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Justicia de venganza. Los Sempere: la represión política de
una familia republicana de Ciudad Real.
Óscar Bascuñán Añover.
“[...] la pobrecita es huérfana de
guerra... Porque has de saber, padre [...]
que el padre de Paquita era republicano
[...] Al pobre lo mataron los fascistas en
el año cuarenta y dos... Le dieron garrote,
padre... Le dieron garrote vil [...] ¿Y qué
cargos le achacaron pa esa condena tan
exagerá? [...] Lo condenaron <<por Auxilio
a la Rebelión>>, que es lo que se estilaba
entonces”. Félix Grande, La balada del abuelo
Palancas1.
Memoria e historia de la violencia política. Del terror
“rojo” de retaguardia al terror “legal” de postguerra.
Ahora que nos encontramos conmemorando el setenta
aniversario de la guerra civil española, cada vez es más
difícil sostener el discurso que acusaba a los
historiadores profesionales, políticos y a la sociedad en
su conjunto de padecer una amnesia intencionada o no haber
desterrado ese pacto del olvido que pretendía silenciar y
ocultar de nuestra memoria colectiva los horrores del
conflicto bélico y los años más feroces de la dictadura
1 Félix Grande, La balada del abuelo Palancas, Barcelona, Galaxia Gutenberg,2004 (4ª ed.), pp. 256 y 258.
1
franquista2. Quizás se nos pueda acusar de haber
reaccionado demasiado tarde, tanto que muchos de los
protagonistas que sufrieron violencia y humillación ya han
desaparecido, o de ir a remolque de congresos o
aniversarios, pero en ningún caso de imprudencia.
Transcurridas casi tres décadas desde las primeras
elecciones libres, parece que el actual régimen democrático
se encuentra lo suficientemente consolidado para no temer
que un debate así fracture a la sociedad actual. Quien, en
cambio, censura el interés por nuestro pasado más inmediato
y dice ver en esta empresa una agresión a la estabilidad
democrática, o bien menosprecia la labor del investigador
comprometido con su sociedad y la de los movimientos
sociales y cívicos que lo respaldan, o bien parece que
tiene motivos para sentirse incómodo por su compromiso,
deuda o vínculos familiares más o menos directos con la
dictadura. En cualquier caso, lo que sí parece evidente es
que ignoran que como subraya el profesor J.L. Gaddis el
conocimiento histórico debe sustituir los recuerdos que
tiene la gente de los acontecimientos vividos, “pues
gracias a su crítica el pasado libera el presente y el
futuro”3. O de otro modo, como escribe el poeta Félix
Grande en boca del abuelo Palancas, la memoria no sirve
2 En palabras de J. Casanova, “Parece claro que en la actualidad, acomienzos del siglo XXI, entre los historiadores no tiene muchosentido hablar de conspiración de silencio ni de pactos sobre lamemoria y el olvido”, J. Casanova (Coord.), Morir, matar, sobrevivir. Laviolencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crítica, 2004, p. 46.3 J.L. Gaddis, El paisaje de la historia. Cómo los historiadores representan el pasado,Barcelona, Anagrama, 2004, p. 188.
2
para perpetuar el rencor, sino “para reconciliarse con la
vida y para entender a la gente”4.
Si tan temerario y arriesgado es para algunos sectores
sociales o políticos recuperar los testimonios de las
víctimas, exhumar de cunetas y fosas comunes cientos de
cadáveres para darles el funeral y entierro que se les negó
a ellos y a sus familias o debatir sobre el carácter de la
represión franquista, ¿por qué estos mismos no han
levantado la voz para pedir que transcurrida y acabada la
dictadura se dejase de honrar institucionalmente sólo a una
parte de los contendientes, con monumentos, placas, cruces
conmemorativas y nombres de calles que han servido para
construir una memoria colectiva de vencedores y vencidos,
de legitimación de unos frente al silencio y olvido de
otros? La memoria no es inocente, nunca lo ha sido. Ésta ha
servido a algunos historiadores y políticos para edificar
un discurso sesgado del pasado que actuaba como elemento
ideológico y de poder. La “memoria patriótica” de la que
nos hablaba el profesor J.S. Pérez Garzón es un buen
ejemplo de esto. Ese discurso que se encarga de promover y
repetir una y otra vez el recuerdo de las gestas y
personajes que alientan el sentir patriótico y que ahora se
puede sentir amenazado por otra memoria histórica que
descubre que ese mismo ente nacional envió a miles de
ciudadanos al paredón, la cárcel y el exilio. Los
historiadores, por tanto, tienen la obligación profesional
de rescatar la memoria, pero no para manipularla o buscar4 Félix Grande, op. ci.t, p. 301.
3
alguna intencionalidad política, sino para contrastar,
historizar, rectificar y explicar el pasado, sobre todo si,
en palabras de J.S. Pérez Garzón, “queremos apostar por la
articulación de una memoria cultural e histórica que
facilite un futuro de igualdad y diversidad”5.
En este sentido, desde hace más de década y media las
investigaciones sobre represión durante la guerra civil y
el franquismo se han convertido en uno de los ejes
transversales que analizan y tratan de comprender este
periodo de la reciente historia española. El esfuerzo de
los historiadores por descifrar el significado de esta
violencia política y caracterizar o diferenciar la
acometida en los dos bandos y después de finalizada la
guerra ha empezado a ofrecer sus primeros resultados6.
Éstos parecen demostrar que la violencia represiva o
“terror rojo” que estalló en el bando leal al gobierno
legítimo de la II República fue fruto de la desaparición o
fractura de la autoridad republicana durante los primeros
meses de la guerra, la dispersión de poderes y la
incapacidad de organización y coordinación de los dos
grandes sindicatos obreros que fue aprovechada por los
comités municipales y de barrio o los grupos más o menos5 J. S. Pérez Garzón (Coord.), La gestión de la memoria. La historia de España alservicio del poder, Barcelona, Crítica, 2000, p. 221; véase también, J.Aróstegui, La historia vivida. Sobre la Historia del presente, Madrid, Alianza, 2004;y el prólogo que M. Ortiz Heras escribe en la publicación del congresoque el mismo coordina, Memoria e historia del franquismo. V Encuentro deInvestigadores del franquismo, Cuenca, Ediciones de la Universidad deCastilla-La Mancha, 2005, pp. 11-18.6 Una buena muestra por el interés de esta temática queda reflejado enel monográfico de la revista Ayer coordinado por C. Mir Curcó, Larepresión bajo el franquismo, Ayer, nº 43, 2001.
4
descontrolados para aplicar su “justicia popular”. Al menos
hasta los últimos meses de 1936 se desató una cruenta
represión de carácter revolucionario contra los elementos
derechistas o sospechosos de serlo, católicos, propietarios
o señoritos y, en conjunto, enemigos de clase que
recordaban al orden burgués y oligárquico7.
De ello dan prueba y testimonio las actuales
provincias castellano-manchegas que, leales al gobierno
republicano, quedaron en posición de retaguardia
prácticamente hasta el final de la guerra. Sin duda, las
noticias que llegaban del otro lado del frente sobre
asesinatos y fusilamientos en masa tuvieron que alentar las
acciones represivas en unas provincias donde las fuerzas
antirrevolucionarias se impusieron en las elecciones de
febrero de 1936. J. Casanova señalaba en Víctimas de la guerra
civil que si se establece una relación entre número de
habitantes y represaliados, las provincias castellano-
manchegas ofrecen las mayores cifras de asesinatos dentro
de la España que permaneció leal a la República y sólo
detrás de Madrid. Un número de víctimas, el autor estima
unas ocho mil, muy cercano a los números que ofrece
Cataluña, pese a que entonces ésta tenía un millón de
habitantes más que Castilla-La Mancha. El perfil social de
7 Véase J.L. Ledesma, Los días de llamas de la revolución: violencia y política en laretaguardia republicana de Zaragoza durante la guerra civil, Zaragoza, Institución“Fernando el Católico”, 2003; y del mismo autor, “La <<santa irapopular>> del 36: la violencia en guerra civil y revolución, entrecultura y política”, en J. Muñoz, J.L Ledesma y J. Rodrigo (Coords.),Culturas y políticas de la violencia. España, siglo XX, Madrid, Siete Mares, 2005, pp.147-192.
5
los ajusticiados quedaba bien definido: “no hubo pueblo
importante de Andalucía, Extremadura, Ciudad Real o Toledo
donde no se persiguiese con saña a esos <<elementos de
orden>>, apartándolos de los cargos públicos, incautándose
de todas sus propiedades, extorsionándoles económicamente
y, en bastantes casos, asesinándolos”8.
