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1918. La terrible victoria por Max Gallo. Primeros Capítulos

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Una aguda crónica del día a día ese año decisivo en la política internacional contemporánea. Una herida abierta con el asesinato del archiduque Francisco Fernando que no cicatrizaría hasta la guerra de los Balcanes en 1991.

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1918

La terrible victoria

Max Gallo

Traducción de Francisco García Lorenzana

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1918. LA TERRIBLE VICTORIAMax Gallo

Una aguda crónica del día a día de ese año decisivo en la política internacio-nal contemporánea. Una herida abierta con el asesinato del archiduqueFrancisco Fernando que no cicatrizaría hasta la guerra de los Balcanes en1991.

Después del armisticio del 11 de noviembre de 1918, cinco terribles años con-cluyen. Cinco años que han visto el surgimiento de las armas químicas, losbombardeos generalizados, el estancamiento de los ejércitos y diez millonesde muertos. Cuando el fin de la guerra era imprevisible, hubo un hombre quetuvo fe en la valentía de sus soldados y en la República de Francia. Este hom-bre fue Clemenceau. Pero si el Tratado de Versalles en 1919 inauguraba unnuevo mundo, también, a partir de ese momento, se sembraría la semilla dela frustración y la venganza que no pararía de crecer a lo largo del siglo XX: elascenso del fascismo, la inestabilidad social y las disputas territoriales, ade-más de una crisis ecónomica sin precedentes de la que los imperios desinte-grados serían las principales víctimas.

1918. La terrible victoria es la segunda parte de 1914. El destino del mundo,también disponible en Rocaeditorial.

ACERCA DEL AUTORMax Gallo (Francia, 1932) es catedrático de Historia, doctor en Literatura eintegrante de la Academia Francesa. Ha sido miembro de los parlamentosfrancés y europeo, así como ministro y portavoz del gobierno por el PartidoSocialista Francés. Ha escrito numerosas biografías (entre ellas las deRobespierre, Garibaldi, Napoleón y Julio César) y ensayos sobre temasclave de la historia contemporánea.

ACERCA DE SU OBRA ANTERIOR, 1914. EL DESTINO DEL MUNDO«En esta obra, pocos comentarios. Datos, solo datos y nada más quedatos… Sí, pero ¿encadenados con qué pertinencia? Como fumarolas ogrietas que emergen a la superficie, los indicios reveladores de una futuradesestabilización de la sociedad se superponen sobre los eventos interna-cionales, a menudo dispares, que anuncian la deflagración mundial.»LaCausELittérairE.Fr

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«Me indigno por la enorme inutilidad de nuestras pér-didas. A pesar de lo dispuesto que estoy a sacrificarme,querría que al menos se conociera cada día un poco más eldesperdicio de vidas y de fuerzas, y que el peligro que nosamenaza, a pesar de nuestra victoria, sea previsto y con-jurado.» *

MAURICE GENEVOIX, Vie et mort des Français, 1914-1918.

* * *

«Y se acabó […]Sueño con las miles de cruces de madera alineadas a lo

largo de las carreteras polvorientas […].¿Cuántas cruces de las que yo planté siguen en pie?Mis muertos, mis pobres muertos, ahora vais a sufrir,

sin cruces que os guarden, sin corazones que os acunen. Me parece que os veo merodear, con gestos de ciego, y quebuscáis en la noche eterna a todos esos vivos ingratos que ya os han olvidado.»

ROLAND DORGELÈS, Les Croix de bois, 1919.

* El autor cita a Jean Vigier, oficial de tropa, muerto en Verdún ennoviembre de 1916. Primero de su promoción en la Escuela NormalSuperior (1909). Primero en las oposiciones de filosofía (1912).

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«Para mí, leída la convención del armisticio, me pareceque en este momento, en esta hora terrible, grande y mag-nífica, he cumplido con mi deber. […] Y a partir de aquí,honor a nuestros muertos heroicos, que han hecho posibleesta victoria. […] En cuanto a los vivos […] a los que aco-geremos cuando pasen por los bulevares en dirección alArco de Triunfo, ¡saludarlos por anticipado! Los esperamospara la gran obra de reconstrucción social.Gracias a ellos, Francia, ayer soldado de Dios, hoy sol-

dado de la humanidad, será siempre el soldado del ideal.»

GEORGES CLEMENCEAU, presidente del Consejo, a la Cámara de diputados. 11 de noviembre de 1918.

