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miguel-romero-jurado
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TEMA 6.- EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN. CARACTERÍSTICAS Y FUNCIONAMIENTO
DEL SISTEMA CANOVISTA.-
Entendemos por Restauración el periodo histórico que comprende la vuelta al trono de la dinastía
Borbón en España; se desarrolló entre el pronunciamiento del general Martínez Campos en 1874 y la
dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923), aunque hay historiadores que la finalizan en 1917 1. Supuso el
fin de la I República, que había sido incapaz de organizar un proyecto político estable. El impulsor del nuevo
régimen fue el malagueño Antonio Cánovas del Castillo, que organizó un sistema monárquico liberal, cuyas
bases se establecieron y consolidaron durante el reinado de Alfonso XII y la regencia de Mª Cristina. A este
periodo también se le denomina Sistema Canovista por la gran importancia en su creación y formación,
siendo la gran figura política de la Restauración.
Los caracteres que definen el periodo de la Restauración española son:
a) En el plano económico, España se incorpora tardíamente a la revolución industrial, afectando sólo
seriamente a las regiones periféricas como Cataluña y País Vasco.
b) En el plano político, existe una continuidad con la época moderada, tanto en sus bases sociales
como en sus fundamentos ideológicos (doctrinarismo).
c) En el plano cultural, se inicia una vigorosa crítica sociopolítica y un intento de europeización, que
llevará a la Generación del 98.
d) En el plano exterior, vemos una actitud de aislamiento ante unas potencias cada vez más fuertes
(imperialismo), que no tienen ningún interés de alinearse con España (lo que hace que se
encuentre sola ante la crisis de 1898.
e) En el plano social, España tiene un población de entre unos 16 a 18 millones de habitantes, y una
fuerte emigración hacia Madrid y el litoral.
Durante la Restauración podemos distinguir tres etapas bien definidas:
- la primera, el corto reinado de Alfonso XII (1874-1885), que podemos llamar etapa de
consolidación del sistema canovista;
- la segunda, la regencia de Mª Cristina de Habsburgo-Lorena (1885-1902), por minoría de edad
de su hijo Alfonso XIII y
- el reinado constitucional de Alfonso XIII (1902-1923), que supone la crisis del sistema de la
Restauración; el reinado durará más, pero desde 1923 nos encontramos con la dictadura de
Miguel Primo de Rivera.
1.- La Restauración borbónica.-
En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó rey de España a Alfonso XII mediante
un pronunciamiento militar en Sagunto (otra vez un golpe de Estado), que se conoce también como “El golpe
de Sagunto”. De este modo, restauraba la dinastía borbónica seis años después de que Isabel II hubiese sido
destronada.
1 En España no posee el significado que se da, según la Historia Contemporánea, en la Europa del siglo XIX (a partir de 1814),
cuando se intenta restaurar el Antiguo Régimen tras la Revolución Francesa y el periodo napoleónico.
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Pero en realidad, la Restauración borbónica se había gestado durante el Sexenio revolucionario,
cuando el malagueño Antonio Cánovas del Castillo se puso al frente del Partido Alfonsino o dinástico, y
recibió, en 1873 de Isabel II, plenos poderes para preparar la vuelta al trono de su hijo. Consiguió que la reina
abdicara en su hijo, porque él sabía que la vuelta de la reina significaba una marcha atrás y se habría visto
como una revancha a la revolución de 1868; mientras que el príncipe Alfonso aparecería como símbolo de
unión de todos los españoles, un puente de concordia. Cánovas, conocer perfecto de la historia de España,
tenía claro que no se podían repetir los errores del pasado.
Su proyecto consistía en aprovechar el descontento político generalizado para conseguir apoyos a la
causa alfonsina, tanto desde las filas conservadoras como desde las republicanas, para que la Restauración
fuese reclamada por un amplio sector de la opinión pública. Pero en sus planes no entraba un
pronunciamiento militar, que sucedió.
Cánovas consideraba la monarquía y el sistema parlamentario británico como modelos; ya había
aconsejado una educación británica para el príncipe Alfonso, que fue enviado a la academia militar de
Sandhurst. Desde allí, y después del pronunciamiento de Pavía, Alfonso XII proclamó un manifiesto
(Manifiesto de Sandhurst), redactado por el propio Cánovas, en el que se afirmaba que la monarquía era
única salida posible para cerrar la crisis del periodo revolucionario y en el que se apuntaban las líneas
fundamentales de lo que iba a ser el sistema de la Restauración2.
“Cuantos me han escrito muestran igual convicción de que sólo el restablecimiento de la
Monarquía constitucional puede poner término a la opresión, a la incertidumbre y a las
crueles perturbaciones que experimenta España. Dícenme que así lo reconoce ya la
mayoría de nuestros compatriotas, y que mucho antes estarán conmigo todos los de buena
fe, sean cuales fueren sus antecedentes políticos, ...
Por virtud de la espontánea y solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa
como infortunada, soy único representante yo del derecho monárquico en España. Arranca
éste de una legislación secular, confirmada por todos los precedentes históricos, y está
indudablemente unida a todas las instituciones representativas, que nunca dejaron de
funcionar legalmente durante los treinta y cinco años transcurridos desde que comenzó el
reinado de mi madre hasta que, niño aún, pisé yo con todos los míos el suelo extranjero.
Huérfana la nación ahora de todo derecho público e indefinidamente privada de sus
libertades, natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitucional y a
aquellas libres instituciones …
... Afortunadamente, la Monarquía hereditaria y constitucional posee en sus principios la
necesaria flexibilidad y cuantas condiciones de acierto hacen falta para que todos los
problemas que traiga su restablecimiento consigo sean resueltos de conformidad con los
votos y la conveniencia de la nación. No hay que esperar que decida yo nada de plano y
arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron negocios arduos los Príncipes españoles allá en
los antiguos tiempos de la Monarquía, y esta justísima regla de conducta no he de
2 El príncipe Alfonso se encontraba estudiando en la academia militar inglesa de Sandhurst, donde firmó un manifiesto, redactado
por Cánovas, dirigido al pueblo español, en el que afirmaba que sería un rey liberal (no absoluto) y procuraría la concordia entre
todos los españoles.