No obstante, si estas ejecuciones fueron remitiendo
transcurridos los primeros meses del golpe militar, a
medida que se restablecía el Estado y la autoridad en el
bando republicano, no ocurrió lo mismo en la zona rebelde,
más bien fue justo al contrario. La política de exterminio
en el bando de los militares sublevados no fue consecuencia
del hundimiento del poder, sino fruto del surgimiento de un
poder único y totalitario que precisaba la eliminación y
depuración de sus enemigos para la construcción y
consolidación del nuevo Estado9. Investigaciones dedicadas
al estudio de las guerras civiles europeas en la primera
mitad del siglo XX ponen de manifiesto que ninguna como la8 J. Casanova, “Rebelión y revolución”, en S. Juliá (Coord.), Víctimas dela guerra civil, Madrid, Temas de Hoy, 1999, p. 149. Las palabras de estehistoriador se fundamentan en las obras que han aparecido en losúltimos años con un interés exclusivo por el conocimiento de losepisodios más violentos del siglo XX en las provincias castellano-manchegas. En este sentido, véase, F. Alía Miranda, La guerra civil enretaguardia: conflicto y revolución en la provincia de Ciudad Real (1936-1939), CiudadReal, Diputación Provincial, 1994; M. Ortiz Heras, Violencia política en la IIRepública y el primer franquismo: Albacete, 1936-1950, Madrid, Siglo XXI, 1996; ycoordinado por el mismo, La guerra civil en Castilla-La Mancha. De El Alcázar a losLlanos, Madrid, Celeste, 2000. También es de necesaria consulta la obrade A.B. Rodríguez Patiño, La guerra civil en Cuenca (1936-1939), Madrid,Universidad Complutense, 2004; y J.M. Ruiz Alonso, La guerra civil en laprovincia de Toledo: utopía, conflicto y poder en el sur del Tajo (1936-1939), Ciudad Real,Almud, 2004. 9 Véase F. Espinosa Maestre, La columna de la muerte: el avance del ejércitofranquista de Sevilla a Badajoz, Barcelona, Crítica, 2003.
6
española tuvo una “salida reaccionaria tan violenta y
duradera”10. Los vencedores –derechistas- de guerras tan
sangrientas como las de Finlandia o Grecia pararon las
ejecuciones unos meses más tarde de acabada la guerra y el
número de prisioneros políticos cayó de forma considerable
debido, fundamentalmente, a la intervención internacional.
En España, los últimos y más rigurosos cómputos de víctimas
hablan de alrededor de 50.000 ejecutados en los diez años
siguientes al final de la guerra. Aquí no hubo lugar a la
mediación extranjera. Además, más de 300.000 presos
políticos se amontonaban en prisiones y campos de
concentración en 1939 y 450.000 personas cruzaban la
frontera con Francia, de los cuales 200.000 regresaron
meses más tarde para ingresar en las cárceles
franquistas11.
La victoria de los militares sublevados puso en marcha
un aparato represivo que, aunque legitimado por la Iglesia
Católica, desconocía el significado de conceptos como paz,
reconciliación y perdón de los derrotados. En efecto, el
nuevo régimen necesitaba consolidarse en el poder y, para
ello, estableció como principal objetivo eliminar, castigar
o depurar a los enemigos políticos, esto es, todos los que
hubiesen colaborado políticamente y simpatizado
ideológicamente con los gobiernos de la República desde
10 J. Casanova, Morir, matar, sobrevivir...op. cit., p. 5. 11 Ibid., p. 8. La cuantificación de las víctimas en las provincias investigadas se pueden ver en el apéndice “Las cifras. Estado de la cuestión” de S. Juliá (Coord.), Víctimas de la guerra civil...op. cit., pp. 407-413.
7
octubre de 1934; el segundo objetivo pasaba por someter a
la población en la mayor obediencia a través de una
política represiva inspirada en el terror. Acabada la
guerra, los primeros ajustes de cuentas y asesinatos pronto
se confundieron con la sanción de un cuerpo legal no menos
arbitrario que condenó a muerte o a prisión a miles de
ciudadanos. Los tribunales de justicia fueron los
principales órganos de ejecutar la represión dictada por el
régimen. Las causas, sumarios y sentencias emitidas y
falladas por los instrumentos de la dictadura continúan
siendo esenciales para el estudio de la represión, pero
también para el conocimiento de los sucesos más
comprometidos y violentos acaecidos durante la guerra, la
identificación y los motivos de los delatores, el peso de
la quinta columna, el nivel al que llegaron los odios
políticos y de clase en el seno de la comunidad, los
litigios personales que se resolvieron bajo el disfraz de
la acusación política y otra serie de avatares que se
manifestaron en la retaguardia republicana. Los juicios
sumarísimos contra Ernesto Sempere Beneyto y Ernesto
Sempere Villarrubia –padre e hijo respectivamente- puede
que nos ayuden a comprender un poco más todo esto y, sobre
todo, la forma en la que el régimen franquista se asentó en
el poder. A ello nos dedicaremos en las siguientes
páginas12.12 El interés por el estudio de las fuentes judiciales militares partedel trabajo que en este sentido han realizado autores pioneros como M.Ortiz Heras, Violencia política en la II República y el primer franquismo...op. cit.; M.Lanero Táboas, Una milicia de la justicia: la política judicial del franquismo (1936-1945),Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1996; C. Mir Curcó, Vivir essobrevivir. Justicia, orden y marginación en la Cataluña rural de posguerra, Lleida,
8
Delación, depuración y justicia militar. Los instrumentos
de la venganza.
Ciudad Real permaneció leal al régimen democrático
durante toda la guerra civil, pero como provincia de
retaguardia quedó sumida en el caos y en medio de un
violento proceso revolucionario de la mano de los comités
obreros y milicias locales –muchas de ellas descontroladas-
hasta los últimos días de 1936, fecha en la que se empezó a
recomponer el orden y la autoridad republicana en toda la
provincia. Algunas checas en la provincia y la capital se
hicieron famosas por las torturas que se cometían contra
los detenidos, los paseos y ajustes de cuentas fueron
habituales durante los primeros meses de la guerra contra
militantes de algún partido de derechas, propietarios o
católicos. La extorsión económica, el chantaje o las
amenazas que recayeron sobre los mismos se prolongaron aún
mucho más en el tiempo, sobre todo al compás de las
desconsoladoras noticias que llegaban del frente o los
bombardeos franquistas que caían sobre la población. Sin
embargo, y aunque apenas hubo asesinatos a partir de 1937,
la suerte de los que asumieron algún cargo de
responsabilidad política durante estos años estaba echada,
fuesen o no responsables del denominado “terror rojo”. Esto
se debió a tres aspectos fundamentales: los odios y ánimos
de venganza de la gente escondida, castigada o maltratada
Milenio, 2000; y F. Espinosa Maestre, La justicia de Queipo. Violencia selectiva yterror fascista en la II División en 1936, Barcelona, Crítica, 2006.
9
por la retaguardia republicana; los intereses personales,
políticos y económicos que llevaron a muchos vecinos a
delatar a los miembros de los partidos, sindicatos, comités
obreros y órganos del gobierno republicano y así demostrar
su afección al nuevo régimen totalitario; y la
determinación de una política represiva de postguerra más
movida por la necesidad de aniquilar o represaliar al
enemigo político que en determinar o averiguar los
supuestos delitos concretos de cada uno13. Una suma de
circunstancias que firmaría miles de sentencias de muerte.
El terror “legal” que se impuso al acabar la guerra de
la mano de los consejos de guerra y los tribunales
militares no se cebó únicamente con elementos socialistas,
comunistas, anarquistas o sindicalistas en general. Aunque
fueron éstos los más castigados por la política de la
venganza, tampoco se libraron de la represión física ese
extenso abanico de gobernadores civiles, diputados o
políticos, intelectuales o sectores profesionales que
habían simpatizado o colaborado con el gobierno del Frente
Popular y el régimen republicano. Según F. Alía Miranda la
mayor parte de los fusilados en Ciudad Real capital, 988 en
total, “fueron personajes que bien habían ostentado cargos
públicos o labores de partido importantes, que habían
formado parte de cualquiera de los muchos comités, o bien
13 F. Alía Miranda, La guerra civil en retaguardia...op. cit.; sobre los fundamentosideológicos de la represión jurídica, véase, F. Espinosa Maestre,“Julio de 1936. Golpe militar y plan de exterminio”, en J. Casanova(Coord.), Morir, matar, sobrevivir...op. cit., pp. 95-102.
10
que habían sido denunciados, acusados de delitos de
sangre”14. A la muerte se sumó el robo o la incautación de
sus viviendas, tierras, negocios o pertenencias. Todo un
ejemplo de represión total sobre los vencidos15.
Algunos casos resultan paradigmáticos por la saña con
la que se persiguió a determinadas personas y sus familias.
