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Reseña: Rural settlements and society in anglo-saxon England de Helena Hamerow

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«Destructa atque dessolata»

Arqueología de la producción en época medieval

Villa 4. Histoire et archéologie de l’occident musulman (VIIe-XVe siècle): al-Andalus, Maghreb, Sicile

Horrea, barns and silos. Storage ad incomes in early medieval Europe.

Interpreting the english village; landscape and community at Shapwick, Somerset

Rural Settlements and society in Anglo-Saxon England.

«Destructa atque dessolata»

Arqueología de la producción en época medieval

Villa 4. Histoire et archéologie de l’occident musulman (VIIe-XVe siècle): Al-Andalus, Maghreb, Sicile

Horrea, barns and silos. Storage ad incomes in early medieval Europe.

Interpreting the english village; landscape and community at Shapwick, Somerset

Rural settlements and society in anglo-saxon England.

RURAL SETTLEMENTS AND SOCIETY IN ANGLO–SAXON ENGLAND

CARLOS TEJERIZO*

HAMEROW, HELENA (2012). Rural Settlements and society in Anglo-Saxon England,

Oxford University Press: Oxford, Series «Medieval History and Archealogy»,

194 páginas, 52 ilustraciones, ISBN 978-0-19-920325-3

Diez años después de Early medieval settle-ments: The Archaeology of rural communities in North West Europe 400–900 (2002), quizá uno de los hitos historio-gráficos más significativos de la ar-queología de las comunidades rurales altomedieva-les a escala europea, su autora, Helena Hamerow, lo celebra publicando otra obra que está destinada a ser otra referencia dentro de la disciplina. Rural settle-ments and society in Anglo-Saxon England será muy posiblemente un libro de cabecera para todos/as aquellos/as especialistas en arqueología de la Alta Edad Media en los próximos años. El paralelismo con Early medieval settlements… no acaba en una

coincidencia simbólica de fechas; tanto el objetivo central del trabajo, el formato, el tamaño y la estructura de la obra son tremendamente similares, si bien la geografía, y, por lo tanto, la problemática histórica, varían significativamente. Lo que en uno fue un análisis global de la arqueología de las comunidades rurales en el norte de Europa, incluida Gran Bretaña, en el otro se focaliza sobre las islas británicas durante el período «anglo-sajón»1 con el objetivo declarado de «provide an introduction to the wealth of information yielded by rural settlements and to the enormous contribution that settlement archaeology makes to our undestanding of Anglo-Saxon society» (p. xi).

Y del mismo modo que Early medieval settlements… fue posible gracias a la evidencia empírica acumulada en países como Dinamarca, Noruega, Alemania o la propia Gran Bretaña, Rural settlements and society in Anglo-Saxon England supone un hito en un larguísimo camino de la arqueología altomedieval en Inglaterra, cuyos orígenes como disciplina pueden datarse sin problemas ya en el siglo XVIII, si no antes (ARNOLD, 2000 [3rd edition]). La intensificación de

* Universidad del País Vasco, Euskal Herriko Unibertsitatea, Geografia, Prehistoria y Arqueologia 1 Al igual que la autora, el uso del término «anglo–sajón» se usará como referencia cronológica, no étnica (p. 1)

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Debates de Arqueología Medieval, 4 (2014), pp. 219–226 Carlos Tejerizo: Reseña «Rural Settlements and society in Anglo-Saxon England» ISSN: 2174–8934

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las excavaciones sobre contextos altomedievales de los últimos veinte años, principalmente proveniente de la academia e impulsada, pero no fundamentada –como ocurre en la Península Ibérica–, en la Arqueología Comercial, ha generado la masa crítica necesaria como para hacer posible este análisis. Como la propia autora afirma: «for the first time, we have evidence of sufficient quantity and quality to begin to examine settlements as dynamic social arenas rather than passive agglomerations of archaeological “features”» (p. xi). En este sentido es impor-tante destacar que, como también ha defendido en repetidas ocasiones H. Hamerow, es gracias a la aplicación de una metodología de intervención en grandes superficies y el conocimiento en extenso de los yacimientos rurales que se ha posibilitado, en gran medida, esta compilación de datos de calidad (pp. 6-7).

