Arena en Los Zapatos

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«Arena en los zapatos», novela ejemplar en la que Etchenique adviertealgunos de los beneficios del caos o, para decirlo con moderación, deldesorden, es una novela asombrosa. Bajo el peso y el paso del«veterano», la gran ciudad esta vez se disuelve, se retira haciaconfines de mar, una playa sola al filo del otoño donde todo parececonvertirse en otra cosa manipulada por el tiempo. Entre otras, en unaficción que juega con los tableros de la memoria y la sospechasimultáneamente. Esto, claro, juega a favor del hombre que cada día debeluchar a puño limpio con el desánimo para restablecer un sistema deprioridades que el narrador nunca pierde de vista. Publicada por primeravez a fines de los ochenta, «Arena en los zapatos» ha adquirido un nuevosabor, mejorado con los años, como un buen vino. A su genial y demoradaintriga, a su ritmo exacto, debe agregársele la perspectiva y el tamañoque el personaje de Sasturain tomó: leyenda invulnerable, genio y figurade un argentino de bien obligado generalmente a mantenerse al margen dela ley. Una obra maestra.

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Arena en los zapatos

2

JUAN SASTURAIN

Arena en los zapatos

EDITORIAL SUDAMERICANA

BUENOS AIRES

Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida,

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por escrito de la editorial.

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Queda hecho el depsito que previene la ley 11.723.

2007, Editorial Sudamericana S.A.

Humberto I 531, Buenos Aires.

www.sudamericanalibros.com.ar

ISBN 978-950-07-2898-0

1989. Juan Sasturain

Hace veinte aos, este libro fue escrito

para Daniela, porque me sac de perdedor.

PRLOGO DE ACADEMIA

Se puede hacer una armadura con papel.

Pero no te pelees.

FONTANARROSA, Aforismos de

Ernesto Esteban Etchenique

No sirve dijo el tercer amigo en una semana. Setenta carillas y ningn muerto. Ni un tiro siquiera. No sirve...

Pero tiene clima, insinuaciones, pasan cosas... Ya llegarn los cadveres.

La ua crtica golpe rtmica y sucesiva la pila de pginas mecanografiadas.

No lo veo. Adems, est el problema del ambiente. No se puede ubicar una historia policial en una playita, un balneario casi en el campo.

Argument que si escriba o intentaba reconstruir las aventuras del viejo jubilado Etchenique deba ser ms o menos fiel a las crnicas de la poca, a los recuerdos de sus casos. Y, para bien o para mal, las cosas haban sucedido en esa playa miserable y no en otro lugar. Embalado con mis argumentos, mencion historias costeras y laguneras de Charles Williams, record los pueblitos, los caminos de tierra y las escopetas recortadas de las novelas de Jim Thompson.

El tercer amigo en una semana me mir burln y sonri sin comentarios.

De inmediato comprend mi error y le agradec mentalmente que no me humillara con comparaciones que yo no haba buscado. Slo quera salvar mi novela mi pedazo de novela en marcha, rescatarla de tanto escepticismo.

Adems conclu, le tengo que cumplir a Mojarrita Gmez.

Ahora se me ri francamente y adems hizo comentarios:

Pero en realidad existe ese Mojarrita?

Ms o menos quise intrigarlo. Me est esperando a m para decidirse.

Y ah fue cuando mi amigo resopl, golpe con la carpeta la baqueteada mesa del bar La Academia, llam al mozo, pag su caf slo el suyo y se fue. Era el tercer amigo en una semana que se iba. Y algunos se haban ido sin pagar.

Retom las carillas y rele los primeros prrafos tratando de tomar distancia. No fue posible. Salte y pas a la primera escena en la pileta iluminada. Me detuve en Mojarrita. Y justo l me preguntaban si exista...

Record la tarde en que desafiando la lluvia desordenada de primavera y la ominosa hepatitis que me retena bajo protesta en cama desde haca varias y amarillas semanas, apareci por casa.

Yo no lo haba visto jams pero lo conoca tanto por el pintoresco relato del Negro Sayago que no dud un instante: ese petiso de cuerpo esmirriado y soberbia apostura de compositor de msica tropical en el exilio o en la desgracia apenas estaba hecho para ser inolvidable.

No s cmo me lo explic y no le entend; no me lo explic tal vez, haba llegado a saber, sin haber ledo Manual de perdedores, que yo estaba escribiendo sobre el impostado Etchenike, Tony Garca y sus alrededores aventureros. Y saba ms: que l era el protagonista o uno de los principales actores de la historia que estaba reconstruyendo. Y, lo que es peor, quera ms: leer lo que haba escrito hasta ese momento.

Lo desalent con argumentos de enfermo. Con enfermas argumentaciones, mejor: que se dejara de joder, en sntesis. Que yo no haca historia ni crnica periodstica sino ficcin, que los hechos reales slo me interesaban para tergiversarlos, que los apellidos nada tenan que ver con gente real aunque algunos los usaran, que aspiraba a cualquier cosa menos a que me tomaran en serio, un riesgo que no estaba dispuesto a correr.

No entiendo dijo despus de escucharme con los ojos bien abiertos. Me tomo el trabajo de venir desde Asuncin para verlo y prescinde de mi testimonio...

