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  • DEMOCRACIA Y SOCIALISMO

    DOS VISIONES

    El binomio Democracia y Socialismo ha sido motivo de diversas querellas tericas, polticas y hasta morales, a lo largo de casi doscientos aos. Desde finales del siglo XIX hasta el presente siglo XXI, este debate ha atravesado a todo el universo de personas y organizaciones identificadas con el socialismo, la izquierda -en sentido ms amplio-, o el progresismo -en sentido ms indefinido-.

    Dominada por la irresoluble tensin entre los valores de la libertad y la

    lucha por la igualdad, las aristas de esta conflictiva diada han interpelado tanto a intelectuales como a polticos. El objetivo de este escrito es reactualizar algunas de estas discusiones en un sentido amplio, desde diversas perspectivas y abordajes. Democracia y Socialismo pretende fortalecer la relacin indisoluble entre teora y prctica, entre reflexin y accin, que constituye uno de los pilares fundamentales del socialismo democrtico.

    En la teora contempornea de la democracia confluyen tres grandes

    tradiciones del pensamiento poltico: a) La teora clsica, transmitida como teora aristotlica, de las tres formas de gobierno, segn la cual la democracia como gobierno del pueblo, de todos los ciudadanos o bien de todos aquellos que gozan de los derechos de ciudadana, se distingue de la monarqua, como gobierno de uno solo, y de la aristocracia, como gobierno de pocos. b) La teora medieval, de derivacin romana, de la soberana popular, con base en la cual se contrapone una concepcin descendente de la soberana segn que el poder supremo derive del pueblo y es representativo o deriva del prncipe, que se transmite por delegacin del superior al inferior. c) La teora moderna, conocida como teora maquiavlica, nacida con el surgimiento del estado moderno en la forma de las grandes monarquas, segn la cual las formas histricas de gobierno son esencialmente dos, la monarqua y la repblica, siendo la antigua democracia una forma de repblica (la otra es la aristocracia) donde tiene origen el cambio caracterstico del periodo prerrevolucionario entre ideales democrticos e ideales republicanos, y el gobierno genuinamente popular es llamado, antes que democracia, repblica.

    Entre los estudiosos contemporneos de la teora democrtica, Edward

    H. Carr ha sido uno de los primeros en llamar la atencin sobre el hecho de que el origen histrico de la democracia como forma de gobierno se encuentra indisolublemente ligado a la existencia de la sociedad de clases.

  • En tal sentido pronunci: no es un accidente que la democracia ateniense, que ha sido comnmente considerada como la fuente y el ejemplo de las instituciones democrticas modernas, fuera la creacin y prerrogativa de un grupo privilegiado de la poblacin. Asimismo, no es accidental que Locke, el fundador de la tradicin democrtica moderna, haya sido el filsofo elegido y el profeta de la oligarqua Whig inglesa del siglo XVIII. Tampoco es accidental que la elaborada estructura de la democracia liberal inglesa del siglo XIX se constituyera sobre la base del altamente restrictivo voto censitario.

    En otras palabras, que la democracia liberal es esencialmente hostil a la

    idea y a la realidad de una sociedad efectivamente igualitaria. Esta observacin de Carr resulta ampliamente confirmada por la historia

    del sufragio bajo la democracia liberal. As por ejemplo, en las democracias liberales el sufragio universal fue establecido por etapas. Primero se introdujo el voto restringido a aquellos que posean altos niveles de propiedad, luego lo hizo el sufragio puramente masculino, y slo al final el sufragio femenino. Pero la introduccin definitiva del sufragio universal, que habra de requerir dcadas de agitacin y de lucha, lleg a producirse cuando la burguesa se hubo asegurado de que las instituciones y la ideologa del individualismo liberal se encontraban ya firmemente establecidas en los diferentes pases.

    Como lo expresara el propio Macpherson: La democracia fue el

    decorado final de la sociedad capitalista de mercado. Aquella tuvo que acomodarse a la base que ya haba sido preparada por la operacin de la sociedad competitiva, individualista de mercado, y por la operacin del estado liberal que sirvi a esta sociedad mediante un sistema de partidos que competan libremente entre s, pero que no tenan un carcter efectivamente democrtico. Fue el estado liberal el que se democratiz, y en este proceso la democracia se hizo liberal.

