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0 Pedro Saad Herrería ¡Carajo! Una síntesis biográfica del general Eloy Alfaro Quito, diciembre 2007

Biografia de Eloy Alfaro - Pedro Saad Herrería

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Pedro Saad Herrería

¡Carajo!

Una síntesis biográfica del general Eloy Alfaro

Quito, diciembre 2007

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A modo de dedicatoria.

El autor de estas páginas gozó del enorme privilegio de la amistad de don Alfredo Pareja Diezcanseco, a quien siempre consideró su maestro.

Recuerdo, como si fuera ayer, que hubo un día –todavía bajo el gobierno de

León Febres-Cordero– cuando don Alfredo recibió una carta que venía desde la penitenciaría de Guayaquil.

Le escribían los compañeros del movimiento armado “Alfaro vive, carajo”,

que estaban detenidos ya largos meses, y alguno de ellos ya contaba años de prisión. Le solicitaban un ejemplar nuevo del libro que don Alfredo escribió sobre el Viejo Luchador: “la hoguera bárbara”.

Le pedían ese ejemplar porque, según le decían, el que había sido de ellos

ya estaba remendado y desgastado, de tanto leerse y releerse, y ya no podían usarlo para dar clases a los otros presos.

Fue la única vez que vi llorar a don Alfredo. Cuando, digerida la emoción,

pudo hablar, me dijo que estimaba cumplida su tarea de historiador, porque consideraba a esos muchachos como herederos y continuadores de Alfaro. Como se consideraba él mismo.

Para mis adentros prometí que algún día yo también escribiría un libro sobre

Alfaro, y que entonces le dedicaría esas páginas a don Alfredo Pareja Diezcanseco, de quien aprendí que la Historia no es sólo un recuerdo del pasado, sino un compromiso con el futuro.

No alcancé a cumplir mi promesa en vida del maestro. Sólo puedo dedicar estas páginas a su memoria.

Pedro Saad Herrería

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¡Carajo!

Síntesis biográfica

del general Eloy Alfaro

Nació en Montecristi, en la provincia de Manabí, el 25 de junio de 1842.

Murió asesinado en Quito, el 28 de enero de 1912. Parecía predestinado para ser el reconstructor de la nación. Es que, como si

fuera una premonición de lo que sería su vida, Eloy Alfaro Delgado nació en Montecristi, el 25 de junio de 1842, al mes siguiente de un terrible incendio, que prácticamente destruyó su población natal, por aquel entonces capital de la provincia. Y él mismo dijo, en una de sus expresiones favoritas, que la hora más oscura de la noche es precisamente la que antecede a la aurora.

Era el quinto hijo de un padre español que ya tenía mediana edad cuando él

vino al mundo, y que había llevado (y aún recorrería un tramo más) una existencia agitada y tensa.

Padres e Infancia Es que su padre, don Manuel Alfaro González, había nacido a fines de 1796

en la provincia de la Rioja, y bastante joven se metió en problemas políticos. Formó guerrilla para apoyar la causa de Carlos María Isidro de Borbón, quien disputó la corona con Isabel durante las prolongadas guerras que finalmente se llamaron “carlistas”, precisamente por el pretendiente.

Se ganó el grado de capitán en esas guerras; pero debió dejar España luego

de la derrota, y emigró a Londres, La Habana, Panamá y finalmente a Guayaquil, donde hizo amistad con su paisano Manuel Antonio de Luzarraga, reputado como el hombre más rico del recién nacido Ecuador1.

Luzarraga tenía ya fundada su célebre “Casa” y diversificaba sus negocios,

que incluían la exportación de cacao, la construcción de buques, el préstamo a

1 Era tan rico don Manuel Antonio que cuando en 1845, durante la llamada “revolución marcista”, se negoció y pactó con Juan José Flores su retiro del poder, éste aceptó con la condición de que se le pagaran los sueldos atrasados. Los insurrectos aceptaron; pero Flores dijo que a él no le bastaba la palabra de los revolucionarios, porque él sabía mejor que nadie que las arcas fiscales estaban vacías, y exigió que alguien garantizara al Estado ecuatoriano. José Joaquín de Olmedo, que estaba entre los rebeldes, le preguntó quién era el particular que podría garantizar a toda una república, y Flores respondió “Manuel Antonio de Luzarraga”. Y así se hizo.

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interés, y se iniciaba en la exportación de sombreros de paja toquilla, que por entonces comenzaban a entrar en la moda europea. Simpatizó con Manuel Alfaro y lo envió como empleado suyo a Montecristi, donde se tejían los sombreros de marras.

En Montecristi, Manuel Alfaro ganó dinero, pero perdió la cabeza cuando

conoció a la joven Natividad Delgado López, de prestante familia pueblerina. Allí mismo se unieron en pareja libre, que sólo formalizó su vínculo en abril de 1862, cuando Eloy ya iba a cumplir 20 años.

Don Manuel se independizó de Luzarraga, montó casa propia y se dedicó a

su familia… Con tanto fervor que comenzó a engendrar hijos que venían año tras año. Así llegaron Tomasa, Ildefonso, José Luis, Manuel, Eloy, otra vez Manuel (el primero había muerto), Medardo y Marcos.

Quien llegaría a ser llamado El Viejo Luchador demostró su carácter fuerte

y belicoso desde chico. Cuentan quienes conocieron a la familia que el padre debía castigarlo con frecuencia, y que Eloy sólo se alegraba cuando llegaba la hora de las clases que impartía monsieur Becherel, un tutor francés contratado por el padre.

Ésa sería su única educación formal.2

Travesuras, armas y negocios 13 años de edad tenía Eloy cuando conformó su primera “guerrilla”. No era

más que una banda de muchachones díscolos, que hacían las perradas propias de la edad, y que un día se encontraron con el jefe político, José Pinto, y lo hicieron huir a pedradas.

El padre, temiendo las retaliaciones de Pinto, se llevó al hijo a Lima, donde

esperaba colocar sus sombreros, y posteriormente pasaron a Centroamérica, donde Eloy amplió sus horizontes, mejoró un tanto sus maneras y conoció a los primeros liberales, amigos de su padre.

De vuelta en Manabí, siguió de cerca la caída del presidente Robles y la

invasión peruana, dirigida nada menos que por su presidente, el general Castilla, quien llegó por invitación de García Moreno. Quizá de allí nació el odio acendrado de Eloy contra los curuchupas vendepatrias.

Lo cierto es que poco después, en cuanto tuvo algún dinero propio, comenzó

a ayudar económicamente a Manuel Albán, considerado entonces como el jefe liberal de Manabí, e inició sus asiduos viajes al exterior. Primero fue a Lima, a buscar al ex-presidente José María Urbina, a quien admiraba porque era él

2 Lo demás, como suele decirse, lo adquirió en “la universidad de la vida”; pero hay que tomar en consideración que, como veremos, en el caso de Eloy Alfaro eso incluyó no sólo una mente ágil y despierta, sino un padre adinerado, múltiples viajes a distintas latitudes, amigos tan cultivados como don Juan Montalvo o Ricardo Palma, y la amistad de media docena de presidentes latinoamericanos, dos docenas de ministros y una larga lista de generales.

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quien había dispuesto la manumisión de los esclavos, y a su retorno decidió armar la primera de sus revoluciones.

Primeras batallas y derrotas Dicen que la historia da vueltas, y así parece ser, porque Eloy Alfaro tuvo su

primera acción de armas, en 1864, precisamente un cinco de junio: la fecha que, años más tarde, se volvería definitiva en su vida, porque fue el pronunciamiento de Guayaquil a su favor, y el comienzo de su ascenso al poder.

En ese primer 5 de junio, Alfaro organizó un pequeño grupo informal y

capturaron al por entonces coronel Francisco J. Salazar, gobernador de la provincia. Se suponía que debían esperar una sublevación que habría de producirse en la capital de la república, pero Alfaro decidió adelantarse.

Ni Albán ni Urbina, sus compañeros de complot, estuvieron de acuerdo con

él, y Alfaro recordaría luego sus primeras disensiones con los coidearios, pues, como lo diría él mismo, “a pesar de mi corta experiencia política, no dejé de comprender el inminente peligro que corríamos, y propuse a Albán no esperar las noticias de Quito y hacer en el acto la revolución. Albán se negó, a lo que repliqué que, si no nos pronunciábamos inmediatamente, yo saldría del país por el primer vapor que zarpara hacia el norte”.

Albán se negó, pues confiaba en la palabra empeñada por Salazar, quien

había prometido pasarse de bando y sumarse a los insurrectos. Alfaro salió del país; pero no hacia el norte, como lo había pensado, sino en

sentido contrario: de vuelta a Lima. Por su arrojo y audacia, y por sus convicciones liberales, allí comenzaron a

llamarlo “Águila Roja”, que fue el primer apodo o sobrenombre con que lo conocieron.3

Si con el ataque probó su valor y su decisión de combate, el desenlace de la

aventura lo convenció de que no era posible confiar en los conservadores o “godos”, pues al día siguiente de su partida Salazar volvió a darse vuelta, capturó a Albán y lo remitió a Quito, donde estuvo preso junto con el mártir Juan Borja.

Alfaro no perdió tiempo en Lima. Buscó a José María Urbina y juntos

planificaron la operación que debía traer al ex-presidente de vuelta, mientras Alfaro se adelantaba para insurreccionar Manabí.

Nuevo intento. Nuevo fracaso. Nueva captura y nuevo exilio. Esta vez sí al norte. A Panamá.

3 También es muy posible que fuera en Lima donde se vinculó con la Francmasonería, Orden a la cual seguiría fiel hasta el final de su vida.

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Hombre de negocios y de guerras

Decepcionado de la política nacional, Alfaro se consagró a los negocios y

tuvo un éxito enorme. Pero tan pronto hizo acopio de fortuna y de mujer –por aquel entonces se

casó con la panameña Anita Paredes Arosemena–4, volvió a las andanzas políticas5, y en 1871 ya enviaba subrepticiamente armas para sublevar Manabí, mientras iniciaba su apoyo económico al siempre grande y necesitado Juan Montalvo, en quien halló un alma gemela. No había cumplido 30 años.

Alfaro estuvo lejos del Ecuador hasta fines de 1875, cuando volvió para

apoyar la candidatura (considerada “liberal”) de Antonio Borrero. Poco le duró el entusiasmo. Borrero evidenció en sus actos que estaba muy

lejos de ser un radical como Alfaro lo había creído, y Eloy volvió a insurreccionarse.

La batalla de Galte, donde peleó como asistente de José María Urbina, fue

su verdadero bautizo de fuego y ascendió al grado de coronel por méritos de guerra. Sin embargo, decepcionado al constatar el personalismo de los líderes, Alfaro fue quitado del escalafón y hubo de regresar empobrecido a Guayaquil.

La fortuna amasada en Panamá con los sombreros se había evaporado al

fragor de las luchas.

De “Aguila Roja” a “Viejo Luchador”

El 78 volvió a las andadas, esta vez a favor de Vicente Piedrahíta. Otra vez derrotado. Otra vez preso. Otra vez exiliado. Regresó a Panamá… Volvió a hacer fortuna… El 80 regresó a Esmeraldas, a gastarla en la persecución de su causa. Se

proclamó en armas; pero, al ver que no encontraba suficiente respuesta, dio dos escaramuzas y disolvió a su gente.

4 Ver Anexo 1 5 Sólo a las políticas, pues don Eloy rompió en este campo de las relaciones íntimas una tradición latinoamericana, pues ni sus peores detractores (como Wilfrido Loor) han podido encontrarle ni siquiera vestigios de infidelidades conyugales.

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Pero, mientras mayor contacto tenía con el pueblo, más se afianzaban sus convicciones de que hacía falta un cambio profundo, para lograr una justicia social y un Estado que realmente permitiese a todos un mínimo de equidad.

En su fuero interno juró, como lo había hecho antes su admirado Simón

Bolívar, no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma mientras no viese a su patria libre de las cadenas que la oprimían. Cadenas que, en tiempos de Bolívar había sido la sujeción a España y que ahora, en tiempos de Alfaro, era el ciego sometimiento a la jerarquía eclesiástica, que controlaba toda la vida de los seres humanos: desde el nacimiento hasta el velorio.

Comenzaron a llamarlo “general de las derrotas”. Se regresó al norte. Allí,

al año siguiente, publicó por entregas “Las Catilinarias” de Montalvo y le prometió a su mujer que había dejado la política.

Faltó a su palabra. En julio del 82 volvió a Esmeraldas y dio dos combates.

Tomó la población de San Matheo, pero el seis de agosto lo derrotaron allí mismo, y él emprendió una nueva retirada hacia el norte. Regresó a Panamá.

Nueva promesa conyugal de cambio. Le dijo a Anita que nunca, pero nunca

volvería a las armas. Ella lo miró a los ojos, y él repitió que nunca. “Nunca” duró cuatro meses. Es que el joven Vargas Torres fue a verlo a

Panamá, adonde el Viejo había vuelto al negocio de vender sombreros de paja, y se puso a sus órdenes para combatir la iniquidad y corrupción de Veintemilla.

Para Eloy aquello era difícil de decidir. Hubo un tiempo cuando él apoyó a

Veintemilla. Es que, como sucede con frecuencia con todo hombre bueno y noble, don

Eloy Alfaro era crédulo y confiado. Se diría que no podía imaginar que alguien faltara a la palabra empeñada.

Y hubo un momento cuando le tocó el turno de creer en Ignacio de

Veintemilla. Por sólo verlo soliviantado contra la injusticia y el inmovilismo social ya lo consideró “liberal”, y llamó a Juan Montalvo a que se volviera de París para sumarse a favor de sus armas. El escritor le respondió que no compartía su credulidad y su entusiasmo.

Esto ocurría en septiembre de 1876, y representó un gran momento en la

vida de Alfaro, quien a la sazón tenía 34 años de edad. Veintemilla lo nombró Jefe Político de Portoviejo, y fue la primera experiencia

administrativa de don Eloy. Pero la ilusión de que se trataba de un triunfo “liberal” le duró poco. Después del triunfo, en un festejo por la victoria en Riobamba, pudo ver de cuerpo entero las zafiedades, limitaciones y afanes personalistas de Veintemilla, y se alejó de él, dispuesto a combatirlo, con el mismo denuedo con que antes lo apoyara.

Dejó el cargo burocrático para volver a empuñar las armas y, esta vez ya con

el grado de coronel, se sumó a las fuerzas que comandaba José María Urbina.

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Veintemilla se entronizó en el poder y, aunque algunos cambios hizo, dejó

intacta la estructura socio-económica que servía de sustento a la oligarquía conservadora. Pero, como de todos modos no era un “curuchupa” linajudo (eso que hoy llamaríamos un “pelucón”), también los godos se alejaron de él, sobre todo por sus despilfarros personales en francachelas de vinos y de damas, y por la fuerza que adquiría su sobrina, doña Marietta de Veintemilla, quien impulsaba las artes y la obra pública.6

Para 1883, las dos vertientes principales de la política ecuatoriana: los

conservadores –que añoraban el retorno de un régimen teocrático como el de García Moreno– y los incipientes liberales –que buscaban un cambio profundo en la vida nacional– unieron sus esfuerzos contra Veintemilla, que había dejado de representar los intereses de los unos y los sueños de los otros.

Se forjaron así dos movimientos armados: los “Restauradores” (godos o

“azules”) y los “Regeneradores” (liberales o “rojos”), que trataron, juntos, de acabar con Veintemilla. Comandaría a los curuchupas el general José María Sarasti y a los liberales don Eloy.

Así que Vargas Torres pudo más que doña Anita, y el 9 de enero de 1883

Eloy Alfaro desembarcó en Esmeraldas, donde lo nombraron Jefe Supremo de un gobierno en armas.

Allí saboreó (¡ya era hora!) sus primeras victorias importantes. Ocupó Esmeraldas, copó Bahía y, cuando el gobierno mandó a perseguirlo,

las tropas oficiales se dieron vuelta y se pusieron a sus órdenes. El 17 de marzo entró en su natal Montecristi.

Dedicó abril y mayo a organizar sus fuerzas, y el 4 de junio intentó el asalto a

Guayaquil. Fue rechazado por el lado de La Atarazana. El 12 volvió a intentarlo por el lado de El Salado y también tuvo que replegarse.

En realidad, nunca se entremezclaron las tropas de los “Restauradores” y los

“Regeneradores” en la misma carga; pero coordinaron sus esfuerzos y cayeron simultáneamente sobre Guayaquil el 8 de julio de 1883. Alfaro por el lado de La Atarazana y Sarasti por el Estero Salado.

Triunfaron. Tomaron Guayaquil… “Tomaron” es un decir. Los conservadores, que se le habían unido por el

odio compartido a Veintemilla, maniobraron a sus espaldas, lo acusaron de

6 Marietta fue hija del amor y de la libertad. En enero de 1883, dio combate personal, enfrentando las balas de sus enemigos; que fue la promotora de la construcción del Teatro Nacional Sucre y que, luego de la prisión y el destierro, volvió al país para dar una conferencia sobre Sigmund Freud, cuando a la época no lo había leído casi nadie en Ecuador y seguramente ninguna mujer.

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cuanto mal hay en el mundo y se quedaron con el poder. Decepcionado, regresó a Manabí en septiembre.7

Tan pronto se acabó Veintemilla, que era el único elemento que unía a los

azules con los rojos, las diferencias entre los dos bandos saltaron al primer plano. Y comenzaron las disputas. No queriendo ensangrentar más al país, Alfaro cedió el paso.

Después se arrepintió de haberlo hecho, y dijo, en terrible frase autocrítica,

que se había comportado “como un recluta”. Decidió marcharse del país, y expresó en privado la firme, doblemente firme convicción de alejarse para siempre de la política. Regresó a Panamá, a intentar rehacer su fortuna personal, que había dilapidado casi por completo.

Sólo doña Anita no creyó en esta “firme convicción”. Cuando quiso prometerle a su mujer que esta vez sí era cierto, y que de allí

en adelante… ella lo interrumpió y le dijo que mejor no le prometiera nada, porque quería ahorrarle el pecado de mentirle otra vez.

Doña Anita tenía razón, porque a los ocho meses volvió Vargas Torres. Esta

vez, según le dijo, no harían alianzas con nadie y coordinarían las acciones con Nicolás Infante, en Los Ríos; él mismo en Esmeraldas, y esperaban a Eloy, a quien ya habían comenzado a llamar “El Viejo Luchador”, por Manabí.

Aceptó, por supuesto, y lo siguiente es la historia de “Los chapulos”.

Un plan “bien coordinado” Por primera vez, los liberales tenían un plan para armonizar sus acciones.

Vargas Torres dijo que era “un plan bien coordinado” y lo expuso con sencillez…

En Los Ríos se levantarían las fuerzas populares de esa región, bajo el

mando de Nicolás Infante y con la participación de Emilio Estrada y el propio Marcos Alfaro, hermano de Eloy.

Mientras tanto, y haciendo coincidir sus ataques, Vargas Torres tomaría

Esmeraldas, lo que esperaba lograr fácilmente, y marcharía hacia el sur, a Manabí, para unirse con las tropas que allí debería agrupar Eloy Alfaro.

Reunidas las tres fuerzas liberales al norte de Guayaquil, atacarían de

consuno la ciudad y… y ya. Ahí concluía el proyecto de Vargas Torres. El resto lo pondría el propio

Alfaro.

7 Un listado de los combates de los años 82/83 y un asalto a mano armada de Veintemilla en el Anexo 2

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El Viejo (ya lo llamaban así, aunque sólo tenía 41 años) se entusiasmó con el plan. En el fondo se sentía como preso en esa oficina desde la que importaba y exportaba sombreros de paja toquilla que elaboraban en su nativa Montecristi y se vendían en Europa o Estados Unidos (de esa oficina es que viene lo de “Panama hats” como les dicen los gringos). Pero introdujo un cambio en el proyecto de Vargas Torres.

Don Eloy, que ni siquiera sabía nadar, resolvió convertirse en marinero, y

propuso adquirir un pequeño buque, artillarlo y venir al ataque para desembarcar por el lado de Bahía o de Jaramijó. El resto del proyecto seguía igual. Dicho y…

Exaltación en tierra y Fracaso en el mar

…Hecho. El 15 de noviembre de 1884, en una hacienda de su propiedad

ubicada sobre el riachuelo llamado de Los Chapulos, Nicolás Infante proclamó la revolución y organizó sus partidas de montoneros, a quienes pronto llamaron “Chapulos”, por el nombre del río.8

Cumpliendo su palabra, y de modo perfectamente coordinado, Vargas Torres

se insurreccionó en Esmeraldas, y… y fue la única parte del plan que funcionó como estuvo previsto, porque Alfaro se retrasó.

Es que, al ver ya artillado al buque que bautizaron “Alajuela”9, un pequeño

caudillo militar panameño decidió decomisarlo y ponerlo a su servicio personal en las guerras civiles colombianas.10

Alfaro se demoró en negociar la devolución del barquito y, para cuando llegó

finalmente a las costas ecuatorianas, la suerte de los “Chapulos” parecía ya echada.

Infante había logrado algunos pequeños triunfos militares; pero, al no existir

el movimiento en Manabí, el gobierno pudo concentrar sus tropas en Los Ríos, sorprendieron a los “Chapulos” y les dieron rápido fin en la batalla de Piscano.

Días después, Infante fue fusilado tras un juicio sumarísimo.11 Mientras negociaba el buque y luego se hacía a la mar, Alfaro ignoraba

estos hechos. El 23 de noviembre se presentó por fin ante las costas de Esmeraldas, tras

eludir la persecución de la Armada oficial; pero decidió seguir hacia el sur al

8 Lo más cercano al origen del nombre que he podido llegar ha sido que en Colombia llaman “chapul” a una variedad de libélula o langosta; quizá lo que nosotros llamamos “grillo” 9 Otros prefieren escribirlo “Alhajuela”, pensando que se trataba de un diminutivo de alhaja; pero “Alajuela” (sin hache) es el nombre de una ciudad y una provincia de Costa Rica. 10 A la época, Panamá era una provincia de Colombia, y lo fue hasta 1903. 11 Sobre esta sublevación y el fusilamiento de Infante se realizó la película ecuatoriana “Montonera”.

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enterarse del vandalismo que el gobierno había hecho con un saqueo de Montecristi y un incendio de Charapotó.

A la entrada de Bahía, y siendo ya de noche, dieron su primer combate naval

contra el “Huacho”, al que embistieron de proa y abordaron al machete. Parecía una victoria completa, al mejor estilo de los piratas del Caribe.

Resultó una victoria demasiado costosa, de aquellas que se suelen llamar

“pírricas”.12 El Alajuela quedó con su motor averiado, y sólo podía dar marcha atrás. “Como cangrejo”, dijo don Eloy.

Aun más grave fue que también perdieron el único cañón que llevaban. Así los descubrió el barco “9 de Julio”, cañonera oficial que les cayó

encima,13 abriendo fuego de artillería y, al darse cuenta que el Alajuela sólo respondía con disparos de fusiles, comenzó a girar en torno al buque, manteniéndose lejos del alcance de los rifles, y abriendo fuego a voluntad con sus cañones. Era un juego del gato y el ratón.

A las cuatro de la mañana del 6 de diciembre de 1884, Alfaro dio su última

orden naval: enfilar el Alajuela hacia las costas y encallarlo, para que no cayese en manos del gobierno.

Alfaro llegó a las playas de Jaramijó en un barril (recordemos que no sabía

nadar) y, contando con la solidaridad de la gente, consiguió evadirse hacia Colombia.

La experiencia de los “Chapulos” había terminado.

Vargas Torres Pero las ideas no mueren. Caído Infante y desterrado Alfaro (que se había

trasladado a Lima), Luis Vargas Torres intentó una nueva operación militar, esta vez por el sur.

Un nuevo error. Separado de su ámbito natural –la costa norte de Ecuador–

Vargas Torres no encontró un lenguaje común con el pueblo de la sierra sur y fue capturado el 7 de diciembre de 1886.14

Luego de innumerables peticiones de indulto, y cuando él mismo se negó a

escapar, porque ello significaba dejar a sus compañeros de armas en manos

12 Se cuenta que Pirro, Rey del Épiro, triunfó en una batalla contra los romanos, pero a un costo de unas 15,000 vidas. Según Plutarco, cuando uno de sus generales lo felicitó, Pirro dijo: “otro triunfo como éste y estamos perdidos”. Esto ocurría hacia el año 319 Antes de Nuestra Era. 13 El nombre del barco provenía precisamente de la batalla de Guayaquil contra Veintemilla. 14 Algunos analistas militares ecuatorianos han comparado lo ocurrido a Vargas Torres en la sierra sur, con lo que aconteció al Che Guevara que había triunfado en Cuba, cuando fue a luchar en Bolivia.

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del gobierno, el coronel Vargas Torres fue fusilado públicamente en Cuenca el 20 de marzo de 1887.15

Luego del fusilamiento, el Comisario Municipal resolvió que el cadáver del

coronel francmasón no podía reposar en el cementerio, que era administrado por la iglesia y llamado “camposanto”, y dispuso que cuatro peones lo tomaran de brazos y piernas y lo llevaran a rastras, mientras su cabeza golpeaba contra los adoquines de las calles cuencanas.

Fue arrojado en una pendiente, donde un espíritu caritativo echó al menos

una manta sobre su cuerpo, que rodó a la quebrada. Era la misma quebrada donde 30 años antes había sido arrojada la

igualmente excomulgada poetisa Dolores Veintimilla de Galindo. Algún día habrá que montar una suerte de museo en ese sitio.

Parecía el triunfo de las sotanas sobre el laicismo y la victoria de las

prebendas heredadas sobre el mérito forjado.

§§§ Parecía el fin de las luchas liberales, y efectivamente hubo un receso en los

combates, que Alfaro aprovechó para levantar la solidaridad internacional con su causa, y la “Argolla” oficial para prosperar en sus negociados.16

Hasta que uno de ellos, que pasó a la historia como “la venta de la bandera”,

se hizo público. Y comenzó el siguiente capítulo de la guerra que Eloy Alfaro le había

declarado a los enemigos de la Patria.

Venta de la Bandera El capítulo siguiente que, como su nombre claramente lo indica, es uno de

los episodios más bochornosos de la historia ecuatoriana, sucede con una rapidez tal que parece más apropiado para el periodismo que para la Historia.

Contémoslo, pues, como si fuéramos reporteros de lo que acontece ante

nuestros ojos…

El caso del “Esmeralda”

15 Ver Anexo 3 sobre Vargas Torres. 16 Para no interrumpir el relato, la narración de las gestiones (y aprendizajes) internacionales de Eloy Alfaro, entre la derrota del Alajuela y la proclamación de Guayaquil, se consignan en el Anexo 14.

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GUAYAQUIL, 3. URGENTE.– Este lunes, 3 de diciembre de 1894, se han llegado a conocer los sórdidos detalles de un negocio vil, que involucra la venta o alquiler de nuestro pabellón nacional, con el fin de lucrar personalmente.

Nos referimos a algunas autoridades ecuatorianas, principalmente el ex-

Presidente José María Plácido Caamaño y nuestro cónsul en Nueva York, señor Modesto Solórzano, quienes han contado con la cómplice debilidad del Presidente, Luis Cordero, para decirlo suavemente.

Como lo saben nuestros lectores, China y Japón se encuentran en guerra desde hace algún tiempo, fundamentalmente por la hegemonía en Corea, sin que ninguna de las dos potencias asiáticas pueda imponerse militarmente sobre la otra de un modo claro.

Las potencias occidentales han proclamado su “neutralidad” en el conflicto, y

el “embargo de venta de armas a las partes”, ya que tienen intereses comerciales y financieros en ambos países beligerantes.

Por ello, Japón se dirigió a Chile, buscando adquirir un buque bien artillado. Chile estuvo de acuerdo en vender el crucero “Esmeralda” a Tokio; pero,

habiendo proclamado su neutralidad, se le hacía difícil concretar el negocio. Quizá nunca sabremos de quién fue la idea de involucrar a Ecuador (o,

mejor dicho, su nombre y su bandera) en este acto que, al menos, deberá llamarse contrabando.

Lo cierto es que la sugerencia parecía un crimen perfecto: Como Ecuador no

había comprometido su neutralidad17, Chile aparentaba vender a Ecuador el “Esmeralda”, y el barco zarpaba de Valparaíso con bandera ecuatoriana, dirigiéndose, en un supuesto viaje de prueba, hacia Honolulu, donde –otra vez de modo supuesto– Ecuador aparentaría vender dicho buque al Japón, cuya bandera flamearía en su popa.

Japón debía correr con todos los gastos… Se le pagaba a Chile el valor

(inflado) del buque y se le pagaba a Ecuador el valor asignado a su bandera: 4,000 libras esterlinas.

Sólo que, claro, no era el Estado ecuatoriano quien recibiría aquellas 30

monedas, sino Plácido Caamaño, gobernador del Guayas, ex-Presidente de la República y miembro prominente de La Argolla, como llama el pueblo a la trinca que gobierna Ecuador y tiene preso en sus redes al bonachón presidente Cordero.

Queriendo ocultar sus malos manejos de los ojos públicos, las dos fases del

negocio se desarrollarían lejos de nuestras costas. El cambio de bandera, en Honolulu. El cambio de dinero, en Nueva York.18

17 Sencillamente, nadie nos tomó en cuenta a la hora de comprometerse a no comprometerse. 18 Si le interesa saber quién cobró finalmente las treinta monedas, vaya al Anexo 4.

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Las Pruebas

Al periodista (Diario de Avisos) don José Abel Castillo debemos el

descubrimiento de la intriga y el haber descifrado los cables cruzados entre el gobernador Caamaño y el cónsul Solórzano, quien a la vez es representante comercial de la casa “Flint”, que ha hecho varios negocios con La Argolla.

Estos son algunos de los telegramas… 16 de octubre de 1894. GOBERNADOR CAAMAÑO. GUAYAQUIL.– Flint

propone, en nombre del gobierno de Chile, que gobierno del Ecuador tome bajo su nacionalidad el buque de guerra “Esmeralda”, para conducirlo directamente a Honolulu, donde la nacionalidad se cambiará de acuerdo con las instrucciones que se darán por el gobierno del Ecuador. Contéstese inmediatamente. - (f) Cónsul.

El mismo día, pero ahora de modo privado, el cónsul Solórzano se dirigía a

Caamaño con otro telegrama… GOBERNADOR CAAMAÑO. GUAYAQUIL.– Confirmo mi telegrama de

esta fecha en clave acordada por usted. Traduzca con mucho cuidado. Flint ofrece 2,250 libras en privado para nosotros. Procure conseguir resultado favorable. Conteste por telégrafo. (código ABC) - (f) Solórzano.

Como si todavía pudiera dudarse de la oferta, la empresa intermediaria

también se dirigía al ex-Presidente… GOBERNADOR CAAMAÑO. GUAYAQUIL.– Sírvase prestar gran

atención al telegrama del Cónsul. - (f) Flint. Efectivamente, el señor Caamaño prestó gran atención a la oferta. Ese

mismo día respondió de urgencia y en clave… CONSUL ECUADOR. NEW YORK.– Entendidos tres telegramas.

Dirigidos Quito con interés favorable. Avisaré resultado a Valparaíso y New York. - (f) Gobernador.

Plácido Caamaño habrá sido un tirano cuando gobernó, y ciertamente es un

bellaco como sujeto político; pero hay que reconocerle que es un buen comerciante. Trató de subir su precio, alegando falsas dificultades para el negocio…

19 de octubre de 1894. CONSUL ECUADOR. NEW YORK.– Informe a

Flint que tengo muchas dificultades con las autoridades de Quito, y usted procure obtener la recompensa. Contésteme. - (f) Gobernador Caamaño.

