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Almogaren 13, 1994

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Revista del Instituto Superiro de Teología de las Islas Canarias Gran Canaria Almogaren 13, Junio 1994

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Realidades y Tendencias de los Estudios sobre la Iglesia Española en el siglo. XVII m por ENRIQUE MARTINEZ RUIZ

Valoración de los Estudios Eclesiásticos en Canarias en el siglo. XVII m por ANTONIO B E T H E N c o u R T M A s s I E u

Las Primeras Procesiones en Canarias m por M A N U E L SOSA CABRERA

Prosperidad y Clero: Las Capellanías en Gran Canaria siglo. XVII m por VICENTE SUAREZ G R l M O N

La Iglesia y los artistas extranjeros en el siglo. X V l l m por CARMEN FRAGA G O N Z A L E Z

En torno a la Imagen de S. Felipe Neri, la fimdación de unpaironazgo bajo su advocación, en el Seiscienios por MARIA D E L O S REYES HENANDEZ SOCORRO

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ALMOGAREN Revista del centro Teológico de Las Palmas

N." 13

JUNIO 1994

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Edita: Centro Teológico de Las Palmas

Director: José Luis Guerra de Armas

Secretaría: Antonio Tarajano González

Consejo de Redacción: José A. Rodríguez Roca

Felipe Bermúdez Suárez

Luis María Guerra Suárez

José Lavandera López

Santiago Izquierdo Miguel

Administración: Campus Universitario de Tafira

35017 Las Palmas de Gran Canaria

Teléfonos: (928) 45 29 46 - 45 29 48

Fax: (928) 45 29 47

Diseño cubierta: Elías Zait León

Javier Alzugaray García

Imprime: Imprenta Pérez Gáldos, S.L.

Profesor Lozano, 25 (El Cebadal)

35008 Las Palmas de Gran Canaria

Dep. Legal G.C. 451-1988

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SUMARIO

............................................................................................... Editorial

PRESENTACION

V Jornadas de Historia de la Iglesia en Canarias por JOSE LAVANDERA LOPEZ ...............................................................................

1. TEMAS INTRODUCTORIOS

Introducción a las V Jornadas de la Iglesia en Canarias por ............................................................... RAMON ECHARREN YSTURIZ

Realidades y Tendencias de los Estudios sobre la Iglesia espariola en el siglo XVII por ENRIQUE MARTINEZ RUIZ ................................

Valoración de los estudios eclesiásticos en Canarias en el s. XVII por ANTONIO BETHENCOURT MASSIEU ..............................................

La Iglesia Canaria en 1629 por ANTONIO GARCIA GARCIA ............

11. SOCIEDAD Y CULTURA

Prosperidad y Clero: Las capellanias en Gran Canaria, s. XVII por VICENTE SUAREZ GRIMON ............................................................

La Migración Canaria dentro de la politica misional en Indias: El Oriente de Venezuela (s. XVII-XVIII) por MANUEL HERNANDEZ

........................................................................................... GONZALEZ

Aportaciones realizadas durante el mandato del Prelado Fray FRANCISCO D E SOSA en la Biblioteca de la Catedral de Santa Ana por SANTIAGO DE LUXAN MELENDEZ ........................................

Págs

5

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111. EXPRESIONES RELIGIOSAS

Las Primeras Procesiones en Canarias por MANUEL LOBO CABRERA ............................................................................................ 189

La Iglesia y los Artistas Extranjeros en el s. XVII por CARMEN FRAGA GONZALEZ ........................... .... ................................................. 211

Un Nuevo Artesano de los Retablos Barrocos en la Isla de Gran Canaria por ANTONIO GONZALEZ PADRON ............................. 225

En torno a la Imagen de San Felipe Neri, la Fundación de un Patronazgo bajo su advocación, en el Seiscientos por MARIA DE LOS REYES HERNANDEZ SOCORRO ............................................. 239

Las Devociones Religiosas y el Pensamiento artistico en el s. XVII por CARLOS JAVIER CASTRO BRUNET~O ....................................... 251

RECENSIONES ................................................................................. 265

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EDITORIAL

El presente número de ALMOGAREN recoge, como ya viene siendo habitual a lo largo del itinerario de nuestra revista, las ponencias y comunica- ciones de las V JORNADAS D E HISTORIA D E LA IGLESIA, organiza- das por el Departamento de Historia de la Iglesia del Centro Teológico de las Palmas y dedicadas en la presente edición, al siglo XVII.

Hablar del siglo XVII, es hablar de una época que se desarrolla a impulsos del catolicismo renovado y revigorizado por el Concilio de Trento y de sus fieles ejecutores, los papas y los grandes obispos, como, en nuestro caso, D. Cristóbal. de la Cámara y Murga, gestor del Sínodo de 1629. Toda- vía pervive el espíritu del medievo - capellanias, planteamientos misioneros, etc. -pero reformado y purificado.

Es la conciencia colectiva de haber salvado la fe y la Iglesia, la euforia de poseer la verdad, lo que recorre la Europa católica con un fuerte ímpetu creativo. Es la última época de la Europa cristiana en la que, por última vez en la historia, todo está determinado por el factor religioso que quiere expre- sarse, incluso en el arte, en el barroco, en esa 'yuria heroica" que pretende encarnar lo sobre-humano y lo sobre-natural en la realidad sensible.

Los ejemplos sobreabundan en Roma y desde allí van alcanzando a toda Europa y llegan incluso en algunos de sus aspectos a nuestras islas.

La cultura barroca es, sobre todo, una cultura de exaltación y de fiesta. Y, por ello, se comprende que la fiesta por excelencia de este siglo sea la solemnidad del Corpus Christi, caracterizada, sobre todo, por un "clima de alegre sensualidad. Es un siglo, sin embargo, que bebe su inspiración teoló- gica, a pesar de su aparente riqueza, en fuentes de segunda fila,

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El material acumulado en las presentes Jornadas, para facilitar su encuadre, lo hemos distribuído en la revista, en tres apartados:

1. Temas introductorios. 11. Sociedad y cultura.

111. Expresiones religiosas.

Muy a pesar nuestro, por limitaciones de la edición, otros muchos materiales han quedado fuera de este número de ALMOGAREN, en la espera de poder darles cabida en próximos números. Hemos seleccionado, ante todo, las ponencias y en cuanto a las comunicaciones hemos optado por aquellas que nos han llegado en primer lugar,

En los momentos actuales, cuando la sociedad en general y la canaria, en particular, busca caminos para el entusiasmo, no está mal mirar al pasado y constatar la capacidad que tiene el hombre y tiene la historia para re-crear- se. Ante tanto desencanto y tanta barbarie como se siembra continuamente en la cercana Africa, en la "culta" Europa o en cualquier rincón olvidado del mundo, no vendrá mal mirar al pasado y tratando de corregir los errores y apuntalar los aciertos, empujarnos un poco hacia la utopía, hoy tan devalua- da y, sin embargo, tan necesaria.

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V JORNADAS DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA EN CANARIAS

S I G L O X V I I

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PRESENTACION

JOSE LAVANDERA LOPEZ DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE LA IGLESIA

CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS

h 1 siglo XVII en Canarias no presenta las mismas características que en el territorio peninsular, pues puede ser considerado como una época de prosperidad tanto desde el punto de vista económico, como social y cultural.

El comercio de azúcar había sido suplantado paulatinamente por el de la vid y éste conocería su período de máximo auge en el siglo XVII, alargan- do su ciclo económico hasta la segunda mitad del siglo XVII.

Estos factores unidos a otros, como los derivados del creciente comer- cio con América, posibilitaron una coyuntura favorable al singular desarrollo que en los distintos campos del pensamiento y de la cultura tuvieron lugar en el Archipiélago en la centuria estudiada.

Así observamos que surgen en estos momentos en Canarias personali- dades tan destacadas en el campo de la historia como Núñez de la Peña o Marín y Cubas y la misma iglesia diocesana reunida en Sínodo en 1629 deli- bera y promulga constituciones sobre aspectos tan ricos de su vida eclesial como pueden ser las procesiones, los aspectos relacionados con la muerte o los que inciden en un tema tan abundante en esta época como son las cape- Ilanías.

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Envuelta y a la vez dirigiendo este fenómeno que describimos, hemos de mencionar a una institución especial: el Cabildo Catedral. En estos momentos es el administrador de una de las principales instituciones econó- micas de Canarias: el diezmo. Esto le llevará a sostener importantes litigios no sólamente con la Audiencia de las islas sino con el mismo Obispo D. Bar- tolomé García Jiménez. Este episcopado, por otra parte, se destacaría como el más influyente y determinante en toda la problemática del último tercio del siglo XVII en Canarias.

La situación de especial prosperidad económica influyó notablemente en que algunos templos desvalijados, caso del catedralicio en 1599, conociese en estas décadas reposiciones importantes de sus fondos. Este mismo esplen- dor artístico podemos observarlo no sólo en iglesias conventuales como las claras de Las Palmas de Gran Canaria, sino principalmente en templos de Tenerife y La Palma, donde además se registra la labor de un importante número de pintores extranjeros.

En definitiva, este florecimiento en todos los órdenes que se experi- menta en el archipiélago y que incide en aspectos tan peculiares como el mundo de la literatura con la llegada de nuevas bibliotecas o el de la benefi- cencia o el de la misma arquitectura, viene a conformar claramente un siglo que se nos presenta rico en expresiones culturales y cuyo estudio nos parece sólamente haber empezado a desbrozar.

José Lavandera López

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1. TEMAS INTRODUCTORIBS

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V JORNADAS DE HISTORIA DE LA IGLESIA EN CANARIAS. "EL SIGLO XVII"

RAMON ECHARREN YSTURIZ OBISPO DE CANARIAS

N o es fácil encontrar el calificativo adecuado que nos ayude a defi- nir, con una palabra expresiva, lo que fue una u otra época de la Historia de la Iglesia. Cuando uno recorre los veinte siglos transcurridos desde que el Señor fundó la Iglesia, hasta nuestros días, cualquier período de esa historia puede recibir el calificativo de "apasionante", de "doloroso", de "turbulen- to", de "glorioso", de "renovador" ... o cualquier otro que a cualquiera se le pueda ocurrir.

Y cuando nos referimos a un siglo entero, el intento se hace práctica- mente una tarea imposible.

Sin embargo hay una afirmación que podemos hacer con todo funda- mento: nuestra Iglesia de Canarias, a pesar de la distancia que la separa del corazón de Europa, de una Europa rasgada por conflictos que difícilmente se pueden llegar a definir con claridad como políticos, religiosos, ideológicos, nacionales, teológicos ... jo Dios sabe qué!; nuestra Iglesia de Canarias, con su configuración insular, que tanto supone para la definición de su idiosincra- sia cultural y, por tanto, religiosa, moral, económica, política ... etc., no es, en modo alguno, ajena a los acontecimientos y abatares que suceden a miles de kilómetros de sus habitantes. Se trata de un hecho perfectamente demostra-

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ble que dice mucho en favor de nuestra sociedad canaria y de nuestra Iglesia. Nuestra población canaria, nuestros cristianos (obispos, sacerdotes, religiosos y seglares), en épocas en que las comunicaciones son escasas, difíciles, lentas e inseguras, saben estar abiertos a lo que ocurre en el mundo, están abiertos a las influencias socio-religiosas que nacen allende los mares, son receptivos respecto a sucesos y movimientos culturales que, en teoría, tienen su hogar, "son foyer culturel" que dirían los franceses, que se sitúa a remota distancia de nuestras islas.

Me he permitido este pequeño "excurso" para poder explicar que, para entender la historia de la Iglesia en Canarias en el siglo XVII, es necesario comenzar por una visión, que aunque inevitablemente sea general, y, por demasiado sintétic* corra el peligro de demasiado simplificada, de lo que fue el siglo XVII dentro de la historia general de la Iglesia.

Me van a permitir Vds., pues, que ofrezca el marco general de referen- cia de lo que fue, a grandes rasgos, ese siglo XVII para la Iglesia, con la pre- tensión de que pueda ayudarles a comprender mejor las diferentes aportacio- nes que van a hacer en estas Jornadas, especialistas de indudable valía, tratando directamente temas referidos a la historia concreta de la Iglesia en Canarias.

Es de todos sabido que el siglo XVII, en su primer tercio, y por mor de las políticas de alianzas, en las que participan, por acción o por omisión, los Papas Pablo V, Gregorio XV y, al menos en parte Urbano VIII, se puede definir como la etapa final de la Contrarreforma. Ciertamente, la mentalidad ante el choque frontal entre las dos grandes potencias católicas, España y Francia, fue determinante del definitivo asentamiento de católicos y protes- tantes en sus respectivos territorios en función de las conquistas militares o en función de pactos resultantes de las mismas. Más en concreto -y sin dete- nernos en detallar ese conjunto de conflictos bélicos que recibe el nombre de "guerra de los treinta años"- la realidad es que Urbano VI11 no quiso -y tal vez no pudo- impedir la política de alianzas protestantes del Cardenal Richelieu: la derrota de los católicos en el imperio, selló el término de la con- trarreforma y, lo que tal vez es más importante, para bien y para mal, el final de la posición dirigente en política por parte del Papado. Desde la paz de Westfalia la influencia del Papado retrocede inconteniblemente y languidece el impulso tridentino de la Reforma católica. Se puede decir que en ese momento. la dirección religiosa y espiritual de la Iglesia (sin quitar con ello un ápice a lo que significa la autoridad moral y jurídica del Sucesor de Pedro) pasa de Italia a España y a Francia. donde florecen escuelas teológicas y autores significados en el campo del Derecho, de la Espiritualidad y de la misma Teología. También hay que decir, por su importancia, que ya entonces comienza a anunciarse la secularización del pensamiento europeo.

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Y JORNADAS DE HISTORIA DE LA IGLESIA EN CANARIAS. "EL SIGLO XYII1. 17

Pablo V apoyó, una clara política de neutralidad frente a la tensión his- pano-francesa.

A Pablo V le sucede Gregorio XV (9-2-1621). Y a Gregorio XV le sucederá Urbano VI11 (6-8-1623).

Pero es de justicia señalar que no todo es política, pactos, guerras.. . en la actividad de estos tres Papas.

Gregorio XV realiza una admirable labor artístico-religiosa: construye la preciosa Iglesia romana de S. Ignacio, promueve la instalación de la Villa Ludovisi junto al Pincio y recopila admirables colecciones de antigüedades. Su recomendación al Cardenal Ludovisi es digna de citarse: "Temor y amor de Dios, serán tu sabiduría política". Establece el sistema de elección del Papa por votación secreta y no por aclamación, funda la Congregación Pro- paganda Fide (1622) como contrapeso al patronato de las coronas portugue- sa y española, y establece relaciones con las Iglesias orientales y con los terri- torios protestantes del Norte de Europa. Su proyecto fue la prosecución de reforma católica. Todo ello lo compatibilizó, eso sí, con el apoyo a los éxitos político-militares de los católicos al comienzo de la guerra de los treinta años.

Tanto Pablo V como Gregorio XV hicieron un serio esfuerzo en favor de la ejecución de los decretos del Concilio de Trento, aunque no siempre con demasiado éxito: se impuso el deber de residencia de los obispos, se comenzó a nombrar nuncios, no a obispos en funciones, sino a obispos titula- res. Conscientes de que la renovación católica no dependía sólo de la ejecu- ción de unas leyes, sino en igual o mayor grado, de la fuerza e incentivo de auténticos ideales, los Papas canonizaron a los grandes renovadores de la Iglesia en el siglo XVI: Carlos Borromeo, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Felipe Neri, Francisco Javier fueron canonizados el 12 de Marzo de 1622 en una fiesta única que "superó en esplendor a todo lo anteriormente conocido".

Pero no faltaban reveses. En 1605 se descubre en Inglaterra que un grupo de católicos quería volar el parlamento para asesinar a Jacobo 1. El Jesuita Garnot que conoció el proyecto bajo sigilo de confesión y desaconse- jó el atentado, fue procesado y ejecutado. Del hecho nació una gran acusa- ción contra el Papa y contra los jesuitas y nuevas leyes empeoraron la situa- ción de los católicos ingleses. Se exigió el juramento de fidelidad al Rey y hubo católicos, incluso sacerdotes, que se apartaron de la Iglesia, y 16 sacer- dotes y 2 seglares fueron ejecutados.

La contrarreforma buscaba la ayuda de los estados, particularmente en Centro-Europa, donde la Liga había unido a los católicos dispersos, y la Casa

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de Augsburgo tenía en el Emperador Fernando 11 una cabeza para empren- der la defensa y el fomento del Catolicismo "como asunto de conciencia". Para él era preferible perder sus reinos que desaprovechar, a sabiendas, una ocasión para favorecer la fe verdadera. Es entonces cuando se gesta la guerra de los treinta años.

Desde 1621 se discuten numerosas posibles medidas contrarreformado- ras. Desde la Iglesia se reconoce la necesidad, pero, a la par, la problematici- dad que entrañan las medidas de coacción estatal. Se insiste en que el éxito frente a la Reforma depende más bien de la intensificación de "la cura de almas", aunque el postulado político de la unidad confesional quede en pie. Con Urbano VI11 la extensión de la contrarreforma al imperio decae total- mente.

Urbano VI11 fue un Papa de grandes valores humanísticos: conocedor de la literatura antigua y moderna, poseedor de una gran biblioteca y diestro estilista, intervino personalmente en la reforma del breviario, realizó cambios en el misal (1634) y en el pontifical (1644), centralizó la liturgia y fue el Papa que concedió a los Cardenales el título de "Eminencia" (1634).

Partiendo del principio, acertado sin duda, de que el pontificado debía estar por encima de las rivalidades de las grandes potencias y trabajar por la paL, rio pudo -o acaso tampoco quiso- enfrentarse a la superior y astuta diplomacia de Richelieu, que sin mirar el bien de la Iglesia, sólo quiso debili- tar a los Habsburgos y lograr la hegemonía de Francia.

El hecho es que las implicaciones continuas de lo político y lo religioso, complicaba hasta extremos insospechados la situación. En todo caso parece claro que la política de neutralidad del Papa favoreció claramente a Francia y la consecuencia fue que se detuviera la contrarreforma con un grave perjui- cio (humanamente hablando.. .) para la causa católica en el imperio.

La paz de Augsburgo, firmada el 24 de Octubre de 1648, escindía defi- nitivamente el imperio desde el punto de vista religioso. Las protestas de Inocencia X (1644), sucesor de Urbano VIII, no sirvieron ya de nada.

Inocencio X, de presencia mayestática, prudente, reservado, hasta sus- picaz, pero lento y vacilante en sus decisiones y preocupado siempre por el derecho y el orden, representó un pontificado definido como "ni brillante ni afortunado".

En Inglaterra, Cromwell, fanático anticatólico, persigue a los católicos hasta extremos insospechados. Irlanda fue una de sus víctimas mas persegui- das. En Inglaterra un decreto de 1653, disponía que todos los!sacerdotes católicos abandonaran el país bajo pena de alta traición y los católicos queda-

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V JORNADAS DE HITTORIA DE LA IGLESIA EN CANARIAS "EL SIGLO XVII. 19

ron diezmados por la deportación a las Indias occidentales o por la emigra- ción o el hambre.

Hagamos aquí una referencia a algo que no deja de tener su importan- cia, aunque no tengamos la posibilidad de extendernos en lo que sería una preciosa ponencia.

La paralización de la contrarreforma católica no fue pareja a la de las bellas artes. Urbano VI11 consagró en 1636 la nueva Basilica de S. Pedro, se restauraron muchas Iglesias de mártires (p.e. la de Santa Bibiana y la de los Santos Cosme y Damián), se llevó a cabo la urbanización de las Siete Colinas iniciada por Sixto V, se instalan muchas de las maravillosas fuentes rpmanas, se restauran monumentos clásicos, se construye en su forma actual la Iglesia de Letrán, se acaban las Iglesias barrocas de S. Ignacio y San Audrea della Valle, se entrega esa joya arquitectónica y urbanística que es la Piazza Navo- na, y se ponen en marcha universidades y colegios. En el Jubileo de 1650 se calculan en 700.000 los peregrinos que visitan Roma.

La violencia de la polémica entre católicos y reformadores y la sangre derramada en las guerras de religión, hacen germinar una nueva ansia de paz religiosa y de unidad eclesiástica. Las conversiones se hacen más frecuentes hacia finales de siglo y se multiplican coloquios que, en realidad, dan lugar a nuevas controversias. Se acomete la audacia del "irenismo", aunque sólo por parte de personalidades muy individualizadas, se tiene claro que la unidad religiosa dentro de los estados no puede imponerse por la fuerza y va ganan- do terreno la idea de la tolerancia.

Los irénicos humanistas, desde la mitad del siglo XVI y durante todo el XVII, partían de la distinción de Erasmo entre los artículos fundamentales de la fe, sobre los que debe haber unanimidad, y las sentencias de opiniones teológicas que se deben dejar a la libre discusión. D e hecho existen dentro de la Reforma y, también, dentro de la Iglesia católica. El único resultado, ape- nas visible, pero de indudable importancia, es que se habla de la tolerancia religiosa.

En estas disquisiciones teológicas sobre la tolerancia estatal, se refleja el desplazamiento del poder en la relación entre la Iglesia y el Estado desde el cisma protestante. Ahora ya no es el Papa el que acude a pedir ayuda a las potencias seculares. Ahora deciden los príncipes en primer lugar y, en segun- do, los individuos sobre la pertenencia a una confesión. De hecho se pasa del feudalismo a la moderna burocracia en la formación del absolutismo del príncipe y de las nuevas teorías estatales. Y así se abre paso la secularización del mismo estado. La idea configurada por Maquiavelo del estado autónomo, sometido a su propia ley de la razón del estado, va ganando lentamente terreno.

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RAMON ECHARREN YSTURIL 20

El papado defiende la libertad y la independencia de la Iglesia contra las pretensiones de las potencias católicas de España y Francia, por lo gene- ral sin resultados positivos: los decretos pontificios están sometidos al placet real, se restringen los privilegios clericales y los tribunales propios, así como el derecho de asilo, se gravan con impuestos los bienes eclesiásticos con o sin autorización del Papa, se impide la Inquisición o la censura eclesiástica de libros (en España se nacionalizan).

Y se inicia la secularización del pensamiento europeo. El escepticismo y la incredulidad se convierten en un serio problema. Muchos rompen con doctrinas centrales de la fe cristiana y chocan frontalmente con ella, con la repulsa de la Iglesia Católica y de la Iglesia Protestante. Al margen de la Teología, nace el "sistema natural de la ciencia del espíritu"; las ciencias naturales no se fundan en argumentos de autoridad sino en la observación empírica y en el cálculo matemático. No es preciso recordar los casos de Kepler y de Galileo, de sobra conocidos.

En "el siglo que quería creer", pululó, sin embargo, la superstición. Se cultivaba la astrología, la magia, la creencia en demonios y en brujas, en posesiones y cosas semejantes. Tampoco es preciso insistir en "la quema de brujas", tanto en países católicos, como, sobre todo, en países protestantes.

Descartes, muere en 1650. La duda metódica era el principio del filóso- fo y, así, coloca la filosofía en una situación de total emancipación respecto a la Teología.

Tras la paz de Westfalia (1648), al papado no le quedó más remedio que aceptar la situación creada por las fuerzas políticas. Los papas pudieron mantenerse todavía activos en la defensa contra los turcos. Respecto al resto sólo pudieron protestar. En las controversias doctrinales sobre el jansenismo y el galicanismo se desperdiciaron, a veces, fuerzas preciosas y los papas desaprovecharon la oportunidad de sintonizar con las corrientes intelectuales modernas o con las ideas de la época: se limitaron, eso sí, a predicar los idea- les de la tolerancia y humanidad, apenas sin eco alguno. El resultado fue que los estratos cultos consideraran a la Iglesia una institución reaccionaria y le volvieran la espalda. Por el contrario, el pueblo sencillo se vio libre de esas tendencias y la Iglesia llegó a tener un extraordinario predicamento entre las masas.

Tras Inocencio X fue elegido Alejandro VI1 (1655-1677) que chocó frontalmente con el Galicanismo, un movimiento que arranca de tiempos pasados y que se actualiza notablemente incrementando el poder del Estado en detrimento de una Iglesia a la que se desea dependiente, en todo, de los poderes nacionales. Este movimiento alcanza sus cotas más altas, dentro del

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V IORNADAS DE HlSTORlA DE LA IGLESIA EN CANARIAS «EL SIGLO XYII> 21

mundo católico en Francia, aunque perdure hoy en muchos países de la reforma, en forma de Iglesias Nacionales (Inglaterra, Suecia, y otros países nórdicos ... etc.), en tanto desaparece, prácticamente del todo, en los países católicos a partir del Vaticano 11 que pone punto final a los "nacionales-cato- licismos", residuos ideológicos del viejo Galicanismo. A Alejandro VI1 se le debe la gran y genial obra de Bernini que es el diseño de la plaza de S. Pedro.

Clemente X (1670-1676) sucesor de Clemente IX que sólo desarrolló su pontificado entre 1667 y 1669, y que logró la reconciliación con Francia, fue un papa bondadoso y devoto, pero no fue una fuente especial de nuevos impulsos. Su pontificado estuvo marcado por el peligro de los turcos y por la organización de la coalición contra ellos. Canonizó a S. Pío V, primer Papa que entraba en el catálogo de los santos desde la canonización de Celestino Ven 1313.

Inocencio XI (1676-1689) fue un asceta rígido y, ya en vida, se le vene- ró de forma casi universal como santo. Pero desgraciadamente no fue un buen conocedor de la persona humana y su formación teológica era más bien escasa. Rechazó el laicismo y, más tarde, el quietismo defendido por el español Miguel Molina. La liberación de Viena de los turcos lo llevó a las más altas cotas de prestigio. Introdujo la fiesta del Nombre de María y su pontificado se vió ensombrecido por el conflicto con Francia a causa de 1s regalías, de la proclamación de los artículos galicanos (1682) y de la abolición de la inmunidad diplomática del barrio de la embajada francesa en Roma (1687).

Alejandro VI11 (1689-1691), extrovertido y muy querido por los roma- nos, revivió el nepotismo y no llegó a entendimiento alguno con Francia.

Inocencio XII (1691-1700), último Papa del siglo XVII, asqueado por el nepotismo de su predecesor, publicó la Bula "Romanum dicit Pontificem" que ponía fin al escandaloso nepotismo. Inocencio XII consiguió llegar a un acuerdo con Luis XIV, el cual, permitió el nombramiento de obispos en Francia, abolió las obligaciones relativas a los artículos galicanos, pero hizo que el derecho de las regalías persistiera en la práctica.

Permítanme Vds. al llegar al final, hacer una breve alusión al Jansenis- mo que tanta influencia tuvo en España y, particularmente, en Canarias.

San Antonio MTlare t , "el padrito", estando en Teror, escribió a su Obispo de Vich, una carta en la que le indicaba la penetración tan profunda que las doctrinas de Jansenius o Jansen, obispo de Ypres, tenían en Canarias. Hasta tal punto que el Seminario y el clero, gravemente infeccionados por esas doctrinas, negaban continuamente la absolución a los fieles hasta el

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punto que casi nadie ya se confesaba. La raíz de esta situación de finales del XIX, se encontraba, sin embargo, en el siglo XVII. Jansenius fallece en 1638 y su obra se publica en 1640. En ella Jansenius subraya la fuerza irresistible de la gracia divina y la debilidad de la voluntad humana.

Inocencio X rechazó en la bula "Cum occasione" cinco afirmaciones extraídas de la obra "Augustinus".

El hecho es que fueron las "Lettres provinciales" (1656) de Blas Pascal (+1662) las que se divulgaron extraordinariamente, atacando con su fina pluma la teología moral y la práctica penitencial de los jesuitas.

El movimiento jansenista, que entrañaba aspectos teológicos, morales, espirituales y pastorales, perdura hasta 1729 en que muere el último dirigente jansenista, El Cardenal Noailles de París.

Frente al voluntarismo de Jansenius, nace el quietismo de Molinos. Si aquél reducía la salvación a un inmenso esfuerzo de una voluntad pecadora enfrentada siempre a la acción de la gracia, Molinos acentuaba la acción de la gracia de Dios y descartaba la necesidad de la actuación propia del hom- bre.

Y junto a ambos movimientos, citemos el "febrosianismo", que intenta en Alemania la restauración de la Iglesia primitiva, y el "josefinismo" que en Austria pretende que la Iglesia dependa totalmente del Estado, movimiento que alcanza toda su fuerza en el siglo XVIII pero que se inicia en la simbiosis de lo espiritual y lo secular del siglo XVII.

Me he referido hasta ahora a la Historia de la Iglesia en el siglo XVII prácticamente con la atención puesta en la visión de la Iglesia desde la ópitca de la Santa Sede. Aunque con brevedad, debo referirme a algunos aspectos peculiares propios de las Iglesias de España: tal vez ya entonces y a pesar del peso específico que en la historia universal tenía España, en relación con Europa y extendida por América del Norte, del Centro y del Sur, por Ocea- nía, por Asia y por Africa (aunque en estos dos últimos continentes su pre- sencia fuera menor) se podía decir, no sin razón, el tópico de que España era diferente.

En el siglo XVII, toda la vida española está penetrada por lo religioso. La vida de todo individuo estaba acompañada por la Iglesia desde su naci- miento hasta la muerte. Además, la Iglesia era casi la única institución que se ocupaba de los niños expósitos y huérfanos. Hay que decir que el español de los siglos de oro, pecó contra la moral, pero pocas veces contra la fe.

También la vida colectiva estaba penetrada por lo religioso y las igle- sias se utilizan para asambleas municipales, reuniones profanas y hasta para

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Y JOPINADAS DE H~STORIA DELA IGLESIA ENCANARIAS " E L S I G L O X Y I ~ 23

representaciones teatrales. Son el lugar natural de reunión de los vecinos, el centro cívico o el "casino" del lugar.

Dado que el Estado se desentendía de la enseñanza y de la beneficen- cia, son los municipios en colaboración con la Iglesia, los que se preocupan de estos campos: limosnas, fundaciones benéficas, atención a ancianos, cen- tros de enseñanza, hospitales (algunos especializados en locos, sifiliticos y leprosos, con una terapia rudimentaria propia de la época pero sin que les faltara cobijo, calor, alimento y cariño...). A ello hay que añadir la acción de la Iglesia para suavizar el régimen penitenciario, y para lograr la igualdad de todos ante la ley (las cárceles estaban llenas de pobres que no podían pagar sus deudas; la Iglesia incluso abría sus templos a los delincuentes para salvar- los y no rara vez un condenado a muerte fue salvado gracias a la complicidad de los eclesiásticos, con alegría del pueblo).

La enseñanza, especialmente la primaria, era atendida prácticamente en su totalidad por la Iglesia, bien por los franciscanos, bien por los sacrista- nes de los pueblos pequeños, y a finales del XVlI la Orden de las Escuelas Pías establece algunas casas en la Corona de Aragón.

Las Universidades presentan una abigarrada muestra de elementos eclesiásticos y seglares. Más clara es la separación de lo que hoy llamamos enseñanza media, que se reducía casi al estudio del latín y de la filosofía. Hay que decir que en este campo hicieron un esfuerzo impresionante las órdenes religiosas, desde los jesuitas y dominicos, hasta los franciscanos, destacando particularmente los primeros que alcanzaron un gran prestigio social.

Hay que señalar que, a pesar de sus defectos, el clero español era muy popular: el clero, a diferencia de la nobleza, era pueblo. Era un clero pater- nalista, pero con un paternalismo benéfico y aceptado. De hecho hay que señalar que la actitud popularista del clero llegó a indisponerle muchas veces con los poderosos y con las autoridades. Un ejemplo es Juan de Avila que reacciona fuertemente ante el problema campesino andaluz y que en su pro- ceso se le acusó de haber predicado que el paraíso estaba reservado a los pobres y jornaleros, y que confesó haber amenazado con la condenación a los ricos de Ecija por dejar a los pobres comiendo yerbas en tiempo de hambre. De hecho, en las sublevaciones sociales de Jerez, del resto de Andalucía, de Cataluña, de Portugal, ... aparecen "grande número de clérigos" "y de ordi- nario comienzan por ellos los motines y turbaciones", escribe en 1648 el Duque de Medinaceli.

Sin embargo aparecen brotes anticlericales, particularmente por pro- testas, no de intelectuales (al modo de los "libertinos" franceses), sino de la gente del pueblo que se queja en determinados casos de fraudes y de acapa- ramiento de bienes, así como de conductas depravadas e inmorales.

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RAMON ECLIARREN YSTURIZ 24

Los prelados constituyen el rango más elevado del clero y el mapa ecle- siástico de España, configurado por Felipe 11, apenas varía hasta el Concor- dato de 1861. La Iglesia española era muy rica. Sus ingresos eran el diezmo de los productos de la agricultura y de la ganadería, y su reparto, totalmente injusto: el obispo y el cabildo catedral se llevaba un tercio cada uno del total, y a ello había que añadir otros ingresos por fincas, derechos señoriales de los pocos pueblos que se salvaron de la desamortización de Felipe 11, derechos de sello y visita, etc. Aunque hay que señalar que por un privilegio concedido por los papas a la Corona, un tercio o un cuarto de los ingresos de la Mitra iban a parar a personas virtuosas o meritorias a los ojos del rey ... o al mismo rey cuando lo necesitaba.

Puede asegurarse, sin embargo, que el episcopado español del siglo XVII, comparado con el de otras naciones (p.e., con el francés, acaparado por la aristocracia), quedaba en buen lugar (Cf. Domínguez Ortiz). Los obis- pos solían ser populares y el pueblo acudía a ellos en sus calamidades, quejas y disturbios. Sus ingresos, de hecho, iban a parar casi siempre, al rey y a los pobres en gran proporción. También la Curia Romana se llevaba su parte. Naturalmente, hubo excepciones: P.e. lo de aquel Arzobispo de Burgos que al morir en 1655 provocó un conflicto entre las autoridades españolas y romanas, al dejar un inmenso tesoro (la Curia se conformó con 100.000 duca- dos y el resto fue para el rey. ..). Simplemente señalo como una pincelada, el juicio de Villoslada: "los numerosos pleitos entre los prelados y sus cabildos, proyecta una sombra oscura sobre la vida eclesial de aquellos siglos".

Ya en los inicios del siglo XVII se intenta la reforma de las monjas, proyecto que no se hace realidad hasta Felipe IV, que tal vez debido a su poca recomendable vida privada y queriendo aplacar la ira divina, intenta seriamente la reforma.

También se lleva a cabo la reforma de los religiosos o monjes: benedic- tinos, bernardos, cistercienses, cartujos, jerónimos, carmelitas, trinitarios ... Pero todos los testimonios coinciden en que hubo una degradación progresi- va que se hace muy patente a fines del XVII: no hay grandes escándalos, pero se da una gran tibieza y un olvido casi total de los ideales ascéticos. Y el hecho es que los benedictinos, los cartujos y los jerónimos alcanzan fama de opulentos, cosa que sin embargo no se puede aceptar de forma generalizada (Domínguez Ortiz).

Entre las nuevas órdenes y las diócesis surgen problemas y conflictos, expresión de los cuales es el memorial de la Congregación de Iglesias de España a la Santa Sede en 1623 sobre "la opulencia a que han llegado, y se

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v JORNADAS DE HISTORIA DE LA IGLESIA t~ CANARIAS 'EL SIGLO XVII.. 25

aumenta cada día, las religiones". En ambos casos se alude directamente a los jesuitas, cosa normal dado que había 2.000 jesuitas presentes en cátedras, confesouarios, púlpitos, y en muchos otros ministerios.

A ello hay que añadir la solidaridad que dentro de cada orden tenía una tremenda fuerza y se manifestaba en la defensa a ultranza de ciertas tesis teológicas. Y así chocaron los Jesuitas, con el clero secular por razones eco- nómicas, y con los Dominicos y otras órdenes, por razones teológicas.

Las disensiones, sin embargo, dentro de las órdenes religiosas, fueron muy generales y de ellas sólo se libraron los jesuitas dado su régimen de estricta autoridad y obediencia. Y no era raro que los reyes intervinieran en los conflictos.

Hay que señalar que en el siglo XVII se celebran multitud de Sínodos Diocesanos, a los que asisten, por cierto, representantes reales o municipales. Entre estos Sínodos hay que señalar el de nuestra Diócesis de Canarias que se concretó en la obra "Constituciones synodales del obispado de Gran Canaria.. . compuestas y ordenadas por el Doctor D. Christoval de la Cámara y Murga" (Madrid 1631).

No puedo deternerme a exponer el tema de la Inquisición que necesi- taría un largo espacio de tiempo. Aunque se trate de un tribunal religioso, la Inquisición actúa con demasiada frecuencia como servidora complaciente del poder político. Y ello de un modo especial durante el reinado de Felipe IV. Un clarísimo abuso de sus poderes fue la inclusión en el índice de libros prohibidos de publicaciones que molestaban a los gobernantes. Respecto al siglo XVII es importante señalar que el acuerdo de paz de 1604 con Inglate- rra, representa la admisión de una restringida pero significativa libertad reli- giosa o de conciencia en favor de los extranjeros, siempre que no realizaran actos públicos de desacato religioso. Hubo reacciones de todo tipo, aunque las de los intransigentes fueron minoritarias. Y las paces con Holanda, en 1604, reforzaron de hecho la transigencia.

La realidad es que a finales del XVII el ambiente social y religioso se expresa abiertamente contra la Inquisición, que ya no se sostenía con tanto celo por el rey, entre otras razones, porque el pobre Carlos 11 no era capaz de sostener con firmeza a nadie ni a nada.

Aunque la Inquisición española tenía un carácter eclesiástico, estaba demasiado atada a los reyes como para que no dependiera de ellos práctica- mente en todo, e incluso luchara unida a ellos contra los Papas. Recordemos al respecto las cuestiones contra Sixto 1V e Inocencia VIII, el tristemente célebre proceso contra el Arzobispo Carranza, la negativa a admitir bulas

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pontificias, el ataque al libro de privilegios de la Compañía de Jesús ... etc. etc. Puede decirse, con terminología de hoy, que era una institución "más eclesiástica que eclesial".

No me extiendo más. Podríamos hablar de los moriscos. Podríamos hablar del arte religioso en la España del XVII y, especialmente, del Teatro religioso. Podríamos hablar del interesante tema del epistolario de Sor María de Agreda y Felipe IV. Podríamos hablar, no sólo del jansenismo, al que ya nos hemos referido, sino también de las discusiones mariológicas entre "maculistas" e "inmaculistas", y de las luchas del "rigorismo" contra el "pro- babilismo". Y tendríamos que haber hablado, muy despacio, de la ingente y humanísima labor de la Iglesia en América, especialmente la realizada por los franciscanos y los jesuitas junto a los dominicos, unido ello a innegables sombras que todos conocemos. "Las Reducciones", fueron un ejemplo admi- rable de acción social, aunque el hecho de que los brasileños las odiaran y los españoles las envidiaran por su bienestar y porque les privaban de mano de obra barata, dió lugar a que en 1750 comenzara su declive y destrucción. En 1801 ya sólo había algo más de 30.000 indios en las antiguas 30 reducciones. Tendríamos que hablar, incluso, de formas variadas de espiritualidad y de religiosidad populares, como fue la veneración del Corazón de Jesús y la comunión de los Primeros Viernes, creados por Santa Margarita María de Alocoque (+1690) y San Juan de Eudes. Pero todo ello exigiría un tiempo del que no disponemos.

Acabemos señalando que la construcción doctrinal y la obra de refor- mas resultantes del Concilio de Trento, a los que la Iglesia debió sin duda su renovación y afirmación, imprimieron a la vida de la Iglesia su sello y hasta vinieron a ser su forma de identificación exclusiva. La Iglesia posterior a Trento fue antiprotestante y se definió en la Contrarreforma. No puede dudarse que orientaciones teológicas que permanecieron incólumes en la Edad Media (p.e., el Agustinismo), tuvieron una gran dificultad para seguir afirmándose y evolucionando o propagando. Graciano y el derecho canónico más antiguo, perdieron importancia. La imagen histórica de la Iglesia que podría haber surgido del florecimiento de los estudios patrísticos y de la his- toria de la Iglesia, no llegó a cristalizar y a alcanzar toda su posible importan- cia. La liturgía, en su forma postridentina, se fosilizó en rúbricas. El derecho canónico se hizo formulista y formulista se mantuvo durante tres siglos ente- ros.

¿Puede decirse, por tanto, que hay razón para extender la "época tri- dentina", como con frecuencia se hace, hasta el siglo XIX o hasta el Concilio Vaticano II?

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No puede negarse que ciertos rasgos de la Iglesia postridentina han continuado vivos más acá del siglo XVII: su orientación antiprotestante en doctrina y en piedad y su centralismo y formulismo, por ejemplo.

Sin embargo, sería erróneo y cerraría la visión y la inteligencia de los procesos históricos reales, partir de la actualidad, más en concreto, del ecu- menismo y dc la apertura al mundo del Concilio Vaticano 11, y poner bajo esta sola óptica los siglos pasados desde Trento y restar toda importancia, P.e., al influjo de la Ilustración y de las grandes consecuencias de la Revolu- ción Francesa, que, a su vez, tienen sus raíces en acontecimientos algunos de los cuales henios narrado. No menos parcial sería concebir la escisión de la fe sólo como una total tragedia y pasar por alto la profundización y reactivación de la vida religiosa que fue consecuencia de la reacción ante la Reforma. O prescindir de la riqueza de valores que entrañó la reforma católica en la Teo- logía, en el Derecho, en las antigüas y modernas órdenes religiosas, en el arte religioso, en la religiosidad popular, en la expansión misionera por tres conti- nentes, y en tantos otros campos y aspectos. Bajo la dura costra definitiva que se formó en la Iglesia como consecuencia de la Reforma, se ocultaba, sin duda, un núcleo de vida realmente precioso, un núcleo específico, inconfun- dible, evangélico, propio, además, de esta época. Rechazarlo como si no tuviera valor, olvidar que cada tiempo de la historia de la Iglesia está, de forma inmediata, delante de Dios, es antihistórico y arrogante: antihistórico porque las leyes y los límites puestos a la Iglesia peregrinante no pueden verse con simples ojos humanos, es decir, sin la mirada de la fe; y arrogante, porque se olvida que tampoco nosotros poseemos el don de la perfección total, sino que lo perfecto y acabado lo estamos aguardando desde nuestra esperanza, y sólo cuando llegue la Omega definitiva, dispondremos de crite- rios claros para juzgar con justicia cualquier momento de la historia humana y de la historia de la Iglesia, en definitiva, de la Historia de la Salvación.

Ramón Echarren Ystúriz

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ALMOCAREN 13. 194) Pig, 29 64. O CENTRO TEOLOGlCO DE LAS PALMAS

REALIDADES Y TENDENCIAS DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA

IGLESIA ESPANOLA EN EL SIGLO XVll

ENRIQUE MARTINEZ RUIZ CATEDRATICO DE HISTORIA MODERNA

UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

T a l vez sea un tanto aventurado empezar por señalar que los estu- dios sobre la Iglesia española durante la Edad Moderna son más bien esca- sos. Pero esta afirmación hay que entenderla en el sentido de que los estu- dios realmente valiosos no se han prodigado sobre una Institución auténticamente vertebral de la España Moderna, afirmación que es perfecta- mente aplicable al siglo XVII. Semejante panorama es tanto más de lamentar por cuanto las fuentes documentales españolas sobre el clero son realmente ingentes, no importa los numerosos extravios padecidos y las cuantiosas pér- didas registradas. Omitiendo cualquier referencia a los que estan fuera de nuestras fronteras, hemos de señalar de entrada que el Archivo Histórico Nacional es, con su Sección Clero, el centro más importante y cita obligada para cualquiera que pretenda trabajar en esta línea de investigación. Sin embargo, en los archivos eclesiásticos (diocesanos, parroquiales, conventua- les, monacales, etc.) se está progresando bastante en la clasificación de sus fondos y ya hay muchos que pueden dispensar una fructífera acogida al investigador, quien puede tener una primera toma de contacto con esta dimensión a través de la consulta de un folleto editado por el CIDA.

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Por otro lado, la variedad de dichas fuentes es muy grande, pero no hace falta estar muy avezado en su consulta para darse cuenta que, en líneas generales, las impresas contienen una fuerte carga apologética, de la que es necesario prescindir para su más exacta valoración; mientras que las inéditas se refieren con mucha frecuencia a quejas, denuncias, pleitos, irregularidades y faltas de todo tipo, cuya repetición puede hacernos pensar en su frecuencia, cuando en realidad lo que hay que hacer con esa información es matizarla ponderamente, pues a menudo lo que denuncia no es otra cosa que alteracio- nes de la normalidad.

Sea como fuere, lo cierto es que los estudios sobre la Iglesia han pro- gresado cuantitativa y cualitativamente en las últimas décadas, merced a las novedades metodológicas que se han ido produciendo en los distintos cam- pos de la Historia, cuya aplicación en la Historia Eclesiástica constituye una gratificante realidad desde hace años y empieza a incorporar decididamente a los claustros universitarios a una dimensión investigadora poco usual antes. Los límites tradicionales de la historia eclesiástico-religiosa empezaron a ser superados claramente a raiz del Coloquio Internacional celebrado en Lyon en 1963, saltando a primer plano desde entonces otras dimensiones muy poco cultivadas con anteriodad, como eran las económico-sociales (aunque no todos los trabajos presentados fueron publicados, la mayor parte lo fué en un volúmen específico'"); en este sentido la gran afluencia de investigadores lai- cos resultó de primera importancia. Después, la tendencia se confirmó en otro coloquio celebrado en 1968 en CambridgeLZ)

Desde entonces, los congresos y reuniones científicas sobre los más variados aspectos de la Iglesia y su entorno han menudeado y en nuestro país gozan ya de una cierta tradición, entre cuyos últimos exponentes se pueden citar el Coloquio Galaico-portugués sobre el Cister ''1 y el relativo -por citar solo dos muestras- a las Clarisas en España y Portugal, celebrado el pasado septiembre en Salamanca con ocasión del centenario de Santa Clara y que ha dado un impulso enorme a los estudios sobre la orden franciscana en su rama femenina. Es de destacar la progresiva afluencia de seglares a estas convoca- torias, demostración palpable del interés creciente que la temática despierta fuera de los eclesiásticos y en la misma Universidad. A título de ejemplo, puedo señalar que en el Departamento de Historia Moderna de la Universi- dad Complutense de Madrid se desarrollan dos proyectos financiados oficial-

(1) Ci. Colloque d'histoirr regligieuse (Lyon, oct., 1963/, Grenoble 1963. (2) Sus actas tarnbien han sido publicadas: Miscelanea hisroriae ecclesiasricae, 111. Coloqiie de

Cambridge (24-28 sertembre 1968). Louvain 1970. 03) Cuyos resultados ya han sido publicados: Actas. Congreso Inrernacional sobre San B e r

nardo e o Cisrei- en Calicia e Portugal, 2 vols., Ourense 1992.

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REALIDADES Y TENDENCIAS DE LOS ESTLlDlOS SOBRE LA IGLESIA ESP&OLA EN EL SIGLO XVll 3 1

mente, uno sobre las consecuencias de la expulsión de los jesuitas, dirigido por el Dr. Enciso Recio, y otro sobre las órdenes religiosas en el siglo XVII, dirigido por el que escribe estas líneas. Actividad universitaria que tendrá su refrendo definitivo en la 111 Reunión científica de la Asociación de Historia Moderna, a celebrar a finales de mayo de 1994, aquí, en Las Palmas.

Por lo que respecta al siglo XVII, podemos considerar la auténtica pla- taforma de partida un libro, ya clásico, reeditado recientemente, de Domín- guez Ortíz, editado por primera vez en 1970, reimpreso después por la edito- rial Istmo(') Este autor volvió sobre el tema en otra obra(i) Sobre el entramado edificado entonces se han venido sucediendo aportaciones diver- sas y alguna que otra rectificación. En estas páginas nos referiremos a las que, a nuestro juicio, son más significativas en una relación que tendrá que ser obligatoriamente selectiva por razones de espacio. Por ello, necesaria y lamentablemente tendrán que producirse omisiones.

En cuanto al número de eclesiásticos, hay que señalar de entrada la falta de estadísticas completas que nos permita conocerlo con exactitud. Existen algunos recuentos parciales y los cálculos que se han hecho suelen pecar por exceso, bien por incluir en el cómputo a los familiares de los cléri- gos, bien por considerar tales a quienes en rigor no lo eran (ermitaños, sacris- tanes, alguaciles de vara, etc.). Pese a la falta de datos concretos, la opinión más generalizada, entonces y ahora, sostenía lo excesivo de su número. La cuestión empezó a centrarse gracias a los trabajos de Felipe RuizC6) y Molinié Bertrand") sobre el censo de 1591, cuyo original se conserva en Simancas y fue editado imperfectamente por Tomás González en 1829; gracias a tan sin- gular documento podemos conocer con bastante aproximación el número y reparto del clero regular y secular en Castilla, cuyas cifras serían: 33.087 cléri- gos seculares (de ellos, los párrocos sumarían unos 13.000 y los demás, bene- ficiados y ordenados de menores). Los regulares eran 20.697 y las monjas 20.369. En total, 74.153; los que con referencia al total de la población supon- drían un 1 por 100. Una proporción que por sí sola no podía fundamentar la creencia en el excesivo número de eclesiásticos. Tal creencia pudo generarse al ver la ausencia de dinamismo en la población española del siglo, unida al -

(4) Nos estamos referiendo al t. 11 de La Sociedad espanola en elsiglo XVII, subtitulado El Estamento Eclesiústico, Madrid 1970.

(5) A él se debe el capítulo 1 (págs. 5-121) del t. IV de la Hirroria de la Iglesio en España, dirigida por Ricardo Garcia Villoslada, tomo titulado Lo Iglesia en lo España de los siglos XVl l y XVIII, Madrid 1979.

(6) "Demogrofi eclcsiásfica hasta el siglo X I X , en Diccionario de Hisroria EdesiáJfica de España, 4 vols., Madrid 1972-75; vol. 11, págs. 682 y SS.

(7) "Le drrgé dans le Royaurne de Casrille d la fin du XVle. si8cle", en Revue d'hisroire eco- nomique el sociale, vol. 5 1 , núm. 1,1973.

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hecho de que los eclesiásticos vivían acompañados de parientes y criados que disfrutaban de los privilegios de este estamento con perjuicio del resto de la población, todo ello favorecido por la desigual distribución del clero, espe- cialmente del regular.

Para el resto del territorio de la monarquía no disponemos de ningún documento comparable, pero estableciendo cálculos análogos a los castella- nos, tendriamos para toda España 40.599 clérigos seculares, 25.445 religiosos y 25.041 religiosas. Según esto, el tanto por ciento con referencia al total de la población se situaría en torno al 1,2 y subiría hasta el 2,5 o 3 si se cuentan a las personas que convivían con los clérigos. Porcentajes que parecen confir- marse a la vista de los datos parciales que vamos conociendo. En efecto, si nos fijamos en el clero del noroeste peninsular, en cuyo estudio se han reali- zado ya esfuerzos meritorios, veremos que la provincia de Santiago tenía un 0,7 por ciento de clérigos seculares sobre la población total, pero su reparto era muy desigual, pues la ciudad de Santiago alcanzaba el 3,5 por ciento'"; Mondoñedo estaba algo por debajo, en un 0,5 por ciento"'; algo superior - 0,64- es el porcentaje que Ofelia Rey Castelao apunta para la comarca de Ulla('u'. Porcentajes que B. Barreiro Mallón considera aceptables en el traba- jo que publicara en 1988 ("'. Tales porcentajes y teniendo en cuenta que se trata solo del clero regular, nos sitúan en la onda de los porcentajes generales señalados más arriba, aunque oscilen de unas regiones a otras (parece que eran superiores en Navarra y Vascongadas y algo inferiores en la Corona de Aragón).

En suma, en el pórtico del siglo XVII, los eclesiásticos podrían ser unas 90 o 100.000 personas y después carecemos de datos fiables por falta de esta- dísticas adecuadas, pero cuando volvemos a disponer de números creibles nos encontramos que aquella cifra había sido ampliamente superada, pues para mediados del siglo XVIII las estimaciones nos hablan de 160.000 perso- nas; en semejante incremento el siglo XVII jugaría un papel destacado, si bien en ningún momento se pretendió seriamente distribuir de forma ade- cuada al personal eclesiástico por la geografía española.

(8) Así lo Ila señalado J.E. GELABERT, Santiago y la tierra de Santiago de 1500 a 1640, Santiago 1980.

(9) Si nos atenemos a La apuntado por P. SAAVEDRA FERNANDEZ, Economia, Política y Sociedad en Galicia. La Provincia de Mondoríedo, 1480~1830, Santiago 1985.

(10) Cf. su Aproximación a la Historia rural en la Comarca de la Ulla (Siglos m 1 1 y f l I I I ) . Santiago 1981.

(11) "El clero de la diócesis de Saniiago: estructura y comportamientos" (siglos XVI-XIX), en Conzposrellm~im, vol. XXXIII. nos. 3-4.

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Hasta hace pocos años se ha venido dando por buena la tesis del creci- miento del número de clérigos y, por tanto, de su porcentaje en el conjunto de la población a lo largo del siglo XVII y hasta mediados del siglo XVIII, una dinámica que ya ha sido rectificada parcialmente en unos términos y dentro de una mecánica que podemos ver resumidos en el siguiente párrafo: "En trabajos anteriores hemos demostrado que, al menos en grades áreas de la península, el clero aumentó absoluta y proporcionalmente a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. Así sucedió, al menos, en Galicia y en Zamo- ra. También en estas regiones, así como en el Principado de Asturias, los sis- temáticos y prolongados esfuerzos de la jerarquía por imponer la reforma produjeron efectos apreciables a base de asentar y promulgar la doctrina y los criterios morales de actuación (etapa iniciada antes de Trento y que se prolonga hasta las primeras décadas del siglo XVII); pasando luego a la apli- cación de aquellos criterios (periodo que abarca el resto del siglo XVII e incluso penetra en el XVIII); para dar paso finalmente a una actitud de menor dureza y más abierta a la promoción y a la renovación cultural y espi- ritual, que caracterizó a la segunda mitad del siglo XVIII, pero siempre den- tro del más puro y estricto espíritu tridentino"'"'.

La desigual distribución del clero hacía que los españoles no estuvieran adecuadamente atendidos en el plano espiritual. Tal distribución respondía a motivos económicos, que imponen una concentración urbana -grande en el clero de las órdenes religiosas y clara, pero menor, también en los secula- res- que deja muchas comarcas poco atendidas o desasistidas por falta de curas.

Las quejas de los contemporáneos sobre el exceso del número de ecle- siásticos son, como hemos dicho, abundantísimas y unían dos argumentos inseparables: su elevado número y su escasa preparación intelectual, unida a un bajo nivel moral. La culpa de ello se atribuía en gran parte a la falta de establecimientos específicos para su formación y selección: las disposiciones tridentinas no se había11 aplicado en muchas de las diócesis; a veces, los pre- lados encontraban resistencias dentro del propio clero y en los patronos seglares. Por las referencias que nos han llegado, sabemos que la mayor parte de los sacerdotes se formaban en malas escuelas de gramática, donde apenas si aprendían un latín macarrónico, en algunas escuelas conventuales y muy raramente en cátedras universitarias. Igualmente, conocemos la resistencia de algunos prelados responsables a conceder órdenes sagradas a quienes por su mala formación no eran acreedores a ellas; pero otros eran más permisivos

(12) El párrafo pertenece a B. BARREIRO MALLON, "El clero de la diócesis de Santiago a travá de las visiras pastoralex, visitas nd limina, regixtros de licencias rninisferiales y con- cursos n curatos", en Composrcllanum. vol. X X X V , nos. 3-4 (1990) pág 489.

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en un terreno donde la permisividad era grande, ya que las exigencias para ordenarse eran cortas y muchos eran los que se ordenaban por razones poco evangélicas. No obstante, estos serían los menos en el conjunto, aunque se añadan todos aquellos que ingresaban en religión por ser segundones y tener que atender algún beneficio de propiedad familiar, las viudas que se aparta- ban del mundo, hombres que habían corrido mundo y querían un final sere- no para sus días, hijas de buena familia que se quedaban sin posibilidades de casarse por falta de dote, etc.

Todos los indicios que poseemos hacen pensar en que la mayoría de la religiosas y religiosos actuaron movidos por auténtica vocación, pues el clima religioso de la época favorecía tales inclinaciones y conservaba mucha de su fuerza en el reinado de Felipe 111, decayendo después para producirse muy pocas fundaciones nuevas despues de mediados de siglo.

El estudio del contenido de las visitas pastorales, visitas ad limina, registros de licencias ministeriales, concursos a curatos y demás documenta- ción similar puede arrojar luz sobre dimensiones poco conocidas hasta ahora de la vida y los comportamientos clericales y en algunos casos podremos ver modificados extremos considerados hasta ahora de certeza incuestionable, como es el de la preparación y solvencia moral de los clérigos. Una buena muestra de lo que se puede hacer al respecto nos la ofrece Barreiro Mallón en su ya citado trabajo sobre esta documentación con precisiones muy intere- santes sobre el clero de la diocesis compostelana entre 1650 y 1680, asi como una realidad parroquia1 de este siglo contrastada con el siglo XVIII. También interesa el trabajo de J. Cobos Ruiz de Adanal"', al que hay que añadir el de González Novalín'"), el de Cárcel Ortílls) y el de José Ignacio Tellechea Idí- goras"", que, en cierto modo, es el que rompe la marcha.

Muchas de las dimensiones vitales de la gran masa del clero aún se nos escapan, aunque poco a poco nos van llegando datos que nos van perfilando sus contornos. Por ejemplo, Ofelia Rey Castelao escribe que en el clero urba- no compostelano a fines del siglo en que nos movemos "apenas se sobrepasa nunca el nivel de un breviario o de un libro de ejercicios espirituales, la impresión es que el clero no muestra un interés por disponer de una bibliote-

(13) El clero en el siglo XVII Estudio de una visita secreta a la ciudad de Córdoba, Córdoba 1076 A, ,".

(14) Las visitas ad Límina de los Obispos de Oviedo, Oviedo 1986. (15) "Las Vi~itas ad Límina de 13 Diócesis del NO. de España", en Archivos Leoneses, (1979),

julio-diciembre. (16) La Reforma Tridentina en San Sebastián. El libro de Mandatos de Visita de la Parroquia

de San Vicente (1540-1670). San Sebastián 1970.

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ca mínima; todo lo más, posee algún libro de religión o historia" "'1. Rodrí- guez Ferreiro hace, igualmente, una valoración de mayor alcance: "En gene- ral se comprueba que ha habido un cambio de relación con el oscuro panora- ma del XVI, aunque también deba decirse, tanto para el clero rural como para el urbano, que su "saber" es indudablemente tradi~ionai""~'. El trabajo último de la nota que acabamos de citar es conveniente que lo singularice- mos, porque nos ofrece una panorámica de gran interés y utilidad sobre un sector del clero en una zona geográfica determinada, panorámicas de las que estamos muy necesitados, por lo que sería bueno que su ejemplo cundiera. En la misma línea, aunque no coincidente exactamente y con un alcaiice más amplio, se puede situar el que J.M. Cuenca Toribio publicó en 1981'Lg).

Razones económicas provocaron que el clero regular creciera más que el secular, pues aquel no tenía limitadas sus plazas y monasterios y conventos permitían asumir con relativa facilidad la incorporación de más bocas a la comunidad. No sucedía igual con el clero secular, donde los puestos eran más fijos, creándose una especie de espectativa escalafonal para cubrir las vacan- tes. En ambos ámbitos clericales se solían hacer informaciones de vida y cos- tumbres, encaminadas a mostrar la legitimidad del aspirante al sacerdocio (la ilegitimidad podía ser obviada mediante dispensa y así llegaron al episcopado figuras como San Juan de Ribera, bastardo del duque de Alcalá, Enrique Pimentel, descendiente del conde de Benavente y otros muchos bastardos ilustres).

En cuanto a su significación como estamento, su carácter privilegiado corría parejo con su "apertura". El clero estaba abierto a todo el que deseara ingresar en él. Por desgracia nos falta mucho aún para conocer con exactitud la dinámica interna de las promociones personales, aunque sí parece estar claro que los vástagos nobiliarios tenían más facilidades para ascender en la escala jerárquica y que las distintas zonas de dicha escala tenían un recluta- miento preferente o predominante en los grupos sociales paralelos de la sociedad civil.

Estos perfiles del clero que acabamos de trazar constituían una gran preocupación para la Corona porque el rey, como protector de la Iglesia debía velar por la pureza de sus costumbres y doctrina, mientras que como -

(17) "El clero urbano canipostelnno a fines del siglo XVII: mentalidades y hábitos culturales", en La Historia Social de Galicia en sus Fuentes de Protocolos, Santiago 1981, págs. 508- 509.

(18) Economía y población en la Galicia atlántica: La Jurisdicción de Morrazo en los siglos XVII y XVIII, tesis doctoral inédita que citamos a través de B. Barreiro Mallón, "El clero de la diócesis de Santiago: estructura ...". pigs. 469 y SS.

(19) "La igllesia andaluza en la Edad Modernn", en Historia de Andalucia, val. VI, Barcelona 1981.

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soberano temporal no podía ser indiferente a la tendencia de ingresar en reli- gión para eximirse de los impuestos. En este sentido hay que valorar las numerosas e inútiles disposiciones limitativas del número de clérigos y deseo- sas de mejorar su nivel.

Tambien sabemos que el estamento eclesiástico no era un todo unido: diferencias internas, más o menos enconadas, enfrentaban a regulares y secu- lares, cabildos y obispos, beneficiados y curas; además la división territorial de la monarquía mantenía las diferencias nacionales y como carecía de órga- nos corporativos representativos, su influencia social era escasa como tal. Solo conservaba la representación en Cortes en la Corona de Aragón, una representación con graves deficiencias, pues solo afectaba al alto clero. Tam- poco se podía considerar al arzobispo de Toledo cabeza representativa de la institución, pues sus preeminencias suscitaban fuertes reservas en los ámbitos eclesiales y cortesanos. E n cambio, la Iglesia castellana contaba con un orga- nismo colectivo, la Congregación de las Iglesias de Castilla y León, poco conocida, que databa de la época de los Reyes Católicos como mínimo, se reunía esporádicamente y, por ahora, ya no tenía más razón de ser que la aceptación de las exigencias fiscales de la Corona, hasta el punto de que ya no se reunía y el consentimiento se pedía individualmente a los cabildos, por el miedo de la Corona a una auténtica representatividad de la Congregación, que nunca llegó a tener, pues los obispos se mostraban bastante reacios hacia ella por ser representante de los cabildos y las iglesias se quejaban de los gas- tos que causaban sus reuniones, unas reuniones cada vez más esporádicas (no las hubo entre 1665 y 1717), convocadas por el arzobispo de Toledo. Como la congregación entendía en la recepción de las novedades litúrgicas, tenía un representante en la Santa Sede; podía intervenir, además, en la organización interna de la Iglesia y en el cobro de impuestos. Es una institución que preci- sa una buena monografía, para que podamos conocerla en profundidad y valorar con precisión su auténtica significación en los medios eclesiásticos castellanos.

Por lo que respecta al nivel más alto de la iglesia espaíiola, estaba cons- tituido por cinco arzobispados y treinta obispados en Castilla y tres arzobis- pados y dieciseis obispados en la Corona de Aragón (tras la separación de Portugal, quedó en España el obispado de Ceuta, pero se perdió por enton- ces el de Elna, en el Rosellón). También era el sector más supeditado y con- trolado por la Corona, que por el patronato regio designaba a sus titulares y vigilaba su actuación. Las modestas reformas acometidas por Felipe 11 (que fue quien organizó el mapa eclesiástico diocesano hasta el Concordato de 1851), no tuvieron ninguna continuidad en el siglo XVII, por lo que se man- tuvieron diócesis muy extensas junto a otras modestísimas, sedes ricas y sedes muy pobres, enclaves de unas diócesis en otras, jurisdicciones exentas y

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alternancia anual de pueblos en la depe~idencia de una u otra diócesis (como ocurría, por ejemplo, en tierras de Medifla del Campo, que un año dependían de la diócesis de Avila y otro de la de Salamanca).

Es este un nivel de la jerarquía eclesiástica del que, en líneas generales, conocemos sus rasgos distintivos. En efecto, la promoción de las personas al episcopado era una de las más importantes funciones que competían a la rea- leza en el orden espiritual, tarea en la que destacó Felipe 11. Sus sucesores en el siglo XVII continuaron con la tradición filipista, pero mediatizada por su menor preocupación. El mecanismo que se seguía no había variado: el Con- sejo de Estado en el caso de la sede toledana y la Cámara de Castilla en todas las demás sedes elevaban las propuestas al rey; los cauces de informa- ción sobre los propuestos eran los informes de los prelados. Por lo general, el rey aceptaba la propuesta, pero no siempre elegía al primero de la terna y, excepcionalmente, propuso a algún aspirante no incluido en ella. El monarca muy raramente nombró a prelados sin consulta previa, aunque esa prerroga- tiva está claramente recogida en el decreto de 6 de septiembre de 1647.

Los requisitos que los elegidos debían reunir tampoco habían cambia- do; debían ser sacerdotes (aunque a veces esto no se respetó) y naturales del reino (cosa que tampoco se respetó siempre; fuera de Castilla la exclusión de extranjeros fue menos rigurosa); no parece que hubiera un criterio claro en la provisión de las vacantes entre el clero secular y el regular, aunque el predo- minio del primero es claro, si bien con muchas alternativas (dominicos y fran- ciscanos van a la cabeza en la provisión de obispados; con Carlos 11 parece haber más obispos seculares); un factor que solía tenerse en cuenta a la hora de la designación era si el candidato dejaba vacantes otros beneficios con los que contentar a otros aspirantes; la condición nobiliaria también tenía su importancia, dada su superioridad social, su mayor nivel cultural y el favor real que disfrutaba (la sede toledana era la más apetecida por la alta aristo- cracia, pero en los demás arzobispados y obispados ricos también se ven nobles y a la vista de los ocupantes de algunos obispados se puede adelantar, como hace Robres L lu~h"~ ' , que "algunas sedes estaban reservadas a los bas- tardos como herencia". La casa real nutrió con sus ilegítimos algunas sedes y en el siglo XVII, Felipe IV mantuvo la tradición, extremo sobre el que esta- mos bien informados. Pero estos nombramientos fueron pocos en compara- ción con el número total de designados, la mayor parte de los cuales recibió la dignidad episcopal merecidamente.

Tras el iiombramiento, la función del rey no terminaba: seguían bajo tutela real, pues de ella aún se podían esperar muchas cosas. Además, dentro

(20) Eri San Juan de Ribera, arzobispo y virrey de Valencia, Barcelona 1960, pág. 86

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de la condición obispal había una especie de carrera, pues existían obispados de entrada, de ascenso y de término, categoría que solía estar en relación con la riqueza de las sedes. Cuando la vacante que se cubría era alta, se producí- an varios cambios de sedes, pues eran más de un prelado los que acababan afectados y salían grandes sumas de dinero hacia Roma a causa del costo de las bulas, motivo por el que Felipe IV ordena a los Cosejos de Castilla y Ara- gón en decreto de 11 de noviembre de 1656 evitar en lo posible los traslados, decreto renovado por Carlos 11, con lo que se aminoraría el abuso. Pero a pesar de la existencia de un "cursus honorum" más o menos tácito, hay casos de ascensiones fulgurantes (como ocurre con el hijo del conde de Altamira, D. Baltasar de Moscoso y Sandoval), frente a otras muy lentas (como la de D. Alonso Márquez de Prado).

El primer deber del prelado era el de residencia, siendo muy criticados los absentistas (pues se pensaba que gastaban la renta fuera de la diócesis que se la proporcionaba, que defraudaban a los pobres por la falta de limos- nas y abandonaban la feligresía). Entre ellos, predominaban los de vida ejemplar, pero hay constancia de casos de ambición, despotismo, soberbia, avaricia (se contrarrestaba con el expolio), afán pleiteista, negligencia, amor a la pompa y otras faltas menores, aunque no eran males generalizados. En cualquier caso, aunque aún falta mucho por hacer, ya nos vamos aproximan- do a sus auténticos perfiles, gracias a trabajos como los de T. Sobrino Cho- món'2'' y M. Barrio Gozalo").

El grupo constituido por el clero catedralicio y capitular es el que peor conocemos; numéricamente no tenemos más que aproximaciones puntuales y corporativamente aún ignoramos muchas cosas de su comportamiento, vida y entorno. Y así, tenemos que en 1630, las diócesis de Castilla y León tenían 343 dignidades, 928 canonicatos y 585 raciones; con los de Aragón se acerca- ban a las 2.500 personas; pero el clero capitular era mucho más numerosos, pues había medio-racioneros y muchos capellanes. "Una estadística algo tar- día [probablemente, de 17401 e s c r i b e Dominguez 0rtiz"')-, pero cuyas cifras no diferirían mucho de las del siglo XVII, registraba en toda España (excepto el Reino de Granada y Canarias) 448 dignidades, 1.193 canonjías, 578 raciones, 202 medias raciones y 3.154 beneficiados en las iglesias catedra-

(21) Episcopndo abulense, siglos XVI-XVIII, Avila 1983. (223 "Notas para el estudio sociológico de un grupo privilegiado del Antiguo Régimen. Los

obispodos del Principado de Cataluña, 1600-1835". en Actas del Primer Congres d'Hislo- ria Moderna de Catalunya, Barcelona 1984 y "Perfil socioeconómico de una élite de poder; los obispos de Castilla la Vieja 1600-1840", en Anrhologica Annua, nos. 28-29, (1981-1982).

(23) La sociedad española ..., t. 11, pág. 39; el entrecomillado siguiente también es de este autor y obra, pág. 41.

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les. Había también 160 colegiales con unas 3.500 prebendas". En espera de cifras más propias del siglo XVIl, las que acabamos de recoger pueden orien- tarnos acerca del volumen numérico de esta parte del clero, importante e influyente. Sus niveles económicos estaban en relación con la riqueza del establecimiento donde servían. Por ejemplo, los canónigos sevillanos y tole- danos ganaban 2.000 ducados, pero lo más general era que las canongías pro- porcionaran de 500 a 1.000 ducados, permitiendo una vida decorosa; por debajo estaban las canongías más pobres -sobre 300 ducados-, gallegas y catalanas.

Pese a su número, no podemos afirmar mucho sobre este grupo, pues aún nos faltan estudios sobre los cabildos. No obstante, el rasgo distintivo ya lo estableció Domínguez Ortiz: "La vida de canónigo era una expresión que entonces tenía cierta realidad: sin obligación de cura de almas, sin preocupa- ciones materiales agobiantes, la misa y el coro, paseos y honestas tertulias Ile- naban su sosegada existencia. Tal vez esta tranquilidad y abundancia de tiempo libre fomentara la división en bandos y el afán disputador y pleiteista que aquejó a no pocos cabildos". También sabemos que los cabildos ricos fomentaban las clientelas y la inclinación a la pompa y el boato en personas y ceremonias; que sus plazas eran muy apetecidas y que por sus escasas respon- sabilidades y carecer de cura de almas, los reyes dispusieron de estos puestos de forma bastante libre para recompensar a servidores meritorios de la Coro- na. Igualmente, nos es conocida su falta de cohesión interna, pues eran un grupo variado y pintoresco, presto a disputar con sus prelados, en lo que se planteaba como una lucha por el poder. También disputaban con los prela- dos algunas colegiatas, movidas por los mismos deseos de independencia que los canónigos. Eti ambos casos, los pleitos nos muestran una variadísima casuística. Como decíamos, es un grupo poco conocido, pues los estudios escasean, aunque nos lleguen referencias y noticias de trabajos que no son específicos sobre el siglo XVII, como son los de J.R. López Arevalo'"', R. Vázquez les mes^"' y T. Villacorta Rodrígue~'~~' .

Mucho más heterogéneo aún es el denominado bajo clero, grupo cons- tituido por todo el clero que no es capitular, cuyas variadas situaciones hacen que la distinción entre bajo clero y alto clero sea en ciertos casos algo mera- metite honorífico, pues muchos beneficiados y párrocos disfrutaban medios superiores a los racioneros, medio-racioneros e, incluso, algunos titulares de canongías pobres. La división del bajo clero en párrocos, beneficiados y cape- llanes está organizada por funciones y encierra profundas desigualdades eco-

(24) Un cabildo cutedml de la Vieja Ca.~tilla:Aviln. Su estructum jurídica, Madrid 1966. (25) Córdoba y su cabildo catedraliciu en la modernidad, Córdoba 1987. (26) El Cabildo catedral de León. Estudio hkiórico-jurídico, siglos XII-XIX, León 1974

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nómicas dentro de cada estrato, pero había unos rasgos que se vienen repi- tiendo como imagen típica del conjunto: bajo nivel de instrucción, ingresos poco sustanciosos generalmente, escaso interés de sus puestos para las clases altas y predominante ubicación rural. Beneficiados, capellanes y ordenados de menores constituían la gran masa del clero secular y su número superaba tres o cuatro veces al de los párrocos. Sus funciones eran muy variadas: en las parroquias ricas ayudaban al párroco en su funciones, existiendo en algunas un elevado número de ellos (como muestra valgan los tres datos siguientes: en Sevilla existían 3.500 capellanías, en la catedral de Toledo se contaban 200 capellanes y en Denia existían 23 beneficiados; había clérigos ordenados a título de patrimonio y otros que sólo querían disfrutar del fuero eclesiástico y de sus beneficios, por lo que se ordenaban nada más que de menores y ellos fueron, en gran parte, causantes de los abusos que denuncian los contempo- ráneos.

Si eran titulares de capellanías o beneficios simples, sin cura de almas, lo más probable es que fueran gentes sin vocación, segundones de hidalgos en familias que tenían el derecho de presentación, gentes de origen modesto y sin grandes aspiraciones o que combinaban esta función con otra (ayos de hijos de caballeros, administradores, taberneros, carniceros, etc.). Muchos ingresaban en religión para evitar la carga fiscal, llegar a merecer un benefi- cio sin intención de ordenarse para decir misa, escapar a la justicia ordinaria o cualquier otra razón más o menos confesable. Lo cierto es que a lo largo del siglo no hay variaciones muy sustanciales en este grupo de gentes medio seglares y medio clérigos, de comportamiento muy desenvuelto y sin que nadie se extrañara de ello. Existían casos de beneficiados que al unir las ren- tas de sus beneficios con otros ingresos podían poner sustitutos y seguir teniendo algún disfrute de esos ingresos, pero era más habitual que vivieran con medios escasos. Los esfuerzos reformadores del Concilio de Trento y de los Reyes nc~ resultaron estériles, advirtiéndose una mejoría en la condición de este grupo a lo largo del siglo, en contraste con las dos centurias preceden- tes; mejora que es más perceptible en Castilla que en Cataluña, donde aún quedaban muchos clérigos con costumbres violentas y protectores de bando- leros (las siiiodales de Segorbe prohibían en 1669 que los clérigos llevaran armas blancas y de fuego).

La imagen antes aludida ya ha empezado a matizarse, pero hasta ahora solo disponemos de aportaciones parciales, como la que nos ofrece O. Rey en su trabajo ya citado sobre el clero urbano compostelano y mejor aún el también citado de Barreiro sobre el clero de la diócesis de Santiago o el que, de metodología similar, realizo sobre el clero zarnorano'"', sin olvidar otros -

(27) "Religiosidad y clero en Zarnora duranie la Edad Moderna", en Actas del Primer Congre- so de Historia de Zarnora, l. 111, págs. 579-592.

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trabajos en cuyo contenido podemos expurgar noticias y referencias diversas -pero en cuya temática no podemos detenernos, pues se desbordaría en mucho el contenido y la extensión de nuestro objetivo concreto en estas pági- na~-('~'.

También se registran aportaciones diversas, cuyo contenido refleja la gran variedad de situaciones que se producían en el sector del clero que nos ocupa. Como muestra remitimos al trabajo que firman 1. Testón Nuñez y M. Santillana Pérez"", al de E. Fernández C~beiro(~OJ, al más antiguo y general de M. González Ruiz"" y el más concreto, fuera ya casi del límite cronológico en que nos movemos de M.L. Candau Chacónl"'.