Sería falso afirmar que se trata del primer trabajo de síntesis sobre arqueología anglo-sajona, cuya larga tradición ha permitido sistematizaciones periódicas como las de E. T. Leeds (LEEDS, 1913, 1936), P. Rahtz (RAHTZ, 1976), C. J. Arnold (ARNOLD, 2000 [3rd edition]), o la más reciente compilación para el Oxford handbook of Anglo Saxon Archaeology (HAMEROW, HINTON y CRAWFORD, 2011) por citar algunas de las más importantes, pero sí es la primera vez que el poblamiento rural anglo-sajón es analizado de forma autónoma desde una perspectiva global e integradora sobre una gran y diversificada masa de datos. Datos que incluyen no solo la arquitectura doméstica o el registro funerario sino también el registro bioarqueológico dentro de una narrativa coherente, personal y original de la autora, consagrada tras décadas de investigación. Esta visión sintetizadora de la arqueología rural altomedieval de un entorno geográfico singularmente coherente –como es el de Inglaterra–, es quizá la principal novedad aportada por el libro y que será un referente para otras tradiciones académicas, incluyendo sin duda la peninsular.

El libro se estructura en seis capítulos temáticos que analizan distintos ámbitos de la cultura material del mundo rural anglo-sajón, utilizando como base hasta 84 yacimientos data-dos entre el siglo V y el siglo X, lo que ofrece sin duda una fuerte fundamentación empírica, pero con ciertas reservas, como la misma autora expone en la introducción (pp. 1-9). Así, entre los contextos analizados se incluyen excavaciones tanto antiguas, como Sutton Courtenay (aldea excavada entre 1921 y 1937) o Yeavering (contexto excavado en los años 50), como algunas más recientes, como la de West Fen Road (aldea excavada entre 1999 y 2000). Problema que se relativiza si tenemos en cuenta la –envidiable– calidad de las excavaciones inglesas antiguas, tanto en lo metodológico como a nivel de publicación, pero que fueron realizadas en condiciones académicas radicalmente distintas y con otro tipo de problemáticas históricas en debate.

Por otra parte, se utiliza una masa de datos desigualmente conformada, ya que cuenta con excavaciones especialmente bien publicadas y estudiadas, como el interesantísimo contexto de Flixborough (con nada menos que tres volúmenes publicados) o la clásica aldea de Mucking, junto a otras que apenas son conocidas o lo son por fotografía aérea, como la de Chalton, lo que produce que gran parte de las exposiciones e interpretaciones se basen en la práctica en una quincena de yacimientos mejor conocidos (Yarnton, Flixborough, Mucking, West Fen Road, o Higham Ferrers, entre otros). Pero la limitación más importante es la que se refiere a la distribución geográfica de estos yacimientos, mucho más concentrados en la parte sureste de Inglaterra, especialmente en las regiones de Cambridgeshire y Oxfordshire, que en el resto del Estado, especialmente las regiones septentrionales y occidentales. Esta desigual distribución de los yacimientos en los que se basa el trabajo tiene razones fundamentalmente académicas

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–se excava allí donde los equipos de investigación son más potentes– y genera a lo largo del trabajo de análisis una potencial distorsión que es, sin embargo, valorada justamente por la autora (p. 2).

Junto a la crítica de la base empírica utilizada, una breve historiografía y un comentario sobre las escasas fuentes escritas del momento, la introducción se cierra con un punto de partida histórico–arqueológico del período de transición entre el mundo romano y el anglo-sajón. Un tema extremadamente controvertido dentro de la historiografía inglesa, como se comentará posteriormente, que queda un tanto desdibujado en las escasas seis páginas dedicadas a este apartado, si bien se apuntan algunas cuestiones que son, cuando menos, interesantes. Por ejemplo, el análisis realizado en torno a la continuidad o ruptura entre el mundo romano y el anglo-sajón. A este respecto, uno de los anclajes cronológicos más fuertemente arraigados en la historiografía inglesa es el del año 410, momento en el que se produciría un período de «catástrofe» y en el mundo romano se desintegraría en la práctica, con una tremenda crisis demográfica, a tenor de las lecturas de algunos autores (para un resumen de esta cuestión, HALSALL, 2013). Sin embargo, como apunta Hamerow, la realidad dista de ser tan tajante y en los últimos años la publicación, con su problemática particular, de varias dataciones radiocarbónicas de contextos supuestamente romanos está llevando las cronologías de algunos de estos yacimientos hasta el siglo VI, como ocurre en el yacimiento de Wasperton u Orton Hall Farm, mostrando rasgos de transición más que de crisis y de continuidad más que de ruptura. Como afirma Hamerow, «It may be that if radiocarbon dating were to be used more widely in late Romano–British cemeteries… more evidence of continuity would be found» (p. 11).

