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Doctorado en Historia Universidad Nacional de Tres de Febrero La peronización de la juventud y el surgimiento de la violencia política Mar del Plata, 1958-1972 Autora: Mg. Mónica I. Bartolucci (Cehis, UNMdP) Director: Dr. Samuel Amaral, Universidad Nacional de Tres de Febrero

La peronización de la juventud y los origenes de la violencia política.docx

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Doctorado en Historia

Universidad Nacional de Tres de Febrero

La peronización de la juventud

y el surgimiento de la violencia política

Mar del Plata, 1958-1972

Autora: Mg. Mónica I. Bartolucci (Cehis, UNMdP)

Director: Dr. Samuel Amaral, Universidad Nacional de Tres de Febrero

CONTENIDO

PREFACIO

INTRODUCCION

Memoria y pasado reciente en historiografía argentina

La violencia política como hecho historiográfico

Una mirada al tema de la juventud

CAPITULO 1: EL CLIMA DE UNA ÉPOCA

Peronistas con camisa

Los pasos de Peron hacia la juventud

La “Revolución Argentina” enciende la mecha

El sesenta y ocho

CAPÍTULO 2: LAICA O LIBRE: EL BAUTISMO POLÍTICO

José, Roberto y Mario

La polifonía nacional

Del aula a la calle

Mar del Plata violeta y verde

El conflicto se agudiza

Los “agentes externos”

El estreno Tacuara

CAPITULO 3: 1962 Y LA PERONIZACIÓN TEMPRANA

Mitin sangriento

La puerta condenada

José y la atracción por “lo prohibido”

El peligro comunista

Los CONINTES en persona

Fin de temporada, la puerta del peronismo

CAPÍTULO 4: LA AUDACIA Y EL DELITO POLÍTICO

La sensualidad de las armas

La barrita, hermana menor de la banda

La barra peronista

La banda

Vecinos en disputa

La muerte como costumbre

CAPÍTULO 5: LA SOSPECHOSA UNIVERSIDAD

El balneario académico agitado

El activismo nacionalista

La izquierda a escena

Los “extremistas” del sesentay nueve

Un viaje suspicaz

Cara a cara

CAPÍTULO 6: MARIO Y LOS MUNDOS DE IZQUIERDA PERONISTA

El hijo del farmacéutico

La formación de un espíritu combativo

El pibe de la Acción Revolucionaria Peronista

Entre varios mundos

Los amigos, enemigos

CAPÍTULO 7: LA CNU, UNA VIOLENCIA DESEMBOZADA

El quien es quien policial

Las razones de la fuerza

Peronistas y macartistas

El cortejo revolucionario

La sangre derramada

La expansión militante

CAPITULO 8: 1972 Y EL CAUCE DE LA REVOLUCIÓN

Los outsiders de la FAP

La división FAP, FAR y Montoneros

La cultura de la lucha armada

Un crimen entre conocidos

CONCLUSIÓN

SIGLAS

BIIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

PREFACIO

Roberto y Germán eran amigos de la primera infancia y vecinos de un típico barrio

de Mar del Plata. Estaban unidos desde la cuna como consecuencia de la estrecha amistad

entre sus padres. Al entrar a la adolescencia separaron sus destinos. Desde ese momento

Germán comenzó una relación inseparable con Ernesto, compañero de ruta de ardores

nacionalistas, revisionistas y peronistas mientras que Roberto, en cambio, inició un lento

proceso de transformación y peronización, pero amparado en las nuevas y románticas ideas

inspiradas en la revolución cubana. En aquellos primeros años de la década del sesenta

todavía no existían indicios claros del papel que cada uno de ellos jugaría dentro del campo

político juvenil marplatense, diez años después. Mucho menos existía la sospecha del brutal

enfrentamiento entre ellos en tiempos de mayor radicalización de las facciones, o de la

supuesta clemencia mutua que se tuvieron, rumor que durante un largo tiempo circuló en

forma de mito familiar y vecinal y que en buena medida inspiró este libro.

Ya unos años antes de la escena de características cinematográficas de un grupo de

jóvenes de derecha, entre los que estaba Germán, prometiendo vengar con sangre la muerte

de Ernesto el líder de su organización, buena parte de la militancia juvenil marplatense

había compartido prácticas y recorrido caminos similares. Roberto, Germán, Ernesto y

muchos otros cientos de muchachos, se comprometieron políticamente, se peronizaron y

posteriormente se encontraron en las universidades de Mar del Plata enfrentados en

organizaciones peronistas de distintas tendencias. Todos con diferentes historias, pero

entrelazados, lucharon por la vuelta de Perón, ese hombre cuya caída había sido festejada

en 1955 por sus padres, mayoritariamente antiperonistas.