Para capellanias y beneficios se había generalizado el derecho de pre- sentación por parte de corporaciones y particulares, lo que se consideraba un factor de distinción social, sin tener en cuenta las ventajas económicas que podía reportar al patrono proponer para el cargo a quien estuviera dispuesto a contentarse con menor renta. El patronato de legos (supervivencia del Medievo entroncada con el sistema de iglesia propia) estaba muy difundido en el norte, especialmente en el Pais Vasco, donde la mayoría de los benefi- cios eran patrimoniales, siendo titulares del derecho de presentación los municipios y las familias; un sistema que favorecía la compenetración entre

(28) Como muestra de lo que decimos pueden servirnos los trabajos firmados por el mismo Barreiro, "Realidad y perspectivus <le la Hi.storin de las Mentalidades". en Chronicn Nova, núm. 18 (1990), págs. 51-76, donde leemos: "La gran novedad del siglo XVII cs la clarifi- caciún de la doctrina y de la moral tridentina, ... La última parte del siglo XVII y el siglo XVIII fueron testigos dc notables avaiices en la formación y reforma en el comporia- miento del clero, presionado por las medidas de sus Obispos". Así, pues, dejaremos fuera en estas páginas el apasionante campo de historia de las mentalidades, en CI que tanto se está progresando últimamente, pero que razones de espacio nos vetan aquí. Sin ir más lejos, el lector puede encontrar en las páginas del artículo citado cumplidas referencias bibliográficas que nos dispensan de cualquier otra referencia.

También de Barreiro pueden verse: "Muerte y religiosidad erz las comunida<les canipe- sinns del Anriguo Regiinen", en Honielaje n Carlos Cid, Oviedo 1989, págs. 99-1 17 y "Sínodos, Paslornlrs y Expedientes de Ordenes: Ires indicadores de la religimidnd en el noroeste de la Penín.suln", en La religiosidad popular (1979). págs. 72-95, donde insiste: "La obra de reforma pasa necesariamente por la reformulación doctrinal y la obligaiorie- dad de enseñarla, y para ello se impone la residencia no solo de los curas, sino de los obispos: cl control moral e intelectual del clero y la aplicación de la normativa eclesiásti- ca. Toda ello se produce con mucha anticipación a Trento. El esfuerzo iniciado a finales del siglo XV se prorroga en el XVI y XVII, para consolidarse en el XVIII . " .

(29) ''El clero cncereño durante los siglos XVI al XVIII: conzporrnmienro y mentalidad", en Actas de las 11 Jornadas de Merodolo~ia y Didáctica de la Historio. Historia Moderna. . . Cáceres 1983.

(30) "Uno prúcticn de la sociedad rural: aproximación u1 estudio de las capellanias de la dióce~ sis conipostelana en los siglos X V I l y XVIII", en la ya citada Ifistorin social de Cnlicia ....

(31) "Las cnpellanias españolas en su perspectiva histúricit", en Revisto Española de Derecho Canúnico, vol. V (1950), págs. 475~501.

(32) lglerin y Sociedad en la canipiñn sevillona: la Vicarie de Écija (1697-1723), Sevilla 1986.

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fieles y párrocos, pero tropezaba con los inconvenientes de abusos y falta de preparación de muchos de los nombrados: los datos que tenemos de la espiri- tualidad en el Pais Vasco durante el reinado de Felipe 111 son muy poco alen- tadores.

En la diócesis de Astorga había igualmente una gran mayoría de bene- ficiados de patronato (centenares pertenecían al conde de Benavente y a los marqueses de Astorga y Villafranca) y los males que se seguían eran simoní- as y frecuentes y dilatados espacios de tiempo sin párrocos en las parroquias por litigarse "los derechos de las partes ocho y diez años". Una situación similar encontramos en Galicia, donde señores había con extensos patrona- tos, como el del conde de Monte Rey con 682 beneficios; la mayoría no eran patrimoniales, por lo que podían cubrirse con individuos de otras regiones; los monasterios gallegos también tenían beneficios curados. Aragón era otro lugar con mucho clero patrimonial y problemas similares a los señalados y mientras unos obispos respetaban las tradiciones, otros se esforzaban en que los curatos se proveyesen con gentes dignas y preparadas. En el resto de España, los curatos de este tipo eran bastante menos frecuentes, aunque no faltan casos que son reminiscencias de viejos privilegios.

Por su parte, los grandes señores deseaban conservar y ampliar sus atri- buciones en el nombramiento de prebendados, lo que les lleva a enfrenta- mientos con los prelados, que proveían los curatos directamente o por oposi- ción, según ordenara el Concilio de Trento. Tales oposiciones eran reñidas en los curatos importantes, pero no para cubrir las parroquias de aldeas pau- pérrimas, para las que era difícil encontrar quien las ocupara, en demostra- ción palpable de que también a estos niveles las desigualdades dentro de la Iglesia española eran grandes, tanto por los efectos de la tradición como por las consecuencias de la mala distribución parroquial. En ocasiones, los abu- sos se produjeron cuando los curas capaces obtenían por oposición los mejo- res curatos y luego los cedían a incapaces con la condición de que les dieran una renta, como se detectó en el arzobispado de Toledo, cuyo titular solicitó a Roma que se atajara este mal.

Y junto a estos males, se han detectado otros que presentan una cierta localización geográfica. Por ejemplo, nos encontramos con que las grandes ciudades eran centros de atracción de clérigos de conducta poco edificante, como denuncia las constituciones sinodales de Sevilla, que en 1604 denuncia- ban el gran "número de clérigos forasteros que concurren a esta ciudad, donde se sustentan con diferentes modos de vivir, escandalizando mucho"; en las sinodales de Calahorra de 1609 se trata de forma bastante corriente el tema de los clérigos con concubina; por su parte, el obispo de Jaca proclama- ba en 1600 la necesidad de que "los clérigos sepan más y atiendan más a las

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cosas de su orden, que los más son mercaderes y tratantes", actividades no muy compatibles con su función sacerdotal, pero que salían ventajosamente parados si los comparamos con los clérigos delincuentes, quienes llegaron a ser iin problema de gravedad en Cataliiña. Casos que contribuyen a difundir la imagen de un clero corrupto y poco preparado para sus sacras funciones, una imagen que conocemos en esbozo, pero cuyos auténticos perfiles están todavía por trazar.

Un mal que influía directamente en tan amplio sector del clero era la pobreza, en la que se encontraba una porporción nada desdeñable de cléri- gos, mientras una minoría disfrutaba de situaciones más acomodadas. Tal pobreza era la que originaba otros males, como la ignorancia y la dedicación a actividades poco dignas o cuando menos ajenas a sus funciones espirituales. Las diferentes situaciones se explican también por la diferente participación que los curas tenían en los diezmos, cuya percepción íntegra era excepcional, pues lo más generalizado consistía en la recepción de una parte o nada, con la consiguiente inquina contra el cabildo o el obispo correspondiente, que se reservaban la mayor parte; ya Noel Salomon en su estudio sobre las Relacio- nes Topográficas mostró la variedad de situaciones existentes en Castilla la Nueva, comparable a la existente en Galicia. La recaudación y reparto del diezmo originaba también una cierta picaresca, pues el propietario absentista podía llegar a componendas con los párrocos y pagar al que más rebaja le hiciera, ya fuera el de su lugar de residencia, ya el del lugar donde tenía la tierra.

Las primicias sí se reservaban, por lo general, en su totalidad para el cura, pero eran menguado beiiclicio, máxime si tenía que repartirlo con otros beneficiarios y el sacristán, por lo que las ofrendas se generalizaron, pese a las objeciones teológicas que provocaron. Objeciones que nacían en algunos casos del deseo de mantener la dignidad del clero, por lo que se quiere prohi- bir que llegado el ofertorio, los curas se mezclaran con los feligreses para recibir las ofrendas que estos dieran graciosamente, como era costumbre en muchos sitios. Las ofrendas funerales eran las más generalizadas y se destina- ban a sufragios; los derechos de sepultura también eran apreciables, aunque a los pobres era obligatorio enterrarlos gratis.

El concilio de Trento había recordado que los sacramentos debían administrarse gratis y se habían tomado medidas para que las limosnas impuestas como penitencia no fueran en beneficio del confesor; la extre- maunción era gratis, pero bodas y bautizos sí tenían una reglamentación de las ofrendas. El estipendio de la misa era importantísimo, motivo por el que la misa se decía diariamente; además, una misa diaria no le faltaba al clérigo, pues se encargaban por muchos y muy variados motivos (una muestra: las

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Cortes encargaban 500 o 1.000 misas cuando abrian sus sesiones). E n la mayoría de las diócesis, la misa se remuneraba con un real y medio; en algu- nas, como Sevilla y Salamanca, la remuneración ascendía a dos reales. Ade- más de con el estipendio de la misa, hay que contar con el disfrute de la casa rectoral, en muchas ocasiones con huerto y el desarrollo de otras actividades, a veces no compatibles con el sacerdocio, todo lo cual daba enorme variedad a la situación económica de los sacerdotes.

Las relaciones entre feligreses y párrocos no nos son bien conocidas y lo que nos llega de la documentación en forma directa son los aspectos con- flictivos. En las pequeñas poblaciones el contacto era directo y en él cabían todos los matices. Hay un amplio campo en el que lo ignoramos casi todo: práctica de los sacramentos, labores culturales, actividades asistenciales, cate- quesis y un amplio etc., tan amplio como las dimensiones de la vida ya sea en el campo, ya en la ciudad. En efecto, sabemos que en grandes zonas de la geografía española, durante el siglo XVII y por lo que al clero respecta, se clarifica la doctrina tridentina, se potencian los medios para dirigir las expre- siones socio-religiosas, intensificándose el ceremonial y los símbolos exter- nos, se incrementa el número de cofradías y todas las ocasiones son buenas para celebrar rogativas y conmmover los auditorios con sermones y pláticas. Manifestaciones de la vida religiosa que calaban profundamente en la gente sencilla y contribuían a mantener la ascendencia social del clero.

El siglo XVII es, en gran parte, de aplicación de la Reforma tridentina y en su contexto se atiende la actitud moral y religiosa del clero, sobre la que dan amplia información las visitas y demás fuentes citadas, con datos valiosos sobre el deber de residencia, la incontinencia, violencia, gula, embriaguez, desarreglos en el vestir, ocupaciones extraclericales, no cumplimiento de sus deberes pastorales, etc. En suma, se recrea así un poco coiiocido panorama del que solo tenemos retazos inacabados y fragmentarios.

E n cuanto a las órdenes religiosas, la bibliografía es abundantísima, pero pocas son las obras con rigor y verdaderamente utilizables, pues en su mayor parte la producción historiográfica está dominada por un carácter apologético que la deforma["'.

Aún no poseemos datos precisos sobre los componentes del clero regu- lar. Domínguez Ortiz partía en sus cálculos de las cifras contenidas en el Teatro de Garma, citado por La Fuente y referidas a 1738 y que eran: 2.104 conventos de varones (278 regulares, 204 monacales, 1.608 mendicantes y 14 -

(33) En todo este apartado del clero regular, nuestra labor selectiva va a ser aún mas severa, pues la producción es ingente y el espacio vuelve a presionarrios iirinicamente. Nos moveremos cn un plano general y predominantemente informalivo.

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de órdenes militares) y 976 de religiosas (112 monacales y 811 mendicantes), cifras que en opinión del autor citado deberían ser muy parecidas a las de fines del siglo XVII, pero superarían las de 1600.

No es fácil cuantificar con exactitud el incremento de los efectivos monásticos bajo los Austrias, aunque puede comprobarse en multitud de fuentes, por lo que constituye un lugar común en la historiografía. En el siglo XVll se propagan con rapidez las nuevas religiones o reformadas, pues la época de crecimiento más intenso es la del último tercio del siglo XVI y la primera mitad del XVII. Las monacales solo lograron unas cuantas fundacio- nes, pero las mendicantes duplicaron sus casas y se extendieron por toda la geografía española los clérigos regulares, novedad contrarreformista. El afán reformista venia estimulado por vocaciones, generosidad de señoras ricas, vanidad de señores y municipios, generando una corriente que no pudo con- trolarse y los mismos eclesiásticos protestan de tanta fundación, nada conve- nientes para la Iglesia, pero que progresan decididamente con Felipe 111 y se mantienen pujantes en la primera mitad del reinado de Felipe IV, aunque después, en la segunda mitad, como consecuencia de las dificultades por las que pasa la Monarquía y ya con Carlos 11, el proceso se serena y las fundacio- nes decrecen.

Para el monacato no disponemos de ninguna obra específica sobre el siglo XVII, pero contamos con una obra de conjunto, debida a Antonio Lina- ge Conde (j4J, que nos suministra una amplia información de indudable utili- dad, incluidas las referencias bibliográficas. Afortunadamente, van menude- ando publicaciones de alcance más limitado y concreto que nos reportan información variada y puntual, con la que llegado el momento se podrá pro- ceder a realizar las síntesis que necesitamos. Nos referimos a trabajos como el de P. García Martín'"].

Sabemos que el monacato empieza por buscar los desiertos para su emplazamiento, luego se ubica en campos yermos y, por último, algunos monasterios se convirtieron en núcleos originarios de poblaciones, iniciándo- se así un proceso de urbanización que se va acelerando posteriormente para culminar en el siglo XVII, acentuándose la mala distribución del clero. Sus efectivos se pueden calcular en torno a 50.000 y su procedencia social y sus móviles al ingresar han levantado grandes sospechas. Los de condición humilde parecía que no habían actuado vocacionalmente, sino como huida del trabajo y la pobreza, privando a España de efectivos trabajadores que tan necesarios le eran. Lo cierto es que cuanto más antiguas eran las órdenes más

(34) El monacato en España e Hispanoamérica, Salamanca 1977. (35) El monasrerio de San Benito el Real de Snhogtín en la época nzodernn, 1985.

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interesadas estaban en mantener la hidalguía de sus profesos y, aunque las más modernas no eran tan quisquillosas, acabaron por requerir, cuando menos, la limpieza de sangre. La preferencia de los monacales -por lo menos de benedictinos y jerónimos- por aspirantes de ilustre sangre está más que probada; los jerónimos fueron los más duros en la selección; los jesuitas se nutrieron desde sus comienzos de gentes elevadas. El resto de las órdenes fueron introduciendo algunos requisitos para seleccionar a sus aspi- rantes. Los mendicantes, menos exclusivistas, admitieron a muchos de origen modesto, pues necesitaban gente para incrementar sus efectivos y cubrir las nuevas fundaciones; estos miembros poco seleccionados contribuirían a bajar el nivel social y espiritual, pero ninguna orden dejó de recibir representantes de la nobleza, aunque unas órdenes estaban más cerca que otras de las clases populares.

Los monacales contaban con 225 casas de varones y 60 femeninas; aun- que deberían estar en el campo, muchas de ellas se encontraban en las inme- diaciones do las ciudades y dentro de ellas, incluso. Los más numerosos eran los cluniacenses o benitos y los cistercienses o bernardos, seguidores de la regla benedictina, diferenciados por su hábito y poco más. Se organizaron en dos confederaciones, una en Castilla y otra en Aragón y en el siglo XVII eran muy duras las discrepancias internas. En el caso de los cistercienses, el Papa intervino para determinar que en relación con los nombramientos de cargos, los dos grupos septentrionales, gallegos y campesinos (de Castilla la Vieja y León) que eran los más numerosos, no dependerían de los manchegos y alca- rreños (Castilla la Nueva). También existen datos que evidencia la existencia de diferencias en Navarra.

Los benedictinos, aunque no estuvieran unidos internamente, mantení- an buenas relaciones con los demás frailes; los conventos tenían sus bienes independientes; desde siglos atrás no hacían fundaciones y como no polemi- zaban por las cátedras universitarias ni en disputas de escuela, no había los motivos de pugna que enfrentaban a las otras órdenes. Su vida claustral era serena y apacible. Por las informaciones de que disponemos, no parece haber duda de que a pesar de todos los intentos reformistas, en el siglo XVII hubo una progresiva relajación, bastante perceptible a finales de la centuria. El ora et labora se respetaba de forma incompleta, por cuanto se habían introducido una diferenciación de funciones. Estamos bien informados sobre lo que comían, extremo en el que también se había relajado la norma; diferencias internas en la condición de los distintos miembros establecían distancias entre ellos; el voto de pobreza se anuló al consentir los bienes propios y el exceso de riqueza contribuyó destacadamente a esa relajación generalizada. Una riqueza que llenó los monasterios de obras de arte y que ha dado pie a no pocas exageraciones. Mantener los edificios y vivir de los arriendos de sus

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RE4LID.bDtS Y TENDEKCIAS DL LOS ESTUDLOS SOBRE1.A ICLESIAESPANOLXEN ELSIGLOXVll 47

extensas propiedades no era todo lo rentable que se podía imaginar a prime- ra vista y lo demuestra la aparición de los monjes granjeros, consentidos por los abades para realizar una explotación directa, pese a los inconvenientes que creaban para la vida comunitaria. Para esta órden tenemos la suerte de contar con el relato de uno de sus miembros, extranjero, Joly, que realiza un viaje por España y nos da abundantes datos, que podemos aceptar sin gran- des reservas. Los monasterios de Poblet, de San Juan de la Peña, de Valldig- na ... eran centros de fama reconocida.

En 1992 se publicaron en Orense las Actas del Congreso celebrado el año anterior sobre San Bernardo e o Cister en Galicia e Portugal; reunión que constituyó todo un acontecimiento por cuanto la historiografía sobre la orden recibió un remozamiento y notables aportaciones, lo que hace de estos volúmenes una obra de consulta obligada. Además, venia a incidir sobre un campo previamente abonado: también en Orense, pero diez años atrás veía la luz el I Coloquio sobre el monucato gallego. Se abría así una fructífera acti- vidad investigadora de muy prometedoras perspectivas.

Además existían 16 casas de cartujos, 17 de basilios -estaban recien Ile- gados a España- y 48 de jerónimos, de las que 19 eran femeninas, con un esti- lo de vida parecido al de los benedictinos. Los cartujos mantenían su tradi- ción de vida apartada, aunque sus últimas fundaciones -Sevilla, Granada-, ya estaban en las inmediaciones de la ciudad. Reunieron una gran riqueza, rivalizaron internamente por conseguir los cargos y sus rentas se invirtieron en obras, cuadros y limosnas que hacen de algunas cartujas auténticas mara- villas (Granada, El Paular, El Hontanar, etc.). La orden estaba muy extendi- da por la península: con más densidad en la mitad sur y estaba ausente en Galicia y en la franja cantábrica (al contrario que los benedictinos); conser- vaban cierto ímpetu fundacional y a principios del XVII se fundaban los monasterios de Avila, La Nora y Caravaca; sus casas más ricas seguían sien- do Guadalupe y El Escorial.

Las órdenes mendicantes tenían un reclutamiento menos elitista y una vida dedicada al apostolado, sin trabajo manual y con las horas de rezo en común más reducidas. Los franciscanos eran los más numerosos: sin contar las femeninas, a fines del XVII, tenían 700 casas; los más abundantes eran los observantes, luego venían los descalzos y después, los capuchinos, que fueron los que más se beneficiaron del movimiento fundador en el siglo XVII, mien- tras que los descalzos fueron los que menos lo aprovecharon.

La orden franciscana cuenta con un excelente portavoz de su historia: la revista Archivo Ibero-Americano, cuyos artículos y monografías permiten detectar toda la trayectoria historiográfica para la orden en España durante

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los últimos setenta y siete años. En su dilatada vida (apareció en 1914 y se publica actualmente con la sola interupción de 1935 a 1941) ha dado a cono- cer trabajos y fuentes relacionados con la orden franciscana; en su temática se puede comprobar la progresiva actualización que experimenta y que es claramente perceptible en los últimos números, donde la incorporación de historiadores no franciscanos está propiciando la renovación metodológica, abandonando los viejos temas hagiográfico~'~~'.

La consulta de la revista ahora se ha facilitado bastante, gracias a los índices -hasta 1988- recogidos y ordenados por Rafael Mota Murillo y publicados en la revista("'. No existen trabajos importantes de alcance gene- ral para el siglo XVII, pero en la producción franciscana más reciente conta- mos con algunas obras de indudable utilidad para el periodo, como la del P. Lázaro Iriarte('@, que además de una exhaustiva recopilación bibliográfica da una ecuánime visión de los franciscanos y su labor entre los siglos XIII y XX. Muy valiosa también es la obra de M. de Castroo9', en la que se encuentra un excelente repertorio bibliográfico, que facilita mucho la labor de los investi- gadores que desean trabajar sobre cualquier aspecto de la orden en esta pro- vincia franciscana.

Varias órdenes se dividieron en el siglo XVI por movimientos de refor- ma y para diferenciarse de la rama fundacional se llamaron descalzos, con lo que querían indicar un mayor apego a la regla y austeridad. Pero con el paso del tiempo, su fervor decae y las diferencias se aminoran, de modo que en el siglo XVII la rama madre y la descalza se diferencian en ligeras discrepancias a la hora de interpretar la regla.

Los dominicos se reformaron sin dividirse, pero la orden pasó por una aguda crisis merced a la no aceptación por sus miembros de la Inmaculada en una polémica que en 1615-16 toma el carácter de enfrentamientos populares con quebranto del orden público. Felipe 111 solo pudo lograr un breve ponti- ficio en 1617 que ponía silencio a las opiniones contrarias a la Inmaculada; despues, la cuestión se calma, pero dejando un rescoldo amargo y acusador contra los dominicos, encastillados en su arrogancia y soberbia intelectual. También los dominicos cuentan con publicaciones en las que se abordan los temas propios de la orclen, entre ellas cabe destacar Archivo Dominicano, ya

(36) No vamos a poner más que un ejemplo, el trabajo firmado por 0. REY CASTELAO y B. BARREIRO MALLON, "El clero regular mendicante en Galicia: Evolución numéri~ ca, procedencia social y comportamientos de los franciscanos (SS. X V I ~ X I X ) " , en el t. 49 de la referida revista, nos. 195-196 (1989), págs. 459-490.

(37) En el tomo 49 (1989). págs. 195-297. (38) Historia Franciscano, Valencia 1980. (39) La provincia franci,~cuna de Santiago. Madrid 1983.

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REALIDADES Y TENDENClAS DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA IGLESIA ESPANOLA EN EL SIGLO XVll 49

consolidada; un buen instrumento es el índice, amplísimo en nombres y con- ceptos, publicado en 1980, de la revista Archivum Fratrum Praedicatorum. Otro hito importante fue el Congreso celebrado en Granada con motivo del Quinto Centenario del Descubrimiento de América con el rótulo Los domi- nicos y el Nuevo Mundo. Siglo XVII.

En cuanto a los bienes de las órdenes, tenían fincas rústicas y urbanas, censos, ganados, etc., por lo que si practicaban la mendicidad era solo como práctica humilde o complemento de ingresos; recibían mandas y legados nada desdeñables con frecuencia; los mismos franciscanos, además de las limosnas, vivían de su práctica sacerdotal (misas, misiones, etc.); se mantenía la costumbre de que cuando algún poderoso fundaba un convento, se obliga- ba a dotarlo con bienes que garantizaran su supervivencia.

Solo la suma de trabajos parciales nos permitirá avanzar con paso segu- ro en un terreno en el que ya hay aportaciones meritorias, si bien las específi- cas para el siglo XVII son muy escasas. En un volumen colectivo aparecido en 1985'"J, ya aparecían estudios sobre propiedades eclesiásticas en el siglo XVII, como el de Rafael Benitez Sánchez-Blanco sobre el monasterio de Nuestra Señora de los Angeles de El Puig, en la huerta valenciana y el de Enrique Llopis sobre Guadalupe; estudios que incidían en tendencias ya ini- ciadas con antelación por Francis B r ~ m o n t ' ~ " y Jean-Luc Charles'"]. Valgan estas muestras para constatar la existencia de un tipo de estudios que nos van ilustrando sobre las propiedades del clero regular, estudios que continuan apareciendo, como el de Luis Fernández Martín '"1, el de A.L.López Martí- nezCM' y, sobre todo, el de E.Pezzi'"J.

Entre las órdenes religiosas que rechazan el nombre de frailes estaban los canónigos regulares de San Agustín y los premonstratenses, con pocos efectivos y que no se diferenciaban de los monacales más que en una mayor

(40) L erplotation des grands dornaines dons 1'Espagne d'Ancien Régime, París 1985. (41) "Les finances du monasrere de Rioseco en Vieille-Casñlle (1650-17UU)", en L'economie

cisrercienne, Auch 1983. (42) "Producrion céréalieres, autoconsommation el marché: la grnnge cisrercienne de Cendrera

(1630~1711)", en Actas du Colloque Hispano-Franca* d'Histoire rurale, Madrid 1981; págs. 809-826.

(43) "Propiedades del Monasrerio donortinrra de San Bartolomé del Camino", en Boletin de Estudios Hisrúricos sobre San Sebasrián, no 19 (1985) págs. 215-219.

(44) La economio de las órdenes religiosas en el Antiguo Regimen, Sevilla 1992; un trabajo centrado en las propiedades y rentas de las órdenes religiosas establecidas en el antiguo reino de Sevilla (actuales provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla con las comarcas de Fre- genal y Antequera), que aunque abarca desde el siglo XIII al XVIII especialmente los siglos XVI, XVII y XVIII, y su contenido incide más en éste último siglo,

(45) El libro de cuencas del convento franciscano de Cuevas de Almanzora (1670-1693). Alme- ría 1993

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libertad. Por su parte. los jesuitas ya tenían a principios del XVII superada la difícil época fundacional, pero su número no se incrementó signiiicativameii- te a lo largo del siglo: eran unos 2.000 eii unas 100 casas. Felipe 111, su hijo y Olivares fueron decididos partidarios suyos. Con Carlos 11 hay fluctuaciones, pues D. Juan José fue más reservado con ellos; la protección real les valió la acusación de aulicismo y tampoco les favoreció el apego que les mostraban los grandes hombres. Casos de jesuitas apegados a la vida seglar como conse- cuencia de la influencia de la Corte, provocaron tensiones internas que se evidenciaban en los muchos secularizados o que cambiaban de orden, aban- donando la Compañía; iio obstante, la orden mantenía su unidad de cara al exterior, su fuerte jerarquización y la hostilidad de amplios sectores del clero: con el clcro secular tenían roces por querer mantenerse exentos de diezmos; con las universidades y profesores de Gramática, por cuestiones docentes. En cuanto a sus bienes, las casas de los jesuitas tcnían grandes bienes y muclias deudas por la mala administración.

Los estudios jesuíticos mantienen una gran pujanza y gozan de un nivel aceptable, aunque la escasez de inonografías para el siglo XVII siga siendo una constante. Uno de los principales medios para el estudio de la Compañía es el Archivunz Hzstoric~im Societntis lesci, cuya consulta resulta muy asequi- ble gracias a los tomos de Indices Generales, el primero para la época 1932- 1951 (tomos 1-XX); el segundo para los años 1952-1961 (tomos XXI-XXX) y el tercero para los años 1962-1981 (tomos XXXI-L).Así mismo, podemos encontrar información en obras más o menos amplias y de contenido muy variado. Util, por ejemplo, para poder valorar su proyección en el mundo de la enseñanza es el volumen publicado por la Universidad Pontifica de Comi- llas, con la edición a cargo de Eusebio Gil""; también lo son otros de alcance más restringido o localizado, como el de Evaristo Rivera Vazquez'"'; y el muy específico de Bernabé Bartolomé Martíne~''~'.

Los demás clérigos regulares tenían menor importancia; los escolapios estaban en Aragón y los filipenses u oratorianos, asi como los agonizantes, eran escasos.

En cuanto a las dimensiones interiores de la vida de los regulares no conocemos su estratificación interna, aunque está claro que en su seno exis- ten categorías diversas. En el Cister se distinguían: zurdos, legos, donados, familiares y conversos; en los benedictinos: los que habían tenido o tenían -

(46) El sisieinn ediicniivo de la Compnñín de Jes~ís. Lo "Rnrio Srodion~wi". (47) Gnlicin y los jesuitas. Sus colegios y mseiini izn en los siglos XV1 a l XVI11, La Curufia

1988. (48) "Liis esci~elns de gramáiica del Colegio Ii,,prrinl de Madrid diirnnre el siglo X V I I " , en

Anuario del Instiiiito de Esiuilios Madrileños. n" 17 (1980).

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cargos, los ancianos, los predicadores de fama, los graduados y los escolares; entre los jerónimos, los privilegios iban con la edad; los cartujos tuvieron disensiones entre monjes y legos. Un enfrentamiento muy generalizado en la época. "Como entre los monacales -escribe Domínguez 0rtíz'"''-, en las órdenes mendicantes y en los clérigos regulares había una estratificación interna que no siempre se marcaba sin conflictos. Dentro del esquema gene- ral dualista (sacerdotes ... y legos ...) hay variedad de situaciones ..." y algo más abajo añade: "Dentro de la clase superior, o sea, la de los religiosos, también abundó el siglo XVII en disensiones. Fué ésta una plaga de la que apenas se libró ninguna orden, excepto la Compañía, por su régimen autoritario; en la mayoría, que se gobernaban por métodos democráticos y elegían sus superio- res, se producían bandos que se enfrentaban en los capítulos y congregacio- nes, motivando frecuentes intervenciones del poder real".

Un aspecto que merecería un estudio comparativo es el de los sistemas de elección y gobierno interior, pues debía haber grandes diferencias y las imputaciones que se hacían al sistema electivo no deberían ser gratuitas (como la simonía o los desórdenes con ~notivo de elecciones). Benitos y ber- nardos dudaban entre la elección por los monjes de cada convento o por el Capítulo General y Definitorio. Divididos con frecuencia entre sí, los religio- sos eran un blonque al exterior. Dentro de los principios básicos de Teología, cada orden defendía tajantemente unos matices a los que se daba enorme importancia y esterilizaban las discusiones. Los carmelitas no pretendieron ser originales, los franciscanos estuvieron en armonia con los dominicos, quienes mantuvieron contra los jesuitas el enfretamiento más duro con cono- cidas y enconadas controversias (suarecistas contra tomistas; probabilistas contra probabiloristas, luchas por las cátedras de las universidades, etc.).

El número de monjas era inferior al de monjes y las ciudades, salvo algún caso especial como Córdoba, tenían más casas masculinas que femeni- nas. E n total habría unas 1.000 casas de monjas y la causa no era la falta de vocaciones, sino más bien la falta de medios, pues los conventos masculinos eran preferidos en los municipios por su dimensión social y hubo más dona- ciones de particulares para fundar casas de frailes, sin olvidar que los funda- dores y reformadores masculinos fueron más numerosos, ya que figuras como la de Santa Teresa fueron una excepción. Las monjas vivían en clausu- ra, no prestaban ayuda al vecindario, pues su labor docente y hospitalaria no existía; vivían dc las dotes de las profesas, de limosnas y de rentas, por lo general mal administradas; la mayoría de los conventos de monjas eran pobres y solo admitían a las que llevaban dote, con lo que se aseguraban un

(44) La Iglesia en ln Espiiñn de los sigios X V l l y XVI I . pág. 53

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mínimo vital, algo que no sucedía con los hombres. Muchas mujeres, sin posi- bilidad de entrar en un convento, formaban beaterios (emparedamientos), congregaciones de solteras o viudas recogidas en una casa, por lo general, contigua a algún templo, a cuyo párroco obedecían y se mantenían con su trabajo o bienes.

El estudio del monacato femenino recibió un impulso importante en el Congreso Internacional celebrado en León, en abril de 1992, bajo el rótulo El Monacato Femenino en España, Portugal y América (1492-1992). Baudilio Barreiro tuvo la amabilidad de hacernos llegar un ejemplar mecanografiado de su contribución al rni~mo[~'', donde aborda cuestiones de indudable inte- rés: la actitud de las Cortes ante lo que se consideraba un amenazante creci- miento del número de clérigos, la diferente evolución que experimentan las órdenes femeninas y masculinas en este periodo (según se evidencia en los datos que se aportan, pues de una similitud númerica entre ambas existente a fines del siglo XVI pasamos a una duplicación de los efectivos masculinos en relación con los femeninos en el siglo XVIII, desproporción en la que el siglo XVII tendría indudable responsabilidad), medios de subsistencia de las mon- jas (que llevan a escribir al citado autor: "Los datos anteriores permiten intuir que individualmente las religiosas, sobre todo las profesas en monaste- rios antiguos, disfrutaban de un confortable nivel de vida, impresión que se confirma a través de los expolios de las religiosas que hemos estudiado desde el siglo XVII a principios del siglo X I X ) , evolución de las profesiones, etc.

No debe olvidarse la lectura de obras como las de Julio Caro Baraja'"' y J. Sánchez Lora's2', que por su temática y periodo cronológico estudiado pueden resultarnos útiles, si bien el tipo de trabajo más habitual que encuen- tra el que se inicia en el estudio de estos temas consiste en la reconstrucción del pasado de un convento en un espacio de tiempo superior al siglo, como ocurre, por ejemplo, con el de C. Burgo Lope~ '~" , tipo de publicación en cuyo contenido hay que espigar los datos que interesan. Lo mismo se puede decir de Nicolás González y G~nzález(~*'; Luis Murngarren Zamora '55J. Especial- mente valiosas para nosotros resultan monografías como la realizada por

(50) Que lleva por titulo "El monncnm femenino en la Edad Moderna. DemografÍn y estructu- ra social".

(51) Lar formas complejas de la vida religiosa. Religión, Sociedad y Carúcrer en los siglos XVI y XVIZ, Madrid 1985.

(52) Mujeres, conventos y formas de la religiosidad en el Barroco, Madrid 1988. (53) Un dominio monástico femenino en la Edad Moderna: el monasterio benedictino de S.

Payo de Anteallares, Santiago 1986. (54) El monasterio de la Encarnación de Avila, siglos XV-XX, 2 vols., Avila 1972. (55) "Introducción de las órdenes religiosas en Guipuzcoa, siglos XVXVII", en Boletín de la

Real Sociedad Bascongodn de los Amigos del Pais, XXXCIIIZ (1982), págs. 117-156.

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Concha Torres Sánchez""', donde se reconstruyen los perfiles fundamentales de la vida de estas profesas, desde la vida religiosa dentro de los conventos hasta la economía conventual, pasando por las fundaciones y la vida cotidia- na. En la misma línea hay que situar el escrito por M. Leticia Sánchez Her- nández"" y el estudio de Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezare~'*~'.

La escasez de rentas explica la abundancia de monjas de procedencia noble y rica; en algunos conventos incluso se exigían pruebas de nobleza para ingresar. Las hijas de condición media o pobre se veían en situación angustio- sa para ingrersar cuando se impusieron las dotes elevadas y aunque había casos de ingreso forzoso por decisión paterna, estos no eran muy abundante; en caso de dos hermanas, a veces ingresa una en lo que era una solución no querida, para que la otra llevara un ajuar fastuoso. El carácter aristocrático de las monjas predominaba en monasterios como Las Huelgas, Caleruega, Santa Clara de Tordesillas, etc., fundaciones reales bien dotadas de rentas que los reyes del siglo XVII mantuvieron como sus antecesores y fundaron uno nuevo, la Encarnación de Madrid, fundación de la reina Margarita, espo- sa de Felipe 111; también fueron numerosas las donaciones a cortesanos, sol- dados y pretendientes para que pudieran reunir la dote de sus hijas. Numero- sas eran las peticiones de militares para que sus hijas fueran admitidas en los conventos de protección real. El exceso de peticiones producía favoritismo en la selección.

Aunque las nuevas fundaciones no provocaron las contradicciones que las masculinas, tampoco faltaron. Poderosas influencias allanaban cualquier obstáculo: una buena muestra es la fundación de las carmelitas descalzas de 1684 en Madrid, auspiciada por D. Nicolás de Guzmán, príncipe de Astillano. La desigualdad de bienes entre estas casas era grande, como entre las mascu- linas. Muy rica era la de Santa Clara de Medina de Pomar (panteón de los Duques de Frias); también lo eran los conventos de Sijena, de la orden de San Juan (8.000 escudos de renta) y de Las Huelgas, por citar unos casos. Con estos grandes monasterios solía ocurrir lo que con los masculinos: por la mala administración estaban endeudados y eso puede dar una idea de la situación de los conventos pobres. Todos recurrían a la caridad real, que a veces se tradujo en la concesión de un título de Castilla para que se benefi- ciasen de sus rentas, remedio más generalizado con Carlos 11. Además del recurso a la caridad real, las monjas recurrieron para sobrevivir a las peticio- nes de socorro a los municipios, a la elevación de las dotes (lo que preocupó -

(56) La clnusrira femenina en !a Salamanca del siglo XVII . Dominicas y Carnieliras descalzas, Salamanca 1991.

(57) El Monasterio de la Encarnución de Madrid. Un modelo de vida religiosa en e! siglo XVII , Madrid 1987.

(58) Sensibilidad religiosa del Biii-ruco Cnrinelitas Descalzas en San Sebasrián, San Sebastián 1990.

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a las aspirantes de condición poco acomodada), al trabajo manual de las monjas (consistente de forma predominante en tejidos y bordados, recurso que no se empleó en las casas de pretensiones nobiliarias) y a la admisión de señoras seglares en los conventos como pupilas o huéspedes.

Lo cierto es que nuestra información sobre los bienes y medios de vida de los conventos femeninos deja mucho que desear. Así lo señala sin paliati- vos Ofelia Rey Castelao, en su trabajo presentado al Congreso Internacional El Monacato femenino en España, Portugal y América (1492-19921, al que ya hemos aludido; un trabajo que consultamos en su versión informatizada ori- ginal gracias a la gentileza de la autora, que escribe: "No deja de ser llamati- vo el prolongado descuido historiográfico existente al respecto de las econo- mías del clero femenino", hecho que en España puede deberse a las sucesivas pérdidas de documentación y a la "falta de tradición de crónica interna entre las casas femeninas". Al margen de cual pueda ser su realidad concreta, podemos pensar con fundamento que en el siglo XVII ya estarían trazadas las líneas maestras que llevarían a la realidad que adelanta la doctora Rey Castelao: "La impresión general a mediados del XVIII es la de un clero femenino asentado desde el punto de vista económico en una amplia base patrimonial y crediticia y excluido en gran parte del dominio señorial y de la participación en ingresos estrictamente eclesiásticos". Queda por delante, pues, un largo camino que recorrer en este terreno, cuyas carencias se podrán ir paliando en parte gracias a trabajos como el de Concha Torres Sán- c h e ~ " ~ ' y como la Memoria de Licenciatura de Carmen Soriano Triguero'"", defendida recientemente.

Tambien se percibe en los conventos de monjas la tendencia a la con- centración urbana; apenas si los hubo en despoblados y fueron escasos los de pueblos pobres o pequeños. En el siglo XVII no Iiay más que un movimiento de reforma, debido al rigorismo ordenancista que siguió a Trento, donde las monjas no pudieron hacer oir su voz y la reforma se canalizó en el sentido de cortales toda comunicación con el mundo exterior al convento, es decir la imposición de la clausura en sus términos más severos, generalizándose ahora una serie de elementos que plasman en los edificios la nueva concep- ción de la vida conventual femenina (conventos con apariencia de fortalezas, rejas con pinchos que alejan de su proximidad, etc.). Pero ante las resisten- cias y protestas, el poder secular hubo de intervenir y en dos momentos esa intervención se intensifica: a priiicipios del siglo, cuando Felipe 111 secunda -

(59) "El conirxro histsiúricu riel Cornzelo femenino en los siglos XVI y XVII: el convenio de Salamanca'', en Lo Mi~iicn del S i ~ l o XVI, Salamanca 1990.

(60) El convento <le Sonro Clara de Madrid. 1," vido de las cinrisas en lo Corle (Sicíos X V l l ~ XVIII), Facultad de Geograiia e Historia. Universidad Complutcnsc dc Madrid 1993.

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REALIDADES Y TFUDFKCIAS Ot LOS CSTUDlOS SOBRE LA ICLtSM I;SPAfiOL+\EN EL.SlGLO XV l i 55

las gestiones de los papas y a mediados, cuando Felipe IV quiso imponer un clima nacional de austeridad. En general, durante todo el siglo colaboraron ambos poderes; no ocurría lo inismo con los poderes municipales, que apoya- ron la resistencia de las monjas, quejosas de que se les obligara a vivir una regla más dura que la existente cuando ellas ingresaron, una regla que se debería aplicar solo a las nuevas profesas. Pero sus quejas carecieron de eco.

El tema de la reforma de las monjas está ya planteado a principios del siglo XVII y en la correspondencia con el nuncio se alude a él con frecuencia, pero con Felipe 111 no se acometió con interés. En cambio, el moralismo de los inicios del reinado de Felipe IV no olvidó la reforma monástica y un ele- mento clave para imponerla era el gobierno interno de los conventos, donde chocaban los prelados con los frailes, quienes querían un protectorado -abu- sivo- sobre las monjas de su orden, pugna en la que los reyes se inclinaban por estos. Cuando en 1623 llegó un breve pontificio poniendo los conventos de monjas bajo la autoridad del ordinario, Felipe IV impuso un año de mora- toria al breve, moratoria que luego prorrogó. Los inconvenientes tantas veces denunciados remitieron, pero no desaparecieron. La frecuencia de los males que denuncian las patentes está aún por determinar en su exacto alcance, dc la misma forma que es necesario someter las visitas y las memo- rias correspondientes a un cuidadoso análisis que permita establecer con pre- cisión los perfiles de la vida conventual en el siglo XVII, un siglo en que si parece claro que se registra en los conventos un progresivo desplazamiento hacia un régimen de vida menos riguroso, a veces hasta fácil y regalado.

Sobre los bienes eclesiásticos y sus rentas nos faltan más estudios de los que disponemos en la actualidad. No obstante, se puede adelantar que eran de un volumen grande y estaban desigualmente repartidos; ello explica el mayor número de frailes que de monjas y la abundancia de eclesiásticos en unos lugares frente a su escasez en otros. La imagen que en el siglo XVII seguía ofreciendo la Iglesia era la de poseer una gran riqueza y sobre ella corren muchas exageraciones, siendo imposible hoy por hoy aclarar la cues- tión en sus justos términos, pues las estimaciones de que disponemos son muy vagas y poco fiables: una de 1630 cifra las rentas eclesiásticas de Castilla en 10.410.000 ducados y las totales en 113.000.000, estimaciones que Domín- guez Ortíz, considera cortas en un 50 % y añade que en el Catastro de Ense- nada, donde la situación no había variado sustancialmente de la del siglo XVII, la renta del clero castellano se evalúa en 346.000.000, algo más de 118 del total de 2.650.000.000 de reales; como la amortización ha progresado hasta entonces, en el siglo XVII la renta eclesiástica supondría 116 o 117 del total nacional y como los eclesiásticos y las personas a su cargo supondrian un 4 %, la renta individual de los eclesiásticos sería el triple de la media, sufi- ciente para que vivieran en bienestar, si no fuera por las cargas estatales de las obras benéficas.

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Recientemente, estas cifras han sido afinadas por A.M. Berna1 y A.L. López Martínez'"). En efecto, las cifras que utilizan ambos autores son: la renta nacional de Castilla: 1.243.000.000 rs. y la renta eclesiástica: 133.584.000 rs., lo que supone que esta equivalga al 10,75 % de la de aquella. A partir de este planteamiento, los referidos autores recogen la distribución regional de la renta eclesiástica, su composición y el estudio particularizado de algunas de esas rentas, aunque los datos corresponden básicamente al siglo XVIII, lo que no merma en absoluto para nuestro objetivo en estas páginas el valor de este trabajo, de consulta obligada para todo el que quiera moverse con un mínimo de aproximación en un terreno de estudio tan fragmentario actual- mente como es el de la renta eclesiástica.

Entre las rentas eclesiásticas, las primeras eran las de sus posesiones rurales: según el Catastro de Ensenada, esas rentas suponían 281.000.000 frente a los 80.000.000 que montaba la percepción del diezmo (aunque son cifras que no se pueden comparar realmente, ya que la primera es bruta y la última, neta). La participación de la Iglesia en actividades industriales o comerciales era muy reducida, pero sí tenía una clara predilección por la inversión en juros y rentas urbanas, llegando a poseer muchas fincas urbanas en las grandes ciudades; los juros que poseyó también fueron muchos, sobre todo los que estaban en poder de las monjas, y como todos los demás poseso- res, la Iglesia sufrió los efectos de su depreciación, especialmente desde 1636, cuando comenzaron los descuentos. Por lo que respecta a los censos, sabe- mos que en 1638 los censos de más de 30 ducados poseidos por la Iglesia sumaban 148.698.636 maravedises, mientras los que estaban en poder de par- ticulares llegaban a los 271.962.614; en los de menos de 30 ducados, las cifras de los pertenecientes a una y otros eran 100.065.609 y 49.993.916, respectiva- mente'"). Precisamente, la condición de prestamistas será uno de los elemen- tos que más contribuyen a generar una mala imagen de eclesiásticos, algo en lo que se ven implicados todos los institutos religiosos, a tenor de lo que se desprende de publicaciones como la U. Gómez al va re^'^^).

Otro hecho comprobado era la desigualdad del reparto de las rentas eclesiásticas, que empezaba por arriba: las 55 sillas episcopales tenían una renta de 1.500.000 de ducados, pero la tercera parte de la suma la reunían las de Toledo, Sevilla, Santiago y Valencia; había obispados con 45.000 ducados -Cuenca, Córdoba, Málaga y Plasencia-, mientras otros no llegaban a la -

(61) Cf. "Las rentas de la Iglesia española en e1 Antiguo Régimen", publicado en Iglesia, Socie- dad y Estado en España, Francia e Italia, Alicante 1992, págs. 15-40.

(62) Según los datos que nos ofrece A. DOMINGUEZ ORTIZ en el apéndice de su libra Política y hacienda de Felipe IV, Madrid 1960.

(63) Estudio histórico de los prestamos censales del Principado de Asrurias jlh80~1715), Luar- ca 1979.

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REALIDADES Y TENDENCIAS DE LOS ESiUDlOS SOBRE LA IGLESIA ESPAÑOW EN EL SiGLO XYIl 57

décima parte: los más pobres eran los de Galicia, seguidos de los catalanes (porque la mayor parte de los diezmos estaba en poder de los señores segla- res).

En las rentas de los obispados estamos con un nivel de información aceptable y se va incrementando progresivamente, pues a las visiones de con- junto de que disponiamos se van sumando estudios más concretos. En efecto. Domínguez Ortíz empezó a desbrozar el c a m i n ~ ' ~ ' ; unos años después veía la luz el trabajo de Ch. Hermann'iil; más reciente es el trabajo de M. Barrio Goza10'~~'; más concreto en el ámbito al que se refiere es el de Ofelia Rey Castelao "'1.

La desigualdad en las rentas seguía por el clero catedralicio: un canóni- go toledano o sevillano tenía una renta de 2.000 ducados; uno de Córdoba tendría 800 o 1.000, mientras que los de Astorga o Almería no pasaban de 300 ni los catalanes superaban los 250. Y entre las parroquias, las diferencias también eran grandes: las más ricas podían ofrecer a sus párrocos 1.000 o más ducados de renta, pero en algunas de las pobres, el párroco dependía de la caridad de sus feligreses. Por eso no podemos sorprendernos de que algunos prelados acumularan dinero y beneficios, muriendo dueños de una gran for- tuna (como D. Juan Pacheco, Inquisidor General, que dejó a su muerte 600.000 ducados en efectivo) y ni de que en un memorial de 1675 (dirigido a la Regente por el Procurador del Estado Eclesiástico) leamos que la necesi- dad de muchos clérigos era tal "que se hallan obligados para sustentarse a ocuparse en ejercicios extraños y ajenos a su profesión y al arbitrio de que los obispos unan dos y tres lugares para que tengan congrua...". Lo verdadera- mente sorprendente es que tamañas desigualdades se acepten como si fueran la cosa más normal, pues las voces de protesta que se dejaron oir fueron voces aisladas, como la del arbitrista Pedro López del Reino (que propuso un plan de reparto de las rentas del clero en 1624). En cualquier caso, es este un complejo campo de interés en el que no podremos movernos con mayor seguridad hasta que no sean frecuentes trabajos de la índole del de F. Feo Parrondo '6xl,

(64) Cf. "Lo.Y rentas de los rela lados de Casrilla en el siglo XVII", en Anuario de Historia Eco- nómico y Social, 111 (1970), págs. 437 y SS.

(65) "Les revenus des éveques espagnols au XVlIle siecle (1650-1830)", en Melanges de la Casa de Velúzquez, t . X (1974), págs. 169-201.

(66) "Perfil socioeconómico de una élite de uoder: los obisuos del reino de Galicia, 1600-1840". e n ~ n t h o l o g i c a ~ n n u a , "'32 (1985), pags. 11 y ss.

(67) "Estructura v evolución de una economía rentista del Antipuo Rérimen: la mitra arrobis- / J , l ,'. > , U , ! , , & . < , ' , < , , < , , , l (< , , ,~ l l ! , , , , , ? , ,, > 3.4. ,.*l \ \ X \ ' l.J.#,f,, ,,.id. 45*.43+

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Después de las rentas de los bienes inmuebles, el diezmo era el ingreso más importante del clero español y sorprende que apenas si hay trabajos sobre él, posiblemente porque las fuentes para estudiarlo son tantas y tan variadas que actúan disuasoriamente. El diezmo, como sabemos, era la déci- ma parte de la producción agropecuaria; era un producto bruto; su percep- ción fué manzana de discordia entre eclesiásticos y seglares y entre los mis- mos eclesiásticos, dada la simpleza y generalidad de las leyes canónigas. En algunos lugares se pagaba diezmo por productos no agrícolas (la barrilla en el sudeste Cartagena-; la pesca en Galicia; pastos y bosques en Jaen; la renta de los molinos en Plasencia, etc.), pero eran casos excepcionales; en la meseta del Duero también se hacía pagar diezmos a mozos de labor y cria- dos.

En el siglo XVlI, la recaudación del diezmo seguía implicando una compleja organización: cada parroquia era un ente autónomo para percibir el diezmo y designaba un cillero o tercero (por lo general era militar, sacristán, clérigo, maestro de escuela o similar) para recaudar, guardar y repartir los frutos decimales; las cillas o almacenes estaban construidos con frecuencia adosadas a la iglesia. Para disminuir gastos y ahorrarse problemas era normal que los principales beneficiarios arrendasen la percepción de los diezmos, por loa menos en el caso de los diezmos mayores, pues para los menudos - más dificiles de valorar y recolectar- lo normal era la administración.

No sabemos con qué exactitud se pagaba el diezmo: era soportable para los labradores acomodados, pero resultaba insoportable para los arren- datarios y pequeños propietarios; en su entorno se generó una variada pica- resca y muchas corruptelas, todas en pos de una defraudación que existía, pero que no es Iácil determinar. Los incidentes violentos en la recaudación diezmal serían pocos; al clero, más que las trapacerías de los pobres diablos, le preocupaban los manejos de los grandes propietarios. Las pugnas entre seculares y regulares por mor de las percepciones fueron constantes.

Por lo que se refiere a la cuantía de los diezmos en el siglo XVII, solo tcnemo cálculos aproximados, sin exactitud; en 1623 el reino los cvaluó en 7.000.000 de ducados los de Castilla, lo que supondría uiios 9.000.000 para toda España; pero descontando fraudes, gastos y diezmos percibidos por legos, más la parte que tenía el Estado, no es presumible que el clero llegara a recibir la mitad de esa suma. En Castilla, los diezmos recibidos por legos no eran muy abundantes; más frecuentes lo eran en Galicia y muy fecuentes en Cataluña; en conjunto, suponían una sexta parte del total de los diezmos. Y por lo que hace al reparto de los diezmos, obispos y cabildos se llevaban la mayor parte.

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RE.hLlDhDES Y Tti\,¡FNCliiS DL LOS ESTLIDIOS SORRF I.A lGLESiA ESPAÚOLAEN EL SlGLO XVl l 59

Contamos con monografías que nos van ilustrando sobre pormenores diversos relacionados con el diezmo y tributos relacionados con la Iglesia. Buena prueba de ello son los libros de M. Garzón Pareja!"' y de J.A. Alvarez Vázquez!'"' o la Memoria de Licenciatura, defendida en 1985 en Cádiz por Francisco M. Traverso Ruiz"". Pero sería deseable una incentivación en este sentido. Sin embargo, en ciertos aspectos podemos empezar a darnos por satisfechos, como ocurre con el Voto de Santiago y el entorno que rodea a esta renta, gracias a las publicaciones de Ofelia Rey Castelao"".

La riqueza de la Iglesia provocó numerosas críticas y constantes esfuer- zos de la realeza para apoderarse de parte de ella. La inmunidad tributaria eclesiástica era de origen medieval, pero en la Edad Moderna se mostró imposible de mantener, pues las necesidades del Estado requerían la aporta- ción económica de nobles y eclesiásticos. En este particular estamos acepta- blemente informados en sus líneas fundamentales y lo que sabemos puede sintetizarse así. En el caso del clero, unas veces contribuyeron sus miembros como vasallos, otras como estamento, pero siempre era precisa una conce- sión papa1 y con Felipe 11 se consiguieron las aportaciones más definitivas y sustanciales: la cruzada (de tiempos de los Reyes Católicos), el subsidio (en 1561, con Pio IV, 420.000 ducados, concedido contra los mahometanos y pro- rrateado entre los titulares de prebendas eclesiásticas) y el excusado (el diez- mo de la tercera finca más rica de cada parroquia, concedido por Pio V cuan- do se sublevó Flandes). La Congregación de Iglesias ajustó el excusado en 250.000 ducados para evitar ilitromisiones, lo que sumado al subsidio llegaría a los 800.000, una ciIra bastante apetitosa.

La concesión de los millones la logró Felipe 11 con la condición de que nadie quedara exento; el Rey consiguió del Papa el correspondiente breve, pero los eclesiásticos protestaron siempre contra un impuesto que considera- ban lesivo de su inmunidad. La Santa Sede había hecho sus concesiones coi1 carácter temporal y para las Tres Gracias (cruzada, subsidio y excusado) la concesióii debía renovarse cada cinco años; la de los millones, cada seis. Feli- pe 111 introdujo pocas novedades en este terreno. Felipe IV puso en marcha una audaz política que sacrificó a la Iglesia tanto como a los demás grupos sociales; las Tres Gracias siguieron cobrándose y la Corona disponía de ellas cada vez con mayor libertad; se introdujo la mesada eclesiástica y se obtuvo el cobro de tres décimas: una en 1632 (600.000 ducados) y otras en 1648 y 1662

(69) Diemiory tribriros del clero 'le Grnnnda, Granada 1974. (70) Los dieznios en Znniunr 0500-1840). Zamora 1984. (71) Los dierwius del obispiiilo <le Cádir: Percepción, <lisr,irihución y evolución ( I í91~1648) y

publicada en parte cn Hi.sponin Sacra, VII~XII (1987). págs. 567 y sr. (72) Sobre todo a su Hisroriogi-rrfin del Voto de Snnliago, Santiago 1986 y a El Volu <le S<inriii~

go. Claves de iiit cunflicro, Santiago 1993.

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(de 800.000 cada una); además contribuyó el clero en los numerosos donati- vos que se exigieron y en otros arbitrios. Los recaudadores públicos, ante la posibilidad de que los eclesiásticos fueran unos defraudadores, extremaban su celo y en no pocos casos se produjeron incidentes, en los que el clero ame- nazaba con la excomunión y con la cessatio a divinis (una especie de huelga eclesiástica).

Los problemas que encontró Carlos 11 fueron semejantes a los de Feli- pe IV. Se logró la renovación de los millones con la consiguiente protesta del clero, que provocó el incidente más grave en 1686, cuando expiró la conce- sión y se pretendía que se siguiera pagando; finalmente llegó la renovación. Se cobró también otra décima (800.000 ducados, reducidos a 490.000 por petición de la Iglesia de Castilla). Los conflictos se produjeron también entre la iglesia y los municipios por las imposiciones de sisas. La mayor parte de tales incidentes se plantearon en la segunda mitad del siglo y se advierte que conforme progresa la centuria menudean las quejas por fraudes, que en el caso del clero secular se refieren a ordenaciones hechas para sustraer los bie- nes de los ordenados al Fisco, a fundaciones de capellanías para familiares con el mismo objeto y a las interminables disputas sobre si debían o no tribu- tar los bienes de los eclesiásticos. En el caso de los regulares, las quejas se refieren a ventas en los monasterios sin someterlas a las sisas; otras veces se Ics acusaba de contrabando.

Hace poco, de la pluma de Elena Catalán Martínez, hemos recibido una sustanciosa aportación sobre estas cuestiones~"), que se refiere principal- mente al siglo XVII, a los obispados de Calahorra y de La Calzada y a la recaudación y empleo del subsidio y el excusado, descendiendo a pormeno- res muy interesantes para poder movernos con más seguridad en estas dimensiones.

Otras fuentes de recepción por el Estado de dinero de la Iglesia eran las pensiones que pesaban sobre obispados, que Felipe 111 suavizó, pues habí- an llegado a suponer un tercio de las rentas episcopales, y se determinó en 1611 que no excediera de la cuarta parte de la renta líquida y debían proveer- se en sujetos útiles a la corona sin otro requisito que la prima tonsura. Con el Conde-Duque el criterio de la Corona vuelve a endurecerse, dadas las nece- sidades de la Hacienda, llegándose en algunos momentos a un auténtico expolio de los obispados más ricos, empezando por el de Toledo, siguiendo por Málaga, Sevilla y Córdoba, llegándose poco a poco a la práctica de divi- dir los obispados en tres categorías: a los más ricos se les cargaba un tercio de

(73) "La participación de la Iglesia en el pago de las deudas de la Corona, 1543~1746", en Igie- sia, Sociedad y Esrado en .. ., o.c.

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REALIDADES Y TENDENCIAS DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA IGLESIA ESPAROLA EN EL SIGLO XYIl 61

su valor; a los medianos, la cuarta parte y nada a los obispados pobres. Según una relación de 1682, los de primera categoría eran 11, los de segunda, 19 y quedaban exentos 6 (el de Ceuta, 3 gallegos y 2 andaluces). El destino de las partidas no varió gran cosa: obras de caridad, individuos beneméritos y corte- sanos. Estas pensiones suponían unos 300.000 ducados, de los que 40 o 50.000 correspondían a la Corona de Aragón. A ellas había que sumar las pensiones cargadas sobre dignidades y canonicatos de sedes muy ricas e incluso cargos importantes con emolumentos oficiales insuficientes se completaban con recursos extrapresupuestarios y la atribución a estos personajes de bienes del Patronato era solución habitual, hasta el punto que no faltaron quienes cre- yeron que los beneficios eclesiásticos eran transmisibles y negociables, pro- vocándose un trasiego de cargos eclesiásticos nada edificante.

Además, la misma Curia romana se llevaba cuantiosas rentas de la Iglesia española por varios conductos, cuyo monto no es fácil de evaluar, pero era elevada, sin duda; bulas de los obispados, expolios, vacantes, conce- sión en Roma de coadjutorías, entre otras, eran las fuentes de esas sumas y las ocasiones de disputas con Madrid y con la propia Iglesia española.

E n cuanto a su relación con la sociedad hemos de admitir que es un terreno en el que nos podemos mover con certezas, pues hemos de partir de la existencia de un hecho incuestionable: la integración de los eclesiásticos en el resto de la sociedad, en la que tienen una gran ascendencia y ejercen una influencia considerable. Tal inserción es lógica, pues el clero no era un grupo cerrado ni exclusivista, ya que se reclutaba en todos los medios sociales. Ahora se avanza mucho en esta línea de la mano de investigaciones y traba- jos que se situan en la historia de las mentalidades, por lo que los datos direc- tos referentes al clero son escasos, pero nos hablan de la espiritualidad, prác- ticas piadosas y otras dimensiones de la vida religiosa, actuando como indicadores en la cuestión planteada en este párrafo.

Sabemos de la vinculación del clérigo con su pueblo natal, pues fueron muchos los que nos legaron una crónica de su solar de origen (la mayoría cronicones apologéticos, inexactos y de poco valor) y los que se esforzaron en la conservación de las lenguas regionales. Otra muestra del apego a la tie- rra era el afán de mantener su autonomía en relación a las autoridades extranjeras, incluso a pesar del universalismo monástico.

También sabemos que en el siglo XVII continuaron llegando muchos individuos a la vida clerical despues de una larga existencia de aventuras y andanzas de toda índole (ya se decía fraile que fue soldado sale más acerta- do) . Pero no es menos cierto que tales casos fueron haciéndose cada vez más raros y que se convirtieron en los elementos más numerosos los procedentes de los grupos sociales medios e inferiores.

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Del movimiento misional también conocemos sus líneas maestras: alcanzó su cima en el siglo XVII; los métodos ya se conocían y no había más que aplicarlos, lo que se hacia rutinariamente en demasiadas ocasiones; el teatro de operaciones se extendió por toda la península, especialmente por las dos Castillas y Andalucia, en una actividad en la que apenas interviiio el clero secular; fue obra de los regulares, especialmente capuchinos y jesuitas; además, los conventos eran centros de irradiación apostólica y evangélica. Mientras los regulares actuaban con ejemplo y persuasión sobre las gentes, la jerarquía secular preiirió utilizar métodos coactivos con multas y otras penas temporales cuando no se cumplían los preceptos.

Las autoridades eclesiásticas exigían los títulos de prcceptores y mate- rias de primeras letras, en oposición a las autoridades civiles; más raras fue- ron sus pretensiones sobre la censura de comedias, aunque tenemos algunos casos; el pueblo esperaba que el clero les ayudara y protegiera contra los abusos del Poder y en las calamidades; su labor asistencia1 caritativa era muy grande y contribuía de forma directa a hacer más popular a la Iglesia. Los grandes señores tenían consejeros religiosos; los patronos prestaban sus armas a los conventos que fundaban y los religiosos mantenían un trato estrecho con sus patronos.

La instruccióii pública era otro de sus campos de acción, como las uni- versidades y la ensefianza media; aunque la mayoría dc las órdenes practica- ba esporádicamente esta actividad, los jesuitas sí se dedicaron sistemática- mente a ella, sobre todo en los estudios medios, pues en los universitarios reclamaban un lugar que doininicos y franciscanos no cedían fácilmente.

Ni qué decir tiene que dc todas estas cuestiones serían bienvenidas muchas monografías, que en los temas que acabamos de abordar tan sucinta- mente, perfilen los contornos y dimensiones superando los nivcles informati- vos que tenemos, procedentes en su mayor parte de fuentes impresas siglos atrás.

En cuanto a la relación Iglesia-Estado, los quc se han ocupado del tema lo han hecho, predominantemente, en un plano diplomático y jurídico, uno de cuyos mejores exponentes es Quintín Aldea"". En este terreno se ha caido con cierta frecuencia en dos extremos: pensar en la España del siglo

(74) Igiesin y Esioilo eii !a Espoñn de! i~!o X V I L Comillas 1YhI El iiúcleo bdsico dcl libro es la disputa entre Urbaiio VI11 y Felipe IV en 1631-1632. Y. sobre lodo, su "Igirsio y Esa- (10 en ln época barroco". en 21 t. XV dc lii tistoi-ia de Esj~oi io Iiindada por MenEndcr Pidal, Madrid 1982, págs. 525-633. en donde lar cuertii,nes s0ii agrupadas bajo trcs gran- des rótulos: la sacralización del poder. niveles de comercio y coiilaclo y la scgunda fasc d c la Cantrarreforrna.

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REALIDADES Y TENDENCIAS DE LOS ESTUDIOS SOBRE LA IGLESIA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XYll 63

XVII como sumisa a la autoridad clerical y pensar en la Iglesia española como casi esclavizada por ministros regalistas y un Estado absorvente.

Lo cierto es que tenemos eclesiásticos en las esferas gubernamentales, pues lo reyes no solo veían en ellos a posibles gobernantes, sino también hombres cultos y refinados, despegados de apetencias y complicaciones iami- liares. Normal era también que un prelado ocupara la mayor dignidad del reino: la presidencia del Consejo de Castilla; también los hubo virreyes y en el reinado de Carlos 11, la falta de cabezas acentuó la presencia de los ecle- siásticos en puestos de responsabilidad, sin olvidarnos de los confesores rea- les, puesto de enorme importancia y que no ha sido estudiado~omo se mere- ce, pues solo disponemos de una discreta monografía de José Espinosa R~dríguez"~' , igualmente era apetecido el confesonario de los validos, dispu- tándoselo las órdenes religiosas. Los jesuitas progresaron mucho en el siglo XVII en el terreno que nos ocupa y se convirtieron en los más significativos de la Corte con Felipe IV y Carlos 11. Y no faltan casos de religiosos creado- res de problemas y preocupaciones para los gobernantes, como Fray Juan de Castro O.P. con Carlos 11, que intervino en el asiento de negrps, o el irancis- cano descalzo Fray Beniro de Soledad, autor de proyectos y propuestas irrea- lizables y agitador del pueblo de Madrid, lo que le vale el destierro.

En otra dimensión, la autoridad que en materias no dogmáticas ejercí- an los reyes sobre la Iglesia resultó beneficiosa para la disciplina. El ahsentis- mo episcopal no fue grande; como eran los mismos eclesiásticos los que, a veces, reclamaban esta intervención, los reyes se inmiscuyeron en asuntos espirituales, como demuestra la cédula de 23 de marzo de 1678, dirigida a todos los obispos de España para que informasen sobre los sínodos que habí- an celebrado (eD algunos sínodos del siglo XVII asistieron representantes seglares), pues muchas materias eran de carácter mixto (diezmos, entierros, maestros de latinidad, etc.), prueba de la confusión de jurisdiciones existente.

Los campos para la intervención real eran varios. E n primer lugar, los apuros económicos de la Monarquía, por los se que reclama a la Iglesia fre- cuentes ayudas -como hemos visto-, sobre todo después de 1640. E n segundo lugar estaban las disensiones de los miembros del clero: regulares contra seculares, obispos contra canónigos, etc. El pase regio era otro punto funda- mental de las regalías, asegurado con el consentimiento de la propia Iglesia. Pero sin duda, la cuestión que más conflictos causó en el terreno jurisdiccio- nal, fue la inmunidad personal y real de la Iglesia. -

(75) Fray Antonio de Soio~nuyor y su correspondencia con Felipe IV, Vigo 1944.

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En cualquier caso, este abanico de temas no va a quedar aquí más que esbozado. Razones de espacio nos exijen terminar ya y no alargarnos en cuestiones que podemos considerar marginales al principal objetivo que per- seguiamos en esta ocasión, sobre todo si tenemos en cuenta que en muchas de las obras citadas a lo largo de estas páginas se encuentran referencias bibliográficas y datos concretos sobre todas ellas.

Enrique Martinez Ruiz

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ALMOOAREN. 13. (94) PBgi 61 94 OCENTRO TEOLOGlCO DELAS PALMAS

VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XVll

CATEDRATICO EMERITO DE HISTORIA MODERNA U N E.D. SEMlNARlO DE ESTUDIOS HISTORICOS CANARIOS ISEHlCl

D e b e m o s felicitarnos por la nueva ocasión que nos brinda el Centro Teológico de Las Palmas, al reunirnos en esta V Jornada de Historia de la Iglesia en Canarias. Significa la consolidación de las Jornadas, como prueba el aumento de la concurrencia, a pesar de las dificultades que implica aportar novedades sobre la Iglesia de las islas en el Seiscientos.

Dificultad, además paradójica. ¿Cómo esta centuria, a pesar de ser nuestro Siglo de Oro, tanto desde el punto de vista económico como social, es la peor conocida de la Modernidad y, especialmente, por lo que al área de la Iglesia se refiere? Conocemos mucho mejor los pasos iniciales del aposto- lado y el Siglo del Renacimiento o el de la Ilustración. Desconocimiento sólo comparable al de nuestra pasada centuria.

Se me señala, para que realice una valoración de las aportaciones histo- riográficas para el Seiscientos, lo que me conduce después de descartar algu- nas opciones, a continuar con el modelo que adopté para realizar una tarea semejante por lo tocante a la Historia de la Iglesia para el conjunto de los

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66 ANTONIO DE RETHENCOURT MASSIEU

siglos, como ponencia de una sección en el X Coloquio de Historia Canario Americana celebrado el ano pasado"'.

De otro lado, la magnífica exposición que ha realizado mi colega y ya viejo amigo Enrique Martínez Ruiz sobre la actual tendencia de este tipo de estudios en España, me exime de explicar las razones del eclipse del interés entre los universitarios de la Facultad de Historia por el pasado de la Eclesio- logía y su vuelta a la misma del brazo y por el interés de alcanzar el conoci- miento de las mentalidades y comportamientos colectivos. Realidad avizora- da ya en 1942 por Lncien Febvre en su Probleme de l'incroyance aux X V l é m e siécle. La religion de Rabelais, que adquiere perfiles de campo científico en la década de los 70, por algunos discípulos de la Escuela de Annales.

Me reduciré en esta ponencia a tres extremos. Trazar un cuadro sobre lo mucho que ignoramos y tendremos forzosamente que investigar, si preten- demos colocar esta parcela de nuestro pasado a nivel de otras que van alcan- zando el hoy exigido por lo que se refiere a contenidos temáticos y metodoló- gicos adecuados.

A continuación, un muy breve repaso a las fuentes ,y la carencia de un equipo de la necesaria calidad científica, ambas como base explicativa de las razones que hasta ahora han impedido la elaboración de monografías que permitan realizar la síntesis imprescindible.

Finalmente, trataré de realizar una aproximación - y digo aproximación y no catálogo exhaustivo - de lo publicado hasta la actualidad, con el fin de valorar los resultados hasta ahora obtenidos, que necesariamente contrasta- rán con el planteamiento inicial.

1. DEMANDA DE UNA PUESTA AL DIA

Si tuviéramos en cuenta el concepto enunciado por Marc Bloch: la his- toria debe estar presente donde quiera que haya hombres, carne humana, no cabe la menor duda que la tradicional historia de la Iglesia nos resulta insufi- ciente a todas luces. Fundamentalmente, por la imperiosa necesidad de abrir- la a las nuevas y cada vez más complejas corrientes historiográficas. D e esta forma perderá su carácter endogámico que la ha caracterizado, carácter reforzado por el papel primordial y casi exclusivista que en la misma ha juga- do la Teología. Como consecuencia un precipitado que hizo de la historia

(1) A. BETHENCOURT MASSIEU, "Hisrorin de la Iglesia en Canarias: Estado de la cues- tión''. En X Coloqrdiu de Historia Canario-American (1992). Las Palmas de Gran Cana- ria, 30 nov.- 5 dic. (En prensa).

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VALORAClON DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE E l SIGLO XVll 67

eclesial, una ciencia, si se me permite, especial, con estatuto propio y diferen- ciado ' 2 ' .

Concepción que desde la década de los cincuenta ha sido puesta, entre otras muchas, en entredicho por un Delameau. Poco más tarde se abrió una ancha senda, consecuencia de la doctrina del Concilio Vaticano 11, que tiene como ejemplo paradigmático la Historia de la Iglesia dirigida por H . Hendin y dada al público por la editorial católica Herder.

UNA TEMATICA NOVEDOSA

1.- L A DOCTRINA. Estamos obligados, en primer lugar, a estudiar una espiritualidad tan rica como la del Barroco, consecuente en gran parte del humanismo renacentista e hispánico, la supervivencia del erasmismo, y fundamentalmente el neotomismo de la escuela salmantina, que acabó impo- niéndose en el Concilio de Trento. Pero al tiempo, entendiendo por espiri- tualidad un amplísimo abanico que amén de abarcar la doctrina de las escue- las teológicas, pase por el derecho canónico, la moral, catequética y métodos de apostolado. Así como los niveles de penetración alcanzados en la cristian- dad insular, las resistencias suscitadas, los pocos casos de heterodoxia, inten- tos de conversión o represión en los que juega un papel preponderante la Inquisición. En cuanto, a la penetración de la doctrina; la supervivencia de paganismo y superstición entre las clases populares. Campo, el de la doctrina, básico y asiento de otros muchos aspectos hoy en candelero.

2.- LOS CHOQUES JURISDICCIONALES. Como la Iglesia es ade- más una institución, se encuentra relacionada con otras, posee una organiza- ción jerarquizada y piramidal, integrada por una clerecía que abarca un tamaño determinado, o sea una demografía. Finalmente, necesita disponer de unos medios económicos que permitan subsistir, realizar su magisterio, entendido en el sentido más laxo.

No interesa en las Islas las relaciones Estado-Papado en sí, sino las consecuencias que de alguna manera afectan a sus moradores. Por lo que se refiere a Canarias, lo que es necesario es profundizar sobre las consecuencias de la vinculación de su diócesis al Patronato Regio. Cuestión significativa, por dotar a nuestra Iglesia y, de paso, a sus fieles de unos claros signos de identidad.

De otro lado, en Canaria, a causa de su fragmentación y aislamiento por la lejanía, las relaciones jurisdiccionales son de suma trascendencia, por- que precisamente la lejanía obliga a las autoridades a revestirse del mayor

(2) R. FERNANDEZ DIAZ, "La clerecía catalana en el setecientos" En Eclesin r svcietat a In Cntalunyn delséde XVIII. T . 1 . Ponencias, 23118, Cervera 1990, pág. 27.

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prestigio ante el pueblo. Y ese prestigio se obtenía haciendo prevalecer su mayor grado de poder frente a otras instituciones. Prestigio que consolidaba el poder de los privilegios propios de una sociedad estamental. De ahí la fre- cuencia de los choques, no sólo en el seno de las instituciones sino entre las diferentes autoridades. Choques, además, inherentes al boato y ceremonial propio del Barroco. Y en el caso de la Iglesia, acentuado por la facultad de los vasallos de acudir ante el Rey por los denominados recursos de fuerza, acogiéndose a su vinculación mediante el Regio Patronato de que disfrutaba la diócesis "'.

3.- ESTAMENTO CLERICAL Y SU DEMOGRAFIA. No entro ahora a definir el término estamento en la sociedad del Antiguo Régimen, ni el papel del clero en su estructura piramidal y jerarqnizada: origen de un alto, medio y bajo clero, con muy diferentes grados de prestigio y poder adquisiti- vo. Es de destacar la importancia numérica del clero regular masculino y femenino, o la influencia de los franciscanos sobre el pueblo llano, de donde procedían. Lógicamente, es indispensable verificar un estudio social del esta- mento y para ello conocer su número, su peso en relación a los otros dos estamentos y la relación entre habitantes y clérigos. Su diferente reparto entre el medio rural y urbano, superficie y población de las parroquias y la ratio cura de almas, feligreses, o por kilometro cuadrado, a fin de acercarnos al nivel de atención sacramental y pastoral. La procedencia geográfica y de clase social, sistema selectivo, nivel de formación, edad de acceso a las pre- bendas y tiempo medio de ejercicio en cada escalón, etc.

Y más particularmente en Canarias es urgente realizar un episcopolo- gio, que ya hace años demandara Domínguez Ortíz''), ante la inconsistencia del realizado por Viera y C l a ~ i j o ' ~ ~ . Por ser Iglesia de Patronato, son de mayor interés la elaboración de las ternas que elevaba la Cámara de Castilla al Rey, el derecho de patrimonialidad o pilonaje de los beneficiados y el papel socio-político que juega el prestigioso Cabildo Catedralicio e impacto que ejerce sobre el vecindario. Sin olvidar la procedencia popular de la mayoría, y consecuentemente el entendimiento entre bajo clero y campesina- do al producirse tensiones sociales.

4.- LAS BASES ECONOMICAS DE L A CLERECIA. Como es sabido los siervos de la Iglesia eran una minoría demográfica que gozaba de gran relevancia dentro de la economía del Antiguo Régimen.

(3) A. BETHENCOURT MASSIEU, "Problemas de lo diócesis de Canarias en relación con el Reo1 Patronato", en IX C.H.C.A. (1990), t. 11. Las Palmas de Gran Canaria 1993.

(4) "Absentismo eclesidstico en Canarias", en A.E.A. 16 (1964), págs. 235-248. (5) J. VIERA Y CLAVIJO, Noticia de la Historia General de las Islas Canarias. T. 11, Santa

Cruz de Tenerife 19716, págs. 456-606.

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLES~STICOS EN CANARIAS DURANTEEL SIGLO xvu 69

El sostén fundamental del clero secular provenía de la percepción del diezmo. Sumábanse las primacías y el pie de altar, amén del producto de las obras pías, fundaciones, patronatos y capellanías, que constituian una masa de bienes vinculados, o sea amortizados. A todos ellos podríamos añadir las donaciones reales, o los censos, memorias, aniversarios, entierros, sepulturas, cargas, limosnas, etc. El clero regular, de origen mendicante, vive en gran parte de las partidas mencionadas, y las monjas lo hacen de las dotes estable- cidas para tomar el velo.

En consecuencia, resulta imprescindible conocer la naturaleza y monto de las rentas eclesiásticas, el valor y producto de los bienes en manos muer- tas, las inversiones realizadas por conventos y entidades eclesiásticas, así como el reparto del producto entre los escalones de estamento tan jerarqui- zado, lo destinado al sostenimiento del culto, construcción y conservación de templos y edificios, etc. Sin olvidar las contribuciones de las instituciones locales, o por contra, la inversión de la Iglesia en aquellos renglones sociales a los que no alcanzaba el Estado Moderno en crecimiento: docencia, benefi- cencia, sanidad y ejercicio de la caridad normalmente, amen de los socorros extraordinarios en caso de catástrofes, epidemias o hambrunas.

Es de interés conocer la recaudación y función de la Bula y el Tribunal de la Santa Cruzada.

