A.Tabucchi, Nocturno hindú

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    NOTAEste libro, ademds de insomnio, es un viaie. EIinsomnio corresponde a quien ha escrito el libro, elviaje a quien Io hizo. Sin embargo, dado que tam-bin yo tuve ocasin de recorrer los mismos lugaresrecorridos por eI protagonistq de esta historia, meha parecido oportuno presentar un breve ndice deIos mismos; no s muy bien si llevado a ello por lailusn de que un repertorio topogrdfico, con Iafuer-za que posee la realidad, ayudara a alumbrar esteN.octurno en el que se busca una Sombra, o por Iairrazonable conjetura de que algn amante de iti-nerarios incongruentes pudiese un da utilizarlocomo gua. A. T.

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    INDICE DE LOS LUGARES DE ESTE LIBRO

    1. Khajurabo Hotel. Suklaji Street, sin nmero,Bombay.2. Breach Candy Hospital. Bhulabai Desai Road,Bombay.3. Taj Mahal Inter-Continental Hotel. Gateway ofIndia, Bombay.4. Railway's Retiring Rooms. Victoria Station,Central Railway, Bombay. Hospedaje nocturnocon eI pertinente billete de tren o bien con eIIndrail Pass.5. Tai Coromandel Hotel. 5 Nungambakkam Road,Madnis.6. Theosophical Society. 12 Adyar Road, Adyar,Madrs.7. Parada de autobs. Carretera Madrds-Mangalo-re, a unos 50 km de Mangalore, localidad des-conocida.8. Arzobispado y Colegio de San Buenattentura.Carretera Calangute-Panaii, Velha Goa, Goa.9. Zuari Hotel. Swatantrya Path, sin nmero, Vas-co da Gama, Goa.10. Ptaya de Calangute, a unos 20 km de Panaji,Goa.

    11. Mandovi Hotel. 28 Bandodkar Marg, Panaji,Goa.12. Oberoi Hotel. Bogmalo Breach, Goa.

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    El taxista lleraba una barba recogida eu formade perilla, una redecilla sobre el pelo y una coletaatada con una cinta blanca. Pens que sera unsikh, porque mi gua los describa exactamente as.Mi gua se titulaba: India, a trattel survival kit. Lahaba comprado en Londrs ms que nada por cu-riosidad, ya que suministraba informaciones sobrela India bastante peregrinas y a primera vista su-perfluas. Slo ms tarde me darla cuenta de suutilidad.El hombre iba demasiado aprisa para mi tem-peramento y tocaba la bocina desaforadamente. Mepareci que rozaba a los peatones a propsito, conuna sonrisa indefinible que no me gustaba. En lamano derecha llevaba un guante negro, y tampocoesto me gust. Cuando enfil Marine Drive parecicalmarse y se aline tranquilamente en una de lasfilas del trfico, del lado del mar. Con la mano en-guantada indic las palmeras del paseo martimo yel arco del golfo. "Aquello es Trobay", dijo, "y allenfrente est la isla de Elephanta, pero no se ve.

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    Sin duda querr visitarla, los barcos salen cadahora del GatewaY of India".Le pregunt por qu estbamos yendo por Ma-rine Drive. No conoca Bombay, pero intentaba se-guir su recorrido en el mapa que tena sobre misiodillas. Mis puntos de referencia eran Malabar Hilly el Chor, el mercado de los ladrones' Mi hotel seencontraba entre esos dos puntos, y para llegarhasta l no haba que pasar por Marine Drive'Estbamos yendo en direccin contraria'.El hotel que me ha dicho est en un barrio mi-serabler, dijo afablemente, .y la mercanca es demala calidad, Ios turistas que llegan a Bombay porvez primera a menudo acaban en lugares poco reco-menables, le estoy llevando a un hotel adecuado aun seor como ustedo. Escupi por la ventanilla ehizo un guio.

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    se le poda llamar, tena slo aquel aire equvoco quesin embargo no llega a ser srdido. Era una peque-a estancia en penumbra con un mostrador tan altocomo las barras de los pubs ingleses, a cada ladodel mostrador haba dos pantallas rojas y tras lse hallaba parapetada una mujer mayor. Llevabaun sari llamativo y las uas pintadas de azul; porel aspecto habra podido parecer europea, no obs-tante llevase en la frente uno de los innumerablessignos de las mujeres indias. Le mostr mi pasa'porte y dije que haba hecho una reserva telegr-fica. Ella hizo un gesto de asentimiento y se puso acopiar mis datos de identificacin con ostentosa dili-gencia, luego me present la ficha para que la fir-mase.oCon o sin bao?), me pregunt, y me especificlos precios.Opt por la habitacin con bao. Me parecique la pronunciacin de la recepcionista tena unligero acento americano, pero no hice mayores ave-riguaciones.Me asign la habitacin y me entreg la llave. Elllavero era de celuloide transparente con una cal-comana en su interior muy a tono con el hotel'oQuiere cenar?o, me pregunt. Me miraba con re'celo. Comprend que el lugar no deba ser visitadopor occidentales. Evidentemente se preguntaba quhaca yo all, con un equipaje insignificante, des-pus de haber puesto un telegrama desde el aero-puerto.Dije que s. La idea no me entusiasmaba, perotena hambre y no me pareca oportuno ponerme adeambular a aquellas horas por el barrio.16

    uEl dining room se cierra a las ocho,,, diio, narartir de las ocho slo servimos en la habitacinr.Dije que prefera cenar abajo, me precedi hastarrna cortina en el extremo opuesto del vestbulo, yrrre hizo entrar en una salita abovedada, con las pa-rccles pintadas de oscuro, donde haba unas mesi-tas bajas. Casi todas las mesas estaban libres y muyrlbilmente iluminadas. La carta prometa una infi-nidad- de platos, pero luego, a la hora de interro-ir,ar al camarero, result que justamente aquellarroche se haba terminado todo. Quedaba el nme-r r r quince. Cen rpidamente arroz y pescado, bebunr ceryeza tibia y volv de nuevo al vestbulo. Lart'cepcionista segua sentada en su taburete y pare-, ia muy ocupada en disponer unas piedrecitas de( ()lores sobre una especie de espejo. En el pequeosof de la esquina, junto a la puerta de entrada,,'staban sentados dos jvenes de tez muy oscura,rt'stidos a la occidental, con pantalones con pata de,'le lante. Parecieron no reparar en m, pero yo sentrrrrnediatamente un cierto malestar. Me qued frente.rl nrostrador y esper a que hablara ella primero.lrlectivamente habl. Dijos unos nmeros con vozrrt'utra y distante, no entend bien de qu se tratabav lc rogu que me lo repitiese. Era un tabla. Lasrrrricas ciflas que capt eran la primera y la ltima:,lt' los trece a los quince aos, trescientas rupias, ar;rltir de los cincuenta, cinco rupias.ulas muieres estn en la salita del primer piso,,, lrlo a modo de conclusin.Saqu la carla del bolsillo y le mostr la firma.\rrl>a el nombre de memoria, pero prefer que lovrcse escrito, para que no hubiese equvocos. .Vi-

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    mala Saro, dije. .,Quiero una joven que se llamaVimala Sar".La mujer lanz una rpida mirada a los dosjvenes sentados en el sof. oVimala Sar no trabajaaqur, dijo, ose marchu.oDnde ha ido?", Pregunt.oNo lo s,,, respondi, npero tenemos .ivenesmucho ms hermosas".Las cosas no empezaban demasiado bien' Con elrabillo del ojo me pareci como si los dos jveneshubiesen hecho un ligero movimiento, pero tal vezfuese slo una imPresin ma.

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    Se llev una mano a la boca como para sofocarnuevos sollozos. uEn los ltimos tiempos ya no erabuenoo, dijo, oestaba enfermo"."Pero qu haca?"."Haca negocioso, dijo ella. "No s, no me con-taba nada, ya no era buenor.nQu clase de negocios?n."No lo s", repiti, .Me dirig al armarito y cog una pequea bote-lla llena de un lquido anaranjado, un licor de man-darina. "Pero quines eran los de Goa?o, insist,(recuerda al menos el nombre, algo?,.Ella sacudi la cabeza y se ech de nuevo a llo-rar. nl-os de Goa", dijo, "de Goa, no s. Estaba en-fermoo, repiti.Hizo una pausa y exhal un hondo suspiro. nAveces pareca indiferente a todo", diio. otambin am. Lo nico que le interesaba un poco eran las car-tas de Madrs, pero luego al da siguiente volva aestar igual"."Qu cartas?o.

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    "Las cartas de Madrs", dijo ella con ingenuidad,como si fuese una informacin ms que suficiente.