Entre el exilio de Perón y su vuelta al poder, mientras el peronismo intentó en

muchas oportunidades reconstituirse e integrarse nuevamente al sistema, ya sea a través del

propio partido o de formaciones partidarias neoperonistas organizadas para competir

electoralmente a lo largo de todo el período, una nueva generación militante creyó que los

objetivos solo serían posibles por vías alternativas al juego electoral cuyo resultado fue la

expansión de organizaciones político-militares y guerrilleras, por donde circularon

dinámicamente.1 Sobre prácticas heredadas y bien aprendidas de la cultura política 1 En la actualidad la historiografía argentina viene revisando algunas hipótesis instaladas acerca del problema de la participación de “El (los) partidos peronista(s)” en diferentes elecciones y las diferentes etapas de su desarrollo, que lejos de validar la escasa importancia del partido, más bien señalan su plena actividad. Véase Da Orden y Melon Pirro (2012), y Melon Pirro y Quiroga (2014).

tradicional, inauguraron otras, propias de la época que les tocó vivir. En un país signado por

el intento de una ascendente clase media dispuesta a olvidar, parte de la juventud argentina

nacida de su seno como gran “gesto subversivo”, se hizo peronista y comenzó a abrir

puertas por derecha y por izquierda.2 Miraron hacia atrás, decidieron dar la vida por un

líder, e hicieron suyas ideas extremas como “patria o muerte” para ponerlas en juego

incluso entre sí. Aquellos quienes transitaban su adolescencia, o no habían salido de su

infancia durante los diez años del primer gobierno de Perón, tomaron al pie de la letra la

palabra del líder en el exilio y, en ocasiones, la reinterpretaron. Este proceso justificó que

para 1971, años finales de esta investigación y paradójicamente dos meses después de que

en Mar del Plata la universidad tuviera su primera víctima a causa del enfrentamiento entre

organizaciones juveniles peronistas, Perón opinara desde el exterior que “tenemos una

juventud maravillosa que todos los días está dando muestras inequívocas de su capacidad y

su grandeza”.3

Las páginas que siguen se dedican a revisar la conversión revolucionaria de esa

juventud mediante el estudio de un grupo de estudiantes marplatenses formados en la idea

del progreso individual y la modernización cultural.4 Para ello, recorre un conjunto de

trayectorias juveniles divididas en dos generaciones con el fin de rescatar diferentes

momentos atravesados por esa comunidad militante entre 1958 y 1972.5 El primero, el de

una politización con prácticas comunes y maleables, teñidas por las rencillas locales entre

nacionalistas y liberales de izquierda. Luego, el de un período marcado por la fascinación

por el líder proscripto que los inició en el camino de la peronización y, por último, la

opción por la radicalización ideológica y el proceso de inclusión e ingreso a organizaciones

armadas peronistas de izquierda y derecha que los enfrentó a muerte.

El seguimiento de tres ex militantes de organizaciones peronistas de izquierda como

José, Roberto y Mario irradia sobre el clima político juvenil de los años sesenta y posibilita

2 El decreto 4.161 del 5 de marzo de 1956, establecía que quedaban prohibida la utilización de imágenes símbolos, signos, expresiones significativas referidas al peronismo en cualquiera de sus formas. Melon (2012). Agradezco la idea de “gesto subversivo” a Juan Carlos Torre, en una charla del verano de 2012.3 Véase en http://www.ruinasdigitales.com/cristianismoyrevolucion/cyrperonhablaalajuventud2929/ (acceso el 20 de diciembre de 2015).4 Para el año 1960, la clase media (autónoma y asalariada) cubría el 42,7% del total de la población, véase Torrado (2007) p. 39. Específicamente sobre Mar del Plata como caso urbano de interés, Pastoriza, véase (2008) y Pastoriza y Torre (1999), pp. 48-75.5 Se trata de las generaciones nacidas entre 1940 - 1950 y 1950-1960. Sobre el recambio generacional dentro del peronismo, véase Erlich (2008); Viano (2009).

examinar a un grupo de personas concretas y reales, no menos de veinticinco, entrelazadas

formal o informalmente quienes a través de sus prácticas políticas pasaron de la quietud a la

agitación y de la agitación a la violencia política. El relato de sus vidas iluminando la de sus

compañeros ofrece un análisis microhistórico y un panorama típico de vecinos enfrentados

pero al calor de relaciones en común, en una comunidad cara a cara.6 En Mar del Plata,

“una ciudad donde nos conocíamos todos”, las mismas plazas, bares y colegios eran

compartidos por una sociedad dividida ideológicamente como en muchas otras ciudades del

país. El esfuerzo por enhebrar sistemáticamente lo local y lo nacional, muestra que, para los

jóvenes, las antinomias propias de un período de inestabilidad política, el peronismo, el

antiperonismo, el comunismo o el anticomunismo, lejos de ser cuestiones remotas, se

encarnaron en personas reales, vecinos o parientes, compañeros o conocidos en ese

universo marcado por la proximidad.7

Aunque algo descuidado por la historiografía argentina, la literatura, a la vanguardia

y con menos escrúpulos que la historia a la hora de optar por sus temas, sintetizó este tipo

de pugnas locales en las escenas de Colonia Vela, un pueblo imaginario atravesado por el

enfrentamiento entre las ideas de un peronismo histórico y uno renovado por las ideas de un

socialismo nacional en una década posterior a la que tratamos aquí, pero dirimida también

entre viejos conocidos de toda la vida en común. En la novela No habrá más penas ni

olvidos, de Osvaldo Soriano, los personajes terminan matándose entre sí, en nombre del

peronismo y enunciando un deseo resumido en la frase final de uno de sus protagonistas

cuando en medio de un tiroteo y del desmadre colectivo, musitaba, “si me viera el

general…”.8

Este libro de historia política fue imaginado hace muchos años, quizás demasiados.

