13
La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado a Tomás por detrás y lo está sujetando con la rodilla. A Tomás le cuesta respirar. Pero, de repente, haciendo acopio de todas sus fuerzas, Tomás se recupera, sorprende a Diego, que cae hacia un costado, luego al suelo, y Tomás lo agarra con las piernas y le bloquea la cabeza con el codo. Diego se queda quieto: ha perdido. ¡Cuánta violencia!... ¡Qué guay! A Tomás y a su padre les encanta pelearse, y cuanto mayor se hace Tomás, más divertido resulta. Diego ya no pierde a propósito, se pelea de verdad, a fondo. Tomás no finge, realmente quiere ganar a su padre. Aunque a veces se hacen daño, les encanta. Cuando estamos con gente a la que queremos y que nos quiere, en la que tenemos confianza, pueden gustarnos los juegos violentos. Solo son juegos. Campeón del mundo, medalla de oro Los hombres han inventado deportes que los países, las regiones, las ciudades y los pueblos pueden utilizar para luchar los unos contra los otros. Organizan campeonatos, copas del mundo, y por supuesto, Juegos Olímpicos. Es como si estas competiciones fuesen inventos para sustituir a las batallas, como si estuviesen ahí para que las personas puedan pelearse siguiendo unas reglas, con árbitros que controlan la violencia. Luchar con balones, pesas, raquetas, en estadios, campos, plazas... siempre será mucho mejor que luchar en los campos de batalla con tanques, fusiles y bombas...

¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

  • Upload
    others

  • View
    13

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

La violencia y la no-violencia

¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay!

Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado a

Tomás por detrás y lo está sujetando con la rodilla. A Tomás le cuesta respirar.

Pero, de repente, haciendo acopio de todas sus fuerzas, Tomás se recupera,

sorprende a Diego, que cae hacia un costado, luego al suelo, y Tomás lo agarra

con las piernas y le bloquea la cabeza con el codo. Diego se queda quieto: ha

perdido.

¡Cuánta violencia!... ¡Qué guay! A Tomás y a su padre les encanta pelearse, y cuanto

mayor se hace Tomás, más divertido resulta. Diego ya no pierde a propósito, se pelea de

verdad, a fondo. Tomás no finge, realmente quiere ganar a su padre. Aunque a veces se hacen

daño, les encanta.

Cuando estamos con gente a la que queremos y que nos quiere, en la que tenemos

confianza, pueden gustarnos los juegos violentos. Solo son juegos.

Campeón del mundo, medalla de oro

Los hombres han inventado deportes que los países, las regiones, las ciudades y los

pueblos pueden utilizar para luchar los unos contra los otros. Organizan campeonatos, copas

del mundo, y por supuesto, Juegos Olímpicos. Es como si estas competiciones fuesen inventos

para sustituir a las batallas, como si estuviesen ahí para que las personas puedan pelearse

siguiendo unas reglas, con árbitros que controlan la violencia. Luchar con balones, pesas,

raquetas, en estadios, campos, plazas... siempre será mucho mejor que luchar en los campos

de batalla con tanques, fusiles y bombas...

Page 2: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

Los Juegos Olímpicos de las cartas de amor

Sin embargo, muchos de estos deportes siguen siendo violentos, provocan sufrimiento.

Los deportistas se lesionan y a veces arriesgan sus propias vidas.

Un jugador de rugby tiene dos dientes rotos, porque ha perdido su protector

dental en una jugada y le han dado un golpe en toda la mandíbula. Otros tres

jugadores del equipo tienen sangre en la cara. El boxeador está tendido en el

suelo, no se mueve, el árbitro anuncia el final del combate: el jugador está K.O.

Las personas no han inventado los Juegos Olímpicos para concursar por el ramo de

flores más bonito, ni por la carta de amor más dulce, ni por el jardín mejor cuidado. Los

grandes encuentros deportivos suelen imitar la violencia.

“La Juventus contra el Liverpool: 39 muertos, 6OO heridos. ¿En qué batalla?

¿En qué guerra? En Historia nunca me han ensenado eso.”

