiquimula, en 2012 sólo figuran 8 proyectos para beneficiarias
femeninas, comparado con 78 proyectos que distribuían recursos a hombres. Las mujeres
representan sólo el 10% de las juntas directivas entrevistadas. Generalmente los trabajos forestales
de incentivos quedan en el ámbito de trabajo tradicional de los hombres a pesar del hecho de que
también las mujeres recogen productos forestales y leña (Elías y Wittman, 2005). Los hombres son
los principales participantes en la reforestación, en el mantenimiento de protección contra incendios,
en el trabajo de guardabosques, en el empleo en viveros y en el trabajo como técnicos forestales o
encargados. El financiamiento de roles predominantemente masculinos siempre lleva el riesgo de
valorar su trabajo a expensas del trabajo de las mujeres y aumentar la desigualdad dentro del hogar.
La certificación de tenencia de la tierra requerida por PINPEP generalmente no es difícil de obtener
[a diferencia de los requisitos más estrictos de otros programas PSA como PINFOR (Lansing
2014)], pero normalmente sigue siendo a nombre de los hombres, y sigue limitando la capacidad de
las mujeres de recibir los incentivos de manera directa. En otros programas de PSA se ha observado
una priorización de las actividades masculinas como objeto de intervención para el desarrollo
forestal (Bailis 2006; Corbera, Kosoy y Martínez Tuna 2007) al igual que ocurre con una variedad de
prácticas de desarrollo (Carney 1996; Wallace y Coles, 2005).
Mientras que los incentivos llegan a hogares relativamente pobres, los miembros más pobres
de la comunidad son incapaces de acceder a ellos. No se incluye a quienes no poseen suficiente tierra
para mantener la milpa además de una parcela forestal, aunque los pobres rurales pueden obtener un
empleo trabajando en proyectos de incentivo de vecinos o beneficiarse de incentivos comunales.
Además, el trabajo para el incentivo debe completarse o verificarse antes de que los participantes
reciban el pago, obstaculizando a los que no tienen acceso al capital o al apoyo necesario para iniciar
estos proyectos forestales. Algunas ONGs trabajan con los participantes de incentivos ayudándolos
con los gastos a través de préstamos, facilitándoles planes de trabajo sin costo o a bajo costo, o bien
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 19
pagándoles a los técnicos para que lleven a cabo el proceso de inscripción. Algunos técnicos que
redactan los planes de manejo esperan el pago hasta que el participante reciba el incentivo. Además,
muchos viveros de la comunidad intercambian trabajo en el vivero por árboles para que los usuarios
no tengan que comprarlos. Sin embargo, cuando algunos tienen acceso a estos medios que permiten
bajar los costos iniciales, la inscripción en los incentivos puede resultar desigual para otros. Esto
muestra muchas otras investigaciones de PSA que encontraron que las poblaciones que no tienen
terreno ni capital suficiente para ingresar a los proyectos quedan excluidas (Grieg-Gran, Porras y
Wunder 2005; Bailis 2006; Corbera, Kosoy y Martínez Tuna 2007; Osborne 2013). Por lo tanto, los
incentivos en realidad pueden facilitar la formación de elites limitadas que son capaces de
beneficiarse de los incentivos a expensas de otros (Osborne 2013).
Barreras Burocráticas y Técnicas
La burocracia del INAB también ha presentado obstáculos institucionales para una efectiva
participación. La obtención de la documentación para inscribir proyectos puede ser difícil,
particularmente si hay conflictos por la tierra o si el técnico forestal comete errores en los trámites.
Aunque las leyes le confieren a PINFOR y PINPEP un 1% del presupuesto nacional para financiar
los programas, todavía requieren de la autorización final del Congreso. En el pasado, los
desembolsos han llegado tarde porque los fondos no habían sido asignados por el Ministerio de
Finanzas Públicas. En 2014, varios proyectos de PINFOR fueron legalmente cancelados por el
INAB debido a la falta de suficientes fondos. Los críticos sostienen que los proyectos comunales y
de protección de PINFOR fueron seleccionados de manera desproporcional para ser cancelados
mientras que las plantaciones de propiedad privada seguían siendo una prioridad (Rosa 2014). Esta
decisión refleja las asimetrías de poder encontradas en la Junta Directiva del INAB, donde las
organizaciones forestales comunitarias no están directamente representadas a pesar de sus esfuerzos
por cambiar la composición de la Junta durante la creación del PINPEP (Birner y Wittmer 2006;
Aguilar-Støen 2015b).