3
olvidarla yo en mi condición presente, y cuando todos los españoles estén habituados a los
procedimientos parlamentarios. Sea la que quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen
español, ni como todos mis antepasados buen católico, ni como hombre del siglo
verdaderamente liberal.
Suyo, afmo., Alfonso de Borbón”
Nork-Town (Sandhurst), 1 de diciembre de 1874
Para Cánovas eran imprescindible algunas instituciones respetadas por todos los españoles, y al
extraer sus ideas de la propia historia de España, observa estas dos instituciones, que habían perdurado a lo
largo de los siglos, en el Rey y las Cortes. Con ello elaboró la idea de una monarquía constitucional, donde
el poder sería compartido (es lo que se denomina teoría de la Constitución interna, que luego estudiaremos).
“Invocando toda la historia de España, creí entonces, creo ahora, que deshechas
como estaban, por movimientos de fuerza sucesivos, todas nuestras constituciones escritas,
a la luz de la historia y a la luz de la realidad presente sólo quedaban intactos en España
dos principios: el principio monárquico, el principio hereditario, profesado
profundamente, a mi juicio, por la inmensa mayoría de los españoles, y de otra parte, la
institución secular de las Cortes …
...Ni las Cortes es posible que voten la supresión de la monarquía, ni es posible que el
monarca acuerde la supresión de las Cortes y de aquí que las Cortes y el Rey, que están
antes que la Constitución, pues que la Constitución se hace entre el Rey las Cortes, están
también sobre la Constitución, porque la Constitución no puede tocar ni a las Cortes ni al
Rey…
… Que si residiendo (la soberanía) en las Cortes con el Rey, las Cortes con el Rey son las
que han de fallar libremente … sobre la forma constitucional que convenga aceptar a
España …”
Discurso de Cánovas del Castillo en el Congreso, 11 de marzo de 1876
El pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto impuso la monarquía borbónica; Cánovas la
quería, pero no impuesta por militares, la quería pacífica. Pronto el nuevo régimen fue reconocido por las
potencias extranjeras, incluida la Santa Sede (tradicionalmente vinculada al carlismo). Con la entrada de
Alfonso XII en España dio comienzo una larga etapa de estabilidad política basada en un sistema político
regido por los valores conservadores de orden, propiedad y monarquía, sabiamente combinados con los
aspectos formales y las novedades institucionales del Estado liberal.
2.- Bases del nuevo sistema político de la Restauración
Cánovas del Castillo afirmó los objetivos-principios ideológicos y sentó las bases institucionales y
jurídicas, alejando los peligros que había provocado el fracaso del régimen isabelino. Sobre las bases del
4
liberalismo doctrinario, tendió puentes de conciliación a las fuerzas políticas protagonistas de la Revolución
de 1868 que estuvieran de acuerdo con la nueva monarquía. Para ello:
- Apartó el ejército del poder político (para evitar que el ejército se beneficiase políticamente de
la acción militar, Cánovas lo excluyó del recién creado Ministerio de Regencia, a través de una
orden de 1875, por el que sólo debía defender la independencia nacional y no intervenir en
contiendas partidistas).
- Pacificó el país. Para ello acabó con la tercera Guerra Carlista en 1876, que supuso la abolición
de los fueros vascos y navarros, aunque se pactó ciertas medidas económicas que les reportaban
beneficios fiscales. Además se firmó la Paz de Zanjón, que supuso el fin de la insurrección cubana
de 1868, aunque no cerró definitivamente el conflicto.
- Bipartidismo. Consiguió estabilidad política, integrando las diferentes concepciones liberales en
un proyecto común sobre la base de la monarquía, y todo ello se plasmó en un sistema bipartidista
(siguiendo el modelo británico).
Los partidos leales a la Corona, llamados partidos dinásticos, eran el Partido Liberal
Conservador y el Partido Liberal Fusionista. Ambos liberales apenas se diferenciaban en su
ideología y se pusieron de acuerdo en no aprobar leyes que luego el otro partido derogara. Los dos
se turnaron en el poder mediante los mecanismos propios de un sistema parlamentario, mientras
que le resto de las formaciones políticas quedaban excluidas del juego político (aunque no
oficialmente). Con el bipartidismo garantizaba las formas democráticas y se evita así identificar la
corona con un único partido.
El Partido Conservador o Alfonsino estaba liderado por Antonio Cánovas del Castillo3, y era
heredero del moderantismo, el unionismo y parte del progresismo de la época isabelina;
representaba los intereses de la burguesía latifundista y financiera y de los grupos residuales del
Antiguo Régimen.
El Partido Liberal-Fusionista estaba encabezado por Práxedes Mateo Sagasta4, e integraba a
demócratas, radicales y algunos republicanos moderados; pretendía incorporar a la Restauración
los aspectos menos radicales de la Revolución de 1868; tenían el respaldo de profesionales
liberales, de la burguesía industrial y comercial y de los funcionarios, así como sectores de la
aristocracia terrateniente.
3 Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897). Abogado, político, historiador y académico malagueño. Su trayectoria
política se inicio en 1854 como redactor del Manifiesto de Manzanares (Vicalvarada) y como ministro de la
Gobernación en 1864 con la Unión Liberal. De ideología liberal conservadora, fue el artífice del sistema político de la
Restauración. Murió a manos del anarquista italiano Michelle Angiolillo en un atentado en Mondragón (Guipúzcua).
“Después de la muerte de Don Antonio, todos los políticos podemos llamarnos de tú” dijo Sagasta.
4 Práxedes Mateo Sagasta (1828-1903). Ingeniero de caminos, político y periodista riojano. Fue diputado progresista
en varios gobiernos isabelinos y condenado a muerte por participar en la conspiración de 1866 (Pacto de Ostende).
Durante su mandato, tuvo que enfrentarse a los graves conflictos coloniales de final de siglo.