Las vicisitudes personales y el clima de ideas que influye sobre la vida del historiador

hicieron que dejase este proyecto para mejor oportunidad. Sin embargo, las experiencias de

investigación que realicé sobre la ciudad de Mar del Plata y sobre el origen inmigrante de

sus pobladores funcionaron en buen modo como base imprescindible para comprender el

6 Marco (2012); del Rey (2013). Para revisar abordajes metodológicos que toman las redes locales como objetos de estudios de microhistoria en diferentes contextos, véase Levi (1993); Bragoni (2004).7 Las limitaciones al comunismo u organizaciones “cripto comunistas” fueron normadas en la década a través de la creación de la llamada Junta de Defensa de la Democracia por decreto ley 18.787/56 o la tipificación de “delito de opinión” a través de la ley 17.401/66. Véase el prefacio a cargo de Ramón Torres Molina en Zamorano (1985).8 Osvaldo Soriano, No habrá más penas ni olvido, escrita en 1974 y llevada al cine en 1983.

mundo de relaciones sociales que giran en esta historia. Después de todo, muchos de los

militantes comprometidos con una idea revolucionaria o extremadamente nacionalista aquí

rescatados, no son otros que los nietos, segunda generación de argentinos, de aquellos

quienes a fines de siglo XIX partieron de Europa y encontraron en Mar del Plata, o en la

Argentina, la vía de escape a un inexorable destino de proletarización.

Si el presente trabajo fue posible, ha sido en primer lugar a la confianza que Samuel

Amaral mostró en él desde un primer momento y a la generosidad de su atenta lectura, lo

que implicó, para mí, un buen aprendizaje sobre este oficio. Quisiera hacer un

reconocimiento especial a María Matilde Ollier, Javier Salcedo y Mario Ranaletti por sus

sugerentes comentarios a la hora de evaluarlo en formato de tesis de doctorado. También, al

personal del Archivo DIPBA, en especial a Magdalena Lanteri, por su profesionalismo y

compromiso con su tarea de reconstrucción de la memoria.9

En estos años, mi camino ha sido acompañado por muchos otros. Juan Carlos Torre

me regaló ideas, me sugirió bibliografía y me contagió su pasión por estos temas. Luis

Alberto Romero me alentó desde el inicio. Las charlas con mis amigos Elisa Pastoriza,

Miguel Ángel Taroncher y María Coira lograron afinar mis perspectivas. La lectura de

algunas partes de este trabajo de parte de María Estela Spinelli, María Liliana Da Orden,

Rosa Aboy, Claudia Stern, Sandra Souto Kustrín, ayudaron a mejorarla. Agradezco al

Centro de Estudios Hostoricos (Cehis) al que pertenezco y a mis colegas del Departamento

de Historia de la Facultad de Humanidades especialmente a Bettina Favero, y a Irene

Molinari, amables escuchas. A Mariela Favero, Augusto Geraci, Juan Gerardi, Francisco

Mosiewicki, Cristina Goñi, Francisco Ramallo, Jenny Saya y Mabel Sanchez, por sus

granitos de arena. A la calidez de Rosalía Baltar, especialista a la hora de las correcciones

de escritura. Sobre todo a quienes va dedicado este trabajo, mis hijas Catalina y Manuela y

a César, por apoyarme en familia.

Por último quiero agradecer a la generosidad de los entrevistados que confiaron en

mí. Para todos ellos, repasar sus historias implicó volver sobre sus propias decisiones. En el

caso de los tres protagonistas principales que recorren la década, le costó años de cárcel a

uno, exilio a otro y al tercero, el silencio por años. Sin embargo, al recordar su pasado y el

9 Este material rescatado, desclasificado, catalogado y puesto en valor viene colaborando desde unos años de manera fundamental en la reconstrucción de itinerarios personales, agrupaciones políticas o educativas de la Argentina según la mirada de sus represores.

de sus compañeros de militancia, en muchos momentos lo hicieron con una vaga alegría, lo

que también puede llegar a explicar sobre el ímpetu de sus acciones juveniles.