No nos referimos a una guerra. Nos referimos a un partido de fútbol entre el club de una

ciudad italiana y el de una ciudad inglesa, un partido que tuvo lugar en Bélgica. Los aficionados

de la Juventus se pelearon contra los del Liverpool. El resultado fueron 39 muertos y 600

heridos. El estadio de fútbol se convirtió en un auténtico campo de batalla. Los espectadores

se comportaron como soldados y el partido se transformó en su propia guerra. El partido ya no

imitaba una batalla, sino que era una batalla en la que la violencia del juego se convirtió en

violencia de verdad. A veces, al organizar espectáculos violentos jugamos con fuego.

Siempre tenemos algo de miedo

Al volver de una fiesta por la noche, Noemí aparca el coche en el sótano

tercero del aparcamiento. Antes de apagar los faros, comprueba que lleva el bolso

cerrado y mira a su alrededor. Siempre tiene algo de miedo cuando llega tarde.

Es el primer partido de fútbol importante al que va Pablo. La muchedumbre

le impresiona, hay gente que está gritando cerca de él. Pablo aprieta la mano de

su padre, está un poco inquieto.

Se ha anulado la excursión con clase: esta tarde hay una gran manifestación

contra el gobierno y la maestra ha preferido elegir otro día para salir.

Noemí, Pablo y la maestra están inquietos. Sin embargo, no ocurre nada. Es más, la

mayoría de las veces no ocurre nada: hace años que Noemí vuelve a casa sin problemas, el

padre de Pablo ha ido a decenas de partidos de fútbol sin ningún contratiempo, la mayoría de

las manifestaciones se desarrollan con tranquilidad. Pero todos vivimos momentos de

Page 3: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

inquietud o de miedo: en medio de la muchedumbre, al

caminar solos en la oscuridad, al cruzamos con alguien que

nos parece raro. Tenemos miedo de que, súbitamente, surja la

violencia. Los animales que viven en libertad no se ponen de

repente a destruir los árboles, a atacar y a matar con violencia.

Los que conocen bien a los animales saben cuándo atacan y

cuándo no, hasta dónde se pueden acercar a ellos sin peligro,

de qué manera, en qué época del año, etc.: pueden prever sus

reacciones agresivas. Sin embargo, es imposible hacer este

tipo de previsiones con los humanos: la violencia espontánea

es un comportamiento humano. Esa es la razón por la que

tenemos cierto miedo a la violencia, siempre encendida como una pequeña lámpara.

¡Ha empezado él!

La maestra de infantil entrega una hoja a cada niño. En todas ha dibujado

un círculo con un compás. “Repasad el círculo con las pinturas, sin saliros.

Empezad con el azul marino, luego con el turquesa y acabáis con el azul celeste”,

les explica la maestra.

Irene coge su pintura azul marino y mira el círculo.

“¿Dónde está el principio?”, pregunta la niña.

¡No hay principio! Ni Irene ni la maestra podrán encontrarlo. En un círculo es imposible

saber dónde está el principio y el final.

Dos alumnos se están pegando. Hay puñetazos y

patadas por todas partes. Llega el maestro.

Ya sabemos qué va a ocurrir: “¡Ha empezado él!”, y

luego: “¡Mentira, ha sido él!”. Nos imaginamos el diálogo: —

Sí, pero es porque él me ha insultado. –Me ha llamado gordo.

–Porque me ha quitado mis chucherías. –Pero, ¿desde

cuándo las chucherías son suyas? Yo también tenía. –

Mentira. –Con él no se puede hablar. Siempre me pega. –Pero

si ha sido él quien me ha empujado contra la pared. –Pues que no me hubiese mirado así. –

Claro, me ha insultado..., etc.

Y le damos vueltas y vueltas y podríamos seguir así durante días años, siglos. Nunca

encontraremos el principio ni el fin: estamos atrapados en un círculo, el círculo de la violencia.

El profesor, igual que Irene, no encontrará el principio. De nada sirve decir: “Empecemos por el

principio.” Las discusiones siempre giran en círculos... y la violencia continúa.

Page 4: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

Una mirada rara

En los torrentes, suele haber torbellinos de agua. El agua gira sobre sí misma, muy

rápidamente, y es muy peligroso. De lejos, parece que es una corriente pequeña, fácil de

cruzar. Pero si nos metemos, no podemos volver a salir: nos vemos aspirados hacia el fondo, y

nos hundimos, ni siquiera el mejor de los nadadores puede salvarse. La única forma para no

hundirse es mantenerse lejos del torbellino.

