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Revista de Economía Política de las Tecnologías de la Información y Comunicación www.eptic.com.br Vol.VI, n.1, Ene-Abr. 2004 Cultura política y cultura mediática: e sfera pública, intereses y códigos Ancízar Narváez Montoya Universidad de Manizales 1. Introducción Klaus Bruhn Jensen escribía que la mayoría de las apreciaciones de los sociólogos sobre los medios de comunicación suelen ser ingenuas, lo que no es de extrañar puesto que de todas formas hay una suerte de saber especializado que es el que les corresponde a los comunicólogos – si se acepta el término- que no tiene porqué ser del dominio de todos los teóricos sociales. Pero, así mismo, la mayoría de las afirmaciones de los comunicólogos sobre la política y su relación con los medios suelen ser superficiales, pues hay también una suerte de saber sociológico sobre la política que los analistas de la comunicación no tienen en cuenta a la hora de evaluar el papel de los medios en ese campo. En los enfoques de los comunicólogos se notan dos deficiencias: por un lado, la creencia de que en realidad nuestro campo de estudio –la comunicación- es lo más importante de lo que se debe hablar hoy, en detrimento de la política, de la historia y de la economía y de que todo se puede reducir a comunicación; y, por otro lado, esa importancia se le está dando, no a toda la comunicación sino sólo a los medios masivos, y es de suponer que esto se debe a la exuberancia visual de dichos medios, a su desideologización y a la ausencia de conflictividad que ello implica, en cuanto se pueden construir consensos fáciles, lo cual riñe con un abordaje medianamente científico, o por lo menos académico. Es decir, cuando se habla de comunicación y política la mayoría de las veces no se habla ni de la primera ni de la segunda ni de la relación entre ellas sino de medios masivos de comunicación y de casuística.(Cfr. Caletti, 1999: 42). Este texto se propone revisitar el concepto hoy ampliamente cuestionado de esfera pública de Habermas para argumentar: i) que la esfera pública está constituida primero que todo por agentes sociales y no por medios; ii) que no hay una ruptura entre la política de plaza pública y la política mediática (Bonilla, 2002; Kaplún, 1999) sino entre los códigos alfanuméricos y los audiovisuales; iii) que el espacio mediático no constituye una ampliación de la esfera

Cultura Política y Cultura Mediática

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Esfera pública, intereses y códigos

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  • Revista de Economa Poltica de las Tecnologas de la Informacin y Comunicacin www.eptic.com.br Vol.VI, n.1, Ene-Abr. 2004

    Cultura poltica y cultura meditica: esfera pblica, intereses y cdigos

    Anczar Narvez Montoya Universidad de Manizales

    1. Introduccin

    Klaus Bruhn Jensen escriba que la mayora de las apreciaciones de los socilogos sobre los

    medios de comunicacin suelen ser ingenuas, lo que no es de extraar puesto que de todas

    formas hay una suerte de saber especializado que es el que les corresponde a los

    comuniclogos si se acepta el trmino- que no tiene porqu ser del dominio de todos los

    tericos sociales. Pero, as mismo, la mayora de las afirmaciones de los comuniclogos sobre

    la poltica y su relacin con los medios suelen ser superficiales, pues hay tambin una suerte

    de saber sociolgico sobre la poltica que los analistas de la comunicacin no tienen en cuenta

    a la hora de evaluar el papel de los medios en ese campo.

    En los enfoques de los comuniclogos se notan dos deficiencias: por un lado, la creencia de

    que en realidad nuestro campo de estudio la comunicacin- es lo ms importante de lo que se

    debe hablar hoy, en detrimento de la poltica, de la historia y de la economa y de que todo se

    puede reducir a comunicacin; y, por otro lado, esa importancia se le est dando, no a toda la

    comunicacin sino slo a los medios masivos, y es de suponer que esto se debe a la

    exuberancia visual de dichos medios, a su desideologizacin y a la ausencia de conflictividad

    que ello implica, en cuanto se pueden construir consensos fciles, lo cual rie con un abordaje

    medianamente cientfico, o por lo menos acadmico. Es decir, cuando se habla de

    comunicacin y poltica la mayora de las veces no se habla ni de la primera ni de la segunda

    ni de la relacin entre ellas sino de medios masivos de comunicacin y de casustica.(Cfr.

    Caletti, 1999: 42).

    Este texto se propone revisitar el concepto hoy ampliamente cuestionado de esfera pblica de

    Habermas para argumentar: i) que la esfera pblica est constituida primero que todo por

    agentes sociales y no por medios; ii) que no hay una ruptura entre la poltica de plaza pblica

    y la poltica meditica (Bonilla, 2002; Kapln, 1999) sino entre los cdigos alfanumricos y

    los audiovisuales; iii) que el espacio meditico no constituye una ampliacin de la esfera

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    pblica sino una restriccin de la misma, puesto que niega la visibilidad a las posiciones

    crticas y a los agentes antisistmicos; iv) que no hay una superacin de la esfera pblica

    burguesa y un paso a la esfera pblica democrtica y plural sino un regreso a la esfera pblica

    unanimista y excluyente; v) que en el espacio meditico no hay un cambio en los sujetos de la

    esfera pblica y un paso de la esfera pblica ilustrada y elitista de sujetos raciocinantes a otra

    plural y culturalmente diversa, sino un cambio en los medios y las tcnicas, al pasar de la

    comunicacin cara a cara a la mediatizacin impresa y de sta a la mediatizacin audiovisual;

    vi) que esta mediatizacin audiovisual elimina la crtica y, por tanto, los medios impresos son

    los nicos escenarios de pluralidad y la nica esfera pblica democrtica desde el punto de

    vista de los intereses en juego; y vii) que la democratizacin de la sociedad pasa por la

    poltica y la economa y no por los medios audiovisuales.

    Para ello hay que diferenciar varios componentes que, aunque simultneos y concurrentes,

    son irreductibles cada uno a los otros, a saber: a) el primero y ms importante son los sujetos

    o agentes sociales de la esfera pblica (Caletti, 1999: 44-46); b) el segundo, los escenarios o

    espacios fsicos; c) el tercero, los medios o tcnicas de comunicacin; y d) por ltimo, los

    cdigos de comunicacin predominantes.

    Para empezar qu es la esfera pblica para los tericos de la comunicacin? Entre los cuatro

    componentes sealados, encuentro que ellos se ocupan en especial de dos: los espacios fsicos

    y los medios tcnicos; un poco despus, y secundariamente, se ocupan de los cdigos y casi

    nunca de los sujetos sociales, es decir, de la esencia de las relaciones de comunicacin. Aqu

    me ocupar principalmente de los dos ltimos, es decir, de los sujetos, quienes son en realidad

    la sal de toda la historia, incluida la de la comunicacin, y, seguidamente, de los cdigos, que

    es lo propiamente comunicacional. Luego me ocupar de los recursos tcnicos y, finalmente,

    como una consecuencia, de los espacios fsicos, por su importancia en la visibilidad.

    2. Los sujetos sociales de la esfera pblica

    Segn Habermas, por esfera pblica entendemos todo dominio de nuestra vida social en el

    cual puede formarse algo como la opinin pblica... (Las personas privadas) no estn

    actuando como profesionales u hombres de negocios conduciendo sus asuntos privados, ni

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    como consocios legales sujetos a las regulaciones de una burocracia estatal y obligados a la

    obediencia. Los ciudadanos actan como pblico cuando tratan asuntos de inters general

    sin estar sujetos a coercin...Hablamos de una esfera pblica poltica (...) cuando las

    discusiones pblicas son concernientes a objetos conectados con la prctica del

    Estado.(1999: 92). La esfera pblica es as una instancia social claramente situada entre lo

    privado de la familia y lo estatal o gubernamental, como la interpretan, entre otros, Thompson

    (1998: 165) y Jensen (1999: 101). Es la esfera propia de los negocios en la que la actividad

    econmica privada a de orientarse de acuerdo con un trfico mercantil sometido a directivas

    y supervisiones de carcter pblico (Habermas, 1994: 57), o sea el control estatal. Esa

    instancia intermedia es la sociedad, diferente del Estado y de la familia.