INTRODUCCIÓN

El domingo 18 de setiembre de 1955 no fue un día como todos para los vecinos del

barrio San José, en Mar del Plata. Esa noche, Radio Colonia, de Uruguay, informó que si

Perón no renunciaba, al otro día las fuerzas rebeldes comenzarían las acciones y la Base

Naval militar, cercana y ubicada sobre la costa marplatense, sería bombardeada. Pese a la

incredulidad de la población, a las seis de la mañana comenzó el ruido de los aviones sobre

las casas y la gente de la zona inició un éxodo en carros, autos, camiones o caminando a

contramano de la avenida principal, con sus pertenencias a cuesta porque nadie sabía

cuánto duraría aquello, que parecía una locura. Las bombas sobre el puerto de la ciudad

turística más importante del país fueron definitivas para que las fuerzas leales al peronismo

comprendieran que ya no podían resistir el embate de los golpistas. Luego de diez años de

gobierno, la caída resultó inevitable después de aquel bombardeo: Perón se exiliaría y no

volvería al país hasta 1973.

Las acciones entre militares también se produjeron en las calles. Uno de los

episodios más importantes de la seguidilla de combates, se dio a poquísimas cuadras de la

vivienda de Mario. Mario tenía nueve años y evoca ese lunes a la seis de la mañana en

detalle. La bomba que cayó dentro de la casa de una pareja en el mismo momento en que

salieron a saludar a su hijo a la vereda o las explosiones, frente a la mirada atónita de los

vecinos que se habían animado a quedarse. Desde los patios y desde las terrazas, todos

pudieron ver el resplandor del incendio de los tanques de petróleo pertenecientes a

Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). En la misma tarde, al pasar junto a su tío frente a

la casa de Carlos Aloé, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Mario vio una

escena cargada de resentimiento. La casa de veraneo del gobernador estaba siendo

desvalijada por un conjunto de personas enfervorizadas, que arrojaban alfombras, inodoros,

vidrios, ventanas, todo a la calle con furia antiperonista. El paseo siguió hasta la puerta de

la CGT local y, al llegar al lugar, el auto en que iban debió frenar ante una pira de libros

ardiendo. En el medio de la calle Catamarca, “lo estaban quemando todo”.10

En aquellos días de furia, los antiperonistas vivaron por la libertad, salieron con

banderas a la calle, asaltaron un importante local de armas de la ciudad de Mar del Plata e

10 Mario. Entrevistas personales realizadas entre 2010 y 2013 en la ciudad de Mar del Plata. Entrevistador: Mónica Bartolucci.

hicieron fogatas con los afiches de propaganda del gobierno. En tanto, los estudiantes del

Colegio Nacional Mariano Moreno, foco de la clase media estudiantil marplatense,

imitaban a sus padres y arrancaban los retratos de Perón y Eva, para llevarlos al patio

central y quemarlos. Roberto vivía a unas pocas cuadras de ese colegio, aunque todavía iba

a la primaria, y recuerda a la perfección los días de la caída de Perón. Con diez años y sin

saber qué significaba la decretada ley marcial, esa tarde también salió en compañía de sus

padres, en un lujoso auto, a recorrer el barrio Los Troncos para ver el incendio de la

“mansión de Jorge Antonio”, el industrial, amigo y colaborador personal de Perón de la que

solo quedaban algunos pocos restos humeantes.11 Cinco años más tarde, el 12 de febrero de

1960, durante el gobierno del Dr. Frondizi, el barrio San José volvió a alterarse con otro

tipo de violencia, al intensificarse el conflicto entre sindicatos y gobierno y notar a la

posibilidad de la participación legal del peronismo. En esa ocasión, los integrantes de un

grupo clandestino de la denominada “resistencia peronista” decididos contraatacar con

actos de terrorismo, hicieron volar un depósito de Gas del Estado de la ciudad.12 José, con

diecisiete años en el momento de este acto de sabotaje y vecino de ese mismo barrio, cuenta

cómo cruzaban el cielo en forma de cañitas voladoras, en ese estallido provocado por

hombres del bando contrario al del golpe de 1955.13

Mirta, la hija de un médico marplatense al explicar su ingreso a la militancia siendo

estudiante universitaria en la Universidad de La Plata, señala que recordó esos episodios el

día 9 de junio de 1971, cuando un compañero de la facultad se le acercó para ofrecerle

ingresar dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Ella, que su mayor acto de

violencia hasta el momento del ofrecimiento determinante en su vida “había sido tirarles

del pelo a los hermanos”, dice haber recordado esos días de bombardeos contra el gobierno

de Perón en el puerto de Mar del Plata, los hongos de humo de los tanques de YPF y a sus

padres discutiendo si dejar o no la casa que habitaban, lo que la ayudó a tomar la decisión.14

11 Roberto. Entrevistas personales realizadas entre 2010 y 2013 en la ciudad de Mar del Plata. Entrevistador: Mónica Bartolucci.12 Melon Pirro opina sobre este tipo de hechos de sabotaje que no necesariamente tenían que ver con el lugar de trabajo de sus autores. Más bien parecían seleccionar sus objetivos de acuerdo con un criterio de propaganda por los hechos. Véase Melon Pirro (2009), p. 82. En 1959 se creó la Central de Operaciones de la Resistencia (COR), dirigida por el general (R) Miguel Iñíguez y Agrupación Peronista de Resistencia Insurreccional (APRI). Véase James (1990) p. 199. 13 José. Entrevistas personales realizadas entre 2010 y 2013 en la ciudad de Mar del Plata. Entrevistador: Mónica Bartolucci.14Mirta. Ex militante de FAR. Comunicación personal por mail con la autora, abril de 2012.

