Doblin Alfred -Berlin Alexanderplatz

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La publicacin de Berlin Alexanderplatz en 1.929 supuso para las letras alemanas un paso fundamental hacia la modernidad, simbolizada por la angustia alienadora del ser humano ante el acoso de la metrpolis. El sentimiento fatalista que impregna la novela nace de la contemplacin del nuevo Dios -la tcnica- contra quien el individuo slo puede oponer una decidida y heroica resistencia pasiva.

Franz Biberkopf, antiguo pen de albail y mozo de cuerda, acaba de salir de la crcel y deambula por las calles de Berln dispuesto a exigir a sus propia vida algo ms que un trozo de pan. Sus avatares, relatados por Dblin con una tcnica muy afn al lenguaje cinematogrfico, componen un collage de vivencias capaces de transmitir la atmsfera obsesiva de la gran ciudad, donde el hombre comn naufraga y se pierde.[Contraportada de Berlin Alexanderplatz, Bruguera, 1987]

En aquella poca volva fresco, por decirlo as, de la India; en aquella poca, a mediados de los aos veinte. Volva de la India, es decir, que un tema indio me haba ocupado durante cierto tiempo y haba encontrado su reflejo en la obra pica Manas.Qu misterioso: haba pasado toda mi vida en el Berln Este, haba ido a la escuela comunal en Berln, era socialista militante, tena un consultorio de mdico del seguro... y escriba sobre China, sobre la Guerra de los Treinta Aos y Wallenstein, y finalmente hasta sobre una India mtica y mstica. Me acosaban. No haba vuelto la espalda a Berln intencionadamente, slo haba ocurrido as, se prestaba mejor a la fabulacin. Ahora bien, tambin saba hacer otras cosas. Se puede escribir sobre Berln sin imitar a Zola.

Y a donde me dirig, despus del Manas indio, fue a un Manas berlins. No tena ningn tema especial, pero el gran Berln me rodeaba, y conoca al berlins individual, y por eso escrib como siempre sin plan, sin lneas ni directrices, no constru una fbula; la lnea argumental era el Destino, el movimiento de un hombre que hasta entonces haba fracasado.

Poda confiar en el lenguaje: el lenguaje hablado berlins; con l poda crear, y los destinos que haba visto y compartido, y el mo adems, me garantizaba un viaje seguro.Si en el Manas indio, al principio, el hroe, el pobre hroe, se queja de su destino y se precipita en el reino de los muertos para vivir una nueva vida, aqu vi a un asesino circunstancial, a un homicida castigado, salir de la crcel, y lo acompa en su camino de vuelta a la ciudad. Cuntas cosas se han imaginado luego como modelo o inspiracin! Al parecer, yo haba imitado al irlands Joyce. Pero no necesito imitar a nadie. El lenguaje vivo que me rodea me basta, y mi pasado me suministra todo el material imaginable. El sencillo mozo de cuerda berlins Franz Biberkopf hablaba como un berlins, era un hombre y tena el carcter, las virtudes y los vicios de un hombre. Apenas salido de la celda, pens que comenzara una nueva vida fresca, alegre y libre.

Pero fuera nada haba cambiado y l mismo haba seguido siendo el que era. Cmo poda producirse un nuevo resultado? Evidentemente, slo si uno de los dos resultaba destruido, Berln o Franz Biberkopf. Y como Berln sigui siendo el que era, al penado se le ocurri cambiar. El tema interno es, por lo tanto, que hay que sacrificarse, ofrecerse a s mismo en sacrificio. Y pronto aparecen en el libro, para el que sepa leer, los temas de sacrificio: el bblico Abraham debe sacrificar a su nico hijo al Dios supremo, se nos lleva al matadero del Este de la ciudad y presenciamos la muerte de las bestias.

INCLUDEPICTURE "http://www.iespana.es/tijeretazos/Alexanderplatz/Grosz/Imagenes/Grosz012.jpg" \* MERGEFORMATINET Franz Biberkopf quera lo bueno, pero qu era eso ms que una palabra? Yo lo someto a una carrera de baquetas, las desgracias se suceden: Biberkopf va a la caza de lo bueno, una caza con ojos cerrados, pero monta en un caballo que galopa, cundo se partirn el cuello los dos, corcel y jinete? Al final parecen haberse roto el cuello. Pero cuando Franz acaba en el manicomio, algo ha cambiado sin embargo en l. El sacrificio se ha consumado silenciosamente. Como se dice al final, ah est, como portero de fbrica, vivo aunque averiado, la vida lo ha zarandeado poderosamente.

