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agenda laboral
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
1. Búho o alondra: ¿Qué tipo de trabajador eres?
2. Agenda laboral: El tiempo más óptimo para
trabajar.
3. El día más productivo de la semana en nuestra
agenda laboral.
4. ¿Cuánto tiempo perdemos cada día sin darnos
cuenta?
5. Factores que nos hacen perder el tiempo.
6. Organiza bien tu agenda laboral: Eustrés y
Distrés.
7. Cómo completar todos tus objetivos (Primera
parte)
8. Cómo completar todos tus objetivos (Segunda
parte)
9. Cambia de hábitos y cumple los objetivos de tu
agenda laboral.
1. Búho o alondra: ¿Qué tipo de
trabajador eres?
¿Cómo podemos optimizar una agenda laboral y organizar el tiempo de
nuestros equipos?
Planificamos las tareas de nuestros equipos generalmente en función de la
disponibilidad o de los huecos que tenemos en nuestras agendas, pero no
estudiamos particularmente las características generales de cada miembro del
equipo
De la misma manera organizamos nuestra agenda laboral individual, tenemos
la lista de tareas pendientes y vamos haciendo en función del rato que
tenemos, sabemos que no es la mejor manera de hacerla, y hasta llega
algunos días en que tenemos la sensación, que no podemos acabar una tarea
en un tiempo razonable, de la misma manera tenemos la sensación de que
algunos días todo nos cunde mucho más, y resolvemos la misma actividad en
sólo 20 minutos. Esto no es fruto de la casualidad que ese día estemos más
inspirados que el anterior, sino que es fruto de que hemos encontrado nuestro
momento virtuoso, y al final este momento es cuando nos encontramos en
nuestro día más productivo de la semana, y la misma franja horaria productiva
a su vez.
Esto es diferente dependiendo de la persona, y hay diferentes tipos:
1. Alondras o matutinas: Les gusta levantarse temprano y son muy activos, el
mejor momento del día llega por la mañana y en cambio, a medida que pasa la
jornada, se van encontrando más cansados y malhumorados Algunos estudios
concluyen que a las 16:00 de la tarde es la peor hora para tratar temas
delicados con una Alondra. Alrededor del 20% de las personas son
consideradas alondras.
2. Búhos o vespertinos: Las mañanas son terroríficas, les cuesta despertar, son
muy callados a primera hora, tardan tiempo en activarse, y es a medida que
avanza el día cuando llegan a su mejor momento, los mismos estudios que
mencionaba arriba, hablan que hacia las 18:00 de la tarde comienza su pico de
actividad. Al igual que las alondras, alrededor del 20% de la gente está
considerada búho.
3. Intermedios (Colibrís): A este grupo pertenece la mayor parte de la
población, alrededor del 60% de la gente son intermedios, es decir que no se
encuentran ni en un extremo ni en el otro.
A nivel individual es fundamental poder identificar nuestros ritmos circadianos
para aprovecharlos adecuadamente, en vez de intentar forzar nuestra manera
de trabajar para ir en contra de la naturaleza de nuestro cuerpo. De lo
contrario acabaremos consumiendo muchas energías y conseguiremos poca
productividad.
Al igual que a nivel individual es importante encontrar nuestros ritmos
circadianos, lo mismo con nuestros equipos para organizar nuestra agenda
laboral. Como acabamos de mencionar tenemos biorritmos diferentes y
acompañarlos en lugar de forzarlos, nos permitirá tener un mejor desempeño.
Hay una dificultad adicional y es que cada uno tiene biorritmos diferentes, por
lo cual dentro de un mismo equipo de trabajo nos encontraremos con personas
diversas. Forzar a un búho a los horarios de la alondra y viceversa es ir en
contra de la fluidez de la persona.
Si conseguimos organizar a nuestros equipos de manera que trabajen en sus
mejores horas de acuerdo con sus biorritmos, podemos llegar a conseguir un
aumento en la productividad y eficiencia de nuestra empresa, aparte de que
los empleados estarán más felices con su empleo, lo que significa que serán
más fieles a la empresa. A la hora de distribuir equipos sería importante
preguntar y saber exactamente qué tipo de biorritmo tienen los empleados, y
de esa manera podremos organizar sus horarios laborales correctamente. Lo
mismo sucede con nosotros, deberíamos comprobar que tipo de trabajador
somos, si alondras, búhos o colibrís, antes de realizar ningún tipo de cambio.
Ahora que ya sabes que tipos de trabajadores existen según sus biorritmos
¿Qué clase de trabajador eres?
2. Agenda laboral: El tiempo más
óptimo para trabajar.
No basta con reclamar más productividad, hay que dejar que el personal, sea
productivo.
Cuántas veces has oído decir a alguien a las 09:00 en una reunión que “a esas
horas aún le cuesta arrancar”, mientras ves a otros que están al 120%.
Mantener estas dinámicas es ir siempre cojeando. ¿Están las empresas
preparadas para permitir a la gente ser más productiva?
La sociedad industrial, como en muchos otros casos, ha ignorado esta
diversidad y ha fijado unos horarios que favorecen a quienes se levantan
pronto. Al que madruga, Dios le ayuda, y al resto, no tanto. Además eso ha
creado lo que llamamos el jetlag social.