    Entre la formacin de esa instancia social y la actual explosin meditica audiovisual media

    una larga historia real que vale la pena periodizar para evitar equvocos conceptuales,

    especialmente en el campo de la comunicacin, entre medios y agentes.

    En efecto, si se habla de una esfera pblica poltica ya en los siglos XVII, XVIII y principios

    del XIX, no es slo porque haya aparecido un nuevo medio como la imprenta, sino porque ha

    aparecido un nuevo sector social con relevancia poltica: la burguesa. Aqu hay que hacer una

    diferencia histrica que prcticamente no se toma en cuenta cuando se habla de las

    transformaciones de la esfera pblica: se trata de una periodizacin de la modernidad en la

    cual hay que distinguir tres etapas:

    Una etapa temprana, entre aproximadamente 1450 y 1789 (Briggs y Burke, 2002: 27 y ss), en

    la que se desarrollan varios procesos histricos:

    El primer proceso es poltico: la formacin de las bases del Estado-nacin, por medio del

    Absolutismo y la afirmacin del poder real frente al poder de la nobleza rural feudal, lo que

    implica sobre todo un control territorial de lo que habran de ser ms tarde las fronteras de las

    naciones propiamente dichas. Los casos tpicos son el de Francia, bajo Luis XIV e Inglaterra,

    bajo Isabel I y hasta Carlos I.

    El segundo proceso es econmic o: se trata de la formacin de los rudimentos de un mercado

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    interno facilitado precisamente por la unificacin de los grandes territorios, el control militar

    y tributario, la existencia de un poder unificado y sobre todo la existencia de barreras

    arancelarias unificadas bajo el mercantilismo (Habermas, 1994: 56).

    El tercer proceso es cultural y tiene que ver con la imposicin de los rudimentos de una

    cultura nacional, a travs de la aparicin de las lenguas nacionales, formalizadas como

    lenguas escritas oficiales, imprescindibles para la administracin y para el comercio interno.

    As mismo, la unificacin religiosa alrededor de la religin del monarca, que separaba

    claramente a quienes eran sbditos del mismo rey de los extranjeros. Elas la sintetiza

    claramente describindola como la sociedad del absolutismo, el mercantilismo y el

    patrimonialismo (1996: 57).

    El cuarto proceso es precisamente el de la aparicin de esa esfera pblica distinta de las

    esferas estatal y privada domstica, ligada justamente a la burguesa por varias razones: i) la

    burguesa es la principal beneficiaria de los regmenes absolutistas puesto que es la

    beneficiaria del mercado interno; ii) la burguesa apoya, y hasta cierto punto financia, los

    procesos de unificacin, pero no participa an del control del Estado; iii) su forma de

    participar en la esfera poltica es precisamente en esa instancia de discusin no estatal en la

    que personas privadas discuten asuntos pblicos; iv) la burguesa no slo es la ms interesada

    sino la nica clase capacitada, fuera de la nobleza, para participar en ese espacio, puesto que

    posee los dos atributos bsicos que requiere dicha participacin: independencia econmica e

    instruccin.

    Este es el origen de la esfera pblica burguesa: la burguesa y no la imprenta. Hablar de la

    imprenta como agente de cambio es cargar demasiado nfasis en el medio...ms realista sera

    ver en la imprenta...ms un catalizador que contribuy a los cambios que el origen de stos

    (Briggs y Burke, 2002: p. 34). De ah que en los primeros tiempos de la modernidad hablar de

    esfera pblica burguesa es una redundancia.

    El segundo perodo de la modernidad es la modernidad desarrollada que se inicia cono los

    cambios econmicos surgidos de la Revolucin Industrial y los cambios polticos surgidos de

    la Revolucin Francesa (Habermas, 1999b: 405-406).

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    Desde el punto de vista de la composicin de la esfera pblica, a partir de 1848 aquella esfera

    exclusivamente burguesa se revienta precisamente porque aparecen otros sectores en la

    sociedad con intereses y reivindicaciones propias, sectores que son producto de otra etapa de

    la modernidad, la que se inicia con la revolucin industrial y la revolucin francesa y que

    produce otra clase de sujeto: el obrero urbano y el ciudadano poltico (que ya no es slo

    sbdito), quienes no son tenidos en cuenta sino que se incluyen a la fuerza en la esfera pblica

    (Bonilla, 2002: 86). Habermas (1999: 96) lo plantea claramente: ...las formas en las que esa

    esfera pblica se manifestaba...empezaron a cambiar con el movimiento Cartista en

    Inglaterra y la Revolucin de Febrero en Francia. Si recordamos que el movimiento

    Cartista recibe su nombre de la Carta del Pueblo enviada por los obreros al Parlamento ingls

    y respaldada por grandes movilizaciones callejeras durante la primera mitad del siglo XIX; y

    que en la revolucin de Febrero de 1848, que derrumb a la monarqua de Luis Felipe de

    Orlens (el Rey Ciudadano), aparecieron por primera vez los obreros en las calles de Pars

    como fuerza social independiente, nos damos cuenta de que aqu la esfera pblica pasa a ser

    masiva y diversa (ya no slo elitista) y de que los asuntos del gobierno dejaron de ser

    patrimonio exclusivo de los burgueses y los ilustrados; adems, se diversifica la esfera pblica

    desde el punto de vista de los intereses en juego, pues stos ya superan los de la mera

    burguesa e incluso son ya contrarios a ella, como bien lo describen Arrighi, G; Hopkins,

    T.K.y Wallerstein, I. (1999: 29-46), quienes sitan all el surgimiento de los movimientos

    antisistmicos.

    Desde que los trabajadores se hicieron a la escena como fuerza independiente sus intereses

    debieron ser tomados en cuenta especialmente por el Estado, lo que, segn Habermas,

    degenera en la anulacin de la esfera pblica liberal y racioncinante, puesto que el Estado de

    Bienestar, al ocuparse incluso de los asuntos ntimos de la familia por medio de la provisin

    de servicios sociales, anula ese espacio intermedio de discusin de los asuntos pblicos y el

    pblico se convierte en consumidor de cultura.

    La tercera etapa es la de la modernidad tarda a la que nos ha tocado asistir a partir de la

    segunda postguerra, pero especialmente desde la dcada de 1960. Ahora la esfera pblica se

    ha ampliado an ms, gracias a la incorporacin a ella de sectores como las mujeres, los

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    jvenes y los grupos tnicos y culturales con aspiraciones y reivindicaciones propias. Sin

    embargo, su incorporacin a dicha esfera no se debe a una ampliacin de la democracia, a su

    aparicin en los medios o a algo parecido, sino a la incorporacin de las mujeres a la

    produccin; a la amplia escolarizacin de los jvenes y su creciente incorporacin al consumo

    y a la creciente importancia numrica y, por tanto, econmica y poltica, de los inmigrantes en

    las sociedades occidentales desarrolladas, como bien lo demuestra Nancy Fraser (1998: 95-

    133). Es decir, el mbito de las mujeres y de la educacin ya no est en el hogar. Si ya los

    hombres urbanos y productivos no son los nicos que obtienen ingresos, que proveen el hogar

    y que consumen productos y demandan servicios, y, adems, no son los nicos que votan,

    tampoco son ya los nicos dueos de la esfera pblica. As como la esfera pblica burguesa se

    revienta con el surgimiento de una esfera pblica masiva y multitudinaria, esta esfera pblica

    masiva, pero masculina, adulta y prcticamente blanca, es desbordada por la esfera pblica

    plural de nuestros das. Hasta aqu solamente hemos considerado a los protagonistas, quienes

    no son los medios, como a menudo lo presentan los tericos de la comunicacin, sino los

    sujetos colectivos. Ahora pensemos en las formas de comunicar desde los cdigos, los medios

    y los respectivos espacios de actuacin.

