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Aprende a ser feliz 45 ideas para vivir mejor

Aprende a Ser Feliz (89)

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RAfAel zAvAlA

Aprende a ser feliz45 ideas para vivir mejor

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A todos esos superhéroes anónimos, hombres y mujeres que en su vida diaria están enfocados en dar lo máximo de sí mismos, para ser cada día mejores, haciendo felices a los demás. Este

libro es mi sencillo homenaje a todos ellos.

Este libro no podrá ser reproducido, total ni parcialmente, sin elprevio permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

Aprende a ser feliz. 45 ideas para vivir mejor© 2009, Rafael Zavala.

© 2009, Editorial Planeta Perú S. A.Av. Santa Cruz 244, San Isidro, Lima, Perú.

Corrección de estilo: Lucy CórdovaDiseño de cubierta: Astrid Torres-PitaDiagramación: Astrid Torres-Pita

Primera edición: Octubre de 2009Tiraje: 3000 ejemplares

ISBN: 978-9972-239-87-8Registro de Proyecto Editorial: 31501310900464Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2009-13341

Impreso en Metrocolor S. A.Los Gorriones 350, La Campiña, Chorrillos.Lima, Perú.

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Índice

Introducción ...................................................................... 9

Capítulo I: Ideas para ser feliz .............................................. 13

Bienvenida la adversidad ......................................................... 15Los ricos también lloran .......................................................... 22¿Con más dinero se puede comprar más felicidad? ................... 25Si me lo propongo, puedo ser mi peor enemigo ...................... 30El valor se prueba en la dificultad ............................................ 36Aquel resbaladizo objetivo de vivir feliz ................................... 42Nunca estás solo ...................................................................... 45¡Estoy desmotivado! ¡Se me vino el mundo abajo! ................... 47¿Cómo superar la depresión? ................................................... 49¿Dónde está la felicidad y dónde no está? ................................ 53El sufrimiento ¿degenera al hombre o lo construye? ................ 55

Capítulo II: Ideas para mejorar como persona ..................... 57

El tiempo, ese tesoro ............................................................... 59¿Cómo saber si soy líder? ......................................................... 63El itinerario de mi alma ........................................................... 67Reflexiones para comenzar bien el 2010 .................................. 71Mi planeamiento estratégico personal ...................................... 77Claves para triunfar en la vida ................................................. 80¿Qué tan difícil es hacer realidad nuestros sueños? ................... 82La importancia de tener un corazón inteligente ....................... 85Examínate: despacio, con rigurosidad ...................................... 89Cómo controlar mi carácter .................................................... 91No abandones ......................................................................... 94¿Cómo afrontar un problema? ................................................. 96

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Las virtudes: ¿qué son y para qué sirven? ................................ 98¿Cuál es tu futuro? ................................................................. 100

Capítulo III: Ideas para mejorar en el trabajo .................... 103

Esa esquiva meta del éxito ...................................................... 105¿Por qué trabajamos? .............................................................. 110Mi regla de oro ...................................................................... 111La importancia del mix cabeza-corazón para vivir mejor ........ 113¿Cómo negociar mejor? ......................................................... 115Los peligros del relativismo .................................................... 117

Capítulo IV: Ideas para encontrar empleo .......................... 119

Radiografía del profesional exitoso ......................................... 121¿Cómo escoger el trabajo ideal? .............................................. 128Estrategias para ser más empleable .......................................... 130

Capítulo V: Ideas para mejorar en el matrimonio ............... 133

Te amaré toda la vida, con la condición de que no tengas defectos 135Compromiso y matrimonio ................................................... 141Alimentando el amor ............................................................. 145El esfuerzo da frutos .............................................................. 147¿Vale la pena enamorarse? ...................................................... 150Mi familia, mi empresa .......................................................... 153

Capítulo VI: Ideas para morir mejor ................................... 155

¿Que yo puedo ser un santo?, ¿y para qué? ............................. 157¿Para qué quieres vivir? .......................................................... 160¿Y si existe el más allá? ........................................................... 162

Capítulo VII: Frases de películas para pensar ..................... 165

Introducción

Este libro nació como una forma de compartir con amigos cer-canos algunos artículos que escribía o recibía, agregándoles opinio-nes personales, para los cuales encontré (hace poco más de tres años) el canal perfecto en mi blog: www.rafaelzavala.com.

Escogí la frase «ideas para vivir mejor» y bajo ese concepto iden-tifiqué seis temas:

Ideas para ser feliz1. Ideas para mejorar como persona2. Ideas para mejorar en el trabajo3. Ideas para encontrar empleo4. Ideas para ser mejores en el matrimonio 5. Ideas para morir mejor6.

Conocedor de mis enormes limitaciones como escritor, y más aún en estos temas, he citado constantemente a grandes pensadores, maestros, empresarios y profesionales brillantes que me han servido de ejemplo. Es muy diferente escuchar la opinión de Rafael Zavala que la de Santiago Álvarez de Mon o Manel Baucells, dos de los mejores profesores del IESE de Barcelona (elegida por The Economist como la mejor escuela de nego-cios en el mundo para directivos), o la de grandes personajes (obtenidos justamente de los extraordinarios libros de Álvarez de Mon, en especial de uno titulado Desde la adversidad), como Nelson Mandela, Andrea Bocelli, Viktor Frankl, Hellen Keller, Randy Snow, Lance Armstrong, Christopher Reeve, o la de padres, maestros y conferencistas ejemplares como Aníbal Cuevas, o tomar como fuente innumerables artículos de Wharton, Business Week, The Economist, Fortune, América Economía, por citar solo algunas de las mejores revistas de negocios del mundo, sobre las cuales he comentado artículos que incluyo en este libro.

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¿Quién Soy?

Difícil pregunta esta de autodefinirse. Tengo 34 años, felizmente casado con Ximena, mi mejor amiga e inspiradora, culpable de mi felicidad.

Con los años he ido perdiendo el gusto por la televisión, pero ha aumentado mi amor por la lectura y por la redacción de artículos que ayudan a vivir mejor (porque, además, el primero que mejora con eso soy yo). Soy un amante del frío, la buena comida (soy un comelón de pura cepa), la buena música (de todas partes del mun-do), las reuniones sociales, los deportes y claro, viajar. Mi mayor activo es mi fe, y por ello me siento realmente muy afortunado.

De pequeño me inculcaron seis principios no negociables que a pesar de que todavía no los tengo, los sigo persiguiendo: el derecho de tener algo mediante el esfuerzo, amar el trabajo y terminarlo bien hecho, ir con las luces altas (pensando en el largo plazo), ser amigo de mis amigos, vivir con pasión y la perseverancia para continuar en los objetivos.

Soy un soñador, pero un soñador de sueños reales, yo soy de los que creen que hay que vivir los sueños y no soñar la vida. Dicen que para alcanzar un sueño hay que estar bien despiertos. Yo perso-nalmente no tengo sueños brillantes dormido, aunque si los tengo despierto y uno de ellos era tener una forma de comunicar varias de las cosas que me ayudan a mejorar, de forma rápida y simple, y es por eso, que me he hecho tan amigo de mis artículos.

¿Por qué escribo este libro?

Porque me interesa mejorar cada día y si puedo ayudar a alguien a que también lo haga, pues mejor. Leí hace algunos años el siguien-te diálogo con un trabajador:

—¿Para qué trabajas? —Pues para comer. —Y ¿para qué comes?

—Para vivir. —Y ¿para que vives? —Para ser feliz.

Me veo reflejado en esa rápida encuesta, es decir, al final, todo lleva a esa razón, ser feliz.

¿Vivir mejor es solo tener más dinero? No creo, yo diría que vivir mejor es vivir más feliz, y para vivir feliz solo hace falta estar con la conciencia tranquila, tranquila de saber que nos esforzamos por hacer las cosas bien, de saber que somos buenos esposos, amigos, trabajadores, hijos y hermanos, y que hacemos todo lo que está a nuestro alcance para conseguirlo.

La idea es que aprendamos a vivir mejor para luego,morir mejor, que es en definitiva lo único que cuenta, lo demás es nada. Yo soy de los que les gustaría morir exprimidos como un limón, cuando ya no podamos dar una gota más.

A título personal, mi desafío es empezar a vivir mis pensamien-tos luego de haberlos escrito en este libro, solo así podré realmente ser feliz.

No puedo terminar esta introducción sin agradecerle a Dios por darme la vida que tengo. Mi eterno agradecimiento a mi madre, Ceci, por su entrega y especial cariño permanente, que ha sido mi ejemplo durante todos estos años; y a mi padre, Abraham, mi eter-na admiración por ser la persona más brillante que he conocido, el mejor de los maestros, un santo en vida como lo llaman todos los que lo conocen. No puedo dejar de mencionar a mis queridísimos hermanos (Abraham, Ceci y Javier), a mis cuñados y sobrinos que me han dado tanto y a quienes les debo todo.

Gracias a mi gran y muy querido equipo de Laborum, excelen-tes profesionales, pero mejores amigos, que hacen que realmente disfrute como ninguno mi trabajo y muera por él. Gracias a us-tedes por el valioso tiempo que se toman para leer este libro. Lo que pretendo es contar lo que necesito expresar porque ustedes

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Capítulo IIdeas para ser feliz

la pueden pasar muy bien sin mis artículos, soy yo quien no la pasa bien sin escribirlos. Creo que solo un loco hace esto, y estoy contento de serlo.

Por último gracias a Xime, mi esposa, fuente inagotable de ins-piración, mi crítica más incisiva, pero sincera y constructiva, aque-lla que cuenta con la habilidad de sacar lo mejor de mí. Con ella, vivir y trabajar se me ha hecho un paraíso acá en la Tierra. Ejemplo viviente que inspiró muchos de mis artículos. Su energía, su lucha incansable por salir adelante y su alegría diaria es mi mejor aliciente. Siempre me acompaña, física o mentalmente. Simplemente extraor-dinaria, mi mejor contratación, mi mejor candidata.

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Bienvenida la adversidad

«Solo aciertan a alcanzar el éxito quienes han llegado a comprender que toda adversidad lleva en su entraña la semilla de un beneficio».

Anónimo

¿Quién puede decir de esta agua no beberé? En algún momento de nuestras vidas, a todos nos toca la etapa del sufrimiento, la ad-versidad, de la que podemos lamentarnos o de otro lado, aprender muchísimo. Pues bien, si igual va a venir, no nos queda otra que mirarla con buenos ojos y darle la bienvenida. Solo de esa forma podremos aprovechar su visita para mejorar.

A continuación, en este y los siguientes artículos veremos casos de personas relatados en el libro Desde la adversidad, por Santiago Álvarez de Mon, uno de los pensadores más brillantes de España y actual profesor del IESE.

El primer caso es el de Andrea Bocelli, quien a los doce años a causa de una rara enfermedad y un pelotazo en la cara acci-dental, se quedó ciego. El mismo Bocelli comenta en su libro autobiográfico The music of silence: «Curiosamente la naturaleza, mientras me quitaba algo valiosísimo, la vista, me daba otro re-galo, la música. Con una mano soltaba algo tan querido como la visión, pero con otra agarraba fuerte una muleta y una com-pañera inestimable, la música, otra forma de “ver”». Muchos de los logros de Bocelli se han dado gracias al coraje y persistencia de un hombre que aprendió a mirar de otra manera, «porque lo esencial es invisible a los ojos» tal como dice Antoine de Saint-Exupéry en El principito.

Lance Armstrong, cuatro veces campeón del Tour de Francia, la prueba ciclística más importante del mundo. Diagnóstico: cáncer testicular con metástasis en los pulmones y en el cerebro. Edad: 25 años. Nos dice en su libro autobiográfico It´s not about the bike: My journey back to life: «La verdad es que el cáncer ha sido lo mejor que

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me ha pasado en la vida, operó un profundo cambio en mi forma de ser, ha hecho maravillas con mi personalidad».

Armstrong continua diciendo en su libro: «¿Por qué yo? ¿Cuáles son mis posibilidades reales de sobrevivir? Estas cuestiones me ab-sorbían por completo. Me vi envuelto en una conversación interior con el cáncer. Intenté ser firme en mis discusiones con él. Has es-cogido al muchacho equivocado le dije. Cuando buscaste alrededor de un cuerpo donde vivir, cometiste un grave error al elegirme». Y así continuaba desafiando al destino. Luego, se da cuenta de que no sirven de mucho sus comentarios porque el partido va en serio, esto no es juego de niños. «Durante la mayor parte de mi vida había ope-rado bajo un esquema simplista de ganar o perder, pero el cáncer me estaba enseñando a ser tolerante ante la ambigüedad. Ahora corría una carrera muy diferente, ¿dónde estaba la línea de partida?, ¿qué puertos se pasarían? La meta, ¿dónde estaba enclavada?, ¿cuál era el premio por ganar?». Se da cuenta que es una competencia distinta. Que aquí no gana el que llega primero, sino el que aprovecha de la mejor manera el kilometraje recorrido.

Veamos otro caso, Mar Cogollos, joven psicóloga mundialmente famosa, que por un accidente quedó hemipléjica, nos dice en plena depresión, en su libro Elogio de la debilidad: «Descubrí que podía hacer mucho por los demás. Ayudarme y volcarme con ellos hizo que pasase de puntillas por la fase de la depresión. A todos les sorprendió, a mí también, lo pronto que aterricé y acepté mi nueva condición. Pensé que si aquel día no me quedé allí es porque aún tenía cosas importantes que hacer en esta vida. Recuerdo que pensar y ayudar a los demás me ayudó muchísimo en mi recuperación. Mis compañeras tenían que levantarse e ir al gimnasio por la mañana. Les urgía a que se arreglaran, que se peinaran, que siguieran siendo mujeres, la vida continúa. Cuando abandoné el hospital una persona me dijo: “Que no te miren con pena sino con admiración, y eso va a depender ex-clusivamente de ti”. Y es que cuando te enfrentas a una adversidad, muchas veces te saca de adentro esa necesidad de darnos más gene-rosamente a los demás». Esto me trae a colación un consejo que me dieron hace algún tiempo: «¿Quieres un secreto para ser feliz? Date y sirve a los demás, sin esperar que te lo agradezcan». No nos damos

cuenta que el principal beneficiado en un acto de dar a los demás, no es el que recibe, sino el que da, porque es el que se queda con la alegría interna de haber hecho lo correcto.

Al respecto, Santiago Álvarez de Mon, a quien citaré en varios artículos nos dice: «No hay persona que en sus cabales sea capaz de aguantar una continua observación de sí misma. El que se presta mucha atención es más propenso a cazar este virus moderno de la depresión. Por el contrario, las personas que tienden a vivir hacia a fuera, son fuertes y resistentes al contagio depresivo. No es que estén inmunes, pero las personas serviciales y generosas llevan mejor los embates de esta epidemia, que solo a los psiquiatras tiene felices».

Nuestro último invitado de este artículo es Christopher Reeve, nada menos que el actor que encarnó paradójicamente a Superman. A los 42 años, mientras montaba a caballo tuvo una caída que le produjo rotura de vértebras y parálisis de la cabeza para abajo incluyendo la falta de res-piración (tuvo que vivir permanentemente conectado a un respirador artificial). Luego de ello necesitó seis horas diarias para las actividades más elementales (vestirse, bañarse, ir al baño). A pesar de ello, ganó en los últimos años varios Emmy y un Grammy estando así.

Reeve escribe en su libro autobiográfico: «Tengo que admitir que cuando me despierto cada mañana, tengo que superar el shock de no ser capaz de moverme. Siento envidia de las personas que cami-nan y corren sin ningún problema. Ser bruscamente privado a los 42 años de muchas de las cosas que disfrutas de la vida es desalen-tador, pero mi optimismo permanece intacto. Empecé a considerar: ¿qué vida puedo construir a partir de lo sucedido?, ¿hay alguna for-ma de ser útil, de echar una mano a los demás, de ponerse a trabajar de nuevo?, ¿existe algún camino que me conduzca a ser otra vez esposo y padre? No obtuve ninguna respuesta, pero el formularme esas preguntas ya fue una gran ayuda». De quererse suicidar en un comienzo, le empieza a dar un sentido a la vida. Sin embargo, la lucha diaria sigue siendo una constante.

Como todo ser humano, Reeve tenía momentos en los que el desánimo y la tristeza, invadían su corazón. Pero supo darle un

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sentido a su sufrimiento. Que él nos comente como hizo: «Si me entrego a la autocompasión o expreso mi desaliento delante de mi pequeño hijo Hill, estoy poniendo una carga pesada e injusta en un niño de cinco años. Si me vuelvo hacia dentro de mí y paso el tiempo con nostalgia del pasado, no puedo estar cerca de Mathew y Alexander, dos adolescentes que necesitan los criterios y consejos de su padre. Por último, ¿qué tipo de vida podría compartir con Dana, mi esposa, si me dejo llevar y me transformo en un armatoste deprimido que se arrastra en silla de ruedas?». A pesar de que lo más lógico hubiese sido que se esconda tras su mala suerte, quién hubiese tenido agallas para reprochárselo, nuestro súperhéroe de carne y hueso luchó por ser ejemplo de padre y esposo, aún en esas condiciones.

Luego de leer este testimonio es fácil darnos cuenta como unos nos ahogamos en nuestra tina, y otros como Reeve nadan a puro pulmón en alta mar, y encima, finalmente llegan a su destino eter-no, con la alegría y la paz interior de saber que lucharon contra la adversidad y no pararon hasta vencerla.

Continúa Reeve: «Depender totalmente de los demás es muy frustrante, tienes que hacer un ajuste radical. Durante meses me asaltaron diversos pensamientos y estados de humor: horror, grati-tud, autocompasión, confusión, enfado, vergüenza y humillación. Con 45 años, cuando todos los días dos personas te tienen que dar la vuelta y ponerte los calzoncillos; es una lección de paciencia y aceptación difícil de digerir».

En otra sección de su libro, Reeve tiene una paradoja sobre qué es ser un héroe. «Cuando salió la primera película de Superman concedí un sinfín de entrevistas y la pregunta que más se repetía era: “¿Qué es para usted un héroe?” Con que facilidad y ligereza contestaba: “Un héroe es alguien que lleva a cabo una acción valerosa, sin reparar en las consecuencias”». Quién iba a imaginar que aquel héroe de fantasía se iba a convertir en uno de carne y hueso, tener la fortaleza para perseverar y resistir, y seguir luchando, a pesar de las cargas durísimas. Y es que los verdaderos héroes son personas comunes y corrientes, anónimas; ese padre que se amanece trabajando para llevar algo de

comida al hogar, esa madre que a pesar del trabajo diario en la empre-sa, se levanta varias horas antes para preparar el almuerzo de sus hijos, ese directivo que permite crecer a sus empleados, ese chiquillo que decide ir contra la corriente de la opinión de sus «valientes» amigos, que están en drogas o se dejan llevar por el sexo; en fin, me refiero en general a cualquier persona que lucha por ser perfecta, por ayudar a los demás y hacerles la vida más fácil, olvidándose de ella misma, aquellos a quienes les he dedicado este libro.

Otro de los grandes ejemplos de Reeve es la lucha interna por respirar. Al comienzo no podía estar sin respirador artificial más de treinta segundos. A medida que fue pasando el tiempo, duró dos minutos, luego siete, lo cual era casi increíble. Su propio doctor, Hill Carroll, lo decía: «Estaba jadeando, era un esfuer-zo físico agotador. Nunca he visto una evolución como la suya. No sé cómo lo hace, la verdad no entiendo cómo hace muchas cosas». Yo sí lo entiendo, a base de lucha, de perseverancia, de sobreponerse. Él utilizó mucho una frase del Apolo XIII que era: «Fracasar no es una opción». A los seis meses estaba respirando treinta minutos por sí solo.

Hay equipos que antes de salir a jugar el partido ya han perdido en el vestuario. Basta mirarles la cara y ver que allí no hay sitio para ganar. De tanto meditar sobre la posibilidad de perder, anulan sus posibilidades de victoria. Son los mismos que luego le echan la cul-pa al árbitro. Reeve juega ante un rival temible y despiadado, tiene todas las de perder, pero está más agarrado que mano de trapecista a ese porcentaje insignificante que le da como ganador. Con el tiempo irá cobrando fuerza su débil respiración y dejará a todos impresiona-dos. Un triunfo ahora, un minuto sin respirador, es la mejor manera de aspirar a un futuro a largo plazo autónomo y libre de la maldita y bendita máquina respiradora. Reeve nos dice: «Cuando miro al futuro veo más posibilidades que limitaciones, sino no tendría la voluntad de trabajar en mi recuperación».

La pregunta del millón es: ¿qué hacer cuando llega la adversi-dad?, ¿volver a leer notas tomadas de un curso de motivación? Pro-bablemente sirvan de poco. Lo único que sirve en ese momento

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es la seguridad de que todo pasa por algo y nada es casualidad en esta vida, Dios sabe porque hace las cosas. Tenemos dos opciones, o llevamos la adversidad con angustia, molestia, pena y sufrimien-to, o le sacamos provecho a la vida, hacemos de tripas corazón, y le vemos el lado bueno. Podemos tener el semblante serio y el corazón compungido, pero nadie nos quitará la felicidad de tener la conciencia tranquila, de saber que hacemos lo correcto, que luchamos por salir adelante.

Podemos aprender mucho más de la gente discapacitada, po-bre o llena de problemas, que de los gerentazos, los inteligentes y famosos. Y es que las adversidades enseñan más que las explica-ciones perfectas de grandes científicos enredados en sus esquemas. A través de su crecimiento, aceptación y entrega, la gente herida nos ha enseñado que debemos aceptar nuestras debilidades y no pretender ser siempre fuertes y capaces, porque es allí donde crea-mos barreras para ser felices. Esto no quita que siempre luchemos incansablemente por ser mejores.

He aquí varios ejemplos de personas que no solo no miran mal a la adversidad, sino que le agradecen que los haya visitado y le dan la bienvenida, porque los cambió para bien, y quizá acontecimientos tan duros como estos, son los únicos que logran tal transformación. ¿De qué les hubiese servido su vida de antes, si el sendero por el que caminaban era oscuro, torcido y peligroso? ¿Cuántas veces nos ha pa-sado a nosotros algo similar? Muchas veces nos suceden hechos apa-rentemente malos y tristes, y nuestra reacción, lejos de la de nuestros invitados anteriormente mencionados, ha sido quejarnos con el típi-co: «¿Y por qué a mí?», sin percatarnos que de cada cosa que nos pasa podemos sacar el jugo y convertir el limón en limonada.

En la vida todo tiene un sentido, nada pasa por casualidad, si sufrimos siempre es por algo, es una oportunidad enviada del Cie-lo para hacernos más fuertes, para hacernos mejores.

Una persona que le da un sentido a su vida, un «por qué vi-vir» que trascienda lo puramente terrenal, es significativamente más feliz que una persona que piensa que aquí abajo termina

todo, porque vivirá con esperanza, con la ilusión del premio que recibirá, vivirá despreocupado de los bienes superfluos, porque sabe que lo que hace tiene un sentido, tiene una misión que va más allá de ganar más dinero, de sentirse cómodo acá en la Tierra y sabe que eso a la postre es lo único realmente importante en su vida, y sabrá enfocar esta hacia esa dirección.

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los ricos también lloran… especialmente, si hay alguien más rico que ellos

«Queremos vivir en la mente de los demás con una vida imaginaria y, por eso, nos esforzamos en aparentar. Nos ocupamos intensamen-te en embellecer y conservar nuestro ser imaginario, y nos desenten-demos del verdadero».

Pascal

En los últimos años, la ciencia de la felicidad ha nacido como una nueva área de investigación, que intenta definir qué es lo que nos hace felices. Y es que a pesar de los avances económicos cada vez menos personas se sienten felices, dejando evidencia que no siempre la relación dinero-felicidad es directamente proporcional.

Al respecto, hace poco leí uno de esos artículos que te cambian la forma de ver la vida, el cual me he permitido resumir con la venia de mi profesor y autor del estudio sobre el dinero y su relación con la felicidad, el Sr. Manel Baucells, profesor principal de Gestión de Personas en el IESE de Barcelona.

En nuestro mundo está tan arraigada la creencia de que el dinero compra la felicidad, que muchos que se la creen terminan estrellán-dose contra una realidad esquiva y diametralmente opuesta a ese razonamiento.

Si bien es cierto, el dinero no da la felicidad, pero sí la puede comprar, la única duda es cuánta cantidad. Y no es tanta como uno espera, porque no sabemos administrar el dinero, nos acostumbra-mos demasiado rápido al nuevo tren de vida y nos comparamos con personas más afortunadas, lo cual disminuye nuestra felicidad.

Se puede ser feliz con el mismo sueldo

Muchas veces las personas hablan de la falta de dinero como una de las causas de sus males. Atribuyen que por eso no pueden ser com-pletamente felices, que no tienen todo lo que desean y que siempre les está faltando algo para ser «iguales» a los demás, incluyendo en «todos

los demás» a unos pocos que pueden tener alguna superioridad en un bien material. Sin embargo, el dinero no siempre les permitirá cubrir las necesidades y lograr satisfacciones, pues una vez que lo obtienen, se dan cuenta de que igual les sigue faltando otros bienes.

Para Baucells, el problema parte de mucho tiempo atrás. Explica en su estudio que la economía tradicional consideraba todos los bienes como básicos, y para nosotros, en cambio, existe una enorme diferencia entre la felicidad que proporcionan los bienes básicos y los adaptativos. Un bien básico satisface una necesidad objetiva y genera siempre la misma cantidad de satisfacción; en cambio, un bien adaptativo proporciona una satisfacción subjetiva y variable, según las propias expectativas y las referencias. Por ejemplo, tener un auto es un bien básico, pero cuando pasas del Toyota Corolla del 90 al Porsche Cayenne del año lo conviertes en un bien adaptativo. Un Toyota antiguo puede proporcionar mucha satisfacción, y un Porsche muy poco, si lo comparas con el Ferrari del vecino.

A los deportistas profesionales, les ocurre igual. Una encuesta reveló en 1995 que los medallistas olímpicos de bronce estaban más contentos que los que habían ganado la medalla de plata, ya que se comparaban con aquellos que no habían subido al podio; mientras los clasificados en segundo lugar tenían pesadillas, porque creían que se les había escapado la medalla de oro.

El tema es que se puede vivir feliz aunque no te envidien. Vivi-mos pendientes de lo que los demás piensan de nosotros, es más, nos pasamos más tiempo haciendo creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo, pero los demás están demasiado pre-ocupados por lo que tú piensas de ellos para fijarse en ti. Es decir, te gastas hasta lo que no tienes y te compras la camioneta del año para quedar bien con todos y para lucirla, y en realidad a la gente le importa un comino tú y tu camioneta.

la felicidad y la asignación del tiempo

Otra conclusión del estudio es que la mala asignación del tiempo entre el trabajo y la vida personal es otra de las causas

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de la insatisfacción. El problema está en sobreestimar la satisfac-ción que nos pueden dar los bienes y, por consiguiente, asignar un porcentaje del tiempo superior al debido para conseguirlos. ¿Qué podemos hacer al respecto? Ya lo dice Baucells en una de sus conclusiones: «Vale la pena preguntarse si uno se siente fe-liz habiendo tenido que trabajar cuatro horas más de lo normal cada día, para vivir en un departamento más lujoso en una zona donde sigue habiendo gente más rica que uno, pero a costa de haber perdido horas valiosísimas de disfrutar con la familia y los amigos. Quizá hubiera sido más inteligente pensar si nos inte-resaba entrar en esta batalla o no, y en todo caso compararnos con los demás, en cómo ser mejor que ellos en otros logros per-sonales (en virtudes y valores, más que en términos de bienes adquiridos)».

Finalmente, Manel Baucells recomienda que a través de algunas actividades como las prácticas espirituales, la meditación o el rezo, uno puede obtener una mejor perspectiva de la vida y reducir los efectos perjudiciales de la comparación. Recomienda también no retrasar las cosas. Anticipar lo malo es lo inteligente, también lo es dilatar la gratificación de las cosas positivas. La lección es que deberíamos programar racionalmente en el tiempo la gratificación que nos reportan nuestros ingresos. Por ejemplo, si tenemos un au-mento de sueldo, no hacer todas las cosas de golpe y graduar el incremento de satisfacción. Lo mejor es ir subiendo poco a poco de nivel, sin cambiar las referencias anteriores.

Quizá el secreto de la verdadera felicidad como dicen, más allá del tema económico, está en querer lo que uno hace, más que en hacer lo que uno quiere.

¿Con más dinero se puede comprar más felicidad?

«Yo quisiera tener bastante dinero para vivir tranquilo como los pobres».

Picasso

Continuando con el estudio realizado por Manel Baucells, ata-camos un paradigma sobre la relación dinero-felicidad. En una encuesta del 2006 realizada en los Estados Unidos, se preguntó a la gente que especificara el factor que más mejoraría su calidad de vida, y la respuesta más frecuente fue «más dinero». Veía el domin-go pasado el programa de Andrés Oppenheimer y fue justamente sobre la felicidad en los países de América Latina. Si bien es cierto, concluía que los países menos felices son los más pobres, pero no necesariamente los más ricos (en términos de PBI per cápita) eran los más felices. Un claro ejemplo de esto es Japón, en el que el PBI per cápita se ha quintuplicado en los últimos años, y sin embargo, casi no se ha incrementado el nivel medio de satisfacción. Y es que ello se explica porque la felicidad depende también de otros facto-res, además del dinero, como las relaciones familiares, los amigos, la salud, el trabajo, el ambiente externo (libertad, seguridad, etc.) y los valores personales (visión de la vida, religión y espiritualidad). Quizá sea interesante crear un nuevo indicador denominado PFI (Producto de la Felicidad Interna) y comenzar a medirlo, porque ese sería el grado que debieran maximizar los presidentes en un país, inclusive más que el PBI per cápita. Y no solo los presidentes, el concepto podría ampliarse a lo que debiera perseguir cualquier per-sona que lleve una jefatura en una empresa, qué mejor incentivo que lograr la satisfacción de las personas, obviamente, en este caso debiera ir de la mano con el nivel de rentabilidad de la empresa.

Una forma de autoengañarse es decir que nosotros compra-mos para nosotros mismos, nos convencemos de que lo compra-mos porque lo necesitamos, cuando la verdadera causa a menudo es impresionar al resto. En cualquier caso, la satisfacción y la

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insatisfacción siempre se obtienen al momento del incremento o decremento del estatus, después se diluyen. Es decir, el aumento de sueldo alegra el primer día, si te sacas la lotería igual, a los cuatro días te has acostumbrado a tus nuevos millones y ya envi-dias a tus nuevos vecinos que tienen más, incluso puedes llegar a sentirte más pobre que antes.

La otra variable mencionada en el estudio de Baucells es nues-tra incapacidad de racionalizar las proyecciones. Creemos que el nuevo auto nos reportará tanta satisfacción durante los próximos cinco años como los cinco primeros días, y no es así. En general, es más feliz quien edifica su felicidad sobre los bienes básicos y posterga los adaptativos.

Pero ¿cuánto necesita uno para ser feliz? Según el estudio rea-lizado, la cifra es US$ 12,000 anuales. Esa cantidad cubriría todas nuestras necesidades básicas, lo demás es adaptativo. A partir de un nivel de renta determinado, la felicidad no aumenta significa-tivamente, por mucho que lo hagan los ingresos. De hecho, todos los indicadores del grado de felicidad han permanecido intactos en todo el mundo, a pesar que los aumentos de la renta media han sido considerables. El ciudadano de hoy se adapta rápidamente a un cierto nivel de estándar (su casa, auto, vacaciones, restau-rantes), y no se sentirá mejor que el de hace sesenta años cuando circulaba en bicicleta y escuchaba una vieja radio, este fenómeno es conocido como la paradoja de Easterlin.

El poder adquisitivo influye en la felicidad, pero hasta cierto punto, pues algunas personas con dinero se torturan comparándose con otras aún más ricas que ellas.

