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U R B A N A UNA CIUDAD SIN s o c i e d a d

U R B A N A

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U R B A N A

UNA CIUDAD SIN

s o c i e d a d

INDICE i

Les presento a Urbana, revista con un enfoque urbano, tratando

siempre de mostrar la sociedad actual y su comportamiento en las

urbes más importantes, resaltando que estas son un simple reflejo

del conglomerado que vive en este.

Debido a los constantes avances tecnológicos y nuestra

‘’apretada agenda’’ , y al vivir en una sociedad consumista se han

ido perdiendo las tradiciones así también como las costumbres

que caracterizan a cada zona. Esto ha lleva a que el ciudadano

modifique su manera de actuar frente a las situaciones que se le

presentan diariamente. Como personas de ciudad debemos

mantenernos al tanto de lo que pasa tanto en nuestro alrededor

como en los demás entornos. Urbana ve más allá, mostrando

tanto los acontecimientos de interés actual, ideas que

revolucionaran al mundo, arquitectura tecnológica,

Esperando que esta edición preparada especialmente para

ustedes sea de su agrada y despierte en aquellos esa disposición

de saber tanto lo que pasa fuera como en nuestro ambiente

inmediato. Como gente urbana que somos tenemos que estar al

día con lo que sucede en la actualidad.

Carta editora

Editora de la Revista Urbana

Verónica Tavarez

Es la ciudad perfecta. No hay casi crimen, ni embotellamientos, ni contaminación o suciedad, y la basura se recoge a tiempo. El transporte público es puntual y siempre hay dónde sentarse. Es el triunfo de la planificación urbana. La buena noticia: hay varias ciudades del mundo que podrían competir por el título de la Mejor Planificada; la mala: que ninguna es latinoamericana, al menos por ahora. Zúrich, Singapur, Seúl, Búfalo (en Nueva York) aparecen constantemente en las discusiones y rankings especializados como las ciudades mejores planificadas del mundo. Y lo que las une es justamente la idea de que la ciudad es el “hogar” de sus residentes y que está allí para servirlos, y no para actuar como su enemigo. Esto cobra particular relevancia en Latinoamérica, la región más urbanizada del mundo, donde 80% de la población –unos 450 millones de personas- vive en ciudades. Si bien la inseguridad ciudadana aparece sistemáticamente entre las principales preocupaciones de los latinoamericanos, hay otro tipo de inseguridad de la que se habla poco pero que también supone una amenaza para el bienestar de los ciudadanos. Se trata, en efecto, de la estructura y organización de las ciudades. Y es que los avances sociales y económicos de Latinoamérica durante la última década no vinieron acompañados de una mejor planificación de las grandes urbes, y algunos resultados visibles son el caótico transporte privado y público, la rápida urbanización sin respeto a los códigos de construcción, la deficiente provisión de servicios públicos, y la tugurización de los espacios, entre otros. Esta situación también ha generado problemas para afrontar eventualidades naturales, como lo ha sido el reciente incendio en Valparaíso, Chile, las recurrentes inundaciones en Buenos Aires o los frecuentes desprendimientos en las favelas de Río de Janeiro. De acuerdo a estimaciones del Banco Mundial, las consecuencias de los fenómenos naturales representan un costo para la región de unos $2.000 millones anuales. El déficit en planificación de las ciudades destaca aún más cuando se aprecia las siguientes estadísticas: para 2025 el 10% de la población mundial vivirá solo en 37 ciudades. Por ello, arquitectos, geógrafos, ingenieros y gobiernos de la región tienen el reto de planificar eficientemente sus centros urbanos para convertirlos en lugares más habitables y seguros. “En Latinoamérica deberíamos pasar a una planificación más estratégica y sustentable que por un lado mitigue problemas existentes, como el riesgo de deslizamientos en montañas o falta de capacidad en los sistemas de drenaje, y por otro adapte a las ciudades para ser más resilientes frente a las amenazas climáticas”, explica Santiago E. Arias, especialista en planificación urbana del Banco Mundial. Los más expuestos Las amenazas a la seguridad en las ciudades no solo provienen de los efectos de los desastres naturales, sino también tienen que ver con la construcción improvisada: por ejemplo, al construir casas en montañas con riesgo a deslizamientos o a la vera de ríos que suelen desbordarse después de fuertes lluvias. A pesar de que la mayor parte de los habitantes de las ciudades están expuestos a esta serie de peligros, son los más pobres quienes se llevan la peor parte, ya que generalmente viven en casas más precarias y desprotegidas. Según un informe de ONU-Habitat de 2012, alrededor de 111 millones de latinoamericanos viven en barrios marginales. Para paliar los riesgos que acechan a este amplio grupo de personas, varios países de la región están desarrollando proyectos para reforzar la seguridad en las zonas con habitantes vulnerables. La iniciativa CAPRA, por ejemplo, intenta mejorar a las formas de evaluar las amenazas climáticas en Colombia, Perú, Chile y países centroamericanos y del Caribe. También el Centro de Innovación Climática del Caribe está ayudando a que países pequeños de la región estén mejor preparados para afrontar los efectos del cambio climático, a través de la creación de empresas sustentables. De todas formas, los expertos coinciden en que aún hace falta una planificación urbana que integre a todos los sectores para hacer de las ciudades latinoamericanas lugares más seguros. “Muchas ciudades de América Latina sufren los peores casos de congestión vehicular del mundo. Los problemas de agua y saneamiento han sido un gran problema en los tugurios. Más aún, el cambio climático aumentará los problemas de acceso al agua en la región”, afirma Xiaomei Tan, experta del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, en inglés). Estudios del Banco Mundial hablan de que territorios propensos a las sequías, especialmente en ciudades de Chile, México, Guatemala y El Salvador, serán aún más secos. De la misma manera, zonas con riesgo a inundaciones, como Argentina, Perú y Uruguay, deberán afrontar lluvias más intensas. De una mejor planificación de las ciudades latinoamericanas dependerá que estas proyecciones tan poco alentadoras no se cumplan, y permanezcan solo como malos presagios.

Es la ciudad perfecta. No hay casi crimen, ni

embotellamientos, ni contaminación o suciedad, y

la basura se recoge a tiempo. El transporte

público es puntual y siempre hay dónde sentarse.

Es el triunfo de la planificación urbana.

La buena noticia: hay varias ciudades del mundo

que podrían competir por el título de la Mejor

Planificada; la mala: que ninguna es

latinoamericana, al menos por ahora.

Zúrich, Singapur, Seúl, Búfalo (en Nueva York)

aparecen constantemente en las discusiones y

rankings especializados como las ciudades

mejores planificadas del mundo. Y lo que las une

es justamente la idea de que la ciudad es el

“hogar” de sus residentes y que está allí para

servirlos, y no para actuar como su enemigo.

Esto cobra particular relevancia en Latinoamérica,

la región más urbanizada del mundo, donde 80%

de la población –unos 450 millones de personas-

vive en ciudades.

Si bien la inseguridad ciudadana aparece

sistemáticamente entre las principales

preocupaciones de los latinoamericanos, hay otro

tipo de inseguridad de la que se habla poco

pero que también supone una amenaza para el

bienestar de los ciudadanos. Se trata, en efecto,

de la estructura y organización de las ciudades.

Y es que los avances sociales y económicos de

Latinoamérica durante la última década no

vinieron acompañados de una mejor planificación

de las grandes urbes, y algunos resultados visibles

son el caótico transporte privado y público, la

rápida urbanización sin respeto a los códigos de

construcción, la deficiente provisión de servicios

públicos, y la tugurización de los espacios, entre

otros.

Esta situación también ha generado problemas

para afrontar eventualidades naturales, como lo

ha sido el reciente incendio en Valparaíso, Chile,

las recurrentes inundaciones en Buenos Aires o

los frecuentes desprendimientos en las favelas de

Río de Janeiro. De acuerdo a estimaciones del

Banco Mundial, las consecuencias de los

fenómenos naturales representan un costo para la

región de unos $2.000 millones anuales.

El déficit en planificación de las ciudades

destaca aún más cuando se aprecia las

siguientes estadísticas: para 2025 el 10% de la

población mundial vivirá solo en 37 ciudades. Por

ello, arquitectos, geógrafos, ingenieros y

gobiernos de la región tienen el reto de planificar

eficientemente sus centros urbanos para

convertirlos en lugares más habitables y seguros.

“En Latinoamérica deberíamos pasar a una

planificación más estratégica y sustentable que

“Más de 80% de latinoamericanos vive en

ciudades lo cual ha elevado la

inseguridad urbana para sus

ciudadanos.”

por un lado mitigue problemas existentes, como el

riesgo de deslizamientos en montañas o falta de

capacidad en los sistemas de drenaje, y por otro

adapte a las ciudades para ser más resilientes

frente a las amenazas climáticas”, explica Santiago

E. Arias, especialista en planificación urbana

del Banco Mundial.

Los más expuestos

Las amenazas a la seguridad en las ciudades no

solo provienen de los efectos de los desastres

naturales, sino también tienen que ver con la

construcción improvisada: por ejemplo, al construir

casas en montañas con riesgo a deslizamientos o

a la vera de ríos que suelen desbordarse después

de fuertes lluvias.

A pesar de que la mayor parte de los habitantes

de las ciudades están expuestos a esta serie de

peligros, son los más pobres quienes se llevan la

peor parte, ya que generalmente viven en casas

más precarias y desprotegidas. Según un informe

de ONU-Habitat de 2012, alrededor de 111

millones de latinoamericanos viven en barrios

marginales.

Para paliar los riesgos que acechan a este amplio

grupo de personas, varios países de la región

están desarrollando proyectos para reforzar la

seguridad en las zonas con habitantes vulnerables.

La iniciativa CAPRA, por ejemplo, intenta mejorar a

las formas de evaluar las amenazas climáticas en

Colombia, Perú, Chile y países centroamericanos y

del Caribe.

También el Centro de Innovación Climática del

Caribe está ayudando a que países pequeños

de la región estén mejor preparados para afrontar

los efectos del cambio climático, a través de la

creación de empresas sustentables.

De todas formas, los expertos coinciden en que

aún hace falta una planificación urbana que

integre a todos los sectores para hacer de las

ciudades latinoamericanas lugares más seguros.

“Muchas ciudades de América Latina sufren los

peores casos de congestión vehicular del mundo.

Los problemas de agua y saneamiento han sido

un gran problema en los tugurios. Más aún, el

cambio climático aumentará los problemas de

acceso al agua en la región”, afirma Xiaomei Tan,

experta del Fondo para el Medio Ambiente

Mundial (GEF, en inglés).

