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|Bernardos Sanz, Jose U.; Hernández, Mauro y Santamaría Lancho, Miguel. GRADO HISTORIA ECONÓMICA. TEMA 9. LA ECONOMÍA MUNDIAL EN EL PERÍODO ENTREGUERRAS (1914-1945)

Tema 9 Historia Económica

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|Bernardos Sanz, Jose U.; Hernández, Mauro y Santamaría Lancho, Miguel.  

GRADO  

HISTORIA ECONÓMICA.

TEMA 9. LA ECONOMÍA MUNDIAL EN EL PERÍODO ENTREGUERRAS (1914-1945)

   

J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría

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Índice Tema 9. La economía mundial en el período entreguerras (1914-1945)

Resultados de aprendizaje Preguntas iniciales Contenidos del tema

9.1. Introducción: el mundo entre guerras. 9.2. La Primera Guerra Mundial (1914-1918).

9. 2.1 Causas económicas y políticas. 9. 2.2 La Gran Guerra 9.2.3 Efectos de la guerra en la economía mundial 9.2.4 La revolución soviética en Rusia

9.3. Las consecuencias económicas de la paz (1919-1923). Inestabilidad y nuevos problemas.

9.4. La recuperación de la economía mundial (1924-1929) 9.5. Crisis y depresión (1929-1933) 9.6. Los intentos de recuperación (1933-1939) 9.7. El ascenso de Stalin en la URSS. Fin de la NEP y comienzo de la

planificación. 9.8. De nuevo la guerra (1939-1945). 9.9. La evolución de la economía española (1914-1945)

9.9.1 De la guerra mundial a la guerra civil (1914-1936) 9.9.2 La guerra civil y la posguerra (1936-1945)

.

Resumen Conceptos básicos Referencias

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Tema 9. La economía mundial en el periodo de entreguerras (1914-1945)

1. Resultados de aprendizaje

El estudio de este tema noveno le permitirá:

1. Identificar los grandes cataclismos de la economía mundial en el periodo de entreguerras (1914-1945).

2. Debatir las causas económicas de los enfrentamientos entre Alemania y los demás países europeos en las décadas previas a la Primera Guerra Mundial.

3. Analizar el significado económico de la Primera Guerra Mundial para los países beligerantes y el resto de economías del mundo.

4. Situar en el fin de la Primera Guerra Mundial el comienzo de la primacía de EE.UU. en la economía mundial.

5. Caracterizar el comunismo como sistema económico implantado en Rusia soviética tras la revolución de 1917 y explicar sus diferencias con respecto al capitalismo.

6. Identificar las fases principales de las políticas soviéticas –comunismo de guerra, nueva política económica (NEP) y planificación-- y sus diferentes resultados en la agricultura y la industria.

7. Explicar los desequilibrios en la economía real y en el sector financiero que llevaron a la depresión de la década de 1930.

8. Diferenciar los conceptos de crisis, crac de 1929 y depresión de los años 30.

9. Explicar el auge de la intervención económica del Estado tras la Primera Guerra Mundial y la depresión de los años 1930.

10. Formarse una visión de conjunto de las distintas medidas adoptadas frente a la depresión en EE.UU., Francia, Inglaterra, Alemania y otros países.

11. Analizar los factores que condujeron a la segunda guerra mundial. 12. Insertar la evolución de la economía española en las principales

corrientes de la economía mundial del periodo.

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2. Índice

9.1. Introducción: el mundo entre guerras. 9.2. La Primera Guerra Mundial (1914-1918).

9. 2.1 Causas económicas y políticas. 9. 2.2 La Gran Guerra 9.2.3 Efectos de la guerra en la economía mundial 9.2.4 La revolución soviética en Rusia

9.3. Las consecuencias económicas de la paz (1919-1923). Inestabilidad y nuevos problemas.

9.4. La recuperación de la economía mundial (1924-1929) 9.5. Crisis y depresión (1929-1933) 9.6. Los intentos de recuperación (1933-1939) 9.7. El ascenso de Stalin en la URSS. Fin de la NEP y comienzo de la

planificación. 9.8. De nuevo la guerra (1939-1945). 9.9. La evolución de la economía española (1914-1945)

9.9.1 De la guerra mundial a la guerra civil (1914-1936) 9.9.2 La guerra civil y la posguerra (1936-1945)

3. Algunas preguntas iniciales

• ¿Se ha planteado alguna vez que un ruso, alemán o inglés que nació en 1900 tuvo que asistir al menos a dos guerras destructivas en el curso de su vida?

• ¿Sabía que algunos territorios europeos, durante estos treinta años, han formado parte de tres Estados diferentes?

• ¿Cómo afectaron las dos guerras mundiales a la economía? • ¿Conoce alguna crisis anterior a ésta que vivimos donde haya habido

tanto desempleo y una caída de la actividad mucho mayor en los países industrializados?

• ¿Por qué se ensayaron tantas soluciones distintas para la crisis de los años 30? ¿Funcionó alguna?

• ¿Qué relación tiene el gasto militar con la recuperación económica de la década de 1930?

• ¿Cómo marcó al mundo la revolución soviética de 1917 en Rusia? • ¿Cómo un Estado puede funcionar con una economía totalmente

planificada y al margen del mercado?

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4. Contenidos del tema

9.1 . El mundo entre guerras.

En 1913 Europa, con poco más del 25% de la población mundial contaba con el 46% del PIB, y su participación en las exportaciones totales superaba el 60%. A través de sus imperios coloniales, Europa controlaba una extensión que se extendía a aproximadamente un 85% de la superficie terrestre. El progreso industrial y el librecambismo, encabezados por Gran Bretaña, dominaban las relaciones económicas internacionales. Sin embargo, los treinta años que median entre 1914 y 1945 son uno de los periodos más convulsos de la historia, atravesado por dos guerras mundiales, una devastadora crisis económica internacional y un brutal experimento de transformación social, la revolución rusa. El sistema capitalista, que había llegado a 1913 con los parabienes de un desarrollo científico nunca alcanzado y la mejora de los niveles de vida de amplios sectores de población, no pudo impedir las oleadas de destrucción que causaron en el corazón de Europa dos terribles conflictos. Al mismo tiempo este periodo significó la consolidación de los Estados Unidos como primera potencia económica y militar del mundo.

En 1950, Europa con la URSS no alcanzaba el 40% del PIB y la economía mundial se encontraba sometida a las condiciones de un mundo bipolar regido por dos lógicas opuestas: la de los países de la órbita capitalista, encabezados por los Estados Unidos, y la órbita socialista liderada por la Unión Soviética. La sociología occidental consagró durante el siglo XIX el papel civilizador de Europa, un modelo a imitar por el resto de civilizaciones gracias a sus logros económicos, tecnológicos y avances sociales. Una idea que justificaba, según sus defensores, el imperialismo europeo. Sin embargo, el periodo que media entre 1914 y 1945, con su retahíla de sangrientos regímenes totalitarios, mostró al mundo la cara oscura de Europa como “continente civilizador”. A partir de 1945 se abriría un nuevo periodo, cimentado en gran medida sobre las secuelas de esta convulsa etapa.

En sentido estricto, el período de entreguerras se limita a los años de relativa paz entre 1918 y 1939. Resulta sin embargo conveniente detenerse a examinar cómo afecta la guerra –y más estas guerras totales del siglo XX– a las economías de los contendientes, y hasta de los neutrales.

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9.2. La Primera Guerra Mundial 9.2.1 Causas económicas y políticas

A comienzos del siglo XX el crecimiento económico mundial había alcanzado un grado sin precedentes. La economía mundial experimentaba un proceso de integración galopante, aunque había diversos elementos de tensión entre los países más desarrollados. Uno de ellos derivaba del movimiento cíclico del sistema capitalista. La gran ola de inversiones europeas en territorios extraeuropeos había multiplicado la producción agrícola y ganadera, así como la minería y otras actividades. Las mejoras en los transportes trajeron una caída de los fletes que permitía inundar Europa con materias primas y alimentos baratos, pero al hacerlo agudizaba la tendencia depresiva de los precios (y de los beneficios empresariales). Gran Bretaña había optado por una política librecambista, apoyada en el sector exterior, desmantelando su agricultura; la importación de alimentos baratos le daba de ese modo la posibilidad de mantener salarios bajos y, por tanto, altos beneficios a los empresarios industriales. Ello había supuesto, también, eliminar la influencia política de propietarios y campesinos. No era el caso, en cambio, de los países de Europa continental, como Francia y Alemania, con un extenso sector agrario, que se veía golpeado por el impacto de los bajos precios internacionales de cereales y productos ganaderos. Alemania en 1910 contaba con un 35% de su mano de obra ocupada en la agricultura, más de 10 millones de personas. En Francia, la población activa agraria en 1906 representaba el 42% del total. Los agricultores eran fervientes partidarios de medidas proteccionistas para sus productos, y propiciaban políticas nacionalistas con gran influencia en sus parlamentos.