Este libro, cuya reproduccin anticipada fue rechazada por los dos principales peridicos liberales de Berln, fue publicado anticipadamente por el viejo Frankfurter Zeitung y suscit ya entonces cierta expectacin. Despus de su aparicin, Berln Alexanderplatz se convirti en un best-seller, y las ediciones y las traducciones mejores o peores se sucedieron.Y cuando se citaba mi nombre se aada: Berln Alexanderplatz. Aunque mi camino no haba terminado, ni mucho menos.

Hchenschwand (Selva Negra), 31 de julio de 1955Eplogo a una nueva edicin (1955)

INCLUDEPICTURE "http://www.iespana.es/tijeretazos/Alexanderplatz/Grosz/Imagenes/Grosz014.jpg" \* MERGEFORMATINET

INCLUDEPICTURE "http://www.iespana.es/tijeretazos/Alexanderplatz/Grosz/Imagenes/Grosz015.jpg" \* MERGEFORMATINET Berln Alexanderplatz

Este libro trata de Franz Biberkopf, en otro tiempo pen de albail y mozo de cuerda en Berln. Acaba de salir de la crcel, dnde se encontraba por viejas historias, est otra vez en Berln y quiere ser honrado.

Al principio lo consigue. Luego, sin embargo, aunque econmicamente le va bastante bien, se ve envuelto en una autntica lucha con algo que viene de fuera, es imprevisible y parece una fatalidad.Tres veces embiste contra l, desbaratando su plan de vida. Lo atropella con un engao y una superchera. El hombre se levanta, aguanta an.

Lo empuja y golpea con una villana. El se recupera con dificultad, casi en el ltimo segundo.Por ltimo, lo torpedea con una brutalidad espantosa.As cae derribado nuestro hombre, que se ha mantenido derecho hasta el final. Da la partida por perdida, no sabe que hacer y parece acabado.

No obstante, antes de poner fin radicalmente a su vida, se le abren los ojos de una forma que no especifico aqu. Se le muestra, del modo ms patente, la causa de todo. Es l mismo, ahora lo ve, su plan de vida que pareca no ser nada pero ahora, de repente, resulta muy distinto, no algo simple y casi natural sino arrogante y desvergonzado y, al mismo tiempo, cobarde y lleno de flaquezas.

Aquello horrible que era su vida cobra un sentido. Franz Biberkopf ha sufrido una cura de caballo. Al final vemos otra vez al hombre en la Alexanderplatz, muy cambiado, deteriorado, pero erguido.

Contemplar y escuchar todo esto ser til para muchos que, como Franz Biberkopf, viven dentro de una piel humana, y a los que les pasa lo que a Franz Biberkopf: que esperan de la vida algo ms que un pedazo de pan.

Libro PrimeroAqu, al principio, Franz Biberkopf sale de la crcel de Tegel, a donde lo ha llevado su insensata vida anterior. Le cuesta echar de nuevo races en Berln, pero finalmente lo consigue y se alegra de ello, y jura llevar una vida honrada.A la ciudad con el 41Estaba ante la puerta de la crcel de Tegel y era libre. Ayer an, en los campos de atrs, haba rastrillado patatas con los otros, en uniforme de presidiario, pero ahora llevaba un abrigo de verano amarillo; ellos rastrillaban atrs, l estaba libre. Dejaba pasar un tranva tras otro, apretaba la espalda contra el muro rojo y no se iba. El vigilante de la puerta pas varias veces por delante, le indic su tranva, pero l no se fue. Haba llegado el momento terrible (terrible, Franze, por qu terrible?), los cuatro aos haban terminado. Las negras puertas de hierro, que desde haca un ao contemplaba con creciente aversin (aversin, por qu aversin) se haban cerrado a sus espaldas. Lo ponan otra vez en la calle. Dentro quedaban los otros, carpinteando, barnizando, seleccionando, encolando, les quedaban an dos aos, cinco. El estaba en la parada del tranva.

Empieza el castigo.

