Art LIPOVETSKY Era Consumo

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  • CONFERENCIA I Martes, 14 Octubre 2008

    EL HIPERCONSUMO

    EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    GILLES LIPOVETSKY FILSOFO Y SOCIOLGO

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    Deseara intentar demostrar qu es lo que ha cambiado en el universo del consumo en la era de la globalizacin. Como es bien sabido, sta se caracteriza por la preeminencia de una economa neoliberal nica que integra a las principales regiones

    econmicas del mundo. En este mbito, la globalizacin

    contempornea est marcada por procesos multidimensionales de

    liberalizacin y desregulacin y por interconexiones crecientes. Resulta

    incontestable que el consumo participa de ese mismo movimiento: se

    encuentra en la misma escala planetaria que se impone el propio

    modelo consumista; y el universo consumista est asimismo cada vez ms

    estructurado por lgicas de desregulacin e interaccin, por el

    desmantelamiento de las antiguas barreras, por el poder

    desterritorializante de las conexiones y las redes. La sociedad del

    hiperconsumo es aquella que se corresponde con la era de la

    globalizacin, pero tambin con la de la individualizacin extrema.

    Para poder entender qu es lo que ha cambiado en el universo

    contemporneo del consumo, es necesario intentar situar nuestra poca

    en la historia del consumo moderno, que ya es secular. Con este

    propsito, yo propondra un esquema de evolucin del capitalismo de

    consumo basado en la distincin de tres grandes fases:

    La fase 1 comienza alrededor de 1880 y concluye con la Segunda Guerra

    Mundial. Esta fase es, en primer lugar, la que asiste a la proliferacin de

    las mercancas estandarizadas que se venden a bajo precio y se fabrican

    en serie gracias a los nuevos mtodos y a los nuevos procedimientos de

    fabricacin industrial. El ciclo 1 es asimismo el inventor del marketing de

    masas y del consumidor moderno, que presencia tambin la aparicin

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    Gilles Lipovetsky

    de: 1) el embalaje o el acondicionamiento de los productos; 2) las

    primeras grandes campaas de publicidad a escala nacional; y 3) la

    marca, en el sentido moderno del trmino. Si esta fase desat un proceso

    de democratizacin del consumo mercantil, lo hizo de forma muy

    limitada, pues la mayora de los hogares disponan de muy pocos

    recursos para poder adquirir los equipos modernos que se multiplicarn

    despus, en el siglo XX - los automviles, las neveras, los hornos elctricos,

    los cuartos de bao, etc. -. Por lo tanto, podemos decir que la fase 1 cre

    un consumo de masas inconcluso, un consumidor moderno, aunque

    predominantemente burgus o incluso elitista.

    El nuevo ciclo de las economas de consumo, esto es, la fase 2, se sita

    alrededor de 1950 y se prolonga hasta finales de los aos 70. Esta

    segunda fase se identifica con lo que se ha dado en llamar la sociedad

    de consumo de masas, sinnimo de democratizacin, de generalizacin

    de los productos de consumo en todos los grupos sociales. Es entonces

    cuando se empieza a comprar aquello que da placer, y no nicamente

    lo que se necesita. De pronto, la dimensin de la eleccin, las

    motivaciones individuales, los factores psicolgicos, comienzan a ejercer

    una influencia cada vez ms determinante. A lo largo de esta fase 2 el

    consumo entra en la era de la individualizacin y de la psicologizacin

    masiva. Lo superfluo, la moda, el ocio, las vacaciones, se convierten en

    deseos y aspiraciones legtimos de casi todos los grupos sociales. Al mismo

    tiempo, la publicidad exalta permanentemente el placer; por todas

    partes, la sociedad de consumo exhibe los smbolos del placer, del

    erotismo, de las vacaciones, del gasto frvolo. El hedonismo en masa,

    junto con la propagacin de los nuevos bienes duraderos (televisin,

    coche, comodidades, etc), favorece la privatizacin de la vida, una

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    Gilles Lipovetsky

    dinmica de individualizacin de los gustos, de los comportamientos y las

    buenas costumbres. Con la fase 2, el consumo empieza a remodelarse a

    gran escala bajo el signo del individuo, de sus aspiraciones y sus gustos

    privados.

    Yo adelanto la hiptesis de que ese ciclo 2 tambin ha concluido. Desde

    finales de los aos 70 y principios de los 80, asistimos a una nueva fase.

    Ya no estamos en la vieja y querida sociedad de consumo que acun

    nuestra juventud; ahora nos encontramos en lo que he propuesto

    denominar sociedad de hiperconsumo. Y son los rasgos caractersticos de

    esta nueva configuracin social histrica los que me gustara presentarles

    a continuacin.

