atilio Borón postmodernismo

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    Las ciencias sociales en la era neoliberal:entre la academia y el pensamiento crtico

    Atilio A. Boron1CLACSO / Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

    Raquel SosaPresentacin: Vamos a tener en esta sesin el gusto de presentar a ustedes,creo que la mayor parte de los colegas ya lo conocen desde luego, a nuestrocompaero Atilio Boron. Atilio es un profesor argentino pero en realidad ha

    vivido en toda Amrica Latina; desde luego estuvo muchos aos trabajado connosotros en Mxico, en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM,despus en FLACSO y ha recorrido distintos pases de la regin. Me parece quees uno de los intelectuales de mayor consistencia, mayor seriedad, mayorproductividad y dira de mayor capacidad de convocatoria que hay en AmricaLatina. Su trabajo ahora durante casi 8 aos como Secretario Ejecutivo deCLACSO est acreditado muy ampliamente no slo por l, por todo el equipo deprofesionales de CLACSO en una cantidad inmensa de publicaciones, de redes,grupos de trabajo que han permitido consolidar el pensamiento crtico enAmrica Latina del cual nos beneficiamos todos. De manera que el da de hoynos da mucho gusto que nos acompae aqu en este Congreso de ALAS y nos

    ofrezca una reflexin sobre la Sociologa latinoamericana contempornea queestoy segura ser muy productiva.

    Atilio A. Boron

    Buenas tardes a todas y a todos. Gracias por las amables palabras depresentacin. A continuacin, como deca muy bien Raquel Sosa, voy aarriesgar una reflexin en voz alta (que por razones de tiempo deber ser unpoco esquemtica) sobre la situacin de la Sociologa y, por extensin, de granparte de las Ciencias Sociales en Amrica Latina. El punto de partida es unaconstatacin que todos comparten: las Ciencias Sociales de ninguna manera

    la Sociologa es una excepcin- enfrentan una serie de retos de crucialimportancia no slo en Amrica Latina sino tambin en el resto del mundo.

    1 Conferencia Magistral pronunciada en el XXV Congreso ALAS (Asociacin Latinoamericana deSociologa), Porto Alegre, Brasil, 22 al 26 de agosto de 2005.Agradezco a Brbara Schijman por su eficiente desgrabacin de la conferencia y a SabrinaGonzlez por su valiosa colaboracin intelectual, que hizo posible convertir una presentacinoral en un texto que puede ser ledo sin dificultad sin por ello perder el tono coloquial de mispalabras.

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    Si ustedes releen las pginas del informe Gulbenkian, el excelente trabajoque produjera un equipo de eminentes cientficos coordinado por ImmanuelWallerstein, vern que nos invita precisamente a impensar las cienciassociales, o sea, repensarlas pero a partir de premisas radicalmente distintas alas convencionales2. No se trata de volver a recorrer con el pensamiento elmismo camino ya trillado. Repensar, en este caso, y ante la gravedad de la

    crisis que afecta a todo ese conjunto de disciplinas, significa impensar lasCiencias Sociales. Por qu? Porque en el mencionado informedocumentocentrado en el desarrollo de las Ciencias Sociales de los pases avanzados, quesupuestamente estaran al margen de ciertos problemas que nos afectangravemente a nosotros- el diagnstico reviste tal gravedad que los acadmicosinvolucrados optan por hacer una explcita y urgente convocatoria a repensartodo desde nuevos comienzos3.

    En nuestro caso, a las causas que alimentan la crisis de las CienciasSociales en los pases ms avanzados debemos agregarles dos factores quemerecen una consideracin especial: el triunfo ideolgico del neoliberalismo y el

    auge del postmodernismo.

    Dos nefastas tradiciones intelectuales

    En primer lugar, entiendo que es posible establecer un parangn entre lareestructuracin del capitalismo en el ltimo cuarto de siglo y el neoliberalismocomo una corriente ideolgica que expresa este proceso en el plano de las ideas.Corriente que, digmoslo de entrada, no es slo ni exclusivamente econmica,sino una filosofa integral. Sera un gravsimo error de nuestra parte concebir alneoliberalismo simplemente como un programa econmico. Ojal fuera eso,pues entonces se tratara de un rival mucho ms fcil de derrotar.

    El triunfo ideolgico del neoliberalismo es el de una concepcin holista dela sociedad, de su naturaleza, de sus leyes de movimiento -explicadas desde lasantpodas de las que postula el marxismo- y de un modelo normativo deorganizacin social. As como Marx en algn momento dijo que la Economa erala ciencia de la sociedad burguesa -por supuesto refirindose a la EconomaPoltica Clsica y a los grandes fundadores de esta disciplina, bsicamenteAdam Smith y David Ricardo, y no a los pigmeos que se proclaman sussucesores-, hoy podramos decir que el neoliberalismo es la corriente tericaespecfica del capitalismo en su fase actual. Esta perspectiva ha tenido unagravitacin extraordinaria en Amrica Latina y ha ejercido una profunda

    influencia sobre la Sociologa y las Ciencias Sociales.

    2 Wallerstein, Immanuel, Open The Social Sciences. Report of the Gulbenkian Comission on theRestructuring of the Social Sciences, Stanford, California, Stanford University, 1996.

    3 Una discusin ms detallada sobre el Informe Gulbenkian, sus mritos y sus problemas seencuentra en el Eplogo de mi libro Tras el Bho de Minerva. Mercado contra democracia en elcapitalismo de fin de siglo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2000.

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    El postmodernismo, a su vez, podra ser cabalmente definido como unpensamiento propio de la derrota, o tal vez un pensamiento de la frustracin.Es decir, es el resignado reconocimiento de que ya no hay transformacin socialposible, de que la historia ha concluido (aunque sus exponentes se horroricenante esta conclusin que los hermana con la obra de Francis Fukuyama) y deque lo que hay es lo nico que puede haber. El postmodernismo como actitud

    filosfica refleja el fracaso de las tentativas de transformacin social en loscapitalismos metropolitanos en los aos de la posguerra. Su ancestro -demuchsima mayor calidad terica y compromiso poltico, por cierto- podra serel marxismo occidental que Perry Anderson identificara como producto delfracaso de las revoluciones en Occidente al finalizar la Primera Guerra Mundial.Podra hipotetizarse que el punto de partida del postmodernismo sera elfracaso de lo que Wallerstein denomina en el informe Gulbenkian -a mi juicioun tanto exageradamente- las tentativas revolucionarias del 68 en Europa.Personalmente creo que no hubo tentativas revolucionarias en el 68 europeo.Lo que hubo fue una serie de revueltas populares, que no es lo mismo. Esasrevueltas fueron aplastadas primero, y luego sus lderes fueron cooptados por

    el sistema, al punto tal que alguno de ellos son hoy figuras importantes delneoliberalismo europeo. El postmodernismo es hijo de esta tragedia.

    En el terreno ms concreto de las Ciencias Sociales se comprueba que elneoliberalismo ha instaurado la barbarie del reduccionismo economicista quehoy nos aqueja. Su impacto se corrobora en la exaltacin del influjo de loselementos econmicos en todo el conjunto de la vida social. Estos no sonconcebidos, como se hace en la tradicin marxista, como elementosarticuladores de una totalidad compleja, mediatizada y dialctica, siempre enmovimiento, sino como factores causales aislados que en su predominio seconvierten en los nicos hacedores de la historia. Al hablar de barbarie

    economicista me refiero por ejemplo al individualismo metodolgico que pesasobre algunas teoras y ciertos supuestos epistemolgicos, que entre otrascosas consagra no por casualidad- la desaparicin de los actores colectivos(las clases sociales, los sindicatos, las organizaciones populares, etc.) y laexaltacin del formalismo matemtico como inapelable criterio de validez de losargumentos sociolgicos, lo que en el mejor de los casos no es otra cosa queuna hoja de parra pseudo-cientfica bajo la cual se pretende ocultar que el rey -es decir, el pensamiento convencional de las ciencias sociales- est desnudo.

    Los supuestos del pensamiento neoliberal que vertebran la teoraeconmica neoclsica han colonizado buena parte de las ciencias sociales. De

    qu supuestos se trata? De los que predican que los nicos sujetos relevantesde la vida social son los actores individuales, respecto de los cuales se aseguraque: (a) cuentan con plena y adecuada informacin sobre el universo en el cualse desenvuelven; (b) lo anterior los habilita para tomar decisiones fundadasracionalmente en la ponderacin precisa de costos y beneficios, y por lo tanto(c) pueden actuar con plena libertad y adecuado conocimiento para satisfacersus intereses egostas. Este modelo, extrado de la ficcin del homoeconomicus, se aplicara por igual a todas las esferas de la vida social, desde

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    las cuestiones ms crematsticas tratadas por la economa hasta las mselevadas manifestaciones del espritu humano.

    Otro de los impactos del neoliberalismo sobre la Sociologa y las CienciasSociales se puede sintetizar en la desconcertante premisa, sobre todo para unsocilogo, que afirma que en realidad la sociedad no existe. La aeja idea del

    contractualismo del siglo dieciocho que postulaba que la sociedad no era otracosa que la suma de los individuos retorna triunfalmente en el neoliberalismo(lo cual, entre otras cosas, nos obligara a replantearnos cunto hay de nuevo,si es que hay algo, en el neoliberalismo...). Esto se puede ver en losplanteamientos tericos pero tambin en los argumentos polticos que senutren de esta tradicin. Por ejemplo, en las declaraciones de la ex PrimeraMinistra de Inglaterra Margaret Thatcher. Poco despus de su feroz represinde la huelga de los mineros que habra de significar el quiebre de la resistenciapopular a las polticas neoliberales, algunos periodistas le preguntaron cualcrea que sera el impacto de la destruccin del sindicalismo sobre la sociedadinglesa. La Sra. Thatcher insigne exponente de la filosofa neoliberal- se limit

    a responder: no existe la sociedad inglesa. Lo que hay son ingleses, como John, Peter, Christine, Mara, etc.. La sociedad inglesa, para ella, era unapeligrosa ficcin inventada por la izquierda. Una perniciosa leyenda carente deconnotaciones reales. Ah est, encerrada en una cpsula, una muestra de lainfluencia del neoliberalismo sobre el pensamiento poltico y sociolgico denuestro tiempo.

    Paralelamente, el postmodernismo ha justificado una indiferencia radicalante cuestiones relacionadas con la estructura de la sociedad y con su historia.Plantea, en consecuencia, el carcter ftil, absurdo, innecesario, irrelevante detoda pretensin de conocer la historia y la estructura de nuestras sociedades.