En otras ocasiones, los propietarios necesitan más apoyo institucional para realizar proyectos
que están disponibles para ellos. A pesar de haber participado durante tres años, uno de los
entrevistados nunca había recibido los pagos debido a la alta mortalidad de árboles de sus parcelas
de reforestación. Muchas veces las ONGs involucradas en el sector forestal de la región tienen que
llenar las lagunas dejadas por el INAB con respecto a los participantes de la capacitación para que el
programa tenga éxito. Esto ilustra otro aspecto de la gobernanza ambiental neoliberal donde hay
funciones que antes eran cumplidas por agentes estatales y que ahora están a cargo de grupos no
estatales debido a las limitaciones financieras del INAB para llevar a cabo dichas funciones. Sin
embargo, los técnicos del INAB también tienen la posibilidad de rechazar proyectos si no completan
los requisitos técnicos, demostrando así el continuado poder del estado.
Conclusiones
Como se indica arriba, el sentimiento más común (pero no universal) entre los participantes
entrevistados en PINPEP en el Departamento de Totonicapán, es de satisfacción por el pago para
continuar con sus actividades forestales preexistentes. Sin embargo, los pagos sólo duran un máximo
20 Journal of Latin American Geography
de 10 años (dependiendo del tipo de proyecto), y no se puede volver a inscribir la misma parcela de
tierra. La mayoría de los participantes sentía que sería difícil ya no recibir incentivos, ya que tienen
que buscar nuevas fuentes de ingresos. Por eso muchos evitan inscribir parcelas de bosques
adicionales después de su participación inicial para poder recibir los pagos que se extienden a una
fecha posterior.
Estos incentivos les han proporcionado a los participantes la oportunidad de darle forma al
estado de Guatemala y una apertura para que el INAB influya en el manejo de bosques tradicionales.
Los críticos sostienen que el desarrollo económico de la industria forestal ha sido siempre el
principal objetivo de los incentivos, en el marco de los discursos del INAB de que los bosques son
principalmente bienes económicos (Wittman y Geisler, 2005; Elías, Larson y Mendoza 2009). El
INAB sigue siendo el árbitro final para la aprobación y verificación de los proyectos de incentivos
dentro de las modalidades prescritas, interviniendo en espacios forestales privados, comunales e
instituciones informales que carecen de recursos financieros independientes (Elías, Larson y
Mendoza 2009). La normalización de la gestión a través del INAB, sus licencias, técnicos forestales
universitarios e incentivos, puede devaluar los diversos sistemas localizados y de “práctica,
conocimiento, normas, derechos, gobiernos y acuerdos locales o ‘institucionalidades’ que han
persistido durante muchas generaciones,” quitándoles a las comunidades locales la potestad sobre los
bosques (Elías y Wittman 2005:288).
Sin embargo, estos incentivos también son utilizados por muchos usuarios de los bosques
para llevar fondos a sus instituciones informales y obtener reconocimiento público para su
conservación, y estos grupos están ahora poniendo más confianza en el estado por apoyar estos
esfuerzos (Aguilar-Støen 2015b). La adopción de prácticas forestales requeridas por el estado no
necesariamente representa un abandono total de las prácticas de manejo forestal tradicional ni de los
vínculos no económicos con espacios boscosos (Elías, Larson y Mendoza 2009). Además, los
pequeños usuarios forestales han logrado algunas modificaciones en las regulaciones de PINPEP
que benefician a las comunidades y siguen exigiendo que PROBOSQUE satisfaga más las
necesidades de la comunidad en lugar de los intereses de la industria forestal. Los beneficiarios
organizados del PINPEP continuamente se oponen a las desigualdades del Ministerio de Finanzas
Publicas en cuanto a la inadecuada asignación de fondos para el programa, pidiéndole al estado de
Guatemala más responsabilidad y cumplimiento. Al igual que los hallazgos por parte de Shapiro-
Garza en México, los programas guatemaltecos de PSA, hasta cierto punto fueron cooptados por
grupos de usuarios forestales indígenas y de pequeña escala, aunque esta es una lucha continua (que
se puede ver en la falta de un representante de la comunidad en la Junta Directiva del INAB, por
ejemplo) (Shapiro-Garza 2013a; Aguilar-Støen 2015b).