Estudios del Banco Mundial hablan de que

territorios propensos a las sequías, especialmente

en ciudades de Chile, México, Guatemala y El

Salvador, serán aún más secos. De la misma

manera, zonas con riesgo a inundaciones, como

Argentina, Perú y Uruguay, deberán afrontar lluvias

más intensas.

De una mejor planificación de las ciudades

latinoamericanas dependerá que estas

proyecciones tan poco alentadoras no se

cumplan, y permanezcan solo como malos

presagios.

ROCÍO MONTES, Santiago de Chile

14 ABR 2014 - 22:44 CET

El incendio que ha devastado desde el fin de

semana Valparaíso todavía no estaba

extinguido este lunes. El balance de daños

seguía aumentando con el paso de las horas: al

menos 15 muertos, unas 2.200 viviendas

quemadas y cerca de 8.000 damnificados por

las llamas. Más de 2.700 miembros de los

equipos de emergencia y 21 aeronaves

trabajan contra el reloj para sofocar los nuevos

focos, concentrados en 2 de los 42 cerros de

esta ciudad portuaria. “Estamos ante un

incendio de dimensiones nunca vistas”,

reconoció la presidenta de Chile, Michelle

Bachelet.

No están claras las causas de la tragedia, que

comenzó el sábado por la tarde como un

incendio forestal y que, a causa del calor y el

viento, se propagó rápidamente hacia zonas

urbanas. El jefe del Laboratorio de Criminalística

de Carabineros de Valparaíso, Claudio Pavez,

informó de que no se descarta que fuera

intencionado y la Oficina Nacional de

Emergencias hizo un llamamiento a la población

para que entregue cualquier tipo de

información sobre el origen de las llamas.

Los damnificados han comenzado a volver

poco a poco a sus viviendas consumidas por el

fuego y las autoridades empiezan ya a

concentrarse en la retirada de escombros y las

labores de limpieza. Los forenses del Servicio

Médico Legal han logrado identificar solamente

a tres de los fallecidos, gracias a pruebas

genéticas. Una de las víctimas era un hombre

que sufrió un paro cardiaco cuando el domingo

vio su casa totalmente calcinada.

El incendio de Valparaíso, que ha quemado

más de 1.000 hectáreas, ha abierto un intenso

debate en Chile sobre la planificación

urbanística. La situación de los poblados

marginales ha quedado en evidencia, advierte

el presidente del Colegio de Arquitectos de

Chile, Sebastián Gray. La Administración local

urbanizó los asentamientos que surgieron en las

cimas de los cerros, pero no se ocupó de

mejorar las infraestructuras: “El fuego ha sido

difícil de combatir porque las calles son

estrechas y tienen difícil acceso”, destaca Gray.

La mayor parte de los 8.000 damnificados

habitaban en las zonas altas de los cerros

donde, hace décadas, surgieron poblados en

lugares no aptos para la edificación de

viviendas. “Valparaíso fue construyéndose por

partes y ha ido avanzando según la

capacidad de los propios habitantes para

hacerla crecer. En la propagación del incendio

hay una responsabilidad importante del Estado”,

critica el urbanista Iván Poduje.

El especialista explica que las autoridades han

permitido la instalación de familias en zonas con

riesgo de sufrir inundaciones, corrimientos de tierra

o incendios en varias ciudades del país. Un

estudio realizado por Poduje en 2010, titulado

Guetos en Chile, analizó la composición de 25

ciudades que agrupan a cerca del 70% de la

población del país.

La investigación determinó que “unos 1,7 millones

de chilenos viven en asentamientos urbanos con

altos niveles de segregación, pobreza y

marginalidad. En algunos casos, verdaderos

guetos”.

La población urbana ha aumentado

considerablemente en las últimas décadas y un

85% de la población vive actualmente en las

ciudades. Pero el explosivo crecimiento de Chile,

el primer país de Latinoamérica en ingresar en la

Organización para la Cooperación y el

Desarrollo Económicos (OCDE), no ha llegado

por igual a sus 17 millones de habitantes.

“Tenemos el desafío de aplicar una política de

crecimiento urbano con criterios de equidad,

sostenibilidad, desarrollo económico y

participación”, admite Paulina Saball, ministra de

Vivienda y Urbanismo del Gobierno de Bachelet.

Saball destaca los progresos que se han

realizado en el acceso a servicios básicos como

la luz y el agua potable, que llega casi al 100%

de los hogares. Pero reconoce que la

planificación urbanística del Estado no va de la

El fuego que ha calcinado 2.200 viviendas en poblados marginales de la gran ciudad portuaria de Chile saca a la luz graves fallos de planificación urbana

mano de los programas de vivienda. “Las

construcciones sociales no siempre han ido

acompañadas por una preocupación sobre su

calidad y emplazamiento”, precisa.

En Chile existen casos como el de Alerce de

Puerto Montt, 1.000 kilómetros al sur de Santiago:

“Es un gueto planificado por el Estado donde

viven 60.000 personas a 11 kilómetros de la

ciudad. Son viviendas sociales en medio del

campo y su situación es crítica”, explica Poduje. El

urbanista señala que otras comunidades con

problemas son Bajos de Mena, una población del

sur de Santiago donde viven 120.000 personas, y

Chimba Alto, en Antofagasta, en el extremo norte

de Chile, “donde unos 30.000 chilenos viven en

condiciones de miseria”.

El experto en gestión de emergencias Michel de

L’Herbe señala que la planificación en las

ciudades no solamente tiene que ver con los

lugares donde se sitúan las infraestructuras, “sino

con la sostenibilidad y, sobre todo, con la

protección de la vida”. Este especialista destaca

que Chile, donde se libera un 43% de la energía

sísmica del planeta, presume de normas que

permiten resistir fuertes terremotos. Esta previsión, sin

embargo, no se da en caso de inundaciones o

incendios.

PABLO LEÓN 18 ABR 2014

Antes la crisis de los cuarenta se pasaba con un

cochazo, unos implantes capilares y horas de

gimnasio. Teniendo en cuenta el número de

hombres de entre 35 y 44 años que empezó a

comprarse bicicletas de más de mil euros, mallas

de colores y a depilarse las piernas, la crisis de la

mediana edad en el siglo XXI se supera con una

bicicleta. Estos tipos que se embuten en mayas

para ir a pedalear los fines de semana tienen

hasta un nombre propio: mamil (middle age man in

lycra, que traduciríamos como "Hombre de edad

media con lycra"), un concepto cercano a las

madres cuarentonas de buen ver (milf), pero sin

tanto sex appeal. Los globeros, como se

denomina en castellano a estos domingueros que

pedalean con maillot, siempre han creído

defender las esencias de la bicicleta: conocen los

detalles mecánicos de su vehículo; salen a

entrenar, sobre todo el fin de semana, y solo

consideran ciclistas a los de su especie. Suelen

coger el coche para llegar hasta un campo

aledaño a su ciudad o a una zona rural para

recorrer kilómetros y kilómetros de carretera. El

resto de la semana no tocan la bicicleta más que

para abrillantarla y sienten un profundo desprecio

hacia los ciclistas urbanos.

Mientras estos tipos canalizaban sus frustraciones

a golpe de pedal, empezó a extenderse por el

mundo la plaga del ciclismo urbano. Los

bicicleteros de ciudad son la antítesis de

los mamil: visten de cualquier manera, llevan

bicicletas viejas o sin cambios –que, para irritación

de los hombres de lycra, denominanvintage o fixie,

respectivamente–, no se afeitan y, en ocasiones,

en contra del paradigma de vida saludable

asociado a la bicicleta, incluso fuman, beben o

más. En el último lustro, los ciclistas urbanos no solo

han colonizado metrópolis y ciudades, de Nueva

York a Sevilla, sino que se han convertido en

tendencia. Han hecho de la bicicleta un vehículo

cotidiano, un objeto de deseo y le han otorgado

un poder casi identitario. Apoyada en las

connotaciones del movimiento hipster, la bicicleta,

un invento del siglo XIX, se ha convertido en la

sensación de las ciudades del siglo XXI. Algo que

los mamil, con sus bicis caras, sus piernas rasuradas

y su lycra de colores fluor, nunca consiguieron.

Cuando los urbanitas, vestidos con estilo, comenzaron a rodar por la ciudad, cambiaron las ideas asociadas a la bicicleta. Gracias a esa asociación entre lo moderno y los pedales, la bicicleta se ha hecho más atractiva. Los más clásicos, viendo peligrar su trono, contratacaron diciendo que eso no era ciclismo de verdad.

Así, la bici ya no es solo el vehículo de hippies,

jóvenes,altermundistas, ecologistas, pobres o locos

sino que también la usan actores, políticos, DJs,

periodistas o artistas. La moda de la bici ha

licuado el estereotipo del ciclista así como muchos

de los prejuicios que rodeaban al vehículo.

También ha abierto el camino a que muchas

personas la prueben.

Y cuando alguien se sube al sillín, le cuesta

bajarse. Primero se ven seducidos por la bici;

luego descubren la eficiencia, la economía o la

salud. La velocidad media de un coche en

ciudad es de 18 kilómetros por hora. En Madrid se

queda en 13. Un ciclista urbano puede alcanzar,

de media, los 15. Por otro lado, si en la capital se

usara la bici al nivel de Copenhague, donde 26

de cada 100 desplazamientos diarios son a

pedales, se crearían 3.700 empleos y se salvarían

unas 200 vidas al año. Si se extrapolara a toda

Europa, aparecerían 76.000 nuevos puestos de

trabajo y se evitarían 10.000 muertes, según la

Organización Mundial de la Salud.

Todo esto es relevante, pero, en una sociedad

dominada por la estética, hay que tener en

cuenta el poder de la imagen. Los mamil se

declaraban ciclistas auténticos y hacían apología

de la bicicleta con una ropa que parecía un

ridículo disfraz. Cuando los urbanitas, vestidos con

estilo, comenzaron a rodar por la ciudad,

empezaron a cambiar en el imaginario colectivo

las ideas asociadas a la bicicleta. Gracias a esa

asociación entre lo moderno y los pedales, la

Si en la capital se usara la bici al nivel de Copenhague, donde 26 de cada 100 desplazamientos diarios son a pedales, se crearían 3.700 empleos y se salvarían unas 200 vidas al año

bicicleta se ha hecho más atractiva. Los mamil,

viendo peligrar su trono, contratacaron diciendo

que eso no era ciclismo de verdad, que era una

moda pasajera e incluso les acusaron de fomentar

prácticas peligrosas en base a la oposición de

los ciclistas urbanos a la imposición del casco

obligatorio.

