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Los Cuadernos de Literatura
Miguel de Unamuno.
DOS CARTAS DE
UNAMUNO SOBRE LA
GUERRA CIVIL
José Luis Cano
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En febrero de 1975 publiqué en una revista madrileña (1) dos cartas de Unamuno escritas en el último mes de su vida, diciembre de 1936, a su amigo y
paisano el escultor bilbaíno Quintín de Torre. Obviamente, dada la dureza de esas cartas contra los generales franquistas, tuve que publicarlas mutiladas, pues de otro modo la censura hubiera impedido su publicación. Creo que es ahora el momento de que esas cartas se conozcan íntegras, pues no sólo expresan el angustioso estado de ánimo en que se hallaba don Miguel en aquellos días, sino que aclaran los motivos por los que cambió de opinión respecto al régimen militar, al cual se había adherido en un primer momento, haciendo, entre otras declaraciones, ésta a la Agencia Internacional News: «Esta lucha no es una lucha contra la República liberal, es una lucha por la civilización. Lo que representa Madrid no es socialismo, no es democracia, ni siquiera comunismo. Es la anarquía, con todos los atributos que esa palabra temible supone ... Y o no estoy a la derecha ni a la izquierda. Y o no he cambiado, es el régimen de Madrid el que ha cambiado. Cuando todo pase, estoy seguro de que yo, como siempre, me enfrentaré con los vencedores» (2). Pero no esperó don Miguel a que todo pasara para enfrentarse con los futuros vencedores. Dos meses después, el 12 de octubre, en el Paraninfo de la Universidad, de la que era rector, y donde se conmemoraba solemnemente el Día de la Raza, lanzó su grito de acusación contra quienes, en la misma Salamanca, se habían sumado a la carrera del odio y la persecución: «Esta es una guerra incivil. Venceréis pero no convenceréis, pues no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión: el odio a la inteligencia ... (3) La respuesta fue un grito que ya se ha hecho famoso: el del general Millán Astray, con su iMuera la inteligencia! iViva la muerte!».
Ese mismo mes de octubre, probablemente días antes del acto del Paraninfo, el escritor griego Nikos Kazantzakis visitó a Unamuno en Salamanca. En su libro España ( 4) nos cuenta que apenas entrar en su despacho, don Miguel empezó a hablarle en tono alto y exaltado, casi a gritos: «iEstoy desesperado! Desesperado por lo que está ocurriendo en España. Se lucha, se matan unos a otros, queman iglesias, celebran ceremonias, ondean las banderas rojas y los estandartes de Cristo. lCree usted que esto ocurre porque los españoles tienen fe, porque la mitad de ellos cree en la religión de Cristo y la otra mitad en la de Lenin? No, en absoluto ... Todo lo que está ocurriendo en España es porque los españoles no creen en nada. iEn nada! Y como no creen en nada, están desesperados y actúan con salvaje rabia ... El pueblo español se ha vuelto loco. El pueblo español y el mundo entero. Todos odian al espíritu ... En este momento crítico de España, sé que he de estar con los militares. Sólo ellos podrán poner orden. No me he convertí-
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do en un derechista, ni he traicionado la causa de la libertad. No soy fascista ni bolchevista. iEstoy solo! iSolo, como Croce en Italia!».
lQué es lo que había hecho cambiar la actitud de Unamuno frente al movimiento militar? Pocas semanas antes había declarado a un corresponsal de «Le Matin»: «Yo mismo me admiro de estar de acuerdo con los militares. Antes yo decía: primero un canónigo que un teniente coronel. No lo repetiré. El ejército es la única cosa fundamental con que puede contar España». Y sin embargo, en octubre acusa a los militares de odio a la inteligencia y de no seguir la doctrina cristiana. Hoy sabemos cuáles fueron las causas de ese cambio de actitud. Don Miguel no tardó en enterarse de lo que estaba ocurriendo en la ciudad: detenciones, persecuciones, fusilamientos sin formación de causa por el hecho de ser republicano o socialista o masón. Varios amigos suyos -entre ellos el catedrático de la Universidad de Salamanca don Pedro Carrasco- fueron los primeros ejecutados. Y también el pastor evangélico don Atilano Coco, acusado de masón, por quien intercedió don Miguel, sin éxito alguno, a petición de la mujer. Las consecuencias del discurso de Unamuno en la Universidad son bien conocidas. Don Miguel se encierra en su casa, y un policía monta guardia delante de ella con orden de seguirle si saliera a la calle. Y un decreto del general Franco, fechado el 22 de octubre, ordena su cese como rector perpetuo de la Universidad salmantina. Seis días después escribía Unamuno en su Cancionero unos versos que revelan su estado de ánimo en aquellos tristes y amargos días, agravados por la flaqueza de la fe y el miedo a la muerte:
Horas de espera, vacías, se van pasando los días sin valor, y va cuajando en mi pecho, frío, cerrado y deshecho, el terror.
