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Autocompasión y percepción de la alianza terapéutica en terapeutas practicantes de la
especialización en psicología clínica en niños y adolescentes: un estudio exploratorio1
Self-compassion and perception of the therapeutic alliance in practicing therapists
specializing in clinical psychology in children and adolescents: an exploratory study.
Sara Ramírez Rojas2
Pedro Pablo Ochoa Cucaleano3
1 Artículo resultado de investigación de proyecto de grado para el título de especialista en psicología clínica con énfasis en psicoterapia con niños y adolescentes. 2 Psicóloga de la Universidad Católica de Pereira. Estudiante de especialización en psicología clínica con énfasis en psicoterapia con niños y adolescentes. Aspirante a grado de la especialización en psicología clínica. [email protected] 3 Magister Universidad De Almería Análisis Funcional en Contextos Clínicos y de la Salud.
Resumen
El presente estudio tuvo como objetivo explorar las relaciones existentes entre
autocompasión y alianza de trabajo en un grupo de psicoterapeutas practicantes. Se aplicó el
cuestionario Self Compassion Scale (SCS) y el Inventario de Alianza de Trabajo (IAT) en 19
psicoterapeutas practicantes de una especialización en psicología clínica y una entrevista
acera de datos sociodemográficos y profesionales; posteriormente se realizó una correlación
de Pearson y de Spearman en el programa SPSS. Entre los resultados se obtuvo una
correlación entre mindfulness y alianza de trabajo, mediada por una correlación significativa
entre mindfulness y metas; por otro lado, no se obtuvo una correlación significativa entre
autocompasión y alianza de trabajo. Se realizan sugerencias para futuros estudios.
Palabras clave: Relación terapéutica, alianza de trabajo, empatía, autocompasión.
Abstract
The present study aimed to explore the relationships between self-compassion and working
alliance in a group of practicing psychotherapists. The Self-Compassion Scale (SCS)
questionnaire and the Work Alliance Inventory (IAT) were applied in 19 psychotherapists
practicing a specialization in clinical psychology and an interview with sociodemographic
and professional data; a correlation of Pearson and Spearman was subsequently made in the
SPSS program. Among the results, a correlation between mindfulness and work alliance was
obtained, mediated by a significant correlation between mindfulness and goals; On the other
hand, there was no significant correlation between self-compassion and work alliance.
Suggestions are made for future studies.
Key words: Therapeutic relationship, work alliance, empathy, self-compassion.
La relación terapéutica ha sido sugerida en el contexto de la terapia psicológica, como un
elemento importante común en cualquier tipo de terapia, que influye de manera significativa
en la efectividad de las intervenciones (Corbella y Botella, 2003). Sin embargo, se ha
estudiado poco en el trabajo terapéutico con la muestra infanto-juvenil, pues la investigación
ha privilegiado la psicoterapia adulta, especialmente frente al tema de la alianza (Marinho,
Caballo y Silveira, 2003; Norcross, 2011), y además existe poca investigación en factores
comunes de la terapia infanto-juvenil (Shirk y Karver, s.f.).
Vale precisar que la relación terapéutica está constituída por varios elementos
entrelazados (empatía, capacidad de respuesta, creación de un ambiente seguro, etc.),
mientras que la alianza es una forma de conceptualizar lo que ha sido logrado por el uso
apropiado de estos elementos (Horvath, Del Re, Flückiger y Symonds, 2011). Por otro lado,
la alianza terapéutica es el componente de la relación terapéutica cuya importancia recibe más
consenso en cuanto a la formación de la relación terapéutica (Corbella y Botella, 2003).
¿Cuál es la importancia de la relación terapéutica?
En los procesos terapéuticos los factores inespecíficos parecen ser más predictores de
los resultados clínicos que cualquier técnica (Day, Halpin, y orn, 2016, citado en en Moix y
Carmona, 2018).
Hay datos que sugieren que la alianza es una cualidad intrínseca de la relación que
contribuye al éxito de la terapia por encima de las ganancias terapéuticas alcanzadas en el
momento (Corbella y Botella, 2003). Según Crits Christph y colaboradores (1991, citado en
Horvath, Del Re, Flückiger y Symonds, 2011), la relación terapéutica puede explicar entre el
5 y el 9% de los resultados de la terapia, mientras que para Lambert (1992, citado en Corbella
y Botella, 2003) la proporción explicada por la relación terapéutica llegaba al 30%. Se ha
encontrado que la alianza es predictiva del resultado efectivos (Barber, et al., 2001; Brotman,
2004; Constantino, Arnow, Blasey y Agras, 2005; Gaston et al., 1991; Klein, et al., 2003;
Strauss, et al., 2006, citados en Horvath, Del Re, Flückiger y Symonds, 2011), incluso en
terapia infanto-juvenil (Hawley y Weisz, 2005, citados en Shirk y Karver, 2011).
