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Relato sonado - Arthur Schnitzler

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Un jovenmédico vienés llamadoFridolin, acomodado, felizmente casado ypadredeunaniña,queduranteunoscarnavalessesientemisteriosamentearrastradohacialodesconocido,unmundoamediocaminoentreelsueñoylavigilia,enelque,atrapadoporeldeseo,viviráexperienciasdeextrañayfascinadora intensidad. Con una sutileza fuera de lo común y unascapacidades descriptivas y psicológicas extraordinariamente modernas,Arthur Schnitzler nos sitúa en un terreno ambiguo y ambivalente, de unamágicaensoñación.

En 1999 Stanley Kubrick llevó al cine está novela con la película tituladaEyesWideShut(Ojosbiencerrados),protagonizadaporTomCruiseyNicoleKidman

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ArthurSchnitzler

RelatosoñadoePUBv1.2

Chachín21.08.12

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TítuloOriginal:TraumnovelleArthurSchnitzler,©1926Traductor:MiguelSáenzEditorialAcantilado

Editororiginal:Chachín(v1.0av1.2)Correccióndeerratas:jfasebook,UyulalaePubbasev2.0

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I

«Veinticuatro esclavos morenos remaban en la espléndida galera que llevaba alpríncipeAmgiadalpalaciodelCalifa.Elpríncipe,sinembargo,envueltoensumantodepúrpura,estabaechadoencubiertabajoelcielodelanoche,deunazuloscuroytachonadodeestrellas,ysumirada…»

Hasta entonces la pequeña había leído en voz alta; ahora, casi de pronto, se lecerraronlosojos.Suspadressemiraronsonriendo,Fridolinseinclinósobreella,lebesó el rubio cabello y cerró el libro, que descansaba sobre la mesa todavía porrecoger.Laniñaparecióhabersidosorprendidaenfalta.

—Lasnueve—dijosupadre—,eshoradeirsealacama.Ycomo,ahora,tambiénAlbertinesehabíainclinadosobrelaniña,lasmanosde

ambospadresseencontraronsobreaquellafrentequeriday,conunasonrisacariñosa,no dirigida sólo a la niña, susmiradas se cruzaron. La institutriz entró y dijo a lapequeñaquedieralasbuenasnochesasuspadres;ellaselevantóobediente,ofreciósubocaapadreymadreparaquelabesarany,silenciosamente,sedejóllevarporsuinstitutrizfueradelahabitación.FridolinyAlbertine,solosahorabajoelresplandorrojizodelalámparadeltecho,seapresuraronenseguidaareanudarsuconversación,iniciadaantesdelacena,sobreloocurridoenelbailededisfracesdeldíaanterior.

Habíasidoeseañosuprimerbaile,alquehabíandecididoircuandoestabanyaapuntodeterminarlosCarnavales.PorloqueaFridolinserefería,apenasentróenelsalón fue saludado, comoun amigo esperado con impaciencia, por dosmujeres endominó rojo cuya identidad no pudo averiguar, aunque ellas, sorprendentemente,sabíanmuchascosasdesustiemposdeestudianteydelhospital.Salierondelpalcoalque lohabían invitadoconamabilidad llenadepromesas,diciéndolequevolveríanmuy pronto y sin máscara, pero permanecieron tanto tiempo ausentes que él,impaciente, prefirió bajar a la sala, confiando en encontrar allí otra vez a lassospechosasapariciones.Pero,pormuchoquemiróportodaspartes,enningúnladopudodivisarlas;enlugardeellas,otramujersecolgódesubrazodeimproviso:suesposa, que acababa de librarse rápidamente de un desconocido cuyo airemelancólico e indiferente y su acento extranjero, al parecer polaco, la habíancautivado al principio, pero que la había ofendido, incluso asustado, con unaspalabras desagradables e insolentes, inesperadamente pronunciadas. De modo quemaridoymujer,enel fondocontentosdehaberescapadoaldecepcionantey trivialjuegode lasmáscaras,sesentaronprontoenelbufécomodosamantes,entreotrasparejasdeenamoradosyanteostrasychampaña,conversandoamablementecomosiacabaran de conocerse, y representando una comedia de cortejo, resistencia,seducción y rendición; y, tras un rápido recorrido en coche a través de la blancanochedeinvierno,cayeronencasaelunoenbrazosdelotro,conunamorfelizque

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desdehacíatiemponoexperimentabancontantoardor.Unamañanagrislosdespertódemasiadopronto.Almarido,suprofesiónloobligabaairyaaprimerahoraavisitarasuspacientes;ysusdeberesdeamadecasaymadreapenasdejabandescansaralgomás a Albertine. Por eso, las horas transcurrieron prosaicas y predeterminadas,dedicadasa las tareasdiariasyel trabajo,y lanocheanterior, tantoensuprincipiocomoensufinal,palideció;sóloahora,cuandolosdoshabían terminadoel trabajodel día, la niña se había acostado y no esperaban ser molestados ya por nadie,volvieron a cobrar realidad las sombras del baile de disfraces, del melancólicodesconocido y de los dominós rojos; y aquellos acontecimientos insignificantes sebañaron de pronto, mágica y dolorosamente, en el resplandor engañoso de lasocasionesperdidas. Intercambiaronpreguntas inocentesy,sinembargo,recelosas,yrespuestasastutasyambiguas;aningunodelosdosseleescapabaqueelotronoeraabsolutamentesincero,yporesolosdossesentíaninclinadosaunasuavevenganza.Exageraban el grado de atracción que sus desconocidos acompañantes del bailehabían ejercido sobre ellos, se burlaban de los celos que el otro manifestaba ydisimulaban los propios. Sin embargo, de la charla ligera sobre las insignificantesaventuras de la noche pasada pasaron a una conversación seria sobre los deseosescondidos y apenas sospechados que hasta en el alma más pura y clara puedenprovocarturbiosypeligrososremolinos,yhablarondeaquellasregionesmisteriosaspor las que apenas sentían añoranza pero a las que el viento incomprensible delDestino podía llevarlos algún día, aunque sólo fuera en sueños. Porque, por muycompletamentequesepertenecieranelunoalotroensentimientosysentidos,sabíanqueeldíaanteriornohabíasidolaprimeravezqueunsoplodeaventura,libertadypeligro los había rozado; temerosa y atormentadamente, con sucia curiosidad,tratabandeextraersemutuamenteconfesionesy,acercándosemástímidamente,cadaunobuscabaalgúnhecho,porindiferentequefuera,algunaexperiencia,aunquefuerainsignificante, que pudiera ser expresión de lo inefable y cuya confesión sincerapudiera librarlo quizá de una tensión y una desconfianza que, paulatinamente,comenzabanahacerseinsoportables.Albertine,queacasofueralamásimpaciente,lamás franca omás buena de los dos, fue la primera en encontrar valor para hablarabiertamente;y,convozun tanto indecisa, lepreguntóaFridolinsi recordabaaunjovenque,elpasadoverano,enlaplayadanesa,estabasentadounanoche,condosoficiales, a unamesa cercana, recibió un telegramamientras cenaba y al punto sedespidióapresuradamentedesusamigos.

Fridolinasintió.—¿Quiénera?—preguntó.—Lohabíavistoyapor lamañana—respondióAlbertine—,enelmomentoen

que él subía deprisa las escaleras del hotel con su bolsa amarilla. Me mirófugazmente, pero sólo unos escalones más arriba se detuvo, se volvió hacia mí y

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nuestrasmiradasseencontraron.Nomesonrió;dehecho,másbienmeparecióquesu rostro se ensombrecía, y sin duda amíme ocurrió lomismo, porqueme sentíconmovidacomonunca.Durante todoeldíapermanecíechadaenlaplaya,perdidaenmissueños.Simehubierallamado(pensabasaber),nohubierapodidoresistirme.Me creía dispuesta a todo; creía estar prácticamente decidida a renunciar a ti, a laniñayamifuturo,yalmismotiempo(¿puedescomprenderlo?)meerasmásqueridoquenunca.Precisamenteesatarde,teacordarásaún,ocurrióquehablamoscontodaconfianzademilcosas,tambiéndenuestrofuturocomúnytambiéndelaniña,comodesde hacía tiempo no hablábamos. A la puesta de sol estábamos sentados en elbalcón,túyyo,yélpasóabajoporlaplaya,sinlevantarlavista,ymesentífelizalverlo.Ati,sinembargo,teacariciélafrenteytebeséelcabello,yeneseamormíopor tihabíaalmismo tiempomuchacompasióndolorosa.Aquellanocheyoestabamuyguapa,túmismomelodijiste,yllevabaunarosablancaeneltalle.Talveznofueracasualidadqueelextrañoysusamigossesentarancercadenosotros.Nomemiraba,peroyojugabaconlaideadeaproximarmeasumesaydecirle:aquíestoy,miesperado,miamado…llévamecontigo.Eneseinstanteletrajeroneltelegrama,loleyó,palideció,susurróunaspalabrasalmásjovendelosoficialesy,rozándomeconunamiradaenigmática,abandonólasala.

—¿Yluego?—preguntóFridolinsecamente,cuandoellasequedóensilencio.—Nadamás.Sóloséque,alamañanasiguiente,medespertéconciertaangustia.

Quéeraloquemeangustiaba(queélsehubieraidooquepudieraestaraúnallí)nolosé,y tampoco losabíaentonces.Sinembargo,cuando,almediodía,siguióausente,respiré aliviada. No me preguntes más, Fridolin, te he dicho toda la verdad… Ytambiéntútuvisteenesaplayaunaexperienciaparecida…losé.

Fridolinselevantó,recorriólahabitaciónvariasvecesdeunladoaotroyluegodijo:

—Tienesrazón.—Estabadepiejuntoalaventana,conelrostroenlaoscuridad—.Demañana—comenzóadecir convozvelada,un tantohostil—,avecesmuytemprano aún, antes de que tú te levantaras, solía caminar a lo largo de la orilla,saliendodelpueblo;y,aunqueeratanpronto,elsol lucíayaclaroyfuertesobreelmar. Allí en la playa, como sabes, había pequeñas villas que se alzaban comopequeñosmundosindependientes,algunasconjardinesrodeadosdevallas,otrassólorodeadas de bosque, y las casetas de baño estaban separadas de las casas por lacarreterayporuntrozodeplaya.Raravezencontrabanuncaanadieaesahoratantemprana; y bañistas no se veía a ninguno. Una mañana, sin embargo, divisé deprontounafigurafemeninaque,hacíaunmomentoinvisibletodavía,estabadepieenlapequeñaterrazadeunadelascasetasdebañolevantadassobrepilotesenlaarena,yavanzabaconprecaución,poniendounpiedelantedeotroconlosbrazosechadoshaciaatrás,contralapareddemadera.Eraunamuchachamuyjoven,deunosquince

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años,conelcabellorubiosueltoquelecaíasobreloshombrosy,porunlado,sobresudelicadopecho.Lamuchachamirabaantesí,haciaelagua,yseguíadeslizándoselentamentea lo largode lapared,con losojosbajoshacia laesquinaopuesta,ydepronto se detuvo delante mismo de mí; echó más hacia atrás los brazos como siquisieraafianzarsemejor,levantólavistaymemiróderepente.Untemblorrecorriósucuerpo,comosifueraaderrumbarseoahuir.Perocomo,sobrelaestrechatabla,sólohubierapodidodesplazarsemuy lentamente,decidióestarsequieta…,yallí sequedó, alprincipiocon rostroasustado, luego furiosoy, finalmente,desconcertado.De repente, sin embargo, sonrió, sonriómaravillosamente; había un saludo, sí, unguiñoensusojos…,yalmismotiempounaburlasuave,alrozarfugazmenteelaguaquehabíaasuspiesymeseparabadeella.Luego,aquelcuerpojovenyesbeltoseenderezó, como satisfecho de su propia belleza y, como podía notarse fácilmente,orgullosoydulcementeexcitadoporelbrillodemimirada.Asínosquedamosfrentea frente, quizá durante diez segundos, con los labios entreabiertos y los ojoscentelleantes. Involuntariamente tendí los brazos hacia ella, y en su mirada huboentregayalegría.Derepente,sinembargo,sacudióviolentamentelacabeza,despegóunbrazodelaparedymehizogestoimperiosodequemealejara;y,comoyonomeresolviera a obedecer, hubo tal ruego, tal súplica en sus ojos de niña, que no mequedóotroremedioquealejarme.Continuémicaminotanrápidamentecomopude;niunasolavezmevolvíamirarla,noporconsideraciónrealmente,porobedienciaoporcaballerosidad, sinoporqueante suúltimamiradahabía sentido talconmoción,más allá de todo lo hasta entonces experimentado, que me sentía a punto dedesmayarme.

Guardósilencio.—¿Ycuántasveces—preguntóAlbertine,conlavistafijaysinacentoalguno—

rehicisteelmismocamino?—Lo que te he contado—respondió Fridolin—, ocurrió casualmente el último

díadenuestraestanciaenDinamarca.Tampocoyoséquéhubieraocurridoenotrascircunstancias.Ynomepreguntesmás,Albertine.

Seguíajuntoalaventana,inmóvil.Albertineselevantóysedirigióhaciaél;teníalosojoshúmedosyoscurosylafrenteligeramentefruncida.

—Enlosucesivo,noscontaremosenseguidaesaclasedecosas—dijo.Élasintióensilencio.—Prométemelo.Éllaatrajohaciasí.—¿Esquenolosabes?—preguntó;perosuvozseguíasiendodura.Ellalecogiólasmanos,lasacaricióylevantólavistahaciaélconojosveladosen

cuyo fondo Fridolin podía leer sus pensamientos. Entonces pensó ella en otrasexperiencias,másreales,pensóenexperienciasdelajuventuddeél,demuchasdelas

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cualeshabíasabidoporque,cediendocondemasiadafacilidadalacelosacuriosidadde ella, él le había revelado muchas cosas en sus primeros años de matrimonio;efectivamente,comoamenudoleparecíaaél,lehabíaconfiadoloquehubierasidopreferible guardar para sí. En aquel momento, él lo sabía, muchos recuerdos laacosaban con insistencia, y apenas se asombró cuando ella, como en sueños,pronuncióelnombresemiolvidadodeunadesusamantesdejuventud.Sinembargo,lesonócomounreproche,comounasuaveamenaza.

Élsellevólasmanosdeellaaloslabios.—Encadaser(créemeloaunqueteparezcatrivial),encadaserqueyocreíaamar,

sólo te buscaba siempre a ti. Eso lo sé yomejor de lo que tú puedes comprender,Albertine.

Ellasonriótristemente.—¿Ysiyotambiénhubieraqueridoirprimeroalabusca?—dijo.LamiradadeAlbertinecambió,haciéndose fríae impenetrable.Éldejóque las

manos de ella resbalaran de las suyas, como si la hubiera descubierto en algunamentira,enalgunatraición;peroelladijo:

—Ay,sivosotrossupierais—yvolvióaquedarseensilencio.—¿Sisupiéramos…?¿Quéquieresdecir?Ellarespondióconextrañadureza:—Másomenosloquepiensas,querido.—Albertine…¿Entonceshaycosasquemehasocultado?Ella asintió, bajando la vista con extraña sonrisa.Unas dudas incomprensibles,

insensatas,sedespertaronenél.—Noloentiendomuybien—dijo—.Apenas teníasdiecisieteañoscuandonos

prometimos.—Dieciséiscumplidos,sí,Fridolin.Ysinembargo…—lomiróserenamentealos

ojos—,nodependiódemíelquellegaratodavíavirgenamimatrimonio.—¡Albertine…!Yellalecontó:—FueenelWörthersee,muypocoantesdeprometernos,Fridolin,yunahermosa

noche de verano había un guapo joven antemi ventana, que daba sobre un pradogrande y extenso; hablábamos y, durante esa conversación, escucha lo que yopensaba: qué jovenmás agradable y encantador…sólo tendría quepronunciar unapalabra,quedesdeluegotendríaqueserlaadecuada,ysaldríaareunirmeconélymeiríaadondeélquisiera…quizáalbosque;…omáshermosoaúnseríairnosenbarcapor el lago…y esa noche podría conseguir demí todo lo queme pidiera. Sí, esopensaba… Pero aquel joven encantador no pronunció esa palabra; me besódelicadamente la mano… ya la mañana siguiente me preguntó si quería ser sumujer…yyoledijequesí.

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Fridolinlesoltódisgustadolamano.—Y si esa noche —dijo luego— otro hubiera estado por casualidad ante tu

ventana y se le hubiera ocurrido la palabra adecuada, por ejemplo…—pensó quédecir,peroellaextendiólosbrazoscomorechazándolo.

—Otro, quien fuera, hubiera podido decir lo que quisiera…pero no le hubieraservidodenada.Ysinohubieras sido túquienestabaanteaquellaventana…—lesonrió—,aquellanochedeveranonohubierasidotanhermosa.

Élfruncióloslabios,burlón.—Esolodicesenesteinstante,locreesprobablementeenesteinstante.Pero…Llamaron a la puerta. Entró la sirvienta y dijo que la portera de la

Schreyvogelgasse había venido para buscar al señor doctor y llevarlo a casa delconsejeroáulico,queseencontrabaotravezmuymal.Fridolinsedirigióalvestíbuloy supopor lamensajera que el consejerohabía tenidoun ataque cardíacoy estabamuygrave;yprometióirinmediatamente.

—¿Tevas…?—lepreguntóAlbertine,mientrasélsepreparabarápidamenteparasalir,conuntonotanenojadocomosiélleestuvierahaciendodeliberadamenteunainjusticia.

Fridolinrepuso,casisorprendido:—Tengoqueir.Ellasuspiróligeramente.—Esperoquenoseatangrave—dijoFridolin—;hastaahora,trescentígramosde

morfinalehanhechosuperarsiemprelosataques.Ladoncellahabíatraídosuabrigodepiel,FridolinbesóaAlbertineenlafrentey

en laboca,bastantedistraído,comosi laconversaciónde laúltimahorasehubieraborradoyadesumemoria,ysefueapresuradamente.

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II

Enlacalletuvoqueabrirseelabrigo.Derepentehabíallegadoeldeshielo,lanievese había fundido casi en la acera y en el aire flotaba un soplo de la primaverainminente. Desde el piso de Fridolin en la Josefstadt, cerca del Hospital General,habíaapenasuncuartodehorahasta laSchreyvogelgasse;yFridolinestuvoprontosubiendolaescaleraretorcidaymaliluminadadelaviejacasahastaelsegundopiso,en donde tiró de la campanilla; sin embargo, antes de que se oyera el anticuadosonidorepiqueteante,sediocuentadequelapuertaestabasóloentornada;atravesóelmaliluminadovestíbulo,hastaelsalón,yvioenseguidaquehabíallegadodemasiadotarde.Lalámparadepetróleo,deverdepantalla,quecolgabadelbajotechoarrojabaun débil resplandor sobre la colcha de la cama, bajo la que reposaba inmóvil uncuerpodelgado.El rostrodelmuertoquedabaensombras,peroFridolin loconocíatanbienqueleparecióverlocontodaclaridad…enjuto,arrugado,dealtafrente,conunabarbablancaycortayunasorejasllamativamentefeas,llenasdepelosblancos.Marianne,lahijadelconsejero,estabasentadaalospiesdelacama,dejandocolgarlánguidamentelosbrazos,comoprofundamentecansada.Allíolíaamueblesviejos,medicinas,petróleo,cocina,ytambiénunpocoaaguadeColoniayjabónderosas,yde algúnmodoFridolin sintió también el olor dulzóny vagode aquellamuchachapálida,quetodavíaerajoveny,desdehacíameses,años,semarchitabalentamenteeneldurotrabajodelacasa,elfatigosocuidadodelenfermoylasvigiliasnocturnas.

Cuando entró el médico, ella levantó la vista, pero la pobre iluminación nopermitióaFridolinversisusmejillashabíanenrojecido,comodecostumbrecuandoélaparecía.Ellafuealevantarse,peroFridolinladisuadióconunademán,yella,conungestodecabeza,losaludóconsusojosgrandesperoempañados.Élseacercóalacabecera de la cama y tocómecánicamente la frente delmuerto y sus brazos, quereposabansobrelacolchadentrodeunasmangasmuyabiertas,yluegodejócaerloshombros con leve compasión, metió las manos en el bolsillo de su abrigo y dejóvagar la mirada por el cuarto, deteniéndola finalmente enMarianne. Ella tenía elcabello abundante y rubio, pero seco, el cuello bien formado y esbelto, pero nototalmente sin arrugas y de tonalidad amarillenta, y los labios delgados como pormuchaspalabrasnopronunciadas.

—Bueno—dijo él susurrando y casi desconcertado—,mi querida señorita, sindudaseloesperabausted.

Ellaletendiólamano.Élselacogiócompasivoylepreguntócortésmentecómohabía ocurrido la última crisis fatal, y ella le informó concreta y brevemente,hablándoledelosúltimosdías,relativamentebuenos,enqueFridolinnohabíavistoalenfermo.Fridolinacercóunasilla,sesentófrenteaMarianneylahizopensar,paraconsolarla,enquesupadreapenasdebíadehabersufridoensusúltimashoras;luego

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lepreguntósilafamilialosabíaya.Sí,laporteradelacasaibayacaminodecasadesu tío, y en cualquier caso pronto llegaría el doctor Roediger; «mi prometido»,añadió,mirandoaFridolinalafrenteenlugardealosojos.

Fridolin se limitó a asentir. Había coincidido con el doctor Roediger en eltranscurso del año dos o tres veces, allí en la casa. Aquel hombre sumamentedelgado, pálido, de barba corta y rubia y con gafas, profesor de Historia en laUniversidad de Viena, le había gustado pero sin despertar su interés. Mariannetendríamejoraspecto,pensó,sifuerasuamante.Elcabellomenossecoyloslabiosmás rojos y llenos. ¿Qué edad tendría ella?, se preguntó. Cuando lo llamaron porprimera vez a casa del consejero, tres o cuatro años antes, ella tenía veintitrés.Enaquellaépocasumadrevivíatodavía.Ellaeramásalegrecuandosumadreaúnvivía.¿Acasonohabía tomado leccionesdecantodurantecierto tiempo?Asíquesevaacasarconeseprofesor.¿Porqué?Desdeluego,noestáenamorada,yélnodebedetenermuchodinerotampoco.¿Quéclasedematrimonioresultará?Bueno,unocomotantosotros.Quéme importa.Esmuyposiblequenovuelvaaverla jamás,porqueahorayanotengonadaquehacerenestacasa.Cuántaspersonasnohevueltoaverquemeinteresabanmásqueella.

Mientraslepasabanporlacabezaesospensamientos,Mariannehabíacomenzadoa hablar del difunto… con cierta insistencia, como si, por el simple hecho de sumuerte,sehubieraconvertidodeprontoenunapersonaextraordinaria.¿Demodoquesólo tenía cincuenta y cuatro años? Evidentemente, tantas preocupaciones ydesencantos,conunamujersiempreenferma…¡Yconunhijoquelehabíacausadotantospesares!¿Asíqueellateníaunhermano?Claro.Lehabíahabladoyaunavezaldoctor. Ahora vivía en alguna parte en el extranjero; allí, en la habitación deMarianne,habíauncuadroqueélhabíapintadoalosquinceaños.Representabaaunoficialsalvandounmontículo.Supadrehabíafingidosiemprenoverelcuadro.Peroera un buen cuadro. En condiciones más favorables, su hermano hubiera podidollegarlejos.

¡Cómoseexcitaalhablar—pensóFridolin—ycómolebrillanlosojos!¿Fiebre?Esmuyposible.Haadelgazadomásenlosúltimostiempos.Probablementetísica.

Ellaseguíahablando,peroaélleparecióquenosabíamuybienaquiénhablaba;oquehablabaconsigomisma.Doceañoshacíaque suhermano se fuedecasa, sí,todavíaeraunniñocuandodesapareciósúbitamente.Cuatroocincoañosantes,enNavidades,llegarondeéllasúltimasnoticias,desdeunapequeñaciudaditaliana.Eracurioso, habíaolvidadoel nombre.Así siguióhablandoalgún tiempoaúnde cosasindiferentes, sin necesidad y casi con incoherencia, hasta que de repente se calló,quedándose sentada en silencio, con la cabeza entre las manos. Fridolin se sentíacansado y, más aún, aburrido, esperando con impaciencia que alguien llegara,parientesonovio.Elsilenciopesabaenlahabitación.Leparecíacomosielmuertose

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mostrarasilenciosohaciaellos;nosóloporquenopudierahablarya,sinodeliberadaymalignamente.

Y,echándoleunamiradadesoslayo,Fridolindijo:—Encualquiercaso, talcomoestánlascosas,esunasuerte,señoritaMarianne,

quenotengaquepermanecermuchotiempoenestacasa.—Y,comoellalevantarauntantolacabeza,aunquesinmirarlo:—Sindudasuprometidoseránombradoprontocatedrático; en la Facultad deFilosofía las condiciones son a ese respectomejoresqueenlanuestra…

Pensóenque,hacíaaños,habíaqueridohacer tambiénunacarrerauniversitariapero finalmente, deseando una existencia más cómoda, se había decidido por laprácticade laprofesión…ydeprontosesintió inferioraaqueldistinguidodoctorRoediger.

—En el otoño nos trasladaremos —dijo Marianne, sin inmutarse—, acaba derecibirsunombramientoenGotinga.

—Ah—dijo Fridolin, y quiso felicitarla de algúnmodo, pero le pareció pocoapropiadoenaquellosinstantesyenaquelentorno.

Echóunaojeadaa la cerradaventanay, sinpedirpermiso, comoejerciendounderechomédico,abriólosdosbatientesydejóentrarelaire,queentretantosehabíavuelto más cálido y primaveral, y parecía traer un suave perfume de los bosqueslejanos,que sedespertaban.Cuandosevolvióotravezhaciael cuarto,vioque losojosdeMariannelomirabaninterrogadores.Seacercómásaellayobservó:

—Elairefrescolesentarábiensinduda.Sehavueltofrancamenteagradable,ycuandoanoche…—fueadecir:volvimosdelbailededisfracesacasaenmediodeunaventisca,perocambiórápidamentelafraseyterminó:—ayernochelanieveteníaaúnenlacallemediometrodealtura.

Ella escuchaba apenas lo que él decía. Sus ojos se humedecieron, gruesaslágrimas rodaron por sus mejillas y otra vez escondió el rostro entre las manos.Involuntariamente,éllepusolamanoenlacabezayleacariciólafrente.Notóqueelcuerpo de ella comenzaba a temblar y que ella se ponía a sollozar, al principio deformacasiinaudible,pocoapococonmásfuerzayfinalmentesinpodercontenerse.Derepenteellasedeslizódesuasiento,quedóalospiesdeFridolinyleabrazólasrodillasapoyandosurostrocontraellas.Luegolevantólosojoshaciaél,muyabiertosydolorosamentesalvajes,ylesusurróardientemente:

—Noquieroirmedeaquí.Aunquenovuelvaustednunca,aunquenopuedaverlojamás;quierovivircercadeusted.

Élestabamásconmovidoqueasombrado;porquesiemprehabíasabidoqueellaestabaenamoradadeéloqueseimaginabaestarlo.

—Levántese, Marianne—dijo en voz baja; inclinándose hacia ella, la levantósuavementeypensó: naturalmente, es también algodehisteria.Miróde reojo a su

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padremuerto.Talvez loestéoyendo todo,pensó.¿Serásólounamuerteaparente?¿Estarátodoelmundosóloaparentementemuertoenlasprimerashorasquesiguenalfallecimiento…? Rodeó a Marianne con sus brazos pero manteniéndola al mismotiempoalgoalejaday,casiinvoluntariamente,lediounbesoenlafrente,loqueaélmismoleparecióuntantoridículo.Recordófugazmenteunanovelaquehabíaleídohacía años y en la que un hombremuy joven, casi unmuchacho, era seducido y,realmente,violadojuntoallechodemuertedesumadre,porunaamigadeella.Enese mismo instante, sin saber por qué, tuvo que pensar en su propia mujer. Laamargurahaciaellaloinvadió,yunrencorsordohaciaaquelhombredeDinamarcade la maleta amarilla en la escalera del hotel. Atrajo hacia sí con más fuerza aMarianne,peronosintiólamenorexcitación;másbien,lavistadesucabellosecoysinbrilloyelolordulzóne insulsodesuvestidopocoventilado leprodujeronunaligera repugnancia. En aquel momento sonó la campanilla de fuera. Se sintióliberado,besórápidamentelamanodeMarianne,comoagradecido,yfueaabrir.EraeldoctorRoedigerquienestabaalapuerta,conunabrigogrisoscuroychanclos,unparaguasenlamanoyunaexpresiónenelrostroapropiadaalascircunstancias.Losdoshombressesaludaronmutuamente,conmáscordialidaddelaquecorrespondíaasusverdaderasrelaciones.Luegolosdosentraronen lahabitación,yRoediger, trasunaojeadatímidaaldifunto,expresóaMariannesucondolencia;Fridolinsedirigióalahabitacióncontigua,paraextenderelcertificadodefallecimiento,aumentólallamadegassobreelescritorio,ysumiradafueacaerenelretratodeloficialdeuniformeblancoque,blandiendosusable,bajabadeunsalto lacolina,dirigiéndosehaciaunenemigoinvisible.Estabaencuadradoenunmarcoestrechodeoroviejoyno teníamuchomejoraspectoquecualquiermodestaoleografía.

Con el certificado de fallecimiento terminado, Fridolin volvió a entrar en lahabitación de al lado, en la que, junto a la cama del padre, con las manosentrelazadas,sesentabanlosnovios.

Volvióasonarlacampanilladelapuerta,yeldoctorRoedigerselevantóyfueaabrir; entoncesMarianne, casi inaudiblemente, dijomirando al suelo: «Le quiero».Fridolin respondió sólo pronunciando, no sin ternura, el nombre de Marianne.Roedigervolvióaentrar,conunmatrimoniodeedad.EraneltíoylatíadeMarianne;intercambiaronalgunaspalabrasapropiadasalcaso,conlatimidezquesueledifundirasualrededorlapresenciadealguienqueacabademorir.Lapequeñahabitación,depronto,parecióllenarsedepersonasqueveníanadarelpésame,Fridolinconsideróqueestabademás, sedespidióy fueacompañadoa lapuertaporRoediger,que sesintióobligadoadirigirleunaspalabrasdeagradecimientoyexpresarlesuesperanzadequevolveríanaversepronto.

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III

Fridolin,delantede lapuertade lacasa, levantó lavistahacia laventanaqueanteshabía abierto por sí mismo; los batientes temblaban ligeramente en la brisa deprincipios de primavera. Los que habían quedado allí arriba, tanto vivos comomuertos,leresultabanporigualespectralmenteirreales.Élmismosesentíacomosihubieraescapado;notantoaunaexperienciacomoaunmelancólicohechizoquenohabíalogradoningúnpodersobreél.Elúnicoefectoquesentíaeraunacuriosafaltade ganas de volver a casa. La nieve de las calles se había fundido, a derecha eizquierdaseacumulabapequeñosmontículosdeunblancosucio,lasllamasdegasdelasfarolasvacilabanyenunaiglesiacercanadieronlasonce.Fridolindecidiópasarmediahoraaúnenunrincóntranquilodeuncafépróximoasupiso,antesdeirsealacama,ytomóelcaminoqueatravesabaelparquedelAyuntamiento.Sobrelosbancosen sombras había aquí y allá parejas estrechamente abrazadas, como si hubierallegadoya realmente laprimaverayel engañosoaire tibionoestuvierapreñadodepeligros. Extendido cuan largo era en un banco, con el sombrero calado sobre lafrente, había echado un hombre bastante andrajoso. ¿Y si lo despertara, pensóFridolin, y le diera dinero para un albergue nocturno?Bueno, de qué serviría eso,siguiópensando,mañanatendríaquedarleparaotro,sinonotendríaningúnsentido,y al finalmeharía sospechosodemantener relacionespunibles.Yaceleró el paso,como para huir cuanto antes de toda responsabilidad y tentación. ¿Por quéprecisamente, se preguntó, sólo en Viena hay miles de esos pobres diablos? ¡Sihubiera que preocuparse de todos… de la suerte de todos los desconocidos! Yrecordóalmuertoqueacababadedejary,conunestremecimiento,inclusoconasco,pensó que, en aquel cuerpo delgado tendido bajo la parda manta de franela, ladescomposiciónydesintegración,siguiendoleyeseternas,habríancomenzadoyasuobra.Ysealegródeviviraún,deque,segúntodaslasprobabilidades,todasaquellascosashorriblesestuvieranaúntanlejosdeél;sí,deestartodavíaenplenajuventud,tenerunamujerencantadorayatractivaypoderdisponerademás,siseleantojaba,deunaovariasmujeresmás.Paraello,desdeluego,hubieranecesitadomástiempolibredelqueseleconcedía;yrecordóquealdíasiguienteporlamañana,alasocho,teníaqueestarensudepartamentodelhospital,visitarpacientesprivadosdeonceauna;por la tarde, de tres a cinco, pasar consulta, y visitar a otros enfermos más esavelada…Bueno…esperabaque,porlomenos,novolvieranallamarloenmitaddelanoche,comolehabíaocurridoaqueldía.

Atravesó la plaza del Ayuntamiento, que brillaba apagadamente como unestanqueparduzco,ysedirigióalfamiliardistritodeJosefstadt.Desdelejosoyóunospasossordosyregularesyvio,todavíaabastantedistancia,cuandoacababadedoblarunaesquina,aungrupitodeestudiantesdeunaasociaciónque,ennúmerodeseisu

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ocho,veníanhaciaél.Cuandolosjóvenesllegaronalresplandordeunafarola,creyóreconocerenellosalosazules«alemanes».Élnohabíapertenecidonuncaaningunaasociaciónpero,ensumomento,sehabíabatidoasablealgunasveces.Enrelaciónconesaevocacióndesustiemposdeestudiante,recordólasdosmáscarasendominórojo que, la noche anterior, lo habían atraído a su palco, abandonándolo luego tanprontode forma insolente.Losestudiantesestabanmuycerca,hablabanfuerteysereían…; ¿no habría conocido a alguno de ellos en el hospital? Sin embargo, conaquella luz incierta, no era posible distinguir con claridad sus rostros. Tuvo quearrimarsemuchoa laparedparano tropezarconellos;…ahorahabíanpasadoya;sóloelqueibaelúltimo,untipoaltoconelabrigoabiertoyunavendasobreelojoizquierdo, pareció quedarse un poco atrás, de forma claramente intencionada, y legolpeóextendiendoelcodo.Nopodíasercasualidad.Quéquerráesetipo,pensó,ysedetuvo involuntariamente; el otro, después de dos pasos, hizo lo mismo, y sequedaronmirándosealosojosunmomento,aciertadistancia.Sinembargo,Fridolinsevolviódeprontoyprosiguiósucamino.Oyóasusespaldasunabrevecarcajada…y casi se hubiera vuelto para enfrentarse con el mozo, pero sintió unas extrañaspalpitaciones… exactamente como una vez, hacía doce o catorce años, cuandollamaron con tanta fuerza a su puerta mientras estaba con él aquella jovencitaencantadoraalaquegustabaparlotearcontinuamentedeunnovioquevivíalejosyquizánoexistíaenabsoluto;enrealidadsólohabíasidoelcarteroquienllamabatanamenazadoramente… y exactamente como entonces sentía latir ahora su corazón.Quéesesto,sepreguntómolesto,notandoentoncesquelasrodillasletemblabanunpoco.¿Cobarde…?Quétontería,serespondióasímismo.¡Voyaponermealaalturade un estudiante borracho, yo, un hombre de treinta y cinco años, médico enejercicio, padre de una criatura…! ¡Un desafío! ¡Testigos! ¡Un duelo! ¿Y endefinitivaporuntontoempujónasí,porungolpeenelbrazo?¿Unascuantassemanassinpodertrabajar?…¿Operdertalvezunojo?…¿Oinclusotenerunasepticemia…?¡Y en ocho días estar como el señor de la Schreyvogelgasse bajo una manta defranela parda! ¿Cobarde yo…?Tres veces se había batido a sable y una vez habíaestadodispuestotambiénaundueloapistola,ynoeraporiniciativasuyaporlaquelacosasehabíaarregladodebuenamanera.¡Yconsuprofesión!Peligrosportodaspartesyacadamomento…aunqueunoseolvidabasiempre.¿Cuánto tiempohacíaqueaquelniñodiftéricolehabíatosidoenlacara?Tresocuatrodías,nomás.Alfinyalcabo,aquelloerabastantemáspreocupantequeunpequeñoasaltoasable.Ynohabíavueltoapensarenello.Bueno,sivolvíaaencontraraaqueltipo,todavíapodríaaclararselacuestión.Deningúnmodoestabaobligado,amedianocheycuandoveníadeveraunenfermoo ibaaveraunenfermo,despuésde todohubierapodidoserasí…,no,realmentenoestabaobligadoareaccionaranteunaprovocaciónestudiantiltan ridícula. Si ahora, por ejemplo, viniese hacia él el joven danés con el que

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Albertine…ahno,¿quéestabapensando?Bueno…enelfondoeralomismoquesiellahubierasidosuamante.Peoraún.Sí,ésedeberíavenirahoraasuencuentro.Ah,seríaunverdaderoplacerestarfrenteaélenunclarodebosque,apuntandohaciasufrentedepelorubioylisoelcañóndeunapistola.

Seencontródeprontoconquehabíaidomásalládellugardesudestinoyestabaenunacallejuelaestrecha,porlaquesólovagabanalgunasprostitutasmiserablesensu nocturna caza de hombres. Espectral, pensó.Y también los estudiantes con susgorras azules le resultaron de pronto espectrales en el recuerdo, lo mismo queMarianne,suprometido,ysutíoysutía,alosqueseimaginabaahora,cogidosdelamano,entornoallechodemuertedelancianoconsejero;tambiénAlbertine,alaqueseimaginabaprofundamentedormida,conlosbrazoscruzadosbajolanuca…hastasuhija,queahoraestaríahechaunovilloensuestrechayblancacamitademetal,ylainstitutriz de mejillas rubicundas, con su lunar en la sien izquierda… todos se lehabíanvueltototalmenteespectrales.Yesasensación,aunquelohacíaestremecerseun poco, era al mismo tiempo algo tranquilizador que parecía liberarlo de todaresponsabilidad,inclusodetodarelaciónhumana.

Unadelasmuchachasquedeambulabanloinvitóaacompañarla.Eraunacriaturadelicada, todavía muy joven, palidísima y con los labios pintados de rojo. Podríaterminarigualmenteconlamuerte,pensó,¡peronotandeprisa!¿Cobardíatambién?Enelfondosí.Escuchósuspasos,yprontosuvoz,asusespaldas.

—¿Noquieresvenir,doctor?Sevolvióinvoluntariamente.—¿Dequémeconoce?—preguntó.—Noloconozco—dijoella—,peroenestebarriotodossondoctores.Desdesustiemposdelbachilleratonohabíavueltoatenernadaqueverconuna

mujerzueladeesaclase.¿Volvíadeprontoasusañosdeadolescenciaporelhechodequeaquellacriaturaloatrajera?Recordóaunconocidoocasional,unhombrejovenyelegante,alqueseatribuíaunasuertefabulosaconlasmujeresyconelque,siendoestudiante,habíaestadoenuncafénocturnodespuésdeunbailey,antesdealejarsecon una de las clientes profesionales, había respondido a la mirada un tantoasombradadeFridolinconlaspalabras:«Siguesiendolomáscómodo;…ytampocosonlaspeores».

—¿Cómotellamas?—lepreguntóFridolin.—Bueno,¿cómovoyallamarme?Mizzi,naturalmente.Habíahechogiraryalallaveenlapuertadelacasa,entróenelvestíbuloyesperó

aqueFridolinlasiguiera.—¡Vamos!—dijo,alverlotitubear.Deprontoélestuvoasulado,lapuertasecerróasusespaldas,ellaechólallave,

encendió una vela y le alumbró el camino… ¿Estaré loco?, se preguntó él.

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Naturalmente,novoyatocarla.Enlahabitaciónardíaunalámparadepetróleo.Ellasubiómáslamecha;erauna

habitación muy acogedora y bien arreglada y, en cualquier caso, olía mucho másagradablemente que, por ejemplo, en casa de Marianne. Evidentemente… allí nohabíaestadodurantemesesunancianoencama.Lamuchachasonrióyseacercócondiscreción a Fridolin, que la rechazó suavemente. Entonces ella le señaló unamecedora,enlaqueélsedejócaeragusto.

—Debesdeestarmuycansado—dijoella.Élasintió.Yella,mientrassedesnudabasinprisas:—Bueno,unhombreasí tienecosasquehacertodoeldía.Paranosotrasresulta

másfácil.Élsediocuentadequeloslabiosdeellanoestabanpintadossinocoloreadosde

unrojonatural,ylehizouncumplido.—¿Para qué iba a pintarme? —le preguntó ella—. ¿Cuántos años crees que

tengo?—¿Veinte?—adivinóFridolin.—Diecisiete—dijoella,sesentóensuregazoy,comounaniña,leechóelbrazo

alcuello.¿Quién podría imaginarse, pensó él, que estaría precisamente ahora en esta

habitación?¿Lohubieracreídoyomismoposiblehaceunahora,diezminutos?Y…¿porqué?¿Porqué?Ellabuscóloslabiosdeélconlossuyos,élseechóhaciaatrás,ellalomiróasombrada,unpocotriste,ysedejóresbalardesuregazo.Aélcasilediopena,porqueenelabrazodeaquellamujerhabíahabidomuchaternuraconsoladora.

Ellacogióunabata rojaquecolgabasobreel respaldode lacamaabierta,se lapusoyapretólosbrazoscontraelpecho,deformaquetodasufiguraquedóoculta.

—¿Teparecebienasí?—lepreguntósinburla,casitímida,comosiseesforzaraporcomprenderlo.

Élnosupomuybienquéresponder.—Lohas adivinado—dijo luego—, estoy realmente cansado, y encuentromuy

agradableestaraquísentadoenlamecedora,sencillamenteescuchándote.Tienesunavoztanagradableysuave.Habla,cuéntamealgo.

Ellasesentóenlacamaysacudiólacabeza.—Lo que pasa es que tienes miedo —dijo en voz baja… y luego, para sus

adentros,deformaapenasperceptible—:¡Lástima!Esaúltimapalabrahizoqueunaondacálidarecorrieralasvenasdeél.Seacercóa

lamujer,quisoabrazarla, ledijoqueconfiabaplenamenteenella,yconellodecíainclusolaverdad.Laatrajohaciasíylacortejócomoaunamuchacha,comoaunamujeramada.Ellaseresistía,élseavergonzóyladejóporfin.Elladijo:

—Laverdadesquenosesabe,algunaveztienequellegar.Tienestodalarazón

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delmundoentenermiedo.Ysitepasaraalgo,memaldecirías.Rechazólosbilletesqueélleofreció,contantadecisiónqueélnopudoinsistir.

Se echó un estrecho chal de lana azul, le alumbró, lo acompañó abajo y abrió lapuerta.

—Mevoyaquedaryaencasa—dijo.Éllecogiólamanoe,involuntariamente,se labesó.Ella lomiróconasombro,casiasustada,y luegose riódesconcertadayfeliz.

—Comounaseñorita—dijo.Lapuertasecerróaespaldasdeél,yFridolin,conunarápidaojeada,grabóensu

memoria el número de la casa para poder enviar al día siguiente a la pobre yencantadoramuchachavinoygolosinas.

