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TEMA III. CONOCIMIENTO Y REALIDAD.

1 . INTRODUCCIÓN.

Todas las teorías del conocimiento se han planteado el problema de la verdad. Se trata de investigar la posibilidad de un conocimiento que vaya más allá de las opiniones del sujeto que conoce, que no dependa de sus convicciones o prejuicios sino que se atenga a lo que son las cosas. La verdad tiene, así, como carácter distintivo la objetividad .

En la actividad de conocer podemos distinguir diversos grados que van desde la simple duda hasta el auténtico saber , pasando por la opinión o creencia y la certeza :

- La duda es la actitud mental que caracteriza el escepticismo en la medida que cuestiona la posibilidad de lograr algún conocimiento verdadero.

- En lo relativo a la creencia, es una opinión con mucho arraigo que considera que una afirmación es verosímil o, por lo menos, probable. Existen dos tipos de creencias: las racionales, que se fundamentan en buenas razones, y las irracionales, que son meras opiniones sin fundamento racional alguno. Entre estas últimas, encontramos las supersticiones .

- Por otro lado, la certeza es una convicción profunda que ofrece una gran seguridad y elimina la menor duda. Esto no significa que la certeza sea lo mismo que el saber. Por ejemplo, en la época medieval se tenía la certeza de que la tierra era el centro del Universo, y, en cambio, hoy sabemos que esto no es cierto. Así pues, para poder hablar de saber no es suficiente creer que un enunciado X sea verdadero, o de tener la certeza, sino que es necesario que X sea realmente verdadero.

Necesitamos saber cuándo un enunciado es verdadero o falso, y aquí, una vez más, no existe un criterio único, sino una pluralidad de teorías que hay que entender más como complementarias que como opuestas entre sí. En este tema vamos a asomarnos a diferentes perspectivas del planteamiento del problema: Realismo, Escepticismo, Racionalismo, Empirismo y Raciovitalismo.

2. REALISMO .

Sin duda alguna, el realismo es la actitud más primaria de la mente humana, muy cercana al sentido común. Según el modo de pensar realista, la mente es como un espejo que representa la realidad como ésta es en sí misma. La mente adopta una actitud absolutamente pasiva ante la realidad, limitándose a reproducir fielmente lo que los objetos son en el mundo externo.

En el realismo podemos distinguir diversas formas, que van desde el realismo ingenuo, en el que la mente adopta una actitud totalmente pasiva

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ante el conocimiento de la realidad, hasta el realismo crítico, que concede a la mente un cierto papel activo en el conocimiento. Posiblemente ningún sistema filosófico defienda un realismo ingenuo, sino que los sistemas realistas tienden a admitir una cierta actividad en la mente humana, adoptando así una postura cercana al realismo crítico.

Esta teoría, que ya fue expuesta por Aristóteles, cuando se profundiza un poco más se torna problemática. Situar la verdad en el acuerdo o adecuación entre el pensamiento y la realidad supone admitir:

- Que existe una "realidad" objetiva e independiente del pensamiento. - Que el pensamiento puede acceder a esta realidad externa a él y

concordar con ella. La aceptación de ambos supuestos conduce al realismo. Su negación

nos lleva al idealismo.

TEXTOLa cuestión es: ¿qué es ese algo con que ha de coincidir la

proposición, frase o juicio, para ser verdadera? Pudiera pensarse que la cosa es clara: la frase ha de coincidir con la situación, con el estado, con la realidad de las cosas, tal como se hallan fuera de nosotros. Sólo así es verdadera. Pero también aquí surgen objeciones. Tenemos, por ejemplo, la proposición: "Esta rosa es roja". Si afirmamos que la proposición es verdadera cuando la rosa es efectivamente roja, nos hallamos con que la cualidad de rojo no se da en el mundo externo, pues los colores sólo se originan en nuestros órganos visuales como efectos de la acción de determinadas ondas luminosas que caen sobre nuestros ojos. ( ... ) No puede, pues, decirse que nuestra frase es verdadera cuando se verifica en la situación exterior, pues no existe tal situación.

J. M. BOCHENSKI. Introducción al pensamiento filosófico

3. EL ESCEPTICISMO.

La experiencia del cambio constante de las cosas hizo pensar a los filósofos griegos que tras esas apariencias cambiantes se escondía algo que, sin ser captado por los sentidos, constituía su componente último y esencial. La imposibilidad de alcanzar un acuerdo a la hora de determinar cuáles eran en concreto estos elementos fundamentales, llevó a algunos filósofos, los llamados sofistas, a dudar de nuestra capacidad de conocer la realidad de las cosas. Con los sofistas, pues, hace su entrada el escepticismo en la filosofía.