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    con esto basta; pero no era lo que quera decir, na-turalmente.uHabr un archivon, dije, (supongo>.EI sonri con aire desolado y culpable. Tena losdientes muy blancos y un agujero en la hilera supe-rior. "Un archivo...>, murmur. Sbitamente su ex-presin se torn dura, tensa. Me mir con severidad,casi con desprecio. , dijo. y luego prosi-gui: ol-a poca de los monzones es la peor, llegatantsima gente>.24

    nMe lo imagino>r, respond.El se cogi la cabeza entre las manos, como sit:f lexionase, o como si estuviese muy cansado. ,.No:;c lo imagina>, dijo. Era una pregunta sencilla y prctica, pero yotjtube al responder, porque tambin yo senti el pesorlc la memoria, y al mismo tiempo su inadecuu"iOrr.,: Qu es lo que se recuerda de un rostro, en el fon-tlo? No, no tena ninguna fotografa, tena tan slorni recuerdo: y mi recuerdo era slo mo, no podaucr descrito, era la expresin que yo tena del rostrorlc Xavier. Hice un esfuerzo y Ji",

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    borrosos.nNo ser undesde el fondo delos drogados".

    fotografa enmarcada con una casa que pareca unchalet suizo. Me pareci absurdo. En una ventanadel chalet se vea un rostro femenino, pero la foto-grafia estaba descolorida y los contornos aparecandrogado, verdad?", me Preguntla habitacin. "No aceptamos

    aPermanec en silencio y sacud la cabeza.vez no>, respond luego, (no lo creo, no s>r- uTal(Pero cmo sabe que vino al hospital? Estseguro?r'.oMe lo dijo una prostituta del hotel Khajuraho,que era donde se hospedaba, el ao pasado"...Y usted?>, pregunt, "tambin usted se hos-peda all?".oDorm all la pasada noche, pero maana mecambiar, procuro no permanecer ms de una noche

    en el mismo hotel, cuando es posible".oPor qu?o, pregunt l con desconfianza. }{a'ba levantado una pequea montaa de papeles en-tre los brazos y me miraba por encima de las gafas.,.Porque so, dije. , pregunt yo.El baj los ojos, me dio la espalda. uEl papelu,clijo,

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    nos se quedaba ms tiempo, murmurando algunaspalabras, repartiendo medicamentos' Con otros ape-nas unos instantes, tocndoles la frente. Las paredesestaban manchadas de rojo, por los esputos delbetel rnasticado, y el calor era sofocante' O tal vezfuese el olor demasiado intenso lo que daba aquellasensacin de ahogo. Los ventiladores del techo, sinembargo, permanecan inmviles. Luego el mdicovolvi sobre sus pasos y yo le segu en silencio., dije, nentre stos no est"'El volvi a apartar la cortina del vestbulo coninmutable cortesa y me cedi el paso..,El calor es insoportablen, dije, "y los ventilado-res estn parados, es increbleo.uEn Bombay la tensin por la noche es muy ba-ja", me respondi..Y sin embargo poseen un reactor nuclear enTrobay, vi la chimenea desde el paseo del litoral".Esboz una levsima sonrisa. ol-a energa se des-tina casi toda a las fbricas, y luego a los hoteles delujo y al barrio de Marine Drive; aqu tenemos queconformarnos". Ech a andar a lo largo del pasillodirigindose en sentido contrario al que habamostomado al venir. "As es la Indiao, concluy.nUsted estudi aqu?", pregunt.Se qued mirndome, l rrl pareci ver cruzarpor sus ojos un relmpago de nostalgia. "Estudien Londresu, dijo, "y despus me especialic enZuricho. Sac su estuche de paja y cogi un ciga-rrillo. oUna especializacin absurda, para la India.

    Soy cardilogo, pero aqu nadie padece del corazn,slo ustedes en Europa mueren de infarto"."'De qu se muere aqu?r, pregunt yo.30

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    (No, por favorn, dije yo, "no le diga nadao'H se'quitO la peluca to-o si fuese un sombrerov me hiz una leve reverencia' Yo sal a la calle''r,.tabu amaneciendo y Ia gente de las aceras se es-Uu a"rp"rtando. alg"ttot estaban enrollando lasesteras del reposo "oJt''""o' La calle se hallaba in-vadida por los cuervos que revoloteaban entre el es-tircol e las vacas' Junto a la escalinata de la entra-"-i.Ul" un taxi desvencijado cuyo conductor dor-;ob" con la cara apoyada en la ventanilla'' .Taj Mahal', dije al subir'III

    Los nicos habitantes de Bombay que no sepreocupan del dercho de admisin vigente en elTaj Mahal son los cuervos. Descienden lentamentehasta la terraza del Intercontinental, se posan ocio_sos en las ventanas moghul del edificio ms anti-guo, se encaraman entre las ramas de los mangosdel jardn, revolotean sobre la perfecta alfombrade csped que rodea la piscina. Se acercaran a be-ber de los bordes o picotearan la rodaja de naran-ja de la copa del martini si un concienzudo sirvien-te enfundado en una flamante librea no les espan_tase con una maza de cricket, como en un absurdopartido dirigido por un estrafalario maestro de ce-remonias. Con los cuervos hay que tener cuidado,tienen el pico muy sucio. El ayuntamiento de Bom_bay se ha visto obligado a cerrar con cubiertas losenormes depsitos del acueducto porque ms de unavez los pjaros, que se encargan de reintroducir enel "ciclo biolgico, los cadveres que los parsis ex_ponen en las Torres del Silencio (existen numerosastorres en la zona de Malabar Hill), haban dejadocaer algn bocado. Pero, a pesar de estas medidas, el

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    municipio evidentemente no ha resuelto el problemaititi"i.", porque luego est el problema de las ratas'"-to, insectos, de las infiltraciones de las cloacas'*i;; .,o U"U"t el agua de Bombay' Puede hacerse"" Lr r.: Mahal, que posee sus propias depuradorasv q"" "ira orgrril,i'imo de su agua' Porque el Tajio^", un hotel: con sus ochocientas habitaciones esuna ciudad dentro de la ciudad'Cuando entr en esta ciudad fui recibido por unpo.i"t" disfrazado de prncipe indio' con faja y tur-bante rojos, que me condujo hasta una recepcinifu*u","" de oiopeles donde haba otros empleadosasimismodisfrazadosdemaharaic'Probablementepensaron que tambin yo iba ,disfrazado' pero alcontrario, que era un ritacho disfrazado de pobre'e hicieron Io imposible para encontrarme una habi-tacin en el ala noble dll edificio' la del mobiliariot"i*t y ventanales sobre el Gateway of India' Mi;;fi; impulso fue decir que no haba ido all poriuestiones estticas, sino tan slo para dormir con"r.u.udu comodidad, y que podan instalarme a sudiscrecin en una habitacin con mobiliario ver-gonzosamente moderno, incluso me conformaba conEilur"u.i"los del Inter-Continental' Pero luego mep"t"li cruel depararles esta desilusin' La suite dei;;;""t, en cualquier caso' la rechac' Era dema-siado para una persona sola' pero evidentemente;; p"; cuestin de precio, especifiqr' para mante-t"r^"t tono estilstico por el que ya haba optado'La habitacin era imponente' mi maletita mehaba precedido por vai misteriosas y reposabasobre un banquit de cuerda' la baera estaba yallena de agua y espuma, me sumerg en ella y luego

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    rne envolv en una toalla de lino, las ventanas dabanrl mar de Omn, ya era casi de da, con una luzrosada que tea la playa, la vida de la India, bajoel Taj Mahal, reemprenda su hormigueante activi-rlad, las pesadas cortinas de terciopelo verde se des-Iizaban suaves y mrbidas como un tln, yo las hiceL\vanzar sobre el paisaje y la habitacin fue slorcnumbra y silencio, el perezoso y confortable ron-roneo del gran ventilador me arrull, apenas el tiem-po de pensar que tambin eso era un lujo superfluol)orque la habitacin estaba perfectamente climati-nda, y llegu de pronto a una vieja capilla sobretrna colina mediterrnea, la capilla era blanca y haciac'alor, estbamos hambrientos y Xavier, riendo, sa-t'aba de una cesta bocadillos y vino fresco, tambinlsabel rea, mientras Magda extenda una mantas

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    otros tiempos, mientras todos rean- y aplaudan'Entre nosotros y" ;;; Rot*' y me haba resignado:inicial de Rouxinotl^"" pott"gus ruiseor' Pero di-.t"'"tt O"t".ia i"ti"'" "" ""-Ure bonito y extico'no haba razn pu'u ""fuarse' Y luego revisit iosveranos sucesivos' tU^gau llorosa'.P"lt' por qu?;;;;" era justo? E I-sabei v sus ilusioi"tl l tll1'o aquelloi rec"erdos asumieron contornos lnso-;;#i;;, ntidos como si fuesen provectados poruna mquinu ,oo'" iu fu'"d' me levant y sal de Iahabitacin'A las seis es algo tarde para comer y algo tem-prano para cenar'-p"to "t' "l tui Mahal' deca migua, gracias a sus cuatro restaurantes se puedecomer a cualquierhora' En el ltimo piso del Apo-llo Bunder estaba el Rendez-Vous' pero era real-mente demasiado ntimo' Y demasiado caro' Hiceuna escala en el Apollo Bar y e.leg una mesa juntoJ'L -tia.i"ra de la tercaza mirando las primerasluces del crepsculo, el paseo costero era una gurr-nalda, tom dos gin-tonics que me.pusieron de buenhumor y escrib ""'u tutt" a Isabel' Escrib largorato, de un tirn, .r, pario.,, y se lo cont todo. Lehabl de aquello; dr"J lejanos' y de mi viaje' y decmo los sentimientos vulven a aflorar con eI tiem-o.. i" l:I".bt" ;'u' qt" jams habra pensadodecirle, y cuanclo rele la crta' con la alegria incons-"i*i" "f que ha bebido en ayunas' me d cuentade que aquella t-tu "" el fond era para Magda' sela haba escrito a ella' ciertamente' aunque' dijese.Querida Isabel"f y u' lu estruj entre los dedos yfa eje "r, "l t""itlro' baj a la primera planta' en-tr en el Tanjore Restaurant y ped una cena sun-36