    H IPERINDIVIDUALISMO E HIPERCONSUMO

    Desde finales de los aos 70, la tecnologizacin de los hogares es un

    hecho generalizado en casi todos los grupos sociales. A partir de ese

    momento comienza a desarrollarse el pluriequipamiento de las familias, y

    es cada vez mayor el nmero de hogares con varios bienes duraderos de

    un mismo tipo (dos coches, varios televisores, telfonos, etc). Es el primer

    rasgo de esta nueva sociedad. Esta dimensin es importante, porque

    hasta entonces predominaba una lgica de consumo de tipo semi-

    colectivo, es decir, basada en el equipamiento del hogar. Esto va a

    cambiar con la sociedad del hiperconsumo, ya que el consumo se

    centra cada vez ms en el equipamiento de los individuos que

    conforman un mismo hogar. Se podra decir, parafraseando a Marx: De

    cada uno segn sus objetos, a cada uno segn su tiempo de uso.

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    Gilles Lipovetsky

    Qu duda cabe que la sociedad de consumo, por medio de las

    vacaciones, de la televisin, favoreci la individualizacin de los

    comportamientos. Pero ha sido la sociedad de hiperconsumo la que ha

    dirigido una autntica escalada individualista, un hiperindividualismo, el

    pluriequipamiento, que permite desincronizar las actividades y facilita el

    consumo individual, los usos personalizados del espacio, del tiempo y de

    los objetos. En este sentido, hemos pasado a un consumo de tipo

    hiperindividualista.

    H IPERCONSUMO DESREGULARIZADO

    Hasta entonces, los hbitos, las normas y las prcticas de clase

    delimitaban los comportamientos de consumo. Pero esto est a punto de

    cambiar, y a gran velocidad: no solo el multi-equipamiento de las familias

    y los nuevos objetos (mviles, microordenadores, vdeos, microondas

    etc) sino tambin la diferenciacin abismal de la oferta y las

    aspiraciones crecientes de mejorar de fortuna han desatado una fuerte

    desestabilizacin de los modelos culturales de clase. Dicho de otro modo:

    una mayor libertad de los actores frente a las normas y hbitos de clase.

    As como el capitalismo desregularizado y globalizado se ha convertido

    en palabras de Edward Luttwak- en un turbo-capitalismo, vemos

    asimismo como surge lo que yo llamo el turbo-consumidor, es decir, un

    consumidor liberado del peso de las convenciones, de la cultura, de las

    normas, de las tradiciones propias de cada clase. De ah el perfil del

    nuevo consumidor, que se describe como errtico, nmada, voltil,

    imprevisible, fragmentado, desregularizado. Dado que cada vez est

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    Gilles Lipovetsky

    ms liberado de los controles colectivos a la antigua, el hiperconsumidor

    es un sujeto zapeador y descoordinado.

    E L CONSUMO EMOCIONAL

    Durante mucho tiempo, para explicar la dinmica del consumo y las

    necesidades, los tericos favorecieron el modelo Veblen, es decir, el

    modelo del gasto honorfico o estatutario. Brevemente, este modelo

    afirma que no consumimos las cosas por s mismas o por su valor de uso,

    sino por adquirir un cierto status social, para brillar, ser admirados,

    reconocidos dentro de un grupo, o para distinguirnos de las clases

    sociales inferiores. Es el esquema desarrollado incansablemente por

    Bourdieu: el de la distincin social. En mi opinin, ya desde la fase 2 ese

    modelo comenzaba a mostrar ciertos signos de debilidad, aunque an

    fuera vlido: es la poca en la que Vance Packard escribe un libro con

    un ttulo muy elocuente, Les obsds du standing.

    Pero a la fuerza debemos sealar que este modelo resulta cada vez

    menos aplicable a medida que los artculos de consumo se banalizan y

    se difunden a lo largo y ancho del espectro social: la nevera, la

    televisin, la cadena Hifi, el mvil... no se compran para diferenciarse,

    sino para satisfacer las necesidades privadas, hedonsticas, ldicas,

    experimentales. Preferimos los artculos que nos permiten vivir a los

    artculos-vitrina, que slo compramos para destacar o diferenciarnos de

    los dems.

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    Gilles Lipovetsky

    El consumo individual tiene ms importancia que el consumo guiado por

    la preocupacin por el otro. Esto no quiere decir, claro est, que la

    preocupacin por el otro haya desaparecido; esta preocupacin

    persiste, pero rodeada de todo un conjunto de motivaciones diversas

    que no dependen de ese factor. La poca del hiperconsumo coincide

    con el triunfo de un consumo ms emocional que estatutario, ms ldico

    que prestigioso. Eso es el hiperindividualismo en el consumo: tiene menos

    de distintivo pero ms de bsquedas sensitivas, perturbadoras o

    experienciales. A partir de ahora, el consumo funciona como un viaje.

    Es la puesta en movimiento de nuestro imaginario: lo importante es que

    en nuestra vida habitual pase algo nuevo. Viene a ser como cuando

    salimos de viaje o nos vamos de vacaciones; lo importante no es tanto el

    lugar al que vamos, sino el viaje en s mismo. En nuestras sociedades, el

    consumo funciona como una droga; es una experiencia banal, pero

    permite romper un poco con la rutina diaria, intensificando el presente.

    En ese sentido, el consumo debe verse menos como un poder de

    alienacin y ms como un poder para animarse; es eso lo que explica su

    fuerza emocional en los individuos.

    Es necesario interpretar la pasin consumista como una manera ms o

    menos eficaz de combatir, de conjurar, de exorcizar la fosilizacin de lo

    cotidiano. Mediante la adquisicin de artculos nuevos, el consumidor

    expresa el rechazo a la cosificacin de uno mismo y de lo rutinario, el

    deseo de intensificar y reintensificar su vida presente. Tal vez ese sea el

    deseo fundamental del hiperconsumidor; es decir, rejuvenecer su

    experiencia del tiempo, revivificarla mediante novedades que son como

    semblanzas de aventuras. Por lo tanto, hay que pensar en el

    hiperconsumo como en una cura en una fuente de juventud emocional

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    que recomienza una y otra vez. El hiperconsumidor ya no es la persona

    obsesionada con el standing; es aquel que desea rejuvenecer una y otra

    vez, que rechaza los tiempos muertos, que siempre quiere conocer

    nuevas emociones a travs de las novedades comerciales. Es la persona

    que suea con parecerse a un fnix emocional que renace una y otra

    vez de sus cenizas!

    u N HIPERCONSUMIDOR ANSIOSO

    Para definir esta nueva sociedad, algunos socilogos hablan del

    advenimiento de una cultura neodionisaca que descansa nicamente

    sobre la preocupacin en el presente y en el deseo de disfrutar aqu y

    ahora. De este modo, nuestras sociedades estaran asistiendo de nuevo a

    la recomposicin de lo que desde los tiempos de Horacio se denomina el

    carpe diem, es decir, el hecho de vivir al da, disfrutando de todos los

    placeres, aprovechando al mximo cada instante. Creo que estas tesis

    son falsas. En realidad, lo que caracteriza la mentalidad de esta poca

    no es tanto el carpe diem como la inquietud de enfrentarse a un futuro

    incierto, con riesgos profesionales y de salud.

    Por lo que respecta a la cuestin que aqu nos ocupa, el fenmeno

    principal es en realidad el miedo al paro y a la precariedad; es tambin

    el miedo a la enfermedad, la obsesin por la salud y la longevidad.

    Ahora bien, el individualismo ya no puede concebirse al margen de la

    obsesin por la salud y la longevidad; los gastos mdicos, las revisiones,

    las consultas, todo explota, literalmente. De manera generalizada, se

    trata de identificar los factores de riesgo y de someterse a

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    reconocimientos. Es la poca de la prevencin a travs de todo un

    conjunto de prcticas deportivas, alimenticias, higinicas (no comer

    grasas, no ir con prisas, no fumar). Incluso las conversaciones cotidianas

    se ven inundadas por la temtica de la salud y la forma fsica. La palabra

    clave ya no es disfrutar, como en los 60 o los 70; aqu es la salud, la

    longevidad, la prevencin, el equilibrio.

    La consecuencia de ello es que, poco a poco, el referente de la salud

    coloniza todas las esferas de la oferta comercial: el ocio, el deporte, la

    vivienda, la cosmtica, la alimentacin; todos estos mbitos se hallan,

    poco o mucho, invadidos y redefinidos por la preocupacin sobre la

    salud, Cada vez son ms los productos que se venden como hbridos de

    bienestar y salud (los famosos alicamentos). La medicalizacin del

    consumo y de los estilos de vida se ha convertido en una de las grandes

    tendencias de la sociedad de hiperconsumo. Lo cual viene a demostrar

    una vez ms que el modelo de la distincin ha quedado obsoleto.

    Evidentemente, no es posible explicar este proceso de medicalizacin,

    esta obsesin por la salud, en trminos de lucha simblica y de bsqueda

    de un distintivo social.

    La segunda observacin es que el auge contemporneo de los placeres

    inmediatos, de la evasin, de los placeres sensualistas, se conjuga con la

    afirmacin de una cultura sanitaria y preventiva, es decir, con una cultura

    ansiosa en los antpodas de lo dionisiaco. Nuestros valores son hedonistas,

    es cierto; pero nuestra sociedad no es dionisiaca, ni se ha entregado a las

    delicias del carpe diem.

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    Gilles Lipovetsky

    E L CONSUMO-MUNDO

    Para que naciese el consumidor moderno fue necesario alejar a los

    individuos de las normas particularistas y locales, disculpar las ganas de

    gastar, desvalorizar la moral del ahorro, depreciar los productos

    domsticos en beneficio de los artculos comerciales. Dicho de otro

    modo: inculcar nuevos estilos de vida acabando con las costumbres

    sociales que se resistan al consumo mercantil. Al deshacerse de esos

    comportamientos tradicionales, al acabar con las normas puritanas, se

    crea el planeta del consumo de masas. El crdito, los grandes

    almacenes, la publicidad, condujeron al desarrollo de una nueva moral,

    de una nueva psicologa. En las fases 1 y 2 se instruy masivamente sobre

    el consumo moderno.