Crear una agenda laboral más flexible proporcionaría beneficios, tanto para los
trabajadores y su salud como para las empresas a través de la productividad.
El impacto de estas mejoras puede ser aún más amplio. Sabemos que el sueño
tiene implicaciones importantes no solo para la salud física, sino también para
el estado de ánimo, el estrés o las relaciones sociales, así que mejorar el
sueño, muy probablemente, tendrá otros efectos secundarios positivos. Pero el
problema principal aquí es saber cómo identificar nuestro mapa de
productividad o, es más, cómo identificar el mapa de productividad de nuestro
equipo de trabajo.
A nivel individual lo podemos intuir, después hay el famoso cuestionario de
Horne y Ostberg, que respondiéndolo te ayuda a saber a qué tipo de cronotipo
pertenece uno.
Pero el problema que aparece aquí es: ¿Cómo podemos ayudar a los
responsables de equipos optimizar sus agendas laborales respetando a la vez
los biorritmos de sus equipos?
Por ejemplo, en la situación de que hay que realizar una reunión con temas a
tratar bastante complejos y estratégicos, donde hay que tomar decisiones
importantes y requiera cierta creatividad. Cuando hemos de movernos en un
entorno donde hay todo tipo de perfiles, mejor buscar una franja intermedia
donde la alondra y el búho se encuentren pero aunque podrían aplicar la
proporción de 20% de alondras, 20% de búhos y 60% de colibrís para intentar
determinar los momentos virtuosos de su equipo siempre estaríamos hablando
de un método aproximativo. El problema al que se enfrentan los managers es
que no disponen de datos objetivos sobre el desempeño de sus equipos y de
este tipo de decisiones, como otras muchas, se toman de forma totalmente
subjetiva.
Como podemos pretender, entonces, que las organizaciones permitan a las
personas ser productivas respetando sus biorritmos si somos incapaces de
identificar el mapa de productividad de nuestro equipo.
Realizamos en enero un estudio sobre una base de datos de 3.500 usuarios de
empresas españolas que tienen instalada nuestra plataforma tecnológica que
permite medir, entre otras muchas cosas, los niveles de productividad y
eficiencia tanto a nivel individual como grupal. Es decir que los empleados
tienen acceso a sus propios datos de productividad y aprenden a mejorar la
gestión de su tiempo y, a nivel grupal, los managers pueden ver los niveles de
eficiencia de sus equipos de trabajo y tomar decisiones más acertadas en
cuanto a organizar las agendas y repartir las cargas de trabajo.
En primer lugar miramos cuántas horas la gente se pasa de media en la oficina
y vimos que la media está en 9h19min. Desde que llega hasta que se va. Este
tiempo incluye las pausas, la comida etc.…. De todo este tiempo que estamos
en la oficina, solo estamos activos una duración de 7h12min. Podemos ver que
diariamente tenemos un margen de 2h entre el tiempo de permanencia y el
tiempo de actividad.
Ahora bien, cuando nos pusimos a estudiar la productividad, los datos fueron
sorprendentes. Primero se definen un listado de aplicaciones o actividades
directamente relacionadas con las funciones del puesto de trabajo y se mide
cuánto tiempo se invierte en estas tareas. Vimos que a esta no superaba
6h34min. Es decir que de las 7h12min dedicamos 6h34min a actividades
productivas directamente relacionadas con nuestro trabajo, casi 3h de
diferencia con el tiempo en que estamos físicamente presentes en la oficina.
Mientras que los 38 minutos restantes los dedicamos a actividades que no
tienen que ver nada con el trabajo, es decir, actividades personales.
Entonces, si realmente la productividad está en torno a la 6h30min del total de
9h20min que trabajamos, de nuevo podríamos pensar que no debería ser tan
difícil instaurar un horario un poco más flexible y adaptado al cronotipo de
cada uno.
3. El día más productivo de la semana
en nuestra agenda laboral.
¿Qué día de nuestra agenda laboral es el más productivo? ¿Y qué día es el más
eficiente?
En un estudio reciente que hemos llevado a cabo, comparamos los días de la
semana para averiguar cuál era el día más productivo. Si miramos la suma de
horas de productividad el día más productivo sería en martes pero si lo
comparamos con actividad resulta ser el viernes. Los viernes donde
observamos que se suele trabajar menos horas, le gente es más productiva
(eficiente). Son varios los factores que hacen que este día sea el más
productivo. Cuando finaliza la semana, tendemos a hacer el repaso de todo lo
que tenemos pendientes y la mayoría necesitamos irnos de fin de semana con
la sensación de haber dejado las cosas en orden. Curiosamente, pese a ser el
día de la semana en que menos horas se trabaja, resulta mucho más efectivo.
Tenemos la ley de Murphy, la cual habla sobre la gestión del tiempo.
Ley de Murphy
Lo que viene a decir básicamente esta ley es que la percepción que tenemos
del tiempo, es totalmente flexible. Cuanto más tiempo tenemos para ejecutar
algo, más dilatamos la ejecución en el tiempo y por contrapartida, cuanto
menos tiempo, más rápidamente la ejecutamos. Nos adaptamos al tiempo del
que disponemos. Eso hace que pesar de tener menos horas efectivas el
viernes, hace que la ejecución sea más focalizada, concentrada y enfocada a
finalizar.