En ese momento, tres cosas me impresionaron en l: el desparpajo con que menta sobre su paradero como dira Gelman, pues yo bien saba que apenas sobreviva trabajando de cuidador en un balneario de Punta Lara a cambio del uso de la casilla como vivienda; la utilizacin del verbo prescindir, que le vendra de su experiencia como empleado estatal acaso; y el criminal descuido con que haba dejado su paraguas chorreando al pie de la cama.

Me detuve, desagradable, en ese ltimo aspecto:

Hgame el favor, Gmez: squeme el paraguas de ah.

Me voy con l dijo repentinamente digno, ya de pie, y empundolo. Buenas tardes.

Algo habr tocado del elemental mecanismo made in Taiwan con su movimiento brusco, porque repentinamente el paraguas se abri como un murcilago enloquecido y en el aletazo expuls el agua a su alrededor: la cama, los libros apilados, mi hijo menor que abra la puerta en ese momento.

Hubo un silencio corto y despus no s quin empez una carcajada. Cuando terminamos de rer, Mojarrita Gmez empez a hablar. Vino al da siguiente y sigui hablando, volvi a venir el domingo y mil veces ms.

Cuando me levant de la cama sent que me liberaba de la hepatitis y, simultneamente, del acoso amistoso y verborrgico del minsculo nadador. Claro que tena, adems, dos cuadernos de apuntes repletos y una promesa arrancada a traicin, con el termmetro puesto, de que lo hara inmortal personaje y testigo de una aventura que es, finalmente, sta.

La noche de diciembre haba trado a un cuarto amigo a la mesa de La Academia y, fernet mediante, entre estampidos cortos y medidos de sifn, me prevena:

Cuidado con la efusiones sentimentales, los golpes bajos...

Me dicen que no hay cadveres suficientes al principio le expliqu.

El peligro no es se sino Etchenike: est solo o acompaado?

Al principio, solo.

No lo hagas pensar demasiado. Y no te pases con el color local.

Tratar.

En ese instante sent ganas de ir al bao pero la lejana increble del mbito donde me esperaba el mingitorio ms cercano me acobardaba. Vi en esa urgencia, en esa dificultad, una metfora. Me decid: en el camino hacia el bao ya tena resuelto el primer crimen y al bajar el cierre haba encontrado el tono justo.

Me engaaba, claro. Pero tuve que escribirlo para darme cuenta.

J.S.

Enero de 1989

PRIMERA

Me acord de aquel cuento del ciego que buscaba

en una habitacin a oscuras un sombrero negro

que no estaba all, y me sent igual que el pobre tipo.

HAMMETT, La maldicin de los Dain

Un pendejo

Tal vez sea inevitable aclarar que por esos aos, a fines de los setenta, Sergio Algaaraz era un periodista animoso, alegremente despiadado y con un mdico porvenir. Demasiados adjetivos para una definicin que poda ser ms simple: Algaaraz era un pendejo. Sobre todo, eso.

No es raro, entonces, que la inexperta y portea soberbia le haya puesto un gesto de asco a la posibilidad de clavarse un fin de semana en Playa Bonita, un casero infame le explicaron breve poco ms all de Necochea, amontonado alrededor del fantasmal hotel que cierto ministro de principios de siglo le haba regalado a la arena, la sal, los caballos y los yuyos de la ostensible pampa.

Ese hotel desmesurado y semivaco, olvidado como un transatlntico a la orilla del mar, era la nota. As al menos lo crea su jefe de la revista dominical de h/C:\ARCHIV~1\ARCHIV~1\MICROS~1\SMARTT~1\MOFL.DLLla KonicaSmartTagCaptionallAA/La Rioja Defaulthurn:schemas-microsoft-com:publishing:publishingmodelAuto GetTypeInfoCountOc0dows\CurCLSID\{BDEADF00-C265-11D0-BCED-00A0C90AB50F}Fhttp://f1.grp.yahoofs.com/v1/oKbGTB0WTG_Y6Iz0PJL4cJ9-E5yxqLGUX9PFWEGWtZmoVFrUXOiB3JhBuY3XEElOylAmbKU6BtC0BkGtA5G-Cw/C:\ARCHIV~1\ARCHIV~1\MICROS~1\WEBFOL~1\MSONSEXT.DLLC:\ARCHIV~1\ARCHIV~1\MICROS~1\WEBFOL~1\MSONSEXT.DLLDisplayNameDocuHrefBaseDocParentHrefurn:users:SerialParallel1DefaultReadOnlyurn:users:SerialParallel1Default&LastSavedFolderTypeReadOnlyurn:users:AutoSerialParallel1Default"CurrentFolderType&LastSavedFolderTypeReadOnlyDocumentCreatedDisplayNameDocuHrefBaseDocParentHrefDocumentCreatedDisplayNameDocuHrefBaseDocParentHrefDocumentCreatedDisplayNameDocuHrefBaseDocParentHrefDocumentCreatedDisplayNameDocuHrefBaseDocParentHref GetTypeInfoCountesnoop,$pp" 0b(@O(\b(mon|tue|wed|thu|fri|sat|sun)[^\.\s\,]*\.?\,?\s+)?\b(feb)[^\.\s\,]*\.?\,?\s*(29)(\s+|,\s*)(1972|1976|1980|1984|1988|1992|1996|2000|2004|2008|2012|2016|2020|2024|2028|2032|2036|2040|2044|2048|72|76|80|84|88|92|96|00|04|08|12|16|20|24|28|32|36|40|44|48)\b)?.))?.|\.|a\.|\.))?.|\.|a\.|\.))?AO\\;\$\ \":\&(*,.02468: