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CUARTA PARTE
Y aún hay más, mucho más, mucho mundo por conocer
Un repaso a otras culturas, otros pueblos,
y a su modo de vida hoy y su relación con su pasado más o menos reciente
Tres imágenes tomadas en Nueva Zelanda
4ª parte SECCIÓN QUINTA
Países del continente oceánico
OCEANÍA, el continente insular: NUEVA ZELANDA y la cultura maorí, y
AUSTRALIA y los aborígenes australianos y sus ancestros
Contenido de esta sección:
Introducción
Capítulo primero: Oceanía, el continente insular
CUADERNO DE VIAJE: Nueva Zelanda
Capítulo segundo: Nueva Zelanda, el país de los kiwis
Capítulo tercero: Los maoríes
Capítulo cuarto: La constelación Crux, o la Cruz del Sur
CUADERNO DE VIAJE: Australia
Capítulo quinto: Australia, país aborigen
Capítulo sexto: los aborígenes australianos
Capítulo séptimo: el tiempo del sueño y el homínido de Denisova
*/*
Un continente como es Oceanía, con unas 25.000 islas, bien que se le puede llamar
insular. Se ubica entre el océano Pacífico y el Índico y entre Asia y América, con
Australia como isla principal considerada como una plataforma continental, Papúa
Nueva Guinea como segunda en superficie seguida de Nueva Zelanda. Las demás ya
quedan lejos de estas extensiones y algunas son muy pequeñas.
Un continente plagado de arrecifes coralinos, de actividades volcánicas, de fauna y
flora endémicas y únicas y, en fin, de islas de ensueño en las que se remonta a la noche
de los tiempos en la que los navegantes, especialmente venidos de la polinesia,
arribaron a estas islas y se establecieron transmitiéndonos unas culturas ancestrales
que, a pesar de todo, aún perduran en algunos sitios.
En fin, adentrémonos en su conocimiento.
Introducción
El colonialismo tergiversa la historia y nos la envuelve en un edulcorado
lenguaje a su favor y, por tanto, en contra de la verdad histórica y de los pueblos
colonizados, pueblos que por lo general han sido invadidos y conquistados por la fuerza,
saqueados, extorsionados y esclavizados, dejando en el camino miles, millones de
muertos criminalmente y culturas, en muchos casos muy avanzadas o cuando menos
diferentes, al borde de la extinción, cuando no extintas. Esto lo hizo España y otros en
América y prácticamente toda Europa participó de estas colonizaciones, así como en
África, Asia, etc. Esa es la historia del colonialismo que se resume en crímenes, saqueo
y forzada culturalización para los pueblos colonizados, con pérdida de su propia
identidad y cultura. Y esto es lo que ocurre, también, en Australia y Nueva Zelanda.
En Nueva Zelanda, país que he visitado recientemente, los colonizadores
británicos nos muestran la historia como si allí todo hubiera empezado cuando ellos
llegaron. Hasta pretenciosamente se olvidan de contarnos que antes que ellos llegaron a
estas tierras otros personajes, entre ellos un español, que prosiguieron su camino
explorador sin adentrarse en la conquista del territorio. Y así nos lo muestran en sus
magníficos museos dándonos, cómo no, una pequeña muestra de la cultura que ya
existía, la maorí, pero sin darle ni la importancia ni la dimensión que tenía, y sin
siquiera indagar y contarnos la verdad de cómo llegaron allí y cuáles fueron sus
ancestros y que hicieron. Nos dan unas pinceladas, sí, para el consumo turístico, pero
nada serio desde un punto de vista histórico.
Yo he tenido la oportunidad de hablar con muchos maoríes y me han contado su
disgusto y malestar y de que solo les utilicen como grupo tribal folklórico, que es lo que
realmente hacen los kiwis, esto es, lo neozelandeses británicos. Pero, claro, les dejan
explotar la parte turística dedicada a los maoríes que, con un folklore inventado y poco
riguroso, pueden hacer caja y vivir dignamente. A cambio, olvídense de su cultura real.
Y es que la historia de los maoríes no es tal y como nos la cuentan, sino que hay
más. Por ejemplo, hay evidencias de que los antiguos polinesios no solo llegaron a la
isla de Pascua y Nueva Zelanda, o se instalaron en otras islas del llamado triángulo
polinesio, sino que llegaron hasta Egipto, Italia, Perú o los países nórdicos que sepamos
hasta hoy. Quizá aparezcan más evidencias pues, en mi opinión, fueron junto a los
fenicios, celtas o vikingos unos grandes navegantes y exploradores en el pasado,
salvando las distancias, claro.
En fin, amplío esta información hasta dónde se en el capítulo que dedico a esta
cultura.
Por otra parte, y aunque no he visitado aún Australia y otras islas del entorno,
me temo que solo voy a encontrar allí más de lo mismo, es decir, una sociedad
colonizada por los británicos, o los europeos, pues para el caso es igual, y con la historia
que estos me quieran contar. De momento dejo para otra ocasión esta visita ya que no
creo que me pueda aportar demasiado en mi estudio sobre la historia. He de atender
otras prioridades al respecto.
Capítulo primero
Oceanía, el continente insular
El continente insular de Oceanía, llamado así por su ubicación entre el océano
Pacífico y el Índico y entre Asia y América, y porque está constituido por unas 25.000
islas que conforman 14 países. Estos 14 países, con una extensión de unos 9 millones de
km², son Australia, el país más grande y considerado como plataforma continental, con
capital en Camberra; el segundo en tamaño es Papúa Nueva Guinea, con capital Port
Moresby, y le sigue Nueva Zelanda con dos grandes islas y capital en Wellington.
Además, están los archipiélagos coralinos y volcánicos de Melanesia, Micronesia y
Polinesia, con las islas menores de Fiyi (Suva), Islas Marshall (Majuro), Islas Salomón
(Honiara), Kiribati (Tarawa), Micronesia (Palikir), Nauru (Yaren), Palaos (Melekeok),
Samoa (Apia), Tonga (Nukualofa), Tuvalu (Fongafale) y Vanuatu (Port Vila) (Entre
paréntesis, las capitales de cada país).
Hay que decir, no obstante, que a los 14 estados soberanos hay que sumarle
otros catorce más, que tienen dependencia del Reino Unido, EE. UU., Francia, Nueva
Zelanda o Australia, así como otros 5 territorios integrados en otras naciones no
oceánicas, como EE. UU., Chile e Indonesia. Estos territorios dependientes de otra
potencia en materias como política exterior, defensa o relaciones comerciales, son,
Guam, islas Ashmore y Cartier, Islas Cook, Islas del Mar, Islas Marianas del Norte,
Islas del Mar de Coral, Islas Pitcairn, Islas ultramarinas Menores, Niue, Isla Norfolk,
Nueva Caledonia, Polinesia francesa, Samoa americana, Tokelau y Wallis y Futuna. Y
los territorios integrados en estados no oceánicos, son, Hawái, Isla de Pascua, Molucas,
Papúa y Papúa Occidental.
La inclusión o no de una isla o un país como parte del continente de Oceanía se
hace difícil, pues no deja de ser asunto administrativo, más que geográfico, aunque
algunos geógrafos o bio-geógrafos o geólogos toman como referencia la placa
australiana o la línea llamada de Wallace. De ahí que existan otras referencias como la
de Australasia, que incluiría lógicamente a Australia, pero también a Nueva Zelanda,
Papúa Guinea y otras islas próximas.
En este sentido, por ejemplo, la isla de Pascua, que es una isla Polinésica situada
en el Pacífico oriental, se suele incluir en este continente, aunque su pertenencia
administrativa corresponde a Chile. También Nueva Zelanda está ubicada en el
triángulo polinesio siendo la mejor representante cultural de la Polinesia.
El clima está influenciado por corrientes oceánicas, incluyendo el fenómeno
llamado El Niño el cual causa sequías periódicas. También se producen ciclones en el
norte de Australia.
Los primeros pobladores humanos de Oceanía procedían del sureste asiático y de
ellos descienden los actuales papúes y nativos australianos. Le seguirían un grupo
denominado austronesios de origen asiático también, y que se extenderían hacia el este,
hasta la isla de Pascua. Ambos grupos seguirían llegando en oleadas durante varios
milenios.
Hace unos 18.000 años Nueva Guinea y Australia formaban una única masa de
tierra poblada por seres humanos. Posteriormente la subida del nivel del mar aisló a las
poblaciones en tres grupos: Nueva Guinea, Australia y Tasmania, además de algunas
pocas islas menores, poblaciones que evolucionaron separadamente bajo condiciones
ecológicas divergentes y desarrollaron patrones culturales independientes.
La mayoría de las islas de Oceanía estuvieron bajo el imperio Tu’i Tonga entre
el 950 y comienzos del siglo XIX, tiempo en el que se desataría una guerra civil y,
posteriormente, el poder recaería en los colonizadores de la corona británica.
El navegante español Magallanes sería el primer europeo en cruzar el océano
Pacífico y llegar a las islas de Oceanía, descubriendo las islas Marianas en 1521 así
como otras islas. Más tarde, el también navegante español Juan Sebastián Elcano que
daría la vuelta al mundo, siguió añadiendo descubrimientos en las islas oceánicas en el
afán de los europeos a partir del siglo XV por colonizar todos los enclaves del
continente Tierra (pues a los españoles se sumarían británicos, franceses, etc.).