Si los responsables de gestionar equipos de trabajo dispusiesen de un sistema
de medición que les permita averiguar los día con mayor productividad podrían
organizar su agenda laboral de forma más óptima. Por ejemplo, podrían
programar una reunión estratégica, donde hay que tomar decisiones
importantes este día.
Se trataría de convocar con antelación esta reunión con un orden del día bien
definido para que los asistentes la preparen correctamente.
Evidentemente sólo valdría la pena si la reunión es productiva de los contrario
estaríamos desperdiciando un día de alta productividad.
Dentro de nuestro estudio, constatamos que el 61% de las reuniones son
programadas y el 39% son “espontáneas”. Todos los manuales de buenas
prácticas sobre reuniones muestran que las reuniones imprevistas, las que no
se han preparado correctamente no suelen ser muy productivas por lo que
habría que evitar a toda costa tenerlas los días o durante las horas de mayor
productividad, e incluso lo razonable sería intentar eliminar el tiempo de
reuniones no programadas, para así optimizar el tiempo del que disponemos.
Según nuestro estudio, la hora con mayor productividad es la comprendida
entre las 12h y la 13h. Un momento virtuoso de la semana (probablemente el
momento en que se encuentren los búhos y las alondras) podría ser el viernes
por la mañana entre 12h y 13h y, los responsables de equipos deberían
reservar estas franjas horario para tratar temas importantes con las personas
de sus equipos.
A nivel individual se trata de optimizar nuestra gestión del tiempo. Si tenemos
una herramienta que nos muestra qué día somos más productivo y sabemos en
qué momento el día nuestras capacidades cognitivas son más altas debemos
organizar nuestra lista de tareas en función de estos datos y reservarnos estos
espacios para realizar aquellas actividades que requieren más concentración o
que son más difíciles. Evitar realizar en estos momentos virtuosos a tareas más
mecánicas como por ejemplo, consultar o responder los emails en aquellas
franjas horarias de alta productividad.
Generalmente, deberíamos hacer un esfuerzo para intentar reducir el uso del
correo electrónico ya que es uno de los mayores ladrones de tiempo. Nuestro
estudio muestra que pasamos aproximadamente el 17% de nuestro tiempo
leyendo o contestando emails. Lo razonable sería que le dedicásemos el
tiempo que le dedicamos fuera de las franjas de productividad.
4. ¿Cuánto tiempo perdemos cada día
sin darnos cuenta?
No trabajamos más de 81 segundos de forma ininterrumpida en una aplicación.
En parte es debido a uso” o abuso de las alertas. Pop ups de emails, alertas en
el móvil etc…
Se pierde mucho tiempo mirando simplemente un email, entre que vemos que
hemos recibido un email, vamos a nuestro correo electrónico, buscamos el
email, lo abrimos y lo respondemos o no ya hemos perdido bastante rato, sin
sumarle que ahora habremos de volver a reanudar la marcha de la actividad
que estábamos realizando antes de la interrupción.
Piensa que, al día, perdemos una hora debido a las interrupciones. Medimos el
tiempo de pausas inferiores a 10 minutos y vimos que representaba más de
media hora de nuestra jornada. Aunque nuestras pausas duran en total unos
33 minutos, cada vez que dejamos lo que estábamos haciendo, nuestro
cerebro tarda unos 2 minutos en volver a su nivel de concentración máxima,
por lo cual el tiempo que perdemos directamente en las pausas, más el tiempo
que perdemos intentando volver a las actividades resulta ser un total de una
hora al día.
Si no tenemos datos que nos permitan identificar nuestros momentos
virtuosos, podemos seguir como hasta ahora organizando nuestro tiempo
rellenando huecos pero cuando disponemos de una solución que nos muestra
nuestros “picos” de productividad podemos optimizarlos tratando por ejemplo:
● De evitar consultar el correo electrónico durante estas horas
● Rechazando una reunión de última hora
● Evitando interrupciones de compañeros etc.…
Antes de ponernos a realizar cualquier ejercicio de planificación, es necesario
que entendamos cuál es nuestra actitud respecto a la gestión del tiempo. Para
ello, analizaremos los elementos que suelen estar detrás de las situaciones de
caos o estrés y que dan lugar a que cualquier planificación que queramos
llevar a cabo, simplemente fracase. Si no sé de qué padezco, ¿cómo voy a
poder ponerle solución? Pues indaguemos.
Como primera reflexión, pregúntate:
¿De qué te sirves para organizarte? ¿Del reloj para agendar los compromisos
que tienes o las reuniones o las actividades pendientes, etc.? Es decir, ¿piensas
en lo que tienes que hacer ese día y lo ubicas, más o menos, en tu agenda
laboral o sobre un papel o incluso en tu cabeza o quizá ni lo piensas y te dejas
llevar por lo que el día te depare? Fíjate, el reloj nos sirve para pensar en el día.