El escepticismo es la postura que niega la capacidad humana de alcanzar la verdad, considera que nada se puede afirmar con certeza, y que más vale refugiarse en la abstención de todo juicio.

a) El escepticismo radical.

Una de las primeras actitudes escépticas de la que tenemos constancia es la del sofista Gorgias (siglo V a.C.). Su desconfianza radical sobre la posibilidad de alcanzar un conocimiento verdadero se expresa en las tres afirmaciones siguientes: "nada existe; si algo existiera no lo podríamos

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conocer, y, finalmente, aunque algo existiera y lo pudiéramos conocer, no lo podríamos comunicar". El mérito de este pensador es el haber planteado de forma tan radical y tan tempranamente, una doctrina, el escepticismo, cuyo núcleo es la negación de todo conocimiento firme u opinión segura.

La base de este planteamiento es la afirmación de que a toda proposición es posible contraponerle otra, de tal forma que todas las opiniones tienen el mismo valor. No hay, por lo tanto, razones mayores para aceptar una opinión u otra, y la única postura honrada es la "epojé", suspender el juicio, a fin de llegar a la tranquilidad del alma perdida por el afán de conocer.

Un escepticismo radical puede conducir a la parálisis intelectual (no es preciso investigar dado que no podemos conocer la verdad) y a la desorientación moral (no hay nada que sea preferible a otra cosa). Grandes dosis de escepticismo nos llevan a la pasividad y a la inacción. En pequeñas proporciones, sin embargo, la actitud escéptica puede resultar beneficiosa tanto para la ciencia como para la vida práctica, donde resulta un antídoto eficaz contra todo tipo de prejuicios morales , fanatismos religiosos e ideologías totalitarias.

b) Escepticismo moderado.

Otra versión más matizada del escepticismo es la que aparece en el Renacimiento, de la mano de autores como Montaigne (1533 1592) Éste resaltaba ya la importancia de la duda en el conocimiento humano. El sabio duda de todo: la duda es la expresión de su sabiduría. Si la razón cree captar algo inmutable o eterno, se engaña. No es posible, pues, que exista una ciencia verdadera, dado que tanto el mundo físico como las costumbres de los hombres son una realidad cambiante, de tal modo que no es de extrañar que no haya cuestión o problema que no sea objeto de disputa.

4. EL RACIONALISMO.

El racionalismo es aquella doctrina filosófica en la que no se reconoce como fuente de conocimiento más que la razón; rechazando, por lo tanto, los sentidos, la revelación y la fe (contraria al escolasticismo y al empirismo). Si bien existen muchos sistemas filosóficos que podemos etiquetar como racionalistas, nos ceñiremos aquí al racionalismo del siglo XVII, ya que es este momento histórico cuando se dan las claves del modo de pensar racionalista.

Las ideas fundamentales de los racionalistas sobre el tema de la verdad son las siguientes:

- Confianza plena en la razón.- Rechazo de los sentidos como fuente de conocimiento. El conocimiento

sensible es limitado: no puede ser universal (sólo vale para los casos experimentados) ni necesario (no nos dice nada que tenga que ser así, o que tenga que ser de otra manera).- La razón se opone tanto a los sentidos, como a la imaginación y la

pasión.

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- Importancia de la deducción (por medio de la cual la razón extrae de sí misma las verdades fundamentales) y desprecio de la inducción (empirismo).- La razón es una facultad sistemática que coincide con la realidad. Todo

lo racional tiene que ser necesariamente real; lo que se descubre mediante la Razón es la Realidad.- Afirma la existencia de ideas innatas que estarán en la mente,

independientemente de la experiencia. Su validez no estará en la experiencia sensible.- Afirma la necesidad de una ciencia universal y necesaria: las

matemáticas se construyen a priori y por eso son juicios universales (para todos los casos) y necesarios (tienen que ser así). La ciencia no es válida si no posee esa necesidad y universalidad.- Los filósofos racionalistas del siglo XVII se sienten imbuidos por el

razonamiento matemático, porque las matemáticas proporcionan un modelo de claridad y certeza y deducción ordenada, que no tenía la filosofía.- Los racionalistas se caracterizan por su ideal de deducir, a partir de