Lógicamente, ya a finales del siglo XIX, comenzarían las luchas por la
independencia de estos países que, como sabemos por ser recientes, acabarían
consiguiéndolo, al menos en parte, pues aún hoy existen lazos que las vinculan con
determinadas potencias invasoras y colonizadoras. El Foro de las islas del Pacífico se
formó para ayudar a estas naciones en su camino independentista y de relaciones con
otros países. Existen otras asociaciones en la misma idea.
En la actualidad, solo 8 países se integran en las normas de Interpol en cuanto a
seguridad y justicia, otros no participan, no aceptan y no han firmado el Estatuto de la
Corte Penal Internacional, y otros están en proceso, así como algunos estados están
adscritos al movimiento de los países no alineados, es decir, Oceanía no está al 100%
globalizada, se podría decir.
Y es que, en Oceanía, solo Australia y Nueva Zelanda tienen gobiernos
democráticos estables, a pesar de que en Samoa, Vanuatu y Tonga los gobiernos
también se encuentran bastantes consolidados. Los demás países independientes o con
deseos de serlo, viven momentos de irregularidad política, no exenta de tensiones.
Algunos se han visto obligados a someterse a países más poderosos, dado que no
pueden mantenerse económicamente de una forma autónoma. Solo Australia y Nueva
Zelanda tienen una economía diversa y bien desarrollada, siendo el sector ovino el que
ostenta la primacía, incluso en producción mundial. En general, en los demás países del
Pacífico, lo que hay es una agricultura de subsistencia, la pesca y poco más, si bien el
turismo empieza a tener su sitio en dicha economía.
La población es muy heterogénea pues proviene de grupos étnicos nativos de
Polinesia, Micronesia y Melanesia y de los descendientes de los colonizadores
europeos. También hay un grupo étnico asiático, así como otro maorí. Esto lleva a una
diversidad de lenguas, unas 1.500, si bien el inglés y el francés son muy utilizados por
la presencia colonial de ambos países. El español se habla en Isla de Pascua. En
cualquier caso, al parecer existe parentesco entre la lengua Rapanui, de isla de Pascua,
el hawaiano y el maorí de Nueva Zelanda. Hay algunas que son poco conocidas o de
más difícil clasificación.
En cuanto a religión, la mayoría es cristiana, si bien en sus diferentes
modalidades de protestantes, católicos u ortodoxos. También hay algunos hinduistas,
budistas o musulmanes.
CUADERNO DE VIAJE: Nueva Zelanda
Viajo a Nueva Zelanda casi todo el mes de marzo de 2019, visitando gran parte
de las dos islas. Llego a Christchurch cansado después de treinta y tantas horas de
vuelo. Lo único que reseñar del lugar es que aquí se rodó Harry Potter, en el Christ
College, y que, si se hace un agujero hacia el centro de la tierra y se cruza para salir por
el otro lado, este saldría por La Coruña. Hay otro lugar no lejano que si se hace el
mismo tipo de agujero saldría por el parque cabañeros. En fin, que, estamos justo al otro
lado del planeta.
Al día siguiente salimos en dirección a Geraldine para finalizar en Twizel. Como
elemento de información he de decir que NZ produce un 75% de energía limpia. Es una
población eminentemente agrícola y ganadera y viven muy al estilo británico, es decir,
casas bajas y en amplios espacios, como realmente debería ser en todo el mundo, pues
esto es calidad de vida. Las extensiones de terreno son inmensas donde crían ovejas,
millones de ovejas, vacas, asimismo millones, y venados especialmente, siendo sus
carnes y productos derivados de estos animales los de principal consumo y exportación.
Y grades extensiones, por supuesto, para pastos donde los animales lo hacen libremente,
no encerrados en reducidos espacios, y para otros cereales.
Y, por supuesto, enormes cordilleras como la de los Andes en la que estamos,
con enormes lagos, como el Tekapo y el Pukaki que vemos. Y así nos acercamos al
monte Cook que se yergue entre otros Montes de la cordillera. Francamente son terrenos
que recuerdan a Escocia. El entorno del monte Cook, tanto el lago del que forma parte
como el valle, está rodeado de una cadena montañosa, entre ellos el Cook, que se
originó en torno a lo que fue un glaciar en su día y que fue el que provocó que, debido a
su volumen y peso, las erupciones que salían del Pacífico no irrumpieran en ese valle o
glaciar, obligándolas a hacerlo en sus alrededores, de ahí la cadena montañosa. Y ocurre
igual en otros sitios similares.
De Twizel salimos hacia Oamaru, una región muy visitada por los alpinistas y el
lugar donde se rodaron algunas escenas de “la comunidad del anillo” y donde se
encuentra el glaciar Tasman. Seguimos ruta hacia Dunedin y bajamos a la costa de los
Moeraki Boulders para ver las misteriosas piedras esféricas, sagradas para los maoríes,
y que me recuerdan a las existentes en Costa Rica, si bien estas parecen ser volcánicas y
fruto de una erupción volcánica cercana que las expulsó hasta aquí. Al menos eso dicen,
aunque resulta extraño pues están concentradas en una pequeña zona solo, son todas
ellas redondeadas y casi o totalmente esféricas, lo que no parece muy lógico. Y llegaron
aquí ¿cómo?, ¿“volando” desde su expulsión del cráter o han venido rodando a través
del Océano Pacífico? Misterios.
De Dunedin nos vamos a Te Anau donde disfrutamos de la mañana libre que
aprovecho para ver dos museos, el Otago museo y el Settlers museo, con información
sobre los maoríes, visito un mercadillo muy animado y con buena comida elaborada y
artesanal y paseo por la ciudad. Y seguimos dirección Queenstown, con paseo fluvial
por el Milford Sound hasta el Pacífico con maravillosas vistas, cascadas, montañas, etc.,
e incluso vi unas crías de lobos marinas pequeñajas. En Queenstown tenemos día libre.
Yo, pasear, escribir y descansar, si bien hay multitud de posibilidades para hacer
cruceros o deportes acuáticos y otros, como poder visitar los exteriores donde se rodó
“el señor de los anillos”.
Continuamos a Fox Glacier donde se encuentra el Mount Aspiring National Park
en el que se rodó “Parque Jurásico”. Cruzamos zonas frutícolas con plantaciones de
vides y cerezas, y donde también pasamos por los Lagos Wanaka y Hawea, este último
se encuentra en el valle formado por un glaciar de la última edad de hielo y, en general,
rodeados de altas montañas precisamente por la presión que estos glaciares ejercían e
impedían que emergieran las tierras del interior hacia la superficie cuando se formaron
estas islas.
Hago un vuelo en helicóptero por encima del Fox Glacier que resulta un
espectáculo increíble, pues es bonito verlo desde arriba con los enormes correntías y
gargantas que se han generado a lo largo de los años. Lo triste es que, como en casi
todos los sitios, la cantidad de hielo que queda es enormemente baja. Nos cuentan que
cada vez se aceleran más los deshielos y se retiran los glaciales dejando desnudos los
montes. Y hay quién niega el cambio climático. ¡Pobres imbéciles! Y, en fin, día libre y
un tanto lluvioso por lo que lo aprovecho para estudiar, leer, escribir y esas cosas raras
que yo suelo hacer, en opinión seguro de los turistas con los que viajo. Y, claro, cómo
les explico yo que no soy turista, sino viajero, y que mi interés no tiene nada que ver
con el de ellos pues, para éstos, cualquier estupidez la disfrutan como si nunca lo
hubieran hecho. Por ejemplo, paramos unos minutos para estirar las piernas y ver el
oleaje del Pacífico, pues otra cosa no había, y la gente se bajó a la playa como si no
hubiera un mañana ¿No han estado nunca en una playa? No entiendo a los turistas.
Y bien, de Fox Glacier nos vamos a Greymouth. Paisajes montañosos y valles
para llegar al Franz Josef Glacier que baja de los Alpes del Sur a menos de 300 m sobre
el nivel del mar y por el que damos una caminata. Visitamos el pueblo de Hokitika,
famoso por sus jades neozelandeses.
De Greymouth a Nelson, visitando las pankake rocks que son unas formaciones
en piedra caliza con sedimentos de animales marinos y plantas muy curiosas, una
colonia de focas no muy grande, pero es lo que hay y, en fin, pasamos por una zona que
en otro tiempo fue minera y dónde había incluso oro. Visitamos el parque nacional Abel
Tasman y visitamos una finca frutícola de kiwis y manzanas donde nos explican su
producción y comercialización, así como damos un paseo en barco por la bahía.
De Nelson saltamos en ferry a Wellington, en la isla norte, pasando primero por
el pueblo de Havelock popular por sus mejillones de concha verde y visitamos una
bodega de vinos y hacemos una cata, ya que esta es tierra de vinos. Llegamos por la
tarde y el día siguiente echo la mañana en el museo nacional “Te Papa”.
De Wellington al parque nacional Tongarino pasando por Palmerston, donde
comemos, y el pueblo de Waiouru. En el parque hacemos unas caminatas para disfrutar
de los paisajes que nos ofrecen los volcanes, ríos y alguna cascada.