    3. El espectculo poltico-meditico desde los cdigos

    Si entendemos los cdigos, siguiendo a Eco, como la convencin a travs de la cual se

    establecen correspondencias entre sistemas de significados y sistemas de significantes

    (contenidos y expresiones) hay que conceder que, de alguna manera, la forma de la expresin

    condiciona la forma del contenido. Por tanto, las posibilidades del discurso poltico meditico

    estn constreidas por las caractersticas del lenguaje meditico. Es lo que se puede colegir de

    la afirmacin de Guillermo Orozco cuando dice que: ...las particularidades discursivas de

    los medios y tecnologas de informacin posibilitan cierto tipo de pensamiento y asociaciones

    mientras que inhiben otros, por ejemplo, la racionalidad del lenguaje escrito.(Orozco, 1996:

    25).

    Los cdigos mediticos tienen entonces unas caractersticas definidas que los hacen

    particularmente aptos para un cierto tipo de contenido y absolutamente inapropiados para

    otros. Entre los tericos de la comunicacin, pocos son explcitos sobre la especificidad de la

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    cultura meditica en cuanto universo semntico y riqueza sintctica. Entre ellos tal vez sea

    que Ramos Rivero quien lo haya formulado ms sinttica y claramente. Del antagonismo

    entre, por una parte, la razn y el discurso lgico y, por otro, lo imaginario y lo sensorial, es

    que se genera la noci n que denota a esas dos fuentes de influencia que significan la escuela

    y los medios.(Ramos Rivero, 2001: 62). Esta precisin, que infortunadamente no redunda lo

    suficiente en las consecuencias del anlisis, es la piedra de toque de la diferencia entre el

    discurso poltico meditico y el discurso poltico programtico y analtico que a veces se

    espera que aparezca en debate meditico.

    A esto es a lo que se refiere Lpez de la Roche cuando afirma: El lenguaje televisivo

    socializa por medio de estrategias ldico-afectivas, y de esta manera entra en tensin con la

    racionalidad analtico-conceptual estimulada por el libro y la informtica (1999: 79). Si se

    deja de lado la alusin al libro y la informtica, que tienen que ver con los significantes, est

    claro que eso que aqu se llama ldico-afectivo es el principal contenido de la cultura

    meditica y, por tanto, exigirles a los medios que se ocupen de los contenidos aqu llamados

    analtico-conceptuales, implica que no se est reconociendo la especificidad de la cultura

    meditica en trminos de cdigos.

    En efecto; por lo que hace a la riqueza sintctica, el lenguaje meditico tiene rasgos

    caractersticos y diferenciados. Para representar lo imaginario y sensorial y lo ldico-afectivo

    tiene que recurrir a formas sintcticas que le son propias como:

    a) la oralidad (sea primaria o secundaria) lo que quiere decir que se habla en trminos afines

    a los de la vida cotidiana; de ah que gran parte de la industria meditica tenga que tomar

    en cuenta a las comunidades lingsticas y los usos particulares de la lengua, a fin de

    acercarse a los receptores, pues la mayora del lenguaje meditico sigue siendo oral

    (Machado, 2002: 56).

    Uno de los principales recursos de la oralidad es la mnemotecnia, que se refiere a

    mecanismos que garantizan la recordacin ms all de la emisin en acto. Esto explica porqu

    los discursos polticos en los medios recurren con frecuencia a las frases impactantes desde el

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    punto de vista sonoro, aunque su contenido no sea muy claro.1 As mismo, son frecuentes los

    aforismos propios de la filosofa popular, esas sntesis metafricas que acercan los contenidos

    generales a las experiencias cercanas de las personas comunes en la vida cotidiana.2

    Finalmente, no es descartable el uso de coplas y versos de la tradicin popular, a veces

    extradas de canciones o poemas tradicionales y folclricos, para describir alguna situacin.3

    Esa es una manera segura de permanecer en la memoria de los receptores.

    b) la iconicidad, el uso de la imagen figurativa, por oposicin a la grafa abstracta del

    lenguaje alfanumrico. Esto es tpicamente lo que el sentido comn confunde con la

    imagen de los polticos. Aqu juega un papel primordial la apariencia fsica de los

    polticos, la expresin facial, el vestido, los escenarios en los que se mueven, los colores,

    la presentacin en primer plano o en planos generales, la mirada frente a las cmaras, el

    tono de voz en la radio y un sin nmero de aditamentos que los convierten en unas

    personas (porque lo central es la persona) afectivamente agradables o desagradables.

    c) las formas rituales de representacin o recreacin, esto es, la puesta en escena de los mitos

    originales, ya sean los de la tribu, los de la nacin o los nuevos mitos de la sociedad de

    masas; en este caso es muy importante la apreciacin que tenga el pblico de virtudes

    como el de ser un hombre de familia, buen padre, buen esposo, y ltimamente que sea

    honesto desde del punto de vista del manejo de los dineros pblicos. La aparicin de los

    polticos como hombres de hogar, trabajadores e incluso alejados de las drogas y del

    alcohol, la asistencia a misa, las habilidades deportivas, suelen presentarse como virtudes

    que reflejan la idoneidad del gobernante en una poca de supuesta prdida de valores

    morales colectivos.

    d) el relato como forma de organizacin del contenido, entendido este como narracin

    figurativa cuyo eje central es el de los personajes, sus acciones y sus conflictos o, en un

    sentido narratolgico, los hroes o personajes (helden, con ambos significados),

    personajes extraordinarios en algn aspecto (Gubern, 2000; Morales, 1999). No basta con

    que el candidato sea un buen hombre; en la sociedad actual es necesario que sea un

    1 Trabajar, trabajar y trabajar 2 Los abstencionistas son unas gallinas 3 Esto dijo el armadillo, subido en la palma de coco: ni me subo, ni me bajo, ni me quedo aqu tampoco.

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    hombre de poca, por consiguiente, tiene que presentar atributos de juventud o, en su

    defecto, de vitalidad a pesar de la edad y, sobre todo, tiene que ser un hombre de accin y,

    por consiguiente, exitoso. Los lderes fuertes son ms importantes, en la televisin, que los

    hombres sabios. Por ello hay que presentarlos haciendo algo en diferentes escenarios, pues

    no hay hroes sin acciones y sin triunfos.

    De esta matriz oral-icnico-relatista se compone lo que Gubern llama una cultura narrativa,

    la cual exige la presencia del mito y que es el componente central de lo que l llama la cultura

    meditica.

    Aqu no se trata de que la representacin sea falsa o verdadera y mucho menos de que esto sea

    bueno o malo para la cultura, como suele decirse, por ejemplo, de la poltica meditica, pues

    de lo que se trata, si se permite la expresin, no es de una verdad lgica ni de la rectitud tica

    sino de su autenticidad esttica, y, en cuanto representacin esttica, la funcin de los medios

    audiovisuales es la de proyectar al hroe con los recursos sintcticos y narrativos de que

    dispone el medio. En sntesis, se trata de lo que puede transmitir el cdigo de comunicacin y,

    por tanto, es lo que atae en principio al anlisis comunicacional propiamente dicho.