El temor británico se centraba en la competencia industrial y comercial de Alemania. En las décadas finales del siglo XIX, Gran Bretaña se había visto superada por el ritmo de crecimiento industrial alemán y norteamericano. La rapidez del crecimiento alemán y su estrategia en los mercados exteriores (el dumping internacional practicado por los cárteles) habían generado una fuerte rivalidad. Los productos industriales alemanes eran muy apreciados incluso en Gran Bretaña. En 1887 intentando aplicar medidas proteccionistas, los políticos británicos exigieron el etiquetado de la procedencia, Made in …., con intención de proteger a la industria nacional, aunque al parecer el efecto fue contraproducente, ya que los consumidores preferían aquellos con la etiqueta Made in Germany. La marina mercante alemana había crecido rápidamente, compitiendo en el transporte con los británicos, que la consideraban como un puntal estratégico de su primacía económica. Según Foreman Peck, el efecto de la “invasión comercial” alemana fomentó un miedo xenófobo totalmente desproporcionado. Fruto de este ambiente se impulsó desde el gobierno británico una carrera de construcción naval a comienzos del siglo XX, alentada también en Alemania por el almirante Von Tirpiz.

Aunque la superioridad británica de la inversión exterior era incontestable, las inversiones alemanas habían aumentado espectacularmente y desde Europa suroriental se dirigían al Este. El tendido del ferrocarril que por el imperio otomano terminaba en Bagdad fue concedido a empresas alemanas, suscitando los recelos británicos en una zona que tenía importancia, no sólo por la cercanía a las rutas estratégicas a la India, sino por los ya apreciados

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recursos petrolíferos que atesoraba, ya que el petróleo comenzaba a ser considerado como el producto energético del futuro.

El desarrollo de la política colonial tampoco había aproximado a británicos y alemanes. Era un elemento más del fortalecimiento de las políticas nacionalistas. Alemania había salido tarde en la carrera colonial, aunque había logrado algunos territorios en el reparto sancionado por la conferencia de Berlín (1884-85). Sin embargo, los intentos por tener influencia en el norte de África terminaron con la hostilidad francesa y el aislamiento alemán en la Conferencia de Algeciras (1906), situación que se agravó con el episodio del cañonero Panther en 1911, atracado en Tánger, que de nuevo agudizaba las tensiones franco-alemanas en Marruecos y empeoraba la relación con los británicos. Francia se encontraba muy vinculada a Rusia, con fuertes intereses económicos derivados de las inversiones de empresas rusas en minería, el ferrocarril y deuda pública. Además, desde 1870, con la pérdida de Alsacia y Lorena, los ánimos nacionalistas franceses eran abiertamente antialemanes y su influencia pesaba en las decisiones económicas, como por ejemplo la supresión de inversiones francesas en suelo alemán.

El conflicto de los Balcanes (1906-1913), donde se enfrentaban directamente los intereses de Rusia, Austria-Hungría y Turquía, con sus secuelas de problemas nacionales e identitarios, radicalizó el sistema de alianzas. A partir de este momento las potencias europeas aumentaron el ritmo en la carrera de armamentos . Se calcula que entre 1908 y 1913 el gasto militar de las potencias europeas se incrementó un 50% (gráfico 9.1).

Gráfico 9.1 Evolución del gasto militar de las potencias (1870-1912)

Fuente: J. Eloranta (2007: 261)

Un acontecimiento, precisamente en los Balcanes, el asesinato en julio de 1914 del heredero del imperio austrohúngaro en Sarajevo por un nacionalista (o patriota según otras versiones) serbio, fue lo que desencadenó las hostilidades. A pesar de sus objetivos internacionalistas, los partidos y

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sindicatos socialistas de trabajadores no evitaron la ola nacionalista que atravesó los distintos países beligerantes, impidiendo una reacción antibelicista significativa, que se redujo a escasos sectores de la izquierda. La guerra se prolongó durante cuatro años y se extendió más allá de Europa. Los Estados Unidos se pusieron de parte de los aliados en 1917 y Japón también aprovechó las expectativas de derrota alemana, para anexionarse sus territorios coloniales en el Pacífico y aumentar su influencia en la zona.

9.2.2 La Gran Guerra (1914-1918) La denominada Primera Guerra Mundial fue una guerra de nuevo tipo. En

buena medida es una aplicación de la maquinaria industrial con fines de destrucción. El desarrollo científico y tecnológico aporta nuevos materiales, equipos y armas. También se hacen notar en el desarrollo de nuevos sistemas de transporte (vehículos, ferrocarriles, submarinos, aviones) y explosivos más potentes. Científicos como el alemán Haber, padre de la síntesis del amoniaco, un producto esencial para el desarrollo de los fertilizantes nitrogenados, participó en el desarrollo de los gases letales utilizados en la contienda, como el gas mostaza. La guerra afectó directamente a la economía a través del bloqueo comercial y el desvío de recursos para la producción bélica. Los Estados movilizaron, aparte de un gran contingente de tropas, enormes recursos para fabricar armamento y obtener suministros para los movilizados. Se activaron compras de materiales esenciales en el exterior, lo que contribuyó a aumentar el déficit y el endeudamiento. La guerra –por primera vez motorizada, incluso en el aire– realzó el valor del petróleo como recurso estratégico. También afectó al empleo y la fuerza laboral, ya que al ser movilizados los varones obligó a la incorporación de mujeres a la producción. El gasto se orientó al esfuerzo bélico, resintiéndose los niveles de vida de la población. La guerra llevó a los países inmersos en la contienda a graves situaciones de escasez y penuria, que estallaron en sublevaciones, como sucedió en Rusia con la revolución bolchevique. En los últimos compases del conflicto, las sublevaciones de las tropas hastiadas de la carnicería fueron frecuentes. Fue una guerra en la que, aunque se desarrolló también en escenarios extraeuropeos, como el de Oriente Medio, el grueso de la contienda asoló el continente europeo.

9.2.3 Efectos de la guerra en la economía mundial

El desencadenamiento del conflicto alteró de modo drástico la economía mundial. El espacio económico más avanzado, con la excepción de EE.UU., quedó bajo los efectos de un largo episodio que acabó con millones de vidas humanas, destruyó una tremenda cantidad de capital físico en construcciones e instalaciones industriales, desvió la mano de obra de los países beligerantes hacia la guerra y hundió el nivel de vida de las sociedades implicadas. Los efectos demográficos indirectos del conflicto en forma de privaciones y miseria se hicieron notar en la gravedad de episodios como la gripe española del invierno de 1918-19, que tuvo una extensión planetaria y se cobró la vida de 50-100 millones de personas en todo el mundo. Conflictos todavía latentes como la guerra civil en Rusia, que no acabó hasta 1921, asociada a hambrunas

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terribles, incrementaron la mortalidad durante este periodo. Entre víctimas directas e indirectas, así como personas no nacidas, se calcula en unos 65 millones las pérdidas demográficas del periodo 1914-21 en Europa debidas al conflicto bélico y sus secuelas.

Tabla 9.1. Costes humanos y financieros de la Primera Guerra Mundial Moviliza-

dos millones

Muertos Heridos Total de bajas*

% de bajas sobre movilizados

Coste finan-ciero **

Aliados 42,2 5,2 12,8 22,1 52,3 57,7 Rusia 12,0 1,7 5,0 9,2 76,3 5,4 Francia 8,4 1,4 4,3 6,2 76,3 9,3 Imperio Británico 8,9 0,9 2,1 3,2 35,8 23,0 Italia 5,6 0,7 0,9 2,2 39,1 3,2 Estados Unidos 4,4 0,1 0,2 0,4 8,2 17,1 Japón 0,8 0,0 0,0 0,0 0,2 --

Imperios Centrales 22,9 3,4 8,4 15,4 67,4 24,7 Alemania 11,0 1,8 4,2 7,1 64,9 19,9 Austria-Hungría 7,8 1,2 3,6 7,0 90,0 4,7 Turquía 2,9 0,3 0,4 1,0 34,2 0,6 Bulgaria 1,2 0,1 0,2 0,3 22,2 0,4

Total de los dos bandos 65,0 8,5 21,2 37,5 57,6

* Se incluyen los prisioneros desaparecidos **Miles de millones de dólares a precios de 1913 Fuente: Citadas en J.C.Ocaña Las estructuras productivas se emplearon en sostener el esfuerzo bélico, lo que redibujó el mapa productivo a nivel mundial. En ocasiones, se vuelven a producir materias de que escaseaban en los mercados o se habían encarecido mucho. Inglaterra, muy dependiente de la importación de alimentos, vio reducir progresivamente durante la guerra las entradas de productos, mientras que incentivó paralelamente la producción agraria. En cambio, en Europa continental la producción tanto agraria como industrial se contrajo sustancialmente. Ello benefició a los países no beligerantes en Europa, como España, y en otros continentes, cuyas exportaciones aumentaron en volumen y más aún en valor, dadas las subidas de precios. Eso fomentó su desarrollo industrial, tanto para hacer frente a la demanda de su mercado interior, privado de los proveedores tradicionales, como para vender a los clientes en guerra. Estados Unidos, que hasta su entrada en la guerra actuó como importante proveedor de productos y capitales a los aliados, fue el mayor beneficiado, acumulando grandes reservas de oro. Se convirtió así en la primera potencia económica desplazando a Gran Bretaña.