O por otro lado, ¿Te sirves quizá de la brújula, en tanto que de manera muy
frecuente reflexionas sobre los principios, valores y compromisos que como
profesional tienes y que dentro del ámbito donde desarrollas tu profesión, se
espera que pongas de manifiesto y que logres? La brújula nos sirve para
orientar nuestro compromiso y para ubicar nuestros objetivos.
En una etapa inicial de cualquier reto nuevo, solemos empezar por usar la
brújula, pensamos en aquello que es importante para nosotros y para la
organización. Solemos lograr visualizar el resultado que queremos obtener a
medio / largo plazo.
A través de esta reflexión, nos ponemos en marcha, empezamos a trabajar. Y
desde ese momento, solemos regirnos por el Reloj para organizarnos cada día.
Los días pasan volando, y todo va bien hasta que un día nos paramos, miramos
a nuestro alrededor y vemos que algo ha pasado durante el camino, de lo que
no nos hemos dado cuenta y que ha dado lugar a que el caos reine en nuestra
vida.
Estamos colapsados, no llegamos a la mayoría de las cosas que hemos de
realizar, vivimos en un estrés permanente por falta de tiempo y nadie parece
darse cuenta de la situación tan dura que estoy atravesando, es más, la
montaña de tareas pendientes sigue creciendo. Los días no nos dan más de sí
y sentimos que hemos perdido el impulso inicial que teníamos.
Llegar a la situación de desorden, caos, estrés o desorientación, suele ser
debido a varios errores que cometemos en torno a la gestión del tiempo en
nuestra agenda laboral, como son:
1. No valorar la importancia del tiempo: al mínimo ladrón que aparece,
levantamos las manos y nos dejamos atracar! Si somos de fácil persuasión
por los ladrones del tiempo, tendríamos que preguntarnos la razón por la
que nos dejamos llevar en lugar de hacer el esfuerzo de mantenernos
focalizados. ¿Qué ganancia estás obteniendo?
2. Posponer una y otra vez la misma tarea y de manera reiterada otras tantas,
siendo casi una actitud normal en el trabajo. Es lo que se conoce como
Procrastinación. Por eso hay que cumplir las tareas que nos hemos propuesto
para ese día en nuestra agenda laboral.
3. Colisión de intereses: Puede que lo que tengas que hacer no esté alineado
en absoluto con tus intereses, deseos, objetivos o escala de valores y por ello
no le estás haciendo frente: Sientes un tira y afloja interno: por un lado sabes
que TIENES QUE y por otro lado NO QUIERES. No hay coherencia interna entre
lo que piensas o deseas, y cuando esto sucede, el nivel de estrés es muy
elevado Si para ti desarrollarte profesionalmente es muy importante, y sin
embargo te encuentras en una actividad laboral donde no se produce y la has
de mantener por necesidades económicas, es posible que tu trabajo no fluya
ya que una vez cubierta las necesidades económicas, nuestro umbral se eleva
y tendemos a anhelar el desarrollo profesional y ahí es cuando se produce la
colisión de intereses interna generadora de distrés.
4. La falta de prioridades: muchas veces no definimos estas prioridades
realmente y si lo hacemos, es en base a la urgencia de los demás en lugar de
hacerlo en base a nuestros objetivos.
5. Factores que nos hacen perder el
tiempo. “Pierde una hora por la mañana y la estarás buscando todo el día.”- Richard
Whately
Un error que solemos cometer es no crear planes de acción con tiempos de
logro definidos, es decir, no pensar en todas las acciones que tengo que hacer
para alcanzar mi objetivo.
Muchas veces no nos preparamos para posibles imprevistos. Tenemos tanto
que hacer en tan poco tiempo, que cualquier imprevisto nos descoloca por
completo y hace que tengamos que dejar de hacer lo que habíamos pensado
para ese día. Esto puede tener un efecto tsunami en la planificación de toda la
semana: El no contar con ellos, nos genera sensación de estrés por no saber
qué hacer con el resto de tareas. Por eso hay que intentar dejar un hueco en
nuestra agenda laboral para posibles imprevistos.
-Tratar de abarcarlo todo a la vez: ya lo dice el refrán “quien mucho abarca
pues poco aprieta” y es así. Si queremos abarcarlo todo, iremos saltando de
una tarea a otra y al final esto conlleva pérdida de concentración y reducción
del tiempo que hemos podido ser productivos de haber estado focalizados en
las tareas realmente importantes. La multitarea no es productiva, es
simplemente una necesidad con la que a veces nos toca enfrentarnos, pero
nada más, trata de huir de ella.
-No filtrar adecuadamente visitas, llamadas y correos: si no tenemos criterio ni
nos marcamos límites, no podemos esperar que los demás lo tengan por
nosotros. Depende de nosotros el aplicar o no un filtro adecuado.
-El exceso de reuniones o el exceso de tiempo invertido en las mismas, así
como la falta de organización en su ejecución: en muchas organizaciones se
abusa del uso de reuniones y no existe una metodología según tipo de reunión
(reunión informativa, reunión ejecutiva, gabinete de crisis, etc.). Si no tienen
un alto componente operativo y carecen de estructura, solo roban tiempo.