principios ciertos, claros e indubitables, un sistema de verdades que nos proporcionarían una información certera de lo que es el mundo, la realidad de las cosas, el hombre.- Defiende la racionalidad del mundo, nada es casual ni fortuito, todo

tiene una justificación. Además podemos conocer esa justificación y la puede conocer la razón por sí sola.- Interpretación mecanicista de la realidad: no son necesarias ni las

formas substanciales (esencias), ni las cualidades ocultas (teología escolástica) ni la ordenación finalista (teleología) de los aristotélicos: toda la realidad es como una enorme "máquina" y su funcionamiento puede ser descubierto mediante la razón.- El problema del conocimiento se convierte en el problema fundamental

de la filosofía moderna: de la Ontología (estudio del ser) el punto de atención se traslada hacia la Epistemología (la teoría sobre el conocimiento). - Grandes nombres del racionalismo: Descartes, Malebranche, Spinoza,

Leibniz.- El racionalismo se opone radicalmente al empirismo inglés: "los

empiristas, igual que las hormigas, se contentan en acumular y utilizar; los racionalistas son como las arañas: tejen telas a partir de su propia substancia". F. Bacon- En conclusión, el poder de la razón, según los racionalistas, radica en

sacar de sí misma las verdades fundamentales, a partir de las cuales y por deducción, es posible obtener todas las demás. El paso siguiente al reconocimiento del valor de la razón es el de encontrar un método adecuado de razonamiento.

5. EL EMPIRISMO.

El Empirismo es la postura filosófica que pone la experiencia sensible

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como fuente de todo conocimiento verdadero, dejando a la razón la única tarea de organizar y sistematizar los conocimientos generados por aquella. Aunque hay distintos sistemas filosóficos que podemos considerar como “empiristas”, nos ceñiremos en este tema al empirismo que se desarrolló en Inglaterra entre los siglos XVII y XVIII.

Las tesis fundamentales del Empirismo son:- El origen del conocimiento es la experiencia . Hay que rechazar como

ilegítimo cualquier contenido que no provenga de la experiencia.. No hay conocimientos independientes de la experiencia. Cada una de las ideas que tenemos, por abstracta que pueda parecer, tiene que poseer y de hecho posee una base y un fundamento en el conocimiento aportado por los sentidos. Sin embargo, el empirismo no debe ser confundido con el llamado sensismo, puesto que no reduce todo el conocimiento a la sensación (o experiencia externa), sino que admite una experiencia interna y facultades de conocimiento diversas de los sentidos.- Negación de las ideas innatas . Para los empiristas, el entendimiento

humano es como una tabla rasa como un papel en blanco, en el que nada hay escrito antes de que la experiencia empiece a escribir en él.- El conocimiento humano no es ilimitado : la misma experiencia es su

límite. Esta tesis, junto con las anteriores, marca la diferencia con el racionalismo: para éste la razón no tiene límites; si sigue un método adecuado, puede llegar a conocerlo todo. Los empiristas niegan tal posibilidad: “no podemos ir más allá de la experiencia”.- Todo conocimiento es conocimiento de ideas . En esta tesis coinciden

empiristas y racionalistas, pero mientras que los racionalistas sostienen el origen innato de las ideas, los empiristas consideran que todas las ideas provienen de la experiencia. Por lo tanto, para los empiristas lo que conoce la mente son sus ideas, y el pensamiento se reduce a relacionar ideas entre sí. Por esta razón, los empiristas conceden gran importancia a los mecanismos psicológicos que explican las asociaciones de ideas entre sí. El contenido y alcanza de cualquier idea debe ser explicado a partir de las ideas más simples que la componen. Así es como todos los empiristas aceptan la doctrina fundamental del Nominalismo: las ideas universales (hombre, gato...) no son sino ideas particulares unidas entre sí mediante una palabra.- En conclusión, el empirismo propone un nuevo concepto de razón

(diferente del de los racionalistas): una razón dependiente y limitada a la experiencia. Razón, que sin embargo es la única guía del hombre y debe tener una finalidad práctica.- Los principales representantes del empirismo son John Locke, George

Berkeley y DAVID HUME.