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«Paz o no paz, ya es demasiado tarde, se trata de una de-rrota. Os digo que no hay nada que hacer, la mano está re-partida. Para nosotros es una derrota.Sulphart levantó la cabeza y miró al que hablaba de esa

manera.—Yo afirmo y sostengo —replicó— que es una victoria.El bebedor lo miró y se encogió de hombros.—¿Por qué? ¿Qué es una victoria?Sulphart, desconcertado, se detuvo a pensar durante un

instante, sin encontrar con rapidez las palabras necesariaspara expresar su alegría desbordante. A continuación, sincomprender demasiado bien la terrible grandeza de su tes-timonio, respondió con crudeza:—Creo que es una victoria, porque he sobrevivido…»

ROLAND DORGELÈS,Les Croix de bois, 1919.

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evolución de lAs lÍneAs del Frente

esPAÑA

PortugAl

BélgicA

reino unido

PAÍses BAJosAlemAniA

FrAnciA

suizA

itAliA

dinAmArcA

mar delNorte

océano Atlántico

mar Mediterráneo

noruegA

países alIadosAvance máximo alemán (septiembre de 1914)

Frente estabilizado a finales de 1914

Frente el 11 de noviembre de 1918países neutrales

ImperIos centrales

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durAnte el trAnscurso de lA guerrA

marBáltico

mar Negro

Frente en febrero de 1915 ofensivas aliadas

ofensivas de los imperios centralesFrente en 1917

Frente en 1918

rusiA

sueciA

AustriA-HungrÍA

imPerio otomAno

AlBAniA

serBiA

BulgAriA

rumAnÍA

greciA

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euroPA desPués de guerrA

esPAÑAPortugAl

BélgicA

reino unido

P. BAJos

FrAnciA suizA

itAliA

dinAmArcA

mar delNorte

océano Atlántico

mar Mediterráneo

noruegA

irlAndA

terrItorIos perdIdos por alemanIa

terrItorIos perdIdos por rusIa

límIte del terrItorIo alemán ocupado y desmIlItarIzado

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AlemAniA

marBáltico

mar Negro

noruegA

terrItorIos perdIdos por el ImperIo austrohúngaro

Fronteras antIguas

terrItorIos perdIdos por BulgarIa

rusiA

sueciA

imPerio otomAno

AlBAniA

AustriA

PoloniA

l ituAniA

letoniA

estoniA

F inlAndiA

cHecoslovAquiA

HungrÍA

yugoslAviA

BulgAriA

rumAnÍA

greciA

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PRÓLOGO

«HONOR A NUESTROS MUERTOS HEROICOS»

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Ese hombre de tez pálida, rostro crispado, cejas enmarañadasy un gran bigote blanco que le cubre, en gran desorden, casitoda la boca, es el presidente del Consejo, Georges Clemenceau,a primera hora de la tarde del lunes 11 de noviembre de 1918.

El jefe del gobierno está hundido al fondo de un coche alque los gendarmes intentan abrir camino para que pueda lle-gar al Palacio Borbón, a pesar de la muchedumbre inmensa quese ha reunido delante de la Cámara de Diputados.Clemenceau debe presentar oficialmente el armisticio fir-

mado en el bosque de Compiègne, en el claro de Rethondes,que debe entrar en vigor este lunes a las 11 horas.

Un cañonazo, seguido del repicar de las campanas de todaslas iglesias de París, ha anunciado la capitulación alemana.El II Reich, proclamado por Bismarck en la galería de los

Espejos de Versalles en enero de 1871, se ha rendido. Ha lle-gado el momento de la revancha: Alsacia y Lorena, anexio-nadas por los alemanes desde 1870, vuelven al seno de la ma-dre patria.Se ha retirado el velo de crespón negro que cubría la esta-

tua de Estrasburgo en la plaza de la Concordia.

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La multitud ha invadido los Campos Elíseos, los puentes,las plazas, los bulevares. Bailan, cantan y llevan a los soldadosen volandas.«Los soldados de todos los países abrazan a todas las muje-

res», escribe un adolescente en su diario. Se agitan las bande-ras aliadas. Se grita «Viva Clemenceau». A pesar de los gen-darmes, la multitud se agolpa alrededor del vehículo delpresidente del Consejo. Descubre a Clemenceau, un anciano derostro impenetrable que responde a las aclamaciones alzandosus manos, enfundadas en unos guantes grises.Se siente fascinación por este hombre tan viejo (¡77 años!)