5.- ASISTENCIA ESPIRITUAL. Se necesita estudiarlo a nivel de los distintos estratos del conglomerado.

En lo más alto, la recepción y difusión de las directrices pontificias, una vez superado el pase regio por el Consejo de Castilla. Esencial tratar de medir cómo y cuánto caló la doctrina tridentina. Del mayor interés, el conte- nido de los informes presentados en las visitas ad limina por los prelados o sus legados en Roma. El análisis de las ternas elaboradas por la Cámara de Castilla para cubrir los oficios dependientes del Patronato Regio. Las cartas pastorales y recomendaciones de ordinarios, así como los decretos emanados durante sus visitas pastorales, acogida y efecto de los mismos, etc. Para todo ello necesitamos conocer a fondo el organigrama de la curia episcopal y el papel y atribuciones delegadas en los vicarios insulares.

Tenemos que valorar el esfuerzo renovador del sínodo diocesano con- vocado por Cámara Murga en 1629, sus constituciones, etc., por ser éstas ela- boradas con el beneplácito de la comunidad y no tratarse de una imposición emanada de una autoridad más o menos lejana.

En otro plano, el estudio de la geografía parroquial, las razones y luchas por desdoblarlas, las diferencias entre parroquias beneficiales, dioce-

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sanas, catedralicias y ayudas de parroquias. Por lo general, la erección de las nuevas originaban pendencias jurisdiccionales. En cuanto a los párrocos, el método selectivo, la administración del mayodormo de fábrica, así como en su caso el compromiso de los fieles a contribuir al sostenimiento del culto y su ecónomo. En última instancia el papel no despreciable que jugaron las ermitas y el carácter diferencial de su tipología.

6 . EL APOSTOLADO. Esencial, las prácticas sacramentales, el cumplimiento pascua1 y las devociones. Para interpretar éstas importa seña- lar las advocaciones de los templos, consagración de los altares, las cofradías con sus variantes, el hábito elegido para el enterramiento. No basta la des- cripción y valoración artística, sino cuantificar y cartografiar para el siglo los hechos que acabo de señalar; en fin, numerizar los temas iconográficos en busca de una explicación de la devoción. También nuevas lecturas desde otfas perspectivas de los libros de nacimiento, nupcialidad y defunciones, los status animarum, las relaciones de cumplimiento sacramental, libros de fábri- ca, de visitas y cuanto se conserve en los archivos parroquiales, como sermo- narios, etc. D e muchos de estos aspectos tenemos documentación comple- mentaria en los testamentos ante escribanos públicos.

Sólo así seremos capaces de profundizar sobre el nivel de la religiosi- dad de los feligreses, tema fundamental si tenemos conciencia que familia y parroquia son los dos pilares básicos sobre los que se sostiene la sociedad cristiana durante el Antiguo Régimen.

Como resultado de esta multiplicidad de actuaciones el clero se nos presentará como el gran moralizador, insuflando a la sociedad valores éticos colectivos, ideologizándola mediante el catecismo, el confesonario, la icono- grafía de retablos y cuadros, el ceremonial, las procesiones, la escuela, lectu- ra, libros, etc. Enaltecían el papel de la mujer, la familia, los niños, la sexuali- dad e incluso, las relaciones personales (p.ej., el compadrazgo). Finalmente, emplear la fiesta como visualización de su poder para moldear la sociedad, conduciendo al rebelde contumaz ante la justicia eclesiástica o ante el gran censor, la Inquisición(".

Como quiera que la eficacia del apostolado descansa en el nivel inte- lectual alcanzado por regulares y seculares, de ahí el interés por indagar sobre la calidad de la formación conventual con sus cátedras, o la necesidad de los seculares de acudir a las Universidades peninsulares en demanda de una titulación que les permita abrirse camino. Imprescindible profundizar sobre las bibliotecas, lecturas, sermonarios, libros devocionales, hagiografía, tratados, etc.

(6) R. FERNANDEZ DIAZ, o.c, págs. 74-82

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VALORACION DELCS ESTUDlOS EcLEsl~srlcOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XVll 7 1

7 . LABOR ASISTENCIAL. El clero no reducía su actividad a la asistencia espiritual, sino que procuraba ejercer la virtud teologal de la cari- dad y practicar las Bienaventuranzas, o sea procurar el bienestar de la comu- nidad, ya que al objetivo espiritual se sumaba el temporal, con el fin de man- tener la estabilidad entre su feligresía. Y si querían paz y estabilidad se veían impelidos a cubrir vacíos que aún era incapaz de alcanzar el embrionario Estado Moderno. Caridad con los marginados, los cristos en la tierra, aten- ción sanitaria mediante una red hospitalaria, con todas las carencias que se quiera. También la docencia tanto a nivel básico en parroquias y conventos, como la media en colegios y mediante las cátedras de latinidad. Sin olvidar la enseííanza superior organizada en el Archipiélago en esta centuria en los claustros de los conventos, pues en las Universidades peninsulares acaparaba el clero las cátedras.

8.- OTROS PUNTOS DE INTERÉS. Con ser ingente el programa hasta aquí esbozado, no se acaba este amplísimo catálogo. Aspectos, o mejor especialidades como la contribución de la Iglesia a la Historia del Arte o de la Literatura.

Añadamos la reacción política del clero y su actitud frente a los conflic- tos bélicos que azotaron las islas. Importante, porque al ser los atacantes pro- testantes o musulamnes, provocó en ellos y sus feligreses un sentimiento de identificación entre defensa de la patria y fidelidad a la Fe y a la Corona. Hecho de enorme significación.

Recorrido complejo, pues necesita matizaciones: más convertidos al catolicismo por la Inquisición que las víctimas que ocasionara su intransigen- cia, como aclaró Fajardo Spínola") La identificación del clero rural y conven- tual con el campesinado, de donde pr~cedían'~'; o la contraposición entre el clero secular y el regular, partidario aquel de la doctrina tridentina, y mas afín con las expresiones devocionales populistas los segundos"'.

(7) F. FAJARDO SPINOLA, Reducción de prolesiantes al catolicismo en Canarias durante el sid.lo XVl l l 11700-18121. Las Palmas de Gran Canaria 1977: v "Un oroducto de las reln;ioner atlá>;ricas: las conversiones de protestantes en Canarias en el si&" XVII". En X C.H.C.A. (1992). En prensa. A. BETHENCOURT MASSIEU, Canarios e Inglaterra: el comercio de vinos (1650- 1800). Las Palmas de Gran Canaria 1991'. Cfr. "El derrame del vino", págs. 59-60; y El Motín de Agúimes - Las Palnias, 1718-1719.. Agüimes 1989 o S. VIERA Y CLAVISO. o c "Albororos en La Orotavn", t . 11, págs. 320-22. M. HERNANDEZ GONZALEZ. "La devociún a Jesús Nazareno en Canarias durante el

C.H.C.A. (1992). prensa. "

A. BETHENCOURT MASSIEU, Canarios e Inglaterra: el comercio de vinos (1650- 1800). Las Palmas de Gran Canaria 1991'. Cfr. "El derrame del vino", págs. 59-60; y El Motín de Agúimes - Las Palnias, 1718-1719.. Agüimes 1989 o S. VIERA Y CLAVISO. o c "Albororos en La Orotavn", t . 11, págs. 320-22. M. HERNANDEZ GONZALEZ. "La devociún a Jesús Nazareno en Canarias durante el Antipuo Répimen". Saoaraia de las Actas del Con~reso Inierrzacional Crirtobal Colón de " u

Santa Coloma y las Cofradías de Jesús Nazareno. S.L.N.A.

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72 ANTONIO DE BETHENCOURT MASSIEU

11. ARCHNOS ECLESIALES PARA UNA HISTORIA DE CANARIAS

Si nos detuviéramos en el planteamiento realizado para elaborar una Historia de la Iglesia en Canaria durante el Antiguo Régimen puesta al día, percibiríamos que para el siglo XVII, como para casi todo su pasado, sólo contamos con un ente embrionario, salvo algunas parcelas sobre las que vol- veremos.

Como quiera que en los inicios de esta ponencia, así como de lo expuesto por el Dr. Martínez Ruiz, se derivan las causas de retraso, no voy ahora a insistir sobre tema en el que he expresado en otras ocasiones mi opi- nión con alguna excesiva dosis de contundencia. Sin embargo, hay que adver- tir cómo en los últimos tiempos, y especialmente en estas V Jornadas las aportaciones presentadas, permiten observar el futuro con esperanzado opti- mismo. Por todas estas razones me voy a circunscribir a una reflexión sobre las fuentes documentales.

Hay que reconocer con pena que nuestro patrimonio documental ha sufrido importantes e irreparables pérdidas. La climatología, humedad y pro- liferación de insectos; los incendios, bien fortuitos o consecuencia de los ata- ques y desembarcos de europeos y africanos; la desidia, la rapiña, producto de la cual encontramos con frecuencia piezas de relevancia en manos de par- ticulares, los expurgos indiscriminados y la minusvaloración de su riqueza con la y sin la desamortización, explican estos vacíos irreparables.

Sin embargo, son muchos los legajos y libros que se nos conservan y cientos de miles de documentos, por lo que me parece oportuno realizar un repaso a los mismos. Pues sin este sería difícil realizar una valoración de cuanto se ha publicado sobre la Iglesia en el Seiscientos.

La complejidad que supuso consultar una masa de documentos tan dis- persa, tanto la referente al siglo XVII como al resto de las centurias, impone fotocopiar o microfilmar cuanto documento se conserva fuera de las Islas y así crear un Centro de documentación de historia eclesiástica en el seno del Centro Teológico. De otro lado, unir esfuerzo en ambas diócesis y tratar de reunir a ser posible y en depósito, las fuentes dispersas en un archivo dioce- sano. Con ello obtendríamos la facilidad en el acceso, horario adecuado, seguridad en la conservación y ahorro en personal y mantenimiento.

1 . ARCHIVOS EXTRAINSULARES

Aunque no faltaron hallazagos de relevancia en muchos de los archivos europeos y americanos, no cabe la menor duda que el esfuerzo debe centrar-

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XVll 73

se en Roma. El Archivo Secreto del Vaticano encierra entre otros tesoros el texto de las visitas ad limina de nuestros obispos o sus delegados. Comienzan a ser utilizados brillantemente'lO', y al tiempo tenemos la buena nueva de que don Francisco Caballero Mújica, con su inusitada actividad, ha conseguido copias de todas ellas["l. Pero el Vaticano tiene aún que dar sorpresas tan sólo con un simple repaso a los registros de bulas y otras disposiciones. Tampoco conviene olvidar los de las casas generalicias que tuvieron su implantación en Canarias, pues la de los jesuitas ha dado ya sus frutosU2).

Más importante aún son los fondos custodiados en los archivos nacio- nales. En el Archivo de Simancas la riquísima serie de Patronato Regio, a causa de la adscripción del obispado de Canarias al mismo. No sólo por el historial de cada uno de los propuestos en las ternas para cubrir los oficios de la provisión real, sino por muchos y muy variados aspectos''i!. Noticias abun- dantes para la Iglesia encontraríamos en el resto de las secciones, incluso en Guerra Antigua, pues raro era el problema a resolver, en que el Rey no reca- bara la opinión del ordinario. El Archivo Histórico Nacional, en su sección de Consejos Suprimidos y más especialmente en el Supremo de Castilla, y dentro del mismo en los documentos procedentes de la Cámara de Castilla, en la que el monarca había delegado la administración del Patronato regio, se encuentra documentación complementaria a la simanquina '"', o en los denominados Libros de iglesia("!, la de Inquisición, porque es complementa- ria de la documentación que se guarda en El Museo Canario, o sea las del Consejo y el Tribunal, respectivamente. También la del Clero por lo que toca a los restos del rico venero que se guardaba en los conventos insulares desa- mortizados en la pasada centuria. En este Archivo sería de sumo interés loca- lizar la documentación referente a la actuación en las islas del tribunal de la Santa Cruzada. El General de Indias (Sevilla) para el estudio de la labor misional y apostólica ejercida desde Canarias en América.

(10) J. SANCHEZ HERRERO, "La visita nd limina del obispo de Canarias don Fernando Suarer de Figueron, 1590". Strenne Enianvelae Marrero Oblatae. 2 vols., t . 11, La Laguna 1993, págs. 577-598.

(11) Así me la ha comunicado personalmente. (12) J. ESCRIBANO GARRIDO, Los Jesuitas y Canarias. Granada 1987. (13) L. FERNANDEZ GARCIA, "Aspectos econóniicos, administrativos y humanos de la

diúcesis de Canarias en la sezunda mitad delsklo XVIZ". en A.E.A. 11975). oáes 95-130. ,.. " (14) V. CORTES ALONSO. entes aara la ~ i s io r in de canarias. ~ o n d o s del Patronato del , ,

Archivo Histórico ~ac iona l" , en e11 C.H.C.A.(1988), t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1991,págs. 461-471.

(15) J. ARANDA DONCEL, "Las pensiones mitras y lo provisiún de beneficios eclesiásticos en la diócesis de Canarias a comienzos del siglo XVll". en 1X C.H.C.A.(1990), t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1993, págs. 225-256.

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También otros peninsulares, como el del arzobispado de Sevilla del que era sufragánea la diócesis de Canarias(16', así como el de la Chancillería de Granada, o los libros de Matrícula de las Universidades frecuentadas por universitarios isleños. Finalmente, para los regulares sería de gran utilidad reconocer los archivos de sus casas generales o provinciales en España, pues no es de excesivo valor lo conservado en la mencionada Sección de Clero del Histórico Nacional.

El diocesano ha sufrido a lo largo del tiempo descuidos y pérdidas irre- mediables. Hoy afortunadamente se encuentra bien alojado y en vías de una excelente catalogación.

El Catedralicio es el más rico, tanto que con un empleo exhaustivo de sus fondos seria factible dar a luz una novedosa historia de Canarias, como ha puesto de manifiesto el Dr. Macias Hernández con sus estudios sobre el diezmo 1").

La situación de los parroquiales, de tanta trascendencia, es muy dispar. En general se han conservado bastante bien. La dificultad máxima se encuentra en la carencia de horarios fijos, el poco tiempo que permanecen abiertos, amén de la carencia de aparatos de reprografía, así como que impli- can desplazamientos. ¿Por qué no dejar en ellas la documentación exigida por los cánones, y el resto se deposita en el Archivo Diocesano?

De enorme importancia es el conservado en El Museo Canario, que contiene posiblemente la documentación más completa de un tribunal del S.O. en España'IR'. A este podríamos añadir los Históricos Provinciales de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, los de las Sociedades Económicas, el de los Cabildos Insulares, donde se conservan, La Cosmológi- -

(16) M.D. FUENTES BAJO, y A.M. PRIETO LUCENA, "Caiálogo de la documeniación canaria existente en el Palacio Arzobispal de Sevilla", t. 1, en III C H C A . (1978), Las Pal- mas de Gran Canaria 1980, págs. 455-506 y V C H C A . (1982) T . 111, Las Palmas de Gran Canaria 1985, págs. 421~477 y A. RUBIO MERINO, "Problemático de los pleitos apelados al Tribunal Metropolitano de Sevilla (1955~1650)", en V C H C A . , (1984). T. 11, 2" parte, Las Palmas de Gran Canaria 1987, págs. 49-101.

(17) A.M. MACIAS HERNANDEZ, "Fuentes para el estudio de la prod~<cción agraria en las Islas Canarias: el diezmo de la diúcesis Cannriense (1480-1820)". en A.E.A., 32 (1986). págs. 269-354. S. CAZORLA LEON, "Los fondos del Archivo de la Catedral de Las Pul- mas", en 111 C H C A . (1980). t . 11, Las Palmas de Gran Canaria 1982, págs. 101-120 y V C H C A (1982). t . 111, Las Palmas de Gran Canaria 1985, págs. 479-492.

(IR) E. SERRA RAFOLS, "Los manuscritos dc la Inquisiciún en Canarias". En Revista de Historia, (1957). págs. 117-120.

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VALORACION DE LOS L'TUDIOS ECLESCXS liCOS EX CANARUS DURANTE EL SIGLO XVll 75

ca de Santa Cruz de La Palma, los fondos de la Casa Lercaro en La Laguna o el del marqués de Acialcbar en Las Palmas, y algún otro que puede quede en el tintero.

En resumen, si aspiramos a llenar los huecos y trazar una historia ecle- siástica puesta al día, hay que emprender la doble tarea propuesta: Un Cen- tro de Documentación en el lugar más adecuado e integrar el mayor número de investigadores en un equipo multidisciplinar que trabaje en coherencia dentro de una planificación establecida. Queda una incógnita inexcusable: el dinero.

111. BALANCE SOBRE LA PRODUCCION HISTORIOGRAFICA

Como ya adelantamos la realidad es que para nuestro tema donde mayores son los vacíos, auténticos agujeros negros, es precisamente en el Seiscientos. Paradoja pues, especialmente durante esta centuria es cuando el Archipiélago, salvo en el campo literario, alcanza su esplendor social y eco- nómico, en franca contradición cop cuanto ocurre en gran parte de la Penín- sula Ibérica. En efecto, nuestros historiadores se han preocupado mucho más, por lo que toca al Antiguo Régimen, de los siglos XVI y XVIII. ~Di f i - cultad en la lectura de la procesal encadenada? ¿El cerrar los ojos ante una España en crisis, incluso en decadencia, salvo para su Siglo de Oro cultural?. Prejuicio que según vamos conociendo se está abandonando rápidamente, al resultar muy matizado el ciclo de contracción.

La prueba de cuanto afirmo la encontramos en la falta de una buena síntesis para la Iglesia de esta centuria, hoy por hoy irrealizable, así como el trato superficial pleno de generalidades con que se traza en las Historias Generales.

Iniciaré esta valoración haciendo un rápido repaso a estas historias generales. Seguidamente tocaré aquellos campos donde últimamente se han realizado aportaciones fundamentales, abriendo nuevos caminos. En tercer lugar, los estudios sobre aspectos tradicionales con las nuevas aportaciones.

1 . OBRAS GENERALES

No cabe la menor duda, como he afirmado que fue Viera y Clavijo quien por primera vez valoró en toda su trascendencia el papel jugado por la Iglesia con una historia, que vislumbró total"9). Tanto que dedicó a la misma

(19) J. VIERA Y CLAVIJO, Historia de Canarias. Biblioteca Básica Canaria. Iniroducción d e A. d e BETHENCOURT MASSIEU. t. 1. Las Palmas 1991, pág. 29.

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el tomo IV de su obra magna'"). De tal manera que aún tenemos que acudir al mismo cuando se investiga sobre el pasado de la misma.

También encontramos referencias en obras generales como la de Milla- res Torres, Joaquín Blanco, etc.(2''. Por lo que toca a monografía que abarque el pasado eclesiástico, contamos con las de Darías Padrón en colaboración con Moure y Benitez Inglott "a, el artículo de Mansilla en la Historia de la Iglesia en E~paña '~" . Todo este conjunto es superficial y naturalmente se encuentran a distancia de las actuales exigencias. Caballero Mújica presentó una muy breve síntesis de tan dilatado tema en el VI Coloquio de Historia Canario-Americana y esperamos su síntesis a punto de aparecer en la Colec- ción

A todo esto podríamos añadir como de cierta utilidad las aportaciones valorativas presentadas en los mismos Coloquios por el Dr. Hernández Gon- zález y el que os habla'25'.

Encierran utilisimas noticias algunas obras claves para el estudio del conjunto del Archipiélago, muy especialmente la de Rumeu de Armas sobre Canarias y el Atlánti~o'~"', de las insulares como las de Darías Padrón, Loren- zo Rodríguez y Díaz Padilla'"), locales como las de Cioranescu, Herrera Piqué o Tarq~is"~), sin olvidar colecciones documentales, como la de Roldán Verdejo para el Cabildo de Fuerteventura'"'.

(20) J. VIERA Y CLAVIJO, Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Santa Cruz de Tenerife. T. 11, Santa Cruz de Tenerife 1982". págs. 435849. (El tomo IV Fue publica^ do en Madrid en 1783 en la imprenta de Blas Román).

(21) A. MILLARES TORRES, Hirtoria Generol de las Islas Canarias. 5 vols., t. 111. Las Pal- mas de Gran Canaria 1977, págs. 248-50, 258-62 y J. BLANCO MONTESDEOCA, Breve noticia hirtórica de 10s I ~ l a r Canarios. Las Palmas de Gran Canaria 1957.

(22) D.V. DARIAS PADRON, J. RODRIGUEZ MOURE, y L. BENITEZ INGLOTT, His- toria de la Religión en Cannrias, Sanla Crur de Tenerife 1957.

(23) D. MANSILLA, "El Obispado de Canarias", en I+istoria de la Iglesia en España. Madrid 1980.

(24) F. CABALLERO MUJICA, "La Iglesia Católica en Canarias desde los orígenes hasta el presente", en 1/11 C H C A . (1986). t . 11, págs. 197-216, Las Palmas de Gran Canaria 1990: e Historia de la Iglesia en Canarias. Colección "Guagua", núm. 77. Las Palmas de Gran Canaria (En prensa).

(25) M. HERNANDEZ GONZALEZ, "La Iglesia en Canarias", en VI1 C U C A . (1986). t. 11. ~ á e s . 163.196. Las Palmas de Gran Canaria 1990 v A. BETHENCOURT MASSIEU.

(26) A. RUMEU D< ARMAS, Canarias y el Atlántico. Piraterías y ataques navales, 3 tomos en 5 vols. (Cf. t. 111, primera parte), Canarias 1991.

(27) D.V. DARIAS PADRON, Noticias generales de la isla de El Hierro. Santa Crur de Tenerife, 19802. Segunda edición. J.B. LORENZO RODRIGUEZ, Noticias para la His- toria de La Palma, Santa Cruz de La Palma 1975 y G. DIAZ PADILLA, y J.M. RODRI- GUEZ YANEZ, El Señorío de las Canarias Óccidenrales hasta 1700.-Santa Crur de

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESlASTlCOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XYll 77

2.- ECONOMIA ECLESIASTICA: LAS RENTAS

Así como carecemos de estudios específicos sobre la sociología clerical, aunque no falten algunas generalizaciones como la procedencia mayoritaria del clero regular de los estratos populares, con excepciones como es natural.

Conocemos, por el contrario, para el siglo XVII con gran exactitud el valor de las entradas de las rentas diezmales. Labor ímproba realizada por el profesor Macías Hernández, tras un exhaustivo análisis de la ingente docu- mentación conservada en el archivo catedralicio de Las Palmas. Con la serie por él elaborada ha establecido la evolución de la producción agraria a lo largo de la modernidad, tanto por lo que toca a la producción regional, como las variables insulares y parroquia le^"^', y por tanto las alteraciones en la evo- lución del sostén esencial del clero. Gracias a su labor conocemos bien la recepción del diezmo, pero nos falta profundizar en su distribución, lo cual sería de gran provecho para una historia económica de la Iglesia. De suma utilidad nos resulta en esta valoración la ponencia que nos presenta el Dr. Quintana Andrés sobre el patrimonio inmobiliario del Cabildo catedralicio 1311,

Junto a esta aportación no es menor, por lo que a Gran Canaria se refiere, nuestro grado de conocimiento de la riqueza eclesiástica rural y urba- na, estudiada concienzudamente por el profesor Suárez Grimón. Analiza con sumo cuidado y acierto la vinculación de bienes a la Iglesia -que no fueron tan excesivos como se venía repitiendo por lo que toca al clero regular- pro- cedentes de fundaciones, donaciones, obras pias, capellanías, limosnas, etc. para la modernidad, lo que le ha permitido llegar a una valoración de los bie- nes amortizados por la Iglesia("'.

El tema de las capellanías parece que requiere últimamente el interés de los investigadores, como lo prueba la comunicación que presenta en esta

(28) A. CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerife, 4 tomos, t 11, Santa Cruz de Tenerife 1977-79, págs. 253-305 (1494-1803); A. HERRERA PIQUE, Las Palmas de Gran Canoria, segunda edición, t. 1, Alcorcón 19842, y P. TARQUIS RODRIGUEZ, Antiguedades de Garachico. Santa Cruz de Tenerife 1974.

(29) R. ROMAN VERDEJO, Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura. 3 tomos (cfr. el 1 y el II), La Laguna 1970.

(30) M.A. MACIAS HERNANDEZ, Economía y sociedad en Canarias durante el Antiguo Régimen (1500-1850). 2 vols. Tesis doctoral, Madrid 1984 (inédita). ID. "Fuentes para el estudio de la producción agrícola en las Islas Canarias: el diezmo en la diócesis de Cona- rios (1480-1820)". en A.E.A. 32(1986), págs. 269-354.

(31) P. QUINTANA ANDRES, "El patrimonio inmobiliario del Cabildo de la Catedral de Las Palmas". VJ.H.1.C. (1993). (En prensa).

(32) V. SUAREZ GRIMON, La propiedad pública, vinculada y eclesidsrica en Gran Canaria en la crisis del Antiguo Régimen, 2 vols. (Cfr. especialmente los capítulos X-XIII)., Las Palmas de Gran Canaria 1987.

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78 API~ONIO DE BETHENCOURT MASSIEU

Jornada Suárez Grimón('jl, el modélico trabajo de Acosta Barrios'") para las capellanías de El Hierro o de Ruíz Alvarez sobre un caso concreto("].

Otros aspectos puntuales en este campo, como los orígenes de la Bula de Cr~zada '~" ' , las pensiones sobre la mitra, tema sobre el que volveremoso') o las misas perpetuas en los conventos franciscanos lag~neros"~) merecen ser retenidos.

3.- EL SANTO OFICIO Y LAS MINORIAS DISIDENTES

Tribunal éste que, no obstante poseer un acentuado matiz político, se encontró profundamente enraizado en la lglesia hispana. Desde la obra de Millares Torres en 1874'") es mucho lo que se ha avanzado, especialmente durante las últimas décadas, en el que se han interesado tanto historiadores especializados insulares como foráneos. Consecuencia, ha proliferado la bibliografia y en muchos aspectos se ha alcanzado un óptimo nivel.

Han aparecido un par de libros. El primero con un estudio cuanlitativo y comparativo para el siglo XVI e inicios del XVl1 de los procesos encausa- dos por los tribunales de Canarias, Barcelona y Córdoba, del que se derivan contrastes, particularidades y signos de identidad""'. El segundo, de reciente aparición, un extraordinario, exhaustivo e insospechado estudio sobre hechi- cería y brujería en las islas'") obra de Francisco Fajardo. Volveremos sobre él por ser esencial para el estudio de las mentalidades como de la cultura popn- lar de las Islas en la Modernidad.

(33) V. SUAREZ GRIMON, "Propiedad y cleru:l<is cnpellnnins en Gran Canaria en el siglo XVII". VJ .HLC. (1993). (En prensa).

(34) L.E. ACOSTA BARRIOS. "Las cirprllanias de la Islu de El Hierro durante el Antiguo Répinzen". A.E.A. 38 (1992). oáes. 141-198. u ~ , , . u

A. RUIZ ALVAREZ, "La partida 'le defunciún y cupellrrníafundndnpor el pintor por tu^ guéx José Tomás Pablo". RHC 95-96 (1951). págs. 347-49. E. AZNAR VALLEJO, "Los inicios de la Bula de Cruzada en Canarias". En Rrvixtn Española de Derecho Canónico. LIX (1987). J. ARANDA DONCEL, "Lm prnsionc.~ de niitra y ~>rovi.sión <le benrficios eclesiúsricos en la Diócesis de Canarias n comienzos delsk lo XVII" En IX C H C A (1990). Las Pal-

u . . mas de Gran Canaria 1992. ID. "Las oensioner de niirra v 10 orovisión de beneficios ecle- , . siásricos en la diócesis de Canarias duranre el siglo XVII (1615-1651)" En X C H C A . (1992). (En prensa).

(38) L. ACOSTA BARROS, "Esplendor y crisis de las fundaciones piadosas en Canarias durante el Antiguo Régimen: las misas perpetuas de los conventos franciscanor de San Miguel de las Victorias y Santa Clara, La Laguna (Tenerifej", 2 vols., l. 1, S.E.M.O. La Laguna 1993. págs. 25-38.

(39) A. MILLARES TORRES, Historia de la Inquisición en las Islas Canarias, 2 vols., Las Palmas de Gran Canaria 1874. Nueva edición en Santa Cruz de Tenerifc 1981.

págs. 129-193. (41) F. FAJARDO SPINOLA, Hechiceria y brujeria en ln Edad Moderna. Las Palmas d e

Gran Canari, 1992. (Premio de invcsrigación Viera y Clavija).

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XVlI 79

En cuanto a la pura historia iustitucional del Tribunal y para el siglo que abordamos llaman la atención la síntesis de divulgación para la Historia de La Provin~ia"" así como análisis sobre la hacienda, burocracia, venta de oficios i~quisitoriales'~", las casas de la Inquisi~ión'~ ' , o algo tan particular como la visita de navíos"", o las relaciones con Madeira y Azores a través de la documentación inq~is i tor ia l (~~~.

No acaban aqui las aportaciones, podríamos traer a colación algún caso de procesados y comisarios'"~ o los problemas que se le presentaban a los inhabilitados y modos de desprenderse de tal calificación, así como el secues- tro inquisitorial como fuente de la vida cotidiana("8'.

A la Inquisición como es lógico interesaba sobremanera las actividades de los comerciantes protestantes como aclararon en 1912 Albert y Chapman C49, y el comportamiento de los mismo^"^', obteniendo el S.O. fruto con la conversión de algunos a la fe católica'51'. Y junto a los comerciantes, las mino- rías marginadas especialmente los judíos y los moriscos.

(42) L.A. ANAYA HERNANDEZ, y F. FAJARDO SPINOLA, "Las Insrituciones -La Ig le~ sia ..La Inquisición en 10,s Islas Canarias". En la Historia de Canarias editada por La pro^ vincia, t. 11, págs. 401-405 y 409-415.

(43) J . MARINEL MILLAN, "La Hacienda del Tribunal de la Inquisición de Canarias 1550- 1808". En V C H C A . (1982), t. TI, Las Palmas de Gran Canaria 1985, págs. 553-583. Id. "La burocratirución del Santo Oficio en Canarias durante el s ido XVII". En V I C H C A . (1984). t. 1, segunda parte, as Palmas de Gran Canaria 1987, págs. 697-724, e ID. "La venta de oficios inquisitorialrs en Canarias durante el siglo XVII". En IV C.H.C.A. (1984). t. 1, segunda parte, Las Palmas de Gran Canaria 1987, psgs. 689-696.

(44) L.A. ANAYA HERNANDEZ, y R. ALEMAN HERNANDEZ, ''Lo.Y casas de la Inqui~ sición de Las Palnzns y algunas caractrristicns del Tribunal canario". En IV C H C A . (1980), t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1982, págs. 487~512.

(45) E. TORRES SANTANA, "Visitas de navios extranjeros en Canarias durante el siglo XVII". En V C H C A (1982), t. IV, Las Palmas de Gran Canaria 1984, págs. 427-454.

(46) F. FAJARDO, y L.A. ANAYA, "Relnciones de Azores y Madeiro con Canarias según fuenres inquisiroriales. Siglos XVI y XVII". En 1 Coloquio Internacional de Historia de Madeirn, Funchal, 1989. ID. "Azores y Madeira en el archivo de la Inquisición (Nuevas aportaciones)" En II Coloquio ..., Funchal 1990.

(47) E. ZUDAIRE HUARTE, "El maestro Juan de Villalpando sospechoso de herejia". En A.E.A. 1411968). pies. 443-496. V. MARTINEZ ENCINAS. "Ginés Cabrera Bethen- courl, comisario de ~;ertevenrura", en Aguayro 114(1979), págs. 10-15.

(48) L.A. ANAYA HERNANDEZ, "Laproblcrnárica de los inhabilirados por el Santo Oficio de la Inquisición en Canarias". S E M O , l. 1, La Laguna 1993, págs. 47-68. M. RONQUI- LLO RUBIO, "El secuestro inquisitorial como fuente dc la vida cotidiana". En IX C H C A . (1990). t . TI, Las Palmas de Gran Canaria 1993, págs. 93-110.

(49) L. ALBERT, y AB. V. CHAPMAN, Enylish Marchants and Spanish Inq~~isiiion in the Canary Irl~znd.~. Londres 1912.

(50) M. MORENO ALONSO, "Creencias religiosas de los ingleses en Canarias (1587~1700)". En VI C.H.C.A. (1984), t. 11, primera parte. Las Palmas de Gran Canaria 1987, págs. 11- 43.

(51) F. FAJARDO SPINOLA, "Un producto de las relaciones arlánticas: la conversión de pro- testantes en Canarias durante el siglo XVII" X C H C A (1992). (En prensa).

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No dejaremos a un lado la vieja monografía de W ~ l f ' ~ " , plagada de errores por su desconocimiento del castellano, pero el interés por las minorí- as ha ido en aumento Por lo que toca a judíos contamos con la aportación de Régulo y las más abundantes de Luis Alberto Anaya, aun- que lógicamente se encuentren centradas en el siglo XVI"".

La preocupación por los moriscos ha interesado a este autor y a Fajar- do. No sólo desde el punto de vista de los procesos que padecieron, sino cuá- les eran las creencias de estos conversos y, en consecuencia, su comporta- miento, que analizaremos al tratar de las mentalidades. Mayoritariamente habitaban en Lanzarote y Fuerteventura y eludieron en última instancia los decretos de expulsión de Felipe 111. El Santo Oficio también estaba interesa- do en cuanto sucedía en la fronteriza Berbería, tema y documentos sobre los que hemos incidido Bennassar y yo, aunque con 18 años por medio'5i'.

4. MENTALIDAD RELIGIOSA

Enraizado de alguna manera este fenómeno con el de la actuación inquisitorial, y sobre el que volveremos, este novedoso campo, en el que queda bastante por realizar, excepto para los derivados de la documentación inquisitorial, contamos con ricas y variadas aportaciones. Se han abierto Iíne- as de investigación de enorme futuro, aunque el acento se haya puesto en el siglo XVIII.

Destaca a la cabeza de estos estudios junto a Fajardo el profesor Her- nández González, que abrió brecha con sendos libros sobre la muerte en Canarias y la religiosidad popular en Tenerife, a los que podríamos añadir numerosos artículos y comunicaciones a Congresos(ii'. Estudios sobre morta- lidad, seguidos en Gran Canaria por el Dr. Aranda Mendíaz para el Setecien-

L. WOLF, Jews in the Canary Islands. Londres 1912. (Ha sido traducido recientemente. Santa Cruz de Tenerife 1989). L.A. ANAYA HERNANDEZ, "Las minorías en la historia de Canarias". En VI1 C.H.C.A. (1986), 1.1, Las Palmas de Gran Canaria 1990, págs. 29-57. J. REGULO PEREZ, "Contribución de los judíos a la formación de la Sociedad de las Islas Cmnrias", en Miscelánea de Estudios Arnbes Y Hebraícos. Granada 1965-1966 v L.A. ANAYA HERNANDEZ, "Testificaciones y procesos inquisitoriales contra judík converso en Lanzarote y Fuerreventura". En 111 J E H E y L. Puerto del Rosario 1989, págs. 63-77. (Si el lector está interesado en el tema de los judíos vea la segunda parte de la nota 31 a mi aportación "Historia de la Iglesia .." 0.c.). A. BETHENCOURT MASSIEU, "Canarias, Berbería e Inquisición (1570-1610). Apor- tacionesporu un estudio". En Homenaje a Elías Serru, 3 vols., t. 1, La Laguna 1973, págs. 225-247 y B. BENNASSAR, "El Sanro Oficio de Canarias observatorio de la política afrl- cana: el caso de las guerras civiles marroquíes (1603-1610)". En VI11 C.H.C.A. (1988), t. 1, Las Palmas de Gran Canaria 1991, págs. 5-16.

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XYII 81

tos. Hoy nos presenta una comunicación sobre el tema de la muerte en el tránsito del XVII al XVIII IS'). No deberemos olvidar, a pesar de los años transcurridos la valiosa aportación de Bethencourt Afonso, afortunadamente re editad^'^^'.

Como manifestación de la mentalidad, tenemos la fiesta y las procesio- nes. Tema que ha llamado poderosamente la atención a historiadores, antro- pólogos, sociólogos, teólogos, etc. Aunque el contenido de las aportaciones no se refieran al siglo XVII, debemos tener en cuenta la perdurabilidad de costumbres y comportamientos en los medios rurales, que han sobrevivido hasta mediados de la presente centuria. Destacan las contribuciones de Gal- ván Tudela, García y García, Bermúdez y García B a r b u ~ a n o ' ~ ~ ) . El tema navideño ha sido tratado por Alzola y Siemens C6'). La Semana Santa por Alzola, Acosta y Fernández Gar~ía '~" . Y las locales por Rodríguez Mesa, Darías Padrón y Lorenzo Perera'"). Naturalmente, las que tratan de la Sema- na Santa aluden a las procesiones, tema éste sobre el que el profesor Lobo Cabrera nos brinda una ponencia sobre las primeras celebradas en Canarias, base sobre la que profundiza hasta lograr con su habitual tino diseñar una

(56) M. HERNANDEZ GONZALEZ, La muerte en Canarias en el siglo XVIII (Un estudio de historia de las mentalidadesi. Santa Cruz de Tenerife 1990 v Relieiosidad oooular en , . . Tenerife en el siglo XVZZI. Fiestas y creencias. La Laguna 1990. (Evito otras citas, pues no pertenecen al siglo XVIII).

(57) M. ARANDA MENDIAZ, "El hombre del siglo XVIZI en Gran Canaria. El testamento como fuente de investigación histórico-jurídica". Las Palmas d e Gran Canaria 1993. ID., "La actitud ante la muerte en Gran Canaria en el tránsito del siglo XVII o1 XVIII". En V - J.H.LC (En prensa).

(58) J. BETHENCOURT AFONSO, Costumbres populares de Nacimiento, Matrimonio y Muerte. Santa C r u de Tenerife 1985.

(59) A. GALVAN TUDELA, Las fiestas populares en Canarias. Santa Crui d e Tenerife 1978; A. GARCIA Y GARCIA, Fiesta y religiosidad popular en el derecho canónico canario. En VI1 C.H.C.A. (1986), t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1990, págs. 287-305. F. BERMUDEZ, Fiesta canaria. Una interpretación reológica. Las Palmas de Gran Cana- ria 1991 y GARCIA BARBUZANO, Historia, Fiesta y Tradiciones. El Santirimo Cristo de La Laguna. Santa Cruz de Tenerife 1985.

(60) J.M. ALZOLA, La Navidad en Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria 1982; L. SIE- MENS HERNANDEZ, "La celebración navideña en los medios rurales de Gran Canario. Música y textos de la llamada eRepresentación de los pastores»", Instituto de Estudios Canarios. 50Aniversari0,Z vols., t. 11, La Laguna 1982, págs. 585-613.

(61) J.M. ALZOLA, La Semana Santa en Las Palmas. Las Palmas de Gran Canaria 1989; C. ACOSTA, Semonn Santa en Garachico. Santa Cruz d e Tenerife 1989; A.J. FERNAN- DEZ GARCIA, "Semana Santa en la Villa de San Andrés y Sauces". Diario de Avisos (Santa Cruz de La Palma 20, 111, 1967); ID.,: "Notas históricos de la Semana Santa en Santa Cruz de La Palma", en Diario de Avisos (Santa Cruz de La Palma 26 y 28,111 y 3 y 5 Iv 1963).

(62) M. RODRIGUEZ MESA, La Orotava y sus fiestas. La Oratava 1853 y D.V. DARIAS PADRON, "Fiestas religiosas olvidadas: San Aguslín, patrón de la isla de El Hierro". En R.H.C. 13(1927), págs. 152-162. M. LORENZO PERERA, La fiesta de San Juan en el Puerto de La Cruz. Puerto de La Cruz 1987 y Santa Cruz de Tenerife 1988.

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tipología de las mismas en función de su sentido devocional como consecuen- cia de las necesidades con que se ven asaltados'"'. Amén en este apartado debemos incluir las observaciones de Padrón Acosta sobre el teatro o las de Maximiano Trapero sobre el romancero, del que es excelente conocedor(6".

Configura y complementa esta mentalidad religiosa el culto y devoción mariológica. Su importancia es tan manifiesta que han aparecido numerosas monografías, consagradas a las patronas de las Islas: Candelaria, Pino, Las Nieves, la Peña, etc. Tanto que han trascendido a Indias, o el caso curioso que ha estudiado el profesor Rumeu de Armas de la imagen lanzaroteña, lle- vada por los argelinos, rescatada por los mercedarios y que se venera en Madrid, bajo la advocación de la "Virgen del Re~cate"'~".

Han preocupado en menor escala el interés por otras devociones, pero no escasean los trabajos dedicados al culto del Santísimo Cristo de La Lagu- na, o aquellas de las que han derivado la constitución de hermandades y cofradías con fines también caritativos'""' Un ejemplo muy al día nos lo

- (63) M. LOBO CABRERA, "Las primeras procesiones en Canarias". En V J.H.I.C. (1993).

(En orensal.

ejemplo de su extensa obra sobre el tema). (65) H. QUINTANA SANCHEZ, "María en el Archivo de la Catedral de Las Palnias",

Almogarén 6(1990), págs. 135.163. J. GARCIA ORTEGA, Historia del culto a la venera- da imaaen de Nuestra Señora del Pino. Patrona de la Diócesis de Canaria. Santa Cruz d e Teneriie 1936. S. JIMENEZ SANCHEZ, Suscinta historia de la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora del Pino, Patrona de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Cana- ria 1955. 1. QUINTANA, y S. CAZORLA, La Virgen del Pino en la Historia de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria 1971. S. CAZORLA LEON, Historia de las tradi- ciones del Pino. Las Palmas de Gran Canaria 1980. B. GUEVARA, 500 años de la apnri- ción de la Virgen del Pino. Las Palmas de Gran Canaria 1992. J. BARRIOS GARCIA, "Dos dibujos del pino de Aterore". S.M.E.O., t. 1, La Laguna 1993, págs. 111-130. A. TURRAZO, Candelaria (Historia de la Virgen). Santa Cruz de Tenerife 1979?. segunda edición. N. ALAMO, "Sobre la primera presencia de la Santísima Virgen de la Candelaria en La Laguna". En R.H.C., 101-104 (1953) págs. 162~171. J.J. SUAREZ ACOSTAy J. RODRIGUEZ MOURE, Historia de la devoción delpueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria, Patrona del Archipiélago y de sus dos obispados. Santa Cruz de Tenerife 1913. A. FERNANDEZ GARCIA, El Real Santuario de Nuestra Señora de las Nieves de La Palma. León 1980. S. JIMENEZ SANCHEZ, Noticias hisrórici<s sobre la Virgen de la Peña y su Santuario de la Vega del Río Palmas, en La isla de Fuerteventura. Las Palmas de Gran Canaria 1953. A. RUMEU DE ARMAS, "La Vi'irgen del Rescate, símbolo del Lanzarore heroico", A.E.A. 209 (1974) págs. 711-724. M. SUAREZ MIRANDA, El árbol de la Virgen (Pinus canariensis). Las Palmas de Gran Canaria 1948.

(66) L. de (OP) QUIROS, Milagros del Santísimo Cristo de La Laguna. La Laguna 1988. B. BONNET Y REVERON, El Santísimo Cristo de La Laguna y su culto. Santa Cruz d e Tenerife 1985. R. de ASCANIO MONTEMAYOR, Aportaciones para la historia de lo esclavitud de San Juan Evangelista. En R.H.C. 49-50 (1940). págs. 45-60; 51-52 (1940), págs. 101-118: 53 (1941). págs. 169-179 y 54 (1941). págs. 218-229. T. HERNANDEZ SANTOS, Antecedentes históricos de la Hermandud del Sontísinio Cristo del Huerto. Santa Cruz d e Tenerife 1990. M.D. TAVlO DE LEON, "Las Cofradias de la Misericor-

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YALORACION DE LOS ESTUDIOS ECWSIASTICOS tN CAUARIAS DURANTE EL SIGLO XVl l 83

demuestra el Dr. Hernández González con su estudio sobre la devoción de Jesús Nazareno(67'.

No quedaría completo este análisis sobre mentalidad religiosa, si mar- ginara aspecto de tanta trascendencia como el de la superstición popular. Entre otras razones porque lo conocemos a un nivel, comparable con los más avanzados de la historiografía occidental. El duro trabajo de años del Dr. Fajardo Spinola, ha logrado pleno acierto con su libro sobre la hechicería y brujería en Canarias, culminación de un amplio repertorio bibliográfico'"'. Acervo en que no faltan aportaciones como las de un Anaya, Siemens, o desde una óptica antropológica de Castro Afín@".

DE LO NUEVO A LO TRADICIONAL.

Hasta ahora hemos analizado las aportaciones de aquellas áreas dentro de la historia eclesiástica, en las que últimamente los profesionales vienen prestando atención preferente. En algunas el nivel alcanzado para Canarias es excelente por lo que al siglo XVII se refiere, como ocurre con la Inquisi- ción o aspectos de las mentalidades, aunque en ésto queda aún tela por cor- -

din de Gnrachico". En X C H C A (1992). (En prensa). BRAVO LOZANO. "Lo C o f m día del Cornzen de la Iglesia de Son Salvador en la ciudad de Santa Cruz de LR Palnta. Algunos ospeclos de .Y-ctividad en los siglos XVII y XVIII". En R.H.C. (1973-75) págs. 133~148 y F. CERDENA ARMAS, "CoJmdios religiosas del siglo XVII en In villa de Betanci~rin". En IlJ.iI.EL., t. 1, Arrecife 1990, págs. 217~230.

(67) M. HERNANDEZ GONZALEZ, "La devociún a jesús Nazareno en Canarios durante el Antiguo Régimen", en Actas del Corigreso Infernocionnl Cristhbal de Santa Coralina y las Cofradías de Jesús Nnra~eno. (Separata). (Queda claro que en estas notas no he preten- dido ser exhaustivo. sino traer a cuento algunas de las obras que pueden tener alguna sig- nificación, desde algún punto de vista).

(68) F. FAJARDO SPINOLA, Hechiceria y Brujería, o.c. "lnquirición y hechicería en Cana- rias durante la Edad Moderna". 1 Congreso Luso-Bmsilriro sobre Inquisipo, 1987. "Los procesos de hechicería de la Inquisición en Canarias (siglos INI, XVII y XVIII)". VI1 C.H.C.A. (1986), t. 1. Las Palmas de Gran Canaria 1990, págs. 515-533. "Competencias jurirdiccionales en Cariarias en materia de hechicería". IX C.H.C.A. (1990), t. 11, Las Pal- mas de Gran Canaria 1993, pigs. 25~53. "La hechiceria morisca en Laniarote y Fuertc- ventura". I V J E S L . y F. Arrecife, 1989. (en prensa). ''La hechicería morisco y su repre- sión por la Inquisición de las lslas Canarias". V Synzposium Internntionnl d'Es1udc.s morisaues. Túnez 1991. (En orensai. "Des vols el les nssamblées des sorcieres dans drl'ln- . , . quisition cnnnricne". Colloque: La sabbnt des sorci@res en Europe (XV-XVIII éme siécl2s). París (1992). (En prensa). L A . ANAYA HERNANDEZ, "La religión y la cultura de los moriscos en Lanzarole y Fuerteventura o través de los procesos inquüitorinles". En IV Synrposium Infernafionale d'Estudes Muriqries. Tunez 1989 (En prensa). L. SIEMENS HERNANDEZ, "Noticias sobre bailes de brujas en Canarias durante el siglo XVII. Supervivencias actua1e.s". En A.E.A. 16(1970), págs. 39-63 y D. CASTRO AFIN, "Fuentes ~iocumentaies y análisis etnohisrúricos. Un estudio de caso: la hrujeria de Canarias en los siglos XVl y XVII". En R.E.M.C., XLVIl (1985-87), págs. 237-247. y "Daros sobre la brujeria en Canarias durante los s i g l o X V I , X V l l y XVI I I " . En Actas del 11 Congreso Iberoamericano de Antropología. Las Palmas de Gran Canaria 1983, págs. 609~624.

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tar, como ocurre con la Economía, para alcanzar una visión panorámica y poner al día la globalidad de la acción de la Iglesia en las Islas durante la cen- turia.

Llama la atención al curioso, el caso de la acción asistencial, como cari- dad, educación, beneficencia y sanidad, pues las aportaciones para el siglo XVIII han sido cuantiosas y hoy tenemos ideas claras sobre el m i ~ m o ~ ' ~ ] , mientras para el Seiscientos nos debemos conformar con las conocidas apor- taciones ya clásica del Dr. D. Juan Bosch Millares'"] y algunas más para el sector hospitalario, quedando el resto en una absoluta penumbra, salvo el caso de las contribuciones de las cofradías que hemos ya citado al tratar de la devoción"". De hospitales algo, pero de Bibliotecas, enseñanza en sus nive- les, beneficencia, etc. absolutamente nada coherente para nuestra centuria.

Ahora abarcaremos otra serie de aspectos que salvo excepciones - patrimonio y clero secular- la tarea ha recaido en gran profusión sobre ecle- siásticos. Aparte de los aspectos enunciados me detendré suscintamente en los referentes a jerarquía diocesana, la catedral y su cabildo, parroquias y ermitas, clero regular, así como algunas referencias a aquellos que gozaron de cierto carisma en su época, o los que realizaron algún papel en América.

1 . EL PATRONATO REGIO

Es curioso señalar y llama poderosamente la atención, cómo la especi- ficidad más particular de la diócesis canariense, al formar parte del Patronato regio junto con las diócesis granadinas"'', haya sido marginada hasta hoy, salvo para dos autores: Viera y Clavijo y Peraza de Ayala'"'.

(70) Cfr. Los apartados "La acción asistencial" y "Enseñanza y bibliotecas", en mi "Historia de la Iglesia .." o.c.

(71) J. BOSCH MILLARES, Historia de la Medicina en Gran Canaria, 2 vals., Las Palmas de Gran Canaria 1967; Los Hospitales de San Láznro de Las Palmas y de Curación de Telde. Las Palmas de Gran Canaria 1954. Sobre los mismos, E.M.C. 41-42 (1951) y R.H.C. 56 (1941), págs. 321-29; y El Hospital de San Martin: estudio histórico desde su fundaciún hasta nuestros dias. Las Palmas de Gran Canaria 1940. "Hospitales en Gran Canaria". En E.M.C. 25-26 (1948) 27-28 (1949). 43-75; 29-30 (1949) 67-82; 31-32(1949) págs. 87-110.

(72) A. BETHENCOURT MASSIEU, "El hospital de San Lázaro, el doctor Cubas y el Cabildo de Gran Canaria (1649-1657)". En R H C 169 (1971-72). págs. 101-109: y E. ESPINOSA DE LOS MONTEROS Y MOAS, "El Hospital de Ycod de los Vinos", 2 vols., t. 11. En Homenaje a Alfonso Trujillo. Santa Cruz de Tenerife 1982, págs. 303-343. (En las Guías o historias locales, por ejemplo de La Laguna, La Orotava, etc., se obtie- nen notas de interés).

(73) C. HERMANN, L'Eglise d'Espagne sous leparronage royale (1476-1834). Madrid 1988. (74) VIERA Y CLAVIJO, o.c. t. 111, págs. 189-199 de la Ed. 1950-52. F. PERAZA DE

AYALA, "El Real Patronnro de Canarias", en Anuario de Historia del Derecho EspnFiol, 1960 y Obras de J. Peraza de Ayala, Selección, 3 vols., t . 11, Santa Cruz de Tenerife 1982- 86, págs. 217-234.

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DUIII1NíEF.L SIGLO XVll 85

Curiosidad sobre la que procuré llamar la atención en referencia a algunos problemas derivados de esta dependencia en el siglo XVIII"5J. Hasta ahora llevo estudiados los efectos del pilonaje, o patrimonialidad de los beneficios curad~s( '~J, importante, porque explica el aislamiento -la "isla en la isla", que observó Unamuno-, dentro del insular y el más genérico del Archipiélago. También, el rango que los capellanes reales frente a los canóni- gos y racioneros en el seno del Cabildo catedralicio'"', pues ambos afectan al siglo XVII, amén de otro referente al siglo XVIII('81.

Si a lo anterior añadiéramos las dos contribuciones de Aranda Doncel, a las que ya hice mención sobre las asignaciones de pensiones sobre la renta de la mitra que llegaron a suponer en algún momento un tercio de las mis- mas, o la labor selectiva del clero encomendada a la Cámara de Castilla, se comprenderá que es ímproba la labor que queda por realizar para el Seis- cientos por lo que se refiere al tema del Patronato regio.

2 . LA DIOCESIS Y SUS PRELADOS

Tampoco es mucho lo que conocemos sobre la diócesis y sus pastores durante el Setecientos. Ya hemos hecho referencia y no nos detendremos en las dos contribuciones de Dominguez Ortiz, sobre el absentismo y sobre las rentas episcopales, estudio comparativo, del que se deriva que no eran preci- samente las de Canarias tan limitadas y causa de absentismo('Y). Ya hemos contemplado el proceso por lo referente a las visitas ad limina y la posibilidad de un estudio definitivo gracias a la laboriosidad de don Francisco Caballero.

Seguimos necesitando para esta centuria un episcopologio, pues es insuficiente, como dijimos, el realizado por Viera, o el publicado por don Santiago CazorlaLM'. En cuanto a los Obispos sólo tenemos noticias sueltas de algunos, aspecto éste lastimoso al no contar con buenos estudios biográficos de pastores de tanta personalidad como Cámara Murga y sobre todo la de

, ~~ ~

dos en Canarias", en Almogarén 9 (1992),~as ~ a i m a s de Gran Canaria, págs. 156-176 y "La patrimonialidad de los beneficios curados en la diócesis de Canarios, fenómeno de larga duración", RHC, 176 (1992). págs. 29-62. Id. "Los capellanes reales de la Catedral de Las Palmas, 1515~1750", en Veguera, O (1992), Las Palmas de Gran Canaria O (1992). págs. 55-65. Idem: "La Iglesia de la Concepción de La Ororava. Nuevas aportaciones", A.E.A., 38 (1992). págs. 433-477. A. DOMINGUEZ ORTIZ, "Las renras de los prelados de Castilla en el siglo XVIZP. Anuario de Historia Económica y Social (1 111 (1970) págs. 437-463. S. CAZORLA LEON, "Episcopologio", en Guía de la Diócesis de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria 1983.

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Bartolomé García Ximénez@", sobre quien en estas Jornadas González Loza- no y Diaz Martín nos presenta interesantes aportaciones, sobre la vida nada fácil de nuestro per~onaje'~". De los demás apenas unas noticias sobre Fran- cisco Sosa, Camionero y Cámara M~rga '~" .

Por lo que respecta a las constituciones sinodales ha llamado la aten- ción últimamente para las islas atlánticas el profesor Alberto Vieira'"'. Afor- tunadamente tenemos impresa las de 1629("), de tanta utilidad, que ha permi- tido al Dr. García García traernos a estas Jornadas un corte horizontal de la Iglesia en Canarias en 1634'C6). Sínodo que no volverá a ser convocado hasta 1734 por Cámara Murga, sin que por ello dejara de ser consciente García Ximénez de lo útil de sus convocatorias según lo establecido en T r e n t ~ ' ~ ' ~ .

Son los sínodos fuentes históricas de tal trascendencia, que ahora y gra- cias al esfuerzo de Caballero Mujica tenemos perfilada el texto de los inicia- les'"Y': sería de enorme utilidad ~ubiicar la serie de constituciones sinodales celebradas hasta el último año, precedida la serie de una amplia introducción mostrando la evolución y motivos esenciales de preocupación de la Iglesia en Canarias a lo largo de medio milenio. Es un buen reto para un equipo bien coordinado.

El balance por tanto de estas parcelas es bastante pobre, aunque aun podríamos traer a colación el libro sobre el señorío episcopal de Agüimes de

(81) J. HERNANDEZ PERERA, Dió a conocer el manuscrito "Noticiar de la Exemplar vida del IlusrrOimo S r Dn. Barrolomé García Xinzéner". R.H.C. 101-104 (1953). oáes. 185-239.

prensa). (83) M.R. HERNANDEZ SOCORRO y S. LUXAN MELENDEZ, "Fray Fr'runcisco de Soso,

un personaje de Toledo del Greco, Obispo de Canarias, Visitador de Portugal en 1613". VI1 C H C A (19861, t. 1, Las Palmas de Gran Canaria 1990, págs. 489-514. J. PERAZA D E AYALA, "El obispo López Agurio de la Mora (1572-1637)'' RllC 127-28 (1959). págs. 197-202. P. RUBIO MERINO, "Presenración del Doctor don Antonio Carrionero para el obispado de Canarias (1614j", VIII C.H.C.A. (19881, t. TI, Las Palmas de Gran Canaria 1991, págs. 847-870 y E. SERRA RAFOLS, "Recurso del obispo Dr Cámara Murga por abuso de fuerza de las autoridades locales", R.H.C. 93-94 (19511, págs. 119-124.

(84) A. VIEIRA, "As consritucoes sinodais e la ndniinisiracao das diocesis insrdlares (Anagra, Funchol e La< Palmas) nos séculos X V a XVII", IX C H C A . (1990), t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1993, págs. 163-223.

1851 C. CAMARA Y MURGA. Costituciones sinodales del Obisaado de Gran Conaria \ ~ ~ , ~ ~

~ ~,

(1629), Madrid 1734. (86) A. GARCIA GARCIA, "La Iglesia canaria en 1634". VJHIC (1993). (87) F. CABALLERO MUJICA, "Rece.~ión sinodal española en el siglo XVII: Carta de don

Barrolorné Carcía Jiménez, obispo de Canarias, al Rey Carlos II". Aimognren, 6 (1990), págs. 181-191.

(88) F. CABALLERO MUJICA, Canarias hacia Castillu. 2 vals., t . 11, Las Palmas de Gran Canaria 1992, "Primeros sínodos diocesanos", págs. 673-1019.

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL SlGLO XYll 87

don Santiago Caz~r la '~" , o la comunicación que nos presenta don Francisco Caballero sobre lo que legislaban los prelados sobre la fiesta del Corpu~'~") , a la que podríamos haber hecho referencia en el capítulo de Mentalidades.

3.- LA CATEDRAL Y SU CABILDO

Escribía hace ahora un año: "Continuamos sin una historia de la Cate- dral de Las Palmas de Gran Canaria en toda su complejidad, tal como hoy se requiere. Y más si tenemos en cuenta el juego de su Cabildo como contrapo- der, el relevante papel que ejerció ante la sociedad insular, no sólo en el plano espiritual, sino en el cultural, jurisdiccional y económico. El boato des- plegado en el culto ante el pueblo y la alta capacidad intelectual representa- do por dignidades y canónigos, explican su magisterio, así como la defensa a ultranza de sus privilegios y prestigio, con lo que ello significa en una socie- dad estamental'"".

Seguimos conociendo bien para ésta, como para el resto de las centu- rias, los diezmos (Macías), la construcción del edificio (Rumeu de Armas, Marco Dorta y Hernández Perera) y la capilla de música (Lola de la Torre) (=l. La Historia de la Catedral de Canarias libro voluminoso que recieutemen- te ha publicado el canónigo archivero don Santiago Cazorla"", es valioso por el gran número de novedades y documentos que encierran, pero no es una historia catedralicia, tal como hoy nos exige la historiografía.

Del resto, además de lo que ha sido citado, como el trabajo referente a los capellanes, aun podríamos añadir los referentes a la canongía del Santo Oficio o al testamento del canónigo Dávalos G u ~ m á n ' ~ ~ ' .

-

(89) S. CAZORLA LEON, Real señorío [sic] de l o Obispos de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria 1984.

(90) F. CABALLERO MUJICA, "La legislación episcopal sobre las fiestas del Corpu" , V JHIC (1993).

(91) A. de BETHENCOURT MASSIEU, Historia de la Iglesia, o.=. (92) L. de LA TORRE, "Ln capilla de música de la Caredral de Las Palmas", en A. MILLA-

RES TORRES, Hisroria General de las I.~las Canarias, t. IV, Las Palmas de Gran Cana- ria 1977, págs. 270-279 y "La Capilla de Música de la Catedral de Las Palniar y el compo- sitor Sebastián Durón", E.M.C. 85-88 (1963). págs. 39-119.

(93) S. CAZORLA LEON, Historia de la Catedral de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria 1992 y "S.1. Catedral Basílica de Canarias'', en Guía de la Diócesis de Canarias. Las Pal- mas de Gran Canaria 1977. S. BENITEZ PADILLA, Datos sobre la Cnrrdrol de Las Pal~ mas de Gran Canaria. Madrid 1948.

(94) R. de LERA GUZMAN, "La canongía del Sanio Oficio en la Catedral de' Las Palnias", VI11 C.H.C.A. (1988). t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1991, págs. 803-816 y A. RUlZ ALVAREZ, "El restamento del canónigo D. José Dúvalv.s y Guzmán y los primeros gra- bados de la imagen del Gran Poder de Dios del P~iertu de la Cruz". RHC, 141-148 (1963- 64), págs. 82-85.

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL SIGLO XVll 89

La insuficiente atención apostólica y sacramental capaz de prestar el escaso número de servidores parroquiales a una población rural creciente, que constituía un alto porcentaje de la total que habitaba en las Islas, por desarrollar sus actividades en un "hábitat" disperso, hubo de paliarse mediante la erección de ermitas, muchas luego transformadas en parroquias. Son bastantes las referencias a las mismas, dispersas por la prensa cotidiana y las revistas. Razón por la que es necesario emprender un estudio global a nivel de región, con la finalidad de realizar una cuantificación, más allá de los datos de las constituciones sinodales, de Pedro Agustín del Castillo o el mismo Viera y Clavijo. Cuantificación que nos explique su funcionalidad, tipología, servicios que prestan, muestre0 devocional por las advocaciones, etc., tal como he planificado en el prólogo al libro que a las de Guía dedica Pedro González Sosa(g8).

Como en el caso de las parroquias debo traer a colación unos cuantos ejemplos, cuyos autores son Quintana, Riquelme, Rodríguez Mesa, Tavío, Cerdeña o Roldán Ve~dejo(~".

5.- EL CLERO SECULAR

Da la sensación que se ha ido mitigando el interés por la vida conven- tual, que comenzó con tanto énfasis en el inicio de los ochenta, si exceptua- mos el interesante último libro de Emma González Yanes""). En éste, como en otros aspectos de la historia eclesiástica, abrió brecha el profesor Hernán- dez González con una ejemplar monografía sobre los conventos orotavenses """, al que viene a sumarse la publicación del P. Julián Escribano con su tesis sobre los jesuitas('"'. Parecía que se había recuperado el tiempo de las apor-

(98) A. de EETHENCOURT MASSIEU, "A propósito de un libro sobre ermitas en Cana- rias", proemio a GONZALEZ SOSA, P.: Las ermitas de Guía. (En prensa).

(99) P. QUINTANA ANDRES, "Apuriacióri rrl c<rDanis,no de la comarca del Noroeste de Gran Canaria: la fundación ermitas en la villa de Guia en la primero mitad del siglo XVZII". IX C H C A . (1990). t. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1993, pags. 293-318. M.J. RIQUFLME PEREZ, Estudio histórico-artístico de las ermitas de Gracia, San Benito y San Juan Bautista de La Laguna, La Laguna 1982. M. RODRIGUEZ DE MESA, "La ermita de Son Cristóbal de La Laguna", S.E.M.O., t . 11, La Laguna 1993, págs. 419~446. M.O. TAVIO D E LEON, "La ermita de San Antonio de Lunero en Garachico", S.E.M.O., t. 11, La Laguna 1993, págs. 663-674: "Dotación de la Ermita de Ntra Sra. de la Consolación de Garachico", V J.H.I.C. (1993). F . CERDENA ARMAS, ''Notas históri- cas sobre algunas ermitas de Fuerteventura", 11 J H F L . , t. 1, Puerto del Rosario 1987, págs. 315-364 y R. ROLDAN VERDEJO, "Una ermita majorera, Santa Inés", E.M.C. 11966-60) \-.-- --,.

(100) E. GONZALEZ YANES. Hhtoria de los conventos. La Laguna 1991. (101) M. HERNANDEZ GONZALEZ, Los conventos de La Orofava, La Orotava 1984. (102) J. ESCRIBANO GARRIDO, Los jesuiras y Canarias, Granada 1987 y Los jc.~uitas y el

desarrollo oastoral de 10 Diócesis de Canarias entre 1566 v 1767. (Lección inaugural en el Centro ~ e h ó ~ i c o de Las Palinas, 1982)

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taciones de Fray Diego Inchaurbe y Alepe"o", pero no hemos tenido esa dicha.

Es sumamente necesario reemprender la labor de Hernández González y Escribano y estudiar la vida conventual con su demografía, sociología, eco- nomía, la asistencia apostólica que ejercían, la enseñanza que impartían, sus sermones y obras literarias, sin olvidar los problemas internos que frecuente- mente se les presentaban, como hizo Carmen Flora H e r n á n d e ~ " ~ ) , sin que por ello abandonemos la vida conventual de las monjas.

No faltan algunas aportaciones de interés, a veces desde una óptica más artística que espiritual. Entre ellas destacan las debidas a Siverio, Calero Ruiz, Pérez Ramos, Diaz Dominguez, Martinez de la Peña y Lavandera para los de frailes""', e Inchaurbe, Pérez Herrero, o las que hoy nos trae a estas Jornadas García Santos, para las monjas('n6',

6.- E L CLERO DE V I D A EJEMPLAR

Como es lógico en el siglo XVII, siglo del barroco, pleno de espirituali- dad, no podían faltar ejemplos tanto masculinos como femeninos, que su vocación los puso camino de la santidad. Entre aquellos contamos con dos personalidades escepcionales: el fundador de la orden de los Bethlemitas, el hermano Pedro Bethencourt, de muy amplia bibliografía'107', el franciscano

(103) D. INCAURBE Y ALEPE, Noticias sobre los principales franciscanos de Canarias, La Laguna 1966; La Tercero O ~ d e n Franciscann de Santa C ~ u z y su capilla de Nuestra Señora riel Huerto, Santa Cruz de Tenerife 1960; "Un hijo ilrwt>-e de Gran Canaria, Fr. Juan de Mcdina, franciscnnu", A.E.A. 6 (1960), págs. 435-444.

11041 C.F. HERNANDEZ SANCHEZ. "Los conflicros inarclero durante el Anricuo Ré~imen.

Sanlo Toniár de Aouino". V C.H.C.A. (1982). t. 11. Las Palmas de Gran Canaria 1985. págs. 637-654. U. PEREZBARRIOS, Ei con;énto de San Francisco de Buenavisic, Santa Cruz de Tenerife 1986. A. RUIZ DOMINGEZ, A.: La plaza d! San Agustin y el convenio de Icod de los Vinos, Icod 1986. D. MARTINEZ DE LA PENA, "El Colegio de Agusti- nos de Garachico", AEA, 33(1987), págs. 647-671. J. LAVANDERA LOPEZ, "El lesra- mento del Beneficiado de Betancuria Dn. Esteban Gon:ále: de Socuera y la fundación de un convento franciscano en Fuerteventura", en Almogaren, 7(1991), págs. 161-164.

(106) D. INCHAURBE Y ALEPE, Historia de los convenios de Santo Clara de La Laguna y Sari Pedro Apóstol y San Cristóbal de Garachico, Sevilla 1940. E. PEREZ HERRERO, "Notasparri lo historia del Convenro de Santa Caraiinn de Siena, Orden de Sanin Clara, de Las Pnlnzirs", 111 C.H.C.A. (1978). l. 11, Las Palmas de Gran Canaria 1980, págs. 409-453 y J. GARCIA SANTOS, "La Ordcii de Santa Clara en Canarias, SXVI I" , V J.H.I.C. (1993).

(107) L. de LA ROSA OLIVERA, "Sobre la familia del Herniano Pedro", RHC 131~3'2 (1960). págs. 377-379; "El lugar donde noció y la fntnilin dcl Beato Pedro Berhencourt", IV

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VALORAClON DE LOS ESTUDIOS EC1,ESIASTICOS EN CAKARIAS DURANTE EL SIGLO XYll 9 1

venerable siervo de Dios Fray Juan de Y entre las monjas, las excepcionales Sor Catalina de San Mateo, en cuyo honor se levantó un hospi- cio con capilla en Guíal'O" y Sor María de Jesús, que no hace mucho nos dio a conocer García BarbuzanoULo'.

LA IGLESIA Y LA CULTURA

Entiendo que no queda completa esta valoración de la labor de la Igle- sia en Canarias, si omitimos la producción literaria de sus miembros y silen- ciamos algo de tanto peso en nuestro patrimonio como los edificios, obras pictóricas y escultóricas, la orfebrería, o el urbanismo que sus monumentos genera.

Creo por una parte que no soy la persona más indicada, por mi trayec- toria científica, para realizar una valoración sobre la historiografía producida alrededor de estos temas, labor más propia de especialistas en dichas mate- rias. Sin embargo me permito llamar la atención sobre la necesidad de entrar en el futuro en un análisis sobre la literatura y el arte en función de las doc- trinas, devociones y sensibilidad imperantes, y más para un siglo como el XVII donde el sentimiento y lo exterior, predominan. Conviene no olvidar las relaciones profundas entre estética, iconografía, religiosidad, sociedad, economía e incluso política. También finalmente es necesario, no olvidar la valoración sobre tratados de Teología, Derecho Canónico, Moral, devociona- rios, serrnonarios, etc["'). Para esta labor de exhumación tenemos un buen auxiliar en la Biobibliografía de Millares Ca r l~ ' "~ ) .

C H C A (1980), t. 1, Las Palmas de Gran Canaria 1982, págs. 137-351 y 'Notas sobre el Beato Pedro Bethencourt", AEA 28 (1982). págs. 379-396. A. CIORANESCU, "Elproce- su de canonización del Benm Pedro de Bethencourt", RHC, 115-36 (1961). págs. 374-391. R. FRAGA GRANT, Biografía de un tinerfcño ilustrado, el venerohle /Termano Pedro, Tenerife 1974 y A.M. VILLARIAS FERNANDEZ, El Venerable Pedro Aetancourt y la Contpañía Bethleniifica, Madrid 1991,Z vol. (£d. en reprograiía de su tesis).

(108) F.A. de ABREU, Vida del venerable siervo de Dios Fr Junn de Jesrís, religioso de lo Orden d N.P. San Francisco de San Diego, Madrid 1771. E . GUTIERREZ LOPEZ, "Fmy Junn de Jesús n Siervo de Dios", RHC, 43-44 (1938) págs. 80-91 y con el mismo título en Historia de la Ciudad de Icod de los Vinos, La Laguna 1941.

(109) A. de BETHENCOURT MASSIEU, "La polirica regalista en Canarias: el cierre de los ho.~picios f'ranciscunor de Cuia y La Matanza", Boletín Millares Carlo 6(1982), págs. 459- 497. La primera parte va dedicada a Sor Catalina y en la misma recojo la amplia biblio- grafía publicada hasta entonces (461-65). E. BENITO RUANO. "Sor Catalina de San Mntheo. Religiosidad poprilnr y taumatúrgica en Canarias (siglo XVII)", V C.H.C.A. (1984), t . 11, Las Palmas de Gran Canaria 1987, págs. 869~885.

(110) D. GARCIA BARBUZANO, Sor María de Jesrís, Santa Cruz de Tenerife 1990. (111) Un buen ejemplo lo tenemos en dan Francisco CABALLERO MUJICA, al publicar El

manuscrito "De República Chrixrinna" del bachiller Juan Mareo de Castro. Una obra de divulgación canúnica delsiglo XVII. Las Palmas de Gran Canaria 1979.

(112) A. MILLARES CARLO, y M. HERNANDEZ SUAREZ, Biobibliogrufin de e.scritores canarios (siglos XVI, A'Vlly XVIll). 6 lms, 2'ed., Las Palmas de Gran Canaria 1975-1953'

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ANTONIO DE BETHEKCOURT hlASSlEU

L A IGLESIA EN INDIAS

Finalmente, al ser tan masiva y trascendental la aportación de nuestras islas e isleños en la tarea de edificar el Imperio hispánico, aunque sea aun ingente la labor a realizar para alcanzar unos parámetros satisfactorios sobre la misma, no nos faltan algunas agudas observaciones de nuevos enfoques y metodología, como las realizadas por el Dr. Hernández González en su cola- boración a estas Jornadas, o en el homenaje a su tio, don Jesús Hernández Perera, que nos interesa aunque su contenido se centra en el siglo XVIII ("". Contamos con muy poco más, una valoración generalista de Borges Morán ("'), otra sobre las advocaciones marianas ("i!, varias sobre la labor misional ['16!, y una sobre los canarios que fueron prelados allende de los mares. Como vemos no es abundante la cosecha, aunque últimamente se abren nuevos horizontes, al menos desde la óptica metodológica y temática.

PALABRAS FINALES

D e cuanto llevamos expuesto se desprende que la historia de la Iglesia en Canarias por lo que toca a la decirnosexta centuria, no es que sólo haya alcanzado un estudio embrionario, sino que su nivel de conocimiento negati- vo sólo sea comparable al de la contemporaneidad.

Sin embargo, si analizamos el conjunto de la publicística, que he procu- rado recoger en notas -aunque reconozco que podrán aun citarse nuevas referencias, especialmente por lo que toca a obras que no siendo su objetivo el específico de nuestro tema, encierren aportaciones-, podemos observar que en una serie de ramas o áreas, precisamente las que más interés suscitan a los historiadores occidentales, hemos alcanzado unos niveles muy satisfac- torios. Pero hay más, el listón lo han subido especialistas, algunos aquí pre-

(113) M. HEKNANDEZ GONZALEZ, "Los canarios dentro de la politiea misional en Indias", V J.H.1.C. (1993) y ''La dimensión hispanoumericana del arte y la religiosidad canario del siglo XVIII", Homenaje al ProJ Hernández Perera, Madrid 1992, págs. 843-850.

(114) P. BONGES MORAN, "Aportación canaria a la evangelización americana", IV C.H.C.A. (1980), t . 1, Las Palmas de Gran Canaria 1982, págs. 267-296.

(115) E.J. DELGADO DOMINGUEZ, "Advocaciones marianas en Canarias y América", en Canarius y América, Madrid 1988, págs. 123-128.

(116) E.O. ACEVED, "Canarias en la conquisto espiritual del Rio de La Plata", VI11 C H C A . (1988), t. 1, Las Palmas de Gran Canaria 1991, págs. 113-141. L. TORMO SANZ, "El canario Pére: Arce y los origenes de las misiones de Chiquitos", IV C H C A . (1980), t . 1, Las Palmas de Gran Canaria 1982, págs. 367-415 y "Jesuitas canarios en el Paraguay", IV C H C A . (1984) Las Palmas de Gran Canaria 1987.

(117) V. MEDINA RODRIGUEZ, y J. MARTINEZ GALVEZ, "Breve biografia de losprelo- dos canarios en la silla episscopal de Yucután: D. Francisco Pablo Mateo de Carriedo y D. Pedro Agusttn de Efc6vez y Ugirrle", cii Agr<nyro, 118 (1990, agosto). S. JIMENEZ S A N - CHEZ, "Canarios en América: Fray Andrés Filomeno Garcia Acosta", E.M.C. 16(1945), pags. 35-54.

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VALORACION DE LOS ESTUDIOS ECLESIASTICOS EN CANARIAS DURANTE EL STGLO XYll 93

sentes, que pueden orientar en el futuro a quienes se interesen por estas líne- as de investigación.

Por lo que toca al resto, hay que reconocer que nos encontramos en mantillas, con contribuciones a veces valiosas, pero fragmentarias y disper- sas. Y otras, lo que es peor, con desconocimiento de la metodología en vigor.

Es cuanto se deriva de lo que llevo expuesto, no sé si con el tino conve- niente, y las carencias tienen una fácil terapeútica, que por haberla expuesto por extenso sólo hace un año, pienso no es momento de reiterarla. En sínte- sis se reduce: reunión, catalogación y apertura flexible de las fuentes a los investigadores. Abrir un centro documentalista, que acopie reproducción de las fuentes conservadas en archivos foráneos. Continuar con la política de adquisición de fondos bibliográficos en el Centro Teológico. Constitución de equipos de investigación, que coordinadamente cubran un programa trazado entre representantes de Instituciones y personas de relieve en este campo. Procurar con la colaboración de fundaciones privadas llevar adelante una política de becas y ayudas en los desplazamientos necesarios. Facilitar el máximo intercambio de información y documentación, para evitar tanto estudio fragmentado: local, insular o todo lo más provincial, perdiendo de vista la imperiosa necesidad de tener monografías a nivel regional. Finalmen- te, proseguir la labor de atraer a estos temas el interés de revistas y editoria- les.

Sólo así, marcharemos por una buena vía.