    Es ms: en su superficial e inofensiva irreverencia, ms animada por su afn dedespertar la admiracin de sus contertulios por la osada retrica de suspropuestas que por la profundidad filosfica de las mismas, el postmodernismodestierra de las ciencias sociales cuestiones tales como verdad o falsedad.En su visin, se trata de meros asuntos terminolgicos carentes de todasustancia real. No hay por lo tanto una verdad sociolgica, y si la hubiera nohabra forma de comprobarla. Pese a que las evidencias sealanincontrastablemente que el neoliberalismo polariza a la sociedad, empobrece alas mayoras y erosiona la legitimidad democrtica, nada de esto podra serconsiderado como una verdad sociolgica. El postmodernismo remata, enconsecuencia, en una concepcin de la sociedad profundamente reaccionaria y

    congruente con la que propone el neoliberalismo. Por qu? Porque si para estela sociedad no es otra cosa que la sumatoria de infinitos tomos individualespre-sociales, para los postmodernos aquella no es ms que un conjuntoheterclito e indeterminado de actores, contingencias y acontecimientos fugacesy efmeros. Toda otra consideracin nos llevara a la triste resurreccin de losrelatos decimonnicos carentes por completo de sentido en el mundo de hoy.Bajo ambas perspectivas tericas, la sociedad, su estructura e historia,desaparecen por completo como objeto de reflexin crtica, para no hablar decualquier pretensin de promover su transformacin.

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    Para resumir: ninguna de estas dos tradiciones tericas que tantoimpacto han tenido en Amrica Latina nos habilitan para pensar la vida social ypara practicar con rigurosidad lo que algunos llamaban el oficio del socilogo.Los socilogos y la Sociologa estn de ms: con los economistas -en realidad,econometristas- y algn charlista entretenido que nos ilustre sobre los

    infinitos recovecos de la vida social y lo efmero de todas sus creaciones, basta ysobra.

    Obviamente, el influjo de estas dos grandes corrientes sobre la culturalatinoamericana, y no slo sobre las ciencias sociales, se tradujo en unverdadero asalto en contra del pensamiento crtico. Bajo su gida no haypensamiento crtico posible. Ms bien, lo que se impone es una oportunaresignacin poltica, que brota del reconocimiento de la derrota que hemossufrido, de lo ilusorio de nuestras utopas y de lo ftiles que fueron las luchaslibradas para crear un mundo mejor. Es decir: en lugar de pensamiento crtico,pensamiento nico, o la dura pero realista admisin de que no existen

    alternativas, de que este es el nico mundo posible y todo lo dems sonmelanclicas ilusiones. Hemos sido derrotados, hemos perdido, el capitalismoha triunfado definitivamente. Si hay otro mundo posible, como dicen en PortoAlegre, seguramente ser peor que el actual. Claro, no todos los postmodernosdicen esto abiertamente. Eso est reservado para los tericos de la derechanorteamericana, como Francis Fukuyama, Robert Kagan o Thomas Friedman.Pero este mismo discurso est presente, en forma velada -y a veces muydisimulada- en las densas tinieblas retricas del postmodernismo. Las utopashan muerto, y no tiene sentido alguno tratar de afanarse en construir la imagende una buena sociedad. Estos renuncios convierten al postmodernismo en uncmplice objetivo del orden social vigente, orden que pocos se atreveran a

    desconocer como el ms injusto en la historia de la humanidad. Segnestadsticas oficiales producidas por diversas agencias de las Naciones Unidas,este orden que neoliberales y postmodernos se resisten -si bien por distintasrazones- a condenar cobra cada noche 100 mil vidas humanas, 35 mil de ellasde nios, a causa del hambre y de enfermedades prevenibles y curables. Estees el orden social de hoy, al que le asignan los dones de la inmortalidad. Unorden que aparece como el nico posible y que condena a que cada aodesaparezca de la faz de la tierra una cantidad de personas equivalente a lapoblacin de Colombia, Argentina o Espaa. Y ante ello la Sociologa nostransmite un mensaje que explcita o implcitamente declara la inexistencia dealternativas. No hay lugar para los proyectos de emancipacin social porque

    ellos, fundados sobre las arenas movedizas de los grandes relatos de lamodernidad, son irremediablemente anacrnicos. Trnsito regresivo de la teoraa la poltica: es preciso, entonces, abandonar toda aspiracin de cambio ytransformacin social, toda pretensin revolucionaria de crear una nuevasociedad. Debemos conformarnos con esto, que es lo que existe, y adems lonico que puede existir. Y entonces a partir de ah se redefine claramente ques lo que puede hacer un socilogo: convertirse en una especie de inocuosocimetra, as como los economistas degeneraron en econometristas arrojandopor la borda toda una tradicin muy respetable de pensamiento crtico en la

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    Economa. Los socilogos deben seguir el mismo camino y convertirse enprolijos agrimensores sociales, o en diligentes trabajadores sociales. Veamoscmo es que se produce esta lamentable metamorfosis.

    La crisis del modelo clsico de investigacin sociolgica

    La principal consecuencia de toda esta desafortunada confluencia detradiciones tericas e ideolgicas sobre la Sociologa ha sido el abandono delmodelo clsico de investigacin que durante un cierto tiempo tuvo vigencia enAmrica Latina. Me refiero a aquellos proyectos en donde se conformaba unequipo dirigido por uno o ms investigadores formados junto con un grupo dejvenes estudiantes, que trabajaba, en un plan de largo aliento, en un procesosimultneo de investigacin y formacin que produjo alguno de los mejoresresultados en la dcada de los 50 y 60 de la Sociologa latinoamericana. Claro:la estructura institucional sobre la cual se apoyaba esa tradicin deinvestigacin social era la universidad pblica o, en su defecto, institucionespblicas como hubo en algunos pases de Amrica Latina, no universitarias

    pero destinadas a fomentar y a trabajar en la investigacin social. El Colegio deMxico es uno de los ejemplos ms notables de esta variante.

    Ahora bien: este andamiaje institucional fue barrido, con diferentesgrados de radicalidad segn los pases, por las polticas neoliberales delConsenso de Washington aplicadas en nuestra regin. El reemplazo de estemodelo, basado en el vigor de la esfera pblica y de las instituciones deenseanza e investigacin creadas y sostenidas por el Estado, fue propiciadopor el debilitamiento sufrido por estos espacios y las polticas de reforma delEstado, que en realidad, lejos de reformarlo, lo destruyeron. Su lugar fueocupado por lo que podramos llamar el modelo de consultora. Ya no hay ms

    espacio ni voluntad para financiar una investigacin social de largo aliento, enmuchos casos comparativa, internacional, que demandaba dos, tres, cuatro,cinco aos de labor de equipos de investigacin en diferentes partes de AmricaLatina. Lo que ahora se ha institucionalizado es un nuevo modelo deinvestigacin que en poco responde a los cnones ms elementales de unametodologa cientfica. Una investigacin breve, acotada diramos casi pret a

    porter, como esas ropas que se compran listas para usar- realizada sobre labase de otro tipo de soportes institucionales, con las consultoras o firmas deconsultores, pblicas y privadas, en primer lugar. En este sentido, un dato muysignificativo y preocupante- del panorama de la Sociologa latinoamericana hasido la transformacin de algunos antiguos centros de investigacin en

    empresas de consultora, fenmeno que se observa en casi todos los pases enla regin. Este estilo de investigacin ha logrado introducirse dentro de lasuniversidades e instituciones pblicas, aquejadas por un fuerte dficit definanciamiento y que por lo tanto fueron cortsmente invitadas por lasautoridades a autofinanciarse, a recurrir a fuentes externas para sufragar -con proyectos especficos de investigacin que obviamente debern responder alos intereses de los nuevos financistas- una parte creciente de su presupuestoy, dentro del mismo, las remuneraciones de los profesores. Otro tipo de soporteinstitucional de creciente importancia para las ciencias sociales es la

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    investigacin modelo consultora realizada en reconvertidas oficinas yagencias del gobierno. Como estas tambin se encuentran afectadas por unacrnica debilidad econmica y financiera, casi invariablemente la investigacinque se hace en el sector pblico est financiada -y es cuidadosamentemonitoreada- por prstamos o subsidios especiales, fundamentalmente delBanco Mundial (BM), del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de

    algunas otras organizaciones financieras de este tipo.

    Por lo tanto, ante la crisis de lo pblico y lo estatal en Amrica Latina,esos organismos de financiamiento terminan por definir una parte importante ycreciente de la agenda de investigacin sociolgica de nuestros pases.Instituciones mal llamadas multilaterales dado el unilateral predominio delque goza en ellas Estados Unidos- como el BM o el BID definen cules son losproblemas que merecen ser investigados en la regin y cules no. No sorprendeque entre los temas menos investigados en Amrica Latina se cuenten ladistribucin del ingreso, la inequidad en el reparto de la riqueza y laregresividad de la estructura tributaria, pese a que nuestra regin sobresale

    entre todas las dems por ser precisamente aquella en donde estos problemasasumen ribetes escandalosos. Segn estudios de diverso tipo, el 10% ms ricode la poblacin latinoamericana paga menos impuestos en proporcin a susingresos que el 10% ms pobre. Sin embargo, esos datos estn ausentes en losinformes que sobre Amrica Latina y el Caribe elaboran la CEPAL, el BID o elBM. Por qu? Porque no son asuntos prioritarios para las agencias, quegracias a su influencia financiera definen cules son los temas importantes deinvestigacin, las teoras a ser utilizadas, las hiptesis a ser trabajadas, lasmetodologas a ser implementadas, e incluso el estilo, el lenguaje y las palabraspolticamente correctas que deben ser utilizadas en los prolijos informes yresmenes ejecutivos resultantes de la investigacin. En otras palabras, en

    medio de esta crisis gravsima de los estados en Amrica Latina, estas agenciasque ya sabemos para quines juegan y qu intereses defienden- definen qu seinvestiga; cmo se investiga; quin, cundo y dnde lo hace, y para qu; y sobretodo, cules son los resultados aceptables de la investigacin.

    Un ejemplo de los muchos que podramos citar para demostrar ladistorsin que esto produce es el siguiente: en Amrica Latina, la abrumadoramayora de los estudios sobre la pobreza utiliza los modelos tericosdesarrollados por el BM, construidos a partir del supuesto de que la pobreza esun fenmeno que debe ser atacado de manera focalizada. A pesar de quecualquier socilogo presente en esta sala puede demostrar que en pases en

    donde la pobreza afecta al 50, 60, 70% de la poblacin una estrategia focalizadade combate a la misma constituye un absurdo maysculo, este es el nicomodelo cientficamente correcto. Lo dems es populismo, estatismo,clientelismo, etctera. Sin embargo, en pases como los nuestros la nicaestrategia razonable para combatir la pobreza es una poltica de tipo universal,por la sencilla razn de que la pobreza no se encuentra focalizada en unospocos reductos o sectores sociales, sino que constituye un problemageneralizado. El enfoque nada inocente que propone el BM podra ser apto talvez -no lo s- en Dinamarca o en Suiza, donde la pobreza afecta a un segmento

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    muy pequeo de sus sociedades, pero no en realidades como las nuestras, endonde aflige a ms de la mitad de la poblacin, proporcin que en algunospases llega hasta el 80%. Qu sentido tiene focalizar el combate contra lapobreza circunscribindolo a un foco casi tan grande como el conjunto de lapoblacin?

    Sin embargo, los modelos tericos que guan la mayora de lasinvestigaciones que vemos sobre pobreza (y las polticas sociales que ejecutanlos gobiernos democrticos de la regin) asumen que el enfoque del BM es elcorrecto y el nico que debe implementarse. Por supuesto, se excluye de estasinvestigaciones auspiciadas por dichas instituciones cualquier reflexinrigurosa acerca de las causas que generan esa pobreza, de por qu elcapitalismo latinoamericano se ha convertido en una fbrica impresionante deproducir pobres e indigentes, y por qu la desigualdad econmica y social seacrecienta an en aquellos pases en donde aparentemente el modelo neoliberalha producido sus mejores frutos, como en Chile. Lamentablemente estaspreguntas son inaceptables: para la prctica convencional de las ciencias

    sociales, regidas por el modelo de consultora, tales cuestiones son rpidamentedescartadas como no-cientficas o meramente ideolgicas, y no deben serintroducidas en una investigacin seria y responsable sobre estos asuntos,sobre todo si se tiene en cuenta que sus resultados habrn de servir defundamento cientfico para las polticas sociales que adopten los gobiernos.

    Todo esto obviamente va configurando el difcil panorama por el cualtransita hoy la Sociologa latinoamericana. Y este panorama se agrava cuandoanalizamos la verdadera contrarreforma universitaria puesta en marcha enAmrica Latina en los 80 y 90. Contrarreforma que ha consistido en limitar laautonoma y los recursos financieros de que disponen las universidades,

    limitacin llevada a cabo de maneras ms o menos encubiertas pero encualquier caso inocultable. Hay una creciente discrepancia entre el proceso demasificacin de la enseanza superior en Amrica Latina -que responde, entreotras causas, al acelerado ingreso de las mujeres a la educacin universitaria,las legtimas aspiraciones de ascenso social de diversos grupos y las nuevasnecesidades del paradigma productivo prevaleciente en la mal llamadasociedad de la informacin- y la dotacin de recursos presupuestarios que losestados han asignado para atender a esa renovada presin sobre lasestructuras universitarias. Pero esta contrarreforma tambin se hace presenteen los criterios establecidos en casi todos nuestros pases para evaluar eldesempeo del cuerpo de profesores, para, en otro absurdo de la poca,

    intentar medir su productividad con el objeto de establecer criterios deremuneracin diferencial, habida cuenta de que en muchos pases de la reginlos salarios universitarios han quedado congelados por aos. Fieles a lasrecomendaciones del FMI y el BM, los gobiernos procuraron reducir laremuneracin bsica a los profesores a un piso mnimo, y a partir de ahotorgar selectivamente complementos salariales en funcin de grotescoscriterios economicistas de productividad acadmica (que de haberse aplicadoa Coprnico, Newton, Darwin, Marx y Freud, probablemente hubieran llevado asu expulsin de los claustros, cubiertos de ignominia).

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    Estos criterios introdujeron y/o agravaron problemas que tornaron msdifcil el desarrollo o el fortalecimiento de cualquier perspectiva crtica en elmarco de la Sociologa latinoamericana. Les pongo un ejemplo que seguramentetodos conocen. En sus esfuerzos por establecer una evaluacin objetiva deldesempeo de nuestros profesores, los comits y jurados de los diversos

    organismos estatales encargados de supervisar la actividad acadmica otorgana un artculo publicado en alguna revista acadmica norteamericana unpuntaje muy superior al asignado a un libro publicado en nuestros pases. Osea, se recompensa con ms generosidad la publicacin de un pequeo artculoen el extranjero -fundamentalmente en Estados Unidos, y en menor medida enEuropa- que un libro publicado en Mxico, Ro de Janeiro o Buenos Aires.Cul es el argumento? El argumento, revelador de la humillante colonialidadque abruma a nuestros grupos dirigentes, asume que all, en EstadosUnidos, se hace una ciencia social de altsima calidad, y que si un trabajo dealguno de nuestros investigadores es aceptado para ser publicado en el Norte,eso quiere decir que es una obra que se encuentra al nivel de excelencia que

    indiscutiblemente prevalece en aquellas latitudes. Por contraposicin, un libropublicado en Amrica Latina es una incgnita, pues su mera publicacin eneste paraso de compadrazgos y amiguismos no ofrece ninguna garanta decalidad. No hace falta extenderse demasiado sobre los efectos devastadores quesobre el pensamiento crtico tienen la colonialidad y el racismo implcitos entales criterios de evaluacin4.

    Como consecuencia de todo lo anterior, la agenda de investigacin de lasCiencias Sociales en Amrica Latina, y fundamentalmente de la Sociologa, nosolamente est controlada por las agencias de financiamiento -cada vez msescasas, concentradas, y con un control ideolgico muy fuerte- sino tambin

    por los comits editoriales de losjournals norteamericanos y en menor medidaeuropeos, que son quienes dictaminan si un artculo de un latinoamericano espertinente por su objeto de estudio y correcto en su formulacin terica ymetodolgica. El problema es que esas revistas publican artculos en funcin delas necesidades de un pblico muy especial y adems poco estimulante: el quehabita el pequeo gueto acadmico. Este se encuentra dominado por lasnecesidades de promocin individual de los nuevos profesores, la bsquedafrentica de jobs y tenure tracks, el establecimiento de una reputacininexpugnable en nuevas sub-reas y sub-especialidades que garanticen lacontinuidad laboral en los cada vez ms tambaleantes puestos de trabajo, yotras por el estilo, que tienen muy poco que ver con las nuestras y por

    supuesto, sublimadas y elevadas a un plano supuestamente terico, seconvierten en la lnea editorial de las revistas profesionales. Esto no slo es asen las ciencias sociales sino tambin en otros campos, inclusive en la Biologa.Por ejemplo, en Estados Unidos hay muy poco inters en publicar en

    4 El trmino epistemicidio ha sido instituido por Boaventura de Sousa Santos en sus diversasobras para referirse a la aniquilacin de saberes no convencionales promovidos en nombre delprogreso y la civilizacin. Sobre la colonialidad del conocimiento ver Edgardo Lander,compilador, La colonialidad del saber. Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivaslatinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO, 2000.

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    cualquiera de las grandes revistas de ciencias mdicas artculos sobre el Mal deChagas enfermedad que afecta a millones de personas en Amrica Latina. Porqu? Porque no hay Chagas en Estados Unidos, o por lo menos no lo habahasta hace poco. En los ltimos tiempos, con las intensas migracionesprocedentes de algunos pases en donde el Chagas es una enfermedadendmica, ha surgido un cierto inters en recibir artculos sobre esta dolencia,

    sobre todo despus que se detect su presencia en el Bronx. Por lo tanto,nuestros investigadores en ciencias biolgicas deben ocuparse de asuntos queimportan all si es que quieren mejorar sus salarios aqu. Si se quierepublicar all, hay que trabajar sobre los temas que interesan a la comunidadacadmica norteamericana y utilizar las teoras aceptables para el cada vez msestrecho mainstream terico y metodolgico dominante. Dado que publicar enEstados Unidos es fundamental para que nuestros profesores mejoren suspuntajes, pues con ello aumentan su retribucin salarial (en un contexto desalarios deprimidos y/o congelados), nuestra agenda de investigacin y lasorientaciones terico-metodolgicas de los investigadores han pasado a estarcrecientemente dominadas por los comits editoriales de aquellas revistas que

    establecen prioridades que poco tienen en comn con las nuestras.5

    Como un ejemplo de las prioridades de prestigiosas revistas acadmicasnorteamericanas y la distorsiones que estas pueden generar entre nuestrosinvestigadores, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones que surgende la lectura de un libro muy interesante escrito por un lcido intelectualnorteamericano, Russell Jacoby, en donde este cita un estudio realizado sobreuna de las dos principales revistas de Sociologa de Estados Unidos, laAmerican Sociological Review (ASR). El trabajo tom en cuenta los artculospublicados entre 1936 y 1982, poca marcada por grandes procesos polticos ysociales tanto en lo domstico como en lo internacional que van desde la Gran

    Depresin y el New Deal hasta el auge del neoconservadorismo, pasando por laSegunda Guerra Mundial, las guerras de Corea y Vietnam, los movimientos porlos derechos civiles y de la mujer, varios magnicidios, etctera. Qu es lo quedescubri ese estudio? Que slo un 5 % de los artculos se dedicaban a esostemas, mientras que el asunto que concitaba mayor atencin y que motivaba laaprobacin del comit editorial de la ASR era el proceso por el cual seconstruan las parejas en todas sus variantes -heterosexuales, homosexuales,transexuales, etc.- en Estados Unidos. El problema que ocup ms espacio enla revista -en ese perodo!- fue el modo en que los norteamericanos construansus parejas, cmo se citaban, las estrategias de seduccin, quines eran losque finalmente se unan, qu los atraa y por qu algunas parejas persisten y

    otras no. Y los investigadores latinoamericanos deben esforzarse por tratar deencontrar un nicho -valga la expresin un poco lgubre para hacer quepublicaciones que manifiestan preferencias como estas hagan lugar a nuestrosintereses temticos6.

    5 Una interesante discusin sobre el referato en las revistas de ciencias sociales puede encontrarse en un dossier

    especial de la revista Sociedad, publicada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires

    (Buenos Aires: Primavera 2003) N 22, pp. 253-276.6Russel Jacoby, The Last Intellectuals. American Culture in the Age of Academe, New York, BasicBooks, 2000, p. 158.

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    Para consuelo de los socilogos, en la Ciencia Poltica el panorama no esmucho ms halagador. Nuevamente, Jacoby seala que en la dcada de los 60,de un total de 924 artculos de las tres principales revistas de Ciencia Polticanorteamericanas, solamente uno -repito, unosobre 924-abordaba el tema de lapobreza. Trestrataban la crisis urbana, y slo uno se preocup por analizar la

    Guerra de Vietnam. Ntese la extraordinaria alienacin de este mundilloacadmico, su total falta de contacto con la realidad, tal que en plena dcadadel 60 insisto, cuando se producen la gran conmocin de la Guerra deVietnam, la multiplicacin de movimientos por los derechos civiles, la aparicinde los Black Panthers, las movilizaciones pacifistas y los atentados y asesinatosde John F. Kennedy, su hermano Robert, Fiscal General de Estados Unidos,Martin Luther King y tantos otros- estos temas no aparecen reflejados en laproduccin de los ajetreados ocupantes de la torre de cristal acadmica. Ellorevela el enorme hiato que separa las preocupaciones de nuestros escolsticosde la produccin de la vida real7. Habra muchos otros ejemplos semejantes quepodran extraerse de la Economa, cuya crisis es muchsimo ms grave que la

    de la Sociologa, pero ya me he extendido demasiado. En todo caso, esterecuento sobre la Sociologa y la Ciencia Poltica deja ver los problemas queenfrentan los investigadores que se ven inducidos a tratar de publicar enrevistas cuyas prioridades no son las nuestras, sino otras muy diferentes, quetampoco tienen mucho que ver con lo que ocurre en la sociedadnorteamericana, y por el contrario, revelan que la academia estadounidense seha convertido en un gueto dorado, con escassimos contactos con las gentescomunes, de carne y hueso, de su propio pas. El riesgo que corremos enAmrica Latina es el de subordinarnos a una agenda de investigacin que nadatiene que ver con nuestra realidad social, y de ese modo recrear en la periferiala construccin de otro gueto academicista que nos asle por completo de los

    problemas que afligen a nuestras sociedades.

    La necesidad de un pensamiento crtico y radical

    Evidentemente, en este contexto -con las sealadas limitaciones definanciamiento, con los constreimientos en relacin a la agenda deinvestigacin, el estilo de trabajo y los modelos tericos utilizados- hay pocasposibilidades de que pueda prosperar un pensamiento crtico, emancipador,radical como el que Amrica Latina requiere impostergablemente. Unobservador que descendiera de Marte podra preguntar: y por qu AmricaLatina requiere un pensamiento radical? Por una cuestin muy simple: porque

    la situacin de Amrica Latina es tan radicalmente injusta, tan absolutamenteinjusta, y se ha visto tan agravada en los ltimos aos, que si queremos haceralguna contribucin a la vida social de nuestros pases, al bienestar denuestros pueblos, no tenemos otra alternativa que la de repensar crticamentenuestra sociedad, explorar los otros mundos posibles que nos permitiransalir de la crisis, y comunicarlos con un lenguaje llano, sencillo y comprensiblea los sujetos reales, hacedores de nuestra historia. Pero claro, es muy difcil

    7 Jacoby, op. cit, pp. 156-157.

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    alimentar la pasin por el pensamiento crtico a partir de las coordenadasexaminadas ms arriba.

    El pensamiento crtico tiene como punto de partida una especie de juramento hipocrtico como el que hacen los mdicos, que los compromete aluchar sin cuartel por la vida de sus enfermos. Creo que sera bueno que en las

    Ciencias Sociales, en la Sociologa, tuviramos tambin nosotros quesometernos a un juramento hipocrtico, asumir el compromiso de luchar sindesmayos por el bienestar de nuestras sociedades y la felicidad de nuestrospueblos. Un juramente que debera inspirarse en la definicin que NoamChomsky dio acerca de la misin del intelectual: decir siempre la verdad ydenunciar las mentiras.

    A m me parece que esto, decir la verdad y denunciar las mentiras, esmuy importante si se recuerda el sugestivo deslizamiento producido en el lxicode las Ciencias Sociales, que convierte a los socilogos -a vecesinvoluntariamente y en otros casos no tanto- en cmplices de una situacinindefendible por su escandalosa inmoralidad. Por ejemplo, en Amrica Latina,

    para referirse a los gobiernos que hoy prevalecen en la regin ya se ha hechouna costumbre caracterizarlos sin ms como democrticos. Sin embargo, sihiciramos un pequeo experimento mental, si tuviramos la posibilidad devolver a traer a este mundo a Aristteles -que buena falta nos hara- y ledijramos a ver maestro, usted que fue el que primero en elaborar la tipologade los regmenes polticos, dganos, en funcin de lo que observa en AmricaLatina, cmo clasificara a nuestros gobiernos? Afirmo, sin la menor duda,que Aristteles dira algo as: son una mezcla extraa, nunca vista en la Greciaclsica, de gobiernos oligrquicos pero con la intrigante particularidad de estarbasados en el sufragio universal. No hay aqu metecos, esclavos ni mujeresexcluidas del proceso electoral, y es esto lo que les otorga una apariencia

    democrtica. Pero, analizando las cosas con el rigor con que he escrito todasmis obras, bajo ningn concepto podran estos gobiernos ser consideradoscomo democrticos. Aristteles se escandalizara si le replicramos que la granmayora de los cientficos sociales as las consideran. Y seguramente dira queestamos muy confundidos, que en realidad se trata de una variedad anmalade gobiernos oligrquicos, y enfatizara -seguramente ya un tanto enfadado-que tal cual lo he demostrado en mi Poltica un gobierno democrtico es elgobierno de los ms en beneficio de los pobres. Es, en otras palabras, ungobierno de mayoras en beneficio de los pobres. El destinatario privilegiado dela poltica de un gobierno democrtico son los sectores desprotegidos yexplotados de una sociedad. Y ac lo que ustedes, con una sorprendente

    laxitud de lenguaje, llaman democracias, son regmenes en los que losbeneficiarios fundamentales son pequeas oligarquas que se enriquecen da ada mientras que el pueblo se hunde cada vez ms en la miseria.

    Preguntmonos, acicateados por este imaginario anlisis de Aristteles,quines han sido los grandes beneficiarios del mal llamado proceso deredemocratizacin en Amrica Latina en los ltimos veinte aos. La respuestaes contundente: aquellos que componen una elite que no abarca a ms del 10%superior en la distribucin de los ingresos. Les pongo el caso de mi pas,

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    Argentina, que se enmarca claramente dentro de la tendencia general. Cuandosalamos de la dictadura, la distancia entre el 10% ms rico y el 10% ms pobrede la sociedad argentina era de 14 a 1, ya de por s bastante preocupante si lacomparamos con la existente en algunos pases europeos, 6 a 1, o en Corea, 5 a1, por ejemplo. Ya venamos mal. Despus de veinte aos de consolidacindemocrtica, Aristteles nos dira: Si ahora esa distancia es, en la Argentina,

    de 35 a 1, cmo decir que este aberrante resultado pudo haber sido producidopor un rgimen democrtico? En realidad, esa es la marca distintiva de todaoligarqua. Si vamos a Chile, a Brasil o a Mxico, el fenmeno se reitera conmayor o menor intensidad, pero siempre dentro de esta misma tendenciageneral. Pese a lo cual son muchos los cientficos sociales que difunden lamentira de que estamos en presencia de gobiernos democrticos. En lugar deser gobiernos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como quera AbrahamLincoln, lo que tenemos en la regin son gobiernos de los mercados, por losmercados y para los mercados. Faltamos as a nuestro juramento hipocrtico alabstenernos de someter a una discusin rigurosa los conceptos fundamentalesde nuestra disciplina y admitir acrticamente los criterios establecidos por la

    ideologa dominante.

    Toda esta lamentable confusin en relacin al concepto de democraciatambin se reitera con otros trminos, en gran parte debido a las distorsionessemnticas que el BM y sus expertos han venido introduciendo lentamente enel lenguaje acadmico. Por ejemplo, esa institucin cosech un xito notablecuando ya desde la poca de los 80 comenz a considerar a cuestiones talescomo la educacin y la salud no ya como derechos ciudadanos, sino comobienes y servicios. Como derechos, estas deban ser de adjudicacin universal;si se las convierte en bienes y servicios, deben ser adquiridas en el mercado porquienes puedan hacerlo. La influencia del BM en las Ciencias Sociales ha hecho

    que todo un conjunto de otrora derechos ciudadanos como la educacin, lasalud, la justicia y la seguridad social hayan pasado a ser considerados sin mstrmite como bienes y servicios sometidos por completo a la lgica mercantil,abriendo paso a su privatizacin, cuando en Amrica Latina haban sidogarantizados en muchos casos durante ms de un siglo. En toda la regin lapalabra ciudadano ha venido cayendo en desuso progresivamente, siendoreemplazada por trminos supuestamente ms precisos como cliente oconsumidor. En este perverso festival de eufemismos, la destruccin delEstado es caracterizada por los publicistas del BM como reforma del Estado:reformar el Estado es lo que se hace cuando se lo desmantela, se despide a supersonal, se liquidan sus agencias y se destruyen sus bases financieras. En

    nuestra regin, este proceso, por el cual hemos acercado el perfil del gastopblico de los pases de Amrica Latina a los pases del frica Sub-Saharianaen lugar de aproximarlo al que impera en el mundo desarrollado, espomposamente celebrado como una exitosa reforma de la institucin estatal. Siantes estbamos a mitad de camino entre el frica Sub-Sahariana y los pasesmiembros de la Organizacin para la Cooperacin y el Desarrollo Econmico(OCDE), ahora nos hemos pegado mucho ms -tal vez por solidaridadtercermundista?- a los primeros, al paso que nos alejamos presurosamente delos segundos, pases que adoptan polticas totalmente diferentes a las nuestras,

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    que no creen en el neoliberalismo, el libre mercado o el Consenso deWashington. Eso es retrica para consumo de los nativos; es decir, nosotros.

    Muchas otras palabras tambin se enfrentan a lo que parecera ser uninexorable crepsculo: clase, por supuesto, es una palabrota en vas deextincin en el lxico de la Sociologa, reemplazada con el trmino mucho ms

    amorfo y amable de gente, palabrita favorita de gran parte de los dirigentes dela adocenada centro-izquierda latinoamericana, o en otros casos substituidapor el concepto -rodeado de impenetrables halos metafsicos- de multitud, quetantas esperanzas suscitara en algunas coyunturas crticas recientes deAmrica Latina. Tambin desapareci la palabra nacin. Cuando se habla denuestros pases, los sofisticados cientficos sociales del Norte y sus lenguaraceslocales prefieren llamarnos mercados. Nuestros pases no son ya msnaciones, son mercados. En algunos casos se nos dice incluso con un tonocondescendiente que son mercados emergentes, fomentando la ilusin de queestaramos en un claro proceso de emerger, no se sabe desde ni hacia dnde,cuando una visin ms sobria nos indicara que nos estamos sumergiendo, y

    no emergiendo. La nocin de ideologa tambin ha sido desterrada: se hablaen su lugar de opinin pblica, o peor, de marketing poltico, palabra que seha puesto muy de moda recientemente en varios pases de Amrica Latina,donde aparentemente ha surgido un gur, Duda Mendona, capaz de montarexitossimas operaciones de marketing poltico cuyo secreto fundamental eshacer que un lder radical de izquierda abomine de su pasado y de todo cuantoha credo, se ale con los poderosos y renazca como un inofensivo patriarca desu pueblo que derrama por doquier amor y buenas ondas y que, por lo tanto,tranquiliza a las clases dominantes al asegurarles que no har nada que puedaincomodarlas. La palabra imperialismo tambin haba desaparecido,reemplazada con otras tales como globalizacin, economa global, etctera.

    Ahora por suerte la derecha ms radical norteamericana ha dichodesafiantemente s, somos un pas imperialista, y qu? Cul es elproblema?, con lo cual an los ms timoratos practicantes del saberconvencional no han tenido otra opcin que comenzar a hablar del tema, unavez que Washington habilit la discusin dotndola de una legitimidad que notena en el pasado. Quien antes hablara del imperialismo era considerado uncurioso fsil parlante; ahora, gracias a Bush Jr. y los horrores del imperialismonorteamericano, el asunto ha vuelto a ocupar la atencin de algunos socilogos.

    Recuperar la herencia del pensamiento crtico latinoamericano

    Amrica Latina ha hecho grandes contribuciones al pensamientouniversal. Segn muchos observadores, la nuestra es, de lejos, una de lasregiones de mayor creatividad intelectual, cultural, esttica, filosfica, musicaldel mundo. Y en el terreno de las Ciencias Sociales y las Humanidades no haypunto de comparacin entre los aportes hechos por Amrica Latina en elpasado y los que hicieron otras regiones del Tercer Mundo. En parte gracias altrabajo realizado desde CLACSO, he estado un poco ms familiarizado con laproduccin de las Ciencias Sociales en Asia y en frica y les puedo asegurarque nuestra situacin en este campo compara muy favorablemente con la que

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    existe en el mundo asitico. Salvo en el caso de la India, falta all una tradicinde reflexin filosfico-social. Ellos han tenido, y tienen, grandes ingenieros ytcnicos, y en ese sentido van a la cabeza de una serie de disciplinas; perodesde el punto de vista de la reflexin social la produccin no es muy relevante.El caso africano es un poco ms matizado. Se parecen un poco ms a nosotrospor su fuerte conexin con el mundo europeo, pero se encuentran mucho ms

    golpeados por un proceso de devastacin imperialista del cual apenas tenemosuna plida noticia. Un solo dato: hay pases en frica en donde la aplicacin delas polticas neoliberales ha llegado tan lejos que los restos del Estado quesobrevivieron a las reformas no tienen siquiera condiciones para distribuir,con un mnimo de orden y eficacia, la ayuda alimentaria que les llega paracombatir sus peridicas hambrunas. Las formas predominantes de distribucinson el tumulto y el saqueo, desencadenados por poblaciones desesperadas porel hambre y por la inoperancia de un aparato estatal carente de las mnimascondiciones para la administracin de la cosa pblica. Bajo esas condiciones, laposibilidad de desarrollar un pensamiento crtico se torna muy problemtica,sobre todo si se tiene en cuenta que la dispora africana, especialmente de los

    grupos que accedieron a la educacin superior, ha sido mucho ms masiva quela latinoamericana.

    En consecuencia, Amrica Latina es depositaria de una responsabilidadmuy especial en el marco del Tercer Mundo. Nuestros pases produjeron en elpasado contribuciones tericas de enorme significacin, ms all de las crticasque hoy pudieran formulrseles. Tomemos el caso del desarrollismo. Laaportacin realizada por economistas como Ral Prebisch, Celso Furtado,Anbal Pinto, Mara Coneiao Tavares y tantos otros fue original y fecunda, yno deja de ser lamentable el abandono efectuado por la propia CEPAL de estavigorosa tradicin intelectual. Esta institucin, que en los 50 se haba

    convertido en uno de los principales baluartes de una reinterpretacin crticade las teoras econmicas procedentes de Estados Unidos y Europa, ahora seconforma con jugar el papel de simple divulgadora de las banalidadesconservadoras de la ciencia econmica oficial y el Consenso de Washington.

    Pero los aportes latinoamericanos no se limitan al campo de la Economa.En el terreno de la Filosofa este continente ha dado a luz a la Teologa de laLiberacin, tan combatida por la derecha internacional, y entre otros por elactual pontfice de la Iglesia Catlica. La Teologa de la Liberacin esconsiderada, en las principales universidades del mundo desarrollado, comouna de las aportaciones ms importantes a los debates filosficos de la segunda

    mitad del Siglo XX. Conviene preguntarse si la tomamos igualmente en cuentaen nuestras escuelas de Sociologa. Amrica Latina revoluciona el pensamientoeducacional con la obra de Paulo Freire, un hombre de este continente, con lapedagoga del oprimido. Y le cabe a Milton Santos, gran gegrafo brasileo, elmrito de haber replanteado radicalmente la visin predominante sobre lageografa en el terreno internacional. Amrica Latina produjo tambin elresurgimiento de la discusin sobre la problemtica del Estado que los eruditospolitlogos norteamericanos de la mano de David Easton haban desterrado dela academia a mediados de los 50. Lo mismo cabe decir del papel que nuestros

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    intelectuales crticos desempearon en reflotar la discusin sobre elimperialismo y la dependencia, acallada ante el auge de las teoras de lamodernizacin y el pensamiento econmico ortodoxo. Los integrantes de dosGrupos de Trabajo de CLACSO, el de Estudios del Estado y el deDependencia, creados en la segunda mitad de los 60, fueron protagonistasprincipales de la renovacin terica experimentada en estos campos.

    En consecuencia, no debemos ahorrar esfuerzo alguno en nuestroempeo por recuperar una tradicin de pensamiento tan crtica como la queAmrica Latina alumbr en la segunda mitad del siglo veinte, y que tieneilustres antecedentes cuya sola enumeracin insumira el resto de miconferencia. Pensemos simplemente en la importancia de los aportes de JosMart; Jos Carlos Maritegui; Vctor Ral Haya de la Torre en su mejorperodo y no en el de su posterior capitulacin; Jos Vasconcelos; Jos EnriqueRod; Anbal Ponce. Insisto, entre otros notables. Sera imperdonable condenaresa rica tradicin al olvido y marearnos con eso que tan acertadamentecondenaba Platn hace dos mil quinientos aos: el afn de novedades,

    enemigo mortal del conocimiento verdadero. No se trata pues tan slo de volveral pasado y releer los viejos textos como si fueran piezas de un museoarqueolgico. Se trata de recuperar sus trascendentales interrogantes ms quesus comprobaciones puntuales, y proyectar todo este aparato terico comofuente de inspiracin para una renovada interpretacin del presente ycontribuir a la creacin de nuevas sntesis tericas.

    Nosotros tenemos, adems, una responsabilidad adicional ante lospueblos del Tercer Mundo. Al ser el patio trasero de Estados Unidos, el reageogrfica contigua de la nueva Roma americana, nos encontramos ante unasituacin paradojal. Por una parte, esta posicin nos convierte en vctimas

    inmediatas de sus insaciables apetitos imperialistas. Pero por la otra, estainsercin nos permite disponer de un horizonte de visibilidad que nos habilita apensar, estudiar e interpretar la realidad del imperialismo desde unaperspectiva mucho ms rica que la que podramos construir desde frica oAsia, o mismo desde Europa. Como producto de nuestra propia sujecin casisin mediaciones al dominio imperial, como el lugar donde este se confronta demanera ms recia e inmediata con sus adversarios, estamos en condiciones deanalizar este fenmeno en mejores circunstancias que en cualquier otra partedel mundo, donde los influjos del imperialismo aparecen ms mediatizados yentremezclados. As como Marx en su momento se instal en Inglaterra,corazn del capitalismo industrial de su poca, porque era ese el lugar en

    donde las contradicciones propias de ese modo de produccin se desenvolvan yse perciban con mayor claridad, uno podra decir que es en Amrica Latinadonde las contradicciones del sistema imperialista mundial se observan conmayor nitidez y claridad. Y por lo tanto es nuestra obligacin, a partir de esaposibilidad, elaborar esquemas de interpretacin que puedan ser de utilidad enlas luchas emancipatorias de otros pueblos. No slo para conocer mejor alimperialismo sino, principalmente, para derrotarlo cuanto antes.

    La academia y el pensamiento crtico

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    Quisiera concluir con una pregunta, muy apropiada en una reunin deeste tipo. Ser posible concretar este proyecto de renovacin del pensamientocrtico en el seno de la academia? Mi opinin, la opinin de un hombre formadodesde muy joven en el mundo acadmico, es que no. Que la academia es decir,las universidades y los centros de investigacin regidos por el cdigo de la

    academia- ha sufrido un proceso involutivo que la ha tornado sumamenterefractaria a todo pensamiento crtico, a toda heterodoxia, y que slo le permiteasimilar y aceptar a quienes, con razn y mucha irona, Alfonso Sastredenomina intelectuales bienpensantes8. Es decir, gentes a las que jams seles pasara por la cabeza tener el atrevimiento de desafiar los saberesestablecidos y los poderes que sobre ellos se levantan. El mundo de la academia-y las universidades son sus principales bastiones- es un mundo dedisciplinas rgida y artificialmente separadas; de carreras que ofrecenconocimientos fragmentados y, por lo tanto, intiles; de interminablesevaluaciones de informes y proyectos a cargo de pares que valoran la tarea desus colegas en funcin de estrechsimos criterios disciplinarios y burocrticos,

    y en no pocos casos esgrimiendo el instrumental del anlisis de costo-beneficio como si este fuera un mtodo adecuado para apreciar la fecundidadde un pensamiento. La academia se ha convertido en un gueto separado delresto de la vida social, en un mundo que no acepta como vlido sino el estilo detrabajo y los contenidos que derivan del paradigma terico-metodolgicodominante, no por casualidad desarrollado en el centro del imperio y cuyacrisis es ms que evidente por doquier. La academia rechaza, por lo tanto, alintelectual, es decir, a quien traspasa con su pensamiento universal lasabsurdas y caprichosas fronteras disciplinarias que separan la Sociologa, laCiencia Poltica, la Antropologa, la Economa y la Historia, como si en la vidareal de los pueblos y las naciones la sociedad, la poltica, la cultura, la

    economa y la historia fuesen cosas separadas o compartimientos estancosque pudieran ser inteligibles en su esplndido aislamiento. Desoyen, de estemodo, el consejo de Gramsci cuando adverta sobre los riesgos de hipostasiar loque no son, ni pueden ser, otra cosa que distinciones meramentemetodolgicas. Qu ms artificial y artificioso que la separacin endepartamentos disciplinarios que terminan por des-educar a nuestrosestudiantes, convirtindolos en nuevos brbaros del conocimiento?

    A pesar de las apariencias, existen grandes diferencias entre unacadmico y un intelectual. Este rechaza por completo la validez de lasfronteras disciplinarias, inclusive de la multidisciplinariedad porque cree, por

    el contrario, en la unidisciplinariedad, es decir, en un saber integral yunificado que es lo nico que permite reproducir, en el plano del pensamiento,la totalidad compleja y siempre cambiante de la vida social. A diferencia delacadmico, cuya obra se dirige casi exclusivamente a sus colegas y estudiantesy ocasionalmente a alguna agencia gubernamental, el pblico al cual se dirige

    8Cf. Alfonso Sastre, La batalla de los intelectuales o Nuevo discurso de las armas y las letras,

    Buenos Aires, CLACSO, 2005.

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    el intelectual trasciende esas fronteras, y es la sociedad en su conjunto. Noescribe, como aquel, apelando al lenguaje barroco, oscurantista y lleno detecnicismos propio de los iniciados -y muy a menudo repleto de innecesariasformulaciones matemticas- que hace que sus textos slo sean comprensiblespara quienes cohabitan con l, o con ella, en el gueto acadmico. El intelectual,por el contrario, trata de comunicarse con los hombres y mujeres de su tiempo,

    para lo cual renuncia a la pedantera academicista y expresa sus ideas conlenguaje llano e inteligible, lo que de ninguna manera conspira contra larigurosidad de su pensamiento. Si bien se interesa por las ideas, su inters estpuesto en la relacin entre estas y el orden social vigente, y entre las ideas y losproyectos que dialcticamente lo cuestionan y pretenden superarlo. Elintelectual sabe que su misin ms importante es la de ser la conciencia crticade su tiempo; el papel del acadmico, en cambio, es respetar celosamente lasfronteras disciplinarias, publicar en las revistas especializadas de la profesin -por supuesto que bendecidas por el fetichizado referato de sus pares- yreproducir el primado del paradigma terico-metodolgico convencional. Jean-Paul Sartre fue un intelectual; Gilles Deleuze un distinguido acadmico. Noam

    Chomsky es un intelectual; Samuel Huntington, un acadmico. Intelectualesson, adems de Chomsky -a quien con total justicia Roberto FernndezRetamar considera el Las Casas del siglo XX- el propio Fernndez Retamar,Pablo Gonzlez Casanova, Boaventura de Sousa Santos, Eduardo Galeano,Alfonso Sastre, Arundhati Roy, Tariq Al, Rossana Rossanda, Gore Vidal, a losque habra que agregar a la recientemente desaparecida Susan Sontag. Algunode ellos fueron o son profesores universitarios; lo que no los convierte enadocenados acadmicos es que ninguno acept permanecer encerrado en susclaustros.

    Esta reflexin nos obliga a introducir un par de clarificaciones.

    En primer lugar, que sera un grave error suponer que indefectiblementelos intelectuales se identifican con el pensamiento crtico y los proyectosemancipatorios. Octavio Paz, por ejemplo, fue uno de los ms grandesintelectuales latinoamericanos. De posturas crticas, a veces lindantes con elanarquismo en su juventud, fue lentamente involucionando en una direccinque con el correr del tiempo habra de desembocar en una escandalosaadhesin desde afuera al PRI y la dictadura perfecta que (al decir de suamigo Mario Vargas Llosa) aquel encarnaba precisamente cuando arrojaba porla borda lo poco que le quedaba como herencia de la fallecida RevolucinMexicana y se converta en el agente de la restructuracin neoliberal de Mxico.

    Proceso que, debiera recordarse, pese a su signo reaccionario y a constituir unverdadero festival de corrupcin y de desembozada subordinacin a ladominacin norteamericana, pudo contar con la invalorable colaboracin dePaz como su principal intelectual orgnico, propagandista y articulador deamplios consensos internacionales. En esta labor, el celo desenfrenado puestopoco despus de la implosin de la Unin Sovitica en reunir en Mxico a lossedicentes campeones de la libertad que de todo el mundo acudieron paracelebrar el acontecimiento y, de paso, dotar de legitimidad a un gobierno comoel de Salinas de Gortari que haba robado escandalosamente las elecciones al

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    candidato del PRD, Cuahutemoc Crdenas, deshonra irreparablemente losltimos aos de Paz. Ejemplo similar, aunque de menor gravitacin, ofrece ennuestros das Mario Vargas Llosa, otro notable escritor y destacado intelectualque tras un primer coqueteo con la izquierda y la Revolucin Cubana se pasrpida e inescrupulosamente -y sin las sutilezas intelectuales y las inicialesambigedades polticas de Paz- a las filas de la reaccin y el imperialismo.

    Como muchos de los de su bando (en esto Paz era un poco ms cuidadoso),Vargas Llosa, y en general los perfectos idiotas colonizados, son estentreos yprdigos a la hora de pontificar sobre la libertad y la democracia y de combatircon encendida verborragia las ideas, partidos y gobiernos de izquierda. Sinembargo, caen en un mutismo catatnico -que no engaa sino a unos pocosingenuos- a la hora de juzgar los crmenes de sus patronos. El referndumrevocatorio ganado por Chvez en el 2004, bajo el atento escrutinio de la OEA yla Fundacin Carter, es un repugnante ejemplo de populismo autoritario; eldescarado robo de las elecciones presidenciales por George W. Bush Jr. en el2000 una brillante muestra de la vitalidad de la democracia norteamericana.Por consiguiente, no slo los espritus crticos pueden asumir el papel de

    intelectuales.

    En segundo lugar, es preciso asimismo tener en cuenta que, para cumplircon esta funcin gramsciana de proveer una direccin intelectual y moral quereverbere por el conjunto de la sociedad, es imprescindible que losintelectuales, de uno u otro signo, lo sean de verdad. Es decir, personas quedeben poseer un notable manejo del amplio y complejo conjunto de problemasque caracterizan a las sociedades contemporneas; ser rigurosos y profundosen sus razonamientos, mismos que deben estar cuidadosamente argumentadosy mejor an probados; y por ltimo, sobrios y sencillos a la hora de exponerlosa la consideracin del gran pblico. Recordemos que ellos no escriben para sus

    colegas y estudiantes de la academia, sino para una audiencia mucho msamplia. Conserva su vigencia, en cierto sentido, la clsica distincin de losgriegos entre doxa y episteme, entre sofistera y saber verdadero, entre lossofistas y los filsofos. Estos criterios excluyen, por consiguiente, a una sub-especie que a veces se confunde con el intelectual y que, a falta de mejornombre, podramos denominar el charlatn o, siguiendo a Max Weber, eldiletante. Hay muchos ejemplos a derecha e izquierda de esta categora.Vargas Llosa, por ejemplo, no duda en atribuirle esa condicin a JeanBaudrillard, y esa sera una de las poqusimas cosas en las que estara deacuerdo con el autor de Conversacin en la Catedral. Por mi parte pienso queuno de los ms excelsos ejemplos de charlatanera de nuestro tiempo, erigido

    por la industria cultural de la burguesa y sus medios de confusin de masasal rango de gran filsofo de la poca, es Fernando Savater9.

    Retomemos ahora nuestra pregunta. Dadas estas condiciones, se puederecuperar el pensamiento crtico en el enrarecido mbito de la academia? No, yla razn es bien simple: su estructura y su lgica de funcionamiento la llevan aabjurar no slo de la clebre Tesis XI de Marx que nos convocaba a transformar

    9Cf. Mario Vargas Llosa,El lenguaje de la pasin (Buenos Aires: Aguilar, 2001), pp. 193-197.

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    al mundo sino que, con su fantica adhesin al conocimiento fragmentado y suintransigente defensa de los estrechos campos disciplinarios, tambin harenunciado a toda pretensin de interpretar al mundo correctamente. En suma:no quiere cambiar al mundo ni puede explicarlo adecuadamente.

    Para que el pensamiento crtico pueda hacer pie en la academia, primero

    habr que revolucionar a las universidades. Las universidades en AmricaLatina no necesitan una nueva reforma que actualice el programa de Crdobade 1918 y cancele la contrarreforma que tuvo lugar a finales del siglo XX:necesitan una revolucin. Esto lo han venido planteando hace tiempo DarcyRibeiro, Pablo Gonzlez Casanova y Boaventura de Sousa Santos, denunciandola estructura absolutamente anacrnica y muchas veces reaccionaria de lascasas de altos estudios. Se trata de instituciones surgidas al promediar elmedioevo europeo y que a lo largo de los siglos han demostrado una pertinazincapacidad para asimilar el pensamiento crtico de su tiempo10. Laspersecuciones de los heterodoxos, de quienes pensaban diferente, son parteintegral de la historia de las universidades. Desde Toms de Aquino, Giordano

    Bruno, Coprnico, Galileo, hasta Hobbes, cuyos libros fueron quemados en elatrio de la Universidad de Oxford, el itinerario est sembrado de grandespensadores crticos que fueron arrojados o expulsados de, o que jamspudieron poner un pie en una universidad, como Nietzsche, Engels o Marx.Este carcter conservador de la universidad, observa de Sousa Santos, ha sidoigual o superior al de las Fuerzas Armadas o la propia Iglesia. Entoncesestamos ante un problema: puede una estructura de ese tipo favorecer elresurgimiento del pensamiento crtico? Para no inducir a un excesivopesimismo conviene recordar que si del seno de la Iglesia Catlica pudo brotarla Teologa de la Liberacin, todava podemos abrigar algunas esperanzas.