Una mirada rara que provocó una sonrisa burlona, una mirado burlona que

engendra un insulto, un insulto que da lugar a un empujón, un empujón que

provoca una bofetada, una bofetada que origina un puñetazo, un puñetazo que

conlleva dos cabezazos, dos cabezazos que hacen que salpa una navaja de la

cazadora...

En el círculo de la violencia, estamos como dentro de un torbellino: aspirados,

arrastrados, incapaces de salir. La única forma para no ser arrastrados es no entrar en el

torbellino. Por eso, tan pronto como detectamos el más mínimo indicio de violencia, hay que

negarse a entrar en ella.

Una alerta anti-violencia

“Hemos logrado apagar el fuego antes de que fuera demasiado tarde.

Alguien nos ha avisado inmediatamente: ha sido un reflejo que ha salvado muchas

vidas.”

Los bomberos saben que cuanto antes se dé la alerta, más posibilidades tienen de

apagar el fuego antes de que este lo destroce todo.

Si nuestra alerta anti-violencia se dispara con la más mínima chispa de violencia,

estamos siempre en guardia: preparados para apagarla antes de que se propague.

Hay que ser sensible a todas las pequeñas chispas de violencia, para, deprisa, muy

deprisa, impedir que nazca la violencia.

Hay que ser sensible al más mínimo indicio de violencia, igual que somos sensibles a la

mínima sonrisa cuando estamos enamorados, al mínimo ruido cuando aguzamos el oído, al

mínimo soplo de aire cuando hace mucho calor. Hay que ser sensible a los pequeños instantes

de la vida en los que la violencia se cuela suavemente para poder deprisa, muy deprisa,

negarse a que nos arrastre consigo. De lo contrario, una vez que ha llegado la violencia, ya es

demasiado tarde.

Page 5: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

¿Cubo de agua o manguera?

La dueña del piso no está contenta.

—Pero, ¿estáis locos? Mi casa parece una piscina —grita la señora—. ¿A

quién se le ocurre utilizar mangueras para apagar un principio de fuego? Con un

cubo de agua habría bastado, incluso con un trapo húmedo.

—Puede que sí —responde el bombero, que tiene ganas de echarle a la

señora el trapo húmedo en la cabeza para que se calle—. Pero no quería

arriesgarme.

Puede que hubiese bastado con un cubo de agua, pero al utilizar las

mangueras desaparece el “puede”, así no se propagaría el fuego:

ningún riesgo.

Ocurre lo mismo cuando ha empezado a girar el

círculo de la violencia: hay que utilizar medidas

drásticas para acabar con él, incluso aunque

estas medidas parezcan exageradas. Cuando

surge la violencia, no hay que dejarle ninguna

posibilidad de que crezca: ningún riesgo.

Si volvéis a pelearos en las tribunas, os pondrán una multa.

Medidas suaves, grandes riesgos.

Si volvéis a pelearos en las tribunas, no podréis entrar en ningún estadio de fútbol del

mundo durante diez años.

Medidas drásticas, menos riesgos.

A menudo, mostrarse débil con la violencia provoca una violencia mayor: la debilidad es

como un soplo de aire sobre la violencia y hace que se agrande, como cuando soplamos sobre

el fuego para que prenda. Mostrarse fuerte ante la violencia no implica ser violento. Mostrarse

fuerte prueba que somos capaces de domar la violencia, de romper el círculo: dejamos claro

que estamos decididos a acabar con la violencia.

Siempre hay razones…

Ha estado castigada tres horas.

Viven seis personas en un apartamento minúsculo.

Ha dormido mal esta noche.

Le han robado su Ferrari.

Ha sacado malas notas.

Se ha pasado el día metido en los atascos.

Page 6: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

El profesor lo ha puesto en ridículo delante de toda la clase.

Le han robado.

Nunca ha estado de vacaciones.

Todas estas cosas pueden producir reacciones violentas, es fácil de entender. Siempre

hay razones para crear violencia, y siempre las habrá. Es fácil escribir una lista de razones

muchísimo más larga: la injusticia, la envidia, la maldad, la desgracia, la pobreza, la violencia de

los demás... Todos los días tenemos razones para ponernos furiosos, para sentir rabia.

Ayer el padre de Carlos volvió a casa muy furioso. Su jefe lo había

despedido. Pasó por el bar y se bebió varios vasos de vino. Carlos le pidió que le

firmase las notas. Cuando su padre vio que había suspendido Matemáticas, le dio

una bofetada. Carlos se fue a su cuarto a llorar, porque su padre nunca le había

pegado antes.

Razones de la bofetada: el padre ha perdido su trabajo, los vasos de vino y el suspenso

de Matemáticas.

Al día siguiente, por enésima vez, Igor empieza a meterse con Carlos por la

chica que le gusta: “Y qué, ¿todavía no le has dicho nada?”. Normalmente, Carlos

se suele reír con esas cosas, así que, claro, Igor no se esperaba el puñetazo que le

da Carlos en medio de la nariz. Resultado: nariz rota.

Razones del puñetazo: la rabia que la bofetada de su padre le ha provocado a Carlos.

La violencia siempre tiene sus razones, siempre podemos encontrar causas a la violencia

... nunca son buenas

Está lloviendo y está todo mojado, así que la causa de que esté todo mojado

es la lluvia La relación está clara. Iñaki se da un golpe tremendo contra una puerta

y je rompe la nariz.

El golpe contra la puerta es la causa de la nariz rota, la relación entre una

cosa y otra está clara.

Pero cuando decimos “despido + demasiado vino + suspenso en mates”

igual a razón de la bofetada, nos damos cuenta de que hay un problema: está

claro que no hay ninguna relación entre una cosa y la otra.

Page 7: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

Sin embargo, si dijésemos que “despido” es la causa de “sin dinero” o que “demasiado

vino” es la causa de “dificultad para andar derecho”, entonces veríamos la relación entre una

cosa y otra.

Cuando decimos que Carlos le ha roto la nariz a su amigo porque su padre le

ha dado una bofetada, volvemos a tener un gran problema. Nos damos cuenta de

que no hay ninguna relación, ninguna lógica, ningún sentido entre una cosa y otra.

En cambio, si dijésemos que la “bofetada del padre” es la causa de que Carlos tenga

“dolor en la cara”, entonces sí que veríamos la relación. Las razones de la violencia nunca son

buenas, nunca son lógicas, nunca hay una auténtica razón para la violencia. Parece que las hay,

pero las razones que damos son excusas, pretextos, que sirven para hacemos creer que la

violencia tiene derecho a existir. Pensar que la violencia tiene razones significa pensar que la

violencia tiene derecho a existir, significa creer que la violencia es un lenguaje, una forma para

comunicarse.

No hablamos el mismo idioma

“¡Te prohíbo ser violento! Ven aquí, que

voy a hacer que se te pasen las ganas de

pelearte.”

Y le da una bofetada.

Su bofetada significa que entiende la violencia,

que él también la utiliza, es decir, que la acepta.

Responder a la violencia con violencia significa que

nos parecemos al que nos agrede, que aceptamos su

violencia puesto que nosotros también la utilizamos.

—Bitte, können Sie mir helfen?

—¿Pero qué dice? ¡No entiendo nada!

La conversación se para, porque no se entienden, no hablan el mismo idioma. Si

respondemos a la violencia con la no-violencia, le estamos diciendo al que es violento que no

hablamos el mismo idioma que él. Le estamos diciendo que no entendemos su idioma, que no

entendemos el idioma de la violencia, que no sirve de nada hablarnos así.

Page 8: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

No hay recetas milagrosas

“Pero, ¿qué hago si me pegan en el recreo?”

Además, el agresor puede seguir pegándonos, puede perseguirnos, volver a pegarnos

otro día... La no-violencia no es una receta milagrosa, y todo depende de lo que estamos

buscando. Si queremos recibir los menos golpes posibles, no responder es una buena táctica.

Por lo general, funciona bien: cuando alguien está buscando pelea, si no la encuentra, deja de

buscarla. La violencia necesita violencia para seguir existiendo. Pero si no funciona, a veces hay

que mostrar una fuerza muy superior para romper el círculo de violencia. Esta fuerza tiene que

ser realmente superior para que solo haya que hacer uso de ella una sola vez y así el agresor

no volverá. La violencia retrocede ante una fuerza muy superior a ella.

Algunas personas siguen recibiendo golpes y se convierten en lo que se llama cabeza de

turco. En ese caso la violencia está siempre alimentada: el cabeza de turco también acaba

siendo responsable de la violencia porque no rompe el círculo. Necesita de una fuerza mayor:

la de la maestra, la del maestro, la de la directora o el director, la de los padres, la de la policía,

la de un juez.

Violencia fría, violencia caliente

Los padres de Marta están divorciados,

pero además no se hablan. Marta ya no se

acuerda del motivo, y cree que es problema de

ellos y que ella no tiene nada que ver. Pero lo no

soporta es que su padre se pase el día criticando

a su madre y que su madre hable mal de su

padre. “Es horrible, cuando estoy con mi padre

no puedo decir que mi madre es buena; y cuando

estoy con mi madre, no puedo decir que quiero a

mi padre. Son muy raros, de verdad”, le dice

Marta a su mejor amiga.

Marta no es una niña maltratada, no padece ninguna violencia física. Padece otra

violencia, una violencia moral. Marta tiene una herida interior porque sus padres han olvidado

respetar sus sentimientos. Esa falta de respeto es violenta. Sus padres siembran en ella una

rabia que acabará saliendo de mil formas posibles. La violencia moral destruye el interior de

las personas porque es una violencia fría. Llena a la gente de fuerzas negativas, fuerzas que

atacan el interior, que hacen que veamos la vida como algo negro, que nos impiden sentirnos

bien, nos ponen tristes y nos sentimos desgraciados sin saber muy bien por qué. Estas fuerzas

también se parecen a bombas de efectos retardados, que se suman unas a otras y que suelen

Page 9: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

acabar explotando en violencia física, violencia caliente. Cuando surgen explosiones de

violencia física, como acciones terroristas, manifestaciones violentas, matanzas, nos

preguntamos de dónde han salido. Estas explosiones a menudo proceden de una violencia que

no hemos visto, una violencia fría, como la injusticia, la pobreza, la humillación, el racismo, la

imposibilidad de recibir atención médica, de tener suficiente para comer...

La no-violencia comodona

Hoy hay una manifestación contra el racismo, contra el maltrato de mujeres

y contra el trabajo infantil. Silvia pasa a buscar a Mónica, pero esta decide no ir:

“Es que en esas manifestaciones hay pelea y yo estoy contra la violencia, yo soy

no-violenta”. Mónica se pone sus gafas de nadar y piensa que ha hecho bien

construyendo otra piscina dentro de la casa, poder nadar en tu propia casa en

invierno está muy bien.

Ser no-violento es muy sencillo cuando no se es víctima del racismo, cuando no se es

una mujer maltratada, cuando tus hijos no deben trabajar en una fábrica con solo 8 años...

Es fácil ser no-violento cuando no se tiene ningún motivo para ser violento. Mónica

tiene derecho a no manifestarse, eso no significa que esté a favor de las injusticias. Pero

tampoco puede decir que es no-violenta.

Sabrá si de verdad es no-violenta cuando sufra violencia personalmente. Por el

momento, Mónica es no-agredida, no no-violenta. Alguien no-violento es alguien agredido por

la injusticia, la violencia, y que decide no utilizar el arma de la violencia para luchar contra ello.

Es alguien que decide renunciar a la violencia, aunque siga siendo víctima de la injusticia,

incluso con riesgo de su propia vida. Ser no-violento no significa pasearse por el campo

procurando no pisar las flores, ni criticar las imágenes de violencia en la televisión, sentado

tranquilamente en el sofá.

Page 10: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

Las palmeras de chocolate rancias

Todos los días, al salir del cole, Beatriz se compra una palmera de chocolate,

y todos días le ocurre lo mismo: la señora de la panadería le vende las palmeras de

la semana anterior, así que están rancias. Lo que peor le sienta a Beatriz es que ve

cómo la señora le vende las palmeras frescas a los adultos. Ya se lo ha dicho a la

panadera, pero la única respuesta que le ha dado es que si no está contenta, se

puede ir a comprar las palmeras a otro sitio. “Voy a lanzarle bombas fétidas, así

los clientes saldrán asustados y perderá dinero, y si sigue haciendo lo mismo, me

llevaré a mis amigos y le romperemos el escaparate”, piensa Beatriz.

