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Centro de Form ación Perm anente de Adultos “San Francisco de A sís”.D olores Pág. 1 de 15 CIENCIAS NATURALES GES II 2ª EVALUACIÓN LA EVOLUCIÓN, ORIGEN DE LA DIVERSIDAD Introducción Los procesos que originan cambios afectan a todos los niveles del Universo: las estrellas y los planetas se transforman continuamente desde su origen hasta que se destruyen; la situación de los continentes terrestres ha cambiado a lo lar- go de la historia de la Tierra, y las montañas se construyen y erosionan median- te el ciclo geológico. Los seres vivos también están sujetos a estos procesos de cambios en la evo- lución biológica. De hecho, la enorme variedad de formas de vida que pueblan la Tierra es consecuencia de dicha evolución, que comenzó con el origen de la vida y continúa en la actualidad. Durante muchos años se produjo una fuerte controversia entre los partida- rios y los detractores de las ideas evolucionistas. Hoy día, la comunidad cientí- fica internacional reconoce la evolución como un hecho sin discusión, hasta el punto de que toda interpretación biológica deja de tener sentido si no responde a un criterio evolutivo. La existencia de fósiles, la semejanza entre embriones de animales muy distintos, la anatomía comparada y la similitud bioquímica de los organismos son pruebas científicas de la evolución que hoy nadie se atreve a cuestionar seriamente. Aunque en los siglos XVII y XVIII hubo algunos científicos con ideas imagi- nativas sobre la forma en que evolucionaban las especies, fue Charles Darwin en su o b ra “E l o rig en d e las esp ecies” (1859), q u ien elab o ró la teo ría so bre los mecanismos de la evolución que sentó las bases de la biología moderna. Su teor- ía sobre la selección natural ha sido una de las revoluciones científicas más im- portantes y controvertidas de la historia. Los conocimientos actuales de genética han revisado y actualizado los antiguos planteamientos de Darwin, que, con modificaciones, siguen teniendo vigencia. 1. Fijistas y evolucionistas. Desde épocas muy antiguas existió la creencia generalizada, sostenida in- cluso por prestigiosos científicos, de que hubo una creación divina de la cual se originaron los seres vivos tal y como los conocemos hoy día; es decir, se negaba la existencia de evolución o simplemente de cambios en las especies. A esta te- oría se la denomina creacionista, por su referencia a la creación divina, o fijista, porque considera a las especies invariables. Karl von Linneo (1707-1778), el padre de la taxonomía, era creacionista, y a pesar de sus valiosas aportaciones a la ciencia, pensaba que las especies tenían una jerarquía que obedecía a un diseño divino de la Naturaleza.

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CIENCIAS NATURALES GES II 2ª EVALUACIÓN

LA EVOLUCIÓN, ORIGEN DE LA DIVERSIDAD

Introducción

Los procesos que originan cambios afectan a todos los niveles del Universo: las estrellas y los planetas se transforman continuamente desde su origen hasta que se destruyen; la situación de los continentes terrestres ha cambiado a lo lar-go de la historia de la Tierra, y las montañas se construyen y erosionan median-te el ciclo geológico.

Los seres vivos también están sujetos a estos procesos de cambios en la evo-lución biológica. De hecho, la enorme variedad de formas de vida que pueblan la Tierra es consecuencia de dicha evolución, que comenzó con el origen de la vida y continúa en la actualidad.

Durante muchos años se produjo una fuerte controversia entre los partida-rios y los detractores de las ideas evolucionistas. Hoy día, la comunidad cientí-fica internacional reconoce la evolución como un hecho sin discusión, hasta el punto de que toda interpretación biológica deja de tener sentido si no responde a un criterio evolutivo. La existencia de fósiles, la semejanza entre embriones de animales muy distintos, la anatomía comparada y la similitud bioquímica de los organismos son pruebas científicas de la evolución que hoy nadie se atreve a cuestionar seriamente.

Aunque en los siglos XVII y XVIII hubo algunos científicos con ideas imagi-nativas sobre la forma en que evolucionaban las especies, fue Charles Darwin en su obra “E l origen d e las esp ecies” (1859), quien elaboró la teoría sobre los mecanismos de la evolución que sentó las bases de la biología moderna. Su teor-ía sobre la selección natural ha sido una de las revoluciones científicas más im-portantes y controvertidas de la historia. Los conocimientos actuales de genética han revisado y actualizado los antiguos planteamientos de Darwin, que, con modificaciones, siguen teniendo vigencia.

1. Fijistas y evolucionistas.

Desde épocas muy antiguas existió la creencia generalizada, sostenida in-cluso por prestigiosos científicos, de que hubo una creación divina de la cual se originaron los seres vivos tal y como los conocemos hoy día; es decir, se negaba la existencia de evolución o simplemente de cambios en las especies. A esta te-oría se la denomina creacionista, por su referencia a la creación divina, o fijista, porque considera a las especies invariables.