que parece aplastado por el agotamiento.Pero era él a quien llamaban el Tigre, el Derrocador de Mi-

nisterios, quien se había opuesto a Gambetta, a Ferry, a Poin-caré, ya con 73 años en 1914.Su actitud impone respeto y la gente se aparta del coche

pero sigue aclamándole.Fue Clemenceau, el radical, el patriota, quien asumió la de-

fensa de Dreyfus, quien rompió despiadadamente las huelgascuando fue ministro del Interior, el primer policía de Francia.¡Ahora es el Padre de la Victoria!El 6 de noviembre, ante los diputados, cuando la firma del

armisticio solo era cuestión de horas o de algunos días, habíadeclarado: «Ahora es necesario ganar la paz, lo que es posibleque sea más difícil que ganar la guerra. Es necesario queFrancia se concentre en sí misma, que sea disciplinada yfuerte».Ese 11 de noviembre todos los diputados, y los invitados

admitidos en los palcos que dominan el hemiciclo del PalacioBorbón, se ponen en pie cuando, a las 15.50, Clemenceau entraen la sala de sesiones y es aclamado.Clemenceau ya no es el anciano que habían vislumbrado

agotado con el rostro pétreo y hundido en el coche.El hombre que ocupa la tribuna ha cambiado por com-

pleto y se ha convertido en un orador capaz de levantar el en-tusiasmo de su auditorio, sin dejar que decaiga en ningúnmomento.Es un hombre de Estado, un patriota exaltado por la volun-

tad de adoctrinar a la nación, de decir la verdad.

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Al escucharlo, la política se convierte en transmisora deideales.

«Señores, solo existe una manera de reconocer estos ho-menajes que proceden de las Asambleas del pueblo —afirma—,por muy exagerados que sean, y es que todos, los unos y losotros, en esta hora, hagamos la promesa de trabajar siempre,con todas las fuerzas de nuestro corazón, por el bien público.[…]»Ahora les voy a leer el texto oficial del armisticio que se

ha firmado esta mañana a las cinco de la madrugada entre elmariscal Foch, el almirante Wemys y los plenipotenciarios deAlemania.»Lentamente lee las condiciones esenciales impuestas a Ale-

mania. 1

Después Clemenceau se estira, se agarra a la tribuna, su ex-presión cambia, su voz se afirma:«A mí, leída la convención del armisticio, me parece que en

este momento, en esta hora terrible, grande y magnífica, hecumplido con mi deber.»Solo unas palabras. En nombre del pueblo francés, en

nombre del gobierno de la República francesa, envío el sa-ludo de la Francia una e indivisible a Alsacia y Lorena rein-corporadas».Los diputados se ponen en pie y aclaman largamente a Cle-

menceau.Este deja que se desvanezca la oleada de aplausos y con una

voz aún más sonora, más resonante, prosigue:«Y a partir de aquí, honor a nuestros muertos heroicos, que

han hecho posible esta victoria. Por ellos podemos decir que an-tes de cualquier armisticio, Francia ha sido liberada por lafuerza de las armas. En cuanto a los vivos, a los que a partir deeste día tendemos la mano y a los que acogeremos cuando pa-

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1. Ver la nota al final del prólogo.

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sen por los bulevares en dirección al Arco de Triunfo, ¡saludar-los por anticipado! Los esperamos para la gran obra de recons-trucción social.»Gracias a ellos, Francia, ayer soldado de Dios, hoy soldado

de la humanidad, será siempre el soldado del ideal».Los diputados lo aclaman puestos en pie.«¡He aquí por fin la hora bendita para la que hemos estado

viviendo durante cuarenta y siete años! […] —declara PaulDeschanel, presidente de la Cámara de diputados—. Y mañanaestaremos en Estrasburgo y en Metz. Ningún discurso hu-mano puede igualar esta alegría.»Cae la noche, pero la multitud, a pesar de la lluvia glacial,

sigue igual de densa, igual de alegre, como arrebatada por undelirio de fraternidad exaltada.En la Rue Royale, delante de Maxim’s o de Weber, se van

pasando botellas de champán para que todos puedan beber untrago a morro.En el Théâtre-Français, una actriz, encima de una mesa, con

los hombros desnudos, el busto envuelto en una bandera trico-lor, recita un poema cuyo autor le va pasando las hojas a me-dida que las va escribiendo.

Al final, Victoria, te besamos en la boca…Esta noche Francia es como una cama sobre una cimaDonde te entregas desnuda a nuestros besos ardientes.

En la Plaza de la Ópera la luz de un proyector alumbra lafachada del Grand Hotel.La multitud que llena la plaza aplaude de golpe porque cree

reconocer a Clemenceau en una de las ventanas. Pero la siluetadesaparece mientras desde lo alto de la escalinata de la Ópera lacantante Martine Chenal entona las primeras notas de LaMarsellesa.

Allons enfants de la Patrie,Le jour de gloire est arrivé…

De inmediato la muchedumbre canta con ella con una mez-

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cla de acentos diversos que dominan este coro improvisado ypotente.Y cuando termina el canto y se desvanecen las aclamacio-

nes, de golpe se oye gritar a una voz estentórea:«¡Vivan los muertos!».El silencio cae sobre la multitud pero después, como una

detonación aún más fuerte, la voz repite:«¡Vivan los muertos!».Alguien lanza desde la otra punta de la plaza:«¡Viva Francia!».La muchedumbre, después de un momento de indecisión,

vuelve a cantar.