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Cánovas del Castillo
Sagasta
Las diferencias ideológicas y políticas entre ambos partidos eran mínimas: más
preocupados por las reformas sociales y por la educación los liberales, y más
autoritarios y defensores del orden y valores establecidos los conservadores. De hecho,
la creación del Partido Liberal en 1876 se debió a las propias necesidades del sistema
ideado por Cánovas, puesto que debía existir una oposición parlamentaria con un
programa político similar al del partido gobernante (de nada servía un partido
incondicional a la Corona, sino contaba con otras agrupaciones para el turno pacífico,
que hoy fuese oposición y mañana poder); esta oposición deja de ser un elemento
revolucionario y se convierte en algo legal. Cánovas consiguió con extraordinaria
habilidad que en torno a Sagasta (uno de los revolucionarios de 1868) se agrupasen las
fuerzas de la oposición en el Partido Liberal. No es anecdótico que los nombres de los
partidos coincidían con los de sus respectivos ingleses.
EL PARTIDO CONSERVADOR EL PARTIDO LIBERAL
Heredero del partido moderado y el
ala derecha de la Unión Liberal
Heredero del partido progresista, ala
izquierda de la Unión Liberal y el ala
derecha del demócrata.
Base social: la alta burguesía,
aristocracia, ejército, terratenientes y
altos funcionarios. Tiene su bastión
en la España meridional (sur).
Base social: la burguesía media:
comerciantes e industriales, capas medias
urbanas ...
Líderes: son Cánovas del Castillo,
Silvela, Dato, Maura.
Líderes: Sagasta, Martínez Campos, Pavía,
Canalejas.
Ideología.- sufragio censitario, orden
y represión, pocas libertades y
derechos, tradicionalismo y
centralismo.
Ideología.- Sufragio universal, más
libertades y jurado popular, menos
centralista y clerical.
Obra legislativa.- Reforma del
régimen foral, limitaciones de
libertades de la Constitución (censura,
limitaciones a la libertad de reunión,
sufragio censitario), arancel
proteccionista.
Obra legislativa.- Leyes de asociación,
reunión, libertad de cátedra, sufragio
universal (1890 se impone), código civil
6
- Elaboró una teoría de la Constitución interna o histórica, que hacía recaer
la soberanía en el Rey y las Cortes, dos instituciones avaladas por la Historia
y preexistente a toda constitución escrita.
- Nueva Constitución. Al principio Cánovas tomó todos los poderes, pero
para legitimar la monarquía parlamentaria era necesaria una constitución con
la que regular y garantizar el nuevo régimen político, lo suficientemente
flexible para que pudiera adaptarse a los programas de los dos partidos. Así
pues convocó unas elecciones, con sufragio universal masculino, para formar
unas Cortes constituyentes que deberían redactar y aprobar un nuevo texto
constitucional. En realidad, la manipulación de las elecciones, por parte del
gobierno, permitió a los conservadores redactar una Constitución favorable a
sus intereses, que estaba inspirada en la de 1845, aunque incorporaba
aspectos de la de 1869 (como reconocimientos de derechos y libertades).
Establecía la nueva Constitución de 1876 que:
a) la soberanía era compartida entre Cortes y Corona, los dos
pilares canovistas, pero con gran pode real.
b) La relación entre los poderes era de colaboración y equilibrio
(no una auténtica división).
c) el rey era inviolable: le correspondía el poder ejecutivo, que
ejercía a través del Gobierno, y el legislativo junto con las
Cortes.
d) las Cortes eran bicamerales, con un Senado elitista (que
garantizaba el control del poder legislativo por las minorías
privilegiadas, pues eran elegidos de entre las corporaciones
del Estado y los mayores contribuyentes) y un Congreso de
los Diputados (elegidos de entre las listas electorales-de
estado seglar, no eclesiástico- y existiendo uno por cada
50000 habitantes). Las Cortes se reunirán todos los años.
e) se reconocían los derechos y libertades individuales, aunque
su regulación se remitía a leyes posteriores (leyes de
desarrollo, como hoy día también se hace), dejando un amplio
margen de interpretación al Gobierno, porque podía
suspenderlos en determinadas circunstancias (estado de sitio o
de excepción).
f) se reconocía el Catolicismo como religión oficial, pero
admitía libertad de culto de otras confesiones. La Iglesia
tendría permiso para ejercer la educación y la enseñanza (por
lo que participaba en la configuración de los valores).
g) no se pronunciaba en cuanto al procedimiento electoral y el
tipo de sufragio, remitiendo a una ley electoral posterior, que
será censitario, el sufragio universal masculino no se volvió a
utilizar hasta 1890 (con Sagasta).
Las indefiniciones y su eclecticismo permitían que la Constitución se adaptara a
las diferentes tendencias políticas liberales (dando estabilidad), que eran las únicas que
formaron parte del juego político de la Restauración, por lo que podemos pensar que fue
elaborada así de manera intencionada.
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“Art. 5.- Ningún español podrá ser preso sino en virtud de
mandamiento de juez competente…Toda persona detenida o presa sin
las formalidades legales, o fuera de los casos previstos en la
Constitución y en las leyes, será puesta en libertad a petición suya o
de cualquier español.
Art. 6.- Nadie podrá entrar en el domicilio de ningún español, o
extranjero residente en España, sin su consentimiento, excepto en los
casos y en la forma expresamente previstos en las leyes. El registro de
papeles y efectos se verificará siempre a presencia del interesado o de
un individuo de su familia, y en su defecto, de dos testigos vecinos del
mismo pueblo.
Art. 7.- No podrá detenerse ni abrirse por la autoridad gubernativa la
correspondencia confiada al correo.
Art. 10.- No se impondrá jamás la pena de confiscación de bienes, y
nadie podrá ser privado de su propiedad sino por autoridad
competente y por causa justificada de utilidad pública, previa siempre
la correspondiente indemnización. Si no precediera este requisito, los
jueces ampararán y en su caso reintegrarán en la posesión al
expropiado.
Art. 11.- La religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado.
La Nación se obliga a mantener el culto y sus ministros. Nadie será
molestado en territorio español por sus opiniones religiosas, ni por el
ejercicio de su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral
cristiana.