Los autores sugieren que la gente podría sacar más provecho a su dinero en términos de felicidad, si calcularan correctamente el efecto de adaptación. Cuando el cálculo es erróneo se debe a lo que los psicólogos denominan un sesgo de proyección. Este concepto, aplicado a las decisiones de consumo, significa que predecimos un ritmo lento de adaptación a un bien nuevo, pero cuando la adap-tación se produce mucho más rápidamente de lo que esperábamos,

como consecuencia gastamos más de la cuenta en bienes adaptativos y somos menos felices de lo que pensábamos.

La buena noticia es que la felicidad se puede planificar. Manel Baucells lo hace de acuerdo a una ecuación: relaciona la capacidad de adaptación con el incremento de riqueza y la comparación con otros. Funciona de la siguiente manera: Ustedes cuando compran algo asumen que ingresa cien de felicidad y creen que el resto de su vida ese dinero les va a dar la felicidad cien que sienten el primer día, pero en realidad al cabo de un año solo han obtenido un diez. Si hubieran planificado su felicidad racionalmente con esta ecuación hubieran obtenido un setenta.

Por el contrario, la desgracia también es planificable. Las pérdi-das de patrimonio y estatus se notan el doble que las ganancias. La bajada de nivel genera el doble de insatisfacción que la subida de satisfacción. En este caso, la proyección de expectativas funciona al revés. Al principio duele mucho, y luego cuando te acostumbras, te das cuenta que no es para tanto. Acabas adaptándote a la triste situación más rápido de lo que habías previsto.

El arte de la planificación en este tema nos permitirá conseguir más felicidad por menos dinero y esfuerzo. Ya lo decía Francesco Cavalli-Sforza: «Uno no es feliz de la noche a la mañana, sino que trabaja en ello un día tras otro. La felicidad se construye, y eso exige esfuerzo y tiempo. Para ser felices tenemos que aprender a cambiar nuestras propias vidas».

Para finalizar, copio textualmente una reciente entrevista que le hicieron a Manel Baucells respecto al tema:

—El dinero da la felicidad, ¿verdadero o falso?—Verdadero.

—¿Por qué?— Porque con el dinero tienes más control, acceso a cosas que antes no

tenías y más capacidad de decisión. Pero se comete un error de cálculo: se piensa que va a dar más de lo que da.

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Aprende a ser feliz

—Este error de cálculo ¿cuándo lo comete una persona?— Cuando cree que el dinero le va a dar diez de felicidad y, en reali-

dad, le ofrece tres.

—Es decir, no es una cuestión de cantidad, sino de expectativas.—Exactamente.

—Junto al dinero y la felicidad, que son los ejes sobre los que gira este estudio, ¿se podría incluir un tercer término, la envidia?

— Efectivamente. Y si no lo gestionas de manera adecuada, puedes acabar pensando: «¿Me siento contento por haber tenido que trabajar cinco horas más al día para tener una casa mejor en un barrio de-terminado, y en el que sigue habiendo gente más rica que yo?». Y en todo este proceso, igual, esta persona ha perdido amigos y familia. Por tanto, ¿no hubiera sido más inteligente pensar si le interesaba entrar en esta batalla o no?

—Pero ¿cómo se puede conseguir que las personas venzan esa tendencia natural?

— No es nada fácil porque es tu instrumental de medida. Hay que educar a la gente en los colegios, en las familias... a que se comparen con los otros en determinadas cosas buenas, como: «Mira ese qué bue-nas notas saca, a ver si tú también haces como él», y que eviten otras, como cuando se dice: «Mira a ese que se ha comprado un auto mejor». En eso es mejor no entrar.

Otro tema importante es que somos muy malos en anticipar la rapidez de habituación a los bienes. Esta es la idea: piensas que el auto nuevo lo disfrutarás como el primer día durante mucho tiempo, pero a los tres meses te parecerá normal, o cuando vas a un hotel de una estrella más, te parece impresionante, pero no calculas que a la tercera vez eso te parece lógico y que volver a un hotel con una estrella menos es una pérdida.

En un terreno donde compras bienes básicos (comida, calefacción, des-canso, estar con amigos...) la satisfacción está asegurada porque cuan-to más los tienes, más te dan. Pero la lista es muy limitada. Entonces estamos pensando que muchos bienes que compramos son básicos, y no lo son, son adaptativos.

—¿Cree que el ciudadano de a pie hace esta distinción entre los bienes básicos y los adaptativos?

— No, y por eso se cree que el dinero da muchísimo, porque cuando piensa que un auto grande es un bien básico se cree que lo disfrutará como el primer día, como la calefacción. No, al auto grande te acos-tumbrarás y te parecerá lo normal.

—Siguiendo su razonamiento, ¿considera que ofrece la misma satisfacción degustar una buena comida entre amigos, qué te-ner un Ferrari?

— No. Degustar una comida con amigos te va a gustar hoy, dentro de diez años volverás a disfrutarlo igual que hoy, y dentro de veinte, igual que hoy. Cuando te compres el Ferrari, durante un tiempo estarás im-presionantemente feliz, pero al cabo de un año te parecerá la mitad de impresionante, al cabo de dos años la mitad de la mitad y cuando un amigo se compre un Ferrari mejor que el tuyo, entonces aquel día vendrás enfadado porque creerás que te has quedado sin dinero.

Y es que la gente se vuelve loca por el dinero, gastan mucho. Si por lo menos fueran muy felices, diría «perfecto», pero es que no lo son. Entonces, aquí hay un problema.

—¿Cuál sería la fórmula para solucionarlo?— Ves cosas que son bienes adaptativos y tu cabeza te dice que son

básicos, entonces las quieres comprar, ganar mucho dinero... y todo el mundo está solamente detrás de eso. No, lo que voy a hacer es entrenar al niño a bajar una pendiente más difícil, de modo que cuando salga por ahí pueda bajar. Es entrenarlo para pensar a largo plazo.

—Por cierto, ¿usted piensa a largo plazo?— Sí, yo lo hago.

—Por lo tanto, ¿es feliz?— Sí, sí, yo soy muy feliz. Me gusta llevar las luces largas. Siempre voy

anticipando cosas con dos o tres años de antelación.

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Si me lo propongo, puedo ser mi peor enemigo

«El contrincante que habita en la cabeza del propio jugador es más formidable que el que está al otro lado de la net».

José Antonio Espinoza

En estos tiempos de incertidumbre, uno no sabe bien que pue-de pasar mañana. Ante esta situación, nos quedan dos opciones: ir por la vida seguros y con la alegría de saber que lo que viene será para nuestro bien, ya que Dios sabe porque hace las cosas; o andar preocupados, inseguros, decepcionados de la vida, con lo cual, inde-pendientemente de lo que hagamos o lo que nos pase, ya perdimos gran parte de la batalla.

La vida, tiene mucho que ver con la forma como la veamos, una cosa es la realidad y otra muy distinta la forma como es percibida por nosotros. Es decisivo para sobrellevar bien estos tiempos, nues-tra actitud ante lo que nos pase, sean cosas que esperemos o ines-peradas, hechos alegres o desgracias. La gravedad de los hechos no está dada por el mismo hecho, sino por el efecto que causa en no-sotros el conocerlo, y pasará rápidamente en la medida en que ten-gamos la suficiente claridad de pensamiento y control de nuestras emociones para entender que ha pasado por nuestro bien, si es que obramos con la conciencia tranquila. Al respecto, se me viene a la memoria un texto que leí hace poco en el que Etty Hillesum, joven judía muerta en Auschwitz en setiembre de 1942, decía: «Pueden hacernos la vida muy dura, pueden despojarnos de algunos bienes materiales, pueden quitarnos la libertad exterior de movimiento, pero es nuestra lamentable actitud psicológica la que nos despoja de nuestras mejores fuerzas: la actitud de sentirnos perseguidos, humi-llados, oprimidos; la de dejarnos llevar por el rencor; la de envalen-tonarnos para ocultar nuestro miedo. Tenemos todo el derecho de estar de vez en cuando tristes y abatidos porque nos hacen sufrir, es humano y comprensible. Y, sin embargo, la auténtica expoliación nos la infligimos nosotros.

Cuando experimentamos un sufrimiento, lo que más daño nos hace no es tanto este como su rechazo, porque entonces al propio do-lor le añadimos otro tormento: el de nuestra oposición, nuestra rebe-lión, nuestro resentimiento y la inquietud que provoca en nosotros».

Extraordinaria forma de ver la vida y a pesar de sus problemas (y qué problemas), no se ha hundido. Además, nos hace ver algo apa-rentemente evidente, pero que muchos de nosotros no nos había-mos dado cuenta: cuando nos lo proponemos, podemos ser nuestro peor enemigo, peor inclusive que la misma realidad que nos pasa. Y es que muchas veces en nuestras vidas ha sido más importante la reacción que la acción que la provoca. Desde una enfermedad que hayamos tenido, la muerte de alguien, un despido, o cualquier otro evento, pensemos si nuestra forma de responder ante ello ha tenido mayor peso que el problema en sí.

Continúa diciendo Etty Hillesum: «El dolor en sí mismo causa a veces menos sufrimiento que el hecho de no entender su sentido. Desde el momento en que me he mostrado dispuesta a afrontarlas, las pruebas siempre se han transformado en belleza. Los peores su-frimientos del hombre son los que se temen. El sufrimiento malo no es el vivido, sino el “representado”, ese que se apodera de la ima-ginación y nos coloca en situaciones falsas».

Que increíble capacidad para decir algo que es tan obvio, pero que nos pasa muy a menudo. No sabemos gestionar los eventos in-oportunos, estamos acostumbrados a gestionar lo esperado, pero lo imperfecto nos atormenta, nos angustia, en lugar de entender que pasó, y pasó por algo positivo que quizá ahora no entendamos, somos presa de la angustia, la depresión, el miedo, lo cual obviamente pro-voca que nuestra lectura del problema se agrande inclusive a tamaños completamente desmesurados. Nos preguntamos ¿por qué me tuvo que pasar justo a mí?, cuando la pregunta ideal debiera ser ¿qué debo aprender de esto?, si me ha pasado es por algo, es por mi bien, que quizá no lo entienda ahora, pero Dios sabe porque lo hace.

Esto se da también porque las expectativas que solemos tener es-tán basadas en vivir la vida libre de problemas, y eso es una utopía.

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Nuestra ilusión se basa en vivir una vida fácil, cero problemas, en el que podemos elegir, como quien lo hace de un menú de restaurante, «lo que nos de la gana», y dejar de lado lo que no nos guste. Trabajar en la mejor posición y empresa que se pueda, casarme con la chica más linda, vivir lleno de dinero, comprarme la mejor ropa, etc., es una forma hasta cierto punto egoísta y mal agradecida, en el sentido de que esa obsesión nos nubla la vista, ya que al no alcanzar esto nos angustia, inquieta, y molesta. Deberíamos mirar al costado para ver lo que pasa en el mundo, para darle el verdadero valor a las cosas que tenemos, y no enfocarnos en lo que deberíamos tener. Para lo que no-sotros es un derecho básico como el elegir que tipo de vida queremos llevar, para otros es completamente inalcanzable, porque nacen con una realidad distinta y mucho menos «atractiva» que la nuestra.

No estoy diciendo que seamos conformistas, nada más lejos de ello, los mediocres nunca saldrán adelante, sino de saber valorar aque-llo que tenemos, aquello que realmente nos hace felices, y saber vivir sin lamentarnos de «por qué nos pasan las cosas malas a nosotros».

la importancia de reflexionar

El inteligente es el que piensa que es tonto y se da cuenta de sus errores. Basta con saber autoconocerse para mostrar un síntoma de racionalidad, de inteligencia emocional, de humildad, y la forma para darse cuenta de ello es a través de la reflexión, de la meditación, la cual permite además, tener nuevas luces no solo para pedir cosas, sino para agradecer las que uno ya tiene y quizá no se había dado cuenta.

Para vivir una vida feliz, que importante es parar un momento en el día o dos, en la mañana y en la noche, y darnos unos minutos para reflexionar, para mirarnos por dentro, y preguntarnos unos mi-nutos, qué hemos hecho mal y que mejoraríamos, pensar en cómo estamos, tristes, felices y el porqué de ello.

Joan Chittister, experta minera, comentaba lo siguiente: «Una vez que asumamos nuestra pequeñez, quedamos liberados de la necesidad de mentir, incluso a nosotros mismos sobre nuestras fragilidades». Eso

es lo que nos tiene agotados, como personas y como profesionales, esa venta constante e hiperbólica de un ser ficticio e inexistente. Abrazar nuestra pequeñez, aceptar nuestra baja estatura moral, charlar con nuestros miedos, disfrutar el misterio, nos confiere un grado de li-bertad interior crucial para bajar y subir, para correr y descansar, para disfrutar y sufrir, en resumidas cuentas, para disfrutar el viaje, que de eso se trata el arte de vivir».

Sabias palabras porque hoy nuestra realidad es una, pero la vida da muchas vueltas, y quizá mañana mismo sea otra completamente distinta, sin habérnoslo propuesto.

¿Qué he aprendido de la vida?

Difícil pregunta, digna de un proceso de selección. Definitiva-mente me ha enseñado muchas cosas, y cada día me enseña algo nuevo. Quizá la más importante es a tener conciencia sobre mis ac-tos, y es que al final, estamos acá para ser felices, en este mundo y en el que viene, y uno es feliz si es que vive con la conciencia tranquila de saber que ha dado todo lo que puede por conseguir sus metas.

La misma pregunta se la hizo Santiago Álvarez de Mon en su libro No soy Superman, y nos responde de la siguiente manera a través de uno de sus personajes: «He aprendido a cuidar el tiempo como un regalo único. Así veo el día de hoy como un obsequio que he de agradecer y aprovechar. Ayer se fue y mañana no ha llegado, voto por quedarme en el presente. Viajo al pasado para aprender de su fantástico almacén de datos. Cuando lo hago, el presente se col-ma de agradecimientos y de una sana tristeza. Teniendo la nostalgia bajo control, el recuerdo de seres queridos que ya se fueron, las imá-genes de una edad tierna e irrepetible, las amistades urdidas entre clases, partidos, libros, y diversión, las fotos de los primeros pasos de mi familia; aportan al presente un halo de serenidad, dulzura y unas gotas de melancolía. ¿Qué hago con esas cuotas de pena? Leer sus enseñanzas para administrar mejor la realidad.

Me proyecto al futuro para anticipar escenarios, para cobrar impulso, para irradiar ilusión y esperanza en un presente invernal.

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Completada la excursión galáctica y futurista regreso a mi tiempo preferido, el presente, a él me coso en las duras y en las maduras. Si todo va bien, no arruino esa felicidad con el miedo a que se canse pronto, Si las cosas se tuercen, me consuela pensar que no se eterniza-rán, que también pasarán los nubarrones, que me curtiré y haré más fuerte, y que cuando salga el sol, nadie gozará más de él como yo.

La vida enseña a no tomarte las cosas y los acontecimientos que suceden con tanta seriedad y tremendismo. Estamos aquí dos días, como para amargarnos la propia existencia y la de los demás. Poquito a poco voy a aprendiendo a sonreír, a descubrir mi parte frívola y ligera, a lo mejor es más inteligente y profunda de lo que pensaba. Toda persona viene al mundo con una serie de talentos y habilidades naturales. Vivir tiene mucho que ver con descubrirlos, disfrutarlos y ponerlos al servicio de una causa mayor que uno mismo».

Es decir, priorizar, tener ese orden mental para saber definir y enfocarse en las cosas que realmente valen la pena. Implica decidir a qué le dedicamos más tiempo en nuestras vidas, a veces al trabajo, a veces a la familia, a veces a la meditación, a veces a la diversión, a veces a la formación. Ya lo decía Erasmo de Rotterdam: «La vida entera es como un teatro. Es una comedia como cualquiera en la que unos y otros salen disfrazados con diferentes máscaras a repre-sentar sus respectivos papeles hasta que terminando el espectáculo se retiran de la escena. A veces, en la vida real como en el teatro, un mismo actor se disfraza con diferentes trajes, y así, el que llevó sobre su cabeza la corona de rey, viste luego los andrajos del siervo. Todo es simulación, en la escena como en la vida, y hemos de reconocer que no hay manera de representar la comedia de otro modo».

¿Acaso no es necesario que invirtamos más en la persona real que en el disfraz que nos ponemos todos los días para actuar? Uno puede disfrazarse de jefe, de gerente, y actuar como tal, pero en el fondo la función llega a su fin y el actor se volverá nuevamente la persona sencilla que siempre ha sido. Por lo tanto, es importante invertir en ella, en su desarrollo, en lugar de preocuparse o angustiarse en exceso por el personaje que representa.

Ponerle ganas a la vida

El principal contrincante que tenemos está en nuestro propio cerebro. Por ello, es pues necesario que dominemos nuestras acti-tudes, nuestra forma de ver la vida y le pongamos ganas a lo que hacemos.

Una vida vivida sin pasión no es digna de ser vivida. Si no tene-mos ganas de vivir, pues, a ponerlas. Verán que es diferente cuando uno hace las cosas buscando la utilidad y no tratando simplemente de ahorrar costos, es diferente sentir la alegría de haber hecho un buen trabajo porque sabes que cumpliste el reto, que saber que vas a tu trabajo porque no tienes otro y es lo que hay en el menú. Es diferente pasar los días con tu esposa porque ya están casados, que dormir y levantarse pensando en que la historia vuelve a comenzar cada mañana y el amor es el mismo que se tenía en la época de enamorados, nada más que ha ido madurando. Es diferente jugar fútbol para adelgazar, que disfrutar al máximo cada gol, cada buena jugada que uno hace. En fin, es diferente vivir pensando en que las cosas malas nos pasan solo a nosotros y que la vida ha sido injusta, que ver alrededor nuestro y comprobar que realmente somos de ese pequeñísimo grupo privilegiado que no ha pasado hambre, sed, traumas graves, como lo hacen millones de personas en todas partes del mundo.

¿Y saben qué? El culpable de hacernos ver las cosas negativas somos nosotros mismos, es nuestra actitud, así que adelante, a cam-biar esa forma de ver las cosas. A redescubrir que no importa lo que nos pueda pasar, no importa el contexto, solo y exclusivamente de nosotros depende cuanto nos afecten las cosas.

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El valor se prueba en la dificultad

«Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no pode-mos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de lo que podría significar aflicción, cuando quieran ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizá ya no existe el dolor, pero en la que la os-cura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún».

Benedicto XVI

He invitado virtualmente a Bosco Gutiérrez, un hombre que vi-vió todo un calvario durante nueve meses secuestrado. Tuve la suerte de verlo en un DVD que me prestaron, y estuve buscando por In-ternet alguna entrevista publicada para transcribirla y dejarles que él les cuente su drama y como hizo para salir adelante. A través de este impresionante testimonio podemos concluir que la actitud tiene una importancia singular. No importa lo que venga, nuestra actitud en la adversidad, ejemplar y valiente, es lo que nos hará vivir mejor.

La historia de Bosco Gutiérrez, un conocido y prestigioso arqui-tecto mexicano, es muy dura. Fue secuestrado en 1991 y permane-ció retenido durante nueve meses en un pequeño cuarto. Gracias a su fe en Dios no se amilanó y supo sacarle provecho a esta situación. Dejemos que el mismo nos cuente su historia: «Una mañana me dirigí al coche. De pronto, un brazo me agarró fuerte y me dieron un golpe con un arma para dejarme inconsciente», relata. Lo siguiente que recuerda es que se despertó cuando le cambiaron de auto para llevarle al cuarto de dos metros cuadrados, donde permanecería por nueve meses. «Tenía la esperanza de salir a los dos o tres días, nunca pensé que se prolongaría tanto», reconoce Bosco.

«En el techo de la habitación había una cámara que registraba mis movimientos y un parlante en el que me ponían continuamente música para bloquear mi sentido del oído. Estuve escuchando el mismo casete durante cuatro meses seguidos. Nunca escuché sus voces, siempre nos comunicábamos por escrito. Incluso me interro-garon mediante un cuestionario en el que tuve que dar datos sobre

mi familia. Si me negaba, les harían daño. El día y la noche eran confusos porque encendían y apagaban la luz cuando querían y me daban muy mal de comer», señala.

Poco a poco, Bosco reconoce que empezó a volverse loco. «Ofrecí todos los días mi sufrimiento a Dios y, cuando pensaba, me daba cuenta de que Cristo había sufrido mucho más que yo y que había dado su vida por mí al ser crucificado. Gracias a la oración cogí fuer-zas y pude rezar por los captores. Desde aquel momento sentí la nece-sidad de cuidarme más y de intentar sobrevivir a aquella situación».

El fin de la pesadilla, tras nueve meses de cautiverio se acordó el pago de su rescate. Se desarrollaría en Brasil y se encargarían de realizarlo sus hermanos, pero por problemas, no se pudo efectuar. A pesar de este hecho desalentador, Bosco siguió luchando: «Yo había construido un instrumento para abrir la ventana y algún día utili-zarlo para escapar. Ese momento finalmente llegó: una mañana, el secuestrador que tenía que vigilarme se retrasó y aproveché el des-cuido para escapar encomendándome en todo momento a Dios». La huída no fue tarea fácil, debido a su falta de fuerzas y al impacto que le causó la luz natural. Tuvo que sortear diversos peligros hasta abrir la puerta exterior del cuarto donde se encontraba, en la ciudad de Puebla, y coger un taxi.

«Yo entiendo mi secuestro como si Dios me hubiera dicho: no te puedo volver a meter en el vientre de tu madre, pero te voy a meter nueve meses en un cuartito para que con tu inteligencia y tu memo-ria decidas cómo vas a vivir tu segunda oportunidad. Entendí con todo mi ser que mi tesoro es mi gente y no mi trabajo o mi cuenta bancaria. En el cuarto lo hubiera dado todo por abrazar un minuto a uno de mis hijos. Desde entonces valoro a la gente por sus cosas positivas y no por sus errores».

Este hombre tuvo una valentía heroica, cuando tenía todo para echarse al olvido y deprimirse terriblemente aceptó lo que le pasaba. Cuesta hacerlo, pero el que se sobrepone a su dolor llega mucho más lejos. Quien acepta esta situación convierte el hecho doloroso en una tarea: la de reorganizar su vida contando con esa dramática verdad

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que se ha hecho presente. Exige tomar decisiones y una de ellas es qué vamos a hacer para cambiar nuestra forma de ver la vida en esos mo-mentos, y darle un sentido positivo, porque las cosas siempre pasan por alguna razón. No debemos lamentarnos porque las rosas tienen espinas. Al contrario, hay que verlo siempre en positivo y pensar que lo que nos pasa es por algo, ¡festejar que las espinas tienen rosas! Las alegrías ayudan a vivir, las tristezas a crecer. Al final, siempre llegare-mos a la conclusión de que, a pesar de todo, la vida es bella.

Para que se enteren de primera mano, los dejo con una entrevis-ta a Bosco publicada en http://www.diocesismalaga.es en la que él mismo cuenta lo que le pasó:

—¿Cómo se sentía? —Me tuvieron desnudo cuatro meses. Los secuestradores iban con ca-

pucha y jamás oí sus voces, se comunicaban por escrito. Después de tenerme tres días a oscuras me pasaron un interrogatorio: «Hasta que conteste no comenzarán las negociaciones».

—Contestó, claro... —Les conté detalles de la vida cotidiana de mi familia y me sentí un

traidor, me abandoné y me dejé morir. Trece días tirado en el suelo, haciéndome las necesidades encima.

—¿Salió de ese estado? —Un día uno de los guardianes me mostró un papel: «¡Viva México!

(era el día de la independencia), puede tomar lo que quiera».

—¿Qué pidió? —Un gran vaso de Chivas. Me lo trajo, yo me arrastré para cogerlo

porque estaba totalmente entumecido y me fui al rincón como un animal con su presa. «Esto sí lo voy a gozar», me dije. Entonces, el otro Bosco que hay dentro de mí comenzó a hablarme: «¡A ver si eres tan hombrecito!, ofrece el whisky».

—¿Y? —«Yo ofrezco estar secuestrado», dije. «Eso no depende de ti», contestó

mi voz interior, y tiré el whisky por el wáter. Me quedé pensando que

había hecho una estupidez y me dormí. Cuando desperté, cogí el papel sobrante del interrogatorio y escribí: «Hoy gané mi primera batalla, no todo lo deciden ellos». Así empecé a recuperar la autoestima.

—¿Cómo consiguió que creciera?—Pensé que no sería muy diferente lo que yo le diría a uno de mis her-

manos si estuviera en mi lugar y decidí escribir una carta como si el secuestrado fuera otro. Me puse en pie por primera vez en diecinueve días y recé.

—¿Olvidó la carta? —Sí, pero cuando acabé el rosario la vi dobladita junto a la puerta y

me puse a llorar como un idiota: «¡Recibí una carta de mis herma-nos, qué maravilla!», grité. El Bosco realista me decía: «Ya te volviste loco».

—¿Qué ponía en la carta? —«Este no es un problema personal, es un problema familiar, y lo va-

mos a resolver en equipo, pero tú eres el que tiene el trabajo más importante: cuidar de ti mismo».

—¿Abandonó el papel de víctima? —Sí, entendí que mi trabajo era entregar mi cuerpo perfecto al equipo.

Así estructuré mi vida, que dividí en tres columnas: salud mental, salud física y aprovechar el tiempo incluso en esas circunstancias.

—¿Cómo aprovechar el tiempo en un cuarto de dos metros cuadra-dos?

—Lo primero era no volverme loco. Entendí que cuanto mayor fuera el rechazo más crecería la angustia, y decidí aceptar mi circunstancia, limpiar mi cuartito y controlar la imaginación. El tiempo lo medía a través de una cinta de música, que ellos ponían para que no los oyera.

—Eso es muy mortificador...—Yo lo convertí en un instrumento. Vivía días de 32 casetes y acabé

ajustando la fecha, esas conquistas mejoran tu autoestima. También pedí una dieta muy sencilla que le recomiendo. Fruta tres veces al día,

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cereales por la mañana, proteína al mediodía y yogur por la noche. Corría una hora y media al día (tres casetes) y hacía un casete de ab-dominales. Pero estoy convencido de que el músculo más importante es la voluntad.

—¿En qué pensaba? —En mi madre, que había muerto tres años antes. Recuperé un recuer-

do de niño, un sueño. Estaba en el Infierno, y un tipo me gritaba: «Estas aquí por no haber ayudado a nadie, fuiste egoísta, y yo estoy aquí porque nadie me echó una mano. Si me hubieras ayudado, los dos estaríamos en el Cielo». Mi madre, que era muy inteligente, me dijo: «Te acabas de dar cuenta de tu responsabilidad como cristiano, hay que ayudar a los demás».

—¿Temía encontrar en el Infierno a uno de los secuestradores? —Pues sí, y que me dijera: «Te pudres en tu perfección, porque nunca

pensaste que nosotros somos tan dignos y valiosos para Dios como cualquiera».

—¿Y empezó a hacer apostolado? —Recé por ellos y cuando llegó Navidad les pasé un papelito: «Señores

guardianes, hoy es Navidad y no hay ni secuestradores ni secuestrado, todos somos hijos de Dios y a las ocho de la noche vamos a rezar». A esa hora abrieron la ventana de la puerta y vi a cinco encapuchados blancos en un fondo negro.

—¿Qué les dijo? —Les hablé de la humildad y les leí el Evangelio. Al terminar, uno por

uno me dieron la mano y experimenté la felicidad más grande. Salir de mí mismo y pensar en los otros hizo que me sintiera valiente y útil. «Arquitecto Bosco —me escribió uno de los secuestradores—, díganos de dónde saca usted la fuerza».

—¿De dónde? —Había perdido el miedo, sabía que mi vida no estaba en sus manos,

sino en las de Dios. Los cinco meses restantes fueron de gran profun-didad espiritual.

—¿Cómo salió de allí? —Temía que me abandonaran dejándome morir. Durante meses estuve

fabricando una ganzúa con un muelle del catre. La idea era usarla si me abandonaban, pero quise probarla, abrí y no pude volver a cerrar. Me veía muerto. Avancé, pasé junto a un guardián que dormía y salté por una ventana.

Cuando volví a ver a mi familia escribí lo siguiente: «Todo es providencia, nada es coincidencia. Todo es para bien y ante sus manos solo hay ganadores y no perdedores. Dios sabe más y noso-tros somos muy limitados. Dios nos pide un abandono de nues-tros propios juicios. En esta lucha resumo todo mi secreto y quiero quitar cualquier mérito propio. Estoy convencido de que con Él podemos todo y que sin Él, ni la más mínima cosa. Cuando no podemos más, nos carga en sus hombros para darnos la libertad. No te olvides de esto: Dios sabe más. Lucha con fe y perseveran-cia, es hora de responder porque de eso depende nuestra felicidad aquí y en la vida eterna».

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Aquel resbaladizo objetivo de vivir feliz

«He aprendido a buscar mi felicidad limitando mis deseos en vez de satisfacerlos».

John Stuart Mill

Hoy cumplo 32 años y he decidido escribirles sobre la felicidad. Pero la verdadera felicidad. Aquella que está dada por vivir con la conciencia en paz, que está por encima de la enfermedad, por en-cima de los problemas o sufrimientos que todos pasamos y con los que tenemos que convivir. No me refiero a la alegría fácil y pasajera, fisiológica, la que viene por el lado de una buena fiesta, la compra de algún bien, cosas que me parecen muy buenas, pero que no lo-gran darnos esa alegría permanente. La alegría a la que me refiero es algo más íntimo: algo que nos hace estar tranquilos, muy alegres por dentro, aunque a veces el rostro permanezca serio, pero con la tranquilidad de saber que lo que estamos haciendo es lo correcto. Esa es la alegría que vive con nosotros para siempre.

Conseguirla no es fácil. Muchas veces tiene «sus raíces en forma de cruz». Muchos la han encontrado de casualidad, y en donde me-nos la buscaban, que es en los problemas, en la adversidad.

Un caso que leí recientemente y me impresionó fue el de John de Zulueta, exitoso empresario español. Tal como en el caso de Christopher Reeve, Superman, que leímos en el artículo Bienvenida la adversidad, también sufrió un accidente que lo dejó paralizado por el resto de su vida. En este caso, el destino vuelve a adoptar un rostro cruel. Este ejecutivo, amante del deporte, es paralizado por una garrapata que le picó. Sin embargo, en lugar de deprimirse aprendió y grabó enseñanzas valiosísimas. En una entrevista él dice: «¿Cuál es tu primera reacción cuando te dicen que vas a vivir en una silla de ruedas por culpa de la picazón de una garrapata? Al principio te preguntas: ¿cómo me ha pasado esto?, ¿es una broma del destino?, ¿por qué a mí, habiendo solo dos o tres casos por año?

Luego te pones a interrogar a los médicos, a estudiar sobre temas neurológicos. Tu mundo viejo se ha ido, y de este nuevo no tienes ni idea. ¿Por qué de un boleto entre un millón, me ha tocado a mí esta lotería? ¿Ha sido porque la vida me ha tratado tan bien y ahora tengo que pagar el precio justo?». A pesar de su justificable reacción, supo salir adelante. No se amilanó sino, por el contrario, salió forta-lecido, se dio cuenta que lo que piense o se lamente no iba a cambiar para nada su destino, sin embargo, si lo iba a cambiar la actitud que tomara sobre el hecho puntual, es por ello que cambió «el chip» hacia uno positivo, y su vida cambió significativamente.

Mi trabajo es seleccionar personal a las empresas, es por ello que suelo leer sobre estos temas. La semana pasada leí el siguiente pá-rrafo de un experto a nivel mundial, que calza muy bien con lo que estamos comentando sobre la alegría y el pesimismo: «Cuando contrate a un jugador para su equipo, mírelo de frente a los ojos, observe si mira limpia y noblemente, cuando el partido se ponga feo será de los que meten la pierna. Sino acierta en ese dilema crítico, que Dios le pille confesado. Lo peor que ocurre con los pesimistas es que nunca van solos. Es muy raro ver a un pesimista solo, como mucho, un rato, no muy largo. Su enfermedad es altamente conta-giosa. Hoy tengo un pesimista en la empresa, y mañana sin darme cuenta, son una legión y la llevarán a pique. Un consejo rápido y gratis: rodéese de gente calificada y optimista, así las tormentas se vadean y sobrellevan mejor. O dicho de otro modo, prescinda de los pesimistas, a la larga, tumban cualquier embarcación que se tercie». A buen entendedor, pocas palabras.