Después seguimos en dirección a Rotorua, apodada “la ciudad del azufre” por la
actividad termal de la región, visitando en el trayecto las Huka Falks, unas corrientes
que desplazan en torno a los 220.000 litros de agua por segundo, y visitamos la zona de
termal de Wai-O-Tapu, con cráteres colapsados y fumarolas, aunque esto mismo lo
volvemos a ver en Rotorua, en una villa maorí. La primera noche, además, asistimos a
una cena, fiesta y exhibición cultural maorí. Al siguiente visitamos esa otra Villa maorí,
también con espectáculo. Los espectáculos, claro, los típicos para turistas, todo
cocinado en plan “entretener a los turistas”.
Y de Rotorua a Auckland, final de viaje. En el camino visitamos las Waitomo
donde se aprecian los glowworm, una especie parecida a las luciérnagas que viven en la
oscuridad. En Auckland visitamos una colonia de alcatraces, el pueblo de Warkworth
donde vemos el árbol kauri, en el Parry Kauri Park, y visita al extinto mount Eden
donde se aprecia bien el cráter. Finalizamos con una cena de todo el grupo. Y día libre
último para visitar la ciudad, el museo… Y…, vuelta a casa.
Y aunque en esta ocasión el grupo de turistas era, digámoslo, normalito, creo
que la aceptable armonía se ha debido más al buen hacer del guía, el uruguayo Martín,
que al grupo como tal. Y es que, como siempre, los turistas no pueden dejar de ser
turistas, esto es, poco respetuosos, ruidosos, impuntuales, etc. Y, ¡cómo no!, no puede
faltar el grupo de catalanes hablando en catalán, importándoles una mierda que los
demás solo hablemos castellano. Lo de siempre. Así que, yo, pasando de todos. Luego
están las parejitas de uno, esto es, que es la mujer la que dirige el cotarro y que se da el
gustazo de mostrarlo y sus perritos falderos pues…, a mandar que para eso estamos. Lo
dicho, lo de siempre.
En este sentido, he observado los siguientes comportamientos:
1, pareja normal: ella dirige y controla. El obedece.
2, pareja normal mimosa: él tiene que estar siempre atento y pendiente de los
caprichos de ella, no sólo de los que pida, si no de los que imaginariamente pueda tener.
Si no es así, malo.
3, pareja liberal: aparentemente son dos, si bien solo tienen un enfoque de
pareja, aunque aparenten relacionarse con otros.
4, pareja estrafalaria: por su forma de vestir, por su comportamiento, por su
excentricidad, …
5, pareja homosexual o que finge no serlo: el uno o una calladito/a; el otro/otra,
charlatán.
Y, en fin, que la imbecilidad de las mujeres mandonas y controladores no tiene
límite. También la de algunos hombres. El último día estuvo con nosotros también la
mujer del guía que, como estaba un poco acatarrado, enseguida le empezó a medicar
como si fuera su mamita. ¡No puedo con esas cosas!
Luego vienen la sección de preguntas tontas de los turistas, como yo le llamo. Y
es que puede uno oír preguntas de lo más absurdo: ¿De qué están hechos los tejados de
las casas? ¿Qué hacen con la leche de las ovejas (o vacas, o burras…)? ¿Cómo cocinan
en las casas?, etc. Parece ser que la mayoría de los turistas piensan que el guía tiene que
saber de todo y dar todo tipo de explicaciones, incluso en su supuesta hora de descanso
de los turistas, esto es, siempre que él nos da un descanso justo para eso, para descansar,
él también, o en las comidas, cenas, días de tiempo libre, etc. Pero no, algunos no lo
entienden así, entienden que el guía tiene que estar dispuesto a todas horas. En fin, lo
dicho: lo de siempre.
FIN DEL CUADERNO DE VIAJE
Capítulo segundo
Nueva Zelanda, el país de los Kiwis
Nueva Zelanda (Aotearoa, en maorí, “tierra de la gran nube blanca”) es un
país de Oceanía ubicado al suroeste del océano pacífico, entre el mar de Tasmania y el
océano Pacífico y a unos 2.000 km de Australia, que tiene dos islas grandes, la del norte
y la del sur, y cientos de islas menores, entre las que destacan Steward e islas Chatham,
e incluye las islas Cook y Niue como estados autónomos libremente asociados y a
Tokelau. Y reclama como propia la tierra de Ross, en la Antártica. Su capital es
Wellington, en la isla del norte, y sus vecinos más próximos son Nueva Caledonia, Fiyi
y Tonga.
El país, que se encuentra entre las placas del pacífico e indo-australiana, es más
largo (más de 1.600 km en su eje norte-noreste), que ancho (unos 400 km). La isla del
sur es la más grande, más montañosa y en algunos casos con montañas de nieves
perpetuas, aunque tiene también grandes llanuras y mayores fiordos. El glaciar más
importante es el Franz Josef y Tasman de 155 km². En cambio, la isla del norte es la que
tiene un vulcanismo más activo, con volcanes que alcanzan alturas entre dos y tres mil
metros. Y, en fin, hay además un sinfín de pequeñas penínsulas e islas menores con
muchas bahías circundantes. Por su ubicación, goza de un clima suave y húmedo.
En política, se define como monarquía constitucional, con la reina Isabel II
como jefa de estado y reina del Reino de Nueva Zelanda, así como una democracia
parlamentaria, lo cual es una contradicción, pues no es democrático un reinado
hereditario. La jefa de estado es representada por un gobernador general. Vamos, como
en el colonialismo e imperialismo de siempre.
Tiene una población cercana a los 4,5 millones de habitantes que, en su mayoría,
es neozelandesa de ascendencia europea, y la minoría más numerosa son los indígenas
maoríes, aunque también hay polinesios con minorías significativas. La mayoría vive en
los municipios que están organizados en 73 autoridades o regiones territoriales y 11
consejos regionales. El idioma más hablado es el inglés, si bien el maorí también es
idioma oficial. La cultura neozelandesa es de mentalidad totalmente inglesa, vive y
actúa como tal, si bien son personas agradables y simpáticas con pasión por la
naturaleza y los deportes.
La religión mayoritaria es la cristiana (presbiterianismo, anglicanismo,
catolicismo, etc.), aunque también hay mormones, bautistas, pentecostales, etc., y
minorías que practican el islamismo, budismo o hinduismo.
Al ser una isla bastante alejada de los continentes, se desarrolló una fauna
endémica, especialmente en aves, muchas de las cuales se han extinguido debido a la
llegada de los humanos y a las especies introducidas sin control. El kiwi es un animal
endémico (e icono nacional) de los pocos que quedan, ya que otras especies se han
extinguido, entre ellas más de cincuenta especies de aves, así como ranas, lagartos,
plantas, etc.
Al parecer, Nueva Zelanda ha sido uno de los territorios que se han poblado más
tarde en la historia de la civilización humana, y fueron los polinesios los primeros
pobladores de los que se tiene noticia que debieron llegar al lugar hacia el año 1250 o
1300, aunque se apunta a que pudo existir una primera llegada de inmigrantes hacia el
año 150 d. C., si bien desaparecieron más tarde. Probablemente y en origen, las
migraciones a la polinesia procedían de Tonga y Samoa, poblando las islas Cook y
Tahití y desde ahí a las islas Marquesas y las islas Sociedad. Más tarde se extenderían a
otros lugares, como Nueva Zelanda, si bien ya constituidos como grupo maorí. Esos
primeros habitantes son la cultura maorí, los auténticos indígenas originarios de los
que se amplía información en el capítulo siguiente.
Pero…, sigamos. El primero en llegar a estas tierras se dice que fue Kupe hacia
el siglo IX, quién condujo después a su pueblo, los maoríes, a estas tierras a las que
llegaron en canoas procedentes del pacífico central, al parecer de la isla Hawaiki. Luego
llegarían los europeos, con el español Juan Fernández en 1576 y Abel Tasman en 1642.
Más tarde lo haría James Cook en 1769 al que siguieron numerosos cazadores de
ballenas y focas, con lo cual los buques comerciales de Europa y USA iban y venían
cargados con alimentos y bienes, como metales, herramientas y armas ¡como no!, a
cambio de madera maorí, artefactos y hasta sexo.
Entre las armas que introdujeron los invasores estaba el mosquete, lo que llevó a
la población a sufrir la llamada “guerra de los mosquetes” en la que fueron
exterminados unos 40.000 maoríes. A esto, y como ha ocurrido en otros lugares, se
sumaron las enfermedades transmitidas por los europeos, con lo que se calcula que al
menos un 40% de la población maorí original fue exterminada. Y, claro, todo esto con
la inestimable ayuda de los misioneros cristianos que llegaron en masa a cristianizar a la
población indígena pues, ¡pobrecitos!, eso de andar sin dios por la vida…, no está bien.
Así que, oye, si para ello tenía que morir la mitad o más ¡que más da!, lo importante es
que los que queden acepten sí o sí la nueva religión y su dios.
Entre todo esto, las luchas entre franceses, la corona británica, españoles, etc.,
por gobernar y adueñarse del territorio llevaría al típico caos colonial, lo que conllevaría
que los neozelandeses no vieran pronto su independencia, independencia que fue
relativa, pues aún hoy siguen siendo súbditos de la corona británica. Pero…, además de
esto, pasó por ser parte de la colonia británica de Nueva Gales del Sur, pasó por las
guerras de las tierras de Nueva Zelanda, por combatir como miembro del imperio
británico en las guerras de los Bóeres y en la primera y segunda guerras mundiales
sufriendo, como otros, la gran depresión de 1930 y demás crisis.
