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Antología El Mensú Ediciones 2012

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Antología narrativa y poética resultado del 3er Concurso Internacional de Poesía y Narrativa 2012

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Colección

Reuniones

EL MENSÚ Edicioneswww.elmensu.blogspot.com.ar

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info de contacto:[email protected]

www.elmensu.blogspot.com.ar

Diseño de portada e interes . Darío FalconiAsesoría Legal . Priscila HernándezLogo editorial . Santiago Gallardo

Editor Responsable . Darío Falconi

© 2012 El Mensú Ediciones.© 2012 Baima Cerri Ebe María; Chavez Liliana Teresa; Baker Zandrino Nora; Barbosa Moreira Danusa María; Giachero Germán Enrique; Travi Gustavo Javier; Tissera Américo Pablo; Eder Carlos Alberto;

Najenson José Luis; Fornero Mónica y Rusconi Guido Andrés.

EL MENSÚ EdicionesSan Juan 2415 - Dpto. “3”

X5900ECE - Villa María - Córdoba [email protected]

(0353) 4523355

ISBN 978-987-1894-10-91ª edición de 50 ejemplares - Octubre de 2012

Queda hecho el Depósito que establece la Ley 11.723Libro de edición villamariense (Argentina).

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www.twitter.com/mensuedicioneswww.issuu.com/elmensuediciones

Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de su Editor. Su infracción será penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Antología literaria 2012 / Ebe María Baima Cerri ... [et.al.] ; ilustrado por Darío Falconi. - 1a ed. - Villa María : El Mensú Ediciones, 2012. 70 p. : il. ; 21x15 cm. - (Reuniones; 6)

ISBN 978-987-1894-10-9

1. Antologia Literaria Argentina. I. Baima Cerri, Ebe María II. Falconi, Darío, ilus. CDD A860

Fecha de catalogación: 11/12/2012

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El mensú ediciones . Reuniones . 06

Baima Cerri Ebe María

Chávez Liliana Teresa

Baker Zandrino Nora

Barbosa Moreira Danusa María

Giachero Germán Enrique

Travi Gustavo Javier

Tissera Américo Pablo

Eder Carlos Alberto

Najenson José Luis

Fornero Mónica

Rusconi Guido Andrés.

ANTOLOgía literaria

el mensú 2012

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presentación

El Mensú Ediciones cerró, el 31 de julio de 2012, la convocatoria para el 3º Concurso Internacional de poesía y narrativa 2012.

En esa ocasión la editorial independiente villamariense redo-bló sus esfuerzos al abrir su participación a escritores y aficionados de habla hispana que residan en cualquier lugar del mundo y ofre-ció como premio la edición de tres libros (unipersonal en poesía, unipersonal en narrativa y esta antología con los mejores trabajos de los dos géneros).

Participaron de este llamado 96 autores con 46 narraciones y 123 poemas. Los trabajos provinieron de España, Chile, México, Bolivia, Uruguay, Colombia e Israel. También fue importante la acogida de nuestro país, ya que entregaron sus obras autores que comprenden todo el territorio nacional, abarcando desde Misiones hasta Tierra del Fuego.

El tribunal seleccionador estuvo integrado por el actual presi-dente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) filial Villa Ma-ría, el escritor Eduardo Belloccio; el periodista cultural y escritor Marcelo Silvera y representando a la casa editora el señor Darío Falconi.

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Luego de la recepción de los trabajos, la lectura y el análisis de los mismos, los galardonados resultaron los siguientes:

GÉNERO POESÍAGANADORA: Réquiem para Alfonsina - Baima Cerri Ebe Ma-

ría - Brinkmann (Córdoba).2º ORDEN DE MÉRITO: Séque no estoy en mis mejores días -

Chávez Liliana Teresa - Córdoba.3º ORDEN DE MÉRITO: Catársis - Baker Zandrino Nora - Villa

María (Córdoba).4º ORDEN DE MÉRITO: Quizás hoy… - Barbosa Moreira Da-

nusa María - Pergamino (Bs. As.).5º ORDEN DE MÉRITO: Tristeza - Giachero Germán Enrique -

Villa María (Córdoba).6º ORDEN DE MÉRITO: Piezas del asombro - Travi Gustavo

Javier - Caseros (Bs. As.).

GÉNERO NARRATIVAGANADOR: Tarde de fútbol - Tissera Américo Pablo - Carrilo-

bo (Córdoba).2º ORDEN DE MÉRITO: El sueño - Barbosa Moreira Danusa

María - Pergamino (Bs. As.).3º ORDEN DE MÉRITO: El Messi-as - Eder Carlos Alberto -

Etruria (Córdoba).4º ORDEN DE MÉRITO: Campeonato Mundial 2018 - Najen-

son José Luis - Jerusalem (Israel).5º ORDEN DE MÉRITO: La casa de chapa de los gatos blan-

cos - Fornero Mónica - Villa María (Córdoba).6º ORDEN DE MÉRITO: Comuñe - Rusconi Guido Andrés - La

Plata (Bs. As.).

El agradecimiento de siempre a todos los que participaron de este certamen.

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poemas

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GANADORA:Réquiem para Alfonsina

Baima Cerri Ebe MaríaBrinkmann (Córdoba)

Subleva desde la distancia la aridez despierta de la piedra, sobre el capullo versátil e incipiente de aguas asperjadas en azules cisternas.Esperma de la noche fluye la ideacautiva entre las sombras, y adolece de vicios la cuenta de las horas.Una prisa geronte desmadra sus destellosentre licuadas nubes de grises y de espejos.El agua deletrea sobre la costa madresinfonía inconclusa en ruidoso lamento,y pliega en las espumasfrías como la noche, duras como el acerosu cuerpo desdoblado en corpúsculos presos…Para partir en trazos de sombras y silenciosdominando la línea de infértiles sueños;para latir sin voces en espejismos yermosdesangrando las huellas que imponen los senderos, en plagiados instantes impulsos del misterio…Para enhebrar olvidos en invisibles duelos,sobre la impronta ciega voraz y delirante del miedo.Y las aguas lascivas desmadejan la amplitud de tu cuerpo

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y se acalla en tus labios el fragor del acentoen el instante mismo que se duerme impasible tu luz dentro su cuenco.Alfonsina...suspendida en poemas entre abisales tiemposincorpórea presencia que transita oscilante en la fuga imprecisa de la tierra en el cielo...

Alfonsina... tristezas sin retorno opacaron tu esencia... deshuesaron tu risa... y cubrieron de sombras tu enigmática huida...El mar es tu mortaja te fuiste... sin poesía...

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2º ORDEN DE MÉRITO:Sé que no estoy en mis mejores días

Chavez Liliana TeresaCórdoba

Miro hacia arribaVeo claveles del aire y olvido.Con gusto echaría mis horas a dormir. Nada me conforma.La única herramienta de la que dispongoes el torpe latido de mi tiempopiedra móvil sobre la que apenas logro sostenerme.

Y la vida parece un puñado de cartas sin comodines.Valijas al pie de una escalera por la que nadie baja.

Me asomo a la ventana.El sol ilumina esa otra vida que no tengo.

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3º ORDEN DE MÉRITO:Catársis

Baker Zandrino NoraVilla María (Córdoba)

Dijoquemoría hoy.

Dijoquemoría hoy

9.325 veces.

Mentira.No cumplió.

Su manipulacióncomo arañame envuelve.

Su venenoentumeceparaliza.

Me preparapara su banquete.

Me devoratodos los díasun poco.

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No tantocomo para matarme.

Lo suficientepara vaciarme.

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4º ORDEN DE MÉRITO:Quizás hoy...

Barbosa Moreira Danusa MaríaPergamino (Bs. As.)

Cubre el solLa tarde de la siestaY una brisa de nieve tirita en mi alma.En vano esperoLa llegada de la noche y el llamado de los búhos.El monte a lo lejosEs un remolino de polvo y hojas secasQue buscan, en el mundo,Un lugar donde descansar.El silencio parece transparente,Casi cristalinoCuando callan las chicharras.Hoy no corre el tiempoY las horas se confunden con el aireComo pájaros que van a la deriva.Quizás,En un día como hoyPodría morir un poco sin darme cuenta siquiera.Quizás hoy, si muero,Nadie note mi ausencia.

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5º ORDEN DE MÉRITO:Tristeza

Giachero Germán EnriqueVilla María (Córdoba)

Señores,acabo de declarar oficialmente mi estado de tristeza.

Oigan bien, porque no se trata de un decreto de necesidad y urgen-cia,ni de una decisión improvisada y a los apurones.

Todo lo contrario.

Es producto de una determinación meditada,más que de un febril arrebato.

Escribas, procuradores, secretarios, tomen nota.

Visto que no puedo negarla más y que sería inútil hacerlo.Que cuanto más quiero desprenderme de ella, quitarle la mirada,aborrecerla, escupirla, desterrarla para siemprey sepultarla con mis temores y vacilaciones,más se empeña en estrujarme las tripas, en destrozarme el corazón,en agitar lágrimas hasta el naufragio, en partirme el alma.

Considerando que debo asumir la derrota para poder vencerla.Que debo tener la osadía para presentarla en sociedady soportar la humillación pública de los ajenos y las condolencias de los propios, cuando mis ojos o mis labios la desnuden ante ellos.

Que debo abrazarla con suma valentía para que se paseecomo gran dama entre los pocos restosque aún quedan en pie de mi dolorida humanidad.Para que se haga carne en mis huesos,

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parásito en mis intestinos,infarto en mi pecho.

