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Dientes de perro

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  • Se detuvo de repente cuando vioaquello entre las agitadas ramas deun matorral.Dos grandes puntos verdes,fosforescentes, que le miraban fijoen medio de la negrura. Unos ojosmalignos que no parpadeaban y delos que pareca desprenderse unhalo luminoso y fatal que le atrajeracon el vrtigo mortal de un abismo.Godowsky estuvo tentado de darmedia vuelta y huir. Pero aquellaspupilas parecan fascinarle. Dio dospasos ms, aproximndose a ellas.

  • Entonces se agitaron, al tiempo queel aullido vibraba una vez ms,aunque ahora sin la urgencia deantes. Al hombrecillo se le antoj lavoz de un viejo pidiendo ayuda.Se aproxim ms, vigilando los ojosverdes y fosforescentes, pronto aescapar a la menor seal agresiva.Lleg al matorral. Un gran cuerponegro se agit como sacudido por elventarrn que lo revolva todo.Maldita sea! exclamGodowsky, aliviado. No vales elsusto que me has dado, amigo.Era un perro negro y grande. Un

  • perro lobo de enorme cabeza,quieto sobre la hierba, mirndolecomo si le implorase.

  • Burton Hare

    Los dientes delperro

    Bolsilibros: Seleccin Terror - 55

  • ePub r1.0Titivillus 24.02.15

  • Ttulo original: Los dientes del perroBurton Hare, 1974Diseo de cubierta: Jorge Sampere

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • 1Lo encontr una noche que, tal comodicen por esas tierras, era tan negracomo el chaleco del prncipe de losinfiernos.

    O quiz fuera ms cierto decir que elperro le encontr a l.

    Sea como fuere, Godowskycaminaba cabizbajo, tropezando aqu yall, en completa oscuridad. El vientohuracanado aullaba entre los rboles,arremolinando la hojarasca, agitandocon violencia los arbustos espinosos y

  • arrancando lamentos casi humanos alprecipitarse entre los gigantescospeascos que salpicaban el bosque.

    Godowsky ya estaba arrepentido dehaber elegido el sendero que acortabacamino hasta su hogar, en lugar de tomarel otro, ms largo pero ms plano ycmodo, cuando oy por primera vez ellamento.

    Se detuvo en seco. Un espasmo detemor sacudi sus miembros.

    Escuch con todos los sentidosalerta. Una vez ms, cruzaron por suimaginacin viejas historias deaparecidos y monstruos, de viajerosdespedazados por horribles seres de lanoche que nadie saba de dnde

  • procedan ni adnde ibanTonteras, eso son historias de

    viejas, se dijo.Reanud el camino, pero lo cierto es

    que apresur el paso y ansi llegarpronto a su casa, incluso contando conque all tendra que enfrentarse con laarpa de su mujer.

    El aullido vibr, una vez ms, entreel lamento del vendaval.

    Sus pies parecieron clavarse en elsuelo. Estaba seguro que ningunagarganta humana era capaz de producirsemejante sonido.

    Ahora estaba seguro de haber odoclaramente aquella queja.

    Expresaba dolor, tal vez. O una ira

  • sorda contra el mundo por algn pecadomonstruoso.

    Una bestia tal vez?Pero Godowsky conoca bien los

    montes. Haba vivido toda su vida enGladstone y ningn habitante irracionalde las montaas tena secretos para l.

    Trat de avanzar, incluso pens enechar a correr hacia el pueblo porquesenta la presencia a su alrededor de unafuerza que trataba de dominarle.

    Mas no se movi, quiz deseandoor aquel grito extrao que sacuda todossus nervios.

    Y cuando lo oy ya no le cupo duda.No era una queja humana. Sonaba con untono sordo y que no obstante vibraba

  • con un diapasn de urgencia, como unallamada de ayuda

    Cautelosamente, Godowskyabandon el sendero, desafiando alviento y al miedo, dispuesto a descifraraquel enigma. Godowsky era unhombrecillo ms bien dbil y de bajaestatura, apreciado por todo el pueblo.Ni valiente ni cobarde, las malaslenguas decan que slo le tena miedo asu mujer.

    Quiz fuera cierto.O quiz no, porque mientras se

    apartaba del sendero notaba un froestremecimiento en todos sus nervios,como si una garra helada le acariciase lanuca.

  • Se detuvo de repente cuando vioaquello entre las agitadas ramas de unmatorral.

    Dos grandes puntos verdes,fosforescentes, que le miraban fijo enmedio de la negrura. Unos ojos malignosque no parpadeaban y de los que parecadesprenderse un halo luminoso y fatalque le atrajera con el vrtigo mortal deun abismo.

    Godowsky estuvo tentado de darmedia vuelta y huir. Pero aquellaspupilas parecan fascinarle. Dio dospasos ms, aproximndose a ellas.

    Entonces se agitaron, al tiempo queel aullido vibraba una vez ms, aunqueahora sin la urgencia de antes. Al

  • hombrecillo se le antoj la voz de unviejo pidiendo ayuda.

    Se aproxim ms, vigilando los ojosverdes y fosforescentes, pronto aescapar a la menor seal agresiva.

    Lleg al matorral. Un gran cuerponegro se agit como sacudido por elventarrn que lo revolva todo.

    Maldita sea! exclamGodowsky, aliviado. No vales elsusto que me has dado, amigo.

    Era un perro negro y grande. Unperro lobo de enorme cabeza, quietosobre la hierba, mirndole como si leimplorase.

    De dnde diablos saliste? rezong Godowsky, como si el animal

  • pudiera responderle.El perrazo agit las enhiestas orejas.

    Sus ojos parpadearon por primera vez yun suave ronroneo brot de suspoderosas mandbulas.

    Qu haces aqu, por qu no televantas? Va a estallar la tormenta encualquier momento, sabes?

    Godowsky no recordaba haberhablado tanto seguido desde hacameses. Con su mujer jams hablaba.Slo escuchaba.

    El perro lobo se agit. Tenadificultades para levantarse.

    Se qued de pie, tambalendose.Entonces, Godowsky hizo algunosdescubrimientos.

  • En primer lugar, estaba tan flaco quesus costillas podan contarse una a una.Adems, tena una pata rota.

    Por eso te quejabas, eh? dijoGodowsky, arrodillndose al lado delanimal. Me diste un buen susto,amigo, de veras Tienes una voz queno es de perro.

    l mismo trat de rerse por haberdicho esa incongruencia. Le produca unplacer extrao or su propia voz sin eltemor de las aceradas y mordientesrplicas de su caballuna esposa.

    Toc la pata rota para descubrir ellugar exacto de la fractura. El perrazo seestremeci y dej escapar un quejido.

    Te duele, eh?

  • Gruesas gotas de lluvia comenzarona caer. Calientes, pesadas, repicando enla hojarasca.

    Ya est aqu rezongGodowsky.

    Titube. Deba apresurarse o latormenta le pillara en descampado.

    El viento arreci de manera terrible.Los gruesos rboles se doblaban comogigantes flagelados por el dios del mal.

    El hombrecillo titube entre curar lapata del perro o correr en busca derefugio. El aguacero que se avecinabasola tener malas consecuencias con losque pillaba al descubierto. Y el viento,que aumentaba su fuerza por instantes,casi capaz de arrastrar a una persona.

  • Se levant. Una racha huracanada leempuj casi derribndole de espaldas.El perro cay de costado y aull otravez de dolor. Godowsky se aferr altronco de un pino mientras el aguachorreaba por su rostro, azotndole consalvaje violencia.

    Tena que huir cuanto antes. Habauna vieja cabaa a menos de un cuartode milla sendero abajo. Apenas unamontonamiento de troncos abandonadoy semiarruinado All podra esperarque cesara el temporal.

    El viento se hizo caliente como lalluvia, bramando en lo ms profundo delbosque. Godowsky oa el jadear delperro a sus pies y cuando lade la

  • cabeza descubri aquellos ojosdemonacos y verdes fijos en l.

    Que me condene si te abandonoen medio de la tormenta! rezong,malhumorado. Ests malherido, eh?

    Abandon la proteccin del rbol.Se frot el rostro furiosamente paralibrar de agua sus pupilas.

    Tras no pocos esfuerzos consiguilevantar al desvalido animal. Se locarg sobre el hombro, y a pesar de queel perrazo era slo huesos y piel setambale bajo su peso, azotado por elviento que amenazaba derribarlo a cadaembate.

    Durante el recorrido hasta la cabaael perro no dej or su voz, a pesar de

  • que su pata rota deba dolerleendiabladamente, porque segnGodowsky haba podido comprobar quela fractura tena los bordes astillados.

    Encontr la cabaa cuando casitropez con ella. La puerta estaba cada,arrancada de sus goznes. El hombrecillodeposit al perro en un rincn, yvalindose de un largo palo atranc lamadera de modo que cerrase en parte laentrada. De este modo evit lahuracanada corriente de aire.

    El perrazo no le perda de vista. Susojos de diablico brillo seguan todossus movimientos con fijeza hipntica.

    Godowsky se acerc al animal,consciente de que haba algo en el

  • ambiente, en la cargada atmsfera de lanoche, que le inquietaba. Una sensacinde incertidumbre que no lograbaprecisar, pero que pona continuosescalofros en su piel.

    Habr que entablillar esa pata,amigo rezong, hablando de nuevopara escuchar su propia voz porque asadquira confianza en s mismo.Despus, ya veremos Si no fuera pormi mujer, te llevara a casa, sabes?

    Un ronco gruido brot de las faucespoderosas del can. Sus ojos seguanquietos, sin parpadear.

    Godowsky puso manos a la obra,mientras en el exterior ruga latempestad y la lluvia torrencial azotaba

  • la cabaa, entrando por las grietas deltecho y de las paredes, caliente como lasangre

  • 2El viento haba amainado, perotodava ruga de vez en cuando en rachassalvajes que arrancaban agudos crujidosa los rboles del bosque.

    En la cabaa, Godowsky habaencendido fuego en el centro de laarruinada estancia y dormitaba a ratosesperando que cesara la lluvia torrencialpara regresar definitivamente a su casa.

    Imaginaba el abrupto recibimientode que sera objeto por parte de sumujer y eso le llevaba por el camino de

  • la amargura. Una vez ms, pens quedebera tomar una determinacin alrespecto. Estaba harto de humillaciones,de aceradas burlas, de sarcasmos que lehundan moralmente ante todo elvecindario.

    Dio un vistazo al perro, tendido enun rincn. Se sorprendi de que elanimal no durmiera tampoco, porquedeba estar agotado tanto de cansanciocomo de dolor.

    Sacudi la cabeza. Senta de nuevoaquella desazn que le provocabahelados estremecimientos. Era una cosaextraa como no le haba sucedidojams.

    Los ojos hipnticos del enorme

  • perro lobo no se apartaban de l ni uninstante, como si quisiera asegurarse deque no le abandonaba, de que no se ibadejndolo solo en la cabaa.

    Cuando cedi la lluvia al fin,Godowsky se levant y desatranc lapuerta, asomando la cabeza al exterior.

    La oscuridad impenetrable delbosque pareca cuajada de extraosreflejos y misteriosos rumores. Unamsica leve punteada por el gotear delfollaje, el viento que se bata en retiraday el susurro de la empapada hojarasca.

    No saba qu hora sera, pero eraindudable que ante la opinin de sumujer resultara tardsimo. Y si por lomenos hubiera podido llevarle buenas

  • noticias la cosa habra sido msllevadera. Ahora

    Maldijo para sus adentros. Sordasmaldiciones a su apocamiento, a sumujer, al mundo entero por estar hechode tal guisa que una persona pudierasentir miedo y repugnancia de vivir.

    Habra de dejar el perro en lacabaa y que se las compusiera por suspropios medios. Llevarlo a su casasignificara un cataclismo.