-Uso excesivo de la expresión “no tengo tiempo”: tanto lo usamos que de
verdad nos lo creemos y lo aplicamos ya a casi cualquier situación. Claro que
tienes tiempo, todos tenemos 24 horas, la cuestión es si tienes “interés”. El
interés es un motivador muy alto para encontrar el tiempo para lo que sea
cuando sea. Así que la próxima vez que te veas tentado en decir “no tengo
tiempo” párate, sé honesto contigo mismo y di para tus adentros “no tengo
interés en……” y sobre esa reflexión, vendrá la priorización sola ya que si la
respuesta apunta a que no tienes interés sobre algo que se supone es vital
para tu trabajo, en ese momento podrás cambiar tus prioridades y empezar a
atender lo importante en lugar de lo urgente. Si apagas el piloto automático, te
resultará mucho más fácil ver de qué deberías estar ocupándote.
Y finalmente, la más común es la falta de compromiso en la gestión del tiempo:
si no nos lo tomamos en serio de verdad, si no tomamos conciencia de cómo
está afectando la gestión inadecuada del tiempo y de la agenda laboral
semanal a nuestra vida profesional, entraremos en un círculo vicioso con
efectos negativos para nuestra salud personal y profesional.
Vamos a explicar algunas leyes sobre gestión del tiempo las cuales resultan
muy útiles cuando tengas que planificarte:
-Ley de Pareto: 80-20: “Lo esencial absorbe poco tiempo, lo accesorio,
mucho”. El 20% de nuestro tiempo contribuye al 80% de los resultados y El
20% de los asuntos nos dan el 80% del valor. Por tanto, invierte tiempo en
pensar los objetivos y tareas clave, es decir, localiza cuál es el 20% de los
asuntos a los que deberías estar dedicando todo tu esfuerzo para obtener los
mayores resultados. La capacidad de delegar es clave en la aplicación de
Pareto.
-Ley de Parkinson: “Toda tarea se dilata indefinidamente, hasta ocupar todo
el tiempo disponible”. El tiempo invertido en un trabajo varía en función del
tiempo disponible. No por tener más tiempo, voy a ser más eficiente, no lo
olvides. La productividad no es cuestión de cantidad de tiempo, es cuestión de
organización de dicho tiempo. Por eso, si te pones como plazo máximo 2
semanas pensando que así tendrás más tiempo, recuerda que no
necesariamente será así ya que irás dilatando esa tarea hasta consumir gran
parte del tiempo. Por eso, muchas veces, merece la pena ponerse horizontes
cortos (pero alcanzables) a fin de focalizarnos más.
-Ley de Carlson: “Todo el trabajo interrumpido, es menos eficaz y consume
más tiempo que si fuera de una manera continuada” El dato que antes
proporcionamos sobre el consumo de tiempo.
-Ley de illuch: “Después de un cierto número de horas, la productividad del
tiempo invertido decrece primero y es negativa después”. Es decir, muchas
veces a lo largo de la jornada laboral estar por estar más tiempo en la oficina,
no significa ser más productivo. Es preferible irse, y a primera hora de la
mañana retomar el tema, verás como podrás resolver en 5 minutos lo que el
día anterior te hubiese llevado una hora.
6. Organiza bien tu agenda laboral:
Eustrés y Distrés.
El eustrés y el distrés son dos conceptos diferentes que pueden alterar nuestra
productividad, y por lo tanto, nuestra gestión de la agenda laboral.
La productividad crece con el estrés hasta alcanzar un punto óptimo, es lo que
se conoce como Eustrés. Mucha gente dice que trabaja bien bajo presión. Es
porque está en su punto álgido de Eustrés. Pero rebasado dicho punto, un
aumento del estrés hace disminuir el rendimiento, cada vez más deprisa y es lo
que se conoce como Distrés. Eso coincide con nuestra propia intuición (cuando
comenzamos a tener la percepción de que estamos perdiendo el control de la
situación).
Es una línea fina la que separa una situación de otra, y está exclusivamente en
nuestra mano, estar en un lado o en otro. No se trata de dejar de hacer cosas o
negarnos aceptar encargos, se trata de aprender a gestionarlos y ubicarlos.
Los ladrones de tiempo que nos encontramos durante la jornada laboral
pueden ser de diferentes tipos:
Algunos son de carácter externos, es decir, que vienen de fuera a alterar mi
ritmo de trabajo y otros son de carácter interno, es decir, que soy yo mismo
quien lo estoy generando con mi propia actitud.
La cuestión a partir de aquí es, ¿qué estás haciendo al respecto?
¿Acaso porque sean factores externos, sientes que ya no hay nada que tú
puedas hacer y efectivamente no haces nada más allá de lamentarte?
Y ¿Acaso porque sean factores internos, asumes que “tu es que eres así”
(dicho de manera entrecomillada) y que no “puedes cambiar”?
En ambos casos, es exclusivamente responsabilidad tuya, decidir qué haces al
respecto. Los ladrones siempre van a estar ahí, siempre, sean de un tipo o de
otro, se trata de integrarlos en nuestra vida, de generar estrategias para
hacerles frente.