    La democracia no consista ya en el intento de las clases subordinadas

    de derrocar el estado liberal o la economa de mercado, sino por el contrario, se trataba simplemente del intento de estas clases de llegar a ocupar un lugar dentro de aquel sistema y de sus instituciones. De este modo, seala Macpherson, la democracia haba sido transformada desde una amenaza para el estado liberal, en su plena realizacin. Es decir, lo que el matrimonio de conveniencia entre la democracia liberal y la sociedad capitalista hizo fue suministrar los cauces legales para contener y en ltima instancia detener efectivamente las presiones y demandas de la mayora del pueblo. O lo que es lo mismo: la democracia liberal fue especialmente diseada para hacer calzar una sociedad dividida en clases dentro del esquema poltico democrtico.

    Cul sera la conexin existente entre socialismo y democracia?. Es

    efectivo que existira una correlacin negativa entre socialismo y democracia? En su origen, el socialismo estaba estrechamente ligado a la

    democracia. Fue, en sus comienzos, un intento de radicalizacin de la democracia sobre la base de un proyecto de democracia social que pretenda articular libertad poltica con bienestar econmico. El artculo

  • argumenta que esto comenz a cambiar con el auge del marxismo y la Revolucin Rusa, cuando el socialismo pas a ser visto como algo diferente de e incluso opuesto a la democracia. La cara ms dramtica de esta mutacin fueron los socialismos nacionales de tipo fascista y estalinista.

    Hubo un tiempo en que la palabra alemana Sozialdemokratie que en

    espaol, por una mala traduccin, llamamos socialdemocracia, aunque la verdadera traduccin es democracia social no estaba separada de la idea del socialismo, del mismo modo en que este ltimo no estaba separado de la idea de democracia. El socialismo de los primeros socialistas no era un estadio superior de la historia, sino una prctica poltica democrtica y contingente.

    Eso quiere decir simplemente que el socialismo en su forma originaria no

    fue concebido como un nuevo modo de produccin, sino como la profundizacin permanente de la democracia de origen liberal. Gracias al avance poltico de las organizaciones obreras en las naciones europeas de ms alto desarrollo industrial que desde fines del siglo XIX eran Alemania, Inglaterra y Francia, las reivindicaciones sociales y la radicalizacin de la democracia poltica se convirtieron en una indisoluble unidad.

    Desde un punto de vista econmico, la idea de democracia social

    proviene de la Revolucin Industrial europea o, mejor dicho, del inters mancomunado de una coalicin formada por agrupaciones democrticas y sociales y los trabajadores industriales sindicalmente organizados, cuyo objetivo era dar forma poltica a una economa capitalista que en ese tiempo contaba con lmites polticos muy precarios. Se trataba de un capitalismo sin poltica hoy conocido como capitalismo salvaje, cuyos estragos entre la poblacin obrera europea llegaran a ser dramticos y que fue descrito, entre otros, por Friedrich Engels.

    Desde una perspectiva ideolgica, la idea de democracia social proviene

    de las revoluciones democrticas de la modernidad, como la norteamericana y la francesa. En cierto modo, desde los primeros socialistas, pasando por los primeros anarquistas, hasta llegar a los bolcheviques rusos (que en la clandestinidad usaban como seudnimos los nombres de los grandes revolucionarios franceses), la idea del socialismo fue entendida en general como la continuacin y, en cierto modo, como la radicalizacin de los ideales proclamados por las revoluciones democrticas de los siglos XVIII y XIX.

    En ese contexto se explica ese verdadero canto de amor de Marx a las

    conquistas revolucionarias de la burguesa europea, dentro de las cuales incluy el propio colonialismo, canto que aparece en todo su esplendor en esa alegora ideolgica que es el Manifiesto comunista.

    La ruptura definitiva entre el proyecto de la democracia social y el del

    socialismo histrico tendra lugar en Alemania, y en general en Europa, a partir del quiebre interno de la democracia social rusa provocado por el socialdemcrata Lenin y los suyos cuando tomaron el poder. Pero Lenin fue ms lejos. No solo rompi la relacin entre democracia y socialismo, tan cara a los primeros socialistas, sino que, adems, rompi radicalmente con la tesis de

  • Marx de que la revolucin socialista deba comenzar en aquellos pases de desarrollo capitalista ms avanzado. Los representantes de la idea de la democracia social seran, despus de la Revolucin Rusa, calificados de traidores y renegados, entre otros poco amables eptetos.

    El concepto de reformismo, que hasta entonces haba tenido una

    connotacin positiva, se convirti de pronto, por la influencia leninista, en el peor de los estigmas. As, el estalinismo comenz a nacer antes que Stalin, y sus orgenes hay que buscarlos dentro de la tradicin socialista alemana, en la escisin entre la idea de la democracia social y el socialismo histrico de los (pos) hegelianos de izquierda. Sin embargo, mientras en Rusia se impondran los principios metahistricos, en Alemania prevaleceran los de la democracia social, subsumidos bajo el estigma del reformismo.

