6
fii"a, Or¿¿g¡rys rrfúe - eiistenc'iá y, sin embargo, su,fama . " riuahza con los hallazgos científicos. Son civilizaciones, lugares_y objetos cuy0S vest-r$io5 soñados han inspirado empresa$Tn su búsqúeda, por Javiet Moncayo

Arqueologias de leyenda

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Los Mitos de la Atlantida

Citation preview

Page 1: Arqueologias de leyenda

fii"a,

Or¿¿g¡rys

rrfúe

- eiistenc'iá y, sin embargo, su,fama . "

riuahza con los hallazgos científicos.

Son civilizaciones, lugares_y objetos

cuy0S vest-r$io5 soñados han

inspirado empresa$Tn su búsqúeda,

por Javiet Moncayo

Page 2: Arqueologias de leyenda

Afu,lfui

Am^s*a.

I igual que otras disciplinas queintentan desvelar el pasado dela humanidad, la arqueologíacuenta con sus propios mitos yleyendas. Los más conocidos

su ongen en an$guos es-critos que ñablan de civilizaciones perdidas enla noche de los tiempos, reinos gloriosos, ciuda-des de oro y objetos sagrados. Son restos ideali-zados que han desatado auténticas fiebres a lasque han sucumbido toda suerte de explorado-res, iiivestigadores y aventureros.

PATABRA DE PTATON

¿Qué mejor carta de presentación para un mitoque los mismísimos Diálogos de Platón? Escri-tos a mediados del siglo IV a. C., los diálogosTimeo y Critias recogen la historia de la Atlán-tida, una remota isla-continente situada más

allá de las antiguas columnas de Hércules (hovestrecho de Gibraltar) y poblada por una razacuyos ascendientes eran el dios Poseidón y lamortal Clito. Platón atribuye la historia a Solón,poeta y legislador ateniense, quien a su vez su-po de la existencia de la Atlántida por un sacer-dote egipcio. Al parecer, las crónicas egipciasreferían una gran guerra librada nueve mil añosantes de la época de Solón entre Atenas y unpoderoso imperio "qtJe avanzaba del exterior,desde el océano Atlántico", y que se saldó conla victoria de la otrora heroica patria ateniense.Platón concluye su relato describie ndo lasgrandezas de la próspera civilización y su terri-ble final a causa de un cataclismo que sumergióel continente en el océano.

Lo cierto es que no se conoce ninguna fuen- Mapa de la

te escrita que mencione la isla antes de los dos atlántida sesún

textos del filósofo griego, y todas las referen- illl"3:ilililii;'.

Page 3: Arqueologias de leyenda

El territorio atlantePlatón dejó una minuciosadescripción de la capital de laAtlántida, que ha sido llevada

al papel en numerosas oca-siones (en la imagen de la iz-

quierda, dibujo de WalterHeiland de 1934). El territo-rio donde se asentaba la ciu-dad era una llanura fértil de

forma rectangular, de unos550 kilómetros de largo y366 de ancho, situada cercadel océano Atlántico.

La llanura estaba rodeadade montañas majestuosas enlas que había aldeas muy ri-cas. En los ríos, lagos y pra-

deras habitaban animalestanto salvajes como domesti-cados, y los bosques propor-cionaban maderas de todotipo que cubrían las necesi-dades de todos los gremiosartesanos,

Un sistema de canales cre-aba una serie de islas con-céntricas. En el centro estabasituado el Templo de Posei-dónfl, circundado por un

muro de oro, La segunda co-ronaB, de 1 km de diáme-tro, estaba ocupada por el

palacio del rey, templos, jardi-

ilE.%i:f;d

nes, gimnasios y baños abas-tecidos por dos fuentes (una

de agua caliente y otra deagua fría). Estaba protegidapor un muro de un extrañometal que Platón bautizó co-

I &r-'r:-;

mo orichalcum. En los dos

cinturones siguientes fl y !lse apostaban, respectiva-mente, la guardia personal

del rey y el resto de Ia guarni-ción, Los muros de estas dos

últimas islas estaban alzados

con estaño, el primero, y pie-dra recubierta de cobre, el

segundo. Un canal de unosI 0 km conectaba la ciudadcon el océano.