A los pedaleantes de ciudad poco les importó. A

muchos no les interesa hacer kilómetros desde el

sillín. Otros se reconocen simplemente como

ciudadanos que van en bicicleta. No les

importaba porque sabían que, cada día y de

manera casi inconsciente, extendían el virus de la

bici con sus velocípedos de otra época y vestidos

con chaquetas del sastre Timothy Everest,

pantalones commuter Levi's o zapatillas de

inspiración retro Le Coq Sportif. Los mamil ya no

son los paladines del pedal; su tiempo ha pasado.

Hasta hace poco, la bicicleta era propiedad de una oligarquía vestida de lycra que conocía el vehículo muy técnicamente y que solo lo entendía en el campo

‘’El ciclismo urbano puede resultar

irritante pero ha conseguido

democratizarla.’’

ANATXU ZABALBEASCOA, Madrid

8 ABR 2014 - 19:56 CET

Urbanizar no es civilizar. Urbanizar no implica

civilizar. No se puede llamar ciudad a una

aglomeración urbana. Por eso buena parte de las

megalópolis del mundo –las grandes urbes que,

con frecuencia, se han desarrollado en pocas

décadas, cuya población no deja de aumentar y

cuya extensión no deja de crecer– no son tales

polis sino territorios urbanizados en los que se

hacina una población que busca su oportunidad

para dejar de sobrevivir y empezar a vivir.

Así, en las periferias de ciudades como Shanghai

o Guangzhou, en China, Sao Paulo, en Brasil,

Bombay en India, Manila en Filipinas, Seúl en

Corea del Sur o el D.F. en México, la máxima

Lefebvreriana que asegura que cada sociedad

produce su propio espacio no ha perdido

vigencia, aunque hayan pasado cuatro décadas

desde que el filósofo y sociólogo francés la

incluyera en su monumental testamento, La

producción del espacio recientemente traducida,

por primera vez al castellano, por Emilio Martínez

Gutiérrez para Capitán Swing.

La urbanización de la sociedad sigue en marcha.

Y a la escasez programada de los centros

urbanos y a la expulsión de los habitantes de

esos centros con el aumento de los precios de los

alquileres, han seguido los desplazamientos de

una población que ha hecho estallar las periferias

rompiendo los límites de las urbes y convirtiendo

muchas de las grandes ciudades actuales en

territorios sin fin.

La situación es peliaguda, porque es la idea de

progreso la que atrae a las grandes migraciones

y es ese supuesto progreso el que desata la

urbanización. Sin embargo, ya conocemos cómo,

entre otras abyecciones, es el exceso de

construcción y su falta de planificación lo que

termina por ahogar la vida en muchos lugares y

las economías de tantos inmigrantes cuando

logran superar la subsistencia.

La subsistencia es, efectivamente, el primer paso.

Y es el que genera que más de mil millones de

personas vivan en la realidad paralela de las

ciudades informales, los slums o hacinamientos

urbanos que conviven, ya con más costumbre que

vergüenza, con buena parte de las

megaciudades del mundo.

Aunque Asia concentra el mayor crecimiento

urbano del planeta, esos enormes asentamientos

hacen difícil averiguar cual es, realmente, la

ciudad más poblada del mundo. El recuento no

coincide entre las instituciones que manejan

estadísticas y la realidad cambiante y opaca en

los extrarradios de las ciudades. La vida en esa

periferia está al margen de la burocracia, al margen

de los sistemas de bienestar, al margen de la

planificación urbana y, sin embargo, metida de lleno

en el desarrollo del futuro de las ciudades. Lo que

suceda en 2050, cuando el 70% de la población

de la tierra viva en zonas urbanas, dependerá de lo

que hoy hagamos con el crecimiento desordenado

que supone la otra globalización, la de la ciudad

informal: esa masa de chabolas y barracas capaz

de homogeneizar cualquier lugar del mundo y, con

ello, acercar las vidas de sus habitantes.

Es evidente que si las ciudades no fueran un

territorio para las oportunidades el chorreo de

inmigrantes que llega hasta ellas cesaría. Pero

también lo es que se ha hecho muy poco por

mantener a la gente en el campo. Las razones no

son precisamente altruistas. En muchos países, es en

las ciudades donde los habitantes se convierten en

consumidores y así, para buena parte de quienes

llegan hasta allí, las urbes dejan de ser escenario de

oportunidad para convertirse en terreno de

desigualdad y deshumanización.

No son pocos los que consideran que, en poco

más de un lustro, en China, veremos cómo será el

futuro. Para 2020 se espera que haya concluido la

gran migración interna que llevará a más de mil

millones de personas (dos tercios de su población)

a vivir en las nuevas ciudades que llevan algo más

de dos décadas construyendo. Hace apenas 30

años Guangzhou era un pueblo de pescadores y

hoy, con más de 15 millones de habitantes, habla

de la transformación promovida por el gobierno

chino. Ese cambio tan radical contiene, entre

muchos riesgos, algunas apuestas lógicas: a la

descentralización de un país en torno a una única

gran urbe –como sucede en Francia o en Reino

Unido- en China suman la descentralización interna

dentro de las propias nuevas megalópolis: allí no es

uno sino muchos los barrios que organizan la trama y

la nueva vida urbana.

El arquitecto indio Charles Correa declaró a este

periódico que el mayor problema de las ciudades

es: “Que el poder político emplee suelo urbano

para financiarse”. Y ese asunto, aunque

evidentemente no es privativo de las grandes

megalópolis, es el que permite pasar de urbanismo a

civismo, pues es el mundo urbano de las calles y el

espacio público compartido el que convierte las

urbanizaciones en ciudades. Así, ¿cómo hacer las

ciudades a la velocidad que llega la gente?

Las megalópolis sin límites son insostenibles: requieren

recursos energéticos desmesurados y exigen del

ciudadano una hipoteca vital para pagarse no ya

la vivienda en propiedad sino el transporte para

llegar al lugar de trabajo. Además de dejarlo sin

dinero, las horas empleadas en atascos en el

transporte público dejan a buena parte de la

población sin dinero y sin tiempo para vivir, es decir,

con poco sentido. Eso es un gran peligro para las

personas, pero también para el mundo.

La gran ciudad no ofrece una pobreza humana y,

sin embargo, más de 1.000 millones de personas

viven en suburbios y otros tantos en el chabolismo

menos visible de los pisos patera. La ciudad con

varios centros (los barrios) es vista como una

alternativa a la periferia sin límites. Como en China,

también en India conviven centros urbanos de similar

importancia. Allí Delhi y Mumbai crecen a la par, de

la misma manera que Shanghai es la ciudad más

poblada, Hong Kong pugna por la capitalidad

económica mientras Guangzhou y Tianjin son las

economías que más se desarrollan en China. Al

mismo tiempo, según el proyecto Urban Age de la

London School of Economics, otras capitales

asiáticas, como Bangkok, decrecen.

Urbanizar no es civilizar. No se puede llamar ciudad a una aglomeración urbana. Buena parte de las megalópolis del mundo no son tales polis sino territorios urbanizados en los que se hacina una población en busca de oportunidades

ALBERT TRAVER, Medellín (Colombia)

7 ABR

El VII Foro Urbano Mundial de ONU-Hábitat abrió

hoy sus puertas en la ciudad colombiana de

Medellín, un ejemplo de superación, con el

objetivo de poner freno al problema que acosa a

las urbes del mundo: la desigualdad creciente.

"La brecha entre ricos y pobres se ha ampliado no

sólo en los países en desarrollo y las economías

emergentes, sino también en los países

desarrollados, e incluso en los países

tradicionalmente igualitarios", alertó la ONU en el

documento conceptual del evento.

Es por eso que el VII Foro Urbano Mundial tiene

como principales objetivos lograr la receta para

combatir la desigualdad y lograr la equidad en

unas ciudades donde los llamados "slums" -favelas,

comunas o villas-, no paran de crecer.

La elección de Medellín como anfitriona no es

casual.

Los organizadores destacaron que se trata de

una ciudad sumida en los años ochenta en la

violencia del capo del narcotráfico Pablo

Escobar y que hoy es un ejemplo de desarrollo

en toda la región.

"Medellín no es una ciudad terminada, hay

desigualdades, hay injusticias, pero es una

ciudad que ha demostrado que se puede

avanzar, que se puede dejar atrás el dolor, que

se puede derrotar la oscuridad", dijo su alcalde,

Aníbal Gaviria, durante la inauguración.

Pero la figura indiscutible del primer día del

evento fue el cantante colombiano Juanes, que

siempre ha demostrado su compromiso con

Medellín, su ciudad, y con lograr el fin de la

violencia asociada al narcotráfico y al conflicto

armado.

Juanes fue aclamado por jóvenes y adolescentes

que llenaron uno de los auditorios del VII Foro

Urbano Mundial y que participaron en una

asamblea donde fueron los protagonistas para

proponer soluciones a los problemas que acosan

a sus ciudades.

Más allá de estrellas, fue el director ejecutivo de

ONU-Hábitat, el exalcalde de Barcelona Joan

Clos, quien dio la voz de alerta ante la creciente

desigualdad, acentuada desde el estallido de

la crisis en 2008: o hay cambios o emergerán las

"explosiones sociales".

Una mujer camina frente a un cartel alusivo al

Foro Urbano Mundial en Medellín (Colombia).

/EFE

"El desempleo juvenil es un drama que está

dando pie a explosiones sociales que se

detectan en diversas partes del mundo", dijo

Clos, quien recordó que la primavera árabe la

protagonizaron "jóvenes de las zonas urbanas

con problemas de desempleo".

Clos afirmó que las desigualdades "están

aumentando en la mayor parte de las zonas que

se están urbanizando", en países emergentes y en

economías desarrolladas.

"Si esta urbanización se hace como en los 25

pasados años vamos mal. Tenemos que pensar y

planificar este proceso, no podemos aceptar una

urbanización espontánea, sin dirección", alertó.

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, en

plena campaña política por la reelección,

también asistió al evento más importante del año

en Colombia que congregará a más de 25.000

asistentes en la segunda ciudad del país.

Los invito a pensar en la gente, a desterrar la idea

del urbanismo fácil, y a que trabajemos juntos por

las ciudades sostenibles del presente y del futuro",

dijo Santos.

El mandatario colombiano reveló además que

Clos, quien gobernó la capital catalana durante

1997 y 2006, le regaló una camiseta del Fútbol

Club Barcelona firmada por el mejor jugador del

mundo, Lionel Messi.

Y Clos tampoco perdió la ocasión para lanzarle

un guiño a Santos con su apoyo al proceso de

paz que el Gobierno colombiano negocia con la

guerrilla de las FARC en La Habana: "la familia de

Naciones Unidas está de su lado", dijo.

Alcaldes de grandes urbes como Sao Paulo,

Santiago de Chile, Johannesburgo o Barcelona,

así como expertos de la talla del Premio Nobel

de Economía Joseph Stiglitz pasarán por Medellín

durante los cinco días que durará el VII Foro

Urbano Mundial, que cerrará el viernes sus

puertas.

Medellín toma el relevo de la ciudad italiana de

Nápoles, que en 2012 organizó la sexta edición

de este evento y que a su vez sucedió a Río de

Janeiro (2010), Nankín (China, 2008), Vancouver

(Canadá, 2006), Barcelona (2004) y Nairobi,

sede permanente de ONU-Hábitat, que acogió

en 2002 el primer Foro Urbano Mundial.

LOLA HUETE MACHADO, Madrid

2 ABR 2014 - 20:32 CET

Trasladarse a la gran ciudad en busca de una

vida mejor no sólo es imagen del pasado sino

que es tendencia al alza en todos los países en

desarrollo (y en los BRICS). La importancia

creciente de las urbes para los habitantes del

planeta, en un momento en que dos tercios de

ellos ya residimos en o alrededor de ellas, es

evidente. ¿Pero están las nuevas metrópolis

preparadas para acoger a nuevos pobladores y

migrantes que llegan en masa y se instalan en el

extrarradio de muchas de ellas sin agua, ni luz, ni

alcantarillado, ni casas construidas en las

condiciones debidas, ni escuelas, ni asistencia

médica que no sea otra que la caridad o la

ayuda internacional? ¿Están preparadas tan

siquiera para atender las necesidades básicas a

largo plazo de aquellos que ya habitan desde

hace largo tiempo en su centro? ¿Eran la viejas

ciudades más humanas, más sostenibles? ¿Son las

grandes poblaciones en verdad ciudades para

la vida o simples aglomeraciones condenadas al

hacinamiento, el atasco, la contaminación

permanente, la desigualdad y el entorno

paupérrimo de los mas desfavorecidos? Un simple

paseo porlos slums (suburbios) de Nairobi o

FreeTown, de Bombay, de Río de Janeiro, por

parte del conurbano de Buenos Aires o las

cuestas de Ciudad Bolívar, en Bogotá, para

comprobar de un vistazo lo cruel que puede ser

un asentamiento urbano, como lo llaman en

Naciones Unidas, en sí mismo cuando está mal

pensado, urbanizado, poco dotado o

sencillamente –lo más habitual–, mal planificado y

gestionado.

De todo esto, de "equidad urbana en el

desarrollo" y de mucho más se hablará,

irremediablemente, largo y tendido en la nueva

edición del Foro Urbano Mundial (World Urban

Forum, WUF7) que abre sus puertas del día 5 al

11 de abril en Medellín (Colombia) con un

programa repleto de actos, expertos y

debates. Ciudades para la vida es el lema de

esta reunión técnica mundial y no legislativa. Y lo

hace en esta ciudad colombiana de tamaño

medio (3,5 millones de habitantes) de moda, una

de las poblaciones modelo de metamorfosis de

los últimos tiempos, que puede presumir de logros

dentro de tal categoría, dados los cambios de

planificación y desarrollo urbanos puestos en

marcha en los últimos tiempos. "La mejor ciudad

del mundo", la llaman ahora sus propios vecinos.

Hace apenas una década decir su nombre era

visualizar la violencia en estado puro. ¿El secreto?

Lo iremos viendo y contando. Planeta Futuro

participará en los debates y publicará crónicas

de lo visto y discutido.

De momento, Elkin Velásquez, director de ONU

Habitat para América Latina y Caribe, en

entrevista con Alejandra Agudo, nos ayuda a

entender por qué una población sostenible es

buena para todos, en todos los sectores, y cómo

se deben transformar las urbes de hoy en

poblaciones más variopintas y mezcladas (lo cual,

asegura, reduce hasta los conflictos). La

búsqueda de soluciones se presenta necesaria

porque, tal como describe Mar Toharia, el

crecimiento demográfico (se estima que la

población mundial aumentará hasta los 9.000

millones de personas en 2050) será absorvido por

las megaciudades que, además, son cada vez

más, y más grandes. Marta Rodríguez, desde

Sudáfrica, escribe sobre el fenómeno de los

guettos heredados por el apartheid, que se

habían conseguido eliminar, y ahora, por efecto

de la emigración creciente Sur-Sur, han vuelto a

resurgir en condiciones inhumanas. Algunos de sus

habitantes, se han manifestado miles de veces en

protesta por los servicios básicos, se asoman en

fotogalería de Jordi Matas.

Además, un vídeo de presentación del WUF7

explica la evolución del concepto ciudad a lo

largo de la historia, y la razón de ser de esta

séptima edición de un foro bianual que nació

para examinar desde muchas voces y miradas

(expertos, gobiernos, medios, fundaciones... ) las

cuestiones acuciantes relacionadas con los

lugares que elegimos para asentarnos y donde

habitamos con mejor o peor suerte. Asuntos como

el cambio climático, la complicación del

transporte, las políticas en tiempos de crisis

económicas marcan últimamente nuestra vida

cotidiana. Si hay quien dice que somos mucho el

lugar donde vivimos, quizá sea este el primero que

deberíamos transformar para construir un mundo

más sostenible y justo.

Al Foro Urbano Mundial (WUF7) se han inscrito 25.000 personas entre expertos, miembros de gobiernos, instituciones académicas, fundaciones y medios

MAR TOHARIA

2 ABR 2014 -

Hoy, 7.000 millones de personas habitan el

planeta y, desde 2007, la mitad reside en

ciudades. Se estima que hacia 2050 se alcancen

los 9.000 millones y que las ciudades no

detengan su crecimiento, llegando a acoger al

60% de la población mundial en 2030 y al 70%

en 2050. Y es que cada vez somos más

habitantes, y más urbanos, y las ciudades más

grandes y difusas. Actualmente, existen 502

aglomeraciones urbanas que superan el millón de

habitantes, 74 que superan los 5 millones,

29 megaciudades por encima de los 10 millones,

12 que superan los 20 millones y 1 ciudad con

más de 30 millones de habitantes. Y estas áreas

urbanas, a pesar de concentrar a más de 3.500

millones de personas, apenas cubren el 5% de la

superficie terrestre.

El proceso de urbanización del planeta ha sido

rápido y ha supuesto fuertes cambios en la

composición y desarrollo de las ciudades. Es a

partir de la segunda mitad del siglo XX, en

paralelo al crecimiento demográfico de los países

empobrecidos, cuando se dispara el ritmo. De

hecho, a inicios del siglo XIX, la población urbana

apenas representaba el 3% del total mundial. Las

ciudades se han transformado profundamente

durante el último siglo y han superado los límites

que una vez condicionaron su crecimiento:

traspasan el territorio marcado por sus murallas

defensivas originales; superan sus límites

nutricionales y sustituyen tierras agrícolas de

cercanía por el transporte de alimentos a larga

distancia, y solo cinco empresas multinacionales

controlan ahora el 80% del comercio mundial de

alimentos; modifican sus límites energéticos con el

uso de nuevas fuentes y combustibles fósiles, con

un consumo que se incrementará en un 57% entre

2004 y 2030, a pesar del aumento de precios

del petróleo y gas natural; y superan sus

limitaciones de movilidad y comunicación

mediante la innovación tecnológica y complejas

redes de transporte. La urbanización asume una

nueva forma de crecimiento, a menudo

incontrolado e incontenido. Y la competencia por

un papel central en el escenario internacional

orienta el modelo de desarrollo de las grandes

ciudades.

Estos gigantes urbanos se analizan mediante

conceptos diversos. Se

consideran megaciudades aquellas áreas

metropolitanas de más de 10 millones de

habitantes. Ejemplos claros son el área

metropolitana de Nueva York o el Gran Tokio,

con casi 34 millones de habitantes. Les siguen en

peso demográfico Guangzhou (China), Yakarta

(Indonesia), Shanghai (China) y Seúl (Corea), que

llegan a acoger hasta el 30% o 40% de la

población urbana de su país. De hecho, Delhi y

Shanghai ya se han unido a las conurbaciones de

más de 20 millones de personas, y se prevé que

para 2020 lo hagan también Beijing, Dhaka y

Mumbai. Hay que descender hasta el puesto 24

para encontrar a la Unión Europea (Londres), ya

que la mitad de la población urbana vive en Asia,

donde se encuentran 7 de las 10 ciudades más

pobladas del mundo. Paralelamente, se

definen megalópolis las conurbaciones de

grandes ciudades con altos índices demográficos

y de influencia. Con el acrónimo Boswash se

conoce a la aglomeración norteamericana de

800 kilómetros que se extiende desde Boston a

Washington, con una población de casi 70

millones de habitantes. Y en Europa, el “Banana

Azul”, con similar población, es la franja que se

extiende en arco desde Londres-Milán-Benelux-

Estrasburgo hasta la cuenca de Zúrich-Berna-

Ginebra, y constituye el centro políticoeconómico

de la Unión Europea. O la gigantesca

megalópolis japonesa, de más de 1.000 km2 que,

desde Tokio hasta Kitakyushu, concentra el 80%

de la población del país. Algunas de estas

grandes urbes se consideran ciudades

globales por su influencia económicofinanciera,

cultural y política a escala internacional. Nueva

York, Londres, París o Tokio, por ejemplo, son

nodos de conocimiento e innovación,

interconectados, semejantes entre sí y convertidos

en símbolos del capitalismo mundial. La economía

de Nueva York es mayor que la de 46 naciones

subsaharianas juntas y unida a Londres

representan el 40% de la capitalización de

La mitad de los 7.000 millones de habitantes del planeta reside en ciudades Se estima que hacia 2050 se alcancen los 9.000 millones y que las urbes no detengan su crecimiento, llegando a acoger al 60% de la población mundial

mercado global. Los centros financieros del

Pacífico asiático —Hong Kong, Seúl, Shangai,

Sidney y Tokio—, por su parte, se incorporan como

actores protagonistas al escenario económico

internacional.

Los desafíos que plantea esta expansión

urbanizadora para la calidad de vida humana y

la sostenibilidad medioambiental son

incuestionables. El aumento demográfico en las

ciudades y el cambio en sus patrones de

producción y consumo comienzan a chocar con

los límites de unos recursos naturales finitos. Y, si no

se introducen cambios, en 2030 será necesario el

equivalente a dos planetas Tierra (huella

ecológica mundial). Más del 70% de las emisiones

de CO2 proceden de usos urbanos (15.000

millones de toneladas en 1990, 25.000 millones en

2010 y en 2030 se prevén 36.500 millones). Por

otro lado, se calcula que unas 200.000 personas

migran cada día a una ciudad, y los suburbios

urbanos crecen bajo un modelo que no responde

a las necesidades básicas de sus ciudadanos.

Aproximadamente, mil millones de personas (una

sexta parte de la población mundial) vive en uno

de los 200.000 asentamientos precarios (slums)

existentes, y se estima que este número se

duplicará en las próximas tres décadas. En las

ciudades africanas, casi dos tercios de la

población habitan en slums (solo en Kibera,

barriada de Nairobi, viven más de un millón de

africanos). Y en América Latina, la región más

urbanizada y desigual del planeta, el 80% de la

población vive en ciudades y más de una cuarta

parte en villas miseria.

Actualmente, tan solo

40 megaciudades concentran el 66% de la

actividad económica mundial y el 85% de la

innovación tecnológica y científica. Este paisaje

pone de manifiesto el creciente protagonismo

urbano en el escenario mundial, pero también la

necesidad de repensar la forma en que se

urbaniza el planeta.

Por un lado, las no madres por elección (o las

añosas), y por el otro, el imparable embarazo

adolescente. Esto se llama polarización.

Ser madre hoy puede ser una elección. Para

algunas mujeres, claro. Es un fenómeno de los

países desarrollados y los grandes centros

urbanos. En la ciudad de Buenos Aires 4 de cada

10 porteñas en edad fértil (entre 14 y 49 años)

no tienen hijos. Y entre las madres, el 30% tiene

sólo un hijo. La baja en la maternidad se explica

por los cambios culturales. El hecho de estudiar y

salir a trabajar hace que muchas mujeres no

centren su vida en criar hijos. Se combaten viejos

mandatos y cuestionar la maternidad no es un

tabú. La realización personal pasa por otro lado

y nadie se espanta demasiado.

“Al finalizar el período de fecundidad 9 de cada

10 mujeres han sido madres. Sin embargo, el

10,2% de las que tienen 50 años o más no han

tenido hijos -dice Carina Lupica, del Observatorio

de la Maternidad-. La opción de no tener hijos se

da con más frecuencia entre las mujeres que

acumulan más activos educativos y albergan

mayores expectativas respecto a su desarrollo

profesional o laboral”.

MARIANA IGLESIAS 19 ABR 2014

Pero están las que no eligen. “No solo tienen

menos opciones para decidir, sino que los hijos les

otorgan identidad, ya que el papel maternal les

brinda recompensas y gratificaciones que no

encuentran en otros ámbitos”, dice Lupica.

Es que Argentina es uno y mil países a la vez. Las

mujeres sin hijos son el 18,5% de las mayores de

50 años en la Ciudad de Buenos Aires, pero el

6,7% de las que viven en Misiones. Incluso entre

las porteñas hay datos antagónicos: en Recoleta

el índice de fecundidad es de 1 hijo, en Lugano y

Soldati, 3. Otro abismo: mientras en Capital el

primer hijo es a los 32 años, el 25% de los bebés

que nacen en Chaco y Formosa son paridos por

chicas que no cumplieron los 20.

ARIEL HENDLER

La urbanización Le Albere, proyectada por Renzo

Piano en un área degradada de la ciudad de

Trento y recientemente inaugurada, es un

muestrario de las inquietudes del ganador del

premio Pritzker en lo relativo a la arquitectura

sustentable y el ahorro energético. Ubicado en la

franja de once hectáreas donde funcionó

durante décadas la fábrica de neumáticos

Michelin, el nuevo barrio fue concebido

íntegramente como un modelo de barrio

ecológico.

Los volúmenes en tira que componen las

manzanas, y que albergan en total 350 unidades

residenciales y de oficinas, están provistos de una

gran variedad de dispositivos para aprovechar y

conservar la energía solar, tanto durante el largo

invierno alpino como en los meses de verano. Por

caso, todas las cubiertas cuentan con paneles

solares fotovoltaicos que, entre otras ventajas,

hacen funcionar con energía geotérmica una

bomba de calor que provee calefacción o

refrigeración, según la época del año.

Las fachadas vidriadas de todos los edificios, en

particular, fueron objeto de un diseño especial.

Todas ellas cuentan con distintas clases de toldos

de tela automatizados que funcionan en base a

sensores fotovoltaicos, de modo tal que al que

accionarse el motor -con la propia energía solar-,

estos toldos o persianas, según su tipología,

suben o bajan, se enrollan o desenrollan y

cambian de inclinación en función de la

incidencia del sol. Ubicados por fuera de los

paños vidriados, las cortinas fueron pensadas

también para evitar el efecto invernadero, es

decir, la radiación directa del sol sobre el vidrio.

Por otra parte, todos los aventanamientos

cuentan con carpinterías de doble vidriado

hermético (DVH) que son en sí mismas aislantes

térmicos, y, como factor aislante adicional, las

fachadas están vegetalizadas mediante una grilla

de macetones de fibrocemento montados sobre

bandejas metálicas. El verdor se mantiene gracias

a un sistema de riego por goteo incorporado que

recoge agua del río.

Estas fachadas -idénticas en todos los edificios

del complejo- se resolvieron con montantes de

maderas de espesor generoso en la estructura y

en las carpinterías. Toda la madera utilizada

proviene de bosques gestionados de manera

sostenible con certificado del CFPE (Programa

para el Reconocimiento de Sistemas de

Certificación Forestal ).

SANTIAGO. AFP Y EFE – 16 ABR 2014

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, anunció

ayer la puesta en marcha de un “plan maestro”

para la reconstrucción de las zonas afectadas por

el gran incendio de Valparaíso, que aún no ha

sido completamente controlado. “Vamos a buscar

reconstruir con un plan maestro, para imaginar la

ciudad de manera adecuada. Tenemos que

trabajar con expertos para que nos hagamos

cargo de estas cosas”, dijo la mandataria en una

entrevista con la emisora local Radio Cooperativa.

El plan contempla un nuevo diseño urbano y la

dotación de nuevos servicios para los cerros

afectados por el fuego, unos seis de los 44 que

conforman el puerto de Valparaíso y que no han

sido regularizados, y donde vivía hasta ahora

gente muy pobre en casas de madera y lata. “Ha

habido un crecimiento sin planificación”, aseveró la

mandataria.

El gobierno también pretende proteger y

relocalizar a la gente que perdió todas sus

pertenencias mediante subsidios para el arriendo,

explicó Bachelet. En tanto, los niños afectados

recibirán bolsos con material escolar para

cuando se reanuden las clases en Valparaíso,

suspendidas hasta el 21 de abril.

El incendio, que comenzó la noche del sábado,

dejó hasta el momento15 personas muertas,

11.000 damnificados y 1.650 hectáreas

quemadas. Según los balances oficiales, son

unas 2.500 las casas destruidas por el incendio,

que comenzó el sábado pasado en el sector de

La Pólvora, a unos tres kilómetros de la ciudad, y

se expandió rápidamente por áreas pobladas de

cerros vecinos.

Los bomberos tuvieron grandes dificultades para

combatir las llamas debido a la imperfecta

geografía de la ciudad, con cerros y quebradas

donde la población ha construido sus casas,

muchas de ellas en precarias condiciones.

Los focos de calor aún se mantenían activos en

Valparaíso ayer y eran vigilados por bomberos

ante un posible cambio del viento que encienda

el fuego nuevamente. “No podemos hablar de

situación controlada. Lo que tenemos hoy es un

escenario más tranquilo que el del día de ayer e

indudablemente mejor que el del primer día,

tenemos que seguir atentos y trabajando hasta el

final”, informó por su parte el ministro del Interior,

Rodrigo Peñailillo.

Para encabezar el proceso de reconstrucción,

Bachelet nombrará un delegado para

Valparaíso, pero también para las regiones de

Tarapacá, y Arica y Parinacota, golpeadas el 1°

de abril por un terremoto de 8,2 grados Richter y

un posterior tsunami que dejó seis muertos.

“Tenemos dos procesos, yo no le puedo dar

plazos en este momento, pero sabemos que los

temas de largo plazo probablemente van a tomar

todo el Gobierno”, aseguró .

Cientos de bomberos se esforzaban en Valparaíso

por sofocar los últimos focos del incendio. En los

cerros más altos que rodean el principal puerto

chileno “se están apagando los últimos focos”, dijo

Mauricio Repetto, comandante del Cuerpo de

Bomberos de Santiago, que ha estado

colaborando con sus pares de Valparaíso durante

la emergencia.

“Dentro de las próximas 24 ó 48 horas debería

levantarse la emergencia”, añadió, mientras que las

autoridades de emergencia de Valparaíso dijeron

que uno de esos focos destruyó una vivienda en el

cerro Mariposa.

La ayuda ha continuado llegando a los

damnificados, incluida maquinaria pesada para

remover los escombros en los cerros afectados, en

los que se ha restringido el acceso de personas y

vehículos debido a algunas situaciones de caos

por la presencia masiva de voluntarios que

concurren a colaborar sin planificación. El

contraalmirante Julio Leiva, jefe del estado de

excepción, prohibió la instalación de tiendas de

campaña en plazas u otros lugares de uso público

debido a la gran cantidad de gente que se ha

instalado en tales sitios desde el primer día de la

catástrofe.

La presidenta dijo que dotará de servicios a los cerros y se hará un rediseño urbano.

La cúpula de la Catedral de San Pablo supo

destacarse imponente en el horizonte londinense,

al borde del Támesis. Luego llegaron la torre

icónica de Norman Foster para Swiss Re y The

Shard, de Renzo Piano. Actualmente, el skyline está

mucho más nutrido y todo indica que la

proliferación de torres será mayor en los próximos

años. Según una encuesta difundida por el diario

londinense The Guardian, hay 236 edificios de más

de 20 plantas en camino: 189 (un 80%) de los

cuales están destinados a ser bloques

residenciales, 18 serán oficinas, habrá 8 hoteles y

13 más de uso mixto, más una torre que albergaría

a un instituto educativo.