    Pero, a la hora de la verdad, habr que reconocer que tanto Eduard

    Bernstein y Karl Kautsky como los austromarxistas dirigidos por Rudolf Hilferding, e incluso Rosa Luxemburgo, eran los autnticos marxistas de su tiempo, y en ningn caso renegados y traidores como enseaban aquellos manuales de marxismo-estalinismo que precedieron a los catecismos de Marta Harnecker.Pero tambin hay que reconocer que los llamados socialdemcratas reformistas haban pisado su propia trampa.

    De una u otra manera, haban aceptado la tesis fatal del hegelianismo de

    izquierda de que el desarrollo histrico avanzaba de modo orgnico hacia una sociedad futura llamada socialismo. Ellos ya no luchaban por una democracia social, como la mayora de los trabajadores de comienzos del siglo XX, sino por la aplicacin de las supuestas leyes de la historia. En torno de Marx y Engels se fue construyendo, paulatinamente, una visin del mundo, la marxista, que surga, entre otras, de las siguientes fuentes: el darwinismo sociolgico, de acuerdo con el cual la sociedad avanza de lo inferior hacia lo superior siguiendo supuestas leyes objetivas que la preexisten; el protestantismo luterano y calvinista, que al exaltar el trabajo como medio de absolucin deriv en la construccin del trabajador, encarnado en un ideal platnico (y hegeliano) llamado proletariado, Mesas portador de la razn histrica; y el historicismo hegeliano, de acuerdo con el cual la historia reconoce la materializacin del Espritu Absoluto de Hegel en El Capital de Marx.

    De acuerdo con las tesis darwinistas que hizo suyas Marx, el cambio

    cualitativo que lleva a la mutacin (revolucin) de capitalismo en socialismo deba tener lugar en las economas capitalistas ms desarrolladas, cuando estas entraran en contradiccin con las que el mismo Marx llamaba relaciones sociales de produccin. Dicha tesis casi est de ms decirlo dividi a los socialdemcratas rusos en dos fracciones. Los mencheviques, que esperaban que las fuerzas productivas tuvieran un mayor desarrollo en Rusia para intentar la revolucin, y los leninistas o bolcheviques (y despus tambin los trotskistas), que suponan que la cadena capitalista-imperialista deba cortarse por sus eslabones ms dbiles, pero bajo la condicin de que ese corte fuera el inicio de la desintegracin total.

  • El leninismo apost, en su aventura putschista de 1917, a la revolucin mundial, que, segn sus erradas predicciones, iba a comenzar en la Rusia zarista para continuar despus en el resto de Europa.

    Cuando la revolucin mundial (es decir, europea) no tuvo lugar, apareci con fuerza una tercera fraccin: el socialismo nacional.

    El proyecto del socialismo nacional tuvo dos variantes: el socialismo

    nacional fascista y el socialismo nacional estalinista. Los representantes del primero fueron Benito Mussolini y Adolf Hitler. El representante mximo del segundo fue, naturalmente, Josef Stalin. La lectura estalinista por la cual todava se dejan llevar los incautos izquierdistas de nuestro tiempo impuso la opinin de que entre el socialismo nacional fascista y el estalinista haba contradicciones insalvables. La contradiccin bsica, sin embargo, era una sola: el socialismo nacional fascista no reconoca la hegemona internacional de la Unin Sovitica.

    En todos los dems puntos, las equivalencias entre fascismo y

    estalinismo son ms que asombrosas. Tanto en uno como en otro caso, el socialismo deba ser el resultado de revoluciones nacionales y nacionalistas. El Partido Revolucionario debera fundirse con el Estado hasta convertirse en una unidad inseparable. La sociedad debera organizarse de modo corporativo y vertical, desde arriba hacia abajo, hasta conformar una plena unidad con el Estado (antiguo ideal hegeliano). Esta es la esencia del Estado total (o totalitario).

    A la cabeza del Estado debera situarse el lder mesinico, conductor de

    la historia y de sus pueblos. El Napolen a caballo de Hegel sera reemplazado por el Hitler en automvil de Goebbels o, de acuerdo con la literatura del realismo socialista sovitico, por el Stalin en tractor. Los socialismos nacionales de tipo macro fueron los de la Alemania nazi y la URSS; los de tipo micro apareceran despus en diversas zonas de la tierra: el titosmo yugoeslavo, el nasserismo egipcio, el castrismo cubano, la dictadura de Nicolae Ceausescu en Rumania, as como la mayora de las llamadas democracias populares que adscriban al imperio sovitico.

