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4.7–15 Derribados, pero no destruidos - cbpoc.net 2 EL TESORO El tesoro que «tenemos» es el ministerio del evangelio. En el contexto del pasaje que estamos estudiando, Pablo habló

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El distintivo del cristiano2a Corintios

4.7–15

Derribados, perono destruidos

James Thompson

«[...] para que la excelencia del podersea de Dios» (4.7).

Hace muchos años, anduve con mi familiarecorriendo el museo del Louvre, admirandoalgunos de los más grandes tesoros artísticos delmundo. Llegamos hasta un gentío que se reuníaalrededor de una de las pinturas. Esta pintura enparticular estaba dentro de una urna de cristal. Unguarda estaba apostado cerca de ella. Cuandoestuvimos lo suficientemente cerca para ver lapintura, descubrimos que se trataba de la famosaMona Lisa. Entre los muchos tesoros artísticos quehabía en esta majestuosa sala, a esta pintura sele consideraba un inestimable tesoro. Estabaprotegida contra el robo, el vandalismo y elmanoseo de los admiradores. La protección detrásdel cristal parecía ser la manera más apropiada depreservar esta irreemplazable obra de arte.

He notado a menudo las elaboradas pre-cauciones que toman los museos para proteger sustesoros. Miles de personas que hicieron fila paraver los tesoros del rey Tutankamón, vieron elesfuerzo que se hizo para proteger los artefactosdetrás de urnas de cristal. Ninguna personaresponsable permitiría que un tesoro de tres milaños de antigüedad fuera pintarrajeado por unacto desconsiderado de alguien. En todoslos museos del mundo, si las pinturas no estánprotegidas por urnas de cristal, lo están por

dispositivos electrónicos de seguridad que danuna alarma en el momento que alguien las toca.Toda clase de tesoros, estén en museos o encasas, requieren tratamiento especial, pues es unadesgracia que ante nuestros ojos se deteriore unobjeto inestimable.

Lo anteriormente expuesto insinúa el asom-broso efecto de las palabras que expresa Pablo en2a Corintios 4.7: «Pero tenemos este tesoro envasos de barro […]». El vaso de barro de lostiempos de Pablo era la vasija de arcilla corriente.Los arqueólogos que excavan en sitios donde seubicaron ciudades antiguas, tal como la deCorinto, encuentran miles de fragmentos deestas vasijas y tinajas de arcilla. Estos objetos«no biodegradables» eran los artículos que másfácilmente se abandonaban, tal vez porque eranabundantes y baratos. Tal como lo demuestran losinnumerables fragmentos, las vasijas y las tinajaseran particularmente frágiles. Eran útiles comorecipientes para guardar alimentos, pero a nadie sele hubiera ocurrido guardar un tesoro en algunade ellas. Los tesoros se guardaban en algo queestuviera protegido de las fuerzas de la naturaleza,o de la codicia humana. Así, cuando Pablo dijo:«Pero tenemos este tesoro en vasos de barro», élestaba describiendo un extraordinario espectáculo.

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EL TESOROEl tesoro que «tenemos» es el ministerio del

evangelio. En el contexto del pasaje queestamos estudiando, Pablo habló de una luz que«resplandeció en nuestros corazones, para ilu-minación del conocimiento de la gloria de Diosen la faz de Jesucristo» (4.6). La «luz» es laproclamación en el sentido de que Jesucristo esSeñor (4.5). Cuando Pablo habla del tesoro que«tenemos», él pone especial énfasis en el hecho deque el tesoro nos fue dado. Varias veces, habla él debendiciones que los cristianos «tenemos» (3.4, 12;4.1). En cada uno de los casos, dice que estasbendiciones las recibimos como dones. En 4.1 dice:«Por lo cual, teniendo nosotros este ministeriosegún la misericordia que hemos recibido […]».Del mismo modo, el tesoro de Dios es nuestroporque Dios lo puso en nuestras manos.