Beatriz tiene una idea para resolver el conflicto: utilizar la violencia para que la panadera

cambie de actitud. Es un combate sencillo, rápido, fácil de llevar a cabo.

Beatriz le cuenta su plan a Roberto.

A él también le tima la panadera. Roberto se lo cuenta a Javi. Javi a Anita y

a María, que se lo cuentan a Virginia y a Juan Carlos. Este último se lo dice a Alicia,

Alba, Toño y Claudia. A todos les pasa lo mismo, todos piensan que la panadera

los trata como si no valiesen nada.

—Vamos a boicotear la panadería —propone Roberto.

—¿Qué es eso de boicotear?

—Pues que ya no vamos a comprar allí.

—Pero solo somos once, así que le da igual.

—No le dará igual si todos nuestros amigos hacen lo mismo. Les diremos

que no compren más palmeras en esa tienda. Ya verás, será un problema, tendrá

que cambiar.

Roberto no quiere utilizar la violencia, tiene otra idea: utilizar la fuerza moral, elegir la

no-violencia para que la panadera cambie de actitud.

Es una lucha complicada, larga, difícil. Tendrán que esforzarse y les causará más

molestias porque tendrán que organizarse, no comer palmeras de chocolate o andar diez

minutos para ir a otra panadería, perder tiempo para convencer a los demás.

La no-violencia requiere mucha imaginación, inteligencia, paciencia y perseverancia.

La escalada

Todo el colegio está de acuerdo: nadie compra palmeras de chocolate.

Pero no funciona. Siguiente plan: dejar de comprar bollitos, pasteles y

chucherías. Pero nada cambia. Todos los niños les piden a sus padres que dejen de

comprar allí el pan.

Page 11: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

Si la panadera sigue en sus trece, hablarán con todos los habitantes del

barrio para convencerles de que tienen que cambiar de panadería, pegarán

carteles si es necesario.

La escalada de la no-violencia ha empezado. La cumbre es el objetivo que queremos

alcanzar. En este caso, es que la pastelera atienda bien a los niños. Para conseguirlo, hay que

escalar y ser capaz de esforzarse cada vez más. Al pasar por niveles cada vez más difíciles, le

decimos a nuestro adversario que no estamos de broma, porque nadie se esfuerza tanto solo

por capricho.

La táctica de la no-violencia nunca es fácil. Hay que creer en ella firmemente, pero

demuestra que realmente queremos alcanzar la cima, el objetivo, que nuestra lucha es justa y

que merece la pena. La no-violencia puede asustar: ver a miles de personas manifestándose en

silencio, en una calma total, resulta muy impresionante. Podemos sentir su voluntad, su

fuerza, mediante la fuerza que demuestran al ser capaces de controlarse. Su fuerza es mucho

mayor que la de los que se limitan a romperlo todo.

Un programa muy cargado

¿Quién ha tenido un solo día sin ningún problema, ningún desacuerdo con alguien?

En un mismo día pueden ocurrir muchas cosas: el compañero de pupitre

coge todo el sitio y no nos deja escribir; pensamos que el profe es injusto; nuestro

hermano mayor no nos ayuda a secar los platos, una amiga se mete con nosotros

a nuestras espaldas; los padres no nos dejan ir al cine; un señor se cuela en la fila,

y si por fin los padres nos dejan ir al cine, el vendedor de palomitas sólo nos llena

la bolsa hasta la mitad; y, por último, por poco nos pilla un coche.

¿Un programa muy cargado? ¡Bueno, no es para tanto! Ese día no tiene nada de

extraordinario. Como no vivimos solos, sino en familia, en grupo, en sociedad, nuestra vida

diaria está llena de problemillas, de posibles conflictos, pequeños, medianos y grandes. Frente

a estos conflictos podemos reaccionar con violencia o no. Es cuando surgen estos conflictos

cuando nos preguntamos acerca de la violencia y de la no-violencia, no cuando todo va bien.

