2
BAILA COLOMBIA, RIE LATINOAMERICA Baila Colombia, ríe Latinoamérica. La razón: el rescate de Betancourt no sólo sobrecoge y emociona por sus dimensiones humanas, sino porque es un triunfo de la libertad y la democracia sobre la nostalgia de imponer a sangre y fuego un socialismo revolucionario. Ese socialismo que hace 40 años se filtraba por todos los intersticios de América Latina. El mismo socialismo de raíz marxista que acuñaron Stalin y Honecker, el que conculcó y violó los más esenciales derechos humanos de millones en el mundo; el mismo al que adscribían Allende y los otros, incluso en el que se formaron y que hasta hoy profesan buena parte de los actuales presidentes de la región; exacerbado en algunos casos, como en el populismo revolucionario del Chávez que se adueñó de Venezuela, y morigerado por la fuerza de los hechos en otros, aunque siempre con un dejo de obsecuencia ante las figuras nostálgicas, como la de Castro. Betancourt también representa la derrota de ese socialismo, el que sobrevivió a la caída del muro de Berlín, al desplome de la Plaza Roja en Moscú y que encontró en América Latina el refugio para su agonía, resistiéndose a la realidad y al devenir global, esa tierra donde el Estado colombiano durante décadas simplemente no ha existido. Pero la derrota actual ya no sólo es ideológica, sino también, y fundamentalmente, política y social. La gente ya no apoya al socialismo revolucionario, aquél que cuando se quedó sin paradigma internacional no dudó en convertirse en mercenario del narcotráfico para financiar la enorme estructura de combatientes que había creado, alentando en ellos la falsa esperanza de que el mundo nuevamente giraría de vuelta. Pero ¿cuán sincera será la risa en aquellos que acompañaron a las FARC en sus 60 años de historia y lucha, en aquellos que cerraron los ojos ante los secuestros, ante la masacre de campesinos y el enrolamiento forzado de sus pequeños hijos, todo para combatir por un ideal que se descascaraba en todo el mundo, en aquellos que les mostraron su solidaridad internacional y argumentaron para concederles estatus de fuerza beligerante reconocida por la ONU, y en los que contribuyeron a su financiamiento y viajaron a empaparse de la experiencia de sus combatientes? América Latina ha vivido décadas confusas, avanzando a tropezones. A ratos pareció que se consolidaban sus democracias y se optaba por profundizar las ventajas del libre mercado, pero la falta de perseverancia, la insuficiencia de sus instituciones y la pobreza de su gente son tales, que a ratos también parece retomar caminos pretéritos que ya una vez ahogaron la libertad; aunque ahora lo hace en la forma de las “democracias delegativas” con presidentes que respetan todos los rituales de la democracia, pero que la vacían de todo control y contrapeso, comportándose como si fueran dueños absolutos del poder; y del socialismo con cara amable, el del Estado de bienestar, el que garantiza derechos, aunque no la libertad.

bailacolombia

Embed Size (px)

DESCRIPTION

BAILA COLOMBIA, RIE LATINOAMERICA Betancourt también representa la derrota de ese socialismo, el que sobrevivió a la caída del muro de Berlín, al desplome de la Plaza Roja en Moscú y que encontró en América Latina el refugio para su agonía, resistiéndose a la realidad y al devenir global, esa tierra donde el Estado colombiano durante décadas simplemente no ha existido.

Citation preview

Page 1: bailacolombia

BAILA COLOMBIA, RIE LATINOAMERICA

Baila Colombia, ríe Latinoamérica. La razón: el rescate de Betancourt no sólo sobrecoge y emociona por sus dimensiones humanas, sino porque es un triunfo de la libertad y la democracia sobre la nostalgia de imponer a sangre y fuego un socialismo revolucionario.

Ese socialismo que hace 40 años se filtraba por todos los intersticios de América

Latina. El mismo socialismo de raíz marxista que acuñaron Stalin y Honecker, el que conculcó y violó los más esenciales derechos humanos de millones en el mundo; el mismo al que adscribían Allende y los otros, incluso en el que se formaron y que hasta hoy profesan buena parte de los actuales presidentes de la región; exacerbado en algunos casos, como en el populismo revolucionario del Chávez que se adueñó de Venezuela, y morigerado por la fuerza de los hechos en otros, aunque siempre con un dejo de obsecuencia ante las figuras nostálgicas, como la de Castro.

Betancourt también representa la derrota de ese socialismo, el que sobrevivió a

la caída del muro de Berlín, al desplome de la Plaza Roja en Moscú y que encontró en América Latina el refugio para su agonía, resistiéndose a la realidad y al devenir global, esa tierra donde el Estado colombiano durante décadas simplemente no ha existido.

Pero la derrota actual ya no sólo es ideológica, sino también, y

fundamentalmente, política y social. La gente ya no apoya al socialismo revolucionario, aquél que cuando se quedó sin paradigma internacional no dudó en convertirse en mercenario del narcotráfico para financiar la enorme estructura de combatientes que había creado, alentando en ellos la falsa esperanza de que el mundo nuevamente giraría de vuelta.

Pero ¿cuán sincera será la risa en aquellos que acompañaron a las FARC en sus 60 años de historia y lucha, en aquellos que cerraron los ojos ante los secuestros, ante la masacre de campesinos y el enrolamiento forzado de sus pequeños hijos, todo para combatir por un ideal que se descascaraba en todo el mundo, en aquellos que les mostraron su solidaridad internacional y argumentaron para concederles estatus de fuerza beligerante reconocida por la ONU, y en los que contribuyeron a su financiamiento y viajaron a empaparse de la experiencia de sus combatientes?

América Latina ha vivido décadas confusas, avanzando a tropezones. A ratos pareció que se consolidaban sus democracias y se optaba por profundizar las ventajas del libre mercado, pero la falta de perseverancia, la insuficiencia de sus instituciones y la pobreza de su gente son tales, que a ratos también parece retomar caminos pretéritos que ya una vez ahogaron la libertad; aunque ahora lo hace en la forma de las “democracias delegativas” con presidentes que respetan todos los rituales de la democracia, pero que la vacían de todo control y contrapeso, comportándose como si fueran dueños absolutos del poder; y del socialismo con cara amable, el del Estado de bienestar, el que garantiza derechos, aunque no la libertad.

Page 2: bailacolombia

Por eso, ante el vaivén político y económico por el que transitan la mayoría de

los países de nuestra región, el rescate de Ingrid Betancourt también nos recuerda el valor perenne de la libertad y de la dignidad humana.

Jorge Jaraquemada R. Director Área Legislativa

Fundación Jaime Guzmán