    Si nos atenemos todava a la definicin de cdigo, tendremos que el universo semntico o de

    contenido de la cultura meditica es ms cercano a la cotidianidad, al sentido comn, y resulta

    por fuerza que su contenido tiene que estar constituido aproximadamente por los siguientes

    elementos:

    a) lo mtico, es decir, las explicaciones sobrenaturales de los fenmenos naturales, sociales y

    personales; no se trata solamente del recurso a la voluntad divina, bastante comn entre

    nuestros polticos, sino del recurso a mitos como el de la nacin o el de la patria, el de la

    raza de la que estamos hechos, el de las jornadas histricas de las que hemos salido

    triunfantes y un sin nmero de referencias afectivas que hacen ver que hay una fuerza

    trascendente, ms all de los hombres comunes, que puede garantizar la felicidad; una

    especie de salvacin al final del sacrificio.

    b) lo imaginario , o sea los contenidos que den respuesta a los deseos manifiestos y latentes

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    de los sujetos, como producto de las carencias y privaciones de la vida real; en una

    palabra, el querer ser; el contenido o discurso poltico meditico se tiene que caracterizar,

    para ser exitoso, por la posibilidad del milagro, porque hay, como dijera Mara Cristina

    Matta, soluciones simples a problemas complejos; hay que hacer creer que todo es posible

    y que lo que falta es la voluntad del lder para llevar a cabo las realizaciones deseadas.

    c) lo afectivo, esto es, aquello que refuerce las simpatas y antipatas de los sujetos social e

    histricamente situados, as como la subjetividad, lo que el sujeto cree ser; el principal

    contenido en este caso es el de la fabricacin de un enemigo que haga clara la diferencia

    entre el ellos y el nosotros, no slo para cohesionarnos, sino para probarnos a travs

    de la derrota del enemigo; si no hay un culpable de los problemas no hay a quin vencer y,

    por consiguiente, no hay hroe, porque tampoco hay un villano. El mito del bien y el mal,

    representado a travs del relato del hroe y el villano, es lo que se llama la satanizacin

    del adversario.

    d) por ltimo, lo ldico, que tiene que ver con las posibilidades de simulacin, no slo de

    imaginacin. Quiere decir que se asiste a la poltica como se acude a un espectculo, a una

    representacin escnica de buenos y malos, en la cual el ciudadano no participa sino que

    es esencialmente espectador; es un consumidor que, adems, influye con su gusto en lo

    que ha de ser representado: en los medios hay que decir lo que la gente quiere or.

    Los contenidos de la poltica meditica son, pues, situacionales, es decir, reconocibles por su

    equivalencia o afinidad con la experiencia cotidiana, dentro de la cual se incluye la

    experiencia meditica, o sea aquello que es reconocible para los espectadores como

    representacin meditica, porque es lo que convencionalmente han aprendido a ver. Aqu no

    se est hablando de lo que es verdadero o falso, sino solamente de lo que es significativo para

    los sujetos en el mundo de la vida; adems, no se est hablando de sentimientos individuales

    sino de motivaciones, intereses y significaciones socialmente compartidos, pues de lo

    contrario no se podra hablar de una cultura, poltica o meditica. (Dahlgren, 2000: 314)

    Este tipo de mensaje genera un mecanismo de identificacin-proyeccin del pblico con los

    textos y los discursos mediticos, a travs de la empata o antipata afectiva con los hroes,

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    quienes en el mundo contemporneo son principalmente personajes exitosos y, por tanto,

    mediticamente visibles. De ah que los principales personajes mediticos sean los de la

    farndula, el deporte, los propios de los medios y finalmente los polticos, no en cuanto

    estadistas o administradores, sino en cuanto a su visibilidad, a su capacidad histrinica para

    adaptarse al lenguaje meditico (Luhmann, 2000: 75-92). Si los medios son ldico-afectivos;

    si los medios son espectculo porqu deben dejar de serlo cuando se trata de la poltica? El

    discurso poltico meditico no es predominantemente discurso poltico sino discurso

    meditico, y las posibilidades sintcticas del medio imponen las condiciones de posibilidad

    del contenido. Hasta aqu las incomprensiones de los tericos sociales, quienes esperan que la

    poltica meditica tenga el mismo rigor que el de las formulaciones polticas de los programas

    formulados por escrito para la discusin de pblicos raciocinantes.

    4. Los medios y los espacios de la esfera pblica

    Ahora bien; esto no es un rasgo exclusivo de lo meditico sino de todo lo masivo. La

    condicin espectacular no es exclusiva de los medios audiovisuales sino una caracterstica

    tambin de la poltica masiva de plaza pblica, de la asamblea, de la manifestacin callejera y

    dems actuaciones de la multitud. As sucede desde que la poltica se volvi asunto de las

    multitudes y no slo de los nobles y de los burgueses.

    En este sentido, el cambio no es slo social, no es slo en la composicin de la esfera pblica,

    sino que, si se tiene ya una multitud en las calles, apropiada hasta cierto punto de la ciudad

    (como ocurri en el Pars de 1848, cuando por primera vez aparecen barricadas), tambin se

    produce un cambio en la interaccin y en la comunicacin. Se pasa de aquella interaccin oral

    cara a cara entre pares que se lleva a cabo en los clubes y de una interaccin mediatizada por

    la escritura alfabtica y los medios impresos, a una interaccin dirigente-masa (perdonen por

    el trmino) que exige actuaciones escnicas y dramatrgicas del dirigente, puesto que ya se

    requiere, ms que provocar el juicio racional de los pares, despertar las adhesiones afectivas

    del pblico. Como bien lo advierte Thompson ...la idea de una democracia deliberativa es

    distinta...del modelo de democracia directa y representativa...En vez de animar a sopesar

    cuidadosamente las alternativas, las asambleas quiz despertaran las pasiones e indujeran a

    los individuos a tomar decisiones sobre la base de consideraciones que tienen poco que ver

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    con el juicio razonado. (1998: 329). En este caso, no hay un paso de la interaccin cara a

    cara a la mediatizada, sino un paso de la comunicacin escrita y de la conversacin ilustrada

    propia de la lite, a la comunicacin escnica e histrinica propia de la multitud masificada,

    diferencia sta que ya se anuncia en el conflicto entre Jacobinos y Girondinos, durante los

    primeros aos de la Revolucin Francesa, conflicto que se puede sintetizar diciendo que los

    primeros asumieron la accin directa de la muchedumbre para asegurar la revolucin,

    mientras que los Girondinos esperaban que, una vez destronado el rey, los ciudadanos se

    fueran a su casa y los asuntos del gobierno se resolvieran entre la Asamblea Nacional y el

    Ministerio.

    Este nuevo tipo de relacin comunicativa es el que se potenciara con los medios

    audiovisuales, los cuales tardaran todava medio siglo en aparecer. As que desde el punto de

    vista de los cdigos, el paso de la plaza pblica a los medios audiovisuales no es una ruptura

    sino una continuidad. Es un cambio tcnico, pero la tcnica en s misma no constituye un

    cambio cultural y menos uno social. Se argumentar que el medio de movilizacin popular en

    el siglo XIX era precisamente la prensa y por tanto la comunicacin era escrita, pero en esto

    tambin hay un equvoco desde el punto de vista de los cdigos. No toda la prensa es de lite,

    ni poltica, ni alfabtica*.