El gasto público, que ya se había elevado en los años previos con motivo de la carrera de armamentos, se disparó durante la guerra. Los presupuestos incurrieron en fuertes déficits financiados a través de deuda pública y la emisión monetaria, que provocaron el aniquilamiento de las reservas de los bancos centrales. La escasez de productos de consumo contribuyó también a la inflación desencadenada, originando una caída general del nivel de vida.

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9.2.4 La revolución soviética en Rusia

En Rusia la situación fue especialmente dramática. Aunque venía experimentando un rápido crecimiento económico desde finales del siglo XIX, arrastraba aún un serio atraso, con una amplia población agraria e ínfimos niveles de vida. Ya en 1905, tras perder la guerra contra Japón, los estallidos revolucionarios obligaron a adoptar reformas como la abolición del mir o el establecimiento de un parlamento. Del mismo modo, la guerra mundial agravó en Rusia las condiciones de grandes masas de población y radicalizó el descontento contra el régimen zarista. La movilización de gran cantidad de tropas deficientemente equipadas y pésimamente dirigidas, se tradujó en derrotas militares y cuantiosas bajas, a la vez que se extendía la carestía provocada por el desabastecimiento y la inflación. La inestabilidad política y la presión obrera de las ciudades alentada por los partidos revolucionarios, condujeron en febrero de 1917 a la abdicación del zar Nicolás II y la formación de un gobierno provisional, dirigido por Kerensky, que siguió apoyando la guerra. Sin embargo, las revueltas de soldados y obreros agrupados en soviets (comités) auparon al poder finalmente en octubre de 1917 a un gobierno revolucionario dirigido por Lenin, del partido bolchevique. La primera medida del gobierno revolucionario fue rendirse a las potencias centrales (tratado de Brest-Litovsk, marzo 1918). La paz que reclamaban los soviets costó grandes pérdidas territoriales y económicas.

El gobierno bolchevique tuvo que hacer frente a una situación económica gravísima en medio de una guerra civil que sucedió al conflicto mundial, y a la beligerancia de las potencias occidentales. Las primeras medidas se concretaron en el reparto de la tierra a los campesinos y la supresión de la propiedad privada en la gran industria, pasando a ser gestionada por el Estado. Las pequeñas empresas (menos de 10 trabajadores), aunque podían seguir siendo privadas, quedaron bajo control obrero. También se nacionalizó la banca, al tiempo que la moneda sufrió un proceso hiperinflacionario que la volvió prácticamente inservible. Se impuso en su lugar un sistema de intercambio basado en la circulación de vales o el trueque, así como los pagos en especie a los trabajadores. Todas estas medidas se engloban en la llamada política de comunismo de guerra, que intentaba resolver los problemas básicos de la población a la vez que la supervivencia del régimen.

Los resultados de esta política fueron devastadores (gráfico 9.3). La industria se hundió, pero lo peor ocurrió en el sector agrario. Los destrozos de la guerra mundial junto con el saqueo y la desorganización de la guerra civil causaban enormes dificultades para la producción y la distribución. La peor parte la llevó la agricultura. Los repartos de tierra, que en realidad legalizaban las ocupaciones de los campesinos, llevaron a una gestión muy deficiente, con escaso capital, en explotaciones muy reducidas y con precios muy bajos, impuesto por el gobierno para abastecer las ciudades. Estos problemas desalentaron la producción para los circuitos oficiales, desviando buena parte hacia el mercado negro. Parte de la población urbana emigró al campo y Lenin instauró un sistema de requisas forzosas para hacerse con el cereal necesario para el abastecimiento urbano. La violencia y represión generada con este sistema redujo la parte destinada a consumo y simiente, situación que provocó la hambruna de 1920-21, en la que se calcula que murieron más de cinco millones de personas.

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9.3 Las consecuencias económicas de la paz (1919-1923). Inestabilidad y nuevos problemas

Estados Unidos había salido de la guerra como gran potencia mundial. El

presidente Wilson había propuesto en sus Catorce Puntos un plan para la paz y el futuro de las relaciones internacionales, que incluía la creación de un organismo internacional, la Sociedad de Naciones, para conjurar el riesgo futuros conflictos. Sin embargo, a la postre, ni los Estados Unidos asumieron su nuevo papel (el Senado nunca ratificó el tratado de paz de Versalles ni la entrada en la Sociedad de Naciones), ni se firmó una paz con propósito duradero. Por otra parte, el modo en que Estados Unidos ejerció su nuevo papel como primera potencia económica no sirvió para dar estimular la economía internacional. Estableció medidas proteccionistas (arancel Fordney-McCumber de 1922), restricciones al crédito y a la inmigración.

Los diversos tratados de paz firmados tras la guerra, emblematizados en el Tratado de Versalles, establecieron un nuevo marco de relaciones internacionales basado en las sanciones impuestas a los vencedores sobre los derrotados. El mapa político de Europa cambia de arriba abajo. Se impone la desintegración de los imperios de preguerra (ruso, austrohúngaro y otomano) formando una serie de estados independientes en el Este de Europa y Oriente Medio. El nuevo mapa rediseña también las fronteras de Alemania, con la devolución de Alsacia y Lorena a Francia, y la pérdida de cerca de un 10% de su territorio.

Entre los tratados firmados destaca el de Versalles (1919), que los aliados

imponen a Alemania. En la conferencia de paz de París, el presidente norteamericano Wilson trató de promover unas condiciones benévolas, pero se impuso el espíritu de revancha de Francia, que venía de la guerra francoprusiana de 1870. Los cambios de frontera suponen la pérdida de importantes recursos carboníferos (Silesia), y férricos (Lorena). La región del Sarre quedaba bajo administración de la Sociedad de Naciones y se desmilitarizaba la orilla derecha del Rhin. Alemania perdía sus territorios coloniales en África y Asia, y buena parte de su flota, a la vez que se supervisa su desarme. Pero sobre todo se imponen unas exigencias exorbitantes por reparaciones (compensaciones) de guerra. Antes de firmar el acuerdo, Alemania se vio forzada a realizar pagos en especie (carbón y productos siderúrgicos). En 1921, la Comisión de Reparaciones fijó finalmente a factura de las indemnizaciones en 33.000 millones de dólares. Las condiciones económicas del tratado fueron duramente criticadas por J.M. Keynes, representante británico en la conferencia, que dimitió en junio de 1919 ante la imposibilidad de cambiar sus durísimas cláusulas.

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Mapa 9.1 Fronteras europeas tras el tratado de Versalles.

Fuente: Foreman-Peck (1995: 235)

Además de las reparaciones, otra de las repercusiones financieras de la guerra fue la deuda contraída entre los aliados, resultado de los enormes préstamos concedidos. Tras la guerra, el principal prestamista, los Estados Unidos, reclamó a sus socios el montante de la deuda en un momento en que apenas disponían de fondos. Aunque Estados Unidos no deseaba vincular el problema de la deuda a las reparaciones de guerra, en la práctica, los países deudores no comenzaron a satisfacer los pagos hasta que empezaron a cobrar las reparaciones (ver figura 9.1).

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Figura 9.1 Red de compromisos financieros internacionales tras la Primera Guerra Mundial (cantidades en miles de millones de dólares).

Fuente: M.Beaud (1990: 223)

La guerra había sacado a los países beligerantes de la disciplina del patrón-oro y había disminuido sensiblemente las reservas en los bancos centrales. Y los nuevos Estados surgidos tras la guerra apenas disponían de ellas. Mientras tanto se había disparado la circulación monetaria, carente de respaldo y convertibilidad. Esto supuso su pérdida de valor y el aumento de los precios, a la vez que enormes fluctuaciones y movimientos especulativos. La situación se agravó sobre todo en los países vencidos, que tenían que hacer frente al pago de reparaciones, lo que condujo a episodios de hiperinflación y destrucción de la moneda en países como Austria, Hungría o el más conocido, el de Alemania.

La hiperinflación alemana fue un episodio de indudable trascendencia tanto por el peso económico de Alemania el mundo como por su vinculación al espinoso problema político de las reparaciones. Con una merma de sus recursos derivados de las pérdidas territoriales y las dificultades de su economía para producir el montante exigido, la economía alemana mantenía un agudo déficit comercial que suponía la salida de marcos al exterior. Además, la dificultad de recaudar impuestos en una economía en quiebra llevó a Alemania a una política de emisiones de dinero y de endeudamiento contra el crédito del banco alemán. En un principio la depreciación monetaria mejoró las exportaciones, debido a que los precios reales de los productos alemanes eran menores en el exterior. Ello benefició sobre todo a las grandes empresas y comerciantes, que cobraban en divisas, y a corto plazo también repercutió positivamente en el empleo y la producción. El problema es que la inflación al final no se pudo controlar, disparándose a partir de mediados de 1922. El gobierno quería demostrar que las reparaciones impedían la recuperación porque reducían las posibilidades de exportar y obtener divisas. Francia y Bélgica se negaban a ceder y ante el retraso en el pago, las tropas

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francesas y belgas ocuparon el Ruhr a comienzos de 1923, tratando de cobrarse en productos lo que no cobraban en dinero. Frente a ello se produjo un amplio movimiento de resistencia pasiva, apoyada por el gobierno alemán mediante el envío de marcos a los trabajadores y empresas. El marco papel se depreció hasta niveles increíbles, y los precios se habían multiplicado por un billón a fines de 1923, con relación al inicio del año (tabla 9.2).