En cualquier caso y llegados a finales del siglo XX o principios del XXI es
cuando se amplía más su independencia y sus nuevas políticas le sitúan como uno de los
países con mejor calidad de vida y altos índices de bienestar en libertad, democracia,
educación, etc., así como una casi total ausencia de corrupción y respeto escrupuloso
con los derechos civiles, si bien no es oro todo lo que reluce, pues tiene ciertos
desajustes sociales en cuanto a igualdad, inmigración y otros.
Nueva Zelanda y Australia han seguido procesos similares en su devenir
histórico, por lo que existen lazos importantes entre ambas naciones y no solo por su
proximidad geográfica, sino también por similitudes culturales y evolución política.
Entre ambas existen tratados y acuerdos por las que sus poblaciones pueden circular,
vivir y trabajar sin restricciones en cualquiera de ellas, así como un amplio acuerdo
comercial en la misma idea.
Capítulo tercero
Los maoríes. La cruz del sur
Casa ancestral de encuentro, tótem y paisaje
Los grupos tribales maoríes en el pasado tenían su propia cultura basada en la
cultura polinésica, con una organización social comunal en torno a las familias,
subtribus y tribus que eran gobernadas por un jefe. Hoy día, siguen respetando esta
cultura y los roles de parentesco son parte de su identidad cultural, pese a los intentos de
los colonizadores por suprimirla, como ha ocurrido en otros lares. Entre su artesanía
cultural, está la talla de madera y el tejido, con grandes artistas en ello. Tienen en su
cultura los tatuajes en forma de espiral y casi por todo el cuerpo, arte llamado moko, y
que es especialmente practicado por los hombres.
Y sus creencias, que no eran en un dios supremo solo, sino que creían en muchos
dioses y espíritus, los de sus antepasados, los Tangata Whenua, que han existido toda la
vida en el mundo y son descendientes directos de los dioses. La historia de esos dioses
es parecida a la existente en casi todas las religiones, es decir, un padre Ranginui, el
cielo, y una madre, Papa-tua-nuku, la tierra. Por cuestiones de dioses, estos eran
prisioneros de su padre Ranginui, e intentaron separar a los padres consiguiéndolo Tane,
que fue el que creó el bosque y la fauna, también creó a una mujer para sí, Hine-ahu-one
y a partir de ahí hijos e hijas de los que desciende la raza humana.
Pero también tenían como dios del día y la luz a Ra, el mismo nombre dado en
Egipto, y a Po, de la noche y la muerte, o Tu, el dios de la guerra y el poder y en cuyo
nombre se bautizaba a los niños. Y, en fin, un número infinito de dioses y espíritus.
En fin, lo dicho, similar a otras religiones. ¿Por qué será que casi todas tienen las
mismas leyendas? ¿Parten todas, quizá, de esa primera religión organizada, como fue el
zoroastrismo o mazdeísmo? Pues…
Pero…, aclaremos un concepto. Cuando hablamos de dioses lo hacemos de una
forma inducida. Quiero decir que la cultura maorí es una cultura que, a través de los
tatuajes que se hacen en algunas partes de su cuerpo, intentan conectarse con el universo
o, mejor dicho, mostrar su conexión con el universo del que formamos parte. Si bien
cada organismo vivo mantiene unas conexiones orgánicas internas para su
funcionamiento (neuronas, músculos, nervios, vías sanguíneas, etc.), de la misma forma
también mantiene una especie de espíritu, al que solemos llamar alma y también
inconsciencia o intuición, que se conecta con los demás seres vivos y su entorno, así
como con el universo. Y esto es fácil de comprobar por nosotros mismos con nuestros
actos pues, algunas veces, no sabemos realmente porqué hemos tomado tal decisión o
realizado tal acto. Eso es la inconsciencia, la intuición o el espíritu que nos guía el que
ha decidido por nosotros y al margen de nuestro ser consciente. Y, en fin, es esa
conexión espiritual con el todo, la que los maoríes nos muestran como símbolo de unión
universal con sus tatuajes. De ahí que, a lo que nosotros llamamos dioses, para ellos
eran espíritus.
Y es que, cuando hablamos de antiguas civilizaciones las más de las veces nos
referimos a sus dioses o religiones, sin pararnos a pensar que muchos de estos pueblos
ancestrales no tenían ni entendían de dioses o religiones, sino que ellos adoptaban una
forma de espiritualidad en la que tenían, ¡cómo no!, a algunos seres o entidades como
espíritus poderosos, tanto buenos como malos, y tanto los relacionaran con animales,
cuya lista sería larguísima pues hay infinidad de ellos considerados entidades
espirituales, como con la naturaleza o al universo, teniendo al sol, o mejor dicho, a la
luz solar, en femenino, como fuente y generadora de vida a través de su luz y calor y a
la que denominaban Ra o nombre similar, desde los egipcios hasta los maoríes pasando
por algunas culturas americanas, y también tenían a otros muchos astros solares o
planetarios, así como a la Tierra, las montañas, el gua, el viento, las tormentas, los
rayos, etc.
Entonces, me pregunto, ¿por qué damos a casi todo lo referido a nuestros
ancestros una denominación religiosa y denominamos dioses a los espíritus de estos?
Pues, por una deformación en el lenguaje y cultura impuesta por las grandes religiones
que son las que han escrito e impuesto su manera de entender y referirse a la historia.
Todo referente espiritual de nuestros ancestros quieren asimilarlo a un dios, al igual que
ellos se referencian y basan en su dios, pero esto no es así. Nuestros ancestros, en su
mayoría, no creía en dioses, sino en poderosos espíritus que los guiaban o perjudicaban,
según fuera el tal espíritu. Pero espíritu, no es sinónimo de dios, es otra cosa. Como
siempre digo, hay que reescribir la historia.
En fin, y ahora voy a ahondar en lo que sé sobre los maoríes y que no es lo que
se explica de forma oficial. Veamos.
Los maoríes están emparentados con los Rapanuis ya que ambos son originarios
de la Polinesia, e incluso mantienen algunas tradiciones comunes, como la de los
tatuajes entre otras. Esto me lo confirma Martin, el guía del tour, así como la numerosa
bibliografía que consulto. Una tradición dice que los ancestros de los maoríes procedían
de la India, que esa fue su tierra de origen y que tuvieron que migrar debido a una
guerra que resultó un desastre para ellos y en la que muchos fueron eliminados o
esclavizados. Pero no da información ni de contra quiénes o cuándo.
Y esta migración se debió extender por todas las islas polinésicas, que son
muchas, como las islas marquesas, las Fiyi, Samoa, Tonga, Tahití, Sándwich, Salomón,
Nueva -Caledonia, Islas Cook, etc. Pero…, se sabe que algunos de estos territorios ya
estaban habitados hace unos 7.000 años y los maoríes llegaron hace unos 1.200-1.250
años. Entonces, ¿quiénes eran esos primitivos habitantes? ¿Y qué ocurrió cuando éstos
llegaron? ¿Se integraron, los echaron, habían desaparecido o huyeron despavoridos? No
hay datos. Algunos afirman que los originarios asentamientos son de la misma cultura o
civilización que se estableció en la Isla de Pascua en tiempo remoto y que fueron en
varias direcciones. Pero…, otra vez la duda: esto también se dice que ocurrió con la
Atlántida, que su población se dispersó en varias direcciones al hundirse,
supuestamente, su isla en el océano. En fin.
Lo cierto es que aquí se cultiva el boniato, un tubérculo originario de Perú.
¿Llegaron allí y volvieron? Pues así parece. Por otro lado, y, conversando con una
mujer maorí, no yo, si no un amigo de nuestro guía, esta dijo que en tiempos antiguos
los maoríes lucharon contra los españoles ¿Llegaron aquí los españoles antes que los
británicos? Puede ser, de todos es conocido el afán aventurero de algunos navegantes
españoles. Y sí, hay evidencias de que los españoles estuvieron aquí antes que los
británicos.
En cualquiera de los casos no es posible o fácil hacerse con una información más
precisa ya que aquí, en esta sociedad colonial anglosajona, todo funciona al estilo que
ellos le han dado desde su control allá por el año 1800, es decir, la historia es la que
ellos cuentan y esto se ve incluso en los museos en los que no se salen ni un milímetro
de la versión oficial y en los que no se encuentran reliquias que decir o mostrar lo
contrario. Entonces, si los maoríes se supone que entraron hacia el 1200 y son los
británicos los que nos cuentan su historia pues…, poco se puede saber. Y menos de lo
que pudo ocurrir antes de la llegada de estos.
La razón de esto es que la sociedad neozelandesa es muy religiosa, al estilo de
los anglosajones, y con sus iglesias protestantes, aunque hay también mucho
catolicismo. Pero…, esta religiosidad se combina con el culto a la supremacía de la raza
blanca, con sus armas en casa para defensa, sus monumentos y memoriales a la guerra o
a los caídos en la misma, su estilo de contar la historia solo desde su punto de vista, etc.,
de ahí que de los maoríes solo sepamos lo que ellos nos quieren contar pues, desde que
fueron colonizados, parece como si su historia les perteneciera a los colonizadores. Así
que conseguir información fuera de los cánones oficiales es muy difícil.