La forma en que funcionan los programas de PSA de Guatemala – compensación por
servicios ambientales – ha aumentado los beneficios del programa de desarrollo social porque
proporcionan fondos para actividades forestales completadas en lugar de una cuantificación de
servicios ambientales generados. PINPEP y PINFOR evalúan la salud y la integridad de las parcelas
de bosque, lo cual les proporciona los participantes más flexibilidad de manejar los bosques para
satisfacer sus necesidades dentro de las directrices del INAB, en lugar de centrarse más en la
Pagos y Compensación por Servicios Ambientales 21
producción de ciertos servicios de los ecosistemas. Del mismo modo, Wittman y Caron (2009)
sostienen que la preocupación por la captación de carbono ha redirigido escasos recursos en vez de
centrarse en beneficiar a los pequeños agricultores que no recibieron pagos directos por su
participación.
Los incentivos siguen siendo una herramienta disponible para que comunidades e individuos
alcancen sus objetivos forestales, con resultados tantos positivos como negativos. Los programas no
son suficientes para eliminar a los principales actores de la deforestación, similar a las críticas de
otros programas de PSA (McElwee 2012). Como tampoco abordan cuestiones esenciales de
desigualdad de la tierra rural y su vinculación con la pobreza que hay en Guatemala; esta indiferencia
hacia la tenencia de la tierra ha hecho políticamente factible el establecimiento de los programas
(Aguilar-Støen 2015b).
Al mismo tiempo que crecen los incentivos forestales, Guatemala se está preparando para
participar en el programa REDD+ de las Naciones Unidas. PINFOR y PINPEP son modelos
posibles para la REDD+ con respecto a los sistemas de pagos y monitoreo. La nueva legislación de
PROBOSQUE deja abierta la posibilidad para la compensación con fondos nacionales o
internacionales, por servicios ambientales como la captura de carbono, aunque actualmente muy
pocos proyectos de incentivos existentes calificarían dado que las normas son más estrictas en el
interés de evitar la deforestación en zonas de alto riesgo (Juárez Calderón 2014). Hasta la fecha, no
se ha articulado la captura de carbono permanente con los enlaces específicos a REDD+.
Hay muchos grupos de poseedores de bosques y personas indígenas que están interesados en
el potencial de financiamiento de REDD+ en Guatemala, pero muchos son cautelosos. A diferencia
de los actuales incentivos forestales, los pagos de REDD+ dependen de la cuantificación y
reducción de carbono. Mientras que el mecanismo de financiamiento todavía tiene que ser
determinado, es probable que REDD+ esté ligada a los mercados internacionales de carbono
(Osborne, Bellante, y vonHedemann 2014). En el cumplimiento de las metas de adicionalidad,
REDD+ también puede que apunte a las áreas más grandes que están en mayor peligro de
deforestación. El enfoque de REDD+ en frenar la deforestación en respuesta al cambio climático
probablemente pasará por alto zonas de Guatemala como Totonicapán que tienen una fuerte
tradición de conservación de los bosques o parcelas forestales en propiedad de gran número de
pequeños productores. Además, es posible que los fondos de REDD+ canalizados a través del
estado puedan no llegar a los pequeños terratenientes. Los representantes de organizaciones
indígenas de Guatemala enfatizan la necesidad de una inclusión real y efectiva así como la
colaboración con los usuarios de las tierras tradicionales, dándole a REDD+ la oportunidad de
fortalecer la cultura de conservación ya existente. El cambio en el enfoque hacia la responsabilidad
del carbono y los vínculos con posibles mercado, causan el riesgo de que REDD+ sea menos
beneficioso para participantes rurales de los actuales programas de incentivos.