A fines de noviembre, su amigo y paisano el escultor Quintín de Torre (5), que se había adquirido al Movimiento militar, le escribe desde el frente preguntándole por sus últimos libros. Y el 1 de diciembre, don Miguel coge la pluma y le contesta con una carta en que vuelca todo su desengaño y su tremendo dolor por la guerra incivil que está presenciando y que él profetizó y denunció apenas comenzada. He aquí el texto íntegro de esa carta:
«Ay, mi querido y buen amigo, qué impresiones me despierta su carta y en qué situación. Empiezo por decirle que le escribo desde una cárcel disfrazada, que tal es hoy ésta mi casa. No es que esté oficialmente confinado en ella, pero sí con un policía -ipobre esclavo!- a la puerta, que me sigue adonde voy, a cierta distancia. La cosa es que no me vaya de Salamanca, donde se me retiene como rehén no sé de qué ni para
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qué. Y así, no salgo de casa. lLa razón de ello? Es que, aunque me adherí al movimiento militar, no renuncié a mi deber -no ya derecho- de crítica y después de haber sido restituido -y con elogio- a mi rectorado por el Gobierno de Burgos, rectorado del que me destituyó el de Madrid, en una fiesta universitaria que presidí, con la representación del general Franco, dije toda la verdad, que vencer no es convencer ni conquistar es convertir, y que no se oyen sino voces de odio y ninguna de compasión. Hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas, azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán Astray! Resolución: que se me destituyó del rectorado y se me tiene en rehén.
En este estado y con lo que sufro al ver este suicidio moral de España, esta locura colectiva, esta epidemia frenopática -con su triste base, en gran parte, de cierta enfermedad corporalfigúrese cómo estaré. Entre los unos y los otros -o mejor, entre los hunos y los hotros- estánensangrentando, desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo a España. Sí, sí, sonhorribles las cosas que se cuentan de las hordasllamadas rojas, pero ly la reacción a ellas? Sobretodo en Andalucía. Usted se halla, al fin y al cabo, en el frente, pero ly en la retaguardia? Es unestúpido régimen de terror. Aquí mismo se fusila sin formación de proceso y sin justificación alguna. A alguno porque dicen que es masón, queyo no sé qué es esto ni lo saben las bestias quefusilan por ello. Y es que nada hay peor que elmaridaje de la mentalidad de cuartel con la desacristía. Y luego la lepra espiritual de España,el resentimiento, la envidia, el odio a la inteligencia. Tremendo hubiera sido el régimen bolchevista, ruso o marxista -como quiera llamársele- si hubiera llegado a prevalecer, pero metemo que el que quieren sustituirle los que nosaben renunciar a la venganza, va a ser la tumbade la libre espiritualidad española. Parece quelos desgraciados falangistas empiezan a reaccionar y a avergonzarse, si es que no a arrepentirse,del papel de verdugos que han estado haciendo,pero la hidrófoba jauría inquisitorial aúlla másque nunca. Y me temo que una gran parte denuestra juventud caiga en la innoble abyecciónen que han caído las juventudes de Rusia, deItalia y de Alemania.
Me pregunta usted de que le diga lo último que he publicado. Lo último fue El hermano Juan y San Manuel Bueno. Esto último es, creo, lo más íntimo que he escrito. Es la entrañable tragedia de un santo cura de aldea. Un reflejo de la tragedia española. Porque el problema hondo aquí es el religioso. El pueblo español es un pueblo desesperado que no encuentra su fe propia. Y si no se la pueden dar los hunos, los marxistas, tampoco se la pueden dar los hotros. Esos dos libros no se los puedo procurar desde aquí ni sé dónde los encontrará usted. Cuando se tome Madrid, en Madrid acaso.