    tuosa, tal como habria hecho un prncipe disfrazadode pobre. Y luego, cuando acab de cenar, era de no-che, el Taj se estaba animando fulgurante de luces,sobre el csped en torno a la piscina los sirvientescn librea estaban preparados para ahuyentar a loscuervos, yo me instal en un sof eri medio de aquelhall del tamao de un campo de ftbol y me dediqua contemplar el lujo. No recuerdo quin dijo quecn la pura actividad del mirar hay siempre algo desadismo. Intent intilmente recordar quin fue,pens que haba algo de verdad en aquella frase: yas mir incluso con mayor voluptuosidad, con laperfecta sensacin de ser slo dos ojos que mira-ban mientras yo estaba en otro lugar, sin saber dn-cle. Mir a las mujeres y a las joyas, los turbantes,los feces, los velos, los trajes largos, los vestidos denoche, los musulmanes y los millonarios americanos,los reyes del petrleo y los sirvientes cndidos y si-lenciosos: escuch risas, frases comprensibles e in-comprensibles, susurros, frufrs. Y todo esto noces ni un instante durante toda la noche, casi hastacl alba. Luego, cuando las voces se espaciaron msy las luces se amortiguaron, apoy la cabeza sobreIr-s almohadones del sof y me dorm. No dema-siado tiempo, porque el primer barco para Elephan-ta, enfrente mismo del Taj, zarpa a las siete: y enaquel barco, adems de una madura pareja de japo-neses con mquina fotogrfica colgada al cuello, ibatambin yo.

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    lejanas: algn minuto de sueo, tal vez. Estaba muyt:ansado.El dijo: nCmo ha dicho?"."Me refera a los cuerposo, dije yo, (4 lo mejors()n como maletas, nos transportamos a nosotrosurismoso.Encima de la puerta haba una veilleuse azul,('omo en los vagones de los trenes nocturnos. Al mez-r:larse con la luz amarilla procedente de la ventanat'reaba una luz verdosa, como de acuario. Le mir ybajo la luz verdusca, casi luctuosa, vi el perfil derrn rostro afilado, con una nariz ligeramente aquili-na, las manos sobre el pecho.(Conoce a Mantegna?", le pregunt. Mi pregun-la tambin era absurda, aunque no menos que lasuya, ciertamente.nNo'r, dijo, ues un indio?n..Es un italianoo, dije yo.

    "Slo conozco a inglesesu, dijo, "los nicos euro-l)eos que conozco son ingleses".El lamento lejano volvi a orse con mayor in-tcnsidad, ahora era muy agudo, por un instante pen-s que pudiera tratarse de un chacal.oEs un animalr, dije, "usted qu cree?>.nCrea que era un amigo suyo), respondi en vozbaja.,,No, non, dije, nme refera a esa voz que llegatlc fuera, Mantegna es un pintor, pero yo no le co-rroc, muri hace varios siglosu.El hombre respir profundamente. Iba vestidorle blanco pero no era musulmn, esto lo compren-rl. nYo he estado en Inglaterra", dijo, (pero tambinlrablaba francs, si lo prefiere podemos hablar fran-

    nQu hacemos dentro de estos cuerpos>' dijo el."noi qrr" se dispona a acostarse en la cama con'tigua a lu *tu-'--r^ 'vo, tal vez noSu voz no tenla un tono interrogatrera una pregunta, era slo una constatacin' a sumanera, de todos modos hubiera sido una preguntaa la que no habra podidg responder'- La luz proce-dente de los u""tJt " lu "'iu"in cra amarilla ydibujaba en las t"*J; desconchadas su sombradelgada que se -ouiu en la habitacin con l\gereza'con prudencia y discrecin' me pareci' como semueven los indios' A lo l"iot se oa una voz lenta ymontona, lal vez t"u plgu'ia o un lamento soli-tario y sin esperanza' como esos lamentos que se ex-presan nicamente a si mismos' sin p-edir nada' ParaIl;;; i*po'ibl" descifrarlo' La India tambin eracsto: un tln-i'''erso de son-idos romos' indiferenciados'indistinguibles'.Tal vez viajamos en su interior>' dije yo'Deba haber ;asad; un cierto tiempo desde suprimera frase, *" ttuUiu perdido en consideraciones38

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    cso. Su voz era absolutamente neutra' como si hi'ciese una afirmacin frente a una ventanilla de unauiilirru ministerial; y esto, no s por qu' me turb';;. ;" jainistao, dijo tras unos segundos' "llora porla maldad del mundo"'R"rpotdi, oAh, claroo, porque haba entendidoq"" uio.u se refera al lamento que se oa a lo leios'oEn Bombay no hay muchos jainistaso' dijo lue-go .ot el tono de quien explica el hecho a un turis-iu, n"t el sur s, aln hay muchos' Es una religinmuy hermosa y muy estpida'' Lo dijo sin ningrtdesprecio, siempre lott "i" mismo tono neutro dedeposicin.oUsted qu es?o, pregunt, "le ruego que dis-culpe mi indiscrecino'"Soy jainistao, dijo'nf ie de la estacin dio las doce campanadasde la medianoche. El lamento lejano ces brusca-mente, como si esperase el taido del reloj' "Ha em-pezado un nuevo dan, dijo el hombre' udesde estemomento es un nuevo dan'Permanec en silencio, sus afirmaciones no dabanlugar a interlocuciones' Pasaron unos minutos' mep"?".r que las luces de los andenes se haban debi-iituao. L respiracin de mi compaero era ahorapausada y l"tia, como si durmiese' Cuando de nuevohabl tuve una especie de sobresalto' "Voy a Vara-nasi,', dijo, ousted adnde va?o'nA Madrso, dije yo...Madrs', dijo 1, us, so'.Me gustara ver el lugar donde- se dice que elapstol oms sufri el martirio' los portugueses""t,ttv"ton all una iglesia en el siglo xvl' no s

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    si seguir en pie. y ruego debo ir a Goa, a consurtaruna vieja biblioteca, sa es la razn por la que hevenido a Ia India,.".Es un peregrinaje?u, pregunt 1.Dije que no. O mejor dicho,-si, pero no en el sen_tido religioso de Ia palabra. foao i _s era un iti-nerario.personal,

    cmo decirlo?, buscaba nicamen_te huellas., dijo mi compaero.oTodos los europeos son catlics, de alguna for_ma,,, dije yo. oO en definitiva cristianos, es prctica_mente lo mismoo.El lo1bre repiti mi adverbio como si lo sabo-rease. Hablaba un ingls muy elegante, con pequeaspausas y arrastrando las conjunciones tras una Ievehesitacin, como acostumbrn a hacer en algunasuniversidades, reconoc. opractically... Actually>,dijo, "curiosas parabras, cuntas u"." ras he odo enInglaterra, ustedes los europeo, .riitirun frecuente-mente estas palabrasu. Sigui una pausa ms larga,p:r1 cgmprend que no haba u.ubudo de hablr."Todava no he podido establecerci "s po. pesimis_rno o por optimismoo, prosigui, .,usted qu cree?o.Le.pregunt si poda "*p1i.u.r"" mejor..Oh',, dijo, "s5 difcil explicarse mejor. yer, aveces me pregunto si es una palabra que indica so_berbia o si en cambio significa ,irri.u_"rrt" cinismo.Y quiz mucho miedo, timbin. tvt" "o*prende us-ted ?n.,.No lo so, dije yo, (no esvez la palabra "prcticamente,,ticamente nadao.muy fcil. pero talno quiera decir prc-Mi compaero se ri. Era la primera vez que lo

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    haca. aEs usted muy hbilr, dijo, ..me ha ganado ya la vez me ha dejado ganar, prdcticamente>.Tambin yo me re, y luego me apresur a decir:"De todas formas, en mi caso es prcticamente mie-dou.Permanecimos unos instantes en silencio, luegomi compaero me pidi permiso para fumar. Re-busc en una bolsa que tena junto a la cama y elolor de esos cigarrillos indios diminutos y arom-ticos, hechos con una sola hoja de tabaco, se pro-pag por la habitacin..."Slo extrao?rr, pregunt.Pareci dudar. uTambin lleno de soberbiao, dijo,(y no lo digo con mala intencin>.