Como en el caso Mario, Roberto y José, la evocación de aquel momento de

violencia durante el derrocamiento del gobierno peronista surge naturalmente en las

biografías de los militantes setentistas como un “complejo legendario”, es decir, como

historias comunes repetidas por diferentes sujetos, para justificar la peronización de los

años sesenta o para explicarse a sí mismos la decisión de ingresar a una organización

político militar que reivindicaba la lucha armada en los años setenta.15 Pero al mismo

tiempo, suele responder a una versión erigida a posteriori por una memoria militante que

asocia la violencia en contra del gobierno de Perón o las imposiciones del gobierno

dictatorial de 1966, como un todo o una “violencia mayor”, a la que habría que oponerse

luchando.16 En ese sentido, la zaga revolucionaria uniría una primera y eventual resistencia

peronista con las multitudes juveniles setentistas peronizadas y militantes.

Es cierto que esta versión respeta la experiencia de vida de algunos casos

individuales. Sin embargo, esta perspectiva que enfoca sobre un conjunto de universitarios

marplatenses, sostiene la hipótesis general de un proceso mas complejo que aquel que

propone la filiación simbólica con “los vencidos”, o la de la identificación masiva con una

tradición de lucha insurreccional peronista.17 Al contrario, vista en perspectiva histórica esa

operación profunda de “darse vuelta como un guante”, que planteó un intelectual

contemporáneo a los hechos, no fue lineal ni solo atribuible solamente a una cultura de

izquierdas.18 Este trabajo intenta demostrar que para explicar este proceso de movilización

y posterior radicalización de la juventud sesentista debe superarse el esquema simplificador

entre vencedores y vencidos o de poder y resistencia para sostener que fueron varias las

razones de índole social, cultural y de dinámica colectiva en la que intervinieron vínculos

intrageneracionales y estrategias racionales de inserción en redes políticas. Por otra parte,

este estudio de caso respecto de la relación entre juventud, peronización y violencia política

15Portelli (1991).16La violencia revolucionaria como respuesta a una violencia mayor es un concepto que toma a la violencia política como el fruto de una relación desigual entre las partes, en la que uno de los términos realiza su poder acumulado. Es decir que, en esta perspectiva, lo esencial del vínculo violento es el sometimiento. Sobre este planteo véase Izaguirre (1998).17Para la comprensión historiográfica que apela a una línea de continuidad entre los grupos resistentes y los guerrilleros de los setenta véase Salcedo (2011), pp. 40-44.18Ollier ha trabajado sobre los valores de aquella generación y el proceso de construcción de identidades revolucionarias poniendo énfasis en los ex militantes de izquierda, atendiendo al cruce entre lo privado, lo público y la política, variables que aquí se analizarán en un marco local. Asimismo, los conceptos de radicalización ideológica y radicalización política han sido útiles para pensar tanto a militantes de la izquierda como de la derecha peronista para revisarlos en un orden diacrónico. Véase Ollier (1998).

trata de sumar una mirada, menos optimista y romántica, es cierto, que la de la rebelión

cultural típica de los estudios de los años sesenta. La rebelión, en todo caso, es aquí un dato

más pero no definitivo en el marco de una sociedad tensionada por diferentes discursos e

identidades culturales que oscilaron entre la modernización y el orden, la rebelión y el

impulso hacia la revolución. Los jóvenes de los que aquí se habla abrevaron en el anhelo de

reparación peronista y el fanatismo antiperonista y en las prácticas políticas de internas

partidarias y sindicales violentas que, lejos de modificarlas, replicaron y aumentaron con

ideologías renovadas. De manera que los avatares típicos de las rebeliones estudiantiles de

orden continental, se complejizaron aquí con prácticas de antigua data de la cultura política

argentina y, además, con rencillas del orden local iniciadas en 1958, en las que las

diferencias se dirimieron en una ascendente violencia.19 El desarrollo de esta primera

hipótesis a su vez implicó un conjunto de ideas y problemas teóricos subsidiarios a ella que

se registran a lo largo de los ocho capítulos del libro.

Lo cierto es que desde el gobierno de Frondizi en adelante, se vio cómo un buen

número de los hijos de una clase media “moderna”, optaron por la defensa de los intereses

de una clase a la que, en general, no pertenecían. Miles de jóvenes, hombres y mujeres,

nacidos entre 1940 y 1960, al llegar a su adolescencia, tomaron decisiones que encarnaron

un cambio significativo en la cultura política del país y en la de sus propias vidas,

ingresando a diferentes organizaciones estudiantiles, político-militares u organizaciones

armadas.20 Es decir que buena parte de ellos aceptaron la violencia como método,

convirtiéndola, bajo diferentes formas, en su instrumento político.

El paneo sobre la ciudad de Mar del Plata en la década del sesenta, haciendo foco en

el campo estudiantil, permitirá analizar un conjunto de personajes que buscaron un espacio

donde desarrollar sus ansias de participación: de “tacuaras” a peronistas revolucionarios o a

peronistas de derecha de la Concentración Nacionalista Universitaria (CNU); de reformistas

y liberales de izquierda a peronistas de izquierda o a integrantes de las organizaciones

armadas de la ciudad.21 Así, quienes en un primer momento pudieron surgir como simples

19 Sobre la violencia como un recurso de largo plazo y el pensamiento revolucionario que emerge entre grupos de signo político diferente después de 1955 del cual, a su vez, abreva el peronismo revolucionario, véase Ollier (2005) p. 244. 20 Moyano (1988), (1992).21 Sobre Tacuara véase Goebel (2007), pp. 356-377; Galván (2009); Lvovich (2009).

alumnos en defensa de una idea germinal de libertad o de una pasional idea nacionalista se

convirtieron con los años en personas claves del peronismo local en cualquiera de sus

variantes ideológicas. Cada uno en su medida y más o menos violentamente fueron

ocupando espacios en el escenario político de la ciudad. El problema de la radicalización

política analizado desde el mundo de las prácticas, entre el gobierno de Frondizi y la última

etapa de la autodenominada Revolución Argentina, evidencia la circulación y la dinámica

de actores involucrados Quienes iniciaban sus itinerarios políticos dentro de una

organización de derecha podían convertirse en integrantes de una agrupación de izquierda.

Si en un primer momento estaban unidos, a final de la década podrían verse enfrentados.22

El hilo conductor de la investigación fue el itinerario vital de tres militantes, José,

Roberto y Mario, quienes iluminaron otras trayectorias vividas en paralelo a ellos. José fue

militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP); Mario y Roberto formaron y

participaron del Movimiento de Bases Peronistas (MPB-MdP) primero para después

separarse y cada uno ingresar a diferentes organizaciones armadas, Fuerzas Armadas

Peronistas (FAP) y Montoneros.23 A partir de la reconstrucción de sus historias, circulan

gran cantidad de jóvenes que iluminan sobre el clima político juvenil de los años sesenta en

la ciudad. En una serie de encuentros a lo largo de dos años, los protagonistas bucearon en

sus infancias, recuerdos íntimos, gustos, hábitos y costumbres, además de su historia

personal respecto de la militancia. Además sus relatos condujeron a investigar sobre otras

militantes de izquierda, como Mirta, María o Rita.24

La permanente confrontación de los dichos con la prensa y registros policiales también

permitieron reconstruir la conformación de otro grupo de jóvenes, opuesto ideológicamente,

pertenecientes al grupo Tacuara primero y CNU después, por el que circularon Germán,

Ernesto, El Loco C y muchas otras personas que, con su accionar de cruzados en defensa del

nacionalismo, el antiliberalismo, el catolicismo integral y finalmente el peronismo fueron

atizando un fuego político juvenil a lo largo de toda la década del sesenta en la ciudad. De

manera que el seguimiento de los tres principales protagonistas funcionó como una excusa

para observar un conjunto de personas, que se entrelazaron formal o informalmente y a 22 Cuchetti propone tomar el concepto de nebulosas militantes a fin de explicar otro tipo de vectores que excedieron los ideológicos, teniendo en cuenta que las reivindicaciones nacionalistas fueron parte del lenguaje en el cual abrevó la mayoría de los grupos peronistas de aquellos años. Véase Cucchetti (2013).23 José, Roberto y Mario. Entrevistas personales realizadas entre 2010 y 2013 en la ciudad de Mar del Plata. Entrevistador: Mónica Bartolucci. 24 Los nombres de nuestros entrevistados, así como los que surgen de sus relatos, son ficticios.

través de sus prácticas políticas pasaron de la quietud a la agitación y de la agitación a la

violencia. Las memorias, documentos personales, recuerdos y entrevistas, además de guiar

el camino de investigación, mostraron la cara íntima de un proceso social de lo político. Las

fuentes policiales cumplieron un rol de privilegio. A partir de ellas y en cruce con los

testimonios personales se pudo vislumbrar el seguimiento de militantes secundarios,

universitarios, activistas gremiales, o profesionales de la ciudad con ánimo de control

represivo desde muy temprano, dando cuenta del grado de conocimiento que la policía y

fuerzas militares tuvieron de cada uno.25

La presentación, por su parte, combina un criterio temático con un orden

cronológico, en el que el contexto socio político fue modificándose al mismo tiempo que

fue transformando los actores en cuestión. Esto implicó necesariamente la revisión de

fuentes nacionales como diarios, publicaciones periódicas, films de la época, actas

universitarias, manifiestos y volantes y memorias políticas que configuraron el clima de

época.