Los desarrolladores del programa de REDD+ de Guatemala pueden utilizar las experiencias
de PINPEP porque REDD+ arriesga al priorizar la captación de carbono por encima de las
necesidades rurales. Esto puede ser alcanzado mediante una visualización de los bosques como
22 Journal of Latin American Geography
ecosistemas sociales integrales en lugar de ser simples tragaderos de carbono internacional, incluso
más allá de las prioridades de madera que tiene el INAB. Los pagos pueden fomentar actividades
forestales sostenibles, que muchas veces se encuentran bajo administración comunitaria de la
propiedad, más que la responsabilidad del carbono y deberán procurarse fondos estables. REDD+
será más equitativa si todos los productores rurales, no sólo aquellos de áreas de alto riesgo de
deforestación, tienen acceso a los fondos REDD+. El financiamiento de REDD+ encaminado a
través de los canales descentralizados existentes, tales como municipios, puede ayudar a evitar la
retención de los fondos de REDD+ en las altas esferas del país, aunque también debe movilizarse a
manos de los gerentes forestales tradicionales y a través de grupos indígenas.
Los programas guatemaltecos de incentivos ilustran las complejidades que surgen de la
implementación de programas de PSA en el campo de acción. PINFOR y PINPEP les dan a los
ecosistemas una valoración monetaria, pero no dejan fuera los servicios producidos por los bosques
como unidades comercializables en los mercados “libres” (Castree 2008). El enfoque económico
original de PINFOR siempre se ha combinado con demandas rurales y con otros objetivos estatales.
Las experiencias de los pequeños productores con el PINPEP en Totonicapán se diferencian de
otros programas de PSA debido a la falta de enfoque en el servicio de un ecosistema, la posibilidad
de ingresar sin títulos de propiedad oficial, la participación individual voluntaria, y los pagos por la
protección de los bosques existentes. Sin embargo, estos programas excluyen a muchas mujeres, a
las personas que no tienen suficiente tierra o capital (social o financiero) para ingresar, así como a los
que están excluidos por el enfoque técnico del INAB. Aunque las bases del PSA pueden tener sus
defectos al prestar soluciones técnicas más que soluciones de larga duración que dejan de lado otros
valores menos lucrativos, aún dejan espacio para afiliarse en este programa estatal. La tesis de que
“los servicios ambientales ‘puede ser tanto una herramienta de despojo como una herramienta para
desafiar el despojo’” (Mansfield 2007: 496; Dempsey and Robertson 2012: 771) parece afirmarse
como cierto en el caso de Guatemala. El análisis práctico de la ecología política puede aclarar estas
contradicciones y señalar un camino equitativo hacia el futuro.
Reconocimientos
Este artículo está basado en un trabajo apoyado por el programa de Becas Tinker para
Investigaciones de Campo del Centro de Estudios de América Latina de la Universidad de Arizona,
el Instituto de Investigaciones de la Escuela de Ciencias Sociales y Conductuales de la Universidad
de Arizona, el Instituto Ambiental de la Universidad de Arizona, el Programa de Estudios de
Idiomas Extranjeros y Áreas, y la Conferencia de Geógrafos de América Latina. Este apoyo
financiero no decidió, sin embargo, sobre la naturaleza de la investigación ni sobre esta publicación.
A los autores les gustaría agradecer a los numerosos entrevistados y a los facilitadores de la
investigación en Guatemala, así como la ayuda de Miguel Ángel Pu López en la interpretación de
K’iche’, la ayuda de Eduardo Elías en traducción y el apoyo de otros profesores de Proyecto
Linguistico Quetzalteco. Gracias también a la Dra. Diana Liverman, a la Dra. Mariel Aguilar-Støen, a
Elmir Lindomar López Velásquez y a dos revisores anónimos por sus comentarios adicionales hacia
este manuscrito.
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