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7/18/2019 Barros - Mesa 65 Ponencia Interescuelas 2015 http://slidepdf.com/reader/full/barros-mesa-65-ponencia-interescuelas-2015 1/16 Ser gente Procesos de subjetivación y democracia durante el primer peronismo Sebastián Barros 1  Introducción Una de las referencias que aparece con asiduidad en las experiencias a ras del suelo del primer peronismo es la auto-consideración de ciertos sujetos como gente. Este significante es utilizado de manera repetida dando sentido a la experiencia de personas que hasta el momento del surgimiento del peronismo no se sentían efectivamente como tales. Esta noción conlleva una ambigüedad, que comparte con la idea de pueblo, en tanto puede ser tomada, o bien, como la generalidad de la ciudadanía, o bien, como la  particularidad de aquellos y aquellas que no tienen otro título para identificarse. El trabajo retomará la identificación alrededor de esta idea de gente para proponer un análisis más preciso del tipo de subjetivación que supuso el primer peronismo. En primer lugar, la ponencia indaga sobre cómo se presenta esta idea en las fuentes estudiadas y qué aspectos conceptuales son los implicados en los procesos de subjetivación. La noción de gente en el primer peronismo estuvo vinculada a una identificación popular, lo cual la diferencia de otros usos y sentidos que este mismo significante pudo tener posteriormente y, argumentaremos, da lugar a procesos de subjetivación que tienen un carácter específico. En esta sección de la ponencia entonces, ligaremos la idea de gente en el primer peronismo con la noción de identificación  popular y la especificidad de lo que ella supone: una dislocación de la distribución de lugares sociales ante la emergencia de un sujeto que reclama para sí la capacidad de  poner el mundo en palabras. 1  Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia/UNPSJB, CONICET. Ponencia preparada para las XV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Comodoro Rivadavia, 16-18 septiembre 2015. Mesa temática “Conflicto social y subjetividad política durante el primer peronismo: experiencias a ras del suelo. Primer borrador, por favor no citar. [email protected]

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Ser gente

Procesos de subjetivación y democracia durante el primer peronismo

Sebastián Barros1 

Introducción

Una de las referencias que aparece con asiduidad en las experiencias “a ras del suelo” 

del primer peronismo es la auto-consideración de ciertos sujetos como “gente”. Este

significante es utilizado de manera repetida dando sentido a la experiencia de personas

que hasta el momento del surgimiento del peronismo no se sentían efectivamente como

tales. Esta noción conlleva una ambigüedad, que comparte con la idea de pueblo, en

tanto puede ser tomada, o bien, como la generalidad de la ciudadanía, o bien, como la

 particularidad de aquellos y aquellas que no tienen otro título para identificarse. El

trabajo retomará la identificación alrededor de esta idea de gente para proponer un

análisis más preciso del tipo de subjetivación que supuso el primer peronismo.

En primer lugar, la ponencia indaga sobre cómo se presenta esta idea en las fuentes

estudiadas y qué aspectos conceptuales son los implicados en los procesos de

subjetivación. La noción de gente en el primer peronismo estuvo vinculada a una

identificación popular, lo cual la diferencia de otros usos y sentidos que este mismo

significante pudo tener posteriormente y, argumentaremos, da lugar a procesos de

subjetivación que tienen un carácter específico. En esta sección de la ponencia entonces,

ligaremos la idea de gente en el primer peronismo con la noción de identificación

 popular y la especificidad de lo que ella supone: una dislocación de la distribución de

lugares sociales ante la emergencia de un sujeto que reclama para sí la capacidad de

 poner el mundo en palabras.