    La prensa de masas tuvo como atractivo la conocida literatura por entregas (antecesora de las

    telenovelas) que garantizaba la fidelidad de los lectores, modalidad que se inaugur en

    Inglaterra en 1719 con la publicacin de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe; ejemplo que

    habra de seguirse en Francia contando con la colaboracin de los escritores ms prestigiosos

    de la poca. La prensa entra as definitivamente en el terreno del entretenimiento masivo a

    travs de los relatos, sin desconocer su papel de identificador de las multitudes urbanas de

    trabajadores y desposeidos, a travs de lo que se conoci como prensa radical. Esta lgic a de

    masificacin se reforz con la reduccin del costo (prensa de un penique y luego de medio

    penique) a cambio de publicidad. En 1835 se produce por primera vez la reduccin del precio

    de un peridico a la mitad y comienza la financiacin por publicidad, respaldada por un gran

    nmero de lectores.

    * Se utiliza aqu alfabtica como sinnimo de ilustrada (referente a la Ilustacin), para evitar la confusin con la prensa ilustrada que se refiere a aqulla que incluye imgenes.

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    Pero la prensa de masas, ms que por su contenido poltico, ms que por las historias de

    entretenimiento y ms que por ser til en la vida urbana o por ser accesible en trminos

    econmicos para los ms pobres, lleg a ser tal por su evolucin hacia lo que se podra llamar

    una prensa icnica. En efecto, desde 1791 The Times inici la modalidad de los peridicos

    ilustrados con grabados en madera; pero fue entre 1830 y 1850 que esta modalidad se

    generaliz, coincidiendo con la financiacin publicitaria, con lo que el peridico entra de

    lleno en la tradicin popular, a travs, primero, de los relatos y, luego, de las imgenes, pero

    ya no como portador del pensamiento predominantemente racional o alfabtico. Estas

    posibilidades habran de ser reforzadas por el mejoramiento del papel y de las tcnicas de

    reproduccin de imgenes. De ah a la prensa amarilla (nombre debido a Yellow Kid,

    historieta publicada en Estados Unidos desde 1894), de grandes titulares e ilustraciones, slo

    hay un paso, pues, en rigor, no se necesita cultura letrada para acceder a esa informacin. Por

    su parte, la revista ilustrada, en el sentido de ilustraciones icnicas, es slo una versin

    econmica y socialmente ms refinada de la prensa popular, pero que culturalmente pertenece

    a la misma familia.

    En fin, la imprenta, aunque fue diseada como tcnica para la reproduccin en serie de la

    cultura alfabtica, lleg a ser colonizada por la cultura icnica y el relato, lo que muestra bien

    la diferencia entre una tcnica y una cultura, pues su correspondencia no es exacta parte a

    parte, como ocurre tambin con la tcnica digital electrnica. Como dicen Briggs y Burke, la

    revolucin de la imprenta no dependa nicamente de la tecnologa; para expandirse, la

    imprenta necesitaba condiciones sociales y culturales propicias. (2002: 28). Por tanto, una

    tcnica, aunque tenga una vocacin cultural preferente, no puede resolver los problemas de la

    desigualdad cultural (ms bien puede reforzarlos) y menos los de la dominacin poltica, pues

    stos no son problemas tcnicos sino justamente polticos, como lo demuestran las luchas por

    la prensa libre en Europa ya desde el siglo XVIII.4

    En consecuencia, los medios masivos audiovisuales no son tanto un sustituto para la cultura

    letrada sino para la cultura icnica y de relato que ya circulaba por los medios impresos,

    habida cuenta de que son las publicaciones que difunden este tipo de cultura las que alcanzan

    4 Para una historia de la prensa y su papel poltico en Inglaterra, ver CURRAN, James (1981: 222-261).

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    una cobertura realmente masiva y mayoritaria en las sociedades del siglo XX.

    Cul es entonces la diferencia? No hay continuidad entre la prensa y la radio-televisin,

    pero s hay continuidad entre la comunicacin masiva callejera y la comunicacin masiva

    meditica audiovisual. La masa es un fenmeno nuevo y no tiene que ver con las lites

    anteriores; por eso, la comunicacin masiva tampoco tiene que ver con la comunicacin de las

    lites. Entonces la diferencia principal entre la poltica de plaza pblica y la poltica meditica

    radica en el uso de una tecnologa expansiva que afecta fundamentalmente las condiciones de

    recepcin, el componente espacial de la esfera pblica (Wolton, 2000), pero no esencialmente

    el carcter del texto.

    En efecto, gracias al poder expansivo de la radiodifusin y luego de la televisin, cambian los

    soportes y las condiciones fsicas en que se emite y se recibe el mensaje, pero no cambian los

    cdigos. Los cambios se pueden sintetizar as:

    1. Lo privado deviene en pblico. El mensaje se pude emitir desde un espacio privado,

    pero dada la funcin del espacio o del emisor, ste deviene en pblico. Ya no es

    necesario aparecer de cuerpo presente entre el pblico para tener figuracin pblica. El

    estudio, el hogar, el sitio de trabajo, pueden ser escenarios pblicos.

    2. Lo pblico se hace privado. El mensaje que est destinado a ser pblico, del dominio

    general, se recibe, sin embargo, en un ambiente de privacidad individual, familiar o de

    allegados, pasa a ser absolutamente contextual (Calles Santillana, 1999: 55) y, por

    consiguiente, su significado estar determinado por disposiciones, intereses, estados

    de nimo del individuo y no de la colectividad a la que supuestamente ms le debe

    interesar.

    3. Lo colectivo se hace individual. Lo que esto significa para el proceso de la

    comunicacin poltica es, en el caso de la recepcin masiva y multitudinaria, que sta

    es en s misma un acto de accin poltica manifiesta, de adhesin o de rechazo, con

    efectos inmediatos; en cambio la recepcin individual supone una separacin entre

    comunicacin y accin poltica y sta, la accin poltica, no necesariamente se

    produce.

    4. Lo activo se hace pasivo. Como consecuencia del anterior desplazamiento, y pese a la

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    sobre valoracin hoy en boga de la actividad del receptor, en trminos de accin

    poltica, la recepcin del mensaje meditico es pasiva en comparacin con la actividad

    que representa el solo hecho de que se est asistiendo al acto poltico de plaza pblica.

    5. La interaccin espacio-temporal se reduce con esto a interaccin temporal (si no se

    difiere tambin), con lo que se pierde el efecto sinrgico del actuar juntos (se pierde el

    espesor del presente); de este modo, el todo no llega a ser ms, e incluso puede ser

    menos, que la suma de sus partes y el ciudadano no llega a potenciarse como fuerza

    poltica. En esencia, el ciudadano sale de la lucha poltica, la cual queda reducida a la

    pugna entre quienes tienen poder para controlar los medios, mientras que el ciudadano

    queda reducido a la condicin de espectador.

    En cambio s hay una continuidad entre la esfera pblica elitista de la primera modernidad

    y la esfera pblica elitista de hoy, desde el punto de vista de los cdigos, ya sea por la

    prensa, los libros, la academia o internet. En consecuencia, la poltica activa y pluralista, o

    est en las calles o est en las discusiones de lite, fuera de los medios masivos, y slo

    cuando los grupos subordinados logran peso poltico entran a hacer parte del nuevo

    espacio pblico meditico, porque logran disputar el control de los medios.

    5. Los extravos de los comuniclogos

    En el otro extremo nos encontramos con una excesiva complacencia de los comuniclogos,

    quienes, al explicar las diferencias desde las caractersticas de los medios, se solazan con la

    creencia de que hoy toda la poltica se puede reducir a lo que stos emiten y, por tanto, de que

    el secreto de la democratizacin est en las posibilidades mediticas de los sujetos sociales.