Para que cuando, confiada en su faena,finalmente me proclame como muerto en cuerpo y alma.Y para que una vez coronada con laurelesy embriagada por el elixir de la victoria,sin sospechar siquiera que también es su fin,se marche para siemprecon este cadáver en vida.

Con este espíritu mutiladoque ya no tiene nada más que perderque los despojos de una tristezaque parecía infinita y se creía invencible.

Pero que acabará sus días,aturdida por el impulso de la viday rendida ante el poder de una sonrisa.

No sé cuánto tiempo más llevará,pero sé que será pronto.

Me declaro en estado de tristeza,hasta que la vida me separe de ella.

Difúndase, publíquese y archívese.

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6º ORDEN DE MÉRITO:Piezas del asombroTravi Gustavo Javier

Caseros (Bs. As.)

(nos juntábamos los domingos por la medianoche,a cortar los países limítrofes de las retamas,a cortar, también,todos los otros bordes;los que sobresalían de las palabras,los que se habían abierto del aire…y así,íbamos llegando lentamente al centro de las cosas,hasta que una noche, nos quedamos en silencio)

IEntonces lluvia,y una gota que el cielo no deja caer.La parte que le falta al hombrecuando se mira en el hombre.

IILa estrella desploma su oscuridad.Solo ella puede ver su dentro,y uno en mí que no habla.

IIIDe pronto,el gato saltó por última vez.Tal vez la vida quiso decirlo todo.Yo parecía dormir.

(un trazo de luz básica, un silencio sin culpa,

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la mano del otoño se deja crear ycompleta una pieza del origen,rueda al amparo de unjardín que mueve un poema frente a mis ojos;no logro descifrarlo, porque no soy un jardín, apenas escucho el peso de la tarde,una música sin vertebrasque declina los símbolos cuando aún,para la muerte no importamos)

IVLuego,el pájaro rompe la lloviznay su tiempo, sucede en lo débil.Cruza la luna y diría que mirarlo,es cambiar el mundo.

VY el cielo en el lago,¿se lava la cara o se limpia los dioses?Universo de un verso continuo, lo naciente.

VIUna misteriosa hormigacamina por lo alto del rosal.No nos pertenece.Tierra adentro la esperan.

VIIUn sol entreabiertocede un latido,

voy

es un espacio

justo antes de la palabra.

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narrativa

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GANADOR:Tarde de fútbol

Tissera Américo PabloCarrilobo (Córdoba)

I

Carrilobo, agosto 17 de 1951—¡Goool, Goool, Goool….! El griterío le llegaba, sacudiendo la

modorra de la tarde, entre un zumbido de exclamaciones de entu-siasmo y raleados bocinazos, que se apagaban en la lejanía, como un bostezo bajo una almohada.

La tarde se presentaba dulce y apacible. Carlos Sandrone casti-gó los caballos de su jardinera, que se pusieron en movimiento, sa-cudiendo el carruaje, que respondía con quejidos de maderas flojas y golpeteo de cadenas. Si bien el pueblo estaba de fiesta, para él era un día más. Tenía que cumplir con la rutina de sus tareas rurales. Así, al rato de traquetear en medio de una nube de tierra, las prime-ras casas del pueblo, ya le dejaban ver su silueta entre las arboledas cercanas. A su derecha, podía verse, en las instalaciones del Club, cómo se dirimía un partido. Un público multicolor rodeaba la can-cha. Entre la multitud asomaba un camión, algo más allá, emergían los altavoces adosados sobre la capota del coche del responsable de la publicidad y mezclado con el gentío alguno que otro auto, de donde partían los bocinazos en apoyo del equipo de su preferencia. Un poco más allá, bajo los árboles, sulkys y vagonetas se distribuían,

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raleados, alrededor del campo deportivo. Hizo chasquear las rien-das sobre el lomo de las bestias para que apresuraran el paso. Entró y siguió por la avenida Mitre. Era la manera más fácil de acortar ca-mino. No se veía nadie en la calle.” La mayoría de la gente está en la cancha”- pensó. Los árboles que bordeaban la calle, estaban unidos por la parte superior del tronco, por un piolín de donde pendían ga-llardetes con los colores vaticanos y argentinos que se hamacaban empujados por la brisa del sur. Los cascos de los caballos retumba-ron en la acústica del silencio al entrar en la calle vacía.

-¡Goool! ¡Gool!... ¡Gool!… El griterío hizo eco en los galpones del ferrocarril, ganó altura y pareció multiplicarse en la paz de la tarde, para apagarse en una suerte de ronroneo.

II

El hombre escuchó así como en la lejanía, esas voces que lo devolvían a la realidad. Sentía su cuerpo bañado de sudor y tuvo a sensación de estar viviendo una pesadilla. Una caricia de la brisa le onduló el perramus, con el fresco alivio que puede brindar una gota de agua sobre una hoguera. En su mano derecha el revólver, todavía humeante le hizo sentir el penetrante olor a pólvora. Se vio solo entre los rieles de los dos pasos niveles. “Todo terminó”-pensó, al momento en que una cosa negra y oscura le cubría la conciencia y hacía rodar su entendimiento al abismo sin fondo de la locura. Vio el cuerpo de su amigo, estirado en la mitad de la calle con la cabeza destrozada por el balazo “No puede ser…. no puede ser”. Todo ocurrió cuando Luis intentó arrebatarle el arma. Cayeron al suelo, y en el momento caliente de la lucha, sintió que la sangre le hervía de impotencia. Entonces, casi sin pensarlo oprimió el gati-llo. La detonación retumbó, multiplicada por el eco, en los galpones del Ferrocarril despegando a Luis que, salpicando de rojo el entor-no, apenas abrió los brazos antes de caer al suelo. Entonces le vino una especie de oscuridad en su mente. Disparó una y otra vez. Las

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detonaciones resonaron como martillazos en el duro yunque de la desesperación. Una suerte de ceguera le ganó la conciencia. Su mundo se derrumbaba. Hacía unos minutos, sólo unos minutos que le pareció estar en el mejor de los mundos. Gracias a la intervención de Luis y su mujer había podido limar las asperezas con su esposa, volver a reunir su familia de la que estaba distanciado. El almuerzo había transcurrido tranquilo en la paz hogareña de ese sastre ami-go, que ponía lo mejor de sí mismo para amigarlos. Todo marchaba sobre ruedas. Bebieron un café de sobremesa y ya de pie se puso el perramus sobre su traje color café para despedirse hasta la noche. Ya en la puerta de calle, sobre la vereda, vinieron los saludos, las fra-ses amables, algunas bromas…”hasta luego, nos vemos esta noche en el baile “y él salió en compañía de su mujer. Yiyo, el más chico de sus hijos, llanto mediante, consiguió que la madre lo cargara en los brazos. Las dos nenas marchaban adelante. Cruzaron la calle, en dirección al primer paso nivel. A raíz de una frase desafortunada, surgió de nuevo la diferencia. Se detuvieron. Una palabra ofensiva, otra que viene de vuelta. Y la discusión fue subiendo de tono. “Cá-llate” – y para amedrentarla sacó un revólver y la amenazó. “Que no me callo… cállate vos…que querés hacer con ese revólver… dejá de hacer papelones… las palabras fueron subiendo de tono. Luis des-de la puerta de su casa veía con preocupación el desarrollo de los hechos. Entonces decide intervenir. Corre para arrebatarle el arma. Quizás eso le cegó el entendimiento. Luis alcanza a sujetarle la mu-ñeca con el arma con la intención de quitársela. Forcejeos. Lucha. Ruedan por el suelo. El disparo. Otro, otro, otro y otro. La tarde se despedazaba a golpes. El hombre, fatigado, se sentó en el cordón de la vereda. En el segundo paso nivel el viento sacudía el vestido de su mujer que yacía estirada, en un charco de sangre, al lado de las vías con el niñito en brazos. Las nenas, desesperadas de miedo, huyen en dirección a la esquina próxima. Y el silencio que se des-garra en jirones en los gritos de la esposa de Luis, que con un balde de agua, trata de reanimar, en vano, a su marido. Son gritos agudos, taladrantes, que resuenan en la caja de resonancia de los galpones

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del ferrocarril, y lo devuelven al oscuro abismo de la locura. El hom-bre se siente como dentro de un pozo. El tiempo parece detenerse. Escucha el ruido de un carruaje que se acerca. Debe estar entrado en el pueblo. Unos vecinos soñolientos se asoman, curiosos, a la puerta. Y la tarde que declina, dolorosa de muerte. Y allá a lo lejos se escucha.

—¡Goool! ¡Goool! ¡Goool! Eescucha rodar en la tarde ese grite-río, lejano e indiferente, que lo devuelve por un instante a la reali-dad.