El «tesoro» es una imagen favorita de la Biblia,para referirse a las buenas nuevas del evangelio.Jesús dijo una vez que «el reino de los cielos essemejante a un tesoro escondido en un campo»(Mateo 13.44). Contó una parábola complementariaen la que el reino fue comparado con una perla degran precio (Mateo 13.46). Pablo escribió que enCristo «están escondidos todos los tesoros de lasabiduría y del conocimiento» (Colosenses 2.3).Esta imagen era usada comúnmente, porque dabaa conocer una importante verdad acerca delevangelio: El evangelio es tan extraordinariamentevalioso que nadie puede tomarlo a la ligera.

No es casualidad que el evangelio se comparecon un tesoro, y no con una baratija. Cuando elhombre de la parábola halló el tesoro y la perla,vendió todo lo que tenía para tener la única cosaque le interesaba. La parábola sugiere el infinitovalor del evangelio. Cuando lo descubrimos,hallamos el tesoro por el que estamos dispuestos asacrificarlo todo.

En el Museo Nacional de Atenas, Grecia, hayalgunos extraordinarios tesoros de oro que seremontan al siglo doce a. C., el período que porlargo tiempo se describió en las leyendas sobre laguerra de Troya. A finales del siglo diecinueve,Heinrich Schliemann descubrió estos tesoros,después de que le dijeron repetidamente que jamáspodría hallar las reliquias de esa heroica era.Aunque no tenía la menor idea de la magnificenciade los tesoros que hallaría, el proyecto era la pasiónde su vida. Él mismo gastó una fortuna en losdescubrimientos arqueológicos, pues nada lomotivaba tanto como el sueño del tesoro griego.

Jesús estaba conciente de que todos tenemosun tesoro. O elegimos el tesoro de la tierra que

puede ser hurtado o corrompido, o elegimos eltesoro del cielo que nadie puede quitar. «Porquedonde esté vuestro tesoro, —dijo Él— allí estarátambién vuestro corazón» (Mateo 6.21). Pabloestaba convencido de que nosotros, con nuestroministerio para Cristo, «tenemos este tesoro».

El distintivo del cristiano consiste en el re-conocimiento de que se le ha puesto en sus manosun tesoro. Le hacemos frente a la constante tentaciónde no tomar en serio nuestro ministerio, porqueesperamos muy poco de él. La repetición de muchastareas, así como la poca estima que se nos tiene,convierte el ministerio en un trabajo monótono. Hayalgunas congregaciones en las que importantesministerios —tal como el de visitas a los hospitales,el cuidado de los desposeídos, el trabajo con el equipode visitación— sufren una muerte rápida. Elentusiasmo a menudo se reduce después de quecomienzan.

Lo que está haciendo falta en muchos casos esel recordatorio en el sentido de que tenemos untesoro en estas actividades. Si nuestro tesoroestá en nuestro ministerio, muy difícilmentepermitiremos que otras exigencias nos quiten elcompromiso con un importante ministerio. JamesS. Stewart, el famoso predicador escocés, hizo lapregunta apropiada, cuando dijo: ¿Qué es lo quemás necesita la iglesia hoy día para su misiónevangelística? Esta fue su respuesta:

Técnicas más modernas, no hay duda, métodosmás actuales, estructuras más contemporáneaspara la vida de la iglesia, equipo más nuevo.Pero básicamente, la necesidad es seguramenteesta: Un conocimiento mucho más profundode las riquezas que poseemos, un interésmás vivo en la apropiación de los recursossobrenaturales, trascendentes, que siemprepresentamos a la fe en un Señor resucitado.1

No hace mucho, oí a una mujer comentandoacerca de la dedicación de su esposo, a los pro-gramas de la iglesia. La explicación que ella dabapara esta dedicación, era que él no había crecido enun ambiente cristiano. No fue sino hasta que ya eraadulto, que conoció el evangelio, y encontró unacongregación local de cristianos. Debido a quejamás consideró como algo dado la vida cristiana,¡ésta tenía un significado especial para él! Dicho enpalabras del apóstol Pablo, este hombre habíahallado el tesoro. El problema con la manera comoenfocamos muchos problemas de la iglesia es queéstos han llegado a ser muy comunes para nosotros.