    Como si le adivinase lospensamientos, el animal gru all atrs.Un bronco sonido que hizo retemblar lasparedes de la cabaa.

    Godowsky sinti como un vientohelado en la nuca, otra vez aquella

  • empavorecedora sensacin de estarenvuelto en un sortilegio ms poderosoque su propia voluntad.

    El fuego chisporrote,extinguindose.

    El bosque, quieto ahora, era unanegra mancha, inmensa, que le hacasentirse an ms insignificante.

    Se volvi poco a poco. El perrazocontinuaba inmvil donde lo dejara,mirndole con sus malignos ojosfosforescentes.

    Eres un problema, amigo gruel hombrecillo. Todo un problema,porque detesto dejarte abandonado.

    Se acerc al animal. Le acarici lapoderosa cabeza, las erguidas orejas,

  • sintiendo la fascinacin de las pupilasverdes que no parpadeaban.

    De todos modos, mi llegada acasa ser todo un acontecimiento, tantosi te llevo como si no.

    Era extrao or su voz en largasfrases y que no tuviera que encogersebajo una andanada corrosiva que solaprolongarse durante horas.

    Bueno, te llevar. Una vez encasa, ya veremos. Pero no esperes quemi mujer te trate ni medio bien. Una vezme dijo que me detestaba tanto como aun perro, as que

    Ech puados de tierra del suelo dela cabaa a los rescoldos del fuego.Luego, en completa oscuridad, carg con

  • el animal y tambalendose bajo su pesoemprendi el camino.

    * * *

    Haba un destartalado cobertizodetrs de la casa. Serva tanto de leeracomo de almacn de trastos yherramientas del jardn.

    Godowsky se desliz en silenciohasta l para dejar all su pesada carga.

    El perro lobo emiti un sordoronroneo cuando lo deposit sobre unapila de sacos viejos.

    No te muevas, eh? musit.

  • Si te ve en el primer estallido seracapaz de matarte. T no conoces a micostilla, amigo.

    Los ojos.Aquellos ojos de mirar fascinante

    parecieron humanizarse, segn laparticular impresin del hombrecillo.Sin parpadear, no se apartaban de l,ahora acariciantes.

    Ms de pronto, el perrazo contrajola boca y sus largos, afilados ysiniestros colmillos relampaguearon enla penumbra como puales.

    Godowsky sinti un fro mortal entodo el cuerpo. Aquellas mandbulaspodan destrozar a un hombre con un parde dentelladas.

  • Qu te pasa ahora? murmur. Te he curado, recuerdas?

    Los colmillos desaparecieronrepentinamente y el perro se ech decostado sobre su lecho de sacos. Perono cerr sus ojos diablicos, quesiguieron mirando al hombrecillo hastaque ste abandon el cobertizo.

    Casi amaneca cuando introdujo lallave en la cerradura de su casa.

    Apenas puso el pie en el interior, delpiso alto le lleg la voz chirriante dePhyllis.

    Ben? Pens que te habas roto lacrisma por el camino Sabes la horaque es?

    Lo lo siento. Me sorprendi la

  • tormenta en pleno bosque.Y te asustaste, naturalmente! Es

    de hombres asustarse por una tormenta.Godowsky se encogi de hombros y

    cerr la puerta.Sobre su cabeza, en el piso, se oy

    el chirrido de un somier y luego unospasos. Una puerta, y los pasos resonaronduros y seguros rumbo a las escaleras.

    El hombrecillo se dispuso a afrontarlo que saba que iba a venir.

    La mujer apareci. Era alta, seca,arrugada y el cabello descolorido lecolgaba en greas desordenadas hastalos hombros. Sus ojillos diminutos ynegros eran como puntas candentes quechispeaban con incontenible

  • determinacin.El cuerpo huesudo, cubierto por un

    camisn que flotaba a su entorno igualque un globo, descendi los peldaospisndolos como si quisiera romperlos.

    Y bien, gran hombre, loconseguiste?

    Godowsky se encogi.VersLo conseguiste o no?l sacudi la cabeza de un lado a

    otro.La cara de la mujer se cubri de

    rojo. Roja ira que desbord hasta de losporos de su piel.

    Lo imaginaba sise. Sabaque tambin en esto fracasaras.

  • Maldito intil! Que no tienes de hombrems que los pantalones.

    Deja que te expliqueExplicar? Otra historia de las

    tuyas. Embustes, sueos de grandeza.Por qu no escribes un libro?Fracasaste tambin en esto, como hasfracasado en todo durante tu vida!

    Escucha, PhyllisYa te he escuchado demasiado en

    todos estos aos! Y nada de lo que hasdicho, imaginado o pensado se harealizado. Eres el hazmerrer delpueblo.

    Pero Phyllis, los crditos estnElla le interrumpi con un gesto

    agresivo. Godowsky retrocedi un paso.

  • Podrs contarle todas tus historiasal viejo Simon cuando venga a echarnosde aqu a puntapis. Crees que l teescuchar? Estpido! Crees queescuchar tus grandes historias?

    El hombrecillo abati la cabeza. Nose atreva a mirar a su enfurecida mujer.

    sta dio unos pasos de un lado aotro.

    Cuando se detuvo grit:Bueno, gran hombre, ahora

    puedes sacarte otra idea brillante de tugran cabeza! Qu crees que dir lagente cuando nos vean en medio de lacalle?

    Hablar con Simon Dachs ldeber comprender que

  • La mujer dispar las manos y lesujet violentamente por las solapas. Nolo zarande. Slo le sujet, casilevantndole en vilo.

    Claro que comprender! rugi. Comprender que nos tiene a suspies gracias a un estpido intil,impotente, incapaz de levantar cabeza yluchar por lo que es suyo. Deberamatarte, Ben, estrellarte contra la paredcomo a una rata que eres!

    Phyllis, no sabes lo que dices!Ella le solt con un empujn. El

    hombrecillo trastabill y hubo deapoyarse en una silla para conservar elequilibrio.

    S perfectamente lo que digo!

  • Ojal te hubieses muerto aquella vez queestuviste tan grave Ojal te hubiesesmuerto!

    l tembl. La mujer dio mediavuelta y se lanz escaleras arriba, perose detuvo a la mitad de los peldaos yse volvi.

    Empieza a pensar qu harscuando el maldito avaro nos eche deaqu, trasto intil, porque yo ya hedecidido. Y en mi decisin t no entraspara nada. Ya te he soportado bastante.

    Sigui escaleras arriba hastadesaparecer. Son un terrible, portazoque sacudi hasta las paredes y despussilencio.

    Tambalendose, Ben Godowsky se

  • dej caer sobre la silla sin fuerzas parasostenerse.

    Su mente era un caos. Y su odio. Unodio fro, ciego, a todo lo que fuera suvida hasta entonces. Odio incluso contras mismo porque el aplastante despreciode su mujer, repetido a lo largo de aosmachaconamente le haba convencido desu inutilidad.

    Hundi la cabeza entre las manos.Era el fin y l lo saba.

    El fin de su vida, de sus ilusiones,de sus esperanzas de una vida tranquilaentre aquellas paredes que amaba,incluso soportando el feroz desprecio desu mujer.

    Era pedir tanto a la vida poder

  • vivir en paz, cuidar el pequeo jardn,pasar los ltimos aos de su vida sinms zozobras?

    Godowsky solloz con la carahundida en las manos.

    Slo poda recordar que ese da quese iniciaba era el ltimo que pasara enaquella casa, que el viejo usurero leechara a puntapis, como haba dichoPhyllis, y que se encontrara en mediode la calle, solo.

    Inmensamente solo.No pens en el perro lobo.

  • 3Simon Dachs era la clsica estampadel avaro insensible a todo sentimiento.

    De corta estatura, enclenque, pielolivcea y llena de arrugas, ojoscodiciosos, hundidos en unas rbitasazuladas, incluso su nariz ganchudapareca haberse hecho ms curva con losaos.

    Llevaba una descuidada perilla en laque los pelos se enredaban formandodeshilachados remolinos.

    Probablemente, nadie en toda la

  • regin era tan odiado por sus vecinoscomo Simon Dachs.

    Pero ese odio no llegaba amanifestarse ms que en las miradasasesinas, porque incluso en loscomentarios de las viejas comadres, elnombre del usurero era pronunciado envoz baja, con temor.

    Casi con tanto temor como el quesenta Godowsky al verlo llegar a travsdel jardincito de su casa.

    Su mujer trasteaba arriba, llenandosus maletas segn haba dicho, porqueella ya haba decidido lo que hacer. Ellasiempre decida, dispona y ordenaba.

    Godowsky esper que el avarollamara a su puerta. Sinti una oleada de

  • ira impotente, porque apenas amanecidoy ya el viejo cuervo acuda en busca desu carroa.

    Abri.Simon Dachs entr sin saludar. Una

    vez dentro se volvi y slo dijo:Y bien, vas a pagarme,

    Godowsky?Escuche, seor DachsAhrrate palabras. Puedes

    pagarme la hipoteca, s o no?Bueno, no, pero le aseguro queTe repito que ahorres palabras, ya

    que nunca pudiste ahorrar dinero. Nopuedes pagar, a pesar de que la hipotecavenci ayer. Bien.

    Tiene que concederme otro plazo,

  • seor Dachs!Ni lo suees. Tienes todo el da

    de hoy para desalojar esta casa.No puede arrojarnos a la calle de

    este modo!Ya lo creo que puedo! Estoy en

    mi derecho. Todo el da, Godowsky. Delo contrario, maana al amanecer harque el juzgado te arroje de aqu aempujones, y entonces no te permitirsacar ni un clavo de entre estas paredes.

    Godowsky dese tener el valorsuficiente para echarse al cuello delmiserable y estrangularlo, aplastarlocomo a una alimaa.

    Ni siquiera haba cerrado la puerta.Tras l oy un sordo jadeo y al volver la

  • cabeza descubri al enorme perrazoplantado all, sostenindose condificultad a causa de su pataentablillada.

    No saba cunto tiempo llevaba elperro all, pero estaba tan trastornadoque ni siquiera le import que el animalfuera descubierto ya por su mujer. Enrealidad, nada le importaba.

    El viejo avaro repiti:Maana al amanecer vendr a ver

    si has dejado la casa.Se dirigi a la puerta. Godowsky no

    se movi, cerrndole el paso.Usted sabe que la hipoteca no

    cubre ni la mitad del valor de la casa,seor Dachs Lo que hace con nosotros

  • es esCuando te prest el dinero no

    dijiste nada de eso. Alguna ventaja he detener en mis operaciones. Aprtate ydjame en paz.

    Entonces descubri al gran perrolobo y se detuvo, arrugando el ceo.

    Es tuyo ese animal? gru.No, ste lo encontr heridoMagnfico! No puedes mantener a

    tu mujer, y recoges una bestia que comems que t. As te van las cosas.

    Apart a Godowsky de un empujn ycruz el umbral.

    El perrazo no se movi de dondeestaba. Sus malignos ojos verdes yfosforescentes no se apartaban del

  • usurero. De ellos pareca desprendersetoda la maldad del infierno.

    Aparta de aqu, maldito animal!rezong Simon Dachs.

    Al mismo tiempo que hablabapropin un puntapi al perro que loderrib de costado a causa del fallo desu pata entablillada.

    Son un sordo gruido del animal.Un rugido de una ferocidad increble,que puso los pelos de punta al aturdidoGodowsky, pero que no impresion loms mnimo al avaro, que se alej abuen paso, frotndose las manos llenode satisfaccin por el magnfico negocioque le haba cado gracias a Godowsky.

    ste se acerc al perro, pero de

  • algn modo ste encontr fuerzassuficientes para levantarse y se irgui,temblando de excitacin, las faucescontradas mostrando todo el salvajefulgor de sus colmillos y siguiendo conla mirada la silueta del viejo usureroque se perda en la distancia, en mediode la bruma.

    Es un malvado, lo creas o no murmur Godowsky, acaricindole sugran cabeza.

    El gran lobo fue tranquilizndosepoco a poco. El temblor de su cuerpoces y sus ojos se volvieron hacia elhombrecillo sin que en ellosrelampagueara ya aquel fulgordiablico.

  • Te llevar otra vez al cobertizo,amigo. Ya ver de traerte algo de comerms tarde.

    De dnde demonios has sacadoesa bestia?

    Godowsky sinti un escalofro.Se volvi.All estaba su mujer mirndole

    acusadoramente.Estaba heridoNo pretenders quedrtelo. A

    menos que quieras alimentarlo conpiedras, que es lo que habrs de comert de ahora en adelante.

    Escucha, PhyllisEstuve escuchando desde arriba.

    Y no pude or ni una maldita palabra

  • tuya que pusiera a ese asqueroso viejoen su lugar. Claro que de nada habraservido, pero por lo menos le hubierasdemostrado que eres un hombre y quetienes

    Phyllis!Oh, vete al demonio! Siento asco

    de ti, Ben Godowsky.Deberamos estar ms unidos que

    nunca. Phyllis, para afrontar estasituacin.

    nete a ese perro! No eres tms que l, despus de todo. Slo quet, en todo caso, eres un perro de aguas.Y no vuelvas a hablarme de unirnos, nide seguir juntos. Ya he decidido irmecon mi hermana, a Hampstead. Me

  • marchar maana por la maana y mesentir muy feliz al no tener queocuparme ms de ti.

    Dio media vuelta y regres al pisoalto, sus pisadas resonando por la casacomo golpes de martillo.

    Ben se sinti el hombre ms infelizde la tierra. Se imagin en mitad de lacalle, con la gente burlndose de l,solo, convertido en un vagabundo.

    El perrazo frot su cabeza contra suspiernas y eso le devolvi a la realidad.

    Bueno, amigo, ya viste Paraella, soy un perro de aguas.

    Ech a andar hacia el cobertizo,seguido del perro, que andaba condificultad sobre su pata rgida por las

  • tablillas.El hombrecillo se sent al lado del

    perrazo cuando ste se ech de costadosobre los sacos. Sigui acaricindole lacabeza, pensativo, buscando una salida asu situacin, a pesar de estar seguro queno exista solucin alguna.

    El perro cerr al fin sus ojos ypareci dormirse.

    En torno a l, Godowsky not denuevo aquella sensacin inquietante,aquel plpito diablico que le producaescalofros.

    Slo que estaba demasiadoembebido en sus pensamientos, en suderrota, para bucear en el origen deaquella extraa sensacin que pugnaba

  • por dominar su voluntad.Si se hubiera detenido a examinarla,

    a tratar de comprender qu podasignificar, desde cundo laexperimentaba y por qu cada vez quenotaba lo mismo un fro de muerte sedeslizaba por sus venas, quiz el terrorse hubiese adueado entonces de l y lehubiera hecho alejarse del extrao yenorme perrazo que el destino habacruzado en su camino.

    Slo que Godowsky no erasupersticioso, ni dado a las fantasas yni siquiera se haba preocupado nuncade las fuerzas ocultas en los msalejados estratos del destino.

    El pobre Ben Godowsky slo tena

  • imaginacin en aquellos momentos parapensar en su triste futuro.

    El futuro de un perro vagabundo.

  • 4El viejo Simon Dachs dio porterminado el repaso de sus libros deembrolladas cuentas. Fue a encerrarlosen la pesada caja empotrada en la pared,cuid de cerrar bien la maciza puerta yse frot las manos.

    Embebido en las cuentas ni siquierahaba advertido el paso del tiempo. Slocuando regres a la carcomida mesarecord el reloj y lo dio un vistazo.

    Pasaban algunos minutos de las docede la noche.

  • El usurero pensaba con anticipadasatisfaccin en el da que amanecera alcabo de unas horas. El da que la casade Godowsky sera suya.

    Era uno de los mejores negocios quehaba realizado en los ltimos tiempos.Un negocio redondo.

    Apag la luz y abandon eldespacho encaminndose a sudormitorio. Saba que esa noche apenaspodra dormir, exaltado por entrar enposesin de una casa que, mal vendida,lo dejara un beneficio neto de casi millibras. Y ya se ocupara de que fuerabien vendida para incrementarlo.

    De pronto, se sorprendi de la vivaexcitacin que le dominaba. Se detuvo

  • en mitad del dormitorio y trat deserenarse. Haba realizado otrasexpoliaciones ms sustanciosas a lolargo de su vida, de modo que no habarazn para semejante nerviosismo.

    O no era slo nerviosismo lo queexperimentaba?

    Era comoCierto, reflexion; como si sintiera

    miedo.Pero miedo de qu?Se dijo que tal vez la atmsfera

    estuviera demasiado cargada. Laelectricidad de la atmsfera dicen queproduce extraas sensaciones denerviosismo, inquietud, miedo

    Se acerc a la ventana. Tal vez

  • amenazase tormenta.Pero no. All estaba la luna, blanca

    sobre un cielo negro sembrado deestrellas parpadeantes.

    Se estremeci. Nunca habaexperimentado tamaa desazn.

    En alguna parte un perro emiti unlargo aullido. Era el perro de la viejaseora Floyd, seguro. La malditacotorra, no saba educar siquiera a sumaldito chucho

    El aullido se repiti, pero esta vezse extingui abruptamente, terminandoen un apagado quejido. Despus, reinel silencio.

    Simon Dachs cerr la ventana,corri el pasador de seguridad y se

  • dispuso a acostarse. La luna, penetrandoa travs de los cristales, creaba unrectngulo que se extenda por el centrode la habitacin.

    Dachs regres a la ventana y cerrlos slidos postigos interiores. Trasesto, se desvisti en la oscuridad,deslizndose entre las sbanas con unainquietud inexplicable.

    Apenas haba apoyado la cabeza enla almohada cuando oy aquel roce en laplanta baja.

    Se irgui, tenso.Aguz el odo, alarmado, temblando.

    Ya una vez un ladrn intentdesvalijarlo, claro que entonces era msjoven y el ladrn pag muy caro su

  • intento.De nuevo le pareci or un rumor

    abajo, en el despacho.Salt de la cama, helado de espanto.

    Silenciosamente, corri al pasillo y porl a las escaleras.

    All abajo todo era profundanegrura. La puerta del despacho seguacerrada, tal como la dejara alabandonarlo.

    No obstante, una vez ms sussentidos dieron un violento respingo alcaptar aquel rumor.

    Quiz fuera una rata que hubierapenetrado de algn modo

    El viejo avaro descendi lasescaleras cautelosamente, tendiendo el

  • odo. Si era un ladrn sera capaz deaplastarlo, como hizo con aquel otro

    Se detuvo junto a la puerta deldespacho. Peg la oreja a la madera,pero le fue imposible or nada inslito.

    Quin anda ah? exclam convoz poco segura.

    Ninguna respuesta.Y de pronto, un jadeo, o por lo

    menos eso le pareci.Encendi la luz del vestbulo, aspir

    hondo para darse valor, y con un gestobrusco abri la puerta de par en par.

    La claridad del vestbulo inund eldespacho, delineando los destartaladosmuebles, las sillas, todo lo que le erafamiliar.

  • Avanz un paso. Aquella sensacinde zozobra le invadi de nuevo.

    En aquel instante descubri la negraforma y sinti que se le paralizaba elcorazn.

    Qu poda ser aquello?No iba a dejar que le despojaran de

    lo que era bien suyo. Eso pordescontado.

    Resueltamente, justo cuando la negrasombra se pona en movimiento, Simonsalt a un lado y dio vuelta alconmutador de la dbil luz que colgabadel techo.

    La luz le revel la horrendapesadilla brotada del mismo infierno.Una pesadilla como jams la mente

  • humana imaginara otra igual.El usurero sinti que le fallaban las

    piernas, que todo el horror del mundo leenvolva y emiti un espeluznantealarido.

    Fue el ltimo grito que sali de sugarganta en este mundo.

    * * *La seora Floyd estaba intentando

    calmar a su pequeo perro cuando oyaquel lacerante grito.

    Se irgui, aterrada.Detestaba cordialmente a su vecino

    el seor Dachs, aunque eso no era nadadesusado, puesto que todo el mundodetestaba al viejo y desalmado usurero.

    No obstante, aquel alarido contena

  • tal cantidad de horror, tal intensidad depnico, que cualquiera hubiera pensadoque el avaro acababa de ver al mismodiablo.

    La seora Floyd apart a su perritofaldero y camin cautelosamente hasta eltupido seto que separaba su jardn delotro vecino.

    Escuch, pero el grito no volvi arepetirse. No obstante, s oy algunosruidos muy inslitos, como si alguienderribara los muebles dentro de la casadestartalada del usurero.

    Nunca haba sucedido nadasemejante. Simon Dachs pasaba dasenteros sin asomar al exterior, sin darseales de vida siquiera, encerrado, sin

  • un ruido, sin una voz, contando una yotra vez su dinero, planeando nuevasexpoliaciones. Y ahora, de pronto, asemejantes horas de la noche, en lacasona resonaba un alarido capaz dehelarle la sangre en las venas al mspintado. Y todo eso despus de que elpequeo y tranquilo Butsy aullaba ytemblaba como un azogado

    La mujer se estremeci. Dud entreencerrarse en su casa y dejar que elviejo se las apaara, o acudir a prestarayuda si la necesitaba.

    O sera mejor llamar a la polica?Tras ella, el lanudo Butsy dio un

    salto atrs y comenz a gemir,acurrucado como una pequea bola de

  • lana.La seora Floyd dio un respingo.Qu te pasa, pequen?

    susurr, asustada.Entonces oy el chirrido de la puerta

    de su vecino y lade la cabeza.Una gran sombra apareci,

    despegndose de la casa y alejndosecon un andar vacilante, cauteloso. Unasombra agazapada y siniestra que sefundi de pronto entre la bruma queempezaba a levantarse.

    La mujer se arrebuj en la gruesabata, estremecindose de temor,mientras el perrito segua gimiendo,como si sollozara lleno de incontenibleterror.

  • Butsy, queridito!Lo tom en brazos. Todo el cuerpo

    del pequeo animal temblaba igual quesi acabara de salir de un lago helado.

    Una racha de viento inesperado yclido arremolin la niebla, arrancquejidos de los rboles y despus ces,dejando slo un tenso silencio preadode amenazas que parecan desprendersede cada sombra, de cada matorral, de lanoche entera.

    La seora Floyd, con su perrito enbrazos, ech a correr hacia su casacastaetendole los dientes.

    Slo se calmara cuando llegase lapolica.

  • 5El sargento Disdale se atus elbigote y mir a la asustada seora Floydcon el ceo fruncido.

    Resumiendo dijo. Su perrose asust y usted crey ver un fantasmaen la casa vecina, en consecuenciadecidi llamar a la polica.

    No fue as exactamente,sargento algo pas ah al lado. MiButsy nunca se haba puesto de aquelmodo en toda su vida. Estaba aterrado,temblando. Y yo vi salir una sombra

  • furtiva la sombra de alguien grande ysiniestro cubierto por un abrigo o algoas.

    Y?Ya le digo que el viejo tacao

    haba gritado antes, y escuch tambinruidos violentos.

    Disdale era un hombre corpulento,que llevaba con gran majestad su azuluniforme en el que relucan los botonesdorados como pepitas de oro puro.

    Seora Floyd puede decirmequ haca usted levantada a esas horasde la madrugada?

    Es que no lo comprende an? Medespert mi pobre Butsy con susquejidos. Pareca como si le estuvieran

  • matando, el animalito De modo queme puse la bata y le busqu. Nocomprendo cmo haba logrado salir aljardn, pero all estaba, temblando,acurrucado, gimiendo.