No se permitirán, sin embargo, otras ceremonias ni manifestaciones
públicas que las de la religión del Estado.
Art. 13.- Todo español tiene derecho:
1. De emitir libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por
escrito, valiéndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante,
sin sujeción a la censura previa.
2. De reunirse pacíficamente.
3. De asociarse para los fines de la vida humana.
4. De dirigir peticiones individual o colectivamente al Rey, a las
Cortes y a las autoridades. El derecho de petición no podrá ejercerse
por ninguna clase de fuerza armada.
Art. 18.- La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el
Rey.
Art. 19.- Las Cortes se componen de dos Cuerpos Colegisladores,
iguales en facultades: el Senado y el Congreso de los Diputados.
Art. 41.- El Rey y cada uno de los Cuerpos Colegisladores tienen la
iniciativa de las leyes.
Art. 48.- La persona del Rey es sagrada e inviolable.
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Art. 49.- Son responsables los Ministros. Ningún mandato del Rey
puede llevarse a efecto si no está refrendado por un Ministro, que por
sólo este hecho se hace responsable.
Art. 50.- La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el Rey, y su
autoridad se extiende a todo cuanto conduce a la conservación del
orden público en el interior y a la seguridad del Estado en lo exterior,
conforme a la Constitución y a las leyes.
Art. 51.- El Rey sanciona y promulga las leyes.
Art. 76.- A los Tribunales y Juzgados pertenece exclusivamente la
potestad de aplicar las leyes en los juicios civiles y criminales, sin que
puedan ejercer otras funciones que las de juzgar y hacer que se
ejecute lo juzgado.
Art. 80.- Los magistrados y jueces serán inamovibles y no podrán ser
depuestos, suspendidos ni trasladados sino en los casos y en la forma
que prescriba la ley orgánica de Tribunales.”
Constitución española de 1876
3.- El turnismo y el fraude electoral.-
El sistema ideado por Cánovas basaba su funcionamiento en el turno pacífico de
los partidos dinásticos, es decir, los dos partidos leales a la Corona, que pactaban el
acceso al gobierno, sin recurrir a pronunciamientos militares (con ello se evitaba que la
monarquía se relacionase con un partido y garantizaban las formas democráticas y la
continuidad del régimen, pues alejaba del poder a las tendencias políticas
antimonárquicas). Para garantizar el turno entre los dos partidos, se recurría al fraude
electoral; así pues, el sistema político no utilizaba procesos realmente democráticos. Por
ello podemos hablar de un funcionamiento oficial o teórico y otro real.
Leal con su propio sistema, Cánovas tras un periodo de gobierno dejó paso a
Sagasta; a esta alternancia se le llamó turno, pero el turno no dejó de presentar
tensiones, así cuando murió prematuramente Alfonso XII en 1885, Cánovas y Sagasta
se comprometieron a continuar su apoyo combinado a la monarquía en el llamado Pacto
de El Pardo.
El mecanismo del turno consistía en que periódicamente y de forma pactada
(fraude), el rey encargaba la formación de un nuevo gobierno al partido al que le tocaba
gobernar; este, desde el ministerio de Gobernación, confeccionaba el encasillado o listas
de diputados que deberían salir elegidos en cada distrito, y donde habría reservado
siempre algunos escaños a la oposición dinástica para guardar apariencias. El
encasillado o encasillamiento5 se entregaba a los gobernadores civiles para que lo
impusieran en la provincia y los ayuntamientos a través del cacique6 local, que hace de
5 En Madrid se decide que un personaje importante salga elegido por un distrito electoral, se le coloca en
esa casilla electoral y "el cunero" saldrá elegido, gracias a los caciques de la zona. 6 El cacique era una pieza clave que, por los favores que había prestado y por su fortuna, influía en los
votos de una localidad; porque podía decidir el resultado en unas elecciones, el gobierno le concedía lo
que pedía; era como un señor feudal, que era obedecido por las fuerzas vivas de los municipios: el
alcalde, el párroco, el maestro, la Guardia Civil, el juez, etc. Su lema era: “para los enemigos la ley, para
los amigos el favor”.
9
intermediario entre la administración central y el ámbito local. Para ello se manipulaban
los censos electorales, se coaccionaba, se presionaba o se daba favores para conseguir el
voto, y, si eso no bastaba, se cambiaban las actas de resultados. Aún cuando los
liberales quisieron reformar este sistema de caciques no pudieron porque ello les haría
perder los votos del mundo rural (el campo) y con ello el gobierno.
“Es muy triste como se han hecho las últimas elecciones, con el
menor número posible de electores, con bastantes resurrecciones de
muertos y no pocas violencias y atropellos. Ya es costumbre que sólo
voten los que de una manera u otra sacan partido de las amistades y
servicios políticos y la inmensa mayoría de la nación, mirando tan
importante acto con desdén, se abstiene de tomar parte en él, segura
de no alcanzar por procedimientos representativos el remedio de sus
males. Por esto vemos que no hay gobierno que no saque mayoría en
el número y forma que más le cuadra y desde que un bando político,
cualquiera que sea, se entroniza en el Ministerio de Gobernación, ya
puede estar seguro de que el país le ha de graciar con unas cámaras a
su gusto. Resultado de este fraude político, es que las elecciones las
hace el ministro de la Gobernación y de aquella fábrica de votos
salen también las minorías. No pudiendo marchar bien el sistema sin
oposición, el gobierno la fabrica con el mismo celo que pone en la
construcción de la mayoría. (…) El mismo Padre Eterno, que quisiera
tener un puesto en el Congreso, no lo conseguiría sin el auxilio de ese
Espíritu Santo político, a quien llamamos ministro de la Gobernación.
Cuando más, hay un poco de animación, batalla en los preparativos
electorales; el gobierno destituyendo ayuntamientos arbitrara y
violentamente, las oposiciones organizando comités y pronunciando
algún discurso moderno; pero en la elección propiamente dicha, ni
hay lucha ni la puede haber”.
