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Carteles de las versiones en español
DE “LA SENDA DE LOS ELEFANTES” A
“CUANDO RUGE LA MARABUNTA”
En el año 1954 se estrenaron dos películas que causaron un
gran impacto en quienes por aquél entonces éramos muy jóvenes
y aún teníamos esa inmensa capacidad de emocionarnos (que, por
desgracia, nos ha robado la clase política en su conjunto) ante las
aventuras asombrosas “cocinadas” con esmero por guionistas
ingeniosos y cineastas hábiles utilizando los fabulosos estudios
de importantes y poderosas productoras estadounidenses, entre
las que estaba la Paramount. A la iniciativa de esta última se deben
dos que ahora van a servirme de pretexto para iniciar el presente
artículo.
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Una de ellas es “La senda de los elefantes” (cuyo título en
lengua inglesa es “Elephant Walk”), dirigida por William Dieterle y
protagonizada por Elizhabeth Taylor, Peter Finch y Dana Andrews,
en los respectivos papeles de Ruth, John Wiley y Dick Carver. La
primera conoce por casualidad al segundo en Londres y se casa
con él acompañándole a Ceylán (hoy Sri Lanka), donde este
hombre de personalidad compleja tiene una plantación de té
dirigida por el tercero en calidad de capataz. No es cuestión de
describir ahora las relaciones entre los tres, que son los vértices
de un conato de triángulo amoroso, ni procede develar la trama
argumental y el desenlace. Pero si aclararemos que la mansión
donde viven dentro de la plantación está ubicada en una antigua
senda de elefantes cuyo paso es impedido por un sólido muro. Esa
circunstancia, junto a otros acontecimientos imprevistos, es la
principal causa de la tragedia que se desencadena al final del filme.
La otra es “Cuando ruge la marabunta” (“The naked jungle”,
en inglés), cuyo director es Byron Haskin y sus protagonistas
Eleanor Parker, Charlton Heston y Abraham Sofaer, que interpretan
a Joanna, Christopher Leiningen y el mayordomo del último,
respectivamente. Los dos primeros se casan por poderes, sin
conocerse en persona, y la mujer llega desde Nueva Orleans a la
hacienda, que es propiedad del segundo, situada dentro de la zona
brasileña del Río Negro, afluente del Amazonas, en la que dirige
una extensa y muy productiva plantación de cacao. El tercero es
un fiel y respetuoso empleado del propietario sin que se presente
en ningún momento la sombra de un triángulo amoroso. Tampoco
descubriremos el interesante argumento y el conflictivo final. La
tensión dramática crece a consecuencia de la difícil convivencia
del matrimonio, derivada tanto de sus diferentes caracteres como
de sus dispares experiencias anteriores, y llega al paroxismo
cuando se produce la invasión de una gran colonia de peligrosas
hormigas en expansión que devora todo lo que encuentra a su
paso: la marabunta. Las dos películas están basadas en relatos
cortos de cierta fama y fueron realizadas con innegable rigor
técnico. Aunque no cabe calificarlas de obras maestras del llamado
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Séptimo Arte tienen una factura muy digna dentro de ese
específico género cinematográfico. Pese al tiempo transcurrido,
soportan bien la comparación con otras obras más recientes y se
pueden ver con sumo agrado, no solo por quienes las disfrutamos
en nuestra juventud sino también por las personas de menor edad
que han podido admirarlas en formato de vídeo o DVD.
El anterior preámbulo no es más que el soporte de un juego
metafórico. Haremos una evidente trasposición analógica a las
situaciones que ha padecido nuestra Patria desde hace algo más
de cuarenta años. Igual que, en la primera película, la manada de
elefantes arrasa a su paso todo cuanto se interpone en su habitual
senda, derribando las barreras construidas para impedírselo, en
los años transcurridos entre 1975 y 2014 los grandes partidos
políticos que han venido ocupando, casi de forma exclusiva,
parcelas de poder en España, especialmente los que se ha venido
a conocer como mayoritarios (junto a los antaño autodefinidos con
la hipócrita etiqueta de nacionalistas) se han comportado cual
paquidermos que se empecinan en seguir de continuo el camino
que les conduce directamente a dominar las mayores parcelas
posibles de poder. Lejos de respetar las barreras que, en teoría, la
Constitución de 1978 impone a los actos de todos los ciudadanos,
las han derribado de forma brutal, pisoteando los derechos de los
españoles, siempre bajo la dirección de los jefes de la manada.
Al final, la estampida ha sido avasalladora y ha provocado el
derrumbe del edificio legal que en su día se proyectó para proteger
la libertad de los ciudadanos y resguardarles de los abusos de una
enorme manada de políticos sin control, que en su embate
producen ruidos ensordecedores, ahogando las quejas de las
víctimas aplastadas a su paso.