Antonio de Bethencourt Massieu

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ALMOCAREN. 13. (94) Pjgs 95 - 118 O CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS

LA IGLESIA CANARIA AL FILO DEL ANO 1629

ANTONIO GARCIA Y GARCIA CATEDRATICO DE DERECHO CANONICO

UNIVERSIDAD PONTlFlClA DE SALAMANCA

b n Las páginas que siguen trataré de trazar una radiografía de la Igle- sia Canaria, basándome para ello en el sínodo celebrado por el obispo de Canarias D. Cristóbal de la Cámara y Murga en Las Palmas el 30 de abril de 1629, precedido de una visita canónica llevada a cabo por dicho prelado a las siete islas, y seguido de una buena edición de las constituciones sinodales y otras piezas que comentaremos a lo largo de este artículo"'. En otra ocasión me ocupé ya de este sínodo por cuanto respecta a la religiosidad popular

- (1) Constitr~ciones synodales del obispado de Canaria, hechas y ordenedas por el Doctor don

Chrisroual de la Camnra y Murga, Obispo de Canaria, del Consejo de su Magesrad, en /a Synodo Diocesano, que se celebró en la dicha ciudad de Canaria in 30 de Abril de 1692 (Madrid 1634) 1 fol. sin numerar+360 fol. numerados+l2 fol. sin numerar dande se con- tienen las siguientes piezas: un "lndice de estas consriruciones synodales" (fol. 1-10 folios finales sin numerar): otro "Indice de la creación del obisoado de Canaria. v relación de , 1 , 1 , h . , / , , l . 1 , . 3 , , l . l l l . / , , "<../" /,,,.- /.il,>" i i.i II i i i i ~ l .iii ii.iinrr.,i,. ! /,.t../!.i..ii i . l . \ ~ ~ ~ u .Ic /,$ / ~ ~ c h L , z , l , ~ . ~ .., , , , I ,,u!.. /;l. 5 . < 1 1 . > : d , i . i l. l .? iii?.tl ,ii. tiurnLr.lr britri l.,. :,..t..>. < ~ , < r ~ i [ 8 . ~ r ~ ~ qiic .l., edición sc conservan, pude tener a mano una fotocopia del que se conserva en la Biblio- teca Nacional de Madrid (signatura 2126982). favor que agradezco de veras a la Dirección de dicho centro.

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canaria, por lo que ahora prescindiré de este tema para ocuparme de las res- tantes vertientes de este sínodo de 1629"'.

En cuatro diferentes apartados nos ocuparemos de la personalidad del Obispo D. Cristóbal de la Cámara y Murga; de su visita canónica a la diócesis canaria, que en aquel entonces comprendía la totalidad de las Islas Afortuna- das; contenido disciplinar de las constituciones sinodales; y otras informacio- nes contenidas en las demás piezas de este sínodo, distintas de las constitu- ciones.

1. PERSONALIDAD DEL OBISPO CAMARA Y MURGA

En diferentes pasajes del volumen resultante de este sínodo'" se con- tienen las siguientes informaciones casi todas autobiográficas sobre la vida de este prelado. Nació en Arciniega (arzobispado de Burgos),

"a quinze de Noviembre, día del glorioso mártir san Eugenio, pri- mer arzobispo de la santa Iglesia de Toledo. A los once años salió de casa de sus padres, y estudió Gramática en el Colegio de la Compañia de Jesús de la villa de Monterrey. De alli, año de 1587, comenzó a oir Artes en la Universidad de Alcalá, teniendo por maestro al Doctor Pedro Martinez de Espinosa ... Graduóse de Licenciado en Artes siendo colegial artista, y le dieron primero con otros cuatro entre 117 que se graduaron. Estando oyendo Teologia del Obispo don Francisco Martínez y del Doctor Monte- sinos y del Doctor Tenas Obispo de Tortosa, se opuso a la santa Iglesia de Burgos, a una presentación que tienen en el Colegio de Sigüenza, y la llevó entre muchos opositores del Arzobispado. Graduóse de Licenciado y Doctor de Teologia en aquel Colegio y Universidad de balde, porque así son obligados a graduar a los que alli fueren colegiales o lo hubieren sido, porque el fundador del Colegio lo fue de la Universidad, a donde el Rector del Colegio lo es de la Universidad; y tienen dos cátedras de Teologia, una de Prima, y otra de Visperas, las quales provee el Colegio por oposi-

(2) Cf. mi articulo titulado "La religiosidad popular en Canarias", Hispania Christiana. Estu- dios en honor del Dr José Orlandis Rovira en su septuagésimo aniverrario (Pamplona 1988) 749-83, que fue leido en el Coloquio de Historia Canario-Americana, 6-10 Octubre de 1986, celebrado en Las Palmas, y aparecido en las actas de dicho Congreso, baja el titula "La religiosidad popular en el derecho canónico canario", VI I Coloquio de Historia Canario-Americana 2, Las Palmas de Gran Canaria 1992, págs. 287-305.

(3) Cí. diversos pasajes del volumen cit. supra nota 1 de este articulo, y especialmente los fol. 3351-38".

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ción de hombres doctos, y votan el Rector y colegiales que hubie- re, y el otro catedrático, porque al de Vísperas, le dan la de Prima, y vota el Prior del Colegio de San Jerónimo, que fundó el dicho fundador, y una dignidad de la Iglesia, a donde en aquella provi- sión el Cabildo le ha de darposesión de un canonicato, de dos que hay anexos a las dos cátedras, como de dos doctorales que hay, en proveyendo el Cabildo, el Colegio le ha de dar la cátedra de Prima de Cánones.. . El año de 1596, a 2 de Agosto, hicieron al Obispo colegial del mayor de Oviedo en Salamanca. El año de 1602, por el mes de Marzo, llevó a ocho opositores cátedra de Artes de segunda oposición. El año de 1633, de Abril, llevó la magistral de Badajoz entre nueve opositores. El año de 1606, a 24 de Noviem- bre, el canonicato magistral de Murcia a ocho opositores, a donde fue calificador del Santo Oficio. El año de 1617, día de San Pedro Mártir, 29 de Abril, llevó magistral de la Sagrada Escritura de la santa Iglesia de Toledo, Primada de las Españas, entre ocho opo- sitores, de los cuales fueron el Doctor Andrés Merino Catedrático de Prima de Teologia en Alcalá, Doctor Guzmán, hoy maestro del Señor Infante Cardenal, Magistral de Salamanca, y don Gonzalo Carrillo de Córdoba Magistral de Málaga, de Córdoba, y hoy de Sevilla. Estando en Toledo, y siendo también calificador de la Inquisición, Su Majestad del Rey Felipe N, que Dios guarde, a 22 de Marzo de 1627, le hizo merced de nombrarle obispo de Cana- ria. Pasóse la Iglesia a 15 de Noviembre de 1627, llegaron a Madrid las bulas a 18 de Enero, día de la Cátedra de San Pedro, consagróse a 23 de Enero de 1628, por mano del Ilustrísimo Car- denal don Antonio Zapata, Inquisidor General, Gobernador del Arzobispado de Toledo, en el Colegio de Doña Maria de Aragón de la Orden de San Agustín en Madrid, Corte de su Majestad, siendo asistentes los obispos de Tuy y Ugento. Partió de la bahía de Cádiz a 8 de Mayo, llegó a Canarias a 18 del dicho mes, 1628, aquel día por la mañana tomó posesión en su nombre don Gabriel Martínez Pastor, Inquisidor de Canarias, y Prior de la Iglesia, en la cual fue recibido el Obispo por su Iglesia y ciudad. La misma tarde traxo por sus ministros de Provisor al Dr. Luis del Toral familiar de su Colegio, y por Visitador al Licenciado Diego Vélez de Matamala, ambos grandes letrados juristas"(".

Aunque en este pasaje que acabamos de transcribir se habla en tercera persona, su autor es en realidad el propio Obispo Cámara y Murga, quien

(4) Ibídem, fol. 335r-37r.

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narra no sin cierta autocomplacencia, su biografía con anterioridad a la toma de posesión del obispado canario. En realidad, es una simple narración de su "cursus honorum", donde no se olvida de mencionar a todas aquellas perso- nas con cargos importantes, con quienes se relacionó. Como luego veremos, este tono elogioso de su actuación se mantiene a lo largo de la narración que el Obispo dedica a su visita a la diócesis y al desarrollo del sínodo.

Su pontificado en Canarias duró desde el 15 de Nov. de 1627 al 7 de Mayo de 1635, fecha en que fue promovido al obispado de Salamanca, donde también convocó sínodo en 1638, del cual no he podido tener a mano las constituciones, cuya consulta y cotejo con las de Canarias pudiera resultar interesante'".

Según la documentación que he podido hallar en el Archivo de la Cate- dral de Salamanca, el Obispo Cámara y Murga tomó posesión de la sede sal- mantina a comienzos de 1636, ya que se conserva una carta suya al Cabildo salmantino con fecha 4 de Enero de dicho año'". Falleció en Salamanca el 29 de Abril de 1641. En un episcopologio de Salamanca de principios de este siglo, se nos da la siguiente semblanza de nuestro Obispo:

" D o n Cristóbal Cámara y Murga sucedió, después de estar vacante dos años la sede salmantina, al Señor Carrionero. Es natural de Arciniaga, arzobispado de Burgos. Rigió la diócesis de Canarias, de la que fue trasladado a Salamanca. Laborioso e infa- tigable, visitó la diócesis dos veces, en poco tiempo y sin reparar en los frios de invierno, con lo que se debilitó su naturaleza, adelan- tándosele la muerte y llevándose a la tumba los saludables proyec- tos que meditaba poner en práctica para gloria de Dios y salvación de las almas" "1.

( 5 ) Agradezco mucho al Canónigo Archivero, D. Rafael Sánchei Pascua], Canónigo Archi- viero. su oreciosa avuda en la búsaueda del texto del sínodo celebrado en Salamanca oor

informe de D. Rafael. (6) Salamanca, Archivo de la Catedral, Cai. 40 11.17 que contiene una carta en la que el obis-

po Murga comunica al Cabildo su nombramientocomo Obispo de Salamanca; con fecha 27 de Enero de 1635. Casi un año más tarde (4 Enero 1636) se dirige de nuevo al Cabildo para comunciarle la toma de posesión (Caj. 28, legajo 3).

En el mismo Archivo se conservan otros comunicadas suyos al Cabildo salmantino sobre asuntos un tanto rutinarios o que en todo caso no se relacionan con nuestro argu- mento. Pueden verse reseñados en un Catálogo dactilografiado existente en la Sala de consulta de dicho Archivo. Cf. las signaturas siguientes: Caj.40 n.17 (tres cartas de 1636) Cal. 40 n. 57, Caj. 24 leg.1 (2 Abril 1637) Caj. 40 n.18 (tres cartas de los días 3,5,15 Nov. 1637), Caj. 40 n.19 (23 Jun.1639), Caj. 20 leg.3 n. 22 (28 Abril 1641) y Cajón 39 n. 14 (30 Abril 1641).

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La imagen de obispo que emerge de esta breve referencia es coherente con la que se desprende de la mucho más abundante documentación sobre su episcopado en Canarias. Lo único que se echa de menos para Salamanca es la mención del sínodo de 1638, que según otra documentación Uegó a cele- brar.

iL LA VISITA CANONICA A LAS ISLAS AFORTUNADAS

El Obispo dedica a la visita párrafos como los siguientes:

"En dos aitos y tres meses visitó la Iglesia mayor, ciudad, y todas las siete islas, sin quedarle un solo lugar, iglesia ni ermita, y en todos ellos predicó, reedificó las casas episcopales quemadas de los hereges 30 años había.. . ""'.

En otro lugar concluye, después de describir todas las localidades de las Islas que visitó:

"Todas estas villas y lugares tienen estas siete islas: en todos he estado, sin salvar uno, ni iglesia o ermita que no haya visitado, visto y tocado todo por mis ojos y manos, como constará más lar- gamente en la relación de la visita, que de todo y de todas cosas, cual nunca se ha dado, presentó ante el señor Presidente y Consejo de Cámara de su Majestad, y que no me ha quedado lugar ni igle- sia, donde no haya predicado, y en algunas tres, cuatro, quince, veinte sermones en púlpito, sin muchaspláticas hechas en los con- ventos de monjas y cárceles. Para todo lo cual (desde que sali de España) me he embarcado once veces, sea Dios bendito, y vuelvo ahora a comenzar segunda visita""'.

En efecto, el Obispo describe las siguientes localidades ofreciendo sobre cada una de ellas detalles que no sólo corroboran su visita a los mis- mos, sino también lo que es más importante, su gran espíritu de observación sobre los más variados aspectos de los lugares visitados. Las localidades visi- tadas a que se alude aquí son las siguientes, que trascribimos con la misma morfología y orden que figura en este texto: Isla de Gran Canaria (Telde, Gáldar, Guía, Lagaete, Arucas, Moya, Terori, La Vega, Tirahana, Aguimez Cámara Episcopal, Texeda, Acusa y Armentera); Isla de Fuerteventura; Isla -

(7) J. A. VICENTE BAJO, Episcopologio snlmaniino desde la anrigüednd hasra nueslros días, Salamanca 1901, pág.157.

(8) Ibídem, fol. 337r. (9) Ibídem, fol. 359"-3601.

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de Lancarote (Aria); Isla de Tenerife (Santa Cruz, La Laguna, Candelaria, Taganana, Tegueste y Tigina, Tacoronte, Sancal, La Matanca, Lentenjo, Santa Ursula, Orotava, Realejo de Arriba, Realejo de Abajo, San Juan de la Rambla, Fuente de la Guaricha, Icode, Garachico, El Tanque, San Pedro de Daute, Silos, Buenavista); Isla de Hierro; Isla de la Gomera (Arminga); Isla de la Palma (Puntallana, San Aiidrés, Sauces, Barolovento, Garafia, Punta- gorda, Tixarafe, Los Llanos, Mazo, San Pedro y Palma ciudad); Isla de Tene- rife (Adexe, Chazna, Granadilla).

La cifra total de poblados visitados suma 53. Su recorrido con los medios de locomoción de entonces, dejando aparte las ponderaciones que el Obispo hace, representa ciertamente una ardua y meritoria tarea.

Como es sabido, el Concilio 4 Lateranense de 1215 ~ . 6 ' ' ~ ' prescribe la realización de la visita canónica previa a la celebración del concilio provin- cial. El Concilio Tridentino'"), por su parte, prescribe la visita canónica anual a la diócesis, que debe hacer el obispo personalmente, y en caso de hallarse impedido, podrá hacerlo por su vicario, y en diócesis muy extensas se prescri- be la frecuencia al menos bianual, pudiendo realizarse de una vez o en varias etapas sucesivas. El objeto de la visita eran los lugares sagrados (templos, cementerios, vestiduras y ornamentos sagrados, objetos de culto, reliquias e imágenes, legados, hospitales, escuelas y hospitales dependientes de la Igle- sia, seminarios y bienes temporales eclesiásticos; los ministerios sagrados de la predicación, administración de sacramentos, etc.; personas, o sea el clero, las religiosas, cofradías, los maestros de las escuelas de la Iglesia y el pueblo fiel). De hecho, la visita del Obispo Cámara y Murga se acomoda con toda precisión a estas normas tridentinas en el objeto de la visita e incluso en el tiempo que duró, pese a la evidente dificultad que presentaba el acceso a más de medio centenar de localidades a lo largo y a lo ancho de las siete islas del archipiélago canario, con unos medios de desplazamiento que en el siglo XVII eran todavía primitivos en comparación con los actuales. El sentimien- to de humildad que el Obispo manifiesta ante la ingente tarea que suponía la visita canónica a la diócesis y el sínodo consiguiente más que una cortés pro- testa de humildad y pequeñez ante tamaña labor, parece reflejar sus senti- mientos reales en los inicios de su episcopado. He aquí sus palabras a este propósito: -

(10) A. GARCIA Y GARCIA (ed.), Consrirurifufiones Concilii IV Lareranenrir una cum Commenrariis glossatorum Monumenta iuris canonici. Series A: Corpus glossatorum 2; Citti del Vaticano 1981, págs. 53-57, donde se encuentra el texto de los capítulos o cons- tituciones lateranenses 6-8. En el misma volumen se encuentran los comentarios de tres canonistas contemporáneos a estos textos (Juan Teutónico, Vicente Hispano y Dámaso Húngaro).

(11) Conc. Tridentino, ses. 24, cap. 3, ed. por J. ALBERIGO y otros, Conciliorum oecumeni~ corum decreta. Bologna 1973,, págs. 761-63.

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"Pero como para tan grande oficio, como predicar y regir este pequeño pueblo de Dios destas siete dichosas Islas de la gran Canaria, formidable sin duda a los ombros de los ángeles, me hallé corto y embarazado, y de pocas fuerzas, cual otro David,l Reg.17: Non enim ambulare valeo nec ferre tam grandium usum armorurn"'"'.

Otro aspecto que llama la atención es la abundancia de detalles que captaron los observadores ojos del Obispo. Al lado de auténticas devociones que merecen su aprobación, no escapan a su atención sortilegios, supersti- ciones, excesos cometidos en las procesiones, con las imágenes y con las reli- quias, así como otros detalles relacionados con la religiosidad popular; acci- dentes del terreno, paisajes particularmente impresionantes, número de habitantes de cada poblado, productos de la tierra, actividades laborales de los canarios, el comercio con el exterior, evocaciones de episodios históricos relacionados con las Islas Canarias, etc. En el apartado final de esta comuni- cación volveremos sobre algunos de estos detalles.

Poseemos información sobre otra visita canónica realizada siglo y medio más tarde por el obispo Martínez de Plaza a las Islas de Tenerife, La Palma, Gomera y Hierro. La visita de Martínez de la Plaza contiene muchos más datos oficiales que la de Murga y Cámara, pero la de este último resulta mucho más interesante por cuanto respecta a lo no oficial, es decir a observa- ciones que el Obispo hace sobre aspectos tanto religiosos como sobre el esta- do de la diócesis y de aquella sociedad'"'.

111. CONTENIDOS DISCIPLINARES DE LAS CONSTiTUCIONES DE 1629

El Obispo Cámara y Murga ignoraba que se hubiesen celebrado ante- riormente otros sínodos en Canarias, por lo que se siente orgulloso por el supuesto hecho de ser el autor del primero que se celebró:

"Somos obligados a tener sinodo diocesano cada año, lo cual en este nuestro obispado jamás se ha hecho, ni tal sinodo parece haberse celebrado, no sólo después del Concilio Tridentino, pero

(12) Ed. cit. supra nota 2, fol. 18rv. (13) Sobre el obispo Pedro Manuel Dávila y Cárdenas y su sínodo de 1735 cf. mi articulo cit.

suora nota 2. oses. 769-72. Acerca de su visita canónica a la diócesis. cf. J. LAVANDE- RÁ LOPEZ; enAlmogaren 4 (1988), págs. 243-57 y 5 (1990), págs. 17'9-213.

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ni antes, por lo cual no hay regla cierta de gobierno espiritual de estas Islas"'"'.

Que no se conocen sínodos ni constituciones sinodales en Canarias después de Trento sigue siendo verdad todavía hoy, pero antes de Trento se habían celebrado por lo menos cuatro sínodos, de los cuales dos correspon- den a Diego de Muros (23 Oct.1497 y 26 Feb.1506) y otros dos a Fernando Vázquez de Arce (7 Dic.1514 y 18-23 Abril 1515) "*'. Pasará un siglo hasta que Canarias cuente con otras constituciones sinodales, lo cual ocurrirá bajo el pontificado del Obispo Pedro Manuel Dávila Cárdenas, quien celebró sínodo en 1735, cuyas constituciones se editaron en un volumen de parecidas dimensiones al de 1629'16'. Los dos sínodos restantes se celebraron ya en este siglo: el de Angel Marquina Corrales en 1919 y el de Antonio de Pildain y Zapiain en 1947'"'.

Las constituciones sinodales de 1629 ocupan en la edición de 1633 los fo1.49~-312r, y por su extensión y por el valor de su contenido son parangona- b l e ~ a las de los principales sínodos peninsulares de la época.

El sínodo de 1629 fue recopilado por el mismo Obispo Cámara y Murga, como se indica ya en el frontispicio de la edición y se comprueba por numerosos lugares donde habla en primera persona, aunque a veces lo haga también en tercera.

Como tantos otros sínodos anteriores y posteriores a Trento el de Canarias de 1629 sigue de cerca el orden de los títulos de las Decretales de Gregorio IX, que a veces ya no evoca en el lector actual su contenido exacto. En la mayoría de los casos, el epígrafe que aquí se da a cada constitución coincide con el respectivo título de las colecciones de Decretales. Seguida- mente ofrecemos las rúbricas o epígrafes de las constituciones del Obispo Cámara y Murga, indicando entre paréntesis los lugares correspondientes de las Decretales de Gregorio IX, cuya colección abreviamos, como se hace usualmente, con la letra X seguida del correspondiente título de la colección de Gregorio IX que, como es sabido, estuvo en vigor desde 1234 hasta el Código de Derecho Canónico de 1918"": -

(14) Ed. cit. supra nota 2, fol. lv-2r. (15) F. CABALLERO MUJICA, Canarias hacia Casrilla. Datos de un proceso histórico 1-2,

Las Palmas de Gran Canaria 1992, especialmente el vol. 2, donde se contiene un buen estudio y una edición de estos cuatro sínados. El mismo Autor colabora también en la edición crítica que de las mismos ofrecerá oportunamente el Synodicon Hi-rl>nnum.

(16) Sobre el obispo Pedro Manuel Dávila y Cárdenas y su sínodo de 1735 cf. mi artículo cit. supra nota 2, págs. 769-72.7

(17) Ibidem, pág. 774. (18) Cf. preferentemente la ed. de E. FRIEDBERG, Corpus iuris canonici, 1: Decreralium

Collectiones, Leipzig 1879 = Graz 1955.

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-De la suma Trinidad y fe católica (que aquí figura como una especie de proemio, mientras que en las Decretales de Gregorio IX es el tit.1 del lib.l=X 1.1).

1. De la doctrina cristiana (X 1.1). 2. Del bautismo (X 3.2). 3. Del sacramento de la confirmación. 4. Del sacramento de la penitencia. 5. Del sacramento de la Eucaristía. 6. De la extremaunción. 7. Del sacramento del orden. 8. Del sacramento del matrimonio (X 4.1-21). 9. De la vida y honestidad de los clérigos (X 3.1-50).

10. De la cohabitación de clérigos con mujeres (X 3.2). 11. De los clérigos que no residen (X 3.4). 12. De los beneficios. 13. Del oficio de los sacristanes (X 1.26). 14. De los mayordomos de las iglesias (X 1.33). 15. Que no se enajenen los bienes de las iglesias. 16. De la celebración de las misas (X 3.41). 17. Del Oficio divino. 18. De las procesiones que se harán en las iglesias. 19. De las parroquias (X 3.29). 20. De las capellanías y sus fundaciones. 21. De los testamentos (X 3.26). 22. De las sepulturas (X 3.28). 23. Del oficio de bolsero y colector. 24. De las casas religiosas (X 3.26). 25. De las santas imágenes y sagradas reliquias (X 3.45). 26. De los días festivos y feriados (X 2.9). 27. De la observancia de los ayunos y vigilias (X 3.46). 28. De edificar y reparar las iglesias (X 3.48). 29. De la inmunidad de las iglesias (X 3.49). 31. De los votos y redención dellos (X 3.34). 32. De los diezmos y primicias (X 3.30). 33. Del derecho de patronato (X 3.38). 34. De la sentencia de excomunión (X 3.39).

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35. De la simonía (X 5.3). 36. Del pecado de la usura (X 5.19). 37. De las injurias (X 5.36). 38. De los sortilegios y supersticiones (X 5.21) 39. De los blasfemos y maldicientes (X 1.26). 40. De diversos delitos y pecados. 41. Del oficio del juez (X 1.30-32). 42. Del fuero que cada uno debe juzgar (X 2.2). 43. De cómo se hará el proceso y cómo se contestarán los delitos y del

que pide juramento de calumnia (X 2.5; X 2.7, etc.). 44. De los juicios de las causas y quiénes pueden abogar. 45. De las dilaciones de los pleitos y cómo se ha de hacer secuestro, y

embargo de posesión y frutos (X 2.8; X 2.17, etc.). 46. De las pruebas, testigos, instrumentos, sentencia, y cosa juzgada

(X 2.19-21; X 2.27, etc.). 47. De las apelaciones (X 2.28). 48. Del oficio de visitador. 49. Del oficio del fiscal. 50. Del oficio de los notarios y receptores. 51. De la guarda de los presos.

En todo este cuerpo legal diocesano la mayor parte está tomado del derecho canónico común, como no podía ser menos y como ocurre con cual- quier sínodo de la época de parecidas características, aunque con aplicacio- nes a casos muy concretos de la diócesis en cuestión y en este caso de la de Canarias. Nos detendremos seguidamente en algunos casos que el Obispo refiere especialmente a su diócesis canaria.

En la constitución sobre la suma Trinidad y la fe católica, el obispo ordena que

"entre estas nuestras constituciones sinodales se imprima la suma de toda nuestra fe, que llamamos Doctrina christiana, y en lengua vulgar, para que los beneficiados y curas tengan una breve resumpta de lo que han de enseñar a lp~eb lo" . "~)

En otras muchas diócesis circulaban en tiempos de este sínodo de 1629 ediciones aparte de la llamada Doctrina christiana, pero el Obispo Cámara y -

(19) Ed. cit. supra nota 1, fol. 501.

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Murga, como buen conocedor de la tradición canonística, prefiere seguir el sistema en uso a finales de la Edad Media, que incluía el contenido de dicho o p ú s c ~ l o ' ~ ~ ' , añadiendo además una exposición más amplia de los conoci- mientos teológico-canónicos que los sacerdotes con cura de almas debían poseer. De esta exposición más amplia también había ejemplos de los últi- mos siglos de la Edad Media, conocidos bajo títulos como el de Liber syno- dalis. 0"

Efectivamente, en el sínodo de 1629 se contienen ambos textos, es decir un catecismo breve que deben aprender los fieles, y una especie de manual dirigido más a los pastores que a los simples cristianos. En el primero se contienen las tres virtudes teologales, el Credo, los artículos de la fe, modo de santiguarse, Pater Noster, Mandamientos de la Ley de Dios, Obras de misericordia, pecados capitales y las virtudes contrarias a éstos, dones y frutos del Espíritu Santo, bienaventuranzas, potencias y enemigos del alma, sacramentos, novísimos, etc. A cada una de las piezas mencionadas acompa- ña generalmente una breve explicación. Ciérrase esta sección con el decreto de entrada en vigor de estas constituciones, para lo que se dan dos meses de plazo desde su promulgación en el sínodo, derogando los mandatos (no sino- dales, se entiende) de sus antecesores, entre los cuales menciona los del obis- po Francisco Martínez de Ceniceros (1597-1607), no porque no fueran opor- tunos, sino porque, según se afirma aquí, se recogen en este sínodo de 1629'22'.

La exposición más extensa dirigida al clero con cura de almas, subraya con gran insistencia la obligación que éstos tienen de enseñar la doctrina cris- tiana a los fieles, recomendándoles para su preparación las siguientes obras:

"la Sagrada Biblia, la Catena de Santo Tomás de Aquino sobre los Evangelios, el Catecismo Romano de San Pio V... Ten- gan sumas de cnsos de conciencia, como /a Sylvestrina, Manual del Navarro (Marfin de Azpilcueta) y otras muchas, y libros de devoción, como es el Símbolo de Fr. Luis de Granada, Ludovico Blosio, Instrucción de sacerdotes de Molina, y otros de tantos

(20) Pueden verse varios ejemplos en A. GARCIA Y GARCIA (Dir.), Synodicon h&panum, 3: Astorga, León y Oviedo, Madrid 1984, págs. 26-38 y 467-75, donde se incluyen das catecismos análogos de Astorga y Oviedo respectivamnete, procedentes en ambos casos de sínodas de 1553.

(21) Cf. A. GARCIA Y GARCIA, FCANTELAR RODRIGUEZ y B. ALONSO RODRI- GUEZ, "Libersybnodalis: Pam lo historio de un concepto", Srudia in honorem Em.mi Card. Alphonsi M Stickier, Roma 1992, pigs. 1-11, donde se estudian algunos de estos manuales de lo 4ue debían saber los sacerdotes con cura de almas. v cuvo texto es algo diferente de , , las constituciones sinodales, pero se promulga a se urge su obligación igualmente en sínodo.

(22) Ed. cit. supra nota 1, fol. 49"-76".

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como hay escritos, para purificar las conciencias, y enseñar el camino de buenos, santos y católicos cristiano^"'^).

Entre los destinatarios de la enseñanza de la doctrina cristiana afirma el Obispo que

"en muchos hay gran descuido en saber la dicha doctrina chris- tiana, especialmente personas del campo, esclavos y esclavas",

ordenando que los que no sepan la doctrina cristiana no sean admitidos a confesión, sino que los confesores deben remitirlos a los curas encargados de enseñarles la doctrina. En otro lugar se vuelve a aludir a los esclavos, para tutelar su libertad de elección para contraer matrimonio. Continúa luego con una exposición bastante más amplia sobre los sacramentos. El bloque más amplio y menos novedoso de este sínodo son las constitucio- nes relativas a la disciplina del clero, donde no se añade ni quita gran cosa a lo que se contiene en el libro tercero de las colecciones de Decretales. Como no podía ser menos, estas instituciones se refieren generalmente a temas importantes, mientras que otras veces no lo son tanto, como por ejemplo cuando se refiere a la barba de los clérigos en estos términos:

"Diferente ha de ser la barba del eclesiástico a la del seglar. Sea su barba redonda, baxa, pareja, sin punta nin bigotes, y de tal manera la traigan compuesta que no les sea impedimento para recibir el saludable Sacramento del Cuerpo y Sangre de Jesuchris- f0" (2").

En otro pasaje se contiene esta alusión al uso del tabaco por los cléri- gos:

"Item ordenamos que ningún clérigo, antes de la misa ni dos horas después de haberla dicho, tome tabaco, ni ellos ni legos jamás en las iglesias, pena de excomunión mayor latae sententiae, y de mil maravedis por cada vez'"'''.

En otra constitución se recuerda cómo en Canarias no había a la sazón beneficios eclesiásticos simples que no conllevaran la cura de almas y cómo

(23) Ibídem, fol. 76"-ROr. (24) Ibídem, fol. 78r. (25) Ibidem, fol. 123rv. (26) Ibídem, fol. 80r-124r

(27) Ibidem, fol. 124r-245, donde casi todo sc refiere a los clérigos (28) Ibidem, Col. 124".

(29) Ibidem, fol. 128r.

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su provisión se regía por el régimen del real patronato"''. También se manda que en cada iglesia haya un libro donde se anoten sus bienes y que se tenga un archivo donde se depositen las escrituras relativas a dichos bienes tempo- rales de las iglesias'"'. En otra constitución se establece que en los acompaña- mientos a entierros sean preferidos los clérigos seculares a los religiosos'"'. El Obispo recuerda a sus súbditos mal informados que en los días festivos "no está dispensado por Su Santidad se corran toros" y añade que

"de aqui adelante no se hagan votos de correr toros por honra de Nuestro Señor o de sus santos. Y si algunos se hubieren hecho hasta aqui, no valgan ni obliguen a los que hicieren ni puedan ser compelidos a cumplirlos. Y si a bien lo quisieren conmutar en aiguna obra pia, podrán"'"'.

Aunque con menos rigor, se prohíben también algunos otros deportes de la época:

"Otrosi, prohibimos en estos días hasta después de la misa mayor y acabar los divinos oficios, los juegos de bolos, argolla, pelota ..."'34'.

Recordando abusos que el Obispo conoció sin duda personalmente en algunas de las ermitas que visitó en su largo periplo por todo el archipiélago canario, alude al abandono en que algunas se encuentran, y ordena, entre otras cosas:

"Ohosi, mandamos que en las dichas ermitas ninguna persona esté, habite ni more, sin que primero sea examinada su persona de vida, edad y recogimiento, y tenga licencia especial nuestra, la cual no se dé a personas casadas, ni a mugeres, y miren mucho nuestros visitadores por esta constitución, ni se consienta que tales ermita- ños traigan hábito alguno de religión, no habiendo profesado.

Otrosi, no haya en ellas, ni en las iglesias retraidos, sino fueren de honesta vida, ni tengan conversación de muger, aunque sea propia, no tañan guitarras, ni canten cantares deshonestos, ni bay- len, ni dancen, ni hagan estruendo ni ruido, que perturben, ni den escándalo, ni jueguen juegos prohibidos, ni se pongan a la puerta, donde los puede ver la justicia seglar, ni hagan delito. Y si así no

-

(30) Ibídem, fol. 132"-33r. (31) Ibídem, fol. 154"-55r. (32) Ibídem, fol. 1961". (33) Ibidem, Fol. 2181. (34) Ibidem, 227".

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lo cunzpliereiz, los beneficiados y curas lo harán saber a nuestros ministros, para que los hagan echar de las iglesias sin pelzgro. Y porque algunos retraídos toman las iglesias por morada, manda- mos que dentro de treinta días salgan, y los dichos retraidos ni otra persona coma, ni duerma en el cuerpo de la iglesia, ni capillas, sino en apartamientos, so pena de cuatro ducados a quien lo con- sintiere ... " '").

En otro lugar se establece el fuero eclesiástico como el competente y exclusivo para juzgar a estos retraídos"*).

Dentro del cuerpo de estas constituciones se encuentra también un reglamento muy detallado sobre el régimen de los hospitales, que consta de ocho artículos, y reviste una cierta originalidad y singularidad en la tradición sinodal. Este estatuto se refiere sobre todo a la recepción de pobres en ellos("'.

Un reglamento de parecidas caracteríosticas se refiere a la guarda de los clérigos presos en las cárceles eclesiásticas, que el Obispo promulga en este sínodo en su calidad de Alguacil Mayor de la Audiencia eclesiástica de Canarias

Entre las festividades con especial relación con Canarias, están las de San Pedro Mártir como patrono de la Isla de Gran Canaria (29 Abril), Santa Ana Patrona de la Catedral de Las Palmas (26 Julio), San Roque "en la ciu- dad de las Palmas y donde se acostumbra guardar" (16 de Agosto) y la de Santa Fe en la ciudad de las Palmas (6 de 0ctubre)I"J.

No hay noticia de que se celebrara otro sínodo en Canarias a partir del de Cámara y Murga, hasta que en 1735, el Obispo Pedro Manuel Dávila y Cárdenas volvió a celebrar sínodo, en cuyas constituciones no sólo colma de elogios al Obispo Cámara y Murga y a su sínodo, sino que sigue este último muy de cerca, tratanto más de actualizar algunos puntos de éste que de ela- borar unas constituciones sinodales de nueva planta'"'. En un próximo artí- culo pienso ocuparme del sínodo de 1735 y de sus aportaciones.

(35) Ibídem, 205"-2061. (36) Ibídem, fol. 224"-225. (37) Ibídem, fol. 208"-210". (38) Ibídem, fol. 299"-3021. (39) Ibidem, 217rv. (40) Constituciones y nuevas adiciones synodales del obispado de Canarias, hechas por el Ilus-

trisimo Sr. Don Pedro Manuel Dávila y Cárdenas (Madrid, Diego Miguel de Peralla, 1737), 4 fo1.+536 págs.+lO fol. He tenido a la vista la fotocopia de esta edición existenle en la Colección Sinodal "Lamberro de Echeverria" de la Universidad Pontificia de Sala- manca. Cf. su descripción en F. CANTELAR RODRIGUEZ, Colección sinodal "Lam- berto de Echeverría". Caiálogo 2 , Biblioiheca Salmanticensis. Estudios 86; Salamanca 1987, pág. 88, n.2252. (Carece de portada y de las 28 hojas finales).

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Otros matices locales que se advierten en estas constituciones sinodales de 1629 quedan, en buena medida, recogidas en el otro artículo que les dedi- qué l"'.

IV. INFORMACIONES CONTENIDAS EN OTRAS PIEZAS DE ESTE SINODO

De acuerdo con su espíritu observador y lleno de curiosidad e interés por cuanto le rodeaba, el Obispo Cámara y Murga, en su visita a la diócesis, no sólo se fijaba en los aspectos estrictamente religiosos, sino que también tomaba buena nota de acontecimientos tanto pretéritos como coutemporá- neos relativos a las Islas Canarias. Sus observaciones tienen su origen algunas veces en lecturas, como cuando cita al P. Mariana'"', pero más frecuentmente son fruto de sus observaciones personales y de la conciencia histórica colecti- va del pueblo canario de quien el Obispo escuchó algunas de estas observa- ciones a su paso por las diferentes localidades visitadas. Sus alusiones se refieren unas veces a la época anterior a la llegada de los españoles al Archi- piélago canario, mientras que son mucho más frecuentes las que aluden a los orígenes de la presencia hispana en Canarias'"', y sobre todo las que se rela- cionan con sus antecesores en el episcopado de Canarias. Estas últimas le permiten tejer un episcopologio canario, que se vuelve más rico en informa- ciones con el traslado de la sede episcopal a Las Palmas, ya que, según él, la época anterior era muy oscura, como sigue siéndolo aun en buena medida en la Glosaremos brevemente en este apartado algunas noticias y observaciones del Obispo Cámara y Murga contenidas en estas piezas adicio- nales a las constituciones del sínodo de 1629.

Aludiendo a los oscuros y austeros orígenes de la Iglesia canaria, en tiempos del Obispo de Rubicóu Don Diego López de Illescas, Cámara y Murga observa que

"tenia a la sazón tan poca sustancia el obispado, que (los obis- pos) más venian con deseo de ensanchar la fe católica, que con

(41) Cf. supra nota 2 de este pequeno estudio. (42) Cf. obra cit. supra nota 1 del presente estudio, fol. 313" 143) Ibídem. fol. 3131-141. . , 4 C,ic cpi L.. p.>l.yi.i .,.'up~ 1.8, it>I 3 l 4 r 3ur JL Id tjhr al . \uprJ n.ii.1 . I)!.'hu .'pi~.'.~p.~l.,

d~.!c<>n:lu)c m n r l rpi,..>pd., JLI pr.,pl.l ( ilm I I A ) ~IuI-J. I'LW .t ~ L I " " 5 , \L.."\ u5.1 Id primera persona y otras la tercera, él es el redactor de todo este episcopologio, así como del texto en que se describe el número de prebendas (fol. 339r-340v), sermones que se han de predicar en la Catedral de las Palmas en las principales fiestas (fol. 341rv), y el texto titulado "Qué lugares, beneficios y curatos tiene esta isld de la Cannrin" (fol. 342r- 360r) donde no sólo describe localidades de la Isla de Gran Canaria sino también de las restantes que visitó.

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ánimo de acrecentamientos como sin emabrgo se los daba Dios y los sumos Pont i f ice~" '~~' .

Entre las descripciones que da de las tierras visitadas destacan algunas como las que siguen, comenzando por la Isla de Gran Canaria:

" D e Canaria puedo decir que n o m e espanto se defendiesen tantas veces y costase tanto su entrada, porque, como testigo de vista, y que visitando he andado toda esta Isla, puedo asegurar es tierra fragosisima: los caminos ásperos, riscos tan terribles que mirándolos se pierde la vista de tan altos; y me sucedió que para bajar a Tirahara, lugar de quarenta vecinos (a donde por la d i f - cultad de los caminos, habla cincuenta y cinco años n o se había atrevido prelado a bajar) ir descendiendo como a gatas por cami- n o tan estrecho, que n o tenia de ancho media vara, y deslizando, era la caida de mas de quinientas lanzas. Alli confirmé hombres y mujeres de mas de cincuenta y tres años, y a la vuelta bajé a otro lugar, que se dize Texeda, que su profundidad, mirando desde donde se tomó la bajada, tendrá más de dos mil lanzas, y n o es posible haber escrito en historias tal aspereza. Pero (joh sabiduría y poder de Dios!) que en medio de tan terribles barrancos se críen tantos y tan buenos frutos de todo género, para que engrandezca- mos y reconozcamos más a u n Señor que en los mares y en las aguas hace caminos, y habiendo de sacar de tan grandes monta- Aas, por riscos y despeñaderos tan terribles, la madera para los edificios, dé tanta fortaleza a los bueyes, que por caminos tan agrios y resbaladeros, la vayan sacando y llevando cinco y seis leguas. Críanse muchos ganados de todo género; de panes, vinos, y frutas hay abundancia; si bien n o es demasiado lo que se puede labrar, por la aspereza de la tierra""".

Pese a tratarse de un discurso presumiblemente interesado, es impor- tante tambien, por la información que contiene, el encendido elogio que dedica al gobenador que había en Canarias cuando llegó allí el Obispo Cámara y Murga:

"Hallé por gobernador de esta ciudad (Las Palmas) e Isla y capitán general de guerra a don Gabriel de Frías y Lata, caballero principal de la ciudad de Ocaña, y de los mejores y más conocidos de ella. Vino a estas islas de corregidor y gobernador de Gibraltar, después de haber servido a S u Majestad en la guerra y en la paz

- (45) Ibídem. fol. 315r. (46) Ibídem, fol. 315"-16r.

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con gran aprobación de su persona. Ha tenido esta Isla muy com- puesta y en suma paz, con agradable voluntad de todos, en la cual ha servido a Su Majesiad, entre muchas cosas, en la fortaleza del Risco, que es de las mayores defensas que tiene Su Majestad en las islas. Débele mucho la Iglesia del Santo Cristo de la Cruz, que es la mayor devoción de la ciudad, por haber hecho una plaza ante sus puertas, dejar la iglesia muy desocupada y desembarazada. Ha sido tan asistente a todas las ofrendas en la Catedral, que jamás ha faltado los dias de fiesta de sus oficios. Ultimamente ha ayudado tanto a la dignidad episcopal en la convocatoria y buen suceso de esta Santa Sinodo, que todo el estado eclesiástico le deve muchas gracias, porque les ha honrado cuanto ha podido, previniendo posadas, y que la ciudad estuviese abastecida de mantenimientos, y para las procesiones que se hicieron, las calles y plazas tan ador- nadas y limpias, que proporcionablemente en ningún lugar de España no pudieran estar mejor. Fue puntual en acudir a todas las juntas, tarde y mañana, y a todos los sermones, y actos sinodales, más puntualmente que ninguno de los del sinodo. Merece que Su Majestad le haga honra y merced, y el estado eclesiástico de estas islas se lo suplica muy h~mildemente"'~').

El cuadro personal de la Iglesia de las Palmas, concebido a imagen y semejanza del de la Iglesia de Sevilla, de la que era sufragánea, es presentado en estos términos:

"En la Catedral de Canaria hay 32 prebendas enteras, que se dividen en esta forma: 8 dignidades, que son deán, arcediano de Canaria, chantre, tesorero, maestrescuela, prior, arcediano de Tener& y arcediano de Fuerteventura. Puede cualquiera destas dignidades tener canonicato, y ordinariamente le tiene el deanato, y otra dignidad le podia tener, como hoy le tiene el chantre, como fuere la voluntad de Su Majestad.

Ay 16 canonicatos, de los cuales uno lleva la Inquisición, y dos están afectos a la magistral y doctoral, los demás canonicatos están suelios, si bien pueden andar con dignidades, pero no conviene por no disminuir el número de la mejor residencia; y así Su Majes- tad no dispensa si no es en caso y ocasión muy urgente.

Hay doce raziones, que hacen 6 prebendas, porque igual es la renta de las dignidades y canonicatos, y cada ración lleva la mitad.

(47) Ibídem, Fol. 337"-38r.

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Hay 8 capellanías reales, en las quales se reparten dos preben- das, vienen a ser como medios racioneros. En otras iglesias no tie- nen sillas altas, han de cantar al facistol, y servir los ministerios de acampanar en otros actos, como a dar la paz. Suele ordinariamen- te Su Majestad hacerles merced de irlos acrecentando en las racio- nes y demás prebendas.

Tiene más la Catedral dos curatos, para la ciudad, son quita- bles, por la voluntad del Cabildo, a quien toca la provisión.

Nombra el Cabildo sacristán mayor y menores, maestro de ceremonias, pertiguero, campanero y demás ministros: tienen el gobierno de las capillas de la Iglesia, y la administración de las capellanias y memorias, como la de fábrica, y el prelado la visita de todo.

La capilla de la música es muy buena, porque la renta de la fábrica lo es. Hay maestro de capilla, sochantre, organista princi- pal y teniente, como lo tiene también el sochantre. Hay de todas voces, y de instrumentos lo que basta para todas las solemnidades, con que el Oficio se hace muy acomodado según la mayor o menor solemnidad de las fiestas.

Para mayor autoridad desta santa Iglesia, se le dio estatuto de limpieza por cédulas particulares de los reyes, comenzando del tiempo de los Reyes Católicos, y en todas las provisiones que hazen, cometen a los Obispos hagan estrecha información de lint- pieza a los nombrados, y hallándolos calificados, les mandan los prelados dar posesión al Cabildo, de suerte que solo el Obispo despacha informante a quien le parece: juzga solo de la informa- ción, y siendo tal, hace colación y canónica institución, el cual estatuto comprende tan solamente a dignidades, canónigos y racio- neros y a los que una vez se hizo información, quando ascienden a superiores prebendas, se vuelve a hacer otra.

Tiene esta ciudad dos conventos de religiosos, uno de la Orden de Santo Domingo y otro de la Orden de San Francisco, ambos de los mayores y primeros de las Islas. Hay un convento de monjas de la Concepción de la Orden de San Bernardo, sujetas y obedien- tes al Obispo. Es muy religioso convento, y de número hay ordi- nariamente de 60 a 80 religiosas muy observantes, y de mucha reli- gión. No tiene fundador particular, porque se fundó de muchas, que con deseo de religión trajeron de España religiosas de la Orden para instituirlas, y con solo eso han continuado con grande aprobación de esta ciudad, y de todas estas islas.

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Demás desto hay dos hospitales, uno de enfermos ordinarios, y otro de San Lázaro: toca la visita de ellos al prelado. También time la ciudad dentro de sí algunas ermitas, muy buenas, a donde la devoción de muchos fundó en ellas algunas capellanías y memorias de misas, a donde también el Cabildo de la Catedral con el regimiento van dias señalados en procesión, y en ellas se dize la misa mayor, y algunas veces se predica, visitalas el prelado y toma cuentas de sus fábrica^""^'.

La reglamentación de los beneficios y curatos en Canarias,habida cuen- ta de que estaban bajo régimen de patronato, era como sigue:

"pr imero que en este capí tulo se ha de suponer es q u e todas las prebendas, dignidades, canonicatos, raciones y capellaní- as rales de esta Catedral son provisión y patronazgo real de Su Majestad, y que el prelado sólo tiene representar e informar de los sujetos que hubiere beneméritos, para que gustando Su Majestad, les pueda hazer merced.

L o segundo, que los beneficios y curatos se diferencian en que los beneficios son colativos y perpetuos, con cargo de almas; y los curatos, aunque tienen el mismo cuidado y oficio, pero no son colativos sino que los quita y pone el Obispo, según su voluntad, porque en rigor no son más que unos servicios por algunas comunidades, como del Cabildo de la Catedral, o del lugar del Obispo, que es Aguimez, o anexos de los beneficios, los cuales curatos n o tienen diezmos ni primicias, sino lo que el Obis- po, a quien toda la provisión, les aplica y señala por congrua de los diezmos y primicias y de los que los gozan, todo lo cual queda por advertencia general para todas las Islas.

L o tercero se supone que si bien la provisión de los beneficios toca a Su Majestad, pero el proponerle para cada uno que vaca dos sujetos presbíteros graduados, naturales de las Islas, toca a los cabildos eclesásticos, beneficiados, regimientos y personas delpue- blo. En algunas Islas ponen edictos, sacan tantos electores, y habiendo examinado a todos los pretensores, votan luego, presi- diendo el Obispo o su provisor o vicario. Y si lo que votan están iguales, o por mejor decir los pretendientes tienen iguales votos, la elección del primer lugar sale por quien se declara el ordinario, que de otra manera n o tiene voto, sino poner servicio al beneficio todo el tienpo que dura la vacante, hasta que realmente

-

(48) Ibídem, fol. 339r-42".

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el proveído toma posesión, la cual manda dar el prelado visto el decreto de Su Majestad, a quien de los dos propuestos en primero y segundo lugar Su Majestad escoge, y toda la vacante enteramente la lleva elpuesto por el ordinario, que ha servido el tal beneficio, y suplido la ausencia del propio beneficiado y su vacante, ora el beneficio sea entero o medio.

Nótase de camino, que cuando el proveido presenta el decreto y cédula de su provisión ante el obispo, le examina y aprueba ad curam animarum, si está suficiente, porque el examen de la oposición toca a los electores, y no quita este el derecho que tiene el prelado de aprobar o reprobar conforme a lo dispuesto en el Santo Concilio Tridentino"'jy'.

Refiriéndose a la localidad de Gáldar, el Obispo recoge esta noticia, que parece transmitida por tradición oral popular:

"En este lugar viven muchos en cuevas, a donde moraban los canarios. Dicen esta allí la casa del que solfa ser su rey antes de la conquista, y está labrada con sola piedra, sin cal. Llamóse don Fernando Guadarteme""".

Sobre Tirahana, se nos ofrece la siguiente descripción:

"...está metido en una profundidad, como si estuviese dentro de una caldera, por tener sobre sí asperisimas peñas: es enfermo, por no poder entrarle bien los aires, ni ser muy buenas las aguas; pero los frutos que en él se crian, pan, vino, carnes, cazas y frutas, son muy sabrosos y sanos, los mejores de estas 1slas"l"'.

Hablando de Texeda, el Obispo alude a una

"gran mina que hicieron los antiguos canarios: subieron por UPGOS calces o acueductos las aguas de una profundidad a lo alto, y porque para pasar al término de Canaria estaba una cuesta altisima, la minaron más de un cuarto de legua, que es cier- to rara cosa: por alli pasa el agua con que en Canaria se riega el término, huertas y cercados de la Vega'"'".

A la Isla de Fuerteventura le calcula el Obispo unos S00 vecinos y, entre otras cosas, menciona en ella -

(49) Ibídem, fol. 342r-43r. (50) Ibídem, fol. 43". (51) Ibídem, fol. 345". (52) Ibídem, fol. 3461.

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"un conventico de religiosos de San Francisco, que fundó San Diego, de hasta seis frailes: tiene razonable iglesia y triste casa. Está la cueva con una ermita, a donde se encerraba el Santo a orar. Tiene la cabeza de Santorcaz su compañero, que fue santisi- ma persona, y una gran reliquia suya está entre otras en San Lorenzo el Real en el E~corial"'~".

Aludiendo a su viaje de Fuerteventura a Lanzarote. escribe el Obispo:

"El puerto por donde se embarca de Fuerteventura a Lanzaro- te se llama Corralejo, sin casa, y dormí allí dos noches al sereno, sin poder pasar, por la braveza del mar: no hay quatro o cinco leguas de pasaje al puerto de Lanzarote, es muy peligroso por el encuentro de aguas, por una isla que está allí, y se dice de los Lobos, a donde los enemigos hazeu leña, tardé seis horas en pasar con harto peligro" LS4'.

Entre los recuerdos del Obispo referentes a Lanzarote, destacan éstos:

"Es el puerto de San Marcial de Rubicón, a donde se fundó primero el obispado de Canaria, y de allí fue transferzdo. Ya esta ermita estaba perdida y maltratada de los herejes: dejé mandado se pasase a un llano dos leguas de allí. La isla tendrá como nueve leguas de largo, y cuatro o cinco de ancho: es peligrosa de vivir por los enemigos de Berberia, y el año de 1618 fue saqueada ..."'ii'.

De Tenerife afirma que

"Es la isla mayor, más fuerte, más avecindada y más rica de todas: tendrá 16 leguas de largo, y 8 de ancho: es fértil de todas las cosas, en particular de vinos que se cogen, y embarcan muchos, es la mayor hazienda de la isla; cógese mucho pan, pero el vino es el principal caudal, y de casi Santa Cruz corre todo de viñas hasta buen trecho más de buena vista, que será casi todo el largo de la isla, y aparte sunas son mejroes que otras. También se cría mucho ganado; pero como la gente es tanta, ni le basta su trigo, centeno y cebada n i su ganado, sino que es menester socorrerla otras zslas" '56!.

Refiriéndose a Santa Cruz, el Obispo escribe

(53) Ibídem, fol. 347r. (54) Ibídem, fol. 347rv. (55) Ibídem, fol. 347". (56) Ibídem, fol. 3481".

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"Será lugar de 200 vecinos, hay su parroquia con beneficiado, un convento mediano de frailes de Santo Domingo. Tiene muy gran fortaleza, y con su alcaide continuo, que la ciudad provee cada año, y tiene también sus soldados de guarda. Es puerto de gran correspondencia de todas las naciones amigas, y de las demás, quando hay paces establecidas"'"'.

Al Santuario de Nuestra Señora de la Candelaria se dedica la siguiente glosa:

"Pero lo que a este lugar da más nombre es nuestra Señora de la Candelaria, en un convento de religiosos de Santo Domingo. El sito es agrio y seco, pero el concurso y devoción muy grande, es principalmente en la Purificación, que es su fiesta prin- cipal, y en la Natividad, y ambas veces la Imagen enprocesión. Y o he ido una de pontifical, dicho misa y predicado. Tiene muchas lámparas, y al fin es el general aplauso y acogida de los que nave- gan, y de todas las Islas, y en España se tiene gran noticia de esta esclarecida imagen, está sobre unos riscos del

También mereció un recuerdo del Obispo el lugar de Taganana, por una catástrofe producida allí por fuerzas incontrolables de la naturaleza:

"Treinta años habrá que desde lo alto se desprendió una terrible peña, trájola un barranco, y la asentó en una casa que tenia personas, hasta hoy se quedó alli, y las tiene debajo. Hay iglesia el dia de San Bartolomé acude allí en romería mucha gente"'5g'.

El juicio que el Obispo da sobre La Orotava no se parece mucho al que merece a cualquier visitante actual:

" E s lugar de mil vecinos, es terrible sitio de áspero, pero melancólico, y los más dias de verano encapotado. Hay gente principal, bien ceremoniática de puro cortesana. Tienen grandes haciendas de viñas, y todo lo más de dos leguas allialrededor. Vie- nen ingleses, si hay paz, a llevarlo en mosto. Y hay una hacienda cerca del lugar, que llaman El Durazno, de donde, cuando habia amistad, llevaban pipas muy cerradas para la mesa del Rey de Inglaterra. Son los más vinos dulces, vendimian despacio, y aun dos vezes, poco a poco lo más maduro. Tienen su cosecha de pan

(57) Ibidem, fol. 348". (58) Ibídem, fol. 350r. (59) Ibidem, fol. 350".

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por los altos, pero si n o hay saca de vino, todo va perdido ... Hay una ermita que se dice de Nuestra Señora de la Paz, de mucha devoción, y alli cerca el lugar, que llaman Puerto de la Orotava, que es el embarcadero de los vinos de aquella parte ... N o es lugar de buenas aguas, ni tiene salidas. N o es bueno para vivir, porque sobre todo esto es caro, y n o lo hay. De frutas es abundante, y de buenas casas hay falta ..."'"J.

Sobre la Isla de Hierro, el Obispo nos refiere que

" N o es isla de mucha agua. Tenían un árbol que iba destilando la que habían menester. Y o he visto el sitio y sus raices, que él ya se secó, y asi por el campo hacen algibes, en que para s i y para los ganados recogen agua, y la en den"'^".

Cerramos este reportaje sobre la visita del Obispo a las diferentes islas y localidades, con su impresión general sobre la Isla de la Palma:

" D e esta Isla (de la Gomera) a la de L a Palma hay doce leguas de embarcación, y n o es muy fácil, ni aun de entrar en el puerto, que es menester esperar la cortesía del mar. Tendrá esta Isla como 30 leguas en circuito de punto a punta, de traviesa ten- drá como 10. Es de las más terribles de andar que hay tierra en el mundo , y n o se puede creer bien, sino se ve, por los grandes barrancos y alturas, que lo más seguro es andar mucho a pie, so pena de ir con grande riesgo. Cógese en la isla de todo género de frutos, criase seda y azúcares, que en esta isla han perseverado más los ingenio^"'^''.

Resumiendo cuanto queda expuesto, el Obispo Cámara y Murga refle- ja unas brillantes cualidades intelectuales, como lo demuestra el hecho de que destacó siempre bajo este aspecto sobre sus colegas del mundo universi- tario y eclesiástico sobre todo dentro del episcopado donde no conozco nin- gún sínodo que aventaje al de 1629 en cuanto a las aportaciones personales del prelado convocante.

Pero el Obispo Cámara y Murga no era un intelectual puro, sino un espíritu lleno de curiosidad que le induce a sumergirse en las realidades de su diócesis. Demuestra asimismo una gran sensibilidad para captar los matices que concurren en las personas, instituciones y acontecimientos, así como en las situaciones religiosas, eclesiásticas y seculares de su diócesis. No se había

(60) Ibídem, fol. 354rv. (61) Ibídem, fol. 355rv. (62) Ibídem, fol. 356rv.

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118 ANTONIO GARCIA Y GARCIA

hecho en Canarias un esfuerzo comparable al de Cámara y Murga para poner en práctica las reformas tridentinas, pese a que habían transcurrido ya 60 años de la celebración de la citada asamblea conciliar. Es cierto que no se plantea la cuestión de instalar un seminario en Canarias, pero hubo en la Península varias diócesis que no lo fundaron hasta el s.XIX.

La curiosidad y sensibilidad que concurren en Cámara y Murga le impulsan a interesarse no sólo por aspectos religiosos de su diócesis, sino también por la historia antigua y reciente del archipiélago canario reflejando los resultados de sus observaciones a lo largo de las constituciones sinodales y sobre todo en los apéndices a las mismas.

Cámara y Murga era consciente de su vitalidad y brillantes cualidades, y no se guarda para sí este conocimiento, sino que lo hace constar con fre- cuencia a lo largo y a lo ancho del volumen objeto de nuestro análisis. Esto no obsta para que se le pueda considerar como ejemplar gobernante de su grey diocesana, disperdigada por el dilatado archiélago canario.

Cámara y Murga no consideró, al menos de entrada, su episcopado canario como lugar de paso para otra sede episcopal más gratificante, sino que se empleó a fondo durante su permanencia en Canarias, como lo demuestra su primera visita canónica a la diócesis, la celebración del sínodo y la segunda visita que anuncia al publicar las actas sinodales de 1629.

Antonio Garcia Garcia

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ALMOGAREN !l. (94)Pgb. 121 147. BCENTROTEOLOGICO DE LAS PALMAS

PROPIEDAD Y CLERO: LAS CAPELLANIAS EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVll

VICENTE SUAREZ GRIMON DEPARTAMENTO DE CIENCIAS HISTORICAS

UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

E n Gran Canaria, una vez finalizada la conquista, los comisionados regios llevan a cabo una primera distribución del territorio insular mediante el sistema de repartimientos entre los que colaboraron en la empresa de la conquista bien con sus personas o desde el punto de vista financiero. La tie- rra, mediante este sistema de reparto, entra en el circuito comercial y será objeto de transacciones, compraventas, permutas, transmisiones y divisiones hereditarias. Esta propiedad de libre circulación, con sus procesos de concen- tración y fragmentación, se incrementa al mismo tiempo que desciende el patrimonio territorial de la Corona, pero también se ve sometida a un proce- so de reducción o disminución como consecuencia de la retirada de la tierra del mercado debida al fenómeno de la vinculación y de la amortización ecle- siástica.

Esta última, tal vez por el impacto que supuso la desamortización del siglo XIX, ha sido considerada e n Canarias se persiste en el empeño- como el componente esencial o básico de la amortización en general. Sin embargo, su importancia, como veremos más adelante, es secundaria ante el fenómeno de la vinculación que, en el siglo XIX, también se vio afectada por las leyes de desvinculación que dieron a la propiedad vinculada el carácter de

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propiedad libre. Como quiera que el fin de la desvinculación no es convertir- se en equivalente a enajenación, sino transformar el derecho de propiedad feudal por propiedad libre o burguesa, la desamortización y, antes la amorti- zación eclesiástica, es la que mayor atención ha suscitado entre los estudiosos del tema.

A pesar de la importancia de la vinculación, entre ambos procesos se da un paralelismo en lo referente a su desarrollo cronológico, efectos sobre la propiedad, distribución geográfica por el territorio insular y ataques o críticas que reciben. El desarrollo cronológico se caracteriza por su lentitud hasta mediados del siglo XVII y por su aceleración en la segunda mitad de dicho siglo y, sobre todo, en el siglo XVIII. Paralelismo también respecto a sus efectos, negativos lógicamente, en una isla en la que por razones físicas u orográficas escasea la tierra. En efecto, la retirada de la tierra del mercado mediante la vinculación o la amortización eclesiástica no sólo encarece o eleva el precio de la circulante dificultando el acceso a la propiedad del cam- pesino sin tierra, sino que, además, acelera los ataques contra las tierras rea- leugas (o de titularidad pública) de aprovechamiento comunal por parte de ese mismo campesinado o de los "poderosos". En cuanto a la distribución geográfica y en líneas generales, la propiedad eclesiástica guarda una gran similitud con la propiedad vinculada ya que en torno al 63'2% de la superfi- cic sc localiza en los pueblos de la costa y medianías comprendidos desde Telde hasta Agaete, zona en la que la calidad de las tierras, tanto desde el punto de vista orográfico como de las disponibilidades de agua para el riego, era mejor. Paralelismo, por último, respecto a los ataques contra la amortiza- ción eclesiástica y la vinculación que, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, comienzan a surtir efectos. En relación con la amortización eclesiástica hemos de señalar que las capellanías se convierten en el centro de los princi- pales ataques dirigidos contra la propiedad amortizada, quedando en un segundo plano el clero regular y secular debido, quizás, a su actitud de cari- dad pública o por su carácter asistencia1 (hospitales).

Las diferencias se observan en el desenlace final de uno y otro proceso y en la importancia cuantitativa. El desenlace va a ser diferente ya que la Iglesia pierde todo o casi todo su patrimonio con las leyes desamortizadoras, en tanto que con las leyes desvinculadoras los antiguos propietarios conser- van la propiedad de los bienes vinculados convirtiéndola en propiedad priva- da o burguesa.

Desde el punto de vista cuantitativo, la amortización eclesiástica en Gran Canaria no adquiere, como ya se ha señalado con anterioridad, la importancia del proceso de vinculación. Para ésta se han contabilizado unas 43.012 fanegas, en tanto que la amortización eclesiástica apenas si alcanza a

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representar la cuarta parte de la superficie vinculada, es decir, unas 10.654 fanegas. En porcentajes, la vinculación representa el 80'2% y la amortización eclesiástica tan sólo el 19'8%. Es evidente que las cifras no son definitivas pero sí orientativas de la tendencia que siguen ambos procesos en Gran Canaria durante el Antiguo Régimen, puesto que las insuficiencias de las fuentes afectan por igual a uno y otro proceso. Es cierto que en algunas escri- turas originales de fundación de capellanías faltan o se omiten datos, pero igual sucede con las escrituras de mayorazgos y vínculos.

Como es sabido, la propiedad eclesiástica la componen el clero secular (con inclusión de las capellanías) y el clero regular. Si del clero secular se excluyen las capellanías, la superficie perteneciente al clero regular es ligera- mente superior a la del secular: 25'7% y 19'5%, en tanto que las capellanías suponen el 58'8% restante. En el conjunto del clero secular contrasta el ele- vado porcentaje de participación de las capellanías, el 73'6% de la superficie frente a1 26'4% de las fábricas parroquiales, cofradías, ermitas, curatos, etc ...

Finalmente, establecer o determinar si las tierras de la Iglesia eran de igual calidad que las vinculadas no resulta fácil porque, salvo en el caso de las compraventas y permutas, el resto de los mecanismos de adquisición de bie- nes por parte del clero (donaciones, adjudicaciones por deudas de censos, etc.) no permite hacer una selección previa. Sí parece claro que las propieda- des del clero regular eran de mejor calidad o, al menos, esa fue su pretensión si nos atenemos al mandato hecho en 1780 por el convento de San Bernardo a su mayordomo, prohibiéndole imponer censo alguno a favor de dicho con- vento sobre los bienes situados:

"en los lugares de Tirajana, Texeda, Artenara ni Aldea, a menos que no sea en una pieza que acaso pueda haver de conside- rable estimación y valor""'.

El mandato no pretende otra cosa que asegurar el pago de los réditos anuales y evitar que el convento adquiera una propiedad de escasa rentabili- dad por su mala calidad y distancia con respecto a la ciudad de Las Palmas(2).

(1) A.H.P.L.P. Protocolos notariales. Escribano: Juan Reyes Cabrera, leg. 1.859, año 1780, f. zon V~

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PROPLEDAD Y CLERO: LAS CAPELLANIAS EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVII 125

d) El patrono o poseedor no estaba obligado a aplicarse a los estudios eclesiásticos.

e) La mujer no se excluye de la sucesión, lo que sí ocurre en la capella nía.

f) Disolución de estos patrimonios por la ley de desvinculación de 11 de octubre de 1820, restablecida el 30 de agosto de 1836, y no por la ley de supresión de capellanías de 19 de agosto de 1841.

En consecuencia, sólo consideramos como capellanías a las colativas, si bien se hace distinción entre colativas de sangre, sean o no familiares todos los capellanes llamados a la sucesión, y colativas laicales. Esta distinción se ha hecho en función de la dotación, pues en las colativas de sangre puede estar compuesta de bienes inmuebles y censos y en las laicales por la suma de las limosnas de las misas impuestas. Quiere decir esto que en las colativas de sangre se produce expresa señalización de bienes en la escritura de funda- ción, destinándose las rentas y frutos en su totalidad al capellán; mientras que en las colativas laicales no existe señalamiento expreso de bienes para su dotación, sino que sobre una determinada propiedad dejada por vía testa- mentaria o sobre los bienes de un vínculo o patronato (también llamados capellanías laicales) se impone un capital que representa, como queda seña- lado, la suma de las limosnas de las misas impuestas. Se trata, en definitiva, de bienes de dominio particular o vinculados, gravados con cargas eclesiásti- cas, diferenciándose de los aniversarios o memorias de misas por el hecho de que en la capellanía existe escritura de fundación, nombramiento de capellán y patrono, colación y canónica institución, e, incluso, espiritualización de bie- nes por el equivalente al valor del capital dejado para pagar las misas. No obstante, la acumulación de aniversarios memorias de misas en el cuadrante de una determinada parroquia o iglesia podía dar lugar a la fundación de una capellanía, en este caso, colativa eclesiástica, es decir, fundada por el obispo en favor de otro eclesiástico.

Es evidente que la distinción establecida entre capellanías colativas de sangre y colativas laicales carecería de sentido si la renta que constituye la dotación de las laicales tuviese el mismo carácter de una imposición de censo. Pero ello no es así porque, aunque en alguna fundación se permite a los pose- edores de los bienes sobre los que se ha constituido dicha renta adelantar su capital para imponerlo a censo y dejar sus bienes libres de carga, éstos, por mandato del fundador, no eran objeto de remate por deudas de renta a la capellanía, lo que introduce una diferenciación respecto a los censos ya que el impago de sus réditos lleva consigo la ejecución y remate de los bienes hipotecados.

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11. LAS CAPELLANIAS EN EL SIGLO XVII

Las capellanías fundadas y localizadas en el siglo XVII ascienden a 131, el 37'3% del total registrado en el periodo del siglo XVI al XVIII y el 18'7% de la superficie total cuantificada, si bien en relación con los títulos de funda- ción se observa una diferencia respecto al conjunto pues en el XVII dominan los testamentos, 70 ejemplos, frente a las escrituras intervivos, 59 ejemplos, restando 2 que no lo especifican por no disponer de la fundación original o de otra fuente de información complementaria.

TITULOS Y FUNDACIONES DE CAPELLANIAS EN EL SIGLO XVII

TESTAMENTOS

En general, la capellanía puede entrar en vigor a partir de la fecha de fundación, si bien en determinados casos es necesario que desaparezca antes la reserva de derechos impuesta por el fundador. Esa reserva de derechos o limitación temporal termina con la vida del fundador, de su marido, mujer o de ambos. Pueden encontrarse ejemplos en los que esa reserva alcanza a otros parientes (hijos, hermanos, sobrinos) con predominio de los religiosos y personas extrañas (criados).

En cualquier caso, el comienzo de la fundación siempre experimenta un retraso, sobre todo las fundadas por testamento, debido al tiempo que transcurre desde que se otorga la escritura ante el escribano o notario hasta que el obispo procede a la conversión de los bienes en espirituales y a la cola- ción y canónica institución. Efectuada la fundación, el capellán presenta la escritura ante el Provisor y Vicario General del Obispado, quien expide edic- to convocando a los interesados a dicha capellanía y sus bienes para que hicieran valer sus derechos en un plazo de nueve días. Los edictos se fijan en las parroquias donde están situados los bienes, al tiempo que se encomienda a los párrocos que acrediten su existencia, seguridad y valor, comprobando si eran propios del fundador y no simulados ni fingidos, así como lo que renta- ban anualmente libres de costos. Concluida la información, se acepta el nom- bramiento de capellán y se convierten los bienes de temporales en espiritua- les. A continuación se procede a dar posesión real de la capellanía con la presentación del capellán ante el Provisor para hacerle colación y canónica institución, consistente en la imposición de un bonete sobre la cabeza del capellán puesto de rodillas. Posteriormente tiene lugar el acto de posesión de

NO ESPECIFICA

Colativas de sangre Colativas laicales

TOTAL

55 4

59

63 7

70

2 -

2

120 11

131

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PROPIEDAD Y CLERO LAS CAPELLANIAS EN ORAN CANARIA EN EL SlOLO XVll 127

los bienes que corrre a cargo del alguacil de la iglesia en cuya jurisdicción estaban situados, el cual tomando de la mano al capellán lo paseaba por las tierras al tiempo que éste arrancaba hierbas, hacía majanos o abría y cerraba las puertas de las casas en señal de posesión. En los casos de fundaciones con señalamiento de iglesia y altar para la celebración de las misas también se realizaba el acto de posesión del altar mediante un ritual ceremonioso: incli- nación sobre la peana del altar, apertura de un misal, etc. Es evidente que todo este proceso podía retrasar la entrada en vigor de la fundación pero sin llegar a cuestionar su perpetuidad por quedar garantizada tanto por los dife- rentes llamamientos hechos por los fundadores como porque, una vez agota- dos sus parientes, podían suceder los hijos de la pila (pilongos) de la iglesia donde se ha fundado la capellanía.

La relación cronológica de capellanías nos permite destacar el escaso porcentaje de la primera mitad del siglo XVII, 26'7%, en contraste con el 76'4% de la segunda mitad (Cuadro 1). El primero, con independencia de las limitaciones impuestas por el grado de conservación de la documentación, es un reflejo del lento desarrollo del proceso de espiritualización de bienes durante el siglo XVI al no haber tomado cuerpo la tradición de dejar gravá- menes píos en el momento de la muerte, mientras que el segundo puede estar justificado por la interrelación existente entre el fin espiritual y econó- mico de las capellanías, al convertirse éstas en un recurso secundario para los que no poseían mayorazgos o vínculos, en un medio para adquirir prestigio o iniciar el camino hacia el "ennoblecimiento".

FUENTE: Protocolos notariales. NOTA: Elaboración propia.

CUADRO 1

RELACION CRONOLOGICA DE CAPELLANIAS EN EL SIGLO XVII ANO

1601 1609 1613 1615 1616 1621 1628 1629 1630 1633 1634 1636 1637 1638 1642

FUNDACION

1 1 1 2 2 1 1 2 3 2 1 1 1 2 1

ANO

1645 1647 1648 1649 1650 1651 1675 1677 1678 1680 1681 1682 1683 1684 1685

FUNDACION

1 3 2 2 1 2 1 5 4 3 7 5 3 1 7

ARO

1686 1687 1688 1690 1691 1692 1693 1694 1695 1696 1697 1698 1699

T n T A l

FUNDACION

6 4 2 2 2 1 3 1 6 5 3 4 1

1 ?1

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128 VICENTE SUAREL GRIMON

Pero no sólo son las cifras las que nos revelan la importancia del proce- so de espiritualización de bienes, sino también los propios testimonios de la época. Tal como recoge Viera y Clavijo, a fines del siglo XVII se tiene con- ciencia del incremento de las capellanías según se desprende de la propuesta hecha en 1681 al Cabildo de Tenerife por el licenciado Francisco Fernández Medina. En ella se expone que es bien notorio:

"lo cargadas que se hallan las posesiones de estas islas de censos, capellanías y dotaciones, y que éstas van de dia en día en aumento, porque son muchos los que solicitan hacerse clérigos y frailes; y como los Obispos, por sus fines particulares, no quieren ordenar a título de patrimonio, se van todos los bienes raíces sujetando a capellnníns eclesihticas, contra la mente de los cánones del conci- lio de Trento y de las leyes del reino, que prohiben se funden cape- llanías cuando fueren bastantes los patrimonios".

Para obviar estos y otros problemas propone que:

"debe la isla suplicar a S.M. se sirva mandar que la ley 35 del libro 1, título de Nueva Recopilación se ejecute en el Obispado, de suer- te que, en habiendo patrimonio, no se obligue a que se funden capellanías""'.

Los testimonios se repiten con posterioridad y no cabe duda, como señala Domínguez Ortiz, que en forma de capellanías, aniversarios y misas por las almas del Purgatorio, los muertos consumían una porción no despre- ciable de la renta de los vivos"). Por ello, no es de extrañar que a fines del siglo XVIII el obispo Tavira aconseje a los testadores que no sean:

"tan egoístas al fundar capellanias, pues parece que lo que disfru- taron en vida también lo quieren disfrutar después de muertos"'"'.

La limitación de las fuentes dificulta el análisis de la procedencia socio- profesional de los fundadores de capellanías.

La composición del grupo dirigente no tiene un carácter cuantitativo sino cualitativo dado que un mismo fundador podía ejercer varios cargos o empleos e intitularse de "don".

El porcentaje correspondiente a los fundadores con tratamiento de "don" siempre resulta ser el más numeroso e indefinido al incluir mujeres, labradores. artesanos, etc., mientras que el resto aparece claramente vincula-

(4) J. VIERA Y CLAVIJO, "Noticias de la Historia Generol de las Islas Canarias", t . 11, Santa Cruz de Tenerife 1971. o i e s 694-695. ,. u

(5) A. DOMINGUEZ ORTIZ, "El Antigiio Régimen: Los Reyes Cntólicos y los Aiirfrior" Madrid 1973, pág. 231.

(6) J.A. INFANTES FLORIDO, "Figuras de la Iglesia Canaria: Tavira". Las Palmas 1979, pág. 13.

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do a las instituciones de gobierno y administración de la Isla: Cabildo, Audiencia, Inquisición y Milicia.

* Se equipara la relación fundadores-fundaciones ** Se descuentan lo fundadores con más de una fundación

Para el XVII, al igual que ocurre para todo el periodo moderno, el número de capellanías fundadas por miembros del clero es menor que el de las fundadas por laicos, cuyo número no incluye a los 42-41 fundadores que no especifican su condición socio-profesional. El balance favorable a los lai- cos hace que la capellanía no se convierta en una institución exclusiva de los clérigos. En su caso, las fundaciones se hacen en favor de sus parientes más cercanos (hermanos, sobrinos, primos). Si del cómputo general de capellaní- as fundadas por clérigos no se descuentan los que hacen más de una funda- ción, el balance es ligeramente favorable al bajo clero; y, por el contrario, si se produce el descuento, el balance es favorable al alto clero:

GRUPO DIRIGENTE 1 CLERO

*SO **47

SIN ESPECIFlCAR 1 TOTAL

39 34

42 41

131 122

Don Capitán Sargento Mayor Alférez Maestre de Campo Regidor

Oidor R.A. Ejecutor R.A. Abogado Familiar S.O. Labrador

TOTAL

* 29 6 4 1 1 3

** 28

6 2 1 1 3

* 1 1 2 1 1

SO

** 1 1 2 1 1

47

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De acuerdo con la vecindad de los fundadores no puede afirmarse que la capellanía sea una institución eminentemente rural ya que el 59'5.61'5% de los fundadores vive en la ciudad de Las Palmas, lugar de residencia del mayor número de componentes del grupo dirigente y del alto clero. A mayor distancia se sitúan otros núcleos de población como Telde, Arucas, Guía, La Vega o Teror. El resto aparece con porcentajes muy bajos o sin ninguna representación (Agaete y Aldea):

El bajo porcentaje de fundadores en algunos pueblos no guarda rela- ción con el de bienes espiritualizados, pues éstos existen debido a los funda- dores avecindados en Las Palmas o en otros lugares de la Isla. Igualmente, la concentración de fundadores en Las Palmas no impide que los bienes de capellanías aparezcan distribuidos por casi todo el territorio insular.

