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Luis “El Bocha” Carrara es uno de los tantos héroes anónimos que el conflicto de Malvinas dejó como saldo de un momento trascendente y singular de la historia argentina. Hijo de una familia tradicional y trabajadora de Laboulaye. El Bocha con quien tuvimos una larga entrevista que duró mas de doce horas, evidenció en todo momento el orgullo de haber defendido a la patria, su admiración hacia quienes fueron sus superiores inmediatos durante el conflicto; la tristeza por la derrota, por sus compañeros caídos en combate, la alegría del regreso y el reencuentro con la familia y sus cosas. En definitiva, en este ida y vuelta con el Bocha Carrara, hemos querido reflejar el antes, el durante y el difícil después de la guerra, tratando en todo momento de iluminar, uno de los instantes mas críticos de nuestra historia reciente.
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AGRUPACIÓN DE HISTORIADORES FEDERADOS DEL
SURESTE DE CÓRDOBA Y SUROESTE DE SANTA FE
XXII Encuentro.
Rufino
5 de octubre de 2013
Luis “El Bocha” Carrara. La vida de un soldado
o reminiscencias de la guerra.
Malvinas, antes, durante y después
Mario Bruno
Profesor en Historia
Eduardo Wilde Nº 29
(6120) Laboulaye
CÓRDOBA
03385-428571
0351-155387886
PRÓLOGO
Las historias de vida son aquellas que, protagonizadas por simples ciudadanos
comunes, trascienden largamente los hechos y vivencias por ellos plasmados, para
transformarse en un eslabón más, que ayuda a explicar y comprender determinados
momentos históricos de los muchos acontecidos a lo largo de doscientos años de historia
de nuestra patria.
Pero, ¿dónde está lo significativo de una historia de vida?, ¿Qué es lo que la diferencia
de otras historias?; en el caso específico que nos ocupa, y lo digo en primera persona del
plural, ya que las memorias que desarrollaremos a continuación, son el resultado de casi
diez horas de diálogo con Luis “El Bocha” Carrara, tal como se define él, un soldado de
Malvinas, que a pesar del gran trauma que significó la guerra y de la infinita tristeza que
sintió con posterioridad una vez concluido el suceso bélico, en ningún momento escuché
de su parte una queja y si en cambio dejó trascender en todo momento el orgullo de haber
combatido por la patria, el dolor por sus compañeros heridos o caídos en combate; la
emoción de haber regresado, el reencuentro con su familia (sus padres, hermanos),
vecinos, amigos y la vuelta a la panadería; una tradición familiar de años que viene de la
época de sus abuelos.
Evocar, construir, hilar recuerdos traer a la memoria las circunstancias de un hecho
para recordarlo por entero. Hay momentos en la vida de un ser humano que,
abruptamente acontecidos le cambian la visión de su existencia por completo, mas aún
cuando se tienen dieciocho años.
De allí entonces que es absolutamente válido hablar de un antes, un durante y un
después de Malvinas para Luis “El Bocha” Carrara, de adolescente a soldado, de soldado
a padre de familia y el haber defendido a la patria hasta las últimas consecuencias”, el
agrado de ser hoy uno de los tantos héroes casi anónimos de la historia argentina, la
humildad y el regocijo al continuar una larga tradición familiar, amasar todos lo días el pan
para llegar con esa humildad tan espontánea a muchos hogares laboulayenses.-
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INTRODUCCIÓN
Una vez finalizado el conflicto entre Argentina e Inglaterra por las Islas Australes como
se lo denominaba en aquél momento de la historia, fueron muchas las versiones que una
elevada cantidad de sus protagonistas escribieron en diferentes formatos explicando su
visión sobre las causas, el desarrollo y las consecuencias del mismo, como así también
sus proyecciones futuras. De todas estas versiones hubo una que particularmente me ha
impresionado favorablemente y es la escrita por quién fuera canciller del gobierno militar,
el Doctor Nicanor Costa Méndez que tuvo a su cargo la difícil tarea de justificar ante el
mundo semejante decisión y que me dejaba muy conmovido luego de sus discursos ante
la asamblea de la ONU.
Una versión que la editorial aclara no tuvo la revisión y el ajuste ideales ya que el
Doctor Costa Méndez falleció el 2 de agosto de 1992, pero que respeta los lineamientos
generales, reflejando fielmente el testimonio que el autor quería dar a conocer.
Es decir, al igual de lo que se transmitirá a continuación respecto de Luis “El Bocha”
Carrrara se trata de argumentos objetivos y verdaderos, producidos por quienes
vivenciaron en diferentes escenarios la evolución de la guerra.
Decía el Doctor Costa Méndez en algunos párrafos de su introducción “…Me
propongo, pues, relatar con objetividad y verdad y circunstanciadamente los hechos en
que intervine como actor o como testigo presencial, así como de aquellos de los que tuve
información directa y confiable…” “…Describiré los hechos tal cuál los vi y oí…” “…
Quisiera, en verdad, escribir una historia fiel y serena de este conflicto. Pero esa historia
no puede dejar de ser también la evocación de una gesta argentina heroica, de una lucha
apasionada y noble de un pueblo por la integridad de su territorio y por el ejercicio de su
plena soberanía sobre toda la extensión de él…”.
Gesta heroica y apasionada esos son los valores que Luis “El Bocha” Carrara, (en
adelante me referiré a él como “El Bocha”) me transmitió a lo largo de toda la entrevista,
algunos conceptos extraídos de una carta enviada a su familia el 8 de abril de 1982
ilustran un momento particular en los inicios y antes de que se produjeran los
enfrentamientos directos: “…Queridos viejos y hermanos…¿cómo están ustedes?, yo
gracias a Dios estoy muy bien; les extraña que les diga que estoy en las Islas Malvinas,
pero realmente estoy acá, y estoy muy orgulloso no por conocer sino porque somos los
unicos soldados de todo el país que estamos acá, los de nuestra compañía ing.9 y de la
misma sacaron los mejores soldados para venir… ““…les digo que las Islas Malvinas se
dividen en dos que son “La Gran Malvina que es ahí donde estoy yo y la otra es la
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Soledad nosotros recorrimos todo…” “…Viejos quédense tranquilos porque yo estoy muy
bien sin problemas y no se dan una idea lo orgulloso que estoy de estar aquí, primero
porque me siento hombre, segundo porque defiendo mi patria y tercero porque los
defiendo a Uds y acá también queda grabado nuestro apellido “CARRARA”…” “...por eso
quedence tranquilos yo estoy muy bien y estoy sumamente orgulloso de ser uno de los
pocos soldados del pais que esta aca…”.
El bocha tenía apenas dieciocho años cuando elaboró estos pensamientos los que, por
otra parte, serán los que nos guiarán a ambos por este difícil e intrincado laberinto que
nos presenta este tramo de la historia.
CAPÍTULO I: – Una familia de trabajo:
Luego de instalarnos cómodamente en su domicilio y a partir de las entrevistas
previas, que nos transportaron a estos momentos en los que el Bocha, transmitiría, todas
sus vivencias, que se fueron forjando como consecuencia de la encrucijada del destino
que lo llevó a ser protagonista de un momento singular de la historia argentina; “La Guerra
de Malvinas”, como se la denominó y se la denomina actualmente. Evocar, hilar
recuerdos, traerlos a la memoria, proyectarlos, esa es la idea; en definitiva, reconstruir
una parte al menos de esa historia reciente.
A bocha le pareció oportuno iniciar el antes, el a priori como lo expresara textualmente,
mencionando el origen humilde y de trabajo de su familia que tiene un larga trayectoria en
la industria panadera de Laboulaye y región comenzó su abuelo Amado Carrara; luego la
continuidad estuvo a cargo de su padre Luis Carrara y al presente él es el continuador de
toda una vida dedicada a esta actividad, es en el mismo lugar donde esta instalada
actualmente (calle General Deheza al 300 de Laboulaue), que su padre Luis le compró a
un señor de apellido Orte, que a su vez era el dueño de todo el edificio; el convenio de
venta fue muy simple “…que le fuera pagando con laburo…”. Se trataba de un inmueble
muy antiguo y como panadería funciona desde hace cincuenta y siete (57) años, en
primer lugar con otro dueño dedicado a las mismas actividades luego existió una sodería
hasta que, transformada otra vez en panadería con la instalación definitiva de su padre
(Luis Carrara), llega hasta nuestros días en que el Bocha es el continuador de esta larga
tradición familiar. Tiene grabada desde su infancia en la mente la imagen de su madre,
cuando en días de lluvia muy intensos, acomodaba las camas de él y sus hermanos para
poder poner los recipientes para que cayera el agua ya que “…se llovía por todos
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lados…”. Desde lo material, sus padres le dieron lo que estaba a su alcance, lo que
permitían los ingresos por su trabajo en la panadería, pero el acento fundamental debe
remarcarse en lo afectivo “…si hay una cosa que a mi y a mis hermanos nunca nos faltó,
fue justamente eso, mucho amor, mucho cariño a pesar de las horas de trabajo que tenían
mi viejo y mi vieja, eran dos burros del laburo los dos…”: Pero este excelente ambiente
afectivo-familiar, no se circunscribía solamente a sus padre, también los abuelos, tíos, se
comportaban de la misma manera, lo que se dice una familia muy bien constituida; todas
estas cosas, cuando llega el momento de la colimba tienen una importancia fundamental y
también a la hora de explicar todos los acontecimientos que se desarrollarían con
posterioridad a su incorporación al servicio militar.
Hasta ese momento que daría un giro trascendente a su vida; el Bocha se consideraba
el típico joven a quién le gustaba divertirse y no tenía ningún inconveniente en demostrar
ante los demás “…sus habilidades…”, cantar los días Jueves en el programa denominado
“La pulpería de Don Antonio”, un programa conducido por “el gordo” Domínguez que se
emitía por L:V.20 – Radio Laboulaye y que solía tener una audiencia muy significativa ese
día de la semana. Habían conformado con sus amigos, un grupo que se denominaba “Los
Caminantes” por lo que además, realizaban presentaciones musicales cuando arribaban a
la ciudad los parques de diversiones, recuerda especialmente el “Chailandia Park”, que
llegaba seguido por la ciudad.
Otros momentos que recuerda como muy agradables durante su adolescencia tienen
que ver con las épocas en que los clubes Central Córdoba o el Bochin Club, organizaban
los corsos y bailes de carnaval; siempre en estos casos y con sus amigos participaban
directamente presentando carrozas; es decir “…era careta en este tipo de cosas…” “…en
la diversión sana, en el deporte…”; sus padres y su familia en general no eran tan
demostrativos ni tenían esas inclinaciones hacia esta clase de esparcimientos; “…yo era
el atorrante en este tipo de cosas…”.
Otra cuestión interesante que marca el antes; es su amistad y toda una infancia
transcurrida juntos con Sergio Moncalvillo (que trascendería como director del ballet Suray
de nuestra ciudad); con él hacían los circos o las obras de teatro, Sergio ya desde muy
pequeño demostraba un marcado interés por esta última actividad, pero por ejemplo, no
les gustaba jugar al fútbol, por lo que entonces siempre había una negociación de por
medio, en primer lugar iban a jugar al fútbol a la pista de Central Córdoba y luego se
dirigían al taller de chapa del papá de Sergio, Manuel Moncalvillo y allí ponían en escena
la obra “Juan Moreira”, utilizaban como escenario un acoplado y Sergio era quién dirigía
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todo el proceso de representación para transformarse luego en uno de los grandes
directores de ballet para orgullo de Laboulaye. Es entonces con él y con toda su familia
(Julia, Manuel, Ricardo), “…que tenemos toda una infancia pasada…”. Esta situación
debe remarcarse muy especialmente pues existe una relación directa con el después, ya
que “…el atorrante, el divertido, el caradura que era…”, desaparece completamente
después de la experiencia de guerra, es como que “…Malvinas me saca absolutamente
todo…”. De aquella personalidad abierta, cordial, receptiva a todo tipo de gratos
momentos, produce un cambio total y absoluto; transformándose en un individuo de
carácter completamente cerrado; situación que perdura hasta el día de hoy donde tiene
enormes dificultades para insertarse en los grupos, a pesar de que durante toda su vida,
hizo deportes grupales, como el fútbol por ejemplo.
Por otra parte destaca el hecho de que desde los doce (12) años toma medicamentos
(pastillas), ya que es un enfermo convulsivo y por lo tanto, el tratamiento es para toda la
vida. Los referidos problemas de salud comenzaron al cumplir la edad antes mencionada,
iniciándose con lapsus que se presentaban repentinamente y consistían en quedarse en
silencio, por largos minutos sin emitir palabras y mirando fijamente a quién era en ese
momento su interlocutor, no podía articular movimiento alguno, “…ni con la mirada, ni con
el habla, ni con nada…”, quedaba completamente inmóvil y debían tocarlo (samarrearlo),
para volverlo a la realidad, el bloqueo era total y no podía explicar que era lo que le había
sucedido en ese lapso de tiempo en que permanecía como fuera de contexto y alejado de
sus vivencias actuales. Esto motiva que su padre lo traslade a Buenos Aires, para
estudios médicos en el hospital alemán primero y en el hospital italiano después; allí y
luego de una serie de consultas se concluye en que se trata de un problema cerebral que
puede tener distintas evoluciones con el paso del tiempo y acorde a la edad. Es medicado
(con un medicamento denominado Bicmiyol) y el médico que lo atendió, cree que su
apellido era Goñi le pregunta a su padre si practicaba algún deporte, cuando le responde
que el deporte preferido era el fútbol, el medico le dice: “… yo le aconsejaría Carrara, que
le haga practicar otro deporte que no se fútbol porque cuanto menos se pueda golpear la
cabeza mejor, esta va a ser una enfermedad que se va a ir manifestando de diferentes
maneras a medida que vaya creciendo, entonces hay cosas que debemos evitar…” . El
médico quería anticipar posibles consecuencias; pero su padre le explica que él, había
jugado al fútbol toda su vida y que le había transmitido a su hijo (Bocha), ese mismo
entusiasmo por lo tanto “…realmente lo que me está pidiendo es un imposible, es su
pasión, la pasión de toda la vida y antes de que venga fumando o tomado a mi casa,
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prefiero que practique deportes…”; y así fue como pudo jugar toda la vida al fútbol sin
ninguna consecuencia, siempre haciendo una vida sana, nunca tomó alcohol, respetando
las horas de descanso.
No obstante, y a pesar de todos los cuidados, luego de las ausencias, aparecen los
desmayos, ya en tiempos de adolescencia comienzan estos inconvenientes, que por
cierto y afortunadamente fueron muy esporádicos, como dato anecdótico el último se
registró hace aproximadamente unos trece (13) años atrás, no obstante, ello no quiere
decir que no vuelvan a suceder. Luego de su incorporación al servicio militar y de su
posterior envío a Malvinas deja de tomar el medicamento al quedarse sin ellos; previo a
todo eso presenta en Sarmiento (Provincia de Chubut) donde fue derivado en primera
instancia tras la incorporación todos los estudios médicos realizados en Buenos Aires,
incluidos los encefalogramas; aclarando que en los exámenes antepuestos a su
incorporación, efectuados en la ciudad de Río Cuarto, le dan el apto absoluto.
CAPÍTULO II: El antes – La enfermedad, las dudas y la pasión por el deporte.-
Luis el Bocha Carrara se manifiesta en distintas versiones de su vida en este largo
relato, los recuerdos surgen espontáneamente, a veces es duro recordar, mezcla
situaciones y siempre todo confluye, orientándose hacia la familia, sus amigos y por
supuesto Malvinas.
Precisamente, la escasa instrucción con la que llegó a Malvinas, se debió a que
durante varios días estuvo bajo junta médica en Comodoro Rivadavia; habiendo
presentado todos los estudios médicos, vuelven a tomarle otro encefalograma y ratifican
nuevamente el apto absoluto, el destino quería que el Bocha estuviese en Malvinas,
viviendo uno de los momentos mas trascendentes y dramáticos de la historia argentina
contemporánea.
La explicación ante esta reiteración del apto absoluto, la encuentra el Bocha en los
efectos benignos y favorables del tratamiento y los medicamentos, ya en ese momento
tomaba el Saseril adultos, pero cuando lo trasladan a Malvinas, los deja de tomar al haber
agotado las últimas pastillas que le quedaban; afortunadamente estando en el teatro
bélico nunca tuvo una convulsión, llamativamente, estas vuelven a manifestarse al
regreso de Malvinas y ya en uso de licencia, en una oportunidad, apasionado del deporte
y del entrenamiento como él lo era, deciden salir a correr con su amigo “el bomba”
Domínguez, quién por otra parte también había estado en Malvinas. En un automóvil Fiat
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125 de color blanco, propiedad del padre de Domínguez, llegan hasta la zona de la Ruta
siete (7), en proximidades de donde por ese entonces funcionaba la confitería bailable
“Cheroga”, realizan la tarea de entrenamiento y al concluirla e intentar subir al vehículo de
su amigo, nuevamente allí y luego de mucho tiempo vuelve a exteriorizarse el desmayo,
es decir, el problema de salud volvió pero no en ausencias, como cuando era pequeño,
sino que ahora se trataba de algo mas grave “…como que pasó a otro nivel…” ya en la
adolescencia. Pero, llamativamente estas dificultades, nunca se produjeron en momentos
álgidos de su vida, siempre fue consiente de su enfermedad por eso “…yo siempre me
persignaba antes de entrar a la cancha, pero a Dios nunca le pedí ganar, siempre pedía
que me cuidara, que no golpee y no me golpearan, por eso a Dios lo sentí, lo siento, mi
creencia en Dios, es que tengo para agradecerle en la vida, todas las cosas en que me
acompañó, lo pude sentir…”
“…Siempre me protegió…siempre… y de sentirlo viste, de sentir y de no sentirme solo…
esto realmente más allá al margen de lo que fue Malvinas, también lo sentí, pero en una
serie de cosas en esto último que te dije, hay un antes, un durante y un después, porqué
realmente me parecía importante manifestar esto porque en realidad los mío de Malvinas,
empieza a ser complicado con el solo hecho de tener una enfermedad…” Aunque en
realidad y como ocurrió definitivamente, la enfermedad durante el desarrollo de la guerra
no se reveló, tal vez influyó el hecho de haber estado viviendo momentos de máxima
tensión y “…yo no pensaba que tenía la enfermedad…” a pesar de haber agotado los
medicamentos, el hecho de no tener tiempo quizás para pensar en esa dificultad, hizo que
prevaleciera una aparente normalidad que, tal vez en otras circunstancias no hubiese sido
posible asimilar y contener.
CAPÍTULO III – La Colimba no es la guerra – Familia y Escuela.-
Llega entonces uno de los instantes que luego sería clave para el Bocha en esta
historia de vida, el tiempo de la colimba. Tal vez el dato más significativo resulte el saber
que en relación a la familia, por el segmento materno, si habían sido convocados al
servicio militar obligatorio; no así en lo relacionado con la familia de su padre, el Bocha
era el primero en ser citado. Su número de sorteo era el seiscientos cuarenta y cinco
(645), “…no había manera de salvarme…”
El número de sorteo, correspondía a la fuerza Ejército y en aquél momento, hubo
antecedentes de quienes se “salvaron” de la colimba, hasta el número cuatrocientos
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(400), pero nunca llegaba esa posibilidad hasta la cifra numérica que a él le había tocado
“…a mi me tocaba la colimba si o si…”. Comienzan a partir de esa certeza, a manifestarse
los temores lógicos que a los dieciocho años cualquier adolescente tenía respecto de esa
nueva situación; y la ironía que el Bocha utilizaba como “caballito de batalla”, para
escarparle a la incertidumbre que esto le generaba, estaba relacionada con un film
argentino protagonizado por Porcel y Olmedo y que precisamente se titulaba, “la colimba
no es la guerra”. Un tiempo muy particular que el Bocha recordaría posteriormente en un
diálogo reciente con Silvia Coronachis “…era mi noviecita de toda la época de Malvinas,
es decir, no solamente de esa época, yo anduve de novio cinco años con Silvia…” Se
trataba de una relación que se había iniciado en la escuela, prolongándose en el tiempo
abarcando el espacio antes mencionado y con quién volvería a recordar esa anécdota, ya
transcurridos los tiempos de Malvinas. Esta idea de “la colimba no es la guerra”, le
ayudaría a superar situaciones complicadas ya que no tenía ni la menor idea “…de lo que
se trataba eso…”, (hacer el servicio militar), las características de su personalidad y el
hecho de haber sido criado en un hogar donde el amor y la contención fueron una
constante, obraban como disparador de esos temores escondidos, que tal vez eran
diferentes para otros conscriptos que compartieron con él, la colimba y la guerra, tal el
caso de Juancito Cosaro, acostumbrado a la vida de campo, otro tipo de vida, tenía al
igual que otros, una visión diferente de lo que estaba sucedido, y la tendrían también,
respecto de lo que iba a suceder.
La conformación de esa personalidad, comenzó a forjarse en la familia, pero también
se prolongó en los espacios escolares, en los que el Bocha recuerda con mucho afecto a
un grupo de muchachos (niños-adolescentes), con quienes compartió esos espacios,
específicamente el Jardín de Infantes cursado en el Rosario Vera Peñaloza hasta la
escuela primaria que transcurrió en la Juan Pascual Pringles. Vienen a la memoria el
“Chino” Bovone, Andreani, “Michu” Alvarez, Marcelo Ferreiro, el “Chule” Felipetti; la época
del Jardín de Infantes le deja gratos recuerdos de las maestras como la señorita “Sara” ó
de su directora que era en aquéllas circunstancias “Esther Zuliani”. También en la escuela
Juan Pascual Pringles, evoca emocionado a la señorita Mansilla (la mamá de Ana
Mansilla), quién se desempeñaba como directora (posteriormente, asumiría ese cargo la
señora de Saya). Rememora a la señora Gloria Steibor como vicedirectora y a las
maestras Norma Cosia, Ana Buffa, Ana María Coria, la señorita Gilli en música, la señora
Combert en Plástica, en cooperativismo una maestra de apellido Trujillo. Un amor era la
señorita Curchod (cree que fue su maestra en primer grado); resalta las enseñanzas y los
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cariños recibidos de la señora de Arauzo, Alba Rosa Vincenti y de los maestros de
educación física Oscar Amor y Rafael Soria.
Realmente, reconstruir el paso por el Jardín de Infantes y la Escuela primaria Juan
Pascual Pringles, era muy agradable, ya que, además del amor de las maestras, cosechó
muchos amigos con los que después, compartiría otros tiempos, no tan agradables tal
vez; como lo es el caso del “perro” Noel, ambos son trasladados a Malvinas, habiendo
sido compañeros de Colegio, no en el mismo curso, también amigos de la vida, formados
en otras escuelas de la ciudad como la Leonor de Tejeda, tal “el bomba” Domínguez que
vivía a una cuadra de la casa de el Bocha (frente al Club Central Córdoba). “…Era clase
62, yo me entero que él estaba en Malvinas, cuando veníamos los dos prisioneros en el
barco y nos bajan en Trelew (Chubut), o sea, esa historia para mi es muy fuerte, porque
teníamos toda una infancia pasada, juntos desde muy chico los dos, ambos estábamos
en Malvinas y yo sin saber que él estaba allí…” “…al ser clase 62, habían sido dados de
baja y luego los vuelven a reincorporar…”
Una vez concluida la escuela primaria, inicia el camino de los estudios secundarios,
que, en este caso, para el “Bocha” fue muy dificultoso y finalmente, fue un objetivo que no
pudo concretar pesar de la insistencia de sus padres, al respecto, manifiesta: “si vos me
preguntás en que fallaste a tus viejos, yo te diría en el colegio, en la secundaria, el sueño
de mi viejo y de mi vieja era que yo terminara la secundaria…hicieron lo imposible para
que yo terminara, pero bueno, no me gustaba y encima estaba la panadería que es el
oficio del cual hoy vivo…realmente la panadería me encantaba, pero mi viejo no quería
saber nada, no era que no quería que fuera panadero, pero pretendía que al menos
hiciera el secundario…por lo menos un título, me decía…pero con mucho esfuerzo hice
primer año, comienzo segundo año y a mitad de año, dejo la escuela y…me meto a
trabajar en la panadería…hasta el día de hoy…”
Es decir, el oficio de panadero, además de ser una tradición familiar, en el caso del
Bocha, viene desde muy joven, casi desde pequeño. Al respecto un momento en la vida
familiar que le dejó, siendo muy joven como responsable de la panadería, tiene que ver,
precisamente, con lo político y lo militar.
Su abuelo, Amado Evaristo Carrara, había sido electo intendente municipal de
Laboulaye, en las elecciones realizadas en el año 1973, época de gobierno democrático,
pero en el año 1976 (en el mes de marzo), se produce el golpe de estado que pone fin a
un gobierno constitucional iniciando una época de represión que repercute muy
negativamente en la familia Carrara. “…Yo a los milicos los sufrí por varios lados…”,
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aclara Bocha. Luego del golpe de estado, son detenidos por las autoridades militares de
ese momento, su padre Luis Carrara, su abuelo Amado junto a otros referentes peronistas
de ese momento, como el “negro” González, “Bachicha” Fandi; “…nunca me voy a olvidar,
lo sacaron a mi viejo de la panadería como si fuera un delincuente…” . Una situación que
quedó muy marcada a fuego en su memoria ya que además de ser muy joven, el hecho
de las detenciones se produjo un diecisiete de enero, justamente la fecha en que cumplía
años. El motivo de las detenciones, no le queda muy claro “…yo no se muy bien el tema
político cual era…”, pero parece ser que la cuestión estaba relacionada con un supuesto
atentado que se habría producido en la antena transmisora de la radio L.V. 20 Laboulaye,
ubicada en las afueras de la ciudad, consistente en impedir su salida al aire, quitando un
fusible lo que provocó la interrupción total de la transmisión.
Aquí es oportuno aclarar un poco las circunstancias, a partir del año 1975, se
profundizaron los enfrentamientos entre la izquierda y la derecha peronista por cuestiones
relacionadas con el poder, específicamente luego del fallecimiento de su líder Juan
Domingo Perón en julio de mil novecientos setenta y cuatro; Bocha no tiene muy claras
las fechas, y mucho menos la cuestión política; si bien es cierto esta situación no hace a
la cuestión que estamos tratando, creo no equivocarme si afirmo que estas detenciones
se produjeron en el período constitucional y luego se reiteraron durante la época de la
dictadura.
Pero, independientemente de estas digresiones; lo puntual es que la detención de su
padre provoca que, ante su ausencia y siendo aún muy joven queda como encargado de
la panadería junto a su madre, un tío y en empleado.
Fue un momento trascendente en el devenir de su vida, situaciones que influyeron
mucho en la conformación definitiva de su personalidad, “…hubo gente como Don Héctor
Napoli o Ernesto De Cabrera, que fueron los únicos de esa época política que no se
borraron de la panadería…”.
Estar a cargo de la panadería, era una enorme responsabilidad, con todo lo que eso
significaba, pero además en la cuestión relacionada con la detención de su padre, la
ayuda de estas personas fue fundamental. Ellas, mas la intervención de Mirta Carrara (tía
de Bocha), que en ese momento era docente en el Colegio San José de Laboulaye fueron
el eslabón que los llevó, en primer lugar a conectarse con la Rvda. Madre Imelda Sosa
Reinoso, directora del Colegio San José, quién a pedido de las personas antes
mencionadas intercede ante el Obispo de Río Cuarto, con la finalidad de obtener la
libertad de sus familiares, lo que acontece exactamente un mes después de haberse
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producido su detención. “…Yo escuchaba a mi viejo contar esta anécdota, Dios puso a la
madre Imelda con el Obispo en el momento justo, par que no pasara con mi viejo y mi
abuelo, lo que sucedió con tanta otra gente…”. Como se puede apreciar, el tema de la
panadería y la familia, eran cuestiones muy arraigadas desde siempre y permanecen
inalterables, hasta el día de hoy.
CAPÍTULO IV: El Deporte – El Club San Martín – Una Pasión.-
Realizadas las referencias a la familia y a la escuela, un instante muy especial en esta
historia de vida del Bocha, los constituye su pasión por el deporte, en particular el fútbol y
su afinidad con el Club San Martín de nuestra ciudad de Laboulaye. “…San Martín fue
junto con mi familia, la gran contención mía, nunca nadie se imaginó lo contención que
fue para mi el espacio del club…”.
Específicamente hay que decir que un ciclo muy significativo lo constituye el hecho de
que en el año 2000 el Bocha llega a ocupar la presidencia del Club, aclara que el período
en el que le tocaba asumir semejante responsabilidad era complicado, la situación
económica y social que vivía el país era muy difícil (terminaría con la renuncia del
presidente De La Rua un año después), razonablemente pensaba que esta cuestión mas
el tiempo que debía dedicarle a su familia (hacía poco que se había casado), le impedirían
ejercer con éxito una tarea, en una institución a punto de colapsar y cerrarse, cosa que no
podía permitir, ya que era mucho lo que le debía al club, quienes lo habían llevado
adelante hasta ese momento, durante tantos años, estaban ya muy desgastados, por lo
tanto el compromiso era ineludible, porque además ya habían nacido sus hijos Valentín en
el año mil novecientos noventa y dos y Joaquín un año después, por lo tanto, las
expectativas eran brindar a sus hijos, la misma posibilidad que él mismo había tenido de
desarrollarse humana y deportivamente dentro del club. El sentimiento hacia la institución
deportiva se potenciaba, ya que, como se dijo, resultó siempre de gran contención, más
específicamente, se vio reflejada esta cuestión, cuando se produce el regreso de
Malvinas, “…esto de poder jugar a la pelota, de tener casi todos los días entrenamiento,
esto a mi me ayuda muchísimo a que no me estanque en Malvinas, sino que la
motivación mía pasara por otro lado…”. Esto fue determinante al momento de intentar la
reincersión social al regreso de la guerra, en la que también tuvieron una influencia muy
destacada, quienes vendrían a ser considerados por el Bocha, algo así como sus padres
postizos, sus tíos, los dirigentes del club “…todos ellos me contenían desde la
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motivación…”.
Estas demostraciones y otros afectos similares, le permitieron a Bocha, sobrellevar a
partir de la familia y el club, secuelas significativas que debió soportar luego del conflicto
austral; como por ejemplo, un principio de congelamiento en las dos piernas,
concretamente en épocas de muy bajas temperaturas esto se manifestaba de manera
muy precisa y por lo tanto, antes de ir a un entrenamiento cuando ya había retomado la
práctica del fútbol, debía hacer baño de inmersión con agua caliente en sus pies para así
de esta manera, moverse sin inconvenientes; por otra parte, no había notificado este
problema a sus padres, ante el temor de que éstos, por la gravedad del caso, tal vez no le
permitieran jugar al fútbol, pero por sobre todas las cosas, lo que más deseaba era
evitarles sufrimientos, “…cuando vine de Malvinas, apagaba el cigarrillo con la planta de
los pies, no tenía sensibilidad para nada…”. De allí que en el pensamiento de Bocha,
permanece la idea de que en definitiva, fue peor la guerra para los padres de los
combatientes, por la manera en que debieron soportarla, a través de la distancia, que
para los propios combatientes, que se encontraban en el teatro de operaciones, “…
siempre lo digo cuando voy a las charlas de los colegios y lo corroboré después, cuando
Dios me dio el privilegio de ser papá, que fue peor guerra la que pasaron nuestros
padres, que la que pasamos nosotros…”. Parece que de repente, todo cambia, no hay
cosa más terrible para un padre, enterarse que su hijo, ha sido llevado a la guerra, sin
tener posibilidades de elegir, si era eso lo que quería hacer, tengamos en cuenta que
quienes marchaban al combate eran criaturas de dieciocho años, “…a mi me gusta
cuando hablo de Malvinas, hablar desde los dieciocho años que tenía en ese momento y
no desde los cuarenta y siete que tengo hoy; cuando me llevan a la guerra, toda el arma
que había tenido era una pelota de fútbol en los pies, por lo general la vida de un pibe de
esa época, pasaba por eso, una pelota de fútbol, una gomera, un rifle de aire comprimido,
según el lugar donde habitara…”. Como podía tomar un padre, que estaba acostumbrado
a ver a su hijo detrás de una pelota de fútbol, la notificación escrita de que su hijo,
formaba parte a partir de ese momento del Teatro de Operaciones de las Islas Malvinas
en el Atlántico Sur; “…cuando Dios le da a uno el privilegio de ser papá, uno se da cuanta
de lo que significa un hijo de la vida…” por eso la afirmación contundente: “…fue peor la
guerra que pasaron mis viejos, ni hablar del dolor de los padres cuyos hijos murieron y
quedaron en Malvinas, vaya para ellos el homenaje sincero en este humilde libro…”. Al
instante de hablar de patria, de nacionalidad y de diferentes valores, esto es algo que
debe resaltarse, primero está el sentimiento de la familia, de los padres que nunca más
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volvieron a ver a sus hijos…una impresión de vacío terrible… que no puede comparase
con otras emociones…
Y como para tener una idea, aún mas acabada de cómo si vivió en el ámbito familiar, la
circunstancia de tener a un hijo en el frente de combate, comenta Bocha: “…A mi abuelo
materno, no lo conocí, pero mi abuelo Amado fue el gran referente mío, junto con mi viejo
el gran espejo era él, un tipo excepcional, un fenómeno de persona, un tipo capaz, con
tercer grado haber llegado a ser intendente del pueblo, un tío mío siempre decía y dice de
que si él hubiera tenido otro nivel de estudios habría llegado mas lejos todavía, un
visionario, tenía una visión política bárbara…” “…mi abuelo Amado, estamos hablando del
2 de abril, cuando se entera que yo estoy en Malvinas, un tipo de 71 años en ese
momento y mientras yo permanecí en Malvinas, se bañaba con agua fría, ya que
afirmaba que no podía ser que su nieto estuviese pasando frío y él con todas las
comodidades, así lo vivió él, con esa actitud de grandeza, por eso, para los familiares fue
terrible…”
CAPÍTULO V – Escuela – Familia – El Club – La Colimba – Malvinas.-
Si bien es cierto, convinimos en un principio con Bocha, hablar de un antes, un durante
y un después de la guerra, no caben dudas que estos tres elementos se fueron
confundiendo entre sí, hasta transformarse en uno solo; es que todos en definitiva forman
parte de la vida de Luis El Bocha Carrara y cada uno de ellos ha ejercido o ejerce una
influencia particular en la conformación de su personalidad; por mi parte dejé que así
fuese ya que ese era su ánimo, el expresar libremente sus vivencias, emociones y
sentimientos, sin condicionamientos, ni restricciones de allí que como cierre de esta
primera etapa de su relato, su deseo es vincular estos tres aspectos con el regreso a casa
desde el frente de batalla, lo que según sus propias expresiones, “ fue un acontecimiento
increíble”,
El viaje de regreso, lo compartió con “Cabechu” Bovone, que no estuvo en Malvinas,
pero fue compañero de colimba. El ejército los trasladó hasta Bahía Blanca y desde allí
abordaron un colectivo que los dejó en Santa Rosa, provincia de La Pampa; era un tiempo
muy especial, ya que la gente al verlos vestidos con ropa militar de fagina, lo primero que
preguntaban “era si habías estado en Malvinas”; por lo general, el que respondía era
Bovone quién afirmaba: “si, él estuvo en Malvinas”. Entonces hubo por parte de la gente,
actos de amor y desprendimiento, como en el caso de Santa Rosa La Pampa, donde un
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señor que se conducía en un rastrojero, gordo y de barba, no solo que los traslada hasta
Vicuña Mackenna, sino que les compra alimentos y bebidas en una estación de servicio.
Desde Vicuña Mackenna emprenden el último tramo del regreso en un ómnibus de la
empresa de transporte de pasajeros “La Estrella”, sus chóferes, al enterarse de su
situación de soldados de Malvinas, no les cobran el viaje arribando a nuestra ciudad,
aproximadamente a las seis de la mañana del día……El ómnibus los dejó en la ruta, por
lo que el resto del trayecto hasta su domicilio (la panadería), lo hicieron a pié, a pesar de
que algunos automovilistas se detuvieron para llevarlos, rechazaron esta posibilidad. “…a
las seis de la mañana más o menos, llego a la panadería, antes de entrar los miro
por la ventana a mi hermano y a mi viejo, me quedé cuatro o cinco minutos
mirándolos a ellos, ahí…” “…Ellos sabían que en cualquier momento llegaría, pero
desconocían el día y la hora; lo que no quería era que me vieran llorar, así que por eso
me quedé mirándolos 4 ó 5 minutos a ellos, como trabajaban en el interior de la
panadería, cuando entré fue una cosa de locos, cuando me vio mi viejo, estaba mi
hermano, mi vieja, en ese momento todavía vivíamos en la panadería, estaba acostada,
así que me tiré sobre la cama, mi hermanita también estaba acostada. Al cabo de media
hora, la panadería era un mundo de gente, me acuerdo de vecinos de toda la vida, como
Pichona Bonet que se cruzó en camisón a la panadería, realmente una cosa de locos; es
en ese momento cuando pienso …de nuevo la panadería…”
Con posterioridad la reincersión en el club San Martín “…con normalidad gracias a
Dios…”, con la misma normalidad vuelve a sus actividades en la panadería y en la vida
cotidiana de la ciudad; pero y como era lógico esperar comienzan a aparecer secuelas,
como consecuencia de los duros acontecimientos bélicos que había protagonizado en el
atlántico sur. El fútbol su gran pasión, retorna también a su vida y entre los años mil
novecientos ochenta y tres y mil novecientos ochenta y cinco forma parte del equipo de
Buchardo como refuerzo para un torneo provincial; tal vez en uno de los peores
momentos en relación a las consecuencias de la guerra que y comenzaban a
manifestarse; ejemplificando, tocaban con cierta rudeza a un compañero de equipo y la
reacción violenta, era inmediata, la relación con Malvinas era inevitable, “para mi, quién
agredía era un inglés…”, no obstante, esto nunca lo había manifestado en público, lo
hace en este momento y por primera vez en estas evocaciones de guerra que comienzan
a fluir para ingresar en los laberintos de la historia, “…me aparecían fantasmas, me
acuerdo que jugaba al fútbol y me aparecía eso; fíjate vos, al negro Larretape, un amigo
del fútbol, le quebré la canillera, nunca me voy a olvidar, tiempo después el destino
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futbolístico, nos uniría jugando ambos para San Martín y él me remarcaría esa
circunstancia, siempre fui fuerte, pero nunca mal intencionado, ese fue el peor momento
mío en el fútbol…”. De algún modo, el pasado se hacía presente, decide entonces
comenzar una terapia con el Doctor Edgardo Saal, dándose cuenta, al dialogar con el
profesional de las cosas que le estaban sucediendo, era como una distorsión de la
realidad, el ruido de un avión lo percibía de inmediato de un modo intuitivo y antes de que
cualquier otra persona lo percatara; un golpe fuerte de algún elemento lo atraía
rápidamente, lo ponía en estado de alerta y mentalmente lo transportaba a Malvinas en
fracción de segundos, “…conjuntamente con eso, me fui haciendo muy cerrado, me
costaba hablar, es mas, aunque no lo parezca, me cuesta hablar , después esto te va
llevando a consecuencias, el no hablar en su momento, después tuve la suerte de ir
aprendiendo de darme cuenta del mal que estaba ocasionando, por eso recurrí a
profesionales…” Lo hizo en el instante preciso, ya que vivía mucho en el silencio, tenía
problemas y no lo manifestaba, no decía absolutamente nada con lo que todo se iba
agravando cada vez más, las repercusiones negativas no se hicieron esperar y terminaron
con su matrimonio, “…en el momento de la separación, hubo cosas que las sufrí mucho,
en enero de 1991 se concreta el matrimonio con Rosana Rodríguez, una mujer
extraordinaria, no podía haber elegido mejor mamá para mis hijos, estuvimos doce años
casados, el 2 de junio de 1992, nace Valentín, el 13 de octubre de 1993 nace Joaquín,
mis hijos y mi razón de vivir…”. Por esas cosas que tiene la vida el matrimonio termina en
separación, pero remarca que la madre de sus hijos es sagrada, ya que le dio vida a los
dos seres que como expresa, son la razón de su vida; haciendo terapia con el Doctor
Maravilla, especialista en terapias con veteranos de guerra, éste le preguntaba “si tenía
sueños”, en realidad “si era un tipo de tener sueños”, a lo que Bocha respondió “que no,
que no era de tener sueños, que vivía el día a día”, tal vez, esta actitud tenga mucho que
ver con Malvinas, el vivir el momento, al segundo siguiente no se sabía si estaba o tal, ya
no, “esto me hizo ser de una manera… y lo único que recuerdo siempre, estando en
Malvinas, le pedí a Dios que me diera la suerte de ser papá, estamos hablando tan solo
con 19 años, eso me acuerdo tan claro, yo nunca pensaba que no iba a volver, recuerdo,
repito, que le pedía a Dios, me diera la suerte de ser papá…”. En la sesiones con el
Doctor Maravilla, el profesional le remarcaba este hecho significativo de, estar al borde de
la muerte, pero pensando en dar vida. De allí que valora enormemente el haber podido
concretar su anhelo de ser padre, reitera permanentemente que sus hijos so quienes hoy
compensan con su frescura tantos momentos difíciles por los que le tocó transitar: “…el
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hecho de verlos crecer y que ellos van logrando sus objetivos, con el estudio, con el
fútbol, con las actividades, el poder verlos, no tiene precio; disfrutar hoy de estas cosas,
fueron las grandes motivaciones, para no quedarme con el pensamiento…solo en
Malvinas…gracias a Dios…”.-
CAPÍTULO VI – Incorporación a la fuerza Ejército – Instrucción – Malvinas.-
La incorporación a la fuerza Ejército, se produce el 2 de febrero de 1982. Su tiempo
de instrucción fue de apenas cinco (5) días ante la serie de estudios médicos, a los que
fue sometido debido al problema de salud que se narra en párrafos precedentes.
Las instancias previas a esta situación, originan que la presentación inicial, previa al
alistamiento definitivo, se realiza en la ciudad de Río Cuarto precisamente en el Distrito
Militar de Holmberg. Desde allí son trasladados en tren de pasajeros contratado por el
Ejército hasta la ciudad de Córdoba; la información que se manejaba era que el destino
definitivo, sería la provincia de Chubut, al Regimiento nueve (9), ya que a ese territorio
iban en rotación anualmente, cordobeses y porteños (…de hecho, cuando llegamos
nosotros los que estaban eran todos porteños…). Del viaje en tren hacia Córdoba, rescata
el hecho anecdótico de que las bolsitas con comida que se repartían, al haber sido
embasadas con anterioridad, despedían un olor muy desagradable, por lo que eran
arrojadas desde lejos hacia sus destinatarios, siendo uno de los encargados del reparto
“Cabechu” Bovone.
El impacto de llegar a Córdoba y ser recibidos por miembros de la Policía Militar (PM),
fue otra de las vivencias que Bocha describe como fuertes “…Cuando llegamos a
Córdoba, fue el primer impacto fuerte que tuvimos, ya que evidentemente, de la vida civil
a la militar el cambio era muy profundo, en primer lugar, no había una idea clara de lo que
nos esperaba, nos recibe la policía militar, nos trataban como trapo de piso, el primer
contacto fuerte que tuvimos…”.
Comenzaban entonces a avizorarse situaciones completamente nuevas, había que
andar al trote (paso militar), bajo esas condiciones son llevados a una compañía, (no
recuerda el nombre); allí pasan la noche, acostados en colchonetas dispuestas en el piso.
Al la hora seis (6) del día siguiente, (sin desayunar y aún con la sola ración de las
bolsitas con alimentos repartidas en el tren), luego de despertarlos, los trasladan al
aeropuerto Pajas Blancas y desde allí, en un avión Fokker de la fuerza aérea al que le
habían quitado los asientos por lo que deben acomodarse en el piso, hacia Comodoro
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Rivadavia en la Provincia de Chubut. Si la llegada a Córdoba les provocó una sensación
difícil de explicar, este arribo a Comodoro Rivadavia, en el sur del país, incrementó aún
mas esa impresión de encontrarse en un mundo totalmente nuevo y distinto a la vida civil
que abandonaba a partir de ese instante. “…cuando llegamos, nos estaban esperando
suboficiales que desde un principio nos gritaban, dándonos un trato de tono netamente
militar, procurando hacer entender claramente que hasta ese momento, éramos los nenes
de mamá, pero a partir de ahora, eso se terminaba y ya van a ver lo que les espera…”
“…yo me ubico en la época con la edad que tenía, apenas dieciocho (18) años y era
lógico que eso sucediera, yo trato en este relato, de instalarme en ese momento de
la historia, para analizarlo y comprenderlo, no hay otra manera, es cierto, si hoy lo
vemos desde el punto de vista de la democracia tal vez se aprecian errores, pero en
ese período hay que entender que pasaran esas cosas…”
Es muy importante tener en cuenta la afirmación precedente, cuando hoy se trata de
distorsionar permanentemente el curso de la historia, Bocha nos da una clara lección de
cómo a determinados sucesos es necesario ubicarlos en su dimensión, en el tiempo y en
el espacio en el que se produjeron para percibir su impacto posterior en el devenir
histórico.
El itinerario no finaliza en Comodoro Rivadavia, en camiones o ómnibus (no recuerda
con exactitud), continúan el periplo que tiene esta vez si, un destino final, el pueblo de
Sarmiento, en la misma provincia de Chubut “…llegamos a Sarmiento, nos queríamos
morir, claro el sur es diferente en todo, un viento que raja la tierra, un frío que ni hablar,
íbamos a un lugar totalmente desconocido, no solamente el lugar, también el ambiente; el
mundo militar, era realmente deprimente…”
De todos modos, el cúmulo de situaciones negativas, se ve de algún modo alterada,
dentro de la Guarnición Militar Sarmiento, tenían su asiento cuatro (4) ó cinco (5)
compañías, entre ellas el Regimiento de Infantería veinticinco (25); este Regimiento ya
había reincorporado soldados de la clase anterior (1962), que en su momento habían sido
dados de baja y vueltos a ser reintegrados, entre ellos se encontraban vecinos de
Laboulaye como son los casos del “bomba” Domínguez y el “pollo” Valli (que finalmente
terminarían combatiendo en Malvinas). En ellos, encontraron los recién llegados a la
guarnición Sarmiento, un respaldo que les hizo sentirse muy bien, provocando un cambio
de ánimo muy significativo.
Bocha, insiste con su problemática médica haciendo hincapié en sus dificultades de
salud (convulsiones), no obstante ya le habían cortado el pelo y tenía todas las
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características de un soldado ya incorporado, lo llevan a una enfermería, allí pasa la
noche y en un momento determinado recuerda que se hace presente para saludarlo
Mohamed Ali Seineldin, conocido como el turco Seineldin, quién en ese momento era el
jefe de la Guarnición Militar Sarmiento.
Regresa a Comodoro Rivadavia, a los fines de una nueva revisión médica a partir de
sus estudios clínicos, transcurren varios días en esa situación, lo que trae como
consecuencia negativa el no participar activamente en los primeros días de instrucción
(aclara que prácticamente solo tuvo cinco días de adiestramiento antes de los eventos de
Malvinas), ya que finalmente quedó incorporado con el apto absoluto. “…Fíjate vos como
son las cosas, recuerdo como si fuera hoy, el subteniente Villegas, estábamos todos fuera
de la cuadra (en la que dormíamos), al poco tiempo de ser incorporados, te van sacando
por los oficios te iban preguntando a que te dedicabas en la vida civil, cuando me
preguntan ¿Qué sabe hacer usted recluta?, respondo: “soy panadero”; sabía que en la
guarnición había una panadería y necesitaba ser atendida.
Como son las cosas, el destino, en ese momento venía caminando el subteniente
Villegas, él me mira y me dice: “yo a usted lo quiero soldado mío, no va a la
panadería, lo quiero en comando, me gusta por la cara de loco que tiene”, textuales
palabras, claro, yo un gringo asustado de ojos claros… abría los ojos como el dos de
otro…cuando nos encontramos con Leandro (Villegas) siempre bromeamos con estas
situación que se dio en aquel entonces…”.
Como ya se manifiesta precedentemente, el período de instrucción en el Regimiento
que tenía su asiento en la localidad de Sarmiento (180 kilómetros desde Comodoro
Rivadavia), en el que Bocha participa es muy breve, prácticamente, y luego de
confirmarse su apto absoluto definitivo en Comodoro Rivadavia, se incorpora en la última
fase de preparación que incluía además de lo tradicional (salto de rana, cuerpo a tierra), el
uso de armas de fuego, específicamente el fusil (FAL), que no dejaba de tener sus
especificidades, esto sucede en el período final de instrucción y por no haber estado en la
parte previa, donde se explicaba el uso de armas, Bocha observaba a quienes estaban a
su lado, para aproximarse a una idea, la práctica de tiro consistía en hacer fuego a un
cartón desde diferentes posiciones, parado, arrodillado, cuerpo a tierra: “…bueno, tiré
con el fusil, creo que ni al cartón le pegué, yo los había mirado a los otros como se
ponían, como apuntaban, en mi puta vida había usado un arma…”
El fusil FAL, al momento de hacer fuego debe estar correctamente afirmado en el
hombro, de lo contrario mueve el cuerpo de manera violenta hacia atrás.
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Los últimos días de instrucción militar, resultaron muy intensos en cuanto a las distintas
actividades desarrolladas consistentes en principio; en una especie de circuito con
obstáculos que debían sortearse escalonadamente, como por ejemplo, luego de arrojarse
una granada de humo para impedir la visual, debían a arrastrarse en posición de cuerpo a
tierra pasando por debajo de un alambre extendido a muy pocos centímetros del suelo, de
allí y superada esta instancia, pasaban a unas barras que debían atravesarse colgado
sosteniendo el cuerpo con los brazos (fuerza de brazos) y finalmente y tal vez la prueba
mas dura y difícil, se extendía una cuerda (soga), desde una orilla hacia la otra del lago
Muster (ver referencias) y debía atravesarse el lago (de orilla a orilla), acostado sobre la
soga, (boca abajo), tratando de no caer al agua, los suboficiales encargados del
entrenamiento, movían intensamente la cuerda y se debía resistir ese movimiento sin caer
al río: “…me acuerdo, de haber tenido el honor, creo que fuimos tres los que habíamos
logrado cruzar y uno de esos tres era yo… claro era una época en la que debido a mi
actividad futbolística, yo me encontraba muy bien físicamente…”. De todos modos, el
mojarse era inevitable ya que quienes lograban franquear el río sin caerse de la soga,
luego debían trasponerlo caminando, con el agua a la altura del pecho; en el sector
contrario, aguardaba la llegada un suboficial que al verlos, expresaba: “…vaya a aquella
carpa que le van a cambiar la ropa, claro, salir del agua con la ropa toda mojada, la
sugerencia era aceptada inmediatamente, pero apenas realizabas el movimiento de abrir
para ingresar a la carpa, lo recuerdo como si fuese hoy, un mano te tomaba a la altura del
pecho, arrojándote violentamente al piso y recibiendo sin ninguna explicación, golpes en
todo el cuerpo, la oscuridad era total dentro de la carpa, lo que dificultaba aún más,
comprender lo que estaba pasando, de todos modos y como los atacantes eran varios,
había que tratar de defenderse de cualquier manera…me quedaron grabadas durante
mucho tiempo las marcas en el cuerpo de las agresiones hechas con un teléfono
magnético, quienes golpeaban se envolvían el cable del teléfono en la mano y pegaban
con el aparato…” . Se trataba concretamente, de establecer el grado de resistencia física
a posibles tormentos que podría sufrir en caso de caer prisionero del enemigo, ante un
conflicto armado, ilustra Bocha al respecto: “…te daban con esos teléfonos para sacarte
información, a que compañía pertenecías, cuantos soldados eran, que tipo de armamento
portaban, yo no decía nada, recuerdo que tenía una persona sentada sobre mi pecho,
con una jeringa en la mano y amenazando con clavarme la aguja en el cuello y además
continuaban agrediendo con el teléfono, te cagabas de infeliz, no era demasiado lo que
duraba la prueba, pero para mi fue una eternidad…si se lograba no hablar, que no
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sacaran ningún dato, venía entonces la felicitación y la salida por el lado posterior de la
carpa…esperando y riendo mucho con los que venían detrás de ti, que no sabían lo que
les esperaba allí…”.
La dureza de la vida militar y en período de preguerra podía apreciarse en este trato
cruel, pero necesario aclara Bocha, ya que seguramente sus superiores, a esa altura de
los acontecimientos, estaban informados de lo que iba a suceder en poco tiempo más.
Hubo luego, un período final de alistamiento que se prolongó por un lapso de dos
semanas, consistía la actividad en formaciones especiales en cadena, la modalidad,
caminatas en las que participaban entre diez (10) y doce (12) soldados, se simulaba la
posibilidad de un ataque enemigo y se adoptaban las diferentes posturas corporales para
evitarlo arrojándose cuerpo a tierra y adoptando diferentes dibujos y opciones de
combate, simulacros con toma de objetivos, por ejemplo: “…recuerdo que estaban
construyendo una casa de grandes dimensiones en la entrada al pueblo de Sarmiento,
nosotros fuimos a hacer un simulacro de toma de dicha vivienda, en la que se ponían en
práctica diversas técnicas de ingreso y egreso luego de cumplidos los objetivos
propuestos…”. El alistamiento se prolongó durante dos semanas, cambiados con ropa de
combate, con el bolsón listo hasta que en un momento determinado, llegó la orden de
partida hacia Comodoro Rivadavia, situación que se verifica a las dieciocho (18) horas del
día primero de abril del año mil novecientos ochenta y dos, arribando a Comodoro
Rivadavia, aproximadamente a la hora veintidós (22). En total eran unos setenta (70)
integrantes entre soldados oficiales y suboficiales, el traslado se realizó en camiones
grandes del Ejército, mencionando que debieron cargarse los bolsones que contenían
distintos materiales (ropa, equipamiento, armamento y casco) y elementos personales lo
que implicaba un peso de entre veinticinco (25) y treinta (30) kilogramos cada uno de
ellos. El arribo a Comodoro y el descanso se produjeron en una Compañía del Ejército
cuyo nombre no recuerda, pero si que debido a la gran cantidad de soldados, él y otros
compañeros, terminaron durmiendo (utilizando el equipo de descanso), debajo de unos
camiones; hasta ese momento, nada se sabía de la cuestión Malvinas, ya que no tenían
acceso a la información periodística y la orden para el traslado de los efectivos se había
dado con la premisa de que sería para completar el período de instrucción final, que,
según comentarios se efectuaría en Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz.
Al día siguiente, a las seis (6) de la mañana estimativamente, son despertados,
alistados, se les sirve un mate cocido en la cocina de la dependencia militar donde habían
pasado la noche; luego de ello son formados y se les ordena subir a un avión Fokker de la
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Fuerza Aérea Argentina, ya ubicados en su interior y con los cinturones abrochados, en
ese momento se pone de pié el Subteniente Villegas….
CAPÍTULO VII – Malvinas – El durante – La Guerra.-
“…Nunca me voy a olvidar, palabras textuales del gringo Villegas, un tipo bárbaro, era
el Jefe de mi sección, la compañía de ingenieros tenía tres secciones de combate, cada
una de ellas, estaba conformada por diferentes grupos y tenía un oficial a cargo y dos
suboficiales. Villegas se pone de pié, y delante de todos nosotros manifiesta…hemos
recuperado nuestras Islas Malvinas…nos pueden recibir con Whisky o con
sangre…”
El mensaje era claro, no se sabía muy bien cual era la situación con la que la
compañía de ingenieros se podía encontrar al arribar a Malvinas; tal vez, se debiera entrar
en combate inmediatamente o como finalmente aconteció; las Islas ya habían sido
ocupadas por un Comando de buzos tácticos de la marina encabezados por el capitán
Pedro Giachino (el primer caído en combate), de tal manera, se produjo el aterrizaje sin
mayores inconvenientes para luego producir la mudanza, hacia otro sector geográfico de
las islas y preparar su defensa.
Este pasaje de la historia, resulta conveniente analizarlo desde la perspectiva actual,
con cuarenta y siete años (47) de edad ya cumplidos y a casi treinta (30) años del
episodio de guerra. Cundo el subteniente Villegas expresa la frase que se remarca
anteriormente, allí y solo en ese momento, todos asumen que, en solo dos meses (habían
sido incorporados el 2 de febrero) su situación había mutado completamente y ese
cambio era sin dudas muy significativo , vestidos con uniforme militar, con la cabeza
rapada, armados, manipulando armamento sofisticado, prácticas constantes de tiro, todo
el día portando el fusil, viajar en avión “…un cambio muy fuerte para los dieciocho
años que teníamos en ese momento y desde la personalidad, estábamos tratando
de asimilar esos cambios…”
La realidad era muy concreta: “no éramos concientes de lo que estaba pasando...”,
parecía una película, después de una breve estadía en el aeropuerto (Puerto Argentino),
donde al llegar presenciaron la ceremonia de traslado al continente de los restos mortales
del capitán Pedro Giachino que había perdido la vida en combate al producirse el primer
desembarco y ocupación del archipiélago. El féretro había sido envuelto en una bandera
argentina y luego de los honores militares fue introducido en un avión Fokker. La
22
compañía es transportada en helicóptero hacia el rompehielos Almirante Irizar en el que
supuestamente se trasladarían a Bahía Fox zona en la que se asentarían para la defensa
de las Islas “…cosas que nos vamos enterando con el tiempo, imagínate la dimensión de
esto, vuelvo a repetir, en dos meses que te esté pasando todo esto, bajar de un avión,
subir al helicóptero, aterrizar sobre la cubierta de un barco, en el que además estaban los
marineros con sus buzos antiflama tal cual como los ves en las películas, la situación nos
superaba mentalmente a todos nosotros, ya no era imaginación…” “…pero ni siquiera el
hecho de haber presenciado la ceremonia de embarque de los restos del capitán
Giachino y de otros soldados, que ya habían muerto en combate, hicieron que
dimensionara la gravedad del instante que estábamos viviendo…”. En el rompehielos
Almirante Irizar navegan durante toda una noche y el hecho anecdótico lo constituye un
intenso dolor de muelas que obliga a Bocha a concurrir a la enfermería de la
embarcación, más precisamente al consultorio odontológico “…el rompehielos es como
una especie de ciudad en su interior…” al tomar contacto con el profesional odontólogo e
iniciar la conversación de práctica, sucede lo inesperado resultaba ser que este señor de
apellido Ruiz Doval al comentarle que era oriundo de Laboulaye – Córdoba, éste le dice:
“…yo tengo amigos en Laboulaye…”…para mi era como tocar el cielo con las manos,
tenía ganas de abrazarlo…”, resultó ser que el médico era amigo de la familia Barnard
mencionando a Potoca, Celso, habiendo estado en varias oportunidades en Laboulaye
para visitarlos; luego de Malvinas, Bocha pudo encontrarse en tres oportunidades con
esta persona que visitaba a la familia Barnard la última de ellas hace unos cinco (5) o seis
(6) años atrás; es decir, recuerdos y afectos muy especiales que se sumaron al alivio que
le trajo aparejado el haberle extraído en su momento la muela que tanto le molestaba.
Un suceso inesperado y poco claro, acontece al día siguiente, son reembarcados y
llevados nuevamente a Puerto Argentino, es decir, al mismo lugar desde donde habían
partido el día anterior, la explicación que se dió: “el rompehielos era demasiado grande
para ingresar en las profundidades de la Bahía”.
Ya en el aeropuerto nuevamente, todo esta dispuesto para ser trasladados en Unimog
(vehículo militar terrestre) y es en ese momento cuando distingue la figura de un vecino
de nuestra ciudad, quién también se encontraba allí, se trataba de Dardo Damisela, chofer
de un vehículo militar, que lo observaba a través del espejo retrovisor de dicho medio de
transporte, coinciden en un momento sus mirados y es allí cuando Damigela se sonríe al
ver la manera en que debían desenvolverse para ascender al Unimog, rápidamente (al
trote militar) y portando el pesado bolsón en el que llevaban todas sus pertenencias lo que
23
dificultaba bastante los movimientos tornándose de a ratos, grotescos y graciosos.
Viajan hasta el puerto donde en definitiva, son embarcados en un buque pequeño
llamado Isla de los Estados (con posterioridad y durante el desarrollo de la guerra esta
embarcación sería hundida en combate), y desde allí si arriban a Bahía Fox, cree que
llegan el día 5 de abril son recibidos por el alcalde de Fox quién portaba un palo blanco
con una bandera de igual color en señal de rendición. Desembarcan sin mayores
inconvenientes y se instalan en corrales y tinglados ( a los que pudo observar en el último
viaje realizado junto a otros ex combatientes a Malvinas casi en las mismas condiciones,
es decir igual que hace casi 30 años atrás), allí los malvinenses criaban ovejas y recuerda
que durante el viaje a Fox en el Isla de los Estados, en una oportunidad, salen a cubierta
con la finalidad de ir al baño, observa el panorama que se le presentaba en ese momento,
todo quedó grabado en su mente, el mar por sobre todas las cosas, ya que se escuchaba
un tema musical que pertenece a Palito Ortega y que expresaba: “…me gusta el mar
tengo alma de navegante, mi bandera va delante y el corazón detrás…” “…semejante
vivencia, era para mi como una película, aún seguía sin tomar conciencia real del
momento histórico que estaba protagonizando…”
El espacio geográfico en el que se instalan (Bahía Fox), tenía el aspecto de una
pequeña aldea compuesta por unas doce casas habitadas por distintas familias, las que, a
los pocos días son evacuadas en una embarcación, dejando sus moradas abandonadas,
valiéndose de esta circunstancia, el contingente militar se acomoda en ellas, mientras
procedían a cavar los pozos que servirían como refugio cuando comenzaran las
hostilidades por parte de los ingleses. Aclara Bocha al respecto “…recuerdo que
compartíamos, yo dormía en un cuartito tipo lavadero o algo parecido, es decir un espacio
muy reducido en el que la cabeza daba contra una pared y los pies en otra. Allí
dormíamos con el negro Hugo Sánchez oriundo de Inriville una población situada a unos
doscientos kilómetros de Laboulaye…” El resto se acomodó en las demás áreas
disponibles, en los galpones que estaban bien acondicionados y suficientes como para el
descanso de varios soldados juntos.
Además de los pozos que ya comenzaban a tomar forma como refugio, por esos días
se iniciaron también las prácticas y simulacros de combate en caso de que las primeras
acciones provinieran desde la vía aérea; el grupo de combate instalado en Bahía Fox, no
contaba con armamento pesado, ni tampoco co artillería antiaérea adecuada, de tal
manera que con caños del tipo PVC se simulaban cañones de baterías que vistas desde
el aire realmente parecían elementos de combate en situación de repeler cualquier
24
ataque. Recuerda Bocha: “…este tipo de cosas, me gusta comentarlas y que se
resalten porque como sucede en todos los ámbitos dentro del ejército hubo gente
muy capaz, cuando hablo de tipos como el mayor Oscar Minorini Lima, el
subteniente Villegas (era mi jefe de Sección), el cabo Yapura, el sargento primero
Arias, eran los jefes de los grupos que yo integraba, realmente me pongo de pié
porque es gente que ha hecho honor a su vocación de militar…” “…es así como
sucede en todas las profesiones, no todos los curas son buenos, no todos los políticos
son buenos, hay de todo en diferentes aspectos…” “…a mi me duele cuando se
generaliza y se pone en tela de juicio la actuación de los militares, involucrándolos
a todos por igual…porque yo tuve la suerte y el orgullo de tener a mi lado a gente
como la mencionada…me tocó en suerte que sean mis jefes y hoy son mi
orgullo…”. Analizadas estas contingencias, con el transcurrir del tiempo, hoy se
comprende que en concreto, todo lo que hacían quienes tenían las responsabilidades de
conducir al grupo, no era otra cosa que acatar órdenes que bajaban desde estamentos
superiores, contextos que no eran decididos por ellos sino que se planificaban en otros
contornos muy alejados del escenario bélico, en ese marco, se había dispuesto la toma
de Malvinas y poco importaban las condiciones, especialmente si quienes iban a combatir,
tenían apenas dieciocho o diecinueve años y si estaban en circunstancias de hacerlo o
no: “…el momento era así, aunque cueste creerlo…”, de allí que la tarea de sus
superiores era la de buscar y suministrarles las herramientas adecuadas, en primer lugar
para que rápidamente fuesen concientes de que se iba a desarrollar una guerra con una
potencia extranjera, que debían transformarse en soldados verdaderos en ese corto lapso
de tiempo, ya que no se trataba simplemente de montar guardia en una guarnición militar,
aquí en este instante, la guardia podía sufrir un ataque es decir; crudamente expresado
“…te podían cagar matando en cualquier momento, ya sea a partir de un desembarco de
tropas, un ataque aéreo, de allí que es necesario ubicarse una vez más en aquellos
tiempos difíciles en que ellos como líderes de los grupos, debían agudizar el ingenio para
hacer entender y tomar conciencia de la gravedad del entorno y de lo que realmente
estaba pasando…” “…la vida de ellos dependía de nosotros, todos valíamos una
munición…”. Las responsabilidades de que en Bahía Fox, no hubiese armamento
pesado para fortificar las posiciones eran compartidas por varios niveles del poder militar,
especialmente aquellos que habían decidido la ocupación sin tener una idea precisa de
cómo trasladar este tipo de poder de fuego hacia las distintas perspectivas de
enfrentamientos ; pero lo cierto es que tanto el mayor Minorini Lima como quienes lo
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acompañaban en la conducción de la unidad de combate allí estacionada no se quedaron
paralizados por esta ostensible desventaja, sino que por el contrario, tomaron las
medidas urgentes para, al menos simular ante el enemigo que esa inferioridad en
equipamiento no era tal y se realizaron rápidamente simulacros antiaéreos
estableciéndose posiciones ficticias todo lo cual aparentaba o hacía pensar que había
muchos más soldados y equipamientos de los que realmente poseían o sea que muchos
pozos de resguardo se habían construido, pero en realidad no estaban habitados. Con el
devenir de los años rememora Bocha: “…fueron todas estrategias que analizadas ahora,
uno puede hacer su propia lectura, cuando nos juntamos con ellos una vez al año y
escuchamos sus explicaciones vamos entendiendo algunas cosas, la manera en que se
dieron y los por qué ocurrieron de esa manera. Se nota que ellos conocían la trama y
como se fue tejiendo, al menos en ciertos aspectos en otros más trascendentes, se podía
entrever que no manejaban demasiada información…”
Lo referido al manejo de información importante y confidencial y su llegada a los
diferentes mandos, quedó reflejada cuando a mediados del mes de junio, visita a los ex
combatientes de Malvinas de Laboulaye y región, quién en el momento del conflicto fuera
gobernador militar del archipiélago austral el general Mario Benjamin Menéndez, su visita
fue casi secreta y pasó totalmente desapercibida para los medios de comunicación, recién
se conoció la noticia al día siguiente ya que, aclara Bocha “…queríamos tener un mano a
mano con él, fue una experiencia espectacular haberlo tenido con nosotros, fue muy
enriquecedor tratar de entender algunas cosas, allí nos enteramos que también él, a
pesar de ser el gobernador militar estaba limitado con la información, esa es la
realidad…”. Recuerda que en oportunidad de la visita de Menéndez a la sede que el
Centro de Ex Combatientes de Malvinas posee en Laboulaye, estaban allí convocados
junto a Néstor Rodríguez (Pato), cuando le expresaron que eran de la Compañía de
Ingenieros que estuvo estacionada durante el conflicto en Bahía Fox, el general
Menéndez acotó: “… inventores de cosas muy importantes con mi amigo Minorini
Lima…”. Cuando Bocha le manifiesta: “…antiaéreas mi general…”. Este responde: “…Si,
antiaéreas, no había artillería pesada, Minorini fue el inventor de las antiaéreas
simuladas con caños de PVC. Yo el 5 de abril cuando ustedes llegan a Malvinas, me
quedé a dormir allí…”. Dice el Pato Rodríguez: “…claro usted durmió en mi cama…”.
Efectivamente, así había sido, lo cerrado de la noche y el mal tiempo reinante, impidieron
el traslado del general Menéndez en helicóptero hacia Puerto Argentino, cosa que se
concretaría recién al día siguiente previo pasar la noche en Fox junto a la Compañía de
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Ingenieros que se había situado en ese punto de las islas, ese día 5 de abril; en ese
mismo instante, una historia más, de las tantas que fraguaron a la actual Argentina
bicentenaria, comenzaba a escribirse.
Volviendo a rescatar las vivencias a partir de la llegada a Bahía Fox y como ya se
expresa en capítulos anteriores, el primitivo lugar de alojamiento de la Compañía de
Ingenieros, fue el sector de viviendas abandonadas por sus habitantes ante la inminencia
del conflicto armado hasta tanto se pudiesen construir las defensas y las posiciones, la
tierra de Malvinas es muy dura y difícil de excavar, con excepción de la primera capa que
representaban unos diez centímetros y que se podían extraer fácilmente, pero a partir de
allí la tarea se complicaba enormemente debido al endurecimiento en exceso de la
superficie terrestre; pero había que hacer los pozos de cualquier manera, pero las
dificultades no solo se manifestaban para la realización de las defensas (pozos) , sino
también por parte del enemigo ya presente y en condiciones de hostilizar. “…fíjate vos lo
que pasa, nosotros ya éramos concientes de la situación en la que estábamos inmersos y
el primer contacto que tuvimos con los ingleses fue un ataque aéreo, nunca me voy a
olvidar ya que me quedó grabado debido a las circunstancias en que se produjo; de las
casas en las que vivíamos a las posiciones, había una distancia de seiscientos (600)
metros aproximadamente, estábamos en los pozos y salimos caminado con el gringo
Casinmera por arriba de la montaña y es en ese momento cuando aparecen en el
horizonte dos aviones de guerra británicos desplazándose rápidamente pasan por sobre
nosotros disparando ráfagas de ametralladoras cañoneando toda la superficie en la que
nos encontrábamos (yo soy un protegido por Dios), ya que entre el gringo Cnsinmera y yo
quedamos ráfaga de por medio y al pasar ambos aviones disparando queda marcado
como una especie de camino, lo que da una idea de la potencia de fuego y el milagro que
representaba el estar aún con vida…””…luego del pasaje de ambos aviones de combate
nos refugiamos en unos tubos de hierro similares a los que se utilizan para desagües
cloacales, estábamos petrificados, impactados. Ese fue el momento en que se produjo un
clic en la mente de cada uno de nosotros, hasta allí, parecía algo imaginario, irreal pero
ahora ya sabíamos de que se trataba y lo que íbamos a vivir de aquí en más, estábamos
en guerra…”
Esta realidad, golpeó también con dureza a quienes profesionalmente, estaban
preparados para la guerra, es decir, los soldados profesionales concluyeron que, una cosa
es el simulacro y otra muy diferente los combates que marcan una clara tendencia “…
habían tirado a matar, eso estaba fuera de toda discusión, y la lógica era que de
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ahora en más, había que estar muy atentos y cuidarse mucho…”
Luego de ese episodio se concientizaron, de la significativa importancia que tenían los
pozos para protegerse y para continuar con vida. En principio tomaron con mucha
liviandad los dichos de sus superiores en el sentido de que el pozo, debía ser lo
suficientemente amplio como para ingresar parados y permanecer acostados, que ese iba
a ser el lugar más seguro y …la única protección. “…hacíamos los pozos, pero mucha
pelota no le dábamos, pero ya ser consiente de que eso iba a servir para salvar la vida,
era otra cosa, esas ráfagas de ametralladoras, tiradas desde un avión británico, me
ubicaron definitivamente en la realidad que estábamos viviendo…”.
CAPÍTULO VIII: La guerra su conducción. Los superiores jerárquicos.-
A lo largo de su relato (más de diez (10) horas de duración tuvieron las entrevistas que
mantuvimos con Bocha), siempre resaltó la capacidad, la entrega y el patriotismo de sus
superiores jerárquicos que se encontraban a cargo de la conducción de los distintos
grupos y por ende de las acciones de guerra que se desarrollaron a lo largo de los meses
que perduró el conflicto. En contradicción con otras versiones dedicadas a defenestrar de
manera permanente a los superiores, no es el caso de Bocha, quién dice haber recibido
en la gran mayoría de los casos, verdaderas lecciones de vida y su supervivencia
dependió siempre de esas lecciones que él recibió.
Tal es el caso del subteniente Villegas a quién Bocha apodaba “El gringo”, subteniente
de Ejército recién recibido acostumbraba a dialogar continuamente con los soldados
tratando de lograr un excelente estado anímico, solía usar frases muy contundentes como
por ejemplo: “…el orgullo que debía ser para nosotros el hecho de pasar a la historia al
igual que lo sucedido con lo soldados del general San Martín en su gesta libertadora…”,
eran permanentes sus alusiones a la proeza libertadora de San Martín y era un elemento
que utilizaba para levantar el ánimo a la tropa, haciendo comparaciones con la situación
de Malvinas, que en definitiva, también se transformaría en una acción redentora de una
porción del territorio argentino bajo dominio inglés, desde hacía muchos años y que la
historia reconocería en su momento, al igual que la realizada por San Martín.
Pero evidentemente, los tiempos de guerra eran otros y parecía que transcurrían
demasiado rápido. Otra acción que el “gringo” Villegas manejaba muy bien como envión
anímico, era la oración del soldado: “…tengo tan grabada la cara del gringo Villegas, él la
iba diciendo, nosotros la íbamos repitiendo y a todos nos llegaba muy profundo por el
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modo vehemente que tenía el gringo Villegas de decirla y transmitirla, se podía observar
en su rostro que ese rezo salía de lo más profundo de su alma, y nos llegaba de la misma
manera a nosotros, ello sumado al contenido de la oración, hizo que quedara fraguada a
fuego en todos los corazones, hasta el día de hoy, la rezo todas las noches, antes de
acostarme…”. Pero además, esta situación se prolongó en el tiempo, desde hace diez
(10) años, quienes integraron estos grupos de combate en Bahía Fox se reúnen en
distintos puntos del país, para recordar tiempos compartidos en difíciles circunstancias e
invariablemente, antes de comenzar un almuerzo o una cena: “…el que dice la oración
del soldado soy yo…”. El hecho de haberle quedado tallada en su mente, la energía con
la que Villegas expresaba la oración, hizo que Bocha, la repitiera con las mismas formas
que utilizaba éste y es así como todos sus compañeros, incluidos oficiales, suboficiales y
el mismo gringo Villegas, es decir, todos los participantes de cada encuentro, la repiten de
igual manera y al mismo tiempo, con la misma vehemencia con la que lo hacían en Bahía
Fox; al igual que ayer, sigue siendo, a pesar del tiempo que ya es historia, la misma
inyección anímica.
Dando continuidad a la historia y sus devenires, aclara Bocha que: “…si bien la
oración la rezaban todos, eran en la segunda sección donde se hacía más fuerte, ya que
allí se encontraba precisamente Leandro Villegas, su mentor, y también Jefe de
Sección…”. Las otras secciones de combate, estaban a cargo de los Tenientes Sánchez y
Jaureguiberry.
Uno de los problemas mas graves, que debieron afrontar era el relacionado con la
alimentación. La comida no llegaba con la regularidad necesaria y había que abastecerse
de cualquier manera: “…yo era muy flojo para algunas cuestiones, tenían que ver con
esto de comer cualquier cosa y de cualquier manera, pero no solo eso, me molestaba
mucho tener que ingresar a una casa para conseguir algún frasco de mermelada u otros
alimentos, por el hecho de estar muerto de hambre, afortunadamente, tenía un
compañero, Carlitos Casina oriundo de Corral de Bustos, el comprendía mi situación que
mis principios eran mas fuertes que yo y que me impedían robar, entonces cuando él
lograba conseguir alimentos, los compartía conmigo. Con esto no quiero afirmar que mis
compañeros no tenían principios, pero si tenían decisión ante una situación límite…” “…
yo en cambio era muy fuerte en lo espiritual, tenía compañeros que se venían
anímicamente abajo y yo me tomaba la tarea de llegar hasta el pozo donde se
encontraban, rezábamos una oración, les decía que íbamos a volver, que tuvieran fe,
recuerdo que siempre rezábamos el padre nuestro, el ave maría y la oración del soldado;
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entonces desde lo espiritual y desde la gran decisión de combate yo notaba que en m i,
esos aspectos eran decisivos y me hacían sentir muy fuerte, a la hora de tener que
enfrentar las operaciones del enemigo…”.
Afortunadamente, los combates, nunca se dieron cuerpo a cuerpo, pero en una
oportunidad, en ocasión de estar realizando un patrullaje, éste terminó en un episodio al
que podría calificarse como tragicómico. Las recorridas duraban aproximadamente dos (2)
horas y se centraban en un determinado espacio geográfico sospechado de que allí
podrían producirse desembarcos de tropas enemigas; estaba compuesta generalmente,
por un suboficial y seis soldados, el suboficial portaba una pistola de bengala, mientras
que un soldado hacía lo propio con una radio para enviar información sobre los resultados
de la observación. En caso de detectar un desembarco, debían transmitir la información,
lo más precisa y rápida posible y además contener a los agresores el mayor tiempo
permitido; ya que hasta ese momento y a pesar de los esfuerzos, los pozos no estaban
terminados, o sea que, aún estaban acantonados en las casas de familia y por lo tanto, se
debía dar el tiempo suficiente a las tropas, para llegar a posiciones de combate: “…una
noche, me ubico desde los dieciocho (18) años que tenía en ese momento y tratar de
comprender la importancia de las actitudes de los suboficiales con mando de grupos, es
necesario pues dejar aclarado que si bien es cierto, hubo gente muy capaz, también la
hubo de la otra, ejemplificando es como pasar en la noche por un cementerio llevando de
la mano a tu hijo, si lo haces con miedo, seguramente se lo transmitirás a él, en ese
estado de guerra, pasaba exactamente lo mismo…”. Sucedió que en uno de esos tantos
patrullajes, en un momento determinado un suboficial emite la voz de alerta: “…nos están
rodeando, nos están rodeando los ingleses, están desembarcando en la punta de la
montaña…”. Realmente, eran visibles movimientos compatibles con los de una columna
militar en plena tarea de desembarco, filas perfectamente conformadas que subían y
bajaban en diferentes sectores de la montaña; consecuente con esa situación, el
suboficial decide con voz de mando “…separarse entre sí y a la orden de fuego libre
disparar (hacer fuego), sobre las columnas enemigas…”. Como ya quedó aclarado, la
función de la patrulla era alertar, pasar información y contener al atacante; con la luz de
bengala se marcaba la posición de la misma, de allí que el enorme desliz que se cometió
en aquel momento, fue dispararla hacia arriba, con lo que en un radio comprendido entre
los quince (15) y veinte (20) metros se produjo un haz de luz iluminando toda la posición y
haciéndola de este modo, totalmente visible para quienes supuestamente, estaban
estableciendo una cabeza de playa en ese instante: “…en una fracción de segundos
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quedas totalmente iluminado, yo recuerdo como si fuese hoy; apoyé la frente en el
fusil, les pedí perdón a mi vieja y a mi viejo por todos los errores que había
cometido para con ellos, recé un padre nuestro y cuando escuché ¡fuego
libre¡ comencé a tirar…”
No había demasiadas precisiones sobre las distancias, podía observarse eso sí, el
andar (ir y venir) de las líneas inglesas, de pronto, se escucha nuevamente la voz del
suboficial ordenando: “…alto el fuego, retaguardia carrera mar…”.
Se emprende una veloz carrera hacia las posiciones de retaguardia, se había perdido
totalmente, la noción de espacio y ubicación: “…pero hacia donde había partido corriendo
el primer soldado, hacia allí mismo, salimos todos…” “…con frío, con viento, con hambre
y con miedo, volábamos nosotros hacia la retaguardia…”. El suboficial, un hombre de
contextura física gruesa y mas bien obeso, quedó totalmente detrás y todos sumidos en la
desesperación de no saber quién era el que corría al lado, detrás o hacia delante; al llegar
a los pozos y tomar posiciones, son recibidos por el mayor Minorini Lima y el subteniente
Villegas, sin poder dar presiones sobre lo sucedido, esperan el arribo del suboficial, quién
informa. “…que se trataba de un desembargo inglés, aproximadamente unos sesenta (60)
soldados con el casco camuflado…”. El mayor Minorini Lima dispone de inmediato
permanecer en situación de combate en el interior de los pozos (aún construidos a
medias), haciendo lo propio él y también el subteniente Villegas. Transcurren las horas, se
aproxima el amanecer y no se había producido aproximación alguna proveniente del
desembarco detectado. Se decide el cese del alerta, el abandono de los pozos y marchar
para alojarse nuevamente en las viviendas de la Bahía, quedando atenta una guardia por
si la posibilidad de ataque, definitivamente se concretaba, pero nada aconteció: “…
Indudablemente, había ocurrido una equivocación…” Un grupo de oficiales, junto al
suboficial al mando de la patrulla, deciden realizar una comprobación sobre el terreno
donde se habían desarrollado los acontecimientos la noche anterior, confirmando, luego
de inspeccionar que en realidad se trataba de una pingüinera: “…habíamos dejado el
tendal de pingüinos…”.
Lo cierto es que la visión nocturna de la pingüinera era la de un desembarco inglés, los
movimientos de las aves, su manera de marchar, la rapidez y el orden con que lo hacían,
daban toda esa sensación; todo ellos sumado a una decisión tomada por Bocha desde un
principio, la de combatir, sobre eso, no había ni tenía ninguna duda: “…yo tenía la
decisión de combatir, era un tipo de decisión clara, si tenía que tirar, tiraba, pero el
episodio demuestra el miedo que en todo momento ganaba la voluntad y los corazones, a
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la hora de informar, en nuestras mentes estaba muy claro, se trataba de un desembarco
inglés, ni por asomo se nos ocurrió pensar en pingüinos…”
Durante un tiempo prolongado, quienes vivieron esa situación que podría calificarse
como tragicómica, fueron objeto de bromas; variadas y sutiles chanzas de parte de sus
compañeros, las más comunes; estando en el interior de los pozos, comenzaban a emitir
el sonido de los pingüinos. Pero por sobre todas las cosas, concluyeron que el episodio,
en el que los habían atacado dos aviones ingleses, como el vivido con el supuesto
desembarco inglés (luego devenido en pingüinera); en ambos eventos, fueron
sorprendidos sin tener totalmente montadas las posiciones (pozos), rememora Bocha, que
en los dos sucesos, todavía estaban en las casas, es decir, que si la acción hubiese
resultado duradera (la primera) y verdadera (la segunda), los hubiese sorprendido sin
posiciones confiables para ocupar y defenderse.
Con el transcurrir de los días el clima de guerra se potenciaba peligrosamente y los
bombardeos eran una constante, específicamente el cañoneo naval, se sucedía durante
toda la noche sin solución de continuidad y tenía como finalidad el hostigamiento
permanente, impidiendo toda posibilidad de descanso, al parecer, las embarcaciones
inglesas, atraían por medio de sus radares las ondas de radio al emitirse una
comunicación, una vez ubicadas, apuntaban sus cañones y disparaban en esa dirección;
uno de esos disparos, hizo impacto en la casa que utilizaban los oficiales y se trataba del
lugar donde se había establecido el sistema de comunicaciones, allí se encontraba como
asistente de los oficiales el “pato” Rodríguez (Néstor Rodríguez), quién corrió serios
riesgos y además, al trasladarse con los equipos de radio a un pozo que se hallaba en
proximidades de la posición de Bocha y su compañero es allí donde se produjo: “…uno
de los bombardeos mas grandes que hubo, las bombas caían, pegando todas muy cerca
de nuestras posiciones, precisamente, habían detectado por medio del radar las ondas de
la radio, y hacia allí dirigían los disparos, lo hicieron durante toda la noche, no recuerdo si
fue el uno (1) o dos (2) de mayo, fue uno de los momentos más críticos de la
guerra…”. La situación, se complicaba aún más, ya que de algún modo, había que
observar que no se estuviesen produciendo desembarcos, el hostigamiento continuado,
tenía esa finalidad, distraer, impedir la vigilancia con el propósito de establecer una
cabeza de playa para la irrupción de unidades de combate; disparaban desde las naves
de guerra directamente, y al estrellarse la bomba en el suelo, explotaba esparciendo
esquirlas en diferentes direcciones por lo que el riesgo era muy grande y la posibilidad de
que una de ellas: “…se te metiera en el medio de la frente, muy concreta…”, de tal
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manera, era muy escasa o casi nula la observación ya que implicaba un riesgo muy
grande, pero además: “…te quedaba una sensación terrible luego de la explosión de las
bombas, se podía percibir el momento en el que las disparaban, luego el sonido, un
silbido agudo y finalmente el contacto con el suelo y el estallido, entre el momento del
disparo y el estallido del artefacto, ese silbido era una sensación cruel, por cuanto no se
sabía exactamente el lugar donde caería el explosivo…” “…esa sensación de
desesperación, perduró en mi durante mucho tiempo, y costó mucho superarla…”
Los bombardeos navales ocurrían todas las noches, casi sin pausas, arrojaban entre
seis y diez bombas y luego sobrevenía una pausa de unos veinte (20) minutos y se
repetía la operación, sin dudas la finalidad era, además de otros objetivos la de impedir el
descanso: “…como que te dejaban que te adormecieras y volvían a tirar, para
despertarte…”; había días que eran más intensos que otros, se dice que a los soldados
(profesionales) ingleses, los fines de semana se les pagaba como una extra por hostigar
al enemigo, de allí que en ese tiempo multiplicaban su tarea, comenzaban
aproximadamente a las veintidós horas (10 de la noche), y lo hacían hasta las cuatro (4) o
cinco (5) de la madrugada del día siguiente, en cambio, durante la semana el período de
los bombardeos era algo más acotado, pero igual de cruel.
No había manera de contrarrestarlos desde el mar, la marina de guerra argentina casi
no actuó, quienes si se encargaron de hacerlo con éxito fue la fuerza aérea, pero cuando
llegaba la noche los aviones no podían operar. “…Siempre fui muy tranquilo, jamás me
desmoralicé, yo tenía muy presente y lo digo hoy y lo reitero siempre, tenía claro,
en ese momento un tiro no me iba a pegar (suicidarse), me iban a tener que matar
los ingleses, por que lo que mis padres habían hecho con amor, no sería yo el
encargado de destruirlo, pero además había compañeros míos que dependían de
mi fusil, y yo de el de ellos…”. “…De allí la relación muy fuerte que se ha
establecido, desde el fin de la guerra y hasta nuestros días…” “...con el paso del
tiempo, la familia supo entender el porque de un sentimiento tan arraigado, la amistad
entre veteranos de guerra, es un sentimiento y una necesidad, casi una urgencia…”.
Esta situación tenía su explicación en las reiteradas situaciones límites que tuvieron
que protagonizar a lo largo del conflicto y que los ha llevado a que el encuentro, el abrazo
y los diálogos, que en otros momentos y en diferentes circunstancias pueden
considerarse normales, en este caso, tienen un valor agregado muy significativo, es que
en setenta cuatro (74) días (la permanencia del conflicto), “…nos conocimos de un modo
tan especial que tal vez, trasladado esto al ámbito familiar, conocer a un hermano a un
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amigo, te lleva una vida, en cambio aquí ese sentimiento tan profundo se fraguó ante el
rostro mas duro, que es el de la miseria humana…” .
Desde esa perspectiva, para Bocha, los compromisos relacionados con la cuestión
Malvinas y más aún con sus compañeros implican toda una responsabilidad que tiene el
carácter de ineludible y no hay prácticamente causa que la impida (excepción solo
atribuible a alguna cuestión relacionada con alguna problemática de un hijo), de lo
contrario, implica para él, no solo un deber, sino también una obligación. Por otra parte,
todos quienes integraron esa compañía de combate lo han incorporado a sus
personalidades de esta misma manera, de allí que los encuentros anuales implican esa
especie de obligación y encuentro con el pasado, que lo transforma en un evento
ineludible para todos. En definitiva es algo que, si se le busca una explicación, tal vez no
se la encuentre, la familia es importante pero esto también lo es: “…quizás ni nosotros
sabemos explicar que es lo que sentimos…y se siente y listo…”
CAPÍTULO IX – Réquiem a Malvinas - Últimos Momentos – La Rendición.-.
Memorias.-
Los combates mas fuertes se dieron en Bahía San Carlos y Ganso Verde, allí fueron
protagonistas entre otros Juan (Juancito) Cosaro y el (perro) Noel, ambos de nuestra
ciudad, Juan Cosaro ya venía combatiendo por la vía terrestre desde San Carlos y se
encuentran con el “perro” en Ganso Verde. En cambio en la zona de Bahía Fox (Zorrro),
no hubo desembarcos, y por lo tanto, tampoco combates cuerpo a cuerpo, el mayor
riesgo, lo representaban los bombardeos aéreos y navales (ya nos hemos referido in
extenso a los bombardeos navales). Durante el día la atención se centraba en el cielo,
mirando permanentemente y ante la posible aparición de aviones de combate británicos,
se “gritaba” el alerta y rápidamente, había que ocupar las posiciones en los pozos para
repeler la agresión, como no contaban con armamento adecuado para esta
circunstancias, les disparaban a los aviones con los fusiles FAL, lo cual manifiesta Bocha:
“…es lo mismo que pretender bajar un elefante con una gomera…”.
Sin embargo resulta oportuno recordar tal como se hace notar en otros apartados, que
si allí no se produjeron desembarcos, eso sucedió justamente como consecuencia de la
habilidad y capacidad de los oficiales y superiores, para simular con caños de PVC la
presencia de cañones antiaéreos que en realidad eran una ficción, no existían. Cuando se
ocasiona la rendición y los ingleses se dan cuenta de que las posiciones eran totalmente
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fingidas y que la cantidad de soldados no era la que se suponía al observar desde los
aviones y los satélites las posiciones aparentadas: “se querían morir”. El comandante
inglés, a cargo de las operaciones de rendición y toma de prisioneros en Bahía Fox, le
manifestaba al subteniente Villegas: “… que para ellos hubiese sido mucho mas simple y
sencillo el desembarco en Fox, debido a su perspectiva geográfica, la cantidad de
soldados y el armamento a arriesgar eran muy inferiores a los que se debieron utilizar en
Darwin y San Carlos, lugares en los que debieron exponer mucha gente y utilizar
armamento altamente sofisticado para tomar las posiciones…”. No caben dudas que este
ingenio argentino para aparentar algo que estaba totalmente fuera de la realidad, logrando
engañar nada menos que a un ejército profesional y experimentado como el inglés es una
de las tantas heroicidades que la deformada historia oficialista sobre la guerra de
Malvinas hoy no menciona ni destaca, solo está en el ánimo el desprestigiar y
desacreditar a las Instituciones Militares, sin importar que ellas como otras de las tantas
que existen en el país, están compuestas por seres humanos, buenos y malos y que por
lo tanto éstos son los que deben responder por sus actos y ser castigados y no la
Institución a la cual representan. Pero lo notable es que, esta picardía, tiene el enorme
valor agregado de haber salvado la vida de todos los soldados componentes de esta
Compañía, el combate cuerpo a cuerpo en esa zona, con escaso armamento, munición y
personal hubiese sido muy costoso en vidas humanas, dice Bocha al respecto: “…por
eso cuando yo hablo de que hubo gente muy capaz, es porque a ellos, les debo la
vida…”. Las únicas alternativas desfavorables que en ese sentido deben subrayarse es la
vivida por un soldado de apellido Palma (Palmita), oriundo de James Craik que perdió una
pierna al pisar una mina antipersonal, mientras que otro soldado de apellido Gallini de la
ciudad de Río Cuarto, se provocó una herida el mismo en una pierna, disparándose con el
fusil.
El momento de la rendición, debe haber sido el más espinoso tal vez por lo
inesperado, ante las informaciones favorables a la Argentina y de acuerdo al desarrollo de
la contienda que se podía inferir, a partir de ciertos informes periodísticos. Se expresa
Bocha, con respecto a la experiencia que le dejó ese momento: “…Me había levantado
para cumplir con la guardia, mi turno se iniciaba a las dos (2) y finalizaba a las cuatro (4)
de la mañana, la posición a cubrir estaba delante del pozo, junto al Sargento Arias en
primera línea. Inesperadamente, se hace presente el subteniente Villegas, nos dimos
cuenta de que estaba acompañado por soldados ingleses (no recuerdo bien si dos o tres
de ellos). Me pongo de pié y es allí cuando delante de todos nosotros aparece lo que en
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un principio me dio la sensación, era una ciudad llena de luces, pasado el segundo de
sobresalto inicial, nos dimos cuenta de que se trataba de una enorme embarcación, sin
poder establecer si era argentina o inglesa; hasta que finalmente el subteniente Villegas
utilizando los códigos militares, me pide la identificación, lo hago e inmediatamente me
explica…” “…soldado, la guerra ha terminado váyanse a dormir con la frente bien
alta, porque nosotros no nos rendimos, hemos recibido la orden de rendirnos, vaya
y descanse soldado…”. Tales las palabras del “gringo” Villegas, nosotros hemos recibido
la orden de rendirnos, palabras impactantes hasta el día de hoy suenan como campanas
de gloria para la Compañía de Ingenieros que cumplió su cometido en Bahía Fox, la
sensación que domina a todos es esa; “la Compañía de Ingenieros, no se rindió,
recibió la orden de rendirse”.
Fueron a dormir, lo hicieron en el interior del pozo y al día siguiente cuando amanece,
marcharon formando filas con los ingleses custodiándolos. La clásica foto que pudo
observarse en todos los medios de comunicación; cada soldado iba pasando dejando el
fusil, el casco y el cinturón con las municiones, llegando a formarse una especie de gran
montaña con todo el material bélico del que por otra parte se desconoce el destino que
tuvo.
En las mentes adolescentes, este momento no podrá borrarse jamás, era dura la
derrota, costaba asumirla luego del enorme sacrificio, las difíciles circunstancias y la
manera en que se afrontó la contienda; es inevitable que intenten aflorar las experiencias
vividas; ya todo parece ser historia, reciente claro, pero historia al fin.
A Bocha se le presentaron en su mente, los diálogos con quién era su compañero de
pozo y las largas e interminables horas pasadas junto a él, tanto que hasta se perdía la
noción del tiempo y de la existencia misma. A la luz de un candil, realizado con una
pequeña botellita y una mecha que alumbraba muy poco de todas maneras, o sea que
siempre estaban en penumbras, contaban cada uno a su tiempo, vivencias de sus
pueblos Javier Ormazábal tal el nombre de su colega, Javier era oriundo de Coronel
Moldes y se explayaba sobre programas de radio que escuchaba en la emisora de su
pueblo, mientras que Bocha hacía lo propio con sus aventuras en la confitería Zenko
(funcionaba sobre calle Mitre, hoy el cielo eventos); siempre tratando de buscar puntos en
común que animaban a soportar el tedioso e interminable paso del tiempo.
Este “…amigo del pozo…” como le llama Bocha, hoy prácticamente está desaparecido,
nunca concurrió a los encuentros que ex integrantes de la Compañía de Ingenieros
realizan anualmente, al regreso de Malvinas, estuvo en una oportunidad en Laboulaye,
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visitándolo, luego se comunicaron telefónicamente una sola vez y a partir de ese
momento, nuca más volvió a tener noticias de él: “…este tema de Malvinas, cada uno lo
pone en el espacio que le resulte menos doloroso o traumático; mientras la gran mayoría
a arraigado en si mismo esa necesidad imperiosa de verse, hablarse y abrazarse, al
menos una vez al año o ante algún acontecimiento en particular, otros muchachos
decidieron hacer un corte definitivo, poner un final abrupto a esa etapa de sus vidas…
cerrar la cortina…y nunca más….”.
Con Ormazábal la convivencia fue excelente durante todo el período de desarrollo del
conflicto, jamás hubo una discusión, con personalidades muy similares, el único peso casi
insoportable era sobrellevar el lento andar del tiempo, dándose la paradoja de que
prácticamente, era el pozo que los tenía solo a ellos dos como sus solitarios habitantes;
en los demás había tres y hasta cuatros soldados por cada espacio ocupado.
Se puede afirmar categóricamente que el pozo era el lugar donde vivían ( de hecho, lo
habitaron casi setenta (74) días), por lo tanto debía estar construido de una manera tal
que permitiera estar de pié o acostados (no sentados); esas debían ser las dimensiones
aunque vale la pena recordar que durante el día, permanecían fuera de él, dado que el
frío intenso, exigía realizar movimientos permanentes aunque siempre en un radio
determinado, sin alejarse demasiado de forma tal que, al producirse una alarma a raíz de
la presencia de aviones británicos permitiera llegar e introducirse rápidamente en su
interior. Tampoco era conveniente la presencia prolongada sin salir al exterior por cuanto
los niveles de depresión, provocaban en cada uno efectos nefastos, difíciles de tolerar. El
permanecer dentro del radio asignado, era fundamental para la defensa ante cualquier
ataque desde el aire; los movimientos que se hacían en bloque, estaban coordinados
previamente y por alguna cuestión especial, como concurrir a escuchar misa por ejemplo,
se trataba ya de un desplazamiento generalizado de la Compañía.
Todas estas evocaciones, se agolpaban en la memoria de Bocha, cuando luego de la
rendición, eran trasladados por soldados ingleses en helicópteros hacia esa gran
embarcación ya descripta, su nombre no lo tiene presente, aunque la permanencia allí no
fue muy prolongada, manipulando una especie de barcazas (las mismas que utilizaban
para desembarcar y ocupar posiciones terrestres), los británicos los reubicaron
definitivamente en el Norlan que sería el encargado de trasladarlos al continente
directamente, sin previo paso por el Uruguay. “…son imágenes que me han quedado muy
grabadas cuando nos van pasando a las barcazas, la noche estaba completamente
estrellada éramos entre quince (15) y veinte (20) soldados por cada una de ellas, íbamos
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ascendiendo al Norlan, las primeras horas fueron de mucho rigor, en definitiva, para ellos
se trataba de prisioneros de guerra, hasta que con el transcurrir de los días, la situación
fue cambiando y el trato resultó algo mas cordial y por sobre todas las cosas, muy
respetuoso…”.
Los instalaron a todos en la bodega del barco, tal vez lo más negativo y difícil de
asimilar fue el hecho de que había que hacer las necesidades fisiológicas en un balde de
diez litros y delante de todos los demás, una vez finalizada esa necesidad: “…le pegabas
el grito a un guardia, te iban apuntando y un boludo iba con el balde lo arrojaba al mar y el
recipiente volvía a su lugar…”, todas estas penurias, no hicieron otra cosa que solidificar a
fuego, una amistad que se construyó vivenciando las mas duras y degradantes de las
desdichas humanas, dice Bocha: “…esto que parece una cosa loca, desde ese lugar y
desde ese punto de vista, esas cosas en la guerra suceden y hasta lo insignificante
parece importante el acostumbramiento de cagar y mear con los demás, sentados al lado
tuyo…”.
El aspecto positivo estuvo dado en la alimentación, luego de ascender al Norlan,
recibieron un plato de comida caliente, parecida a un guiso, pero luego de tantas
privaciones en ese sentido, esa comida era un verdadero manjar. Las cosas mejoraron, la
bodega se fue despejando de soldados, trasladados a distintos camarotes en los que
alojaban a cuatro (4) por cada uno de ellos, a partir de ese momento solo bajaban a la
bodega para comer y luego nuevamente los ubicaban en los camarotes previo paso por
una serie de controles: “…ahí pude pasar la medalla que yo tenía, la bolsita de la plata de
la colimba como era de tela no me la sacaron, el rosario me lo respetaron, pero recuerdo
que había hecho unos escritos en papeles de lo que iba pasando, como un diario de las
diferentes acciones de guerra, eso si, me lo incautaron todo, lo cual lamento mucho…”
“…pero cuando te llevaban la comida al camarote, teníamos que pararnos, ponernos con
las manos arriba, no hacer ningún tipo de movimiento, al golpe en la puerta y abrirse ésta,
un inglés alcanzaba la comida y dos apuntaban con el arma de guerra, no había que
hacer ningún tipo de movimiento sospechoso, la ración consistía en una cajita de leche,
un huevo duro, , dos fetas de queso y un tipo de fiambre, creo que un trozo de pan y un
cigarrillo…”.
El traslado se prolongó por espacio de tres días y dos noches, hasta arribar a Puerto
Madryn, desembarcados en ese punto geográfico, son inmediatamente llevados en
colectivo hasta Trelew, luego de alimentarlos con mate cocido y pan; la compañía de
ingenieros es transportada en avión hacia Comodoro Rivadavia; ante la presencia de un
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número importante de medios de prensa, se decide ocultarlos, lo que hizo que se
estacionaran vehículos del ejército fuera de la vista de éstos de manera tal que, bajaban
del avión y automáticamente ascendían a los camiones a los fines de evitar el contacto
directo. Son alojados en la Compañía de Comunicaciones del Regimiento nueve (9) con
asiento en Comodoro Rivadavia.
Desde ese mismo momento, comienzan a realizarle una tarea de intensa recuperación
física, consistía fundamentalmente en una alimentación muy rica en proteínas varias,
además de la higiene y el cambio de vestimenta: “…ahí nos despojamos de la ropa que
teníamos, en Malvinas y durante el conflicto, no nos bañamos nunca, recuerdo que al
sacarme el calzoncillo largo, partes del interior de esta prenda, habían quedado pegadas
a la piel, para descansar lo único que nos sacábamos eran los borceguíes y el casco, en
iguales condiciones estaban las medias, dos pares, ambos puestos en los pies para evitar
el frío, esto nos da una idea de lo dura que fue la vida en el interior del pozo…” . Es uno
de los graves problemas que lo afligen actualmente, el enfriamiento en los pies, ha dejado
secuelas importantes como la perdida de sensibilidad por momentos y la necesidad de
usar medias (dos pares) de un modo permanente. El frío en los pozos era insoportable y
las manos también sufrieron las consecuencias, a pesar de tener guantes, su uso
continuado hizo que prontamente se deterioraran de tal manera que: “…ya no servían
para nada…”; entonces quedaba el recurso del aliento cálido de la boca para aliviar los
efectos de tan baja temperatura: “…habían cuereado una oveja, logré obtener unos trozos
de cuero y los ubiqué en los borceguíes, en la planta de los pies, al rato el olor era
tremendo, pero el frío terrible…”. El clima implacable se ensañaba especialmente con los
dos únicos habitantes del último pozo, ya que en los demás, al ser cuatro (4) o cinco (5)
sus ocupantes, entre todos habían logrado construir especies de estufas o braseros con
los que se calefaccionaban, realmente: “…la pasamos muy mal…”. Otro gran
inconveniente se presentaba a la hora de recibir la comida, al ser el pozo mas alejado era
el último en receptarla y siempre con lo que quedaba casi como sobrante, es decir la de
menor calidad y escasa en cuanto a el volumen de la porción, es decir: “…con mi
compañero Ormázabal no solo nos cagábamos de hambre, sino también de frío…” . Se
comía un guiso de cordero, con agregado de alguna papa hasta que comenzaron a
escasear los corderos (todos los días se sacrificaban para alimentar a todos los que
estaban en la Bahía, por lo que los últimos días era solo agua caliente con algún trozo de
carne “…muy a las perdidas…” “…el tema de la comida para nosotros, caso mío y de
Ormazábal era terrible, no comíamos un carajo…”. El mate cocido se servía con pedazos
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de pan y allí su oficio de panadero, hizo que en una oportunidad elaborara pan utilizando
como materia prima alimento balanceado para aves, con eso y el mate cocido se
podía soportar con mayor fortaleza, el hambre y el frío. Por otra parte, Bocha contaba con
la tolerancia de sus compañeros, él no tenía la disposición para ingresar a las viviendas y
sustraer comida, de allí que sus compañeros como es el caso de Carlitos Casina, Vilches
y Balmaceda, le daban alimentos y cigarrillos (en esa época fumaba), que sacaban de las
viviendas, recordando que sus moradores habían sido trasladados a otro punto de las
islas. “…lo que devorábamos mientras hubo, leche en polvo, comerla con la cuchara era
un manjar realmente…” “…también la papa o la batata introducirla en el fuego y cuando
se quemaba la cáscara, abrirla en dos partes y comerla utilizando una cuchara…”. El
inconveniente de este tipo de alimentación era que provocaba en algunos soldados serios
problemas estomacales e intestinales con lo que, ante la eventualidad de tener que entrar
en combate, esta circunstancia sería un serio obstáculo para la lucidez y concentración
que se requería para un momento tan traumático; en consecuencia y desde los mandos
superiores, se había prohibido de manera terminante esta forma de sustentarse. “…una
vez, habíamos prendido fuego en un galponcito, con la finalidad de secar la ropa, ya para
ese entonces, habíamos recibido la orden de no cocer mas papas, ni batatas
directamente en el fuego, pero desobedeciendo esa directiva, habíamos puesto una papa
a cocinar, en ese instante, aparece el cabo Yapura (suboficial oriundo de Salta), un
fenómeno de soldado y también como persona, al igual que los demás oficiales y
suboficiales de la compañía; este episodio me gusta contarlo, son lecciones de la vida al
igual que cuando tu viejo te pega el chirlo en el momento justo, cuando luego creces en la
vida, siempre agradeces ese chirlo, fue lo que me sucedió a mi con Yapura …” “…al
preguntar ¿de quién es esa papa?, yo respondo “mía mi cabo”, me dice “carrera mar a
partir de ahora” y me sacó, a los pocos metros “me metió un patadón en el culo, tenía
ganas de matarlo, te aseguro que en el momento tenía ganas de matarlo, después de
algunos movimientos más me hizo regresar al lugar donde estaba, imagínate el veneno
que yo tenía, me lo quería comer…Horas mas tarde y estando en el pozo, llega
Ormazábal y me dice: “Carrara, el cabo Yapura dice que vayas a su pozo”; concurrí y al
llegar me hace ingresar al interior del pozo que ocupaba en ese momento; estaba leyendo
un libro y me manifiesta: “…yo, soldado no le pegué porque soy más hombre que
usted, lo hice porque yo necesito de su fusil, como usted necesita del mío, si yo le
digo que no coman es porque tenemos que estar bien, mi vida depende de su fusil
y la suya del mío, entonces nos tenemos que cuidar entre todos, usted haga de
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cuenta que soy un hermano mayor, no se crea que le pegué porque soy mas
hombre, haga de cuenta que soy un hermano mayor, vaya y perdóneme, pero
entienda que es así…”. Fue para Bocha y lo específica abiertamente una verdadera
lección de vida, por lo que era y lo que significaba un soldado para otro soldado en esos
tiempos de la guerra y en los que resultaba fundamental pensar la vida. Posteriormente, y
en los encuentros anuales que realizan los ex integrantes de la Compañía, Yapura no
recordaba este suceso, hasta que al llevárselo a la memoria pudo recordarlo,
generándose entre ambos un momento de significativa emoción, es que la historia se
mostraba en su condición mas cruda, trayendo el pasado al presente para procesarlo y
comprenderlo en su real dimensión.
Es persistente a lo largo del relato, el reconocimiento de Bocha hacia quienes fueron
sus jefes y superiores, oficiales y suboficiales en algunos casos muy jóvenes que
mostraron en todo momento su capacidad, profesionalismo y vocación por la carrera
militar por ellos elegida, es así como el primero (01) de mayo, unos de los días mas
agudos y angustiantes en cuanto al bombardeo aéreo y naval por parte de las fuerzas
británicas y cuando mas arreciaban las bombas sobre las posiciones de los diferentes
grupos de combate, Yapura y Leandro Villegas salían de su pozo, y en medio de las
bombas que caían desde todas las direcciones, hacían escuchar su voz de mando y
aliento, arrastrándose cuerpo a tierra hacia los distintos pozos para comprobar el estado
de quienes allí se encontraban y si no habían sido afectados por los proyectiles y
esquirlas que explotaban constantemente, esparciéndose hacia diferentes puntos de las
posiciones: “…como están soldados, como están, eran sus voces en medio del ruido
infernal…”, ardua y espinosa la vivencia de esa fecha que quedó muy presente en la
mente de todos, pero la actitud de aquellos que tenían la responsabilidad de conducir es
lo que perdura y reconforta ante las críticas y distorsiones que se hacen hoy a esa porción
de la historia, sin hacer distinciones entre cobardes y valientes, sin siquiera destacar los
muchos actos heroicos que se escribieron con coraje y sacrificio.
Villegas con el grado de subteniente y sus veintidós (22) años de edad y prácticamente
recién egresado de la escuela militar demostró, gran valor y mucha audacia para superar
todas las problemáticas que se le presentaron hoy continúa en actividad con el grado de
coronel, oriundo de la ciudad de Venado Tuerto: “…tanto Yapura como Villegas, son
además dos seres humanos extraordinarios como personas, esas que uno siente
honor y orgullo de haber compartido con ellos un pasaje tan trascendente de la
vida de cada uno y poder contarlo y abrazarse al menos una vez al año…”
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Retrocediendo una vez más en el tiempo y luego del desembarco en Madryn y el
posterior traslado a Comodoro Rivadavia, la recuperación física y la entrega de ropa
nueva y limpia, permanecen tres (3) o cuatro (4) días allí para finalmente transportarse al
asiento de la Compañía de Ingenieros en la localidad de Sarmiento, reciben la ropa de
salida y son licenciados, viajan en tren hasta Bahía Blanca; a Laboulaye arriba Bocha un
ocho (8) de julio, prolonga su licencia por un lapso de diez (10) días debiendo regresar y
cuando eso sucede, reciben su licencia quienes habían quedado en la retaguardia, en el
continente: “…la baja definitiva, se produce el 14 de agosto de 1982, nos traen en avión
hasta Córdoba en el aeropuerto de Pajas Blancas es la despedida definitiva, cada uno
regresa en ómnibus a su domicilio…”, culminaba una etapa, era el fin de la guerra,
comenzaba otra disputa, tal vez más complicada que la anterior, el reinsertarse de nuevo
en la familia y en la sociedad para tratar de superar con éxito, las heridas y las secuelas
físicas y psicológicas que la guerra había grabado a fuego en las mentes, el espíritu, el
cuerpo y los corazones de cada uno de los soldados, que como invariablemente acaeció a
lo largo de toda la historia argentina, habían defendido a la patria con voluntad y coraje
pero siempre en condiciones desfavorables, desde los albores de las luchas por la
independencia hasta la actualidad, el soldado argentino siempre sintió: “el llamado de la
nación, que lo hace con sus hijos para que la defiendan, educando sus corazones
en el amor a su bandera, y preparando su espíritu en los nobles y elevados
sentimientos de honor y patria…”
CAPÍTULO X: “Malvinas – después – Única causa que une a los argentinos”.
