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CRITICA A LA ETNOPSIQUIATRIA MAPUCHESDENEUQUEN ANTROPOLOGIA BIOLOGICA MUJER Y LIBERACION: JUANA AZURDUY _REYNOSO· REX GONZALEZ • f RADOVICH· PUCCIARELLI· COCILOVO· MENDONCA· STR02ZI·

CRITICA ALAETNOPSIQUIATRIA …carlosreynoso.com.ar/archivos/devereux.pdf · 2017-04-01 · el estudioso suele erigir defensas que 10 liberan de la ansiedad, pero que distorsionan

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CRITICA A LA ETNOPSIQUIATRIA

MAPUCHESDENEUQUEN

ANTROPOLOGIA BIOLOGICA

MUJER Y LIBERACION: JUANA AZURDUY

_REYNOSO· REX GONZALEZ •

f RADOVICH· PUCCIARELLI·

COCILOVO· MENDONCA· STR02ZI·

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Devereux y la interdisciplinariedadagonistica

Lie. en Ciencias antropo16gica.Profesor de Lingilfstica, Semi6tica y Teorfas Antrapol6gicas Contemportineas en la U.B.A.

Music6logo y Computador Cientifico. Director de proyectos de investigaci6nsobre Inteligencia Artificial aplicada a Laantrapologfa.

E I ensayo siguiente constituye una versi6n pre-lirninar de uno de los capitulos que componen

nuestra Introduccion Critica a la Antropologia Psico-logica, donde se exploran las diversas experiendas con-juntas de la antropologia y la psicologia, desde los estu-dios precursores de Haddon y Rivers hasta los recientesmodelos computacionales de la ciencia cognitiva.

Su publicaci6n por separado, amen de presentar unaredaccion distinta y de marcar otros enfasis, obedece atres propOsitos:

El primero tiene que ver con la necesidad de discutiruna estrategia de investigaci6n que quiza cuente conadeptos u opositores en nuestro medio, y de suscitaruna respuesta que contrapese 0 neutralice nuestros ses-gos. En todo caso, el complementarista acerrimo y el ad-versario inflexible, no menos que ellector prescindente,haran bien en asomarse a nuestra propuesta como a unaponencia interesada, y no como a un veredicto impar-cia!.

El segundo objetivo es el de formular un juicio masgeneral sobre los programas complementaristas y plu-ridisciplinarios, en relaci6n con la hip6tesis que orientael trabajo de conjunto: la psicologia y la antropologia si~man sus objetos a distintos niveles de analisis, nivelesque pueden ser, naturalmente, yuxtapuestos, pero noforrnalmente integrados. Es muy loable que los antro-pOlogos "tengan en cuenta al sujeto" i pero ya no 10 estanto pretender que la cultura puede explicarse median- ii

te una simple multiplicaci6n de casos individuales. sr'alguien, sobre la base de esquemas predictivos y de con-ceptos genuinamente vinculantes (y no de consignas 0expresiones programaticas), se siente capaz de argu-mentar que los psico16gico y 10cultural son susceptiblesde comprenderse en un solo acto del intelecto, y que suseparaci6n responde nada mas que a contingencias aca-

demicas, a acddentes hist6ricos 0 a confabulaciones ma-lintendonadas, a el corresponde el peso de la prueba. De-vereux, por 10 menos, sabia que esa integraci6n no eraposible, aunque a cambio de ella nos ofreci6 una altemativa que tampoco puede sostenerse.

EI tercer prop6sito, mas puntual, es el de formularuna invitaci6n para que se reflexione (a traves del casoconcreto del complementarismo y de su caricatura, la et-nopsiquiatria de Laplantine) acerca de 1adistancia quemedia entre un mont6n de referencias profanas a unaciencia dura que apenas se comprende y la adopci6nefectiva y sincera de una herramienta rigurosa. Si elcientifico social se siente obligado a hablar de la teonacuantica, de la hip6tesis erg6dica 0 del principio de 'Hei-senberg, que asi sea; pero que tambicn estc seguro delvalor heuristico de los similes que desencadena y de quesus referencias no son meros fetiches para deslumbrar alos incautos.

Confluencia disciplinaria explfcita en la que losaportes teoreticos de la antropo10gia se diso1vian en suespecificidad por obra del encuentro con un psicoanali-sis sui generis, el complementarismo ha sido, mas aHade sus triunfos iniciales aparentes, deslumbrantes en 10metodol6gico, una experiencia quese puede conjeturarya clausurada. Tienen que ver con este fracaso.de cara alfuturo tanto las resonancias de R6heim, evocadoras delmomento de mayor aspereza enlas reladones entre am-bas disciplinas, como cierta fa1ta intnnseca de solidez ala hora de definir la articulaci6n precisa del vinculo. Losmejores aportes de Devereux, como ya insinuaramos.fueron apabul1antes en su dia; pero ya son historia, yuna historia ahora irrepetib1e par el mismo progreso delmetoda y por el mismo perfeccionamiento de la cancep-tualizaci6n.Ya no tiene gracia que se vuelva a dcscubrir, una y otra

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vez, la vigencia del Edipo entre los mohave, 105yurok 0105sedang, ni que se afirme que es la "contra transferen-cia" y no la "transferencia" el dato de importancia masdecisiva en toda la cienda del comportamiento, porqueaquella constanda ya rue asimilada, porque todas estascategorias ya han side suficientemente discutidas den-tro del psicoanalisis rnismo (c. Wachtel 1977), y porques610 tienen el valor que antes tenian en la memoria febrilde una pocas facciones nostcilgicas. Tambien los descu-brimientos metodoI6gicos de Devereux, que suelen gi-rar en tome a la esencia de Ia situaci6n observacional (ala que se accede observando al observador, ID.1S que alobservado), pudieron haber tenido importancia en sumomento, pem de hecho se agotaron en su asimilaci6npor el consenso psicoanalitico como una nota al pie de 10que ya se habfa comprobado sobradamente en el consul-torio. De elio da testimonio el agotamiento de las estra-tegias complementaristas al dia siguiente de la desapa-rici6n de su impulsor.