VECINDAD

Agaete Agüimes Aldea Artenara Arucas Gáldar Guía La Vega Las Palmas San Lorenzo Telde Tejeda Teror Tirajana

TOTAL

En el origen de las capellanías se entremezclan una serie de motivacio- nes de carácter religioso, económico, social y cultural. Entre las motivaciones religiosas, tenemos que en el aumento del número de sacerdotes, sean o no parientes del fundador, y del culto divino en iglesias y ermitas, en los sufra- gios por el alma del fundador, de sus familiares y del Purgatorio, y en la devoción a ciertas advocaciones, encuentran justificación la mayor parte de las fundaciones.

Entre las motivaciones de tipo material, unas pueden tener una carác- ter puramente económico y otras un carácter fiscal. Con la fundación de

-

4 -

1 8 2 6 6

78 1

14 1 6 4

131

FUNDADORES

**

-

4 -

1 6 2 6 4

75 1

13 1 5 4

122

PORCENTAJE

-

3'1 -

0'7 6'1 1'6 4'6 4'6

59'5 0'7

10'7 0'7 4'6 3'1

**

3'3 -

0'8 4'9 1'7 4'9 3'3

61'5 0'8

10'6 0'8 4'1 3'3

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capellanías, el fundador destina la posesión y usufructo de los bienes hacia un miembro de la familia con la condición de ser clérigo para garantizar su manutención. De ahí su proliferación y dotación cuantiosa. Podían constituir, en palabras de Gonzalo Anes, un recurso secundario para aquellos que no disfrutaban mayorazgos y su ordenación más que por vocación obedecía al interés por disfrutar el beneficio eclesiástico"'. Por otro lado, la proliferación de capellanías se ha justificado por una motivación de tipo fiscal, es decir, por el interés de los fundadores en colocar los bienes lejos de todo tipo de impo- sición o tributación''', lo que explicaría el que muchas se funden por escritura intervivos y menos por Este argumento en principio es válido porque los bienes que poseía un ordenado no eran objeto de imposición, pero por otro lado hay que señalar que las islas Canarias estaban exentas del pago de alcabalas y otros servicios, salvo donativos recaudados con graváme- nes sobre el consumo, y que los bienes de capellanías se vieron sometidos al pago del subsidio y del excusado, recaudados por la propia Iglesia para impe- dir la presencia de recaudadores seglares('0).

Pero también con la fundación de capellanías, como señala G. Anes, se lograba el prestigio o iniciar el ascenso hacia el "ennoblecimiento" en algu- nos casos. La fundación de capellanías por gente "pobre" y campesinos, quizá habría que considerar como tal una buena parte de los fundadores que no nos aportan su profesión, podía tener como fin meter a sus hijos en la Iglesia y sacarles del campesinado por el desprecio que otras clases sociales tenían sobre él.

Por último, las capellanías del XVII, a diferencia de lo que ocurre con algunas fundaciones del XVIII, tan sólo contemplan la promoción educativa que con carácter individual recibía el capellán por estar obligado a dedicarse al estudio. La posibilidad de que el estudio o la escuela llegue o alcance a otros miembros de la sociedad no se contempla en las fundaciones de este siglo.

A las motivaciones de carácter general pueden añadirse otras más con- cretas o específicas como el tener bienes suficientes y no necesitarlos y, fun- damentalmente, por no tener hijos. En este caso, los principales beneficiarios son las líneas de sucesión de los hermanos del fundador, sus sobrinos, parien- tes, y, también personas extrañas. Cuando los fundadores tienen sucesión

(7) G. ANES "El Anriguo Régimen: Los Borbones". Madrid 1975, pág. 78. (8) G. ANES, o.c., pág. 78. A. DOMINGUEZ ORTIZ, a.c., pág.226. (9) J.M. RUIZ POVEDANO "Propiedad y renta eclesiástica en la villo de Alcaudete durante

la primera mirad del siglo XVI", en Andalucin en el siglo X V I . Estudios sobre la tierra. Granada, 1981, pág. 93.

(10) A. DOMINGUEZ ORTIZ, o.c., pág. 226.

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directa, la capellanía no siempre se instituye a favor de un hijo. sino también de un nieto, sobrino o extraño. Esta situación de no tener hijos o fundarse a favor de parientes-extraños se da en el 75'7%, incluidos los clérigos, de las capellanías fundadas en el siglo XVII, pues para el 16'7% no se dispone de información y tan sólo en el 7'6% de los casos la fundación se hace en cabeza de un hijo.

Las condiciones que regulan la fundación suelen ser bastante genéricas, aunque pueden aparecer algunas con un carácter específico. Desde el punto de vista de la sucesión, la capellanía se funda siempre en cabeza de varón quedando excluidas las mujeres. Por consiguiente, el orden de sucesión regu- lar con preferencia del varón a la hembra y del mayor al menor sólo rige para el que ejerce el patronazgo, pero no para el capellán que es el beneficiario de los bienes y rentas de la capellanía. Los llamamientos de capellán y de patro- no son numerosos hasta el extremo que si en el primer caso se agotasen los parientes del fundador sería capellán un hijo de la pila (pilongo), un hospital o convento; mientras que en el segundo actuaría de patrono el Deán y Cabil- do de la S.I.C. o los párrocos de cada lugar, quedando así garantizada la per- petuidad de la fundación. En la mayoría de los casos, los primeros nombra- mientos de capellán y patrono recaen en los propios fundadores, hijos, sobrinos (la mayoría) u otros parientes y extraños. El patrono tenía como misión proponer al Eclesiástico el nombramiento de capellán, mandar decir las misas durante las vacantes o en la minoría de edad pagando la limosna acostumbrada o a pitancería (2-3 reales por misa) y destinando el sobrante para alimentos y estudios del capellán, recibir certificación del cumplimiento de las misas, etc. Por su parte, el capellán estaba obligado a decir las misas y mientras no se ordenara las mandaría decir a pitanceria. En determinadas fundaciones, el primer capellán gozaba de ciertas ventajas respecto a sus sucesores ya que no estaba obligado a mandar decir las misas hasta que no se ordenara, rigiendo dicha obligación para los demás capellanes desde el momento de su colación o desde la cuna, podía beneficiarse de una reducción del número de misas o de la obligación de decirlas en la iglesia señalada y, finalmente, cuando el propio fundador se nombra por primer capellán se exime de la obligación de dejar vacante la capellanía cuando acceda a pre- benda u otro título real.

Las condiciones impuestas se caracterizan por su uniformidad y por su naturaleza diversa, y se refieren tanto al cumplimiento de una obligación como al pago de una pensión. La imposición de misas es condición obligato- ria en la totalidad de las capellanías del XVII y su número oscila entre 7 y 365 misas anuales (Cuadro 11). El 13'8% de las capellanías aparecen grava- das con menos de 20 misas anuales, registrándose el mayor porcentaje entre las 21-100 misas con el 51'9%. Unas 68 capellanías, de las que la mitad espe-

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PROPIEDAD Y CLERO: LAS CAPELLANIAS EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVII 133

cifican altar o capilla, hacen señalamiento expreso de iglesia para el cumpli- miento de las misas, mientras que en las 63 restantes o bien no lo indican o lo dejan a criterio del capellán. De las 68 capellanías que hacen señalamiento de iglesia, el 65'4% corresponde a iglesias parroquiales, el 22'1% a iglesias de conventos, el 9'6% a ermitas y e1 2'9% a las iglesias de hospitales. La propor- cionalidad viene a ser casi la misma que se registra para el conjunto de las capellanías fundadas en los siglos XVI al XVIII, pues las ermitas superan a las iglesias de los conventos. Si consideramos las 68 fundaciones que señalan iglesia, se observa un predominio de los laicos (48 del total de 92 capellanías) sobre los eclesiásticos (20 del total de 39 capellanías). Las 122 capellanías que aportan información sobre el número de misas suponen unas 9.033, corres- pondiendo 5.882 a fundaciones de laicos y 3.151 a las de eclesiásticos. Ahora bien, si tenemos en cuenta que el número de fundaciones hechas por laicos, 85, casi triplica al de las fundadas por eclesiásticos, 37, nos encontramos que, en proporción, las misas impuestas por los eclesiásticos desde el punto de vista cuantitativo revisten mayor importancia que las de los laicos. En cual- quier caso, hay que señalar que algunas de las capellanías ven incrementada la cuantía de las misas merced a las agregaciones posteriores y que no han sido contabilizadas por correponder muchas al siglo XVIII. A fines de este siglo y en el XIX, los obispos reducen su número a menos de la mitad. Igual- mente, a lo largo del XVII se da un reparto equilibrado del número de misas, sin que exista un mayor número a comienzos del siglo que a finales o vicever- sa.

El señalamiento de estas iglesias o ermitas está en relación con la vecindad o naturaleza de los fundadores, o bien con la construcción de un altar, capilla, o ermita por ellos mismos o su familia. Las misas de la capella- nía fundada por don Juan Mateo de Castro se debían decir en el altar de San Miguel en la iglesia parroquia1 de Arucas, al lado del Evangelio y:

"junto a la capilla de Nuestra Senora del Rosario, el qual dicho altar hize yo a m i costa quando se reedificó dicha iglesia parroquial" (l1'.

Las de la capellania del racionero don Miguel Calderín Casares se debían decir en el altar de Nuestra Señora de Guadalupe "que tiene hecho y fabricado en el convento de San Agustin"~").

(11) A.H.P.L.P. Protocolos notoriaies. Escribano: Francisco de Ortega, legajo 1405, ano 1680, folio 116 vuelto.

(12) A.H.P.L.P. Protocolos notoriales. Escribano: Andrés Alvvrez de Silva, legajo 1.454, ano 1696, f. 163.

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136 VICENTE SUAREZ CRIMON

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El número, modalidad e iglesia o ermita donde se debían decir las misas convierte a la capellanía en una institución que da prestigio social ('3'.

Con las denominadas misas del alba en domingos y festivos y con la imposi- ción de misas en ermitas o capillas no sólo se pretende conseguir un fin reli- gioso, el cumplimiento del precepto dominical, sino también la ascendencia sobre los miembros de la comunidad. El interés por facilitar a los vecinos el cumplimiento del precepto dominical pone al descubierto una desigualdad social. Los ejemplos no escasean. En 1684, don Alejo Alvarez de Castro impone una misa todos los domingos y días festivos en la ermita de los Remedios de Las Palmas a la hora del alba, por no existir aquí como en Tenerife y La Palma, debiendo el capellán tardar el tiempo proporcionado:

"de manera que, cuando se acabe, n o sea totalmente tan claro el dia que obligue a las personas que la oyen a pasar por la vergüen- za de ser notados y con este temor dejen de oirla"'").

Al margen de la imposición de misas, existen otras condiciones que hacen referencia tanto a las obligaciones del capellán y patrono como al régi- men patrimonial de bienes. El capellán debía ser católico, no haber cometido crimen de lessae "majestatis", ni tener mezcla de moros, judíos y mulatos, estaba obligado, salvo las excepciones ya citadas, a mandar decir las misas mientras no se ordenara, reservando para sí el superávit que quedare des- pués de pagar sus limosnas, correspondiendo esta obligación al patrono durante las vacantes. No es frecuente que en las capellanias se especifique la edad en la que debía tener lugar la colación o la orden de primera tonsura('i), así como tampoco la edad en que se debían ordenar "in ~acris""~'. No obstan- te, muchas podían gozarlas desde la cuna. El capellán también estaba obliga- do a pagar el subsidio y el excusado, los derechos de visita de la capellanía, alimentar al fundador mientras viviese (capellanía Cristóbal Perdomo Cubas, 1655) y toda una serie de obligaciones de carácter pío que iban desde la cele- bración de una fiesta, servicio de coro en determinada iglesia, encedido de cirios (capellanía de María Pinto, 1661) y responso sobre sepultura hasta los gastos de ornamentos, cera, pan y vino. El señalamiento de iglesia para cum- plir con las misas obliga a muchos capellanes a residir no sólo en la Isla sino -

(13) A. DOMINGUEZ ORTIZ, "Las clasesprivilegiadns en la Espaila del Antiguo Régimen". Madrid 1973, pág. 33.

(14) Archivo Diocesano, legajo 1 de conmutaciones de capellanias, año 1684 Copia de escri- tura original.

(15) Para el XVII sólo en la capellania de don Alejo Alvarez de Castra (1654) se recoge que el capellán a las 14 años debia ordenarse de menores si no era de la familia.

(16) Cuando esto ocurre tampoco hay uniformidad ya que en la capellanía de don Marcos Alonsa Contreras (1630) se impone al capellán la obligación de ordenarse de presbítero a la edad de 30 años, mientras que en la de Ana Sosa Navarro (1685) se lija la misma obligación antes de los 26 años.

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PROPIEDAD Y CLERO LAS CAPELLANIAS EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVII 141

también en el propio lugar en el que se ubica la iglesia o ermita; sin embargo, se dan casos de exención de residencia (capellanía de Alejo Alvarez de Cas- tro en 1684), sobre todo por motivos de estudio. En la capellanía no es fre- cuente la cláusula de incompatibilidad"" por lo que un mismo capellán puede disfrutar varias capellanías, sobre todo cuando éstas no son congruas, es decir, cuando no alcanzan la renta exigible por el Obispado para acceder a las órdenes mayores. Tal como recoge Viera y Clavijo, la proliferación de capellanías se debe, precisamente, a la congrua que por las Constituciones Sinodales se señalaba para el que se debía ordenar "in sacris". Cámara y Murga estableció en el XVII la congrua o renta en S0 doblas o 500 reales antiguos, y el obispo Dávila y Cárdenas en el XVIII la aumentó a 600 reales con inclusión de las misas y demás cargas, debiendo quedar al capellán 365 reales de vellón libres'18'.

El incumplimiento de las condiciones estipuladas conlleva la pérdida del derecho a disfrutar la capellanía, aunque también podía quedar vacante cuando el capellán accede a título o beneficio real. En unas 20 capellanías fundadas en el siglo XVII se establece este tipo de vacante (para toda la época moderna el porcentaje es del 19%), pudiéndose establecer algunas excepciones para los primeros capellanes, para el propio fundador o algún pariente en particular.

Los bienes que constituyen la capellanía, al igual que sucede con los bienes vinculados, no podían ser objeto de venta, permuta, etc. Al instituir la capellanía, el fundador se aparta de la propiedad o cede el derecho de pro- piedad de los bienes en favor del capellán, convirtiéndose la fundación en beneficio eclesiástico y su bienes de temporales en espirituales. El carácter enajenable de estos bienes no impide que, con anterioridad a las medidas desamortizadoras de fines del siglo XVIII y principios del XIX, acaben ven- diéndose a censo redimible o perpetuo con licencia del Eclesiástico debido a su estado ruinoso. En estas ventas se suelen incluir tierras pero lo más fre- cuente es que se trate de casas, siendo el propio fundador quien autoriza la venta.

Los capellanes, además de conservar la propiedad de los bienes, esta- ban obligados a su cuidado vigilando su cultivo, levantando cercas y paredes y haciendo otro tipo de mejoras, pudiendo ordenar el Visitador, por omisión del capellán, la realización de las mismas sin que ello tuviese como contra-

(17) Miguel Ramos en 1681 1% establece para las dos capellanías por él fundadas pero no para con otras; Cristóbal Hernández Jirnenez la establece en 1697 para los capellanes que no sean hijos suyos.

(18) J. VIERA Y CLAVIJO, o. c.. t. 11, pgg. 695.

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142 VICENTE SUAREZ CRMON

partida una reducción del número de misas. Es significativo el mandato de la capellanía fundada por don Lorenzo Pérez Estañol (1654) que ordena al capellán visitar un día por semana los cercados de la dotación para que los arrendatarios y medianeros tuviesen cuidado con la arboleda. No parece pro- bable que los capellanes cumpliesen estas condiciones de forma estricta, tal y como lo acreditan las ventas a censo registradas con anterioridad a la desa- mortización y en la reducción del número de misas que, por dicho motivo, tiene lugar a fines del siglo XVIII y durante el XIX. El estado ruinoso de los bienes de capellanías, aunque debido al desinterés y abandono de los capella- nes, lo atribuyen éstos a los arrendatarios y a la duración de los contratos de arrendamiento por considerar que sólo van a obtener beneficio sin introducir mejoras en La propiedad. Ello lo acredita La solicitud hecha en 1731 por don Bernardo Sánchez, administrador de una de las dos capellanías fundadas por Miguel Ramos en Teror en 1681, pidiendo al Provisor del Obispado autorice el arrendamiento por tres años porque:

"siendo costumbre el poner cada año papeles para arrendar dichos vienes en el mayor postor, que con efecto así se a practica- do, se un esperimentado graues perjuicios y menoscauos en las propiedades por razón de que el que arienda un año va sólo a des- fruitar, dejando la tierra ynfructífera para otro, de que resulta no solamente el perxuicio contra la tierra, sino tanvién en la vajn de las rentas, pra cuio remedio y mirando a el mexor aumento de dicha capellanía me a parezido conveniente reprezentarlo a Vues- tra Merced, y así mismo el que el medio mexor es arrendar las pro- piedades por tres o más años a una persona que con el ánimo del siguiente año deje las propiedades con jugo de fructificar, esterco- lándolas y haziendo los demás veneficios, para que en su vista Vuestra Merced se zirva mandar lo que tubiere por más conve- niente" (lY'

Estudiar la composición y distribución geográfica de los bienes de capellanías no es tarea fácil debido al silencio que en ocasiones nos imponen las fuentes documentales. Por un lado, nos encontramos con la dificultad de localizar algunas escrituras originales y que éstas se encuentren en buen esta- do; por otro, nos encontramos con la vaguedad de los datos que nos aportan otras en lo relativo a bienes, superficie, valor, rentas, etc. Si exceptuaInos unas 14 fundaciones, el 10'7%, por carecer de datos sobre su composición, nos encontramos que los bienes inmuebles con el 53'6% de las partidas supe- ran a las rentas o censos que alcanzan el 46'4%. -

(19) Archivo Parroquia] de Teror. Protocolo de capellanias, año 1731, f. 448 v.

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PROPIEDAD Y CLERO: LAS CAPELLANIAS EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVLl 143

Las rentas están constituidas en su totalidad por censos redimibles o perpetuos ya que las rentas constituidas por juros se reducen a un sólo ejem- plo: 100 ducados de renta sobre un juro de 10.000 ducados perteneciente a la capellanía fundada por don Marcos Alfonso Contreras en 1630. Las capella- nías dotadas, exclusivamente por censos, ascienden a 31, el 23'6% del total, mientras que las dotadas sólo por tierras son 32, por agua 2, por casas 8 y 44 por la combinación de inmuebles y rentas. Por tanto, los censos forman parte de la dotación patrimonial de otras 22 capellanías juntamente con las tierras, aguas o casas. El total de 197 censos registrados no tiene más significado que constatar su existencia dado que su número va a variar en el futuro en fun- ción de las cantidades dadas a censo a raíz de las sucesivas redenciones. El capital de estas redenciones no entra en poder del capellán sino del patrono o del juez eclesiástico para garantizar una nueva imposición sobre bienes seguros y libres de hipotecas. Apenas tres capellanías destacan por la impor- tancia numérica de los censos impuestos: la de Gregoria de Matos con 63 (45.507 reales), la de Juan González Déniz con 19 (9.907 reales) y la de Alejo Alvarez de Castro con 16 (15.400 reales). Los censatarios proceden tanto del mundo urbano como rural y su condición socio-profesional es la de artesa- nos, labradores, mareantes, soldados del Presidio, etc. Los 63 censos por un importe total de 45.507 reales de la capellanía de Gregoria de Matos se reparten de la siguiente manera: 10 son vecinos de Teror, 9 de Las Palmas, Guía y La Vega, 8 de Agüimes, 7 de Tirajana, 5 de San Lorenzo, 4 de Telde y 2 de Arucas. Aunque no siempre se distingue entre censos redimibles y per- petuos, se registra un predominio de los primeros y sus fechas de imposición se sitúan en la segunda mitad del siglo XVII.

Los bienes inmuebles constituyen las base fundamental de la dotación patrimonial de las capellanías y, en su conjunto, las tierras representan el mayor porcentaje con el 65'3% frente a las casas con el 24'2% y el agua con el 10'5%. El porcentaje de las casas sólo incluye las ubicadas en los núcleos urbanos y no las que aparecen formando parte de explotaciones agrícolas completas. Del mismo modo, el porcentaje del agua corresponde a aquellas partidas de la dotación patrimonial de cada fundación en las que el agua se menciona separada de la tierra. La distribución geográfica de estos bienes según el número de partidas nos da el siguiente orden: Telde 28'4%, Las Pal- mas 15'3%, Arucas 11'8%, La Vega 11'4%, Agüimes 8'7%, Teror 7'5%, Gál- dar 4'8%, Tirajana 3'5%, Moya TI%, San Lorenzo 1'7%, Agaete y Tejeda 1'3%, Artenara y Guía 0'9% y, por último, Firgas 0'4%.

Entre el número de partidas y la superficie espiritualizada existe un gran paralelismo, tal como se comprueba en los datos siguientes:

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La discordancia sólo se observa en la ciudad de Las Palmas debido a la importancia de las casas, pues el 45'4% de las casas pertenecientes a capella- nías se ubican en dicha ciudad en correspondencia con la vecindad de la mayoría de los fundadores. En otros núcleos de población, salvo Telde con el 21'8%, la incidencia de las casas es menor.

PUEBLOS

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TOTAL

Con mayor o menor intensidad, el proceso de espiritualización de bie- nes por efecto de las capellanías se extiende por todo el territorio insular, caracterizándose por constituir un conjunto multiparcelado de pequeiias y medianas fincas. Para el siglo XVII este predominio de las pequeñas y medianas fincas'"' es mayor que el registrado durante todo el período moder- no en el que se produce un mayor nivel de concentración de la propiedad tanto de las capellanías como de éstas en relación con el resto del clero, sobre todo del secular. Las 116 fincas con cabida conocida, e1 77'8% del total de las fincas de capellanías del siglo XVII, suponen unas 1.091'5 fanegas de tierra. De esas fincas, 108 (el 93'1%) tienen menos de 25 fanegas y ocupan 629 fane- gas, es decir, el 57'6% de la superficie contabilizada. Algo más de la mitad de estas pequeñas fincas tienen menos de 5 fanegas y suponen unas 124'5 fane-

(20) Hasta 25 fanegas y de 25 a 200 fanegas según el criterio de Pascua1 Carrión, en "Los lati- fundios en Espafin". Barcelona 1975, pág. 81.

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gas, si bien las de menos de 1 fanega, 12, apenas si alcanzan las 5 fanegas. Las fincas medianas, 8, sólo representan e1 6'9% del total de fincas y ocupan 462 fanegas, el 42'4% de la superficie. No se registran grandes fincas (de más de 200 fanegas). En cualquier caso, las fincas y la superficie espiritualizada en el XVII sólo representan el 27'8 y el 18'7%, respectivamente, del total registra- do para los siglos XVI-XVIII.

La distribución geográfica de la superficie perteneciente a capellanías es equiparable a la de partidas anteriormente expuesta. Los pueblos con nin- guna o escasa superficie son los mismos en los que la propiedad pública y vinculada adquiere extraordinaria importancia: Agaete, Aldea, Guía, Arte- nara, Firgas, Moya, Tejeda, etc. Asimismo y si se exceptúa el caso de Tiraja- na, la tendencia que se refleja en pueblos como Telde, La Vega, Arucas o Agüimes no hace más que confirmarse si se contempla todo el periodo moderno.

El predomino de pequeñas y medianas fincas no impide la existencia de un cierto grado de concentración de la propiedad espiritualizada debido a que en torno a1 55% de las capellanías tiene sus bienes en un mismo pueblo. Si consideramos únicamente los bienes rústicos, el porcentaje deciende hasta el 44'3% de las fundaciones. Tal circunstancia se da con mayor intensidad en aquellos pueblos que mayor número de fincas y superficie espiritualizada concentran: Telde con 16 fundaciones, Arucas 9, La Vega 8, Las Palmas 6, Teror 5, Agüimes 3, Moya, San Lorenzo y Gáldar 2, Artenara, Tejeda y Tira- jana 1. Esta ubicación de las tierras en un mismo pueblo guarda relación con la vecindad de los fundadores ya que en el 67'2% de los casos registrados coincide la vecindad del fundador con la ubicación de los bienes. Dada la reducida dotación de las capellanías, sobre todo si se compara con la funda- ciones vinculares, la dispersión de bienes de una misma capellanía por dife- rentes pueblos es más bien escasa. En el siglo XVII ni tan siquiera abunda la situación que más se prodiga para todo el periodo moderno consistente en la existencia de casa en la ciudad de Las Palmas y la posesión de una o más fin- cas en uno o dos pueblos.

Otro factor de concentración de la propiedad espiritualizada viene dado por la posesión de varias capellanías por un sólo capellán. Ello es debi- do, sobre todo, a la necesidad de tener congrua o renta suficiente para orde- narse. Esta acumulación, a diferencia de lo que sucede con las fundaciones vinculares, no tiene un carácter definitivo, es decir, las capellanías no quedan vinculadas a una familia para ser transmitida al promogénito. Por tanto, la acumulación sólo tiene un carácter coyuntural al cesar con la muerte del capellán que concentra varias capellanías.

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Finalmente y aunque la dotación de las capellanías no se caracteriza por el predominio de grandes fincas, se puede observar un último factor de concentra- ción en el hecho de que las 8 fincas de medianas dimensiones, o sea e1 42'3% de la superficie, corresponde sólo a 8 capellanías, el 6'1% del total. Escaso número de fincas con más de 25 fanegas, pero también escaso número de capellanias, unas 12, con una superficie superior a las 25 fanegas. Por tanto, la mayoría tiene una dotación inferior o bien están constituidas por censos, agua o casas, regis- trándose diversos ejemplos en los que la dotación es mínima y se reduce a unos pocos celemines de. tierra o a una casa. A veces, la dotación de la capellanía está constituida por una sola finca, pero en este caso su cabida es estimable oscilando entre las 10 y las 20 fanegas. Es un hecho frecuente que cuando la dotación está constituida por una casa, acabe quedando reducida a un censo por la venta de la misma a censo redimible o perpetuo con posterioridad a la fundación.

Vicente Cuárez León

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ALMOGAREN. 13. (94)Pags. 149- 168. O CENTRO TEOLOGlCO DELAS PALMAS

LA MlGRAClON CANARIA DENTRO DE LA POLlTlCA MlSlONAL EN INDIAS: EL ORIENTE DE

VENEZUELA (SIGLOS XVII-XVIII)

MANUEL HERNANDEZ GONZALEZ PROFESOR TITULAR DE HISTORIA DE AMERICA

UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

1 INTRODUCCION

El clero regular canario, a diferencia del peninsular, no participó den- tro de la política misional de la corona en América. Habían quedado exclui- dos de estas disposiciones quizás por la escasa capacidad de control que se tenía de los religiosos isleños y por las posibilidades de embarque de sacerdo- tes sin permiso que se originarían desde el archipiélago. El investigador Pedro Borges Morán se pregunta, sin hallar respuesta, el por qué de que entre los 15.097 religiosos que viajaran en las 1.068 expediciones misioneras embarcadas para América entre 1493 y 1822 sólo figuraban 19 canarios. La explicación estaría en la política general de España en relación con las misio- nes. Se era consciente de los graves riesgos que traería consigo un clero regu- lar como el isleño para el que era su objetivo central en América el garanti- zar su supervivencia económica y la de su familia mediante el ejercicio de actividades comerciales que no eran bien vistas por la Monarquía. La Reco- pilación de las Leyes de Indias de 1681 que extracta las cédulas de 1546,1567 y 1588 expresa la prohibición para los religiosos insulares de pasar a América sin licencia del Consejo de Indias. Reales cédulas prohibitorias y paralela-

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mente amplios testimonios de emigración de religiosos de forma ilegal ratifi- can los constantes desafíos a las leyes de los que hacían gala los religiosos canarios, que por otro lado eran comunes en el conjunto del clero insular''].

No es nuestro objetivo en estas páginas dedicarnos al estudio del papel desarrollado por los frailes canarios en América, sólo señalaremos al respec- to tres casos de religiosos isleños emigrados sin licencia a Venezuela, que son bastante ilustrativos. El primero es el del agustino orotavense José Antonio Hernández Castellanos, que "salió de su patria el año de 1755 pasando a las provincias de Caracas y Santa Fe en el Nuevo Reino de Granada". Obtuvo licencia para predicar y administrar la cura de almas y se estableció en dos poblaciones, una a la orilla del río Apure con título de villa de San Antonio de las Cocuisas, que habitó más de 8 años y la otra en el mismo río, a 5 días de distancia con el nombre de San Dimas. Tras 20 años de actividad misional solicita en 1776 elegir convento de su instituto en América "libre de oficios de él y de poder servir cualquier capellanía de campo para aquel objeto". El Consejo de Indias no sólo desestimó tal petición, sino ordenó su traslado a Canarias, preso bajo partida de registro, por haberse trasladado ilegalmente al continente americano. En 1778, tras ser detenido, fue conducido desde La Habana a Santa Cruz de Tenerife"'.

A pesar de tal prohibición, los religiosos la desafiaban embarcándose incluso en barcos extranjeros. Fray Luis Moreno López conventual de los Realejos "salió fugitivo de la isla y aportó a la colonia francesa de Santo Domingo en un bergantín de esa nación". Permaneció en ella durante un tiempo, se marchó más tarde para Curacao y de allí, realizando una amplio periplo por el Santo Domingo francés y La Habana. En Cuba se establece como capellán de un ingenio azucarero en la villa de Güines, hasta su expul- sión en 1789. Pero, a pesar de ella, decide retornar en 1792, persistiendo en su intención. La Corona se lo deniega, pero ya conocemos la eficacia de tales órdenes"'.

El canario Fray Agustín de Abreu ilustra palpablemente esa situación. Sabemos que en 1745 es prior del convento agustino de Gibraltar (Maracai- bo). Es denunciado, pues "no solamente falta a su obligación en la asistencia -

(1) Véase sobre el tema E BORGES MORAN, "Aportación canaria a la evangelización americana". IV Coloquios de Historia Canario-Americana, Las Palmas 1980. M. H E R ~ NANDEZ GONZALEZ, "La emigración del clero regular canario a América". V con^ gresa de la Asociación de Americanistas espaiioles, Granada 1992. Ibidem, 'La emigra ción del dero secular canario a América en el último tercio del siglo X V I r . en Tebeto no 3, (1991). Puerto del Rosario.

(2) Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife (B.M.T.). Fondo documental. Caja 42. (3) Archivo General de Indias (A.G.I.). Indiferente General (I.G.). Leg. 3107.

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de aquel convento, sino que vagante de él, se ocupa en negociaciones secula- res y prohibidas, comerciando con los enemigos de la religión católica y de la Corona y receptador de los mismos delincuentes de este trato (. . .) como con- trabandista". Sabemos que poco después fue pior del de Mérida y le fueron confiados los poderes de la Provincia "a un religioso prófugo, apóstata y ver- sado en las ilícitas negociaciones", como "otros isleños apóstatas". En 1747 se le trata de expulsar de nuevo, pero se fracasa en el intento. En 1749 consta como cura doctrinero del pueblo de San Agustín de Guasimos, cerca de San Cristóbal, al que llama pomposamente parroquia. En 1752 se invocaba por Real Cédula todavía su expulsión(4'.

Sin embargo, paradójicamente, si bien la política misional del Consejo de Indias siempre excluyó y taxativamente prohibió la participación del clero regular isleño en la evangelización de los territorios misionales, salvo conta- das y singularísimas excepciones, que respondían a intereses bien concretos como la emigración poblacionista a Florida de frailes isleños con familias de la misma procedencia, o la excepcional de dos religiosos a los Llanos de Caracas que se integranan en la orden capuchina con similares objetivos, lo contrario ocurría con la migración familiar hacia los territorios misionales en Venezuela, porque la corona y los misioneros en todo momento trataron de potenciarla y considerarla un vehículo fundamental de su expansión en las tierras ocupadas por los indígenas, como veremos seguidamente.

2. LOS PRIMEROS COLONOS EN LAS MISIONES DE CUMANA

En la segunda mitad del siglo XVII la economía daba signos manifies- tos de crisis. El grave impacto ocasionado por la competencia de la oferta lusitana y peninsular en las exportaciones vinícolas en los mercados europeos y coloniales supuso un agravamiento de las condiciones de vida de los viñate- ros y del conjunto de la población isleña. Las consecuencias se vieron agran- dadas por la presión sobre la tierra y el agua, ejercida por los grandes propie- tarios y por el alza cíclica de las subsistencias, por lo que se originaron tensiones sociales que se vislumbró podían ser aliviadas con la extracción de población para América. La pobreza general del país le llevó al obispo Gar- cía Ximénez a solicitar al Monarca su disposición para "poder sacar de aquí

(4) Sobre su priorato en Mérida y su empleo como doctrinero cf. F. CAMPO DELPOZO, Historia documentada de los agustinos m Venezuela durante la época colonial. Caracas 1968, págs. 41 y 148-149. Sobre su apostasía, cf. Real Cédula reproducida en P.J. MORE- NO y A. TARAZONA, Materiales paro el estudio de las relaciones interétnicas en la Gua- jira. Siglo X V I Z I Documentos y mapas. Caracas 1984, págs. 38-43.

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la gente que sobra, pudiera poblar con ella las islas de Barlovento de Indias, que son de tan numeroso y fértil territorio, de muchos frutos perdidos por falta de pobladores y no mucha fuerza de gente para defenderse de ejército que fuere algo numeroso"('^. Las clases dominantes insulares apostaron por la emigración americana tratando de vincularla a la continuidad de sus privi- legios comerciales con América. era una posibilidad que la Corona vio con buenos ojos en cuanto estaba interesada en el poblarniento de las Antillas y de los territorios continentales donde era reducida su presencia y grave la amenaza de su ocupación por parte de otras potencias. En 1663 el Capitán General Quiñones había propuesto al Consejo de Indias el envío de familias para poblar Santo Domingo y otras plazas americanas. Pero la Corona le res- ponde que el problema estribaría en la búsqueda de recursos para la finan- ciación de su traslado. En 1672 el diputado del cabildo de Tenerife en la Corte, Juan del Castillo y Mesa, solicita al Rey la autorización para poder mandar 10 familias a Santo Domingo cada período de 10 años. El obstáculo se resolvería con la entrada en vigor de la Real Cédula de 1678 que prorroga- ba por cuatro años la permisión canaria de comerciar con Indias reduciendo su volumen a 600 toneladas y eximía del pago de la avería a los navieros que trasladasen 5 familias de 5 miembros por cada cien toneladas, compaginando y ligando desde entonces los intereses mercantiles de las clases dominantes insulares a la política poblacionista de la C ~ r o n a ' ~ ) .

El Oriente venezolano era a mediados del siglo XVII un territorio colonial en el que la penetración española era bien reducida y precaria. Venezuela fue durante el siglo XVI un área marginal para la Corona, y su región oriental era sin duda en la que la continuidad del dominio español se ponía más seriamente en cuestión por los ataques piratas, las incursiones y ocupaciones de otras potencias y la difícil reducción de los indios que la habi- taban. Para consolidar el dominio español en esa zona, la política misional sería uno de sus ejes esenciales, encomendándose a los capuchinos la acción evangelizadora en esa región. En 1657 comenzó su establecimiento en Cuma- ná con religiosos de la provincia de Aragón. Pero los indicios de las misiones fueron difíciles por la hostilidad de las comunidades indígenas, por lo que los frailes se recluyeron exclusivamente en las ciudades. A la vista de su escasa -

(5) L. FERNANDEZ, "Tensiones y conflictos en la Iglesia de Canarias durante la segunda mitad del siglo m I P , en Anuario de Estudios Atlánticos n" 21. Madrid-Las Palmas 1976, pág. 536.

(6) Sobre el tema cf., A. MACIAS HERNADEZ, La migración canaria, 1500-1850, Colombres 1992. J. PERAZA DE AYALA, El régimen comercial de Canarias con las Indias en los siglos XVI, XVII y XVIII. Sevilla 1977; J.M. RODRIGUEZ YANES, Tenerife en el siglo XVII. Tensiones y con,tiicros en la segunda mitad de la centuria, Tenerife 1992.

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LAMlGRAClON CANARIA DENTRODELA POLITILA MISIONALENINDIAS: ELAMBENTEDEVENEZUELA(S. XVIILF/III) 153

proyección, el Consejo de Indias ordenó la suspensión de sus misiones, pero la orden fue revocada en 1662. En 1660 iniciaron su penetración interior con el primer poblado misional, los Angeles del Guácharo, al que le seguiría en 1662 el Pilar. Desde 1660 hasta 1713 la evangelización se centraría en la región de Cumaná fundamentalmente en la reducción de los indios chaimas del Golfo Triste. En ese período se llegaron a fundar 21 misiones"'.

En 1676, tras la destrucción de tres poblaciones misionales y la villa de San Carlos por los indios caribes y los franceses, los misioneros capuchinos fueron conscientes de que la única alternativa de futuro para afianzar las misiones es el envío de familias canarias. Para ello el Padre Francisco de la Puente se traslada a España. Afirma que "sobrado el número de pobladores en aquellas islas, podían reparar el daño que amenaza su falta a esta provin- cia y pudiera mandar su Majestad se poblase en el paraje por donde entró el enemigo, cerrándoles aquella puerta que tan fácilmente la hallaron abierta por el corto número de pobladores de San Carlos". Los canarios serían, pues, una muralla defensiva y un freno "para mantener los indios ya reducidos y atraer de nuevo a los que andan vagando por los montes". La Real Cédula de 1676 deja bien claro sus propósitos: "Cerca de las misiones pobladas y que en adelante se poblasen, se fundase un pueblo de españoles de hasta treinta o cuarenta vecinos, de buena vida y ejemplo, para que sirviesen de contener a los indios en sus fugas, sujetar en sus embriagueces y reprimir en sus motines, y para que acompañasen dichos españoles a los misioneros para la reducción de los indios gen ti le^"'^'. Como aliciente para los colonos solicita se les conce- da servirse del trabajo indígena por espacio de tres días a la semana por un período de diez años'"'. En 1676 el Rey decreta una Real Cédula por la que se le conceden a los españoles los privilegios apuntados y se ordena al Capi- tán General de Canarias "procure disponer que de ellas se remitan a esa pro- vincia las familias que se pudiere para que se haga población en ellas cerca del río Guarapiche", cerca de las misiones, repartiéndoseles tierras e indios en las condiciones referidas[l0).

Pero la Real Cédula no pudo ponerse en ejecución, por lo que el padre Francisco de Tauste en 1679 sugiere que se pulsen y fomenten "los ánimos de los vecinos de tales islas para que, voluntarios, quieran ir a poblarse en dicha provincia de Cumaná". El Gobernador Juan Padilla en un informe de 1781 -

(7) Cf. al respecto una sucinta visión de la labor evangelizadora de los capuchinos en Vene- zuela en P. BORGES MORAN. Religiosofew Iffspirnoarriérica, Madrid 1992.

(8) Cit. en B. CARROCERA. Misión de los capuchinos de Cumaná,t. 1, Caracas 1968, pág. 134.

(9) Reproducido en B. CARROCERA, o.c., t. 11, pigs. 118-122. (10) Ibídern,o.c.,t. 11,págs. 125-128.

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vuelve a reiterar la urgencia de esa remisión, "pues es sumamente necesaria una población numerosa por lo menos de españoles entre estas misiones por ser ella muy dilatada y despoblada por su poca vecindad, y como los indios se ven tan remotos de los españoles, es muy contingente que se perviertan y se pasen a la parte de los franceses'"'.

¿Cuáles eran los problemas que retardaban la puesta en vigor de la Real Cédula?. En primer lugar la falta de recursos de la Real Hacienda en Canarias para hacer frente a los gastos del traslado. Un informe de Jerónimo de Velasco de 8 de agosto de 1680 reconoce que tales gastos eran muy eleva- dos e inasumibles por las rentas "por estar librados los pocos que hay"'").

Ante la imposibilidad de hacer frente a tales desembolsos por parte de la Real Hacienda, surgen las peticiones de las clases dominantes canarias para sufragarlos a cambio de la concesión de privilegios. Son de capital inte- rés desde esta perspectiva las propuestas en 1681 de Simón de Herrera y del capitán poblador Baltasar Fernández de Vergara.

El sevillano Simón de Herrera-Leyva fue el fundador en Tenerife de una notable familia de la burguesía comercial estrechamente relacionada con Indias. Había contraído matrimonio con Agueda de Urtusáustegui, pertene- ciente a un linaje de origen vasco, dedicado al comercio indiano. Había efec- tuado numerosos viajes con esa finalidad a tierras americanas y había sido procesado por comprar en Londres en 1663 el buque "Rey Carlos", tras haber vendido vinos y negociado varios préstamos en Holanda e Inglaterra. Con él había efectuado un registro para La Habana y Campeche en diciem- bre de ese mismo año'"'.

En su solicitud se obliga a conducir 200 familias a Cumaná, cuyo costo supone que sería de 50.000 pesos, comprendiendo en ello su transporte, municiones, y alimentarlas durante seis meses. A cambio de ello reclama para su casa y descendencia el señorío, jurisdicción y vasallaje del lugar que se le señalase para la población de dichas familias con el título de capitán superintendente de Guerra. Además para su hijo requiere el cargo de Gober- nador de la provincia por espacio de 6 años. En caso de su ausencia se le tras- pasaría a otro de sus hijos, Jerónimo. Se le ha de proporcionar a cada familia a lo menos 200 fauegadas o más "para que se puedan animar a salir de estas islas", y a él, "mediante el servicio, a lo menos 4.000 fanegadas con sus

(11) Ibídem, a.c.,t. 11, págs. 141-152. (12) A.G.I. I.G. Leg. 3098.

(13) P.E. PEREZ MALLAINA BUENO, "El Consulado de Sevilla y el contrabando canario con AmCricn en la segundo mitad del siglo W I I " , en IV Coloquio de Historia canario- americano (1980), t . 1, Las Palmas 1982, pág. 62.

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LAMlGRAClONCANARIA OENTROOELA POLITICA MISIONAL EN INDIAS: EL 4MBIENTEDEVENEUELAiS.XVII~XYIl 153

aguas". La población deberá ser puerto de mar para así poder navegar con sus frutos. Para favorecer la migración se le ha de exceptuar de derechos el comercio de géneros, frutos y de la tierra y aperos de labranza desde Cana- rias, dándosele el privilegio de poder navegar un buque de 250 toneladas por término de 10 años, con sólo el pago del 23% que se abona en la permisión, quedando exentos las armas e instrumentos de labor y las exportaciones de frutos desde Cumaná. Completa la enumeración de privilegios la posibilidad de importar 100 negros para las labores de las tierras.

Tal petición demuestra hasta qué punto las clases dominantes insula- res estaban interesadas en aprovechar las ventajas que les ofrecía la posibili- dad de servirse de familias dispuestas a emigrar a tierras americanas y en uti- lizar en su provecho la urgencia de la Corona de poblar y defender los territorios escasamente ocupados. Claro está que el Consejo de Indias deses- timó el 24 de octubre de 1681 sus condiciones por considerarlas "tan exorbi- tantes que no se pueden admitir"i1a'.

La proposición de Fernández de Vergara es expuesta en una memoria que se le debe dar a las familias que se desplazasen: flete de sus familias, ropas y 100 esclavos a su servicio, exentos de derechos de aduana. Deberían ser sustentadas por un año, repartiéndoles tierras y aguas "según sus servi- cios y calidad" por juro de heredad. Se le nombraría cabo para que las rija y gobierne en lo político y militar "teniendo para ello jurisdicción civil y crimi- nal y que sus apelaciones vayan a la Chancillería y Audiencia". Cobraría por tal servicio un sueldo fijado por su Majestad, daría nombramiento a un cura con la aprobación del obispo de Canarias para que de estas islas vaya con las familias y constituya la parroquia. Solicita el nombramiento de seis regidurías perpetuas, y en una de ellas la vara de alguacil mayor y 2 oficios de escriba- nos públicos, siendo uno de ellos para el ayuntamiento. Se le concede un registro anual de un navío de 200 toneladas con frutos de las Canarias y efec- tos para su vestuario y un fuerte para la defensa con 6 piezas de artillería. Asimismo la encomienda de los indios que "se fueren agregando a le la ley evangélica que les sirvan tres días de la

La Corona en septiembre de 1681 desestima numerosos aspectos de estas peticiones, entre ellas la de los negros, por ir en contra del asiento. El cargo de cabo se deniega por cuanto los vecinos deben tener facultad de ele- gir alcalde, y en cuanto al párraco esto es potestad reservada al Gobernador de Cumaná. En cuanto al navío no se considera necesario y las encomiendas son contradichas por el Fiscal, pues deben pagárseles a los indios sus corres- pondientes jornales ''6". Estas propuestas demuestran el modelo de sociedad

(14) A.G.I. Ibídem, (15) A.G.I. Ibídem, (16) A.G.I. Ibídem,

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156 MANUEL HERNANDEL CONZALEZ

que los inmigrantes canarios querían desarrollar en Indias, que chocaba abiertamente con los principios y postulados de la política misional. Los miembros de la élite querían convertir los dominios americanos en señorios y plantaciones y servirse de los privilegios mercantiles para impulsar sus nego- cios y el contrabando de géneros prohibidos. Los inmigrantes, por su parte, ansiaban convertirse en propietarios agrícolas, sirviéndose del trabajo de los indios. Era una disyuntiva que, como veremos, a la larga, destruía el modelo misional que los religiosos trataban de erigir con su política de reducciones, porque, en última instancia, la prosperidad de las poblaciones canarias era la destrucción de las misiones.

Baltasar Fernández de Vergara presentó una lista de pobladores for- mada por 54 familias de Santa Cruz de Terlerife, 16 de Tacoronte, 13 de Sau- zal, 6 de Tegueste, 8 de Tejina, 3 de Santa Ursula y una de Taganaua, que ha sido reproducida por Morales Padrón i"). Como la proposición fue parcial- mente desestimada por el Consejo de Indias, no tenemos constancia de que se llevara a efectuar la migración, por lo menos al destino referido.

La Corona consideró más ventajosa para sus intereses la propuesta de Francisco García Galán, capitán del navío San Diego, que hacía viaje a dicha provincia con la permisión de la isla. Las 31 familias y 3 personas que se embarcaron suponían un total de 158 personas. En el barco además se enro- laron 68 soldados para el puerto de Campeche. Para sufragar los gastos de las familias, la Real Hacienda tuvo que valerse los derechos de avería de los buques que no habían llevado familias, pues no había otra cantidad disponi- ble. El privilegio concedido a García Galán fue el de disponer de una nueva permisión el año siguiente y, en su falta, la de un navío de 300 tonelada^"^'.

La migración isleña experimentaría en estos años un aumento conside- rable, pudiéndose hablar de una nueva etapa en la misma. Pero los emigran- tes en buena medida acudirán o no a las áreas propuestas por la Monarquía en virtud de las expectativas que éstas despierten para mejorar su situación. Un informe del cabildo tinerfeño en 1685 afirma que en los navíos de la per- misión de Indias habían marchado muchos colonos, no sólo para la fundación de San Carlos de Tenerife en la Española, "sino otras muchas familias y gente suelta que han salido en otros navíos, pues tiene entendido este Cabil- do que hubo navío español en que se embarcaron más de 400 personas". Tal fue el impacto de la sangría migratoria que "se ha casi de todo punto despo- blado el lugar de Santa Cruz, puerto principal de esta isla, y otros lugares -

(17) F. MORALES PADRON, "Colonos canarios en Indias", en Anuario de Estudios Anieri~ canos n" 8, Sevilla 1951, págs. 436-438.

(18) A.G.I. I.G.Leg.3098.

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LA MIGRACIONCANARlA DENTRODELAPOLlTlCAMISIONALEN INDIAS: EL AMBIENTE DEVENEZUELA (S XVII-XYIII) 157

como son Sauzal, Valle de Guerra y otros más". A santa Cruz hubo que man- dar una nueva guarnición y se nota en la falta de "industria, cultura de vinos y labranza". Solicita se ponga remedio a la migración de personas que "con pretesto de que es servicio de Su Majestad pretenden pasar a Indias a sus fines y conveniencias propias", permitiéndose sólo a aquellas que autorice la Corona y no "salga más gente que la que es permitid^""^).

La migración a Cumaná es testigo elocuente de este proceso. Los colo- res se instalan en territorios que les ofrecieran alicientes. El principal incon- veniente que ofrece Cumaná y el conjunto de la región oriental de Venezuela es la inseguridad para el desarrollo de las actividades agrícolas. Ese sería la primera rémora para su auge, porque, sin condiciones favorables, los inmi- grantes en breve plazo de tiempo se dirigirán a áreas que ofrecieran mayores ventajas.

Una parte de las familias fueron conducidas por el gobernador Juan de Padilla hacia el inmediato valle de Santiago en la jurisdicción de Cumaná. Los religiosos aludían que las restantes habían fallecido en su mayoría en el viaje. Pero un informe del Gobernador Padilla de 13 de noviembre de 1682, a su arribo a Cumaná, lo desmiente. En él se recomienda que el viaje fuera directo a Cumaná para que llegaran sanos, pues tuvo que hacerse cargo de los muchos enfermos con su propio crédito a pesar de no contar la hacienda local con fondos suficientes. En su recuento señala que los 158 se componen de 29 hombres, 19 mujeres y 92 niños, integrando los 8 restantes en otra familia. De ellos condujo al Valle de Santiago 48 personas capitaneadas por José Fernández de la Cruz'").

La explicación de la argumentación de los religiosos estriba en no poder justificar lo que era evidente. A los emigrantes no les interesaba fun- dar un pueblo en territorios poco accesibles y peligrosos. Admitir que los colonos sin garantías no marcharían a las zonas misionales, era considear bal- días e ineficaces de antemano todas sus propuestas colonizadoras. Los pocos que se aprestaron a fundarlo en el Valle de Santiago reconocieron que "aun- que aquel sitio es bueno para poblar, se halla muy dilatado y los frutos de maíz y tabaco que cultivaren de muy poco valor y no tienen cabalgaduras que hacerle, ni para el costo de ellas puede darle la labranza por el mucho valor que tiene una mula y pocas las que hay en esta Provincia". La falta de ali- cientes mercantiles es la raíz del poco éxito de los asentamientos, realidad que afecta a la misma capital, a pesar de ser la llave de la provincia. El Gobernador, el palmero Gaspar Mateo de Acosta, en su informe de 1787

(19) Archivo Municipal de La Laguna (A.M.L.L.). Libro 31 oficio 1'. 9 de octubre de 1685 (20) A.G.I. S.D. Leg. 595.

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estima que todos estos intentos en poblaciones nuevas fracasarían por los obstáculos para dar salida a los productos y porque "es materia imposible porque con la mudanza de temple y metidos en un monte nuevo a trabajar, faltos de fastimentos y de lo necesario y con el temor de los indios". Conside- ra que sería más acertado situarlos en la ciudad de Cumanacoa y que se le repartiera tierras y se le proporcionara por un año lo necesario para su super- vivencia hasta que lo pudieran pagar con los frutos que recogiesen. Unos autos para saber el estado del poblamiento del Valle de Santiago, con los subsiguientes interrogatorios de los isleños demuestra que las 7 familias estu- vieron allí un año "hicieron sus conucos y sembrados" y dejaron la localidad "por la imposibilidad de poder sacar sus frutos y no haber tenido bastimentos con que mantenerse hasta coger los que tenían sembrados". Se reconoce que el valle es óptimo para la fundación de una ciudad por "ser las aguas buenas y el temple mucho mejor". Sin embargo, por las razones aludidas, las familias marcharon a San Felipe (Cariaco) y San Baltasar de los Arias (Cumanacoa), en esa misma provin~ia'~".

Los capuchinos se opusieron al abandono del poblado por los isleños, pero el Gobernador Francisco Vivero les posibilitó su asentamiento en las localidades antes citadas. Los misioneros volvieron a solicitar el envío de 200 familias canarias para la reedificación de la villa de San Carlos, aprobando tal solicitud el Rey el 25 de enero de 1686. Gaspar Mateo de Acosta apoyó como Gobernador la solicitud, pero los religiosos en todo momento se quejan de que los emigrantes nunca llegaron a las misiones. En 1692 una nueva real cédula vuelve a solicitar al Juez de Indias de Canarias que "remita la tercera parte de las familias que de aquellas islas salen para las de Barlovento en los navíos que van de permiso" 1"'.

¿Pero qué es lo que sucede para que en el transcurso del último tercio del siglo XVII no se incorpore ningún emigrante isleño a las misiones de Cumaná? En 1687 se suspendió por haber pedido el comercio "no salga esta flota respecto de hallarse a la vista de este puerto y en los contornos la arma- da francesa en considerable número de vageles". El 15 de abril de 1687 se firma un contrato en Sevilla entre el capitán de buque Gregario de Roseta y el Presidente de la Audiencia Pedro de Oreitia y Vergara por el que se obliga a enviar un navío de registro de fabricación extranjera de 180 a 200 toneladas para el puerto de Trinidad en conserva de la flota de Nueva España con prohibición expresa de retorno con treinta familias de 5 personas desde el puerto de Santa Cruz de Tenerife, cobrando 60 pesos por cada una para su

(21) A.G.I. Santo Domingo. (S.D.) Leg. 59.

(22) B. CARROCERA, o.c., t. 11, pág. 239.

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LAMIORACIONCANIRU DENTRO DELAPOLITIC* MlSlONALENINDIAS: ELAMBIENnDEVENEZUELA (S XVII-XVIII) 159

sustento con dinero de las Cajas Reales de Veracruz. Si no lo realizara paga- ría una multa de 1.000 ducados(").

Tres habían sido los pretendientes para la consecución de esta permi- sión a Trinidad y Cumaná: Francisco Blanco, que había hecho viajes a Cara- cas, Juan González de Godoy y el citado Gregorio de Roseta. Se había deses- timado el del primero por pedir 100 pesos por cada familia y la posibilidad de poder pasar a la Guaira. A Godoy se le niega por querer hacer escala en Vera~ruz'~". Estas peticiones demuestran palpablemente el interés por la consecución de privilegios y ganancias derivados del envío de emigrantes. Sin embargo no tenemos ninguna noticia de que la citada contrata se llegase a realizar. Sí sabemos que a petición del Capitán General de Canarias la leva de Cuba y Santo Domingo se redujo en 1686 de 150 a 50 personas por "la falta de gente que había en aquellas islas" Oi'. Pero no cabe duda que, si se llegó a realizar, los isleños se distribuyeron por otras áreas de Venezuela que consideraban más atractivas, como la región caraqueña, Aragua, Guarenas o los Llanos.

La expansión misional en el Oriente venezolano no se correspondió con los aportes de población hispana en la primera mitad del siglo XVIII. Entre 1713 y 1735 se crearon 19 misiones en la región de Cumaná, mientras que el poblamiento de españoles y en general el crecimiento demográfico fue muy reducido. La Corona era consciente de ello, pero los recursos eran limi- tados. Los inmigrantes no se asentarían sin atractivos económicos. era un cír- culo vicioso. Un informe del misionero capuchino de Cumaná Victoriano de Castejón propone en 1724 al Consejo de Indias la fundación de tres pueblos de españoles en la provincia. En su proyecto el primero sería realizado direc- tamente con el pecunio del gobernador Tornera y Sota, la frustrada funda- ción de Maturín, el segundo sería empresa de 30 familias de españoles de Caracas, en su mayoría isleños con más de 80 hombres blancos de armas y otros tantos esclavos suyos "con sólo que V.M. se digne concederles los privi- legios, prerrogativas y exenciones que por leyes de Indias y cédulas reales están declaradas a favor de los nuevos pobladores" y la tercera con familias llegadas directamente del archipiélago, "cuyo transporte se facilitará pot medio de los registros de permisión que anualmente hacen viaje a Caracas y Maracaibo, pues todos dirigen su navegación por la misma costa, y pueden sin perjuicio alguno hacer escala en ella para el desembarco de familia^""^'. Pero la Corona se resistió al primero de los casos por los privilegios deman- -

(23) A.G.I. I.G. Leg. 3098. (24) A.G.I. I.G. Ibídem, (25) A G.I. Ibídem,

(26) B. CARROCERA, o.c., págs. 389-398.

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160 MANUEL HERNANDEZ GONZ*LEZ

dados. La segunda con el tiempo sería más factible, y la tercera contaba con el obstáculo de la escasez de fondos para hacer frente al establecimiento de las familias.

Prueba manifiesta de las apetencias de los gobernadores es la compe- tencia por comprar este cargo a cambio de la obligación de establecer fami- lias isleñas entre Nicolás de la Santa Ariza, Juan Alonso Espinosa de los Monteros, Cristóbal Félix de Guzmán y Carlos Francisco Sucre Pardo. El lagunero Nicolás de la Santa Ariza y Castilla, regidor perpetuo de Tenerife se ofrece para ese cargo por un período de diez años, a cambio de la obliga- ción de fundar una ciudad con la extracción de 50 familias de Canarias. Se obliga a edificar un castillo y ruega que le sustituya un hermano suyo si las enfermedades se lo impiden. De condiciones similares es la propuesta de Espinosa de los Monteros, mientras que la de Guzmán amplía a 12 años la duración de su mandato, contrayendo la obligación de levantar dos ciudades a su costa, una en el sitio de Maturín con 50 familias y la otra en el Orinoco con 30 en la que se compromete a fabricar casas de bajareque y cubiertas de caña con una iglesia en cada una. Las ochenta familias se compromete a tra- erlas de Canarias, manteniéndolas por un año de maíz y proporcionándoles "atarayas y curiaras para la pesca y un hacha, machete y un calabozo para cultivar en aquel país y sembrar sus conucos", proporcionándoles además un fusil bayoneta con pólvora y balas a cada familia'2". Finalmente la propuesta que prosperó fue la de Sucre, quien realizará una labor de expansión pobla- dora que dará fruto con la fundación de Aragua de Barcelona en 1734 por su yerno Juan José Núñez del Castillo, Marqués de San Felipe y Santiago, quien visitará el archipiélago en 1738 para extraer familias para la región de Gua- yana. El poblamiento de Aragua de Barcelona fue realizado fundamental- mente por familias de la provincia de Venezuela, por lo que no es de extra- ñar la participación de canarios en la misma. Pero no se trataría en este caso de una emigración directa. Pero es un síntoma de que lentamente la región irá girando hacia un mayor poblamiento, que continuará su sucesor Gregorio Espinosa de los Monteros con la fundación con similares procedimientos de Concepción del Pao en 1744. Es indudable que la progresiva destrucción de las comunidades indígenas disidentes y la expulsión definitiva en el área de las incursiones extranjeras sentaría las bases para la expansión del último ter- cio del siglo XVIII que es visible en la llamada Provincia de Nueva Andalu- cía.

Debemos de reseñar desde esa perspectiva la labor de Núñez del Casti- llo, que sería gobernador efectivo en buena parte de este período y el artífice

- (27) A.G.I. Santo Domingo. Legs. 593 y 584.

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LA MlGRAClON CANARM DENTRO DE LA POLlTlCA MISIONAL EN INDIAS: EL AMBIENTE DE VENEZIJXLA (S XVIILXYIIII 161

en buena medida de este relanzamiento militar y poblacional. Era un signifi- cativo miembro de la oligarquía cubana que trató de convertir en señorío amplías zonas de la provincia de la Habana cultivadas por vegueros isleños, como lo fueron Bejucal, que convirtió en señorío suyo bajo el nombre de San Felipe y Santiago, y Santiago de las Vegas en el que la resistencia canaria frustró tales propósito^'^^'.

3. EL RELATiVO AUGE POBLADOR DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

En la primera mitad del siglo XVIII la población de la provincia de Nueva Andalucía creció lentamente porque los emigrantes que arribaban a las costas venezolanas se distribuirían preferentemente por el ámbito de la provincia de Caracas, donde las posibilidades de futuro eran mayores y las amenazas bélicas más reducidas. En la segunda mitad de la centuria el pano- rama variaría, con una mayor expansión de la región, originada por las mejo- res perspectivas que ofrecía tras la liquidación progresiva de las incursiones indígenas y extranjeras. Pero significativamente en este período de auge el progreso misional fue escaso, con una clara tendencia hacia el estancamiento. Entre 1750 y 1776 sólo se fundaron 5 misiones en la provincia. Entre 1750 y 1776 sólo se fundaron 5 misiones en la provincia. Entre 1776 y 1791 el núme- ro de poblados erigidos fue de 9 en el avance hacia el Orinoco. Teniendo en cuenta que la llegada de misioneros a Cumaná no sólo no disminuyó sino que incluso fue mayor (112 de 1750 a 1803 frente a 10 de 1657 a 1749), no cabe atribuir este descenso a la falta de evangelizadores. Se debe a la falta de terri- torio para evangelizar por las dificultades del terreno en el caso de delta del Orinoco y las proximidades de los caribes, siendo más trascendental para la comunidad capuchina la atención a los establecimientos ya existentes. El temor impedía la penetración de los colonos españoles en el Orinoco, lo que era un freno decisivo a la ocupación territorial y su progreso económico.

La expansión demográfica y socio-económica se centró en la segunda mitad de la centuria sobre el territorio colonizado y evangelizado en las eta- pas anteriores. La provincia de Cumaná, según las fragmentarias noticias demográficas de que se dispone, pasó de 30.474 habitantes en 1773 a 60.000 en 1800. En la de Barcelona, de 21.685 a 50.000, según testimonios de Abbad

(28) P . TORNERO TINAJERO, "Inmigranres canarios y cultivo tabaquero: la fundación de Saniiago de las Vegas (1745-1771)", en ZV Coloquio de Historia canario-americana, t . 1, Las Palmas de Gran Canaria 1982.

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162 MANUELHERNANDEZGONZALEL

de la Sierra y Alejandro de Humboldt(29). Un censo de la región que incluiría a ambas provincias efectuado en 1793 daba un total de 86.083 personas, de las que 43.468 eran blancos, 27.468 indios de doctrina y 14.828 de misión"". En ese auge demográfico una parte significativa se debe a la colonización isleña del área. Pero no es éste el objetivo de este trabajo. Un conocimiento más profundo de la evolución histórica de la zona del que se conoce en la actualidad podrá ir proporcionándonos mayores luces. Nos limitaremos aquí a abordar varios ejemplos significativos de esta labor pobladora estrecha- mente relacionados con la política de expansión misional, aunque paradójica- mente aboque a su destrucción. Nos referiremos a la fundación de pueblos en el Río Guarapiche, en Unare y en Bergantín.

El río Guarapiche era un nexo de comunicación fundamental para la expansión interior en Oriente. De ahí que fuera uno de los objetivos centra- les de la colonización española. En 1780 el Intendente venezolano José de Avalos vislumbró su colonización con costes reducidos cuando un barco con 400 canarios destinados para la Luisiana arribó con grandes daños en el puer- to de la Guaira. Era el San Pedro. En un informe el Intendente señala que le habían propuesto la fundación de tres pueblos en las cercanías del Río Gua- rapiche en un territorio gestionado por misioneros capuchinos. Se considera que tal fundación sería de "la mayor importancia y utilidad para el comercio terrestre y marítimo y servir de impedimento a la introducción y extracción clandestina que tenían propuesto ejecutar los extranjeros", pues por su situa- ción era el paraje más cómodo para extraer los ganados de Caracas y Cuma- ná para las islas extranjeras. En 1779 se había aprobado por considerar el área el antemural de Trinidad la fundación de 3 pueblos, uno en el sitio Ila- mado de la Orqueta, que recibiría el nombre de Nuevo Toledo, el otro de Teresen, que era de indios que se trasladarían a otra parte y se llamaría Nueva Palencia y el tercero en el sitio Figuro con el título de Ciudad Real. La excusa para establecer a los emigrantes isleños en el Guarapiche era la imposibilidad de transportarlos a Luisiana por la guerra de las Trece Colo- nias y el pésimo estado en que quedó el navío.

Se le encargó la dirección del establecimiento a Pablo Ballivian. Se le proporcionarían a las familias lo necesario para su manutención durante 8 meses a fin de que en dicho tiempo siembren y recojan el maíz y otros frutos. Se les darían asimismo hachas, cuchillos, azadones y pala, dándole mayor número a las personas que tengan alguna conveniencia y puedan conducir

- (29) C. CAPRILES AYALA, "Evolución demográfica de la provincia de Cumaná según las

observaciones de fray Iñigo Abbad (1773) y J.Z. Dauxion Lovaysse (1807)", en Boletín Hkiórico de la Fundación Boulion n" 46, Caracas 1978, pág. 44.

(30) A.G.I. Caracas. Leg. 521.

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alguna esclavitud". Los indios se trasladarían en el plazo de 6 meses a Saba- neta por ser "holgazanes y ociosos que por sus vicios puedan corromper a los que por su invectiva y aplicación sean provechosos para los nuevos estableci- mientos". Para controlar la eficacia del establecimiento se les pasará a los pobladores revista un día festivo de cada mes para que presenten las herra- mientas y utensilios, y caso de que den razón de su paradero se les franquea- rá el maíz y las semillas necesarias para las primeras siembras"').

Es interesante este proyecto porque demuestra el interés de las autori- dades ilustradas por reconducir y controlar el poblamiento para que tuviera una cierta eficacia. Se obliga a la redacción de un libro becerro de la funda- ción en el que se asentarían los nuevos pobladores, las suertes de tierra que se les darían en proporción a lo que pudieran cultivar o dedicar a la ganade- ría. Estaba en el ánimo del legislador tratar de obstaculizar el avance de la gran propiedad por los perjuicios que ocasiona el desarrollo económico. Por ello apunta que "de nada serviría el que a cada uno se concediesen demasia- dos terrenos sin tener modo y medios de aprovecharlos, mayormente cuando del abuso con que acerca de esto se procedió en otro tiempo en esta provin- cia y otros parajes ha resultado después el crecido perjuicio de tener unos muchos y otros nada, con detrimento general de los vecinos y así es necesario evitar esto desde el principio y no conceder sino lo que se pueda aprovechar""". Avalos, que había sido con anterioridad Intendente de La Habana, era consciente de los obstáculos que para el desarrollo agrícola se originaban por el latifundismo desmedido de propietarios incapaces de poner en explotación sus extensos dominios.

Una de las mayores preocupaciones del Intendente es la expansión ganadera en el área. Por las utilidades que rinde en el comercio y por el suministro de carnes que proporciona, ordena que deben darse la mano la agricultura y la ganadería en la región para su fomento. Para ello proporcio- na a cada familia 10 vacas, un toro y 2 novillos. Si la familia se compusiese de 6 personas, entre ellas 2 hombres útiles, la cantidad se doblaría. El ganado sería franqueado del que los misioneros capuchinos de Guayana ofrecieron al Rey, pero la conducción sería por cuenta de los propios colonos.

Como la fundación del pueblo era sumamente costosa, en los primeros tiempos ocuparían las casas habitadas por los indios desalojados de Teresen. Teniendo en cuanta la benignidad del clima y la abundancia de maderas para la construcción de barrancas, podrán realizar las nuevas y mejorarlas de su propia cuenta, velando el comisionado poblador por su disposición en calles niveladas y conformes a las leyes. -

(31) A.G.I. Caracas Leg. 394. (32) A.G.I. lbídem,

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164 MANUEL HERNANDEZ G O N U L E Z

La iglesia se haría de bastante capacidad, pero de materiales poco cos- tosos en los primeros momentos. Se encomienda su fundación a misioneros capuchinos aragoneses que están al cuidado de los pueblos de indios inme- diatos. Los religiosos estarán obligados a contribuir, en cuanto sea posible, al auge de los establecimientos y "a observar la mayor armonía con los minis- tros reales que se destinen a las fundaciones como principio de felicidad"("',

Los pobladores serían considerados, siendo blancos, como hijosdalgo y sus linajes como casas solares conforme a las leyes de Castilla, pero tal privi- legio sólo debe entenderse para los primeros fundadores y los que pasen allí en el término de 6 meses. Se les concederá exención de tributo y de contribu- ciones por espacio de diez años, extendiéndose ese privilegio a alcabalas, pul- perías y medias annatas de oficios consumidas por los pobladores y en las ventas de sus frutos y ganados, salvo para transeuntes, pues en esas ventas deberán satisfacer el derecho de alcabala correspondiente y al tiempo de su exportación el de almojarifazgo. Se les exime del pago de la totalidad del diezmo en los primeros cinco años y de la mitad en el siguiente lustro. Para fomentar la cabaña ganadera se prescribe la prohibición expresa de matar ninguna res en 3 años, permitiéndose en el cuarto la matazón de novillos y toros para su propio consumo, restringiéndose expresamente su extracción y venta exterior durante de 6 años, prohibición que sólo sería levantada con permiso del Intendente si la cabaña hubiera crecido de forma considerable(34".

Tenemos constancia de que una parte de los isleños de Luisiana se estableció de forma definitiva en Nueva Palencia. El resto se esparció por la región en busca de mejores incentivos de futuro, dados los problemas por los que atravesó la fundación. Un censo de 1784 formado por el capitán pobla- dor Diego de Guevara da un total de 91 personas en Nueva Palencia de las que 64 eran isleñas. Un hecho llama la atención, al ser familias muy jóvenes, apenas recién formadas, con una media de un hijo o a lo sumo dos, las restan- tes eran blancas de otra procedencia y varios indios y mulatos('*'. Un censo de 1793 elevaría esa cifra a 109('6'.

Un informe de enero de 1782 señala la petición de las familias isleñas establecidas en Nueva Palencia de prorrogar la dieta recibida en los ocho pri- meros meses del establecimiento por no haber podido recoger frutos de la primera cosecha. Un interrogatorio apunta los problemas jurisdiccionales de la nueva población y la concesión de privilegios que ocasiona, por los que

(33) A.G.I. Ibidem, (34) A.G.I. Ibidem,

(35) A.G.I. Caracas. Leg. 468. (36) A.G.I. Caracas. Leg. 521.

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LA MlCRAClON CANARIA DLNTRODLLAPOLlilCAMlSlONALEN INDIAS EL AMBIENTE DEYLNEZUELA LS XVII~XVIII) 165

restringen los mismos al área inmediata y no a los hatos y haciendas más ale- jadas, que se estaban roturando por algunas familias. Otro establecimiento que se intenta fundar con esos pobladores en el área del Gurapiche sería Ciu- dad Real, al que se opina no se deben incorporar el escaso número de perso- nas que "miserablemente situadas al calor de Antonio Parrilla que va vague- ando siempre de establecimientos en un corto número de reses vacunas, cuya labranza y cría, como las de los que le acompañan no merecen el nombre de tales ni menos forman sistema para que dejen de ser admitidos como entera- mente nuevos tanto por el disfrute de las gracias y orden de las cosas con igualdad a los demás colonos como para que se constituyan vecinos útiles que hasta ahora no lo han sido". Los establecidos en Maturín, si no son opu- lentos, se les incitaría a "cultivar otras en las nuevas tierras y fomentar más fácil en ellas sus ganados". Lo que deseen ser puramente ganaderos y sólo cultiven lo necesario para alimentarse se entiende que se les debe cerrar el acceso a la población y deseen establecerse en áreas más alejadas'").

El objetivo de las autoridades con esta fundación era la constitución de vasallos útiles que desarrollasen conjuntamente la agricultura y la ganadería en la zona, tratando de restringir el nomadismo y la terrateuencia ganadera. Pero la falta de recursos de los campesinos se tornó en un obstáculo insalva- ble, que no podía paliarse por un Tesoro Público falto de recursos. En 1782 se les proporcionan 50 pesos para jornales de peones para desmontar el terreno, pudiéndose aumentar a otros 50 si hubiese disponibilidad en las arcas. En julio de ese año para remediar las urgencias de pan y carne que sufren los vecinos se les da un novillo bueno cada dos y un almud de maíz diario a cada 5 individuos mayores de 1 año. En 1791 se reconoce que "las poblaciones no han producido todo el efecto deseado, y por consiguiente crece en aquellos pobres vasallos de Su Majestad por instantes la necesidad de ser socorridos con auxilios que le proporcionen mejorar su suerte" por lo que se le prorroga por el término de un año la excepción de los tributos, derechos y gracias concedidas('"'.

Pese a todos esos avatares y de sufrir Nueva Palencia en 1783 un incen- dio, las comunidades isleñas lentamente prosperaron dedicadas a la ganade- ría y al cultivo del tabaco, posibilitando según los misioneros, la asimilación de los indígenas dispersos por el área del Río Guarapiche y atendidos por los capuchinos de la misión de Cumaná. Se fueron formando pueblos de españo- les como San Juan Bautista de Unare, Santa Rosa de Yocorí y Yaguaparo, en la costa del Golfo Triste. Igualmente prosperaron en Maturín en convivencia

(37) A.G.I. Caracas. Leg. 468. (38) A.G.I. Caracas. Leg. 468.

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con los indios y en las fundaciones de San Serafín de Tabasca y Nuestra Señora de Guía de Uracoa, próximas al Or ino~o( '~~ . La misma Nueva Palen- cia fue recogida por Humboldt en su célebre viaje convertida ya como uii centro expoitador de cierta importancia, especialmente de reses y de mulas ("1. Un informe de 1833 indica que el pueblo de Palencia, doce leguas distante de la parroquia de Punceres "en tiempos del Gobierno español hubo allí administracibn de hacienda para los embarques de ganados y bestias. Es el río más caudaloso y en el mismo puerto los buques mayores arriman costado a las barrancas. Muchos piensan que debería ser el puerto habilitado con pre- ferencia" ("1.

El tabaco sería el cultivo de exportación más desarrollado por los labradores canarios en la región. Humboldt reseñó que "en general no hay sino 1.500 individuos en los alrededores de Cumanacoa que se dedique a la cosecha del tabaco. Son todos blancos; a los indígenas de raza chaima difícil- mente los induce a ello la esperanza del lucro" '"). El estanco del tabaco era un obstáculo serio para su extensión, pero no el único, como refiere Arcila Farías. En el Guarapiche, según un informe de Francisco Antonio Paúl, "las tierras son muy buenas para toda especie de frutos, pero en primer lugar era preciso conquistar labradores que quisiesen venir a establecerse en aquel sitio solitario, donde les sería indispensable fabricar casa para su vivienda a fin de libertarse de las inclemencias del país, trabajo de algún tiempo y de costo, si se atiende a sus fuerzas, a su miseria y a su pobreza". Y junto a ello el no disponer de bestias de transporte ni lanchas. Era un círculo vicioso'").

De los pueblos citados, San Juan de Unare fue fundado por el güimare- ro Domingo Páez Galdona. Este singular personaje había emigrado a Vene- zuela con anterioridad a 1769. Se estableció en esa área, roturó tierras, trajo esclavos y logró consolidar una hacienda respetable. Había nacido en Güi- mar en febrero de 1734 y era hijo natural de Manuela Romero. En un expe- diente de limpieza de sangre años más tarde, señala que fue reconocido por su padre, el alcalde real de Güimar, el alférez Miguel Fernández de Páez y Galdona, pero todo apunta a que fue un amaño posterior, porque su supues- to padre había fallecido en 1740 (M). Casado con la lagunera María Antonia

(39) B. CARROCERA, o.c., pág. 381. (40) P. CUNILL GRAU, Geografia delpoblarniento venezolano en el siglo XIX, t . 1, Caracas

1978, págs. 598-599. (41) Reproducido en J.A. ARMAS CHITTY, Historia de la tierra de Monagas, Maturín 1956,

pág. 345. (42) A. HUMBOLDT, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, t . 11, Trad. de

Lisandro Alvarado, Caracas 1956, pág. 40.

(43) Cit. en E. ARCILA FARIAS, Historia de un monopolio. El Estanco del rabaco en Vene- zuela (1779-1833), Caracas 1977, pig. 108.

(44) Archivo Histórico Provincial de Tenerifc (A.H.P.T.). Leg. 1290.

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LA MlCRAClOUCANARlA DENTRODELA POLITICA MISIONALEN INUIAS EL AMBIENnDEVENELUELA 'S XVII-XVIII1 167

Cárdenes Guerra y Baute tuvo con ella antes de emigrar una niña, que fue bautizada en La Laguna. Como acaeció con tantos isleños de su tiempo, mar- chó a Venezuela y se olvidó de su familia. Pero su mujer reclamó constante- mente a las autoridades su retorno a la isla. Por fin, ella se decidió a embar- carse para la Guaira e ir a residir con él. En un testimonio de 1789, ya viuda, reconoce que había tenido 4 hijos con él. Había creado un pueblo, trabajan- do para él esclavos en plantaciones de cacao y numerosas peonadas de indios. Intenta que un misionero capuchino se establezca en su hacienda. La presencia de Fray Serafín de Calanda ocasiona graves escándalos por las murmuraciones de sus relaciones con ella, por lo que uno de sus hijos solicita su retirada del lugar y sustitución por otro@*'.