1 James S. Stewart, The Wind of the Spirit (El viento delEspíritu) (Nashville: Abingdon Press, 1975), 19.

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A los que viven con el tesoro por mucho tiempo, seles puede olvidar el verdadero valor de éste. Losque le vuelven a echar una nueva mirada, a menudoreconocen el valor que tiene para su vida.

EN VASOS DE BARROEl vaso de barro que contiene el tesoro es

obviamente el siervo cristiano con sus debilidades,sus defectos y su fragilidad. Dios no eligió poner Sustesoros en una fortaleza, y tampoco en la más sóliday más segura urna de cristal. El tesoro de Dios fuepuesto en las frágiles vasijas de una vajilla de barro.

La imagen del vaso de barro es tan apropiadapara describir nuestra frágil vida, que a menudo seemplea en la Biblia para recordarnos nuestraspropias debilidades. El salmista dice: «He venidoa ser como un vaso quebrado» (Salmos 31.12).Jeremías describe a cierto hombre como «una vasijadespreciada y quebrada» (Jeremías 22.28). Auncuando nuestra vida es tan frágil como un vaso debarro, los profetas nos recuerdan regularmenteque Dios es el habilidoso obrero que puede hacerque el frágil recipiente tenga un buen uso. Diostrabaja con la arcilla y la moldea para que sirva aSus propósitos (Jeremías 18.1–11; cf. Isaías 29.16;45.9). La arcilla, en su debilidad, no tiene derechoa resistir la voluntad del alfarero (cf. Romanos9.19–20), pues éste puede tomar la inútil arcilla yusarla como su instrumento.

Las palabras de Pablo cuando dice: «Perotenemos este tesoro en vasos de barro», son tanvívidas que fácilmente olvidamos el contexto origi-nal en el que se encontraban. Es probable quePablo no hubiera hecho este comentario si nohubiera sido objeto de crítica tan mordaz. Susoponentes ponían en duda su autenticidad, dandocomo motivo que él era muy débil para ser unverdadero ministro. «[Sus] cartas son duras yfuertes —decían— mas la presencia corporaldébil, y la palabra menospreciable» (10.10). Eracomo si dijeran: «Esperábamos que fuera un oradortan electrizante como los que hablan en lugarespúblicos». Tal vez decían: «Esperábamos que fueraalguien bien parecido, con apariencia de dios, comolos atletas de los juegos olímpicos». Pablo, elproclamador de la Palabra de Dios, era a duraspenas lo que los sofisticados corintios habíanesperado ver en un dirigente. La respuesta que elapóstol dio, fue un recordatorio en el sentido deque Dios había elegido deliberadamente ponerSus tesoros en frágiles vasos de barro, no ensólidos recipientes sin defecto.

Pablo hizo una vez un argumento parecido en1era Corintios, cuando trató de convencer a los

corintios de que Dios no se sujeta a patronesestablecidos por el hombre. De hecho, Dios eligiódarse a conocer Él mismo por medio de una cruz,el símbolo de la vergüenza y de la debilidad. Luego,Pablo añadió: «Pues mirad, hermanos, vuestravocación, que no sois muchos sabios según lacarne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles»(1era Corintios 1.26). Toda la iglesia se componía de«vasos de barro», esto es, personas que no teníanpoder que fuera propio de ellas. Dios no teníanecesidad de sabios, ni de poderosos, ni de nobles,para llevar a cabo Su obra.

Si olvidamos que el tesoro de Dios ha sidopuesto en «vasos de barro», le creamos seriosproblemas a la iglesia. En nuestra cultura, con elvalor que se les da a las estrellas de los medios decomunicación de toda clase, nos llegamos a saturarcon la idea de que se necesitan «superestrellas»para las tareas importantes. En años recientes, a unimportante movimiento de evangelismo le ha dadopor demostrar que glamorosas estrellas de losmedios de comunicación elogian la fe. El supuestoparece ser que la presencia de talento extraordinariole da credibilidad a la fe.