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    VMi gua sostena que el mejor restaurante de Ma-drs era el Mysore Restaurant del Coromandel y yosenta gran curiosidad por comprobarlo. En la bou-tique de la planta baja compr una camisa blanca,a la india, y un par de pantalones elegantes. Sub ala habitacin y me di un largo bao para eliminartodas las escorias del viaje. Las habitaciones delCoromandel poseen un mobiliario a imitacin del es-tilo colonial, pero de buen gusto. Mi habitacin dabaa la parte de atrs, sobre una plazoleta amarillentarodeada de una vegetacin selvtica. Era una habi-tacin muy espaciosa, con dos carnas amplias cu-biertas por dos colchas bastante bonitas. Al fondo,cerca de la ventana, haba un escritorio con un ca-.in central y tres a cada lado. Fue pura casualidadque eligiese el ltimo cajn de la derecha para de-jar en l mis papeles.Acab por bajar mucho ms tarde de lo que ha-bra deseado, pero de todos modos el Mysore estaba

    rbierto hasta medianoche. Era un restaurante congrandes vidrieras sobre la piscina, con mesas redon-das y biombos de bamb pintados de verde. Las lam-47

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    paritas de las mesas despedan luces azules' y habatastante ambiente' Un msico' sobre una tarima ta-pizad.ade rojo, amenizaba la velada con una msica-*"y i..tet;' El camarero me precedi entre las-"iut y se mostr muy solcito a Ia hora de aconse-j;; o-qrr" poda to*"t' Me conced tres platos ybeb jugo de mango fresco' Los clientes eran casitodos hindes, p" "" la mesa prxima a la miahaba dos caballe.o' i"gl"'"s de specto profesoralO"" ft"UfuUan de arte dravdico' Mantenan una con-versacin grave y competente' y durante toda la no-chemedivertcontrolandoenmiguasilasinforma-ciones que se intercambiaban recprocamente eranexactas. De vez en cuando uno de los dos incurraen errores cronolgicos' pero el otro parecia no re-pu.u, en ello. Son iuriosas las conversaciones escu-chadas por azar" hubiera dicho que eran viejos co-i"g". " universidad, y slo ca.ndo cada uno leconfi al otro q,'" t'uUi renunciado al vuelo del datie;i""," para Colombo comprend que se haban"o"no.io aquel mismo da' Al salir estuve a puntode entrar en el English Bar del vestbulo' pero lue-go consider que i'i tu"'uttcio no necesitaba unayrdu alcohlica y sub a mi habitacin'Cuando sono el telfono me estaba lavando losdientes' En un primer momento pens que sera laTheosophical Society, de la que esperaba una con-iir_u.i., telefnica, pero mientras me diriga haciael telfono d".cart"' ia hiptesis' habida cuenta dela hora. Luego record qu antes-de cenar haba avi'sado a recepcin de que un grifo del bao funcio-""i" t""f' n efecto era la recepcin' nDisclpeme'seor, hay una seora que desea hablar con usted'n

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    .. uCmo dice, por favor?,, respond con el cepi-llo entre los dientes.uHay una seora que desea hablar con usted>,repiti la voz del telefonista. O el clic de la cen_tralita y una voz femenina, grave y decidida, dijo:"Soy la persona que ocupaba su -habitacin hastacsta maana, es absolutamente necesario que hablecon usted, estoy en el vestbulo>.nSi me da cinco minutos me reno con usted enel English Bar", dije, ."Prefiero subir yo,, dijo sin darme tiempo a re-plicar, (es algo de la mxima urgencia,.Cuando llam, apenas haba acabado de volver-rne a vestir. Dije que la puerta estaba abierta y ellaabri detenindose un instante a mirarme. El pasiIIo se- hallaba en penumbra. Slo vi que era alta yque llevaba un foulard sobre los homtror. n.rtrJ ycerr la puerta. yo estaba sentado en una butaca,a^plena luz, y me -levant. No dije nada, esper. ycfectivamente ella habl. Habl ,i, urru.rru, un solol)aso, con la misma voz grave y decidida que tenaror telfono. .. ..Oigau, dije yo, ula India es misteriosa por defi_nicin, pero la enigmstica no es mi fuerte, evteme

    t'sfuerzos intilesr.Ella me mir cr n e n t e he de j a d o "f : "';:"#llli. ""'jti,i,i;,.. lilll l";

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    que me pertenecen), dijo con calma. uHe venido arecogerlos".ulmaginaba que volverar, dije yo,

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    vuelos, y luego usted se permite una distraccin tangarrafal".oDeb estar demasiado nerviosao, dijo ella.*O demasiado ofuscada por la venganza", aad'nSu carta era todo un ejemplo, una venganza fetoz'Y l no puede hacer nada, si usted llega a tiempo'Es slo una cuestin de tiemPo''Sus ojos relampaguearon mirndome en el es-pejo. Luego, sbitamente, se dio media \'uelta, vi-trante, con el cuello tenso. "Ha ledo tambin micarla!o, exclam con desPrecio.nlncluso he copiado una parte), dije yo'Ella me mir con estupor, o con temor, tal vez'nCopiado?), murmur, nPor qu?,''- .Slo la parte final,, dije yo, "lo siento, fue su-perior a m. Por lo dems ignoro a quin iba diri-gida, sOlo deduzco que es un hombre que ha debidohacerle sufrir mucho,.uEra demasiado rico', dijo ella, crea que podlacomprarlo todo, incluidas las personas)' Luego hizoun gesto nervioso, sealndose a s misma, y yo en-tend.oOiga, creo comprender vagamente cmo ha idotodo. Usted no ha existido durante aos enteros'ha sido nicamente un testaferro, hasta que un dadecide darle una realidad a este nombre' Y esta rea-lidad es usted misma. Pero yo lo nico que s deusted es el nombre con el que ha firmado la carta,es un nombre muy comn y no tengo intenciones desaber nada msr.nYar, dijo ella, nel mundo est lleno de Marga-reths".Se alej del escritorio y fue a sentarse en el ban-

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    quito del tocador. Apoy los codos sobre las rodi_llas y se cogi la cara entre las manos. As perma_rreci largo rato, sin decir nada, ocultando i., ,or_tro.oQu piensa hacer ahora?u, pregunt."No lo s), respondi, ntengo muho miedo. De.bera estar en ese banco de Colombo maana, de locontrario todo ese dinero se esfumar.

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    VI(Le corps humain pourrait bien n'tre qu'une ap-parence), io. "il cache notre ralit' il s'paissitsur notre lumire ou sur notre ombreo'Levant Ia mano y traz un gesto vago' Llevabauna casaca holgada, blanca; y la manga fluctu so-b." ,,, muecaelgada. uOh, pero esto no lo dice lateosofa. Victor Hugo, Is kavailleurs de la Mer" '

    Sonri y me llen l ',uto' Lo levant con el aguahasta el borde como si fuese un brindis'Por qu?, pens. Y luego tambin yo levant elu^r y dije: oPor Ia luz y las sombraso'Ei volvi a sonrer. oEspero que me disculpe poresta cena demasiado frugal', dijo, opero era la nicaforma de poder .otl,.,iu' con cierta tranquilidaddespus d su breve visita de esta tarde' Lamentoqrre mis precedentes compromisos no me hayan per-itido recibirle con ms comodidad"'oEs un privilegio', dije yo, (es usted muy ama-ble, es -.r.ho ms de lo que mehabra atrevido a

    esperar).oCasi nunca recibimos invitados extraos ennuestra sedeo, prosigui con eI mismo tono de vaga54

    .ustificacin, (pero creo haber comprendido que noes usted un simple curiosou.Me di cuenta de que mi mensaje un poco miste-rioso, mis llamadas telefnicas, mi visita aquellamisma tarde en la que slo haba aludido a una (per-sona desaparecidao no podan continuar en aqueltono de alarma cifrada. Se haca necesario explicar-se con claridad, con exactitud. pero qu era Io quequera preguntarle, despus de todo? Slo una re-mota noticia, una traza hipottica: un posible esla-bn hacia Xavier., dije, .,se llamaXavier Janata Pinto, ha desaparecido desde hacecasi un ao, las ltimas noticias suyas las he obte-nido en Bombay, pero tengo mis razones para creerque estaba en contacto con la Theosophical Society,y ste es el motivo que me ha trado aqu,.uSera una indiscrecin preguntarle cules sonlos motivos que le hacen creerlo as?,, pregunt mianfitrin.Entr un camarero con una bandeja y los dosnos servimos con parsimonia: yo por educacin, lseguramente por costumbre.oDeseara saber si era miembro de la Theosophi_cal Society", dije.Mi anfitrin me mir con intensidad. oNo lo erar,afirm quedamente.,,Pero mantena correspondencia con ustedes>.insist.nTal vezu, dijo 1,

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    rero esperaba, algo apartado, con la bandeja entrelas manos. A un gesto de mi anfitrin desaparecidiscretamente'oPeseemos un archivo pero est reservado a nues-tros sqcios. Sin embargo no incluye la corresponden-cia privada", esPecific.io aserrt en silencio, porque me di cuenta deque estaba dirigiendo la conversacin a su antojoy a" qrr" era intil proseguir con preguntas direc'tas y demasiado exPlcitas'uCo.to.e usted Ia India?o, me pregunt al cabode un rato.

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    nuidad o insolencia. Naturalmente era insolencia,no era eso lo que pensaba de Hesse..,No creo que pudiera gustarme", dijo con se-quedad. .58

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    te volvi a entrar sin decir palabra y retir la ban-deja. Empezaba a advertir un ligero malestar que,unido al cansancio, me provocaba una sensacin deincomodidad, como una especie de indisposicin'Finalmente mi anfitrin regres y antes de sentarseme tendi un sobrecito amarillo. Reconoc inmedia'tamente la caligrafa de Xavier. Abr el sobre y lela siguiente nota: Querido Maestro y Amigo,Ias cir-cunstancias de mi vida no me permiten ttolver a pa'sear por la arilla del Adyar- Me he conttertido en unave nocturna, y prefiero pensar que as lo ha que-rido mi destino. Recurdeme tal como me ha cono'cido. Atentamente X.La fecha deca: Calangute, Goa,23 de septiembre.Mir a mi anfitrin con expresin estupefacta'El se haba sentado y me escrutaba con curiosidad,me pareci. oEntonces ya no est en Bombay', dije,.