    Cuando las revoluciones populares y democrticas de 1989 y 1990

    pusieron fin al campo sovitico, continuaran subsistiendo diversos socialismos nacionales disgregados en diferentes lugares del planeta, tomos de un pasado imperial devenido en ruinas. Entre ellos, podemos mencionar los regmenes posnasseristas de Sadam Hussein en Iraq, Bashar al-Assad en Siria, Muammar al-Gaddafi en Libia y la repblica socialista de Yemen. En Europa, la Serbia de Slobodan Milosevic y, actualmente, el Belars de Aleksandr Lukashenko.

    En Amrica Latina, Cuba. Todos estos restos conforman el verdadero

    rostro del socialismo del siglo XXI, rostro que, por cierto, no es el de la utopa sino el de una espantosa realidad. En todos esos socialismos nacionales (hay otros) pueden observarse microscpicamente rasgos propios del estalinismo y del fascismo, a tal punto que los unos se confunden con los otros. Se advierte

  • claramente que los lmites que separaban al socialismo histrico del fascismo, si es que existieron alguna vez, fueron muy tenues.

    Es que la idea de que existen diferencias antagnicas entre el socialismo

    nacional de tipo sovitico y el nacionalismo social de origen italiano-alemn es quiero afirmarlo con todas las letras una creencia ideolgica y antihistrica. Desde la perspectiva de las masas empobrecidas de Italia y Alemania, las promesas de Mussolini y Hitler aparecieron en su momento, efectivamente, como promesas socialistas. Y lo eran. Mussolini no solo vena del socialismo, sino que, adems, entendi el fascismo como una forma nacional de imponer los principios marxistas, de los cuales era un gran conocedor.

    Por su parte, el nazismo alemn nunca fue fascista en sentido estricto,

    aunque hoy decirlo parezca raro. No hay, en efecto, un solo discurso de los nacionalsocialistas alemanes en el que se autodesignen como fascistas, trmino esencialmente italiano (fascio quiere decir fraccin). En rigor, el fascismo alemn fue un invento tipolgico de posguerra, resultado de un acuerdo entre nacionalistas-conservadores y socialistas. Baste saber que, hasta 1945, nadie hablaba en Alemania de fascismo. Todo el mundo se refera a Hitler como representante del nacionalsocialismo, que era efectivamente el nombre real del rgimen, nombre que incomodaba tanto a nacionalistas como a socialistas. El inadecuado trmino fascismo alemn fue resultado hay que repetirlo de un turbio compromiso poltico que tena como objetivo fundamental desvincular a Hitler de la idea del socialismo, algo que convena tanto a los socialistas estalinistas como a los socialdemcratas. Hoy, sin embargo, desde las ruinas del socialismo nacional estalinista es posible afirmar que los de Mussolini y Hitler fueron, efectivamente, proyectos socialistas y nacionalistas a la vez; as como lo fueron, tambin, los gobiernos de Stalin y Tito.

    A diferencia de todos los dems programas socialdemcratas, el de Bad

    Godesberg puso en su centro ya no a una clase sino al ser humano como sujeto creador de su propia historia. El concepto de socialismo fue arrancado del puro reino de la necesidad para ubicarlo, adems, en el reino de la libertad. Los socialistas luchan por una sociedad en la cual cada ser humano pueda desarrollar su personalidad en libertad. Ms todava, se suscriba en el prembulo la siguiente frase: El Partido Socialdemcrata es el partido de la libertad del espritu. Es una comunidad de seres humanos que provienen de las ms diversas creencias y corrientes de pensamiento. En Bad Godesberg, en fin, los socialistas alemanes sacaban conclusiones de la experiencia que haba vivido la nacin durante el nacionalsocialismo y de los peligros que todava emanaban del socialismo nacional ruso-sovitico, al mismo tiempo que reconocan la democracia parlamentaria como forma preferencial de gobierno y adscriban a los valores filosficos y morales que dieron y dan forma al Occidente poltico.