*::.' .- --:ijlb.:*..-_z>.la; s:-.. .,ffi----:!*,ñ

-"'.v:

AthanasiusK¡rchér, iesuita yocult¡sta alemán

del s¡glo xvil.ldent¡f¡có la

Atlántida comouna inmensa ¡sla

en med¡o delocéano Atlántico,

cias posteriores se basan en ellos. ¿Se ajusta lonarrado por Platón a la verdad hisrórica? El pro-pio Aristóteles, discípulo de Platón, zanjó conun "quien creó el continente acabó tambiéncon é1" el debate sobre la aurenricidaddel mito de su maestro. No obstan-te, otros autores clásicos, comoVirgilio, Heródoro o Plutarco, síque le dieron crédito y contri-buyeron a su difusión.

¿DÚilDE ESTÁ tA ATI.¡íNTIDA?

El interés por ubicar geográfi-camente los restos del miste-rioso continente se reavivó enel siglo xvtI, rras el descubri-miento de América. El filósofoinglés Francis Bacon, en su libroI'Ioua Atlantis (1638), identificó Amé-rica con el país descrito por Platón. En 1665,el jesuita alemán Athanasius Kircher llegó a di-bujar un mapa en el que el conrinente aparecíacomo una inmensa isla situada entre España y

América. Desde enronces se han propuesto lasmás variopintas localizaciones: la Cádiz del rei-no de trtessos, el Sáhara, México, las Cana-

rias, iVlesoporamia o los Andes.El gran impulso del mito se produjoa finales del siglo xtx. En 1882, el

novelista y político norteamerica-no Ignatius Donnelly publicó

,1 tlan ti s : Tlte A n tedi luui anWorld, donde afirmaba que las

islas Azores eran los restos dela Atlántida. Aunque el librono aportaba ninguna prueba,fue todo un éxito de ventas

que despertó el entusiasmo delromanticismo decimonónico.

Támbién el de Heinrich Schlie-mann. Animado por su descubri-

miento de Tioya en 1873, decidió lan-zarse en pos de la Atlántida. Pero murió en

1890 sin poder siquiera iniciar su expedición.El te stigo lo recogió el explorador británicoPercy Harrison Fawcett. En 1925 emprendió la

84 ARQUEoLoGIA

Page 4: Arqueologias de leyenda

búsqueda de los restos de la Atlántida en la sel-vaamazónica. ¿Por qué allíl H. Ridder Haggard(autor de Las minas delrel Salomón) le habíaregalado un pequeño ídolo supue stamenteatlante comprado a unos indios. La fatalidad,de nuevo, impidió el éxito de la misión: Faw-cett desapareció en el Matto Grosso brasileño.

Talvez porque los arqueólogos no habían en-contrado nada el mito conoció otra expansióncon el boom del esoterismo del siglo >x. El pa-rapsicólogo norteamericano Edgar Cayce(1877-1945) fue receptor de una revelacióncuando menos insólita: los atlantes habían de-sarrollado "cristales de fuego", una tecnologíacapaz de canalizar energía que se les fue de las

manos y acabó destruyendo su continente enaguas del mar Caribe.

Los hallazgos de la arqueología contemporá-nea desmienten la existencia de una civiliza-ción tan sofisticada 9.600 años a. C. Una pre-gunta, sin embargo, les queda pendiente a

los investigadores. ¿Por qué Platón habló de laAtlántida? Dos son las teorías predominantes.La primera considera que la intención del filó-sofo fue ilustrar con un ejemplo la utopía políti-ca que había desarrollado en \a Repúblicay LasLeyes. Desencantado y crítico con la democra-cia de su tiempo, Platón dio rienda suelta a sufantasía e imaginó un pasado más memorable.