Si grave es cuanto acabamos de describir, no lo es menos lo
ocurrido desde 2014. En los años anteriores a este último, mientras
intentábamos defendernos de los efectos de la brutal invasión
paquidérmica, en algunos lugares del solar patrio comenzó a nacer
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otro fenómeno que amenaza incluso los cimientos sobre los que
se había construido el edificio del vigente régimen constitucional,
regulador de nuestra convivencia cotidiana.
Como en la segunda película se agrupaban las hormigas de
la colonia para conformar esa destructiva plaga conocida como
marabunta, algunos entes gregarios, tan dañinos como los
insectos eusociales cuya invasión constituye el núcleo central de
su trama, estaban organizando de forma solapada una colectividad
mucho más peligrosa de efectos nada benéficos.
Ampliando su área de acción mediante “círculos” muy
numerosos de influencia creciente, han conseguido extender la
letal amenaza sobre unas ciudades (ya devastadas por el ataque
de los pesados elefantes) devorando cuanto encuentran en su
camino; incluso han abducido las débiles mentes de unos seres
humanos que la manada había dejado a la intemperie y muy faltas
de defensas. Sobre todo, después de padecer largos años de
sectario adoctrinamiento en los ámbitos de la enseñanza y de la
comunicación por una demoníaca clase dirigente que se declara
“de progreso”, cuando lo cierto es que con sus viles propuestas
tan solo pretende devolvernos a un trágico pasado sangriento, sin
que los políticos que se declaran conservadores (al menos
teóricamente) sean capaces de inocular la eficaz vacuna que se
precisa para detener el, hasta la fecha, incontenible avance de la
siniestra y falaz “progresía”.
Las hormigas “podemitas”, a las que se suman sus
cómplices de las diversas facciones del trasnochado comunismo,
de las fuerzas del terror y de los secesionistas, son la rugiente
marabunta que ahora amenaza la persistencia de nuestro sistema
de libertades y, si no se les frena, devorarán los escasos recursos
económicos que han subsistido a la estampida de los elefantes.
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La anterior casta paquidérmica está cediendo el paso, de
forma alarmante por lo acelerado del proceso, a otra casta aún más
peligrosa que se comporta como la marabunta del filme citado en
segundo lugar.
Estampida de una manada de elefantes La marabunta devorando a una presa
Como intérpretes de la “película” donde se narra esta
extraña aventura que es la Historia de España hemos pasado de
estar indefensos, paralizados por la indignación, en “la senda de
los elefantes” (que en su continua estampida nos aplastaban sin
clemencia con el enorme peso de su corrupción y despotismo) a
contemplar hoy el futuro con terror “cuando ruge la marabunta”,
cuya voracidad hace empalidecer el anterior peligro. Hasta el punto
de que muchas de sus víctimas nos inclinamos a pensar que aquel
era menos grave ya que hubiera podido ser eficazmente conjurado
aprestándonos con valor a construir un nuevo muro normativo aún
más firme que el levantado al inicio de la Transición.
Es necesario alertar al confiado ciudadano sobre los riesgos
de no combatir, con todos los medios civilizados al alcance de
nuestra sociedad, a esta plaga insaciable de insectos “podemitas”
cuya progresiva implantación amenaza con destruir impíamente
cualquier vestigio de la antaño defectuosa, aunque perfectible,
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estructura social. El ataque de esas voraces hormigas políticas,
cada vez más y más numerosas, pone en alto riesgo hasta los
cimientos de lo que en un pasado no tan lejano fue un monumental
edificio que llegó a causar la envidia de los demás países, hasta el
punto de que tuvieron que inventar la extendida Leyenda Negra
(llena de falsedades, que no se compadecen con la Historia real)
para intentar su definitiva demolición. Las malditas hormigas
invasoras la repiten machaconamente en su monótono “rugido”
con la única intención de paralizarnos, al igual que buscan
conseguir siempre los ejércitos atacantes cuando hacen redoblar
de forma monótona sus tambores.
DERECHO CIUDADANO A DECIDIR (DCID) cree aún factible
que nuestros compatriotas tomen conciencia del negro futuro que
se avecina, si permitimos que esa infecta plaga llegue al poder e
imponga un régimen totalitario basado en el terror. Recordemos la
frase: “ya es hora de que tiemblen ellos”, consigna que emitió la
hormiga reina de esa colonia de insectos formícidos para animar a
su ejército de zánganos en la tarea destructiva que tan bien saben
ejecutar, porque no sirven para otra cosa.