En la década de los 90 del siglo XVIII la crisis por la que atraviesa el cacao venezolano por los obstáculos de acceso a los mercados, por los reite- rados conflictos bélicos, los problemas que ocasiona su frágil conservación y el auge del consumo del café, lleva a su sustitución progresiva por otros pro- ductos como el café o el añil que demandan mano de obra jornalera o arren- datarios. Humboldt reseñó su decadencia por los factores aludidos: "El culti- vo del cacao ha disminuido mucho en estos últimos tiempos. Este árbol precioso no carga sino a las ocho o diez años, y su fruto se conserva muy mal en los almacenes, porque se pica al cabo de un año, a despecho de todas las precauciones que se hayan empleado para secarlo. Esta desventaja es grandí- sima para el colono"('6".

Ese cambio cualitativo que explica el énfasis de la oligarquía caraqueña que hegemonizó la Primera República de Venezuela en la abolición de la trata de esclavos, supondría para la región, como para el conjunto de Vene- zuela el auge de la migración libre de arrendatarios y jornaleros. Colonos que se dedicarían a los nuevos expansivos cultivos, el tabaco, el añil y el café. San Miguel del Bergantín en Oriente es un testigo fehaciente del creciente interés de la oligarquía por ocupar sus haciendas con inmigrantes isleños. Pedro Luis Carvajal, miembro de la oligarquía de Cumaná, en cuyo ayuntamiento su familia había desempeñado desde 1730 los cargos de alcaldes y regidores, decide poblar los terrenos de la hacienda de la Viña con familias canarias. Se traslada al archipiélago y logra alistar a varias de ellas y establecerlas en una hacienda de café en tierras inmediatas al cerro Turimiquire, hacia el naci- miento del río Neverí. Allí fundo con esos colonos San Miguel del Bergantín, según consta de su título de fundación expedido en Cumaná el 21 de agosto de 1800'"). Depons refiere que era uno de los valles mejor cultivados de la

(45) A.G.I. Caracas. Leg. 394.

(46) A. HUMBOLDT, o.c., t. 11, pág.112. (47) R. ARMAS ALFONZO, Del Oriente Venezolano. Contribución para el conocimiento de

su historia, Maracay 1984, págs. 85-88.

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región de Barcelona y señala que "casi no hay esclavos en la región", y de ellos "la mitad se retiene en los servicios domésticos". Sus reflexiones sobre la agricultura son de una perspectiva étnica significativas: "La mitad de la población es blanca, la otra mitad es de gente de color. Estos últimos, como en todas partes, son inútiles para la agri~ultura"'~).

En el devenir histórico de la región oriental en los años próximos a la Guerra de Independencia, la decadencia de las misiones está íntimamente unida al relativo auge de la población blanca. Cambios en los regímenes de tenencia de la tierra y en los sistemas de producción que ponen en cuestión el modelo misional y destruyen las formas de vida y la propia existencia de las comunidades indígenas. Los misioneros creían que los colonos canarios reforzarían el sostenimiento de las misiones, pero progresivamente su creci- miento aparejaría necesariamente su destrucción. Humboldt con su profunda clarividencia así lo enjuició: "Los blancos avanzan con lentitud. Las órdenes religiosas han fundado sus establecimientos entre las fincas de los colonos y el territorio de los indios libres. Pueden considerarse las misiones como esta- dos intermediarios. Han atropellado sin duda la libertad de los indígenas; pero casi en todas partes han sido útiles al aumento de la población, que es incompatible con la vida inquieta de los indios independientes. A medida que los religiosos avanzan hacia las selvas y ganan terreno a los indígenas, los colonos blancos buscan cómo invadir a su vez del otro lado del territorio de las misiones. En esta lucha prolongada, el brazo secular tiende sin descanso a sustraer los indios reducidos de la jerarquía monacal; y tras una lucha desi- gual los misioneros son reemplazados poco a poco por curas. Los blancos y las castas de sangre mixta, favorecidos por los Corregidores, se establecen en medio de los indios, las misiones se convierten en villas españolas y los indí- genas pierden hasta el recuerdo de su idioma nacional. Tal es el movimiento de la civilización de las costas hasta el interior; movimiento pausado, dificul- tado por las pasiones humanas, pero seguro y nif forme"'^^). Un papel que en buena medida jugaron los pobladores isleños en el avance, la consolidación y la crisis del modelo misional en el Oriente de Venezuela.

Manuel Hernández González

-

(48) F . DEPONS, Viaje a la parre oriental de la Tierra Firme, Caracas 1930, págs. 446-447.

(49) A. HUMBOLDT, m., t. 11, pág. 125.

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ALMOFAREN. 13 (94) PLg. 1 6 9 386. O CENTRO TEOLOGICO DE LASPALMAS

APORTACIONES REALIZADAS DURANTE EL MANDATO DEL PRELADO FRAY FRANCISCO

DE SOSA EN LA BIBLIOTECA DE LA CATEDRAL DE SANTA ANA

SANTIAGO DE LUXAN MELENDEZ CATEDRATICO DE HISTORIA ECONOMICA

UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CAN CANARIA

1. INTRODUCCION

"Que se envíe ai Señor Obispo Sosa a Madrid una letra de IO.OOO reales para comprar para esta Santa Yglesia la libreria que alli se vende en almoneda que era del Escorial".

("Acuerdo del Cabildo Catedralicio de 16-1-1609, reproducido por F. Caballero Mújica en "Antecedentes históricos del Seminario Conciliar de Canarias" El Museo Canario 1977-1979, pág.. 177. Este mismo autor más adelante añade que "Esos fondos permanecen aún en la biblioteca de la Catedral").

"Con toda seguridad, puede afirmarse que la primera gran biblioteca organizada de Canarias fue la de la Catedral de Las Palmas. Hay noticias de que en 1610 se remiten con destino a ella una serie de volúmenes, que no estún relacionados, obtenidos por el Cabildo Catedral en un remate proceden- te clel Escorial". (A. Cabrera Perera, Las Bibliotecas en Las Palmas. Las Pal- mas 1982, págs. 8-9).

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"A principios del siglo XVII la catedral adquiere un gran fondo, con- virtiéndose su biblioteca en la primera del archipiélago sin tener que envidiar nada a las capitulares peninsulares. En 1609 el cabildo acuerda enviar al Obispo Socas (sic), a Madrid, una letra de 16.000 reales para comprar, con destino a la catedral, la librería que allí se vendía en almoneda, procedente de El Escorial". (M. Lobo Cabrera, "Libros y lectores en Canarias en el siglo XVI" Anuario de Estudios Atlánticos 28 (1982) pág. 658, noticia tomada del Extracto de las actas del Cabildo de la Diócesis de Canarias pág. 120 que se conserva en el Museo Canario de Las Palmas).

"También hemos entendido que en la almoneda del Escorial se vende una librería que es muy buena, y por la falta que esta Iglesia tiene, acordaron suplicar a VS. se sirva de mandarla concertar, que en este navío si ser pudiese se enviarán diez mil reales y, cuando no en el primero que después del fuere". (Cartas del Cabildo 1603-1609, f. 150; de 9-11-1609, Reproducida por S. Cazorla, Historia de la Catedral de Canarias, Las Palmas 1992, pág. 310.

Este mismo autor reseña otra misiva del Cabildo, esta vez al dean Mexía que se encontraba en Sevilla, al que se notifica que el señor Obispo "se ha encargado de enviar la libreria". Los datos se completan con la infor- mación sacada de los Libros de fábrica (1601-1621) f . 106, del envío de letras a Sevilla a Jerónimo Medina por valor de 8.852 reales, de los que 7.147 son para "ayuda de la librería que se trata de comprar en la corte por orden del señor Obispo Fr. Francisco de Sosa").

Con la información procedente de los libros de acuerdos del Cabildo, de los copiadores de sus cartas y de las Cuentas de Fábrica, a los que se han referido los diversos autores que hemos citado, subrayando por nuestra parte aquello que nos parece más importante, podemos adelantar en este primer enunciado algunas conclusiones:

1." A comienzos de 1609 el Cabildo es consciente de la falta que tiene una biblioteca.

2." Que hay una librería que se vende en almoneda "que era del Esco- rial", "en Almoneda del Escorial" o "procedente del Escorial".

3." Que el encargado de comprarla será el Obispo Sosa: el acuerdo del Cabildo se tomó el 16-1-1609, la carta se envió de inmediato al Obispo el 9-11. 1609 y ese mismo día se escribió al deán Mexía, ausente en Sevilla, al que se confirma el asunto de la librería, insistiendo en que el Obispo ha asumido el protagonismo de enviarla.

4." La cantidad que se presupuesta para la compra de los libros es de 10.000 reales. D e esta asignación se giran en letras a Sevilla 7.147 reales

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"para ayuda de la librería". Que en 1613 se sigue girando dinero para este objeto.

5". Que parece que la iniciativa de la compra ha podido ser tomada por el Obispo, concordando con su idea el Cabildo.

6." Que los libros vinieron desde Sevilla, pero "que no están relaciona- dos". Arribaron con el Obispo Corrionero en mayo de 1615.

Los autores que hemos citado mantienen criterios diferentes respecto a la compra. Caballero Mújica no pone en duda que proceden de la almoneda del Escorial y afirma que permanecen en la Catedral. Cabrera Perera y Lobo Cabrera por su parte tampoco se lo cuestionan. Y, finalmente Cazorla deja el tema abierto: hay interés en comprarlos en el Escorial, llegan de Sevilla y se pagan a un librero de esta última ciudad.

Viera y Clavijo d u y a información y noticias sobre la Historia de la Iglesia son de gran valor, como ponía de manifiesto en días pasados el profe- sor A. Bethencourt Massieu-, no se refiere, sin embargo, a estos acuerdos, que como hemos significado dan un gran protagonismo al Obispo Sosa en la presunta compra de la librería. El arcediano de Fuerteventura"', se refiere en su Noticia, fundamentalmente a su n o venida a las islas, extremo que repeti- rá Millares torre^'^' e n estos aspectos firme deudor de Viera- pasando a formar parte, por tanto, de la nómina de obispos que A. Domínguez Ortiz13J calificó de absentistas. Y en segundo lugar, a la donación de la reliquia del cráneo de San Joaquin (autentificada por bula de Clemente VI11 de 22-VIII- 1600). Esta última daría pie a la celebración de certámenes literarios -noti- cia que Millares Torres toma de las Actas Capitulares de 1613 1"- y a una solemne procesión en la que se verificó su translado desde el Convento de San Francisco, donde primero estuvo depositada, a la Catedral, en la que participaron los cabildos eclesiástico y secular. No acabaría en el obsequio del relicario que J.M. Alzola('' calificó como un rasgo con el que el Obispo ausente trato de tranquilizar su mala conciencia por no haber llegado a cono- cer a sus fieles, sino que también sería generoso con la provincia franciscana de San Diego de Canarias, al costear una parte importante de los gastos del retablo del altar mayor de la iglesia del Convento de San Francisco de Las Palmas. Viera resume escueta y certeramente, en fin, -como escribíamos- la relación de Fray Francisco con Canarias a la que no vino por la necesidad que se tenía de su persona en la corte.

(1) Noticias de la historia de Canarias, t. 11, Madrid, pág. 249. (2) Historia Genernl de las Islas Canarias, t . 111, Las Palmas, pág. 244 (3) A. DOMINGUEZ ORTIZ, "Absentismo eclesiástico en Canarias" en Anuario de Estu-

dios Atlánticos, 10 (1964), págs. 241~245 (4) Ibídem, supra 3, psg. 303 ( 5 ) J.M. ALZOLA, La Iglesia de Son Francisco de Asís de Las Palmas. Madrid 1986, pág. 35

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172 SANTIAGO DE LUXAN MELENDEZ

"Hiciéronle acreedor estos méritos al obispado de Canaria, a que en 1608 le presentó el rey; pero siendo su persona de mucha consideración en la Corte, estuvo tres anos sin pasar a su iglesia, gobernándola entre tanto en su nombre don Juan de Porras y Sosa, tesorero dignidad y su pariente. Por fin tuvo que renunciar la mitra reservándose una pensión de cuatro mil duca- dos" '".

En un trabajo que presentamos al VI1 Coloquio de Historia Canario- Americana"' nos ocupamos más extensamente de la biografía de este perso- naje, haciéndonos eco del Preconio de las Yslas de Canaria en la elección de su Obispo Frai Francisco de Sosa, natural de la ciudad de Toledo, del canóni- go Salazar y Mendoza, destacando alguno de sus rasgos más significativos: General de los Franciscanos, Juez apostólico en la causa que el Santo Oficio abrió contra el Padre Mariana entre 1609-1610 -precisamente los años de compra de la biblioteca- proceso en el que fue auxiliado por un canónigo de su diócesis, y, finalmente, su intervención en los asuntos de Portugal.

Regresando a nuestro punto de partida, de llevarse a efecto esa resolu- ción del Cabildo que pudo ser auspiciada por el propio Obispo, estaríamos en la práctica ante el acta fundacional de la biblioteca de los canónigos y, por tanto estos primeros años del siglo XVII en Canarias tras la invasión de Van der Does, se abrían con un deseo de llenar vacios culturales, licitando, nada más y nada menos, que en una almoneda de El Escorial, donde Felipe 11 con la ayuda, entre otros, de Arias Montano, había reunido al cuidado de los Jerónimos un importantísimo tesoro bibliográfico.

Haciendo un arriesgadísimo cálculo sobre la tasación de los libros reali- zada por el Consejo de Castilla, entre los existentes en la biblioteca de la Catedral anteriores a 1609-1611, obtendríamos -a 3 y 4 mrvds 112 el plie- go- unos precios que oscilarían para los editados en España entre 15 y 30 reales. Si valoramos por encima los libros foráneos, añadimos gastos de transportes etc., podríamos estar, en cualquier caso, ante un lote de más de 300 obras. Sin duda alguna, un buen punto de partida, cuya importancia se acrecienta si tenemos en cuenta que el cabildo catedralicio fue constituyendo su librería fundamentalmente por donaciones. Una idea de la importancia del dinero presupuestado en aquella ocasión por los canónigos para la forma- ción de su biblioteca podemos hacérnosla teniendo en cuenta, por ejemplo, que equivaldría a la mitad del sueldo anual del Corregidor de G r a n

(6) Ibidem, supra 1 (7) M.R. HERNANDEZ SOCORRO, y S. LUXAN MELENDEZ, "Fray Francisco de

Sosa. Un personaje del Toledo del Grrco, Ohi~po dc Canarios, visitador de Portugal en 1 6 1 7 , VI1 Coloquio de Hisloria Canario-Americano 1, Las Palmas 1990, págs. 491-514.

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Canaria(s'. La compra del Obispo Sosa podría relacionarse, finalmente, con las inquietudes -al menos de una parte de la sociedad canaria- y ayudar- nos a construir una imagen menos sombría de los comienzos de la decimo- sexta centuria en la línea apuntada por otros historiadores "1. Recordemos, sin ir más lejos, el nombre de Cairasco de Figueroa que en la toma de pose- sión de este Obispo, actuó como prior y canónigo más antiguo de la Cate- dral'lO).

La reflexión que presentamos trata de ser una indagación abierta sobre esta cuestión de la formación de la biblioteca catedralicia. En este sentido hemos tratado de reconstruir y de ofrecer dos posibles caminos que ayuden a esclarecer la compra de los libros:

Primer camino: ¿Existió la almoneda del Escorial de la que nos hablan las actas capitulares? De ser cierta esta posibilidad, deberían quedar vestigios en documentación, tanto de la Biblioteca Laurentina como en la Catedral, de esta relación. En último extremo siempre podríamos acudir a los libros y tra- tar de encontrar en ellos huellas, vestigios materiales, de su pertenencia a la Biblioteca del Escorial, entonces regentada por los Jerónimos, ahora por los Agustinos.

Segundo camino: Agotada la primera vía, aún quedaba la posibilidad de pensar que los términos de las misivas y por tanto de los acuerdos capitu- lares no habían sido bien interpretados. Almoneda relacionada, eso sí, con el Escorial, pero no del Escorial. ¿De qué biblioteca podría tratarse?

Antes de pasar a desarrollar estas reflexiones, detengámonos por un momento en la librería catedralicia aunque superemos los marcos cronológi- cos de estas jornadas, y dicho con todos los respetos hacia El Escorial y hacia la persona de Felipe 11, permítasenos jugar con la imagen de un Obispo Sosa -

(8) Politica/para Corrdgidores y señores de vassdllos, en tiempo de Paz, y de Guerra:/y para Perlados en lo Espiritual, y Temporal entre legos, Iures de/ Comission, regido re.^, aboga^ dos, y otros qficiales públicos: y de las lurisdicciones/ Preeminencias, Residencias, y Sala- rios dellos: y de lo tocante a los de/ Ordenes y Cavalleros dellas."Autor el Licenciado Cas- tillo ddBovadilla, del Consejo del Rey Don Felipe III, Nuestro Señor, y su Fiscal en la ReaUChancilleria de Valladolid/ Dirigida al muy alto y muy poderoso/Católico Príncipe de las Espaiias, y del Nuevo Mundo, don Pelipe Nuestro Señor/. Está añadida y enmenda- da por d autor/(Escudo Real). Con privilegio en Medina del Campo Por Chrisioiinl Lasso y Francisco GarcidANO MDCVIII".Pergamina, folio, 2 lomos. El salario del Corregidor de Gran Canaria es de 300.000 mrvds de buena moneda (800 ducados) que sobrepasaba en 50.000 a los de Tenerife y La Palma por ser alcaide de la fortaleza de Santa Cruz de la Mar Pequetia.

(9) Cf. M. LOBO CABRERA. "Libros v lecrorer en Canarias en el sido XVI". en Anuario

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174 SANTIAGO DE LUXAN MELENDEL

que actuando en la línea del fundador de Monasterio, pensó dotar a la Cate- dral de un relicario (cráneo de San Joaquín) y de un depósito de libros'").

11. ALGUNOS DATOS DE LA BIBLIOTECA CATEDRALICIA

La biblioteca de la Catedral de Santa Ana debe ser considerada como una de los más importantes depósitos bibliográficos con que contó la Iglesia en Canarias. Junto a ella, las librerías de las órdenes religiosas (Santo Domingo, Agustinos, Franciscanos y Jesuítas) que acabarán, seguramente con mermas muy considerables, formando parte de los anaqueles de la biblioteca del Seminario Conciliar y de la Universidad de La Laguna. No debemos dejar de mencionar, además, la del Cabildo de la Catedral de La Laguna cuyos fondos originales parece que se constituyeron con el legado del Confesor de Fernando VII, D. Esteban Bencomo, Obispo de Hera~lea ' '~) . Todas estas bibliotecas se constituyeron en la Centuria Ilustrada y durante la Revolución Liberal, siendo, por tanto, la de la Catedral de Las Palmas junto a los conventos religiosos, los únicos centros que ponian a disposición del clero secular y regular obras de consulta en el siglo M I . En lo referente a la Cate- dral, eran éstas, de teología dogmática, moral, patrística, bíblia y estudios bíblicos, escritos de los papas, historia eclesiástica, vidas de santos y de la vir- gen, libros de liturgia y culto, obras de derecho canónico y civil y otras que podemos agrupar bajo el rótulo general de humanidades"". Las de las órde- nes religiosas -como escribíamos- se integraron en el Seminario Conciliar de Las Palmas cuya biblioteca arranca del programa de creación de las mis- mas puesto en marcha por Carlos 111 en 1771, al disponer su formación con los fondos procedentes de los legados que dejaban los obispos fallecidos y, sobre todo, con los libros recogidos por la expulsión de los jesuítas. Recorde- mos la figura del Obispo Tavira como uno de sus principales animadores'l". Dicha biblioteca, que hoy parece la más importante, se vería después aumen- tada con los lotes procedentes de la desamortización, donaciones del clero ilustrado, como las del propio Tavira, Viera y Clavijo o de los obispos del

(11) F. CHECA CREMADES, "La Biblioteca de El Escorial. Tesoro bibliogrúfico y conme- moraciún dinástica de la casa de Austria", Reales Sitios, 198 (1991). pág. 21-28

(12) S. de LUXAN MELENDEZ,~'La secularización de las bibliotecas eclesiásticas de Can& rias durante el Sexenio REvolucionorio". VI11 Coloquio de Historia Canario-Americana, 1, Las Palmas 1991, pág. 765.

(13) Ibidem, págs. 762-765. (14) J.A. INFANTES FLORIDO, Un reminnrio de su siglo: enhe la Inquisición y Las Luces.

El Museo Canario, Madrid 1977. Del mismo autor, Crisis religiosa e Ill<stración. Un hor i~ zonre desde la biblioteca de Tavira: ventanal sobre la Iglesia del siglo XVIII, en El Museo Canario, Valencia 1981.

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siglo XIX, como principalmente Lluch y Garriga(l5'. Por su parte en la Biblio- teca de la Universidad de San Fernando, después de una situación confusa en la que asistimos a un ensayo frustrado de creación de una biblioteca en Santa Cruz, se acogieron los fondos procedentes de la desamortización de los con- ventos de las islas occidentales, pasando al Instituto Provincial al suprimirse la Universidad, y con posterio- ridad, ya en nuestro siglo, otra vez, a la UniversidadíL6). Anóte- se por ejemplo, la importancia que debieron tener los fondos de Santo Domingo de La Lagn- na, que en el momento de la gestación del Estado Liberal los libros de los siglos XVI y XVII eran algo más de la mitad.

La importancia del momento que hemos elegido para acercarnos a la biblioteca del cabildo catedralicio de Santa Ana -los años en que fue nominalmente prelado de La diócesis Fray Francisco de Sosa- radica tal vez en el deseo y en el espíritu mostrado por los canónigos de contar con una librería que fuese poderoso auxiliar en su formación, en su labor pastoral, en los asuntos de Aspecto de los andamios y anaqueles de la b~bho

justicia etc., A este respecto de la Catedrnl

Caballero Mújica -actual canónigo bibliotecario -en una conferencia publicada por la Revista Museo Canario con motivo del bicentenario del Seminario, abundaba en idea poniendo en estrecha relación la construcción de la biblioteca d Catedral con la necesidad de "aumentar la formación sacerdotal de Cans

del I eta e la inas

(15) S. de LUXAN MELENDEZ, "La Iglesia y el desarrollo cultural de Cmarins durante el reinado de Isabel 11: las bibliotecas parroquinles del Obispo Lluch y Garrign", en Almoga- ren, 2 (1988), págs. 131-142.

(16) M.G. MARTINEZ, La Biblioteca de la Universidad de La Laguna, Santa Cruz de Tene- rife 1969. S. LUXAN MELENDEZ, "Desamortización eclaiásricn y patrimonio cultural: la Comisión de Monumentos de Canarias durante el reinado de Isabel IP' M Coloquio de Historia Canario-Americana 11, Las Palmas 1993, págs. 369-400. M. HERNANDEZ GONZALEZ, Los conventos de La Orolavn. La Orotava 1984.

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SANiIAGO DE LUXAN MELENOEZ

y de poder acceder", de este modo, a las prebendas y canongías catedralicias que si no serían ocupadas por el clero foráneo, y en este sentido menciona un acuerdo del propio cabildo de 18 de enero de 1599 en el que se manifiesta "la suficiencia de los eclesiásticos de la diócesis". "Al Cabildo Catedral no sólo le inquietaba que sus miembros acudiesen a las universidades y que sus pre- bendas fueran para los canarios, sino que, además, procuraba que tuviesen a su alcance los medios adecuados para que ampliasen y profundizasen luego en sus propios estudios y especialidades. Por ello es muy sintomático que cuide su librería o biblioteca particular"'"'.

De cualquier forma no parece que los cuidados de la biblioteca hayan sido excesivos, como lo prueba el hecho de que en 1869 no contase en el momento de la incautación con que se abrió el Sexenio Revolucionario ni siquiera con inventario de la misma. Es más, casi nos atrevemos a sugerir que fue en la segunda mitad del siglo XIX -primeras décadas del XX, cuando la biblioteca recibe el impulso definitivo, cuyo sello final sena puesto por el catálogo realizado por el Chantre y Bibliotecario D. Pedro Díaz Suárez en

(17) F CABALLERO MUJICA, "Antecedentes hrstóncos del Semcnarro Concilinr de &o- rtas", en El Museo Cnnnr~o, (1977.1979). págs. 177

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1915, y que revisado en 1991, constituye el elemento primordial que sirve de índice para consultar los citados libros"". De ahí que la presunta o real com- pra de principios del siglo XVII cobre especial interés, como antes señalába- mos.

En síntesis, de la librería de los canónigos parece ser que nos han Ilega- do cuatro inventarios, realizados respectivamente en 1871,1890.1912 y 1915. Por el recuerdo de 1870, cuyo contenido estudiamos en el VI11 Coloquio de Historia Canario-Americana!"', se nos mostraba una institución característi- ca del Antiguo Régimen, marcada por un claro acento jurídico. Efectivamen- te los textos de "ius canonicum et civile" representaban el 45,15% del total frente a un 30% de teología, sagradas escrituras, concilios y disciplina ecle- siástica, oratoria sacra y catequística y liturgia. E n 1890 se formó un inventa- rio de obras inútiles que en virtud del acuerdo de 4 de marzo debieron des- truirse el 8 de mayo siguiente('". Nos ha llegado una lista de aquellas obras destrozadas -en conjunto 19 títulos, entre los que destaca la opera canónica de Van Espem que tanta preocupación diera a La Inquisición a fines del siglo XV1II"')- de la que queremos rescatar tres anteriores a 1609 que hubieron podido formar parte del lote adquirido por la Catedral en la almoneda de la Corte de principios del XVII:

l . " Ilms. Dr. D. Didacus COVARRUBIAS a LEYVA, Variarum ex iure Pont@cio, Regio et Cesareo Resolutionum. Libri IV. Salmantica 1561, 2 tomas.

2." Dr. Jo. Paulus LANCELOTTO, Institutiones Iuris Canonici. Lug- duni, 1579

3 . " Basu BRISSOIIS, De formulis et solemnibus populi Romani. Francofurt, 1592

Finalmente, el Catálogo de 1915!22' que se hizo teniendo presente el de 1912, confirma la mayor preocupación del Cabildo durante la Restauración. Frente a los 1.572 volúmenes registrados en 1871, el Chantre Día Suárez ano- tará pacientemente la cifra de 3.798 volúmenes. El perfil de la biblioteca, por otro lado,veía rebajado su contenido jurídico (20,6%), algo por encima de las

(1 8 ) Biblioteca de la Caiedral Indice/por/orden de maierias / de las / obras que adualmente riene / la / Biblioteca de la Sta Iglesia Catedral Basilica de Canarias/ formado el aiio de 1915 /siendo Obispo de esta DiócesLs, el Ilmo Rrna SI. Dr D. Angel Marquina y Corra- les /~ ocupando la Santa Sede Apostólica / Benedicto XV/ . Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria 31-XII-1915 (revisión y actualización, Febrero de 1991).

1191 Thídem. suora 12

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humanidades (15%), adquiriendo una relevancia especial las obras de litur- gia, principalmente partituras musicales (17%) que no habían sido registra- das en 1871. El aparecer estas obras en el catálogo de 1.915 pudo ser el resul- tado de la devolución que de la música de la catedral hiciera por aquellas fechas la Sociedad Filarmónica de Las Palmas, gracias a la mediación del citado Chantre. Entre ellas conviene mencionar una obra que cronológica- mente hubiera podido estar enmarcada en la compra de la Decirnosexta Cen- turia, que además fue adquirida por el Cabildo:

Missarum Iiber quator uc quinque vocibus concinendurum. Roma 1591 de Petrus Paulus Pacciotti.

111. ;SE COMPRO UN LOTE DE LIBROS EN "ALMONEDA" DEL ESCORIAL?

AS/-RIS ALF@N*$ Tanto el Monasterio del afiro,zamorelii;s,or- ; Escorial como su biblioteca han

. D l N i P HINORYM, ADYLR- - f~m"h+,. mixr,,, .

sido objeto reciente de la aten- ción de los estudiosos, que se

~n~.rw~"rneihymmgiii>i han ocupado especialmente de la época de los Jerónimos -pre- sentes en el Monasterio hasta la desamortización de Mendiza- )al- aunque han sido los agus-

rinos los que más han atendido el cuidado y catalogación de sus fondos. A los nombres de Gre- gorio de Andrés, hoy biblioteca- rio del Instituto Valencia de Don Juan, que debe ser conside- rado como el principal conoce- dor dela Biblioteca Laurentina, hay que sumar los de Graux que trabajó sobre el fondo griego, Justel que lo hizo sobre los códi- ces árabes, o más recientemente

Porrada del libro de Alfonso de CASTRO, impreso en Par& en 1543, "Adversirr omnes hoerejes" F. Bouza @'l. A los efectos de

" l i b r i x ~ . se trara de una de las m6s nuestra exposición retengamos antiguas de la biblioteca. algunas cuestiones de interés.

(23) CH. GRAUX, Los orígenes del fondo griego de El Escorial. Madrid. 1982. B. JUSTEL, La Real Biblioteca de El Escorial y sus manuscritos árabes. Madrid, 1987. F. BOUZA, "La Biblioteca de El Escorial y el orden de los saberes en el riqlo XVI". En el Escorial: arte, poder y culnirn en la Corte de Felipe IZ. Madrid 1986.

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En primer lugar se trata de una Biblioteca Real, ligada como se sabe en su origen a la figura de Felipe 11, quién no solamente puso su empeño en ter- ner una biblioteca que respondiese a los criterios más avanzados del Renaci- miento tardíou" -en este sentido siempre se alude al famoso informe redac- tado en Valladolid por Paez de Castro-, es decir, además de contar con unos fondos debidamente ordenados que reflejasen el pano'rama cultural de la época, se resaltaba la necesidad de crear un ambiente en el que convivie- sen con los libros, retratos de personajes, grabados, dibujos, mapas esferas, astrolabios. reproducciones de fauna y flora etc., Como decíamos, el origen de la biblioteca fue la "propia librería del rey", como dejó escrito el Padre Fray José de Sigüenza, p imer historiador del convento. Precisamente de este autor se conserva en la biblioteca de la Catedral de Santa Ana, una vida de San Jerónimo que pudo pertenecer al lote de principios del XVII. Felipe 11 fue un gran coleccionista no sólo de pinturas, sino muy especialmente de librosoi' y la Biblioteca del Escorial estará muy atenta al mercado del libro raro y curioso, comprando cuantas bibliotecas de valor pudieran enriquecer- la. Este último aspecto es importante "puesto que más que vender, El Esco- rial compraba libros". Su actual bibliotecario, el Padre Teodoro Alonso de Turienzo, explicaba al respecto, la dificultad, o mejor dicha la práctica impo- sibilidad de que la laurentina se desprendiese de alguna obra de entre las que pasaban a formar parte de sus registros.

En segundo lugar, debemos tener presente la renovación catequística de la Iglesia trás el Concilio tridentino. El Escorial recibió, y los Jerónimos en especial. para ayuda a su mantenimiento, un tanto por ciento de los libros de rezo. Y desde "esta perspectiva los Jerónimos y el Monasterio estarían ligados a toda la geografía eclesiástica de la monarquía Católica". No parece pues, que sea esta vía la que nos interese indagar para fundamentar una rela- ción entre el Cabildo catedralicio y San Lorenzo.

Por lo dicho hasta ahora, la propia historia de la Biblioteca Laurentina se nos muestra poco propicia a la consideración de que en ella se hubiese realizado almoneda a la que hubiese acudido el Cabildo catedralicio canario. Debíamos de todas formas agotar esta vía, pensando en una posible venta de duplicados antes de su inclusión en los catálogos de la Real Biblioteca. Mien- tras no se encuentre relación documental de los libros comprados entre 1609- 1611, con indicaciones de procedencia, valor etc, el único camino posible es pues, acudir a los propios libros custodiados en la Catedral.

(24) F. CHECA CREMADES. o. c. (25) M. MORAN, y F. CHECA, El colcccioni.~nro en España. De IR C ~ ~ I U I U de niaravillas n la

golerío depinrrirns. Madrid 1984.

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;Qué buscabamos?

En principio se trataba de seleccionar aquellas obras ante- riores a la almoneda, es decir obras del siglo XVI o anterio- res, teniendo como punto final la primera década del XVII. Con la mayor atención posible buscamos aquellos signos de uso, firmas, anotaciones varias etc., es decir cualquier pista que pudiese hacernos ver que las obras habían tenido algún tipo de relación con El Escorial. En este sentido ni que decir tiene que el hallazgo de algún libro con la parrilla de San Lorenzo -ex libris de la Real Bibliote- ca- hubiese podido ser consi- derado como una prueba defini- tiva de la procedencia.

Portada del libro de Fray José de SIGÜENZA, La vida de S. Geronko Doctor de lo Santa Iglesia. ;Qué encontramos?

Impresa en Mndridpor Tomás Iunti en 1595 Lleva la firma de supropietario anterior Fr. Alonso de Critana En los armarios ("anda-

(Cff). Pasta holandesa en 4." mios" de caoba o cedro, mejor conservados que los propios

libros, dispuestos conforme a un programa del contenido general de la biblio- teca al que antes nos referíamos, hay depositados 82 libros anteriores a 1611. En esta partida se incluyen los tres incunables inventariados, pero no conser- vados en la actualidad, y no se tienen en cuenta las obras correspondientes al armario XVI que responderían a la sección especial de libros prohibidos ("El infiernillo") que en esta primera aproximación a la biblioteca catedralicia no hemos podido localizar. Por armarios y materias obtendnamos la siguiente relación:

- Teología dogmática, moral y apologética. (Armarios 1 y 11) 14 obras anteriores a 1611

- Sacra Scriptura, Expositores, Padres y Doctores (Armario 111) 10 obras anteriores a 1611

- Concilia, Discipli, et Hist. Eccd cum similibus (Armario IV) 2 obras anteriores a 1611

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AIORTACION~IRE&LIZADAS DORR~NIEEI. h1ANDXTO OELPRELAW M Y iRAUCISCODtSOiA BNLA BIBLIOTECA OBLA CATEDRAL DESANTA ANA 18 1

- Ius Canonicum et civile eiusq. exposit (Armarios V- X) 51 obras anteriores a 1611

- Oratoria Sacra y Catech (Armarios XI y XII) ninguno

- Liturgia (Armario XIII) 1

- Philosophia etc (Armarios XIV y XV) 1

- Prohibidos (Armario XVI) ?

- Miscelánea (Armario XVII) ninguno

- Incunables (Armario XVIII) 3

En total un conjunto de 82 obras que por la fecha de impresión podían haber entrado en el lote escurialense.

El segundo paso era comprobar las señas de identidad de cada libro. No apareció ninguno con algún tipo de marca que nos indicase relación con la Laurentina. Descartados aquellos que presentaban signos inequívocos de procedencia, la cifra quedó sensiblemente reducida. Se trata de aquellas obras que en el inventario no consta si proceden por compra o por donación:

- Teología dogmática, moral y apologética Armarios 1 y 11) 7

-Sacra Scriptura etc (Armario 111) 2

- Concilia etc. (Armario IV) 1

- Ius Canonicum et Civile (Armarios V - X) 6

Entre ellos, en la sección de teologia, dos obras de Alfonso de Castro, una de ellas editada en París en 1543. E l libro de Fray Alonso de Vega "Suma Llamada Nueva Recopilación y práctica de fuero interno", impresa en Madrid por Luis Sancha en 1606. Los textos relativos a la Bula de la Santa Cruzada del franciscano descalzo Fray Manuel Rodríguez, editados en 1589 y 1600, en Madrid y Zaragoza respectivamente. Y finalmente la obra de Santo

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SANIIAW DE LUXAN MELENDEL

Tomás de Aquino aparecida en Roma en 1570. Del armario 111 correspon- diente a las Sagrada Escrituras, aparecieron sin identificar unos Evangelios con comentarios del Cardenal Tomás Vio (París, 1540) +ue es la obra más antigua que hoy día se conserva en la Biblioteca catedralicia- y una Vida de San Jerónimo del Padre Sigüenza, aunque en este último libro figuraba por

detrás la firma de "Frav Alonso ~ ~

de Critiana Cff". Del armario de los Concilia, Disciplina e Historia Eclesiástica, solamente la Colección de Concilios espa- ñoles compilada por el Capellán Mayor de su Majestad. D. Gar- cía de Loysa, salida d e la imprenta de Pedro Madrigal en Madrid el afio de 1593. De la gran sección de escritos jnrídi- cos tan sólo seis no tenían señas de identidad. Se trataba del libro del jurisconsulto salmanti- no Cristoforo de Paz, regidor y procurador en Cortes, "Scholia ad leges regri styli" dedicado al duque de Lerma. Del texto de Stephani Gratiani "Disceptatio- num Forensium iudiciorum", aparecido en Ginebra en 1543. El "Repertorio muy copioso de el texto v leves de las siete uarti-

,/ulusrración interior de la obra de ~ray.iosé de das" dé1 licenciado ~ r e g o r i o SIGUENZA, representandon San Gerónimo con López de Tovar, editado en

sus atributos hobrtuales. Salamanca en 1576. Dos obras del Canónigo Doctoral de Cin-

dad Rodrigo D. Juan Gutiérrez y, finalmente, el "Consiliorum sive responso- rum" del Dr. Martín Azpilcueta, editada en Cremona en 1591.

En conclusión parece que podemos descartar que los libros procedie- sen de la almoneda del Escorial. Teniendo en cuenta que la gran mayoría de las obras que se conservan en la Catedral fueron donadas por los canónigos entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XX, tenemos que suponer que la librería -los documentos publicados por S. Cazorla demuestran que arribó a Las Palmas -se ha perdido, prácticamente, en su totalidad.

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IV. LA LIBRERIA DE ALONSO RAMIREZ DEL PRADO

Nos resta por explorar la segunda vía. Es decir, no debíamos buscar una almoneda celebrada en El Escorial, sino una subasta en la que participa- se la propia Biblioteca Laurentina. Dentro del programa puesto en marcha para la creación de la biblioteca se buscan para enriquecerla originales anti- guos y muy escogidos. Gregorio de Andrés"" nos proporciona la noticia de que en el reinado de Felipe 111, junto a los 4.000 volúmenes de la biblioteca del Sultán de Marruecos Muley Zidán, ingresaron 403 impresos y 26 manus- critos procedentes de la librería confiscada a D. Alonso Ramírez del Prado. ¿Quién era este personaje'? ¿Por qué se le incauta su librería? ¿Por qué vías entró en El Escorial? ¿Existe alguna posible relación entre esta Biblioteca y el interés del cabildo catedralicio de Las Palmas por hacerse con una libre- ría?

De este letrado castellano, oriundo de Extremadura, se han ocupado los historiadores de la literatura y de la política. J. Juderias le prestó atención en un conjunto de artículos consagrados a Pedro Franqueza'"' Igualmente J. Entranibasaguas que se ocupó del conjunto d e la familia Ramírez del Prado@". Este mismo autor publicaría la importantísima biblioteca de su hijo, el también letrado y consejero de Castilla, Lorenzo Ramírez del P r a d ~ " ~ ' ; dicha biblioteca que reunía casi 9.000 títulos, presentaba la particularidad de ser más rica en obras de humanidades que en libros propiamente jurídicos, como sería de esperar de un jurisconsulto castellano. Finalmente, como no podía ser menos, los Ramírez del Prado, padre e hijo, ocupan un lugar de honor en los trabajos hispanistas franceses J.M. Pe1orson'"O' y J. F a ~ a r d ' ~ " . Alonso Ramírez del Padro, hijo de un comerciante de Zafra, parece que estudió en Salamanca, realizando un dictamen, que seguramente le abrió un "Cursus Honorum" con perspectivas de futuro, defendiendo los derechos de Felipe 11 al trono de Portugal en 1580. Ingresó en el Consejo de Hacienda y en el Consejo de Navarra. Del de Hacienda llegaría al de Castilla, donde por desgracia para él -escribe J. Fayard- su carrera no se detendría. Durante

- (26) G. de Andres, "Los libros confiscados n Don Alonso Ramirez del Prado" en Documentos

para la Historia de El Escorial, págs. 371-390. (27) J. JUDERIAS, "Los favoritos de Felipe 111: D. Pedro Franqueza, Conde de Villalonga,

Secretario de Estado': Revista de Archivos, Biblioiecas y Museos, t . 12 (1908). págs. 309- 327 y t.13 (1909), págs. 16-27,

(28) J. ENTRAMBASAGUAS, Una fanzilia de ingenios: Los Ramirez del Prado. Madrid 1943. Anexo 26 de la Revista de Filologia Española.

(29) Ibídem, L a biblioteca de Ramírez del Prado. Madrid 1943 2".

(31) J. FAYARD, Los miembros del Consejo de Castillo (1621-1726). Madrid 1982, pág. 251.

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184 SANTIAGO DE LUXAN MELENDEL

los reinados de Felipe 111 y IV, el sistema polisinodial adquirió una enorme complejidad y el ejercicio del gobierno pasaba por un entramado de Juntas "ad-hoc" (se ha hablado del gobierno de Juntas) que se hacían y deshacían en aras de una gestión más eficaz burlando el inmovilismo de los consejo^"^'. Junto a Pedro Franqueza, Alonso Ramírez del Prado formó parte de la Junta de Hacienda de P~rtugal '"~. En 1603, junto al citado Pedro Franqueza consti- tuyó "la Junta del desempeño general". Tres años después era hecho prisio- nero y moría en prisión el 15-VII-1608. La sentencia le condenó dos meses después de su muerte a pagar 340.000 ducados.

E n uno de sus innumerables trabajos sobre la Biblioteca Laurentina, G. de Andrés, nos abre un camino nuevo para resolver la cuestión de la almoneda a la que pudo acudir el Cabildo catedralicio canario.

"En 17 de febrero (1609) se dió poder al padre Fray Juan de Alcalá, predicador y bibliotecario de este convento para recibir en su nombre todos los libros que Su Majestad el Rey don Felipe, nuestro señor, que viva muchos años, y sus ministros en su nombre le entregaren para la librería de los que Su Majestad ha habido de la hacienda aplicada a su real fisco del licenciado Alonso Ramírez del Prado; y de algunos y de muchos de ellos hace merced Su Majestad a esta casa, especialmente de los que no hay en la librería otros como ellos" ('4.

Y más adelante el historiador del Escorial añade que el inventario de lo que efectivamente entró en el convento era tan solo una parte de la biblio- teca del consejero, "pues la otra parte se venderia en pública almoneda".

De este modo, tenemos localizada una almoneda pública realizada en la Corte sobre una biblioteca de gran valor s i no los agentes de la Laurenti- na no se habrían movido- cuya importancia habría sido entendida por Fray Francisco de Sosa, Obispo de Canarias, entonces en la Corte. Es posible que

(32) C. ESPEJO, realizó en su día un censo de estas juntiia que nos evita ser más prolíficos en la explicación. Cf. "Enumeración y algunas juntas de la adniinislraciún e.~pañola desde el siglo XVI hasta el año 180U", en Revisra de Archivo, Biblioteca y Museo del Ayuntamien- lo de Madrid 1931, t . VIII.

(33) S. de LUXAN MELENDEZPEI control de la hacienda portuguesa desde el poder c e n ~ iral la Junta de Hacienda de Porii<galIhOZ-lóUH", en Revlsta da Faculdad de Leiras de Oporro, IX (1992), págs. 119.135. En el proceso en que se vicron envueltos Franqueza y Rarnírez del Prado estuvo también involucrado el todopoderoso Secretario del Consejo de Portueal Pedraivarea Pereira. aue oor ese motivo también sucrió oriaión v estuvo , , . ILI~IIIC,;~IOOII~~~.~~. 8 1 c ~ . ~ J , ~ Jc l , ~ , ~ , . ~ ~ , ~ ~ . l c l ( ' , r ~ ~ ~ ~ , ~ . l I > .le l L Y \< \ lLL.l Y r J f / l... i, , . . / i . t.<, 1, Ir 1.1 .ii 1' , . . ,< . , / .,. . i d . , . l . , , . ., ,., , i i < , , . , C , C ! ~ > , d . . , ,, <..,Ir> 1 . 1 , l . /.,iii.,.i l i n i 1 0 4 , hl ... 1 i i . i l - 2 >

(34) "Libro de los actos capitulares de este Monasterio de San Lorenzo el Real 1, 1609, ff 128"- 129r" reproducido por G. de Andrés, o.c., pág. 372.

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el prelado hubiese hecho llegar la información al Cabildo catedralicio, de ahí que en la carta de éste último a Fray Francisco pudiéramos leer "que se vende una librería que es muy buena". Que nosotros sepamos el catálogo de los libros que poseía Alonso Ramírez del Prado, con excepción de los que adquirió El Escorial, no ha sido publicado. En cualquier caso, relacionado con este jurista -lo que una vez más, dá prueba de su influencia- se encuentra en el Armario IX de la Biblioteca de Santa Ana, la Opera omnia de Martín de Azpilcueta, quién le dedica los 15 tomos que impri- me Dominum Nicolinum en Venecia en 1601. De los libros que ingresaron en El Escorial procedentes de la casa de Ramí- rez del Prado (obras de teología, historia -especialmente de Por- tugal-, ciencia, medicina etc.,) hallamos en Las Palmas sola- mente dos: una del franciscano descalzo Fr. Manuel Rodríguez y otra del Padre Castro.

Porrado del r 1 de fa ' Oprra Omnlo" de Marcín de AZPILCUETA. dedicada a Alfonso Ramirez del

V. A MODO DE RECAPITULACION

Dejamos abierta una reflexión, hoy por hoy irresoluble, mientras no se encuentren los documentos que atestigüen que esta segunda hipótesis es la correcta. Queda después una segunda dificultad, por desgracia más incom- probable que la primera, que es la ausencia de los libros en los andamios de la biblioteca catedralicia. De su arribada, casi al mismo tiempo que las reli- quias de San Joaquín, dió prueba documental el canónigo de la catedral D. Santiago Cazorla en su reciente libro sobre la misma. sirvan, en cualquier caso, estos comentaros como una llamada de atención sobre la necesidad de emprender un estudio global de la biblioteca que se vea acompañado por un

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186 SANTIAGO DE LUXAN MELENDEZ

esfuerzo en paralelo de "restauración" de uno de los pocos fondos bibliográ- ficos antiguos con que cuenta el patrimonio de estas islas.

En fin, hemos realizado un ejercicio de historia con una materia prima tan delicada, como es el libro, intentando dar vida, fabricar su realidad, a unos pergaminos que por ahora duermen el sueño de los justos en nuestra Catedral.

Santiago de Luxán Meléndez

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ALMOGAREN. 13. (94) PBEB 189 -709. OCENTROTEOLOGlCO DE LAS PALMAS

LAS PRIMERAS PROCESIONES EN CANARIAS

CATEDRATICO DE HISTORIA MODERNA UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

L a s procesiones han ocupado un lugar destacado en la historia de los ritos religiosos populares, tanto desde el punto de vista de la devoción como porque constituían un elemento esencial de la fiesta. Aunque arrancan de una tradición pagana se remontan dentro del cristianismo a los primeros siglos de su existencia. Como tal acto el hecho de la procesión constituye solemnes manifestaciones o rogativas que hace el pueblo, bien por voto par- ticular o colectivo, bajo la dirección del clero, marchando ordenadamente de lugar sagrado a lugar sagrado para excitar la piedad de los fieles, para con- memorar los beneficios de Dios y de sus santos y darles gracias por el favor recibido o para implorar el auxilio divino ante una calamidad. Con palabras similares las definen el obispo Dávila y Cárdenes en sus Constituciones Sino- dales cuando dice que:

"La processión es una acción religiosa, y pública, en que sali- mos a rogar, y suplicar a Dios nos dé algún bien, o libre de algún mal, y dar gracias por todo: Por tanto conviene, que en las Proces- siones vamos con summa devoción""'.

(1) P.M. DAVILA Y CARDENAS, Consritriciones y nuevas addiciones synodales del obis- pado de 1o.s Canarias hechaspor . . , Madrid 1737, pág. 221.

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190 MANUEL LOBO CABRERA

Estas ceremonias particulares han formado parte de la historia de las aldeas, pueblos y ciudades de España como elemento propio de un catolicis- mo particular. Algunos de estos ritos eran establecidos por la propia Iglesia y otros respondían a la búsqueda paciente de los individuos y las comunidades de abogados celestiales que les prestaran favor y ayuda, llegándose a contra- er compromisos con los santos para defenderse de peligros presentes y futu- ros. Estos últimos se realizaban mediante votos que hacían los fieles a deter- minados santos como consecuencia de un desastre natural y significaba un acuerdo directo entre el cristiano y el mundo divino, sin ningún intermedia- rio (@).

El voto en sí, tenía como contenido observar determinados actos de devoción, comúnmente anual que se realizaba en el día del santo o en su vigi- lia, y con las procesiones realizadas a los mismos se pretendía conseguir su ayuda, en especial de aquellos que habían dado buena prueba de su poder de intercesión. Además las procesiones incluían también otros actos y compro- misos como no trabajar en el día de la conmemoración litúrgica del santo, ayunar en su vigilia, ir en procesión a la ermita del santo, a su imagen en la iglesia parroquial, celebrar corridas de toros en honor del mismo o realizar otros actos@'.

E n el fondo estas acciones realizadas se inscriben dentro de la respues- ta que el hombre tributa a Dios, agradecido por la misericordia con que le ha escuchado en su necesidad y tribulación, así desde un punto de vista contrac- tual sería el cumplimiento de una de las partes de los estipulado(4).

Con estas características a lo ancho y largo del territorio hispano se celebraban procesiones como una práctica devocional, conviertiéndose en un culto público y social realizado por las comunidades. Sin embargo no todas eran iguales, pues las más importantes y las más esperadas con mayor ansia en todas partes eran las del Corpus Christi y las de Semana Santa.

Las procesiones del Corpus Christi eran las consideradas solemnes y comienzan a celebrarse desde el siglo XIV, aunque la festividad fuese insti- tuida en 1264. Con ello se pretendía honrar al sacramento del cuerpo y la sangre de Cristo para avivar la piedad de los fieles, a la vez que para conme- morar un milagro eucarístico").

(2) W.A. Jr. CHRISTIAN, Religiosidad local en la España de Felipe 11, Madrid 1991, págs. Ah-A2 .u

(3) Ibídem, pág. 77. (4) F.J. CAMPOS Y FERNANDEZ DE SEVILLA, Ln nientnlidad en Cartilla la Nueva en el

siglo XVI (Religión, econonzía y sociedad según las "Relaciones topográficas de Felipe I I ' ) . Madrid 1986. oie. 81. .

( 5 ) F. CARDINI, Dias sagrados: tradiciones populares en las culturas euro-mediterráneas, Barcelona 1984, págs. 149-150.

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LAS PRIMERAS PROCESIONES EN CANARIAS 191

La Semana Santa considerada de penitencia comienza a tener impor- tancia a partir del siglo XV, adquiriendo mayor esplendor después de la Con- trarreforma, pues tales procesiones suponían a un tiempo una disciplina ascé- tica y pública y una especie de teatro sacro para el que se recogían limosnas a lo largo del recorrido c 6 ) . Además esta fiesta con sus actos constituía el momento estelar de la Cuaresma en donde se dramatizaba la muerte y resu- rrección de Cristo").

En tercer lugar estaban aquellas procesiones que tenían que ver con las fiestas de la población, por celebrarse en ellas el día del santo o patrón que se había elegido con motivo de la fundación del lugar o hallarse bajo su patro- nazgo por alguna devocióri particular, para que representara a la comunidad delante de Dios.

Por último están las procesiones conmemorativas, que son las más numerosas, y solían ser fruto de votos hechos por la colectividad o una parte cualificada de ella ante las calamidades, por amor o por amenaza, por fervor o por ~ i e d a d ' ~ ) .

Procesiones de estas características abundan en los reinos de Espafia en la Edad Moderna, y aunque hay abundantes noticias de las mismas no han sido estudiadas detenidamente sino dentro del contexto de la religiosidad popular Ig', salvo algunas excepciones referidas al Corpus y a la Semana Santa. En Canarias aunque el tema está presente en algunas monografía~l'~), no se ha incidido mucho al respecto, en especial en el tema de las procesio- nes. Por ello, nosotros con esta comunicación queremos ahondar en aquellos aspectos que mueven a la colectividad a realizar el acto de la procesión, bien porque están establecidas por la Iglesia Universal, basada en los sacramen- tos, la liturgia y el calendario romano, como por el poder local y la comuni- dad que celebra procesiones a los santos patrones de las localidades, con la celebración de ceremonias peculiares e incluso porque mediante votos se hayan establecido por algunos vecinos.

- (6) A.C. Jr. WILLIAN, os., pág. 229. (7) C. GAIGNEBET, El Cnrrioval, Barcelona 1984, pág. 22. (8) F.J. CAMPOS Y FERNANDEZ D E SEVILLA, o.c., pág. 72. (91 ALVAREZ SANTALO Y OTROS. Lo reliziosidad oooular. Barcelona 1989: B. BEN-

NASSAR, Los espaíiules. Actitudes y mrn1al;dad desde il siglo XVI al siglo x L ~ , Madrid 1985; F. CARDINI, oc.; J. CAR BAROSA, Las formas complejas de la vida religiosa. Religión, sociedad y carácter en los siglos XVZ y XVII, Madrid 1978; P . CASTON BOYER, La religiosidad en Andalucia, Sevilla 1985: W.A. CHRISTIAN, Religiosidad popular, Madrid 1978; M. DEFOURNEAUX, La vida cotidiana en la Espaíin delsiglo de ~ ~

Oro, Barcelona 1983. (10) M.V. HERNANDEZ GONZALEZ, La religiosidad popular en Tenerife durante el siglo

XVIII (Las creencias y las fiestas), La Laguna 1990. (El autor recoge aquí bastante sobre la bibliografía canaria referida al tema).

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PROCESIONES EN CANARIAS

En el archipiélago las festividades y procesiones fueron importadas por el propio clero y por el elemento poblador que trajo consigo sus costumbres y patrones, y que creó otras en función de distintos eventos que se fueron sucediendo a lo largo del tiempo. De las mismas la primera que se estableció con carácter solemne fue la del Corpus, que arraigó en el conjunto de las islas con especial fortuna para honrar a Cristo en sus dos elementos del cuerpo y sangre, considerada como de mayor esplendor. La organización de las mis- mas correspondió a los dos cabildos, el eclesiásticos y el seglar, aunque tam- bién en algunos casos seimpuso la generosidad de algún vecino para que se celebrara con mayor esplendor, implicándose también en ella los señores territoriales. Tanto en unas como en otras, consideradas "processiones comu- nes por las necesidades del pueblo" debían ir los beneficiados eclesiásticos, o los que sirviesen el beneficio con sobrepellices'"'.

Las primeras noticias que tenemos sobre procesiones se refieren en especial a la del Corpus Christi, a pesar de que su procesión no aparece regu- lada en las primeras constituciones sinodales de los obispos Muros y Vázquez de Arce, sino que hay que esperar a que se promulguen las de Murga. Es justo en estas donde se pondera la solemnidad e importancia de esta fiesta. Así se señala que

"Esta fiesta es la más regozijada, y con mayor solenidad recibi- da entre las fiestas del año, por us grandeza, culto y veneración, que se deve al santissimo Sacramento del Altar; y assi es justo se acuda con gran demostración y n o se repare en el gasto que cada Iglesia pudiere hazer semejante día"'").

Este espíritu, recogido en la Sinodales de Murga es el que se respiraba en el archipiélago desde que las islas se conquistan, pues esta procesión se hacía con la mayor solemnidad tanto en Gran Canaria como en Tenerife, imitando el modo y la forma a como se hacía en Sevilla, tal como se recoge en una ordenanza pregonada en la ciudad de La Laguna en 1507, en donde se establece

"Que todos los oficiales de qualquier oficios que sean de toda esta dicha Ysla el día de Corpus Christi salgan hendo procisyón en esta villa de Sant Christóbal en la procesyón que de la dicha fiesta se hiziere, con sus oficios, segúnd que en Sevilla se acostumbre haser, y que todos los oficios contribuyan para la fiesta""".

- (11) P.M. DAVILA Y CARDENAS, o.c., pág. 222. (12) C. de la CAMARA Y MURGA, Constituciones Sinodales del obispado de la Gran Cano-

ria y su sanla igie.~ia . . , Madrid 1634, f. 108.

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LAS PRIMERAS PROCESIONES EN CANARlAS 193

Algo similar sucede en Gran Canaria, donde ya desde 1505 hay noticias del tal acto procesional recorriendo las calles de la capital, entre ellas la de la Acequia"".

La importancia de tal fiesta y procesión ocupa cada año la atención del regimiento preocupado de que la misma se realice con el mayor esplendor. Así por lo que toca a las autoridades civiles se nombran diputados para la administración y orden de la misma, tal como se hizo en 1508 en La Laguna, en que fueron nombrados los regidores Pedro de Vergara y Alonso de las Hijas, para que supervisaran los juegos y maneras de alegría que aquel día habían de sacar los oficiales y otras personas"". Del mismo modo en 1509 se platica en el cabildo sobre que los mayordomos "de los oficios que se sacaron la fiesta del Cuerpo de Nuestro Señor no habían gastado según debían"('". Un año más tarde, en 1510, se vuelve a tratar sobre el mismo asunto, en aras a continuar lo que siempre se había tenido en costumbre en razón de la "Solemnidad y fiesta del cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo"'"'. Aún en 1527 el cabildo de Tenerife sigue recomendando que la fiesta y procesión se haga muy devota e suntuosa que es para servicio de Dios"('8'.

También era el cabildo el que debía anunciar la fiesta, así desde el domingo de Pentecostés se tenía que fijar el bando con el anuncio, quedando otorgada la celebración a las parroquias, las cuales en el caso de La Laguna, por existir dos, pugnaban por llevar la primicia, hasta que por una concordia de Carlos V se dictamina que correspondía a cada una de ellas un año"g', acuerdo que no fue posible imponer hasta 1527. El plan de concordia presen- tado por el cabildo de Tenerife a don Juan de Alarcón, deán de Canaria y gobernador del obispado en sede vacante, contenía como artículos los siguientes:

"1." Que ambas iglesias, como hermanas, fuesen iguales para siempre en rentas de fábrica, honores y servicio.

2.' Que la procesión del Corpus saliese un año de una parro- quia y otro año de la otra.

3." Que las fiestas ordinarias y extraordinarias se celebrasen en ellas con el mismo orden de alternativa.

(13) E. SERRA RAFOLS, Acuerdos del Cnbildo de Tenerife, 1497~1507, La Laguna 1949, Acuerdo 797 promulgado en 23 de abril de 1507.

(14) Archivo Museo Canario. Fondo Bute. Vol. 1. 1' serie. fols. 19 v.. 36 r.. 44 v. v r.

--...3 r-CY .. de LA ROSA, y M. MARRERO, Acuerdos del Cabildo de Tenerife. L Laguna 1986, pág. 169. M. HERNANDEZ GONZALEZ, o.c., pág. 183

~e le r i f e . 11 1508-

V., 1525-1533, La

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MANUEL LOBO CABRERA

44 Que la cruz de la parroquia1 de donde saliese la procesión precediese a la otra c r u ~ " ~ ~ ~ ' .

En cuanto al orden que se debía seguir en tal acto, tanto las ordenanzas como las Constituciones Sinodales dictaminan en tal sentido. En las ordenan- zas de Tenerife que establece que

"el dia del Corpus Christi se haga la procesión muy sumptuosa con los instrumentos, fuegos, carretones, y dangas que se acostum- bran a hazer, antes acresentando, que disminuiendo, y acompañen esta procesión la justicia i Regimiento, y toda la gente del pueblo, y para mejor regir la procesión, los regidores, jurados i escrivano del concejo, y personero si lo ubiere lleven cada uno sus varas como de justicia, y los vecinos de las calles, por do pasa la proce- sión, tengan barridas y regadas sus pertenencias.. . "

A esto añadían el acompañamiento ofrecido por los oficios con sus pendones y contribución según se había usado, y la elección de los dos dipu- tados de la fiesta según la costumbre, además de respetar en todo momento de la procesión de reverencia debida'"), tanto por el pueblo como por el regi- miento que debía acompañarla en su recorrido. Todo esto constituía la base de una gran espectacularidad.

La costumbre de que fuera el cabildo el encargado de organizar la fies- ta se mantiene a lo largo del siglo siguiente, pues en 1636 se prevee que los regidores por turno de antigüedad hagan la fiesta del Corpus tal como estaba ordenado@", de tal manera que el consistorio aportaba sus caudales para la celebración de la fiesta en tan señalado día, así en 1566 se autoriza al cabildo de gastar cada año 80 ducados en el día del Corpus~"', cantidad que asciende en 1593 a 150 ducados(24), y que en 1610 se eleva a 200 ducados.

En La Palma dicho día se celebra con igual o similar solemnidad, tal como se desprende igualmente de sus ordenanzas, pues en ellas se ordena que los mayordomos de los oficios saquen el día del Corpus Christi los pen- dones para acompañar la procesión(ZS'.

(20) J. VIERA Y CLAVIJO, Noticias de la Historia General de Las Islas Canarias, t. 11, Santa Cruz de Tenerife 1971, págs. 680-681.

(21) J. PERAZA DE AYALA, Las ordenanzas de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife 1976, págs. 55-56.

(22) Archivo Municipal de La Laguna, P-XVI. Provisión de la Real Audiencia 5, n." 30. (23) A.M.L.L., R-VIII. Reales Cédulas 8, n." 11. (24) A.M.L.L., R-X, Reales Cédulas 10, n" 18. (25) J.B. LORENZO RODRIGUEZ, Noticias para la historia de La Palma, La Laguna-Santa

Cruz de La Palma 1987, pág. 415. Tal orden se hace se pena de 20 días de cárcel con más de 1.000 maravedis aplicados por tercios, juez, denunciador y propios.

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LAS PRIMERAS PROCESIONES EN CANARIAS 195

Mandato similar, pero con rango general para todo el archipiélago es el recogido en las Sinodales de Murga. Así se establece que las iglesias y parro- quias se aderecen lo mejor posible y las calles se arreglen y decoren con tapi- ces, doceles y tafetanes, y se cubran con flores, a manera de alfombras para recibir al Santísimo Sacramento, en efecto los vecinos y autoridades desple- gaban sus tapices en balcones y ventanas al tiempo de la procesión, tal como sucedió en Tenerife en 1572, donde por medio de los mismo se extendió la peste de landres toda la Asimismo se ordena que en la procesión haya mucha cera con sus hachas y cirios, incitando a los mayordomos de la cofra- días a su acompañamiento. En cuanto al orden que debía seguirse durante el cortejo se dispone que vayan los pendones de todas las cofradías y tras ellos los santos de la advocación, conforme a la costumbre y antigüedad, pero sólo el pendón del Santísimo Sacramento iría aquel día más inmediato a la custo- dia. Después de las imágenes de los santos irían las cruces de las parroquias, ocupando el mejor lugar, en el caso de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la catedral.

Detrás de las imágenes y las cruces iría la comitiva: en primer lugar las religiones según su antigüedad y en lugar más preeminente la clerecía, prece- diendo y en mejor lugar los beneficiados y el diácono y suhdiácono en los lugares de costumbre, todos en dos hileras.

Del mismo modo en tal procesión debían ir todos los clérigos de las ciudades, villas y lugares de las islas, tanto fueran naturales como forasteros, acompañando al Sacramento(27'.

Acompañando al clero iban las autoridades civiles, precediendo en el caso de Las Palmas la Audiencia a la Justicia y regimiento, tal como se esta- blece en el orden y asiento de las iglesias'28'.

El trono y andas del monumento correspondía llevarlo a los clérigos, cuatro o seis, de acuerdo con el peso de la custodia, vestidos con arreglo a tal solemnidad. Esto se entendía para aquellos lugares donde hubiese abundan- cia de sacerdotes, pues donde no, podían llevar las andas los seglares con mucho recato.

Las varas del palio correspondía llevarlas según la costumbre a la justi- cia de regimiento de las ciudades y villas, tal como estaba establecido, y no sólo en el recorrido callejero sino también por la tarde cuando se encerra- ba(2Y'.

(26) J. VIERA Y CLAVIJO, o.c., t. 11, pág. 140. (27) C. CAMARA Y MURGA, o.c., £s. 108-110. (28) A.M.C., Libro Rojo, £s. 182 r. - 183 r. (29) C. CAMARA Y MURGA, o.c., f. 110.

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196 MANUEL LOBO CABRERA

El acto en sí de la procesión se debía realizar en horario de mañana, ocupándose casi toda ella en el recorrido por las principales vías y calles de las ciudades y villas, atendiendo en especial a que por ser "las tierras deste nuestro obispado son calurosas, y es justo se acabe la processión a buen tiem- po" "0).

Esta fiesta y actos era obligatorio se celebrasen en todas las parroquias del archipiélago, con su comunidad, sin descuidarla para acudir a las ciudades o cabeza de partido.

Aunque esta era la normativa general para la organización y realiza- ción de la fiesta y procesión del Corpus en todo el archipiélago, no cabe duda de que en algunas islas y lugares se daban variaciones, así por ejemplo en Lanzarote correspondía a los señores la celebración de tal efemérides y su organización, según se desprende de una escritura otorgada por Argote de Molina en 1590. En ella impone al convento de San Francisco que el día del Corpus el Vicario y los frailes del mismo acompañen al Santísimo Sacramen- to en la procesión solemne que la iglesia de la villa hace aquel día, y lleven en sus andas la imagen de Nuestra Señora, las santas reliquias y los bultos de los santos San Francisco, San Bernardino, San Antonio de Padua, San Buena- ventura, San Luis, San Diego y San Gonzalo; asimismo establece que el día que el convento celebre la fiesta del Corpus Christi, que debía ser el domingo después de jueves de la dicha fiesta, los señores de Lanzarote y la justicia y regimiento de la villa acompañen la procesión que en el monasterio se hicie- ra'"'.

En Fuerteventura el Corpus era fiesta jurada por el cabildo, de ahí que el mayordomo del consejo se encargase de los gastos, que debía pagar los camelleros, hortelanos, zapateros, sastres, vendedoras, etc.'"). De hecho en 1610 el cabildo con el objeto de celebrar el día del Corpus con la solemnidad requerida nombró dos diputados para atender dicha fiesta, con el objeto de que hicieran repartimiento entre camelleros, vendedoras y los demás que solían pagar la fiesta""'. En otro cabildo, en este caso en 1619 son más explíci- tos en cuanto a los preparativos que debía hacerse, similares a los realizados en otras islas, así acuerdan en 20 de mayo que por estar próxima la fiesta del Corpus todos los oficiales mecánicos entre ellos los zapateros, sastres, vende- doras, hortelanos y taberneros y todos aquellos que tuviesen yeguas y came-

(30) Idem, f. 111. (31) A.M.C., legado Cristóbal Bravo de Laguna. Fundación del convento de San Francisco de

Lanzarate. Las dáusulas comentadas figuran en el documento de Fundación. (32) R. ROLDAN VERDEJO, Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura, 1605-1659, La Laguna

de Tenerife 1970, Acuerdo 8, pág. 59. (33) Idem, Acuerdo 66, pág. 85.

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LAS PRIMERAS PROCESIONES EN CANARIAS 197

110s de acarreo debían dar dos reales para pagar la fiesta, limpiar las calles y traer ramas para la enramada por donde debía pasar la procesión'"'. Asimis- mo en la víspera de dicho día se obligaba a los dueños de los esclavos a que los enviaran dos días antes a la villa para que barrieran las calles"i'.

Estas procesiones realizadas con solemne rigor y acompañadas con todo el ceremonial prescrito también tenían en su cortejo grupos de bailado- res y danzarines que iban danzando a lo largo del recorrido. En este sentido se mezclaba lo religioso con pervivencias paganas, puesto que las procesiones danzadas eran comunes en los actos y celebraciones de la religión cristiana. Además no es extraño que en Canarias existiera asociación entre la celebra- ción religiosa y la danza, puesto que en otros lugares de España como Valla- dolid, Madrid y Sevilla la procesión del Corpus iba acompañada por grupos de danzantes disfrazados y salpicadas de bailes profanos, así como de gente que tocaba el timbal"6). Así en Fuerteventura en 1665 el cabildo acuerda que se avise a Ignacio de Loyola para que prevenga a algunos compañeros para hacer una danza el día del Corpus'"', y en Tenerife en 1635 el herrero Mel- chor Ruiz, vecino de la isla, se obliga a

"hacer tres danssas curiossas y buenas enbentivas para que vay- len en las tres fiestas de la ciudad de este ano, que son las de Cor- pus, San Xpristóval y San Juan, la una de nueve figuras, la otra de siete y la otra de dos y que buscará buenos vailadores.. .""R'.

Y algo similar se obliga a hacer en 1642 el sombrerero Mateo de Lima. Este se compromete a hacer e inventar seis danzas de diferentes inventivas y a buscar danzadores y bailadores buenos para la fiesta del Corpus, acompa- ñando a la ciudad y a la procesión como era costumbre, con tal que el cabildo le diese "seis pellejos de carnero doblados que por todos han de ser dose, y vestidos de libreas hechos por tres figuras", mientras que el buscaría a sus costa los vestuarios, galas y t amb~r i l es~ '~ ' . Todo este acompañamiento y espectáculo le daba a estas procesiones un notable brillo exterior.

De todas maneras estas procesiones eran fatigosas para los vecinos que tenían que hacer de mandamiento "castillos y otras maneras de invenciones

(34) Idern, Acuerdo 181, pág. 151. Los que no pagaran lo estipulado serían presas hasta que lo hicieran.

1351 R. ROLDAN VERDEJO. Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura. 1660-1728. La Laeuna -~ -.... ~~-~ -~ ~ ~ . r ~ ~ s -

(36) B. BENNASSAR, a.c., pág. 153. (37) R. ROLDAN VERDEJO, o.c, 1967, Acuerdo 70, pág. 71. (38) A,M.L.L., Cuadernos de las escrituras públicas tocantes al cabildo de esta isla de Teneri~

fe ante Aeustin de Mesa. 1623-1643, f. i72 r

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con gastos excesivos", tal como se quejan los moradores de La Laguna en 1524, a través del personero Alonso de Llerena!m'.

Las procesiones de Semana Santa se inscriben dentro del espectáculo otorgado a la vida religiosa, cargado de fastuosidad. Las mismas se generali- zaron en Canarias en el siglo XVII dentro de la corriente barroca, para mover la piedad y el sentimiento de los fieles, aunque fue el Concilio de Trento, su gestor, para contrarrestar la iconoclastia protestante, a la vez que para destacar el valor pedagógico de las imágenes, contribuyendo con ello a la eclosión de las procesiones en los días de la Semana Santa. En su realiza- ción jugó un papel importante la orden franciscana, impnlsora de los vía cru- cis.

Sobre los inicios de estos actos en las islas existe muy poca informa- ción, no obstante ya desde el siglo XVI se tiene noticia de la fundación de cofradías consagradas al Cristo crucificado, congregaciones existentes en Las Palmas y en Arucas que celebraban procesión de penitencia en la noche del Jueves Santo y cuyos hermanos se flagelaban a lo largo del recorrido mien- tras acompañaban a la imagen del señor clavado en la cruz. De este modo se iniciaron estos modestos cortejos en los cuales las imágenes iban sobre parihuelas que portaban los cofrade^!^",

La Semana Santa con su doble carácter de resurrección vegetal y humana, protagonizada por la Pasión, muerte y resurrección de Cristo, comenzaba el Domingo de Ramos'4Z', aunque desde el Viernes de Dolores se iniciaban los actos litúrgicos con función solemne y sermón, y concluían el Domingo de Resurrección.

En el siglo XVII ya estos actos litúrgicos debían estar perpetuados, en especial por el papel mantenido por las cofradías, de ahí que el obispo Cáma- ra y Murga dedicara en sus Sinodales un capítulo a las mismas en donde, entre otras cosas, señala

"Otrosi mandamos que las procesiones de la Semana santa, de disciplinantes, os in ellos, salgan acompañadas de la Parroquia, en las cuales ninguna persona lleve falda levantada, y ninguno que tenga el rostro cubierto pueda llevar espada, ni daga, ni zapatos blancos . . .''(43).

(40) E. SERRA RAFOLS, y L. DE LA ROSA: Acuerdos del Cabildo de Tenerife IV. 1518- 1525. La Laeuna 1970. oáe. 224. ,. v

(41) J .M. 'ALZ~LA GONZALEZ, La semana Sonra de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria 1989, págs. 24-25.

(42) M. HERNANDEZ GONZALEZ, o.c., pág. 147. (43) C. de la CAMARA Y MURGA, o.c., f. 173 v.

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A su engrandecimiento y solemnidad contribuyeron también los veci- nos de las islas, que fueron dotando con sus limosnas las distintas procesio- nes, así sabemos que desde el siglo XVII se dotó en Las Palmas la procesión del Huerto de los Olivos, que recorría las calles de la ciudad en la mañana del Lunes Santo. En 1665 el capitán Asensio Sánchez y la hermandad de reli- gión tercera de San Francisco, junto con los frailes de la orden seráfica cele- bran escritura por la cual Asencio Sánchez declara que su padre Marcos Sán- chez había instituido y fundado a su propia costa la procesión del Huerto de los Olivos que salía del convento de San Francisco desde hacía 24 años. La procesión, con esta escritura, pasó de ser organizada por un particular a cum- plir con su rito la hermandad T e r ~ e r a ' ~ ~ ' .

Del mismo modo, fueron también particulares los que patrocinaron desde el siglo XVI la capilla de Jesús Nazareno, ahora en el convento de Santo Domingo; fueron sus patronos el mercader francés Juan Mansel y su esposa doña María de Santa Gadea "". Correspondía la procesión de este paso el Miércoles Santo. Del mismo modo en Santa Cruz de La Palma y en el convento de San Miguel existía también una congregación de Jesús Nazare- no, a quien se le tributaba particular devoción y a quién se sacaba en proce- sión la Semana Santa'"'.

En Tenerife la procesión del Santo Entierro, que salía el Viernes Santo del convento de San Juan Bautista, del Puerto de la Cruz, fue dotada por la orden Tercera, por escritura celebrada en 1670'"'.

Además de estas procesiones, consideradas como las más importantes y las de mayor solemnidad, están aquellas que se crean y organizan para venerar a un santo, elegido como patrón para salvaguarda de la localidad o ciudad. En el archipiélago canario cada una de las islas mantenía la devoción a un santo patrono, que casi siempre tenía que ver su festividad con la con- clusión de la conquista, o por la ayuda prestada en algún momento. Este culto a determinados santos, viene motivado por la inmediatez, al considerar- los seres semidivinos accesibles a los hombres, a los cuales se acude para pedir au~ilio"~'.

La mayor información al respecto sobre las procesiones dedicadas a santos patronos se refieren a la isla de Tenerife, por cuanto el cabildo de la

(44) A.H.P.L.P., Diego Alvarez de Silva, n." 1.282, fs. 99 r. y SS. Este documento es también reproducido por J.M. ALZOLA GONZALEZ, a.c., págs. 60-61.

(45) F. CABALLERO MUJICA, Pedro Cerón y el mayorazgo de Arucas, Las Palmas de Gran Canaria 1973, págs. 93 y SS.

(46) J. VIERA Y CLAVIJO, o.c., t. 11, pág. 745. (47) A.M.L.L., Cofradías y Hermandades, no 2 (48) G.J.F. BOURITIUS, Offiicial and popular religion. Analysís of a them for religious

studies, La Haya 1979, págs. 129-130.

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misma las incluyó en sus ordenanzas. Eran estas las de San Cristóbal y San Miguel. La primera fue establecida anualmente el 26 de julio, por cuanto en ese día se ganó la isla. La procesión se hacía en la forma acostumbrada, que era ir a su casa y ermita, para dar gracias a Dios y al santo por tal hecho, y era el cabildo el encargado de costearla, así en 1593 se le autoriza a gastar 15.000 maravedís en tal fiesta, y en 1610 se autoriza para gastar por 8 años 65 ducados anuales. Junto con San Cristóbal salían en procesión otros santos y divinidades, así en 1564 se autoriza que los beneficiados de la Concepción acompañen la procesión de Nuestra Señora de los Remedios el día del santo''Y). Del mismo modo el 29 de septiembre, día de San Miguel, se hacía otra procesión, por cuanto era antigua devoción de la isla, ya que los conquis- tadores le nombraron también por patrón(50', y de hecho en algún cabildo sus miembros autorizan a los diputados nombrados al efecto para que ordenen como se debe hacer la procesión en el día de San Miguel'"'.

En Fuerteventura se veneraba a San Buenaventura, considerado el patrono de la isla desde tiempo inmemorial por haberse ganado la misma en su día, ya que

"Hace años que hoy, dia de San Buenaventura, se plantó en la isla el estandarte real de la Santa fé""2).

El cabildo en julio de 1625 toma a dicho santo por patrón, a petición de los vecinos para pedirle en todas sus desgracias y necesidades y para que representara a la isla delante de Dios. E n ese mismo año y a petición del cabildo se declara día festivo su día por el obispo de Canarias fray Juan de Guzmán. En tal celebración se sacaba el estandarte de la conquista en proce- sión por el alférez mayor; tal procesión marchaba al convento con caja y ban- das tendidas, acompañada del cabildo en pleno y escoltada por las milicias's3). La misma se hacía alrededor de la ermita de San D i e g ~ ' ~ " , y se aprovechaba tal evento para enramar la iglesia y calles, a la vez que se realizaba la danza de las espadas que se acostumbraba a hacer en la isla'*s).