La segunda teoría asegura que es una recrea-ción de \a caída de la civilización minoica y ladestrucción de la isla volcánica de Thera. Eneste caso, Platón se habría confundido de fe-chas. Existen pruebas geológicas de una tre-menda explosión volcánica que voló la isla deSantorini (en el mar Egeo) y sacó a la luz el des-comunal cráter de Thera unos 1.500 años a. C.

UN CASTITI.O PARA ARTURÍ|

La Edad Nt[edia aporta uno de los mitos máspersistentes no sólo de la arqueología, sino delarte y la literatura: el del rey Arturo. Los histo-riadores no descartan que el origen de la leyen-da se base en un personaje real, pero no sería

un rey medieval, sino más bien un caudillo mi-litar britano que habría vivido en el siglo r', jus-to después del período romano.

La tradición artúrica se remonta ala Historiade los reles de Breto.ña, escrita por Geoffrey deMonmouth hacia 1136. En el libro Arturo apa-rece como rey de Britania, cuya corte N.Ion-mouth sitúa en Caerleon, al sur de Gales. Naceentonces la leyenda de un feudo en el que Ar-turo, junto a su mujer, Ginebra, vir,ía rodeadode una orden de caballería basada en la france-sa de principios de la Edad N'ledia. Son los fa-mosos caballeros de la Thbla Redonda, una me-sa oval en torno a la cual se reunían Perceval.Lanzarorc \'otros caballeros junto a su rey.

En el último tercio del siglo xtt, el poeta fran-cés Chréden de Tioyes dio nuevas alas al mitoal situar la sede del rey Arturo en Camelot, lacapital de un reino tan incierto como su locali-zación. Thomas Vlalory escritor inglés del sigloxr', lo situó en Wincheste¡ en el sur de Inglate-rra, va que esta ciudad fue capinl de los revessajones en la Alta Edad Nfedia. Probablementesu teoría Estuvo influenciada por la Tabla Re-donda del castillo de Winchester. una mesa del

Escena de lacoronac¡ón d6lr6y Arturo, obrade s¡glo xilr. Enesa época el16lato orig¡nario(escrito porGooffrey deMonmouth én élsiglo xr) ya habladado origen atoda unal¡teraturaartúrica.

Un pozo sin fondo

Una isla deshabitada, unagruta con indicios de habersido perforada por humanosy el rumor de un tesoro es-

condido en sus profundida-

des. Parece el argumento de

La ¡sla delTesoro, la conocidanovela de R. L. Stevenson,pero en realidad se trata de

la leyenda de la isla de Oak,

en Nueva Escocia (Canadá).

En 1795, tres jóvenes descu-

brieron en la isla un pozo

apuntalado con madera y, a

part¡r de ahí, se fue forjando

la quimera de que el pozo

contenÍa un tesoro. Hallazgosjamás contrastados (una pie-

dra grabada con una aparen-

te inscripción revelando el te-soro, instrumentos, mapas...)alimentaron una carrera ar-queológica en la que partici-

paron sociedades como la

Truro (1849), que invirtió mi-

les de dólares en la excava-

ción de la gruta. La isla no

sólo congregó a buscadoresde tesoros, sino también a

rastreadores de las presuntas

huellas de fenicios, templa-rios, p¡ratas como Francis

Drake o ¡ncluso extraterres-

tres. Todos los intentos de

desvelar el misterio o hallar

el tesoro han sido en vano.

ARQUEOLOGIA 85

Page 5: Arqueologias de leyenda

El Arca de Noé

La Biblia es una fuente de pri-

mer orden para la arqueologÍa

mítica. A pesar de su carácter

alegórico (o precisamente por

ello), las Escrituras han dadopie a una búsqueda apasiona-

da e lnútil de los objetos sa-grados que mencionan, en

especial el Arca de la Alianzay la de Noé.