    Este ya no es nuestro contexto. Actualmente ya no existen normas y

    mentalidades que se opongan fundamentalmente a la explosin de las

    necesidades monetizadas. Todas las inhibiciones, todas las murallas

    arcaicas han sido liquidadas; ya no queda nada ms que la legitimidad

    consumista, las incitaciones a los placeres del instante, los himnos a la

    felicidad y a la preservacin individual. El primer gran ciclo de

    racionalizacin y modernizacin ha concluido. Ya no queda ninguna

    norma tradicional que abolir, todo el mundo est formado, socializado,

    alimentado por el consumo ilimitado. La era del hiperconsumo comienza

    cuando caen las antiguas barreras culturales, cuando desaparecen los

    frenos culturales al gusto por las novedades y a la comercializacin de las

    necesidades. Por ltimo, el hiperconsumo se impone cuando el consumo

    moderno deja de desplegarse sobre el fondo de la cultura antinmica -

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    Gilles Lipovetsky

    en este sentido, me sumo a los anlisis de Ulrich Beck sobre la

    modernidad avanzada -. Las resistencias culturales al consumo ya no son

    el problema, sino la huida hacia adelante, el que la espiral misma del

    consumo ya no se encuentre con un modelo radicalmente opuesto.

    Dicho de otra forma, la fase 3 es la de la sociedad en la que el referente

    hedonista se impone como una evidencia; donde la publicidad, el

    tiempo libre, el cambio perpetuo del marco de vida han entrado a

    formar parte de las buenas costumbres. A decir verdad, ya no existe un

    contrapoder real institucionalizado a la orden del consumo. Es por ello

    por lo que yo creo que podemos hablar de hiperconsumo. El

    compromiso en las luchas colectivas, la Revolucin, las tradiciones

    culturales han dejado de poner freno al triunfo del consumismo.

    Incluso la religin ha dejado de constituir un contrapoder al reino de lo

    que yo denomino el consumo-mundo, es decir, la reestructuracin de la

    existencia por medio del espritu consumista. La Iglesia ya no fomenta las

    nociones de pecado mortal, y ha dejado de exaltar realmente el

    sacrificio y la renuncia a los placeres mundanos: el cristianismo se ha

    ajustado a los ideales de la felicidad terrenal. Al mismo tiempo,

    apoyndose en el debilitamiento de la capacidad organizadora de las

    grandes instituciones religiosas, se tiende a la individualizacin de la

    creencia y la actuacin, a la afectivizacin y a la relativizacin de las

    creencias religiosas. En este sentido, incluso la espiritualidad funciona, por

    as decir, como un autoservicio de la expresin de las emociones y los

    sentimientos, de las bsquedas impulsadas por la preocupacin del

    bienestar personal. Se trata cada vez ms de la bsqueda de la

    realizacin psicolgica del sujeto que se encuentra en el centro tanto de

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    Gilles Lipovetsky

    las experiencias de los creyentes propiamente dichos como de las

    nuevas religiones sin Dios. Evidentemente, creer no es consumir. El espritu

    de la fe no se confunde con el espritu pragmtico y cambiante del

    consumismo. Sin embargo, la reafirmacin contempornea de lo religioso

    est marcada por los mismos rasgos que definen al turbo-consumidor

    experimental, es decir, por la participacin temporal, los

    comportamientos a la carta, la primaca del bienestar subjetivo y de la

    experiencia emocional. A este respecto, se puede decir que el individuo

    religioso contemporneo se muestra ms como la continuacin del

    hiperconsumidor por medios distintos a su negacin. Una vez ms, no se

    trata evidentemente de asimilar lo religioso al consumo. Simplemente, se

    ve que los principios del hiperconsumo han penetrado en el interior

    mismo del alma religiosa.

    La dinmica del consumo-mundo no se queda ah. Todas las grandes

    instituciones sociales se han visto formateadas de nuevo, revisadas y

    corregidas por el turbo-consumismo. Y la lista es muy larga. La pareja, por

    ejemplo. Se desinsitucionaliza; se privatiza y se hace ms inestable, como

    dan fe de ello el menor nmero de matrimonios, la progresin del divorcio

    y la precariedad de los lazos. La familia tampoco escapa del todo a la

    cultura del consumo, a las estrategias temporales, individualizadas,

    contractualizadas del sujeto consumidor. Pero an lo vemos ms

    claramente en el terreno poltico. La volatilidad electoral aumenta; un

    gran nmero de ciudadanos muestra una adhesin fluctuante a los

    partidos polticos; cambian de bando segn la naturaleza de las

    elecciones y lo que est en juego en ellas. Tal es su indecisin que

    deciden su voto en el ltimo momento. Finalmente, el voto estratega del

    ciudadano consumidor tiende a sustituir al voto de clase a la antigua

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    usanza. La relacin con los sindicatos sigue la misma lgica: aqu tambin

    lo que les mueve es el lazo temporal y distanciado; los miembros se han

    convertido en simples contribuyentes. Una relacin de tipo utilitarista ha

    sustituido el compromiso identitario que hasta hace an poco tiempo

    prevaleca en el universo sindical.

    La cuestin est en saber dnde hay que establecer las fronteras del

    consumo-mundo en el momento en que el espritu consumista invade

    casi todos los mbitos de la vida: la familia, la religin, la poltica, Europa;

    pero tambin la sexualidad, la procreacin, la escuela. El hecho principal

    est ah. Ahora, en todas las esferas de la vida o en casi todas, se impone

    de una forma u otra el principio del autoservicio, la movilidad, la

    precariedad de los lazos, la instrumentalizacin utilitarista de las

    instituciones, el clculo individualista del coste y el beneficio. Es decir, el

    mercado se ha convertido, mucho ms all de las transacciones

    econmicas, en el modelo e imaginario que rige el conjunto, o casi el

    conjunto, de las relaciones sociales.

    Por todas partes la esfera mercantil se extiende a otras esferas que en el

    pasado estaban excluidas. En todas partes se generaliza la lgica de las

    opciones personales, de las relaciones contractualizadas y temporales, la

    perspectiva del cliente, la bsqueda de la mejor relacin calidad-precio,

    la maximizacin de las ventajas. De ah que la fase 3 pueda definirse

    como la sociedad en la que la cultura del consumismo reestructura cada

    vez ms esferas, incluidas aquellas que son ajenas a la dinmica del

    intercambio ventajoso.

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    U N MUNDO SIN VALORES?

    Como ya saben, ante el triunfo de la sociedad de mercado surgen

    nuevas inquietudes y nuevos interrogantes. Bajo lo que algunos

    denominan totalitarismo mercantil, no existe el riesgo de que perezca la

    sociabilidad, la confianza social, en definitiva todos los valores superiores

    e incluso los sentimientos que definen a la humanidad?

    No comparto ese pesimismo, porque - es necesario subrayarlo con

    insistencia - la dinmica tecno-comercial no es absoluta: el colapso de

    los valores morales no llega hasta el fin de la misma. Esa decadencia tan

    en boga es un mito. Existe un amplio y slido consenso sobre los cimientos

    ticos y polticos de la modernidad liberal. Las declaraciones formales y

    los compromisos ticos se multiplican, incluso en lo que respecta al

    consumo - se observa por ejemplo con los productos solidarios y de

    comercio justo -. Del mismo modo se multiplican las asociaciones y los

    voluntarios; los arranques de solidaridad y las donaciones en favor de las

    vctimas (tal y como se puso de manifiesto con el ltimo tsunami) nunca

    haban sido tan elevadas; los derechos del hombre cuentan con una

    adhesin sin precedentes. Todos los valores, todos los referentes de

    sentido (lo justo, lo autntico, el amor, la amistad), no han desaparecido

    en modo alguno. La sociedad de hiperconsumo no es solamente el

    imperio del mercado y de los placeres individualistas; esta sociedad se

    acompaa asimismo del afianzamiento del tronco comn de los valores

    humanistas democrticos. Por ello podemos ser relativamente optimistas

    ante el porvenir, independientemente de cules sean los grandes

    obstculos del presente. Siempre hay en nuestras democracias una

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    fuerza de autocrtica y de autocorreccin. La era del hiperconsumo no

    est cerrada, no est encerrada en si misma, no est consagrada a un

    nihilismo exponencial.

    Es necesario dejar de demonizar el mundo del hiperconsumo. Tiene

    muchos defectos, pero en ningn caso ha abolido la moral, ni el

    altruismo, ni la indignacin, ni el valor del amor. En las pelculas, en las

    canciones, en las novelas, en la prensa, en los bares, el amor se presenta

    como un ideal de la existencia, la quintaesencia de la vida, la imagen

    ms emblemtica de la felicidad. La pareja nunca haba estado tan

    asentada sobre el sentimiento. Y qu hay ms prioritario, ms importante

    para nosotros que nuestros hijos, que el amor que les tenemos a nuestros

    hijos? No hacemos ms que consumir amor en los medios de

    comunicacin; nos lo creemos y le reconocemos un valor sublime. As

    que me parece que la buena noticia es esa: no todo ha sido colonizado

    por el valor de intercambio y el consumo mercantil. La sociedad del

    hiperconsumo no es nihilista ni individualista, no da un valor nulo a los

    valores, no es la negacin de la relacin afectiva con los dems.