Ya lo he escuchado varias veces, y creo que todos podemos com-probarlo: Vivir, es enfrentarse con dificultades. Y para superarlas, quizá uno de los secretos sea identificar que es lo que nos ha ense-ñado la vida. A mí me ha enseñado a entender que las cosas pasan por algo y para los que actúan con rectitud de conciencia, todo es para bien. Me enseña cada día que todo exige un esfuerzo, no hay lonche gratis, me enseña que solo pierde el que no da todo lo que lleva dentro, una extraordinaria frase que leí de Valero Rivera.

Cintia Ottone, decía que la vida le enseñó que queremos cer-tezas y la vida es incertidumbre. Queremos que las cosas sean de

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cierta manera y nos cuesta aceptar que las cosas son como son, no como nosotros querríamos que sean. Que en la vida hay que correr riesgos, que uno no sabe como van a resultar las cosas que empren-damos... pero si no nos arriesgamos, tampoco vamos a saberlo. Vale la pena pasar por esta pregunta, y el que se reconoce como un idiota porque piensa que la vida le ha enseñado poco, no lo es, por el con-trario, tiene la humildad de reconocerse como es, y de saber que le falta mucho por aprender. Como dice la frase “El que reconoce un punto de locura e irracionalidad en su naturaleza está en camino a la cordura”. Hay trenes que solo pasan una vez en la vida, los suelen tomar los pasajeros despiertos y precavidos que están dispuestos a preguntarse y repreguntarse las preguntas que realmente valen la pena hacerse para vivir mejor.

Nunca estás solo

«Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada, absolutamente nada, de lo que hace la vida libre, bella y grande. No, solo con esa amistad se abren las puertas de la vida, solo con esa amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana, solo con esa amistad experimenta-mos lo que es bello y lo que nos libera. Así, hoy, yo quisiera, con gran fuer-za y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros: No tengáis miedo de Cristo, Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».

Benedicto XVI

Contra lo que muchos piensan, a veces son los días de semana los que se pasan muy rápido, y los del fin de semana los que duran y pa-recen pasar más lentos. Esa es una afirmación constante de aquellos que se sienten solos, porque con el trabajo se distraen, llega el fin de semana y «aparentemente» no tienen a nadie con quien conversar, o si lo tienen, es como si no tuvieran a nadie, ya sea porque se llevan muy mal o porque no tienen la confianza necesaria para hacerlo.

Un punto importante en este tema es que nos busquemos amigos, empecemos a crear nuestra red de contactos. Uno de los momentos más felices para una persona es cuando socializa con los demás, sean su familia o sus amigos. Es una felicidad que siempre es grande y pareja, no disminuye, si lo comparamos con otro tipo de felicidades, como la que te produce comprarte algún bien, por ejemplo, dado que el primer día estarás muy feliz, pero dicha felicidad va bajando con el transcurso de los días porque uno se acostumbra.

Pero para ello es muy importante comprender el valor de la amistad, enfocándose en ver cómo ayudar a los amigos, más que en el provecho que se puede sacar de ellos. Es decir, no basta con ser bueno, has de parecerlo, con el ejemplo de tu conducta y luego, con tu consejo, si ves que le hace falta a tus amigos.

Muchas veces cuando nos consideramos amigos de alguien, no le decimos cosas que no le gustan, y si tampoco hay una preocupación

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porque ellos mejoren, entonces, no hay algo que estés haciendo por su bien y vamos por mal camino; esos son los peores amigos.

¿Quién no se ha sentido que está solo en este mundo?, ¿que nadie lo entiende? Pues leyendo me encontré con un texto del papa Benedicto que habla sobre ese tema y da mucha paz: «Un lugar pri-mero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la oración. Cuan-do ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, cuando se tra-ta de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad…el que reza no está totalmente solo. De sus trece años de prisión, nueve de los cuales permaneció en aislamiento, el inolvidable cardenal Nguyen Van Thuan, nos ha dejado un precioso opúsculo: Oraciones de esperanza. Durante trece años en la cárcel, en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios, el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperan-za, que después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo un testigo de la esperanza, esa gran esperanza, que no se apaga ni siquiera en las noches de soledad».

No creo en la soledad, como vemos, hay varias formas de evitar-la, el que está solo es porque quiere.

¡Estoy desmotivado! ¡Se me vino el mundo abajo!

«La felicidad es saludable para el cuerpo, pero el sufrimiento es el que desarrolla las fuerzas del espíritu».

Marcel Proust

Cada cierto tiempo nos pasa, a unos más que a otros, que nos desmotivamos, una mala racha de eventos que nos hacen caer, y nos hacen pensar la típica pregunta: «¿Y por qué a mí?».

Uno de los artículos que me ha cambiado la forma de pensar y ver las cosas frente a este tema es el que copio a continuación, escrito por mi padre, médico, en su libro de Carta a los enfermos, que desde su punto de vista, explica el porqué hay que confiar y seguir adelan-te con alegría, a pesar de la adversidad.

«Mi hijo Rafael, el menor de mis cuatro hijos debía ser vacu-nado contra la vacuna triple, que lo protege contra coqueluche, tétanos y difteria.

Llegamos al consultorio del pediatría y Rafael estaba feliz por-que le gusta mucho pasear en automóvil. De pronto, ve acercarse al especialista con una hipodérmica que terminaba en una aguja “tre-menda”. Rafael volteó a mirarme con una mezcla de incredulidad y miedo. Estaba seguro de que yo, su padre, que lo quiero con todo el corazón no iba a permitir que le hicieran “eso”. Sin embargo, no solo lo permití, sino que ayudé a que lo vacunaran, ¡por supuesto!

Al poco tiempo, a raíz de un resfriado, tuvo bronquitis. Estaba con lamentos, decaído, con tos exigente y fiebre. Me acerqué a darle un jarabe de esos que son de horrible sabor. Lo probó ligera-mente y se opuso terminantemente a seguir tomándolo, apelando para ello a toda clase de pataletas y recursos. Al final, con protestas o no, tuvo que tomarlo.

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¿Qué pensaría Rafael? Mi padre no es bueno, dice que me quiere mucho y, sin embargo, me lleva a un sitio donde colabora a que me claven una aguja inmensa y, al poco tiempo, no le bastó verme con fiebre y tos, y me obligó a tomar una pócima amarga. Parece que se complaciera haciéndome sufrir. Poco faltaría tal vez para que Rafael piense, “Padre, eres injusto y te ensañas conmigo”.

¿Qué pensaba yo en esa oportunidad? Lo mismo que pensarías tú ante un hijo tuyo: que lo haces por su bien, que quieres prote-gerle de males mayores que quizá pondrían en peligro su vida. Y es posible que le hables y le digas: “¿Crees que yo permitiría un dolor para ti si no fuera necesario para tu bienestar?”.

Así actúa Dios con nosotros, y así actuamos como Rafael, noso-tros con Dios. Muchas veces no nos damos cuenta que ese dolor, ese sufrimiento por el que estamos pasando es la vacuna que necesita-mos. Hay que abandonarnos y confiar en Él».

¿Cómo superar la depresión?

«Curiosamente, la puerta de la felicidad no se abre hacia a dentro, quien se empeña en empujar en ese sentido, solo consigue cerrarla con más fuerza. Se abre hacia a fuera, hacia los otros».

Sören Aabye Kierkegaard

Hoy voy a escribir sobre un tema que a todos nos ha pasado en más de una ocasión, que es la depresión, el desánimo, la tristeza. Pero evidentemente no soy ningún experto en el tema, por eso, sola-mente voy a citar a personas que han tenido profundas depresiones y han salido adelante, ellos harán algo mucho más valioso, darnos sus secretos de cómo superaron la depresión.

Viktor Frankl, psicólogo judío que vivió en carne propia lo que es estar en los campos de concentración en Auschwitz, y sobrevivió a costa de automotivarse continuamente nos menciona: «El sufri-miento es un aspecto de la vida que no puede erradicarse, como no pueden apartarse el destino o la muerte. Sin todos ellos, la vida no es completa. El primer día, ya lejano, del colegio, nuestro primer amor, la marcha disgregada a la universidad de amigos que no se volverán a ver, los primeros pasos laborales taponando goteras por donde sale nuestra incompetencia a borbotones, la primera muerte de un ser querido, cercana y brutal; son diversos puentes que hay que atravesar para conocer su anverso, la otra cara de la moneda de la vida. Sufrimiento, alegría, dolor, placer, adversidad y abundancia son voces complementarias con las que andamos y completamos el camino».

Pues bien, entonces, para estar claros, lo primero que sabemos es que todos, absolutamente todos en la Tierra, sufrimos en algún mo-mento adversidades, depresiones, acontecimientos negativos, por lo tanto, no somos los únicos ni los últimos que nos sentimos así, y mu-chísima gente ha vivido problemas peores que los nuestros y se han sobrepuesto. Un ejemplo es Randy Snow, quien sufrió un accidente que le inmovilizó las piernas. Fue el único deportista en la historia de

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los Juegos paralímpicos que ha ganado medallas en tres disciplinas diferentes: atletismo, tenis y baloncesto. En su libro Pushing forward, a memory of motivation, nos cuenta: «Mi accidente me dio una nueva perspectiva en la vida. Como si estuviéramos mirando la vida con un solo ojo, curiosamente me dio una claridad que antes permanecía escondida u oculta. Sé que suena de locos pero me alegro de lo que pasó. Gracias a mi situación he adquirido una nueva dimensión de la vida. Nos rodeamos en nuestra zona de confort de cosas y necesidades que nos atan y esclavizan. Gracias al accidente he conseguido des-prenderme de muchas ataduras estúpidas. Desde luego que deseaba que mi accidente no hubiese ocurrido, pero siendo honesto, ahora podía manejar lo que la vida me solicitaba. Mi nuevo reto era volver a hacer aquellas cosas que tanto me apasionaban». No cabe duda que Randy lo logró. Dichos éxitos y logros son señales luminosas, que tienen su enchufe inicial de energía en esa sabia y humilde aceptación de las nuevas reglas de juego.

Se dice que ante la depresión se pueden adoptar dos actitudes igualmente fatales: la resignación pasiva o la ciega rebelión. Ambas paralizan por igual la acción de la voluntad. Aunque todo se hun-da y se acabe, aunque los acontecimientos sucedan al revés de lo previsto, con tremenda adversidad, nada se gana turbándose. En presencia de cualquier eventualidad aflictiva, importa, ante todo, conservar la serenidad, concentrarse, uno en sí mismo y examinar los hechos, sin desfigurarlos en lo más mínimo, tratar de ser lo más objetivo posible, para sobre la base de ello identificar las causas, las consecuencias, y finalmente definir posibles actos concretos que nos lleven a solucionar el problema.

Santiago Álvarez de Mon nos dice: «La depresión no solo tie-ne en su vestidor trajes recriminatorios y fríos. También los hay serios, finos y apropiados para las circunstancias. Muchas veces hay razones objetivas que explican fosos infinitos de los que solo el tiempo es capaz de sacarnos. Cuando la serenidad se va acomo-dando e invadiendo nuestro espíritu, invita a pasear y degustar lo que nos circunda. Es el tiempo de una dama magnífica y elegante que restituirá el ánimo y la alegría de vivir. La adversidad puede ser una gran maestra. No te queda más solución que madurar, que

plantearte ciertas prioridades. Te recuerda la importancia de ser tolerante, te habla del sentido de la justicia, de la solidaridad. Te dice que no todo en la vida es colocarse en situación de privilegio. Sabía que todo eso era así, pero la adversidad lo enfatiza y anima a ponerlo en práctica».

Como conclusión final, los dejo con quizá el hombre que tenga más autoridad para hablar sobre este tema, el papa Bene-dicto, que ha dicho: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito. A veces es un reto encontrar una razón para lo que aparece solamente como una dificultad que superar o un dolor que afrontar. No obstan-te, la fe nos ayuda a ampliar el horizonte más allá de nosotros mismos para ver la vida como Dios la ve. El amor incondicional de Dios, que alcanza a todo ser humano, otorga un significado y finalidad a cada vida humana.

Quien quiera evitar el sufrimiento, mantenerlo lejos de sí, man-tiene lejos la vida misma y su grandeza. No hay amor sin sufrimien-to, sin el sufrimiento de la renuncia a sí mismo. Donde no hay nada por lo que valga la pena sufrir, incluso la vida misma pierde su valor. Cuando no se lucha consigo mismo, cuando no se rechazan terminantemente los enemigos que están dentro de la ciudadela in-terior —el orgullo, la envidia, la autosuficiencia, la alocada avidez de libertinaje—, cuando no existe esa pelea, los más nobles ideales desaparecen y brotan el desaliento y la tristeza. Quien se zambulle en la Tierra buscando el cielo, lo convierte en un infierno. Se forzará a las cosas materiales a darnos algo que no nos pueden dar y por eso se convierte en un infierno».

Es por ello, imprescindible que caminemos con entereza, deter-minación y sin concesiones ante las dificultades. Exige pasos firmes, concretos, ya que los propósitos generales son buenos, pero no sir-ven de mucho en estos casos. Así como vienen, producto de una ilusión pasajera, se van.

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El mejor de los consejos que recibí en estas circunstancias, en las que uno se ve lleno de problemas o en uno de esos días tristes, fue promover la felicidad de los que nos rodean, en nuestra casa, en nuestro trabajo, ayudando con alegría a los que nos puedan necesi-tar, sin necesidad de que nos lo pidan, en alguna obra de labor social que podamos hacer, y verás como «por arte de magia» empiezan a desaparecer esos sentimientos negativos.

¿Dónde está la felicidad y dónde no está?

«Que mal camino es hacer todo lo que al cuerpo le gusta, darle todo lo que pide, se acostumbra y eso hace que con el tiempo ya no ten-gamos fuerza para decir que no, cuando son cosas deshonestas».

Anónimo

Muchas veces suelo saludar amigos que no veo hace tiempo por mail con el siguiente título «¿Y qué dice la buena vida?», pero nunca me había percatado de ir más allá de esta simple afirmación. ¿Nos hemos dado cuenta de lo que está detrás de conceptos como la «bue-na vida» y la «vida buena»? Son frases parecidas pero con conceptos diametralmente opuestos.

El primero se refiere más a los placeres de esta vida, los cuales, no tienen en sí nada de malo, por el contrario, son muy buenos, siem-pre y cuando se utilicen de forma correcta. Sin embargo, lo malo está en darles un valor superior al que realmente tienen y pensar que pueden dar mucha más felicidad de la que realmente dan. Y es que en esta vida los placeres ni bien empiezan, ya están acabando, y cuando son malos o ilícitos dejan un sabor amargo muy difícil de borrar en la conciencia. Ya lo decía hace muchos siglos Jorge Man-rique en sus famosas Coplas a la muerte de mi padre que a más de uno nos hicieron aprender en el colegio: «Recuerde el alma dormida / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando; / cuán presto se va el placer, / cómo, después de acordado, / da dolor; / cómo a nuestro parecer, / cualquiera tiempo pasado / fue mejor. / (…) No se engañe nadie, no / pensando que ha de durar / lo que espera / más que duró lo que vio, / pues que todo ha de pasar / por tal manera».

En contraposición con la «buena vida», tenemos la frase, «la vida buena», la cual se refiere más a lo que nos hará realmente felices, pero una felicidad que no se basa en carcajadas, puede que el rostro permanezca serio o aun sufriente, pero sabemos que hacemos lo correcto, y estamos felices de ello. La felicidad es el sentimiento más

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íntimo de hacer en cada momento lo que se debe. Bien dicen que para encontrar la verdadera felicidad no hace falta una vida cómoda, sino un corazón enamorado y es que el secreto para ser feliz no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace.

A continuación, un cuadro en el que podemos ver las principales diferencias entre ambos conceptos:

Muchos se sienten desgraciados, precisamente por tener dema-siado de todo. Nosotros en cambio, si queremos ser realmente feli-ces, podemos pasar incomodidades, calor, fatiga, frío, pero no nos faltará la alegría si hacemos lo que nos corresponda hacer a cada uno en su estado, un estudiante que realmente estudia a conciencia, un trabajador que hace las cosas a la perfección, un padre de familia que se preocupa por la formación, el bienestar y la salud de su fami-lia, un deportista que se esfuerza por ser el mejor, etc. El esfuerzo es una de las actividades que más recompensa y genera felicidad.

Las personas más felices no siempre tienen lo mejor de todo, solo saben sacar lo mejor de lo que encuentran en su camino y eso les basta para ser realmente felices. Las otras, ponen más interés en ha-cer creer a los demás que son felices, que en tratar de serlo. Muchas veces el afán de tener más nos crea una angustia, sin embargo, como lo había comentado en otro artículo, el rico no es el que más plata tiene, sino el que menos necesidades se crea.

El sufrimiento ¿degenera al hombre o lo construye?

«El niño tonto llora y patalea cuando su madre hinca un alfiler en su dedo para sacar la espina que lleva clavada; el niño discreto quizá con los ojos llenos de lágrimas, porque la carne es flaca, mira agradecido a su madre que le ha hecho sufrir un poco para evitar mayores males. Hay veces que uno no se explica por qué le pasan tantas cosas malas, y no sabe que finalmente es por su bien».

San Josemaría Escrivá de Balaguer

Algunas ideas para vivir mejor se centran en cómo hacer para evitar los días malos, los días de sufrimiento, que todos padecen. ¿Será solo cuestión de evitarlo o de aceptarlo? He querido copiarles otro artículo que escribió mi padre, que está siempre en contacto cercano con enfermos que sufren muchísimo, y que han sido su inspiración para muchos artículos que ha escrito. El siguiente, se llama Descubrir el tesoro.

«Hay dos maneras de ver el sufrimiento y el dolor: una es verlo sin propósito ni sentido, otra es verlo con una finalidad, como algo que vale la pena vivir. La primera visión percibe el sufrimiento como algo opaco, como un muro de piedra; la segunda, lo ve transparente, como un cristal.

Conozco el caso de un muchacho joven, estudiante de universi-dad y con un porvenir brillante. Había empezado a disfrutar el sa-bor de sus primeros triunfos, cuando Dios permitió que una enfer-medad incurable abatiera sobre él. Durante largos años había vivido alejado de Dios, no por indiferencia sino por desconocimiento.

Meses antes de su enfermedad, Dios se interpuso claramente en su camino. Nuestro amigo cambió radicalmente, para guiarse con la luz de la fe cristiana. Durante el tiempo que duró su enfermedad, el amor a Dios fue creciendo impetuosamente en él. Poco antes del final escribía a sus amigos de la universidad una carta que, entre otras cosas, decía lo siguiente: “Siempre he sido poco amante del dolor físico, más bien, creo que cobarde ante él. Solo ahora que ya

Felicidad (la vida buena)

- Es permanente.

- Es exigente.

- Arraiga en lo profundo.

- Le da sentido a la vida.

- Abierta, difusiva.

- Raíz y cumbre de valores y virtudes.

Simple bienestar (la buena vida)

- Es pasajero.

- No es exigente.

- Es superficial.

- Es solo un medio.

- Egocéntrico.

- Sin otro referente destruye a la persona.

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tiene sentido y empleo, me he ido haciendo a él. Quiero aprender a guiarle para ofrecerlo a Dios. No sé lo que Él querrá de mí, su voluntad es la mía y gustosamente abrazaré su cruz”.

Aquí tienes el testimonio de un hombre joven, de unos veinte años, que ha “descubierto” el tesoro de su enfermedad y de su sufri-miento. Yo quisiera que tu empieces a descubrirlo, que veas, si no lo has hecho ya, los méritos inmensos del tesoro que tienes ahora.

Piensa que el dolor en sí mismo no nos hace mejores, puede incluso hacernos aún peores. Nos puede hacer egoístas, rebeldes. Nos puede llevar a odiar. El sufrimiento, o construye al hombre o lo degenera. Depende de que amemos la voluntad de Dios o de que la rechacemos. Difícilmente hay situaciones intermedias.

“Nosotros somos piedras, sillares, que se mueven, que sienten, que tienen una libérrima voluntad. Dios mismo es el cantero que nos quita las esquinas, arreglándonos, modificándonos según Él desea, a golpe de martillo y cincel. No queramos apartarnos, no queramos esquivar su voluntad, porque, de cualquier modo, no po-dremos evitar los golpes. Sufriremos más e inútilmente, y en lugar de piedra pulida y dispuesta para edificar, seremos un montón de informe de grava que pisará la gente con desprecio” (Escrivá de Ba-laguer, Camino pág. 756).».

Capítulo IIIdeas para mejorar como persona

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El tiempo, ese tesoro

«No es breve la vida, largo es en el hombre el descuido del tiempo. No recibimos una vida breve, sino que la hacemos breve, y no esta-mos faltos de ella, antes, somos sus despilfarradores».

Séneca

No estaba tan desatinado Séneca hace miles de años cuando dijo esta frase en su Invitación a la serenidad. ¿Cómo es que no tenemos tiempo para muchas cosas, después de siglos de inventos dedicados a ahorrar tiempo y trabajo? Definitivamente, somos una generación enfadada con el reloj.

Normalmente, vivimos como millonarios del tiempo, ya que no sabemos cuidarlo ni utilizarlo, sin embargo, si el tiempo fuese solamente oro, podríamos perderlo, pero el tiempo es vida y no sabemos cuánto nos queda.

Un buen comienzo, para no desperdiciarlo, es tener conciencia de que no lo estamos aprovechando al 100% y que podemos sentar-nos a pensar un momento que actividades solemos hacer mejor.

Darle sentido al tiempo

Una de las situaciones más comunes a todos es el cansancio, el agobio que se vive diariamente. Dicen que el agobio es como una enfermedad del alma, que tiene como base la falta de prioridades y la rigidez en lo que tenemos que hacer.

Cuando alguien dice que no tiene tiempo para dedicarle al cón-yuge, al enamorado(a), a los hijos, o a hacer algo por los demás ¿está haciendo un análisis correcto o será que no entra esto en sus prio-ridades? La verdad es que si tenemos muchas cosas que hacer, solo podremos con un número limitado, generalmente, lo que tengamos en la cabeza en primer lugar. Es por tanto, una cuestión de orden, en conclusión, hacemos lo que consideramos más importante.

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Una alternativa para combatir este tema es priorizar lo más impor-tante de cada día. Una de las características del agobiado es la rutina. Todos tenemos tiempo para dedicarlo a los demás, a tareas que nos ayuden a vivir mejor. Para comprobarlo basta pensar ¿sería capaz de hacer en veintitrés horas lo que ahora hago en veinticuatro? Si somos honrados con nosotros mismos la respuesta será positiva. Habrá que empezar por hacer lo más importante y terminar por sumar los mi-nutos perdidos cada día, que seguramente pueden sumar más de una hora, por lo tanto, dispondremos de esa hora de «sobra». Lo que no podemos darnos es el lujo de que nos «sobre» el tiempo, porque al que le sobra el tiempo, le sobra tibieza, le sobra mediocridad.

No conozco a nadie que, día tras otro, se queje de la falta de tiempo para comer hasta llegar a la inanición; y son realmente pocos los que tienen un hobby y nunca encuentran un minuto de tiempo para dedicárselo. Y es que cuando queremos algo y es prioritario, siempre encontramos tiempo para hacerlo.

el tiempo es oro y su precio se mide en productividad

Marc Mancini en su libro Time management, recomienda hacer listas de asuntos pendientes: diarios de mediano y largo plazo, y asignar prioridades a cada asunto. Las personas productivas no solo tienen listas de asuntos pendientes, se apegan a ellas. El manejar las reuniones es muy útil, ponerles orden y cumplir el horario de comienzo y fin para que no se extiendan indefinidamente. Lo es también identificar aquellas actividades que desperdician tiempo, aprendiendo a evitar distracciones. Utilicen la regla del 80/20: 80% de nuestros logros provienen de apenas un 20% de nuestros esfuer-zos. La tarea es encontrar cuál es ese 20% productivo y dedicarse a esas actividades. Las conclusiones a las que lleguen les ayudarán a identificar las áreas de su vida personal y profesional que más po-drían beneficiarse de un cambio.

Asimismo, nos recomienda ajustar el horario en función a nues-tros niveles de energía. Si somos de las personas que tienen más energía temprano en la mañana, por ejemplo, podemos planificar las actividades más importantes a esa hora. Uno de los principales

distractores es el realizar varias tareas diferentes a la vez. Por ejem-plo, tener la manía de chequear el mail cada cinco minutos, porque distrae y resta concentración. Se deben establecer fechas tope realis-tas, no comprometerse a cumplir cuando sepamos que tendremos dificultades para hacerlo.

El libro 101 formas para hacer que cada segundo cuente, de Robert Bly, habla del método del 10%:

- Mejoren un 10% en todas las áreas de su vida: profesional y personal.

- Ganen un 10% más de energía.- Cuiden su salud, hagan ejercicio, estírense, eviten grandes comi-

das al mediodía.- Tomen mucha agua u otros líquidos todo el día.- No beban mucho alcohol.- Tomen vitaminas.- Tomen siestas cortas y acuéstense temprano.

Piensen un 10% más rápido, en 9 pasos:

Identifiquen el problema. 1. Reúnan los datos y hechos pertinentes. 2. Recolecten conocimiento general. 3. Busquen posibles combinaciones. 4. «Pregúntenle a la almohada». 5. Utilicen listas de asuntos pendientes. 6. Obtengan retroalimentación. 7. Formen equipos con otras personas. 8. Denle oportunidad a nuevas ideas. 9.

Para organizar la vida y ahorrar tiempo recomienda lo siguiente:

- Creen un sistema de archivo: que les permita conseguir en se-gundos lo que necesitan. Un buen sistema de archivo es el aspec-to más importante del manejo del tiempo y la organización.

- No amontonen basura: revisen sus papeles periódicamente, ar-chiven lo que necesiten y boten lo que ya no les sirva.

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- Mantengan limpio su escritorio: un escritorio desordenado es un gran impedimento para la productividad.

- Aprendan a decir no: no puede hacerse todo.

Mucho consiguió el que no dejó nada para mañana

Expertos en administración del tiempo han identificado en un estudio las ocho razones que se aducen con más frecuencia para posponer las cosas. Cuatro de ellas son internas: miedo al cambio, miedo al fracaso, dejarlo todo para el último momento y tendencia a dejar lo feo para después (cuando lo inteligente es hacer justamen-te lo contrario). Las otras cuatro, son externas: tareas desagradables, demasiado complicadas, flujo de tareas difuso y metas difusas. Te-niendo en cuenta esta información, identifiquen cuáles son las ra-zones por las que ustedes dejan para mañana las cosas que debieran hacer hoy, y cambien su forma de trabajar.

En dicho estudio también se identificaron cinco causas por las que perdemos el tiempo con mayor frecuencia: socializar en exceso, guardar las cosas en el sitio que no es, olvidarse de las cosas, los ma-los hábitos de lectura y la gente que nos roba el tiempo.

La sobrecarga de información es una de las cosas a las que tene-mos que aprender a decir no. Para evitarla, Marc Mancini recomien-da que al leer un informe leamos primero el resumen del comienzo, que nos suscribamos a publicaciones que condensan información, evitemos ver la televisión en tiempo real, grabemos los programas para evitar ver los anuncios y que marquemos las páginas web que utilizamos para acceder a ellas más rápidamente.

¿Cómo saber si soy líder?

«Los líderes no nacen, se hacen».

Anónimo

Si ustedes revisan un currículo, les aseguro que nunca faltan es-tas tres palabras: líder, proactivo y trabajo bajo presión. ¿Por qué todos nos creemos líderes? ¿Realmente lo somos? ¿Y si no, cómo podemos serlo?

Según los expertos, un líder es una persona que influye en la gen-te para alcanzar un propósito noble. Wikipedia dice que el liderazgo es una cualidad que posee una persona o un grupo de personas, con capacidad, conocimientos y experiencia para dirigir a los demás. Ambas definiciones tienen un punto de partida que es el hecho de influir y dirigir a otros.

liderazgo, cuestión de coraje

Uno de los mejores líderes emprendedores japoneses del siglo pasado, Konosuke Matsushita, fundador de Panasonic, ejemplo para todos por su disposición para ver la luz en medio de las peores tinieblas, nos cuenta en su libro Matsushita leadership lo siguiente: «Los líderes no dejan que los obstáculos y proble-mas consuman lo mejor de ellos. Los pensamientos y creencias sombrías destrozan objetivos ambiciosos, anulan la capacidad de riesgo, la humildad, la escucha y la apertura requeridas para hacer crecer tanto a la organización como a los profesionales que la integran. Las actitudes desesperanzadas se convierten en pro-fecías que tienden a cumplirse».

De su libro, se han extraído cuatro grandes lecciones sobre liderazgo:

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1. Que tiene que ver más con la acción que con la palabra.2. Que el líder hace lo que debe hacer y no lo que le gustaría hacer,

sin excusarse.3. Que el liderazgo es una cuestión moral, enraizada en valores hu-

manos.4. Que el buen líder asume el compromiso de educar, de influen-

ciar de manera positiva en aquellos que lo siguen.

Y esa es la constante de Matsushita: transformar sobre la base del coraje e inteligencia, penalidades que a otras personas hubieran de-jado extenuadas, en una fuente permanente de aprendizaje y cultivo interior. Su vida estuvo marcada por una disposición permanente para aprender de cada uno de los sucesos que ocurrieron en su vida y una capacidad para desafiar, romper los viejos estereotipos y formas convencionales de proceder.

liderazgo, cuestión de optimismo y de dirección

Hellen Keller, que nació sorda y ciega, y gracias a Anne Sullivan, su infatigable maestra, pudo darle un sentido a su vida. Nos cuenta su experiencia extraída de su ensayo Optimismo: «La mayoría de la gente mide su felicidad en términos de placer físico y posesión ma-terial. Si la felicidad se pudiera medir y palpar, yo que no puedo ver ni oír, tengo todos los motivos para sentarme en una esquina y llorar sin parar. Si a pesar de mis privaciones, soy feliz, si mi felicidad es tan profunda que se convierte en una filosofía de vida, entonces resulta que soy una persona optimista por elección. Optimismo es un hecho que reside en mi corazón».

Decíamos también que liderazgo es una cuestión de saber di-rigir. Y quien mejor para hablar de ello que Valero Rivera, el más grande entrenador de balonmano de todos los tiempos. Nos dice: «Un jugador conmigo no tiene la obligación de hacer cinco de cinco, no tiene obligación de que su contrario no le rebase nun-ca, pero tiene la obligación de ayudar al compañero siempre. Yo lo que quiero es que todos nos sintamos apoyados, si a mí me superan, que yo sepa que tengo al lado a otro que va a dar la cara por mí. Yo no puedo exigir a mis jugadores que sean amigos entre

ellos, pero sí les reclamo que sean buenos compañeros, que se res-peten y que se ayuden unos a otros».

las reglas de liderazgo de Jack Welch

Como es sabido, Jack Welch, ex presidente CEO de General Electric, fue elegido el Mejor Gerente de todos los tiempos por la prestigiosa revista Fortune. En su reciente libro Triunfar, menciona entre otras, las siguientes reglas de los líderes:

Son encantadores, generan empatía, se ponen en el lugar del 1. resto para saber cómo piensan y qué le deben decir. Utilizan su inteligencia emocional.Crean confianza con su sinceridad, transparencia y méritos. Son 2. honestos con todo el mundo. No permiten que su cargo, sea cual fuere, se le suba a la cabeza.Tienen el coraje de tomar decisiones impopulares. El líder no 3. existe para hacer feliz a su personal, sino para liderar. Muchas ve-ces lo correcto, lo ético, no es lo que a todos gusta, sin embargo, tienen la fortaleza necesaria para defender sus principios.Cultivan sus virtudes. En el trabajo hay muchas que se pueden po-4. ner en práctica: perseverancia, aprovechamiento del tiempo, pru-dencia, fortaleza para acabar un trabajo bien hecho (aun a pesar del cansancio) y optimismo para no desmotivarse fácilmente.Dan un sentido a su vida, ya que tienen una visión a futuro, algo 5. que es muy importante.

los principios de un líder

Colin Powell, secretario de Estado de USA, en su libro The lea-dership secrets of Colin Powell, menciona que un buen líder sabe que ser respetado es más importante que «caer bien» y que el rendimien-to es más importante que la popularidad. Por lo tanto, asegurarse el respeto y el mayor rendimiento debe ser el mejor modo de conse-guir la lealtad y, quizás más tarde, el afecto de los subordinados.