NOTA:

Los lectores pueden remitirse al indispensable Dictionnairede la Grande Guerre 1914-1918, bajo la dirección de FrançoisCochet y Rémy Porte, col. Bouquins, Robert Laffont, 2008.

Las condiciones son muy duras.

La primera parte enumera los puntos aplicables en el frenteoccidental. Evacuación inmediata de los países invadidos: Bél-gica, Francia, Luxemburgo, así como Alsacia-Lorena. No solose deben entregar los diferentes tipos de armas, sino que se de-ben añadir 5.000 locomotoras y 150.000 vagones «en buen es-tado de uso» en un plazo de 31 días.Se deben evacuar los territorios de la orilla izquierda del

Rin, que serán administrados bajo el control de las tropas deocupación de los Aliados y de los Estados Unidos, que estable-cerán guarniciones para controlar los principales puntos depaso del Rin: Maguncia, Coblenza, Colonia…El sostenimiento de las tropas de ocupación corre a cargo

de las autoridades alemanas y el Reich debe proceder inmedia-tamente a la repatriación sin reciprocidad de todos los prisio-neros de guerra aliados y de los Estados Unidos.

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La segunda parte se refiere al frente oriental. Todas lastropas alemanas que se encuentran en los territorios que an-tes de la guerra formaban parte de Austria-Hungría, Ruma-nía y Turquía deben regresar inmediatamente a las fronterasalemanas anteriores al 1 de agosto de 1914. Alemania deberenunciar a los tratados que ha firmado con Rumanía y con laRusia bolchevique, los de Bucarest y de Brest-Litovsk… LosAliados tendrán acceso libre a los territorios evacuados porlos alemanes.

La tercera y la cuarta parte exigen en especial el cese dehostilidades en África oriental.

La quinta parte trata de las cláusulas financieras y de las re-paraciones por los daños provocados por la guerra, así como dela restitución inmediata de los fondos del Banco de Bélgica yde la restitución del oro ruso y rumano tomado por los alema-nes, o que les fue entregado.

La sexta parte se refiere a las cuestiones navales. Los bu-ques de guerra serán desarmados y amarrados en puerto. Seestablece la lista de las naves más modernas con el objetivo desu ocupación.

La séptima parte amenaza a Alemania con un «bloqueo»alimenticio. «Los Aliados y los Estados Unidos prevén el abas-tecimiento de Alemania en la medida que sea necesario…»

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PRIMERA PARTE

1914-1917

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Capítulo 1

1918-1914

¡TANTOS MUERTOS!

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El lunes 11 de noviembre de 1918, día de alborozo, de espe-ranza y de gloria, aunque se encuentra en el Grand Hotel de laÓpera, no ha tenido necesidad de escuchar las dos voces anóni-mas que se retaban de un lado al otro de la plaza, una de ellasgritando «¡Vivan los muertos! ¡Vivan los muertos!» y la otrarespondiendo «¡Viva Francia!».

Clemenceau sabe que después del mes de agosto de 1914,una masacre enorme, una hecatombe terrible, ha cortado a tro-zos y con frecuencia ha reducido a un amasijo sangrante loscuerpos de millones de hombres jóvenes.Es él quien esta tarde del 11 de noviembre, al dirigirse a

los diputados con voz solemne, ha proclamado «honor a nues-tros muertos heroicos».Ha visto los cuerpos agonizantes en las salas de muerte en

que se han convertido los recintos reservados en los hospitalesa los «grandes heridos».

Clemenceau, senador, presidente de la comisión de AsuntosExteriores y del Ejército del Senado, ha visitado con frecuenciala primera línea.Ha recorrido el laberinto de trincheras en que se ha con-

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vertido el frente desde los Vosgos a Flandes, desde que en sep-tiembre de 1914 el ejército francés ganase la batalla del Marne.Los alemanes recularon y los ejércitos se enterraron.Cuando se avanza por esas trincheras, se sabe que se piso-

tean los restos de los soldados sepultados bajo una lona.De vez en cuando sale una mano de la tierra de los taludes

o de los parapetos. Y un soldado ha colgado su morral.Cuando Clemenceau ha ocupado durante algunos minutos

un puesto de observador, ha visto cadáveres, alemanes y fran-ceses mezclados, vestigios de un ataque o de un contraataque,enredados en las alambradas de espino, esa tela de araña que sepudo franquear y donde ofrecieron el cuerpo a las ametralla-doras enemigas.Y de esos cuerpos retorcidos y abandonados salen a me-

nudo ratas, enormes como un gato grande, alimentadas por lasentrañas y la carne humanas.