Una de éstas fue la de Ernesto Sempere Beneyto, ingeniero
industrial de profesión y ayudante de Obras Públicas en la
Diputación de Ciudad Real. Su compromiso político ya quedó
demostrado durante el régimen de Primo de Rivera, pues su
oposición pública a la dictadura y en favor de la
democracia le costó un traslado laboral a Galicia. Ahora
bien, fue con el estallido de la II República cuando su
activismo político se acentuó. En efecto, Ernesto Sempere
Beneyto llegó a ser presidente provincial del Partido
Radical Socialista en 1933, desde 1934 presidió el recién
creado de Unión Republicana e integró la candidatura del
Frente Popular por Ciudad Real en las elecciones
legislativas de febrero de 1936. Además, también fue
presidente provincial del Instituto de Reforma Agraria y de
la Junta de Incautación, por lo que tomó partido en la
14 Por clasificación profesional, 492 ejecutados de postguerra enCiudad Real capital fueron trabajadores del campo, 70 albañiles, 40ferroviarios, 30 mineros y 15 mujeres dedicadas a lo que entonces sedenominaba como “sus labores”. De 49 víctimas se desconoce suprofesión y 21 pertenecían a profesiones de cierto nivel cultural,como médicos, veterinarios, maestros nacionales, practicantes,abogados, procuradores y secretarios judiciales o municipales. Tambiénengrosaron las víctimas de la represión franquista en Ciudad Real unjefe de prisión y un sacerdote. Ibid.., pp. 399-400. 15 Véase F. Moreno, “La represión económica” en S. Juliá (Coord.),Víctimas de la guerra civil...op. cit., pp. 343-349.
11
expropiación de algunas fincas, entre ellas la denominada
“Zacatena”, de 2.166 hectáreas y propiedad de la Duquesa de
San Carlos, la primera que se hizo en toda España sobre un
miembro de la Grandeza y que en septiembre de 1936 fue
entregada a la Sociedad Filial de Trabajadores de la Tierra
de Daimiel para ser explotada en colectividad16. Las
enemistades que se pudo ganar por esta labor no sólo
auguran su final, sino que también ayudan a entender los
deseos de venganza de ciertos sectores sociales
tradicionalmente dominantes contra determinadas personas
que participaron en la gestión progresista del régimen
republicano.
No obstante, el estallido de la guerra y el proceso
revolucionario que se desató durante los primeros meses en
Ciudad Real pudo dejar en una posición realmente difícil y
hasta peligrosa a este liberal y demócrata que parece que
no ocultaba su condición de católico practicante. Además,
el partido político al que pertenecía, Unión Republicana,
despertaba bastante desconfianza y recelo entre ciertos
16 Unos días antes de ser relevado como presidente del Instituto deReforma Agraria en marzo de 1934, el mismo ingeniero Sempere ordenótambién la inclusión de la finca “Cañada del Águila”, propiedad delMarqués de Santa Cruz e hijo de la Duquesa de San Carlos, en elinventario de Bienes Expropiables a la Grandeza. En este sentido,véase, Mª. P. Ladrón de Guevara, La esperanza republicana. Reforma agraria yconflicto campesino en la provincia de Ciudad Real (1931-1939), Ciudad Real,Biblioteca de Autores y Temas Manchegos, 1993. Para más informaciónsobre la labor pública y política de Ernesto Sempere Beneyto en laprovincia de Ciudad Real durante los años republicanos, véase, J.A.Sancho Calatrava, Elecciones en la II República: Ciudad Real (1931-1936), CiudadReal, Diputación Provincial, 1988; y J. Otero Ochaita, Modernización einmovilismo en La Mancha de Ciudad Real (1931-1936), Ciudad Real, Biblioteca deAutores y Temas Manchegos, 1993.
12
partidos obreros, especialmente en el PSOE, que no podía
olvidar la pasada colaboración de algunos de los miembros
de la nueva formación política con el gobierno de Lerroux.
Del mismo modo, el PSOE provincial acusaba a la Unión
Republicana de Ciudad Real de ser un partido repleto de
infiltrados procedentes de Acción Popular y Falange
Española desde las elecciones de febrero de 193617. De
hecho, quizás no les faltase algo de razón a los
socialistas pues, como luego se demostró, el presidente
local de Unión Republicana era un farmacéutico, Manuel
Romero, que procedía de la Unión Patriótica y que en los
días del golpe de Estado se comprometió con un sargento del
Gobierno Militar de Ciudad Real a apoyar la sublevación de
julio y, cuando ésta fracasó, fue el principal organizador
de la Quinta Columna en la capital manchega18. En cualquier
caso, nada tiene que ver la biografía del farmacéutico con
la de Ernesto Sempere Beneyto, cuya identificación con el
régimen democrático y republicano queda fuera de toda duda
al haber integrado la candidatura del Frente Popular. Ni
siquiera Unión Republicana fue el único partido del Frente
Popular que ocultó en sus filas a elementos de derechas o
falangistas. Además, no hay que olvidar que para
17 La Federación Provincial Socialista dirigía una carta fechada el 31de mayo de 1936 a la Comisión Ejecutiva del Partido informando en estemismo sentido. Véase, F. Alía Miranda, La guerra civil en retaguardia...op. cit.,p. 50. 18 Según se desprende de las Memorias que este farmacéutico publicó en1970, su actividad en la Quinta Columna se debió al horror que leprodujeron algunas escenas de persecución a fascistas y a religiososen los primeros días de guerra y a la recompensa que esperaba alfinalizar la guerra con la victoria del bando rebelde. Ibid., p. 338.Véase también M. Romero Sánchez-Herrera, Estampas de la Guerra Civil, Madrid,Tip. Flórez, 1970.
13
determinados autores, esta formación política representa el
paradigma de una “Tercera España” habitada por
intelectuales, sujetos moderados, demócratas reformistas o
liberales progresistas que quedaron atrapados por la tenaza
de unas clases sociales antagónicas19. Así pues, esto nos
puede ayudar a entender la situación comprometida en la que
quedó parte de la población en los momentos de mayor
radicalización y violencia política.
En efecto, las constantes sospechas, muchas de ellas
infundadas, que tachaban de facciosos a personas que
desempeñaban una profesión liberal, propietarios y
religiosos puede explicar algunos de los movimientos o
acciones que parece que protagonizó Ernesto Sempere Beneyto
en la retaguardia republicana. Además, su significación y
activismo político republicano en la capital y provincia
antes de que estallase el golpe militar, no le permitía
mantener durante la guerra una posición distante o alejada
de los órganos políticos de poder y decisión, pues
igualmente por ello podría haber sido señalado por los
comités revolucionarios en los primeros meses. En cualquier
caso, parece que según el propio ingeniero declaró en el
juicio sumarísimo que le condenó a muerte, muchas de sus
acciones estuvieron motivadas “a fin de salvaguardar su
persona y bienes”. Una declaración que puede sonar tópica y
desesperada, pero que cobra lógica y veracidad si atendemos
19 Véase, P. Preston, Las tres Españas del 36, Barcelona, Plaza&Janes, 1998;E. Moradiellos, 1936: los mitos de la guerra civil, Barcelona, Península, 2004; yN. Townson, La república que no pudo ser, Madrid, Taurus, 2002.
14
a sus argumentos, pues por su “carácter de propietario,
religioso y el haber intervenido en favor de algunas
personas derechistas, especialmente detenidos, se
encontraba muy mal visto por los dirigentes rojos, que
desconfiaban de él”20.
Fuese por convicción o por temor a la represión
revolucionaria de los primeros meses, lo cierto es que,
desde que estalló la guerra, Ernesto Sempere Beneyto asumió
ciertas responsabilidades públicas y políticas de gobierno
en Ciudad Real. Así pues, fue miembro del Comité de Guerra
de la ciudad hasta noviembre de 1936 en que fue disuelto,
presidente del Comité de Control de Obras Públicas,
presidente del Sindicato de Ingeniería y Arquitectura
afecto a la UGT desde noviembre de 1936 y de mayo a julio
de 1937 Gobernador Civil en funciones. También fue nombrado
Mayor del Ejército Popular de la República y desde otoño de
1937 estuvo en diversos frentes al mando del 36 Batallón de
Obras y Fortificaciones, y con el que finalmente ascendió a
Teniente Coronel y Jefe del Estado Mayor de ingenieros,
zapadores, pontoneros, fortificaciones, voladuras y pistas
de guerra de la Agrupación de Divisiones Toral. Más
sorprendente resulta su afiliación al Partido Comunista
desde enero de 1937. Una decisión que, sin duda, estuvo más
motivada por esquivar posibles represalias que por una
inmediata transformación ideológica, pues once meses
después de su afiliación todavía reclutaba soldados en el
20 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 1.816, leg. 5.741.