Devereux construy6 no una, sino dos epistemologi':as integrativas, con escasos puntos en comun. En la pri-meta desarroll6 la casuistica de la contratransferencia;en la segunda, su discurso complementarista. Ambasfueron aproximadamente contemporaneas. La episte-mologia inicial es la mas fenomenol6gica, por asi decir-10. En ella, Devereux aduce que en toda investigaci6nque involucre otras personas es necesaria una autoin-vestigaci6n preliminar, pu~sto que las creencias y com-portamientos de los sujetos indagados pueden desper-tar en el estudioso sus temores, deseos y fantasias in-conscientes; en otra palabras, pUeden suscitar en el unaansiedad concreta, de fatales repercusiones en el resul-tado de la investigaci6n. Ante esta contratransferencia,el estudioso suele erigir defensas que 10 liberan de laansiedad, pero que distorsionan sin remedio su pers-pectiva.

A1igual que en el manifiesto fenomenol6gico de BOr-rnida, el cat<ilogode las distorsiones posibles esta cuida-dosamente desplegado.En primer lugar esmn las dis-torsiones causadas por una percepci6n selectiva de lascasas: el investigador inconscientemente excluye de sucampo perceptual todos los datos capaces de provocar-Ie ansiedad. Luego, las distorsiones proyectivas, por lasque la conducta de 105su;etos se interpreta en terminosde 105deseos reprimidos y de las ansiedades particula-res del que los estudia. Despues, las distorsiones causa-das por la metodolog1a, resultantes de la construcci6nde rrtetodos de recolecci6n "objetivos" que ahondan laseparad6n entre el investigador y Ios sujetos, reducen elcaricter anxi6geno de su interacci6n y apartan del cam-po de interes aspectos que pudieran ser cruciales; el in-vestigador, por las mismas causas, termina interrogan-do 5010aquellas variables a domini os que son afectiva-mente neutros. EI relativismo cultural, por ejemplo, tra-ta de redudr la ansiedad considerando los datos en unvado humano: los primitivos son, segUn esta estrategia,10 suficientemente distintos de nosotros como para nocomprometemos en nada.

Toda esta problematic a, respetablemente bien plan-

Be (De) Ora Antartica ... (Carta de Americo Vespucio), Estrasburgo,c. 1505. Cortesia de 1aBiblioteca PUblica de New York.

teada, adolece'de una resoluci6n ca6tica, decepcionan-te. EI autor manifiesta no oponerse a los metodos rigu-rosos de investigaci6n: aunque toda metodologia se uti-liza para reducir la ansiedad, cabe distinguir --dice-entre una "pseudometodologia" ,que se usa inconscien-temente, como puro recurso defensivo, y una metodolo-gia "correcta", de la que uno se sirve con conocirnientode causa, "de una manera sublimatoria" 0977:133), pe-ro de la que no se digna explicitar en que consiste. Apa-rentemente, la diferencia entre una y otra es nada masque cuestion de conciencia, de apercibimiento:

"La posicion profesional, as! como los metodos y tee-nicas cientificos, pueden emplearse efectivamentetan 5610 si uno comprende que, en el nivel incons-ciente, hacen tam bien de defensas contra la ansie-dad que nuestros datos suscitan. Si se niega su fun-cion defensiva, no tardaran en emplearse ante todocon fines defensivos, y sobre todo cuando mas osten-tosamente se empleen con fines de 'de hacer ciencia'" 0977:138).

A partir de estos prindpios mas bien pleonasticos,Devereux llega prestamente al sinsentido. Un experi-mento con ratas, un trabajo de campo antropol6gico 0una sesion de psicoanalisis -argumenta- spn cientifi-camente mucho mas importantes por 10 que puedan de-cirnos acerca de los respectivos investigadores que porla informacion que eIlos proveen sobre ratas, primitivoso pacientes. Mas aun, en una verdadera cicncia del com-portamiento, estos no constituyen mas que epifenome-nos de la indagaci6n real, aunque tam bien merecen, porderto, ser estudiados (1967:xix). Par un momenta terni-mos que Devereux negara la posibilidad, asffuera resi-

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dual, de estudiar cualquier fenomeno concreto, y que si-guiera proyectando sobre su discurso metodologiCo·ellucimiento publico de su exquisita sensibilidad, de suprodigiosa capacidad de empatia y (,por que no decir-lo?) de su insoportable narcisismo. Su esquema, en con-clusion, no se caracteriza prOOsamente por su homoge-neidad y coherencia logica: los cuatro terminos que enlas citas anteriores aparecen en bastardilla correspon-den ados proposiciones fundamentales que se encuen-tran en abierta contradiccion: la "buena" metodologia,sea 10 que fuere, no involucra nada que en rigurosos ter-minos psicoanaHticos pueda entenderse como "subli-macion"; y, como despues veremos, todo su artificiosorazonamiento termina, a la larga, conspirando contrasus propios intereses.