1 Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia/UNPSJB, CONICET. Ponencia preparada para

las XV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Comodoro Rivadavia, 16-18 septiembre 2015.Mesa temática “Conflicto social y subjetividad política durante el primer peronismo: experiencias a ras

del suelo”. Primer borrador, por favor no citar. [email protected]

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En segundo lugar, a partir de la indagación anterior, la ponencia vinculará la emergencia

de este tipo de subjetivación a lo que Foucault llamó “mala  parrhesía”. La buena

 parrhesía implica la libertad de tomar la palabra verdadera en el campo de la política y

está vinculada a la pertenencia al demos. Es una palabra “que da libertad a otras y que se

asigna la tarea, no de someter a los otros a su propia voluntad, sino [de] persuadirlos ” 

(2009: 122). Esto vincula, a su vez, a la parrhesía con la democracia y con el lugar que

los miembros de un demos  deben ocupar según ciertas facultades o capacidades. En

cambio, la mala  parrhesía implica que cualquiera puede hablar, que “todo el mundo” 

dice todo y dice cualquier cosa. Como el hecho de que “todo el mundo pueda hablar no

significa que todo el mundo pueda decir la verdad”  (2009: 194), esto pervertiría la

lógica democrática. Para concluir entonces, a partir de los análisis foucaultianos la

 ponencia problematizará la relación entre la emergencia de identificaciones populares,

su articulación en formas de representación populistas y la democracia.

Peronismo y (des)identificaciones populares

Este trabajo se enmarca en varios proyectos2 más amplios que tenían básicamente dos

objetivos. Uno era la posibilidad de pensar una teoría del populismo que se quitara de

encima el tinte peyorativo que este concepto traía como lastre. El otro era estudiar los

 procesos de constitución de identificaciones populares desde esa posibilidad teórica.

Ambas intenciones eran herencia de la producción teórica que en ese momento guiaba

nuestras investigaciones, la teoría de la hegemonía y el análisis político del discurso de

Ernesto Laclau, pero también eran sostenidas por una preocupación política. Lo

 peyorativo del populismo no se dirigía (ni se dirige) hacia el concepto como

herramienta en sí, ni tampoco se dirigía a los liderazgos populistas, a quienes siempre se

les reconocía cierta inteligencia, astucia, o capacidad que escapaba a la evaluación

normativa que de ella se realizara.

En este segundo sentido, los proyectos partían del convencimiento de que el trato

 peyorativo al populismo apuntaba a la incapacidad de los individuos y grupos que se

2  Podemos enumerar entre ellos PICT-2005-185 Redes, PICT-2007-247, PIP 2013, además de los proyectos de investigación radicados en el IESyPPat y financiados por la UNPSJB.

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transformaban en seguidores de esos liderazgos o movimientos populistas. Incapacidad

que a grandes rasgos se sostenía, por un lado, en la presunción de la imposibilidad de

los sectores populares de mantener una racionalidad instrumental en el largo plazo, la

incapacidad de reconocer que el populismo es “ pan para hoy y hambre para mañana”. Y

que, por el otro lado, se sostenía en la evidencia de una preocupación vis à vis cierto

estado de espíritu pluralista y democrático3  que podía descubrirse al enfrentar la

realidad del peronismo con esquemas de pensamiento que representaban un proceso

histórico o una matriz teórica particulares. Dicho enfrentamiento con esos procesos y

matrices daba lugar a la presentación de ciertas anormalidades, de algo que se corría de

los patrones que podíamos tener para entender y analizar estas experiencias políticas

 populistas.4 Romper entonces con ese tinte peyorativo con el cual se teñían (y se tiñen)

los estudios sobre estos fenómenos, no era solamente un reclamo teórico sino también

un reclamo político sostenido en la presunción rancièriana de la igualdad de las

inteligencias. (Rancière, 2003)

Ese tipo de análisis suponía entonces no sólo prestar atención a los discursos que

hegemónicamente estructuraban la vida comunitaria, sino también poder analizar esas

capacidades que parecían escapar a los estudios sobre el peronismo. Esto implicaba

llevar adelante un trabajo que nos dejara ver cómo se articulaban esos discursoshegemónicos con lo que hoy llamamos en esta mesa, percepciones, significados,

modulaciones, gestos, actitudes, etc., “a ras del suelo”. En un primer momento, parecía

que estos discursos emergían simplemente como respuesta a la interpelación del

discurso peronista. Después comenzamos a sospechar que esas respuestas podían ser

entendidas no tanto destinadas a responder como a demandar e imprecar (más adelante

quedará más claro el uso de la idea de imprecación). Encontramos que esos discursos “a

ras del suelo” se movían en una ambigüedad muy rica para el análisis.