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    una poesa de Pessoa' slo que me los.habt" 1l:l:en ingls, por eso no los haba reconocido en segur-il.t"i;;;; ," Itu-uba Navidad' Pero Ia puertaya estaba cerrada y "i-'i'ui""te' al final del sendero''*" "rp"raba Para cerrar la verja'VII

    El autobs atravesaba una llanura desierta y al-guna que otra aldea adormilada. Tras un tramo decarretera montaosa con curvas cerradsimas abor-dadas por el conductor con una desenvoltura queconsider excesiva, ahora avanzbamos por unas rec-tas enormes, tranquilas, bajo la silenciosa noche in-dia. Tuve la impresin de que fuese un paisaje depalmitos y arrozales, pero la'oscuridad era dema-siado profunda para poder decirlo con seguridad yla luz de los faros slo atravesaba fugazmente loscampos durante algunas sinuosidades del camino.Segn mis clculos, si el autobs haba empleado eltiempo previsto por el horario de recorridos, Man-galore no deba estar lejos. En Mangalore poda op-tar por dos soluciones: una espera de siete horaspara tomar el autobs de Goa, o un da en el hotely esperar el autobs del da siguiente.Estaba indeciso. Durante el trayecto haba dor-mido poco y mal, y me senta algo cansado; pero undia entero en Mangalore no me atraia particularmen-te. De Mangalore mi gua deca que osituada en elmar de Omn, la ciudad no conserva prcticamente

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    nada de su pasado' Es una ciudad moderna e indus-,.iul, "o.t un plun urbanstico racional y un aspecto""J"i-". Una de las pocas ciudades de la India don-de no hay absolutamente nada que vern'Segu haciendo cbalas sobre la decisin a to--u., ".,ru.tdo el autobs se detuvo' No poda seril;;g;bt", nos hallbamos en pleno campo' El con-,r.t, apag el motor y algunos pasajeros se baja-ron. Al principio pens que era u,na breve paradapu.u tuti.fu... lur-,t"cesidades de los viajeros' peroit^d". quince minutos me pareci que la parada'r" prolorrgaba ms de lo normal' Adems eI conduc'it' ," rria abandonado tranquilamente sobre elrtp"ia. del asiento y pareca dormido' Esper otrocuarto de hora. Los pasajeros que no haban bajadoorrrriu" pacficamente' El viejo con el turbantesentado fiente a m haba sacado de una cesta unai.tg",it" de tela y la estaba enrollando con pacien'.]"1 "rit""o cuidldosamente las arrugas cada vezl" "UfuUa la tela' Le murmur al odo una pre-"",", pero l se volvi y me mir con una sonrisavacua,dndomeaentenderquenocomprendu:Y"asom por la ventanilla y vi que a una orilla de lacarretera, en una explanada de arena' haba una es-oecie de cobertizo dbilmente iluminado' Pareclafi;";;";;"i;;h. de tablones' una mujer estaba"., tu p.t"rta, vi a alguien que entraba'-- O".ii pedirle explicaciones al conductor' Lamen-taba tener que d"'ptrtarle' haba conducido duran'te muchas horas, pero tal vez fuese mejor informar'.e. Bru un hombre grueso que dorma con la bocaabierta, le toqu "t' 'in hombio y l me mir con aireconfuso.64

    ..Por qu estamos parados?>, pregunt. , me contest el con-ductor sin perder Ia calma. ,.Por eso estamos espe-randor.Se arrellan nuevamente en el asiento dndomea entender que le agradara continuar durmiendo.Yo segu hablando, ahora ya con tono resignado."Cunto tiempo vamos a estar parados?o.oOchenta y cinco minutosn, respondi con unaexactitud que no supe si atribuir a la educacin bri-tnica o a una forma de refinada irona. y luego pro-sigui: "De todas formas, si est cansado de esperaren el autobs, puede bajar, aqu al lado hay una salade esperaoDecidi que tal vez fuese mejor estirar un pocolas piernas para distraer la espera. La noche erasuave y hmeda, y despeda una intensa fragancia

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    de hierbas. Di la vuelta al autobs, me fum un ci-garrillo apoyado en la escalerilla posterior y luegoe dirig hacia la ..sala de esperao' Era un barra-cn baj y estrecho, con un farol de petrleo col-gado d! l puerta. Sobre la jamba se levantaba lai-ug"r, de ylso policroma de una divinidad para mdesnocida. Dentro habra una decena de personas'sentadas en bancos junto a las paredes' Dos muje-res, de pie junto a la entrada, hablaban animada-mente. Los escasos viajeros que haban bajado delautobs se hallaban desperdigados sobre eI bancocircular del centro, en torno a un pilar en el queaparecan pegados papelitos de distintos colores yun cartel amarillento que poda ser un horario o unanuncio gubernativo- En el banco del fondo estabasentado un chiquillo de unos diez aos, con pantalo-nes cortos y sandalias. Llevaba a un mono que nose despegaba de sus hombros, con la cabeza ocultaentre iu pelo y las manecitas enlazadas en torno alcuello de su amo, en una actitud de afecto y de te-mor. Adems del farol de petrleo en la puerta, ha-ba dos velas sobre una caja de embalaje: la luz eramuy tenue y los rincones del barracn quedaban aoscuras. Permanec unos instantes mirando a aque-lla gente que no pareca en absoluto reparar en m'Me pareci extrao aquel nio solo en un lugarcomo aqul con su mono, aunque en la India no esraro encontrar nios solos con animales, e inmedia-tamente pens en un nio por el que senta afectov en su manera de abrazar un mueco antes deormirse. Quiz fuese esa asociacin de ideas lo queme atrajo hacia 1, y me sent a su lado' El me mircon dos ojos bellsimos y me sonri, y tambin yo66

    le sonre; y slo entonces me di cuenta con un es-calofro de que aquel ser minsculo que llevabasobre sus hombros no era un mono sino una cria-tura humana. Era un monstruo. Una atrocidad de lanaturaleza, o una terrible enfermedad, habian en-cogido su cuerpo distorsionando frmas y dimen-siones. Sus miembros estaban retorcidos y altera_dos, sin ms orden ni medida que los de un atrozgrotesco. Tampoco la cara, que ahora distinguaentre el cabello de su portador, haba escapado a ladevastacin de la deformidad. La epidermis speray unas arrugas profundas como heridas le dabanaquel aspecto simiesco que, sumado a sus faccio-nes, haba provocado mi equvoco. Lo nico huma-no, en aquel rostro, seguan siendo los ojos: dosojos diminutos, agudos, inteligentes, que se remo_van inquietos de lado a lado como si estuvieranespiritados por la amenaza de un gran peligro, porel miedo.

    El chiquillo me salud con cordialidad, tambinyo le di las buenas noches y no fui capaz de levan-tarme y alejarme de all."Adnde vas?,, le pregunt...Vamos a Mudabirir, dijo l sonriendo, .,al tem-plo de Chandranathu.Hablaba un discreto ingls, sin balbuceos.

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    ..Claror, dije Yo, ulo comPrendou'El chiquillo hizo una caricia a las manos que es-trechaban su pecho. oEs mi hermanon' dijo con aireafectuoso, ' Luego volvi a asu'mir una expresin de orgullo y aadi: nPero cono-ce las Escrituras, se las sabe de memoria' es muyinteligenteu.YJ intent adoptar una actitud despreocupada'como si estuviese algo distrado y sumido en mispropios pensamientoi diti*ttlando as mi falta deuulo, pu.u mirar a la persona de quien hablaba'nQu vais a hacer en Mudabiri?"' pregunt',.Son las fiestas', dijo 1, ollegan jainis de todaKerala, hay muchos peregrinos en estos dasu'.,Tambin vosotros sois peregrinos?n.or, dijo 1, (nosotros recorremos Ios templos'mi hermano es arhant"'*Disclpameo, dije, ',rArhant es un profeta jainoo, explic el chiqui-llo con paciencia' "l ee el karma de los peregrinos'ganamos mucho dinero".uEntonces es adivino'"oSo, dijo el chiquillo con candor' 've el pasadoy el futur". L,t"g hizo una asociacin de ideasprofesional y me pregunt: "Quieres saber cul estu karma? Cuesta slo cinco rupiasn'uDe acuerdsn, dije yo, (pregntaselo a tu her'mano>.

    me transmiti el chiquillo. El monstruo hizo un ges-to de asentimiento con la cabeza, esperando.uClaro que puede, si es necesarior.-El adivino alarg su manita retorcida y apoy sundice contra mi frente. permaneci as duranteunos instantes, escrutndome con intensiad. Luegoretir la mano y musit unas palabras al odo desu hermano. Sigui una breve y vivaz discusin. Eladivino hablaba con vehemencia, pareca contraria_do e irritado. Cuando finalmente la discusin ter-min, el chiquillo se dirigi a m con aire compun-gido.