Según el estudio, que se basa en cifras de las

autoridades locales, el 48 % de las torres ya han

sido aprobados y otro 19 % está en construcción.

Además, 33 de esos proyectos tendrán entre 40 y

49 plantas de altura, y 22 construcciones

superarán los 50 pisos.El corazón de esta

expansión inmobiliaria es el municipio de Tower

Hamlets, en el este de Londres, donde se ubica el

23 % de los nuevos edificios. Si bien los nuevos

emprendimientos se concentran en el Este y

centro de Londres (representan el 77 % del total),

el Sur metropolitano también se enfrenta al

desarrollo vertical: Tower Hamlets, Lambeth,

Greenwich, Newham y Southwark tendrán 140 de

las 236 torres.

En ese contexto, el alcalde de Londres, Boris

Johnson, declaró que se debían construir 42.000

nuevas viviendas cada año, pero que eso no

significaría una proliferación de torres por todo

Londres. Sin embargo, las estadísticas indicarían lo

contrario.Peter Murray, director foro

independiente New London Architecture (NLA) y

curador de la exhibición London’s Growing… Up!

Señaló: “No tengo nada contra las torres, pero

tenemos que entender cuál es su impacto. Debe

haber un sistema de planificación que se adecúe

al propósito: ofrecer una visión de la ciudad en el

futuro y para controlar que el desarrollo sea de

un modo razonable".

Complementando este informe, se presentó el

resultado de una encuesta encargada por NLA

que intentó de dimensionar el impacto de este

crecimiento en los londinenses. Murray apunta a

las enormes presiones sobre las autoridades

locales para ofrecer más viviendas en un contexto

con valores de tierra muy altos. Frente a esos

precios, los desarrolladores están

comprensiblemente interesados en construir en

altura. La situación se complica aún más por el

aumento de la demanda de vivienda por parte de

compradores asiáticos, provenientes de ciudades

donde los edificios altos han sido durante mucho

tiempo parte del paisaje urbano.

Por su parte, Sir Edward Lister, planificador de la

alcaldía de Londres, sostiene que se requiere un

enfoque estratégico para equilibrar la protección

del skykline con la necesidad de albergar a más de

un millón de personas y crear más de 500.000

nuevos puestos de trabajo en los próximos años.

Torres para trabajar y no para vivir

Según una encuesta realizada a los ciudadanos

londinenses, la torre Swiss Re de Foster (a la que

llaman “el pepino”), encabeza la lista de “los

mejores edificios altos”. Gusta, si, pero una gran

mayoría no elije las alturas para vivir. En

coincidencia con la exposición que vive Londres

hacia arriba, el foro independiente New London

Architecture (NLA) ha llevado a cabo una

encuesta para establecer cómo se sienten

realmente los londinenses frente al creciente número

de edificios altos previstos para su cuidad.

La torre diseñada por Norman Foster en 30 St Mary

Axe fue elegida como el edificio favorito de los

londinenses con un 36 % de los votos, a partir de

una selección de 13 torres. El edificio más alto de

Europa Occidental, The Shard (con la firma de

Piano) quedó en el segundo lugar. Mientras que el

recién llegado a la ciudad de Londres Leadenhall

(apodado el Rallador) ocupó el tercer lugar. El

histórico Barbican quedó al final de la lista.

En relación a los 23 edificios construidos en los

últimos cinco años, cerca de la mitad de los

encuestados considera que esos edificios han

mejorado la ciudad. Mientras que un 40 %

respondió que hay demasiadas torres en

Londres.Por otra parte, la investigación dejó ver

que la mayoría de los londinenses no aspira a vivir

en edificios altos. “Los jóvenes resultaron ser los

más propensos, pero fueron muy superados en

número por los que no quieren moverse hacia

arriba”, señala el informe. Las cifras también

muestran que siete de cada diez personas de de

más de 34 años no estaban dispuestos a vivir en

las torres de gran altura.Sin embargo, cuando se

trataba de trabajar son más flexibles: el 61 % de

los londinenses estarían felices de trabajar en

edificios altos, llegando a 72 % entre la

población más joven.

Por último, el director del foro NLA aseguró estar

contento de ver que más gente está a favor de

los edificios altos. “Torres bien diseñadas en un

emplazamiento adecuado pueden mejorar el

horizonte urbano. Del mismo modo que los malos

hacen lo contrario”, dijo Murray. A la vez que

apeló a estar vigilantes y a controlar la cantidad

de edificios a través de una Comisión del skyline

de Londres para “garantizar que sólo los mejores

edificios de calidad pasen el tamiz".

La capital británica está transformando rápidamente su fisonomía, con casi 250 torres propuestas, aprobadas o en construcción, según un artículo del diario The Guardian.

MIGUEL JURADO

Aunque te parezca mentira, en una época, el

country era progre... bueno, no los countries como

ahora, con grandes lotes y casas fastuosas, club

house, piletas, canchas de tenis, equitación o golf

y guardia con cara de pocos amigos. Tampoco

eran los apretados barrios cerrados con vigilancia

las 24 horas. Eran barrios de casas razonables con

jardín alrededor, calles sinuosas y arboladas, más

equipamiento comercial o social a escala del

lugar. Tenemos un ejemplo exquisito a 30 minutos

del Centro: la Ciudad Jardín Lomas del Palomar.

Para los expertos, la primera ciudad jardín de

Latinoamérica. Esta experiencia utópica, que

cumplió 70 años a principios de este mes, nació en

la mente del inmigrante Erich Zeyen en 1933.

Doctor en ciencias económicas antes que

urbanista, seguro que Zeyen buscaba copiar

alguna de las ciudades jardín de su Alemania

natal.

Veinte años antes, cerca de Dresden, por ejemplo,

el empresario Karl Schmidt Hellerau había fundado

un barrio que seguía los lineamientos del padre de

las ciudades jardín: el inglés Ebenezer Howard. Y

por más raro que parezca, Howard era socialista,

bueno, no tanto, la muestra de eso es que, gracias

a su lucha por las ciudades jardín, le dieron el muy

británico título de Sir. Y eso, a principios del siglo

XX, era muy poco usual.

Pero Henry George sí era socialista, y escritor en

una época en la que escribir era más subversivo

que cortar una calle. Howard escribió el libro

Graden Cities for To-morrow en 1898, influenciado

por las teorías de George que proponían, entre

otras cosas, que la gente fuera dueña de lo que

creaba pero no de todo lo que se podía

encontrar en la naturaleza, y sobre todo, no del

valor de la tierra. Todo eso que nos fue dado por

el Tata dios, debía pertenecer a la humanidad

entera ¡Ja! ¡Chupate esa mandarina!.

Con esas ideas en el balero, Howard imaginó sus

ciudades jardín como un lugar para la vida y el

trabajo saludables, como una alternativa para el

trabajador entre vivir en el campo o terminar sus

días en un tugurio de la ciudad.

Precursoras de los barrios cerrados, las ciudades jardín surgieron al inicio del siglo XX, inspiradas por el pensamiento de socialistas como Ebenezer Howard y Henry George.

Howard concretó su sueño con el aporte de

empresarios. La idea utópica del suelo social y la

acción cooperativa necesitaba capitalistas. De

todos modos, su primera creación, Lechworth (55 km.

al norte de Londres) es un buen ejemplo. Un núcleo

urbano no muy grande y una población de 33.000

habitantes. A poco de haberse fundado en 1903,

la mayoría de sus habitantes trabaja en fábricas

próximas, a menos de 15 kilómetros.

Las ideas del garden city se esparcieron por

Europa y Estados Unidos, sobre todo, impulsadas

por los emprendedores más progresistas que veían

en ese tipo de urbanización las posibilidades de

una vida social armónica y digna. Muchas veces, se

convirtieron en herramientas de marketing para

diferenciar el producto “ciudad jardín” del aluvión

de loteos anodinos que marcaron esa época.

Ya de joven, cuando llegó a la Argentina, el

alemán Zeyen tenía en la cabeza crear una ciudad

orgánicamente desarrollada, sin chimeneas, con

vida propia, provista del confort de la urbe y con el

encanto de la campo. Aseguran que el

emprendedor aborrecía el desorden de las

viviendas diseminadas en los loteos que iban

creando a gusto y piacere los rematadores. Quería

algo más ordenado y armónico. Así, para la

década del 40, descubre con su socio Germán

Wernike un gran terreno en la zona oeste, con

magníficas arboledas, suaves ondulaciones y, sobre

todo, absolutamente virgen. En 1944 logra darle

vida a su ciudad jardín. Casi 250 hectáreas en las

que hoy viven unos 15 mil habitantes. Algo

parecido a lo que imaginaba Howard casi

cincuenta años antes en Inglaterra. Una iniciativa

singular, más cerca de los countries que de las

ciudades sin planificación pero mucho más

democráticas.

MARCELO BARRALE

En un reciente número de ARQ se dio cuenta de los

premios del Concurso Clarín-SCA para Estudiantes

edición 2013, en el que obtuvo una mención un

grupo de Rosario con un proyecto en una antigua

favela carioca, Dona Marta. Allí se vertieron

opiniones acerca de la pertinencia o no de que se

tomen como trabajos prácticos de las facultades

de arquitectura casos de intervención urbano-

arquitectónica en el extranjero, en particular en las

favelas de Río de Janeiro.

La Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño

de la Universidad Nacional de Rosario, con mi

coordinación, emprenderá en mayo próximo la

cuarta edición continuada del Seminario de

Hábitat Popular y Vivienda Social que se denomina

“Morar Carioca”. Este nombre fue adoptado en

relación a un concurso organizado por la

Prefectura de Río de Janeiro en años

recientes, con la expectativa del mejoramiento

urbano-social en áreas de renovación, de cara al

Mundial de Fútbol y a los Juegos Olímpicos de

2016. Esta faena es iniciativa del arquitecto Jorge

Jáuregui, y en ella también ha participado como

profesor invitado otro rosarino, el arquitecto Pablo

Benetti, ambos de importante desempeño

profesional y académico en la ciudad carioca en

los últimos 30 años.

Los mejores resultados y las ideas producidas en

los trabajos prácticos de los estudiantes rosarinos

han sido publicados en distintos medios

especializados, ARQ incluido, y donados tanto a

las comunidades de vecinos locales (Juliano

Moreira, Mangueira, Vasco da Gama, Complejo

Alemao, etcétera) como a la Prefectura, mediante

la gestión del arquitecto Jáuregui. Esta iniciativa de

intercambio académico e integración regional es

una conjunción institucional que involucra el

Consulado Argentino en Río de Janeiro, la

Prefectura de esa ciudad, la Universidad Federal y

la Universidad Católica, una red pocas veces vista

en los ámbitos académicos de la Argentina.