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IV

Entretanto, el aire sehabíavuelto aúnmáscálido.Labrisa tibia traía a la estrechacalle un perfume de prados húmedos y de primavera en las lejanas montañas.¿Adóndeirahora?,pensóFridolin,comosilomásnaturalnofueradirigirseacasadeuna vez e irse a la cama. Pero no acababa de decidirse a ello. Desde aqueldesagradableencuentroconlos«alemanes»sesentíasinhogar,unproscrito…¿OeradesdelaconfesióndeMarianne?…No,desdehacíamástiempoaún…desdeaquellaconversaciónvespertinaconAlbertinesehabíaidoalejandocadavezmásdelaesferahabitualdesuexistenciahaciaotromundodistinto,lejanoyextraño.

Vagódeunladoaotroporlascallesnocturnas,dejóqueelsuavevientodelsurleacariciara la frentey,porúltimo,conpasodecidido,comosihubiera llegadoaunametamucho tiempobuscada,entróenuncafédepocacategoría, acogedoralviejoestilovienés,noespecialmenteespacioso,escasamenteiluminadoy,aesahoratardía,pococoncurrido.

Enunrincónjugabanalascartastreshombres;uncamarero,quehastaentoncesloshabíaestadomirando,ayudóaFridolinaquitarseelabrigo,recibiósuencargoyle dejó sobre lamesa revistas ilustradas yperiódicosde la tarde.Fridolin se sintiócomoseguroycomenzóahojearlosperiódicos.Sumiradasedeteníaaquíoallá.Enalguna ciudaddeBohemia habían arrancado los rótulos alemanes de las calles.EnConstantinoplateníalugarunaconferenciasobrelaconstruccióndeunferrocarrilenelAsiaMenor,en laqueparticipaba tambiénLordCranford.LaempresaBenies&Weingruberhabíasuspendidopagos.AnnaTiger,unaprostituta,habíaatentadoconvitriolo,porcelos,contrasuamigaHermineDrobizky.Aquellanochesecelebrabaenlas Sophiesallen una cena de cuaresma. Marie B., una joven que habitaba en laSchönbrunnerHauptstrasse28,sehabíaenvenenadoconsublimado…Todosaquellossucesos, tanto indiferentes como tristes, con su fría cotidianeidad, producían unefecto en cierto modo desilusionador y tranquilizante en Fridolin. Aquella joven,MarieB.,ledabapena;sublimado,quéestupidez.Enaquelmismoinstante,mientrasélestabacómodamentesentadoenelcaféyAlbertinedormíatranquilaconlosbrazoscruzadosbajolanucayelconsejeroestabayamásalládetodosufrimientohumano,MarieB.,delaSchönbrunnerHauptstrasse28,seretorcíaentredoloressinsentido.

Levantó lavistadelperiódico.Entoncesvio,enunamesadeenfrente,dosojosfijos en él. ¿Era posible? ¿Nachtigall…? Él lo había reconocido ya, levantó losbrazos, agradablemente sorprendido, y se acercó a Fridolin; un hombre grande,bastante ancho, casi pesado y todavía joven, de pelo largo, ligeramente ondulado,rubio y un poco entrecano ya, y un bigote rubio y caído, a la polaca. Llevaba unabrigogrisabierto,ydebajoun fracun tantoseboso,unacamisaarrugadacon tresbotones de brillantes falsos, un cuello ajado y una revoloteante corbata de seda

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blanca.Teníalospárpadosenrojecidoscomopormuchasnochesenvela,ysusojosbrillabanclarosyazules.

—¿EstásenViena,Nachtigall?—exclamóFridolin.—¿No lo sabías? —dijo Nachtigall con blando acento polaco de suaves

resonancias judías—. ¿Cómo es que no lo sabías? Si soymuy famoso…—Se riófuerteydebuenhumor,sentándosefrenteaFridolin.

—¿Qué?—preguntó Fridolin—. ¿Te has convertido en secreto en profesor decirugía?

Nachtigallserióaúnmássonoramente:—¿Nomehasoídoahora?¿Ahoramismo?—¿Cómooído?…¡Ah,sí!Y sólo entonces se dio cuenta Fridolin de que,mientras entraba, incluso antes,

cuando se acercaba al café, había oído el sonido de un piano que venía de algúnsótano.

—¿Asíqueerastú?—exclamó.—¿Quiénsino?—serióNachtigall.Fridolinasintió.Naturalmente;…aquellapulsaciónenérgicaysingular,aquellas

armonías especiales de la mano izquierda, un tanto arbitrarias pero agradables, lehabíanresultadoinmediatamenteconocidas.

—¿Asíquetehasdedicadototalmente?Recordó que Nachtigall había abandonado definitivamente sus estudios de

medicina ya después del segundo examenprevio de zoología, que por cierto habíasuperado aunque con siete años de retraso. Pero durante bastante tiempo habíaandadoaúnporelhospital,lasaladedisección,ellaboratorioylasaulas,endonde,consurubiacabezadeartista,elcuellosiemprearrugadoysucorbatarevoloteante,en otro tiempoblanca, había sido un personaje extravagante, popular en el sentidomás alegre, y francamente querido no sólo por sus compañeros sino también pormuchos profesores. Hijo de un destilador de aguardiente judío de un puebluchopolaco, había venido en su día de su país a Viena para estudiar medicina. Laspequeñasayudaspaternashabíansidodesdeelprincipioapenasdignasdemención,yademásprontoseinterrumpieronporcompleto,loquenoleimpidióseguiracudiendoenelRiedhofaunatertuliademédicos,alaquepertenecíatambiénFridolin.Apartirde cierto momento, sus consumiciones habían sido pagadas cada vez por uncompañeropudientedistinto.Tambiénrecibíaavecescomoregaloprendasderopa,queaceptabaasimismodebuenaganaysinfalsoorgullo.Yaensupequeñaciudadnatal había aprendido los rudimentos del piano con un pianista que se quedó allívarado, y en Viena, cuando era studiosus medicinae, iba al mismo tiempo alConservatorio, endonde, al parecer, se le consideraba comounprometedor talentopianístico. Pero tampoco allí era lo suficientemente serio y estudioso para seguir

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formándosedeunmodo regular; ypronto se contentópor completo con sus éxitosmusicalesenelcírculodesusconocidos…másbienconelplacerquesupianolesdaba. Durante cierto tiempo trabajó como pianista en una escuela de baile de laperiferia.Suscompañerosdeuniversidadydemesatratabandeintroducirlocomotalen las mejores casas, pero en esas ocasiones sólo tocaba lo que se le antojaba ycuandoseleantojaba,trababaconversación,nosiempreinocenteporsuparte,conlasdamitas,ybebíamásdeloquepodíasoportar.Unaveztocóencasadeundirectordebanco, en un baile. Después de haber molestado, antes de medianoche ya, a lasjóvenesquepasabanporsuladobailandoconsusobservacionesatrevidasygalantes,y de provocar la irritación de sus galanes, se le ocurrió tocar un salvaje cancán ycantar además, con su potente voz de bajo, una estrofa de sentido equívoco. Eldirector de banco lo reprendió duramente. Nachtigall, como lleno de felicidad, selevantóyabrazóaldirector,yéstefurioso,aunquejudíoélmismo,lelanzóalacaraun insulto corriente en el país, al queNachtigall respondió inmediatamente conunviolento bofetón… con lo que su carrera en las buenas casas de la ciudad pareciódefinitivamenteacabada.Encírculosmás íntimossabíacomportarse,engeneral,deuna formamásconveniente, aunque tambiénenesasocasiones, ahoras avanzadas,era necesario a veces echarlo a la fuerza del local. Sin embargo, a la mañanasiguiente,esosincidenteseranperdonadosyolvidadosportodoslosparticipantes…Un día (sus compañeros habían terminado todos hacía tiempo sus estudios)desapareciódeprontodelaciudadsindespedirse.Durantealgunosmesessiguieronllegandoaúnpostalesconsaludossuyosdesdeciudadesrusasypolacas;yunavez,sinmásexplicaciones,Fridolin,porquienNachtigallhabíasentidosiempreespecialcariño, recordó su existencia no sólo al recibir un saludo suyo sino también unasolicituddeunamodestasumadedinero.Fridolinenviólacantidadinmediatamente,sinrecibirjamásunagradecimientoniotraseñaldevidadeNachtigall.

Peroenaquelinstante,alasdosmenoscuartodelamadrugada,despuésdeochoaños, Nachtigall insistió en reparar inmediatamente su negligencia, y sacó unosbilletesdebanco,ennúmeroexacto,deunabilleterabastantedeterioradapero,porlodemás, pasablemente repleta, por lo que Fridolin pudo aceptar el reembolso sinescrúpulos.

—Asíquetevanbienlascosas—dijosonriendo,comoparatranquilizarse.—Nomepuedoquejar—respondióNachtigall.Y,poniendolamanoenelbrazo

deFridolin:—Perodime,¿cómovienesaquíenmitaddelanoche?Fridolin explicó su presencia a hora tan tardía por la acuciante necesidad de

tomarseotrocafédespuésdeunavisitanocturnaaunenfermo;sinembargo,ocultó,sinsabermuybienporqué,quenohabíaencontradoyavivoasupaciente.Luegohabló,muyengeneral,desutrabajocomomédicoenelhospitalpoliclínicaydesuconsultaprivada,ymencionóqueestabacasado, felizmentecasado,yerapadrede

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unaniñadeseisaños.EntoncesleinformóNachtigall.ComohabíasupuestoconaciertoFridolin,había

pasado todos aquellos años como pianista en todas las ciudades y villas polacas,rumanas, serbias y búlgaras imaginables, y enLemberg teníamujer y cuatrohijos.Desde el otoñopasado…;y se rió a carcajadas, como si fuera extraordinariamentedivertidotenercuatrohijos,todosenLembergytodosdeunamismamujer.Desdeelotoño pasado estaba otra vez en Viena. El teatro de variedades que lo habíacontratadohabíaquebradoenseguida,yahoraéltocabaenloslocalesmásdiversos,cuandolaocasiónsepresentaba,aveceshastaendosotresenlamismanoche,allíabajoporejemplo,enelsótano…Noeraunestablecimientomuydistinguido,comopodíaver,enrealidadunaespeciedebolera,yenloquealpúblicoserefería…

—Pero cuandohayque atender a cuatrohijosy aunamujer enLemberg…—Volvióa reírse,no tanalegrementeyacomoantes—.También trabajoavecesparaparticulares—añadió rápidamente.Y, comopercibiera en el rostro deFridolin unasonrisaevocadora:—Nocondirectoresdebancoygenteasí,no,entodosloscírculosimaginables,incluidoslosmásimportantes,públicosoclandestinos.

—¿Clandestinos?Natchigallmiróantesíoscurayastutamente.—Muyprontovendránabuscarmeotravez.—¿Tocasestanocheaún?—Sí,allínoempiezanhastalasdos.—Esoesmuyelegante—dijoFridolin.—Síyno—serióNachtigall,peroenseguidavolvióaponerseserio.—¿Síyno?—repitióFridolincurioso.Nachtigallseinclinóhaciaélporencimadelamesa.—Hoytocoenunacasaparticular,peronoséaquiénpertenece.—¿Asíquetocasallíporprimeravez?—preguntóFridolinconcrecienteinterés.—No,portercera.Peroprobablementeseráestaveztambiénunacasadistinta.—Esonoloentiendo.—Niyo—serióNachtigall—.Esmejorquenomepreguntes.—Hum—hizoFridolin.—Ah, te equivocas. No es lo que tú crees. He visto ya muchas cosas, no lo

creerías,enunasciudades tanpequeñas(especialmenteenRumania)sevede todo.Peroaquí…—Descorrióuntantolacortinaamarilla,miróalacalleydijocomoparasus adentros:— Todavía no ha llegado —y luego a Fridolin, explicándole—, merefieroalcoche.Siempremerecogeuncoche,ysiempreunodistinto.

—Despiertasmicuriosidad,Nachtigall—dijoFridolinfríamente.—Escucha—dijoNachtigall trasciertavacilación—.Sihayalguienaquienyo

permitiría…Perocómopodríamoshacer…—ydepronto:—¿Eresvaliente?

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—Extraña pregunta —dijo Fridolin con el tono de un estudiante de unaasociacióndeestudiantes.

—Nohequeridodecireso.—Entonces, ¿qué has querido decir? ¿Por qué hace falta ser especialmente

valiente?¿Quétepuedepasar?—yserióbreveydespectivamente.—Amínopuedepasarmenada,todolomásquehoysealaúltimavezque…pero

quizá lo sea de todas formas.—Guardó silencio, volviendo a mirar afuera por larendijadelacortina.

—¿Entonces?—¿Entoncesqué?—preguntóNachtigallcomosisalieradeunsueño.—Sigue contándome.Ya que has empezado…¿Es un espectáculo clandestino?

¿Unareuniónselecta?¿Sóloparainvitados?—Nolosé.Recientementeerantreintapersonas,laprimeravezsólodieciséis.—¿Unbaile?—Claroqueunbaile.Parecíalamentarahorahaberhabladosiquiera.—¿Ytúteencargasdelamúsicaparaél?—¿Para él? No sé para qué. De verdad que no. Yo toco, toco… con los ojos

vendados.—Nachtigall,Nachtigall,¡quécuentosmeestáscontando!Nachtigallsuspirósuavemente.—Pordesgracia,nototalmentevendados.Notantoquenoveanada.Laverdades

quepuedoverelespejoatravésdelpañuelodesedanegroquetengosobrelosojos…—yvolvióaguardarsilencio.

—En pocas palabras—dijo Fridolin impaciente y despectivo, aunque se sentíaespecialmenteexcitado…—,mujerzuelasdesnudas.

—Nodigasmujerzuelas—respondióNachtigall ofendido—:mujeres así no lashasvistonunca.

Fridolincarraspeósuavemente.—¿Ycuántocuestaentrar?—preguntóconindiferencia.—¿Laentradaquieresdecir?Ja,¿quéteimaginas?—Entonces, ¿cómo se entra? —preguntó Fridolin con los labios apretados,

tamborileandosobrelamesa.—Tienesquesaberlacontraseña,ycadavezesunadistinta.—¿Yladehoy?—Todavíanolasé.Meladiráelcochero.—Llévamecontigo,Nachtigall.—Imposible,esdemasiadopeligroso.—Haceunminuto, túmismotenías la intenciónde…«dejarme».Tienequeser

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posible.Nachtigalllomiróescrutadoramente.—Talcomoestás…nopodríasdeningúnmodo,porquetodosvanenmascarados,

damas y caballeros. ¿Acaso llevas encima unamáscara y todo eso? Es imposible.Quizálapróximavez.Yapensaréenalgo.—Escuchó,miróotravezalacalleporlarendijadelacortinay,dandounsuspiro:—Ahíestáelcoche.Adiós.

Fridolinlosujetódelbrazo.—Notemeescaparás.Tienesquellevarme.—Peroamigo…—Déjameamíelresto.Yaséquees«peligroso»…quizáseaesoprecisamentelo

quemeatrae.—Perosiyatelohedicho…sindisfrazysinmáscara…—Haytiendasquelosalquilan.—¡Alaunadelamadrugada!—Escúchame, Nachtigall. En la esquina de la Wickenburgstrasse hay un

establecimiento de ésos. Todos los días paso unas cuantas veces por delante de sumuestra.—Yapresuradamente, concrecienteexcitación—:Quédateaquíuncuartode hora más, Nachtigall, y entretanto probaré allí mi suerte. El propietario delestablecimientoviviráprobablementeen lamismacasa.Sino…renunciaré.QueelDestinodecida.Enesamismacasahayuncafé,CaféVindobonnasellama,creo.Ledicesalcochero…quehasolvidadoalgoenél,entras,yoteesperocercadelapuerta,túme dices rápido la contraseña y vuelves a subir al coche; yo, si he conseguidoprocurarmeundisfraz,cogerérápidamenteotrococheyteseguiré…yelrestoyaseverá.Turiesgo,Nachtigall,tedoymipalabra,loasumiréyoencualquiercaso.

Nachtigall había tratado de interrumpir a Fridolin varias veces, pero en vano.Fridolin arrojó el dinero de la cuenta sobre la mesa, con una propina demasiadogenerosaqueleparecióapropiadaalestilodeaquellanoche,ysalió.Fuerahabíauncoche cerrado e, inmóvil en el pescante, un cochero, totalmente de negro, conchistera…; como un coche fúnebre, pensó Fridolin.Al cabo de unosminutos, conpasorápido,llegóalacasadelaesquinaquebuscaba,llamóypreguntóalporterosiGibisier,eldelalquilerdedisfraces,vivíaallí,confiandoensecretoenquenoviviera.PeroGibisiervivíaefectivamenteallí,enelpisosituadodebajodelestablecimiento,yel portero no pareció siquiera muy sorprendido de aquella visita tardía, sino que,afable por la considerable propina que Fridolin le dio, observó que, durante losCarnavales, no era tan raro que viniera gente a aquellas horas de la noche paraalquilardisfraces.Alumbródesde abajo con suvelahastaqueFridolin llamóenelprimerpiso.ElseñorGibisier,comosihubieraestadoaguardandoalapuerta,leabrióenpersona;eradelgado,barbilampiñoycalvo,yllevabaunabatadeflorespasadademodayunfezconborla,porloqueparecíaunridículoancianodecomedia.Fridolin

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le expuso sus deseos,mencionando que el precio no importaba, a lo que el señorGibisier,casidesdeñoso,observó:

—Yosólocobrolodebidoynadamás.Hizo subir a Fridolin a la tienda por una escalera de caracol. Olía a seda,

terciopelo,perfumes,polvoyfloressecas;delaflotanteoscuridadsurgíandestellosplateadosyrojos;ydeprontobrillaronunamultituddepequeñaslamparillasentrelosabiertos armarios de un pasillo estrecho y largo que se perdía hacia el fondo entinieblas.Aderechaeizquierdacolgabandisfracesdetodaclase;aunladocaballeros,escuderos,aldeanos,cazadores,sabios,orientales,bufones;alotrodamasdelacorte,doncellas,aldeanas,camareras, reinasde lanoche.Encimade losdisfracesestabanlos correspondientes sombreros, y Fridolin tuvo la impresión de avanzar por unaavenidadeahorcadosapuntodeinvitarseabailarmutuamente.ElseñorGibisierloseguía.

—¿Deseaelseñoralgoespecial?¿LuisXIV?¿Directorio?¿Alemánantiguo?—Necesitounacogullaoscurademonjeyunamáscaranegra,nadamás.En ese momento se oyó al fondo del pasillo un tintineo de cristal. Fridolin,

asustado,miróalacaraaldelalquilerdemáscaras,comosiéstetuvieraquedarleunaexplicacióninmediata.Gibisier,sinembargo,permanecióimperturbable,buscandoatientas un conmutador escondido en alguna parte… y una claridad cegadora sederramó enseguida hasta el fondo del pasillo, en donde pudo verse una mesitacubiertadeplatos,vasosybotellas.Dedossillas,aderechaeizquierda,selevantaronsendos jueces de la Santa Vehme [1] con togas rojas, mientras al mismo instantedesaparecía una criatura luminosa y delicada. Gibisier se precipitó hacia allí agrandeszancadas,metiólamanobajolamesaysacóunapelucablanca,mientrasalmismo tiempo, después de salir reptando de debajo de la mesa, una muchachagraciosaymuy joven,casiunaniñaaún,vestidadePierretteyconmediasdesedablancas,veníacorriendoporelpasillohaciaFridolin,quenotuvomásremedioquerecibirlaensusbrazos.Gibisierhabíadejadocaer lapelucablancasobre lamesayteníasujetosaderechayaizquierda,porlosplieguesdesustogas,alosjuecesdelaSantaVehme.AlmismotiempogritóaFridolin:

—Señor,sujétemeaesachica.La pequeña se apretaba contraFridolin, cómo si él debiera protegerla.Tenía la

estrechacaritaempolvadadeblancoyconlunarespostizos,ydesusdelicadospechosascendía un perfume de rosas y polvos; … sus ojos sonreían con picardía ysensualidad.

—Señores—exclamóGibisier—,sevanaquedaraquíhastaquelosentreguealapolicía.

—¿Peroquéseimagina?—exclamaronlosdos.Y,alunísono:—Hemosaceptadounainvitacióndelaseñorita.

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Gibisierlossoltó,yFridolinoyócómolesdecía:—Sobre eso tendrán que explicarse mejor. ¿O es que no se dieron cuenta

inmediatamente de que se trataba de una loca? —Y, volviéndose a Fridolin:—Perdoneesteincidente,señor.

—Oh,noimporta—dijoFridolin.Hubierapreferidoquedarseallíollevarseconsigoalapequeña,adondefuera…y

cualesquieraquefueranlasconsecuencias.Ellalomirabaseductoraeinfantilmente,como hechizada. Los jueces de la SantaVehme, al fondo del pasillo, conversabanentresíexcitados;GibisiersevolvióseriamenteaFridolinylepreguntó:

—¿Queríaunacogulla,señor,unsombrerodeperegrino,unamáscara?—No —dijo Pierrette con ojos brillantes—, tienes que darle a este señor un

mantodearmiñoyunjubóndesedaroja.—Túno temuevasde aquí—ledijoGibisier, y señalóunacogullaoscuraque

colgabaentreunlansqueneteyunsenadorveneciano—.Ésaesdesutalla,yaquíestáelsombreroajuego;cójalos,vamos.

EntoncesseescuchódenuevoalosjuecesdelaSantaVehme.—Tienequedejarnossalirinmediatamente,señorChibisier.FridolinsediocuentaconasombrodequepronunciabanelnombredeGibisiera

lafrancesa.—Nihablar—respondióburlóneldelalquilerdedisfraces—.Demomentovana

tenerlaamabilidaddeaguardarmiregreso.Entretanto, Fridolin se puso la cogulla y anudó los dos extremos del colgante

cordónblanco;Gibisier,depiesobreunaescaleraestrecha,letendióelsombrerodeperegrino,negroydealaancha,yFridolinselopuso;perohacíatodoaquellocomoobligado,porquesentíacadavezconmásfuerzaquesudebereraquedarseyayudaraPierretteenelpeligroquelaamenazaba.LamáscaraqueGibisierleponíaenlamanoyqueseprobóenseguidaolíaaunperfumeextraño,untantorepugnante.