Al final, las fementidas “dificultades” fueron “superadas”, y el contrato entre

“Ecuador” (en realidad, La Argolla) y el imperio del Japón se firmó en Nueva York, el 23 de noviembre.

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Pero lo único que interesaba a Caamaño era la miserable comisión por la venta de nuestra bandera…

2 de diciembre de 1894. CONSUL ECUADOR. NEW YORK.– ¿De cuánto

podré disponer? - (f) Gobernador. Y la respuesta de hoy cierra el negocio y confirma el alza de precio de estos

Judas… 3 de diciembre de 1894. GOBERNADOR CAAMAÑO. GUAYAQUIL.– La

gratificación de 4,000 libras esterlinas será pagada al contado, a la final y segura entrega del buque. - (f) Cónsul Solórzano.

Estos han sido los manejos dolosos que se han efectuado a espaldas del

pueblo; pero, gracias a la intervención de periodistas patrióticos, la verdad se ha filtrado.

Y ahora la gente ya está llenando las plazas de Guayaquil, con los puños

alzados y la voz enardecida en gritos de animal herido en lo más noble de su ser: ¡Abajo los Conservadores!... ¡Muera la Argolla!

Pero, sobre todo, un grito que se escucha cada vez más y con una mezcla

de rabia y esperanza… ¡Viva Alfaro, carajo!

Guayaquil Exige Aclaración sobre

la Venta de la Bandera

Guayaquil, 7. URGENTE.– Nuestros lectores han seguido paso a paso el criminal negocio de la Venta de la Bandera, que ya hemos tocado en días pasados. Ahora, con los nuevos datos a disposición del público, y con la intervención decidida de la prensa nacional, los sucesos pueden explicarse de modo más detallado, y el panorama general se va aclarando. Hagamos un breve resumen…

Un Negocio Turbio

Japón y China se encuentran en guerra, y las potencias occidentales, que tienen intereses en ambas naciones asiáticas y no queriendo enemistarse con ninguna, han proclamado su neutralidad en el conflicto, como también lo hizo Chile, nación propietaria del crucero “Esmeralda”.

Por lo visto, Japón se dirigió a la casa Morgan en Nueva York,

comisionándola para conseguirle un acorazado, o al menos un crucero, a cambio de un porcentaje para la empresa. No queda en claro aún si el “Esmeralda” fue identificado como el buque deseable por los propios japoneses o por los financistas. La armada nipona, mucho más moderna que la

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15

china, está conformada por barcos construidos en occidente, y su mismo navío insignia, el Matsushima, fue armado en Francia, ya que Japón no dispone de astilleros para construir naves mayores.

Como quiera que fuese, la casa Morgan planteó una negociación triangular:

Chile aparentaría vender el “Esmeralda” a Ecuador, país que lo tomaría bajo su bandera temporalmente, traspasándolo ipso facto al Japón. En otras palabras, como ya lo hemos narrado a nuestros lectores, Ecuador alquilaba su bandera para encubrir un negocio que, según ha llegado a saberse, beneficiaría personalmente al señor José María Plácido Caamaño, ex-Presidente de la República, actual Gobernador del Guayas y miembro prominente del grupo oligárquico denominado La Argolla, del cual es dócil juguete el Presidente en ejercicio, don Luis Cordero.

El Cónsul ecuatoriano en Nueva York, señor Modesto Solórzano, se ha

dirigido insistentemente al gobernador Caamaño, llegando a asegurarle que se ofrecían “2,250 libras esterlinas en privado para nosotros”, cifra que se aumentó luego a 4,000 a insistencias de Caamaño.

Ultimos Sucesos

El 30 de noviembre se formalizó la venta del “Esmeralda”, suscribiendo el

contrato el Comandante General de la Marina Chilena y el Cónsul del Ecuador en Valparaíso, señor Luis A. Noguera.

El mismo día, el Presidente chileno Jorge Montt expidió el necesario decreto

para proceder a la venta, luego de haber recibido la certificación bancaria del depósito de 220,000 libras esterlinas, por el pago al contado del crucero.

El 2 de diciembre se procedió a cambiar la bandera al “Esmeralda”,

todavía surto en la rada de Valparaíso, lo que fue detectado por patriotas ecuatorianos que de inmediato se pusieron en contacto con la prensa nacional.

El 3 de diciembre se inicia la campaña abierta de prensa, y el Diario de

Avisos demanda una declaración franca y personal del Presidente Cordero. A esa actitud se suma El Imparcial, también de Guayaquil, cuyo redactor, Aurelio Noboa, se dirige al Presidente pidiendo una aclaración, pues, según lo dice en su artículo, “diariamente vienen partes y se reproducen sueltos de los periódicos de Chile y Perú sobre la compra del “Esmeralda””.

El 4 de diciembre zarpa de Guayaquil el crucero nacional Cotopaxi, con

rumbo a Galápagos, donde deberá encontrarse con el “Esmeralda” para hacer la recepción “oficial” y seguir viaje a Honolulu, para el traspaso al Japón. El Gobernador Caamaño da instrucciones al señor Alejandro Aristizábal, apresuradamente designado Jefe Territorial de Galápagos.

El 5 de diciembre responde el Presidente Cordero al Imparcial,

estableciendo que lo hace “como particular”, y asegurando que “no se hará cosa alguna, sino aquello que convenga a los intereses de la Patria”. Sin embargo, ese mismo día salió de Valparaíso el crucero “ecuatoriano” rumbo a la isla que los ingleses llaman Chatham (San Cristóbal), donde debería

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16

encontrarse con el Cotopaxi, que le llevaba 45 toneladas de carbón, para continuar su viaje a Honolulu.

Ayer, 6 de diciembre, el gobernador Caamaño, deseoso de apresurar el

cierre del negocio y temeroso de que más detalles salieran a la luz pública, se dirigió cablegráficamente a Nueva York, solicitando que el Japón reciba el buque no en Yokohama, como estaba previsto, sino directamente en las Galápagos. Todavía no le han contestado. Igualmente El Imparcial, que hace honor a su nombre, ha vuelto a dirigirse al Presidente, solicitándole angustiosamente “una palabra que devuelva la tranquilidad al patriotismo”.

Y hoy, 7 de diciembre de 1894, el Presidente ha tenido la desfachatez de

decir que para responder “espera leer los telegramas y artículos publicados en la prensa de Guayaquil”.

Unidad de la Prensa

Quizá sólo fue la gota que derramó el vaso. Tal vez las razones sean más profundas, y la prensa nacional haya madurado hasta el punto de unificarse, al margen de las banderas políticas y en defensa de la honra nacional.

Como quiera que sea, el día de hoy se ha iniciado un enorme y

poderosísimo movimiento del periodismo ecuatoriano, que al momento incluye nada menos que 94 periódicos, de los cuales 40 se publican en Guayaquil (la mayor parte diarios, aunque de pequeño formato y reducido tiraje), 15 en Quito, 8 en Cuenca, 6 en Babahoyo y 4 en Loja, Riobamba, Bahía, Portoviejo y Machala, 3 en Ambato y 2 en Latacunga.

Éste es un poder. Dicen que es el cuarto; pero quizá es el último que le

queda al pueblo. Porque la prensa: o es la voz del pueblo (que, como decían los antiguos, es

la voz auténtica de Dios), o no sirve a la Patria.19

Combates en Daule contra el Gobierno

Guayaquil, 18. URGENTE.– Desde la noche del domingo y hasta horas de

la madrugada de este lunes, 18 de febrero de 1895 un grupo de jóvenes identificados con la causa Radical asaltó la guarnición de Daule, cayendo en los enfrentamientos los jóvenes guayaquileños Gabriel Ávila y Gabriel Urbina Jado, estudiante universitario e hijo del ex-Presidente José María Urbina.

Los dos jóvenes, que formaban parte de un pequeño pero aguerrido grupo

de combatientes liberales, intentaban sumarse al movimiento armado iniciado el 12 de este mes por los ya fogueados combatientes Pedro José Montero y Enrique Valdez Concha.

19 Un poco más sobre la prensa en el Anexo 5.

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17

Los Sucesos se Precipitan

El escándalo de la denominada Venta de la Bandera soliviantó los ánimos de

todo el país, que sintió ofendido su honor en beneficio del pequeño grupo plutocrático denominado La Argolla.

La agitación política fue subiendo de tono, tanto por medio de la prensa

cuanto en expresiones callejeras y breves asonadas, pero no había cobrado cuerpo de sublevación armada, quizá por falta de un programa de sustitución al gobierno corrupto y por la carencia de un líder con capacidad nacional para unificar a todas las vertientes de los partidos Liberal y Radical, cuya unión es todavía precaria.

§§§

Pero, ¿quiénes eran los miembros de esa “argolla”; y de dónde les vino tal

nombre? ¿Qué es finalmente la “oligarquía”? Don Clemente Ponce escribió un folleto de amplia difusión popular,

precisamente con el título de La Argolla. Allí el autor denunciaba las relaciones familiares de muchos de los miembros de las más pudientes clases económicas...

“Si el ex presidente Antonio Flores Jijón es hijo del también ex

presidente Juan José Flores y hermano del general Reinaldo Flores; tío de los señores Carlos, Leonardo y Enrique Stagg, quienes son hijos de su hermana, doña Amalia Flores…

“Si el general Reinaldo Flores es casado con doña Ana Caamaño,

esposa del Dr. José María Plácido Caamaño… “Si el ya mencionado Leonardo Stagg fue casado (en primera nupcias)

con doña Francisca Caamaño, hermana del mismo José María, y ahora (en segundas nupcias) está casado con doña Francisca Caamaño (otra del mismo nombre), prima hermana del mismísimo Dr. Caamaño…

“Si don Enrique Stagg es casado con doña Elena Obarrio, hija de

Gabriel Obarrio… “Si el Dr. Vicente González Baso es casado con una sobrina de don

Antonio Flores e hija de doña Matilde Flores… “Si el ya mencionado Vicente González es hijo de don Aníbal

González…

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18

“Si este Aníbal González fue, en compañía de don Antonio Flores, comisionado por el gobierno de Gabriel García Moreno para tratar con los acreedores el tema de la Deuda Inglesa…20

“Si el propio García Moreno retiró violentamente los poderes otorgados

a González y Flores, diciendo que ”la negociación de la deuda fue un tejido de fraudes e iniquidades contra el Ecuador”…

“Si el señor Ch. Yarmuth fue empleado de la casa “Stagg y Hnos.”

establecida en Londres, y si luego esta casa comercial quebró y fue entonces cuando Leonardo Stagg vino de Londres a Guayaquil…

“Si entonces principiaron los empréstitos al gobierno en pagarés

suscritos por los señores Leonardo Stagg y Carlos Caamaño, hermano del ya mencionado José María Plácido Caamaño; pagarés que el gobierno descontaba en el Banco del Ecuador…”21

En fin, que el Dr. Clemente Ponce lo que evidenciaba era que los malos

manejos públicos se concentraban en manos de unas pocas familias que se casaban entre sí, se reproducían unos con otros y se vinculaban mercantilmente dentro y fuera del país, cerrando un círculo impenetrable de complicidades y encubrimientos.

Éstos eran los aspectos morales del asunto. La concentración económica

había llegado al límite tolerable, y ya había comenzado a hablarse de los “gran cacaos”, como representación de esa oligarquía.22

Esa imagen del círculo viciado y vicioso fue la que caló en el pueblo

ecuatoriano y de allí les vino el gráfico apelativo de La Argolla. Esto no era nuevo y había durado muchos años. Pero ahora, para fines de

1894, se metieron a traficar con la bandera nacional… Y el pueblo dijo Basta.

§§§

En sucesión casi diaria, el pueblo expresaba su ira y su malestar profundo. Y, como sucede siempre en la historia, a medida que la angustia crecía, la rabia se acrecentaba y la decisión de cambio y lucha se fortalecía.

Sólo faltaba la organización. Esa respuesta orgánica llegó el 5 de febrero, cuando se recibió en Guayaquil

el telegrama despachado desde Managua (Nicaragua) por Eloy Alfaro, 20 Se llamó “deuda inglesa” a la parte que le asignaron a Ecuador de la deuda que había contraído con inversionistas ingleses la Gran Colombia, de la que fuimos parte hasta 1830. 21 Al final de este volumen hay una sección llamada “Para saber más” donde enumeramos algunas lecturas complementarias. 22 Sobre el cacao en la economía de la época, véase luego el Anexo 6.

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19

recientemente ascendido a general, precisamente por los méritos patrióticos americanos alcanzados en ese hermano país, al hacer frente a la agresión inglesa.

“Solamente a balazos dejarán nuestros opresores el poder que retienen

únicamente por la violencia –escribía el caudillo–. Pensar de otro modo equivale a dar tregua a tenebrosas intrigas. Sin sacrificios no hay redención. La libertad no se la implora como un favor; se la conquista, como un atributo inmanente al bienestar de la comunidad. Afrontemos, pues, resueltamente los peligros, y luchemos por nuestros derechos y libertades, hasta organizar una honrada administración del pueblo y para el pueblo”.

Era la proclama que faltaba; era el líder aguardado; era el llamamiento a

combate… La historia iba a cambiar. Pero no sería sin sacrificios…

Montero contra Montero A las tres de la mañana del 12 de febrero, unos 60 montoneros, al mando de

Pedro José Montero y Enrique Valdez Concha, se levantaron en armas en Milagro, y tomaron el convoy ferroviario que a esa hora cruzaba por el pueblo.

A bordo del tren Nº4, los revolucionarios procedieron a levantar las vías y

hacerse fuertes en puentes y oficinas de telégrafos, proyectando avances simultáneos hacia Naranjito y Chimbo.

Era el primer movimiento armado que se producía en esta etapa, y equivalía

al toque de clarín que debía engendrar una insurrección general. Mientras las noticias circulaban de boca en boca por todo el país, la atención

estaba pendiente sobre las acciones que tomaría el gobierno y la resistencia de los revolucionarios.

En horas de la tarde, los rebeldes interceptaron el mensaje gubernamental,

ordenando a las tropas oficialistas atacar a los Radicales. Lo significativo y simbólico del caso es que dichas tropas vendrían

comandadas personalmente por el comandante del ejército, José Montero, nada menos que el padre del caudillo sublevado.

En su tremendo desgarramiento personal, aquella coincidencia evidenciaba

simbólicamente el carácter histórico de ruptura que tenía este enfrentamiento, que era un choque a muerte entre el pasado y el futuro. Entre el padre y el hijo.

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20

Sucesos Posteriores

La guerra estaba declarada, y poco después se romperían las hostilidades, sin que ninguno de los dos bandos lograra ventajas estratégicas en ese primer choque; pero los revolucionarios consiguieron replegarse hacia las montañas de Chilintomo, habiendo dejado solamente una baja.

Desesperado, el gobierno apelaba a medidas que seguían cavando su

tumba: se prohibió la circulación de periódicos en los cuarteles; se intentaron reclutamientos forzados, que no dieron resultado; se confinó a los periodistas Calixto y Manuel J. Calle; se decretó la censura total en Cuenca…

Pero todo fue inútil. En Quito, el pueblo expresó su rechazo al gobierno en

los actos apresuradamente armados como homenaje a la memoria del Mariscal Sucre, cuyo centenario del nacimiento se avecinaba.

Y el 17, el pueblo de Vinces se pronunció por la Presidencia de Eloy Alfaro. Ahora existía, a más de una idea y un líder ausente, un programa inmediato

de gobierno, aunque éste no fuese más que un nombre. Es en medio de este marco histórico como debemos entender las acciones

de Daule del 12 de febrero de 1895. Ya no se trata sólo de protestas y reclamos. Es una revolución en marcha. Y

los levantamientos populares se precipitan… El 20 de febrero, fue Ibarra. El 21, Daule. El 26, Esmeraldas. El 1 de marzo, al constatar el casi unánime clamor de la ciudadanía, el

gobierno tuvo que decretar la censura de prensa. El 3 de marzo, fue Babahoyo. El 10 se produce una revolución liberal en el Perú. Entre el 10 y el 11 el

gobierno apresa a muchos periodistas. Lejos de tranquilizar los ánimos, aquello contribuye a la irritación popular.

El 18 de marzo retornan algunos de los marineros del “Esmeralda”, que

fueron hasta el Japón para el cambio de bandera. El gobierno impide que desembarquen en Guayaquil.

El 26 de marzo es el combate de Tulcán, que favorece temporalmente al

gobierno, pero su situación está ya tan deteriorada que el 1 de abril se ve en el caso de pedir ayuda al gobierno conservador de Colombia para batir a don Eloy, a quien llaman “el indio General”.

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21

Aunque el 3 de abril son derrotados los liberales Julio Andrade y Emilio María Terán en las afueras de Latacunga, consiguen replegarse en orden hacia Guaranda, al mismo tiempo que los godos colombianos hacen llegar sus primeras tropas de refuerzo al gobierno ecuatoriano de La Argolla.

Todos estos hechos, aunque desde el punto de vista táctico parecen

favorecer a Cordero, siguen acrecentando la ira popular, que se expresa en todos los confines de la Patria.

El 4 de abril, en Chone. El 6, Carlos Concha Torres fracasa en su intento de tomar Esmeraldas, pero

consigue retirarse en orden y formar guerrillas. El 7 de abril fue Domingo de Ramos, día de celebración mayor para los

católicos de todo el mundo, pero los empleados del poder judicial hacen público que no concurrirán a misa junto con los funcionarios del gobierno.

Y el martes 9 se da el combate de Guaranda. Las fuerzas liberales, comandadas por el coronel Francisco Hipólito

Moncayo, contaban 88 hombres. Se enfrentaban a unos 300, entre soldados regulares y conservadores reclutados. Cuando se trabaron los choques, el coronel Moncayo ordenó que “entraran en acción las reservas”, que estaban compuestas por sólo 20 hombres, que se dividieron en dos guerrillas de a 10, bajo el mando de Terán y Andrade, respectivamente. Al volver el rostro encontraron junto a sus hombres a tres mujeres que empuñaban las armas. Eran Joaquina Galarza, Felicia Solano de Vizuete y doña Leticia Montenegro de Durango, a la que consideraban “veterana”, porque ya había combatido al lado de Marietta de Veintemilla el 10 de enero de 1883.

El triunfo fue liberal, y las horas del gobierno estaban contadas desde ese

momento. De modo que la guerra, que se inició como una defensa del honor nacional

pisoteado por la derecha, es ahora una revolución. El lunes, 15 de abril de 1895, inmediatamente después de la semana santa,

el presidente, don Luis Cordero, renunció a su cargo.23

Pero retomemos el relato cronológico… Estamos en abril de 1895. Como si del “Antiguo Régimen” europeo se tratara (tal vez se trataba de eso

mismo, de modernizarlo todo, porque todo había cambiado ya, menos la superestructura política y jurídica), los cambios se suceden día tras día… Como en una tragedia clásica, los procesos se aproximan a su desenlace… 23 Sobre don Luis Cordero y su renuncia, ver Anexo 7.

Page 23: Biografia de Eloy Alfaro - Pedro Saad Herrería

22

—9 abril.— Combates en Guaranda, entre fuerzas liberales y del Gobierno, donde se destacan mujeres, como ha quedado dicho. —9 abril.— Se produce levantamiento militar en la Provincia de El Oro, encabezado por el Coronel Manuel Serrano. —16 abril— Ataque al Cuartel "Santa Lucía", en la ciudad de Guayaquil, por un grupo de liberales. Es la primera acción de armas que se produce en el puerto principal. —15 abril.— Como queda dicho, el Presidente de la República, Dr. Luis Cordero, presenta la renuncia de su cargo. —16 abril — El Consejo de Estado acepta la renuncia presentada el día anterior por el Presidente de la República, Dr. Luis Cordero. Se encarga el poder al vicepresidente: el conservador Vicente Lucio Salazar. —23 abril.— Esmeraldas se pronuncia en favor de la causa liberal. —1 mayo.— Combate en el recinto Los Amarillos, Cantón Chone, en la Provincia de Manabí, muriendo en este encuentro el Coronel mexicano, Mauro Ramos Iduarte, que estaba por la causa liberal. —3 mayo.— Se produce un combate en el actual balneario de Súa, en la provincia de “Esmeraldas, entre fuerzas liberales y las del Gobierno. —6 mayo.— Combate en Esmeraldas, entre fuerzas liberales y tropas del Gobierno. —9 mayo.— En este día tienen lugar varias acciones de armas en la provincia de El Oro… En el lugar denominado Carretas, vencen las huestes liberales comandadas por el Coronel Manuel Serrano. —9 mayo.— Combate en el centro de Machala, entre fuerzas liberales y las del Gobierno. —10 mayo.— Se produce un triunfo de las fuerzas liberales en Los Callejones, cerca de la ciudad de Machala, rindiéndose la capital de la Provincia de El Oro. —11 mayo.— Como corolario del triunfo del día anterior, la ciudad de Machala se pronuncia por la causa liberal. —18 mayo.— Se produce un combate entre fuerzas liberales y tropas del Gobierno, en Chorrillos, Palmar y Babahoyo, en la Provincia de Los Ríos. —26 mayo.— Se produce un combate cerca de Malvas, en la Provincia de El Oro, entre fuerzas liberales, al mando del Capitán Roberto Sánchez, contra tropas del Gobierno. —27 mayo — En la Provincia de Manabí, se producen los combates de Churo, Cabuyo y Cayabes, entre liberales y gobiernistas.

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23

—27 mayo.— En este día, Rocafuerte, en la Provincia de Manabí, se pronuncia por la causa liberal. —31 mayo.— Se da el combate de Daule, en la Provincia del Guayas, en favor de la causa liberal. —1 junio.— Como consecuencia del combate del día anterior, hoy se produce el pronunciamiento liberal de Daule, en la Provincia del Guayas. —5 junio.— Se da el combate de Paluguillo, en favor de la causa liberal.

Sólo faltaba Guayaquil para que la costa completa se pronunciara por la transformación política.

Una vez más, pero en esta ocasión por la complejidad de lo ocurrido,

narrémoslo como lo hubiese hecho un periódico radical…

§§§

Luego de largas disputas

Guayaquil se pronunció por

Eloy Alfaro

Guayaquil. Junio 5. URGENTE.– Como el pueblo libre que ha decidido ser a partir de hoy, el guayaquileño no aceptó que la proclamación del Cabildo se hiciese a puertas cerradas y sólo por parte de los ediles, como querían los más tímidos o los interesados, sino que los forzó a salir a la calle y tratar allí, a la vista de la ciudadanía, los temas principales que le interesan y conciernen a todos.

El contenido mismo de la proclama no era objeto de discusión, ya que se

trataba de expresar los dos conceptos que mueven unánimemente al pueblo de todo el país:

1. ¡Fuera este gobierno! 2. ¡Que venga Eloy Alfaro!

Pero, los términos formales de tal declaración sí fueron objeto de debate, de modo que se encomendó por separado a Isidro María Suárez y Emilio Arévalo, que elaboraran dos anteproyectos.

Primero se leyó el de Suárez, que fue rechazado porque decía que la

Convención Constitucional debía reunirse en Quito, a lo que se opuso la masa, que desea que aquella reunión tenga lugar en Guayaquil.

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24

Luego, tampoco se aprobó el proyecto de Arévalo, pues éste no había hecho constar explícitamente que se castigaría a los culpables del negociado indigno con la bandera nacional.

Como unos cuantos comenzaron a recoger firmas en el proyecto

(modificado) de Suárez, los más atentos decidieron llevar un ejemplar hasta la gobernación, donde había mayor número de personas, y de allí surgió el proyecto definitivo, que reproducimos a continuación…

“En la ciudad de Guayaquil, a cinco de junio de mil ochocientos

noventa y cinco, congregado el pueblo en comicio público para deliberar acerca de la situación actual;

Considerando: 1º.- Que es necesario organizar un gobierno que sea fiel intérprete del

sentimiento general, claramente expresado por los patriotas que, en la prensa, en los campos de batalla, en las manifestaciones populares y en el seno del hogar han trabajado por la reivindicación de la honra nacional, ultrajada por un gobierno traidor a la Patria;

2º.- Que las ideas liberales son las que están más en armonía con la

civilización y el progreso modernos, y que son las llamadas a hacer la felicidad de la república, la cual ha estado sojuzgada por una camarilla de especuladores inicuos.

Resuelve: 1º.- Desconocer la Constitución de 1883, y el gobierno presidido por el

señor Vicente Lucio Salazar; 2º.- Nombrar para Jefe Supremo de la República y General en Jefe del

Ejército al benemérito señor don Eloy Alfaro quien, con su patriotismo y abnegación sin límites, ha sido el alma del movimiento que ha derrocado la inicua oligarquía, que durante largos años se impuso por la fuerza, sumiendo al país en un abismo de desgracias;

3º.- Conceder amplias facultades al expresado general Alfaro, para que

la reconstrucción del país se levante sobre bases sólidas, que ofrezcan garantías de paz y libertad a todos los ciudadanos, a fin de que florezcan las Artes y las Industrias, la Agricultura y el Comercio;

4º.- Pedir la convocatoria de una Convención Nacional, que reconstruya

el país y juzgue y castigue a los culpables de la traición a la Patria; y 5º.- Reconocer la autoridad popular interina que ejerce el patriota,

señor don Ignacio Robles, Jefe Superior Civil y Militar de la provincia del Guayas, a quien se le concede toda la suma de facultades necesarias al desempeño de su cargo…”

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25

Y, como corresponde a un documento de esta trascendencia y orientación, viene firmado por todos los asistentes, habiéndose otorgado a don Manuel María Suárez el privilegio de encabezar las firmas, debido a que este ciudadano fue el único que propuso la Jefatura Suprema para Alfaro en la Junta de Notables de ayer, mientras algunos todavía buscaban mediaciones contemplativas.

Entre los firmantes, al lado de figuras políticas como José María Urbina o

Ignacio Robles, hay personalidades de otras esferas de la vida, como Luis Felipe Carbo, Vicente Sotomayor y Luna, Carlos Gómez Rendón, Emilio Estrada, Alfredo Valenzuela, Lautaro Aspiazu, Sixto Durán Ballén, Alberto Icaza Carbo y otros miles, pues al pie del documento se hace constar “siguen 15,748 firmas”.24

Ésta es la razón para que consideremos al 5 de junio como el día de la

revolución liberal. Pero, como hemos visto, no fue más que un día –otro día– en la larga serie

de pronunciamientos del pueblo de todo el país. Otro de los mitos de esta fecha es la convicción de que la “revolución liberal”,

que supuestamente se produjo el 5 de junio de 1895 fue el inicio de los procesos de cambio.

No fue el inicio; pero, evidentemente, dada la importancia de Guayaquil en la

economía y la sociedad ecuatorianas, es un hito decisivo en el proceso de esta lucha.

Y el último mito –y quizá el más acendrado de todos– es creer que este

pronunciamiento y este día son de una revolución “liberal”. Más adelante veremos que el “alfarismo”, como doctrina, fue mucho más allá

de los principios meramente “liberales”; pero al menos nos conviene aquí resaltar que ya existía un Partido Liberal, que estaba presidido por don Luis Felipe Carbo, y que ese “Partido Liberal” no apoyaba a Eloy Alfaro, quien no era miembro del mismo.25

De hecho, don Eloy era miembro de otro partido, el Radical, y fue sólo a

regañadientes como los “auténticos liberales”, que no buscaban sino unas pequeñas reformas en la sociedad y no la revolución completa que propiciaban los radicales, tuvieron que aceptarlo… porque si no lo hacían seguramente habrían perdido todo respaldo popular.26 24 Si quiere buscar a un pariente o antecesor de un amigo, la lista figura en el Anexo 8. 25 Aunque nos parezca exagerado y obra de las pasiones políticas del momento, queremos reproducir, para ilustrar este punto, los comentarios del semanario “La Atalaya”, órgano de los radicales, con relación a Luis Felipe Carbo… "No satisface su presencia; se duda de su habilidad y hasta podría traicionar al movimiento. Sólo piensa en sus zapatitos amarillos; hallándose en ellos patentizada la diplomacia del Ministro, zapatitos que harán a su dueño alejarse de la República, verse con el Zar de todas las Rusias, besarse con el Papa". Ignoramos la connotación del color de los zapatos. 26 “Liberal” entonces no era lo mismo que “liberal” después. Sobre esto… Ver Anexo 9.

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26

Por eso, cuando finalmente se unieron a la causa, surgió un partido nuevo,

fruto de la fusión de ambos: el Partido Liberal-Radical.

§§§

¿Y Alfaro? Nos hemos dejado llevar por el relato de los movimientos populares, y

hemos dejado a nuestro héroe de lado, desde que terminó su batalla-aventura en las playas manabitas, luego de que ordenara encallar el “Alajuela”.

¿Qué hacía Alfaro en Nicaragua, mientras aquí pasaba todo esto? Don Eloy había estado recorriendo América, recolectando apoyo para la

revolución ecuatoriana; dineros para financiar esa revolución y –quizá sin que él mismo se diera cuenta de ello– estudiando los triunfos y fracasos de las revoluciones en otros países hermanos.27

¿Fin de la Lucha o comienzo de la guerra? Ésa era la gran incógnita. Por un lado, era evidente que el gobierno interino,

en funciones solamente desde el 15 de abril de 1895, ya no podía sostenerse por sí mismo; pero no es menos cierto que la oposición venía tanto de los conservadores tradicionales cuanto de los liberales, y eso es algo que no podía continuar, pues la proclama de Guayaquil, a diferencia de las que la antecedieron, dejaba expresa constancia no sólo del rechazo al gobierno y la adhesión a Alfaro, sino también hacía profesión de fe de las ideas radicales, lo que debería separar los campos ideológicos.

Luego del 5 de junio, los ánimos estaban sumamente exaltados en

Guayaquil, y amenazaban con romper la muy precaria unidad que había generado el movimiento.

Por un lado estaban los “liberales”, encabezados por Carbo, que trataban de

contener al pueblo, alegando querer “guardar el orden e impedir excesos”. Pero nadie olvidaba su vibrante, pero cobarde discurso de diciembre,

cuando dijo que no había llegado para “hablaros de los partidos políticos que nos dividen, sino para hablaros de la bandera nacional, que nos reúne", y había concluido proponiendo “que constituyáis un Comité de Investigación, para que nos represente ante los poderes públicos y para que redacte el manifiesto que debe darse a la nación”.

Aquello de las comisiones, los comités o los manifiestos ya no calaron en

diciembre; pero sonaban absurdos en junio.

27 Todos esos procesos son parte integrante de la historia; pero, para no cortar el relato, los hemos agrupado en el Anexo 10, que puede usted leer ahora mismo o dejarlo para el final.

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27

Esos “liberales” habían cumplido su misión histórica. La habían cumplido con

honor y un alto grado de decencia; pero el pueblo reclamaba ahora no sólo la restauración del honor nacional mancillado, sino un cambio profundo en la estructura económica y social del país.

Y una disposición de ánimo diferente. Luis Felipe Carbo, de sólo 38 años de

edad, parecía un anciano, porque a las diez de la mañana del jueves, 6 de junio llegaron los vapores que conducían a los patriotas de Babahoyo, quienes venían encabezados por el general Plutarco Bowen… que acababa de cumplir 23 años.

Así son los vientos de la revolución cuando soplan con intensidad. A falta de Alfaro, que recién había emprendido su viaje desde Nicaragua, y

que todavía estaba buscando un buque que zarpara pronto, el pueblo de Guayaquil le entregó su respaldo a este joven, a quien los periodistas le veían “la expresión amable de un tierno adolescente”, lo que se desmentía con su brazo en cabestrillo por el balazo recibido cuando la toma de Babahoyo.

Roberto Andrade, uno de quienes participaron en el magnicidio de García

Moreno, recuerda que “hubo dos o tres jóvenes que arrastraron el coche de Bowen, sustituyendo a los caballos”.