Entre algunas de las aproximaciones se ha hablado de un elemento denominado
habilidades interpersonales del terapeuta (Horvath, Del Re, Flückiger y Symonds, 2011), que
podría incluir actitud de respeto y aceptación, mantenimiento de la atención dirigida al
paciente, empatizar, presentar elementos corporales adecuados, presentar elementos
paralingüísticos adecuados, hacer preguntas abiertas, parafrasear, reflejar sentimientos,
mostrar comprensión del contexto y manejar conductas de escape/evitación del paciente
(Marinho, Caballo y Silveira, 2003).
No obstante lo anterior, estas habilidades se proponen en la psicoterapia con adultos,
siendo escaso el estudio de las variables del terapeuta que interfieran en la eficacia de los
procesos en niños (Marinho, Caballo y Silveira, 2003; Karver, Handelsman, Fields, Bickman,
2006; Shirk y Karver, 2011; McLeod), por esto se ha propuesto abordar las brechas existentes
de conocimiento y medición en el campo puede conducir a una estimación más sólida de la
asociación alianza-resultado en psicoterapia juvenil (McLeod, 2011), que por ahora, se ha
encontrado, es mayor en niños menores de 12 años, en contraposición con los adolescentes
(Shirk y Karver, 2011).
Por otro lado, se ha hablado, en cuanto a los niños y adolescentes, de la importancia
del vínculo emocional creado por el terapeuta en la relación terapéutica (Rogers, 1957, citado
en Shirk y Karver, s.f.), que se ha estudiado con el modelo panteórico de Bordin (1979,
citado en Shirk y Karver, 2011.), que define la alizan como la colaboración entre el cliente y
el terapeuta (Corbella y Botella, 2003) donde se establecen tres facetas de la misma- vínculo
emocional, tarea de colaboración, y acuerdos-.
Los componentes de la alianza para Bordin (1976, citado en Corbella y Botella, 2003)
son: a) las tareas, referidas a aquellas acciones y pensamientos que forman parte del trabajo
en el proceso terapéutico y la percepción que se tiene de ellas, b) las metas, o acuerdo entre
terapeuta y paciente respecto a cuáles son los objetivos a alcanzar con la psicoterapia y c) el
vínculo, referido a compartir mutuamente confianza y aceptación.
¿Cómo interfieren las habilidades interpersonales del terapeuta en la formación del
vínculo con el consultante?
Para responder a dicha pregunta, el concepto de empatía puede ser de gran utilidad,
pues es considerado uno de los componentes principales de las habilidades interpersonales
del terapeuta (Marinho, Caballo y Silveira, 2003; Alecsiuk, 2015), que contribuyen al
establecimiento de una buena alianza terapéutica (Bachelor y Horvath, 1999, citados en
Corbella y Botella, 2003; Lafferty, Beutler y Crago, 1989, citados en Marinho, Caballo y
Silveira, 2003); además implica la dimensión emocional.
El concepto de empatía ha tenido muchas transiciones desde distintos campos del
conocimiento hasta la inclusión en el contexto de la psicoterapia, pasando de abordar los
sentimientos de un observador provocados por las obras de arte, llegar al contexto de las
relaciones humanas y finalmente implicarse en la relación entre un clínico y un paciente,
empezando a verse su importancia en procesos clínicos (Hojat, 2016).
Existen definiciones del concepto que enfatizan el aspecto emocional de la
experiencia o simpatía: Katz (1963, p. 26, citado en Hojat, 2016) definió empatía como la
experiencia interna de sentirse uno mismo similar, o casi idéntico a la otra persona; otras
definiciones se centran en el aspecto cognitivo: Robert Hogan (1969, p. 308, citado en Hojat,
2016) la definió como “la aprehensión intelectual o imaginativa de la condición o estado de
otra mente sin experimentar realmente los sentimientos de esa persona "; por otro lado, hay
definiciones comparten el aspecto emocional y cognitivo de la experiencia: la empatía según
Eisenberg (2000, citado en Alecsiuk, 2015) es la respuesta que se deriva de la capacidad para
comprender y ponerse en el lugar del otro, pero también incluye la capacidad de compartir su
propio estado emocional, el cual puede producir ansiedad o malestar.
La empatía se entiende mejor como un complejo, que consiste en una variedad de
acciones diferentes utilizados de diferentes maneras (Elliott, Bohart, Watson y Greenberg,
2011); incluye comprender correctamente los sentimientos y la perspectiva de la otra persona,
experimentar una respuesta emocional concordante con la del paciente (compasión, simpatía)
y la capacidad de transmitir un reconocimiento explícito y una elaboración de los
sentimientos y la perspectiva de la otra persona (Falcone, 2001, citado en Marinho, Caballo y
Silveira, 2003).