Y lo que me suscita su mención a aquel libro
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-un poema- en que canté al Bilbao de nuestraotra guerra civil, que aquella sí que fue civil yhasta doméstica. Esta no; ésta es incivil. Y peorque incivil. Por ambos lados, por ambos lados. Yluego por ambos lados a calumniarse y a mentir.Yo dije aquí, y el general Franco me lo tomó yreprodujo, que lo que hay que salvar en Españaes la civilización occidental cristiana. Lo ratifico.Pero desgraciadamente no se está siempre em•pleando para ello métodos civilizados ni occidentales ni menos cristianos. Es decir, ni métodos civiles ni europeos. Porque Africa no es Occidente.
Nuestro Bilbao, inuestro pobre Bilbao! lHa visto usted cosa más estúpida, más incivil, más africana, que aquel bombardeo cuando ni estaba preparada su toma? Una salvajada, un método de intimidación, de aterrorización, incivil, africano, anticristiano y ... estúpido. Y por este camino no habrá paz, verdadera paz. Paz en la guerra titulé a aquel mi libro poemático. Pero esta guerra no acabará en paz. Entre marxistas y fascistas, entre los hunos y los hotros, van a dejar a España inválida de espíritu ... Cuando nos metimos unos cuantos, yo el primero, a combatir la dictadura primo-riverana y la monarquía, lo que trajo la república no era lo que ésta fue después la que soñábamos; no era la del desdichado frente popular y la sumisión al más desatinado marxismo y al más necio seudo-laicismo -aquellos imbéciles de radicales-socialistas- pero la reacción que se prepara, la dictadura que se avecina, presiento que pese a las buenas intenciones de algunos caudillos, va a ser algo tan malo, acaso peor. Desde luego, como en Italia, la muerte de la libertad de conciencia, del libre examen, de la dignidad del hombre. Hay que ver las sandeces de los que descuentan el triunfo. Y aquí me tiene V d. en esta Salamanca, convertida ahora en la capital castrense de la España anti-marxista, donde se fragua la falsificación de lo que pasa y donde se le encarcela a uno en su casa por decir la verdad a quienes se adhirió y en una solemnidad en la que llevaba la representación del caudillo del Movimiento. Basta. Necesitaba este desahogo. Reciba un abrazo de su amigo y ca-bilbaíno Miguel de Unamuno.»
A esta carta contesta Quintín de Torre con otra fechada en Espinosa de los Monteros -entonces frente de guerra- el 11 de diciembre, dándole noticias a don Miguel de los excesos de los «rojos» pero callándose -quizá los ignoraba o los silenciaba prudentemente- los excesos delos «azules». He aquí el texto completo de sucarta: «Mi querido Maestro y amigo: Esta carta,como todas las que escribo, van abiertas, así lorecomiendan, y es más fácil llegue a su destino,por la censura. Le escribiré poco y mal, sin quetengan ligazón ninguna estas líneas. Por lo que amí se refiere anterior a mi enfermedad, y ahorapor este terrible drama de España, me encuentro anonadado, y sin poder trabajar por falta detodo y de tranquilidad espiritual. Cuando esto se
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termine si uno vive, hay cantera sobrada para hacer obra para un artista, y V d. con su gran talento hará seguramente y dejará encarnada esta fecha histórica.