Ante el ladrón de “esperar por respuestas” ¿podría agilizarlo cambiando de
canal? ¿Podría anticiparme la próxima vez haciendo algo distinto para que no
me suceda o al menos lograr reducir los tiempos? La solución fácil es decir que
es responsabilidad del otro, pero en ese caso estamos delegando la gestión de
nuestro tiempo en terceros y eso es lo que nos lleva a las situaciones de caos y
descontrol. Toma las riendas y piensa diferente, asume la responsabilidad
desde la perspectiva de que siempre hay algo que podemos hacer en nuestra
mano de manera distinta para lograr resultados diferentes.
¿Por qué permito los ladrones del tiempo?
¿Qué beneficio, sobre el cual seguramente nunca me he parado a pensar,
estoy obteniendo?
Si no hubiera un beneficio detrás, no los permitiría.
Piénsalo. ¿Qué tratas de proteger?
Sea lo que sea que estás intentando proteger, te está haciendo perder tiempo
productivo, por eso es importante que cuando vayamos a gestionar nuestra
agenda laboral, antes de echarle la culpa a alguien, nos miremos al espejo y
veamos si la verdadera razón por la que las cosas no funcionan es nuestra
culpa, de esa manera sabremos con certeza lo que se tiene que cambiar. Hay
que recordar que siempre es más fácil cambiarse a uno mismo que cambiar a
los demás. Además, nuestro esfuerzo por intentar mejorar puede llegar a servir
de motivador para que otros empleados empiecen a hacer lo mismo, de esa
manera podremos llegar a agilizar los procesos que antes nos hacían dedicar
muchas horas de nuestro tiempo.
7. Cómo completar todos tus objetivos
(Primera parte)
Nuestra agenda laboral está llena de objetivos que nos habíamos propuesta,
pero que por alguna razón u otra jamás hemos llegado a realizar.
Define tu objetivo
Sin objetivo, no puedo delimitar un plan de actuación y sin plan de actuación,
no puedo delimitar el tiempo que voy a invertir y si no delimito el tiempo, soy
totalmente reactivo. Crea un objetivo SMART:
● S: Específico: Haz un enunciado claro, divídelo en fases.
● M: Medible: ¿Cuánto tiempo voy a invertir y durante cuánto tiempo?
● A: Alcanzable: analiza los recursos con los que cuentas (personal, formación,
presupuesto…)
● R: Realista: Da un paso adelante, y piensa qué podrías llegar a lograr si te lo
propusieras. No confundas realista con ser “pesimista” o con “escapar” de la
situación.
● T: Delimitado en el Tiempo: Marca fechas y apunta los objetivos en tu agenda
laboral para no olvidarte.
Project: define las tareas necesarias para llegar a tu objetivo y qué logros
intermedios tienes que ir consiguiendo. Ponles luego fecha. Cualquier trabajo
puede ser enfocado como un proyecto, si nos lo tomamos verdaderamente
como un reto y reflexionamos sobre nuestra razón de ser en la organización.
Empieza a Priorizar
Un indicador claro de que estamos dejando de atender lo importante, es
cuando no paramos de tener urgencias.
Las urgencias nacen de la desatención de lo Importante, por tanto, si voy a lo
Importante, con un 20% de esfuerzo, conseguiré un 80% de resultados!! Y el
nivel de urgencias, se reducirá. ¿Cómo saber si la tarea es Urgente o es
Importante?
● Pregúntate ¿PARA QUÉ hay que hacer esta tarea? La respuesta te dirá si es
importante o si es urgente.
● Pregúntate ¿POR QUÉ hay que hacerla? La respuesta te dirá lo prioritario que
es su ejecución.
¿Qué hace que nos dediquemos a las tareas urgentes de manera
indiscriminada?:
Que generalmente, se pueden solucionar de manera más sencilla.
Requieren además nuestra atención inmediata porque suelen tener un carácter
impositivo; pero no solo eso, además, pueden llegar a generarnos dependencia
y la “ilusión de ser imprescindibles” para solucionar asuntos.
Piensa en todas las ocasiones en las que has realizado algo que era muy
urgente para alguien y que después, hasta al cabo de varios días, la otra
persona ni se lo ha mirado…. ¿era realmente urgente? ¿e importante?
Por ello quítate el traje de bombero (deja de apagar fuegos todo el día) y
controla si tienes tendencia pirómana, que es la necesidad de solucionar
asuntos para sentirte imprescindible: pero ojo, no digo que sea un problema.
Es un problema desde el momento en que interfiere en tus objetivos finales y
se convierte en tu medio de relación.
Se asertivo
El decir NO a los elementos externos, depende EXCLUSIVAMENTE de ti. Por
tanto, si no haces esta reflexión, difícilmente podrás cambiar nada. ¿Qué razón
puede haber detrás de la dificultad en decir NO?:
Por ejemplo Miedo a las consecuencias de ser juzgado y rechazado porque la
otra persona no entienda tus razones o Miedo a perder tu imagen (quieres ser
una persona apreciada por encima de todo) entre otras razones.
¿Cuáles son las consecuencias de no saber decir NO?:
● Carga de trabajo aumenta constantemente
● El planificar se convierte en algo realmente difícil ya que no paran de llegar
cosas nuevas (marrones generalmente), por lo que es imposible tener
organizada tu agenda laboral.