El núcleo central del trabajo corresponde a los capítulos 2, 3 y 4, que tratan de la arquitectura doméstica, la organización de los asentamientos y los espacios ritualizados del mundo rural anglo-sajón respectivamente. La estructura de desarrollo de estos capítulos es fundamentalmente cronológica y diacrónica. Así, la mayoría de las cuestiones tratadas en estos capítulos se analizan en función de su evolución por los tres períodos clásicos de la historiografía inglesa, esto es: «Early Anglo-Saxon period» (ss. V-mediados del siglo VII), «Mid Saxon period» (mediados del siglo VII-mediados del siglo IX) y «Late Saxon period» (siglos IX-XI).

El capítulo dedicado a la arquitectura doméstica es fundamentalmente una síntesis analítica de la evidencia empírica organizada en función de las principales tipologías domésticas documentadas (timber buildings, halls, Grubenhäuser…). Cuestión extremadamente compleja si se tiene en cuenta la gran cantidad de estudios al respecto en Inglaterra (un resumen en HAMEROW, 2011) y bien resuelta por la autora, que ofrece al lector una panorámica general, aunque ocasionalmente densa y descriptiva, sobre esta cuestión. Cabe reseñar, en mi opinión, dos aspectos de este análisis. Por un lado, la importancia otorgada por la autora no solo a los aspectos puramente funcionales de la arquitectura doméstica, sino también simbólicos y políticos relacionados con la estructuración de las comunidades rurales altomedievales. Así, y desde una perspectiva antropológica y social, Hamerow incide en la importancia que debieron de jugar factores como los ciclos generacionales o la estabilidad espacial de las unidades domésticas (pp 33 y ss.).

Por otro lado, destaca el análisis diacrónico realizado, que pone en evidencia los sutiles pero fundamentales cambios operados en la arquitectura doméstica a nivel de técnicas, morfotipologías constructivas o variedad regional. Así, Hamerow apunta cómo a partir del siglo

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VII se documentan edificios de gran envergadura así como, por el contrario, edificios especial-mente pequeños, denotando con ello una cierta especialización funcional y un cambio en las técnicas constructivas (p. 23). Igualmente, la evidencia empírica parece señalar que, a medida que se avanza en el período, las variedades regionales de la arquitectura doméstica se van acu-sando frente a una significativa uniformidad regional previa; «yet it is precisely the geographical uniformity of building traditions across much of England during the fifth to seventh centuries that is so remarkable… By the later saxon period however, just as buildings layouts and cons-tructional methods diversified, regional variation became more marked» (p. 31).

El capítulo dedicado a las formas de asentamiento y estructuras comunitarias (settlement forms and community structures) es quizá el más logrado y estimulante dentro del trabajo. En él se recogen en gran parte los análisis realizados en Early medieval settlements… (capítulo 3) y otros trabajos de la autora, pero aplicados a la realidad anglo-sajona, lo que requiere de algunas particularizaciones con respecto a aquel, como por ejemplo la tipología de asentamientos. Los contextos rurales del norte de Europa permitieron a la autora generar una tipología en torno a cinco categorías: row settlements, grouped settlements, polyfocal settlements, perpendicular settlements y single farmsteads, lo que en el contexto anglo-sajón se reducen, sobre todo a partir del siglo VI, a rectilinear, enclosed y settlements without enclosures, evidentemente, con diversas particularizaciones (pp. 72 y ss.).