Examinó el tambor del arma. Todas las balas picadas. Arrojó las vainas al suelo. Tanteó en el bolsillo de su traje. Sacó otras y auto-máticamente recargó el arma. Se sintió como un trapo, tirado en el piso. Y el ruido del carruaje que se acercaba. El grito entusiasta de la gente en esa tarde de fútbol. ¿Estará ganando Carrilobo? Quizás lo pensó como al descuido. Siente la desesperación caer como gotas de ácido en su corazón. No quería esto. La ira y la impotencia lo habían cegado…él no era así. Se puso loco… y siente que su razón rueda otra vez en el oscuro pozo de la inconsciencia. Por unos segundos, vuelve a la realidad. Se siente como atrapado en una pesadilla de la que quiere escapar. Escucha el ruido de los caballos de una jardine-ra que, según puede adivinarse, debe estar pasando frente al Hotel Badori. Unos segundos más llegará, a la esquina, frente a la estación de Servicio de los Bessone. Todo queda en una especie de silencio. Quizás entre los ligustrines que bordean el predio ferroviario, habrá visto, un minuto antes, cerrarse las puertas del bar de don Nepotte, al lado de la Estación de Servicio, tras la entrada precipitada de las niñas. Entonces apoyó el cañón del arma en la sien. Habrá sentido la fría presión circular del revólver…y quizás, desde la lejanía le haya llegado una última migaja del mundo real, mezclada al traqueteo insolente de una jardinera que ya alcanzaba la esquina: ¡goool!... ¡Goool!... ¡Goool! – el griterío se derramaba en la tarde para quedar vibrando, por unos segundos más, en el oscuro diapasón del eco.

Y sin esperar más apretó el gatillo.

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2º ORDEN DE MÉRITO:El sueño

Barbosa Moreira Danusa MaríaPergamino (Bs. As.)

El sueño se repetía todas las noches de junio de todos los años desde que su hermana melliza había muerto ahogada en la pileta hacía diecisiete años atrás. Empezaba el día primero y seguía hasta el veintidós, aniversario de la muerte de la niña que nunca pudo crecer como ella. Con tres años, había caído al agua en la parte más honda de la piscina y, tras patalear un rato en el fondo, se fue que-dando cada vez más quieta, envuelta en burbujas que se desdibu-jaban entre las corrientes que provocaban sus manotazos mientras abría unos ojos desorbitados y desesperantes en el fondo de su in-fierno. De pronto todo fue quietud. Una última burbuja subió a la superficie, flotó unos minutos sobre el agua y se deshizo al golpear con suavidad contra la lejana escalera de cemento. Entonces, ella había corrido lo más rápido que le permitían sus pequeñas piernas y a los gritos avisó a la casa completa que su hermanita se había caído a la pileta. De ahí en más, la tragedia se transformó en dolor cambiando para siempre la vida de todos en la familia.

Pese al paso de los años, ella nunca se había perdonado el no haber avisado antes, justo en el momento de la caída. No se perdo-naba el hecho de haber esperado a que la última burbuja se deshi-ciera junto con la vida de su hermana. No comprendía el porqué se

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había quedado parada esperando, viéndola morir, sin hacer nada, aunque tuviera la edad que tenía. Era su melliza, su hermana del alma, su compañera de útero, de cuna y de juegos. ¿Qué le impidió moverse, hacer algo? Sentía que había alguna cosa oscura en todo eso. Algo imperdonable, vergonzoso, secreto. De nada servía que familiares, psicólogos y psiquiatras le dijeran, una y otra vez, que a los tres años no se tiene verdadera noción del peligro ni de la muerte como algo tan definitivo. No la consolaba el hecho de un accidente ni que en realidad, dos criaturas pequeñas no deberían haber estado solas jugando afuera cerca de una pileta. Tampoco la hacía sentir mejor el pensar que ella también podría haber muerto en un intento de salvar a su hermana. Ella necesitaba algo, quizás un perdón y no lo conseguía.

Cuando llegaba junio, empezaba el sueño. Lo llamaba sueño porque no era exactamente una pesadilla aunque se despertara an-gustiada y empapada en sudor. Se veía a sí misma, con su largo ca-misón rosado nadando en el fondo de la bendita pileta. Llevaba en la mano un farol encendido y el pelo largo y oscuro le acariciaba la espalda mecido por el agua. No necesitaba respirar y nadaba y na-daba, sin parar, de un lado a otro de la pileta, buscando algo que no podía encontrar. El agua era tibia y clara, agradable y ese ir y venir le resultaba sumamente placentero. Hacia el final del sueño, en un rincón veía una puerta. Se acercaba despacio. Ponía su mano sobre el picaporte, lo giraba y empujaba con suavidad, muy lentamente. Entonces se despertaba. Una angustia salobre le subía por la gar-ganta y se instalaba en su boca. El sudor le corría por todo el cuerpo, empapándolo, como si realmente hubiera estado dentro del agua. La respiración se le hacía entrecortada y su voz desaparecía por lar-gos minutos de dolor y desconsuelo.

Junio le trastocaba la vida. La certeza de una verdad oculta se le hacía obsesión y no podía despegarse de su sueño que había co-menzado al año de morir su hermana. Ella crecía y en la misma me-dida crecía también en el sueño. Al principio era su yo niño el que nadaba, ahora era ella, con sus veinte años y su camisón rosado.

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Durante ese mes, no podía concentrarse en nada, no podía estudiar, se enfermaba de un mal desconocido, de origen psicológico decían todos, por el cual caía en cama por varios días, con fiebre alta y ningún otro síntoma visible o invisible. El dolor de cabeza se le hacía insoportable y le estallaba en la nuca, en las sienes y en los ojos. No lloraba ni reía, no hablaba. Una ansiedad infinita la acompañaba a lo largo de las horas y la angustia le cortaba la garganta y el estómago. Casi no comía y convivía con una duermevela constante en la cual sólo su sueño tenía cabida y tinte de realidad. Un miedo sin sentido la rodeaba a través de la casa y del tiempo y el desconsuelo la ator-mentaba constantemente. El día veintidós todo terminaba. Estaba sana y feliz nuevamente, dueña de sí y de su vida. Sólo la acompa-ñaba esa extraña certeza de que había algo que debía descubrir, una sensación de búsqueda constante de alguna cosa que no podía definir. Talvez fuera un secreto, una verdad oculta, un perdón, una culpa. “Será el año que viene”, se decía siempre y seguía andando por su mundo. Sin embargo, junio llegaba y ella lo dejaba pasar, irse una y otra vez, sin saber lo que ocultaba la puerta de la pileta. Tenía terror en descubrirlo. Sabía que lo que vería estaba también en su corazón y su mente, guardado, escondido, cerrado con candados y cerrojos y por eso quizás se le fuera la vida esperando otro año más para abrirse a esa realidad oculta.

Su terapeuta de turno le resultaba mejor que los anteriores. Con él le era más fácil abrirse y hablar de sus miedos del mes de ju-nio sin sentirse un poco loca o rara. En mayo hablaron mucho acerca del sueño y lo que este podría significar y esconder. Llegaron a la conclusión de que si bien el sueño le producía angustia, el hecho de no considerarlo una pesadilla podía muy bien significar que ella necesitaba llegar al final de la historia. Abrir la puerta sería quizás una solución que aplacara su necesidad de perdón y de búsqueda. Decidieron que ya era hora de enfrentarse con su sueño, que sólo de esa manera podría encontrar su sanación, curarse el corazón he-rido, estar bien, resolver el enigma que tanto mal le hacía porque

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quizás el perdón que buscaba se hallara detrás de esa puerta. Así, ella se fue preparando para la llegada de junio.

La fiebre le había subido casi a cuarenta grados. Los paños fríos que le ponía su madre en la frente se secaban tan sólo en segun-dos. El antifebril no hacía efecto y el médico tardaba en llegar. Ella entraba y salía de su duermevela en un estado de confusión y des-asosiego. Se dejaba llevar, por momentos, hacia el bendito sueño que le calaba el alma y la vida. Trató de tranquilizarse. Cerró los ojos suavemente, se dejó llevar por la oscuridad, la tensión de la fiebre y el dolor. Relajó los músculos.

Salió al jardín. En el borde de la pileta estaba el farol encendi-do como siempre. Lo tomó y entró al agua. Se sumergió despacio, sintiendo el agua tibia en su cuerpo y la sensación de bienestar que esto le provocaba. Ya no necesitaba respirar. El camisón rosado se le pegaba al cuerpo y el pelo largo le acariciaba la espalda y la cara. Sintió placer. Nadó por largo rato, de un lado a otro de la pileta sin apuro y con paz. El fondo estaba nítido y claro y brillaba a la luz del farol. La puerta apareció de pronto, en el mismo rincón de siempre. Se acercó con calma y puso su mano sobre el picaporte. Lo giró y empujó lentamente la puerta abriéndola.

Apareció su hermana. La criatura pasó por la puerta con una rapidez sobrehumana gritando desaforada, completamente enaje-nada, “Vos me empujaste, vos me empujaste”. La furia se le notaba en los ojos y en la rigidez del cuerpo. El farol se apagó y todo fue os-curidad. Sintió un dolor punzante en el corazón, tuvo necesidad de respirar, de tomar aire. Trató de llegar a la superficie pero no pudo. Su hermana la agarraba de los tobillos obligándola a permanecer bajo el agua. Manoteó, pataleó, los ojos se le abrieron inmensos, los pulmones le estallaron y abriendo la boca enorme, trató de to-mar aire. Sólo tragó agua y la siguió tragando por varios minutos que le parecieron eternos. La rodeaban cientos de burbujas que se liberaban en la superficie del agua. Lentamente, se fue aquietando. Todo su cuerpo se relajó y expiró por última vez. Una última burbuja

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alcanzó la superficie, flotó unos segundos, alcanzó un borde y se deshizo contra la escalera de cemento.