Incluso la critica mas benevolente y mejor dispuestaha reconocido las debilidades que trasunta este marcote6rico:

"El argumento es fastidiosamente difuso, y su coefi-ciente de redundancia alto hasta la irritacion; su ani-mad version hacia el trabajo de Erikson deriva en unaparodia, y sus comentarios satiricos acerca de losamilisis estadisticos son poco refinados; hay dema-siada pormenorizacion sabre cosas que hoy son masbien axiomaticas en sociologia del conocimiento,ydemasiados intentos de hacer pasar especulacionespersonales como hechos aceptados 0 como teona"(Spiro 1969:%-97).

La animadversion de Devereux para con Eriksonpuede explicarse, entendemos, como una violaciontemperamental a su pro pia etica metodologica: ,acasono era Erikson, por su fama como disdpulo directo deFreud, por su equilibrada ortodoxia psicoanaHtica, porsu acabado manejo de los recursos dinicos, por su vir-tuosismo como manipulador de estra tegias complemen-tarias, la persona mas indicada para despertar en Deve-reux la mas indisimulable ansiedad? Un aspecto llama-tivo de la escritura de Devereux (que traemos a colacional margen de toda intencion cntica) es la recurrencia desus protestas frente a la inquina que Ie prodigaban suspares, a la faha de reconocimiento del caracter profeti-co de sus postulados ya las injusticias de toda laya quecontra el perpetraron autoridades academicas, funda-dones, cnticos y editores, como obedeciento a una cons-piracion (verp. ej. Devereux 1978:366-367,373,375,377,394, 395, 397, 401, etc.). Es paradojal que Devereux,quien tanto insisti6 en el anaIisis y control de la contra-transferencia y quien reparti6 como ningUn otro marbe-tes de patologia entre shamanes, visionarios y socieda-des, no haya sabido moderar sus efusiones de resenti-miento,lindantes en la paranoia, y haya tenido que aca-bar sus dias en una especie de ostracismo autoimpues-to, dedicado a una solitaria exploraci6n psicoanalfticade la antigiiedad griega.

Sea como fuere, el alardeado modelo de Devereux esen realidad muy simple, por no door rudimentario: as!como en la mecanica cuantica el testigo interfiere en el

ffenomeno observado, deviniendo parte sustancial de el,\asi tambien la contratransferencia (esto es, la reacd6n!del observador ante sus propias observadones) compli-j ca al antropOlogo en su trabajo de campo, que se con-ivierte de este modo en una suerte de sensitiva autobio-\gratia. De alli en mas, la desconfianza de Devereux porlos procedimientos de la fisica, que imagina limitados auna cuantificacion obsesiva, se empareja con su confian-za verdaderamente mecanicista en un psicoanalisis queno requiere, para ajustarse a la situacion intercultural,mas que un retaque muy somero. Puede simpatizarseconla causa invocada por el en contra del relativismocul-tural entonces imperante, que situaba la inteligibilidadde unas culturas fuera del alcance de la capacidad de in-telecci6n de las herramientas de otras; pero reconocer fci°'inteligibilidad como posible no conlleva afirmar que loscontenidos sustantivos del fenomeno a analizar (porejemplo, el complejo de Edipo) deban ser, necesaria-mente, universales. Situando este problema en otro ni-vel, podriamos metaforizarlo diciendo que la constata-cion de que todas las lenguas son mutuamente traduci-bles y de que sus estructuras profundas son compara-bles, no impone afirmar que en el interior de todas ellasse dicen las mismas casas 0 se despliegan los mismossignificados.

En rigor, los antrop610gos que han historiado a De-vereux parecen sustentar una imagen suya mucho masgenerosa que la que los psicoanalistas actuales estan dis-puestos a conceder Ie, si dejamos de lado a su hagi6gra-fo Laplantine. Devereux pertenece; por 10visto, mas alacr6nica de la antropologia que a la del psicoanalisis,donde se prefiere ejemplificar con la figura mas colori-da de Geza R6heim. De todos modos, esta daro que si laantropologia de Devereux adolecia de faha de daridadte6rica, el psicoamilisis que manejaba careda profunda-mente de personalidad, aparte de su pasi6n por la con-tratransferenda. Quebrando la regia, la Gestalt empe-nosa del complementarismo no fue tampoco mayor qpela suma de sus partes: la yuxtaposici6n de antropologiay psicoanalisis llevada a cabo en su interior, en lugar defertilizarlos, empobrecia a ambos.

Por otro lado, el fisicalismo entusiasta de 10sultimosafios de Devereux no pareci6 soportar el cotejo con el pa-radigma sistemico mucho mas productivo desarrolladoluego por Bateson y por Ruesch. La creencia de Deve-reux en cuanto a que el comportamiento de las sodeda-des "obedece ala Segunda Ley de la Termodinamica"0977:41), que ya no suscita casi ningUn alboroto, cadu-c6 cuando Prigogine, Maruyama y hsta Richard Adamscomenzaron a hablar de estructuras disipativas. Lo mis-mo vale para el relato de sus .tfabajos de campo, admi-rablemente escrito y generoso en la confutaci6n (freu-diana) de las mas abismales aporias relativistas: tiene,en el mejor de los casos, el merito de haber exacerbadoel optimismo de clerto psicoanalisis al gusto de un Wes-ton LaBarre a propOsito de su propia validez universal,pero decae con estr.~pito frente alas corroboraciones cncontrario expresadas mas formal mente por LeVine(1977:287-295) 0 por Fonagy (1982:125-145).

