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Aisthesis ISSN: 0568-3939 [email protected] Pontificia Universidad Católica de Chile Chile Caisso, Claudia Reseña de "Antología Poética" de Héctor A. Piccoli Aisthesis, núm. 41, julio, 2007, pp. 153-158 Pontificia Universidad Católica de Chile Santiago, Chile Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=163219817010 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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  • AisthesisISSN: [email protected] Universidad Catlica de ChileChile

    Caisso, ClaudiaResea de "Antologa Potica" de Hctor A. Piccoli

    Aisthesis, nm. 41, julio, 2007, pp. 153-158Pontificia Universidad Catlica de Chile

    Santiago, Chile

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=163219817010

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  • Hctor A. PiccoliAntologa PoticaRosario: Serapis, 2006.

    por claudia caissouniversidad nacional de [email protected]

    RESEAS AISTHESIS N 41 (2007): 153-158 ISSN 0568-3939 Instituto de Esttica - Pontificia Universidad Catlica de Chile

    El libro expone una seleccin de poemas del autor poeta bilinge, avezado traductor del alemn, inicialmente publicados en Permutaciones (1975), Si no a enhestar el oro odo (1983), Filiacin del rumor (1993) y Fractales (2002). Tambin presenta fotografas de estas portadas en sus ediciones originales, ofrece una coleccin de notas especialmente preparadas por Piccoli con catorce textos inditos anteriores y posteriores respecto de la aparicin de Fractales. Libro que desde el Manifiesto fractal que comienza con las lneas que dicen Vivimos el desolado tiempo de la prosificacin de la poesa... (cf. ) explora la potencialidad irreductible de la ciberpoesa en los usos de modelos de produccin de sonetos que exponen en la infinitud de sus variantes un horizonte genuino de liberacin de la tcnica. Desde aquella construccin, no slo se reclama a los escritores y al pblico lector en general el reconocimiento de la prdida gradual de los valores constitutivos de la poesa, tal como es el caso de la dimensin musical, consustancial del verso, sino que, al hacerlo se demanda reconocer, adems, el espesor histrico de la tradicin que tanto sostiene a ese valor como al gesto que alent su ruptura. En un gesto que ha sido tpico de las vanguardias, Hctor Piccoli toma distancia respecto de ellas. Vuelve a recordar que no hay genui-na transgresin sin transformacin de la tradicin, y al hacerlo, seala como vacuas las exploraciones falsamente rupturistas que en realidad desconocen absolutamente el poder del pasado. Lejos de idealizar ese pasado, Piccoli, hace seas sobre el tremendo vigor que late, todava en l, en sus estadios vivientes. O, para decirlo de otro modo, expone cmo el uso sofisticado por excelso, de la tcnica actual, es capaz de interactuar y transparentar las vas ms revulsivas por porveniristas del tiempo. En un gesto que por cierto polemiza entre lneas con las ltimas vertientes minimalistas del Ro de La Plata la aventura

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    rpida de una poesa imaginaria porque se asienta en una suerte de escritura automtica, o de repaso fotogrfico donde se extingue absolutamente la posi-bilidad de abrir herida o mirada sensible, y donde se ha perdido, irremediable-mente, adems, la intensidad de las imgenes surrealistas por la copia rpida de un mero mecanismo; simultneamente en polmica con vertientes de la antipoesa, en las que, directamente se ataca la dimensin sublime del arte; Piccoli se sita cerca de, y se separa en algunos aspectos de Lezama.

    Como el cubano, vuelve el tendn de la voz hacia atrs para cuestionar en el prosasmo una falsa creencia en el porvenir absoluto de cierta poesa ms ilusoria que real porque aspira a desprenderse puerilmente de la historia. Al constatar los riesgos del prosasmo levanta el reclamo ms vivo en favor del uso tico de la tcnica en el presente. Ms de un crtico Lezama habla-ra de los sombrosos profesores de literatura no ha querido comprender la ejecucin de esos golpes de dado enfrentados ahora al trgico sino del porvenir en el belicoso, globalizado mundo del siglo xxi. Se han detenido a hablar superficialmente de una mera actitud regresiva o regrediente de la voz de Piccoli, cuando en verdad se trata del gesto arrojado a amalgamar en una suerte de pgina absoluta que en los ltimos aos ofrece el espacio ciberntico, lo ltimo de la tcnica con la dimensin dulce y humana, ms vacilante de la palabra, extraordinariamente extraa en su ambigedad que ofrece el lenguaje en el poema concebido como una gema. Vasta repasar, entre otros, el poema Tlloc dedicado a la lluvia, a la intemperie, donde se conjugan los conos de la diosa mexica, irrumpiendo y ocultndose en los colores de un programa de internet, con la genuina invencin de un lugar ldico donde es imprescindible que intervenga la rotacin del ojo entre el teatro de vaco y el torrente de ora-ciones de intensidad intermitente que abre la pgina de internet. Un espacio que complejiza y radicaliza el experimentalismo de la pgina tentado por el mismo autor, varios aos antes, en los poemas incluidos en 1977 en Permutaciones de Piccoli y Olivay. Por entonces, Nicols Rosa sealaba la necesidad de reconocer un protocolo de lectura para esos textos. Para tal fin no escribi un prefacio sino ms bien un slido argumento a expensas del cual expone que esos poemas son tales porque son capaces de generar matrices de lectura singulares. Rosa articulaba la materialidad significante de la poesa, ms all o ms ac de la pgina blanca (el clebre topoi de la poesa occidental) con la experimentacin. De all que afirmara a propsito de la escritura de Olivay y Piccoli:

    El material potico de Permutaciones es complejo en su composicin, en su disposicin y en su inteligibilidad. Composicin: en tanto asistimos a una combinatoria de entidades cuya transformacin est compuesta no tanto en el sentido musical del trmino (algo de eso hay, no obstante) sino en un sentido ms artesanal: componer en el sentido ms diccionario de arreglar, organizar elementos. Disposicin: en tanto entraa una organizacin dis-puesta para la lectura (un destino posible) y complejo: en tanto se organiza un material que proviene de sujetos plurales, dos al menos y una nueva etapa transformativa: composicin a do... (Permutaciones, 1975, 4).

  • CLAUDIA CAISSO Resea de Antologa potica de Hctor A. Piccoli

    La dimensin transformativa enfatizada por Nicols Rosa en Permutaciones nos parece nuclear, a los efectos de considerar e instrumentalizar la mediacin de los textos ms actuales de Hctor Piccoli, que han sufrido una nueva mu-tacin. Que, podra decirse, han conquistado otro lugar en el llamado a reco-nocer el valor de la posibilidad de transmitir el procedimiento, de la tcnica y, simultneamente la trascendencia de aqullos en la emotividad y el sentimiento que los mismos generan en los ltimos ciberpoemas. Bsquedas de un creador quien, al decir de Nstor Perlongher, debe ser considerado uno de los exponen-tes emblemticos del barroco etimolgico en Amrica Latina. Los alcances de tal formulacin, lejos de ser unvocos, segn ya se sabe, abren la pregunta a propsito de la historicidad y la variedad de las formas por medio de las cuales se imagin y todava se ejecuta el mapa ciertamente plural de pertenencia ms o menos real o imaginaria, segn los casos, de una serie de escritores que admiten ser ledos en el marco de la emergencia del llamado neobarroco. Territorio que se desliza entre posiciones enunciativas que implican la construccin de una subjetividad sobredeterminada, fuerzas escindentes que lejos de afirmar los usos racionales del lenguaje, abren el juego de la otra escena en los mo-dos de leer, parodiar e interpretar la literatura. Formas, en fin, de inventar el destino de la escritura potica en el impulso de los tropos en dilogo con la tradicin, generando un telar productivo que desde los cubanos Jos Lezama Lima, ya mencionado, y Severo Sarduy, hasta su compatriota Virgilio Piera, expone un vasto listado que todava se hace y se des-hace entre las adhesiones, las interpelaciones y los rechazos.

    En tal sentido, es posible afirmar que desde algunos de los postulados conce-bidos para la poesa concreta por Haroldo de Campos en Brasil, hasta el retorno del espritu y la letra de Gngora y Sor Juana en Jos Gorostiza especialmente en el largo poema Muerte sin fin (de 1939), pero tambin en algunas zonas de las Canciones para ser cantadas en las barcas (de 1926) es posible reconocer posicionamientos comunes. Espacios compartidos en la absorcin del presente y la revalorizacin del pasado. Cada vez que resuena la reivindicacin de cierta vocacin universalizante del Barroco europeo y americano en los ensayos de Jorge Cuesta a las frases hiperbatnicas desplegadas en varios de los textos del peruano Martn Adn y las fuertes reminiscencias de las anttesis quevedianas en sonetos de los Poemas humanos de Csar Vallejo, es posible reconocer la proliferacin de cierta constancia del hieratismo hertico de la frase para decirlo oximornicamente. Constancia, por otra parte, que se desliga slo parcialmente de cierta ambicin por hacer un arte sublime en varias zonas del neobarroso de Nstor Perlongher en el Ro de La Plata.

    Contra el teln de fondo de la potica de Perlongher, las voces de Hctor Piccoli a travs de los textos ut supra mencionados, y de Arturo Carrera en Childrens Corner, El vespertillo de las parcas y La banda oscura de Alejandro, entre otros, le han propuesto a la poesa hispanoamericana contempornea la saludable construccin de un mbito que traza amor por alguna verdad lo que los antiguos designaban aletheia a expensas de la confianza desplegada en el splendor formae: la irreductible apuesta por suscitar el fulgor del len-

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    guaje. Nos referimos al espacio potico espritu de, en y por la poesa que est llamado a custodiar cierto estadio de vigilia jugado en la posibilidad de sostener la pregunta y el misterio. All donde el poema es concebido como un sitio fluyente, donde acontece una cita que es consagrarse a la belleza entre nombrar los detalles entraables y ciertos mbitos csmicos o siderales. Por la muestra profusa de los juegos y emplazamientos de una voz lrica que no slo dibuja la mirada/que juvenece el verso antiguo segn se lee en la destinacin que oficia como umbral de esta antologa preparada por Claudio Sguro para Editorial Serapis, sino que prueba formas plurales de experimentacin que complejizan y enriquecen el estatuto de un arte barroco al instalar la inquietud por la singularidad y la necesidad histrica de esta palabra.

    Y aquello ocurre, podra sugerirse, con tal intensidad y tenacidad, que no parece desacertado argumentar que Hctor Piccoli, a la manera de algunas de las ms altas voces de la poesa hispanoamericana ha sido capaz de construir una obra tan orgnica en su cohesividad, como dinmica en la vocacin de metamorfosis de sus diferentes matices. Esto significa afirmar que la obra que en esta oportunidad comentamos ha podido construir un trayecto compuesto por un conjunto de poemarios en el que, al tiempo que es posible reconocer ciertos cortes, es posible reconocer desplazamientos y modificaciones de algunas voces de la poesa argentina, y de la lrica del Siglo de Oro espaol. Entre esos polos se habita el retorno de los temas y las obsesiones a expensas de los cuales vuelve acrecido cierto virtuosismo que enaltece la labor de escritura concen-trada en custodiar la construccin arquitectnica de la frase y la reinscripcin de los mitos clsicos.

    Exaltacin del rigor que Nstor Perlongher acentu al destacar el dintel de la etimologa, el detalle voluptuoso de la lengua cifrada y revelada en la reins-cripcin de resonancias arcaicas del lenguaje, impulsando extasialmente el decir hacia las zonas inquebrantables de la reminiscencia que conmemora, y de las huellas con que se concibe la contemplacin en poesa en un exquisito deteni-miento de juegos rmicos, as como en inscripciones de rtmica trascendencia sonora en el que la poesa no cesa de mostrarse como cuerpo que, cuando copula con el lenguaje, sin cesar alitera. Por eso es preciso sealar que la emergencia o el retorno de lo barroco es inquietante: puesto que la seleccin de los textos editados excede aquella experiencia de percepcin y de conocimiento. Y, si, tal como afirma Gastn Bachelard, hay poesa toda vez que hay mirada, esto es, perspectiva aguda que engendra herida, penetracin y configuracin de alguna escena humana, hay poesa porque la apetencia de alteridad desplegada se deja traducir en una coleccin de tropos e imgenes que al mismo tiempo oscilan entre la enfatizacin de la singularidad y un dilogo generoso, esto es, en el que el acto de enunciar constela con la tradicin letrada y popular del presente y del pasado.

    Espacio de escritura en la que abre el discurrir del diminutivo dulce, de clara raz juaneliana, y la sobreimpresin de cierto vagar del espritu ms all o ms ac, segn se quiera, respecto de la percepcin: el mirar, el or, el escuchar lo no dicho todava.

  • Vestigios, magia del ser y lo inaudito, que vuelven sobre lo entrevisto; expe-riencia que paradjicamente exalta la dimensin subversiva de la existencia por una lucha por la poesa que, lejos de mostrarse como heroicidad, se patentiza en ciertas regiones donde tiene lugar algo del orden de lo tenue, la gracia leve, podra decirse. Bien decir a travs del cual pasan y se condensan, se coagulan o irradian, segn los casos, imgenes esplendentes del pasado, en el dilogo, nuevamente encendido al lezamiano modo entre lo visible e invisible. Dilogo tambin de duplicacin, divisin, y multiplicacin, entonces, jugados entre el poema y el cielo, o el celo por el cielo del poema, all donde ese cielo no ad-mite ser reducido a un mero fetiche, por el que a travs de la potenciacin de la mirada de la infancia, el frreo resguardo de la invencin es posible leer el deseo genuino de saber como reinscripcin de la imago o de la cantidad (no) hechizada lezamiana. Por ese lugar irreductible de la metfora la voz de Hctor Piccoli tiende el puente y el hiato. As, en Filiacin del rumor, libro que desde el ttulo mismo nombra la existencia de un vigoroso eco reminiscente respecto del Enemigo rumor (1941) de Lezama, es posible reconocer ciertas zonas productivas de pregnancia de algunas estrategias caractersticas del neobarroco. Puesto que en su trazo abren la dimensin extasial de la poesa: un compromiso real con la dimensin elegaca de la lengua que alcanza (con-densa, concentra) el amor por altura, icricamente trabajada, cuando cifra la patencia de lo invisible, o hace patente el valor alcanzado en la epifana de la imagen potica.