La encontraron a la mañana siguiente, ahogada en el mismo lu-gar donde había muerto su hermana. Jamás comprendieron como pudo ahogarse alguien que sabía nadar perfectamente. Definitiva-mente no había sido suicidio. Los médicos aseguraron que nadie tiene la suficiente fuerza de voluntad para matarse en una pileta. La autopsia reveló que no había rastros de drogas ni barbitúricos en su cuerpo. Era un accidente extraño. Tan extraño como las marcas que se encontraron en sus tobillos. Parecían dedos pequeños, manos de niño, de criatura.

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3º ORDEN DE MÉRITO:El Messi-as

Eder Carlos AlbertoEtruria (Córdoba)

Los tres hinchas ya habían atravesado media pampa húmeda con sus trapos a cuestas y las bolsitas de papel picado, se les notaba en el rostro un cierto cansancio ¡y no era para menos! venían atra-vesando bañados, cañadones, cruzando arroyos tratando de que no se arruinaran los presentes que llevaban en un pequeño carrito. Muchas noches la pasaron durmiendo en pueblitos pequeños, per-didos en la inmensidad, donde casi siempre los hinchas del lugar los cobijaban en su club de barrio ofreciéndoles lo poco que tenían: al-gún choripán, un poco de vino tinto de cajita y un vestuario o cuarti-to frío y húmedo para pasar la noche; otras dormían a la intemperie sin más techo que el travesaño de un arco improvisado en algún potrero donde los pibes armaban un picado en un instante. Sin em-bargo, a pesar del frío y las incomodidades, marchaban alegres tal vez porque la misión que debían cumplir les daba una fortaleza y un temple de acero.

Venían siguiendo la estrella que los profetas habían anunciado. Se les había revelado el secreto una noche en que estaban prepa-rando los trapos para el domingo, cuando de pronto se escuchó una voz como trompeta que les dijo:

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-Prestad atención, allá por el mes de junio en una ciudad cerca de un puerto a orillas del Paraná, en una casa humilde de padres trabajadores nacerá “ el elegido”, yo pondré en el cielo una estrella que brillará mucho más que las otras, vosotros deberéis seguirla, ella os guiará hasta el lugar mismo donde nacerá el niño, esa estre-lla será el signo de que él también será una estrella que brillará por mucho tiempo en el firmamento de las ilusiones de los campeona-tos mundiales, tendréis que tener paciencia porque él no será pro-feta en su tierra, su luz iluminará a otras multitudes pero llegará el momento en que los bañará de gloria a ustedes y a todos aquellos que deliren por una celeste y blanca. Deberéis llevarle regalos para recibirlo y no os preocupéis por lo demás, la estrella los guiará cual si fueran reyes magos. Andad y cumplid en nombre del reino de las tribunas, de los hinchas afónicos, de los tejidos romboides.

Y sin pensarlo dos veces, salieron y siguieron a la estrella. De esto ya hacía varios días, no llevaban bien la cuenta pero tal vez había pasado más de un mes desde que venían tras el brillo que les iba alumbrando el camino, cada vez la veían más cerca y más resplandeciente, prácticamente estaba sobre sus cabezas, y ahora que la miraban bien ya no era una estrella, brillaba como ellas pero en vez de rayos tenía gajos hexagonales cosidos con hilos de plata.

Ya el aroma del puerto de Rosario les llegaba claro y nítido a sus narices, el Paraná como un gran espejo reflejaba el fulgor de la es-trella, ¿o era una pelota? Ahora que la veían espejada en el agua ya no parecía una estrella era una pelota de fútbol, el Paraná devolvía su imagen clara que se bañaba, entrando y saliendo del agua.

Por primera vez la sombra de una duda se les presentó, ¿y si no eran bien recibidos por la familia del elegido? ¿Si pensaban que eran unos locos sueltos? En realidad su aspecto no era el más co-rrecto para presentarse a ofrecer regalos a un recién nacido y ade-más con una historia medio rara, pero la voz les había dicho que no se preocuparan que todo sería resuelto y la verdad que hasta ahora no les había fallado a pesar de las dificultades del viaje jamás ha-bían sido abandonados, el brillo siempre los guió por los senderos

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correctos, nunca dudaron en las bifurcaciones del camino, siempre surgía algo que les solucionaba los inconvenientes, así que ahora no sucedería lo contrario, seguirían adelante con la misma fe que los había guiado hasta acá.

Al llegar a una casita humilde la estrella-pelota se detuvo en seco, la luz que emanaba de ella iluminó la casa para que la iden-tificaran y luego fue apagando su brillo y bajando suavemente. La pelota ya sin luz anidó entre los trapos, las bolsas de papel picado y los demás regalos que llevaban para el elegido.

Se acomodaron un poco la ropa para tratar de estar presenta-bles, se pasaron la mano por los cabellos para intentar un peina-do decente y tímidamente llamaron a la puerta. Fueron recibidos por los miembros de la familia, inmediatamente los hicieron pasar como si los hubiesen estado esperando y, ante el asombro de ellos, los llevaron hasta un pequeño cuarto de la casa; allí en una pequeña cuna como cualquier otro mortal estaba el elegido al que lentamen-te comenzaron a entregar los presentes que traían para él; unos trapos agitados con leyendas, una bolsas de papelitos que despa-rramaron sobre la cuna, una camiseta con rayas verticales celestes y blancas con el número 10 en la espalda, y la pelota-estrella que los había guiado hacia la casa, suavemente la depositaron a los pies de la cuna y en un acto de profundo respeto se arrodillaron y como si el elegido los escuchara pronunciaron las siguientes palabras:

-Aceptad Elegido estos humildes presentes: los trapos con le-yendas para que no olvides de dónde vienes; los papeles picados como símbolo de la alegría de un pueblo que espera otra copa; la camiseta, armadura con la cual enfrentaras los equipos más temi-bles y la pelota-estrella con la que brillarás en el firmamento de los campeonatos mundiales; y cuando al fin puedas levantar la copa, la multitud enronquecida ya no te llamara más Leo serás León porque dejarás de ser el elegido para ser el Rey. Salud Majestad.

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4º ORDEN DE MÉRITO:Campeonato Mundial 2018

Najenson José LuisJerusalem (Israel)

—Es el tendón de Aquiles -dijo el médico del equipo cuando vio la sangrante herida- No puede seguir jugando- Habían transcurrido sólo quince minutos del primer tiempo.

Y así, Hispamérica se quedó sin su mejor delantero, el famoso Raúl A. Pelida, en el partido que iba a decidir el campeonato. En este Mundial de 2018, todo era distinto al de 2014 y los años an-teriores. Para empezar, se realizaba en Micronesia, pequeño país insular que había maravillado al mundo cuatro años atrás, llegando hasta la final, en la cual recién perdió el invicto con Argentina. Otra diferencia notable era la unificación de los países en bloques, debi-do a la proliferación de equipos nacionales que querían competir, virtualmente todos los países. De modo que se decidió dividirlos en ocho grandes ligas: Hispamérica, agrupaba a España y demás nacio-nes de América de habla castellana; Luso-Afro-América, a Portugal, Brasil, Angola, Mozambique y Cabo Verde; Anglosajonia, a Inglate-rra Escocia, Gales, Irlanda, EEUU, Canadá (sin Quebec) y Australia; Visieuropa, a Europa Occidental, excepto España y Portugal (con Quebec e Israel); Ostroeuropa, a toda Europa Central y los países balcánicos; Eslavia, a Rusia y Europa Oriental; Islamia, al remanente de Africa y Asia, con Turquía; y Oceanía, anfitriona del Campeonato por Micronesia, al resto de Oceanía sin Australia.

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A raíz de varios incidentes que ensombrecieron el Mundial ante-rior, se cambiaron también los árbitros de carne y hueso por robots móviles, que no cometían errores ni albergaban preferencias. Pero el azar y la malicia humana seguían teniendo su lugar en el fútbol, y una feroz zancadilla, aparentemente, había cortado el tendón de Aquiles de la pierna izquierda, la icomparable “zurda”, del jugador estrella de Hispamérica, en el partido final contra la liga luso- Afro-Americana, su rival clásico. Luego se supuso que podría haber sido obra de un brujo incógnito, quien logró escapar del estadio antes de que lo buscaran las fuerzas de seguridad. Como se carecía de toda evidencia, y el uso de la brujería no estaba todavía prohibido legalmente, no se tomaron medidas y el partido siguió su curso sin el jugador herido. Esa era una de las paradojas de mediados de la segunda década del tercer milenio, que combinaba la más alta tec-nología con la eficacia ritual del pensamiento mágico. Los entrena-dores de Hispamérica no habían recurrido a ello, pero sí atinaron a contratar algunos antropólogos para disminuir sus efectos en caso de que ocurriese, ateniéndose a algunos rumores del espionaje de-portivo. Al parecer, éstos habían fallado en su cometido, porque sin Raúl A. Pelida el equipo difícilmente podría superar a su poderoso adversario.

El Etnógrafo en Jefe del equipo, Pablo Manzanares, graduado en la Universidad de La Plata, estaba desconcertado. Raúl A. Pe-lida tenía una hinchazón en el talón escindido, que no podía ser simplemente el resultado de una patada. Ya habían revisado minu-ciosamente los botines del jugador que cometió el foul, y que fue expulsado de la cancha con tarjeta roja. Se llamaba Paris Oliveira, y estaba tan asombrado como su víctima.

—O solucionás el problema, o estás despedido -le dijo peren-toriamente el Entrenador Principal, Mario Cenotti, al compungido Manzanares- tenés hasta el comienzo del Segundo Tiempo.