En la actualidad, es costumbre ya que unos 60

estudiantes de los talleres de Proyecto

Arquitectónico y cinco docentes, viajando a su

propio costo y esfuerzo, recorran las favelas más

integradas al sistema de políticas públicas, como

también las “no pacificadas”, en una experiencia

de gran valor formativo universitario, en diálogo

con los referentes sociales de las comunidades

locales. La FAPyD, activa integrante hace muchos

años de los Congresos Arquisur, tiene una

extendida trayectoria de

estudios en temas de “producción social de

hábitat”, en los ámbito local, nacional e

internacional, y también ha desarrollado

emprendimientos en territorios del Area

Metropolitana de Rosario, tanto en Investigación

como de Extensión. Y ha recibido en 2013 el Primer

Premio Arquisur a la tarea de Extensión en las

barriadas pobres de Rosario. Asimismo ha recibido

reconocimientos en el Area de Derechos Humanos y

asistencia a la comunidad en territorios social y

físicamente inestables, involucrando frecuentemente

a ONGs, vecinos, docentes y estudiantes. Y

estímulos y financiamientos del Ministerio de

Educación de la Nación mediante programas como

el Voluntariado Universitario, o propios de la

Universidad Nacional de Rosario.

Este desempeño localizado en Brasil, principalmente

considerado como apertura a las problemáticas

socio-territoriales de los países vecinos en lo que se

entiende la formación de un arquitecto o arquitecta

–y probablemente en ámbitos de futura

incumbencia–, forma parte de los postulados que le

han permitido a nuestra Facultad acreditar con

holgura ya hace años en CONEAU y después en

Arcusur, niveles de calidad y logros que avalan a su

vez estas iniciativas.

La UNR tiene disponibles becas de ayuda para

aquellos estudiantes de mérito sin recursos

económicos, y también son frecuentes los seminarios

proyectuales que se realizan en Rosario con

asistencia de estudiantes extranjeros sobre temas

de nuestra ciudad, en hábitat popular y vivienda

social.

Los docentes y estudiantes de todos nuestros

talleres de Proyecto Arquitectónico (dirigidos por

los profesores Aníbal Moliné, Manuel Fernández de

Luco, Miguel Brambilla, Eduardo Chajchir y quien

escribe) han podido apreciar y desarrollar esta

experiencia con orgullo y responsabilidad. Y

también comparar críticamente las formas en que

en nuestro país se abordan las mismas

problemáticas, con foco en otras ciudades de

Latinoamérica como Porto Alegre, Santiago de

Chile y Valparaíso. Y hacer lo propio con otras

ciudades argentinas como Mar del Plata y La

Plata, y con pequeñas localidades muy populares

de la región de Rosario como Pérez, Villa

Gobernador Gálvez, San Lorenzo, Puerto Gaboto

y Villa Itatí, donde también llevamos adelante

proyectos, siempre mediante convenios

interinstitucionales.

No es posible ya en el escenario internacional de

la formación de grado universitario sostener

currículas de cabotaje. Parece necesario, según mi

humilde juicio, hacerlo en un equilibrio entre éstas y

los escenarios demandados, al menos, en los

países hermanos de Latinoamérica con

problemáticas similares a las nuestras. Esta

actividad es un modesto aporte a las mejoras

estratégicas para la formación comprometida en

la dimensión humana, técnica y política de los

futuros arquitectos rosarinos.

Este desempeño localizado en Brasil, principalmente considerado como apertura a las problemáticas socio-territoriales de los países vecinos en lo que se entiende la formación de un arquitecto o arquitecta –y probablemente en ámbitos de futura incumbencia

BERTO GONZÁLEZ MONTANER

Semanas pasadas, con motivo del déficit del

parque edilicio educacional, tuvieron gran

protagonismo dos tipologías edilicias relativamente

nuevas: las llamadas aulas “durlock” y las aulas

contenedor. Aportando datos para la polémica

que desataron en esta misma columna, Miguel

Jurado mostró notables ejemplos de lo que se

puede hacer con el reuso de contenedores

marítimos, un recurso que abunda en la Argentina.

Sin embargo la crisis de recursos físicos no solo

ataca el campo de la educación. También a fin

de febrero volvieron las tomas de terrenos en el sur

porteño alertando una vez más sobre el déficit

habitacional. Como decía Alejandro Aravena, un

prestigioso y joven arquitecto chileno que inventó

una fórmula exitosa para enfrentar estos problemas,

“es imperioso que los mejores profesionales se

dediquen a proyectar la vivienda social; para los

mediocres están los museos”. Aravena con su grupo

Elemental (como el de Watson) se dio cuenta que

era mejor gastar la plata en darle a la gente la

parte cara de la casa, es decir la envolvente y los

servicios, ya que el resto se lo pueden ir haciendo

solos con sus ahorros.

En esta línea el Instituto de Investigación en Diseño

y Georeferenciación (IGEO) de la Facultad de

Arquitectura, Diseño, Arte y Urbanismo de la

Universidad de Morón, liderado por el arquitecto

Alejandro Borrachia, viene desarrollando un nuevo

tipo de sistema constructivo que intenta dar

respuestas a familias de bajos ingresos y aportar

una alternativa a los sistemas constructivos

tradicionales usados por los planes de vivienda.

Una solución que busca responder a la premisa de

ser ambiental, social, cultural y económicamente

sustentable.

El sistema Hábitat 5 es un prototipo de vivienda

experimental derivado del Sistema Modular de

Construcción en Madera que parte de la idea de

involucrar a la comunidad y de utilizar recursos

renovables en la fabricación de la vivienda. La

pieza principal es un “ladrillo”, pero no el

tradicional de arcilla que se vende en corralones,

si no hecho con madera, de forma triangular y de

fácil producción en talleres familiares. Mediante el

apilamiento de estos ladrillos se levantan las

paredes del módulo. El básico, pensado como

hábitat de una familia, es un prisma rectangular de

60 metros cuadrados pero además admite otras

configuraciones y el crecimiento de sus

habitaciones.

La estructura se completa con columnas y vigas de

madera. Y una plataforma que sobrevuela el

terreno. Además de contar con sistemas pasivos de

acondicionamiento, Hábitat 5 tiene otras

innovaciones: calefacción y refrigeración por

geotermia, calentamiento de agua por energía

solar y acumulación de agua de lluvia para riego y

para servicios.

La cubierta es una terraza accesible que tiene

previsto funcionar como terraza jardín o terraza

huerta orgánica permitiendo colaborar con el

autoabastecimiento de sus habitantes y mejorando

el comportamiento térmico del interior de la casa.

Pero no solo eso, también los muros exteriores

pueden colaborar con la alimentación y la

economía familiar. El “ladrillo triangular de madera”

tiene la virtud de que puede rellenarse con

diferentes materiales según el clima y los recursos

con que se cuente en el lugar. Y también admite

albergar desde cultivos verticales a apicultura

especial de abejas no agresivas al ser humano

cuya miel es comercializable.

Hasta hace poco este módulo Hábitat era una

maqueta experimental en escala real que

concitaba la curiosidad de los visitantes de las

exposiciones. Ahora se está poniendo a prueba

en el mundo real. Por encargo de la Secretaría de

Planificación Estratégica y Administración General

del Municipio de Morón, el IGEO construyó el

Hábitat 5 en el Polo Deportivo y Recreativo de

Morón, en la Reserva ecológica de la ciudad.

Para el arquitecto Alejandro Borracchia, impulsor

del proyecto “es una obra construida pero

también un modelo de gestión y participación

que, involucrado con los procesos de desarrollo

de la vivienda social, resuelve temas complejos de

las sociedades.” La idea es que con una visión

holística, esta “vivienda” no sea solo una respuesta

al ser humano sino al hábitat general. Y arriesga:

“Con este tipo de soluciones podemos darle

vivienda a 1 millón de personas.”

“es una obra construida pero también un

modelo de gestión y participación que,

involucrado con los procesos de desarrollo

de la vivienda social, resuelve temas

complejos de las sociedades.”

CHARLES ANDERSON

Un violento terremoto sacudió a la ciudad

neozelandesa de Christchurch el 22 de febrero de

2011, causando la muerte de 181 personas y

provocando que miles más perdieran su hogar. Un

área de la ciudad equivalente a cuatro veces el

tamaño del Hyde Park de Londres fue considerada

inhabitable. Tres años más tarde, la presencia de

retroexcavadoras en las calles son un constante

recordatorio de todo el camino que aún falta

recorrer para reconstruir lo que esta región alguna

vez fue.

La nueva Christchurch, a la que se publicita como

“más verde, compacta, accesible y segura”, tendrá

un costo de 40.000 millones de dólares

neozelandeses en la región, casi un 20 por ciento

del PBI de Nueva Zelanda.

Inmediatamente después del terremoto de 2011, la

respuesta del gobierno fue crear un solo organismo,

la Autoridad de Recuperación de Terremotos de

Canterbury (Cera por la sigla en inglés), que sería

el único responsable del proyecto, desde la

demolición de la edificación comercial y las

viviendas hasta la planificación de la etapa

siguiente de reconstrucción. “Una observación de

las ciudades del mundo que han experimentado

desastres determina que las organizaciones

específicas son las más eficientes”, dice el director

de la Cera, Roger Sutton. Este ente fue el

encargado de manejar el proyecto completo,

desde la demolición de los edificios comerciales

hasta la planificación de la próxima instancia de

reconstrucción.

En el primer período, se declaró “zona roja” a

8.000 de las 180.000 viviendas del área, lo que

significaba que habían sufrido tantos daños que

era improbable que se las pudiera reconstruir

alguna vez. Se declaró inhabitable otro grupo de

9.100 propiedades debido a que exigían

demasiadas reparaciones. Entre junio de 2010 y

junio de 2012, el gran Christchurch pasó a tener

9.200 habitantes menos, una reducción de 2 por

ciento.

La habilidad de planificar, absorber, recuperarse y

adaptarse a eventos trágicos es una de las claves

de cara al objetivo de hacer una ciudad más

resilente. En una conferencia sobre "ciudades

Tras un devastador terremoto en 2011, la ciudad neozelandesa se encontró frente a un debate: ¿reconstruirse en base a su antigua imagen o forjarse una nueva?

resilentes", el profesor Bruce Glacovic, de la

Universidad de Massey, la máxima autoridad del

país en recuperación de catástrofes, criticó el

enfoque piramidal con el cual el gobierno está

llevando adelante el proceso. "¿Cómo va CERA a

aprovechar toda la cultura y capacidad local

que existe? ¿Cómo va a movilizar la mano de obra

local? ¿Cómo va a darle poder de acción a las

comunidades locales para que puedan tomar

decisiones que los lleven a construir de forma más

segura y sustentable". se preguntó.