    Es necesario, por lo tanto, abrir de par en par las ventanas del mundoacadmico, depurando su enrarecida y estril atmsfera, y vincularestrechamente nuestra agenda de trabajo intelectual con las prcticasemancipatorias de las fuerzas sociales que luchan por construir un orden socialms justo en nuestros pases. Se trata de un compromiso ineludible eimpostergable. Al haber sido formado en la tradicin sociolgica ms ortodoxa,me ensearon, como supongo habrn hecho lo propio con ustedes, que laneutralidad valorativa era un requisito indispensable para desempear conidoneidad el oficio del socilogo. Pocas veces, si alguna, se nos ense que elprimer trasgresor de esa imposible e indeseable norma fue el propio MaxWeber, cuya obra terica y cuya prctica poltica constituyen un rotundo

    ments a tal pretensin de neutralidad. Repensando el confuso legadoweberiano y su pernicioso efecto sobre las jvenes generaciones de socilogos

    10 Cf. Boaventura de Sousa Santos,La universidad en el siglo XXI. Para una reforma democrtica y emancipadora

    de la universidad, Buenos Aires, LPP/Mio y Dvila Editores, 2005) y del mismo autorPela mo de Alice. O social

    e o poltico na pos-modernidade, Editora Cortez, So Paulo, 2001, y Pablo Gonzlez Casanova, La universidad

    necesaria en el siglo XXI, Mxico, Ediciones ERA, 2001, donde se plantea una estupenda crtica a la universidadtradicional y a las ideas de las instituciones financieras internacionales sobre la misma especialmente acerca de la

    nocin de servir al mercado- as como una renovadora propuesta para repensar el papel y el lugar de la universidad

    en una sociedad ms justa.

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    vino a mi memoria un luminoso pasaje del Dante en La Divina Comediacuandodeca que el crculo ms ardiente del infierno lo reserv Dios para quienes enpoca de crisis moral optaron por la neutralidad. Los socilogoslatinoamericanos deberamos tratar de evitar terminar nuestros das ardiendo,merecidamente, en esas innobles llamas por haber elegido ser neutrales en unmundo como este.

    Muchas gracias.

    ApndicePreguntas del pblico

    Sobre la rigurosidad y el riesgo de ser panfletario

    Se me pregunta cmo combinar rigurosidad y sencillez en el lenguaje sincaer en el panfleto. Evidentemente se trata de una empresa nada fcil. Nocualquiera puede decir cosas simples sin caer en el simplismo. Pero es precisodesmitificar la supuesta rigurosidad de la ciencia social normal, o elparadigma hegemnico. Personalmente creo que la cuantofrenia -como ladenominaba hace mucho un importante socilogo ruso, Pitirim Sorokin- es unarigurosidad ms aparente que real, que puede engaar al incauto que seimpresiona al ver un verdadero aluvin de nmeros, cifras y datos estadsticos.En su momento, Einstein dijo que no todo lo que cuenta se puede contar; nitodo lo que se puede contar cuenta. Hay que rechazar, por lo tanto, lasupuesta identidad entre cuantificacin y rigurosidad. La ltima dice relacincon el planteo de un problema y no con la forma en que se analizan algunosdatos, o con la omnipresencia de datos cuantitativos. As, no sera rigurosa unainvestigacin profusamente apoyada en datos cuantitativos sobre el sistemauniversitario norteamericano que en su planteamiento inicial omita sealar quehay muchos ms jvenes negros entre 20 y 24 aos en las crceles que en loscollegesestadounidenses. Muy a menudo nos encontramos frente a una falsarigurosidad, que pretende ocultarse apelando a rebuscados formalismosestadsticos. Esta enfermedad se ha convertido en una verdadera epidemia enlas tesis de maestra y doctorado presentadas ante numerosos programas deposgrado de Amrica Latina, en los cuales la exigencia de dotar de soporteemprico a las hiptesis sostenidas por los maestrandos o doctorandos casiinvariablemente se convierte en una excusa para atiborrar sus disertacionescon una interminable cantidad de tablas y grficos que, supuestamente, lesconferiran la cientificidad exigida por los exigentes jurados de tesis.

    En otro orden de cosas quisiera declarar que no comparto la crtica, hartofrecuente por cierto, al panfleto. Por el contrario, guardo un gran respeto porun gnero que ha servido para comunicar algunas de las contribuciones msimportantes en la historia del pensamiento poltico y social. A qu gnero

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    literario pertenece El Prncipe, de Maquiavelo? Se trata de un panfleto, comoexplcitamente lo reconoce su autor al decir que haba escrito ese pequeolibro, de corridas, haciendo un parntesis en la redaccin de otra obra demayor envergadura, sus Discursos, con el explcito propsito de intervenir en lacoyuntura poltica de su Florencia natal. Lo que caracteriza a un panfleto,gnero execrado por la tradicin cientificista del positivismo, no es su

    superficialidad o falta de rigurosidad, sino la subordinacin de su argumento yla construccin formal del mismo a las necesidades urgentes e inmediatas de laintervencin poltica. Por eso escriba Maquiavelo en su dedicatoria a Lorenzo elMagnfico que en su obrita se haba abstenido de recurrir al palabreroampuloso o a la abstrusa retrica con que muchas veces se quera hacer pasarpor ciencia lo que eran slo opiniones, para poder decir, lisa y llanamente, loque convena hacer para liberar a Italia de los brbaros. Como todo panfleto, elde Maquiavelo tena por objetivo esclarecer a su destinatario, movilizarlo einstarlo a actuar, fuera este un gobernante, como en su caso, o el proletariado,como en el caso de Marx y Engels en su celebrrimo panfleto, El ManifiestoComunista.

    Por supuesto que Maquiavelo no slo est acompaado por Marx yEngels en esta empresa. Hay una larga lista de venerables textos, prolijamenteestudiados en los cursos de teora poltica, que responden plenamente a estatradicin. Una breve lista, sin ninguna pretensin de exhaustividad, incluira aLos Derechos del Hombre, de Tom Payne, escrito en el fragor de las luchas porla independencia de Estados Unidos. Los escritos de Inmanuel Kant, La PazPerpetua, y las Cartas sobre la Tolerancia de John Locke, se inscriben en lamisma lnea, as como el Discurso sobre el Origen de la Desigualdad entre losHombresde Jean Jacques Rousseau, el ya mencionado Manifiesto Comunista,y dos obras capitales de V. I. Lenin, El Estado y la Revolucin y El Imperialismo,

    Etapa Superior del Capitalismo. No debe pensarse que la derecha ha renunciadoa este gnero, como lo prueban el texto de Edmund Burke, Reflexiones sobre laRevolucin en Franciay, ya en el siglo veinte, el Manifiesto de los Futuristas y elviolentsimo panfleto anti-semita de Luis Ferdinand Celine, Bagatelas para unamasacre, en donde se hace, en 1937, una fervorosa exhortacin al exterminiode los judos.

    En suma, tanto el pensamiento de izquierda como el de derecha hantenido sus grandes panfletistas, y no hay ninguna razn para tirar por la bordael gnero constituido por el panfleto. Un buen panfleto puede ser mejor quemuchos de los trabajos que se publican en los famosos journals

    norteamericanos. Los Siete Ensayos de Maritegui son otro ejemplo, quedemuestra una penetracin analtica que no encontramos en muchaspublicaciones cientficas, supuestamente ms rigurosas. Ni lo cuantitativo niel estilo del texto acadmico son garanta alguna de rigurosidad.

    Por otra parte, las ms grandes tonteras del mundo se pueden decir yexpresar matemticamente, o con un alambicado lenguaje que puede parecerserio y riguroso pero que en realidad no lo es. Si el empirismo positivista esvctima predilecta del fetichismo de la matematizacin, el affaire Sokal

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    demuestra la patolgica vulnerabilidad del posmodernismo ante lasoscuridades del lenguaje. Si el primero cree que los nmeros son garanta de laciencia, los segundos creen que el hermetismo de un razonamiento es garantasegura de su valor. Alan Sokal, un fsico de la New York University, envi a unade las ms prestigiosas revistas posmodernas de ciencias sociales, Social Text,un artculo titulado algo as como Transgrediendo los lmites en donde

    presentaba, con el lenguaje caracterstico del posmodernismo, una serieinterminable de disparates y absurdos sin articulacin ni conexin alguna entres, pero expresados en el lenguaje rebuscado e impenetrable delposmodernismo. El texto fue sometido a los rigores del referato y enviado parasu evaluacin a un comit de pares, supuestos guardianes del saber, queelabor un enjundioso dictamen recomendando entusiastamente la publicacindel artculo dado que en sus pginas se abran nuevas fronteras y explorabaninditos horizontes de reflexin preados de promisorios desarrollos para lashumanidades y las ciencias sociales. El mentado artculo se public en SocialText, tras lo cual Sokal, con un sentido del humor bastante truculento, enviuna carta abierta al New York Timesen la que contaba que se haba tratado de

    una broma cuyo fin era demostrar la total inutilidad de estos comitsacadmicos y el poco juicio de los juicios de los pares.

    Resumiendo: me parece que s es posible encontrar un trabajo rigurosoque al mismo tiempo pueda ser comunicado a un pblico lego. La pregunta quedebemos hacernos es la siguiente: a quin deseamos transmitir nuestrosconocimientos? A mis colegas de profesin, a mis alumnos, o es que quieroque mi obra pueda ser leda por gente comn y que entienda lo que estoydiciendo? Ah est la decisin fundamental. Alguien de ustedes puede creerque con publicar un trabajo en un journal norteamericano, en una revistaespecializada, va a modificar en un pice el destino de este planeta? Si

    queremos transformar este mundo intolerablemente injusto tenemos quebuscar mecanismos que garanticen que nuestros conocimientos podrn sersocializados masivamente. Es preciso, por eso, salir de la academia y apostar aun lenguaje llano que nos permita comunicarnos con la gente comn. Muchasveces los socilogos no tenemos a ese interlocutor en nuestra cabeza. Laderecha, en cambio, lo ha hecho y lo hace permanentemente. Por ejemplo, en elya mencionado caso de Octavio Paz, quien ejerci una influencia notable en elverdadero reformateo de la cultura mexicana de los ltimos veinte aos delsiglo pasado. Su libro El laberinto de la soledadpenetr en la comprensin delalma popular mexicana y de su cultura como ningn socilogo acadmico lohizo hasta ahora. Ah tienen una muestra brillante de un gnero muy cercano

    al panfleto, el ensayo, que como recordaba con sabidura don Jos MedinaEcheverra era despreciado por algunos pequeos socilogos pedantes queslo crean en sus nmeros y sus mtodos. Paz, con sus poesas y sus ensayos,fue un hombre eminentemente poltico, un intelectual orgnico de la burguesamexicana en sus momentos postreros, antes de que esta acabase absorbida porla maquinaria norteamericana. Y como poeta, ensayista y novelista jams seavergonz de la intencionalidad poltica que impregnaba toda su obra, al revsde lo que le ensean al joven socilogo o politlogo que estudia en nuestras

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    universidades, a quien adoctrinan para que separe, siguiendo a Weber, alpoltico del cientfico.