Karl von Linneo (1707-1778), el padre de la taxonomía, era creacionista, y a pesar de sus valiosas aportaciones a la ciencia, pensaba que las especies tenían una jerarquía que obedecía a un diseño divino de la Naturaleza.

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George Cuvier (1769-1832), que ha sido uno de los paleontólogos más im-portante de la ciencia, explicaba sin embargo la existencia de fósiles mediante la teoría del catastrofismo: según él, los seres vivos fueron creados por Dios, pero algunos desaparecieron como consecuencia de diferentes cataclismos acaecidos en épocas remotas. Los que sobrevivían permanecían igual (así explicaba Cu-vier la existencia actual de animales tan primitivos como el camaleón, por ejemplo) y, tras cada catástrofe, se producía una creación divina de seres que tenían algunas características semejantes a los anteriores, pero otras eran dife-rentes (de esta forma explicaba el científico francés la aparición de especies nuevas). Llegó incluso a contabilizar 27 creaciones.

Paradójicamente, sus magníficos estudios sobre los fósiles sirvieron para abrir el camino a los evolucionistas. En el siglo XVII se comenzó a poner en du-da que las especies hubieran permanecido inmutables, aunque se seguía admi-tiendo el hecho de la creación divina.

George Louis Leclerc de Buffon (1707-1788), contemporáneo de Linneo, llegó a la conclusión de que las especies se iban relevando unas a otras. Curio-samente, Buffon interpretaba el cambio de las especies por degeneración; así, el asno era u n caballo “degenerad o” y el m ono u n hom bre “d egenerad o”. Su s te-orías, como les sucedió a otros evolucionistas, fueron muy criticadas porque se oponían a la Biblia.

Jean-Baptiste Monet, caballero de Lamarck (1744-1829), fue el primero que elaboró una teoría científica sobre los mecanismos de la evolución. Básicamente, L am arck sostenía qu e las especies se “esfuerzan” en ad ap tarse al m ed io y, com o consecuencia de su utilización, unos órganos se desarrollan y otros se atrofian. Las teorías de Lamarck, muy criticadas en su momento y olvidadas actualmen-te, abrieron el debate científico sobre la posibilidad de cambio en las especies.

Alfred Wallace (1823-1913) y, sobre todo, Charles Darwin (1809-1882) sen-taron las bases de las actuales teorías sobre evolución por selección natural.

En conclusión, podemos afirmar que desde que apareció la vida sobre el Planeta, la biosfera no ha sido siempre la misma: las especies que actualmente están extinguidas fueron las antepasadas de otras que ocuparon su lugar. A este lento proceso de cambios que origina nuevas especies se denomina evolución.

Teoría de la generación espontánea

Aunque la idea de evolución se iba imponiendo entre los científicos para los seres pluricelulares, hasta el siglo XIX se mantuvo la creencia en la generación espontánea para los seres inferiores y microscópicos, que, según esta creencia, surgirían de forma espontánea a partir de materia mineral o de materia orgáni-ca en descomposición.

El filósofo griego Aristóteles (siglo IV a. C.) creía en la generación espontá-nea y su gran prestigio filosófico y científico contribuyó a que esta teoría se mantuviera prácticamente sin modificaciones hasta hace relativamente poco tiempo.

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Por ejemplo, Van Helmont (1577-1644) afirm aba lo sigu iente: “B asta con comprimir una camisa de mujer, de preferencia una camisa un poco sucia, en un jarrón de trigo. Un fermento procedente de la camisa, transformado por el olor d e los granos, cam bia en ratones el p ropio trigo”.

Estas afirmaciones procedían de observaciones de la realidad no comproba-das posteriormente con métodos científicos rigurosos. Así, de la carne corrom-pida se formaban gusanos; de la basura, pulgas y escarabajos; en las charcas surgían espontáneamente los mosquitos, y en el barro, lombrices de tierra, etc.

Las primeras afirmaciones contrarias a la teoría de la generación espontánea las hizo Francesco Redi (1626-1698), qu e realizó el experim ento sigu iente: “Si se colocan en frascos tapados con un trozo de gasa cadáveres de animales o trozos de carne, se observa que no se desarrolla ninguna larva de moscarda. Por el contrario, las larvas proliferan si los frascos han permanecido destapados. La gasa no se opone al paso del aire, pero impide que las moscas depositen sus hu evos en la carne en d escom p osición”.