Tabla 9.2. La hiperinflación alemana (1919-1923).

Fechas Circulación de billetes: billetes del banco estatal en miles de millones de marcos

Marcos- papel por cada marco-oro (según cotización del dólar)

Valor de stock de billetes (en miles de millones de marcos-oro)

Índice de precios al por mayor (1913=1)

Diciembre-1918 22 2 11,0 25 Junio-1919 30 3 10,0 3,1 Diciembre 1919 36 11 3,3 8,0 Junio-1920 54 9 6,0 13,8 Diciembre 1920 69 17 4,0 14,4 Junio-1921 75 17 4,4 13,7 Diciembre 1921 114 46 2,5 34,9 Junio-1922 169 76 2,2 70,5 Diciembre 1922 1.280 1.810 0,71 1.475 Junio-1923 17.300 26.000 0,65 19.400 Diciembre 1923 500x106 100x109 - 1.260x109 Fuente: Morilla Critz (1988: 64).

La inflación tuvo efectos perdurables sobre los distintos grupos sociales: el

empobrecimiento de las clases medias y trabajadores asalariados, ahorradores y rentistas, que vieron esfumarse sus rentas, en tanto que se enriquecía una minoría de especuladores. La solución, en primer término, vino de la mano de medidas internas que garantizaban el equilibrio presupuestario, con un duro ajuste de los gastos corrientes, como la rebaja de salarios a los empleados públicos. Adicionalmente, la instauración de una moneda nueva, el rentenmark, a un cambio de uno por un billón de marcos papel, cuyo respaldo no quedaba sobre oro sino con una hipoteca sobre la riqueza inmobiliaria del país. Estas bases de estabilidad se apuntalarían posteriormente restableciendo una nueva moneda, un nuevo marco-oro, apoyada en la llegada de los préstamos extranjeros y una reforma del acuerdo sobre el pago de las reparaciones.

9.4. La recuperación de la economía mundial (1924-1929)

La nueva fase de crecimiento, tras la inestabilidad de los años de la posguerra, vino dada por una recuperación de varios elementos que habían permitido la integración económica internacional. Uno de ellos era la vuelta al patrón oro. Esta idea había partido ya de la conferencia internacional de Génova en 1922, pero se reconocía que resultaba difícil aplicar el sistema anterior debido fundamentalmente a la escasez y gran desigualdad de reservas de oro en los bancos centrales. Por ello, la fórmula utilizada,

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denominada patrón cambio oro (gold exchange standard), admitía como reservas además del oro, las divisas convertibles en oro, como el dólar o la libra. Las monedas no eran directamente convertibles en oro en las transacciones entre particulares. Aunque Estados Unidos retornó a la paridad de preguerra, los distintos países podían de fijar un tipo de cambio inferior al de antes de la guerra, flexibilizando los plazos para aplicarlo. Por ejemplo, Francia estabilizó su divisa en 1926, pero Japón no lo hizo hasta 1930. A partir de 1924 numerosos países fueron retornando a esta nueva disciplina cambiaria, facilitando la recuperación del comercio internacional.

Paralelamente se paliaban las secuelas de la hiperinflación mediante una serie de medidas entre las que destacaba el denominado plan Dawes –por el funcionario norteamericano que encabezó la Comisión de las negociaciones- de 1924. Se trataba de un acuerdo para reconducir los pagos por reparaciones, ajustando los plazos a las condiciones de recuperación de la economía germana. Otro elemento esencial del plan era la concesión de un préstamo para sostener el nuevo marco y hacer frente a las primeras anualidades de las reparaciones. Este préstamo sería el inicio de un movimiento que expandió el crédito desde los Estados Unidos hacia Europa en los años siguientes. En 1929 un nuevo acuerdo, el plan Young, intentaría regular nuevamente los pagos, aunque la crisis impidió su entrada en vigor.

De este modo, se sentaron las bases que permitieron una nueva fase de crecimiento de la economía internacional. Los distintos Estados ajustaron sus políticas a la nueva situación de distinta manera: Gran Bretaña retornó a la paridad de preguerra con la libra, lo que suponía un problema de deflación que redujo el ritmo de crecimiento y, al tener un tipo de cambio sobrevaluado, de la competitividad para los productos ingleses en el exterior, a la vez que mantenía la crisis en los sectores tradicionales y elevadas tasas de desempleo; otros países, como Francia,

Gráfico 9.2 Índices de la producción manufacturera (1920-1938)

Fuente: M. Niveau (1989:172)

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devaluaron sus monedas para acelerar la salida de la crisis, lo permitió superávits de balanza de pagos que alentaron la recuperación. Estados Unidos entra en una fase de intenso crecimiento, apoyado sobre todo en sectores con elevadas ganancias de productividad, como la electricidad o el automóvil, que a su vez tiran de otros (petróleo o la siderurgia). El crecimiento era producto de la combinación de la innovación tecnológica y la extensión de los nuevos sistemas de organización de la producción. A su vez, generó un fuerte alza de beneficios en las empresas industriales pero también de los salarios reales, marcando una creciente divergencia de rentas con los sectores tradicionales, agrícola y producción de materias primas, así como respecto a los países no industriales. Japón consiguió un fuerte crecimiento apoyándose en las exportaciones, expandiendo sus productos –por ejemplo la seda-- por el mercado asiático y el Pacífico. En resumen, los países industrializados habían recobrado el ritmo de crecimiento, pero Europa había perdido un buen trecho en beneficio de los Estados Unidos (gráfico 9.2 y tabla 9.3).

Tabla 9.3 Distribución de la producción manufacturera mundial 1913-1938 (%)

Periodo EE.UU Alema-nia

Reino Unido

Francia URSS Suecia Japón India Resto Mundo

1913 35,8 14,1 14,1 7,0 4,4 1,0 1,2 1,1 21,1 100 1926-29 42,2 11,6 9,4 6,6 4,3 1,0 2,5 1,2 21,2 100 1936-38 32,2 10,7 9,2 4,5 18,5 1,3 3,5 1,4 18,7 100 Fuente: J. Morilla Critz (1988: 91).

El crecimiento vuelve a la economía internacional; los intercambios

exteriores se reactivan a partir de 1924, cuando recuperan los niveles de preguerra. No obstante, el crecimiento del comercio fue bastante por detrás del de la producción mundial. Esto obedece en parte a la aparición de nuevos territorios industrializados que principalmente se orientan al mercado interior. Por ejemplo en la India se expandió la fabricación de acero, cemento o azúcar, cubriendo una demanda que antes exigía importaciones. Otro motivo fue el aumento generalizado de los aranceles. También la caída de los precios de productos primarios, derivado de un exceso de oferta, trajo una caída del valor de los intercambios (aunque no necesariamente su volumen). Los movimientos de capitales se reactivaron, aunque también cambiaron, ya que el flujo principalmente se dirigía desde Estados Unidos hacia Europa y a América Latina. Alemania era el primer receptor del capital exterior. Gran Bretaña, como segundo exportador, lo dirigía fundamentalmente a los territorios de su imperio.

En la Unión Soviética, la salida del marasmo de los primeros años se

produjo con la vuelta parcial al mercado que Lenin estableció a través de la NEP (siglas de Nueva Política Económica). Con objeto de recuperar la producción, cesaron las requisas de cereales y se estableció en su lugar un impuesto en especie, al tiempo que las pequeñas empresas industriales retornaron a manos privadas. Los campesinos podían vender sus cosechas en los mercados, aunque el Estado fijaba los precios, y se permitía arrendar tierras, lo que introdujo un fenómeno de diferenciación con el progreso de los campesinos acomodados (kulaks). Este movimiento vino acompañado también

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de una estabilización monetaria con la creación del chervonetz (respaldado en oro) para transacciones exteriores y rublos papel en el mercado interior. El comercio interior también pasó en parte a manos privadas. Con todo ello, la producción agraria se recuperó más rápidamente que la industrial, de modo que los precios de las manufacturas, más escasas, eran muy superiores a los que fijaba el Estado para los alimentos, provocando la llamada crisis de las tijeras, o la divergencia creciente entre los precios agrarios e industriales, hasta que el propio Estado intervino bajando los precios industriales y subiendo los agrarios, al tiempo que trataba de estimular la producción de manufacturas. Para ello recurrió a autorizar las importaciones de bienes de equipo y maquinaria, que se tenían que pagar con cereales y oro, ya que no consiguió atraer capitales por la negativa a reconocer la deuda previa a la revolución. En 1928 la Unión Soviética había recuperado los niveles del producto de preguerra con un aumento significativo de la industria pesada, al tiempo que había impulsado el crecimiento agrario, pero con la aparición de nuevas desigualdades sociales (NEPistas en las ciudades y kulaks en el campo) que iban contra los principios de la revolución.