Los “liberales”, rebasados por los acontecimientos, intentaron virar a Bowen

hacia su bando, y llegó a rumorearse que podría reemplazar a Alfaro en condición de Jefe Supremo; creyeron que, por su juventud, no sería difícil seducir al joven general. Manuel J. Calle deja constancia de ello… “Lo llevaron en volandas (a Bowen) a un landó de plaza, traído al efecto. Subió el héroe. Tras él subió –hasta ahora no se sabe con qué derecho– el doctor Francisco Martínez Aguirre, liberal que en otra época se pasara a los conservadores”.

No fue la única “movida” que intentaron. Martínez Aguirre intimó con Bowen;

lo alojó en casa de doña María Gamarra de Hidalgo, quien había colaborado con los “Chapulos” de 1884, y rápidamente montaron un tinglado para organizar una “Asamblea Popular” para las dos de la tarde, con el supuesto propósito de homenajear a Bowen y sus tropas, pero con la oculta intención de desconocer a Alfaro y entregar la Jefatura Suprema a José María Sáenz, a Ignacio de Veintemilla, al propio Bowen o a cualquier otro militar que se mostrara dispuesto.

Lo convencieron a medias. Lo “asesoraron” para que en su Proclama no

mencionara al Viejo y, luego de agitar el río, ver qué podían pescar en sus aguas revueltas.

Doña María Gamarra sintió repugnancia de lo que veía y, al tiempo que

protegía a Bowen, se dirigió telegráficamente a su hijo, Eduardo Hidalgo Gamarra, quien estaba en Centroamérica, indicándole que le entregara veinte

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28

mil sucres (a la época, una cifra enorme) a don Eloy Alfaro, para que pudiese fletar un barco y llegar lo más pronto a Guayaquil.28

Pero las aguas seguían turbias. Y entonces, el día 8, llegó la voz de Machala, que una vez más se

pronunciaba por el bando radical. Y una vez más ese pronunciamiento era dirigido por el gran patriota que fue el coronel Manuel Serrano.

El mismo día se pronunciaron Santa Rosa, en El Oro, y Santa Elena, en

Guayas, e incluso en Latacunga, en la antigua provincia de León. El lunes 10 se produjo un acontecimiento de gran perspectiva histórica: se

formó la “Sociedad de Protección Mutua de Vivanderos”, que decidió, desde su sesión inaugural, entregarle preseas de reconocimiento al Viejo Luchador y al joven Bowen.

Don Elías Muñoz Vicuña, historiador comunista y profundo admirador de

Alfaro, estima que esta adhesión representa “el germen de la revolución democrático – burguesa en el Ecuador; que consiste en que las masas obreras y populares no solamente luchan por los intereses generales de la nación y de la democracia burguesa, sino que luchan por sus propios intereses de clase y de pueblo”.29

Como se recordará, la proclama del 5 establecía que el pueblo en asamblea

había resuelto “Reconocer la autoridad popular interina que ejerce el patriota, señor don Ignacio Robles, Jefe Superior Civil y Militar de la provincia del Guayas”. Esto creaba una situación potencialmente explosiva entre Robles y Bowen.

Se resolvió el lunes 10, cuando Bowen se dirigió a Robles, felicitándolo por

el nombramiento y diciéndole que “me será muy honroso que me crea en todo sujeto a las disposiciones de usted”.

Las maniobras y jugadas sucias de los viejos politiqueros habían terminado.

Ya sólo restaba esperar a Alfaro, mientras día tras día (se diría hora a hora) se iban sumando los pronunciamientos de los pueblos a favor del líder radical.

Cuando, a las cuatro de la tarde del martes 18 de junio, circuló la noticia de

que el buque alemán “Pentaur”, a cuyo bordo venía don Eloy Alfaro, había fondeado en la isla Puná, a la espera del “práctico” que la condujera a Guayaquil, el júbilo estalló en toda la ciudad.

¡La historia iba a cambiar!

28 Don Oswaldo Albornoz Peralta nos trae un jugoso relato sobre el resto de la vida de Bowen, contado, además, por uno de los “caballos” de su arribo a Guayaquil: Cesáreo Carrera Padrón, quien llego a ser ministro de Leonidas Plaza. Según él, Bowen murió envenenado en Guatemala, por orden del dictador Estrada Cabrera. 29 Ver “Para saber más”.

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29

En realidad, no todavía. Faltaban la guerra y la toma de Quito. Pero eso sería desde el día siguiente. La tarde y noche del martes 18 de

junio de 1895 estarían consagradas a los festejos de la que se ha llamado “La apoteosis de Alfaro”

Pero, todo ello será mañana. Hoy, el regocijo es general y muy justificado, pues, como ocurre en la vida de los pueblos y de los individuos, a la más honda de las caídas debe suceder la más alta de las esperanzas.

Y la esperanza se llamaba Eloy Alfaro.

Las primeras preocupaciones

La primera preocupación, por supuesto, era la guerra, aunque ella tenía un

frente externo (los conservadores) y un frente interno (los “liberales”). El primero se resolvería con las armas. El segundo, en la mesa de las negociaciones.

Comencemos por ese segundo, porque fue el primero en enfrentarse y

resolverse, al menos temporalmente. Al día siguiente de haber llegado, Alfaro dictó un primer decreto, que

enfrentaba la lucha interna con dos medidas: dando libertad a los presos políticos y formando su primer Gabinete, integrado por los señores Luis Felipe Carbo (jefe de los “liberales”), Ministro de lo Interior; Lizardo García (del mismo sector), Ministro de Hacienda y el General Cornelio Vernaza (radical de tomo y lomo), Ministro de Guerra y Marina.

Personalmente se reservó el Mando del Ejército y la Armada. Sólo medio siglo más tarde Mao Tse Tung, el dirigente comunista chino, diría

que “el verdadero poder está en la boca del fusil”. Don Eloy parecía saberlo… o, al menos, intuirlo.

En los primeros momentos, don Eloy equilibraba a las facciones con el

nombramiento de Subsecretarios:

• De Relaciones Exteriores: José Luis Tamayo; • De Interior y Policía: José de Lapierre; • De Instrucción Pública Aurelio Noboa • De Hacienda Serafín Wither • De Crédito y Obras Públicas Miguel Ángel Carbo • De Guerra y Marina Crnel. Wilfrido Venegas

El caso singular de Plutarco Bowen, quien ostentaba el grado de general,

alcanzado en Babahoyo, fue una prueba de habilidad política, habiéndosele confiado el comando de la 1ª división. El primer signo ideológico del nuevo proceso tuvo lugar el mismo día, cuando Eloy Alfaro, en su calidad de Jefe

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Supremo de la República, declaró abolidos los tratamientos de “Excelencia” y “Usía”, por considerarlos “incompatibles con las instituciones democráticas.”30

Un país de regiones Pero las divisiones no eran solamente de tipo político e ideológico. Eran

también regionales… En buena parte de la Costa (Guayas, El Oro, Esmeraldas y parcialmente Los

Ríos), el movimiento alfarista era predominante. El ya citado historiador comunista Elías Muñoz Vicuña dice que “a la llegada de Alfaro, había en Guayaquil un frente revolucionario, integrado por la burguesía comercial de la ciudad, la prensa radical, los trabajadores de la ciudad y del campo, cuyo núcleo central lo formaba el ejército revolucionario”.

En el otro extremo, Quito –y con él buena parte de la Sierra– se aprestaba a

resistir el avance de la historia. El historiador conservador Wilfrido Loor describe la situación del siguiente modo: “En Quito, las turbas, al conocer el golpe revolucionario de Guayaquil, dan el 7 de junio vivas a Alfaro, y silban y lanzan gritos hostiles a la tropa que se prepara a debelar el movimiento. Este entusiasmo de las turbas31 no era por la impiedad de Eloy Alfaro; era a pesar de su impiedad, por odio al Progresismo y a la Argolla; pero muchos católicos32 se daban ya cuenta de que la lucha de Alfaro no era contra Flores, ni contra Cordero, ni contra Salazar, sino contra Cristo; y a este respecto ‘El Obrero’, periódico de Quito, bajo el título ‘Comuna’ decía: ‘El liberalismo radical (masónico) ha hecho su aparición en Guayaquil; pero, no lo olvidemos, vendrá también a Quito si los católicos no le resisten y se entregan a la apatía e indiferencia”.33

La división en Cuenca era absoluta. Los radicales del Austro, ya para

entonces encabezados por don José Peralta, debieron enfrentarse a una hábil jugada de los godos: éstos argumentaron que la oportunidad era propicia para que Cuenca, a la que debían sumarse Loja y Cañar, proclamara su independencia, para forzar la conformación de un gobierno federal, que no fuese “ni quiteño ni guayaquileño”; es decir, en aquellas circunstancias “ni conservador ni liberal”.

Curiosa y paradójicamente, era en Manabí –la tierra natal del caudillo–

donde la división era más intensa. El obispo Pedro Schumacher (alemán, que había combatido en la guerra franco-prusiana) era un furibundo enemigo de los radicales, e invitaba al pueblo a tomar las armas para combatir a lo que él 30 Pese a ello, y luego de la muerte de Alfaro, no sólo que volvieron a emplearse, sino que al Presidente de la República se lo pasó a llamar “excelentísimo”. 31 Ya se ve que por “turbas” o “chusmas” Loor comprende a todos los pobres. 32 Por “católicos” Loor entiende “conservadores” o “curuchupas”. 33 Contrariamente a la práctica que hemos preferido, para estos dos casos citaremos las fuentes. La cita de Elías Muñoz viene de su ‘La guerra civil ecuatoriana de 1895’ (2ª edic. U. De Guayaquil, 1987. Pág. 294); la cita de Loor consta en el tomo II de su “Eloy Alfaro” (Edit. Moderna. Quito, 1947. Pág. 355)

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31

llamaba “el masonismo”. El 15 de junio abiertamente llamó al pueblo a “elegir entre el masonismo y la religión católica; entre vuestro obispo y Alfaro”, y terminaba diciendo “Hablad, pues, manabitas, y escoged”.

Es curioso –y el autor de este libro debe reconocer su ignorancia de las

causas– que en Manabí existieran a la época tantos prelados de origen teutón; pues no era sólo el obispo Schumacher, sino el párroco de Chone, Francisco Videnz; el de Jipijapa, Enrique Disselkamp; el de Rocafuerte, Miguel Reicher; el de Portoviejo, José Neiborowski; el de Montecristi y Manta, Alberto Feeser; el de Canoa, Juan Krusse; de Machalilla, Reinaldo Hebrand; de Calceta, Pedro Hecker; de Olmedo, José Weber; el presbítero, Adolfo Keller; y el secretario de la Diócesis, Luis Friedrich.

Para el 17 de junio, antes de la llegada de Alfaro; pero advertido ya de la

proximidad de su arribo, monseñor Schumacher reunió a sus huestes, empuñó las armas y se replegó hacia Quito, habiendo conformado un cuerpo armado que llamó (por su mal conocimiento del castellano) “Batallón Número Cuarto” (sic).

El 25 de junio, Alfaro lanza una proclama francamente conciliadora, en la

que expresa su agradecimiento a un pueblo que se acordó de él, pese a sus años de ausencia; evidencia su poverbial desprendimiento (“Nada soy, nada valgo, nada pretendo; nada quiero para mí; todo para vosotros, que sois el pueblo que se ha hecho digno de ser libre”); asegura que no castigará “pasados extravíos”; dice propender a la paz con todas las naciones; asegura “respetar las creencias del pueblo y todas las libertades públicas” y termina diciendo “he brindado la paz a nuestros compatriotas; pero si la guerra es necesaria, otra vez me pondré al frente de vosotros para compartir idénticas fatigas y participar de vuestros nuevos triunfos”.

Un hecho significativo se produjo en las negociaciones entre las comisiones

parlamentarias del gobierno y de los revolucionarios; hecho que pone en evidencia, con la misma claridad que el enfrentamiento de los Montero (padre e hijo) en Daule, la brutal escisión que la historia producía en el seno mismo de las familias…

La comisión que partió de Guayaquil estaba presidida por el Dr. Rafael Pólit,

y tenía el encargo de negociar con representantes del gobierno de Quito, para intentar llegar a un acuerdo pacífico. Desde Latacunga se dirigieron en este sentido por vía telegráfica a una comisión que había designado el gobierno de Salazar. Esa comisión se negó incluso a parlamentar. El telegrama venía firmado por el Presidente del Consejo de Estado de Quito, Fernando Pólit, hermano del representante de Alfaro.

Tan pronto supo del fracaso de las negociaciones, Alfaro ordenó la

movilización del ejército.

La guerra civil de 1895

Page 33: Biografia de Eloy Alfaro - Pedro Saad Herrería

32

Para el 1 de julio, la situación era como sigue… La Costa, luego del repliegue del obispo Schumacher, está en manos de la

revolución. La Sierra Centro –Tungurahua, Chimborazo, Cotopaxi y Bolívar– pliega al

movimiento alfarista. En la Sierra Norte –Imbabura y Carchi– han existido movimientos

revolucionarios; pero, aislados como están del foco principal de la insurrección, han debido doblegarse.

En la Sierra Sur –Loja, Azuay y Azogues– los revolucionarios tomaron el

poder; pero fueron sometidos por las fuerzas al mando de Antonio Vega Muñoz, utilizando en su favor las opiniones separatistas.

El general Sarasti y su ejército salen de Quito y acantonan en Riobamba,

luego de ser echados de Guaranda, que se pronuncia por la causa alfarista el día 4 de julio.34

Aunque Arsenio Andrade, obispo de Riobamba lanza una pastoral

antirradical el 13 de julio, no llama a tomar las armas contra Alfaro. El 16 de julio se ordena la marcha hacia Quito. El 22 tiene lugar la primera acción de armas; no se trata sino de una

escaramuza. Dato curioso de este mismo día: el periódico radical “El Grito del Pueblo”, organiza un sistema de correos para los soldados movilizados.35 Ese mismo día es derrotado en Pifo (provincia de Pichincha) el coronel radical Rafael Arellano que marchaba hacia Quito.

Finalmente, el 20 de julio, el propio Alfaro sale en campaña. Tiene en ese

momento 53 años de edad. Veterano ya en estas lides (tanto de la guerra cuanto de la política), emite

dos decretos: uno como Jefe Supremo, en el que insiste en haber brindado la paz a los “hermanos del interior”, a quienes garantiza que sólo va a combatir “a los tiranos que os engañan y oprimen”, al tiempo que les asegura que “las creencias del pueblo y todos los derechos legítimos” serán respetados. El Viejo sabe bien que estas proclamas son inútiles; pero al mismo tiempo son indispensables para justificarse a posteriori.

El otro decreto no es menos perspicaz en el orden militar. Como a designado

a unos cuantos soldados para que permanezcan desempeñando funciones policiales, se apresura a asegurar a todos que “aquellos a quienes le toque en suerte permanecer en guarnición no serán menos dignos en la estimación 34 Este mismo 4 de Julio se expidió el primer decreto sobre derechos de la mujer: el referente a los estudios. En este caso se trató de Aurelia Palmieri. Ver Anexo 11. 35 Exactamente un siglo más tarde, en 1995, el diario guayaquileño “El Expreso” hizo lo mismo con las cartas dirigidas a los soldados de la guerra del alto Cenepa.

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33

pública que aquellos que van a la cordillera, si consiguen el mantenimiento del orden en la localidad”.

Curiosamente, en cuanto a recursos no bélicos, el ejercito revolucionario

estaba mejor provisto que el oficial. Cuando Alfaro salió en campaña, su tesorero llevaba consigo 275,000 sucres; una cantidad mayor que la del enemigo.

Pero la diferencia es más profunda que todo esto: el soldado que se

“comportó como un recluta” en 1883, no volverá a cometer los mismos errores 12 años más tarde.

Ascensos y Batallas

Los primeros días de la marcha son tensos, como cabía esperar. Por el lado alfarista, el general Cornelio Vernaza avanza hacia la Sierra por la vía de Babahoyo, Balzapamba, San Miguel y Guaranda. El 27 entra en Babahoyo.

Pero al sur, el coronel conservador Antonio Vega retoma Loja. El 30 de julio, Alfaro inicia el ascenso a la cordillera. El 3 de agosto, Vernaza llega a Playas de Montalvo. Allí lo espera un

telegrama de Alfaro con dos órdenes concretas:

1. Que enviara gente que ocupara las posiciones estratégicas de San Miguel o San José de Chimbo, para que este movimiento obligara a la guarnición de Guaranda a replegarse; y

2. Que aguardase a que Alfaro tomara Alausí para tomar Guaranda en

firme. El 6 de agosto de 1895 se da en San Miguel de Chimbo (hoy la población se

llama San Miguel de Bolívar) la primera verdadera batalla de esta guerra civil. En un sangriento episodio que Elías Muñoz califica como “una de las más cruentas batallas que registra la historia de las guerras civiles en Ecuador”, algo más de la tercera parte de todos los soldados que tomaron parte en ella quedaron fuera de combate.

La advertencia de Alfaro de que sólo a balazos dejarán los privilegiados sus

privilegios se hacía cierta. A las 3 de la tarde del 8 de agosto, Vernaza entra en Guaranda.

Page 35: Biografia de Eloy Alfaro - Pedro Saad Herrería

34

Ese mismo día el general Alfaro asciende al grado de coronela a doña Joaquina Galarza, de muy destacada gestión revolucionaria desde antes de esta batalla.36

Sagasti le escribe a Alfaro, demandando supuestamente el cese de las

hostilidades, y arguyendo que ellas obedecen a un “desdichado regionalismo”. Alfaro responde de inmediato: “Esta guerra no es guerra de

provincialismo; no es la Costa la que se ha lanzado a invadir la Sierra; ni los costeños los que se preocuparán de entrar a saco en hogares de los pacíficos, pero valerosos interioranos. Decirlo por la prensa es una inteligente mala fe; asegurarlo en una nota oficial, una ligereza incalificable. Esta guerra podrá ser, si usted quiere, guerra de partidos, guerra de la probidad contra el fraude; de la honradez en el manejo de los fondos públicos contra los peculados monstruosos; pero jamás guerra entre regiones”.

Y así llegamos al 10 de agosto de 1895. Mientras Guayaquil se embandera, como un acto de celebración de la

efemérides; pero también como un gesto de desagravio al pabellón nacional, que había sido objeto de compraventa, Nicaragua se dirige al Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador, declarando formalmente que reconoce al general Eloy Alfaro como gobernante del país, pues así lo han manifestado “12 de las 15 provincias del país”. Pero quizá lo más trascendente de este día ocurre en la plaza de Guamote, a las 9 de la mañana.

Don Leonidas García narra lo ocurrido del modo siguiente… “A las 9 de la mañana del 10 de agosto, el general Alfaro se halla con su

Estado Mayor en la plaza de Guamote, en espera de la anunciada visita de (el líder indígena) Alejo Saes y su escolta.

“Los indios concurren con algunos minutos de retraso, tocados con

sombreros que adornan cintas rojas, y portan banderas de este mismo color. Forman cuadro y habla el cabecilla Saes: pocas palabras, pero elocuentes, en apoyo decidido a la causa de la revolución. El general Alfaro agradece a los visitantes por tan oportuna oferta y, conocedor como era ya de la acción que venía desarrollando el jefe indígena, ordena a su secretario de campaña que escriba lo siguiente: ‘queda ascendido, desde este momento, a general de la República el señor Alejo Saes, en atención a su patriotismo y relevantes servicios prestados a la causa de la libertad y de la raza’. Así mismo ascendió a coronel al ayudante de Saes, Manuel Guamán, por iguales patrióticos motivos”.

Pero, mucho más importante que estos hechos formales fue que aquí, en el

campo de batalla de un ejército popular en campaña, el compromiso del Viejo Luchador con los indígenas quedó sellado para siempre.

36 Ver Anexo 11.

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35

Don Eloy dio su palabra de honor de que atendería a los indígenas, preteridos durante tantos siglos.

Y Alfaro era hombre que cumplía su palabra.37

Gatazo

La Historia está hecha de transformaciones; las transformaciones se

producen con cambios; los cambios se gestan en procesos que a veces duran siglos enteros; pero se resuelven en actos y, en no pocas oportunidades, en un solo acto, que culmina los procesos que generan los cambios, que son los que crean las transformaciones que construyen la Historia.

Como la seriedad y el contenido de esas transformaciones no dependen

directamente de los actos que las engendran, sino de las circunstancias que las circundan, hay, incluso, ocasiones cuando aquellos actos casi mágicos o creadores en el largo plazo, pueden ser vistos como reveses o derrotas en el corto plazo.

Uno de esos actos se produjo el 14 de agosto de 1895, en las alturas de

Gatazo, en la provincia del Chimborazo. Ésta fue la batalla que engendró el triunfo alfarista, que fue la victoria que cambió el rostro de la historia de la nación. Aparentemente, una derrota. Pero en realidad un enorme triunfo.

No vamos aquí a narrar en detalle la batalla, que terminó con un aparente

retiro de las fuerzas alfaristas, pero que significó la derrota final de los conservadores.38

La marcha hacia Quito

y El programa de gobierno de don Eloy Alfaro

Con la batalla de Gatazo, la suerte de la guerra quedó echada, aunque

siguieron pequeñas escaramuzas en distintos sitios del territorio nacional. Pero a nadie le quedaba ya ni asomo de duda de que el próximo gobierno sería alfarista.

La misma Quito, otrora sede del movimiento conservador, estaba en manos

liberales desde el 25 de agosto, y el 26 unos 2,000 quiteños suscribieron un Acta de Pronunciamiento en la que reconocían al Viejo Luchador como Jefe Supremo de la República.39

37 Ver las acciones de Alfaro en beneficio de los indígenas en el Anexo 12. 38 Pero en el Anexo 13 podrá usted leer los datos de la batalla, incluido el testimonio de un chico de 13 años que vio el combate. 39 Es interesante la coincidencia de que las firmas de ese documento estuviesen encabezadas por Luis Felipe Borja y B.L. Calisto, abuelos de quien sería más tarde presidente de la república, Rodrigo Borja Cevallos, y de su esposa, doña Carmen Calisto.

Page 37: Biografia de Eloy Alfaro - Pedro Saad Herrería

36

El Viejo entró a la capital el 4 de septiembre de 1895. Con ese motivo, un día antes, el Registro Oficial Nº 18, portavoz del Consejo

de Ministros, decía, con un comprensible y bien ganado orgullo, y como un anuncio del programa de gobierno, que aún no se había formulado en concreto, lo siguiente:

“En un mes escaso40, el ciudadano Jefe Supremo de la República ha

coronado brillantemente la campaña por la honra nacional y, de batalla en batalla –a cual más reñida y sangienta– y de victoria en victoria –a cual más espléndida y decisiva– ha recorrido una marcha triunfal envidiable, que va a terminar con la entrada a la capital de la república, adonde ya se han dirigido sus legiones vencedoras y donde le espera la apoteosis del héroe salvador de su patria, entusiasta y reconocida.

“Terminada la obra de la guerra, pronto comenzará, pues, la lenta,

ardua y delicada labor administrativa, y el programa político que ya ha dejado entrever el Jefe Supremo en algunas de sus proclamas. Programas de paz y tolerancia; de olvido y de perdón y, en todo sentido, de estricta moralidad, en oposición al corrupto sistema de vandalaje, depredaciones y negocios inicuos de que ha hecho gala la expirante administración que puso en almoneda la bandera de la república.

“Este programa se verá fielmente traducido en hechos que

completarán, felizmente, la ansiada regeneración de la república. “Paz en el exterior; orden, honradez y proficua labor de reorganización

en el régimen interno; fomento al comercio y las industrias; desarrollo de las artes; protección a las ciencias; especial atención a la mejora y aumento de la instrucción pública; arreglo y fiscalización en las finanzas; mesura y rigurosa equidad en el reparto de las contribuciones; responsabilidad –no ficticia, sino severa y real– para los funcionarios públicos; acendrado respeto a las garantías constitucionales; inmigración; apoyo de la religión nacional y consideración para las ajenas creencias; impulso abierto para la agricultura; multiplicación para las vías de comunicación con el interior de la república; ferrocarriles y el mayor perfeccionamiento posible de nuestras instituciones militares –terrestres y navales–; tal es el desideratum que, a no dudarlo, envuelve el programa liberal de reconstrucción política y administrativa que no tardará en implantar el gobierno del Jefe Supremo de la República”.

Analicemos un poco… Ésta es una publicación del Consejo de Ministros. Sin embargo, las repetidas

menciones al “Jefe Supremo de la República”, así como el tono general del documento, evidencian que es una declaración ad referéndum; es decir, sujeta finalmente a la decisión de ese Jefe Supremo.

40 En realidad, iban a cumplirse ya cerca de 3 meses.

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37

Esto pone en claro que quienes redactaron el documento no tenían el poder en sus manos, y que todo este “programa” que enuncian es una hábil mezcla de solicitud al Viejo Luchador e intento por colocarlo ante unas obligaciones ya asumidas (en realidad, asumidas por esos redactores y no por don Eloy). Por eso llama tan fuertemente la atención que se hable de una “religión nacional” (evidentemente se tiene en mente la católica, apostólica y romana), aunque se diga que habrá “consideración para las otras creencias”.

Es igualmente importante constatar lo que no se dice en este documento… Nada, ni una sola palabra, sobre el clero ni sobre la secularización de la vida

social. Nada, ni una sola palabra, sobre el carácter de aquella “instrucción pública”

que se ofrece “aumentar y mejorar”. Nada, ni una sola palabra, sobre la igualdad de la mujer ni acerca de la

situación de los pueblos indígenas. En otras palabras: lo que cabía esperar de los “comerciantes liberales” al

estilo de Luis F. Carbo. ¿Daría Alfaro su aval a este apenas tímido programa de reformas morales,

pero no de transformaciones de fondo? Muy pronto se vio que no sería así. Apenas tres días más tarde apareció un artículo en “El Pichincha”, primer

periódico radical que se publicaba en Quito, cuyos artículos eran o escritos o revisados personalmente por el Viejo…

“Decálogo Liberal

1. Decreto de Manos Muertas41;

2. Supresión de conventos; 3. Supresión de monasterios; 4. Enseñanza laica y obligatoria; 5. Libertad de los indios;

6. Abolición del Concordato; 7. Secularización eclesiástica; 8. Expulsión del clero extranjero; 9. Ejército fuerte y bien remunerado;

10. Ferrocarriles al Pacífico”.

41 Confiscación de los bienes de las Órdenes Religiosas; pues los monjes se consideraban “muertos para la vida terrenal”

Page 39: Biografia de Eloy Alfaro - Pedro Saad Herrería

38

Como se ve, un programa Radical, bastante distinto del proclamado en

Guayaquil.

Alfaro en el gobierno

Como hemos visto, el respaldo generalizado de la ciudadanía era tan grande, que en sólo dos batallas (ninguna de ellas claramente decisiva desde el punto de vista militar) destrozó a las fuerzas gubernamentales, y sólo el 4 de septiembre llegó a Quito.

Se podría decir, recordando la expresión del romano Julio César al resumir

la “Guerra de las Galias”, que Alfaro llegó, vio y venció… Hasta fin de año había cambiado de raíz la historia del Ecuador:

• Autorización para estudios de las mujeres. • Ingreso de ellas al trabajo en empleos públicos. • Supresión del concertaje de indios y de sus antiguos tributos. • Gestión por la independencia de Cuba. • Convocatoria al congreso panamericano…42

Alfaro había estado 11 años lejos del país; pero muy pronto se evidenció que

no había estado ausente esos diez años, sino estudiando la realidad nacional, confrontándola con la de otros pueblos hermanos, y preparando el cambio revolucionario que, de utópico, se convirtió en programa y de programa en actos.

En actos y… en batallas. Alfaro sólo lleva 18 días en Quito cuando los

curuchupas ya se levantan en armas en Caranqui, y vuelven a darle combate en Chapues por dos veces el mismo año.

1896 es un año de actividad aun más intensa. La contra-revolución

conservadora, que tanto había criticado el carácter “revolucionario” y “subversivo” de Alfaro, ahora solivianta al país de un modo desconocido hasta entonces. Los viejos godos, que hasta el día anterior cantaban loas a la paz y denuestos contra los “sanguinarios liberales”, ahora demuestran una ferocidad de propietario contra indio alzado o montuvio respondón.

Nada menos que 27 batallas, combates o escaramuzas tienen lugar

durante ese año, y cuesta trabajo creer que Alfaro (ya de 55 años de edad), quien personalmente dirigió muchos de aquellos enfrentamientos, todavía se encontrara tiempo para fundar escuelas y colegios, organizar la administración, expulsar a los monjes capuchinos (única Orden religiosa que sufrió tal pena, y solamente porque colaboraron con fuerzas extranjeras –colombianas– que amenazaban el país); traer una primera locomotora y atender la Convención Nacional que se reunió en Guayaquil de un modo trágico, pues coincidió con el llamado “incendio grande” que arrasó buena parte de la ciudad, y que muchos

42 Sobre la política exterior de Alfaro, ver el Anexo 14.

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39

consideraron resultado de un acto terrorista organizado por los “respetables” curuchupas.

Un año duro, quizá el más duro de toda su ya dura existencia; pero al final

quedó en claro que los conservadores, y todo el modo de vida que ellos representaron, habían quedado derrotados, aunque todavía tornarían a tomar las armas una y otra vez.

La revolución había triunfado. Muchos de sus preceptos básicos –las

libertades civiles, la supresión de las peores trabas feudales y el Estado laico– se podían considerar ya irreversibles. También en el campo político interno, la facción Radical había claramente vencido a sus opositores “moderados”. Ahora la revolución podía institucionalizarse, aunque esos dos conceptos –“revolución” e “institucionalización”– a muchos podrán parecerles irreconciliables y opuestos antagónicos.

El 10 de enero de 1897 Eloy Alfaro fue aclamado como Presidente

Constitucional de la República, y a partir de ahora las transformaciones de facto del período anterior se convierten en leyes.

El 14 de enero, la de libertad de pensamiento. El 29 de mayo la de enseñanza laica, gratuita y obligatoria. Es también el año en que llega al Ecuador Archer Harman, y el sueño

político del ferrocarril se convierte en proyecto de ingeniería. En junio se firma el contrato para la construcción.

Harman no pierde el tiempo. El 27 de enero de 1898 funda The Guayaquil &

Quito Railway Co. y los trabajos dan inicio casi de inmediato.43 La revolución no ha perdido su impulso; pero lo aplica en obras, con la

misma pasión que antes en batallas. El 1 de enero de 1901, el primer día del nuevo siglo, ve en el Ecuador la expedición de la Ley de Registro Civil, que transforma al feligrés en ciudadano.44

Divisiones internas

En 1901 termina su mandato constitucional. Entrega el poder al general Leonidas Plaza Gutiérrez, manabita como él, pero casado con aristócrata quiteña, y su viejo compañero de correrías de los tiempos del Alajuela y los combates en Centroamérica.

Plaza es un liberal auténtico. Más que Alfaro. El Viejo, al contacto con la

dolorosa realidad del país, ha rebasado claramente los estrechos límites de la concepción tradicional del liberalismo, y con ello se ha ganado el apego

43 Para no cortar el relato, hemos puesto todo lo referente al ferrocarril en el Anexo 15; que puede usted leer ahora o dejar para más tarde. 44 Lo mismísimo de la nota anterior. Sobre el laicismo, vea usted el Anexo 16.

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irrestricto de las masas, pero el terror de algunos de sus viejos compañeros, enriquecidos después de la victoria.

Tras dejar el poder, don Eloy se queda a vivir en Guayaquil. La ciudad lo

veía a diario deambular por las calles, hacer sus propias compras, detenerse en las incipientes cafeterías y dar pruebas fehacientes de una situación económica que no podríamos calificar de “estrecha”; pero que contrastaba con la opulencia de su anterior vida de comerciante y evidenciaba su verticalidad administrativa.

Mientras tanto, Plaza consolida en leyes los preceptos liberales. Pero no

avanza más. La revolución deja de serlo. Sólo el ferrocarril avanza, y el 7 de julio de 1902 llega a Alausí, superando la

aterradora “Nariz del Diablo”. La división liberal es tan clara ahora como en 1895. Cuando Plaza nombra como su sucesor a Lizardo García, los radicales

exigen el retorno de Alfaro. El Viejo vuelve a las andadas. Se junta con el ya legendario Pedro José

Montero, el primero en tomar las armas en febrero de 1895, y por muy pocas horas elude el allanamiento que se produce a su casa el 1 de enero de 1906.

Que un gobierno que se auto calificaba de “liberal” quisiera apresar al

general Eloy Alfaro era más de lo que sus adeptos podían soportar. Y “sus adeptos” no eran “revolucionarios de café”.

El grito de "¡Viva Alfaro, carajo!” vuelve a resonar en el país. Los radicales se agrupan en su torno y la batalla de Chasqui, el 14 de enero,

le da el triunfo sobre las tropas de ese fementido gobierno “liberal”. Luego de la victoria, Alfaro ha vuelto al gobierno. Los liberales moderados,

que comienzan a usar a Leonidas Plaza como bandera, no tienen reparos en unirse con los conservadores para crear disturbios.

Todo 1907 está lleno de ellos. Uno estudiantil en Quito; otro militar en

Guayaquil. El avance impetuoso y diario de la locomotora, que se aproxima cada vez

más a la capital, es un elemento hipnótico que contiene a la oposición. Hubiera sido el momento adecuado para que los radicales consolidaran sus

posiciones, pero las únicas fuerzas en las que podrían respaldarse –los obreros, los montuvios o los indios– tienen un grado de desarrollo demasiado incipiente.

Breve paréntesis con un poco de ideología

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¿A qué se debe que un hombre piense como piensa? En el curso de este relato hemos visto casos de hermanos (como los Pólit)

separados por sus convicciones; e incluso de padre e hijo confrontados en el campo de batalla (como fue el caso de Pedro José Montero). No es, pues, un hecho genético ni únicamente de familia, aunque el medio familiar tiene mucho que ver con la formación del individuo.

La sociedad tiene un sistema económico y unos principios legales. Al

primero (la economía) se lo llama “Base”, porque es allí donde se asientan las características fundamentales de una sociedad. Los segundos son considerados “superestructuras”, y están conformados por los aspectos jurídicos, políticos, filosóficos o educativos que los hombres utilizamos para ubicarnos dentro de esa misma sociedad.

Hay unas personas que están en la cúspide social: tienen más recursos

económicos, gozan del poder político, frecuentan los círculos sociales donde se debaten o resuelven los temas de la nación… En fin: son los dueños de la sociedad.

Por eso están interesados en la preservación de las normas y sistemas que

los llevaron a esa cúspide y que los sostienen en ella. Pero la base de su poder no proviene de su educación o su capacidad

técnica, sino que, en última instancia, esa base está vinculada con sus propiedades económicas, que son las que les permiten gozar de los recursos necesarios para mantener su hegemonía. Son la clase de los poseedores, en el campo económico, que se refleja de modo paralelo en la política, donde son la clase dominante.

Frente a ellos están los desposeídos, los dominados. Su tendencia natural

es rebelarse y luchar contra el orden establecido. Buscan la equidad y la justicia y son considerados, precisamente por esa búsqueda, “revolucionarios” y “subversivos”.

Siempre ha sido así, y siempre será así mientras existan propietarios que

sean dueños de casi todo y grandes mayorías que no sean dueñas de casi nada.

A esto nos referimos en el Anexo especial referente a la economía y al

cacao.

Volvamos al relato

La llegada del tren a Quito, en junio de 1908, es la apoteosis de Alfaro, pero al mismo y paradójico tiempo es el final de su obra.

Tal vez siempre es así: la culminación de un sueño de vida es, al mismo

tiempo que la realización espiritual de esa vida, la cárcel y la tumba de ese soñador.

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El mismo día que el tren llega a Quito, el Viejo Luchador cumple 66 años de edad y se lo ve, ahora sí, auténticamente viejo.

Sin embargo, su actividad no declina. Cuando resurge el problema limítrofe

con el Perú, don Eloy abandona el palacio de Carondelet y, sintiéndose más cómodo en la silla de montar que en el sillón presidencial, viaja a comandar personalmente las fuerzas en la frontera. Finalmente la guerra se evita, pero el prestigio de Alfaro parece igualmente grande en 1910 que 25 años antes.

Es sólo una apariencia. El 11 de agosto se produce un movimiento militar

que se toma las calles de Quito y demanda su salida, por disputas en torno a la sucesión presidencial inminente.

Alfaro debe refugiarse en la Embajada chilena, donde su más cercano

amigo, Víctor Eastman Cox (concuñado de Plaza) le da asilo. El Viejo repite su historia personal de los primeros años. Debe volver a salir

del país, y una vez más se marcha a Panamá. Cree que es para siempre. Así se lo dice a su mujer.

Doña Anita, acostumbrada a los “siempres” y los “nuncas” de su marido, se

limita a sonreír.

Ultimos días

Emilio Estrada, cuya candidatura propició el movimiento de agosto, muere en el ejercicio del poder el 21 de diciembre de 1911. Lo reemplaza el Vicepresidente Carlos Freile Zaldumbide.

Los radicales no lo aceptan. Pedro José Montero se levanta en armas. Lo

mismo hace Flavio Alfaro. El gobierno llama a su servicio al general Plaza Gutiérrez, quien tampoco es ya muy joven (nació en 1865), y al igualmente legendario Julio Andrade.

La antigua familia liberal se ha escindido de modo irreparable finalmente y las

bayonetas se calan. El combate está presto. Montero y Flavio Alfaro llaman al Viejo. Don Eloy regresa, como en sus tiempos mozos. Salió de Guayaquil en

octubre del 11 y retorna el 4 de enero de 1912. Siete días más tarde se da en Huigra el combate más sangriento de todas las

guerras. El país mira con pavor el saldo de este combate y los de Naranjito y Yaguachi que vienen casi en seguidilla.

El Viejo no ha tenido tiempo de participar en ninguno. Busca mediar.

Reconstruir un diálogo que es imposible desde hace años. Trata de construir un puente donde hay ya un abismo insuperable.

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El tiempo lo desborda. Las fuerzas del gobierno han triunfado en toda la línea. El 23 de enero capturan a Eloy Alfaro. El 24 a Luciano Coral y Medardo Alfaro. El 25 a Manuel Serrano y a Flavio. Ese mismo día asesinan a Montero en Guayaquil, y a la madrugada siguiente los presos son enviados a Quito.45

Alfaro sabe que son sus últimas horas.

La hoguera bárbara

Mejores plumas que la nuestra se han referido ya a los trágicos sucesos del domingo, 28 de enero de 1912, de modo que dejemos la palabra a don Alfredo Pareja Diezcanseco…

“Duelen estas páginas de nuestra Historia: están llenas de sangre, de

vergüenza, de humillación. Las más elementales garantías humanas fueron rotas. Los peores instintos quedaron en libertad. El pudor político, la regla civilizada, la generosidad del vencedor, la reputación de la República, el honor militar, la norma ética, todo, todo cayó arrastrado por el torrente de la barbarie”.

Hacia el mediodía, llevados desde Guayaquil, llegaron los presos a Quito, y

fueron conducidos al panóptico. Don José Peralta cuenta lo ocurrido… “Llegado el general Eloy Alfaro a la celdilla que le habían preparado,

pidió algo en qué sentarse, aunque no fuese sino un cajón; y, no habiendo sido atendida su petición, tendióse sobre el desnudo y polvoriento suelo, y arrimó la cabeza contra el muro.

“En seguida, dirigiéndose a un oficial le dijo: ‘quiero que me

acompañen Medardo o Páez, para que no se me calumnie después de muerto’.

“El ilustre anciano creía que los verdugos se contentarían con una sola

víctima, y quería un testigo que relatase lo acontecido en sus últimos momentos; que certificase que había caído como los antiguos héroes de Grecia y Roma, envuelto en su dignidad como único y brillante sudario”.

Pero, se había decidido sumar escarnio al crimen, y el Viejo Luchador, ya

inerme y derrotado en su afán de mediador, fue privado incluso de sus pertenencias íntimas.

Un opositor veraz, Wilfrido Loor, lo reconoce… “Las prendas de Eloy Alfaro se repartieron así: el chaleco blanco y el

reloj de oro fueron tomados por Miguel Flores. El bastón de oro con su

45 Sobre el asesinato de Montero, ver Anexo 17.

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monograma, por Cevallos. El sombrero, por Francisco Naranjo, y uno de los broches de la camisa por Tobías Negrete.

“El reloj y el broche fueron vendidos en 50 y en 8 sucres,

respectivamente, al director del Penal”. Todo estaba listo para la brutal orgía de sangre, que había sido anticipada el

18 de este mes con el arrastre de Belisario Torres en la capital y con el asesinato del general Montero en Guayaquil el jueves 25.

El ilustrísimo González Suárez, quien no se atrevió a intervenir en el último

momento, constata… “El pueblo fue instigado eficazmente con antelación. El domingo, el

panóptico fue invadido no sólo por la puerta, sino por los muros laterales y los muros traseros del edificio”.

¿Pudo defenderse la cárcel? ¿Pudieron preservarse siquiera los rudimentos

de la legalidad? El historiador Pareja da su opinión… “El panóptico pudo haberse defendido fácilmente. Es una fortaleza.

Mas todo estuvo preparado para el asalto macabro… “Al grito de ¡Viva la Religión! y ¡Mueran los Masones! se celebró el

satánico sacrificio. “Con el ruido se levantó don Eloy e increpó a los soldados. El cochero

del gobierno, un tal José Cevallos, lo golpeó, y luego le disparó un tiro en la frente. Cayó el anciano. El general Ulpiano Páez, con una pistola que había logrado ocultar en su bota, quiso vengar a don Eloy y mató a un soldado, defendiéndose luego, hasta que perdió la vida.

“Flavio Alfaro también luchó como pudo, agarrándose a la baranda de

hierro, pero le punzaron los dedos con puñales, y lo lanzaron de lo alto al pavimento.

“Al periodista Luciano Coral (‘para que no hables más, hereje’) -

amarrado, y mientras hacía movimientos desesperados con los ojos- le cortaron la lengua.

“Y todos: don Eloy, Medardo, Flavio, Páez, Serrano, Coral, desnudos,

robados, enrojecidos de puñaladas; unos todavía con aliento; otro, ya con el vidrio de la muerte en la mirada, fueron arrastrados con sogas, al grito ululante de los posesos, de las carcajadas diabólicas, del clamor bestial del hartazgo, hasta El Ejido, donde se alzó la pira.

“Bailaron allí los caníbales; se lanzaron unos a otros los miembros

apedazados; apararon en el aire los órganos viriles de aquellos ‘herejes’; se disputaron huesos y carnes; lamieron la sangre de los puñales; alzaron

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las voces enronquecidas en el goce de lúbricos y primitivos ritos de carnicería”.

Un visitante colombiano, Manuel de Jesús Andrade, estuvo presente. Él

cuenta que “un chiquillo o chacalín hacía flamear, en asta improvisada, la quijada con la blanca barba del general Eloy Alfaro. Espantosos los cadáveres; literalmente cosidos a puñaladas; descuartizados órgano por órgano; chorreados los intestinos”.

Cuenta Peralta que, a las siete de la noche, mientras “bandadas de perros

lamían aún la sangre de las víctimas o roían sus tostados huesos, el gobierno celebraba la horrible matanza con música: las bandas militares acudieron por la noche a la Plaza de la Independencia, e insultaron la consternación pública con las más alegres tocatas”.

El colombiano Andrade, testigo casual de todos los hechos, no pudo

contener sus furias… “¡Lástima que no llueva fuego del cielo! ¡Lástima que Dios ya no se

aíre! ¿O es que dormía Dios, arrullado por la orgía en que fueron victimados los seis prisioneros? ¿Fuéle grata la fiesta que tuvo por remate la incineración de los cadáveres? Dios, católico, apostólico, quiteño… ¿Hay algo igual en ferocidad consciente en la Historia de tu Humanidad?”

Con la vergüenza que debe hacer renacer la esperanza hemos de poner fin

a este relato de cómo terminó un hermoso capítulo de la Historia de la Libertad.

Alfaro Vive, Carajo

Hubo un momento, y no han transcurrido muchos años de ello, cuando la expresión que titula esta página no podía siquiera pronunciarse, pues suponía la militancia activa en un movimiento armado, que estuvo al borde de desencadenar una contienda civil.

Sin embargo, la propia adopción de esta consigna y nombre por un grupo de

jóvenes dispuestos a ofrendar su vida por sus creencias demostraba, en la misma distorsión de la hipérbole, la vigencia del mito, la herencia y la tradición alfaristas.

Más de 100 años después del pronunciamiento de Guayaquil, la revolución

de Alfaro, que rebasó con mucho los límites del propio liberalismo al que adhería de nombre, se mantiene en el vigor de la lucha política, y sigue siendo el acontecimiento de transformación más importante de la historia nacional. Un referente ético, además.

Y, si uno aguza el oído para captar los sonidos telúricos del subsuelo de esta

tierra de volcanes, podrá escuchar: allá, al fondo de la historia y de las almas, nuevamente su nombre hereje de masón montuvio recorrer los montes y las serranías, los valles y las ensenadas, llamando al pueblo a recuperar el bravío sentido de la dignidad indeclinable.

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Su amigo José Martí dijo alguna vez que en América, lo que Bolívar no hizo estaba por hacerse todavía.

Al recorrer la vida de Alfaro y recordar sus hechos, es posible afirmar a

comienzos del siglo XXI: En Ecuador, lo que don Eloy Alfaro no hizo, está por hacerse todavía.

Su nombre no es sólo una reverencia ante el pasado. Es un compromiso

ante el futuro.

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Anexos

(En el orden citado en el texto)

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Anexo 1

Una personalidad compleja

Sólo en las telenovelas los protagonistas son siempre “buenos” o “malos”; “firmes” o “débiles”; “valientes” o “cobardes”. En la vida real (y en la buena literatura), los personajes son mucho más complejos.

Para 1871 Eloy Alfaro Delgado, tenía 29 años de edad; ya había organizado

más de una revuelta política con armas y se dedicaba con éxito a sus negocios comerciales. Además, era padre de un hijo, al que llamó Rafael.

Sin embargo, el 8 de septiembre de ese año le escribió a su señora madre,

doña Natividad Delgado, la carta siguiente, que hoy nos sonaría absurda… “Panamá, septiembre 8 de 1871 “Querida y recordada mamá: “Hoy, durante el día, la he recordado a cada instante. Es el día de su

santo, y por eso he tenido mi pensamiento complacido con el grato recuerdo de su memoria. ¡Quiera el cielo conservárnosla muchos años, para contento de sus hijos!

“Aprovecho de tan fausta ocasión para manifestarle el vehemente

deseo que tengo de cambiar, en el próximo año, de condición social. A este fin, como obediente hijo, solicito su aquiescencia maternal, que le ruego encarecidamente concederme.

“La señorita que el destino ha señalado para dulcificar mi vida se

llama Anita Paredes, reúne todas las cualidades que necesita un hombre para ser feliz; y lo que me falta es su bendición para ofrecerle el año próximo, Dios mediante, una digna hija más (…)

“Expresiones para todos en casa; muchos cariños para Rafael, mis

sobrinos y mis hermanas, y usted reciba el tierno abrazo que desde aquí le envía su amante hijo

Eloy.”

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Anexo 2

Ignacio de la Cuchilla

El sobrenombre se lo puso don Juan Montalvo, quien odiaba tan

profundamente al general Ignacio de Veintemilla, que le dedicó un libro entero (Las Catilinarias) a despotricar contra él, con un estilo que llevó a Benjamín Carrión a calificarlo como “el mejor insultador de toda nuestra historia”.

Ojalá haya ocasión para dedicarnos a Veintemilla de un modo exclusivo,

porque sus altibajos y contradicciones lo ameritan; pero, por ahora –como abreboca– ahí les van dos cosillas:

§§§

A mano armada y por orden del Presidente. Se llevaron 320,000 pesos de la bóveda

Asalto “oficial” al Banco del Ecuador

Para encontrar un acto del mismo talante ocurrido en la Historia, tendríamos

que remontarnos a la antigua Roma, donde los Emperadores, gobernantes absolutos, podían nombrar, como hizo Calígula, Senador a un caballo o decretar que ya era de noche al mediodía.

Pues a fines del siglo XIX (que se consideraba “de las luces”), en

Guayaquil, Ecuador, el martes, 8 de mayo de 1883, ocurrió algo que tuvo el mismo espíritu, pues el Presidente de la República, general Ignacio de Veintemilla, envió un batallón del ejército al Banco del Ecuador y, mediante la amenaza y el uso de la fuerza, rompió las seguridades de la bóveda y extrajo 200,000 pesos, que declaró “préstamo forzoso” y luego, al ver que la cifra no le bastaba, sustrajo otros 120,000, diciendo que era “retiro” de un depósito que nunca había hecho.

Los Sucesos paso a paso

Aproximadamente a las 3 de la tarde se hizo presente en el centro de la

ciudad todo el batallón “8 de Septiembre” y, maniobrando militarmente, se apostó frente a las puertas del Banco del Ecuador. El comandante de dicho cuerpo, coronel Manuel Castro, ingresó a las oficinas del mismo y presentó al principal de la firma, don Eduardo M. Arosemena, la “solicitud” oficial de un préstamo inmediato de 200,000 pesos.

Don Eduardo, hombre ponderado pero firme, no era persona que se

amedrentara con facilidad, de modo que respondió que, dado el monto

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solicitado, para aprobarlo tendría que reunir al Directorio. Con la misma cortesía le repuso Castro que allí mismo esperaría, y que mientras tanto las tropas armarían sus vivaques en la calle. Y dicho y hecho… Salió y a gritos ordenó a sus soldados que allí mismo armaran sus carpas.

Presionados de este modo, en menos de 30 minutos se reunieron los

señores del Directorio: E. Seminario, L. Guzmán, E. Rohde y C. Gómez Valdez, a quienes se sumaron los gerentes Arosemena y Carlos Aguirre.

A los 15 minutos reapareció en la puerta don Eduardo Arosemena y entregó

a Castro una nota mecanografiada negando el préstamo “solicitado”. La razón: que el gobierno del general Veintemilla estaba en mora de otros préstamos pendientes.

Tampoco Castro había perdido el tiempo, y tenía a su lado al Notario Juan

Rivas, a quien le pidió levantar acta de lo que iba a suceder a continuación… De viva voz pidió que le diesen los doscientos mil pesos. De viva voz le

dijeron nones. Aclaró entonces Castro que él tenía órdenes precisas de “Su Excelencia”, y reclamó que abrieran las bóvedas del Banco. Dijo Arosemena que no lo haría. Caminó entonces Castro con el Notario, estiró la mano como hacen los cirujanos en el quirófano, y le entregaron martillo y cincel que tenían preparados, y con ellos procedió a descerrajar el candado de la bóveda.

Avanzó entonces el encargado de la Hacienda Pública, señor Vicente

Martín, para recibir el dinero. Hubo un alto en la operación, porque se oyó un grito en la puerta, de un oficial que llegaba a la carrera con instrucciones precisas de “Su Excelencia”: el dinero debía ser meticulosamente contado y notariado.

Castro le dijo a Martín que entrara a la bóveda y contara el dinero. Martín

dijo que no; que él estaba allí para recibir y no para contar. Entonces llegó el jefe de policía, Narciso Medina, y opinó que quien debía contar el dinero era el Notario; pero éste se negó, alegando que estaba allí, como lo indicaba el título de su cargo, para anotar testimonios y no para contar billetes. Entonces, acompañando su decisión con una palabrota, el coronel Castro ordenó a unos soldados que dejaran sus armas y vinieran a coger la plata.

Al ver que éstos se aproximaban, y temiendo que los soldados añadieran

“préstamos personales” a los ordenados por “Su Excelencia”, los propios gerentes Arosemena y Aguirre entraron a la bóveda y contaron los 200,000 pesos: 65,000 en billetes y el resto en especies metálicas.

En esto se hallaban, cuando se recibió nueva orden del Jefe del Estado,

diciendo que a los 200,000 pesos, que debían considerarse préstamo oficial, se sumaran otros 103,662 pesos personales para él, en calidad de retiro de un depósito.

El señor Aguirre, encargado de llevar las cuentas en el Banco, informó que el

señor general Veintemilla no tenía depósitos en el Banco del Ecuador. El portador del mensaje, sargento mayor José Domingo Paz, dijo entonces que

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“mi general” ya se imaginaba que dirían aquello, y que él había depositado ese dinero en el Banco de la Unión, en Quito.

Dijo entonces el señor Arosemena que una cosa era depositar un dinero en

un Banco y otra muy diferente retirar el dinero de otro banco, que no tenía nada que ver con el primero, a lo que Paz afirmó que “mi general”, que lo prevé todo, también le había advertido que dirían esto, ya que los gerentes de Banco son “muy resbalosos”; pero que “mi general” sabía que el Banco del Ecuador guardaba depósitos del Banco de la Unión.

Intentó Arosemena explicar que era práctica corriente de los Bancos

mantener cuentas de compensación unos en otros, pero que, sin orden expresa del Banco de La Unión, él no podría… Y allí lo interrumpió el coronel Castro con otra palabrota, y dijo que él no estaba allí para recibir clases de administración bancaria, sino para cumplir las órdenes de “mi general”, y mandó que contaran el dinero reclamado.

Le dieron 103,000 pesos, entre talegas de Soles y de plata menuda, y 662

pesos en billetes de a un peso, a los que Castro hizo que añadieran 16.338 pesos extra, diciendo que eran “para que la cifra del retiro quedara redonda en los 120,000, y no andarse con detalles ni pendejadas”.

Se levantó el acta, la firmaron algunos de los presentes (otros se negaron a

hacerlo), Castro salió del Banco a las 10 de la noche, y embarcó el dinero en cuatro carros, para que lo llevaran a la casa particular de “Su Excelencia”.

Y de todo ha dejado fe el Notario Juan Rivas, quizá para constancia de que

Su Excelencia, Ignacio de Veintemilla, ha desmentido aquello de que “nadie roba ante Notario público”. Veintemilla sí. De su acta notarial es de donde hemos tomado el relato.

Para que las generaciones venideras tengan una noción aproximada del

valor de lo sustraído, nos permitimos recordar que el capital total del Banco del Ecuador era de un millón de pesos, y que todas las recaudaciones aduaneras del año pasado (1882), ascendieron a 1’373,851 pesos, de modo que ya podremos juzgar de la importancia de los 320,000 que el Presidente se llevó manu militari.

§§§

Luego de aclarar que lo anterior no es un invento de historiador metido a humorista, sino una verdad de tomo y lomo, dejemos aquí mismo constancia de un listado de los combates que sacudieron al país entre 1882 y 1883…

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Cronología de los combates

de los últimos meses.

1882 6 de abril Esmeraldas. Se proclama a Eloy Alfaro. 5 de junio. Esmeraldas. Refuerzos llegados de Colombia. 13 de junio. Ambato. Movimiento popular. Se toman los cuarteles. 14 de junio. Pisquer. Triunfo del gobierno. 23 de junio. Las Quintas. 29 de junio. Esmeraldas. Triunfo revolucionario. 29 de julio. Otra vez Las Quintas. Segundo encuentro. 5 de agosto. Tontavaca. Casi una batalla. 6 de agosto. Esmeraldas. Eloy Alfaro es derrotado. 1 de octubre. Cayambe. Triunfo del gobierno. 7 de octubre. Patate. Victoria de Sarasti. 26 de octubre. San Javier. Combate. 27 de octubre. Patate. Segundo encuentro. 27 de octubre. San Andrés. Choque armado. 1 de noviembre. Pungalá. Combate. 6 de noviembre. Chambo. Derrota de Sarasti. 11 de noviembre. Loja. El general Salazar toma la ciudad. 29 de noviembre. Zaruma. Pronunciamiento revolucionario. 23 de diciembre. Chulachapán. Acción de armas. 25 de diciembre. Alausí. Victoria de Salazar. 28 de diciembre. Quero. Victoria de Sarasti. 31 de diciembre. Pungalá. Otra vez. 1883 1 de enero. Riobamba. Entrada de Sarasti. 2 de enero. Latacunga. Pronunciamiento. 3 de enero. Ambato. Las tropas de Sarasti y Salazar se fusionan. 4 de enero. Esmeraldas. Derrota de Vargas Torres. 8 de enero. Esmeraldas. Victoria de Vargas Torres. 9 de enero. Babahoyo. Pronunciamiento. 10 de enero. Quito. Batalla con participación de Marietta de Veintemilla 4 de febrero. Machala. Desembarco de Murillo. 6 de febrero. Esmeraldas. Victoria liberal. Llegada de Alfaro. principios de abril. Negociaciones entre los bandos opositores. 27 de abril. Machala. Regresa al país Secundino Darquea. 8 de mayo. Guayaquil. “Préstamo” de Veintemilla (ver calendario). 11 de mayo. Los generales Sarasti y Alfaro acuerdan su unidad. 15 de mayo. Arribo del Dr. Antonio Flores Jijón. 3 de junio. Encuentro de la Atarazana. 18 de junio. Fracasada Conferencia de Paz a bordo del Constance 21 de junio. Conferencia definitiva de unificación Alfaro-Sarasti.

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Anexo 3

Luis Vargas Torres

Nació en Esmeraldas, en 1855, hijo de un próspero comerciante colombiano

y de doña Delfina Torres de la Carrera, quien, al quedar viuda hacia 1860 contrajo nuevas nupcias con don Uladislao Concha Piedrahíta, cónsul de Nueva Granada (Colombia), unión de la que nacería el también coronel alfarista Carlos Concha Torres.

Luis demostró desde pequeño un gran talento y afición al estudio, y pronto

fue enviado a Quito, a estudiar con los jesuitas. Su fe era muy grande. Tanto, que ingresó al seminario, con el propósito de convertirse en sacerdote. Pero, era un mal momento para eso. Rodolfo Pérez Pimentel, autor de una interesante reseña biográfica, nos dice… “Se vivían los tiempos tenebristas de la dictadura teocrática garciana y el conflicto entre ciencia y fe, agudizado por las ideas evolucionistas de Darwin, era notorio en el ambiente. El papado, a causa de la toma de Roma por las fuerzas garibaldinas, había declarado la guerra al liberalismo en política y a todo cuanto tuviera visos de modernidad. Una cúpula religiosa fanatizada y obscurantista mantenía a la iglesia ecuatoriana en una dolorosa postración a los pies del tirano, de suerte que el joven Vargas Torres, desilusionado del ambiente, volvió a Esmeraldas el 75, de escasos veinte años, pero convertido en un intelectual serio y circunspecto, dueño de una bien cimentada cultura y de un estilo literario nítido que mucho le serviría en el futuro”.

Sobre sus años maduros, el mismo Pérez Pimentel nos narra… “Solía

escuchar con atención a los demás, era pulcro hasta la elegancia y aunque había perdido la fe religiosa y no acostumbraba rezar nunca, creía firmemente en la existencia de un Dios altísimo, justo y omnipotente, así como en el destino del hombre hacia la libertad, meta definitiva marcada por el progreso, la ciencia y la civilización”.

En 1886, se inició Francmasón en la Logia “Paz y Orden” de Lima. En

noviembre de ese mismo año abrió operaciones militares, tomando Loja el día 2 de diciembre. Sus fuerzas fueron cercadas y debió capitular antes de fin de año.

En enero del 87 se le instauró un Consejo de Guerra, que lo condenó a

muerte, en compañía de algunos de sus compañeros. Su hermano Jorge (Concha Torres) consiguió sobornar a sus guardias el 15 de marzo, y Vargas Torres consiguió salir a la libertad.

Sin embargo, a medio camino se dio vuelta, pues estimó que estaba

abandonando a sus compañeros que quedaban en el presidio, y regresó a su

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celda. Por este acto de fraternidad con sus compañeros, don Wilfredo Loor Moreira, historiador curuchupa, lo trata de “suicida”.

Rodolfo Pérez Pimentel narra así sus últimas horas…

“La fuga y el retorno de Vargas Torres fueron comentados en todo

Cuenca, y los prisioneros fueron trasladados al cuartel de la Columna Azuay frente a la Plaza Principal. El 19, día de san José, onomástico de Caamaño, le comunicaron que la sentencia por fusilamiento se cumpliría el día siguiente, 20 de Marzo de 1.887. El Obispo Miguel León quiso confesarlo pero fue cortésmente rechazado.

“Esa noche escribió varias cartas de despedida y su testamento

político que tituló “Al borde de mi tumba”, que contiene su Alegato ante el Consejo de Guerra. Ambos documentos son modelos de buen estilo, patriotismo ilimitado y le revelan como un pensador y polemista robusto, claro y sereno, amante de la libertad que proporcionan la ciencia y el conocimiento.

“La sentencia se cumplió a las 7 de la mañana. Avanzó con paso firme.

No hay señal de sombra en sus ojos. No hay señal de miedo en el corazón. Murió esbelto, cenceño, con fisonomía atractiva, vestido íntegramente de negro y de pie, sin haber aceptado que lo fusilaran por la espalda ni con los ojos vendados. La primera descarga de 5 disparos le hirió el vientre y aún tuvo fuerzas para señalar el corazón. Una segunda descarga acabó con su vida. Fue arrastrado y lo lanzaron a un sitio llamado quebrada de Supai Huaico o del diablo, donde iban a parar los despojos de los réprobos (suicidas) porque no fue admitido en el campo santo. Esa noche, la familia de Carlos Zevallos Zambrano, subrepticiamente le dio sepultura cerca del cementerio. La noticia recorrió el mundo americano.

“Al triunfar la revolución liberal del 5 de Junio de 1.895 sus restos

fueron trasladados a Guayaquil y en 1.953 viajaron a Esmeraldas, a petición de esa Municipalidad y para honra del pueblo que le viera nacer. Hoy descansa en triunfo”.

Con legítimo orgullo, la Universidad de su ciudad natal lleva su nombre, y

nadie recuerda los nombres de los jueces que lo condenaron ni de los oficiales que ordenaron su fusilamiento.

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Anexo 4

Los dineros de la bandera

Fue sólo el 20 de agosto de 1895 cuando se pudo conocer el monto total –y

la forma de reparto– de los dineros de la venta o alquiler de la bandera nacional. Según “El grito del pueblo” de la fecha mencionada, el total fue de 80,000 libras esterlinas, que se repartieron del siguiente modo…

La casa de Yokohama, agente de Morgan 22,000 La Casa Flint de Nueva York 10,000 Casa Morgan (matriz) 10,000 Costo del viaje del Esmeralda 15,000 Comunicaciones cablegráficas 4,000 Cónsul Noguera 5,000 Cónsul Solórzano 5,000 Casa Staern (Valparaíso) 5,000 José María Plácido Caamaño 4,000 Elías Muñoz Vicuña añade: “Mucho se ha discutido sobre si Caamaño

recibió o no la coima. El documento se ha perdido y sólo queda la referencia en los cables de Solórzano… Pero esto no es lo esencial; si cobró o no, es secundario”.