Desde 1958 en adelante en la ciudad de Mar del Plata se recortaron asociaciones

varias estudiantiles como el Centro Universitario Marplatenses de La Plata (CUM) y el

Frente Estudiantil de Secundarios (FES) y organizaciones partidarias como Tacuara, cuyo

impacto político permanecerá a lo largo de la década. Luego de revisar el contexto histórico

general del período en un primer capítulo, el “bautismo político” de la juventud militante

será analizado en el segundo, a partir de la lucha entre laicos y libres, sobre todo haciendo

foco en los alumnos de dos colegios más tradicionales, el Colegio Nacional Mariano Moreno

y el Instituto Patricio Peralta Ramos.

El tema que sobrevoló el panorama político de la larga década fue “la cuestión

peronista”. Desde la proscripción absoluta, hasta la negociación con los actores políticos y

dirigentes sindicales, la relación entre los gobiernos de turno con el peronismo fue tomando

diversas formas.26 En ese marco, paradójicamente, se inició un proceso de peronización

temprana que en el tercer capítulo es visto a partir del estudio de ciertas prácticas y

25Respecto de las fuentes policiales nos referimos a los archivos formalizados por Memoria Abierta, CeDinCi y la Comisión Provincial por la Memoria. Sus fondos documentales cuentan con 410.000 legajos de hechos y personas, varios archivos orales y un importante material de audio y video entre 1940 y 1998. Véase Pagano y Gómez (2013). Sobre la Universidad de Mar del Plata véase Bonavena y otros (2007). Respecto del control policial sobre la Universidad Nacional de la Plata, véase Bozza (2009). 26 Spinelli (2005); Amaral (1999); Melon Pirro (2009); Da Orden y Melon Pirro (2011).

sensibilidades políticas nacidas al calor de un verano marcado por la campaña electoral de

renovación de autoridades provinciales y por un sentimiento de temor por el avance

comunista en el continente. En la temporada de 1962 la vivencia personal de prohibiciones y

persecusiones serán algunas de las claves que desarrollamos para comprender la agitación y

politización de un conjunto de adolescentes que fueron tanto protagonistas menores como

espectadores de un clima que los incitó a buscar su nicho militante en una comunidad donde

primaban las relaciones cara a cara. Desde una perspectiva de las relaciones sociales, el

peronismo, el antiperonismo, el anticomunismo, o el impacto del plan CONINTES

(Conmocion Interna del Estado), eran rasgos de una cultura política que, lejos de ser ideas

teóricas, fueron realidades encarnadas en compañeros de colegio agredidos por nacionalistas

fanáticos, en vecinos conocidos detenidos por peronistas o en enfrentamientos familiares

menores. Así, en un segundo capítulo se intentó comprender cómo un grupo de estudiantes

se sintió ungido por el compromiso de los nuevos tiempos.

La juventud de clase media, con su novedosa cultura delictiva, significó, ya para

mediados de la década, una inquietud social, moral y también legislativa. Los jóvenes,

unidos en “barritas” típicas de adolescentes, podían convertirse en conjuntos de amigos

sospechosos y los universitarios sorprendieron con el armado de bandas con fines

delictivos.27 La prensa, el cine y los medios de comunicación en general anunciaron estas

novedades y dieron cuenta de lo que consideraban una distorsión. Muchachos de clase media

que se entrenaban en el robo y hasta manipulaban armas, como un símbolo de poder o por

mera diversión. En el capítulo cuarto, se nota cómo esta nueva cultura se entremezcla con la

problemática de la prohibición de la vuelta de Perón al país, abriendo una delgada línea entre

la audacia, el pleiteísmo camorrero y el delito de tipo político.

Con este sustrato cultural instalado en los ánimos juveniles, la apertura de dos

universidades en la ciudad de Mar del Plata, “la Católica” y “la Provincial”, logró replicar el

ambiente de movilización nacional e internacional. Allí se afianzaron ideologías, se

reclutaron militantes para diferentes organizaciones y se reforzaron redes políticas. De

manera que, en el capítulo quinto, cruzando la oralidad con lo que fueron fuentes secretas de

una policía provincial que los vigiló y fichó desde muy temprano, se revisan las demandas

universitarias, desde el mismo momento de su fundación, para identificar las fluctuaciones

27 Para una compilación sobre problemas referidos a la penalización de los delitos en el siglo XX véase Salvatore y Barreneche (2013).Sobre la práctica juvenil callejera, véase Stagno (2014).

ideológicas. A partir de ellas logran verse, además de un crecimiento constante del poder

estudiantil, indicios de vínculos entre estudiantes y sectores sindicales o policiales y el

comienzo de un enfrentamiento entre “viejos conocidos” convertidos ahora en enemigos

políticos. Las demandas universitarias funcionan como el telón de fondo de una tensión

entre una derecha anticomunista y una izquierda cada vez más fortalecida por el clima

político nacional.