    Globalizacin

    Me preguntan cmo reconstruir una relacin entre los cientficos sociales

    de todo el hemisferio que nos permita enfrentar con xito los desafos de laglobalizacin. Es importantsimo que desarrollemos una muy fuerte relacincon nuestros colegas de todo el hemisferio, pero a condicin de no caer en lasacostumbradas actitudes de sometimiento colonial que tanto dao nos hanhecho. Con esto quiero decir que es preciso poder establecer una relacin dehorizontalidad y de respeto mutuo con nuestros colegas del Norte, y no ver enla academia norteamericana un faro que infaliblemente nos seala la direccinde una mejor ciencia social.

    En la Amrica Latina de los 80 y 90, como consecuencia de laglobalizacin neoliberal, se produjo una radical reorientacin de las ciencias

    sociales mediante la cual el paradigma norteamericano se adopt acrticamenteen la gran mayora de las escuelas y programas de grado y postgrado deSociologa. Este proceso de imitacin ha llegado tan lejos que, salvo por elhecho de que hablan espaol o portugus, nuestros estudiantes parecen msbien egresados de un collegeo universidad norteamericana que de un institutolatinoamericano. Entindase bien, no me parece que est mal aprender lo quese ensea en la academia norteamericana, o europea, en la medida en que unono se olvide de las necesidades y las problemticas de nuestros pases y no sepierdan de vista los muchos problemas, distorsiones y dficits que abruman alparadigma dominante. De todos modos, es importante establecer un dilogoque enriquezca a ambas partes. Aado, con todo, mi conviccin de que en la

    actualidad el nivel de creatividad latinoamericana supera al que encontramosen la academia norteamericana. Pensndolo bien, realmente tienen ms queaprender ellos de nosotros que nosotros de ellos. Nuestros colegas allaceptaron durante veinticinco aos el argumento de David Easton de que ya notena ms sentido hablar del estado y del poder, y quienes los sacaron de esalocura fuimos los latinoamericanos con la discusin que se establece enAmrica Latina en torno de esos temas, luego importada por la academiaestadounidense.

    Dilogo s, pero horizontal, y no en el sentido habitual en el que lossocilogos latinoamericanos se postran ante la presunta superioridad de los

    colegas del Norte. Conspira contra este dilogo el hecho de que mientrasEstados Unidos tiene una poltica cultural hacia todo el mundo, nuestrospases no tienen ninguna. La de Washington opera en dos niveles: en el de laselites dirigentes y en el de las masas. Si para estas el modelo incluye losMacDonalds, el fast foody toda la industria cultural con centro en Hollywood,para las primeras existe un arsenal mucho ms sofisticado. Se trata de toda laparafernalia de becas, programas de formacin, visitas guiadas, traduccionesde obras de autores norteamericanos y la casi infinita panoplia de programasarticulados por agencias del gobierno federal, oficinas de los estados,

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    que nos van a revelar, sino con la plena conciencia de que somos herederos deuna gran tradicin de pensamiento que debemos cultivar y desarrollar.

    Utopas y la academia

    Me preguntan sobre la academia y la utopa. Ocurre que la academia hacambiado mucho, fundamentalmente en los ltimos veinte, veinticinco aos,producto entre otras cosas de esa norteamericanizacin a la que aludaanteriormente. Se hablaba de una resistencia a la utopa en los mbitosuniversitarios, y es cierto: hoy la utopa es una mala palabra para el discursodominante y para los cientficos sociales bienpensantes. Pero si las CienciasSociales pueden hacer una contribucin importante a la transformacin delmundo de hoy, esto requiere, antes que nada, combatir al pensamiento nicoque afirma que este mundo es el nico mundo posible, y frente al cual no hayalternativas. Nosotros tenemos que demostrar, fieles a nuestro hipotticojuramente hipocrtico, que este mundo es inviable, que es insostenible, y que siprosiguen las tendencias que lo han estructurado en los ltimos aos, se

    encamina hacia un verdadero holocausto. La posibilidad de que el planetaTierra pueda garantizar para una poblacin de casi 9.500 millones de personasque se espera tener en el 2040 un consumo energtico igual al promedio de lospases de la OCDE es igual a cero. Los nmeros no dan. En tal caso, lasreservas energticas, por ejemplo, se agotaran en pocos das: as de simple. Ensntesis, este mundo tal cual est estructurado condena irremisiblemente a las4/5 partes de la humanidad a vivir en la pobreza, la indigencia, la falta desalud: chicos que se mueren, las 100 mil personas por da que mueren porhambre y enfermedades perfectamente curables a las cuales nos referamosms arriba.

    Entonces, a quienes nos acusan de cultivar un pensamiento utpicoporque queremos un mundo distinto, habra que decirles que s, claro que lotenemos, porque la sociedad siempre se ha movido en funcin de utopas.Utopa es lo que hoy parece imposible pero tal vez resulte posible maana.Cuando Toms Moro escribi su librito a principios del siglo XVI y planteaba lajornada de 8 horas, los bienpensantes de su tiempo no dudaron en calificarlode loco y alucinado. Sin embargo, cuatro siglos despus, las jornadas de 8horas ya son absolutamente normales, hasta naturales. Esa utopa, comotantas otras, se transform en realidad.

    Por otra parte, no es ms utpica, en el mal sentido de la palabra, la

    utopa de un mercado global en donde todo se vuelve mercanca, que la utopaque suea y busca la creacin de un mundo mejor? Los neoliberales queproponen una sociedad organizada en torno al mercado, no plantean acasotambin ellos una utopa, negativa y perversa? Ms que una utopa, unaperversa quimera. Sabemos que eso no existe. Entonces, me parece que esimportante recuperar la legitimidad de la discusin de la utopa en el momentoactual, a pesar de la repugnancia que esto le cause a los herederos delpositivismo y a los cultores del posmodernismo. Son las utopas las que hanmovido la historia. Cuando nuestros pases se plantearon su proyecto

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    independentista tambin fueron considerados como utpicos e irreales, y sinembargo se logr; mal o bien, pero se logr.

    Sobre la resistencia de los pueblos originarios

    Por ltimo, sobre el futuro de la resistencia de los pueblos originarios y elpapel de las Ciencias Sociales, digamos para comenzar que estos han sido unactor social olvidado por la Sociologa convencional. En buena medida, porqueen Estados Unidos esos actores no tienen gran importancia, y como nosotros dealguna manera importamos las orientaciones tericas y metodolgicas de laSociologa norteamericana, as como sus temas prioritarios, si all no hayindgenas que se subleven y derroquen gobiernos, el tema est afuera de laagenda. En Amrica Latina, nuestros pueblos originarios estuvieronrelativamente pasivos durante mucho tiempo, pero en los ltimos aos hantenido la mala idea de comenzar a levantarse en contra de gobiernosneocoloniales, impopulares y racistas. Esto ha llevado, sobre todo en el mundoandino, a una vertiginosa sucesin de gobiernos de corta duracin. Este sbito

    protagonismo, emblematizado a mediados de los 90 por el surgimiento delEjrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) en Mxico, ha producido unverdadero sacudn en las Ciencias Sociales, y hay muchos colegas que hoy seestn dedicando a estudiar el tema con enfoques muy novedosos.

    Creo tambin importante sealar que esas comunidades indgenas noslo se han convertido en nuevos objetos de investigacin. Son sujetos,concientes y activos, y en cuanto tales estn desarrollando proyectoseducativos extraordinariamente valiosos cuyos influjos sobre las CienciasSociales ya se empiezan a sentir. En buena medida gracias a ellas, si bien noexclusivamente, el tema del eurocentrismo prevaleciente en las teoras sociales

    est adquiriendo la importancia que se merece en la discusin actual ennuestros pases, y se ha planteado la necesidad de explorar visionesalternativas, emancipadas de la colonialidad del saber oficial que impregna alparadigma dominante.

    Es prematuro intentar un balance sobre los logros de estas iniciativas. Yodebo confesar que soy escptico ante algunas de las crticas al eurocentrismode las Ciencias Sociales, sobre todo cuando ellas se extienden sin ms a laprincipal vertiente del pensamiento crtico: el marxismo. Es posible que an lossocilogos crticos podamos ser tributarios de las premisas del eurocentrismo,porque, nos guste o no, el armazn terico del pensamiento crtico se gest en

    Europa y eso de alguna manera ejerce una influencia hasta el da de hoy. Perocreo que tambin hay un riesgo equivalente del otro lado: el peligro de creer queuna reformulacin de las Ciencias Sociales a partir de una lecturaenfticamente romantizada e idealizada de la realidad indgena -de un ciertoingenuo nativismo que pareciera ignorar los rasgos racistas, sexistas yclasistas que tambin han impregnado a las poblaciones originarias- deberanecesariamente fructificar en una visin ms profunda y adecuada de nuestrarealidad contempornea, especialmente para el caso de sociedades en las

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    cuales la presencia de los pueblos originarios es muy importante, como enEcuador, Bolivia, Guatemala y, en menor medida, Per.

    En todo caso, un dilogo con la produccin inspirada en estos nuevaspremisas y puntos de partida debe ser bienvenido y estimulado. Un dilogo queconfronte una visin no eurocntrica con una visin probablemente

    eurocntrica. No obstante, no todo lo producido por los europeos conllevanecesariamente el pecado original del eurocentrismo. Lo que he planteado enalgunos otros debates es que para convencernos de la validez de la crtica aleurocentrismo que aparentemente daa el conjunto del edificio tericomarxista, alguien debera demostrar irrefutablemente que la teora de laplusvala est equivocada, y que su incapacidad para explicar el secreto de laexplotacin capitalista radica en que fue concebida en Europa, y por uneuropeo. Estoy convencido de que pese a sus pecaminosos orgenes europeos,el marxismo sigue explicando mejor que cualquier otra teora la naturaleza delas sociedades capitalistas tanto del centro como de la periferia del sistema.Ser pues necesario avanzar con mucho cuidado y empezar a hacer

    distinciones ms finas, pues no todo lo desarrollado en Europa esnecesariamente eurocntrico, as como no toda teorizacin que se desarrolle enel marco latinoamericano, inclusive en el seno de una comunidad indgena,tiene necesariamente mejores capacidades explicativas y emancipatorias.