    En ms de una oportunidad en algunos de los trabajos en la potica de Piccoli se apela para ello a la mediacin de los cuadros barrocos. Como es el caso del tallado de la imagen potica que nombra el hambre en Rembrandt, nominacin de la ausencia del padre, en el poema Pange, lingua, de valor simblico medular en el conjunto del poemario que mencionamos. Lengua sa-grada, la poesa crea filiacin del rumor, es decir, reinscribe la paternidad en deriva, cuando se intensifica en la lejana, o discurre en suceder que est dado al tiempo libre, porque liberado de la gramtica, ciendo al poema como una gema en la dimensin ms estricta de la sintaxis (nos referimos a la cons-truccin estricta de las frases).

    Aqu sobre la mesa, junto a la ventana se leela luz yerma y ciegael oro desmoronado de la transubstanciacin.

    Aldo: su filo troncha anla corteza, y separa del panpara tu ausencia una rodaja;

    o es el pan mismo, el que con un colorde girasol ebrio cayendo hacia su centro,dentro de s se alejan,se aleja de tu hambre que congre, en Rembrandt,ese derecho regio a la renuneica y al enfadocon el empecinado mandamiento del amor?:

    CLAUDIA CAISSO Resea de Antologa potica de Hctor A. Piccoli

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    iluminarse as en la crislida de ser,medrar y soflamarse,hasta abstraerse por fin y derivarse... (Piccoli: 125).

    All pareciera que se puede escuchar que consagrarse a la belleza es morir, porque la prdida puede llegar a serlo a condicin de abrazar una serie de valores. Porque antes, podra decirse, se ha vuelto enhiesto el trabajo con la dimensin arquitectnica de la metfora en el Barroco clsico europeo. Porque vuelve un modo ciertamente plural de sealar que si la lengua potica ha aprendido las lecciones frreas del gongorinismo, algunas de las lecciones paradigmticas del experimentalismo contemporneo, hasta la agramaticalidad de la frase lezamia-na, tambin es capaz de relativizarlo hasta realzar la simetra que gemina ( Filiacin del rumor, 1993:12). All donde la separacin, que es dilogo con la ausencia, puede enarcar, todava, un gesto que no es para nada regresivo, sino ms bien conmemorativo, intensamente reminiscente. Decididamente situado en un tiempo otro respecto de la temporalidad explosiva de Lezama.

    Estratgica mirada a expensas de la cual el etrusco de La Habana pudo construir el hieratismo hertico en la constancia de la agramaticalidad de la frase. Cierto gesto arqueolgico, nos atreveramos a afirmar, a expensas del cual se arroj a idealizar el pasado, o, al menos, volverlo emblemtico por ejem-plar, hasta buscar para ser encontrado por un ancestro cada vez ms lejano en el tiempo. Una suerte de modelo no gelificado, es decir: no paralizado, en la decisin de habitar una lengua altanera, distante de la lengua coloquial, como capaz de inscribir a aquella ltima en rituales memorables.

    Porque las estrategias del discurso metafrico, cuya ejecucin excede ampliamente el espacio de la escritura del poema, lleva a pensar la escritura potica como un problema intergenrico, que hace interactuar, transformar y reconsiderar la relacin entre aqullos, al rechazar el lugar de la mera decoracin para concentrar la atencin sobre la ascensionalidad, tanto del poema como de la prosa. Esa ascencionalidad, o anhelo de altura en la voluntad de estilo algunas veces parodiadas por el talentoso Virgilio Piera en un momento de su trayecto creativo conquista multitud de matices y proclama el sitio irreductible por plural de la diferencia, all donde el esplendor verbal asume el ethos la costumbre de no ser derribado. Ese esplendor verbal, podra decirse, est alentado por muchos horizontes, entre otros: el de la trascendencia de la realidad a expensas del perpetuum mobile abierto en acto, contemplado luego, o ms all de la cronologa por la metfora. Un ir ms all de lo inmediato, a los efectos de engendrar cierto proceso arqueolgico que permite deconstruir tanto una concepcin lineal-evolutiva de la historia (literaria), como el peso del positivismo. Puesto que las estrategias de la metfora deslizan ad infinitum la llamada justicia metafrica lezamiana de origen griego, perturbada por las fuerzas metamorfticas de la modernidad, haciendo que la lucha por el ethos de la imago elabore el paso de la inconveniencia en el extremo.

    Recepcin: febrero de 2007Aceptacin: marzo de 2007