En 1929, Ángel Polibio Chávez publicó su ameno “Libro de recortes”,

donde –entre muchos otros episodios de su vida– narra que, hallándose Chávez en Nueva York, fue al Consulado de nuestro país, aún ocupado por el miserable Solórzano, y le tocó asistir a la siguiente escena… “Un día se presentó en el Consulado del Ecuador un distinguido empleado de la Casa Flint & Co., con un libro de cheques en la mano, y dijo que los señores Flint le enviaban a entregar (al Cónsul Solórzano) lo que le correspondía por el 4% de comisión en el negocio del ‘Esmeralda’, como era de uso corriente en los Estados Unidos. Como la propuesta fue a presencia de varias personas, algunas de ellas ecuatorianas, Solórzano saltó de indignación e hizo mil protestas en voz alta. El yanqui, con la mayor calma del mundo, guardó el libro de cheques en el bolsillo y se despidió”.

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Anexo 5

Nuevo periódico radical en Guayaquil “El Grito del Pueblo”

Tres conocidos guayaquileños: los señores José de Lapierre (director), Luciano Coral (cronista) y Federico V. Reinel (administrador y gerente) han lanzado a la calle este martes, 22 de enero de 1895 un nuevo órgano de prensa, que llaman adecuadamente El Grito del Pueblo, y que evidentemente se propone convertirse en algo así como el Órgano del Partido Radical.

Aunque el artículo de presentación es bastante moderado para provenir del

sector político en el que se origina, el resto del material editorial, así como las miras generales del Partido Radical, parecerían indicar un sendero diferente para este interesante órgano de prensa.

En el interior, tres artículos (a cinco columnas cada uno) tratan del tema que

conmueve a toda la ciudadanía, y que los lectores han podido seguir en nuestras páginas: la escalofriante venta de la bandera de la que se acusa al gobierno del Dr. Luis Cordero, y muy especialmente al gobernador del Guayas, don José María Plácido Caamaño.

Conocedores de los medios periodísticos, y quienes han seguido de cerca la

evolución de la opinión pública creen que el éxito del nuevo periódico está garantizado, y ponen, como demostración de ello, el que de inmediato se ha apocopado su nombre, llamándolo simplemente El Grito, como prueba de que lo consideran algo personal e íntimo.

En el campo tipográfico, el señor Reinel, quien es un comerciante y hombre

de empresa bien conocido por sus iniciativas, ha resuelto incorporar sistemas ultramodernos de edición, como estampar litografías de personajes conocidos en la portada del nuevo órgano, aunque este primer número no las contiene todavía.

Del mismo modo, El Grito incluirá caricaturas y publicidad comercial, al

modo como se utiliza en las grandes capitales norteamericanas y europeas.

Razones Profundas del Éxito Pero, aunque muy importantes en el aspecto formal, estas características en

la presentación no son las que más atraen a la gente. El mayor atractivo del periódico es su postura política.

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Es que, para cualquier observador medianamente objetivo, el Ecuador de los últimos meses no tiene nada que ver con el país moderado y sereno de poco antes.

Y ese cambio tiene un nombre que todo el país pronuncia con horror: La

Argolla. En la práctica, los ecuatorianos, cansados de las luchas y guerras civiles de

los últimos años (especialmente luego de 1883 y la declaración de la dictadura de Veintemilla), buscaban un acuerdo político en el centro del espectro ideológico, y hubo mucha complacencia cuando las fuerzas liberales y conservadoras se unieron en defensa de la constitucionalidad del régimen.

Sin embargo, muy rápidamente las posturas “terceristas” que surgieron como

resultado de aquella fusión deterioraron su imagen, ante la inacción de cambios de beneficio popular que la gente reclama, y el negociado de la bandera nacional ha terminado por arrastrar al fango el prestigio de los denominados “progresistas”.

Ahora, la opción es una sola y clara, y tiene nombre y apellido: Eloy Alfaro. De modo que la verdadera garantía de éxito del periódico que hoy nace es

esa adhesión a los principios que se van volviendo sinónimo de decencia y soberanía del país.

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Anexo 6

La Revolución se llama Cacao

Los cuadros estadísticos que acompañan este Anexo hablan por sí mismos.

Son una radiografía del Ecuador profundo al momento de la Revolución Alfarista de 1895.

En ese momento, el verdadero nombre del país es “cacao” Miremos el Cuadro 1, que recoge la producción y exportación de cacao

ecuatoriano durante los últimos años.

C U A D R O 1

Producción Nacional de Cacao - 1889/1893

PROD. EXPORT. EXPORT. % CACAO CACAO CACAO TOTAL DEL TOTAL

AÑO (quintales) (sucres) (sucres)

1889 267,723 5,620,587 7,905,186 71.1 1890 389,388 6,571,331 9,764,236 67.3 1891 217,191 4,232,895 6,206,591 68.2 1892 319,121 7,307,478 10,365,217 70.5 1893 402,820 9,765,520 12,283,673 79.5

El incremento de la producción total de cacao ha sido muy grande, pasando

de los 267,723 quintales a 402,820, lo que representa un incremento muy considerable de más del 50% en sólo cuatro años.

Pero, si consideramos además que el precio de exportación ha subido

igualmente, de unos 21.04 sucres (1889) a unos sólidos 24.24 sucres, que es el promedio de 1893 (último año prerrevolucionario), entenderemos que el éxito ha sido enorme.

No es sólo el cacao. Las exportaciones totales del país se elevaron de

menos de ocho a más de doce millones de sucres. Un saludable crecimiento del 55% en sólo cuatro años (98% al comparar 1893 con 1891, que fue un año de mala cosecha).

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Aunque esto representa una estupenda orientación exportadora del Ecuador en general, la parte proporcional del cacao sigue teniendo la cuota del león, pues pasó del 71% del total exportado a casi el 80%.

En otras palabras, cuatro de cada cinco de los sucres exportados son de

cacao.

Primeros Exportadores del Mundo Como se ve en el Cuadro 2, que recoge las cifras de la producción mundial

de cacao por países, el Ecuador figura cómodamente en el primer lugar, pues nuestras 19,580 toneladas métricas de este año han representado nada menos que el 28.33% de toda la producción mundial exportable.

C U A D R O 2

Producción Mundial de Cacao Toneladas Métricas

PAIS TOTAL %

Ecuador 19,580 28.33 Brasil 10,149 14.69 Santo Tomás 6,135 8.88 Venezuela 6,924 10.02 Santo domingo 1,973 2.86 Haití 1,000 1.45 Cuba 1,453 2.1 Java 724 1.05 Surinam 3,249 4.7 Colonias Francesas 695 1.01 Colonias Alemanas 135 0.2 Colonias Británicas 16,786 24.29 Otros 300 0.43 TOTAL MUNDIAL 69,103 100

El Brasil, segundo productor individual, sólo llega a 10,149 toneladas, que

equivalen a un modesto 51.8% de nuestra producción y a menos del 15% del total.

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En pocas palabras: el Ecuador está sólidamente instalado en el primer lugar del mundo en cuanto a producción de cacao.

Del mismo cuadro se desprende que el conjunto de las colonias británicas,

que como se sabe conforman una buena parte del planeta, apenas alcanzan (sumadas) a las 16,786 toneladas de cacao, que equivalen a un 85.7% de la producción ecuatoriana, y a sólo 24.29% de la producción mundial.

Es interesante hacer notar que las colonias francesas y alemanas (sumadas

todas) no producen sino unas minúsculas 830 toneladas, equivalentes a 1.21% de la producción mundial, y a sólo el 4.2% de la producción del Ecuador.

El Consumo en el Mundo Lo anterior es particularmente importante, debido a que se avizoran pocos

peligros de corto plazo, como se ve claramente en el Cuadro 3.

C U A D R O 3

Consumo Mundial de Cacao - 1894 toneladas métricas

PAISES TOTAL % Estados Unidos 7,936 12.3 Alemania 8,320 12.9 Holanda 9,656 14.97 Inglaterra 9,951 15.43 Francia 14,871 23.06 Suiza 2,116 3.28 España 6,727 10.43 Bélgica 969 1.5 Canaá 125 0.19 Italia 650 1.01 Austria 871 1.35 Australia 249 0.39 Otros países 2,058 3.19 TOTAL MUNDIAL

64,499 100

Francia (país de tradicionales “gourmets”) es el mayor consumidor del mundo, con 14,871 toneladas, mientras sus colonias tropicales (africanas y caribeñas) sólo tienen una producción de 695 toneladas (un minúsculo 4.7% del consumo de su metrópoli). El resto se importa y, como es lógico, el Ecuador es el país predilecto para las compras. Pero ésta es una situación que no podrá mantenerse por mucho tiempo. Por razones obvias, la metrópoli francesa

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buscará reemplazar esas importaciones con una producción “local” (es decir, de sus colonias).

El caso alemán puede considerarse similar. Con un consumo de unas

sólidas 8,320 toneladas, tiene un producción “propia” (de sus colonias) de solamente 135 toneladas (apenas el 1.6% del consumo germano). Lo demás se importa. Y otra vez el Ecuador lleva la palma.

Según todos los especialistas, la calidad es la base del auge cacaotero

nacional. Por lo visto, determinadas variedades del cacao específicamente

ecuatoriano son indispensables para la elaboración de “bombones” y “chocolates” finos, que conforman un segmento sustancial del mercado, especialmente en los países de consumo selectivo, como Francia, Alemania, Holanda, Suiza o Bélgica, centros de producción de “bombones” de alta calidad.

Como es lógico, la solución de largo plazo parecería ser, en el cacao como

en muchos otros productos, el desarrollo de una agroindustria local, pues el valor agregado por la elaboración del cacao, y la seguridad del mercado internacional, sólo podrían consolidarse de tener fábricas locales de “bombones” y “chocolates”.

La elaboración ulterior del cacao es muy incipiente en el Ecuador, y los

analistas económicos estiman que ello se debe fundamentalmente a las altísimas tasas de rentabilidad de la producción de las plantaciones y al origen de muchos de los grandes propietarios, adecuadamente llamados “gran-cacaos” por el pueblo.

Varios especialistas consideran que la utilidad del negocio cacaotero debe

oscilar entre un 54 ó 55% anual, mientras los intereses bancarios están dentro del orden (siempre aproximado, pues hay variaciones de temporada) del 12%, que es lo que podríamos considerar “renta apropiada”.

En otros términos: invertir en la producción de cacao es el mejor negocio del

Ecuador.

No hay mal que por bien no venga Pero no hay bien que algún mal no traiga. La desproporción entre la

rentabilidad del cultivo del cacao y la previsible en otras áreas de la inversión, como industrias o transporte, desestimula a los gran-cacaos a incursionar en otras esferas de la economía.

Las distorsiones que esto produce son muy graves, y se ven agravadas por

fenómenos culturales, como el tipo de inversionistas cacaoteros, pues son generalmente personas que han heredado haciendas ancestrales, muchas de tiempos de la Colonia. No tienen hábitos laborales.

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El ausentismo de los gran-cacaos es proverbial. La inmensa mayoría de ellos ni siquiera vive en el país, de modo que las rentas cacaoteras no alimentan la economía nacional, sino el despilfarro.

Como el producto se exporta en su condición natural, sin elaboración fabril,

el valor agregado es muy pequeño, genera relativamente poco empleo y contribuye a la concentración del capital en pocas manos.

Desde el punto de vista regional, el cacao exportable se concentra en sólo

dos zonas: la llamada de arriba (en la provincia de Los Ríos, en torno a poblaciones como Vinces o Baba) y en las partes más próximas de la provincia de El Oro, especialmente de la zona de Tenguel. Para terminar de complicar los aspectos regionales, bueno será que recordemos que todo el cacao se exporta exclusivamente por el puerto de Guayaquil, de modo que la concentración de poder se acumula en un sector pequeño del territorio nacional.

Cacao y Revolución Lo “normal” en el análisis ideológico es que una revolución se produzca en

época de “crisis”, y las crisis se conciben exclusivamente como “falta de dinero”, “caída de la producción” o “anormal subida de los precios”. Ninguno de estos fenómenos ha estado presente en la coyuntura actual.

¿Por qué, entonces, una revolución? La respuesta no hay que buscarla en la situación inmediata, que es

actualmente positiva, sino en la estructura general del país, que no favorece la apertura indispensable para el grado de ocupación de los mercados internacionales que tenemos a fines del siglo XIX.

O sea que la Revolución Alfarista tendrá que ser realmente una

transformación profunda, y no exclusivamente un cambio en la superficie política.

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Anexo 7

La renuncia de don Luis Cordero

El lunes, 15 de abril de 1895, inmediatamente después de la semana santa, el presidente, don Luis Cordero, renunció a su cargo.

¿Por qué “don” al referirnos a Luis Cordero Crespo, presidente de la

república desde 1892? ¿Y no era él presidente cuando la venta de la bandera? ¿Acaso no es el presidente el jefe de la función ejecutiva? ¿No es siempre ese presidente responsable por lo que acontece durante su mandato?

La respuesta sólo puede ser un ambiguo “sí… y no”. Es evidente que

siempre le cabe una cuota de responsabilidad –por acción u omisión, como dicen los abogados–; pero es claro que casi nunca es el único responsable.

Don Luis Cordero Crespo, quien se distinguió desde muchacho como

rebelde y anticlerical, se orientó igualmente hacia las bellas letras, habiendo escrito algunos dramas de temas nacionales y laicos y fue el autor del primero (y, para mi gusto, todavía el mejor) de los diccionarios Castellano-Quichua-Castellano.

He revisado buena parte de todo el material referente al triste episodio que

estamos relatando, y no he encontrado indicio alguno de culpabilidad directa del presidente Cordero. Pero justifico el que alguien pueda pensar que al escribir este texto que el lector tiene en sus manos, más de cien años luego de los sucesos de la venta de la bandera, la rabia y el rencor patriótico del autor puedan haberse atenuado con el tiempo, y haber dejado espacio para excesivas generosidad y benevolencia.

Pero no soy sólo yo. Escuchemos la voz tremendamente autorizada de don

José Peralta, insigne alfarista, quien se refiere a los dos personajes más directamente inculpados en este ignominioso incidente, del cual Peralta fue casi testigo presencial…

“Nadie como yo se ha penetrado más de la honradez del señor

Cordero; y, cuando todos lo abrumaban con sus acusaciones, yo alegaba circunstancias por demás atenuantes; cuando sus aduladores de la víspera lo negaban y arrojaban sobre él puñados de barro, yo –que tanto lo combatí como a candidato oficial– tomé con calor la defensa del caído presidente”.

Es el mismo Peralta que, cuando se trata de hablar de Caamaño, nos dice… “La codicia era el vicio capital de Caamaño; y, mientras Cordero

gastaba su propia fortuna en sostener el rango presidencial, el gobernador del Guayas aumentaba de todos modos su caudal, sin desperdiciar para ello ni fracciones de sucre, ni retroceder ante vergonzosas raterías”.

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Anexo 8

Firmantes del documento del 5 de junio

Aclaración Necesaria Quizá extrañe el orden de las firmas y las abreviaturas de algunos nombres. Están tomadas literalmente del volumen del Registro Oficial correspondiente a 1895. Volumen 1. Año 1. Página 1. Guayaquil, julio 1 de 1895. Manuel M. Suárez A. Plaza Iglesias J. T. Noboa Manuel G. Ramos Crnel. Juan Francisco Morales Pedro J. Boloña Ignacio Robles Luis F. Carbo José Rosendo Carbo José M. Urbina Manuel José Carbo Alejandro Noboa Vicente Sotomayor y Luna Francisco J. Icaza J.E. Avilés José A. Castillo J.R. Granados P.G. Córdova CarlosGómez Rendón G. López Félix G. Rubio A. R. Benites Icaza E. Valenzuela R. Lautaro Aspiazu Francisco Robles C. Carrera Ramón Mateus M.G. Hurtado J.G. Robles J.M. Cornejo J.F. Martínez Aguirre Bartolomé Huerta Crnel. Juan M. Triviño Julio J. Molestina Armando Terán Luis Antonio Chacón Julio Navarro C. Echanique Juan J. Rubio Isaac Viteri

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E. Murillo Maldonado Francisco P. Roca Martín Avilés Sixto Durán Ballén J.D. Elizalde Vera J.A. Wither S. Antonio E. Calderón F.E. Ferruzola Víctor M. Calderón José M. Valverde H. Terán Carlos Crespo E. Pedro Gómez Antonio Pimentel M. Luis A. Dillon L.S. Benites Miguel E. Castro Carlos E. Pino Manuel A. Pazmiño R.F. Suárez Santiago Martínez G. Antonio Plaza Iglesias F. Feraud T. Emilio R. Letamendi Francisco S. Suárez Eduardo Icaza Francisco S. Mariscal Luis D. Bravo J. Teófilo Ríos Juan Suárez Juan Montes de Oca Darío A. Andrade Nicanor Illescas Melquíades Morales J. Burbano Aguirre P. Carbo Sergio E. Alcívar M.A. Roiz Eduardo Valenzuela Iler Manuel G. Suárez Pablo E. Alvarez M. Daniel Mata Jorge Marcos E. de Mendonza Darío Egas Leandro Serrano Manuel Martínez Barreiro Eduardo Arias A. Icaza Carbo Emilio Estrada J. Eladio Auz

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G. Alamiro Plaza Luis Amador Daniel T. Jaramillo Eleuterio Manzo Julio D. Vásconez César Borja Octavio S. Roca P.P. Gómez Luis Mones J. Alejandro Vargas Benigno Ayora Elicio C. Espinoza Alberto Silva Liborio Panchana E. Benites Icaza Crnel. Gerardo Vargas Machuca A. Jaime Martínez T. Alvarado Lizardo García Adolfo García Estratón Pazmiño Pedro J. Pombar Rigoberto Sánchez Bruno A. Chiriboga Eduardo Valenzuela Toala Juan H. Esteves Juan F. Aguirre Carlos Coello Manuel M. Venegas Domingo N. Carbo J.P. Cali Francisco B. Molina A.M. Anzoátegui Alfredo Valenzuela R. Pedro J. Jiménez Felipe D. Barbotó Carlos E. Ordeñana B. Icaza Villamil Federico G. Pérez Aspiazu Serafín S. Wither S. Federico Canales Antenor Iturralde Juan B. Icaza Francisco Bedoya A.Calderón

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Anexo 9

“Ser Liberal”

No importa que uno no pueda citar de memoria el catecismo católico romano; uno sabe lo que significa ser conservador. Igual que no es necesario haber leído El Capital para tener siquiera una noción aproximada de lo que quiere decir socialista. Pero… ¿”liberal”? En Ecuador pensamos automáticamente en Eloy Alfaro al escuchar la palabra; pero obviamente una doctrina es más que un hombre; así como un hombre es más que una doctrina.

Como ubicación ideológico-política es quizá el término más difícil de definir,

ya que bajo el nombre de liberalismo se han agrupado muy diferentes visiones del mundo y de la estructura socio-económica de la sociedad.

En una misma época, o en un mismo país, ha sido posible encontrar

posturas diversas, en ocasiones irreconciliables para la razón, afirmando ser parte o derivada de los conceptos “liberales”.

En general, es posible afirmar que “liberal” se ha denominado con

mayor frecuencia una actitud que un programa; más una tendencia de pensamiento que un esquema económico-social.

Y si esto es así, a comienzos del siglo XXI, lo era mucho más –muchísimo

más– a finales del XIX.

Liberalismo teórico y liberalismo económico Lo cierto es que el “liberalismo” nace en el siglo XVIII, como motivación

ideológica de la Revolución Francesa, que adopta el lema francmasónico de Libertad, Igualdad, Fraternidad, y en el campo económico social se establece como la doctrina de la libre empresa, a partir de las afirmaciones ideológicas de que es necesario “Laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar) a la constitución de una nueva clase social, la burguesía, que luchaba entonces por destruir las barreras políticas y económicas que le establecía el absolutismo monárquico de aquellos años.

Fieles en esto a la división cultural de Europa, si las definiciones filosóficas

provinieron de Francia, las económicas llegaron de Inglaterra. El compendio de las concepciones liberales en la economía está dado por Adam Smith, quien ya en 1776 dijo que “el mejor gobierno es el menor gobierno”, abogando por la supresión total de las barreras oficiales –es decir (a la época) de la aristocracia y el absolutismo– que impedían el libre desenvolvimiento de las empresas privadas: capitalistas y burguesas.

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Vemos que, desde su origen, no es lo mismo este “liberalismo” que el

“neoliberalismo” al que las fuerzas de izquierda se oponen hoy, pues el Estado contra el cual se erigían esos conceptos han variado mucho.

En América Latina, aunque sin ningún rigor filosófico, son éstas las

concepciones que están a la base de las proclamas del período independentista, aunque casi nunca se expresaran en sus realizaciones concretas. De hecho, al final de la existencia de la Gran Colombia, la gran oposición se dio entonces entre un Simón Bolívar, considerado para entonces “conservador”, frente a un Francisco de Paula Santander, llamado a la época “liberal”.

Pero, ojo, es una división artificial y artificiosa, pues tenía un rasgo

eminentemente político, ya que el “conservadurismo” del Libertador consistía en su reclamo de un fuerte gobierno central, mientras el “liberalismo” de Santander no pasaba de su postura favorable a un gobierno federalista, descentralizado.

Es una división pura y exclusivamente “neo-granadina”, “colombiana” en el

sentido actual, que se popularizó simplemente por la comodidad de identificación.

En Centroamérica, donde los movimientos liberales tuvieron enorme auge

más o menos por la época del alfarismo ecuatoriano (Ver Anexo 6), las doctrinas filosóficas (si de tales puede hablarse) de los caudillos de la tendencia, como Morazán, Zelaya o Justo Rufino Barrios, fueron una mezcla de lucha por el Estado laico, la conformación de la unidad subregional y la lucha contra la dependencia extranjera. Muy diferentes al proyecto alfarista.

Liberalismo ecuatoriano Durante largos períodos históricos, en nuestro país “liberal” fue lo

progresista, lo avanzado, aquello que denotara una cierta sensibilidad social o al menos un anti-clericalismo suficientemente acendrado.

Figuras tan antiguas, como don Vicente Rocafuerte en 1834, rescataron para

sí el calificativo de “liberales”, como luego lo hicieran líderes como Robles, Noboa y especialmente los generales José María Urbina e Ignacio de Veintemilla.

Hubo un tiempo en la historia de Ecuador cuando lo “liberal” fue bien poco

más que sinónimo de “masón”, porque en gran medida fue en las Logias francmasónicas donde se desarrolló el proceso de gestación de buena parte de los movimientos que recababan para sí ese apelativo.

Casi puede decirse que “liberal” era todo aquel que se proclamara

rebelde, no importa cuándo, dónde ni por qué. Alfaro no fue un ideólogo, en el sentido tradicional europeo de dejar un

cuerpo de doctrina bajo forma de libro, como no lo fueron Leonidas Plaza o

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Pedro José Montero, de modo que las mayores elaboraciones conceptuales verbales hay que buscarlas en José Peralta y, sobre todo, en Juan Montalvo.

Esto no quiere decir que Alfaro no tuviese ideología. La absoluta coherencia

de sus actos y disposiciones prueban lo contrario. Todos ellos son un cuerpo ideológico encadenado… Pero es una ideología que está en estado práctico y no en estado teórico, como se ha dicho también de Marx (“estado teórico”) y de Lenin (“estado práctico”).

Liberalismo y socialismo Si la opinión de los opositores es en gran medida la que califica la obra de

una persona, el alfarismo doctrinario de Montalvo está más allá de toda duda. No habían transcurrido 15 días desde la derrota de Alfaro en Jaramijó (y

apenas 48 horas de la muerte en combate de José Gabriel Moncayo), cuando, el 19 de diciembre de 1884, la Iglesia Católica Romana incluyó en el Índex de los libros prohibidos a sus feligreses nada menos que Los Siete Tratados del escritor ambateño.

No era la primera vez que ocurría esta prohibición frente a las obras de Juan

Montalvo. Unos años antes, cuando el mismo Arzobispo de Quito, Mons. José Ignacio Ordóñez, era Obispo de Riobamba y don Juan Montalvo redactor del periódico “El Popular”, ya se había dictado amenaza de excomunión no sólo contra sus redactores, sino “contra los que fuesen agentes de dicho periódico, contra los que lo repartiesen a precio o gratis; contra los que, teniéndolo en su poder, lo diesen a otros para que lo lean, en vez de entregarlo a la autoridad; y contra los que lo hiciesen reimprimir, en todo o en parte, contándose entre éstos los que costeasen la reimpresión, los dueños de imprenta y los cajistas”.

Las penas y el tono eran claramente exagerados para la importancia de un

papel periódico cuya circulación era francamente reducida. De hecho, lo único que se consiguió con la oposición episcopal fue un aumento de la circulación de “El Popular”, que cerró sus páginas por el exilio de don Juan Montalvo y no por las prohibiciones del Obispo.

Quizá llame la atención que este furibundo rigor eclesiástico descendiera

específicamente sobre los “Siete Tratados”, que versan sobre temas tan abstractos como La Belleza o El Genio, cuando es evidente que la medida pudo haberse ejercido antes sobre las mucho más feroces “Catilinarias” o el más profundamente herético “Cosmopolita”, obras del mismo Montalvo.

Entonces, ¿por qué la prohibición? Si es cierto que un hombre -o una doctrina- se definen por su contrario, y si

es evidente que los conservadores (con el respaldo absoluto de la Iglesia) se oponen al cambio, es igualmente evidente que ser liberal es estar por el cambio. Cualquier cambio.

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El propio Montalvo lo ha dicho: “el liberalismo consiste en la ilustración, el progreso humano (…). El ferrocarril, el telégrafo, la navegación por vapor son liberales (…). Los conservadores hasta ahora tienen el ferrocarril por invento del demonio (…). Paréceles que “un buen cristiano”, “cristiano viejo”, no puede, sin mostrarse antipapista y heresiarca, subir a bordo de un buque de vapor (…). Fulton, Samuel Morse, todo lo que se mueve, discurre, imagina, crea, da vida y poder al mundo (…), todos son liberales”.

El escritor ya había aportado al liberalismo ecuatoriano el poder de su pluma,

la fuerza de su diatriba y el vigor apabullante de sus improperios, tanto o más feroces que los disparos de Nicolás Infante o las cargas al machete de Luis Vargas Torres. Pero es específicamente en los “Siete Tratados”, donde da al liberalismo ecuatoriano la dimensión filosófica de la que carecía como cuerpo de doctrina.

Es que los Tratados versan sobre “la nobleza”, “la belleza”, “el genio”, “la

moral”, “la tolerancia”… En otras palabras, se refieren a los valores morales, a las virtudes humanas, que hasta hoy habían sido el patrimonio del pensamiento clerical, y que, a partir de Montalvo, se convierten en temas liberales, porque ahora –y a partir de ahora– el liberalismo no es sólo una agrupación política “masónica”, de “indios” y de “cholos”, sino un cuerpo filosófico coherente.

El liberalismo no fue sólo una filosofía ecuatoriana, pues se había utilizado el

calificativo, e imperaba como doctrina, en buena parte del Viejo Mundo y entre las elites intelectuales de América.

Pero fue una Filosofía que no se detuvo en los límites tradicionales del

liberalismo europeo, pues don Juan Montalvo se hallaba en París cuando se creó la Asociación Internacional de Trabajadores que formó Carlos Marx, y regresó al Ecuador para establecer aquí una filial, pues consideraba que “la Internacional es una sociedad política socialista, que lleva al límite los principios liberales”. Con ello acrecentó el odio que ya le profesaban los reaccionarios.

Porque ya ni siquiera lo vieron como “liberal”. Ahora era algo mucho peor:

un “comunista”. Y ya no bastaba con criticarlo. Había que prohibirlo. De modo que el “liberalismo” de Alfaro y los auténticos alfaristas fue mucho

más allá de los límites que esta doctrina había tenido en Europa u otros países de América Latina.

En rigor, pues, el alfarismo no fue solamente una variante radical del

liberalismo, sino un antecedente del socialismo. No fue sólo parte del siglo XIX en el que nació, sino que se adelantó al siglo

XX y aún es recordado en el XXI no sólo con la nostalgia de un pasado, sino como un motor que impulsa a caminar hacia el futuro.

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Recordemos que el nombre mismo y la doctrina del más fuerte movimiento revolucionario armado que ha existido en nuestro país se llama precisamente “¡Alfaro vive, carajo!”

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Anexo 10

Un paréntesis necesario: El nacimiento de un internacionalista

Luego del fracaso de la insurrección “bien concertada” de Los Chapulos, Alfaro fue borrado del escalafón militar el 27 de diciembre de 1884 (se suponía que con eso lo borraban para siempre de la historia; pero la verdad es que ya ni siquiera los historiadores recordamos el nombre de la persona que ordenó “borrar” a Alfaro).

Salió rumbo a Colombia; pero estuvo poco tiempo en Panamá –para

entonces, parte de Colombia– y marchó a El Salvador, donde trabó de inmediato contacto con los liberales de ese hermano país centroamericano, escindido como todos en América por las pugnas entre liberales y conservadores…

En El Salvador, tanto la facción liberal como la conservadora estaban

organizadas en torno a liderazgos personalistas (caudillistas). Este fenómeno hacía que no hubiera ejércitos institucionales y que cada caudillo reclutara su propia milicia. En Centroamérica, el máximo caudillo liberal fue el hondureño Francisco Morazán y el principal caudillo conservador fue el guatemalteco Rafael Carrera y Turcios. Ambos tenían seguidores en El Salvador. Los caudillos salvadoreños como Gerardo Barrios (liberal) y Francisco Malespín y Francisco Dueñas (conservadores) representaron estas posiciones antagónicas.

En abril de 1871, el liberal Santiago González había derrocado al

conservador Dueñas. En su gobierno, que se prolongó hasta 1876, se proclamó la libertad de cultos, se secularizaron los cementerios, se legalizó el matrimonio civil, se introdujo la educación laica y se suprimieron las órdenes religiosas.

El presidente Rafael Zaldívar, que había sustituido a González en 1876,

decretó en 1881 y 1882, varias leyes que anularon el sistema de tierras comunales y ejidos, que se había instituido en el país desde la época colonial. Esta legislación virtualmente permitió que unas pocas familias se adueñaran de grandes extensiones de tierras.

Zaldívar fue derrocado en 1885, sucediéndolo el general Francisco

Menéndez, quién promulgó la Constitución de 1886, de principios liberales. Durante este período, familias europeas llegaron al país y rápidamente se colocaron en una situación económica poderosa debido a su conocimiento del mercado internacional. Estas familias se desarrollaron en el área del comercio y en la producción e industrialización del café.

Es evidente que don Eloy fortaleció en Salvador sus convicciones laicas y de

institucionalización de los poderes civiles del Estado. Igualmente habrá notado

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que, para verdaderamente lograr cambios profundos, hay que tener gobiernos duraderos, como los de Santiago González y Rafael Zaldívar.

A fines de 1886, Alfaro vuelve a Lima y desde allí, el 9 de enero de 1887,

dirige una carta al presidente de Venezuela, general Antonio Guzmán Blanco, liberal y masón, quien es en ese momento primer magistrado por sexta vez; pero elegido y reelecto casi siempre por el voto mayoritario de los Estados que conforman su país de régimen federal.46

El tema de esa carta define a los dos estadistas de cuerpo entero: Alfaro

acredita a su hermano Marcos como Agente Diplomático del Partido Liberal, específicamente encomendado de plantear las bases sobre las que podría reconstituirse la Gran Colombia, un tema que preocupaba a Alfaro por lo menos desde el 9 de octubre de 1883, cuando lo planteó ante la Convención Nacional reunida en Guayaquil.