6. EL RACIOVITALISMO.

Para Ortega la realidad primera y primordial es la vida. Esa realidad radical que es la vida se especifica y define mediante una serie de categorías o

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modos de ser mediante los cuales se desarrollan las características más importantes de la misma:

- Vida es libertad, posibilidad, proyecto (futuro).- Vida es circunstancia (presente): “Yo soy yo y mi circunstancia, y si

quiero salvar mi yo debo salvar mi circunstancia”- Vida es experiencia de la vida (pasado)- En conformidad con lo anterior; Ortega va a defender una noción de

conocimiento y verdad en esa línea raciovitalista que acepta la razón y la vida como componentes fundamentales de la realidad.Para Ortega sólo podemos conocer en perspectiva, esto es, sólo

podemos conocer el modo como una realidad determinada se nos presenta en un momento concreto. Del mismo modo que nunca vemos un dado completo, sino sólo algunas de sus caras, y , sin embargo, decimos, “vemos un dado”, igualmente nunca percibimos la realidad completa y total, sino sólo nuestro punto de vista, nuestra perspectiva.

La realidad como un paisaje tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente auténticas y verídicas. Todas las perspectivas son válidas, excepto una, aquella que tiene la intención de convertirse en la “única perspectiva”.

Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo- persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad.

Ortega y Gasset, J.: El tema de nuestro tiempo. Alianza editorial, Madrid.1981.

Para Ortega no existe “la verdad completa y absoluta”. La verdad es algo que hay que ir conquistando día a día, cada hombre y cada generación. La verdad es la perspectiva con que cada individuo, cada generación, cada momento histórico, percibe la realidad.

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TEXTOS.

PLATÓN. TEETETO.

Teeteto 151e-152ª

Sócrates. --¿Dices que la ciencia es la sensación?

Teeteto. --Sí.

--Esta definición que das de la ciencia no es despreciable. Es la misma que ha dado Protágoras, aunque se expresó de otra manera. El hombre, dice Protágoras, es la medida de todas las cosas, para las que son, de su ser, para las que no son, de su no ser. ¿Habrás leído esto sin duda?

--Sí, y más de una vez.

--¿Y no dice más o menos esto: las cosas son para mí tales como me parecen; y para ti tales como te parecen? Y tú y yo somos hombres.

--En efecto, es lo que dice.

Sócrates. --¿Sabes, Teeteto, qué es lo que me asombra en tu amigo Protágoras?

Teeteto. --¿Qué es?

--Me ha parecido bien todo lo que dice para probar que lo que le parece a cada cual es tal como le parece. Pero me ha sorprendido que al principio de su libro sobre la verdad no haya dicho que la medida de todas las cosas es el cerdo, el cinocéfalo o algún otro ser todavía más extraño de los que están dotados de sensación. Hubiese sido un conocimiento magnífico y completamente despreciativo para nuestra especie. Así hubiese demostrado que, mientras nosotros lo admiramos como a un dios por su sabiduría, no es superior en inteligencia, no ya a otro hombre, sino ni siquiera a una rana. ¿Qué podemos decir, pues Teeteto? Si las opiniones que se forman en nosotros por medio de las sensaciones son verdaderas para cada uno, si ninguno es más hábil que otro para distinguir la verdad o la falsedad de una opinión; si al contrario, como a menudo hemos dicho, cada cual juzga únicamente según sus impresiones, y si todos sus juicios son verdaderos y rectos, ¿en virtud de qué privilegio Protágoras sería sabio hasta el extremo de creerse con derecho de enseñar a los demás y de poner precio tan alto a sus lecciones, mientras que nosotros no seríamos más que unos ignorantes, condenados a asistir a su escuela, puesto que cada cual es para sí mismo la medida de su propia sabiduría? ¿Cómo no decir que Protágoras ha dicho esto burlándose? Me callo en lo que a mí concierne y sobre mi talento, para hacer dar a luz a los espíritus; en su sistema este talento es extraordinariamente ridículo, igual, a mi parecer, que todo el arte de la dialéctica. Porque, ¿no es una extravagancia insigne tratar de examinar y refutarnos mutuamente nuestras opiniones, si todas son verdaderas para cada cual, y si la verdad es como la ha definido Protágoras, y si no ha hablado en broma del santuario de su libro?

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Sócrates. --Por consiguiente, el saber no radica en nuestras impresiones, sino en el razonamiento que hacemos acerca de éstas. Aquí, efectivamente, es posible aprehender el ser y la verdad, pero allí es imposible.

Teeteto. --Evidentemente.

--¿Vas a darle, entonces, el mismo nombre a una y a otra cosa, cuando son tan diferentes?

--No sería justo, ciertamente.

--¿Qué nombre le atribuyes, pues, a aquello, al ver, oír, oler, sentir frío o calor?

--Yo lo llamo percibir. ¿Qué otro nombre podría darle?

--Luego a todo eso le das en conjunto el nombre de percepción.