A pesar de las reservas de algunos, se le encargó a

CERA que haga el primer plan para reconstruir la

ciudad. Tras recoger 106 mil ideas de distintos

puntos de la comunidad, se lanzó una propuesta en

julio de 2012. Un equipo de arquitectos locales e

internacionales crearon un programa, que consistía

en la construcción de 70 proyectos nuevos a lo

largo de los próximos 20 años. La idea central era

edificar un distrito central, compuesto por edificios

de baja densidad. Un "cinturón verde" alrededor de

esta área se fusionaría con el río Avon, el cual se

estaba desarrollando como un corredor

parquizado que atravesaba la ciudad. A su vez, se

puso énfasis en crear un sistema de transporte

ambientalmente sustentable, incluyendo una red de

caminos peatonales y ciclovías.

Ha habido protestas respecto de la forma en que la

Cera ha manejado la clasificación de las zonas

residenciales. En noviembre, se advirtió a algunos

propietarios de las colinas que sus viviendas se

encontraban en un estado tan peligroso que no

era posible habitarlas, a pesar de que durante

más de un año se les había dicho lo contrario.

Antes de los terremotos, las zonas comerciales del

centro no tenían un buen nivel de competencia

con los shoppings suburbanos. Era evidente”, dice

Don Miskell, un ejecutivo de la Cera, “que la

reconstrucción luego del terremoto de 2011

proporcionaba una gran oportunidad de mejorar

Christchurch.”

Pero algunos han cuestionado ciertos aspectos

de ese concepto. Si bien se han modificado las

normas de construcción a los efectos de

incorporar restricciones en cuanto a altura, no se

legisló en relación con una construcción “más

verde”. Sir Mark Solomon, el jefe de la tribu maorí

local, Ngai Tahu, considera que la reconstrucción

no hizo suficiente hincapié en la sostenibilidad. “Sin

duda una de mis ideas era que se adoptara

tecnología verde en toda la ciudad”, dijo a un

grupo de análisis. “Pero si se recorren las zonas –la

nuestra incluida-, se comprueba que la

concepción es la de antes.”

Todavía se discute en qué se debería convertir

Christchurch. El ministro encargado de la

reconstrucción, Gerry Brownlee, ha sugerido que la

tradición deportiva de la ciudad puede ser la

clave de la regeneración urbana, a partir de la

instalación de equipamiento y estadios de primer

nivel. Pero, al nivel de los usuarios, esta visión es

percibida como demasiado estrecha y poco

representativa del gran Christchurch.

En el primer período, se declaró “zona roja” a 8.000 de las 180.000 viviendas del área, lo que significaba que habían sufrido tantos daños que era improbable que se las pudiera reconstruir alguna vez.

GUILLERMO KRANTZER

La puesta en marcha del Metrobus 9 de Julio

posibilitó una mejora sustancial en la experiencia de

viaje de cientos de miles de usuarios del transporte

público que vieron reducido el tiempo de sus

desplazamientos, disfrutan de una espera segura y

confortable en un espacio amigable y experimentan

un servicio de frecuencias previsibles.

Pero el Metrobus no es sólo un proyecto de

transporte; es, por sobre todo, el emergente de un

conjunto de políticas públicas en el que las

soluciones de movilidad se hallan al servicio de la

construcción de una ciudad más humana,

sustentable y, esencialmente, equitativa.

En esta visión, la prioridad, en términos de uso del

espacio urbano y de direccionamiento de la

inversión, corresponde a los modos más eficientes

desde lo ambiental, lo económico y lo social: los

transportes masivos, los individuales no motorizados

y el peatón.

La articulación coherente de estas políticas se

materializa en el Plan de Movilidad Sustentable

para la Ciudad de Buenos Aires, merecedor de

múltiples premios internacionales, entre los que se

destacan el Sustainable Transport Award (Premio

al Transporte Sustentable) recientemente

otorgado en Washington por la Junta Internacional

de Investigación del Transporte.

Pero más importante que el reconocimiento de los

expertos, que visualizan como modelo las políticas

de movilidad aplicadas por Buenos Aires, es la

opinión de los vecinos de la Ciudad quienes

abrumadoramente valoran de manera positiva al

Metrobus de Avenida 9 de Julio. En efecto, la

aprobación en todas las encuesta supera al 80%.

Esta es la opinión de personas concretas. Vecinos

con nombre y apellido que, en su amplia mayoría,

provienen del Conurbano y que gracias al

Metrobus recuperaron un valioso tiempo de vida

para compartir con su familia, para dedicar al

trabajo o simplemente para el descanso. Usuarios

regulares que rescatan de la congestión el

equivalente de 5 a 10 días al año. Progresismo

concreto, no discursivo, con un enorme valor

simbólico en términos de equidad, donde el

usuario del servicio público, el de menores

recursos, goza de un claro privilegio por sobre el

El Metrobús 9 de Julio es una mejora sustancial en la experiencia de viaje de cientos de miles de usuarios.

del auto individual.

Por ello creo oportuno realizar algunas aclaraciones

en respuesta al artículo “Una oportunidad

desaprovechada”. En primer término debo

puntualizar que si bien el Metrobus 9 de Julio

posibilitó que el transporte colectivo de superficie,

proveniente de las más diversas zonas de Región

Metropolitana, atravesase el área más

congestionada de la Ciudad de manera eficiente;

no menos importante es que, simultáneamente,

permitió el traspaso de las líneas de buses que

circulaban por el Area Central, posibilitando el

avance del programa de transformación del

Microcentro hacia una zona donde el peatón es el

protagonista central de la movilidad

Así, dado su impacto, el proyecto tuvo la necesaria

publicidad, incluyendo la correspondiente

Audiencia Pública, en la que se expusieron los

estudios técnicos, de impacto ambiental, el

proyecto de puesta en valor del espacio urbano y

se discutieron y dieron respuesta a las diferentes

inquietudes planteadas por los participantes.

Allí, entre múltiples cuestiones, se explicaron los

motivos técnicos por los cuales se localizaron las

estaciones en las plazoletas centrales optándose,

consecuentemente, por una circulación a la

“inglesa”, consignándose entre otras cuestiones: a)

la imposibilidad de localizar estaciones en las

plazoletas laterales, dada la exigencia de un

tiempo semafórico exclusivo para el giro a la

derecha del tránsito, incompatible con la demanda

de los flujos circulatorios; b) la búsqueda de un

menor impacto visual al construir una única estación

abierta y apta para ambos sentidos de circulación;

c) la utilización de un espacio sin uso como los

canteros centrales de la avenida, un auténtico “no

espacio”, que a su vez mayormente carecía de

arbolado; d) la necesidad de contar con

estaciones con amplia capacidad, lo cual,

aprovechando el carácter pendular de los flujos,

se alcanza con una única plataforma

bidireccional.

La observación de los flujos peatonales que circulan por el eje de la avenida, atravesando las

estaciones iluminadas, limpias y seguras, nos exime

de mayores comentarios. Esta nueva

caminabilidad muestra una apropiación de un

espacio público antes inusable por parte de

gente concreta (nuevamente personas concretas,

que se benefician con políticas concretas),

generando una nueva vitalidad que complementa

los cambios experimentados por el Area Central.

Por su parte, el funcionamiento del corredor se

encarga de responder, de por sí, respecto de la

aptitud técnica de las soluciones adoptadas en

materia de circulación. Las salidas e ingresos son

limpios, la circulación fluye en todo el corredor y

permite además la convivencia con los servicios

de ambulancias, bomberos y policías, que ven

facilitado el acceso temprano a las situaciones de

emergencia, lo que reporta un significativo

beneficio a la comunidad en su conjunto.

Pero también el proyecto del Metrobus 9 de Julio

previó mejoras para etapas posteriores en materia

de sistemas de prepago, así como la

incorporación unidades de mayor porte. En

efecto, el proyecto prevé la progresiva

materialización de recintos de preembarque

totalmente modulares para ser montados

oportunamente en la medida de las necesidades

de la operación de cada línea y de cada

estación. Asimismo, las estaciones y los sectores de

‘’En este sentido la inversión pública destinada a la conformación de una red de Metrobuses y el Metrobus 9 de Julio, representan una decisión audaz.’’

acumulación han sido dimensionados para poder

operar con unidades articuladas de 18 metros, las

cuales, como en la mayoría de los corredores

Metrobus en el mundo, alternarán con unidades

convencionales de 12 metros.

acumulación han sido dimensionados para poder

operar con unidades articuladas de 18 metros, las

cuales, como en la mayoría de los corredores

Metrobus en el mundo, alternarán con unidades

convencionales de 12 metros.

Arribados a esta instancia debo puntualizar que el

proyecto y puesta en funcionamiento del Metrobus

9 de Julio implicó un desafío de enorme

envergadura, como supone intervenir la

emblemática Avenida 9 de Julio, en el cual

participaron decenas de profesionales, que

conformaron un destacado equipo de arquitectos,

ingenieros, urbanistas, ambientalistas, diseñadores,

biólogos, etcétera. En homenaje a ellos y a la firme

decisión política de llevar adelante un proyecto de

tanta trascendencia, es que resulta necesario

realizar estas aclaraciones respecto de juicios de

valor provenientes de un desconocimiento cabal de

la movilidad urbana que no resisten el contraste con

la realidad de los hechos.

Sin dudas, mejorar la movilidad de los habitantes de

la Región Metropolitana de Buenos Aires nos pone

frente a un desafío de proporciones, que requerirá

de grandes inversiones largamente demoradas,

tanto en los ferrocarriles y subtes, como en el

transporte colectivo de superficie.

En este sentido la inversión pública destinada a la

conformación de una red de Metrobuses y, en

particular el Metrobus 9 de Julio, representan una

decisión audaz y de alta eficiencia social, dado su

bajo costo relativo y su elevado impacto en la

comunidad.

En síntesis, una oportunidad aprovechada para

el cambio concreto en beneficio del transporte

público.

Escuela de Arquitectura

URBANISMO I

Prof.: Wanda Espinal

Sustentando por:

Verónica Tavarez

2011.5173

Fecha:

25 ABRIL 2014