Sus principios son:

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Haga que el rendimiento y el cambio sean prioridades en la di-1. rección de la organización.Asegúrese de que los mejores estén más satisfechos que aquellos 2. de pobre rendimiento, y deshágase de estos últimos.Haga que todo el mundo quiera esforzarse.3. Establezca un marco en el cual todos se sientan libres de decir lo 4. que piensan.

Hemos visto en este artículo que palabras como coraje, confian-za, optimismo, valores, sentido de la vida, empatía y esfuerzo, ad-quieren un profundo significado para convertirse en un líder, con-cepto bastante más complicado de lo que la gente cree, pero que, sin embargo, está al alcance de todo aquel que se proponga serlo. ¿Lo intentamos?

El itinerario de mi alma

«Cuida el alma, que el cuerpo morirá».

Anónimo

¿Cómo aterrizar al día a día las actividades, para estar en un nivel en el cual vivamos tranquilos, en paz y con alegría?

Hace algunas semanas estoy tentado de escribir sobre la forma en que vivimos. Nuestro plan de vida, nuestro itinerario de cosas por hacer, pero que va más allá del quehacer diario, es el próximo nivel, un nivel superior. ¿Cómo vivir en ese nivel? Eso no depende del dinero que tengamos ahorrado o de lo que aparentemos con los demás. Es un tema más profundo, que exige un conocimiento real de las cosas que nos hacen felices.

Para ello es muy importante pensar no solo en el presente, sino en el futuro, identificar que será lo mejor para nosotros en el largo plazo, lo que en una empresa es la visión, que es el arte de ver lo que es invisible a los ojos, ver con los ojos del alma. Ello exige tener las ideas claras de lo que es mejor para uno y para los que viven con él, y mucha perseverancia y disciplina. Es justamente trazarse un itinerario en el día, pero un itinerario de actividades importantes no para el cuerpo sino para el alma.

Ganarse a uno mismo

Ganarte a ti mismo implica ganarle a tus ganas de hacer las cosas a medias, ganarle a tus ganas de quedarte diez minutos más dur-miendo y no hacerle caso al despertador. Ganarle a tus ganas de pensar más en ti y menos en los demás, para hacerle la vida más fácil a tu enamorada, a tu esposa, tus padres o hijos. Implica un orden de prioridades distinto, en el cual tu pases a un segundo lugar, para priorizar a los que más queremos, implica un itinerario diferente, no

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el del día a día, un itinerario que vaya más allá, en el cual destines a tu tiempo momentos para estar contigo. Puede ser leyendo, diez minutos diarios es ideal, sobre cualquier tema de autoayuda o del trabajo de cada uno; puede ser meditando, sea cual fuere tu religión, lo importante es hacerlo al comienzo del día para priorizar las cosas más importantes; y al final de la jornada hacer un «recordaris» de las cosas que uno hizo bien, las que hizo mal, las que pudo hacer mejor, las que omitió hacer por flojera, cansancio, desidia, las que le hizo mal a alguien, las discusiones innecesarias y lo más importante: trazarse metas concretas para que eso no vuelva a ocurrir.

No es cuestión de contentarse con ser «buena gente», «buen tra-bajador», no, con eso no llegaremos a nada ni a ser nadie en este mundo. Cuando a uno le preguntan sobre cierta persona, y esta es relativamente buena y normal, solemos decir: «Ah, fulanito es buena gente». Qué triste descripción de una persona, es como de-cir, es uno más de los que andan por allí, no tiene nada en lo que destaque. Es un conformista que no ve mas allá del día en que vive, no se proyecta. ¿Acaso basta con ser mediocres, «buena gente», con frases como: «Yo no le hago mal a nadie»? No es así, hay que vivir pensando en como hacemos el bien constantemente, una actitud bastante más proactiva.

Traslademos este ejemplo a una empresa, imagínense un traba-jador que su única meta sea no hacerle perder dinero a su empresa, pero eso sí, ni le pidan que genere utilidades porque no tiene idea de cómo hacerlo. ¿Cuál creen que será su futuro en dicha empresa? Pues igual nos pasará a nosotros si seguimos ese estilo de vida y no pasamos al próximo nivel.

Darse del todo

Uno de los secretos para llegar a ese nivel es la perseverancia, el esfuerzo por mejorar. Ser el mejor no es un consuelo cuando sientes que no te has dado del todo, y es que solo triunfan los que dan todo lo que llevan dentro, lo implica que uno tenga un sólido compromi-so con su trabajo y un orden de prioridades, que le ayude a valorar y priorizar lo que es más importante.

Un gran ejemplo fue Konosuke Matsushita, fundador de Pa-nasonic. Su cuñado, Toshio Lue, dijo de él: «No pienso que Mat-sushita fuera una persona brillante o un hombre de gran talento. Sin embargo, su celo y dedicación por el trabajo eran excepcio-nalmente elevados». Seguramente muchos «gurús» hubiesen dicho que Matsushita triunfó por tener un coeficiente intelectual sobre-saliente y una visión espectacular; pero su cuñado, que lo conocía perfectamente, eligió algo tan lejos de ello como el esfuerzo y la dedicación por hacer las cosas bien hechas.

Anne Sullivan decía de Helen Keller, aquella mujer ciega y sorda que logró desarrollar muchas cualidades de manera impresionante: «No veo en Hellen el intelecto de un genio, ni una gran originali-dad, ni un poder especial para la creatividad. Ella escribe bien, no por virtud de un talento natural, sino gracias a una revisión y un trabajo escrupuloso, a un modo de pensar concienzudo y paciente, gracias a una atención diligente y abierta a la crítica de sus maestros. El secreto de su avance es el trabajo y el compromiso».

¿Cómo escapar de los peligros del éxito?

Dejaré que Valero Rivera, considerado el mejor entrenador de todos los tiempos de balonmano lo diga con sus palabras: «Teniendo claro que el objetivo final es el proceso, no el resulta-do. No se busca el premio. Se piensa en una misión y una tarea a realizar. Hay que fijar la cabeza en el proceso, atarla a los de-beres contraídos, los resultados no deben tener ninguna cabida en nuestro mapa mental. Ya vendrán, luego los leeremos con cuidado y atención, y extraeremos consecuencias. Mirar a corto plazo, fijarte en lo que hay que hacer para ganar el partido y no relajarte. No se habla de ganar sino de hacer. Ganar es la con-secuencia. Ganar es tan importante, tan imprescindible para un equipo que quiere ver extendido su cheque anual de confianza y apoyo, que no se habla de ello. Ganar es el penúltimo objetivo, el último es la felicidad. Ganar, pero no a toda costa, los modos y medios de conseguir la victoria son cruciales. Regla no 2: no persigas al número uno, te persigues a ti mismo. Si vas detrás de alguien que se cae, cuando caiga, tú te caerás inmediatamente.

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Los grandes campeones solo compiten consigo mismos, ellos son el único adversario que merece la pena.

Si te vas a pasar la vida persiguiendo un éxito que no es definido por alguien que no eres tú, que es medido por variables y factores exógenos, ajenos a ti mismo, siempre estarás frustrado. Nunca habrá suficientes victorias. Y, si eres afortunado y las consigues, solo serán números. Alguien te dirá que eres grande, que eres un ganador, pero en tu fuero interno sabes que es un éxito vacío. La única forma de salir de allí es que cada uno defina constantemente su propia idea de éxito, en términos deportivos, que debería tener mayor profun-didad y calado que ganar, y estar relacionada con la pasión interior que hace sentir y vibrar a nuestro corazón».

Santiago Álvarez de Mon, gran pensador y maestro de maestros, citado varias veces en este libro, decía que si no hay esfuerzo en el trabajo y en el día a día, si se elude todo vestigio de esfuerzo y sudor, difícilmente la paz nos anuncia su llegada. Y si finalmente lo hace, su vuelo será como el de una cometa ligera y caprichosa que viaja errática. En un mundo donde muchos se mueren de hambre y otros no encuentran un trabajo digno, es improbable pensar que en ese oasis de carencias y sinsabores, el vago encuentre su acomodo. El coraje y el optimismo son primos hermanos de la paciencia, esta no nace por generación espontánea. A primera vista, fiable y testaruda, la dejas solita sin el escudo del optimismo como decisión y el coraje como actitud, y hasta ella se marchita y apaga como una vela.

Decía también que quizá el truco está en no mirar los aconte-cimientos que nos pasan con impaciencia, no medir los proyectos ni los trabajos en términos de semanas e incluso de días. A la vida hay que darle una oportunidad, con visiones cortoplacistas y guiños nerviosos no se deja seducir, no acaba de mostrar su mejor cara.

El próximo nivel, que aloja lo que es el verdadero éxito es algo más íntimo, no sé si se llama felicidad, pero si no lo es, se le parece mucho. Es equilibrio, es vivir con la conciencia tranquila de saber que se ha esforzado al máximo por hacer las cosas bien.

Reflexiones para comenzar bien el 2010

«Si uno avanza con confianza en la dirección de sus sueños, y se esfuerza por vivir la vida que se ha imaginado, se encontrará con un éxito inesperado».

Thoureau

Ya estamos terminando el 2009 y estos días son ideales para revi-sar si hemos logrado nuestros objetivos, si hemos alcanzado el éxito y en qué nos hemos equivocado para, sobre la base de ello, planifi-car el 2010. En él, viven nuestros sueños, ideales y proyectos, pero solo entendiendo las claves del presente, hurgando en sus secretos y pliegues, podremos hacer que algunos de esos sueños tengan lugar durante el año que viene.

Siempre, en mayor o menor grado, habrá una diferencia entre nuestros planes y el dictamen final de la vida. El secreto está en ca-minar ese trecho y analizar el porqué de la desviación, el porqué del error, y eso es justamente lo que trataré de mostrar en este artículo, guiándome de algunos expertos que ya lo han hecho antes, y les ha ido muy bien.

Dice la conocida frase, Errare humanum est, pero también es hu-mano y útil analizar los fracasos que hemos tenido este año. Quien mejor que Lance Armstrong, cuatro veces campeón mundial de ci-clismo, para que nos explique como aprendió de sus errores: «El día de mi debut profesional, la clásica de San Sebastián, llovía a mares. Muchos corredores iban abandonando y estuve tentado de hacer lo mismo, pero no podía, era mi primera carrera profesional. Sería demasiado humillante, ¿qué pensarían mis compañeros de equipo? De 111 corredores acabé último, terminé a media hora del ganador. Todo el mundo se reía de mí. Unas pocas horas después, sentado en el aeropuerto de Madrid, pensé en dejarlo todo. Cuando iba a San Sebastián pensé en que podía ganar. Llamé a Chris Charmichael, mi entrenador. Le dije que estaba muy afectado y que estaba pensando en dejar el ciclismo profesional. Chris me escuchó atentamente y

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contestó: “Lance, vas a aprender más de esta derrota que de ningu-na otra de tu carrera en toda tu vida”. “Okay” le respondí al colgar. Después de dos días de descanso, competí en Zurich. De un grupo preparado de 100 ciclistas, quedé segundo. Después de todo, parece que valgo para esto».

Al respecto, comentaba Santiago Álvarez de Mon: «Gracias Lance, necesitaba oír a un deportista en términos tan familiares y esperados. En la derrota hay que tragarse el orgullo, comerse la fu-ria que te da el desprecio público, sentir el coraje y la frustración internos de tu mediocre rendimiento y bregar con la alternativa fa-talista y cobarde de escapar del lugar de los hechos. En la victoria, así cabe calificar ese segundo puesto en Zurich, reaparece la mirada altiva y confiada, las ganas de batir a los demás como revancha de su vergüenza anterior, la vanidad restablecida que cosecha aplausos en lugar de pitos, y sobre todo, esa sensación de poder y dominio imperiales. Ganar es placentero, embriagador y, además, el mejor salvoconducto social que se puede expedir. La victoria es un feno-menal abrelatas, nada se le resiste. Al ganador se le abren todos los despachos, ningún gerentazo está reunido cuando llama, todos los políticos y periodistas están disponibles. Es la persona que todos quieren visitar, ver, tocar y agarrar. Perder, por el contrario, es dolo-roso, desconsolador, hiriente, y además antisocial y discriminatorio. Las puertas se cierran, las llamadas de teléfono se atragantan incon-testadas, las reuniones se prolongan. Al menos sirve para prepararse para la soledad futura, los políticos, periodistas y amigos de antes, aduladores profesionales, te ignoran y ningunean. Solo quedan los sufridos familiares, flaco consuelo. La victoria es saludable y gozosa, la derrota es masoquista y desoladora, así de sencillo». Álvarez reco-mienda nunca estudiar el pasado buscando fracasos, sino más bien analizarlo como una gran experiencia.

Los errores son parte principal del proceso de construcción, tienen que ser cometidos. Como actúas cuando tienes un error es como las personas y las empresas crecen y mejoran. El fracaso es parte del éxito. Leía hace poco parte de la biografía de Valero Rivera, el técnico de balonmano, director técnico del Barcelona que lo ganó todo, la Copa Europea y muchos campeonatos nacionales. En una

parte decía que estaba agradecido a sus errores. Cada vez que ganaba algo se volvía para atrás, buscaba en el cofre de los recuerdos, encon-traba una derrota anterior, le guiñaba el ojo cómplice y le reconocía su apoyo. Ojalá esa fuera la tónica general en personas y empresas.

En estas fechas es común ver a los ejecutivos exitosos que se comprometen a prestarle mayor atención a sus vidas, sus familias y sus trabajos, hacer planes para el próximo año. Sin embargo, en cuestión de semanas, la mayoría de dichos planes fracasan invaria-blemente. No es difícil entender por qué. En la mayoría de los casos, la causa principal es que las metas estuvieron mal definidas. El con-cepto de éxito no fue el adecuado ya que se circunscribió al ámbito profesional, se definió en función a una buena oficina, un salario anual de seis cifras, el bono de fin de año y quizá un ascenso; pero no se toman en cuenta variables como la familia, la tranquilidad personal y el desarrollo de las virtudes humanas.

De esa forma, uno tiende a enfrascarse en una carrera intermi-nable en busca de más: más títulos, más dinero, más negocios, e independientemente de cuanto se haya logrado siempre habrá más que buscar y conseguir.

Para evitar esta desesperante avidez, Valero Rivera entrenaba a su equipo reforzando la humildad: «Como contrapartida se ha trabaja-do la humildad, única arma para protegerse de la autocomplacencia y la vanidad, administrar el presente y edificar el futuro. Con el éxi-to los equipos se aburguesan, se miran el ombligo, se acostumbran al aplauso, y sin darse cuenta se autodestruyen».

En este 2009 he sentido muchas veces que me he esforzado mucho, pero el resultado ha sido malo. Y es que hay una cierta in-compatibilidad de las formas de evaluación en nuestros quehace-res diarios. Por un lado, a Dios no le importan nuestros resultados, le importa nuestro esfuerzo para conseguirlos. Lo demás depende de Él. Por otro lado, en el trabajo es al contrario, normalmente en las empresas lo que importa es el resultado final. Sabemos que no todo esfuerzo genera un resultado positivo, como también, que no todo resultado positivo es fruto del esfuerzo de una persona o

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equipo, hay muchas variables adicionales que intervienen. Pero al final ¿qué es más importante?

Valero nos responde: «No estoy hambriento de victorias, estoy hambriento de excelencia profesional y personal. Mi meta, mi pa-sión, mi último objetivo no es el éxito sino la excelencia. Si se al-canza y se renueva periódicamente, el éxito, tarde o temprano le sigue. Si desarrollar todo nuestro potencial se convierte en el gran objetivo, si la búsqueda de la excelencia es la pulsión interior que moviliza fibras y nervios oxidados, e indiferentes cuando se trata de fines más vulgares, no solo se modifica el concepto de victoria, sino que se redefine también qué entendemos por derrota. Solo pierdes cuando no das todo lo que llevas dentro».

Parafraseando lo dicho anteriormente, ser el mejor no es consue-lo cuando sabes que no has dado todo lo que llevas dentro. Antes de acabar un partido, uno ya sabe si ha ganado o perdido, inde-pendientemente del árbitro y de los demás. Antes de cerrar el año laboralmente hablando, ya sabemos si ha sido bueno o malo para nosotros. Independientemente de las metas fijadas por la empresa, ya sabemos si hemos sido realmente productivos, al margen de pro-mociones, traslados, aumentos de remuneración o despidos. Igual pasa con la vida, antes de acabarla, uno ya sabe si ha sido plena y abundante, si hemos dejado huella o si pasamos desapercibidos.

Muchas veces los resultados no acompañan, paciencia, dicen que la excelencia anda molesta con las prisas y los nervios. No sé si este habrá sido el caso de algunos de ustedes, si fuese así, lo más im-portante es analizar las causas, quizá una estrategia mal definida, o mal implementada, o el equipo humano no tiene el perfil necesario, aunque quizá lo más importante sea fijarse si el esfuerzo realizado fue realmente el necesario. Otras veces ponemos demasiado interés en algo que no lo amerita, y que al final es imposible conseguirlo, y cuando no sale, nos frustramos. Una amiga que trabaja conmigo me dijo una vez, nada es imposible para el que no lo tiene que hacer. Es decir, pensamos que todo es posible hacerlo, lo delegamos a nues-tros equipos, y al final, cuando no sale, pensamos que ellos son los culpables, los frustramos a ellos y nos frustramos nosotros mismos.

Ello no significa tampoco que no debamos exigir. Como dice Ál-varez de Mon: «¿Quién no ha amonestado a un alumno que saca no-table, cuando sus talentos reclaman un sobresaliente? ¿Quién no ha propuesto a un colaborador subir un peldaño en la escalera de la exce-lencia, cuando él, cómodo y listo, se ha sentado en un descansillo, que, siendo parada y fonda, se transforma en morada y refugio permanen-te? ¿A qué padre o madre no se le ha caído la baba cuando ve a un hijo sudoroso perder un partido y dejar la cancha fatigado, y, en cambio, fruncir el seño cuando el mismo hijo abandona sobrado y descansado un partido, que pese a ganarlo, no conoció lo mejor de él?».

El verdadero éxito es algo más íntimo, no sé si se llama felicidad, pero si no lo es, se le parece mucho. Es equilibrio, es vivir con la conciencia tranquila de saber que se ha esforzado al máximo por hacer las cosas bien. Este concepto difiere muchísimo de lo que pen-sábamos cuando éramos más jóvenes, en el que definíamos como exitosos únicamente a aquellos que tenían más dinero o a los que tenían su propia empresa.

La gente persigue la meta de maximización de la felicidad y mide su productividad en la cantidad de dinero ganado. Según una en-cuesta de este año incluida en una investigación realizada por Manel Baucells y M. Sarin del IESE y UCLA, respectivamente, y publicada en el boletín de Wharton, en la que se preguntó a la gente que espe-cificara el factor que más mejoraría su calidad de vida, la respuesta más frecuente fue «más dinero». Sin embargo, los indicadores de la felicidad han permanecido estables en los últimos cinco años a pesar de los aumentos significativos de la renta real que se han producido a lo largo del tiempo. Esto no hace más que confirmar que la feli-cidad depende también de otros factores. Según Baucells estos son la composición genética de una persona, las relaciones familiares, la comunidad y los amigos, la salud, el trabajo (desempleo, seguri-dad de empleo), el entorno externo (libertad, guerras o trastornos sociales, crimen) y los valores personales (perspectivas sobre la vida, religión, espiritualidad). No obstante, los ingresos sí influyen hasta cierto punto en la felicidad de una persona y tienen un efecto mo-derador sobre los efectos adversos de algunos acontecimientos de la vida, pero solo hasta cierto nivel, en el que cubre las necesidades

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básicas, luego de este, más dinero ya no produce necesariamente más felicidad.

Lo curioso es que seguimos creyendo que con más dinero po-dremos comprar más felicidad. Quizá el reorientar nuestras metas para este 2010 y enfocarlas en los factores que realmente nos da-rán satisfacción será un buen punto de inicio. Pero tan importante como fijarlas es definir como implementarlas y cómo controlar su cumplimiento durante el año. Año nuevo, lucha nueva. Una de las cosas que más disfruto en la vida, y que además es gratis, es el escu-char música. Creo que la música siempre está presente en nosotros. La gente sueña, besa, vive y recuerda con canciones que pertenecen a la memoria sentimental. ¿No les ha pasado que una canción se les queda grabada a fuego, sin saber cuándo ni por qué? Y desde ese momento nos empieza a acompañar a lo largo de toda la vida, hasta el punto de volverse algo personal, íntimo, parte indispensable de nuestra historia. Nunca supe por qué sucede esto, aunque tal vez sea porque más allá de expresar sentimientos, una canción los provoca y eso es suficiente para creer que fue hecha solo para nosotros. Uno crece en un momento, pero los recuerdos quedan y la mejor manera de recordarlos es con canciones.

En fin, ya se me acabó el material y las ideas por hoy. Tengo que tener sentido de la oportunidad y saber cuando sobro en un lugar o cuando ya el artículo está demasiado largo.

Mi planeamiento estratégico personal

«Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días lo mismo. Muere lentamente quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir tras un sueño. Muere lentamente quien abandona un pro-yecto antes de iniciarlo. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar».

Pablo Neruda.

¡Bienvenido el Año Nuevo! ¡Cómo se pasa la vida! Un nuevo año por delante, y como dice la frase de la semana: “Año Nuevo, lucha nue-va”, que significa que es un buen momento para reflexionar todo lo que no hemos hecho bien, todo lo que tenemos que mejorar en nosotros mismos, y eso exige una lucha interna para poder cambiar y corregir.

Me viene a la memoria uno de los primeros artículos que escribí justamente relacionado a este tema. Me imagino que muchos de us-tedes han participado en los planeamientos de la empresa por estas épocas de cara al nuevo año. Pero el planeamiento más importante e inaplazable para hacer es el nuestro. Sí, nosotros, al igual que las empresas, necesitamos tener una misión y caminar siempre hacia ella. Las mejores empresas no son las que se trazan objetivos más altos cada vez, sino las que se acercan cada vez más a su misión, a su razón de ser. ¿Cuál es la nuestra? Quizá sea simplemente ser los mejores en lo que hacemos, preocuparnos por hacer las cosas bien a la primera, en nuestro trabajo y en la familia.

Una misión define lo que uno hace y para que lo hace, a largo plazo. En nuestro caso el largo plazo no puede ser otro que la eter-nidad, así que nuestra misión es luchar para irnos al Cielo, es por lo menos lo más inteligente que uno puede hacer. Mis objetivos, es decir, lo que necesito hacer para cumplir mi misión se basan en cuatro puntos:

1. Mejorar mi relación con Dios.2. Ser un excelente esposo.

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3. Ser un excelente trabajador. 4. Ser un excelente amigo, hijo y hermano.

Tomando en cuenta estos cuatro objetivos he definido activida-des puntuales para mejorar en cada uno de los mismos, otorgándo-les una fecha para cumplirlos y sobre todo una revisión o control mensual, para asegurarme que realmente vaya cumpliendo lo esta-blecido, ya que las buenas intenciones se mueren llenas de polvo.

Por ejemplo, para el caso de ser un excelente trabajador, me he propuesto cultivar valores como la perseverancia, la prudencia, la ética en los negocios, la puntualidad, el acabar bien todo, etc. Y para ello un plan de acción concreto que se basa en conocer las virtudes.

En el caso de mi relación como esposo, hablar con mi esposa, que me ayudará a identificar que estoy haciendo mal, como está la comunicación con ella, ¿se siente feliz de estar conmigo? Puedo ha-cer una lista de temas en los que debo mejorar, como colaborar más en el hogar, no llegar malgeniado ni llevar los problemas del trabajo a la casa, sorprenderla una vez por semana con un chocolate, una tarjeta, unas flores, etc.

En el caso de mi relación con Dios, saber primero si estoy en gracia de Dios, es decir, si estoy confesado (esto es lo básico, sino no sirve de nada lo que hagamos, es como hablar con alguien por telé-fono, pero con un teléfono apagado), si voy a misa los domingos, si rezo diariamente, etc.

Acá lo importante es concretar. No solamente tener el deseo de iniciar este cambio, porque si es así, a la semana se nos olvidó todo. El secreto es hacerlo igual que en la empresa, ponerle el mis-mo énfasis y mayor aún, porque esto es mucho más importante. Pensemos en nuestra vida, ¿por qué no encontramos a veces esos minutos, para terminar amorosamente el trabajo que nos atañe? ¿Por qué descuidamos las obligaciones familiares? ¿Por qué nos faltan la serenidad y la calma, para cumplir los deberes diarios, y nos entretenemos sin ninguna prisa en ir detrás de los caprichos personales? Como decía un santo: «Me pueden responder: son

pequeñeces. Sí, verdaderamente: pero esas pequeñeces son el aceite, nuestro aceite, que mantiene viva la llama y encendida la luz».

Finalmente, copio unas recomendaciones que leí en un artícu-lo de este mes en la revista Entrepeneur para recargar nuestra vida: «Renueven los objetivos que permitan concentrarnos y nos den una meta. Ejercítense a diario, nuestros cuerpos deben estar en forma para que nuestra mente trabaje bien. Asegúrense de poner su corazón. El autor recomienda que si ustedes no adoran lo que hacen en un 95%, entonces, búsquense otro negocio. A veces la felicidad no está en hacer siempre lo que uno quiere, sino en que-rer lo que uno hace».

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Claves para triunfar en la vida

«Los vencedores en las batallas de la vida son hombres perseverantes que, sin creerse genios, estuvieron convencidos de que tan solo por la perseverancia en el esfuerzo lograrán el anhelado fin».

Emerson

Me he permitido revisar las revistas más importantes de negocios del mundo persiguiendo las pistas reales y concretas que nos ayuden a triunfar en la vida, y lograr nuestros sueños.

Según un artículo reciente de la revista Entrepeneur, se mencio-nan cuatro principios esenciales que deben implementar cualquier persona que quiera conocer el éxito.

1. Claridad. Deben estar absolutamente claros de quiénes son y a dónde quieren llegar en la vida, tanto a nivel personal, como laboral, y espiritual. Para ello necesitan objetivos y planes por escrito para cada etapa de su vida. Comiencen con sus valores. ¿Qué visión tienen de ustedes y de su futuro? ¿Cuál es la misión de su negocio? ¿Cuál es el sentido de su vida? ¿Qué es realmente lo que ustedes quieren hacer con su vida?

2. Competencia. Para ser realmente exitoso y feliz, ustedes, deben ser muy buenos en lo que hacen. Propónganse pertenecer a los mejores de su área. Su principal objetivo en este sentido es lograr un desempeño excepcional, un trabajo realizado a la perfección.

3. Enfoque. Concentre su habilidad en las cosas más importantes hasta que hayan sido alcanzadas, este será un prerrequisito esen-cial para lograr el éxito.

4. Coraje. Se requiere mucho coraje para tomar los riesgos necesa-rios para ser exitoso. Y ser exitoso en la vida no es sinónimo de ser millonario, es un concepto mucho más amplio. Uno es exito-so si es feliz, y es feliz si está con la conciencia tranquila de saber

que hace lo correcto para sí mismo y para los que lo rodean. Es decir, ser exitoso es sinónimo de ser un excelente padre, amigo, hijo, enamorado y empleado.

Según la revista Harvard Business Review en un artículo reciente, escrito por Peter Drucker, señala que algunos de los mejores geren-tes con los que ha trabajado en su carrera de 65 años como consul-tor, no eran los líderes típicos. Lo que los hacía efectivos era que se cuestionaban constantemente: “¿Qué debe ser hecho?” y “¿Qué es lo mejor para los demás o para la compañía?”.

A título personal creo que la gente altamente exitosa es aquella que vive con las luces altas, es decir, que se traza objetivos a largo plazo en los distintos escenarios de su vida, en el plano de desarrollo personal, familiar, espiritual y profesional, y busca la manera de ha-cerles un seguimiento perseverando en todo aquello que deba mejo-rar. Ayudará también el tener una coherencia entre lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen. Otra de las cualidades más importantes es la humildad para saber reconocer a tiempo los errores, y la perse-verancia para ser constante en los objetivos trazados. Vale más con-centrarse en pocos objetivos, pero no parar hasta terminarlos, que querer estar en todo y al final no lograr nada.

Quizá la tarea más inaplazable sea definir concretamente como empezar a implementar esto en nuestras vidas. ¿Lo intentamos?

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¿Qué tan difícil es hacer realidad nuestros sueños?

«Los sueños solo desaparecen cuando las personas los abandonan».

Anónimo

Soñar, qué importante hacerlo despierto

Según el profesor del IESE de Barcelona, Luis Huete, para cum-plir los sueños es necesario esforzarse por trazar y cumplir metas concretas, pero también planificar y cultivar una serie de disciplinas de autoliderazgo.

En un artículo publicado en el IESE Insight recientemente, nos cuenta que la construcción de los sueños requiere tener un plan per-sonal de futuro, una lista de deseos y de sueños muy concretos.

Para ello, es importante tener una ambición personal, es decir, en qué me quiero convertir. El énfasis se pone en uno mismo: los hábitos que se quieren desarrollar o las características de la perso-nalidad que se quieren potenciar. Los sueños han de empezar con la ambición de mejorar los recursos personales. Lo que acabamos haciendo con nosotros mismos es la base de todo lo que nos acaba sucediendo en la vida. Decidir en qué tres o cuatro cosas se quiere destacar y convertirse en una autoridad mundial, pueden ser ambi-ciones personales o profesionales.

las restricciones a vencer

Uno de los peores enemigos para hacer que se cumplan los sue-ños es el miedo, es nuestro temor a fallar, a equivocarnos, y por ello simplemente preferimos no tomar la iniciativa para empezar a cumplirlos. Al respecto, decía Álvarez de Mon, en su libro Desde la adversidad, que existen dos tipos de personas: «Los primeros, bom-bardeados y acosados por la posibilidad de equivocarse, tienden a

pecar por defecto, la cautela y el control excesivo les atenazan. Los segundos, salvo aquellos que crezcan hiperprotegidos y anestesia-dos, tienden a pecar por exceso, en su discurrir hay que ponerles ruedas de goma y colchones porque les gusta vivir cerca del preci-picio. Ahí les espera el error, con él mantienen una comunicación fluida y llevadera, no les pesa como una piedra en la mochila. ¿Qué nos pasa a los que tenemos vértigo, a los que sufrimos miedo a las alturas? Miramos para abajo, temblamos y nos caemos. El miedo a caer nos hace caer».

Al respecto, Lance Armstrong, cuatro veces campeón del Tour de de Francia, nos cuenta: «He encontrado en mi carrera que la re-ducción del miedo ha contribuido más a mis éxitos deportivos, que el desarrollo del propio talento. Ciertamente, tenemos que cultivar nuestras habilidades, pero al final es la voz de la duda la que las des-truye. Todos tenemos dos personalidades distintas, la del crítico y la del campeón. Ignorar al crítico y escuchar al campeón es esencial para vivir».

Una vez interrogado sobre qué placer le llevaba a montar bi-cicleta respondió sorprendido: «¿Placer?, ninguno, lo hago por el sufrimiento». Los maratonistas, los «ironman», en el fondo son grandes profesionales del sufrimiento. Alguno pudiera pensar que sus actividades lindan con el masoquismo y la locura, pero lo que es indudable es que si estuvieran «cuerdos» como los demás, si no tuvieran el coraje de forzar sus límites físicos y mentales, no serían lo que son ni llegarían a cumplir sus sueños.