Ya volveremos sobre este punto cuando nos dediquemos al análisis de la

política internacional de don Eloy. Pero eso será más tarde. Por ahora, entre fines de 1886 y fines de 1890,

permanece en Lima.47 Es recién el 1 de enero de 1891 cuando vuelve a Panamá a estar con su

familia. Y aquí una anécdota que nos recuerda el historiador cubano Emeterio Santovenia48…

Don Eloy llegó a Panamá ese primer día del año a las 6 de la tarde. Apenas

una hora antes había nacido su sexto hijo. Era varón. Los cinco vástagos anteriores habían recibido nombres vinculados con las

convicciones del padre. Se llamaban Colombia, Olmedo, América, Esmeralda y Bolívar. Ahora doña Anita exigió participar en la selección del nombre de este sexto hijo. Él accedió sólo a regañadientes, y pidió que, antes de aceptar, ella le dijera cuál nombre había elegido.

Anita susurró “Eloy”. Al viejo (ni tanto, tenía 48 años) le pareció un

despropósito y una arrogancia. ¿Después de Bolívar, Eloy? Ella insistió. Finalmente él accedió, a condición de que ese “Eloy” fuera sólo como segundo nombre…

Pactaron en Colón Eloy Alfaro Paredes. Se quedó un rato en Panamá.

46 Muchos historiadores venezolanos suelen dividir su larga hegemonía política en tres períodos: el Septenio (1870-1877), el Quinquenio (1879-1884) y La Aclamación (1886-1887). 47 Probablemente es durante esta estancia en la capital peruana cuando se inicia en la Francmasonería. 48 Ver “Para saber más” al final de este volumen.

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Pero no le dura mucho este reposo. Al año siguiente ya lo encontramos en Costa Rica…

Allí el mundo político se encuentra tan agitado como en el resto de América. En 1882 se suprimió la pena de muerte. Al año siguiente, 1883, en un gesto que ya prefigura el siglo XX, y que

coloca a Costa Rica en la primera línea de los derechos sociales, se establece la jornada laboral de ocho horas, mucho antes de las manifestaciones de Chicago (por las cuales celebramos el Día del Trabajo el 1 de mayo).

Para 1889 se generaliza el derecho al voto en Costa Rica; pero todavía sin

otorgarlo a las mujeres ni a los negros ni a los indios. En 1890 se inaugura el ferrocarril que corre del Valle Central del país a la

Costa Atlántica. En 1892 llega Eloy Alfaro, precisamente atraído por estos cambios y

progresos. Su aprendizaje continúa, mientras su figura continental crece

constantemente. En 1893 lo volvemos a ver que zarpa de Puerto Limón, esta vez rumbo a

Caracas, donde se va a entrevistar con el Presidente de Venezuela, general Joaquín Crespo, quien lo autoriza a girar hasta 600,000 bolívares (a la época una verdadera fortuna) para el gasto de la campaña liberal en Ecuador.

No se le pide ninguna garantía. Su nombre basta. Alfaro volvió sus ojos a Nicaragua… Nicaragua se recuperaba de una espantosa guerra civil que había estallado

en 1869. El país salía de una continua inestabilidad política, y luego pareció estabilizarse; pero bajo el mando conservador.

De esa tendencia se sucedieron Vicente Quadra (1871-1875), Pedro

Joaquín Chamorro (1875-1879), Joaquín Zavala (1879-1883), Adán Cárdenas (1883-1887), Evaristo Carazo (1887-1889) y Roberto Sacasa (1889-1893). Como se ve, todos duraron 4 años, con la excepción de Carazo, quien murió (por causas naturales) en el cargo.

Durante todo este período estuvo en vigencia el sufragio llamado

“censitario”, según el cual sólo los grandes propietarios tenían derecho a emitir su voto.

Esta monstruosa “normalidad” curuchupa fue interrumpida por el

levantamiento del militar liberal José Santos Zelaya, quien puso fin, en 1893, a las tres décadas de dominio conservador.

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Durante la última parte de estos "treinta años conservadores", el café se había convertido en el centro de la economía del país. Para dar salida a las exportaciones de este producto se mejoraron notablemente los transportes, con la introducción del ferrocarril. Se promulgaron leyes agrarias que favorecían a los grandes terratenientes cultivadores de café.

La Costa de los Mosquitos, “Mosquitia”, como la llamaban ellos, fue un protectorado británico49, que pasó a Honduras en 1859 y, finalmente, a Nicaragua, en 1860. Sin embargo, mantendría su autonomía hasta 1894, cuando el general José Santos Zelaya, que el año anterior había llegado al poder gracias a una revolución liberal, la reintegró a Nicaragua.

José Santos Zelaya era liberal, masón y latinoamericanista; intentó

reconstruir la unidad centroamericana, y la llamó “República Mayor de Centroamérica”, de breve duración (1895-98) y a la que sólo se adscribieron El Salvador y Honduras.

Con el signo del progreso, Zelaya inició además una serie de reformas en el

país, como la institución de la enseñanza laica y del matrimonio civil, y decretó la confiscación de los bienes de la Iglesia.

Bajo su gobierno, se dio impulso a la construcción de líneas ferroviarias y al

transporte marítimo, con la introducción de la navegación a vapor en el lago Managua y la realización de importantes obras en los puertos de San Juan del Sur y San Juan del Norte.

Para comienzos del año 1895, la Nicaragua liberal fue agredida por la

Honduras conservadora. Más que una guerra internacional, parecía una contienda civil, desatada por los choques ideológicos.

Fue entonces cuando llegó Eloy Alfaro… Lo recibieron como a un héroe salvador, porque las fuerzas nicaragüenses

no tenían ningún militar con experiencia, aparte del propio presidente Zelaya. El 12 de enero de 1895, la Asamblea Nacional Legislativa de Nicaragua le

confiere al ecuatoriano Eloy Alfaro Delgado el grado de General de División, el más alto de su ejército.

Terminado el breve conflicto militar, que terminó sin un vencedor claro,

vuelve a Costa Rica, donde se conoce con un patriota cubano, persuadido como él de que “libertad” y “revolución” o son sinónimos o no significan nada ni una ni otra. Se llama Antonio Maceo, y está esperando a un compatriota llamado José Martí.

49 Los ingleses disputaban con los norteamericanos la hegemonía sobre el mar Caribe, y los británicos habían logrado una estupenda presencia insular (Bahamas, Jamaica, etc.) y en tierra firme se mantenían en “su” Guayana y en “su” Belice; una en las costas sudamericanas y la otra en Centroamérica.

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En su primera reunión no están de acuerdo. Alfaro ha utilizado los dineros que dos años antes lo autorizó a gastar don Joaquín Crespo, Presidente de Venezuela, para adquirir armas y vituallas que tiene almacenadas precisamente en Alajuela, Costa Rica. Le dice a Martí que esos recursos están disponibles para el primer lugar de América donde estalle la revolución.

Martí dice que será Cuba. Alfaro, que será Ecuador. Regresa a Nicaragua y está en el puerto de Corinto cuando, a la noche del 5

de junio de 1895, recibe un telegrama de Guayaquil en que le dan cuenta que el pueblo, reunido en multitudinaria asamblea, lo ha llamado para tomar en sus manos el futuro.

Se embarca en el primer navío que zarpa hacia el sur. Va a retornar a los 10

años de su último exilio. Cuando le dicen que se comporta como un fanático, él responde: “No. Entre

el patriotismo y el fanatismo hay la misma diferencia que existe entre la luz que vivifica y el rayo que extermina”.

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Anexo 11

El “feminista” Eloy Alfaro

Ni siquiera los peores detractores de Alfaro han podido negar su papel

histórico en la supresión de muchas de las peores trabas que el clericalismo imponía al desarrollo de la mujer ecuatoriana. Otro tanto ocurre con la situación de los indígenas, que habían seguido arrastrando el fardo de las cargas coloniales durante los 73 años de independencia que iban desde el 24 de mayote 1822 hasta la batalla de Gatazo, que selló el triunfo alfarista el 15 de agosto de 1895.

Ninguna de las dos políticas fue dádiva gratuita del caudillo, sino

reconocimiento del aporte de estos sectores al triunfo sobre el despotismo.

Las mujeres liberales

Alfaro había estado ausente del país por 10 años, y en ese tiempo el nivel de

autoconciencia de la mujer ecuatoriana había progresado mucho. El ya las conocía. Habían combatido a su lado en otros momentos, y tenía

referencias claras de la insurgencia y los reclamos contra su preterida condición; pero seguramente lo sorprendió el grado de decisión, preparación y arrojo al que habían llegado.

Alfaro llegó a Guayaquil el 18 de junio de 1895. Aunque la expresión

mayoritaria de los pueblos había sido apoteósica, era claro que el poder central sólo podría tomarse por las armas, y efectivamente se organizó un ejército popular que marchó hacia el norte el 16 de julio.

Las fechas son importantes, porque resaltan el grado de tensión y trabajo

que debe haber primado entre aquellos días, ocupados en la logística, el reclutamiento, la cartografía y la organización de los cuadros directivos de un ejército en campaña.

Y, sin embargo, Eloy Alfaro se encontró tiempo y presencia de espíritu para

atender el reclamo de una particular, la señorita Aurelia Palmieri, quien dos años antes, en junio de 1893, había rendido sus exámenes de bachillerato y los correspondientes al primer curso de estudios de Medicina, pese a lo cual se le impedía continuar su carrera.

El 4 de julio de 1895, mientras el ejército continuaba ultimando sus

preparativos para la marcha, Alfaro expidió un decreto como Jefe Supremo, reconociendo la validez de los exámenes rendidos por Palmieri y autorizando a

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la peticionaria a continuar sus estudios, pues uno de los considerandos del decreto establecía que “la ley de instrucción pública, por deficiente, no ha previsto el caso de que la mujer, tan digna de apoyo de los poderes públicos, pueda optar a grados académicos y estudiar los ramos de enseñanza superior”.

Así, de un solo plumazo de caudillo, Eloy Alfaro rompía siglos de bloqueo

cultural a la mujer. Y la respuesta de ellas no tardó en llegar. Cuando el ejército marchó a la sierra, se trabó el primer combate serio en las

inmediaciones y las calles de San Miguel de Chimbo, el 6 de agosto de 1895. Allí mismo, en el campo de batalla y por méritos de guerra, Eloy Alfaro

otorgó el grado de coronela a Joaquina Galarza de Larrea, de valerosa intervención en esa jornada.

No fue la única. A su lado estaban: Leticia Montenegro de Durango y Felicia

Solano de Vizuete, que se sumaban a la pléyade de mujeres combatientes liberales, como Dolores Vela de Veintimilla, Sofía Moreira de Sabando, Rosa Villafuerte de Castillo, Ana María Merchán Delgado, Delia Montero Maridueña, María Gamarra de Hidalgo, Maclovia Lavayen, Carmen Grimaldo, Teresa Andrade o Dolores Usubillaga, entre muchas otras anónimas mujeres del pueblo que tomaron las armas o sirvieron de enlace a las fuerzas revolucionarias desde muy jóvenes y durante largos años, como fue el caso de la coronela portovejense Filomena Chávez de Duque, que fue expulsada de la escuela por gritar “¡Viva Alfaro!” y quien se sumó a las fuerzas insurrectas, recibiendo varias menciones de sus jefes, hasta el punto que el coronel Zenón Sabando, jefe liberal de Manabí, dijo de ella que “lo que más le gustaba era agazaparse tras un matapalo, echarse la culata del fusil a la cara y apretar el frío gatillo”.

Años más tarde, cuando surgió el conflicto fronterizo de 1910, doña

Filomena, para entonces ya de 56 años de edad, se presentó en Guayaquil ante el general Flavio Alfaro, que organizaba las tropas, llevando bajo su mando a cien voluntarios reclutados y armados por ella. Todavía más tarde, en 1914 y cuando tenía ya 60 años, la coronela se sumó a la revolución de Carlos Concha Torres, y fue apresada en el sitio denominado “Los Claveles” por las fuerzas gobiernistas.

Este valor encontraba eco en el flamante gobierno revolucionario. Como a todo guerrero, a Alfaro hemos de juzgarlo más por sus actos que por

las palabras que los anteceden o resumen; pero la siguiente carta-orden, del 11 de octubre de 1895, contiene conceptos que, suprimidas una o dos frases, podrían ser suscritos por cualquier teórica del feminismo contemporáneo…

“Señor Gobernador de la Provincia:

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“En todas las naciones serias y verdaderamente civilizadas de uno y otro continente, viene dándose a la mujer, de acuerdo con los principios más obvios de la ciencia del buen gobierno, una participación directa en aquellos de los asuntos públicos que, lejos de ser incompatibles con su condición e índole especialísimas, contribuyen por el contrario a darle mayor realce, elevándose a sus propios ojos y suministrándole los medios necesarios de practicar la virtud y de atender a su subsistencia por sus propios esfuerzos y con una honrada independencia.

“Fundado en éstas y otras consideraciones que sería prolijo enumerar,

me propongo, a mi llegada a Guayaquil, expedir un decreto que habilite a la mujer ecuatoriana para el ejercicio de ciertos cargos públicos, de fácil desempeño y muy en armonía con su sexo y aptitudes. Así pues, he resuelto, a título de ensayo, que la Administración General de Correos sea servida por señoritas, a excepción de los cargos de Administrador General e Interventor, que continuarán desempeñados por hombres”.

Acostumbrado a cumplir con su palabra, el mencionado decreto fue expedido

el 19 de diciembre del mismo 1895; pero con una adición: el artículo 3º del decreto resolvía “Establézcase, en Quito y Guayaquil, una clase de telegrafía, costeada por el gobierno y dedicada a la enseñanza de señoritas, para que más tarde puedan ejercer el cargo de telegrafistas, previo el diploma que un jurado de profesores en el ramo discernirá a la rindente”.

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Anexo 12

Alfaro cumple la palabra dada a los indios

El poder oligárquico-terrateniente de la Sierra, cuya expresión política era el conservadurismo, se asentaba en la inmisericordiosa explotación de los indios. Era “natural” que los liberales, que propiciaban un desarrollo de las fuerzas productivas de otro sistema, estuvieran contra aquellas manifestaciones.

Pero, en esto como en tantas otras cosas, Alfaro fue mucho más lejos de las

tímidas reformas que auspiciaban sus seguidores. Casi no conocía la Sierra ecuatoriana, y fue en el curso de la campaña de

1895 cuando el concepto hasta entonces casi abstracto de “indio” se transformó en su interior de principio teórico en dolor solidario y finalmente en decisión de cambio. En sus comunicaciones de guerra deja constancia de haber escuchado “quejas incesantes y revelaciones conmovedoras acerca de la suerte tristísima de la raza primitiva y de la crueldad con que generalmente se la trata”.

Para el 10 de agosto de 1895, pese al éxito obtenido en San Miguel de

Chimbo, la suerte de la revolución seguía en ascuas, y se esperaba el enfrentamiento definitivo. El choque sería desigual. Julio Andrade, jefe de Estado Mayor, constataba que “nuestros muchachos, viejos patriotas desde luego, pero noveles soldados, hacían un consumo incalculable de cartuchos”.

Fue entonces cuando, a las 9 de la mañana, se presentó en la plaza de

Guamote un numeroso grupo de indígenas, tocados con sombreros con cintas rojas y banderas del mismo color.

Los presidía Alejo Saes, de 29 años, nacido en Licto y ex-alumno de los

Hermanos Cristianos, y venían a sumarse a las fuerzas revolucionarias. Allí mismo Alfaro les dio grados militares y asignó puestos en la lucha inminente, asegurándoles que su gobierno se preocuparía por la suerte de los indios.

Es significativo y simbólico que uno de los dirigentes indígenas que

acompañaban a Saes fuera Pedro Morocho, quien ya había participado en la lucha de Fernando Daquilema en 1871, cuando los indígenas de toda la Sierra norte se levantaron contra García Moreno.

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Alfaro cumplió su palabra. Y sin demoras. Sin esperar al triunfo definitivo, al día siguiente de la batalla de Gatazo, Alfaro se dirigió al gobierno provisional (que seguía en Guayaquil) y dictó uno de los decretos más importantes de su primera administración. El artículo primero proveía “la raza indígena queda exonerada de la contribución territorial del trabajo subsidiario”, un importante paso para la supresión de las infames cadenas que había impuesto la conquista europea y que la política republicana había conservado durante 65 años.

Pero Alfaro llevaba muchos años en la lucha política, y sabía bien que las

“disposiciones legales” de los gobernantes, especialmente cuando afectaban privilegios de las clases dominantes, solían quedar en letra muerta e, igual que en el caso de las mujeres, incluyó una disposición educativa, que debía consolidar esa manumisión que proclamaba para los indígenas: “establézcanse escuelas especiales para la educación de los indios, a fin de que puedan adquirir los derechos y cumplir los deberes de la ciudadanía”.

El 8 de octubre de 1895 dirigió una circular a todos los gobernadores

provinciales, comunicándoles su sorpresa al ver “en toda su repugnante desnudez” que la suerte y condición de los antiguos pobladores del Nuevo Mundo “sean en esta región lo mismo que fueron en tiempos de Francisco Pizarro”, y declarando que “es necesario que tan monstruosa excepción desaparezca; que la república sea consecuente consigo misma y que nuestra civilización no tenga anchurosos aspectos de barbarie”.

Por tanto, decía El Viejo Luchador, “mientras nuestros legisladores

elaboren leyes prácticas en favor de nuestros afligidos parias”, ordenaba a los gobernadores: “quiero que usted imparta órdenes severas a todas las autoridades que le están subordinadas para que el infeliz indio sea tratado como lo exigen los sentimientos humanitarios de la civilización moderna y se persiga y castigue rigurosamente a los que, abusando de su autoridad, maltratan de cualquier modo a ésos nuestros hermanos, desheredados e injustamente vilipendiados”.

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Anexo 13

La batalla de Gatazo Vista por un chico de 13 años

El siguiente es el relato que Leonidas García (a la sazón de 13 años de edad) nos ha dejado sobre el combate de Gatazo…

“Serían poco más de las doce horas. En goce de las vacaciones de

segundo año de colegio, acompañaba yo a jmi padre en la cosecha de cebada de la pampa de Pisug, que bajo un sol abrasador llevaban a cabo más de cien jornaleros.

“De pronto, los trabajadores se detuvieron a observar las manchas de

color pardo oscuro que se movían lentamente al lado occidental de las colinas que quedan sobre el pueblo de Licán y, como desde algunos días antes, se rumoreaba que en una hora próxima se encontrarían las tropas venidas del norte con las procedentes de Guayaquil, cuantos nos hallábamos presentes conjeturamos que aquel movimiento podría ser el de los batallones que habrían salido de Riobamba en busca del adversario.

“Como una hora después, la peonada aborigen, con su poderoso

alcance visual, aseguró que se trataba de soldados que avanzaban por la llanura que termina al Este del pueblo de Calpi; razón por la que todos se apresuraron a trasladar las gavillas de cebada a la era, sin preocuparse de emparvarlas, porque la proximidad de gente armada les había infundido miedo, y pronto no pensaron sino en abandonar el campo de labor.

“Momentos después asomaron en pequeños grupos, por el lado

Sureste de Pisug, vencida ya la llanura de Gatazo los que resultaron ser dos batallones del ejército revolucionario.

“Mientras las fuerzas conservadoras avanzaban lentamente por la

carretera que divide en dos la pampa de La Merced, el Director de la Guerra se detuvo, con su Estado Mayor, a eso de las dos de la tarde, a observar, desde la elevación que queda al Occidente de Calpi, cómo avanzaban grupos de gente armada, procedente del lado de Gatazo.

“Eran las columnas ‘Vengadores del Tungurahua’ y ‘9 de Abril’,

dirigidas por los coroneles Carlos Fernández y Delfín Treviño; compuestas en su mayoría por los patriotas que habían combatido el último 9 de abril en Guaranda. Constituían la vanguardia enviada por el general Alfaro a proteger la incorporación de la tropa del general Vernaza al primer ejército.

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“En este momento alcanzaron a divisar que, como a una distancia de 500 metros, por el tramo de la carretera que va de Este a Oeste –precisamente por donde debía venir el general Vernaza– desfilaba gente armada, que no podía ser otra que el ejército del general Sarasti.

“Avistados los dos ejércitos, en la forma y con la sorpresa arriba

anotadas (…), se ubicaron para el combate. “Desde las tres de la tarde, aproximadamente, las dos columnas que

forman la vanguardia revolucionaria se baten bravamente con fuerzas mucho mayores, que se han concentrado contra ellas.

“A las cuatro de la tarde llegan el batallón ‘Daule Nº 2’ y los demás

cuerpos que el General en Jefe (Eloy Alfaro) conduce velozmente desde Cajabamba, apenas recibido el aviso de haberse iniciado el combate.

“El general Alfaro refuerza con el ‘Daule Nº 2’ a las columnas del

‘Vengadores del Tungurahua’ y ‘9 de Abril’, que en esos momentos se replegaban al empuje de los contrarios y por escasez de municiones; coloca en el centro al ‘Nº 2 de Línea’, al ‘Libertadores’ y a una fracción del regimiento de artillería, bajo la dirección superior del general Leonidas Plaza, y ordena que formen el ala derecha: el ‘Daule Nº 1’, dos compañías del batallón ‘Vengadores’, una fracción de la artillería y la ‘Guardia de Honor’. (…) En la retaguardia quedan los batallones ‘Yaguachi’, ‘Escolta de Honor’, dos compañías del ‘Vengadores’ y otra fracción de la artillería.

“Vigorizados con el refuerzo del ‘Daule Nº 2’, las columnas del

‘Vengadores del Tungurahua’ y del ‘9 de Abril’, retornan a la carga y hacen retroceder al adversario, que ya les ha causado algunas bajas.

“Se generaliza el combate en todos los segmentos. Los conservadores,

por tener gente veterana, disparan normalmente, mientras sus adversarios, arrebatados e inexpertos, no paran mientes en economizar municiones ni en usarlas con eficacia; por lo cual el enemigo acorta impunemente las distancias.

“Los liberales pierden combatientes en mayo número y no pueden

seguir adelante. En el centro se pelea fragosamente. De uno y otro lado causas bajas los cañones. A la derecha del ejército liberal es más recia, más exaltada la contienda; allí lucha mayor número de combatientes y, en unos minutos, dos, tres o cuatro batallones conservadores se lanzan a realizar un flanqueo que comienza a ser desastroso…

“Se intensifica, se prolonga la lucha; los conservadores reinician su

flanqueo con más fuerzas y mayor ímpetu, arriba de los puentes de la hacienda San Juan, y se pelea cuerpo a cuerpo al pie de Bayabug.

“Las sombras vespertinas comienzan a extenderse por llanuras y

colinas; el fragor disminuye poco a poco, en mayor grado en el campo liberal y, exhaustos de municiones, los luchadores se retiran lentamente hacia Cajabamba”.

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Hasta allí el joven García. El ejército revolucionario se ha replegado, “dejando el campo”, como suele

decirse en el argot militar, a los conservadores. Parece un triunfo de Sarasti. También al contabilizar las bajas, la peor parte parece haberla llevado el bando alfarista (los conservadores tuvieron 20 muertos y “bastantes heridos”, mientras en el bando de los revolucionarios se contabilizaron 86 muertos y 125 heridos).

Sin embargo, tanto en su proyección histórica, cuanto en su más inmediata

perspectiva militar, Gatazo debe ser considerada una victoria alfarista. Veamos la reacción de ambos bandos… Del lado revolucionario, Alfaro telegrafió el siguiente mensaje al Consejo de

Ministros, que había permanecido en Guayaquil: “¡Bendigamos a la Providencia! ¡La Buena Causa está en triunfo!” Y

luego explica… “Solamente he combatido con una parte del ejército en las alturas de Gatazo… Por lo quebrado del terreno en que se ha combatido, no juzgo la batalla todavía decisiva, por cuyo motivo he venido a Cajabamba para llevarme, apenas salga la Luna, el resto del ejército que dejé en este poblado. Mañana tendré la honra de avisar a ustedes que el ejército de mi mando se ha hecho digno de la causa que defiende, presentando a la nación la victoria que de él esperaba”.

Veamos la reacción del otro lado… El teniente coronel González Paéz se dirige al general Sarasti en los

siguientes términos: “Nuestra gente ya no fue ejército, sino una masa humana

desconcertada, que se debatía en desesperados esfuerzos por salvar la vida; atollada entre cargamentos de parque, ahoga en las aguas del torrencial aguacero que caía, aturdida por el retumbar del intenso griterío, que estremecía ese miserable campo de desesperación, entre disparos de fusil, clamorosos llamamientos, ayes de heridos; de odios, de vengativas acusaciones… Todo esto formó un conjunto, señor general, deestertores convulsionados, sin más luz que la del rayo que señalaba la desgracia”.

Al analizar el desenlace de la batalla y la nueva situación creada, Elías

Muñoz Vicuña dice certeramente: “Esta situación tenía como trasfondo el estado político y social del país, que se reflejaba en el campamento de Sagasti. Las tropas conservadoras sabían que al frente tenían un ejército invencible, destacado en profundidad, que todo el día se engrosaba, protegido y ayudado por el pueblo, al que las comunidades indígenas ahora se habían sumado”.

A la mañana siguiente, 15 de agosto de 1895, hubo un breve duelo de

artillería; pero apenas 45 cañonazos revolucionarios bastaron para poner en desbandada final a Sarasti.

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Alfaro recogió los elementos de guerra que los derrotados habían dejado en

el campo y, sin tomar ni un solo prisionero nuevo –y más bien dejando en libertad a los capturados en días anteriores– ordenó ocupar Riobamba.

Guardando las distancias, Gatazo puede compararse con la batalla de

Borodinó, en las afueras de Moscú, donde las fuerzas rusas, al mando del general Kutúzov, se enfrentaron con Napoleón Bonaparte. Al final del sangriento combate, fue Kutúzov quien debió retirarse, y dejó en el campo unos 45,000 muertos, frente a los 30,000 de los franceses. Sin embargo, la victoria final perteneció a los rusos.

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Anexo 14

La Política Internacional Alfarista

Eloy Alfaro vivió casi 70 años, en un período de grandes convulsiones

internacionales, algunas de las cuales tuvieron por escenario el continente americano, y asumió el mando en el peor momento para el prestigio internacional del Ecuador, ya que la errática y torpe diplomacia de García Moreno y quienes lo siguieron había colocado al país en un agujero sin amigos y con fama de no mostrar ninguna solidaridad con sus vecinos.

Por dos ocasiones García Moreno había tenido conflictos armados con

Colombia; había invitado al presidente del Perú a invadir su propio país; trató de entregar el Ecuador a Francia y no había mostrado solidaridad con Perú ni con Chile cuando surgió el conflicto con España.

Era en esto un digno sucesor espiritual de Juan José Flores, quien había

propiciado la reconquista española; formado bandas de corsarios contra el mismo Ecuador del que había sido presidente y conspirado en el Perú y Europa contra los gobiernos ecuatorianos.

Eloy Alfaro era todo lo contrario. Durante su azarosa vida de perseguido político había recorrido casi toda

América, y en todas partes había promovido la causa de la solidaridad continental de los pueblos, llegando, en más de una ocasión, a combatir por la causa de países hermanos, como ocurrió en Nicaragua, país en el que adquirió su grado de general de división.

A más de la ardorosa y apasionada defensa de la integridad territorial

ecuatoriana, amenazada en 1910 desde el Sur, Alfaro fue el propulsor de tres grandes causas continentales.

La independencia de Cuba Alfaro conocía personalmente a todos los luchadores por la libertad de

América, y mantenía vínculos estrechos con los patriotas cubanos que bregaban por la emancipación de su isla.

En Nueva York había conocido a José Martí y Antonio Maceo, y les ofreció

su apoyo a la causa cubana, de triunfar en su lucha por el poder. Martí, quien cayó en combate el 19 de mayo de 1895, no alcanzó a ver las gestiones de Alfaro luego de la revolución liberal, pero dijo de él que era “de los pocos americanos de creación”.

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No bien ascendió al poder, Alfaro cumplió su ofrecimiento a Cuba. El 19 de diciembre de 1895 dirigió una carta oficial a la Regente española, María Cristina, planteando el delicado tema de la emancipación de la isla.

“El pueblo del Ecuador, que un tiempo formó parte de la Monarquía

Española, y a la cual le ligan los vínculos de la amistad, de la sangre, del idioma y de las tradiciones –escribe Alfaro a la virtual Reina–, se siente conmovido en presencia de la cruenta y aniquiladora lucha que sostienen Cuba, por su emancipación política, y la Madre Patria, por su integridad.

“Mi gobierno –continúa Alfaro– ciñéndose a las leyes internacionales,

guardará la neutralidad que ellas prescriben; pero no se puede hacer el sordo ante el clamor de este pueblo, anheloso de la terminación de esta lucha”

No, Alfaro nunca se había “hecho el sordo” frente al clamor de los pueblos y

ahora, cuando era presidente, no iba tampoco a “hacerse el mudo”. Bien concebida en su estructura, la comunicación alfarista ponía acento en la

conveniencia para la propia España de poner término a la dominación de tres siglos, y recordaba el caso de la Gran Colombia, que “durante quince largos años lidió por su independencia y la conquistó a costa de más de doscientas mil vidas, de la casi total extinción de su riqueza pública y privada”. Alfaro recordaba inteligente y diplomáticamente que “España perdió casi todo su comercio con América” como resultado de las guerras, y señalaba que, de haber prestado oídos a los reclamos de los pueblos “no se habría desviado la corriente de su comercio de esta parte del mundo, y la comunión entre ambos pueblos no habría tenido solución de continuidad”.

La carta, que expresaba valerosamente el sentir de todo el continente, fue

profusamente reproducida en todos los periódicos de América, y Antonio Maceo se dirigió al caudillo ecuatoriano para decirle “si yo no lo conociera a usted, mi buen Alfaro, descubriría toda su alma en esas magníficas líneas, que serán uno de sus mejores derechos –y tiene usted muchos– con que pasar a la inmortalidad como uno de los americanos más ilustres y más dignos de veneración”.

Impresionado ante la lealtad de su amigo, el colombiano José María Vargas

Vila, quien luego escibiría sobre él un apasionado libro, “La Muerte del Cóndor”, dijo que “Martí tuvo la gloria de la muerte. Alfaro ha tenido la gloria del triunfo. A mí me queda la gloria del dolor”.

La Gran Colombia Alfaro concebía su tarea como una continuación de la obra de Bolívar.

Cuando todavía estaba en armas, el 9 de octubre de 1883, Alfaro, a la sazón Jefe Supremo de Manabí y Esmeraldas, se dirigió a la Convención Nacional en los siguientes términos: “Hoy no somos más que un girón desprestigiado de la gloriosa nacionalidad que nos legaron –íntegra– los héroes de la magna

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revolución de la independencia. Dejemos, pues, a un lado las pasiones ruines del partidarismo personal, honorables diputados, y reparemos medio siglo que llevamos de errores y calamidades, bajo el título nominal de república.

Los ecuatorianos, que rendimos culto eterno a la imperecedera memoria de Bolívar, a la par que a las virtudes del inmaculado Sucre, hemos de propender a la pacífica reconstitución de Colombia, la Grande”.

La Convención, que reunía en mezcolanza coyuntural a liberales y

conservadores, no hizo nada. Años más tarde, mientras estaba en el exilio, pero recorriendo América,

Alfaro insistió en el tema ante el gobierno venezolano de Guzmán Blanco, y comisionó para tales gestiones a su hermano Marcos Alfaro. El general Guzmán Blanco, quizá celoso de la preeminencia que Bogotá pudiese adquirir sobre Caracas, respondió tratando de integrar en el mismo bloque a Perú y Bolivia, y el proyecto fracasó por falta de interés de los peruanos. Alfaro parecía derrotado.