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Cabe recordar que Devereux jamas puso en crisis no-cion psicoanalitica alguna, en tanto eUas se enmarcaranen una ortodoxia, real 0 imaginaria; en Reality andDre-am (1951), por ejemplo, encontro incluso el modo decuestionar la idea del inconsciente como amenaza, revi-viendo la concepcion "originaria" de Freud que aseve-ra que "5610la represion vuelve al instinto monstruoso".Esta enmienda, sostenida no sin artifico a traves de una

• lectura selectiva del dogma, cuestiona, dicho sea de pa-so,la inclinacion del propio Devereux a endilgar pato-logia a sociedades y sujetos cuyas pulsiones asoman alasuperficie.

Hubiera side preferible quiza que el complementa-rismo se contentara con exhibir el florilegio de su traba-jo de campo, sin explicitar su fundamentacion de gabi-nete. Aqui sostenemos didacticamente, en relacion connuestro tema central,la hip6tesis de que si la antropolo-gia fue inca paz de aportar bienes teoreticos duraderos ala psicologia por la via del complementarismo, eUo sedebio a la falta de coherencia de la epistemologia de ba-se construida por Devereux, que impHcitamente articu-laba ambas disciplinas todavia en terminos de polemi-ca.

Devereux consigna ba que, segUn Poincare, si un fe-nomeno admite una explicacion, admitira tambien der-to numero de otras explicaciones, todas tan capaces co-mo la primera de elucidar la naturaleza del fenomeno encuestion. En el estudio del hombre, expresaba,

" ... no es 5010posible, sino obligatorio explicar uncomportamiento, explicado ya de una manera, tam-bien de otra manera. (. .. ) £1 hecho es que si se expli-ca un fenomeno humano nada mas que de una ma-nera, en realidad no se explica en manera alguna,alin si su primera explicaci6n 10vuelve perfe<:tamen-te comprensible, controlable y previsible dentro delmarco de referenda que Ie es propio, y sobre todo enese caso. Ademas, la posibilidad de explicar 'com-pletamente' un fenomeno humano por 10menos dedos maneras (complementarias) demuestra precisa-mente, por una parte, que el fenomeno en cuestion esala vez real y explicabley, por la otra, que cada unade sus dos explicadones es 'completa' (y por 10 tan-to valida) en su propio marco de referenda"(1975:11).

Puede observarse con respecto a este parrafo susten-tatario de su programa que, diga 10que diga Poincare,dedudr la validez de una perspectiva a partir de la va-lidez de otra es simplemente un non sequitur, y que lasdiversas explicadones bien pudieran ser reciprocamen-te conflictivas e invalid antes, como cuando desde elmarco de una antropologia materialista se ponen en te-la de juico los deterrninismos simb6licos 0 psicologicos,o desde una teona ambientalista se descontruye 0 se res-ta plausibilidad a una explicacion basada en la biologia.La ecuacion complementarista, por af\adidura, presu-pone la nt!utralidad en la elesdon de los diferentes mar-cos, como si se pudiera ser, verbigracia, materialista en

uno de eUos y mentalista en el otro, sin poner en tensionel razonarniento global que ambas expresiones consti tu-yen. Dicho de otro modo, el enfoque de marras no esta-blece como problema que es 10que se puede (0 10que sedebe) complementar con que.

Devereux asocia luego su nocion de complementa-riedad al principio del indeterminismo enunciado porHeisenberg. Este principio afirma la imposibilidad dedeterminar (medir) simultanearnente y con la mismaprecision la posicion y el momento de un electrOn; es es-te, en verdad, un problema basico de la fisica de 105cuantos 0975:18). ImpHcitamente, el doble aborda-miento aspira a garantizar la superacion de ese principonegativo, como si 10psicologico agotara una dimensiony 10antropolOgico otra, definiendo las coordenadas deun conocimiento preciso. Aqui, empero, debemos enfa"tizar algo que es obvio: si Ia solucion al dilema bifrontede la cultura y el sujeto fuera tan simple como para 10-grarse en el tramite de juntar una antropologla y un psi-coanalisis cualesquiera, esta claro que jamas se habnaplanteado como problema, y que seguramente el meto-do complementarista se Ie habna ocurrido a alguienmas.

Como antrop61ogo, Devereux fue capaz de Uevarhasta el absurdo una afirmacion de Durkheim y de refu-tarse por completo a 51 mismo anunciando (con la inten-cion de justificar el provincianismo cultural del psicoa-nalisisoriginario) que "el analisis intensive y profundo

"Insula Hyspana" - De inventis espistoia Cristofen Colom ... (Carta de, Co16n). Basilea. 1493.Cortesia de laBiblioteca Publica

de New York.

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"La Misericordia", grabado del Fior di Virtu, atn1Juido a1 Alumna deDomi7lico Ghirlandaio, Florencia, 1491.

del contexto y delas implicaciones de una sola institu-cion en una sola tribu (. .. ) permite obtener proposicio-nes universal mente validas" (1975:66). Aquf es dondesurge la contradiccion inicial: indeterminacion de la an-tropologfa, a imagen de una metMora ffsica oblicua-mente interpretada; validez universal del psicoanalisis,en virtud de su penetracion incisiva en una sola proble-matica. 0bien: el psicoanalisis, sin el concurso de la an-\tropblogfa, resueve facilmente el dilema de la cultura; la \antropologfa, sin el auxilio del psicoanaJ.isis, no puede isuperar el dilema del sujeto ni llegar a un discurso rigU" :roso sobre una cultura constitufda, en ultima instancia,!por multiples individuos.