    Para esto me valdr de dos elaboraciones recientes de John B. Thompson: la primera, referida

    a las transformaciones de la visibilidad (1998: 161-197); la segunda, como corolario de la

    visibilidad, al significado o la importancia del escndalo poltico (1999: 11-46).

    Como consecuencia del aumento de la visibilidad, todos los actos de los polticos se vuelven

    ms visibles, ms pblicos y, por tanto, los polticos estn ms expuestos al escrutinio

    pblico. Con ello, se insina, estamos ante una sociedad ms abierta, ms deliberativa y, por

    consiguiente, posiblemente ms democrtica. As mismo, cualquier persona estara en

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    condiciones de hacer circular sus discursos mediticamente y, por esa va, participar en

    igualdad de condiciones en el debate pblico y hacer valer sus intereses. Este enfoque no tiene

    en cuenta la relacin de los medios con la estructura social y de poder, pues supone unos

    medios aislados de las luchas de intereses, por encima del conflicto y, por tanto, por encima

    de las relaciones de poder.

    Si asumimos las caractersticas del lenguaje meditico antes mencionadas, tendremos que

    asumir tambin que lo que se hace a travs de ellos es contar historias o relatos. Dichos

    relatos deben tener, para acomodarse a las condiciones ldico-afectivas del medio, personajes

    sobresalientes, esto es, de alguna manera exitosos. Cuando nos quejamos de que los medios

    audiovisuales no hacen diferencias entre lo importante y lo interesante (Herrera y Ramrez,

    2003); de que le dan el mismo peso a una masacre en el Medio Oriente o en Colombia, que a

    un desfile de modas; o a una modelo que a un Jefe de Estado, nos estamos olvidando de que

    ambos son equiparables al menos en un sentido: ambos personajes tienen la categora de

    hroes (en el sentido de personajes de relato), puesto que cada uno en su campo es un

    personaje exitoso.

    Pero aqu viene la diferencia: aunque el xito en la poltica, como en el campo del modelaje o

    del deporte, consiste en el triunfo sobre otros, otros que a la vez no alcanzan la visibilidad, no

    obstante, en la poltica el xito consiste en alcanzar algn poder, es decir, en el campo de la

    poltica se es mediticamente visible en cuanto se ha alcanzado algn grado de supremaca o

    dominio sobre otros, en cuanto se ha alcanzado algn grado de representatividad poltica,

    como poder establecido o como contrapoder latente o manifiesto. De esto se desprende que es

    el estar investido de algn tipo de poder lo que hace a los polticos visibles y no la visibilidad

    la que hace a los poderosos (Cfr. Thompson: 1998).5 Las personas comunes no pueden, pues,

    cambiar las relaciones de poder hacindose visibles, e incluso se pueden hacer

    circunstancialmente visibles, pero por ello no se empoderan, como ocurre en el caso de los

    conflictos sociales y de las tragedias. En cambio, hay poderosos que no son en absoluto

    visibles, como ocurre en Colombia con la mayora de los senadores, quienes no tienen ni de

    lejos la categora de personajes mediticos y ms bien la evitan.

    5 Thompson define el poder como la capacidad para actuar de acuerdo a la consecucin de los propsitos e intereses de cada uno, la capacidad de intervenir en el curso de los acontecimientos y de afectar a sus resultados. (1998: 29)

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    En qu radica, entonces, la transformacin de la visibilidad? Ese cambio no radica, como lo

    plantea Thompson, principalmente en la transformacin de los medios sino en la

    transformacin de las relaciones de poder. No es por la aparicin de un nuevo medio que la

    visibilidad se ampla a nuevos sectores sociales, sino justamente por la aparicin de nuevos

    sectores sociales con cierto poder que es el que los hace relevantes en la esfera pblica. Ah s,

    como dice Thompson, la visibilidad se ampla a travs de la posibilidad tcnica que ofrece la

    imprenta para hacer circular libros, panfletos y peridicos. Pero sta no es la causa, sino que

    la causa hay que buscarla en el hecho de que existen nuevos sectores sociales con poder para

    cuestionar el poder establecido; en el hecho de que la lucha por el poder poltico se sale de la

    esfera de la Corte y la Iglesia y se extiende a otros sectores sociales excluidos de l (la

    burguesa), sectores que tienen la posibilidad de utilizar los mismos recursos de los poderosos,

    pues, como se sabe, la imprenta fue un instrumento de propaganda tambin de los reyes y de

    la iglesia (Nez de Prado, 2002: 148-151). Ya Richelieu escribe Habermas (1994: 60)-

    posey...un vivo sentido para el aprovechamiento del nuevo instrumento. Era protector del

    peridico estatal fundado en 1631 por Renaudot, peridico que es el modelo inspirador de la

    Gazzette of London, aparecida en 1665 bajo Carlos II.

    Adems, la burguesa es portadora de una cierta cultura secular expresada en el humanismo,

    la ciencia y el arte, los cuales circulan ya como saberes alternativos a la teologa. Pero la

    imprenta como tcnica y la escritura alfabtica como cdigo no son de uso exclusivo de la

    burguesa; tambin fueron un arma en manos de la Reforma y de la Contrarreforma, de la

    nobleza y del clero y, por supuesto, un instrumento para las discusiones polticas. As que

    para aprovecharse de la imprenta se necesita primero que todo tener posibilidades de

    econmicas y culturales para hacer circular mensajes propios y esto es lo que posee la

    burguesa. Es decir, ella tiene la posibilidad de hacerse visible porque ya ha adquirido alguna

    relevancia poltica, social y econmica, adems de la cultural. Por eso puede competir en

    visibilidad con los otros poderes claramente visibles que son la Iglesia y la Corte real. No de

    otra manera se explica la intensa agitacin ideolgica y poltica que precedi a la Revolucin

    Francesa, sino es por el inters y la capacidad de otro sector social de disputarles el poder a la

    nobleza y al clero.

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    Una de las consecuencias de esa creciente visibilidad de los poderosos es la del escndalo

    poltico. El escndalo poltico, en tanto nueva categora de anlisis, definido por Thompson

    como referido a acciones o eventos que envuelven cierta clase de transgresiones las cuales

    son conocidas por otros y son suficientemente serios para provocar un respuesta pblica.

    (1999: 15). El escndalo poltico es uno de los principales mecanismos de los que se vale la

    sociedad moderna para garantizar cierto grado de transparencia en el manejo de los asuntos

    del Estado. Los ejemplos sobra mencionarlos y basta recordar el caso paradigmtico de Water

    Gate.

    Pero a quin afecta el escndalo poltico? No es el ciudadano comn y annimo el que se ve

    sometido al escrutinio pblico a travs de los medios sino justamente aquel ciudadano que se

    encuentra investido de alguna funcin de poder y cuyas actuaciones pueden, por tanto, afectar

    al conjunto de la sociedad. Slo entonces sus delitos o contravenciones, sus actos inmorales o

    ilegales, se vuelven objeto de denuncia pblica y, por consiguiente, devienen en escndalo

    poltico. Su vida privada se vuelve pblica precisamente porque tiene, o aspira a tener,

    funciones polticas pblicas.

    Ahora bien, quin est, por otro lado, en condiciones de crear un escndalo poltico?