Se puede distinguir entre tres principales formas de empatía terapéutica: empatía-
rapport, sintonía comunicativa, y empatía personal; diversas terapias hacen un énfasis en una
o en otra, aunque no son mutuamente excluyentes, no obstante, en su uso en la psicología
clínica, los dos enfoques terapéuticos que más se han centrado en empatía - terapia centrada
en el cliente y Psicoanalítica - han enfatizado en su aspecto cognitivo o toma de perspectiva
(Selman, 1980, citado en Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011), sin embargo, el aspecto
emocional de la empatía, denominada por Hojat (2016) como simpatía, constituye un campo
de estudio por ser explotado.
Pues bien, existen varios componentes de la empatía que deben diferenciarse
claramente, por un lado, está la toma de perspectiva de la emoción del otro, y por otro, está la
consecuencia de ello, que bien podía ser preocupación empática -respuesta emocional
orientada hacia el otro- o la angustia personal - reacción autofocalizada y aversiva de la
experiencia vicaria de la emoción del otro-. También existe un tipo de respuesta como la
toma de perspectiva fría (Atkins, 2013).
Con esto, parece que la empatía es un proceso mutuo de sintonía comunicativa
(Orlinsky et al., 1994, citado en Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011), lo cual es
relevante si se tiene en cuenta que la alianza terapéutica es una construcción conjunta entre
paciente y terapeuta, de modo que las expectativas, las opiniones, las construcciones que
ambos van desarrollando respecto al trabajo que están realizando, son relevantes para su
establecimiento y modulan la relación terapéutica (Corbella y Botella, 2003).
La empatía necesita más investigación (Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011),
pues la evidencia ha mostrado que las percepciones de los clientes de sentirse entendido por
sus terapeutas se relaciona favorablemente con el éxito terapéutico, pues la empatía es un
predictor importante del resultado en psicoterapia.
¿Ccuál es el lugar del terapeuta desde la empatía?
La American Psychological Association ha reconocido que la empatía es una de las
variables que cuenta con mayor apoyo empírico en la explicación de las mejoras derivadas
del tratamiento psicológico (Norcross, 2011).
Además, se ha dicho que el terapeuta está inextricablemente entrelazado con el
desenlace de la psicoterapia. Éste no construye la alianza, esta se da durante el proceso, pues
es parte inseparable del mismo, y debe monitorearse frecuentemente. La noción de empatía
no es sólo entrar en la piel de la cliente, sino entrar en la piel de la relación (O’Hara, 1984,
citado en Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011), siendo a nivel empático la tarea
principal del terapeuta entender experiencias en lugar de palabras; así las respuestas
empáticas siguen el “Punto de movimiento” del foco de las preocupaciones del cliente a
medida que avanza la terapia (Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011).
Esto quiere decir que la empatía terapéutica está en el presente, pues la experiencia
del momento presente es la esencia de responder a la experiencia de los demás (Atkins,
2013). Para Hojat (2016) la relación entre el clínico y el paciente está formada por el impulso
de la conexión humana y sirve como un tipo especial de sistema de apoyo social con todos
sus beneficios curativos.
Además, en la investigación se ha encontrado que los terapeutas que se han mostrado
abiertos a conflictuar acerca de sus emociones facilitaban la relación terapéutica con los
clientes (Peabody y Gelso, 1982, y Orlinsky et al., 1994, citados en Norcross, 2011; Henry y
Strupp, 1994, citados en Corbella y Botella, 2003). Incluso se ha encontrado que la semejanza
y la familiaridad entre el blanco de la empatía y el empatizador es un importante modulador
de la empatía, en estudios neurocientíficos de neuronas espejo (Watson y Greenberg, 2009,
citados en Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011), y que el terapeuta que está centrado en
el aquí y en el ahora más favorecedor de la alianza (Kivighan, 1990 y Kivighan y Schmitz,
1992, citado en 2003).
Por otro lado, se ha dicho que la identificación excesiva con otra persona que sufre
parece llevar a una angustia personal y evitación más que preocupación empática (Atkins,
2013). Los individuos que tienen una mayor habilidad para comprender y reparar sus estados
de ánimo, así como los de otros, tendrían una menor implicación frente a los estados
emocionales ajenos. Además, que deben existir habilidades del terapeuta que le permitan un
manejo de emociones necesario para generar distancia con el paciente y mayor atención en la
afrontación de las situaciones problemáticas en lugar de sus propias emociones y las del
paciente, reduciendo la percepción de vulnerabilidad del terapeuta (Alecsiuk, 2015).
Aquí podría encontrarse un enfrentamiento entre el concepto de empatía y simpatía:
pues, aunque la empatía, parece estar motivada por una sensación sentida de conexión entre
uno mismo y otro (empatía emocional o simpatía), debe implicar también una distancia o
diferenciación con éste para ser una empatía madura y sostenible (empatía cognitiva), pero
¿cómo podemos entender la diferenciación entre nosotros mismos de una manera que nos
permita llevar a cabo intervenciones adecuadas? Según Atkins (2013) estas preguntas
representan tanto una brecha en la literatura, como una preocupación práctica.