En esas respuestas, interpelaciones y/o imprecaciones, uno de los significantes que

aparecía repetidamente era “gente”. Lo encontramos en diferentes momentos que hacían

referencia al primer peronismo. Aparecía en discursos de mediados de los años cuarenta

3  “A través de la vieja guardia sindical, de su tentativa y posterior frustración por participar conindependencia en el régimen que surge en 1946, me interrogo sobre las vicisitudes de la autonomía

 política obrera dentro de un proceso de cambio lanzado desde el Estado y comandado por un fuerteliderazgo plebiscitario. Este orden de preguntas no es independiente de un estado de espíritu. Forma parte

de una preocupación relativa a las condiciones en las que es posible combinar un movimiento de reformas políticas y sociales con la preservación de un espacio pluralista y democrático.” (Torre, 1990: 18)4 En otro lugar he definido a estos patrones como baremos. (Barros, 2014)

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y en las reconstrucciones que hacían personas ligadas al peronismo pero

contemporáneas a nosotros. Más allá de la polisemia, fuimos encontrando que “gente” 

dependía de las múltiples formas de articulación que estaban marcadas, a su vez, por

contextos de relativa estructuralidad que les daban cierta particularidad.

El significante “gente” puede, como todo significante, adquirir múltiples significados

dependiendo de cómo y en qué cadena de significación sea articulado. “Hay mucha

gente”, “ser buena gente”, “solucionar los problemas de la gente”, “la gente no quiere

antagonismos”, “la gente en las calles”, etc. En cierto sentido, “gente”  tiene una

ambigüedad similar a la que han señalado a lo largo de su obra autores como Agamben,

Laclau y Rancière para la idea de pueblo en el pensamiento occidental.5 “Gente” puede

ser una forma de señalar a la totalidad de las personas de una comunidad, asimilarse asíal gentío, pero también puede referirse a “tener el don de gentes”. Sin embargo, esta

ambigüedad tiende a diluirse cuando invertimos la apreciación. No ser considerada

como gente supone que no formamos parte de esa totalidad, ni tampoco tenemos el don

de gente. Es vivir fuera de la polis, lugar que habitaban los dioses y las bestias.

Para los fines de esta ponencia, permítaseme presentar algunos ejemplos de discursos en

los que creo que se puede rastrear la lógica a la que estoy haciendo referencia sobre el

uso del significante “gente”, para luego analizar la particularidad de su articulación en el

discurso peronista en experiencias “a ras del suelo”.

Fuente 1:

Reaccionando frente a solicitadas opositoras a Perón la Revista de la Asociación deTelegrafistas, Radiotelegrafistas y Afines, de Acción Comunitaria y Amparo Social

 publicó el 17 de junio de 1945 una contra-solicitada entre cuyos considerandosencontramos la siguiente afirmación:

“Que todo aquello que se realice para desorientar el criterio claro que debe guiar alhombre de trabajo con relación a la consistencia del derecho a ser considerado como

 gente en su relación con el empleador , es atentar contra la más noble y elevadaconcepción de la justicia social.” 

Expediente B-90-ST2830, caja 502, Fondo Secretaría Legal y Técnica Presidencia de la Nación, Presidencia Juan D. Perón, Archivo General de la Nación.

5 La ambigüedad reside en que “pueblo” representa, a la vez, la totalidad del sujeto de la soberanía y la

 parte de los desposeídos.

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Fuente 2:

Svampa (2000: 126) cita a un trabajador metalúrgico retirado que en los años noventa

recordaba su militancia sindical durante el primer peronismo.

“Perón nos dio el derecho a poder discutir, nos dio el derecho de poder tener una

heladera, de poder tener una casa. Nos hizo ver que  podríamos ser gente, que podíamosmandar el chico al colegio con un par de zapatos, que podíamos tener una radio buenacomo el abogado del barrio. Perón despertó a la gente, hizo conciencia. Nos hizo verque nosotros éramos gente, no podíamos ser más lo que éramos, veníamos con la cabezagacha y entonces levantamos la cabeza con Perón. Perón despertó al pueblo argentino.” 

Fuente 3:

Hudson (2007): Entrevista a Ester, empleada de la Delegación del Ministerio de Trabajoen Río Gallegos.