—Vetedelantedemí—dijoGibisieralapequeña,señalándoleimperiosamentelaescalera.Pierrettesevolvió,miróhaciaelfondodelpasilloysaludócomodespedida,entrealegreymelancólica.Fridolinsiguiósumirada;ahoranohabíayajuecesdelaSantaVehmesinodosjóvenesesbeltos,confracycorbatablanca,losdostodavíaconsus máscaras rojas en el rostro. Pierrette descendió graciosamente la escalera decaracol, Gibisier la siguió, y Fridolin siguió a los dos. En la antesala de abajo,GibisierabrióunapuertaquellevabaalashabitacionesinterioresydijoaPierrette:

—Te vas a ir ahora mismo a la cama, infame criatura; ya nos hablaremos encuantohayaajustadolascuentasaesosdoscaballeretesdearriba.

Ella estaba en la puerta, blanca y delicada y, dirigiendo unamirada a Fridolin,sacudiótristementelacabeza.Fridolinvioenungranespejodepared,aladerecha,aunperegrino flacoquenoeraotroqueél,y semaravillódeque, en realidad, todo

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fueratannatural.Pierrettehabíadesaparecidoyelviejodelalquilerdedisfracescerróla puerta tras ella. Luego abrió la puerta del piso y empujó a Fridolin hacia laescalera.

—Perdone—dijoFridolin—,¿cuántoledebo…?—Déjelo,señor,yapagarácuandomelodevuelva,confíoenusted.Sinembargo,Fridolinnosemovió.—¿Mejuraquenoharáningúndañoaesapobreniña?—¿Quépodríaimportarleeso,señor?—Heoído cómo, antes, la calificaba de loca…y ahora la ha llamado criatura

infame.Esunacontradicciónevidente,nomelonegará.—Bueno,señor—replicóGibisiercontonoteatral—:¿nosoninfamesloslocosa

losojosdeDios?Fridolinseestremeció,asqueado.—Sea como fuere—observó luego—, habrá que poner remedio. Soy médico.

Mañanaseguiremoshablandodelasunto.Gibisierserióburlonaysilenciosamente.Enlaescaleraseencendiódeprontola

luz,lapuertaquehabíaentreélyFridolinsecerróe,inmediatamente,Gibisierechóelcerrojo.Mientrasbajabalaescalera,Fridolinseliberódelsombrero,lacogullaylamáscara, metiéndose todo bajo el brazo; el portero le abrió la puerta, y el cochefúnebreestabaenefectoenfrente,conelcocheroinmóvilenelpescante.Nachtigallse disponía a dejar el café, y no pareciómuy agradablemente sorprendido de queFridolinestuvieraconpuntualidadallí.

—¿Asíquehasconseguidorealmenteundisfraz?—Yaves.¿Ylacontraseña?—¿Insistesenir?—Sinfalta.—Entonces…LacontraseñaesDinamarca.—¿Estásloco,Nachtigall?—¿Porquéloco?—Pornada, por nada…Casualmentehe estado este verano en la costa danesa.

Sube…peronoenseguida,paraquetengatiempodetomaruncocheahí.Nachtigall asintió y encendió tranquilamente un cigarrillo, mientras Fridolin

atravesabarápidamente lacalle,subíaauncochedepuntoydecíaasucocheroentonoinocente,comosisetrataradeunabroma,quesiguieraalcochefúnebrequeenaquelmomentoseponíaenmarchadelantedeellos.

Fueronpor laAlserstrasse, luegohacia losarrabales,pasandopordebajodeunviaductoferroviario,ycontinuaronporcallessecundarias,desiertasymaliluminadas.Fridolinpensóenlaposibilidaddequesucocheroperdieraelrastrodeldedelante;sin embargo, siempre que sacaba la cabeza por la abierta ventanilla, al aire

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antinaturalmentecálido,veíadelantealotrocoche,aciertadistancia,yasucocheroinmóvilenelpescante,consualtachisteranegra.Lacosapodíaterminarmal,pensóFridolin. Aún sentía el olor de rosas y de polvos que le había llegado desde lospechosdePierrette.¿Quéextrañanovelaherozado?,sepreguntó.Nohubieradebidoirme,quizáhabríatenidoquequedarme.¿Perodóndeestoyahora?

Ascendían lentamente, entre villas modestas. Fridolin creyó orientarse; hacíaaños,suspaseoslohabíanllevadohastaallí:debíandedirigirsehacialaGalitzinberg.Alaizquierda,muyabajo,veíalaciudad,desdibujadaenlanieblaycentelleanteconsusmilluces.Oyóruidoderodaduradetrásymiróporlaventanilla.Doscochesloseguían,loqueleagradó,porqueasínoleresultaríasospechosoalcocherodelcochefúnebre.

De pronto, con una sacudida muy violenta, el carruaje torció y, entre verjas,muros y declives, comenzaron a bajar por una especie de garganta. Fridolin pensóquehabía llegadoconcreces elmomentodeenmascararse.Sequitó el abrigoy sepuso la cogulla, lo mismo que se ponía su bata blanca todas las mañanas en eldepartamentodelhospital; ypensó, comoenalgo liberador, enquedentrodemuypocashoras,sitodoibabien,estaríacomotodaslasmañanasentrelascamasdesuspacientes…comomédicoservicial.

El coche sedetuvo. ¿Quépasaría,pensóFridolin, sinobajara…ymevolvieraenseguida? ¿Pero adónde? ¿A casa de la pequeña Pierrette? ¿A la de la pequeñaprostitutadelaBuchfeldgasse?¿AladeMarianne,lahijadeldifunto?¿Oamipropiacasa? Y con un ligero estremecimiento se dio cuenta de que ningún otro lugar loatraíamenosquesucasa.¿Oeraquizáporqueesecamino leparecíaelmás largo?No,nopuedovolver,pensóparasusadentros.Tengoqueseguiraunquemecuestelavida.Seriódelafrasealtisonante,peronosesentíamuyalegre.

Lapuertadeunjardínestabaabiertadeparenpar.Elcocherodelcochefúnebredescendió más profundamente aún por la garganta o por la oscuridad, según leparecióaFridolin.Asípues,Nachtigalldebíadehaberseapeadoyaencualquiercaso.Fridolinsaltórápidamentedelcoche,yordenóalcocheroqueaguardarasuregresoarriba,enlacurva,todoeltiempoquefueranecesario.Yparasentirsemásseguro,lepagó generosamente por anticipado, prometiéndole lamisma suma por el viaje devuelta.Llegaron loscochesqueseguíanalsuyo.Fridolinviobajardelprimerounafigurademujervelada;luegoentróéleneljardínysepusolamáscara;unsenderoestrecho,iluminadoporlacasa,llevabahastaelportal,losdosbatientesseabrieron,yFridolinseencontróenunvestíbuloblancoyestrecho.Lorecibieronlossonidosdeunarmonio;aderechaeizquierdahabíadoscriadosdelibreaoscura,conlosrostroscubiertosporsendasmáscarasgrises.

«¿Lacontraseña?»,lesusurraronadosvoces.Yélrespondió:«Dinamarca».Unodeloscriadoslecogióelabrigoydesaparecióconélenunahabitacióncontigua,el

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otroabrióunapuerta,yFridolinentróenunsalóndealtotechoenpenumbra,casiaoscuras, con las paredes revestidas de seda negra. Algunas máscaras, todas convestidoseclesiásticos,ibandeunladoaotro;entredieciséisyveintepersonas,todosmonjesymonjas.Lossonidosdelarmonio,queaumentabansuavemente(unamúsicasacra italiana) parecían descender de las alturas. En un rincón de la sala había ungrupito de tres monjas y dos monjes; lo miraron fugazmente y enseguida, comodeliberadamente, apartaron la vista. Fridolin se dio cuenta de que era el único quellevaba la cabeza cubierta, se quitó el sombrero de peregrino y deambuló arriba yabajo, tan indiferentementecomopudo:unmonje rozó subrazoy le saludócon lacabeza; pero, desde detrás de su máscara, unos ojos, por un segundo, miraronpenetrantementelossuyos.Unaromaextrañoypesado,comoeldelosjardinesdelsur, lorodeaba.Otravez lorozóunbrazo.Estavezeraeldeunamonja.Comolasotras,tambiénellallevabaunvelonegroquelecubríafrente,cabezaynuca,ybajolosencajesnegrosdesumáscararelucíasubocadecolorrojosangre.¿Dóndeestoy?,pensó Fridolin. ¿Entre locos? ¿Entre conjurados? ¿Habré caído en una reunión dealgunasectareligiosa?¿EstaríaNachtigallencargadodetraeraalgúnnovatodelquepoderburlarse,ylepagaríanporello?Sinembargo,paraserunabromadeCarnavaltodo le parecía demasiado serio, demasiadomonótono, demasiado siniestro. A lossonidosdel armonio sehabíaunidounavoz femenina,yunaantigua aria religiosaitalianaresonóen lasala.Todosguardaronsilencio,parecieronescuchar,y tambiénFridolin se sintió cautivado durante un rato por aquella melodía que crecíamaravillosamente.Depronto,unavozfemeninasusurróasusespaldas:

—No se vuelva. Todavía puede marcharse. Usted no es de los nuestros. Si lodescubren,lopasarámal.

Fridolinsesobresaltó.Porunsegundopensóenhacercasodelaadvertencia.Perolacuriosidad,laatraccióny,sobretodo,suorgullofueronmásfuertesquecualquierreparo.Ahoraquehe llegadohasta aquí, pensó, que la cosa acabe comoquiera.Ydijoquenoconlacabeza,sinvolverse.

Entonceslavozsusurróasusespaldas:—Losentiríaporusted.Élsevolvió.Violabocadecolorrojosangrebrillaratravésdelosencajesyunos

ojososcurossehundieronenlossuyos.—Mequedo—dijoconuntonoheroicoqueaélmismoleparecióajeno,yapartó

nuevamenteelrostro.El canto crecía maravillosamente, el armonio sonaba de una forma nueva, no

religiosayasinoprofana,exuberante,retumbandocomounórgano;y,mirandoasualrededor,Fridolin sepercatódeque todas lasmonjashabíandesaparecidoy en lasala sólo quedaban monjes. También la voz que cantaba había dejado su sombríaseriedad,subiendoconartísticostrinoshacialoclaroylojubiloso,peroenlugardel

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armoniohabíaempezadoaoírseunpianoprofanoydescarado,yFridolinreconocióinmediatamentelaformadetocaralocadayexcitantedeNachtigall;lavozdemujer,antestannobleyfemenina,pareciódesaparecerporeltechohacialaeternidad,conunúltimogritoagudoyvoluptuoso.Sehabíanabiertopuertasaizquierdayderecha,yFridolinreconocióaunlado,anteelpiano,loscontornosborrososdelafiguradeNachtigall;lasaladeenfrente,encambio,resplandecíaconclaridadcegadora,ylasmujeresestabanallíinmóviles,todasconvelososcurosentornoalacabeza,frenteynuca, y conmáscaras negras de encaje en el rostro, pero por lo demás totalmentedesnudas. Los ojos de Fridolin erraban sedientos de las figuras exuberantes a lasesbeltas, de las delicadas a las espléndidamente en flor…; y como cada una deaquellasmujeresdesnudas seguía siendounmisterioy, desde susmáscarasnegras,unosojosgrandeslomirabanresplandecientescomoelmásinsolubledelosenigmas,elplacerinefabledemirarsetransformóparaéleneltormentocasiinsoportabledeldeseo.Perolomismoqueaéllesdebíadeocurriralosotros.Losprimerossuspirosextasiadossetransformabanengemidosquesonabanaundolorprofundo;dealgúnlado se escapó un grito…; y de pronto, como si los persiguieran, todos seprecipitaron,noyacon trajes talaressinocon trajesde fiestadecaballero,blancos,amarillos, azules y rojos, desde la sala en penumbra hacia las mujeres, que losrecibieron con unas risas dementes, casimalvadas. Fridolin era el único que habíapermanecidovestidodemonjey,un tanto temeroso, sedeslizóhaciael rincónmásalejado, en donde se encontró junto a Nachtigall, que le daba la espalda. Vio queNachtigall llevaba una venda sobre los ojos, pero almismo tiempo creyó observarque,trasesavenda,susojossehundíanenelaltoespejodeenfrente,enelqueunoscaballerosvestidosdecoloresdabanvueltasconsusdesnudasbailarinas.

De pronto, una de lasmujeres se situó junto a Fridolin y le susurró… porquenadie,comositambiénlasvocesdebieranpermanecersecretas,hablabaenvozalta:

—¿Porquétansolo?¿Porquénobailastambién?Fridolin vio que, desde el otro ángulo, dos caballeros lo miraban fijamente, y

sospechó que la criatura que tenía al lado (la cual tenía un delgado cuerpo demuchacho)lehabíasidoenviadaparaponerloapruebaytentarlo.Sinembargo,abríayalosbrazoshaciaellaparaatraerlahaciasí,cuandootradelasmujeresseseparódesubailarínycorrióderechahaciaFridolin.Élsupoenseguidaqueeralaqueanteslehabíaadvertido.Ellahizocomosilovieraporprimeravez,ylesusurró,aunquetanclaramentequetuvieronqueoírlatambiénenelotroángulo:

—¿Porfinhasvuelto?—yriendoalegremente:—Esinútil,tehereconocido.—Y,volviéndosealadelcuerpodemuchacho:—Déjamelodosminutos.Luegopodrástenerlootravez,siquiereshastaelamanecer.—Ymásbajo,aél,comocontenta:—Esél,sí,él.

Laotraseasombró:

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—¿Deveras?—ysedirigióligerahacialoscaballeros.—Nomepreguntesnada—dijoentonceslaquesehabíaquedadoaFridolin—,ni

teasombresdenada.Hetratadodeengañarlos,peroteloadviertoya:alalarganodará resultado. Huye antes de que sea demasiado tarde. Y en cualquier momentopuedeseryademasiadotarde.Ytencuidadodequenotesiganlospasos.Nadiedebesaber quién eres. De otro modo, tu tranquilidad, la paz de tu existencia, habránterminadoparasiempre.¡Vete!

—¿Volveréaverte?—Imposible.—Entoncesmequedo.Un temblor recorrió el cuerpo desnudo de ella, transmitiéndosele a él y

ofuscándolecasilossentidos.—Nopuedeestarenjuegomásquemivida—dijo—,yparamítúlavaleseneste

momento.Le cogió las manos, tratando de atraerla hacia sí. Ella susurró otra vez, como

desesperada:—¡Vete!Élserió,oyendosecomoseoyeenlossueños.—Ahora comprendo dónde estoy. ¿No estáis ahí, todas vosotras, para que se

vuelva uno loco al veros? Sólo quieres divertirte especialmente conmigo, paravolvermecompletamenteloco.

—¡Vaaserdemasiadotarde,vete!Élnoquisoescucharla.—¿No hay aposentos secretos para que se retiren las parejas que acaban de

conocerse?¿Sedespedirántodoslosqueestánaquíconuncortésbesoenlamano?Notienenaspectodeeso.

Y señaló a las parejas que, al sonido furioso del piano, seguían bailando en lahabitacióndeallado,superiluminadayespejeante:unoscuerposardientesyblancosapretadoscontra sedasazules, rojasyamarillas.Lepareciócomosi ahoranadie seocupasedeélnidelamujerqueteníaallado;losdosestabanenelsalóncentral,casiaoscurasycompletamentesolos.

—Esperanzainútil—susurróella—.Aquínohayaposentoscomolosquesueñas.Eselúltimominuto.¡Huye!

—Venconmigo.Ellasacudióviolentamentelacabeza,comodesesperada.Élseriódenuevo,sin

reconocersupropiarisa.—Te burlas de mí. ¿Han venido aquí esos hombres y mujeres sólo para

inflamarsemutuamenteyrechazarseluego?¿Quiénpuedeprohibirtevenirconmigosiquieres?

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Ellasuspiróprofundamente,bajandolacabeza.—Ah,ahoraentiendo—dijoél—.Eselcastigoquehabéisestablecidoparaquien

se introduce aquí sin ser invitado. No hubierais podido imaginar otro más cruel.Evítamelo.Indúltame.Ponmeotrapenitencia.¡Peronolademarcharmesinti!

—Estásloco.Yonopuedoirmedeaquí,nicontigo…niconningúnotro.Yquienintentaraseguirmeperderíasuvidaylamía.

Fridolin estaba comoborracho, no sólode ella, de su cuerpoperfumado, de subocaal rojo,nosólopor laatmósferadeaquella sala,por los secretosvoluptuososque lo rodeaban…; estaba ebrio y sediento a la vez de todas las experiencias deaquellanoche,ningunadelascualeshabíaterminado;desímismo,desuaudacia,delatransformaciónquesentíaensuinterior.Yrozóconlasmanoselveloqueenvolvíalacabezadeella,comosiquisieraquitárselo.

Ellalesujetólasmanos.—Unanocheseleocurrióauno,auno,bailando,arrancarelvelodelafrentede

unadenosotras.Learrancaronaéllamáscaradelrostroyloecharonalatigazos.—¿Y…ella?—Quizá hayas leído algo de unamuchacha joven y hermosa…que, hace sólo

unassemanas,seenvenenólavísperadesuboda.Él se acordaba, incluso del nombre. Lo pronunció ¿No se trataba de una

muchachadefamiliaprincipesca,prometidaaunpríncipeitaliano?Ellaasintió.Deprontosepresentóunodeloscaballeros,elmásdistinguidodetodos,elúnico

vestido de blanco; y con una inclinación breve, sin duda cortés pero tambiénimperiosa,invitóabailaralamujerquehablabaconFridolin.Aésteleparecióqueellatitubeabauninstante.Sinembargo,elotrolahabíayaenlazadoporlacinturaysealejabaconellagirandohacialasotrasparejasdelailuminadasalacontigua.

Fridolinseencontrósolo,yeseabandonosúbitocayósobreélcomounahelada.Miróa su alrededor.Enaquelmomento,nadieparecíaocuparsede él.Quizá fueraaquéllasuúltimaposibilidaddealejarseimpunemente.Peroélmismonosabíaquélomanteníaparalizadoensurincón,endondenosesentíaahoravistoniobservado…siel temor a una retirada sin gloria y un tanto ridícula; el deseo no aplacado yatormentador de aquel maravilloso cuerpo de mujer, cuyo perfume seguíaacariciándolo; o el pensamiento de que todo lo ocurrido hasta entonces había sidoquizá una prueba para su valor y que, como premio, tendría a aquella mujerespléndida…En cualquier caso, le resultaba claro que no podía seguir soportandoaquella tensión y que, cualquiera que fuese el peligro, tenía que ponerle fin.Cualquieraquefuesesudecisión,nopodíacostarlelavida.Quizáseencontrabaentrelocos,talvezentrelibertinos,perodesdeluegonoentregranujasnidelincuentes.Yseleocurriólaideadedirigirseaellos,darseaconocercomounintrusoyponersea

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su disposición de forma caballeresca. Sólo de esa forma, como con un acordemajestuoso,podríaconcluiraquellanoche,siqueríaquesignificaraalgomásqueunasucesiónvagayconfusadeaventurassombrías,melancólicas,grotescasylascivas,delasqueningunahabíallegadohastasufinal.Y,tomandoaliento,sedispusoaello.

Enaquelinstante,sinembargo,alguiensusurróasulado:«¡Lacontraseña!».Uncaballero de negro se había acercado a él de improviso y, como Fridolin norespondieraenseguida,repitiósupregunta.«Dinamarca»,dijoFridolin.

—Exacto,señor,ésaes lacontraseñadeentrada.¿Ylacontraseñadelacasa,simelopermite?

Fridolinguardósilencio.—¿Noquieretenerlaamabilidaddedecirnoslacontraseñadelacasa?—Lavoz

sonabacortante.Fridolin se encogió de hombros. El otro avanzó hacia el centro de la sala y

levantólamano,elpianoenmudecióyseinterrumpióelbaile.Otrosdoscaballeros,unodeamarilloyelotroderojo,seacercaron.

—Lacontraseña,señor—dijeronsimultáneamente.—La he olvidado —respondió Fridolin con sonrisa vacía, sintiéndose muy

tranquilo.—Esuna desgracia—dijo el caballero de amarillo, porque aquí da igual haber

olvidadolacontraseñaquenohaberlasabidonunca.Losotroshombresenmascaradosacudieronentropely,aamboslados,laspuertas

se cerraron. Fridolin se quedó solo, con su hábito de monje, en medio de todosaquelloscaballerosvestidosdecolores.

—¡Fueralamáscara!—gritaronvariosalmismotiempo.Como para protegerse, Fridolin extendió los brazos. Le hubiera parecido mil

veces peor ser el único sin máscara entre todos aquellos enmascarados queencontrarsedeprontodesnudoentrepersonasvestidas.Y,convozfirme,dijo:

—Sialgunodelosseñoresseconsideraofendidoensuhonorpormipresencia,estoydispuestoadarlesatisfaccióndelaformaacostumbrada.Perosólomequitarélamáscarasitodosustedeshacenlomismo,señores.

—Nose trataahoradeningunasatisfacción—dijoelcaballerovestidode rojo,quehastaentoncesnohabíahablado—sinodeexpiación.

—¡Fueralamáscara!—ordenóotrodenuevo,conunavozclaraeinsolentequerecordóaFridolineltonodemandodeunoficial—.Queremosdecirlealacara,ynoasumáscara,loqueleespera.

—Nomelaquitaré—dijoFridolinentonoaúnmáscortante—yaydequienseatrevaatocarme.

Unbrazobuscósúbitamentesurostro,comoparaarrancarle lamáscara,cuandodeprontoseabrióunapuertayaparecióunadelasmujeres(Fridolinnopodíadudar

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dequiénera)vestidademonja, como lahabíavisto laprimeravez.Perodetrásdeella,enlasalaexcesivamenteiluminada,sepodíaveralasotras,desnudasyconelrostrovelado,apretadasentresí,mudas,comounrebañoasustado.Sinembargo,laspuertasvolvieronacerrarse.

—Dejadlo—dijolamonja—,yoestoydispuestaarescatarlo.Se produjo un silencio breve y profundo, como si hubiera ocurrido algo

monstruoso, y luego el caballero de negro que había sido el primero en pedir aFridolinlacontraseñasedirigióalamonjaconestaspalabras:

—¿Sabesaloquetecomprometes?—Losé.Unaespeciedeprofundosuspirorecorriólasala.—Estáustedlibre—dijoelcaballeroaFridolin—,abandonealpuntoestacasay

guárdese de seguir investigando unos secretos en cuya antesala ha penetrado. Sitratara de poner a alguien sobre nuestra pista, tuviera éxito o no…; estaría ustedperdido.

Fridolinpermanecióinmóvil.—¿Asíque…merescataestamujer?—preguntó.Nohuborespuesta.Algunosbrazosseñalaronlapuerta,indicándolequesealejara

sindemora.Fridolinsacudiólacabeza.—Impónganme, señores, la pena que quieran, pero no puedo tolerar que otra

personapaguepormí.—Yanadapuedecambiar—dijoahoramuysuavementeelcaballeronegro—la

suertedeestamujer.Cuandoaquísehaceunapromesa,nosepuederetirar.Lamonjaasintiólentamente,comoparaconfirmarlo.—¡Vete!—dijoaFridolin.—No—respondióéstealzandoeltono—.Paramílavidanotieneyavalorsihe

de marcharme sin ti. No te pregunto de dónde vienes ni quién eres. Qué puedesignificarparaustedes,misdesconocidosseñores,representarhastaelfinalonoestacomediadedisfraces,aunquepuedatenerunfinalserio.Seanquienessean,señores,tendrán en cualquier caso otra existencia distinta de ésta. Yo en cambio no estoyinterpretandoninguna comedia, tampoco aquí y, aunquehasta ahora lo hayahechoobligado,renuncio.Sientoquehetropezadoconundestinoquenotieneyanadaquever con esta mascarada, y vaya revelar mi nombre y a quitarme la máscara,asumiendotodaslasconsecuencias.

—¡Nolohagas!—exclamólamonja—.¡Teperderíassinpodersalvarme!¡Vete!—Y,volviéndosealosotros:—Aquíestoy,aquímetenéis…¡Todos!

Eloscurodisfrazsedesprendiódeellacomoporencanto,yellasequedóallíentodo el esplendor de su blanco cuerpo, cogió el velo que le ceñía frente, cabeza y

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nucay,conunmaravillosogestocircular se losoltó.Elvelocayóal suelo,yunoscabellososcurosseprecipitaronsobresushombros,pechoycaderas…peroantesdequeFridolinpudieracaptar la imagendesu rostrosevioagarradoporunosbrazosirresistibles,arrebatadoyllevadohacialapuerta;unmomentodespuésseencontróenel vestíbulo, la puerta se cerró a sus espaldas, un criado enmascarado le trajo elabrigo,leayudóaponérseloylapuertadelacasaseabrió.Comoempujadoporunafuerza invisible, avanzó rápidamente, se encontró en la calle, la luz se apagóa susespaldas,miróasualrededoryvioallílacasasilenciosa,consusventanascerradasdelasquenosalíaningúnresplandor.Tengoquegrabármelobien,pensóantetodo.Hedevolveraencontrarlacasa,ytodolodemásyaseverá.

Lanochelorodeaba;aciertadistanciaporencimadeél,allídondesucochedebíaesperarlo,lucíarojizaymortecinaunafarola.Desdeelfondodelacallejuelaavanzóelcochefúnebre,comosilohubierallamado.Uncriadoleabriólaportezuela.

—Tengomipropiocoche—dijoFridolin.Elcriadonegóconlacabeza—.Sisehaido,volveréapiealaciudad.

El criado respondió con un gesto de la mano tan poco servicial que excluíacualquieroposición.Lachisteradelcocherosealzabaridículamentealtaenlanoche.Elvientosoplabaconfuerzayporelcielovolabannubesvioletas.Fridolin,despuésdesusrecientesexperiencias,nopodíadudardequenolequedabaotroremedioquesubiralcoche,elcualsepusoinmediatamenteenmovimiento.

Cualquiera que fuera el riesgo, estaba decidido a aclarar, en cuanto pudiera,aquellaaventura.Leparecíaquesuvidanoteníayaelmenorsentidosinolograbaencontrar de nuevo a la incomprensible mujer que, en aquellos momentos, estabapagandoelpreciodesusalvación.Quéprecio,eramuyfácildeimaginar.Pero¿quémotivoteníaellaparasacrificarseporél?¿Sacrificarse…?¿Eraunamujerparalaqueloque laaguardabaahora,aquelloa loquesesometía,significaraunsacrificio?Siparticipabaenaquellas reuniones (ynopodíaseraquella laprimeravez,porquesemostraba muy conocedora de las costumbres de la casa), ¿qué podía importarleponerseadisposicióndeaquelcaballeroodetodosellos?Sí,¿podíaserotracosaqueunaprostituta?¿Podíanserotracosatodasaquellasmujeres?Prostitutas…sindudaalguna. Aunque todas ellas llevasen una segunda vida, por decirlo así burguesa,ademásdeaquélla,queeraunavidadeprostituta.¿Ynoseríatodoloqueacababadevivir,probablemente,unadiversióninfamequesehabíanpermitidoasucosta?¿Unadiversión prevista, preparada, incluso posiblemente ensayada para el caso de que,alguna vez, alguien no invitado apareciera? Y, sin embargo, si volvía a pensar enaquellamujerque lehabía advertidodesdeunprincipioy ahora estabadispuesta apagarporél,ensuvoz,ensuporte,enlaregianoblezadesucuerpodesnudohabíahabidoalgoquenopodíasermentira.¿Otalvezerasóloquesusúbitaaparición,ladeFridolin,habíahechoelmilagrodetransformarla?Despuésdetodoloquelehabía

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pasadoesanoche(yalpensarlonocreíapecardevanidad)noconsiderabaimposibleunmilagroasí.¿Talvezhabíamomentos,noches,pensó,enque,dehombresqueencircunstancias normales no tienen ningún poder especial sobre el otro sexo, sedesprendeunhechizoextrañoeirresistible?

Elcocheseguíasubiendoporlacolina,yhacíatiempoque,silascosashubieransidonormales,habríatenidoquevolveralacalleprincipal.¿Quéseproponíanhacercon él? ¿Adónde lo llevaba el carruaje? ¿Iba a tener aquella comedia aúncontinuación?¿Ydequétiposería?¿Unaexplicaciónquizá?¿Unalegrereencuentroen otro lugar? ¿Una recompensa por haber superado brillantemente la prueba, suaceptación en la sociedad secreta? ¿La posesión sin estorbos de la espléndidamonja…? Las ventanillas del coche estaban cerradas y Fridolin trató de mirarafuera…;eranopacas.Quisoabrirlaventanilla,aderecha,aizquierda,eraimposible;eigualmenteopaca,igualmenteherméticaeralapareddecristalquehabíaentreélyelpescante.Golpeóenelvidrio,llamó,gritó,peroelcarruajesiguióadelante.Quisoabrirlapuertadelcoche,laderecha,laizquierda,nocedíananteningunapresión,ysusgritosreiteradosseperdieroneneltraqueteodelasruedasyelbramardelviento.El carruaje comenzó a dar sacudidas, descendía, cada vezmás deprisa, y Fridolin,presade inquietud,demiedo,estabaapuntoderomperunadeaquellasventanillasciegas cuando el coche se detuvo de pronto. Las dos portezuelas se abrieronsimultáneamente, como movidas por un mecanismo y como si dieran a elegir aFridolin,irónicamente,entreladerechaylaizquierda.Saltódelcoche,laspuertassecerrarondegolpe…y,sinqueelcocherosepreocuparalomásmínimodeFridolin,elcochesealejóporelcampodespejado,hacialanoche.

El cielo estaba nublado, las nubes corrían veloces, el viento silbaba, yFridolinestabaenmediodelanieve,quedifundíaasualrededorunaclaridadpálida.Estabasolo,conelabrigoabiertosobresucogullayelsombrerodeperegrinoenlacabeza,ynosesentíanadabien.Aciertadistanciaquedaba laanchacalle.Unaprocesióndefarolasqueparpadeabanmortecinasindicabaladireccióndelaciudad.Fridolin,sinembargo, anduvo en línea recta, cortando camino, descendiendo por la campiñanevadayenligerodeclive,paraencontrarse loantesposibleenzonahabitada.Conlospiesempapadosllegóaunacallejuelaestrechayapenasiluminada,avanzandoalprincipio entre altas empalizadas que crujían en la tormenta; doblando la primeraesquina llegó a una calle algomás ancha, en la que alternaban escasos edificios ysolaresvacíos.Enelrelojdeunatorredieronlastresdelamadrugada.Alguienveníahacia Fridolin, con una chaqueta corta, lasmanos en los bolsillos del pantalón, lacabeza hundida entre los hombros y el sombrero calado hasta los ojos. Fridolin sepreparóparacualquieragresiónpero, inesperadamente,elvagabundodiodeprontomedia vuelta y escapó. ¿Qué significaba aquello?, se preguntó Fridolin. Luegorecordó que debía de tener un aspecto bastante siniestro, se quitó de la cabeza el

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sombrero de peregrino y se abotonó el abrigo, bajo el cual su hábito demonje lebamboleabasobrelostobillos.Doblóotraesquina;llegóaunacalleprincipaldelosarrabales,yunhombrevestidocomouncampesinosecruzóconélylosaludócomosesaludaaunsacerdote.Elrayodeluzdeunafarolacaíasobreunrótulodecalleenlacasadelaesquina,Liebhartstal…esdecir,nomuylejosdelacasadelaquehabíasalido hacía menos de una hora. Por un segundo tuvo la tentación de rehacer elcaminoyaguardar,enlaproximidaddelacasa,elcursodelosacontecimientos.Sinembargo, desistió enseguida, pensando que se expondría a un grave peligro sinacercarsemásporelloalasolucióndelenigma.Laideadeloquedebíaestarpasandoen aquellos momentos en la villa lo llenaba de rabia, desesperación, vergüenza ymiedo. Aquel estado de ánimo era tan insoportable que Fridolin casi lamentó nohabersidoatacadoporelvagabundoquehabíaencontrado,casi lamentóinclusonoestarcontraunaempalizada,conunacuchilladaentrelascostillas,enaquellacallejaolvidada.Deesaforma,aquellanocheabsurdadeaventurasneciasytruncadashabríatenidoalfinunaespeciedesentido.Volveracasa,comoestabaapuntodehacer,leparecíafrancamenteridículo.Peronotodosehabíaperdido.Mañanaseríaotrodía.Se juró no descansar hasta haber encontrado a la hermosa mujer cuya desnudezdeslumbrantelohabíaembriagado,ysóloentoncespensóenAlbertine…perocomosituvieratambiénqueconquistarlaantes,comosiellanopudiera,nodebierasersuyahastaqueél lahubieraengañadocontodaslasotrasdeaquellanoche,conlamujerdesnuda, con Pierrette, con Marianne, con la pequeña prostituta de la estrechacallejuela.¿Nodeberíaesforzarse tambiénporencontraral insolenteestudiantequelohabíaempujado,paradesafiarloasable,mejoraúnapistola?¿Quéleimportabalavidadeotro,quésupropiavida?¡¿Habíaquejugárselasiempresólopordeber,porespíritudesacrificio,ynuncaporcapricho,porpasióno,simplemente,paramedirseconelDestino?!

Y otra vez recordó que, posiblemente, llevaba en su cuerpo el germen de unaenfermedadmortal.¿Noseríademasiadoestúpidomorirporqueunniñoenfermodedifterialehabíatosidoenlacara?Quizáestabayaenfermo.¿Noteníafiebre?¡¿Noestaríaenaquellosmomentosensucasa,encama…ytodoloquecreíahabervividoseríasóloundelirio?!

Fridolinabriólosojostantocomopudo,setocólafrenteylasmejillas,sebuscóelpulso.Apenasacelerado.Todonormal.Estabacompletamentedespierto.

Continuóporlacalleendirecciónalaciudad.Algunoscarrosdelmercadoveníantras él y pasaban traqueteando por su lado, y de vez en cuando se encontraba congentespobrementevestidas,paralasqueeldíaacababadeempezar.Traslaventanade un café, sentado a una mesa sobre la que parpadeaba una luz de gas, estabasentado un hombre grueso con una bufanda al cuello y la cabeza apoyada en lasmanos, durmiendo. Las casas estaban aún en la oscuridad, con algunas ventanas

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aisladasiluminadas.Fridolincreíasentircómolasgentessedespertabanpocoapoco,leparecíaverlasestirarseensuscamas,preparándoseparasujornadapobreydura.Tambiénaélleaguardabauna,peronopobrenitriste.Yconunaextrañapalpitaciónsediocuentaconalegríadeque,dentrodepocashoras,estaríayaconsubatablancaentrelascamasdesusenfermos.Enlaesquinasiguientehabíauncochedeunsolocaballo, con el cochero dormido en el pescante; Fridolin lo despertó, le dio sudirecciónysubióalcoche.

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V

Eran las cuatro de lamañana cuando subía las escaleras de su casa.Ante todo, sedirigió a su consulta, encerró cuidadosamente el disfraz en un armario y, comonoqueríadespertaraAlbertine,sequitóelcalzadoyeltrajeantesdeentrarenlaalcoba.Con precaución, encendió la débil luz de su mesilla de noche. Albertine estabaechadainmóvil,conlosbrazoscruzadosbajolanuca,teníaloslabiosentreabiertosyunas sombras dolorosas los rodeaban; era un rostro que Fridolin no conocía. Seinclinósobresufrente,enlaqueenseguida,comosilahubieratocado,seformaronarrugas, y los rasgos de ella se deformaron extrañamente; y de pronto, todavía ensueños,seriódeunmodotanestridentequeFridolinsesobresaltó.Instintivamentelallamó por su nombre. Ella se rió de nuevo, como en respuesta, de una formatotalmenteextraña,casisiniestra.Fridolinlallamóotravez,másfuerte.Entoncesellaabrió los ojos, lenta, fatigosamente, y lo miró con asombro, como si no loreconociera.

—¡Albertine!—exclamóélporterceravez.Sólo entonces pareció volver ella en sí.Apareció en sus ojos una expresiónde

rechazo, de miedo, incluso de espanto. Levantó los brazos, sin sentido y comodesesperada,ysubocapermanecióabierta.

—¿Qué te pasa?—le preguntó Fridolin conteniendo el aliento. Y cuando ellasiguiómirándoloespantada,añadió,comoparatranquilizarla:—Soyyo,Albertine.

Ella respiró profundamente, trató de sonreír, dejó caer los brazos sobre elcubrecamay,comodesdemuylejos,lepreguntó:

—¿Esyadedía?—Pronto—respondióFridolin—.Sonlascuatropasadas.Acabodevolveracasa.

—Ellaguardósilencio.Élcontinuó:—Elconsejerohamuerto.Estabayaagonizandocuandollegué…,ynaturalmente…nopodíadejarsolosenseguidaalosfamiliares.

Ella asintió, aunque parecía no haberlo oído o comprendido apenas; miraba alvacíocomoa travésdeél,y élpensó…porabsurdaqueal instante lepareciera laidea,queelladebíadesaberloquelehabíaocurridoaélesanoche.Seinclinósobreellayletocólafrente.Albertineseestremecióligeramente.

—¿Quétienes?—volvióapreguntarle.Ellasacudióentonceslacabezadespacio.Élleacaricióloscabellos.—Albertine,¿quétienes?—Hesoñado—dijolejana.—¿Quéhassoñado?—lepreguntóélconsuavidad.—Ay,tantascosas.Nopuedoacordarmemuybien.—Talvezsí.—Eratodotanconfuso…yestoycansada.Tambiéntúdebesdeestarcansado…

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—Enabsoluto,Albertine,probablementenodormiréya.Yasabes,cuandovuelvotan tarde a casa… lo sensato sería en realidad sentarme enseguida ante miescritorio…precisamenteenestashorasdelamanecer…—Se interrumpió—.Pero,¿noprefierescontarmetusueño?—Serió,untantoforzadamente.

Ellalerespondió:—Sinembargo,deberíasecharteunpoco.Éltitubeóuninstante,yluegoatendiósudeseoyseechóasulado.Sinembargo,

seguardóde tocarla.Unaespadaentre losdos,pensó, recordandounaobservacióndelmismotipo,queunavez,enunaocasiónanáloga,habíahechoélmedioenbroma.Losdosguardaronsilencio,echadosconlosojosabiertosysintiendomutuamentesuproximidad,sulejanía.AlcabodeunratoélapoyólacabezaenelbrazoycontemplóaAlbertinelargotiempo,comosipudieraveralgomásqueelcontornodesurostro.

—¡Tu sueño!—dijo de pronto otra vez, y fue como si ella sólo esperase esainvitación.Letendiólamano;élselacogióy,comoerasucostumbre,másdistraídaque cariñosamente, estrechó, como jugando, sus esbeltos dedos.Ella, sin embargo,comenzó:

—¿Te acuerdas de mi habitación en aquella pequeña villa del Wörthersee, endondeestuveconmispadreselveranodenuestrocompromiso?

Élasintió.—Así empezaba mi sueño, entrando en aquella habitación, viniendo no sé de

dónde…comounaactrizenelescenario.Sólosabíaquemispadresestabandeviajey me habían dejado sola. Eso me extrañaba, porque al día siguiente debíamoscasarnos.Peromivestidodenovianohabíallegadoaún.¿Oquizámeequivocaba?Abrí el armario para verlo, y allí colgaban, en lugar del vestido de novia, unamultitud de otros vestidos, en realidad disfraces, operísticos, fastuosos, orientales.¿Cuálmepondréparalaboda?,pensé.Entonces,depronto,elarmariosecerróotravezodesapareció,yanorecuerdo.Lahabitaciónestabamuyiluminada,perofuera,ante la ventana, era noche oscura… De repente estabas tú allí, unos esclavos degaleras te habían traído remando, los vi desaparecer en aquel momento en laoscuridad. Ibas vestido muy suntuosamente, de oro y seda, llevabas al flanco unpuñaldevainadeplata,ymesacasteenbrazosporlaventana.Yoibaahoratambiénespléndidamentevestida,comounaprincesa,losdosestábamosalairelibrealaluzdelcrepúsculoyunaneblinagrisnos llegabaa los tobillos.Eraelpaisaje familiar:allíestabaellago,delantedenosotroslamontaña,yveíatambiénlascasasdecampo,que parecían salidas de una caja de juguetes. Los dos, sin embargo, tú y yo,flotábamos,no,volábamossobrelaniebla,yyopensaba:asíqueésteesnuestroviajedebodas.Peroprontonovolábamosya,íbamosporunsenderodelbosque,eldelaElizabethhöhe, y súbitamente nos encontramos muy alto en la montaña, en unaespeciedecalverorodeadoportresladosdebosque,mientrasdetrásdenosotrosse

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alzabahacialasalturasunaescarpadaparedrocosa.Sobrenosotros,sinembargo,seextendíauncieloestrelladotanazulyanchocomonoexisteenrealidad,queeraeltechodenuestracámaranupcial.Túmetomasteentusbrazosymequisistemucho.

—Esperoquetútambién—dijoFridolin,conunainvisiblesonrisamaligna.—Creoquemuchomás—respondióseriamenteAlbertine—.Pero,cómopodría

explicártelo… a pesar de la intensidad de nuestro abrazo, nuestra ternura eramuymelancólica, como por el presentimiento de un pesar ineludible. De repenteamaneció. El prado era claro y abigarrado, el bosque a nuestro alrededor estabadeliciosamentecubiertoderocíoysobrelaparedrocosatemblabanlosrayosdelsol.Y los dos teníamos que volver al mundo, entre los hombres, había llegado elmomento con creces. Sin embargo, había ocurrido algo horrible.Nuestros vestidoshabían desaparecido. Un espanto sin igual se apoderó de mí, una vergüenzaabrasadorahastalaaniquilacióninterior,yalmismotiempocólerahaciati,comosisólotútuvieraslaculpadeladesgracia…;ytodoeso:espanto,vergüenzaycóleranopodíacompararseenviolenciaconnadaquehubierasentidojamásdespierta.Túencambio, consciente de tu culpa, te fuiste precipitadamente, desnudo como estabas,parabajaryconseguirnosvestidos.Ycuandotúhabíasdesaparecido,mesentímuyligera.Nimedabaspena,nimepreocupabaporti,sólomesentíacontentadeestarsola, y correteé feliz por el prado cantando: era la melodía de un baile queescuchamosenelCarnaval.Mivozsonabamaravillosamenteyyodeseabaquemeoyeranabajoenlaciudad.Esaciudadnolaveía,perosabíaqueestabaallí.Quedabamuypordebajodemí,rodeadadeunaltomuro;unaciudadtotalmentefantásticaqueno puedo describir. Ni oriental, ni tampoco realmente alemana medieval, y sinembargotanprontounacosacomolaotra;encualquiercaso,unaciudadsepultadahacíatiempoyparasiempre.Yo,sinembargo,estabadeprontoenelprado,echadaalsol…,muchomásbelladeloquehesidonuncaenlarealidady,mientrasestabaallí,saliódelbosqueunhombre,unjovenconuntrajemodernoyclaro,queseparecía,ahora losé,aaqueldanésdelque tehabléayer.Siguiósucamino,mesaludómuycortésmentealpasarpormilado,perosinprestarmemásatención,fuederechohacialaparedrocosaylacontemplóatentamentecomosipensaraenlaformadesuperarla.Peroalmismo tiempo tevia ti también.Tú teafanabasen laciudadsepultada,decasaencasa,detiendaentienda,tanprontobajoemparradoscomoporunaespeciede bazar turco, comprándome las cosas más hermosas, vestidos, ropa interior,zapatos,joyas…;ytodoesoloibasmetiendoenunpequeñobolsodecueroamarillo,en el que sin embargo cabía todo. Pero siempre te seguía unamultitud, que yo noveía,escuchandosólosusgritossordosyamenazadores.Yentoncesaparecióotravezelotro,eldanésqueantesestabadelantedelaparedrocosa.Otravezvinoamídesdeel bosque…yyo supeque entretantohabíavagadopor elmundoentero.Teníaunaspectodistintodeldeantes,peroeraelmismo.Sequedócomolaprimeravezante

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laparedrocosa,desapareciódenuevo,luegovolvióasalirdelbosque,desapareció,salió del bosque; eso se repitió dos o tres, o cien veces. Era siempre el mismo ysiempreotro,ycadavezmesaludabaalpasarpormilado,perofinalmentesedetuvoantemíymemiróinquisitivamente;yomereí,seductora,comonohabíareídoenmividayélextendiólosbrazoshaciamí;entoncesquisehuirperonopude…yélcayóamiladoenelprado.