Limitar los daños, limitar el sufrimiento

Lo que está claro es que la violencia nunca es una solución a los conflictos. Lo único que

se consigue es crear círculos de violencia que nos arrastran, círculos muy difíciles de romper.

Incluso si parece que el conflicto se para, solo está dormido, algún día resurgirá.

La no-violencia no siempre es la solución, puede hacer que los conflictos se alarguen

mucho, también provoca daños, daños para el no-violento, para los que están de su parte, a

Page 12: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

veces incluso para todo su pueblo. La no-violencia no siempre funciona. En realidad, cuando se

instala el conflicto, no hay buenas soluciones. Solo hay soluciones menos malas que las otras.

Son esas las que hay que intentar encontrar, las que limitarán los daños, las que causarán el

menor sufrimiento posible.

Marcos, desactivador e conflictos

—¿Hay pan?

—No, no queda.

—¿Qué? ¡Se te ha olvidado comprar el pan!

—Sí, es que tenía prisa.

—Pues haberte organizado mejor.

—¡No te metas donde no te llaman!

—¡Me meto donde me da la gana!

Ya está liada, ¡Pum! ¡Pam! Pelea de palabras, pelea de gestos.

Volvamos a empezar:

—¿Hay pan?

—No, no queda.

—¿Qué? ¡Se te ha olvidado comprar el pan!

Marcos percibe el tono agresivo de Lidia.

“¡Uy, uy, uy!, hay que desminar el terreno”, piensa.

—Sí, lo siento, bajo a comprarlo ahora mismo.

Marcos no se deja llevar, rechaza el conflicto. Lo

logra, primero porque lo nota llegar y luego porque

tiene la fuerza para no ponerse nervioso. Prefiere ir

corriendo a comprar pan, aunque podría haber hecho

otras cosas: bromear con Lidia, convencerla para que le

cuente qué es lo que le molesta realmente, cerrarle la

boca con un beso, cambiar de conversación... Muchas

cosas.

Marcos no es ni un violento ni un no-violento. Es

anticonflicto. Para él, lo importante es que no surja.

Seguro que Lidia le dice que es un cielo y que puede

comer sin pan...

Page 13: ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! · La violencia y la no-violencia ¡Cuánta violencia!… ¡Qué guay! Diego y Tomás se están peleando; por ahora gana Diego, ha inmovilizado

Ayudo contra el conflicto

No construir casas cerca de ríos que pueden desbordarse es mejor que

intentar salvar a sus habitantes y reparar los daños de la inundación. No tirar una

cerilla en un pajar siempre será mejor que intentar apagar un incendio. No fumar

siempre será más inteligente que gastarse millones en buscar el mejor tratamiento

contra el cáncer...

Estamos de acuerdo: hacer todo lo posible para evitar los problemas es más inteligente

que buscar las soluciones para reparar los daños.

Cuando aparece el conflicto, sabemos que habrá daños. Entonces lo que de verdad

debemos plantearnos es cómo impedir que surja el conflicto cuando lo vemos venir, cómo

resolverlo cuando antes de que crezca y de que envenene la vida de todo el mundo.

“¿Oiga, Ayuda contra la Violencia? Deprisa, se están peleando dos bandas

rivales, es horrible, hay sangre, ¡ya no sabemos qué hacer!”

O bien, un mes antes:

“¿Oiga, Ayuda contra el Conflicto? Se han formado dos bandas, están

buscando pelea, está claro. Ha empezado a haber tensión y puede haber un

problema grave si no hacemos nada para impedirlo.”

Está claro cuál es la llamada más útil, qué llamada nos va a permitir encontrar una

auténtica solución.

Atentos, inteligentes, valientes...

Evitar los conflictos no significa que en el mundo solo deba haber gente blanda,

cobarde, que se esconde o huye en cuanto hay un desacuerdo.

Al contrario.

Significa un mundo en el que la gente esté preocupada por lo que ocurre a su alrededor,

gente atenta para detectar los lugares o los conflictos que están empezando a surgir. Gente

capaz de utilizar su inteligencia, su voluntad, su coraje y su perseverancia para resolver los

problemas antes de que se transformen en conflictos.

Brigitte Labbé, Michel Puech La violencia y la no-violencia

Madrid: SM, 2004 adaptado