Ya sabemos que, tanto en el supuesto de los elefantes de la
antigua casta política como en el de las hormigas de la nueva casta
antisistema, el verdadero peligro proviene de su capacidad para
contagiar a los individuos (inicialmente ajenos a sus tesis) hasta
conseguir una lenta mutación que los transforme, tanto fenotípica
como genotípicamente, en uno más de la manada o de la colonia
invasoras, según el caso.
A ese respecto viene ahora a cuento la espeluznante obra del
teatro del absurdo escrita en francés por el dramaturgo de origen
rumano Eugène Ionesco y estrenada en 1959 con el acertado título
“Rhinocéros” (“El rinoceronte”, en su versión española). En ella se
describe como en un pequeño pueblo ubicado en Francia aparece
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cierto día un rinoceronte que perturba la vida de esa comunidad y
provoca de inmediato, como si se tratara de una enfermedad
epidémica altamente contagiosa, la mutación de sus habitantes en
rinocerontes. Esa sorprendente metamorfosis se va extendiendo
de forma acelerada hasta afectar a toda la población excepto a un
hombre llamado Berenguer, mal visto por los vecinos dado su
incipiente alcoholismo y aparente falta de voluntad, que resiste sin
transformarse en rinoceronte.
Es una inteligente crítica al avance de los totalitarismos que
asolaron Europa en el Siglo XX y que, por desgracia, amenazan de
nuevo con irrumpir imparables en esta segunda década del XXI
dentro del marco de la Unión Europea, engreída hasta el filo de lo
irracional, pero indefensa por haber perdido los sólidos valores
que permitirían sustentar con firmeza su predominio ético. Carente
de anticuerpos está ahora indefensa ante la kafkiana metamorfosis
de la que alerta Ionesco.
Tras su estreno mundial en lengua alemana, que tuvo lugar el
6 de noviembre de 1959 en el Schauspielhaus de Düsseldorf bajo
la dirección de Karl Heinz Stroux, pueden destacarse algunas de
las representaciones posteriores. En 1960 (Teatro del Odeón de
París, director Jean-Louis Barralt, estreno en francés; Royal Court
Theatre de Londres, director Orson Welles, estreno en inglés) y en
1961 (Teatro María Guerrero de Madrid, director José Luis Alonso,
estreno en español).
La última representación memorable data de 2014 (Teatro
María Guerrero de Madrid, director Ernesto Caballero). Un anuncio
de la misma puede verse utilizando para ello el siguiente enlace:
https://youtu.be/qhP3p6Ag8tQ. Además de tener acceso con él a
otras interesantes grabaciones publicadas en YouTube. De esa
representación proviene una de las imágenes que forma parte del
siguiente collage fotográfico:
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Para los aficionados a la gran pantalla es recomendable ver
la película de título “Rhinoceros” dirigida por Tom O’Horgan, en
1974, que interpretaron Zero Mostel y Gene Wilder. Se puede ver
completa su versión inglesa mediante el siguiente enlace de You
Tube: www.dailymotion.com/video/x2umk10
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Cartel de la película
Suele afirmarse por algunos profesionales de la Psicología
que el método más eficaz para conjurar ciertos peligros es el
humor. Y la ciencia innata del pueblo llano así lo practica con su
habitual socarronería, Por eso no nos resistimos a aplicar ese sano
remedio sin que ello comporte restar trascendencia a la alarmante
situación que están obligados a vivir los ciudadanos decentes en
los trágicos momentos actuales. He aquí la muestra:
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UNAS PINCELADAS DE HUMOR:
Sería gracioso si no fuera trágico para España y nefasto para los españoles
Pero este pequeño respiro impregnado de ironía no debe
hacernos olvidar la realidad del peligro. La humorística imagen de
los actuales jefes de la manada bipartidista y del siniestro führer o
conducător, portado “en arras” por dos hormigas de la colonia
“podemita” con apariencia simpática, no se ajusta a la realidad de
los hechos que han protagonizado y protagonizan los máximos
responsables de las invasiones contaminantes. Volvamos, por
tanto, a centrarnos en lo que de verdad debe preocuparnos.
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AHORA, EN SERIO:
España amenazada por el infame totalitarismo de la extrema izquierda y los traidores separatistas
Si no unimos nuestras fuerzas para levantar “de iure” y “de
facto” un muro resistente a los embates de los paquidermos y
anegar con la fuerza vivificadora de los principios inconmovibles
el solar hoy arrasado de nuestra Patria, estaremos condenados a
contemplar su definitiva destrucción y la pérdida de nuestras más
preciadas libertades.
Ignacio Vargas Pineda
Secretario Nacional de
DERECHO CIUDADANO A DECIDIR
DCID - El Partido del Siglo XXI
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Carteles de las versiones en inglés