Para Hojat (2016) y Atkins (2013) la solución consiste en la auto-diferenciación, la
cual se aumenta en la empatía y se reduce en la simpatía. Hojat (2016) propone un punto
intermedio entre la empatía (más cognitiva) y la simpatía (más emocional), denominado
Compasión, en el afán de no generar una división dicotómica e irreal de la experiencia.
En los encuentros clínicos, la empatía implica un esfuerzo por comprender las
experiencias sin unirse a ellas, mientras que la simpatía implica un sentimiento compartido
del dolor y el sufrimiento del paciente (Aring, 1958, citado en Hojat, 2016). El primero ha
mostrado tener una relación directa con la efectividad de procesos clínicos, encontrándose
que un exceso de esta no sería perjudicial para los procesos clínicos; pero el segundo posee
una relación relativa con los resultados terapéuticos, encontrándose que podría tener efectos
contraproducentes en la atención ya que podría llevar a conductas egoístas del profesional por
reducir su propio malestar emocional así como limitar la comprensión que se tiene del otro
(Hojat, 2016).
Con lo anterior puede verse que la empatía cognitiva acarrea consecuencias positivas
tanto para el profesional como para el consultante; sin embargo, la simpatía, aunque genera
una conexión con el mismo podría traer consigo consecuencias aversivas para ambas partes.
Por otro lado, Hojat (2016) afirma que se necesita más investigación empírica para examinar
el grado de superposición entre empatía y simpatía.
¿Podría la compasión ser un mediador entre la empatía y la simpatía?
La palabra compasión se puede descomponer en dos elementos derivados del latín:
com (junto) y pathos (sufrimiento), que traduciría estar junto o cerca al sufrimiento (Araya y
Moncada, 2016), muy relacionado con el concepto de simpatía expuesto antes (Hojat, 2016).
Además, como ésta, la compasión sucede también en el interior de una relación y supone una
interacción entre dos personas, una de las cuales se encuentra en una situación de necesidad y
la otra en la de proporcionar socorro (relación terapéutica).
La compasión implica, por un lado, una comprensión del fenómeno observado y, por
otro lado, un deseo activo por procurar un alivio o bienestar del otro (Del río, 2014; Araya y
Moncada, 2016; Tenzin Gyatzo, 2010, citado en Sánchez y Moreno, 2017; Gilbert, 2009
citado en Moix y Carmona, 2018), lo cual mostraría por qué la simpatía puede interpretarse
como una consecuencia de la empatía cognitiva (Atkins, 2013), pero a la vez, abriría la
posibilidad de que esta fuese útil en los procesos clínicos, en la medida en que lleva a la
motivación de ayudar: la compasión se despierta ante el sufrimiento humano como realidad
que aflige y angustia, y de este modo inicia el altruismo o el comportamiento compasivo
(Bermejo, 2012).
Esto, especialmente si se tiene en cuenta que la compasión implica ausencia de juicio
hacia sí mismo, de sobreidentificación y de aislamiento (Neff, 2003a, citado en Araya y
Moncada, 2016), aspectos problemáticos que se han asociado a la simpatía. A diferencia de la
simpatía, la compasión se conceptualiza como una conciencia del sufrimiento propio y de los
demás, pero requiere de distancia del propio sufrimiento para observar y aceptar, así como
observar y aceptar el sufrimiento del otro (Moix y Carmona, 2018), esto permite
problematizar el uso del término fatiga por compasión.
Del Río (2014) afirma que, aunque la simpatía está más próxima a la compasión que
la empatía (por el compartir emocional), carece de la especificidad de la compasión, por
ejemplo, de la presencia de un componente intelectual, que la constituye como una forma de
comprensión integrada que posibilita la consecución de todos los niveles en los que se define
el bien del paciente.
En este sentido, puede observarse, así como propone Hojat (2016), que la compasión
podría mediar la relación entre simpatía y empatía ¿pero cómo se relacionan compasión y
empatía? Según Bermejo (2012) la compasión no se agota en la empatía terapéutica, sino que
encuentra en ella una forma privilegiada de expresión, particularmente en los encuentros de
relación de ayuda o counselling; además, la compasión posee una tendencia a la acción por el
otro así como una motivación humanitaria.
Por otro lado, la autocompasión es la aplicación de estas capacidades en la propia
experiencia. Se ha hablado de varios componentes de la autocompasión que están
interrelacionados: entre los positivos están la bondad con uno mismo (self-kindness),
reconocer la humanidad compartida (common humanity) y el mindfulness - capacidad de
darse cuenta, de prestar atención y de aceptar lo que está ocurriendo en el momento presente-,
y entre los negativos están el juicio crítico (self-judgment) y el sentimiento de aislamiento
(isolation), así como la sobreidentificación, como la dificultad para diferenciar sus propios
estamos internos del otro (Shapiro, Astin, Bishop y Córdova, 2005, Germer 2009, citados en
Araya y Moncada, 2016).