--Necesariamente.

--Y decimos que esto no participa en la aprehensión de la verdad, pues no participa en la aprehensión del ser.

--Por supuesto que no.

--Luego tampoco en la aprehensión del saber.

--No, en efecto.

--Por consiguiente, Teeteto, la percepción y el saber nunca podrán ser una misma cosa.

--Parece que no, Sócrates. Ahora es cuando especialmente se ha puesto de manifiesto que el saber es algo diferente de la percepción.

Sócrates. --¿Y qué ocurre con el mismo Protágoras? Si no hubiese juzgado que el hombre sea la medida de todas las cosas, y si el pueblo no lo pensara, como en efecto no lo piensa, ¿no sería necesario que la verdad tal como él la ha definido no existiese para nadie? Y si él ha creído esto, y la multitud piensa lo contrario, ¿no observas tú primeramente que en la misma medida que el número de los que no comparten su opinión sobrepasa el de sus partidarios, la verdad tal como él la entiende debe no existir más que existir?

--Esto es indudable, si existe o no existe, según cada opinión.

--Pero, en segundo lugar, lo más divertido de él es esto. Protágoras, al afirmar que lo que le parece a cada uno es verdadero, concede que es verdadera la opinión de los que contradicen la suya y creen que se equivoca.

--Efectivamente.

--Así pues, ¿es necesario que su opinión sea falsa, ya que reconoce como verdadera la opinión de los que creen que se equivocan?

--Necesariamente.

--Los otros, por su parte, ¿reconocen que se equivocan?

--No, ciertamente.

--Así pues, ¿está obligado aún a reconocer esta opinión como verdadera, según sus escritos?

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--Aparentemente.

--Por consiguiente, habrá oposición por todos lados, empezando por el mismo Protágoras. ¿O más bien Protágoras, al admitir que piensa con verdad el que tiene una opinión contraria a la suya, admite que ni el perro ni ningún hombre es la medida de ninguna cosa si no la ha estudiado? ¿No es así?

--Si.

--Por consiguiente, ya que todos se oponen a ella, la verdad de Protágoras no es verdadera para nadie, ni para otro ni para él mismo.

--Sócrates, tratamos muy mal a mi amigo.

Sócrates. --Dejemos todo lo demás, atengámonos al único punto en cuestión y preguntémosles: todo se mueve y fluye; ¿es esto lo que decís?

Teodoro. --Sí.

--¿Sin duda con el doble movimiento que hemos distinguido, traslación y alteración?

--Nada que objetar, si queremos que todo se mueva plena y perfectamente.

--Si sólo hubiese traslación sin alteración, podría decirse cuál es la naturaleza de lo que se mueve y cambia de lugar, ¿no es cierto?

--Sí.

--Pero como no es incluso una cosa estable que lo que fluye, fluya blanco; como al contrario, hay cambio a este respecto, de suerte que la misma blancura se escapa y se convierte en otro color por miedo a que se la sorprenda en un estado fijo, ¿es jamás posible llamar a un color por su nombre, de modo que no nos equivoquemos?

--¿Qué medio puede haber, Sócrates, de determinar el color o alguna otra cualidad, si pasando sin cesar escapa a la palabra que quiere cogerla?

--¿Y qué diremos de las sensaciones, por ejemplo, las de ver y oír? ¿Aseguraremos que permanecen en el estado de visión y de audición?

--No podremos hacerlo, si es verdad que todo se mueve.

--Por consiguiente, ya que todo está en un movimiento absoluto, no debe decirse que hay visión con preferencia a no-visión, ni que una sensación está con preferencia a que no está.

--No, sin duda.

--Ahora bien, la sensación es la ciencia, según hemos dicho.

--Es cierto.

--Por tanto, cuando nos han preguntado qué es la ciencia, hemos respondido que es una cosa que no es ciencia con preferencia a no-ciencia.

--Eso parece.

--Si todo se mueve, en efecto, toda respuesta sobre cualquier punto es igualmente justa, si se dice que es así, o que no es así, o si lo prefieres, que va siendo o que no va siendo, a fin de no inmovilizarlo ni aún con palabras.

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--Dices bien.

--Sí, Teeteto, salvo que he utilizado las expresiones «así» y «no-así». Y no debe usarse la palabra «así»: pues «así», igual que «no-así», sería algo fijo, y estas palabras no expresarían el movimiento. Los partidarios de esta doctrina deben crear algún otro término. Y por el momento, en su hipótesis no tienen ninguno del que se puedan servir, sino tal vez éste: «ni siquiera así». Esta expresión indefinida es la que más conviene a su opinión.