● Los plazos comienzan a incumplirse (por no poder planificar)
● La imagen interna que uno se genera de sí mismo: imagen negativa por tener
la sensación de que se deja avasallar.
● La falta de asertividad, genera mucha frustración y rabia y sensación de ser
manipulado.
● La comunicación con los otros se empieza a ver altera ya que sobre reacciona
a ciertas cosas y el otro, no entiende su actitud.
● Comienzan a surgir los malentendidos y las distancias.
● Al final, uno se acaba aislando del resto sin saber cómo ha llegado hasta ahí.
Replantéate tu perfeccionismo
¿Qué le da valor a lo que haces y qué no?
Todo aquello que no le da valor y le estás dedicando una gran parte de tiempo,
es un problema, y ese problema, es un Ladrón Interno del tiempo.
¿Cómo se puede evitar caer en la trampa del perfeccionismo?
1. Piensa a quién puedes pedir apoyo y ayuda antes de comenzar. Esta es una
de las grandes dificultades a las que se tendrá que enfrentar una persona
perfeccionista.
2. Define qué es lo más importante del proyecto o trabajo que tienes que llevar
a cabo y qué no es tan importante. Enfócalo pensando en qué es lo que va a
valorar realmente la persona que recibe tu trabajo ¿hasta qué punto va a
valorar el formato? ¿o ese análisis? (si es otro perfeccionista, date por
perdido….)
3. Márcate plazos y no seas flexible con ellos hasta que hayas logrado cambiar
de hábitos.
8. Cómo completar todos tus objetivos
(Segunda parte)
“Si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los
derroches”- Benjamin Franklin.
Deja de procrastinar
En lugar de preocuparte, ocúpate. La inversión de tiempo en pensar que hay
que hacer algo y que luego no se hace es muchas veces superior al tiempo que
lleva ejecutarla. Y en el caso de que sea más tiempo, no compensa por el nivel
de angustia interna que genera saber que algo está siendo desatendido.
¿Por qué procrastinamos? Puede haber varias razones:
● Por el miedo al fracaso (Debido a la falta de confianza en uno mismo,
tendencia a postergar para evitar plazos y evaluaciones)
● Por exceso de perfeccionismo (Atención excesiva a los detalles. Miedo a
decepcionar a los otros)
● Por tener cierto Espíritu Rebelde (Hay personas que no cumplen los plazos
porque lo consideran como sumisión simplemente)
● Por el deseo de Adrenalina (Hay personas que necesitan de situaciones de
crisis para avanzar)
● Por falta de Organización (No se tienen en cuenta los imprevistos)
● Por falta de Motivación (se cae en el victimismo y no trata de buscar
alternativas y/o soluciones)
Además de todo eso, hay un estudio que dice que cuando realizamos la tarea
que teníamos planificada, el cerebro libera dopamina, se activa el área de la
recompensa. Esa sensación es la que nos hace decir «las cosas con esfuerzo se
valoran más». Pues hay personas que con solo comentar que van a ejecutar
algo, su cerebro ya activa el área de la recompensa y libera la dopamina, por
tanto, desaparece la motivación para ir en busca de la sensación de
recompensa pues que ya la han
tenido. La recomendación que se hace en estos casos es al contrario que para
las otras personas, no decir en voz alta aquello que se planifique dado que en
lugar de generar un autocompromiso, hace que el compromiso desaparezca.
Sal de la trampa de la actividad
Hemos pasado del “estar ocupado” como medio para lograr objetivos, a
convertir el “estar ocupado” en un fin en sí mismo… Desgraciadamente,
usamos el término “una persona muy ocupada” como sinónimo de “una
persona muy importante”.
Parece que solo nos sentimos justificados cuando la actividad que
desarrollamos, implica movimiento y conlleva acción. Por eso, nos resulta más
tentador reaccionar, ya que ser proactivos requiere un periodo de “inactividad”
aparente (reflexión) y sabemos que no todo el mundo, valora o entiende esa
falta de acción.
Planifica las reuniones
Elabora un “Orden del Día” delimitado con puntos y tiempo que se va a invertir
en cada uno de ellos. Envíalo a los asistentes.
Indica la hora de inicio y la hora finalización. Resalta la importancia de la
puntualidad. Indica la obligatoriedad de la asistencia. Apúntalo en tu agenda
laboral, y encárgate de que los demás también lo apunten en sus agendas.
Si presides la reunión, dirige el debate y resume las conclusiones (feed-back).
Se ha de determinar de antemano, quién elaborará el Acta, para que vaya
tomando nota. El acta debe después enviarse máximo 48 horas después.
Si puedes lidera evita la dispersión o exceder el tiempo que se definió.
Cierra siempre la reunión con plan de acción: qué, quién, cómo, cuándo,
dónde, con qué se van a hacer los temas que han quedado pendientes o que
sean necesarios desarrollar.
Favorece la concentración
Por si no tuviéramos bastante con los clásicos ladrones del tiempo tipo:
entradas constantes de emails y llamadas telefónicas, ahora en nuestra vidas,
la irrupción de las redes sociales y de herramientas para estar más
interconectados hacen que haya muchos más canales. Por ello, resérvate
rangos del día donde estar solo disponible por un canal (o ninguno), y también
resérvate un rato para consultarlos, preferiblemente al mediodía.