Otra de las respuestas más sorprendentes sobre las claves para conseguir los sueños la da Juan Oiarzabal, el único alpinista que ha coronado los catorce ocho miles (montañas de más de ocho mil metros de altura) sin oxígeno. Nos dice: «El factor ambición, tener hambre de llegar es importante. También lo es la preparación previa que hayas desarrollado antes, pero lo más crítico es la capacidad de sufrimiento. Si no has aprendido a sufrir, si no te has endurecido en situaciones extremas, estás perdido. Contra lo que se tiende a pensar, uno puede educar la capacidad de sufrimiento. Por ejem-plo, recuerdo la última ascensión al Everest, sin oxígeno, después de

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terminar el tercer escalón. Es una escalada empinadísima, me tiré veinte minutos cara al cielo tratando de recuperar algo de oxígeno. Si no te has entrenado y sufrido antes, te aseguro que no sigues ascendiendo. La montaña es incierta e imprevisible, te pueden pa-sar muchos imprevistos que ni sospechabas momentos antes. Un cambio brusco de temperatura, una avalancha, una niebla espesa que te impide ver más allá de dos metros. Te preparas, planificas todo, y luego surge un sinfín de imponderables, de los que puede depender tu vida. Uno está obligado a organizar y controlar todo lo que depende de él, pero luego, ante la madre naturaleza, tienes que rebajarte y adaptarte a las circunstancias del momento».

Mantener el espíritu joven

Un punto a tomar en cuenta es el optimismo, el ver las cosas siempre por el lado bueno, eso hará crecernos frente a las dificulta-des. Ello implica también mantener el espíritu joven, los sueños vi-gentes, el anhelo de que nos falta mucho por vivir y muchos sueños por alcanzar, independientemente de la edad que tengamos.

Me viene a la memoria el poema preferido de Matsushita, aquel japonés visionario, fundador de Panasonic: «La juventud no es un período de vida, es una forma de pensar, no son mejillas sonrosadas, labios rojos y rodillas flexibles, es fuerza de la voluntad, calidad de la imaginación, vigor de los sentimientos. La juventud significa el predominio temperamental del valor sobre la timidez, del ansia de aventura sobre el amor a la tranquilidad. No es raro encontrar más vigor en un hombre de sesenta años que en un muchacho de veinte. Nadie se hace viejo por el número de años. Nos hacemos viejos al traicionar nuestros sueños, nuestros ideales. Los años pueden arru-gar la piel, pero la renuncia al entusiasmo arruga el alma. La pre-ocupación, el temor, la falta de confianza en uno mismo agobian al corazón y convierten en polvo al espíritu. Con ochenta o quince años, todos los corazones humanos sienten la atracción de la mara-villa, el apetito infantil de lo que está por venir y la alegría del juego de vivir».

La importancia de tener un corazón inteligente

«Nunca dejes que tu mente se enturbie ni que tu corazón se endurezca».

Anónimo

Si bien los sentimientos y emociones han sido considerados du-rante mucho tiempo como un proceso de segundo nivel, sublevados a la lógica y al raciocinio, recientes descubrimientos indican que las emociones juegan un importante rol en nuestros procesos de pensamiento racional.

Según el libro Inteligencia emocional de Daniel Goleman, la inteligencia emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones que soportamos en la casa y en el trabajo, y adoptar una actitud empática social, que nos permitirá mayores posibilidades de desarrollo personal. Esto explica por qué algunas personas inteligentes fracasan en la vida mientras otras «menos in-teligentes» prosperan.

Menciona también que el coeficiente intelectual (CI) contribuye con apenas el 20% en el éxito de nuestra vida, mientras el 80% res-tante es el resultado de nuestra inteligencia emocional, que incluye factores como la habilidad de automotivación, la perseverancia, el control de los impulsos, la regulación del humor, la empatía y la esperanza. Es posible ser intelectualmente brillante, pero emocio-nalmente inepto, esto causa la mayoría de los problemas en la vida.

Según David Caruso en su libro Emotionally inteligent mana-ger, normalmente, las emociones no son bien vistas en el lugar de trabajo. Es muy común que nos digan «controla tus emociones», o «debes mantener la cabeza fría», y aún más, «no permitamos que las emociones nos controlen, debemos pensar racionalmente». Estas frases reflejan una mala comprensión de lo que son las emociones.

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A continuación un breve resumen de su libro: la clave para ser emocionalmente inteligente es integrar respuestas emocionales y racionales. Menciona también que los cinco principios de la inteli-gencia emocional son:

Las emociones son una forma de información. Generalmente 1. proveen información sobre relaciones y personas. Tratar de ignorar las emociones raramente funciona. Cuando 2. la gente trata de suprimir las emociones en nombre de la efi-ciencia, suele recordar menos información. La gente no es muy hábil para esconder sus emociones. Las orga-3. nizaciones solo permiten la expresión de ciertas emociones como el enojo; otras, como el disfrute, son raramente expresadas. Una toma de decisión efectiva debe tener en cuenta las emo-4. ciones. No deje de lado sus emociones, incorpórelas del todo a sus decisiones. Las emociones son parte de lo que hace hu-manas a las personas, y realmente forman parte de nuestra racionalidad. Los patrones lógicos suponen la expresión de emociones. Las 5. emociones influyen en el pensamiento. Las emociones posi-tivas propician la creatividad, mientas que las negativas nos permiten concentrarnos en los detalles menores.

Cuando somos emocionalmente inteligentes, adquirimos cuatro habilidades:

Leer el lenguaje emotivo de los demás e identificar emociones. 1. Entusiasmarse y usar las emociones para motivar y persuadir a 2. los demás. Predecir el flujo de nuestras emociones. 3. Administrar emociones. 4.

Dado que las personas con inteligencia emocional reconocen sus propias emociones, son capaces de identificar los sentimientos ajenos con precisión. Sin embargo, las emociones expresadas y las verdaderas emociones difieren entre sí. Cuando somos capaces de leer entre líneas, logramos distinguir las verdaderas emociones de aquellas expresadas. Estas últimas también contienen información

de valor: son lo que la gente quiere que creamos de ellas. Pero en el fondo, la realidad puede ser muy diferente.

Tomen en cuenta tres elementos que le pueden ayudar a deter-minar el verdadero estado emocional de una persona:

1. Expresión facial2. Expresión corporal3. Voz (tono, ritmo, etc.)

Para leer las emociones ajenas, es preciso unir todos los datos. Primero debemos estar conscientes de nuestras propias emociones. Luego, procesaremos lo que dicen los demás: palabras utilizadas, tono de voz. Tomen en cuenta la información no verbal: postura, gestos, expresiones faciales. Traten de notar cualquier discrepancia entre las palabras, el tono y la expresión, pero no saquen conclu-siones apresuradamente. Utilicen palabras como «me parece que estás…», para darle la oportunidad al otro de confirmar nuestras sospechas acerca de sus sentimientos.

Una forma concreta de adquirir esta habilidad es, según Gole-man, empezar centrándose en dos dimensiones: la autoconciencia para reconocer sus emociones y por qué las están sintiendo, reco-nocer sus defectos y como sus sentimientos afectan su desempeño y reconocer sus valores y sus metas. Para ello es necesario una au-toevaluación precisa, esta se da cuando miden si su forma de ser cotidiana encaja con su sistema de valores. Si hay disonancia las personas tienden a sentirse mal. Si están alineados se sentirán con energía plena.

La segunda dimensión es la autorregulación, en la que importan el autocontrol (dominar sus impulsos y sentimientos de forma positiva) y la fiabilidad, aquellas personas que actúan con ética, implica tam-bién puntualidad, cuidado en el trabajo, autodisciplina, responsabili-dad y rigurosidad para hacer y terminar las cosas bien en el trabajo.

Para ello es muy importante identificar el perfil de cada per-sona y tratarla según ello. Ya lo decía Javier Fernández Aguado,

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aquel brillante conferencista español: «Para gerenciar personas debemos ver el lado positivo de la gente. A mis amigos tuertos los miro de perfil».

Normalmente, si uno quiere ver las cosas desde el punto de vista puramente racional, se estrellará con una realidad equivocada. No solo el cerebro es el único órgano indicado para la inteligencia, mu-chas veces el corazón juega un papel muy importante. «No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos», decía Antoine de Saint- Exupéry en El principito. En efecto, quizá la verdadera sede de la inteligencia no sea la razón, sino el corazón. Un corazón inteligente y una razón sensible forman una dupla imparable.

Examínate: despacio, con rigurosidad

«La locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes».

Albert Einstein

Uno de los mejores consejos que recibí de niño fue hacer todas las noches un examen de conciencia. Ya hemos visto en artículos pa-sados que la felicidad es una de las cosas más importantes en nuestra vida, y que solo se consigue al tener la conciencia tranquila de saber que se está haciendo lo que uno debe hacer en ese momento.

¿Pero cómo sabemos lo que tenemos que hacer? ¿Cómo darse cuenta lo que hemos hecho mal durante el día? Si no lo sabemos, no podremos corregirnos. Una de las principales ventajas de hacerlo es que te servirá para abstraerte del día a día, y ver, con otros ojos, todo lo que puedes mejorar para hacer la vida más agradable a los demás.

Así como uno es constante para asistir todos los días al trabajo o para tomar desayuno, pues debemos aplicar la misma perseverancia a examinarnos por las noches, sin olvidarnos.

¿Y cómo hacerlo? No es difícil, son preguntas bastante sencillas que nos hacen recordar nuestras acciones durante todo el día. No hay un método único para hacerlo, pero quizá se podría comen-zar con estas tres preguntas: «¿Qué hice bien hoy?, ¿qué hice mal?, y ¿qué puedo corregir?». Son simples, aunque es importante para cada una de ellas revisar algunos temas como por ejemplo, si apro-vechamos el tiempo, como fue nuestro trato con los demás, si nos esforzamos al máximo, si tuvimos oportunidad para ser humildes, o tener caridad con alguien, si ayudamos a nuestra esposa, enamora-da, compañero de trabajo, o cualquier otra persona durante el día, si fuimos puntuales, etc. Es decir, cuando uno profundiza se da cuenta que son muchas cosas que ha hecho mal, o que ha dejado de hacer, y por eso es bueno identificar cuales son para corregirlas.

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Ya lo decía un gran santo de nuestros tiempos, San Josemaría: «Examen. Labor diaria. Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna? (Camino, 235)». Necesitas un buen examen de con-ciencia. Mira tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a los que te ro-dean. «Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos errores, esas equivocaciones —como se cultivan los microbios en el laboratorio—, con tu falta de hu-mildad, con tu falta de oración, con tu falta de cumplimiento del deber, con tu falta de propio conocimiento... Y, después, esos focos infectan el ambiente. —Necesitas un buen examen de conciencia diario, que te lleve a propósitos concretos de mejora, porque sientas verdadero dolor de tus faltas y de tus omisiones (Surco, 481)».

Aunque no son solo santos quienes recomiendan hacer un exa-men de conciencia, según la edición de febrero 2007 de la revista Harvard Business Review, en un artículo publicado sobre liderazgo, mencionaban que los líderes se toman el tiempo de examinar y reflexionar sobre sus experiencias, y así crecen como individuos y como líderes. Los auténticos líderes también trabajan en el de-sarrollo de su autoconciencia a través de una persistente autoex-ploración. Los auténticos líderes saben pedir y escuchar consejo. Recomiendan reservar entre diez a quince minutos para hacerlo, si es mucho tiempo, pueden comenzar con cinco minutos, e ir aumentando progresivamente.

Cómo controlar mi carácter

«Pase lo que pase en esta vida nunca olvides que la importancia de los su-cesos es muy relativa. Deja que corra el tiempo, y después viendo de lejos los acontecimientos y la gente adquirirás la perspectiva, pondrás cada cosa en su lugar y con su verdadero tamaño».

San Josemaría Escrivá de Balaguer

Este es uno de los temas que sin pensarlo, ha agrupado la mayor cantidad de comentarios en mi blog. Y es que muchos de nosotros tenemos mal carácter, a veces temporalmente, a veces como parte de nuestra vida diaria y no nos damos cuenta de ello. Y lo peor de esto es que las consecuencias son muy graves, si se tiene en cuenta que pueden terminar con matrimonios sólidos o excelentes trabajos en los que uno tenía un gran futuro.

Uno de los principales valores que nos ayudan a cambiar nues-tro genio o hacer que las discusiones no lleguen a agrandarse, es la serenidad, que nos hace mantener un estado de ánimo tranquilo, aun en las circunstancias más adversas, esto es, sin exaltarse o depri-mirse, encontrando soluciones a través de una reflexión detenida y cuidadosa, sin engrandecer o minimizar los problemas.

Dicen que lo peor que uno puede hacer es tratar de resolverlos en el momento. Es recomendable dejar que pasen unas horas, o si es necesario días, y luego, resolver las cosas, ya que nuestra lectura del problema será otra, no habrá esa vehemencia que nos hace decir cosas que no queremos. De la discusión no puede salir la luz porque la apaga el apasionamiento.

Cuando surgen los problemas y discusiones uno puede caer fá-cilmente en la desesperación, tristeza y ansiedad. Y allí es donde justamente se necesita la capacidad de ser serenos, tranquilos. Esto no significa tontos ni que nos pasen por delante, significa tener la inteligencia para resolver los problemas en el momento oportuno, y cuando las dos partes tengan la cabeza tranquila y la disposición para solucionar y no para hundir al otro.

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En la página de www.encuentra.com se recomiendan tres pasos puntuales para adquirir esta virtud:

- Evitar «encerrarse» en sí mismo. Encontramos mejores soluciones cuando buscamos el apoyo y el consejo de aquellas personas que gozan de nuestra confianza (los padres, un buen amigo).

- Concentrarse en una labor o actividad. Parece contradictorio pensar en mantener la atención rodeados de tanta tensión y preocupación, pero es posible salir de ese estado encaminando nuestros esfuerzos a realizar nuestras labores con la mayor perfección posible. Lo que necesitamos es liberar nuestra mente, salir del círculo vicioso y estar en condiciones de analizar las cosas con calma. No existe mejor distracción que el propio trabajo y la actividad productiva.

- Gozar de la alegría ajena. Normalmente las personas que nos ro-dean se percatan de nuestro estado de ánimo. ¿Por qué volvernos chocantes y agresivos? Los hijos, el cónyuge, los compañeros de trabajo no tienen la culpa, tampoco son indolentes a nuestro sen-tir, simplemente intentan hacernos pasar un momento agradable, no debemos alejarnos ni rechazar estas pequeñas luces que ilumi-nan nuestro día. Escucha las anécdotas, sonríe, ayuda a tus hijos a hacer la tarea… ¡Aprovéchalos!

La serenidad hace a la persona más dueña de sus emociones, adquiriendo fortaleza no solo para dominarse, sino para soportar y afrontar la adversidad sin afectar el trato y las relaciones con sus semejantes.

Un gran educador, escritor y consultor de temas matrimoniales, Tomás Melendo, ha diseñado algunos pasos para aprender a discu-tir, los cuales he encontrado muy útiles:

Pedir sinceramente al otro que nos explique su pensamiento. Nos 1. sitúa en una condición óptima para contrastar objetivamente su deseo de fondo y provoca en el otro la actitud de apertura.Cambiar uno mismo como invitación para que el otro modifique 2. su conducta. El principio es el siguiente: si quieres cambiar al otro, cambia tu primero en algo. Siempre existe algo en el tono de la voz, en el modo de recriminar, en el de presentar el problema, en

el que uno puede mejorar. Basta que lo hagamos para que la otra persona también adopte esa actitud de inmediato y cambie. Ahora bien, sería exagerado pretender que desde ese momento no caiga más en el defecto admitido, basta que luche. Lo importante es que cada uno reconozca las propias deficiencias.De nuevo el olvido de sí mismo y la aceptación del otro. Si la dis-3. cusión es con nuestro cónyuge, lo más importante es el cariño, la comprensión honda y esforzada, la aceptación radical del modo de ser de nuestra pareja, y la falta de apego a nuestro yo.No eludas la discusión por encima de todo ni la cortes salien-4. do ostentosamente de la escena cuando temes estar equivocado. Y si hubieses obrado así, ten la honradez de volver, pasado el momento del enfado, y replantear el asunto hasta alcanzar el acuerdo deseable.Ten la disposición habitual de reconocer tus defectos y errores.5. Si adviertes que has dicho algo no objetivo o injusto, retíralo de 6. inmediato lealmente, pidiendo perdón si es necesario (es decir: casi siempre).Evita agresivas y descalificadoras ofensas personales y actitudes 7. irónicas o despreciativas.No levantes actas de las culpas de tu cónyuge o de con quien es-8. tés discutiendo, ni te empeñes en seguir echándole en cara otras cosas ya pasadas: menos cuanto más graves o dolorosas hayan podido ser. Intenta vivir en el presente y mirar hacia adelante.Permite al otro llegar hasta el final en la exposición de su males-9. tar, intentando por todos los medios comprender su punto de vista, a menudo le bastará esa posibilidad amable de desfogue para calmarse en un 50%.Procura exponer tus razones de forma clara y breve, con la máxi-10. ma calma posible y, si eres capaz, con un tanto de humor (que equivale a saber reírte de ti mismo, a no tomarte demasiado en serio), pero jamás con ironía.

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No abandones

«Concreta, que no sean tus propósitos luces de bengala que brillan un instante para dejar como realidad amarga un palitroque negro e inútil que se tira con desprecio».

San Josemaría Escrivá de Balaguer

Hoy terminan las Olimpiadas. He visto desfilar por la televisión más que deportistas, a grandes hombres y mujeres, personas con un extraordinario talento, pero también con una capacidad de perseve-rar, de seguir adelante a pesar de las dificultades, de ser fuertes y no abandonar sus objetivos, que son envidiables.

¿Qué hay detrás de un medallista de oro? ¿Talento puro? No lo creo. Randy Snow, el único medallista de los Juegos Paralímpicos de tres deportes distintos dice: «Los veinticinco mejores jugadores del mundo tienen dos cosas en común: primero, ninguno de ellos ha llegado tan lejos por el mismo camino; segundo, ninguno aban-dona. Nada puede sustituir a la perseverancia. No está y todo lo demás se desmorona en un santiamén. Su increíble talento es pulido y abrillantado en sesiones maratonianas de trabajo en la sombra. Michael Jordan era el primero en llegar al entrenamiento, cuando sus compañeros estaban ya con una cerveza, el seguía ensayando ti-ros a distancia. No son casualidad esos milimétricos tiros. ¿Talento? A raudales, pero en igual dosis generosas y abundantes de trabajo, mucho trabajo. El primer abandono es el más difícil. Después se hace cada vez más fácil, con la repetición es sencillo».

Cuánta gente se ha mencionado en este libro que son ejemplos de perseverancia, de fortaleza, Christopher Reeve (Superman) que dejó el ventilador artificial para respirar por sí mismo, con todo el enorme esfuerzo que ello implicó; luchar contra el cáncer a los veinticinco años (Louis Armstrong); y otros que han tenido que tomar serias decisiones que han sido el resultado de un compromiso mantenido en la rutina y monotonía de días grises.

¿Cuántas veces abandonamos proyectos, ideales y propósitos al primer obstáculo? Y luego encima, nos quejamos de que las cosas no salen bien. Nuestro camino, no es fácil. Hay días en los que todo parece salir de acuerdo a lo que pensábamos; pero normalmente pasa lo contrario. Vivir es enfrentarse con dificultades, sentir en el corazón alegrías y decepciones; y es en esta batalla interna en la que podemos adquirir perseverancia, fortaleza, paciencia y serenidad.

Es fuerte el que persevera en el cumplimiento de lo que entiende que debe hacer según su conciencia; el que no mide el valor de una tarea exclusivamente por los beneficios que recibe, sino por el servi-cio que presta a los demás. El fuerte, a veces, sufre, pero resiste; llora quizá, pero se bebe sus lágrimas. Cuando la contradicción arrecia, no se dobla.

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¿Cómo afrontar un problema?

«La receta para no deprimirse cuando viene un problema es asumir que va a pasar lo peor, pero con la esperanza de que pasará lo mejor».

Gustavo Zerbino

¿Quién no ha tenido problemas en la vida? Son como el pan de cada día, y cuando menos lo pensamos aparecen cada vez más, y uno más grande que el otro. ¿Sabemos afrontarlos?

No hay ninguna regla exacta de pasos y procedimientos aprobada, sin embargo, hay hechos que confirman que con un razonamiento de-terminado, las oportunidades de resolverlo son mayores. Para probar esto recurro a uno de los mejores tenores del mundo, José Carreras, quien estuvo enfermo de cáncer. En su libro Cantando desde el alma decía: «Si de cien pacientes de leucemia las estadísticas y quinielas decían que solo uno se salvaba, yo iba a ser ese uno. No me limité a decirme esto para animarme, sinceramente creía en esa apuesta. Acep-té mi destino, tenía leucemia, ese dato no lo podía cambiar. Pero no me rendí, me agarré a la esperanza. Como cualquier otro paciente tuve días mejores y peores. Unos, me sentía miserable, otros, bien y animado. A veces, pensé, ya no puedo soportar más. Pero nunca dije, paro, no quiero continuar, nunca…». El hecho de parar, tirar la toalla, lamentarse, son verbos que no entran ni tienen validez en la mente de Carreras. Por algo dicen que una de las mejores formas de afrontar un problema es interiorizarlo, saber que te puede pasar lo peor, pero tener la esperanza de que resulte lo mejor.

Una variable muy importante y que, sin embargo, solemos dejar de lado es la esperanza, el resolver el problema con ese optimismo de saber que lo haremos bien. En el optimismo y la esperanza des-comunal de salvarse de Carreras, en su promesa de ser ese afortuna-do, encontraron lo médicos su mejor aliado. Pelear no te garantiza nada, de ahí su grandeza, pero entre la ciencia y la voluntad se puede montar un dúo formidable.

Continúa Carreras en sus recomendaciones sobre como afrontar un problema: «La primera fase tiene que ver con recibir, diagnosti-car y afrontar el problema. La segunda, con decidir una estrategia de acción, y en consecuencia proceder. La tercera, perseverar a base de coraje y fuerza de voluntad, se trata de ser leal al plan establecido. La cuarta, muy difícil porque reclama lo que más nos cuesta, es no ha-cer nada. Confiar y esperar, esperar y confiar. Si te saltas la tercera no funciona y si culminas las tres primeras y la cuarta etapa está teñida de nervios, desesperanza y ansiedad, todo se puede ir para abajo».

Quizá la parte más importante de las mencionadas en el párrafo anterior sea la capacidad para identificar correctamente el problema. Muchas veces definimos excelentes soluciones, pero para otros pro-blemas, luego todo se echa a perder. Debemos identificar sus causas para, sobre la base de ellas, estudiar posibles alternativas de solución, analizando las ventajas y desventajas. Finalmente, tenemos un pa-norama más claro para escoger la mejor alternativa. Pero claro, allí no muere el asunto. Falta todavía el saber como implementarla, y más importante aún, saber como medir y controlar si resultó o no.

Como corolario a este artículo los dejo con una de las frases de Mr. K, uno de los más grandes entrenadores de básquetbol universi-tario de todos los tiempos, quien en su libro Leading with the heart en relación a la actitud, sostiene que así como hay una forma lógica de pasos, que en mi opinión son los recomendables para solucionar un problema, de nada servirá si no se acompañan con una buena dosis de esperanza y actitud positiva: «Muchas veces la adversidad y los problemas pueden operar a tu favor. En lugar de sentirte víctima y darte mucha pena, usándola como excusa, tienes que encarar la situación y sacar lo mejor de ella. Ese es el único modo de que un equipo pueda desarrollar la fortaleza y el carácter para competir al más alto nivel».

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Las virtudes: ¿qué son y para qué sirven?

«A la postre, los debates los ganan los intelectuales, los artistas y los santos: personas que persuaden con la razón, personas que despiertan sentimientos, personas que por su comportamiento nos mueven a imitarlos y a adoptar sus ideas. ¿Cuál de ellos quisieras ser tú?».

Anónimo

La virtud es una disposición habitual y firme para hacer bien una serie de acciones relacionadas. A continuación nombro algunas:

- La prudencia. Es tener criterio para pedir consejo, juzgar recta-mente y decidir. El prudente puede ver en lo invisible.

- La justicia. Es dar a cada uno lo que le corresponde, ser un ami-go leal y honrado. Tratar a la gente como quieres que te traten a ti. Que pobre idea tienen de la justicia los que piensan que se refiere a la equidad de bienes materiales.

- La fortaleza. La tiene quien persevera en lo que debe hacer, el que no se dobla cuando vienen los problemas. Fuertes para cum-plir las responsabilidades, pero también para exigir las responsa-bilidades, el jefe que exige un buen trabajo, el que debe educar bien a sus hijos.

- La alegría. Yo soy de los que creen que el secreto de la felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace, sin importarle el resto. Y es que muchos de nosotros ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo. Lo curioso es que para la verdadera felicidad no se ne-cesita una vida cómoda, sino un corazón enamorado. Cuando a uno le preguntan qué es ser feliz, se equivoca al conjugar el ver-bo, porque menciona siempre tener, tener salud, tener dinero, tener comodidades, y la verdadera felicidad está más en dar que en tener. La felicidad la da la tranquilidad de conciencia. De allí la importancia en formarla como se debe.

- La templanza. Modera la atracción de los placeres, domina la voluntad sobre el instinto. Qué mal camino es hacer todo lo que al cuerpo le gusta, darle todo lo que pide, se acostumbra y eso hace que con el tiempo ya no tengamos fuerza para decir que no, cuando son cosas deshonestas.

- La perseverancia. No consiste en no caer, sino en levantarse siempre. Las cosas hay que terminarlas. Siempre es mejor el final que el principio.

- El aprovechamiento del tiempo. Vivimos como millonarios del tiempo, no sabemos cuidarlo ni aprovecharlo, hay que saber ad-ministrarlo. Leí que si el tiempo fuera solamente oro podrías per-derlo, pero el tiempo es vida y no sabemos cuanto nos queda.

- La sobriedad. La gente se basa en lo que tiene y no en lo que es. La sobriedad está en como empleamos el dinero, en el dominio de los bienes creados, sin caer en la ostentación.

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¿Cuál es tu futuro?

«La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero solo puede ser vivida mirando hacia adelante».

Sören Aabye Kierkegaard

Quizá una de las preocupaciones más profundas del hombre es su futuro. En mi caso lo es así. ¿Qué tan incierto es? Y al decir futuro me refiero al día de mañana, al año siguiente, a los treinta años e inclusive después de mi muerte. Ayer escuchaba en una película una frase que se me quedó grabada, que fue algo así como que mucha gente se fija en el pasado, y en realidad, no importa de dónde vie-nen, sino a dónde van.

Es por ello que resalto la importancia de tomar muy en cuenta el presente, de esto depende nuestro futuro, y de no perder la esperan-za de que en la medida que vivamos un presente a conciencia, pode-mos tener la seguridad y la esperanza de que tendremos un excelente futuro. Y al decir excelente, no me refiero a que nos sacaremos la lotería todos los días, los acontecimientos seguirán siendo buenos y malos, pero uno los lleva sabiendo que al final de todo el balance será positivo y, por ende, el resultado final favorable.

Advierte Séneca: «¡Ten cuidado, no confundas vivir con perdu-rar! ¿Vivimos la vida o nos pasa por encima arrasando con todo? ¿Saboreamos los minutos o se nos atragantan las horas en una hipe-ractividad febril?

Si el billete del tiempo solo es de ida, con él no hay vuelta, ¿por qué dilapidarlo? Una sugerencia: aíslese y contéstese hoy, hágase un hueco en la agenda, dedíquese un tiempo. Es un trabajo personal de artesanía que necesita y merece. Su mente aquietada se lo agra-decerá, su corazón bombeará mensajes y susurros que lo mejor será soñar, interpretar y vivir ya».

La esperanza de un futuro mejor solo es viable en la medida que lo construyamos desde ahora, y que hoy mismo planifiquemos cual será la vida que queremos vivir. Aprovechar nuestro tiempo al máximo en cosas productivas, y luego de ello, la muerte que quisiéramos tener. Un día Mr. K, uno de los más grandes entrenadores de básquet del NCAA, invitó a su amigo Jim Valdano, ya gravemente diagnosticado como enfermo de cáncer a que se dirigiera a sus jóvenes jugadores. Estos son algunos de sus recados. «Chicos, la vida cambia cuando menos lo esperas. Ahora mismo, por ejemplo, mi meta en la vida es recuperarme y que nos volvamos a ver en la próxima temporada. Tú no sabes, nunca sabes lo que va a pasar mañana. Siempre he sido una persona que ha intentado reunir todo en el presente. Ahora lo hago cada vez más, porque el futuro es totalmente incierto para mí. ¿Por qué no hacen ustedes lo mismo? El futuro debería ser también incier-to para ustedes. No pueden saber lo que sucederá mañana. Nunca piensen que el hoy no significa mucho, significa, representa todo. No piensen que les queda un número infinito de días, no es así. Atrapen este día, cojan este momento, y saquen lo máximo que puedan de él». Con estas palabras Valdano introdujo el sentido de urgencia en unos jóvenes que andaban acostumbrados, como cualquier otro joven, a perder su tiempo, su recurso más precioso. De haber sido invitado a Duke, Séneca le hubiera dicho algo muy parecido al equipo de Mr. K «¡Qué tarde es comenzar a vivir cuando hay que abandonar la vida! Y tú tan ocupado, mientras la vida se apresura hasta su fin (Séneca, Invitación a la serenidad)».

Para terminar los dejo con una cita sobre la esperanza, nuestra aspiración a recibir un premio por la forma como hemos vivido, que ha escrito recientemente el papa Benedicto: «A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio, la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que

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solo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En este sentido, la época mo-derna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto, que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundamentada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero reino de Dios. Esta esperanza parecía ser finalmente grande y realista, la que el hombre necesitaba. Esta sería capaz de movilizar, por algún tiempo, todas las energías del hombre, este gran objetivo parecía merecer todo tipo de esfuerzos. Pero a lo largo del tiempo se vio claramente que esta esperanza se va alejando cada vez más».

Capítulo IIIIdeas para mejorar en el trabajo

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Esa esquiva meta del éxito

«El éxito de la vida no consiste en recibir una buena mano, sino en jugar bien una mala».

Warner G. Lester

Empezamos la segunda década del siglo XXI y, con ella, nos acompañan nuestros deseos de que sea una década exitosa. A pesar de que como diría Juana de Arco, la cosa está que arde, y el tema de la crisis causa mucho nerviosismo; creo que el éxito de cada uno de nosotros es un concepto bastante más profundo que cual-quier crisis económica.

Para empezar con fuerza, nada mejor que revisar lo que nos plan-teamos los años pasados y si logramos conseguir nuestros principa-les objetivos personales. ¿Cuáles fueron? Probablemente ni siquiera nos acordemos, o lo que es peor, lo relacionemos al aspecto econó-mico y veamos si nuestra cuenta de ahorros se ha incrementado o ha disminuido.

Es natural que muchos sueños, metas y objetivos no se hayan cum-plido por nosotros mismos y por razones ajenas a nuestro desempeño. Y este es uno de los primeros temas en los que vale la pena detenerse. ¿Cómo manejar la realidad que tenemos? Hace unas semanas tuve la suerte de escuchar a Javier Aguado, español considerado uno de los diez mejores conferencistas de Europa actualmente. Su libro fue uno de los cinco más vendidos de management el 2007. Habló sobre la gestión de lo imperfecto. Es decir, como gestionar en el trabajo, en la vida personal, en la familia, en lo social, nuestros temas del día a día que son imperfectos, y como ser exitoso con ellos.

El comentaba que toma una singular importancia en tiempos en los que todos nos centramos en los secretos para ser felices y exito-sos, pero ¿qué pasa cuando nos equivocamos?, ¿cuándo no todo es perfecto?, ¿será que hemos fracasado o que el éxito nunca llegará?

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Aprende a ser feliz

Todo depende de la definición de éxito de cada uno. Considero que tengo éxito cuando me doy al máximo por un objetivo que me he planteado, independientemente de que salga bien o no. Con lo irresoluble tenemos que llevarnos bien, hay que pactar, hay que divertirse y no sufrir, hay que mantener una relación más fluida, espontánea y humilde. No juguemos a denunciar todo lo que no funciona, por el contrario, aprendamos a gestionar lo imperfecto, a saber llevar las contrariedades del trabajo y de la vida en general con paciencia, sabiendo que todo siempre pasa por algo y es para bien.

Hace poco veía en la televisión uno de los mejores comerciales que he visto en años, es de una conocida marca de cervezas y encierra un mensaje para recordar, y justamente una de sus frases es: «Que la suerte no vuelva más». Y es que en el fondo el éxito y la felicidad que todos perseguimos no es cuestión de suerte, es cuestión de esfuerzo.