Pero, qué duda cabe, que el triángulo equilátero polinesio (o de expansión de los
grupos procedentes de la Polinesia, con Tahití como centro supuesto de esta cultura, en
el que se dice que sus vértices se encuentran en Nueva Zelanda y la Isla de Pascua en la
base, con una distancia cercana a los 6.000 km y Honolulú en el vértice superior,
triángulo que incluye las islas Marquesas, Caroline, Tonga, Samoa, etc., puede quedarse
corto en sus correrías navales de exploración y expansión. Como he citado antes,
pudieron llegar a Perú, quizá cruzando el estrecho de Bering ¿por qué no?, y, no sé, pero
yo les encuentro cierto parentesco con los grupos inuit o esquimales de los países
nórdicos. Y esto me lo confirma una maorí que dice que no solo a Perú, sino que
también fueron a Italia, Egipto y países nórdicos. Es decir, fueron grandes navegantes
en la línea de los fenicios o celtas, pero, obviamente, eran más comerciantes que
colonizadores, por lo que solo se quedaron en algunos lugares, en otros fueron y
siguieron su curso o se volvieron. En fin, no sé, hay que seguir rastreando a ver si
aparece alguna pista más.
Los maoríes tenían un gran conocimiento de astronomía. La estudiaban y tenían
fe en su significado con respecto a la vida en la Tierra pues, al igual que otros pueblos o
culturas, buscaban a sus ancestros en las Pléyades. Hablaban de esa constelación, así
como las de los canes, mayor y menor, y también de Júpiter, la estrella Sirio, la Vía
Láctea, la constelación o cinturón de Orión, etc. Ellos hablaban de las estrellas como
origen de la vida, en lo que coinciden con lo que decía Carl Sagan, que somos polvo de
estrellas, nos hablaban de esos “cuerpos celestes” en el sentido de cuerpos vivos, o seres
vivos del cielo, o los cielos, pues ellos hablaban de los doce cielos. Y relacionaban estos
con la Tierra y la vida en la misma, así como todo lo concerniente a las estaciones,
alimentos, es decir, que toda vida deriva de las estrellas o cielos. Y ellos daban distintas
funciones a las formaciones celestes teniendo como el más importante de todos los
sistemas estelares a las Pléyades. ¿Por qué será que tantas civilizaciones antiguas y
distantes unas de otras tuvieran esta referencia? ¿Y hay alguien que todavía no cree en
los extraterrestres, o terrestres que se fueron a vivir al espacio como yo pienso que
ocurrió y que vuelven de vez en cuando a visitar su lugar de nacimiento?
Y, como siempre, hablan del padre, de la madre, del hijo o hijos, pues son
muchos, pero me ha llamado la atención el que también hablaran de la materia oscura,
tal y como la conocemos actualmente, aunque ellos hablaban del polvo estelar o gases
estelares. Y tenían o conocían a las Pléyades no sólo a las siete conocidas, sino que le
asociaban otras más, al menos otra más. Y también conocían y usaban la constelación
Cruz de la que doy más datos al final de este apartado, una constelación claramente
visible en aquellas tierras y de gran utilidad en la navegación. Y, en fin, nombraban a
multitud de astros, no sólo estrellas y constelaciones, sino también planetas, cometas
(incluido el recientemente conocido Halley), asteroides y a todos les daban nombre y
funciones.
Y a los meteoritos los consideraba malignos o demonios, por su poder
destructivo, como así ha ocurrido en varias ocasiones en la Tierra. Y ellos lo sabían.
También el arco iris era de importancia para ellos y en eso coinciden con las culturas
primitivas del Perú e incluso europeas, pues el arco iris es venerado por muchas culturas
en la antigüedad. Y a las nubes, las tormentas, los rayos, la lluvia… En fin, la pregunta
obvia es ¿cómo pudieron hacer un mapa tan completo del universo sin aparatos de
tecnología avanzada? Pues, que sepamos, no la tenían. ¿O sí? En fin.
Siendo así, no es de extrañar que usaran estas, el firmamento entero, para
orientarse en sus viajes por los mares, pues fueron grandes y de los primeros navegantes
del globo. Sus guías eran, las estrellas por la noche y el sol por el día. Los mejores GPS
del mundo. En fin, que es como si hubieran nacido para ser navegantes, exploradores,
colonizadores de territorios, pues no dejaron ni un rincón del área geográfica a su
alcance, al menos que sepamos, que no exploraran. Y quizá fueron más allá de lo que
conocemos. Y esto pese, pero conociendo, las corrientes oceánicas, los vientos, las
estrellas y el ritmo del sol. Además, innovaron en el arte de la construcción de barcos
haciéndolos más seguros y veloces y, por tanto, es creíble que pudieran extenderse por
muchos territorios.
Coinciden con los persas en llamar al fuego el hijo del sol, algo que también
hacían los antiguos egipcios pre faraónicos, atribuyéndole el sobrenombre de mensajero
de los cielos (o dioses) que es enviado a la Tierra en forma de rayo luminoso, es decir,
como un cometa. Y, pregunto nuevamente: ¿no es así como anuncia la Biblia el
nacimiento de Jesús, el enviado y mensajero, a través de una estrella (cometa)?
Por otra parte, y ya en tiempos coloniales, a los maoríes les engañaron los
ingleses al igual que hicieran los chilenos con los rapanuis. Hicieron un tratado que no
cumplieron y que lo convirtieron en una anexión del territorio para la corona británica.
Esto llevó a que hace unos 50 años hicieran una sentada pacífica que duró meses, hasta
que la reina de Inglaterra tuvo que mediar y devolver, al menos, algunos terrenos y
derechos que les habían usurpado, por lo que hoy tienen, en algunos aspectos, más
derechos que los kiwis.
Y, al igual que ocurriera con los pueblos latinoamericanos que acabaron
sucumbiendo a la cultura española por la fuerza y, después, por la mansedumbre que a
ello les condicionaba, los maoríes han perdido su identidad y solo han conseguido
algunas ventajas o reconocimiento de sus colonizadores, los británicos, a cambio de
mantenerse dentro de las normas que ellos imponen.
Así, poco a poco su identidad de pueblo está casi desaparecida y solo se sirven
como elemento turístico con sus villas, sus visitas guiadas, su folklore inventado, pues
hasta una guitarra usan en sus cánticos y, en fin, son un simple objeto turístico. Y dado
el adoctrinamiento religioso impuesto, ahora unos son cristianos protestantes, otros
profesan la religión de Alá y otras y, por eso, ellos, para mantener su identidad como
pueblo han levantado una casa ancestral de encuentro o reunión (Tupuna Whare) en la
que cada elemento constructivo representa su idea como pueblo y sus ancestrales
costumbres o creencias, y donde se reúnen todos no para hablar de religión o practicarla,
sino para hablar de ellos, entre ellos, como pueblo identitario. Hay una en Auckland en
una villa totalmente maorí bastante grande, el Wakarewarewa, en la que solo pueden
acceder ellos. Supongo que hay más, pues hay más barrios villas parecidas, pero yo no
las he visto. Es lo que les ha dejado el colonialismo, arrinconados en sus feudos. Es lo
que hay.
En fin, esta la información recopilada por mí de forma directa en mis
conversaciones con algunos/as maoríes y por la lectura de dos estudios del año 1920
que encontré en una librería antigua y que, por cierto, me costaron carísimos, pero que
me daban una visión sobre la mitología, astronomía y astrología, así como de los viajes
de los polinesios en la antigüedad, que son en los que me baso para estas reflexiones.
Ambos se citan en la bibliografía que acompaña a este libro.
Capítulo cuarto
La constelación Crux, o la Cruz del Sur
La constelación Crux, más conocida como la Cruz del Sur, es una de las más
conocidas a pesar de ser la más pequeña de las 88 que integran la esfera celeste, según
los límites imaginarios impuestos por la Unión Astronómica Internacional en 1930. Sus
colindantes son las constelaciones de Centauro y Musca. Es muy útil para orientarse ya
que permite determinar con precisión el punto cardinal sur, o polo sur celeste, alrededor
del cual gira en forma aparente la bóveda del cielo, partiendo de su segunda estrella más
brillante Acrux. Si bien son muchas estrellas masivas y luminosas, la más brillante de la
constelación es Mimosa y la tercera Crucis que es una gigante roja que se encuentra a
88 años luz de la Tierra, la gigante roja más cercana que tenemos. Algunas de sus
estrellas son miembros, a su vez, de la constelación Centauro, en la asociación que se
hace de las constelaciones de Escorpio y Centauro.
Esta constelación, visible claramente desde la parte sur de la esfera terrestre y
difícilmente desde Europa, ha sido de gran importancia en civilizaciones antiguas. Por
ejemplo, si bien en tiempos remotos los griegos la conocían, aunque asociada a la
constelación Centauro, sí era más visible desde Mesopotamia, Persia o Jerusalén, de
modo que a esta estrella se la asocia con la que siguieron los magos que fueron en busca
de Jesús en su nacimiento.
También en el Tahuantinsuyo inca la representación de la cruz que se hacía de
forma escalonada significaba que unía simbólicamente el mundo terrenal con el mundo
de los dioses, de ahí que el inca Pachacútec lo utilizara para dividir a su reino en cuatro
partes, las cuatro que representa la constelación de la Cruz.
Otras culturas indígenas de América del Sur (los mocovíes, los bororó de Brasil,
en la Patagonia, etc.) la consideraron como un símbolo asociado a ñandú, un animal
habitual en su caza. Y también conocían a las Pléyades como los siete cabritos.