«Honor a nuestros muertos heroicos», ha repetido Cle-menceau.Los soldados se han cruzado con él en primera línea desde

el mes de octubre de 1915 —cuando solo era senador—, y des-pués a lo largo de la guerra y más aún cuando en noviembre de1917 se convierte en presidente del Consejo.Con botas y un pasamontañas que le enmarca las mejillas

arrugadas de anciano, lleva un gorro extraño y para superar lostaludes se ayuda de un bastón, que blande para deshacerse delos oficiales que lo rodean y que le aconsejan que no se ex-ponga, pero él se obstina, refunfuña e incluso grita insultosdesafiantes contra el enemigo.«Quiero oler al boche»*, afirma.Y hasta que no llegue a ser el jefe del gobierno, escribirá

cada día un editorial para su periódico, L’Homme enchaîné(encadenado), ese diario cuyo nombre deja bien claro que estásometido a la censura y advierte al lector de que ya no puedeseguir siendo el Homme libre, que era su nombre anterior.

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* Caboche: cabeza cuadrada. Ya se decía Alboche: alemán cabeza cua-drada, y después Boche. (N. del T.)

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Georges Clemenceau visita el frente de guerra en el Oise, con botas, sombrero y bastón.

Fotografía: Jacques Ridel

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Pero quien escribe es el patriota, el radical, el republicanoque repite sin cesar que es necesario combatir hasta la victoria.Después de una de sus visitas al frente —en enero de

1916—, titula su artículo «¡Confianza, Confianza!».«Desde el oficial de más alto rango inclinado sobre sus ma-

pas hasta el último soldado, atento en su puesto de escucha,dentro de su refugio de lodo —quizás a pocos metros del ene-migo—, no hemos encontrado nada más, no hemos oído nadamás que la magnífica unanimidad de una decisión inquebran-table y de una voluntad que supera con serenidad cualquierposibilidad de duda.»

El lunes 11 de noviembre de 1918 tiene en la cabeza lo queha visto. Sabe con cuantos «muertos heroicos» ha pagadoFrancia este armisticio, su victoria.En los cinco meses del año 1914 —desde la declaración de

guerra en agosto hasta diciembre— se han contado 300.000muertos o desaparecidos y 600.000 heridos graves.Y el lunes 11 de noviembre de 1918, día de gloria, de cele-

bración, de abrazos, Clemenceau exige que el ministro de laGuerra le comunique el último recuento de las pérdidas, queeste 11 de noviembre solo puede ser aproximado pero que al-canza 1.322.000 franceses muertos o desaparecidos y al menos4.266.000 heridos graves.Los alemanes habrían perdido 1.800.000 hombres, los ru-

sos cerca de 2.000.000 y el Imperio austrohúngaro 1.400.000.En Francia no hay ni una aldea ni un barrio en las ciudades

de la República en la que uno no se cruce con mujeres, niños yancianos de duelo, con la banda fúnebre rodeando el brazo, elvelo negro ocultando los rostros demacrados de las esposas, delas hermanas, de las madres. Y uno ya ni siquiera se fija en losmutilados porque son una multitud.

Sí, honor a los muertos heroicos.Este es el tema, aunque con la letra cambiada, del discurso

pronunciado el 22 de diciembre de 1914 por Paul Deschanel,presidente de la Cámara de Diputados.

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El gobierno y los parlamentarios acaban de llegar de Bur-deos, a donde se habían trasladado durante la ofensiva alemanacontra el Marne en agosto de 1914.Paul Deschanel se encuentra en la tribuna, interrumpido a

menudo por las aclamaciones. Expresa su gratitud a los solda-dos caídos por decenas de miles. «¡Representantes de Francia,elevemos nuestras almas hacia los héroes que combaten porella! —comienza—. Luchan desde hace cinco meses, hombrocon hombro, ofreciendo gallardamente sus vidas, a la francesa,para salvarnos.»

¿«Gallardamente»?Eso aún se puede decir en diciembre de 1914, cuando aún no

se tiene conciencia de la amplitud y del horror de la masacre.Pero Deschanel se deja llevar por el lirismo.«Francia nunca ha sido tan grande —prosigue—; la huma-

nidad nunca ha llegado a semejante altura.»Soldados intrépidos que unen a su bravura natural el co-

raje más duro y una gran paciencia; jefes, a la vez prudentes yatrevidos, unidos a sus tropas por un afecto mutuo […]. ¿Se havisto en alguna época o en algún país semejante explosiónmagnífica de virtudes? […]»¡Ah! Pero Francia no defiende únicamente su tierra, su

hogar, las tumbas de sus ancestros, los recuerdos sagrados, lasobras maestras del arte y de la fe […] el respeto de los trabajos,la independencia de Europa y la libertad humana […].¡Mañana! ¡Pasado mañana! ¡No lo sé! Pero lo que está claro—pongo a nuestros muertos como testigos— es que todosnosotros cumpliremos hasta el final con nuestro deber paraponer en práctica el ideal de nuestra raza: “¡El derecho por en-cima de la fuerza!”»