    Pero el que la sociedad del hiperconsumo no sea sinnimo de barbarie y

    de completo nihilismo no significa que sea el mejor de los mundos

    posibles. Muy al contrario. Por un lado, el hiperconsumidor se muestra

    reflexivo, se informa, adopta cada vez ms comportamientos de

    prevencin; prima la calidad y la salud. Pero por otro lado observamos

    una multitud de fenmenos, sinnimos de exceso, de liberalizacin

    patolgica, de descontrol de uno mismo. Los ejemplos son mltiples:

    fashions victims, compras compulsivas, toxicomanas, prcticas adictivas

    de todo tipo. La anarqua de los comportamientos alimentarios, la bulimia

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    y la obesidad, son trminos bien conocidos. Los buenos observadores ya

    hablan de la llegada de un consumidor empresarial, de un consumidor

    experto. Pero esto no es ms que una verdad a medias. Se trata tanto

    de un consumidor desestructurado o anmico como de un consumidor

    experto que se presenta como tal. La relajacin de los controles

    colectivos, las normas hedonistas, la excelencia, la educacin liberal que

    acompaa al consumismo, contribuyen a estructurar a un individuo

    desligado de los fines comunes y que a menudo se muestra incapaz de

    resistirse tanto a las tentaciones externas como a los impulsos internos. Esa

    es la razn por la que presenciamos todo un conjunto de

    comportamientos excesivos, de consumos patolgicos y compulsivos. Por

    un lado vemos cmo se desarrolla un hedonismo ordenado, y por otro,

    un hedonismo catico que expresa el desorden propio y la impotencia

    subjetiva.

    Y sobre este punto debemos exponer una conclusin. Al margen del

    consumo y el hedonismo, son necesarios otros principios, no solo para

    formar ciudadanos sino tambin para estructurar psicolgicamente a un

    individuo. Un mundo psicolgico enteramente colonizado por el

    consumo no puede ser sino anmico, ya que est privado de referencias,

    de continuidad y de organizacin. Nosotros tenemos de manera

    imperativa la necesidad de contar con principios, valores y motivaciones

    que respondan a otra cosa que a estmulos mercantiles. Pero y esto

    debe subrayarse esas otras motivaciones (el deseo de progresar, el

    deseo de reconocimiento, de comprender, de crear, de superarse) no

    han sido aniquiladas.

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    Gilles Lipovetsky

    E L FUTURO DEL HIPERCONSUMO

    Independientemente de la intensidad de las crticas de la que sea

    objeto, la sociedad del hiperconsumo no ha hecho ms que empezar,

    siendo lo ms probable que se extienda por todo el planeta en una

    poca que no dispone de ningn sistema alternativo creble. Ni las

    protestas ecologistas, ni los nuevos estilos de consumo ms sobrios, ni los

    alterconsumidores bastarn para parar, y ni siquiera para frenar, la

    huda hacia adelante de la mercantilizacin de la experiencia y de los

    estilos de vida.

    Al mismo tiempo, la degradacin de la ecsfera, las limitaciones de los

    recursos naturales y el calentamiento global obligarn a inventar

    mtodos de produccin y estilos de consumo menos depredadores y

    destructivos en lo que a la naturaleza respecta. Pero el cambio

    necesario a una economa ms sobria no supone el fin de la sociedad

    de hiperconsumo, es decir, de una sociedad dominada por la

    comercializacin ilimitada de la satisfaccin de las necesidades. A

    largo plazo, cabe concebir un futuro marcado, por un lado, por la

    reduccin del consumo de las energas fsiles, y por otro, por el

    crecimiento del consumo de las energas renovables. Por ello, bien

    podra ser que los desafos energticos y ecolgicos a los que nos

    enfrentamos fueran los que establecieran la condicin de desarrollo

    sostenible de la sociedad de hiperconsumo ms que las causas de su

    desaparicin. Otra de las razones por las que cabe imaginar esta

    evolucin es el crecimiento del consumo de servicios (un crecimiento

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    que ya representa en determinados pases la mitad de los gastos de los

    hogares), que es un tipo de consumo ms econmico en energa y

    menos devorador de recursos naturales.

    H

    ACIA UN PLANTEA HOMOGENEIZADO?

    No obstante, el hiperconsumo presenta asimismo problemas cruciales a

    la cultura e identidad de los pueblos. Cmo es el mundo que est por

    venir? Avanzamos hacia una enconada americanizacin del planeta, o

    hacia un orden mundial dividido por los factores culturales? Est el

    mundo entero condenado por el imperio del mercado a ver las mismas

    pelculas, a escuchar la misma msica, a leer los mismos libros? Por todas

    partes se denuncia el peligro de una estandarizacin mundial que,

    manipulando los productos y los gustos, los imaginarios y los estilos de

    vida, no dejara de laminar las particularidades nacionales y regionales.

    La homogeneizacin, ms eficaz que las industrias culturales del

    hipercapitalismo transnacional, se caracteriza por un alto nivel de

    concentracin: el 85% de las grabaciones musicales que se venden en

    todo el mundo lo producen nicamente cuatro grandes grupos; los

    quince primeros grupos audiovisuales se aseguran ellos solos el 60% del

    conjunto de programas de televisin; y en un sector muy significativo en

    este tipo de concentracin - el cine - la superportencia que es

    Hollywood se encuentra ms que nunca en su mximo apogeo - siete de

    los grandes americanos acaparan el 80% del mercado mundial, y el

    85% de las entradas de cine que se venden en todo el mundo son

    entradas para ver pelculas producidas en Hollywood -.