Y, obviamente, era importante en la astronomía aborigen australiana, que la
veían como la cabeza del emú en el cielo y para los maoríes neozelandeses y los
polinesios en general, dada su visibilidad desde esa zona. Los maoríes la llaman Te
Punga, que significa “el ancla” de la waca o canoa, representada esta por la vía Láctea
y, en general cada isla o tribu separada daba su definición de esta.
Esta importancia se traduce en que muchos países del hemisferio sur la utilicen
como símbolo en sus banderas, como Australia, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea,
Samoa, Brasil, algunas zonas de Argentina, etc.
CUADERNO DE VIAJE: Australia
De momento, en blanco. Es uno de los países que está en mi lista de viajes
pendientes, así que, espero poder cumplimentar este apartado en un futuro próximo.
FIN DEL CUADERNO DE VIAJE
Capítulo quinto
Australia, país aborigen
Australia o Mancomunidad de Australia es un país soberano de Oceanía, si
bien en forma de monarquía parlamentaria que tiene a la corona británica, la reina Isabel
II, como jefa de estado, por lo que, siendo así, no se puede denominar democracia a su
forma de estado ya que incluye un jefe de estado que es hereditario y no elegido.
Está dividida en seis estados, dos territorios continentales y otros territorios
menores y es uno de los 14 países independientes que conforman Oceanía. Está rodeada
por los océanos Índico, Pacífico y Glacial Antártico y separada de Asia por los mares de
Timor y Arafura.
Es el sexto país más grande del mundo con casi 8 millones de km² de superficie,
e incluye algunas islas en los océanos Índico, Pacífico y Antártico. Tiene como vecinos
a Nueva Zelanda, Indonesia, las islas Salomón, Timor oriental o Papúa Guinea, entre
otros. Cuenta con una población de cerca de 25 millones de habitantes, de los cuales
alrededor de 400.000 son aborígenes que se concentran principalmente en sus ciudades,
como la capital, Camberra, o en Sídney, Melbourne, Perth, Adelaida o Brisbane.
Es un estado aconfesional, si bien se calcula que más del 50% de la población se
consideran cristianos, divididos en las diferentes ramas de católicos, anglicanos,
protestantes u ortodoxos, aunque estas cifras no se aprecian en las iglesias a las que
acuden pocos seguidores, así como también existen otras creencias religiosas, como el
budismo, hinduismo o islamismo. Pero, en cualquier caso, más de un 30% se considera
no religioso.
El inglés es el idioma más hablado. Se estima que las lenguas aborígenes cuando
llegaron los primeros europeos ascendían a cerca de 300, de las que solo unas 70 han
sobrevivido y, en la actualidad, ya quedan solo unas 20 y están en peligro de extinción.
Si bien en un principio la cultura desde el colonialismo fue anglosajona o céltica
en su conformación, en los últimos tiempos ha ido adquiriendo unos rasgos de la cultura
estadounidense debido principalmente a la influencia de la televisión y la inmigración
de otros países. Quizá, por eso, las artes en cine, teatro, ópera, danza, o música sean
ampliamente reconocidas. Los aborígenes, por otra parte, tienen las danzas y artes de
tradición oral que las relacionan con “el tiempo de los sueños”, puede que debido a que
no les han dejado cumplir sus sueños como pueblo.
Se tienen referencias de asentamientos humanos en Australia de hace más de
46.000 años. Pero hay más, hay otras evidencias de asentamientos de más de 65.000
años. Y estos primeros australianos serían los ancestros de los aborígenes australianos.
Estas poblaciones serían, en su mayor parte, cazadores-recolectores, con una compleja
tradición oral y adoración a la Tierra y, quizá, con creencias indescifrables.
Hay que decir que la mayor parte de la prehistoria de Australia estuvo unida a
Nueva Guinea, por lo que por miles de años ambas poblaciones evolucionaron juntas.
Solo hace entre 14.000 y 7.000 años, con el ascenso del nivel del mar ambas masas de
tierra, estas quedaron separadas.
La prehistoria de Australia se entiende desde sus primeros habitantes hasta la
llegada de los primeros europeos, al parecer españoles en el año 1606. Marinos
españoles y portugueses avistaron estas tierras hacia el siglo XVI y, quizá, fueron los
primeros en llegar desde Europa, a los que seguirían los demás colonizadores hacia el
siglo XVII, con los neerlandeses como primeros exploradores. Se dice que James Cook
llegó hacia el 1770 y que este reclamó los territorios para Inglaterra estableciendo la
colonia de Nueva Gales del Sur, que incluiría también a Nueva Zelanda.
Los europeos, según los datos escritos de que se disponen, descubren Australia a
comienzos del siglo XVII. E, incluso, pudo ser descubierta por navegantes portugueses
mucho antes, en el siglo XVI, concretamente en el año 1522, 250 años antes de que lo
hicieran los ingleses, según el periodista Peter Trickett. También se apunta que el
marino español Francisco de las Hoces llegó a las costas australianas en el año 1526, así
como otros navíos españoles partiendo, incluso, desde Perú, que abordaron tanto
Australia como Nueva Zelanda antes de que llegaran los ingleses. En cualquier caso,
estas primeras expediciones no produjeron la colonización que se produjo con la
arribada de los ingleses.
Y, lógicamente, seguirían llegando europeos, como los holandeses. Los nombres
de Abel Tasman o James Cook son tenidos por los primeros grandes exploradores de los
dos continentes o islas, Australia y Nueva Zelanda, ya que ambas corrieron semejante
suerte colonial. Y es que la fiebre del oro que se desató en estos lares atrajo no solo a
británicos, sino también a otros muchos países de Europa, de América del Norte e
incluso de China.
Y aquí las aventuras de siempre, partición de territorios, anexiones, colonialismo
puro y duro en las dos grandes superficies y Tasmania por proximidad. Esto llevó a que
la población nativa estimada en aquel tiempo en unas 750.000 personas se redujera
considerablemente debido a las enfermedades infecciosas introducidas por los
colonialistas, así como se fuera hacia una desintegración cultural, con la separación de
niños de sus padres y familia, traslados de asentamiento, genocidios contra esta
población aborigen, etc.
Y llegarían las dos guerras mundiales en las que participaron tanto Australia
como Nueva Zelanda con un resultado discutible, en tanto naciones, incluso con cambio
a ampliación de aliados en su estatus colonial que incluye a USA como aliado
preferente. Esto sin dejar de ser una monarquía constitucional con la reina Isabel II de
Inglaterra como titular de tan alto cargo, que fue refrendado en una votación para
convertirse en república en el año 1999 con un 55% de rechazo. Y así seguimos.
En cuanto a su geografía, a corta distancia de la costa noreste se alza la gran
barrera de coral, el arrecife coralino más extenso del mundo con unos 2.000 km de
extensión siendo, además, una de las masas continentales más antiguas y menos
elevadas del planeta. En el noroeste se encuentra el arcaico “cratón de Pilbara” que
presenta unos estromatolitos que se les supone el rastro de vida más antiguo de la
Tierra, según un estudio de la Dra. Abigail C. Allwood.
Hay mucha flora y fauna endémicas en el territorio, con muchas especies
protegidas, y cuenta con una fauna célebre por los marsupiales y monotremas, además
de por numerosos animales venenosos muchos de ellos letales para el humano y entre
los que podemos encontrar desde una pequeña medusa o pulpos venenosos hasta
algunas arañas tremendamente mortíferas que se encuentran, incluso, en las ciudades.
Es, también, el continente de las lagartijas y cuenta con 20 tipos de serpientes de las
más venenosas del mundo de las 25 que hay en total.
Así que, señalar algunos de sus principales o más conocidos animales, como el
ornitorrinco, el koala, los canguros, el demonio de Tasmania, el dingo, el varano, el
emú, etc., y advertir que es relativamente frecuente ver accidentes de automóviles con
los canguros que cruzan la vía, un asunto peligroso y en el que el humano tiene siempre
las de perder, por la protección que éstos tienen entre otras cosas.
Capítulo sexto
Los aborígenes australianos
Los aborígenes australianos y los isleños del estrecho de Torres, diferenciados
de los primeros tanto por herencia cultural, social e histórica y relacionada con los
papúes, son los descendientes directos de los primeros habitantes del país australiano
que se extienden, además, por Tasmania y algunas islas cercanas. La palabra aborigen
significa “desde el origen” por lo que es usada para referirse a aquellas poblaciones
consideradas primeras en un lugar dado. En cualquier caso, como el australiano,
aborigen es definitorio de sus primeros pobladores.
Entre los más de 400 pueblos de aborígenes australianos que existen en
diferentes localizaciones geográficas, están los Koori, en Nueva Gales del Sur y
Victoria; los Murri, en Queensland; los Yamatji y Noongar en la parte central y
occidental, etc., y antes de que la colonización europea les arrebatara su cultura se
hablaban más de 250 lenguas diferentes, aunque con una cierta conexión lingüística.
Hoy solo quedan unas 20 y están en peligro de extinción.
Esta cultura es la cultura viva más antigua del planeta que, en la antigüedad,
vivían seminómadas como cazadores-recolectores. Recorrían amplios territorios
cazando con sus bumeranes (una práctica también deportiva el lanzamiento de búmeran)
y lanzas y pescando con canoas, así como recolectando frutos y plantas.