Pablo consultó al Médico en Jefe, Claudio García, que se hallaba en la misma situación que él con idéntica, casi imposible demanda:

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—O lo curas, o te vuelves a tu aldea de Castilla para siempre -había dicho Cenotti, hombre de pocas palabras que siempre cum-plía sus amenazas y promesas.

—Creo que voy a volverme loco -le dijo el galeno al antropólo-go- el efecto de la herida es un envenenamiento de la sangre, cual si le hubieran inyectado algo emponzoñado, y el veneno se está expandiendo rápidamente por todo el cuerpo. He mandado una muestra al laboratorio para ver si consiguen un antídoto.

Raúl A. Pelida, consumido por la fiebre, deliraba constantemen-te en un idioma ininteligible.

—Escuche, a lo mejor Ud. entiende algo de esta jerga –dijo el doctor después de lavarse las manos y tomar asiento junto al pa-ciente.

Pablo Manzanares, además de su español natal, latín y griego, sabía portugués y varios dialectos brasileños, así como diversas len-guas sud-saharianas.

—No parece ser ninguna forma de habla lusitana ni tampoco del tronco Bantú, aunque no podría asegurarlo, porque el delirio la vuelve incomprensible. Lo que no me cabe duda es que se trata de un atentado brujeril de primera clase, altamente efectivo.

—Es como si le habrían lanzado una flecha con curare u otro tóxico mortal -insistió el médico.

—¿Una flecha envenenada? -musitó Pablo, y de pronto se le iluminaron los ojos. Había oído una palabra que conocía, pero en griego…

—¡Ilión! -Casi gritó el nombre mítico de Troya- y el atacante se llama París…

—¿Qué significa la “A”, el segundo nombre de Raúl?—Aquiles -respondió el Doctor alelado- las coincidencias son

asombrosas…—Más aún si traducimos su apellido al griego: Pelida quiere de-

cir “hijo de Peleo”. ¿Recuerda? “Canta ¡Oh! Musa, la cólera de Aqui-les, el Pelida”. Así comienza la Ilíada.

—Es increíble… -barbotó Claudio, pero ya Pablo no lo escucha-

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ba, afanándose en grabar la perorata inconsciente de Raúl en griego homérico.

—¡GOOOOL de la Liga Lusitana! -anunció el locutor de la T.V-. ¡Uno a cero, a los 25 minutos de juego! -La torcida, exultante, inten-taba derribar el cerco que separa la cancha del público.

—Veo los vivaques de nuestras tropas de asedio brillando en la madrugada, -murmuraba Raúl en griego- que llegan hasta el mar... Veo los cascos emplumados de los defensores al filo de la muralla de Ilión... Veo a Héctor, a París, que tiende el arco... Veo a la muerte remontando mis venas bajo la mirada distante de los Dioses. Sólo hay una Diosa que puede salvarme, Palas Atenea.

El mensajero del laboratorio llegó con los resultados del aná-lisis: se hallaban ante un veneno desconocido en la actualidad, y tendrían que hacer varias pruebas para dar con alguna forma de cura, incierta de todas maneras.

Pablo le hizo a Raúl diversas preguntas, en griego y en español, pero el jugador no le respondía, siguiendo solamente el hilo de sus visiones.

—Patroclo ha muerto, Héctor morirá en la última batalla, Palas Atenea fermenta la astucia de Ulises. Pero yo veo el Hades, donde iré a reunirme con mis antepasados mirmidones. ¡Salve Diosa, y da-nos suerte y felicidad!1

Amén del espeluznante remedo de los nombres -pensaba el et-nógrafo ¿de adónde sabe Raúl el idioma de la Ilíada, o, más extra-ño aún, cómo pueden saberlo los brujos que forjan el hechizo? No. Aquí hay otra cosa, algo que supera cualquier encantamiento...

—¡A cuarenta minutos del primer tiempo, el score todavía no ha variado! -bramaba el comentarista brasileño- el equipo hispano se ve desmoralizado y a la defensiva, cuidando sólo de que no le hagan otro gol...

La única explicación relativamente lógica, dentro de lo dispa-ratado del incidente -se dijo Manzanares- es apelar a la teoría de

1 Himno a Palas Atenea, V

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45antología literaria .

la reencarnación, combinada con la de la transposición del tiempo, así se crea o no en ellas: Raúl Aquiles Pelida fue Aquiles el Pelida, y por eso su alma rememora. París Oliveira fue París, si bien él no ha entrado en trance porque no es el objeto del embrujo, que actuó como catalizador, sino su instrumento. Los hechiceros han debido jugar sólo con la semejanza de los nombres y el mero conocimiento de la herida mortal del hijo de Peleo, causada por la flecha de Pa-rís; no necesitaban leerse toda la Ilíada para ello. La brujería es un saber práctico, no erudito, pero puede ser tan poderosa como para saltar sobre el obstáculo del tiempo, aunque los mismos autores del hechizo y su víctima no lo sepan, y sacar a Raúl del campo de juego como de un campo de batalla. ¿Acaso “allá” y “entonces”, frente a las murallas de Troya, el verdadero Aquiles sufre solamente la zan-cadilla de un soldado enemigo? ¿Sería otra forma de intervención de los Dioses para salvar la vida de Aquiles, “el de los pies ligeros”, de la flecha de París, cuando el tiempo se trastoca? Esto también le daría otro sentido a la fábula de Aquiles y la tortuga y a la paradoja eleática. ¿ Cuál es la verdadera razón que yace detrás del triunfo de la tortuga en esa carrera desigual? ¿Por qué dice Zenón que Aquiles nunca alcanzará a la tortuga, ya que para ello necesita la infinitud del tiempo?

—¡Fin del primer tiempo, uno a cero a favor del equipo lusita-no! -Gritaba desaforadamente el comentarista portugués.

Después de meditar intensamente, apenas tuvo en cuenta que sólo le quedaban los escasos minutos del intervalo, Pablo Manzana-res se jugó el todo por el todo. Cuchicheó con el médico explicán-dole su alocada idea y obtuvo su complicidad para lo que pensaba hacer. La otra alternativa, de todos modos, era la muerte de Raúl a corto plazo, y ni siquiera alcanzarían a llevarlo al hospital. Para bien o para mal, los entrenadores no se daban cuenta de la gravedad de su estado. Entre ambos llevaron el cuerpo aún exánime del jugador hispano a la cancha, ante la extrañeza de los espectadores que cu-brían el estadio. Pablo hurgó afanosamente sobre el césped hasta

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encontrar lo que buscaba: las gotas de sangre seca que indicaban el sitio donde había caído.

—Si aquí se operó el cambio temporal por interferencia mágica, aquí debe producirse el contrahechizo -murmuró, más para sí que para el médico.

Una vez que hubieron ubicado el cuerpo, con el talón herido junto a la mancha de sangre, el antropólogo recitó un largo conjuro en griego contra la muerte debido al poeta Hesíodo, que recordaba de su época de estudiante, y rogó a Palas Atenea, la Diosa protec-tora del héroe mirmidón, y a Apolo, en la misma lengua, por la sal-vación de ambos Aquiles. Agregó también a ese Dios porque había dirigido el rumbo de la mortífera flecha lanzada por París. Luego se quedó en silencio por unos minutos, con los ojos cerrados y alzando los brazos en señal de reverencia, como estipulaba el mismo conju-ro, que le había oído recitar a su profesor de griego.

Lo sacó de su ensimismamiento la voz de Raúl que preguntaba “¿dónde estoy”?, y el grito estentóreo de alegría del médico que no podía creer lo que estaba viendo: la herida había sanado y las tribu-nas hispanistas vitoreaban a Raúl, quién se incorporaba lentamente como si sólo hubiera recibido un golpe en la caída.

Ni que decir tiene que la incorporación de la estrella dio la vic-toria a su cuadro en el segundo tiempo, culminado con un fabuloso cuatro a uno.

Pablo Manzanares se alegró y entristeció a la vez, y en medio de la euforia del triunfo comenzó a retirarse de la cancha, donde la multitud alzaba en andas a Aquiles Pelida y a Cenotti, así como a los demás jugadores. El Dr. García lo vio alejarse y se acercó corriendo.

-¿Qué le pasa? -inquirió extrañado- ¿no está contento con el milagro que Ud. mismo ha suscitado?

- Sí y no. -Pablo se mesaba los cabellos con un gesto de des-asosiego- Me alegro por Raúl y todo lo demás... Pero en el intento de vencer a la muerte descubrí también su misterio, así como el del tiempo y la resurrección, que los antiguos grandes iniciados co-nocían y nuestra ciencia ha olvidado. ¿Después de eso, qué puede importarme lo que pasa en este mundo?

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5º ORDEN DE MÉRITO:La casa de chapa de los gatos blancos

Fornero MónicaVilla María (Córdoba)

Allí estaba impertérrita al paso del tiempo. Los vecinos más vie-jos del barrio no acertaban, a decir a ciencia cierta cuanto tiempo hacía que la habían construido, o mejor dicho, armado. Su estruc-tura de planchones de chapa gruesa, remachada, no clavada, con nervaduras de hierro forjado en las esquinas, para hacerla mas re-sistente, remataba en un techo a dos aguas, de un color que algu-na vez había sido rojo. Con soleras en forma de triángulo pero con rebordes redondeados, que se resistían a romperse en los días de mucho viento, y rejas negras a todo lo ancho del frente, tan altas que no daban pie a treparse y un candado que el óxido no lograba desgastar. Siempre limpia, y ordenada, cualquiera hubiera dicho que la que habitaba la casa, seguramente era una mujer.