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    Es innegable que es posible comprar determinadas grandes marcas en

    cualquier lugar del mundo, pero es suficiente este dato para avalar la

    tesis de la homogeneizacin planetaria del consumo? Desde el punto de

    vista cuantitativo, no debemos olvidar que, dejando a un lado el

    comercio con los otros pases europeos, Francia intercambia menos del

    10% de su PIB con el resto del mundo. En la economa americana, las

    compras y las ventas al extranjero no representan ms que el 12% de su

    PIB. A menudo se presenta la cuestin de la mundializacin como si Mc

    Donalds y Coca-Cola hubieran conseguido colonizar el globo, de lado a

    lado, y sin embargo la inmensa mayora de las marcas que compra el

    consumidor son nacionales y, en algunos casos, locales. En este sentido,

    la mundializacin comercial es ms imaginaria que real.

    La alimentacin es tambin un mbito que ilustra vvidamente la

    persistencia de las tradiciones nacionales y locales. Podemos comer

    hamburguesas, pizzas, tomar ketchup o pescado congelado en todo el

    planeta; en la actualidad tambin se bebe vino en los pases del norte y

    cerveza en los del sur. Sin embargo, se contina comiendo comida china

    en China, francesa en Francia, italiana en Italia: los hbitos alimentarios

    (gustos, recetas de cocina, horarios de las comidas) no se parecen en

    nada, ni siquiera entre pases prximos geogrficamente. Los alimentos

    que se venden en los estantes de los supermercados de diferentes pases

    no se parecen; e incluso los productos fast food se comercializan de un

    pas a otro con variantes adaptadas a los gustos locales. Ms que una

    estandarizacin, se observa un inters creciente por las tradiciones

    alimentarias locales, los alimentos locales, la cocina del pas, las recetas

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    autnticas, tal y como demuestra la significativa proliferacin de guas y

    libros de recetas tradicionales. Casi por toda Europa uno se encuentra

    con el sabor de la regin, el xito de las tradiciones gastronmicas

    consideradas un valioso patrimonio nacional y regional.

    Si bien existe una fuerza disuasoria universal contra los productos

    americanos, observamos igualmente un desarrollo de los bienes culturales

    que, procedentes de diversas partes del mundo, se apropian de los

    formatos mediticos americanos, los readaptan y consiguen crear as

    formas hbridas. Las culturas particulares se cruzan permanentemente con

    la cultura-mundo, y se cruzan entre ellas, cada una de ellas

    alimentndose de las otras. Esto lo podemos ver en las formas hbridas de

    los manga japoneses, los folletines egipcios o las telenovelas brasileas,

    fruto del reencuentro del modelo estadounidense y de las realidades

    culturales locales. Tambin se ve en el desarrollo de una msica del

    mundo en la que se mezclan ritmos procedentes de todas partes, de

    Jamaica y de Europa del Este, del Magreb y del frica negra. La bossa

    nova, el reggae, la salsa, el ra, el gipsy jazz: la msica sin fronteras se

    basan en la fusin de los ritmos modernos y de los ritmos tradicionales; de

    los instrumentos elctricos y de los instrumentos antiguos; de la mezcla del

    jazz y la samba; del ra argelino y el blues; del flamenco y el rock, de las

    msicas locales y el funk, el pop o el rythm & blues. La cultura-mundo es

    aquella en la que cohabitan los productos formateados y las

    producciones criollizadas enriquecindose de todas las corrientes y

    estilos del mundo cercano y lejano.

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    La belleza constituye otro ejemplo del proceso de glocalizacin.

    Ahora, en todo el planeta, se difunde el mismo modelo de belleza

    femenina que trasladan la publicidad, la moda, las top-model y las

    marcas de cosmtica. El ideal tradicional de corpulencia y fuerza en

    vigor en las comunidades rurales antiguas ha dado paso a una esttica

    sexy y larguirucha que exige dietas, ejercicio fsico y musculacin, pero

    tambin maquillaje, productos de cuidado y ciruga esttica. Triunfa un

    canon esttico internacional que exalta a la mujer esbelta, el sex-

    appeal, el glamour resplandeciente, el cuidado consumista del cuerpo.

    Es esta belleza cosmopolita la que consagra los concursos de belleza

    nacionales e internacionales cuyas imgenes retransmiten

    profusamente los medios de comunicacin en todo el mundo. Al mismo

    tiempo, el hecho de que se elijan Miss Mundos que no responden al

    tipo occidental y que todos los pases tengan sus Misses testimonia el

    reconocimiento de las bellezas plurales, del advenimiento de las

    mezclas glocalizadas de cosmopolitismo trasnacional y belleza tnica.

    Con la cultura-mundo se afirma el modelo etno-chic, la hibridacin

    esttica del estndar occidental y la indigenizacin.