Su exegesis del principo de indeterminacion, pororra parte, se asienta sabre una analogfa poco feliz. Es-te principio rige expresamente para las partfculas suba-t6micas (en su formulaci6n dasica, para 105electrones),cuyo comportamiento no tiene equivalente ni siquieraaproximado en el mundo macroscopico. AI combinarsecon la teona de la relatividad, la ffsica cuantica estable-ce inequivocamente que IDS niveles de observaci6n, pre-diccion y problematicidad no son extrapolables, queexisten dimensiones escalares indiosincraticas, y que,en consecuencia, no se puede proyectar una limitacioncuantitativa valida para 105electrones al universe pre-valentemente cualitativo de los fenomenos culturales.La hip6tesis cuantica sOlo invalida a la ffsica y a Ia cau-salidad clasicas en los casos en que masas suficiente-mente pequefias se muevan a velocidades 10 bastantebajas y con niveles de aceleracion 10bastante elevados;la importancia de la ffsica de los cuantos radica en el des-cubrimiento de la especificidad de la conducta de lasparticulas elementales, y de ninguna manera en el per-miso de extrapolacion de 10subat6mico a 10macrosc6-pico 0 a 10 social (d. Einstein 1985:30-31). La limitacioncaracterizada por Heisenberg, ademas, opera a nivel delas necesidades de insumo de una sola ciencia, y nadatiene qu~ decir respecto adiscursos pertenecientes a di-ferentes marcos categoriales.

Independientemente de 10afortunadas que puedan serpor si mismas algunas investigaciones de Devereux, 10concreto es que este autor fracasa cuando intenta acce-der al plano te6rico, donde demuestra una impropiedadsistematica en el establecimiento de las analogfas y una80siedad trivial de completitud: asi la complementa-

T cion se diera entre veinte disciplinas y ya no entre dos,el objeto quedaria siempre infimamente develado res-pecto de su potencial absoluto de informaci6n. E~maSiya no habna un objeto, cualquiera sea, sino t8Otos obje.-tos disimites como marcos te6ricos concurrieran a inte-rrogarlo. Asi como cabe reconocer, con Niels Bohr, quela realidad sobrepasa todo posible lenguaje, toda estruc-tura logica, y que sus contomos son demasiado ricos pa-ra que una sola lampara pueda iluminarlos por comple-to, es Justo recalcar que dos disciplinas cualesquiera (yaun dos sesgos te6ricosdistintos dentro de la misma dis-ciplina) jamas definirian el mismo problema de la mis-ma forma. EIobjeto que cada perspectiva defina como elsuyo tendra, en cada caso, no sOlodiferentes alc80ces si-no tambien distinto nuc!eo; la "realidad" aludida sera,siempre, un blanco movil, inasible y fragmentario. Ha-blar de una realidad trascendental como objeto de laciencia, situada por encima de todas las diferencias depuntos de vista 0 resultante de su agregado, de una re-alidad que obligue a segmentar el universo en el mismonumero y en la misma clase de objetos, equivale a abo-lir 10que se habia establecido acerca de la indetermina-cion. Desde los encuadres de dos ciencias distintas, aunel significadodelos conceptos basicos difiere y se des-centra: como decian Segall, Campbell y Herskovits,"percepcion" es, para los psic610gos, "un proceso quebordea la sensacion", en tanto que para los antropol6-gos es mas bien "un proceso que bordea el conocimien-'to" (1966:24-25). Cole y Scribner (1976) sistematizaronlas dificultades que se suscitan cada vez que se preten-de estudiar "10mismo" desde dos entramados referen-ciales diferentes.

De nada vale que Devereux imagine que" si 105etn6-logos realizaran el inventario exhaustivo de todos los ti-pos conocidos de comportamiento cultural, esa listacoincidiria punto por punto con una lista igualmentecompleta de Ios deseos, puisiones, fantasias, etc., obte-nidas por 105 psicoanalistas en un medio clinico"0975:66); de nada vale tampoco que ofrezca su ecuaci6ncurricular personal como soIuci6n al problema del co-nacimiento. La primera afirmaci6n se contradice hastael escandalo con todo 10que el venia argumentando so-bre la necesidad apremiante de elaoorar un doble dis~curso consistente en anaHsis complementarios, imposi-bilitados de mezclarse 0 de ser sostenidos simult<inea-mente. Por otro lado,cae de suyo que ni aUl\ el dilema dela indeterminacion en fisica se veda solucionado 0 ate-nuado por obra y gracia de un aborde multiple: en esoradica, precisamente, su problematicidad.

No 5010las intuiciones que venimos refiriendo hansido desafortunadas en la elecci6n de sus similes, super-ficiales en su mirada hacia las "ciencias d uras" y contra-dictorias en la derivaci6n de sus corolarios. De hecho, la