    Tampoco es el ciudadano comn quien tiene el poder y la competencia para convertir en

    objeto de debate la actuacin de un poderoso. Los escndalos surgen porque hay otros con

    cierto poder, con cierto acceso a la informacin y con cierto poder de difundir la informacin,

    es decir, cierta visibilidad, que estn interesados en crear el escndalo y debilitar el poder del

    afectado. En una palabra, la visibilidad hace visibles las luchas por el poder entre los

    poderosos (incluyendo los propios medios de comunicacin), pero no crea poderes de la nada

    (Ruiz Franco y otras, 2002). Cuando se dice que los medios pueden fabricar un candidato o un

    presidente, lo cual es bastante discutible, se olvida mencionar que lo podran hacer porque

    precisamente ellos son un poder en las sociedades contemporneas, pero no un poder moral, o

    cvico, como dulzonamente se piensa, sino un poder econmico y, por tanto, poltico.

    As que el ciudadano comn y annimo no sufre ni crea los escndalos polticos, porque l no

    es visible, porque no es poderoso; slo asiste a ste como espectador, en cuanto receptor,

    porque no est en sus manos ni cambiar los protagonistas ni decidir el resultado, puesto que

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    no tiene ningn control sobre los mecanismo del poder y, por tanto, tampoco visibilidad en los

    medios. Es pues puramente un espectador del espectculo meditico llamado escndalo

    poltico. El ser espectador no es suficiente para una sociedad democrtica.

    Pero la mayor extravo de los comuniclogos consiste en la creencia de que el escndalo

    poltico hace frgil el poder y que, por consiguiente, las relaciones de poder cambian

    fcilmente en una sociedad gracias a la visibilidad y a los escndalos polticos. Aqu el primer

    traspi sociolgico consiste en creer que el poder es un asunto personal y no una funcin o

    una relacin, dependiendo de la teora que se asuma. En todo caso, el poder es estructural y en

    la modernidad, si algo caracteriza a la poltica, es precisamente la separacin entre la persona

    y la funcin y, adems, la existencia de adscripciones sociales independientemente de la

    condicin individual; es decir, se puede pasar de una clase a otra, de una zona rural a una

    urbana, y ello no cambia la existencia de las clases o de la divisin urbano-rural. Si se asume

    que el escndalo poltico hace frgil el poder es porque se cree que el poder es una cosa que

    posee alguna persona y no una relacin estructural entre grupos sociales.

    En este sentido, el caso clsico de Water Gate es ejemplar: despoj del poder a un individuo,

    pero no nos liber del programa de guerra del Partido Republicano, el cual ms bien se

    fortaleci; no nos libr de Reagan y su Guerra de la Galaxias y la invasin a Granada;

    tampoco de Bush y la Guerra del Golfo; ni de Bush Jr. con su Escudo Antimisiles y su guerra

    contra el mal. Ello no cambi ni el poder del Partido Republicano ni mucho menos el poder

    de los sectores econmicos y sociales ligados a su programa, los cuales ms bien han

    resultado fortalecidos en las ltimas dos dcadas, justamente despus del escndalo.

    Cmo explicar esta falta de coherencia entre una situacin adversa para una personalidad y

    una situacin de resurgimiento de un programa poltico? La lengua inglesa tiene dos palabras

    distintas para designar a dos tipos de personajes con funciones polticas distintas, a saber: el

    Politician y el Policy Maker. El primero es el tpico personaje meditico, el personaje en

    sentido estricto, el que tiene que demostrar sus capacidades histrinicas para desempearse en

    los medios y para lograr adhesiones afectivas. Tiene que decir lo que el pblico quiere or y

    hacer lo que el pblico quiere ver. El segundo se encarga en rigor de disear la poltica, de

    pensar lo que efectivamente se va a hacer en el gobierno. El primero tiene que ejercer lo que

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    en trminos weberianos sera una autoridad carismtica, mientras el segundo es el poseedor de

    la autoridad tcnico-burocrtica. La creciente discrepancia entre los programas exhibidos en

    la pantalla y el micrfono y las ejecutorias del gobierno no son ms que el resultado de esa

    discrepancia de funciones. Quienes disean la poltica suelen ser por regla general los menos

    visibles. Los primeros son fungibles, estn sometidos a la popularidad que depende de la

    visibilidad positiva o negativa en los medios; los segundos son ms permanentes, pueden

    pasar de un gobierno a otro sin sonrojarse, pues, en trminos generales, en las democracias

    latinoamericanas sobre todo, el cambio de poltica de un gobierno a otro no suele ser

    significativo.

    Estas dos categoras desde luego no son ms que una suerte de tipos ideales, pues hay casos

    paradigmticos para una y otra situacin y tambin hay personajes que renen ambas

    caractersticas. El caso tpico del politician sera en Colombia el de Andrs Pastrana, quien,

    aparte de salir en televisin no tiene ninguna otra competencia; el caso tpico del policy maker

    sera el de Allan Greenspan en Estados Unidos, quien solamente tiene que tomar decisiones

    de gran calado poltico, pero no tiene que salir a conseguir votos. De hecho, ha pasado por

    tres presidentes sin que su funcin se transforme. En cambio un presidente como Fernando

    Enrique Cardoso reuna ambas competencias.

    6. El control de los medios y la democracia

    Aqu habra que empezar por lo tcnico. Si entendemos los medios tcnicos como el sustrato

    material de las formas simblicas, esto es, los elementos materiales con los que, y a travs de

    los cuales, la informacin o el contenido simblico se fija y transmite de un emisor a un

    receptor. (Thompson, 1998: 36-37), entonces el itinerario que stos han seguido sera: de la

    oralidad (primer medio tcnico consistente en el aparato fontico) a la escritura, y de sta, en

    la modernidad, a la imprenta; de esta ltima el paso es hacia las tecnologas expansivas

    elctricas, ya sean stas abiertas (hondas hertzianas), o cableadas, o mixtas. Es decir, hay un

    paso de los medios orales a los impresos y de stos a las telecomunicaciones con las que hoy

    contamos.

    La importancia poltica de esto es sustancial. Es un hecho que ningn Estado o gobierno

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    puede controlar la oralidad; difcilmente pude controlar todas las imprentas, aunque los

    regmenes absolutistas trataron de hacerlo desde el principio (Curran, 1981); pero al llegar a

    las telecomunicaciones es tcnicamente posible y hasta necesario su control: si se trata del

    espectro electromagntico, porque es un recurso limitado; y si se trata de las conexiones

    cableadas o de los satli tes, porque son un monopolio natural (Herscovici, 1999: 53-56),

    puesto que resulta econmicamente irracional extender varios cableados o lanzar varios

    satlites, si uno solo puede cumplir las mismas funciones. Por eso en principio el Estado

    asumi el control fsico-tcnico de estos medios. Adems, en un principio, el costo de

    adquirirlos supera la capacidad de cualquier inversionista privado.

    Tenemos as dos sistemas tcnicos: el de la imprenta, no absolutamente controlable, y el de

    telecomunicaciones, absolutamente monopolizable. El debate se ha centrado en forma

    maniquea en el control que el Estado o el poder poltico pueden ejercer sobre los medios a

    travs de su control tcnico y econmico y entonces la democratizacin viene a ser el traslado

    de ese control a los particulares, que algunos se atreven a llamar sociedad civil, incluyendo a

    las organizaciones que, como las Cmaras de Comercio, representan a las corporaciones del

    capital y hasta a las propias empresas (Mattelart, 2003: 130); es decir, la democratizacin se

    llama privatizacin (Cal, 2002). Hasta aqu llega el debate sobre la libertad de expresin y el

    derecho a la informacin, con lo que ya estaramos en el mejor de los mundos, puesto que los

    sistemas pblicos de comunicacin ya son cosa del pasado en la mayora de los pases. Sin

    embargo, hemos pasado de monopolios pblicos a monopolios u oligopolios privados, dado el

    alto costo de ingreso a ese mercado; hemos pasado del control del Estado, al control del

    capital, pues mientras hay regulaciones que impiden que el Estado controle la informacin, no

    hay ninguna que impida que los accionistas o propietarios censuren o manipulen mediante

    presiones a los periodistas y realizadores (Curran, 2000), o que les impida utilizar el control

    de los medios para defender los intereses particulares de un grupo econmico.