La primera es un cofre que

contenÍa los Diez Mandamien-

tos, el Maná y el bastón deAarón. Tras ser guardada en el

Tabernáculo, fue custodiadaen elTemplo de Salomón, en

Jerusalén. La desaparic¡ón del

arca durante la destruccióndel ediflclo en 58ó a. C. dejó la

puerta abierta a que arqueó-logos del estilo del hdiana Jo-

nes cinematográflco

especularan sobre su parade-

ro y se dedicaran a seguir su

etéreo rastro. En todos los ca-

sos el rigor científico brilla por

su ausencia. Los etíopes,mientras tantq creen que es-

te tesoro se halla en la cate-

dral de Santa María de Slón,

en Axum, aunque sÓlo un

monje puede corroborarlo.

La polémica y los anuncios

intermitentes de su supuestohallazgo o de la próxima, y es-

ta vez definitiva, excavación

también han perseguido al Ar-ca de Noé. Según diversas in-

terpretaciones del Génesis, la

nave que Noé construyó cum-pliendo los designios de Dios

para salvar la fauna terrestre

del Diluvio Universal varó en

el monte Ararat, en Turquía.

Basándose en estos datos,geólogos y arqueólogos han

acometido decenas de estu-

dios y exploraciones en la zo-

na. El objetivo de los primeros

era hallar el estrato que una

inundación como la descritapor el Antiguo Testamento ha-

bría dejado en el subsuelo deArarat. El de los segundos, dar

con los anhelados restos del

arca. Nadie ha logrado aportarevidencias científicas ni de lo

uno ni de lo otro.

Arr¡ba, monteArarat, en

Turquía, dondenumetogas

expédlclones hanbuscado réstos

del Arca de Noé.Aba¡o, lago

Guatav¡ta. En suorilla se exploró

en busca deEldorado.

siglo xrr aceptada en tiempos de Malory comola tabla arrúrica original.

Posteriormente, Camelot fue identificadocon ciudades de nombre similar: el Camulodu-num romano, Colchester; o Cornualles, hipoté-tica cuna de Arturo, en una zona bañada por elrío Camel. Sin embargo,lalocalización que másquórum y excavaciones ha motivado, siempresin pruebas definitivas, es el castillo de Cad-bury en una colina que dominaba el cauce delrío Cam. Sin embargo, las excavaciones efec-tuadas en Cadbury descubrieron un fuerte cel-ta construido antes de la ocupación romana delsiglo r d. C, no un castillo medieval. En defini-tiva, Camelot sigue siendo una ciudad soñada.

EL CÁTE ESTHEIIAEl reino de Camelot es también el primer pun-to de partida de la búsqueda del Santo Grial,tema de un famoso ciclo de novelas medievalesy otro de los grandes mitos de la arqueología.El Sanco Grial sería, según esta tradición, el cá-liz que supuestamente udlizó Cristo en la Ulti-ma Cena y con el que José de Arimatea recogiósu sangre cuando colgaba de la cruz.

Las primeras referencias escritas al cáliz sonlas que aparecen en el Nuevo Testamento, sinque vuelva a existir menciona alguna hasta laFrancia de la Edad Media. Robert de Boron,

en el romance en verso José de Arimatea, escri-to probablemente a caballo enrre los siglos xn yxIII, relata cómo José de Arimatea y sus segui-dores llevaron el Grial a Glasronbury, Inglate-rra, y cómo la búsqueda del cáliz sagrado seconvirtió en el más alto reto espiritual que de-bían afrontar los caballeros de la no menos míti-caThbla Redonda. Un reto que sólo Percevalconsigue superar al dar con el vaso sagrado, se-gún se narra en El cuento del Grial, un vasto ro-mance escrito por el prolífico Chrétien de Tio-yes entre 1180 y 1240, anterior seguramente altexto de Robert de Boron.