Guardósilencio.Fridolin tenía lagargantaseca;en laoscuridadde laalcobasediocuentadequeAlbertineteníaelrostroentrelasmanos,comoescondido.

—Un sueño extraño —dijo—. ¿Ha acabado ya? —Y, como ella lo negara:—Entoncessiguecontándome.

—No es tan fácil—comenzó ella de nuevo—. En realidad, esas cosas apenaspueden expresarse con palabras. Así pues…me pareció vivir innumerables días ynoches,nohabíatiemponiespacio,tampocomeencontrabayaenelcalverorodeadopor el bosque y la roca sino en una llanura de flores de colores que se extendíainfinitamente,perdiéndoseportodoslosladosenelhorizonte.Tambiéndesdehacíatiempo(¡quéextrañoesedesdehacíatiempo!)noestabayasolaenelpradoconaquelhombre. Pero no sabría decirte si, además de mí, había tres, diez o incluso milparejas,silasveíaono,osiyohabíapertenecidosóloaaquelhombreotambiénaotros.Perolomismoqueaquelsentimientoanteriordeespantoyvergüenzasuperabaconmuchotodoloimaginabledespierta,nohabíasindudanadaennuestraexistenciaconsciente que igualara la serenidad, la libertad y la felicidad que experimentabaentoncesensueños.Ysinembargonoteolvidabaunsoloinstante.Sí,teveía,teveíacuandofuistecapturado,porsoldadoscreo,aunquetambiénhabíaeclesiásticosentreellos; alguien, un hombre gigantesco, te ató las manos y yo sabía que te iban aajusticiar.Losabíasincompasión,sinhorror,muydistante.Tellevaronaunpatio,alpatio de una especie de fortaleza. Tú estabas ahora allí con lasmanos atadas a laespaldaydesnudo.Y lomismoqueyo teveíaa ti, túmeveíasamí,y tambiénalhombrequemeteníaensusbrazosyatodaslasdemásparejas,aquellamareainfinitadedesnudezqueespumabaamialrededorydelaqueyoyelhombrequemeteníaabrazadaéramossólounaola.Mientrasestabasenelpatiodelafortaleza,aparecióenuna alta ventana ojival, entre cortinajes rojos, una joven con una diadema en lacabezayunmantodepúrpura.Eralaprincesadelpaís.Telanzóunamiradaseveraeinterrogadora. Tú estabas solo; los otros, aunque eranmuchos, se mantenían a unlado, apretados contra los muros, y yo oía un murmullo pérfido y amenazador, ycuchicheos.Entonceslaprincesaseinclinósobrelabalaustrada.Sehizoelsilencio,yla princesa te hizo una señal, como si te ordenara subir hasta ella, y yo supe queestabadecididaa indultarte.Pero túnonotaste sumiradaonoquisistenotarla.Depronto,sinembargo,siempreconlasmanosatadas,peroenvueltoenunmantonegro,estuvisteanteella,noenningunaestanciasinodealgúnmodoalairelibre,comosi

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flotaras. Ella tenía un pergamino en lamano, tu sentencia demuerte, en la que seexpresabantambiéntusculpasylosmotivosdetucondena.Tepreguntó(yonooíalaspalabras,perolosupe)siestabasdispuestoasersuamante;enesecasolapenademuerte se te perdonaría. Tú sacudiste la cabeza, negando. A mí no me asombró,porqueeracompletamentenormal,ynopodíaserdeotraforma,quetúmefuerasfielapesardetodoslospeligrosyportodalaeternidad.Entonceslaprincesaseencogióde hombros, hizo un gesto en el aire y te encontraste de pronto en un sótanosubterráneo, en el que había látigos que se abatían silbando sobre ti, sin que yopudieraveralaspersonasquelosmanejaban.Lasangrecorríaenriachuelosportucuerpo,yyolaveíacorreryteníaconcienciademicrueldad,sinasombrarmedeella.Entonces se acercó a ti la princesa. Llevaba el cabello suelto, que le caía por elcuerpo desnudo, y te tendió su diadema con ambasmanos…y yo supe que era lamuchacha de la playa danesa que viste unamañana desnuda en la terraza de unacaseta de baño. Ella no dijo nada, pero el sentido de su presencia, incluso de susilencio,erasabersiseríassuesposoyelpríncipedesupaís.Ycomotúrehusastedenuevo,desapareciódepronto,peroyovienseguidaqueestabanlevantandounacruzparati…;noabajo,enelpatiodelcastillo,no,sinoenlainfinitapraderasembradadefloresenqueyoyacíaenlosbrazosdemiamante,entretodaslasdemásparejasdeenamorados.Ati,sinembargo,teveíacaminarsoloporcallesantiguas,sinvigilanciaalguna, pero sabía que tu camino estaba trazado y que toda fuga era imposible.Entoncessubisteporelsenderodelbosque.Yoteaguardabaconansiedad,perosinninguna compasión.Tenías el cuerpo cubiertodeverdugonesque, sin embargo, nosangrabanya.Túsubíascadavezmás,elsenderoseensanchó,elbosqueretrocedióaambosladosyentoncesteencontrasteenlalindedelprado,aunadistanciainmensa,inconcebible. Sin embargo, me saludaste sonriéndome con los ojos, como paraindicarme que habías cumplido mis deseos y me habías traído todo lo quenecesitaba…: vestidos y calzado y joyas. Pero yo encontraba tu comportamientoabsurdoysobremanerainsensato,ymesentíatentadaaburlarmedeti,areírmedetialacara…precisamenteporquehabíasrechazado,porfidelidadhaciamí,lamanodeuna princesa y soportado torturas, y subías ahora tambaleándote para sufrir unamuertehorrible.Corríatuencuentroytambiéntúapresurastecadavezmáselpaso…comencé a flotar, y también tú flotaste en el aire; sin embargo, de pronto nosperdimosdevistayyolosupe;noshabíamoscruzadovolando.Entoncesdeseéqueporlomenosoyerasmirisa,precisamentemientrastecrucificaban…Demodoquemereí,tanestridenteyfuertementecomopude.Ésafuelarisa,Fridolin…conlaquemedesperté.

Ella guardó silencio, quedándose inmóvil. Tampoco él semovía ni decía nada.Cualquiercosahubieraparecidoenaquelinstanteinsulsa,mendazycobarde.Cuantomásavanzabaellaensurelato,tantomásridículaseinsignificantesleparecíanaél

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sus propias experiencias, almenos hasta el punto al que habían llegado, y se juróconcluirlastodasycontárselasluegofielmente,desquitándoseasíconaquellamujer,queconsusueñolehabíareveladoqueera infiel,cruely traicionera,ya laqueenaquelmomentocreíaodiarmásprofundamentedeloquelahabíaamadonunca.

Entoncessediocuentadequeseguíaestrechandoensusmanoslosdedosdeellay de que, por mucho que estuviera decidido a odiar a aquella mujer, sentía poraquellosdedosesbeltos, fríosy tanfamiliaresparaéluna ternuraquesólosehabíavuelto más dolorosa; e instintivamente, casi en contra de su voluntad… los rozósuavementeconsuslabiosantesdesoltardesusmanosaquellamanofamiliar.

Albertineseguíasinabrirlosojos,yFridolincreyóvercómosuboca,sufrente,surostrotodosonreíanconunaexpresiónfeliz, transfiguradaeinocente,ysintióelimpulso, para él mismo inexplicable, de inclinarse sobre Albertine y depositar unbesoensupálida frente.Perosedominósabiendoqueerasólouna fatigamásquecomprensibledespuésdelosexcitantesacontecimientosdelasúltimashoraslaque,enelambienteengañosodelaalcobaconyugal,sedisfrazabadenostálgicaternura.

Sinembargo, se sintieracomose sintieraenaquellosmomentos…cualesquieraquefueranlasdecisionesquetomaraenlaspróximashoras,elimperativoacuciantedelmomento era para él refugiarse un rato en el sueñoy el olvido.También en lanoche que siguió a la muerte de su madre había dormido, había podido dormirprofundamenteysinsueños,¿porquénoibaahacerloahora?Yseechóal ladodeAlbertine, que parecía dormitar ya. Una espada entre los dos, pensó de nuevo. Yluego: yacemos flanco contra flanco como enemigos mortales. Pero eran sólopalabras.

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VI

Lossuavesgolpesde lasirvienta lodespertarona lassietede lamañana.Echóunarápida ojeada a Albertine. A veces, no siempre, aquellos golpes la despertabantambién. Aquel día seguía durmiendo inmóvil, demasiado inmóvil. Fridolin sepreparóapresuradamente.Antesde irse,queríaverasuhijita.Éstaestaba tranquilaensucamablanca,conlasmanosapretadasenpequeñospuñoscomosuelentenerlosniños.Labesóenlafrente,yotravez,depuntillas,sedirigióalapuertadelaalcoba,en laqueAlbertine seguíadurmiendo, inmóvil comoantes.Entonces se fue.Ensumaletín negro de médico, bien guardados, llevaba la cogulla y el sombrero deperegrino. Había trazado su programa del día cuidadosamente, incluso con ciertaminuciosidad.Antetodoteníaquevisitar,muycerca,aunjovenabogadogravementeenfermo.Fridolinlehizounreconocimientodetenido,encontróquesuestadohabíamejoradountanto,expresóconsinceraalegríasusatisfacciónporelloyescribióenlarecetaanteriorelacostumbradorepetatur.Luegosedirigiósindemoraa lacasaencuyosótanohabía tocadoelpianoNachtigall lanocheanterior.El localestabaaúncerrado,peroenelcafédearribalacajerasabíaqueNachtigallvivíaenunhotelitodeLeopoldstadt. Un cuarto de hora más tarde, su coche se detuvo delante. Era unamiserablepensión.Enelvestíbuloolíaacamasmalventiladas,grasaranciaycafédeachicoria. Un portero de mal aspecto y ojos socarrones ribeteados de rojo,acostumbrado a ser interrogado por la policía, le informó de buena gana. El señorNachtigall había llegado aquellamañana, a las cinco, acompañado de dos señoresque,quizáintencionadamente,resultabanderostrocasiirreconocibleporsusfoulardsmuy subidos. Mientras Nachtigall se dirigía a su cuarto, aquellos señores habíanpagadosucuentadelascuatroúltimassemanas;como,pasadamediahora,nohabíavueltoaaparecer,unodelosseñoreshabíaidopersonalmenteabuscarlo,ylostressehabían ido entonces a laEstación delNorte.Nachtigall daba la impresión de estarmuyexcitado;bueno(porquénodecirlaverdadauncaballeroquetantaconfianzainspiraba) había tratado de dar furtivamente una carta al portero, lo que los dosseñores habían impedido inmediatamente. Las cartas que llegaran para el señorNachtigall (habían explicado también los señores) las recogería una personaautorizada para ello. Fridolin se despidió; le resultó agradable tener consigo sumaletíndemédicocuandosaliódelacasa;deesaformanolotomaríanporunclientede aquel hotel sino por un funcionario. Así pues, demomento no había nada quehacerconNachtigall.Habíansidomuyprudentesysindudateníanmotivosparaello.

Entonces fue al establecimiento de alquiler de disfraces. Le abrió el propioGibisier.

—Ledevuelvoel trajeque alquilé—dijoFridolin—yquieropagarle loque ledebo.

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ElseñorGibisierdijounasumamodesta,recibióeldinero,hizounaanotaciónenungranlibrocontabley,untantoasombrado, levantólavistadesuescritoriohaciaFridolin,quenoparecíatenerintenciónalgunadeirse.

—Estoy aquí también—dijo Fridolin con el tono de un juez instructor— parahablarconustedsobresuhija.

AlgotemblóenlasaletasdelanarizdelseñorGibisier…;nosepodíadeterminarsieramalestar,depreciooenojo.

—¿Cómodice,señor?—preguntóenuntonotambiénabsolutamenteindefinible.—Ayerdijousted—dijoFridolin,apoyandounamanoconlosdedosextendidos

enelescritorio—queelestadomentaldesuhijanoeracompletamentenormal.Lasituación en que la encontramos parecía confirmar esa sospecha. Y como lacasualidad me hizo participar o, por lo menos, ser espectador de aquella extrañaescena,quisieraaconsejarle,señorGibisier,queconsultaraconalgúnmédico.

Gibisier,dandovueltasenlamanoaunportaplumasdelongitudinsólita,dirigióaFridolinunamiradainsolente.

—¿Y quizá el señor doctor tendría también, la amabilidad de encargarse deltratamiento?

—Le ruego que no me atribuya palabras que no he pronunciado—respondióFridolincortante,aunqueunpocoroncamente.

Enaquelinstanteseabriólapuertaquedabaalinteriorysalióunjovenconunsobretodoabiertosobreelfrac.Fridolincomprendióinmediatamentequenopodíasermásqueunode los juecesde laSantaVehmede lapasadanoche.Nohabíaduda,veníade lahabitacióndePierrette.Pareciódesconcertadoal ver aFridolinpero serepusoenseguida, saludófugazmenteaGibisierconungestode lamano,encendióluegouncigarrilloutilizandounencendedorquehabíasobreelescritorio,ysaliódelacasa.

—Ah—observóFridolinconunestremecimientodedesprecioenlacomisuradellabioyunamargosaborenlalengua.

—¿Cómodice,señor?—preguntóGibisierconindiferenciatotal.—Demodo,señorGibisier—dijoFridolinconairedesuperioridadpaseandola

mirada de la puerta de la casa a la puerta por la que había entrado el juez—, querenuncióustedaavisaralapolicía.

—Llegamos a un acuerdo, doctor —observó Gibisier fríamente, levantándosecomosihubieraterminadounaaudiencia.

Fridolin se volvió para irse, Gibisier se apresuró a abrirle la puerta y, conexpresióninmutable,dijo:

—Si el doctor necesitara alguna vez otra cosa… No tiene por qué sernecesariamenteunhábitodemonje.

Fridolincerrólapuertatrassí.Aquelloestabaarreglado,pensóconunasensación

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derabiaqueaélmismolepareciódesmesurada.Bajórápidamentelasescaleras,sedirigió,sindarseprisaespecial,alhospitalpoliclínico,ytelefoneóantesquenadaacasa para saber si lo había llamado algún paciente, si había tenido correo y quénovedades había.Apenas le había respondido la sirvienta cuandoAlbertinemismafue al teléfono y saludó aFridolin.Ella le repitió todo lo que la sirvienta le habíadicho ya y luego le contó despreocupadamente que acababa de levantarse e iba adesayunarconlaniña.

—Daleunbesodemiparte—dijoFridolin—yqueosaproveche.Lehabíagustadooírlavozdeella,yprecisamenteporesocolgórápidamente.En

realidad, había querido preguntarle aún aAlbertine qué tenía la intención de haceraquellamañana,pero¿quéleimportaba?Enelfondodesualmahabíaterminadoconella,cualquieraquefueraelcursoquetomarasuvidaexterior.Laenfermerarubialeayudó a quitarse la chaqueta y le tendió su bata blanca de médico. Al hacerlo lesonrióunpoco,comosolíasonreíratodos,seocuparanonodeella.

Unosminutosmás tarde,Fridolin estaba en la salade los enfermos.Elmédicojefehabíadichoque,acausadeunaconsulta,teníaquemarcharsesúbitamenteyquelosayudantespasaran sinél lavisita.Fridolin se sintiócasi felizmientras, seguidoporlosestudiantes,ibadecamaencama,practicabareconocimientos,escribíarecetasy hablaba de cuestionesmédicas con ayudantes y enfermeras.Había toda clase denovedades.KarlRödel,oficialcerrajero,habíamuertodurantelanoche.Laautopsiaseríaalatarde,alascuatroymedia.Enlasalademujereshabíaquedadolibreunacama,pero sehabíaocupadoya.Habíahabidoque trasladara lamujerde lacamadiecisietealdepartamentodecirugía.Entretanto,hablabantambiéndecuestionesdepersonal. Pasado mañana se decidiría quién se haría cargo del departamento deoftalmología;Hugelmann,catedráticodeMarburgo,hacíasólocuatroañossegundoayudante de Stellwag, era quien tenía más probabilidades. Carrera rápida, pensóFridolin.Enmínopensaránnuncaparadirigirundepartamento,simplementeporquenotengoladocencia.Demasiadotarde.¿Peroporqué?Sólotendríaqueempezarotravez los trabajos científicos, reanudarmás seriamentemuchas cosas empezadas. Laconsultaprivadaleseguíadejandotiemposuficiente.

Le pidió al doctor Fuchstaler que se ocupara del dispensario, y tuvo queconfesarsequehubierapreferidoquedarseallíairencochealaGalitzinberg.Y,sinembargo, tenía que hacerlo. No sólo por sí mismo se sentía obligado a seguirinvestigandoelasunto;teníaquehacermuchasotrascosasaqueldía.Yporeso,porsiacaso,decidióconfiartambiénaldoctorFuchstalerlasvisitasdelatarde.Lajovenconsospechadetisisdelaúltimacamalesonrió.Eralamismaque,recientemente,con ocasión de un reconocimiento, había apretado sus pechos tan confiadamentecontralasmejillasdeél.Fridolinrespondióasumiradapocoamablementeysealejófrunciendo el ceño. Todas son iguales, pensó con amargura, y Albertine es como

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todas…lapeordetodas.Mesepararédeella.Esonopodráarreglarsenunca.En la escalera cambió aún unas palabras con un colega del departamento de

cirugía.Bueno,¿cómoestabarealmentelamujerquehabíantrasladadoporlanoche?Por su parte, no creíamucho en la necesidad de una operación. Sin embargo, ¿lecomunicaríanelresultadodelexamenhistológico?

—Naturalmente,queridocolega.Enlaesquinatomóuncoche.Consultósuagenda,haciendounacomediaridícula

delantedelcochero,comosituvieraquedecidirseentonces.—AOttakring—dijoluego—,porelcaminodelaGalitzinberg.Yaledirédónde

debedetenerse.Enelcocheloacometiódeprontootravezunaexcitacióndolorosaynostálgica,

inclusounsentimientodeculpapornohaberpensadoapenas,enlasúltimashoras,ensubellasalvadora.¿Conseguiríaencontrarahoralacasa?Bueno,esonopodíasertandifícil.Lacuestiónerasólo:¿quéhacerluego?¿denunciarloalapolicía?Esopodíatenerconsecuenciasdesagradablesparalamujerquetalvezsehabíasacrificadoporél, o que se había mostrado dispuesta a sacrificarse. ¿Acudir a algún detectiveprivado?Esoleparecíadebastantemalgustoynadadignodeél.Pero,¿quéotracosapodíahacer?Noteníael tiemponi,probablemente,el talentonecesariosparallevarhábilmentelasinvestigaciones…¿Unasociedadsecreta?Bueno,secretaencualquiercaso.Pero,¿noseconocíanentreellos?¿Seríanaristócratas,quizáinclusocaballerosdelaCorte?Pensóenciertosarchiduquesdelosquepodíaesperarsemuybientalesbromas.¿Ylasmujeres?Probablemente…reclutadasencasasde lenocinio.Bueno,esonoeranadaseguro.Encualquiercaso,mercancíaescogida.Pero¿ylamujerquesehabía sacrificadopor él? ¿Sacrificado? ¡¿Por quéquería convencerseunayotravez de que había sido realmente un sacrificio?! Una comedia. Lógicamente, todohabíasidounacomedia.Enrealidad,debíasentirsecontentodehabersalidotanbienlibrado. Bueno, había sabido comportarse. Sin duda los caballeros habían podidoobservarquenosetratabadeuncualquiera.Y,encualquiercaso,ellalohabíanotadotambién.Probablementelopreferíaaélatodosaquellosarchiduquesoloquefuesen.

Al final de la Liebhartal, en donde el camino ascendía más decididamente, seapeó y, por precaución, despidió al coche. El cielo era azul pálido, con nubecitasblancas,yelsolbrillabacontibiezaprimaveral.Miróhaciaatrás…noseveíanadasospechoso.Ningúncoche,ningúnpeatón.Comenzóasubirlentamente.Elabrigoleresultó pesado; se lo quitó y se lo echó por los hombros. Llegó al lugar de dondedebíasalirhacialaderechalacallelateralenqueestabalacasamisteriosa;nopodíaequivocarse;lacalledescendía,peronotanempinadamentecomohabíapensadodenocheenelcarruaje.Eraunacalletranquila.Enunjardíndelanterohabíamacizosderosas, cuidadosamente rodeados de paja; en el siguiente, un cochecito de niño; unchico,todovestidodelanaazul,retozabadeunladoaotro;desdelaventanadeuna

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planta baja, unamujer lomiraba sonriendo. Venía luego un solar, luego un jardínsalvaje y cercado, luego una pequeña villa, luego un terreno cubierto de césped yentonces,nohabíaduda…,aquellaeralacasaquebuscaba.Noparecíanadagrandeni lujosa, era una villa de un piso, de modesto estilo Imperio y evidentementerenovadanohacíamucho.Suspersianasverdesestabanechadaspor todaspartes,ynada indicabaque lavillapudieraestarhabitada.Fridolinmiróasualrededor;sólomás abajo se alejaban dos muchachos con libros bajo el brazo. Él estaba ante lapuerta del jardín. ¿Y ahora qué? ¿Volver atrás simplemente? Eso le pareciófrancamente ridículo.Buscó el timbre eléctrico.Y si le abrían, ¿qué diría?Bueno,sencillamente…¡sinopodíaalquilarparaelveranoaquellahermosacasadecampo!Peroya sehabía abierto la puertade la casayun anciano criado, conuna sencillalibreamatinalbajaba,recorriendolentamenteelestrechosenderohastalapuertadeljardín.Llevabaunacartaenlamanoy,ensilencio,selatendióentrelosbarrotesdelaverjaaFridolin,cuyocorazónpalpitabaconfuerza.