--En efecto, es ésta una manera de hablar que les agrada del todo.

--Así pues, Teeteto, ya estamos libres de tu amigo, y no le concederemos que todo hombre es la medida de todas las cosas, a menos que diga el sabio. Y que la ciencia sea la sensación, tampoco lo concederemos, al menos según el método del «todo se mueve».

Teeteto, 151e_183c. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p. 19-22).

ACTIVIDADES:

1. Argumenta la postura que respecto al conocimiento y la verdad tiene Teeteto

2. Argumenta la postura que respecto al conocimiento y la verdad tiene Sócrates

3. Explica la postura de Protágoras.4. ¿Con cuál de las teorías de los autores arriba vistos estarías más de acuerdo?

Razona la respuesta

PLATÓN. LA REPÚBLICA.

EL MITO DE LA CAVERNA.

-Ahora, continué, imagínate nuestra naturaleza, por lo que se refiere a la ciencia, y a la ignorancia, mediante la siguiente escena. Imagina unos

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hombres en una habitación subterránea en forma de caverna con una gran abertura del lado de la luz. Se encuentran en ella desde su niñez, sujetos por cadenas que les inmovilizan las piernas y el cuello, de tal manera que no pueden ni cambiar de sitio ni volver la cabeza, y no ven más que lo que está delante de ellos. La luz les viene de un fuego encendido a una cierta distancia detrás de ellos sobre una eminencia del terreno. Entre ese fuego y los prisioneros, hay un camino elevado, a lo largo del cual debes imaginar un pequeño muro semejante a las barreras que los ilusionistas levantan entre ellos y los espectadores y por encima de las cuales muestran sus prodigios.

--Ya lo veo, dijo.

--Piensa ahora que a lo largo de este muro unos hombres llevan objetos de todas clases, figuras de hombres y de animales de madera o de piedra, v de mil formas distintas, de manera que aparecen por encima del muro. Y naturalmente entre los hombres que pasan, unos hablan y otros no dicen nada.

--Es esta una extraña escena y unos extraños prisioneros, dijo.

--Se parecen a nosotros, respondí. Y ante todo, ¿crees que en esta situación verán otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado que unas sombras proyectadas por la luz del fuego sobre el fondo de la caverna que está frente a ellos.

--No, puesto que se ven forzados a mantener toda su vida la cabeza inmóvil.

--¿Y no ocurre lo mismo con los objetos que pasan por detrás de ellos?

--Sin duda.

--Y si estos hombres pudiesen conversar entre sí, ¿no crees que creerían nombrar a las cosas en sí nombrando las sombras que ven pasar?

--Necesariamente.

--Y si hubiese un eco que devolviese los sonidos desde el fondo de la prisión, cada vez que hablase uno de los que pasan, ¿no creerían que oyen hablar a la sombra misma que pasa ante sus ojos?

--Sí, por Zeus, exclamó.

--En resumen, ¿estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?

--Es inevitable.

--Supongamos ahora que se les libre de sus cadenas y se les cure de su error; mira lo que resultaría naturalmente de la nueva situación en que vamos a colocarlos. Liberamos a uno de estos prisioneros. Le obligamos a levantarse, a volver la cabeza, a andar y a mirar hacia el lado de la luz: no podrá hacer nada de esto sin sufrir, y el deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras antes veía. Te pregunto qué podrá responder si alguien le dice que hasta entonces sólo había contemplado sombras vanas, pero que ahora, más cerca de la realidad y vuelto hacia objetos más reales, ve con más perfección; y si por último, mostrándole cada objeto a medida que pasa, se le obligase a fuerza de preguntas a decir qué es,

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¿no crees que se encontrará en un apuro, y que le parecerá más verdadero lo que veía antes que lo que ahora le muestran?

--Sin duda, dijo.

--Y si se le obliga a mirar la misma luz, ¿no se le dañarían los ojos? ¿No apartará su mirada de ella para dirigirla a esas sombras que mira sin esfuerzo? ¿No creerá que estas sombras son realmente más visibles que los objetos que le enseñan?

--Seguramente.

--Y si ahora lo arrancamos de su caverna a viva fuerza y lo llevamos por el sendero áspero y escarpado hasta la claridad del sol, ¿esta violencia no provocará sus quejas y su cólera? Y cuando esté ya a pleno sol, deslumbrado por su resplandor, ¿podrá ver alguno de los objetos que llamamos verdaderos?