Transmitían sus conocimientos por medio de relatos y canciones, ya que
desconocían la escritura, y existe el llamado “el tiempo del sueño”, una especie de
tradición religiosa que es una serie de leyendas que explican sus orígenes y relación con
el medio natural, así como su futuro. Consideran sagrada la formación rocosa llamada
Uluru que ha sido considerada patrimonio de la humanidad y sitio cultural.
En cuanto a astronomía, se les considera como los primeros astrónomos de la
historia, ya que conocían con perfección el firmamento y utilizaban los cuerpos
celestiales como calendario, así como atribuían a ciertos fenómenos astronómicos
significados religiosos o mitológicos. Tenían a la constelación “Emú” o a la Canoa de
Orión como referentes.
En pintura, una tradición milenaria usando rocas, cortezas o telas, suelen relatar
o representar las leyendas del tiempo del sueño, por lo que esta se ha asimilado a una
forma de escritura.
No está claro cuál es el origen antropológico de los aborígenes australianos. De
un estudio genómico sobre 142 poblaciones mundiales se deduce que no comparten
parte de su genoma con las poblaciones europeas, asiáticas ni americanas, y que en
torno al 3% proviene de poblaciones separadas de sus ancestros europeos o asiáticos
hace entre 10 y 20.000 años. Concretamente, parecen descender del “homínido de
Denísova” una rama relacionada con los papúes y estos aborígenes australianos, de la
que se amplía información en el siguiente capítulo.
Por restos encontrados, se cree que hace en torno a 50.000 años, en el
Pleistoceno, llegaron los primeros australianos desde el sureste de Asia utilizando los
puentes terrestres que se creaban entre las islas en ese periodo, si bien es de presuponer
que esto puede haber venido ocurriendo desde hace unos 125.000 años. En el llamado
“hombre de Mungo”, en Nueva Gales del Sur, al norte de Australia, se hallaron estos
restos. Hay otras referencias que muestra a un aborigen que vivió hace unos 75.000
años. En cualquier caso y aun no teniendo clara su procedencia, todo hace indicar que
estas poblaciones pertenecían a las diferentes olas migratorias que partieron desde un
común lugar de inicio en África y se expandieron por todo el orbe.
A la llegada de los colonizadores británicos había quizá unos 750.000
aborígenes repartidos entre unas 250 naciones diferentes compuestas por diferentes
clanes (entre 5 o 6 clanes y hasta 30 o 40, según la nación) y cada una con sus propias
costumbres y lengua, aunque mantenían alianza entre ellas.
En 1770 James Cook tomó posesión de estas tierras en nombre de la corona del
Reino Unido y en el 1778 llegó el primer desembarco de 11 navíos con unos 1.500
presos deportados enviados allí para fundar la primera colonia inglesa, o sea, una
colonia penitenciaria. Y ahí, obviamente, empezaron los conflictos con los aborígenes al
empezar a expulsarles de sus tierras y ocupar sus nichos de sustento, sus territorios de
caza y de recolección, lo que provocó graves hambrunas para los aborígenes a lo que
siguió las enfermedades que traían los colonizadores y para las que no estaban
preparados estos, lo que conllevó la muerte de un 90% de la población aborigen. La
viruela, el sarampión, la gripe o la tuberculosis eran enfermedades que ellos no tenían y
que serían fatales para ellos.
La población autóctona aborigen de Australia nunca aceptó, permitió o firmó
ningún tratado con los colonizadores legitimando su colonización, por lo que la
resistencia contra esta invasión ha sido permanente desde entonces, si bien con todas las
de ganar por los británicos como así es la realidad. En Nueva Zelanda, por el contrario,
los maoríes hicieron un tratado que, de alguna forma, legitimaba o autorizaba la
colonización. No ocurrió así en Australia y fueron muchas las luchas y atentados en la
defensa de su causa que tuvieron que sufrir los colonizadores por parte de los
aborígenes, que realmente eran los que tenían derechos sobre el territorio, y como todo
colonizador, los británicos hicieron auténticas barrabasadas incluyendo el secuestro de
niños. Y todo esto duró, al menos, hasta el siglo XX, si bien hoy día los aborígenes
siguen descontentos con la aparente integración obligada, que no real, que se da entre
las dos comunidades.
En fin, es la historia de la humanidad, los unos imponiéndose sobre los otros. Y,
como siempre, con miles de muertos, casi siempre de la parte más débil, en este caso de
los aborígenes que han sido prácticamente eliminados como fuerza principal, pasando,
en todo caso, por relegarlos a los lugares más inhóspitos, a reservas alejadas de la otra
población, o instalarlos en misiones para indígenas y orfanatos, así como utilizarlos
como mano de obra barata, como esclavos, para el enriquecimiento colonial.
Tanto es así que, al inicio el siglo XX, la mayoría de los aborígenes vivían en
reservas y en zonas controladas y sus desplazamientos estaban limitados por ley, con
muy pocas posibilidades laborales de forma libre, ya que les empleaban en
explotaciones agrícolas donde no percibían sueldo como tal, sino que y solo en algunos
casos, les daban una pequeña compensación y recibían comida, ropa y alojamiento a
cambio de su trabajo. O sea, trabajo esclavo. Además, tenían limitados otros derechos
civiles, como son el de votar en las elecciones, lo que provocaría, o no solo eso, que en
los años 30 del siglo XX hubiera una serie de asesinatos en legítima defensa por parte
de los aborígenes en lo que se llamó “la crisis de Caledon Bay” que, con sus juicios
correspondientes, dieron un giro a la situación y hubo una reacción de la comunidad
internacional en defensa de los derechos civiles de los aborígenes.
En fin, y para abreviar, no sería hasta el año 1967 en el que se aprobaron en
referéndum una serie de enmiendas en la constitución reconociéndoles unos derechos
que les habían sido arrebatados y esto, de alguna manera, ha empezado a aliviar la
convivencia, que no resarcido del todo el daño causado a esta población aborigen, ya
que las reivindicaciones continuaban y no sería hasta llegado el siglo XXI cuando se
empezaría, de verdad, un intento de cerrar heridas en la convivencia con los aborígenes,
aunque no todo está hecho, pues continuaban teniendo graves deficiencias sanitarias y
económicas y unas condiciones sociales en general cercanas a la pobreza y la
delincuencia. Y es que, quizá, una equiparación total ya no pueda ser posible nunca.
Tantos años de invasión, esclavitud y menosprecio no son fáciles de solucionar.
En la actualidad la mayor proporción de aborígenes se encuentra en Nueva Gales
del Sur, seguido de Queensland. En cualquier caso, muchos menos que los que debería
haber y son, por tanto, minoritarios, debido al exterminio causado por la colonización
pues, probablemente, hoy hay la mitad de población aborigen que cuando llegaron los
británicos. Y debería haber muchos más que los que había en aquel entonces. Así que…
Capítulo séptimo
El tiempo del sueño y el homínido de Denisova
He aquí una descripción literal de la formulación y creencias maoríes sobre...
“El tiempo del sueño es el libro sagrado de la mitología aborigen australiana.
En él nos dice que, en el origen de los tiempos no había nada, nada excepto el gran
Espíritu Creador de la Vida. Pero por mucho tiempo no hubo nada, hasta que, un día,
el Gran Espíritu empezó a soñar.
Y soñó, en la vacía oscuridad, con el Fuego que ardía fulgurante en la
mente del Gran Espíritu Creador de la Vida. Después, soñó con el Aire y el
Fuego cobró vida bailando y girando en su compañía. Luego vino la Lluvia. Por
mucho tiempo, la batalla entre el Fuego, el Aire y la Lluvia causó estragos en el
Sueño, pero al Gran Espíritu le gustó, así que continuó soñando.
Cuando la batalla se calmó, aparecieron en el Sueño el Mundo, el Cielo, la
Tierra y el Mar. Su hegemonía se alargó por mucho tiempo, tanto que el Gran Espíritu
Creador empezó a aburrirse del Sueño, aunque quería que continuara. Así que envió la
Vida al Sueño para hacerlo real y para que los Espíritus Creadores continuaran
soñando por él. De esta forma, el Gran Espíritu Creador de la Vida hizo llegar al
mundo el Secreto del Soñar con el Espíritu de Barramundi, el pez.
Y Barramundi nadó en las aguas profundas y comenzó también a soñar. Soñó
con olas y arena mojada, pero Barramundi no comprendía el Sueño y quería seguir
soñando sólo con las aguas profundas. Así que Barramundi pasó el Secreto del Soñar
al Espíritu de Currikee, la tortuga.
Y Currikee surgió de las olas, se posó sobre la arena mojada y comenzó también
a soñar. Soñó con rocas y sol, pero Currikee no comprendía el Sueño y quería seguir
soñando sólo con las olas y la arena mojada. Así que Currikee pasó el Secreto del
Soñar al Espíritu de Bogai, el lagarto.
Y Bogai, subido a una roca, sintió el cálido sol en su espalda y comenzó también
a soñar. Soñó con cielo y viento, pero Bogai no comprendía el Sueño y quería seguir
soñando sólo con las rocas bajo el sol. Así que Bogai pasó el Secreto del Soñar al
Espíritu de Bunjil, el águila.
Y Bunjil se alzó sobre el cielo abierto sintiendo el viento en sus alas y comenzó
también a soñar. Soñó con árboles y cielo nocturno, pero Bunjil no comprendía el
Sueño y quería seguir soñando sólo con el cielo abierto y el viento. Así que Bunjil pasó
el Secreto del Soñar al Espíritu de Coonerang, la zarigüeya.