Poco se puede escribir, pero a V d. no hay peligro en ello, en decirle un poco. En este frente como por esa pasarán muchas cosas, pero más aquí, esa ciudad es más tranquila y en ella se encuentra el Caudillo. Desde el principio les tenemos a los rojos a la vista, y de noche se insultan, ... y hasta tienen sus diálogos cambiándose la prensa; cuando hay tiroteo las balas pasan por nuestras casas, pero no se les teme mucho. El día 4 hubo un ataque durísimo llegándose al cuerpo a cuerpo en Quintana, posición estratégica para pasar a Castilla, como fue también de gran importancia este pueblo en la francesada, en la célebre batalla de Espinosa; pero ahora no consiguieron estos nada, dejando material de guerra, prisioneros y muertos en nuestro poder. Hace también unos días, en dos pueblos cercanos a ésta, sorprendieron los rojos a la fuerza, haciendo barbaridades a los pobres chicos, sacándoles los ojos, cortándoles las manos y sacando el corazón. Esto es cosa cierta, como se llevaron prisioneros que a estos no les ha pasado nada, según dijo uno que se ha presentado en ésta. Este domingo hubo un fuerte ataque a toda la línea de este pueblo por los rojos que duró todo el día, presentándose al amanecer con el engaño de que venían a entregarse y al estar a unos pasos abrieron fuego haciendo muchas bajas. Este ataque duró todo el día dejando en el campo material de guerra. Estuve en el hospital y vi algunos chicos morir gritando Arriba España, y a su madre querida. No he pensado escribirle tanto, pero se marcha la pluma por ser informes directos.
Conforme con V d. no sé si por españolismo o por parentesco de nuestra tierra. lDónde se encontrará D. Alonso Quijano? Ya anteriormente al desastroso Frente Popular he vuelto los ojos a mi tierra, viendo tanto desatino y golfería en todo. A España tanto se la quiere que se la mata. Un abrazo de corazón de su buen amigo Quintín de Torre.»
Apenas recibida esta carta coge don Miguel, que ya no espera sino la muerte, la pluma y escribe a su amigo el 13 de diciembre, ya cercano su fin: «Acabo de recibir, mi querido amigo y co-bilbaíno, su nueva carta y quiero contestarla arreo y sin dejar que se me enfríe el ánimo. Me dice usted que su carta, como todas las que escribe desde ahí, van abiertas, que así se lo recomiendan y es por la censura. Lo comprendo. Y o, por mi parte, cuando escribo calculo que esa censura puede abrir mis cartas, lo que naturalmente -usted me conoce- me mueve a gritar más la verdad que aquí se trata de disfrazar. Le agradezco las noticias que me da, pero en cuanto a eso de que los rojos -color de sangrehayan sacado los ojos y el corazón y cortado las manos a unos pobres chicos que cogieron, no se
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lo creo. Y menos después de lo que me añade. Su «esto es cosa cierta» lo atribuyo, viniendo su carta abierta y censurada, a la propaganda de exageraciones y hasta de mentiras que los blancos -color de pus- están acumulando. Sobre una cierta base de verdad. Me dice usted que esta Salamanca es más tranquila, pues aquí está el Caudillo. ¿ Tranquila? Quiá! Aquí no hay refriegas de campo de guerra ni se hacen prisioneros de ellas, pero hay la más bestial persecución y asesinatos sin justificación. En cuanto al Caudillo -supongo que se refiere al pobre General Franco- no acaudilla nada de esto de la represión, del salvaje terror de retaguardia. Deja hacer. Esto, lo de la represión de retaguardia, corre a cargo de un monstruo de perversidad, ponzoñoso y rencoroso. El es el general Mola, el que sin necesidad alguna táctica, hizo bombardear nuestro pueblo. Ese vesánico no ha venido -al revés de Franco- sino a vengar supuestos agravios de tiempo de la dictadura primo-riverana, y a satisfacer los odios carlistas de los que en las anteriores guerras civiles se ensañaron con nuestro Bilbao.
Ahora, sobre la base desgraciadamente cierta de lo del Frente Popular se empeñan en meter en él a los que nada con él tuvieron -tuvimosparte, y andan a vueltas con la Liga de los Derechos del Hombre, con la masonería y hasta con los judíos. Claro está que los mastines -y entre ellos algunas hienas- de esa tropa no saben lo ni lo que es la masonería ni lo que es lo otro, y encarcelan e imponen multas -que son verdaderos robos- y hasta confiscaciones, y luego dicen que juzgan y fusilan. También fusilan sin juicio alguno. (Claro que los jueces carecen de juicio, estupidizados en general por leyendas disparatadas). Y «esto es cosa cierta» porque lo veo yo y no me lo han contado. Han asesinado sin formación de causa a dos catedráticos de Universidad -uno de ellos discípulo mío- y a otros. Ultimamente, al pastor protestante de aquí por ser. .. masón, y amigo mío. A mí no me han asesinado todavía estas bestias al servicio del monstruo. Que pretendió que yo diera un certificado de buena conducta -la quién creerá V d.? A Martínez Anido, el vesánico.