--No podrá, al menos los primeros instantes.

--Sus ojos deberán acostumbrarse poco a poco a esta región superior. Lo que más fácilmente verá al principio serán las sombras, después las imágenes de los hombres y de los demás objetos reflejadas en las aguas, y por último los objetos mismos. De ahí dirigirá sus miradas al cielo, y soportará más fácilmente la vista del cielo durante la noche, cuando contemple la luna y las estrellas, que durante el día el sol y su resplandor.

--Así lo creo.

--Y creo que al fin podrá no sólo ver al sol reflejado en las aguas o en cualquier otra parte, sino contemplarlo a él mismo en su verdadero asiento.

--Indudablemente.

--Después de esto, poniéndose a pensar, llegará a la conclusión de que el sol produce las estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y es en cierto modo la causa de lo que ellos veían en la caverna.

--Es evidente que llegará a esta conclusión siguiendo estos pasos.

--Y al acordarse entonces de su primera habitación y de sus conocimientos allí y de sus compañeros de cautiverio, ¿no se sentirá feliz por su cambio y no compadecerá a los otros? Ciertamente.

--Y si en su vida anterior hubiese habido honores, alabanzas, recompensas públicas establecidas entre ellos para aquel que observase mejor las sombras a su paso, que recordase mejor en qué orden acostumbran a precederse, a seguirse o a aparecer juntas y que por ello fuese el más hábil en pronosticar su aparición, ¿crees que el hombre de que hablamos sentiría nostalgia de estas distinciones, y envidiaría a los más señalados por sus honores o autoridad entre sus compañeros de cautiverio? ¿.No crees más bien que será como el héroe de Homero y preferirá mil veces no ser más «que un mozo de labranza al servicio de un pobre campesino» y sufrir todos los males posibles antes que volver a su primera ilusión y vivir como vivía?

--No dudo que estaría dispuesto a sufrirlo todo antes que vivir como anteriormente.

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--Imagina ahora que este hombre vuelva a la caverna y se siente en su antiguo lugar. ¿No se le quedarían los ojos como cegados por este paso súbito a la oscuridad?

--Sí, no hay duda.

--Y si, mientras su vista aún está confusa, antes de que sus ojos se hayan acomodado de nuevo a la oscuridad, tuviese que dar su opinión sobre estas sombras y discutir sobre ellas con sus compañeros que no han abandonado el cautiverio, ¿no les daría que reír? ¿No dirán que por haber subido al exterior ha perdido la vista, y no vale la pena intentar la ascensión? Y si alguien intentase desatarlos y llevarlos allí, ¿no lo matarían, si pudiesen cogerlo y matarlo?

--Es muy probable.

--Ésta es precisamente, mi querido Glaucón, la imagen de nuestra condición. La caverna subterránea es el mundo visible. El fuego que la ilumina, es la luz del sol. Este prisionero que sube a la región superior y contempla sus maravillas, es el alma que se eleva al mundo inteligible. Esto es lo que yo pienso, ya que quieres conocerlo; sólo Dios sabe si es verdad. En todo caso, yo creo que en los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que percibimos con dificultad, pero que no podemos contemplar sin concluir que ella es la causa de todo lo bello y bueno que existe. Que en el mundo visible es ella la que produce la luz y el astro de la que procede. Que en el mundo inteligible es ella también la que produce la verdad y la inteligencia. Y por último que es necesario mantener los ojos fijos en esta idea para conducirse con sabiduría, tanto en la vida privada como en la pública.

- Yo también lo veo de esta manera, dijo, hasta el punto de que puedo seguirte. [. . .]

--Por tanto, si todo esto es verdadero, dije yo, hemos de llegar a la conclusión de que la ciencia no se aprende del modo que algunos pretenden. Afirman que pueden hacerla entrar en el alma en donde no está, casi lo mismo que si diesen la vista a unos ojos ciegos.

--Así dicen, en efecto, dijo Glaucón.

--Ahora bien, lo que hemos dicho supone al contrario que toda alma posee la facultad de aprender, un órgano de la ciencia; y que, como unos ojos que no pudiesen volverse hacia la luz si no girase también el cuerpo entero, el órgano de la inteligencia debe volverse con el alma entera desde la visión de lo que nace hasta la contemplación de lo que es y lo que hay más luminoso en el ser; y a esto hemos llamado el bien, ¿no es así?

--Sí.