Pérez Galdós, Benito: “Política española” Antología de artículos, 1884
10
Observamos reflejado este fraude en La Regenta de Clarín:
“El marqués de Vegallana era en Vetusta jefe del partido más
reaccionario entre los dinásticos (…). Tenía siempre un favorito que
era el jefe verdadero. El favorito actual era (…) ni más ni menos, don
Álvaro Mesía, el jefe del partido liberal dinástico. El reaccionario
creía resolver sus propios asuntos y en realidad obedecía a las
inspiraciones de Mesía. Pero éste no abusaba de su poder secreto.
Como un jugador de ajedrez que juega solo y lo mismo se interesa por
los blancos que por los negros, don Álvaro cuidaba de los negocios
conservadores lo mismo que de los liberales. Eran panes prestados. Si
mandaban los del Marqués repartía estanquillos, comisiones y
licencias de caza; pero cuando venían los liberales, el marqués de
Vegallana seguía siendo el árbitro de las elecciones gracias a Mesía,
y daba estanquillos, empleos y hasta prebendas. Así era el turno
pacífico en Vetusta.”
Leopoldo Alas “Clarín”: La Regenta, 1884-1885
El fraude electoral fue una práctica habitual de los dos partidos turnantes,
incluso cuando se produjo el sufragio universal masculino en 1890; sólo en los núcleos
urbanos más importantes, donde la oposición política era más importante, se hizo cada
vez más difícil el control del sufragio universal. También se le conoce con el nombre
peyorativo de “pucherazo”, porque para llevar a cabo la manipulación se guardaban las
papeletas de votación en pucheros, al que se añadían o sustraían votos según intereses;
otros métodos eran hacer votar a fallecidos o personas en ciertas circunscripciones en
las que no estaban inscritas.
Con el sistema del turno se favorecía la estabilidad política, pues al eliminar a la
oposición se alejaba el peligro de radicalización, que hubiese alterado el orden
establecido. Las listas de diputados estaban formadas por miembros de la alta burguesía
y aristocracia, que constituía una oligarquía que monopolizaba los cargos político-
administrativos y los escaños de las Cortes, controlando así los resortes del poder y en
beneficio de las clases dominantes a las que representaban. Ni las clases medias ni las
capas populares se sintieron representadas por el sistema, por lo que se distanciaron de
los asuntos políticos.
En resumen, el sistema de la Restauración ofrece rasgos originales dentro del
siglo XIX español:
a) no se discute la monarquía como forma de gobierno
b) por la flexibilidad de su redacción no es necesario cambiar la Constitución
c) frente a la multiplicidad de partidos, se alternan en los gobiernos solamente
dos (bipartidismo)
d) se pone fin a los pronunciamientos militares, pero se sustituye por el
protagonismo civil de los caciques para ostentar el poder.
11
4.- La dinámica política
El sistema del turnismo se configuró en 1876 (hasta 1881 los conservadores se
mantuvieron en el poder, mientras desarrollaban legislativamente la Constitución), pero
no se cimentó hasta la muerte del rey Alfonso XII, con el anteriormente citado Pacto de
El Pardo, para mantener el sistema aun con el fallecimiento real. Fue entonces cuando
vino la regencia de Mª Cristina (a causa de la poca edad del rey siguiente) durante la
cual Cánovas y Sagasta se turnaron pacíficamente en el poder, demostrando la
viabilidad de la convivencia política en un marco de estabilidad, aunque durante este
periodo empezaron a surgir problemas como el regionalismo y el movimiento obrero,
que se venían a unir al problema colonial de Cuba y Filipinas; con ello se debilitaron los
fundamentos socioeconómicos y políticos del sistema.
Revista-semanario Pequeñeces: “Yo guiso, tú lo comes y España limpia los platos”. Sagasta y Cánovas
intercambian los papeles de cocinero y comensal, mientras España es siempre la ilustre fregona.
Caricatura sobre el turnismo entre Cánovas y Sagasta
12
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885) vemos que fue el partido
conservador de Cánovas el que gobernaba casi todo el tiempo, ante la falta de
alternativa política cohesionada; este partido llevó la labor de la pacificación militar
(interna y externa) y redactó la Constitución de 1876, pero su gobierno también tomó
medidas restrictivas (libertad de cátedra, de expresión-prensa) con el fin de conseguir
intensificar el control del Estado sobre los derechos establecidos con el fin de mantener
el orden (actuó contra la oposición política) y centralizar administrativamente el país
(abolió los fueros vascos, dio poca autonomía local y aplicó un mismo cuerpo de leyes a
todo el territorio español, iniciando con ello la redacción del Código Civil y del Código
de Comercio). Entre 1881 y 1883 subió al poder el partido liberal de Sagasta, con lo que
se inició el turnismo de los dos partidos dinásticos; con ellos se restableció la libertad de
cátedra y de expresión y también la de asociación y reunión; estudiaron la situación de
las clases sociales, aunque no se aplicaron medidas concretas, y tuvieron una
preocupación de un gobierno por los aspectos laborales.
“Hemos entrado en un nuevo periodo político al que he consagrado
mi obra desde 1874. El Ministerio presidido por Cánovas había
prestado relevantes servicios, terminado la guerra civil en España y
en Cuba. Pero no había sabido controlar el orden alcanzado por los
sacrificios de todos, con la libertad de todos. Y la nación a pesar de
sus desgracias históricas, ama los principios liberales. Y debo decirle
que el señor Sagasta los aplica con sinceridad y con deseo de no
asustarse de los inconvenientes que trae consigo. Ha colgado la Ley
de Imprenta en el Museo Arqueológico de las leyes inútiles; ha
abierto la Universidad a todas las ideas y a todas las escuelas; ha
dejado un amplio derecho de reunión que usa la democracia según le
place y ha entrado en un periodo tal de libertades prácticas y
tangibles que no podemos envidiar cosa alguna a los pueblos mas
liberales de la tierra: Nosotros, si sabemos mantener la paz pública y
el orden regular en las calles y en los campos ...”