El papel jugado por la aparición de una organización espacial estabilizada y materializada por los sistemas de cercado tanto de las aldeas como de las unidades domésticas es central en el modelo diseñado por H. Hamerow para analizar la evolución del poblamiento rural a lo largo del período. Previamente, el poblamiento en los siglos V y VI se caracterizaría sobre todo por tender «to be fairly dispersed and to lack obvious edges, boundaries, or signs of planning» (p. 70); lo que en otros trabajos ha denominado el «shifting model» (que podríamos traducirlo como el modelo del desplazamiento) (HAMEROW, 1991), basado en los estudios llevados a cabo en el yacimiento de Mucking y basado en la movilidad de las unidades domésticas dentro de un espacio determinado a lo largo de ciclos fundamentalmente generacionales. Este modelo, sin embargo, ha recibido algunas críticas a partir del estudio de otros contextos contemporáneos. Como la misma autora señala, los estudios sobre el yacimiento de West Herleston han permitido proponer un modelo alternativo. En este contexto, el poblamiento queda fundamentalmente fijado en un espacio de 500 m2 desde el siglo V hasta el siglo IX, lo que llega a sus excavadores a proponer un modelo de «proto-ciudad» (proto-type town), mucho más estable y fijo en el espacio. La investigadora, sin embargo, y sin negar la posibilidad de otras alternativas al «shifting model», defiende la validez de este modelo para explicar la conformación de la mayoría de los contextos rurales de los siglos V y VI (pp. 69-70).

Este tipo de poblamiento parece transformarse radicalmente a partir del siglo VII y, especialmente, del siglo VIII, momento en el que se desarrollan patrones de jerarquización, racionalización y organización espacial del poblamiento rural, lo que supone un «punto de inflexión» (watershed) a nivel social, político y económico que ha sido denominado por la autora en otras ocasiones como el «Middle Saxon shift» (HAMEROW, 1991). Cambio que se materializa mediante la aparición de cercados, normalmente en la forma de zanjas que rodean los poblados o las unidades domésticas. La autora relaciona este cercamiento con razones de orden económico en relación con la intensificación de las prácticas de estabulación ganadera (pp. 89 y ss.). Así, la aparición de estos cercados se relacionaría con la necesidad de mejorar el control del ganado, consecuencia a su vez de la reducción del pasto accesible y con la extensión

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e intensificación del cultivo agrícola. Una razón económica que tendría sus profundas consecuencias sociales y políticas, dado que implicaría de alguna manera el aumento del control sobre la propiedad de las unidades domésticas y las comunidades rurales así como el aumento de la jerarquización social y las imposiciones señoriales (pp. 91 y 109). Es también en este momento cuando se detectan otros dos procesos en el registro arqueológico destacados por la investigadora: la aparición de zonas de especialización funcional (o service features), ausentes en los registros de los siglos anteriores (p. 98) así como la aparición de contextos señoriales (high status contexts), como el de Flixborough, interpretado como un lugar señorial asociado a un posible monasterio datado en los siglos VIII y IX d.C (pp. 99 y ss.).

Si bien este modelo es, sin duda, tremendamente sugerente a la hora de plantear la problemática de los cambios en el mundo rural en el período comprendido entre el siglo VI y VIII, no está exento de problemas, de los cuales uno especialmente importante es el cronológico, así como el regional. El elemento principal que ha permitido datar estos procesos ha sido la aparición de una producción cerámica muy concreta; la denominada Ipswich ware. Esta producción es la primera desde el fin de la administración romana que tiene una distri-bución extralocal a partir de la localidad de Ipswich (de ahí la denominación) y una cadena tecnológica operativa que utiliza las rotaciones en su fabricación. La aparición de esta cerámica asociada al momento de construcción de los cercados ha permitido datar este proceso; sin embargo, en un reciente estudio monográfico, se ha revisado de forma sistemática la datación de esta cerámica, que se produciría, según los autores, fundamentalmente entre el 720–850 d.C (BLINKHORN, 2012), lo que retrasaría en cierta medida las fechas propuestas por la autora. Por otro lado, y a pesar de que el trabajo se centra fundamentalmente en el ámbito anglo-sajón, hubiera sido especialmente interesante la incorporación de comparativas con otros espacios; en concreto, el tema de los cercados de los asentamientos rurales ha sido especialmente tratado en Francia (CATTEDDU, 2012) y su discusión hubiera ampliado en gran medida los análisis llevados a cabo en Rural settlements and society in Anglo-Saxon England.