Gráfico 9.3 Evolución de la producción en Rusia (1913-1926). Índice 100=1913

Fuente: G. Feliu y C. Sudrià (2007: 329)

9.5 Crisis y depresión (1929-1933)

Como apunta Charles Kindleberger, los préstamos comerciales, las

indemnizaciones y las deudas de guerra provocaron una situación imposible en las finanzas internacionales de los años 20. Estados Unidos se mantuvo en la posición de que las reparaciones y las deudas interaliadas estaban totalmente desconectadas. Francia quería ante todo cobrar las reparaciones y Gran Bretaña optaba por llegar a un acuerdo para cancelar las deudas. Alemania evidentemente, estaba en contra de las reparaciones y había utilizado los

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préstamos internacionales, básicamente de tipo comercial a corto plazo, para hacer frente a sus compromisos, pero también para inversiones a largo plazo (instalaciones industriales, obras de infraestructura, etc.).

A los problemas financieros se añadían los de la economía real, algunos ya apuntados. Las inversiones y el desarrollo técnico en la agricultura habían propiciado un enorme aumento de la producción, por encima del crecimiento de la demanda, lo que provocaba tendencias depresivas en los precios. Esto afectaba a extensos grupos de agricultores, crecientemente endeudados, y sobre todo a países o territorios coloniales orientados a la exportación de estos artículos, que constituían por otra parte el principal renglón del comercio internacional, empeorando su relación real de intercambio. Las cosechas extraordinarias de café brasileño en 1927, 1928 y 1929 tendieron a hundir los precios a pesar de las medidas para almacenar reservas. En productos como el caucho o el cobre, el intento de cartelizar la producción se rompía con la puesta en explotación de nuevas minas o plantaciones, impulsada por los altos precios. Por otra parte, en Gran Bretaña, el envejecimiento de los sectores industriales tradicionales –textil, carbón- y la política monetaria impidieron el crecimiento necesario para absorber los elevados índices de desempleo.

En otras áreas de la economía, en cambio, los beneficios se disparaban.

Así, en las industrias con mejores índices de productividad, que accedían a mercados más amplios, o en el sector financiero. La política monetaria y crediticia en Estados Unidos se escoró hacia mecanismos expansivos, como la rebaja de tipos de interés y la liberalización del crédito. De este modo, ante los signos de debilitamiento de la inversión productiva motivados por las menores perspectivas de beneficio, el flujo de capital derivó hacia la especulación en bolsa, que no paraba de crecer desde 1927 (gráfico 9.4). Este movimiento fue acelerado por un sistema bancario disperso y las operaciones a corto plazo realizadas en buena parte a crédito. Al final, el efecto atracción de los beneficios bursátiles redujo las salidas de capital norteamericano hacia Europa. Y estos capitales eran los que garantizaban la actividad y equilibraban la la balanza de pagos de Alemania y otros países. A partir de 1928, la subida de los tipos de interés en Estados Unidos también atrajo capitales del exterior, hinchando la burbuja especulativa. Junto a ello aparecieron ya en este año claros signos de debilitamiento en numerosos países. La creciente divergencia entre los dividendos y el rendimiento que generaba la especulación no tenía lógica, como se pudo comprobar en el otoño de 1929 en Nueva York. La burbuja estalló finalmente con el crac de la bolsa en las sesiones del viernes negro del 24 de octubre y en la del martes negro siguiente, 29.

El crac de Wall Street, más que causante de la crisis debe considerarse como el punto de ruptura de la frágil situación de la economía internacional, que terminó por hundirse del todo. La secuencia del pánico que siguió al crac bursátil revela bien la inestabilidad del equilibrio en todos los sectores, desde el financiero hasta el industrial, pasando por el agrario y comercial, que provocó una espiral deflacionista, con la caída en picado de la producción y del empleo. En Estados Unidos, el hundimiento de los valores bursátiles arrastró a las empresas, cuyos activos se depreciaron drásticamente, y a los bancos que habían prestado enormes sumas a inversores poco solventes. El cierre de las empresas, sin posibilidad de acceso

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al crédito por la quiebra del sistema bancario, redujo drásticamente la actividad económica y envió al paro a buena parte de la población activa, con un grave efecto en la contracción de la demanda que impedía la recuperación de la producción y agudizaba la deflación.

La economía internacional, ya de por sí amenazada por las tendencias depresivas en los precios y los mecanismos proteccionistas, se desintegró rápidamente con un repliegue de las inversiones internacionales y el hundimiento de los intercambios. Estados Unidos, principal potencia comercial, arbitró rápidamente políticas restrictivas de crédito y subidas de aranceles que profundizaron la dinámica recesiva. En 1930 la aprobación del arancel Smoot-Hawley originó una respuesta en cascada de países que incrementaron las medidas proteccionistas. En 1931 la extensión de la crisis financiera afectó duramente a varios países europeos. En mayo quebró el Creditanstalt austriaco y la crisis se extendió a Alemania, cuyo gobierno cerró los bancos y suspendió la convertibilidad del marco en oro. A fines de verano fue Gran Bretaña quien desvinculó la libra del oro, medida que enseguida aplicaron otros muchos países. Estados Unidos se mantuvo en el patrón oro, lo que obligó a una política monetaria muy restrictiva, que frenaba la recuperación. Sin embargo, el abandono del sistema de patrón oro, junto con las medidas proteccionistas, como la preferencia imperial británica de 1932, contribuían a empeorar la situación, ya que intentaban establecer un tipo de cambio devaluado que propiciara las ventas en el exterior, movimiento que hundía más y más los precios de las mercancías. Ante el cierre de los circuitos del crédito y la enorme caída de los términos de intercambio para sus productos, varios países productores de bienes primarios dejaron de pagar la deuda desde 1931. A finales de 1932 el valor del comercio mundial era un tercio del de 1929 (gráfico 9.4). Gráfico 9.4 La espiral contractiva del comercio mundial (enero 1929-junio 1933)

(valor de las importaciones totales de 75 países, en dólares-oro)

Fuente: C.M Reinhart y K. Rogoff, K (2009): This Time Is Different: Eight Centuries of Financial Folly, Princeton, Princeton University Press, p. 265

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La crisis financiera se trasladó rápidamente al sector real, es decir, a la producción y el consumo. Los ahorradores que perdieron su dinero en bolsa se encontraban a menudo con deudas contraídas en la época de expansión cuando endeudarse para comprar una casa más grande o jugar en bolsa parecía una buena idea. En algunos casos los endeudados son campesinos, que pierden sus tierras (pero el banco que ejecutó las hipotecas no puede explotarlas, no es su negocio). Eso repercute en morosidad para los bancos, y para los consumidores en una caída del gasto; lo cual crea problemas a las empresas, que a su vez necesitan solicitar créditos y, o bien no los reciben (por considerarse de riesgo), o bien deben pagarlos a tipos de interés más altos. La confianza en la economía cae, y eso retrae la inversión. Los problemas de las empresas se saldan a menudo con despidos, y en un país donde no existen subsidios de desempleo (la mayoría entonces, incluyendo EE.UU), resultan en más endeudamiento, más caída del consumo, más despidos… La caída de los precios, que en teoría debía ser la solución a los problemas, genera un proceso de deflación que retrae aún más el consumo y la inversión. La espiral, que funcionaba como un “círculo virtuoso” en la época de bonanza, se convierte en un trágico círculo vicioso. La crisis salta de un sector a otro: bancos, granjas, manufacturas, la construcción, el comercio minorista... Los Estados sufren la caída de sus ingresos fiscales, lo que les priva de recursos para intervenir inyectando dinero en la economía; algo que, por otra parte, desaconsejaba la ortodoxia económica del momento, defensora a ultranza del equilibrio presupuestario. Los resultados: caídas brutales de producción, desempleo rampante, deflación generalizada y por todas partes un profundísimo malestar social (tabla 9.4). Tabla 9.4. Impacto de la Gran Depresión

País

Mínimo del PIB

Año

Mínimo del nivel del PIB

(1929=100)

Año de recuperación del nivel del PIB de 1929

Mínimo de la producción industrial

(1929=100)

Mínimo del nivel de precios

(1929=100)

Tasa de paro

Promedio 1931-35

Alemania 1932 76,5 1936 61 77 12 Austria 1933 77,5 1939 62 95 14 Bélgica 1932 92,1 1936 63 75 10 Dinamarca -- -- 1930 91 89 12 Estados Unidos 1933 71,5 1939 62 75 21

Francia 1932 85,3 1939 74 75 -- Grecia 1931 93,5 1932 -- 87 -- Holanda 1934 90,5 1937 84 77 9 Italia 1931 94,5 1935 86 76 5 Japón 1930 92,7 1932 -- 83 -- Polonia 1933 79,3 1937 58 58 -- Reino Unido 1931 94,2 1934 89 85 13 Suecia 1932 95,7 1934 89 91 6 URSS -- -- 1930 -- -- --

Fuente: Tafunell (2005:316)

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9.6 La salida de la Depresión. Las políticas de recuperación (1933-39)

Las políticas de recuperación en la economía internacional se guiaron por

dos principios fundamentales: el abandono de las prácticas liberales, y las soluciones nacionalistas, apoyadas en la mayor intervención de los Estados en la economía. El abandono del patrón oro y las devaluaciones monetarias habían sido un recurso casi general. La Conferencia Monetaria Internacional de 1933 intentó frenar la tendencia, pero lo único que se consiguió fue la cancelación definitiva de las deudas de guerra y las reparaciones. En 1933 Estados Unidos suspendió la convertibilidad del dólar, quedando Francia como principal potencia asociada al oro. Casi todos los países utilizaron las devaluaciones como mecanismos de protección, que a la postre suponía también elevar el peso del endeudamiento externo, a la vez que mantenían bajos los precios de los productos en el mercado exterior. La salida de divisas se restringió mediante controles de cambios y sustitución de importaciones. Al mismo tiempo, se establecieron bloques económicos que atendían las necesidades de materias primas, como la Commonwealth de Gran Bretaña con los países de su órbita colonial o los tratados de Alemania con países de Europa oriental.