Castelar, E.: Discursos parlamentarios, 1881
13
Sagasta es paseado en triunfo sobre un embudo y va seguido de una procesión en
la que desfilaban todos los vicios de la época. Caricatura de “La Carcajada”.
A la muerte de Alfonso XII en 1885, su segunda esposa, Mª Cristina de
Habsburgo, asumió la regencia con el apoyo de los partidos dinásticos, manteniendo
los postulados políticos de la Restauración (que firman en anteriormente citado Pacto
del Pardo, para mantener la monarquía y respetar los turnos); en 1886 nacía Alfonso
XIII, proclamado rey desde su nacimiento.
Mª Cristina, respetando las funciones que le asignaba la Constitución, otorgó el
poder a los liberales, que, presididos por Sagasta, gobernaron el país entre 1885 y 1890
en lo que se ha venido llamando el “Parlamento largo”7, con el que se llevó a cabo la
liberalización del régimen y las reformas, pero consolidando el sistema. Aprobaron el
Código Civil (1889) y de Comercio (1885), con lo que se adaptaba el derecho a los
nuevos postulados del liberalismo económico y político y se daba protección jurídica al
incipiente capitalismo de las empresas financieras e industriales y a los intereses del
latifundismo agrario (¡con los liberales?!). Respecto al reformismo social, se aprobó la
Ley de Asociaciones, que favoreció el desarrollo de las fuerzas antidinásticas, se
instauraron juicios con jurado y se abolió la esclavitud en Cuba (pero no reconocía su
independencia, como tampoco reconocían los particularismos regionales y la reforma
militar). En 1890 se aprobó el sufragio universal masculino, aunque seguía el fraude
electoral.
7 Fue llamado así porque duró casi la totalidad del período establecido en la Constitución, hecho poco
frecuente.
14
Turnismo: relación de gobiernos tras la muerte de Alfonso XII
Cuando los conservadores volvieron al gobierno en los años noventa se retornó a
la política económica proteccionista, que satisfizo los intereses de los industriales
catalanes y vascos y de la burguesía cerealista castellana. Ahora prestaron más atención
a los problemas sociales, como la Ley antiterrorista (contra los brotes de agitación social
protagonizada, sobre todo, por anarquistas).
Partidos/Grupos 1876 1879 1881 1884 1886
Republicanos 1 7 32 5 22
Liberales 32 63 297 67 288
Conservadores 333 293 39 318 67
Otros 25 29 24 2 15
Total escaños 391 392 392 392 393
Escaños por grupos políticos en el Congreso de los Diputados
Años
electorales
que dan
comienzo
a nuevas
Cortes
Partido
Conservador
(escaños en
número o
porcentaje)
Partido
Liberal
(escaños en
número o
porcentajes)
Suma de
Conservadores
y Liberales (escaños en
porcentaje)
Total
oposición
extra-
turno
1876 333 / 85,1% 32 / 8,1% 93,2% 20 / 6,8%
1879 293 / 74,7% 63 / 16% 90,7% 34 / 9,3%
1881 39 / 9,9% 297 / 75,7% 85,6% 56/14,4%
1884 318 / 81,1% 67 / 17,1% 98,2% 7 / 1,8%
1886 67 / 17% 288 / 73,2% 90,2% 37 / 9,8%
1891 262 / 65,6% 83 / 20,8% 86,4% 13,6%
1893 61 / 15,2% 281 / 70,2% 85,5% 14,5%
1896 279 / 69,5% 88 / 22% 91,5% 8,5%
1898 84 / 21% 284 / 66,3% 87,3% 2,7%
1899 230 / 58,7% 118 / 30,3% 89% 1%
1901 85 / 21,7% 240 / 61,1% 82,8% 17,2%
Resultados electorales y reparto escaños desde 1876 a 1901
(El número total de escaños variaba de unas elecciones a otras) Fuente: Martínez Cuadrado, M.: Elecciones y partidos políticos en España, 1868-1931
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5.- La oposición política.-
La Restauración no integró a las formaciones políticas no dinásticas (es decir,
no monárquicas), es más, reprimió y marginó a carlistas y republicanos, que fueron
considerados enemigos del Estado; también fueron excluidos los regionalistas (que
cuestionaban la administración central) y las organizaciones obreras (contrarias al poder
liberal porque conllevaba el capitalismo). Esta oposición fue débil e incapaz de
beneficiarse de la corrupción del sistema y de la indiferencia política en temas sociales;
la división interna de carlistas y republicanos y el tardío resurgir de las fuerzas
nacionalistas explican este hecho en parte.
5.1 El carlismo.- Derrotado el carlismo en sus tres guerras, no logró ya
recuperar la fuerza de antaño, sobre todo por la pérdida del apoyo pontificio
(pues el Papado se inclinó más a favor de Alfonso XII); con lo que se
minimizaba su opción dinástica y se redujo su poder a la zona del País Vasco y
Navarra (de gran arraigo del foralismo católico). A ello se une su división en dos
tendencias: los integristas (que criticaban el excesivo liberalismo del
pretendiente Carlos VII) y los tradicionalistas (que evolucionaron hacia
posiciones regionalistas, donde tendría cabida la monarquía tradicional católica,
aunque el creciente nacionalismo les restó importancia). Aprovechando la
libertad de asociación y el sufragio universal estos se reorganizaron como
partido político, obteniendo escaños en 1896.
5.2.- El republicanismo.- Reprimidos en los inicios de la Restauración, no
consiguieron recuperarse del fracaso de la Primera República, ni extender su
implantación social, superando pocas veces los 33 escaños de 1893. Se
agruparon en diferentes corrientes doctrinales y políticas en torno a los antiguos
líderes del Sexenio:
- Federalistas (en torno a Pi i Margall). Se inclinaron a posiciones
socializantes y hallaron eco entre sectores populares de Cataluña, litoral
valenciano y Andalucía.
- Unionistas (liderados por Nicolás Salmerón). Formaron el Partido
Centrista pues eran partidarios de la unidad territorial y política del
Estado.
- Radicales. Crearon el Partido Progresista, siendo partidarios de la lucha
armada, insurrecciones, atentados, etc. para conseguir su fin.