15
citado 36 Batallón en nombre de Unión Republicana. Además,
debemos entender que conforme derivaron los acontecimientos
en la retaguardia republicana, podía resultar mucho más
tranquilizador en un momento de apuros la posesión del
carné del Partido Comunista que el de Unión Republicana. De
hecho, esta circunstancia tampoco pasó desapercibida para
el PSOE, que acusaba al Partido Comunista y a la CNT
provincial de haber aumentado sus listas de afiliados con
personas, algunas de ellas desafectas a la República,
deseosas de conseguir cualquier carné que les pudiese
salvaguardar la vida21. De cualquier modo, las obligaciones
políticas adquiridas por Ernesto Sempere Beneyto en la
retaguardia republicana no podían pasar desapercibidas para
una justicia de postguerra nada contemplativa.
La instrucción del juicio sumarísimo de urgencia que
se siguió contra él desde el 13 de mayo de 1939 prueba la
arbitrariedad de un proceso diseñado para la venganza,
donde el fallo parecía estar dictado antes de iniciarse la
causa judicial. Poco podíamos esperar de la imparcialidad
de un tribunal militar presidido por un Comandante del
ejército sublevado. El juez instructor era un capitán del
mismo, el secretario, un falangista. El abogado defensor
sólo se dejó oír para pedir la rebaja en un grado de la
pena de muerte solicitada por el fiscal, esto es, la
21 En este sentido, como ha advertido F. Alía Miranda, resulta bastantellamativo que el Partido Comunista en la provincia de Ciudad Realpasase de los 500 afiliados en diciembre de 1935 a los 15.500 ennoviembre de 1937. Véase del mismo, La guerra civil en retaguardia...op. cit., p.123.
16
petición de cadena perpetua. Como ha escrito F. Moreno, “la
denuncia se convirtió en el motor y en el primer eslabón de
la <<justicia>>”22. Los denunciantes fueron un guardia
civil, un abogado hermano de un capitán asesinado durante
los primeros meses de la guerra al haber sido acusado de
organizador del “fascio” en Almagro y un chofer del Comité
de Guerra afiliado en el 36 a la UGT y hermano de A. Cano
Murillo -presidente provincial del PSOE- que parecía buscar
el indulto a toda costa. Y así lo consiguió, a cambio de
responsabilizar a Ernesto Sempere Beneyto, a José Tirado
Berenguer –presidente provincial de la CNT- y al dirigente
socialista del asesinato de un ex presidente provincial de
la CEDA. Claro que el líder socialista y hermano del
delator ya había conseguido huir sano y salvo a la frontera
francesa. También fue denunciado por una mujer de la que
nada sabemos y el ya citado farmacéutico y principal
organizador de la Quinta Columna en la capital que,
casualmente, compartió durante un tiempo las filas de Unión
Republicana con el procesado23. Pero sobre todo, el grupo
de denunciantes más extenso fue el de sus antiguos
compañeros de trabajo en la sección de Obras Públicas de la
Diputación Provincial de Ciudad Real. Algunos de éstos,
22 F. Moreno, “La represión en la postguerra”, en S. Juliá (Coord.),Víctimas de la guerra civil...op. cit., p. 309.23 La familia Sempere Luján cuenta cómo, acabada la guerra y presoErnesto Sempere Beneyto, el farmacéutico accedió a la prisión dondeestaba recluido el ingeniero “para hacer escarnio y burla de suhumillante y terrible situación”. Carta personal de Francisco Javier Sempere Lujándirigida a Óscar G. Bascuñán Añover en 4 de octubre de 2006.
17
seis en total, miembros de la CEDA, la Falange y el Partido
Progresista de Cirilo del Río antes del golpe militar24.
Las denuncias no necesitaban ninguna prueba para
demostrar su veracidad, la declaración del denunciante
parecía ser para el tribunal un hecho probado y demostrado.
Esto dio pie a generar un ambiente de terror y sospecha
continua que fue aprovechado por muchos para saldar con
denuncias odios personales, venganzas y envidias. Además,
denunciar era una manera de demostrar su afección al nuevo
régimen y escapar de las posibles denuncias que podían caer
sobre ellos, pues pocos estaban libres de sospecha. Para C.
Mir, el resentimiento de unos y el temor de otros es lo que
ayuda a comprender la colaboración de la sociedad civil en
la violencia represiva del régimen franquista25. Tal purga
cobró una especial dimensión en las pequeñas ciudades y
espacios rurales, más todavía en las que como Ciudad Real
permanecieron leales a la República hasta los últimos días.
Aquí, los odios políticos y de clase se mezclaron con los
odios y venganzas personales propias de unas relaciones
sociales y de vecindad en las que todos sus habitantes se
conocían. “Inculpar era sencillo [y provechoso]. Exculpar
resultaba peligroso” escribe J. Casanova para explicar el
grado de implicación de buena parte de la población con el
24 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 1.816, leg. 5.741.25 C. Mir Curcó, “El sino de los vencidos: la represión franquista en la Cataluña rural de posguerra”, en J. Casanova (Coord.), Morir, matar, sobrevivir...op. cit., pp. 173-182.
18
sistema de terror26. En este sentido, podemos entender las
declaraciones de delatores contra Ernesto Sempere Beneyto
que eran manifiestamente falsas, como la que le acusaba de
ser miembro del Comité de Defensa de Ciudad Real, otras que
se basaban en simples suposiciones malintencionadas, como
el que decía que “cree, dada la significación del
procesado, que intervendría en la inducción para cometer
asesinatos”, la falta de rigurosidad o los que le acusaban
de cierto asesinato por haberlo oído “de rumor público”27.
De forma resumida, las acusaciones de particulares
contra el detenido fueron, además de ser miembro de varios
comités, ocupar cargos de responsabilidad pública y
política antes del golpe militar y durante el periodo de
“dominación roja” y haber sido oficial y voluntario del
ejército republicano, la de haber informado al Comité de
Policía Política contra asociaciones y personas de
derechas, haber hecho “propaganda de la causa roja e
insultado al movimiento nacional y sus invictos generales”,
haber viajado a Madrid para recibir instrucción de cómo
instaurar el “régimen rojo” en Ciudad Real, tener
conocimiento de los asesinatos que se cometían cada noche,
presenciar los fusilamientos en la tapia del cementerio de
la capital, haber participado en los interrogatorios que
realizaba el Gobierno Civil, asaltar el cuartel de la
Guardia Civil para repartir pistolas y escopetas entre los
26 J. Casanova, “Una dictadura de cuarenta años”, en J. Casanova (Coord.), Morir, matar, sobrevivir...op. cit., p. 32. 27 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 1.816, leg. 5.741.
19
obreros, haber incautado fincas pertenecientes al personal
de Obras Públicas que consideraba afectos a la sublevación
y haber depurado, expulsado y amenazado con la muerte a
esos mismos funcionarios de Obras Públicas.
Las declaraciones más graves contra él, no obstante,
fueron las que le responsabilizaban de ser uno de los que,
entre otros más, acusó en un tribunal popular al capitán de
infantería Calero de ser el organizador del “fascio” en
Almagro, conspirador el 16 de febrero y disparar contra los
trabajadores en una romería. El tribunal popular condenó al
capitán golpista, por unos hechos de sobra demostrados, a
veinte años de prisión y la detención de éste fue
aprovechada por varios descontrolados para sacarlo una
noche y asesinarlo. También acusaron a Ernesto Sempere
Beneyto de haber intervenido y presenciado el asesinato de
un ex diputado provincial de la CEDA en el cementerio de La
Solana y de haber incitado el asesinato en la capital de un
médico en represalia por el trato que éste le había dado a
su esposa enferma. Otras acusaciones aseguraban de oídas
que él y su hijo disparaban en el frente contra los
milicianos que se batían en retirada, que el primer día que
bombardearon Ciudad Real salió al balcón del ayuntamiento
para decir a voces que “aquella noche no había de quedar
uno que hubiera votada a las derechas”, que solía
manifestar que para que no bombardeasen la ciudad había que
poner al obispo como pararrayos en un tejado y que se
20
jactaba de haber inventado la transformación de botes
vacíos de mercurio de Almadén en bombas explosivas28.