En Gran Canaria se celebraba San Pedro Mártir, por haberse conclui- do en aquella fecha la conquista, de modo que el cabildo celebraba procesión sacando el pendón de la conquista, haciéndose un pleito-homenaje por parte

(49) A.M.L.L., Libro segundo de Reales cédulas y provisiones del Primer oficio del cabildo. Testimonios, n." 36, f. 36.

(50) J. PERAZA DE AYALA, o.c., págs. 56-57 (51) L. de LA ROSA, y M. MARRERO, o.c.,pág. 262. (52) R. ROLDAN VERDEJO, o.c., 1967, Acuerdo 252, pág. 147. (53) Idem, pág. 26. (54) Idem, 1970, Acuerdo 241, pág. 182. (55) Idem, Acuerdo 381, pág. 253.

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del alférez mayor a la catedral de que volvería entregarlo. Sin embargo esta procesión siempre se prestaba a problemas derivados de las competencias y de la prelación en la procesión. Así en 1560 no hubo procesión para evitar, precisamente, el escándalo que se esperaba, vista la competencia existente entre oidores y regidores, sobre el lugar en que debían ir'56!. También Santa Ana era venerada con procesión, en especial por ser declarada patrona de la catedral, y el Santo Cristo de la Veracruz patrono de la ciudad de Las Pal- mas. La antigüedad de esta procesión data del primer cuarto del siglo XVI, en que la ciudad declaró por su patrono al Cristo en acción de gracias por haberle librado de la enfermedad modorra que se cernía sobre sus habitan- tes; desde 1534 se acuerda por parte del cabildo catedral ir de procesión por su devoción a la ermita de la Santa Cruz'"!.

En Santa Cruz de La Palma tenían procesiones en honor a San Miguel y a la Santa Cruz de mayo, ambas fiestas entroncandas con el fin de la empresa militar'iR'.

Junto a las comentadas se van generando otras procesiones, realizadas por algún voto particular o colectivo o por pura devoción tales como son las procesiones de la Candelaria, de la Concepción y de Santa Ana. La Virgen de Candelaria, cuyo principal culto se celebra en la isla de Tenerife, contaba con mucha devoción en el resto de las islas, y tal como señala A. de Espinosa

" E s tan ordinario recibir mercedes todas estas islas de esta senora de Candelaria que de aqui les viene a n o tener adversa for- tuna, teniéndola a ella por abogaba e inter~esora""~'.

Su procesión y organización figura igualmente recogida en las ordenan- zas de la isla, en donde se manda que el día dos de febrero, festividad de la Virgen, se haga una procesión que vaya desde La Laguna a su casa y ermi- ta'"'. Esta era una fiesta y procesión muy popular, en donde se respiraba gran devoción, puesto que a ella acudía gran cantidad de gente. Pero también se imploraba a la Virgen a pedirle favor y ayuda cuando se cernían sobre la isla calamidades, de tal modo que cuando se creía necesaria su intercesión se le hacía procesión para conseguir lo solicitado, así en distintas ocasiones y a causa de la falta de agua para regar los campos y no perder las cosechas, bus- can remedio para aplacar a Dios y como tal recurren a la mediación de la

- 156) 1. OlJTNTANA. v S. CAZORLA. La Virgen del Pino en la Ifistoria de Gran Canaria. \- ~, ~~ - - - ~ , ,

Las Palmas de Gran Canaria 1971,Págs. 230-231. (57) J.M. ALZOLA GONZALEZ, o.c., pág. 102. (58) J.B. LORENZO RODRIGUEZ, o.c., pág. 415. (59) Fr. A. de ESPINOSA, Historia de Nuestra Señora de Candelaria, Santa Cruz de Tenerife

1967, pág. 177. (60) J. PERAZA DE AYALA, o.c., pág. 56.

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Virgen para que les sirva de intermediaria. En 1562 se decreta por parte del cabildo que se vaya por la famosa imagen de Candelaria para traerla a la ciu- dad de La Laguna

"para que por sus merecimientos fuese Nuestro Señor servido de enviar sus rocíos a la tierra, que tan necesitada estaba" (6'J.

E n estos casos la procesión partía desde la ermita de la Virgen, en Can- delaria, con dirección a La Laguna, no sin antes hacer pleito homenaje los miembros del cabildo de que la retornarían a su lugar una vez alcanzada la gracia, y en la zona de La Montañeta era recibida por el resto de la ciudad, las cruces y clerecía y el santo crucifijo de San Francisco. En la zona cercana a la salida de La Laguna en dirección al camino de Candelaria se colocó una cruz en el lugar donde se recibía a la procesión de la Virgen.

Santa Ana era también una santa que gozaba de devoción en las islas, quizá por ser madre de la Virgen y por estar la catedral de Canarias consa- grada a su nombre, de ahí la existencia de cofradías con su advocación tanto en Gran Canaria como en Tenerife. Aquí se hacía la procesión en su día, el 26 de julio, que era acompañada por la justicia y regimiento y los pendones de los oficios'").

La devoción a la Inmaculada Concepción menudeó por razones devo- tas por toda Castilla y la fiesta se convirtió en precepto en casi todas las dió- cesis del siglo XV1'"I'. Los votos que se le hacían eran de carácter general, debido a su poder, y cabía invocarla para diversos problemas, y de hecho en el primer tercio del siglo XVI se concedieron unas bulas papales para que en Toledo y en todas las ciudades y villas se constituyese una cofradía que tuvie- se por nombre el de Nuestra Señora de la Concepción. Dicha bula se trajo a Tenerife por los vecinos y parroquianos de la villa de arriba en La Laguna, los cuales pidieron que la festividad de la Virgen se llevara dicha bula en pro- cesión y saliesen aquel día los pendones como el día de la fiesta del C o r p u ~ ' ~ ' .

Su imagen era sacada en procesión tanto en Tenerife como en Gran Canaria, con acompañamiento de las autoridades y del cabildo catedral en el caso de Las Palmas. Así sabemos que aquí, por escritura otorgada en 1576, el capitán general Pedro Cerón y su esposa doña Sofía de Santa Gadea, habían instituido en la iglesia catedral tres procesiones que el deán y cabildo debían hacer, una de ellas era realizada el día de la Concepción a su propia casa, cada año '"J.

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Procesión también creada por devoción, es la inaugurada en Las Pal- mas en 1564, año en que el matrimonio formado por Juan de Espinosa, mer- cader, y Catalina Rodríguez, su mujer. dotan la procesión del Espíritu Santo, para que la realicen los señores deán y cabildo quienes debían ir desde la catedral hasta la ermita, situada a extramuros de la ciudad, en la zona de los Arenales, ofreciendo para ello diez doblas anuales perpetuamente. Dicha procesión, de acuerdo con los fundadores, se debía de hacer según era uso y costumbre hacerse en las otras iglesias el tercer día de Pascua del Espíritu Santo, con la solemnidad y música que se acostumbraba hacer en otras pro- cesiones y fiestas, además de decirse misa mayor en la dicha ermita(*'.

Este tipo de actos estaban unidos a otros realizados por algún voto par- ticular, perpetuándose en el futuro, y creándose muchos de ellos a conse- cuencia de u11 desastre natural y en busca de abogados celestiales que defen- dieran a la comunidad de un inminente peligro cumpliendo en etos casos la religión el papel de recurso a lo sobrenatural de aquellos que se hallaban impotentes ante un mal. Así ante la peste se recurría sobre todo a San Sebas- tián y a San Roque aunque al parecer en España no se entró en trato con este último Santo hasta finales del siglo XV, hasta que fue ganando populari- dad en las centurias siguientes. El recurso a estas ayudas divinas venía moti- vado por la ineficacia de los remedios materiales contra las epidemias. Ambos santos gozaban de cierto predicamento en Canarias, de ahí la existen- cia de ermitas consagradas a su nombre en los principales núcleos urbanos, desde donde tanto las autoridades como los fieles organizaban procesiones en su honor.

En Tenerife se celebraba cada año el 16 de agosto una procesión en honor a San Roque, yendo los fieles a su ermita'"', y en Las Palmas se institu- yó por el capitán Pedro Cerón y su esposa una a San Sebastián cada 20 de enero(N'. En Telde, igualmete, se hacía procesión a este santo, yendo el bene- ficiado con cruz alta a su ermita, donde se hacía procesión circular por el exterior del templo, en cumplimiento a votos hechos en el primer tercio del siglo XVI, cuando la enfermedad de modorra se extendió por toda la isla 16".

Además de celebrar estos actos en su día, cuando retornaban los brotes epi-

(66) La dotación se realizó el 30 de octubre de 1564 según escritura otorgada ante el escriba- no Bernardino de Besga, sin embargo la escritura se protocolizó dos siglas más tarde, en el ano 1770, ante el escribana Lorenzo Hernández Millares. A.H.P.L.P., Lorenzo Her- nández Millares, no 1.697, fs. 626 r. y SS. La noticia de esta procesión la debemos al Dr. Suárez Grimón, a quien lo agradecemos.

(67) J. PERAZA D E AYALA, a.c., pág. 57. (68) A.H.P.T..P.. Alanso de Balboa. n." 777. f. 511 r.

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démicos se organizaban igualmente estos cortejos con los santos abogados de la peste, como sucedió en 1601 en que el racionero Segura solicita se organi- ce una procesión con los citados santos'"). En el resto de las islas también se tenía a San Sebastián por patrono, de hecho cuando existe la posibilidad de contagio se le tributa procesión como ocurrió en Fuerteventura que se acor- dó hacer en 1618 procesión de salud en reverencia al santo, con su misa, tra- yéndose a la Villa su imagen, con la orden de que todo el vecindario acudiese a ella'"'. Algo similar sucedió en 1665, pero ante la gravedad de la enferme- dad, en petición de remedio se mandaron juntar las advocaciones y mediante suerte se mandó que la que saliese se llevase en procesión y depositase en la ermita de San Sebastián, y desde allí se trajese a San Sebastián y a la Virgen de la Peña a la parroquialo2).

Otras divinidades también fueron tomadas por abogados de la peste como San Juan Bautista y el Cristo de la Veracruz. El primero fue nombrado patrono y abogado de la peste en la isla de Tenerife, por cuanto el mal conta- gio extendido en La Laguna se paró en la víspera y festividad del santo. La justicia y regimiento

"lo tomaron por abogado encomendándose devotamente y le pusieron una cruz en su remenbranca invocando su santísimo nombre; su merced el señor gobernador i los caballeros diputados nombrados por este cabildo en lugar señalado, que es hacia las casas que se nombran de Negrón, donde esta ciudad con gran devoción a ofresido hazerle un sanctisimo templo a honor i reve- rencia del glorioso San Juan Bautista""''.

A partir de la fecha de su nombramiento, 1582, se le tributaba cada año su fiesta y procesión, celebrada en sus casas por el cabildo el cual aportaba sus caudales para tal evento, además de haberle fabricado una ermita en el mismo llano y camposanto de los muertos por la peste, y el voto de tenerle por su particular abogado'"'. También se encargo su imagen en España, de donde se trajo en 1584, pero por no estar aún acabada su ermita, se depositó en la iglesia de las clarisas, de donde fue trasladada con singulares muestras de reg~cijo"~'. En su fiesta y procesión la misma salía de la parroquia1 de los Remedios, con asistencia de clero, comunidades, ciudad con su pendón, mili-

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(70) L A . ANAYA HERNANDEZ, y A. ARROYO DORESTE, La peste de 1601~1606 en las lslos Canarias en Revista de Hisroria de Canarios XXXVIII, t. 1, La Laguna 1984- 1986, pág. 185.

(71) R. ROLDAN VERDEJO, o.c., 1970, Acuerdo 163, pig. 137. (72) Idem, Acuerdo 501, pág. 311. (73) J. PERAZA DE AYALA, o.c., págs. 58-59 (74) J. VIERA Y CLAVIJO, o.c, t. I1 ,~ág . 141. (75j Idem, t. 11, pág. 840

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cias sobre las armas, luminarias, fuegos, máscaras de los caballeros con hachas, corridas de toros, juegos de cañas, etc.(76'.

En Gran Canaria, a causa de las enfermedades que se extendían en 1600, los regidores solicitaron una procesión con el Cristo de la Veracruz para remediar las desgracias del momento, y en 1602 pasada ya el peligro, se organizó otro acto similar para llevar el Cristo a su ermita, acto que fue pre- cedido el día anterior por una fiesta con "luminarias y música"'"'.

El temor a la peste y las enfermedades contagiosas era tal que cuando en las islas se recibía noticia de la llegada a cercanía de algún barco con enfermos no sólo se acudía a la intercesión de los citados santos, sino que incluso se acudía a todas las divinidades consagradas en las islas, así en 1648 ante el temor de contagio por la llegada a Tenerife de dos navíos ingleses con apestados se pide amparo al Cristo del convento de San Miguel de las Victo- rias, a la Candelaria, a San Juan, San Roque, San Juan Bautista y San Sebas- tián haciéndose procesión general ('@. Algo similar sucedió en Fuerteventura en 1681, donde por un temor similar se ordena hacer procesión general con el Santísimo Sacramento, Nuestra Señora de la Concepción y San D i e g ~ " ~ ) . Con esto se justifica lo que escribió el celebre médico Luis de Mercado, quien aseguraba en su tratado que el medio más eficaz de combatir la peste es recurriendo a la oración y a las buenas obras(80'.

Sin embargo el mayor número de procesiones realizadas en Canarias durante los siglos XVI y XVII, se realizaba como rogativas para solicitar el auxilio divino ante las adversidades climáticas o las plagas que destruían las cosechas, pues en la mentalidad popular del castigo divino de la sequía, podía concluirse a través de la oración y de las procesiones, desde el momento en que se pensaba que los pecados eran el origen de todos los males que se padecía'"". En estos casos se acudía a la Virgen, como intercesora, pero tam- bién se hacían votos a Dios, a través de los santos que actuaban como media- neros, por medio de los cuales se recibía esa intercesión y la ayuda de D ~ O S ( ~ ~ J . Procesiones y rogativas de este tipo se iniciaron desde bien pronto en el archipiélago, así en 1513, en Tenerife, se mandó pregonar que todo el vecin- dario se juntara el 5 de noviembre por la mañana en la iglesia mayor para desde allí ir en procesión a Nuestra Señora de Gracia, y al día siguiente,

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1761 Idem. (77j L.A. ANAYA HERNANDEZ, y A. ARROYO DORESTE, ~ r t . cit., págs. 185-186. (78) R. ROLDANVERDEJO, o.c., 1970, pág. 287. (79) Idem, 1967, Acuerdo, 180, pág. 113. (80) L. de MERCADO, El libro de la peste, Madrid 1921, pág. 217. (81) J.A. MARAVALL, Sobre el pesimismo de hombre barroco, en "La cultura del Barroco",

Barcelona 1983, págs. 309~310. (82) J. CAMPOS Y FERNANDEZ DE SEVILLA, a.c., pág. 72.

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domingo, realizar semejante cortejo a San Francisco, y el lunes en la noche a San Miguel y San Francisco, obligando a todos los vecinos a ir y enviar a los niños que tuvieran en su casa "para que supliquen a Dios Nuestro Señor nos envíe agua" 'R3J.

La Virgen en sus distintas advocaciones: Candelaria, del Pino, de las nieves, de la Peña, era solicitada para rogar enviase agua a los campos sedientos de las islas. La Virgen de Candelaria proveyó de agua en distintas ocasiones a Tenerife, según se recoge en el capítulo en distintas ocasiones a Tenerife, según se recoge en el capítulo dedicado a A. de Espinosa titulado "De los milagros que Nuestro señor ha obrado por esta santa reliquia de Nues- tra Senora de Candelaria". El autor del libro señala en el milagro veinticuatro como en tiempos de esterilidad y falta de agua se invoca con plegarias y pro- cesiones a la Virgen, la cual según sus propias palabras "dio esta señora agua en abundancia cuando más necesidad había"

En Gran Canaria se acudía a la Virgen del Pino, después de haberse agotado otros recursos e intercesiones a los santos, de ahí que ante la persis- tencia de los estragos públicos la ciudad solicitara que la Virgen viajara desde su casa hasta Las Palmas. La primera bajada que se conoce fue en marzo de 1607, y el motivo era la petición de lluvias. Estas procesiones se hacían con gran solemnidad, participando el cabildo eclesiástico y el secular, con nom- bramientos de comisarios, encargados de iniciar la procesión llevando las andas en el primer tramo del recorrido. A este cortejo se unían también las procesiones de las imágenes de San Juan de Arucas, Santa Brígida y San Lorenzo con sus respectivos párrocos. En la ciudad se le esperaba con todos los honores, engalanándose para tal recibimiento con ramas y las mejores colgaduras, a la vez que la recibían y entraban con ella en la capital las imá- genes de San Nicolás, el Cristo del altar mayor y los santos Justo y Pastor. El número de bajadas que hace la Virgen en procesión desde su santuario hasta Las Palmas a lo largo del siglo XVII se eleva hasta 19, y la mayor parte de las veces era con ocasión de "la gran falta y necesidad de agua" y en muchos casos a petición de los labradores, pues era considerada "especial amparo, patrocinio y refugio de esta isla"'Ri'.

En La Palma se imploraba a la Virgen de las Nieves, creándose la fun- dación de la bajada en procesión por el obispo Bartolomé García Jiménez en 1676, concediéndosele el título de especial patrona para implorar el remedio contra la falta de lluvias, y estableciéndose la bajada cada cinco años. El culto

(83) E. SERRA RAFOLS, y L. de la Rosa, o.c, 1952, Acuerdo 275, pág. 209 (84) Fr. A. ESPINOSA, o."., págs. 177-179. (85) 1. QUINTANA, y S. CAZORLA, a.c., págs. 225-237.

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a la Virgen se mantuvo no sólo para el remedio de la necesidad de lluvias, sino también por la vida, la salud y otros sucesos(8bJ.

En Fuerteventura, quizá la isla más castigada por la sequía, es donde más abundan las rogativas, procesiones y novenarios, con el fin de rogar al cielo para evitar un desastre en la población, ya que ante la llegada de una plaga o de la terrible sequía afloraban las prácticas religiosas y las manifesta- ciones de fe'"'. Por tanto la mayor parte de las procesiones realizadas en esta isla están íntimamente relacionadas con la falta de aguas. La Virgen, en sus distintas advocaciones, llamó la atención de los majoreros en los momentos más críticos: del Rosario, de la Antigua, de la Concepción, de Guadalupe, pero en especial la Virgen de la El sentimiento que se tenía de la Virgen como mediadora está patente en el pensamiento de los naturales de Fuerteventura, por ello se recurre a ella más que a cualquier otro santo, aspecto que queda recogido en un acuerdo de 1650, en donde se señala

"Visto que hasta ahora n o ha llovido en la isla y está muy corta de trigo y cebada para el abasto de la gente, y n o hay ni pastos para los ganados, que se están muriendo, y a fin de que Dios se apiade a través de la súplica de la Madre de Dios, acordaron ... una procesión ara que todos los fieles ~ u p l i q u e n " ( ~ ~ J .

Sin embargo era común elegir a un santo, según el sistema de suertes, para protección de los labradores y de sus cosechas, al cual se le hacía el voto de celebrar anualmente fiesta y procesión. En Tenerife, a causa tanto de la sequía como de las plagas de langosta y cigarrones que asolaban los campos, se eligieron dos: San Benito y San Placido y sus compañeros. A San Benito se le hacían tres procesiones cada año: una el 21 de marzo, fecha en que se cele- braba su día, otra el día seguido de Pascua de Pentecostés, que fue el día que salió elegido por suerte y lo tomaron por su abogado, y la otra el 11 de julio, que fue el día de su traslación. Estas procesiones a celebrar, estaban justifica- das según el cabildo, por tenerlo la isla por abogado ya que había hecho muy buenos temporales y obtenido buenas cosecha~ '~~J . San Placido fue elegido como abogado y patrono, ante la Virgen de Candelaria, también por suertes, para que interviniese ante el señor en la plaga de cigarrón que asolaba la isla en 1607, prometiéndole hacer fiesta con voto solemne. Además de la fiesta el cabildo hizo voto de levantar en su honor en la ermita de San Juan, un altar

(86) J.B. LORENZO RODRIGUEZ, oc . , pigs 12-15. (87) F.J. FLORES ARROYUELO, El diablo en España, Madrid 1985, pág. 188. (88) M. LOBO CABRERA, Aguo y sed en Fuerteventura, "111 Jornadas de Estudios sobre

Fuerteventura y Lanzarote", t. 1, Puerto del Rosario 1989, págs. 58-61. (89) R. ROLDAN VERDEJO, o.c., 1967, Acuerdo 461, pág. 292. (90) J. PERAZA DE AYALA, a.c., pág. 57.

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208 MAXUEL LOBO CABRERA

para que allí se pusiese su imagen y se hiciera procesión con las parroquias, alternativamente, y se fuera en su día a venerarlo en formad e ciudad'"'.

En Fuerteventura en 1608 se elige patrón de los labradores, también según el sistema de suertes, a San Andrés, en acción de gracias por los tem- porales y aguas enviadas para los panes de la isla comprometiéndose el cabil- do y labradores a hacerle fiestas. de hecho una vez nombrado se recurre a su intercesión, para implorar la caída de agua sobre las resecas tierras majore- ras, celebrándose procesión y aplicando castigo a los que no acudieran a la

También se recurría a otros santos que habían demostrado su poder en otras calamidades públicas, tales como San Sebastián o San Roque, e incluso a la Cruz de Mayo, para sequías y temporales. Esta última procesión iba aso- ciada a la propia fiesta de la Cruz, concebida como un homenaje al símbolo cristiano por excelencia y como un aglutinante de la ideología cristiana frente a otros símbolos y credos religioso^'^". Por ello no es extraño que en Gran Canaria Pedro Cerón y su esposa instituyesen una procesión el día de la Santa Veracruz, el 3 de mayo, con una imposición de 5 doblas anuales, que debía celebrar el deán y cabildo, y que sólo ganarían los que se hallasen pre- sentes en la procesiónfW).

Del mismo modo, cuando las aguas y temporales venían en demasía, se hacían procesiones de signo contrario, para pedir que concluyesen los mis- mos, pues por su causa estaban "en muy grand peligro los panes". Por este motivo en 1532, en Tenerife, el cabildo acordó y pregonó se hicieran proce- siones, donde concurriesen las tres religiones de San Agustín, San Francisco y Santo Domingo, además de la clerecía, la justicia y el regimiento, junto con el vecindario de la ciudad(9".

En todos estos actos de petición de favores y de acción de gracias, ade- más de estar acompañados por la autoridades, tanto religiosas como seglares, y por los fieles devotos, habían también danzantes, que iban delante de las andas haciendo movimientos rítmicos al son de cascabeles que llevaban en manos y piernas, que se contrataban para tal evento. También en algunas de estas procesiones era costumbre arrojar puñados de grano de trigo al santo para que trajera un aíio próspero a los camposfY6)'.

(91) Idem, págs. 60-61. (92) M. LOBO CABRERA, Art. cit., pág. 59. (93) J. CAMPOS Y FERNANDEZ D E SEVILLA, m., pág. 78. 194) A.H.P.L.P..AlonsodeBalboa.n."777.f. 511 r. (95j L. de LA ROSA, y M. MARRERO, ;.c., Acuerda 444, págs. 355-356. (96) P. HERNANDEZ BENITEZ, a.c., pág. 230.

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LAS PRIMERAS PROCESIONES EN CANARIAS 209

Una vez concluido el mal se celebraban también procesiones en acción de gracias, puesto que para aquellos hombres el fin del mismo tenía un importante significado: que sus súplicas y peticiones no habían sido desoídas por Dios, a través de los santos. Así por ejemplo en La Laguna, en 1583, para celebrar el fin de una epidemia se hizo fiesta con procesión, salida de másca- ras con baile y regocijos, luminaria, sortija con premio para el mejor caballe- ro, el mejor vestido y la mejor invención, toros, juegos de cañas y corrida de gansos '"?J.

Manuel Lobo Cabrera

(97) A. CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerife. 11. 1494-1803, Santa Cruz de Teneriie 1977, pág. 525.

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LA IGLESIA Y LOS ARTISTAS EXTRANJEROS EN EL SIGLO XVll

CATEDRATICA DE HISTORIA DEL ARTE UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

D u r a n t e la décimoséptima centuria no faltaron artistas extrajeros arribados a Canarias, posiblemente con el intento de pasar desde aquí al con- tinente americano, pues el embarcar con ese objetivo desde otros puntos geográficos era muy difícil, dado el control que las autoridades hispanas tení- an sobre el acceso a su amplio imperio. Una vez en el archipiélago, unos ter- minarían estableciéndose y formando sus hogares aquí; otros marcharían pronto, de modo que no dejarán huella personal ni artística.

Las autoridades eclesiásticas vigilaban atentamente a esos hombres, pues en muchos casos eran protestantes, y debían evitar que propagaran sus doctrinas. Cuando eran católicos, la atención hacia ellos no se ejercía con rigor y se les encomendaba trabajos relacionados con su oficio; ahora bien, cuando seguían planteamientos rechazados por el dogma, entonces la situa- ción cambiaba.

El Dr. Fajardo Spínola ha estudiado las reducciones de protestantes al catolicismo en Canarias durante el Setecientos, señalando además los antece- dentes en el siglo XVII: figuran 24 herejes convertidos entre 1611 y 1663, nin- guno desde ese último año a 1672,65 personas entre 1672 y 1700, es decir una

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cifra grande en comparación con el periodo anterior "). Asimismo indica las profesiones de los convertidos, hallándose marinos, mercaderes, médicos, cirujanos, sastres y carpinteros 4 0 s - , pero no se menciona a ningún artis- ta, no obstante ahora podemos añadir a ese cómputo el caso concreto de los dos pintores que damos a conocer en estas páginas.

ARTIFICES EXTRANJEROS DE RELIGION CATOLICA

ORFEBRES G A L O S . En Canarias durante la primera mitad del siglo XVII hallamos varios plateros franceses, establecido uno en Las Pal- mas, cuatro en La Laguna, y otro que vivió en Garachico y después en La

. Orotava. Sorprende que cuatro de ellos procedieran concretamente de la ciu- dad de Rouen.

a) HONORÉ STACE había nacido en Ronen -sus padres fueron Honoré Stace e Inés Martel- y trabajó para la catedral de Las Palmas tras ser nombrado para ello por los capitulares en junta del 14 de septiembre de 1612; permaneció en tal puesto hasta su retirada en 1630, según consta en las cuentas de fábrica registradas en esos años'''. Su tarea consistió más en man- tener las piezas en perfecto estado que en labrar otras nuevas, es decir, con- servar y reparar el patrimonio argénteo fue su principal objetivo. No obstan- te, a él se encomendó en 1613 hacer la cruz incorporada a la custodia que en 1604 realizara un orfebre de la Corte, probablemente Juan Sánchezl*, la cual se conserva en el tesoro de la sede catedralicia.

Podemos añadir a ello que también atendió encargos de otros lugares, pues consta en los libros de fábrica de la iglesia de Santa Brígida (Gran Canaria) haberse pagado a este platero 30 reales en 1621 por dorar una cruz(4).

Honorato Estacio -así se castellanizó su nombre- se instaló en la capital grancanaria con su familia, compuesta por su esposa M" de la Trini-

(1) F. FAJARDO SPINOLA, Reducciones de protestantes al catolicismo en Canarias durante elsiglo XVIII: 1700-1812. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria 1977, págs. 48 y 55

121 J HERNANDEZ PERERA. Orfebrería de Canarias. Instituto Dieeo Velázauez

Canaria 1992, pág. 350 (4) Archivo Parroquia1 de Santa Brígida, libro primero de fábrica. s. fol., cuentas datadas en

6 de octubre de 1621. Hemos consultado esta referencia en el Archivo-lecado M. Tar- quis, Dpto. de HSdel Arte, Universidad de La Laguna

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LA IGLESIA Y LOS ARTISTAS EXTRANJEROS EN EL SIGLO XVl l

dad Díaz Sánchez -sus progenitores eran de Madeira- y sus tres hijos: Luis, José y Bartolomé. Con la Inquisición no tuvieron problemas, al contra- rio, él fue nombrado capitán y familiar del Santo Oficio, Luis fue alguacil de dicho tribunal en la Vega de San Mateo, Bartolo- mé fue capellán y notario de la Inquisición en Las PalmasL".

Por consiguiente, no hubo recelos eclesiásticos que entor- pecieran su buena relación con la diócesis. Ahora bien ello no significó que rompiera contactos con sus coterráneos, de modo que en 1624 el cirujano galo Dionisio Abrahám de Bobalán (sic), residente en Garachico (Tenerife), da carta de poder al platero francés Honorato Esta- cio, vecino de Gran Canaria, según se lee textualmente en dicho documentof61

b) MICHEL LESEUR Custodi.., . . . . a d r a l de Los rs consta como platero de naciona-

lidad francesa en un documento redactado en mayo de 1602 en una escribanía"', donde se ha presentado como vecino de La Laguna para dar carta de poder al mercader galo Juan Buisson, de manera que pueda cobrar en su nombre la herencia que han dejado Robert Leseur y Ana Leblanc, sus padres, los cuales habían residido en Rouen.

Debió de continuar morando en La Laguna y los documentos irán variando la grafía de su apellido: Lesur o Lezur. Casaría con Jerónima de la Torre, naciendo varios hijos: Miguel Francisco Lesur sena platero como su

(5) J. FEO Y RAMOS: "Apuntes para la historia de la Catedral de Conarias. La lámpara de plata de 10 capilla mayor", en El Defensor de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria 15 de enero de 1927.

( 6 ) Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (A.H.P.T.), escribano Salvador Pérez de Guzrnin, P.N. 2103, fol. 46 vtol.

(7) A.H.P.T., escr. Come de Prendes, P.N. 1060, fol. 469

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padre y desposaría con Juana Francisca, Mariana Lesur de la Torre.. . Des- cendiente suyo también sería Tomás Lezur de la Torre, el cual trabajó en la catedral de Las Palmas entre 1686 y 1693, efectuando labores de manteni- miento del tesoro argénteo@). En consecuencia, no hubo reparo a su antece- dente galo.

c) El platero JACQUES FERNAN es citado por primera vez en 1607 en los papeles de la Inquisición en Canarias'"", después no vuelve a ser men- cionado, pero moraba en La Laguna en torno a 1640; apenas resta otro dato que su nombre y nacionalidad francesa'"', aunque suponemos que su religión era la católica.

d) CLAUDE y GUILLAUME BIGOT eran también de Rouen, como Honorato Estacio y Miguel Leseur, pero se establecieron en La Laguna, donde haría el primero buena fortuna, llegando a contar Claudio con hermo- sa casa en la calle de Herradores y emparentando sus descendientes con familias de buena situación social, como los Mustelier y los Edua~do"~'

En acta del 15 de mayo de 1620 el Cabildo de Tenerife les da licencia para abrir un taller de orfebrería, aunque en principio sólo por seis meses, para lo cual debieron aportar una fianza en calidad de seguro("'.

Continuaron en La Laguna más tiempo del medio año citado en el acta capitular, pues el 16 de julio de 1621 testó Claudio Bigot "platero de nasion fransses natural de la ciudad de Ruan en francia y ressidente en esta ysla de Tenere", porque se hallaba "enfermo de cuerpo pero sano de entendimiento". Manifiesta creer en la Santísima Trinidad y desea ser enterrado en el conven- to nivariense de San Agustín, aunque con el hábito de San Francisco, por consiguiente se trata de un hombre católico. Señala que él y su hermano Gui- llermo habían establecido una compañía comercial a medias, contando con "mercadurias y otros bienes"; lo nombra heredero "según fuero y costumbre de francia", aunque deja aparte los bienes de su madre y las propiedades

(8) A.H.P.T., Román 3-4, libra de citas, fol. 236 y fol. 246 (borroso). La primera mención recoge los datas para una información de limpieza de sangre, pero hay un lapsus al escri~ bir el apellido Pérez en lugar de Lesur aplicado al abuelo, aunque luego se continúa registrando el apellido correctamente.

(9) J. HERNANDEZ PERERA, o. c., págs. 416-417 (10) W. de GARY BIRCH, Catalogue of a collection of Original Manuscripts formerly belon-

ging to tlie Holy Office of the Inquüition in the Canory Islands. Preparado bajo la direc- ción del tercer marqués de Bute, Edimburgo-Londres 1903, págs 231 y 359

(11) D.V. DARIAS Y PADRON, "El historiador Núñez de la Peña y su tiempo". En Revista de Historia n.O 69 (1945) Universidad de La Laguna, pág.19

(12) A.H.P.T., Román 3-4, libro de citas. fol. 405 vto. (13) L. de la ROSA OLIVERA, "Catálogo del Archivo Municipal de La Laguna". En Revista

de Historian." 65 (1944) Universidad de La Laguna, pág 67.

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LA IGLESIA Y LOS AKTISTAS EXTRANJEROS EN EL SIGLO XVII 215

galas pertenecientes a la herencia de sus progenitores -Guillermo y Ana Bigot-, de modo que se repartirían entre sus hermanos Guillermo, Mateo y Jerónimo. Fueron testigos del documento "", entre otros el platero Diego Pérez 'Ii!, que quizás trabajara con los dos hermanos, y Francisco Jaes (sic, iJacques?), de la misma nacionalidad que el otorgante.

No murió a consecuencia de esa enfermedad, de manera que el 14 de mayo de 1622 se presenta ante el escribano, porque va a pasar a los reinos de Castilla para proveer el rescate de un hermano que ha caído cautivo en tierra de moros, para lo cual lleva 4.300 reales de la sociedad que ha formado con su hermano Guillermo. En dicho documento se le cita como "mercader fran- cés, residente en TenerifeU6!". El apresado sería Jerónimo Bigot, pero su libe- ración debió de lograrla, pues años después, en diciembre de 1639, figura como mercader vecino de Londres, al dar poder en La Laguna a su hermano Claudio'"'

Tras retornar a Canarias, Claudio desposa a Mariana Enríquez en 1629; tienen cinco hijos, siendo el primogénito bautizado con el nombre del abuelo, es decir, G~illermo''~! y todavía joven lo envía a Flandes. Habiendo quedado viudo, el 18 de marzo de 1645 contraería segundas nupcias con María Fernández de Villarreal FrancoUY!, con la cual tendría otros cinco des- cendientes: Claudio, Ana, Manuela, José y Maríafzu).

Sus hijas Juana y Violante -fruto del primer enlace- casarían con Nicolás Mustelier y Juan de Lo~zel '~ ' ) , respectivamente; Claudio -del segun- do enlace- desposaría anos más tarde con Catalina Andrés Guzmán, tenien- do entre otros descendientes a Inés, que casaría con Pedro Mustelier, según declara ella en 1722 al dictar sus últimas voluntades "". En consecuencia, enlazaron con personas de buena situación social.

(14) A.H.P.T., escr. A. de MESA, La Laguna, ario 1621, fol. 201. (15) Ibidem, Fol. 199 vto. En el misma legajo, el documento anterior al testamentode BIGOT

es la carta de date de M. VIERA, la cual se dispone a contraer matrimonio con el platero D. PEREZ. ~ ~

(16) A.H.P.T.,escr.A.deMESA,P.N.77,fol. 118. (17) A.H.P.T., escr M. de HEREDIA, P.N. 89 fol. 102. Documento transcrito en el archivo^

legado M. TARQUIS. (18) Asi lo declara en su segundo testamento, ante el escribano G. de la CRUZ. Véase

A.H.P.T., P.N. 1082, s.f. En La Laguna a 11 de abril de 1665. (19) Archivo Parroquia1 de Ntra. Sra. de la Concepción, La Laguna, libro 1" de Malrimonios,

fol. 33 vto. En el seeundo testamento de C. BIGOT se la denomina M". FRANCO de v

VILLARREAL. (20) A.H.P.T., P.N. 1082, doc. cit. (21) Ibidem, (22) A.H.P.T., Román 3-4, libro de citas, fol. 413.

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CARMEN FRAGA OONZALEZ

Claudio Bigot amasó fortuna1u1, la cual se asentana en las transaccio- nes comerciales no simplemente en su labor como platero: consta que expor-

tó en 1626 una cantidad de azú- car a Francia"" y en 1641 forma una sociedad comercial con Juan Lorenzo de la Torre, Antonio de Aipuin y Bernardo Lorenzo para liquidar un contrabando confisca- do en Las Palmas'"', además su segundo testamento 06' menciona varias veces la tienda que poseía y el vino que le adeudaban, acla-

: rando que trabajaba en su oficio fi de orfebre y a la vez intervenía *L. en labores de mercader, asimis-

mo poseía unas tierras en Taco- ronte; paralelamente cita unas esmeraldas que ha vendido a un comerciante, una cadena de oro, etc., es decir, variado género era el que anotaba en su libro de cuentas. En sus últimas volunta- des lega a su primogénito una fuente de plata labrada, un tarro dorado y un salero de plata, pie- zas que procedenan quizás de su

casu oivvi. ~ i a Laguna propio taller.

La prosperidad familiar permitiría que edificara una de las más carac- terísticas casas en la ciudad de La Laguna, concretamente en la calle de Herradores, en cuya fachada se lee:

"1654 CLAVDIO BIGOT NA TURAL DE LA SIVDAD DE ROVEN".

(23) De los BIGOT se encuentran frecuentes referencias documentales en el Archivo-legado M. TARQUIS (fichero onomástica). Departamento de H" del Arte, Universidad de La Laguna.

(24) A. CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerife, en Servicio de Publicaciones de Caja Canarias (1977). T 1; Santa Cruz de Tenerife págs. 376-377, nota 45.

(25) A.H.P.T., escr. M. de HEREDIA, P.N. 90, fol. 64. (26) A.H.P.T.,P.N. 1082,doc.cit.

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LA IGLESIA Y LOS ARTISTAS EXTRANIEROS EN EL SIGLO XVII 217

En su último testamento relata cómo recibió en dote, al casarse con Mariana Enríquez, unas casas con una bodega que salía hasta la calle de Los Mesones, pero la bodega se cayó y la vivienda quedó maltratada, por consi- guiente la reconstruyó, en todo lo cual gastó más de 40.000 reales. Además se le puso pleito a cuenta de la edificación y lo perdió, de manera que hubo de comprar a la litigante -Gera de Cabrera- por 6.000 reales la parte corres- p~ndiente'~". Hasta ahora no se han concretado los nombres de los artífices que levantaron dicha vivienda, creemos que debió de ser Bartolomé Gonzá- lez, maestro mayor del oficio de pedrero, y Francisco Enrique, pedrero, quie- nes la edificaran, pues a principios de noviembre de 1654 ambos fueron testi- gos de Claudio Bigot en una declaración de tributo (2*, cabe sospechar que estaban trabajando, precisamente ese año, en la mencionada construcción, cuando el platero requirió su presencia ante el escribano. El maestro carpin- tero Juan Castellano pagó 150 reales a Bigot en agosto de 1656 a cuenta de una deuda de un tal Juan B e n í t e ~ ' ~ ~ ' , pero ello no nos permite aseverar que fuera el autor de la obra lignaria de la casa Bigot, pues el tipo de documento suscrito no alienta similar suposición que en el caso anterior.

La morada terrena era espléndida, pero años antes había preparado otra para la hora de su muerte, marcada por la dignidad. En la capilla mayor de la iglesia de Ntra. Sra. de la Concepción dispuso su losa sepulcral, aunque más tarde sería desplazada a otra parte del templo, con el escudo de armas -lis sobre tres azucenas y dos manos- y una inscripción señalando:

"SEPULTURA DE CLVDIO BIGOT.I.DE SVS EREDEROS 1646 A N O S ~ ~ .

Su hermano Guillermo no destacaría como él en la sociedad lagunera de aquella centuria. El 8 de enero de 1624 en el citado templo nivariense des- posó a Catalina Budet, hija de Abraham Budet y Ursula Ramos, actuando de padrinos en la ceremonia el Lcdo. Francisco García Sánchez y su mujer, sien- do testigos Juan de Carminatis y el Dr. Pedro Carminatis"". En 1639 se halla- ba fuera de Canarias, pues su mujer otorga una carta de pago a un mercader e indica que su marido está ausente, en Indias("'.

(27) A.H.P.T., P.N. 1082, doc. cit. (28) A.H.P.T., escr. C. GUILLÉN del CASTILLO, P.N. 1079, fol. 112. (29) A.H.P.T.. escr. A. JOVEL LUSARDO. P N . 1651. sin folrar. a 6 de arosto de 1656 ~, (30) Archivo Parroquia¡ de Ntra. Sra. de la '&ncepci&, La ~ a ~ u n a , libro 1" de matrimonios,

fol. 33 vio. (31) A.H.P.T., escr. C. GUILLEN del CASTILLO, P.N. 1075, fol. 87vto.

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218 CARMEN FRAGA GONZALEZ

No volvería quizás a Tenerife, pues en 1647 figura Catalina Budet como viuda en un protocolo notarial '"1. De él tampoco se conoce trabajo alguno de platería, quizás porque terminara prestando mayor atención a la actividad mercantil"'). Sus hijos continuaron viviendo en La Laguna, aunque alguno marchó a América'"'.

e) El caso de PIERRE PLUAIS es un buen exponente de las condicio- nes sociales de un artífice llegado de otras tierras y que desarrolla su vida entre los habitantes de Tenerife como un vecino más.

Las más antiguas referencias de su estancia en esa isla datan del año 1627, cuando ante un escribano de Garachico el platero de esa villa Manuel Méndez sale por fiador suyo'"", pudiendo suponerse que ello indica que Pluais trabajaba en su taller. Poco después firma una carta de poder a Barto- lomé Ferrera'36'. Al año siguiente, en 1628, da otra carta de poder'"', indicán- dose que era natural de Samalo (Francia), debiendo entenderse que había nacido en Saint-Malo, aunque se anota asimismo que era residente en Gara- chico.

En la villa había sido bien acogido, sin recelos por parte de las autori- dades o vecinos, de modo que se va forjando su propio entorno laboral. Buena prueba de ello es el hecho de que en 1630 se obliga con don Jerónimo de Alzola. síndico del convento de San Francisco, para hacer una cruz de plata con destino al cenobio'"). Desgraciadamente el 5 de mayo de 1706 se produjo una erupción volcánica que asoló el lugar, perdiéndose el convento de la Orden Seráfica, con su patrimonio artístico.

Datos biogáficos más exactos se conocen a través del documento sus- crito en 1631 para establecer la dote a percibir por su esposa ''g'. Era ésta Mariana Francisca, hija legítima de Sebastián Francisco y de Isabel Pérez, quienes entregarían 200 ducados en dinero y ajuar, ropas y preseas; se regis- tra que el consorte era hijo legítimo de Pedro Plus (sic) y de Gervasia, veci- nos de Saint-Malo. -

(32) Ibídem, P.N. 1078 antiguo. fol. 45. 133) A. CIORANESCU. Diccionario Bio~rúfico de Canarios-Americanos. Servicio de Publi-

pueda tratarse de su sobrina, del mismo nombre y apellido. (34) Ibidem, (35) A.H.P.T., escr. S. PEREZ de GUZMAN, P.N. 2106, fol. 203. (36) Ibídem, fol. 221 vto. (37) Ibídem, P.N. 2107, fol. 87. (38) Ibidem, P.N. 2109, fol. 123 vto. (39) A.H.P.T., escr. G. DELGADILLO, P.N. 2284, fol. 565. En el documento el nombre de la

madre aparece escrito GERVECYON, que entendemos ha de referirse al femenino de GERVAIS.

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LA IGLESIA Y LOS ARTISTAS EXTRANIEROS EN EL SIGLO XVll 219

Pero el matrimonio no se instalará en ese lugar de la Isla Baja, pues, al igual que otros artistas de esa centuria, hallará mejores perspectivas sociales estableciéndose en La Orotava, cuyo dasarrollo agrícola era importante, merced al cultivo de la vid particularmente. A partir de 1634 aparece conti- nuamente firmando como testigo protocolos notariales en las escribanía de dicha villa, así lo hace en dicho año"O'; en 1636 en el contrato de aprendizaje del joven Juan Antonio con el maestro de pintor Asensio de Araujo Mederos'"]; durante 1638 a menudo interviene con el mismo cometid~'~~'i ' , así como en 1643'"', 1644'"; 1645'4i', 1646'"', 1649'47', 1651 ("8) 16521"), 1653''0'...

Debía de llevarse bien con otros orfebres, pues uno de los escritos que avala con su firma en 1651 es el que han efectuado ante el escribano el plate- ro Roque González y su mujer Catalina de Esperanza, junto con su hijo Juan Ignacio de Estrada, del mismo oficio, a quien su madre concede un tributo, actuando de testigos Pedro Pluais, Ignacio Ferrer y Lorenzo Jordán, también plateros'").

No sólo figura como testigo en documentos relativos a otras personas, sino que también acude a la escribanía para asuntos propios, como fue el caso de la venta que efectúa"", en unión de su mujer, de unas fanegadas de trigo a D" Catalina de Llarena, viuda de don Baltasar de Molina, en 1644; en esa misma época se le menciona por una deuda's". Dos años antes se había obligado a entregar 1222 reales de plata nuevos En 1647 realiza otra venta'ii' y una década más tarde para un asunto de tipo económico llega a un acuerdo con Pedro de Pinilla, marido de María Ana Pérez de Rivera, la cual era sobrina de la mujer de este platero156'.

Ibidem, escr. J. GONZALEZ de FRANQUIS, P.N. 3001, fol. 301 vto. Aludimos a este documento en nuestro estudio sobre "La formación de C. HERNAN- DEZ de QUINTANA: La pintura del siglo XVII en La Orolava", Serta Gratvlatoria in honorem J. REGULO, vol. IV. Universidad de La Laguna,pág. 150. A.H.P.T., escr. J. GONZALEZ de FRANQUIS, P.N. 3004 Ibídem, escr. D. de PAZ, P.N. 2834, fol. 108 479. Ibídem, escr. A. VIERA, P.N. 3008, fol. 108 vto. Ibídem, P.N. 3009, fols. 55 vto., 299 vto. y 300. Ibídem, P.N. 3010, fol. ilegible. A 17 de mayo y 25 de julio. Ibídem, P.N. 3012, fols. 239,240 y 369. Ibídem, P.N. 3013, fols. 307 y 911. Ibídem. P.N. 3014. fols. 122.273 "10.. 290.660 vto. v 672. 1bídem; P.N. 3015; fols. 58 y 589. Ibídem, P.N. 3013, fol. 232 vto. Ibídem, P.N. 3008, fol. 16 A.H.P.T., escr. D. de PAZ, P.N. 2833, fol. 347 vto. Ibidem, fol. 266. Ibídem, P.N. 2837, fol. ilegible. A 21 de marro de 1647.

A.H.P.T., escr. L. de la CRUZ, P.N. 3126, fol. 19.

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Murió el 11 de enero de 1658 y fue enterrado en la iglesia de la Con- cepción en La Or~tava(~') , villa en la que había transcurrido gran parte de su vida.

PINTORES.- Distintos extranjeros figuran como pintores en Cana- rias, pero con certeza que fuera católico sólo conocemos el caso de Juan SCROT, sobre el que recientemente hemos publicado un trabajo'"). Nacido a principios del siglo XVII, transcurrió su vida en Garachico (Tenerife), donde policromó la imagen del Crucificado que tallara Martín de Andújar para la iglesia de Santa Ana'SV', tarea similar efectuaría en la imagen del Crucificado conocido como el "Señor de la Aguas", tallado por Francisco Alonso de la Raya para el templo de los franciscanos en Icod de los vino^'^'. Se considera que pintó asimismo los óleos sobre tablas para el retablo del Gran Poder de Dios, en el templo parroquia1 de San Marcos en la misma población i~odense'~".

En 1646, cuando tenía cuarenta y cuatro años de edad, hubo de hacer declaración para el Santo Oficio acerca de una conversación entablada en su taller, al haberse tratado de un manuscrito presuntamente escrito por fray Francisco Luis, donde se aludía a las inundaciones acontecidas en 1645 y las pronosticadas para el futuro'"). La condena fue para el religioso, no para el artista. Tuvo varios hijos: su primogénito fue Jorge, pintor como su padre, Juan fue clérigo, al igual que sus sobrinos Manuel y Domingo Escrot (sic) Borges'"), de modo que sus buenas relaciones con la Iglesia no son puestas en duda ni por sus trabajos ni por datos familiares.

ARTIFICES EXTRANJEROS NO CATOLICOS

Cuando los artistas no estaban en el seno de la Iglesia Católica las posi- blidades de establecerse en las islas y mantenerse con su trabajo debían de

(57) J. HERNANDEZ PERERA, o. c. pág. 440. Su apellida aparece transcrito PLUS pág. Zfih

(58) C. FRAGA GONZALEZ, "Los Scrote y sus trabajos artísticos duranre el siglo XVZP'. Rev. Ycoden, " "2 (1992). Icod (Tenerife), pág. 95 y SS.

(59) P. TARQUIS. Antigüedades de Garachico. Aula de Cultura (Cabildo Insular) de Teneri- . . u

Fe 1974, pág. 61. (60) D. MARTINEZ de la PENA y GONZALEZ, "El e.~cr<ltur F. ALONSO de la RAYA", en

Anuario dc Estudios Arldnticor, no 13 (1967). Madrid-Las Palmas.pág. 466. (61) J. GOMEZ L-RAVELO, "iconografía de la Virgen cn la iglesia y museo de San Marcos

de Icod Siglos XVI y XVII.'. En Semono Santa. Icod de los Vinos. Año mariano 1988. Tenerife 1988.

(62) Archivo de El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, Tribunal de la Inquisición, Tomo XX (2). f. 245 (foliación antigua), f. 84 (foliación moderna).

(63) C. FRAGA GONZALEZ, o. c., pág. 100.

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ser más difíciles, eso explicaría los documentos relativos a dos pintores con- servados en los papeles pertenecientes al tribunal de la Inquisición en Cana- rias, hoy guardados en El Museo Canario (Las Palmas). La reducción es el término empleado por el Santo Oficio para identificar el acto de abjurar las enseñanzas protestantes y su pertinente adscripción al catolicismo. El proce- so incluía distintos actos: declaración, instrucción, bautismo o absolución.

La declaración efectuada por los conversos ante el tribunal inquisito- rial aporta datos de tipo personal e d a d , oficio, personalidad de sus p a d r e s que son muy interesantes para sus biografías. Los procesos relativos a dos pintores que damos a conocer están datados en la misma fecha, 19 de abril de 1639, y la misma ciudad, La Laguna.

El primero de ellos alude a PETER CLARK, que castellanizado figura como Pedro Clarque, el cual comparece ante el comisario del Santo Oficio y "se reduce", declarando ser natural de Londres, contar 21 años edad, ser pin- tor y protestante; llevaba dos meses en Tenerife y firma los autos del proce- so. Lo había estado instruyendo el P. Blas Manuel, de la Orden Seráfica, y a ese fraile se encarga que lo siga adoctrinando("1.

El 27 de septiembre de 1639 en La Laguna contrae una deuda de 250 reales nuevos de plata con John Ruiford (Juan Ruifol en el documento), agente y cajero del cirujano inglés Evans Puitt (Eban Puit), debiendo devol- ver dicha cantidad a finales del mes de noviembre. Unos días más tarde, el 30 de septiembre, hace acto de presencia Ruiford ante el mismo escribano, pues se dispone a marchar a Londres y desea consignar los préstamos que ha dado por su trabajo en la tienda del cirujano Evans P ~ i t t ' ~ ~ '

El segundo caso se refiere al pintor ISRAEL CHERSELE, quien desea incorporarse a la Iglesia Católica con el nombre de Diego, para lo cual ha recibido enseñanza de fray Blas Manuel, Definidor y Lector de Teología, de modo que a él se le encomienda(*"'.

La documentación pertinente aporta muchos datos sobre su persona. En La Laguna el día 19 de abril de 1639 ante el Licenciado D. Francisco Gar- cía Sánchez, Comisario del Santo Oficio, se presentó "voluntariamente sin ser llamado", porque deseaba "redusirse a nuestra Santa Igleia Catolica Apostoli- ca y Romana". Se le pregunta su identidad y datos personales, a lo que con- testa llamarse Israel Chersele, tener veintidós años y ser natural de la ciudad

(64) Archivo de El Museo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, Inquisición, CLXXVI-129. (65) C. FRAGA GONZALEZ, "Pintores ingleses del .siglo XVU en Tenerife". En Revista de

Hisroria de Canaria, , Tomo XXXVIII (1984-1986) Universidad de La Laguna, págs. 678-679.

(66) Archiva de El Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria, Inquisición, CLXXIX-38.

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222 CARMEN FRAGA GONLALEL

francesa de Beleno (sic), en Perche, hijo de Juan Chersele y Judit Turpin, quienes ya habían fallecido y quienes le habían educado en "la seta de Calvi- no y en la heregía de los protestantes". Había resuelto hacerse católico y man- tenerse en su doctrina tras llegar a estas islas haría unos seis meses, pero antes había estado en Inglaterra y tratado con frailes capuchinos, de donde arrancaría su deseo de abjurar la herejía.

Vista su resolución, el Sr. Comisario lo admitió en la Iglesia Romana, bajo el nombre de Diego, pues había sido ya instruído por el Rdo. Padre Blas Manuel, Definidor y Lector de Sagrada Teología, fraile de la Orden Seráfi- ca(*'J.

Pero hay otra referencia que se conoce sobre Israel Chersele y data de unos meses antes, por lo que se infiere distinta interpretación de los hechos. El día 23 de diciembre de 1638 en La Laguna el platero francés Claudio Bigot actúa de testigo contra "Pedro", calvinista inglés, e "Israel", francés, porque "les a visto pintar Santos y diversas imagines, así de nuestro Señor Jesus Christo como de otros sanctos, y despues de hechas las pinturas les tachaba este testigo algunas imperfeciones diziendoles no era desente pintar de aquella manera los santos, y los dichos hazían burla de lo que les desía, dizien- do que para Espafioles vastava aquello y que como se vendiessen no se les dava nada, y esto le escandalizaba a este declarante"(68',

Se desprende de este párrafo que la obra a ejecutar por Chersele debía de ser generalmente de iconografía religiosa, lo que no resulta sorprendente, habida cuenta de las características del mercado artístico de esa época en España, prácticamente absorbido por temas sacros. En atención a ese estado de cosas no es tan insólito comprobar la despreocupación de ambos pintores por el resultado de su trabajo, mediatizado ante todo por la futura compra del producto de sus manos.

Mas, ¿quién sería ese Pedro con él denunciado?. La fecha de este pro- ceso inqnisitorial coincide con la estancia, en La Laguna, del antedicho Peter Clark, por lo que, teniendo en cuenta este dato y otros a ellos relativos, pare- ce lógico pensar que hubiera amistad entre ambos e incluso es factible que su llegada al archipiélago no fuera ajena una de la otra. Sospechamos que su conversión al catolicismo derivaría del proceso entablado previamente con- tra su manera de trabajar los temas religiosos, pues así evitarían sospechas. Sin embargo, ello no les valdría de mucho, porque no se conocen contratos que avalen una buena situación profesional.

(67) W. de GARY BIRCH, o. c. pág. 542. (68) W. de GARY BIRCH, o. c., pAg. 542

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LA IGLESIA Y LOS ARTISTAS EXTRANJEROS EN EL SIGLO XYll 223

ARTIFICES EXTRANJEROS DE RELIGION DESCONOCIDA

No siempre se puede conocer cuál era exactamente la doctrina profesa- da por los extranjeros instalados en el archipiélago canario. Tal es el caso de dos pintores cuyos nombres se registran en documentos de la isla de Teneri- fe.

De NATHANIEL STOUGHTON se conserva el protocolo notarial, fechado el 21 de agosto de 1649, por el cual vende un esclavo moro al inglés Thomas Sheldon'"'. Días después se presenta de nuevo ante el escribano y declara ser inglés, "official examinado de pintor" y residente en Tenerife, asi- mismo indica que en 1648 el confitero Sebastián Alvarez de Soto había pues- to a su hijo como aprendiz en su taller por tiempo de tres años, mas, como debía marchar a Londres, se haría cargo de su enseñanza THEODOOR LINTS, maestro de pintor('".

Nataniel Estoton, como castellanizó su apellido, retornaría de Inglate- rra, pues el 23 de octubre de 1651 firma un contrato de alquiler de una casa en La Laguna por tiempo de un año, registrándose su oficio como maestro de pintor'"'.

Cabe preguntarse qué características reunía la pintura hecha por estos artífices extranjeros, pero sólo podemos aproximarnos a su arte mediante referencias documentales. En este sentido nos parecen significativas las visi- tas inquisitoriales efectuadas en julio de 1645 a las casas de los mercaderes ingleses Guillermo Clark y Andrés Cock en La Orotava, hallando "nuebe cuadros en lienso guarnecidos de palo negro de a media bara de alto en que estan pintadas unas damas con los pechos descubiertos y en diferentes trajes", los cuales no estaban colgados, seguramente por temor a controles eclesiásti- cos; pero en una sala ocho cuadros sí pendían de las paredes, dado que repre- sentaban "medios cuerpos de ombres de caras y faisiones mui grandes y dis- formes, que el uno es retrato de Omero, otro de Apeles, y otro de Filon Judío, otro de Aristoteles, otro de Seneca, otro de Plinio, y los otros dos de retrato de el rey de Suecia, y otro que no tiene titulo"""'. Esa iconografía no era habitual en los reinos hispánicos, de modo que les sería difícil tramitar su comerciali- zación, de ahí el escaso arraigo que tendrían los pintores extranjeros no cató- licos en medio de la sociedad canaria.

Carmen Fraga González

-

(69) C. FRAGA GONZALEZ, "Pinrores ingleses . . " , pág. 679. (70) Ibídem, (71) Ibídem, pág. 680. (72) W. de GARY BIRCH, o. c. pág. 563

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UN NUEVO ARTESANO DE LOS RETABLOS BARROCOS EN LA ISLA DE GRAN CANARIA

ANTONIO MARIA GONZALEZ PADRON DIRECTOR DEL MUSEO LEON Y CASTILLO

NOTAS PREVIAS:

E n t r e los años 1500 al 1550 se construyeron en el municipio de Telde -Gran Canaria- la mayor parte de sus edificios religiosos primigenios. A lo largo de esos cincuenta años surgen numerosas ermitas en los más diversos pagos: Santa Maria de La Antigua en el Altozano, San Miguel en la Vega de Arriba o Valsequillo, la Inmaculada Concepción en el Valle de Jinámar, San Roque en el lugar de igual denominación, San Sebastián junto al Barranco Real, frente al poblado troglodita de Tara; y la dedicada a Ntra. Sra. del Buen Suceso y San Gregorio junto al ingenio de molienda de caña, propie- dad de los Palenzuela, en Los Llanos de Jaraquemada. A estas pequeñas edi- ficaciones, hay que sumarles dos complejos arquitectónicos de mayor pres- tancia y monumentalidad, nos referimos a la Iglesia-Hospital de San Pedro Mártir de Verona en las puertas mismas de la Ciudad; y a muy poca distancia y colindante a la plaza mayor, la actual Basílica de San Juan Bautista, parro- quia matríz de la de esta urbe.

El último templo reseñado, será motivo de una descripción y comenta- rios más detallados, pues es el marco arquitectónico en donde se conservan los retablos motivos de la presente investigación.

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226 ANTONIO MARI* GONZALEZ PADRON

Para una ciudad que contaba a mediados del siglo XVI con sólo un millar de habitantes, tuvo que ser muy costosa la erección de un templo de las dimensiones y características del que nos ocupa.

"La Iglesia del Señor San Juan", como se le denomina en los testamen- tos de Cristóbal García del Castillo (1539), María Fernández Calva, Viuda de Bartolomé Martín de Sorita (1538), y otros, es un edificio de clara filiación mudejar, en donde se hacen notar las trazas góticas, tanto en los primeros elementos sustentantes -arcos ojivales dispuestos en las capillas de la cabe- cera-, como en algunos vanos -ventanales de las capillas de San Bartolomé y San José-; así como en las tres portadas que abren el inmueble hacia el exterior, que denominamos tradicionalmente: del Viento o de los Alamos, de San Juan o principal, y de la Huerta, del Campo o del Patio de los Naranjos.

Si bien hemos afirmado con anterioridad que las obras constructivas del templo son anteriores a 1550, debemos hacer una serie de matizaciones, para no inducir a error:

a) Conocemos a ciencia cierta que la iglesia estaba en obras, aunque en avanzado estado, en torno a 1539, ya que en el testamento de Cristóbal García del Castillo fechado el 14 de Enero del mismo año, se señala que de no estar concluida la capilla mayor, obra ésta sufragada por el testante, se le dieran sepultura a sus restos mortales en la capilla llamada de Francisco Carrión, actualmente de San José, pues Don Cristóbal la había rematado tiempo atrás."'.

b) Son numerosos los documentos de la primera mitad del siglo XVI que hablan de materiales constructivos para las obras de este templo teldense.").

c) Que aún en 1633, la por entonces pujante Cofradía del Rosario acuerda "abrir un arco de medio punto en el muro de la nave de la parte de la epístola, cerca del arco transversal que da entrada a la Capilla de la Concepción (hoy de San José), y edijicar allí una capilla". Era mayordomo de dicha cofradía Juan Tello de Case- res. (').

d) También en 1696, y concretamente el 22 de Febrero, sigue la fie- bre constructiva en la Matriz Teldense, cuando el ex-beneficiado

(1) P. HERNANDEZ BENITEZ, Telde, sus valores arqueológicos, arristicos, históricos y religiosos. Archiva Parroquia1 de San Juan Bautista, Libro 1 de Protocolos.Telde 1959, págs. 85 y 86

(2) M. LOBO CABRERA, Aspectos Artísticos de Gran Canaria en el siglo XVI. Excma. Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas. Plan cultural (Documentos para su historia) Las Palmas 19812.

(3) Hernández Benítez, Pedro: a.c., págs. 95 y 96.

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Don Francisco Yánez Ortega, pide licencia al Sr. Obispo Don Bernardo Vicuña y Zuazo para realizar a su costa una capilla, que hiciera juego con la anteriormente mentada del Rosario, para honrar al fundador de la Compañía de Jesús. Tres años más tarde ya esta concl~ida'~'.

e) Así mismo, existe constancia documental sobre ciertas obras rea- lizadas, a mitad del siglo XVIII, en la Capilla Mayor. Como resultado de las mismas se elevo mediante podium de cantería el nivel de dicha capilla, acción ésta que supuso el aumento de paramentos, en todo el perímetro del lugar, en unos 4 metros aproximadamente"'.

f) En pleno siglo XIX, y tras el derrumbamiento de los techos de las naves central y colateral derecha e izquierda, acontecido en los primeros días del mes de Diciembre de 1834, el Sr. Obispo Don Judas José Romo, a través del presbítero Don José Antonio Amador, comienza las obras de restauración. La dirección de las obras corrieron a cargo del maestro Antonio Hernández, ejecu- tando las mismas el también maestro albañil Juan Mena. Comen- zaron el 1 de Septiembre de 1835 y concluyeron el 9 de Abril de 1843 ('1.

g) Otros cambios sufridos por el templo en su interior datan de 1867, ya que fue por entonces cuando se dividió en dos el temple- te neoclásico, que se erigía en la parte central del presbiterio, siendo colocadas ambas secciones como retablos adosados en la capilla de San Bartolomé, hoy del Sagrado Corazón de Jesús, y la de San José, antes llamada de la Inmaculada Concepción"'.

Los datos aportados hasta el momento no tienen otro interés que demostrar la prolongación en el tiempo de las obras que conformaron el estado actual del templo basilical. Resaltando por último los siglos XVII y XVIII como los momentos de mayor actividad constructiva.

Sirvan estas notas como aclaraciones y enmarque al motivo central de nuestra investigación, que no es otro que el Retablo Mayor de la Iglesia Matriz de Telde.

(4) P. HERNANDEZ BENITEZ, oc., págs. 75 y 76. J. ESCRIBANO GARRIDO, Los Jesuitas y Canarias (1566-1767) Granada 1987

(5) P. HERNANDEZ BENITEZ, o.c., págs. 79.80 y 87. Archiva Diocesano. Las Palmas de Gran Canaria. oáo. 80 v 87 . -

( 6 ) Ibidem, págs. 732 y 74 (7) Ibidem, pág. 99

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ANTONIO M A N A GONZALEZ PADRON

ANTECEDENTES

Hasta 1937, nada o muy poco se sabía entorno al patrimonio histórico-artístico de la Ciudad de Telde. La transmisión oral de padres a hijos no siempre hace justicia a la verdadera historia. Y así llegaron los teldenses a esa fecha sin conocimiento exacto, de cuanto había acontecido en su pasado. Abreu Galindo, Marín y Cubas, Viera y Clavijo, Znaznavar y Francia, entre otros, habían aportado algunos datos, pero estos eran desconocidos en su mayoría por el común.

En 1934, llega a Telde y concretamente a la parroquia de San Juan Bautista, un teldense de adopción, nos referimos al Dr. Don Pedro Hernández Benítez (Cuba 1883-Telde 1968), venía a sustituir como regidor de la parroquia a Don Joaquín Romero. El Dr. Hernán- dez Benítez, comienza su labor apostólica a la limón con su trabajo investigador, resultando del mismo su obra "Telde , sus valores: arqueológicos, históricos, artisticos y religiosos", publicada en 1958- 59. E n esta miscelánea dedica un capítulo muy exhaustivo al retablo mayor de la Iglesia de San Juan Bautista, dividiendo al mismo en dos apartados: Uno dedicado por entero al Retablo Gótico-Flamenco de Cristóbal García del Castillo, pieza de indudable valor artístico, emhuído en la parte central de otro retablo de mayor tamaño y de clara filiación barroca. Y el segundo formado por la descripción y paternidad de esta última pieza de carpintería. Concretamente en la página 87 escribe:

"Entre los años 1752 y 1756, fue hecho y colocado el actual retablo barroco con marcada influencia churrigue- resca por un carpintero, que era un auténtico artista, Anto- nio Almeida, del que consta que h i zo también el actual sagrario y frontal del altar mayor. Fue dorado, poco des- pués, por el pintor Jerónimo de Acosta, con oro adquirido con los dineros enviados desde Indias de su Majestad por un noble hijo de esta ciudad, nacido en Tara, y residente en Nueva Vera Cruz , Capitán, l lamado Don Diego López Montañez, el m i smo que habia costeado y fundado una escuela de primeras letras y gramática en ésta".

Para seguir en las páginas 150 y 151:

"Párroco Don Angel Manuel Zambrana y Torres (1748-89). Nombrado Beneficiado por Carlos 111, previos los ejercicios de oposición, en 1748, rigió esta parroquia por espacio de cuarenta años, siendo por consiguiente el sacerdote que más tiempo estuvo

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al frente de nuestra parroquia. Vivia en la calle de la Cruz; en su época se talló el frontal del altar mayor por Antonio Almeida y se trajo la actualpila bautismal de marmol que sustituyó a la antigua 'pila verde". Falleció en ésta el 28 de Diciembre de 1789. Suparti- da de defunción es muy curiosa porque contiene datos muy minu- ciosos sobre su edad, años de servicio y campanadas que han de tocarse al fallecer un Beneficiado".

Queda claro por tanto que el Dr. Hernández Benítez, no tenía dudas sobre quién había sido el autor del Retablo Mayor y así señala claramente que lo fue el maestro Antonio Almeida.

Ante tal afirmación, queremos hacer varias puntualizaciones:

1) Nos parece extraño, que el investigador no haga constar el docu- mento de donde extrae la noticia, ya que es usual en él, estable- cer en el mismo texto las fuentes.

2) No deja de sorprendernos, que en la segunda cita se señale a Antonio de Almeida, "solo" como autor de "el frontal del altar mayor", cuando se dice claramente que los años en que ejerció Don Angel Manuel Zambrana y Torres, fueron entre 1748 al 1789, y por lo tanto "todo" el retablo fue labrado y ensamblado en su época.

Expuestas nuestras primeras dudas, sobre la cuestión que nos ocupa. indagamos en la obra "El Retablo Barroco en Canarias" del Dr. Don Alfonso Trujillo Rodríguez publicada en 1977. Intentábamos buscar nuevos datos o al menos saber si este investigador había conocido la documentación base y donde se encontraba la misma. Después de repasar su texto y comprobar sus fuentes, éstas no eran otras que el propio Hernández Benítez, por lo cual los errores u omisiones que presumiblemente cometió el estudioso local, volvían a manifestarse en la obra del Dr. Trujillo. Leamos no obstante lo que dice éste último sobre el tema en el tomo 1 páginas 151.152 y 154(".

EL MAESTRO ANTONIO ALMEZDA.

Es este el momento -mediada la centuria- en que van a apa- recer en Gran Canaria los dos retablos más bellos de estípites que podamos hallar en aquella isla. Son el mayor de San Juan de Telde, y el de Santo Domingo en Las Palmas, ambos con tanta coincidencia de traza y lectura que, si no fueron tallados por el

(8) A TRUJILLO RODRIGUEZ, El Retablo Barroco en Canarias. Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria, 1977. págs. 151,152 y 154.

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ANTONIO MARIA GONLALEZ PADRON

mismo maestro, se calcaron sobre un mismo modelo. A uno y al otro hay que relacionarlos con el Maestro ANTONIO ALMEI- DA, el primero por documentación, el segundo por analogía.

El tipo de estipite presente en ellos (Fig. 431 ) es de doble tronco de pirámide invertida a los extremos, y de sentido afrontado, uno de apoyo en basa, y otro de sostén de capital, respectivamente, relacionados a través de un largo cuerpo central muy abalaustrado en el que se intercalan secciones acarteladas y trozos de quebrado arquitrabe.

a) El RETABLO MAYOR DE SANJUAN DE TELDE (Fig. 428) está todo él concebido en función del maravilloso retablo de escultura gótico-flamenco, y el Cristo del ático.

El retablo flamenco (Fig. 429) debió de llegar a Telde hacia 1515, como resultado del comercio de vinos y azúcar que ya se intensificaba por esa época (55). el nombre del donante se halla inscrito a gubia en el respaldo: "para el Señor xpo garcía". Trátase del Conquistador Cristóbal García del Castillo, en cuyo testamen- to, fechado el 14 de Enero de 1539, hay una cláusula en la que declara lo hizo traer de Flandes para ser colocado en la Iglesia de San Juan (56).

El primer inventario que lo constata es de 1552, y por el de 1628 deducimos que estuvo provisto de puertas pintadas (58), como asimismo se demuestra por las bisagras que en él se observa.

De él afirma el Marqués de Lozoya que "es una de las más bellas entre las obras de esta clase que se conservan en España" (59).

Realmente es un políptico, integrado por seis compartimentos, en los que, bajo doseletes y tracería gótica, se representan la Visita- ción, los Desposorios, la Anunciación, el Nacimiento, la Circunci- sión y la adoración de los Reyes (Fig. 430).

Las innumerables figurillas se sitúan en planos simétricos y escalonados en profundidad, con un verdadero sentido pictórico de la perspectiva. L o ovalado de los rostros, las amplias frentes, el anguloso plegado, lo emparentan con las constantes de los primiti- vos flamencos.

Parece obra de la Escuela de Bruselas i n c l u s o hay una dimi- nuta Sant Gúdula adosada a uno de los pilares-, guardando gran semejanza con otros que se conservan en localidades belgas (60).

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Trabajado en madera, tiene unas dimensiones de 2,90 de alto por 2,40 ancho, correspondiendo a las figuras una media de unos 45 cms. Fue dorado de nuevo a comienzos de la segunda mitad del XVIIL pero aún pueden observarse restos de la policromía origi- nal.

De 1668 es la referencia de "dos cuadritos de los cuatro evange- listas" que se colocaron para cubrir los espacios vacios que queda- ba en su base, a uno y otro lado del sagrario (61).

En la visita del Obispo Don Bernardo de Vicuña y Suazo, de 1697, se ordenaba levantar el retablo para dejar mas espacio al sagrario, y realizar a los lados del mismo dos nichos para las ima- genes del Niño Jesús y San Juan Bautista (62), labor que realizaría el escultor-retablista Diego Martínez de Campos, hijo de Lorenzo, según consta del descargo reflejado en 1701, que contabiliza la carta de pago correspondiente (63). Dicha constancia -de los "mil y cuatrocientos reales que hizo de costo el Sagrario y nichos que se pusieron en el altar mayor'- nos habla de que sin duda alguna se trataba de un retablo organizado en un cuerpo a manera de tres calles, y su remate. Sin embargo no parece aceptable que el resto de la obra de este maestro deba considerarse el actual sagra- rio (64), puesto que el tipo de pequeFios estípites que determinan su alzado es el mismo que el de los del retablo, y obra claramente posterior, al igual que los motivos que lo decoran.

Efectivamente, el actual retablo barroco que enmarca y envuel- ve el bellisimo políptico, fue concluido en los años de 1752 al 1756, por el Maestro de carpintero ANTONIO ALMEIDA, del que asimismo se sabe que realizó el actual sagrario y frontal del altar (65).

A este maestro ya le hemos encontrado al estudiar el Sagrario de Agüimes, en cuya restauración intervendria algunos años más tarde (66).

A poco de su colocación, quizá en el mismo 1756 fue dorado por el pintor Jerónimo de Acosta, siendo costeado su importe por el Capitán Don Diego López Montañés, teldense que residia en Vera Cruz (67).

De un cuerpo a tres calles, forma un conjunto que no desento- na del retablo flamenco que ocupa lo que seria hornacina central. El mismo cornisamiento sinuoso de éste va acorde con las ondula-

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ANTONIO MAMA GONULEZPADRON

ciones de la decoración general. Incluso los estipites (Fig. 431), del tipo descrito en la introducción de este apartado, apoyados en pedestales de curvilíneo perfil, son de una esbeltez que no deja de acompañar al goticismo de los doseletes.

Las hornacinas laterales parten de un pedestal aperillonado, y el panel superior al arco, como extendidas enjutas, se decora con bella concha. En dichas hernacinas se encuentran, a la izquierda, San Pedro Mártir, obra de Luján Pérez, según inscripción que lleva en la peana: "La hizo en la Ciudad de Canaria Don José Luján Pérez y la pintó Don Manuel Antonio de la Cruz, año 1795". En la de la derecha, un San Juan Bautista, de aire asimismo lujanesco, iniciado, en efecto, por luján, pero que es obra de Esté- vez (67. a).

El ático (Fig. 432) lleva una amplia caja cerrada con arco trilo- bulado, de cuyos laterales cuelgan cortinas que no llegan a cons- huir pabellón. En él se encuentra un Santo Cristo, con resabios de goticismo, y cuyo mayor interés radica en la técnica con la que está realizado: es la llamada técnica de los "tarascos", indios de Micho- acán, en México, consistente en formar una pasta con la médula de la caña del maiz, que, aglutinada con cierta goma vegetal, queda preparada como materia idónea para el modelado, coloreándose luego con otras sustancias vegetales reflectantes. Mide 1,81 ms. y pesa casi 7 kgrs. Su estilo es manifiestamente popular aborigen, y debió de haber llegado a Telde entre 1552 y el 1555, en virtud de las ya iniciadas relaciones comerciales de Canarias con Indias (68).

La decoración es de continua curva y contracurva, destacando los motivos angelicales cabe el ático y las dos figuras infantiles sedentes en la cornisa.

Es curioso observar cómo un tipo similar de estípite y una talla de idéntica factura se refleja en el peque130 retablo del Calvario en la iglesia parroquia1 de Agüimes (Fig. 433). Constando, seglin vimos anteriormente, que el propio Maestro Almeida trabajó < , I I

esta iglesia - r e p e t i m o s en la restauración del Sagrario de Lorenzo Campos, por los años 1764 al 1775, cabe pensar que tam- bién este retablo sea obra de sus manos.

De la misma escuela habría que considerar, asimismo, el reta- blo mayor de la Ermita de San Antonio, en la capital grancanaria, cuyos estipites y decoración son de la más delicada talla.

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Trujillo Rodríguez, en el Tmo. 11 página 9 señala con respecto a los "Maestros Escultores-Retablistas y Ensambladores":

"Almeida, Antonio (. . . 1752-1780). Maestro carpintero que trabaja en Gran Canaria en la segunda

mitad del siglo XVIII. Entre los años 1752-56 hizo San Juan de Telde, el actual reta-

blo mayor, barroco de estipites ( I ) , y algunos años más tarde, 1770-80, el sagrario y el frontal del mismo altar (2). En la misma iglesia realizó, con Juan de Ortega, el retablo del Rosario (3)".

Tanto la llamada 1 como la 2 nos llevan a Hernández Benítez, y la 3 lo hace a Don Joaquín Artiles, quien, a su vez, toma los datos del propio sacer- dote antes mentado.