Es necesario planificar, implementar, controlar, aprender de los errores, porfiar y perseverar, para luego dejar que venga la «suerte», ya que normalmente esta se suele aparecer cuando se han hecho bien todos los pasos previos y cuando uno se esfuerza, y trabaja bien y a conciencia.

El éxito verdadero cuesta, y cuesta mucho, en varias ocasiones viene disfrazado en casos de lucha, de esfuerzo, de sufrimiento y dolor. Bien dicen que no se sale adelante celebrando éxitos, sino superando fracasos.

Normalmente son exitosos aquellos que aprenden a perder, que aceptan la derrota, dicen que solo se equivoca el que decide, solo cae el que camina. Si solo hay trabajo en la vida, esta se convierte en sinónimo de estrés, angustia, pero si no lo hay, si se quiere ahorrar esfuerzo y sudor, es muy complicado que llegue la paz y la satis-facción de haberse dado por completo, y por ende de conseguir la anhelada paz interna, concepto muy similar al éxito.

Un buen profesional es aquel que no está centrado en el concep-to de «ganador» y «perdedor». Hoy puedo ser campeón, soy todo un ganador y mi ego engorda, pero mañana pierdo y me deprimo. El concepto de éxito tiene que basarse en algo más profundo. ¿Quién

define el éxito? Si lo define tu cuenta de ahorros, tu posición en la empresa, o tu lugar en el campeonato te vas a ir a la depresión. Pero si tú mismo eres quien define el éxito, ya las cosas cambian. Cuan-tas veces he ganado partidos de futbol y, sin embargo, he sentido que no he ganado nada porque han sido aburridos, fáciles, y por el contrario, me he sentido ganador en aquellos partidos que aun ha-biéndolos perdido, he sudado la camiseta hasta el último segundo, la he pasado bien, he aprendido. Igual con mi vida.

A diferencia de otros años, este año comienza con un bajón, con un nerviosismo atípico de la crisis financiera mundial. Es el primer año en mucho tiempo en el que no decimos que el próximo será mejor. Sin embargo, es justamente en estos momentos en los que uno necesita una inyección de optimismo.

Albert Einstein tiene una opinión extraordinaria de lo que sig-nifica la crisis: «No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo». La crisis es la mejor bendición que puede suce-derle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creativi-dad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nacen los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar «superado».

Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su pro-pio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y solu-ciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla.

En esta época hay muchas variables disfrazadas de éxito que luchan por capturar la atención de uno mismo, pero que, en rea-lidad, no son más que pequeñas satisfacciones efímeras, que lejos de darnos una tranquilidad de conciencia (requisito indispensable

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para ser y vivir felices) no hacen más que engañarnos y desviarnos del camino correcto.

Aunque nos cueste aceptarlo, la realidad y el pasado confirman que todo lo que vale cuesta, y cuesta mucho, lo que fácil llega, fácil se va. A los que buscan las cosas fáciles, o que se creen con suerte para conseguirlas sin esfuerzo, la vida les pasa la factura, tarde o temprano. El otro extremo es también malo, es decir, cuando nos obsesionamos con el éxito, con alcanzarlo de cualquier forma. Re-lacionado a este tema decía el papa Benedicto hace unos días lo siguiente: «La conquista del éxito, la obsesión por el prestigio y la búsqueda de las comodidades, cuando absorben totalmente la vida hasta llegar a excluir a Dios del propio horizonte, ¿llevan verdadera-mente a la felicidad? ¿Puede haber felicidad auténtica prescindiendo de Dios? La experiencia demuestra que no se es feliz por el hecho de satisfacer las expectativas y las exigencias materiales. En realidad, la única alegría que llena el corazón humano es la que procede de Dios: tenemos necesidad, de hecho, de la alegría infinita. Ni las pre-ocupaciones cotidianas ni las dificultades de la vida logran apagar la alegría que nace de la amistad con Dios. La invitación de Jesús a cargar con la propia cruz y a seguirle, en un primer momento, pue-de parecer algo duro y en contra de lo que queremos, mortificador para nuestro deseo de realización personal, pero si lo analizamos con más atención, nos damos cuenta de que no es así».

Si solo hay trabajo en la vida humana, el cansancio, el estrés, el desequilibrio y hasta el aburrimiento reduccionista nos acechan y maniatan. Pero si no hay trabajo, si se elude todo vestigio de esfuer-zo y sudor, difícilmente la paz nos anuncia su llegada. Y si finalmen-te lo hace, será de manera rápida y pasajera.

Priorizar nuestro verdadero éxito, nuestra meta, debe estar fi-jada en lo más importante para nosotros, que no es sinónimo de ganar más plata o tener más títulos, sino de ser mejores personas, y este título, aparentemente abstracto y subjetivo, se puede concretar en metas objetivas, como preocuparse por alcanzar ciertas virtudes puntuales que nos hacen falta, dedicarle más tiempo a nuestra espo-sa, padres, enamorada, hijos o lo que uno tenga, ser más productivo

en el trabajo, profundizar nuestra vida espiritual y ser mejores ami-gos de nuestros amigos.

Como ya lo he dicho en otros artículos de este libro, las personas más exitosas y felices no son las que tienen lo mejor de todo, sino las que saben aprovechar lo mejor de lo que les pasa en su camino.

Ya lo dice uno de los psicólogos más grandes de nuestra época, Viktor Frankl, un judío que vivió y sobrevivió a los campos de con-centración nazi: «El interés principal del hombre no es encontrar el placer, o quitar el dolor, sino encontrarle un sentido a la vida», y eso es justamente lo que nos dará ese orden mental para priorizar lo que es realmente importante para nosotros y nos permitirá conseguir el éxito no solo en el 2010, sino a lo largo de nuestra vida.

No me queda mucho por agregar, sino más bien, terminar con aquella frase que se me quedó grabada del comercial: «Y saben que le digo a la suerte, ¡que no vuelva más!, que aquí en el Perú con nuestro esfuerzo, nos basta y nos sobra para conseguir el verdadero ÉXITO».

¿Buena suerte? No, gracias. ¡ESFUERZO!

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¿Por qué trabajamos?

«El tiempo es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que tienen miedo, muy largo para los que se lamentan, muy corto para los que festejan, pero para los que aman el tiempo es eternidad».

William Shakeaspeare.

¿Cuál es nuestra motivación en el trabajo? ¿Nos movemos hoy en día por el dinero, por una necesidad de atención y elogios o por algo que importe más? ¿Qué nos impulsa a trabajar y a hacerlo bien?

No hay duda que la remuneración económica y el deseo de un ascenso son dos de los factores de motivación más importantes, pero ¿serán los únicos?, ¿serán los más importantes? No lo creo, cada vez hay más indicios de que nos sentimos impulsados por otros, como la obtención de un mejor «salario mental» (salario relacionado con la calidad de vida), o más importante aún, por algo más interno, por nuestro deseo de hacer las cosas bien, ya sea por una motivación espiritual o de superación de la propia persona.

Comprender qué nos impulsa a trabajar puede ayudarnos a enfo-car lo que realmente vale la pena, a sobrepasar mejor etapas en las que uno siente que todo le sale mal, o que está aburrido del trabajo, o que su relación con el resto de empleados es mala, ya que sabe que lo que hace tiene un valor que va más allá de su sueldo, o de quedar bien con su jefe, es un reto personal que tiene una motivación propia.

El solo hecho de tener esa motivación personal, hace que uno trabaje mejor, con más empeño, más dedicación y eso muchas ve-ces marca la diferencia de un trabajador bueno con uno excelente. Ya hemos dicho en anteriores artículos que solo triunfan los que dan todo lo que llevan dentro, y dar eso implica que uno tenga un sólido compromiso con su trabajo, que tenga un orden de priori-dades que le ayude a valorar y priorizar lo que es más importante. ¿Lo intentamos?

Mi regla de oro

«No vueles como un ave de corral cuando puedas volar como un águila».

Anónimo

Leía hace poco un artículo en la revista Business 2.0 sobre las reglas de oro de exitosos empresarios y deportistas. Les preguntaron cuál es su filosofía en la vida y en los negocios. A continuación, las respuestas:

1. Chris Albrecht, CEO, Home box office: «Rodéese de gente más inteligente que usted. Yo estudié en una escuela para niños ex-cepcionales y resulté ser el último del salón. Pero siempre me sentí cómodo con esa situación porque aprendí de gente que era tanto o más inteligente que yo».

2. Steve Ballmer, CEO, Microsoft: «Contratar gente competente, invierto mucho tiempo en asegurarme que contamos con los mejores. Es importante disponer de un personal capaz de desa-rrollar buenos productos. El mejor regalo que le puedes hacer a tu competencia es contratar a la gente equivocada».

3. Richard Branson, fundador y presidente, Virgin group: «Dele una segunda oportunidad a la gente que falla. Un buen líder debe concentrarse en sacar lo mejor de su gente. Todo el mundo sabe cuando falló, así que nadie necesita que su jefe se lo esté recordando constantemente».

4. Randy Snow, campeón mundial de tenis en los Juegos Paralímpi-cos cuenta una anécdota: «Sin necesidad de dramatizar un mal manejo del factor tiempo, una concentración disipada puede ser la causa principal de que perdamos en cuestiones menos trascen-dentales, pero no insignificantes. O lo pondré en positivo: puede ser la razón de triunfos importantes. Hablemos de uno de ellos,

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final del Open de Japón, jugaba contra Laurent Giamantini. Pri-mer set: 6-0 a favor de Giamantini, que domina en el segundo 5-0. La desazón de perder una final de ese modo era tan fuerte que me dejó de preocupar, lo único que quería era ganar algunos puntos. Esta actitud de querer ganar un punto, de ponerme en posición de ganar el próximo punto me distrajo del apuro que sentía por el resultado, once juegos seguidos para Giamantini, y conseguí ganar un juego. Ahora estaba 0-6, 1-5.

En vista del éxito, decidí concentrarme en ganar el siguiente pun-to. Así, punto a punto conseguí ganar el segundo set en tie-break y el tercero 6-1. No hay motivo para alabar mi fortaleza mental porque era inexistente, estaba muerto de miedo. La respuesta a este partido, también la clave para la vida en general, quedaba demostrada. No podía ni debía preocuparme de los puntos que había perdido por-que ya estaban en el pasado. Y tampoco podía preocuparme de los próximos puntos porque no estaban ahí todavía. Sin embargo, estas dos áreas del partido dominaban mi pensamiento hasta el punto de la autodestrucción. Cuando me concentré en el presente, fui capaz de protagonizar una de las mayores recuperaciones de la historia en tenis sobre silla de ruedas. Aunque tengamos miedo, tenemos que vivir la vida punto a punto».

Punto a punto se gana un partido memorable, paso a paso se corona una larga caminata, minuto a minuto se protagoniza una vida fértil. ¿Has perdido un partido en el último minuto por exceso de relajación? Saca las enseñanzas oportunas, y utiliza el coraje y la rabia que da para afrontar el siguiente 100%. ¿Has cometido un fallo profesional, has tenido una torpeza imperdonable con un ami-go, has herido a un familiar, has elegido a la persona menos válida? Reconózcase, corríjase el yerro, discúlpese y, como popularmente se diría «a vivir que son dos días».

La importancia del mix cabeza-corazón para vivir mejor

«Cuando el talento y el espíritu humano se liberan queda demostrado que no hay más límites que los que nos creamos nosotros mismos».

Anónimo

Para vivir mejor, hay que hacer las cosas con pasión, sin embar-go, la palabra pasión está cada vez más devaluada. Se ha hablado mucho de poner pasión en lo que uno hace, para que las cosas sal-gan bien. Pero ¿qué hay detrás de esta afirmación?, ¿cómo podemos hacer para ponerle pasión a lo que hacemos, y lo más importante, sin que esta no se apague?

En este sentido, quizá una de las variables a considerar es el mix que hay que hacer entre la razón y los sentimientos, es decir, entre cabeza y corazón. En estos tiempos, en los que todos andan tan ob-sesionados por procedimientos, metodologías, y por querer enten-der todo, nos hace falta una cuota que viene del corazón. Ya lo decía el Principito: «Lo esencial es invisible a los ojos. Solo se ve bien con el corazón». Por mucha lógica, análisis y planificación que se ponga, si el corazón no es movilizado, las soluciones reales y óptimas van a brillar por su ausencia.

Por otro lado, cuando todo se centre en las emociones y no haya nada de lógica de por medio, lo más probable es que las soluciones sean a corto plazo. En los siglos pasados, la razón era la que ilumi-naba las decisiones tomadas, sin embargo, con el correr del tiempo, esto ha cambiado y se toman hoy más bien sobre la base de impulsos de la emotividad y el sentimentalismo.

Cuando hablo del corazón no lo hago solo como recinto de emociones, afectos y sentimientos, sino también como sede de la inteligencia. «El corazón tiene razones que la razón no entiende», dice Pascal.

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La razón debería ser lo suficientemente inteligente y humilde como para escuchar los recados que le deja el corazón, solo así se podrá garantizar una forma de pensar y de tomar decisiones que nos ayuden a hacer lo correcto.

¿Cómo negociar mejor?

«Si quieres persuadirme debes pensar mis pensamientos, sentir mis sentimientos y hablar con mis palabras».

Cicerón

En esta vida, casi todo es negociable. Uno tiene que negociar su sueldo, negociar con los proveedores, con los clientes, con sus subordinados o jefes, negociar con su esposa, hasta negociar los horarios o permisos con sus hijos, con la enamorada, etc. Es por ello, que con el fin de aprender algo más sobre técnicas de nego-ciación, me puse a buscar esta semana información que nos ayude a negociar mejor.

Uno de los mejores oradores en el mundo sobre este tema es Michael Gibbs quien recomienda algunos pasos básicos que son los siguientes:

El planeamiento de la negociación representa el 70% del éxito •de la misma. El 60% de su período de planeamiento, páselo pensando en qué •es lo que la otra parte va a requerir. Nada fortalece más la negociación que el compromiso que uno •tenga con sus valores y sus principios. Separe a las personas del problema.•

Como estrategia, aconseja enfocarse en la contraparte y en su posición, la idea no es atacarlo ni centrarse en la persona, sino en el asunto que se trata. El énfasis es ver la negociación como algo que puede ser resuelto buscando una solución creativa.

En cuanto a las tendencias generales casi todos los expertos apo-yan el recurso del silencio total como una estrategia de negociación. Influye más lo que se preparó de antemano que lo que se hace por la defensa del momento.

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Un excelente libro es Bargaining for advantage, los tips que se señalan provienen de la investigación psicológica. Herramientas como el principio de consistencia, se refieren a la necesidad de la gente de parecer razonable y son usadas en negociación para hacer que el otro se sienta obligado a recurrir a los mismos estándares del contrincante, para también parecer razonable.

Cuando finalmente llega el momento de la confrontación, los expertos aconsejan dejar al adversario hacer la primera oferta, ya que se ha encontrado que el lado que hace la primera oferta no tiene tan buen desempeño en la negociación, posiblemente porque la gente tiende a subestimar sus propios argumentos y a sobreestimar la de los demás.

En el libro Negotiate to win, de Robert Misino, se concluye que todo proceso de negociación implica un alto nivel de estrés. Si con-sigue no quedarse paralizado frente a las situaciones difíciles, que sin duda aparecerán en cada una de las negociaciones que participe a lo largo de su carrera profesional, las posibilidades de éxito serán muchas. Prepare sus reuniones, tenga claro cual es su rol en cada momento, conduzca la situación pensando siempre en su objetivo final y tenga una alternativa frente al fracaso. ¡Buena suerte!

La idea es tratar de llevar las dos partes a un terreno común, pensar más en la contraparte como un socio (aplica en el caso de un proveedor, esposa, lógicamente, también entre accionistas, etc.). Hay que identificar con anticipación lo que uno está dispuesto a dar, a ceder y a establecer «límites máximos» y «worst possible outcome» o que se está dispuesto a aceptar. Por último, si se tiene que lanzar un estimado de lo que se quiere, lo recomendable es lanzar un número muy alto (o muy bajo) porque el resultado final irremediablemente quedara «anclado» en esa «base» que se establece.

Los peligros del relativismo

«El futuro tiene muchos nombres: para los débiles, se llama lo im-posible, para los temerosos, lo desconocido, para los fuertes, ¡una oportunidad!»

Anónimo

En estos días ha entrado una fuerte corriente llamada relativismo en la cual los hechos, comportamientos y acciones no son ni buenos ni malos, todo depende. Así, vemos por ejemplo que engañar no es malo, si se hace por una razón noble, robar y mentir tampo-co. El desenlace de casi todas las novelas es siempre el mismo, el/la esposo(a) deja a su cónyuge «malo, abusivo, etc.» y se consigue un amante «bueno, que la ama de verdad», y lo peor de todo es que lo presentan de tal forma que el televidente finalmente se pone del lado de la nueva relación.

Poco a poco se ha ido sustituyendo la razón por el sentimiento, es decir, uno se comporta guiado más por lo que siente el corazón que por lo que racionalmente debiera de hacer. Y claro, si no hay cimientos ni principios sólidos que ayuden a uno a priorizar y saber decidir que es lo bueno y que no, la cosa se complica bastante más.

Si a una botella de lejía, uno le quita la etiqueta y le pone una de Coca Cola, cuando te la tomes te va a matar, independientemente de como quieras llamarla, la lejía siempre será lejía. Eso nos pasa muchas veces. Tratamos de autosugestionarnos para justificar nuestros malos comportamientos, pero lamentablemente lo único que hacemos es engañarnos y a la larga somos los principales perjudicados.

Si la regla para medir la verdad o el bien es relativa, si las cosas dependen de cómo las vea cada cuál, ¿cómo hacemos para vivir me-jor, para trazarnos un plan a futuro que nos ayude? ¿En qué crite-rios estables, imprescindibles para crecer como personas, podemos basarnos? ¿Qué valores y virtudes nos esforzaremos por aprender si todo es relativo?

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El papa Benedicto dijo hace poco lo siguiente: «El relativismo se ha convertido en una actitud de moda, mientras que tener una fe clara según el credo de la Iglesia católica es despachado a menu-do como fundamentalismo. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja solo como medida última al propio yo y sus apetencias».

Muchas de las crisis que pasan los países son fruto del relati-vismo, de la falta de criterio, de la falta de exigencia, de la falta de orientación. El relativismo nos lleva a una sociedad de ensueño, nebulosa, ideal... que no es real. Es la sociedad del buenismo, de lo agradable, del hacer lo que a mí me gusta porque es tan bueno como cualquier otra opción.

Sin embargo, para triunfar hace falta criterios objetivos, modelos claros, metas concretas. Mientras no sepamos cuáles son, no avanza-remos y, por el contrario, seremos cada vez menos humanos, menos capaces y por lo tanto menos felices.

Capítulo IvIdeas para encontrar empleo

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Aprende a ser feliz

Radiografía del profesional exitoso

«Las cosas buenas llegan a aquellos que se preparan».

Anónimo

Ya no basta con ser inteligente y trabajador, pues todo el mundo lo es. ¿Cómo hacer para ser más atractivo para las empresas en estos tiempos de crisis?

Nuestra vocación profesional es una de las variables que más de-bemos tener en cuenta a la hora de pensar en como podemos mejo-rar. Y es que en nuestro trabajo pasamos la mayor cantidad de horas del día, es la fuente de nuestros recursos económicos, pero más im-portante aún, es también fuente de satisfacción o insatisfacción de muchos que se sienten que han triunfado o fracasado, según sea el caso. Es por ello que conviene estar siempre atentos de cómo traba-jar mejor y cómo ser más productivos. De ello dependerán nuestros cambios de trabajo, nuestros ascensos, nuestra línea de carrera y en algunos casos nuestro nivel de recompensa personal y económica.

Trabajo en una compañía de selección de personal y continua-mente nos toca reclutar y escoger a los mejores talentos. Les hemos preguntado a nuestros clientes en estos tiempos de incertidumbre y crisis mundial, cuál es el perfil de los candidatos que buscan. Hace pocos años el perfil que se pedía era completamente distinto al de ahora. Antes bastaba con terminar en una universidad o instituto de cierto prestigio, si tenía maestría mucho mejor, tener experien-cia, que sea medianamente inteligente y trabajador. Pero resulta que ahora, ya hay muchos que cumplen con ese perfil, y las empresas se han vuelto más exquisitas para reclutar personal. El factor cru-cial para tomar la decisión de contratación ya no es su formación académica o su experiencia, sino su capacidad de relación. Hay una frase de una banquera de inversión en Nueva York que se me quedó grabada cuando la escuché y es; «No existen las cosas imposibles,

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solo gente ineficiente», frase que de alguna manera refleja el altísimo nivel que se pide hoy en día para contratar ejecutivos, dado que por la crisis hay mucho más talento disponible en el mercado que en años anteriores.

¿Qué habilidades se exige en los profesionales de hoy en día?

De acuerdo a lo que nos han contestado nuestros clientes y a nuestra experiencia, se buscan profesionales que tengan habili-dades, también llamadas competencias y valores. En cuanto a las competencias, las hay de muchos tipos, pero para efectos prácticos las clasificaré en dos, las personales y las sociales. Dentro de las personales está incluida el orden, pero no el orden para tener el escritorio ordenado, sino el orden mental para priorizar las cosas en tu vida, a qué le da uno mayor importancia, saber cuando hacer primero lo importante y cuando lo urgente, cuando adaptarse a la realidad (muy útil en tiempos de crisis). Otra de las compe-tencias es la capacidad de la resiliencia (capacidad para aceptar derrotas, contratiempos, y salir fortalecido de ellas aprendiendo de los errores), la capacidad de negociación, la toma de decisiones, tener la capacidad de automotivarse constantemente y el pensa-miento estratégico que es ver el panorama completo, a mediano y largo plazo. No solo ver «el aquí» y «el ahora». Ello implica dar pasos firmes en la dirección correcta, a pesar de que a corto plazo aparentemente no sea lo más indicado.

Cuantas veces vemos a gerentazos con un orgullo enorme, solo porque tienen el poder, el estatus, más no la credibilidad, el «plus» de influencia que da el liderazgo, otra de las competencias impres-cindibles de los ejecutivos de hoy. El liderazgo tiene que ver con gente que se rodea de gente competente, influye sobre sus colabo-radores, pero también sabe estar en soledad. El drama del hombre moderno es que no sabe estar solo, y necesitamos mucho tiempo solos para autoexaminarnos todos los días al final del día, saber qué hicimos bien, qué hicimos mal y qué pudimos haber hecho mejor. El liderazgo es también el que traza una modesta ama de casa, el maestro que te hace perder el miedo al curso de Matemática, el mé-dico acertado y que atiende bien en su consulta, el de un amigo que

va contracorriente con lo que los demás quieren que haga versus con lo que debe hacer. Muchas veces, se tiende a pensar que el jefe tiene que tratar como capataces al equipo que tiene a cargo, para imponer respeto. Nada más falso. Un jefe que necesita decir que es el jefe esta dando una mala señal, pues implica que su liderazgo ya está por los suelos. Debe ser capaz de gestionar la impopularidad de decisiones correctas, pero a veces difíciles de tomar.

En relación a las competencias sociales, las más solicitadas en estos tiempos son la red de contactos que hayamos tejido, la ca-pacidad para manejar eficazmente conflictos, trabajo en equipo e inteligencia emocional, que es la capacidad para conocer tus emo-ciones, desarrollarlas, controlarlas y conocer las de tu interlocutor, entenderlas y actuar en consecuencia. La relación con los demás es también muy importante, ya sea con compañeros de trabajo, subor-dinados o jefes. Se debe tener la capacidad para generar empatía con los demás a pesar de los problemas internos.

En el artículo Vientos de cambio, de la revista del IESE, publi-cado en Junio de 2009, el director general, Jordi Canals, dice lo siguiente: «Es cierto que los líderes empresariales deben contar con capacidades importantes de negociación, comunicación, networ-king, colaboración y trabajo en equipo. Pero por encima de todo, el buen directivo y emprendedor ha de saber quién es, qué intenta alcanzar y cuál es su objetivo último. Saber todo esto determinará como ve y se relaciona con las personas con las que trabaja.

He querido traer también a este artículo a uno de los «gurús» de la empleabilidad, nada menos que Jack Welch, que en un artículo publicado en el New York Times en abril de 2009, indica que son necesarias las 5 «E» (de empleabilidad) para que los ejecutivos de hoy avancen en tiempos de incertidumbre:

Energía. 1. Mente positiva enfocada en el trabajo. Energizar2. . Dar vigor a otros.Empatía.3. Capacidad para entender a los demás (inteligencia emocional).Ejecución. 4. Habilidad para sacar adelante las metas laborales.

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Entusiasmo5. : Motivación, alegría, el más feliz sabe sacar lo mejor de lo que pasa en su camino (pájaros).

Otros aspectos a tomar en cuenta son la capacidad de gestión, la flexibilidad y las dotes para dirigir equipos, preguntar más, escu-char mejor, apoyarse en la inteligencia emocional para ponerse en el lugar del otro y ver como por un prisma, la misma realidad, pero desde otro enfoque. En resumen, para ser un ejecutivo deseado por las empresas hoy en día, no será necesario haber sido el primero de la clase, contar con un MBA de renombre o una dilatada experien-cia. Aunque todo esto ayuda, lo que las empresas necesitan ahora (con crisis incluida) son directivos capaces de conseguir resultados a corto plazo pero pensando en el futuro. Ahora es cuando hay que aprender a gestionar en lo imperfecto, ser un «mil oficios», dispues-tos a hacer maravillas con los recursos disponibles, y crear solucio-nes creativas y verosímiles con lo que encuentran a su alcance, en vez de quejarse de lo que les falta.

¿Y qué hay de los valores?

Por otro lado están también los valores. Ya pasaron de ser una simple declaración en la empresa a principios concretos que se exi-gen hoy en día. Deben ser personas íntegras, de una sola pieza, que hagan las cosas bien a la primera, con una vocación de excelencia muy marcada. Apasionados por su trabajo. Que no trabajen por trabajar, sino que ese trabajo trascienda, tenga motivos más allá de ganar dinero.

Otro de los valores principales que debe tener es la humildad, valor que maneja bien el fracaso y maneja bien el éxito. Humil-dad para pasar la página del éxito con rapidez y de igual forma, en tiempos de crisis, tener la automotivación para ver oportunidades. Cuando se cometen errores, aprender de ellos, alzar el vuelo y seguir caminando. Y cuando parece que nos va bien, no creérselo demasia-do. El torpe es el que cree que nunca se equivoca. El inteligente es el que se da cuenta cuando se equivoca, pero más inteligente cuando lo corrige, y más aún cuando pide disculpas. No se «compara con», sino que «quiere aprender de».

También buscan gente optimista, sobre todo en estos tiempos en los que la mayoría se lamenta de la crisis. Es ahora cuando hay que ver el vaso medio lleno. Normalmente este tipo de gente tiene muy buen humor. El humor es el que te evita caer en la desesperanza. El humor realmente te salva de la depresión. No se trata de contar chis-tes, sino de tener la capacidad de reírse de sí mismo, de reconocer que uno es capaz de todos los errores y los horrores posibles, porque interiorizando eso, estarán alertas para no cometerlos.

Se busca también una persona que tenga claras sus prioridades y metas en la vida. Que tenga un plan de vida definido. Dicen que el hombre propone y Dios dispone, sin embargo, nos encontramos a veces con gente que tiene planificada al milímetro su vida, y cual-quier giro lo hace angustiarse demasiado. Por el contrario, otros van por donde los lleve el viento. Miguel de Unamuno decía: «Nada de plan previo, que no eres edificio. No hace el plan a la vida, sino que esta la traza viviendo. No te creas más, ni menos, ni igual que otro cualquiera, que no somos los hombres cantidades. Cada cual es úni-co e irrepetible, en serlo a conciencia pon tu principal empeño».

En el fondo, creo que es muy importante tener un norte, un plan de vida definido, pero a la vez tener la flexibilidad para adap-tarse a los tiempos. ¿Por ejemplo, quién se iba a imaginar, hace un año, que el mundo estaría como hoy, sumido en la peor crisis financiera en más de ochenta años? Ayudará bastante que el hoy lo aprovechemos al máximo. Hay una corriente muy fuerte de aprovechamiento del tiempo, que le llaman time management. En la medida que aproveches al máximo tu tiempo hoy, te estarás ase-gurando el éxito del mañana. Ten en cuenta que los días perdidos no vuelven, y al final del trayecto los echaremos de menos. Con esto no quiero decir que se esté priorizando que cada día se trabaje más. Hay que trabajar bien, y mucho, y cuando hay que romperse el lomo hay que hacerlo, pero que no se confunda cantidad de horas de presencia física en el trabajo (algunas intrascendentes o dedicadas al chisme) con tiempo de calidad, lealtad y compromi-so, recurso carísimo en este país. Hay que aprovechar el tiempo también con aquellos que necesitan de nosotros.

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Google ha sido elegida la mejor empresa para trabajar en el mundo, según el ranking de Great Place to Work 2008. Hace poco le preguntaron al director de Recursos Humanos cuál es el perfil ideal del profesional que buscan. A continuación su respuesta: «Se pone mucho énfasis en personas que además de haber tenido un rendimiento académico estelar, presenten cualidades que las hagan únicas como tocar el piano, practicar nado sincronizado o ser vo-luntario en alguna organización sin fines de lucro. Lo que se busca es esa característica diferenciadora que les permita ver el mundo desde otras ópticas».

Como ven, no buscan genios, buscan personas muy buenas en lo que hacen, pero que además tengan alma, que sean solidarias, disci-plinadas, que tengan valores. Esto no se enseña en las universidades, institutos o Programas de Maestría. No hay un curso que se llame Humildad 1, Alegría 2. O se tiene o no se tiene, y si no se tiene, es importante saber cómo adquirir las virtudes, y esto se hace a fuerza de enfocarse en cuáles nos faltan y comenzar a repetirlas hasta con-vertirlas en hábito.

Conclusiones

Hay un concepto que es la unidad de vida, es decir, si soy buen esposo, amigo, padre o hijo es muy probable que también sea un buen trabajador, y viceversa. Al final, todo está relacionado, si soy mejor profesional, seré capaz de adquirir habilidades y competen-cias que me ayudarán a atender mejor otras dimensiones: religión, familia, amigos, deporte, etc.

¿En qué debo enfocarme? En tomar tanto mi trabajo, como mi familia muy en serio. En darme cuenta de que estoy de paso, de no creerme el puesto en el que estoy, sino que siga siendo la persona sencilla que mi familia reclama, que aprenda a reírme de mí mismo. Mantener una relación amable con el error, «aliado natural» y aprender de él. En ser un profesional exitoso, tratan-do de incorporar a mi desempeño, los párrafos anteriores, pero tener en cuenta que en nuestras vidas las palabras éxito y fracaso tienen mucho más que ver con nuestro futuro como persona y

el de nuestra familia (su bienestar y felicidad), que con nuestros logros profesionales.

No dejemos que estos tiempos de crisis nos desmotiven. No ha-blo de falta de ambición y de impasibilidad, obviamente me ilusio-na mucho encontrar en el trabajo fuentes de desarrollo personal, y que estas estén ligadas a mi remuneración. En la medida que nos esforcemos por lograrlo, saldremos adelante y la única crisis que veremos será la de la incompetencia de aquellos que no supieron ver más allá de lo evidente.

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¿Cómo escoger el trabajo ideal?

«Cada decisión primero hay que pensarla con la inteligencia, sen-tirla con el corazón y mantenerla con la voluntad hasta el fin».

Anónimo

Una de las etapas más importantes en el proceso de recolocación laboral es analizar las ofertas laborales disponibles. ¿Cómo evaluar una oferta laboral? ¿Cómo compararla versus el trabajo actual? ¿El sueldo será la única variable a tomar en cuenta?

Definitivamente, es una variable importante, pero no la única. Actualmente, se habla de un nuevo concepto que es el «salario men-tal», aquella remuneración en la que un componente fundamental es la calidad de vida privada del empleado. De acuerdo a este plan-teamiento, en los criterios de selección de un trabajo la retribución ya no ocupa necesariamente el primer lugar para el empleado, sino que deja abierta la inclusión de otras variables como la de generar un equilibrio entre trabajo, familia y vida personal.