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    VIIIEl guardin era un viejecito de rostro aperga-minado y cordial, con una aureola de cabellos blan-cos deslumbrantes sobre su tez cetrina. Hablaba unportugus perfecto y cuando le comuniqu mi nom-bre me dedic una amplia sonrisa balanceando lacabeza, como si estuviese muy contento de verme.Me explic que el padre prior estaba oficiando lafuncin vespertina y que me rogaba que le esperaseen la biblioteca. Me entreg una nota en la que le:

    "Bienvenido a Goa. Me reunir con usted en Ia bi-blioteca a las 183A. Theotnio est a su disposicinpara cuanto necesite. Padre Pimentel".Theotnio me precedi por las escaleras sin de-jar de hablar.. Era charlatn y desenvuelto, haba vi-vido mucho tiempo en Portugal, en Vila do Conde,dijo, donde tena familia, le gustaba la reposteraportuguesa, especialmente el po de I.La escalera era de madera oscura y desembocabaen una gran galera escasamente iluminada, con unamesa alargada y un mapamundi. En las paredes ha-ba cuadros con figuras de tamao natural, hombresbarbudos y graves ensombrecidos por el tiempo.Theotnio me dej en la puerta de la biblioteca y75

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    volvi a bajar apresuradamente como si estuvieramuy atareado. La sala era espaciosa y lresca' con unpenetrante olor a cerrado. Las estanteras tenianLolduras barrocas e incrustaciones de marfil' peroen mal estaclo, segn me pareci' Haba dos largasmesas centrales con patas salomnicas y algunas me-,itu, buiu, junto a lis paredes, con bancos de iglesiay viejos silloncitos de paja' Ech un.vistazo a Ia pri-*"tu estantera de la derecha, vi algunos libros defatrstica y algunas crnicas del siglo xvrr de labompaa de Jess, cog dos libros al azar y mesent en la butaca cerca de la puerta; sobre la mesade al lado haba un libro abierto pero no lo mir'estuve hojeando uno de los libros que haba cogido'la Relagao do novo caminho que f ez por Terra e por-Mor, rindo da India para Portugal, o Padre ManoelGodinho da Companhia de lesu' El colofn deca:Em Lisboa, na Oflicina de Henrique Valente de Oli-t)eira, Impressor del Rey N'S', Anno l5' ManoelGodinho tena una visin pragmtica de la vida' loqt" ,ro contrastaba en absoluto con su profesin deguardian de la fe catlica en aquel enclave de laIontrarreforma asediado por el panten hindusta'Su narracin era exacta y pormenorizada' sin cere-monias ni retrica. No era amigo de metforas nie smiles, aquel cura; tena un ojo estratgico'-di'vida la tierra en zonas favorables y desfavorables'y "ot."Uiu al occidente cristiano como el centro delLundo. Haba llegado al final del largo prembulodedicado al Rey, cuando, sin poder decir por qu'

    tuve la sensacin de no estar solo' Tal vez o un levecrujido o una respiracin; o bien, con mayor pro-babilidad, percib simplemente la sensacin que se76

    experimenta cuando una mirada se posa en nosotros.Levant la vista y escrut el ambienie. En una butacaentre las dos ventanas, en el otro extremo de la sala,el bulto oscuro que cuando habia entrado me habaparecido un desordenado montn de ropa sobre elrespaldo de la silla, se dio lentamente la vuelta comosi esperase el momento de ser contemplado, y memir fijamente. Era un hombre anciano, de caraalargada y enjuta, y llevaba Ia cabeza cubierta porun sombrero cuya forma no consegu distinguir.'uBienvenido a Goar, murmur. oHa cometido us-ted una imprudencia viniendo de Madrs, el caminoest lleno de bandidos,.Tena una voz muy ronca, casi unmir con estupor. Me pareci singularla palabra "bandidoso, y todava mssupiese de dnde vena.

    cf,or,;1n .9r,r;Pr,,f ".Soa It I Lir:J1r.JLJay ..itc r;iitifa

    borboteo. Leque utilizasesingular que

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    tancia se hallaba en penumbra y l estaba en el ex-tremo opuesto, Iejos de m; una mesa sustraa par-cialmente su cuerpo a mi mirada' Todo ello' unidoa la sorpresa, me haba impedido observar su as-pecto. Pro ahora me fij en que Llevaba un som-t.".o triangular de fieltro, la barba larga y gris caasobre su p-echo cubierto por un corpio con galo-nes plateados. Sobre los hombros llevaba un abrigo,r"g, amplio, a Ia antigua, con las mangas abullona-da!. Ciertamente debi leer eI desconcierto en mirostro, apart la silla y se plant en medio de lahabitacin con una agilidad que no habra sospecha-do. Llevaba botas altas de mosquetero hasta mediomuslo y una espada en el costado' Hizo un gesto tea-tral algo ridculo, trazando una amplia circunferen-ci. co., la mano derecha que luego se llev al cora-zn, y exclam con voz estentrea: "Soy Alfonso deAlburquerque, virrey de las Indias!"'

    Slo entonces comprend que estaba loco' Locomprend y a la vez pens curiosamente que l era", i""to Aifonso de Alburquerque, y nada de todoello me sorprendi: me provoc slo una indiferen-cia cansada, como si todo fuese necesario e ineluc-table.El viejo me escrutaba con expresin recelosa'suspicaz, los ojitos brillantes- Era alto, majestuoso'soberbio. Comprend que esperaba que hablase; yhabl. Pero las palabras me salieron solas, ajenasal control de mi voluntad. ..Se parece usted a Ivnel Terribler, dije,

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    na en su rostro, y tal vez desprecio. "Y quin esXavier?u.Aquella pregunta me pareci una traicin' porquesent que infringa un acuerdo tcito, que l "saba"quin era Xavier y que no habra debido preguntr-melo. Y yo no iba a querer decrselo, esto tambinlo presenta.uXavier es mi hermanoo, ment.EI se ech a rer furiosamente y me seal con elndice. ..Xavier no existeo, dijo, "es slo un fantas-mau. Hizo un gesto abarcando toda la habitacin'

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    Por esos azares que tiene la vida, uno puede en-contrarse durmiendo en el hotel Zuarl Lo cual, en elmomento mismo, podr parecer una experiencia nodemasiado afortunada; pero en el recuerdo, comosiempre en los recuerdos, depurada de las sensacio-nes fsicas inmediatas, de los olores, del color, de lacontemplacin de aquel bichito bajo el lavabo, lacircunstancia asume una vaguedad que mejora suimagen. La realidad pasada es siempre menos malade lo que fue efectivamente: la memoria es una for-midable falsaria. Se producen contaminaciones, in-cluso sin querer. Hoteles as habitan ya nuestro uni-verso imaginario: los hemos encontrado en los librosde Conrad o de Maugham, en alguna pelcula ameri-cana extrada de las novelas de Kipling o de Brom-field: nos parecen casi familiares.Al hotel Zu.ari llegu por la noche bastante tarde,y fue una opcin obligada, como a menudo sucedeen la India. Vasco de Gama es una pequea ciudaddel Estado de Goa, excepcionalmente fea, sombra,con vacas que deambulan por las calles, gente pobrevestida a la occidental, herencia de la estancia por-82

    tuguesa, y por tanto con la atmsfera de una mise-ria sin misterios. Abundan los mendigos, pero aquno hay templos ni recintos sagrados, y estos mendi-gos no imploran en nombre de Vishn ni impartenbendiciones o frmulas religiosas: se les ve tacitur-nos y atnitos, como muertos.En el vestbulo del hotel Zuari hay un gran mos-trador semicircular tras el que se parapeta un re-cepcionista que est siempre hablando por telfono.Te registra hablando por telfono, te da la llave ha-blando por telfono; y al amanecer, cuando la pri-mera claridad te anuncia que puedes finalmente re-nunciar a la hospitalidad de tu habitacin, le encon-trars hablando por telfono con una voz montona,grave, indescifrable. Con quin habla el recepcio-nista del hotel Zuari?Hay tambin un amplio dining room, en el pri-mer piso del hotel Zuari, corroborando el letrerode la entrada: pero aquella noche estaba a oscuras ysin mesas, y yo cen en el patio, un pequeo patiocon buganvillas y flores de una gran fragancia ymesitas bajas con banquitos de madera y una luzmuy tenue. Com unos langostinos del tamao deIangostas y dulce de mango, beb t y una especie devino que saba a cinamomo; todo por un importeequivalente a tres mil liras, lo que me reanim. Entorno al patio se levantaba la veranda a la que da-ban las habitaciones, entre las piedras del patio co-rra un conejo blanco. Haba una familia indgenacenando en una mesa del fondo. Junto a mi mesahaba una seora rubia de edad indefinible, de mar-chita belleza. Coma con tres dedos, a la india, ha-ciendo unas bolitas perfectas con el arroz y empa-

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    pndolas en la salsa. Me pareci inglesa, y en efectolo era. Tena una mirada enajenada, aunque slo devez en cuando. Luego me cont una historia que nome parece oportuno relatar. Tambin pudo habersido un sueo inquieto. Por lo dems el hotel Zuarino propicia sueos color de rosa.X

    uTrabajaba como cartero en Filadelfia, a los die.ciocho aos ya iba yo por las calles con el saco alhombro, siempre, todas las maanas, en veranocuando el asfalto parece maleza, y en invierno cuan-do se resbala sobre la nieve helada. As durante diezaos, llevando cartas. No sabes las cartas que he lle-gado a llevar, miles y miles. Eran todos seores, enlos sobres. Cartas de todas partes del mundo: Mia-mi, Pars, Londres, Caracas. Buenos das seor. Bue-nos das seora. Soy el cartero>.Levant el brazo y seal al grupo de chiquillosen la playa. El sol estaba bajo y el agua centelleaba.Unos pescadores, a nuestro lado, preparaban unabarca. Eran hombres semidesnudos con un trapo so.bre las caderas. "Aqu somos todos iguales", dijo,ono hay seores>. Me mir y esboz una expresinmaliciosa. "T eres un seor?>.