En general, y a pesar de lo que pueda parecer, esta
lluvia de imputaciones contra el ingeniero no fue algo tan
excepcional, pues si la comparásemos con los sumarios de
otros represaliados seguramente podríamos observar que las
acusaciones eran muy parecidas. Incluso en esta misma causa
se aprecia de manera descarada cómo algunas de las
declaraciones de los denunciantes son prácticamente
calcadas29. Además, si muchas de estas declaraciones
particulares adolecen de pruebas y rigurosidad, los
informes oficiales emitidos por el alcalde, el comisario
jefe y la Delegación Provincial de Información e
Investigación de la Falange no se quedan atrás, con la
diferencia de que la fiabilidad de estos era incuestionable
para el tribunal militar. Podemos poner algunos ejemplos de
ello. Así pues, a cuestiones como “personas que por su
intervención fueron asesinadas” en las que se pedía de
forma expresa que se hiciese constar el nombre y domicilio
de las victimas, el alcalde del nuevo régimen respondía sin
hacer caso de la advertencia que fue “primera figura de la
criminalidad inductora con su conducta, actuación y cargos
ostentados”. En cuanto a las personas detenidas por su28 Ibid.29 Que muchos se pusieron de acuerdo para inventar denuncias contra losdetenidos parece un hecho bastante demostrado, lo mismo que lasvisitas que falangistas y denunciantes hacían a las cárceles parapropinar palizas a los detenidos. En este sentido, puede resultar degran interés la lectura de las memorias de un superviviente de laPrisión Monasterio de Uclés (Cuenca), A. Iniesta López, El niño de laprisión, Madrid, Siddharth Mehta Ediciones, 2006.
21
intervención, el alcalde contestaba simplemente “muchas” y
el comisario jefe aseguraba que fueron cuatro, aunque
reconocía que su nombre no aparecía como denunciante.
Respecto a los bienes requisados, el alcalde volvía a
responder “muchos” y el comisario “se ignora”. Sobre si
intervino en la destrucción e incendio de imágenes y
objetos religiosos, el alcalde, en otro alarde de
precisión, afirmaba “seguramente” y el comisario jefe
contestaba “perseguidor acérrimo de todo lo que significa
religión”. El juez necesitaba certificar de manera formal
la autenticidad de los informes y para ello pedía el nombre
de dos personas que lo pudiesen atestiguar. Tanto el
alcalde como el comisario evitaban dar nombres, éste último
afirmaba “cualquier persona adicta al glorioso movimiento
nacional, tanto de esta capital como de Almagro”,
evidentemente30.
La única defensa de la que gozaba Ernesto Sempere
Beneyto era la de su propia declaración y la escasa
credibilidad que el juzgado militar le otorgase, pues eran
pocas las oportunidades que le concedían de presentar
pruebas con un abogado defensor prácticamente ausente del
proceso. De esta manera, en su declaración reconoció haber
ingresado en el Partido Comunista por los motivos ya
subrayados, presidir algunos sindicatos y comités, salvo el
de Defensa, del que aseguró –y así se ha comprobado- que él
no formaba parte, pues en esas fechas en representación de
30 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 1.816, leg. 5.741.
22
Unión Republicana firmaba Francisco Serrano. La importancia
de haber sido miembro del Comité de Defensa residía en que
se acusaba a esta organización de dirigir una checa en la
capital. También negaba haber injuriado a la religión y a
las personas que la profesaban, pues reconocía que él la
practicaba y que durante los mismos años de la guerra había
contribuido como esclavo del Santísimo Sacramento de San
Bartolomé de Almagro. Algo que, según su declaración, había
acreditado en las primeras diligencias instruidas contra él
en el juzgado militar de Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba)
donde había sido detenido. Diligencias que o no llegaron o
no se incorporaron al sumario instruido por el juzgado
militar de Ciudad Real. De igual modo, negaba haber
amenazado a la gente de derechas el primer día de los
bombardeos ni armar a los obreros con pistolas y escopetas
del cuartel de la Guardia Civil. Admitía que había estado
en el Gobierno Civil cuando se interrogó a un sacerdote y
un jesuita de Daimiel, acusados de intentar un alzamiento
derechista, pero que él no formó parte del interrogatorio.
Además, afirmaba que ese mismo día se puso en libertad a
dos mujeres por su intervención31.
En cuanto a las acusaciones más graves, Ernesto
Sempere Beneyto negaba haber informado contra
organizaciones de derechas ni personas que trabajaban en
Obras Públicas para que fuesen ejecutados o les incautasen
las fincas y, aunque uno de los denunciantes presentó como
prueba un documento sin firmar que aseguraba que había sido31 Ibid.
23
escrito por el ingeniero con los nombres y afiliación
política de sus compañeros de trabajo, el procesado basaba
su defensa manifestando que ninguno de ellos había sido
detenido. Además, manifestaba que fue él el que gestionó la
condonación y rebaja de algunas multas que se impusieron
contra los empleados en Obras Públicas y que en momentos de
escasez proporcionó víveres “a todos los de la oficina”,
algunos de ellos como el aceite y las patatas procedentes
de su propia finca. Así, declaraba ser “una sorpresa y un
gran dolor, el encontrarme con que entre los compañeros de
Obras Públicas a los que he apreciado, querido y defendido
pueda anidar rencor o malquerencia en ningún momento contra
mi, que tanto los he estimado y respetado”. Por otro lado,
reconoció haber declarado contra el capitán de infantería
Calero en un tribunal popular, pero ello no lo convertía en
responsable de su muerte. También afirmó que por orden del
Gobierno Civil viajó con varios representantes políticos
provinciales del PSOE y la CNT por diversos pueblos de la
provincia con el fin de recoger las armas y que con este
motivo estaba en La Solana cuando varios milicianos se
llevaban al ex diputado provincial de la CEDA al
cementerio. Según éste, los milicianos le aseguraron que no
lo matarían pero así lo hicieron. Cuando regresó al
Gobierno Civil –continuaba afirmando- solicitó en presencia
del Comité de Defensa que lo relevasen de prestar esos
servicios, hecho por el cual parece que se burlaron de sus
“escrúpulos”. Igualmente negaba haber tenido algo que ver
en la muerte del médico, doctor Cilleruelo, a causa de la
24
operación que le realizó a su mujer y que, al contrario,
éste podía haberse refugiado en la casa del procesado32.
Precisamente, debido al aluvión de acusaciones que
caían sobre él y las dificultades que le ofrecía un proceso
judicial sin garantías para probar su declaración, intentó
basar su defensa en la demostración del número de personas
de derechas que había escondido y ayudado en la retaguardia
republicana. En efecto, en el pliego de descargos y
testimonios el procesado enumera y describe con precisión
algunas de sus actuaciones “en favor de señores de derechas
y adictos al glorioso movimiento nacional, que se vieron
seriamente amenazados”. Así pues, escribe de su puño y
letra que salvó la vida de un sobrestante de Obras
Públicas, Juan Gil, detenido porque se había alegrado
públicamente de la derrota que había sufrido en el frente
el Batallón Manchego. El ingeniero emitió en el Gobierno
Civil un informe “francamente favorable” para que no
condenasen a muerte al detenido y después de muchos ruegos
consiguió que lo liberasen y lo mantuvo escondido en su
domicilio hasta que a partir de enero de 1937 “dejó de
ocultarse públicamente y empezó a normalizar su vida”.
Firmó la libertad de Juan Francisco Serrano, después de un
mes encerrado en prisión, fue a por él a la cárcel, lo
acompañó a su casa y le aconsejó que estuviese un tiempo
escondido hasta que “pudiera camuflarse en una sindical”.
También logró la libertad de su vecino Luis Sastre Velasco,
detenido en la Casa del Pueblo, pretextando que era menor32 Ibid.
25
de edad y a pesar de los “insultos y vejaciones” que sufrió
por sus gestiones. Después de ponerlo en libertad lo
escondió en su casa cada vez que algunos grupos iban a
detenerlo y en una ocasión se tuvo que enfrentar a una
multitud de “amotinados” que pretendía atacar al liberado
en la puerta de su casa33.
También ocultó en su domicilio a un falangista, primo
del doctor Cilleruelo, y del que –según la declaración-
Luis Sastre podía dar testimonio, pues estuvo escondido con
él en la misma casa. Visitó varias veces a los presos
políticos de derechas y falangistas de Peñarroya que
estaban detenidos en la prisión de Ciudad Real, por ser
muchos de ellos antiguos “compañeros” de la Compañía
Minera. Atendió a sus peticiones, les proporcionó ropa de
invierno, intercedió ante los partidos políticos y el
Gobierno Civil para que se les diese buen trato y, una vez
liberados, les proporcionó “salvoconductos, avales, dinero
y víveres para marchar fuera de esta capital”. Envió
numerosos paquetes de víveres a otro falangista, Enrique
Capón Bustindui, que se encontraba escondido “muchísimo
tiempo” en Madrid. En el frente, nombró a un destacado
derechista de Sevilla, Manuel Castellanos Olivares,
Teniente ayudante y a un hermano y un pariente del jefe de
Falange de Villanueva de Córdoba, Alfonso Fernández Muela y
Francisco García Blanco, les nombró enlace y destacado a
oficinas respectivamente para librarlos de la persecución
de sus compañeros y paisanos en el frente. Lo mismo hizo al33 Ibid.