- Posibilistas. Grupo minoritario en torno a Emilio Castelar, se integraron
al final en el Partido Liberal de Sagasta.
Federalistas y unionistas, partidarios de la acción pacífica y legal, terminaron
uniéndose en el partido político de la Unión Republicana en 1893, con el deseo
de aumentar su peso electoral, aunque este bloque no se consolidó hasta 1903.
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5.3.- El movimiento obrero
Durante los primeros años de la Restauración, el movimiento obrero no
constituyó una oposición política real, aunque sí atacó al sistema a través de
insurrecciones, huelgas y atentados. El movimiento obrero internacionalista se
divide en dos tendencias: el Anarquismo de Bakunin y el Socialismo de Carlos
Marx. La ruptura entre ambos se produce en el Congreso de Zaragoza en 1872.
5.3.1.- El anarquismo fue la doctrina que consiguió una mayor
aceptación social, tanto en el campo (especialmente el andaluz), como en
los centros industriales (sobre todo Cataluña y Levante). A diferencia del
socialismo, se negaba a participar en la acción política (partidos y
elecciones), pues no creían en él sino que buscaban su destrucción, por lo
que llegaban a la acción directa organizada a partir de los sindicatos, pero
en la década de 1890 fueron frecuentes las acciones violentas
individuales (como el atentado a Cánovas del Castillo en 1897 que le
ocasionó la muerte). Los anarcosindicalistas prefieren una organización
federalista y tienen una menos coherencia política, ausencia de criterios
de admisión de militantes y no quieren intervenir. En Valencia crea su
sindicato, la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores)
5.3.2.- El socialismo, menos extendido en España que el anarquismo,
defendía la participación política y la acción disciplinada; concebía la
política como una lucha de clases sociales. En 1879 Pablo Iglesias fundó,
en la clandestinidad, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE),
aunque no tuvo significación política hasta 1910, cuando consiguió un
solo diputado en las Cortes por Barcelona. Se extendió por ambas
Castillas, Asturias y Vizcaya. En 1888, durante la celebración de su
primer congreso, nacía su sindicato afín, la UGT (Unión General de
Trabajadores).
“Las aspiraciones del Partido Socialista son:
La posesión del poder político por la clase obrera. La
transformación de la propiedad individual o corporativa de
los instrumentos del trabajo en propiedad común de la
sociedad entera. Entendemos por instrumentos de trabajo: la
tierra, las minas, los transportes, las fábricas, las máquinas,
el capital-moneda … En suma: la idea del partido socialista
es la completa emancipación de la clase trabajadora. Es
decir la abolición de todas las clases sociales y su conversión
en una sola de trabajadores libres e iguales …”
Pablo Iglesias
Así pues, el movimiento obrero sólo empezó a convertirse en oposición
política de los partidos dinásticos a partir de principios del siglo XX, cuando
arraigó en los centros urbanos industrializados, donde era difícil manipular las
elecciones (allí no había caciques).
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5.4.- Del regionalismo al nacionalismo 8
Durante la regencia de María Cristina, uno de los fenómenos más
destacados fue la aparición de diversos movimientos regionalistas y
nacionalistas en Cataluña, País Vasco y Galicia. En Valencia y Andalucía
también algunos intelectuales defendieron los particularismos regionales, pero la
inexistencia de una burguesía fuerte económicamente, afín a sus ideales, les
restó importancia hasta principios del siglo XX.
El origen de estos movimientos es diverso (según las características
histórico-culturales, sociales y económicas de cada una de las regiones), aunque
todos defendían el particularismo lingüístico, cultural, institucional e histórico
frente a tendencias uniformadoras y centralistas del Estado liberal, que fue
incapaz de organizar un nacionalismo español nacional.
5.4.1.- El catalanismo. Se formó en los años 80 a causa de la Renaixença
(renacimiento cultural) iniciado en los años 30, que ayudó a recuperar la
conciencia nacional catalana, pero también influyó el cambio económico y social
experimentado en este siglo, que supuso una ruptura entre los intereses de la
oligarquía centralista y los de la burguesía catalana.
En lo político, el catalanismo partió de dos corrientes (ideológicamente
contradictorios), que reivindicaban el reconocimiento de la identidad particular
frente al centralismo: el federalismo republicano y el conservadurismo
tradicionalista y católico.
El proyecto federalista lo lideró Valentí Almirall, que elaboró las
primeras formulaciones teóricas del catalanismo; como estaba convencido de la
necesidad de crear una fuerza política desligada de los partidos políticos
estatales, creó el Centre Catalá, con el que reivindicaba la autonomía; pero este
proyecto fracasó y, a finales de siglo, se inició el predominio del catalanismo
conservador. Este, a pesar de tener diferentes tendencias, se constituyó en la
Unió Catalanista, elaborando el primer programa político catalanista, conocido
como Bases de Manresa, con el que reivindicaban un poder regional autónomo,
de carácter tradicionalista y antiliberal. Pero su punto álgido fue tras la pérdida
del mercado colonial en 1898, con el que la burguesía industrial se comprometió
activamente con el catalanismo político, con la idea de reformar un sistema de la
Restauración (incapaz de afrontar los retos de la moderna sociedad
industrializada). Tomó fuerza a principios del siglo XX.
8 El regionalismo es un movimiento que reivindica el reconocimiento de la identidad diferencial de una
región, ya sea cultural, económica, administrativa o política frente al Estado centralizado; busca uno
descentralizado y, en algunos casos, el federalismo. Cuando este movimiento acentúa su dimensión
política y reivindica altas cotas de autogobierno, basándose en el principio de las nacionalidades (a cada
nación un Estado), se define como nacionalismo. Este término se extendió a finales del siglo XIX,
cuando los nacionalistas incidieron en el sistema político a través de partidos bien estructurados.