Se han realizado escasos estudios frente al tema, que muestran en la compasión posee
efectos positivos en los resultados terapéuticos, lo cual podría responder a la novedad de la
inclusión del concepto en la psicología clínica (Araya y Moncada, 2016).
Sánchez y Moreno (2017) encontraron que la terapia mediante atención plena y
compasión probó tener efectos positivos para disminuir tanto la sintomatología ansiosa como
la asmática, al tiempo que mejoró el control de la enfermedad y la calidad de vida; se ha
encontrado que la autocompasión presenta relaciones positivas con autoeficacia y autoestima
(de Souza y Hutz, 2016), así como con el sentido de seguridad en las relaciones sociales
(Akin y Akin, 2015) y un estado mental óptimo (Akin y Akin, 2015); por otro lado posee
relaciones negativas con la autocrítica (Potter, Yar, Francis y Schuster, 2014; de Souza y
Hutz, 2016), los esquemas maladaptativos tempranos (Thimm, 2017), la percepción de
atrapamiento en las situaciones problemáticas (Akin y Akin, 2015), la ansiedad y la depresión
(Serrão y Alves, 2018)
Con lo anterior habría que preguntarse, si la relación entre autocompasión y los
buenos resultados terapéuticos o el bienestar psicológico, está mediada o no por su incidencia
en la alianza terapéutica. Se ha encontrado que el mindfulness trae beneficios como el
desarrollo de habilidades para observar pensamientos, emociones y sensaciones corporales,
sin dejarse llevar por las reacciones automáticas, aumenta la capacidad de autorregulación
emocional, disminuye la rumiación mental y mejora la flexibilidad en la respuesta (Segal,
Teasdale y Williams 2002/2006, citados en Araya-Véliz y Porter, 2017 ) así pues, puede
influir positivamente en la alianza terapéutica (Araya-Véliz y Porter, 2017 ). Además, se ha
encontrado mayores niveles de mindfulness en terapeutas expertos, en contraposición a
terapeutas noveles (Martínez y Pacheco, 2012).
Así pues, se han realizado estudios que relacionan la autocompasión con bienestar
psicológico y el mindfulness específicamente con el desarrollo de habilidades clínicas
adecuadas para una buena relación terapéutica, pero no se encuentra en la literatura una
relación específica entre autocompasión y alianza o mindfulness y alianza.
Con todo esto, el objetivo de este estudio es identificar relaciones potenciales entre la
autocompasión y la percepción de alianza de trabajo en terapeutas practicantes de una
especialización en psicología clínica en niños y adolescentes.
Metodología
Participantes
La muestra fue seleccionada por oportunidad de un programa de especialización en
psicología clínica para niños y adolescentes. Esta se encuentra constituida por 19 personas
profesionales en psicología (3 hombres y 16 mujeres) de diferentes universidades y ciudades
de origen del país, con edades comprendidas entre los 23 y los 43 años y un nivel de
experiencia en el campo de la psicología entre 0 y 10 años, con y sin experiencia clínica
previa a la práctica.
Medidas:
A la muestra se le aplicaron dos instrumentos para medir percepción de alianza
terapéutica y autocompasión, esto se realizó posterior al diligenciamiento del consentimiento
informado y recolección de datos sociodemográficos y profesionales. El Inventario de
Alianza de trabajo (IAT) -versión chilena- es un instrumento para medir alianza terapéutica
en el paciente y en el terapeuta, el cual está basado en los planteamientos panteóricos y en la
conceptualización tripartita de la alianza (metas, vínculos, tareas) de Bordin. Éste consta de
36 ítems con escala tipo likert de 1 (nunca) a 7 (siempre), y posee una confiabilidad de .93,
así como una validez de constructo convergente moderada (Santibañez, 2011).
La Escala de Autocompasión (SCS) -versión en español- (Garcia-Campayo, et al,
2014) es un cuestionario de 26 ítems diseñado para evaluar la autocompasión general
(puntuación total) y los componentes de la autocompassión en tres facetas (humanidad
común, atención plena y amabilidad), constituida por seis subescalas que representan
aspectos positivos y negativos de cada una de ellas. Estos ítems fueron diseñados para
evaluar cómo los encuestados perciben sus acciones hacia ellos mismos en tiempos difíciles y
se clasifican usando una escala tipo Likert anclada de 1 (casi nunca) a 5 (casi siempre). El
SCS tiene una fiabilidad de 0.87 y una validez adecuada en diferentes culturas.
Diseño
El presente estudio es de tipo cuantitativo, transversal y de alcance exploratorio. Se
realizó una entrevista semiestructurada para recolección de datos sociodemográficos y
profesionales y se realizó aplicación de los cuestionarios. Posteriormente se llevó a cabo un
análisis correlacional de Pearson y de Spearman, mediante el programa Jamovi, para las
subescalas de autocompasión y las subescalas de alianza de trabajo. Además, se realizaron
estadísticos descriptivos (media y desviación estándar) para los resultados de los
cuestionarios y se analizaron en relación con la información recolectada en la entrevista.