“Si bien según la información brindada por nuestra entrevistada no existieron exigenciasconcretas de afiliación y participación en la actividad política, y ésta era más bienespontánea, se realizaban los ateneos en el mismo lugar de trabajo donde recibíaninstrucción y también la recibieron para las elecciones de 1951. Recuerda así lainstrucción que se daba en los ateneos:

“A mí no me interesaban las reuniones, fui pocas veces, pero sí en el lugar de trabajohacían el ateneo femenino y ahí sí daban clases, venían del partido femenino de BuenosAires. [...]  Lo hacían con jerarquía, vos te sentías tomada en cuenta, que te estabanaleccionando, si bien es cierto que era para un partido, pese a eso yo creo que no era

 peronista todavía […].” 

Fuente 4:

Estela, Sub-Delegada Censista Part. L. de Zamora, Pcia. Bs. As. Partido PeronistaFemenino, Temperley, Lomas de Zamora. Archivo privado.

“Discurso preparado para el acto pro reelección de nuestro Presidente en agosto de1951. Cuando volvemos los ojos a ese pasado reciente, lo que más nos asombra es la

 pasividad con que presenciábamos la explotación de bienes y personas, que realizabanunos pocos señores privilegiados, por la gracia de ellos mismos. (...) esa era la realidadque observamos todos desde que abrimos los ojos al mundo y era también la que estabagrabada en el recuerdo de nuestros mayores, quienes por lo tanto no estaban encondiciones de inculcarnos nada distinto a ese cuadro que presenciamos. Fue necesarioque se alzara una voz saliente y clara contra tamaña injusticia, para que despertáramos a

la realidad.” 

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“Pero no es solo la elevación material  de nuestro pueblo lo que hemos conquistado: hayalgo más grande aun y más valioso, que de una vez para siempre hemos logrado: ladignificación del ser humano, el respeto y la consideración a todos nos corresponde porel solo hecho de ser personas, la igualdad en cuanto a valores morales, que hasta ayernomás parecía insostenible, la realidad muestra notorias diferencias de índole

intelectual, económica y aun físicas: pero por encima de esa diferencia de detalles, nosiguala a todos la misma dignidad humana.” 

“Las mujeres argentinas, hasta ayer relegadas  en su condición de ciudadanos,conculcados  sus derechos cívicos, y postergados sus anhelos de liberación; porquesomos dueñas de la libre determinación de nuestros actos, y porque la mujer de la Nueva

 Argentina ya no es mercancía de placer de los sádicos y lugurientos, porque nos sacó

del anonimato en que los reaccionarios nos mantuvieron, para solaz de los bajos apetitos 

concupiscentes, nuestra hermana mayor, que, abnegadamente se desvela por nosotras ynos sostiene prodigándonos su ayuda y su ternura (…)” 

Estos registros de la “gente” escapan a la ambigüedad que mencionábamos. “Gente”

aquí está asociado a la idea de ser tenida en cuenta y a la recolección de tener o poder

disfrutar de algún grado de “normalidad de la vida”. Me interesa destacar también que,

 por un lado, no se trata solamente del asombro por la elevación material que se coliga al

 peronismo, sino que aparece la idea de dignificación y la jerarquización que supone ser

tratado como humano. Hay un contenido liberal muy fuerte en estas apreciaciones, con

lo cual la idea de que los populismos son genéticamente anti-liberales debería

cuestionarse. Por otro lado, las nociones de sorpresa y asombro están vinculadas a la

idea de abrir los ojos para ver la misma realidad pero de una manera diferente que

superaba las expectativas incluso del sindicalismo militante, como describe Torre en su

texto sobre el 17 de octubre de 1945. Allí encontramos un sujeto que ahora se asume

capaz de ver de manera distinta y hablar “como gente” de una realidad que antes no

veía. Esto fue destacado hace ya un tiempo por Alejandro Groppo (2004 y 2009) y creo

que con ambas cuestiones está vinculado el uso del significante “gente” y la manera en

que articulan ciertos contenidos alrededor de la noción de dignidad.

Resumiendo, me interesa destacar una serie de elementos que se desprenden de estas

apreciaciones.