El capítulo dedicado a la ritualización de la vida doméstica se vertebra en torno a tres ejes principales: un estudio de los cambios producidos en las zonas de enterramiento a lo largo del período anglo-sajón; el énfasis en la vinculación ancestral de los espacios de ritualización; y un análisis de dos tipos de ritualización especial: los llamados «deviant burials» y lo que la investigadora denomina «placed deposits». Para la Hamerow, el cambio fundamental operado en la estructuración de las zonas de enterramiento de las comunidades locales rurales en el período anglo-sajón es el paso de cementerios de tipo comunitario, vinculados de forma directa, pero separados espacialmente, a las zonas de habitación, hacia un cementerio incluido dentro de los propios poblados y asociado a las distintas unidades domésticas. Como ella misma afirma, «It is clear that settlement and burial space began to become more integrated, even to merge, from around mid seventh century onward… This indicates that the relationship between the communities of the living and the dead was changing well before» (p. 123). Un cambio que se relacionaría con los profundos cambios sociales operados en el interior de las comunidades rurales (y que, como se ha señalado, se materializaría en la parcelación del espacio) y que requeriría de una ritualización más directa de los espacios funerarios con respecto a las unidades domésticas, como forma de reclamar unos derechos sobre recursos limitados en un momento de expansión e intensificación agraria (p. 128).

En este campo social de reclamación de los derechos sobre la propiedad, la vinculación con los ancestros jugarían un papel fundamental, en opinión de la autora (p. 142). Esto se

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mostraría arqueológicamente mediante la asociación espacial entre las zonas habitacionales y las zonas funerarias anglo-sajonas y otros monumentos funerarios precedentes en el tiempo. Esta cuestión, sin embargo, ha sido ligeramente tratada, como la misma autora señala y «It is not, of course, always posible to establish with certainty whether earlier monuments were still visible in the Anglo-Saxon period and some apparent associations appear likely, on closer inspection, to have been merely coincidental» (p. 143). Esto no evita que dicha relación se muestre en numerosos casos, proponiéndose una visión antropológica y simbólica de las comunidades rurales anglo-sajonas en contraposición de una visión «miserabilista» y puramente funcionalista y economicista que ha sido hegemónica hasta muy recientemente. Una visión agradecida pero que requiere todavía de una evidencia empírica y analítica mucho mayor para poder construir relatos coherentes y sólidos al respecto.

En este intento de promover una visión antropológica de las comunidades rurales anglo-sajonas, Hamerow analiza dos tipos de enterramientos «especiales» que mostrarían la complejidad simbólica de dichas comunidades. Por un lado, los «deviant burials» (que podemos traducir como «enterramientos anormales o heterodoxos»), ya analizados en extenso por A. Reynolds (REYNOLDS, 2009) y que podrían ser en su mayoría evidencias de ejecuciones judiciales (p. 129). Por otro, los que ella mismo denominó como «special deposits» (HAMEROW, 2006) y que aquí denomina «placed deposits» (pp. 130 y ss.). Estos depósitos se mostrarían en la forma de objetos o restos arqueológicos «extraños» (conjuntos grandes de pesas de telar, animales o partes concretas de los mismos…) que serían colocados voluntaria e intencionalmente en las estructuras amortizadas para ritualizar dicha amortización así como la vida doméstica. Este tipo de contextos ya han sido objeto de una profunda crítica (MORRIS y JERVIS, 2011) que la autora no llega a enfrentar de forma directa en el presente texto, si bien asume indirectamente parte de sus afirmaciones (p. 131).

Un tema que ha sido especialmente dejado de lado y que tendría plena cabida en este capítulo es la cuestión de la etnicidad. Cuestión que está siendo objeto de un amplio debate a escala europea y que en Inglaterra, si bien desarrollado bajo otros parámetros, está plenamente vigente (CURTA, 2007; HALSALL, 2011; HÄRKE, 2007). Un tema en extremo candente como es el de las inmigraciones bárbaras y el papel que jugaron en la desarticulación del entramado imperial romano apenas es abordado a lo largo del libro. Así, la autora únicamente reflexiona en un breve párrafo en la introducción sobre la cuestión optando por una posición de consenso entre las diversas opiniones dentro de la academia británica: «But it is posible both to accept that the number of immigrants was, overall, relatively small and to recognize that there were dramatic discontinuities in material culture, the economy, and social relations» (p. 16)… sin retomar la cuestión más tarde. Sin embargo, en otros apartados se deja entrever la opinión de la autora sobre este tema en particular, apostando por una visión más tradicional de separación neta entre inmigrantes y nativos, que generarían culturas materiales diferenciadas. Concre-tamente hace referencia a que, si bien los asentamientos y los cementerios parecen señalar únicamente a una parte de la población (anglo-sajona), el registro bioarqueológico y el estudio de los espacios productivos podrían hablarnos de la otra parte, hasta ahora desconocida, pero sin valorar la complejidad de estas afirmaciones: «archaeology has revealed the settlements and cemeteries of only one segment of the population of post-Roman Britain, namely immigrants, their descendants, and those indigenous inhabitants who most readily embraced the new cultura that these immigrants introduced. The material culture and practices asso-ciated with this group is thys largely to do with issues of power and identity. The evidence for

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land use, in contrast, reflects decisions made by farming communities as they responded to local demographic and environmental conditions as well as tenurial arrangements» (p. 147). Las particulares características de Inglaterra y la avanzada masa crítica disponible (por ejemplo, en cuanto a análisis de isótopos estables se refiere) hubieran permitido una mayor crítica de este aspecto, que es clave para la comprensión de las identidades sociales de las comunidades rurales altomedievales.

Los últimos dos capítulos del libro se dedican a los sistemas agrícolas y a la producción y los intercambios en las comunidades rurales respectivamente. Dos capítulos de una excesiva brevedad en los que se delinean algunas de las principales aportaciones provenientes del registro bioarqueológico, mayormente faunístico y polínico. Si bien estas aportaciones están bien resumidas y se da una imagen clara del estado de la cuestión, el análisis es excesi-vamente superficial y, sin duda, podría haber dado mucho más de sí. La idea principal, deli-neada por Hamerow, es que, frente a una visión rupturista y primitivista del mundo anglo-sajón con respecto al pasado romano, todos los marcadores bioarqueológicos parecen señalar una continuidad y una reorganización de la producción entre un período y otro: «indeed, the farming practices of early Anglo-Saxon communities probably differed little from those of Romano–British small farms» (p. 145).

En conjunto, Rural settlements and society in Anglo-Saxon England es un ambicioso, pero necesario, intento de sistematización de la evidencia empírica sobre las comunidades rurales anglo-sajonas de la mano de una de sus mejores conocedoras, que supone afirmar que se trata, como se señalaba al principio, de un referente dentro de la historiografía de la arqueología de la alta edad media. La sistematización de la gran cantidad de datos disponibles permite al lector una magnífica entrada al mundo material de la época, evidenciando su potencialidad, sus limitaciones y su problemática. Sin embargo, lo que podría haber sido una narración cerrada sobre las comunidades rurales altomedievales anglo-sajonas se desdibuja en cierta medida por dos razones principales. En primer lugar, la propia estructura del libro; la parcelación en el análisis de la cultura material de estos contextos por temáticas fragmenta en cierta medida lo que debería ser un cuadro coherente de estas comunidades. En segundo lugar, y profundizando en esta primera idea, la ausencia de un capítulo de conclusiones en el que podría haberse sinte-tizado ese cuadro. Una síntesis coherente de los datos desarrollados a lo largo del libro hubiera sido sin un óptimo final para un trabajo que es, sin lugar a dudas, de por sí brillante.

Trabajo que debe ser considerado como totalmente necesario dentro del panorama europeo y que será vanguardia con respecto a otras tradiciones, especialmente la peninsular. En comparación con la tradición anglo-sajona, la arqueología de la alta edad media en la Península Ibérica todavía está muy lejos de lograr el grado de desarrollo que permita una síntesis de estas características en la escala geográfica en la que está planteada. Dejando de lado la casuística concreta sobre la problemática de la arqueología altomedieval en la Península Ibérica, aún se está muy lejos de lograr una masa crítica de datos como la disponible para el mundo rural anglo-sajón, si bien los esfuerzos y tendencias actuales van por buen camino (KIRCHNER, 2010; QUIRÓS CASTILLO, 2012). Es por ello que, Rural settlements and society in Anglo-Saxon En-gland, no es solo un libro muy útil a nivel nacional dentro de la academia británica, sino que debe servir a otras tradiciones como un necesario punto de anclaje comparativo desde el que desarrollar los análisis locales y regionales. Esperemos que, Rural settlements and society in Anglo-Saxon England, sea la primera de una larga lista de síntesis que nos ayuden a avanzar en el conocimiento sobre las «perdidas» comunidades rurales altomedievales: «yet, as this volu-

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men has tried to show, settlement archaeology offers a unique window onto the lives of the rural communities of Anglo-Saxon England. There is every reason to hope that, as the settle-ment record grows in variety and richness, it will offer new perspectives on, and new under-standings of, these lost communities» (p. 168).

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