Qué cándido y qué ligero estuve al adherirme al Movimiento de Franco sin contar con los otros, y fiado -como sigo estando- en este supuesto caudillo. Que no consigue civilizar y humanizar a sus colaboradores. Dije, y Franco lo repitió, que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana, puesta en peligro por el bolchevismo, pero los métodos que emplean no son civiles, ni son occidentales, sino africanos -el Africa no es, espiritualmente, Occidente- ni menos son cristianos, porque el grosero catolicismo tradicionalista español apenas tiene nada de cristiano. Eso es militarización africana pagana-imperialista. Y el pobre Franco, que ya una vez rechazó -si bien tímidamenteaquéllo de Primo de Rivera de «los de nuestra
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Dos caricaturas de Unamuno, la primera aparecida en «El Español» en 1945. La segunda realizada por e/famoso dibujante Luis Bagaría.
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profesión y casta», refiriéndose a la oficialidad de carrera, que no es el ejército, como el clero no es la iglesia, el pobre Franco se ve arrastrado en ese camino de perdición. Y así nunca llegará la paz verdadera. Vencerán pero no convencerán; conquistarán pero no convertirán.
Lo que le digo desde ahora es que todos los nobles patriotas españoles inteligentes, que sin haber tenido nada que ver con el Frente Popular están emigrando, no volverán a España No podrán volver como no sea a vivir aquí desterrados y envilecidos. Esta es una campaña contra el liberalismo, no contra el bolchevismo. Todo el que fue ministro en la República, por de derechas que sea, está ya proscrito. Hasta a Gil Robles -figúrese, a Gil Robles- le tienen desterrado. Unos días que pasó aquí, en su pueblo, hace poco, tuvo que estar recluido en casa de un amigo, como yo estoy recluido en la mía.
Y basta. Haga usted de esta carta el uso que le parezca, y si el pobre censor de esa quiere verla, que la vea, y si le parece, que la copie. iPobre España!, y no vuelva a decir «iArriba España!» que esto se ha hecho ya santo y seña de arribistas. Reciba un abrazo de Miguel de Unamuno ... «Salamanca, 13-XII-36».
Estas dos cartas de Unamuno, escritas semanas antes de su muerte, aclaran el pensamiento y el sentimiento -ambas cosas las veía él fundidas- de don Miguel en aquellos últimos y trági-
Cajal. Antología Barbarroja Ed.de José M. López Piñero Franco Cardini
R eivindicación de Cajalcomo gran teórico del pen
samiento histológico. L
a apasionante biografía deun emperador del siglo XII
en un brillante ensayo de interpretación histórica.
cos meses que debieron ser para él de los más terribles y agónicos de su larga vida. Constituyen su testamento espiritual, su durísima y desgarrada protesta contra la guerra civil, la guerra cainita como la llamaba. Triste sino el de Unamuno, que nació a la vida al resplandor de una guerra civil, la carlista, en su Bilbao nativo, e iba a morir a la sombra de otra guerra � civil, mucho más cruel que la primera, �� en su amada Salamanca. �
NOTAS
(1) «Tiempo de historia», núm. 3.(2) Citado por Emilio Salcedo en su Vida de don Miguel,
Anaya, Madrid, 1970, p. 408. (3) La versión más completa del famoso discurso de
Unamuno es la que da Emilio Salcedo en su biografía de don Miguel.
(4) Traduzco las frases de Unamuno de la versión inglesa del libro con el título de Spain, publicada en Nueva York, en 1963 por Simón & Schuster. La edición original griega apareció en Atenas en 1957.
(5) Nacido en Bilbao, en 1877, Quintín de Torre murióen la misma ciudad, en 1966.
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y·poÍitica I
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Ensayos sobre sociedad y política Francisco Murillo
L a aportación decisiva de unmaestro de la sociología es
pañola contemporánea.
El lenguaje infantil Giuseppe Francescato
L as funciones del lenguajeen la expresión infantil
como modelo de aprendizaje.
Ediciones Península Provenza. 278 - Tel. (93) 216 00 62 - 08008 Barcelona
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