26
menos con otros tres miembros de las Juventudes de Falange
y con otro falangista de Ciudad Real, Isidro de la Santa
García, al que después de destacarlo a oficinas para que en
el reclutamiento no le descubriesen, le libró de un consejo
sumarísimo por espionaje gracias al informe favorable que
escribió sobre él y por lo que luego quisieron exigirle
“responsabilidades”. De igual modo, medió por la libertad
de Agapito Crespo, perito agrónomo de Fernancaballero, y
para evitar la persecución de Miguel Espadas, cajero de la
Diputación Provincial, escribió un documento en el que
hacía constar que aquél donó una suma de dinero importante
al Frente Popular para sufragar los gastos de las
elecciones de 1936, “cosa que era incierta en absoluto,
porque es hombre eminentemente derechista y que votó la
candidatura íntegra de derechas y además que no es muy
desprendido y menos para dar dinero a una idea contraria a
la suya”34.
La precisión con la que Ernesto Sempere Beneyto
describe sus actuaciones en favor de gente perseguida o
sospechosa de derechista, proporcionando los nombres de
cada uno de ellos y sus direcciones para tratar de que la
instrucción judicial les llamase a declarar o les pidiese
algún informe, le otorga credibilidad al relato. Esto no
significa que ahora el procesado sea sospechoso de haber
sido un miembro de la Quinta Columna. Nada estaría más
lejos de la realidad. Al contrario, esta actuación del
ingeniero Sempere debe considerarse sin más un gesto de34 Ibid.
27
caridad, de desacuerdo o de rechazo a las acciones más
violentas y arbitrarias que se cometieron durante los
primeros meses del conflicto bélico en el bando
republicano. De todos modos, también se debe de advertir
que junto a este comportamiento coexistieron otros en el
bando republicano, o al menos en Ciudad Real, cuando cada
vez quedaba más lejos la victoria. En efecto, parece que a
partir de 1937 algunas personas, sobre todo la que tenía
algún cargo de responsabilidad pública, además de proteger
a individuos con las que le podían unir relaciones
familiares, personales, de amistad o vecindad, intentaron
asegurarse amigos en el bando contrario por si el desenlace
final de la guerra no era el deseado. Para algunos, la
supervivencia estaba por encima de todo lo demás. Una
situación que tuvo que ser tan evidente en Ciudad Real que
provocó que la Gobernadora de la provincia, Julia Álvarez,
publicase una circular el 30 de agosto de 1937 en este
sentido:
“[...] es doloroso reconocer que los Partidos y Organizaciones
han rectificado su línea y los que ayer apoyaban la idea de limpiar la
retaguardia hoy emplean sus energías en extender avales que llegan en
aluvión a este Gobierno civil para recomendar a todo el que es
detenido”.
“[...] Cuando están en la cárcel elementos declaradamente
facciosos, de los que en febrero de 1936 formaban las directivas de
Acción Popular y las centurias de Falange Española y llueven
recomendaciones múltiples individuales y colectivas de antifascistas
para que se ponga en libertad a los detenidos; yo digo, con toda la
responsabilidad del cargo que ocupo, que estas recomendaciones no
28
pueden interpretarse más que de dos formas: o se trata de ganar
afiliados de número o se trata de conquistar la recíproca por si se
acercan las hordas fascistas”35.
No obstante, no parece que ese intento de encontrar
avales en el bando contrario fuese lo que motivase el
comportamiento contemplativo de Ernesto Sempere Beneyto,
pues muchas de estas actuaciones las protagonizó durante
los primeros meses de la guerra, cuando todavía estaba más
que difusa la victoria del bando rebelde. Además, la prueba
más significativa reside en que si algunas élites políticas
o profesionales protegieron o camuflaron a otros a cambio
de salvar la vida acabada la guerra, éste no fue el caso
del ingeniero, pues apenas nadie de los que se beneficiaron
de su intervención y favor durante la guerra quisieron
avalarle después en el sumario. En efecto, el proceso
judicial no se molestó en llamar a declarar a la cantidad
de personas citadas por el detenido, tampoco éstos se
prestaron voluntariamente a escribir algún informe
favorable que le hubiera podido salvar. Parece demostrarse
aquí que eso de exculpar podía ser realmente peligroso.
Sólo un falangista de Madrid emitió una carta confirmando
que el ingeniero le había proporcionado víveres mientras él
estaba escondido. Los informes favorables de los
derechistas y falangistas de Peñarroya que citaba el
ingeniero se quedaron en la instrucción que se siguió al
principio en este pueblo y o no se pidieron o nunca
llegaron a la instrucción de Ciudad Real. Tampoco le35 Citado de F. Alía Miranda, La guerra civil en retaguardia...op. cit., pp. 225-226.
29
concedieron el careo que solicitaba con el chofer y hermano
de A. Cano Murillo que, a cambio de un indulto, le había
acusado de ser el asesino del ex diputado de la CEDA en La
Solana, ni se molestaron en comprobar que durante los años
republicanos y hasta julio de 1936 estuvo cotizando en la
Iglesia de la Merced y luego en la de San Pedro, ambas de
Ciudad Real. El procesado pensaba que su manifiesta
religiosidad, esto es, su conducta y su amistad con “gente
de orden” le podía salvar la vida en último caso. Así lo
escribía él mismo:
“[He] tenido amistad con hombres de orden [...] y en fin con
muchos hombres serios que en todo momento han podido o pudieron
observar si yo tenía instintos criminales ni manifestaciones que
pudieran indicar o descubrir en mi un hombre de desorden o violencia,
o un criminal y que el hombre que lleva dentro de sí esos instintos,
no puede de por menos de manifestarlos o descubrirse, si no en una
ocasión en otra y yo jamás fui detenido, ni he pisado una Inspección
de Vigilancia y Policía ni un cuartel de la Guardia Civil, ni he
regañado ni tenido cuestiones personales con nadie, ni he observado
desvío de mis amigos todos ni de las personas que he citado y de otras
muchas que pudiera citar, motivados por mis instintos y conducta”.
[...] “He sido siempre un hombre respetuoso con las leyes del Estado y
sus representantes y con el derecho de gentes, ni he podido ver que se
le haga daño a nadie”36.
Poco más podía decir o demostrar Ernesto Sempere
Beneyto para no ser condenado a muerte pues, en realidad,
el proceso judicial no trataba de dilucidar su conducta ni
sus presuntos delitos, sino de materializar una purga36 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 1.816, leg. 5.741.
30
política de la que era difícil librarse. Al tribunal
militar le bastó sólo con acusarle de sus responsabilidades
públicas y políticas antes y después del golpe militar,
haber declarado como testigo en un tribunal popular contra
un capitán sublevado que más tarde fue ajusticiado por unos
descontrolados y, lo más controvertido, responsabilizarle
del asesinato de un ex diputado de la CEDA en La Solana, si
bien –según afirma la sentencia- “no consta si el procesado
disparó contra la víctima”, para condenarlo a muerte por el
delito de adhesión a la rebelión el día 3 de junio de
194037. Mes y medio más tarde, la madrugada del 17 de julio
de 1940 fue fusilado y enterrado en una fosa común en el
cementerio de Ciudad Real a la edad de cuarenta y cinco
años junto con veinticuatro víctimas más, algunas de
veinte, veintiuno, veintidós y veinticuatro años38. Unos
días antes del asesinato -según relató un hijo de la
víctima en una carta- gracias a las gestiones del
falangista escondido en Madrid, Enrique Capón Bustindui,
que era profesor de los hijos del ministro franquista
Rafael Sánchez Mazas, obtuvo y confirmó a la familia la
conmutación de la pena de muerte del procesado. Pero parece
que la noticia llegó a los oídos de alguien y, antes de que
lo notificasen de forma oficial, se apresuraron a
fusilarlo39. 37 Ibid.38 Véase F. Alía Miranda, La guerra civil en retaguardia...op. cit., pp. 497-521.Unos quince años después de su fusilamiento, los restos fueronbuscados y localizados por la familia gracias a la colaboración de unade las personas que le dio sepultura. Tras su exhumación y proceso deidentificación, volvió a ser enterrado en el panteón familiar. 39 Carta personal de Ernesto Sempere Villarrubia dirigida a FranciscoAlía Miranda en 7 de octubre de 2004.
31
En cualquier caso, no acabó aquí la persecución sobre
la familia de Ernesto Sempere Beneyto. Después de fusilado,
la más dura represión “legal” bajo el velo de los órganos
de justicia militar continuó cebándose con su familia. Un
hermano del procesado, Cayetano, también fue condenado a
muerte, aunque tras pasar unos años encerrado en la cárcel
de Almodóvar del Campo logró que se le conmutase la pena y
salvar la vida. Los hijos de Ernesto tampoco se libraron de
las acusaciones de los vecinos que o se habían sentido
incómodos y maltratados en la retaguardia republicana o,
simplemente, pretendían manifestar su afección a la
dictadura militar. A José Luis, con apenas catorce años
cuando empezó la guerra y a pesar de los deseos de algunos
denunciantes, se le puso en libertad tras tomarle
declaración. Sin embargo, el primogénito, Ernesto Sempere
Villarrubia, fue el que más sufrió las consecuencias de una
larga postguerra. Sus principales delatores fueron, como en
el caso de su padre, sus compañeros, pero no del trabajo
sino del instituto de enseñanza media donde él estudiaba.