Cuando olvidamos que Dios ha elegido ponerSu tesoro en vasos de barro, perdemos lapaciencia con los que nos dirigen. Estamos prestosa identificar la «incompetencia» de los ancianos, ola mediocridad de los sermones del ministro, yluego concluimos que el futuro de la iglesia seríamuchísimo más promisorio si todos los cultos deadoración fueran tan impecables como un especialde la televisión. Concluimos que la iglesia podríaser saludable tan sólo si halláramos a alguien quetuviera auténtica calidad de «estrella».

En cierta ocasión, varios miembros de unacongregación se quejaban de que su ministro era«tan corriente», que debía renunciar, pues él era lacausa de los fracasos de la iglesia. Un miembro conmayor sabiduría respondió a lo anterior: «Es cierto,pero debemos tomar en cuenta que nosotros somosuna congregación “corriente”». La mayoría de lascongregaciones lo son. Puede que el nivel decompetencia no alcance la altura del que tieneuna corporación. Puede que la ejecución de losprogramas carezca de la eficiencia deseada, y queel equipo de trabajo no salga bien librado al medirsepor el patrón de los demás. Pero estoy convencidode que, si se toman en serio las palabras de Pablo,caeremos en la cuenta de que toda la iglesia estácompuesta de vasijas frágiles.

El reconocimiento de la anterior condicióndebería de darnos paciencia para los errores quepercibimos en otros. Prácticamente todos los que

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se han dedicado con seriedad, han cometidograves errores, de los cuales se lamentan. A menudocarecemos de suficiente previsión para anticiparlos resultados de nuestras decisiones. Hemoshecho comentarios indiscretos que, después dereflexionar, llegamos a la conclusión de quedebimos haberlos callado. El hecho de ser unacomunidad de «vasos de barro» implica que habráerrores humanos. Una iglesia que está conciente deesta realidad hará uso de paciencia.

En vista de que somos una comunidad de «vasosde barro», también hay lugar para nuestra pacienciacon los que han cometido serias ofensas morales.Existe un espíritu de no olvidar jamás un errorque se cometió mucho tiempo atrás. Puede queactuemos como si la ofensa descalificara parasiempre al que la cometió, de modo que ya nopuede participar en ningún programa. Pero talespíritu no toma en cuenta el hecho de que Diospuede usar como «instrumentos escogidos» de Él alos que han cometido serias ofensas. Usó incluso auno que persiguió a la iglesia.

El hecho de que Dios haya elegido usar «vasosde barro» no insinúa que aceptemos nuestraincompetencia y nuestros fracasos sin hacer elesfuerzo por comprometernos totalmente con latarea. Sería una distorsión del mensaje de Pablosuponer que, como Dios ha elegido a personasfalibles para ser Sus instrumentos, Él no exige denosotros una intensa dedicación y lo mejor quepodamos dar. Un ministerio auténtico implica laseguridad de que Dios puede usar vasijas frágilescomo nosotros, pero no significa que estamossatisfechos con nuestras limitaciones, ni que novamos a hacer el esfuerzo por mejorar. Es ciertoque Dios puede usar al orador mediocre y al que notiene talento especial, para administrar y organizar.Sin embargo, el reconocimiento de que llevamosen nosotros un tesoro, evita que nos volvamosapáticos y que estemos satisfechos con el nivel dedesempeño actual.

PARA MOSTRAR QUE EL PODERPERTENECE A DIOS

Si creemos que sólo las «superestrellas» soncapaces de servir a Dios, podemos equivocarnosen cuanto a la fuente del poder. Pero si vemos quees Dios el que hace Su obra por medio de vasos debarro, es obvio que el poder proviene de Él. Lapalabra que se traduce por «poder» (dynamis) seencuentra varias veces en 1era y 2a Corintios (cf.1era Corintios 1.18, 24; 2.5; 2a Corintios 12.9; 13.4), ytal vez sea así para responder a hombres que sejactaban de su propio poder para hacer cosas

extraordinarias. Pablo les recuerda regularmente asus hermanos que Dios ha elegido exhibir Su poderen la debilidad humana (12.9; 13.4), pues así elpoder de Dios es inconfundible. Fue en la debilidadde la cruz que el poder de Dios se mostró conmayor evidencia.