    La idea de la democracia social, violada por dos totalitarismos

    socialnacionalistas, fue recuperada en Europa. La declaracin de Bad Godesberg tendra mucha influencia en el futuro socialismo espaol y en el socialismo francs. Sus principios, adems, son los mismos que, poco

  • despus, proclamara el eurocomunismo italiano de Enrico Berlinguer, un importante adalid de la democracia occidental a quien los historiadores tienden extraamente a olvidar. Lo mismo sucedi con organizaciones socialcristianas que asumiran, al menos en parte, el legado de Bad Godesberg. Por ltimo, es necesario mencionar que, aunque los disidentes revolucionarios que pusieron fin al imperio sovitico en diferentes pases de la Europa del centro y del este no conocan la declaracin de Bad Godesberg, estaban sin duda impregnados de ese mismo espritu libertario.

    Despus de la cada del Muro de Berln, los principios que dimanan de la

    idea de la democracia social han conquistado los corazones y las mentes de la mayora de la poblacin europea, tanto del este como del centro y del oeste.

    Por cierto, los peligros antidemocrticos continan presentes.

    Emergentes populismos socialistas de izquierda y neofascistas de derecha amenazan la estabilidad democrtica. La democracia nunca ser irreversible (palabra que debera ser borrada de todo diccionario). Esa es la razn por la cual la democracia social no es un estado ideal sino ms bien un ideal de lucha.

    Ahora bien, si bien es cierto que en su relativamente corta existencia

    histrica el socialismo ha aparecido asociado a manifestaciones polticas autoritarias y antidemocrticas, ello no significa que ste sea esencial y necesariamente autoritario. En otros trminos, que la incapacidad de las sociedades socialistas que han existido hasta nuestros das para garantizar las libertades polticas de sus ciudadanos no le puede ser imputada al socialismo, sino a su falta de desarrollo, y a las precarias condiciones materiales, polticas y militares en que las experiencias socialistas se han dado histricamente.

    Por el contrario, puede afirmarse que en la medida en que el socialismo

    consiga alcanzar un cierto nivel de desarrollo, removiendo efectivamente las causas materiales generadoras de desigualdad, estar en condiciones de demostrar que puede ser mucho ms democrtico que el ms democrtico de los capitalismos. Es cierto que este socialismo autntico carece an de existencia real, pero ello no puede interpretarse como que sea, en principio, irrealizable.

    Por otra parte, una de las acusaciones ms comnmente empleadas por

    los enemigos del socialismo es aquella segn la cual ste no slo no sera democrtico, sino esencialmente totalitario, que ms all de sus promesas de liberar al hombre y la mujer de las cadenas de la opresin econmica, en realidad el socialismo no habra hecho otra cosa que someterlos a la ms inicua dominacin estatal. Tal afirmacin parece casi una obviedad, poco ms de una dcada despus del colapso de los socialismos reales. La astucia de esta crtica consiste en reducir el concepto de socialismo a su tosca caricatura estalinista.

    A partir de todo lo dicho, podemos afirmar que la correlacin negativa

    que hasta ahora ha existido entre el socialismo realmente existente y democracia, no sera la expresin de ninguna caracterstica esencial del

  • socialismo como tal, sino que correspondera a una conexin histrica puramente factual. Esta correlacin se explicara a partir de las condiciones particularmente inadecuadas en que se dieron los primeros intentos de construccin socialista en naciones atrasadas, econmica y militarmente sitiadas por las potencias capitalistas, que antes que nada debieron embarcarse en proceso de acelerada modernizacin, difcilmente compatibles con el establecimiento de relaciones polticas democrticas.

    Al no darse histricamente en la Unin Sovitica, (ni tampoco en

    ninguna de las revoluciones marxistas de los siglos XIX y XX), las condiciones de posibilidad estipuladas por Marx, el socialismo real devino en una especie de desfiguracin de la teora socialista. Pero del mismo modo como uno no debe tratar de formarse una idea de lo que sera una gran obra de arte terminada, a partir de sus imperfectos e inacabados bocetos originales; tampoco deberamos juzgar el socialismo sano y adulto, a partir del examen de sus expresiones histricas defectuosas y no desarrolladas.

    El ideal democrtico representa un elemento integrante y necesario,

    pero no constitutivo. Integrante, porque una de las metas que siempre se han propuesto los tericos del socialismo ha sido el refuerzo de la base popular del estado; necesario, porque sin este refuerzo nunca se alcanzara aquella profunda transformacin de la sociedad que los socialistas de las diversas corrientes siempre han vislumbrado. Pero tambin no constitutivo, porque la esencia del socialismo siempre ha sido la idea del revolucionamiento de las relaciones econmicas y no slo de las relaciones polticas; de la emancipacin social, como dijo Marx, y no slo de la emancipacin poltica del hombre. Lo que cambia en la doctrina socialista respecto de la doctrina liberal es la manera de entender el proceso de democratizacin del estado.