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apropiaci6n y la aplicaci6n de la llamada hip6tesis ergO-diea por parte de Devereux (que sirve de base a sus es-tudios seudocomparativos sobre el aborto de 1955 y1972) descansan en una 16gica igualmente dudosa. Elproblema metodo16gico que Devereux trata de superaren dichas investigaciones es el de si 105datos esquema-ticos provenientesde un gran numero de tribus, puedeno no permitimos analizarun fen6meno dado en profun.didad. La hip6tesis erg6dica de los matematicos, mien-tras tanto, establece que 105mismos resultados puedenobtenerse -digamos- arrojando simultaneamentegran nUrnero de monedas 0 arrojando muchas vecesconsecutivas una moneda sola.La falacia en que incurre Devereux al rubricar un vere-dicto positivo es doble: esa hip6tesis 5010podria ser unametafora adecuada si el fenomeno indagado fuese exac-tarrtente el mismo en todas las circunstancias, y como talposeyera a 10 largo de toda la muestra identica forma,significaci6n e intencionalidad. Este, decididamente, noes el caso. Por otra parte, no existe isomorfismo entre laaltemativa de "una moneda muchas veres" y "muchasmonedas una vez" (que a 10sumo sefiala una propiedadprobabilistiea independiente de la variable que se modi-fique> y la obtencion de un conocimiento amplio y pro-fundo a partir de numerosasobservacionesesquem.iticasque sevan sedimentando. En esto utimo estana implica-do un cambio cualitativo en la naturaleza del saber, unatransformaci6n que trasunta, matematicamente ha-blando, la propiedad opuesta: un conocimiento que semodifica (en vez de permanecer constante) en funciondel numero de instandas observadas.

Existen otros factores francamente desagradables enla estrategia de Devereux: toda vez que coteja el psico-anaIisis con la antropologla, es casualmente esta la quesale perdidosa. Devereux, coinddiendo en su ardor dis-ciplinario con Roheim y con Laplantine, ha Hegado aafirmar que

" la teona psicoanalitica, en su sentido mas literaly mas simple, constituye probablemente el conjuntode condusiones mas penetrantes que se hayan infe-rido jamas del estudio intensivo de una sola c1ase s0-cial que vivi6 en un determinado momento de la his-toria y en un medio cultural peculiar. La mejor mo-nograffa etnogrcifica no podna haber alcanzado, nisiquiera de lejos, un nivel tan profundo y exhausti-volt (1975:67).

Impugnar tamafia jactanda sena tal vez arduo, peroposible, sabre todo teniendo en cuenta 10que el psicoa-naIisis revis6 despues de sf mismo y todo 10que en 10epistemol6gico Ie queda aun por hacer. Tambien ~nafactible cuestionar la promiscuidad en un solo orden 16-gico de la teona psicoanalitica, de su objeto definido anive! teoretico, de 105hechos recabados pol' su aplica-ci6n clinica, de la inddencia del objeto en la teona y delmaterial descriptivo especializado que normalmente fi-gura en !as etnografias y co~ el cualla experiencia tera-peutica no guarda ni la mas remota reladon. No menos

objetable es el emparejamiento en un mismo plano del"psicoancilisis" y de la "antropologia" , como si aquel tu-viera la jerarqula de una disdplina que agota el discur-sa posible sobre la psiquis, 0 como si esta fuese teoreti-camente monoHtica.

Pero aqul cabe mas bien otra observaci6n: si el psico-anaIisis es pertinente tanto en su referenda a un grupode neur6ticos de la clase media vienesa como en su ex-tension ala dimensi6n historica, soda I0 cultural que sequiera, no se entiende en absoluto que es 10que la antro-pologla (que no se Ie compara "ni de lejos") vendria asignificar como su complemento. En la forma en que De-vereux complementa a ambas, la antropologla sOloesta-ria en capaddad de aportar una validacion vicaria, unpretexto a la vez fotmal e inutil, emanado de un trami-te burocratico impuesto pol' la epistemologla que el mis-me ha construido a fuerza de interpretar torcidamente10que dicen los fisicos. Mas que un complemento inspi-rado en el rigor de una fisica revolucionada, sena ape-nas un apendice reclamado por la arbitrariedad de unaideologia conservadora, que no se resigna a modificarsu marco para adaptarlo a una reaHdad cambiante.

Falta acotar, por Ultimo, que la estrategia de Deve-reux no es ni siquiera cabalmente complementarista yque falla, epistemo16gicamente, por su base; a menosque, €Chando mano de una acepci6n extravagante, sepractique una igualacion semantica entre 10 comple-mentario y 10subordinado, 0 entre 10complementario y10que no tiene nada que ver. POl' 10 menos desde queNadel 10explicito hace cuarenta afios, se reconoce quelos psicol6gico y 10 social no corresponden al mismoplano del discurso; existe una diferencia de jerarquias,de focos, de escalas, y una pletora de factores emergen-tes que imponen una nitida distind6n. De otro modo sevolveria a incurrir en el error de ROheim, que anaUzabamitos, rituales e instituciones como si fuesen la produc-ci6n neur6tica de un solo sujeto. Hoy, despues de Bate-son y de Wallace, puede decirse con mas exactitud quede ninguna manera pueden ser estrictamente comple-mentarios dos enunciados que se refieren a distintos ni-veles de tipificaci6n. Con 10cual, ciertamente, termina-mos con Devereux.

Su influjo, sin embargo, no acaba en este punto. La-plantine, un espiritu dilettante, llama "etnopsiquiatriapsicoanalitica" a una modalidad de investigacion "re-sueltamente multidisciplinaria", que intenta abarcar ycomprender conjuntamente los conceptos fundamenta-les del campo de la psiquiatrla (10normal y 10pato16gi-co) y los de la etnologla (las categorias universales de lacultural, y que reconoce a Devereux como su fundador.Alli donde Laplantine se aleja de Devereux, mal de sugrado, 10hace ya sea para reivindicar a Geza R6heim,para exaltar a Totem y Tabu, 0 para articular el concep-to paradojal de "sociedades locas", es decir, de culturasque, al desindividualizar y desocializar a los miembrosque las componen, terminan por asfixiarse a sf mismas.