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    llama Sun',. Sac una cajita de madera con papel defumar y mezcla y se li un cigarrillo. uT fumas?o'nNormalmente no), dije, npero ahora s, si medas unoo.Prepar otro cigarrillo para m y dijo:

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    anticipado, dije, mi padre tiene una enfermedad muygrave, est en el hospital, mire estos certificados m-dicos. El dijo: primero firma esta declaracin. Yola firm y cog el dinero"..,Pero tu padre estaba enfermo de verdad?".uYa lo creo, tena un cncer. Pero no porque yosiguiese llevando la correspondencia a los seores deFiladelfia iba a deiar de morirse)).uEs lgico>, dije yo.nSlo me llev una cosa)),adivinas".uEs realmente demasiadodijo 1, na ver si lodiflcil, es intil, merindor."El listn telefnico", dijo l con satisfaccin."El listn telefnico?".uEso es, el listn telefnico de Filadelfia. Fue todomi equipaje, y todo lo que me queda de Amricau.(Por qu?u, le pregunt. La cosa me estaba inte-resando.

    "Escribo postales. Ahora soy yo quien escribo alos seores de Filadelfia. Postales con un preciosomar y la playa desierta de Calangute, y detrs escri-bo: cordiales saludos del cartero Tommy. He llegadoa a letra C. Naturalmente me salto los barrios queno me interesan y escribo sin sellos, el franqueo lopaga el destinatario>., dije yo, (parecen padres de familian_ oSon los primeros que llegaron,, dijo Tommy,nlos Pilgrims'. Luego me mir y dijo: "por qu, icmo eres?o.nComo ellosu, dije yo.oLo ves?u, dijo 1. Se prepar otro cigarrillo, loparti en dos y me dio la mitad. ,,ieu has venido ahacer aqu?', pregunt., . oBusc a uno que se llama Xavier, tal vez pudohaber pasado por aquio._ Tommy mene la cabeza.

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    dose, como indecisa. Tommy le pregunt si conocaa un tipo de tales caractersticas, segn mi descrip-cin. Ella sonri incongruentemente sin decir nada.Luego nos alarg las manos con dulzura y musit:, dije, "quiero acostarme un rato en la barcay echar un sueecito>. Mientras se alejaban no puderesistirme y le grit que haba olvidado decirme sitambin yo era un seor. Tommy se detuvo, levantlos brazos y dijo: (a ver si lo adivinas".uMe rindo", grit yo, (es demasiado diflcilr. Sa-qu mi gua y encend unas cerillas. Lo encontr casienseguida. Lo presentaba como a popular top rangehotel, con restaurante respetable. Localidad Panaji,ex Nova Goa, en el interior. Me ech en el suelo dela barca y me puse a mirar el cielo. La noche erarealmente magufica. Segu las constelaciones y pen-s en los astros y en la poca en que los estudiba-mos y en las tardes transcurridas en el planetario.De repente las record tal como las haba aprendido,segn la clasificacin de la intensidad luminosa: Si-rio, Canopo, Centauro, Vega, Capela, Arturo, Orin...Y luego pens en las estrellas variables y en el librode una persona amada. Y luego en las estrellas apa-gadas, cuya luz llega a nosotros todava, y en las es-trellas de neutrones, en la fase final de la evolucin,y en el exnime rayo que despiden. Dije en voz baja:pulsar. Y como despertada por mi susurro, como si90

    hubiese accionado un magnetofn, me lleg la voznasal y flemtica del profesor Stini que de-a: cuan_do la masa de una estrella agonizante es superior aldoble de la masa solar, ya no existe estado e mate-rta capaz de detener la concentracin, y sta pro_cede hasta el infinito; dejan de salir radiaciones dela estrella, que se convierte as en un agujero negro.

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    A veces pasan cosas extraas. El hotel Mandovise llama as porque se levanta en la misma orilla delro. El Mandovi es un ro ancho, apacible, con unlargo estuario festoneado de playas casi marinas.A la izquierda est el puerto de Panaji, un puertofluvial para barcos ligeros, con gabarras cargadas demercancas, dos puentes desvencijados y una plata-forma oxidada. Y cuando yo llegu, como si desem-bocara del ro, por el mismo borde de la plataforma,estaba asomando la luna. Tenla un halo amarillotodo alrededor, y estaba llena y rojiza. Pens: lunaroja, e instintivamente me dio por ponerme a silbaruna vieja ,cancin. La idea lleg como un cortocir-cuito. Pens en un nombre, Roux, y en seguida enaquellas palabras de Xavier: me he convertido enun ave nocturna; y entonces todo me pareci tanevidente y hasta estpido, y luego pens: cmo nose me habr ocurrido antes?Entr en el hotel y ech un vistazo a mi alrede-dor. El Mandovi es un hotel de finales de los aoscincuenta, con aire de ser mucho ms viejo. Tal vezfuese construido mientras los portugueses estabantodava en Goa. No s muy bien en qu, pero mepareci que conservaba algo del gusto fascista de la92

    poca: tal vez por el enorrne vestbulo ms propiode una sala de espera de una estacin de tren, o fo.aquel mobiliario impersonal y deprimente, de ofici_na de correos o de ministerio. Al otro lado del mos_trador haba dos empleados, uno llevaba una casacaa rayas, y el otro una chaqueta negra algo gastadaque evidentemente Ie ayudaba a sentirse importante.Me dirig a este ltimo y le mostr mi pasaporte.oDeseara una habitacino.EI consult el libro de registro y asinti., pregunt mientras relle-naba la ficha de admisin.uNo seor>, respondi,

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    lic bajo el pasaporte. , respondi con airedesenvelto.uEl hecho es que tambin mis gustos son muyexigen$o, dije yo, .slo compro producto, de pri_mera clasen. Hice una pausa para dar mayor nfsisa lo que deca, y a la vez para que pareciese ms

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    confidencial. Me senta como en una pelcula, y eljuego estaba empezando a gustarme. La tristeza ven-dra despus, lo saba. uQosas muy refinads", dijepor ltimo, recalcando la palabra, (y en cantidadsustanciosa, no con cuentagotas).El volvi a mirar mi vaso inexpresivamente ehizo un avance. .Me disgust que hubiese jugado a subir el envite.Mis arcas se estaban quedando vacas, pero ahoramereca la pena llegar hasta el final. Y adems es-taba seguro de que el padre Pimentel accedera ahacerme un prstamo. Por tanto acept el envitey dije: "Trigame otra vez la carta, procurar escoger una marca mejoru.El me dej abierta la carta sobre la mesa y yointroduje otro billete de veinte dlares. Luego indi-qu un vino al azar y dije: uCree que ste le gusta-a a mster Nightingale?".

    uSin duda algunau, respondi l solcito., dije yo,

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    XII

    "Disculpe la banalidad de la frase pero tengo laimpresin de que nos conocemos>, dije. Levant mivaso y toqu el suyo posado sobre la barra. La jovense ri y contest: "Tambin yo tengo esa impresin,usted se parece asombrosamente al seor con el quevine esta maana en taxi desde Panaji".Tambin yo me re. "Pues bien, es intil fingir,ese hombre soy yo>."Sabe que hacer el viaje a medias ha sido unaidea excelente?>, aadi ella con sentido prctico."Las guas dicen que en la India los taxis son muybaratos, y en cambio cuestan un ojo de Ia cara"..Luego le recomendar una gua fiableo, afirmcon autoridad. "Nuestro taxi hizo un trayecto fuerade la ciudad y el precio es el triple. Yo tenia un co-che alquilado, pero me vi obligado a dejarlo porqueera demasiado caro. En cualquier caso, para m lamayor ventaja ha sido hacer el viaje en tan agrada-ble compaa,.,.Alto', dijo ella, (no se aproveche de Ia nochetropical y de este hotel entre palmeras. Soy vulnera-98

    ble a los cumplidos y me dejara hacer la corte sinoponer resistencia, no sera leal por su parte). Ahorafue ella la que levant el vaso para brindar y losdos nos remos.La magnificencia proclamada pcr el maitre delMandovi pecaba por defecto. El Oberoi era ms mas_nfico. Era un edificio blanco en forma de medluna que repeta exactamente Ia curva de la playasobre la que se levantaba, una ensenada protegiapor un promontorio al norte y por un banco de esco_llos al sur. La sala principal era un enorme espacioabierto que se prolongaba en la terraza, d,e la queslo la separaba la barra del bar, que poda ,", ,riili_zada por ambos lados. En la terraza haba mesas yapreparadas para la cena, adornadas con flores y ve_las. Un piano, oculto en algn lugar de la penumbra,tocaba en sordina piezas occidentales. pensndolobien, todo era demasiado de turismo de lujo, pero enaquel momento no me desagradaba. Los piimeroscomensales estaban ocupando las mesas de la terra_za. Le dije al camarero que nos reservase una mesa:n un rincn, algo apartada y ligeramente en penum_bra, luego propuse otro aperitivo."Si no es alcohlico), dijo la joven. y luego aa_di en su tono irnico: .Me parece que va usted de_masiado aprisa, qu le hace suponer que aceptarsu invitacin?"."A decir verdad no tena ninguna intencin de in_vitarla", confes cndidamente,

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    fruta que nos haba servido el camarero. nY ademsno es verdad que no nos conozcamos), continu,(nos conocimos esta maanar."Ni siquiera nos hemos presentadoo, objet ella.nEs una laguna que puede subsanarse fcilmen-te", dije, (yo me llamo Rouxr..Yo me llamo Christine", dijo ella. Y luego aa-di: "No es un nombre italiano, verdad?n.uiQu ms da?"."Nada, efectivamente", admiti ella. Y luego sus-pir: oSu forma de hacer la corte es realmente irre-sistibleo.Admit que no tena ninguna intencin de hacerlela corte, que haba partido de la idea de una cenade camaradera, con una conversacin amigable y deigual a igual. En fin, algo as. Ella me mir con airefingidamente suplicante, sin abandonar aquel tonoun poco irnico, y protest: nOh, no, la corte, porfavor, dgame cosas amabilsimas, hbleme de cosasbonitas, tengo una necesidad terrible de todo esoo'Le pregunt de dnde vena. Ella mir al mar y dijo:nDe Calcuta. Hice una pequea escala en Pondicher-ry a causa de un estpido servicio sobre mis compa-triotas que viven todava all, pero he trabajado unmes en Calcutar.niQu es lo que haca en Calcuta?r.