Primero, que todo proceso de identificación se da en un contexto de relativa

estructuralidad que provee un lenguaje al sujeto. De allí se desprenden las variaciones

que se pueden observar. Por ejemplo, las variaciones de género, como las que podíamos

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leer en la última fuente, están vinculadas a la serie de discursos sobre la sexualidad de

los sectores populares que ya era patente antes del peronismo (Acha, 2013). Dejar-de-

ser tiene siempre algo de novedoso y algo de continuidad.

Segundo, el proceso de identificación que encontramos en los orígenes del peronismo

tiene una particularidad. “Ser tenida en cuenta” supone una desidentificación con una

situación anterior de no-reconocimiento, con sacar del anonimato. Sin embargo, no todo

 proceso de identificación tiene un carácter dislocatorio en relación al reconocimiento.

Por ejemplo, si por un parte la mujer fue reconocida en sus derechos conculcados, por la

otra, el rol de la mujer y la reproducción de ciertos valores asociados a lo femenino no

variaron demasiado. Nuevamente Acha (2013).

Tercero, que los procesos de identificación son siempre procesos de des-identificación.

Esto parece obvio pero muchas veces no lo tenemos en cuenta con la importancia que se

merece. Las masas disponibles de la década del 30 no eran tales. No estaban libres de

toda atadura y prestas para su articulación política, sino que estaban identificadas en y

con una distribución de lugares sociales que el peronismo vino a dislocar. Las

identificaciones populares se presentan con la forma “ser -como-alguien”. Ser como

alguien o ser tratada como alguien distinto implica dejar de ser tratada como otra o dejar

de ser una otra.6 Esto significa que la emergencia de este tipo de identificaciones supone

la aparición de nuevas diferencias a ser articuladas dentro de una comunidad cuyas

fronteras y límites se desplazan conflictivamente. Estas nuevas diferencias suponen

nuevas subjetividades.7 

6 A estos procesos remitió la idea de crisis de la deferencia social tratada por E.P. Thompson y tomada por Mackinnon (2002) y Torre (1999). Esta crisis está emparentada con el argumento de Germani sobre

los cambios en la percepción obrera sobre el carácter injusto del orden social excluyente de la décadaanterior al peronismo. Dado que el orden comenzó a ser percibido como injusto fue que los sectores más bajos de la sociedad dejaron de aceptar el lugar que ocupaban en el orden hegemónico. La crisis de ladeferencia es precisamente el fin de la aceptación de un lugar. Puede verse Barros (2011).7 Como argumentamos en otro lugar (Barros 2013) una tarea política primordial es la operación sobre loslímites comunitarios, ya sea extendiéndolos o restringiéndolos. En el caso de la vinculación entre lacapacidad de poner el mundo en palabras y los procesos de subjetivación asumimos que todasubjetivación es la manifestación de una brecha, un intervalo entre formas de identificación. Como

 plantea Rancière, la producción de una subjetividad supone una serie de acciones de un cuerpo y de unacapacidad de enunciación que previamente no eran identificables como diferencias dentro de un campodado de la experiencia. Las fuentes que analizábamos más arriba pueden ser leídas como referencias aeste intervalo. En ellas aparece un sujeto que se presenta ahora como capaz y una parte que lo rechazacomo tal. Como lo expresa Rancière: “[u]na subjetivación política siempre es una demostración de

capacidad; contradice, por el hecho, la denegación de una capacidad.” (2011: 110) Algo similarargumenta Alain Badiou. Para él, la subjetivación se da en el momento en que el cuerpo se piensa comoligado a algo más que a sí mismo, “un cuerpo creador, un cuerpo que porte la idea, un cuerpo que sea

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Cuarto, y último, dejar-de-ser a través de estos procesos de (des)identificación conlleva

transformaciones importantes en la estima de sí y en la estima de los demás. Ser

“gente”, sentirse tratada con jerarquía, tener la radio como el abogado, etc., son f ormas

de expresar aquello que marca más allá de la novedad de dejar-de-ser y que hace

referencia a una nueva subjetividad.8 Estos cambios en la estima de sí respaldan además

la demanda por ser escuchadas. En tanto se deja-de-ser y se apropia legítimamente de

una palabra que no le pertenecía, el nuevo sujeto reclama la obligación de ser

escuchado.9 

Foucault, la buena y la mala parrhesía  

Es respecto a este ser-como-otra en el que los análisis foucaultianos sobre la

constitución de un individuo como sujeto para sí mismo y para los otros adquieren

relevancia para los estudios sobre el peronismo y nos pueden dar pistas sobre la relación

entre populismo y democracia.