Comparar a Laplantine con Devereux puede Uegar aser inmerecidamente denigrante para este, pero es algoque debe hacerse alguna vez para marcar la distanda

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~. ~I EDICIONES BUSQUEDA~ deAYLLU S, R. L

004 REBELIONES INDIGENAS EN LAPUNA. Irma Berrnal.

006 LOS TEHUELCHES. Irma Bernal yMarlo Sanchez Proafio.

008 LOS ABORIGENES DE LA ARGEN-TINA. Guillermo Magrassi.

350 TEORIA. HISTORIA Y CRITICA DELA ANTROPOLOGIA COGITIVA.Carlos Reynoso.

351 PARADIGMAS Y ESTRATEGIAS ENANTROPOLOGIA SIMBOLICA. Car-los Reynoso.

352 INDIGENAACTUAL. Leticia Munoz.353 PESO DE RELACION IT-.JTERE1NI-

CA. R. Ringuelet y Otr08.354 BASES DTEMATICA ANTROPOLO-

GICA: COMUNICACION - CREEN-CIAS. R. Ringuelet.

550 EL MONUMENTALISMO DE AME-RINDIA - DESDE MEXICO A AR-GENTINA. Cesar Sondereguer.

600 ARQUEOLOGIA CONTEMPORA-NEA ARGENTINA Aschero. Bellelli.Borrero. Garcia. Politis y Yacobac-cio.

entre un trabajador cientifico (equivocado 0 no) y su pa-rodia. Devereux fue, en ultimo analisis, un pionero. Lacronologfa de sus obras se extiende desde fines de la de-cada del'30, 10 que hace a su lucha contra el relativismocultural plenamente comprensible. Devereux opuso alos culturalistas una altemativa que poniaenfasisenlaactitud de 105padres y en el estadio edipico, mas que enlas pnkticas de crianza y en una difusa "infancia", estu-dio el conocimiento nativo sobre 105 suenos y sobre lapsiquis con categorias que se anticiparon a las de la et-nociencia y esbozo una de las mas desafiantes teorias so-ciogenicas de la esquizofrenia. En el momento oportu-no, supe denunciar con entera justicia que ciertos antro-pOlogos, acerrimos enemigos de la version freudiana dela psicologia (Lessa, Orlansky, Sewell), se habian infil-trado en la filas de Cultura y Personalidad y que, comoacto de acatamiento fingido, se dedicaban a publicarinocuas estadfsticas de tests sOlo para aducir autoridadcuando correspondiera negar todo enfoque psicoanali-tico profundo. Esas eran epocas tumultuosas, de juegosucio, y el antirrelativismo combativo de Devereux(aunque tuviese como movil latente un universalismopsicoanalltico no menos objetable) constituia hasta cier-

to punto una actitud necesaria. Hay que reconocer tam-bien que en ocasiones sabia llamarse a recato, comocuando admitia alas ciencias primitivas como una po-siblefuenteparael mejoramientodela propia(1977:159-165: 1961), 10 que implicaba, habida cuentade su marco,una incipiente profesion de humildad.

Con Laplantine no sucede nada comparable. Autortipico de las confluencias, componendas y busquedasde los anos 70, su antirrelativismo desemboca en un im-perialismo epistemol6gico a todas luces anacronico, enel que instaura a un psicoanalisis descamado como rei-na de las ciencias sociales y en el que combate no ya alcuIturalismoa la manera de Kroeber, ya porentoncesdi-funto, sino a una "antropologia" fantasmal a la que eri-ge en bloque como victima propiciatoria.

Desafortunadamente, todo 10 que se ha venido cons-tituyendo desde por 10 menos Whiting y Child en ade-lante en cuanto a procedimientos de validacion teoreti-ca, de definicion conceptual, de construccion metodolo-gica, de tecnicas de trabajo de campo, en Laplantinequeda olvidado y abolido en virtud de su dogmatismo.Sus afirmaciones son apodicticas, tajantes, imperiosas,como si las problematicas que se plantearan pudieranresolverse a fuerza de tem~ramento: "Existe una rela-cion estrecha entre 10s 'primftivos', los neuroticos y losninos", dice (1979:18), ponie~do a los primitivos entrecomillas para hacer ver, invetosimilmente, que los res-peta a pesar del modo en que los insulta .. ''Todo el exi-to de Margaret Mead -a grega- radica en el hecho deque satisface el gusto por el exotismo, el extranamientoy 10 novelesco etnografico" (1979:31; 1974:48). Y tam,bien: "La cultura es el conjunto de los materiales de quenos nutrimos en tanto que individuos y en tanto que so-ciedades, a fin de elaborar nuestras experiencias. Dichosmateriales son identicos en todas partes" (1979:43, su-brayado en el original). Laplantine juzga "brutal" el ca-teg6rico fuicio del racionalista Devereux en contra delsobrenaturalismo, la mistica y la religion; pero el mismose permite simplificar de manera mucho mas drasticacuando dice que "Ias sociedades asiaticas (... ) ensenana los individuos a vivir en un verdadero estado de cata-tonia", 0 que la sociedad arabe "es una sociedad desdi-chada" (p. 84-85)'lNo son estas aseveraciones taxativas,estos estereotipos sin corroboradon empirica personal,sin referenda a fuentes confiables, sin elaboracion esta-distica, harto mas novelescas y exotistas que la descrip-cion de Mead de una puesta del sol en Samoa?