    De forma ms general, son los productos que implican la sensibilidad

    esttica los que preservan la influencia de la idiosincrasia de las culturas.

    Un determinado nmero de arquitecturas postmodernas se reconcilian

    con los estilos vernaculares. Los indios continan prefiriendo Bollywood a

    Hollywood: el ao del estreno de Titanic, los ingresos en las salas de las

    pelculas americanas en la India no superaron el 4% de la cuota de

    mercado. En Francia, el xito de Bienvenue chez les Chtis, centrado en el

    mbito local, qued slo por detrs del xito alcanzado por Titanic; lo

    mismo ocurri en Indonesia, con la pelcula Ayat-Ayat Cinta. En Brasil, las

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    telenovelas brasileas gozan de un xito considerable y son objeto de

    una pasin colectiva. Aunque el xito de Harry Potter sea mundial, la

    mayora de los xitos literarios no rebasa los lmites nacionales. Lo mismo

    ocurre con el xito de los humoristas y los msicos: en Brasil, la produccin

    nacional domina el 90% del mercado local; los programas nacionales

    dominan la lista de los diez programas ms vistos por los telespectadores

    europeos. Sera imposible enumerar los mbitos o la especificidad de los

    gustos nacionales que se resisten firmemente a la pretendida

    homogeneizacin de los productos y estilos de vida.

    A qu se debe esta persistencia de las diferencias nacionales? No se

    trata slo de un fenmeno residual, de arcasmos condenados a

    desaparecer bajo la apisonadora del capitalismo globalizado? Es

    necesario desmentir semejante interpretacin, que no solo desestima el

    peso de la historia en las estructuras identitarias sino que adems

    interpreta el fenmeno con gafas modernas a la antigua en el momento

    en que hemos cado en otra modernidad; en la que la patrimonializacin

    y las reafirmaciones particularistas funcionan como medios de

    personalizacin, como nuevas maneras de ser uno mismo y de estar

    orgulloso de ello. Nuestra poca ya no percibe la modernizacin como

    algo que libera automticamente del pasado: aprehende el futuro no sin

    miedo de una prdida de identidad y de impersonalizacin. De ah la

    reinversin de las identidades culturales particulares. Nos negamos a

    vernos desposedos o expropiados de una parte de lo que nos ha

    constituido. No se trata ni mucho menos de nimo de tradicin, sino de

    una resistencia a la violencia de verse arrancado de aquello que nos

    hace ser como somos y a lo que nos encontramos ligados como parte de

    nosotros mismos. En este sentido, este fenmeno es una de las

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

    expresiones de la nueva cultura individualista centrada en la bsqueda

    de una vida mejor y en la calidad de vida. Es necesario ver un

    instrumento de proteccin de uno mismo en el mundo de la

    desorientacin globalizada.

    Claramente, el pblico mundial no son todos los consumidores del

    planeta. Lo que le arrastra no es tanto la americanizacin uniforme como

    el crecimiento de la variedad alimentaria, la multiplicacin de las

    interacciones, la hibridacin de los particularismos. En todas partes, los

    particularismos reaparecen, reivindicando su identidad ; por todas partes

    se predica la necesidad de las races, la valorizacin del patrimonio

    cultural y religioso. Cuanta ms cultura americanizada se consume,

    mayores son las reivindicaciones identitarias y las exigencias de diferencia

    cultural. El gran consumo de productos culturales made in USA no

    conduce sistemticamente a una cultura universal y homognea debido

    a lo mucho que se reinterpretan segn vas distintas y por diferentes

    pueblos en todo el planeta. El mundo consume productos americanos,

    pero no todos se reciben de idntica manera: una serie de televisin no

    se ve con los mismos ojos en Amrica que en Argelia o en Rusia. El

    consumidor no es un sujeto que absorba pasivamente los programas; los

    smbolos y las imgenes, incluso clasificados, se filtran, se reasignan, se

    llevan a nuevas redes de imaginacin y sentido. Las imgenes difundidas

    por la CNN con ocasin de la guerra del Golfo o a raz del 11-S no se

    percibieron del mismo modo en el norte que en el sur, donde la

    informacin americana se rechaza de forma masiva y se percibe como

    una forma de imperialismo cultural. Con la globalizacin se erosionan las

    fronteras y las barreras geogrficas, se comprime el espacio-tiempo, pero

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  • EL HIPERCONSUMO EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN

    Gilles Lipovetsky

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    no desaparecen las distancias culturales. Y cuanto mayor acceso tienen

    los individuos a la cultura-mundo, mayor es su necesidad de defender sus

    identidades culturales y lingsticas: frente a la CNN ahora se eleva la voz

    de Al Jazira como fuente de informacin. Lo que se prepara no es una

    unin mundial de naciones bajo el signo del hiperpoder americano; es la

    voluntad de garantizar el pluralismo cultural para contrarrestar el

    sentimiento de desposesin individual y revitalizar las identidades

    colectivas.

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