Son los últimos días del mes de diciembre de 1914.En el mes de agosto se imaginaba una guerra corta de dos o

tres meses.Ya han pasado cinco y ningún observador se atreve a pro-

nosticar lo que ocurrirá en el año 1915.

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Solo se sabe que los heridos llenan los hospitales y que elnegro del luto se insinúa cada día en el corazón de decenas demiles de familias.

¡Honor a nuestros muertos heroicos!

Pero cuando el nuevo papa Benedicto XV —que el 3 de sep-tiembre asumió el solio pontificio— propone que se establezcauna tregua entre todos los ejércitos combatientes, nadie le es-cucha.La sangre sigue corriendo.Nadie se imagina que esta guerra, cuya desmesura y barba-

rie se empieza a percibir por aquí y por allá, a pesar de la cen-sura, se va a extender hasta el lunes 11 de noviembre de 1918a las 11 de la mañana.

¡Honor a nuestros muertos heroicos!

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Capítulo 2

1915

¡TANTOS SACRIFICIOS!

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No existe una «muerte heroica» para el soldado en el frente.El infante se encuentra acurrucado en la trinchera, refugiadoen el abrigo que se ha excavado.En la tierra helada de este invierno de 1915 solo están los

cadáveres de los camaradas.

Durante algunos días persiste el recuerdo de sus nom-bres, de sus voces, de sus rostros. Después se olvidan. Hanmuerto otros, partidos por una ráfaga de ametralladora o porel tiro aislado de un boche que ha apuntado lentamente, du-rante la noche, hacia el punto rojo del cigarrillo, cuyo fuma-dor ha pagado la imprudencia con la vida. Han caído miles,devorados por el estallido de los proyectiles de la artilleríapesada, cuyas salvas pueden durar varios días y noches sininterrupción. Desde luego los obuses se fabrican y utilizan amillones.

El Estado Mayor y sobre todo el general Joffre —al que seatribuye la victoria del Marne— sueñan con una «ruptura» delfrente enemigo en Artois o en Champaña. Pero la masiva pre-paración artillera cambia las condiciones del ataque. Durante elinvierno de 1915 se instala poco a poco una guerra de «mate-

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rial». Todos los que viven en las trincheras de primera línea es-tán amenazados de muerte.Pero aun así, hasta la primavera de 1915, el soldado francés,

el «poilu» (peludo), que vive enterrado y aferrado a la tierra,no dispone de casco. Ni siquiera de uniforme.

Ya no luce los pantalones granates, ese rojo que lo con-vierte en una diana. Se viste como puede. Se han distribuidouniformes confeccionados en pana.Al final, a lo largo del año 1915 llegarán —¡junto con los

cascos!— los uniformes de color azul horizonte.

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Tiradores del 6.º Regimiento de Infantería francés, en una trincheraen la meseta de Paissy (Picardía). Todos ellos sin casco aún.

Autor desconocido / Colección particular

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Para luchar contra el frío, intentan envolverse en la ropaencontrada entre las ruinas de una aldea.Una lona encerada protege de la humedad. No se afeitan,

para eso son poilu.Cuando no se tiene un servicio —observador, centinela o

miembro de una patrulla— el soldado se recluye en la «cha-bola», el agujero al que acuden decenas de ratas para roer laspocas provisiones que se intentan proteger y donde lo despier-tan con un sobresalto porque se dedican a destrozar los tejidos,los correajes y los cinturones de cuero.Y cuando se ha expulsado a las ratas, se hace necesario lu-

char contra las pulgas que se agolpan en los pliegues de los jer-séis de franela.No se pueden despiojar hasta que llegan a retaguardia, des-

pués de que otra compañía haya «relevado» a los hombres dela primera línea.¡Ellos son los que van a morir!

El Gran Cuartel General (GCG), en una nota del mes dediciembre de 1914, cuando el frente es una línea continuade trincheras desde los Vosgos al mar del Norte, exige a losoficiales que «reaccionen contra la acción deprimente de lastrincheras».Es necesario «satisfacer el espíritu ofensivo de las tropas»,

consta en la orden. Por eso se deben «lanzar ataques» para in-tentar la conquista de algunos metros de terreno, las ruinasde una aldea, un talud o simplemente para comprobar la re-sistencia del enemigo, buscar la sorpresa u obligarlo a estaralerta.Y de un extremo al otro del frente, millones de hombres

se lanzan con el pecho descubierto contra las alambradas ylos nidos de ametralladora. Pero después es obligatorio re-plegarse porque la artillería y los contraataques enemigosdetienen el asalto y es necesario regresar a la trinchera,contar los muertos y los desaparecidos y evacuar a los he-ridos.Pero el GCG no renuncia a sus ataques porque «mordis-

quean el frente alemán», según declaraciones de Joffre.