Para finalizar vamos a dar unas recomendaciones útiles:
1. Reserva tiempo no solo para los problemas, sino también para las
Oportunidades. Utiliza herramientas para ir anotando las oportunidades y
asígnate un día a la semana para revisarlas y trabajarlas todas (ej.: viernes a
primera hora de 08:00 a 09:00)
2. Decide cuánto tiempo podrás dedicar a cada tarea, no pienses en cuánto va
a llevarte la tarea en sí (Parkinson….)
3. Para una tarea corta, siempre se encuentra un minuto. Para una tarea larga,
nunca se encuentra tiempo: desgrana el proceso que has de acometer y
agrupa por conjunto de tareas, de modo que si sufres una interrupción, hayas
podido terminar una agrupación que te habías marcado.
4. Busca tu hora tranquila del día para planificarte. Lo ideal es a primera hora
de la mañana, pero si no puedes por la razón que sea, no dejes de hacer en
algún otro momento del día.
5. Si quieres tener más tiempo para algo, primero has de decidir, de dónde te
lo vas a quitar. Decide ¿qué dejarás de hacer?
6. Maneja el tiempo como si fuera dinero: ¿cuánto estás dispuesto a invertir en
cada actividad? ¿es rentable?
Recuerda: Una tarea requiere un tiempo tanto mayor cuantas más veces la
interrumpimos y reanudamos y Aquello que planificamos, ocurre más
fácilmente. Por eso consulta tu agenda laboral regularmente para no pasar
nada por alto.
9. Cambia de hábitos y cumple tus
objetivos de tu agenda laboral
Para poder mejorar tu productividad y eficiencia hace falta que te marques
objetivos de mejora personales.
Comienza marcándote 10 objetivos de mejora, es decir, 10 comportamientos
que te gustaría adoptar y prioriza poniendo el orden en que te gustaría
lograrlo, siendo el 1 el más urgente para ti.
En base a tu selección, escribe una palabra clave para ti por cada selección y
por orden de prioridad e importancia. El objetivo es que te ayude a recordar,
dónde has puesto el foco para cada una de las situaciones deseadas
anteriores. Esta palabra puede ser una competencia, un nombre, o incluso un
dibujo.
Ahora, para tener éxito en cualquier iniciativa de cambio que quieras
emprender en cualquier área de tu vida, es necesario que elabores un plan de
acción detallado.
Para hacer esto hace falta seguir unos sencillos pasos:
1. Hacer una lista de las tareas que hay que realizar.
2. Poner fechas a los objetivos y revisar tu agenda laboral cada final del día
(puedes hacerlo de manera individual o con tu equipo, dependiendo de cómo
quieras mejorar).
3. Apuntar todas las ideas en un documento de manera desordenada, y
después ordenarlas y clasificarlas.
Cuando te sientes a organizar, hazlo elaborando primero una lista con todos los
asuntos pendientes y oportunidades detectadas.
Después, ve planteándote las siguientes preguntas para cada línea y créate
una tabla como la que te muestro. Al principio puede ser pesado, pero es la
mejor manera de estructurar el pensamiento y descargar a la mente para
poder realizar otras cosas (en lugar de tenerla ocupada con los “tengo que”
“que no se me olvide”).
Una vez hayas hecho esto y sepas qué y cuándo lo vas a hacer, llévalo a nivel
de detalle, es decir, ponle hora del día, y durante una semana, pon al lado, la
agenda laboral real que has ido teniendo. Esto te servirá para detectar con
total claridad, tus mayores ladrones del tiempo (dejemos las percepciones y
empecemos a medir de verdad)
Para ir finalizando, grábate esta serie de principios básicos:
● Planifica por adelantado.
● Considera la agenda laboral del resto para planificar (mira disponibilidades en
Outlook)
● Agrupa las tareas según las capacidades requeridas.
● Programa actividades de descanso.
● Promete menos y cumple más.
● Haz un seguimiento de los procesos iniciados (usa el marcador de tareas de
Outlook)
● Delega todo lo que se pueda.
● Usa herramientas que te faciliten
● Establecer parámetros para decir “no”.
● Ten en cuenta tu curva del rendimiento.
● Aprovecha los potenciales tiempos muertos (desplazamientos, inicio
reuniones, etc.) llevando contigo herramientas que te permitan trabajar.
Durante todo este tiempo, has estado en tu zona de confort respecto a la
gestión del tiempo. La zona de confort es el lugar desde donde interacciones
con el mundo con el piloto automático puesto, te dejar llevar por tus hábitos y
rutinas. Estás en tu zona de confort incluso cuando estás a disgusto con lo que
estás viviendo. Nos es más cómodo a veces quejarnos que ponernos en
movimiento para generar un cambio.
Solo sales de ella cuando decides dar un cambio. Dar el primer, el segundo y el
tercer paso, cuesta mucho trabajo, pero es la única forma de que las cosas
sucedan, nadie lo puede cambiar por ti, nadie puede hacerse responsable de
tus logros ni de tus fracasos, nadie más que tú mismo, así que, ¿qué más
razones necesitas para intentarlo? Así que, ¡sal de tu zona de confort, ya!