Cada vez que uno se detenía a mirarla, una ráfaga de misterio envolvía el ambiente y parecía detenerse el tiempo. Custodiada por dos casas elegantes y modernas la casa de chapa inspiraba respeto y sobre todo silencio.

Sus ventanas cerradas herméticamente, pocos tenían el privile-gio de decir que las habían visto abiertas, es más, de esos no que-daba ninguno, al último hacía dos meses la muerte lo llamó y por supuesto asistió.

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En un tiempo la gente que pasaba por el lugar no podía abs-traerse de voltear la cabeza y mirar, por si las dudas notaban algo distinto a todos los días, eso nunca sucedió y entonces los que obli-gadamente tenían que transitar esa calle en forma periódica deja-ron de observar.

Sus aparentemente, únicos habitantes eran infinidad de gatos blancos, de una blancura nívea y de ojos tan celestes, nunca vistos. Estos felinos entraban y salían, con la mayor libertad, siempre de noche. Ni los perros se animaban a ladrarlos. Eran esquivos, des-confiados, pero de una imperturbable seriedad y uno de ellos era, a no dudar su líder. Aun maullido de éste, todos se concentraban a su alrededor, les faltaba hablar, para que nosotros pudiésemos en-tender, claro, porque ellos se comunicaban espléndidamente. Los había de todos los tamaños, pero invariablemente de ojos azules como el cielo.

La casa parecía cobrar vida al llegar el anochecer, una luz muy tenue se filtraba por las ranuras de los planchones, dando paso también a una suave música que se colaba hacia fuera, entonces co-menzaban a aparecer los gatos, bajaban del techo, venían del patio, aparecían en los antepechos de las ventanas, estirándose después de dormir una larga siesta. Y entonces era ahí, donde al compás de la música, comenzaba el coro de maullidos.

Era una canción triste, la que entonaban, y la repetían una y otra vez, hasta la media noche, cuando así como habían aparecido, desaparecían hasta el siguiente día.

En los primeros tiempos del concierto gatuno, que se escucha-ba a lo largo y ancho del barrio, los vecinos no acostumbrados a ese tipo de arte, se armaron de coraje, aparte de palos, y decidieron que entrarían en la propiedad y hablarían con el dueño. Ya que gol-pear las manos o gritar desaforadamente no lograba ningún resul-tado positivo.

Pronto desistieron de tal empresa, al comprobar que la reja era inviolable y no había persona alguna en el lugar.

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Esa noche de ese día, la canción fue más triste aún y más larga.La noticia de estos hechos ya había trascendido no sólo las fron-

teras del barrio si no también de la ciudad.Llegaban de los distintos barrios primero, y de otras partes,

después, todos querían comprobar que tan “locos” estaban los del barrio Norte.

El caso es, que los gatos comenzaron a tener un auditorio que daría envidia a quien se preciara de artista.

Poco a poco el barrio y la ciudad volvieron a su vida habitual. La casa seguía allí, no molestaba. Las personas se habían acostum-brado a convivir con ella y sus habitantes. Las historias más inve-rosímiles, más fantásticas y hasta más risueñas nunca contadas, se dejaron de escuchar. ¿Cuál era la verdadera?

Una mañana de crudo invierno, cuando amanecía, se sintió un estrépito, venía de la calle. Los hombres, las mujeres y más rápido los niños, salieron atropelladamente de sus viviendas y vieron con estupefacción como de la casa de chapa salía un anciano. Gatos, ga-tos no había ni uno. Lleva el pelo y la barba exageradamente largos. Una armónica colgaba de su cuello, su andar era firme, pero lento, La vestimenta que llevaba, estaba fuera de moda, parecía hasta fe-menina. Cuando se percató de la gente que comenzó a abrirse para dejarlo pasar, en medio de murmullos y exclamaciones.

Por toda respuesta, preguntó ¿Qué, no me digan que la música no era buena y que mis gatos fue el mejor coro que ustedes escu-charon jamás? Y explicó, el candado se rompió, quedé libre, es hora de que me vaya. El hombre hizo unos pasos más y desapareció, y junto con él, gatos blancos de inmensos y dulces ojos celestes.

Y entonces el alboroto y las opiniones fueron corriendo como reguero de pólvora. Aquel día sería comentado por mucho tiempo, no era fácil olvidar lo que había sucedido.

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El día amaneció lluvioso, era domingo, no se escuchaba el más mínimo ruido en la calle, de pronto un grito rompió el silencio y to-dos en la cuadra dejaron de hacer lo que estaban haciendo para sa-lir apresuradamente a la calle, y entonces la exclamación de asom-bro invadió a todos.

El murmullo fue creciendo a medida que se acercaban, la casa de chapa de los gatos blancos, estaba desarmada, las planchas, es-taban caídas como si alguien las hubiera pechado desde adentro en perfecto orden, los remaches que descansaban a un costado ha-bían perdido su oxido y el techo se hallaba apoyado sobre la pared medianera, sin la más pequeña rotura, también las rejas estaban removidas de su lugar. Todo relucía como recién pintado en su color original.

La gente seguía llegando y se apiñaba para no perder detalle. Nadie se animaba a llegar más allá de la vereda. Pero tampoco pen-saban moverse del lugar, tenían la certeza que algo sobrenatural ocurriría y ocurrió. Un temblor que parecía venir del centro de la casa y que iba en aumento sobrecogió a los presentes. Sin embargo las partes de la casa no se movieron de su lugar.

Los creyentes comenzaron a rezar y los que nunca lo habían hecho, pensaron que era hora de hacerlo.

De pronto un torbellino de tierra envolvió todo, obligando a los presentes a agacharse y sostenerse uno con otro. La casa empezó a elevarse dentro del embudo y disolverse en infinitas partículas. Así como había empezado, terminó. Al desaparecer el polvillo se les ofreció a la vista un terreno baldío limpio y con un hermoso césped.

La casa de chapa de los gatos blancos había desaparecido, tal cual contaban las viejas historias, que de un día para otro, sin me-diar hombre alguno, la encontraron armada.

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6º ORDEN DE MÉRITO:Comuñe

Rusconi Guido AndrésLa Plata (Bs. As.)

Sabés Quique, en mi ciudad donde vivo yo tenemos como una tradición los fines de año, que es armar unos muñecos enormes, deben medir como cincuenta metros de alto y están hechos de car-tón, papel de diario y esas cosas. Cuando pasan las doce de la noche y entra el año nuevo los queman porque tienen petardos y de todo adentro y no sabés como explotan, vuelan pa’ todos lados los peda-zos de muñeco. Eso en realidad me lo contaron, porque siempre los queman más o menos después de la una y media de la mañana y mi mamá a esa hora ya quiere que esté en la cama porque con todo el turrón que como en la cena dice que me desvelo y qué se yo que. Pero es bárbaro, Quique. Los 31 a la noche nos juntamos en una mesa larga, larga. Estamos todos: están los abuelos, incluso el abue-lo Miguel, que me dijo mi hermano que últimamente anda medio medio de la cabeza, que no reconoce a la gente y esas cosas, pero para mí es todo bolazo, viste cómo es mi hermano. Está el tío Alber-to que se sienta con mi papá y siempre se matan de risa toda la noche. Cuando pregunto de qué se ríen, siempre me contestan que son cosas de grandes. Cosas de grandes, como si quisiese ser gran-de, Quique. Me acuerdo que el año pasado el tío Alberto vino con una chica muy bonita de la mano, Gloria creo que se llamaba. Pero

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me parece que este año no viene porque escuché que mi papá le dijo a mi mamá que la chica se había ido al campo a no se qué. A lo mejor está en el mismo campo al que mandaron a Bobby, mi perro. Ah no, pero los muñecos Quique, que cosa bárbara. Mi papá les dice “comuñe” y los 31 a la tarde nos vamos en el Ford Taunus del tío Alberto a verlos, y la gente se reúne en las plazas, en la rambla y saca fotos. Agarramos Circunvalación y no paramos hasta ver veinte o treinta. Después vamos por 53 y por ahí siempre hay buenos. Son grandes, pero no llego a entender que son. No te miento si te digo que son enormes Quique, como de dos cuadras de largo, y de alto pasan el semáforo fácil. ¿Te acordás del Ford Taunus de mi tío no? Lo viste la última vez que vinieron para semana Santa. Es color bor-dó y resulta que una vez nos dice el tío que quería ir hasta Mar del Plata. Mi papá le apostó como cuarenta mil australes, que debe ser un montón de plata, a que no llegaba ni a Punta Lara con eso. Al fi-nal no sé que pasó, si llegó o no, pero la cuestión es que lo sigue teniendo. ¿En dónde estaba? Ah, los comuñe. Vos capaz que no lo entendés porque sos porteño, y mi papa siempre habla del tuyo como “ese porteño de mierda”, pero no le digas que yo te lo dije. A mí me encanta recorrer la ciudad y ver los muñecos ahí, con la gen-te alrededor, los más chicos pidiendo monedas a los autos para jun-tar para los cuetes y esas cosas que me dijo mi papá que los hace volar por los aires. ¡Por los aires! ¿Te imaginás? Los más grandes se encargan de arreglar las fallas que pueda tener y terminarlo, porque lo importante es terminarlo, hay veces que ni terminado está pobre muñeco, y lo queman así a medio hacer. Hace dos años unos amigos de mi hermano, que son más grandes, me dijeron que los ayudara a juntar plata para el muñeco que estaban haciendo. Era una caja de vino, o una de cigarrillos, no se notaba mucho, y tampoco era muy bueno, medía como lo que medís vos, que sos un poco más alto que yo. Mi mamá no me dejó porque siempre dice que los de la esquina son mala junta y no se que más, que siempre ve que mi hermano está fumando con ellos en la esquina y se pone triste. Mi mamá se preocupa mucho por el Javi, siempre le dice que estudie y que ter-