--Todo el arte, continué, consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que el alma pueda realizar la conversión que debe hacer. No se trata de darle la facultad de ver, ya la tiene. Pero su órgano no está dirigido en la buena dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que se debe corregir.

--Así parece, dijo Glaucón.

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República Vll; 514a_517c y 518b_d. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p. 26-30).

RENÉ DESCARTES.No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice allí, pues son tan

metafísicas y tan fuera de lo común, que quizá no gusten a todo el mundo. Sin embargo, para que se pueda apreciar si los fundamentos que he tomado son bastante firmes, me veo en cierta manera obligado a decir algo de esas reflexiones. Tiempo ha que había advertido que, en lo tocante a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran indudables, y esto se ha dicho ya en la parte anterior; pero deseando yo en esta ocasión ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar coma absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: "yo pienso, luego soy, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.

Descartes, R.: El discurso del método. Alfaguara.

JOHN LOCKE. ORIGEN DE LAS IDEAS

Supongamos, pues, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda instrucción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega entonces a tenerla? [...] ¿De dónde extrae todo ese material de la razón y del conocimiento? A estas preguntas contesto con una sola palabra: de la experiencia; he aquí el fundamento de todo nuestro saber, y de donde en última instancia se deriva: «las observaciones que hacemos sobre los objetos sensibles externos, o sobre las operaciones internas de nuestra mente, las cuales percibimos, y sobre las que reflexionamos nosotros mismos, son las que proveen a nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar». Estas son las dos fuentes de conocimiento de donde parten todas las ideas que tenemos o que podemos tener de manera natural.

Ensayo sobre el entendimiento humano, l.2, cap. 1, 2 (Editora Nacional, Madrid 1980, vol.1, p. 164).

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ORTEGA Y GASSET. EL PERSPECTIVISMO La historia de la ciencia del conocimiento nos muestra que la lógica,

oscilando entre el escepticismo (ni los sentidos ni la razón nos posibilitan alcanzar la verdad) y el dogmatismo (mantener una postura acerca de la realidad sin dar razones de ello ni justificarlo), solía partir siempre de esta errónea creencia: el punto de vista del individuo es falso. De aquí emanaban las dos opiniones contrapuestas: es así que no hay más punto de vista que el individual, luego no existe la verdad, escepticismo (porque cada persona tendrá su propia verdad, así habrá tantas verdades como personas distintas existan); es así que la verdad existe, luego ha de tomarse un punto de vista sobreindividual –racionalismo (de tal modo que la verdad no está en el individuo sino en Dios, o en la ciencia, o en cualquier otra instancia más allá del individuo).

El Espectador intentará separarse igualmente de ambas soluciones, porque discrepa de la opinión donde se engendran. El punto de vista individual me parece el único punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo en su verdad. Otra cosa es un artificio.

La realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces.

Desde este Escorial, riguroso imperio de la piedra y la geometría, donde he asentado mi alma, veo en primer término el curvo brazo ciclópeo que extiende hacia Madrid la sierra del Guadarrama. El hombre de Segovia, desde su tierra roja, divisa la vertiente opuesta. ¿Tendría sentido que disputásemos los dos sobre cuál de ambas visiones es la verdadera? Ambas lo son ciertamente por ser distintas. Pero la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista que cada cual ocupa en el universo. Aquélla y éste son correlativos, y como no se puede inventar la realidad, tampoco puede fingirse el punto de vista. La verdad, lo real, el universo, la vida como queráis llamarlo-, se quiebra en facetas innumerable, cada una de las cuales da hacia un individuo. Si este ha sabido ser fiel a su punto de vista, si ha resistido a la eterna seducción de cambiar su retina por otra imaginaria, lo que ve será un aspecto real del mundo.

Y viceversa: cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no está otra: lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles, somos necesarios. Dentro de la humanidad cada raza, dentro de cada raza cada individuo, es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos de universo para los otros inasequibles.

La realidad, pues, se ofrece en perspectivas individuales. Lo que para uno está en último plano, se halla para otro en primer término. El paisaje ordena sus tamaños y sus distancias de acuerdo con nuestra retina, y nuestro corazón reparte los acentos. La perspectiva visual y la intelectual se complican con la perspectiva de la valoración. En vez de disputar, integramos nuestras visiones en generosa colaboración espiritual, y como las riberas independientes se aúnan en la gruesa vena del río, compongamos el torrente de lo real.

Verdad y perspectiva, en «Obras completas», vol. II, Revista de Occidente, Madrid 1966-69, p. 18-19.

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