Las polémicas continuaron, y aunque ya no se admitía entre los científicos la generación espontánea para animales como insectos (gracias a que los zoólogos habían descubierto su organización compleja), durante mucho tiempo sí se mantuvo esta idea para los microorganismos.

Pero las dudas sobre el carácter no científico de la teoría de la generación espontánea iban a desvanecerse mediado el siglo XIX. Fue Louis Pasteur (1822-1895), en 1862, el que mediante experiencias de laboratorio refutó la teoría de la generación espontánea definitivamente. Este científico estableció la naturaleza unicelular de los microorganismos y la reproducción celular como un carácter esencial de los seres vivos, dejando sentado, sin ninguna duda, que toda célula procede de otra célula.

Algunas teorías actuales sobre el origen de la vida

Una vez demostrada la no existencia de generación espontánea, se plantean muchas preguntas. ¿Cómo se originó entonces el primer ser vivo? ¿O es que en la Tierra siempre ha existido vida? Algunas teorías pretender dar respuestas a estas preguntas.

Alexandr Ivánovich Oparin (1894-1980) es el autor de una de las teorías más aceptadas en la actualidad. Si una característica de los seres vivos es estar for-mados por moléculas complejas, un primer paso debe ser la formación de di-chas moléculas. Oparin formuló la hipótesis de que a partir de la atmósfera primitiva — muy distinta de la actual ya que era una mezcla de hidrógeno, me-tano, amoniaco y vapor de agua— y, bajo la intensa acción de diferentes formas de energía, como por ejemplo el calor desprendido por los volcanes (muy nu-merosos y activos entonces), las descargas eléctricas de los relámpagos y la ra-diación ultravioleta del Sol, dichos gases se transformaron en las primeras moléculas orgánicas.

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Estas moléculas transportadas por la lluvia y los ríos se acumularían en los primitivos y cálidos mares del planeta. Oparin llamó a esto la sopa orgánica, y postuló que en ella se produjeron múltiples reacciones químicas a partir de las cuales se formaron las primeras células que serían semejantes a algunas bacte-rias actuales.

En 1953 Stanley Miller, discípulo de Oparin, decidió comprobar las teorías de su maestro y realizó un experimento: Miller reprodujo en una esfera de cris-tal la atmósfera de la Tierra primitiva y le aplicó descargas eléctricas. En el ex-perimento hacía circular continuamente agua entre la atmósfera de arriba y el océano de abajo. A los pocos días recogió en el agua los productos resultantes de esta mezcla de gases en reacción: aminoácidos y otras moléculas orgánicas sencillas.

2. Pruebas de evolución

La evolución no es una hipótesis, sino un hecho admitido por toda la comu-nidad científica y del que existen numerosas pruebas, como vamos a ver a con-tinuación.

Pruebas paleontológicas

La paleontología es la ciencia que estudia los fósiles. Dicho estudio ofrece argumentos para comprobar que las especies actuales han sufrido un proceso muy lento de cambios. Los fósiles son partes de organismos que vivieron en el pasado (o también evidencias de sus actividades vitales) que se han convertido en rocas.

Se trata de ejemplares muy seleccionados, porque el proceso de fosilización no es fácil: los restos orgánicos pueden ser comidos por los animales carroñeros y destruidos por los microorganismos descomponedores. Lo más frecuente es que fosilicen las partes duras, como las conchas, dientes y esqueletos.

En algunos casos aparecen fósiles sucesivos que permiten observar cómo han cambiado determinados caracteres anatómicos y reconstruir la evolución de una especie concreta. A este conjunto de fósiles encadenados en el tiempo se les llama serie filogenético.

Son muy interesantes también los fósiles donde aparecen en el mismo orga-nismo características de dos grupos actuales diferentes, por ejemplo el Archae-poteryx, cuyo esqueleto es muy parecido al de los dinosaurios, pero tenía plu-mas, lo cual es una prueba más de que las aves han evolucionado a partir de los reptiles. A este tipo de fósiles se les denomina fósiles intermedios.

Pruebas embriológicas

Se basan en el estudio comparado del desarrollo embrionario de los seres vivos. Durante dichas fases del desarrollo, los órganos se parecen más entre sí que cuando los organismos son adultos, por lo que resulta más fácil establecer el parentesco evolutivo entre ellos.

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Por ejemplo, todos los vertebrados presentan formas parecidas durante las primeras etapas de su desarrollo embrionario y, a medida que éste va avanzan-do, las diferencias se hacen cada vez mayores y es más difícil establecer analog-ías. Entre ellas: las hendiduras branquiales, que luego sólo funcionarán en los peces y en las larvas de los anfibios; o la presencia de cola, que en muchos des-aparecerá. Estas semejanzas sólo tienen una explicación, y es admitir que todos los vertebrados tienen un antecesor común.

Pruebas anatómicas

Se basa en realizar estudios de anatomía comparada entre distintos orga-nismos tanto actuales como fósiles. Un ejemplo muy ilustrativo puede ser com-parar la anatomía interna de las extremidades en los vertebrados tetrápodos. Independientemente del tipo de locomoción que realicen actualmente, todas p resentan u n p atrón anatóm ico com ú n “la extrem id ad qu irid io”, que ha sid o modificada para el vuelo, la carrera, la natación, el salto, etc.

En este sentido, se parece más el ala de una gaviota a la aleta de una ballena que al ala de una mariposa. Así, definimos dos tipos de órganos:

1. Órganos homólogos, si su origen evolutivo es común aunque su as-pecto y función sean diferentes. Decimos que se ha producido una radiación o divergencia adaptativa.

2. Órganos análogos, si desempeñan la misma función, pero tienen un origen evolutivo completamente diferente. Siguiendo el ejemplo an-terior, el ala de una gaviota y el de una mariposa. Se ha producido una convergencia adaptativa.

Una prueba más de lo que estamos comentando es la presencia de órganos vestigiales: aquellos que todos los de la misma especie poseen, pero que no pa-recen desempeñar ninguna función fisiológica. Por ejemplo en el esqueleto de una serpiente o de una ballena podemos observar huesos similares a los que se encuentran en las caderas de cuadrúpedos, donde estaban insertadas las extre-midades, lo que implica que descienden de éstos.

Existe una relación evolutiva entre los seres que poseen estos órganos vesti-giales y los seres que todavía los utilizan. Son órganos heredados de antepasa-dos cuya forma de vida era distinta y, por tanto, en ellos cumplía una función determinada que en las nuevas especies no cumple.

Pruebas biogeográficas

El estudio de la distribución geográfica de las especies aportó una de las primeras pruebas de la evolución. Cuanto más separadas están geográficamente dos regiones, sus especies de flora y fauna serán también más diferentes entre sí. Esto es debido a que las especies evolucionan unas de otras y se van exten-diendo por toda la Tierra. De esta forma, continúan su evolución, pero ya bajo condiciones ambientales muy diferentes.

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Un ejemplo muy clarificador es el de los animales marsupiales, que son mamíferos pero no placentarios y se encuentran prácticamente restringidos al continente australiano. Este hecho sólo se puede interpretar desde un punto de vista evolutivo: los placentarios evolucionaron desde los marsupiales, pero al tener más éxito biológico que ellos en su reproducción, acabaron sustituyéndo-los por completo en aquellos lugares donde convivían y competían. En Austra-lia, que se separó del resto del continente antes de que esta evolución tuviera lugar, los marsupiales no tuvieron competidores y actualmente existen muchas especies diferentes.

Pruebas bioquímicas

Todos los seres vivos compartimos el mismo tipo de moléculas: glúcidos, lípidos, etc. Pero si analizamos y comparamos los ácidos nucleicos y las proteí-nas, que son las moléculas más específicas de cada especie, nos encontramos que cuanto más cercanas están evolutivamente dos especies, más se parecen ambas moléculas entre sí.

Tomemos como ejemplo la proteína hemoglobina. Entre la hemoglobina humana y la del chimpancé no existen aminoácidos de diferencia; con la de los gorilas tenemos 4. Como conclusión, las especies con mayor parecido molecular en proteínas y ADN tienen mayor parentesco evolutivo y un antepasado común más reciente.

ADN fósil

George Molinar, paleontólogo especialista en ámbar (resina fósil) afirma que ha encontrado ADN en insectos con millones de años de antigüedad. Go-lenberg asegura lo mismo de una magnolia, y De Salle de una termita. El doctor Raúl Cano, de la Universidad de California, consiguió extraer una bacteria abriendo el cuerpo de una abeja fósil apresada en ámbar. Cultivándola poste-riormente en el laboratorio, dicha bacteria se desarrolló.

Sin embargo, este tipo de afirmaciones y experimentos suscitan una enorme polémica en la comunidad científica, debido por una parte a que otros lo han intentado y no lo han conseguido; y también porque este tipo de descubrimien-tos se prestan fácilmente a interpretaciones más cercanas a la ciencia ficción que a la verdadera ciencia.

La existencia de ADN fósil es totalmente cierta, el problema es que está muy fragmentado, por lo que resulta muy difícil descifrarlo. Reconstruir un orga-nismo pluricelular, por ejemplo animales prehistóricos completos, está, por ahora, muy lejos de la realidad, pero sí es posible hacerlo con bacterias.

El ADN fósil servirá para efectuar comparaciones con especies próximas ac-tuales, lo que se denom ina “p aseo p or el genom a”, tam bién servirá p ara u tili-zarlo en ingeniería genética, mediante la introducción de genes prehistóricos en especies actuales, o para crear vacunas o fabricar antibióticos nuevos.

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El yacimiento de ámbar de Peñacerrada (Álava) podría tener una enorme importancia para estas líneas de investigación, debido a la cantidad de fósiles de insectos diferentes que contiene. El Museo de Ciencias Naturales de Álava, en colaboración con laboratorios extranjeros, ha impulsado el proyecto Ámbar 2000, en el que se pretende, por una parte, reconstruir el ADN fósil de la especie antepasada de la actual Drosophila o mosca del vinagre, y, por otra, estudiar, a partir del aire que queda retenido en el ámbar, la atmósfera del periodo en el que dicho ámbar se originó.

3. Lamarck, Darwin y las teorías actuales sobre la evolución

Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) fue el primer hombre de ciencia que ela-boró una teoría científica sobre la evolución. Él creía que los seres vivos tienen “afán d e su p eración”, es decir, realizan esfuerzos por adaptarse al medio. Esto provoca que utilicen más aquellos órganos que le son útiles y que, como conse-cuencia, dichos órganos se desarrollen y adquieran mayor vigor. Por el mismo razonamiento, los órganos que no se utilizan acaban degenerándose. Las modi-ficaciones conseguidas por un individuo al usar o no un órgano (características adquiridas a lo largo de su vida), se transmiten a la descendencia, y así se origi-nan cambios en las especies.

El lamarckismo puede resumirse en los siguientes puntos:

1. La función crea el órgano: es decir, si un órgano hace falta, aparece, debido a este afán de adaptación de los seres vivos.

2. El uso continuado de un órgano lo desarrolla y el desuso lo degenera. 3. Los caracteres adquiridos a lo largo de la vida de un individuo se

transmiten a su descendencia.

Aunque son muy intuitivas, en la actualidad ningún científico acepta las te-orías de Lamarck. Todos coinciden en que un individuo puede producir un de-sarrollo espectacular de un órgano si lo utiliza mucho (por ejemplo, el aumento de masa muscular de los culturistas), pero eso no quiere decir que dicho desa-rrollo sea heredable (sus hijos no nacen con esos músculos y no los tendrán nu nca si no los trabajan). T am p oco se ad m ite qu e exista u na “d irección p red e-term inad a” en la evolu ción.

Lamarck aconsejaría que si queremos conseguir una raza de perros sin rabo habría que cortárselo a muchas generaciones. De esta manera acabarían nacien-do rabones. Pero los ganaderos y agricultores no utilizan este método, sino uno diferente denominado selección artificial, que se atiene a lo siguiente:

1. Aunque los individuos pertenezcan a la misma especie, no son todos exactamente iguales. Decimos que presentan variabilidad, es decir, pequeñas características propias que los diferencian entre ellos, por ejemplo: pelo algo más rizado, algún hueso un poco más largo, una conducta más agresiva, etc.

2. Cuando deseamos mejorar una especie doméstica, elegimos como reproductores sólo a aquellos individuos que se aproximan más al

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modelo buscado, y eliminamos entre sus descendientes a los que se apartan. Al cabo de varias generaciones de cruzamientos se consigue una nueva raza (no una nueva especie).

En la naturaleza se produce también una selección, pero no de acuerdo con un modelo concreto, sino de aquellas características que resultan más ventajo-sas para la supervivencia. Esta teoría se denomina selección natural y fue pre-sentada por Charles Darwin y Alfred Wallace a mediados del siglo XIX. El dar-winismo se resume en los siguientes puntos:

1. Los organismos producen más descendientes de los que consiguen sobrevivir, porque los recursos del medio son limitados y no es posi-ble el crecimiento indefinido de una población.

2. No hay nunca dos individuos de la misma especie que sean exacta-mente iguales; se diferencian en el color, la resistencia a enfermeda-des, el grado en que toleran la temperatura, etc.

3. Los individuos compiten entre ellos por la existencia.

De esta forma, los depredadores, las condiciones climáticas, la lucha por el alimento, etc., son los factores responsables de que sobrevivan aquellos indivi-duos que posean las variaciones más ventajosas para ese medio. Serán los que puedan dejar un mayor número de descendientes, que a su vez también serán portadores de dichas características y sobrevivirán más. Los menos aptos para un determinado medio morirán y se reproducirán menos. Al cabo de muchas generaciones, los individuos son tan distintos de sus antepasados que pueden considerarse especies distintas.

Entre los años cuarenta y cincuenta se desarrolla el neodarwinismo o teoría sintética, que viene a cubrir las lagunas y puntos oscuros de la teoría de Darwin incorporando los conocimientos que en ese momento se realizaron sobre gené-tica, bioquímica y paleontología, de ahí su denominación de sintética. Sus afir-maciones básicas son las siguientes:

1. La variabilidad genética en una población se debe a la existencia de mutaciones, que son cambios que se producen en el material genéti-co y por tanto son heredables.

2. Las mutaciones se originan al azar y no como respuesta a una necesi-dad del medio.

3. Algunas mutaciones producen cambios en los individuos que mejo-ran su capacidad de adaptación, y que serán seleccionadas, pasando a su descendencia; otras mutaciones sin embargo, las perjudiciales, serán eliminadas de la población.

El neodarwinismo sigue afirmando, como lo hacía Darwin, que los cambios en las especies son pequeños y graduales, por lo que el proceso evolutivo nece-sita miles de años.

Desde el origen de los primeros seres pluricelulares hasta hoy día han pasa-do 600 millones de años, y aunque a nosotros nos parezca una eternidad, es un plazo de tiempo muy corto para explicar, utilizando sólo la selección natural y

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la genética de poblaciones, la enorme variedad de seres vivos que existe. Además no hay suficientes fósiles intermedios para llenar todos los saltos entre los distintos grupos biológicos.

Nadie pone en duda que la selección de los genes más favorables sea cierta, pero también es verdad que dicha selección no lo explica todo y puede que ne-cesite “ayu d a” en algu nos m om entos. L a teoría d el equ ilibrio p u ntu ado o teoría discontinua se va imponiendo: las especies nuevas se producen no de forma gradual sino muy rápida, en periodos cortos, y como respuesta a fuertes cam-bios en el medio ambiente. Después colonizan el territorio, superando a las an-tigu as, a las que extingu en. P osteriorm ente, vend rá u na fase de “tranqu ilid ad ”, es decir, sin cambios en las especies.

Un meteorito que cambió el curso de la evolución

Para estudiar la historia de la Tierra, los geólogos dividen el tiempo en eras y periodos, a los que dan nombres como Cámbrico, Jurásico, etc. La transición, hace 65 millones de años, entre dos de estos periodos geológicos, el Cretácico, que es el último de la Era Secundaria y, el principio de la Era Terciaria (estrato K/T), se caracteriza por la brusca desaparición de una enorme cantidad de es-pecies, entre ellas los enormes dinosaurios. En los años setenta, el geólogo Wal-ter Álvarez, de la Universidad de California, elaboró una teoría para explicar este hecho.

Su teoría afirma que un enorme meteorito, de por lo menos 10 Km. de diá-metro, impactó contra la Tierra y descargó una energía equivalente a varios cientos de bombas nucleares. El impacto provocó terremotos, olas de 5 Km. de altura e incendios forestales en todo el planeta. Como consecuencia del humo y de los restos de material cósmico que flotaban en la atmósfera, la luz del Sol se ocultó durante muchos meses y se produjo un cambio climático de enormes proporciones que fue la causa del exterminio de tantas especies.

La teoría del impacto se consideró en aquella época poco menos que una herejía científica, pero poco a poco, las evidencias le han ido dando la razón. En los años siguientes se descubrió un enorme cráter de 300 Km. de ancho y una edad aproximada de 65 millones de años cerca de la península mexicana del Yucatán. Recientemente nuevas pruebas encontradas consolidan la teoría.

El impacto del meteorito resultó catastrófico para algunas especies, pero abrió posibilidades de evolución a otras. Un grupo, los pequeños mamíferos, que llevaban 100 millones de años reducidos al papel de presas de los grandes reptiles carnívoros, sobrevivió al impacto.

Desaparecidos los dinosaurios, estos mamíferos tuvieron la oportunidad de evolucionar hacia formas más complejas y de colonizar nuevos territorios. En definitiva, aquella fue una catástrofe que tuvo grandes consecuencias para la vida en la Tierra y cambió el curso de la evolución biológica.

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4. El orden en la diversidad: taxonomía

La enorme variedad de los seres vivos que existe es fruto de la adaptación a los diferentes ambientes, es decir, de la evolución biológica. Sin embargo, en ese aparente caos de vida se ofrece la posibilidad de ordenar y clasificar a los orga-nismos. Para ello, como para clasificar cualquier cosa en la vida cotidiana, se necesita un criterio, es decir, una característica o una propiedad que nos debe servir como guía para agrupar a los elementos en cuestión, según sus semejan-zas o sus diferencias. La ciencia que se encarga de nombrar y clasificar a los or-ganismos vivos se denomina taxonomía.

Fue Karl von Linneo, un naturalista sueco, quien, en el siglo XVIII, estable-ció un sistema de clasificación basándose en las semejanzas y diferencias entre los seres. Linneo era creacionista, pero en su obra “System a natu rae” estableció unas relaciones de parentesco que dejaban traslucir claramente relaciones evo-lutivas.

La forma de ordenar a los seres vivos propuesta por Linneo se realizaba mediante categorías taxonómicas o de clasificación: reino, tipo, clase, orden, familia, género y especie, de forma que las primeras comprenden a las siguien-tes, y así sucesivamente hasta llegar a la especie, que es la categoría taxonómica más restringida, la que define a un solo tipo de individuos.

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Las especies se agrupan en géneros, éstos en familias, las familias en órde-nes, los órdenes en clases, las clases en tipos y, por último, los tipos en cinco grandes reinos.

Para nombrar a los seres vivos, Linneo creó la nomenclatura binomial, en la

que cada especie está definida por dos palabras, en latín o latinizadas, donde la primera indica el género y la segunda la especie. Por ejemplo, Felix catus, es el gato doméstico. La primera palabra (un sustantivo escrito siempre en mayúscu-las) es el género al que pertenece, y la segunda (un adjetivo que escribimos en minúsculas) representa la especie.

Este sistema se sigue utilizando en la actualidad porque continúa siendo útil. Sólo hay que pensar, por ejemplo, en la cantidad de lenguas y dialectos del mundo con que podemos nombrar al gato, mientras que su nombre científico es el mismo en cualquier parte.

La necesidad de clasificar a los seres vivos propició su observación y su es-tudio, sobre todo los relativos a anatomía comparada, lo que fue creando la idea de que existían parentescos entre ellos debido a las semejanzas que presentaban y, al mismo tiempo, consolidando la idea de la evolución de las especies. De hecho, cuanto más parecidos son evolutivamente dos organismos, más grupos taxonómicos tienen en común.

La especie y el proceso de especiación

La especie es la categoría taxonómica más restringida, la que define a un so-lo tipo de individ u os. E l concep to d e esp ecie se d efine com o: “el conju nto d e seres vivos que, procedentes de antepasados comunes, presentan semejanzas entre sí y son cap aces d e cru zarse originand o u na d escend encia fértil”. E sta es la condición más importante.

Pensemos, por ejemplo, lo diferentes que son un perro chihuahua y un mastín, y, sin embargo, pueden cruzarse y originar individuos fértiles. Por el

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contrario, un caballo y un asno, de mayor parecido externo, pueden procrear, pero los individuos resultantes, los mulos, son estériles. Cuando dos organis-mos no pueden intercambiar genes se consideran de especies distintas.

5. El origen del ser humano

Los humanos, pertenecemos al reino animal, tipo vertebrados, clase mamí-feros y, junto con los simios al orden de los primates. Nuestra familia es la de los homínidos, pero somos los únicos representantes vivos que quedan de ella, porque en el camino se quedaron muchos antepasados de los que sólo conoce-mos sus fósiles. Nuestro género es el Homo y nuestra especie sapiens.

Lo que acabamos de exponer nos conduce a las siguientes reflexiones:

1. Entre el ser humano y el resto de los animales existe un parentesco más o menos cercano.

2. No podemos crear una teoría exclusiva para explicar la aparición del hombre, ya que nuestra especie ha evolucionado en compañía de las demás y siguiendo las mismas leyes biológicas.

L a p u blicación d el libro d e D arw in “E l origen d el hom bre” despertó suscep-tibilidades en muchas personas y provocó agrias disputas en medios científicos y no científicos, como ya preveía el propio Darwin. Asumir que la especie humana provenía de otros animales y que se ajustaba a las mismas leyes bio-lógicas, suponía despojarlo de su status de especie superior.

Sin embargo, parece probable que fue hace unos 8 ó 10 millones de años cuando los primates arborícolas se separaron en dos ramas evolutivas: una evo-lucionó hacia los monos antropomorfos actuales y otra dio origen a los homíni-dos; por tanto, ambos tenemos un antepasado común (pero el ser humano no desciende del mono actual, como erróneamente puede pensarse si se hace una interpretación simplista y deformada de la teoría de la evolución).

Los principales fósiles que han servido para estudiar la evolución de la es-pecie humana según la propuesta de los investigadores de Atapuerca:

Familia hominidae: los Australopithecus

1. A ella pertenecen los fósiles de homínidos más antiguos: entre 3.5 y 3.7 millones de años.

2. No caminaban en un bipedismo perfecto. 3. Su capacidad craneana era de 500 cm3. 4. No elaboraron herramientas, aunque sí utilizaban palos, huesos o

piedras.

Género Homo

1. Se consideran de este género todos aquellos homínidos capaces de elaborar herramientas. Su nombre se debe al hallazgo de las primeras herramientas elaboradas.

2. El representante más antiguo es el Homo habilis. 3. Postura totalmente bípeda.

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4. Su capacidad craneal es de 650 cm3.

Homo ergaster

Una especie muy importante es el Homo ergaster (o trabajador), cuyos fósi-les tienen una antigüedad entre 1.8 y 1.4 millones de años y se puede considerar el más humano de las especies primitivas de Homo.

1. Tenía un volumen craneal claramente superior, de 900-1.100 cm3. 2. La cara más corta, con una nariz bien definida. 3. Aunque la dentadura sigue siendo robusta, se produce un acorta-

miento de los molares. 4. Tallaba las piedras por ambos lados, lo que implica un alto grado de

inteligencia.

Homo erectus

Sólo existen fósiles en Asia oriental, descienden del Homo ergaster y tenía la capacidad craneal algo mayor. Se cree que llegaron a coexistir con los nean-derthales que habitaban en Europa y con nuestra propia especie.

Homo antecessor

Un recién llegado a la familia de los homínidos, fue descubierto en 1994 en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca. Su importancia es enorme, ya que se cree que fueron los primeros pobladores de Europa, con una antigüedad de 780.000 años, y la especie antecesora común al hombre actual y a los nean-derthales.

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La hipótesis de los investigadores de Atapuerca es que parte de la población del Homo antecessor abandonó África hace un millón de años y se extendió por Europa, donde evolucionó hacia los neanderthales. Mientras tanto, el resto de la población que permaneció en África evolucionó hacia el Homo sapiens, que posteriormente también colonizaría Europa.

Homo neanderthalensis

Sus fósiles tienen entre 200.000 y 30.000 años de antigüedad y se encuentran repartidos por toda Europa. De aspecto muy similar a nosotros, eran bajos y corpulentos, cuidaban a los enfermos y enterraban con ritos funerarios a los muertos. Existe la posibilidad de que tuvieran un lenguaje verbal, aunque mu-cho más pobre que el nuestro.

Poblaron Europa en solitario durante mucho tiempo, hasta que llegaron desde África las poblaciones de Homo sapiens, con las que convivieron y por las que fueron desplazados. Se supone que intercambiaron entre ellos informa-ción sobre fuego, utensilios, etc., aunque no genes.

Homo sapiens

Es el ser humano actual y único representante vivo del género Homo, cuyo origen se fija aproximadamente hace 40.000 años. A partir de la cuna africana, nuestra especie se expandió por Eurasia y desplazó a los Homo erectus y nean-derthales que allí existían. Desde entonces hasta ahora, hemos desarrollado la comunicación mediante un lenguaje complejo, el arte, la religión, hemos llegado a la Luna e incluso se ha descifrado el genoma de nuestra especie.

La sierra de Atapuerca contiene uno de los yacimientos de fósiles humanos más impresionantes que hayan sido descubiertos en el siglo XX. Situada a 10 Km. al este de la ciudad de Burgos, es una montaña caliza donde se ha desarro-llado un tipo de erosión, realizado por el agua, que se denomina karst y que origina abundantes cuevas.

En la sierra existían bosques de ribera, praderas y monte bajo, por lo que debió proporcionar a los homínidos una gran variedad de recursos a lo largo de todo el año. En Atapuerca se encuentran dos yacimientos de fósiles humanos diferentes, la Sima de los Huesos y la Gran Dolina.

En la Sima de los Huesos se han encontrado los huesos de una tribu de 32 individuos de la especie Homo heidelbergensis, que podemos considerar un neanderthal arcaico, con 300.000 años de antigüedad. La mayoría eran adoles-centes o adultos jóvenes.

En la Gran Dolina, una amplia cueva que se abre al oeste, por lo que está resguardada de los fríos vientos del norte, con luz y buenas condiciones de habitabilidad, es donde ha sido descubierta la especie Homo antecessor.

No hay restos de fuego, por lo que parece que no era un cobijo permanente. Hasta allí llevaban y consumían las piezas que cazaban o carroñeaban: antepa-

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sados de los mamuts, formas antiguas de caballos, cérvidos gigantes, bisontes, etc., y a otros individuos de su propia especie.

Los huesos humanos, que se encuentran mezclados con los de herbívoros y carnívoros, presentan marcas de cortes y estrías, así como golpes con cantos para romperlos y poder acceder a la médula ósea, lo que indica que practicaban el canibalismo.

Quedan muchos interrogantes por resolver. ¿Era una práctica habitual? ¿Fueron cazados o ya estaban muertos?¿Eran del mismo o de distinto grupo? En cualquier caso, los trabajos de estos investigadores en Atapuerca han tenido una extraordinaria repercusión para los estudios del origen del hombre.