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mine el secundario y vaya a la facultad así después puede tener “la chapa”. Siempre dice eso, “la chapa, la chapa”. No sé que será la chapa, pero imagino que es algo que te dan cuando vas a la escuela por mucho tiempo. Se preocupa mucho mi mamá. Entonces no me dejó y no sabés la bronca que me agarré, porque yo quería ayudar Quique, de verdad que quería. Le patalié y le patalié a mi mamá pero no hubo caso, me zurró un par de veces y me dijo “mocoso e’ porquería” y me mandó a la pieza, y me sacó el Philco a color que tengo ahí, y no me lo dio hasta que empezó febrero. Pero mi herma-no sí ayudaba con el muñeco, y a veces yo veía que sacaba algunas monedas del frasco que está arriba de la heladera para que yo no lo alcance, porque una vez saqué para comprar unos Flynn Paff de ahí y cuando se enteró mi mamá casi me corta la mano, tendrías que haber visto lo enojada que estaba mi mamá, Quique. Pero al Javi lo quiero mucho, no le voy a decir a mi mamá que sacaba monedas de ahí. Después iba al quiosco de doña Irma y compraba unos cigarri-llos sueltos porque para un paquete no le alcanzaba, y si le sobraba algo se lo daba a Rubén, un amigo de esos que te dije de la esquina. Con esas moneditas que le sobraban iban comprando cuetes para hacer explotar la caja de vino. Ah y una vez, ese mismo año, no te imaginás lo que me pasó Quique. Estaba llorando en mi pieza por-que me habían sacado el Philco y no podía ver Mazinger Z y porque además mi mamá no me dejaba juntar monedas para el muñeco del Javi. Mi papá vino y me dijo si quería ir a caminar por el barrio a ver los comuñe. Me sequé las lágrimas y después de ponerme las zapa-tillas salimos a caminar por ahí. En lo de doña Irma me compró una Coca y un huevito Kinder con tal de que no llorara y yo chocho, lás-tima que en verano el chocolate del Kinder se te derrite en los de-dos. Pero yo chocho. Íbamos por calle 28 y no sé cuánto y en la es-quina veo un Bogs boni parado ya terminado, estaba buenísimo, debería medir como diez metros de alto, era gigante. Había mucha gente del barrio y chicos que conozco de la escuela, como el gordo Filiberti o ese que es medio colorado y le decimos “foforito”. Enton-ces viene el gordo y me dice “che, el coso este se mueve, andá a

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ver”. Yo no le creo nada al gordo Filiberti, en la escuela siempre te pide monedas para comprarse un Guaymallén porque dice que en la casa no le dan, pero tiene. Igual fui a ver el muñeco y te juro Qui-que que era enorme, no le llegaba ni a la cola esa que tiene Bogs boni. “¿Dónde se mueve?” le grité al gordo, y vi como se reía con foforito y ahí pensé que me había bolaceado de vuelta, pero me doy vuelta y veo como empieza a mover la parte de arriba, y después el brazo, y el brazo hacía no se qué cosa que le acercaba la zanahoria a la boca y parecía que la mordía. Ojo, a mí no me gusta la zanaho-ria, mi mamá siempre me corre por la casa para que le coma la rú-cula, pero es un asco, y me imagino que la zanahoria también debe serlo. Te juro que no lo podía creer, Quique. “¡Está vivo! ¡Está vivo!” empecé a gritar, y mi papá me pedía que baje la voz que lo ponía en vergüenza, pero a mi no me importaba porque estaba viendo a un coso gigante de veintipico de metros que estaba cobrando vida. El gordo y foforito también empezaron a gritar hasta que los padres de los dos aparecieron y se los llevaron porque estaban armando lío y al gordo no lo parás más si se pone a armar lío, en la escuela siem-pre lo retan porque agarra las tizas y se las tira a todos, un día casi le saca un ojo a Anita. Bah, eso nos dijo él, yo no fui justo ese día porque tenía cuarenta y uno de fiebre. Es medio bolacero. Pero ese muñeco Quique, no sabés lo que era. Llegué a mi casa y le empecé a hablar sobre él a mi hermano, y me decía que no estaba vivo sino que lo movían con unas sogas que las manejaban desde no sé don-de. Pero no sé si creerle al Javi, primero me dice que el abuelo anda medio mal y después esto, para mí que no es así. Tiene que estar vivo el coso ese, ¿cómo se mueve sino? Pasa que él no lo vio, si lo veía se caía de culo (espero que mi mamá no me haya escuchado). Y resulta que después a la noche mi papá viene y me dice si quería ir a ver como lo quemaban, porque vio que me había gustado. Pero le dije que no Quique, ¿sabés por qué? Me dio un poco de lástima que lo fuesen a quemar. Alguien lo había hecho y después le dio vida, ¿y ahora lo iban a quemar? No quería verlo. Y ahora a cada rato me dice mi hermano que cuando crecés los muñecos ya no se

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ven tan grandes ni tan buenos como los veo yo y no te gustan más. Pero para mí eso no es verdad. Cuando tenga su edad creo que los muñecos ya van a ser tan grandes como edificios y van a ser impo-sibles de quemar, o les va a dar lástima, como me dio a mi el Bogs boni. Además, los grandes no saben nada. Si crecer quiere decir que no te van a gustar más los muñecos, prefiero seguir siendo un mo-coso e’ porquería que piensa que esos cosos están vivos y se mue-ven, así solitos.

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los escritores

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Ebe María Baima CerriReside en la localidad de Brinkmann, Córdoba.Docente jubilada, desempeñó su tarea siempre en C.E. Rura-

les de la zona, primero como Maestra de Grado y luego en la Di-rección de C.E. volcando sus ansias literarias en Talleres para los niños que gustaban de la magia de la palabra. Siempre escribió poe-sía intimista, y hace unos pocos años que decide dar a conocer las mismas obteniendo menciones y premios dentro y fuera del país. Incursiona también en la prosa logrando relatos que en su mayoría han sido premiados. Participó en varias Antologías.

Su primer libro de poesías intimistas “Surcos del alma” se edi-tó en el año 2006 Miembro Activo de SADE, Seccional San Francisco, e integrante del Taller Literario “Alfonsina Storni” de la Ciudad de San Francisco, desde el año 2003.

Liliana ChavezNarradora y poeta. Nacida en Deán Funes en 1956. Ha parti-

cipado en numerosas antologías en el país y en el extranjero. Ga-lardonada con premios a nivel nacional e internacional en género poesía y narrativa. Corresponsal de la revista “La Quimera” de Mi-siones e integrante del staff del Boletín Literario “Basta ya!”. Integra REMES (Registro Mundial de escritores en español). Ha publicado “Jueves” y “Sobre lo baldío” poemario declarado de Interés general por la Legislatura de la Provincia. Conduce el programa radial Luna de Pájaros. (www.fmactiva.com)

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Nora Baker ZandrinoMis padres, un matrimonio joven con dos hijas pequeñas de-

cidieron hacer una experiencia en el extranjero. Así fue, que, ha-biendo nacido en Córdoba, fui a vivir a Inglaterra a los 11 meses de edad. A los 16 años regresé a mi país propio, desconocido aún para mí, y con el inglés como mi primer idioma. Elegí “apropiarme” de mi nacionalidad Argentina; un proceso de búsqueda de identidad que fue enriquecido por mi casamiento con Norman y el nacimien-to de nuestros cuatro hijo, ahora jóvenes adultos. Desde nuestro casamiento vivo en la hermosa Villa María que me recibió con ge-nerosidad. De soltera estudié teología. También descubrí un amor especial por los niños, lo cual definió mi vida. Disfruto enormemen-te de hacer de narradora y mediadora entre ellos y los libros. Hace más de 25 años que me dedico a la enseñanza del inglés.

Todas estas tareas tienen algo en común y es el amor por “la palabra” aunque no necesariamente la transmisión de las ideas pro-pias. Siempre admiré a los que tuvieran la capacidad de expresar sus propias ideas y sentimientos por escrito. Hace unos años decidí buscar mi propia voz. Tuve el privilegio de explorar el camino de la literatura y escritura infanto - juvenil de la mano de la profesora Marta Parodi y hoy recorro con fascinación el mundo de la poesía guiada por la profesora Susana Zazzetti.

Barbosa Moreira Danusa María.Asistí durante 10 años al Taller de Creación Literaria de la es-

critora pergaminense Estela Torres Erill y desde el 2011 hasta la fe-cha, al Taller de Escritura Literaria de la UNNOBA. He participado en antologías y concursos, obteniendo premios en cuento, poesía y ensayo. He realizado trabajos de investigación para la Diócesis de San Nicolás.