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Y permiten que el gobierno francés demuestre su apoyo alaliado ruso, empujado por las tropas alemanas de Hindenburgy Ludendorff.

¡Pero cuántos «muertos heroicos» durante las ofensivas deprimavera y después de otoño (en Artois, en Champaña, en elMosa, en los Vosgos)!Cuánta destrucción: de Notre-Dame-de-Lorette solo que-

dan ruinas y las aldeas son montones de piedras.Es Francia lo que saquean los combatientes, pues el frente

se sitúa sobre el suelo nacional.Son los pueblos los que sangran.Gran Bretaña aún no ha establecido el servicio militar

obligatorio y ningún obús ha alterado los pueblos y el pai-saje inglés.Un joven recluta alemán, Werner Beumelburg, describe

lo que descubre desde su puesto de observación: «Un conglo-merado salvaje de hoyos y de elementos de las trincheras. Enla cresta de la colina de Lorette ya no crece ningún árbol niningún matorral. Los muertos yacen sin enterrar entre laslíneas. Las patrullas salen durante la noche. De vez encuando una bengala de color amarillo desencadena durantediez minutos el baile infernal del tiroteo… Durante la nochellegan las cocinas ambulantes. Los hombres de servicio pro-cedentes de las compañías de las trincheras de primera líneaya se encuentran allí. Agachados a la entrada del hueco de lascavernas, fuman en silencio un cigarrillo… La humeantesopa se distribuye con rapidez. Y los portadores desaparecencomo sombras en las galerías que conducen hacia las pen-dientes». 2

Los poilus viven, sobreviven, se mueven y se comportan dela misma manera.

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2. Werner Beumelburg, La Guerre de 14-18 racontée par un Alle-mand, París, ediciones Bartillat, 1998.

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La guerra de trincheras impone sus leyes. Y el «material»—la artillería, las minas, las ametralladoras, los primerosbombardeos aéreos—, la potencia de fuego de las armas seimponen a los Estados Mayores, que siguen preparando ydesencadenando ofensivas, aunque las ganancias de terrenosean ínfimas y se pierdan con la contraofensiva alemana ofrancesa.

Se franquea un nuevo límite cuando el 22 de abril de 1915,en Flandes —contra los ingleses—, los alemanes utilizan porprimera vez gases tóxicos. ¡Horror! ¡Infierno! Los soldados seasfixian, quedan ciegos, tiran las armas, huyen.Y muy pronto se verá a los hombres titubeantes unos de-

trás de otros, formando una larga columna en la que van cogi-dos por los hombros, cadena de ciegos, guiados por un hombreque no se ha visto expuesto al gas y ve cómo sus camaradas,con las caras quemadas, se derrumban en los embudos de losproyectiles y se asfixian.La ofensiva francesa e inglesa de primavera en Champaña

y Artois es un fracaso.Las pérdidas francesas se elevan a 215.000 muertos, desapa-

recidos o prisioneros, y 480.000 heridos graves.Los ataques lanzados más tarde durante el verano de 1915

en el sector de Les Éparges, el Mosa y los Vosgos son igual desangrientos y estériles.

A finales de este lúgubre año 1915, las cifras de las fuerzasfrancesas ascienden a 375.000 muertos o desaparecidos y960.000 heridos graves.El general Foch apunta en su diario: «La ruptura en sentido

estricto… parece imposible con el armamento nuevo».Pero todos los generales, y sobre todo Joffre, aún no han

admitido esta transformación de la guerra.En consecuencia, honor a nuestros muertos heroicos.

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ÍNDICE

PRÓLOGO«HONOR A NUESTROS MUERTOS HEROICOS» .......................... 15

PRIMERA PARTE1914-1917 ............................................................................ 23

Capítulo 1: 1918-1914¡TANTOS MUERTOS! .............................................................. 25

Capítulo 2: 1915¡TANTOS SACRIFICIOS! ........................................................... 33

Capítulo 3: 1915EMPIEZAN A APARECER LAS DUDAS .......................................... 41

Capítulo 4: 1916ESTA ESTANCIA EN EL INFIERNO .............................................. 53

Capítulo 5: 1917RUSIA, ESTADOS UNIDOS: LA REVOLUCIÓN, LA GUERRA .......... 75

Capítulo 6: 1917«ESPERARÉ A LOS AMERICANOS Y A LOS CARROS DE ASALTO» .... 83

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Capítulo 7: 1917«VIVIMOS HORAS TRÁGICAS» ................................................ 91