En el salario mental se abordan conceptos como el tiempo libre para asuntos personales o de familia, horario laboral flexible, traba-jo a tiempo parcial (para el caso de madres de familia), permiso de maternidad o de lactancia más allá de lo estipulado por ley, permiso de paternidad, flexibilidad en los días de permiso, vacaciones cortas, teletrabajo, subvención a servicios de atención a familiares (como guarderías o residencias de ancianos), beneficios sociales extrasala-riales como seguros médicos, plan de jubilación, seguro de vida, ticket restaurante y otros.

Existen también otras variables a tomar en cuenta a la hora de evaluar una oferta laboral, las más importantes (además del sala-rio mental y del salario real) son: la localización de la empresa, el gusto por las funciones a realizar, la línea de carrera, la solidez de la empresa, la capacidad personal para desarrollar las funciones, las

recomendaciones del personal que ya trabaja allí y la propia intui-ción. Este último punto, bastante subjetivo, aunque importante porque es la opinión del subconsciente, puede ser que racional-mente sea el trabajo que más nos convenga, pero la intuición nos dice que no, eso hace que perdamos ilusión por el cambio. Fiémo-nos también de lo que nuestro olfato nos dice.

El arte está en saber ponderar adecuadamente cada una de las variables descritas de forma lógica y en su justa medida, a fin de tener la tranquilidad de haber elegido la opción correcta, tomando en cuenta que no existe la seguridad total. En la duda, la prudencia sugiere seguir evaluando. Una mala decisión, es la peor opción.

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Estrategias para ser más empleable

«¿Qué hacen las empresas cuando quieren vender un producto? Invierten en innovación, crean valor diferencial, ajustan las cualidades de los pro-ductos a las necesidades de los clientes, y los promueven claramente. Eso es justamente lo que ustedes tienen que hacer para venderse a sí mismos».

Jeffrey J. Fox.

Según una encuesta de la prestigiosa revista América Economía, solo el 8% de los ejecutivos planifica su carrera profesional. ¿Qué significa esto? Que el 92% restante, camina por donde lo lleva el viento, no hace ninguna planificación a largo plazo sobre su trabajo, y eso hace que muchos trabajen «en lo que sea» o «de lo que sea», aduciendo que la situación está difícil y eso a la larga se refleja en trabajos inestables, altos índices de despido y descontento personal. Esto se agudiza si se toma en cuenta que en la vida de un empleado promedio se estiman entre ocho a once cambios laborales en prome-dio, y la mitad de ellos involuntarios.

Para ello, ayudaría mucho tener un plan concreto de que hacer en caso que uno pierda su empleo, o si quiere mudarse a un trabajo más adecuado. Está claro que uno debe buscar un trabajo del cual pueda enamorarse para hacerlo a la perfección, pero como a veces ese tipo de trabajo es imposible conseguirlo, debemos contentarnos con hacer a la perfección el que tenemos ahora, incluyendo un altí-simo grado de pasión, de compromiso, de rigurosidad para terminar las cosas bien hechas, es la única receta para salir adelante.

Como les comenté hace un momento, por mi trabajo, me ha tocado entrevistar a muchas personas, así que les daré algunos tips básicos de cuales son las principales etapas a tomar en cuenta para este proceso de conseguir trabajo.

En primer lugar, planificarse, definiendo una estrategia tal como lo hacen las empresas, partiendo de las preguntas básicas: ¿cuál es mi situación actual?, ¿estoy desempleado, o estoy empleado

pero descontento con lo que hago?, ¿cual es mi presupuesto men-sual?, etc. Luego, definir cual es el objetivo final, ser el gerente de una compañía de exportaciones (si es que tengo la experiencia, o cualquiera en la que tenga experiencia), para finalmente definir el cómo llego allí (redactando una lista de empresas del rubro a las que quiero llegar, haciendo un cuadro de todos los amigos y cono-cidos, para saber a quienes puedo acudir para llegar a esas empresas o similares, etc.).

Una vez que se tiene claro a dónde se quiere ir, ya se empieza a desarrollar las siguientes dos etapas: la elaboración del currículo u hoja de vida, y posteriormente, el ensayo de lo que contestaremos en la hipotética entrevista de trabajo.

Tengan en cuenta que su currículo es su carta de presentación, es su representante de ventas, ya que en este caso se están vendiendo a ustedes mismos.

Lo que alguien es, no cuenta para nada en esta etapa, solo cuenta lo que dice la hoja de vida acerca de uno, así que ten mucho cuida-do al explicar claramente tus habilidades y logros. No lo hagas más largo de una hoja y media. Revísalo varias veces, para evitar faltas ortográficas. De ser posible, que lo lean dos o tres personas más de diferentes rubros, para que te den su opinión y verifiquen que se en-tienda lo que has querido decir. Siempre debe ir en tercera persona. Si es necesario, haz varios, enfatizando en cada uno tus habilidades de acuerdo al giro de la empresa a la cual te estés presentando. No coloquen las funciones que han realizado en cada trabajo, sino sus logros. Nunca mientan ni exageren, eviten posibles incongruencias. Y, finalmente, pregúntense: «¿Por qué esta empresa debería contra-tarme?». La respuesta debería fluir de su currículo.

Finalmente, llegamos a la entrevista de trabajo, es tan impor-tante que muchas veces los mejores candidatos no son los contrata-dos, sino los que mejor se desenvolvieron en la entrevista. Es muy importante ir preparado, practicar en casa las respuestas a posibles preguntas como: ¿quién es usted?, descríbase en dos minutos, ¿por qué quiere trabajar con nosotros?, ¿cuáles son sus objetivos a largo

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plazo?, ¿qué me dirían sus antiguos jefes de usted?, y ¿cuáles son sus principales fortalezas y debilidades?

Lo ideal es llegar con cinco minutos de anticipación a la entre-vista, vestimenta siempre formal, cuiden mucho los gestos, aquí la regla de oro es pies pegados al suelo y manos siempre a la vista del entrevistador, sobre la mesa.

En fin, podría escribir horas sobre este tema, pero tampoco quie-ro aburrirlos, sino darles algunos conceptos básicos para ayudarlos a conseguir un buen empleo. ¡Mucha suerte!

Capítulo vIdeas para mejorar en el matrimonio

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Aprende a ser feliz

Te amaré toda la vida… con la condición de que no tengas defectos

«Es muy afortunado quien se ha casado con la mujer a quien amaba, pero lo es más quien ama a la mujer con quien está casado».

Anónimo

En esta edición he querido escribir sobre un tema que pasa en todos los matrimonios que es la crisis y el enfoque que hay que darle para superarla. Nadie está libre de eso. A veces dura más, a veces pasa inadvertida, pero como tenemos la seguridad de que pasará y no una sino varias veces, es mejor estar preparados, y es justamente, por ello, que me dediqué a buscar las opiniones de los expertos al respecto.

Al momento de casarnos todos vivimos de alguna manera con la siguiente ilusión: «¡Me caso con la mujer perfecta!», ya que en el noviazgo tratamos de mostrar nuestro mejor lado, vivimos el «ro-mance». Pero una vez casados nos damos cuenta que la mujer o el hombre ideal no existe.

Luego, viene la vida de casados, pasan los años, y es necesario aprender a amarse en el día a día. Se puede, pero exige esfuerzo y a veces en cantidades industriales. «¡No la/lo entiendo!» es lógico porque muchas cosas nunca las vamos a entender, somos diferentes. No vale encapricharse en que el otro sea como yo quiero. Quizá el truco está en esperar del otro lo que pueda dar y no lo que me gustaría recibir.

Es curioso ver como a las virtudes del otro nos acostumbramos rápido, ¿pero a los defectos? Acá el tema es amar a la otra perso-na con todo, carne, hueso y pellejo, ya que vienen juntos. Esto no impide que con cariño, comprensión y paciencia, le ayudemos a corregir, sin ponernos rígidos, exigentes y sin la manía de tratar de cambiarle. De igual manera, es necesario que uno trate de corregir sus propios defectos.

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¿Cuándo hay amor, lo demás no importa?

Existe una creencia tan falsa como incongruente según la cual, cuando el amor existe, no deberían presentarse dificultades ni obstá-culos. De esta forma, cuando llegan los conflictos, se interpreta que el amor está perdiendo fuerza y calidad. Entonces, valdría la pena preguntarse: «¿Un conflicto es signo de falta de amor, o una llamada para hacerlo madurar, para quererse más y mejor?». Es lo mismo que pasa con la crisis económica de este año, algunos la ven como una debacle y otros como una oportunidad para salir adelante.

No hay que dejarle todo el trabajo al sentimiento. En estos casos es necesario tomar en cuenta también la razón. Un tándem imparable es aquel conformado por una lógica sensible y un corazón inteligente.

Antonio Vásquez, experto español en crisis matrimoniales, expli-ca en su libro: El matrimonio y los días, que las causas recurrentes del fracaso matrimonial son las siguientes:

Quien se casa considerando el matrimonio desde la perspectiva •del yo, se sale de la pista ya desde el punto de partida. La pregun-ta no es: ¿cuánto me puedo beneficiar, sino cuánto puedo dar en el matrimonio?La falta de auténtico conocimiento recíproco. Al comienzo es •un flash que se apaga rápido, con la convivencia la tendencia a idealizar al otro disminuye.Las expectativas exageradas: esperar demasiado del matrimonio, •en lugar de ir a él para entregarse. Se pretende que el cónyuge sea perfecto, o a eternizar momentos de los primeros días del enamoramiento.No encontrar tiempo para estar juntos.•Mal carácter de cada uno, que no se quiere reconocer, controlar •o mejorar.Falta de comunicación.•Ausencia de donación en el acto conyugal.•Rutina.•La reducción del amor a un mero sentimiento y la aplicación de •esa idea al matrimonio, en la medida que siento, amo.

Intervención constante de terceros en el hogar (padres, parien-•tes, amigos).Dificultades económicas.•Medios de comunicación que transmiten antivalores (telenove-•las), que hacen que lo malo parezca algo normal y aceptado por la sociedad.

Por otro lado, según Tomás Melendo, otro de los más celebres expositores sobre temas de matrimonio, en su libro Y vivieron felices cita algunas conductas que hacen muy difícil mantener el amor:

La soberbia y el orgullo son el origen de casi todos los defectos, •del mismo modo que la humildad y la sencillez, son el funda-mento de casi todas las cualidades. Cuando se vive sin reglas ni principios. Cuando todo es cues-•tionable. El descuido permanente y sistemático de lo pequeño.•

Para corregirlas, es importante previamente tomar conciencia de qué es lo que está originando estas conductas, y quien mejor que el gran psicólogo español Enrique Rojas para comentar los principales errores acerca del amor. Según él son los siguientes:

Pensar que es suficiente con estar enamorado, es solo el empu-•jón, pero el amor es como un fuego, que hay que avivarlo día a día, sino se apaga.Es de gran inmadurez pensar que una vez que dos personas deci-•den compartir su vida, todo irá viento en popa. Es decir, ignorar que existen crisis de pareja.No conocerse a uno mismo antes que a la pareja.•

Claves para construir una pareja feliz

Una vez que sabemos las causas y aquello que contamina el ma-trimonio, es necesario conversar de cómo solucionarlo. Dejaré que sean expertos a nivel mundial como Tomás Melendo, Alberto Vás-quez, Aníbal Cuevas y Enrique Rojas, los que se encarguen de dar las recomendaciones.

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Cuando pelean, saber pelear, lo mejor es como los chinos, que •ganan las peleas sin pelear, pero sino se puede, decir todo cla-ramente siempre y cuando no se hiera ni se ofenda, atacar el hecho y no a la persona. Es peor no pelear porque se explota.Si se dice algo ofensivo o injusto retirarlo inmediatamente, reco-•nocer defectos y errores.Permitirle al cónyuge llegar hasta el final antes de responder.•Centrarse en un tema concreto para no traer hechos del pasado •o la antigua lista de agravios.Hablar suprimiendo frases como: «siempre haces…», «nunca me •dices…», «todos tus amigos…».Solos pueden discutir, delante de terceros ya no.•Los problemas se calman no con un grito, sino con una caricia.•Cuando uno no quiere, dos no pelean.•Crecer en virtudes, enfocarse en las principales para que el ma-•trimonio funcione: humildad, paciencia, servicio, perseverancia, fidelidad y alegría.Aceptar al otro tal cual es y quererle con sus defectos. •Hablar sin miedo sobre aquello que molesta del otro y el modo •de superarlo.Hablar después de un pleito, no cerrar las heridas en falso.•El matrimonio debe cultivarse día tras día, el enemigo más in-•sidioso es la rutina. El amor se nutre de multitud de pequeños gestos y atenciones.Si la relación con Dios es buena, por ende la relación con los •esposos será también buena.Hablar sobre lo que va bien y lo que podría ir mejor.•Conocer el equilibrio entre los sentimientos y la razón. Al prin-•cipio todo es sentimiento, emoción y varía conforme el paso de los años.No hay matrimonio feliz sin sacrificio mutuo. Pero no es un •buen principio esperar que sea el otro el que empiece. Pon amor y encontrarás amor.Tres días a la semana quedarnos media hora a hablar, sin televi-•sión, antes de irnos a la cama.Incidir siempre en la parte afectiva: un beso puede darse de mil •maneras, esa agarrada de mano, ese abrir la puerta, etc.

Establecer los días rosas: «Dime lo que te gusta que te voy a de-•dicar un día», no es más que engreír al cónyuge y cumplir todo lo que desea.Pedir sinceramente al otro que nos explique su pensamiento. Nos •sitúa en una condición óptima para contrastar objetivamente su deseo de fondo y provoca en el otro la actitud de apertura.Cambiar uno mismo como invitación para que el otro modifi-•que su conducta. El principio es el siguiente: si quieres cambiar al otro, cambia tu primero en algo. Siempre existe algo en el tono de la voz, en el modo de recriminar, en el de presentar el problema, en el que uno puede mejorar. Basta que lo hagamos para que la otra persona también adopte esa actitud de inmedia-to y cambie. Cuando las parejas se pelean, se establece una progresión: pri-•mero, perciben que han sido agraviados de alguna manera, se-gundo, se enojan; después se sienten impulsados a atacar, y por último, atacan. Es posible interrumpir esta secuencia en cual-quier etapa.

Buscando la felICIDAD en el matrimonio

Uno de los errores más extendidos acerca del matrimonio es ca-sarse para ser feliz. Y es que la felicidad no se consigue empeñándose en ser feliz, sino procurando que lo sean los demás. Ya lo decía Kier-kegaard: «Curiosamente, la puerta de la felicidad no se abre hacia adentro, quien se empeña en empujar en ese sentido solo consigue cerrarla con más fuerza. Se abre hacia afuera, hacia los otros».

La experiencia enseña con creces que cuando uno se siente triste, es cuando más necesita pensar en los demás, ya que muchas de las causas de la tristeza están relacionadas a enfocarse en uno mismo y ver su propia realidad, sin tener en cuenta la de las demás. Muchos problemas de «crisis» en el matrimonio solo existen en la cabeza de quien los piensa, que al no tener un dominio de su imaginación, provoca que realmente se contamine su matrimonio.

Uno de los mejores escritores actuales sobre estos temas, Javier Vidal Quadras, nos dice en su libro Después de amar te

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amaré, que empeñarse en la propia felicidad es billete seguro a la frustración, a la depresión. La felicidad es como el sueño en una noche de insomnio: cuanto más se concentra uno en con-seguirlo, más esquivo se hace. Sin embargo, si, como dicen los especialistas en sueño, uno se olvida, se levanta, lee…, entonces, es más probable que el sueño acuda. Amar a los demás requiere esfuerzo, pero es un esfuerzo muy bien remunerado: olvidarnos de nuestra felicidad tiene como recompensa esa misma felicidad, ¿una extravagancia de la naturaleza humana?, por el momento, un dato de la experiencia.

Las personas más felices son las que pueden controlarse a sí mis-mas, que están preparadas para afrontar los problemas de la vida y sacar provecho de ellos. Lo confirman diversos estudios, hace poco leí uno que indicaba que ante una crisis matrimonial, quienes de-ciden luchar y seguir adelante son mucho más felices, que quienes decidieron divorciarse.

La felicidad que proporciona el saberse querido, la realización de una buena obra o el éxito de una actividad que costó mucho esfuer-zo, superan con creces la felicidad «material» del tener y, además, se alarga en el tiempo.

La conclusión final es que uno no va al matrimonio para ser feliz, sino para hacer feliz al otro. Se trata de esforzarse cada día. Quien renuncie al esfuerzo ha firmado la sentencia de muerte de su matrimonio. Con la conciencia tranquila de saber que estamos dan-do todo lo que esté a nuestro alcance y lo que no, para mejorar en nuestra familia y en nuestro trabajo, la alegría está asegurada, pase lo que pase. Se trata de luchar, no de vencer siempre. Solo pierde el que no da todo lo que lleva dentro.

Compromiso y matrimonio

«Corazón que no quiera, sufrir dolores,pase la vida libre,de amores,quien no sabe de penas,no sabe de cosas buenas,ni ha gustado de amores,pues penas es el traje,de amadores…»

San Juan de la Cruz

Hace ya un buen tiempo que no escribía sobre el matrimonio y considero un tema más que necesario porque hay que empezar a equilibrar la balanza. Se lee continuamente en los diarios, la canti-dad de fracasos, rupturas, términos de matrimonios, y la gente se va haciendo a la idea de que es hasta cierto punto, normal. Y no es así, lo normal es que funcione, y funcione para siempre.

El gobierno cree que ha hecho un gran logro por crear un sis-tema de agilización de divorcios a través de las municipalidades, y no se da cuenta que lo que hace es darle un remedio eficaz, pero para otro problema. Lo que necesita la gente no es que le agilicen el divorcio, sino que le den herramientas para no llegar a divorciarse, para construir, defender y trabajar el matrimonio.

Esta semana tuve la suerte de asistir a una conferencia cuyo tema principal fue: Un matrimonio feliz y para siempre, ¿cuál es la clave? Un título bastante sugerente y que me hubiese parecido uno más del mon-tón, sin embargo, al enterarme de que lo dictaba Tomás Melendo, no dudé en asistir. El Dr. Melendo es doctor en Filosofía, master y doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Navarra, experto conferencista a nivel mundial sobre temas de familia. Era su primera vez en el Perú. A continuación un resumen de su conferencia.

Uno de los temas que más me llamó la atención de su exposición es que uno tiene tiempo para aquello que le da importancia, y si no

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es así, claramente hay algo que está caminando mal en el día a día. Me vino como anillo al dedo, en estos tiempos en los que reconozco que por la empresa he descuidado mis labores en la casa. Cuando tenemos más trabajo es cuando debemos tener nuestra escala de valores más clara. Y es que aquello a lo que uno le presta atención es lo que se multiplica. Obviamente en tiempos de crisis, la empresa también necesita una atención y un esfuerzo especial. Es cuestión de encontrar un equilibrio.

¿Cómo hacer para amar más a tu esposa? ¿Con grandes discursos? No, con el trato más cariñoso del diario vivir. Una buena sugerencia es descubrir solo lo positivo que hay en nuestras esposas por un mes.

La fidelidad no es conservar el amor de novios, es empeñarse en amar cada día un poco más al otro y se concreta cada día con un detalle especial de cariño, aunque sea pequeño. Muchos se ilusionan con el amor de enamorados y piensan que al casarse la mecha estará igual de prendida, y la verdad, los que estamos casados lo sabemos, es que no es así. El amor madura, ya no ves estrellitas, sin embargo, es un amor que da paso al cerebro y no se centra únicamente en el corazón, en el feeling del momento, pero no por ello disminuye, al contrario, madura y crece. El matrimonio es el inicio de un gran amor, no el final, como muchos piensan.

Mencionaba también Tomás Melendo, que el amor no es siem-pre dulce, es a veces recio, lo que importa es que ambos crezcan. Se puede medir la capacidad de amar a tu familia en la medida que la hagas sufrir siempre, y cuando este sufrimiento sea por su bien. Un amor es verdadero cuando busca el bien del otro. Lo importante es que el otro quiera sacar de ti, tu mejor tú.

Concluyó que la clave para que un matrimonio sea feliz es obse-sionarse en hacer feliz al otro. Dedicar toda la energía a amar a la otra persona. Para eso lo primero que hay que hacer es capacitarse para amar de esa manera, leyendo libros adecuados, poniéndose metas concretas y claras sobre detalles de cariño, y sobre todo haciendo un seguimiento de las mismas cada semana, para que no sean flor de un día.

Ayer releía Más allá del sí, te quiero de Aníbal Cuevas, el libro de un experto amigo español en temas de matrimonio. Y en él explicaba que contraer matrimonio significa querer mantener el compromiso contra viento y marea, poner los medios cada día para que así sea, poder estar seguro de que eso queremos, aunque nos acompañen las caídas, los malos momentos y las debilidades propias del ser humano.

El problema acá es que la gente se casa, pero no está dispuesta a aguantarle pulgas a nadie. Para que se termine el amor no hacen falta violencia familiar, basta con dejar pasar como invitados per-manentes a aspectos tan insignificantes como el aburrimiento, la monotonía, la falta de ilusión, la poca delicadeza en el trato con el cónyuge, la escasa dedicación, en fin, la mediocridad, que hacen que cada día se vaya deteriorando la relación.

Y claro, como no están dispuestos a ceder, entonces optan por terminar, sin darse cuenta que los principales perjudicados son ellos mismos. Creen que ya no hay amor porque no tie-nen el mismo «sentimiento de cuando se conocieron». Y es que cuando uno se enamora solo tiene ojos para el otro y no existe nada más en el mundo. Pero lo que no saben es que en esa etapa, priman los sentimientos. Decía Aníbal Cuevas en su libro: «Esta manera apasionada de amar manifiesta algo que es característi-co del matrimonio: la unidad y la indisolubilidad. Ese primer deseo de unidad y de indisolubilidad que acompaña la primera etapa del amor y que es hasta cierto punto irracional, da paso a un estado más tranquilo del amor. No es posible vivir exclusi-vamente del sentimiento y la pasión. Cuando una pareja decide casarse lo que está haciendo es racionalizar en cierta medida lo que está pasando.

Hasta ese momento son los sentimientos los que rigen la rela-ción, sobre ellos está fundado el deseo de estar siempre juntos. Al tomar la decisión de casarse lo que se está haciendo es afirmar que lo que ocurre se quiere mantener en el tiempo. Estos deseos de estar juntos y para siempre los quieren reafirmar.

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Es en este momento cuando surge el compromiso real, un acto libre de la voluntad por el cual, quienes se casan, se comprometen a mantener la unidad y la indisolubilidad de su amor.

No aceptar esto, supone no entender la verdadera naturaleza del matrimonio, que no consiste en legalizar un sentimiento, sino confirmar un compromiso. Hasta antes de casarse no existe un compromiso firme de mantener el amor, por tanto, entra dentro de lo natural que pueda haber una ruptura, si desaparece el deseo de estar solo contigo y para siempre.

Algo distinto ocurre cuando ya se ha aceptado el compromiso de mantener las características del amor en el matrimonio. Aceptar el matri-monio supone aceptar lo que es sustancial y comprometerse a vivirlo.

Aceptado el compromiso, corresponde a los esposos poner los medios para mantener esos deseos consustanciales de unidad e in-disolubilidad, que ya no solo se sustentan en los sentimientos, sino también en la libertad y en el querer.

Los sentimientos son oscilantes, aparecen y desparecen depen-diendo de muchos factores, por ello, no deben ser el sustento del amor matrimonial ni se les debe dar un papel determinante. Lo de-terminante y definitivo del matrimonio es el compromiso adquirido libremente de querer exclusivamente y siempre al cónyuge.

Mantener este compromiso puede costar esfuerzo, pero no es imposible. Los sentimientos pueden ser buenos aliados y, por ello, corresponde a los esposos avivarlos y hacerlos crecer cada día para acompañar al compromiso adquirido.

Alimentando al amor

Epitafio que Adán escribió sobre la tumba de Eva: «Donde estuvo ella, estuvo el paraíso».

A pesar de haberme casado hace relativamente muy poco tiempo, tengo ya varios amigos casados que ya se han separado, sus matrimo-nios no duraron ni tres años, en algunos casos ni siquiera uno. Quizá el caso más trágico es el de unos amigos que estuvieron ocho años de enamorados y a los seis meses de casados, se separaron. ¿Por qué?

Una de las principales razones puede ser la concepción del matri-monio y del amor que tiene una persona cuando se casa. Está claro que si uno va al matrimonio pensando que si funciona bien y si no también (se divorcia y se vuelve a casar por civil), pues ese matrimo-nio va directo al fracaso. Cuando les preguntaba a mis amigos por qué se habían separado, una de las primeras razones era porque «ya no había amor en su relación».

Como dice mi amigo español, Aníbal Cuevas, para que haya amor, hay que amar. Así es, parece una frase muy simple, pero es bastante profunda. Amor es un sustantivo y, por tanto, refleja estatismo, amar es un verbo y, por tanto, refleja acción. Parece un juego de palabras, pero no lo es.

Nos comenta también que el amor es estático, no se mueve, no avanza, no crece, no se recupera… si no se ama. El amor necesita la acción de amar. Por eso, justifican que el amor igual que viene se va y es cierto, el amor para permanecer necesita del verbo amar.

¿Cuál es la solución cuando ya no hay amor? Amar, amar más. Hay un conocido proverbio que dice: «Hay que sembrar amor, don-de no hay amor, para cosechar amor». En la medida en la que ames más, habrá más amor. Quizás sea esta una de las claves de la diferen-cia entre el enamoramiento y el amor. El enamoramiento viene y va, el amor se quiere, se busca, se defiende, se trabaja».

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¿Que cuesta porque ya no sientes lo mismo? Pues claro que cuesta. En esta vida no hay lonche gratis. Pero todo lo que cuesta, vale. Ade-más, ¿qué significa eso de «sentir»? Definitivamente la solidez de un matrimonio no se puede sustentar en que «hoy siento que te amo», «hoy no siento nada por ti». No podemos dejarle todo el trabajo al corazón, hay que aprender a sentir también con la inteligencia, con la lógica, la cual nos hará pensar en que muchas veces tenemos que hacer cosas que no «tenemos ganas», porque hay que hacerlas, porque es lo que se debe hacer en ese momento. El amor de los enamorados es como un «flash» en una cámara de fotos, luego del flash, (una vez que nos casamos) ya no hay esa misma intensidad, ese amor chiquillo, ese «bichito del amor» que te hace estar loco por la otra persona, pero el amor es diferente, eso no significa que no se ame, pues claro que se ama, y se puede seguir estando loco por la otra persona (justamente de eso se trata), solo que de otra forma, quitando un poco de espacio al sentimiento y dándole cabida a la inteligencia.

¿Has pensado alguna vez que ya no hay amor en tu relación?, ¿que se ha ido? Ama y verás como vuelve, dale vueltas a esta idea y verás como las cosas se pueden ver de otra manera.

Hay aspectos de la vida que de tan naturales no se les presta dema-siada atención, pareciera que su desarrollo y crecimiento fuera automá-tico. Así pasa con demasiada frecuencia con el amor matrimonial. ¿No es lo más natural que los esposos se amen?, ¿por qué se iban a casar si no fuera así? Sin embargo, el mayor peligro de lo natural es precisamente ese, al ser considerado natural, se entiende que no hace falta preocupar-se de ello, está ahí, por esa razón pienso que hay que dedicar tiempo al amor entre los esposos. Nunca, ni en los mejores días hay que dar nada por supuesto. Desde el primer momento hay que cuidar ese amor para que crezca y se haga cada vez más fuerte.

Muchas personas piensan que el amor fuerte es el que despierta pasiones y sentimientos volcánicos y ello encierra un gran peligro para el amor verdadero. El amor más fuerte es el que supone que-rer al otro cada día, no haciéndolo depender de emociones fuertes. Hace falta aprender a amar y amar… precisamente, cuando el amor no parece fuerte porque faltan las emociones.

El esfuerzo da frutos

«Tener valores, y luchar por conseguirlos ya pasó de moda…es cierto, pero ¿desde cuándo es una norma de conducta hacer lo que se ve, sin pensar en lo qué se hace? ¿Dónde está mi libertad para hacer lo que me da la gana, si la he vendido para hacer lo que les place a los demás?»

Antonio Vázquez

Un secreto para alimentar el matrimonio es vivir las virtudes. La adquisición de virtudes en el matrimonio lleva a encontrar la felicidad propia buscando la felicidad del otro. La felicidad no se consigue empeñándose en ser feliz, sino procurando que lo sean los demás. La felicidad es el resultado de una vida de entrega a los demás; por eso se puede ser feliz aunque se sufra.

Ya lo decía Aníbal Cuevas: «Dedicar a lo largo del día parte del tiempo a pensar en cosas pequeñas que puedan mejorar la relación con el cónyuge supone estar “trabajando” el matrimonio. Buscar minutos para estar a solas con él/ella es “trabajar” el matrimonio; impedir que otro(a) ocupe en la cabeza el lugar que solo le corres-ponde a él/ella, es un compromiso libremente adquirido al casarse y es “trabajar” el matrimonio; estar pendiente de detalles para hacer más feliz al otro es “trabajar” el matrimonio.

Tener el convencimiento de que el matrimonio se hace día a día, que la ceremonia de la boda solo fue el principio y que, como decía Macha-do: “¡Caminante no hay camino; se hace camino al andar!”, es “trabajar” el matrimonio. Ese es el verdadero inicio del éxito matrimonial.

Contar con Dios también es muy importante. Nuestro esfuerzo, sin Dios, serviría para bien poco, hay que dejarse ayudar por Él. Unir trabajo, esfuerzo, amor y Dios da como resultado una vida más feliz para los dos y para los que están alrededor».

Las principales causas de divorcio o separación son la infideli-dad, el poco tiempo que pasan las parejas juntas y las discusiones por el número de hijos.

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Los factores de éxito son pues: mantener la fidelidad, compartir tiempo e ilusiones y haber hablado antes de un asunto tan impor-tante como los hijos, no solo de tener o no tener, sino también de su educación.

El matrimonio, como todo lo que merece la pena, requiere es-fuerzo y dedicación, y no puede basarse en el azar o la apetencia. Tenemos las causas del fracaso, apliquemos el remedio. ¡Manos a la obra, vale la pena!

Diane Soley de la Universidad de Denver sostiene que gran parte del éxito en el matrimonio está en adquirir habilidades para la relación de pareja. Su estudio indica que la media de fracasos matrimoniales en los tres primeros años ronda el 17% y que, sin embargo, entre las parejas que han recibido orientación familiar solo fracasan el 2%.

Si se dedicaran recursos a salvar matrimonios, si se empleara un 10% del tiempo que se dedica al deporte, a prepararse para tener éxito en el matrimonio, las personas serían mucho más felices.

Creo que independientemente de creencias morales o religiosas, el divorcio no es algo bueno ni para las personas ni para la sociedad. Detrás de cada matrimonio hay un proyecto personal y común. Cada divorcio es un fracaso de ese proyecto y genera, por tanto, mucho sufrimiento.

Sin embargo, pienso que las personas que se divorcian no han pasado necesariamente por mayores dificultades que quienes per-manecen casados; simplemente han sabido gestionar peor las situa-ciones de crisis.

Toda convivencia es difícil y el matrimonio no está libre de esa dificultad. Cuando se apuesta por mantener el matrimonio y se pide la ayuda, conveniente las crisis se pueden superar.

El hecho de mantener a flote y saludable el matrimonio im-plica esforzarse y luchar por él desde el principio, para que no

lleguen las crisis o para que cuando lleguen se tenga mayor capa-cidad de superarlas.

Un experto a nivel mundial, el profesor del IESE, Gerardo Cas-tillo, nos dice que para que el matrimonio funcione lo fundamental es el compromiso, es decir, el pacto conyugal entre él y ella, el libre consentimiento, es decir, «te querré siempre». Porque ese compro-miso de amor fiel y para siempre hace que se salga ya con ventaja en el amor; en cambio la duda, el amor provisional, es amor perdedor que hace más difícil que las cosas resulten bien.