El intervencionismo de los Estados se concretó con medidas activas para fomentar el empleo y estimular la demanda a través de programas de obras públicas. El New Deal, que lanzado por F.D. Roosevelt en 1933 tras su llegada a la presidencia de los EE.UU., era un compendio de medidas que trataban de: evitar futuros movimientos especulativos (reforma bancaria y de la bolsa), así como frenar la deflación y estimular la demanda interna, con programas de industrialización acordados con empresas y trabajadores (NIRA), restringiendo la competencia, y medidas en la agricultura, limitando el área sembrada para los productos más excedentarios, proporcionando subsidios y créditos a los agricultores. Al mismo tiempo se llevaron a cabo programas de obras públicas para mejorar las infraestructuras de comunicaciones o desarrollar áreas rurales, como el valle del Tennessee donde se construyeron grandes embalses que proporcionaban electricidad y permitían la puesta en regadío de amplias extensiones. El gasto público también se orientó a paliar los efectos de la depresión entre los grupos más desfavorecidos, extendiendo por ejemplo la cobertura de la Seguridad Social. Todas estas medidas, aunque estimularon la recuperación, no tuvieron el éxito esperado. La NIRA fue declarada inconstitucional en 1935 y los planes agrarios, aunque redujeron el área de cultivo y la población activa, no evitaron el crecimiento de la producción, lo que mantuvo bajos precios y rentas.

Gran Bretaña y Francia también perseguían la reactivación, aunque por vías distintas. La devaluación de la libra en 1931 permitió a Gran Bretaña llevar a cabo una política monetaria expansiva, con una reducción de tipos de interés que estimuló sectores como la construcción, mitigando el desempleo, aunque sin erradicarlo debido a la crisis estructural de las industriales tradicionales. Por otro lado, imprimió un giro proteccionista a su política comercial, privilegiando arancelariamente a sus zonas de influencia colonial (principio de preferencia imperial) y reduciendo los intercambios con Europa. Gran Bretaña es un ejemplo de escasa intervención del Estado, aunque a partir

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de 1938 la situación internacional la impulsó a incrementar notablemente el gasto en armamento. Francia, en cambio, siguió un curso diferente. La crisis no golpeó tan duramente su economía y, como disponía de grandes reservas de oro, siguió vinculada al patrón oro con una política deflacionista que acabó perjudicando el crecimiento de la década de los años 30. La subida al poder de una coalición de izquierdas en 1936 condujo a medidas favorables a los trabajadores (acuerdos de Matignon: vacaciones pagadas, semana de 40 horas y derechos sindicales) pero sin crear un ambiente propicio para la reactivación, lo que produjo un malestar empresarial y salidas de capitales que, a la postre, forzarían la devaluación y la retirada de las medidas sociales aprobadas. El bloqueo de la situación política y la desconfianza general llevaron nuevamente a otra devaluación en 1938 y nuevos intentos de estimulo a través de un aumento del gasto público.

Estas medidas se adoptaban en un contexto político de gran inestabilidad: desde el fin de la primera guerra mundial el impacto de la crisis en muchos sectores sociales y temor a los estallidos revolucionarios de inspiración soviética llevó a la radicalización social con un debilitamiento de los regímenes parlamentarios y la irrupción de regímenes autoritarios o fascistas, como en Italia tras 1924. Alemania había sido el país europeo más golpeado por la depresión y la inestabilidad política, que se tradujeron en el auge de los partidos comunista y nacionalsocialista. Los nazis hacían bandera del rechazo radical al tratado de Versalles (territorios, compensaciones, limitaciones al ejército, etc.), el racismo como aglutinante de la nación alemana, el desprecio por el régimen parlamentario y la oposición frontal a los partidos y sindicatos de izquierda. Con este programa, A. Hitler llega al poder en Alemania en enero de 1933. No se puede comprender la recuperación económica alemana, cuya autoría técnica se atribuye a Hjalmar Schacht, fuera del marco de medidas políticas del nazismo, caracterizado por la supresión de la democracia y el dirigismo absoluto del Estado. También en la política económica, con el apoyo de los grupos industriales agradecidos de haberse librado de la agitación obrera. Los principios rectores eran la autarquía y una perspectiva de expansión territorial hacia territorios habitados por “razas” consideradas inferiores (espacio vital). Los programas de recuperación se basaron en una expansión del gasto del Estado, que pasó del 16% en 1929 al 34% en 1938, concentrado en el fomento de obras públicas, dirigidas a reducir el desempleo, y de los sectores industriales pesados, en concreto los relacionados con armamento. El gasto militar pasó de representar en 1933 algo más del 8% del presupuesto al 61% en 1938. Los efectos sobre el empleo fueron notables, pues el paro desapareció prácticamente, si bien se había producido un empeoramiento de los salarios reales. El control de la economía se extendió a la provisión de materias esenciales y al comercio exterior. Como el crecimiento agrario no fue suficiente para evitar la importación de cereales, se extendieron los acuerdos de clearing o compensación de tipo bilateral, principalmente con países de Europa suroriental.

En Japón la depresión había golpeado con mucha dureza, sobre todo al

sector agrario, que había visto disminuir bruscamente los precios del arroz y las dificultades para exportar seda al exterior, principalmente al mercado norteamericano. El precio de la seda en bruto, producto estratégico en las economías campesinas, se había reducido a menos una cuarta parte entre

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1923 y 1932. El descontento campesino fue capitalizado por los sectores militaristas que impusieron su política de fortalecimiento de los zaibatsu y la expansión exterior. En 1931 el ejército inició la campaña de Manchuria imponiendo un nuevo gobierno, de corte totalitario, que devaluó fuertemente el yen e inició una política de intenso gasto público, principalmente orientado a la industrialización y el rearme. La nueva cotización del yen favoreció la exportación y la sustitución de importaciones industriales, pero también provocó que Gran Bretaña y Estados Unidos aprobaran medidas discriminatorias contra los productos japoneses. El rápido crecimiento industrial supuso un cambio cualitativo en la evolución económica, si bien no comportó mejoras del nivel de vida general.

En el resto del mundo la depresión también había tenido un tremendo impacto. La mayor parte de los países basaban su crecimiento en la exportación de productos primarios y éstos se habían hundido: entre fines de los años 20 y fin de los 30 los precios de los minerales cayeron un 60%, los de azúcar, café y algodón más de dos terceras partes y el caucho en un 80%. Esto suponía que los términos reales de intercambio empeoraban, es decir, se necesitaba exportar cada vez más cantidad de producto para importar lo mismo. El hundimiento de los precios había incrementado sustancialmente la deuda de estos países y la miseria de gran parte de su población. Por ello, las políticas económicas para salir de la depresión marcan el abandono de las bases del librecambio: devaluaciones, medidas proteccionistas y el fomento de industrias sustitutivas de importaciones. En Turquía, la industria pasó del 9 al 17% del PIB entre 1929 y 38; en Chile el crecimiento industrial fue de un 48% entre 1932 y 1937; incluso en las colonias como la India, la industria dobló su tamaño en la década posterior a 1928. Todo ello impulsado por el auge de movimientos políticos de corte nacionalista y populista que arrinconaban a las antiguas oligarquías exportadoras, vinculadas con el capital internacional, y debilitaban a los gobiernos coloniales.

9.7. El ascenso de Stalin en la URSS. Fin de la NEP y comienzo de la planificación

Mientras que los países de la órbita capitalista estaban inmersos en una profunda depresión, la Unión Soviética tenía una evolución totalmente distinta. Tras la muerte de Lenin a comienzos del año 1924, el partido terminó eligiendo a Stalin como líder del país. Su política, aunque siguió en los primeros años en el marco de la NEP, marcó un cambio de rumbo a partir de 1928 con la puesta en marcha de un programa de planificación centralizada y de colectivización agraria. Los objetivos que se pretendían, con el establecimiento de planes quinquenales, eran llevar a cabo en el menor tiempo posible la transformación de un país agrario en una potencia industrial, y el establecimiento de un modelo de sociedad alternativo al capitalista, “el socialismo en un solo país”. El programa de industrialización suponía detraer recursos de otros sectores, especialmente del sector agrario, y mantener bajos niveles de vida con el fin de desviar el ahorro resultante hacia la inversión. La planificación se diseñó a través de un organismo estatal –Gosplan– que fijaba los objetivos de producción a través de ministerios encargados de cada sector. También se fijaban con carácter imperativo los precios.