Resultados
Análisis descriptivo de la muestra
En relación con las características de los terapeutas, en tabla 1 se presenta la
distribución por porcentaje de los terapeutas participantes en las variables personales y
profesionales.
Variable Porcentaje Variable Porcentaje
Edad
Entre 23 y 32 años
Entre 33 y 42 años
Entre 43 y 47
42%
47%
11%
Experiencia clínica previa
a la práctica:
Sí
No
60%
40%
Sexo
Femenino
Masculino
16 %
84%
Edad del paciente de
práctica:
5-11
12-17
>/= 18
68.5%
26.3%
5.2%
Estado civil
Soltera/o
Divorciado/a-separado/a
Casado/a - Unión libre
Viuda/o
50%
10%
40%
-
Sexo del paciente de
práctica:
Femenino
Masculino
58%
42%
Años de experiencia profesional
en la psicología:
< 1 año
Entre 1 y 5 años
Entre 6 y 10 años
16%
68%
16%
Número de sesiones
3-5
6-8
47%
53%
Tabla 1. Distribución de variables cualitativas en la muestra
Resultados de las pruebas y características de la muestra
A continuación se mostrarán, en la tabla 2, los promedios y desviación de estándar obtenidos
en la evaluación de autocompasión y su categorías.
Categoría Media Desviación estándar
Autoamabilidad 3.67 0.71
Autojuicio 3.33 9.66
Humanidad 2.95 0.70
Aislamiento 3.91 0.76
Mindfulness 3.85 0.73
Sobreidentificación 3.62 0.89
Autocompasión total 3.55 0.48
Tabla 2. Media y desviación estándar de autocompasión y sus categorías.
Los resultados de autocompasión que superaron la media, se obtuvieron en
participantes con características diferenciales con respecto a aquellos que obtuvieron puntajes
por debajo de la media, como son pertenecer al sexo femenino, con estado civil casadas o
unión libre y con concepto positivo acerca de la práctica.
En cuanto a las categorías de autocompasión, una mayor autoamabilidad coincide con
una edad mayor, semejanza en la variable sexo entre terapeuta y paciente, concepto positivo
de la práctica y mayor número de sesiones; una mayor humanidad común coincide con el
estado civil soltero, experiencia clínica previa y un concepto positivo de la práctica; un mayor
autojuicio coincide con el sexo femenino, pacientes menores y ausencia de experiencia
clínica previa; un mayor aislamiento coincide con el sexo femenino, una experiencia
profesional mayor; un mayor nivel de mindfullness coincide con el sexo femenino, estado
civil casada y una experiencia profesional mayor; y finalmente, una sobreidentificación
mayor coincide con el sexo femenino y mayor tiempo de experiencia profesional.
A continuación, en la tabla 2, se muestran las medias y desviaciones estándar de los
resultados obtenidos de Alianza y sus categorías.
Categoría Media Desviación estándar
Vínculo 5.99 0.33
Tareas 5.85 0.55
Metas 5.53 0.51
Alianza total 5.79 0.37
Tabla 2. Media y desviación estándar de alianza de trabajo y sus categorías.
En cuanto al IAT, los participantes que mostraron resultados de alianza por encima
del promedio en comparación con quienes obtuvieron resultados inferiores a la media, se
caracterizan por tener mayor edad, una experiencia profesional superior, con pacientes
mayores, un proceso con más número de sesiones y un concepto positivo de la experiencia
de la práctica.
En participantes con puntajes por encima de la media en vínculo se observan
características distintivas como más años de experiencia profesional, similitud en sexo entre
terapeuta y paciente, pacientes con edades mayores y un concepto más positivo sobre la
práctica; resultados por encima de la media en tareas se diferencian en que tienen una edad
mayor y concepto positivo de la práctica. Finalmente, no se encontró posibilidad de
comparación con la categoría metas, pues no hubo participantes con puntajes inferiores a la
media.
Análisis cuantitativo de los datos
A continuación se mostrarán las correlaciones realizadas entre las dimensiones del
SCS y las dimensiones del IAT en la tabla 3.