Pero no era hombre que se dejara vencer. En 1911, 28 años luego de su

propuesta original, volvió a insistir ante el nuevo presidente venezolano, Juan Vicente Gómez, tratando de reconstituir “aquella histórica y hermosa nacionalidad, patria de Bolívar, de Santander y Olmedo, ante cuyo recuerdo se aviva el deseo de la Confederación Colombiana, como un homenaje a sus próceres y como un factor poderoso para la futura grandeza de la América Latina”.

Gómez respondió con una evasiva, y un año después la muerte cayó sobre

Alfaro, aplazando otra vez el viejo sueño de Bolívar.

El Congreso de México Todavía no terminaba el año 1 de la revolución, cuando Alfaro se dirigió (dic.

26 de 1895) al presidente de México, instándole a convocar un Congreso Panamericano que estudiara la conformación de códigos comunes, libertades comerciales y otros aspectos prácticos de la integración continental.

Propuso incluso la fecha, el 10 de agosto de 1896, como un homenaje a la

proclamación de Quito en 1809, y México aceptó tanto la idea cuanto la fecha. Alfaro nombró como plenipotenciarios ecuatorianos para aquella reunión a

Luis Felipe Carbo, Luis Felipe Borja y Julio Andrade. Sin embargo, el Secretario de Estado (Canciller) norteamericano, el señor

Richard Olney, preocupado ante la fuerza que tomaba la idea de la unidad latinoamericana, interfirió en el proceso, desestimuló a muchos timoratos y finalmente, de modo claramente grosero y antiprotocolario, habló con el Ministro (Embajador) mexicano en Washington, don Manuel Covarrubias, exponiendo algunos puntos “reservados”.

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Años más tarde se hicieron públicos, cuando se editó la correspondencia del embajador Covarrubias con su canciller.

“Debo informar a usted –escribía el embajador– que Mr. Olney entró en

algunas otras consideraciones, que acaso no convendría poner en conocimiento del señor Carbo. Comenzó por decirme que el Ecuador no tenía el prestigio bastante para acometer ni para llevar a cabo una empresa de la importancia que debía tener un congreso americano”.

Descaradamente, Olney dijo que se había puesto al habla con varios

diplomáticos latinoamericanos, y que se hallaba persuadido que éstos no tenían interés en la realización del congreso. Por su parte, añadió, los Estados Unidos se hallaban negociando con Inglaterra varios detalles en torno a las fronteras de este país (a través de su colonia de Guayana) con Venezuela, y no estimaba conveniente volver a tocar el punto de la Doctrina Monroe.

En otras palabras: los Estados Unidos boicotearon la realización del

congreso de México, como en su tiempo lo habían hecho con la convocatoria de Bolívar al congreso de unidad americana de Panamá.

¿Por qué será?

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90

Anexo 15

Una columna vertebral (Un poco de historia del ferrocarril)

Éste era un país que nació sin espinazo…

Los debates entre historiadores suelen ser tanto o más ardorosos que entre economistas. Eso torna doblemente significativo que, en el simposio convocado por el Centro Andino de Estudios e Investigaciones, en abril de 1980 y con motivo del sesquicentenario de la formación de la República, todos los participantes estuvieran de acuerdo en varios puntos esenciales.50

Uno de ellos, Pedro Saad Herrería, autor de este pequeño libro que el lector

tiene en sus manos, definió el punto central de las coincidencias de modo explícito. “1830 –dije entonces– no significa nada. La emancipación política no fue una revolución. No tiene, por tanto, legitimidad histórica. Se trata simplemente de una transformación en la superestructura del Estado y no de una modificación sustancial en la base económica de la sociedad ecuatoriana”.51

Efectivamente, aunque Ecuador nació como entidad geopolítica en mayo de

1830, la integración de sus partes constitutivas (tanto en el aspecto étnico cuanto en el orden regional) no se había producido antes; no se generó con el surgimiento de la República y continuó sin producirse durante un largo período histórico.

En diciembre de 1822, el Libertador Simón Bolívar lo constataba con lucidez.

“Pasto (a la época parte del país), Quito, Cuenca y Guayaquil son cuatro potencias enemigas unas de otras; todas queriéndose dominar, pero sin tener fuerza ninguna con que poderse mantener, porque las pasiones interiores despedazan su propio seno” 52

Mientras Ecuador se mantuvo en el seno de la Gran Colombia (de 1822 a

1830), estas diferencias regionales quedaron subsumidas en la maraña de complejidades del Estado unificado y fueron acalladas por la continuación de las guerras de emancipación en Perú y la actual Bolivia; pero, tan pronto Ecuador

50 Y entre aquellos debatientes había personas tan distantes en sus conceptos de base como Monseñor Juan Larrea Holguín y René Maugé, a la sazón Secretario General del Partido Comunista; como Enrique Ayala y el jesuita Jorge Villalba; como Fray José María Vargas y Pedro Saad Herrería. 51 Las actas del simposio fueron publicadas en el Nº 6 de la revista “Cultura” (Quito, 1980). La cita de Saad en la pág. 267. 52 Carta a Santander, del 6 de diciembre de 1822.

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dictó su primera Constitución republicana (septiembre de 1830) emergieron al primer plano.

En realidad, ya habían estado allí durante las guerras independentistas, pero

el fragor de los combates impidió escucharlas. Cuando Quito expresó su voluntad emancipadora en agosto de 1809,

Guayaquil no adhirió a tal manifestación, pues de hecho ni siquiera era a la época dependiente del Virreinato de Nueva Granada, que involucraba Quito, sino que había sido transferida a la jurisdicción militar del Virreinato de Lima. Y el caso de Cuenca fue bastante similar.

En contrapartida, cuando surge la “segunda oleada” de los movimientos

emancipadores, a partir de octubre de 1820, el Guayaquil independiente de Olmedo estableció su hegemonía en buena parte del país, con la excepción de Quito, que no adhirió a la causa “guayaquileña” y hubo de ser tomada por las armas en mayo de 1822.

Y, luego de 1830, las diferencias se agravaron aun más. El listado de los conflictos regionales de la primera etapa republicana

debería incluir la llamada “Revolución de los Chihuahuas” (1834), la muy cruenta Batalla de Miñarica (1835), la “Revolución Marcista” (1845) e innumerables otros enfrentamientos, que en ocasiones se antepusieron a los peligros internacionales.

Así, en 1859, por ejemplo, cuando se produce la invasión peruana del

general Castilla, ésta fue convocada y propiciada por una de las facciones políticas en disputa interna.53

En ese momento existían en el país cinco gobiernos diferentes, incluido uno

federalista en Loja. En resumen, y para no alargar este Anexo, bueno será recordar que entre

1830 y 1912, en sólo 82 años de luchas por el poder, sin contar las guerras de independencia ni uno que otro choque internacional, en Ecuador tuvieron lugar 197 batallas y combates civiles. ¡2.4 combates por año, sin contar las innumerables escaramuzas, choques, duelos colectivos y encuentros menores!54

Era lógico. Al fin y al cabo existieron 33 gobiernos centrales en el mismo

período. Menos de dos años y medio cada uno, cuando todas las Constituciones establecían una duración legal de cuatro.

La inestabilidad no era sólo política. En el campo económico, las diferencias

eran muy profundas. Leonardo Vicuña las ha resumido del modo siguiente: "La

53 Don Gabriel García Moreno. 54 Las fechas se eligieron entre la formación de la República y el arrastre de don Eloy Alfaro. El alucinante listado puede encontrarse en Federico E. Trabucco: Síntesis Histórica de la República del Ecuador. edit. Santo Domingo. Quito, 1968. págs.437-445.

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formación económico-social ecuatoriana (se refiere al siglo XIX) es un conjunto orgánico de varios tipos y modos de producción: capitalismo dependiente, feudalismo colonial, economía mercantil simple y comunidad primitiva, articulados exógenamente por los requerimientos del funcionamiento del sistema capitalista mundial y endógenamente por la racionalidad y las prácticas mercantilistas, que penetran a través de los mercados interregionales más o menos consolidados. Esta serie de articulaciones es generadora y trasmisora del desarrollo desigual y combinado de la totalidad social" 55

El mismo investigador cruza este resultado de análisis económico con una

matriz espacial. "Los tipos y modos de producción en el Ecuador -nos afirma- tienen su concreción singular dominante en las diferentes matrices regionales; a tal punto que podemos correlacionar espacio y sociedad en los siguientes términos: Costa (capitalismo dependiente); Sierra centro-norte (feudalismo colonial); Sierra centro-sur (producción mercantil simple) y Oriente (comunidad primitiva)"56

De allí que las confrontaciones, bajo forma de contiendas de guerras civiles,

tuvieran tanto un contenido de clase; es decir, ideológico (o pseudo-ideológico) cuanto una racionalidad (o irracionalidad) regional.

Es que, para poder llevar a los ejércitos, aunque sólo fuese como carne de

cañón, a estos combates, esas mismas clases dominantes tenían que apoyarse en dos elementos: una "ideología" aunque hubiese devenido simplemente retórica y un apego regional, asentado en el odio, el desprecio o el temor. Ora a los serranos, ora a los costeños.

El país, forzado a mantener la unión centralista por el peligro que

representaban sus vecinos más poderosos, no había encontrado un vínculo nacional que consolidara dicha unión, y las relaciones y comunicaciones de sus partes constitutivas eran mucho más fluidas con el exterior que al interior de la ya no tan flamante República del Ecuador.57

Hasta cerca de fines del siglo XIX, Ecuador puede ser visto como un

conglomerado coloidal de realidades regionales muy sólidas, amalgamado en su conjunto como una muy frágil unidad nacional.

Era un país sin columna vertebral.

Antes de Alfaro El ferrocarril había iniciado su “carrera” tecnológica a fines del siglo XVIII;

pero fue solamente el 17 de septiembre de 1825 cuando el inglés George Stephenson logró construir una locomotora que arrastró, en terreno plano, 38

55 Leonardo Espinoza: La influencia de 1830 en el desarrollo republicano del Ecuador. Revista Cultura Nº6. edit. Don Bosco. Cuenca, 1980. pág.231 56 Idem. Pág. 238 57 Una carta tardaba bastante menos en llegar de Quito a Bogotá que de Quito a Guayaquil, y la misma misiva enviada desde el puerto llegaba cinco veces más rápido a Lima que a Quito.

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vagones a una velocidad que osciló entre 20 y 25 km/h. Era la primera vez que el hombre conocía un transporte que superaba la velocidad de un caballo al galope.58

Bastante después, el 10 de mayo de 1869, se completó finalmente el

ferrocarril transcontinental norteamericano, en el que un pasajero podía llegar del Pacífico al Atlántico en ocho días59

Desde la década de 1830, cuando el impetuoso desarrollo europeo evidenció

que las vías férreas eran el medio de transporte del cual dependería el progreso futuro, Ecuador comenzó a soñar con la construcción de un tren que uniese la Sierra con el litoral, y que diese así salida exportable a los productos interandinos y que unificara el país.

Pero el comienzo efectivo del tendido de vías férreas habría de esperar al 18

de julio de 1873 para presenciar el primer recorrido (5 kilómetros) de un ferrocarril que partía de Yaguachi, con rumbo a Milagro.60

Es significativo, y evidencia el proyecto global que abrigaba García Moreno,

que el déspota ilustrado no aceptara que las primeras locomotoras llevaran su nombre y el de su Ministro de Hacienda, José Javier Eguiguren, y que las hiciera rebautizar “Quito” y “Guayaquil”.61

Pero, en la práctica, avanzó muy poco más. El 1 de mayo de 1874 la vía llegó

a Milagro (un total de unos 12 kilómetros). Pero es más importante señalar que el cobro de fletes de aquel modesto tramo produjo ya en el primer mes un total de 358 pesos, “cantidad con la que pagaron holgadamente al cuerpo de ingenieros de la obra”.62

García Moreno no pudo leer ante el Congreso Nacional su informe

correspondiente a 1875 (cayó abatido el 6 de agosto de ese año, cuatro días antes de la presentación del informe); pero ese informe quedó listo y redactado. Allí decía “No debo omitir al menos que tenemos en explotación 9 leguas de ferrocarril (unos 45 kilómetros), con rieles suficientes para tender unos 30 kilómetros más”.63

Fue sólo bajo la presidencia de Ignacio de Veintemilla cuando se tendieron

otros 27 kilómetros (hasta el río Chimbo), y José María Plácido Caamaño lo extendió entre Yaguachi y Durán (unos 21 kilómetros), sin atreverse a acometer la gran epopeya de tramontar los Andes, y conservando un diseño de vía estrecha.64

58 Isaac Asimov: “Cronología de los Descubrimientos”. Edit. Ariel. Bogotá, 1990. Pág. 339 59 Idem. Pág. 430. Es interesante anotar que el primer ferrocarril francés, el París-St. Germain, de sólo 21 kilómetros, se inauguró en 1837, y que el primero español (28 kilómetros) data de 1848. 60 Alfredo Maldonado Obregón: “Memorias del Ferrocarril del Sur”. s/e. Quito, 1977. Pág. 20 61 Idem. Pág. 21 62 Idem. Pág. 23 63 Luis Robalino Dávila: “Orígenes del Ecuador de Hoy”. Edit. CCE. Quito, 1968. T.V Pág. 214 64 A. Maldonado O. op. cit. Págs. 28-40

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Superar la montaña parecía imposible. Los técnicos alemanes que trajo

García Moreno para su Escuela Politécnica ni siquiera se atrevieron a mirar los primeros bosquejos cartográficos. El gran geógrafo Teodoro Wolf hizo otro tanto. Finalmente, el presidente Antonio Flores Jijón llegó a decir “Si algún mandatario llegare algún día a tramontar con un ferrocarril la Cordillera de los Andes, ese magistrado será más grande que la Cordillera de los Andes”.65

Tal vez éste sea el más hermoso epitafio para don Eloy alfaro.

Las administraciones de Alfaro

El escándalo llamado “La venta de la bandera”, por el cual Ecuador alquiló su insignia nacional para una transferencia de dominio de un buque chileno, terminó de hundir al gobierno llamado de “La Argolla” y desencadenó un proceso revolucionario que concluiría con el ascenso al poder de don Eloy Alfaro, caudillo radical, a la sazón exiliado en Nicaragua, quien iba a producir la más profunda transformación en la base económica y en la estructura social de la historia de Ecuador.

Sin embargo, por la conformación económico-social que heredaba, el

alfarismo tuvo una base política fundamentalmente costeña, y muy fuertes resistencias en la Sierra ecuatoriana, cuyos sectores dominantes, apoyándose en las autoridades eclesiásticas, desataron una violenta lucha contra Alfaro, a quien se “acusaba” de “indio”, “masón” y “hereje”.

Alfaro cambió todo el país… Separó a la Iglesia del Estado, confiscó las

propiedades eclesiásticas (los llamados “bienes de manos muertas”), tornó laica y gratuita la educación, abrió las puertas para la incorporación de la mujer a la producción, suprimió los tributos de indios (que se habían mantenido desde tiempos coloniales) y liberó a la producción y al comercio de las trabas que la antigua oligarquía (fundamentalmente terrateniente y demográficamente serrana) había creado a lo largo de 70 años de dominio.

Desde muy pronto en su administración, Alfaro se interesó por el estado de

la construcción del ferrocarril. Alfaro llegó a Quito el 4 de septiembre de 1895 y, todavía combatiendo

contra los conservadores que se replegaban al norte, pidió ese mismo mes informes sobre el estado de las vías.

La respuesta del administrador, Juan Sánchez, era para descorazonar a

cualquiera… Apenas 91 kilómetros, “la mayor parte de los cuales se encuentra en mal

estado”; 4 locomotoras; los terraplenes, de apenas 35 cm., estaban socavados por la colocación en ellos de ductos de agua potable; además, la última

65 Idem. Pág. 89

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empresa constructora, la compañía Kelly, había iniciado un juicio por falta de pago.

El cabotaje fluvial de Durán a Guayaquil se lo hacía con un paquebote

alquilado, por el cual se pagaban 21,600 pesos mensuales (cuando la embarcación costaba un total de 35,000).

En realidad, para todo fin práctico, el Ferrocarril del Sur, como ya se lo

denominaba, no existía.66 Alfaro tuvo que comenzar de cero. Cuando finalmente se suscribió el

contrato con la “Guayaquil & Quito Railway Co.”, que gerenciaba el señor Archer Harman, se estipuló que “tendrán que rehacer en su totalidad las 65 millas existentes del ferrocarril entre Durán y Chimbo”.67

Éste no es el trazado de la línea que finalmente se construyó, y quizá en

aquel momento, al elegir esa ruta, primó en la mente de don Eloy un recuerdo algo nostálgico del camino que emprendió en junio de 1895, cuando salió de Guayaquil en el curso de la campaña que culminaría en Gatazo.

Pero, volvamos a nuestro relato… El costo total de la obra se estimó en 17’532,000 dólares oro

norteamericanos.68 Aunque el trazado se cambió varias veces en el curso de la construcción, los

valores estipulados en el contrato original (26 de mayo de 1897) nos dan una idea aproximada de la dificultad de construcción de la obra, ya que establecían un costo total de apenas $ 10,000 para la construcción de la terminal de Quito (incluidos los depots y vías secundarias), pero fijaban costos por milla, variables según la altitud de las estaciones y las dificultades del terreno, entre $ 20,000 en la zona de Ambato y un máximo de $ 57,000 entre Chimbo y Guamote.69

Luego, los cambios de ruta motivaron un camino diferente; pero las razones

eran las mismas. El ferrocarril tiene gradientes muy pronunciadas en diversos tramos (por

encima del máximo de 3% establecido en el contrato original), como es fácil comprender al mirar kilometraje (Durán se considera km. 0) y altitud de varias estaciones.70 El siguiente cuadro aclara el fenómeno…

66 A. Maldonado O. op. cit. Págs. 51-54 67 L. Robalino Dávila: op. cit. T.VII Pág. 357 68 Idem. 69 Ibidem. Págs. 358 ss 70 A. Maldonado O. op. cit. Págs. 214/215

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Estación Km Altitud (msnm)

Bucay 86.8 294 Naranjapata 100.0 554 Huigra 116.6 740 Chanchán 122.0 1458 Sibambe 129.8 1918 Alausí 142.6 2346 Tixán 152.6 2858

El tramo al cual se refiere el cuadro anterior es aquel donde existen dos

túneles (18.5 m cada uno) excavados en granito, y la famosa “Nariz del Diablo”, de gradiente tan pronunciada que el ferrocarril debe dar marcha adelante/atrás para ascenderla.

Lo cierto es que, luego de innumerables contratiempos -técnicos y legales- el

ferrocarril arribó finalmente a Quito el 17 de junio de 1908, cuando la hija del general Alfaro colocó un último clavo de oro en los durmientes. El servicio regular se inició el 25 del mismo mes y año.71

Para julio de 1912 circulaban tres clases de trenes. El de pasajeros, que

hacía el recorrido de Durán a Riobamba los días lunes, miércoles y viernes y de Riobamba a Quito los martes, jueves y sábado. Se zarpaba del malecón de Guayaquil a las 06H45; el tren partía de Durán a las 07H45 y llegaba a pernoctar en Riobamba a las 18H10. Al día siguiente partía de Riobamba a las 07H10 y llegaba a Quito a las 15H15, luego de recorrer un total de 464.2 kilómetros. El trayecto de retorno se iniciaba en Quito a las 08H00 (lunes, miércoles y viernes), llegando a Riobamba a las 17H00. al día siguiente partía de esa población a las 06H30 y llegaba a Durán a las 16H15. El pasajero podía aspirar llegar a Guayaquil a las 17H05.72

Los trenes de Carga y el Mixto (pasajeros y carga) circulaban a diario,

saliendo de Durán a las 18H00 y deteniéndose para pernoctar en Bucay a las 23H00, de donde partía nuevamente a las 06H45 del día siguiente, deteniéndose en Ambato a las 17H50, para salir nuevamente a las 03H25 del tercer día, y arribar finalmente a Quito a las 09H50.73

Es significativo de las diferencias de religiosidad regional que los trenes de

pasajeros sólo circulaban los días domingo entre Guayaquil y Bucay, respetando la “fiesta de guardar” en la Sierra.

§§§

La ruta del Ferrocarril del Sur (aquel “ferrocarril más difícil del mundo”,

que nadie se atrevía a emprender) fue siempre riesgosa. De hecho, el propio 71 Diario El Comercio de las fechas indicadas 72 A. Maldonado O. op. cit. Págs. 214/215 73 Idem

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Alfaro, en una extensa carta privada (fechada en Panamá, el 28 de octubre de 1911, a la que se suele llamar, un tanto abusivamente, “Historia del Ferrocarril de Guayaquil a Quito”), narra las múltiples ocasiones cuando el contratista de la obra, Archer Harman, acudió a él con motivo de deslaves o derrumbes. 74

El mandatario tuvo que apelar a todas sus fuerzas espirituales para no ceder

a la tentación de paralizar la obra. “Cada vez que se ofrecía hacer viaje a Guayaquil -escribió-, me venía por el lado de Alausí, recorriendo la línea señalada para la vía férrea, y quedaba espantado al ver esos precipicios, que eran intransitables hasta para las cabras, y a veces me asaltaba la ídea de su impracticabilidad si no se hacía mayor gasto de millones de dólares. Pero, cerraba los ojos y confiaba en mi buena estrella”.75

Una “buena estrella” que se apagó muchas veces. Y, sin embargo, cada vez

se reconstruía el tramo destruido.

§§§

Aunque no es éste el lugar para completar una “Historia del Ferrocarril Ecuatoriano”, que alguna vez habrá que emprender, adelantemos aquí que “el tren” –como lo llamaba (y aún llama) el pueblo– llegó a Quito recién el 25 de junio de 1908; y que ese mismo ferrocarril, que era algo así como la insignia de su administración, fue utilizado en 1912 para traer a don Eloy detenido y rumbo a su inmolación final.

Como negocio, los primeros años del ferrocarril dependieron de la situación

política general del país. Entre 1908 y 1912, por ejemplo, los ingresos brutos ascendieron a un total acumulado de 6’944,698 sucres, al tiempo que los gastos fueron de 6’651,737, para una adecuada utilidad de 292,961 sucres en los cinco años.76

Pero, el 28 de enero de 1912 asesinaron a don Eloy Alfaro, y la contabilidad

de la empresa comenzó a tener muy acusados altibajos, que la empresa trató de compensar con gigantescas elevaciones de tarifas para la carga. Y se llegó a límites casi absurdos. El material sanitario importado por el Municipio de Quito, por ejemplo, incluyendo embalaje, seguros, flete y derechos consulares pagó $ 9.oo desde Alemania a Ecuador, pero debió cancelar $ 10.oo por costos locales. Cuando la misión Kemmerer llegó al país a mediados de los años 20, constató que “las tarifas eran tan altas, que incluso el transporte por mula podía competir con el camino”77

El 19 de marzo de 1925, a los 17 años de inaugurado el ferrocarril, y muertos

ya Alfaro y Harman, hubo un enorme derrumbe en la zona del río Chanchán, como resultado de la creciente del río, que arrasó con casi 20 km. de vía y dejó aisladas a las regiones por casi dos meses.

74 Eloy Alfaro: “Historia del Ferrocarril de Guayaquil a Quito”. Edit. Universidad Laica. Portoviejo, 2000 75 Eloy Alfaro: op. cit. Pág. 36 76 Lois Crawford: “El Ecuador en la época cacaotera”. Edit. Universitaria. Quito, 1980. Pág. 135 77 Idem

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Desaparecidos Alfaro y Harman, los dos grandes artífices de la obra, los

accionistas privados entraron en pánico y ofrecieron en venta inicialmente el 54% de las acciones, que mantenía en propiedad una empresa “holding” llamada “Inca Company”.

Se trataba de $ 2’834,100.oo de acciones preferenciales, a las que luego se

sumaron los $ 2’863,900.oo del stock común. Ese gran total de USD 5’698,000.oo fue adquirido por el Estado ecuatoriano (el 13 de abril de 1925, bajo la administración de Gonzalo S. Córdova) en un gran total de USD 600,000.oo. Como se ve, una excelente compra, al 10.53% de su valor nominal.78

Al tipo de cambio de la época, eso representaba 2’400,000 sucres y, para

tener una idea del calibre de la decisión fiscal, bueno será recordar que el presupuesto nacional para 1925 llegaba a un total de apenas 35’833,080.46 sucres.79

Parte sustancial del dinero (415,000 dólares) lo facilitó el Banco Comercial y

Agrícola, que lo obtuvo del “Bank of Spanish America” y éste de sus casas centrales en N. York y Londres.80

En cuanto al funcionamiento del Ferrocarril del Sur, su transporte de carga,

del que tenemos estadísticas desde 1910 (44,550 toneladas ese año), estuvo en continuo aumento, con excepción de los años 1930 al 33, por motivos de la crisis universal de aquellos años. Para 1937, la carga movilizada fue de 242,850 toneladas, y el total acumulado (1910-37) fue de 3’428,105 toneladas.81

En ese mismo período, los pasajeros transportados fueron 6’099,214, para

un promedio anual de 226,000 pasajeros/año.82 La adquisición del ferrocarril fue un buen negocio para el Estado en los

primeros años, y ya en 1925 se registraron ingresos por 590,000 sucres.83 En general, en el período 1925-1937, los ingresos fiscales del ferrocarril

llegaron a un total de 95’540,596 sucres, mientras los egresos ferroviarios fueron de un total de 79’574,594 sucres, para un superávit de 15’966,002 sucres. 6.65 veces el valor invertido en la adquisición de las acciones.84

Pero los cambios introducidos por el ferrocarril no fueron sólo económicos.

Además, la relación demográfica del país había sufrido un enorme vuelco. Los flujos migratorios (internos y externos) habían transformado el país.

78 A. Maldonado: op. cit. Pág. 227 79 Lois Crawford de Roberts: “El Ecuador en la época cacaotera”. Ed. Universitaria. Quito, 1980. Pág. 252 80 Lois Crawford: op. cit. Pág. 136 81 A. Maldonado: op. cit. Pág. 241 82 Idem 83 Lois Crawford: op. cit. Pág. 253 84 A. Maldonado: op. cit. Pág. 241 (elaboración nuestra)

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Durante el período colonial, Guayaquil había sido bien poco más que un

villorrio casi sin importancia, y al concluirse la obra, apenas nacido el siglo XX, era el centro de la economía ecuatoriana. Y no era únicamente el caso de Guayaquil. El porcentaje demográfico de la costa en su conjunto había cambiado radicalmente.

En 1780, cuando la población total del país (incluido Pasto) era de 450,000

habitantes, sólo el 7% (31,500 personas) correspondía a la costa. Para 1825, las guerras emancipadoras habían modificado dicha relación y, de un total de 480,000 habitantes del país (ya en sus límites actuales), 74,000 (15.5%) vivían en la costa.85

Estas cifras fueron cambiando lentamente al principio. Para 1846, la

población de la provincia de Guayas había alcanzado los 70,686 habitantes, y 219 de ellos (0.31%) eran extranjeros.86

40 años más tarde, en 1886, la proporción de la costa había alcanzado el

22.37% del total, que ya había rebasado el millón de habitantes.87 La Revolución Alfarista, la incorporación definitiva al mercado capitalista

mundial y la construcción del ferrocarril cambiaron radicalmente esa proporción. Para 1899, la población de Guayaquil era ya de 60,483 habitantes, y de ellos

sólo el 55.91% (33,816) eran nativos de la ciudad, y la proporción de extranjeros había alcanzado el número de 9,368, un insólito 15.49%.88

La población del puerto incluía ahora un 4.85% de personas nacidas en

Pichincha; un 3% de Chimborazo; 2.67% de Tungurahua; 3.09% del Azuay…89 La realidad nacional había cambiado, en gran medida como resultado de la

construcción del Ferrocarril del Sur. El país había adquirido una columna vertebral.

§§§

“The Guayaquil & Quito Railway Co.” estuvo bajo administración eficiente, y conservó su nombre original pese a la adquisición estatal de 1925, hasta el 2 de agosto de 1946 (administración de Velasco Ibarra), cuando se creó la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE).90

85 Revista Cultura Nº6. Pág. 139 86 Manuel Chiriboga: Jornaleros y Gran Propietarios en 135 años de exportación cacaotera. Edit. CPP. Quito, 1980. Pág. 24 87 Julio Estrada Ycaza. En Revista del Archivo Histórico del Guayas Nº 11. Pág. 20 88 Julio Estrada Ycaza. op. cit. Pág. 23 89 Idem 90 F. Trabucco: op. cit. Pág. 670

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A partir de ese momento, la EFE se politizó; los beneficios laborales aumentaron vertiginosamente; la dirección se asignó como botín político; el Estado decidió absurdamente convertirse en su propio competidor, construyendo carreteras que corrían paralelas a la vía del tren y, en general, el Ferrocarril del Sur entró en etapa de enfermedad terminal.

El noble y ronco sonido del tren dejó de ser un desafío para la audacia y un

llamado a la construcción del futuro y se transformó en el triste réquiem por el final de una era.

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Anexo 16

Del feligrés al ciudadano Una aproximación al laicismo alfarista

Visto con la óptica del siglo XXI, la situación imperante en el Ecuador de

antes de la Revolución Liberal91 se observa como una continuación de la Edad Media.

Toda la vida humana, desde la cuna hasta el funeral, estaba enmarcada,

dirigida y calificada por la administración eclesiástica católica, que había profundizado su dominio, especialmente a partir del Concordato de 186292.

Todo era regido por la Iglesia Católica. Al no existir ninguna forma de Registro Civil, el único documento que

certificaba la existencia de un individuo era su Fe de Bautismo, que lo consagraba, pues, no como ciudadano de un Estado determinado, sino como feligrés de una iglesia específica. Hasta filológicamente era así, pues esto de “feligrés” viene de la expresión latina fili eclesiae (hijo de la Iglesia).

La educación era, por supuesto, íntegramente confesional, como lo era la

misma ciudadanía que exigía la pertenencia a la iglesia católica romana.93 El Concordato de García Moreno le otorgaba a la jerarquía católica muchos derechos que antes no tuvo, ni siquiera bajo el régimen colonial español, incluso la prohibición de ingreso al país de “cualquier sociedad o secta condenada por ella”.

Alfredo Pareja Diezcanseco considera “lo más grave de todo: que la

instrucción en universidades, colegios, escuelas públicas y privadas debía 91 En realidad, no es del todo legítimo bautizar de “liberal” a la Revolución Alfarista, pues ésta trascendió, tanto en extensión cuanto en profundidad, todos los conceptos previos que enmarcaban el “liberalismo” clásico, tanto en el campo económico cuanto en los terrenos político, social y cultural. 92 El Concordato fue suscrito, en Roma, el 26 de septiembre de 1862, pero fue ratificado por García Moreno (y, en consecuencia, se convirtió en Ley de la república) el 17 de abril del año siguiente. Es interesante anotar que, como plenipotenciario por Ecuador, suscribió el documento el Arcediano de la Catedral de Cuenca, don Ignacio Ordóñez. 93 La primera Constitución Política que, de modo explícito, exige como requisito para ser ciudadano el reconocer la religión católica es la llamada Carta Negra, expedida el 11 de agosto de 1869, que admite a la católica como religión del Estado, y añade "y se conservará siempre (la católica) con los derechos y prerrogativas de que debe gozar según la ley de Dios y las disposiciones canónicas".