Se sacudi, trag saliva. Se pis un pie. Luego tom carrerilla y se subio al tranva. En medio de la gente. En marcha. Al principio era como cuando uno est en el dentista, que coge la raz con las tenazas y tira; el dolor aumenta, la cabeza est a punto de estallar. Volvi la cabeza atrs, hacia la pared roja, pero el tranva volaba con l sobre los rales, y slo su cabeza qued mirando hacia la prisin. El tranvia tom una curva, se interpusieron rboles, casas. Aparecieron calles animadas, la Seestrasse; subi y baj gente. Dentro de l, algo gritaba horrorizado: cuidado, cuidado, ya empieza. La punta de la nariz se le helaba, algo temblaba en sus mejillas. Zwlf Uhr Mittagszeitung, B. Z., Die neuste Illustrirte, Die Funkstunde neu. Billetes, por favor. Los polis llevan ahora uniformes azules. Se baj otra vez del tranva sin ser notado, estaba entre personas. Qu pasaba? Nada. Un poco de compostura, cerdo famlico, haz un esfuerzo o te parto la cara. Gento, qu gento. Cmo se agita. Mi sesera necesita engrase, seguro que estar seca. Qu era todo aquello? Tiendas de zapatos, tiendas de sombreros, lmparas elctricas, tascas. La gente tiene que tener zapatos para poder correr tanto, tambin nosotros tenamos una zapatera, no hay que olvidarse. Cientos de cristales relucientes, djalos que brillen, no te irn a dar miedo, te los puedes cargar, qu pasa con ellos, los acaban de limpiar. Estaban levantando el pavimento en la Rosenthaler Platz, camin con los dems por los tablones. Uno se mezcla con los otros, todo se arregla, no notas nada, muchacho. En los escaparates haba figuras con trajes, abrigos, con faldas, con medias y zapatos. Fuera todo se mova, pero... detrs... nada! Nada... viva! Aquello tena rostros alegres, se rea, aguardaba en el islote del trfico frente a Aschinger en grupos de dos o de tres, fumaba cigarrillos, hojeaba peridicos. Estaba all como las farolas... y... se quedaba cada vez ms rgido. Formaba una unidad con las casas, todo blanco, todo de madera.

El terror lo acometi cuando baj por la Rosenthaler Strasse y, en una pequea taberna, haba un hombre y una mujer sentados muy cerca de la ventana: se echaban al coleto la cerveza de los jarros, bueno y qu, slo beban, tenan tenedores y se metan con ellos pedazos de carne en la boca, luego sacaban otra vez los tenedores pero no sangraban. Ay, cmo se le retorca el cuerpo, no consigo calmarlo, a dnde ir? Aquello respondi: es el castigo.

No poda volver, haba venido con el tranva hasta aqu, tan lejos, haba salido de la crcel y tena que meterse, ms adentro an.

Eso ya lo s, suspir para si, que tengo que meterme aqu y que he salido de la crcel. Tenan que soltarme, el castigo haba terminado, todo tiene su orden, los burcratas cumplen su deber. Me meter ah, pero quisiera no hacerlo, Dios mo, no puedo hacerlo.

Anduvo la Rosenthaler Strasse, pasando por delante de los almacenes Tietz, torci a la derecha por la angosta Sophienstrasse. Pens, esta calle es ms oscura, donde est oscuro ser mejor. Los presos se encuentran en rgimen de aislamiento, celular o comn. En rgimen de aislamiento, el preso es mantenido da y noche, sin interrupcin, separado de los otros. En el rgimen celular se mete al preso en una celda, pero se le lleva con los otros para hacer ejercicio al aire libre, dar las clases o asistir a los servicios religiosos. Los tranvas pasaban alborotando y tocando la campanilla, las fachadas se sucedan sin pausa Y haba tejados sobre las casas, que flotaban sobre las casas, los ojos se le iban hacia lo alto: con tal de que los tejados no resbalen, pero las casas se mantenan derechas. Dnde ir, pobre de m, camin arrastrando los pies a lo largo de las paredes, aquello no se acababa nunca. Soy completamente bobo, se puede dar una vuelta, cinco minutos, diez minutos, luego se toma un coac y se sienta uno. Al toque de campana correspondiente, el trabajo debe comenzar sin demora. Slo puede interrumpirse el tiempo fijado para comidas, paseos y clases. Al pasear, los presos deben mantener los brazos extendidos y bracear.