AI dogmatismo pedante, agresivo y poco matizadode Laplantine, a su absoluta nulidad como teorico ya supobreza intelectual se agrega el peso de afirmacionesque son lisa y lIanamente cootrafacticas, como la quenos informa que "en Australia Central el padre puedejugar carinosamente con el hijo por la tarde y luego ma~tarlo, asarlo y comerlo a lahora de la cena" (p. 48),la quercgistra la "existencia" de sociedadesqueaparentemen-te sin motivo "se condenan por Sl mismasa la no existen-cia" (p.79), 0 la que encuentra que el psicoanalisis, a di-ferencia de las curas shamanicas, es "culturalmenteneutro" (p. 106). Rcfutar estas apreciaciones diciendo

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que la primera de ellas carece de todo respaldo etnogra-fico, que la segunda viola la 16gicade primer grado y quela tercera se da de narices con los conceptos fundamen-tales de la sociologia del conocimiento, sena postergarel placer de verlas ahogarse en su propia mendacidad.Con posterioridad al manifiesto programatico de la et-nopsiquiatria, carente asimismo de la mas minima refe-rencia a metodos concretos de implementaci6n, Laplan-tine adopt6 el esquema expuesto por Gerard Mendelacerca de la genesis social del inconsciente (cf Mendel1968; Laplantine 1974:175-180). La sociogenesis atane almodo en que conjeturalmente ha evolucionado la trans-misi6n intergeneracional de la cultura a 10 largo deltiempo; se trata de unconcepto que pretende eludir, sindemasiado exito, el argumento inadmisible de la heren-cia de los caracteres adquiridos y de dar cuenta del de-sarrollo hist6rico del inconsciente etnico.

Deda Mendel que en los primeros tiempos de la hu-manidad prevaleda un principio fatalista de obedienciay sumisi6n: el mundo, la tierra, la naturaleza, la vida yla muerte eran aprehendidas a traves de imagenes ma-ternales arcaicas. El individuo de esa epoca -que pre-cedi6 a la aparici6n del neolltico- no se sentia aut6no-010 ni distinto de la naturaleza; su relaci6n psicoafecti-va con el entorno era un vinculo casi fusional, extatico yangustioso del Yo con las imagenes matemales y con losobjetos extemos. La humanidad $010pudo salir de esaetapa infantil de dependencia equilibrando las image-nes maternas con imagenes patemales. Este pasaje del"matriarcado" al "patriarcado" es acompanado por elpolite1smo primero, por el teismo despues y por la laici-zaci6n del teismo ("secularizaci6n del padre") en el si-glo XIX

Pero antes que eso, los "pueblos an teriores a la histo-ria". sumidos inconscientemente en el principio mater-no, son sucedidos por 105"pueblos de la historia" que seapoyan en el principio paterno, imponen progresiva-mente su poder a la naturaleza e introducen la tempora-lidad y la innovaci6n en el seno de 10inmutable, desa-rrollando ellenguaje, la reflexi6n y la racionalidad. Enotros terminos, la interiorizaci6n de las imagenes pater-nales ha creado las condiciones necesarias para el ad ve-nimiento de la ciencia, de la tecnologia y de la sociedadindustrial. Pero el precio inconsciente de esta conquistasobre la ndturaleza, de este pasaje de una economia deldon a una economla de la explotaci6n, es el surgimien-to de una ,:ulpabilidad frente al padre, quien ha debidoser asesinado (fantasmciticamente) antes de poder inter-nalizarse. La presencia polltica 0 religiosa de ese padremuerto en las primeras sociedades patriarcales, bajo laforma sucesiva del Dios monote1sta, del rey-sabio y deldictador, tiene por objeto neutralizar, compensar esaculpa.

Las sociedades contemporaneas "avanzadas" repre-sentant seglin Mendel y Laplantine, la cuarta fase hist6-rica de la humanidad. Tras la Segunda Guerra Mundial,el personaje del Padre pierde su caracter especificamen-te paterno, a consecuencia dela secularizaci6n de la au-toridad y del poder que confiere el espectacular desarro-

110tecno16gico. Las irncigenes patemas sustentadas porel hombre durante tres mil anos para protegerse de lamadre hostil y para expiar su crimen, se dejan infiltrarde nuevo por elementos femeniles.

Para Laplantine, el esquema de Mendel (que paranosotros evoca con inquietante fidelidad las especula-ciones teo$Oficas y oscurantistas de Cyril Scott) permi·te "comprender la importancia del concepto de socioge·nesis y el interes heuristico que presenta para la inves-tigaci6n etno16gica" 0974:179). La curioso es que des·pues de celebrar esta apoteosis de un anticuado reduccionismo, Laplantine se permite cuestionar 10actuadopor la escuela culturalista norteamericana, a la que acu-sa de "simplista" y a la que caracteriza, en funci6n de su"pobreza te6rica", como un "perezoso pensamiento dederecha"

Excrecencia trivializadora de un complementarismoya de por S1epistemo16gicamente impugnable, perversi6n infantil que falsea la imagen de la problematicacientifica y que resucita a R6heill}.-un idolo ridiculiza·do~ multidisciplina enganosa sin hip6tesis mas alla delos axiomas autoritarios, sin metodos propios y sin mo-menta de validaci6n, la etnopsiquiatria de Laplantineno nos parece capaz de entregar ni un solo enunciadosusceptible de resistir la critica. Mas aun: tras su lecturala critica ni siquiera hare faHa.

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