Para Foucault “el individuo se constituye como sujeto en la relación consigo y en la

relación con los otros” (2009: 58). Lo cual resulta en que el cuidado de sí no puede

 prescindir del trabajo del juicio de los otros. La forma en que ese juicio se llevará

adelante es a través de la parrhesía, el hablar franco como una forma de veridicción, de

decir la verdad.10 Entre las cuestiones en las que Foucault desmenuza la  parrhesía, me

también el cuerpo del pensamiento” (2013: 22). Es decir, no basta con la presentación de una víctima para

que se pueda hablar de un proceso de subjetivación. Tampoco basta que se pueda hablar de una exclusión

al interior de una comunidad para que automáticamente se identifique ese proceso como unaidentificación popular. Devenir “una parte subjetiva nueva de todo el campo político” (Badiou 2013: 25)

implica pasar de la condición de víctima a la condición de sujeto capaz de enunciar que ese cuerpo debeser considerado como algo diferente, como algo ligado a esa capacidad de enunciar.8 En su libro sobre la experiencia obrera en Berisso, Daniel James recoge el testimonio de Doña María,una obrera de la carne. En un momento ella explica que después del 17 de octubre de 1945 “cuando

fuimos a trabajar ya éramos no prepotentes hacia el patrón pero sí entrábamos con cierta gallardía, concierto orgullo, decir vengo a trabajar contento porque tengo quien me defiende; desde Trabajo y Previsiónya hay un hombre seguro que nos defiende. Desde ahí fuimos más respetados, pero también nos hicimosrespetar.” (James, 2004: 57)9 Siguiendo con la fuente de la nota anterior, Doña María relata sus palabras a Perón en el entierro de loshermanos de Cipriano Reyes: “así como nosotros luchamos para que usted llegue allá arriba, a laPresidencia de la Nación, así vamos a luchar para hacerlo caer si no cumple con todo lo que nos ha

 prometido”. (James, 2004: 71)10 Un régimen de veridicción para Foucault es lo que permite decir y afirmar como verdaderas una seriede cosas. “Tal es el punto, precisamente, en que el análisis histórico puede tener un alcance político. Lo

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que el fuerte pueda gobernar razonablemente. Es más, Foucault encuentra que el

“discurso del débil que señala la injusticia del fuerte es una condición indispensable

 para que este último pueda gobernar a los hombres de acuerdo con el discurso de la

razón humana.” (2009: 150-151) Por lo tanto, concluye, la  parrhesía está íntimamente

vinculada a la democracia. “Para que haya democracia, debe haber  parrhesía, y para

que haya parrhesía, debe haber democracia.” (2009: 167)

Si la  parrhesía, como vimos, caracterizaba la posición de determinados sujetos en la

ciudad (posición que no se define simplemente por la ciudadanía ni por el estatus), esto

quiere decir que la  parrhesía  es más bien la dinámica que adquiere el juego

comunitario, una competencia o capacidad que logra dirigir a los otros, a través de una

lucha que se comparte con esos otros en una estructura agonística. (2009: 169) Hablarcon veracidad para dirigir la ciudad, eso sería la buena parrhesía.

Pero también habrá una mala  parrhesía, que Foucault encuentra descrita en personajes

que han obtenido un derecho tardío a la ciudadanía. Su  parrhesía  es “no instruida,

grosera, rústica”  (2009: 179). “No es capaz de formularse en un logos racional y de

decir veraz. ¿Qué es lo único que puede hacer? (…) es capaz de persuadir.”  Es

interesante resaltar que tanto la buena como la mala parrhesía tienen el mismo carácter,

ambas hacen a la capacidad de persuadir. Pero esta última es una persuasión vinculada a

la retórica, no al discurso veraz. En estos casos la relación entre democracia y parrhesía 

“da cabida a algo que es su imitación, un falso decir veraz.” (Foucault, 2009: 193 y

2001: 353 y ss.)