    A travs de este proceso de privatizacin, los medios se van volviendo cada vez ms

    homogneos ideolgicamente, como lo demostraban recientemente Sunkel y Geoffroy para el

    caso de Chile, cuando afirmaban que all haba un empresariado ideolgicamente

    homogneo, educado en una matriz ideolgica neoliberal y en un conservadurismo

    valrico... (2001: 115). Pero la relacin puede ser ms bien la contraria, es decir, la de que

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    los sectores ideolgicamente ms conservadores son los que han llegado a controlar los

    medios de comunicacin en Amrica Latina, justamente porque representan los capitales ms

    poderosos. Sin embargo, la causa de que lleguen a ser ideolgicamente homogneos radica en

    que los medios han devenido bsicamente en empresas y han dejado de ser instituciones

    propiamente dichas6 y, por tanto, no pueden representar objetivamente intereses plurales sino

    slo los intereses corporativos y, por consiguiente, los proyectos ideolgicos y polticos que

    protejan y potencien dichos intereses.

    Tal vez esto sirva de explicacin a Garca Canclini para su preocupacin, consistente en

    entender cmo las fuerzas hegemnicas vienen logrando situarse en los escenarios

    estratgicos de la economa, la poltica y las comunicaciones donde se transformaron las

    sociedades de esta segunda mitad del siglo XX. (1995: 28). Pero el mayor extravo en la

    discusin es que, segn l: En contraste, registramos la incapacidad de los movimientos de

    izquierda, socialistas o simplemente democrticos para actuar en esos escenarios decisivos,

    mientras se pasaron discutiendo donde la lucha no se estaba dando o repitiendo argumentos

    de temporadas anteriores...los debates de inters pblico y la construccin de alternativas

    deban hacerse tambin en los medios electrnicos, donde se informan las mayoras. (Garca

    C., 1995: 28). El rompecabezas que pretende armar es bastante similar a si nos preguntramos

    si los ricos son ricos porque tienen dinero o tienen dinero porque son ricos. La respuesta es

    tautolgica: pues precisamente por eso, porque son hegemnicos, porque tienen poder,

    aquella capacidad antes mencionada de incidir en los acontecimientos de que habla

    Thompson, es por lo que esos sectores se sitan en los escenarios estratgicos, incluyendo los

    medios, pues pueden comprarlos cuando se privatizan. Y esa es tambin la razn por la cual la

    izquierda no est en los medios electrnicos: si tuviera poder poltico y econmico no sera

    izquierda en los pases capitalistas. Y, desde luego, los temas que discute la izquierda estn

    pasados de moda en los medios, pues a los dueos del capital, que son los dueos de los

    medios, no les interesan esos temas de la pobreza, la desigualdad, la persecucin poltica a la

    izquierda, etc.

    6 Castells diferencia las empresas u organizaciones de las instituciones, en los siguientes trminos: Por organizaciones entiendo sistemas de recursos que se orientan a la realizacin de metas especficas. Por instituciones, organizaciones investidas con la autoridad necesaria para realizar ciertas tareas especficas en nombre de la sociedad. (Castells, 1999: 180).

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    sta es una nueva versin del relato de la neutralidad de los medios o de la sociedad sin

    sujetos. De esto puede resultar que la exclusin social y la democracia restringida no son

    problemas estructurales del capitalismo tardo sino culpa de la incapacidad histrinica de la

    izquierda para actuar en los medios. La incapacidad de la izquierda no es histrinica, sino

    incapacidad econmica para hacerse a medios privatizados y monopolizados por el capital. En

    estos trminos es obvio que la izquierda est fuera de la lucha que se da en los medios entre

    grupos econmicos por el control del mercado y de la audiencia. En cambio sigue actuando en

    los nicos espacios mediticos posibles: los medios impresos e internet.

    A qu llegamos entonces? A que afirmaciones trascendentales como la de que ...la

    comunicacin abierta, horizontal y libre es esencial para la existencia y el funcionamiento de

    una sociedad democrtica (Rota, 2001: 88) suenen francamente candorosas, pues la relacin

    es justamente al contrario. La confusin radica en que creemos que los medios son un espacio

    de la esfera pblica, cuando en realidad son uno de los sujetos actuantes en ella, y no slo uno

    ms, sino el ms poderoso, por ahora, puesto que combina poder ideolgico con poder

    econmico y, gracias a ellos, tambin poder poltico e incluso militar, pues son el sujeto social

    al que ms se inclinan los poderes del Estado. Miremos el caso extremo de Fujimori, pero si

    ste no es suficiente, miremos el otro caso extremo de Venezuela, donde los medios se han

    convertido en la principal fuerza de oposicin y subversin contra un gobierno que no

    favorece sus intereses. Sin embargo, este caso tambin demuestra que hay ms espacios y ms

    sujetos en la esfera pblica poltica que los propios medios, pues de no ser as no se explica de

    dnde habra sacado fuerza poltica el gobierno actual de ese pas.

    El espacio de la esfera pblica no est pues en los medios como se cree. Adems, pedirles a

    stos que se democraticen es pedir que llegue la democracia a la empresa capitalista, o sea

    pedir que se autodestruya el capitalismo. La esfera pblica democrtica est, por tanto, fuera

    de los medios; o lo que es lo mismo, ellos participan en la esfera pblica poltica porque ahora

    son slo un sujeto junto a otros que pueden llegar a tener poder, pero no son un campo

    neutral. La democratizacin de los medios hay que buscarla, por tanto, en la democratizacin

    de la sociedad y no al contrario; y esto se decide en la poltica, no en los medios.

    Con los procesos actuales hemos lle gado, si se considera slo el espacio meditico, a una

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    nueva versin de la esfera pblica burguesa del siglo XVIII, as como estn de moda los

    principios econmicos del mismo siglo. Dnde estn las posibilidades de un espacio

    meditico plural, deliberativo y democrtico? Paradjicamente, en aquel espacio que se ha

    descalificado como elitista: el de los medios impresos e internet, los nicos, por lo dems,

    donde sigue actuando la izquierda. Las razones son simples: i) tcnicamente, se puede escapar

    al monopolio del Estado o del capital7; ii) econmicamente, se puede tener acceso a algn

    mecanismo de emisin a bajo costo para los sectores sociales y polticos marginados del

    capital y del poder del Estado8; iii) ideolgicamente, se pueden expresar, y de hecho se

    expresan, sectores distintos al neoconservadurismo poltico y el neoliberalismo econmico; y

    iv) culturalmente, se pueden discutir contenidos racionales a travs de cdigos alfanumricos

    (Dahlgren, 2000: 322-23). Coincidencialmente, este nuevo espacio meditico est limitado

    por los mismas barreras de la esfera pblica burguesa del siglo XVIII: las del dinero y la

    educacin (Bolao, 1999). Ninguna de estas condiciones las ofrecen los medios audiovisuales

    y menos la televisin.

    7. Conclusin

    Los tericos sociales se equivocan cuando pretenden que en los medios electrnicos se

    desarrollen los debates polticos en los trminos racionales que sera deseable para una

    sociedad bien informada, porque desconocen la naturaleza de los cdigos mediticos. Los

    tericos de la comunicacin se equivocan cuando esperan que en los medios electrnicos se

    representen todos los intereses econmicos y polticos de la sociedad, porque desconocen la

    estructura de clases y el lugar que ocupan los medios en dicha estructura.

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