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hacerse en absoluta conformidad con el catolicismo, hallándose autorizados los obispos para designar los textos escolares, no sólo en cuestiones de religión, sino en las de moral, y para prohibir cualquier libro que estimaren contrario a sus principios”.94

No existía el matrimonio civil y, como se comprende, el divorcio seguía

estando totalmente prohibido. Ni siquiera en el momento de morir se libraba el pobre individuo de esta

férula eclesiástica, pues la administración de los cementerios, llamados camposantos, también estaba limitada a la gestión eclesiástica, habiéndose llegado al caso extremo de que cuando, el 2 de agosto de 1853, murió el augusto general y almirante, gran prócer de la independencia y creador de la Armada nacional, don John Illingworth (quien había acriollado su nombre por el de Juan Illingrot), la iglesia le negó el derecho a descansar en el cementerio general de Guayaquil (¡la misma Guayaquil que él había defendido tres veces!) por su doble condición de anglicano y masón.

Para completar el panorama del absurdo anacrónico, ni siquiera había curas

suficientes para todas estas tareas, pues la totalidad de los sacerdotes de las siete diócesis del territorio no pasaba de los 300, mientras los religiosos de órdenes, claustros y conventos eran más del doble de esa cifra.95

Pero el poder de la iglesia no era exclusivamente espiritual, y bien lejos de la

realidad quedaba aquello de que su reino “no era de este mundo”, pues un listado incompleto de los llamados “bienes de manos muertas”96 incluía, para 1905, unas 55 propiedades en haciendas y potreros, que cubrían decenas de miles de hectáreas y generaban una renta superior a los 256,000 sucres, equivalentes a cien veces el sueldo del Presidente de la República y casi lo mismo del presupuesto anual de todos los municipios de la provincia de Manabí.97

Fue entonces cuando se produjo la transformación política por la cual habían

luchado los radicales durante más de una década. Escapa a las finalidades de este artículo98 el penetrar en la narración de los

sucesos que antecedieron y sucedieron al 5 de junio de 1895, fecha comúnmente aceptada para el inicio de la revolución, y nos limitaremos al tema

94 A. Pareja: Historia de la República. T.I págs. 214-15. Quito, 1990 95 Según El Comercio (23 de diciembre de 1909): “del censo de religiosos practicado últimamente, en las 7 provincias donde están radicados, consta que existen: 121 madres de la Caridad, 34 monjas Clarisas, 32 religiosas de Santa Catalina, 66 conceptas, 47 en los Cármenes, 19 monjas trinitarias, 36 madres de la Providencia, 79 del Buen Pastor, 59 de los Sagrados Corazones, 25 bethlemitas y 37 de la Congregación de Marianitas. Entre los religiosos se cuentan 68 jesuitas, 47 franciscanos, 37 salesianos, 24 agustinos, 54 dominicos, 20 lazaristas, 16 redentoristas y 61 mercedarios”. 96 El apelativo proviene de que técnicamente los sacerdotes de órdenes religiosas o de claustros y conventos se consideraban “muertos para el mundo y renacidos en y para Cristo”. 97 Oswaldo Albornoz: Historia de la Acción Clerical en el Ecuador. Págs. 190-91. Edit. Solitierra. Quito, 1963. 98 Este “Anexo” fue publicado antes, como artículo, integrando el libro “El Laicismo en Ecuador”, publicado en 2007.

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de la relación Iglesia-Estado, que es la base misma del concepto de laicismo. Sin embargo, hay al menos un punto que sí resulta indispensable aclarar.

El obispo de Portoviejo, Pedro Schumacher, nacido en Alemania y ordenado

en Francia, se convirtió muy rápidamente en un “guerrero de Dios” y, cuando las conmociones civiles de 1869, transformó el Seminario en hospital para atender a los godos heridos, se dijo de él que "era valeroso y decidido. No en vano se le llamaba el espíritu de García Moreno".

Ya en los combates de 1895, decidió luchar con dos armas y, alternando la

pluma y el fusil, dijo que había que “escoger entre Dios y Satanás” e, instaurando en el país lo que hoy llamaríamos “fundamentalismo”, concluía su 23ª Carta Pastoral con el siguiente llamado, digno de Bin Laden: “Soldados cristianos, ¡el que sucumbiere en la contienda con el impío radicalismo, logra la palma del martirio!”99

Es de justicia señalar que no todos los sacerdotes comulgaban con estas

posturas fundamentalistas, y que unos cuantos curas pro-liberales se las ingeniaron de los modos más diversos para colaborar con la causa “hereje”.

Fue tan ingenioso y extremo el ardid del que debió valerse el presbítero

lojano Eliseo Álvarez que no podemos conformarnos con aplazar su relato, aunque ello signifique retardar el análisis.

A fines de 1884 estalló la revuelta alfarista de los “chapulos”, que debían

coordinar sus acciones con Vargas Torres, en Esmeraldas, y con el asalto de Eloy Alfaro en Manabí. El arribo de don Eloy debía ser la señal para la insurrección general, y muchos de sus partidarios, entre ellos un buen número de lojanos, sólo aguardaban conocer del desembarco para lanzarse a las armas.

Pero Alfaro fue derrotado en la batalla naval de Jaramijó, lo que frustró

su invasión, habiendo salvado la vida porque llegó a la costa en un barril. En Loja, donde los gobiernistas sospechaban ya de la existencia de una

nutrida célula radical, los curuchupas decidieron guardar en secreto la derrota alfarista, para caer sobre los complotados.

El presbítero Álvarez, que estaba al tanto de lo ocurrido, decidió jugarse

el todo por el todo e informar a los liberales de lo acontecido. Su sermón dominical es una preciosa mezcla de habilidad política criolla y de lealtad a la causa. Desde el púlpito dijo que “una vez más Dios estaba de parte de las armas gobiernistas, ya que había conducido a la más desastrosa derrota a ese embajador de las tinieblas que se llama Eloy Alfaro, que a estas horas debe estar hecho cadáver en el fondo del océano, frente a las costas manabitas”.100 99 Cfr. Enrique Ayala Mora: Historia de la Revolución Liberal Ecuatoriana. Quito, 1994. Edit. CEN. Pág. 97 100 Eugenio de Janón: El viejo luchador. Pág. 128. Quito, 1948.

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Como es lógico, los comprometidos lojanos se pusieron inmediatamente

a buen recaudo. Pero este caso no pasa de ser una anécdota, muy por debajo de la

gestión patriótica y progresista –sin por ello dejar su condición eclesiástica– de monseñor Federico González Suárez.

Lo cierto es que, apenas llegado al poder, pero con mayor fuerza a partir

del nacimiento del siglo XX, los cambios alfaristas101 se expresaron en leyes y decretos que profundizaron la separación entre la iglesia y el Estado y que sirvieron para liberar al ciudadano de su anterior dependencia de los dogmas impuestos por las jerarquías eclesiásticas.

La libertad de pensamiento –incluida su expresión por la prensa- quedó

establecida desde la tempranera Constitución de 1896-97 (art. 32); muy poco tiempo después, en junio del 97, se perfeccionó este precepto en una Ley de Imprenta; la tan perseguida libertad de reunión se vio protegida igualmente en la Constitución del 97 (art. 24).

Por razones de una bien comprensible cautela política, la libertad de

cultos debió esperar a tener su propia formulación legal hasta octubre de 1904. La Ley, extremadamente lacónica en su formulación, establecía…

¨Art. 1. El Estado permite el ejercicio de todo culto, que no sea

contrario a sus instituciones ni a la moral Art. 2. El ataque a una religión o a las personas de sus ministros, en

el ejercicio de un culto permitido en la República, será castigado conforme a las disposiciones de la Ley de Policía (…)

Art. 4. Las creencias religiosas no obstan para el ejercicio de los

derechos políticos y civiles; pero los ministros de un culto o los que tuviesen algún carácter eclesiástico no pueden ejercer los cargos públicos que emanen de elección popular directa¨.102

Los aspectos relacionados con la educación no tuvieron que esperar

tanto. El 30 de junio de 1897 se puso el Ejecútese presidencial a la Ley de Instrucción Pública, cuyo artículo 16 era taxativo:

¨La enseñanza es libre, sin más restricciones que las señaladas en

las leyes respectivas; pero la enseñanza oficial, y la costeada por las municipalidades, son esencialmente seglares y laicas¨.103

Cuando la creación del Registro Civil y el establecimiento del matrimonio

civil y el divorcio (1902) completaron este cuadro de reformas laicas, podía ya

101 Es de justicia reconocer aquí que, al menos en el campo de la legislación, las administraciones del general Plaza Gutiérrez mantuvieron la orientación laica que había impuesto don Eloy. 102 Eugenio de Janón. Op. Cit. Pág. 396 103 ídem. Pág. 398

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decirse que ahora, por fin y luego de 72 años de creada la República, los ecuatorianos éramos finalmente libres.

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Anexo 17

Asesinaron al General Pedro J. Montero

Al término de una borrascosa sesión del Consejo de Guerra que debía

juzgarlo, este jueves, 25 de enero de 1912 ha sido asesinado en Guayaquil el general Pedro José Montero, quien se había proclamado Jefe Supremo, y en calidad de tal había ya firmado las capitulaciones de Durán, el lunes 22 de los corrientes.

El Consejo de Guerra no pasó de ser una farsa. El Presidente del Consejo,

coronel Alejandro Sierra, se permitió “consultar” a la muchedumbre que se agolpaba frente a la gobernación si Montero era o no traidor, atribuyéndole a la masa enardecida el carácter de jurado y juez, capaz de emitir un veredicto.

Como es lógico, el grupo anónimo respondió con un estentóreo “Sí”,

enardecido como está por las opiniones criminales de un sector de la prensa, que pide “extinguir a la víbora”, “lincharlo (a Montero)” o “hacer un escarmiento”.

Incluso el supuesto Defensor de Oficio del general Montero, el coronel

Tácito Núñez, violando las más elementales normas de la función que se le había encomendado, lejos de proteger a su defendido dijo: “estoy porque se le castigue, pues no puedo contrariar la voluntad del pueblo”.

El juicio había terminado; pero el Consejo de Guerra, luego de proclamarlo

culpable, terminaba la sentencia diciendo que “no pudiendo imponerle la pena capital, por hallarse abolida por el artículo 26 de nuestro Código Fundamental, se condena al mencionado reo, Pedro José Montero, a la pena de reclusión mayor extraordinaria de 16 años de presidio, previa formal degradación militar, que se efectuará en la plaza pública y a presencia de todo el ejército…”

Montero no pudo soportar la falacia de un Consejo de Guerra que

prácticamente invitaba a la turba a que diera por mano propia ejecución a una sentencia que no se atrevía a dictar por sí mismo, y se puso de pie…

¡No soy un traidor! -gritó el general, a quien se ha llamado indistintamente

“León” o “Tigre” de Bulubulu. Quizá era la última incitación que requería la masa, porque de inmediato se

oyeron voces de respuesta. “Que lo maten”, gritaban unos. “Al paredón”, los otros, y el general Montero pudo todavía alzar el brazo y acallarlos por un instante…

Si quieren mi sangre la tendrán -vociferó, con la especie de rugido que lo ha hecho célebre-. Déjenme despedir de mi familia…

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Fue entonces cuando de la mitad de la sala surgió la voz del suboficial

Alipio Sotomayor, que levantó su fusil y apuntó al acusado… “Mañana, no. Ahorita mismo” -dijo, y le descerrajó una descarga en la

frente, saltando de inmediato sobre él, para rematarlo a culatazos, sin que ninguna de las autoridades de aquella ordalía moviese ni un dedo para impedir la barbarie ni la miserable fiesta de sangre que vino a continuación.

Tomaron el cuerpo del general, probablemente ya difunto para entonces, y lo

arrojaron por el balcón, donde la tropa enardecida aulló al sentir el olor de la sangre, y procedió a descuartizar el cuerpo del mismo general al que habían seguido hasta hace poco.

Un testigo de privilegio cuenta así lo que siguió… “Arrastraron el cuerpo. Se repartieron, en el juego bestial, brazos y

piernas, partes viriles, pedazos de las ropas, hasta que, en una hoguera encendida en la Plaza Rocafuerte, fue reducido a cenizas”.

Como corolario de esta bárbara vergüenza nacional, al final del día, con una

mezcla de dolor y rabia, la esposa del general masacrado ha dirigido un telegrama al encargado del poder, señor Carlos Freile Zaldumbide, para que le entregue “el corazón y la cabeza” de su marido, despojos que la soldadesca guarda como miserables trofeos de su canibalismo.

¿Quién es el Responsable?

No hace sentido juzgar la legitimidad de la proclama de Montero, pues

aquello entra en el campo de la política nacional, conmovida desde la muerte del Presidente Emilio Estrada, el 22 de diciembre de 1911 (hace apenas 34 días), pues muchos consideraron vacante la Presidencia de la República, y estimaron que debía convocarse a nuevas elecciones inmediatas, ya que a Estrada le faltaban por cumplir más de 3 años de su mandato, y no confiar el gobierno a Freile Zaldumbide.

Pero aquello será materia de otro juzgamiento. Lo real es que Montero fue batido en tres combates sucesivos, en Huigra (el

11), en Naranjito (el 14) y en Yaguachi (el 18), sellando con esas derrotas la suerte de su ejército, por lo que hubo de firmar las capitulaciones de Durán (el 22), a instancias y con las garantías de los Cónsules de Estados Unidos e Inglaterra.

Se juzgaba, pues, no a un general en armas, sino a un militar rendido, de

modo que el crimen de hoy no puede entenderse como acción de guerra, sino como vulgar asesinato a mansalva contra un hombre que había confiado su vida a la palabra empeñada por otros generales de la República en un documento de honor, ante testigos internacionales.

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En cuanto a los alegatos de “acciones imprevisibles de la muchedumbre” que ya comienzan a escucharse, tales afirmaciones carecen de verdad, pues debemos recordar que el coronel Belisario Torres, diputado de Montero en la batalla de Huigra, fue llevado preso a Quito, y que allí la turba curuchupa lo asesinó en la calle, antes de llegar siquiera al juicio. De modo que existían antecedentes, que hubiesen forzado a cuidar a los presos.

Ahora, una vez muerto el general Montero, se ha decidido trasladar a Eloy

Alfaro a Quito, lo que muchos consideran que es llevarlo, preso y esposado, a entregárselo a las hienas que lo estarán esperando, y que ya aúllan, a la espera del festín monstruoso que anticipan.

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Síntesis Cronológica de la vida

del general Eloy Alfaro Delgado104

1842 - 25 junio.— Nace en Montecristi, Provincia de Manabí. 1862 - 19 abril.— Contraen matrimonio los padres, don Manuel Alfaro González y doña María de la Natividad Delgado López. 1864 - 5 junio.— Contando sólo 22 años de edad, en unión de ocho compañeros, penetra a Montecristi y secuestra al Gobernador, General Francisco Javier Salazar. – 23 mayo.— Regresa de la ciudad de Lima, trayendo instrucciones del General José María Urbina. A fines de este año viaja a Panamá, a dedicarse a actividades comerciales. 1870 - Muere en Panamá, el padre, Don Manuel Alfaro. 1872 - 10 enero.— Contrae matrimonio en Panamá, con doña Ana Paredes y Arosemena. 1875 - diciembre.— A mediados de este mes llega a Manabí, procedente de Panamá. 1876 - 5 enero.— Encabeza, en unión de Leonardo Espinel, la Petición de Montecristi, que es rechazada por el Gobierno. – 4 mayo.— Es develada una conspiración en la ciudad de Guayaquil, de la que es su Jefe. 1877.— En este año regresa a Panamá. 1878 - agosto.— Regresa furtivamente a Guayaquil, valiéndose de una canoa para desembarcar desde el barco en que venía. 1879 - junio.— Trabaja como peón en la imprenta "La Estrella", de la ciudad de Panamá, para poder subsistir.

104 Para la elaboración de esta “Síntesis” se tomó como base la que trae don Federico E. Trabucco en su “Síntesis Histórica de la República del Ecuador”. Quito, 1968; complementada con datos de “El Viejo Luchador”, compilación efectuada por don Eugenio de Janón Alcívar. Quito, 1948

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1882 - 11 mayo.— Sostiene una entrevista con el General Sarasti, en Pascuales, provincia del Guayas. 5 junio.— Se organiza el Gobierno Provisional y asume el Mando Supremo. 11 junio,— Se le borra del escalafón militar y se le declara pirata. 23 junio.— Se produce el combate de Las Quintas, entre liberales y conservadores. 9 julio.— Batalla en contra de las tropas del General Ignacio de Veintemilla, en Guayaquil. 10 julio.— Entra en la ciudad de Guayaquil, al frente de sus tropas. noviembre.— A fines de este mes despacha a Esmeraldas un buque con 200 fusiles y varios miles de balas, con Vargas Torres y el Coronel Manuel Martínez Pallares, 1883 - 6 enero.— Combate en Esmeraldas contra tropas del General Veintemilla, tomando el caserío "Las Palmitas". 5 abril.— Al mando de sus tropas llega a Mapasingue y se incorpora al Ejército Restaurador, a las órdenes del General Francisco Javier Salazar. 30 mayo.— Sus tropas, acantonadas en la Hacienda Aragoné, establecen contacto con una flotilla de vapores fluviales. 9 octubre.— Se dirige a la Convención Nacional planteando la conveniencia de revivir la Gran Colombia. Se embarca rumbo a Panamá. 1884 - 15 noviembre.— Sale de Panamá, con su expedición, en el vapor "Alajuela". 23 noviembre.— Llega a Esmeraldas el vapor "Alajuela", con la expedición liberal, que constaba de 17 hombres, incluido él. 6 diciembre.— Combate Naval de Jaramijó. Ordena incendiar la nave antes de que caiga en poder del enemigo, lo que así se realiza, salvándose sostenido por un barril y refugiándose en los manglares de la costa. 27 diciembre.— Se lo borra del escalafón militar. diciembre.— Se expide un Decreto revolucionario, emitiendo bonos de la "Deuda de la Revolución Ecuatoriana", al 6% de interés, los que no obtuvieron buen resultado. 1886 - A principios de este año reside en la República de El Salvador, en Centro América.

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1887 - 9 enero.— Desde la ciudad de Lima se dirige al General Guzmán Blanco, entonces Presidente, de Venezuela, acreditando a su hermano el Dr. Marcos Altare, como Agente Diplomático del Partido Liberal del Ecuador, para plantear las bases sobre las que se pudiera reconstruir la Gran Colombia. 27 noviembre.— Es encarcelado por el General Ignacio de Veintemilla en el Cuartel de Artillería de la ciudad de Guayaquil. 1889 - Durante este tiempo vive en la ciudad de Lima. 1891 - 1 enero.— Se encuentra con su familia en la ciudad de Panamá. 1892 - Sale de Panamá con destino a Costa Rica. 1893 - Se embarca en Puerto Limón con destino a Caracas, Venezuela. 18 marzo.— Firma, en Caracas, el Convenio con el Presidente de Venezuela, General Joaquín Crespo, por el que éste le autoriza a girar, sobre él, hasta 600 mil bolívares, para el gasto de la campaña liberal en el Ecuador. 1894 - Se encuentra en Nicaragua. 1895 - 12 enero.— Encontrándose en Nicaragua, la Asamblea Nacional Legislativa de ese país le confiere el Grado de General de División de esa hermana República. 18 junio.— Llega a Guayaquil, procedente de Centro América. De inmediato dicta su primera Proclama al pueblo del Ecuador. 19 junio.— Dicta su primer Decreto, dando libertad a los presos políticos y forma su primer Gabinete, integrado por los señores Luis Felipe Carbo, Ministro de lo Interior; Lizardo García, Ministro de Hacienda y el General Cornelio Vernaza, Ministro de Guerra y Marina, y asume el Mando en Jefe del Ejército y la Armada. 25 julio.— Sale de Guayaquil, en campaña hacia la ciudad de Quito. 6 agosto.— En el combate de San José de Chimbo, personalmente, en el campo de batalla asciende a doña Joaquina Galarza, al grado de Coronela, por el arrojo demostrado en la lucha. 10 agosto.— Recibe en Guamote la visita del indígena Alejo Saes, quien le ofrece y presta su concurso de 10 mil indígenas del Chimborazo para la campaña liberal. En ese mismo momento, le concede el grado de General del Ejército en campaña. 14 agosto.— Dirige personalmente a sus tropas en la Batalla de Gatazo y obtiene un señalado triunfo para las fuerzas liberales. 25 agosto.— Es ascendido a General de División.

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2 septiembre.— Sale de Latacunga y llega a Machachi, a las 2 de la tarde, en su marcha sobre Quito. 4 septiembre.— Entra en Quito, en medio de la aclamación general y dicta su primera Proclama al pueblo de la Capital de la República. 5 septiembre.— Es sumamente agasajado por el pueblo de Quito. 14 septiembre.— Dicta un Decreto convocando para el 9 de octubre de 1896 a la primera Convención Nacional bajo el régimen liberal. 11 octubre.— Se dirige al Gobernador de Pichincha, remitiéndole una lista de las señoras y señoritas que deben ser empleadas como en las oficinas postales del Correo de la ciudad de Quito. 19 diciembre.— Se dirige a la Reina María Cristina, Regente del Trono Español, pidiendo la libertad de Cuba. 19 diciembre.— Expide un Decreto dando entrada en la Administración Nacional a la mujer ecuatoriana. 20 diciembre.— Crea 10 becas en el Liceo "Rocafuerte" y 20 en el Colegio de las Madres de la Providencia. 26 diciembre.— Aumenta 10 becas más en el Liceo "Rocafuerte" y 8 en el Colegio "San Vicente", del Guayas. 1896 - 16 marzo.— Son expulsados los Monjes Capuchinos de la ciudad de Ibarra, por ser considerados agentes del Gobierno conservador de Colombia, que luchaba contra los liberales ecuatorianos. 16 marzo.— Expide un Decreto dando el nombre de Vargas Torres al puerto de Limones, en la provincia de Esmeraldas. 9 abril.— Expide un Decreto de protección a la Raza Indígena. 16 junio.— Por Decreto de esta fecha dispone la creación de una Escuela de Agricultura en la provincia de Esmeraldas. 3 julio.— Dirige personalmente los combates de Chambo y Quimiag. 10 agosto.— A su iniciativa se reúne en la ciudad de México un Congreso Americano. 22 agosto.— Dirige, personalmente, el combate de Cuenca, contra fuerzas conservadoras. 23 agosto.— Entra triunfal en la ciudad de Cuenca, después de haber derrotado, el día anterior, a las tropas conservadoras comandadas por Vega. 24 agosto.— Organiza la administración civil y militar en las provincias australes.

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15 septiembre.— La Convención Nacional expide una Ley de Guardias Nacionales. Se funda, en la ciudad de Guayaquil, el Colegio de "San Luis Gonzaga". Se funda, en la ciudad de Tulcán, el Colegio "Bolívar". Se inaugura, en El Oro, la primera locomotora. 1897 - 10 enero.— La Convención Nacional lo elige Presidente Constitucional de la República. 14 enero.— Promulga la Ley que garantiza la Libertad de Pensamiento. 17 enero.— Presta juramento como Presidente Constitucional de la República. 17 abril.— Se dispone el establecimiento de una Escuela de Ingeniería Civil, Militar y de Minas, en la ciudad de Guayaquil. 29 mayo.— Se expide una Ley de Instrucción Pública que declara laica, gratuita y obligatoria la enseñanza en el país. 23 junio.— Se expide la Ley y Reglamento de Montepío Militar. Se funda en la ciudad de Guayaquil, el Colegio "Olmedo". 1898 11 abril.— Por decreto de esta fecha, dispone el establecimiento de una Casa de Maternidad, en la ciudad de Quito. 30 noviembre.— Se restablece la Facultad de Ciencias, de la Universidad Central de Quito. Se expide la Ley de Monedas. Se inaugura el edificio de la Universidad de la ciudad de Guayaquil. Se funda el Colegio de Betlemitas, en la ciudad de Tulcán. Se inaugura la Plaza de Mercado, de la ciudad de Babahoyo, la Casa da Artes y Oficios, de la ciudad de Portoviejo y los servicios públicos en Puerto Bolívar. 1899 - 23 abril.— Se da la Batalla de Sanancajas. 27 septiembre.— Se expide la Ley de Patronato. 7 octubre.— Por Decreto dispone el establecimiento, en Quito, de una Quinta Normal para el estudio y la práctica de la Agricultura. 1900 - 30 enero.— Dispone la creación de la Academia de Guerra, para los Jefes del Ejército.

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-26 abril.— Dispone la creación del Conservatorio de Música. 21 septiembre.— Se dispone el establecimiento de escuelas nocturnas para adultos en las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca. 3 octubre.— Dispone que todo cementerio que se establezca, debe ser laico. 24 octubre.— Dispone el restablecimiento de la Escuela Naval, en la ciudad de Guayaquil. Se funda el Instituto Nacional "Vicente Piedrahita", en Daule, provincia del Guayas. Es fundado el Colegio "Eloy Alfaro", de la ciudad de Babahoyo y construido el edificio del Colegio "Vicente Rocafuerte", de la ciudad de Guayaquil. 1901 - 1 enero.— Se dispone el establecimiento del Registro Civil. 13 febrero.— Se crea una escuela nocturna para Artesanos, en la ciudad de Quito. 14 febrero.— Se inaugura, en la ciudad de Quito, el Instituto Normal "Manuela Cañizares". 16 abril.— La Junta Patriótica Colombiana, constituida en la ciudad de Quito, lo proclama Supremo Director de la Gran Confederación de la Antigua Colombia. 20 mayo.— Se inaugura, en la ciudad de Quito, el Instituto Normal "Juan Montalvo". 1902 - 7 julio.— Llega a Alausí la primera locomotora. 1905 - 31 diciembre.— Sale de Guayaquil, con destinó a Quito, en compañía de Pedro J. Montero y de un boga de confianza. 1906 - 1 enero.— Es allanada su casa en la ciudad de Guayaquil, siendo buscado por las autoridades gubernamentales. 6 enero.— Llega a Chillanes, sigue a Chimbo, pasa por Guaranda y Pilaguín, Santa Rosa y llega a Latacunga, en su viaje a Quito. 14 enero.— Se combate en el Chasqui, obteniendo un triunfo sobre las tropas del Gobierno, al mando del Coronel Tomás Larrea. 17 enero.— Entra en la ciudad de Quito. 23 diciembre.— Se crea el Consejo de Estado.

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1907 - 25 abril.— Se produce un motín por el descontento causado por la firma del Contrato Charnacé, para la construcción de un ferrocarril al Oriente Ecuatoriano y cesión de tierras a cambio de ello, en dicha región. 19 julio.— Estalla una revolución en Guayaquil, y se atenta contra su vida, 1908 - 25 - junio.— Llega a Quito, desde Guayaquil, el ferrocarril que fuera gloria de este gran ecuatoriano. 25 junio.— Los Municipios de la República le obsequian un "Libro de Oro", con motivo de la llegada a Quito del ferrocarril. 1909 - 10 agosto.— Se inaugura, en Quito, la Exposición Internacional, en el edificio construido al efecto, donde hoy se encuentra el Ministerio de Defensa Nacional. 10 agosto.— - Inaugura el Monumento a la Libertad, en la Plaza Independencia de la ciudad de Quito. 1910 - 5 febrero.— Decreta la movilización de todos los ciudadanos comprendidos entre los 18 y 50 años, para defender la integridad nacional de las pretensiones peruanas. 24 abril.— Declina la investidura de Presidente de la República, para marchar a la frontera sur, al frente del Ejército. 24 mayo.— Vuelve a la ciudad de Quito, de la frontera sur, una vez que habían pasado los momentos de peligro para la Patria. 3 junio.— Ordena la movilización de las tropas acantonadas en El Pasaje y licencia las reservas organizadas en Machala y Santa Rosa, una vez que había desaparecido el peligro de guerra con el Perú. 1911 - 10 agosto.— Se realiza una Gran Parada Militar en la ciudad de Quito, lo que despierta temores de que aproveche la oportunidad para declararse Dictador. 11 agosto.— Una sublevación militar lo depone del Poder, faltándole 11 días para terminar su mandato. Se refugia en la Legación de Chile. 16 septiembre.— Abandona, con su familia, la Legación de Chile, partiendo con destino a Guayaquil y Panamá. septiembre.— En carta personal, agradece al Presidente de Chile, Dr. Ramón Barros Luco, él asilo que le prestara en la Legación de ese país en Quito, el Representante Diplomático, Ministro Víctor Eatsman Cox. 1912 - 4 enero.— Llega a Guayaquil procedente de Balboa, Panamá. 11 enero.— Combate en Huigra. A las 12 del día las tropas del Gobierno ocupan Yalancay y Tilange. El General Julio Andrade entra en Huigra a las 4 de la tarde,

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después de la derrote de las tropas alzadas en Guayaquil por el General Pedro J. Montero, secundado por el General Flavio Alfaro. 14 enero.— Combate en Naranjito, en que son derrotadas las fuerzas revolucionarias por las tropas del Gobierno, al mando del General Leonidas Plaza. 17 enero.— Combate de Yaguachi, en que son derrotadas, nuevamente, las fuerzas revolucionarias de los Generales Pedro J. Montero y Flavio E. Alfaro, por las tropas del Gobierno, a las órdenes del General Leonidas Plaza. 23 enero.— Son detenidos en Guayaquil, el General Eloy Alfaro, el General Ulpiano Páez y don Jerónimo Avilés Aguirre, yerno de éste. 24 enero.— Es capturado el Coronel Luciano Coral, Director del diario "El Tiempo" y el General Medardo Alfaro. 25 enero.— Son detenidos los Generales Manuel Serrano y Flavio E. Alfaro. 26 enero.— En la madrugada de este día, son embarcados el General Eloy Alfaro y sus compañeros, en el vapor Colón, que los condujo a Duran y de allí, en ferrocarril, a Quito. Van custodiados por el Coronel Alejandro Sierra al mando del Batallón "Marañón". 28 enero.— - Llegan a Quito los Generales Eloy Alfaro, Flavio E. Alfaro, Medardo Alfaro, Ulpiano Páez y Manuel Serrano y el Coronel Luciano Coral. 28 enero.— En este mismo día de la llegada del General Alfaro y sus compañeros a Quito, son muertos en las celdas del Penal por el pueblo amotinado. Desnudos, sus cadáveres son arrastrados hasta el Ejido y allí quemados. 29 enero.— Son inhumados en el Cementerio de San Diego las víctimas del día anterior, menos el General Ulpiano Páez, cuyos restos fueron rescatados por sus familiares el mismo día de la tragedia. 31 enero.— Llega a Guayaquil, procedente de Panamá, la esposa del General Eloy Alfaro, la que, al enterarse de lo sucedido, no desembarca y se regresa a Panamá. 11 marzo.— Se extiende la Partida de Defunción del General Eloy Alfaro, en el Registro Civil de la ciudad de Quito. 1919 - 6 marzo.— Se cierra el sumario sobre la muerte del General Eloy Alfaro y sus compañeros muertos el 28 de enero de 1912. 1921 - 13 octubre.— Llegan a la ciudad de Guayaquil los restos mortales del General Eloy Alfaro. 1930 - 25 mayo.— Muere en Panamá, doña Ana Paredes y Arosemena de Alfaro, quien fuera la esposa del General Eloy Alfaro.

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Para saber más

La bibliografía sobre el Viejo Luchador crece constantemente. Sería largo y

pretencioso intentar una lista de libros sobre el tema. Aquí le sugerimos sólo unos cuantos títulos para profundizar en su vida y sus convicciones…

Alfredo Pareja Diezcanseco: “La hoguera bárbara” Jorge Pérez Concha: “Eloy Alfaro: su vida y su obra” Eugenio de Janon Alcívar: “El viejo luchador”

Elías Muñoz Vicuña: “La guerra civil ecuatoriana de 1895” Oswaldo Albornoz Peralta: “Páginas de la historia ecuatoriana” Roberto Andrade: “Vida y muerte de Eloy Alfaro” Manuel J. Calle: “Hombres de la revuelta”

Emeterio S. Santovenia: “Vida de Alfaro”