s6 ARquEoLoGfA

Page 6: Arqueologias de leyenda

cV.9=-

Tias el Renacimiento, el r-nito del Grial car'óen el olvido, del qr-re fue oportuna[rente resca-tado por los incorregibles rornánticos del sigloxtx. Las implicaciones arqueológicas del mitose han limitado a intentar der-nostrar la autenti-cidad de las numerosas reliquias qr-re aspiran a

ser declaradas el Santo Grial original. se han re-alizado mr-rltitud de estudios de los anales enpoder de cada una de las iglesias que guardan yveneran estos cálices. Thl es el caso del de la ca-tedral de Valencia, cuvo origen se ha situado enla Palcstina del siglo r d. C.

Et (¡R(l MATDITO DEt NUEVfl MUNDf)La conquista de América dio lugar lugar a rnitoscorno Eldorado. La ciudad hecha de oro ejercióuna fascinación extraordinaria sobre numerososaventureros españoles en el siglo xvt, espolea-dos por los suculentos botines de Cortés enNIéxico y de Pizarro en Perú. El origen del rni-to remite a la levenda del "hornbre dorado". Elcronista Gonzalo Fernández de Oviedo fechaen 1534 la primera mención a un territorio si-tuado en Cundinarnarca, el "país del cóndor"(actual Colornbia). Allí los indios chibchas cele-braban cada año un extraño rito: un cacique lo-cal se untaba de polvo de oro, subía a una pira-gua y lanzaba al lago Guatavita oro y esmeraldascomo ofrenda a los dioses. El cacique se sumer-gía en el lago y reaparecía en medio del éxrasisde sus súbditos. El mito evolucionó v Eldorado

infructuosos v varias tribr,rs indígenas masacra- rustración de

das, se perdió a las puertas de Cundinamarca v lsee de la c¡udad

tiró la toalla. Los iñdios le pagaron poco des- :i.T;[::pués con su misma moneda: le mataron con orillasdeun

una flecha envenenada. Este fracaso no disua- laso'

dió a los españoles, que se embarcaron en de-cenas de aventuras iguahnente aciagas en Co-lombia, !'enezuela v la Amazonia. Corno la deacometida por Jorge de Spira entre 1535 v 1538.Se plantó en las faldas de los Andes, pero ru\.oque regresar tras perder la mavor parte de sutropa, víctimas de los indios v del agotamiento.En la misma época, Antonio de Berrío fue in-cluso nombrado gobernador de Eldorado, peromurió sin dar con el país que con-randaba.

Sólo alcanzó un cierto éxito Gonzalo Jiménezde Quesada. un aventurero cuvo empeño le va-lió el apodo de "caballero de Eldorado". Tias undr-rro periplo durante el cual sus hombres fue-ron acosados por los indios y diezmados por lasenfermedades tropicales, en enero de 1537 al-canzó Cunlinamarca y conquistó la capital, Bo-gotá. Encontró oro y diamantes, pero no las ina-gotables reservas que el reino teóricamenteposeía. La leyenda de Eldorado cayó en des-gracia a principios del siglo xx. Firmó su cerri-ficado de defunción nada menos que Hum-boldt. El explorador alemán realizó estudiostopográficos de los valles del Apure y del Ori-noco sin hallar rastro de oro alguno.

menzn, J. G.

¿os supeliyierrüesde Ia Aflántida.

Barcelona: :

Martínez Roca, 1994. Aflanüq Greek Mitho-togiy Links.

Erus, Richard. En busca htfi!/homepage.mac-de la Aflántida. Barce- rcm/cparada/GMlJlona: Grijalbo,2000. Aflantis,html

pasó a ser un reino donde calles y casas esraban p$![!!!Eqcubiertas de oro.

El primero en emprender la búsqueda fue elalemán Arnbroise Alfinger. F,nue 1529 v 1538lideró varias expediciones financiadas con laventa de esclavos indios. Tias años de esfuerzos

ARquEoLocÍA 8z