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Casi paralelamente al inicio de la planificación, se puso en marcha un agresivo plan de colectivización agraria. La idea era convertir las tierras de cultivo en granjas colectivas (koljoz), donde la tierra y ganado era común, así como las tareas a realizar, supervisado todo por delegados del partido. Junto a las granjas colectivas, había granjas estatales (sovjoz) y se establecieron parques de maquinaria y tractores, que tenían como misión aportar maquinaria para aumentar la productividad de los koljozes. En 1933 la colectivización afectaba al 83% del área cultivada. Este aparente éxito no pudo ocultar los métodos coactivos utilizados para llevarlo a cabo y tampoco los fracasos en materia de producción, ya que la desorganización del proceso y las malas cosechas provocaron un fuerte estancamiento, así como una fuerte merma de la cabaña ganadera, con fases incluso de severas hambrunas (1932-33). El efecto más notable fue el desplazamiento de una gran masa de mano de obra campesina hacia los nuevos centros industriales.

Los resultados de los dos primeros planes quinquenales fueron notables: la producción industrial se multiplicó por cinco, concentrada en los sectores pesados, acero y carbón, y también se dio un impulso notable a la electrificación del país. El segundo plan quinquenal hizo un esfuerzo por la mejora de la educación así como de los sistemas de transportes, pero tuvo como aspecto más dramático la extensión de la represión política en distintos niveles de la sociedad, incluso entre los cuadros del partido y el ejército soviético (las llamadas Grandes Purgas). Estos planes elevaron a la URSS al segundo puesto de potencia industrial en el mundo (ver tabla 9.3). El tercer plan quinquenal, iniciado en 1938 insistió en la inversión industrial, con una clara dedicación al sector de armamento. Por ello se potenció el sector siderometalúrgico y también la industria química. Este plan se suspendió con el inicio de la guerra en 1941.

Semejante crecimiento, sin embargo, era fruto de la subordinación de las necesidades del conjunto de la población a las prioridades establecidas por los dirigentes comunistas: la colectivización forzosa, la conversión de los sindicatos en meros apéndices del Partido Comunista, la persecución de toda forma de crítica (incluida, o más bien a fortiori la que nacía del mismo PCUS), la extensión forzosa de las jornadas de trabajo, el desprecio por las aspiraciones de los consumidores a consumir más y mejores bienes eran facetas cotidianas del régimen estalinista. La sustitución de los mecanismos del mercado por la planificación burocrática generó numerosos problemas en la asignación de recursos productivos. La propaganda y el adoctrinamiento de la población, o el mero terror donde no llegaban éstas, contribuían a mantener el sistema en pie.

9.8 De nuevo la guerra

La depresión mundial de la década de 1930 se mezcla con una situación muy inestable en las relaciones internacionales, con conflictos latentes derivados de los efectos de la Primera Guerra Mundial (caso alemán) o los nuevos surgidos por el expansionismo de regímenes totalitarios (invasión de Manchuria por Japón, 1931; expansión italiana en Etiopía en 1935, guerra civil española, 1936; invasión japonesa de China en 1937). Como apunta E. Hobsbawm, probablemente el fascismo no hubiera tenido un puesto relevante en la historia de no haberse producido la gran depresión de los años 30. Las

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reivindicaciones expansionistas de Japón o Italia se unieron al irredentismo nazi, azuzado por los efectos del Tratado de Versalles y apoyado en la idea del “espacio vital”. Frente a este militarismo agresivo, las democracias capitalistas se aislaron, caso de Estados Unidos, o en el caso de Francia y Gran Bretaña intentaron eludir el enfrentamiento –políticas de no intervención en España, apaciguamiento en Munich (1938)–. No obstante, las políticas de rearme, generalizadas durante la segunda fase de la década de 1930, anunciaban un conflicto inevitable. Al final, la guerra estalló en Europa en 1939 y también se extendería en Asia de la mano de la expansión japonesa por varios países, culminando con la entrada de la Unión Soviética y los Estados Unidos (1941) y su prolongación hasta 1945. La contienda afectó principalmente a territorios europeos y asiáticos, así como al norte de África, dejando una tremenda secuela de destrucción humana y material, favorecida por la aplicación de las técnicas más avanzadas (gases letales en campos de exterminio, tecnología atómica). Las víctimas se contabilizaron por decenas de millones, entre 60 y 80, afectando sobre todo a la Unión Soviética y China, víctima a menudo olvidada en este terrible conflicto.

Tabla 9.5 La carga de la guerra (gastos militares, como % del PIB) 1939 1940 1941 1942 1943 1944 a b a b a b a B a b a b Aliados

EEUU 1 1 2 2 11 11 31 32 42 43 42 45 GB 15 44 53 52 55 53

URSS 17 28 61 61 53 Eje Alemania 23 23 44 40 53 52 52 63 55 70 70

Italia 8 12 23 22 21 Japón 22 22 27 33 43 76

Nota: a) precios corrientes; b) precios constantes Fuente: Mark Harrison, ed. (1998): The economics of World War II: six great powers in international comparison, Londres, CUP, 21

Más aún que la Primera, la Segunda Guerra Mundial supuso la articulación de todas las economías contendientes en torno al esfuerzo de guerra, y una movilización sin precedentes de recursos, hombres y material de guerra (tabla 9.5). Afectó además por vez primera de forma habitual a las poblaciones civiles en la retaguardia: el empleo de los bombarderos llevó la guerra (y la destrucción) a cientos de kilómetros de las líneas de frente. Sólo EE.UU. consiguió librarse, salvo el ataque inicial a su base de Pearl Harbor (Hawái).

Por último, la experiencia del conflicto anterior y la conciencia de que se trataba de una guerra que sólo podría resolverse con la victoria de uno u otro bando, llevó a los Estados implicados a multiplicar las herramientas de intervención en la economía.

La guerra, de una manera brutal, puso fin a los últimos coletazos de la

depresión de los años 30: la movilización militar acabó con el paro donde aún existía (e impulsó la incorporación de la fuerza laboral femenina), las

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destrucciones acabaron con cualesquiera stocks que quedaran, la demanda militar tiró de los precios, el dinero volvió a correr (aunque no siempre con respaldo del oro), los Estados inventaron nuevas formas de financiarse y las empresas tuvieron pedidos de sobra. Si Keynes había recomendado (irónicamente) que el Tesoro enterrara billetes metidos en botellas y luego pagara por desenterrarlos como medio para acabar con el desempleo y mejorar la renta real, la guerra demostró ser, en muchos sentidos, el gran enterrador de su tiempo.

9.9 La evolución de la economía española (1914-1945)

España vivió durante este corto periodo un intenso proceso de transformaciones económicas, sociales y políticas que tenían que ver con las condiciones de atraso económico y su inserción en la economía y política internacional. En el primer tercio del siglo XX se observan rasgos de modernización a través de indicadores demográficos que muestran la caída de las tasas de mortalidad y natalidad, el aumento de la esperanza de vida (que pasa de 41,7 a 50 años entre 1913 y 1933) así como una transformación estructural que reduce el peso de la agricultura en el producto total y de la población activa agraria, que pasa del 66,3% en 1900 al 45,5 en 1930. Asimismo se observan avances en la tasa de alfabetización y de escolarización de la población infantil, que pasan entre 1910 y 1940 respectivamente del 36 al 54,7% y del 49,7 al 76,8%. La población española habitaba todavía en zonas rurales, pero era creciente el peso de los centros urbanos y la población dedicada a la industria y los servicios. Entre 1900 y 1930 la población que vivía en núcleos de más de cincuenta mil habitantes pasó del 13,6 al 20,2% y siguió abriéndose la brecha a favor de las zonas litorales frente a las interiores.

A pesar de los avances, la coyuntura económica seguía dependiendo en gran medida del peso del sector agrario. Eran las cosechas anuales las que marcaban las principales oscilaciones por sus efectos en toda la economía. La agricultura creció durante todo este periodo debido al aumento de la superficie cultivada gracias a la reducción del barbecho por la incorporación de fertilizantes y maquinaria y la extensión de leguminosas en los ciclos de rotación. Sigue siendo una agricultura principalmente cerealista, aunque las partidas de granos que más crecen corresponden a la producción de cereales-pienso, lo que indica un incremento de la cabaña ganadera –mular, porcino- y también se extendieron cultivos orientados al mercado como el olivo y los frutales. La agricultura era el principal renglón de las exportaciones y contribuía a financiar la entrada de bienes de equipo y capital del exterior. Sin embargo había grandes diferencias regionales de productividad y distribución de la renta agraria, con importantes bolsas de subempleo en la zona meridional, fuente permanente de conflictividad que no se pudo resolver a través de la emigración. En materia industrial, los principales sectores estaban vinculados a los bienes de consumo y más específicamente el de elaboración de alimentos, destinado al mercado interno. Sin embargo crecen muy lentamente los relacionados con industrias mecánicas por su escasa innovación tecnológica. Sin embargo hay algunos sectores como el químico y el eléctrico que crecen durante todo este periodo.

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9.9.1 De la guerra mundial a la guerra civil (1914-1936)

La primera fase cubre los años de 1914 a 1919, cuando España se aprovecha de su condición de neutralidad en la Primera Guerra Mundial con un fuerte crecimiento tanto para hacer frente a una creciente demanda internacional como para sustituir importaciones de productos que no llegan por razones bélicas. Así, las empresas obtuvieron beneficios extraordinarios y la balanza comercial tuvo un superávit durante los años del conflicto (gráfico 9.7). Estos factores positivos sirvieron para acumular reservas y nacionalizar algunos activos en manos extranjeras. Sin embargo, este periodo dulce no fue aprovechado para renovar tecnológicamente el tejido industrial y aumentar la productividad. La fuerte demanda provocó el desajuste con una oferta poco flexible, que derivó en una aguda escalada inflacionista (gráfico 9.6) y afectó a los niveles de vida de los trabajadores, generando inestabilidad social y conflictos laborales, como la huelga general revolucionaria de 1917, resolviéndose momentáneamente con aumentos salariales e intentos de regulación del abastecimiento de productos básicos, a través de la creación del Ministerio de Abastecimientos en 1918.

Pero el fin de la guerra y la inmediata posguerra se tradujo en la vuelta a una fase de estancamiento que se produce desde 1920, cuando la recuperación económica europea dificulta la salida de los productos españoles, con un repunte de las importaciones, agravando el déficit comercial. La sobrecapacidad generada en los años de la guerra, sin modernización, llevó al cierre de empresas y paro, que agudizó las tensiones sociales con un espectacular incremento de jornadas de huelga (gráfico 9.5) . El gobierno tuvo que echar mano de medidas proteccionistas –arancel Cambó, 1922- para mantener sectores poco productivos, que habían aprovechado la guerra para expandirse sin innovaciones. La crisis política y social, con represión de sindicatos, y los problemas generados por el conflicto marroquí terminaron con el régimen parlamentario de la Restauración y la llegada de Primo de Rivera al poder en 1923, inaugurando la dictadura que llevaría hasta 1929.

Gráfico 9.5 Índice de precios de consumo y de jornadas perdidas por huelgas en España, 1905-1936 (100: 1913)

Fuente: Maluquer de Motes, J. (2005) en Albert Carreras y Xavier Tafunell (coords),1201 y 1267

0

100

200

300

400

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1906

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1908

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1917

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1923

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1930

1931

1932

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1936

índice de precios de consumo

índice de jornadas perdidas

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La entrada de Primo de Rivera coincide con una fase de crecimiento, animado por las excelentes cosechas de 1925, 26 y 27, y por la demanda de inversión, sobre todo en el sector público. La coyuntura internacional, que también entró en un ciclo de crecimiento, animó el comercio, favoreciendo la venta de productos agrarios al exterior y la entrada de capitales. La balanza exterior deficitaria se fue haciendo menos gravosa por el aumento más rápido de las exportaciones. El gobierno de Primo de Rivera incorporó un programa intervencionista que resultó más retórico que real. Se creó el Consejo de Economía Nacional en 1924 para dirigir la actividad económica y se establecieron una serie de planes, como el de 1926 que se extendían al fomento de las obras públicas –presas, infraestructuras-, y la formación de monopolios. Sin embargo, es en este periodo cuando aumenta la inversión extranjera, con la entrada de capital para la constitución de filiales de empresas multinacionales que trataban de eludir el marco proteccionista. El Estado se encontraba con escasos recursos para llevar a cabo sus planes de inversión pública, que no pudieron resolver los intentos de reforma tributaria, a pesar del aumento de ingresos de monopolios como el del petróleo. Así pues, el fin de la dictadura coincidió con la del inicio de la crisis internacional de 1929, lo que llevó a un bloqueo político que se resolvería con la llegada de la II República en 1931.

La fase republicana coincide con los efectos de la crisis internacional de la década de los años 30, que en España se manifestó más tardía y suavemente que en los países más desarrollados. Además, su duración fue más corta, pues en 1934 se había recuperado el nivel de 1930. El crecimiento se vio favorecido por buenas cosechas y el repunte de la inversión pública. La caída de la demanda internacional afectó a las exportaciones, aunque el déficit comercial no fue elevado por la reducción simultánea de las compras en el exterior. Sin embargo es un periodo marcado por las tensiones sociales y políticas derivadas del programa de reformas que trataba de aplicar el gobierno republicano de izquierdas, en materia de tributación y sobre todo con la reforma agraria, que perseguía prioritariamente un objetivo social, al intentar redistribuir la renta agraria a través de la mejora en la explotación de las fincas y asegurar el empleo en el campo. La reforma agraria contó con el rechazo radical de los grandes propietarios agrarios y terminó siendo bloqueada por el gobierno de derechas que subió al poder en 1934. Al mismo tiempo se agudizaba el radicalismo político que cristalizó en la llegada del frente Popular al gobierno en 1936 y la preparación del golpe de Estado de julio que condujo a la guerra civil (1936-39). 9.9.2 La guerra civil y la posguerra (1936-1945)

La década que marca el inicio de la guerra civil y la posguerra hasta 1945 está condicionada estrechamente por el marco internacional, que también sufre los rigores de la contienda de la II Guerra Mundial. Es, por tanto, un periodo de desarticulación económica, con buena parte de los aparatos productivos vinculados al conflicto, que sufren la destrucción o están condicionados por el mismo. En el caso de España, la guerra finalizó con la derrota del régimen parlamentario republicano que, a pesar de controlar buena parte de los centros industriales, sufrió el debilitamiento por las divisiones políticas internas y la

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ausencia de apoyo exterior, salvo de la Unión Soviética. Frente a ellos, el ejército sublevado contó con una férrea dirección y el inestimable apoyo de Italia y Alemania. La importante merma de población, provocada por la guerra y destrucción material, se combinó con una cruel represión que afectó a la población vinculada con el régimen de la República, la más preparada, que fue asesinada, encarcelada o condenada al exilio forzoso. Este elemento formaba parte de la política del nuevo régimen, dirigida a desmantelar todo el edificio de reformas de la II República, adoptando un sistema de intervención radical en toda la economía. El régimen de Franco inauguró el periodo con un programa integrado por elementos inconexos de política económica, a veces contradictorios entre sí, en un marco autárquico que provocó un desastre agravando las penosas circunstancias de la posguerra.

El nuevo régimen tenía como objetivo la industrialización del país alejándose de cualquier mecanismo vinculado a abrir el mercado a la competencia, que fue sustituido por intervención y dirigismo. Todo ello tenía como fin el autoabastecimiento y la construcción de un régimen autárquico que sería la base de su fuerza.

Desde la agricultura, el Estado reguló ya el mercado con la creación del Servicio Nacional del Trigo y una serie de disposiciones que anularon totalmente las reformas republicanas, devolviendo las tierras a sus antiguos propietarios, de facto recuperadas durante la guerra. Se crearon asociaciones que junto a la Guardia Civil velarían por la paz social en el campo. Se llevó a cabo un plan de colonización con la puesta en riego de extensiones para aumentar la producción, asociado a la construcción de grandes presas. Pero sus resultados prácticos fueron decepcionantes en los primeros años. La escasez de abono, maquinaria y animales de labor provocaron la caída de la producción y el control del mercado fue sustituido por el mercado negro. La escasez fue notable, con penosas condiciones de vida en el campo y las ciudades.

En la industria se extendieron también los controles, tanto en el abastecimiento de materias primas como en el dirigismo hacia los sectores pesados, que deprimieron la producción de bienes de consumo. El INI, creado en 1941, se convirtió en un holding de empresas públicas en sectores muy diversos. Pero sus resultados fueron muy escasos en los primeros años.

En definitiva, el régimen franquista durante los primeros años apostó por un extremo intervencionismo que, en lugar de recuperar la economía, la mantuvo en una dura crisis afectando sustancialmente a los niveles de vida de la población, marcados por las deficientes condiciones de nutrición y aprovisionamiento de productos de consumo en el marco de un aislamiento internacional que se prolongaría durante los años siguientes.

J.U. Bernardos, M. Hernández, M.Santamaría

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5. Resumen

Hemos tratado en este capítulo de:

a) Exponer las tensiones económicas y políticas que llevaron a la Primera Guerra Mundial. b) Analizar las consecuencias a corto y medio plazo de la guerra sobre la economía

internacional y las de los países contendientes. c) Mostrar los factores que condujeron a la Gran Depresión de los años 30 en las salidas a

la crisis de posguerra. d) Explicar los principales rasgos y etapas de la organización soviética de la economía en

Rusia, y valorar su influencia en el resto del siglo XX. e) Mostrar cómo la segunda revolución industrial revalorizó la importancia del capital

humano como motor del desarrollo. f) Explicar las respuestas a la depresión de los años 30 en distintas economías

industriales. g) Describir someramente el significado económico de la Segunda Guerra Mundial, y sus

diferencias respecto a la Gran Guerra. h) Esquematizar las principales transformaciones y tensiones de la economía española

desde las repercusiones de la neutralidad en la Primera Guerra Mundial hasta las consecuencias de la Guerra Civil de 1936-1939.

6. Conceptos básicos.

patrón cambio-oro Comunismo de Guerra Hiperinflación NEP Crac bursátil deflación New Deal colectivización acuerdos de clearing Koljoz, sovjoz planes quinquenales Autarquía

intervencionismo

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7. Referencias

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