La característica de la mala parrhesía que me interesa destacar es que en ella cualquiera

 puede hablar, con lo cual el ascendiente legítimo sobre los demás se pervierte, ya que se

repetirá la opinión más corriente de la mayoría. En la mala parrhesía, “el cualquiera quedice todo y cualquier cosa (…) es la supresión de la diferencia del decir veraz en el

 juego de la democracia”. (Foucault, 2009: 194) En cierto sentido, al suprimir la

diferencia del decir veraz, antes que un riesgo para la vida democrática de la ciudad, la

mala  parrhesía  sería su profundización. De alguna manera, y siempre de acuerdo a

cómo la describe Foucault, la mala  parrhesía  iguala. En otras palabras, lo que se

desprende de las tragedias analizadas como mala  parrhesía, para otros autores como

Rancière (1996) es una política democrática, la disputa en torno a la partición de lo

sensible. Al revés, lo que Rancière identifica como un orden policial, sería aquello que

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En el segundo caso, la democracia peligra porque se instauraría una tiranía que

resolvería la paradoja foucaultiana a través de la imposición de un único discurso veraz.

En ambos casos, se supone que la pregunta sobre quién tiene la capacidad de tomar la

 palabra y ejercer influencia puede ser respondida y que la tensión que ella genera puede

lógicamente resolverse o ignorarse. En resumen, el problema aparece cuando asumimos

que esa tensión puede ser definitivamente suturada (o, en otras palabras, que la paradoja

foucaultiana puede ser resuelta). Allí es cuando la democracia peligra.

La emergencia de (des)identificaciones populares como las que describimos está

vinculada a este proceso en el cual se sitúan también los populismos, poniendo el dedo

 precisamente en la llaga de la imposibilidad de resolver la paradoja foucaultiana. Los

 populismos dan una respuesta a la gran pregunta de la  parrhesía, pero dicha respuestasólo logra perpetuar y llevar al extremo la paradoja. Es esa (des)identificación popular

que en nombre del daño sufrido reclamará la representación plena y universal de la

comunidad a través del pronunciamiento de una verdad encarnada en una víctima

 particular.

Breve excurso sobre democracia y populismo

Como ya argumenté en otro lugar (Barros 2013), la forma de representación que implica

una articulación populista de lo social se caracteriza precisamente por poner en el centro

de la escena la paradoja democrática. Paradoja que puede ser señalada en diversas

actitudes (James, 1995), que se plasma en instituciones (Melo, 2012), etc. En términos

conceptuales también se ha apuntado hacia esta lógica paradojal, señalando a lademocracia como lugar vacío (Lefort, 1990), a la democracia como una distintiva

relación entre universalidad y particularidad (Laclau, 2014), y un extendido etc., que por

razones de espacio no especificamos. El discurso populista pone en el centro estas

 paradojas y tensiones de la democracia porque precisamente deja ver que ellas no

 pueden resolverse o evitarse. Eso es lo que lo diferencia de otras maneras de darle forma

al espacio de representación comunitario, como puede ser una forma liberal o una forma

autoritaria/totalitaria.

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En el caso de las lecturas liberales se presume que todas las diferencias están-siempre-

ya incluidas igualitariamente, con lo cual deben buscarse los procedimientos que

 permitan gestionar y administrar las diferencias, toda vez que la democracia ya no

introduciría desigualdades heterogéneas a la capacidad parrhesiasta. Al presuponer que

todas las diferencias que deben estar dentro de ese espacio de representación  ya están

allí , y que por estar no sólo pueden hablar sino que también pueden decir la verdad, se

suprime el conflicto agonístico que suponía la lucha entre adversarios iguales por saber

quién iba a poder ejercer su influencia sobre la decisión de los otros.