SEGUNDA PARTE1918-1920 ......................................................................... 101

Capítulo 8: 1917«ALTURA DE MIRAS Y JUEGO LIMPIO» .................................... 103

Capítulo 9: 1917«VENCER PARA SER JUSTOS» ................................................ 111

Capítulo 10: 1917«NO CONOZCO NADA SUPERIOR A LA NECESIDADDE LOS HECHOS» .................................................................. 117

Capítulo 11: 1918EL RAMILLETE DE LOS POILUS ............................................... 125

Capítulo 12: 1918«ES NECESARIO AGUANTAR, AGUANTAR, RESISTIR, RESISTIR» ... 131

Capítulo 13: 1918«ES EL FRENTE QUIEN NECESITA LA RETAGUARDIA» ................ 141

Capítulo 14: 1918«LA VICTORIA DEPENDE DE NOSOTROS» ................................ 149

Capítulo 15: 1918«HA LLEGADO EL MOMENTO DE PASAR A LA OFENSIVA» ........ 155

Capítulo 16: 1918«NADIE TIENE EL DERECHO A QUE SE VIERTA UNA GOTADE SANGRE DE MÁS» ............................................................ 165

Capítulo 17: 1918¡Y SE SIGUE DERRAMANDO SANGRE! .................................... 175

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Capítulo 18: 1918«ESTA HORA TERRIBLE, GRANDE Y MAGNÍFICA» ..................... 185

Capítulo 19: 1918EN METZ Y EN ESTRASBURGO:«¡VIVAN NUESTROS LIBERTADORES!» ................................... 197

Capítulo 20: 1918«LA PAZ ES UNA CUESTIÓN SERIA E INCLUSO TERRIBLE» ........ 205

EPÍLOGO LA TERRIBLE VICTORIA DE GEORGES CLEMENCEAU ................ 215

ÍNDICE ................................................................................. 227

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1914. EL DESTINO DEL MUNDOde Max Gallo

En 1914. El destino del mundo, el prestigioso historiador francésMax Gallo revive día a día ese año decisivo en la política inter-nacional contemporánea. Una herida abierta con el asesinato delarchiduque Francisco Fernando que no cicatrizó hasta la guerrade los Balcanes en 1991. Por todo esto, 1914 fue el año en que seselló el destino del mundo.

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LA BELLEZA Y EL DOLOR DE LA BATALLAde Peter Englund

«Es este un libro sobre la Primera Guerra Mundial. No es, sinembargo, un libro sobre qué fue esa guerra –es decir, sobre suscausas, su progreso, su final y sus consecuencias–; sino un librosobre cómo fue. Lo que el lector encontrará aquí no son tanto fac-tores como personas, no tanto procesos como impresiones, viven-cias y estados de ánimo. Lo que he intentado reconstruir, más queel curso de unos acontecimientos, es un mundo emocional. El lec-tor seguirá de cerca a veinte individuos, personajes reales todos,por supuesto (no hay en este libro nada ficticio, su contenido sebasa en los documentos de diversa índole que dichas personas de-jaron), todos ellos rescatados del anonimato o del olvido, todossituados en las capas más bajas de la jerarquía.»

PETER ENGLUND

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100 HISTORIAS SECRETAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

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La Segunda Guerra Mundial encierra todavía muchos secretos.Millones de documentos esperan todavía a ser desclasificados,pero poco a poco vamos conociendo historias impactantes y sor-prendentes que se han mantenido ocultas durante décadas. Enesta obra, el lector podrá conocer los planes aliados para secues-trar a Hitler, asesinar científicos enemigos o atacar las ciudadesalemanas con bombas bacteriológicas. También descubrirá losesfuerzos realizados para esconder de la luz pública accidentes ytragedias que se saldaron con centenares de muertos, así como elturbio pasado de colaboración con el régimen nazi de marcascomerciales que hoy gozan de un gran prestigio.

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© XO Éditions, París, 2013

Primera edición en este formato: septiembre de 2014

Todas las ilustraciones publicadas en este libro se encuentran en dominio público yproceden de las colecciones de George Grantham Bain (Biblioteca del Congreso de Es-tados Unidos), la Biblioteca Nacional de Francia, los Museos Imperiales de la Guerradel Gobierno británico, el Bundesarchiv alemán, la Biblioteca Beinecke, la BibliotecaNacional de Austria, el Proyecto Gutenberg y la Biblioteca Pública de Nueva York.Casi todas las imágenes reproducidas son de autor desconocido, menos aquellas ex-presamente acreditadas.

© de la traducción: Francisco García Lorenzana© de esta edición: Roca Editorial de Libros, S. L.Av. Marquès de l’Argentera 17, pral.08003 [email protected]

ISBN: 978-84-9918-687-0

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