Alianza de trabajo(IAT)
Autocompasión (SCS) Vínculo Tareas Metas
Autoamabilidad Pearson 0.243 -0.014 0.300
Valor p 0.317 0.643 0.212
Spearman 0.139 -0.142 0.262
Valor p 0.570 0.563 0.278
Autojuicio
Pearson -0.275 -0.125 -0.065
Valor p 0.254 0.611 0.791
Spearman -0.314 -0.197 -0.137
Valor p 0.190 0.418 0.576
Humanidad
Pearson 0.054 -0.193 -0.179
Valor p 0.826 0.429 0.462
Spearman 0.165 -0.252 -0.231
Valor p 0.500 0.298 0.342
Aislamiento Pearson -0.124 -0.245 0.051
Valor p 0.612 0.313 0.837
Spearman -0.187 -0.259 0.014
Valor p 0.443 0.285 0.954
Mindfullness Pearson 0.285 0.364 0.543*
Valor p 0.237 0.125 0.016
Spearman 0.331 9.423 0.566*
Valor p 0.167 0.071 0.011
Sobreidentificación Pearson 0.105 -0.149 0.200
Valor p 0.670 0.542 0.411
Spearman 0.069 -0.104 0.191
Valor p 0.778 0.671 0.432
Tabla 3. Correlación de Spearman entre las dimensiones de Autocompasión y las dimensiones de Alianza de
trabajo.
La tabla anterior evidencia que no existen correlaciones significativas entre la
mayoría dimensiones de ambas pruebas; sin embargo, se identifica una correlación
significativa entre mindfulness (dimensión del SCS) y las metas (dimensión del IAT).
Se muestra a continuación la correlación existente entre la dimensión mindfulness y la
Alianza total en la tabla 4.
Alianza
Mindfulness Pearson 0.508*
Valor p 0.026
Spearman 0.567*
Valor p 0.011
Nota. * p < .05, ** p < .01, *** p < .001
Tabla 4. Correlación entre la dimensión Mindfullnes y Alianza de trabajo
En la tabla 4 se observa una correlación significativa entre la dimensión del SCS
mindfulness y la alianza total. Se identifica una correlación entre las mismas, mediada por la
correlación antes descrita (Mindfulness-Metas).
A continuación, se muestra la correlación entre las dos grandes dimensiones de las
pruebas Autocompasión y Alianza en la tabla 5:
Autocompasión
Alianza Pearson 0.058
Valor p 0.814
Spearman 0.126
Valor p 0.609
Nota. * p < .05, ** p < .01, *** p < .001
Tabla 5. Correlación de Pearson y de Spearman entre Autocompasión y Alianza de trabajo.
Como se identifica en la tabla 4 no existe correlación significativa entre la
Autocompasión y la Alianza de trabajo, tal como son contempladas en el SCS y el IAT,
respectivamente.
Conclusiones
En la literatura no fue encontrado el estudio de la relación específica entre la alianza
de trabajo o alianza terapéutica y la autocompasión. Este estudio buscó explorar relaciones
entre ambas variables del terapeuta, pero no logró identificar una correlación significativa
entre estos, a pesar de lo que indica la literatura acerca de la importante relación entre la
autocompasión y el bienestar psicológico (Potter, Francis y Schuster, 2014; Atkins, 2015;
Araya y Moncada, 2016; De Souza y Hitz, 2016; Sánchez y Moreno 2017;Thimm, 2017;
Serrão y Alves, 2018) y la autocompasión y el desarrollo de habilidades terapéuticas
adecuadas (Bermejo, 2012; Martínez y Pacheco, 2012; Atkins, 2013; Hojat, 2016; Moix y
Carmona, 2018), entre ellas la empatía (Hojat, 2016).
Sin embargo, se encuentra una correlación significativa entre mindfulness y alianza
de trabajo, que se asocia con lo encontrado en la literatura sobre la incidencia del mindfulness
en dicho proceso (Atkins, 2013; Araya-Véliz y Jalife, 2017) y por Kivighan y Schmitz (1992,
citado en Corbella y Botella, 2003) acerca de una mayor alianza cuando el terapeuta está
centrado en el aquí y en el ahora.
Este resultado es importante en la medida en que la correlación entre alianza y
mindfulness se encuentra mediada por una correlación significativa entre mindfulness y
metas. Para Marinho, Caballo y Silveira (2003) una de las principales habilidades del
terapeuta consiste en respeto y aceptación, mantenimiento de la atención dirigida al paciente,
lo cual se encuentra muy asociado con el mindfulness. Además, las metas constituyen el
acuerdo entre terapeuta y paciente respecto a cuáles son los objetivos a alcanzar con la
psicoterapia (Bordin, 1976, citado en Corbella y Botella, 2003), es decir, un elemento de la
relación terapéutica que la evidencia como una construcción conjunta entre paciente y
terapeuta (Corbella y Botella, 2003; Elliott, Bohart, Watson y Greenberg, 2011).
En esta medida, el mindfulness, capacidad de darse cuenta, de prestar atención y de
aceptar lo que está ocurriendo en el momento presente (Shapiro, Astin, Bishop y Córdova,
2005, Germer 2009, citados en Araya y Moncada, 2016), se relaciona con la alianza
terapéutica, en la medida que permite una construcción conjunta del proceso
psicoterapéutico.