    "Fotografiaba la abyeccin,, respondi Christine.oQu quiere decir?".ol-a miseria", diio ella, ola degradacin, el ho-rror, llmelo como quiera,."Por qu lo hizo?"."Es mi oficior, dijo ella, (me pagan por eso).Hizo un gesto que poda significar resignacin a la

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    profesin de su vida, y luego me pregunt: (Ha es-tado alguna vez en Calcuta?u.Sacud la cabeza. , dijo Christine, ..scometa ese error)."Crea que una persona como usted pensariaque en la vida hay que ver lo mximo posible".,,No,r, dijo convencida, uhay que ver lo menos po-sible".El camarero nos hizo seas de que nuestra mesaestaba dispuesta y nos precedi hasta la terraza. Erauna buena mesa en un rincn como haba pedido,cerca de una pared de setos, algo apartada. Le pre-gunt a Christine si poda ponerme a su izquierda,de forma que pudiera ver las dems mesas. El cama-rero era muy solcito y discreto, como suelen serlos camareros de los hoteles como el Oberoi. prefe-ramos cocina india o barbacoa? No quera insistir,naturalmente, pero los pescadores de Calangute hoyhaban trado varias cestas de langostas, estabantodas en la otra punta de la terraza, a la espera deser asadas sobre el carbn, donde se vea al cocinerocon el gorro blanco y el resplandor de las brasas alaire libre. Aprovechando su sugerencia pase la mi-rada por la terraza, las mesitas, los comensales. Laluz era ms bien difusa, en cada mesa haba dosvelas, pero las personas podan distinguirse, con unpequeo esfuerzo de concentracin."Yo ya le he dicho a qu me dedico,, dijo Chris-tine,

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    "Un iibror.(Una novela?r, pregunt Christine con miradasagaz,"Algo parecidor..Christine me mir con indulgencia, y tal vez conuna brizna de desilusin. El camarero acudi solci-to y nos trajo unos pequeos cuencos llenos de sal'sas. Nos pregunt si queramos vino y accedimos. Lalangosta lleg humeante, chamuscada nicamente enel caparazn, con la pulpa aderezada con mantequi-lla fundida. Las salsas eran picantsimas, bastabauna gota para que la boca ardiese. Pero luego el fue'go se apagaba en seguida y el paladar se llenaba dearomas exquisitos e inslitos: reconocible el jengi-bre, adems de otras especias desconocidas. Adere-zamos cuidadosamente nuestra langosta y levanta-mos los vasos. Christine confes sentirse ya ligera-mente borracha, y quizs yo tambin lo estuviera,pero no me daba cuenta.

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    "Cuntame el restoo, dije yo, uahora tiene queterminar el relatou."Mi libro se llamaba Sudlrica y tena una nicaleyenda bajo la primera fotografa que le he descri-to, la ampliacin. La leyenda deca: Mfiez-vous desmorceaux choisisrr. Hizo una pequea mueca y pro-sigui: "Nada de fragmentos escogidos, por favor,cunteme la esencia de su libro, quiero saber laidear.Intent reflexionar. Cmo podra ser mi libro?Es difcil dar la idea de un libro. Christine me mi-raba implacable, era una joven testaruda. "Por ejem-plo en el libro yo sera uno que se pierde en la In-dia", dije rpidamente, (sa es la idean.nAh nou, dijo Christine, .,e es suficiente, no pue-de salir del paso as, la esencia no puede ser simple-mente sa>."La esencia es que en este libro yo soy alguienque se pierde en la India), repet, "digmoslo as.Hay otro que me est buscando, pero yo no tengoninguna intencin de dejar que me encuentre. Le hevisto llegar, le he seguido da tras da, podra decir.Conozco sus preferencias y sus intolerancias, susarrebatos y sus resquemores, sus generosidades ysus miedos. Le tengo prcticamente bajo control. El,en cambio, de m apenas sabe nada. Tiene alguna pis-ta vaga: una carta, testimonios confusos o reticentes,una nota muy genrica: seales, fragmentos que in-tenta laboriosamente hacer encajarr.

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    hace saber que yo me he puesto enfermo, que heido al hospital, y tambin que tena contactos congente del sur de la India. As que l va a buscarmeal hospital, que se revela una falsa pista, y luegoabandona Bombay y comienza un viaje, siemprecon la excusa de buscarme, pero en realidad viajapor asuntos suyos, el libro es principalmente esto:su viaje. Lleva a cabo una serie de encuentros, natu-ralmente, porque en los viajes siempre se tropiezauno con gente. Llega a Madrs, deambula por la ciu-dad, por los templos de los alrededores, en una so-ciedad de estudiosos encuentra algunas lbiles tra-zas mas. Y finalmente llega a Goa, donde deba ir apesar de todo, por otras razones)).Christine ahora me segua con concentracin,chupaba una ramita de menta y me miraba. ..A Goa,',dijo, "precisamente a Goa, interesante. Y aqu qupasa?r."Aqu se producen otros muchos encuentros>,prosegu, nl vagabundea sin rumbo por diversoslugares, y luego una noche llega a una pequea ciu-dad y all lo entiende todon."Qu es todo?u."Oh, buerrcn, dije yo, nl no me encontraba en-tre otras cosas por un hecho muy simple, porqueyo haba adoptado otro nombre. Y l consigue des-cubrirlo. Despus de todo no era tan imposible des-cubrirlo, porque era un nombre que tena que vercon 1, hace tiempo. Slo que yo lo habia distorsio-nado, camuflado. No s cmo lleg a adivinarlo, pero

    el hecho es que lo adivin, tal vez fuese por azar>."Y cul es ese nombre?".106

    uBonito nombreu, dijo Christine, "continu>.Bien, all evidentemente consigue saber dnde meencuentro, haciendo creer que tiene entre manos unnegocio importante conmigo; alguien le dice que es-toy en un hotel de lujo de la costa,'un lugar ms omenos de este estilo".,.Oh, l l', dijo Christine,

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    puedo saber quin es. Quiz la conozca, o crea cono-cerla, me recuerda a alguien, mejor dicho a dos per-sonas, 1o mismo podra ser una que otra. pero as,desde lejos, a la luz de las velas es difcil precisarlo,y adems la terraza es muy grande, exactamentecomo sta. El probablemente le dice a la mujer queno se d la vuelta, rri'e mira durante largo rato, sinmoverse, muestra una expresin satisfecha, casi son-riente. Tal vez tambin l cree reconocer a la mujerque est conmigo, le recuerda a alguien, mejor dicho a dos personas, lo mismo podra ser una queotra>...O sea que el hombre que le buscaba consigue en-contrarleu."No del todor, dije yo, (no es exactamente as.Me ha buscado tanto, que ahora que me ha encon-trado ya no tiene ganas de encontrarme, perdone eltrabalenguas pero as es ni ms ni menos. y tampo-co yo tengo ganas de ser encontrado. Ambos pensa-mos exactamente lo mismo, nos limitamos a mirar-nos>."Y luego?", dijo Christine, nqu ms pasa?,...Que uno de nosotros dos acaba de tomar su caf,dobla la servilleta, se ajusta la corbata, supongamosque lleve corbata, llama con un gesto al camarero,paga la cuenta, se levanta, retira educadamente lasilla de la seora que le acompaa y que se levan-ta con 1, y se va. Basta, el libro se acabr.Christine me mir dubitativa. , protest ella, "el acuerdofue muy explcito, cena de camaradea y de igual aigual"...Por favor>, insist, (acptelo como excusa porhaberla aburrido ms de la cuenta"..,Pero si me he divertido muchsimo), protestChristine, .nNo diga estupideces", dijo Christine. Luego, si-mulando un aire ofendido: uNo es leal", dijo, osehaba puesto de acuerdo con el camarero).Los corredores que llevaban a las habitaciones te-nan un tejadillo de madera brillante,,como un claus-tro abierto a la oscuridad de la vegetacin que crecaa espaldas del hotel. Debamos ser de los primerosen retirarnos, los clientes se habian quedado casi

    todos en las tumbonas de la terraza escuchando lamsica. Caminbamos uno al lado del otro, en silen-

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    cio, al fondo de la galera revolote unos instantes INDICE

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    una gran mariposa nocturna.uHay algo que no acaba de convencenne en sulibro", dijo Christine, uno s exactamente qu es,pero no me convence)."Yo tambin lo creorr, respond...Oiga', dijo Christine,