James S. Stewart contó acerca de la obra deD. L. Moody en Birmingham, Inglaterra. CuandoMoody estaba predicando en una campaña misionera,un observador escéptico vino a la reunión unanoche tras otra, y miraba los métodos del evangelistacon ojos de crítico. Al final se acercó a Moody y ledijo: «He visto esta misión que usted está llevandoa cabo y he llegado a la conclusión de que verda-deramente proviene de Dios. Le diré por qué. Esporque no puedo ver relación posible entre ustedcomo persona y los resultados que su misión estálogrando. Por lo tanto, ¡debe de provenir de Dios!».2

Pablo sugiere que Dios puede usarnos, no apesar de nuestras flaquezas, sino por causa deellas. Si tomamos en serio el mensaje de Pablo, esprobable que percibamos el claro peligro de sercontaminados con los patrones con que el mundomide la fortaleza, y el peligro de tratar de edificarel reino por medio de nuestro propio ingenio. Esteerror había sido cometido por los oponentes dePablo en su constante insistencia en suspropios dones. Un verdadero ministerio supone elreconocer que Dios es el alfarero creativo que puedeusarnos para Su gloria.

DERRIBADOS, PERO NO DESTRUIDOS(4.8–15)

El hecho de que Pablo es una vasija frágil se daa entender claramente en las poéticas líneas de4.8–9. Hay cuatro frases paralelas que ilustran suvida como vaso de barro. En la primera mitad decada frase, él describe la fragilidad de su condición.Está «atribulado», «en apuros», «perseguido» y«derribado». Estas palabras sugieren la indefensiónde uno que no tiene poder para enfrentar las fuerzasque lo aplastan. Reconoce que carece de ingeniopropio. Estas frases son parecidas a otros pasajesen los que Pablo enumera los padecimientos que lo«recomiendan» como auténtico discípulo (6.4–6;11.23–29). Se le conoce por su debilidad, no porquetenga poderes extraordinarios.

No es el propósito de Pablo hacer énfasis en susmuchas tribulaciones, pues cada vez que se refierea una terrible experiencia sufrida en su ministerio,él añade la frase: «mas no…». Esto es, ha estadoindefenso, pero jamás derrotado. A pesar de su

2 Ibíd., 23.

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falta de recursos, jamás fue vencido. Recordóeventos específicos en los que Dios lo rescatócuando más indefenso parecía estar (cf. 1.8–11).Las palabras de Pablo en el sentido de que él fue«atribulado […] mas no angustiado», nosrecuerdan las numerosas referencias al sufri-miento de tribulaciones (1.4, 8; 2.4; 4.17; 6.4). Lapalabra que se traduce por «tribulación» (thlipsis)tiene la connotación de «estrujado» o «presionado»con tanta fuerza, que fue «aplastado». La NVItraduce el versículo correctamente: «Nos vemosapretujados por todas partes, pero no aplastados».El distintivo del cristiano consiste, no en laausencia de dolor, sino en el hecho de que él no esdestruido por éste.

Pablo tampoco está «desesperado», ni «desam-parado», ni «destruido». En cierto sentido, Pablose había desesperado (1.8), pero no en el sentido deque se hubiera dado por vencido para siempre.Comparte con otros autores bíblicos la convicciónen el sentido de que, aunque otros nos desamparan(2a Timoteo 4.10, 16), Dios no lo hace. Dios dice:«No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13.5).Él sabía que nosotros, por el hecho de ser «vasos debarro», muchas veces somos «derribados». Somosvíctimas de numerosos ataques a nuestra obra.Pero no estamos «destruidos». De modo que elcristianismo auténtico se caracteriza por elespíritu que dice confiadamente: «mas no…» (noangustiado, no desesperado, no desamparado y nodestruido). Este «mas no…» se origina en laconvicción que tenemos, de que el poder de Diosactúa en Sus vasos de barro.