La misma lógica argumentativa que conlleva la eliminación del conflicto por la

capacidad parrhesiasta se puede encontrar en los discursos autoritarios/totalitarios. En

ellos se presume que la comunidad debe ser un espacio de representación donde noexiste la diferencia, y si existe, debe ser eliminada, ya sea represivamente o ya sea bajo

la figura de la incorporación forzada al discurso verdadero. Nuevamente, la paradoja

foucaultiana se desvanece ya que no pueden aparecer nuevas diferencias que planteen

un acceso desigual a ese discurso de verdad. “Mientras florece la representación de una

sociedad homogénea y transparente para sí misma, la de un pueblo-uno, la división

social es negada en todas sus formas, al mismo tiempo son rechazados los signos de una

diferencia de creencias, de opiniones, de costumbres.” (Lefort, 1990: 22)

La forma de representación populista opera de manera distinta. Como vimos en las

fuentes, estos discursos son nuevas diferencias que imprecan al lugar del poder en

términos del daño infligido. Demandas que señalan lo injusto del actuar de los

 poderosos. Son discursos de imprecación que llevan a “tomar la palabra y, a su propio

riesgo, levantarse frente a quien ha cometido la injusticia y hablar.” ( Foucault, 2009:

149) Es en nombre de ese daño que estos discursos reclaman para sí “la nueva

Argentina”, es allí donde reside la “incontinencia peronista”. (Acha y Quiroga, 2012) Es

así que, por momentos, la paradoja foucaultiana y el conflicto agonista aparecen como

clausurados ya que el discurso verdadero estaría encarnado plenamente en el discurso

 peronista. Los desposeídos encarnarían la totalidad de la vida comunitaria, excluyendo

otras diferencias que no podrían decir la verdad.

Pero, por otro lado, encontramos momentos en los que estos discursos privilegian su

carácter de víctima frente a otras particularidades. Es decir, momentos en los que

 precisamente se introducen nuevas diferencias que vienen a imprecar una injusticia,

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como vimos en las referencias a  Doña María  o en los aspectos más liberales del

discurso de Estela, dando lugar al conflicto agonista. En esos ires y venires se juega el

carácter populista de estos discursos. Y se juega también su carácter democrático,

 prolongador de la indeterminación de la democracia a la que apunta la paradoja

foucaultiana. Si, como lo pone Lefort, la “democracia se revela así como la sociedad

histórica por excelencia, sociedad que, en su forma, acoge y preserva la

indeterminación”  (1990: 25), los discursos disparados por estas (des)identificaciones

 populares se mueven en un momento particular que resalta esa indeterminación y

 prolonga la paradoja de Foucault.

Es más, los discursos populistas clásicos en América Latina heredan este carácter de las

(des)identificaciones populares. Con lo cual tienen una tarea política extra al resto de losdiscursos y formas de representación. Si todo discurso hegemónico tiene que expresar

una particularidad que se presenta como encarnación de una generalidad más amplia,

los discursos populistas tienen que, además, operar sobre esa particularidad que

constantemente irrumpe imprecando y postulando ser parte y todo al mismo tiempo.

Reflexiones finales

Quisiera concluir entonces que la emergencia de estas (des)identificaciones populares

en los términos que propusimos, representan la introducción de esas nuevas diferencias

desiguales en la distribución de lugares sociales en la Argentina de los años cuarenta.

En este sentido, estas experiencias “a ras del suelo” del peronismo estuvieron ligadas a

la emergencia de una nueva subjetividad que se sostuvieron en el reclamo por no sólo por la capacidad de hablar sino de poder decir un discurso verdadero.

Las reacciones a dicha emergencia también pueden ser mejor precisadas bajo este lente

foucaultiano. La resistencia que se produce cuando la paradoja democrática es puesta en

el centro de la escena, fue descrita como una mala parrhesía. Esto supuso una parrhesía 

rústica y grotesca, que implicaba una dinámica entre racionalidades limitadas a la

expresión del sentido común mayoritario marcado por las pasiones y la necesidad, antes

que por el logos. Las demandas en términos de “ser gente” y la oposición a su

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incorporación parrhesiasta se vinculan entonces a la discusión por la forma democrática

que puede adquirir una comunidad política. Ya no solamente por una inclusión formal

 procedimental, o por una cuestión de estatus social, sino por el reclamo de una

capacidad que hemos denominado capacidad de poner el mundo en palabras.

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