Entre los resultados cualitativos, se observa que el sexo femenino coincidió en este
estudio, con mayores niveles de autocompasión total, autoamabilidad, mindulness y tareas
(alianza). Sin embargo, también coincide con mayores niveles de aislamiento, autojuicio y
sobreidentificación. Esto quiere decir que esta variable puede tener relación con aspectos
favorables y desfavorables a nivel de la autocompasión en el terapeuta y favorables a nivel de
la alianza en el mismo, lo cual requiere ser profundizado, en un estudio con una distribución
mejor de la muestra por sexo. Por otro lado el estado civil casado/unión libre, coincidió con
mayores niveles de autocompasión total y mindfulness, aspectos que permiten en el terapeuta
llevar procesos clínicos más saludables para sí.
Por su parte, una edad mayor en el terapeuta, coincidió con mayor autoamabilidad,
alianza total y vínculo, mostrando posibles relaciones entre la edad y el manejo emocional en
la terapia. Esto es relevante, en la medida en la psicoterapia con niños y adolescentes, el
vínculo emocional creado por el terapeuta, es de gran importancia en la relación terapéutica
(Rogers, 1957, citado en Shirk y Karver, 2011).
Otra variable relevante es el concepto positivo de la práctica clínica, que en este
estudio, coincidió con puntajes mayores de autocompasión total, autoamabilidad, humanidad
común, alianza total, vínculo y tareas. Esto llama la atención, en la medida en que es una
variable que podría relacionarse con aspectos positivos del terapeuta, y que puede tener que
ver con aspectos como la salud metal del mismo, su estado emocional, motivación y nivel de
satisfacción, los cuales deben ser explorados de manera juiciosa. Por otra parte, llama la
atención que esta variable no coincida con mayores niveles de mindfulness, en la medida en
que éste se asocia con la presencia de mejores niveles de autoeficacia (De Souza y Hutz,
2016), buen sentido de seguridad en las relaciones sociales (Akin y Akin, 2015) o la
posibilidad de escucha sin dejarse llevar por las reacciones automáticas (Segal, Teasdale y
Williams 2002/2006, citados en Araya-Véliz y Porter, 2017).
Por otra parte, la semejanza en la variable sexo entre terapeuta y paciente coincidió
con mayores niveles de autoamabilidad y vínculo; esto puede relacionarse con las
posibilidades de empatizar mejor, que según Watson y Greenberg (2009 citados en Elliott,
Bohart, Watson y Greenberg, 2011), ocurren cuando existen semejanzas entre las personas
que interactúan. Sin embargo sorprende el hecho de que dicha semejanza no coincidiera con
mayores niveles de humanidad común.
Otro resultado relevante consiste en que pacientes con edades menores coincidieron
con mayores niveles de autojuicio en el terapeuta, mientras que pacientes con edades mayores
coindieron con mayores niveles de alianza total y vínculo en el terapeuta. En esta medida se
observan aspectos del terapeuta más positivos con respecto a la práctica clínica con niños
mayores. No obstante, Shirk y Karver (2011), encontraron que existe mayor correlación entre
la alianza con niños menores de 12 años y los resultados psicoterapéuticos, que con
adolescentes.
Por otro lado, una mayor experiencia profesional en psicología, coincidió con niveles
mayores de mindfulness, alianza total y vínculo, pero también de aislamiento y
sobreidentificación. En esta medida, pareciera que en esta muestra, la experiencia profesional
en psicología en general puede estar relacionada con aspectos positivos y negativos del
terapeuta. En cuanto a la experiencia clínica previa, coincidió con mayores niveles de
humanidad común y su ausencia con mayores niveles de autojuicio.
El resultado anterior contrasta con lo encontrado por Pacheco y Moncada (2012),
acerca de mayores niveles de mindfulness en terapeutas con mayor experiencia clínica, pues
este estudio evidencia niveles superiores de éste en psicólogos con mayor experiencia no
clínica.
Finalmente se considera como aporte del presente estudio, la exploración de la
autocompasión en el contexto de la psicología clínica, debido a que es un concepto que se
encuentra poco estudiado allí, además de su relación con uno de los conceptos que ha sido
más relevante cuando se trata de efectividad terapéutica y variables inespecíficas, como es la
alianza terapéutica. Particularmente, como aporte se encuentra la importante relación
encontrada entre el mindfulness en el terapeuta y las metas. Este hallazgo posibilita ampliar
el conocimiento que se tiene acerca de la incidencia de las dos grandes categorías
autocompasión y alianza, o por otro lado, orientar el estudio hacia la profundización de la
relación entre el mindfulness y la alianza terapéutica.
Entre las principales limitaciones del estudio se encuentran una muestra pequeña con
una distribución poco equitativa por sexo, y además no se realizó medición de alianza
terapéutica en los pacientes. Se sugiere para próximos estudios la inclusión de dicha
evaluación, así como de variables como enfoque psicoterapéutico y aspectos emocionales del
terapeuta. También se recomienda profundizar el estudio de la relación entre mindfulness y
alianza terapéutica.
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