Las dudas sobre la fiabilidad de paternidad de la obra y el momento de su ejecución, vuelve a nosotros cuando en el Tomo 1, página 152 de la obra de Trujillo leemos:

" A poco de su colocación, quizá en el mismo 1756, fue dorado por el pintor Jerónimo de Acosta, siendo costeado su importe por el Capitán Don Diego López Montañez, teldense que residia en Vera Cruz (67)".

Otra vez la llamada nos conduce a la obra del Dr. Hernández Benítez. Ese "quizá", tan dudoso no hace sino agrandar las sospechas que teníamos con anterioridad del Retablo.

Comenzamos por tanto a exponer la tesis, sin mayor demora.

Según toda la documentación existente en el Archivo Parroquia1 de San Juan Bautista, la Capilla Mayor se decoró en su cabecera con el Retablo Gótico-Flamenco, que para ella mandó traer de Flandes Cristóbal García del Castillo antes de 1539. Así mismo, y después de 1555, fecha en que se suele situar la llegada del Santísimo Cristo de Telde, desde Michoacán (México), se dispone un docel o similar sobre el mentado retablo, para cobijarlo. No hay indicios que nos hagan pensar en otro tipo de arreglo para solucionar la falta de un Retablo Mayor. Entre 1697 y 1701, Diego Martín de Campos (... 1697-1718 ...) hijo del Maestro Mayor de Arquitectura y Escultura Lorenzo de Campos. "realizó el sagrario y dos nichos colaterales en el altar mayor de Telde", esta afirmación contenida en Hernández Benítez, Trujillo Rodríguez, y confirmada por otros autores, además de por documentos obrantes en el Archivo de San Juan de Telde, nos da pie a afirmar la existencia de una pieza de carpintería de notables proporciones, en cuya calle central se colocó el Retablo Flamenco y sobre éste el Cristo, y en las calles laterales dos nichos

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234 ANTONIO MARLA G O N U L E L PADRON

que contenían un San Juan Evangelista y un Niño Jesús, cumpliéndose así el mandato del Sr. Obispo Don Bernardo Vicuña y Suazo, de 1697'".

La existencia de una sagrario de trazas barrocas a base de planta trape- zoidal, decoradas columnillas salomónicas y caritas de angelillos, coinciden- tes con el estilo de Diego Martín de Campos, bien pudiera ponernos en la pista de lo que fue su trabajo en Telde, pero no nos soluciona el interrogante de quién fue el autor del actual retablo, si desechamos a Antonio de Almei- da.

A veces, investigaciones supuestamete paralelas, que en principio no tienen obligatoriamente por qué entrecruzarse, nos llevan a completar otras que previamente se habían abandonado por imposible. Esto nos sucedió con la biografía de un personaje ya nombrado repetidas veces a lo largo de este trabajo, nos referimos a Diego López Montañés, quién aparece como donan- te del capital que sirvió para dorar el retablo en cuestión. De este caballero teldense nos dice Hernández Benítez lo siguiente:

No puede faltar en el catálogo de nuestros hombres ilustres Don Diego López Montañez; de padres modestos que se llamaron Juan López Montañez y Ana Rodriguez, nació en ésta, en el pago de Tara, el 5 de Junio de 1669. Muy joven aún emigró a Indias de su Majestad donde, enrolado en nuestros tercios, llegó al grado de Capitán, adquiriendo una fortuna fabulosa y, recordando allá a su patria chica, envia el año de 1733, quinientos pesos duros para fundar en Telde una escuela para niños "en la que se ha de admitir - d i c e a toda criatura viviente y no se ha de cobrar cosa alguna ni a rico ni a pobre, y ha de haber clase de estufio con toda perfec- ción de la gramática, después de saber leer, escribir y contar". En 1735, otorga testamento ante el escribano Bernabé Medina, en Nueva Vera Cruz de Indias de su Majestad, donde siempre residió desde su salida de ésta, y no teniendo herederos forzosos, deja una parte de sus bienes para la adquisición de oro para dorar el reta- blo del altar mayor de esta parroquial, y añade que, de sobrar, se adquiriesen unas colgaduras para la capilla principal, legado este al que se dió ~umplimiento"~'~' .

Debemos completar dicho texto, afirmando:

a) Efectivamente testó, pero lo hizo en 1736, y concretamente el 3 de Septiembre, ante el escribano público de Vera Cruz Bernabé de Medina.

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U N NUEVO ARTESANO DE LOS RETABLOS BARROCOS EN LA ISLA DE GRAN CANARIA 235

b) Sí tenía heredero, aunque no forzoso, por ser éste sacerdote jesuíta. Se trataba del Padre Juan Francisco López, al que califica claramente en su testamento "mi hijo"'").

No es extraño que Don Pedro desconociese esos pormenores. El se documentó en el Archivo Parroquia1 de San Juan Bautista de Telde, y desco- nocía los documentos a los que nosotros hemos tenido acceso, y que actual- mente se custodian en el Archivo Dioce~ano('~).

De estos legajos hemos extraído los datos suficientes para cimentar nuestra aportación a estas V Jornadas de Historia de la Iglesia en Canarias, que si bién están dedicadas al siglo XVII, nosotros hemos transgredido en el tiempo señalado, por lo que de importancia, juzgamos, tiene el desvelar este enigma histórico:

¿Quién fue o mejor dicho, quienes fueron los hacedores del Retablo Mayor de Telde?.

Comenzemos por tanto a analizar detenidamente la cuestión:

El primer documento encontrado en el Archivo Diocesano de Las Pal- mas de Gran Canaria, nos habla de forma inequívoca de:

"Quenta del dinero, qe ha Recivido Don Angel Zambrana Beneficiado de la Parrochial del Lugar de Telde, de mano del P.e Rector de la Camp" Jessus de la Ciu." de Canaria segun clausula de Testam." de D" Lopez Montañez vezino de la nueva vera Cruz, q.' otorgo p' ante Bernabé de Medina Escribo Publico en tres de Sep." del año pasado de mil setecientos treinta y seis y son las partidas siguientes".

(Aqui se relacionan hasta seis partidas. La primera sin fecha; la segunda de Noviembre de 1750; la tercera de principios de 1753; la cuarta de Marzo de 1754; la quinta de Junio de 1755; y la sexta de Marzo de 1760. Sumando todas estas partidas 10.600 reales de vellon, y 3 cuartos).

Con esos dineros el Sr. Cura de San Juan Bautista, tenía que crear la ya reseñada escuela, en donde debería formarse "a toda criatura viviente", según manda testamentaria, y acometer obras de embellecimiento en la Capilla Mayor.

La lectura de los restantes documentos muestran claramente la preocu- pación del Obispado de Canarias por controlar los fondos, así como de tener

(11) Archivo Diocesano de Las Palmas de Gran Canaria; Documentación sin signar (12) Ibídem.

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236 ANTONIO MARLA CONLALEZPADRON

cumplida memoria sobre los gastos efectuados y el motivo de los mismos. Por todo ello se insiste ante el Beneficiado de Telde sobre la necesidad y conve- niencia de realizar sendos pliegos de cargos y descargos a fín de dar por zan- jadas cualquier mal entendido.

El Sr. Zambrana y Torres, llevado por su celo apostólico, además de un plurito de bienhacer, explica a la autoridad eclesiástica competente que no sólo ha recibido los reales de vellón especificados como enviados desde Vera Cruz, sino que además sumó otros procedentes de donaciones varias, entre ellas la que mandaba un tal Felipe Santiago, y que alcanzaban el montante de 1931 reales de vellón, señalando que la suma de ambas partidas hacen un total de 12.531 reales de vellón y 3 cuartos.

Pero además resaña "Item Cincuenta y tres fanegas y dos selemines de trigo con que contribuyeron algunos debotos".

Aclarado hasta el extremo, con qué dinero contaba el Sr. Cura de San Juan, para los gastos a efectuar, pasa sin preámbulos a consignar en que los invirtió:

"Primeramente se descarga con" siete mil quinientos reales exi- gidos (1) a/ de Nicolás Jazinto Maestro de la obra del Retablo por sumar su factura 73500 r. v.

Item se descargó con novecientos y cincuenta reales pagados a Marcelo Ferrer por la hechura de ocho angeles, tres serafines y una paloma, que adornan dicho retablo.

Item se descargó con tres mil seiscientos ochenta y cinco reales y tres cuartos que importan las maderas para dicho retablos y angeles que van referidos. Item se descargó con trescientos diez y nueve reales y medio que importa la clavason, pero y alcafalta.

Item se descarga con ciento ochenta y tres y medio reales costo del engrudo que se compró con el más que se hizo para dicho efecto del retablo.

ltem se descarga con veinte y cinco reales que importaron las sogas que se gastaron en los andamios y subir las piezas del Reta- blo; con más de diez reales, costo un cable que se compro para dicho efecto.

Item se descarga con cincuenta reales que lo importaron cuatro cayses (?) (el cahiz es una medida para ácido) de cal cernida, para lo que necesitó en el altar y paredes del foso de argamasa que se hizo para la elevación del hisillo del sagrario y sentar los canes en la pared y mampuestos de lu elevación.

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UN NUEVO ARTESANO DE LOS RETABLOS BAKROCOS EN LA ISLA DE ORAN CANARIA 237

Item se descarga cuarenta y cinco reales costo de la piedra que para dicha obra se introdujo.

Ztem se descarga con cuarenta reales costo de dos oficiales de albañil que se ejercitaron cuatro días en la hechura del altar y el mampuesto de elevación y canes.

Item se descarga con quinientos setenta y cinco reales costo de peones que diariamente se ejercitaban en la conducción de made- ras, abrir el foso de la elevación y de los canes con otros más ejer- cicios indispensables y necesariospara continuar la obra.

Ztem se descarga con seiscientos cincuenta reales que importa la aserrería de la madera para dicho retablo.

Item se descarga con cincuenta y cinco reales costo de la com- posición de los púipitos y águilas en que se cortan las epistolas y evangelio, dado al maestro Juan Bargas.

A tenor de los documentos antes transcritos, llegamos a las siguientes conclusiones:

a) Que el legado testamentario de López Montaííez, fue vital para el encargo de la obra del Retablo Mayor de San Juan Bautista, ya que supusieron 10.600 reales de vellón y tres cuartos de los 14.088 Reales de Bellón en que se valoró a término del mismo.

b) Señalar que la diferencia existente, fue cubierta con donaciones varias.

c) El autor del actual Retablo Mayor de San Juan Bautista de Telde, no es otro que Nicolás Jazinto.

d) Que los ángeles, serafines y la paloma representativa del Espíritu Santo, tienen como autor a Marcelo Ferrer y los púlpitos a Juan Bargas.

e) Reseñar, que tanto el maestro Nicolás Jazinto, como Marcelo Ferrer y Juan Bargas, jamás han sido incluídos en relación alguna de retablistas, carpinteros, ensambladores o tablistas-escultores.

f) Que un estudio comparativo entre los elementos decorativos existentes en los Retablos Mayor y de Ntra. Señora del Rosario, marcan también de forma irrefutable las distintas concepciones que sobre el arte barroco tenían Nicolás Jacinto y Antonio de Almeida. Este último mucho más rococó que el primero.

g) Deberíamos revisar, a partir de ahora, la afirmación que califica- ba a Antonio de Almeida como introductor del Retablo de estí- pites en las Islas, ya que la obra antes aludida de la Capilla del

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ANTONIO MARI* GONZALES PADRON

Rosario, donde consta que es coautor con Juan Ortega, es muy posterior, a la realizada por Nicolás Jazinto.

h) Deducir de todo ello, que el Dr. Don Pedro Hernández Benítez, aplicó la paternidad del ya tantas veces mentado Retablo Mayor a Antonio de Alrneida, basándose en que lo era del sagrario y de frontal.

i) En esta última pieza, sí se aprecia el rococó difundido por Almei- da en sus otras composiciones artísticas.

j) Pudiendo afirmar que la fecha probable de ejecución de dicha obra estaría comprendida entre 1750 a 1766, aunque parece Iógi- co, que éstas no se llevaran a cabo hasta recibir el total del lega- do de López Montañez en 1760, quedando por tanto en entredi- cho que Jerónimo de Acosta lo dorara en 1756, y si en fechas po~teriores('~'.

Antonio María González Padrón

- (13) Agradecimiento: Debemos hacer mención especial de Don José Lavandera Lópei,

Director del Archivo Diocesano de Las Palmas de Gran Canaria y de la Sra. Doña María José Otero Lojo, por las facilidades y ayudas prestadas a lo largo de la presente invesii- gación, ya que, sin su apoyo hubiese sido del todo imposible llevar la misma a buen iér- mino.

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ALMOCAREN 13 (94) Pag? 239-249 OCENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS

EN TORNO A DOS IMAGENES DEL SEISCIENTOS: SAN FELIPE NERl Y SAN BENITO DE PALERMO

MARIA DE LOS REYES HERNANDEZ SOCORRO PROFESORA TITULAR DE HISTORIA DEL ARTE

UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

k n el presente trabajo intentamos acercarnos a la sociedad canaria del Seiscientos a través de la contemplación y el análisis de dos imágenes que encierran una serie de relaciones susceptibles de ser estructuradas e integra- das en una visión global de la referida época en la que la Historia del arte juega un importante papel. Dichas imágenes se deben al patronato de la familia Sosa Navarro, integrada por los capitanes Felipe y Juan, así como sus hermanas Antonia, Ana y Catalina. Eran hijos del capitán Antón de Sosa, familiar del Santo Oficio y Regidor Perpetuo de estas Islas. De los menciona- dos hermanos nos interesa Felipe (1617-1685) "', quien en unión de sus tres hermanas fundó un Patronato de legos a título de vínculo, sobre parte de sus bienes en una hacienda que poseían en la costa de Lairaga (Guía), a perpe- tuidad, ya que no tenían herederos forzosos pues ninguno se había casado.

-

(1) Sobre la genealogfía dcl capitán A. de Sosa c.f., Archivo Histórico Provincial de Las Pal- mas (AHP LP), Audiencia (A) exp. 11.641. En cuanto al nacimiento y defunción de F. de Sosa, fe. Archivo Histórico Diocesano de Las Palmas (AHD LP), Libro 7 de Bautismo, f. 150 Se bautizó ~ 1 2 de mayo de 1617, siendo apadrinado par el racionero de la Catedral, D. L u i s Serera. Falleció sin testar el día 1 ó 2 de abril (está roto el documento) de 1685, enterrindase en el convento de San Francisco. AHD LP 1.1" de defunciones. f. 189 v.

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240 MARIA DE LOS REYES HERNANDEZ SOCORRO

En el texto fundacional reseñaban que habían "fabricado nuevamente de nuestro propio caudal una Hérmita a la advocación del Glorioso Sn. Felipe Neri y ponemos en ella el sto. de la misma advocación hecho de vulto y obra de escultura y tenemos de por de dicha ermita del hornamento necesario pa la

celebración del culto divino, y pr ' esta escrita. La hemos de otorgar

pa.qe. para siempre jamás esté -. adornada y servida con la decencia qe. se requiere p cuyos derechos nos pertenece el dere- cho de Patronazgo de dicha Ermita conforme a derecho y a mayor abundamiento lo tene- mos por concesión y asiento qe nos ha dado el Dr. dn. Andrés Suárez Calderín Provr. y Vco. Gral. de este obispado ..." ". El patronato se va a poner, por tanto, en relación con el nom- bre del fundador, el ya reseña- do capitán Felipe de Sosa, teniendo lugar la fundación el 4 de mayo de 1677, protocolizán- dose ante el escribano Tomás de Melo ('1. Según la fundación, en la Ermita debían de decirse misas los domingos, días de pre-

'I<,..c" YLLY"L L.,.,, . LI'pL ( " U L U , cepto y en la onomástica del patrono San Felipe, celebrándose la correspondiente a este día con diácono y subdiácono, además de ser cantada, teniendo lugar por otra parte, una proce- sión con la imagen del santo. Como limosna para sufragar las referidas misas, así como para todo aquello que concerniera al mantenimiento y ornamento de la ermita, dejaban la ya citada hacienda en la costa de Guía, ubicada junto al pequeño templo, amén de sus casas, bodegas, cocina, pajar, gananía, un pedazo de viña con su lagar, tierra labradía y agua de riego que se encon- traba en la hacienda procedente del Barranco de Moya".

Al fallecimiento de los fundadores, dejaban como patronos de aquélla, en primer lugar, a D. Agustín de Sosa Navarro y descendientes, su sobrino

(2) AHP LP, Esmibada de T. de Melo, leg. 1364, (año 1677) f. 98v. ( 3 ) Idem, E. 98-1Wv. Existe copia en el AHD LP, Parroquias y Ermitas. Leg. 1. (4) Ibídem.

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carnal al ser hijo del capitán D. Juan de Sosa que en aquellos momentos "está estudiando con ánimo de ser sacerdote" aunque luego se casaría con Juana Riverol"'.

Felipe de Sosa moriría sin testarlb', y sus tres hermanas, Antonia, Ana y Catalina, años después de la fundación que nos ocupa, decidieron otorgar un testamento conjunto el 12 de mayo de 1685, nuevamente ante el notario familiar Tomás de Melo(". Por el mismo sabemos que a su muerte dejaban 4 ducados para pagar al diácono y subdiácano, que asistirían a la misa cantada, así como al sacristán y otros posibles gastos que tuviese el Patrono de la refe- rida ermita en la festividad de San Felipe (26 de mayo). Sabemos además, que las misas serían dichas por frailes del convento de San Francisco, pudien- do quedarse aquellos a comer ese día, en virtud del largo camino recorrido18',

Tanto en el acta de la constitución del Patronato como en la última voluntad de las hermanas Sosa Navarro del año 1685, no encontramos nin- gún dato referido a la fabricación de la ermita de San Felipe y su ornamenta- ción, o a la ejecución de la escultura del Santo. Si, por el contrario, se asevera en el testamento de Ana, Catalina y Antonia, su carácter piadoso, al recoger- se en el mismo la fundación a cargo de las tres hermanas de dos capellanías colativas de misas rezadas. Una de ellas, en la desaparecida ermita de San Sebastián en el barrio de Triana, mientras que la otra tendría su asiento en la capilla del Carmen de la Catedral de Santa Ana, dejando para el manteni- miento de ambas unas casas que poseían en Triana y algunos tributos'".

Un par de años más tarde, el 1 de febrero de 1687, fallecida ya Antonia de Sosa, sus dos hermanas deciden otorgar un codicilo cerrado hasta su muerte ante el escribano Tomás de Melo, al tener que disponer nuevas coas y modificar otras con respecto a lo testado con anterioridad('"'. En esta última voluntad, vuelve a recogerse la fundación del patronato de la ermita de San Felipe Neri indicándosenos algunos de los elementos que ambas mandaron colocar en la reducida iglesia para su ornato. Citemos al respecto, una gran alfombra, que les pertenecía y que la cedían a la ermita para extenderla en "la peana y gradilla del altar en las festividades" del santo y dos grandes "candeleros" de plata en donde debería de gabarse a buril el nombre de San Felipe1LL'. Estos objetos, así como el cáliz con que se oficiaba la misa, cuadros

(5) Ibidem. (6) Ibidem, supra 1. (7) AHP LP, Escribanía de T. de Melo, lcg. 1367. Copia en el AHD, LP, del siglo XVIII de

J. Cabrera Betancurt (Capellanias, leg. 13.6 f. 54v.). Tomas de Melo estaba casado con la sobrina de las testadoras Antonia Alvarez del Rincón.

(8) AHD LP, Capellania de Ana de Sosa y hnas., leg. 13-6, f. 21 y SS.

(9) AHD LP, L. lo de fundaciones de Capellanias n" 65. Y supra not. 8 leg. 13-6, f. 49. (10) AHD LP, leg. 13-6, F. 33. (11) Ibidem, f. 36v .

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EN TORNO A DOS IMAGENES DEL SEISCLENTOS SAN FELIPENERL Y SAN BWIIO DEPALERMO 243

... "Se ponga Invo en todo los libros de la dha. Iglesia de Gula para que baian a ella los sses. visitadores eclesiásticos tengan la razón de lo que se deve conservar y guardar en dha. ermita"('5).

Junto con lo que en los documentos que hemos manejado se denomi- nan alhajas y prendas (cáliz, candelabros, alfombras, cuadros...), debía de entregarse al patrón a la muerte de las hermanas, por parte de sus albaceas(16), unas colmenas que tenían en la hacienda de Lairaga para la elaboración de la cera el día del santo titular de la ermita"".

Catalina sobrevivió a sus he vento de San Francisco, y estando de la costa en la localidad de Guía, decidió otorgar otro con- dicilo el 14 de marzo de 1694 ante el escribano Lucas de Bet- hancurt Cabrera'ls). De las claú- sulas del mismo, nos interesa destacar la donación a la ermita "de un ssmo. xrto. de bulto de poco más de tercia con su Cruz y respaldo que tiene que era de su propiedad, así como cuadros de guarnición dorada que se encontraban en su casa para colocarlos alrede- dor del "nicho", suponemos que del No se mencio- nan en el documento la temáti- ca ni el tamaño de aquellos, aunque en otras partes del codi- cilo si se hace expresa referen-

:rmanas, que fueron enterradas en el con- enferma y achacosa, residiendo en su casa

cia a otra serie de cuadros que deja a su doncella Margarita de Armas (4); a su Angela Vista lilierol <le la iniogen de Son Felipe (S XVII)

(15) Ibídem, supra 10 f. 37". (16) AHD LP. Capellanía de Ana de Sosa y hnas. leg. 13-6, ff. 55-55". Los albaceas fueron D.

José Benito de Lorenzo, canónigo de la CAtedral, el capitán D. José del Río y Castillo y el notario del Tribunal de la Santa Cruzada D. Tomás de Mela.

(17) AHD LP. Capellanía de Ana de Sosa ..., f. 37". (18) AHP LP, Escribanía de Lucas de Betancurt, leg. 1477, ff. 60-69. (19) Ibídem, f. 69 y AHD LP, Capellania de Ana de Sosa ..., f. 58". (20) Ibídem.

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MARIA DE LOS REYES HERNANDEZ SOCORRO

de Sosa (6) "de guarnizión de España"; a una religiosa del convento de San Ildefonso "una lámina de nuestra Señora de Belén"; o a otra monja del con- vento de Santa )ara "un quadro del Sr. San Antonio de dos tercias de alto con su guarnizn. dk degro y cantoneras blancas"'2L).

La única oieza artística

Derolle del Rostro de San

que ha llegada hasta nosotros relacionada.con la fundación del patronazgo que nos ocupa es la imagen de madera de San Felipe Neri de lm. de alto apro- ximadamente, y una anchura máxima de 46 ctms. en la parte inferior. No obstante, esta escultura pudo ser algo mayor ya que la peana original y, qui- zás, la parte inferior de la talla, fue cortada cuando la imagen se translado provisionalmente a la ermita de San Roque de Guía, a fin de poderla meter en una hornacina de tamaño menor que la escultura. Estamos ante ;n San Felipe Neri, fundador de la Congregación del Oratorio en Roma, de voluminoso y

Felipe Neri barroquizante manto, sobre todo si observamos la obra de perfil, habiéndose efectuado repintes en la dorada orla del hábito negro filipense y quizás, también en el rostro. La ima- gen presenta un punto de vista frontal, está tocada con una media luna de plata y lleva entre sus manos el clásico rosario que le caracteriza. No figura con los otros atributos con que suele representársele, como son la mitra y el capelo cardenalicio a sus pies. La obra nos parece bastante sobria y adusta a la par que corpulenta, d~stacándose como nota dinámica la amplia curva del manto. El artista ha ejecutado un rostro poco expresivo en el que resaltamos la mirada baja hacia el suelo, probablemente en señal de acatamiento y sumi- sión. A nuestro juicio, sobresalen en esta obra la cuidada elabpración de las escorzadas manos.

(21) AHP LP, Escriban's de Lucas de Betancurt ..., f. 64".

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La imagen, debe de fecharse en torno al año de la fundación del patro- nato, 1677'"'. Si la comparamos con otras esculturas de San Felipe Neri per- teneciente a la misma centuria, localizadas en Canarias, podemos observar que la ejecución de la que nos ocupa es bastante diferente, como es el caso de la conservada en la iglesia de San Agustín de Garachico o la custodiada en el convento de los concepcionistas de la misma localidad tinerfeña del escul- tor Fco. Alonso de la Raya ("1. También podríamos compararlo con el San Felipe Neri de la iglesia de San Francisco de Las Palmas perteneciente ya al Setecientos, obra de Tomás Antonio Calderón de la Barca, mucho más barroco y dinámico que la talla que nos ocupa y que procede de la iglesia de los Remedios según datos suministrados por D. Santiago Cazorla. Originaria- mente estuvo ubicado en un nicho en la puerta de la sacristía de la Orden Tercera, desarrollándose en torno a esta imagen los cultos de la congregación de la Escuela de Cristo(24'. Asimismo, podemos también relacionar la talla del San Felipe que nos ocupa con una obra pictórica en donde se nos representa al Santo, localizada en la Basílica del Pino en Teror, estudiada por el Dr. Concepción Rodríguez en su tésis doctoral sobre el: "Patronazgo artístico en Canarias durante el siglo XVIII", obra que procedía de la Catedral de Santa Ana. El cuadro, se lo había regalado el Cabildo Catedralicio al Obispo Fco. Delgado y Venegas en 1764, donáudolo el prelado a T e r ~ r ' ~ " . conocemos además la existencia de otra obra pictórica dedicada a San Felipe Neri reali- zada por Juan de Miranda en la iglesia de San Salvador de Santa Cruz de La Palma de la que dio cuenta la Dra. C. Fraga"".

¿Quién pudo ser el autor del San Felipe? Podemos establecer ciertos paralelismos, por la forma de realización de las manos con el modo de escul- pir de Lázaro González de Ocampo (1651-1714), como puede observarse en el San Andrés de la iglesia del Carmen de Realejo Bajo, aunque esa talla

(22) Ihídem. supra 2. Eii el último tercio del siglo XVIII se hace cxpresa referencia a la ermita en J. VARENA Y ULLOA, Derrotero y drscrii>ción de las ú1cr.s Canarias. edición lacaí- mil, Madrid 1986, f. 7". A comienzos del sigla XIX figuraba corno patrono dc la ermita de San Felipe D. Francisco Valdés y Merino (AHD-LP. Leg. 13-6, f. 26 op. cit.). Y AHD- LP. Sccción Documentos Parroquiales de Guía, le$. 18 exp. suelto de 1829. Asiinisrno

,,. - Cannriii.~ ilh00-17501. Santa Cruz de ~ c n e r i i e 1987. oáss. 165-178 ¡Nuestro aeradeci-

Palmas 1986. págs. 54 y 107. (25) El dato Iia sido extraídode la tesis doctoral inédita del Dr. Concepción citada en el texto,

~ á e . 410. cf. ieualmcnte M. RODRIGUEZ GONZALEZ. La oinrura en Canarias durnn- ;e ;/siE~lo X V ~ I I . Las Palmas 1986, pág. 103.

(26) RODRIGUEZ GONZALEZ. o.c., pág. 349

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MARIA DE LOSREYES HERNANDEZSOCORRO

fuera realizada a principios del siglo XVIII. Mayor relación presenta, no obs- tante, con la obra del también tinerfeño Blas García Ravelo (1618-1680), de cuyo paso por Gran Canana en 1652 dio noticia la profesora Fraga Gonzá- le~'~'1. Si analizamos la imag-- San Fernando, atribuida a este autor, per-

teneciente al antiguo convento r agustino de La Orotava, obser- vamos la importancia que el artista ha dado a la oostura frontal, la robustez de la figura, el ancho cuello, así como la mayor atención que concede al rostro respecto al cuerpo, notas que son características del oficio de García Ravelo, según la Dra. Calero, y que tie alguna manera pueden percibirse en el San Felipe que nos ocupa'"'.

Ahora bien, no podemos descartar que esta obra hubiese sido tallada por otros escultores afincados en Gran Canaria en esos momentos. Por las fechas en que se realizó, circa 1677, pudo haberla labrada Miguel Gil Suárez, que un año antes de que se protwlizase el patrona-

Imagen de San Benito de Palernio. Erniira del to de San Felipe Neri, es decir Espíritu Santo LO^ Palmos en 1676, esculpió un San Anto-

nio para el convento francisca- no de Telde que debía de ser igual al que con anterioridad había hecho para el de Las Palmas. En este sentido hay que recordar la especial relación con el convento franciscano de esta última localidad de las hermanas Sosa Navarro, enterradas allí junto con sus hermanos. El modo de hacer Gil Suárez, se caracteriza además por esculpir imágenes sencillas y de carácter p~pular'~".

(27) CALERO RUIZ, o.c., págs. 234-235. Cf. igualmente C. FRAGA GONZALEZ, El arte barroco en Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 1980, pág. 26. "Encargos artísticos de las "Doce Casas" de La Orotovo en el siglo XVII", en Actos del IV Coloquio de Historia Canario-Americana (1980) Las Palmas 1982, pág. 368.

(28) CALERO, O.C. págs. 163,168 y 169. (29) A. TRUJlLLO RODRIGUEZ, "Aportación a un estudio de la escultura en Las Palmos

anterior a Luján Pérez", Actas del 111 Coloquio de Historia Canario-Americana (1978) Las Palmas 1980, págs. 390-391.

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CNTORNO A DOS IMAGENES DEL SEISCIENTOS: SAN E I P E N E R I Y SAN BENITO D E P W R M O 247

Otro escultor afincado en Gran Canaria por aquella época fue el palmero Lorenzo de Campos (1634-1693), que en 1676 trabajaba en Santa Brígida, lugar de donde procedían los abuelos maternos, Fco. Navarro y Fca. Núñez de la madre de los hnos. Sosa Navarro, es decir de Leonor de Aguiar Nava- rro(='. Además. en 1673. el citado artífice se establece en una casa cercana al convento franciscano de Las Palmas, presentando sus escul- turas, entre otros rasgos, placi- dez y serenidad, como el San Felipe de Guía('l).

El mecenazgo artístico de las hermanas Sosa Navarro no se limitó únicamente a la pequeña ermita de San Felig Neri, sino que por el ya citac testamento conjunto del 12 c mayo de 1685, podemos vinci larlas a la realización de oti talla referida a San Benito 6 Palermo. En su última volunta reseñaban que tenían "mucl, deboción al glorioso San Ben, dito de la Orden de San Francc ''ZJ. Y que era voluntad de 1; tres que se le dijese una misa cantada a cargo de los francik k canos al día siguente de la Pas-, cua de Pentecostés que pudiera b.,.,tc, / < < I c ~ < , / <l<, /<, ,,,,<,,y',,, ,l< S<,,, Be,,,," c/c, /,'O< servir como su festividad, corriendo los gastos de la cera a cargo del convento. Como limosna para la misa ofrecían la cantidad de 10 rs. tributo que les pagaba a Antonia, Ana y Catalina Sosa los herederos de Mel- chor Fernández, vecino de la zona del Palmita1 de Guía'"].

Años después, en 1694, volvemos a recoger en el codicilo de la herma- na que sobrevive a las otras, Catalina, nuevas referencias sobre San Benedito o Benito de Palermo. Indicaba textualmente que "le hicimos su imajen y

(30) Ibídem, Hgs. 391-392. Sobre la procedencia de los abuelos maternos cf. AHD LP. 15-56. Capellanias, Leg. 64, pág. 112.

(31) TRUJILLO RODRIGUEZ, O.C. y CALERO o.c. págs. 193-197. (32) AHP LP, Escribanía de Lucas de Betancurt, leg. 1477, f. 65". (33) Testamento de Ana y Catalina de Sosa y AHD LP, Capellania leg. 13-6 f. 25

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MARlA DE LOS REYES HERNANDEZ SOCORRO

havemos adornado del avito de seda y su diadema y Corazon para en la mano de plata todo a nuestra costa y lo havemos puesto en la Zglecia y Conto. del Seiíos San Franco, donde está al presste en la Sala hermanos Terzeros" ''9. Al fallecer sus hermanas y ella ausentarse de Las Palmas a su hacienda de la costa, Catalina dejó el cuidado de la imagen a su sobrina Antonia Alvarez del Rincón, esposa del escribano Tomás de Melo, quién sería además uno de sus albaceas testamentarios. Como se hubiera constituido una cofradía en tomo al Santo por parte de los negros, llamados "Morenos", la limosna de

los 10 rs. que habían dejado con anterioridad en el testamento otorgado por las tres, la cede, ahora, Catalina de Sosa a la Cofradía de los "Morenos" en calidad de ayuda, aunque espe- cifica que la imagen y el vestua-

I rio de la misma lo deja a cargo de la citada sobrina, para que ella pudiera "disponer a la per- zona qe de su satisfacn y devozn del Santo fuese sin que por rasón de dha cofradia en ello no puedan pedir ni pretender cossa alguna los dhos Morenos que asi

San Benito o Benedito de Palermo fue un santo francisca- no negro de procedencia etíope cuyos padres eran esclavos afri- canos; denominándosele de Palermo por haber residido en

Imagen de San Felipe Neri de Calderón de lo Barco ciudad. Según Dr. (S XVIIZ) Iglesia de San Francrrco de Las Palmas Bruneto, autor de una tésis doc-

toral sobre "Iconografía francis- cana en Canarias", una de las devociones franciscanas que arraigó con más fuerza y rapidez en Canarias, fue la de este santo alcanzando enorme popula- ridad en el siglo XVIII, ya que fue canonizado en 1740, ralizándose por lo tanto varias imágenes en el Setecientos para venerarle. A las Islas, como inidca en su trabajo el profesor Bruneto, llegarían trabajos que lo mostrarían tal y como es habitual en su iconografía, es decir, de raza negra, vestido con

(34) AHP LP, Escribanía de Lucas de Betancurt,~.~. , ff. 65"-66 (35) Ibidem, ff. 66-66",

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EN TORNO A DOS IMAGENES DEL SEISCIENTOS SAN FELlPE NERl Y SAN BENITO DEPALERMO 249

el hábito franciscano y la capa, y portando el tradicional crucifijo en la mano derecha con que también se suele representar a otros santos de la Orden Seráfica, llevando en la otra un corazón en llamas, símbolo del fervor religio- so, del amor divino. El profesor C. Castro, reseñaba en su estudio inédit cómo tan sólo había podido identificar dos esculturas del santo, referidas ya al siglo XVIII, ubicadas en la parroquia1 de Los Remedios de Buenavista de Tenerife, y en la iglesia de San francisco de Santa Cruz de La Palma, ambas de carácter anónimo'"'. Estimamos por lo tanto de interés nuestra aportación ya que por las referencias documentales el San Benito del convento francis- cano fue realizado antes de canonización, en torno al último tercio del siglo XVII.

¿Dónde se encuentra en la actualidad la imagen? Desde luego no se halla en la iglesia de San Francisco de Las Palmas, ni aparece recogida entre las obras perdidas por el convento durante la desamortización en la obra que D.J.M. Alzola dedica a dicha iglesia'"'. Pero si existe un San Benito de Paler- mo en la ermita del Espíritu Santo de Las Palmas, que figura desde el primer inventario que se conserva de aquella del año 1848. Aunque no se trata de una imagen de vestir, sino que es de técnica mixta (tallada y con telas encola- das), bien pudiera tratarse de la escultura a la que hacen referencia los textos del siglo XVII, que pudo ser modificada en el XVIII o con posterioridad. La cofradía de los Morenos y su imagen pudo haberse transladado desde el con- vento franciscano hata la ermita del Espíritu Santo, donde según Alzola era venerada por la población de raza negra, que le tomaron como "Patrón y protector", celebrando su fiesta conocida como "La Pascua de los negritosn1"). Por otro lado no debe descartarse la condición de obra nueva - del siglo XIX- del San Benito del Espíritu Santo. Sin embargo, no es desca- bellado plantear la hipótesis anterior, especialmente, si tenemos en cuenta el fenómeno desamortizador. Si la cofradía ya estaba asentada en Espiritú Santo desde tiempos atrás - como nos sugirió el profesor Lobo- el cambio de iglesia estaría más que justificado por la necesidad de contar con una ima- gen deu Santo Patrón.

Maria de los Reyes Hernández Socorro

(36) C. CASTRO BRUNETO, Iconografíu fmciscana en Canarias (escultura y pintura), tésis doctoral inédita, La Laguna 1993, págs. 535-541.

(371 ALZOLA. a.c.. oáe. 67. t38j J.M. ALZOLA,'L;R~~~ Cofrndia del Santísimo Cristo del Buen Fin y la Ermita del Espi-

ritu Santo. Las Palmas 1992, págs. 33.71 y 72.

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ALMOGAREN. 13. (94) Pám. 251 265. 0 CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS

LAS DEVOCIONES RELIGIOSAS Y EL PENSAMIENTO ARTISTICO EN EL SIGLO XVll

CARLOS JAVIER CASTRO BRUNETTO PROFESOR DE HISTORIA DEL ARTE

UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

U n o de los mayores retos que ofrece en la actualidad el estudio del arte Barroco en Canarias es la correcta lectura de cuál era su significado para los hombres que lo crearon desde comienzos del siglo XVII. Tal análisis ha sido abordado por buena parte de los investigadores que dedican sus esfuer- zos a recuperar el pasado artístico insular, pero la complejidad en la interpre- tación de las fuentes así como la necesidad de reconocer en primer lugar los nombres de artífices y patronos ha supuesto una labor prioritaria por razones obvias.

En el presente trabajo pretendemos aportar algunas ideas en torno al mensaje del arte generado en Canarias desde el siglo XVII, cuyo desarrollo marcó no sólo el devenir de su época, sino que influyó decisivamente en la creación de un espíritu artístico que podría denominarse como plenamente canario, alcanzando su evolución hasta la decimonovena centuria.

A la luz de los notables estudios publicados con relación al arte insular dcl Seiscientos se observa en primer lugar un hecho relevante; por un lado, llegaron obras de importación, a veces de origen peninsular y otras de proce- dencia foránea, ya fuese de Flandes o del Nuevo Mundo. Junto a ellas, los

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incipientes talleres locales comenzaron a reproducir modelos de esa inspira- ción creando una costumbre figurativa que abarcaría toda esa centuria y la siguiente.

Si añadimos la ausencia de teóricos que abordaran tales cuestiones desde el ámbito insular, scría justificable concluir que el arte canario del siglo XVII depende de postulados ajenos al contexto donde se desarrolló. Sin embargo, no puede afirmarse en modo alguno que el Archipiélago carezca de una forma especial de interpretar el fenómeno plástico, pues manifiesta peculiaridades que sólo son observables en el seno de la cultura local.

Así pues, el hilo conductor del pensamiento artístico en el siglo XVlI no debe de buscarse en una cultura elevada o en conocimientos exhaustivos de las fuentes por parte de pintores y patronos, pues aún la formación acadé- mica de la población era escasa. Ante ello sólo cabe la posibilidad de enten- der la importancia social que el arte desempeñó como medio para manifestar el principal objetivo del hombre del barroco, la exaltación de su espíritu reli- gioso. Así pues, el concepto devocional se convertiría en la medida que determinaría las pautas de representación, todo ello unido a la idea postri- dentina del decoro en el arte.

En definitiva, afirmamos que a Canarias arribaron tratados teóricos que pudieron ser leídos por los miembros instruidos de la sociedad isleña - principales promotores del arte, junto a las órdenes religiosas-, pues tal extremo queda confirmado en función de la presencia en las bibliotecas de obras literarias seiscentistas -o publicadas en aquella centuria- que plante- aban cuestiones teóricas, pudiendo ofrecer repertorios de grabados conside- rados entonces como de notable gusto artístico"'. Pero tal cultura sería efecti- va sólo en lo relativo al concepto del decoro ofrecido en algunas de ellas, que se sumaban a las defensas de los postulados religiosos presentes en los libros piadosos así como en las hagiografías'". Es más, poco influyeron los libros de empresas y emblemas, tal vez por mostrar un mundo imaginativo donde lo sacro se mostraba con notable dificultad a los ojos del común de la pobla- ción. -

( 1 ) Entre los títulos más importantes del siglo XVII hoy conservados en las bibliotecas cana- rias y que fueron conocidos en la época mencionada, destacan las siguientes: J. DE BUTRON, Discursos apologéticos en que se defiende la ingenuidad del arce de la pintura, Madnd 1626. V. CARDUCHO, Diálogos de la pintura .., Madrid 1634. J. HORZOCO Y COVARRUBIAS, Emblemas morales, Segovia 1589 y 1591 F. NUNEZ DE CEPEDA, Idea del Buen Pastor copiada por los doctores representada en empresas sacros, León 1682.

(2) Entre ellas cabe destacar la publicación del compendio de vidas de santos escrito por B. CAYRASCO DE FIGUEROA, Templo Militante. Triumphos y Virtr~des. Festividades y Vidas de los Santos, Imprenta de Lys Sánchez, Valladolid 1603. En dicho libro, la forma narrativa del literato canario en nada se aparta de lo que puede considerarse como nor- mal en el relato de la vida de los santos a lo larga del Quinientos.

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Por lo tanto, Canarias no fue uno de los centros donde se transforma- ban los modos de representación, limitándose a asumirlos con posterioridad. Pero como se ha mencionado, existió un comercio artístico que importaba obras del exterior que sí eran producto directo de la evolución del pensa- miento. Todo ello hizo surgir dos conceptos: el arte erudito y el arte popular.

ARTE ERUDITO Y ARTE POPULAR

Efectivamente, ambas ideas aluden a distintas man festaciones del Barroco seiscei tista en función tanto de la cali- dad técnica de la obra como de sus planteamientos iconográfi- ws. El arte erudito sería aquel que presenta esculturas o pintu- ras muy al gusto de los talleres sevillanos, granadinos o madri- leños, así como genoveses, fla- mencos u holandeses, de los que frecuentemente arribaban importaciones artísticas, piezas

C I

todas acordes con la teoría del siglo XVII, demostrándose la existencia de patronos canarios con un nivel cultural elevado, conocedores de la fama de algunos artífices. Es el caso de Garci Tello Ossorio, cuando encarga hacia 1619 a Francisco Pacheco, en Sevilla, la elabora- ción de dos cuadros, San Zata- N,, Jesús Enfermo. Iglesia de San Francisca de rías y Santa Isabel, para la capi- Asís en Las Palmas de Gran Canaria.

Ila de San Gregorio en la Anónimo español del siglo XVII.

catedral de Las Palmas").

Lo mismo puede indicarse de ciertas obras ingresadas cuyos modelos iconográficos podían introducir novedades en las costumbres tradicionales de la plástica canaria. En ese mismo grupo de obras ha de incluirse las inspira-

(3) C. FRAGA GONZALEZ, "Pinturas de Francisco Pacheco en la catedral de Las Palma", en la revista Aporheca, Universidad de Córdoba 1986, págs. 151-158

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das en grabados que denotan la exquisitez de las fuentes consultadas; es 21 caso del Niño Enfermero que se venera en la iglesia de San Francisco de Asís en Las Palmas de Gran Canana y que previamente recibió culto en la enfer- mería del convento de clarisas de San Bernardino de Siena en la misma loca- lidad, hasta su desaparición. Dicho lienzo, vinculado al arte Iiispano del Seis- cientos '') está copiado del grabado alusivo al Salvator Mmdi ejecutado por el holandés Jacob Matham (1571-1631), quién conoció las pautas representati- vas de .:T" .irnos momentos del Renacimiento así como el advenimiento del

barroco en R ~ m a ' ~ ) . Esta pintu- m ra grancanaria creó una tradi-

ción figurativa ligada a lo devo- cional en la propia isla, pues varios lienzos siguieron el mismo esquema, surgiendo un fenómeno plástico donde lo espiritual adquirió mayor importancia que la consecución de una estética procedente del ': norte de Europa; incluso el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Teneri-

! f e guarda un cuadro de igual tema que perteneció a las colec- ciones de D. Imeldo Serís, donde el Infante sigue los modelos propuestos por Mat- ham o Lucas Cranach.

Asimismo podrían citarse obras del siglo XVIII ligadas al mismo origen figurativo, cual es el lienzo de la Virgen del Rosa-

,,.,aro, Mundi. Grabado de Jacob Matham rio entre Santo Domingo y San (1571-1631). Francisco guardado en la iglesia

de Santo Domingo de Guzmán en Tetir (Fuerteventura), inspirado también en grabados de origen noreuro- peo, cual es el de Israhel van Meckenem, al que se le añaden conceptos expresivos propios de la órbita hispana.

- (4) J.M. ALZOLA, Historio de un cuadro; El Nino Enfermero, colección Lujan Pérez, Las

Palmas de Gran Canaria 1971, pig. 19. (5) E. BENEZIT: Dictionnoire critique er documenraire despeinrres, sculpreurs, dessinareurs

ergraveurs, vol. V, Librairie Griind, París 1952, pig. 834.

F . , '.:Y L A \'.,

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LAS DEVOCIONES RELlClOSAS Y ELPENSAMIENTO ARTlSTlCO EN EL SlGLOXYil 255

Esa erudición está muy vinculada a las fuentes manejadas, pero tam- bién revelan un conocimiento de las mismas, lo cual indica la posesión de una biblioteca por parte de quienes encargan la obra n o necesariamente del artista- que se manifestaba en la transposición de un espíritu religioso pro- pio de la Edad Moderna a las artes plásticas. En definitiva, todo ello no es más que la expresión de lo sacro y no un mero entretenimiento social propio de las clases elevadas reflejado en la pintura peninsular; es la razón que explica el escaso éxito del género del retrato en las islas, que sólo aparecerá en la pintura y ligado precisamente a lo devocional, como sucede en la pintu- ra de San Antonio Abad, datada en 1675 y conservada en la iglesia de Santia- go de Gáldar, donde el donante, D. Miguel de Meneses, es tenido en cuenta únicamente en función de su carácter estrictamente religioso.

Por otro lado, tenemos el caso de aquellas obras consideradas de gran importancia en el seno de una sociedad. Es el caso del lienzo de Santa Ana de Juan de Roelas, llegado a la catedral de Las Palmas en 1609 y que pronto adquiriría gran importancia cara a la fe de los ciudadanos'"', lo cual iba a fomentar la aparición de un nuevo modelo figurativo que continuaría la plás- tica de comienzos del Barroco en el siglo XIX, tal es el caso de la pintura - copia de la anterior- que cuelga en la iglesia de San Francisco de Asís en la misma ciudad.

Pero tales manifestaciones no presentan el sello de lo popular pese a que estén elaboradas -las reproducciones de la obra principal- por manos de artífices de escasos conocimientos técnicos. El concepto de arte popular fue magnificamente expuesto por la Dra. Calero Ruíz al afirmar, refiriéndose a la escultura que "( ...) al hablar de escultura popular, se le podría aplicar el término de 'devocional'. Ello no significa que no sean devotas las grandes obras maestras, sino que lo aplicaríamos atendiendo a las formas sencillas y a la ingenuidad que emana de las mismas, respondiendo mejor a la propia reli- giosidad del pueblo llano. Además, hay que tener en cuenta que por lo gene- ral sus autores, más que realmente artistas, son meros artesanos o escultores improvisados, a quienes mueve más el fervor popular y la devoción, que el propio arte de la escultura""J.

Ese concepto, igualmente aplicable al terreno pictórico y aún al trabajo de los orfebres, define una forma de expresarse plasticamente heredada de los antecesores en el trabajo artístico quienes, a su vez perpetuaban modelos

(7) C. CALERO RUIZ, "La esculiura popular en Lanzarole y Fuerievmtura". eii 11 Jorna- das de Hisioria de Lanzarore y F~ierteventurn, Cabildo Insular de Lanrarote 1989, pág. 200.

(6) S. CAZORLA LEON, Historia de la catedral de Canarios, Real Sociedad Econúmica de Amigas del País de Las Palmas de Gran Canaria 1992, págs. 119 y 297.

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conocidos en la misma localidad donde estaba abierto el taller o bien en algún centro religioso conocido por el artista.

Así pues, entre ese arte erudito y el definido por la continuación de una iconografía y de una técnica entre artífices de formación popular se pro- duce un vacío conceptual que sólo podrá cubrirse a través de la definición de lo que en Canarias significaba la tradición artística.

CONCEPTO D E TRADICION ARTISTICA

En función de lo hasta aquí expuesto, el arte canario del siglo XVII estaría más próximo a intenciones espirituales que puramente plásticas; se buscaba más la expresión de lo emotivo que de la idea barroca de belleza, la cual iba asociada a lo anterior en buena parte del arte hispano de la época - baste recordar la unión de ambos conceptos en la escultura de Martínez Montañez o la pintura dc Zurbarán-. Ciertos artistas isleños, que podrían proceder de una escuela notable y por lo tanto no se les debe considerar como aficionados, tenían que adaptar su trabajo a tales fines sin olvidar la necesidad de mostrar su genialidad en la elaboración plástica.

Así nace el concepto de tradición artística; se asocia la costumbre ico- nográfica considerada tradicionalmente como la más adecuada para repre- sentar una determinada imagen religiosa -de Cristo, María o los Santos- y a ese esquema primero se le añade una capacidad expresiva, una técnica enri- quecedora, como el estofado en el caso escultórico, o la aparición de otros géneros secundarios al tema principal, como el paisaje, en lo pictórico. Esos nuevos modelos influirían ocasionalmente en el medio artístico local, inician- do una manera que podría diverger de la idea original, perpetuándose en el arte insular hasta adquirir una carta de naturaleza genuinamente canaria.

Así nace una tradición insular que determinará no sólo el esquema ico- nográfico a seguir por otros artíficcs sino que tendrá gran validez cara a la devoción religiosa en su sentido más puro, al generarse un culto en torno a ciertas esculturas y pinturas que al ser requeridas por donantes en el futuro coiisiderarán que ese modelo "canario" es el más indicado para mantener en su oratoria particular o en la capilla del templo que iba a dotarse si era el caso.

Por lo tanto consideramos que dicho concepto es el que con mayor fuerza puede aplicarse en el estudio del arte canario del Barroco, pues la más dignas importaciones influyeron relativamente en la formación del pensa- miento local; dado que el artista disponía de escasa cultura, no existía uiia

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LAS DEVOCIONES REUGLOSAS Y EL WNSAMIENTO ARTlSTlMEN EL SIGLO XVll

teoría artística específicamente insular y no todos los poseedores de magnífi- cas bibliotecas -conventuales o particulares, supuestos clientes, supieron aprovecharlas correctamente en lo relativo a las fuentes artísticas. De esta manera podemos concluir que la tradición figurativa sería el único elemento de juicio realmente válido.en el nexo entre cliente y artista, todo lo cual acae- cería a lo largo del siglo XVII.

Buen ejemplo de todo ello sería la iconografía de San Antonio de Padua en las islas de Fuerteventura y Lanzarote, íntimamente dependientes de un determinado modelo granca- nano. Hacia 1676 el escultor de ese origen, Miguel Gil Suárez. talló dos imágenes de San Antonio para sendos conventos franciscanos de Las Palmas y Telde la'; ambas, seguidoras de un modelo anterior en el tiem- po -tal vez del siglo XVI- fueron conocidas por artífices de otras islas y de carácter más popular, quienes, guiados sin duda por la idea de que la ima- gen venerada en Las Palmas. capital diocesana, sería la más destacada, la reprodujeron en sus obras ejecutadas en otras "las. Es de las tallas Son Anroniu de Paduo. Iglesia de San Francisco de santo en las iglesias parroquia- Asís en Las Palmas de Gran Canaria. les de Pájara y Santa María de Miguel Gil Suirez, c. 1676.

Betancuria en Fuerteventura, o de las ermitas de Mala y Haría en Lan~arote.'~'.

La adopción de este modelo, ya estudiado por la Dra. Calero Ruíz, podría considerarse dentro del concepto de tradición artística. Pero también lo serían otros muchos, como la costumbre de figurar a San Diego de Alcalá con la cruz entre los brazos, adoptando un modelo de repercusión en la

(8) ibídem, Escultura Barroca en Conarios (1600-1750), Cabildo Insular de Tenerife 1987, p á y . 202 y 203

(9) Ibídem, pág. 80.

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-20 CARLOS JAVIER CASTRO BRUNETTO

Península donde, sin embargo, compartía el protagonismo con la efigie del santo en el milagro de las rosas, algo que no se manifestará prácticamente en Canarias, habiendo sido importadas las que se conservan de tal tema en la actualidad.

Acontece lo mismo en la representación de la Santa Cena, donde la singular conformación en lo relativo al tamaño de las imágenes así como la

peculiar rigidez de las piezas que efigían a los Apóstoles, ha de vincularse con el conjunto procesional que realizara hacia 1664 Antonio de Orbarán (... 1625-1671) para la iglesia de Nra. Sra. de los Remedios en La Laguna quien, al parecer, introdujo dicho esquema en el arte canario, conservándose su disposición primitiva pese a las transformaciones sufridas a lo largo del tiempo. En los mismos años Francisco Alonso de la Raya (1619-1690) elaboró el

I que corresponde a la iglesia de ! Santa Ana en Garachico y más 1 tarde el de la parroquia1 de San

1 Marcos en Icod de los Vinosuo'.

En esta ocasión estamos ante ot ra manifestación del mencionado concepto, pues los artífices de finales del Seiscien-

S 1 , 1 I i c S de tos así como los que trabajaron Regla en Pájara (Fuerteventura). Anónima canario en épocas posteriores compren-

del siglo XVIII. dieron rápidamente que ésa era la forma más correcta de pre-

sentar el tema. Así pudo generarse una escenificación escasamente dramática que contrasta con el mismo tema abordado con expresividad en Andalucía, región tan ligada al espíritu del Barroco canario y, sin embargo, con una dife- rente sensibilidad para eilo.

(10) Estas piezas artísticas han sido estudiadas por C CALERO RUIZ, Escultura ..., o."., págs. 146 y 147, y 173.

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LAS UEYOClOUES RELIGIOSAS Y EL PEUSAMIFKTO ARTiSIlCO EN EL SIGLO XVl l 259

Por lo tanto, en este caso, al igual que en otros muchos, la explicación de tal curiosidad no residiría en la mayor abundancia de grabados que mos- trasen así dicho acontecimiento de la Pasión, o en otro tipo de razones pura- mente plásticas, debiendo recurrirse a lo devocional como origen de esa tra- dición figurativa.

Lo mismo podemos indicar con relación a la iconografía de los cuadros de ánimas, tan desarrollada en Fuerteventura y Tenerife. Nos hallamos ante la presencia de un modelo original transformado en cada caso por los deseos del comitente o cl artista y no tanto por la adopción de múltiples grabados, pues los santos y su ordenación en el lienzo así como las devociones preseii- tes en el mismo se reiteran. Por ejemplo, en Fuerteventura es curiosa la signi- ficación dcl infierno en las ermitas de Agua de Bueyes, Santo Domingo de Tetir y eii el templo de Santa María en Betancuria. En todos ellos está claro quc se parte de una idea primera, desarrollando la figura del diablo conforme al monstruo devorador medieval: una vez más, los autores de los mismos están desarrollando lo tradicional asumiendo una manera figurativa nueva que facilita la transmisión del mensaje propuesto.

En líneas generales, es factiblc señalar que ello se mezclaría con lo popular cuando esa forma iconográfica es ejecutada por artistas con escasa preparación técnica, creándose, entonces sí, un artc que puede calificarse como popular. En resumen, el concepto de tradición artística va asociado al desarrollo en el ámhito local de unos esquemas inconográficos que, sin ser inusuales necesariamente, crean pautas representativas de origen culto que luego podrán generalizarse entre los clientes y artífices.

FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LO DEVOClONAL Y LA TRADI- ClON ARTISTICA EN EL ARTE CANARIO DEL SIGLO XVlI

Para elaborar estas ideas, partiendo del hecho de que no puede hablar- se de una teoría canaria del Barroco, hemos recurrido al análisis detenido de diversos tipos de documentos donde, entendíamos, podía hallarse una res- puesta válida al origen de la personalidad artística insular. Tanto los testa- mentos protocolados como otros textos notariales que pueden referirse a las actividades artísticas, así como los libros de fábrica, cofradías y cartas palen- tes de las órdenes religiosas, registran testimonios donde se vincula la crea- ción plástica a un hecho devocional.

Por lo tanto, el que en un documento no se mencione al artífice u otros aspectos dc esa actividad no iinplica su escasez de datos, pues la explicación del motivo por el cual se dona la pieza constituye en sí misma una narración

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CARLOS JAVIER CASTROBRUNETTO

valiosa y decisiva para el conocimiento del vínculo entre. devoción religiosa y manifestación artística en el arte canario del siglo XVII.

En todos esos documentos la información de carácter artístico es muy escueta y se reduce a aseverar la existencia de una obra donada y el nombre del benefactor, sumándose eventualmente la cantidad pagada por la cofradía o la persona responsable del gasto. Cara al estudio de la devoción religiosa y el concepto de tradición artística a ella asociada, tal cúmulo de notas ofrece la información requerida, pues el artista apenas transforma los deseos de quien encomienda la obra y sólo puede variar su intencidn merced a las fuen- tes que manejase -grabados de excepcional rareza u otro tipo de obra escul- tórica o pictórica que tuviese la oporturiidad de conocer-. Por lo tanto, cual- quier donación asociada a un hecho devocional es susceptible de interpretarse así.

Como simples ejemplos baste citar el documento de colocación de Nuestra Señora de la Soledad en el retablo mayor del convento de San Diego del Monte en La Laguna, acaecido en 1652, por indicación del patrono Miguel Jerónimo Interián de Ayala. Consta, además del donante y la impor- tancia espiritual de la pieza, la fuente artística que la inspiró, una imagen de origen peninsular que a través de la obra lagunera pudo influir sobre el resto

Sunlu Cena. Iglesia dc San Marcos en lcod de los Vitios (Irnrriíc) Francisco Alonso de la Raya, C. 1664.

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LAS DEVOCIONES KtLIGIOSAS Y EL PEPISAMlENTO AKIISr lCO EN EL SIGLO XVl l 261

de las alusivas a los dolores de la Virgen por medio de la venerada en tan importante centro religioso de la capital de Canarias[").

Sin embargo, con el transcurso de los años la imagen pasó a ocupar otro lugar, pues en la actualidad es la de Nuestra Señora de los Angeles quien preside el retablo del antiguo convento franciscano. Lo que, por ahora, nos interesa es la importancia del hecho devocional y como el mismo pudo influir en una determinada manera de concebir la representación de la Dolo- rosa partiendo de un modelo foráneo.

La misma relación establecida entre fervor religioso, encargo artístico y su funcióii espiritual puede observarse en la erección del altar y capellanía al Santo Angel en el convento dominico de San Benito en La Orotava en 1688. El documento que aquí trariscribimos tiene la importancia de reflejar la introducción del culto al protector de cada una de las almas cristianas deriva- do de las nuevas ideas religiosas que comienzan a ser introducidas a lo largo de la segunda mitad del Seiscientos en Canarias, gracias a la literatura piado- sa que circulaba por las islas en torno a esas fechas'").

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\ I i i iiii ... 1 . . ii Ii : , l . , . . .l. I ' i I . . \,.l.<.., .ii l . \ , l . .Ir \Il.i.i I ) . . l . .I; . l . , , . , 1 , con iiorotros de que ae traslade y traiga coino se a iraido dicha Sancia Yinaxen en este dicho combentu y esta en el deuaxa de los ariiculos pactos y condisiones que aqui seran conlenidos ( . ) y por ianio Por tener corno triiemos la dicha Sancia Ymaxen en este dicho combeiiio que oy se irajo con solerine Prosesioii desde la Yglecia Parrocliial de iiuesiia scíiora de los Remedios desia ciudad colocareinos y poiidrernoi en el nicho del aliar niiiyur Para que en el esle Perpetuameiiie sin que el dicho lizenciado don Miguel Geronimo ni los suyos l a puedan qililar, mudar iii poner en otra parte ni lugar agora ni eii tiempo alguno ( . . ) Que aya de tener y ieiiga este dicho cornbento obligación Precisa dc bitser y selebrar la liesla desta Sancta Yrnanen en el día de la Asumpcion (. .) que es e l que tiene deuocion se llaga eii iodos los aiios Perpeiuameiite cori sus bisperas. Serinon y Prosessii~ii y Missa solriniie. Poniendo nosolros y este combeiito la sera y lo demas nescsario lii qual iestividad a dc rcr lada por la yiilención del dicho sefiar Don Miguel Feronirno y los suyos dandoiii~s coino iios a de dar (..) lreinla y tres reales de limosna (...l. Archivo HistGrico Pioviiicial de Tencrife (A.H.P.T.). sección cucivcntus n" 1.794. Doizo- cióri de la imagen </e Ni<estra Seflora de 1" Soledad ni convento de Sai? Diego del Monte en l ~ o Lngiiria, 1652, documento sin foliar. Se trata de un traslado protocolzido eii La Lagu- na ante Matívs Oramas en 1696.

(12) Can anterioridad u esa época no huho un culto destacado al Santo Angel, pues ni las fun- daciones de misas en los conventos v narroouias. así como la ausencia de cauillas u él

dondc sc fomentó dicha devoción

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LAS DEVOClONES RELlOlOSAS Y EL PENSAMIENTO ARTlSTlCO EN EL SIGLO XYll 263

decoración del túmulo y en "papel pintada la efigie de la muerte (...)"''i'

Esa forma artística de mostrar una devoción religiosa también se aden- traría en el concepto de tradición artística, pues a lo largo de esa centuria así como durante el siglo XVIII la expresión plástica referida se convirtió la única manera de concebir la expresión de tal idea.

El nexo entre el culto religioso y el patronazgo muestra en algunos casos su concepto más devocional, otorgándose al objeto artístico más valor que a la persona o entidad que lo recibiría para administrar su uso religioso: es decir, que el verdadero propietario de la obra de arte era Dios y no la parroquia o comunidad religiosa donde se custodiaba. En estos casos es inne- cesario plantear que sólo la mentalidad religiosa explica el nacimiento de la obra artística, pues no ha sido efectuada para el deleite de quien la enco- mienda ni para el lucimiento del receptor: arte y devoción conforman un mismo objeto de análisis.

Ejemplo de todo ello sería la donación que en 1668 efectuara don Pedro Agustín Interián de Ayala, regidor perpetuo de la Isla de Tenerife, al convento dominico de Garachico, entregándole un guión y andas con campa- nillas de plata para celebrar allí la procesión de Corpus con mayor decoro que hasta entonces, pero incluyendo una cláusula sobre lo que debía de hacerse con tales objetos si la comunidad no cumplía debidamente con sus deseos IL6).

- ... Archivo Histórico Diocesano del Obispado de Canarias (A.H.D.O.C.), legajo 16 415, Libro de la fundación de la cofradia de ánimos benditas del purgatorio y sus cuentas. Con- vento de San Francisco, fol. 55".

(15) Ibídem, fol. 81r. (16) En el lugar de Garachico ysla de Tenerife en seis días del mes de Junio de mil seiscientas,

y setenta y ocho anos ante mi el Escriuano y testigos parecio presente el Capitan Don Pedro Agustin Ynterian de Ayala regidor perpetuo y fiel executor de esta ysla familiar del Santo Oficio uecino deste lugar a quien doi fee conosco e dijo que por quanto el es patrono de una capellania que el sirue en el convento del Patriarca santo Domingo de este Lugar de proseciones al Santisimo Sacramento, y misas cantadas, y la prosecian del Domingo infraotaua de Corpus por fundacion que hizo Doña Catalina Surita del Castillo su abuela, y porque el dicho convento para servir dichas proseciones no tenían paleo ni guion para servirlas con el adorno, y aparato que es nesesario, y andas para la dicha pro- sesion del domingo infraotauo de Corpus, y an ocurrido los reuerendos Padres Prior, y demas Religiosos del dicho Convento a este otorgante diciendo que pues es Patrono de las dichas proseciones y capellanias se sirbiere de dar al dicho conuento las dichas piezas para el dicho efecto, y este otorgante bien ser justo el que se haga, y lo apuesto, y pone en execucion lo referido oues de oresente tiene echas v acauadas unas andas de oalo

Corpus que hase en dicho canuenta el Domingo por la mañana, y acauada dicha prose- cion las dichas andas sean de entrar en una funda de madera. y asta la a de mandar haser

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En definitiva, todos los documentos citados muestran la vinculación entre las aspiraciones espirituales y el encargo artístico, toda vez que se esta- blecen costumbres figurativas las cuales derivarán en el concepto de tradi- ción '"'. Esos testimonios del Seiscientos tienen especial relevancia en el devenir del arte canario, pues su influencia en el siglo siguiente vendrá confe- rida no sólo por mantener el culto de las capellanías fundadas por los antepa- sados -y por lo tanto asociar una devoción al círculo familiar-, Sino que a tal circunstancia debe añadirse el hecho de que durante esa centuria los modelos iconográficos apenas registrarán variaciones en su composición, e incluso en la técnica.

Sólo figuras extraordinarias como Juan de Miranda conseguirán intro- ducir conceptos plásticos que invitan a replantearse la interpretación del Barroco en Canarias al manejar nuevas fuentes para la composición y apli- cando maneras técnicas alejadas de esa tradición artística mantenida por muchos artífices coetáneos. El mismo suceso acontecerá con el escultor José Luján Pérez, quien modificará tanto el significado el concepto clasicobarroco de la belleza, ausente en gran parte de la escultura anterior.

Ante todo lo expuesto, cabe concluir afirmando que las devociones religiosas son el principal motivo que genera una representación plástica en el arte canario, quedando relegado a un segundo plano la plasmación de lo erudito por la ausencia de una clase social lo suficientemente numerosa como

... este otorgante para que esten alli con toda guarda, y custodia sin que se puedan enprestar ni por este otorgante ni los suios ni por dicho convento ni sus Religosos, y si acaso cualquiera dellos lo yntentaren desde luego es su boluntad la pierden dichos Padres ... dichas andas, y bengan al Colegio de San Agustin de este lugar de riianera que la condicion del otorgante es que dichas Andas, y funda an de estar en el dicho conbento sin que el otorgante ni sus herederos ni subsesores ni otra persona en su nombre ni los Padres del dicho conuento ni Probincial ni otro alguno las pueda sacar del dicho conuen- lo así deste lugar como de fuera ( . ) y si subsediere, que las dos partes [herederos y con^

ventol se hunan en uuererlas emorestar lueeo uue lo tal subseda oierda el dicho conuen- - . to de Santo Domingo el derecho del uso de dichas andas, y pasar al conuento, y Colegio de San Agustin de este lugar para que este las saque, y llue como cosa suia, y asi mesrno la conformidad referida lileeiblel e obligo Dara efecto de dichas ~rosecianes mandar . - . - . haser asu costa beinte. y una campanillas de plata para las dichas Andas, y un guion, y palio con sus bara s de palo doradas, de Damasco, o tela todo en la forma que ua dicho en las andas, y para que lo cumplan obligo su persona e vienes hauidos, y por hauer (...>". ~ r i h i v o Municipal de Garachico (A.M.G.), Traslado efectuado en 1792 de la donuciórr efectuada en 1678por D. Pedro Agustin Ynterian al convento de Sanro Domingo en Gara- chico, documento sin foliar y sin clasificar.

(17) Para acercarse al patronazgo artística en Canarias durante el siglo XVII, concretamente en Tenerife, es indispensable consultar la obra de C. PRAGA GONZALEZ, "Encargos artisticos de las 'Doce Caso' de La Orotava en el siglo XVII", IV Coloquio de Historia Canario-Americana, \rol. 1, Las Palmas de Gran Canaria 1980, págs. 355-390.

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para que se generasen talleres y encargos artísticos de la misma envergadura que en Sevilla, Madrid o Granada.

Carlos Javier Castro Brunetto

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FRANZ ALT., Jesús, elprimer Hombre Nuevo, no 17 de la serie de J. PELA- E Z (dir.), En torno al Nuevo Testamento. Ed. El Almendro, Córdoba 1993,

En esta obra se tratan los siguientes capítulos: quién es y fue Jesús, Jesús y las mujeres, los hombres, los niños y su Padre Maternal, ¿tuvo Jesús miedo o confianza? y con Jesús hacia la nueva era. Así nos introduce, con una metodología desde la experiencia cuestionante y desde la psicología pro- funda (G. Jung), en un testimonio vital, "fresco" y sensitivo de una imagen "nueva" de Jesús. Presenta a Jesús como la plenitud y novedad de la humani- dad, especialmente en cuanto que vivió sus dimensiones masculinas (animus) y femeninas (anima) para su integración recíproca (andrógino). Contra las imágenes dulzonas, ascético-piadosas y las situaciones, práctico (ética unita- ria y global) y libre.

Se subraya, de ese modo, el papel de la mujer en el reino, incluso en la propia vida de Jesús que está marcada por un carácter procesual, el aspecto maternal de Dios y la defensa de los niños. Pero ante los peligros evidentes de la teología y de las prácticas de las iglesias, presenta un rechazo a las con- fesiones eclesiales y a los teólogos, enfrentando a Jesús con las iglesias.

Ante todo ello es necesario hacernos las siguientes preguntas: ¿pero qué es ese Jesús "natural" que reclama? ¿no es ya su reflexión un discurso teológico? El autor corre el peligro de hacer una reducción antropológica e intimista del cristianismo: "trabajo sobre sí mismo", "autoconocimiento", "conversión interior" (págs. 16, 127, 149) y, con ello, del mismo Jesús, al rechazar las calificaciones de Señor glorificado, Cristo de la fe, o Dios (pág. 42s), restringiéndose a la afirmación de ser el verdadero hombre integral.

Por tanto, en esta obra, hay que distinguir lo que de aportación nos presenta, lo que de inaceptable manifiesta y lo que de estimulante sugiere, para una renovada reflexión sobre el permanente valor de la persona y la vida de Jesucristo.

J. A. Rodriguez Roca

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FERNANDO URBINA, Mundo moderno y fe cristiana. Meditación desde España (vol. I) y Pastoral y espiritualidad para el mundo moderno. En el espesor de lo real (vol. I l j , L. BRIONES (dir.). Ed. Popular, Madrid 1993.

Evangelio, el espesor de lo real, meditación. Los que tuvimos la suerte de conocer y tratar personalmente a Fernando Urbina, encontramos en estas tres palabras, muy presentes en estos dos volúmenes, una síntesis apretada y profunda de su pensamiento y de su vida. Fernando era un hombre evangéli- co, apasionado por la densidad de la realidad y de la historia. Y un pensador, que hizo de la meditación un ejercicio permanente y fecundo.

Por eso, Luis Briones, que ha sabido sintetizar y estructurar el pensa- miento de Urbina de manera admirable, presenta esos dos volúmenes no como una obra "sobre" sino como una obra "de" Fernando Urbina. Son las ideas de Fernando las que se asoman a estas 700 páginas, antología esencial de un magisterio amplio e itinerante por los caminos de España y del mundo moderno.

La lectura del libro póstumo de Fernando Urbina nos ha evocado, entre otros muchos, el recuerdo de aquella vez que nos explicó, pocos meses después de la clausura del Concilio Vaticano 11 (hablamos de hace unos treinta años), cómo en S20 Paulo, de donde venía, el Reino de Dios crece a través de una pequeña comunidad de base inserta en un barrio popular. Y lo hacía comentando la parábola de la semilla que crece por sí sola, lentamente (Mc. 4, 26-29), a pesar de los obstáculos y dificultades que viven los pobres del Brasil.

Los que terminábamos el Seminario en aquellos años posconciliares veíamos en Fernando un analista de la historia, un pensador abierto y dialo- gante con la nueva situación sociocultural, sensible ya al mundo de los pobres que empezaba a despertar, un profeta de los nuevos tiempos. Los temas, los enfoques, el aliento de este pensador-profeta van apareciendo en los capítu- los de los dos volúmenes: fe y modernidad, fe cristiana y crisis de fin de siglo, el cristianismo en la realidad y en la historia española, la conciencia creyente ante el mundo moderno, la pastoral misionera, mundo sacerdotal y militan- cia, la revisión de vida, la espiritualidad en el espesor de lo real, etc ... Eran sus temas preferidos, eran los temas que le pedíamos desde las diversas ins- tancias eclesiales en búsqueda.

En otra ocasión, nos acompañó en la Convivencia sacerdotal de Navi- dad, experiencia de veintiseis años seguidos de un colectivo de curas cana-

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rios. El tema de entonces, que aparece también reflejado en muchos epígra- fes de las páginas que comentamos, era: " el acompañamiento de los militan- tes en una espiritualidad encarnada y comprometida".

Todavía en otro encuentro más, en el espacio más técnico de de las tareas de nuestro Centro Teológico, nos ayudó a reflexionar metodológica- mente sobre cómo hacer teología desde la realidad histórica, tema en el que era verdadero especialista. En el primer volumen podemos releer algo de lo mucho que escribió y habló al respecto, sobre todo sus meditaciones en torno a la realidad social y eclesial españolas.

En suma, la lectura de los textos selectos de Urbina, que bien puede hacerse de manera más temática que sistemática, nos sigue aportando luz sobre nuestra difícil y compleja situación de final del milenio.

En nombre de todos los que seguimos el magisterio de Urbina y pudi- mos admirar su apasionada y muchas veces angustiada trayectoria creyente, hay que agradecer a Luis Briones el valioso servicio de esta edición, que deseamos sea ampliamente difundida y generosamente acogida por los ambientes militantes cristianos y por los ámbitos de pensamiento abiertos al mundo moderno.

Felipe Bermúdez Suárez

FELIX CARMONA MORENO. Fray Luis López de Solis, O.S.A. (figura estelar de la evangelización de América), no 6 de la serie Historia Viva, Ed. Revista Agustiniana, Madrid 1993.

La erudición del profesor Carmona Moreno y el concienzudo y detalla- do estudio hecho sobre la figura del obispo López Ortiz, enriquece de mane- ra notable el amplio elenco de investigaciones, trabajos y publicaciones sobre la evangelización de América, realizados con motivo de la celebración del 5" centenario de la gesta descubridora americana.

Se trata del volumen 5' de la colección "Historia Viva" sacada a luz por la misma editorial, y que a juzgar por los números anteriormente publicados se ocupa fundamentalmente del estudio y análisis de obras y personajes de la orden agustiniana, cuya labor social, cultural y evangelizadora se hizo presen- te en todos los dilatados espacios de la monarquía hispana de entonces.

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El presente texto, escrito en un lenguaje ameno a pesar del tono cientí- fico del mismo, enmarca la vida de López de Solís en trece capítulos seguido de epílogo y un interesante apéndice a pesar de su brevedad.

Mérito especial de la obra es la de ofrecer la preclara personalidad del eminente agustino, engarzada en toda la problemática que surge con motivo de la evangelización emprendida por España en el nuevo continente. Así sus relaciones con la enseñanza, que el autor analiza en los capítulos 3 y 6 al hablar del Colegio-Seminario de Quito y de la Universidad de Lima. Ya en este sentido "los doce" fundaron en 1523, en provincia tan distante como Nueva España, el primer centro de enseñanza cuyo método pedagógico adaptaron a los indígenas. También en otra tierra atlántica como Canarias, finalizada la decimoquinta centuria, el obispo D. Diego de Muros erigia la primera institución de enseñanza denominándola "escuela de gramática".

Los capítulos 5, 7, 8 y 10 nos revelan la activa faceta organizadora de López Ortiz. El autor logra transmitir, casi diría que nos hace sentir, la con- templación de un hombre que es fiel hasta las últimas consecuencias con una tarea: crear espacios donde se fuera "asentando" la naciente vida cristiana. Así tenemos los Sínodos de Quito en 1594 y de Loja en 1596, intensas y periódicas visitas pastorales, fundación de nuevas misiones, parroquias, san- tuarios, etc. López Ortiz engrosa así la larga lista de obispos organizadores de la primera época misionera colonial como Sto. Toribio de Mogrobejo, contemporáneo suyo, Zumárraga, Vazco de Quiroga, y que también en tie- rras canarias tienen un exponente eminente en Vázques de Arce con el Síno- do celebrado en 1514-1515.

Otros capítulos como el 9,11 y 12 nos introducen con gozo en el reco- nocimiento de una piedra preciosa en el conjunto de todo un tesoro de entre- ga, abnegación y dedicación que la Iglesia, a pesar de sus sombras, tuvo con los recién evangelizados. López Ortiz, condicionado por el sistema político- eclesiástico del momento (Patronato regio) sufrió injusticias y persecuciones, que no fueron óbice a que mantuviera su lucha en defensa de los derechos de los indígenas y que ejerciera una labor benéfica exigiendo la aplicación de las leyes protectoras de la Corona o colaborando de manera ejemplar en la aten- ción y fundación de hospitales, hospederías y escuelas.

Estamos, en definitiva, ante una publicación bien cuidada en su estilo y presentación que, al mérito de su valor individual, une el de enriquecer de manera notable esa otra macrohistoria de la labor evangelizadora, tan impor- tante desde sus principios, de la nación española en las nuevas tierras ameri- canas.

José Lavandera López

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AFILIADO A LA UNIVERSIDAD PONTlFlClA COMILLAS CAMPUS UNIVERSITARIO DE TAFIRA

35017 LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

PRECIO EJEMPLAR: 1.W PTAS.