Y Cooneran subió a lo alto de un árbol, miró al cielo nocturno y comenzó
también a soñar. Soñó con hierba amarilla y extensas llanuras, pero Cooneran no
comprendía el Sueño y quería seguir soñando con los árboles, bajo el cielo nocturno.
Así que Cooneran pasó el Secreto del Soñar al Espíritu de Kangaroo, el canguro.
Y Kangaroo se irguió sobre las llanuras de hierba amarilla y comenzó también
a soñar. Soñó con música, canto y risa, pero Kangaroo no comprendía el Sueño y
quería seguir soñando sólo con las amplias llanuras de hierba amarilla. Así que
Kangaroo pasó el Secreto del Soñar al Espíritu del Hombre.
Y el Hombre, caminando sobre la tierra, vio todas las obras de la Creación.
Escuchó el canto de los pájaros al amanecer y vio el rojo sol del atardecer y comenzó
también a soñar. El Hombre soñó con compartir la música de los pájaros al amanecer,
la danza del emú y el ocre rojo de la puesta de sol. Pero soñó también con la risa de los
niños y el Hombre comprendió entonces el Sueño.
Así que continuó soñando con todas las cosas que se habían soñado antes. Soñó
con las tranquilas aguas profundas, con las olas y la arena mojada, con las rocas y el
cielo abierto, con los árboles y el cielo nocturno y con las llanuras de hierba amarilla.
Y el Hombre supo que, con el Sueño, todas las criaturas estaban espiritualmente
hermanadas y que él debía proteger su Soñar. Y soñó con cómo contaría este Secreto a
sus hijos que aún no habían nacido.
Entonces, el Gran Espíritu Creador de la Vida supo que, al fin, el Secreto del
Soñar estaba a salvo y, cansado del Sueño de la Creación, se retiró bajo la Tierra para
descansar. Así que, desde entonces, cuando los espíritus de todas las criaturas se
cansan de Soñar, se unen al Gran Espíritu Creador de la Vida bajo la Tierra. Esta es la
razón por la que la Tierra es sagrada y el hombre debe ser su protector. FIN.”
Y es que la mitología aborigen australiana, o Altjeringa, se basa en una especie
de cuento que empieza con “érase una vez…”, el tiempo del sueño, o sueño sagrado, un
tiempo que nace antes del tiempo y en el cual existen unos ancestrales seres espirituales
y totémicos que son los que formaron, o dieron nacimiento, a la creación. Fred Alan
Wolf en su libro “the dreaming Universe” dice: “Los Aborígenes creen en dos formas
del tiempo, dos corrientes paralelas de actividad. Una es la actividad diaria objetiva, la
otra es un ciclo infinito espiritual llamado el "tiempo de sueño", más real que la
realidad misma. Lo que sea que pase en el tiempo de sueño establece los valores,
símbolos, y las leyes de la sociedad aborigen. Se creía que algunas gentes de poderes
espirituales inusuales tenían contacto con el tiempo de sueño.”
El soñar se suele referir a las creencias o espiritualidad de un individuo o grupo
en la mentalidad aborigen. Ellos hablan de soñar de tiburón, o de hormiga, o de
cualquier otra imagen que se refiera a su país, así como consideran el tiempo de la
creación como el tiempo del soñar o de los sueños. Y es que estos cuentos del soñar
describen como se formaron todas las cosas y seres, sus leyes y costumbres, sus formas
y colores, sus funciones específicas y su relación de los unos con los otros. En
definitiva, que en cada persona existe una forma esencial del soñar que perdura a lo
largo de la vida del individuo, desde los sueños infantiles e incluso antes de nacer a
través de los sueños de la madre y hasta el final de su vida.
En fin, que estos sueños son el espíritu o alma que nos forman tal como somos y
que, además, provienen de la naturaleza, pues tanto plantas como animales forman parte
de estos sueños y de nuestro ser y, por eso entre otras cosas, los aborígenes respetan a la
naturaleza y el medio ambiente, porque la naturaleza es nuestra amiga más íntima. Y
coinciden, curiosamente, con muchas otras creencias en dar una cierta preeminencia a la
serpiente como ser creador de ríos, arroyos y lagos o de lo más cruel, de promover la
circuncisión de los niños, lo que aterrorizaba a éstos y a sus madres, así como era
representada como espíritu del soñar. En fin, lo he dicho otras veces, no sé qué tienen
las serpientes para aparecer prácticamente en todas las civilizaciones de la antigüedad.
El Uluṟu, o Ayers Rock, es una formación rocosa en forma de monolito, uno de
los mayores del mundo, compuesta por arenisca y ubicada en el Uluru-Kata Tjuta
National Park, en Australia, territorio del norte, a 460 km de Alice Springs y
considerado patrimonio de la humanidad y uno de los iconos naturales más famosos de
Australia. Se eleva 348 m sobre el terreno circundante, y 863 m sobre el nivel del mar,
aunque la mayor parte se encuentra bajo tierra, con un contorno que mide 9.4 km.
Una característica que señalar es que cambia de color según la inclinación de los
rayos solares, tanto a lo largo del día como en las diferentes estaciones del año. Su
imagen al atardecer es particularmente hermosa, pues se vuelve de un color rojo
brillante. Durante los períodos húmedos la roca adquiere una tonalidad gris plateada,
con franjas negras debidas a las algas que crecen en los cursos de agua.
El Uluṟu, también conocido como el ombligo del mundo, otro apelativo que dan
ciertas civilizaciones a lugares concretos es un lugar sagrado para los aborígenes
australianos, la cultura anangu que son los que habitan en sus alrededores, si bien tienen
otras montañas también como sagradas.
En la actualidad, y debido al notable incremento de turistas que lo visitan, el
impacto medioambiental que esto causa y como muestra de respeto a la cultura del
pueblo Anangu se están restringiendo las visitas al mismo.
Las cuevas de Denísova se ubican en el macizo de Altái, en Siberia, Rusia,
cerca de la ciudad de Chiorny Anui y contienen diversas galerías con una cámara
central. En ellas se han hallado restos arqueológicos atribuidos a los neandertales, así
como objetos hechos de hueso, cáscaras de huevos de avestruces, restos de mamuts y
fragmentos decorativos como un brazalete y colgantes, lo que sugieren que fueron
habitadas entre 125.000 y 180.000 años atrás.
Y entre los restos óseos encontrados, se han hallado los pertenecientes al
llamado homínido de Denísova al que se le suponen unos 40.000 años de antigüedad, y
el fósil de una niña híbrida de primera generación entre una mujer neandertal y un
denisovano. El hombre de Denisova, que vivió en áreas en las que también vivían los
neandertales y los homos sapiens y, por tanto, tuvo relación íntima y cruce sexual con
ellos, al parecer se dispersó ampliamente por diversos lugares, como Papúa Nueva
Guinea, Australia, Melanesia, etc., por lo que los aborígenes australianos o los isleños
del estrecho de Torres, así como los melanesios tienen un alto porcentaje de material
genético de estos.
Pudo ser que, partiendo de una rama homo o ancestro común de las varias que
salieron de África en origen (quizá el homo erectus), se separara hace más de un millón
de años de la asociada con los sapiens modernos, siguiendo una nueva línea, los
denisovanos y neandertales, pues las dos especies señaladas comparten gran parte de su
ADN. No obstante, los denisovanos, a su vez, parece ser que se separaron de los
neandertales hace unos 640 000 años, aunque durante un tiempo compartieran espacio,
tiempo y relaciones intergrupales.
En cualquier caso, no tenemos claro quiénes eran estos denisovanos. No
sabemos que aspecto tenían, qué comían o si utilizaban algún tipo de herramienta o
tecnología. Lo único que parece estar claro es que se relacionaron sexualmente no solo
con los neandertales, sino también con los sapiens, o sea, nuestra rama humana. Y esto
explicaría, de alguna forma, el por qué hay grandes diferencias entre los grupos
humanos de hoy día.
Por otra parte, y como vengo diciendo en mi estudio, la historia hay que
reescribirla. Y cada nuevo descubrimiento reafirma más esta acepción. Y es que, según
dábamos por válido, nuestros ancestros directos migraron desde África hace unos
60.000 años, lo que no cuadra con estos hallazgos pues, los denisovanos y los
neandertales ya lo habían hecho hace entre 300.000 y 400.000 años y estuvimos
estrecha relacionados con ellos. Sharon Browning, genetista de la Universidad de
Washington, en relación con este hallazgo manifestó: “Para mí esto sugiere que los
humanos modernos no eran tan diferentes de los neandertales y los denisovanos”.
Un estudio con diferentes restos hallados en diferentes lugares como Atapuerca
y otros, demuestra que existe una compleja relación entre las distintas especies homo en
Eurasia, entre ellas los denisovanos, los neandertales y los sapiens. Así que…
¿CONCLUSIÓN?
La conclusión es que no hay conclusión. Al menos por ahora. Pues si bien he
tenido acceso a cierta información y visitado algunos lugares o países este gran
continente, no todo está visto ni conocido. Queda mucho por hacer para poder
determinar la realidad histórica y, aunque sé que es difícil, seguiré persistiendo en ello.
Así que espero poder visitar otros lugares y ampliar mis conocimientos y que
podré, por tanto, ampliar esta información en un futuro no lejano.