Una de las más sobresalientes característicasde 2a Corintios es el frecuente recordatorioque hace Pablo de que sus padecimientos lo«recomiendan» como verdadero siervo de Cristo(6.4; 11.23–29; 12.8–11). Pablo dice que su debilidaddemuestra que él está «llevando en el cuerposiempre por todas partes la muerte de Jesús» (4.10),pues Jesús mismo había sido un hombre indefensoque fue perseguido y derribado. Para Sus enemigos,Jesús había sido débil y ridículo. Según Pablo, Élhabía sido «crucificado a causa de la debilidad»(13.4, NASB). Jesús había sido, al igual que Sussiervos, una «vasija frágil» que sufrió dolor ymurió. El dolor y la debilidad del cristianoauténtico constituyen una participación en lasuerte que corrió Jesús. Pablo habla a menudo desu participación en los padecimientos de Jesús(Filipenses 3.10; Gálatas 2.20; 6.17).

Pablo parece decir que no hay vergüenza enla debilidad y fragilidad del siervo. Dadas susmuchas debilidades, a Pablo podía habérsele

formado un complejo de inferioridad. Había otrosque eran como «estrellas» en comparación conél. Pero Pablo hace memoria de que Jesús mismoera frágil. A los ojos de muchos que estaban enJerusalén, Jesús era muy corriente. Los soldadosque lo ridiculizaron no vieron ningún poderespecial ni gloria en Él.

El gran novelista ruso Ivan Turgenev describióuna visión en la que llegó a entender la humanidadde Jesús:

Me vi a mí mismo joven, casi un niño, en unaiglesia de madera de tono menor. Había delantede mí una gran cantidad de gente, eran todoscabezas campesinas de cabello claro. De vez encuando, comenzaban a mecerse, a caer y alevantarse nuevamente, cual espigas madurasde trigo, cuando el viento del verano soplasobre ellas. De pronto un hombre salió de atrásy se puso a mi lado. No me volví hacia él, perosentía que era Cristo. La emoción, la curiosidady el temor reverencial me sobrecogieron. Hiceun esfuerzo y miré a mi acompañante. Tenía unrostro como el de cualquiera, un rostro como elde todos los hombres. «¿Qué clase de Cristo eséste?» me pregunté. Un hombre ordinario, tanordinario. No puede ser.

No podía dar cabida al hecho de que el rostro deCristo era como el de todos los hombres. Lomaravilloso de la encarnación es que Dios eligióhablar por medio de un hombre: un vaso de barro,no un «superhombre» que convirtiera las piedrasen pan, ni que se echara abajo del pináculo de lostemplos, ni que obligara a la gente a seguirlo.

Necesitamos reconocer que Jesús eligió «des-pojó a sí mismo» (Filipenses 2.7) de grandeza, yllegar a ser, en cierto sentido, normal y corriente.Entonces podremos estar preparados paraaceptar la gloria de la resurrección, cuando elpoder de Dios fue demostrado en presencia dedebilidad. Pablo sabe que sólo cuando él esfrágil es que el poder de resurreción de Dios, lavida de Jesús (4.11), puede estar presente en suvida. Los constantes «mas no…» de Pablo, con-stituyen la palabra confiada de uno que sabe quelos que comparten la debilidad de Cristo, tambiéncomparten Su poder. Es como Pablo lo dice másadelante: «[…] cuando soy débil, entonces soyfuerte» (12.10).

CONCLUSIÓNEl requisito para descubrir el poder de Dios en

nuestros ministerios, no consiste en procurar laamistad de la gente más influyente de la ciudad, nien tener el personal más talentoso, ni en tener lasinstalaciones más sobresalientes, pues en tal casoestaríamos exhibiendo nuestro poder. El distintivo

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de la vida cristiana no consiste en usar de poderpolítico, porque en este caso el poder también seríanuestro. El poder de Dios está presente cuando nosarriesgamos nosotros mismos y reconocemos que

somos vasos de barro. De hecho, el poder deDios fue más dramáticamente demostrado en laexperiencia del Hombre que murió indefenso amanos de Sus enemigos. ◆