—¿Paramí?—preguntóentrecortadamente.El criado asintió, se dio la vuelta y la puerta de la casa se cerró tras él. ¿Qué

significaesto?,sepreguntóFridolin.¿Seráporfindeella?¿Seráaellaquizáaquienpertenecelacasa…?Rápidamentevolvióasubirporlacalle,ysóloentoncessediocuentadeque,enelsobre,estabaescritosunombreconletraverticalymajestuosa.Abrió la carta por una esquina; desdobló la hoja y leyó: «Renuncie a susinvestigaciones,quesonabsolutamenteinútiles,yconsidereestaspalabrascomounasegundaadvertencia.Porsupropio interésesperamosquenoseannecesariasmás».Dejócaerelpapel.

Aquelmensajelodecepcionóentodoslosaspectos;encualquiercaso,eradistintodel que estúpidamente había creído posible. De todos modos, el tono eracuriosamente reservado, sinningunadureza.Daba a entenderque las personasquehabíanenviadoelmensajenosesentíannadaseguras.

Segunda advertencia… ¿Por qué? Ah sí, la noche pasada había recibido laprimera.¿Peroporquélasegunda…ynolaúltima?¿Queríanponerotravezapruebasuvalor?¿Tendríaquesuperarlaprueba?¿Ycómosabíansunombre?Bueno,esonoeratanextraño,probablementehabríanobligadoaNachtigallarevelárselo.Yademás(sonrióinvoluntariamenteporsudistracción),enelforrodesuabrigoestabancosidossumonogramaysudireccióncompleta.

Sinembargo,aunquenohubieraavanzadomásqueantes…,aquellacartalohabíatranquilizado… sin que hubiera podido decir exactamente por qué. En particularestabaconvencidodequelamujerporcuyasuertehabíatemidoseguíaconvidaydequesólodeéldependíaencontrarla,actuandoconprecauciónyastucia.

Cuandollegóasucasa,untantocansadoperoconunaextrañasensacióndealivioque él mismo consideró enseguida como engañosa, Albertine y la niña habían

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almorzadoya, pero le hicieron compañíamientras comía.Allí estaba frente a él laqueaquellanochelohabíahechocrucificartranquilamente,consumiradaangelicaldeamadecasaymadrey,conasombroporsuparte,nosintióningúnodiohaciaella.Comióconapetito;seencontrabauntantoexcitadopero,enrealidad,debuenhumory,siguiendosucostumbre,lehablóconmuchaanimacióndelosasuntosdelpersonalmédico, de los que solía informarla siempre detalladamente. Le contó que elnombramiento de Hügelmann era prácticamente seguro, y le habló de sus propiasintencionesdereanudarsustrabajoscientíficosconmayorenergía.Albertineconocíaese estado de ánimo, sabía que no solía durarle mucho, y una suave sonrisatraicionaba sus dudas. Fridolin se acaloró y entonces Albertine le acariciósuavemente los cabellos para calmarlo.Entonces él se estremeció ligeramente y sevolvióhacialaniña,conloqueevitóasufrenteotroscontactospenosos.Cogióalapequeña sobre su regazo y se disponía a columpiarla sobre sus rodillas cuando lasirvientalecomunicóquealgunospacientesesperabanya.Fridolinselevantócomoaliviado, dijo aún de pasada que Albertine y la niña debían aprovechar aquellahermosatardesoleadaparadarunpaseo,ysedirigióasuconsulta.

En el transcurso de las dos horas que siguieron, Fridolin se ocupó de seispacientes antiguos y de dos nuevos. Se concentró totalmente en cada caso, hizoreconocimientos, tomónotas, escribió recetas…ysealegróde sentirse,despuésdehaberpasado lasdosúltimasnochescasi sindormir, tanmaravillosamente frescoylúcido.

Alterminarsuconsulta,fueaverotravez,comoacostumbraba,asumujerysuhija, y comprobó, no sin satisfacción, que Albertine tenía visita de sumadre y lapequeña estudiaba francés con su institutriz.Y sólo en la escalera volvió a cobrarconcienciadequetodoaquelorden,todaaquellaarmonía,todaaquellaseguridaddesuexistencianoeranmásqueaparienciaymentira.

Apesardehaberrenunciadoasusvisitasdelatarde,leatraíairresistiblementesudepartamentodelhospital.Habíaallídoscasosqueparael trabajocientíficoalqueante todo pensaba dedicarse resultaban especialmente interesantes, y durante ciertotiemposeocupódeellosmásminuciosamentequehastaentonces.Luegoteníaquevisitaraúnaunpacienteenelcentrodelaciudad,yporesoeranyalassietedelatarde cuando se encontró ante lavieja casade laSchreyvogelgasse.Sólo entonces,cuando levantó la vista hacia la ventana de Marianne, la imagen de ella, queentretanto se había desvanecido totalmente, se hizomás viva que todas las demás.Bueno…aquellonopodíafallarle.Sinderrocharmuchosesfuerzospodíainiciarallísuvenganza,allínohabíaparaéldificultadesnipeligros;yaquelloquequizáhubierahechoretrocederaotros,latraiciónalnoviodeella,paraélresultabacasiunatractivomás. Sí, traicionar, engañar, mentir, representar una comedia, aquí y allá, anteMarianne,anteAlbertine,anteelbuenodeldoctorRoediger,anteelmundoentero…;

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llevarunaespeciededoblevida,serelmédicocompetente,dignodeconfianzaydeprometedor futuro, el buen esposo y padre de familia… y al mismo tiempo unlibertino, un seductor, un cínico que jugara con la gente, con hombres ymujeres,siguiendo su capricho… eso le pareció en aquel instante algo absolutamentedelicioso…; y lomás delicioso era quemás adelante, un día, cuandoAlbertine secreyera ya desde hacía tiempo protegida por la seguridad de una tranquila vidaconyugal y familiar, él, sonriendo fríamente, le confesaría todas sus culpas,desquitándose así de la amargura y la ignominia que ella le había causado con susueño.

EnelzaguánseencontróconeldoctorRoediger,queletendiólamanoingenuaycordialmente.

—¿CómoestálaseñoritaMarianne?—preguntóFridolin—.¿Sehatranquilizadounpoco?

EldoctorRoedigerseencogiódehombros.—Desde hacía bastante tiempo estaba preparada para el fin, doctor… Sólo

cuandohaciaelmediodíadehoyvinieronabuscarelcadáver…—¿Ah,lohanhechoya?EldoctorRoedigerasintió.—Mañanaporlatarde,alastres,seráelentierro…Fridolinmiróhaciaadelante.—¿Habráparientes…conlaseñoritaMarianne?—Yano—respondióeldoctorRoediger—,ahoraestásola.Sealegrarásinduda

deverlo,doctor.Mañana,mimadreyyolaacompañaremosaMödling—y,antelamirada cortésmente interrogante de Fridolin—,mis padres tienen allí una pequeñacasita.Adiósdoctor.Todavía tengoquehacermuchascosas.Sí, ¡cuánto trabajodaun…casoasí!Esperoencontrarleaúnarribacuandovuelva.—Ysalióporelportalalacalle.

Fridolintitubeóuninstanteyluegosubiólentamentelasescaleras.HizosonarlacampanillayleabriólapropiaMarianne.Ibavestidadenegroyllevabaalcuellouncollar de azabache que él no le había visto nunca. El rostro de ella se ruborizólentamente.

—Sehahechoesperarmucho—dijoconunadébilsonrisa.—Discúlpeme,señoritaMarianne,hetenidoundíaespecialmentefatigoso.Éllasiguió,atravesandolahabitacióndeldifunto,enlaqueellechoestabaahora

vacío,hastalasalacontigua,enlaqueeldíaanteriorhabíaextendidoelcertificadodedefunción del consejero, bajo el retrato del oficial de uniforme blanco. En elescritorio ardía ya una pequeña lámpara, de forma que la habitación estaba enpenumbra.Marianneleindicóquetomaraasientoenelsofádecueronegroyellasesentóenfrente,juntoalescritorio.

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—AcabodeencontrarmeenelzaguánaldoctorRoediger…¿Asíquemañanasevaalcampo?

Mariannelomiró,comosiseasombraradelfríotonodesupregunta,ydejócaerloshombroscuandoél,convozcasidura,continuó.

—Encuentromuysensatasudecisión.Ycomentóobjetivamente lobienque lesentaríanaellaelairepuroyelnuevo

ambiente.Ellaestabasentadainmóvilylaslágrimaslecorríanporlasmejillas.Élloviosin

compasión,másbiencon impaciencia; y la ideadequequizá, alminuto siguiente,ellapudieraestarotravezasuspies,repitiendosuconfesióndeldíaanterior,lollenódemiedo.Ycomoellaguardabasilencio,sepusobruscamenteenpie.

—Pormuchoquelolamente,señoritaMarianne…—Miróelreloj.Ellalevantólacabeza,miróaFridolin,ysuslágrimassiguieronfluyendo.Aélle

hubieragustadodecirlealgunaspalabrasamables,peronofuecapaz.—Sindudasequedaráunosdíasenelcampo—comenzóadecirforzadamente—.

Esperotenernoticiassuyas…Porcierto,eldoctorRoedigermehadichoquelabodaseríapronto.Permítamefelicitarladesdeahora.

Ella no se movió, como si no se hubiera enterado de su felicitación, de sudespedida.Élletendiólamano,queellanocogióy,casientonodereproche,repitió:

—Bueno, espero sin falta que me dará noticias de cómo se encuentra. Adiós,señoritaMarianne.

Ellaseguíasentada,comopetrificada.Élsefue,yduranteunsegundosequedóenlapuerta,comosi ledieraunaúltimaoportunidadde llamarlo,peroellapareciómásbienvolverlacabezayentoncesélcerrólapuertaasusespaldas.Enelpasillodefuera sintió algo así como remordimientos. Por un instante pensó en volver, perosintióque,másquecualquierotracosa,aquelloresultaríamuyridículo.

¿Yahoraqué?¿Iracasa?¡Yadóndesino!Hoynopodíahaceryanadamás.¿Ymañana? ¿Qué? ¿Y cómo? Se sintió torpe, desvalido, todo se le escurría entre losdedos; todo se volvía irreal, incluso su casa, sumujer, su hija, su profesión, sí, élmismo,mientras seguía recorriendomecánicamente las calles vespertinas, dejandovagarsuspensamientos.

EnelrelojdelatorredelAyuntamientodieronlassieteymedia.Porlodemás,leera indiferente la hora que era; tenía tiempo más que de sobra. Nada, nadie leimportaba.Sentíaunaligeracompasióndesímismo.Muyfugazmente,nocomounpropósito,levinolaideadehacersellevaracualquierestación,marcharse,adondefuera,desaparecerpara todos losque lo conocían, reaparecer en algunaparte en elextranjero y comenzar una nueva vida como un hombre nuevo, distinto. Recordóalgunoscasospatológicosextrañosqueconocíapor los librosdepsiquiatría,de lasllamadas vidas dobles; un hombre desaparecía súbitamente de una vida totalmente

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normalyvolvíadespuésdemesesodeaños,sinrecordardóndehabíaestadoduranteesetiempo,peromásadelanteloreconocíaalguienquesehabíaencontradoconélenalguna parte en un país lejano, sin que el que había vuelto recordara nada.Evidentemente, tales cosas eran raras pero, de todos modos, estaban probadas. Eindudablemente, de una forma más débil, debían de experimentarlo muchos. ¿Porejemplo al volver de un sueño?Desde luego, se recordaba… Pero sin duda habíatambiénsueñosqueseolvidabanporcompleto,delosquenoquedabamásqueciertoestadodeánimoenigmático,unaturdimientomisterioso.Oque se recordaban sólomás tarde, muchomás tarde, sin saber ya si se había vivido algo o sólo se habíasoñado.¡Sólo…,sólo…!

Ymientrasseguíaandandoy,sinembargo,tomabainstintivamenteladireccióndesucasa,llegóalasproximidadesdeaquellacalleoscuraydebastantemalafamaenlaque,hacíamenosdeveinticuatrohoras,habíaseguidoaunacriaturaperdidaasualojamientomíseroperoacogedor.¿Perdida,precisamenteella?¿Yprecisamentedemalafamaaquellacalle?Dequéforma,unayotravez,seducidospor laspalabras,calificamosyjuzgamoscalles,destinosypersonas,porperezosacostumbre.¿Noeraesa joven en el fondo lamás encantadora, incluso lamás pura de todas las que lehabían hecho conocer los extraños acontecimientos de la noche pasada? Se sentíaconmovido al pensar en ella. Y entonces recordó también su intención del díaanterior;decidiéndoserápidamente,compróen la tiendamáspróximatodaclasedegolosinas;ymientrascaminabaconelpequeñopaquetealolargodelosmurosdelascasas,sesintiófrancamentecontento,convencidodequeestabaapuntodehaceralgopor lomenos razonablee inclusoquizádignodeelogio.De todas formas, secerróhastaarribaelcuellodelabrigoalentrarenelzaguán,subiólosescalonesdedosendos, y la campanilla del piso resonó en sus oídos con desagradable estridencia; y,cuandosupoporunamujerdemalaspectoquelaseñoritaMizzinoestabaencasa,respiróaliviado.Sinembargo,antesdequelamujertuvieraoportunidaddehacersecargo del paquete para la ausente, entró en la antesala otramujer, todavía joven ynadafea,envueltaenunaespeciedealbornozdebaño,ydijo:

—¿Aquiénbuscaelseñor?¿AlaseñoritaMizzi?Tardarábastanteenvolver.La vieja le hizo seña de que se callara; pero Fridolin, como si quisiera tener

urgente confirmación de lo que, de algún modo, había adivinado ya, observósencillamente:

—¿Estáenelhospital,verdad?—Bueno,sielseñoryalosabe…Peronosotrasestamossanas,graciasaDios—

exclamó alegremente y se acercó mucho a Fridolin con los labios entreabiertos,echandoatrásdescaradamentesucuerpoexuberante,deformaqueelalbornozseleabrió.

Fridolindijo,declinandolainvitación:

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—SólohesubidoalpasarporaquíparatraerlealgoaMizzi—ydeprontotuvolasensacióndeserunestudiantedebachillerato.Entonodistintoyobjetivopreguntó:—¿Enquédepartamentoestá?

La joven dio el nombre de un catedrático en cuya clínica Fridolin había sidoayudanteunosañosantes.Yluegoañadiódebuenhumor:

—Demeelpaquetitoyselollevarémañana.Puedeconfiarenquenomecomerénada.Ylasaludarétambiéndesuparteylediréquenolehasidoinfiel.

Almismotiempo,sinembargo,seacercómásaélylomiró,riéndose.Perocomoélretrocedieraligeramente,renuncióenseguidaydijoparaconsolarlo:

—Eldoctorhadichoquedentrodeseis,todolomásdeochosemanas,estaráencasaotravez.

CuandoFridolinsalióporelportónalacalle,sintióunnudoenlagarganta;perosabía que ello no significaba tanta emoción como que sus nervios le fallabanprogresivamente. Con deliberación, adoptó un pasomás rápido y vivo que el quecorrespondía a su estado de ánimo. ¿Sería aquella experiencia un nuevo y últimosigno de que todo le iba a salir mal? ¿Por qué? Haber escapado a un peligro tangrande podía considerarse al fin y al cabo una buena señal. ¿Y no era esoprecisamente lo que importaba: escapar a los peligros? Sin duda, todavía leaguardaban de toda clase. No tenía ninguna intención de renunciar a susinvestigaciones para encontrar a la maravillosa mujer de la noche pasada. Ahora,desde luego, no había ya tiempo.Y además había que pensar bien en la forma decontinuar las investigaciones. ¡Si tuviera a alguien a quien pedir consejo! Pero noconocíaanadieaquienhubieracontadodebuenaganalasaventurasdeesanoche.Desdehacíaaños,noteníaverdaderaconfianzamásqueensumujer,ydifícilmentepodíapedirleconsejoenaquelcaso,nienaquélnienningúnotro.Porque,sevieracomoseviera,ella,lanochepasada,lohabíahechocrucificar.

Y entonces supo por qué sus pasos, en lugar de hacia su casa, lo llevabaninvoluntariamente cada vez más lejos en dirección opuesta. No quería, no podíaenfrentarse ahora conAlbertine. Lomás sensato era cenar fuera en alguna parte yluegovolveralhospitalparaverasusdoscasos…ynoestarencasadeningúnmodo(«¡encasa!»)antesdeestarsegurodeencontraraAlbertineyadormida.

Entróenuncafé,unodeloscafésdistinguidosytranquilosdelasproximidadesdelAyuntamiento, telefoneó a su casa, para que no lo esperasen a cenar, colgandorápidamenteparaqueAlbertinenopudieracogerelteléfono,yluegosesentójuntoaunaventana,corriendolacortina.Enunángulodistantesesentabaenaquelmomentoun señor; con un sobretodo oscuro y vestido también, por lo demás, de una formadiscreta.Fridolinrecordóhabervistoyaaquelrostroenalgúnladoenel transcursodeldía.Naturalmente,podíasertambiéncasualidad.Cogióunperiódicodelanocheyleyó,comohabíahecholanocheanteriorenotrocafé,algunaslíneasaquíyallá:

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noticias de acontecimientos políticos, teatro, arte, literatura, desgracias pequeñas ygrandesdetodaclase.EnunaciudaddeAmérica,cuyonombrenohabíaoídonunca,se había incendiado un teatro. Peter Korand, deshollinador, se había tirado por laventana. A Fridolin le pareció en cierto modo extraño que también losdeshollinadores se suicidaran a veces, y se preguntó involuntariamente si aquelhombre se habría lavado antes debidamente o se habría tirado al vacío tan negrocomo estaba.En un distinguido hotel del centro de la ciudad se había envenenadoaquellamañanaunamujer,unaseñora,quepocosdíasantessehabíaregistradoconelnombredeBaronesaD.,unamujerllamativamentebella.Fridolinsesintióenseguidallenodepresentimientos.Laseñorahabíavueltoacasaaquellamañanaalascuatro,acompañada por dos señores que se despidieron de ella en la puerta. Las cuatro.Precisamente la hora a la que él había vuelto también a casa.Yhacia elmediodíahabía sido encontrada desvanecida en su lecho (seguía diciendo el periódico) consíntomasdeungraveenvenenamiento…Una joven llamativamentebella…Bueno,habíamuchasjóvenesllamativamentebellas…NohabíamotivoparasuponerquelaBaronesaD.o,mejor,laseñoraquesehabíaregistradoenelhotelconelnombredeBaronesaD.Yotramujerdeterminadafueranlamismapersona.Ysinembargo…aFridolinlepalpitabafuertementeelcorazónyelperiódicoletemblabaenlasmanos.Enundistinguidohoteldelaciudad…¿encual…?¿Porquétantosecreto?…¿Tantadiscreción?…

Bajóelperiódicoyviocómo,almismotiempo,elcaballerodelaesquinaalejadase ponía ante el rostro una revista, una gran revista ilustrada, como una cortina.Inmediatamente,Fridolinvolvióacogersuperiódicoy,enesemomento,supoquelaBaronesaD.nopodíaserotraquelamujerdelanochepasada…Enundistinguidohoteldelaciudad…Nohabíatantosquepudieranentrarenconsideración…paraunaBaronesaD…yahora,sucediera loquesucediera…habíaqueseguiraquellapista.Llamóalcamarero,pagó,salió.Enlapuertasevolvióotravezhaciaelsospechosocaballerodelaesquina.Sinembargo,curiosamente,elotrohabíadesaparecidoya.

Ungraveenvenenamiento…Perovivía…Enelmomentoenquelaencontraronvivíaaún.Y,endefinitiva,nohabíamotivoparasuponerquenosehubierasalvado.Encualquiercaso, tantosivivíacomosiestabamuerta…laencontraría.Ylavería(encualquiercaso)vivaomuerta.Verlalavería;nadieenelmundopodríaimpedirleveralamujerqueporsucausa,sí,porél,habíaafrontadolamuerte.Élteníalaculpadesumuerte(sóloél),siesqueeraella.Sí,eraella.¡Habíavueltoacasaalascuatrode lamañana acompañada por dos hombres! Probablemente losmismos que unashorasmás tarde habían llevado aNachtigall a la estación.No tenían la concienciamuylimpiaaquellosseñores.