Así es, el hijo del ingeniero era apenas un estudiante de
quince años cuando estalló la guerra. Los cargos que se le
imputaban no quedaron suficientemente demostrados en el
sumario y fundamentalmente eran políticos, sin embargo para
algunos de sus denunciantes éste era un izquierdista, un
menor de edad, “peligrosísimo para la causa nacional”. Sin
32
duda, se trataba, de nuevo, de una acción judicial
encaminada a la depuración política40.
De hecho, Ernesto Sempere Villarrubia fue víctima de
una denuncia colectiva, quizás la mejor expresión de
arbitrariedad y purga política. En ella se le acusaba junto
a otros veintiocho estudiantes más de ser “elementos
destacados en su actuación durante la dominación del
Gobierno rojo”. La declaración sumarial contra él la
efectuaron cinco antiguos compañeros y estudiantes del
instituto de Ciudad Real, todos de entre dieciocho y veinte
años de edad. ¿Existía mejor forma para estos jóvenes
estudiantes de comprometerse políticamente con el nuevo
régimen, promocionarse y optar a puestos de trabajo y
cargos públicos? Los cinco le acusaban conjuntamente de
haberse afiliado a la FUE unos meses antes del golpe
militar, ser Secretario de Propaganda de la misma
organización durante la guerra, ingresar en el Partido
Comunista en enero de 1937 –la misma fecha en la que lo
hizo su padre y su hermano José Luis-, exaltar la “causa
roja” y criticar “violentamente la nacional en periódicos
murales y caricaturas en las que también insultaba a los
generales del ejército nacional”, formar parte del40 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 7.054, leg. 3108. En las yacitadas memorias sobre la Prisión Monasterio de Uclés, Andrés IniestaLópez también era menor de dieciocho años cuando acabó la guerra. Noobstante, como él mismo relata, si hacemos caso a las acusaciones delos delatores y denunciantes, “más bien pareció haber sido elresponsable directo de todo cuanto aconteció en nuestra patria”. Unpasaje de sus memorias, donde se reproduce el “simulacro de juicio”que era un Consejo de Guerra en, A. Iniesta López, El niño de la prisión...op.cit., pp. 110-115.
33
organismo que depuraba a los alumnos del instituto,
proponer en una junta de la FUE que se informase sobre dos
estudiantes de derechas para que fuesen fusilados,
participar en la destrucción de objetos sagrados de la
Iglesia de la Merced, ir voluntario al “ejercito rojo”
donde alcanzó la graduación de cabo y haber maltratado de
obra y palabra a otros compañeros de derechas. Esta última
acusación fue sobre la que más hincapié hicieron algunos de
los estudiantes delatores y posiblemente fue el motivo que
les llevó a denunciarle, pues supuestamente era con éstos
con los que Ernesto había tenido unas reyertas causadas –
según los declarantes- por cuestiones políticas. El resto
de acusaciones que lanzaron contra él son una copia del
informe de la Delegación de Información e Investigación de
la Falange41.
De este modo, podemos entender que algunos de estos
mismos estudiantes que le habían denunciado por todos los
cargos mencionados en el turno de ratificaciones aclarasen
que “no tiene seguridad de que el procesado tomase parte en
la destrucción de imágenes de la Merced [...] y de la misma
forma hace constar que tampoco tiene seguridad de que
denunciase y propusiese el fusilamiento de Monterde en el
frente, que estos mismos extremos se lo han dicho al
declarante los propios interesados pero sin embargo como no
está poseído de una absoluta seguridad hace constar su
duda”. Y otro, el que supuestamente Ernesto Sempere
41 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 7.054, leg. 3108.
34
Villarrubia había propuesto denunciar por derechista, pero
que ni fue denunciado, ni represaliado ni pudo presenciar o
escuchar directamente lo que se dijo aquel día en la Junta
de la FUE porque estaba en el frente, manifestaba que “sólo
de referencia o rumores conoce los hechos de que haya
intervenido en la destrucción de las imágenes y que no está
seguro si portaba pistola”. No obstante, también hubo otros
que ratificaron lo dicho. Como la hija del conserje del
instituto, que afirmaba estar “absolutamente segura” de que
el procesado había dicho que debían dar informes de dos
estudiantes “para que fuesen fusilados”, que “presenció”
cómo entraron por un agujero en la Iglesia de la Merced de
la que sacaron “bastantes objetos” y cómo fueron quemados
algunos de éstos por el procesado y otros más en el jardín.
El conserje y el director del instituto decían estar
dispuestos a dar fe de estas acusaciones contra el
procesado, quizás querían asegurar su puesto de trabajo.
Más seguro tenía su puesto de trabajo el sacerdote que a
pesar de afirmar que no conocía muchos datos porque había
estado escondido durante la guerra repitió las mismas
acusaciones contra el procesado y algunas otras
probadamente falsas como que le constaba que alcanzó el
grado de Teniente de Ingenieros o que hizo guardias en la
sede del Partido Comunista42. Y un escultor, Ramón de la
42 La colaboración y sintonía ideológica del clero con el régimenfranquista ha sido analizada con gran brillantez en, J. Casanova, LaIglesia de Franco, Barcelona, Crítica, 2005.
35
Osa, que fundamentó algunas de las acusaciones contra el
procesado en el rumor y haber “oído decir...”43.
A parte de las declaraciones particulares y los
informes oficiales de la Falange, el alcalde y el Comisario
Jefe, las pruebas existentes contra él eran su carné del
Partido Comunista, dos artículos donde defendía la causa
republicana y criticaba al fascismo y una caricatura de la
aviación nazi. En ninguno de éstos se incitaba a tomar
represalias contra nadie ni a la destrucción del patrimonio
de la Iglesia. Al contrario, en uno de sus escritos
contraponía el concepto de fascismo a la bondad del
cristianismo, lo que ya nos hace sospechar de sus más que
sinceras creencias católicas44. De este modo, en las dos
declaraciones que se le tomaron trató de aclarar y
desmentir algunas de las acusaciones. Así pues, aseguraba
que no había pertenecido a ningún partido político antes
del “Glorioso Movimiento Nacional”, solamente a la FUE43 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid,procedimiento sumarísimo de urgencia nº 7.054, leg. 3108.44 Ibid. Parte de este artículo decía lo siguiente: “[...] Cristo predicóla paz; el fascismo nos ha provocado la guerra más cruel conocidahasta ahora. Cristo era compasivo; el fascismo no conoce el perdón ni lagenerosidad.Cristo amaba a los pobres y amigaba con los ignorantes y sencillos decorazón; el fascismo lucha contra los pobres, y defiende a losplutócratas de toda calaña, y se alía con la petulancia y lafanfarronería.Cristo era humilde; el fascismo es la soberbia hiperestesiada.Cristo era tolerante con los publicanos; el fascismo es la imposicióny la tolerancia.Cristo era resignado; el fascismo es la impaciencia y la egolatría.[...] Comparad católicos de buena fe, lo que pretende la España leal ylo que desea la rebelde, y elegid. Nosotros no perseguimos a losreligiosos verdaderos; sólo somos enemigos de los falsos, que tambiénlo son de Cristo”.
36
desde marzo de 1936. También reconoció haber sido
Secretario de Propaganda de esta misma organización durante
un mes, pero que tanto lo de colocar escritos en la vía
pública como lo de vender periódicos era una labor ordenada
y establecida por turnos entre todos los estudiantes
afiliados. Negaba haber usado pistola, intervenido en actos
de propaganda del Partido Comunista o incautado muebles del
centro escolar. Sobre esto último decía que había hecho
cuatro guardias armado con carabina a principios de 1937
para custodiar el instituto y no para incautarlo45.
Igualmente, rechazaba la acusación de haber
participado en la destrucción de imágenes de la Iglesia de
la Merced porque, según él, era católico y porque durante
los primeros meses de la guerra estuvo viviendo en Corral
de Calatrava y en una finca de su familia en el campo.
Tampoco reconocía haber tenido reyertas con algunos
estudiantes por motivos políticos, hacer informes de dos
estudiantes de derechas para que fuesen fusilados, pues
manifestaba que uno de ellos era “amigo íntimo” y al otro
no lo conocía, o haber formado parte de la junta
depuradora, ya que en esos momentos estaba en el frente con
su padre. Además, declaraba que estando en el frente hizo
el favor de destinar a oficinas a un derechista, Emilio
Bernabéu. De poco le sirvió esta última acción, si con ello
buscaba la compasión de los militares rebeldes. Ninguna de
las acusaciones más graves contra él quedaron
suficientemente probadas, simplemente el tribunal militar45 Ibid.