All haba una casa, levant la vista del pavimento, empuj una puerta y de su pecho salio un ay, ay, gruido y triste. Cruz los brazos, bueno, muchacho, aqu no te pelars de fro. La puerta del patio se abri, alguien pas por su lado, se situ detrs. El gimi entonces, le haca bien gemir. En su primer aislamiento carcelario haba gemido siempre as, alegrndose de oir su propia voz, eso es algo, no todo se ha perdido. Lo hacan muchos en las celdas, unos al principio, otros luego, cuando se sentan solos. Empezaban por eso, todava era algo humano, los consolaba. All estaba el hombre en la entrada, l no oa el horrible ruido de la calle, las casas demenciales no llegaban hasta all. Frunciendo la boca, gru y se dio valor, con las manos metidas en los bolsillos. Tena los hombros encogidos dentro del abrigo de verano amarillo, para defenderse.

Un extrao se haba situado junto al ex presidiario, lo miraba. Pregunt: Le pasa algo, no se siente bien, le duele algo?, hasta que el se dio cuenta y dej inmediatamente de gruir, Se siente mal, vive usted en esta casa?. Era un judo de barba roja y cerrada, un hombrecito con abrigo, un sombrero de fieltro negro, un bastn en la mano. No, no vivo aqui. Tuvo que marcharse del portal, el portal le haba hecho ya bien. Y entonces empezaron otra vez las calles, las fachadas, los escaparates, las figuras apresuradas con pantalones o medias claras, todas tan rpidas, tan ligeras, una por segundo. Y, como estaba decidido, entro otra vez en un zagun, en el que, sin embargo, se abrieron las puertas para dejar pasar un coche. Entonces, rpidamente, a una casa vecina, un portal estrecho, junto a la escalera. Por all no poda salir ningn coche. Se agarro al poste de la barandilla. Y mientras lo tena agarrado supo que quera escapar al castigo (ay Franz, qu vas a hacer, no lo conseguirs), claro que lo hara, saba ya dnde haba una escapatoria. Y en voz baja comenz otra vez con su msica, con el gruir y el refunfuar y el a la calle no voy otra vez. El judo pelirrojo entr de nuevo en la casa, al principio no descubri al otro junto a la barandilla. Lo oy ronronear: Pero bueno, qu hace aqu? No se siente bien?. Franz solt el barrote, entr en el patio. Cuando estaba tocando la puerta vio que era el judo de la otra casa. Vyase! Qu quiere usted?. Bueno, bueno, nada. Gime usted y se queja de tal forma que uno tiene derecho a preguntar qu le pasa. Y all, por la grieta de la puerta, otra vez las viejas casas, el hervidero humano, los tejados cayndose. El ex presidiario abri la puerta del patio, el judo detrs: Bueno, bueno, qu puede pasar, no ser tan malo. No se va uno a morir. Berln es grande. Donde viven mil, viven mil uno.

El patio era profundo y oscuro. Franz estaba junto al cajn de la basura. Y de pronto empez a cantar a voz en grito, a cantar a las paredes. Se quit el sombrero como un organillero. Las paredes le devolvieron el sonido. Eso estaba bien. Su propia voz le llen los odos. Cantaba con una voz fuerte, como nunca hubiera podido cantar en la crcel. Y qu era lo que cantaba y devolvan las paredes? Ruge una voz como un trueno. Marcialmente firme y enrgico. Y luego: Yuvivaleralera, algo de alguna cancin. Nadie se ocupaba de l. El judo lo esperaba en la puerta: Ha cantado muy bien. Realmente muy bien. Podra hacerse de oro con una voz como la suya. El judo lo sigui a la calle, lo cogi por el brazo y se lo llev con una conversacin interminable hasta que torcieron por la Gormannstrasse; el judo y el recio chicarrn del abrigo de verano, que apretaba la boca como si fuera a escupir bilis.

[Tanto el eplogo como el fragmento anterior estn extrados de Berlin Alexanderplatz, Bruguera, 1.987, traduccin de Miguel Senz. La edicin ms reciente es la de Destino, de 1.997, con similar traduccin]