El itinerario personal de uno de aquellos universitarios muestra el mundo privado de

alguien que decidió combinar la clandestinidad con su vida como estudiante. En la

conversión personal y la subjetivación de la acción militante, se centra el capítulo sexto. Allí

se estudia la función que Mario ocupó en un período muy corto pero decisivo para la cultura

juvenil local como militante de Acción Revolucionaria Peronista (ARP) y Movimiento de

Bases Peronistas (MBP-MdP).28 Su historia personal fue un candil para iluminar la figura de

los passeurs o mediadores culturales, es decir, aquellos quienes fueron capaces de

intermediar “llevando cosas, ideas, proyectos, de un mundo a otro” y convirtiéndose en

referentes.29

La mirada cercana de los hechos y el entramado de relaciones muestran que, si para

mayo de 1971, desde su perspectiva ideológica, Mario, Roberto y José estaban convencidos

que “solo el pueblo en armas traerá a Perón”, otros grupos peronistas como ellos, de su

misma edad y un origen social común que actuaban fundamentalmente dentro de la Facultad

de Derecho, estaban dispuestos a detenerlos en su avance. Los movimientos clandestinos y

la aparición de un peronismo de izquierda generaron además de persecuciones represivas,

hostilidades entre grupos dentro del ámbito de la universidad, que finalizaron en una

sangrienta asamblea en 1971. Este acontecimiento en el que finalmente chocan las facciones,

es rescatado en capítulo siete como un enigma a desentrañar. Allí se analizan los hechos

pero también un conjunto de personas que participaron en el episodio del asesinato de Silvia

Filler, provenientes del ámbito gremial policial, político y judicial conectados con los

estudiantes, pero formados políticamente antes que ellos.

El camino de la radicalización dentro de la izquierda peronista y la opción por la

lucha armada implicaron, de parte de los involucrados, el armado de redes vinculares y

28 Mario fue puesto a disposición del PEN en 1976 durante ocho años. 29 Para este tipo de enfoques véase Levi (1989); Burdiel (2014). Sobre las mediaciones culturales O’Phelan Godoy y Salazar Soler (2005).

conexiones con outsiders que ligaron a los militantes marplatenses con organizaciones

armadas nacionales. En conjunción con la tarea de reclutamiento nacional, esta actitud

promovió la sensación de pertenencia a un movimiento revolucionario mayor.30 En tal

sentido, el último capítulo da cuenta de estos vínculos establecidos a partir de 1972 y de la

actitud de los líderes del frente estudiantil de MBP-MdP convertidos en los iniciadores de

las FAP, las FAR y Montoneros, proceso en el que Mario, Roberto y José participaron

activamente. Estas nuevas y radicalizadas organizaciones de los años setenta permitieron

que nuevas y más jóvenes camadas de estudiantes, nacidos entre 1955 y 1960, ingresaran en

un momento de gran ebullición social, cuyos orígenes, como se intenta demostrar, se

encuentran en el rastreo de un proceso de más larga data.

En fin, este estudio de caso acerca de la relación entre juventud, peronización y

violencia política trata de sumar una mirada, menos optimista es cierto, que la de la rebelión

cultural típica de los estudios de los años sesenta. Claramente se percibe que la formación de

estas agrupaciones, muchas de las cuales optaron por la violencia política, se desarrollaron

en el marco de una sociedad tensionada por diferentes discursos e identidades culturales que

oscilaron entre la modernización y el orden, la rebelión y el impulso hacia la revolución, el

anhelo de reparación peronista y el fanatismo antiperonista y las prácticas violentas de

internas partidarias y sindicales, que los jóvenes, lejos de modificarlas, replicaron y

aumentaron con ideologías renovadas.31 Los avatares típicos de las rebeliones estudiantiles

de orden continental, se complejizaron y entremezclaron aquí con la imitación y

aprendizajes de parte de los jóvenes de prácticas de antigua data de la cultura política

argentina y además fueron atravesados sino también, por viejas rencillas del orden local,

iniciadas en 1958, en las que las diferencias se fueron dirimiendo cada vez más

violentamente.

30 Sobre los agentes outsiders, en otros ámbitos de expansión de ideas revolucionarias. Véase Hunt (2008), pp. 269-313. Respecto de la subjetividad y las redes vinculares en la militancia ver Della Porta (1995); Della Porta (1998); Della Porta (2006); Della Porta y Diani (2011).31 Respecto a los diferentes aspectos del concepto de violencia véase Vaquero (2009); Moreno Martín (2009). Para el estudio de diferentes elementos estructurales que pueden aportar a la comprensión de la violencia en América Latina, ampliando la lente y evitando la identificación unívoca con la violencia de las organizaciones armadas de los años sesenta.Véase Ansaldi y Giordano (2014).