Asimismo, agrega que: «Se debe tener cuidado con las situa-ciones externas como pueden ser ciertos programas de televisión “basura”, ciertos libros —también libros “basura”— sobre el tema, que presentan al amor y al matrimonio de forma degradada, cier-tos malos ambientes, quizá de costumbres que no son presentables. Creo que hay que elegir bien las amistades, los libros, los programas de televisión, los ambientes, porque todo eso influye, querámoslo o no. De hecho, quienes están bien casados suelen decir: “Es que yo conocí a mi esposa en un buen lugar, en un buen ambiente, era una escuela con valores, éramos dos familias vecinas con valores, con ideas claras”.

En el momento que lleguen las crisis, les diría que no tomen la crisis en sentido literal o en sentido absoluto. Muchas veces las crisis son solo crisis de crecimiento, crisis de edad. Con los años, hay replanteamientos, hay dudas, y es una ocasión de volver a em-pezar. Esa crisis da una pausa para retomar lo que se ha hecho, para intercambiar experiencias y para empezar una nueva etapa en la vida conyugal. Las crisis pueden y deben tener una lectura positiva; por ejemplo, ¿qué hemos aprendido del pasado para no incurrir en los mismos errores?, ¿qué nuevas oportunidades nos dan las nuevas eta-pas de la vida conyugal? Siempre existe una lectura positiva; apro-vechar la experiencia del pasado para plantear nuevas metas en la vida conyugal. Las crisis no hay que tomarlas necesariamente como situación patológica; las crisis representan esfuerzo para superarse, en un momento dado en el que parece que las cosas van mal».

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Aprende a ser feliz

¿Vale la pena enamorarse?

«Desmayarse, atreverse, estar furioso,áspero, tierno, liberal, esquivo,alentado, mortal, difunto, vivo,leal, traidor, cobarde, animoso, no hallar, fuera del bien, centro y reposo,mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,enojado, valiente, fugitivo,satisfecho, ofendido, receloso. Huir el rostro al claro desengaño,beber veneno por licor suave,olvidar el provecho, amar el daño ; creer que un cielo en un infierno cabe,dar la vida y el alma a un desengaño:esto es amor. Quien lo probó lo sabe»

Lope de Vega

Esta vez me saldré un poco del tema central de este libro, no voy a transmitir ninguna idea, sino algunos recuerdos que en uno de sus comentarios me solicitaron que escriba. Recuerdo cuando tenía 20 años que el tema del enamoramiento ocupaba gran parte de mi tiempo. Me la pasaba elaborando estrategias para llamar a las chicas el fin de semana, y plantearles un plan realmente entretenido y único.

Ahora ya casado, y viendo quizá de lejos esos recuerdos, no pue-do más que pensar en aquella famosa frase «Es una lástima que el tesoro de la juventud se lo hayan dado a los jóvenes». Al no conocer el pensamiento femenino no sabíamos como actuar. Bien dicen «A las mujeres ámalas, pero no intentes comprenderlas». Como me hu-biese gustado aprender a leer en los ojos de las mujeres en ese tiem-po. Normalmente, si una mujer te decía no, era quizá; si te decía quizá, era sí; y si te decía sí, no era mujer. A todas, sin distinción les encanta que les rueguen, mis lectoras no me dejarán mentir. Pero en general, tanto hombres y mujeres suelen comportarse de la misma forma, dicen lo que piensan, pero hacen lo que sienten.

Pero un tema importante es definir qué es estar enamorado. Se ha escrito tanto al respecto, para empezar, ¿nos enamoramos de qué? De un cuerpo bonito, de un alma única, solo de las cosas bonitas de la persona…, en general, de allí es que vienen después los plei-tos, cuando no sabemos aceptar que la persona de la que estamos enamorados es tan humana como nosotros, y capaz de todos los errores y de todos los horrores. Yo en lo personal, soy de esos que saben querer con todo el corazón, y cuando me enamoré lo hice de la persona completa, con sus virtudes y defectos, quizá por eso me vaya tan bien con mi esposa, ya nos sabemos «aguantar» en lo que le molesta al otro, sin embargo, luchamos por vencer esos defectos. Y es que quizá, ese sea uno de los secretos del enamoramiento.

El amor no es un traje a la medida, o te queda un poquito más grande o un poquito más corto, hay que saber adecuarse, con sus pros y sus contras. Dicen que el amor es una enfermedad, que si no la contraes, puede que no sobrevivas.

Realmente, he llegado a la conclusión de que vale la pena ena-morarse, y en ese momento darlo todo por esa persona, pero darlo todo significa hacer el bien para ella, no significa hacer lo que ella quiere, sino lo que sea realmente mejor, muchas veces esto no co-incide.

Otra cosa que siempre me gustaba hacer era escribir cartas, sé que siempre se corre el riesgo de parecer un baboso con una carta de amor, pero bien escrita, no tiene pierde, de esas que «arrancan una lágrima» cuando se leen. Las lágrimas tienen un lenguaje propio y mudo. No hay en el mundo palabras tan eficaces como las lágrimas, dicen más que cualquier palabra, son la sangre del alma. Allá donde acaba la fuerza de la palabra, empieza la eficacia de las lágrimas. Di-cen que después de la propia sangre lo mejor que una persona puede dar son las lágrimas.

En fin, me estoy desviando del tema, a los tímidos que están leyendo este artículo, que no encuentran el momento para decla-rarse, les diría que como dice Visa: «La vida es ahora». Tengan en cuenta que es doloroso amar a alguien y no ser correspondido, pero

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Aprende a ser feliz

lo más doloroso es amar a una persona y no encontrar el valor para decirle a esa persona lo que sientes. Te quedas como el eterno «me-jor amigo». Aunque claro, el hecho de ser amigo de alguien, y un verdadero amigo, es muy gratificante también. Y en estos tiempos es cada vez más difícil conseguirlos. Todos se preocupan por tener buenos amigos, pero pocos se preocupan por serlo. Es bueno ser de esos amigos que dan liebre por gato, he dicho bien, liebre por gato, es decir, darles mucho más de lo que nos dan. Al final la vida da muchas vueltas.

A los que todavía no han tenido enamorada, no desesperen, el amor es como la muerte, que cuando va a llegar, nadie se lo imagina.

Mi familia, mi empresa

«Caminar despacio y concentrado es la mejor receta para correr muy lejos, sabiendo que el auténtico reto es saborear y apreciar cada kilómetro del trayecto».

Anónimo

Miles de empresas se encuentran continuamente inmersas en procesos de mejora de la calidad. Se estudia el proceso productivo, la relación con los empleados, con los clientes, etc. Se mantienen reuniones y comidas de trabajo, se analiza, se audita, etc.

El fin principal de la familia es procurar la felicidad de sus miem-bros, algo bastante más importante que dar beneficios económicos. Me pregunto por qué algo que es normal en las empresas no se hace en las familias. ¿Es acaso tu empresa más importante que tu marido, tu mujer o tus hijos?

Unos padres responsables deben procurar que su familia sea un ámbito de calidad humana y, para ello, es necesario implicar a todos los miembros, y buscar objetivos comunes como pueden ser:

- Cuidar el trato con cada persona. Crear un ambiente agradable, sonreír, tener detalles, preocuparse por los demás…, y todo ello no como «táctica», que es lo que sucede en las empresas, sino por amor.

- Marcar objetivos para cada hijo, buscarlo con ellos y ayudarlos a conseguirlos, animarles y corregirles.

- Provocar momentos de reunión. ¿Por qué no tener comidas de trabajo con la familia? Si resulta tan fácil con los compañeros y con los amigos, ¿por qué resulta tan difícil con la familia?

Ahora está de moda en las empresas el término de «reinventarse», ¿por qué no lo podemos aplicar en casa?, ¿por qué no redescubres a

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tu mujer cada mañana?, es distinta a la persona que se despidió de ti ayer, ese es el mejor antivirus para cuando te sientes harto, morir cada noche… para nacer cada mañana.

Me parece que a mucha gente se le ha olvidado que se puede dis-frutar mucho en familia, que puede y debe de ser nuestra principal fuente de satisfacción, y nuestro principal negocio. Es imprescindi-ble recuperar la vida familiar y, pensemos lo que pensemos, depende de cada uno de nosotros. Solo hace falta voluntad e imaginación.

Capítulo vIIdeas para morir mejor

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Aprende a ser feliz

¿Que yo puedo ser un santo?, ¿y para qué?

«Cada vez estoy más persuadido: la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la Tierra».

Anónimo

Aquellos que no han escuchado este concepto nunca en su vida, me creerán loco, que me falta un tornillo, o sino una suerte de cu-cufato radical, pues lamento desilusionarlos, ni lo uno ni lo otro, aunque pensándolo bien, quizá si tenga algo, o peor aún, quizá mu-cho de loco, pero creo que es necesario serlo para entender muchas cosas. Entendiendo loco como aquella persona que se atreve a pen-sar diferente al resto, y sostener sus ideas a pesar de que a priori sabe que será difícil que lo entiendan.

Y si pues, cuando me enteré sobre este tema de la santidad, me imaginé un curita en una iglesia con harta vela prendida, pero la verdad es que el concepto está muy lejos de eso. Uno puede ser san-to en su vida, en la que le ha tocado, siendo deportista, empresario, ama de casa, rockero, futbolista, lo que sea, lo que se trata es de lo que uno haga, hacerlo bien y esforzarse por hacer feliz a los demás.

Me han dicho: «Oe Rafa, que haces hablando de esa vaina, qué-date con lo de autoayuda nomás. Eso de hablar de Dios ya no está de moda, es para los tarados, los nerds». No lo creo, no digo que no los hayan, si pues, y muchos, pero también hace falta que se hable de esto, porque valgan verdades, es lo más importante que nos pasa-rá en nuestra vida, nuestro destino eterno.

«¿Ah, sí? ¿Y qué gano con eso? Mucha complicación, mejor me quedo así nomás» esa fue mi primera respuesta, pero me quedé con la duda, le di vueltas al tema, y el idiota no era el que me lo dijo, sino yo. No tenía nada que perder, pero si muchísimo que ganar. Si hago ese esfuerzo para hacer las cosas bien y vivir «como Dios quiere», pues lo más probable es que me vaya al Cielo, y me ahorro

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el sufrimiento de irme al Infierno, así de claro, así de sencillo. Me podrán decir: «Sí claro, pero esa vaina del Infierno no existe, es puro cuento nomás, qué ¿te la estás creyendo?» ¿No existe? Okay, buena suerte cuando te mueras, porque la vas a necesitar en cantidades industriales. ¿No te das cuenta que te la estás jugando? Si no existe, no pasó nada, no perdiste nada por vivir una vida digna, pero si existe y te vas al Infierno… ay, ay, ay, ahí te quiero ver, quemándote de por vida.

No soy ningún alarmista, pero si me gusta decir las cosas como son y mi punto de vista bien clarito. Y bueno, creo que esta idea de la santidad es realmente importante, muy importante, porque al final, es lo que define nuestra eternidad.

Bueno pues, ¿y cómo serlo? No es fácil pero tampoco imposible, dicen que es más fácil ser un genio que un santo, pero es más asequi-ble ser un santo que un genio, es decir, está al alcance de todos. Es trazarse un plan de vida sin concesiones ante las dificultades y ten-taciones. Exige pasos firmes, concretos, la decisión de serlo implica dejar de hacer varias cosas que no son correctas y que eso sea una forma de vida, no flor de un día; pues, de ordinario, los propósitos generales sirven para poco.

¿Quieres una receta para ser santo? Te la doy de primera mano, de San Josemaría un santo de nuestra época: «…por eso, me con-venceré de que tus intenciones para alcanzar la meta son sinceras, si te veo marchar con determinación. Obra el bien, revisando tus acti-tudes ordinarias ante la ocupación de cada instante; practica la jus-ticia, precisamente en los ámbitos que frecuentas, aunque te dobles por la fatiga; fomenta la felicidad de los que te rodean, sirviendo a los otros con alegría en el lugar de tu trabajo, con esfuerzo para aca-barlo con la mayor perfección posible, con tu comprensión, con tu sonrisa, con tu actitud cristiana. Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces. Rectifica cada día un poco. Y todo, por Dios, con el pensamiento en su gloria, con la mirada alta, anhelando la patria definitiva, que solo ese fin merece la pena».

Hoy no bastan mujeres u hombres buenos. Además, no es sufi-cientemente bueno el que solo se contenta con ser casi... bueno: es preciso ser «revolucionario». ¿Lo intentamos?

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¿Para qué quieres vivir?

«Si el tiempo fuese solamente oro podrías perderlo, pero el tiempo es vida y tú no sabes cuanto te queda. Por tanto, que hueca vanidad centrar la exis-tencia en esta vida. Mira como padecen tantas y tantos. A unos porque se les acaba, les duele dejarla, a otros porque dura, le aburre. Hay que salirse de esa lógica y anclarse en la otra, la eterna. Todo se arregla menos la muerte y la muerte lo arregla todo».

Anónimo

El título como saben es Aprende a ser feliz. 45 ideas para vivir me-jor, aunque pensándolo bien, si finalmente vamos todos a morir, por qué no escribir también sobre como morir mejor, al final, es lo más importante, porque es lo único seguro, ¿no creen? La mejor idea sobre como vivir mejor es saber como prepararse para la otra vida. Al final, esto es solo «una mala noche en una mala posada», es un «sueño amargo» del que despertaremos para vivir recién en nuestros destinos eternos, el Cielo o el Infierno. Dicen que todo tiene arre-glo menos la muerte y la muerte lo arregla todo. Y en el momento de nuestra muerte, iremos inmediatamente a un juicio final, en el que Dios nos hará una sola pregunta: ¿«Cuánto me amaste?». Es un examen, un juicio en el cual ya sabemos la única pregunta y es el examen más importante de nuestra vida.

Así que por esta razón me animé a buscar ideas sobre el tema y me encontré con un libro que es realmente una joya, que se llama Existencia del más allá, de Antonio Royo.

A continuación, publicaré algunos extractos del libro que hablan sobre el mas allá. Pero descuiden, esto no es un artículo barato sa-cado de una revista de belleza ni nada por el estilo, pueden confiar al 100% en lo dicho en el libro. ¿Por qué es importante enterarse del tema?:

«La principal razón que me motivó a escribir sobre ello es su trascendencia. Ante él, los demás problemas que se pueden plantear a un hombre sobre la tierra, no pasan de la categoría de pequeños o sin importancia. Por ejemplo, preguntemos en la calle a un obrero que va a su trabajo: —¿A dónde vas? —y te dirá— ¿Yo?, a trabajar.

—¿Y para qué quieres trabajar? —Pues para ganar un sueldo. —Y el sueldo, ¿para qué lo quieres? —Pues para comer. —¿Y para qué quieres comer? —Pues, para vivir. —¿Y para qué quieres vivir?

Se quedará sorprendido creyendo que me estoy burlando de él. Y, en realidad, señores, esta última pregunta es la definitiva: ¿para qué quieres vivir?, ¿cuál es la finalidad de tu vida sobre la Tierra?, ¿qué será de ti después de esta vida terrena? Señores, estas son las preguntas más trascendentales, el problema más importante que se puede plantear un hombre sobre la Tierra, el de nuestros destinos eternos».

Les recomiendo leer este libro. Posteriormente, encontrarán que realmente existe un Infierno. Dios no condena, sanciona aquello que el alma elige, por eso la importancia de la confesión. En el Infierno hay dos tipos de penas, de daño y de sentido. La de daño es el inmenso vacío de Dios, odio, desesperanza sin tregua, remor-dimiento sin arrepentimiento. La pena de sentido es el fuego eterno que quema, que carcome, es el rechinar de dientes eterno. El Pur-gatorio en cambio, es esperanza porque ya forma parte de la Iglesia, privación de Dios pero que es temporal, también hay una pena de sentido, que es un fuego purificador. Finalmente, el Cielo, se dice textualmente que: ni ojo vio, ni oído oyó, lo que Dios tiene prepa-rado para aquellos que le aman, y lo mejor de todo es que es para siempre, siempre, siempre. Los planes de Dios son para que gocen en el Cielo. Tenemos un sitio reservado con nuestro nombre.

Se trata de aprender a vivir mejor porque si vivimos mejor mori-remos mejor. ¿Te has preguntado alguna vez por la muerte?

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¿Y si existe el más allá?

«Los placeres de esta vida ni bien empiezan ya están acabando y cuan-do son malos dejan un sabor amargo».

Anónimo

Continuando con estos resúmenes sobre Ideas para morir mejor, lo primero que hay que tener claro es la necesidad de estar bien pre-parados siempre. Para ello, ayuda mucho este resumen de otro de los capítulos del libro Existencia del más allá, de Antonio Royo:

«Vamos a fingir, vamos a imaginarnos que la fe católica no dijera nada sobre la existencia del más allá. Es absurda tal posición, puesto que tal existencia constituye la verdad primera y fundamental del catolicismo, pero vamos a imaginarnos, por un momento ese dis-parate. ¿Cuál debería ser nuestra actitud en semejante suposición? ¿Qué debería hacer cualquier hombre razonable, no ante la certeza, pero si ante la posibilidad de la existencia de un más allá con pre-mios y castigos eternos?

Veamos lo que ocurre con las cosas e intereses humanos. Exis-ten infinidad de compañías de seguros para asegurar un sinfín de cosas inseguras, sobre todo, cuando se trata de cosas que vale la pena asegurar. El que vive en una casa de esteras, no tiene porque preocuparse de asegurarla, pero el que posee una vivienda en la que ha invertido recursos, hace muy bien en asegurarla con un posible incendio, porque para él, un incendio podría representar una catás-trofe irreparable. Ahora bien, al hacer un seguro contra incendios, ¿está convencido de que el incendio pasará efectivamente? Está casi seguro de que no se producirá porque no es probable. Es simple-mente, posible, nada más. Y como tiene mucho que perder, lo ase-gura y hace muy bien.

Traslademos esto del orden puramente natural y humano, a las cosas del alma, al tremendo problema de nuestros destinos

eternos, y saquemos la consecuencia. Señores, aunque no tuvié-ramos la seguridad absoluta, ciertísima que tenemos ahora, aun-que no fuera ni probable, sino meramente posible la existencia de un mas allá con premios y castigos eternos (he dicho bien: premios y castigos eternos), la prudencia más elemental debería llevarnos a tomar toda clase de precauciones para asegurar la salvación de nuestra alma; porque si efectivamente hubiera In-fierno y nos condenáramos para toda la eternidad, lo habríamos perdido absolutamente todo para siempre.

El argumento, señores, no tiene vuelta de página. Si resulta que hay Infierno, que terrible chasco se van a llevar los que no piensan en el más allá, los que gozan y se divierten revolcándose en toda clase de placeres pecaminosos. Los que son sencillamente “buena gente, no le hacen mal a nadie”, pero tampoco se preocupan por mejorar, por vivir cara a Dios. En cambio nosotros no. Los que estamos con-vencidos de que hay una eternidad, los que vivimos cristianamen-te no podemos desembocar en un fracaso eterno. Aun suponiendo (que no lo supongo) que no existe un más allá después de esta pobre vida, ¿qué habremos perdido con vivir honradamente?».

Ya lo dice una antigua frase: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?». Una persona que tenga un poquito de fe y otro de sentido común es raro que no le importe lo que venga en su futuro, en la eternidad.

Creo que deben haber muy pocos incrédulos de cabeza, pero si muchísimos de corazón. No creen porque no les conviene creer, porque saben que si creen tendrán que sustituir sus formas de pen-sar «modernas» (riquezas mal adquiridas, renunciar a vengarse de sus enemigos, romper con su amiguita, etc.), y no están dispuestos a ello. Prefieren vivir su vida «tranquilos y sin que nada ni nadie les moleste» y para poder hacerlo con relativa tranquilidad se ciegan a sí mismos. No quieren creer, no porque tengan argumentos, sino porque les sobran demasiadas cargas afectivas.

Señores, cuando el corazón está sano, cuando no tenemos nada que temer de Dios, no dudamos en lo más mínimo de su existencia.

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Como ven, a la hora de la muerte, uno se juega todo a una carta y a veces corremos el riesgo de pretender tomar el último tren, es decir, intentar cambiar recién cuando ya estamos viejos y sabemos que se nos viene pronto, pero ¿y si lo perdemos?, ¿si se va antes?

Capítulo vIIfrases de películas para pensar

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Frases de películas para pensar

Decidí incluir este capítulo porque este compendio de frases que recopilé, principalmente de películas, se convirtió en uno de los favoritos del blog.

En resumen, lo que hago es colocar una frase de un actor o ac-triz, mencionada en alguna película famosa, y luego, paso a comen-tarla brevemente. Hay frases tan extraordinarias que no necesitan mayor explicación.

«Soy un buen tiburón, no una máquina de comer, si quiero que esta imagen cambie, primero debo cambiar yo. ¡Los peces son ami-gos, no comida!». Buscando a Nemo. Es así, muchas veces queremos cambiar de la boca para afuera, pero en el fondo no queremos hacer ese esfuerzo para mejorar.

«Hagas lo que hagas, ámalo. Como hiciste con la cabina del Cinema Paradiso». Cinema Paradiso. Uno de los secretos que he aprendido para vivir mejor es que lo que uno hace debe hacerlo con pasión.

«Mi corazón te ha elegido, y cuando él elige yo voy detrás…». Ciudad de Dios. Así es, hay que elegir bien donde ponemos nuestro tesoro, nuestras prioridades en la vida, porque donde está nuestro tesoro está nuestro corazón.

«Lo que posees acabará poseyéndote». El Club de la pelea. Muy real lo que dijo Ed Norton sin darse cuenta, si uno se apega dema-siado a las cosas, se terminará esclavizando de estas.

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«¡Qué pacífica sería la vida sin amor!, ¡qué segura y tranquila... y qué insulsa! ». El Nombre de la rosa. Realmente, y es que el amor, no es solamente estrellitas en el corazón, a veces exige mucho sacrificio de uno mismo, pero vale la pena.

«Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad». Gla-diador. Muy cierto, todos los actos que hacemos buenos o malos, serán reconocidos a la hora de la muerte para ver cual será nuestro destino final.

«!Buenos días, principessa!». La vida es bella .Impresionante la forma de ver la vida, de estar siempre de buen humor, de automoti-varse, de darle un sentido a la misma.

«Con el tiempo aprenderás que hay diferencia entre conocer el camino y andar el camino». Matrix. Yo agregaría entre quedarte en palabras, aterrizarlas y remangarte. Muchas veces somos como un letrero en una carretera que lo único que hace es mostrar por donde se debería ir, pero no piensa moverse para ir allí.

«Hay magia cuando sigues luchando más allá de tu resistencia, la magia de darlo todo por un sueño, que nadie más ve, aparte de ti». Million dollar baby. La frase se explica sola.

«Lo más inofensivo es lo que más daño hace en la vida». Mons-ter. Muchas veces por no querer cortar por lo sano ciertos defectos cuando son pequeños, terminan por asfixiarnos.

«El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existe». Sospechosos comunes. Eso justamente hace que para la gente no haya cosas buenas o malas, ya que al no existir el mal, todo es relativo. Así vemos que mientras unos afirman: «Para mí esto esta bien», otros, ante el mismo hecho, opinan: «Para mí está mal» .

«Siempre digo la verdad, incluso cuando miento, digo la verdad». Al Pacino en El precio del poder. Muchas veces nos acostumbramos no a mentir, pero si a exagerar, que al fin y al cabo es una forma de la mentira, y lo hacemos tan a menudo que nos parece normal.

«¿Cómo sería saber que tu siguiente suspiro será el último?». Jim Caviezel en La delgada línea roja. Imagínense ¿cómo cambiaría nues-tra vida?, ¿qué haríamos si nos dicen que nos queda una semana de vida, nuestra vida cambiaría rotundamente? Si no tenemos nada ase-gurado, no sería lo lógico vivir con la tranquilidad de que si nos queda un segundo, ¿podríamos morir tranquilos con nuestra conciencia?

«La fortuna favorece a los más audaces». Collin Farell en Alejan-dro Magno. Hay una frase que dice, el mundo es de Dios, pero Dios lo alquila a los valientes.

«Yo veo un bombón, me da igual que el resto vea toda la caja». Jack Black en Amor ciego. Allí va una frase para todos los que nos preocupamos de las apariencias, del que dirán, de los que estamos más interesados en hacer creer a los demás que somos felices, que en tratar de serlo realmente.

«La mayoría de la gente huye del conflicto cuando, para mí, mu-chas cosas buenas surgen del conflicto». Julie Delpy en Antes del amanecer. El truco no es huir de la discusión, de la pelea, cuando es necesario, ni modo. Hay que ser como los chinos, que ganan las peleas sin pelear.

«Todos los hombre mueren, pero no todos realmente viven». Mel Gibson en Corazón valiente. Así es, parece que están vivos, pero viven con el alma podrida, muerta, llena de su orgullo, de sus mise-rias, de tantas cosas que les impiden ver las cosas realmente impor-tantes y trascendentales de la vida.

«No hace falta que le pegue, basta con que no lo quiera». Kevin Spacey en Cadena de favores. A veces el peor castigo que podemos darle a alguien que queremos (esposa, padres, hijos) es no hablarles. Copio aquella célebre frase de un vals: «Ódiame por favor yo te lo pido, ódiame sin medida ni clemencia, porque el odio duele menos que la indiferencia».

«No eres tu cuenta corriente, no eres el coche que tienes, ni el con-tenido de tu billetera, no eres tus pantalones». Brad Pitt en El club de la

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pelea. ¿Parece muy obvio no? Pero igual, vivimos pendientes de las mar-cas, sin saber que una persona realmente vale lo que vale su corazón.

«El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante. Lo que no significa alocadamente, sino mimando cada si-tuación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asig-natura fundamental: el amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida». Robin Williams en La sociedad de los poetas muertos. Frase buenísima que no necesita más explicación.

«Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida, y dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte, que no había vivido». Robin Williams en La sociedad de los poetas muertos. Muchas veces descubrimos las cosas realmente importantes de nuestra vida en el ocaso de esta, vale la pena hacer un alto en el camino para pensar realmente que es lo más importante en nuestra vida y dedicarle el tiempo a ello.

«No subestimes el poder del lado oscuro». David Prowse en El regreso del Jedi. Traduciéndolo a nuestra realidad se lee algo así como que no restemos importancia a las tentaciones del diablo, porque muchas veces caemos sin darnos cuenta en lo profundo del hoyo.

«Santino, ¿qué te sucede, eh? Nunca digas lo que realmente pien-sas delante de gente que no conoces». Marlon Brando en El Padrino. Y es realmente así como nos comportamos, con caretas, con mucho de disfraz y poco de persona, en lugar de ser hombres de una sola pieza, transparentes siempre.

«Mamá decía que la vida es como una caja de bombones: “Nun-ca sabes qué te va a tocar”». Tom Hanks en Forrest Gump. Y es así, no somos dueños del futuro, pero sí de la forma como lo esperamos, como reaccionamos ante eventos que a simple vista no eran los me-jores para nosotros, para ello, es buena la confianza de saber que las cosas siempre pasan por algo.

«No inventes, no engañes, no robes ni bebas; pero si inventas, invéntate un mundo mejor; si engañas, engáñale a la muerte; si ro-bas, róbate un corazón y si bebes, bébete los mejores momentos de tu vida». Will Smith en Hitch, especialista en seducción. Se explica por sí sola.

«¿Haré lo que pueda? Los fracasados siempre alegan haber hecho lo que han podido. Los ganadores se van a casa y se casan con la reina del baile». Sean Connery en La Roca. Muchas veces el típico «haré mi mejor esfuerzo» no es suficiente, las empresas hoy en día quieren resultados, no gente que se amanezca en las empresas para que los demás los vean trabajar.

«Lo único que necesita el mal es que los hombres buenos no hagan nada». Bruce Willis en Lágrimas del sol. Muchas veces creemos que somos buenos y que hacemos lo que debemos simplemente porque «no le hacemos daño a nadie», pero no se trata de eso, en una empresa nuestro jefe tendría un buen concepto de nosotros ¿si simplemente «dejamos que no hayan pérdidas»?, o nos impulsaría a que necesaria-mente estemos buscando la forma de generar utilidades? Pues, igual con nuestra vida, si queremos asegurarla.

«Me resisto a caer en esa inercia en la que solo puedo agradecer lo que se me da porque no me queda más remedio que aceptarlo». Javier Bardem en Mar adentro. Yo le agregaría que puedo agrade-cer lo que se me da, porque es lo mejor para mí, porque las cosas siempre pasan por algo, a pesar de que nosotros no entendamos los planes divinos, para los que tenemos confianza en ellos, pues siem-pre son para bien. Son como el niño que se pone a llorar cuando le quitan las tijeras, pero no sabe que si hubiese seguido jugando con ellas se hubiese dañado el ojo.

«No todos los tesoros son oro y joyas, camarada». Johnny Dep en Piratas del Caribe. La maldición del perla negra. Depende del cristal con el que se mire la vida. Aquí en esta vida no hay tesoros absolutos, toda felicidad es pasajera, todo placer tiene un comien-zo y un fin, y cuando es ilícito deja un sabor amargo cuando pasa. A veces los tesoros de esta tierra pueden ser el hambre, el frío, la

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necesidad, la incomprensión; si es que sabemos encausarlos y saber sacar cosas buenas de ellos. No todo lo que brilla es oro.

«A veces me pregunto si he cambiado tanto. Si mi mujer me reconocerá cuando sea que vuelva a su lado, y si seré capaz de ha-blarle de días como el de hoy. Ryan... no sé nada sobre Ryan ni me importa. Ese tipo no significa nada para mí, es solo un nombre... pero si vamos a Ramelle, y le encontramos y vuelve a casa, y con eso me gano el derecho de volver junto a mi mujer, entonces... esa es mi misión». Tom Hanks en Salvando al soldado Ryan. No se necesita más explicación, lo importante en el trabajo es cumplir los objeti-vos, trabajar duro y parejo hasta conseguirlos.

«Necesito creer que algo extraordinario es posible». Russell Crowe en Una mente brillante. Si no tenemos ese aliciente, esa mo-tivación, qué triste sería nuestra vida. Qué triste la vida de todos aquellos que creen que todo se termina aquí abajo, personalmente, de vivir así, estaría en una grave depresión, pendiente de que no pasen los minutos porque es menos tiempo que le queda a mi vida.

«Creí que éramos invencibles. Ahora sé que las cosas que ha-cemos a la gente que amamos no se olvidan, y para seguir juntos, no hay que olvidar, sino perdonar». Woody Harrelson en Una pro-puesta indecente. Toda una lección para los matrimonios, la frase se explica sola.

«No es importante saber cuanto tiempo queda, sino saber qué haces con el tiempo que se te concede». Gandalf, el mago, a Frodo, en El Señor de los Anillos. Da mucho que pensar a todos los que no aprovechamos el tiempo, o lo utilizamos para ver televisión y dor-mir. Hay tantas cosas que se pueden hacer, ayudar a un ser querido, leer, hacer deporte, darle tiempo a la familia. Dicen que si el tiempo fuera solamente oro, podríamos perderlo, pero el tiempo es vida y no sabemos cuanto nos queda.

«Si bailas con el diablo, no cambias al diablo, el diablo te cam-bia a ti», de la película 8 MM. Si «coqueteamos» con lo incorrecto, nuestras debilidades e imperfecciones como seres humanos nos

llevarán, muy probablemente, a empezar a aceptar y actuar de manera incorrecta. Cita brindada como comentario del post de Miguel Rostagno.

«La vida no se mide por los momentos que respiras, sino por los momentos que te quedas sin aliento». De la película Hitch, especia-lista en seducción.

«No importa lo fuerte que golpeas, sino lo fuerte que pueden golpearte y lo aguantas mientras avanzas». Rambo.

«Lo importante no es saber lo que se dice, sino averiguar que es lo que se piensa» El abogado del diablo.

Y quería terminar mi libro con la frase de la letra de la canción, del último álbum de Los Beatles: «Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das».

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Este libro se terminó de imprimiren los talleres gráficos deMETROCOLOR S.A.,

Los Gorriones 350, Lima 9, Perú,en el mes de octubre de 2009

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