18
5.4.2.- El nacionalismo vasco. La abolición de los fueros en 1876 originó un
movimiento de defensa de las instituciones suprimidas y de recuperación de la
lengua y cultura vasca; a ello se unió el desarrollo económico y cultural que
sufrió esta zona, como consecuencia del crecimiento y minero e industrial (que
ocasionó inmigración a estas zonas). Ante esta situación, se inició un proceso de
concienciación del vasquismo, identificado con la lengua eusquera (o
vascuence), las tradiciones, los fueros, el catolicismo y un cierto ruralismo
idealizado, como consecuencia de la contraposición a una sociedad
industrializada y ampliamente castellanizada.
Fue Sabino Arana quien configuró el primer programa político
nacionalista, afirmando la raza, la lengua, el ultracatolicismo y las tradiciones
como elementos diferenciadores de la nación vasca, para la que reivindicaba la
soberanía; con estos postulados creó en 1895 el Partido Nacionalista Vasco
(PNV), muy conservador, radicalmente opuesto al liberalismo, la
industrialización, el españolismo y el socialismo. A finales de siglo, moderando
su radicalismo, el PNV obtuvo sus primeros escaños, canalizando el voto de las
clases medias urbanas y rurales, preocupadas por el creciente peso de los
trabajadores inmigrados (a los que ellos llamarán maketos), generalmente
identificados con el socialismo.
“El maketo (extranjero), ¡he ahí el enemigo! Y no me refiero a
una clase determinada de maketos, sino a todos en general:
todos los maketos, aristócratas y plebeyos, burgueses y
proletarios, sabios e ignorantes, buenos y malos, todos son
enemigos de nuestra patria, más o menos francos, pero siempre
encarnizados”
Sabino de Arana. Obras completas
5.4.3.- El nacionalismo gallego. El atraso socioeconómico en Galicia dificultó
la implantación del galleguismo, que en sus inicios se limitó a una minoría
intelectual; esto explica que la conversión del regionalismo gallego en
nacionalismo sea más tardía que en los casos catalán y vasco. El regionalismo
gallego se inició como movimiento cultural y literario, buscando respuestas y
soluciones al atraso económico y cultural de Galicia y cuyas figuras más
destacadas fueron Rosalía de Castro y Manuel Murguía, exponentes de un
liberalismo progresista (no como vasco ni catalán); pero paralelamente surgió
una corriente conservadora, tradicionalista y fuertemente católica, heredera del
carlismo, que tiene en Alfredo Brañas y en su obra “El Regionalismo” su
principal teorizador. Ya en el siglo XX, el fracaso del regionalismo moderado,
dio paso a una visión más progresista y combativa, que se manifestó en un
movimiento político.
6.- Conclusiones.
La Restauración fue uno de los periodos políticos más largos y estables de la
historia de España. Cánovas, además, consiguió integrar en el sistema a los dos grandes
partidos y el protagonismo civil. Fue un intento de normalizar la vida política mediante
un sistema que diera lugar a la mayor parte de grupos políticos que aceptaran la
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monarquía. Durante la primera etapa de la Restauración, hasta 1898, el pactismo
dominó la escena política española. Otra cuestión fue cómo poner en marcha el
funcionamiento del sistema: el sistema de turnos. En ese pactismo sólo participaron las
clases oligárquicas. Hubo un entrenamiento democrático, pues favoreció la madurez de
esta idea en los periodos siguientes.
Pero también cometió errores. El sistema sólo representaba a la oligarquía,
dejando fuera del sistema a la pequeña burguesía y al proletariado, el amaño de las
elecciones (con sus luces y sus sombras), la supresión de los fueros vascos y navarros, y
el no entendimiento del nacionalismo, así como no saber entender el problema colonial.
Con la desaparición de los líderes de los partidos conservador (Cánovas) y
liberal (Sagasta), el régimen sufrió un duro golpe (aunque ambos fueron sustituidos por
otros políticos importantes ya nada fue igual). A ello se unió el problema de la guerra de
Cuba, junto con Filipinas, Puerto Rico e islas del Pacífico, y posteriormente el
Regeneracionismo.
ANÉCDOTAS-CURIOSIDADES DE LOS LÍDERES DE LA RESTAURACIÓN
El malagueño Cánovas del Castillo no fue sólo un político excepcional sino un
hombre con un ingenio especial al que se le atribuyen muchas anécdotas. Cánovas era
temible por sus agudas ocurrencias. Como aquella ocasión en la que alguien, en su
presencia, alabó un día los méritos del general O'Donnell, calificándolo de ídolo, a lo
que comentó: "¡Dígamelo a mí, que hablé mil veces dentro de él!".
En otra ocasión, el conde de Gamazo le comentaba con cierta asiduidad al patriarca-
líder conservador: “Tengo un cuñado, don Antonio, a quien me gustaría que usted
oyese... “ (hablaba de Antonio Maura, futuro presidente del Gobierno); un día, por fin,
tal vez harto de escucharlo, Cánovas oyó al "cuñado", y en seguida puntualizó al
conde: “Perdón, amigo. Pero el que tiene un "cuñado" es Antonio Maura”.
Fueron unas señoras a pedirle favores administrativos y una le dice: “Debe usted estar
harto de nosotras, que no hacemos más que pedir”. “Señora, respondió Cánovas, a mí
las mujeres no me molestan por lo que me piden, sino por lo que me niegan”.
Don Práxedes Mateo Sagasta fue siete veces presidente del Gobierno, aunque ahora se
le recuerde por ser con el que España perdió Cuba y Filipinas. Fue el político de las
horas difíciles; su lema era “No hay orden sin libertad, ni libertad sin orden”. De
Sagasta podemos narrar una historia de culebrón: a Angelita Vidal, su padre la había
casado con un capitán, en contra de su voluntad y, cuando salía de la Iglesia, Sagasta la
rapto y se la llevó, no pudiéndose casar con ella hasta que murió el capitán, pero
vivieron juntos veintinueve años.
En el Congreso de los Diputados, durante el Sexenio, estando el uso de la palabra, cayó
a su lado un cascote de las bombas que O´Donnell lanzaba contra la Carrera de San
Jerónimo (calle donde se encuentra el Congreso). Sagasta cogió un pedazo de hierro aún
caliente y dijo a la presidencia: “Pido que conste en acta”.