37
concedió mayor credibilidad a los delatores, algunos de
dudosa intencionalidad. El acusado apenas pudo defenderse
ni probar su declaración. ¿Quién en esos momentos de terror
se podía atrever a exculpar a una familia republicana?
Incluso Luis Sastre, el vecino de derechas de los Sempere
al que escondieron y protegieron de una multitud amotinada,
que ni siquiera se prestó a redactar un informe favorable
de Ernesto Sempere Beneyto cuando sabía que éste iba a ser
asesinado, y que había sido llamado a declarar en este
sumario a petición de Ernesto Sempere Villarrubia con la
creencia de que lo haría a su favor, acusó al procesado de
“izquierdista” y de haber participado en la depuración de
alumnos del instituto. Eso sí, quizás ahora con la
necesidad de limpiar su conciencia, hizo constar que se
encontraba “en el deber de afirmar que el procesado y su
padre le brindaron protección y con él se portaron bien”46.
El 22 de febrero de 1940, Ernesto Sempere Villarrubia
fue condenado por un delito de adhesión a la rebelión a
veinte años de reclusión menor. La atenuante de ser menor
de dieciocho años cuando supuestamente cometió las acciones
de las que se le acusaba, le libró de un castigo mucho
mayor47. Aún así, lo peor para él estaba todavía por
llegar. Como relata Isaias Lafuente en Esclavos por la patria,
desde los dieciocho a los veintidós años recorrió once
cárceles y campos de concentración diferentes48. Entre
46 Ibid.47 Ibid.48 Véase I. Lafuente, Esclavos por la patria, Madrid, Temas de Hoy, 2003.
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ellas, la temible prisión de Valdenoceda (Burgos) donde el
hambre, el frío, la enfermedad y los malos tratos acabaron
con la vida de al menos ciento cincuenta y tres presos,
sesenta y dos de ellos castellano-manchegos49. Allí
coincidió con personalidades tan despreciadas por los
mismos represaliados políticos como David Antona, miembro
de la CNT y último Gobernador Civil del Ciudad Real
republicano, que se negó a abrir las puertas de las
cárceles a los comunistas de Ciudad Real alzados en armas
contra el golpe de estado del General Casado50. Pero
también forjó gran amistad con otros presos como el ilustre
historiador del arte Juan Antonio Gaya Nuño y se convirtió
en alfabetizador de muchos forzados e incluso, gracias a
sus conocimientos musicales, en director de la banda de
música del penal con el afán de elevar el ánimo y las
condiciones de vida de sus compañeros represaliados51. En
49 La noticia ha logrado ocupar un lugar en la prensa provincial, puesla tercera parte de los hallados en la fosa común de la prisión, estoes cincuenta y tres, eran naturales de la provincia de Ciudad Real.Véase, Lanza, “53 ciudadrrealeños, enterrados en una fosa común en unaprisión de Burgos”, 18-11-2004. También lo recoge la prensa nacional,El País, “Los olvidados de Valdenoceda”, 19-12-2004. 50 Muchos de los comunistas que permanecieron encarcelados seconvirtieron en las primeras víctimas de la represión franquista en laprovincia. La repercusión del golpe de Estado del General Casado enCiudad Real se puede leer en F. Alía Miranda, op. cit., pp. 357-367. 51 El propio Ernesto Sempere Villarrubia escribió antes de morir“Memorias de un superviviente del penal de Valdenoceda” en el que nostrasmite su trágica experiencia en las cárceles franquistas. Estapequeña autobiografía, en la que destaca sobremanera el acto de“sedición” que protagonizaron algunos de los presos, los llamadazos“trece de la fama”, al permanecer de pie en plena misa mientras lasautoridades se arrodillaban, la podemos encontrar enwww.sbhac.net/República/Relatos/Valdenoceda.htm. Hoy los descendientesde aquellas victimas están reunidos en el Colectivo de Familiares dePresos Republicanos Desaparecidos en la Prisión de Valdenoceda con laintención de exhumar los cadáveres, reconocer su identidad y recuperarsu memoria y dignidad Esto lo podemos ver y consultar en
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diciembre de 1943, un mes después de haber conseguido la
libertad condicional con destierro, fue reclamado por el
ejército para realizar el servicio militar en calidad de
“desafecto”, por lo que fue destinado al 94 Batallón
Disciplinario de Soldados Trabajadores Penados en
Algeciras, en el que permaneció hasta noviembre de 1945.
Allí tuvo que trabajar en la construcción de un muro de
seguridad: “Estábamos vigilados por militares. Eran piedras
de seis o siete kilos que teníamos que trasladar a hombros
desde la cantera hasta el campo de prisioneros. Si al
llegar la piedra no le parecía bien al sargento de turno
que nos vigilaba, teníamos que regresar a por más y así
hasta que daba el visto bueno a una y nos ganábamos el
rancho de ese día”52.
La pena de destierro se mantuvo en vigor durante estos
años y el indulto no llegó hasta el 14 de diciembre de
1948, tres años después de que el dictador lo concediese a
los “rojos” que habían cometido “delitos” durante la
guerra. Aún así, tras más de seis años de encierro y
trabajos forzados, no todos estaban dispuestos a devolverle
http://es.groups.yahoo.com/group/valdenoceda/52 Citado de Isaias Lafuente, op. cit., p. 143. Sobre los campos deconcentración franquista, véanse algunos títulos como, C. Molinero, C.Sobrequés, M. Sala (eds.), Una inmensa prisión. Los campos de concentración y lasprisiones durante la guerra civil y el franquismo, Barcelona, Crítica, 2003; A.Egido y M. Eiroa (eds.), Los campos de concentración franquista en el contextoeuropeo, Ayer, nº 57, 2005; J. Rodrigo, Cautivos. Campos de concentración en laEspaña franquista, 1936-1947, Barcelona, Crítica, 2005; G. Acosta, J. L.Gutiérrez, L. Martínez y A. del Río, El canal de los presos (1940-1962). Trabajos forzados: de la represión política a la explotacióneconómica, Barcelona, Crítica, 2004; y F. Mendiola y E. Beaumont,Esclavos del franquismo en el pirineo, Tafalla, Txalaparta, 2006.
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algo de libertad. El mismo Fiscal del sumario de libertad
condicional manifestaba en 1948 su disconformidad con la
concesión del indulto, ya que “los actos por él realizados
son incompatibles con todo género de sentimientos humanos,
honrados y cristianos”. Pensamos que pudo ser un error
mecanográfico en la transcripción de la sentencia
condenatoria lo que llevó al Fiscal a expresarse con tal
dureza. Si en la sentencia original se decía que el
procesado informó de dos estudiantes de derechas para que
“fueran” fusilados -algo que no sucedió-, en la copia del
sumario de libertad condicional aparecía como que “fueron”
fusilados. En cualquier caso, un ejemplo más de la
arbitrariedad y la falta de rigurosidad con la que actuaron
estos tribunales. Al final, y contra el parecer del Fiscal,
se le concedió el indulto “con la expresa advertencia de
que los beneficios de tal indulto no alcanzan a las penas
accesorias y quedará sin efecto en caso de reincidencia o
reiteración”53. En efecto, Ernesto Sempere Villarrubia tuvo
que vivir con un castigo añadido que dificultaba la
recuperación y normalización de la vida cotidiana, esto es,
la humillación del destierro y la obligación de presentarse
periódicamente a las autoridades hasta mediados de los años
5054. El estado de empobrecimiento en el que quedó la
53 Archivo del Tribunal Militar Territorial nº 1 de Madrid, sumario delibertad condicional del proceso sumarísimo de urgencia nº 7.054. 54 Sobre las dificultades que encontraron las víctimas del terror enrecuperar su vida cotidiana y el desamparo que sufrieron los sectoressociales más débiles de los vencidos, es decir, lo que se denominacomo “victimas encubiertas” en C. Mir Curcó, “El sino de los vencidos:la represión franquista en la Cataluña rural de posguerra”, en J.Casanova (Coord.), Morir, matar, sobrevivir...op. cit., pp. 129-137; y de lamisma autora, un estudio más detenido en, Vivir es sobrevivir...op. cit.
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familia al anularse los depósitos bancarios hechos en
moneda republicana y la ocupación forzosa y gratuita de sus
fincas durante los primeros años, hizo el resto. Una
justicia de venganza demasiado larga y cruel para una
familia cuyo único hecho probado en los sumarios fue su
activismo político en defensa de la República.
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