    Ya veo.Me cree, verdad? Le juro que

    jams haba pasado tanto miedo comoesta noche.

    Iremos a dar un vistazo a casa delseor Dachs. La ver de nuevo despus,seora.

    Le esperar.El sargento, rezongando entre

    dientes, sali al exterior donde leaguardaba un joven polica, quien, ajuzgar por su actitud, estaba cayndose

  • de sueo.Vamos, Morrison gru.

    Daremos un vistazo en casa del viejo.Es capaz de soltarnos un tiro eseavaro pensar que vamos a quitarle sustesoros.

    Es realmente tan rico comoasegura la gente, sargento?

    Supongo que s, aunque nadiesabe exactamente cunto dinero tiene.Pero ha arruinado ms gente l solo quela depresin del veintinueve.

    Entraron en el descuidado jardn delusurero. La luna se ocult tras una nubey una densa oscuridad se desplomsobre la tierra cubrindola con un negromanto funeral.

  • Ha trado su linterna, Morrison?Desde luego, seor.El agente la desprendi del cinto y

    dirigi su luz hacia la casa.Los dos policas dieron un respingo.

    La puerta estaba abierta de par en par.Cuernos! mascull el sargento

    . Ser cierto que la vieja oy unalboroto ah dentro?

    Corrieron hacia la entrada. Disdaleencontr un conmutador y una suciabombilla desnuda pendiente del techoilumin un pequeo hall, casidesprovisto de muebles.

    Todo pareca estar en perfectoorden. Los dos policas cambiaron unamirada preocupada.

  • Seor Dachs! grit el sargento. Est usted ah, seor Dachs?

    No hubo respuesta.Morrison coment en voz baja:No nota usted nada, seor?Qu cosa?No lo s, seor.Se estremeci violentamente,

    arrancando un gruido de su jefe.Daremos una mirada aqu abajo.

    No estoy muy seguro de que el viejo nonos demande judicialmente si es unafalsa alarma.

    Aqu todo est en orden y no seoye nada, seor.

    Veamos esa puerta.Era la del despacho, a oscuras.

  • Disdale tante la pared para encender laluz.

    Morrison coment:Aqu se nota todava ms esa

    extraa tensin, seor. No la advierteusted?

    Es la electricidad de la atmsfera,Morrison, ya debera saberlo. Ah, aquest el interruptor!

    Son un chasquido y la luz seencendi.

    Ambos policas dieroninstintivamente un paso atrs.

    A ambos les culebre por losnervios un terror satnico, un fro sbitoy helado que les paraliz.

    El joven Morrison musit, como si

  • rezara:Santo Dios!Y volvindose, sali a trompicones.

    Su cara estaba verde.El sargento luch para dominar a su

    propio estmago que le golpeaba en lagarganta y avanz dos pasos.

    Los muebles aparecan derribados,rotos. Una silla era slo un montn deastillas. La mesa derribada, habaesparcido por todas partes multitud depapeles.

    Y todo ello nadaba en sangre ydespojos humanos.

    El cuerpo del usurero era slo unapiltrafa desgarrada, como despedazadapor un loco sdico y diablico, hecho

  • materialmente pedazos.Disdale cerr un instante los ojos,

    incrdulo, estremecido.All fuera oy vomitar a su

    subordinado y ni siquiera se extra.Forz la mirada a permanecer fija en

    el cuerpo. La cabeza estaba casiseparada del tronco por una tremendadesgarradura que parta el cuello en dos.Parte de una mejilla estaba arrancada decuajo y el nico ojo que quedaba en lacara, inmensamente abierto, semejabauna pupila de cristal fija en las llamasdel infierno a juzgar por su expresin.

    No pudo soportarlo por ms tiempo.Dio media vuelta y fue a reunirse conMorrison.

  • Lo encontr en la puerta de la calle,apoyado en la pared, respirandoprofunda y dificultosamente. Su cara erauna mscara griscea que apenas tenasemejanza con la suya normal.

    Es horrible! murmurMorrison.

    Es mucho ms que eso.Pero quin puede haber cometido

    esa carnicera, seor?sa es una buena pregunta.Slo se me ocurre que sea obra de

    un demente.Podremos opinar cuando el doctor

    haya examinado lo que queda del viejo.Vaya y llmele. La seora Floyd estlevantada, esperndonos. Pero no le

  • cuente los detalles. No quiero tener queasistirla a ella tambin esta noche.

    Muy bien, seor.Apenas el joven polica hubo

    partido a buen paso, el sargento diolibertad a su estmago y le imit, sinavergonzarse siquiera de semejantedebilidad.

    * * *

    El doctor Hamilton apareciprocedente del cuarto de bao,restregndose las manos.

    Y bien, doctor.

  • Deje que reflexione, sargento. Enmi vida haba visto cosa parecida.

    Ni yo, por supuesto.Tiene un cigarrillo?Seguro.Encendieron los dos. El mdico

    aspir el humo hasta el fondo de lospulmones.

    Estaban en el hall pobrementeiluminado. Afuera, cerca de la puerta,podan or los pasos de Morrison,vigilando no saba bien qu.

    Es sorprendente, sargento dijoel doctor, de pronto. Pero no tengo lams mnima idea de qu clase de armahan empleado para ese sucio trabajo.

    Cmo?

  • Le sorprende?Claro que me sorprende!Se sorprendera usted ms si le

    dijera lo que pienso.No importa, sultelo de todos

    modos, doctor.Es una idea demasiado

    descabellada.Incluso as ser una idea. Yo no

    tengo siquiera eso.Esas desgarradurasS?Parecen producidas por unos

    terribles colmillos.Disdale crey que haba odo mal y

    jade:Dijo colmillos, doctor?

  • Y grandes como los de ungigantesco animal salvaje.

    Quiere burlarse de m?Le aseguro que no, Disdale. sa

    es la impresin que causan esas heridas,esos destrozos. Pero le repito que esslo una primera impresin que seampliar en un sentido o en otro cuandopueda examinarlo con ms detalle, en eldepsito del cementerio. Adems,llamar al doctor Platte, de Wislow,para que me ayude y emita sudiagnstico.

    Pero eso es absurdo nadie en susano juicio puede creer semejante cosa,doctor. No hay fieras sueltas enInglaterra, y menos de un tamao capaz

  • de hacer eso con un hombre.BuenoAdems le interrumpi Disdale,

    ceudo, la seora Floyd vio salir a unhombre, no a una bestia. Y un animal noabre y cierra luces, ni la puerta, quedej abierta de par en par.

    Est bien, sargento, no la tomeconmigo. Yo slo expuse una ideadescabellada, tal como le dije alprincipio.

    No se le ocurra exponerla fuerade aqu, doctor, o alborotar a todo elpueblo. Ya sabe cmo es la gente en estaregin. Quien no cree en trasgos, cree enfantasmas, y quien no, est seguro de quelos espritus de sus antepasados rondan

  • a medianoche espiando por las ventanas.Entiende lo que quiero decir?

    Por supuesto.De modo que diremos slo que el

    viejo avaro ha sido asesinado. Por lomenos, de momento nos reservaremoslos detalles.

    Me parece muy bien. Pero leespera a usted una tarea de todos losdemonios, sargento, porque SimonDachs atesor tantos enemigos comodinero. Y enemigos que le odiaban hastael paroxismo, aunque le temieran almismo tiempo.

    Ya he pensado en eso tambin. Yen el sobrino ese muchacho que viveen Londres y que suele darse una vuelta

  • por aqu todos los veranos. Y se meocurre que va a heredar mucho dinerodemasiado dinero a mi entender. Quizse cans de esperar.

    Bien pudiera ser. O l, o cualquierdesgraciado al que el viejo cuervohubiera puesto entre la espada y lapared. No le envidio, Disdale. Le esperaa usted buena.

    De eso, el sargento estaba seguro.Le hubiera gustado enormemente

    tener otro trabajo cualquiera en lugar delde polica.

  • 6Godowsky supo la noticia apenasamanecido.

    Haba pasado la mayor parte de lanoche sentado en la cocina, dormitandoa ratos, maldiciendo de vez en cuando aldestino que se ensaaba con l, yesperando el amanecer como elcondenado a muerte, con el alma en vilo,viendo morir cada minuto, cadasegundo, pensando que esa muerte deltiempo le acercaba ms y ms a sudesastre.

  • En el dormitorio donde estaba sumujer todo era silencio. La arpa tenaya preparadas sus maletas.

    De modo que iba a quedarse solo, enla calle, sin recursos, sin un techo

    Y entonces, un vecino le notific queel viejo usurero haba sido asesinadoesa misma noche.

    Estupefacto, Godowsky se sintisbitamente liberado.

    Se qued en el jardn, viendoalejarse al vecino. Mir a su alrededor,a aquel pequeo jardn en el que tantashoras en paz haba pasado. La esperanzade no tener que abandonarlo naci en sumente como un chispazo.

    Y entonces corri en busca de su

  • mujer.Phyllis! grit lanzndose

    escaleras arriba.Ella estaba vestida como para

    emprender un viaje. Le mir coninmenso desprecio desde la puerta de sudormitorio.

    Ya est aqu el asquerosocuervo? dijo, rechinando los dientes.

    No, no!Entonces, qu diablos te pasa?No vendr. Phyllis no podr

    echarnos.Sigues soando. No hay nada en

    este mundo capaz de ablandar a esemiserable.

    S lo hay, Phyllis s lo hay.

  • Te has vuelto loco?La muerte.Ella casi dio un brinco.La muerte? Maldito seas, acaba!

    Quieres decir que Simon Dachs hamuerto?

    l asinti con enrgicos gestos decabeza.

    Acaba de decrmelo Jimsonesta noche asesinado.

    Ella respir hondo. Sus ojillosrelampaguearon.

    Asesinado! El muy cerdo se lotena merecido.

    Comprendes lo que esosignifica? Ya no podr echarnos a lacalle, Phyllis. No podr echarnos!

  • Ella arrug el ceo.De momento no, pero cuando sus

    herederos revisen la herenciaencontrarn la hipoteca.

    Pero no sern tan desalmadoscomo l. Nos darn ms tiempo, estoyseguro. Y entretanto encontrar trabajo,ya lo vers.

    Si eso fuera cierto si no nosarrojasen a la calle

    Es nuestra oportunidad.Ella le mir desde su altura, erguida,

    huesuda. La crispacin de su rostroanguloso desapareci y volvi aadquirir su mirada implacable, cargadade desprecio.

    Debiste haberlo hecho t, Ben.

  • El qu?Matarlo!Phyllis, ests loca!Debiste matarlo como a un perro!

    As me habras demostrado que eresrealmente un hombre.

    Asesinarlo! No sabes lo quedices.

    Claro que lo s! Mereca lamuerte un milln de veces. Y t tenasms motivos que nadie para matarlo.Slo que no lo has hecho, claro. Eresdemasiado dbil, demasiado fracasadopara pelear incluso por lo que es tuyo.

    Por favor, deja de decirbarbaridades. Piensa tan slo en quepodemos quedarnos en nuestra casa,

  • Phyllis. Todo lo dems se arreglar conel tiempo.

    Quiz s. Pero t seguirs siendoel mismo, Ben. Un pobre hombre.

    Dio media vuelta, rgida como unatabla.

    l musit:Adnde vas?A deshacer las maletas,

    naturalmente.Y le cerr la puerta del dormitorio

    en las narices.Poco a poco, Godowsky descendi a

    la planta baja.Andaba como en sueos, como el

    condenado a muerte a quien se indultacuando ya tena el nudo corredizo en el

  • cuello.Entr en la cocina y prepar caf.

    Entonces record al perro y la comidaque prepar durante la noche. Quiz, conlo sucedido, Phyllis se sintiera lobastante magnnima como para noarrojarlo de la casa despus de todo.

    Tom su caf saborendolo. Luego,con la comida del animal en la mano, sedirigi al cobertizo.

    El enorme perro lobo estaba echadode costado sobre los sacos, dormido.Pero abri los ojos al or los pasos deGodowsky, le mir un instante y volvia cerrarlos quedando perfectamenteinmvil.

    Te traigo tu comida, amiguito. Es

  • posible que puedas quedarte aqu,sabes? dijo alegrndose de or supropia voz.

    El animal emiti un leve gruido,pero no se movi.

    Entonces, Godowsky hizo algunosdescubrimientos.

    En primer lugar, vio que la pataentablillada haba sangrado de nuevo yque las tablillas se haban aflojado.

    Tambin vio algunas manchasoscuras alrededor del feroz hocico delanimal. Manchas de sangre sin duda.

    Se qued un tanto preocupado,porque aquella sangre tanto podaproceder de la pata herida, como dealguna gallina que el perro hubiera

  • cazado durante la noche. Eso podatraerle disgustos con el vecindario si serepeta.

    Le acarici la cabeza y empez arecomponer las tablillas, incapaz depreocuparse por otra cosa que no fuerasu buena suerte.

    * * *

    El sobrino de Simon Dachs sellamaba Jason Browne. Lleg a ltimahora de la tarde en el tren de Londres,nervioso y un tanto excitado.

    El sargento Disdale, que haba

  • tenido todo el da para reflexionar,estaba tan perplejo como cuandodescubri el cadver. No obstantemostr su tradicional amabilidad conaquel hombre joven al que conoca porhaberlo visto alguna que otra vez, en elverano.

    Sintese, seor Browne. Lamentoque haya debido venir por un motivo tanterrible.

    Todo lo que s es que mi to fueasesinado. Es cierto?

    Por desgracia, s. Le mataronanoche.

    Jason tendra unos veinticinco aos,era alto y de hombros poderosos. Suscorrectas facciones, agradables y

  • enrgicas, se crisparon un momento.Lo siento murmur. No

    simpatizbamos mucho el viejo y yo,pero morir as

    Supongo que no lo vera usteddesde que estuvo aqu el ao pasado.

    En efecto. Y lo habra vuelto a verel mes prximo, como de costumbre.Saben ya quin lo mat?

    Todava no, seor Browne, peroestamos investigando activamente.

    Tan activamente como para pedira la polica de Londres informes sobrem?

    Disdale desvi la mirada.Cmo lo sabe?Porque hicieron averiguaciones

  • sobre cmo emple el tiempo la nochepasada. Londres est cerca de aqu.

    Bien, comprenda que es la rutinaen estos casos.

    Comprobar las coartadas de lossospechosos. Le comprendo, pero lacosa va a complicarse un poco,sargento.

    Lo s. He recibido por telfono elinforme del Yard. Usted no tienecoartada alguna, y con los trenesnocturnos pudo usted venir y marcharsecon tiempo suficiente para estar en suestudio por la maana.

    Slo que no lo hice.Bueno, entonces dgame qu hizo.El joven sacudi la cabeza de un

  • lado a otro, sonriendo.Pas buena parte de la noche con

    una muchacha, eso es todo.Debe comprender que esa vaga

    excusa no sirve en una investigacin porasesinato.

    Deber servir, por lo menos hastaque yo haya podido hablar con ella.

    Disdale le observ fijamente unosinstantes.

    De pronto dijo:Tiene usted problemas

    econmicos, seor Browne?Directo al grano, eh? Bien, los

    tengo, por supuesto. Todos los artistasjvenes pasan tiempos difciles y yo nosoy una excepcin. Mis cuadros no se

  • cotizan todava en las grandes salas dearte.

    De modo que la herencia de su tole sacar de apuros, creo yo.

    Puede expresarlo as.Me permite decirle que no

    parece usted muy afectado por losucedido con su to?

    Y no lo estoy. Por lo menos, noexcesivamente. l me despreciabacordialmente, si sabe lo que quierodecir. Yo no serva para amasar dinerosegn su punto de vista, y todo lo que nofuera dinero no significaba nada para mito Simon.

    Y usted?No comprendo.

  • Tambin usted le despreciaba al?

    No exactamente. Ms bien lecompadeca. Era un desgraciado que nohaba vivido un solo da en toda su vida.Comprende?

    Creo que s.Supongo que seguir siendo el

    principal sospechoso hasta quedescubran al culpable.

    Por lo menos, seguir siendosospechoso hasta que nos pruebe ustedel empleo de su tiempo durante la nochepasada.

    Jason sonri. Encendi un cigarrilloy dijo de buen humor:

    Le agradezco su franqueza,

  • sargento.Son el telfono de tubo que colgaba

    de la pared. Disdale se disculp ydescolgndolo dijo:

    Sargento Disdale, hable. Cmo?Oh, s, escucho

    Hubo unos largos minutos desilencio, en los que el sargento sloemiti algunos gruidos de asentimiento.

    Al fin, con un suspiro, dijo:Comprendo, superintendente, muy

    agradecido. En caso de necesidad nodudar en solicitar su ayuda de nuevo.

    Colg, pensativo.Jason apur el cigarrillo y lo aplast

    en un cenicero.De pronto, Disdale pregunt como si

  • la cosa apenas tuviera importancia:Dgame, seor Browne. Qu

    traje llevaba usted anoche, de qu colorera, de qu clase de tejido?

    El pintor enarc las cejas.Era un traje marrn, desde luego

    murmur. Marrn con una raya muyfina, blanca. En cuanto al tejido, cuandolo compr me aseguraron que era puralana. Por lo menos, lo pagu como lanatermin, sonriendo.

    El sargento asinti, con el ceofruncido.

    Est seguro que no cambi detraje a ninguna hora, durante la noche?

    Por supuesto que estoy seguro. Aqu viene todo esto, s no es secreto de

  • estado?Bien, voy a ser enteramente

    sincero con usted. Su to fue asesinadocon una ferocidad inaudita. Ya sabr losdetalles ms tarde, cuando realice eltrmite de identificacin formal. Lo ques quiero decirle ahora es que elasesino, sin ninguna duda, debimancharse de sangre. Pisote el sueloencharcado de sangre y es seguro quesobre sus ropas debi acumularse unabuena parte.

    Y?La polica del Yard ha entrado en

    su estudio despus de su marcha.Naturalmente, provistos de un mandatojudicial. Han examinado cada una de sus

  • prendas de ropa, especialmente el trajemarrn con una raya muy fina que estabatirado sobre una silla. Tambin se hanocupado de sus pares de zapatos.

    Jason suspir, irnico:Ya veo. No creo que hayan

    encontrado una sola mancha de sangreen ninguna parte. Hace ya tiempo que nodescuartizo a nadie.

    No bromee, seor Browne. Noencontraron nada sospechoso, pero sigueusted careciendo de una buena coartada.

    Le aseguro que no lo tomo abroma, pero mi carcter es as. Perojams me preocupo por anticipado de loque puede venir. Aclreme una cosa sino le importa, sargento. Qu es eso de

  • que fue asesinado con ferocidad, cmolo hicieron?

    No lo sabemos todava. Lo ciertoes que result bastante digamosdestrozado.

    Destrozado? repiti Jason,estupefacto.

    Ya lo ver.Disdale se levant cansadamente.El pintor le imit, indagando al

    mismo tiempo:Estoy an bajo sospecha?Realmente, es usted el nico

    sospechoso que tenemos por elmomento. Acompeme, si no tieneusted nada ms urgente que hacer.

    Adnde?

  • Hablaremos con una dama muyasustada. O quiz sera mejor decir queel que est terriblemente asustado es superrillo faldero.

    Perplejo, el pintor le sigui un tantopreocupado por el cariz que estabantomando las cosas.

    En realidad, no entenda nada enabsoluto, slo que en cualquier momentola polica poda acusarle nada menosque de un asesinato.

  • 7El crepsculo dej paso a la noche.Las sombras descendieron sobre lapoblacin, justo cuando empezaban acorrer inquietantes rumores entre elvecindario. De alguna forma se habanfiltrado los detalles de la muerte delviejo usurero y quien ms y quien menosempezaba a notar inconteniblesescalofros de terror.

    En medio de las sombras llegaron elsargento y Jason Browne al jardn de laseora Floyd. Brillaban las luces en las

  • ventanas de la casa, en contraste con laimpenetrable negrura de la queperteneciera al viejo Simon.

    Conoce usted a la seora Floyd,Browne?

    He hablado con ella un par deveces en mis visitas a mi to. Qurelacin?

    Fue ella quien nos avis, anoche.Vamos.

    La mujer les franque la entrada,evidentemente inquieta.

    Entren sintense, sargento.Pero si es el joven seor Browne!Cmo est usted, muchacho?

    Bien, y usted, seora?Fue horrible y les aseguro que

  • mi pobre Butsy todava no se harecobrado del miedo que pas.

    Les gui al saln cuya ventana dabaal jardn y tomaron asiento donde ellales indic.

    Disdale coment:No me explico el miedo de su

    simptico perrito, seora Floyd. Segnel relato que usted hizo anoche, el pobreanimal no estuvo en ningn momento enpeligro.

    Desde luego que no pero algodebi aterrorizarlo que Esperen selevant, acercndose a la puerta.Butsy, cariito, ven aqu!

    Esperaron. Ella llam algunas vecesms hasta que el pequeo animal

  • apareci, receloso, con el rabo entre laspiernas y las orejas gachas.

    La anciana solterona lo tom enbrazos y fue a sentarse de nuevo.

    Mrenlo, sargento. Era el perritoms alegre y carioso que usted hayaconocido nunca. Y ahora, ya lo ve.Desde anoche no abandona esta actitud.Se pasa las horas acurrucado en unrincn y no se mueve siquiera. No haprobado bocado en todo el da. Lesparece natural lo que est haciendo mipequeo Butsy?

    Disdale, que se haba quitado suimpecable gorra, se rasc el cogote,perplejo.

    Es raro, desde luego coment

  • . No cabe duda que este animal estmuy asustado, pero de qu?

    No hubo respuesta.Al cabo de unos instantes, tras

    encogerse de hombros como apartandode s un problema del que no leincumba nada, volvi a lo que s lepreocupaba.

    Seora Floyd necesito quereflexione usted detenidamente sobre loque vio anoche. Todo lo que vio.

    Ya le dije queLo s, recuerdo lo que me dijo.

    Pero quiero que se concentre en elhombre que vio salir de la casa delseor Dachs. Comprende? Trate derecordarlo con detalle. Cmo era? Ya

  • sabe: estatura, corpulencia, ese abrigoque dijo usted que llevaba, a pesar deque el tiempo es ya caluroso. Todo termin con un expresivo ademn.

    Ella se ech atrs, arrugando elentrecejo.

    No fue ms que una silueta oscura,sargento y se perdi pronto entre laniebla que entonces empezaba alevantarse. Pero yo dira que era unhombre muy alto, corpulento, aunqueandaba un poco agachado.

    Llevaba algo en la cabeza,sombrero, gorra, algo?

    Pues no puedo asegurarlo, peroyo dira que s. Me parece que su cabezaestaba cubierta, aunque no s con qu.

  • Fue una visin demasiado fugaz.Intntelo, por favor. Concntrese

    en sus movimientos. Gesticulaba,llevaba algo en las manos, por ejemplo?

    No vi sus manos creo. Noobstante recuerdo que hubo algo que noera normal.

    Adelante, seora, por favor.Ella asinti con un gesto.Cojeaba dijo de pronto. Al

    andar me pareci que cojeaba.Disdale dio un respingo.Eso puede ser muy importante,

    desde luego. Nada ms?El abrigo; me pareci que era

    grueso, pero nada ms.Eso resulta sorprendente, porque

  • anoche disfrutamos de una temperaturaprimaveral. O quiz no era un abrigo?

    No podra asegurarlo,naturalmente.

    Pudo ser una especie de capa?Cree que hay alguien en el

    pueblo que utilice capa en estostiempos, sargento?

    No habitualmente. Pero pudollevarla para que no se le manchara eltraje con la sangre de su vctima.

    La pobre solterona dej escapar ungrito y palideci.

    Sargento! protest.Disclpeme. Pero pudo ser una

    capa?No lo creo.

  • Disdale hizo un gesto decontrariedad. Luego, como si la cosaacabara de ocurrrsele en aquelmomento, dijo:

    Veamos. Quiere levantarse, seorBrowne, por favor?

    Jason obedeci irguindose.Y ahora qu? dijo.Seora Floyd. Le parece que el

    hombre que vio usted era ms o menosde esta estatura y corpulencia? Oh, noquiero decir que fuera nuestro jovenamigo, le tomo nicamente comoejemplo. Le parece que?

    Ella observ al pintor con ojocrtico.

    Jason sonri, un tanto divertido.

  • No, me parece que no musit labuena mujer.

    Era ms bajo? Recuerde quesegn usted andaba un tanto agazapado.

    Incluso as era ms corpulentoque el seor Browne, estoy casi segura.

    Est bien, creo que eso es todo,seora Floyd. Si acaso recuerda ustedalgn otro detalle no deje decomunicrmelo.

    El sargento se levant, ceudo.Jason coment:Es usted un zorro, sargento, pero

    esta vez se ha pasado de listo.S, eso creo.Se despidieron de la duea de la

    casa. El perrito se qued en el saln,

  • acurrucado, hecho una bola bajo unsilln.

    En la acera, Jason encendi uncigarrillo.

    Debi advertirme que me traapara tratar de que esa mujer meidentificase. No tengo nada que oponer atodas sus argucias, pero por lo menosavseme.

    Lo recordar. Dnde va aalojarse usted?

    En la fonda, por supuesto. No meseduce pasar la noche en esedestartalado casern.

    No obstante, habr de hacersecargo de l. Es usted el nico heredero,que sepamos.

  • Ciertamente. Tan pronto el juezme autorice, me encerrar ah dentropara examinar los papeles de mi to. Meespera una buena tarea.

    Me gustara hacerle una pregunta.S?Su to estaba exprimiendo a ms

    de un vecino del pueblo. No le descubronada si le digo que extraoficialmente,todos sabamos que era un usurerodesalmado. Qu har usted ahora conlas deudas que haya pendientes?

    Cancelarlas, supongo. No quierocomplicarle la vida a nadie. Yo pintocuadros, sargento, no arruino a nadie.

    Disdale suspir.Me alegra mucho orle decir eso,

  • seor Browne. Ahora, slo falta quepruebe usted su coartada de anoche y mesentir inclinado a descartarlo porcompleto de mi existente lista desospechosos.

    Le repito que hasta que hable conla muchacha en cuestin no podrconcretar nada. Sera una infamiacomprometerla sin su consentimientoprevio.

    Si ella le quiere no opondrdificultad, supongo yo.

    Me quiere y yo a ella, porsupuesto.

    EntoncesEs intil que insista.Echaron a andar en silencio por la

  • oscura calle. Cuando estaban cerca de ladivisin policial, Jason se detuvo:

    Estar en la fonda si me necesita.Todava venden los peridicos deLondres en la plaza?

    Naturalmente. Le ver maana yhabr usted de verificar la identificacinoficial.

    De acuerdo.Sigui su camino, solo, pensativo y

    preocupado.Los peridicos de Londres

    publicaban la noticia del extraoasesinato y su propio nombre,detallando la circunstancia de que lapolica se interesaba por l a causa deque no haba podido presentar una

  • coartada convincente.Maldiciendo a los reporteros, arroj

    el diario a una papelera y se encaminresueltamente a la nica fonda de lapoblacin.

  • 8Godowsky llen la fuente de metalcon la parca comida destinada al perro yse desliz fuera de la cocina.

    Adnde vas a estas horas?Se detuvo en seco.Su mujer haba aparecido como un

    fantasma, procedente de un ngulo de lacasa.

    Esto es un poco de comida parael perro.

    Todava no lo has echado deaqu?

  • An no. Est herido, ya sabes. Serompi una pata y

    Me importa un comino lo quetenga roto! Apenas podemosmantenernos nosotros y vamos adesperdiciar nuestra comida para unamaldita bestia que no sirve para nada.chalo del cobertizo!

    El pobre Godowsky se estremeci.Cuando pueda valerse empez.Pero ella gru, interrumpindole:Nada de excusas! Esta noche y no

    se hable ms.El hombrecillo se irgui. En su fuero

    interno le hizo el efecto de que seagigantaba ante sus propios ojos.

    No lo har murmur.

  • Qu dices?El perro se quedar aqu, Phyllis

    su voz reson de pronto con unafirmeza como ella no le oyera jams.Lo cuidar hasta que est curado.

    Cmo te atreves? Te digo que loeches del cobertizo o lo har yo!

    T no hars nada de eso. Te repitoque el perro se quedar en esta casahasta que yo lo disponga.

    Dio media vuelta y se alej hacia elcobertizo.

    La mujer se qued boquiabierta. Erala primera vez que Ben se atreva acontradecirla, a desafiarla.

    Reaccion de pronto, furiosa, y casiech a correr tras l.

  • Espera un momento, granhombre! chill.

    Ben se detuvo en la entrada delcobertizo, volvindose, rgido.

    Te dije que echaras a eseapestoso animal y lo hars! Me oyes?Ms te hubiera valido emplear esta falsafirmeza con el viejo cuervo que iba aecharte de tu propia casa. Pero conmigono te sirve, porque

    Un bronco gruido brot de la negraoscuridad del cobertizo.

    Fue un rugido que retumbsordamente y cort la perorata de laarpa.

    Un instante despus, el perrazosurgi como una aparicin, los colmillos

  • descubiertos, chispeando en lapenumbra como puntas de cuchillo.

    Godowsky sinti un helado espantorecorrerle la nuca. El perro se quedall, agazapado, fijas sus diablicaspupilas en la mujer, los terriblescolmillos descubiertos, siniestros,amenazadores.

    Te das cuenta? Es una malabestia balbuci Phyllis.

    Pero dio media vuelta y se alejapresuradamente.

    Instantneamente, el animal seapacigu, retrocediendo hasta su yacijade sacos.

    Ben le acerc la comida y murmur:Diablo, amigo! Me asustaste.

  • Pero lo bueno es que la asustaste a ellatambin. Y es la primera vez que esosucede, sabes? Creo que vas a quedartemucho tiempo.

    Le acarici la enorme cabezota ycontempl unos instantes al ahorasilencioso perro lobo. Despus,cabizbajo, regres a la casa asombradoprofundamente de su propioatrevimiento al plantar cara a su mujerpor primera vez en toda su vida.

    Era tan asombroso que se le antojcasi un milagro.

    * * *

  • La muchacha descendi del tren ymir a su alrededor con ciertodesconcierto.

    Llevaba slo un pequeo neceser deviaje en la mano, y era tan hermosa quelos viajeros que la rebasaban al salir dela estacin no podan evitar girar lacabeza para asegurarse de que nosoaban.

    Camin indecisa hasta la plazoletadel otro lado de la estacin y volvi acontemplar el pueblo, completamentedesconocido para ella.

    Cuando se dio cuenta se habaquedado sola, la oscuridad de la calleque se abra al otro lado de la plazoletala inquiet.

  • Sac un pedazo de papel del bolso yconsult unas seas. Tras esto, atravesla plazoleta y anduvo sin muchadeterminacin por aquella calle cuyailuminacin dejaba mucho que desear.

    En una esquina vio la silueta de doshombres, hablando animadamente. Sedirigi a ellos, que se volvieronsorprendidos al verla.

    Disculpen, busco la calle Haddon.Es usted forastera, por supuesto

    coment uno de los dos.Acabo de llegar. Podran

    orientarme, por favor?Los hombres cambiaron una mirada.

    Luego, uno de ellos le detall lasituacin de la calle. Se despidi con un

  • murmullo, sintiendo sobre sus espaldaslas miradas procaces de los interesadosciudadanos.

    Estaba acostumbrada a ello de todosmodos, puesto que en las aceras deLondres los hombres, jvenes y viejos,solan demostrar un personalsimointers por sus visibles encantos.

    No encontr dificultad alguna enlocalizar la calle, pero cuando lleg aella se senta un tanto fatigada. Sedetuvo y en la penumbra intent leer losnmeros de las casas, separadas unas deotras por bien cuidados jardincitos.

    Un minuto despus sigui por laacera, presa de incertidumbre porque nodejaba de comprender lo aventurado de

  • su decisin.Cuando volvi a detenerse estaba

    ante la oscura y siniestra casa de SimonDachs.

    Se qued all, mirando la negra masadel edificio, sin una sola luz.Desalentada, suspir reprochndose porhaber cedido a su impulso.

    Vio que haba luz, no obstante, en lacasa vecina. Titube, porque no sabacmo explicar su presencia all ni elinters que la llevaba a una casa dondese haba asesinado a un hombre.

    De pronto se le ocurri que eraposible que l estuviera dentro. Debahaberse alojado en la casa, como decostumbre. Nuevamente esperanzada, se

  • intern por el oscuro jardn y lleg a lapuerta.

    De nuevo su incipiente esperanza seesfum al descubrir los precintospoliciales en la puerta. No le quedabams solucin que indagar.

    Antes que pudiera moverse escuchel arrastrar pesado de unos pies a unlado del jardn. Despus, los piestroncharon brutalmente un macizo deflores y el chasquido de las ramas sonlgubre en el silencio y la oscuridad.

    La muchacha contuvo el aliento y seapret contra la pared.

    Los pasos se dirigan al setorecortado que divida los dos jardines.Ella alarg el cuello y slo distingui

  • una gran sombra, detenida ahora junto alseto.

    Se le antoj que era una sombrafurtiva, alguien que se mova al acecho,como una amenaza.

    De pronto, en la casa vecina seescuch el agudo quejido de un perro.Despus, una sucesin de asustadosladridos que se extinguieron con unapagado aullido, como si de repente elanimalito se hubiese quedado sin voz.

    Todo aquello resultaba muy extraoy la muchacha sinti un agudo fropenetrable hasta la mdula de loshuesos.

    Deseaba echar a correr, alejarse deaquella oscuridad amenazadora,

  • perderse en la noche y encontrar prontoel refugio de los brazos del hombre quehaba venido a buscar.

    Pero estaba aquella sombrainquietante, inmvil junto al seto.

    Aguz la mirada. No se habaequivocado, el hombre continuaba all,tan inmvil como una figura de piedra,acechando las ventanas iluminadas de lacasa vecina.

    Por alguna extraa razn que lamuchacha no hubiera sabido explicar,sinti terribles deseos de empezar agritar. La siniestra inmovilidad deldesconocido contena tal carga deamenaza que pona espeluznantesescalofros en la piel.

  • Apret los dientes para dominarse.Entonces, la sombra se movi.

    Deba tratarse de alguien muycorpulento y a pesar de la templadanoche pareca cubrirse con un gruesoabrigo.

    Le vio atravesar el seto,tronchndolo sin vacilar, y desapareceral otro lado.

    La muchacha titube. Ahora tena laoportunidad de echar a correr ydesentenderse de algo que no leincumba.

    No obstante, no lo hizo.Era algo inexplicable lo que le

    suceda en aquellos fugaces y terriblesinstantes. Una vocecita en su interior le

  • ordenaba alejarse, huir. No le cabaninguna duda que aquella sombra queviera llevaba malvados propsitos almoverse de aquel modo, acechando enla oscuridad, destrozando cuanto pisaba,igual que complacindose en causardao por el simple placer de hacerlo.

    La muchacha se movi, pero no parahuir, sino aproximndose despacio alseto tronchado por el intruso.

    Era como la atraccin de un abismo,como si sintiera la atraccin del terriblevrtigo ante el precipicio y no pudierasustraerse a l.

    Cautelosamente, lleg a donde sedetuviera el desconocido. El gruesotronco de uno de los arbustos del seto

  • estaba tronchado como si no hubierasido ms duro que una simple caa.

    La muchacha dej la maleta en elsuelo y se irgui.

    Pudo ver la mancha oscura delintruso ahora agazapado no lejos de laesquina de la casa.

    Ella aguard unos instantes, y depronto la sombra ya no estaba all.Haba desaparecido como engullida porel infierno. La muchacha tard unossegundos en comprender que aquello notena nada de sobrenatural, sinosimplemente que el desconocido habadoblado la esquina para dirigirse a lapuerta principal de la casa.

    Atraves tambin el seto. El aire

  • pareca cargado de tensin, como esaelectrizante tensin que impregna laatmsfera cuando se avecina una grantormenta.

    No obstante, el cielo estabaestrellado y la luna que empezaba alevantarse, era clara y limpia allarriba.

    La muchacha avanz por el jardncuidando de no producir ningn ruido.Se peg a la pared, deslizndose decostado hacia la esquina y una vez allatisb con infinitas precauciones. Estabadispuesta a gritar, advirtiendo a losmoradores de la casa, si el intrusotrataba de forzar la puerta.

    Lo vio, confusa mancha en la

  • oscuridad, cerca de la entrada, paradodelante de una ventana cerrada y oscura.

    Quiz intentaba penetrar por laventana.

    La muchacha contuvo la respiracin.Dentro de la casa, apagada, capt la

    voz de una mujer hablando con mimo,como s se dirigiera a un chiquillo.Despus, la luz de una ventana se apag.

    El intruso segua all, agazapado,como si pudiera ver a travs de laoscuridad de aquella ventana cerrada.

    Y entonces, la ventana se ilumin yun chorro de luz se desbord por ellaalumbrando el exterior.

    Alumbrando al intruso cuando stese irgui bruscamente.

  • La muchacha crey volverse loca.Crey que de pronto haba penetrado enlas regiones tenebrosas del infierno yque la horrenda visin que se lerevelada era el producto de esaspesadillas.

    Se llev las manos a la boca parasofocar el grito. Sin darse cuenta de loque haca, se mordi los puos,ahogando el alarido que pugnaba porescaprsele, por vibrar en la nochepor delatarla.

  • 9Era ms corpulento que cualquierhombre. Su cuerpo hercleo le pareci ala muchacha cubierto de hirsutos pelos yla cabeza, de una increble ferocidad,facciones aplastadas y ojosfosforescentes, mostraba unas faucescontradas que dejaban al descubiertolargos y afilados colmillos quedespedan destellos al herirlos la luz dela ventana.

    El monstruo volte un brazo y laventana estall en pedazos con estrpito.

  • Dentro son un horrendo alarido deespanto. La muchacha haba cerrado losojos como para escapar a aquel espanto.Cuando los abri, la satnica criatura yano estaba all, pero en la casa resonabanterribles quejidos, gritos inarticulados yel inconfundible estampido de losmuebles astillados, estrellados contralas paredes como simples juguetes.

    La muchacha sali de su paralizanteterror y ech a correr atropelladamente,a trompicones, cayendo, arrastrndose,levantndose y sollozandohistricamente hasta que se desplom enel boquete del seto por donde habapenetrado al jardn.

    Se levant completamente enajenada

  • por el espanto. Instintivamente, atrap elneceser que abandonara y siguicorriendo hasta la calle, y ya en ella,con el pnico impulsndola, huy sinrumbo, slo ansiando alejarse, hundirseen las profundidades de la noche paraenterrar en el olvido negro de lainconsciencia aquello horrendo que sehaba materializado como una pesadilladel infierno.

    Ciega para todo lo que no fuera huir,no vio la recia figura plantada en mitadde la acera. No la vio hasta que seestrell contra ella y unos brazos reciosy duros la sujetaron violentamente.

    Enloquecida, chill y se debatisintiendo cmo todo su mundo se hunda

  • en el abismo insondable de la demencia.Quieta, muchacha, clmese!

    exclam una voz seca.An luch unos instantes ms.

    Luego, las fuerzas la abandonaron y sedesplom como si de repente lehubieran cortado las piernas.

    El polica intent sostenerla talcomo la tena sujeta, pero el hermosocuerpo se le escap de las manosdeslizndose a sus pies.

    Morrison solt un juramento einclinndose la levant en brazos.Intent apoderarse tambin del pequeomaletn, pero al fin lo dej all y mirapurado a su alrededor.

    Al otro lado de la calle haba luz en

  • una ventana. Camin apresuradamente,emocionado a su pesar por el clidocontacto de aquel cuerpo caliente ysuave en sus manos. Aporre la puertacon el pie hasta que un hombre aparecien el umbral, sorprendido por laaparicin.

    Por favor, tienen telfono? exclam el agente.

    S pase. Qu ha sucedido?Eso me gustara saber a m.

    Escuche, en la otra acera ha quedadouna valija y el bolso de esta seorita

    Ir a recogerlo.Una mujer de mediana edad sali del

    interior de la casa y se qued tambinboquiabierta al ver la escena.

  • Cuando Morrison pudo librarse desu hermosa carga no estaba muy segurode que todo aquello fuera real.

    Trate de reanimarla, seora hede este he de pedir ayuda.

    La muchacha, tendida sobre undivn, tena las ropas revueltas y losmuslos de piel suave y dorada aldescubierto. La mujer la cubri lo mejorque pudo para desencanto del jovenpolica.

    ste comunic con la delegacin deguardia y notific lo sucedido.

    La mujer necesita ayuda, unmdico urgente dijo atropelladamente. Cuando ha chocado conmigo estabatan aterrorizada que pareca haberse

  • vuelto loca Cmo? Escuch unosinstantes. Muy bien, esperar aqu, enel nmero once de Canal Street.

    Colg. La mujer sostena la cabezade la muchacha y trataba de hacerlebeber unos sorbos de licor.

    Dnde la ha encontrado usted,agente? pregunt la duea de la casa.

    Ms bien ella me ha encontrado am. Corra como si la persiguiera elmismo Satans y se ha estrellado contram, casi tirndome de espaldas. Se hapuesto a gritar y a golpearme no squ se imagin. Luego, de pronto, haperdido el conocimiento.

    El hombre que saliera en busca de lamaleta y el bolso regres, intrigado, de

  • modo que Morrison hubo de repetir suhistoria.

    Todos miraban a la muchachaperplejos, rebosantes de curiosidad porcuanto era de una belleza tan exquisita,tan perfecta, que produca una inefableternura vindola all desvalida,indefensa, inconsciente.

    Morrison tom el bolso y lo abri.Veamos quin es. Por descontado,

    forastera porque si residiera enGladstone la hubiera visto alguna vez.

    Sac algunos papeles hastaencontrar los documentos. Ley con vozcontenida:

    Cristine Lange profesin,escultora, con residencia en Londres.

  • Qu estara haciendo en nuestrascalles a estas horas de la noche? murmur la duea de la casa.

    Tal vez se extravi. A juzgar porla maleta acababa de llegar. Veamos,aqu hay una nota escrita a mano calleHaddon, siete dos Haddon setenta ydos. Probablemente buscaba esadireccin y

    La voz de Morrison se extingui conuna especie de quejido agnico y susojos se desorbitaron.

    El hombre, frente a l, cay en lacuenta al mismo tiempo.

    Haddon setenta y dos! exclam. La casa del usurero.

    Morrison asinti con un gesto y

  • desvi la mirada de nuevo hacia ladesvanecida muchacha.

    Creo creo que voy a llamar alsargento balbuci encaminndose otravez hacia el telfono.

    * * *

    El sargento Disdale se habaacostado apenas media hora antes yrecin acababa de sumergirse en elsueo, cuando el timbre del telfono lehizo dar un salto:

    Mascull una sonora maldicin. A sulado, la voz soolienta de su esposa le

  • reproch:Marty, ya sabes que no me gustan

    esas expresiones!Refunfuando, Disdale salt de la

    cama y corri a la salita, donde eltelfono adosado a la pared seguaescandalizando.

    Est bien, est bien, Disdale alhabla! Cmo? S, s, comunqueme,naturalmente. De todos modos ya me hansacado de la cama.

    Hubo una serie de chasquidosmientras la telefonista de servicioestableca la comunicacin con supropia oficina. Entonces lo que ledijeron le quit definitivamente elsueo.

  • Ordenen al agente Morrison queno se aparte de esa mujer hasta que yollegue all! Quiere repetirme las seas,por favor? Gracias.

    Colg y ech a correr hacia eldormitorio despojndose del pijama porel camino, con lo cual escandaliz otravez a su paciente esposa, que leobsequi con una catarata de reproches.

    Las recriminaciones continuabanresonando en la casa cuando el sargentoya trotaba rumbo a la puerta,abrochndose los pantalones y llevandola gorra y la guerrera bajo el brazo.

    Acab de vestirse correctamente enla calle. Titube unos instantes porquesu mente se debata en una encrucijada.

  • Y en esta encrucijada palpitaba unacorazonada que le llev directamente ala pensin donde se alojaba el jovenheredero del difunto Simon Dachs.

    Su abrupta entrada en elestablecimiento provoc un alarmadorevuelo, por cuanto Jason Browne sehallaba en el bar con una gran cervezaante l, discutiendo de arte con elpropietario.

    Y a semejantes horas de la noche, laley prohiba tajantemente la venta debebidas alcohlicas.

    Pens que estara acostado ya,muchacho! jade el sargento.

    Sintese. No, soy un pjaronoctmbulo, ya sabe. Y no se fije en la

  • cerveza. La culpa es ma.Al diablo con la cerveza! Venga

    conmigo, Browne.Qu pasa ahora?Quiero que vea a cierta persona.Bueno, quedamos que la

    identificacin se realizara maana,sargento.

    Qu identificacin ni que! solt un bufido, impaciente y repiti:Vmonos.

    Jason apur la cerveza y sigui aDisdale al trote.

    Todos sus intentos para arrancarleuna palabra durante el camino resultaronvanos.

    Muy bien capitul al fin,

  • gurdese el secreto para usted solo sieso le divierte.

    Si es lo que imagino supongo quetambin le divertir a usted. Ah es.

    La puerta de la casa se abri sinnecesidad de que llamaran a la puertasiquiera. El hombre que les recibiestaba plido y macilento y apenas siacert a tartamudear un breve saludo.

    Dnde est? Quiso saber elsargento.

    Sganme.Morrison esboz un desangelado

    saludo cuando su jefe se plant ante l.Y esa mujer, Morrison?Recobr el conocimiento, pero

    sufre un espantoso shock nervioso,

  • segn el doctor. La han acostado y loque dice es como para preocupar acualquiera, seor.

    Quiero verla. Est el doctorHamilton con ella?

    S, arriba la primera puerta deldescansillo.

    Sgame, Browne.El mdico apareci cuando llegaban

    al final de las escaleras, cerrndoles elpaso.

    Un momento, Disdale.Cmo est ella, doctor?Le he aplicado un fuerte sedante.

    No haba manera humana de calmarla.Cristo, pareca haber visto al mismodiablo! Aunque, s lo que cuenta fuera

  • cierto yo dira que lo vio.Oiga, le importara hablar en

    cristiano? Maldito si le entiendo unapalabra. Qu es lo que cuenta?

    Podr escucharlo usted mismo. Lomalo es que lo han escuchado tambinlos dueos de esta casa y creo que no sequitarn el pnico de encima en muchotiempo.

    Est consciente ahora?Flotando sonri el mdico.

    El sedante empieza a hacer efecto.Disdale abri la puerta y asom la

    cabeza. Vio a una mujer con el rostrodesencajado sentada al lado de unacama en la que descansaba unamuchacha de asombrosa belleza.

  • Entr, seguido de Jason. ste,intrigado, mir por encima de suhombro. Dio un brinco y exclam:

    Cristine!Disdale suspir.Aj murmur. Lo imaginaba.El pintor se precipit haca la

    muchacha, cuyos ojos cerrados seabrieron con dificultad.

    Jason! musit. Santo Dios,Jason!

    l le tom las manos, inclinndosesobre ella. La bes profundamente en laboca y dijo:

    Estoy aqu, querida ma sea loque sea que te ha ocurrido, ya no tienesnada que temer.

  • T no sabesTranquilzate.Volvi a besarla. Cuando se irgui,

    la muchacha descansaba respirandoplcidamente.

    Se ha dormido susurr la mujer.Disdale hubiera deseado

    interrogarla de inmediato, pero hubo deresignarse y sali de la habitacinllevndose a la mujer y a Jason Browne.

    Una vez reunidos abajo, gru:Est bien, Morrison, explquese.El agente relat una vez ms como

    se haba producido su sorprendenteencuentro con la muchacha y cmo habaencontrado aquel papel con las seasdel usurero en el bolso.

  • Jason exclam:Debi pensar que yo me alojaba

    all, como siempre!Cllese, quiere? Siga, Morrison.Lo malo vino despus, cuando

    recobr el conocimiento gracias a lasatenciones del doctor Hamilton. Cuandoabri los ojos dio tal salto que entre eldoctor y yo apenas pudimos sujetarla.Tard cierto tiempo en darse cuenta dellugar en donde se hallaba. Entonces nosmir con los ojos desorbitados y

    Y comenz a decir incoherenciasterci el mdico.

    La mujer, con una voz tan delgadacomo un hilo, musit:

    Y si no fueron incoherencias,

  • doctor, y si nos dijo lo que realmentevio y oy?

    No ir usted a creer esa sarta detruculencias, seora Wilson.

    Pero, bueno gru Disdale.Alguien quiere explicarme qu es loque cont esa muchacha?

    Dice que vio un monstruo dijoMorrison. Una visin de pesadilla.Alto, gigantesco, cubierto de pelo,apenas con forma humana, con unosenormes colmillos y unos ojos defuego Por lo menos, eso es lo queentendimos de entre sus atropelladaspalabras. Ya le dije que estaba comoloca.

    Disdale se encogi de hombros.

  • Dnde cree que vio todo eso? pregunt.

    En la casa vecina a la del usurero.Vaya! En casa de la seora

    Floyd?Eso es, sargento.ste se volvi hacia Jason.Usted la conoce, Browne. Esa

    muchacha suele sufrir alucinaciones,pesadillas o algo as?

    Cristine? Nunca. Es la muchachams sensata y ecunime de cuantasconoc jams. Tiene una menteextremadamente equilibrada.

    Entonces es algo que le habrdado de repente mascull el sargento,entre dientes. Usted qudese aqu,

  • Morrison, si no les importa a losseores Wilson. Doctor dijo,encarndose con l, cunto tiempoestar esa seorita bajo los efectos deese sedante?

    Algunas horas, aunque en suestado nervioso uno nunca puede estarseguro. Yo dira que de cinco a seishoras como mnimo.

    Disdale asinti con un gesto,cejijunto y preocupado.

    Volver para hablar con ellapersonalmente. Usted me acompaar,Browne, quiero hacerle un par depreguntas.

    Se dirigi resueltamente hacia lapuerta, pero antes de abrirla se detuvo, y

  • mirando fijamente al pintor, le espet:Es ella su coartada, mi joven

    amigo?Jason esboz un gesto de

    contrariedad.Mi respuesta sigue siendo la

    misma, sargento. Le responder esapregunta cuando haya podido hablar conla interesada.

    Disdale sonri por primera vez.Claro, ya esperaba esa respuesta.

    Pero apuesto doble contra sencillo a quese trata de ella. Usted dijo que ella leamaba Es de suponer que ley en losperidicos de Londres las noticiasreferentes a lo que estaba sucediendoaqu y se apresur a venir para echarle

  • una mano en el asuntillo ese de sucoartada.

    Jason tena el ceo fruncido. Slodijo:

    Usted es quien se lo dice todo.Tiene algo ms que preguntarme,sargento? De lo contrario, me gustaraquedarme aqu tambin para estar allado de Cristine cuando despierte.

    Naturalmente, puede quedarse. Apropsito, cul es el nombre completode esa muchacha?

    Cristine Lange.BienAbri la puerta en el instante que en

    la casa resonaba el telfono.Disdale se detuvo de modo

  • instintivo y escuch. Oy el murmullo dela voz de Morrison, y luego los pasosprecipitados de ste.

    Sargento! exclam el jovenpolica. Es para usted Pareceimportante, a juzgar por la voz deJameson.

    Para el agente Jameson todos losasuntos son importantes, no le parece?

    Fue al telfono, esboz un gesto dedisculpa ante los Wilson y gru por elaparato:

    Y bien, Jameson, qu sucede?Acaban de llamar denunciando un

    crimen, seor. La voz sonaba alterada. Igual que el de anoche

    Disdale se puso rgido.

  • Dnde? rugi.La seora Floyd. Hay una

    verdadera conmocin en la calleHaddon.

    El sargento ni siquiera escuch elresto. Colg y sali zumbando, gritandoal mismo tiempo:

    Doctor, acompeme!Pas al lado de Jason como una

    tromba, plido y con el rostro crispado.Por algn oscuro instinto, el pintor lesigui al exterior, donde les alcanz elmdico cargado con su maletnprofesional. Los tres echaron a corrersin que el sargento necesitara decirlesuna palabra ms.

    Lo que les esperaba al final de la

  • carrera era algo que el doctor Hamiltony Disdale ya vieran una vez.

    En cuanto a Jason

  • 10

    Jason estaba sentado en el escalnde la entrada, con la cabeza entre lasmanos y la cara de color gris.

    Dentro de la casa, el mdico y elsargento realizaban su nauseabundotrabajo dominando sus sentimientos aduras penas, mientras en la calle lamultitud se agolpaba silenciosa yatemorizada, presa de un terriblesentimiento de pnico.

    Al fin, el pintor se levant y penetren el horrendo escenario del crimen.

  • Disdale se volvi al orle.Se encuentra mejor, Browne?S, creo que s.Yo no le dije que viniera, de

    modo que domine su estmago o vyasede aqu.

    Podr soportarlo.La habitacin pareca como si

    hubiera sido machacada por un elefanteenloquecido, materialmente hechaastillas.

    En cuanto al cadver de la mujer,Jason no poda comprender cmo eraposible destrozar a un ser humano conaquella ferocidad, con tamaosalvajismo, de un modo que le hacadudar a uno de su propia razn.

  • No se ha salvado ni el perrillo coment el sargento, pasndose unpauelo por la frente.

    Jason ya lo haba advertido. Elpequeo perro lanudo estabamaterialmente estampado contra unapared, aplastado y sangrante.

    SargentoSe le ocurre alguna idea

    brillante, Browne?Slo que esto no puede ser obra

    de un ser humano. Qu opina usted,doctor?

    Maldito si lo s. Es una repeticinde lo que le hicieron a su to, losmismos destrozos, las desgarradurastremendas en el cuello

  • Se interrumpi, como si noencontrara la palabra adecuada.

    Jason termin por l.Como si fueran feroces

    dentelladas. Es eso lo que iba a decir,doctor?

    S.Dejen de decir tonteras los dos!

    gru el polica, irguindose. Nohay ningn animal salvaje en toda laregin capaz de hacer eso. Ni siquieraun oso que hubiera llegado Dios sabecmo lo hara. Y no hay osos tampocoen nuestros montes. Todo lo ms algnzorro.

    Jason murmur:El ser que Cristine vio

  • Olvdelo! Estaba en la oscuridad,con alguien amenazador acechando muycerca. Se puso histrica y crey verfantasmas. Es natural en una muchacha,sobre todo tratndose de una muchachade ciudad, acostumbrada a la gente, a laluz El campo, en una noche oscura,puede producir extraos efectos enquien no est habituado a su silencio ysoledad.

    Esta noche hay una lunaesplndida, sargento. Y le repito queCristine es una muchacha serena yequilibrada.

    Disdale no pudo contener un gestode impaciencia.

    No deseo discutir ahora sobre ese

  • punto. Tiene usted un aspectolamentable. Mejor ser que regrese allado de su amiga y deje este trabajo paranosotros.

    El joven asinti. Tras l, oycomentar al mdico:

    Va a tener usted un trabajoendiablado para calmar a la poblacin,sargento. Esta vez, la gente ya no tendrdudas de que un asesino sdico y locoanda suelto por las calles. Suponiendoque no les d por creer en unareencarnacin del demonio y entonces sque no le envidio su tarea.

    Jason sali al exterior. Desde eljardn contempl la oscura masa delcasern que perteneciera a su to. Se

  • imagin a la muchacha acurrucada enaquella oscuridad, viendo viendoqu, en definitiva?

    Se estremeci con un sbitoescalofro, como si junto a l pasara elhelado plpito del ser de las tinieblas, laencarnacin terrena del mal

    * * *

    Desde la cocina, Phyllis vea a sumarido trastear por el jardn silbandoentre dientes.

    Tambin poda ver el cobertizodonde el maldito perro lobo segua

  • tumbado sobre los sacos, quieto,siniestro, escrutndolo todo conaquellos ojos que producan escalofros.

    Habra de hacer algo respecto alcondenado animal. Godowsky parecahaberse crecido desde que lorecogiera

    Engull el caf y sali fuera,acercndose al hombrecillo queexcavaba un parterre preparndolo parala plantacin.

    Si es cierto que el heredero delviejo est aqu, debemos estarpreparados por si se presenta a reclamarla hipoteca, Ben. Sin duda ver que estcaducada.

    Ya lo he pensado, Phyllis.

  • Has pensado tambin lo que vasa decirle?

    l dej el azadn y se volvi.La verdad, naturalmente. Estoy

    seguro que nos conceder unaplazamiento. He odo decir que esjoven y parece agradable

    Le dirs que ya redimimos esahipoteca, Ben.

    Este dio un respingo.Ests loca? T sabes que eso

    sera una falsedad.Su to iba a robarnos nuestra casa.

    Qu ms da que ahora que las tornas sehan cambiado nos aprovechemosnosotros?

    Eso no puede hacerse, Phyllis. No

  • tenemos recibos, y los documentos de lahipoteca siguen en las arcas del viejocuervo, los encontrar all sin ningunaduda.

    Los documentos s, pero el recibono.

    l se qued boquiabierto, perplejo.Recibo? balbuce. Qu

    recibo?La mujer no pudo ocultar una mueca

    desagradable.ste dijo tan slo.Extrajo un papel cuidadosamente

    doblado de entre sus ropas y casi lorestreg por las narices del hombrecillo.

    Godowsky lo tom, y su estuporsubi de punto al darse cuenta de que

  • era un recibo en regla por la cantidadque adeudaban al difunto avaro, yfirmado por ste.

    Pero cmo es posible? PhyllisLo has falsificado!

    Grtalo a todo el pueblo,estpido! Claro que lo he falsificado.He sacado la firma de las copias queguardamos firmadas por el viejo Hasido muy fcil.

    Pero, peroYo s aprovechar una ocasin

    cuando pasa ante mi puerta, Ben. No soyuna infeliz impotente como t.

    No te das cuenta que eso esoes un delito?

    Y no era un delito despojarnos

  • de la casa por un puado de monedas?Dime, desgraciado! No era eso undelito?

    El hombrecillo abati la cabeza.Acab encogindose de hombros, comosiempre.

    Haz lo que quieras. Pero sigopensando

    T no sabes siquiera lo que espensar. A veces creo que tienes elcerebro del tamao de un mosquito leinterrumpi ella con hiriente sarcasmo.

    Godowsky se dio por vencido y noins