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Germán GiaccheroEs periodista y docente. Nació en Corral de Bustos (Córdoba)

y reside en Villa María. Se desempeñó en diversos medios de comu-nicación de las provincias de Córdoba y Santa Fe, tanto en radio y televisión como en prensa gráfica. En la actualidad, se desempeña como jefe de redacción del semanario “El Regional” de Villa María y conduce el programa periodístico “Uno por Semana”, por Radio Show.

Gustavo Javier TraviEscritor nacido el 4 de agosto de 1985 en Buenos Aires, Ar-

gentina.A mediados del año 2009, y seducido por la poesía, incursiona

en diversos talleres, certámenes y encuentros literarios. En el año 2011, es galardonado con el “Primer Premio en el

“30º Certamen Internacional de Poesía, Plaza de los Poetas José Pe-droni”, Organizado por el Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe.

Junto a este reconocimiento, ha obtenido una veintena de menciones y primeros premios en certámenes de índole provincial y nacional.

Américo Pablo TisseraNació en Carrilobo en 1944. Es profesor de Castellano y Litera-

tura y profesor en Historia y Geografía. Publicó junto a Julio Arnauk “Retazos de recuerdos de Carrilobo”; participó con relatos en “His-

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torias Populares de Carrilobo” dirigida por la Doctora Claudia Am-brogio y es autor de “Calchines, ranchos y gauchos” (2007), “Lanzas rabiosas” (2008) y “Chispazos de fogones” (2010). Representó al Centro de Jubilados y Pensionados de Carrilobo en los Juegos Na-cionales Evita 2011. Se hizo acreedor del primer puesto a nivel re-gional y provincial en el género narrativo.

Carlos Alberto EderOriundo y residente de la localidad de Etruria, (ubicada a 200

Km al sur de la ciudad de Córdoba) se desempeña desde hace 32 años como preceptor y bibliotecario en el Instituto Secundario Ge-neral Paz de la misma localidad, participa activamente en el taller de escritura creativa de la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sar-miento, institución que realiza un gran aporte cultural a la localidad.

En la actualidad es presidente del Concejo Deliberante y ha formado parte de varias instituciones de la localidad.

Ha publicado el cuento “la búsqueda” en EL DIARIO de la ciu-dad de Villa María. Participó en el XII Concurso Nacional de cuento corto 2011 organizado por E.C.A. (Escritores Cordobeses Asociados) obteniendo la 4º mención con su cuento “Hombre que sueña”.

José Luis NajensonEscritor y poeta, ha publicado los siguientes libros de litera-

tura: Nocturnas -poesía- (Rosario, Argentina, 1959). Tiempo de

arrojar piedras: cuentos de ficción política y religiosa (Ed. Univer-sidad Autónoma del Estado de México, 1981). Cultura nacional, cultura subalterna - ensayo- (Ibid., México, 1980). Memorias de un

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Erotómano y otros cuentos (Ed. Monte Ávila, Caracas, Venezuela, 1991). Pardés-Sefarad -poesía- Premio “Villa de Martorell” 1995. (Editorial Seuba, Colección “El juglar y la luna”, Barcelona, 1995). Diario de un Voyeur -novela- (Ed.”Trymar”- “Kékeres, Vigo, Espa-ña, 2002. “El suspiro del moro”-cuentos- (Ed. “Certeza”, Zaragoza, España, 2003).”Licantropía y otros cuentos sublunares” (Editorial de los Cuatro Vientos, Buenos Aires, 2003). Premio “Narradores y Poetas Contemporáneos” 2003, convocado por dicho Editorial. El arrepentimiento del filósofo (Cuento. Ed. Hojas de Zenobia No. 3 -2ª Ëpoca- Diputación de Huelva, 2005).”El juego ha terminado”(novela que obtuvo la Recomendación para su publicación en el Primer Concurso Internacional de Literatura Juvenil, Editorial “Libresa”, Quito, Ecuador. Cuentos con el Otro Borges y otros escritos (E-Book) Ed. Casa Argentina en Israel Tierra Santa & The International Raoul Wallemberg Foundation, Buenos Aires, 2010. “Cuentos con el Otro Borges y otros escritos”. (E-Book) Ed. Casa Argentina en Israel Tierra Santa – The International Raoul Wallemberg Foundation, Buenos Aires, 2010.

El Secreto del General (novela) E-Book Ed. Argerust, Madrid, 2010. El traje de novio embrujado (ganador del Premio I Certamen “Protocolo-Novios, 2009”) Ed. Protocolo-Novios, Zaragoza, 2010. ¡Aquí hay gato encerrado! Y otros cuentos de horror y de coraje! (Kindle Book, Ed. EMOOBY, Portugal, 2011).

Ha recibido más de 60 premios literarios, entre ellos: Primer Premio “Arturo Capdevilla”de Narrativa (Argentina, 1987); Primer Premio “Baeza” de Poesía (Baeza, España, 1996); Primer Premio In-ternacional de Poesía, “Ciudad del Che”(UNEAC, Santa Clara, Cuba, 1999); Primer Premio en la categoría de Poesía, del II Concurso Internacional de Relatos y Poesía de Temática Mitológica, de “La Revelación”,(Madrid, 2008); Primer Premio Certamen de Relatos Breves “Bellver”(Diario de Mallorca, 2008).

Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Cambridge, Ingla-terra, y Miembro Correspondiente en Israel de la Academia Nortea-mericana de la Lengua Española: ANLE.

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Mónica Elsa Fornero.Nací en Carrilobo, provincia de Córdoba, el 29 de julio de

1962. Por el año ‘82 inicio el secundario en el actual C.E.C.M.A, A

fines del ‘84 nace mi primer hijo. Por entonces escribo y también pinto en los ratos libres. Soy autodidacta. En octubre del 88’ nace mi segundo hijo. En el ‘94 escribo una poesía dedicada a mi madre. En 1999 me inscribo en el I.N.E.S.C.E.R, en la carrera de Comunicación Social. Sigo escribiendo con más regularidad.

Escribir me ayuda a superar un difícil trance familiar, además sigo con los estudios universitarios en la Licenciatura en Ciencias de la Información. Aunque aún no he editado nada, he participado en concursos locales de literatura y he publicado alguna poesía y un cuento en “El Diario del Centro del País”. Soy socia y pertenezco a la comisión directiva de S.A.D.E. También poseo publicación en la re-vista “La Maquina”, editada por un grupo de estudiantes de la Tec-nicatura en Comunicación. (I.N.E.S.C.E.R) (2001). Participación en el Ciclo de Lectura de Poetas Locales Contemporáneos “Estos días, estas palabras”, que se realizó en la Biblioteca Municipal y Popular “Mariano Moreno” (2002). (Tu adolescencia, Matías) el poema leí-do en ese ciclo, integra, junto a otros poetas locales, la edición de un CD a beneficio de los Discapacitados Visuales. Publico un Cuento “El fantasma del Túnel” en el Nº 1 (2004) la revista “Identidad” edi-tada por la Comisión Amigos del Túnel de la cual formo parte. Éste cuento también fue publicado en “El Diario del Centro del País”. Participación en el Ciclo de Poesía Leída “Tributo a Edith Vera” orga-nizado por el Grupo Literario “Invisibles” que se desarrollara en el Teatro Federico García Lorca (2004). Participación en el II Encuentro de Poetas Locales y Regionales James Craik (2005). Participación de la antología Dos poemas junto al Ctalamochita (2006). Participación en el Ciclo de lectura “Estas palabras” organizado por la S.A.D.E en la Videoteca Municipal (2007). Participación del Certamen Nacional

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de Literatura para mujeres “Rosa Tejeda de Vasquéz de Theaux” edición 2010 y 2011, categoría poesía. Participación en Antología Literaria 2010, 2011 y 2012 de S.A.D.E Villa María.

Guido RusconiNació el 21 de diciembre de 1991 en La Plata. A los 9 años

empezó a escribir y participar de concursos literarios, ganando en el 2010 un certamen de cuentos organizado por el programa de radio local “Duro y parejo” y la Municipalidad de La Plata. Ese año también formó parte de la muestra Arte Joven, lleva-da a cabo en el Centro Cultural Islas Malvinas. Actualmente se encuentra cursando el tercer año de la carrera Profesorado en Letras. En mayo de 2012 participó del VIII Congreso Internacional Orbis Tertius de literatura comparada.

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ORDEN DEL LIBRO

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antología concurso el mensú 2012

Presentación, por Darío Falconi ................................................................7

POEMAS

Réquiem para Alfonsina - Baima Cerri Ebe María ..................................13

Séque no estoy en mis mejores días - Chavez Liliana Teresa .................15

Catársis - Baker Zandrino Nora ..............................................................17

Quizás hoy… - Barbosa Moreira Danusa María ......................................19

Tristeza - Giachero Germán Enrique .....................................................21

Piezas del asombro - Travi Gustavo Javier ..............................................23

NARRACIONES

Tarde de fútbol - Tissera Américo Pablo .................................................27

El sueño - Barbosa Moreira Danusa María ............................................31

El Messi-as - Eder Carlos Alberto ............................................................37

Campeonato Mundial 2018 - Najenson José Luis ...................................41

La casa de chapa de los gatos blancos - Fornero Mónica .......................47

Comuñe - Rusconi Guido Andrés ............................................................51

Los escritores ..........................................................................................57

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Este libro terminó de imprimirseen el mes de Diciembre de 2012 en

en los talleres de Gráfica del Sur,Manuel Lucero 67 / X5001ANA

Córdoba Capital / Argentina

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