EstabadepieenlaplazagrandeyampliadedelantedelAyuntamiento,ymiróatodos lados. Sólo había pocas personas al alcance de su vista, y el sospechoso

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caballerodelcafénoestabaentreellas.Yaunqueestuviera…aquellosseñoresteníanmiedo, él era elmás fuerte. Fridolin siguió andando deprisa, en el Ring cogió uncoche,sehizollevarprimeroalHotelBristolypreguntóalportero,comosiestuvieraautorizado para ello o se lo hubieran encargado, si la Baronesa D. que, como erasabido, se había envenenado aquella mañana, se había alojado en aquel hotel. Elporteronopareciónadasorprendido,tomandoquizáaFridolinporpolicíaoporotrofuncionariopúblico,yencualquiercasorespondiócortésmentequeaqueltristecasonohabíaocurridoenaquelhotelsinoenelArchiduqueCarlos…

FridolinsedirigióinmediatamentealhotelindicadoyrecibióallílainformacióndequelaBaronesaD.,alserencontrada,habíasidotrasladadasindemoraalHospitalGeneral.Fridolinpreguntócómosehabíadescubiertoelintentodesuicidio.¿Quéloshabíainducidoapreocuparseyaalmediodíadeunaseñoraquenohabíavueltoacasahastalascuatrodelamañana?Bueno,eramuysimple:doscaballeros(¡otravezdoscaballeros!)habíanpreguntadoporellaalasonce.Comolaseñoranorespondíaalasllamadastelefónicasreiteradas,lacamarerahabíallamadoasupuerta;comotampocohabíahabidoningúnmovimientoylapuertaestabacerradaconcerrojopordentro,nohabían tenido más remedio que derribarla, encontrando a la baronesa sinconocimientosobreellecho.Inmediatamentehabíaavisadoalserviciodesocorroyalapolicía.

—¿Ylosdosseñores?—preguntóFridolincortantemente,conlasensacióndeserunpolicíasecreto.

Sí, los señores, aquello, desde luego, daba que pensar, entretanto habíandesaparecidosindejarrastro.Porlodemás,nopodíatratarsedeningúnmododeunaBaronesaDubieski,nombreconelquesehabíaregistradolaseñoraenelhotel.Eralaprimeravezquesealojabaenelhotelynohabíaningunafamiliadeesenombre,porlomenosningunafamilianoble.

Fridolindio lasgraciaspor la informacióny sealejóbastanteapresuradamente,porque uno de los directores del hotel, que acababa de entrar, había empezado amirarlo fijamente condesagradable curiosidad; subióotravez al carruajey sehizollevar al hospital. Pocos minutos más tarde supo, en la recepción, no sólo que lasupuesta Baronesa Dubieski había sido llevada a la segunda clínica delestablecimiento sino que aquella tarde a las cinco, a pesar de todos los esfuerzosmédicos(ysinhaberrecuperadoelsentido)habíamuerto.

Fridolin respiró profundamente, según creyó, pero lo que se le escapó fue unprofundo suspiro.El empleadode servicio lomiró con cierto asombro.Fridolin serepusootravezenseguida,sedespidiócortésmenteyunminutodespuésestabaalairelibre. El jardín del hospital estaba casi vacío. Por una avenida cercana, bajo unafarola,pasabaenaquellosinstantesunaenfermeradebataarayasblancasyazulesycofiablanca.«Muerta—sedijoFridolin—…Siesqueesella.¿Ysinoloes?Sivive

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aún,¿cómopuedoencontrarla?»Era fácil responder a la preguntadedónde sehallaba en aquellosmomentos el

cadáver de la desconocida. Como habíamuerto hacía sólo pocas horas, estaría encualquiercasoenlacámaramortuoria,asólounoscentenaresdepasosdeallí.Comomédico, no tendría naturalmente dificultades para entrar, ni siquiera a aquella horatardía.Sinembargo…¿québuscabaallí?Alfinyalcabo,sóloconocíasucuerpo,surostronolohabíavistonunca,sóloundestellofugazcaptadoenelsegundoenquehabíasalidodelsalóndebaileo,mejordicho,enquelohabíanechadodelsalón.Peroelquehastaentoncesnohubierameditadoenesacircunstanciasedebíaaqueenlasúltimas horas transcurridas desde que leyó la noticia en el periódico se habíaimaginadoalasuicida,cuyorostronoconocía,conlosrasgosdeAlbertine,sí,aque,como comprendió entonces con un estremecimiento, había tenido continuamentedelante de los ojos a su esposa como la mujer que buscaba. Y una vez más sepreguntó qué buscaba realmente en la cámara mortuoria. Sí, si hubiera vuelto aencontrarla viva aquel día, al siguiente… dentro de unos años, cuandoquiera,dondequiera y en cualesquiera circunstancias… la hubiera reconocido sin dudaalguna,estabaconvencido,porsuformadeandar,suporte,sobretodosuvoz.Ahora,sinembargo,sóloveríaotravezsucuerpo,uncuerpomuertodemujeryunrostrodelquenoconocíamásquelosojos…unosojosquesehabíanapagado.Sí…aquellosojoslosconocía,yloscabellosque,enaquelúltimoinstante,antesdequeloecharandelasala,sehabíansoltadodeprontocubriendoalafiguradesnuda.¿Bastaríaparapodersaberconcertezasisetratabadeellaono?

Yconpasolentoytitubeantesedirigió,atravésdelpatiobienconocido,haciaelinstituto anatómico-forense. Encontró el portal abierto, de forma que no tuvonecesidad de llamar. El pavimento de piedra resonaba bajo sus pasos mientrasrecorríaelpasillodébilmenteiluminado.Unolorfamiliar,enciertomododoméstico,a toda clase de productos químicos, que acentuaba las exhalaciones propias deledificio,rodeóaFridolin.Llamóalapuertadelasaladehistología,enlaquepodíasuponer que se encontraría trabajando todavía algún ayudante. Después de un«adelante»untantobrusco,Fridolinentróenlasaladealtotecho,iluminadadeunaformafrancamentefestiva,encuyocentro,levantandoenaquelmomentolavistadelmicroscopio,comocasihabíaesperadoFridolin,eldoctorAdler,suviejocompañerodeestudios,ayudantedelinstituto,selevantabadesusilla.

—Ah,queridocolega—losaludóeldoctorAdler,todavíauntantoirritadoperoalmismotiemposorprendido—,¿aquédeboelhonoraunahorataninusitada?

—Disculpalamolestia—dijoFridolin—.Yaveoqueestásenplenotrabajo.—Desdeluego—respondióAdlereneltonocortantequelocaracterizabadesde

sus tiempos de estudiante. Y, con más suavidad, añadió:— ¿Qué otra cosa puedehacerse en estas sagradas estancias a medianoche? Pero, naturalmente, no me

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molestaslomásmínimo.¿Enquépuedoservirte?Y,comoFridolinnorespondieraenseguida:—Ese Addison que nos habéis mandado hoy sigue ahí todavía graciosamente

intacto.Laautopsia,mañanaporlamañanaalasochoymedia.Y,aungestonegativodeFridolin:—¡Ah… el tumor pleural! Bueno… el examen histológico ha revelado un

sarcomairrefutable.Tampocotenéisquepreocuparosporeso.Fridolinvolvióanegarconlacabeza.—Nosetratadeningún…asuntodelservicio.—Bueno,tantomejor—dijoAdler—,yacreíaqueeralamalaconciencialaque

tetraíaaquíabajoaestashorasdedormir.—Estárelacionadoconlamalaconcienciao,porlomenos,conlaconcienciaen

general—respondióFridolin.—¡Ah!—En pocas palabras—se esforzó por adoptar un tono inocente y seco—, me

gustaríatenerinformaciónsobreciertamujerquehamuertoestatardeenlasegundaclínica,deenvenenamientopormorfina,yqueahoradebedeencontrarseaquí,unatalBaronesaDubieski.—Y,másapresuradamente,continuó:—TengolasospechadequeesasupuestaBaronesaDubieskiesalguienaquienconocífugazmentehaceaños.Ymeinteresaríasabersimisospechaescierta.

—¿Suicidium?—preguntóAdler.Fridolinasintió.—Sí,suicidio—dijo,comosiquisieradarotravezalasuntouncarácterprivado.AdlerapuntóconuníndicehumorísticamenteextendidoaFridolin:—¿UnamordesgraciadodeVuestraSeñoría?Fridolinnegó,untantoirritado:—ElsuicidiodeesaBaronesaDubieskinotienenadaqueverconmigo.—Perdón,perdón,noqueríaserindiscreto.Podemoscomprobarloenseguida.Por

loqueyo sé, esta tardenonosha llegadoninguna solicituddemedicina legal.Detodasformas…

«Autopsiajudicial»,atravesólamentedeFridolin.Esopodíaocurriraún.¿Quiénsabía si su suicidio había sido realmente voluntario? Recordó de nuevo a los doscaballerosquetanrepentinamentehabíandesaparecidodelhotelalconocerelintentodesuicidio.Elasuntopodíaconvertirsemuybienaúnenuncasocriminaldeprimera.¿Yél(Fridolin)noseríacitadocomotestigo…?Sí,¿noestaríaenrealidadobligadoapresentarsevoluntariamentealjuez?

Siguió al doctor Adler por el pasillo hasta la puerta de enfrente, que estabaentreabierta.Lahabitacióndesnudaydealtotechoestabadébilmenteiluminadaporlasdosllamassinpantalla,untantobajas,deuncandelabrodegasdedosbrazos.De

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las doce o catorce mesas para cadáveres sólo algunas estaban ocupadas. Algunoscuerposestabandesnudos,sobreotroshabíanextendidolienzos.Fridolinseacercóalaprimeramesa,alladomismodelapuerta,ylevantóconprecauciónelpañodelacabezadelcadáver.Undeslumbranterayode luzde la linternaeléctricadelDoctorAdlercayódepronto.Fridolinviounrostrodehombreamarillento,debarbagris,ylo cubrió otra vez enseguida con el lienzo. En la mesa siguiente yacía el cuerpodelgadoydesnudodeunmuchacho.EldoctorAdler,desdeotramesa,ledijo:

—Aquíhayunadeedadcomprendidaentresesentaysetenta,tampocoseráésalaquebuscas.

Fridolin,sinembargo,comosisesintieradeprontoatraído,sedirigióalfondodelasala,endonderelucía,pálido,uncuerpodemujer.Teníalacabezacaídaaunlado;unos cabellos largos y oscuros se derramaban casi hasta el suelo. Instintivamente,alargó la mano para enderezar aquella cabeza pero, con una timidez que en él,médico, resultaba extraña, titubeó otra vez. El doctor Adler se había acercado y,señalandohaciaatrás,observó:

—Ningunodeésospuedeser…¿Entoncesesésta?Eiluminóconsulinternaeléctricalacabezadelamujer,queFridolin,venciendo

sutimidez,habíacogidoconambasmanos,levantándolaunpoco.Unrostroblancode párpados semicerrados lo miró. La mandíbula inferior colgaba floja, el labiosuperior,estrechoylevantado,dejabaverlasencíasazuladasyunahileradedientesblancos.Siaquelrostrohabíasidohermosoalgunavez,siquizáloeratodavíaeldíaanterior… Fridolin no hubiera podido decirlo… era un rostro totalmenteinsignificante, vacío, un rostromuerto. Podía pertenecer igual a unamuchacha dedieciochoañosqueaunamujerdetreintayocho.

—¿Esella?—lepreguntóeldoctorAdler.Fridolin se inclinó más instintivamente, como si su penetrante mirada pudiera

arrancarunarespuestaaaquellosrasgosrígidos.Ylosupoenseguida:aunqueaquellohubierasidorealmentesurostro,susojos,losmismosojosqueayerhabíanbrilladotan ardientes de vida en los suyos, no lo sabía, nopodía…endefinitiva noqueríasaberlo.Yvolvióadejarsuavementelacabezasobrelaplanchaydejóquesumiradavagaraporaquelcuerpomuerto,guiadaporelerranteresplandordelalinterna.¿Erael cuerpo de ella…? ¿Aquel cuerpo maravilloso, floreciente, ayer mismo tandolorosamente deseado? Vio un cuello amarillento y arrugado, dos pechos demuchacha pequeños que, sin embargo, se habían vuelto fláccidos y entre los que,como si sepreparaseya laobrade ladescomposición, el esternón sedibujaba conclaridadcruelbajolapielpálida;violaredondezpardaymatedelbajovientreyviocómodesdeuna sombraoscuraqueahorano tenía secretoni sentido,unosmuslosbien formados se abrían con indiferencia; vio el abombamiento de las rodillasligeramente vueltas hacia afuera, las agudas aristas de las espinillas y los pies

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esbeltos con sus dedos curvados hacia adentro. Todo aquello volvió a hundirserápidamenteenlaoscuridadcuandoelconodeluzdelalinternaeléctricaretrocediócon velocidadmultiplicada, hasta que finalmente se detuvo temblando ligeramentesobre el pálido rostro. Involuntariamente, como obligado y guiado por una fuerzainvisible, Fridolin tocó con ambasmanos la frente, lasmejillas, los hombros y losbrazos de lamujermuerta; luego, como enun juego amoroso, entrelazó sus dedoscon losde lamuertay,por rígidosqueéstosestuvieran, leparecióque tratabandemoverse para apretar los suyos: incluso creyó que, bajo aquellos párpadossemicerrados, unamirada lejana e incolora buscaba la suya; y, comomágicamenteatraído,seinclinóhaciaadelante.

Entoncesoyósusurrarasusespaldas:—¿Peroquéhaces?Fridolinserecuperósúbitamente.Soltósusdedosdelosdelamuerta,cogiósus

delgadasmuñecasypusoconcuidado,inclusoconmeticulosidad,losheladosbrazosalosladosdeltronco.Ylepareciócomosientonces,sóloenaquelmomento,hubieramuertoaquellamujer.Luegoseapartó,dirigiósuspasoshacialapuertaydespuésporel resonante pasillo, y volvió a entrar en la sala de la que antes habían salido. EldoctorAdlerlosiguióensilencio,cerrandolapuertaasusespaldas.

Fridolinseacercóallavabo.—Mepermites—dijo,lavándoselasmanoscuidadosamenteconlisolyjabón.Entretanto, el doctor Adler pareció querer reanudar sin más su interrumpido

trabajo.Habíaencendidodenuevoeldispositivodeiluminación,hizogirareltornillomicrométrico y miró por el microscopio. Cuando Fridolin se acercó a él paradespedirse,eldoctorAdlerestabayatotalmenteabsortoensutrabajo.

—¿Quieresecharunaojeadaaestapreparación?—lepreguntó.—¿Porqué?—preguntóFridolindistraído.—Bueno,paratranquilizartuconciencia—respondióeldoctorAdler…comosi

supusiera,apesarde todo,que lavisitadeFridolinhabía tenidosólouna finalidadmédico-científica.

—¿Teorientas?—lepreguntó,mientrasFridolinmirabaporelmicroscopio—.Laverdadesquesetratadeunmétododeteñidobastantenuevo.

Fridolinasintió,sinsepararelojodelocular.—Francamenteideal—observó—,unaimagendecoloresespléndidos,sepodría

decir.—Ypreguntópordiversosdetallesdelanuevatécnica.EldoctorAdlerlediolasexplicacionesquedeseabayFridolinexpresólaopinión

dequeaquelnuevométodoleseríaprobablementedemuchautilidadenuntrabajoqueseproponíahacerpróximamente.Lepidiópermisoparavolveraldíasiguienteoalotro,paraqueledieramásexplicaciones.

—Siempre a tu servicio —dijo el doctor Adler; acompañó a Fridolin por las

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resonantesbaldosashastalapuerta,queentretantohabíancerrado,ylaabrióconsupropiallave.

—¿Tequedasaún?—lepreguntóFridolin.—Naturalmente—respondióeldoctorAdler—,éstassonlasmejoreshoraspara

trabajar…desdelamedianochehastaelalba.Entoncesseestáporlomenosbastantesegurodenosermolestado.

—Bueno…—dijoFridolinconunasonrisaleveyconscientedesuculpa.EldoctorAdlerapoyóunamanotranquilizadoraensubrazo,ylepreguntóluego,

conciertareserva:—Entonces…¿eraella?Fridolintitubeóunsegundo,yluegoasintióensilencio,sinconcienciaapenasde

queaquellaafirmaciónpodíasermentira.Porqueaunquelamujerqueestabaallíenla cámara de cadáveres fuese la misma que hacía veinticuatro horas había tenidodesnudaensusbrazosalossalvajesacordesdelpianodeNachtigall,aunqueaquellamuertafueraotra,unadesconocida,unamujertotalmenteextrañaconlaquenuncasehubiera encontrado, lo sabía: aunque estuviera con vida aún la mujer que habíabuscado,quehabíadeseado,quehabíaamadoquizáduranteunahoray,cualquieraque fuera su vida futura…; lo que quedaba allí atrás en la sala abovedada, alresplandordelasparpadeanteslucesdegas,sombraentreotrassombras,oscura,sinsecretoysinsentidocomoellas…,norepresentabaparaél,nopodíayarepresentarparaélmásqueelpálidocadáver,irrevocablementecondenadoaladescomposición,delanochepasada.

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VII

Seapresuróhaciacasa,atravésdelasoscurascallesdesiertasy,pocosminutosmástarde,despuésdehabersedesnudadoen suconsulta comoveinticuatrohoras antes,entró,tansilenciosamentecomopudo,enlaalcobaconyugal.

Escuchó la respiración regular y tranquila deAlbertineyvio el contornode sucabezadibujándosesobrelablandaalmohada.Unasensacióndeternura, inclusodeseguridad,lellenóelcorazón.Ysepropusocontarlepronto,talvezaldíasiguienteya,lahistoriadelanochepasada,perocomositodoloquehabíavividohubierasidounsueño…yluego,sólocuandoellahubierasentidoycomprendidotodalafutilidaddesusaventuras,leconfesaríaquehabíansidorealidad.¿Realidad?,sepreguntó…yen ese instante descubrió, muy próximo al rostro de Albertine, en el almohadóncercano,enelalmohadóndeél,algooscuro,delimitado,comolaslíneasensombradeunrostrohumano.Porunmomentoseleparalizóelcorazónyalsiguientesupoyade qué se trataba, alargó lamanohacia la almohada y cogió lamáscara que habíallevadolanocheanterioryque,mientrashacíaelpaqueteaquellamañana,debíadehabérsele caído sin que se diera cuenta, siendo encontrada por la sirvienta o porAlbertine misma. De manera que no podía dudar de que Albertine, tras aquelhallazgo, sospechaba muchas cosas y, probablemente, más y peores que las querealmentehabíansucedido.Contodo, laformadedárseloaentender,suocurrenciade poner aquella máscara oscura a su lado sobre la almohada para representar elrostrodesumarido,quese lehabíavueltoenigmático,aquelmodoburlescoycasitravieso que parecía expresar a un tiempo una suave advertencia y su buenadisposiciónparaperdonar,dioaFridolinlafirmeesperanzadequeella,recordandosin duda su propio sueño… se sentía inclinada, hubiera ocurrido lo que hubieraocurrido, a no tomárselodemasiado en serio.Fridolin, sin embargo, de repente sinfuerzas,dejócaerlamáscaraalsuelo,sollozófuerteydolorosamente,deunaformapara él mismo inesperada, se hincó junto al lecho y lloró silenciosamente, con elrostrohundidoenlosalmohadones.

Al cabo de unos segundos sintió unamano suave que le acariciaba el cabello.Entonceslevantólacabezay,desdeelfondodesualma,seleescapó:

—Telocontarétodo.Ellalevantóprimerolamano,comoconsuaverechazo;élselacogió,laretuvo

entre las suyas ymiró a Albertine de forma interrogante y, almismo tiempo, consúplica,ellaasintióyélcomenzósurelato.

ElamanecersefiltrabagrisporlascortinascuandoFridolinterminó.NiunasolavezlohabíainterrumpidoAlbertineconalgunapreguntacuriosaoimpaciente.Debíadedarse cuenta de que él noquería ni podía esconder nada.Permaneció tranquila,con los brazos cruzados bajo la nuca, y guardó silencio largo tiempo aún, cuando

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hacíamuchoqueFridolinhabíaacabado.Finalmenteél(estabaechadoasulado)seinclinó sobre ella y preguntó, dubitativo y esperanzado a la vez, a aquel rostroinmóvildegrandesojosclaros,enlosqueahoraparecíaamanecertambién:

—¿Quévamosahacer,Albertine?Ellasonrióy,trasunabrevevacilación,repuso:—DargraciasalDestino,creo,porhaber salido tanbien libradosde todasesas

aventuras…delasrealesydelassoñadas.—¿Estássegura?—lepreguntóél.—Tanseguraquesospechoquelarealidaddeunanoche,inclusoladetodauna

vidahumana,nosignificatambiénsuverdadmásprofunda.—Yqueningúnsueño—suspiróélsuavemente—estotalmenteunsueño.Ella cogió la cabezade él entre susmanosy la apoyó cariñosamente contra su

pecho.—Peroahoraestamosdespiertos—dijo—paramuchotiempo.Parasiempre,quisoañadirél,pero,antesdequepronunciaraesaspalabras,ellale

pusoundedosobreloslabiosy,comoparasusadentros,susurró:—Nosepuedeadivinarelfuturo.Permanecieronasíensilencio,dormitandolosdosunpocoypróximosentresí,

sinsoñar…hastaque,comotodaslasmañanas,llamaronasupuertaalassietey,conlosruidoshabitualesdelacalle,unrayodeluzvictoriosoatravésdelarendijadelacortinayunaclararisainfantilenlahabitacióndeallado,comenzóelnuevodía.

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ARTHURSCHNITZLER, (Viena,15demayode1862 - ibídem,21deoctubrede1931) fue un narrador y dramaturgo austríaco.Médico de profesión, en sus obrasmuestragraninterésporelerotismo,lamuerteylapsicología.FuemuyadmiradoporSigmund Freud, quien lo conoció personalmente y que veía en él una especie de"doble" literario. En su afán por profundizar en la complejidad psicológica de suspersonajes, fue uno de los primeros autores de lengua alemana en hacer uso de latécnicadelmonólogointerior,enobrascomoEltenienteGustl(1900)oLaseñoritaElse(1924).

Muchas de sus obras han sido adaptadas al cine y la televisión, entre otros, pordirectores tanconocidoscomoMaxOphüls (Liebelei,Laronde)oStanleyKubrick(EyesWideShut).

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Notas

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[1]Tribunalessecretos,surgidosenWestfaliaenlaEdadMediayqueseextendieronluegoportodaAlemania,subsistiendohastaelsigloXIX.(N.delT.)<<

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