Una relación muy fuerte
“…Para mi en realidad la importancia de Malvinas, es porque quedaron compañeros
míos allá sepultados, en la mayoría de los casos sin identificar y con la inscripción:
soldado solo conocido por Dios, eso y solo eso me obliga a mi y a todos mis
compañeros a hacer de Malvinas una causa por la cual jamás voy a renunciar a ella,
tengo el deber de hacerlo por los compañeros que quedaron allá , quedaron ellos,
pero podría haber sido yo, o cualquiera de nosotros de quienes hoy estamos acá,
quedaron muchachos con tal vez, los mismos sueños que tenía yo y luego los pude
finalmente concretar ya que tuve el privilegio de regresar, el sueño de tener hijos, o como
cualquier pibe de dieciocho (18) año jugar al fútbol, ser estudiante, trabajar, llegar a la
casa, el auto, la mujer de tu vida, para formar una familia, estar con el papá, la mamá, es
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por todo ello que voy a luchar hasta el último día en que dios me tenga en esta
tierra y desde mi humilde lugar que hoy ocupo, para que ningún argentino olvide la
causa Malvinas. Dios nos dio la posibilidad de volver, de reintegrarnos y de cumplir
sueños, insisto hubo muchachos a quienes el destino les negó esa contingencia,
entonces, ese es el motivo esencial por el cual, siempre tengo que creer que Malvinas es
una causa justa, por mis compañeros que quedaron allá, en una guardia que parece
eterna, interminable lo demás, el petróleo y todo eso, todo eso me importa tres
carajos…”
Son de rigurosa actualidad estas manifestaciones de Bocha Carrara, en relación a la
situación actual de Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, las recientes perforaciones
en busca de yacimientos de petróleo hechas por empresas privadas contratadas por el
Reino Unido de la Gran Bretaña, merecieron el repudio unánime de todos los partidos
políticos y la ciudadanía argentina, las protestas ante los organismos internacionales
fueron enérgicas y contundentes; el gobierno dispuso el bloqueo y la incautación de todas
la embarcaciones sospechosas retransportar material que tuviesen como destino las islas
Malvinas, y su utilización por parte de las empresas encargadas de los trabajos de
búsqueda de petróleo, también los ejercicios militares efectuados por Inglaterra en el
mismo marco, merecieron los reproches pertinentes por parte del gobierno argentino. Tal
vez lo que podría conceptuarse como negativo y hasta tragicómico en este estado de
cosas es que, cuando se le consultó a la señora Presidente, la manera en que se llevaría
a cabo el bloqueo dispuesto y quién o quienes serían las fuerzas militares encargadas de
efectivizarlo, respondió que esa tarea le sería encomendada a la Prefectura Naval
Argentina, casi un chiste de mal gusto que representa un escasa o nula preocupación
para las fuerza británica de ocupación; pero esto no hace mas que desnudar la cruda
realidad, la argentina carece de un ejército con capacidad de defensa de nuestra
soberanía nacional, en contraste con lo que han dispuesto la mayoría de los países
latinoamericanos, que han modernizado y equipado a sus fuerzas armadas ante un
mundo cada vez mas conflictivo, la Argentina las ha destruido en nombre de la venganza
histórica y hoy es un país indefenso, inerme ante cualquier tipo de agresión externa e
interna, y no está en condiciones de controlar puntos clave y estratégicos que tienen que
ver con el resguardo del territorio nacional.
Es por ello, que quienes allí quedaron para siempre, tal vez, demanden acciones más
concretas que la simple retórica de la queja y el recordatorio de los actos solo una vez al
año, la causa Malvinas es un sentimiento mucho mas profundo, está por encima de todas
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las banderías políticas, eso está claro, como también está muy claro que eso involucra
también a quienes regresaron y hoy mantienen viva la llama de la esperanza de la
recuperación y el retorno de las islas australes al ejercicio de la plena soberanía
argentina.
“…la relación que tenemos nosotros es muy fuerte, compartimos mucho, a mis
compañeros les pasa lo mismo que a mi, somos un grupo de entre veinte (20) y
veinticinco (25) ex combatientes que en todo momento, estamos buscando una excusa
para encontrarnos, ya sea por alguna cuestión personal de cada uno, acontecimientos
relacionados con el ámbito familiar (cumpleaños de esposas o hijos) y a partir de allí,
comienzan a proyectarse los encuentros con los compañeros de la Compañía nº 9 de
Ingenieros, estos encuentros se realizan anualmente, en diferentes lugares y tienen una
connotación muy especial para nosotros…”.
Son dos los contornos en los que Bocha interactúa con ex combatientes de la cuestión
Malvinas; uno de ellos es el de nuestra ciudad, en el que tiene contactos con compañeros
que además son vecinos, amigos y juntos sobrellevan los problemas de guerra, aunque
en el teatro de batalla, estuvieron alejados entre sí y en distintos espacios terrestres de
las islas; los otros los de la Compañía de Ingenieros 9 con los que soportó los setenta
cuatro (74) días de beligerancia, con ellos, la relación tiene un significado distinto y una
fortaleza que se fue construyendo a partir de aconteceres que quedaron muy marcados
en la personalidad de todos y cada uno de sus integrantes.
En realidad, se trataba de los compañeros: “…con los cuales yo había combatido, no
pasaba la cuestión por el hecho de quererlos mas o menos, simplemente era y es una
necesidad…”
Quién tuvo la iniciativa de convocar a estos encuentros fue el “negrito” Arguello de Río
Cuarto, precisamente el primero de ellos se realizó en esta ciudad del sur de Córdoba y
en un principio los asistentes era solamente los soldados conscriptos que habían
integrado la Compañía de Ingenieros 9, parecía una especie de milagro el hecho de que
pudiesen juntarse sus integrantes; no es tan fácil reunirse, más aún tratándose de
personas que habían protagonizado el suceso más eminente de los últimos años en la
historia argentina contemporánea. En etapas, se fue aceptando la incorporación de
oficiales y suboficiales, esta situación se consensuó luego de un intenso debate previo,
relacionado con la conveniencia o no de permitir el ingreso de los superiores inmediatos,
se concluyó en que: “…lo mismo que nos pasa a nosotros les pasa a los oficiales y
suboficiales, es verdadero que hubo cuestiones que no fueron tan agradables en nuestra
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relación con ellos, pero entendimos y entendemos que en definitiva las cosas pasan y
que nosotros no somos quienes para juzgar algunas actitudes de los hombres…”.
Con el transcurrir del tiempo se fue ampliando la convocatoria y de esta manera también
crece el conjunto de gente que se va sumando anualmente. Se vivieron algunas
situaciones complicadas, ya que hubo ex soldados que les recriminaron actitudes y actos
que tuvieron para con ellos, pero una vez superada esa necesidad de hablar y decir las
cosas en forma directa se retomaban las actividades sin que nada pasara a mayores “…
se decía lo que se tenía que decir y listo…” “…está dentro de cada hombre, debe
proceder mirándolo a la cara y expresándose, pero decir, no hacer, no tiene que ocurrir
absolutamente nada cuestionable que nos pueda privar de algún veterano de guerra, y
veteranos de guerra somos todos, oficiales, suboficiales y soldados y debe subsistir la
alegría de ir y encontrarnos al año siguiente…”. En definitiva, la idea es continuar los
encuentros periódicamente, lo que se pretende de ellos es malvinizar y tratar de superar
estas contingencias que se vivieron durante una situación límite como lo fue la guerra; “…
como lo he expresado muchas veces a lo largo de este relato, yo tuve la suerte de tener
superiores directos, inmediatos que en todo momento supieron estar a la altura de las
circunstancias, Yapura, Arias, Villegas, ellos son mi orgullo y hablo de ellos como si
estuviera hablando de mi viejo…”. Pero lamentablemente no fue esto una constante, hubo
compañeros que sufrieron muy malos tratos, entonces debe respetarse ese derecho que
tiene de expresárselo; pero también es cierto que ya transcurrido un tiempo mas que
prudencial, no se puede caer en el infantilismo de pretender hacer lo que no se hizo
cuando se debería haber hecho, “…solo serviría para lastimar y hacer pasar momentos
desagradables…” “…después de Malvinas vino el aprendizaje forzado donde nos
dimos cuenta que todo queda por construir, lo que la guerra destruyó ya está, los
errores que hemos tenido en la contienda armada, ya los cometimos, hoy es
perdonar y perdonarse y decir marchemos juntos, vos mereces de mi lo mejor…”.
De allí las ansias del encuentro del mes de octubre de 2010 en Rawson y la imperiosa
necesidad de encontrarse con los ex combatientes del sur patagónico a quienes
prácticamente no pudieron ver desde la finalización del conflicto austral, tal los casos de
Tomás Oliver, oriundo de Rawson ó Miguel Puel que reside en Puerto Madryn; aunque en
algunas oportunidades estuvieron de visita con sus respectivas familias en Laboulaye,
algo que resultó muy gratificante. “…en realidad, todos nosotros somos una gran
familia…”
Cuando se producen los encuentros, la idea es solo el estar juntos, no hay nada
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preparado previamente, el cuidado se centra en hacer todo lo posible para que todos se
sientan muy bien y gratificados; el anfitrión se ocupa simplemente de la organización,
todos los gastos que se generan son exclusiva responsabilidad de cada uno de los
asistentes, como cada zona donde se realizan tiene su especificidad (en Rawson y Puerto
Madryn por ejemplo la visita a las pingüineras y ballenas), entonces por lo general se
produce algún objeto que identifica al lugar visitado con imágenes que pueden estar
contenidas en un banderín o el tipo de representación que elijan los organizadores del
evento: “…lo bueno de esto es que todos hacemos el esfuerzo para ir, te diría que es una
cita impostergable, mi hijo menor cumple los años el 13 de octubre, este año voy a poder
estar con él, pero otros años no estuve y siempre hubo comprensión en la familia, esto lo
quiero dejar claro y por eso lo reiteré varias veces a lo largo de la entrevista…es algo muy
fuerte, difícil de explicar y una de las cosas muy buenas que a mi personalmente me dejó
Malvinas…”
Otro de los motivos de verdadero orgullo es el Centro de Veteranos de Guerra
existente en nuestra ciudad de Laboulaye, único en el país fundado y sostenido por ex
combatientes sin dependencia alguna de los gobiernos nacional o provincial, en otras
poblaciones y provincias se crearon pero impulsados por sectores del gobierno y luego
continuados en su administración y funcionamiento por ex combatientes: “…lo que se hizo
y se sigue haciendo en Laboulaye, es el fruto de una comunión entre veteranos de
guerra, sin que hubiese habido un liderazgo visible por alguien en especial, sino que ha
sido y es el resultado de varias reuniones de un conjunto de gente en las que se analizó
la idea de llevar adelante un proyecto de la naturaleza y dimensiones que tiene, el que
finalmente se concretó…” “…los primeros encuentros se produjeron en el bar del Centro
Español, allí comenzó a diseñarse una idea, que luego se transformó en aspiración y
finalmente se hizo realidad…”. Para llevarlo a cabo obtuvieron un espacio en un local
ubicado en la galería San Martín, que se transformó en el lugar de reuniones donde
terminó de gestarse lo que definitivamente es la sede actual, ubicada sobre calle Julio
Argentino Roca de nuestra ciudad, el gran orgullo, no solo de los ex combatientes, sino de
toda la comunidad; es el fruto de muchas horas de trabajo dedicadas fuera de los horarios
de sus tareas habituales y quitando tiempos a su descanso de muchos ex combatientes
que con su esfuerzo, posibilitaron la construcción del edificio donde funciona la sede y se
le dedican en la actualidad, los cuidados pertinentes para su mantenimiento y permanente
actividad, se reciben delegaciones escolares, se ofrecen conferencias en diferentes
centros educativos e instituciones de la ciudad y región, se ha diagramado un museo en el
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que se pueden observar distintas piezas y objetos relacionados con la confrontación
bélica en el Atlántico Sur: “…significa para nosotros un lugar de contención, todos los días
Miércoles nos reunimos en nuestra sede para informarnos sobre diferentes cuestiones,
especialmente relacionadas con las problemáticas de distintos compañeros y también con
actividades que se desarrollan y que tienen que ver con el deporte, se realizaron este año
y por primera vez las olimpíadas provinciales, en las que participamos con buen éxitos en
diferentes disciplinas, las instancias previas y los entrenamientos semanales se
transformaban en un motivo más para estar juntos y compartir momentos…” “…
afortunadamente estamos en una ciudad donde los veteranos somos valorados y
contenidos, no ocurre los mismo en poblaciones grandes en las que el veterano es uno
más y pasa completamente desapercibido, no ocurre eso aquí, donde gracias a Dios, nos
sentimos muy contenidos por todo los habitantes de la ciudad…” “…y es motivo de
orgullo, la manera en que nuestra gente, nuestro pueblo, vive cada aniversario de la gesta
de Malvinas, lo mismo sucede en la región cada vez que hacemos una visita y tenemos
que reforzar el compromiso del regreso…” “…Malvinas es una causa nacional y un
compromiso permanente…por los que quedaron allá en una guardia que parece
interminable, pero que se hará mas soportable para ellos, si mantenemos viva y
permanente la llama de Malvinas…” “…Dios y la Patria, nos darán la fuerza
suficiente para que así sea…”
CONCLUSIONES
Luego de haber cerrado mi entrevista con el Bocha Carrara, me quedaron claras
muchas cuestiones inherentes al conflicto en si. En primer lugar y a partir de 1983, con el
retorno de la democracia, el uso político que le dio la dirigencia de ese momento, con el
solo fin de desprestigiar a las instituciones militares y muy especialmente a quienes fueron
responsables de conducir la guerra; para ello, no dudaron en dejar de lado a quienes, mas
allá de las circunstancias (políticas y militares), combatieron y dieron la vida por la patria,
protagonizando momentos de una heroicidad que recién a partir de estas versiones,
dadas por protagonistas anónimos, podemos llegar a conocer.
Las películas de claro tinte ideológico-político, como lo es el caso de la denominada
“Iluminados por el fuego”, que se realizó solo para mostrar las miserias (la guerra ya de
por si, es solo una muestra de la gran miseria humana), pero nunca los grandes actos
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plenos de heroísmo, en muchos casos, cercanos a la hazaña desempeñados por quienes
unos pocos meses antes de la guerra, eran simples ciudadanos comunes que se hicieron
hombres de repente, defendiendo un valor que es fundamental en toda nación libre e
independiente, el amor a la patria.
Laboulaye, tuvo la fortuna de recuperar con vida a todos sus soldados combatientes,
ellos ilustran año tras año en escuelas e instituciones, contando su notable experiencia; la
historia los rescata, para ponerlos en el lugar que corresponde, más allá de los manejos
políticos, ideológicos o corporativos.-
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS CONSULTADAS
- Nicanor Costa Méndez – “Malvinas: Esta es la historia”.-
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